Francisco "Paco" Urondo
nació en Santa Fe en 1930. Poeta, periodista, académico y militante
político, Paco Urondo ofrendó su vida luchando por el ideal de una sociedad
más justa. "No hubo abismos entre experiencia y poesía para Urondo."
–dice Juan Gelman– "corregía mucho sus poemas, pero supo que el único
modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse
a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al
misterio de la gente. Paco fue entendido en eso y sus poemas quedarán
para siempre en el espacio enigmático del encuentro del lector con su
palabra. Fue –es– uno de los poetas en lengua castellana que con más
valor y lucidez, y menos autocomplacencia, luchó con y contra la imposibilidad
de la escritura y contra un sistema social encarnizado en crear sufrimiento.
Su obra poética comprende Historia antigua (1956), Breves (1959), Lugares
(1961), Nombres (1963), Del otro lado (1967), Adolecer (1968) y Larga
distancia (antología publicada en Madrid en 1971). Ha publicado también
los libros de cuentos Todo eso (1966), Al tacto (1967); Veraneando y
Sainete con variaciones (1966, teatro); Veinte años de poesía argentina
(ensayo, 1968); Los pasos previos (novela, 1972), y en 1973, La patria
fusilada, un libro de entrevistas sobre la masacre de Trelew del '72.
Es autor en colaboración de los guiones cinematográficos de las películas
Pajarito Gómez y Noche terrible, y ha adaptado para la televisión Madame
Bovary de Flaubert, Rojo y Negro de Stendhal y Los Maïas de Eça de Queiroz.
En 1968 fue nombrado Director General de Cultura de la Provincia de
Santa Fe, y en 1973, Director del Departamento de Letras de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Como periodista
colaboró en diversos medios del país y del extranjero, entre ellos,
Primera Plana, Panorama, Crisis, La Opinión y Noticias.
Murió en Mendoza en junio
1976 enfrentando a la dictadura militar. "Empuñé un arma porque busco
la palabra justa", dijo alguna vez. Acorralado por fuerzas represivas
Paco eligió su propia muerte tomando una pastilla de cianuro, antes
de caer en manos de los asesinos y torturadores que derrocaron a un
gobierno constitucional y gobernaron el país a su antojo, haciendo caso
omiso de históricas convenciones internacionales sobre el tratamiento
de prisioneros de guerra. Paco sabía muy bien que entregarse vivo era
exponerse a las torturas más salvajes con el fin de obtener información,
y que luego -de cualquier maneras- sobrevendría el asesinato cobarde
y por supuesto clandestino, ya que los asesinos obviaban cualquier tipo
de juicio mediante tribunal como cualquier tipo de defensa. Paco, como
miles de profesionales, estudiantes, obreros e intelectuales de la época,
militaba en la organización político-militar Montoneros.
La patria fusilada fue publicado
originariamente en un cuadernillo en el formato de las separatas que
solían acompañar a la revista Crisis; posteriormente fue editado o reimpreso
en distintas copias independientes, una de las cuales
puede descargarse en pdf. Asimismo fue publicado en tres números de la
revista El Descamisado durante el mes de junio de 1973. Puede descargar el texto
en un solo archivo, o bien los tres ejemplares
de El Descamisado en forma independientes: número 13 (descargar)
, 14 (descargar) y 15 (descargar). Una nueva edición de La Patria Fusilada
fue publicada en 2011 por
Libros del Náufrago
"horas se podría estar contando
esta historia y otras
parejamente tristes
sin calentar un solo gramo del país sin calentarle
ningún pie
¿acaso no está corriendo la sangre de los 16 fusilados
en Trelew?
por las calles de Trelew y demás calles del país
¿no está corriendo la sangre?
¿hay algún sitio del país donde esa sangre no está
corriendo ahora?"
Juan Gelman.
[Ilustración de Ricardo
Ajler]

Esta
entrevista fue realizada el 24 de mayo de 1973, la noche anterior a
la salida de la cárcel de Villa Devoto de todos los presos políticos.
Esa noche se decidió tomar los celulares de los cinco pisos donde estaban
alojados. La planta fue tomada y esto permitió la intercomunicación
entre los pisos, poder verse, cosa que antes no ocurría. De esta manera
Urondo se pudo reunir con los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew:
Camps, Haidar y Berger. Se metieron en una celda y se pusieron a conversar
sobre lo ocurrido.
FRANCISCO URONDO: En principio, sería interesante saber para ustedes
cómo se llega al actual momento político y cómo se encuadra la fuga
del penal de Rawson.
ALBERTO MIGUEL CAMPS: Las organizaciones armadas fueron uno de los elementos,
junto con las movilizaciones populares y la conducción del general Perón,
las que posibilitaron que hubiera elecciones en condiciones que ellos
no pretendían: de alguna manera estos elementos hacen naufragar el proyecto
de la camarilla militar. Por eso mismo, pienso que la fuga de Rawson
fue una operación de características especiales, perfectamente encuadrada
dentro del momento político que se estaba viviendo.
MARIA ANTONIA BERGER: Claro, porque hay dos problemas, uno es determinar
la incorrección o no de la operación y otro es la evaluación que se
hace en ese momento de la situación política y de las repercusiones
que podía tener esa fuga. Por un lado creo que es cierto lo que decía
el turco recién, antes de empezar a grabar que no se veía en ese momento
la posibilidad de llegar a elecciones. Estaba la cláusula proscriptiva
que afectaba la candidatura de Perón, incluso el accionar de las organizaciones
armadas estaba bastante frenado; o, mejor dicho, era una época en que
había muy pocas operaciones. En cuanto a la posibilidad de llegar a
elecciones, creo que incluso en el comunicado no se la ve, porque en
el comunicado de Rawson no se llega a eso.
A.M.C.: Indudablemente,
en aquel momento la evaluación concreta que hacíamos era que no se llegaba
a eso, la cláusula del 25 nos mostraba otra vez un proceso eleccionario
proscriptivo para el Peronismo. En eso estoy de acuerdo con vos: viéndola
ahora, esa apreciación que hacíamos nosotros era incorrecta. Pero justamente
la fuga de Rawson, esa operación militar fue una de las tantas operaciones
militares que, junto con el accionar del pueblo y de Perón, posibilita
que no se den las elecciones, la batalla, en el terreno que elige el
enemigo, aunque aceptando muchas de las imposiciones que en un primer
momento estaban concretamente incluidas en el GAN.
F.U.: ¿Se puede hablar de una evaluación incorrecta teniendo en cuenta
los elementos de juicio que había en ese momento?
A.M.C.: No, no. ¿Evaluación incorrecta al determinar que no se llegaba
a las elecciones?
F.U.: Al determinar la operación de Rawson, la fuga.
A.M.C.: No, pienso que al
realizar la fuga con la evaluación que se hacía, que no se llegaba a
las elecciones, era correcta. Bueno, creo que pensarlo de otra manera
era imposible. Yo apuntaba un poco a lo que decía Mana Antonia, si hoy,
habiendo llegado a elecciones, consideramos a esa operación militar
como incorrecta o no. Pienso que no, porque está dentro de las operaciones
militares que estuvieron golpeando constantemente a la camarilla militar;
por lo tanto fue correcta. Sumado a eso la evaluación que hacíamos antes.
F.U.: ¿Turco, estás de acuerdo con esto?

Penal de Villa Devoto, 25 de mayo de 1973,
esperando la liberación |
RICARDO RENE HAIDAR: Si,
yo estoy de acuerdo. La decisión de realizar la operación en ese momento
es muy correcta y aún en este momento, mirándola retrospectivamente,
es correcta. Donde tal vez quepa alguna autocrítica es en el sentido
de qué posibilidades teníamos nosotros, en ese entonces, de conducir
el proceso al triunfo; bueno, no conducido precisamente, sino de participar
en el proceso y de que este proceso desencadenara lo que fue, un triunfo
popular. En aquel momento nosotros evaluábamos como escasas las posibilidades
de que hubiera elecciones; eran muy remotas. Incluso podíamos llegar
a pensar que, de llegar a las elecciones, podría ser una derrota para
nosotros en la medida que diera el triunfo del GAN, tal cual venía levantándolo
Lanusse. De lograrse el GAN en esos términos era una derrota para nosotros.
Esta visto que las elecciones se dieron pero con una derrota para el
GAN.
F.U.: Porque se había revertido
el sentido del GAN
R.R.H.: Claro, el acuerdo fue para el pueblo, pero no para la clase
dominante. Esa es la perspectiva que, tal vez en aquel momento y en
aquellas circunstancias nosotros velamos como muy remotas. Eso, en el
contexto político-histórico de aquel momento, era imposible de evaluar.
F.U.: ¿Te parece que era posible en ese momento haber previsto esa reversión
del proceso?
R.R.H.: No se si la reversión, pero pienso que hubiera sido posible,
evaluar las condiciones o la evolución del proceso en otra forma. Esto,
de haber tenido conocimiento más a fondo de las contradicciones internas
del enemigo, de la conducción que estaba en condiciones de realizar
el general Perón, incluso de la capacidad de conducción, del rol que
jugaba el general Perón.
F.U.: ¿Así que el error estaría fijado básicamente en el desconocimiento
del grado de deterioro que había sufrido el enemigo en todo su campo
interno y en la justa estimación del rol que jugaba Perón?
R.R.H.: Exactamente.
F.U.: eso seria lo que pudo haber detectado en el momento de la operación
M.A.B.: Yo creo que en aquel momento nosotros sobrestimábamos el poder
de los militares; pensábamos que el GAN era una maniobra del poder militar
y que nosotros lo que teníamos que hacer era desnudarlo, pero no se
veta la posibilidad de revestido. Incluso con lo que se planteaba con
el programa de los cinco puntos (perón presidente): eran condiciones
imposibles de aceptar.
F.U.: ¿Los diez puntos de Lanusse?
M.A.B.: No, el programa de los cinco puntos de los “montos”. Se lo veía
impracticable realmente.
F.U.: ¿Entonces, con esta óptica, con esa limitación de detección, en
ese marco se decide la operación fuga de Rawson?
M.A.B.: Si, pero antes de
seguir adelante quería señalar otra cosa: lo que significaba la posibilidad
de recuperar compañeros. Eso creo que también es un elemento a señalar.
Hay elementos políticos que hacen a la caracterización del momento en
que se hace la operación, pero también hay otras cosas: si nosotros
pensamos que la guerra va a ser larga, no tenemos que esperar el triunfo
para recuperar a todos los compañeros. Sea de una manera o sea de otra,
siempre tenemos que tratar de que los compañeros sirvan en el mejor
lugar posible. En ese sentido, una fuga creo que es una operación válida,
en términos generales; y más en aquel momento, porque daba la posibilidad
de recuperar gran cantidad de compañeros para actuar justamente contra
el GAN Y dentro de la lucha político-militar. Eso hay que señalarlo
porque quedaría si no como si entonces fuera claro ver que se podían
dar las elecciones y lo que se está dando ahora, que es nuestra libertad.
Pero fijate que de todas maneras, aunque hubiese sido así, ya existía,
en aquel momento, la posibilidad de que participara toda una cantidad
de compañeros dentro del proceso de las luchas populares. Siempre es
un aporte que no sólo no hay que desdeñar, sino que hay que impulsar
al máximo.
R.R.H.: El punto de partida para ese análisis es el hecho de que los
proyectos de las organizaciones armadas revolucionarias, es un proyecto
de guerra popular y prolongada. Tiene un carácter estratégico, es decir,
metodológicamente nosotros queremos utilizar la guerra popular para
alcanzar la toma del poder. Desde ese punto de vista, nosotros, todos
los que estábamos en ese momento ahí, estábamos en manos del enemigo;
un enemigo poderoso, que lo era entonces y lo sigue siendo ahora, con
la diferencia que de que en este momento están en retroceso político,
fundamentalmente político. Pero en aquellas circunstancias nuestra perspectiva
de salir en libertad era totalmente remota. Nuestro compromiso es un
compromiso con el pueblo y con la lucha que teníamos que llevar adelante.
La obligación era cumplir con ese compromiso, y la única forma de cumplir
con ese compromiso de lucha era completando la fuga.
F.U.: Además está el otro elemento que ustedes tocaron cuando empezamos
a hablar.
Decían que la fuga fue una operación más que golpeada (y en este caso
por la magnitud de la operación) muy duramente al enemigo. Creo que
ustedes lo dijeron pero un poco al pasar. Aparte de argumentos políticos,
la falta de detención del grado de deterioro del enemigo, del rol de
Perón, de la validez de recuperar compañeros para la lucha así falten
15 días para el fin de esa lucha, está el elemento político-militar
en si. Los efectos que produce esta operación, como cualquier otra,
y especialmente esta, en la medida que fue una operación muy grande.

Revista
El Descamisado Nº 3, 5 de junio 1973. Clic para descargar |
M.A.B.: La operación se
planificaba como una operación más; así era como estaba planteada. Se
veía que era una operación de gran envergadura, incluso nos planteábamos
si eso no iba a traer una especie de catástrofe dentro del poder militar;
porque como operación era una operación de mucha envergadura, que golpeaba
al enemigo en un lugar donde ellos se creían muy fuertes.
F.U.: La gente apreciaba que podía producir un cambio de guardia (como
se decía en esa época) en el elenco ejecutivo del gobierno. Incluso
había gente de afuera que sabía de la operación y que pensaba que la
llegada a Chile de toda la patota podía producir la caída de Allende.
Me parece exagerada la operación, es cierto que al Chico, era previsible,
le iba a traer serias dificultades, como por otra parte le trajo, era
evidente. En suma, Rawson era una operación de una magnitud como creo
que no ha conocido la guerrilla en esta parte del mundo, por el Contexto
político en que se iba a producir; por la resonancia que tendría. Incluso
por lo que suponía fugarse de una zona geográfica como esa donde estaba
ubicada la cárcel.
M.A.B.: Es que nos habían puesto justamente en una zona tan alejada
para que no pudiéramos irnos.
F.U.: Precisamente, como medida de seguridad no es casual que la cárcel
de Rawson esté rodeada por un desierto.
R.R.H.: Después, cuando veamos las condiciones, cómo veíamos las posibilidades
de escape, podemos hablar del aspecto geográfico. Ahora quería decir
que para nosotros era objetivo, por supuesto, no era lograr un cambio
de guardia, el objetivo era sacar esa cantidad de compañeros que estaba
ahí, para seguir la lucha.
F.U.: y golpear al enemigo.
R.R.H.: Claro. Si se llegaba a dar un cambio de guardia, valorábamos
eso como un paso más, un retroceso más de ellos. No como un paso hacia
adelante del enemigo en contra del pueblo, sino todo lo contrario. Un
cambio de guardia para ellos, en esas condiciones, significaba un retroceso.
Como objetivamente lo ha venido siendo todos los cambios que hicieron
desde el inicio de la “revolución argentina”.
F.U.: Bueno, ¿por qué no me empiezan a contar un poco como fue la planificación?
¿La idea surgió concretamente, cuántos meses llevó la preparación?
A.M.C.: Yo pienso que para
la mayoría de los presos el fugarse es la tarea principal. Por lo tanto,
apenas se llegó al penal, de alguna manera se estuvo funcionando en
el conocimiento del terreno como fundamentalmente, para ir viendo las
posibilidades que existían. A lo largo de meses se fueron viendo varias
posibilidades y descartando otras. A veces por irrealizables y a veces
porque se iban consiguiendo elementos, conociendo cosas que permitían
pensar en la idea de ampliar la cantidad de compañeros a fugarse. Al
principio se pensaba en contingentes limitados. En un primero momento
el aislamiento, ese elemento de seguridad que es la zona donde estábamos,
una zona totalmente aislada, nos impedía pensar en una fuga como la
que finalmente se planteó, en una fuga masiva.
F.U.: ¿Cuándo llegaron ustedes al penal de Rawson?
A.M.C.: Bueno, el primer grupo de presos políticos eran compañeras,
estaban en ese penal desde el tiempo del
Viborazo.
F.U.: ¿Compañeras?

Trelew, cuarenta años, cuarenta
documentos. Realización de CEDEMA, El Topo Blindado e Insurgencia
Cultural. Clic para descargar |
A.M.C.:
Sé que había compañeras. Cuando nosotros llegamos, el grupo que había,
es decir, el primero contingente de compañeros, es el 8 de septiembre;
dos días después de la fuga de Villa Urquiza. Ahí entran compañeros
de Tucumán y de Córdoba. Pero cuando llegamos ya había compañeras.
R.R.H.: Desde el principio, digamos, marzo del 71, había gente en Rawson.
Estaban los compañeros esos de Santa Fe que después se fueron al Perú,
los que habían caído en febrero del 71.
A.M.C.: De compañeros, no se. Se positivamente que había un pabellón
con compañeras, hasta que llegó el grupo más numeroso; después vinieron
los otros grupos en marzo y abril del 72.
M.A.B.: Son los traslados masivos de Devoto a Rawson.
R.R.H.: En los días previos a la ejecución de Sallustro fue que trasladaron
un contingente a Rawson, allá estaba Robi Santucho, Pedro Cases, y una
cantidad de compañeros. Después, el 23 de abril traen al grupo más numeroso.
Estaba yo, concretamente, ¿estabas vos, María Antonia? Estaba la gorda
Susana, y, en fin, cincuenta y pico de compañeros. Era un avión Hércules
de la Fuerza Aérea.
F.U.: Es decir: la población del penal de Rawson se completa después
del ajusticiamiento de Sánchez.
R.R.H.: Si.
F.U.: ¿Es entonces cuando comienzan a trabajar decisivamente sobre el
plan?
A.M.C.: Se habían abierto varias posibilidades y se empezó a plantear
una fuga masiva.
F.U.: ¿Cuántos hombres había en el penal en ese momento, ustedes lo
recuerdan?
A.M.C.: Eran seis pabellones casi completos, tienen cuarenta celdas
cada uno.
F.U.: Es decir, alrededor de 250.
A.M.C.: 200 y pico de compañeros. A partir de entonces se visualiza
la posibilidad de tomar el penal y de solucionar el problema de salir
de la zona. Ese era nuestro problema, porque eran dos operaciones: en
una, tomar el penal por un lado y asegurar la retirada de 100 compañeros
dentro de un marco de seguridad.
F.U.: ¿Desde el principio se planteó la salida de 100?
A.M.C.: Siempre estuvo en la mente de todos hacer una fuga lo más masiva
posible.
F.U.: ¿Y se llegó a la suma de 100?
A.M.C.: Se llegó a la suma de 100. Eso se definió un poco después, cuando
se vio cómo iba a ser la retirada. De varios planes que había se eligió
el de copar el aeropuerto y tomar un avión comercial. El límite de la
gente a salir estaba fijado concretamente por las plazas del avión.
Ese fue uno de los detalles que se resolvió último.
F.U.: ¿Poco antes de la fuga?
A.M.C.: Sí el copamiento del penal fue uno de los aspectos en que más
se trabajó porque estábamos nosotros adentro prácticamente todo el día.
Se pensó en varias posibilidades para la retirada: aviones particu1ares,
hasta el copamiento de un avión comercial, o ambos combinados. Finalmente
sé optó por copar el aeropuerto y tomar un avión comercial. Con respecto
a lo que fue el trabajo interno, se contaba adentro con muchos cuadros
político-mi1itares, con lo cual se descentralizó bastante el trabajo,
que tenía múltiples aspectos. Abarcaba observaciones, conocimiento a
fondo del terreno, conocimiento del personal.
F.U.: ¿Del personal de vigilancia, querés decir?
A.M.C.: Del personal de vigilancia.
R.R.H.: Finalmente se vislumbró la posibilidad de este plan porque,
como dijo Alberto, hubo varios planes que se fueron pensando y desechando
a medida que se veía la imposibilidad o su concreción a muy largo plazo.
Cuando se acentuó la posibilidad de una fuga en base a este plan, se
concretó una coordinación entre las distintas organizaciones político-militares
que estaban en este momento en el penal de Rawson. Es necesario destacar
la unidad de acción que hubo desde un principio en las tres organizaciones
que participaron de la fuga: FAR, Montoneros y el ERP. Con miembros
de cada una de estas organizaciones se construyó un cuerpo de conducción
del plan de fuga. A partir de ahí se formó una estructura organizativa
que fue previendo con precisión los detalles más ínfimos.
F.U.: ¿Tenían compartimentadas estas tareas?
R.R.H.: A partir de este equipo de conducción había equipos que estaban
estructurados en forma compartimentada, en cuanto a la visión que tenía
cada uno. Las limitaciones de vivir en un lugar cerrado, de escasas
dimensiones hacían que se vean los movimientos, las reuniones; no se
podía ocultar algo que estaba pasando. Pero el objetivo que tenía cada
grupo organizado era solamente conocido por ese equipo de conducción,
que tenia una visión global del plan.
F.U.: ¿El número de gente se fue ampliando a medida que progresaba el
plan?
M.A.B.: Sí se iban incorporando compañeros y conocían el proyecto en
la medida que era necesario. Desde ya que no todos estaban enterados.
R.R.H.: Para hacer una división en etapas: primero vimos la posibilidad,
decíamos: “tenemos esta situación, ¿es posible que lleguemos a realizar
la toma del penal? Bueno, es posible. Entones, ¿qué tenemos que conseguir
para lograr esto? ¿Qué es lo que tenemos que lograr? Esto, esto y esto.
Hasta aquí también sigue siendo posible”. Es decir, fue un periodo de
más o menos un mes, durante el cual estuvimos constantemente evaluando
las posibilidades, la factibilidad del plan. A partir de entonces vino
la segunda etapa, en la que se recogieron elementos, observaciones,
que necesitábamos para perfeccionado. Una tercera etapa fue el montaje
de toda esa estructura organizativa, y la preparación para llevar el
plan a su ejecución previo simulacro, y el entrenamiento de todos los
grupos operativos.
F.U.: Entiendo que hubo preparación física especial en los últimos tiempos.
R.R.H.: Exactamente, se daba una gimnasia especial, con vistas a resolver
los problemas que se presentaran en la misma operación. Karate, caminata...
M.A.B.: Sí, una gimnasia especial, que es la preparación física que
tiene que tener todo combatiente, por eso en ese momento se trataba
de que todos los compañeros estuvieran en las mejores condiciones. No
es que para una fuga se necesite una gimnasia especial. Lo fundamental
era que todos estuviéramos en las mejores condiciones posibles para
que esa fuga fuera exitosa. Yo diría que ese era uno de los puntos que
más se cuidaron.
A.M.C.: La preparación física es parte de la militancia en la cárcel,
lo que pasa en este caso es que se especializó en algunos aspectos.
La preparación física en general fue constante.
F.U.: ¿Cómo se determinó quiénes iban a ser los ciento diez compañeros
que salían? ¿Cómo fueron seleccionados?
M.A.B.: Por cada organización. Se determinaron los cupos que tenía cada
una, y a partir de eso cada organización fijó criterios internos para
la inclusión de los compañeros. Se procuró que estuvieran todos los
compañeros, incluso de otras tendencias políticas.
R.R.H.: Hay dos fundamentalmente: la FAR y el ERP.
M.A.B.: Si bien el esfuerzo había sido hecho en su mayor parte por las
organizaciones ya mencionadas, se trató de que todas las organizaciones
armadas tuvieran también una participación, que no fuera una cuestión
limitada solamente a las que pusieran el esfuerzo, aunque, por supuesto,
iban a tener una mayor ingerencia. Pero que estuvieran todas las organizaciones
en la medida que se las consideraba participantes de la guerra. Es decir,
se cuidó ese derecho que todos tenían; y se cuidó en todo aspecto, no
sólo en la incorporación dentro del plan, sino también en los roles
a cumplir dentro de la operación. Para ver quienes eran los que participaban
y el grado de responsabilidad que se adjudicaría, se tuvo en cuenta
la capacitación previa, si el compañero había tenido algún tipo de experiencia
político militar. También se trataba de que hubiera equipos en que estuvieran
todas las tendencias.
