Nació el 26
de marzo de 1909. De profesión odontólogo, radicado en la localidad bonaerense
de San Andrés de Giles, fue comisionado municipal, diputado nacional y
presidente de la Cámara de Diputados entre 1948 y 1952. Encarcelado luego del
golpe de Estado de 1955, junto a otros dirigentes peronistas protagonizó una
espectacular fuga del penal de Río Gallegos. Designado delegado personal de
Perón en 1971, en 1973 triunfó con el 50% de los votos en una elección
presidencial de la que no estaba proscripto el peronismo aunque sí su líder. En
consecuencia, renunció a la presidencia para que pudieran realizarse las
primeras elecciones auténticamente libres después de 18 años. Designado
embajador en México, luego de la muerte de Perón fue cesanteado, perseguido por
el lopezrreguismo y expulsado del Partido Justicialista. Salvó milagrosamente la
vida tras el golpe militar al conseguir asilarse en la embajada de México, donde
permaneció tres crueles años, hasta que la dictadura se avino a entregarle el
salvoconducto para salir del país una vez que hubo comprobado que el cáncer que
padecía se hallaba en su fase terminal. Falleció en México el 19 de diciembre de
1980, rodeado del afecto y el reconocimiento de miles de exiliados argentinos.
Desde el derrocamiento del segundo gobierno del general Juan Domingo Perón hasta
la convocatoria a elecciones en 1972 el peronismo -identidad política
mayoritaria de la población- estuvo proscripto y su líder exiliado. Durante ese
período surgieron distintas agrupaciones peronistas que evidenciaban la vigencia
de esa identidad a pesar de los embates represivos. Con el tiempo el fin de la
proscripción, el regreso del general Juan Domingo Perón a la Argentina y el
acceso del peronismo al poder, se fueron perfilando como los objetivos políticos
inmediatos de estas agrupaciones.
Si la dictadura del general Juan Carlos Onganía,
instaurada en 1966, constituyó el telón de fondo de una ola de movilización
política y social sin precedentes, el surgimiento de Montoneros marcó un nuevo
punto de inflexión. Esta organización político-militar, que se reivindicaba
peronista, hizo su primera aparición pública en mayo de 1970 con el secuestro y
ejecución del general Pedro Eugenio Aramburu
-enemigo histórico del peronismo y principal responsable de los fusilamientos de
1956. Este acontecimiento -recibido con inmensa simpatía por amplios sectores de
la población- forzaría la renuncia de Onganía y desataría una crisis en el seno
del poder militar. Pero más importante aún fue la acelerada y creciente
gravitación que a partir de entonces tendría Montoneros en el escenario
político. Muy pronto sería esta organización la que capitalizaría en gran medida
una movilización social que venía gestándose desde años atrás. En efecto,
incentivada por los permanentes guiños de apoyo y complicidad que el general
Juan Domingo Perón les dedicaba desde su exilio en Madrid, y tras volcarse a la
organización de la Juventud Peronista (JP) en barrios, universidades, villas y,
en menor medida, sindicatos, Montoneros se erigió en el principal referente de
las nuevas camadas de jóvenes peronistas sensibles a la injusticia social, para
quienes los discursos y prácticas de las estructuras tradicionales del peronismo
-encarnadas en la "burocracia sindical"- resultaban demasiado cercanas a las
ideologías de derecha y manifiestamente proclives a negociar con el poder. Pero
Montoneros también se convertía en polo de atracción de aquellos jóvenes de
izquierda que, proviniendo de familias no peronistas y aun "gorilas",
consideraban que todo movimiento u organización que se propusiera un cambio
revolucionario debía incluir -necesariamente- al peronismo.
Mensaje desde los balcones de Casa
de Gobierno el 25 de Mayo de 1973.
La intensidad de la protesta
política y social, cuya expresión más acabada podía encontrarse en la
recurrencia de los estallidos populares que siguieron al
Cordobazo
y en el festejo con que amplios sectores sociales acompañaban las acciones de
las incipientes organizaciones guerrilleras, fue creciendo hasta imponer un
clima de notoria ingobernabilidad. Así, ante una presión popular prácticamente
insostenible -y que iba identificándose cada vez más con el peronismo y con
Perón- la dictadura se vio obligada a organizar una salida democrática. A pesar
de la voluntad de los grupos más conservadores y del propio poder militar,
resultaba evidente que aquella salida debía incluir como condición sine qua non
el fin de la proscripción del peronismo y el regreso del general Juan Domingo
Perón al país. Así lo habían demostrado los fallidos intentos de negociar con
distintos actores políticos una propuesta institucional que excluyera al general
Juan Domingo Perón.
Evidencia también del poder de movilización que iba adquiriendo la Juventud
Peronista fue la exitosa campaña política que ésta llevó adelante por el regreso
del general Perón: el "Luche y vuelve", que culminó con la primera visita del
histórico líder a la Argentina en noviembre de 1972,
después de 17 años de exilio. La alegría y la movilización popular que
acompañaron a esta breve visita preanunciaban el clima de fiesta que se
avecinaba.
En este contexto, el general
Alejandro Lanusse -último dictador del período- se vio obligado a convocar a
elecciones. Quedaba, sin embargo, una última posibilidad para impedir la llegada
del general Juan Domingo Perón al sillón presidencial. La "cláusula de
residencia", negociada precipitadamente en la reglamentación del acto electoral,
se orientaba en esa dirección al prohibir la candidatura de quienes no hubieran
estado residiendo en la Argentina con anterioridad a agosto de 1972. La posición
del peronismo fue desafiante y, si revelaba el carácter ficticio que los
protagonistas le adjudicaban a la representación política, ponía también en
evidencia quién ocupaba y ocuparía la centralidad del escenario político: la
consigna de la campaña electoral fue Cámpora al gobierno, Perón al poder.
Héctor Cámpora había sido
recientemente designado por el líder como su delegado personal. Contaba con el
apoyo y la simpatía no sólo de la JP -que lo había apodado cariñosamente "el
Tío"- sino también de sectores más amplios del espectro político y social que
pugnaban por una transformación económica y social atenta a las demandas de los
sectores populares y del capital industrial nacional. Finalmente, es probable
que no pocos hayan pensado en el gobierno de Cámpora tan sólo como un período
transicional hacia un gobierno encabezado por el propio general Juan Domingo
Perón.
En las elecciones del 11 de marzo de
1973, la fórmula del Frente Justicialista de Liberación Nacional, Cámpora
(Partido Justicialista) - Solano Lima (Partido Conservador Popular) triunfó sin
mayores sorpresas con casi el 50% de los votos. El 25 de mayo, Héctor Cámpora
asumió la Presidencia de la Nación en un clima de intensa algarabía popular. "Se
van, se van y nunca volverán" era la consigna coreada en las calles por las
multitudes que, sabiendo que la movilización popular había forzado la salida de
los militares del gobierno, festejaban el fin de la dictadura y, en su mayoría,
el retorno del peronismo al poder después de 18 años de proscripción.
Gran parte de la izquierda no
peronista también se sumó a los festejos. La llegada de Héctor Cámpora al poder
parecía anunciar la inminencia de un tiempo de transformación social que pondría
fin a los privilegios económicos y a la dependencia del capital extranjero. La
hora del cambio y de la "liberación nacional" se acercaba. La presencia del
presidente chileno, Salvador Allende y del cubano, Osvaldo Dorticós -en
representación de las dos experiencias socialistas del continente- reforzaban el
clima del evento. Y, como constatación de su inmenso poder y del carácter
popular del nuevo gobierno, esa misma noche una enorme multitud se dirigió a la
cárcel de Villa Devoto imponiendo de hecho la liberación inmediata de todos los
presos políticos, en su mayoría dirigentes sindicales y militantes de las
organizaciones guerrilleras. La liberación fue acompañada, casi simultáneamente,
por la firma de un indulto presidencial (días después, el Congreso aprobó una
Ley de Amnistía). El 25 de mayo de 1973 fue, sin lugar a dudas, una jornada
histórica.
Este clima de festejo se prolongó
durante todo el gobierno de Héctor Cámpora, convirtiendo a este período en una
verdadera "primavera" para importantes sectores de la población. Las
expectativas de la Juventud Peronista -actor político clave de este proceso- se
vieron satisfechas en gran medida; puesto que el peronismo de izquierda y sus
simpatizantes -nucleados alrededor de lo que se llamó
La Tendencia- ocupó espacios institucionales de importancia: varias bancas
en el Congreso, varias gobernaciones, algunas de ellas muy importantes, como
Buenos Aires, Córdoba y Mendoza; dos o tres ministerios y las universidades, que
fueron la gran base de movilización de la JP. En áreas como la salud y la
educación se impulsaron distintos proyectos que tenían a los sectores populares
como principales beneficiarios. En términos generales, se esbozó una política
económica más atenta a las demandas de los asalariados y excluidos y
caracterizada por una mayor regulación estatal de las relaciones entre capital y
trabajo.
La llamada "primavera camporista" habría de durar tan sólo 49 días. Tras el tan
ansiado regreso definitivo del general Juan Domingo Perón a la Argentina (en
junio de 1973) y el enfrentamiento entre distintos grupos del peronismo que
culminó en una masacre perpetrada desde la derecha en el
aeropuerto de Ezeiza -donde una masa multitudinaria
encabezada por las distintas agrupaciones de la JP había ido a recibir al
líder-, Héctor Cámpora renunció el 13 de julio.
Aunque no todos los actores sociales y políticos pudieran vislumbrarlo así,
comenzaba el fin de esta "primavera" y el inicio de un nuevo período signado
fundamentalmente por una acelerada agudización de los conflictos entre la
izquierda y la derecha peronistas. En este delicado escenario, la persistencia
de la actividad armada de la principal organización guerrillera no peronista -el
PRT-ERP- contribuiría a la agudización de los conflictos políticos.
Fuente: Memoria Abierta, De memoria, testimonios, textos y otras fuentes sobre
el terrorismo de Estado en Argentina. Más
textos
Campora al gobierno: 49 días de
ilusión (Documental Página/12)
El Procurador General de la Nación, Esteban Righi, recordó a Héctor Cámpora a 38
años del triunfo del ex presidente, y destacó el compromiso de "haber cumplido
la palabra empeñada" y "la dignidad extraordinaria con la que superó la
adversidad" mientras permaneció refugiado en la embajada de México, tras el
golpe de 1976.
"No soy objetivo ni imparcial, porque tengo un gran afecto y un gran cariño por
el ex presidente Cámpora, pero me parece que la fecha obliga a señalar dos
aspectos de su vida que me parecen importantes", indicó Righi en diálogo con
Télam, a 38 años del triunfo electoral del ex presidente, que significó, además,
el fin de la dictadura militar que encabezó Alejandro Agustín Lanusse y de la
proscripción del peronismo tras casi 18 años.
Para Righi dos de los elementos más importantes para destacar de Cámpora son
"haber cumplido la palabra empeñada", porque "fue un individuo que en la oferta
electoral propuso cosas que después cumplió". "Hemos revalorizado el valor de la
palabra empeñada en las campañas electorales y Cámpora es un precedente
importante", subrayó.
En tanto que el segundo aspecto fundamental que Righi destacó fue "la dignidad
extraordinaria con la que (Cámpora) superó la adversidad cuando fue perseguido y
estuvo años en la embajada de México sin poder salir del país".
Y recordó que "la junta militar sólo le otorgó el salvoconducto ante la certeza
de que tenía un cáncer incurable".
Folleto editado por Montoneros en
celebración del 11 de marzo de 1973. Clic para descargar en pdf (5,83 mb)
Esteban Righi, que se desempeñó entre mayo y julio del `73 como ministro del
Interior durante el gobierno de Cámpora, nació en Resistencia, Chaco, en 1938.
En titular de la Procuración General de la Nación desde el 2005, año en que fue
designado por el ex presidente Néstor Kirchner.
Mañana se cumplen 38 años del
triunfo de Cámpora y en ese marco el Procurador General de la Nación expresó a
Télam que el recuerdo que tiene del 11 de marzo es "de una gran esperanza" que
"luego se frustraría".
"El país había atravesado una larga etapa de autoritarismo.
Desde la década del `30 en adelante
se habían sucedido gobiernos de facto y sucesivos procesos de deterioro
institucional con experiencias más o menos democráticas, porque el peronismo
estaba proscripto", detalló.
"Además desde la década del `30
hasta los años `70 se había generalizado la idea de que al poder se llega por
las armas y no por las elecciones. Esa era la realidad que vivía el país, todo
se dirimía según el poder de fuego", señaló Righi de forma retrospectiva.
Por lo tanto, para el que fuera ministro del Interior de Cámpora "la gran
esperanza era revertir ese proceso", y dijo que tenían "la fantasía de que
podíamos llegar a inaugurar una etapa de democracia sostenida en la Argentina".
Pero consideró que eso luego "se frustró y vino lo peor", refiriéndose de esta
forma a la última dictadura cívico-militar que se inició el 24 de marzo de 1976.
Insistió en que "hay que ubicarse en esa época", recordó que el país "venía de
un largo proceso de autoritarismo y violencia creciente", y dijo que en ese
momento "el triunfo brutal del peronismo después de 18 años de exilio, brutal en
el sentido de contundente, daba esperanza de que pudiéramos iniciar una etapa
duradera de vida normal para un país que no la había tenido en muchos años".
Ante la pregunta de si en algún momento se pudo prever el golpe de estado del
`76, Righi afirmó que "no vimos ni pronosticamos una Argentina tan tremenda como
la que ocurrió después".
Y agregó: "lo que si es evidente es
que en el `73 el país enfrentaba una disyuntiva: o hacía lo que nosotros
decíamos, me refiero al grupo que rodeaba al presidente Cámpora y a los partidos
políticos que estaban en esta idea; o bien se prevalecía por las armas.
"La única forma de terminar con la
violencia era que un grupo prevaleciera sobre otro -continuó Righi-. Esta
segunda idea, que en definitiva es la que los militares llevan adelante,
prevaleció y significó por lo menos dos cosas: que el estado de derecho tardara
mucho más en llegar al país, nos costó mucho más llegar a la democracia; y el
costo en términos de vidas humanas, pérdidas para el país, violaciones masivas
de derechos humanos fue gigante".
Luego, analizando la naturaleza histórica del movimiento fundado por el general
Juan Domingo Perón, aseguró que "con el peronismo" tiene "una relación de amor y
de odio".
Lo calificó como "el movimiento más importante de la vida política argentina y
el que generó las mayores transformaciones", aunque remarcó que "como fue tan
protagónico registra en su seno una serie de personajes y épocas con las cuales
no estoy de acuerdo".
Righi evitó hacer opiniones acerca
de la actualidad política por el cargo que ocupa, aunque atinó a decir que "el
peronismo transitó una etapa como las de los `90 y hoy vive una etapa claramente
distinta".
"Quizás se haya logrado la síntesis que se buscó en el `73, que es democracia
con respeto a los derechos fundamentales con la justicia social que es lo que
caracterizó al peronismo desde su nacimiento y es el valor por el cual hemos
pagado algunos precios que era mejor no pagar", añadió.
Por último, el Procurador General aseguró que "el pueblo en general ha apreciado
el valor de la democracia" y consideró que "no existe riesgo alguno en la
actualidad de experiencias autoritarias".
"Esa es una conquista colectiva que costó lamentablemente demasiado", destacó
Righi, y sentenció: "la democracia está consolidada en la Argentina".
Héctor José Cámpora, llamado
afectuosamente El Tíopor las jóvenes generaciones peronistas de los años
70, nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires, el 26 de marzo de 1909. Fue
presidente del centro de estudiantes de odontología de la facultad dependiente
de la Universidad Nacional de Córdoba en 1930. Culminó la carrera de odontología
y decidió radicarse en San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires.
Fue un leal defensor de la Causa Nacional impulsada por el General Perón a
partir de 1945. Acompañó a Eva Perón durante su viaje a Europa en 1947. Electo
diputado nacional, ejerció la presidencia de la Cámara de diputados entre 1948 y
1952. Tras la muerte de Evita, sectores reaccionarios y nacionalistas
desplazaron a moderados e izquierdistas, tanto de la administración del Estado
como del entorno del presidente Perón.
En 1955, tras el golpe de Estado por la autodenominada Revolución Libertadora,
fue incluido en una lista de "sospechados" de corrupción y se presentó
espontáneamente ante la justicia para ser investigado, pero fue acusado
falsamente de corrupción y malversación de fondos y confinado al penal de
Ushuaia. En 1957, junto al empresario Jorge Antonio, el dirigente de la
resistencia John William Cooke y el líder nacionalista Guillermo Patricio Kelly,
protagonizaron una fuga cinematográfica y lograron fugarse a Chile. Más tarde,
cerradas las causas judiciales, Cámpora regresó al país dedicándose a diversas
ocupaciones para sostener a su familia.
