LOS ORIGENES DE LA GUERRILLA PERONISTA
(1959-1960)
NOTAS EN ESTA SECCION
Uturuncos, los orígenes de la guerrilla peronista (1959-1960), Ernesto Salas
| Tucumán y la resistencia
peronista, Ernesto Salas
El Comando 17 de octubre, Ernesto
Salas |
La huelga azucarera de 1959: del 23 de Julio al 12 de Agosto, Ernesto Salas
La guerrilla
de los Uturuncos: primeros pasos, Ernesto Salas |
Un nuevo
intento: el asalto a la comisaría de Frías, Ernesto Salas
Guerrilla y movimiento popular en la Argentina de los 60, Ernesto Salas
|
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la lucha: Relato desde 1958 a abril de 1960, Ernesto Salas
Entrevista a Ernesto Salas, autor de "Uturuncos. El Origen de la Guerrilla
Peronista" |
Entrevista
de la revista Mayoría a un comandante uturungo
Murió Félix Sarravalle,
por Ernesto José Salas
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W. Cooke - Carta al compañero Alhaja, comandante uturunco
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Guillermo Daniel Ñáñez
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LECTURA RECOMENDADA
Breve historia de los Uturuncos.
Notas de prensa | Roberto Baschetti - Presentación
del libro de Ernesto Salas, 03/12/03
Uturuncos - Mensaje al pueblo
argentino (1973) | Julio Carreras - Uturuncos,
la primera guerrilla del siglo XX en Argentina |
Dossier Uturuncos
Roberto Bardini -
Frondizi |
Guerrilleros detenidos
fueron cantando la Marcha Peronista (Prensa Latina, 11/03/60)
Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano
- La historia del "Vasco" Bengochea y las Fuerzas Armadas de
la Revolución Nacional
Los herederos del Che (Revista Primera Plana 1971 |
Diccionario de los 70

Salas, Ernesto,
Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista
Biblos, Buenos Aires, 2003, 138 pp. ISBN 950-786-386-9
El trabajo de Ernesto Salas se inscribe en la copiosa producción
historiográfica sobre las décadas de 1960 y 1970 en la Argentina,
que ha visto la luz en particular desde la segunda mitad de
la década de los años 1990s. En esta producción, la década de
1970 recibe la mayor atención, lo que se explica si tenemos
en cuenta que las dos organizaciones principales del período
--Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)-- tienen
su acto fundacional en 1970: el "Aramburazo" y el V Congreso
del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en el que
se fundó el ERP ocurrieron en mayo y en julio de ese año, respectivamente.
Fue en esta última etapa en la que los procesos políticos y
sociales que se abrieron en 1955 aparecen desplegados y adquieren
dimensiones masivas.
En este sentido, la obra de Salas permite enlazar el proceso
abierto a partir de la caída de Perón, la Resistencia Peronista,
con los diferentes ensayos que sin solución de continuidad fueron
conformando un espacio en el que se sucedieron diferentes experiencias
hasta que a fines de los 1960s. --ante el proceso de radicalización
masiva del que el Cordobazo y otros movimientos semi-insurreccionales
dan cuenta--, se convirtieron en fuertes estructuras político-militares,
con una importante llegada a sectores de masas y capaces de
jugar un rol decisivo en la política nacional.
A la luz de esta
investigación, el lugar que los Uturuncos ocupan en los trabajos
más importantes sobre este período y específicamente sobre el
movimiento peronista --v.g. el trabajo de D. James y el de R.
Gillespie-- debe ser cuestionado. No nos parece que el problema
de la interpretación de estos trabajos sea el atribuirle a esta
organización un escaso impacto durante su corta existencia,
sino el no haber entendido, desde la perspectiva que el tiempo
otorga, en qué medida el desarrollo de la historia que llevó
desde 1955 hasta 1976 tuvo en esta organización un escalón en
el que pueden encontrarse tensiones que recorren todo el período.
Intentaremos desarrollar este aspecto.
La labor historiográfica de Salas, quien en 1990 había publicado
un trabajo sobre la toma del frigorífico "Lisandro de la Torre",
le permite ubicar la experiencia de Uturuncos en el marco de
ese proceso, con lo que esta organización se manifiesta como
lo que el autor señala desde el título de su libro: el origen
de la guerrilla peronista.
Las características de esta organización, lo breve de su existencia,
y el escenario represivo en el que actuó, resultan en la inexistencia
de fuentes escritas originales: el autor manifiesta no haber
encontrado ni documentos escritos, ni panfletos, ni proclamas
que permitan conocer las ideas políticas del grupo. El trabajo
de Salas tiene entonces el mérito de haber reconstruido vívidamente
la existencia de esta organización a partir de artículos periodísticos
--algunos de ellos con relatos de los actores--, de entrevistas
-unas realizadas por el autor y otras por uno de los protagonistas
de los hechos que poco después de la apertura democrática de
1983 viajó a Tucumán a entrevistar a sus ex compañeros--, y
de cartas escritas por participantes en la experiencia, en general
muy recientes. El conocimiento del período en el que surge esta
organización, de los mecanismos objetivos y subjetivos por medio
de los cuales la Resistencia Peronista encontró canales de expresión
y de actividad política y sindical en el marco de la proscripción
al peronismo, permiten al autor trazar las líneas fundamentales
de la historia de esta organización, aún frente a lo exiguo
de lo que de su experiencia logró pervivir. En este contexto,
es destacable el rescate de los nombres y orígenes de los participantes,
de sus trayectorias hacia la organización, de sus movimientos
iniciales y, ya en el monte, de sus relaciones con los sectores
que los apoyaron, de sus operaciones, y también de su final.
Producto de esta articulación, es posible entender y ubicar
los orígenes de quienes compusieron los Uturuncos. Salas muestra
convincentemente a esta organización como un producto del Comando
17 de Octubre. Este, operando en Tucumán y Santiago del Estero,
estaba vinculado al Comando Nacional Peronista estrechamente
ligado a John W. Cooke, y fue en este sentido uno de los exponentes
de las formas de organización determinantes de la Resistencia.
También, y a través de ese Comando, la organización de los obreros
de la industria azucarera --la FOTIA--, de gran peso en esos
años, estaba ligada a los orígenes de Uturuncos. Queremos señalar
con esto que la ubicación que Salas da a esta pequeña organización,
su emergencia tanto como producto de la Resistencia como el
inicio de una táctica que de diferentes formas determinará la
realidad política nacional por más de quince años, está, a nuestro
entender, sólidamente fundada en la investigación.
Del mismo autor
La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico
Lisandro de la Torre
Ernesto Salas
Páginas: 190
Editorial: Altamira / Retórica Ediciones. Buenos
Aires, 2006.
Enero de 1959: Fuerzas conjuntas del Ejército, la
Policía y la Gendarmería desalojan violentamente
el frigorífico de la Capital, que había sido ocupado
por sus trabajadores para evitar su privatización.
Se declara la huelga general por tiempos indeterminado,
los vecinos y obreros de Mataderos combaten contra
las fuerzas represivas.
Fue también la reacción a la aplicación del primer
plan económico recomendado por el Fondo Monetario
Internacional.
Como respuesta, el gobierno de Arturo Frondizi ordenó
la movilización militar de los obreros y amenazó
con la aplicación del Plan Conintes (Conmoción Interna
del Estado). Contra ello, y en apoyo del conflicto,
los comandantes de la Resistencia Peronista hacen
estallar cientos de bombas en Buenos Aires.
La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, pese
a ser un acontecimiento mítico de la resistencia
peronista, no ha tenida hasta el presente demasiada
atención para los historiadores. Con rigor científico
y espíritu crítico, este libro analiza aquellos
acontecimientos en el marco de las luchas sociales
y políticas libradas por el peronismo como respuesta
a la proscripción y represión de las mayorías populares. |
Sin embargo, el
lugar en el que la organización queda ubicada históricamente
producto del estudio de Salas, no alcanza para soslayar lo relativo
de su importancia y trascendencia concreta. Es decir, cuando
el autor discute con la afirmación del relevante estudio de
Daniel. James sobre la Resistencia Peronista, según el cual
este grupo sólo tuvo escaso impacto en la mayoría de los militantes
de la Resistencia Peronista, no nos parece que aporte suficientes
datos para refutarlo. La importancia histórica de los Uturuncos
pareciera más dada por ser una instancia que permite reconstruir
un proceso en varios sentidos unitario, que por su importancia
concreta en su época: su corta existencia se ilumina sólo a
través de la cadena de acontecimientos de la cual es un eslabón.
En el último capítulo de su libro, Salas desarrolla las conclusiones
de su estudio. Allí señala tres factores que explicarían por
qué el primer foco de guerrilla rural argentina fue rápidamente
desbaratado. Estos son la delación a la policía por parte de
los propios compañeros o los vecinos, el hecho de que por su
militancia previa los dirigentes hayan sido conocidos por los
servicios de seguridad lo que habría hecho fácil descubrir la
trama, y, por último, las divergencias entre los comandantes
y la disputa por los liderazgos. Creemos que en estas conclusiones
se manifiesta un problema más general de la investigación, el
que remite a la relación entre historia y política. El análisis
de esta organización es el análisis de un aspecto particular
de la historia reciente argentina, una historia que en muchos
sentidos está siendo escrita y que debe ser analizada, especialmente
en tanto se reivindique la validez de algunos de los objetivos
más generales de las generaciones de luchadores y luchadoras
que en esos 30 años bregaron por una cultura alternativa y enfrentaron
a los sectores hegemónicos. Todo movimiento social que se proponga
enfrentar la dominación debe necesariamente abrevar en las experiencias
pretéritas. Estas pueden solamente actuar de insumos para nuevas
generaciones en la medida en que sean cruzadas por el arma de
la crítica.
En este sentido, el trabajo de Salas nos ofrece un relato de
los acontecimientos pero carece de una mirada reflexiva que
permita elevarse por sobre las vicisitudes de la vida de esta
organización para que su experiencia pueda ser más que un tramo
de la historia argentina reciente. En la medida en que en su
breve historia los Uturuncos ponen de manifiesto algunas de
las tensiones que recorren todo el período, esta falencia resulta
más acuciante.
En este sentido, los elementos señalados por Salas como causantes
de la derrota de los Uturuncos dejan de lado los profundos problemas
políticos que, sin embargo, su investigación permite vislumbrar.
La delación por parte de compañeros o vecinos refleja un problema
político que implica analizar las relaciones al interior del
grupo y con los sectores periféricos. Del mismo modo, los servicios
de seguridad no conocían más a estos dirigentes que lo que conocerían
a centenares de cuadros unos años después, no pudiendo sin embargo
por ese solo motivo detenerlos. Evidentemente ha de buscarse
otra explicación. Tampoco las divergencias entre comandantes
o la disputa por liderazgos es una característica exclusiva
de esta organización. No parece que pueda atribuirse a estas
causas el rápido desenlace de la historia de este grupo. El
análisis debería centrarse en las caracterizaciones políticas
de este grupo, sus estrategias y sus tácticas, su inserción
social, sus vínculos con otras organizaciones de masas, todos
aspectos que, más allá de las dificultades específicas ante
la falta de documentación, hubieran permitido una perspectiva
más rica.
Por otro lado, es en el análisis de estos aspectos que, si Uturuncos
debe ser leído en el marco de todo el período del cual es una
instancia, podrían vincularse conclusiones emanadas de su estudio
con algunos problemas que se repetirán en los 1970s. Aspectos
de los que Salas da cuenta como problemas ligados a la relación
entre dirigentes y base de la organización, las relaciones,
sobre todo desencuentros, entre el grupo y organizaciones sindicales
--especialmente la FOTIA--, o la preeminencia de la acción como
andamiaje organizativo, más que la comprensión común de la situación
y las tareas planteadas, son efectivas, ente problemas que se
presentaron, en otra dimensión, en las organizaciones que hegemonizaron
las luchas populares desde fines de los 1960s.
El trabajo de Salas es, en síntesis, un muy valioso aporte a
la comprensión de los procesos por los cuales se fue configurando
la explosiva situación que estalló especialmente desde fines
de los años 1960s. Una mirada desde una posición más crítica,
un énfasis en los problemas que se insinúan en la investigación
pero que cobrarán absoluta trascendencia años después, hubiera
permitido que su esfuerzo historiográfico se insertara en la
búsqueda de respuestas para renovados espíritus emancipadores
de nuevas generaciones de luchadores.
Eduardo Weisz
 Uturuncos.
Los orígenes de la guerrilla peronista (1959-1960)
Por Ernesto Salas
[Imágen: Símbolo
de Uturuncos, una "U" sobre una estrella de 8 puntas, la estrella
federal]
En la primavera
de 1959 un grupo de hombres de los comandos de la resistencia
peronista de la zona noroeste del país decidieron encarar la
primera experiencia de guerrilla rural de la Argentina contemporánea.
Durante ese año y el siguiente, varios grupos de militantes
intentaron instalarse y mantenerse en la zona boscosa de Tucumán,
en el departamento de Chicligasta, al sur de la provincia .
El nombre que eligieron para la guerrilla fue Ejército de Liberación
Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, aunque han sido
conocidos con el que popularmente han pasado a la historia:
Uturuncos.
Surgida en un punto alejado de las grandes ciudades que dirigían
la vida política del país, la guerrilla de los Uturuncos solo
pasó a formar parte de los antecedentes lejanos de las formaciones
armadas que se extendieron por todo el país a principios de
los setenta. Se sabe de ella, como de algunas otras similares,
poco y nada. Los estudiosos del fenómeno insurgente no repararon
en ella ni intentaron determinar si existía una relación con
la nueva guerrilla, o el grado en que ésta conocía los intentos
anteriores.

Grupo de uturuncos detenidos por Gendarmería
|
Fue justamente el
impacto de las nuevas guerrillas lo que opacó el conocimiento
del proceso de formación de ellas mismas . En efecto, a partir
de 1959, los Uturuncos y otras protoguerrillas tanto urbanas
como rurales iniciaron el camino y fueron consecuencia de un
intenso debate de la militancia peronista y marxista acerca
de la conveniencia u oportunidad de formar focos guerrilleros
en el campo o la ciudad; las posiciones éticas acerca de la
utilización de la violencia como camino de liberación fueron
también una parte importante de dicho debate.
Aquí lo que trato
de marcar es que muchos argentinos se sintieron lo suficientemente
convencidos de que la opción por la violencia era un camino
que les tocaba de cerca y que se creó un clima favorable a las
guerrillas que se instaló durante la década del sesenta, sobre
todo cuando se extendieron por América Latina con el apoyo y
el ejemplo de la Revolución Cubana. Aunque cada grupo insurgente
fue desarrollado en un contexto particular, la mayor parte de
ellos atravesó un período de militancia política que les permitió
a futuro sentar las bases del apoyo social al foco guerrillero.
Estos grupos comenzaron a ser activos desde fines de los cincuenta,
sin influencia directa de la Revolución cubana, y sus documentos
reflejan con claridad el proceso de discusión que desembocará
no solo en la instalación sino en la permanencia de fuertes
organizaciones político-militares a comienzos de los setenta.
Sin embargo no siempre
ha sido reflejado con claridad este proceso. Tan grande fue
el impacto de la formación del Ejercito Revolucionario del Pueblo
y de los Montoneros y tanta la insistencia de las sucesivas
dictaduras en la identidad foránea de las causas del crecimiento
de la insurgencia en Argentina, que el foco de atención quedó
fijado en el surgimiento de estos dos grupos y no en los diez
años de historia previa. Por otro lado, la necesidad de explicar
el pasado reciente, previo al exterminio practicado por la última
dictadura militar, ha traído tres interpretaciones centrales
y bastante conocidas. En primer lugar, la de los propios dictadores:
según ellos, fueron obligados por su rol social a combatir una
guerra que era planetaria contra el comunismo y sus intentos
expansionistas y que en Argentina se expresaba en las guerrillas
y sus apoyos políticos. En segundo lugar, la posición hegemónica
de la llamada teoría de los dos demonios, centralmente formulada
por el escritor Ernesto Sábato: guerrilleros con ideas foráneas
y militares en poder del Estado se enfrentaron frente a una
sociedad absorta ante la violencia, que añoraba el retorno a
la democracia y que no había participado en el enfrentamiento.
