Buscando
a Clara Anahí
Los crímenes impunes de la dictadura
Clara
Anahí Mariani nació el 12 de agosto de 1976, es hija de Diana
Teruggi y Daniel Mariani. El 24 de noviembre de 1976 fuerzas
policiales y del Ejército Argentino asaltaron a sangre y fuego
la casa de sus padres, quienes pertenecían a la organización
Montoneros, en la ciudad de La Plata, Argentina. En la casa
que habitaban funcionaba una imprenta clandestina y quedó semidestruida,
hoy es un monumento a la Memoria. Allí fue asesinada Diana junto
a otras personas y secuestrada Clara Anahí, que tenía entonces
3 meses de vida. El padre de Clara Anahí, Daniel Mariani, también
fue asesinado en La Plata el 1º de agosto de 1977. María Isabel
Chorobik de Mariani, "Chicha", fue fundadora y presidenta de
la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, institución a la que
dejó de pertenecer en 1989. Es la fundadora de la Asociación
Anahí, dedicada a promover, preservar y defender los Derechos
Humanos. Desde 1976 Chicha no ha dejado de buscar incansablemente
a su nieta.
Cualquier información se ruega hacerla llegar a la Asociación
Anahí: Casilla de Correo 518 (1900) Tel/Fax: (054-0221) 4212681 Domicilio Legal: 30 Nº 1134. La Plata. República Argentina Web:
http://www.asociacionanahi.org.ar Email personal de Chicha:
mariaisabelchorobik@sinectis.com.ar |
NOTAS EN ESTA SECCION
Marcela y Felipe van a cambiar de opinión cuando tengan hijos
|
"En la búsqueda de los nietos apropiados faltó decisión de los gobiernos"
Chicha
Mariani: "Me robaron todo...¿cómo tener miedo? |
"No me puedo permitir morir, tengo que encontrar a mi nieta"
Clara Anahí cumple treinta años en cautiverio |
"Tantas veces
he querido tomarme un descanso"
"Estaban matando mucha juventud"
|
"Sueño
con encontrar a mi sobrina y poder abrazarla" |
Mario Teruggi
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Muestra itinerante de Chicha Mariani, 18/04/14
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Fundación Anahí |
Buscando a Clara Anahí (Facebook)
  Carta
abierta de María Isabel
“Chicha” Mariani a Ernestina Herrera
de Noble
La fundadora
de Abuelas de Plaza de Mayo difundió una carta abierta dirigida
a la dueña del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, en
la que le pide que acceda a que sus hijos se realicen análisis
genéticos. La Plata, 14 de octubre 2010
He leído en la edición de hoy del
diario Clarín, que usted dirige, un artículo sin firma titulado
“Caso Herrera Noble, desmienten vínculo de una abuela."
En ese artículo su medio de comunicación dice que “es cronológicamente
imposible que la hija de la directora del diario Clarín, Ernestina
Herrera de Noble, tenga algún vínculo identitario con Clara
Anahí Mariani Teruggi”. Luego sostiene que “lo cierto es que
Clara Anahí Mariani fue secuestrada el 24 de noviembre de 1976
mientras que la guarda de Marcela Noble Herrera fue otorgada
por la justicia a la Señora Ernestina Herrera de Noble el 14
de mayo de 1976, es decir 6 meses y 10 días antes del secuestro
de Clara”.
Finalmente continúa diciendo que “la imposibilidad es aun mayor
si se toma en cuenta que la convivencia entre Marcela Noble
Herrera y su madre, Ernestina Herrera de Noble, es anterior
a la desaparición de la nieta de la señora Mariani, según surge
de la propia documentación oficial y del juzgado federal de
San Isidro. En ese expediente consta que el 15 de junio de 1976,
el Registro Nacional de las Personas de la Provincia de Buenos
Aires otorgó el documento nacional de identidad a Marcela y
el 29 de julio de 1976 la Policía Federal expidió su cédula
de identidad”.
Quiero decirle que la única manera
de comprobar o descartar un vínculo identitario son los análisis
genéticos que usted viene obstaculizando desde hace muchos años.
Por eso le pido, con todo respeto, que si usted quiere demostrar
la inexistencia de tal vínculo, coopere con la Justicia y contribuya
a que los análisis de sangre se realicen tal como lo establece
la ley, sin que las pruebas sean contaminadas y evitando cualquier
tipo de artilugio tendiente a evitar el conocimiento de la verdad.
Tengo 86 años y no quiero morirme
sin reencontrarme con mi nieta, y creo que es posible que Marcela
y Clara Anahí sean la misma persona.
Pero también soy conciente de que tal vez Marcela no sea mi
nieta, y que sea la nieta de alguna de las mujeres que me acompañaron
desde noviembre de 1977, cuando fundé Abuelas de Plaza de Mayo.
En cualquiera de los dos casos, cuando se conozca la verdad,
sentiré la satisfacción de que se haya recuperado la identidad
y la historia de una joven que aún hoy sigue siendo víctima
del daño producido por quienes perpetraron el Plan Sistemático
de Robo de Bebés.
Como usted sabe, he pedido a la Justicia que los datos de Marcela
sean cruzados con todo el banco de datos. Por un lado, esto
es lo que corresponde porque así lo indica la ley, pero además,
usted misma admitió en un editorial publicado en Clarín el 12
de enero de 2003 que Marcela y Felipe posiblemente sean hijos
de desaparecidos. En esa oportunidad usted escribió: “Me encuentro
frente a dos realidades muy diferentes. Primero, el deseo legítimo
de las Abuelas de saber si mis hijos fueron arrebatados a detenidos-desaparecidos.
Segundo, los abusos del juez Marquevich. Muchas veces he hablado
con mis hijos sobre la posibilidad de que ellos y sus padres
hayan sido víctimas de la represión ilegal”.
El argumento mediante el cual hoy, en el artículo periodístico
del diario a su cargo, se sostiene una supuesta imposibilidad
de que Marcela sea mi nieta por existir 6 meses de diferencia,
nada dice: hemos comprobado que la emisión de documentación
apócrifa y de datos falsos por parte de los funcionarios que
servían al poder dictatorial, ha sido una táctica frecuente
por quienes robaban bebés de modo sistemático.
En tal sentido, el ex juez Marquevich -que la detuvo a usted
en el año 2002 por “falsificación de documentos públicos, inserción
de datos falsos y uso de documento público falso” declaró en
diciembre pasado que “resulta paradigmático el caso de Herrera
de Noble, porque se trata de expedientes de adopción absolutamente
falsos desde su inicio hasta su finalización”.
Sólo a modo de ejemplo de la documentación falsa producida con
el fin de robar niños, citaré un caso entre los más de 50 niños
que recuperamos durante los años que presidí Abuelas de Plaza
de Mayo. Paula Logares -nieta de Elsa Pavón, cuya identidad
restituimos en 1984, nació en 1976 y fue inscripta por sus apropiadores
como nacida en 1978, es decir que en este caso, la supuesta
“imposibilidad cronológica” que hoy se menciona en su diario,
era de dos años, es decir, mucho mayor a seis meses.
Por todo eso le pido que en vez de utilizar los falsos datos
producidos por la dictadura, permita que Marcela se realice
los exámenes científicos que la ley indica para que se sepa
de una vez y para siempre quién es esa joven. Al igual que yo,
muchas otras mujeres están sufriendo desde hace 34 años buscando
que se sepa la verdad.
María Isabel Chorobick de Mariani DNI Nº 8.319.66
 “Marcela
y Felipe van a cambiar de opinión cuando tengan hijos”
Fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, busca a su nieta Clara Anahí.
Según sospecha, pudo haber sido apropiada por alguien situado en lo
más alto del establishment: Ernestina Herrera de Noble, directora del
Grupo Clarín.
María Isabel “Chicha” Chorobik
de Mariani
Por Natalia Coronel
Chicha, como es llamada por todos, fue distinguida por la Universidad
Nacional de La Plata con el título de Doctora Honoris Causa por su incansable
búsqueda de niños apropiados por sus captores durante la última dictadura
militar. Clara Anahí es el nombre de la nieta por la que Chicha hace
33 años se embarcó en esta pelea que no reconoce treguas. Fue arrancada
de las manos de su nuera, Diana Teruggi en su casa de La Plata, cuando
cientos de uniformados al mando de Ramón Camps, Miguel Etchecolatz y
Guillermo Suárez Mason, bombardearon y acribillaron a seis militantes
montoneros y se apropiaron de la niña. Meses más tarde sería asesinado
el papá de Clara Anahí, Daniel Posky Mariani. Según sospecha, su nieta
pudo haber sido apropiada por alguien situado en lo más alto del establishment:
Ernestina Herrera de Noble, directora del principal conglomerado mediático
del país, el Grupo Clarín.
Entre 1977 y 1978, Chicha consultó a varios obispos. Todos prometían
ayudarla pero luego la evitaban. "En La Plata, monseñor Montes y Grasselli
en Buenos Aires, me dijeron que era imposible sacarla de donde estaba
porque era un lugar intocable. Lo volví a ver muchos años después. Pensé
que una vez retirado me diría lo que sabía. Me negó todo y argumentó
haberse olvidado. Entonces apareció Guillermo Patricio Kelly diciendo
que los hijos de la señora de Noble eran desaparecidos. Un par de años
después me llamó el propio Kelly para señalarme a Marcela Noble como
Clara Anahí", señaló.
–¿Qué piensa de las declaraciones de Felipe y Marcela Noble? –Consideramos que tanto a Felipe y Marcela, como a cualquiera de los
chicos los tratamos con total respeto. Entendemos que es una situación
muy dura y nuestro trabajo es ayudarlos a conocer su origen y su verdadera
historia, y si el caso tomó tal estado público fue por lo que representa
la señora Noble y sus manejos políticos. Creo que es un discurso armado,
no ideado por ellos, sino por quienes protegen el nombre y los intereses
de su madre adoptiva. Marcela y Felipe hoy niegan su identidad, pero
seguramente eso va a cambiar cuando tengan hijos.
–¿Cuál es su posición respecto del Gobierno? –Apruebo lo que hizo el Gobierno en el plano de los derechos humanos.
Siento que hay una jauría que quiere que se vayan, olvidando que están
al frente del país por elección del pueblo. Pero también tengo críticas,
sobre todo por la pobreza. Me parece que hay que cuidar la juventud
y la niñez especialmente. Tanto que se habla de la Patria, del futuro,
bueno, todo depende de qué les demos a esos chicos, qué ejemplo les
demos de vida, de trabajo.
–Las Abuelas emprendieron una campaña para concientizar sobre la apropiación
de niños ¿percibe que la sociedad entendió de qué se trata esta problemática? –Creo que la apropiación de niños está aceptada en el país. Siempre
me pregunté por qué la gente no salió a ayudarnos cuando se enteraban
lo que sucedía con nuestros hijos y nuestros nietos. En cualquier otros
país con 500 chicos desaparecidos hubiera salido el mundo entero a la
calle.
–¿Cree que aún pueda haber
archivos militares con información sobre nacimientos y adopciones? –Recorrimos todo lo que pudimos, menos donde no nos dejaron entrar.
Vimos infinidad de testimonios y listas, pero es al pueblo argentino
al que no le importa mucho. Si nos remontamos a la historia la apropiación
de niños existe desde que éramos colonia. Las primeras apropiaciones
fueron con los indígenas, cuando los españoles torturaban y secuestraban
a miembros de los pueblos originarios y se llevaban a sus niños y a
sus mujeres
–Abuelas lleva encontrados
101 niños apropiados de los 500 que se estiman. ¿A que se debió que
se haya acelerado el proceso de restitución? –Aclaro que los niños son más de 500, porque con este número no se está
teniendo en cuenta que entre el ‘74 y ‘75 los casos de desaparición
ya habían comenzado. Pero la aceleración de los casos creo que tiene
que ver con la concientización de parte de la sociedad. Hoy se habla
mucho más sobre derechos humanos, cuando antes ni siquiera existían,
hasta los diarios tienen secciones donde hablan exclusivamente del tema.