En 1971 fue designado delegado
personal de Juan Domingo Perón en remplazo de Jorge Daniel Paladino, quien fuera
acusado de desnaturalizar la función al haberse convertido en portavoz de la
opinión militar. En tal carácter Cámpora llevó a cabo con éxito el plan de Perón
para su retorno al poder en 1973, tras el fracaso de la Revolución Argentina y
con la apertura que proponía el entonces presidente General Alejandro Agustín
Lanusse. Este buscaba una concertación cívico-militar que integrara al pueblo y
a las masas peronistas con las Fuerzas Armadas, en un gobierno conducido por
militares, idea que llevaba el nombre de Gran Acuerdo Nacional (GAN), lo cual no
prosperó.
Cámpora trabajó duramente y logró
los objetivos que allanaron las condiciones para el retorno triunfal del
peronismo al poder y de Perón a la legalidad y la escena política. Reorganizó el
movimiento, creando la rama juvenil (que representaba el creciente peso de la
izquierda peronista, en particular la organización político-militar Montoneros)
y logrando la afiliación masiva en todos los sectores. Logró acuerdos con otros
partidos políticos más pequeños para conformar del Frente Justicialista para la
Liberación (FreJuLi); si bien falló en convencer al segundo partido mayoritario,
la Unión Cívica Radical, se debió más a la intransigencia de su conductor,
Ricardo Balbín, que a una falta de persuasión política. Aceitó acuerdos con el
sector empresario a través de la CGE (Confederación General Económica) conducida
por el empresario José Ber Gelbard. Pero el logro fundamental en esta etapa fue
el exitoso primer retorno de Perón tras 17 años de
exilio.
Héctor Cámpora se presentó en las
elecciones de marzo de 1973 como candidato por el FreJuLi, debido a la
proscripción técnica hacia Perón de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse,
que determinaba que los candidatos presidenciales debían acreditar un período
previo de residencia en el país, que Perón obviamente no podía satisfacer. La
cláusula había sido diseñada ex profeso en contra de la candidatura de Perón.
Como vicepresidente de la fórmula fue designado Vicente Solano Lima, del Partido
Conservador Popular, un desgajamiento del antiguo conservadurismo de la
provincia de Buenos Aires.
La fórmula Cámpora- Solano Lima
alcanzó el 49.5% de los votos y la UCR ocupó el segundo lugar con un 25%. Como
el FreJuLi no alcanzó más del 50% de los votos la legislación habilitaba una
segunda vuelta o ballotage. Sin embargo, para evitar su segura derrota, la UCR
renunció a ese derecho y aceptó la victoria de Cámpora, quien asumió el 25 de
mayo de 1973, dándose así por finalizado el período dictatorial de la
autoproclamada Revolución Argentina. Acudieron al acto de investidura, entre
otros, el entonces presidente socialista de Chile, Salvador Allende, y el de
Cuba, Osvaldo Dorticós, en la tradicional Plaza de Mayo se concentraron
alrededor de un millón de personas para recibirlo.
En
consonancia con su promesa electoral y el deseo del pueblo, su primera medida
fue -a horas de asumir- liberar los luchadores sociales retenidos en prisión por
la dictadura. El Parlamento trató el tema esa misma noche y fueron amnistiados
masivamente numerosos presos políticos. El 28 de mayo Argentina reanudó
relaciones diplomáticas con Cuba y proveyó a ese país de automóviles e insumos
industriales, rompiendo por primera vez el bloqueo económico de Estados Unidose
al que había adherido la dictadura.
Como Ministro de Economía Cámpora
nombró a José Ber Gelbard, presidente de la Confederación General Económica,
facilitando el establecemiento de un "Pacto Social" entre la Confederación
General del Trabajo, el empresariado nacional y el Estado, lo que incluía
aumento de salarios y congelamiento de precios. Se retornaron los lineamientos
económicos de anteriores gobiernos justicialistas: un Estado fuerte e
intervencionista y regulador orientado hacia una distribución más justa de la
riqueza.
Pero su afinidad ideológica con la
izquierda peronista lo enfrentó con la derecha partidaria, representada
esencialmente por las cúpulas sindicales, quienes no ocultaban que hubiesen
preferido a Antonio Cafiero - ex ministro de economía durante la segunda
presidencia de Perón y cercano al sindicalismo- en su lugar. El 20 de junio de
1973, al regresar Perón al país, se produce la llamada
Masacre de Ezeiza, brutal enfrentamiento entre
sectores antagónicos por el control de un palco donde hablaría Perón, ceremonia
finalmente abortada. La cifra de muertos se estima en decenas e incluso centenas
de personas, pero el hecho nunca fue investigado oficialmente.
Finalmente, el 13 de julio de 1973 y habiéndole retirado Perón el apoyo a su
gobierno, Cámpora renuncia al cargo, permitiendo la realización de nuevas
elecciones, donde habría de ganar Perón con más del 60% de los votos. El gesto
de la renuncia promueve que Perón califique a Cámpora como "extraordinario
ciudadano argentino". Al asumir, Perón lo nombra embajador en México. Regresa al
país el 27 de septiembre de 1975 y producido el golpe de Estado del 24 de marzo
de 1976 se ve obligado a refugiarse en la embajada de México en Buenos Aires,
permaneciendo allí más de tres años, con un cáncer detectado y sin posibilidad
de tratamiento médico especializado. Obligada por la presión internacional, la
dictadura le permite volar a México, donde muere poco después, en Cuernavaca, el
19 de diciembre de 1980. En 1991 fueron repatriados sus restos. En 2008 fue
emplazado su busto en la galería de ex presidentes de la Casa de Gobierno.
[De: Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de
la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas: 1946-1952,
1952-1955 y 1973-1975. Puede descargar el libro completo
desde el enlace de eSnips, pdf 3,70 MB]
Dada la necesidad de enfrentar las elecciones, se abriría dentro del peronismo
un complejo debate en torno a qué sectores del Movimiento serían los abanderados
en la conducción del nuevo armado electoral para 1973. La disputa se daría
principalmente entre los siguientes actores: -entre el sindicalismo tradicional,
a veces "demasiado autonomista" según Perón, pero pilar de la organización
obrera y de la masividad del peronismo; -entre los políticos del partido, que
desde 1955, estaría conformado por los actores menos devotos de la lucha dentro
del frente nacional por el regreso del líder; -entre la juventud de la
Tendencia, el sector más dinámico en términos de movilizaciones callejeras de la
sociedad argentina entrada la década de 1970.
Hacia 1973 y bajo la mirada absorta
de Lanusse, a la hora de elegir entre los tres actores mencionados, el armado
político de Perón dispararía por izquierda: marcando un enfrentamiento con
Lanusse y a diferencia de las propuestas del sindicalismo de la CGT que tenía a
Cafiero como candidato, Perón nombraría a Cámpora en lugar de Paladino, como
conductor del partido y responsable de estimular el proceso que se abría en la
Argentina. La designación de Cámpora, tal como quedaría expresado en la nómina
de los ministros y funcionarios de gobierno, no sería y pese a las relaciones
del Tío con la izquierda, un gobierno de la Tendencia. Por el contrario, Cámpora
nunca desconocería las órdenes de Perón, como si lo intentaría más tarde
Montoneros. Pese al perfil de Cámpora, caracterizado por ser el dirigente más
cercano a la Tendencia entre el abanico político antes mencionado, el armado de
candidaturas contaría con funcionarios de las distintas expresiones del frente
nacional, incluidos los personajes confesos de la derecha, tales como Osinde,
consejero militar de Perón y responsable en parte de la organización de la
masacre de Ezeiza. El "Tío", sería el delegado de Perón y a su vez, un referente
fundamental de la Tendencia, moviendo el péndulo dentro de la conducción del
movimiento nacional hacia la juventud y la izquierda peronista, pero no sólo
eso. La señal sería clara por parte de Perón respecto del gobierno militar:
intransigencia ante las propuestas de los promotores del GAN. La posibilidad de
Lanusse de interferir en los debates del perfil del nuevo proceso, contenidas
sus intenciones de ser candidato de gobierno, se reducirían ante el correr del
tiempo y el crecimiento de la violencia callejera y militar de las Formaciones
Especiales. En este marco, Cámpora ocuparía el sillón presidencial y desplazaría
el lugar del candidato de los sindicatos y futuro gobernador de la provincia de
Buenos Aires después de la dictadura de 1976, Antonio Cafiero. Asimismo, en el
Comando Superior del Peronismo, Perón nombraría al hermano de Fernando Abal
Medina, líder Montonero asesinado por la dictadura en William Morris: Juan
Manuel Abal Medina sería el nuevo representante del Consejo, acentuando la
disputa del General respecto de las intenciones del gobierno militar. El
fantasma de la guerrilla de las FAR, FAP, Montoneros, ERP y Descamisados
recorrería las calles, las comisarías, las fábricas y los gabinetes militares y
Perón, lejos de desautorizarla, sonreiría y esperaría mientras se agitaban las
banderas de la juventud combatiente. Con este dejar hacer a las Formaciones
Especiales, Perón mostraría que no estaba dispuesto a ceder fácilmente a Lanusse
las reglas y los términos de su regreso al poder. Abal Medina sería el
responsable de garantizar el armado político que llevaría a Oscar Bidegain a la
candidatura en la provincia de Buenos Aires, en lugar de la ambición de Manuel
Anchorena y del sindicalista de la UOM, Luis Guerrero, víctima de un intento de
asesinato por parte de Montoneros y personaje ligado a la derecha del
Movimiento. El representante del Consejo promovería además, las aspiraciones de
Cepernic en Santa Cruz, de Ragone en Salta, de Martínez Baca en Mendoza y de
Atilio López en Córdoba, todos con buenas relaciones con la Tendencia.
Historias de Nuestra
Historia (solo audio) - Cámpora Presidente
El tercer peronismo ensillaba a la
historia y la subía por izquierda y más tarde, trágicamente, la bajaría por
derecha entrado el año 1975. Perón, además de auspiciar la acción de las
Formaciones Especiales, ampliaría el frente político más allá del peronismo y
con eso, pondría definitivamente en jaque al lanussismo. Inicialmente, llegaría
a un acuerdo con sectores de la burguesía industrial: en abril de 1971, José Bel
Gelbard y José Rucci establecerían un acuerdo entre la CGT y la CGE,
anticipándose al futuro Pacto Social.
Luego, le llegaría el turno a los partidos políticos de la oposición: con
posterioridad a la llegada de Perón al país en 1972, el General convocaría al
sindicalismo nacional y a los partidos políticos al restaurante Nino, donde
concurrirían políticos de la talla de Balbín. A esta invitación no concurrirían
el Partido Comunista, el Partido Socialista, ni Manrique, pero si los
representantes del resto del espectro político nacional. Anteriormente, Perón se
reuniría con Frondizi en Puerta de Hierro.
El gobierno militar encontraría cada vez más adversarios dentro de la política
nacional y sus posibilidades de negociación con Perón, se desvanecerían. El 17
de octubre de 1972, la Junta de Comandantes en Jefe en ejercicio del poder
político presidida por el teniente general Lanusse, promulgaría la Ley Nº
19.805, por la cual se convocaba a elecciones nacionales con el objeto de
integrar el próximo gobierno constitucional de la Argentina, para el día 23 de
marzo de 1973. Tras el exilio de 17 años y dos días, Perón lograría retornar al
país el día 16 de noviembre de 1972 para desarrollar el armado electoral y dar
la organización y el respaldo a los candidatos para las elecciones venideras. El
5 de diciembre Perón convocaría a la mayoría de los partidos y agrupaciones
políticas -CGT, CGE, las 62 Organizaciones y algunas agrupaciones del
interior-para conformar el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación
Nacional). Pocos días después renunciaría a su candidatura presidencial y sería
proclamada por el Congreso Nacional del Justicialismo, la fórmula Héctor
Cámpora-Vicente Solano Lima. El FREJULI estaría compuesto, a diferencia de la
estructura del Movimiento Justicialista histórico, por la representación oficial
del 25 % de la Rama Juvenil, que completaría el armado junto a las Ramas
Femenina, Política y Sindical. El panorama eleccionario para enero de 1973,
vencido el plazo legal para la presentación de listas de candidatos a los cargos
electivos de presidente y vicepresidente de la nación, quedaría oficializado y
junto a él el regreso de las masas a la política de gobierno.
25 de mayo de 1973 - Asunción
de la fórmula Cámpora- Solano Lima
Tras las multitudinarias elecciones
del 11 de Marzo de 1973, en las que participan 14.065.472 electores, la fórmula
Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima obtiene casi el 50 por ciento de los votos
contra el 21 por ciento de Balbín (UCR) y el 15 por ciento de Manrique (APF). La
UCR declarará que, dadas las cifras, no tiene sentido hacer un ballotage a nivel
nacional(251). Éste se realizará, en cambio, en la Capital Federal y en catorce
distritos del interior del país donde ningún candidato obtendría el porcentaje
indicado por la ley. De esta manera, el radicalismo se impondrá únicamente en la
Capital, donde su candidato a senador será el futuro presidente argentino de la
tercera década infame en Argentina , Fernando de la Rúa, que derrotará a Marcelo
Sánchez Sorondo del FREJULI. En un acto que contaría con la presencia de los
presidentes de Chile, Salvador Allende, y de Cuba, Osvaldo Dorticós, junto a más
de un millón de peronistas en Plaza de Mayo, Plaza Congreso y en los alrededores
de la casa de gobierno, asumiría el presidente Cámpora luego de años de lucha y
resistencia del pueblo argentino. El reloj de la historia no podría ser atrasado
y la nación inaugurada en el año 1945 ingresaba nuevamente bajo el ocaso
cultural del coloniaje de un régimen que crujía tras años de batallas,
trincheras, humo, muertos y perseguidos y que parecía, caería definitivamente en
desgracia. Las masas tendrían su nuevo 17 de octubre, pero como veremos, la
posibilidad de garantizar el programa popular sería más compleja que antes y en
poco tiempo, los sueños de los argentinos despertarían con una dictadura
sangrienta. De los catorce distritos del interior donde debió recurrirse al
ballotage, el FREJULI triunfó en doce; en Neuquén y en Santiago del Estero, la
victoria correspondió a Sapag y al peronismo disidente de Carlos Juárez,
respectivamente. La APR (Alianza Popular Revolucionaria), cuarto partido en
importancia en las elecciones, apoyó públicamente al FREJULI.
Retomando la argumentación en torno
a las elecciones, el 22 de mayo de 1973 la Junta de Comandantes en Jefe y el
Ministro del Interior, firmarían la ley por la cual se derogaría el estado de
sitio en nuestro país y el 25 de mayo, el Presidente Lanusse entregaría las
insignias del poder a Cámpora en medio de una enorme movilización popular que
abucheaba a los gobernantes salientes y, luego, por la noche, rodearía la cárcel
de Villa Devoto, logrando la salida de numerosos detenidos políticos que en los
años de proscripción del peronismo se habían multiplicado enormemente. Los
nuevos ministros de la naciente gestión camporista, conformarían un gabinete más
bien heterogéneo que trataría de mantener algún tipo de equilibrio entre los
distintos sectores peronistas en pugna: como Ministro de trabajo fue designado
Ricardo Otero, secretario de la UOM Capital y vandorista histórico; en Defensa y
Justicia serían electos dos peronistas tradicionales, Ángel Robledo y Antonio
Benítez; en Educación, Jorge Taiana, que venía del tronco del peronismo
tradicional pero que mantenía buena relación con los sectores combativos de la
Juventud Peronista (Puiggrós, un dirigente ligado a Montoneros, sería el rector
interventor en la UBA).
Por su parte, como Ministro del Interior se designaría a Esteban Righi y como
Ministro de Relaciones Exteriores y Culto a Juan Carlos Puig, ambos camporistas
y posibles aliados de la izquierda peronista. En Economía, sería designado José
Ber Gelbard, antiguo delegado de la CGE, representante del empresariado nacional
y hombre cercano al Partido Comunista y al bloque soviético mundial. Por su
parte, el Ministerio de Bienestar Social sería ocupado por López Rega,
encarnación de la fracción más reaccionaria del movimiento peronista, que sería
nombrado directamente por Perón.
En el terreno legislativo, la Tendencia contaría con ocho legisladores sobre una
cámara de Diputados compuestas por 145 representantes del FREJULI: Armando
Croatto, Santiago Díaz Ortiz, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Carlos Kunkel,
Diego Muñiz Barreto, Roberto Vidaña y Rodolfo Vittar. Se calculaba que los
funcionarios de la Tendencia en los gobiernos provinciales y las legislaturas
locales llegarían a cincuenta; además, estaban ligados a las gobernaciones de
Oscar Bidegain en Buenos Aires, a Alberto Martínez Baca en Mendoza, a Jorge
Cepernic en Santa Cruz, a Miguel Ragone en Salta y a Ricardo Obregón Cano en
Córdoba(252).