R.R.H.: Se hizo una evaluación en casi todas las organizaciones (algunas
ya las tenían hechas) de cada compañero, contemplando los aspectos humanos
y políticos que hacen a la formación integral del militante; iba incluida
su formación política, su experiencia política y militar.
M.A.B.: Y también su extracción, es decir, de qué clase provenían.
R.R.H.: Sí en realidad eso hace a la formación, al encuadramiento de
un militante, independientemente de su extracción de clase. Lo fundamental
era su formación como militante. Ese fue el criterio que nosotros utilizamos.
A.M.C.: Otro criterio era que el compañero pudiera ser reencuadrado
afuera rápidamente para su aporte más inmediato al proceso revolucionario.
Desde ya que los criterios eran esencialmente políticos.
R.R.H.: Cada organización hacía un orden único.
M.A.B.: Después las organizaciones discutían en conjunto las plazas
que le correspondían a cada una.
R.R.H.: Se hacia primero una lista por cada organización y luego una
lista conjunta. En base a eso no había ningún inconveniente que después
si el plan comprendía cincuenta, cien, o veinte, o diez, automáticamente
quedara establecido, en base a esas listas quienes éramos los que estábamos.
F.U.: ¿Cuándo se determinó el número de personas, es decir, los ciento
diez compañeros que iban a participar de la fuga, en qué momento se
abre a todos estos compañeros la operación; es decir, con cuántos días
de anticipación la dan a conocer?
M.A.B.: La gran mayoría se entera el mismo día de la operación.
A.M.C.: Hay que diferenciar, había los compañeros que operaban y los
que no operaban; pero realmente a la gran mayoría se les avisó el último
día.
F.U.: ¿Cuántos eran los que operaban?
A.M.C.: La descentralización a veces no permitía conocer todos los aspectos
de la operación ni la cantidad de compañeros que participaban.
M.A.B.: Pero eran muchos.
F.U.: Bueno, ¿por qué no cuentan cómo fue el día de la fuga y las vísperas?
R.R.H.: Hubo en los períodos previos una sucesión de reuniones entre
las tres organizaciones. Pero no hemos dicho todavía cuál fue el criterio
que se utilizó para que se unieran esas tres organizaciones. Fundamentalmente
porque eran las que tenían mayor fuerza, mayor capacidad externa, y
el esfuerzo externo era determinante para la fuga. Tal vez fue la única
operación que se concibió unitariamente entre las tres organizaciones;
incluso en este momento se puede seguir diciendo que es el único tipo
de operación en la cual siempre vamos a estar unidos, juntos, en la
planificación, en la ejecución y en los resultados. Porque es una operación
que tiene un neto contenido estratégico, que es el de aportar combatientes
a la guerra. El resultado de todo ese proceso es la gran convivencia,
el gran acercamiento que se dio; no solo por la operación en si, sino
por todo el trabajo paralelo que se fue dando: cursos de formación política,
cursos de capacitación militar, discusión política entre las tres organizaciones.
Se hizo una discusión profunda, se lograron determinados acuerdos. Acuerdos
limitados, pero que posibilitaban ese accionar conjunto en esta fuga.
Una de las grandes conquistas, uno de los resultados más importante
en esa operación, fue el acercamiento que se dio. Esa convivencia fue
realmente muy, muy positiva. Nos permitió conocemos a fondo, reconocer
los valores de cada uno, de todos los compañeros. En esas condiciones
se llega a unas largas, larguísimas horas-hombre de reunión hasta el
momento de operar. Si no me equivoco, la primera fecha fue el 6 de julio,
¿no? Porque la fecha se fue postergando varias veces.
M.A.B.: Sí casi ya ni me acuerdo.
R.R.H.: Yo me acuerdo que tenía un seis. No se había elegido un día
especial: podía ser un día cualquiera. Se tenían en cuenta una serie
de factores que lo determinaban, pero que eran fundamentalmente externos.
Por supuesto, había condiciones internas también, por ejemplo, que el
día domingo había menos personal en el penal era un elemento que teníamos
en cuenta, aunque no fuera un elemento definitorio. Fundamentalmente
lo que tenía que darse eran las condiciones internas que facilitaran
la fuga. Y la primera fecha creo que fue el 6 de julio. Se puede decir
que teníamos todo listo. Por supuesto, fue pasando el tiempo y como
se postergaba fuimos perfeccionando el plan. Del 6 de julio al 15 de
agosto hay un mes y días, en los cuales juntamos nervios, pero también
hicimos ensayos, preparamos los materiales, simulacros de operaciones
que realizábamos en los pabellones.
F.U.: Me contaron que un “yuga” se quejaba amargamente después de la
fuga: cuándo los compañeros le decían “hasta mañana”, recordaba: “Sí,
el doctor Quieto la última noche también me dijo hasta mañana”.
R.R.H.: Otro “yuga” se iba después de la hora del recuento, a las nueve
de la noche, y nosotros éramos siempre medio morosos para metemos en
la celda. Entonces venía y decía: “Bueno, vamos, que nos vamos”, es
decir, que no fuéramos adentro, que él se tenía que ir. Y nosotros pensábamos
que cuando llegara el momento nosotros íbamos a decir: “Vamos, que nos
vamos”. Se hizo famoso: “Vamos, que nos vamos”.
F.U.: ¿Cómo fue el clima de trabajo en las horas anteriores a que se
largara la operación?
R.R.H.: Bueno, ahí se hicieron las más diversas tareas, desde mecánico,
afilador, en grado de oficial, hasta costurero.
M.A.B.: Hasta costurera y costurerita.
F.U.: Me contaron que había uno que era muy nervioso y que no participaba.
No sé si era un común o algo por el estilo. Al tipo le gusta cantar
boleros y esa noche uno tenía la misión de embalarlo para que se pusiera
a cantar boleros y con el canto no escuchara ni viera los movimientos
raros, lo que estaba pasando a su alrededor. Lo tuvieron toda la noche
cantando boleros hasta mucho después, cuándo la gente ya se habla ido
Y el penal ya estaba rodeado.
R.R.H.: Los “yugas” en cambio miraban con atención lo que hacíamos,
a veces porque les llamaba la atención. Especialmente los días previos,
aunque no creo que se imaginaban de qué se trataba.
F.U.: ¿Y qué cara ponían cuando les hicieron la primera apretada?
A.M.C.: En general, era de miedo, mucho miedo. Bueno, pero ya estamos
en la apretada.
F.U.: Sí, sí, no saltemos etapas.
R.R.H.: Antes se hicieron otras actividades.
M.A.B.: Sabés, ya lo señalamos, pero esa actividad de conjunto era realmente
como un ejército que se estaba preparando, antes de la operación y durante
la operación, todo ese ensamble era realmente...
R.R.H.: Eran doce o trece grupos operativos.
M.A.B.: No sólo eso, sino toda la disciplina que tenían los compañeros.
Independientemente de las organizaciones a que pertenecían (porque eran
equipos mixtos), se evidenciaba un trabajo político muy homogeneizador,
un clima político muy bueno, pese a que participaban organizaciones
con diferencias políticas. Eso, que pudo ser un elemento que nos podía
haber retrasado, de ninguna manera fue un elemento cortante, porque
en todo momento se funcionó como un solo ejército.
R.R.H.: Incluso motivó la discusión de temas muy importantes, como era
la confluencia entre Montoneros y FAR, y la relación con organizaciones
no Peronistas.
F.U.: Simultáneamente se fue elaborando el documento “opiniones sobre
los problemas centrales de la guerra revolucionaria en esta etapa”,
lo que se llamó “el balido de Rawson”.
R.R.H.: Esa fue una tarea de FAR y Montoneros. Ese documento y la preparación
de la fuga nos llevaba todo el tiempo.
M.A.B.: Y también las discusiones que teníamos con el ERP. Porque eso
es una cosa también cierta, que cuando uno está con la perspectiva de
una fuga bien concreta, o incluso como estamos ahora, con posibilidades
de una salida inmediata, uno parece que se toma las cosas más en serio.
Se trabaja a un ritmo muy intenso.
R.R.H.: Pensá vos que en general éramos todos fanáticos por el fútbol
y habíamos dejado de jugar al fútbol como 15 o 20 días para poder discutir.
M.A.B.: Doce horas por día, discutíamos. Había un grado de elaboración
muy grande, ante la perspectiva de que íbamos a salir. Y queríamos salir
homogeneizados entre nosotros y con una posición clara hacia las otras
organizaciones, las Peronistas o no Peronistas. Era lo que yo decía
del trabajo político que se venía haciendo: creo que posibilitó la fuga,
porque sin ese trabajo político no hubiera sido posible, independientemente
de que no hayamos salido todos. Si la fuga era y fue posible, fue también
posible por eso. No solamente por las condiciones que hacen al conocimiento
del terreno, a todas las condiciones militares que hacen a la planificación
de una operación. Sino, y sobretodo, yo diría, a las condiciones políticas.
F.U.: Es decir, fue un hecho político militar
M.A.B.: Si, es una demostración de que en un hecho político mi1itar
no está desvinculado lo uno de lo otro.
R.R.H.: Se llegó a un grado tal de integración, aun siendo compañeros
de distintas organizaciones, con prácticas totalmente diferentes. Pues
ahí nadie conocía ni la cantidad ni el tipo de operaciones que había
hecho el otro. No había convivido afuera con esos compañeros. Sin embargo,
aun con ese desconocimiento, aun en esas condiciones, el trabajo que
se hizo permitió que todos realmente viviéramos en un clima de confianza.
Había un compañero del ERP o una compañera de la R, o un compañero de
la M, que tenían a su mando compañeros de otras organizaciones. Y era
una cosa que funcionaba, se respetaba y acataba. Fue una práctica en
la cual funcionó la disciplina, la organización y los principios de
conducción militar. En ese sentido fue una identificación muy, muy grande;
se puede decir que ahí las diferencias políticas eran las únicas que
subsistían.
Después de la masacre, que se da posteriormente a la fuga, ninguno de
nosotros podía hacer una distinción entre un compañero del ERP, de la
M, de la R que hubiera caído ahí, el 22 de agosto. Lo que no significa
olvidar las diferencias políticas, pero si reconocer el valor que tiene
la convivencia y la confianza entre revolucionarios. Y esto también
está muy vinculado a un tema que se dio mucho en Rawson: el de la unidad
de las organizaciones armadas. En ese momento nosotros, M y R, veníamos
realizando un trabajo de confluencia que no se daba afuera en ese momento.
Al contrario, en la primera mitad del año 1972, las prácticas eran bastante
distintas y había un distanciamiento entre ambas organizaciones. En
cambio, adentro el proceso era inverso, era un proceso de convergencia,
en el cual había una gran identificación, y donde se discutió críticamente
toda la etapa de los OAP. Se discutió la valoración del movimiento peronista,
se caracterizó el rol del general Perón como conductor del movimiento,
la tarea para la próxima etapa, la conducción político militar de esa
etapa y hasta adonde llegaba, la coyuntura que vivíamos y que se venía
dando desde el mes de junio. El endurecimiento por parte de Lanusse,
que presionaba de distintas maneras, a través de emisarios y negociadores,
tratando incluso de comprarlo al general Perón. También en ese momento,
a fines de junio, con el discurso, el 7 de julio concretamente, comenzó
un hostigamiento directo: es cuando larga la cláusula del 25 de agosto,
según la cual no podía ser candidato a presidente quien no estuviera
en la Argentina antes de esa fecha. Bueno, toda esa discusión se hizo
en conjunto entre la FAR y Montoneros: de resultas de eso salió el documento
al que luego se le dio el nombre de “El Balido de Rawson”. Lo de “El
Balido” es por el asunto de que en Rawson comíamos todos los días carne
de cordero, de ahí viene el nombre de “El Balido”. Con los compañeros
de las organizaciones no Peronistas, y fundamentalmente con el ERP,
se dio una discusión también en base a los proyectos estratégicos y
valoraciones coyunturales de cada una de las organizaciones armadas.
Nosotros veíamos que la consigna que levantaba el ERP por la unidad
de las organizaciones armadas no era una consigna que fuera factible.
La veíamos un poco utópica en ese momento.
M.A.B.: Lo que si veíamos, y seguimos viendo que es prioritario, era
hacer la fusión entre la M y la R. Justamente “El Balido” tenía ese
sentido, era un aporte concreto que hacían los presos antes de salir,
a ese problema de la fusión. Todo el trabajo converge justamente sobre
eso. Es cierto que en aquella coyuntura las diferencias con el ERP no
eran visibles como ahora. Creo que en estos últimos meses hemos profundizado
mucho en la caracterización del Movimiento, en el rol del general Perón.
Además, en parte, las organizaciones armadas, de ser grupos armados,
creo que hemos llegado a ser, o somos ya, los embriones de la vanguardia.
Y eso va mostrando un cambio cualitativo en cuanto a nuestro papel.
En aquel momento estaba bastante lejos aunque no haya pasado un año
todavía.
F.U.: Perfecto. Entonces, ahora volviendo: la fuga.
R.R.H.: Creo que hay que señalar una cosa más respecto de la unión de
las organizaciones armadas. Después de la masacre se generó una tendencia
a sobrevalorar ese hecho como catalizador de la unidad de las organizaciones
armadas. No ha faltado gente (que no era de la organización) que concretamente
se dijo: “este es un error político tremendo de la dictadura militar,
porque ha impulsado con este hecho la unidad de las organizaciones armadas”.
Eso yo, al menos, siempre lo vi como una cosa errónea, como una sobrevaloración.
La fuga de Rawson fue ciertamente un hito en el proceso de unificación,
tiene carácter estratégico: la unidad de las organizaciones armadas
Peronistas y no Peronistas. Pero de ninguna manera la fuga podía significar
la unidad de las organizaciones armadas.
F.U.: Si, claro, porque hay diferencias políticas que son de mayor profundidad.
R.R.H.: También se dijo que significaba una unidad, un acercamiento
tremendo con el pueblo. Que eso definía una situación.
M.A.B.: Yo creo que uno de los máximos aportes que hace la fuga en cuanto
a la unidad de las organizaciones armadas es que esa unidad se hace
por hechos reales, y que además de que el hecho de tener diferencias
políticas no significa que no haya que discutidas, porque justamente
una de las cosas que se veía en aquel momento, y que se ve también en
el comunicado, es que en el campo del pueblo existen también contradicciones
y que es obligación nuestra tratar de solucionar esas contradicciones
y asumir un compromiso para superarlas. Creo que en ese sentido lo teníamos
bastante presente y así se lo expresa en el comunicado de la fuga. El
hecho de decir bueno, si, a la unidad de las organizaciones armadas,
y estas son las diferencias, y son diferencias que en este momento nos
separan.
A.M.C.: El comunicado trataba de no crear imágenes ficticias de unidad.
De alguna manera se pretendía que existan diferencias, pero estábamos
dispuestos a discutirlas.
F.U.: Ustedes querían soslayar la creencia de que un hecho tan importante
produjera el milagro de zanjar diferencias políticas, diferencias que
son muy profundas, que hacen a todo un proceso de desarrollo político-histórico.
No solamente de un grupo de personas sino de todo un pueblo. Sin que
esto le quite validez a todo lo que vos decías antes en el sentido de
la importancia que tuvo el acercamiento entre organizaciones, vislumbrar
la posibilidad de un trabajo en común y toda una cantidad de cosas,
en todo el proceso de trabajo previo a la fuga Son dos cosas distintas
que, si bien no producen milagros, pueden actuar como catalizador. Además,
es un elemento catalizador que permite profundizar los acercamientos,
visualizar las diferencias, la posibilidad de discutirlas, etc.
R.R.H.: Para mi no es un elemento catalizador, es decir, que acelera,
sino que define, que marca a sangre y fuego.
M.A.B.: y define también un método de relación entre las organizaciones
que hasta aquel momento nunca habían aparecido, mostrar públicamente
las diferencias. Nunca se habían tratado de mostrar públicamente los
acuerdos y las diferencias entre las organizaciones. Yo creo que la
conferencia de prensa en el aeropuerto es un testimonio de todo esto,
porque ahí se expresan cuales son las diferencias.
F.U.: Bueno, yo creo que queda claro esto. Volvamos a Rawson otra vez.
R.R.H.: A tomar sol.
M.A.B.: El sueño nuestro era irnos a la playa.
F.U.: ¿Por qué?
M.A.B.: Porque ya estábamos soñando con irnos a la playa, estábamos
soñando con unas vacacioncitas cortitas.
F.U.: ¿A qué playa pensabas ir, María Antonia?
M.A.B.: No, pero eso era hasta que volviéramos.
F.U.: ¿Pero, a qué playa pensabas ir?
M.A.B.: En Chile seguro que nos quedábamos.
F.U.: ¿En playas del Caribe?
M.A.B.: Claro, era un poquito más lejos que Chile.
F.U.: ¿Por qué no me cuentan como fueron las vísperas?
M.A.B.: El día X era conocido por muy pocos compañeros. Si bien había
muchos compañeros que estaban al tanto de la fuga. Sólo muy pocos conocían
el día determinado. Producida la información de cuando es el día, se
decide establecer un comando unificado, y el día de la fuga cesaban
todos los vínculos orgánicos y se respondía a ese comando unificado.
R.R.H.: Eso se había establecido con bastante anterioridad, el comando
unificado de la operación. Primero fue la coordinadora esa de que hablábamos.
Luego de eso fue la última etapa, cuando ya se entraron a manejar los
planes: ya estaban constituidos los grupos operativos y se formó el
comando unificado. Había un responsable de la operación, un segundo
y demás. Habrá sido más o menos a mediados de junio cuando se formó
ese comando unificado. Si, el 6 de julio era la primera fecha; creo
que es por ahí más o menos. El día de la operación dejaron de funcionar
todos los grupos organizadores y se funcionó de acuerdo a la estructura
operativa. En la cual no había diferencias de organizadores de la M
o de la R o del ERP. Había sólo un gran conjunto de compañeros que funcionaban
orgánicamente en virtud de un objetivo. En ese sentido no había ningún
tipo de diferencias. Frente al enemigo tenían que estar unidos.
A.M.C.: Se venia dando antes que los grupos operativos que trabajaban
eran mixtos, pero también se organizaban tareas por separado, como la
discusión política entre FAR Y Montos que dio como producto “El Balido”.
Pero a medida que se acercaba la fecha indudablemente, todos los aspectos
que se relacionaban con la operación iban cubriendo la mayor parte del
tiempo. A partir del mismo día de la operación cesó todo otro tipo de
actividad y solamente funcionaban los grupos operativos afinando los
últimos detalles. Bueno, ya prácticamente estamos por salir.
R.R.H.: Resulta que cuando ya se iba acercando la hora, había un montón
de recomendaciones, como llevar calzoncillos largos porque hacía frío.
A.M.C.: Por si uno se perdía por ahí.
R.R.H.: Ir bien calzados, bien bañaditos, limpios, no ir con el estómago
lleno. A mediodía, para colmo, llegó un asado de carne de vaca como
nunca habíamos comido.
M.A.B.: Ese día llegó la carne de vaca que nunca habíamos comido.
F.U.: ¿Y no la comieron?
R.R.H.: Sí comer comimos. Comimos poco, la misma perspectiva de entrar
en la operación a las pocas horas hacía que se limitara una de las condiciones
del hombre, el apetito. Había una gran tensión en los momentos previos,
como en cualquier operación, sumado a todo un mes de expectativa.
M.A.B.: Había un grupo que eran los felices sin preocupaciones, y otro
los felices con preocupaciones, que eran los que estaban enterados.
R.R.H.: Era una tensión bastante grande.
M.A.B.: Aparte que era una responsabilidad muy grande porque fallaba
un detallecito y podía saltar la operación.
F.U.: ¿Cómo era el asunto de los calzoncillos largos?
R.R.H.: En esa época hacía mucho frío.
F.U.: ¿Qué temperatura hacía?
R.R.H.: De noche 3 o 4 grados bajo cero. Días antes había nevado como
hacía años que no nevaba en Rawson. Me acuerdo que todos en esa época
le escribían a las familias: “Nevó en Rawson”, era el lugar común de
todas las cartas. El acontecimiento era la nevada en Rawson.
M.A.B.: Y... pasaban pocas cosas, salvo las gaviotas.
R.R.H.: En el momento previo a la operación cada cual estaba caracterizado,
o se preparaba según las funciones que tenía que cumplir. Me acuerdo
que el gallego, Mariano Pujadas, tenía unos bigotazos enormes, y en
un momento lo veo aparecer en la celda sin los bigotes, era una figura
totalmente desconocida.
M.A.B.: No lo reconocíamos.
R.R.H.: Vos que lo veías a través del agujero no lo reconocías.
M.A.B.: Vos sabés que vino y le dijimos: “¿vos quién sos?” Y “soy Mariano”.
“¡No!”
R.R.H.: Después a hacer corbatas. Las corbatas que utilizamos las hizo
el costurero oficial del equipo; dentro de las tareas que se hicieron,
esa fue una. Hermosas corbatas hechas por nosotros mismos. Los sacos.
Vos me prestaste una camisa a mí.
M.A.B.: Nosotros tejiendo pulóveres.
R.R.H.: Las compañeras tejieron pulóveres negros de cuellos alto que
eran parte del uniforme que utilizaba el personal del penal.
A.M.C.: Y boinas también.
R.R.H.: Sí, boinas también. Se hicieron los escudos blancos que llevan
las gorras de penales, se hicieron repujados. Se arreglaron trajes.
Trajes de oficiales del ejército se los arregló a medida del compañero
que lo tenía que usar. Cintos y cartucheras.
A.M.C.: Se arreglaban muchos detalles. No vale la pena nombrados a todos.
La operación tenía previstos dos anuncios. Dos señales que continuaban
que estaba todo listo dentro y fuera del penal. Una era a las 16 horas,
la primera, a las 18, la segunda.
R.R.H.: Sí esa hora, en alguna medida, estaba determinada por el momento
de partida del avión desde Comodoro. ¿De Comodoro o Buenos Aires?
A.M.C.: De Comodoro.
M.A.B.: No, desde Buenos Aires, porque de Buenos Aires, de Comodoro
son 20 minutos.
R.R.H.: Sí desde Comodoro fue el otro que vino después, de Aerolíneas.
Así que ese era el indicador para dar la primera señal. Que fue a las
16:20 horas.
F.U.: ¿Y el otro a las 18?
M.A.B.: Que llegó a las 18:22. Me acuerdo que el horario era a las 18:20.
No, llegó 18:24. En el último segundo ya se estaba por levantar la operación
porque el lapso de tiempo que duraba la operación tenía que ser calculado
en relación a la hora de salida del avión como hacer la operación adentro
del penal demoraba su tiempo y el traslado del penal hasta el aeropuerto
y la toma del aeropuerto era otro tiempo, no podía pasar de un determinado
margen, sino, nos quedábamos sin el avión. Empezó a último momento,
casi se levanta.
A.M.C.: Sí, fueron los momentos de más tensión.
R.R.H.: Yo creo que la tensión no era accidental., por lo que dijimos
antes, pero también nosotros éramos conscientes del riesgo que se corría
en esa operación. Nosotros valorábamos que de encontramos en un lugar
desguarnecido en que tuviéramos que enfrentar a las fuerzas de represión,
sin tener una cubierta, aún cuando estuviéramos armados, con las armas
que sacamos del penal, pero sin tener alguna forma de protección o de
comunicación, o forma de hacer trascender esta situación, sí nos encontrábamos
a campo traviesa con las fuerzas militares, por el hecho de que había
superioridad numérica en términos absolutos, considerábamos que era
segura una ejecución, una masacre, allí en el campo. Desde ese punto
de vista cada compañero que estaba comprendido en la lista para salir,
y que ese compañero estuviera consciente de que, aun cuando no participaba
en la acción en si misma, en la operación propiamente dicha de toma
del penal., el riesgo que tenía era de muerte, de ser ejecutado a mansalva.