–Imagino que muchas veces habrá fantaseado con su nieta, ¿pensó alguna
vez en que le diría si la tuviera enfrente? –Sí, y los pasé al papel. Le escribí varias cartas, se me reventaba
el corazón y necesitaba expresarlo en el papel. La primera carta se
la escribí a los cinco años. Hoy creo que no le diría nada, al menos
con palabras, sí le tomaría la mano, y plasmaría todo mi sentir en un
fuerte e infinito abrazo. Con el tiempo le contaría la historia de su
familia, su historia.
–¿Cómo ve el accionar de la Justicia en este tema? –Mejoró bastante. Pero temo que sea una aceleración ficticia, y que
cuando asuma un nuevo gobierno pretendan cerrar los casos, con intenciones
de reconciliación o perdón a los asesinos.
–¿Qué resta por hacer? –Siempre surgen cosas nuevas. Nos pasamos creando caminos, pensando
en sus grandes resultados. Imagino que ahora vamos a seguir juzgando
a los cobardes asesinos que actuaron en la dictadura y no dejar de buscar
a nuestros nietos.
–¿Me podría sintetizar como fue el proceso de Abuelas desde 1977? –Fue un proceso de mucho trabajo. Teníamos a nuestros hijos y nietitos
desaparecidos y no sabíamos cómo, ni por dónde buscarlos. Éramos mujeres
de distintas profesiones, creencias e ideas que con mucho esfuerzo logramos
formar una organización: Abuelas de Plaza de Mayo. Hasta hoy pudimos
devolverles la identidad a 101 chicos, con ayuda de la creación del
índice de abuelidad. También participamos activamente en los juicios
contra los genocidas que fueron parte del último gobierno de facto y
trabajamos para que los ex centros clandestinos de detención sean transformados
en espacios de la memoria. Después, un momento importante para mí fue
en 1989 cuando renuncié a la presidencia de Abuelas y me encontré como
al principio, teniendo que iniciar o continuar la búsqueda sola. Empecé
a buscarla sin ninguna ayuda y después se formó la Asociación Anahí,
y ahí sí, sigo con toda mi fuerza buscando a Clara Anahí.
Buenos Aires Económico
 "En
la búsqueda de los nietos apropiados faltó decisión política de los
gobiernos"
Hace 32 años le arrebataron a su nieta y en lugar de sentarse a llorar,
con otras 11 mujeres decidieron fundar la asociación Abuelas de Plaza
de Mayo, que presidió durante varios años. Hoy, desde a la asociación
Anahí, Chicha no pierde las esperanzas de encontrarla.
Chicha Chorobik de Mariani sigue buscando a su nieta Clara Anahí
Por Horacio Aranda Gamboa
Como lo suelen hacer aquellas personas que con sus acciones de alguna
manera cambiaron el curso de la historia, María Isabel Chorobik de Mariani,
entró en la pelea por los derechos humanos de la mano de una supuesta
casualidad trágica.
Fue cuando un 24 de noviembre de 1976, mientras tejía una batita y esperaba
que su nuera, Diana Teruggi, le trajese a su nieta de tan sólo tres
meses, escuchó las detonaciones de los fusiles y los estruendos de las
bombas que una patrulla del Ejército dejaba caer sobre algún lugar de
la ciudad de La Plata y que le habrían de cambiar la vida de cuajo y
para siempre.
–¿Recuerda que estaba haciendo cuando mataron a su nuera?
–Ese 24 de noviembre de 1976 en que matan a mi nuera Diana Teruggi y
se llevan a mi nieta Clara Anahí, estaba en mi casa porque me la traían
para que la cuidara. Estaba tejiendo una batita cuando empecé a sentir
como un bombardeo, pero creí que era en cualquier lugar menos en la
casa de mi hijo. Yo conocía su militancia pero no la intensidad de su
compromiso. No sabía por ejemplo que en la casa había una imprenta en
los fondos.
–¿En que organización militaban?
–En Montoneros. Esa imprenta estaba en un lugar muy oculto, con un mecanismo
muy sofisticado, que no hubieran descubierto nunca si el que la construyó
no la hubiese entregado. A lo largo de tres días entregó todas las casas
que había construido.
–¿Supieron quién era esa persona?
–Sí, después me tocó desde Abuelas de Plaza de Mayo, como presidenta,
sacar al hijo de este hombre.
–Va a la casa, se encuentra con esa tragedia…
–Sí, escuché durante 4 horas el bombardeo y los autos, los tanques y
helicópteros que pasaban. A las 4 de la tarde paran los ruidos y a las
5 me llamó mi madre para decirme que mi padre estaba enfermo y me pidió
que fuera y le dejé una nota a mi hijo. Al otro día me enteré en casa
de mis padres, escuchando la radio lo que había pasado. Volví a mi casa
y me encontré a los vecinos en la puerta porque esa noche me la robaron,
la ametrallaron, se llevaron todo menos un seguro de vida y el réquiem
de Verdi que mi marido había dirigido en el Colón.
–¿Qué es lo que sucede entonces?
–Y ahí empezó la búsqueda
de datos de ellos. Yo creí que mi hijo había muerto, recién después
se pudo comunicar conmigo para avisarme que no había llegado a la casa
y lamentaba no haber muerto con Diana porque no quería la vida así,
sin ella y su hija. También creí que había muerto la nena.
–¿Cómo se entera de que la beba está viva?
–Camps me mandó decir por intermedio del rector de la Universidad de
La Plata que no la buscáramos, que había muerto y así lo creímos los
primeros días. Con mis consuegros fuimos a pedir los cuerpos de todos
y no nos dieron ninguno. En la Comisaría 5ª nos dijeron que no tenían
noticias, decían que no había ninguna nena, hasta que un día fue una
chica a casa de mis consuegros a decirnos que la tía de ella sabía que
a la nena la habían sacado viva y tanto mi consuegra como yo le dijimos
“no, no, la nena murió, estás equivocada”. Otro día me habló una amiga
y me dijo que la nena estaba viva, que se los había dicho el comisario
de la 5ª, Sertorio de apellido. Me fui, hable con él y me dijo que la
nena vivía pero que lo iba a negar siempre. Le pregunté donde buscarla
y me dijo que fuera a la Regional. Ahí me dijeron que no sabían nada
y tampoco me quisieron dar el nombre del jefe, 20 años después me enteré
que era Juan Fiorillo, uno de los que puso en su auto a la nena ese
día.

Ropa de bebé
de Clara Anahí Mariani que le regalaron para usar durante
su primer día de vida. Clara Anahí es la nieta de María
Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani. Fue secuestrada de
su casa durante un operativo en el que su madre, Diana Teruggi,
fue asesinada. Diana era militante de Montoneros. Clara
Anahí tenía tres meses. Hoy continúa desaparecida. Su padre,
Daniel Enrique Mariani, no se encontraba en su casa ese
día. También era militante de Montoneros y fue asesinado
un tiempo después durante otro operativo, en agosto de 1977.
|
–¿Qué fue lo que pasó con Fiorillo?
–Tras otros 10 años logré que fuera preso a Marcos Paz pero lo mandaron
con prisión domiciliaria porque estaba enfermo. Él no quiso reconocer
nada y se llevó el secreto.
–¿Cómo fundaron Abuelas de Plaza de Mayo?
–El 1º de agosto de 1977 matan a mi hijo y yo seguí buscando a Clara
Anahí, hice de todo, hasta que llegué a un juzgado de menores donde
me dieron la dirección de Alicia de la Cuadra, que también andaba buscando
un nieto. Me fui a verla para proponerle trabajar juntas y me avisó
que venía Cyrus Vance de parte del gobierno norteamericano a ver qué
pasaba con los derechos humanos y que se iban a reunir todas las madres
en la Plaza San Martín, y fuimos el 21 de noviembre del ’77. Decidimos
que después del acto nos íbamos a reunir a escondidas y lo hicimos durante
mucho tiempo.
–¿Que les aportó la lucha de Abuelas?
–Con el tiempo nos dimos cuenta de que nos mantuvo más sanas y jóvenes
tal vez porque no queríamos que los chicos se encontrasen con unas viejitas
decrepitas. No tuvimos tiempo suficiente para llorar pero tampoco para
envejecer.
–¿Cuál fue la relación con la Justicia por aquellos años?
–Con la Justicia trabajé
siempre pero ahora estoy amargada y desilusionada con ella porque vine
a descubrir que si uno no aporta las cosas, nada se busca y nada se
encuentra.
–¿Se acercaron alguna vez a la Iglesia para pedir ayuda?
–Cada vez que íbamos al Vaticano le dejábamos al Papa Juan Pablo II
una carpeta, luego supimos que la tenía en su mesa de luz, yo creía
que para tratar de devolvernos algún chico, finalmente me convencí de
que era para aprender castellano. Hacíamos visitas a los juzgados y
a las iglesias, hemos ido a ver a los obispos, a los curas de barrio,
a los capellanes pero nunca conseguimos nada.
–Con el regreso de la democracia, ¿cambió algo en la búsqueda de los
nietos?
–Sólo hubo un poco más de apertura. Una vez nos recibió Alfonsín y se
enojó al leer un escrito que le llevábamos: “Pero señora, ¿qué me está
diciendo? ¿Que no hemos hecho nada?”, y le respondí “¿Qué chico hemos
encontrado por ustedes?”. Faltó decisión política y creo que eso tuvo
que ver con el sentido de la paternidad y la familia desde los orígenes
de la Argentina. Ha habido siempre apropiación de menores, los ricos
le quitan los hijos a los pobres, los de la colonia a los indígenas,
el derecho de pernada en el norte, tantas cosas que han hecho perder
el sentido de lo que significa un hijo en la familia.
–¿Cuáles son a su juicio las deudas pendientes en materia de derechos
humanos?
–La más grande es la falta de respuesta real sobre los desaparecidos,
dónde están y acabo de descubrir algo ahora, después de 32 años. En
el cementerio de La Plata cada NN tiene su tumba. A mí me costó 6 años
de búsqueda saber dónde había estado enterrado mi hijo antes de que
lo tiraran al osario, y toda esa información está.
–¿Por qué piensa que la Justicia no se ha encargado de eso?
–Creo que cada uno lo delegó en otro. El otro día me dijeron “este material
esta acá disponible”, pero yo no lo sabía y lo que uno no sabe que existe,
¿cómo va a pedirlo?
–Hace poco usted distribuyó una foto de su nieta por Internet, ¿cuál
fue la repercusión?
–Muy grande y ha sido una sorpresa, porque pensé que iba a circular
sólo un tiempo y sin embargo anduvo por todo el mundo y sigue dando
vueltas. Además me han llegado cartas de un montón de chicas que mandan
sus datos para que averigüe si puede ser Clara Anahí.
–¿Cuál es el balance que hace de la lucha de Abuelas?
–Se ha conseguido algo que es muy importante como el índice de abuelidad
con un análisis que antes no se hacia, los análisis mitocondriales,
la paternidad, el ADN, hay una cantidad de adelantos en el aspecto de
la genética y que va a servir en todo el mundo.
–¿Cómo se la imagina a Clara Anahí?
–Como los padres, muy inteligente y dedicada al arte o a las problemáticas
sociales. Cuando viene alguna chica lo primero que le digo es “perdoname
pero te voy a mirar cómo tenés tu oreja”, ella tenía el lóbulo separado,
y sé inmediatamente si pudiera haber una posibilidad ¡Me gustaría tanto
encontrarla!