La breve gestión camporista -comprendida entre el 25 de mayo y el 13 de julio de
1973, fecha en que Cámpora y Vicente Solano Lima presentan sus renuncias para
facilitar el acceso al gobierno a Perón como candidato del Movimiento Nacional
Justicialista-, llevó adelante una serie de medidas que fueron radicalmente
importantes en términos políticos y sociales, en el marco de un proyecto de
reconstrucción nacional que tendrán cierta continuidad durante la breve gestión
de Perón. En materia de legislación, por ejemplo, Esteban Righi desde el
Ministerio del Interior promovería la promulgación de las leyes Nº 20.508,
20.509 y 20.510 que establecían la amnistía, derogaban las leyes represivas y
suprimían el denominado fuero antisubversivo. Se firmaría el Decreto Nº 11 de
indulto, por expresa disposición de Cámpora, que alcanzaría a 371 presos
políticos. También, por intermedio del Ministro del Interior, se suprimía el
funcionamiento del Departamento de Informaciones Antidemocráticas (DIPA),
destruyendo todo el material allí archivado. Se firmarían los Decretos Nº 503 y
504, que anulaban las disposiciones dictadas en 1955 que privaban a Perón del
uso de uniforme militar, del grado correspondiente y de la baja en el Ejército.
Con respecto a la política internacional, en este período y por intermedio del
Ministro Juan Carlos Puig y su secretario, Jorge Alberto Vázquez, se reanudarían
las relaciones diplomáticas entre Argentina y Cuba, que se hallaban suspendidas
desde febrero de 1962 cuando Cuba fue separada de la OEA.
Además,
se establecerían relaciones diplomáticas con la República Democrática Alemana,
Vietnam y Corea del Norte, continuando la política exterior del segundo gobierno
peronista interrumpida en 1955 y base para la consolidación de la tercera
posición. En materia económica, se intentaría saldar la interna entre las
distintas vertientes del Movimiento y el 6 de junio se firmaría el Pacto Social,
que fijaría un aumento masivo de salarios de un 15 % y se congelarían los
precios en el marco de la suspensión de las paritarias por dos años, dejando
como saldo que los trabajadores pasaran a apropiarse del 35% de la renta
nacional en mayo de 1973, al 48% con posterioridad al acuerdo. En este marco, se
anunciaría además un plan de viviendas. Se congelaban los precios de los
artículos esenciales y se intervenían mercados públicos y privados a la vez que
se dictaban normas para industriales y fraccionadores. Una de las primeras
medidas a tomar, sería la regulación del mercado de carnes para asegurar el
abastecimiento interno. A su vez, se anularían algunos beneficios de promoción
industrial a empresas extranjeras y se negarían los permisos de importación
solicitados para la construcción del Hotel Sheraton. Se intervendrían las
empresas del Estado, YCF, YPF, OSN, Gas, Correos y Teléfonos, Ferrocarriles y
Subterráneos, Elma y Administración General de Puertos; se dictaminaría que no
se computaran las inasistencias de los maestros, se aumentarían los impuestos al
patrimonio neto, se concederían exenciones de impuestos para la fabricación de
calzado y textiles, se suspenderían los juicios de desalojo en los
arrendamientos rurales, etc.
Las entidades empresarias, mediante
declaración pública y por lo menos por un tiempo, darían su respaldo al Pacto
Social. Además, se comenzaba a gestionar el proyecto de los planes trienales.
Esta tregua entre los empresarios, los sindicalistas y la juventud alineada en
la Tendencia, duraría poco y tras la muerte de Perón, se fragmentaría e
iniciaría una violenta lucha por el poder y la conducción del frente popular.
Siguiendo en el plano económico y tras la renuncia de Cámpora, el breve
intervalo de Lastiri en el poder y durante la gestión de Perón, el '73 continúo
siendo un año de reformas fundamentales para la soberanía de la Argentina. Se
sancionó la ley de renacionalización de los depósitos bancarios y otra de
regionalización de los bancos de la nación. Se renacionalizaron el Banco
Argentino de Comercio (Chase Maniatan, NY), el Banco Argentino del Atlántico
S.A., el Banco Francés del Río de La Plata (Morgan, NY), Mar del Plata (City,
NY) y las sucursales de Córdoba y de Rosario del Banco Santander S.A.(254). Se
resolvió prohibir los embarques de trigo, harina y trigo para semilla,
correspondientes a operaciones concertadas en las gestiones militares con países
extranjeros frente al desabastecimiento para el consumo interno. El 6 de agosto
se otorgaría a Cuba un crédito por 200 millones de dólares -gran parte de ellos
gestionados por intermedio del Banco Comercial de La Plata liderado por David
Graiver-y se autorizaría a empresas argentinas a exportar autos a ese país, lo
cual le permitiría a la isla romper el bloqueo norteamericano y adquirir
maquinaria liviana y automotores fabricados en nuestro territorio. En un intento
del Justicialismo por reforzar el frente externo en el marco de una clara
avanzada del imperialismo a nivel latinoamericano, a partir de lo que serían las
dictaduras en Chile, Uruguay y Brasil, Argentina se presentaría como candidata
al Movimiento de Países No Alineados con sede en Argel.
Las primeras dificultades del frente nacional durante el tercer gobierno
peronista
Revista El Descamisado Nº 2,
29 de mayo 1973. Clic para descargar.
Luego de 17 años, un candidato
peronista sería el responsable de llevar las riendas de la política nacional.
Ahora bien, el peronismo de 1970 ya no era el mismo del 1945, tal como lo había
pronosticado Cooke en la década anterior. Este esquema de frente nacional
tendría entre sus actores a los obreros, a la CGE y a la juventud del "Luche y
vuelve" que llegado el año 1973, tendería a centralizarse en Montoneros. Ni las
FFAA, ni la Iglesia serían parte del nuevo diseño de gobierno. Dentro de la CGE,
factor que a la larga sería contraproducente, ingresaría además el capital
transnacional con la UIA. Participarían en el acuerdo también, sectores
anteriormente comprometidos con la Libertadora: fracciones de la UCR que hacia
1973 y tras los acuerdos con Perón, abandonarían por lo menos por un tiempo, su
posición antipopular y apoyarían la presentación a elecciones del FREJULI,
convirtiéndose en fiscalizadores de la posibilidad del acto y del triunfo
peronista. No sólo los actores políticos del frente nacional habían cambiado,
sino que además, las condiciones materiales del tercer peronismo eran otras: las
divisas de posguerra eran cosa del pasado y toda posibilidad de implementar una
política industrial, nacionalista y popular dependería ahora, de un acuerdo
político entre la CGT y la CGE. El Pacto Social sería el tratado a través del
cual, el movimiento nacional debería enfrentar el programa del capital
trasnacional, financiero y terrateniente. Las divisas del primer peronismo
serían sinónimo de la negociación entre la CGT y CGE del Pacto Social del tercer
gobierno. La CGT, en el marco del Pacto tendría en el país a su dirigente y
junto a él, el recuerdo de los días de bonanza del primer peronismo; la CGE, en
muchos casos a regañadientes, debería pactar con la CGT tras una década de
fallidos intentos de disciplinar a la clase obrera. Los terratenientes y el
capital industrial y financiero trasnacional, serían los perjudicados del nuevo
esquema político del peronismo y con este propósito, por ejemplo, el gobierno
redactará la nueva Ley Agraria y se nacionalizarán los depósitos bancarios. En
este juego político del GAN, otro de los actores que quedaría en falsa escuadra
dentro del frente nacional, sería la juventud y las Formaciones Especiales. El
Socialismo Nacional acaudillado por la Tendencia no encontraría lugar en el GAN
y por eso, el pacto sería apoyado descontentamente por la juventud, que por un
tiempo, estaría a la espera de las señales de Perón para marchar hacia la
radicalización de la revolución justicialista.
Las tensiones políticas del movimiento nacional en 1973 se agudizarían, ya que
entre otras cuestiones, habían cambiado los actores y el contexto respecto del
primer peronismo y tal como lo había expresado Cooke, las alternativas para
resolver el conflicto social en Argentina deberían ser otras: la posibilidad de
pactar sobre principios similares a los de 1945 que intentó Perón en 1973,
duraría el período en que se mantuvo con vida el General, único dirigente capaz
de mantener unido el frente nacional. Tras décadas de proscripción, represión e
intensa resistencia del Movimiento Nacional Justicialista, éste llegaba
nuevamente al poder y junto a él, las banderas de los protagonistas de la lucha
popular: la juventud argentina, activistas de los frentes de masas y militantes
de las Formaciones Especiales y del Luche y vuelve, que flameaban la consigna
del Socialismo Nacional fogueado por Perón desde el exilio; en el mismo cuadro,
gran parte de los obreros y de las conducciones de varios sindicatos, elevaban
los principios de la justicia social y del peronismo histórico, cercano a la
Tercera Posición de la década de 1940. Esta interna del movimiento nacional
durante la gestión de Cámpora tendría a los primeros, a la "gloriosa Juventud
Peronista", como actor central para el desembarco y el armado político del "Tío"
y adquiriría un rol protagónico en la universidad del período, como analizaremos
en los capítulos siguientes. [NOTA: descargar el libro completo en pdf].
La
correlación de fuerzas políticas dentro del Movimiento, se modificaría con la
llegada de Perón al poder un par de meses después de la victoria de Cámpora.
Ahora bien, el conflicto entre la Tendencia y Perón quedaría expresado antes de
la llegada del General, en el marco de una reunión entre el líder en el exilio y
cuadros de la juventud. Este encuentro estaría augurando lo que sería la ruptura
con Montoneros del 1º de mayo de 1974. La famosa reunión se llevaría a cabo en
Roma y estaría organizada por sectores de Montoneros y FAR por intermedio de
Firmenich, Quieto y Perdía. La "juventud" demandaría al General 300 cargos de
gobierno, solicitud que Perón esquivaría y respondería ofreciendo espacios en la
administración, pero no en los lugares propuestos por la juventud.
Perón ofrecía a la juventud el manejo de la política social de la Fundación Eva
Perón para ir consolidando el trasvasamiento generacional.255 El viejo General,
a diferencia de lo que suponían algunos sectores de la juventud, no estaría
dispuesto a compartir la conducción del Movimiento.
Asimismo, las Formaciones Especiales
y algunos sectores de la Tendencia, no estarían tampoco dispuestos a abandonar
fácilmente la lucha armada y a someterse a los tiempos políticos y a las
propuestas programáticas de Perón. Este divorcio de intereses, la diferencia
sobre los tiempos políticos y en muchos casos, las marcadas divergencias de
puntos de vista entre la juventud y Perón, serían uno de los elementos que
llevarían al fracaso del tercer gobierno peronista y a su caída estrepitosa con
la muerte de Perón y la llegada de la dictadura de 1976.
El gabinete de Cámpora contenía en su interior la tensión explosiva del
movimiento nacional, mantenida en suspenso por lo menos por un tiempo, bajo la
firma del Pacto Social.
No habría transcurrido demasiado
tiempo del Pacto, específicamente el 20 de junio en Ezeiza, para que estas
contradicciones se expresaran fatalmente y evidenciaran la dificultad para
sostener la tregua. En estas jornadas, los hombres de López Rega por intermedio
de Osinde, ex Jefe de Seguridad del Servicio de Información del Ejército en el
período anterior a 1955 y consejero militar de Perón, iniciaría lo que sería el
primer gran suceso público de enfrentamiento y por qué no, el paso inicial para
el posterior conflicto directo entre la derecha y la izquierda del peronismo.
Los embriones de las AAA operarían en Ezeiza y posteriormente serían las fuerzas
de choque del lopezreguismo, expresión de la derecha del Movimiento, ligadas
según denuncias de Agustín Tosco, a la CIA y a EEUU. La acción de López Rega a
lo largo de su gestión de gobierno sería la de desestabilizar toda posibilidad
de unidad del frente nacional a través de acciones terroristas de secuestro y
asesinato de dirigentes políticos de la Tendencia. La persecución a la Tendencia
por parte de la AAA adquirirá supremacía tras la muerte de Perón bajo el
gobierno de Isabel Martínez (256).
NOTAS
250 La listas participantes serían las siguientes: FREJULI (Frente Justicialista
de Liberación): Héctor CámporaVicente Solano Lima; UCR (Unión Cívica Radical):
Ricardo Balbín-Eduardo Gamond; APR (Alianza Popular Revolucionaria): Oscar
Alende-Horacio Sueldo; APF (Alianza Popular Federalista): Francisco
ManriqueRafael Martínez Raymonda; ARF (Alianza Republicana Federal): Ezequiel
Martínez-Leopoldo Bravo; FRIP (Frente de Izquierda Popular): Jorge Abelardo
Ramos-José Silvetti; Nueva Fuerza: Julio Chamizo-Raúl Ondarts; PSD (Partido
Socialista Democrático): Américo Ghioldi-René Palestra; PST (Partido Socialista
de los Trabajadores): Juan Carlos Coral-Nora Ciaponi 251 FREJULI: 5.908.414
(49,56 %); UCR: 2.537.605 (21, 29 %); APF: 1.775.867 (14, 90 %); APR: 885.201
(7, 43 %); ARF: 347.215 (2, 91 %); Nueva Fuerza: 235.188 (1, 97 %); PSD: 109.068
(0, 91 %); PST: 73.796 (0, 62 %); FRIP: 48.571 (0, 41 %).
251 17 252 Gillespie (1987), p. 167.
253 Seoane, María, El Burgués maldito, Planeta, Buenos Aires, 1998, p. 255.
254 Seoane (1998), p. 261.
255 Galasso, Norberto, La Dictadura Militar en Retirada, Cuadernos para otra
historia, N° 27, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2000.
256 Flaskamp, Carlos, Perón y la Triple A, Desafíos, N 3°, Buenos Aires,
diciembre de 2005.
Héctor Jorge Cámpora nació en 1909.
Inició su vida política militando en el conservadurismo en San Andrés de Giles,
provincia de Buenos Aires. En 1945, junto con otros dirigentes conservadores
menores, ingresó al peronismo. En 1946 fue electo diputado, y ocupó la
presidencia de la Cámara entre 1948 y 1952. Impuso una fuerte regimentación de
la bancada peronista y sancionó con dureza a los opositores. Sobre todo, se hizo
famoso por su adhesión incondicional a Perón, que lo llevó a presentar veintiún
proyectos de homenaje, y a declarar que antes que “consecuente” él era
“obsecuente”.
En 1955 fue detenido, al igual que otros muchos dirigentes peronistas. En marzo
de 1957 se fugó de la cárcel de Río Gallegos, junto con John William Cooke,
Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly y José Espejo. Se mantuvo en un segundo
plano hasta que sorpresivamente, en noviembre de 1971, Perón lo convocó y lo
designó su delegado personal, en reemplazo de Jorge Daniel Paladino.
Desde abril de 1971, el presidente Lanusse había iniciado la búsqueda de una
salida política para la Revolución Argentina, negociando con los partidos
reunidos en La Hora del Pueblo, de la que Paladino era un importante animador.
La designación de Cámpora indicaba que Perón quería controlar personalmente, sin
intermediarios independientes, la compleja negociación que se iniciaba. Por
entonces Perón acentuó sus ataques al gobierno, estimuló a los grupos juveniles,
que pronto serían incorporados a la dirección del Movimiento, y atacó a las
Fuerzas Armadas desde la revista Las Bases, que dirigía la hija de su secretario
López Rega.
Tres días después de realizada esta
entrevista, Las Bases difundió un célebre documento de Perón: “La única verdad
es la realidad”, cuyas líneas principales son anticipadas en estas declaraciones
de Cámpora. Perón alienta medidas económicas de urgencia, reclama que se
anticipe el llamado a elecciones y propone la constitución de un Frente Nacional
que pronto se denominaría Frente Cívico de Liberación Nacional integrado por
peronistas, frondicistas, conservadores populares y demócrata-cristianos. El
documento es cauto respecto del gobierno y abre la puerta a una negociación,
aunque Cámpora reclama que se la haga a través de representantes de alto nivel
descartando al embajador en España, brigadier Rojas Silveyra.
De ahí en más, el diálogo entre
Perón y Lanusse tuvo algunos momentos de fluidez y muchos muy ríspidos. Cámpora
tradujo fielmente las instrucciones de Perón –quien de todos modos jugó con
otras cartas– y puso un empeño personal en convencerlo de que retornara al país.
El retorno se produjo en noviembre de 1972: Perón se entrevistó con los partidos
políticos, organizó el Frejuli y se marchó el 14 de diciembre, indicando a
Cámpora como candidato presidencial.
Los siete meses siguientes fueron sin duda los más notables en la vida de
Cámpora: candidato presidencial triunfante y presidente vicario por propia
voluntad, hasta su renuncia en julio de 1973. Luego fue embajador en México,
retornó al país a fines de 1975 para asilarse en la Embajada de México luego del
golpe de Estado de 1976. Los militares, ensañados con él, no le permitieron
abandonar el país. Luego de una larga residencia obtuvo el salvoconducto que le
permitió asilarse en México, donde murió en 1980.
