"Todo lo que nos rodea es
falso e irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron.
Falsas las creencias económicas que nos imbuyeron. Falsas
las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas
políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los
textos aseguran. Todo lo material, todo lo venal, transmisible
o reproductivo, es extranjero o está sometido a la hegemonía
financiera extranjera." Raúl Scalabrini Ortiz
Raúl Scalabrini Ortiz
nació en la ciudad de Corrientes cuando el siglo XIX tocaba a su
fin [14 de febrero de 1898].
Su adolescencia y juventud transcurren bajo la presión del liberalismo
conservador predominante.
Varios factores se conjugan, sin embargo, para que Raúl Scalabrini
rompa la trama del pensamiento colonial. Por un lado, su militancia
juvenil en un grupo llamado "Insurrexit", de ideología marxista,
le permite descubrir la importancia de los factores económicos y
sociales en el desarrollo histórico. Por otro su permanente deambular
por el país [por razones de trabajo viaja a La Pampa, Entre Ríos
y Catamarca] lo salvan de encerrarse en una visión porteña y le
enseñan cómo viven y cómo sueñan sus compatriotas. A esto se suma
un viaje a París, a los veintiséis años, del cual regresa hondamente
decepcionado, pues en la "Francia eterna" del "humanitarismo y los
derechos del hombre" encuentra un enorme desdén por los latinoamericanos
y una antidemocrática xenofobia de "pueblo elegido".
Además, Scalabrini busca auténticamente "su verdad" y no se contenta
con la gloria efímera que satisface a sus colegas de la pluma. En
este aspecto, su maestro Macedonio Fernández lo orienta hacia una
vida profunda, de altruismo y generosidad, donde lo individual se
diluya en aras del beneficio colectivo. "Mis días eran extrañamente
ajenos los unos a los otros... Les faltaba sometimiento a una sorpresa
más grande que ellos mismos. Les faltaba subordinación a una fe".
En esa búsqueda se halla Scalabrini cuando, en octubre de 1929,
se desencadena la crisis económica mundial. El capitalismo hace
agua por todos lados y millones de hombres son arrojados a la desocupación
y al hambre. Los países desarrollados, envueltos en la crisis, amenguan
sus efectos, descargándola sobre los países productores de materia
prima. En la Argentina se desmorona "el granero del mundo": caen
los precios de las exportaciones y baja el peso. Desocupación, hambre,
tuberculosis, delincuencia y suicidios señalan el inicio de la Década
Infame.
Una obra trascendental, de Raúl
Scalabrini Ortíz, a 53 años de su muerte, incluído dentro
del ciclo “Contame una historia” que se emitía por la
Radio Pública.
Entonces el verdadero
rostro del país vasallo se asoma a los ojos del prensador nacional
que sepa verlo. Y mientras el resto de la inteligencia argentina
juguetea con metáforas exquisitas, Raúl Scalabrini Ortiz emprende
la tarea de demostrar la verdadera realidad nacional. Hasta poco
tiempo atrás, también él se había enredado en la metafísica con
"El hombre que está solo y espera", pero ahora - 1932 - Scalabrini
hunde profundamente el escalpelo del análisis en la patria vasalla
e inicia la tarea de toda su vida. El pensamiento nacional, dormido
desde hacía décadas, se pone en marcha.
Scalabrini se pregunta
en primer lugar ¿Cómo es posible que en un país como la Argentina,
productor de carnes y cereales, haya hambre?. De allí pasa a inventariar
nuestras riquezas [ferrocarriles, frigoríficos, puertos, etc.] estudiando
en cada caso quién es el propietario de los mismos y así llega a
la conclusión de que los argentinos nada poseen, mientras el imperialismo
inglés se lleva nuestras riquezas a precios bajísimos y nos vende
sus productos encarecidos, mientras los ingleses nos succionan a
través de seguros, fletes, dividendos, jugosa renta producto de
su dominio sobre los resortes vitales de nuestra economía.
Como consecuencia de
su participación en la Revolución Radical de Paso de los Libres,
Scalabrini es desterrado a Europa en 1933. Desde allá, se aclara
aún más el grado de sometimiento argentino al imperio, pues lo que
los diarios ocultan en la Argentina, se dice en voz alta en Alemania
o Italia, especialmente debido a las rivalidades interimperialistas.
"Somos esclavos de los ingleses", se repite una y otra vez Scalabrini,
ya absolutamente convencido de que sus cifras son ciertas e irrefutables.