Por último, los que incorporan todas las experiencias guerrilleras
a las diversas formas de lucha social como respuesta a la situación
represiva y excluyente de los gobiernos, tanto civiles tutelados
por las Fuerzas Armadas, como a las dictaduras militares desde
1955. Esto ha traído como consecuencia algunas distorsiones
en el conocimiento que generalmente acepta hoy la opinión pública
sobre la guerrilla en Argentina.
 27/12/08 - Murió el Comandante Hacha
Fue uno de los fundadores de los rebeldes campesinos
UTURUNCOS, ya en la leyenda y en la tradición oral
del criollaje peronista tucumano en los Montes del
Cochuna.
Por Enrique Oliva (*)
Se llamaba Santiago Transelino Molina, tucumano,
deja una viuda, varios hijos y nietos criados a
su sombra y ejemplo patriótico, en pobreza llevada
con gran dignidad. Sin quejas. En la víspera de
la reciente Navidad le llamamos para saludarlo y
saber de su salud, como él lo hacía cuando podía
para comunicar alegría y optimismo a sus viejos
compañeros. Sin teléfono propio lo hacía desde la
casa de un vecino, al otro lado de la calle. Pero
no estaba en condiciones de trasladarse, aunque
su esposa lo notaba mejorando.
Se fue con una bala policial en un muslo recibida
en pleno monte hace casi medio siglo. La atención
primera fue tortuosa como su descenso para ser atendido
sin ninguna consideración ante la sangre perdida
y la extracción del proyectil se fue postergando.
Un tormento de por vida, pues en temporadas se desplazaba
en su interior el trozo de plomo provocándole fuertes
dolores y dificultando aun más su andar. El padecer
asimismo de diabetes nunca hizo posible la intervención
quirúrgica.
Los compañeros de Molina solían llamarlo también
"el mexicano" por usar un sombrero aludo. Hombre
de pocas y pensadas palabras tenía condiciones innatas
de caudillo, lo cual unido a sus demostraciones
de valor, manejaba el arte de conducir por convicción
a sus hombres. Él contribuyó con eficacia a desmitificar
al temido y sanguinario "fantasma del familiar",
haciéndoles comprender a sus paisanos que no eran
seres extraños sino simples matones empleados de
las patronales azucareras que de noche salían a
los oscuros senderos de los cañaverales para golpear
o matar a obreros protestones por las inhumanas
condiciones de trabajo. Entonces, en lugar de huirles
aterrados, empezaron a enfrentarlos. Y así, con
ese convencimiento de los campesinos, comenzaron
a disminuir los "desaparecidos".
Es probable que los medios globalizados ignoren
la muerte del Comandante Hacha, por no tenerlo en
sus archivos.
Padeció Molina un ilegal juicio militar en Tucumán
y más de tres años por las más rigurosas cárceles
de la Patagonia y del Noreste del país (del frío
al calor sofocante), siempre lejos del contacto
con sus humildes familiares, en condiciones de preso
común.
Un gaucho pobre, un peronista de permanente militancia,
gestionando siempre mejores condiciones de vida
para los campesinos tucumanos y de todo el país,
mantuvo un real predicamento en las barriadas populares
donde vivió, sin reclamar nada para si por sus grandes
merecimientos y sacrificios.
Seguramente en su tumba no faltará nunca una florcita
silvestre o vela que lo recuerde y una guitarra
criolla que trasmita la tradición oral de sus corajudas
y generosas patriadas. Fue un auténtico argentino
identificado desde su juventud hasta la vejez con
las inquietudes sociales de los pueblos humildes.
(*) CEES (Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos).
Fuente: Rebanadas de Realidad |
Dejo de lado la
primera interpretación, que tiene origen en el enfrentamiento
de la Guerra Fría y el decidido alineamiento de las Fuerzas
Armadas Argentinas con el objetivo represivo norteamericano
de control interior mediante la Doctrina de Seguridad Nacional.
Decididamente, la sociedad argentina no existe en este planteo
o apoya uniformemente aquello que los militares ejecutan sin
consultarla.
La de Sábato ha
sido probablemente la versión con mayor éxito y difusión de
las tres, pues fue funcional al proceso de reconstrucción democrática
después de 1983 . El prestigio del propio escritor se reforzó
cuando dirigió el equipo de investigación de la CONADEP (Comisión
Nacional por la Desaparición de Personas), creada por el presidente
Raúl Alfonsín y cuya investigación sirvió para la condena de
las Juntas Militares en el llamado Juicio a las Juntas. Sin
embargo, contiene un profundo vaciamiento de la verdad histórica.
El punto central se encuentra en el origen de la violencia y
la contraviolencia en Argentina. La imagen de Sábato de una
sociedad civil que asiste impávida al desarrollo de la violencia
es tan ajena a la realidad argentina de las décadas del 50 al
70 que no requiere comprobación; la creciente actividad represiva
y el deterioro profundo de los derechos humanos durante las
mismas, tampoco. La Resistencia Peronista, desde 1955 y 1960,
la llamada época de los caños y las luchas sindicales, el ingreso
masivo de la juventud a las luchas políticas y sociales de la
etapa, las decenas de muertos en las movilizaciones callejeras
o por tortura en las prisiones, los miles de detenidos por cuestiones
políticas en todo el país, las puebladas insurreccionales de
fines de los sesenta y las movilizaciones de principios de los
setenta por el retorno de Perón, no abonan la idea de una sociedad
ajena a los acontecimientos y absorta frente al enfrentamiento.
En otras partes de su relato, Sábato explicita aún más los sujetos
que fueron objeto del terror de la dictadura: jóvenes que ayudaban
en las villas, curas comprometidos con la cuestión social, etc.,
pero ellos son sacados por el autor de todo contexto político
al convertirlos en poco menos que voluntarios desinteresados
y sin filiación política ni objetivo más vasto que la caridad
y un básico humanismo . Esto tampoco es cierto, nos parezca
bien o mal su acción. La militancia social y política lo hizo
encuadrada conciente y crecientemente en organizaciones políticas
y político-militares. Su trabajo formaba parte de una lucha
más vasta y en ella se encontraron en la situación más difícil
cuando la represión decidió eliminar las agrupaciones de apoyo
a la guerrilla o cuando los grupos parapoliciales salieron a
asesinarlos. En un sentido general, esta postura elimina la
necesidad de profundizar el conocimiento del conflicto social
y político en el que estuvo envuelto el conjunto de la sociedad
argentina por acción o por omisión y, en particular, anula las
causas vernáculas del desarrollo de la violencia al coincidir
con los militares en el origen foráneo de la misma.
En las antípodas de la teoría de los dos demonios se ubica la
hipótesis de que las guerrillas formaban un todo con las múltiples,
y por momentos dispersas, acciones defensivas de los sectores
populares frente a un régimen totalitario y violento, cuya exclusión
política y accionar represivo fueron en aumento en todo el período.
La violencia política, cuyo origen se sitúa en el bombardeo
a la Plaza de Mayo por pilotos de la Marina en 1955 y los fusilamientos
de junio de 1956, provocó en los quince años posteriores el
desencadenamiento de una cuasi guerra civil en la que la guerrilla
cobró creciente legitimidad vinculada a las luchas sociales.
Esto, que pareció realmente así por lo menos hasta los últimos
años de la dictadura de la llamada Revolución Argentina, sin
embargo, contiene el defecto de no analizar para todo el período
la relación entre guerrilla y movimiento popular y de colocar
en todo momento el accionar guerrillero en un todo de acuerdo
con el crecimiento del enfrentamiento social y político, que
no fue unívoco sino confuso y por momentos contradictorio. Esto
no quiere significar que los guerrilleros no tuvieran sobrados
motivos para convertirse en tales en las circunstancias posteriores
a 1955, ni tampoco que muchos de ellos no surgieran del desarrollo
del enfrentamiento. Solo que atribuir una excesiva unidad de
objetivos y procedimientos en todo momento a sindicatos, vecinos
y guerrilleros también ha llevado a la confusión en el análisis.
Por otro lado, el intento de ver a las guerrillas meramente
como agentes internacionales de gobiernos extranjeros que las
apoyan y las digitan y sin raíces en el conflicto nacional,
conduce a la teoría del terrorismo irracional e internacional,
presentada en congresos sobre el terrorismo organizados por
los Estados Unidos en la década del setenta y cuyo único objetivo
no es comprender las causas de su desarrollo en determinados
momentos históricos en situaciones nacionales dadas sino a justificar
la intervención internacional para mejorar los regímenes represivos
. El porqué muchos hombres y mujeres decidieron incorporar sus
vidas a la lucha armada en la Argentina es mucho más complejo.
Este trabajo intenta profundizar el conocimiento sobre el primer
grupo de guerrilla contemporánea, conocer sus vinculaciones
con el movimiento popular de la zona de origen, tanto como su
relación con el peronismo surgido después del golpe militar
de 1955, sus concepciones ideológicas y las causas de su rápido
fracaso en lograr un levantamiento generalizado del noroeste
argentino. Tal vez, ello devuelva un poco de claridad al desarrollo
de las distintas experiencias similares posteriores.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Tucumán y la resistencia peronista
"La vida por Perón. Comando 17 de Octubre"
(Pintada en las paredes de San Miguel de Tucumán, 1956)
En 1956 la situación del peronismo en la provincia de Tucumán
era similar a la del movimiento en todo el país. El gobierno
de la Revolución Libertadora, decidido a borrar hasta el recuerdo
de su paso por la política nacional, ordenó que todos los sindicatos
fueran intervenidos y el partido proscripto. La Federación Obrera
Tucumana de la Industria del Azúcar (F.O.T.I.A.), el sindicato
más importante de la provincia, fue descabezada. El interventor,
coronel Antonio Spagenberg, procedió a nombrar en cada uno de
los ingenios a delegados que no hubieran adherido al peronismo.
En abril de 1956, el interventor de Tucumán denunció la existencia
de un plan insurrecional peronista en la provincia. El Ejército
fue movilizado y se instalaron puestos de control en San Miguel
de Tucumán, mientras se realizaban allanamientos y se detenía
decenas de personas en la ciudad capital, en Monteros, Tafí
Viejo y Concepción. El gobierno implicó en el levantamiento
a militares retirados en combinación con dirigentes sindicales:
Respondía además a las orientaciones que en forma reiterada
hizo a sus partidarios el presidente depuesto en el sentido
de que en un momento oportuno y cuando las circunstancias así
lo exigieran todas las fuerzas del Partido Peronista debían
pasar de la acción política pacífica a la acción subversiva...
El número oficial de detenidos fue de 140. El edificio de la
FOTIA fue allanado y muchos dirigentes fueron presos. El 4 de
mayo, los obreros de los ingenios Aguilares y Santa Lucía, en
solidaridad con los compañeros detenidos (en particular, el
ex secretario general del sindicato del ingenio, Rodolfo Zelarayan),
fueron al paro. La intervención provincial ordenó el envió de
la Guardia de Infantería a ambos establecimientos. La Cámara
Azucarera sostuvo que: ...considera oportuno recordar a los
trabajadores de la provincia lo que oportunamente expresara
el Ministerio de Trabajo y Previsión de que todo paro o acto
de cualquier índole que interrumpa o altere el ritmo normal
de producción será juzgado y reprimido como grave sabotaje a
la Revolución Libertadora. Los obreros de los ingenios volvieron
al trabajo cuando fueron liberados sus compañeros,. El 8 de
mayo comenzó un paro de brazos caídos en el ingenio Concepción:
900 obreros abandonaron el trabajo en protesta por la detención
de Bernardo Villalba y otros dirigentes gremiales. Villalba
había sido delegado del ingenio y dirigente de la Federación.
Aunque el paro fue declarado ilegal, al día siguiente sólo ingresaron
180 trabajadores que en el transcurso del día abandonaron las
tareas.
La situación de los detenidos empeoró en el mes de junio con
la intentona del general J.J. Valle. Benito Romano, ex delegado
del ingenio Esperanza, al quién el ejército suponía ligado al
golpe, se fugó a Bolivia. Su hermano Antonio fue detenido y
llevado al subsuelo de la casa de gobierno. Allí se encontró
con otros dirigentes peronistas. Lo golpearon duramente y lo
liberaron luego de dos días y dos noches. Mientras le pegaban
le preguntaban por Benito y su vinculación con el general Valle.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 El comado 17 de octubre
A partir de 1956 los llamados comandos peronistas de la resistencia
se organizaron espontáneamente en todo el país. El conocimiento
que de ellos tenemos, aunque importante, es aún escaso y fragmentario.
Todavía falta investigación sobre muchos comandos provinciales,
dado que han sido analizados algunos grupos con actuación en
las grandes ciudades, particularmente Buenos Aires, pero se
desconocen sus pares de otras partes del país. El comando más
importante, gestado por John William Cooke en 1955 desde su
rol de interventor del peronismo en la Capital, fue el Comando
Nacional Peronista. Este ejerció su influencia sobre muchos
militantes, entre ellos los que se organizaban en la provincia
de Tucumán.
A fines de 1955, Félix Serravalle, vecino de La Banda y militante
peronista se reunía con otros compañeros de Santiago del Estero,
angustiados por el reciente golpe militar. Conmovidos, se juntaban
con la vaga sensación de que debían hacer algo. Serravalle provenía
de una familia peronista. Su padre había sido anarquista y militante
gremial ferroviario; como muchos otros, en 1943 se hizo peronista.
Félix, quien había sido docente en el Chaco y luego dibujante
de la Dirección Nacional de Vialidad, tenía 31 años. En 1956,
de paso por San Miguel de Tucumán se enteró de la existencia
de una agrupación organizada bajo el mando de Manuel Enrique
Mena, el Gallego, con el nombre de Comando 17 de octubre y decidió
conectarse con ella. Por intermedio de Florio Buldurini, ex
diputado provincial, quién lo sondeó en una confitería del centro,
conoció a la conducción del comando formada por Manuel Enrique
Mena, Toscanito Pena (dirigente de mercantiles), el señor Vazquez
Guzmán y el propio Buldurini.
Manuel Mena era un dirigente político barrial activo, contaba
con múltiples casas seguras donde se hacían reuniones políticas
en las que él mismo les explicaba a los muchachos jóvenes la
necesidad de la lucha por el retorno de Perón. En su juventud
había sido militante comunista, hasta que las luchas obreras
de la década del cuarenta decidieron su apoyo al peronismo.
Manuel Mena y su grupo no solamente desarrollaron una activa
militancia barrial sino que establecieron rápidamente un nexo
con el Comando Nacional Peronista de la Capital. Desde Buenos
Aires, el comando formado por Cooke, Cesar Marcos y Raúl Lagomarsino,
les enviaba información que recibían por medio de impresos que
llegaban a Tucumán trasladados por compañeros ferroviarios que
trabajaban en el salón comedor del tren expreso que unía ambas
capitales. El 17 de octubre funcionaba de la misma manera que
sus pares de todo el país: eran militantes peronistas que resistían
escuchando la palabra de Perón en viejos discos de pasta, pintaban
los muros con consignas a favor del retorno de Perón y en contra
de la dictadura de la Revolución Libertadora o hacían estallar
algunos caños de fabricación casera.
Pero su principal
trabajo era político. Mena había establecido una sólida red
de contactos y trabajo político en los barrios circundantes
a la ciudad de Tucumán y, ahora, a partir del acercamiento de
Serravalle extendía su acción a la vecina provincia de Santiago
del Estero, particularmente la ciudad de La Banda. También estaban
conectados con compañeros peronistas de Salta, Jujuy y Catamarca.
Un par de años después la dirección del grupo había cambiado
y estaba constituida por el propio Mena y por Genaro Carabajal,
cuñado de aquel y empleado de la Universidad de Tucumán (Mena
estaba casado con su hermana, Olga Carabajal) y más tarde, desde
1958, por Abraham Guillén, republicano español que había participado
en la Guerra Civil Española y que aportó sus conocimientos militares
para la empresa guerrillera.