En 1972, la revista Primera Plana empezaba a ser usada por los peronistas para
hostigar a Lanusse, promoviendo el descontento entre los militares, y sobre todo
entre los aeronautas. Desde junio comenzó a aparecer una columna sin firma,
escrita por Julián Licastro, ex militar y dirigente juvenil, donde se traducían
las ideas de los grupos juveniles radicalizados, en términos adecuados para los
militares. La revista fue suspendida por el gobierno en septiembre de ese año.
[Por Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, Página|12, 17/02/06]
Reportaje
de la revista Primera Plana, Nº 472, el 11 de febrero de 1972
"Sí, ya lo creo. Fueron diez días de intenso trabajo." En el Aeropuerto de
Barajas, la madrugada del jueves 10, un sonriente Juan Perón sintetizaba a
Primera Plana el resultado de sus últimas reuniones con Héctor Jorge Cámpora.
Entretanto, éste –impecable camisa de seda natural, pantalón beige, blazer azul–
ascendía al Boeing 707 320B, matrícula norteamericana N 739 AL, que iba a
traerlo de regreso a Buenos Aires. Ya sobre Ezeiza, el aparato debió revolotear
más de una hora por falta de plafond para el aterrizaje. Fue el momento
aprovechado por Primera Plana: abordando al Delegado Personal, consiguió recoger
sus enfoques y revelaciones a tres mil metros del suelo. Una táctica previsora.
Cuando el avión hubo tocado finalmente la pista, Cámpora apenas platicó unos
minutos con los periodistas. En seguida fue introducido por su hijo Carlos
Alberto y por el secretario general Jorge Gianola en su Chevrolet 400 verde, que
partió hacia lo desconocido.
P. P.: –Doctor Cámpora, de sus conversaciones con Perón, ¿qué conclusiones
extrae usted sobre el modo en que él ve lo que está sucediendo en la Argentina?
H. J. C.: –El general se halla sumamente preocupado sobre la situación económica
en nuestro país y sobre las penurias que el costo de vida y el desempleo
infligen al pueblo trabajador.
P. P.: –¿Y en lo político? ¿Insiste en su exigencia de que se acorte el plazo
para la convocatoria a elecciones?
H. J. C.: –Sí, señor. Categóricamente.
P. P.: –¿Confían en que al fin se
concretará la salida electoral?
H. J. C.: –¿Nosotros? Como la gran mayoría del pueblo argentino, somos
escépticos.
P.
P.: –El general Perón ha emplazado hasta junio al gobierno para que culminen las
definiciones electorales. Ese plazo, ¿se mantiene o se ha acortado?
H. J. C.: –En ese terreno, el justicialismo continúa la tarea emprendida.
P. P.: –¿Qué piensa acerca de las manifestaciones que el Presidente habría
formulado a sus camaradas de armas, calificando al futuro gobierno como "de
transición y consolidación"?
H. J. C.: –Si ese trascendido es veraz, el propósito
carece de sentido. El pueblo argentino jamás aceptaría "salidas condicionadas".
P. P.: –¿Hay novedades en torno de la candidatura presidencial de Perón?
H. J. C.: –El general ha dicho que hará lo que quiera el pueblo. Y las bases ya
se han pronunciado.
P. P.: –¿Cómo tomó Perón la propuesta de Rogelio Frigerio en el sentido de
constituir un Frente Nacional?
H. J. C.: –Yo todavía no me encontraba en Madrid cuando fue el señor Frigerio.
Pero el Frente Nacional ya existe: es la coincidencia de los partidos que
aspiran a la normalización institucional del país, en juego limpio y sin pactos.
El justicialismo integra esa coincidencia que es La Hora del Pueblo.
P. P.: –Pero según reveló el mismo Frigerio, muy pronto Perón recibirá al doctor
Arturo Frondizi. ¿Qué trascendencia le atribuye a esa futura entrevista de ambos
ex presidentes?
H. J. C.: –El general Perón siempre ha recibido y recibe a todos los argentinos
inquietos por el destino del país.
P. P.: –¿Es cierto que el embajador Rojas Silveyra visita a menudo al general
Perón?
H. J. C.: –No lo sé.
P .P.: –En Madrid se dice que hubo y que habrá otros enviados del gobierno
argentino para conversar con Perón.
H. J. C.: –Yo también he escuchado decir eso en Madrid.
P. P.: –¿Es verdad que usted trae una cinta grabada del general? ¿Qué dice?
H. J. C.: –Sí, es verdad. El general Perón ratifica allí las consignas de
unidad, solidaridad y organización.
P. P.: –A propósito de unidad,
seguramente usted conversó con el general sobre la situación interna planteada
en el justicialismo entre ciertos gremialistas y los representantes de la
juventud...
H.
J. C.: –Mire, acontecimientos así, lejos de resultar negativos, son los que
verdaderamente le dan vida al Movimiento. Pero, en última instancia, usted sabe
que para todo verdadero peronista no hay nada mejor que otro peronista. Si en
estos momentos el país está asistiendo al espectáculo de antiguos adversarios
políticos sentados a la misma mesa de una coincidencia, ¿cómo no van a poder
superarse las diferencias que se generen entre peronistas?
P. P.: –Hoy se cierra la afiliación en el Partido Justicialista. ¿Cuándo quedará
concluido el proceso de organización interna?
H. J. C.: –El 7 de mayo, día en que
se conmemora el cumpleaños de la compañera Evita, se realizarán las elecciones
de las cuales saldrán las autoridades partidarias definitivas. Con eso se
completa el proceso de organización interna.
P. P.: –¿Habrá lista única?
H. J. C.: –Ese es el deseo del general Perón, expresado en la cinta a que usted
hacía referencia. El jefe del justicialismo previene contra el peligro de los
enfrentamientos internos, fomentados y aprovechados por nuestros enemigos.
P .P.: –Hablando de otra cosa,
doctor Cámpora, ¿qué novedades trae acerca de las actividades próximas de
Isabelita?
H. J. C.: –Lo primero que haré será
ir a verla.
P. P.: –Tenemos entendido que ha postergado su gira al interior.
H. J. C.: –En efecto. La Comisión Nacional que integran todas las ramas del
Movimiento y que debía programar esa gira de la señora estimó más conveniente
postergar dicho viaje para mediados de marzo. Y como el general estaba ansioso
por ver a su señora esposa, resolvieron que ella se trasladase ahora a Madrid, a
fin de regresar a Buenos Aires sobre la fecha de la gira. La visita de la señora
Isabel Perón ha despertado un enorme interés y entusiasmo en las provincias y es
preciso diagramar su trayecto con el máximo cuidado, tratando de conciliar las
aspiraciones de todos. Esto se los digo como un trascendido; oportunamente la
Comisión dará a conocer el programa definitivo.
P. P.: –Una última pregunta, doctor Cámpora. ¿Vuelve Perón? ¿Cuándo?
H. J. C.: –Según calcula su abogado, el doctor Isidoro Ventura Mayoral, los
procesos calumniosos e injuriosos que la reacción oligárquica urdió contra el
general Perón podrían declararse prescriptos alrededor del mes de abril. Si ello
se concreta, si el gobierno cumple entregando el pasaporte y si Perón estima que
existen las lógicas condiciones de seguridad personal, el ilustre argentino va a
regresar a su patria. Porque Juan Perón siempre hace lo que quiere el pueblo. Y
su retorno triunfal a nuestra tierra hace dieciséis años que es el clamor
unánime de las grandes mayorías argentinas.
Hoy volvemos, como en tantas oportunidades lo hemos hecho, a rendir Homenaje a
nuestro querido e inolvidable Tío. Vivimos momentos muy trascendentes después de
todo lo que nos toco vivir a partir de aquel Noviembre del año 1971 cuando el
Conductor del Movimiento, nuestro Jefe eterno Juan Perón, nombro a Héctor
Cámpora Delegado Personal y Jefe del Movimiento en la Argentina.
Los dirigentes de la Juventud Peronista concurrimos inmediatamente a ponernos a
su disposición y a acompañarlos en esta gesta.
Lo acompañamos a lo largo del Luche y Vuelve; lo acompañamos a lo largo de toda
la resistencia que hubo que hacer porque hubo demasiados que habían pactado con
los Liberales de la Dictadura de Lanusse y que querían que buscáramos soluciones
intermedias que dejaran afuera, en el exilio al General Perón.
Héctor Cámpora desde el primer día apostó a nuestra Generación. Nos permitió que
fuéramos junto a él, que levantáramos las Banderas, rindió Homenaje a los
Compañeros que iban cayendo, pero por sobre todas las cosas rindió Homenaje en
cada actitud, en cada minuto de su vida y de su gestión a ese compromiso con el
Pueblo y con la Patria, y esa Lealtad con el general Perón.
Perón siempre nos decía que al Peronista que vaya a ocupar un puesto de
importancia, de relevancia, hay que pedirle que sea Leal, Honesto y Capaz... En
ese orden.
Cámpora así como es símbolo de la Primavera, de felicidad Popular, lo era en el
´73, que lleva su nombre la "Primavera de Cámpora", también es símbolo de la
Lealtad. Nadie en la Argentina, peronista o no peronista, cuando piensa en la
palabra Lealtad y quiere asociarlo con una persona duda con respecto a cual es
la persona que más simbolizó corpóreamente la palabra Lealtad: Héctor J.
Cámpora.
Con respecto a su honestidad, no soy yo quien tiene que venir aquí, a su Pueblo,
a decir lo que fue la transparencia y la vida de Héctor Cámpora.
Y
con respecto a su capacidad, si no hubieran logrado los liberales impedir, 1º a
través de las provocaciones fomentando la división del Movimiento Nacional y
luego a través de la sangrienta Dictadura de José Alfredo Martínez de Hoz y
Videla desarrollar y cumplir el Programa del 11 de Marzo de 1973, nuestra
querida Nación tendría ahora toda la integración social, toda la infraestructura
y todo el desarrollo que nos está faltando y por el que estamos luchando.
El 25 de Mayo del año 2003, cuando en el Salón Blanco Néstor Kirchner terminó de
tomar juramento a sus Ministros me abrazó me dijo: "Treinta años Flaco…"
El 25 de Mayo de 1973 hubo un nuevo intento de represión por parte de los
resabios del régimen y fue la Juventud Peronista la que lideró la zona de la
Plaza de Mayo y la que acordonó el lugar por el que entraron todos los que
tenían que entrar al Salón Blanco para asistir a la Ceremonia de Asunción de los
Ministros junto a Héctor Cámpora.
Entre esa Juventud Peronista a mi me tocaba estar como Jefe de la JP de La Plata
y Diputado Nacional, y había montones de jóvenes de la JP de La Plata y de otros
lugares, que fueron los que acordonaron y pusieron el orden Popular como
alternativa al orden de la Dictadura.
Entre esos jóvenes estaba Néstor Carlos Kirchner.
Esa vuelta después de 30 años significaba nada más y nada menos que la
reafirmación de aquella apuesta que habían hecho numerosos Dirigentes de los
Fundadores del Peronismo: Héctor Cámpora; alguien que no proviniendo del
Peronismo pero se había incorporado posteriormente, nuestro Vicepresidente
Vicente Solano Lima; los Gobernadores de Santa Cruz Jorge Cepernic, de Chubut
Benito Fernandez, de Neuquén Elías Sapag, de La Pampa Regazoli, de San Luis
Elías Adre, de Mendoza Alberto Martinez Vaca, Miguel Ragone de Salta,
secuestrado y desaparecido el 11 de Marzo de 1976, único ex Gobernador de
América que aún continúa en la condición de desaparecido; el Gobernador de
Catamarca Mont, un riojano que después se olvidó, se quebró y traicionó; Don
Julio Romero de Corrientes, el Dr. Ricardo Obregón Cano de Córdoba, el
Gobernador de Santa Fe Silvestre Begnis, que provenía del Desarrollismo; y por
sobre todas las cosas los bonaerenses tenemos siempre bien presente a Don Oscar
Bidegain; y numerosos dirigentes que desde distintos lugares protagonizaron y
acompañaron al Tío Cámpora en esta gesta para lograr que el Luche y Vuelve se
concretara, y para lograr que un sueño y una esperanza anidara en el corazón de
los argentinos.
Revista El Descamisado Nº 9,
17 de julio 1973 (sobre la renuncia). Clic para descargar.
De millones de jóvenes y de millones
de los mayores que habían vivido la realidad de esa Década Gloriosa del
Peronismo del ´45 al ´55; que también lo tuvo al Tío como protagonista central
siendo Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y a Oscar Bidegain
Presidente del Bloque de Diputados Justicialistas
La Juventud de los Sesenta y de los
Setenta tenía como referentes a Perón, a Eva Perón y a todos estos Dirigentes
que habían sido los Fundadores del Movimiento Peronista y los que habían sido
Actores y Protagonistas fundamentales de la Resistencia.
El día en que el Sabio General que fundó el Movimiento nos dijo que la
Revolución Peronista se podía hacer con sangre o con tiempo, nos pidió que le
diéramos tiempo.
Nosotros, impulsados por esa fuerza y ese ánimo redentor y de Justicia propio de
la Juventud, quisimos concretarla en el corto plazo, pusimos demasiada sangre; y
arrastramos dolores, pero el dolor central que arrastramos es que no pudimos
evitar los sufrimientos que el Liberalismo deliberadamente inflingió al Pueblo
Argentino y el atraso social que logró en sus casi 25 o 30 años de hegemonía,
que culminaron definitivamente en Diciembre del 2001.
Pero después de poner la sangre pusimos el tiempo. Y ahora aquí estamos. Los
nietos y los hijos de todo este Proceso del Peronismo. Aquí esta nuestro
Compañero Néstor Kirchner, ahí estará a partir del 10 de Diciembre Cristina
Kirchner para cumplir el compromiso que reafirmamos públicamente ante la Nación
Argentina el 25 de Mayo del año 2003.
Después de tanto transito por la adversidad, no hemos llegado a la función para
dejar en la puerta de los despachos las convicciones por las que tantos
Argentinos dieron su vida.
Venimos a reafirmar que vamos a construir esa Patria Grande con la que soñaron
los Fundadores del Peronismo; que vamos a rescatar las banderas históricas de
San Martín, de Rosas, de Yrigoyen y de Juan y Eva Perón; y que vamos a decirle
¡SI! a la Unidad Sudamericana.
Y por ello Compañeros, podemos decirle hoy al Tío: no hemos olvidado su ejemplo
y estamos para hacer realidad sus sueños y su obra.
ACTO DE PROCLAMACIÓN DE LA CANDIDATURA DE HÉCTOR CÁMPORA A PRESIDENTE DE LA
NACIÓN POR EL FRENTE JUSTICIALISTA DE LIBERACIÓN (FREJULI)
Una multitud pocas veces vista en la historia del estadio (Atlanta) rebasó las
instalaciones del León Kolbowski en la concentración donde el peronismo proclamó
sus candidatos e inició la campaña proselitista para las elecciones
presidenciales llamadas por la dictadura militar para el 11 de marzo de 1973.
Los comicios habían sido convocados, con el general Juan Domingo Perón aún en el
exilio, por la dictadura militar que había asaltado el poder el 28 de junio de
1966, derrocando al gobierno constitucional del radical Arturo Illia, si bien
éste había asumido al ganar unas elecciones en 1964, en las cuales estuvo
proscrito el peronismo. Entre 1966 y 1973 se habían sucedido tres dictadores
castrenses: Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston y Agustín Lanusse.
Fracasadas distintas maniobras continuistas del general Lanusse -entre ellas, el
Gran Acuedo Nacional (GAN)-, y con la bendición del ex presidente Perón desde
Madrid y del líder radical Ricardo Balbín para descomprimir la situación
política y social, el general fijó la fecha de los comicios y de la entrega del
mando al nuevo gobierno surgido del pronunciamiento de las urnas.
En el mitin en el cual se proclamó la candidatura a presidente de Héctor Cámpora
y a vice de Vicente Solano Lima, del diminuto Partido Conservador Popular (PCP)
-uno de los socios con los que se armó el frente-, hubo un gran entusiasmo y
participación, síntomas de un tiempo pasional y esperanzado en un futuro
distinto y mejor. El 70% de los asistentes eran jóvenes y mujeres. De ello da
cuenta, por ejemplo, que durante cinco horas casi nadie se movió ni dejó de
gritar dado que el acto propiamente dicho -anunciado para las 20.30- recién pudo
comenzar a medianoche por el derrumbe del palco levantado en el campo de juego
sin consecuencias lamentables.
En abril de 1975 el Consejo Superior del
Partido Justicialista expulsó a Héctor Cámpora por "inconducta partidaria",
señalando su negativa a expresar públicamente su repudio "a la subversión que
afecta la paz de la Nación" y el no acatamiento a la autoridad de María Estela
Martínez, heredera política, legal y espiritual de Juan Domingo Perón".
El Consejo Superior del PJ lo tenía en la
mira desde julio de 1974, fecha de la tapa de Noticias.