Desde Alemania, en 1934, escribe sus primeros artículos en los que
aborda en profundidad el problema clave de todo país semicolonial:
la cuestión nacional.
Homenaje
a Raúl Scalabrini Ortiz. Canai TV
Poco después, en 1935,
ya de regreso del exilio se lanza decididamente a la lucha contra
el imperialismo. Desde el periódico "Señales" y desde FORJA [Fuerza
de Orientación Radical de la Joven Argentina] condena uno a uno
todos los decretos de la entrega. A través de la conferencia, el
libro y los artículos periodísticos, no cesa un instante, desde
entonces, en denunciar la expoliación imperialista.
A través de las conferencias y los cuadernos de FORJA, Scalabrini
se convierte en el gran fiscal de la entrega. Pero por sobre todos
estos negociados, él apunta decididamente a la clave del sistema
colonial: el ferrocarril. Esos rieles tendidos por el capital extranjero
son "una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la
República". Es a través del ferrocarril que nuestra economía se
organiza colonialmente para entregar riqueza barata en el puerto
de Buenos Aires a los barcos ingleses y es a través del ferrocarril,
con sus tarifas parabólicas, que el imperialismo destruye todo intento
industrial en el interior, asegurando así la colocación de la cara
mercadería importada.
Por esos años, Scalabrini Ortiz se sumerge en la historia nefasta
de esos ferrocarriles y paso a paso desnuda la verdad: que los ingleses
trajeron capitales ínfimos, que aguaron esos capitales a través
de revaluaciones contables dirigidas a inflar los beneficios, concedidos
como porcentajes fijos sobre el capital, que quebraron todo intento
de comunicación interna que no fuese a dar a Buenos Aires, que subieron
y bajaron las tarifas, según sus conveniencias, para boicotear alas
industrias nacionales que compitiesen con la mercadería traída de
Londres, que obtuvieron miles de hectáreas de regalo junto a las
vías, que no cumplieron función de fomento alguna en las provincias
pobres, que hundieron unos pueblos y levantaron otros torciendo
el trazado de las líneas según sus intereses y los de sus socios:
lo oligarcas.
Allí reside, sostiene Scalabrini, el verdadero cáncer de nuestra
soberanía y en torno a él han crecido las restantes enfermedades
que han terminado por hundirnos: la moneda y el crédito manejado
por la banca extranjera, el estancamiento industria, la no explotación
de la riqueza minera, ni de la hidroelectricidad, la subordinación
a barcos, tranvías y restantes servicios públicos extranjeros, la
expoliación de los empréstitos a través del interés compuesto "Somos
una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre",reclaman
Scalabrini, Jauretche y sus muchachos de FORJA. Pero el boicot del
silencio cae sobre ellos. La superestructura creada por el imperialismo
se cierra ahogando a las voces nacionales. Ellos no cejan, sin embargo,
y desde las catacumbas van forjando la conciencia nacional. Scalabrini
publica en esos años la "Historia de los Ferrocarriles Argentinos"
y "Política Británica en el Río de la Plata".
Correspondencia
inédita Perón - Scalabrini Ortiz
Cuando se desencadena
la Segunda Guerra Mundial y ante la presión aliadófila para que
la Argentina envíe tropas al frente, Scalabrini Ortiz vuelve a hacer
punta contra el imperialismo, publicando el diario "Reconquista".
Desde allí defiende la neutralidad y lanza esta consigna: "No osdejéis
arrastrar a la catástrofe. Si os empujan, subleváos. Muramos por
la libertad de la Patria y no al servicio de los patrones extranjeros".
Así convoca a la Segunda Independencia.
Jaqueado por todas las fuerzas de la Argentina ainglesada, "Reconquista"
logra vivir ton sólo 41 días. Pero subterráneamente, el pensamiento
nacional se va infiltrando y despierta ya muchas conciencias dormidas.
Y cuando poco después el Grupo de Oficiales Unidos dé el golpe de
estado el 4 de junio de1943, alguien recordará que uno de los libros
que esos militares consideran texto obligado para su formación política
es "La Historia de los Ferrocarriles" de Scalabrini Ortiz.
Poco después lo conoce personalmente a Juan Domingo Perón, a quien
ya le sugiere la nacionalización de los ferrocarriles. El 17 de
octubre de 1945, Scalabrini Ortiz forma parte de la multitud que
irrumpe en nuestra historia para iniciar una Argentina Nueva. Ese
día, se convence de que esos hombres, a los que llama "esos de nadie
y sin nada", son los que conducirán al país hacia su nuevo destino:
".... Era el subsuelo de la patria sublevada. Era el cimiento básico
de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original....Eran
los hombres que 'estaban solos y esperaban', que iniciaban sus tareas
de reivindicación".