F.U.: ¿Cuántos efectivos tenía el asentamiento represivo?
R.R.H.: Sumando las tropas de Trelew y las que estaban asentadas en
Rawson, eran alrededor de mil. Infantería de Marina y 200 hombres de
gendarmería.
F.U.: ¿El Ejército tenía efectivos ahí?
R.R.H.: No.
A.M.C.: Había un pelotón de vigilancia en Rawson.
R.R.H.: Era Gendarmeria.
A.M.C.: No, era Ejército. Era un pelotón de 60 hombres que tenía asiento
en Gendarmería.
M.A.B.: Estaban a dos cuadras del penal.
F.U.: ¿Ese era el asentamiento más cercano?
A.M.C.: Sí.
F.U.: ¿La base, también estaba cerca de Trelew?
R.R.H.: De Trelew estaría a 6 kilómetros, o tal vez menos, a 4.
A.M.C.: ¿La base de Trelew con respecto a Rawson preguntás vos?
F.U.: No. La Base Naval desde el aeropuerto.
R.R.H.: No, desde el aeropuerto serían dos o tres kilómetros. Lo que
pasa es que el aeropuerto de Trelew estaba a dos o tres kilómetros aproximadamente.
F.U.: Entonces habría más o menos cuatro kilómetros. Bueno, seguí Estabas
hablando de la tensión que había.
R.R.H.: Como te decía, teniendo en cuenta ese riesgo y la cantidad de
compañeros que entraban en la operación y todo lo que se estaba jugando,
hizo que esos momentos previos a la iniciación de la operación fueran
muy largos. Comenzaron desde las 18:05 hasta las 18:10, el tiempo en
que tenía que llegar la señal de iniciación. Llegaron las 18:10 y no
pasaba nada, hasta las 18:15 y tampoco pasaba nada, hasta las y dieciocho
y hasta las y veinte y hasta las y veintidós.
M.A.B.: A las y veinte ya se levantaba, entonces se dijo: “bueno, cinco
minutos más”, y en esos cinco minutos llegó la señal.
R.R.H.: Realmente se largo sobre la hora. Ya estábamos al límite de
la flexibilidad del tiempo de la iniciación. Por supuesto, toda esa
tensión fue in crescendo.
M.A.B.: Yo creo que en si la ejecución de la operación fue impecable.
F.U.: ¿Cuánto tiempo duró la operación adentro?
M.A.B.: Creo que en total no pasaron de diez a quince minutos, porque
cuando se van son más o menos las y treinta y cinco.
R.R.H.: Primero hubo cinco minutos que perdimos en la iniciación porque
se había extraviado una llave. Se perdieron ahí minutos muy importantes.
Desde las seis y media hasta las siete que se fueron los compañeros
de la vanguardia media hora, o veinticinco minutos. A las siete menos
cinco se habrán ido.
A.M.C.: Si, ya estaba realizado totalmente el copamiento.
R.R.H.: Yo digo hasta el momento final, incluyendo al grupo que tomaba
la parte de talleres, incluyendo la toma de eso.
A.M.C.: Pienso que el copamiento debe haber durado entre diez y quince
minutos. Después hubo minutos de espera. Por el problema que no entraban
los camiones. Pero el penal ya estaba copado.
M.A.B.: ¿Se podrá decir qué es lo que se copó? Yo no se si salió en
los diarios qué es lo que se copó.
F.U.: Creo que no.
M.A.B.: No se. Es para dar una idea de la envergadura de la operación.
F.U.: Eso lo saben los servicios, así que aunque no se haya dicho se
puede decir, no hay ningún problema, ¿qué cosas se coparon?
R.R.H.: La distribución del penal, como la de todos los penales, desde
la entrada, el acceso a los pabellones, es a través de un largo pasillo.
Nosotros, el grupo que iniciaba la operación, partió del último de los
pabellones. A partir de ahí fue una sucesión de toma de puestos. Se
tomaron concretamente cuatro puestos, cuatro centros que controlan respectivamente
dos pabellones cada uno. A medida que se iba tomando esos puestos se
iba reemplazando a los controles de personal del penal por compañeros
nuestros que se quedaban ahí y controlaban el tráfico y los movimientos,
ordenaban toda circulación de los compañeros. De ahí en adelante se
fue copando la sala de biblioteca y un aula, que quedaban a la izquierda
del pasillo.
M.A.B.: Fue un copamiento por zonas, a medida que se avanzaba se iban
controlando las zonas. Es decir, se tomaba un centro y todo lo que dependía
directamente de él. Como ser, cocina, enfermería, biblioteca, y una
puerta que daba hacía los pasillos al fondo, para llegar después al
centro neurálgico, que era todo el pasillo de dirección donde estaban
todas las oficinas y sobre todo la sala de armas.
R.R.H.: La parte fundamental de toda la cuestión era la toma del pasillo
de la parte de adelante, donde estaba toda la administración, donde
estaban los oficiales, donde podía estar el director. En ese momento
no estuvo. Posteriormente, el paso siguiente fue la toma de la sala
de armas, que era el punto neurálgico.
M.A.B.: Porque hasta ese momento era todo personal desarmado. La cosa
se ponía más pesada cuando se tomaba la parte donde había armas. Ahí
se hacía una toma simultánea de la sala de armas, la conserjería y creo
que los dos puestos.
R.R.H.: No. Primero se tomaba la sala de armas. Previamente coparon
la parte de pasillo los compañeros de vanguardia; después quedaban grupos
que asentaban ese copamiento, reduciendo oficinas secundarias. La vanguardia
pasó a copar la sala de armas, en la cual había alrededor de 20 guardias
que estaban armados. El copamiento se hizo con la participación de un
compañero que estaba vestido con un uniforme de capitán del ejército.
Previamente, al subir a la sala de armas, que estaba en un primer piso,
se copó una pequeña salita de guardia que hay junto al hall de entrada
del penal, en el que había dos guardias también armados. De esa salita
de guardia, por una escalera, hasta la sala de armas. Ahí se irrumpió.
M.A.B.: El factor sorpresa.
R.R.H.: Se quedaron todos inmovilizados por la cantidad de compañeros
que subieron, por el armamento de que disponían y por la sorpresa. Simultáneamente
que se subía a la sala de armas, estaba el grupo que iba a la conserjería.
M.A.B.: Claro, era lo que yo decía, que se hacia simultáneamente, la
sala de armas, y la conserjería. Sería bueno aclarar todo el asunto
de conserjería porque es el único lugar donde se arma el enfrentamiento
armado.
A.M.C.: Sí tiene todas las características de un enfrentamiento armado.
Por lo menos en esta etapa. Cuando se le da la voz de alto a cualquiera
de los integrantes de las fuerzas represivas, y es acatada, no pasa
nada. Es decir, cuando hay resistencia por parte de ellos no queda otra
posibilidad que hacer fuego, considerando que es personal armado. Podría
nombrar otros detalles, como el trayecto que tenían que recorrer esos
compañeros, que había mucha más luz que la que se esperaba, pero pienso
que estos detalles no son determinantes. Pero si fue un enfrentamiento
armado. Los guardias que estando armados recibieron la orden de rendición,
la exigencia de su rendición, se resistieron haciendo fuego. Que es
el caso de los numerosos enfrentamientos que se dan. Era importante,
eso si, el copamiento de la conserjería. Era determinante de las posibilidades
de salida, porque era una casilla un poco alejada del grupo de edificios.
Eso aumenta la responsabilidad de los compañeros que fueron a coparla:
asegurar ese copamiento. Después si se daba, no simultáneamente; fue
la única parte de simultaneidad que hubo. Después había los grupos de
taller y copamiento de los puestos de vigilancia, se ocuparon únicamente
dos puestos, los que daban hacia el frente. El resto de los puestos
no quedaban con el personal del penal. De ahí se les sacaba porque era
de donde tenían visión directa sobre la entrada a los camiones, que
era lo que más podía llamarles la atención. Aparte, ellos tenían órdenes
más o menos precisas de no moverse de esos puestos y si comunicarse
por teléfono ante cualquier novedad.
M.A.B.: Salió todo como se esperaba, salvo la parte de los vehículos,
de la retirada, donde nos faltaron los vehículos, eso determinó la cantidad
de compañeros que se fueron en un primer momento.
R.R.H.: Para completar el copamiento, lo que nos faltaba decir era que,
inmediatamente que se toma la sala de armas, se realiza el copamiento
de los puestos uno y once de la pasarela, y de los que se llamó talleres,
que eran salones de dos cuadras donde estaba asentado el personal de
retén y que era una cantidad de doce a quince guardias armados que estaban
en condiciones de entrar en acción en caso de que no se los dominara.
F.U.: ¿Cuánto personal fue reducido en total?
R.R.H.: Haciendo una estimación muy gruesa serán 60, 70 personas.
A.M.C.: Puede ser, porque las previsiones en muchos casos fueron superadas,
donde se pensaba encontrar 5 personas había diez o quince.
F.U.: ¿Y en el momento que salían se encuentran que no tienen los vehículos
suficientes para irse? ¿parten los compañeros de vanguardia?
A.M.C.: Claro, inmediatamente copado el penal se hace una señal y debían
ingresar varios vehículos, cuatro. Una camioneta, dos camiones y un
auto. El único vehículo que ingresa es el auto, que informa que los
vehículos están, que vienen hacia el penal. Se llaman taxiflets de todas
maneras, taxis de la zona, y se los espera un tiempo determinado por
la afirmación que hacían los compañeros de que los vehículos estaban
y que venían para el penal. Cuando se ve que se empieza a hacer demasiado
tarde, se decide que parta el grupo de vanguardia hacia el aeropuerto
para asegurar el copamiento del mismo.
M.A.B.: Sí. El grupo de vanguardia sale para allí y también para ver
sí ve los camiones.
A.M.C.: Para buscar los camiones.
M.A.B.: Eso queda en la mente de los compañeros, ver también qué pasa
con los camiones que no llegan.
A.M.C.: Si lo hacen, salen a buscar los camiones, no los encuentran.
Y en cambio se encuentran un par de veces con un patrullero que les
da orden de alto, a lo cual el teniente responde con la venia y sigue.
M.A.B.: Era un auto en que iban siete compañeros.
A.M.C.: Iban bastante amontonaditos, por supuesto. Deciden ir hacia
el aeropuerto. El resto de la gente que queda sigue esperando a los
camiones, estos no aparecen. En el ínterin llegan los taxis de la zona,
se les hace ingresar, se reduce a los conductores. Siempre esperando
a los camiones, pero como no llegan se decide iniciar la retirada, aparte
porque ya había habido problemas en conserjería. Se combino una contraseña:
gritar desde conserjería podría significar alerta.
M.A.B.: Estábamos a dos cuadras del ejército y además estábamos rodeados
por todo un barrio de oficiales del penal, que podían darse cuenta.
Supuestamente, podían estar con una mentalidad más avispara para darse
cuenta de que algo raro sucedía. No se podía esperar mucho tiempo. Es
decir, no era el mejor terreno.
A.M.C.: Además, a las 19:30 se realizaba el cambio de guardia, o sea,
que empezaban a llegar los celadores en reemplazo de los que estaban
adentro. Esto también comprometía el tiempo de espera. Entonces se decide
empezar la retirada en los tres vehículos. Para ello se respetó la lista
de que hablábamos antes, la lista de prioridades. Y sube un total de
19 compañeros. Ya, por supuesto, a esa altura, con los diecinueve compañeros
que se iban, se daba por fracasado el intento de una fuga masiva, que
era el plan máximo de la operación.
M.A.B.: Eso siempre se había hablado. En toda operación pueden producirse
imprevistos yeso se había discutido mucho y daba esa posibilidad, el
criterio era que fueran siempre el mayor número de compañeros posible
pero siempre, aunque se fueran sólo algunos, eso era también importante.
A.M.C.: Otro criterio que se manejaba era que salían del penal aquellos
compañeros que se podían asegurar la retirada, que no saliera nadie
que no tuviera un plan de retirada concreto.
M.A.B.: Y que se encontrara, por ejemplo, a campo traviesa.
A.M.C.: Por las fuerzas represivas. Incluso después el problema de la
entrega era criterio discutido. En el caso de que alguno tuviera que
entregarse, que lo hiciera con las garantías como las que se solicitaron
después de Trelew. En presencia del juez público, televisión, reporteros,
periodistas.
R.R.H.: Había todo un plan que contemplaba las distintas posibilidades
que se podían dar.
A.M.C.: Por la alerta que viene de conserjería, aparentemente también
se había alertado al enemigo. Además, los camiones no habían llegado
y se da la orden de marchar hacia el aeropuerto. Salen en caravana los
tres autos, un Valiant y dos Falcon, creo, que los manejaban los propios
dueños porque ninguno de nosotros conocía la ruta como para hacerse
cargo del volante. Un poco pesaba en el ánimo de todos la idea que seguramente
había habido algún tipo de enfrentamiento por la ausencia de los camiones.
Un auto iba mucho más rápido que los otros dos, y tuvo que parar en
la ruta a esperar a los que venían atrás e incluso disminuir la velocidad.
Siempre considerando la posibilidad de que tuviéramos un enfrentamiento
y que era necesario tener las fuerzas agrupadas. Ese fue otro de los
elementos que nos fue retrasando la llegada al aeropuerto. El horario
de salida, creo que fue alrededor de las 19:20, y la llegada fue 19:45.
Nosotros no nos ponemos de acuerdo en eso.
M.A.B.: Unos dicen y cuarenta.
A.M.C.: Lo cierto es que llegamos y, me acuerdo, escuchamos el despegue
del avión.
M.A.B.: No solo eso, sino que se lo vio, y yo por lo menos lo vi también.
A.M.C.: No, yo no lo vi porque estaba fijándome qué había. Todavía no
sabíamos bien con qué nos íbamos a encontrar. Eso suscitó cargadas después
en la base. Cuando estábamos en la base, antes de la masacre, decíamos:
“¿aviones? ¡aviones hay muchos!”, un poco copiando una propaganda de
un tipo que pierde un avión, pero por otros motivos.
R.R.H.: Yo estaba diciendo algo hoy respecto de los planes. Nosotros
teníamos previstas distintas posibilidades en el caso de que no pudiéramos
irnos; había un plan de resistencia dentro del penal, que implicaba
una distribución de la gente y de las armas en posiciones adecuadas
para efectuar una resistencia. Nuestra intención era entregamos en las
mejores condiciones que garantizaran nuestras vidas; de no tener esa
garantía nosotros nos resistiríamos. Para eso, teníamos preparado adentro
del penal un plan de resistencia.
Un plan de difusión que consistía en llamar a los diarios, a las radios,
a un juez, para que vengan al penal. Líneas generales de negociación
con las fuerzas represivas, incluso cuando nosotros nos vamos en taxi,
queda un grupo de compañeros a cargo del penal, que seguía tomado, por
supuesto, yesos compañeros son los encargados de llevarlo adelante todo.
Se monta todo, pero sin llegar a la resistencia, porque se da la negociación,
y a través de ella se logra garantizar la vida de quienes estaban allí
adentro, rindiéndose.
Y, concretamente, los compañeros que estaban adentro del penal fueron
los que avisaron a la policía de que el penal estaba tomado. Por ejemplo,
como dato anecdótico de la forma en que nosotros controlábamos la situación:
la jefatura llamaba al penal periódicamente, preguntando a una determinada
hora como estaba la situación; era un llamado de rutina. En el momento
se le respondió que la situación estaba bien y si estaba saliendo. Después
se los llamó por teléfono y se les informó. Contestaron: “¿cómo, si
recién llamamos y nos dijeron que todo estaba bien?” “si, recién Sí
pero ahora está tomada”. Y lo mismo para el aeropuerto: si nosotros
en el trayecto teníamos algún problema, algún enfrentamiento, teníamos
que tratar de llegar a algún lugar donde nos pudiéramos atrincherar.
Cuando llegamos al aeropuerto vimos que el avión partía, ya había despegado,
la gente se había retirado, había confusión entre la gente. No sabían
a ciencia cierta qué era lo que estaba pasando. El personal del aeropuerto
estaba utilizando radios, mucha gente salió. Cuando nosotros llegamos
al aeropuerto había autos que se retiraban y que ya estaban en conocimiento
del copamiento del avión que había hecho la vanguardia. Porque los compañeros
hicieron detener el avión diciendo que habían colocado un artefacto
explosivo, lograron detenerlo y subieron. Era una situación anormal,
porque después resultó que no había artefacto y los compañeros después
se subieron al avión y se fueron. Era una situación anormal que aun
cuando no hubiera sido aclarada por la radio, era una situación que
de hecho no encajaba en ningún esquema. Así es que nosotros partimos
y al llegar ahí, al aeropuerto, en esas condiciones, habiéndose retirado
gente, ya estaba alertado. Se podía producir la alerta de las fuerzas
represivas. Un poco esa fue la razón de que no se haya hecho regresar
al avión, porque los compañeros estaban dispuestos a regresar, como
ellos mismos nos dijeron.
M.A.B.: Yo comparto la evaluación que se hizo en aquel momento. Lo que
se dijo fue no avisar a los compañeros que iban en el avión, justamente
porque se pensaba que si regresaban no se iba a poder garantizar que
volvieran a despegar. Y en ese sentido era mucho mejor que ellos se
fueran a que fallara eso. Eso fue lo que nos determinó enseguida a pedir
la presencia del juez. Al poco rato nos empezaron a rodear, pero también
aquí surgió .la posibilidad del otro avión, que no estaba de ninguna
manera en nuestros planes.
R.R.H.: Cuando llegamos al aeropuerto descartamos la posibilidad de
hacemos pesar e irnos en ese avión. También descartamos toda otra vía
de escape porque no la había, no entraba dentro de las condiciones de
seguridad que mínimamente se requerían. El hecho de que, por ejemplo,
nos largáramos en un vehículo (cualquiera de los que había en abundancia
en el aeropuerto), al tratar de lograr un escape por tierra, lo consideramos
una cosa suicida; teníamos muchos kilómetros antes de llegar a una zona
segura. Consideramos que ellos nos iban a alcanzar antes de que nosotros
pudiéramos realmente tener un mínimo de seguridad. Y en el momento en
que nos agarraran era una masacre, entonces descartábamos esa posibilidad
y nos quedamos ahí, aplicamos el criterio que ya habíamos analizado,
y que también se utilizó en el penal: atrincheramos, negociar, hacer
trascender la noticia. y negociar las mejores condiciones con el objeto
de garantizar nuestras vidas.
A.M.C.: Irse en otros vehículos no garantizaba nada. En el momento que
se copa el aeropuerto, se ve que en la pista aterriza un avión. O sea,
que la idea de encontrar un medio más o menos seguro existía, porque
hubo compañeros que se acercaron a ver el tipo de avión que era. Si
había en los angares, si había pilotos. Por supuesto, todos estos elementos
ya eran cosas espontáneas que surgían pero no se pudo organizar. Incluso
había una avioneta que recién terminaba de aterrizar, pero que no era
apta para vuelos nocturnos. Entonces ese grupo se retiró al edificio
central, que fue lo único que se copó en realidad, ya que el aeropuerto
tiene otras instalaciones; se copó únicamente el edificio central donde
está la torre de control y otras dependencias. En realidad fue en el
comedor donde se concentró a toda la gente.
F.U.: ¿Cuántos tipos había?
R.R.H.: Calculo que eran 100 más o menos.
A.M.C.: Después, en la torre de control se intentó tomar comunicación
con los compañeros, no con la idea de hacerlos regresar, como decía
el turco, porque creíamos que no se podía asegurar, no sabíamos la velocidad
de respuesta del enemigo. Pero se les envió un saludo revolucionario.
F.U.: ¿Llegaron a comunicarse con ellos?
A.M.C.: No, se intentó, pero la torre de control aseguraba que ya no
daba el alcance de los aparatos. Pero de todas maneras se les transmitió
un “chau”. Y posteriormente como decía Maria Antonia, apareció ese avión
que no figuraba, totalmente inesperado, al que se intenta hacer aterrizar.
M.A.B.: Sí pero a esa altura ya estaba la marina rodeándonos, al mando
del capitán Sosa.
A.M.C.: Sí de todas maneras se intenta hacerlo aterrizar. Lo que pasa
es que se establece un verdadero duelo entre la radio de la base y la
del aeropuerto, dándole instrucciones al piloto.
F.U.: ¿Quién transmitía por la radio, alguien tenía que conocer técnicamente?
A.M.C.: Había un compañero con conocimientos suficientes para evitar
que se cometiera algún error.
R.R.H.: Nosotros, los 19, estábamos armados con pistolas y fusiles FAL,
municiones y cargadores en cantidad. Estábamos pertrechados con todo
el armamento que habíamos recuperado del penal. En esas condiciones
estábamos atrincherados en el aeropuerto. Incluso la gente que se quedó
ahí se quedó por su propio deseo, no se ejerció ninguna presión para
que se quedara. Posteriormente si se exigió que se quedara un grupo,
pero se fue evacuando a niños, a mujeres, a la gente de edad.
F.U.: ¿Cómo reaccionaba la gente? ¿Estaban muy asustados?
M.A.B.: Bueno, estaban desde los sorprendidos, los asustados, hasta
los curiosos.
R.R.H.: Cuando estábamos adentro había unas chicas, y ya estaban que
se iban y les digo: “pero ¿por qué se van?, no les va a pasar nada”,
y me dicen: “no, lo que pasa es que estoy con los ruleros”. Una relación
muy buena con los compañeros que fueron a cubrir la confitería se dio
con la gente que estaba ahí.
M.A.B.: Hubo una señorita que le dio un ataque de nervios y se le permitió
que se fuera.
F.U.: ¿Cuánto tiempo estuvieron en el aeropuerto?
A.M.C.: Como cuatro horas.
M.A.B.: Si, como a las doce de la noche salimos.
F.U.: ¿Y el avión que llega de sorpresa, fina/mente no aterriza?
R.R.H.: El avión había llegado atrasado, por eso apareció en ese momento.
En realidad, no correspondía.
M.A.B.: En ese momento se están haciendo simultáneamente varias cosas:
por un lado se está intentando que ese avión aterrice, por otro lado
ya están el juez y las fuerzas de seguridad que nos rodean. Hay un doble
juego donde nosotros intentamos ganar tiempo esperando a que aterrice
el avión (lo del avión como última posibilidad), y por otro lado ir
haciendo las negociaciones de la entrega. Ya estaba el juez, un oficial
de la policía de Trelew, y estábamos por tropas de la marina, las veíamos,
estaban a una distancia bien cortita. Lo que le pedimos al juez era
que nos aseguren nuestra integridad física, se llama a un médico para
que nos revise y que nos devuelva al penal de Rawson. Por otro lado,
lo que también se pide es que dejen entrar a los periodistas de la televisión,
de la radio, que ya también para esa altura estaban allí. Vinieron muchos
periodistas, la televisión la radio, que colaboraron y tomaron nota
de todo. A esa altura habíamos elegido un representante por cada organización;
éramos un poco los que llevábamos las tratativas: Mariano Pujadas, y
Pedro Bonet, y yo, que estuvimos discutiendo tanto con el juez como
con el capitán Sosa.
F.U.: ¿Cómo eran esos diálogos?
M.A.B.: Con el juez eran buenos, ya lo conocíamos del penal, habíamos
hecho una vez un recurso de amparo por una ley que era un preanuncio
de la que después fue la de máxima peligrosidad. Por eso había estado
en el penal. Con el que era muy difícil discutir era con Sosa, no sabía
como tomarlo. Por un lado nos quería tratar como a soldados, dándonos
órdenes, y como nosotros todos estábamos muy tranquilos y poníamos las
cosas en su lugar y lo tratábamos de igual a igual, estaba descolocado.