–Si tuviera la posibilidad de decirle algo, ¿qué sería?
–Que la estoy esperando y que lo he hecho todo el tiempo pero no sentada
sino buscándola. Le diría cuánto la querían sus padres, lo que era para
nosotros y lo que significó tener que vivir sin ella hasta ahora.
Buenos Aires Económico. 23/10/08 | www.elortiba.org
Chicha
Mariani, fundadora de Abuelas y presidenta de la Asociación Anahí
"No se hace
lo necesario para hallar a los chicos"
Con 81 años, Chicha va a dedicar hasta el último día de vida para encontrar
a su nieta Clara Anahí, secuestrada en La Plata en 1976. Estuvo en Rosario
para ser homenajeada y dijo estar convencida de que el Estado "no puso
ni pone lo necesario para encontrar a los chicos desaparecidos".
Por Alicia Simeoni, 2006
"Estoy convencida de que el Estado no puso ni pone lo necesario para
encontrar a los chicos desaparecidos, algo así como lo que sucede con
el caso de Jorge Julio López. Se me ocurre pensar que hay mucha gente
a la que se le paga un sueldo buscándolo y no tienen logros", dijo a
Rosario/12 María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani, la fundadora de
Abuelas de Plaza de Mayo. A los 83 años y después de 30 sin descanso,
Chicha Mariani continúa buscando a su nieta Clara Anahí, secuestrada
en La Plata en 1976, cuando tenía 3 meses y de la casa de sus padres,
a quienes mataron. El viernes pasado esta Abuela fue declarada visitante
distinguida de la ciudad a partir de una iniciativa del edil socialista
Juan Rivero. Mariani estuvo en Rosario para asistir a la presentación
del libro Chicha, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, una biografía
escrita por Juan Martín Ramos Padilla. "Tengo que seguir buscando antes
de quedarme del todo sin vista y ahora me voy a empezar a cuidar. Necesito
seguir buscando y luchando por restituir la identidad a mi nieta". Muchos
años atrás, en 1977, cuando con Alicia de la Cuadra (otra abuela) fundó
la organización, trabajó en equipo con mucha fuerza pero además con
"serenidad y planificación" explicó a este diario. "Era necesario hacerlo
así, y hasta 1989 encontramos 59 nietos", un logro que -aún con lo que
siguió haciendo la institución- le parece "mínimo". Y señala una y otra
vez que el Estado no hizo ni hace lo que debe para restituir la identidad
a "esas personas que son ciudadanos privados de su historia y de la
verdad".
Mataron a su nuera Diana Teruggi, secuestraron a su nieta de 3 meses
el 24 de noviembre de 1976 cuando arrasaron la casa donde vivían en
calle 30 entre 55 y 56 en La Plata y 8 meses más tarde asesinaron a
su hijo Daniel. Esa misma noche las bandas llegaron hasta su casa, pero
ella y su esposo se habían ido. El matrimonio de Diana y Daniel militaba
en la organización Montoneros y tenía una imprenta clandestina en la
vivienda que en el 2004 fue declarada patrimonio histórico nacional
y su mantenimiento de interés provincial y municipal. Allí se conservan
todavía las terribles marcas de los disparos de Itakas y otras armas
y desde 1996 funciona la Asociación Anahí, el nombre de su nieta a la
que sigue buscando.
-Se cumplieron 30 años del
secuestro de Clara Anahí.
Reabren
casa Mariani-Teruggi, baleada en la dictadura, como "sitio
de memoria" en La Plata
Marzo 2011. La Casa "Mariani- Teruggi", ubicada en la ciudad
de La Plata, que en 1976 fue atacada a balazos por fuerzas
militares y policiales que asesinaron a sus 5 ocupantes
y sustrajeron a una beba de 3 meses de vida, fue reabierta
ayer como “sitio de memoria del terrorismo de Estado”.
La vivienda está ubicada en las calles 30 entre 55 y 56
de La Plata, y en ella funcionaba una imprenta que publicaba
la revista “Evita Montonera”, donde
se denunciaron por primera vez las desapariciones de personas
durante la última dictadura, los denominados
“vuelos de la muerte” y la existencia
de centros clandestinos de detención.
La propiedad exhibe en su frente varios cientos de orificios
de bala que impactaron durante el ataque de fuerzas conjuntas
de la última dictadura y un enorme boquete provocado por
un proyectil de tanqueta que atravesó esa pared y otra más
del interior, revelando la saña empleada por los represores.
En esa propiedad vivían Daniel Mariani, Diana Esmeralda
Teruggi y la hija de ambos de 3 meses, Clara Anahí, que
fue secuestrada durante el ataque y aún no fue recuperada.
En el acto de reapertura como sitio de memoria estuvieron
presentes, además de María Isabel “Chicha” Chorobick de
Mariani, madre de Daniel Mariani y una de las fundadoras
de Abuelas de Plaza de Mayo; Hebe de Bonafini, titular de
Madres de Plaza de Mayo; el canciller Hector Timermann;
el subsecretario de Obras y Servicios Públicos, Abel Fatala;
el secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli,
y la madre de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner,
Ofelia Wilhelm.
María Isabel “Chicha” Mariani, en diálogo con Télam expresó
que “esta reapertura significa varias cosas, para los demás
algo que va a perdurar en la memoria y que va a servir para
futuras generaciones para que recuerden lo que hay que cuidar:
la democracia”.
“Y para mi, es una emoción inmensa porque la casa ha quedado
como estaba cuando la habitaban mi hijo, mi nuera y mi nieta”,
afirmó.
Confió que “yo no he podido entrar ayer porque está con
todos los daños que le hizo la dictadura, pero con el mismo
color que estaba pintada, es una enorme emoción y a la vez
una enorme pena y también una alegría, porque va a permitir
lo que quise durante muchos años, dejar algo para que todos
puedan recordar, tener memoria para recordar lo que pasó”.
“La dictadura se equivocó, cometió errores con los jóvenes,
con los viejos, con las abuelas, con las madres ya que en
su machismo nos creyeron inútiles, no creyeron que íbamos
a ser capaces de correr para hacer justicia o dejar instalada
la memoria para el futuro, se equivocaron y me alegro mucho”,
remarcó.
Un documental exhibido en este acto explicó la historia
de la casa, y evidenció el motivo principal que tuvo la
dictadura para desplegar ese ataque de fuerzas policiales
y mlitares, que duró 5 horas e incluyó la participación
de 200 efectivos, tanques y hasta dos helicópteros.
“No se trataba de una casa más. Había algo que molestaba
a la dictadura genocida, una poderosa herramienta de resistencia
para enfrentar al régimen dictatorial”, contó una voz en
off en alusión a la revista Evita Montonera editada allí.
El video documental remarcó el lema de esa publicación “hable
bajo pero hable, no se calle nada”.
El canciller Héctor Timerman, en su discurso durante la
reapertura de esta casa, recordó que durante la última dictadura
llegaba a las redacciones la revista Evita Montonera”, y
agregó que “quienes no quisimos o no pudimos comunicarlo
(por las violaciones que denunciaba la revista), no es porque
lo desconociéramos, no quisimos, no pudimos, o no supimos
cómo hacerlo” “Tal vez el año que viene haya que poner acá
una placa que diga que desde esta casa se informó y se luchó
con la información, que es la mejor arma contra la dictadura”,
remarcó.
Timerman aseguró que “cuanto más grande es el medio, menos
negocio es informar, los grandes medios lo último que quieren
es ser obligados a informar, el negocio no está en informar
sino en lo que se hace con esa información. Por eso durante
las dictaduras militares se forman y se concentran los medios
de comunicación”.
“Por eso es que el monopolio con el que ahora estamos siempre
en lucha, oponiéndonos o comunicando que es lo que desinforman
,se formó durante la última dictadura militar”, expresó.
Agregó que ese monopolio “en sociedad con los dictadores
que balearon esta casa y se robaron a la nieta de Chicha
(María Isabel Chorobick de Mariani) pudieron robarse una
empresa cuyo dueño también era de La Plata, y era la familia
Graiver”.
Remarcó que “el compromiso con quienes desde aquí (la casa
Mariani-Teruggi) informaron lo que otros no informamos,
es justamente hablar alto y no callarnos”.
Oscar Parrilli también destacó la labor de denuncia que
se realizaba desde esta propiedad, al señalar que “se trataba
de difundir ideas y denunciar hechos atroces que ocurrían
en esos momentos”.
Y remarcó que se argumenta una pretendida libertad de prensa
“para dividirnos, agraviarnos a los que estamos en el campo
nacional y popular, que nos peleemos entre nosotros, que
perdamos fuerza, cohesión, identidad”.
Hebe de Bonafini destacó la lucha de “Chicha” Mariani en
su búsqueda por la recuperación de nietos apropiados por
represores, al señalar que “siempre se ocupó de todos los
nietos, investigó, corrió, sacaba fotos en las puertas de
las escuelas, por lo que todavía falta que nuestro país
le reconozca lo que fue capaz de hacer”.
El 24 de noviembre de 1976, las fuerzas militares y policiales
atacaron la vivienda y asesinaron a Diana Teruggi, y a cuatro
compañeros de militancia: Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu
Elicabe, Roberto Porfirio y Alberto Bossio.
Diana Teruggi fue acribillada por la espalda y cayó cubriendo
con su cuerpo a su pequeña hija Clara Anahí, que fue secuestrada
por los represores y hasta el momento no pudo ser recuperada
Daniel Mariani no estaba en la propiedad al momento del
ataque, pero fue asesinado por fuerzas de seguridad en agosto
de 1977 en las calles 132 y 35, de La Plata. |
-Sí, yo tengo una larga
vida de 83 años dividida en tres partes y uno de esos tercios fue ocupado
en la búsqueda de mi nieta. Hace 30 años de su secuestro. Todavía no
pude dar con ella, pero buscando a Clara Anahí llegué hasta otra abuela
que supe que tenía una nieta desaparecida, Alicia de la Cuadra. Nos
encontramos, decidimos buscar a otras abuelas que integraban otros organismos
y formamos Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos que luego fue
cambiado por el nombre de Abuelas de Plaza de Mayo, de la que fui presidenta
hasta 1989. Me fui por diferencias y unos años después, en el '95, '96,
mis compañeros de trabajo me plantearon que no desperdiciara la experiencia
realizada en Abuelas y así fundamos la Asociación Anahí, creada para
promover, sostener y defender la vigencia de los derechos humanos, la
reconstrucción y preservación de la memoria y la defensa de la niñez
y la adolescencia.
-Usted dice que planificaban las acciones de búsquedas.
-Van 30 años de desesperación, de búsqueda alocada y no alocada, porque
lo primero que pensé es que había que buscar con calma y sistemáticamente.
Utilicé mi experiencia como docente y jefa del departamento de estética
del Liceo Víctor Mercante de La Plata perteneciente a la universidad.
Allí si uno quería trabajar bien debía ser ordenado y concreto porque
integraba un plantel de 20 docentes. Esto me sirvió en Abuelas y ahora
en la Asociación Anahí. Armábamos organigramas con lo que había que
hacer, programábamos la visita a los jueces de a tres de nosotras para
llevarles las demandas. La carpeta con denuncias crecía cada vez más
hasta que llegamos a encontrar 59 niños cuando yo renuncié y Abuelas
siguió con este trabajo. Entonces me dediqué a buscar a mi nieta y a
otras personas cuya identidad no estaba necesariamente deshecha por
la dictadura, sino gente que es abandonada y luego busca saber cual
es su origen, quiénes son sus padres. En eso trabajábamos también en
la Asociación Anahí desde 1996.
-¿Cómo evalúa los logros en las acciones por el encuentro y la restitución
de tantos niños secuestrados?