El percance ocurrió cuando a las
22.40 arribaron Cámpora y Solano Lima a quienes numerosos jóvenes les hicieron
un cordón protector para que llegaran al palco colmado de personas. La precaria
construcción no soportó el peso de tantas personas y se vino abajo. Mientras se
improvisaba esto, Cámpora recorrió el campo de juego como si estuviera dando una
vuelta olímpica y fue aclamado por la multitud. Incluso se trepó varias veces al
alambrado olímpico para estrechar las manos de quienes querían pugnaban por
saludarlo.
Los simpatizantes peronistas gritaban vivas a Perón y al Tío Cámpora, y agitaban
banderas argentinas -varias de ellas con la leyenda "Montoneros"-y pancartas con
leyendas como "Liberación o dependencia" y "Sonríe, Perón te ama" y con imágenes
de Perón y Evita.
Si bien hubo cánticos en común, desde dos sectores de las tribunas se escucharon
versiones distintas: "Perón, Evita, la patria socialista" y "Perón, Evita, la
patria peronista", una confirmación de una aún irresuelta pelea política e
ideológica en el movimiento, que en los dos años siguientes pasaría a una escala
mayor.
Entre las personalidades presentes estuvieron el dirigente de las 62
Organizaciones, el metalúrgico Lorenzo Miguel; el líder sindical portuario
Eustaquio Tolosa; los jóvenes candidatos a diputados nacionales Leonardo
Bettanin y Virginia Sanguinetti; el cantante Leonardo Favio; el secretario del
PJ, Juan Manuel Abal Medina; Marcelo Sánchez Sorondo y José Antonio Allende,
dirigentes justicialistas.
Luego de que el locutor Leonardo Biancotti leyera decenas de adhesiones (entre
otras, las de Rodolfo Galimberti y Julián Licastro) y de la entonación del Himno
Nacional y de la Marcha Peronista, a la 0.15 comenzó el único discurso de la
noche, a cargo de Héctor Cámpora, ya que por la hora se suspendió el resto de
las alocuciones.
El candidato a presidente auguró el
triunfo, que "no podrá ser impedido por Lanusse ni por la Junta", y agregó que
"la ciudadanía había roto la trampa".
En relación con el famoso desafío lanzado por el presidente Lanusse en el
sentido de que a Perón no le daba el cuero para regresar al país, el Tío afirmó
que "a otros no les daba el cuero para aguantarlo y que en pocos días lo
tendríamos al General entre nosotros nuevamente". A tono con el eslogan de
campaña: "Cámpora al gobierno, Perón al poder", el candidato reconoció que "el
pueblo vibra por Perón y no por mí".
Se calcula que los organizadores del acto pagaron por el alquiler del estadio
$3.000.000.
Veinticuatro días después el Frejuli se imponía en las urnas a la UCR, arañando
el 50% de los votos. Por eso, se convino en no desarrollar la segunda vuelta
electoral entre el primer y segundo, prevista para el caso de que nadie superara
la mitad de los sufragios.
Fuente: www.sentimientobohemio.com.ar
Cámpora, flanqueado por Abal Medina (izq.) y José Rucci (der.)
Los acontecimientos que todos conocen relegaron a un lugar de insignificación un
hecho que merece trascender. Su protagonista es un buen tipo. Vamos a decirlo
primero así, como lo decimos en la Argentina, donde les decimos buenos tipos a
los tipos que, en efecto, son buenas personas, no traicionan, saben ser amigos,
no roban, son puros, tienen una moral y no sólo la tienen sino que la practican.
De esos tipos, pocos. Con los dedos de la mano alcanza para numerarlos. A los
buenos tipos además –sin solemnidad, sólo con gran respeto– les decimos "hombres
buenos". "Hombres dignos." Y, sin demasiado esfuerzo, los queremos, se nos hace
fácil quererlos. Facilidad que ellos hacen posible. Estoy hablando de Héctor
Cámpora.
El jueves 28 de diciembre, en el Salón Blanco de la Casa Rosada, el hijo y los
nietos de Héctor Cámpora le entregaron al presidente Kirchner el bastón y la
banda presidencial que fueran de su padre, de su abuelo. Uno no va a muchos
lados. Uno, cada vez más, es de salir poco. Hay mucho que hacer, ya no somos
jóvenes y la obra está sin terminar. Sabemos que nunca vamos a escribir nuestro
mejor libro, pero lo seguimos intentando. Sin embargo, si se trata de recordarlo
a Cámpora, uno está ahí. Sabe por qué. Uno dice "Cámpora" y piensa en la
primavera. Muy pocos pueden convocar algo tan florido, la mejor estación del
año, los pibes en los parques, los pájaros y el amor a todo trapo. Porque la
Primavera de Praga es de Praga, pero no es de ningún tipo. En cambio, la
Primavera Camporista es de Cámpora, lleva su nombre. ¿Qué es políticamente una
primavera? Es un raro momento de la Historia en que creemos que en el futuro
espera la felicidad, tal como la sentimos en el presente y aún mejor. Un momento
en que la Historia parece, para siempre, nuestra. Tan nuestra que nadie nos la
podrá quitar. Durante la Primavera tenemos una visión lineal de la Historia: la
Historia avanza, incontenible, en la dirección de nuestros deseos. Más aún: la
Historia existe para que, en ella, se realicen nuestros sueños. Eso fue la
Primavera Camporista. Duró poco. Fue un romance juvenil y todos sabemos que los
romances juveniles son intensos, locos, pero breves. (Años después hubo otra
primavera: la de Alfonsín y el Juicio a las Juntas. Pero terminó mal, negándose,
y el abogado de Chascomús se deshilachó sin remedio y por su propia mano.)
Cámpora no parecía destinado a ser un revolucionario. (Porque esto,
objetivamente, terminó por ser.) Durante el primer peronismo, ese que pinta
Santoro con los colores de un Paraíso Perdido, Cámpora era un simple dentista,
un hombre de San Andrés de Giles que arrimó un bochín al corazón del Poder. Era
obsecuente, y era feliz con la obsecuencia. Quería tanto a Perón y a Evita que
no hacía otra cosa sino lo que le decían. Hay una anécdota (seguramente falsa:
tiene un tufillo indisimulable de sorna y desdén oligárquico, pero es ingeniosa)
que lo muestra siguiéndola a Evita, siempre apurada, siempre afiebrada por la
acción, y Cámpora, fiel, detrás de ella y ella, de pronto, le pregunta: "Che,
Camporita, ¿qué hora es?". Y Cámpora dice: "La que usted quiera, señora".
Divertida la anécdota, pero como dije: falsa. Es inimaginable que una mujer como
Evita no tuviera un reloj. Y caro.
Revista Hortensia, 1972
Pasan los años y Cámpora pasa a ser
el delegado de Perón, que está en Madrid, exiliado. Y aquí empieza a pasarle
algo raro. Empieza a conocer a los pibes de la izquierda peronista. Se lleva
bien con ellos. Los pibes le dicen "Tío". Y a Cámpora le gusta: ¡ser el Tío de
todos esos muchachos ruidosos, quilomberos y, algunos de ellos, amigos de los
fierros! A los fierreros Perón les dice: "formaciones especiales". Era la forma
de integrarlos. Perón integraba todo, todo le servía, lo bueno, lo malo, lo
infame. Se creía el gran ajedrecista de la Historia, el Mago que podría conjurar
todos los infiernos de un país en llamas. Cámpora sale elegido para ser
Presidente. Perón está proscripto, ¿quién, entonces, sino Cámpora, el fiel, el
leal Camporita para tomar su lugar? El 11 de marzo de 1973 gana cómodo. Le
hacen, a la noche, un reportaje en la TV y dice: "¡Basta de golpear a nuestros
muchachos!". Le habían dicho que la policía golpeaba a los militantes que
festejaban el triunfo. Tiene a su lado, como compañero de fórmula, a un
conservador, Solano Lima, también sobrepasado por los hechos. Otro buen tipo. El
25 de mayo asume. La plaza es una fiesta sin límites. Vienen Allende y Dorticós.
Oigan, no es una fiesta del populismo. Y si no, digan que Allende y Dorticós
eran populistas. Es la jornada más triunfal de la izquierda revolucionaria en la
Argentina. Cámpora dicta la ley de amnistía y todos los presos salen a la calle,
a festejar, a vivir la primavera. Allende, por televisión, dice: "¿Cómo no le
habrá de ir bien a este gobierno? Vean ustedes el apoyo de masas que tiene". Le
faltaban tres meses para caer. A Cámpora, 45 días. Restablece relaciones con
Vietnam del Norte. Dice un discurso combativo desde el balcón de la Rosada.
Luego intenta gobernar. Perón lo llama a Madrid. (Esto no sé si es antes o
después de asumir: hay que preguntarle a Bonasso, que lo quiso, como todos,
mucho.) Perón, duro y fiero, le reprocha sus vínculos con la JP. Cámpora,
rebelde, ya no obsecuente, le dice: "Usted pensará como quiera, general. Pero si
yo soy Presidente es por usted y por la Juventud Peronista". La Historia, que es
azarosa, laberíntica, lo había puesto en el lugar del revolucionario. Las masas
juveniles estaban con él. Los militares, al acecho, ya tienen su nombre en la
peor de las listas, la de los que deben morir. Vuelve Perón, estalla lo de
Ezeiza y en pocos días más, entre los sindicatos, Osinde, López Rega y el
general Perón al frente de este comando fascista, de estos héroes de la "etapa
dogmática", del giro a la derecha, de la negociación con los milicos o, mejor
dicho, de la claudicación ante un Ejército que exigía normalidad, basta de tomas
de fábricas, basta de ese petardista de Galimberti proponiendo milicias
populares, basta de primaveras imprudentes, subversivas, lo tiran al Tío por la
ventana, sin asco ni respeto.
Murió exiliado en la embajada de México (*). Llevaba años ahí. Si Videla lo
agarraba lo hacía desollar vivo y en su presencia, para gozar. Murió de un
cáncer que no pudo atenderse adecuadamente: una embajada no es un lugar para
curar un cáncer ni, peor aún, para amenguar su dolor. Los milicos lo odiaban
como a uno de sus peores enemigos: esto lo honra. "Fue un hombre digno", dijo
Kirchner al recibir los atributos que el hijo y los nietos le entregaron. "Che,
Camporita, ¿qué hora es?" Es la suya, querido Tío. La hora en que lo recordamos
como lo que usted fue. Algo insólito, extraordinario: un hombre bueno. Llevamos
su primavera en el corazón. La llevamos, entre otras cosas, porque nunca más
tuvimos otra. Pero todavía estamos aquí, y esperamos.
Fuente: Página|12, 31/12/06
(*) El autor incurre en un error, ya
que Cámpora muere en México y no en la embajada, como lo explica Noé Jitrik en
la nota siguiente.
En un emotivo artículo publicado en contratapa del domingo 31, mi buen y querido
amigo José Pablo Feinmann evoca la figura de Héctor Cámpora, a quien designa
como "un hombre bueno". Como todo lo que escribe José Pablo, es inspirado y, en
este caso, rememorativo de lo que esa figura representó para muchos que, como
él, cifraban todas sus esperanzas de algún cambio en el peronismo primero y en
el país como consecuencia. El artículo tiene de bueno que la primitiva adoración
por Perón, que fue el mérito y a la vez el punto débil de Cámpora, está muy
atenuada en el propio Feinmann, hasta el punto de que hace un paquete con "los
sindicatos, Osinde, López Rega" y lo pone a Perón "al frente de este comando
fascista", son ésas sus palabras.
Estos matices me interesan tanto más cuanto que no compartí ese vasto campo de
adjetivos que parecen dibujar una época prometedora, la "primavera camporista",
como era usual decir entonces. Pero, en cambio, compartí algunas jornadas con el
propio Cámpora en México durante sus dos exilios. Tuve la oportunidad de
conversar varias veces con él y, cuando llegó de su prolongado asilo en la
Embajada de México en Buenos Aires, lo pude acompañar cuando fue a entrevistar
al presidente José López Portillo, flanqueado por otros exiliados, como Esteban
Righi, Rafael Pérez, entre otros, todos miembros de la Comisión Argentina de
Solidaridad.
Esta mención tiene que ver con la nota de Feinmann porque obliga a una
rectificación histórica, error sin duda involuntario; en efecto, contrariamente
a lo que afirma, Cámpora no "murió exiliado en la Embajada de México" sino en
México, adonde llegó luego de una campaña internacional por su liberación,
acompañado por su hijo Héctor y Juan Manuel Abal Medina, y fueron recibidos por
el conjunto de los exiliados y de inmediato integrados a las tareas del exilio
en la CAS. Es más, Cámpora fue velado en el local de la Comisión Argentina de
Solidaridad y de ahí sus restos fueron llevados a un cementerio del sur de la
ciudad, donde unos años antes habíamos entregado los restos de Miguel Angel
Piccato, otro excelente compañero, que militaba en el radicalismo. Ambas muertes
fueron igualmente dolorosas no sólo por la pérdida que implicaban sino también
porque nos hacían sentir, más allá de cualquier análisis político, que el exilio
podía prolongarse indefinidamente: los muertos tienden sus raíces en tierras
protectoras pero al mismo tiempo alejan con más fuerza de la propia. Pude
entonces comparar destinos, conmovedoras simetrías de la historia: Manuel Azaña,
protagonista principal del drama español, está enterrado también lejos, en el
cementerio de Montauban, al sur de Francia, donde llegaron cientos de exiliados
españoles, algunos de los cuales nunca pudieron regresar. Tampoco los restos de
Azaña.
En
cambio, los restos de Cámpora pudieron ser traídos a Buenos Aires y su figura
recuperada. En el libro de Miguel Bonasso, así como en el que escribieron al
alimón Jorge Bernetti y Mempo Giardinelli, hay más información sobre lo que eso
fue y significó, junto con lo que significó el exilio en México y sobre todo la
CAS (Comisión Argentina de Solidaridad), cuyo papel no ha sido del todo relevado
históricamente pero que se suele mencionar con liviandad. Me he preguntado
muchas veces en estos años, desde 1984 hasta ahora, por qué algo así, que
violenta la historia, ha podido producirse. Encuentro una explicación: la CAS
agrupaba a exiliados que reivindicaban ese carácter, de diversas procedencias
políticas, desde izquierda independiente hasta radicales y peronistas, y
procuraba recibirlos, ayudarlos, solucionar problemas y realizar una labor de
denuncia contundente acerca de los horrores de la dictadura; no participaron de
esa iniciativa los miembros de Montoneros y ERP, que se agruparon en torno del
Cospa (Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino), hasta que muchos de ellos
rompieron con sus organizaciones y decidieron integrarse a la CAS que, de este
modo, terminó siendo la organización principal y decisiva del exilio. Después,
en el relato del exilio se intenta excluir a la CAS y lo que fue su trabajo y su
significado para poner el acento en la paulatina, incesante y recuperada visión
guerrillera de esta historia a la que asistimos desde hace un quinquenio por lo
menos.
No es la primera vez que esto ocurre. Cámpora, tal vez, que ingresó a la CAS y,
como dije, fue despedido en ella por todo el exilio, es recordado por su
simpatía hacia aquella "juventud primaveral y maravillosa" pero se omite o se
deja de lado –siento que de manera deliberada e implícitamente desvalorizadora–
una historia que podría permitir el establecimiento de un juicio menos sesgado y
más justo acerca de lo que fue realmente el exilio. Que no fue un mero campo de
entrenamiento militar para un regreso triunfal sino, sobre todo, una experiencia
humana cuyas consecuencias y alcances, ellas sí, son insoslayables.
"El presidente que no fue" es una nueva batalla ganada contra el olvido. A lo
largo de casi 700 páginas, Miguel Bonasso cumple con creces su objetivo inicial:
desenterrar a Héctor José Cámpora del pozo al que la historia oficial lo condenó
lenta pero inexorablemente. Como dice el autor en el comienzo: "Pocos sabían
quién había sido en verdad ese hombre tan sencillo, casi rústico, que una
democracia desmemoriada había dejado en su destierro mexicano. El olvido se
cerraba sobre una política rica en peripecias".
Bonasso reconstruye la figura de Héctor Cámpora, de quien fue Secretario de
Prensa, a partir de un varias veces postergado encuentro con los archivos del
presidente más fugaz de la historia argentina. "La lectura de aquellos
materiales (...) -explica- me catapultó a la locura. A la busca de testigos,
amigos que se habían convertido en enemigos, enemigos que ya no tenían más
fuerza para odiar, amigos que seguían siendo amigos. Los papeles eran puertas
que abrían otras puertas, que se multiplicaban en bibliotecas y hemerotecas, en
los laberintos de una memoria bombardeada pero no destruida"
Las páginas del libro se fortalecen
con un impresionante arsenal literario, histórico y documental. De ahí sobresale
la correspondencia entre Cámpora y Juan Domingo Perón durante l972 y l973. Es
decir, el período que va desde que el primero se transforma en Delegado del
segundo en Argentina y hasta que el General lo desplaza de la presidencia de la
Nación antes de que cumpla cincuenta días de gestión. En el interregno, Cámpora
se convierte en la cara visible de la campaña, que bajo la consigna "Luche y
vuelve", posibilita el retorno del peronismo al poder después de dieciocho años
de proscripciones.