No sabía, se le escapaba así un poco de las manos la charla, porque
nosotros íbamos con proposiciones firmes y el no tenía muchos argumentos
para decirnos que no, porque su objetivo y la orden que había recibido
era llevamos a la base. Y nosotros no queríamos irnos a la base Comandante
Zar, porque ya sabíamos que íbamos a estar muchos mas seguros con la
gente del penal que con la marina., cosa que no era nada errada. Sosa
sabía, incluso, que tenía que pasar por encima de la autoridad del juez,
una actitud bien milica. En un principio me acuerdo que nos gritaba
y Mariano le dice: “Calma, calma, que acá no hay ninguna necesidad de
gritar, hablemos normalmente”, porque el 'no hablaba, sino que gritaba.
Mariano se lo tomo con mucha tranquilidad. Y yo, que era mujer, me miraba
medio así, porque para colmo una mujer que lucha" para los esquemas
de los milicos, es todavía más. Por ejemplo, no se dirigían a mí, siempre
la hablaban a Mariano, y a mí me miraban medio con sorna, por supuesto
que yo no le daba bolilla. Bueno, muchos argumentos para llevamos a
base no tenía y así que tiene que aceptar eso de no llevamos. Además,
el juez le pregunta qué inconvenientes hay en que volviéramos al penal,
y más o menos queda en que nos llevan a Rawson.
F.U.: ¿Él acepta entonces las condiciones?
M.A.B.: Sí, en principio acepta. Porque está el juez y no le queda otra
alternativa. Es la autoridad de él o la autoridad del juez. Lo que pasa
es que pocos momentos después se dicta la ley del Estado de Emergencia"
con lo cual queda todo bajo el mando unificado del ejército, del V Cuerpo
de ejército. Es entonces cuando se produce nuestra entrega.
F.U.: ¿Justo en ese momento?
M.A.B.: Además, se ofreció también para ser rehén, decía que dejáramos
salir a toda la gente y que se ofrecía él como rehén. Él Y otros se
ofrecieron también para ser rehenes.
F.U.: ¿Y vos, Alberto, qué estabas haciendo?
A.M.C.: Yo estaba en la torre de control en ese momento. Después bajé:
mientras yo estaba en la torre ya habían sido ocupados todos los puestos,
muchos de los compañeros habían almorzado muy livianamente, entonces
buscábamos cosas para comer, tropecé con un Perlinger y conseguí rebaja
en las compras, porque me habían sorprendido los precios de las cosas.
Después ocupé un puesto de guardia: también estaba Perlinger por ahí,
buscaba fichar nuestra filiación política, nuestra manera de pensar.
Esto también se repetía con los periodistas que circulaban por ahí.
M.A.B.: En la conferencia de prensa que hicimos también hubo gente del
público que hizo preguntas, demostraban un interés grande por conocemos.
R.R.H.: ¿Vos te acordás algún detalle de la conferencia? Porque yo no
estuve.
M.A.B.: El tema de la conferencia fue un poco la difusión del comunicado.
Fue muy linda. Empezó hablando el Indio Bonet, y dijo que esta operación
continuaba y retomaba la lucha que se ha dado en la Patagonia, hizo
referencia a todos los fusilamientos que se habían hecho allí. Realmente
tenía una memoria fabulosa" porque se largó como diez o quince nombres
de los fusilados de la Patagonia, en el año veintipico. Les rindió un
homenaje, hizo una caracterización del GAN y de todo ese momento político.
Eso es más o menos de lo que yo me acuerdo de lo que dijo el Indio.
Después habló Mariano Pujadas y dijo que esa operación había sido encarada
por las tres organizaciones, entre las cuales había diferencias, y habló
un poco de lo que significaban esas diferencias y qué significaba la
unidad de las organizaciones armadas, y hablar de las diferencias hizo
la explicitación de cuál era nuestra posición política. Es decir, habló
de las condiciones que nosotros le poníamos al GAN: “Perón, presidente”.
Señaló que ésa era justamente la diferencia que teníamos con el ERP.
Ya habían dicho casi todo, así que a mí me tocó contestar las preguntas
que hacía la gente, que era sobre todo: “Qué es la violencia”. Me preguntaban
desde distintos ángulos.
F.U.: ¿Entonces, después de todo esto, se llegó a las condiciones de
rendición entregaron las armas?
M.A.B.: Cuando subimos a los ómnibus, uno por ahí dijo un “viva Perón”
haciendo la V.
R.R.H.: Al subir al ómnibus había un clima de fiesta, porque aun cuando
había fracasado la operación en parte…
M.A.B.: Lo que nos subió el ánimo, fue cuando escuchamos por la radio
que los compañeros habían llegado a Puerto Mont. Ahí ya estábamos felices,
porque esa era realmente la palabra. Pensábamos que con eso el objetivo
de la operación estaba ya cumplido: por lo menos algunos compañeros
habían logrado irse. Y, justamente, por la calidad de esos compañeros.
Además, sabíamos que podía darse la contingencia de que fueran pocos
los que se pudieran ir, que otra vez sería. Que ya iba a haber una próxima
vez: teníamos una gran fe en eso. Y cuando supimos que los compañeros
ya habían llegado, pensamos que la operación había sido un éxito.
R.R.H.: Sin embargo, las perspectivas nuestras ahí no estaban del todo
claras, porque cuando subimos al ómnibus se nos informó que nos llevaban
al penal. Pero subimos al ómnibus y estuvimos ahí como cuarenta y cinco
minutos viendo cómo se hacían las conversaciones...
M.A.B.: Ya antes se había informado que estábamos bajo el operativo
del ejército. El ómnibus ese, un ómnibus de la marina, subió el juez
y el abogado Amaya, que se encontraba en el aeropuerto. Estaban sentados
ahí adelante, y tuvimos que esperar que se reagruparan los efectivos
de la marina, que realmente, como decía el Turco antes, eran numerosísimos.
El despliegue que habían hecho era fabuloso. Incluso hubo un problema,
se encontró en el auto, donde se habían ido los compañeros que se fugaron,
explosivos. Se nos pidió la colaboración para desarmarlos, porque pensaban
que eran trampas cazabobos. Para hacerlo descendieron del ómnibus Mariano
y el Indio. O sea, que estuvimos un tiempo bastante largo sobre el ómnibus.
Poco antes de salir para la base, sube Sosa y nos informa, en general,
que ha sido declarada zona de emergencia. El juez nos explica entonces
que él no puede hacer valer su responsabilidad y que quedamos en manos
de las decisiones que tome el V cuerpo. Por supuesto, la decisión había
sido trasladamos a la base. Hacen descender al juez y al abogado, y
ellos se comprometen a acompañamos basta la base, cosa que hacen, no
en el micra, pero sí en un auto, no sé si un patrullero o un jeep de
la marina.
R.R.H.: Pareciera que hubieran estado haciendo un tiempo ex profeso
para que saliera el estado de emergencia. Si no, no se explica que habiendo
resuelto todos los problemas ahí, se nos entretuviera arriba del ómnibus
totalmente al cuete. Porque no teníamos nada que hacer ahí.
F.U.: ¿Sosa estaba contento?
M.A.B.: Sí estaba ordenado.
R.R.H.: Arriba del ómnibus conversábamos, intercambiábamos opiniones
sobre cómo se había desarrollado la cosa. Aunque en cuanto al objetivo
planteado la operación había fracasado, desde el momento que nosotros
planteábamos rescatar a ciento diez compañeros y solamente rescatamos
a seis, aun así nosotros considerábamos que la operación había sido
un éxito. Por eso había un clima de fiesta. Pero estaba la sombra de
cuál iba a ser nuestro destino. Concretamente, nosotros valorábamos
que la perspectiva inmediata era la prisión, la tortura. Ellos tenían
razones para torturamos a nosotros, ya sea para sacamos información
o para practicar un verdugueo al que ellos no son ajenos.
A.M.C.: Sí, ya es una práctica sistemática del enemigo de torturar al
militante. Y no sólo al militante sino a cualquier detenido. En los
militantes se dan los casos más agudos, porque, por supuesto, buscan
quebrar moralmente y obtener información. Uno es consecuencia de lo
otro. La quiebra de la moral significa información para el enemigo.
Aparte, había sido previsto en la planificación que la actitud iba a
ser como siempre, no declarar, ni ante la tortura ni ante el juez, hasta
que no estuvieran presentes los abogados. Porque los jueces, sobre todo
los de la Federal, son cómplices de las torturas y de las declaraciones
obtenidas por ese método. Con la Cámara Federal seguramente no cabe
otra cosa que no declarar. Pero aun así el tránsito a la base se vivía
una victoria. Yo pienso que política y militarmente se habían obtenido
grandes triunfos: ocupar el penal, copar el aeropuerto, y tomar el avión.
Lo que no se alcanzó fue el objetivo máximo que se había fijado para
la operación, que era la fuga de ciento diez compañeros. Pero todos
los otros objetivos se habían alcanzado. Incluso como golpear muy fuertemente
al enemigo, en el sentido de demostrar la capacidad militar de las organizaciones
armadas. Por eso era el clima de fiesta, incluso se daban los primeros
comentarios un poco en privado. “Qué bien, qué suerte, qué bárbaro que
se fueron los cumpas” todos los comentarios eran de ese tipo.
M.A.B.: Y estábamos contentos.
A.M.C.: Yo iba sentado con María Angélica Sabelli y Alfredo Kohon, los
tres en un asiento, y atrás teníamos un grupo de seis o siete soldados
de infantería de marina, que iban como custodios: nos pusimos a charlar
con ellos, preguntaban de dónde éramos, qué hacíamos. Hasta ese momento
no nos impidieron que conversáramos. Bueno, cuando llegamos a la base
seguía el gran despliegue: a medida que iba avanzando el micro, salían
soldados de la infantería de marina con las ramitas en la cabeza. Como
se había comprometido, el juez prácticamente nos acompañó.
F.U.: ¿Quién era el juez?
R.R.H.: Godoy. El juez federal de Rawson.
A.M.C.: Nos acompañó hasta la entrada, hasta el pasillo de los calabozos.
Ahí se despidió de nosotros.
M.A.B.: Ahora me acuerdo que uno de los argumentos por los cuales no
nos querían llevar al penal era porque estaba tomado. Y lo que decíamos
era que si íbamos nosotros podíamos mediar en la entrega del penal.
Nos ofrecimos en todo momento a actuar como mediadores cuando hablábamos
con Sosa y con el juez, cosa que no fue aceptada hasta último momento.
Cuando ya estábamos en la base le repetimos al juez que nos ofrecíamos
alguno de nosotros para ir a mediar.
R.R.H.: El juez nos quería tranquilizar, nos decía: “Ahora van a ser
trasladados a la base, pero nosotros con el doctor Amaya los vamos a
acompañar hasta allí”. Después nos mandaron a los calabozos. Había un
pasillo largo y angosto, de más o menos uno ochenta, con cuatro calabozos
de un lado y seis del otro, pero en total se usaban ocho. Necesariamente
teníamos que estar de a tres o cuatro por calabozo. No era regular esto
había compañeros que estaban de a cuatro y otros que estaban de a dos.
Se nos dejó un tiempo ahí hasta que empezó una requisa, una revisación
minuciosa, en la cual nos llevaban a una habitación que estaba en el
fondo del pasillo, y nos hacían desnudar. A medida que nos desnudábamos,
un oficial de la marina nos revisaba la ropa, otro oficial que estaba
frente a una máquina nos preguntaba datos personales. Estaban los médicos
de la base, que una vez desnudos nos sometían a una revisación superficial,
visual, digamos. Nos sacaron los cigarrillos, la plata que teníamos,
nos dejaron la ropa nomás, y nos volvieron a la celda.
F.U.: ¿Los trataban mal?.
R.R.H.: No. El trato era severo, pero hasta ese momento no había habido
insultos, ni golpes, ni nada.
M.A.B.: Ni verdugueo.
R.R.H.: Eran severos con el trato a los prisioneros, pero no se excedían.
M.A.B.: Si bien la revisación de ustedes fue superficial, la de nosotros
no. Los médicos se encargaron de revisamos bien, muy en profundidad.
Medio vejatorio fue. Eso nos dio mucha bronca.
F.U.: ¿Quiénes eran los dos médicos, te acordás vos?
M.A.B.: Son los dos médicos de la base, porque después cuando estábamos
heridos, también andaban circulando por allí.
R.R.H.: A mí me atendieron cuando estuve con una descompostura, me atendió
uno de los médicos que también estaba después, cuando fuimos heridos
a la enfermería.
M.A.B.: Sí, los dos médicos que no nos revisaron estaban después en
la enfermería.
A.M.C.: Las características que tenían las celdas nos permitían vernos,
hablamos por señas, cosa que pusimos en práctica creo que inmediatamente.
A.M.C.: El clima seguía siendo de fiesta. La revisación la hacían de
a uno, o sea, que cuando éramos diecinueve tardaron bastante. Calculo
que a las cuatro o cinco de la mañana.
R.R.H.: A medida que iban requisando iban entregando mantas y colchonetas
para apoliyar. Como era por orden, los últimos terminaron como a las
cuatro de la mañana. Nos requisaron todos los elementos: relojes, anillos,
cartas, fotos y todos llevamos parte porque pensábamos irnos. Y todo
eso quedó en mano de ellos.
A.M.C.: Ahí ya empezó la represión. Nos prohibieron hablar entre celdas,
y lo que es más, hablar entre nosotros, que éramos varios en cada una.
Para esto habían llenado el pasillo con, más o menos, un soldado por
puerta. Como eran conscriptos podíamos charlar con ellos sin demasiados
problemas. Lo que fundamentalmente queríamos saber nosotros era qué
noticias habla de afuera, sí se había entregado o no el penal, en fin,
todo lo referido a la suerte del resto de los compañeros.
M.A.B.: Eso de los colimbas delante de cada celda era realmente risible,
porque todos estaban con Fal y había uno que estaba con Fap. Así que
en un pasillo chiquito había como diez o doce colimbas, todos con armas
largas. Desde un punto de vista militar era absurdo porque no sé cómo
iban a hacer para tirar y para que no se mataran entre ellos.
R.R.H.: Es decir, para que quede bien clarito: nosotros nos entregamos
en el aeropuerto de Trelew después de entregar como quince Fal y veinte
pistolas, además de púas, cargadores y otras yerbas. Nos rendimos. Se
nos trasladó a la base, donde entramos en un ala del edificio de la
guardia de la base, es decir, que ya estábamos dentro del recinto de
la base. Una base que está a seis kilómetros de Trelew, rodeada de un
desierto de piedra. Somos metidos en calabozos con rejas, con puertas,
candados y cerrojos, etcétera, aparte de eso teníamos un soldado frente
a cada puerta. Viendo cómo entramos en relaciones con nuestros guardias
que nos daban cigarrillos, al segundo día retiraron toda esa guardia.
Sacaron a todos los soldados del pasillo, dejaron el pasillo libre y
pusieron dos o tres armas pesadas en el extremo abierto del pasillo,
donde había un hall. Allí establecen una guardia permanente. Esa guardia,
que era nuestra custodia, estaba constituida por un oficial y tres suboficiales,
El oficial con pistola y un puñal, el suboficial con puñal y pistola
ametralladora Pam con doble cargador. Además de eso dos fusiles Fap
en posición de tiro sobre el pasillo, elevados sobre una mesa. En esas
condiciones pasamos todo el resto de la semana. A partir del segundo
día se dio de esa forma la situación.
M.A.B.: Y por los pasillos por donde íbamos hacia el baño también había
suboficiales armados con Pam, que nos controlaban. Además, uno con Fal
en el baño.
R.R.H.: Era un corrillo de soldados armados al efecto de nuestra custodia.
F.U.: ¿Y después vino la verdugueada, los sacaban y los jorobaban?
M.A.B.: Yo lo que me acuerdo que el primer día a las chicas nos llevaban
a declarar ante oficiales de la marina. No sé si a ustedes los llevaron,
A.M.C.: A mi por lo menos, no.
R.R.H.: A ustedes los llevaron primero.
M.A.B.: Fue cuando nos separaron a Clarisa y a mí.
R.R.H.: A mí me llevaron el último. El primer día directamente se hicieron
algunos reconocimientos. Vino la gente que había estado en el penal,
en la toma, Y se hicieron algunos reconocimientos. Parece que la intención
de ellos era reconocer quienes habían sido los que habían efectuado
los disparos en la conserjería, donde muere uno de los guardias y queda
otro herido. Es decir, fue un reconocimiento hecho por cuenta y riesgo
de la autoridad militar nada más, no había juez. Después de eso se hicieron
visitas por parte del personal superior de la marina. En la noche del
segundo o tercer día comenzaron los interrogatorios, en los cuales había
gente de los distintos servicios.
M.A.B.: No, pero a nosotros nos hicieron un interrogatorio en la mañana
del primer día, eran tres de la marina, no eran de los servicios. Vos
te referías al segundo interrogatorio, donde también estuvimos nosotras.
Porque nosotras tuvimos tres interrogatorios.
R.R.H.: Yo tuve dos.
M.A.B.: Claro, esta bien.
R.R.H.: El segundo interrogatorio empieza el tercer día por la noche.
M.A.B.: El primero para nosotros fue de día, bien caballeresco. Capitanes
de la marina estaban ahí, cuando yo voy les digo para qué, en carácter
de qué es este interrogatorio y dicen: “Solamente queremos saber quiénes
son ustedes, porque son nuestros prisioneros”. Lo que se intentaba decir
era que nosotros no íbamos a declarar nada con respecto a la fuga ni
a la entrega, que en ese sentido no esperaran una declaración nuestra.
Ellos querían sacamos información respecto de la fuga, pero era evidente
que no teman mucha experiencia en materia de interrogatorios. Lo que
yo les decía era que, si querían, podíamos hablar acerca del papel de
la marina. Entonces lo que ellos me preguntan era por qué no habíamos
querido venir a la base de la marina. Entonces les aclaré cuál era el
papel de las fuerzas represivas y sobre todo cuál era el papel que había
tenido el ejército, cuál el de la policía y un poco el papel que suponíamos
podía tener la marina. Entonces me saltaron con que la marina siempre
se había caracterizado por ser bien caballera, era el ejemplo. Yo le
digo: “Mire eso, no es cierto” y a mí, por ejemplo, me tenían parada.
Les digo: “Por lo menos ofrézcanme una silla”. Se quedaron medios cortados,
pero no me ofrecieron la silla, por supuesto. Entonces les hablé del
trato vejatorio al que nos habían sometido, que nos habían revisado
desnudas. Que nosotros nos ubicábamos como prisioneros pero que ellos
no nos respetaban en tal sentido, que podíamos esperar cualquier cosa
de ellos. Y ellos no tenían muchos argumentos, tanto es así que yo les
digo: “Mire, en cuanto a la represión de los guerrilleros en estos últimos
tiempos, la marina no ha intervenido directamente”, que esa era la primera
vez que la marina asume directamente la represión y que íbamos a ver,
que iban a demostrar realmente cómo eran ellos. Y me decían: “Usted
puede esperar cualquier garantía de nosotros, vamos a portarnos bien”.
Entonces yo les dije: “Los antecedentes que tiene la marina no son muy
buenos”. Dicen: “¿Por qué, por lo del 55?” “Sí, esa es una de las cosas
por las cuales se les suele atacar”. “No, pero lo del 55 fue una operación
militar, la marina no tuvo la culpa de los civiles que murieron, era
solamente una cosa en contra de Perón, eso está dentro de reglas militares”.
F.U.: ¿Se referían al 16 de junio del 55?
M.A.B.: Sí.
F.U.: Y no a toda la represión posterior, durante la Revolución Libertadora
M.A.B.: Uno de ellos se me acerca y me dice: “Pero mire, lo que ustedes
hicieron en San Isidro con el busto de Evita”. ¿Te acordás, esa operación
que hicieron los Montos? “Ustedes también tienen el terror, matar civiles,
pobres policías”. A esa altura el diálogo se cortó. Otra cosa que les
extrañaba era porqué nosotras como mujeres estábamos allí y sobre todo
de la Sayo, de la mujer de Santucho, y le decían: “¿pero cómo es que
su marido se fue y usted no? ¿Qué pasa, su marido la ha dejado?” No
comprendían. Ese fue más o menos el diálogo que tuve con los tipos de
los servicios.
R.R.H.: En los otros interrogatorios, en lo que a mi respecta., tuve
dos con gente distintas. No sé a qué servicios pertenecían, pero por
lo menos en el primer grupo había positivamente gente de la marina,
porque los vi esa noche vestidos de civil y después los vi en otras
ocasiones vestidos de uniforme. Las preguntas eran, como decía María
Antonia, faltas de profundidad, con un cierto desinterés por averiguar
cosas realmente. Parecía que éramos bichos raros, como si quisieran
vernos la cara y nada más que eso, y escuchamos la voz y cosas por el
estilo. No entrar en cosas que podían ser de interés para ellos, como
la información sobre la operación. Por supuesto, siempre destacando
su grado de fanatismo por todo lo que tenga olor a pueblo, la falta
de comprensión de los valores de los compañeros. Decían tonteras. Pero
no hubo torturas.
M.A.B.: Ni siquiera presión moral.
R.R.H.: Sí, en algunos casos hubo amenaza de tortura, a Alfredo Kohon
lo amenazaron. Incluso llegaron a decir entre ellos: “Vio, oficial,
aquí sin torturas no se consigue nada”. Pero en los hechos no pasaron
a nada de eso.
M.A.B.: El último interrogatorio fue el mismo día del reconocimiento,
el 21 de agosto. Ahí creo que había gente del ejército y de DIPA, porque
creo que hubo un compañero que reconoció a uno que era de DIPA Esos
ya venían con datos concretos de nuestros currículum. Por ejemplo, tenían
datos del ERP.
A.M.C.: Hubo dos, claramente diferenciables, uno que le hicieron a Mano
Delfino, que estaba en mi celda. Lo caracterizamos como grupo de los
servicios. Había presente oficiales de la marina y gente vestida de
civil. Cuando me interrogaron a mí, llegué y me dijeron: “Ah, usted
es Alberto Camps”, Y tomaron una carpeta que empezó a hojear un vestido
de civil. En el interrogatorio, cómo decían los compañeros, no hubo
violencia física. Lo único que hacían era ponerlo a uno contra la pared
con una lámpara enfocada a la cara, pienso que más que nada para que
uno no pudiera verles la cara a ellos, cosa que igual no lograban, porque
la lámpara era de poca intensidad, así que uno los podía ver perfectamente.
Ese era un grupo que a mí me hizo el interrogatorio de noche. Otro grupo
que habló, con Mario Delfino, fue él justamente que los reconoció, eran
de DIPA o Superintendencia de Seguridad.
M.A.B.: ¡Una cara de torturadores tenían!
A.M.C.: Justamente, Maño caracterizó uno de ellos como torturador, y
había otro, un tipo bastante hábil en los interrogatorios. Ese dato
y lo que pasó en interrogatorio con la gente de DIPA nos llamó la atención
porque sabiendo que había una persona con experiencia, con cierta habilidad,
cómo no la utilizaban. Porque los interrogatorios eran zonzos, estúpidos,
esa es verdaderamente la palabra. Preguntas tontas cómo “¿Y porqué no
subió usted al avión?” Más tonta que esa, imposible. Y cosas por el
estilo. Los servicios se manejaban con bastante información en algunos
casos. Y los de Superintendencia de Seguridad se manejaban con datos
bastante organizados sobre lo que había sido la operación. Incluso daban
la característica de los vehículos, que coincidían con los que nosotros
sabíamos que tenían que entrar al penal. Preguntaban estupideces como:
“¿Qué pasó con los vehículos?” Buscaban contradicciones entre las organizaciones
Peronistas y las no Peronistas. Por ejemplo: “Vos sos de la FAR, de
los que consiguieron todos los vehículos, y los del ERP se duermen y
no los llevan”, y cosas así muy estúpidas. Creo que es importante remarcarlo
porque fue la política que siguieron después, sobre todo en Rawson.