-Los chicos que están denunciados son muchos, pero hay también otros
que no fueron denunciados por distintos motivos. A veces los abuelos
viven muy al interior y no han llegado a conectarse. Además también
influyeron el miedo, la ideología. Me consta que hay chicos sin denunciar
y que los casos deberían llevarse a Abuelas pero hasta ahora las familias
no aceptaron. La cantidad se sigue calculando en 500 pero son más. Cuando
me fui habíamos localizado 59 y se siguió. Sin embargo creo que el logro
es muy mínimo y que el Estado no puso lo que debía poner para encontrar
a estos chicos que son ciudadanos desaparecidos. Hay gente que sigue
pensando 'Y bueno, ya crecieron, están por ahí, los quisieron, les dieron
de comer'. Pero son personas secuestradas, desaparecidas, con una vida
y no hablo del pasado sino también del presente. A veces pienso que
a Julio López también hace 3 meses que lo están buscando y no lo encuentran
y me pregunto: `Tanta gente dedicada a buscarlo, a los que se les paga
un sueldo, ¿qué hacen?'. También pienso en lo que hicimos y hacen Abuelas,
se recorren todos los puntos y conseguimos algunos logros. Entonces
¿no puede el Estado trabajar con todas sus fuerzas devolviéndoles la
vida y la identidad a estas criaturas. ¿Tenemos que hacerlo las viejas
que ya nos estamos muriendo?
-Se podrían hacer más cosas para encontrar a los chicos.
-Por supuesto que sí. Sólo
que desde el Estado no se ponen a buscarlos y creen que los demás tienen
que hacerlo y no ellos, pero es el Estado el que tiene ese deber, se
trata de ciudadanos a los que se les robó su identidad y, en el caso
de López, de un desaparecido. Esto va también para el actual presidente
Néstor Kirchner, tiene que buscar, preguntar. Él es el comandante de
las Fuerzas Armadas y si se pone firme y exige que le digan donde están
los niños, que los militares saben dónde están, algo se conseguirá.
Porque él es su jefe. Eso es lo más elemental que pienso.
-¿Hay nuevos indicios sobre el paradero de su nieta Clara Anahí?
-Este año avancé bastante, fue un período repleto de datos y movimientos,
de gente que nunca habló y ahora lo hizo. Treinta años a la espera de
algunos testigos que ahora llegaron. Creo que estoy en buen camino pero
luchando siempre contra la inutilidad de los miembros de las Fuerzas
Armadas y policiales que van a la Justicia con los viejos y perimidos
discursos y están produciendo falsos testimonios. No sé qué les puede
costar más adelante. Siguen diciendo que mi nieta murió y está completamente
comprobado que fue sacada viva de su casa en La Plata. Yo lo supe siempre
pero había muchas personas que sabían y callaron. Ahora están hablando.
¡Si en algún momento hasta me la quisieron vender!, pero no llegué hasta
ella. El diplomático que me ayudaría a salir del país con la nena fue
a preguntarle a (Ramón) Camps si era cierto y por supuesto se terminó
todo: la entrega, el negocio de ellos y toda mi esperanza.
-¿Qué reflexión tiene en cuanto a la situación de las organizaciones
que trabajan en el área de los derechos humanos, la dispersión y las
divisiones que existen?
-Desde hace años se produjeron diferencias que son muy lógicas. Eramos
personas que trabajábamos juntas, llegadas de distintos lugares y con
ideas dispares. Convivimos durante años, todos los días, y surgieron
las diferencias y las asperezas. Ocurrió en todos, también en Abuelas
y en Madres en la que hay dos líneas. Cuando me fui yo no quise hacer
nada porque el respaldo a los niños restituidos debía continuar muy
firme en la institución y era muy feo dividir. Pasaron muchos años hasta
que después creamos la Fundación Anahí con objetivos distintos. Mucha
gente piensa que somos Abuelas línea-fundadora pero no es así.
-Y en cuanto a la relación con el Estado y los gobiernos.
-A mi modo de ver los organismos deben estar separados de líneas partidistas.
No se puede atar las organizaciones a compromisos partidarios o económicos,
sea el que sea. Pero esto no siempre es así. Son 30 años de lucha y
trabajo, hay cansancio y cambio de orientaciones en los organismos.
Yo no juzgo a nadie, ni a los que traicionaron a sus compañeros en los
campos de concentración, tampoco a los organismos. Pero me gustaría
que se hubiesen superado las diferencias porque de lo contrario cada
uno va por su propio camino cuando se deben aunar todos los esfuerzos.
-¿Qué le produjo escuchar a Hebe de Bonafini cuando desapareció Julio
López y habló de un complot para perjudicar al presidente Néstor Kirchner?
-Admiré mucho a Hebe porque fue muy valiente, estuve muy cerca de ella
al principio, después nos separamos para siempre pero nos respetamos
mutuamente. No entiendo porqué dijo todas esas cosas. Tampoco comprendo
el acercamiento al gobierno, nunca lo hubiera esperado de ella. Puede
tener toda la simpatía o amistad sin tener que jugar en lo público.
Pero bueno Hebe es Hebe.
-¿Y sobre la situación integral de la vigencia de los derechos humanos?
-Se habla mucho de los derechos humanos, está todo en un mismo punto.
Yo soy crítica respecto de algunas situaciones, como las que se producen
alrededor de los planes sociales al estilo del que fue el Trabajar.
Esa es una forma de implementar el no trabajo que es sagrado. Uno de
los valores que tiene una persona es su trabajo. Los hijos se van, no
son nuestra propiedad. Los padres también, pero el trabajo es el resultado
de todo lo que uno pone. Me parece fundamental que la gente tenga trabajo,
sepa qué es, gane su dinero y no lo haga con la firma de un papel. Claro
que es imprescindible ayudar a la gente en una situación de miseria
como vive pero hay que crear nuevas fuentes fundamentalmente y que aparezca
de nuevo la cultura del trabajo.
Fuente: Página/12, 25/12/06


Chicha
Mariani: "Me robaron todo...¿cómo tener miedo?
Por Lalo Painceira
El 12 de agosto, Clara Anahí Mariani Teruggi cumplió 30 años. Exactamente
lo que lleva de secuestrada y el tiempo de búsqueda de su abuela, Chicha
Mariani. Su nieta fue robada el 24 de noviembre de 1976 por las fuerzas
de la dictadura como parte del "botín de guerra" después de arrasar
y saquear la vivienda en la que vivía el matrimonio Mariani-Teruggi,
en donde funcionaba una imprenta oculta. "Yo busco a alguien que vive;
no se puede perder tiempo", sigue clamando Chicha mientras trata de
apurar la marcha de la Justicia.
"Siempre supe que estaba viva". Lo dice así, categórica, con una voz
pausada que no alcanza a disimular su indoblegable carácter ni la fortaleza
de sus convicciones. María Isabel Chorobik de Mariani, conocida por
todos como Chicha Mariani, fundadora y primera presidenta de Abuelas
de Plaza de Mayo, enfrentó con un admirable coraje a la dictadura desde
el 24 de noviembre de 1976, cuando desapareció su nieta de 3 meses y
medio, después del desproporcionado y brutal ataque de las fuerzas represivas
contra una vivienda en la que funcionaba la imprenta de Montoneros.
En ese momento estaban en
la casa de calle 30 entre 55 y 56, cuatro jóvenes: Diana Esmeralda Teruggi
de Mariani, de 25 años, a una materia del título de Letras en la Facultad
de Humanidades; Daniel "Gulliver" Mendiburu Eliçabe, de 24, estudiante
de Arquitectura; Roberto Porfidio, de 32, profesor de Literatura y Juan
Carlos Peiris, de 28, antenista de oficio. Los cuatro fueron asesinados
después de resistir heroicamente por tres horas y media, defendiéndose
del ataque de más de 100 profesionales de la guerra, que portaban un
armamento poderoso, desde el simple de mano, como pistolas, ametralladoras
y los FAL, hasta granadas Energa, blindados, artillería liviana, helicópteros.
De los cuatro, sólo surgen datos que permiten asegurar que Diana fue
asesinada por la espalda, en el patio trasero de la vivienda y muy posiblemente,
llevando a su hija en brazos. Esto se afirma en función de los testimonios
brindados por quienes atacaron la casa, ya que ese día murieron todos
sus habitantes adultos.
Pero en esa cacería brutal,
hubo una sobreviviente: la pequeña hija de Diana que tenía sólo tres
meses y medio. Se llama Clara Anahí y fue robada. Desde entonces permanece
en manos de sus captores. Su papá y dueño de casa, Daniel Mariani, 28,
licenciado en Economía, se encontraba ese 24 de noviembre en Buenos
Aires, pero el 1 de agosto de 1977 murió acribillado a tiros al ser
emboscado por las fuerzas de la dictadura en una vivienda de nuestra
ciudad.
El primer paso
Chicha se enteró de lo sucedido en calle 30, "escuchando radio Colonia,
al otro día. Yo había viajado a City Bell para visitar a mi padre que
no andaba bien de salud y casi me muero. No dieron los nombres pero
por la descripción, me di cuenta que era donde vivían Daniel y Diana.
Y me largué a La Plata desesperada porque las primeras noticias decían
que entre los muertos estaba el matrimonio dueño de casa. Pasé primero
por mi casa, en calle 44 y 21, y también la habían saqueado y baleado.
Los vecinos me dijeron que la noche anterior había pasado una patota
de los represores. Ametrallaron la puerta y entraron, cargando todo
en un camión. Me rompieron lo que no pudieron llevarse. De allí me fui
a lo de Mario Teruggi y Kewpie, los padres de Diana, y los tres marchamos
a la comisaría 5ª, porque era la que correspondía a la casa de calle
30. Un oficial sumariante nos dijo que no había sobrevivientes entre
los habitantes de la casa y que no tenían registrada la presencia de
menores. Cuando Mario pidió el cuerpo de Diana, el policía le respondió
que el cadáver estaba totalmente carbonizado, que no era identificable
y que se encargarían de enterrarla ellos como NN. Después nos enteramos,
cuando se recuperaron los archivos de la Dirección de Inteligencia de
la Policía de Provincia, que sabían perfectamente quién era, pero lo
mismo la enterraron a los pocos días como NN".
 "No
me puedo permitir morir : tengo que encontrar a mi nieta"
"Clara Anahí, mi chiquita, hoy 12 de agosto es tu cumpleaños.
Cumples 5 años, mi vida, y yo solo puedo imaginarte". "Hace cuatro años y nueve meses, oscuras fuerzas te llevaron.
Eras apenas un bebé con batita rosa, con una boca grandota
que reía y reía, y unos ojitos espiones que buscaban ansiosos
las caras de papá y mamá, para reír al estar llena de amor.