En el plano de los contactos, formaban parte del comando algunos
políticos peronistas de la zona, diputados provinciales y dirigentes
de segunda línea que habían sido inhabilitados por el golpe
militar. Pero fue su accionar político en los barrios el que
le permitió establecer una red de casas seguras para desarrollar
la resistencia. Los militantes las llamaban las casas de las
tías porque eran viviendas de viejas militantes peronistas que
se jugaron en momentos difíciles. Juan Carlos Díaz recuerda
en particular a Mary Agüero, quién tenía más de 50 años y siempre
se jugó mucho. Salía a pintar paredes aún en los peores momentos.
Una vez en que nos habían fallado los contactos viajó ella misma
a Bolivia para restablecer el tráfico de explosivos. Mary había
sido ignorada por todos, su único premio había sido una pensión
del gobierno peronista. Siempre repetía: Si Perón me dio todo
lo que tengo, yo voy a dar la vida por Perón. El tráfico de
explosivos desde Bolivia había sido organizado por Mena de acuerdo
con John William Cooke, quién trataba de establecer una red
entre los comandos dentro del país y los comandos de exiliados
en los países vecinos. La gelinita era conseguida en las minas
bolivianas y llegaba hasta la frontera. En Jujuy la ponían debajo
de los vagones y en Tucumán era retirada para ser distribuida
por el país. En la correspondencia que Perón y Cooke intercambiaron
en esos años, el gallego Mena figura como el nexo entre los
comandos de Bolivia y los comandos del noroeste argentino.
Entre los años 1955 y 1958 el Comando 17 de Octubre siguió desarrollando
apoyos entre empleados de sectores medios y en los barrios humildes
de San Miguel de Tucumán: ...cada barrio tenía su célula: en
Villa 9 de Julio, en la calle Blas Parera 174, la tía Segunda
y el tío Federico...en la Banda del Río Salí, en todos lugares
teníamos refugio, en la calle Las Piedras estaba la tía Yarará,
una vieja viuda y su hija que nos daba refugio a nosotros, gente
a dejarse matar por Perón; en la Martín Berro, allá al lado
de los mataderos[...] vale decir, el peronismo estaba en todos
los niveles, la resistencia estaba en todos los niveles; la
gente de la C.G.T. de Tucumán, con Benito Romano que estaba
en la F.O.T.I.A.. En esos barrios humildes fue reclutado Juan
Carlos Díaz, el comandante Uturunco. Díaz tenía 18 años en 1956
y un pasado de penurias. Su padre había sido foguista del ferrocarril
Mitre y él y sus hermanos trabajaban duramente la tierra. De
chico conoció el monte, recorriéndolo para vender los excedentes
de su magra cosecha. En la casa de los Díaz, en la ciudad de
Lamadrid, funcionaba una Unidad Básica peronista que atendía
su madre, Dominga Heredia, en el tiempo que le dejaban las labores
domésticas. A los dieciséis años, Juan Carlos migró a la ciudad
de Tucumán, ingresó como aspirante en el ferrocarril y luego
obtuvo empleo como obrero metalúrgico. Fue en las fábricas,
en ese período de fuertes luchas gremiales, que conoció las
primeras armas del sindicalismo, hasta que quedó desocupado
y se integró con ahínco en los comandos de la resistencia. Su
relación con Mena lo impactó; el gallego le explicaba que el
sistema de represión y explotación se hacía cada vez más duro.
Querían [el comando 17 de octubre] instaurar un gobierno que
representara a la clase trabajadora, a los intereses populares.
Yo hasta ese momento no entendía nada porque no tenía ningún
tipo de formación. Pero vi bien claro que el peronismo era el
motor del proceso revolucionario en el país

Ilustración Revista
Mayoría, enero de 1960
|
Fue en esos días
que la práctica del sabotaje se extendió por todo el país. Se
realizaron miles de pequeñas acciones, en algunos casos atentados
con explosivos, pero en general acciones inofensivas de alto
contenido emocional. Cuando los militares decidieron la exhibición
compulsiva de la única película que había filmado Eva Perón,
La cabalgata del circo, que intentaba despojarla del aura mítica
que el pueblo le depositaba para mostrarla en su papel de actriz
de segunda en un melodrama mediocre, los comandos tucumanos
entraron en acción. En un operativo se robaron la copia de la
cinta que se iba a emitir en la ciudad y se la enviaron de regalo
a Perón en Panamá. El hecho, inofensivo políticamente, los estimuló
a cosas mayores. Porque fue en 1958 que sus acciones se tornaron
particularmente activas. Como la mayoría de los grupos clandestinos,
el 17 de Octubre apoyó el voto en blanco en las elecciones de
1957 para formar la Asamblea Constituyente y se opuso a apoyar
la candidatura de Arturo Frondizi en las elecciones presidenciales
de 1958, pese a la orden en contrario de Perón. En pocos meses,
los integrantes del comando en Tucumán y Santiago del Estero
realizaron algunas acciones locales resonantes. Félix Serravalle,
su compadre Carlos Gerez y Aguilera, distribuidor de diarios,
asaltaron la estación del Año Geofísico Internacional y se robaron
el aparato receptor de cinco bandas; lo reformaron y fabricaron
una emisora en onda larga que llamaron Patria Libre. Con el
aparato interferían las radios de la zona para enviar por sus
señales los mensajes de Perón. En otra ocasión, mediante un
mecanismo simple de retardo, incendiaron una avioneta francesa
en apoyo a la Revolución Argelina de la que eran admiradores
. Pero la mayor parte de sus acciones buscaba obtener el apoyo
activo de la población: enterados por los ferroviarios que venía
a Santiago un tren cargado de azúcar, los comandos al mando
de Serravalle lo descarrilaron sacando los tornillos de las
vías en la cuesta de Chaupipozo. Al pasar la máquina, los rieles
se abrieron y la formación se amontonó; el azúcar gratis corrió
a raudales en la zona por un tiempo. Aquellos fueron días para
los futuros uturuncos de vivir a salto de mata, en la clandestinidad,
con la policía en los talones. Pero la red daba resultado. Ante
cualquier problema acudían a las casas de las tías o recurrían
a algunos viejos dirigentes de alguna de las líneas en que se
dividía el peronismo o incluso podían pedir ayuda a algunos
ex militares peronistas o a los sindicatos que los apoyaban.
Arturo Frondizi llegó a la presidencia de la nación en mayo
de 1958. Su inesperado triunfo (había salido tercero en las
elecciones de 1957) lo obtuvo gracias al apoyo que recibió desde
el exilio de Juan Perón dado que, al estar el peronismo proscripto,
ordenó a sus partidarios votar por Frondizi en contra de la
fórmula que llevaba al radical Ricardo Balbín, que muchos significaban
como la continuación del gobierno militar.
Frondizi ganó por amplia mayoría pero era conciente de que su
efímero capital político se le diluiría de las manos en poco
tiempo. Por ello desarrolló rápidamente una política dual: dio
los pasos para la instalación de una política económica desarrollista
y, al mismo tiempo, respetó algunas de las cláusulas del pacto
firmado con Perón, en particular la sanción de un ordenamiento
legal para los sindicatos, favorable a los líderes peronistas.
Sin embargo, la implantación de una política económica desfavorable
para los trabajadores y agresiva contra el clima nacionalista
que imperaba en el país, colocó a los peronistas, particularmente
a los gremios, en una disyuntiva. Por un lado, consideraban
que el gobierno desarrollista dependía de que las Fuerzas Armadas
no se vieran tentadas a una nueva intentona militar, con lo
que la legalidad obtenida dependía del máximo sostén que Frondizi
obtuviera. Por el otro, las agresivas políticas del desarrollismo
deterioraron velozmente los ingresos de los asalariados y avanzaron
sobre los convenios laborales imponiendo nuevas cláusulas de
productividad, con lo que la rebelión de las bases no tardó
en instalarse y poner en duda los liderazgos obtenidos en los
años de la Revolución Libertadora. Si por unos meses, y pese
a las críticas, lograron contener las huelgas desatadas entre
los petroleros y los ferroviarios, a fin de año el anuncio de
un duro plan de estabilidad monetarista acordado con el Fondo
Monetario Internacional colocó a una gran parte de los sindicatos
a la ofensiva. Durante todo el año de 1959 se libraron las batallas
gremiales más extensas (en número de participantes y extensión
de las mismas) e intensas de la época. Los comandos de la resistencia,
que se habían opuesto activamente al apoyo a Frondizi y que
se encontraban debilitados por la nueva centralidad que habían
obtenido los sindicatos gracias a la política de cooptación
y la semilegalidad otorgada por el nuevo gobierno, apoyaron
con atentados y sabotajes las luchas gremiales. Las 62 Organizaciones,
organismo que concentraba a los sindicatos peronistas fue descabezada
por dirigente combativos de los gremios chicos y, por unos meses,
pareció que la llamada línea dura tomaba el control de la central
y de la lucha. En junio de 1959, Perón denunció, haciéndolo
público, el pacto firmado por Frondizi. Metalúrgicos, bancarios,
obreros de la carne, textiles, empleados de comercio, obreros
de Luz y Fuerza y muchos otros gremios sostuvieron largas huelgas
defensivas del salario y de las condiciones de trabajo. En el
interior del país sobresalió el paro de la Federación Obrera
Tucumana de la Industria del Azúcar (F.O.T.I.A.), realizada
en Tucumán en los meses de julio y agosto. La futura primer
guerrilla peronista también se fortaleció gracias a los sucesos
acontecidos durante la huelga.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 La huelga
azucarera de 1959: del 23 de Julio al 12 de Agosto
El 30 de abril de 1959, luego de un largo período de intervención,
se realizaron las elecciones en la FOTIA, en cumplimiento de
lo dispuesto por la Ley de Asociaciones Profesionales sancionada
el año anterior. Se presentaron tres listas. La lista Azul representaba
a la intervención saliente y su cara visible era Balbino Martínez,
candidato por el ingenio Santa Ana. A pesar de su declaración
de prescindencia política, estaba ligado al partido Bandera
Blanca, cuyo presidente era Isaías Nougués, perteneciente a
la más rancia oligarquía tucumana. La Lista Verde llevaba como
candidato a Rodolfo Palacios, antiguo dirigente de la FOTIA,
delegado por el ingenio Los Ralos y se proponía como lista independiente
(con adhesión al Partido Socialista y a los 32 gremios democráticos)
con posiciones conciliadoras. Por último, la lista Blanca llevaba
como candidato a Benito Romano. Romano se había iniciado en
el sindicalismo en 1945 a los 17 años de edad, era delegado
por el ingenio Esperanza y había ocupado diversos cargos en
la FOTIA hasta llegar a protesorero en 1955, cargo que ocupó
sólo cinco meses debido al golpe militar. La lista Blanca era
la única que presentaba candidatos en todos los ingenios y fincas.
Juan Farías, carpintero del ingenio La Florida y Simón Campos,
activos militantes de la huelga de 1949 por la que fueron separados
de la Federación, volvieron a ganar en sus establecimientos.
Romano volvía de su exilio boliviano y Bernardo Villalba, que
había sido detenido en 1956 debido al golpe de Valle, regresó
triunfalmente al gremio. Se impusieron por amplia mayoría: 43.302
votos contra 5.172 de la lista Azul. En el plenario, 72 delegados
de 55 filiales adheridas eligieron a Benito Romano como nuevo
secretario general. Bernardo Villalba fue elegido Tesorero.

Solicitada en la revista Militancia Peronista por
la Liberación Nº 10, 16/07/73, publicación que dirigía
Rodolfo Ortega Peña
|
La nueva conducción
debió actuar con rapidez dado que de inmediato comenzó a reunirse
en Buenos Aires la paritaria azucarera. Para fortalecer su posición
en la paritaria los obreros tucumanos se nuclearon en el FUNTA
(Frente Único Nacional de Trabajadores azucareros), que nucleaba
a los obreros de Tucumán, Salta, Jujuy, Chaco y Santa Fe. Los
dueños de los ingenios ofrecieron un 20% de aumento contra el
90% que reclamaban los trabajadores. A mediados de junio comenzó
la zafra, la oportunidad esperada por los obreros para hacer
valer sus demandas con la amenaza de la huelga. Siempre había
sido así, las huelgas se producían en el momento del corte de
las cañas. El tiempo que se pierde en cortar la caña o la tardanza,
una vez cortadas, en molerla, hace perder una parte de la sustancia
base del azúcar, la sacarosa. Para los obreros, era el momento
en que los patrones estaban más dispuestos a ablandar sus bolsillos.
Luego de 90 días de pacientes gestiones ante las autoridades
nacionales, los dirigentes de la FOTIA volvieron a Tucumán y
llamaron a un plenario general para decidir las medidas de fuerza.
El plenario tomó la decisión de organizar y realizar un paro
por tiempo indeterminado a realizarse desde la hora 0 del jueves
23 de julio. Uno de los delegados, del ingenio Amalia, fue drástico:
...estamos dispuestos a la lucha y no queremos morir de hambre
ni de rodillas. Mociono para que de inmediato se discuta el
paro a declarar.... La medida de fuerza fue acatada masivamente
en toda la provincia.
Cuando la huelga promediaba los industriales comenzaron a quejarse
por los perjuicios ocasionados por el paro. José M. Paz, presidente
de la CAR (Cámara Azucarera Regional), declaró: ...esta huelga
afecta seriamente la economía, en particular la de Tucumán que
pierde por día 70 toneladas del producto, en los campos faltan
unos 80.000 trabajadores y en las fabricas unos 25.000. Hay
un enorme tonelaje de caña en los canchones, los cargadores
y los cercos, ya cortadas, a la que no hubo tiempo de elaborar.
Las pérdidas de jugo son considerables, en especial en Bella
Vista donde el personal abandonó las tareas dejando azúcar difícilmente
recuperable en fermentación y en las templas.
El paro tenía un amplio apoyo. Pese a ello, al reunirse nuevamente
la paritaria, los obreros bajaron sus pretensiones al 70% de
aumento, pero su propuesta fue rechazada por los empresarios.
El 1º de agosto, la CGT Regional decidió un paro general de
apoyo al conflicto de la FOTIA para el 6 de agosto. La huelga
provincial dispuesta por la CGT local fue acompañada por diversas
movilizaciones durante los días previos. Los obreros del ingenio
Concepción y los de el ingenio Libertad (ex Esperanza) realizaron
concentraciones en sus establecimientos; también hubo actos
en la zona sur de la ciudad. Los obreros llegaban en caravanas
de camiones y carros metálicos, exhibían banderas argentinas,
carteles con leyendas alusivas al paro... . Al mediodía, una
manifestación llegó hasta la plaza Independencia, en el centro
de la ciudad, vivando a Perón y arrojando naranjas contra el
Banco Provincia, el Banco Hipotecario y la Casa de Gobierno.
El 7 de agosto el gobierno provincial ordenó la vigilancia policial
en los accesos de la ciudad, pero de todas maneras los obreros
sortearon los piquetes cruzando los ríos o por caminos secundarios.
A la tarde una importante concentración manifestaba frente al
local de la FOTIA, que estaba rodeada por escuadrones de la
policía montada, mientras otros efectivos militares custodiaban
diversos lugares de la ciudad.
A las 17 horas, la policía cargó contra los trabajadores. Los
obreros la obligaron a replegarse con cascotes y baldosas. Las
fuerzas de represión intentaron una nueva carga a los sablazos
mientras el lugar se llenaba de gases lacrimógenos:
A las 18 horas la confusión era total por los gases que penetraban
en el local obrero, numerosos trabajadores instaban a los refugiados
a hacer frente a la policía y pretendían avanzar sobre ella
portando una bandera argentina. Los policías repelían el avance
arrojando gases. Cuatro de ellos, de la montada, avanzaron desde
General Paz y Las Heras y una intensa pedrea trató de detenerlos.
Pero estos utilizaron sus armas, una pistola y tres carabinas,
abriendo fuego indiscriminado contra los obreros y el edificio.
Desde el tercer piso se anunció que un trabajador había sido
alcanzado por un disparo muriendo instantáneamente. Otros dos
resultaron heridos, siendo trasladados a la clínica de la Federación.
La confusión reinaba en todo el lugar. El obrero asesinado era
Manuel de Reyes Olea, tractorista del ingenio San Pablo. En
el interior de la provincia se sucedían también graves incidentes.