De esa relación epistolar surge también la información que Bonasso utiliza para
reafirmar la responsabilidad de Perón en la creación de la siniestra Alianza
Anticomunista Argentina, Triple A, dirigida por su secretario privado, José
López Rega. Asímismo Bonasso reconoce que ya desde 1968 hubo voces que, desde
fuera del peronismo, denunciaron la verdadera estrategia de Perón hasta el
cansancio.
Como se hace evidente, "El presidente que no fue" no muestra la biografía de una
figura aislada sino que la presenta en relación a sus aliados, sus enemigos, sus
parientes y a un contexto internacional que hoy resulta extraño.
"Cuando
todo parecía derrumbarse, cuando la desesperanza sobrecogía nuestros corazones,
cuando los años transcurrían y la calumnia, la persecución y la entrega se
enseñoreaban en los cuatro confines de la heredad argentina, su palabra rectora
y su acción acertada disipaba nuestras inquietudes, nos fortalecía en la
resistencia y nos animaba a seguir en la lucha, dándonos el ejemplo de los
grandes capitanes de la historia"
Héctor J. Cámpora, mayo de 1973
Bonasso es cronista de un tiempo que
lo tuvo también como protagonista. Y eso nos brinda la posibilidad de acceder a
grandes descripciones. Momentos tan disímiles como la noche en que todos los
presos políticos de la dictadura lanussista recuperaron su libertad y la trágica
jornada de la masacre de Ezeiza. En este último caso, el autor -desde el título
de un capítulo que rotula "La emboscada"- desnuda la teoría de los dos demonios
que nos habla de "enfrentamiento" y que se agigantará poco después cuando la
dictadura de Videla, Massera y compañía argumente que llegó para combatir a la
subversión y lance un exterminio masivo.
En el libro, aparece naturalizada la estrecha relación de Perón con el fascismo
de Francisco Franco en España, y los coqueteos con la dictadura paraguaya de
Alfredo Stroessner, lo que aún hoy no deja de ser sorprendente.
Es cierto que Bonasso nos muestra una historia parcial en algunos pasajes, pero
a la vez nos involucra en el debate del pasado con vistas al futuro. Y eso no es
poca cosa, después de años de oscurantismo y censores que nos advierten que aún
es demasiado pronto para hablar de nuestro pasado reciente.
Por otra parte es evidente que el libro relega e incluso realiza
caracterizaciones simplistas de algunas expresiones políticas de peso. De
cualquier manera, se trata, en verdad, de varios libros, muchos de los cuales
todavía no han terminado de escribirse. Es tarea de todos los que se comprometen
con un proyecto diferente de sociedad contribuir a ese esfuerzo.
"El
presidente que no fue" acumula una lista importante de méritos, aunque quizás se
destaque la sinceridad con que está escrito. La única forma de recuperar el
pasado hoy es desde la sinceridad, para que el testimonio sea útil también a los
que recién empiezan a asomarse a la Historia, con ganas de enfrentarla.
Como dice Gabriel Fernández en su artículo de junio de este año en el periódico
de Madres de Plaza de Mayo: "La memoria política de una sociedad tiene tres
movimientos básicos: el reconocimiento de la existencia de un pasado, la crítica
del mismo y la aplicación de experiencias en el accionar presente. Su
interrelación se despliega como proceso y esa continuidad fortalece el hacer de
un pueblo, porque la historia es política y la política es siempre, proyección.
(...). Hoy necesitamos anular los mecanismos que durante años nos impidieron
aceptar la existencia de luchas populares en los 50, 60 y 70. Militantes que
resultaron fruto de una inversión colectiva han sido rebajados a
individualidades ambiciosas que disponían de la vida ajena. Ernesto Che Guevara
ha sido presentado como un exabrupto de la historia americana.
"Pero también necesitamos la crítica de lo actuado. (...) la reivindicación a
libro cerrado sólo convoca a la reiteración y la reiteración no resulta posible
(...) en lugar de constituirse en opción reivindicable a superar la gesta
anterior puede transformarse en modelo opresivo para las nuevas generaciones.
(...) sin ruptura, el pasado se cristaliza y se presume eterno, esteriliza
proyectos, desvaloriza lo mejor: el tener que inventar todos los días una nueva
política popular".
Esa línea que marca Fernández es la que vuelve a señalar "El presidente que no
fue" y que se extiende también en una serie de libros, artículos, películas y
expresiones diversas que nos abren el camino hacia el debate sincero de un
pasado que todavía hoy se nos pretende negar. La pregunta entonces es cómo
recuperamos la memoria histórica y, sobre todo, para quién. Si lo hacemos de
manera acrítica, es probable que nuestro esfuerzo lo capitalicen precisamente
aquellos que pugnan por sepultarla. Si lo hacemos para saldar cuentas pendientes
con nosotros mismos, apoyándonos en una Historia que pretendemos clausurada,
entonces estamos recuperando una memoria inerme. Si en cambio, la rescatamos con
vistas al futuro, para las próximas generaciones ávidas de ese pasado, si somos
capaces de pensar más allá de nuestras propias vidas y experiencias, entonces sí
la memoria logrará una incidencia política práctica.
Con
su investigación, Miguel Bonasso vuelve a abrir un frente de lucha contra el
olvido a partir de un personaje político que reivindica pero no ensalza: "La
curiosa paradoja de una lealtad sin fisuras que había terminado por enajenarle
lo que más valoraba: la amistad del General. La cesión a Perón de todo, a cambio
de nada". Así logra acercarnos a un hombre y a una época que muchos prefieren
borrar y tiende un puente con el presente: "El regreso de Cámpora a la Argentina
, el 9 de diciembre de l99l, puso en evidencia lo bien que funciona la máquina
de la desmemoria. Si al moribundo de l979 lo habían lapidado los insultos, al
cadáver de los noventa lo sepultaron los elogios, que le tributaron en el Salón
del Congreso (...) ‘El legado de Cámpora es inequívocamente el de la lealtad
inclaudicable a las ideas que abrazó’, dijo el Presidente de la Cámara de
Diputados, Alberto Pierri, que le vendía papel a Massera cuando al homenajeado
lo condenaban al cáncer terminal de la calle Arcos (reteniéndolo durante tres
años y medio en la Embajada de México)". Sólo cuando los militares tuvieron la
certeza de que moriría, lo dejaron salir del país.
Doce años después, el presidente Menem no fue a recibir sus restos. Como explica
Bonasso "esta ausencia necesitaría dos años y un deceso para terminar de
perfeccionarse como símbolo del posperonismo gerencial, con la visita de Menem
al velatorio del almirante Isaac Francisco Rojas (que reivindicaba bombardeos y
fusilamientos) a quien había llegado a considerar su ‘amigo’ ".
El autor de "Recuerdo de la muerte" cuenta que inició esta investigación
precisamente porque no le gusta cómo se escribe la Historia. Ocurre, y Bonasso
bien lo sabe, que la Historia es siempre conflicto; de ese mismo conflicto forma
parte su explicación. Por eso, y a la luz de los resultados, "El presidente que
no fue" es una nueva batalla ganada contra el olvido.
La recuperación de una memoria activa con vistas al futuro, que reavive la
polémica en lugar de asesinarla, es un ejercicio que todos, incluido el propio
Bonasso por supuesto, debemos seguir practicando
"La mañana del martes 23 de marzo Héctor Cámpora se despertó en su austero
dormitorio de San Andrés de Giles, mirando sin ver el viejo armario de luna
coronado por dos cajas de sombreros que Nené había dejado arrumbadas, como malos
recuérdos del último viaje a España. Afuera, en la fría sala, se oís bostezar a
uno de los custodios, de los "suyos de siempre", y no de los que le había puesto
-para vigilarlo-"su amigo", el ministro del Interior. Había dormido
profundamente, suprimiendo arenas movedizas de la conciencia, pero a medida que
íba reconociendo el mundo, volvían los temores del día anterior.
"Una Argentina inerme ante la matanza."
Y más abajo: "Al cabo de una jornada en la que cundieron las versiones de un
inminente golpe militar: LA PRESIDENTE REUNIO AL GABINETE EN SU DESPACHO".
Al dar vuelta de páginas de La
Opinión aumentaba su desasosiego y la convicción dé que "Timerman, como siempre,
está jugado al golpe". Las principales páginas de la sección política llevaban
una elocuente cornisa: "LA AGONIA DEL REGIMEN"; las de policiales: "LA ESCALADA
SUBVERSIVA"; las de economía: "LA CRISIS ECONOMICA".
Un viejo enemigo del peronismo, el
ex capitán de navío Francisco Manrique, sostenía que un "gobierno muerto está
siendo desalojado". El partido Nueva Fuerza, que pertenecía al ingeniero Alvaro
Alsogaray, profetizaba que los dirigentes políticos, sindicales y empresariales
vinculados al peronismo serían "barridos". El clásico boletín antisubversivo
registraba diez muertes violentas en la jornada, omitiendo destacar que la
inmensa mayoría de las víctimas habían sido asesinadas por grupos paramilitares
como el "Comando Libertadores de América", una estructura clandestina del
Ejército que había reemplazado a la muy devaluada Triple A de López Rega. Sin
incómodos desgloses, La Opinión registraba "un muerto cada cinco horas y una
bomba cada tres". En la misma edición, informaba que la inflación había trepado
al 30 por ciento mensual y al 700 por ciento anual. Cables de Estados Unidos
citaban declaraciones del senador republicano Jesse Helms elogiando a las
Fuerzas Armadas argentinas como único "elemento constitucional que puede todavía
garantizar las libertades y los derechos humanos". El New York Times, por su
parte, auguraba la renuncia o la caída de "la aturdida y trágica figura
instalada en la Casa Rosada".
Entre los múltiples movimientos de
tropas que consignaba la crónica periodística, había uno referido al Regimiento
6 de Infantería con base en la vecina ciudad de Mercedes, donde Cámpora había
nacido el 26 de marzo de 1909.
Ese regimiento, que conocía desde
los tiempos en que lo comandaba el coronel Rafael Videla (padre del general
Jorge Rafael Videla), tenía ya la misión de capturarlo y asesinarlo.
A tres días de cumplir sesenta y siete años y a tres años de la victoria del 11
de marzo, Cámpora esperaba noticias decisivas en su viejo reducto de San Andrés
de Giles, uno de esos caserones típicos de la campiña bonaerense; grises,
chatos, de una planta, con un balcón a cada lado de la entrada principal que
daba a la calle San Martín. Obviamente, la calle del pueblo.
Como otros caudillos bonaerenses,
Don Héctor prefería esperar los acontecimientos en su territorio; el pueblo que
había elegido cuarenta años atrás y al que regresó de todos los golpes y
destierros de una política impiadosa. Claro que había regresos y regresos: el
diario informaba, también, que el Turco Jorge Antonio acababa de llegar tras
veinte años de exilio en España. Un largo destierro que solo interrumpió con
cortos viajes al país, como el que hizo en julio de 1974, para velar a Perón.
Peleado con Isabel y López Rega llegaba a ver pasar el cadáver de su enemiga,
proponiendo una coincidencia cívico-militar y la reiterada fantasía de los
capitales árabes. Jorge Antonio le evocó la fuga de Río Gallegos, que también
había sido en marzo, diecinueve años antes. El golpe del 55 y los errores de la
primera caída. Los "entornos" y los acomodados, los corruptos y los traidores
como Teisaire.
-¿Por qué, Señor, por qué?-preguntó
mentalmente a un destinatario no definido, que podía ser Dios o Perón, mientras
caminaba por el patio cubierto al que daban el comedor sombrío con muebles de su
suegra y la cocina donde hervía el puchero. Al final de este patio-corredor
había un cobertizo, las habitaciones de servicio, un pequeño jardín con naranjos
y el garage, que tenía la previsora virtud de salir a otra calle, transversal a
San Martín, la calle Avellaneda. Avellaneda 258; un detalle sin mayor
importancia durante décadas, pero que dentro de pocas horas le salvaría la vida.
A esas horas Raúl Gustavo Trombetta, el Lali Trombetta, sodero de San Andrés de
Giles, llegaba con su esposa al departamento de la calle Libertad 1571, donde
vivían los Cámpora cuando estaban en la Capital.
María Georgina Acevedo de Cámpora,
la Tía Nené, los recibió con su sonrisa sempiterna, pero se veía a la legua que
estaba angustiada. Los sacó de la sala, presidida por el gran óleo de Evita, los
metió en el comedor y cerró la puerta.
Debían llevarle a su marido un mensaje contundente: el golpe sería esa mismo
noche y Héctor encabezaba la lista de los más buscados. Debía escapar, ya.
27 de septiembre de 1975, Cámpora
regresa de México. A los pocos meses, producido el golpe militar del 24/03/76,
deberá refugiarse en la embajada de México.
El matrimonio hizo el viaje de
regreso a toda velocidad. En San Andrés, Lali estacionó el auto a pocos metros
del caserón. Saludó con apresión al policía de guardia y entró al frío
recibimiento de baldosas. Los custodios de la Federal eran un obstáculo a salvar
para la fuga. Pero los principales escollos se los ponía por delante el propio
Don Héctor. Dos meses atrás, cuando se hizo evidente que regresarían los
militares, empezó a insistirle: "Doctor, tiene que volverse a México". La
respuesta era invariable: "¿Por qué?, si yo no hice nada malo. No tengo por qué
escaparme como un bandido".
Esta vez lo escuchó en un grave silencio. Luego preguntó que estaban por hacer
su mujer y su hijo mayor.
-Se van, Don Héctor -repuso el sodero-. Ya se deben haber ido.
Este último dato lo convenció. Le
dijo a Lali que fuera a San Antonio de Areco, lo viera al Gordo T y le pidiera
las llaves de su quinta, para esconderse allí. Era una de las alternativas que
habían pensado, en previsión de este emergencia. Aunque San Antonio estaba a
unos veinticinco kilómetros de Giles, no había tiempo que perder.
Cámpora se encerró en su dormitorio
y se puso a preparar las valijas. Le repugnaba la idea de escaparse, pero intuía
que esta vez no podía presentarse a los militares y decirles, como les había
dicho en el 55: "Acá estoy, pueden investigarme". No tenía una idea cabal del
maremoto represivo que se cernía sobre la Argentina, pero tampoco ignoraba que
habría muertos y que él bien podía ser uno de ellos.
A las cinco de la tarde, mientras el sodero alertaba al ex presidente, los
principales políticos del país se aglomeraban en Rivadavia 882, donde tenía su
estudio el hermano del jefe radical, Ricardo Balbín, para escuchar a Carlos
Juárez, un antiguo hereje de la conducción peronista, convertido en vocero del
Partido Justicialista. "La Señora Presidente -dijo Juárez-está a punto de
conversar con los tres comandantes, para superar la crisis".
La
renuncia
El 13 de julio de 1973, el presidente de la República Héctor José Cámpora y el
vicepresidente Vicente Solano Lima, presentaron las dimisiones incondicionales a
sus cargos, ante el Congreso Nacional.
Entre los fundamentos de su renuncia, el Dr. Cámpora manifestaba lo siguiente.
“El anhelo profundo y enraizado en el alma del pueblo argentino, no era ni es
otro que el de restituír al general Perón, el mandato que le otorgara años atrás
y del que fue injustamente desposeído… Ahora que el general Perón está
definitivamente en el suelo patrio, ese deseo del pueblo debe tener ocasión de
manifestarse sin vallas, ni limitaciones de ninguna especie.” También
puntualizaba que presentaba la renuncia “para posibilitar el reencauzamiento de
un proceso que fue distorsionado por la incomprensión, cuando el Frente
Justicialista de Liberación se vio privado de postular como candidato a la
primera magistratura de la Patria, al general Perón, voluntad irrebatible de
todo el pueblo argentino.”
En tanto que el Dr. Vicente Solano Lima expresó: “Presento a vuestra
honorabilidad mi renuncia indeclinable a la vicepresidencia de la República, a
efectos de que una nueva elección consagre la voluntad auténtica del pueblo
argentino.”
La Asamblea Legislativa, con la presencia de 53 senadores y 183 diputados,
aceptó las dos renuncias.
El país se encontraba ante una situación inédita. A menos de dos meses de haber
asumido sus cargos, Cámpora y Solano Lima producían una situación de acefalía.
Entre la población había consenso para que el general Perón asumiera la
presidencia de la Nación. Pero el modo en que se produjeron los hechos, hacía
dudar si hubo una renuncia voluntaria, una destitución o un golpe institucional.