¡Y cómo reías cuando yo te cantaba el arrorró, tan desafinada
como siempre! La familia, gozosa, opinaba que demostrabas
muy buen oído y gran inteligencia". "El espanto, el horror, aquél 24 de noviembre de 1976. Los
tiros, la muerte…y desapareciste. Te llevaron solita. Tenías
tres meses. El tiempo se detuvo. Nunca más la vida". "Te he buscado, mi Anahí, sin descanso. Por sobre el desgarrante
dolor de mis muertes, ignorando las armas, las amenazas
y las injurias, te busqué un día y otro día y otro, y un
mes y muchos meses. Un año y muchos años. Apretando los
dientes, quemándome las lágrimas, con rabia y desesperación;
estallando el corazón, pensaba en tu primer dientito, en
tus primeros pasos. Crecías y yo debía encontrarte ya mismo,
enseguida". "Fui imaginando tus primeros vestiditos y tus muñecos y
el Jardín de Infantes. Y no te puedo encontrar, mi chiquitita:
‘Se ignora tu paradero’". "Te compro muñecas, ¿sabes? Las tengo en cajas que ya tuve
que cambiar por otras más grandes. Se acumulan muñecas,
y no te encuentro. Te busco sin descanso, ¿Qué hicieron
con mi bebita, con mi Anahí? ¿Dónde estás? Tengo que apurarme,
tengo que encontrarte antes que sigas creciendo lejos de
mí, de lo que queda de mi familia. Todo mi tiempo y las
energías que me quedan, son para buscarte. Te encontraré
un día, pero por Dios, que sea pronto". "Te encontraré, Anahí mía, no temas. Tu abuelita te reconocerá
porque te lleva en la sangre. Sos la hija de mi hijo muerto". "Y sus ojitos, mi amor. ¡Quisiera tanto que no guardes la
visión del horror! Que no haya quedado en tu interior el
ruido de la metralla, el grito de la muerte de Diana, tu
maravillosa madrecita". "Dios, si estás ahí, escuchame: diles que me devuelvan a
mi nieta. Ayúdame a no odiar, porque no sé si son hombres
o hienas los que se la llevaron indefensa, con su pañal
y su batita rosa. "Y a mi Anahí dile, por favor, que su abuelita está aquí,
buscándola, arañando puertas herméticas. Que la encontrará
un día, que no tenga miedo. Díselo, por favor, para que
no asome esa infinita tristeza a sus ojitos cuando esté
sola, cuando le roce el recuerdo lejano del despojo".
"Anahí mía, mi chiquitita, espera un poquito más. Estoy
buscándote. Mientras llego, ¿sientes que te abrazo? ¿Oyes
no sólo un corazón, sino tres latiendo juntos, bendiciéndote?". "Anahí, Anahí mía, Anahí nuestra, confía, ya nos encontraremos.
Confía en tu abuelita que se ha convertido en acero para
buscarte, pero que volverá a ser nido y tibieza cuando te
encuentre, chiquitita mía".
N. de la R: Esta carta, que fue escrita por Chicha Mariani
en 1981 cuando Clara Anahí cumplió cinco años, es lanzada
el 12 de agosto de cada año con globos blancos para que
llegue a destino |
Retoma el relato de los
pasos iniciales de la búsqueda de Clara Anahí: "cargando en el alma
ese padecimiento inimaginable, los tres volvimos a la casa de los Teruggi
en donde me quedé por unos días. Mario, que ya murió y que era un científico
eminente, llamó al entonces rector de la Universidad, Guillermo Gallo,
para que averiguara lo que había pasado con la nena. Gallo le encomendó
al decano de Derecho, doctor Ves Lozada, que hablara con el entonces
coronel Ramón Camps, jefe de la Policía de la Provincia, que además
había comandado en persona el ataque a la casa de los chicos junto a
su segundo, Etchecolatz. La respuesta que recibieron y que nos transmitieron,
fue que la nena había muerto. Y nos quedamos los tres con ese dolor
enorme que compartimos. A los dos días pasé por la casa de calle 30
y lo que encontré fue desolador. Todavía había policías y me dejaron
entrar. Se habían llevado todo y parecía un basural. Me dijeron que
habían muerto todos los que estaban en la casa. Sin embargo, cuando
me iba, aguantando el llanto, se acercó una chica del barrio y me dijo
que la nena estaba viva. Que una tía de ella había visto cómo se la
llevaban. Me ilusionó, pero después no pensé más en eso, temiendo que
no fuera cierto".
No obstante, la sangre se hizo escuchar y el ritmo de su pulso se convirtió
en golpes y ansiedad. Chicha empezó a dudar. ¿Por qué no podía ser cierto?
Y si lo era, ¿en dónde estaba Clarita? No dijo nada y decidió volver
a su casa de calle 44. A las pocas horas de llegar tuvo que soportar
otra visita de la patota. La encerraron en un cuarto, la amenazaron
y la interrogaron. El objetivo era amedrentarla, pero como ocurrió en
los otros intentos, no la atemorizaron. Chicha se quedó en su casa tratando
de acomodarla, de transformarla nuevamente en habitable, de reparar
lo roto o sustituirlo, encontrar papeles, documentos, recortes valiosos
sobre su marido, reconocido director de orquesta que se encontraba trabajando
en Italia. En ese momento de plena limpieza, la llamó una colega de
la docencia "y me dijo que nos encontráramos. Fui a verla y me contó
casi en secreto que el comisario Sertorio, jefe de la comisaría 5ª,
le debía grandes favores a su esposo. Que lo fuera a ver de parte de
él, que por ahí tenía novedades. Y le hice caso. Sartorio me recibió
y me contó en privado, lamentablemente sin testigos, que Clarita vivía.
Que tenía que ir enseguida a la Unidad Regional y que preguntara por
la nena, no por su nombre, porque ya tendría otro, sino por la ropita
que llevaba puesta. Lo hice, pero en la Regional negaron todo y dijeron
que no sabían nada".
Y hace un silencio para calmar su ansiedad. Porque no hace mucho se
enteró que aquél primer impulso, buscando a su nieta, está íntimamente
ligado con el último paso, como si su búsqueda estuviera llegando al
fin. Porque aquél envío a la Unidad Regional, hoy cobra otro valor.
Y debe ser cierto que el fin no debe estar tan lejos porque los ex represores
y sus cómplices, de golpe se han puesto inquietos. Tanto como para hacerlos
pasar un burdo papel con amenazas por debajo de la puerta de calle 30:
"Mariani – Teruggi, Montoneros, Están bien muertos", firmado de manera
ignota, anónima, como si no se supiera quién envió el burdo mensaje,
esa mano de obra desocupada y en libertad gracias a los decretos de
Obediencia Debida y Punto Final, hoy anulados.
¿Último paso?
Como se ha difundido con amplitud en todos los medios, Chicha Mariani
logró sentar de nuevo frente a los jueces, al represor y ex comisario
Miguel Etchecolatz, segundo de Ramón Camps en tiempos de la dictadura.
Se lo acusa de haber participado en el asesinato de Diana Esmeralda
Teruggi. Paralelamente a este juicio, en otro juzgado federal de nuestra
ciudad, el doctor Arnaldo Corazza instruye una causa relacionada al
ataque que el 24 de noviembre de 1976 se perpetró a la casa de calle
30. Ya hay dos detenidos: a uno se lo vincula con la muerte de Diana
y al otro, a la desaparición de Clara Anahí. En el entrecruzamiento
de datos, averiguaciones últimas y la aparición de nuevos testigos,
surgieron elementos que acorralan a quienes robaron a Clara Anahí.
Chicha logró contarlo en el juicio a Etchecolatz, en una larga declaración
ante los jueces Carlos Rozanski, Horacio Insaurralde y Norberto Lorenzo
en donde dio hasta el nombre y el apodo del oficial de policía que se
había llevado a Clarita. Estas novedades que habrían surgido en la causa
que se instruye en otro juzgado federal, involucran a dos altos jefes
policiales en tiempos de la dictadura, hoy retirados. Uno, que cumple
detención domiciliaria al tener 74 años, cuenta una larga historia represiva.
Se trata de Juan Fiorillo, que se retiró ostentando el más alto cargo
en la policía provincial. Como recordó la página web de Clarín del 31
de mayo pasado, se lo acusó en 1962 de ser uno de los responsables en
el caso Felipe Vallese, el primer desaparecido. Así también consta en
la investigación realizada en aquellos años por Rodolfo Ortega Peña
y Eduardo Luis Duhalde, y que luego publicaran en un libro imperdible,
"Felipe Vallese", a mediados de esa década. También se lo acusa en la
misma nota, de haber integrado la Triple A en 1974 y a partir del 76,
haber dirigido en nuestra región, los terroríficos COT (Comandos de
Operaciones Tácticas) o grupos de tareas.
Cuando se le recuerda a Chicha el homenaje recibido, cuando subió al
estrado llevada del brazo por una compañera debido a sus problemas de
visión, sonríe. El público, que colmaba el salón dorado de la Municipalidad
en donde se realiza el juicio a Etchecolatz, se puso de pie para aplaudirla.
Fue un reconocimiento a su coraje y a su lucha contra la dictadura en
los años de fuego. "Eso me dio coraje para hablar tanto", bromea. Sin
embargo, allí contó un dato fundamental: "Yo sé quién tiene a mi nieta
o sabe a quién se la entregó: es el comisario CG". (ella dio el nombre,
el apellido y hasta el apodo, pero deben omitirse en la publicación
al no estar todavía imputado por la Justicia).
¿Quién es CG? Un policía íntimamente vinculado a Fiorillo en ese tiempo.
En la causa que se sigue en el juzgado del doctor Corazza, el otro detenido
es el que era chofer de Etchecolatz en épocas de la represión, además
de pertenecer a su grupo de confianza. Tanto él como Fiorillo, se declararon
"ajenos" a los hechos que se les imputan.
A Fiorillo y CG se los relaciona con la desaparición de Clara Anahí
Mariani Teruggi a partir de la declaración de un nuevo testigo. Este
hombre, que se acercó recién ahora, observó en la tarde el 24 de noviembre
de 1976 en la esquina de 51 y 30 cuando un oficial de policía le entregaba
a otro colega, que estaba al volante de un móvil de la repartición,
un bebé. Cuando notaron que alguien los estaba mirando, lo amenazaron
con armas y lo hicieron alejar. Hace un mes, ese hombre reconoció fotográficamente
a CG como el oficial corpulento y morocho que recibió a la nena y que
partió a toda marcha para tomar calle 31.
Una mujer, vecina del barrio, también se decidió a hablar. Lo hizo ante
los jueces confirmando que ella vio cuando un policía sacaba a la nena
en brazos y trepaba a un auto para partir velozmente por 30 hacia 51.
Los dos tuvieron el coraje de hablar. ¿Cuántos vieron lo mismo o más
y todavía callan? El miedo a la dictadura que impuso un plan de tortura
y exterminio de los que resistían y el robo sistemático de bebés, todavía
hace sentir su influencia.
 El
24 de noviembre del ’76, un bombardeo de cuatro horas a
una casa de la calle 30 mantuvo despierta a toda La Plata.
Al frente del operativo del Ejército, la Policía Bonaerense
y la Armada estaba el comisario Miguel Etchecolatz. Tenía
entonces cuarenta y siete años y ya era conocido como la
mano derecha de Ramón Camps. Su blanco de esa noche era
la vivienda de Daniel Mariani, un economista de veintiocho
años; de su mujer, Diana Teruggi (26) y de la hija de ambos,
Clara Anahí, de dos meses. En el lugar funcionaba oculta
una imprenta montonera, aunque con la apariencia de una
fábrica de conejo en escabeche. Bajo el ataque del grupo
paramilitar, la casa fue acribillada hasta que las paredes
quedaron negras por la pólvora de los disparos y el humo
de las bombas. Menos Mariani, que ese día estaba ausente,
los adultos que estaban dentro –tres hombres y Diana– fueron
muertos. Diana intentó huir por el patio del fondo con su
niña en brazos, pero fue ametrallada. Cayó junto a un limonero,
protegiendo con su cuerpo el de la beba. Se sabe que un
policía se llevó viva a Clara Anahí; su abuela Chicha todavía
la busca. En el lugar quedaron solamente cuatro cuerpos
carbonizados por una última bomba de fósforo. Para borrar
todo dato que vinculase a Clara Anahí con sus orígenes,
su madre fue ingresada a la morgue como NN; después sería
asesinada su obstetra. La muerte de Diana es uno de los
ocho casos por los que ayer comenzó a ser juzgado Etchecolatz,
en el primer proceso oral y público contra un represor luego
de ser anuladas la obediencia debida y el punto final. |
|
¿Cerca
del final de la historia?