F.U.: ¿El trato admiro había cambiado en esos días? ¿Es decir, había
verdugueadas?
A.M.C.: Había cuatro turnos de guardia, pero había uno que se empezó
a destacar claramente como verdugo. Nosotros, que teníamos experiencia
carcelaria, sabíamos que todas las guardias no son idénticas, que hay
guardias con características especiales. y en este caso la que se empezó
a destacar como guardia verduga era la de Bravo justamente.
F.U.: ¿Es teniente de navío?
R.R.H.: Teniente de fragata, creo.
A.M.C.: Sé que es teniente por las dos barras y el círculo que llevaba
en la gorra. No sé si de fragata o de navío. Lo que sí sé, es que fue
promovido en el último ascenso de la marina. Bueno, las otras tres guardias
se caracterizaban por el trato frío dejamos hablar, no dejamos comunicar
por señas entre las celdas, pero no siempre la advertencia venía seguida
por una sanción. A veces encontraban a uno hablando y le decían: “No
se puede hablar, no hable”, pero no nos verdugueaban. En el caso de
Bravo era todo lo contrario, es más, buscaban excusas a veces. La sanción,
por llamarla así era hacernos desnudar y hacemos hacer cuerpo a tierra
de boca hacia abajo o de espalda en el suelo, o paramos lejos de la
pared y después hacemos apoyar con la punta de los dedos en la pared:
eso en un tiempo prolongado entumece los dedos.
M.A.B.: Y no nos dejaban dormir.
A.M.C.: Ese era otra de las exquisiteces. Los interrogatorios eran de
noche, a partir de las dos de la mañana. Podían hacer dos cosas respecto
a la entrega de los colchones: entregarlos después de la cena o mantenemos
despiertos hasta después de los interrogatorios. Generalmente dormíamos
poco, y cuando esto sucedía, Bravo recorría las celdas, y apenas encontraba
a alguno que estuviera cabeceando, lo pateaba, o nos hacía estar parados.
Yo creo que se diferenció inmediatamente Bravo, verdugueándonos. Como
te decía, buscaba excusas. Una vez apareció en la celda y dijo: “¿Quién
se asomó por la ventana?” Estaba Alfredo Kohon también en mi celda.
Por supuesto, le dijimos que nadie. “Pero si me dijeron de afuera que
alguien se había asomado”. Le volvimos a asegurar que nadie y que no
buscara excusas para sancionar, para verduguear. Así y todo nos aplicó
la sanción, y nos tuvo desnudos media hora o cuarenta y cinco minutos
haciendo cuerpo a tierra.
M.A.B.: Y era invierno.
A.M.C.: Bueno, el desnudarse simplemente era jodido, porque hacía bastante
frío. Los radiadores de calefacción que había en los calabozos no funcionaban.
Eso, y el cuerpo a tierra sobre la baldosa era mucho peor todavía. Uno
tiritaba directamente.
F.U.: Los dejaba en calzoncillos el tipo.
A.M.C.: No, desnudos totalmente. Nos retiraba la ropa, nos la hacía
tirar por la ventanilla.
F.U.: ¿A los hombres solamente?
M.A.B.: Sí. Pero igual a nosotras nos hacía tirar cuerpo a tierra. En
un primer momento no, en los primeros días. Pero después me acuerdo
que un día estaba charlando la Petisa y Clarisa (estábamos las cinco
ese día), las pesca charlando y les dice: “Cuerpo a tierra”, y no se
tiraron, “Cuerpo a tierra”, y no se tiraron cuerpo a tierra. Entonces
lo llama al suboficial, a) gordito ese famoso, y le dice: “Póngales
cuerpo a tierra”. Entonces el suboficial: “Cuerpo a tierra”, apuntándonos
con la metra. No se pusieron cuerpo a tierra y Bravo: “Póngales cuerpo
a tierra”, y le sacó la metra y las puso cuerpo a tierra.
F.U: ¿Las violentó con eso?
M.A.B.: A los cinco minutos les dice: “Bueno, dense vuelta”, y no se
dieron vuelta; entonces entró Marcha).
F.U.: ¿Quién es ese tipo?
M.A.B.: Un suboficial que también va a estar después. Entonces a Clanga
la agarra mal de la cintura, y ella hace un gesto como de resistencia
para que no la den vuelta. Entonces Bravo saca la pistola, la martilla
y se la pone en la cabeza: “Vas a morir, hija de puta”. Clarisa dice:
“No me mates”; él levanta la pistola. A partir de aquél día, cuando
nos dicen cuerpo a tierra les hacemos caso, porque charlamos entre nosotras
y vimos que no tenía sentido esa resistencia. Y hacíamos cuerpo a tierra
boca arriba y boca abajo. Después, salvo desnudamos, fue el mismo trato
que el que les dieron a los muchachos.
F.U.: ¿Cómo se llama ese suboficial que las intima a las chicas?
M.A.B.: De uno no sabemos el apellido y el otro se llamaba Marchal.
A.M.C.: Marchal o Marechal. Desde los primeros días el trato fue cambiando,
incluso, como te contábamos, las formas de vigilancia fueron modificándose.
Al principio nos sacaban a comer por celda, eso el primer día solamente.
Después nos fueron sacando de a uno. Nos hacían comer en una mesa chiquitita,
una mesa como de bar, con el tiempo controlado: nos daban cinco minutos
para comer. Siempre el que iniciaba esas prácticas era Bravo.
M.A.B.: En cinco minutos, si no se terminaba la comida había que dejarla
ahí.
A.M.C.: Además, mientras estábamos comiendo hacía comentarios como:
“A estos en vez de alimentados tendríamos que matarlos”. Una vez Toschi,
cuando fue a comer, encontró la pistola sobre la mesa, al lado de la
comida.
R.R.H.: No, al Indio fue, que estaba sentado y se le acercó Bravo y
le puso la pistola en la mesa.
A.M.C.: Comíamos apuntados por tres o cuatro lados con Pam y Fal. Por
supuesto, Bravo nos recordaba constantemente que era con balas en la
recámara y sin seguro. Cosa que cumplía porque la Pam se nota cuando
está sin seguro. Como ves: Bravo se destacaba, incluso su "actitud era
totalmente despectiva. Un día apareció con una revistita que se llamaba
El Desengaño: era la historia de un estudiante que, cansado de luchar
en formas no violentas, decide incorporarse a un grupo guerrillero.
Por supuesto, a ese grupo la revista la pintaba con todas las lacras
imaginables.
M.A.B.: Con anteojos negros y campera, en casas todas ruinosas, cometiendo
hechos donde morían ancianos y bebes, no importándoles nada, sólo la
causa.
A.M.C.: y nos ofrecía la revista para que la leyéramos. Por supuesto,
con el aburrimiento que teníamos aceptábamos leer cualquier cosa. Después
buscó discusión política, pero cuando empezamos a argumentar que la
historia de la revista no encajaba en ninguna realidad, que era todo
una falsedad, se iba rapidito con su revista. Supongo que son revistas
que se reparten gratuitamente entre la tropa. Incluso buscamos el pie
de imprenta para ver dónde había sido impreso y no lo tenía. Por las
características del dibujo era una revista tipo mexicana, en colores.
M.A.B.: Era muy similar a esa en la que se ridiculiza a los cubanos.
De amplia circulación.
F.U.: A lo mejor lo hace la CIA.
M.A.B.: Sí quizá la CIA, pero una cosa muy, muy burda.
R.R.H.: Cabía tanto para Argentina, como para Centroamérica o Brasil,
o para Chile. Para cualquiera.
F.U.: Continental, digamos.
R.R.H.: Propaganda antisubversiva.
M.A.B.: Y Bravo nos pregunta: “¿Y, se convencieron?”
F.U.: ¿Pero qué, él lo pregunta en serio?
M.A.B.: Sí, en serio lo preguntaba.
F.U.: ¿El pretendía adoctrinarlos?
R.R.H.: El no pretendía adoctrinarnos a nosotros; sino lo que quería
era medimos un poco. Por ejemplo, hacia comentarios de este tipo: “Y
pensar que ustedes son capaces de matamos”, mientras nosotros comíamos.
“Ustedes son un mal necesario para la sociedad”, y cosas por el estilo.
Siempre mirándonos como si fuéramos piezas de museo, asesinos.
M.A.B.: Gente extraordinaria.
R.R.H.: Gente fuera de lo común, delincuentes, enfermos mentales, cosas
así.
F.U.: Al baño los sacaban, ¿no?
A.M.C.: El procedimiento era más o menos igual para todas las salidas,
ya sea para ir al baño o para comer. Venia uno de los suboficiales,
abría el candado, corría el cerrojo, se retiraba al extremo del pasillo
y desde ahí nos gritaba la orden, nos nombraba, por ejemplo: “Haidar,
desaloje”, entonces uno salía al pasillo, “Alto”, nos daba la orden
de poner las manos en la nuca, “Avancen”, y cuando llegábamos a la altura
de la mesa nos decía: “Alto”, “Siéntense”. Esto cuando íbamos a comer,
o cuando llegábamos al extremo del pasillo, “Alto” de nuevo y se ubicaba
detrás nuestro un suboficial, y con la Pam montada y sin seguro nos
llevaba hasta el baño. En la puerta del baño había otro marino armado.
F.U.: ¿Eran todos suboficiales los de las guardias a esa altura, no
habla soldados?
R.R.H.: Había dos soldados, los que tenían los fusiles Pam. Los suboficiales
estaban con las pistolas ametralladoras y eran los que se encargaban
del movimiento nuestro, de la vigilancia, de que no habláramos. Los
soldados estaban a los costados con la Pam y no se movían de esos puestos.
A.M.C.: O sea, que el trato con nosotros lo tenían fundamentalmente
los oficiales y suboficiales, ningún soldado. Otra de las cosas que
pasó con Bravo (habría que ir acumulando todos los hechos que produce
porque lo pintan como un verdadero psicópata), fue que un día trajo
la cometa del batallón para enseñamos lo que era diana y lo que era
silencio, y nos decía: “Ustedes, tienen que conocer esto, desde ahora
se les va a despertar así y se les va a dar el silencio de esta manera”.
Siempre provocando.
F.U.: ¿Los tuteaba?
A.M.C.: No.
F.U.: ¿Cómo se refería a ustedes, por el apellido?
A.M.C.: Sí. Una vez volviendo de un interrogatorio (yo había ido, pero
Delfino todavía no), cuando me tema que encerrar en la celda, trajo
a un suboficial, y le hizo apoyar el caño de la ametralladora en la
puerta y le dio la orden de que si hablábamos tirara.
R.R.H.: Era un personaje siniestro.
M.A.B.: ¿Te acordás cuando una vez le hizo barrer el pasillo a Mariano
desnudo?
R.R.H.: Y después de haber estado verdugueándolo, venía y le hacia un
chiste. Decirle, por ejemplo: “¿Qué, hace frío?”, y el otro estaba tiritando
en el suelo desnudo, por ejemplo. Bien cínico.
F.U.: Bien hijo de puta.
R.R.H.: Si. Una premeditación en todas sus preguntas, en todos sus pensamientos.
Nos tenía a nosotros encasillados dentro de un esquema en el cual estaba
muy bien adoctrinado. Y no salía de ese molde. Distinto de otros oficiales,
había otros oficiales que cubrían esa guardia y que teman una actitud
muy distinta. Mostraban un poco más de lucidez que Bravo, porque no
tenían esa actitud de verdugueo constante, sino, por el contrario, trataban
de aliviar un poco la situación en que nos encontrábamos, de distintas
maneras. Sosa apareció en el penal al día siguiente, después que ellos
ya habían retornado el control de la situación; apareció al mediodía
del miércoles 16, y dijo: “La próxima vez no va a haber negociación,
la próxima los vamos a cagar a tiros”. Ya para ese entonces había cambiado
totalmente de actitud, se había visto descolocado en el papel que tuvo
que desempeñar durante la negociación en el aeropuerto. Se vio como
jugando un papel flojo, sintiendo que nosotros habíamos impuesto las
condiciones, que habíamos logrado el objetivo de difundir lo que ocurría.
En realidad había jugado un papel bastante secundario, lo único que
había logrado era llevamos a la base. Pero no había podido evitar la
conferencia de prensa, toda la difusión que se le dio a la torna del
aeropuerto. Vino con mucha bronca.
M.A.B.: Y aparte, todas las negociaciones se hicieron delante de su
tropa, y los colimbas medio se reían de él; se daba bien cuenta del
papel que estaba haciendo y de las condiciones en que se estaban desarrollando
las negociaciones. El no las sabía manejar muy bien y eso delante de
la tropa lo desprestigiaba, como milico. Dentro de su machismo y con
el criterio de autoridad con que se manejaban, ver que no pueden imponerla
adelante de su tropa es una cosa que lo rebaja, hace que la tropa le
pierda el respeto.
R.R.H.: Sí, dentro de su esquema. Yo iba a señalar que hubo un cambio
en Sosa: después de la forma en que se condujo durante la negociación,
al día siguiente aparece un poco transformado, parece que se hubiera
reubicado. Se había hecho una composición del lugar y se dio cuenta
de que había quedado pagando en esa relación con nosotros. Como consecuencia
es que toma una actitud muy dura, un poco acompañando el ritmo que llevaba
Bravo.
M.A.B.: El avala lo que hacía Bravo. En realidad toda la base lo hacía,
o conocía la actitud de verdugueada de Bravo y su custodia, y nadie
dijo una palabra, nunca se cambió de actitud pese a que permanentemente
venían oficiales que nos veían tirados en el suelo o contra la pared.
Nunca después de esas visitas cambió la situación. Así que era una cosa
bien orquestada que ellos asumían.
R.R.H.: Otro hecho intimidatorio eran los disparos de armas “accidentales”
entre comillas, desde los primeros días.
F.U.: ¿Disparos dónde, adentro?
R.R.H.: Sí, adentro de los pasillos que eran chiquitos.
F.U.: ¿Tiraban adentro?
R.R.H.: Ráfagas de tiros.
F.U.: ¿No tenían miedo al rebote?
R.R.H.: Nosotros estábamos adentro de las celdas y no se en que dirección
harían los disparos.
M.A.B.: Donde se abría el pasillo, vimos tres o cuatro impactos después
de esos días. A un oficial se le escapó un tiro de una cuarenta y cinco.
R.R.H.: En la celda estábamos con Mario Ulla, Quique Bonet y Toschi.
Nos pusimos a hacer un juego de ajedrez, con miga de pan las piezas
blancas, y las negras con polvo de ladrillo y agua. Y con las boletas
esas, juntamos dos boletas e hicimos el tablero, pintando los cuadros
negros con polvo de ladrillo y agua. Ya lo teníamos listo y llegó el
tipo y arreó con todo; y fue la primera sanción que nos dio, nos llevó
adelante, nos requisó de nuevo, nos devolvió a la celda y nos tuvo ahí
desnudos, parados, en posición inclinada, con las manos apoyadas contra
la pared.
F.O: ¿Es bravo eso?
A.M.C.: Sí, es bravo.
M.A.B.: Nosotros también habíamos hecho bolitas con miga de pan. Vino
la requisa y nos hizo juntar las veinte o treinta bolitas que teníamos,
y tirarlas. Es una cosa absurda. O un regalito que nos había mandado
el Cacho Delfino, un pollito chiquitito hecho con miga de pan el cuerpo
y las patitas con paja de escoba, lindo. Vino la requisa y me armó un
gran escándalo y me lo sacó.
A.M.C.: Después de eso no nos dejaban tener miga de pan en la celda
después de comer nos hacían barrer.
F.U.: Así hasta el 22.
A.M.C.: Otra cosa que indudablemente estaba dentro del plan de la masacre
en la base de Trelew, era que los cuatro turnos de guardia que había
dividían el día en pedazos de seis horas, pero el capitán Bravo se las
arreglaba para estar siempre de noche. La mayor parte de las guardias
las cubría él con su equipo, las nocturnas y las diurnas. Prácticamente
yo diría que dormía un turno, seis horas, y después estaba todo el día.
F.O: ¿Vos creés que tenían ya la orden de fusilamiento?
A.M.C.: Pienso que la fueron madurando ahí mismo.
F.O: ¿No les parece que fue determinación de afuera?
A.M.C.: Sí, porque la Junta de Comandantes se reúne en la víspera.
R.R.H.: Ahí yo creo que hay varios elementos, aquí, en el marco general
de los hechos. Por un lado, la masacre es un acto premeditado, pero
no es inmediato a la fuga, sino que es algo que ellos elaboran después
de analizar una serie de cosas entre las cuales se cuenta la actitud
del gobierno de Chile, si daba o no asilo a los compañeros. Y por otro
lado, y fundamental, las relaciones con el general Perón. En ese momento
se estaba un poco definiendo el límite del plazo dentro del cual el
general Perón, para ser candidato, tenía que regresar. Realmente ellos
creían que la jugada de la cláusula del 25 de agosto era una jugada
muy importante, un poco una clave dentro del proceso electoral, para
limitar de hecho y legalmente, para ellos legalmente, la candidatura
de Perón en un acto eleccionario. Así, mediante una masacre de ese estilo,
o mediante un acto como el que luego hicieron, pueden haber pensado
varias cosas: que si el general Perón tenía intenciones de regresar,
con ese hecho podían intimidarlo; que eran capaces de asesinar para
mantenerse en el poder y que tenían poder para asesinar, para hacer
una cosa de ese estilo impunemente. Por supuesto, ya el general Perón
había dejado en claro que él iba a volver cuando se le diera la gana
y cuando estuvieran dadas las condiciones. Pero seguía especulándose,
es decir, la perspectiva de que el general Perón volviera no había desaparecido;
hasta el último día ellos no tenían la certeza de nada.
M.A.B.: Yo lo completaría con algunos otros elementos. No los doy en
orden, pero los voy a ir señalando. Sabían quienes eran, la calidad
de los compañeros que estaban fugados, y que eran realmente un grupo
de rehenes que lo podían jugar muy bien. Eso, por un lado.
F.U.: ¿Los que estaban adentro?
M.A.B.: Sí. Habían tenido tiempo de estudiar quienes eran los que estaban
en su poder. Por otro lado, siguiendo con tu análisis, te voy a dar
otro elemento: creo que uno de los objetivos del GAN consiste también
en aislar a Perón de la guerrilla, y a la guerrilla del pueblo. Un poco
cuando hablamos de ese trípode que lo constituye Perón, el pueblo y
las organizaciones armadas, con un golpe así a la guerrilla y unido
a eso, creo que el poder militar quería mostrar lo que evaluaba como
incapacidad de respuesta en ese momento, tanto de las organizaciones
como del pueblo. Pensaban que esa acción punitoria contra la guerrilla
iba a alejar a la guerrilla del pueblo, un poco porque la guerrilla,
digo, no estaba en condiciones de responder inmediatamente. Eso se demostró
en los hechos, nos golpearon y no pudimos en ese momento mostrar una
capacidad de respuesta inmediata. También estaba la incapacidad que
se tenía en ese momento de generar movilizaciones para denunciar un
hecho así. Pienso que era una de las cosas que el poder militar evaluó
con la guerrilla. Es cierto que se estaba en un momento bastante crucial,
que no se sabía lo del 25 de agosto: un momento de desconcierto.
F.U.: Vos lo que decís es que ellos evaluaron que las posibilidades
de reacción inmediata eran prácticamente imposibles, que en alguna medida
era cierto, pero creyeron que la no reacción inmediata suponía una neutralización.
M.A.B.: Claro, y el hecho de que nos podían golpear así iba a ser un
desprestigio que lo podían superar rápidamente. Y sobre todo, pienso
que era separamos a nosotros de Perón y del pueblo.
F.U.: Considerando la posibilidad de miedo por parte del pueblo y la
posibilidad de romper el proceso electoral
M.A.B.: Aparte que lo obligaban a Perón a definirse de alguna manera.
Pienso que son todos elementos que se juegan a nivel de decisión y que
lo deben haber estudiado.
F.U.: Con el aporte de las ideas que se iban madurando en la base seguramente.
Digo, como conjetura Un análisis político por un lado, y por otro lado
el aporte de estos señores que tenían la relación con ustedes.
M.A.B.: Yo creo que esto lo vinieron madurando desde bastante antes.
A.M.C.: Conversando con compañeros que habían sido detenidos en Trelew
después de la masacre, y que estuvieron acá en Villa Devoto, se rumoreaba
que la orden que ellos habían recibido, que había partido de la Junta,
era arrasar con el aeropuerto, que un poco fue uno de los elementos
que hizo que la entrega fuera inmediata. Se evaluaba que era necesario
hacer una entrega antes de que llegaran las órdenes de la Junta. Un
poco el hecho de que ese grupo de la marina, a la mañana ya estuviera
avanzando sobre el aeropuerto, o sea, que la idea de exterminio estaba
jugando antes de la masacre. Aparte, es lógico por toda una serie de
hechos anteriores: se ve que dentro del GAN una de las piezas importantes
es, si bien no terminar con la guerrilla, darle golpes lo más demoledores
posibles. Por eso muchos compañeros, al ser arrestados e identificados,
eran asesinados. Directamente, o rematados.
F.U.: La aplicación de la pena de muerte, el remate de compañeros heridos
en operaciones.
R.R.H.: Desde mucho antes, esto viene pasando.
A.M.C.: Pienso que es parte de una política que alcanza en Trelew su
más alto grado. O sea, que esos elementos jugaban indudablemente., no
es un hecho totalmente aislado, una represión específica a la guerrilla.
M.A.B.: Yo diría, no solamente una represión específica a la guerrilla,
sino a todo un sector del pueblo, o que surge del pueblo, tratando de
expresar su descontento, porque no solamente es contra la guerrilla
sino también contra las movilizaciones.
F.U.: Como cae Jáuregui, por ejemplo, o como caen los compañeros anónimos,
todos los días, en las villa miseria. Es decir, que todo interés defendido
por alguien que pertenezca a una clase popular recibe ese tratamiento.
Digamos que la masacre que se va a producir está encuadrada dentro de
una política de exterminio concreto y de intimidación a través del asesinato,
que produce el régimen tranquilamente, desde muchos años atrás.
M.A.B.: Es toda la violencia en su forma más descarada.
R.R.H.: Forma parte de una política, Al saber ellos la gente que tienen
en la base, piensan: “le damos un fuerte golpe a la guerrilla”. Una
política de desarmar a los grupos embriones de vanguardia. Porque sabían
el peligro que implican. Yo creo que eso constituye un ejemplo claro
de lo que fue el GAN. El GAN no fue lo que declaró últimamente Lanusse,
en los meses de abril y mayo, después del triunfo del pueblo. El GAN
fue una serie de maniobras maquiavélicas, montadas con todo cinismo
y con el claro fin de engañar nuevamente al pueblo; de la mejor manera
posible, eso si. De la forma más sabía, tratando de lograr así el desplazamiento
de Perón y la integración del Peronismo al sistema. Eso está clarito,
porque ahí se conjugan dos cosas: la represión violentísima, el asesinato
impune, por un lado, en la represión a la guerrilla, y la represión
al pueblo, porque la guerrilla no es sino la expresión política del
pueblo en condiciones de represión y opresión extremas. Por otro lado,
la maniobra política, el tan mentado “juego limpio”, en el cual se proscribe
al general Perón de una manera “legal”.
F.U.: La proscripción aparece como elemento que reemplaza a la posibilidad
de complicidad de Perón con la traición al pueblo. No te olvides que
la política del GAN se desencadena con el primer viaje de Paladino a
Madrid, donde la misión que tienen, según se dice, es pedirle a Perón
la desautorización de las formaciones especiales, cosa que Paladino
no trae.
M.A.B.: Yo creo que todos los elementos que acá estamos señalando muestran
la faz represiva del GAN: aparte de ser una instancia que corresponde
a un poder que representa a determinados intereses, yo creo que con
respecto a lo que fue Trelew, es una maniobra muy vinculada a una política.