Pocos meses después,
Perón derrota en las urnas a los viejos partidos representantes
de una Argentina que moría irremediablemente. Scalabrini acompaña
el proceso de la campaña electoral desde las columnas del diario
"Política" y mantiene estrecho contacto con Perón, ya siendo éste
presidente. Presenta entonces varios trabajos atinentes a la nacionalización
de los ferrocarriles, pero no acepta cargos en el gobierno. Considera
que su lugar está en el llano, opinando, fiscalizando, apoyando,
pero, después de tantos años de oposición, no se considera un "hombre
de construcción".
Participa así del proceso
de la Revolución Nacional y ve caer uno a uno los eslabones de la
cadena con que el imperialismo nos sojuzgaba y que él había denunciado
sin descanso: los ferrocarriles, los teléfonos, los bancos, la exportación
y la importación, el transporte marítimo y el aéreo, los seguros,
el gas, etc. Y ve también crecer a ritmo intenso a la industria
liviana, asfixiada tantos años por la mercadería importada. Así
transcurre esos años estudiando, elaborando ideas.
Una nación económicamente
libre, socialmente justa y políticamente soberana deja atrás, como
un triste recuerdo, a aquella colonia de los años treinta. Las consignas
lanzadas por FORJA, a veces casi con las mismas palabras, son coreados
ahora por la multitud.
Pero si bien Perón reconoce en variadas oportunidades, el aporte
ideológico de Scalabrini, su gobierno no le brinda el acceso a "los
medios" para que difunda su "pedagogía nacional". La burocracia
peronista, por su parte, choca con este místico de la política,
contumaz crítico de toda desviación o inconducta. Por ello se retrae
dela vida pública y se dedica a plantar álamos en las costas del
Paraná.
Biografia: Scalabrini Ortiz -
Canal Encuentro
De esa época afirma: "Hay muchos actos y no de los menos trascendentales
de la política interna y externa del Gral. Perón que no serían aprobados
por el tribunal de ideas matrices que animaron a mi generación…..En
el dinamómetro de la política esas transigencias miden los grados
de coacción de todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras
en el amparo de sus intereses y de sus conveniencias". Y agrega:
"No debemos olvidar en ningún momento- cualesquiera sean las diferencias
de apreciación-que las opciones que nos ofrece la vida política
argentina son limitadas. No se trata de optar entre el Gral. Perón
y el Arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el Gral. Perón
y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón fortifica a Pinedo,
en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio
y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del país".
Por eso, cuando le proponen participar en un golpe contra el gobierno,
rechaza la invitación. Por eso, también, es uno de los primeros
en alistarse en la "Resistencia", en setiembre de 1955, a la caída
de Perón.
El golpe militar del
16 de setiembre propicia el retorno oligárquico. Ahora han vuelto
los hombres de paja del imperialismo, los mismos del los años treinta.
Otra vez los amigos
de los ingleses, otra vez los personeros dela oligarquía, otra vez
los pactos claudicantes, de nuevo los bancos privados, los tratados
vergonzosos, las devaluaciones para engordar las arcas de los ganaderos.
Y de nuevo entonces, piensa Scalabrini, hay que plantear como única
y absoluta prioridad: la Revolución Nacional. Todo parece volver
hacia el pasado y las ideas de Scalabrini se afirman en su vieja
lucha. Desde "El Líder", "De Frente" y "El Federalista" se constituye
en crítico implacable. Cerrados estos periódicos, escribirá desde
mediados de 1956 en la revista "Qué".
La Revolución Nacional,
por sobre todo, piensa Scalabrini y así redobla sus esfuerzos para
romper el continuismo. Esa posición lo lleva a colaborar con Frondizi
y Frigerio entendiendo que debe usar a "Qué" como vocero de sus
ideas, más allá de sus diferencias que pueda tener con los teóricos
de la burguesía nacional.
Todo el año 1957 Scalabrini ataca semana a semana las medidas retrógradas
y pro imperialistas del gobierno. Puede decirse que a través suyo
se expresa la Argentina auténtica que se niega a volver al pasado.
El 23 de febrero de 1958 el Frente Nacional, que lleva a Frondizi
para presidente, aplasta a la reacción en las urnas, pero la entrega
del poder es condicionada. Por eso Scalabrini entiende que debe
seguir apoyando, aún disintiendo en muchos aspectos, al gobierno
frondizista. Por eso también acepta la dirección de la revista "Qué",convertida
ahora en revista oficialista.