En el ingenio Leales, el propietario de una de las fincas decidió
actuar por mano propia resistiendo una manifestación. Un obrero
de Finca de Parra resultó herido. Como consecuencia de la grave
represión, la CGT regional decidió el paro por tiempo indeterminado
y declaró día de duelo al sábado 8 de agosto. La provincia se
encontraba sumida en el caos y era posible una intervención.
El presidente Arturo Frondizi ordenó la movilización de tropas
y varios jefes militares viajaron a Tucumán. Para cubrirse,
el gobernador Gelsi atribuyó los hechos a un vasto plan subversivo.
En los días siguientes la FOTIA quedó en soledad al romperse
el frente único con los gremios azucareros de las demás provincias
(FUNTA). Estos aceptaron la propuesta patronal mientras que
la FOTIA la rechazó y los acusó de testaferros de Arrieta, Blaquier
y Patron Costas . Las 62 organizaciones y la CGT declararon
entonces un paro nacional el 11 de agosto en apoyo de las demandas
de la FOTIA, el que se cumplió con alto acatamiento de los gremios
adheridos a las 62 Organizaciones. El ministro Alvaro Alsogaray
anunció el cese de la personería gremial del sindicato, argumentando
que las medidas de fuerza de la Federación tenían un carácter
extragremial. Pero la intervención no eliminaba el conflicto
y, pese a la medida ministerial, los empresarios siguieron negociando
con las autoridades del gremio y ofrecieron una mejora en la
oferta por los salarios de los días de huelga. Finalmente, el
13 de agosto, se firmó el acuerdo que daba por levantado el
paro, con el triunfo de los huelguistas. Habían obtenido un
70% de aumento, 600$ de pago por los días de huelga, el abono
de los salarios familiares y el aporte de fondos para asistencia
medica de los obreros del surco; los ingenios también reconocerían
el pago por enfermedad inculpable. La huelga le había costado
la vida a dos obreros, Manuel de Reyes Olea y Eusebio Ruiz,
quién había sido herido en los incidentes y falleció a principios
de setiembre.
A diferencia de otros largos conflictos desarrollados en el
año de 1959 y que fueron derrotados, la FOTIA resultó ganadora
del suyo y se fortaleció como la organización madre del noroeste
argentino. Apenas dos meses después, un grupo de ocho personas
del Comando 17 de Octubre subió a la selva para organizar la
primera guerrilla rural de la Argentina.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 La guerrilla de los
Uturuncos: primeros pasos
Fue en el año de 1959 cuando el Comando 17 de Octubre enfrentó
un debate decisivo. Bajo la influencia de Abraham Guillén, a
quién apodaban el maestro discutieron acerca de la eficacia
de los métodos llevados adelante por la resistencia hasta el
momento. Según Genaro Carabajal el debate giró acerca del fin
de la estrategia insurrecional que habían llevado hasta el momento.
Ocurrido el descabezamiento de Cooke y habiéndose producido
la huelga general de enero, la que había sido teorizada como
el momento para el estallido insurreccional, dichos métodos
habían demostrado su fracaso. Menos convencidos aún de que la
vía de la semilegalidad abierta con la elección de Frondizi
obtuviera algún resultado, dado que habían sentido en carne
propia la creciente represión que había costado la vida de dos
obreros en ese año, decidieron el camino de la lucha armada.
El debate provocó la escisión de una parte del grupo quiénes
en adelante se identificaron con el nombre de Comando Insurreccional
Perón o muerte (CIPOM), mientras el resto optaría por el nombre
de Movimiento de Liberación Nacional (MLN), Ejército de Liberación
Nacional (ELN). En octubre el primer grupo subió al monte.
Era de madrugada y la lluvia caía torrencialmente. En Puesto
de Zárate, en la base del cerro Cochuna, casi en el límite con
Catamarca, ocho hombres cargados con pesadas mochilas iniciaron
el ascenso e inauguraron la guerrilla en Argentina. Al mando
del grupo estaban Juan Carlos Diaz, el uturunco, Franco Lupi,
el Tano y Angel Reinaldo Castro, con el grado de comandantes.
Los integrantes de la tropa eran : Juan Silva, alias Polo; Diógenes
Romano, alias Búfalo; Miranda, alias Rulo; Villafañe, alias
Azúcar y Santiago Molina, alias el Mejicano, todos tucumanos.
Unos días después subieron León Ibañez y Pedro Anselmo Gorrita
González. Tenían escasa experiencia militar pero todos, en algún
momento, habían participado en sabotajes y acciones menores.
La zona en la que se internaban no era casual y había por lo
menos dos motivos para que la guerrilla la eligiera, uno geográfico
y otro político: en el lugar, la selva era tan tupida que a
duras penas se podía distinguir a un compañero a dos metros
de distancia y además, desde allí hasta el ingenio Concepción
era todo terreno azucarero. El propósito inicial era modesto,
amoldarse al terreno, acostumbrarse a dominar la vegetación
y el clima, conocer los caminos secundarios. Las operaciones,
les había dicho Guillén, vendrían después, cuando lo dispusiera
el Estado Mayor. El armamento era también escaso, una ametralladora
PAM, una pistola 45 y un revolver 38 para ocho personas.
Los primeros tiempos los ocuparon en construir refugios y depósitos
para los víveres, y a caminar. Para Díaz: Sabíamos que si llegábamos
a dominar la sierra, ya no tendríamos que temer aunque se internara
un ejército a buscarnos . A los pocos días de estar en el monte,
contradiciendo las órdenes, decidieron encarar algunas operaciones
pequeñas. A fin de mes asaltaron con éxito los destacamentos
policiales de Las Banderitas y Alto Verde. Con audacia bajaron
hasta la ciudad de Tucumán y asaltaron el puesto policial del
Ferrocarril Mitre, del que intentaron robar algunas armas y
proyectiles. En la misma noche en que asaltaron el puesto del
ferrocarril, se trasladaron a la ciudad de Concepción para tomar
el cuartel de bomberos. El operativo comenzó con el incendio
de una gomería para atraer la atención. Pero por indecisiones
en el desarrollo del operativo lo abandonaron. Para algunos
de los integrantes de la guerrilla esta serie de ataques fueron
prematuros. Lo cierto es que inmediatamente atrajeron sobre
sí a la policía de la provincia que empezó a tender un cerco
en la zona. Progresivamente, el grupo perdió el contacto con
el Estado Mayor, por lo que se hizo cada vez mas difícil conseguir
alimentos e información. Hasta el mes de noviembre en que fueron
descubiertos se alimentaron de frutos silvestres, algún pájaro
ocasional o bajaban a las fincas linderas a la sierra para conseguir
legumbres. De todas maneras cuidaron de no abandonar el trabajo
político tratando de hacer entender a la gente el porqué de
nuestro accionar, los ideales que teníamos. El apoyo que conseguían
era de tipo espiritual, porque en esa zona son todos muy pobres
y no tienen nada que dar . El cerco se cerraba. Y por divergencias,
Lupi y Díaz comenzaron a desautorizar a Castro. Mientras tanto,
Juan Polo Silva, Lupi y Castro se separaron del grupo con el
objetivo de buscar un nuevo campamento, más arriba. Pero cuando
volvían se perdieron debido a la neblina y a la cerrazón de
la selva. En ese momento uno de los puestos de guardia dio la
alarma de que se acercaba una patrulla policial. Díaz consideró
que no era posible hacerles frente y con los que quedaban agarraron
las cosas necesarias, las armas y los documentos y trataron
de eludir el cerco. Mientras tanto, Lupi. Silva y Castro regresaron
al campamento. No sospecharon, pese a que no vieron a sus compañeros
montando la guardia, y cayeron en la trampa policial.
El balance distaba de ser bueno, el campamento había sido descubierto,
tres guerrilleros se encontraban presos y los restantes habían
logrado bajar para restablecer el contacto que se había quebrado.
Pero la policía ya sabía de la existencia de un grupo guerrillero
en la zona del Cochuna, un mes y medio antes de la operación
que los llevaría a ser conocidos por la opinión pública nacional:
el asalto de la comisaría de Frías.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Un nuevo intento:
el asalto a la comisaría de Frías
El Estado Mayor de la guerrilla se reunió en Noviembre. Lejos
de considerar que la dispersión del primer grupo constituía
un fracaso, decidieron encarar una operación mayor que les diera
prestigio entre los campesinos y para ver si los dirigentes
peronistas que vivían en Uruguay se decidían a prestar su apoyo
. En apoyo a Juan Carlos Díaz, Angel Castro fue relevado de
toda responsabilidad, mientras el Uturunco y Felipe Genaro Carabajal,
comandante Alhaja, Pila o Joya, miembro del Estado Mayor y cuñado
de Manuel Mena, eran enviados a Santiago del Estero con un grupo
de militantes para acompañar a los santiagueños de Félix Serravalle.
Este era un hombre audaz y decidido, además de ser un excelente
tirador, subteniente de reserva y participante de varios operativos
anteriores. Entre los dos consiguieron juntar un grupo de 22
hombres, cuyas edades oscilaban entre los quince y los veinticinco
años. Serravalle tenía treinta y cuatro y había elegido como
nombre de clandestinidad el de comandante Puma.
Un mes antes comenzó el entrenamiento en la finca ladrillera
de Manuel Paz, en Chumillo. Previamente, algunos habían recibido
alojamiento en la casa de José Benito Argibay, ex intendente
peronista de la ciudad de La Banda.
El 23 de Diciembre,
el grupo, simulando ser acampantes, fue trasladado en un colectivo,
prestado por gitanos amigos de Serravalle, hasta Puesto del
Cielo, a 35 kilómetros de Santiago del Estero. Allí esperaron
hasta el día siguiente, cuando fueron recogidos por el camión
que los conduciría a Frías, una ciudad de 25.000 habitantes
a 160 Km. de Santiago del Estero. La noche del 24, Félix Serravalle,
Carlos Alberto Gerez y Pedro Adolfo Velárdez, tomaron el automóvil
de alquiler, chapa 3637, de Timoteo Rojo y se hicieron conducir
hasta los talleres de Obras Sanitarias de La Banda. El camión
Ford modelo 1957, chapa 1631, los estaba esperando con el tanque
lleno. Los trabajadores de la repartición se lo habían dejado
preparado. Con un ardid engañaron al sereno, robaron el camión
y se dirigieron a buscar al resto del grupo guerrillero. A las
cuatro de la mañana llegaron a Frías y con decisión encararon
a la guardia de la comisaría: -¡Ha triunfado una revolución,
venimos a hacernos cargo!, dijo Genaro Carabajal con tono marcial
y vestido de Teniente Coronel. Por ese entonces se comentaba
que los militares estaban preparando un golpe militar contra
Frondizi. La tropa formó frente a los supuestos militares, sin
sospechar. En pocos minutos y sin disparar un tiro, los Uturuncos
tomaron la comisaría. A los policías les sacaron las armas y
los uniformes y los metieron en el calabozo. A culatazos rompieron
la radio policial y cortaron los cables del teléfono. Un agente
aseguró después a la prensa que quién los dirigía se hacia llamar
comandante Uturunco y el nombre llegó a los diarios. En la huída
dejaron el camión abandonado en un lugar llamado El Potrerillo
y se internaron en el monte.
Las tres experiencias
guerrilleras en los años 60
Uturuncos
El primer grupo guerrillero insurgente en Argentina
fue el de los Uturuncos, que tuvo una efímera vida
entre mediados de 1959 y febrero del 60. El asesinato
de un obrero azucarero en Tucumán encendió la chispa.
Enrique Manuel Mena, líder peronista de izquierda
que tomó el alias de "Comandante Uturunco", exhortó
a otros 20 obreros a escalar el cerro de Cochuna,
a 80 kilómetros de la capital tucumana, y combatir
a "los socios del Imperio". Desde allí iniciaron
sus acciones sin objetivos claros, con ataques a
comisarías, cuarteles de bomberos y comercios. Su
acción más notoria fue la de la Nochebuena de 1959,
cuando ya sumaban unos 50 hombres. En un operativo
espectacular para aquel momento, tomaron la comisaría de Frías,
en Santiago del Estero. Pero el grupo, mal entrenado
y carente de apoyo entre la población, quedó desbaratado
en poco tiempo por las fuerzas de seguridad del
Plan Conintes (Conmoción Interna
del Estado) del presidente Arturo Frondizi. El comandante
uturunco fue arrestado en 1960.
Ejército Guerrillero
del Pueblo
El segundo intento guerrillero rural fue liderado
por Jorge Ricardo Masetti, periodista
de Radio El Mundo que, mientras cubría la revolución
en la Sierra Maestra, Cuba, se incorporó a la lucha
armada. En febrero de 1964 fundó el Ejército Guerrillero
del Pueblo (EGP) para actuar en la región de Orán
(Salta), durante la zafra azucarera. Massetti, que
adoptó el alias de "Comandante Segundo", ingresó
con sus hombres por la frontera con Bolivia supuestamente
para afianzar la guerrilla en el norte argentino,
que luego quedaría en manos del "Comandante Primero",
el Che. Otra interpretación asegura que el mote
Segundo provendría del personaje literario Don Segundo
Sombra. El campamento fue descubierto por Gendarmería
y destruido poco después. El cuerpo de Masetti jamás
apareció.
Fuerzas Armadas Peronistas
(FAP)
En septiembre de 1968 en un paraje llamado La Caña,
120 kilómetros de Taco Ralo, en el sudeste de Tucumán,
cerca de la frontera con Santiago del Estero y no
muy lejos de Catamarca, la policía recibió informaciones:
sobre movimientos de grupos armados presumiblemente
guerrilleros. Desde San Miguel del Tucumán, a unos
cien kilómetros de Taco Ralo, partieron sesenta
efectivos de la policía local al mando del comisario
Hugo Tamagnini. Llegaron a las inmediaciones del
campamento (al que los guerrilleros habían bautizado
"El Plumerillo") la noche del 18 e iniciaron el
ataque en dos frentes. Tras superar una línea de
trincheras, consiguieron apoderarse del arsenal
y, paulatinamente, la defensa de los guerrilleros
cesó después de un breve tiroteo. Fueron detenidas
en primera instancia nueve personas, incluida una
mujer, pero cuatro se escaparon para esconderse
en el monte. Fueron encontradas en las primeras
horas del jueves 19 y, junto con las restantes,
trasladadas a Tucumán. Según el parte policial,
los primeros detenidos eran: Juan Bertelli, 43 años,
de Lamadrid, Tucumán; Leonardo Solupzky, 32, médico
de Buenos Aires; Carlos Olivera, 29, de Buenos Aires;
Envar El Kadri, 29, de Buenos Aires; José Luis Rojas,
27, de Tucumán, que había participado en las acciones
de los Uturuncos, entre 1958 y 1959; Amanda Peralta,
28 profesora de Literatura, recibida en la Universidad
de La Plata; Hernán Aredes, 31, empleado del Ministerio
de Obras Públicas de Tucumán; Néstor Herdinsky,
24 estudiante, de Buenos Aires, y David José Ramos,
24, plomero, de la ciudad de La Plata. Posteriormente,
se citaban los nombres de los cuatro guerrilleros
detenidos en la mañana del jueves 19. Eran Hugo
Petenatti, Orlando Zelli, Juan Lucero y Benicio
Ulfino Pérez.
La policía se incautó de dos camiones pintados como
los del ejército, ropas, mantas, uniformes, armas
cortas y largas, municiones, víveres y 500.000 pesos
en efectivo. Al explicar el operativo se aclaró
que, pese a versiones en contrario, no había extranjeros
entre los detenidos. Es que se sabía que Mena, el
comandante Uturunco, había estado en Cuba reunido
con Ernesto Che Guevara, quien estaba dispuesto
a aportar elementos cubanos para armar la guerrilla
rural en el norte de la Argentina.
El grupo se denominaba Comando Montonero 17 de Octubre,
de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP),
y había sido fundado en abril de 1968 por varios
jóvenes provenientes de la Juventud Peronista, como
Envar El Kadr, Carlos Caride y los ex seminaristas
Gerardo Ferrari y Arturo Ferré Gadea. Anteriormente
El Kadri y Caride habían participado activamente
en la constitución de la Asociación Nacional de
Estudiantes de Derecho (ANDE) y también fueron de
los primeros miembros de la JP. Las Fuerzas Armadas
Peronistas no quedaron desmanteladas tras el fracaso
en Taco Ralo. Se las vinculó con el grupo Montoneros,
pero no se unieron con él. Su emblema tenía un escudo
peronista en el extremo superior derecho y la estrella
federal, de ocho puntas, junto con la inscripción
FAP. Los guerrilleros de Taco Ralo reconocían como
líder al entonces exiliado ex presidente Juan Domingo
Perón, y los objetivos políticos del grupo apuntaban
también a crear un ambiente propicio para su retorno.