F.U.: No es un acto de histeria, digamos.
M.A.R.: Pienso que ahí si corresponde eso de que nosotros no evaluábamos
bien de que manera esa medida del GAN era la medida de un enemigo ya
en retirada en aquel momento, como lo vemos ahora con mucha más claridad.
Trató así de separamos de Perón impidiendo toda posibilidad de encuentro,
que es lo que se dio en los meses posteriores: la unidad entre un pueblo,
las organizaciones armadas y Perón. Creo que tienden directamente a
eso.
F.U.: Ahora, también hay ahí un problema que es el tiempo récord en
que las formas de lucha, el grado de violencia como el que expresa la
guerrilla, son aceptados popularmente. Creo que los militares nunca
supusieron que el pueblo lo iba a aceptar, porque ellos creían que esto
no era producto de un proceso que el mismo pueblo venía haciendo, sino
algo que venía de afuera. Por el hecho de que la extracción de clase
de la mayor parte de los componentes de la guerrilla no pertenecía al
pueblo, pensaron que el pueblo iba a rechazarlos, porque parecería que
hay ignorancia en el problema ese de la diferencia que hay entre extracción
de clase y pertenencia de clase. Entonces creyeron que era algo de afuera
y que el pueblo no lo iba a aceptar. Y en tiempo récord lo aceptó. ¿Por
qué? No porque la guerrilla sea fabulosa, porque el pueblo sea fabuloso.
No, sino porque el pueblo mismo tenía una experiencia de violencia y
de lucha que venía haciendo por si solo.
A.M.C.: Eso estaba fuera de los cálculos de estos señores.
M.A.B.: Eso creo que fue el gran error de ellos, o uno de los errores,
y también pensar que Perón se vendía por una presidencia, una cosa así,
que lo estimaban muy cortamente a Perón y a todo lo que significa el
movimiento Peronista. Ese creo que es uno de los errores, no ver qué
tipo de contendiente tienen en Perón.
F.U.: Precisamente, siempre en sus análisis, en sus proyectos políticos,
aún en los más sagaces como fue el GAN, subestimaron la envergadura
política de Perón y la presencia del pueblo con toda su experiencia.
Esto es bastante claro.
M.A.B.: Si, creo que subestimaron claramente el grado de incidencia
que tenía la guerrilla en el pueblo. Creo que lo demuestra la reacción,
que fue unánime, de repudio a la masacre.
F.U.: Además, en la campaña es una de las consignas principales de la
lucha electoral que reúne a seis millones de votantes, es decir, a más
del cincuenta por ciento de los electores argentinos: “ya van a ver,
ya van a ver, cuando venguemos a los muertos de Trelew”, es una de las
constantes de una campaña que se caracteriza no por sus discursos, sino
por las consignas, y esa fue una de las principales. Bueno, volvamos
a esos días. Creo que queda claro el sentido político; creo que está
completa la explicación política de la masacre.
M.A.B.: Creo que lo tendríamos que ver con un poco más de profundidad
porque nunca lo hemos analizado así a fondo, yo creo que es la primera
vez.
R.R.H.: Se ha dicho que la masacre de Trelew fue una decisión de la
marina, que Lanusse tuvo que asumirlo o tragárselo en contra de su voluntad
o sus deseos de hacerla. A mi me parece que, en ese sentido no es cierto;
la decisión fue una decisión conjunta, con total acuerdo. No fue un
acto de delirio de Mayorga, ni de ningún descolgado de la marina, sino
que fue un hecho de conjunto.
F.U.: Es decir, que adoptaron una política, como decían ustedes recién.
M.A.B.: Ahora, lo que sí les costó mucho instrumentarlo. Yo lo que no
se es si ya lo tenían pensado desde un principio o no.
F.U.: Creo que es un poco anecdótico conjeturar si lo tenían pensado
desde un principio o no. A lo mejor se les ocurrió de entrada o no;
lo que sí fueron consecuentes con su política.
A.M.C.: Supongo que uno de los elementos que es necesario rescatar -indica
la mala evaluación que hacían de esta guerrilla-, es la reacción popular
frente a la masacre; y que yo pienso que ya empieza a marcar esa retirada.
Porque, a partir de entonces, se empiezan a dar una serie de hechos
que articulan las movilizaciones y el accionar de la guerrilla, la táctica
de Perón, que culmina con el 11 de marzo. Habría que empezar a analizar
toda otra etapa, la que ahí comienza.
F.U.: Algunos compararon Trelew con Moncada. El Moncada nuestro.
A.M.C.: Indudablemente, el régimen comete un error basado en caracterizaciones
incorrectas.
R.R.H.: Es decir, es una síntesis. Más que valoraciones incorrectas,
pasa que ellos no están en condiciones de producir otra cosa. Recurren
a los elementos que tienen como clase. Tienen una visión totalmente
errónea de lo que es el pueblo. Recurren a la utilización de la fuerza,
de una violencia indiscriminada, que es su forma de mantenerse en el
poder; no tienen una práctica de convicción, de persuasión, sino todo
lo contrario; su experiencia de poder es una experiencia de fuerza,
no es obvia. En el otro aspecto tienen necesariamente que fracasar,
en el aspecto del análisis, del conocimiento del pueblo, el conocimiento
del mismo Perón, es imposible que lleguen a comprender cuál es el manejo
del general Perón. Es totalmente imposible. En ese sentido están totalmente
en desventaja ¡Qué diablos van a comprender ellos!
F.U.: Si entendieron algo, producirían otro tipo de política y dejarían
de responder a un interés de clase automáticamente.
M.A.B.: Pero vos fijate que nosotros, en un principio, cuando analizamos
el GAN, decíamos qué inteligente, sobrestimábamos su capacidad. Creo
que así como los sobrestimábamos a ellos, subestimábamos al Movimiento.
Porque nosotros teníamos también un desconocimiento de lo que era el
Movimiento y del grado de desarrollo de su conciencia.
F.U.: Más que subestimación entonces, sería un desconocimiento.
M.A.B.: Sí, pero ese desconocimiento te lleva implícitamente a un acto
de subestimación.
R.R.H.: Yo pienso que en el análisis que hacíamos nosotros del GAN,
decíamos, como habías dicho vos, qué inteligente o qué sutil la maniobra,
porque aparecía montada y había elementos dentro del Peronismo incluso,
que estaban, en fin, que se prestaban para esa política. Y nosotros
sabíamos que debíamos combatir a esos elementos; y en el enfrentamiento
se fueron derrotando. Fuimos derrotando a la represión, pero quiero
dar a entender que se le fue saliendo al paso al plan del enemigo, y
así corno en aquel entonces nosotros no visualizábamos las elecciones,
o mejor dicho, las visualizábamos corno tramposas -porque había sido
la salida que eligió el enemigo, con las características que el enemigo
quería darle-, era lógico nuestro alerta sobre el problema y estábamos
dispuestos a darle batalla. Pero pienso que si bien el enemigo hizo
evaluaciones incorrectas, por ejemplo la caracterización de Perón (ellos
pensaron que se iba a vender por el uso del uniforme y los sueldos atrasados),
había otro elemento, corno sectores traidores del movimiento dispuestos
a servir de base a esa política, a los que había que combatir, ¿no?,
y habrá que seguir combatiendo mientras existan. Incluso nuestra visualización
del GAN en aquel momento respondía a que ese juego de cosas todavía
no se había puesto en movimiento totalmente. Insisto, a partir de agosto,
por utilizar corno mojón la masacre, se dan una serie de hechos que
tienen una importancia terrible para esa batalla, como es, por ejemplo,
el 17 de noviembre.
F.U.: Sí, la gratificación de eso es que ustedes, a menos de un año,
a nueve meses de la masacre, de sobrevivientes casi accidentales de
la masacre, hoy en Villa Devoto, en las vísperas de que asuma el gobierno
popular, están esperando que venga todo el pueblo, concretamente, a
sacarlos.
M.A.B.: Cosa que no concebíamos ni en los cálculos más optimistas.
R.R.H.: La vez pasada, leyendo los titulares de un diario, había uno
que decía “El juego pendular de Lanusse”. Yo pensaba, cómo son Perón
y Lanusse, las dos contrapartes: si uno jugaba en una forma pendular
en lo político, el otro tenía que hacer lo mismo, necesariamente. Lo
que pasa es que el general Perón tiene mucha más antigüedad que Lanusse
en el juego pendular.
M.A.B.: Lo que pasa es que el juego pendular de Lanusse es una cosita...
F.U.: Este no es un problema de simetría, sino un problema de dialéctica.
R.R.H.: Me inclino a pensar que el que llevaba la manija era el general
Perón.
M.A.B.: ¡No tenemos líder, eh!
F.U.: Volvamos a Trelew.
A.M.C.: Durante esos días, aparte de la figura del teniente Bravo, que
se destaca, como te decía, inmediatamente, hay algunos hechos que de
alguna manera preanuncian, que pueden servir de elementos para juzgar
que el plan estaba diseñado ya un par de días antes. Era lo que vos
me contabas los otros días, el día en que apagaban las luces del pasillo.
M.A.B.: Es una noche en que nos sacan los colchones a la una de la mañana,
apagan las luces del pasillo y se oyen movimientos raros de armas, risas.
Decían: “Bueno, vamos ahora”. “No, no”, y cosas así. Era una situación
no común, aparte de que había gente extraña que circulaba. Antes, cuando
había habido luz, habíamos visto tipos, caras nuevas.
F.U.: ¿Uniformados?
M.A.B.: No, no. Es decir, van a ser los que nos interrogan, porque esto
culmina con un interrogatorio, que para ellos es el primer interrogatorio
y para nosotras el segundo. Nosotras le preguntamos a un suboficial
qué pasaba, Y él nos hacía la seña con el dedo como que van a tirar,
como que la cosa viene pesada. Entonces nosotras lo que supusimos era
que iba a haber un simulacro de fusilamiento, lo que charlábamos entre
nosotras, yo estaba con la Sayo Santucho y con la Susana Lesgart y ya
dijimos: “Bueno, ahora en cualquier momento estamos pensando que van
a tirar tiros”, incluso decíamos: “Cualquier cosa nos ponemos cuerpo
a tierra y no nos asustemos”. Estábamos un poco, no digo que asustadas,
pero sí bastante tensas con la situación. Y en un momento vos sabés
que incluso sacan los candados, hacen un movimiento con los candados.
Lo que yo evalúo es que nos abrieron los candados, pensando que por
ahí nosotros intentábamos salir, porque hicieron mucho juego con los
candados. Y vuelve a pasar ese mismo suboficial y le volvemos a preguntar:
“¿Que pasa?” y nos sigue haciendo esa seña, y se oye que cargan y descargan
las armas, y después no pasa nada. Después nos interrogan. Y pienso,
que, en aquel momento, ya se les ocurría eso, pudo haber sido un intento
de que nos rebeláramos, porque aquella noche no sé si se acuerdan, nos
verduguearon como locos, nos tuvieron toda la noche apoyados contra
la pared y sin dejarnos dormir.
F.U.: ¿Afuera, en los pasillos?
M.A.B.: No, no, adentro. Nos provocaron mucho, mucho. Me acuerdo que
se ponían en el pasillo con un pito y nos ordenaban que nos pusiéramos
contra la pared, que nos paráramos, nos sentáramos, nos paráramos, nos
sentáramos, así toda la noche.
R.R.H.: Y vos decís que ellos ya tenían alguna decisión sobre...
M.A.B.: Mira, yo creo que nos estaban provocando.
R.R.H.: ¿A qué hora fue eso?
M.A.B.: Eso fue cuando el primer interrogatorio, unos dos o tres días
antes. Después, a eso de las cuatro de la mañana, nos empiezan a sacar
y a interrogar de a uno.
F.U.: ¿Vos no estabas allí?
R.R.H.: Sí.
A.M.C.: Lo que pasa es que Haidar y yo estábamos en las últimas celdas.
Realmente había diferencias entre la visión que vos tenías de los marinos
que nos custodiaban; generalmente, al fondo llegaba poco de todo esto.
Yo, por ejemplo, esa noche, me acuerdo que pensaba: “Puta, el jueguito
que se inventó este Bravo para jodernos”, porque nos poníamos a cabecear
con Delfino cuando hacían silencio, y de pronto apareció el suboficial
tocando pito adentro de la celda, a través de la ventana. Es decir,
cosa de joderte, dejarte entrar en sueño y despertarte.
M.A.B.: Nosotras lo que pensábamos es que era un simulacro, lo que nos
había dicho el suboficial.
P.V.: ¿Eso fue dos días antes?
M.A.B.: Sí.
F. U.: Y la noche esa de la masacre, ¿cómo empezó la cosa?
M.A.B.: Nos despertaron de golpe a eso de las tres y media; le pregunté
a un suboficial qué hora es y dijo que las tres y media.
R.R.H.: Primero habría que decir que estuvo el juez.
M.A.B.: Ah, sí, el día anterior estuvo un juez.
R.R.H.: El lunes, al mediodía, se hace un reconocimiento general. No
se había levantado la incomunicación ni nada, pero aparece el juez y
hace un reconocimiento ahí, en el hall central del edificio de la guardia.
Hacen tres ruedas de detenidos, introduciendo soldados vestidos de civil
para cumplimentar las normas legales sobre la rueda de detenidos; y
desde posiciones bien ubicadas, los testigos hacían el reconocimiento.
Por ahí anduvo el juez Quiroga con su equipo de asesores.
M.A.B.: Y estaba el fiscal.
R.R.H.: Sí toda la camarilla de la cámara. El juez Quiroga estuvo viendo
como estábamos nosotros, en qué condiciones nos encontrábamos. Pero
no hay mayor alternativa allí, en ese reconocimiento.
M.A.B.: Quiroga tuvo una actitud, no se cómo habrá sido con ustedes,
pero con nosotras, cuando nos llevan, nos acercamos y le pregunto a
Quiroga quién era él y me dijo: “Yo soy el juez Quiroga”, y yo: “¿De
la Cámara Federal?” “Sí de la Cámara Federal”. Entonces yo le digo:
“¿Puedo charlar con usted?” “Sí como no”. Y le digo: “Quiero charlar
con usted a solas”, porque estaban todos los milicos alrededor. Entonces
él les dice: “Bueno, retírense”, y ninguno se mueve, y yo le digo: “Bueno,
charlamos así”, y él dice: “Pero, ¿por qué no se van?” Estaba en una
situación de lo más incómoda, y no se fueron. Después a mi me retaron
mucho, me dice Bravo: “¿Y por qué quería charlar usted a solas con el
juez?” Una cosa, un papel totalmente ridículo el del juez.
R.R.H.: Ridículo y comprometido.
M.A.B.: Y comprometido aparte, porque si un juez, dentro de la legalidad
burguesa, no es capaz de imponer su autoridad...
R.R.H.: Es decir, esa era toda la representación.
M.A.B.: Si, pero ni siquiera responde a la representación que se espera
de él. Y ve perfectamente como nos apuntan, tanto es así que estábamos
ahí, en el pasillo y a nosotros nos tenían con las manos en el cuello
y yo le digo: “¿Por qué no les ordena que nos dejen de estar con las
manos así?”; y él les dice, pero no le dan ni cinco de bolilla.
R.R.H.: Claro, él cumplía con la forma sabiendo que no le iban a llevar
el apunte, pero tratando de guardar la imagen.
M.A.B.: Pero, sabés qué pasa, que te muestra toda la imagen comprometida
de la justicia con el régimen.
R.R.H.: Particularmente la Cámara Federal, que fue creada por ellos
para servidos.
F.U.: Paralelamente a eso, ¿se dio ahí el último interrogatorio?
M.A.B.: Sí, eso era lo más cómico, no se si les pasó a ustedes.
A.M.C.: Sí.
M.A.B.: Nosotras estábamos en el reconocimiento y allí, a cinco o seis
metros del juez estaban haciendo los interrogatorios los tipos de los
servicios. Nos decían: “Pónganse en los puestos que quieran” o: “Si
quieren cámbiense los peinados” y al lado nos estaban interrogando.
R.R.H.: Todo era una parodia
A.M.C.: En la fila en que estaba yo, por lo menos, porque nos dividían
en grupos, nos mezclaron con colimbas vestidos de civil, y pudimos charlar
entre nosotros. Bravo estuvo presente en todos los reconocimientos.
M.A.B.: Bravo y Sosa.
A.M.C.: Bueno, yo me acuerdo de Bravo, a Sosa no lo vi. Entonces aprovechamos
para identificarlo bien claramente a Bravo, porque habíamos escuchado
varias veces el nombre, pero para no tener ninguna duda, preguntamos
a uno de los colimbas quién era ese. Debía tener su famita, porque lo
primero que decían es: “un hijo de puta”. Bueno, ahí también charlamos
entre nosotros, como era el sexto día, qué actitud íbamos a tomar los
próximos días. Charlamos con Mariano, con Bonet, y decidimos esperar
dos o tres días más hasta que más o menos estuviera cumplido el plazo
de incomunicación, para empezar a tomar medidas, tales como no respetar
las órdenes, hasta conseguir comunicarnos con los abogados. Después
del interrogatorio, a la noche, como hecho a destacar, hay un suboficial,
Marchal, y otro de uno setenta de estatura, más o menos, rubio, gordito,
de Rosario. Estuvieron charlando por las celdas, un poco como si no
estuviera la vigilancia de los oficiales, incluso el que charlaba con
Mario Delfino, este que te digo era de Rosario. A partir de esa charla,
supimos que había estudiado en el Otto Krausse. Me acuerdo que nos entregaron
los colchones más o menos temprano.
M.A.B.: Sí y que dijimos: “¡qué suerte, esta noche vamos a poder dormir!”
Me acuerdo que Alfredo decía: “Por fin vamos a poder dormir esta noche”.
A.M.C.: Yo me acuerdo que le comentaba a Mario Delfino (que nos turnábamos:
una vez dormía él con el colchón en el suelo, porque en la celda había
una losa nomás donde entraba un colchón), que para que fuera la felicidad
completa: “lo único que falta es que no vengan a hinchar los de los
servicios y podamos dormir toda la noche”. Lo que más se sentía era
el frío.
R.R.H.: Así se fueron dando una serie de cambios durante la semana en
la celda, en la ubicación de cada uno en las celdas. Así, por ejemplo,
Carlitos Astudillo, Capello y Ulla, que estaban en el fondo después
del interrogatorio, pasaron a la primera y segunda celda. Alfredo, que
estaba en la última, pasó conmigo, y yo que estaba en la de enfrente,
en la cinco, pasé a la nueve, en la posición en que estaba antes. Los
compañeros que estaban allí quedaron heridos en la primera ráfaga. Lo
cual confirma aquello que charlábamos en el sentido de que las primeras
ráfagas fueron cruzadas, ese detalle se me había olvidado.
F.U.: ¿Tiraron dos de cada ángulo del pasillo?
R.R.H.: No, comenzó tirando uno. Porque sino, si hubiera sido fuego
cruzado, hubiéramos sido alcanzados de los dos lados; sin embargo, fue
toda un ala que fue herida en primera instancia, desde la primera hasta
la última celda; Polti, que estaba en la última, quedó herido en la
primera ráfaga.
F.U.: ¿Polti?
R.R.H.: Uno de los changos compañeros que murió, Fricho, le decían Fricho.
Son tres hermanos, creo, los que murieron.
F.U.: ¿A qué hora los sacaron ese día?
M.A.B.: A las tres y media. La situación ya se había relajado un poco,
porque nosotros esperábamos que, al día siguiente, el juez nos tomara
declaración y nos levantara la incomunicación. Ya estábamos calculando
que en dos o tres días nos volvíamos a Rawson, al penal. Nos sacan a
las tres y media y a nosotros nos hacen poner los colchones allá donde
se abrían los pasillos. Siempre, cuando nos despertaban nos sacaban
las frazadas y los colchones de tal manera que no pudiéramos dormir
durante el día. Y esa noche, cosa rara, nos hacen salir a todos juntos.
A.M.C.: Permitime, el procedimiento para despertamos era siempre más
o menos el mismo, pasaban pateando las puertas, pegando gritos o tocando
el pito, o todo a la vez. Esa noche también lo hacen. Como elemento
nuevo, digamos, era que había insultos en voz alta como: “ya van a ver
lo que es meterse con la marina”. Yo lo veo a Sosa que pasa despertando,
por lo menos hasta mi celda llegó Sosa; después pasó Bravo diciendo:
“Ahora van a ver lo que es el terror antiguerrillero”, que era un poco
la “teoría”, entre comillas, que manejaba Bravo: “al terror se le combate
con el terror”. El aseguraba que nosotros éramos terroristas. De esa
manera nos despertaron y, como siempre, abrían la celda, y por celda
iba haciendo dejar los colchones. En el ala donde estaba María Antonia,
que era el ala opuesta a la nuestra, todos dejaron los colchones; ahora,
mi celda, que era la última del pasillo, no. Vos, turco, tampoco, ¿no?
R.R.H.: No.
A.M.C.: y después de esto...
F.U.: ¿Les hicieron sacar de a uno los colchones?
M.A.B.: No, nosotros salimos todos juntos. Nos hicieron formar inmediatamente
en el pasillo, y cuando sacamos los colchones, una cosa que nunca nos
habían hecho, nos hicieron mirar al piso.
A.M.C.: Ah, sí, esa era otra de las órdenes que nunca nos habían dado.
M.A.B.: Y lo provocaban a Mariano, le hicieron decir: “yo no soy un
guerrillero, yo amo a las fuerzas armadas de mi país”, un montón de
veces. Con Mariano se tiraron mucho.
F.U.: ¿Era uno de los blancos?
M.A.B.: Era uno de los blancos. Y ese día se conoce que lo buscaban
a él para que se rebelara algo, para que les diera un motivo.
F.U.: ¿De ahí los hacían salir...?
M.A.B: Sí y nos hacen formar en el pasillo, siempre mirando al suelo.
F.U.: ¿De frente a la pared?
M.A.B.: No, uno detrás de otro.
A.M.C.: La orden fue confusa., fue: “Salgan a formar al pasillo”. Seguramente,
ellos formaron mirando hacía la salida, pero veo que otros no, el turco
formó mirando a la celda de enfrente.
R.R.H.: A la celda mía Sosa llegó y, es decir... Empezaron abriendo
por la celda dos del ala de María Antonia y fueron dando toda la vuelta
hasta que llegaron primero a la celda de Alberto, y luego a la mía,
en ese orden, y cuando llegaron a mi celda abrieron y entró Sosa directamente.
Yo no alcancé a sacar, ni Alfredo tampoco que estaba conmigo, alcanzamos
a sacar los colchones y las frazadas. Ahí nomás nos dijo que nos paráramos
contra la pared y que miráramos al piso; un poco como ya dijo María
Antonia nosotros ya veníamos pensando que era el momento de frenar el
verdugueo tomando una actitud más rígida ante ellos, pensando que ya
había estado el juez y en alguna medida había posibilidades de que hubiera
tornado cartas el juez, de que se nos levantara la incomunicación y
se nos sacara de ahí. La cuestión es que, entonces, yo acato la orden
del tipo de mirar al piso y apoyar la barbilla contra el pecho, pero
lo hago displicentemente y sin cumplir a fondo la medida. El oficial
Sosa, que estaba con la pistola lo mismo que Bravo, la sacó y, amartillándola,
me apunta la cabeza y me dice: “Si no apoyas la barbilla contra el pecho,
te pego un tiro”; yo lo cumplí y él se retiro. Terminó de salir de la
celda mía y mandó a formar al pasillo: “Todo el mundo a formar al pasillo”,
y ahí fue que salimos, siempre mirando al piso. Como estábamos en esa
posición, es decir, nosotros estábamos en la última celda, y como no
habíamos salido a llevar la colchoneta., ni la frazada, teníamos una
visión muy limitada. Yo no puedo decir, por ejemplo, en qué posición
estaban los otros, pero creo que yo y Alberto formamos así, un poco
mirando al frente.