Durante poco tiempo,
sin embargo, permanece en su dirección [menos de tres meses]. La
publicación de los contratos petroleros en los últimos días de julio
de 1958,lo decide a renunciar. Escribe entonces un artículo titulado
"Aplicar al petróleo la experiencia ferroviaria" y deja constancia
de su disentimiento con los contratos, en especial con lo pactado
con la Banca Loeb. No desea, sin embargo, romper frontalmente con
el gobierno cuando éste se encuentra jaqueado por los gorilas y
prefiere irse calladamente. Por otra parte, ya está preso de un
cáncer que lo llevará a la muerte pocos meses después.
Descargar los trece Cuadernos de FORJA
aparecidos entre 1935 y 1945 (138,8 Mb)
Desde esa separación, Scalabrini Ortiz ya no actúa públicamente
pero sus amigos y sus familiares saben que una tristeza lo domina
por la traición del frondizismo. El 31 de diciembre de 1958, Frondizi
anuncia la adhesión de la Argentina al Fondo Monetario Internacional
[FMI] y en enero de 1959 se abraza con los banqueros de Wall Street;
mientras los tanques derrumban las verjas del Frigorífico Municipal
[en la ciudad de Buenos Aires] para sofocar a los obreros en huelga.
Pero Scalabrini, ya nada puede decir: está vencido por la enfermedad
y después de un período de postración, fallece el 30 de mayo de
1959.
En el cementerio, Jauretche recuerda que Scalabrini fue el maestro,
el que les permitió pasar del antiimperialismo abstracto al antiimperialismo
concreto, descubriendo la verdadera realidad argentina, como paso
previo al intento de transformarla. Por eso concluye su despedida
con estas palabras: "Raúl Scalabrini Ortiz …..Tú sabes que somos
vencedores… vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos
han tomado delo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte,
a decirte: ¡Gracias, Hermano!"
El 13/01/42 muchos amigos
de Raúl quedan perplejos al leer el siguiente aviso en los ofrecidos
de "La Prensa":
"Caballero argentino, casado, de 44 años, con amplias relaciones,
estudios universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica,
literaria y filosófica, con experiencia general y profunda de nuestro
ambiente económico y político, ex redactor de los principales diarios,
autor de varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría
dirección, administración o consulta de empresa argentina, en planta
o en proyecto, en los órdenes industria, comercial o agrario. Dirigirse
a Raúl Scalabrini Ortiz, Calle Vergara 1355, Vicente López".
Los datos del aviso son correctos. Estudios Terciarios: Es agrimensor.
Ha trabajado en los principales diarios y revistas La Nación, El
Diario de Láinez, Noticias Gráficas, El Mundo, El Hogar, Martín
Fierro, La Gaceta del Sur.
Ha recibido el Segundo Premio Municipal por "El hombre que está
solo y espera", en 1931. Ha sido traducido al alemán, inglés e italiano.
Ha dirigido un Diario "Reconquista" y prácticamente codirigido el
semanario "Señales". Ha dictado muchas conferencias. Ha publicado
poesías en "La Gaceta del Sur". Ha publicado un libro de cuentos
"La Manga".
Se ha vinculado con los hombres más importantes de su generación
en lo literario [Borges, Mellea, Marechal, A. Storni, Macedonio
Fernández] y del mundo político [E. Palacio. Jauretche, Gálvez,
los hermanos Irazusta]. Compañero de estudios de Gainza Paz, Saenz
Valiente, el negro Uriburu [C. Universitario]. Ha publicado libros
de historia y economía: "Política Británica en el Río de la Plata",
"Historia de los Ferrocarriles".
¿Por qué R.S.O pide trabajo y es desconocido para el público en
general? ¿Por qué no tiene donde expresarse?. Es un maldito y él
era consciente que eso se produciría: aislamiento, boicot, marginalidad,
etc.. El había descubierto algo importante y sabía lo que le ocurriría.
Fue conscientemente al silenciamiento.
[Publicado en Peronismo
y Liberación Nº 1, agosto 1974]
Ilustración: El Tomi, Télam, 2013
Este texto inédito corresponde a las palabras dichas por Juan José
Hernández Arregui en oportunidad de recordarse a Raúl Scalabrini
Ortiz, en el año 1972, en la Recoleta, durante la dictadura militar
de A. Lanusse.
Raúl Scalabrini Ortiz es un símbolo vivo de la inteligencia nacional.