La estrategia guerrillera apuntaba a ganar la zona
montañosa, tras un período de adiestramiento en
el llano, y desde allí iniciar una acción de guerrillas
a lo largo del macizo del Aconquija, desde Catamarca
hasta Salta, lugar elegido por sus condiciones favorables
para este tipo de acciones. El plan preveía el estallido
de una guerra de guerrillas en un año en todo el
país, teniendo a Tucumán como foco principal. La
experiencia duró apenas dos semanas. Las FAP reaparecieron
en 1969 y 1970 con varias acciones de guerrilla
urbana. En el año 1971 las FAP sufrieron una división
debido a la cual fueron expulsados los integrantes
de un amplio sector liderado por Eduardo Moreno,
Ernesto Villanueva, el sacerdote Soler y Alejandro
Peyrou. Este sector se integró entonces a Montoneros.
El 22 de mayo de 1973 las FAP ejecutaron al dirigente
sindical Dirk Kloosterman secretario general del
sindicato de trabajadores mecánicos (SMATA-CGT).
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Al día siguiente
la noticia conmovió la país y fue tapa de todos los diarios
de la Capital: un grupo guerrillero peronista al mando del capitán
Uturungo operaba en la provincia de Tucumán. El ministro del
Interior, Alfredo Vítolo, en conferencia de prensa identificó
a varios de los asaltantes. El remisero, Timoteo Rojo, los había
denunciado. Por su testimonio, las autoridades conocieron la
identidad de Félix Serravalle y la de su compadre Carlos Geréz.
La policía comenzó entonces una serie de allanamientos. El gobierno
comprobó lo que sospechaba: los integrantes de la guerrilla
y sus apoyos eran viejos conocidos peronistas de la zona. Con
la punta del ovillo descubierta, el gobernador de Santiago del
Estero, Eduardo Miguel y su par de Tucumán, Celestino Gelsi,
comenzaron a desenredarlo y tendieron una trampa a los guerrilleros.
Mediante un comunicado oficial, los diarios informaron que se
libraban graves combates con la policía en las inmediaciones
de la ciudad de Concepción de Tucumán. En el comunicado se afirmaba
que las acciones son encarnizadas y hay muchas bajas . Los padres
de los menores, preocupados por su suerte y temerosos de que
les hubiera sucedido lo peor se presentaron para recibir información;
así, el gobierno conoció las identidades de seis de ellos. Entretanto,
la policía provincial comenzó a tender el cerco a partir del
lugar donde fue encontrado el camión.
En el monte, los guerrilleros caminaban y esperaban. El 28 de
diciembre atacaron a tiros un jeep de la policía en el kilómetro
39 de la ruta 65, el que huyó sin intentar respuesta. Según
el relato de Serravalle:
"Y agarramos y empezamos a caminar para el norte; cuando vos
subes los cerros que son de 3500 metros más o menos de altura,
es la zona boscosa que es la que te ofrece cubierta contra los
vuelos y todas esas cosas, no tenemos ningún problema, agarramos
la espina dorsal y empezamos a caminar, y a caminar, y a caminar,
y bueno...primero se bajó Velardez que era el chofer del camión,
se entregó a la policía."
Efectivamente, Pedro Velardez, quién había conducido el camión,
fue el primero en abandonar a sus compañeros y se entregó a
la policía. A partir de su delación se conocieron más detalles
del grupo que estaba en los cerros y un dato adicional: en el
campamento guerrillero cundía el desaliento al verse rodeados
por la policía. En los días posteriores al asalto y hasta fin
de año pasaron por las localidades de Arcadia, Alpachiri, Alto
Verde y se dedicaron al trabajo político, a explicar las causas
del levantamiento, su lucha por el retorno de Perón. Pero el
cerco comenzaba a cerrarse. El 31 de Diciembre las madres de
los muchachos más jóvenes radiaron por la emisora LV12 un mensaje
para sus hijos en los que les pedían angustiosamente que bajaran
del monte. Las bajas temperaturas nocturnas, la escasez de alimentos,
el cerco policial y las súplicas paternas minaron la moral de
los más débiles. Además, muchos creían que eran sólo una parte
de un operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes
adicionales, pero al retrasarse estos acontecimientos, la moral
decayó.
Finalmente, el 1º de enero, los policías vieron descender desde
lo alto de la montaña a cuatro jóvenes que iban en busca de
víveres y agua y los detuvieron sin oponer resistencia. Un rato
más tarde se entregaron otros cinco, que habían obtenido el
permiso de sus jefes de bajar respondiendo al llamado de sus
padres. El mismo día, a pocos kilómetros de Concepción, fue
detenido Juan Carlos Díaz. Según su relato había bajado unos
días antes con el comandante Alhaja, José Genaro Carabajal para
contactar con un nuevo grupo de combatientes, pero cuando estaban
cruzando un río fue arrastrado por la corriente aguas abajo
perdiendo el contacto con su compañero. Medio atontado, con
su ropa en jirones y las botas destrozadas, fue guiado por gente
de la zona por donde no hubiera patrullas. Pero fue delatado
y capturado. Dos días después, una patrulla policial encontró
dormidos a dos jóvenes más en el límite con Catamarca. Se trataba
de Roberto Anaya, de 18 años, alias loco Perón y René Fernández,
ambos tucumanos. Al ser descubiertos, Anaya se entregó pero
Fernández logró huir hasta Concepción y tomó un micro hasta
la ciudad de Tucumán, pero al bajar se le disparó un tiro que
lo hirió en el muslo. Fue detenido en el hospital Padilla al
que había concurrido para curarse. Otros dos, Américo Moya y
Tomas David Soraide, que fueron encontrados por sus padres en
la selva del Aconquija, también se entregaron.
En las ciudades muchos miembros de la red fueron detenidos y
sus domicilios allanados. Las delaciones no fueron la única
causa del parcial descubrimiento de los contactos, resulta obvio
que el gobierno conocía parte del hilo del que ahora tiraba,
a causa de la previa existencia del Comando 17 de Octubre. Las
detenciones debilitaron aún más la situación de los que aún
quedaban arriba. El Puma Serravalle, decidido a no entregarse,
intentó romper el cerco con los siete hombre que aún le quedaban
. La policía creía que el grupo se dirigía a Catamarca y extremó
el patrullaje en esa zona. Pero Serravalle forzó la marcha y,
en un día, caminando a paso forzado cincuenta kilómetros, bajaron
en Tucumán, en la zona del ingenio Providencia donde fueron
protegidos en casas de obreros del ingenio que aún permanecían
seguras. Tenían los pies destrozados y eran fácilmente reconocibles.
Sin embargo, lograron romper el cerco y llegar hasta el barrio
24 de noviembre, en Tucumán. Allí les dieron refugio en el prostíbulo
de la Turca Fernández y en una iglesia donde se encontraron
con Manuel Mena, quién los recibió quebrado por la emoción.
En Diciembre de 1959, mientras los Uturuncos asaltaban Frías,
el gallego Mena y Guillén se encontraban en Buenos Aires buscando
apoyos. John William Cooke delegó en su compañera Alicia Eguren
la ayuda a los Uturuncos. Por intermedio de ella, Mena pudo
contactar a un grupo numeroso de militantes de la Juventud Peronista
de diversos grupos de las zonas de San Martín y Pompeya. En
Buenos Aires, los diversos grupos de la Juventud Peronista se
habían mostrado fervorosos partidarios de los uturuncos y se
entusiasmaron con participar en la guerrilla. Organizaron grupos
de apoyo, colectaron plata y muchos de ellos viajaron a Tucumán
para unirse a ella. El gallego Mena los reunió con la idea de
formar un tercer grupo y subir al monte luego de las detenciones
producidas por el asalto a Frías. Habían transcurrido dos meses,
Serravalle se encontraba prófugo y Mena, siempre activo, no
abandonaba la idea de la creación de un frente guerrillero permanente.
En Tucumán, sin embargo se vivía un clima de represión que dificultaba
a la red prestarle apoyos, domicilios seguros, comida y elementos
a las decenas de muchachos que querían participar subiendo al
monte. Finalmente, el 10 y 11 de Marzo la policía dio con uno
de los refugios de los porteños, el ya conocido prostíbulo de
la Turca Fernández y el domicilio de Manuel Haro, deteniendo
a varias personas que se encontraban reunidas, entre ellos a
José Luis Rojas, alias Zupay, que había participado de la toma
de la comisaría. En el procedimiento se secuestraron armas,
municiones, granadas, mantas, botas y camisas con las sigla
ELN (Ejército de Liberación Nacional). Días después, Manuel
Enrique Mena fue detenido junto con el periodista Enrique Oliva
y otros compañeros cuando intentaban subir a la montaña.
En ese comienzo del año 1960, los comandos urbanos del peronismo
intensificaron sus acciones de sabotaje: el 15 de Febrero fue
colocada una bomba en el depósito de Shell-Mex en Córdoba, incendiando
4 millones de litros de combustible y dejando 13 víctimas; el
11 de Marzo una bomba de explosivo plástico destruyó la casa
del oficial de la SIDE, David Cabrera, activo represor, dando
muerte a su pequeña hijita de 3 años. El día 13 ocurrió una
explosión en la planta de gas de Mar del Plata. Ese mismo día,
la policía informó que el cabo del Ejército, Manuel Medina,
que estaba detenido, se había tirado de una ventana de Coordinación
Federal dando vivas a Perón. El 14 de Marzo, debían realizarse
las elecciones que renovarían la mitad de la Cámara. Unos días
antes, Arturo Frondizi ordenó la ejecución del plan CONINTES
(Conmoción Interna del Estado). El país fue dividido en zonas
operativas y se sometió a tribunales militares a todos aquellos
acusados de terrorismo. Días después, los diarios anunciaron
que se habían efectuado 1600 allanamientos y que habían sido
detenidos miles de militantes peronistas. Las elecciones se
realizaron en orden y volvió a triunfar el voto en blanco propiciado
por Perón.
El incansable Puma Serravalle comenzó entonces a planificar
la forma de liberar a sus compañeros presos en la cárcel de
Concepción, pero el 1º de abril, mientras viajaba por Tucumán
con documento falso, fue detenido y juzgado por los tribunales
militares del CONINTES . Parecía el fin. Amenazada por la represión
del Plan CONINTES y con sus principales líderes en prisión,
la guerrilla quedó al mando de Genaro Carabajal, el Pila o Alhaja,
quién aún no había sido detenido. Pese a todo, el Pila reunió
un nuevo grupo de militantes entre porteños y tucumanos y logró
reinstalar el movimiento en la montaña por varios meses. En
el mes de junio de 1960 la policía, quién por la aplicación
del Plan CONINTES había sido reforzada con tropas de Infantería
del Ejército, descubrió el campamento guerrillero y detuvo a
varios de los militantes presentes. En el enfrentamiento, uno
de los pocos entre los Uturuncos y la represión, fue herido
en la pierna Santiago Molina, el mejicano, mientras intentaba
una fugaz resistencia.
Los tribunales militares fueron duros con los cabecillas de
la rebelión. Manuel Enrique Mena fue condenado a 7 años de prisión.
Antes de cumplir los tres, se fugó del hospital carcelario del
Chaco y viajó a La Habana donde se entrevistó con el Che. A
principios de 1963 comenzó a reorganizar los contactos en Tucumán.
Varios de los veteranos de la primera experiencia instalaron
un campamento permanente en la selva tucumana en el mes de Mayo.
Tiempo después, se les unió Mena con un grupo de militantes
que habían recibido entrenamiento en Cuba. Al parecer, el plan
de Mena era complementario del grupo guerrillero comandado por
Jorge Ricardo Masetti. Las vacilaciones de Masetti ante la elección
nacional del 7 de julio, que dio el triunfo a Arturo Illia ,
parece ser la causa del desmembramiento del frente tucumano.
A partir de allí, Mena perdió relevancia; en 1970 vivía en San
Justo en un humilde barrio obrero. Murió de cáncer el 14 de
julio de 1970.
Juan Carlos Díaz, el uturunco, fue condenado a 7 años de prisión.
En 1963 fue amnistiado por el gobierno de Illia, en 1970 participó
con el ERP en el asalto al Banco Comercial del Norte y un día
después fue detenido. En 1973 fue nuevamente amnistiado y recibió
un subsidio del gobierno peronista de Tucumán.
Los menores de edad fueron derivados a los Tribunales de Menores,
excepción hecha a Luis Uriondo, quién dado su parentesco con
el general Uriondo, su padre, fue devuelto a su familia.
Félix Serravalle cumplió la condena que le aplicaron los tribunales
CONINTES, tres años y siete meses en varias prisiones. Le rompieron
los ligamentos del brazo en la tortura. Al salir prometió a
su familia, a la que casi no había visto en años, que se iba
a ocupar de ellos. A los 74 años, vive en La Banda, orgulloso
de su pasado y rodeado de sus recuerdos.
José Luis Rojas, el Zupay, participó en la experiencia guerrillera
de las Fuerzas Armadas Peronistas y fue nuevamente detenido
en Taco Ralo, Tucumán, en 1968. Una enfermedad lo dejó postrado
y falleció hace algunos años en Tucumán y en la pobreza. En
un último reportaje recordó que los chicos de HIJOS son mi única
esperanza. Muchos militantes de la red, tanto tucumana como
de Buenos Aires aún viven desperdigados por el país. De sus
recuerdos esta hecha gran parte de esta historia.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Guerrilla
y movimiento popular en la Argentina de los sesenta
Para Daniel James, la primera guerrilla causó escaso impacto
en los activistas. En su influyente trabajo sobre la resistencia
peronista, James formula la hipótesis de que el surgimiento
de la insurgencia armada debe ser atribuido a la solitaria voz
de John William Cooke y a sectores juveniles del peronismo y
la izquierda no peronista, donde se reclutaron sus militantes,
los que en su mayor parte provinieron de la esfera universitaria
de la Capital Federal y otros grandes centros de estudios terciarios
. Aunque algunos párrafos después se contradice cuando cita
entrevistas a activistas de la juventud , que dan cuenta que
la mayoría de los participantes en las experiencias guerrilleras
de fines de los 50 tenían entre 16 y 20 años de edad y pertenecían
a las barriadas humildes del conurbano bonaerense, insiste en
argumentar a favor de su primera afirmación: el escaso impacto
que obtuvieron los Uturuncos fue debido a su pertenencia de
clase, dado que por ella no ponían sus expectativas en el desarrollo
de la lucha sindical.
Las fuentes con las que Daniel James trabajó fueron, en primer
lugar, el informe del propio aparato represivo y, en segundo
lugar, el pequeño libro de Emilio Morales , en el que se afirma
que los integrantes de la primera guerrilla provenían de la
clase media universitaria y que sólo tres obreros fueron de
la partida.
Creo haber demostrado que el inicio de la guerrilla peronista
no fue ideado desde las grandes ciudades sino que su origen
debe más bien rastrearse en la organización de los comandos
de la resistencia regionales y en una de sus posibles evoluciones.
Tampoco fueron los jóvenes de clase media universitaria empobrecida
y que practicaban una suerte de elemental terrorismo urbano
los que finalmente dieron el primer paso. En una segunda etapa
viajaron a la zona, convirtiéndose en combatientes, pero el
desarrollo de los acontecimientos aquí relatado niega su absoluto
protagonismo. Tampoco es cierto que constituyeran el principal
apoyo logístico de las acciones que se encararon, sino que este
correspondió a un modesto pero no despreciable aparato político
montado en los años previos por el comando 17 de octubre del
que surgieron los combatientes. En realidad, la guerrilla de
los Uturuncos tuvo bastante impacto en el peronismo. El que
no se constituyeron en una opción nacional debe explicarse mediante
otros argumentos y ellos pueden encontrarse en el desarrollo
de las distintas vertientes que se perfilaron en el peronismo
luego del derrocamiento de Perón.