Perón y Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados, desde la residencia
de Gaspar Campos, se dirigieron al pueblo, para agradecer el gesto del
presidente y vice salientes. Perón señaló que “han dado al país el ejemplo más
preclaro y más honroso”. También resaltó que hombres así “enorgullecen a las
organizaciones políticas donde nacen estos gestos de grandeza individual y
personal que son todo un ejemplo para la ciudadanía argentina.”
Tanto los textos de las renuncias, como los agradecimientos de Perón y Lastiri,
hacen suponer que todo estuvo previamente concertado.
El cónclave de los políticos se
prolongó varias horas. Antes de que se llegara a ninguna conclusión, el doctor
Oscar Alende, titular del Partido Intransigente, pidió perdón por abandonarlos
en función de un "acto narcisista". Quería ver por televisión, junto a su
esposa, el discurso que acababa de grabar y que iba a difundirse esa noche por
la Cadena Nacional de Radio y Televisión. El espacio, cedido por la Presidenta a
los opositores en una busca desesperada de oxígeno, había sido usado por Balbín,
seis días antes, para un diagnóstico implacable: "todo está naufragado". En
verdad, la dirigencia radical venía manteniendo reuniones con los golpistas
desde octubre del año anterior.
El sodero Lali recorrió San Antonio
de Areco con angustia: el Gordo T no apariecía por ningún lado. Rehízo el camino
a Giles pensando en una segunda alternativa, pero al pasar cerca de la comisaría
vio la camioneta del Gordo estacionada frente a la casa de un pariente. No se
animó a bajar por la vecindad con los policías y prefirió esperarlo. Se quedó
una hora dentro del coche, pero el Gordo no dio señales de vida. En la radio
anunciaron a Oscar Alende. Eran las ocho y media de la noche del 23 de marzo. El
mensaje en favor de la democracia se había adelantado media hora para no
superponerse con el partido River-Portuguesa, por la Copa Libertadores de
América, que comenzaba a las 21.
Cámpora, con aire de total normalidad, estaba en la sala viendo por televisión
al doctor Alende, con quien se lo había vinculado en una posible fórmula
frentista para las elecciones presidenciales del 77, que ahora podrían
adelantarse para salvar a un gobierno agonizante. El último delegado de Perón
estaba acompañado por uno de sus custodios de confianza, el chofer Oscar Moya, y
uno de los agentes de la Federal, que se había replegado a un discreto segundo
plano. En cuanto Lali entró, Don Héctor le hizo una rápida seña con las cejas,
como en los partidos de truco que jugaban en el Club Almafuerte. En la tele
Alende convocaba a la "convergencia de las fuerzas revolucionarias de la
Argentina".
A cien kilómetros de allí, en la
sede del Ministerio de Defensa, el teniente general Jorge Rafael Videla, el
almirante Emilio Eduardo Massera y el Brigadier Orlando Ramón Agosti, escuchaban
al nuevo titular de la cartera, José Deheza, un nacionalista católico, yerno del
general Eduardo Lonardi (el jefe militar que derrocó a Perón en 1955),
convertido al peronismo e integrado al gobierno isabelino. Deheza aseguró a los
comandantes que ni a él ni a la Presidente les temblaría la mano si hubiera que
firmar sentencias de muerte a los subversivos. La declaración no conmovió a sus
interlocutores. El general Videla fue el único que habló: cortésmente pidió
permiso para ir al baño.
En la Casa Rosada, Isabel Perón
mantenía una reunión con ex ministros, dirigentes sindicales y legisladores
ultraverticalistas. Su nuevo ministro del Interior, Roberto Ares, llegado al
gobierno en la décima recomposición del gabinete desde el 1º de julio de 1974,
se despedía de los periodistas acreditados con una sonrisa y una promesa
temeraria: "Hasta mañana, muchachos". Afuera, en una Plaza de Mayo desierta,
veinte mujeres coreaban: "Se siente, se siente, Isabel Presidente".
Se encerraron en lo que solía ser el despacho de abogado de Héctor y Carlos para
arreglar los detalles de la fuga. Cámpora ya tenía preparadas dos valijas y le
contrarió mucho saber que el Gordo T estaba tan cerca y al mismo tiempo
inaccesible. Lali lo apremió para escapar cuanto antes y logró convencerlo.
Irían directamente a San Antonio y le caerían, de sopetón, al Gordo. El único
problema eran esos policías que de cuidadores se podían transformar súbitamente
en carceleros. Decidieron engañarlos: les dirían que el doctor no cenaría afuera
como solía hacerlo muchas veces. Que fueran ellos a comer antes de que se les
hiciera tarde. Si tenían escrúpulos y no querían ir juntos se la jugarían igual:
Cámpora saldría con Moya y el otro custodio por la puerta de atrás. Lali debía
irse primero, como si nada pasara, pero los esperaría a cinco kilómetros de
distancia, en un discreto cruce de la ruta 41.
Cuando dejó la casa los dos policías
charlaban en el zaguán tan tranquilos. Uno miraba la hora. Adentro, Cámpora y
sus dos hombres de confianza se movieron como sombras, tapando los ruidos de la
fuga con la transmisión del partido a todo volúmen. Cargaron las valijas en el
Fairlane azul de Don Héctor, levantaron la cortina metálica del garage, pesada y
ruidosa, y apareció ante sus ojos la chatura nocturna y despoblada de la calle
Avellaneda. Nadie en la vereda de enfrente. Moya metió la primera y el auto
salió del garaje. Antes de recorrer los cincuenta metros que lo separaban de la
esquina, se cortó la luz. El auto cruzó en tinieblas la calle San Martín,
iluminando con sus faros las aceras despobladas.
El exilio de Héctor Cámpora. Poco se ha
hablado de esta parte de la historia argentina-mexicana: el exilio
de cuatro años del Tío Cámpora, su hijo y Abal Medina en la embajada
de México y Argentina, en la casona de la calle Arcos y Virrey del
Pino, en el barrio de Belgrano.
Después se dijo que el apagón había
sido intencional.
* Miguel Bonasso (1940), periodista
de investigación y escritor, nació en Buenos Aires, Argentina. Se inició en la
profesión en el semanario Leoplán y fue sucesivamente jefe de redacción de las
revistas Análisis, Extra y Semana Gráfica, además de uno de los editores del
diario La Opinión que dirigía Jacobo Timerman.
Entre enero y marzo de 1973 fue secretario de Prensa del Frente Justicialista de
Liberación (FREJULI) y luego asesor de Héctor Cámpora durante su corta
presidencia.
En 1974 fundó y dirigió el diario Noticias, posteriormente clausurado por orden
de López Rega, jefe del grupo parapolicial Alianza Anticomunista Argentina
(Triple A).
Después del golpe de 1976, Miguel Bonasso vivió en la clandestinidad hasta abril
de 1977, en que salió del país. Integró, en Roma, el Consejo Superior de
Montoneros; para, dos años más tarde, romper con la conducción oficial.
Durante los doce años que residió en México continuó ejerciendo el periodismo
como editor de la agencia Alasei (Agencia latinoamericana de Servicios
Especiales de Información); fue columnista del semanario Proceso y corresponsal
de diversos medios latinoamericanos, como la revista Semana de Bogotá. También
en México presidió la Asociación de Corresponsales Extranjeros.
En 1984 publicó Recuerdo de la muerte, una novela basada en hechos reales
ocurridos en el campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada,
que fue traducida a varios idiomas y ganadora de varios premios.
En 1990 Miguel Bonasso publicó la La memoria donde ardía. En 1997, El presidente
que no fue, una biografía de Héctor Cámpora, que recibió el premio Planeta a la
mejor investigación periodística y el Walsh de la Facultad de Periodismo de la
Universidad Nacional de La Plata.
Ese mismo año realiza la investigación y el guión para el documental de
largometraje Evita: la tumba sin paz, que dirigió Tristán Bauer y produjo Ana de
Skalon para Channel Four de Londres. El mismo equipo (De Skalon, Bauer y
Bonasso) se volvió a unir para realizar el largometraje Iluminados por el fuego
(2005).
En 1999 editó Don Alfredo que al año siguiente le valió nuevamente el premio
Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón. En noviembre del 2000 salió la
edición argentina de Diario de un clandestino que en febrero de 2002 recibe el
premio José María Arguedas de narrativa que otorga Casa de las Américas y
traducido al italiano en 2006.
Bonasso dictó la cátedra de Periodismo de Investigación en el curso superior de
la Carrera de licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de
Quilmes.
Roberto Fernández Taboada y Pedro Olgo Ochoa [Revista Somos, septiembre 1983]
Los hechos que rodearon el relevo del presidente Cámpora siempre tuvieron
perfiles brumosos. A diez años de aquellos sucesos, SOMOS habló con
protagonistas claves y consiguió revelar la intimidad del proceso.
Las dos reuniones en Gaspar Campos. Los cargos contra Cámpora. La enfermedad de
Perón. La restitución del grado militar.
El charter ya perforaba la madrugada sobre el Atlántico, cuando Perón sintió una
llamarada de dolor debajo de las costillas. Le pareció que era ese problema
duodenal que de tanto en tanto lo ponía en jaque y por eso echó mano a las
pastillas de alcalino que siempre llevaba con él. Pero esta vez no le calmaron
el dolor. Atrás, en la cabina, venía un mundo de gente y allí Cámpora -el
presidente- prodigaba su prolija sonrisa ajeno a la escena que en ese momento
vivía su jefe. Y también, por supuesto, ajeno a la otra escena que no muchas
horas después iba a vivir, nervioso y congestionado, en la casa de Gaspar
Campos.
-El general está con frío. La calefacción está muy baja -dijo el presidente de
la Cámara de Diputados.
-¿A usted le parece, Lastiri? -inquirió, preocupada, Isabel.
Lastiri le acercó un vaso de whisky y al rato el general empezó a sentirse
mejor. Y no sólo él, sino también las otras cinco personas que viajaban en el
compartimiento: Isabel Perón, Raúl Lastiri, el ministro Antonio Benítez y las
mujeres de ambos. Perón había tenido una angina de pecho. Había caminado por la
mortal comisa del infarto.
En Ezeiza ya habían empezado los desórdenes, que dejarían como saldo decenas de
muertos, cuando el avión llegó a Porto Alegre. El vicepresidente -pero entonces
presidente en ejercicio- se comunicó con Cámpora: -El charter no puede aterrizar
en Ezeiza -resolvió Vicente Solano Lima. Cámpora discutió un momento con el
vicepresidente. No podía creer o entender lo que estaba pasando. El charter
aterrizó en Morón. Allí, Perón se encaró con el ministro Esteban Righi:
-La culpa la tiene usted, chiquilín, que no ha sabido hacer las cosas. Algunos
testigos aseguran que Perón, visiblemente enojado, lo increpó con algo más que
ese chiquilín despectivo al ministro del Interior del presidente Cámpora. En el
fárrago, las crónicas de ese día -informadas de apuro y tangencialmente-
maliciaron no sin cierta puntería: ". . .el general Perón no estaría bien de
salud" y ". . .el ministro Righi habría presentado la renuncia". Pero durante
casi una veintena de días -hasta que la noticia fue anticipada por Solano Lima a
un grupo de periodistas casi exactamente a las diez y media de la noche del
jueves 12 de julio de 1973- ignoraron que en los hechos Cámpora ya había perdido
el puente de mando de la Casa Rosada en la mañana del 21 de junio, justo un día
después de la matanza de Ezeiza.
Cámpora se despide de Isabel, López Rega atento.
Retiran los papeles de Cámpora de la Casa de
Gobierno.
Las razones más íntimas que
impulsaron a Perón a designar a Héctor J. Cámpora, primero su delegado personal
y más tarde candidato a la Presidencia, seguirán siendo materia de polémica. Se
ha hablado de su docilidad, de sus largos años de militancia, de su lealtad al
jefe. Pero días pasados, un ex ministro del gabinete de Cámpora, también ex
ministro del gabinete de Perón y hombre de la vieja guardia peronista añadió
otro argumento: "¿Por qué Cámpora? Habrá otras razones. No las niego. Pero ésta
fue fundamental: Cámpora era un hombre al que las Fuerzas Armadas -para decirlo
gráficamente- no lo tragaban por nada del mundo. Y Perón calibró que si los
militares terminaban aceptando a Cámpora, con él no tendrían después el más
mínimo problema".
Perón pasó la noche del 20 de junio en la residencia de Olivos. El 21, muy
temprano y sin que Cámpora fuera enterado, salió de la quinta presidencial por
la puerta 5 eludiendo la gruesa guardia periodística. Un poco después llegó a su
casa de Gaspar Campos 1065. Entre las 7 y las 8 y media de la mañana empezaron a
sonar los teléfonos en las casas de los ministros del gabinete de Cámpora. Pero
no en la de todos. El mensaje, detrás del cual bien pudo haber estado la propia
voz de José López Rega, era muy simple: -Véngase a Gaspar Campos que el general
quiere hablarle.
El gabinete se reunió con la notoria ausencia de Esteban Righi, ministro del
Interior, y de Juan Carlos Puig, ministro de Relaciones Exteriores. Era el ala
izquierda de Cámpora, otro notorio ausente en los primeros tramos de la reunión.
Los ministros estaban apichonados, sentados a esa mesa ubicada en una de las
salas de la planta baja de Gaspar Campos. "Imagínese -recordó días atrás ante
SOMOS uno de aquellos ex ministros-. El jefe nos estaba diciendo que no le era
grato el mundo que rodeaba a Cámpora. Que contrariaba no sólo sus ideales sino
también sus propósitos. Quería un gobierno serio, prudente. Grato a la mayoría
de los argentinos. Y bueno, al fin y al cabo, aunque nosotros éramos de la vieja
guardia, lo cierto era que también éramos los ministros de Cámpora."
Todo parece sugerir que Cámpora notó rápidamente en Olivos la ausencia de Perón
que era más madrugador que él. Inmediatamente se puso en marcha hacia Gaspar
Campos. Cuando entró, Perón ya estaba hablándole a sus ministros. Era una
atmósfera de enorme tensión. El edecán, coronel Corral, quiso retirarse. Pero
Perón, adelantando un tanto su mano, lo detuvo:
-No. No. Quédese. Era obvio que quería tener un testigo militar.
"Entonces -recordó ante SOMOS uno de los asistentes a aquella reunión cumbre- el
general le reprochó a Cámpora, en términos muy duros, la infiltración
izquierdista en el gobierno. Y le criticó los nombramientos que, dentro de esa
tendencia, había producido. Perón levantaba el dedo índice mientras hablaba. Yo
nunca lo había visto así. Estaba muy enojado, muy disgustado. Estaba marcada ya
la ruptura con Cámpora." La reunión duró algo menos de una hora. Los cronistas
apostados a dos cuadras de la casa de Gaspar Campos (no era posible acercarse
más) detectaron la llegada de algunos de los ministros. Pero eso, claro está,
era algo natural: al fin y al cabo Perón estaba de vuelta en el país. Sin
embargo esa reunión había sido crucial. El día 23 los cronistas también vieron
pasar rumbo a la casa de Perón a Benito Llambí, director de ceremonial de la
Cancillería. Pareció una visita de rutina. Pero en ese encuentro Perón le
ofreció el Ministerio del Interior. Entre la vieja guardia peronista se comenta
que Perón había sugerido los nombres de Antonio Benítez para la cartera de
Interior y posiblemente a Llambí para Relaciones Exteriores. Pero Cámpora,
presionado por la Tendencia, negoció los nombres de Righi y Juan Carlos Puig.
Cuando subió Lastiri, éstos fueron los dos únicos cambios que se produjeron en
el gabinete. Llambí fue a Interior y Juan Vignes a la Cancillería.
Esa noche del 21 de junio de 1973
Perón pronunció un enérgico discurso. Lo armó sobre el esqueleto que había
preparado ya en España para redondear con la improvisación tras su llegada a
Ezeiza. Tal vez (siempre se pensó así) en cuanto conoció los trágicos desórdenes
corrigió algunos párrafos y añadió otros. En ese discurso llamó a un acuerdo
nacional ("...Este es un problema que lo arreglamos entre todos los argentinos o
no lo arregla nadie. Por eso deseo hacer un llamado a todos para que comencemos
a ponemos de acuerdo...") y lanzó sugestivos dardos:
Cámpora en la lista de la
Triple A.
Clic para ampliar.
- Los peronistas tenemos que retomar
a la conducción de nuestro movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que
pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba.
- Deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o
estatales que por ese camino van mal.
- A los enemigos embozados, encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en
sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia, suelen hacer tronar
el escarmiento.