A.M.C.: Sí cuando yo salgo, y como mi celda era una de las últimas que
formó, soy el último de la fila mirando hacia la salida, el último de
la fila de la izquierda, que era, a la vez, la fila donde había menos
compañeros, porque estaban en orden Susana Lesgart, Clarisa Lea Place,
Alfredo Kohon, Haidar, Mario Delfino y yo. Levanto los ojos y miro a
todos los compañeros formados, mirando hacia el frente la mayoría. Todavía
recuerdo que veía el pullover blanco de Gaita, o sea que esa es toda
la visión que tengo yo.
R.R.H.: De Pujadas.
A.M.C.: Sí de Pujadas, le decíamos el Gaita. Inmediatamente empiezan
las ráfagas. Indudablemente nos agarraron totalmente de sorpresa, no
esperábamos una cosa así.
F.U.: ¿Estaban formados en el pasillo cuando empiezan las ráfagas?
A.M.C.: Sí, y la primera reacción fue mirar hacia el costado, y ahí
vi como recibía varios tiros Polti e inmediatamente se zambullía cuerpo
a tierra adentro de la celda, cosa que hice yo también enseguida y seguían
las ráfagas. Ya estaba adentro Mario Delfino, y ninguno de los dos teníamos
tiros en ese momento. Siguieron las ráfagas, no eran ráfagas cortas,
eran largas, por lo menos dos armas. Los otros días, charlando con María
Antonia, vimos incluso que por la cantidad de compañeros que había sobre
el ala derecha, concentraron el fuego sobre esa ala, y eso explica un
poco que los cuatro últimos de la fila de la izquierda no tengamos tiro
de ametralladora, no tengamos heridas cuando hacemos cuerpo a tierra
dentro de la celda. Bueno, mi visión de lo que sucedió afuera termina
ahí. Cuando hacemos cuerpo a tierra, Mario Delfino me pregunta qué hacemos,
pensábamos los dos que eso era una masacre. Yo le digo: “Bueno, quedémonos
cuerpo a tierra”, son las únicas palabras que nos decimos. Siguen las
ráfagas, y, a partir de un momento, paran. Cuando paran se escuchan
entonces quejidos, estertores de compañeros, incluso puteadas. Y empiezan
a sonar disparos aislados. Me doy cuenta que están rematando, incluso
alguien dice: “Este todavía vive”, e inmediatamente se escucha un tiro.
Bueno, pocos momentos después, en tiempo no sé cuanto, uno o dos minutos
después que terminaron las ráfagas, llega Bravo a la celda y nos hace
parar, a Delfino y a mí, con las manos en la nuca, en la mitad de la
celda. El estaba parado en la puerta, más o menos a un metro y medio
de distancia. Nos pregunta si vamos a contestar el interrogatorio, le
decimos que no, y ahí me tira, a mí primero, y cuando estoy cayendo
escucho otro tiro y veo que cae Marlo Delfino. Yo lo toco y no se mueve,
tampoco lo escucho quejarse. Calculo que el tiro lo mató de entrada,
o lo shockeó de entrada, y perdió el conocimiento. Yo, el conocimiento
no lo pierdo.
F.U.: ¿Dónde tenés el tiro vos?
A.M.C.: En el abdomen, sobre la izquierda, unos cuatro dedos por debajo
de las costillas. Bravo tiró desde la cintura, con pistola. Yo no pierdo
el conocimiento; enseguida empiezo a vomitar sangre, la verdad, no sentía
mucho dolor con el tiro. Pienso en no moverme, en hacerme el muerto,
escucho que sigue habiendo tiros, en fin, no sé cuantos minutos más
y, en un momento, pasos apresurados. Ah, no, antes escucho que alguien
le dice a otra persona: “Bueno, ustedes ya saben lo que pasó, ¿no?”,
como recordándole algo que ya se había acordado de antemano. Después
escucho una serie de pasos, como de tres o cuatro personas, que llegan
apuradas, y una que dice: “¿Qué mierda pasó aquí?” A partir de ese momento
no se escuchan más tiros y al ratito llega el enfermero. Escucho que
están revisando a los compañeros, diciendo: “Bueno, este tiene buen
pulso, este está muerto, este respira”. Entran en la celda, me revisan,
yo mantengo los ojos cerrados, haciéndome el desmayado en esos momentos,
y después de cinco o diez minutos vienen y me sacan en una camilla para
la enfermería de la base. Y esa es la visión que yo tengo de esos momentos.
Te digo, porque no fueron exactamente iguales para todos.
R.R.H.: Bueno, en la misma posición que estaba él, cuando empieza a
sonar la ametralladora que tiraba barriendo el ala frente a la mía,
pero comprendiéndola a Clarisa Lea Place y a Susana Lesgart, que estaban
primeras en la fila donde estaba yo. Entonces, cuando levanto la vista,
la ceo caer a Clarisa y a la gorda, a Susana, que estaba dando la espalda
al sentido de los disparos, es decir, en una actitud así, de encogimiento
y de protegerse, en una actitud así, indefensa. Bueno, vi eso y salté
a la celda junto con Alfredo, los dos lo hicimos instintivamente. Nos
encontramos los dos en el umbral de la puerta, del lado de adentro,
uno junto al otro, protegidos de los disparos. Nos miramos y nos hicimos
el comentario: “Estos están locos”, alcanzó a decir. Miro a la celda
de enfrente y lo veo a Bonet que está tendido en el suelo, apoyado sobre
un brazo, con la cabeza levantada. Estaba vivo. Incluso nos parecía
que estaba herido en las extremidades. Humberto Toschi también estaba
adentro, no recuerdo bien, pero si me acuerdo que el Indio estaba tirado
y con las piernas sobre el umbral de la puerta. Pero estaban alcanzados,
estaban heridos. Ya para entonces estaban sonando dos ametralladoras,
porque primero empezó una, después otra, y no sé si tres, pero dos seguro.
Desde esa posición pienso y miro instintivamente para ver qué se podía
hacer. No se podía hacer nada. Las ventanas que había al fondo de la
celda estaban enrejadas; el único lugar que me podía mover mientras
tanto era ahí, en la celda. Tenía las colchonetas y se me ocurre ponerlas,
pienso de inmediato que con las colchonetas no paro nada, pienso en
meterme abajo de la loza que estaba empotrada en la pared y que hacía
las veces de cama y me meto abajo de la loza esa, Alfredo hace otro
tanto y también se mete aliado mío, del lado de afuera. Y ahí estuve
unos minutos. Alfredo me había tomado el brazo. Pensé muchas cosas,
y muy poco es lo que me acuerdo que pensé en ese momento. Pero pensé
en general en mi familia; no puedo precisar si fue mucho lo que pensé,
porque también recuerdo bien los disparos, ya para entonces los disparos
de remate, y como uno de los compañeros que estaba tendido gritaba:
“hijo de puta”, y enseguida un disparo de remate en respuesta a eso.
Inmediatamente después del primer tiroteo, eso fue un coro de quejidos.
Tal vez fue la parte más fea, cuando todos estaban heridos, nadie estaba
muerto, sino que estaban todos heridos y se quejaban. Y así permanecí
junto a Alfredo hasta que apareció Bravo en la puerta de mi celda, y
nos ordenó que nos paráramos en el medio de la celda y, cuando estuvimos
parados, desde la puerta el nos preguntó si íbamos a declarar como correspondía.
Nosotros le respondimos que sí, por decirle algo, porque era una pregunta
totalmente fuera de lugar, después de un ametrallamiento, de una masacre
como la que se está haciendo, ¡viene a preguntar eso! Bravo estaba en
ese momento con el brazo extendido, caído y suelto, y con la pistola
en la mano, pero él no tiró sino que se fue y enseguidita llegó otro
oficial, que ya lo habíamos visto, que siempre vestía de azul, en dos
o tres ocasiones anteriores. Fue el tipo que ni bien apareció en la
puerta, levantó la mano, con el brazo extendido me apuntó a mí y me
tiró. El tiro me lo da aquí, en el pecho, abajo de la clavícula, en
la parte izquierda. No siento en ese momento ningún dolor, sino el golpe
cuando el tiro me dio en una costilla, o sea, el impacto, lo que más
sentí. Bueno, por efecto del disparo caí sobre la loza esa, caí así,
digamos, de bruces, y en esa posición quedé inmóvil y aparentemente
lo conseguí, porque el tipo me hizo un solo disparo y enseguidita le
tiró a Alfredo Kohon, que estaba parado al lado mío. A mí me tiró uno
solo, pero a Alfredo le tiró varios, no sé cuantos. En el primer momento
Alfredo se quejó, se quejaba de dolor, pero después ya no se quejó más,
se ve que perdió el conocimiento. Hecho eso, el tipo se fue. Yo empecé
a sangrar abundantemente.
F.U.: ¿Lo bala salió?
R.R.H.: Sí, sí, salió. Pegó en la costilla y salió así, para arriba,
digamos. Pero salió y me había perforado el pulmón en varios lugares.
Como resultado de eso, cuando yo respiraba, me salía el aire por el
agujero de atrás, y mucha sangre, toda la sangre de los pulmones. Pero
me hice así una composición del lugar: pensaba en la herida que tenía.
Había una posibilidad concreta, si era el pulmón no tenía mucha importancia.
El asunto era que no hubiera interesado alguna arteria o cosa por el
estilo. Eso no lo sabía sino por la cantidad que podía ir largando,
y que fue mucha, pero no tanto, se ve. No agarró ninguna arteria importante
de las que hay en la zona, pero me salía sangre por la boca. Ahora,
el tiempo transcurrido desde que se hacen los disparos hasta que yo
siento que llegan pasos apresurados al lugar de los hechos, y gente
haciendo preguntas. Aparentemente desconocían lo que había sucedido
e interrogan a Bravo, entonces Bravo les responde: “Aquí Pujadas le
quiso quitar la pistola al capitán, se quisieron fugar”, argumentando
así el sentido de por qué se había dado todo eso. Creo que fue a los
quince minutos, una cosa así de los hechos, y al rato -también estimo
yo- llegaron los enfermeros. Es decir, también calculo unos treinta
minutos desde que empiezan los disparos hasta que llegan los enfermeros
y nos retiran a cada uno. Esa fue la primera impresión que me quedó,
pero después, por la cantidad de sangre perdida y por la forma en que
estaba, tal vez haya transcurrido más tiempo, pero no puedo asegurarlo.
Primero, los oficiales esos que llegaron estuvieron dando vueltas por
ahí, y mirando uno por uno; a mi me levantaron el brazo, me tomaron
el pulso y dijeron: “Este está bien”. También le tomaron el pulso a
Alfredo y dijeron: “Este está vivo”, y así anduvieron por cada uno de
los que estaban tendidos mirando a cada uno de los compañeros. Esos
eran oficiales, tipos vestidos de azul, yo los vi de reojo. Bueno; esa
gente se retiró y, al tiempo, llegaron los enfermeros, hasta entonces
yo había contenido la respiración, para tratar de aparentar así lo mejor
posible, que estaba muerto. Cuando llegaron los enfermeros me empecé
a quejar para que me llevaran. Y bueno, cuando me sacaron yo no había
perdido el conocimiento hasta entonces, incluso salí medio apoyándome
sobre las piernas, los primeros pasos los hice, antes de salir de la
celda me caí. Me tuvieron que levantar para ponerme en la camilla. En
una ambulancia me llevaron a la enfermería de la base; yo pensaba que
me iban a llevar al sanatorio o algo por el estilo, porque sabía que
ahí la base no tenía sala de operaciones ni nada. Pensaba que nos iban
a llevar a un sanatorio a la ciudad, para atender a los heridos. Pero
por el tiempo que había durado el recorrido me di cuenta de que estábamos
en la misma base, no podíamos haber ido en tan poco tiempo hasta la
ciudad. Y nos llevaron a un recinto de la enfermería donde nos pusieron
a todos en camillas, a todos los heridos. Era oscuro todavía, a mi me
limpiaban la herida, me taparon los dos agujeros, el de entrada y el
de salida, me pusieron un calmante y me dejaron ahí. Así estuvimos,
pasó bastante tiempo. Me acuerdo de María Antonia, que por la herida
que tenía le sacaban la saliva con una bomba, me acuerdo de Polti, que
cuando estaba agonizando lo sacaron del lugar en que estaba y lo llevaron
al medio, porque estábamos todos así, a la par. Polti empezó a tener
signos de agonía, ya era de día, lo llevaron al medio del recinto ese,
para nada, porque lo dejaron morir. De tanto en tanto, yo le preguntaba
al médico, porque vi al médico que me había atendido por una descompostura
que yo había tenido unos días antes, le pregunté al médico ese qué es
lo que hacían que no atendían al resto de los compañeros, a los que
estaban más jodidos, los que estaban graves, por qué no los atendían.
Yo, dentro de todo me sentía bien. Me daba cuenta de que solamente si
estaba días así, sin atención, me podía morir a ese paso. La cuestión
que la atención no se dio. Lo único que se hizo por cada uno fue aplicarle
primeros auxilios. Pero ni por asomo se dio una atención acorde con
la gravedad de los casos.
A.M.C.: Ni siquiera transfusiones o suero.
M.A.B.: Ni siquiera tomar el grupo sanguíneo, nada.
A.M.C.: Estaban presentes los dos médicos.
R.R.H.: Estaban los dos médicos de la base.
F.U.: ¿Así que los dejaron morir?
R.R.H.: Los dejaron morir. Los heridos eran Astudillo, Alfredo Kohon,
Polti...
A.M.C.: Eramos seis.
R.R.H.: Esos tres y nosotros tres. Hay una diferencia, porque María
Antonia sostiene que lo vio al Indio.
M.A.B.: No, yo no lo vi, escuché que decían, “Bonet se murió, sáquenlo”.
R.R.H.: Porque yo me podía incorporar y veía las camillas de todos.
Porque estábamos todos a la par y vos estabas en diagonal.
M.A.B.: Sí, y mirando para el otro lado.
F.U.: ¿Y vos habías perdido el sentido, Alberto?
A.M.C.: Bueno, yo llego a la enfermería...
F.U.: ¿Dónde tenés el balazo vos, te entra por acá pero te toca algo?
A.M.C.: En el abdomen, me atraviesa el estómago y me sale atrás, a una
altura muy cerquita de la columna. A la enfermería llego cuando tenía
vómitos constantes de sangre, entonces, para vomitar, como por reflejo,
tendía a incorporarme en la camilla. Los médicos no se acercaban; se
acercaron los enfermeros, que eran jóvenes, yo calculo que podían ser
colimbas.
M.A.B.: El que me atendía a mi era uno más viejo.
R.R.H.: Sí había varios que eran colimbas.
A.M.C.: Y lo que decían era: “tranquilícese”, y me pusieron un parche
en el orificio de entrada y un parche en el orificio de salida, y fueron
a buscar una jeringa y me dieron una inyección. Cuando llegué, lo vi
a Polti, que estaba al lado mío, seguían Alfredo y Haidar. Después,
más allá no veía; fui el anteúltimo en llegar, bah, que llevaron por
lo menos. Y la última fue María Antonia. Nosotros estábamos alineados
uno al lado del otro, pero a ella la pusieron atravesada adelante. Vi
cuando sacan a Polti de esa fila en que estábamos y le vendan la mandíbula.
Entonces lo veo a Alfredo, lo llamo, quiero estirarme para tocarlo,
y veo que tiene vendada la cabeza. Se conoce que tenía un tiro en la
cabeza. Yo seguía con la idea de llamarlo para ver cómo estaba. En ese
momento pierdo el conocimiento. Lo vuelvo a recuperar por el movimiento
de la camilla, al ser levantada cuando ya nos llevan hacia el aeropuerto
para ser trasladados a Bahía.
F.U.: ¿No tenés idea de cuánto tiempo pasa hasta que los trasladan?
A.M.C.: Mirá, por el horario en que fue la operación, yo creo que el
traslado empezó al mediodía del 22.
M.A.B.: ¿A vos te vieron los médicos de Bahía?
A.M.C.: No.
M.A.B.: Porque los médicos de Bahía llegaron a las doce treinta más
o menos.
R.R.H.: Cuando nosotros salimos de Trelew para Bahía Blanca, los médicos
salen de Bahía Blanca para Trelew. Entonces ellos hicieron una lista
de la gravedad de los casos y yo me acuerdo que dijeron: “Haidar es
el que está mejor”, y me pusieron primero. A nosotros dos nos trasladan
en avión a Bahía Blanca, éramos los que estábamos mejor. Como resultado
de eso, ninguno de los heridos es atendido, concretamente, hasta el
mediodía, hasta la una más o menos, desde las tres treinta en que se
dieron los hechos.
F.U.: ¿Diez horas más?
R.R.H.: Y sin ninguna, ninguna atención.
A.M.C.: Ni siquiera la reposición de la sangre que estábamos perdiendo.
Creo que falta la visión de María Antonia.
M.A.B.: Cuando empiezan a disparar, yo veo al gordo ese, que nos había
estado cuidando, el suboficial, el de Rosario. Veo que está disparando,
y, simultáneamente me siento herida, no me doy cuenta dónde, siento
como una quemazón, pero ni dolor ni nada. Mi primera reacción es meterme
dentro de la celda, y en ese momento la veo a la Sayo, ahí delante de
la puerta, aparentemente muerta, ahí me doy cuenta de que realmente
es seria la cosa. Porque por un momento, al principio, pensé que nos
tiraban a las piernas, es decir, no me daba cuenta de la situación,
me costaba creerlo. Apenas entro yo, entra la petisa agarrándome el
brazo y diciendo: “Estos hijos de puta me dieron”. Entonces le digo:
“Tirate al piso”, y yo hice lo mismo. Trato de ver qué es lo que me
pasa a mi, y veo que tengo un agujero acá, en el estómago, me acuerdo
que tenía un pantalón oscuro y un pullover rojo, era más serio de lo
que yo creía porque no sentía ningún dolor, ni me sangraba, ni nada.
No como vos, que vomitabas. Y simultáneamente comienzo a oír como un
estertor de la petisa: empieza a roncar muy fuerte y a dar quejidos
al mismo tiempo, esa es la parte más fiera, unos ayes de dolor horribles,
como vos decías. Y simultáneamente empiezo a escuchar tiros aislados
que empiezan de adelante hacia atrás. Me doy cuenta de que están dando
los tiros de gracia. Ahí me pongo a pensar: “Bueno, aquí me llegó la
última hora”, y me pongo a pensar en mi familia. En ese momento se piensan
muchísimas cosas: me acuerdo que pensé en mi familia, en mi compañero,
pensé en mi compañero. En hechos lindos, en mi vida, pero no se, yo
quería pensar mucho en un corto tiempo, pero los terminé de pensar enseguida
y los tiros no llegaban, es decir, no me llegaban a mi. Ahí me entró
un poco de impaciencia. Estaba esperando que me mataran de una vez por
todas. Porque uno piensa: “Bueno, ya que me matan, que me maten de una
vez por todas”. Ahí es cuando escucho que uno, pienso que era el petiso
Ulla, por el lugar de la voz, decía: “hijo de puta”; y otro que decía
-creo que era uno de los tucumanos-, que decía; “ay, mamita querida”.
Después veo que llega a la puerta uno vestido de azul yo también me
hacía la muerta. Ahora, a esta altura, era lo único que se me ocurría.
No me acuerdo si alcanzó a tirar antes un tiro a la petisa, lo que si
me acuerdo es que levanta la mano y me apunta con bastante cuidado;
yo lo miro entre ojos, yo estoy tirada así sobre el hombro, y con cuidado
me tira. Siento como un estallido espantoso en la cabeza, como si tuviera
una bomba, pero para gran sorpresa no fui muerta. Me cuesta creer que
estoy viva. Siento acá un gran hematoma y que estoy sangrando mucho,
pero no pierdo el conocimiento. Sigo escuchando balazos basta que, en
un determinado momento terminan; a esa altura yo pienso que ya me queda
poco. El tiempo que pasa no lo puedo controlar mucho. Después escucho
que hacen toda una orquestación diciendo: “Bueno, vos tenías una metra
y Pujadas intentó quitártela”, haciendo como un armado de la cosa, eso
escucho por un lado. Al rato viene un enfermero, viene y entra a la
celda y me da vuelta, me mira la cabeza, me toma el pulso y dice: “No,
está viva, sólo le interesó la mandíbula, pero se está desangrando”,
y se va. Viene dos veces más Bravo a la puerta, con un jadeo totalmente
nervioso, y muy preocupado por que no me moría, porque decía: “Pero
esta hija de puta no se muere, cuánto tarda en desangrarse”. Y yo, cada
vez que aparecía alguno en la puerta, juntaba sangre en la boca y la
escupía para hacer parecer que me estaba desangrando, pese a que ya
se me había parado mucho la hemorragia.
A.M.C.: Después del tiro tengo la sensación de que ese tiro me mata,
no sé por qué; y me pongo a esperar el remate. En esos momentos, no
sé si minutos, pasan una sucesión de pensamientos. Me acordaba lógicamente
de Raquel y también de los otros compañeros; me decía: “Bueno, me llegó
la hora, me toca a mí ahora”. Supongo que algo de miedo tenía, pero
en todo caso era un miedo con tranquilidad. Supongo que esto es consecuencia
de que uno, en la militancia... porque en la militancia se vive con
la posibilidad de la tortura y, por supuesto, de la muerte. Esa situación
me sirvió para comprobar eso. Los pensamientos se pasan muy rápido:
las cosas agradables de la vida, recuerdos.
R.R.H.: En ese orden, pero antes de que me pegaran el tiro, mi pensamiento
pasaba por lo que estaba sucediendo afuera de la celda, por la situación
en la que me encontraba en ese momento. En principio la disyuntiva fue
un poco la desesperación como alternativa, actuar desesperadamente,
salir corriendo o cosas por el estilo; o quedarte en el molde. Es decir,
cuál de las dos situaciones brindaba mejores posibilidades de salir
airoso de la cuestión. La tensión era máxima, sentía los latidos del
corazón a todo trapo. A partir de ahí la resignación, pensar: “Bueno,
lo único que yo puedo hacer, es esto”. Y así me resigno a ser muerto
en cualquier momento. Ese tiempo transcurre rápido. Después que me pegan
el tiro, ya un poco la cosa estaba definida; pero también siguió la
expectativa, porque seguía vivo y consciente de que no estaba grave,
sobre todo después de pasados unos minutos. Mis esperanzas estaban cifradas
en la posibilidad de pasar desapercibido, pero tenía una resignación,
gran tensión.
M.A.B.: Yo me asombraba a mi misma de que estuviera tranquila. Con una
bronca muy, muy grande, por la imposibilidad de poder tener aunque sea
una mínima reacción. Veía que cualquier reacción no cabía, estaba totalmente
en poder de ellos, que estaban matándonos. Eso era lo que más sentía.
Pero miedo hacía... es decir, creo que uno siente que se va a morir,
pero no es eso, ese temor que uno espera de que se terminó, no, estaba
tranquila también por esa sensación... Yo pensaba una cosa que me preocupaba
un poco, de que otros compañeros que habían muerto, que habían sido
rematados, y que habían estado muy cerca de mi Yo siempre pensaba: “Qué
es lo que habrán sentido”. Me acordé de ellos y dije: “Bueno, si han
sentido lo mismo que yo, no es tan grave”. No era tan triste. Yo tenía
una sospecha de que aunque muriera, todo seguiría. Tenía la certeza
absoluta de que alguien iba a pagar por eso, una confianza total en
que los compañeros..., de que algo iba a pasar después de eso. A mí
por lo menos esto me ayudó mucho.
R.R.H.: Te acordás de lo que contabas el otro día. De que escribías...