Como se sabe, esta historia comenzó el 24 de noviembre de 1976 a mediodía,
en calle 30 entre 55 y 56, una cuadra de barrio, con veredas arboladas
pero angostas, para dar lugar a las zanjas que acompañaban en su tendido
a la calle de tierra. Seguramente a la hora de almorzar la cuadra estaba
vacía, en silencio, con los sonidos familiares de cada vivienda. En
30 Nº 1134/36, cuatro jóvenes almorzaban. Fue entonces cuando se les
advirtió por parlantes que se entregaran y a los pocos minutos, casi
sin dar tiempo a acatar la orden, se desencadenó un ataque feroz, desproporcionado,
llevado a cabo por más de cien militares y policías contra esa casa.
No buscaban un arsenal de guerra, tampoco una "cárcel del pueblo". El
objetivo era localizar una imprenta en donde se editaba "Evita Montonera",
y escribirlo sumerge en la historia de las primeras luchas obreras de
fines del siglo XIX, de anarquistas y socialista, cuando se perseguía
la difusión de las ideas, a las que la burguesía temía más que a las
armas. Pero el tiempo había transcurrido y Montoneros y sus imprentas
fueron legales hasta un año antes del ataque. Lo fueron durante el gobierno
de Cámpora y el del general Perón, exactamente hasta fines de 1974 cuando,
enfrentándose al gobierno de Isabel y a la derecha peronista encaramada
en el poder, pasó por propia voluntad a la clandestinidad. Recién en
1975, la pusilánime Presidenta que manejaba López Rega, la declaró ilegal.
Por eso, Montoneros empezó
a proteger sus imprentas y a ocultarlas, como en la casa de calle 30.
Allí vivía el matrimonio compuesto por el licenciado en Economía Daniel
Mariani, con chapa en la puerta de calle que lo acreditaba, y Diana
Esmeralda Teruggi. Tenían una hija de tres meses y medio y una pequeña
fábrica, en el mismo domicilio, de escabeches de conejo que en realidad,
era una cobertura para justificar el movimiento de la casa. A la imprenta
se accedía por un sofisticado mecanismo disimulado en un bajo mesada
de un galpón trasero.
La casa fue arrasada y cargaron en los camiones hasta los pisos y los
techos. Todo. Parte de ese botín fue Clara Anahí, que en este agosto
cumple 30 años. No lo sabe, pero está en manos de sus captores. Chicha
está ansiosa. Aquella primera visita a la Unidad Regional preguntando
por la nena y los testimonios actuales, tienen que ver. También importa
la reacción de los ex represores que renovaron sus amenazas. "He sufrido
tantas, que no me dan miedo" y agrega: "yo tengo toda mi confianza en
el juez Arnaldo Corazza y cómo está llevando el caso. También en la
Cámara Oral que juzga a Etchecolatz. Él dirigió, junto a Camps, a las
fuerzas que atacaron la casa de la calle 30. Hoy tengo confianza".
Y lo dice quien ha sufrido muchos desengaños por haberse entusiasmado
por casos en los que creyó llegar a Clara Anahí. "En cada uno pensé
que llegaría a Clarita. Siempre tuve la esperanza y por eso el golpe
fuerte de cada desengaño. Ahora no. Quiero dejar la mente limpia para
lo que venga".
Reconoce que no sabe "si CG tiene a la nena, a quién se la dio. ¿Será
alguien tan poderoso al que las autoridades no pueden llegar? Porque
llevamos más de 20 años de vida democrática y ningún gobierno pudo localizarla
ni a Clarita ni a otros muchos chicos robados. Parece que Clarita estuviera
en un lugar que no se puede tocar".
La ansiedad que siente ahora le hace reconocer que "me siento con 30
años menos. Tengo ese entusiasmo. Hay tantos datos nuevos que manejamos,
datos que se comprueban, que me rejuvenecieron. Por eso no temo. El
otro día me llamaron por teléfono y pasaron toda una conversación que
uno de los chicos que trabaja en la Asociación había mantenido con otra
persona. Era intrascendente. Pero me mostraban que nos están espiando
y siguiendo".
Y Chicha concluye con la firmeza que la caracteriza: "Nunca les tuve
miedo. En los tiempos de la dictadura, sí sentía desesperación cuando
escuchaba en las noches las itakas y los tiros porque sabía que los
destinatarios eran siempre nuestros jóvenes… Me han robado todo. No
puedo sentir miedo".

Clara Anahí Mariani con su mamá, Diana Teruggi
|
Clara
Anahí cumple 30 años en cautiverio
Clara Anahí Mariani cumple
30 años el 12 de agosto. Fue secuestrada y desaparecida por la dictadura
cívico militar el 24 de noviembre de 1976, después de asesinar a su
madre Diana E. Teruggi de Mariani en su casa de la calle 30 Nº 1134
de la ciudad de La Plata. Ocho meses después asesinaron a su papá Daniel
E. Mariani, también en La Plata.
Clara Anahí tenía tres meses de edad y desde entonces la dictadura ocultó
su destino a pesar de nuestra tenaz e incansable búsqueda en el país
y en el exterior. Recurrí a la justicia, los gobiernos, la iglesia,
entidades, políticos, pero nunca tuve respuestas.
Hoy hago un pedido mas a quién tenga información sobre mi nieta. No
tengo dudas que hay quienes saben y ocultan el destino que le dieron
quienes la secuestraron y la mantienen en cautiverio.
Como todos los años, este 12 de agosto nos encontraremos a las 14.30
hs. en la Casa Mariani-Teruggi (calle 30 Nº 1134 de La Plata) para conmemorar
su cumpleaños con un suelta de globos, uno por cada año cumplido. Esta
vez, caminaremos unas cuadras siguiendo el camino por el que ahora sé
que se la llevaron.
Espero que una vez más me acompañen en este nuevo pedido de noticias
de mi nieta.
María Isabel Chorobik de Mariani Tel.:(0221) 421 2681 E-mail:
mariaisabelchorobik@sinectis.com.ar
Chicha

Mural
Memoria Abierta (Clic para ampliar) |
"Tantas
veces he querido tomarme un descanso"
Fue un largo suspiro: "Ahhh....
Es tan difícil...". Parecía aflojar. El Presidente del Tribunal que
juzga a Etchecolatz, tan cálido y correcto como siempre, intervino:
"Señora de Mariani, ¿desea tomarse un descanso y que reanudemos después
de un cuarto intermedio?". Chicha contestó rápido y con tono reflexivo:
"Tantas veces he querido tomarme un descanso y nunca lo he tenido. Puedo
seguir". Y siguió declarando con la fuerza que acumuló durante estos 30 años
y que forjó junto a las Abuelas de Plaza de Mayo: "Éramos sólo doce.
Yo era un llanto continuo y las veía a ellas tan serenas que me decía:
tengo que ser como ellas". Y lo es. Y lo fue ante el Tribunal: Incansable como una Abuela, porque "tengo demasiada información y quiero
contarla hoy". Tierna como una abuela, cuando orgullosa dijo que "mis hijos" hacían
escabeche de conejo "con mi receta". Valiente para acusar a los genocidas de "no haber tenido nunca la valentía
de decir una verdad". Memoriosa e irónica: "Los curas católicos me alejaron de la religión.
Fui dieciocho veces al Vaticano y el Papa nunca hizo nada. (...) Creo
que Juan Pablo segundo practicó el castellano con nuestra carpeta". Precisa para describir el rostro de uno de los represores que la "visitó"
en su casa y que recién supo quién era cuando tomó notoriedad por el
caso de María Soledad Morales: "La cara de ese hombre no se me olvidó
nuca", dijo en referencia a Luis Abelardo Patti. Cuando su testimonio no era lineal, cuando sentía que juntaba las cosas
y que era confusa, explicó con sabiduría: "En la casa de 30, la sangre
de los chicos está mezclada en las paredes... Entonces no puedo separar". Valiente: "Yo acuso a Etchecolatz. Lo acuso de la muerte directa de
mi nuera, de la desaparición de mi nieta, de lo que ha significado para
ella 30 años de estar viviendo en la ignorancia de su identidad y también
lo culpo del sufrimiento que he padecido y que ha padecido mi familia
durante estos 30 años". Ilusionada: "Clara Anahí cumple 30 años el 12 de agosto y tengo una
esperanza. No me puedo dar el permiso de morir: tengo que encontrar
a mi nieta".
La vimos tan serena... Aplaudimos fuerte.
Carlos Sahade
LOS ATACANTES
El 24 de noviembre de 1976 participaron del ataque a la casa Mariani
– Teruggi, las siguientes fuerzas militares: Regimiento 7 de Infantería
y X Brigada de Infantería. Fuerzas de la Policía de la Provincia: comisaría
5ª, Regional IV, División de Investigaciones, Cuerpo de Infantería Motorizada.
Además había integrantes del Comando Táctico Operacional (COT), de Gendarmería,
Paramilitares y del Cuerpo de Bomberos. Fue tal la magnitud del ataque que lo dirigió personalmente el jefe
de la Policía, ex coronel Ramón Camps y su hombre de confianza, ex comisario
Miguel Etchecolatz, jefe de la División de Investigaciones de la Provincia.
Pero además se hicieron presentes los más altos jefes militares de la
región: generales Carlos Guillermo Suárez Mason y Adolfo Sigwald y el
coronel Carlos Alberto Presti. Entre los jefes policiales, estuvieron el ex comisario Osvaldo Sartorio,
comisario mayor Miguel Ioppolo, entre otros. Fue considerado, por su magnitud y la cantidad de efectivos utilizados,
el mayor operativo realizado en La Plata.
Fuente: La Pulseada T.E.: (0221) 453-2516 lapulseada@lapulseada.com.ar
59 N°1515 e/25 y 26 - La Plata www.lapulseada.com.ar
 "Sueño
con encontrar a mi sobrina y poder abrazarla"
Bernardo Teruggi perdió a su hermana en 1976, víctima de un insólito
operativo que incluyó bazucas y tanques. La casa como memoria viviente.
La culpa de Etchecolatz.
Una vez más Bernardo Teruggi recorre la casa en donde el 24 de noviembre
de 1976 Miguel Etchecolatz junto a miembros del ejército y la policía
bonaerense perpetraron uno de los más escalofriantes actos represivos
ocurridos durante el último proceso militar. Aquella noche se encontraba
en la casa de 30 entre 55 y 56 de la ciudad de La Plata, Diana Teruggi
(hermana mayor de Bernardo), su hija Clara Anahí Mariani de tres meses
de edad, actualmente desaparecida y al menos tres personas más que murieron
después del ataque.
TIROS
"Recuerdo que a las siete de la mañana sonó el teléfono, ahí nos dicen
que habían atacado la casa donde estaba mi hermana, enseguida nos dimos
cuenta de que los tiros que habíamos escuchado la noche anterior eran
los de la casa. Mi padre fue a reconocer el cadáver pero no se lo mostraron.
Solamente le dieron el documento de identidad", recuerda Bernardo. La casa conserva los signos de la desproporcionada magnitud de aquel
operativo, en el que se utilizaron desde tanques y bazukas hasta camiones
y helicópteros militares. También se exhiben las fotos de las personas
que murieron aquella noche y la de la pequeña Clara, quien luego de
30 años sigue siendo buscada por sus familiares. "En aquel momento estudiaba en Bellas Artes y era compañero de María
Claudia Falcone, desaparecida el 16 de septiembre en el hecho que se
conoció como ‘La noche de los Lápices’, ella era mi mejor amiga. A los
meses sucedió lo de mi hermana, a mis 16 años me costaba mucho entender
lo que estaba pasando y el miedo que me generaron esos acontecimientos
me duró 15 años, es algo muy difícil de explicar".