La noche del 26 de junio Perón
volvió a sentir los dolores que lo habían asaltado en el avión. A la mañana
siguiente se levantó tarde. En la planta baja lo esperaba Osvaldo Carena, médico
de la Fundación Eva Perón: - Discúlpeme que lo haya hecho esperar, doctor. Pero
tuve una mala noche. El dolor en el pecho era fuerte v tuve que abrir una
ventana para poder respirar. El médico no tuvo dudas:
-General, vamos a volver arriba por el ascensor y se va a quedar en cama. Le voy
a hacer un electrocardiograma. El electro no dio las señales corrientes de un
infarto, pero tampoco era normal. De todos modos exámenes posteriores lo
confirmaron. El doctor Pedro Cosio al pie de la escalera donde estaban Isabel y
López Rega, les dijo que ante un infarto, por chico que fuera, era necesario
internar al enfermo en un área de cuidado intensivo. Entonces encontró esta
respuesta insólita y sugestiva: De ninguna manera. De ninguna manera -casi gritó
López Rega-. Esto va en detrimento del prestigio político del general. Cómo van
a elegir presidente a un enfermo. . . Perón estuvo en cuidado intensivo durante
cinco días. No hubo recaídas y a la semana se retiró al médico de guardia. Los
miembros del gabinete y el propio vicepresidente Vicente Solano Lima recibieron
una sorpresiva convocatoria que al parecer piloteó (por lo menos en algunos
casos) Raúl Lastiri: debían concurrir a una reunión de gabinete a realizarse en
Gaspar Campos. Fue el miércoles 4 de julio de 1973 y la información oficial
aseguró que se había tratado la ley de ministerios. No fue así. Perón recibió a
los funcionarios en la planta baja, los convidó con café, departió apenas unos
momentos casi protocolares y subió al primer piso. Isabel Perón se sentó en una
de las cabeceras de la mesa, en el espacioso comedor de la casa de Gaspar
Campos. A su lado se sentó Cámpora. Del otro, se ubicó López Rega. Solano Lima
ocupó la restante cabecera flanqueado por dos ministros influyentes: José Ber
Gelbard, que timoneaba la economía, y Ángel Federico Robledo, que desde Defensa
piloteaba el sutil rumbo que terminaría -pocos días después- con la restitución
al viejo caudillo del grado y los honores en el Ejército. López Rega se frotó
las manos y empezó a hablar. "Fue una reiteración de cargos contra Cámpora
-reveló días pasados a SOMOS uno de los asistentes-. Criticó la gestión del
presidente que había dado lugar a la inserción en el gobierno de grupos jóvenes
de extrema izquierda." La exposición del todopoderoso ministro de Bienestar
Social duró unos ocho o diez minutos. Cámpora tenía la cara congestionada.
El lunes pasado, en su departamento de la Avenida Santa Fe al 1500, el ex
vicepresidente Vicente Solano Lima recordó ante SOMOS algunos pormenores de
aquella tensa reunión:
UN BUSTO PARA EL TIO. El 13/11/08 Cristina Fernández
presidió la ceremonia del emplazamiento del busto en la galería de ex
presidentes de Casa Rosada.
-¿Cómo se defendió el presidente
Cámpora?
-Dijo que había sido elegido presidente con la conformidad del general Perón.
Que le era leal. Y que si alguna vez discrepaba, elevaría su renuncia
inmediatamente. Dijo además que él había recorrido todo el país y que había
logrado la certidumbre de que el pueblo quería ser gobernado por el señor
general don Juan Domingo Perón, como él decía siempre.
-¿Quién habló más tiempo, él o López Rega?
-El habló menos que López Rega. Se defendió con gran fervor. Reiteró una y otra
vez que él se ajustaba a lo que Perón resolviera y que había sido siempre
profundamente peronista. Lo cual era verdad.
-Pero ya López Rega había producido la crisis.
-Claro. Entonces pidió la palabra Robledo. Y yo dije: "Señor ministro: me siento
aludido por las palabras que se han pronunciado aquí. Le pido que difiera por un
momento el uso de la palabra". Me dijo que sí y entonces yo dije: "Como lo ha
señalado el señor presidente de la Nación, el pueblo argentino quiere ser
gobernado por el general Juan Domingo Perón. Para que ello sea posible presento
en este mismo acto mi renuncia indeclinable de vicepresidente". Porque si
renunciaba Cámpora y yo no renunciaba, la presidencia me tocaba a mí. Los
ministros sabían ya de qué se trataba porque para eso habían estado en la
reunión del 21 de junio. Y Solano Lima también. Había mantenido una conversación
previa con Perón en la que entre otros temas políticos el viejo caudillo sacó a
relucir algunos otros reproches al presidente Cámpora.
Las renuncias, que recién estallaron en los titulares de los matutinos del
viernes 13 de julio se produjeron, en realidad, en esa reunión ampliada de
gabinete del miércoles 4. Allí se formó, entonces, una comisión que, presidida
por Solano Lima e integrada por los ministros Benítez y Righi, tomó en sus manos
la solución de los últimos detalles, que no eran pocos.
Había algunos interrogantes sobre la
instrumentación legal que requeriría el previsible traspaso del poder a Juan
Perón. En el Congreso, la demanda de textos constitucionales a la biblioteca
parlamentaria fue formidable. Es que la cuestión no era fácil. El artículo 72 de
la Constitución especifica que en caso de enfermedad, ausencia de la Capital
Federal, muerte, renuncia o destitución del presidente, el Poder Ejecutivo será
ejercido por el vicepresidente. Solano Lima ya había allanado este camino. Pero
además estaba la ley de acefalía, sancionada en 1868. Y esta ley especificaba
que la sucesión correspondía al presidente provisional del Senado, en segundo
término al presidente de la Cámara de Diputados y en tercer lugar, al titular de
la Corte Suprema de Justicia. El senador Alejandro Díaz Bialet era el señalado
por los textos legales. Pero este parlamentario no pertenecía al círculo más
íntimo de Perón. La solución fue encontrada rápidamente: Díaz Bialet pediría
licencia para realizar una misión oficial en el exterior cuya duración se
prolongaría lo suficiente como para justificar que asumiera como presidente de
la Nación el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, yerno de José
López Rega. Se informó entonces que Díaz Bialet cumpliría una misión en el
exterior para fijar la posición argentina en la IV Conferencia de Países No
Alineados. La reunión, en la que Díaz Bialet asumió el rango de embajador
extraordinario y plenipotenciario en misión especial, empezó el 29 de agosto, en
Argel.
Ya
no había escollos y la Asamblea Legislativa que debía aceptar las renuncias de
Héctor J. Cámpora y de Vicente Solano Lima -y al mismo tiempo ungir a Raúl
Lastiri- se reunió el viernes 13 de julio. A las 10 de la mañana las galerías
del recinto rebosaban de público fácilmente reconocible como del sector gremial,
poco dispuesto a ceder espacio ante una posible embestida de los sectores de
izquierda que ya habían levantado el slogan: "el pueblo ya lo dice, Cámpora es
el vice". Es que unas 48 horas antes, desde Corrientes, el vicegobernador
bonaerense -y caudillo metalúrgico- Victorio Calabró había lanzado una proclama
que retumbó en todo el país: "Estando el general Perón en la Argentina, no puede
ser presidente de la República nadie más que él. No puede ser sólo poder. Debe
ser a corto plazo, ya, gobierno y poder". A las cuatro de la tarde entró al
recinto el grueso de los legisladores. A las ocho y media, la Asamblea
Legislativa consagró a Lastiri en la Presidencia. Se entonó el Himno y se dio
por levantada la sesión. En la calle, algunos se entusiasmaban con la
posibilidad de la fórmula Perón-Balbín. Asaltado por los periodistas Balbín (que
estaba al tanto de los hechos) dijo: "Aquí pasa como con el muchacho que dice
estar de novio y todos lo saben. . . menos la novia. El único que no lo sabe soy
yo". Pero se guardó la picardía rápidamente y con tono serio apuntó: "Esto no
hace a la determinación de un hombre".
No sólo los nombramientos fuera de línea (que por supuesto no se detenían en el
escalón ministerial) pudo achacarle Perón a Cámpora. En menos de 30 días de
gobierno se habían sumado los motines en las cárceles, el erp y los montoneros
habían copado el aeropuerto de Tucumán, muchos ejecutivos extranjeros dejaban el
país, en pocas semanas se habían sumado más de una docena de secuestros
personales, y un avión de Aerolíneas había sido desviado hacia Cuba. Pero si
esto era preocupante no lo era menos la vigorosa infiltración que los sectores
de ultraizquierda estaban llevando a cabo en los organismos estatales que,
además, al menor conflicto se paralizaban o eran tomados por el personal o por
activistas. Había una visible pugna interna entre las fracciones del peronismo
que Cámpora no alcanzaba a gobernar. La situación era realmente dramática y tocó
el nervio político de Perón: había venido dispuesto a dar su toque en las
grandes líneas de gobierno, pero la situación lo impulsó a relevar a Cámpora y
tomar las riendas en sus manos. Estaba enfermo y eso lo entristecía, pero
Cámpora, a las 11 de la mañana del jueves 12 de julio le alegró también la vida:
le había llevado el decreto que le restituía el grado y los honores en el
Ejército Argentino. Automáticamente pasaba también a retiro, pero ya se sentía
mejor cuando el martes 10 recibió la visita del comandante Jorge Raúl Carcagno y
al día siguiente la del almirante Carlos Alvarez y la del brigadier general
Héctor Luis Fautario.
El 9 de diciembre de 1991 retornaron
a suelo argentino sus restos.
El 09/12/91, el ministro de Defensa Antonio Erman González encabezó la comisión
de recepción del féretro en el aeropuerto de Ezeiza, acompañado por el embajador
de México en la Argentina Jesús Puente Leiva, los Dip. Nac. Lorenzo Pepe y
Roberto Cruz y el ex legislador Miguel Unamuno -Justicialistas-.
Propósito de lograr la unidad naciona
En ese momento el ministro manifestó
que la decisión de promover la repatriación de sus restos constituye "una
contribución más para terminar con todas las antinomias y los enfrentamientos
que hicieron que esta sociedad viviera en etapas anteriores en un divorcio
permanente. Es una colaboración más para entrar definitivamente en el camino de
la reconciliación nacional. El objetivo que nos proponemos es hacer una
Argentina, no sólo sólida y una potencia en la que han soñado varias
generaciones, sino una nación armonizada. Es un lineamiento más de los
inspirados por el presidente Carlos Menem para contribuir a la pacificación
definitiva de los espíritus en la Argentina".
El Dip. Lorenzo Pepe destacó que "esta repatriación coloca de alguna manera un
broche de oro a actitudes que el Poder Ejecutivo ha tenido para aquietar las
divisiones entre los argentinos" y manifestó que "la presencia del Parlamento
ahora es impulsar, hasta que las fuerzas den, a que haya una sociedad que
conviva en el estado de derecho con tolerancia y que tenga el sentido de la
posibilidad del disenso en el marco de la ley".
Homenaje del embajador mexicano y de amigos
El Embajador mexicano reconoció a Cámpora como "un notable referente y un
símbolo de unión entre los dos países". Desde Ezeiza lo trasladaron al Salón
Azul del Congreso Nacional donde lo esperaban los integrantes del comité de
recepción: Ricardo Anzorena, Manuel Araux Castex, Miguel Ángel Bercaitz, Hernán
Biancotti, Ernesto Corvalán Nanclares, Agustín Díaz Bialet, Rodolfo
Desperbasques, Alberto Gianola y Arturo Pons Bedoya.
Concurrieron para rendirle un merecido homenaje: el titular de la CGT Azopardo
Saúl Ubaldini; el montonero Mario Eduardo Firmenich, que se encontraba allí
cuando ingresó el ex presidente Raúl Alfonsín, quien fue acompañado por la
dirigente justicialista Nilda Garré -tomándolo del brazo- para que primero
saludara a la Sra. Georgina Acevedo de Cámpora y a su hijo Héctor.
Amigos y políticos se acercaron para testimoniar su reconocimiento porque como
afirmó el presidente de la Cámara de Diputados Alberto Pierri, Cámpora dejó un
legado que "es inequívocamente el de la lealtad inclaudicable". Desde allí, con
una guardia de honor del Regimiento de Granaderos a Caballo, sus restos fueron
retirados del Congreso y trasladados al cementerio de San Andrés de Giles
-situado a 110 km. al oeste de la Capital Federal-, lugar donde había vivido y
ejercido su profesión. Allí también estuvieron varios dirigentes de Montoneros.
[Cámpora en su llegada a México en
1980, afectado por la enfermedad]
El 5 de julio de 1976, después de doblegar la resistencia de la robusta empleada
que se empeñaba en mantener cerrada la puerta de acceso y luego de sostener una
acalorada discusión con el cónsul López Lira, entré al consulado de México. Me
acompañaban mi esposa y mis hijos. Otra familia entró con nosotros. Tras ese
comienzo tumultuoso, México nos concedió asilo político. Nos instalamos en la
residencia diplomática. Nos habituamos a cenar con Juan Manuel Abal Medina,
asilado allí, en su habitación que en ocasiones funcionaba como un improvisado
comedor. Una noche llegó el ex presidente Héctor Cámpora acompañado de su hijo
mayor, Héctor. Me conmovió su personalidad, su forma de conducirse imponía
respeto y autoridad. Tenía la virtud de transmitir serenidad, la calidez en el
trato acortaba distancia y facilitaba el diálogo. De inmediato surgió entre los
dos una corriente de simpatía que nunca se quebraría, incrementándose cuando a
fines del ’79 llegó a México, donde yo ya estaba exiliado. Debió internarse para
tratarse del cáncer que lo aquejaba. Pudo salir, ya muy enfermo. Se instaló en
una suite del hotel Presidente Chapultepec, puesta a su disposición por el
presidente mexicano López Portillo. Casi todas las tardecitas, me sabía llegar
hasta el piso 42º para escuchar sus relatos sobre las peripecias de su vida
política. Todavía recuerdo la amargura que el Tío trasmitía cuando me reveló
cómo había influido para que Raúl Lastiri fuera diputado. Lo hizo porque se lo
había pedido José López Rega, suegro de Lastiri, en Madrid. Cruel paradoja, pues
Lastiri fue una pieza clave de la conspiración que terminó desplazándolo de la
presidencia. Cámpora consultó al General sobre el pedido de su secretario
privado. Perón se mostró indiferente. Contestó con una frase vaga, como él sabía
hacer. “Esas son cosas de Lopecito”, dijo, y cambió de tema. Finalmente Cámpora
lo incluyó en la lista como candidato pensando que al hacerlo complacía a Perón.
Ese hombre oscuro que necesitó de la ayuda de varios amigos para que le
compraran un traje que le permitiera estar presentable el día de la jura se
convertiría, antes que transcurrieran dos meses, en presidente provisorio de la
República. Luego sería recordado por su interminable colección de corbatas de
seda.
Durante los trece meses que Cámpora vivió en México, desplegó una intensa
actividad reclamando el fin de la dictadura y el retorno a la democracia. El 27
de septiembre de 1980 me aprestaba a partir en misión a Estados Unidos con el
fin de realizar una serie de reuniones con líderes de la OEA, legisladores
norteamericanos y entidades vinculadas a los derechos humanos. Fuimos convocados
de urgencia por Cámpora, que tenía previsto ese viaje. Fuimos a su suite su
sobrino Mario Cámpora –que era quien había armado la agenda y establecido los
contactos–, Esteban Righi, Julio Villar, Rodolfo Gil y el autor de estas líneas.
El Tío fue directo al asunto. “No me siento bien y no estoy en condiciones de
viajar”, nos dijo. Al día siguiente por la mañana fue al instituto oncológico
que lo trataba. El diagnóstico médico no dejó ni resquicio para la esperanza. El
cáncer se había diseminado, afectando distintos órganos.
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No alcanzaría a sobrevivir ni tres
meses, falleció el 19 de diciembre de 1980. Durante ese año, pese al castigo de
la enfermedad, dio a conocer dos documentos. El primero fue la “Carta Abierta a
los Argentinos” (fechada el 25 de mayo de 1980) en donde reafirma su convicción
en que se debe construir un orden democrático fundado en la razón y no en el
ejercicio de la fuerza. El segundo, un escrito que presentó en Quito el 11 de
agosto de 1980 durante la reunión constitutiva de la Asociación Latinoamericana
para la Defensa de los Derechos Humanos. Allí escribió: “La democracia no tiene
vigencia donde se violan los derechos fundamentales del hombre, así como tampoco
puede beberse agua fresca en el infierno”.
Ayer se cumplieron 30 años de la muerte de Cámpora en el exilio. Desde la
fundación de nuestro país muchos grandes protagonistas políticos sufrieron el
exilio. Casi siempre fue la única forma de salvar la vida. San Martín, Rosas, el
general Paz, Sarmiento, López Jordán, Perón, Cámpora, Puiggrós, son sólo algunos
de ellos. Si hay un día para recordar a todos los que padecieron el exilio, en
especial a aquellos que murieron lejos de su patria y sus seres queridos, es el
19 de diciembre.
* Abogado. Fue consultor de la Unesco, del PNUD, de la Unión Europea y del BID.
Es gerente de Empleo y Capacitación Laboral de la Gecal Córdoba, del Ministerio
de Trabajo nacional.