M.A.B.: Ah, eso. Después, cuando lo vi al enfermero, me dí cuenta que
por muerta ya no pasaba. No sabía qué hacer. Veía que tenía una herida
en el estómago y me dije: “Bueno, acá si no me operan enseguida, con
la cuestión de la peritonitis y todo eso de las perforaciones, tengo
algunas horas”. Me daba cuenta de que el agujero que tenía en la mandíbula
no era mortal y que con el que tenía en el estómago el peligro era ese
de la perforación y las hemorragias internas; hay que operar enseguida.
Creo que más bien no me dan el tiro, ya se ven las ganas de vivir y
de hacer un esfuerzo para tratar de sobrevivir sea como sea. Siempre
te queda una esperanza y luchás con ese margen. Me acuerdo que después
yo decía: “Pero si me muero, quisiera escribir aunque sea en la pared
los nombres que sean. Poner: Sosa, Bravo”. Pero entonces agarro, y con
el dedo y con la sangre (me acuerdo que mojo el dedo) empiezo a escribir
cosas en las paredes. En seguida se apiolan y viene uno con un tarrito
y borra enseguida.
F.U.: ¿Qué habías escrito?
M.A.B.: L.O.M.J.E.
F.U.: ¿Lomje?
M.A.B.: L.OM.J.E., libres o muertos, jamás esclavos. Y había escrito:
“Papá, mamá”, y no sé qué más. Lo borraron y después volví a escribir
de nuevo. Pero mientras estaba escribiendo ya me vieron y lo volvieron
a borrar.
F.U.: ¿Y qué escribiste esta vez?
M.A.B.: Escribí lo mismo. Cabeza dura...
R.R.H.: ¿Así que vos estuviste más tiempo entonces?
M.A.B.: Después de eso vino Bravo dos veces, y después siento que viene
uno que dice que es el juez o algo así, que es al que le explican también.
Otra vez explican la cosa. Entonces dice: “Pero, ¿no han llamado a la
ambulancia?” Y otro, que no sé quién era, dice: “Pero claro, pero cómo
es eso, no han llamado a las ambulancias” haciéndose el horrorizado;
y ordena que llamen inmediatamente a la ambulancia. Escucho que llaman
por teléfono: “Manden urgente a la ambulancia”. Me digo: “Bueno, nos
van a llevar al Hospital de Trelew”; entonces empiezo a tomar más ánimo.
Después, finalmente siento una ambulancia que viene y que para justo
detrás de la ventana de la celda en que estaba yo. Oigo que siempre
da una vuelta y se los va llevando de a uno. Yo, cada vez que los oía
venir, empezaba a quejarme para que se apiolaran de que estaba viva,
no fuera que me dejaran. Me acuerdo que en un momento me agarra la desesperación,
porque ya habían llevado a unos cuantos y no se oía absolutamente nada.
R.R.H.: Claro, vos fuiste la última.
M.A.B.: Escuchaba que la ambulancia se iba y al rato volvía. Eran minutos
medio interminables. Yo calculaba que tardaban como diez minutos entre
ir y volver, no sé si ésos eran cálculos reales o irreales.
F.U.: ¿Cuántos minutos?
M.A.B.: Entre cinco y diez minutos para ir y volver.
A.M.C.: Yo calculo que el trayecto era más o menos de cinco minutos.
De hecho vos estuviste más tiempo.
M.A.B.: Yo soy la última que llevan. Me acuerdo que al quedar última
yo pensaba: “La pucha haber si me dejan”, porque ya empezaban a mover
los cuerpos.
R.R.H.: El asunto de escribir había sido antes de que llegara la ambulancia.
M.A.B.: Sí. Ya escucho que empiezan a arrastrar cuerpos; y al final
vienen y me llevan al hospital. Cuando llego a la enfermería... me acuerdo
que era de noche. Cuando me llevan hay un puesto donde nos paramos,
y abren la puerta, y yo me digo: “Bueno, acá me la dan ahora y me llevan”.
Era una doble sensación: por un lado tenía grandes expectativas de seguir
viviendo, y por otro, estaba esperando que en cualquier momento me la
dieran de nuevo. Por eso yo trataba de estar atenta, de que no me agarraran
desprevenida. Pero esperaba que me dieran un tiro o algo por el estilo.
Me acuerdo que cuando paran, abren la puerta de atrás y miran, y yo
me digo: “Bueno, acá me la dan”. Pero se conoce que era un control y
me llevan a la enfermería. Cuando llego ahí, Alberto me dice: “Hola,
Flaca, vos también acá”. Yo te vi medio encaramado y me decías: “Hola,
Flaca”. Como estaba apoyada así, quedo de espaldas. Me acuerdo que viene
un enfermo, yo casi no podía hablar por lo que tenía en la boca, y le
pido agua y me moja los labios con un algodón. Después no sé si me desmayo
un rato, no me acuerdo. No me dan ninguna inyección ni me limpian la
herida porque estoy tal cual venía cuando me llevan a la operación.
Lo único que recuerdo es que en un momento le digo al enfermo que se
me acerque para que me dé agua y él que era uno más viejo, me dice que
tiene órdenes de no acercarse. Cuando llego a la enfermería, lo que
me parece ver es que son las seis y media de la mañana. Me acuerdo que
de tanta sangre que tengo en la boca me estaba ahogando. Estaba totalmente
ahogada por la sangre, y como tenía todo hinchado no podía respirar
bien. Después, a eso de las doce y media (porque tenía un reloj justo
enfrente) llegan los médicos de Bahía Blanca, llegan con unos pasos
grandotes, con instrumental; me miran y dicen que hay que operar inmediatamente.
Escucho simultáneamente que comentan que Bonnet se acaba de morir. Los
médicos de Bahía Blanca sostienen que me tienen que hacer inmediatamente
transfusiones, “que averiguen el grupo sanguíneo”. Lo llamo al médico
y le escribo en la mano el grupo y piden dadores voluntarios de la base,
a los colimbas para que den sangre.
A mí me dieron sangre los colimbas. Me acuerdo que me cortan el pullover
con una tijera grandota. Me sacan la ropa y me llevan con la camilla.
Me llevan a una sala de operaciones donde me dan una purga; me quedo
desmayada, y cuando me despierto ya estoy arriba del avión. Uno de los
médicos que habían llegado de Bahía Blanca, me dice que me habían operado
y que no me moviera, que estaba con tres tubos.
F.U.: ¿Eso era arriba del avión?
MA.B.: Sí.
F.U.: ¿Entonces te habían operado en Trelew?
M.A.B.: En Trelew me habían operado. Me acuerdo que cuando llego a Bahía
Blanca estoy un día atrasada, pienso que es un día antes: pierdo totalmente
la noción del tiempo.
F.U.: ¿Cómo un día atrasado?
M.A.B.: Claro, pienso que tengo un día en blanco.
A.M.C.: Esa es una duda que medio nos quedó a todos.
M.A.B.: Incluso por lo que me comenta mi viejo, que llega a Bahía Blanca
al día siguiente y le dicen que recién acaban de llevarme allí.
A.M.C.: Me acuerdo una cosa que le comentaba al Turco. Llego al hospital
de Bahía, enseguida me llevan a una sala, cortan la ropa, averiguan
el grupo sanguíneo y me dicen que me tienen que operar de inmediato.
Por supuesto, yo ya sabía donde tenía el tiro, y sabía que tenía una
gran hemorragia. Cuando me dicen que me van a operar, de alguna manera
eso me tranquiliza. Es la primera atención seria. Voy inmediatamente
a la sala de operaciones.
F.U.: ¿En Trelew?
A.M.C.: No, en Bahía. Soy trasladado en avión con el Turco. Y, ya en
Bahía, inmediatamente a la sala de operaciones. Me acuerdo que me dicen:
“Te vas a dormir enseguida”. Veo que me ponen una especie de mascarilla
y ahí pierdo el conocimiento o me quedo dormido por efecto del gas,
no sé. Cuando despierto lo veo al turco enfrente mío, y veo que es noche
por la ventana. Al rato largo, porque era a la mañana, me cambian de
lugar y te veo a vos.
M.A.B.: Yo te escucho.
A.M.C.: Te veo a vos, es decir, veo una cama y uno de los enfermeros
me dice... que es cuando vos me hablás y ahí es cuando charlamos.
F.U.:¿Ya están los tres operados?
R.R.H.: Sí. A mí me operan último. Incluso al principio pensaban no
operarme, pero después vieron que tenía tres agujeros y tuvieron que
operarme para coserlos. Ahora, vos, Maria Antonia, me parece que te
llevan de la base a Bahía al día siguiente.
M.A.B.: Como te decía, yo perdí el conocimiento, y cuando me despierto
estoy arriba del avión; así que el lapso que hay entre la operación
y el viaje a Bahía no lo sé. Pero por lo que comenta mi familia (mi
viejo, que va a Trelew y después va a Bahía) es un día, y yo me acuerdo
que cuando llego les pregunto a ustedes o a la enfermera qué día es
y me dicen que es jueves, y yo que no, que es miércoles.
F.U.: ¿Ustedes de la muerte de los tres compañeros dónde se enteran,
en Bahía?
M.A.B.: Te acordás que cuando hablamos ya dijimos: “Somos los tres que
quedamos, nada más”.
A.M.C.: Sí, yo cuando despierto y lo veo al Turco le pregunto: “¿Cuántos
se salvaron?”, y me dice: “Nosotros tres”. Yo no la había vista a María
Antonia todavía. “¿Quién es el otro?”, le pregunto, y me dice: “María
Antonia”.
F.U.: ¿Vos sos el que estaba más consciente de todos, por lo visto?
R.R.H.: Sí. A mí me operaron a la noche, a las once, en Bahía.
M.A.B.: Ah, entonces yo llego al día siguiente, seguro.
R.R.H.: Vos me parece que llegás a la tarde del día siguiente, cuando
nosotros ya estábamos en el interrogatorio. Te acordás que llegó un
juez militar, capitán de navío Bautista, que nos hace los interrogatorios.
A mi me parece que, cuando nos sacaron de la sala grande y volvemos
del interrogatorio, yo la encuentro a ella.
F.U.: ¿Te interrogaron cuarenta y ocho horas después?
R.R.H.: Sí.
M.A.B.: Y a mí me interrogan también uno o dos días después. Es una
barbaridad.
R.R.H.: Son unos hijos de mil putas.
F.U.: ¿Y qué les preguntan?
M.A.B.: A mi la primera pregunta que me hacen, viene un tipo y me dice:
“Soy un juez de la marina”, y le digo: “¿En carácter de qué me pregunta?”;
le digo: “¿De qué se me acusa?”, y me dice: “No, no se la acusa de nada,
quédese tranquila”. “Y bueno”, le digo, “qué raro”.
F.U.: ¿Y podés hablar bien?
M.A.B.: No, si estaba con la traqueotomía. Casi no podía hablar. Entonces
me dice: “Vengo a hacerle unas preguntas”, y yo le digo: “No estoy muy
en condiciones, pero lo que pueda contestar lo voy a hacer”; quería
ver qué era lo que quería. Me dijo: “No, usted va como testigo”. Me
toma las impresiones digitales. Entonces me dice: “Lo que tenemos que
hacer es una investigación a fondo de todos los hechos” y yo: “Ah, qué
bien”. Me dice: “¿Dónde estaba usted cuando Mariano Pujadas intentó
quitarle la ametralladora al personal de marina?” Yo prácticamente no
contesté al interrogatorio. Es un nuevo interrogatorio al que contesto:
“Sí, no, sí, no”.
R.R.H.: Yo creo que deberíamos destacar la atención que nos dieron los
médicos de Bahía Blanca. Fue muy buena. Se preocuparon, y mucho, por
el estado en que nos encontrábamos nosotros. Los marigonetes se ocupaban
de hacer publicidad con nosotros. Llevaron ahí a equipos de TV.
M.A.B.: No, pero eso de los equipos de TV fue por una exigencia de los
familiares y los abogados.
A.M.C.: Se armó un despelote de la gran puta.
M.A.B.: No, eso fue por los marinos, porque estaba mi viejo y me contó
que ellos querían entrar a la base para ver, porque todo el mundo pensó
que nos iban a matar en el hospital. Entonces los abogados de Bahía,
vino mucha gente de Bahía. También estaba tu viejo; empezaron a hinchar
y lo que consiguieron fue que hicieran un recurso de habeas corpus por
nuestras vidas. También consiguieron que dejaran entrar a la prensa;
a los familiares no los dejaron entrar. Consiguieron que entrara la
prensa y un médico civil, que es el mismo al que después le ponen una
bomba. Un médico de Punta Alta. Pero eso no fue una cosa que ellos quisieron,
sino una exigencia.
R.R.H.: El juez militar que estuvo a cargo del sumario, capitán de navío
Ortíz, bien jodido el tipo. Su intención era tratar de aprovechar las
condiciones en que nosotros nos encontrábamos, de gran tensión, inseguridad
e incertidumbre. Yo creo que ninguno de nosotros se consideraba a salvo
por el hecho de estar ahí, estábamos bajo coacción física en la declaración
y trataba de sacar para la declaración el mejor partido de esa situación.
Pero creo que se llevó un fiasco con nosotros. Las declaraciones que
le hicimos fueron lapidarias para él. Además, el tipo secuestró todas
las pruebas. Por ejemplo, las ropas. Cuando yo me apiolé de que nos
podían esconder las ropas (nos desnudaron y nos dejaron con un camisón)
y que la ropa podía dar muestras de las distancias a que se hicieron
los disparos, ya era tarde. Todo lo que pudiera ser objeto de pericia
fue secuestrado por ese tipo: concretamente, yo reclamé la ropa y el
tipo me la negó, diciendo que estaba en poder de la justicia militar.
Y yo le preguntaba: “¿Qué es lo que me va a hacer la justicia militar?”
“Nosotros”, nos dice, “nos vamos a encargar de toda la responsabilidad
en lo que atañe a la parte militar, y el juez Quiroga se va a hacer
cargo de todo lo que hace a la responsabilidad en la parte civil”. Hasta
dos o tres meses después de ese hecho, el juez Quiroga no mostró la
jeta por ahí, ni por acá, ni por ningún lado. Se lavó olímpicamente
las manos. Sabía que no tenía nada que hacer ni que decir con nosotros.
M.A.B.: El juez militar se aprovechó de nuestra situación, yo no estaba
en la más mínima condición; me acuerdo que termino (me tiene como dos
horas, ya no daba más) con una especie de crisis nerviosa, totalmente
agotada. Me acuerdo que me tienen que dar como dos o tres calmantes
porque estaba temblando en la cama.
F.U.: ¿A vos cuántas veces te fue a ver?
R.R.H.: Que se yo, como cinco veces. Hasta que al final le dije al viejito
ese: “No quiero verlo más”.
A.M.C.: Sí, a García.
R.R.H.: No me acuerdo del nombre. Ese interrogatorio era, pura joda.
“No lo quiero ver más, díganle que se vaya, que no lo quiero ver”. Yo
ya estaba bien, pero me tenía inflado, me venía con una pistola. “¿Qué
pistola es esta?”, me decía: “No tengo lentes, que se yo que pistola
es esa”. Después me trajo los lentes para que me dijera de qué calibre
era la pistola que me estaba mostrando; porque yo le había dicho que
la pistola con la cual me habían tirado era calibre cuarenta y cinco;
entonces el tipo me trajo una pistola para que la viera y le dijera
de qué calibre era.
A.M.C.: Sí. Era increíble. Cuando me sacan de la sala, cuando estaba
en el posoperatorio, me explica que es el juez que va a investigar el
suceso desde el punto de vista de la responsabilidad de la marina, y
me pregunta si voy a declarar. A mi me pareció que era necesario relatar
a cualquier persona cómo habían sido los hechos. Que eso se pudiera
sacar de nosotros, me parecía muy importante. Entonces le digo que sí,
que voy a declarar, y me escucha todo el relato, y van escribiendo prácticamente
sin interrupción.
M.A.B.: Ah, a vos te hicieron así. A mí me hacían preguntas.
A.M.C.: Sí, prácticamente sin interrupción, una que otra pregunta.
M.A.B.: A mí me hicieron preguntas.
A.M.C.: No, la primera vez fue sólo un relato mío. Las otras veces que
vino a verme, que fueron en total como cinco, siempre era de noche y
hacía preguntas relacionadas con la declaración y, por ejemplo, también
un reconocimiento de armas. Yo también le había dicho que me habían
tirado con una pistola cuarenta y cinco, y un día llega, pone la mesa,
pone la máquina, estábamos en una piecita, y saca una pistola y me apunta.
A la vez que me apunta me dice: “¿Qué arma es esta?” Le digo que es
una cuarenta y cinco, entonces me la acerca para que compruebe, y me
dice: “Fíjese”. Mientras tanto, el escribiente ese escribía todo esto
en la declaración. Así, estaba hablando conmigo, y de pronto se daba
vuelta, sacaba un cargador del bolsillo y me apuntaba: “¿Qué cargador
es este?” Al otro día de lo que hace con la cuarenta y cinco, sacó una
Browning. Me apunta y me dice: “¿Qué arma es esta?” Le digo: “Browning”.
Me la entrega para que confirme, para que la revise. Toda una actitud
para intimidarme, pienso que quería demostrar que todavía estábamos
en sus manos. Después era con la ropa también. Traía la ropa y me preguntaba
si era mía. Toda la que trajo era mía. Y me preguntaba dónde la había
“comprado”. “Bueno, fíjese en la etiqueta, no tengo la menor idea. Me
la mandó mi madre desde Buenos Aires”. Y la secuestró, como decía Ricardo,
toda la ropa. Incluso la remera de nylon que me quedaba bastante bien,
la traje de Córdoba. Después vinieron los camarógrafos del canal de
televisión y yo me di cuenta, porque uno me dijo: “Bueno, hacé algún
movimiento, porque esto es para televisar y mostrar que ustedes están
bien”. Entonces me arreglé el tubito que me salía. Estábamos llenos
de tubos a esa altura. A los cinco días tengo la primera visita.
M.A.B.: Antes nos dieron los diarios. Nos daban La Prensa.
A.M.C.: Ah, sí, pero no nos dejaban leer revistas, no nos daban los
diarios todos los días y tengo cuatro visitas. La primera es de un abogado.
Le cuento lo que pasó, siempre con la idea de contar cómo había sido
la masacre, por si nos llegaba a pasar algo, para que eso se conociera
afuera; además, era el reaseguro: nuestra seguridad dependía un poco
de eso. Indudablemente que la masacre fue planificada para que no quedara
nadie. Ahí intervinieron esos elementos que ellos no evaluaron bien,
fundamentalmente supongo que la resistencia física nuestra. Al principio,
la falta de atención médica, todo buscaba que no hubiera sobrevivientes.
Pero pienso que no salieron las cosas para que eso fuera así como esperaban.
Hubo fallas en su plan. Por eso las versiones eran importantes. Las
visitas se hacían con una reja con tela de alambre. Me acuerdo que cuando
me avisaron que va a venir mi padre, le pido permiso al oficial de servicio
de inteligencia naval, que me deje darle un beso. Me niega el permiso.
Entonces tengo que ver a mis padres a una distancia de dos metros, más
o menos.
F.U.: ¿Te llevaban en una camilla?
A.M.C.: No, ya estaba en la cama.
M.A.B.: Ponían una especie de caballete con una malla de alambre. Y
además un tipo con Fal en la puerta.
A.M.C.: Y el tipo de los servicios navales ahí presente. Después tuve
la visita de un abogado que también me preguntó cómo estaba y le dije
que bien. Que había sido una masacre, y le relaté con todos los detalles
posibles cómo había sido el hecho. Ahí ya me quedé bastante más tranquilo.
Para mí haber contado la versión era muy importante, que se conociera
eso afuera. En realidad, desde poco después de la operación yo me sentía
seguro.
M.A.B.: Aparte que la actitud de los médicos era muy tranquilizadora.
A.M.C.: Sí, realmente. Excedían la frialdad profesional por lejos, era
de una afectividad increíble. Cada dos horas nos visitaba una junta
de médicos.
M.A.B.: Y la actitud de los enfermeros, sí, que combinan esa actitud
con una delicadeza, con cuidado asombroso.
A.M.C.: Nos afectaban, nos traían revistas, nos preguntaban si queríamos
algo. La atención creo que se excedía. Estuvimos siete días en total.
Incluso con algunos médicos hubo charlas políticas. Ninguno nos condenaba,
un poco cuestionaban nuestro método, no siempre. Algunos directamente
esquivaban la discusión. A todos, por supuesto, yo les conté que había
sido una masacre, a los médicos y a los enfermeros. Ninguno retrucaba.
Hubo un médico que dijo; “Eso no puede ser”, que un poco negó; pero
el resto aceptó. Por lo menos ni lo discutió ni argumentó nada en contra.
De alguna manera reconocían que nuestra lucha era justa, porque uno
de ellos había hecho investigaciones en el Norte y hablamos sobre la
mortalidad infantil, qué era nuestra violencia, qué era la violencia
del régimen. Y, justamente, yo nombré el índice de mortalidad y de allí
surgió la charla de que uno de ellos había hecho un trabajo en el Norte.
Incluso yo le comentaba que el servicio y la atención que había en ese
hospital naval no se encontraba en ningún otro hospital: la característica
de privilegiados que tienen las fuerzas armadas.
F.U.: ¿El hospital ese está en la base?
R.R.H.: No, está fuera del perímetro de la base, pero está al lado.
Los jardines del hospital son lindantes con el terreno de la base.
F.U.: ¿Los médicos son oficiales?
A.M.C.: Claro, son enganchados, digamos.
M.A.B.: Sí pero hacen la carrera de oficiales en la marina.
A.M.C.: Se reciben de médicos y después se enganchan. Lo que noté es
que de alguna manera los molestábamos nosotros, nuestra presencia. Porque
había en el piso un despliegue de tropas de la infantería de marina
(por los comentarios que escuche) con la bayoneta calada. Yo veía pasar
al médico, los pasillos son angostos, y cada vez que pasaba al lado
del soldado tenía que correrle el fusil, porque sino se ensartaba en
la bayoneta. Entraba medio a las puteadas.
M.A.B.: Aparte, la posibilidad de escaparnos en el estado en que estábamos
era un absurdo.
A.M.C.: Después sucedió una cosa: había entrado un enfermero a cambiarme
las gasas, y me acuerdo que me doy vuelta y me inclino sobre la cama
de al lado para agarrar el papagayo; y el tipo del Fal se vino al humo
diciendo: “Cuidado, doctor”, como si yo fuese a atacar al enfermero.
Se nota que la función que tenía era no quitarnos el ojo de encima.
Me acuerdo que estaba el tipo parado ahí y lo veía todo el tiempo. No
cerraba la puerta de la habitación.
R.R.H.: Había un oficial. Yo charlé con uno de ellos, charlé largo y
el tipo se mostró comprensivo, incluso interesado en lo que estábamos
nosotros, en lo que hacíamos.
F.U.: ¿Y así termina la historia?
M.A.B.: Y venimos a caer acá con el régimen de máxima peligrosidad.
A.M.C.: A veces alguien se acerca y dice: “Me podés contar, si a vos
no te molesta”. Para nosotros relatar lo de Trelew es una obligación.
Para con nuestro pueblo, por todos los compañeros que murieron allí,
que aportaron con su muerte, con su lucha, a todo ese proceso. A mí
me alegraba que todas las personas que fui tratando después, cuando
me trajeron acá, no ponían en duda que había sido una masacre. Simplemente
querían conocer bien cómo habían sido los hechos. Tanto los presos (los
compañeros ninguno, por supuesto), los presos comunes; incluso los celadores,
los médicos, ninguno dudaba de que había sido una masacre. Simplemente
querían conocer el relato de los hechos.
R.R.H.: Quería decir que nosotros cuando hablamos estamos un poco contando
la experiencia de todos, de los que murieron y de los que vivieron.
Es una cosa totalmente impersonal. Si algo tenemos que hacer, si para
algo sobrevivimos nosotros, es para transmitir todo eso que los otros,
por haber muerto, no pueden hacerlo.
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DE LA MEMORIA