Ya fueron explicados por el propio Daniel James los cambios
habidos en el peronismo luego de 1955. Los núcleos centrales
que organizaron la resistencia distaban de pertenecer a los
viejos aparatos de gobierno y fueron esencialmente dos: los
comando clandestinos y las organizaciones sindicales paralelas
a las intervenciones. Hasta por lo menos 1958, ambas estructuras
actuaron coordinadamente y desarrollaron, en particular las
estructuras sindicales, una intensa democracia con base en la
cultura de fábrica. Esta actitud plebiscitaria fue posible por
las nuevas condiciones de lucha: el riesgo que suponía la clandestinidad
de la acción obrera y la inhabilitación por parte del golpe
militar de los viejos dirigentes ligados a la estructura burocrática
peronista. Ello permitió a los líderes gremiales emergentes
la legitimidad necesaria para alzarse con la dirección de la
mayoría de los sindicatos industriales.
Los comandos, que empezaron como pequeños organismos políticos
de agitación, más barriales que fabriles, perfeccionaron sus
atentados y, de pequeños actos de sabotaje, pasaron a encarar
grandes actos de terrorismo urbano. Sin embargo, ambos fueron
afectados por el inicio de la etapa de semilegalidad con la
elección de Arturo Frondizi a la presidencia. Muchos sindicalistas
comprendieron que tenían mucho más para ganar si se integraban
críticamente al orden político posperonista y renunciaban a
poner sus estructuras gremiales al servicio de un plan insurrecional
que trajera nuevamente a Perón al país.
Los comandos, que siempre se resistieron a formar parte de una
organización única y centralizada, dieron fuertes golpes en
los años 1959 y 1960, hasta el inicio del plan Conintes, como
los que hemos reseñado. Siempre fueron grupos centrados en las
ciudades capitales de provincia y sus principales atentados
fueron cometidos en éstas. Un tercer grupo que cobró relevancia
a partir de la elecciones de 1957 fueron los viejos dirigentes
del ala política del movimiento. Nunca fueron radicalmente amonestados
por Perón y planificaron distintas estrategias frentistas opuestas
a las diseñadas por John W. Cooke. Los que contaban con una
base electoral propia, particularmente en las provincias, se
independizaron de la tutela de Perón y constituyeron el llamado
neoperonismo, abandonando tempranamente la estrategia insurreccional.
Los otros disputaron en todo momento el liderazgo otorgado por
Perón a su delegado personal. La creación del Consejo Coordinador
en 1958 reflejó este proceso.
Hacia fines de 1959, momento en el que se desarrollaban las
acciones de la guerrilla, las 62 Organizaciones volvían a ser
conducidas por los dirigentes de los grandes sindicatos desplazados
a principios de año. Su estrategia se volcaría desde este momento
a lograr que el gobierno desarrollista les devolviera la Confederación
General del Trabajo, que permanecía intervenida. En el pasado
habían apoyado, aunque con vacilaciones, los planes insurrecionales,
pero no era ahora el momento para alentar el desarrollo de una
guerrilla en el norte del país. Los dirigentes políticos confiaban
en que el progresivo retorno a la actividad política electoral
les devolviera el rol protagónico que habían perdido en los
años de clandestinidad y de ninguna manera podían verse entusiasmados
con un proyecto subversivo si no habían aprobado las acciones
de los primitivos comandos. Por último, si los comandos se entusiasmaron
con la idea de la ampliación de la esfera de la lucha con nuevos
métodos como los de la guerrilla tucumana, seguían esperando
el levantamiento de algún militar peronista. Pero más importante
aún, sus acciones se desarrollaban en ciudades de provincia
o en Buenos Aires, cuyas geografías nada tenían que ver con
la instalación de un foco de guerrilla rural. Por último, la
extensión y dureza represiva del plan Conintes y el fracaso
del levantamiento militar dirigido por el general Iñiguez en
noviembre de 1960 los diezmó haciéndolos virtualmente desaparecer.
Dadas estas circunstancias, resultaba dudoso que el primer levantamiento
guerrillero de la Argentina contemporánea resultara una opción
que cosechara fuertes apoyos en el movimiento.
Otro punto oscuro en el origen de la guerrilla ha sido el de
la dirección o participación de John William Cooke en los Uturuncos
y en la Unión de Guerrilleros Andinos . Para 1958 la posición
de Cooke, como delegado personal de Perón y como dirigente del
Comando Táctico se había debilitado, al punto que este último
organismo había sido reemplazado en octubre por el Consejo Coordinador
y Supervisor del Movimiento, de nueve miembros. En 1959, luego
de la toma del Frigorífico Nacional y la huelga general de las
62 Organizaciones en apoyo a la misma, el Bebe fue descalificado
por el Consejo a raíz de la publicidad de un documento a favor
de la huelga y en contra de la dirección sindical. Con su captura
recomendada, comenzó un período de persecución y clandestinidad.
Salió del país y se reinstaló en Montevideo, realizando viajes
periódicos a Buenos Aires. Pese a todo, siguió manteniendo la
correspondencia con el general en el exilio, pero no en roles
de dirección atribuidos por Perón. En el segundo semestre, impulsó
con intelectuales de otras fuerzas políticas el semanario Síntesis.
En noviembre, reingresó clandestino al país para disertar en
el Congreso por la Liberación Nacional, realizado por las 62
organizaciones. Finalmente, en abril de 1960 comenzó su estadía
en Cuba . Su figura, hacia fines de 1959, era la de un dirigente
importante y escuchado en algunos ámbitos del peronismo pero
sin capacidad de dirigir los diferentes dispositivos tácticos
como los comandos, el aparato político y los sindicatos y, más
aún, despreciado como trotskista por algunos sectores del movimiento.
Pese a todo, ¿fue Cooke el ideólogo, la dirección de la guerrilla
tucumana o por el contrario, tal como ocurriera con la toma
del frigorífico a principios de año, le fue atribuida la dirección
luego de producido el estallido? A juzgar por la historia de
relación existente entre el comando 17 de octubre y su par de
Buenos Aires, el Comando Nacional Peronista, Cooke y Mena se
conocían de tiempo atrás y habían desarrollado planes de resistencia
en conjunto. Queda claro, a partir de la participación de Alicia
Eguren que Cooke era parte de la partida guerrillera y que por
intermedio de su mujer prestó todo su apoyo para obtener recursos
y militantes para desarrollar la guerrilla tucumana. En 1961,
cuando ya estaba instalado en Cuba y su visión del camino revolucionario
pasaba por su identificación con el proceso seguido por Fidel
Castro, le envió una carta al compañero Alhaja, Genaro Carabajal,
a quién le había solicitado que viajara a la isla. En ella expresa
con claridad su opinión sobre la guerrilla de los Uturuncos:
Para ella [Olga Carabajal, esposa de Mena] y para el chiquito,
así como para todos los heroicos compañeros que hoy sufren cárcel
y persecución por plantear por primera vez una forma definitivamente
revolucionaria de lucha en el país, nuestro mas entrañable afecto
y nuestro constante recuerdo. [...] Muchos los llamaron, sin
duda alguna aventureros. Yo quisiera saber que hicieron en concreto
los que eso dicen. En la lucha revolucionaria siempre es igual.
El que triunfa es un héroe nacional; el derrotado es un provocador.
La pertenencia social de los Uturuncos tampoco deja lugar a
dudas y es similar a muchos comandos de otras zonas del país.
En primer lugar resalta la edad de los combatientes. La mayoría
del grupo más numeroso, el que participó en el asalto de la
comisaría de Frías, tenía entre 15 y 20 años al momento del
ataque; los líderes bastante más entre 30 y 35-, aunque Juan
Carlos Díaz tenía sólo 19. La mayoría habían sido reclutados
en los barrios circundantes de la ciudad de San Miguel de Tucumán
y pertenecían a familias humildes de la zona. En la red de apoyo
político el espectro obrero se ampliaba a la clase media y era
conformada por pequeños comerciantes, empleados estatales, obreros
de los ingenios, dirigentes gremiales, militares retirados y
algunos profesionales como médicos y abogados. Ello puede explicarse
desde el conjunto social que dio su apoyo al peronismo, mayoritariamente
obreros o trabajadores de escasos recursos, aunque también sectores
de clase media o de la burocracia estatal. Es comprensible que
en una zona con fuerte trabajo organizativo gremial en manos
de un poderoso y combativo sindicato regional como la FOTIA,
los más afectados por el derrocamiento del peronismo fueran
los que, movidos por un fuerte impacto emocional, decidieran
pasar a la resistencia y al ejercicio de la violencia que consideraban
legítima, tanto como ilegítima consideraban que era la violencia
del régimen militar.
La relación entre el comando 17 de Octubre y el sindicato azucarero
de Tucumán presenta más dificultades. Según el testimonio de
Félix Serravalle, Benito Romano, quién luego sería secretario
general de la FOTIA, y su hermano Antonio, delegado de ingenio,
formaban parte del comando integrando la red de apoyo. Algunos
obreros de los ingenios brindaron su colaboración y pusieron
en riesgo sus casas y la integridad de sus familias para proteger
a los combatientes. De todas maneras, es posible aplicar para
el comando tucumano los argumentos que Daniel James esbozó para
el fenómeno en general. Los objetivos comunes de los comandos
y los sindicatos se fueron escindiendo debido a la lógica dispar
de ambos grupos organizativos. Aunque la FOTIA fuera uno de
los sindicatos más combativos del país, la legalidad que le
fue ofrecida a su accionar dentro de parámetros legales la alejaba
de sus compañeros de lucha, los que no sólo enmarcaban su combate
en el plan más vasto de insurreccionar la zona sino que eran
y no podían dejar de ser- ilegales y clandestinos. La organización
de los obreros azucareros fue realizada en la tradicional estructura
sindical porque formaba parte de su cultura, de sus ideas y
valores. Durante el año 1959, la lucha de los obreros del azúcar
resultó triunfadora en una época en que la mayoría de los conflictos
fueron derrotados. De todas maneras, si el resultado fue un
triunfo gremial, también fue la chispa que encendió la indignación
de aquellos cuyos objetivos eran el regreso inmediato de Perón
al poder. El día en que la represión mató a ambos obreros, muchos
integrantes de los Uturuncos se contaban entre los manifestantes,
pero sus caminos se bifurcaron cuando la guerrilla se instaló
en el monte. De todas maneras, los dirigentes de la FOTIA no
se desentendieron de sus compañeros y les brindaron apoyo mientras
duró su detención. La línea dura de las organizaciones sindicales
peronistas les prestó colaboración en todo momento.
Varios militantes de los Uturuncos siguieron combatiendo en
las guerrillas de los años sesenta. En 1962, las experiencias
de la izquierda y del peronismo comenzaron a cruzarse cuando
los Uturuncos y otros militantes peronistas viajaron a Cuba
. Pero el origen de la guerrilla argentina obedeció menos a
la influencia cubana que al debate que se instaló en los grupos
clandestinos del peronismo ante el fracaso de la estrategia
insurreccional.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Recomienza la
lucha: Relato desde 1958 a abril de 1960
Acerca de la experiencia de las acciones
de Uturuncos.
Las nuevas directivas
Como lo había previsto Perón empieza nuevamente la lucha, ya
que Frondizi no cumple lo pactado.
En durísimos términos califica al gobierno frondizista por haber
traicionado sus compromisos. Denuncia que Frondizi está entregando
el país al extranjero, que siguen los dirigentes peronistas
sometidos por procesos fraguados por la dictadura. Lo denuncia
también por continuar con la ilegalidad del peronismo, por mantener
la desnacionalización del Banco Central, por encarcelar a obreros
y someterlos a los tribunales militares y por dar legalidad
a todos los decretos-leyes de la Tiranía de Aramburu y Rojas.
Y en definitiva por cumplir con los mandatos que le imponen
la oligarquía y los militares, sin respetar el pacto firmado.
"Es indudable que detrás de este gobierno están actuando las
fuerzas oligárquico-capitalistas, representadas por los mismos
parásitos que el 16 de septiembre derrocaron con un cuartelazo
al Gobierno Constitucional elegido por el Pueblo"
Así declara a Frondizi como enemigo del Movimiento Peronista
y como traidor a la Patria y al Pueblo, e indica que la acción
que durante los últimos tres años se desarrolló en la clandestinidad
y en la resistencia civil debe seguir con tenacidad y firmeza.
"El peronismo debe ponerse en pie de guerra, como en 1945, para
combatir la explotación y la injusticia..."
Llama, sin medias tintas, al camino de la "resistencia y la
insurrección"
Otra vez en la calle
A partir de 1959 Perón empieza a mandar nuevamente directivas
a través del Comando, para que reactiváramos la resistencia,
ahora contra Frondizi.
Como teníamos todo armado, no hubo nada más que empezar de nuevo.
En La Plata se habían formado varios grupos que habían quedado
en compás de espera por la orden de Perón. Cuando Perón da de
nuevo la orden de luchar, empezamos el accionar.
Continuó de la misma manera que en las últimas épocas de Rojas
y Aramburu, violento. Bombas, incendios y sabotajes.
En La Plata se habían formado cinco células, que no se conocían
entre sí. El único que las conocía era yo.
Volví a organizar el circuito de entrega de materiales. El sistema
funcionaba como una cadena: unos grupos robaban los materiales,
otros armaban los explosivos, otros los traían a La Plata, y
se entregaban a las células que eran las encargadas de realizar
los operativos. Dentro de esa cadena mi función era recibir
los materiales, para luego hacer las entregas a las células
de acción directa.
El contacto con los compañeros era en la calle, no se hablaba
en ninguna oficina ni en ningún lugar determinado.
Mirándolo desde el presente me hace acordar a algunas películas.
Ahora lo cuento así como una cosa simple pero la cuestión era
brava.
Empiezo a recibir materiales y los entrego no sólo en La Plata,
sino a todo el Gran Buenos Aires. Había tres tipos de bombas:
las de mecha, las de detonador y las de tiempo.
Julio Troxler preparaba los relojes para las bombas de tiempo
y me los entregaba.
Sabía del tema porque había sido de la policía.
Uno de los grupos más activos los constituían los compañeros
que funcionaban en ATE (Asociación de Trabajadores del Estado).
Al grupo lo formaban Eduardo Leguizamón, Lombardi, Haroldo Logiurato,
Melo y Babi Molina, entre otros. También un tal Batisti que
había venido a través de la Resistencia desde Rosario. Se había
empezado una especie de rotación de compañeros, para que no
los conocieran en los lugares donde venían a actuar.
Había otros grupos, como el de Miranda, Cantín, Hugo March y
Casano.
En la parte gremial, uno de los más activos de La Plata fue
Tito Pierini, del gremio de los petroleros.
Yo también tenía conexión, a través de Delfor Díaz, con un grupo
de suboficiales que integraban entre otros Di Leo, Chávez y
Di Gracia.
Simultáneamente a este accionar de La Plata, se producía en
el Gran Buenos Aires, intensivamente, la colocación de bombas.
En Córdoba, en Mendoza, en todos lados.
Cualquiera que busque en los diarios de la época puede comprobar
que eran cien bombas por día que explotaban en el país.
Un grupo del Gran Buenos Aires le había colocado una bomba a
Patrón Laplacete, que había intervenido la CGT. La habían puesto,
entre otros, dos mujeres. Porque en la Resistencia intervinieron
muchas mujeres, y eso hay que destacarlo.
Anteriormente otros compañeros habían puesto una bomba en un
edificio de Luz y Fuerza. Atilio Moya, que había sido dirigente
(creo que de los azucareros), y una chica, que estuvo exiliada
después que nosotros en Montevideo. Era maestra, Lucía Arauz
de Lamadrid. Uno la veía y era una dulce maestra de primaria.
¡Y con ese apellido!. No sospechaban nunca que actuaba en la
Resistencia. Entre Moya y ella la pusieron. Ella le hizo de
apoyo en una confitería, en Once. Voló todo el edificio. Había
sido en Capital. Una bomba fuerte. Hizo estragos en el edificio
a dos cuadras del Congreso, detrás del Congreso.