ALEGRE
Diana era la mayor de cuatro hermanos y, según la recuerda Bernardo, era una
chica muy alegre y media obstinada a la hora de discutir "Nosotros fuimos
criados por mi abuela porque mis padres viajaban mucho, por eso para
mí que soy el menor, Diana era mi referente en la casa, ella me acercó
a la música clásica". Quizás como símbolo de aquella anécdota hoy se
dedica a la música. En 1998 formó junto a un colega la
Camerata Académica del Teatro Argentino
de la ciudad de La Plata y es docente desde hace 11 años. Cómo a tantos familiares de desaparecidos Bernardo cuenta que el miedo
de esos años se instaló en su cuerpo y lo determinó en muchos ámbitos
de su vida "me tuve que cambiar de colegio, después le llegó a mi padre
la noticia de que mis dos hermanos y yo también estábamos en una lista
y por lo tanto corríamos peligro. No sabía de qué me culpaban, si lo
único que había hecho era tocar temas de los Beatles en el piano, pero
iigual tuvimos que irnos para que nada pasara". Después de eso, increíblemente a Bernardo le tocó la colimba. "En el
‘79 ingresé al servicio militar y como tenía conocimientos de música
fui a la banda. Hacía todo bien para salir lo antes posible. De todos
modos la baja me llegó a último momento. Lo más increíble fue que me
ofrecieran seguir la carrera militar, no acepté y al tiempo me dieron
la baja".
JUICIO
El de Miguel Etchecolatz es el primer caso de juicio oral y público
por violaciones de los derechos humanos celebrado tras la anulación
de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. El ex policía fue condenado
en 2004 a 23 años de prisión por haber sido encontrado culpable de 73
casos de torturas, pero después de ese fallo consiguió el beneficio
del arresto domiciliario por razones de edad, al superar los 70 años.
En mayo de 2000, el juez federal Humberto Blanco inició un proceso contra
Etchecolatz por el homicidio de Diana Teruggi y la desaparición de su
bebé Clara Anahí Mariani. Bernardo asegura que no sigue muy de cerca lo que sucede con el juicio
"Lo único que quiero es que Etchecolatz aporte los datos para encontrar
a mi sobrina, no puedo creer como sigue mintiendo. Hoy mis dos hijos
y mis sobrinos son los continuadores de esta historia, ellos acercaron
para presenciar el juicio y se interesan por todo lo que sucede. A mí
personalmente esto me sigue causando un dolor muy grande que me quiebra".
ATENCIÓN
Bernardo vuelve una y otra vez sobre lo ocurrido con su hermana "Entré
a la casa seis años después de que pasara todo. Recuerdo que me llamó
la atención la pared doble en el fondo, donde funcionaba la imprenta,
tenia una puerta que se abría con un motor. Al ver el estado de la casa
y del auto que se encontraba adentro cuando ocurrió el ataque, me descompuse".
La lucha por encontrar a Clara la hija de Diana Teruggi y Daniel Mariani
está siendo impulsada por María Isabel ‘Chicha’ Chorobik de Mariani,
madre de Daniel "Lo de Chicha es increíble tiene mucha fuerza y sigue
adelante con todas las investigaciones, tiene un archivo muy grande
sobre todo lo ocurrido , valoro mucho lo suyo y trato de ayudarla en
todo lo que puedo". El lugar funciona como sede de la Asociación Anahí, a modo de recordatorio
del ataque terrible de novimebre del ‘76. A pesar de todo Bernardo no pierde la fe "Aunque sé que es muy difícil
después de treinta años, sueño con encontrar a mi sobrina y poder abrazarla".
Fuente: www.semana.uolsinectis.com.ar
 "Estaban
matando mucha juventud"
"Diana era una estudiante de Letras de 26 años,
casada con mi hijo Daniel". Vivían en la calle 30, entre 55 y 56, junto
con su beba, nacida en agosto de 1976. En los fondos de aquella casa,
funcionaba una pequeña imprenta clandestina: "Acababan de publicar,
en octubre de 1976, que en la ESMA había un campo de concentración,
y que se tiraban cadáveres al río".
El 24 de noviembre de ese año, Daniel había salido, y en la casa se
encontraban Diana, su beba de tres meses, y tres de sus compañeros de
militancia : Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu Eliçabe y Roberto
Porfirio. Al mediodía, se lanzó el ataque: un operativo represivo del
que formaron parte diversas fuerzas -Policía de la provincia, Policía
Federal, Ejército, Gendarmería, Marina-, con tanques, bazukas, camiones
militares y helicópteros.
El ataque a la casa fue de tal magnitud que el barrio entero quedó conmocionado,
y hoy lo recuerda con precisión. Los cuatro adultos fueron asesinados
a balazos, y se sospecha que sus cuerpos fueron quemados dentro de la
casa, para dificultar su posterior reconocimiento. Lo que pasó con Clara
Anahí sigue siendo una incógnita hasta el día de hoy. Casualmente, el
sumario que se había instruido al respecto en la comisaría 5º desapareció
en aquellos años.
En el procedimiento, participaron varios jerarcas de la represión ilegal:
entre otros, el jefe de la Policía provincial Ramón Camps; el Director
de Investigaciones de la fuerza, Miguel Etchecolatz, y su chofer, Hugo
Guallama; el titular de la comisaría 5º, Osvaldo Sertorio; el jefe del
Regimiento 7 de La Plata, Roque Presti; el jefe del Primer Cuerpo de
Ejército, Carlos Guillermo Suárez Mason. "Estuvo toda la plana mayor
de todos lados", sostuvo la abuela.
Chicha estaba en su casa, en la esquina de 44 y 21, tejiendo una batita
para su nieta, cuando escuchó pasar los tanques. "Me aterroricé, porque
en esa época estaban matando mucha juventud", pero no se imaginó "que
se dirigían a la casa de mis hijos". "Pensé: a quién estarán matando
ahora", recordó.
Más tarde ese día, Chicha tuvo que dejar su casa para ir a cuidar a
su padre enfermo. Cuando volvió, al día siguiente, vio a todos los vecinos
reunidos en la puerta de su vivienda. El lugar estaba destrozado: la
casa había sido baleada y saqueada, había escombros por todas partes
y muebles destruidos. "Además se habían robado todo lo robable", indicó,
y añadió que fue en esa misma casa que sufrió, un mes después, otro
allanamiento violento. Entre los represores que lo perpetraron, había
uno a quien sólo reconoció años después, en los diarios: Luis Abelardo
Patti.
Chicha Mariani no llegó a enterarse de los asesinatos de la calle 30
hasta el día siguiente del operativo. Aunque no pudo entrar a la vivienda
hasta varias semanas después -"la casa estuvo llena de policías de civil
durante un año", contó-, hizo una primer denuncia en la comisaría 5º,
cuya jurisdicción abarcaba ese domicilio, para poder recuperar los cuerpos.
"Me dijeron: 'No le vamos a entregar a su hija porque está carbonizada,
no se la reconoce, nosotros nos vamos a ocupar de su cadáver'. Cuando
les pregunté por mi nieta, me dijeron '¿qué nieta?', y que no figuraba
en ninguno de los papeles".
El primer dato respecto de Clara Anahí lo obtuvo por medio de un amigo
que conocía al entonces comisario Osvaldo Sertorio, el titular de la
comisaría 5º, "que ha pasado a la historia por el campo de concentración
que tenía al otro lado del pasillo de su escritorio". El policía le
había confirmado al amigo de Chicha que Clara Anahí había sobrevivido
al ataque a la casa de sus padres.
La abuela se dirigió entonces a la dependencia policial, para hablar
con el comisario "Me dejó parada en el medio de la habitación
y él, sentado, empezó a expresar su desprecio por mí, que era la madre
de unos subversivos". Pero como le debía un favor a aquel conocido en
común, terminó diciéndole, en voz casi inaudible: "La nena está viva,
búsquela por la ropa porque ya le deben haber cambiado la identidad.
Y búsquela rápido, porque ha perdido demasiado tiempo". El policía la
derivó a la Unidad Regional de la Policía de la provincia, "pero allí
me negaron que supieran algo, y me sacaron con cara de nada".
Las familias Teruggi y Mariani nunca pudieron recuperar el cuerpo de
Diana. Recién en 1984 Chicha se enteró de una comunicación del director
del cementerio de La Plata, según la cual la joven había sido enterrada
como NN, y que en 1982 esa tumba había sido "levantada y tirada a la
fosa común".
En esta causa consta que en la Dirección de Inteligencia de la Policía
de la provincia de Buenos Aires (DIPPBA) -cuyos archivos están hoy bajo
custodia de la Comisión Provincial por la Memoria- existían fichas en
las que figuraba el operativo del 24 de noviembre de 1976 y, en relación
a él, una serie de actas en las que se identificaba con nombre y apellido
a las personas asesinadas ese día, incluida Diana. Pero luego la fuerza
confeccionó actas de defunción en las que los cuerpos figuraban como
NN : fue otro paso que apuntaba a borrar toda huella respecto de cómo
fueron las muertes.
De esa misma Dirección de Inteligencia se extrajo otro legajo de 1979,
en el que la hija de Daniel y Diana, dos años después de la muerte de
sus padres, era catalogada de "extremista". La carátula de aquella carpeta,
confeccionada por la fuerza policial, rezaba : "Factor de extremismo:
Clara Anahí Mariani".
El nacimiento de las Abuelas
"A todos lados iba sola, y no siempre era bien recibida", recordó. Hasta
que se contactó con Alicia "Licha" Zubasnabar de De la Cuadra, otra
abuela que buscaba a su nieta desaparecida : "Licha está presente hoy
acá, tiene 90 años, y hemos trabajado en la búsqueda de los niños y
de nuestros nietos hasta hoy". Fue junto a ella que comenzaron a acompañarse
en sus gestiones, y que se conectaron con otras madres y abuelas, que
recién estaban empezando a conocerse y organizarse.
"Licha buscó a las otras abuelas que ya conocía de la Plaza de Mayo,
nos reunimos y decidimos empezar a trabajar juntas. Éramos 12 en ese
momento", relató, y añadió : "A mi me asombró verlas con tanta serenidad
; yo era un guiñapo, un llanto continuo, las veía a ellas tan serenas
y decía 'tengo que ser como ellas' ".
Primero se dieron a conocer como « Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos
». "Pero fuimos creciendo, la gente empezó a conocernos y a llamarnos
las Abuelas de Plaza de Mayo", rememoró. Finalmente, adoptaron ese nombre.
A Chicha la esperaba aún otro golpe, poco tiempo después : el 1 de agosto
de 1977 fue asesinado su hijo, Daniel Mariani : "No se había querido
ir del país por su hijita, por Diana y por lealtad a sus compañeros
militantes. Y se quedó hasta que lo mataron, en la calle 132 y 35".
Policías, curas, jueces
Por recomendación de un juez, Chicha y su marido realizaron una denuncia
ante la Policía Federal : el efectivo que les tomó declaración, mientras
redactaba el acta, "llamaba a los gritos a todos los que pasaran por
ahí y les decía que vengan a ver a los padres de los guerrilleros de
la calle 30". Cuando ella le intentó corregir un error de ortografía
en su apellido, el policía le respondió : "Estoy acostumbrado a tomarle
declaración a las prostitutas. Ahí mi marido se levantó y tuve que pisarle
el pie para que se quedara callado", rememoró, y añadió : "Cuando estábamos
saliendo nos dijo 'no busquen a la nena, porque hizo puf y desapareció'
".
Luego, hizo innumerables gestiones ante autoridades eclesiásticas. Al
primero que consultó fue a Monseñor Emilio Graselli : "Me dijo que la
nena estaba muy alto, que tendríamos que haber ido antes y ya era demasiado
tarde, que ya no la podía conseguir". Luego, se contactó con Monseñor
Antonio Plaza, en la Catedral. "Plaza me interrogó más que ayudarme",
recordó, y agregó que el obispo la derivó a Monseñor Montes, que trabajaba
con él en la Catedral.