Yo estaba cubierto por mi supuesto trabajo de jefe de ventas,
pero tampoco era creíble que pasara de ser un activo militante
a sólo un promotor de venta de metales, así que para despistar
mi actividad dentro de la Resistencia, yo también actuaba en
distintos estamentos. Habíamos constituido la Comisión de Retorno
de Perón con el Capitán Otero, Juan Unamuno que había sido socialista
convertido en peronista, Huwiller, Carlos Gelaber, el Dr. Carlos
Carrasco, entre otros. Fue la primera Comisión pro retorno de
Perón.
Para esa época se produce el intento de subversión de los Uturuncos
en Tucumán. Uno de los hijos de don Juan Unamuno que integraba
conmigo la comisión de retorno de Perón estaba es esa organización,
que a la manera de la guerrilla rural, se habían encerrado en
la sierra de Tucumán. Desde ahí amagaban con propagar sus acciones.
Este hijo, nos pide a través de Unamuno que le hiciéramos llegar
radios y planos de la zona, para poderse desplazar. Eran ya
guerrilleros. Entonces yo, que a esa época no estaba descubierto
como miembro de la Resistencia, voy al Instituto Geográfico
Militar y compro los planos de la zona y se los hago llegar
a los guerrilleros Uturuncos.
El Ingeniero Cédola, que había sido Ministro de Obras Públicas
de la Provincia de Buenos Aires, colaboró con el dinero para
la compra de "materiales".
Compramos radios y les mandamos a este grupo Uturuncos, que
al final se tuvieron que entregar. Pero crearon un foco de rebelión
que cambió la forma de enfrentarse al gobierno. Asustaron bastante.
Uno de los que colaboraba conmigo e integraba la Comisión de
Retorno de Perón, era como ya dije el Doctor Carlos Carrasco,
que lo habían cesanteado como Juez por peronista.
Trabajaba en Buenos Aires de abogado, con otros abogados en
un escritorio en Cerrito y Avenida de Mayo.
En La Plata, nos reuníamos en la casa de Huwiller, en calle
8 y 54. Huwiller había sido Secretario de la Cámara. Nos reuníamos
en la casa de él, con este Doctor Carrasco, Otto Burgos, Marizcurrena,
entre otros. Carrasco colaboraba con información. Como él tenía
contacto con otros abogados, traía información de los Servicios
de Informaciones, de las altas esferas de la Nación.
La acción era intensa y peligrosa, recuerdo que al caminar por
la calle continuamente miraba para atrás y para los costados,
esperando que en cualquier momento me descubrieran.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Entrevista
a Ernesto Salas, autor de "Uturuncos. El orígen de la guerrilla
peronista"
«LA GUERRILLA PERONISTA NO NECESITABA CONCENSO PORQUE EL PUEBLO
ES PERONISTA»
Por Gabriel Martín
Ernesto Salas fue un militante peronista en los ’70, y la lluvia
de plomo lo llevó a estudiar los diversos por qué sobre lo que
había pasado y sobre lo que le había tocado vivir. Aparenta
menos años de lo que ha vivido y lleva una vida austera, acorde
a su pensamiento, vendiendo libros en el centro porteño. También
es sencillo en su intenso hablar, no posa como los historiadores
«oficiales» y su trabajo lo muestra. Autor de «La Resistencia
Peronista, La toma del frigorífico Lisandro de la Torre», Salas
se remontó a la primera organización guerrillera del peronismo,
investigación que plasmó en su reciente libro «Uturuncos, el
origen de la guerrilla peronista».
¿Tomás el caso Uturuncos como la primera fuerza organizada y
coordinada del peronismo luego del bombardeo a Plaza de Mayo
en 1955?
Hubo un primer proceso de resistencia insurreccional, que va
del ’55 al ’58, que también estuvo organizado. Uturuncos no
fue más organizado que lo anterior, lo que había fracasado fue
la hipótesis de la insurrección, para los que dirigían Uturuncos;
sobre todo después de la separación de John William Cooke de
la conducción, y después de la huelga del frigorífico (Lisandro
de la Torre) en enero de 1959, donde se dan las condiciones
posibles de la insurrección, que era la huelga general y la
acción de los Comandos de la Resistencia, hecho muy sonado a
nivel nacional. Eso fracasa por distintas razones, que después
cada uno hará reflexiones sobre el asunto, como hizo Cooke.
Para este comando que estaba en Tucumán, la reflexión es «acá
se terminó un período y hay que hacer algo nuevo», porque no
es que esto funcionó, no funcionó la idea que la huelga general
y una serie de atentados más o menos organizados a nivel nacional,
iban a expulsar a la dictadura, entonces deciden pasar a una
etapa diferente. No era algo que proponían al conjunto del Movimiento,
ellos lo ejecutaban como comando independiente de Tucumán, con
una relación muy fuerte con Cooke. Lo importante es que esto
es un hallazgo, al menos para mí, que fue entender que la guerrilla
en la Argentina surgió de una reflexión interna de los sectores
en conflicto en el país, no de algo transportado, sacado de
una experiencia externa y aplicada acá, como fue el caso de
la Revolución Cubana. El origen real, de la primer guerrilla
argentina que son los Uturuncos, surge de una reflexión interna
y no de una copia a la Revolución Cubana, aunque tenía cierto
atractivo que se había producido la revolución en la isla, aunque
si tuvo mucha influencia la guerra en Argelia.
Pero en varios pasajes del libro se presentan ambas influencias.
Sí, pero el peronismo tuvo una relación ambigua con la Revolución
Cubana, no con la de Argelia, que era más claramente una guerra
de liberación. En el caso cubano, la idea de que los norteamericanos
le habían soltado la mano a Batista, que le habrían dado un
apoyo a Fidel, y no sólo esto sino que los sectores de poder
en Argentina reflejaban en los diarios, era que la Revolución
Cubana había derrocado a un tirano que era Batista, que era
igual que Perón. La madre del Che le escribe una carta en ese
tono y el Che le contesta «ahora estarás contenta porque vos
y los de tu clase tienen lo que tienen», pero Batista no era
igual que Perón, en realidad, el Che, que no era para nada peronista,
dice «allá, en Argentina las sirvientas lloraban la caída de
Perón, en Cuba el pueblo no lloró a Batista», y ahí está la
absoluta diferencia. En un momento el Che llegó a decir que
el único sector gris que quedaba en Latinoamérica era la Argentina,
luego del derrocamiento de Arbenz en Guatemala, ya que para
él Perón no era un líder revolucionario, pero de hecho no era
un líder proyanqui, y ahora ese gris había cambiado y con la
Libertadora los norteamericanos podían controlar el conjunto
de Sudamérica. La Revolución Cubana era mal vista. En el diario
La Nación, aparecían alabanzas a la Revolución Cubana en sus
primeros quince días, y todos los periodistas buscaban al argentino
que había participado en esa revolución. Por eso para el peronismo
le resultaba muy sospechosa la revolución cubana, más allá de
que algún peronista individual le gustara la idea de la guerra
de guerrillas, pero no era el caso de los Uturuncos, para ellos
corrían los mismo prejuicios que para el conjunto del peronismo.
Pero hay testimonios en el libro que marcan lo contrario...
Bueno, Serravalle en su testimonio dice: «Nosotros vimos los
triunfos del Che y de Fidel, y pensamos en imitarlos», pero
eso es una reflexión de él. La realidad es que en un principio,
el peronismo tuvo mucha desconfianza a la Revolución.
Igualmente, está también las palabras de Guillén, y no sólo
él, que la única forma de traerlo a Perón era con la guerrilla.
La diferencia que tiene esta particularidad de la guerra de
guerrillas, es que los intelectuales de Buenos Aires que quieren
hacer una guerrilla en Tucumán, es que no viven en esa provincia.
Los tucumanos tienen el cerro al lado. No es lo mismo vivir
en una región donde hay selva y pensar en llevar la guerra allí,
a pensarlo teóricamente y definir que la guerra tiene que hacerse
en la selva, y trasladar la guerrilla a la selva. Esta gente
vive en Tucumán. La guerrilla de Uturuncos no es un foco, no
tiene esa concepción porque no piensan que eso va a «iluminar»
al conjunto de la población. Tampoco era una guerrilla rural,
porque la mayoría de los militantes eran de la ciudad, tenía
cierto carácter rural porque consideraron que el lugar más fácil
para poder iniciar una guerra era la selva, y la selva está
al lado, y suben a la montaña en el momento que lo necesiten.
Uno tiene la idea de la guerrilla más parecida a la de los ’70,
de intelectuales que plantean en determinado momento qué es
lo que había que hacer; pero acá también había intelectuales,
que deciden que la etapa insurreccional de los primeros tres
años de resistencia ha fracasado, y que ahora hay que llevar
la guerra a otros campos. En este sentido sí hay cierta copia,
podríamos decir, a la experiencia cubana en cuanto a la guerra
de guerrillas, pero la guerrilla no es un invento de los cubanos.
La idea en sí, era una guerrilla con posibilidad de moverse
libremente en un territorio no controlado, atacar por sorpresa
y combatir a un enemigo infinitamente superior con un grupo
mal armado. En ese sentido Guillén tiene muy claro la guerrilla,
de hecho luego escribirá los tratados de guerrilla urbana, de
los que hay dos, el de Madriguera en Brasil, y el de Guillén
publicado en Uruguay. Guillén lo tenía claro en ese sentido,
ahora de ahí a que la guerrilla estuviera trazada con tiralíneas,
creo que no. Pienso que hay una reflexión sobre lo que está
sucediendo y una improvisación en el camino.
También marcás que tenía un contacto fluido con John William
Cooke, que si bien no lo tomás como un foco en particular, la
idea era que esto genere una reacción en el resto del país con
el objetivo final de traerlo a Perón al país.
Lo que pasa es que a diferencia de otras guerrillas, la guerrilla
peronista no necesita de antemano contar con el consenso de
la población, porque el consenso de la población lo tiene, porque
el pueblo es peronista. Por eso marco en el libro marco muy
claramente, cómo se había votado en cada una de las elecciones
posteriores al derrocamiento de Perón, por opciones peronistas
o por otras que el peronismo había ordenado como el voto en
blanco en 1957 y la elección a Frondizi en el ’58. La mayor
parte del electorado tucumano era peronista. Por lo tanto una
guerrilla, o un intento armado de la característica de Uturuncos,
en la montaña de Tucumán atraía adhesiones, no necesitaban justificar
por qué se habían levantado, estaba claro. Esto es una diferencia
de otras guerrillas que al no pertenecer a la identidad popular,
tratan de justificar su acción por la identidad popular pero
esta no le es propia, por lo que el pueblo puede decir «esto
no es nuestro». Se levanta una guerrilla por el retorno de Perón,
y la gente peronista lo entiende.
Por lo general se toma la experiencia de Uturuncos como un alzamiento
aislado, reivindicatorio del peronismo, pero no articulado.
Claro, pero es importante aclarar de Uturuncos, es que no es
independiente. Incluso después de que Cooke es separado de la
conducción, se establece un consejo supervisor del peronismo,
y un organismo llamado el COR, el Comando de Operaciones de
la Resistencia, que lo dirigía el general Iñiguez, que era un
militar, no era casualidad que no fuera un civil, porque la
finalidad era tratar de subordinar todas las expresiones armadas
civiles, a este comando dirigido por este General retirado.
Uturuncos no actuaban de forma independiente, de hecho, una
de las versiones que se manejan es que Uturuncos tratan de hacer
el operativo de la toma de la comisaría de Frías, porque hay
una especie de coordinación de grupos de Iñiguez del COR, para
hacer una especie de levantamiento cuasi insurreccional hacia
fines de ese año, que Iñiguez no lo hace hasta un año después,
cuando intenta el golpe en agosto del ’60. Es decir, ellos no
eran absolutamente independientes para definir sus políticas.
Lo eran en la medida de que por ese momento la resistencia era
bastante inorgánica y se hacía bastante lo que se daba la gana,
pero en cierto modo, para tratar de tener cierta efectividad
trataban de coordinar con aquellos que tal vez no sean de la
misma línea política que ellos tenían, como en el caso de Iñiguez.
Más allá que la experiencia de Uturuncos duró apenas casi un
año, fue un acelerador hacia la lucha armada para enfrentar
a la dictadura y buscar el retorno de Perón.
Uturuncos abre una puerta. Ellos dejaron entrever que los comandos
estaban muy mal armados en lo previo, aunque tenían otras funciones.
Lo que tratan de hacer es especializar la resistencia. Así como
la resistencia había pasado del petardo casero al explosivo;
en el caso de organización lo mismo, el comando era un grupo
casi informal de personas que esporádicamente se reunían con
un objetivo político, la guerrilla implica un compromiso diferente,
ni más ni menos pasar a la guerra. En este sentido, el debate
de los Uturuncos es mucho más sencillo que la discusión posterior,
no es el ejemplo y de ahí en más todos van a la guerrilla. Entre
junio del ’60, cuando los Uturuncos ya están prácticamente desarticulados,
hasta la experiencia de Taco Ralo de las FAP (Fuerzas Armadas
Peronistas), en el ’68, lo que hay aparte de algunos intentos
guerrilleros, se genera un inmenso debate. Entre casi todas
esas guerrillas, como el Ejército Guerrillero del Pueblo de
Jorge Ricardo Massetti que fue en apoyo del Che, Tacuara, como
el grupo del Vasco Bengoechea, son no peronistas, salvo Tacuara.
Estas guerrillas van a estar vinculadas directamente a la idea
del foco, ocho, diez o quince personas, que es lo que decía
el Che que era necesario para armar un foco, colocadas en un
territorio tratando de hacer una resistencia y llamando al resto
de la población a combatir, por motivos claros de la época.
No se plantea la organización política como parte constitutiva
del grupo. En el caso de los Uturuncos fue al revés, en la etapa
de comando, que era bien política, y después decidieron llegar
a la estrategia guerrillera. En cambio en el otro caso, recién
va estar el planteo posfoquista en las grandes organizaciones,
como las FAP, o ya en Montoneros o el ERP. Aquí se plantean
una etapa diferente. Para el ERP el la concepción del partido
es lo fundamental. Montoneros empieza como una organización
cuasi foquista, ligada al peronismo, y se abre como organización
política en las elecciones de 1973. La mayor parte de las experiencias
posteriores van a tener una preocupación muy fuerte por ambos
aspectos, no sólo por la guerra. Todo el período anterior, del
’59 al ’68, son experiencias efímeras, que duran el tiempo que
tardan en detectarlas, casi no asentadas en el territorio, con
pocas redes políticas, salvo las FAP que su diferencia y marca
el ’68 como momento de inflexión, es que aunque el campamento
de las FAP es descubierto y desarticulado, la organización perdura
en el tiempo, mientras que las anteriores cuando sucedía esto,
desaparecían. Tanto los Uturuncos, como el EGP, como Bengoechea,
cuando caía la represión sobre ellos, el grupo se extinguía,
porque no tenían una red más amplia más allá de la necesaria
para armar la guerrilla.
También marcás cuestiones ejemplares sobre la convicción de
lucha, como el caso de la FOTIA a los que Perón los «corta»,
y luego del ’55 son los primeros en plegarse a la Resistencia.
Sí, a mi me pareció como una cosa ejemplar. El objetivo real
del pueblo es la organización para su propio beneficio en la
lucha. A veces es mucho más fuerte la conciencia de un trabajador,
como un dirigente de las huelgas durante el peronismo, de seguir
siendo peronistas porque sabían que este era el camino, más
allá de Perón. Es lo mismo que le pasó a Cipriano Reyes: era
un matón, no era aquel ««lúcido militante de la carne», era
un tipo bravo de un sindicato fuerte en una época complicada.
Antes que a Perón lo bajen de la vicepresidencia en el ’45,
en un acto en Berisso en el que iba a hablar Perón no lo dejaron
hablar, le cortaron el micrófono a Perón. Y Reyes, que sabía
que Perón no era su enemigo, como viejo pillo sabía que su éxito
estaba atado al de Perón, tanto como un montón de trabajadores.
Por eso, podía estar en las barricadas del 17 de octubre un
tipo que había sido casi excluido.
Volviendo a la FOTIA, la huelga del ’49 que la enfrentó a Perón
había sido muy fuerte.
¿Qué había pasado con la FOTIA? Había tenido una huelga muy
grande en 1949, y fue descabezada por Perón otorgando todos
los beneficios que el gremio pedía, pero al mismo tiempo la
FOTIA debía estar dentro de un sindicato más grande. Algunos
de los participantes de la huelga, son echados del sindicato
y desafiliados del peronismo. En el caso de Romano, a pesar
de participar en la huelga del ’49, va a tener un cargo menor
en el segundo gobierno peronista. Cuando viene la etapa de la
Resistencia, no es una casualidad de que haya muchísimos peronistas
en cargos de baja graduación, como ser delegados u obreros comunes,
cuando se produce el golpe militar, salgan a hacer algo. Y en
ese «hacer algo» remplazan a aquellos anteriores, que estaban
presos, que querían negociar y ver como zafaban, porque no todos
fueron al combate, había tipos que se ocultaron y se metieron
debajo de la cama, como Antonio Cafiero, no existieron en la
Resistencia más allá de que ahora se quieren reivindicar de
la Resistencia.
Ahí se da todo un reacomodamiento del peronismo como fuerza
popular.
Y, ahí los peronistas se ven despojados de su gobierno, del
Estado, del partido, se despojaron de los dirigentes acomodaticios
del peronismo, entonces, «ahora se ven los pingos». Como dice
uno de los documentos del Comando Nacional Peronista, «ahora
el verdadero dirigente hay que demostrarlo». Porque ahí es cuando
había que demostrar, porque dirigente no es el que ejerce cuando
está todo bien, lo alabamos a Perón, cuando comemos todos. Cuando
se nos vienen encima, los verdaderos dirigentes son los que
luchan y los que no luchan, son unos traidores que estaban negociando.
Hubo como una especie de primer limpieza del peronismo, en la
cual de aquellos acomodaticios fueron reemplazados por los nuevos.
 Entrevista
de la revista Mayoría a un comandante uturungo (sic)
"NOS CONSIDERAMOS SOLDADOS Y COMO TALES RECLAMAMOS EL MISMO
TRATO QUE DAREMOS A QUIENES TENGAN LA DESGRACIA DE LUCHAR CONTRA
NOSOTROS"
[Fragmentos del reportaje publicado en la revista Mayoría en
enero de 1960]
LOS OBJETIVOS DE LA LUCHA
¿Por qué motivo se ha levantado Ud. en armas con sus hombres?
Acicateados por nuestro orgullo de argentinos conscientes de
que la Patria maniatada esta siendo convertida en una colonia
del imperialismo, hemos resuelto tomar las armas en su defensa.
Hemos jurado ante dios, fuente de toda razón y justicia, como
así ante el Padre de Patria, General José de San Martín, morir
por ella ante de verla postrada y encadenada a la voluntad de
potencias extranjeras.
¿Cuál es el objetivo final de la lucha?
Nuestras banderas son la Soberanía Política, la Independencia
Económica y la Justicia Social. Entendemos a la Soberanía Política
como la unidad espiritual de la Nación y la real afirmación
de la personalidad de la Patria en sus relaciones con el mundo,
aspirando a la recuperación de los grandes valores morales sobre
los que fue fundada. Entendemos que la Independencia Económica
nos impone la recuperación de todos los resortes económicos
y financieros de la Nación, vilmente entregados al extranjero
por los mercaderes que la venden en criminal remate. Entendemos
la Justicia Social fundada en la promoción de los trabajadores
a la dignidad que corresponde en una concepción cristiana de
la persona humana; de la familia y del trabajo; reconocimiento
del derecho y de la obligación de trabajar; a una retribución
justa; a las condiciones dignas del trabajo; a la prevención
de la salud; al bienestar; a la seguridad social; a la consolidación
de la familia; al mejoramiento económico y a la defensa de los
intereses profesionales.
EL PROGRAMA CONCRETO
¿Cuál es el programa concreto de su movimiento?
Bajo la protección de esas banderas consustanciadas con la gloriosa
enseña azul y blanca, que preside nuestros destinos, juramos
vivir o morir por los siguientes objetivos:
1) Retorno a la Patria del general Juan Perón, y devolución
del cadáver de la protectora de los humildes Eva Perón.
2)Rescisión de los contratos económicos financieros que afectan
a la soberanía y dignidad nacional, especialmente los contratos
petroleros, Cade, Ansec, Otto Bemberg, Dinie y todas las entregas
efectuadas con el patrimonio del país al Fondo Monetario Internacional
y demás instituciones del imperialismo.
3)La coexistencia armoniosa y prospera de una industria y comercio
floreciente, una clase media y profesional progresista y una
masa trabajadora dignificada y participe de la riqueza de la
Nación. Para que ello pueda ser realidades llevara a cabo como
base principal una amplia y profunda reforma agraria, eliminando
definitivamente en el país la gravitación de la funesta oligarquía
terrateniente.
4)La promoción de una amplia política familiar que respetando
su intimidad, fecundidad y espiritualidad, promueva su constitución
y desenvolvimiento sin quebrar su unidad; un régimen de remuneraciones
que contemple las asignaciones familiares; la adquisición en
propiedad de viviendas dignas, el derecho de los padres a la
educación de sus hijos y su efectivo ejercicio, cualquiera fuere
su situación económica.
PROTECCION DE LA INDUSTRIA NACIONAL
5)El establecimiento de un sistema económico financiero que
proteja a la industria y al comercio nacional, al borde ya de
la quiebra, por los sistemas económicos liberales, entronizados
en nuestra Patria desde setiembre de 1955.
6)Conscientes del inmenso esfuerzo que deberá realizar la clase
trabajadora para hacer reflotar el país del abismo a que ha
sido precipitado, los que ofrendamos nuestras vidas al servicio
de su liberación pediremos a nuestros hermanos trabajadores
y asalariados que homenaje a la patria, ofrezcan al gobierna
revolucionario la suscripción de un Empréstito de Salvación
Nacional, que integraran con el valor de dos horas de trabajo
diario suplementario, durante un periodo de tres años, y que
será rescatado en veinte años.
7)La convivencia de todos los argentinos y extranjeros que habitan
el suelo patrio, sin discriminación de colores y matices políticos
e ideológicos. Ello significa que nos anima un afán de secta
ni la petulancia de poseer el monopolio exclusivo ni excluyente
de la mejor razón.
8)Recuperar la Tercera Posición, pregonada y practicada por
el general Juan Perón, que continuara siendo la bandera del
pueblo para el pueblo en convivencia dinámica y constructiva
con todas las naciones y regímenes políticos y sociales de la
tierra.
LA GUERRA DE GUERRILLAS
¿Cree Ud. Que la Argentina por su topografía, permite una prolongada
actividad de guerrillas, a pesar de los armamentos y métodos
modernos de que puedan disponer las fuerzas de represión?
La guerra de guerrillas es la guerra revolucionaria del pueblo
en armas, contra la cual se estrellan los ejércitos que son
utilizados para enajenar la soberanía de la Patria. Estamos
seguros de que el Ejercito Argentino no peleara en defensa de
un Gobierno que traiciona la Nación y que ha cerrado al pueblo
todos los caminos normales. Confiamos en que excepto los altos
jerarcas militares entregados al oro extranjero, los oficiales,
suboficiales y tropa con sentido de Patria no lucharan en contra
de los hermanos que quieren liberarlas para todos. En cuanto
a la topografía, toda ella es buena, incluso las ciudades, si
hay corazones argentinos dispuestos a cumplir con su deber.
¿Qué sanciones contra los traidores al país o los que en la
represión de su Movimiento violen las normas humanas?
Los que traicionan nuestras propias filas, quienes repriman
a sangre y fuego nuestra gesta de liberación, o los que torturen
y cometan atrocidades con los integrantes de las guerrillas
o sus simpatizantes en la retaguardia, serán considerados por
nosotros como criminales de guerra y pasados por las armas.
¿La guerrilla cuenta con apoyo moral y material de la población
de las zonas en las que opera?
Estamos seguros de que millones de hombres y mujeres sumaran
sus voluntades y la resolución de ofrendar sus vidas en los
campos, pueblos y ciudades, antes que ver condenados a sus hijos
a la miseria y esclavitud. Las pruebas que hemos recibido nos
afirman en tal actitud.
UNA ADVERTENCIA A LA OPINION PUBLICA
¿Se consideran ustedes combatientes sujetos a las normas de
la guerra?
Nos consideramos soldados, y como tales reclamamos el mismo
trato que daremos a quienes tengan la desgracia de luchar contra
nosotros. Desde ya anticipamos que cuidaremos ajenos como los
propios, y devolveremos a su hogar a todos los prisioneros que
caigan en nuestras manos. Solo retendremos y juzgaremos a los
jefes que hayan cometido crímenes de guerra. Los hombres y mujeres
que nos enrolamos en la lucha conocemos que el aparato propagandístico
nacional y extranacional al servicio de la oligarquía nos hará
objeto de las más atroces calumnias y calificaciones. Los epítetos
de bandoleros, comunistas, nacionalistas, etc., adornaran seguramente
los titulares de la prensa amarilla, y cuanto crimen sobre en
los archivos de la República será cargado a nuestra cuenta.
Ante esas perspectivas, deseamos advertir a la opinión que ello
no agreda nuestro animo de luchar y vencer, como así también
que no perdonaremos los crímenes que cometan con nuestros soldados,
sus familiares y sus bienes.
¿No temen Uds. Afrontar a alas fuerzas de la represión infinitamente
superiores?
Creo haber contestado anteriormente a esta pregunta, pero en
todo caso pueden ustedes decir que, cuando hemos resuelto afrontar
esta lucha, no hemos tenido en cuenta nuestra vida física. Tenemos
la mejor razón histórica, combatimos por la salvación del ochenta
por ciento de los habitantes del país y ganaremos. No será la
primera ni ultima vez que un puñado de hombres salva a una Nación.
LA "OPERACIÓN FRIAS"
¿Se cumplió la finalidad de la operación Frías?
A la perfección y tal cual fue proyectada. Lo mismo sucederá
con las próximas. Nadie espere de nosotros operaciones diarias
ni golpes espectaculares, pues nuestra misión es liberar definitivamente
a la Nación, y ello es una tarea larga y penosa.
¿Tiene algo que decir con respecto al tratamiento que se ha
dado a los hombres capturados en Tucumán?
Hasta ahora solo sabemos de golpes y malos tratos cometidos
contra algunos de los compañeros que cayeron. Si confirmamos
tales malos tratos, los cobraremos oportunamente.
¿Cuándo terminara la lucha?
Hasta que regrese a la Patria el general Perón y se cumpla el
programa que enarbolamos.
¿Admiten Uds. combatientes de todas las ideologías?
Nosotros no hacemos discriminaciones respecto de los que quieren
ser combatientes por la Liberación de la Patria. Nuestras banderas
alcanzan al ochenta por ciento de la población, que en su diferente
condición social pueden y deben participar en la lucha.
CENTENARES DE UTURUNGOS
¿Es usted el único comandante Uturungo?
Soy y no soy el único Uturungo. Dentro de poco habrá centenares
de Uturungos en el país, incluso en los bosques de cemento armado
como son las grandes ciudades, donde también nacerán los Uturungos.
[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista
(1959-1960)"]
 Murió Félix Saravalle, el Comandante
Puma de los Uturuncos, el primer ejército del Movimiento Peronista
de Liberación
Por Ernesto José Salas, 28/12/2003
En la ciudad de La Banda (Santiago del Estero) y a los 78 años,
acaba de morir Félix Francisco Serravalle, comandante Puma del
Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación
Uturuncos.
El Puma, como muchos miembros de la Resistencia Peronista, fue
hasta 1955 un peronista entre millones, pero sintió que el golpe
militar contra Perón era el límite de lo que estaba dispuesto
a tolerar. Fue entonces que comenzó a organizar núcleos de militantes
en Santiago del Estero.
En 1956 se integró al Comando 17 de octubre que se extendía
desde Tucumán, dirigido por Manuel Enrique Mena, el gallego.
Hacia 1959, muchos militantes peronistas de la Resistencia pensaban
que la estrategia insurreccional que habían practicado durante
los primeros años había fracasado. El momento clave para la
insurrección se había presentado en enero, con la huelga general
por tiempo indeterminado, que la mayoría de los sindicatos habían
declarado en solidaridad con la toma del frigorífico Lisandro
de la Torre por sus obreros. Cuando la represión desalojó a
los trabajadores de la planta, la insurrección se extendió al
barrio de Mataderos. Los obreros y los vecinos del barrio comenzaron
a controlar las calles y se enfrentaron con la policía durante
toda una semana. Sin embargo, la huelga sólo duró tres días
y se debilitó por las divisiones dentro del movimiento obrero
acerca de la estrategia a seguir, y por la dureza de la represión.
-Si la insurrección no es el camino para traerlo a Perón, ha
llegado el momento de las armas, dicen sus compañeros que les
explicaba Abraham Guillén, veterano
de la guerra civil y que se había conectado con el comando.
Era a mediados de 1959, el gallego Mena y sus compañeros emprendieron
el camino de la guerra de guerrillas. El comando 17 de octubre
cambió el nombre por el de Movimiento Peronista de
Liberación (MPL) y empezó a preparar las acciones del Ejército
de Liberación Nacional. Después de un primer intento de subir
al monte, en octubre, los empezaron a llamar la guerrilla del
Uturunco (hombres tigres, en quechua).
En la madrugada del 25 de diciembre de 1959 un grupo de 22 militantes
asaltó con éxito la comisaría de Frías, la segunda ciudad en
importancia de Santiago del Estero. El grupo estaba comandado
por Genaro Carabajal, el comandante Alhaja o Pila, apoyado por
Juan Carlos Díaz, comandante uturunco (no era él el jefe del
movimiento pero su apodo se extendió al grupo), y Félix Francisco
Serravalle, el comandante Puma.
Ninguno tenía experiencia militar ni en el tipo de vida que
les esperaba en el monte. Se escaparon en un camión que los
llevó hasta las cercanías del arroyo El Calao, en el sur de
la provincia de Tucumán y se internaron en la selva.
A los pocos días el grupo se desbandó; los más jóvenes (el más
chico tenía 15 años) se entregaron a la policía, mientras Alhaja
y Uturunco bajaban para restablecer el contacto que habían perdido.
El Puma Serravalle había quedado al mando de los que resistían
en la selva.
Cuando se entregaron, los jóvenes afirmaron frente a la policía
que el Puma había quedado al mando y que les había dicho que
solamente muerto lo iban a agarrar. Unos días después, el Puma,
con José Luis Rojas, el Zupay, Santiago Molina, el mexicano
y los combatientes que quedaban en la selva rompieron el cerco
policial y lograron bajar. El puma, clandestino, continuó la
lucha.
Fue detenido en Tucumán, el 1º de abril de 1960, mientras trataba
de idear un plan para liberar a sus compañeros de la cárcel.
Serravalle fue juzgado por un tribunal militar del Plan de Conmoción
Interna del Estado (Conintes) y condenado a cuatro años y seis
meses de prisión por los delitos de conspiración para la rebelión
e intimidación pública. Su padre le había pedido a Carlos Arturo
Juárez, el eminente caudillo peronista de la provincia, que
lo defendiera, pero éste le mandó a decir que quería plata para
hacerlo. Finalmente, fue liberado por la amnistía dictada por
el gobierno de Arturo Illia y se retiró a su vida familiar.
El tiempo demostraría que lo de Juárez no había sido casual.
Durante la última dictadura militar escribió un libro de apoyo
al genocidio, "Hora crucial de la Argentina", en cuya portada
tenía una horca. En él aseguraba: -"Una violencia que ciega
los recursos legales para sofocarla, sólo puede engendrar el
supremo recurso de los medios extralegales para combatirla".
Como todos saben, desde 1983 Juárez ha sido reelecto indefinidamente
como gobernador de la provincia, a la que controla con mano
de hierro. Actualmente el cargo lo ocupa su esposa "Nina".
Ningún periódico de Santiago del Estero publicó la noticia de
la muerte del comandante Puma, santiagueño peronista, entrador
y divertido, antimenemista y antijuarista. Yo tuve la suerte
de conocerlo y digo que fue un gran hombre, un poeta vocacional,
un honesto y consecuente luchador popular.
NOTA: En esta página
y en el documento digital se han omitido notas al pie y no se
reproduce íntegramente la versión del libro en papel.
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