"La primera vez, Montes me atendió muy bien y me dijo 'yo se la voy
a conseguir' -reconstruyó Chicha-. Pero la segunda vez, estaba serio,
muy enojado. Me dijo que me dejara de molestar, que no buscara, que
me quedara quieta. 'Déjela en manos de los que la tienen, no los ponga
en peligro'. Cuando le respondí que era mi nieta a la que estaba buscando,
me señaló la puerta y me dijo : 'señora, le falta fe. Rece' ".
Luego, Chicha recordó que, junto a las Abuelas de Plaza de Mayo, visitó
el Vaticano en 18 oportunidades : nunca consiguieron que las reciban.
"Yo no tengo nada que agradecerle a la Iglesia, más bien tengo muchos
reproches. No les debo nada, sólo dolores y amarguras", sintetizó.
Lo mismo sintió respecto a sus reclamos ante la Justicia. "Íbamos siempre
a visitar a jueces, una vez por mes, de a dos o de a tres -describió-.
La Justicia no significó para mí ningún aporte. Y hablo en pasado porque
tengo esperanza en este juicio".
"Espero que de aquí salga la verdad"
Las hipótesis sobre el posible destino de Clara Anahí son varias, de
acuerdo a las versiones y testimonios que Chicha pudo ir recogiendo
durante estos 30 años.
El primer dato significativo con el que dio, lo obtuvo por un matrimonio
amigo, Elvira y Omar Cerutti. Ellos le contaron que una sobrina suya
estaba de novia con Daniel Del Arco, un policía que prestaba servicios
en la comisaría 2º de La Plata y en la DIPPBA : cuando se enteró de
que eran amigos de Chicha, el policía les contó que él había participado
en operativo del 24 de noviembre de 1976 y que sabía que la niña estaba
viva. "Saber eso me devolvió la vida", contó hoy la abuela, que a esa
altura ya estaba perdiendo las esperanzas de encontrarla.
"Le dije a los Cerutti : 'pídanle si me puede entregar la nena, que
yo le doy lo que sea, mi casa, todo. Pero que sea la nena' ", indicó
hoy Chicha. A partir de allí, comenzó una suerte de negociación con
Del Arco, a través de los Cerutti. Aparentemente, el policía sabía que
Clara Anahí estaba en manos de otro miembro de la fuerza.
Pero al poco tiempo el matrimonio la llamó, para decirle que Del Arco
se había comunicado con ellos : "Les dijo que lo había descubierto Camps,
y que andaba disparando por los campos con gran peligro para su vida.
Les dijo que no quería saber más nada, y que si seguían averiguando,
el matrimonio Cerutti iba a terminar en un zanjón".
La pareja, llorando, se negó a seguir ayudándola. "Eso fue otra muerte
para mí", sostuvo Chicha. En los '80, Elvira Cerutti murió en un accidente
automovilístico en la ruta a Mar del Plata. "Murió ahogada en un zanjón,
como le había dicho este hombre", remarcó. El policía Daniel Del Arco
declaró, en 2004, en el Juicio por la Verdad : "lo negó todo ; transpiró
muchísimo, nervioso, pero lo negó todo".
Ese mismo año, le avisaron desde la Comisión por la Memoria que una
persona se había presentado allí y que quería hablar con Chicha. Era
la mujer de Hugo Guallama -chofer de Etchecolatz-, que había participado
del ataque a la casa Mariani-Teruggi. "Me dijo que Guallama la llevó
a la casa de calle 30, le mostró dónde habían estado ellos, y le dijo
que él había estado con Etchecolatz arriba del techo", narró la abuela,
y agregó un dato que, en el marco de este juicio, cobra singular importancia
: Guallama admitió que fue él quien disparó contra Diana Teruggi, y
que lo hizo por orden de Etchecolatz. "Le dijo : 'dale, Negro, tirale
que va saliendo', y era Diana, que salía con la nena en brazos. Esto
lo cuenta la concubina de Guallama". El otro dato significativo tenía
que ver con Clara Anahí : según el policía, la habían sacado viva desde
abajo del cuerpo de su madre.
Actualmente, el ex chofer del represor se encuentra procesado y con
prisión preventiva, en el marco de la causa sobre la comisaría 5º de
La Plata que instruye el juez federal Arnaldo Corazza. "Primero negó
todo, pero después de dos meses en (el penal de) Marcos Paz, mandó una
nota al juez, diciendo que ahora recordaba todo", ironizó Chicha.
El otro elemento que aportó Guallama fue que, después de pasar por varias
manos, quien se llevó a Clara Anahí del lugar del operativo fue el comisario
Juan Fiorillo, con su lugarteniente, Carlos "El Oso" García.
Los antecedentes de ambos son más que oscuros. Fiorillo fue el responsable
de la desaparición de Felipe Vallese en 1962, fue jefe de la Unidad
Regional de la policía provincial y del Comando de Operaciones Tácticas
(COT) durante la dictadura, y tenía una oficina en la comisaría 5º cuando
la dependencia funcionó como centro clandestino de detención. "Para
mí es el monje negro de la represión", comentó Chicha. Hoy, también
está procesado y con prisión preventiva en la causa sobre la comisaría
5º, pero cumple arresto domiciliario por ser mayor de 70 años.
Carlos "El Oso" García había sido custodio de Monseñor Antonio Plaza.
Luego de su actuación como represor en la dictadura, estuvo involucrado
en una "comisión policial" que proveyó durante meses información falsa
al juez Galeano en la causa AMIA. Y tiempo después, ya retirado de la
fuerza, fue jefe de custodia del Banco Provincia.
Varias de las personas que a lo largo de estos 30 años fueron aportando
datos a la búsqueda de Chicha están citadas a declarar en este juicio
oral. Es por eso que la abuela de Clara Anahí tiene expectativas en
torno a lo que pueda surgir de la conjunción de todas estas declaraciones,
que hasta ahora están dispersas en el tiempo y en los despachos de diversas
oficinas judiciales. "Espero que de este juicio salga la verdad", expresó
hoy ante el Tribunal.
"Yo acuso a Etchecolatz ; lo acuso de la muerte directa de mi nuera,
de la desaparición de mi nieta, de lo que ha significado para ella 30
años de estar viviendo en la ignorancia de su identidad -manifestó Chicha
Mariani-, y también lo culpo del sufrimiento que me ha dado a mí y a
todas las familias, que nos han mantenido 30 años buscando con uñas
y dientes un rastro de un hueso de un hijo para tenerlo, o un rastro
de un nieto para criarlo y decirle quienes fueron sus padres".
Y añadió : "Lo veo al policía Etchecolatz con el rosario, y yo le quisiera
pedir que, en vez de rezar el rosario, alivie su conciencia diciendo
dónde está Clara Anahí. Porque él sabe. Y sabe que mataron a Diana por
su orden o con su mando".
El represor, nuevamente, no estuvo presente en la sala de audiencias
para escuchar el testimonio de Chicha Mariani : está detenido en el
penal de Marcos Paz, y pidió no asistir a esta etapa del juicio por
supuestas razones de salud. "Yo no me puedo dar el permiso de morirme
-pareció responderle hoy Chicha-. Tengo que encontrar a mi nieta".
 Mario
Teruggi
COMUNICACIÓN ACADÉMICA N° 1570
[Palabras pronunciadas por Oscar Conde el 7 de septiembre de 2002 en
la Academia Porteña del lunfardo]
HOMENAJE A
MARIO TERUGGI
Señor Presidente:
El pasado jueves 22 de agosto de 2002 murió a los 83 años en la ciudad
de La Plata el científico y escritor Mario Teruggi, que había nacido
en Dolores el 18 de febrero de 1919. Tempranamente fue
doctor en Ciencias Naturales especializado
en Geología y se perfeccionó en Petrología en la Real Escuela de Minas
de la Universidad de Londres. A su regreso al país, durante una larga
y fructífera trayectoria científica, el doctor Teruggi fue investigador
del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y posteriormente
tuvo a su cargo la dirección de esta institución. Paralelamente, realizó
una brillante carrera docente en la Facultad de Ciencias Naturales de
la Universidad Nacional de La Plata, donde llegó a ser profesor titular,
jefe de departamento, decano y profesor emérito.
Su labor científica se condensa en más de ciento veinte trabajos de
investigación y cinco libros publicados sobre su especialidad. Sedimentología
y Petrología fue reconocido en todo el mundo. Prueba de ello es que
en 1968 dos investigadores de la Universidad de Harvard, en su honor,
le dieron el nombre de "teruggita" a un mineral desconocido hasta entonces,
un arsenoborato hallado en la Puna. En 1971 recibió del gobierno de
la República Italiana la Orden del Mérito por su actuación científica.
Fue, además, miembro del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) y del Consejo de Investigaciones Científicas
de la Provincia de Buenos Aires (CIC). En los últimos años todavía se
desempeñó como Jefe del Departamento de Mineralogía y Petrología del
Museo de Ciencias Naturales de la Plata, uno de los diez más importantes
del mundo.
Sin embargo, no son estos abrumadores méritos los que quiero hoy rescatar
de Mario Teruggi, sino su amor por las letras y su estudio paciente
y sesudo del habla popular rioplatense. Porque, además de todo lo que
precede, Teruggi se hizo tiempo para escribir ficciones, ensayos y hasta
un diccionario de lunfardo. Entre sus novelas se cuentan La túnica caída
(1977), Casal de patitos (1982), El Omnium de las cornucopias (1987),
Prohibido tocar los gauchos (1994) El meteorólogo y Shakespeare (1998)
y Pozo negro (2001). También escribió un libro de relatos, Armiño y
yuyos, publicado en 1981, y un ensayo colosal sobre la última novela
de James Joyce: El Finnegam´s Wake por dentro, que lo reveló como el
mayor especialista argentino sobre el escritor irlandés.
Días antes de morir, Teruggi terminó una novela titulada Mi pariente
Tarisio (1796-1854). Hasta el último momento fue un apasionado del lenguaje
y de las palabras. Ese amor quedó atestiguado en su Diccionario de voces
lunfardas y rioplatenses, que dio a conocer en 1998, y sobre todo en
una obra capital para los estudios sobre nuestra habla popular, Panorama
de lunfardo, cuya primera edición se había publicado en 1974. En ella,
Teruggi supo desmontar los mecanismos lingüísticos de los lexemas lunfardos
y clasificar y explicar – siempre de modo sencillo, pero con altísima
precisión– los fenómenos fonéticos y morfológicos que hacen a la conformación
de los términos que integran este repertorio léxico. Este libro constituye
uno de los pocos estudios teóricos serios relativos al lunfardo, junto
a Lunfardía, Nueva Lunfardía y Aproximación al lunfardo de José Gobello;
El lunfardo de Buenos Aires, de José Barcia; Lunfardología, de Enrique
del Valle; El habla popular de Buenos Aires, de Arturo López Peña, y
El lunfardo en Salta, de Susana Martorell de Laconi.
Todo lo que le dije –sin contar lo que no dije y lo que ignoro– creo
yo que alcanza para que lo admiremos y hoy lamentemos profundamente
su muerte.
Ignoro si Mario Teruggi hubiese querido integrarse a esta Academia,
aunque es probable que sí. Creo que haberlo tratado, haberlo conocido
y haber discutido con él es algo que cualquiera de nosotros se hubiese
merecido. Al menos yo debo confesar que me quedé con las ganas.
Buenos Aires, 7 de septiembre de 2002
OSCAR CONDE
Fuente: http://ar.geocities.com/lunfa2000/1570.html

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