Dotado de talento literario, no fue ni un poeta, ni un historiador,
ni un filósofo, ni un economista, pero supo congeniar, en la unidad
ensimismada de la pasión, la poesía, la historia y la economía en
una visión trascendente de la patria. Su obra tiene la potencia
de un vislumbramiento. Y la imagen del país bajo la dominación extranjera,
se aunó, en Scalabrini Ortiz, a la profecía de una Argentina rescatable
por y para los argentinos. Raúl Scalabrini Ortiz es, por encima
de todo, un ejemplo de la dignidad de la inteligencia nacional.
Deshizo idolatrías, embaucamientos, espejismos, descarnó la verdad
espectral de una Argentina subyugada y presagió la proeza más grande
de un pueblo: su liberación nacional. Fue un escritor pero desdeñó
a los escritores sin apego a la tierra. Con conciencia histórica
entrañable amó a las masas más allá de las vanidades y conveniencias
personales de la mayoría de los intelectuales, adheridos al sistema,
esto es, indiferentes o al servicio de las fuerzas extranjeras destructoras
que hicieron de la Argentina una factoría y no una nación afirmada
en sí misma. En esta atmósfera bastarda de 1930 se elevó su voz
de patriota. Silenciado, fue un anticipo y una iluminación. No tuvo
prensa. Pero sus ideas prendieron en millares de argentinos y se
amasaron con el pueblo. No cosechó aplausos. Pero hoy, ese pueblo
—gigante colectivo como él lo llamó— lo sabe suyo y lo consagra
con el nombre glorioso de patriota. Raúl Scalabrini Ortiz fue una
pasión reconcentrada. Y nada grande se ha hecho sin pasión, sin
esa fe en la tierra que es sacrificio y resistencia frente a las
invisibles sujeciones externas que nos vedan construir el destino
nacional. Fue una inteligencia clara en una época oscura, invalidada
por fuerzas oscuras, acatada por personeros oscuros, mediatizada
por intelectuales oscuros, por lacayos con fama. Raúl Scalabrini
Ortiz, es por eso, la encarnación de la inteligencia nacional digna
en medio de la indignidad del coloniaje. De un colonialismo que
todo lo corrompe y desfigura. A ese poder de los centros de dominio
mundial, Raúl Scalabrini Ortiz lo enfrentó canjeando con la certeza
casi alucinada de su destino individual, la muerte en vida por la
inmortalidad después de muerto. Eso fue y es Raúl Scalabrini Ortiz.
Raúl Scalabrini Ortiz
luchó y pensó en una Argentina en la que la causa de sus males,
tan grande era el poderío extranjero, yacía ignorada por los propios
argentinos. Scalabrini Ortiz penetró en esa esfera de claudicaciones
secretas y silencios culposos, en ese mundo de la enajenación del
país al dominador ultramarino. Intuyó las raíces del drama nacional,
verificó sospechas, anudó datos, y reveló al fin, con veracidad
ilevantable, la trama de los hechos e infidelidades que hicieron
del país una colonia británica sin luz propia. En todos sus escritos
late un sentimiento de melancolía y, a un tiempo, de esperanza en
el pueblo argentino. Jamás de de impotencia. Fe que Scalabrini Ortiz
vio personificada en las masas nacionales sin nombre, que con Perón,
habrían de ejecutar la hazaña colectiva de una Argentina manumitida
de la opresión imperialista. En aquella atmósfera de agobio material
y mental de la década infame, mostró los nudos de nuestra dependencia
disimulados tras la fachada de una historia falsificada donde los
vendidos eran proceres y los patriotas desterrados en su tierra
argentina. Vio por eso, en el genio multitudinario del pueblo, la
historia real, la historia viviente hecha por las masas depositarías
y autoras de la grandeza nacional, pues son ellas, las masas, el
instrumento de que se vale la Historia para alcanzar sus fines.
De ahí la fuerza de ese proletariado que Scalabrini Ortiz describió
en sus páginas famosas sobre el 17 de Octubre de 1945, que lo contó
como a su testigo más ilustre. Y, también, por eso, Raúl Scalabrini
Ortiz, hombre altivo y sin compromisos fáciles, vio en Perón la
historia de las masas argentinas encarnadas en un grande hombre.
Esto explica por qué la clase obrera designa en Raúl Scalabrini
Ortiz a uno de los suyos. El pensamiento de los patriotas no muere.
Vive y perdura en las masas nacionales. Los trabajadores por eso
ven en Scalabrini Ortiz a un insigne intérprete de la conciencia
nacional de los argentinos.
La revista
Peronismo y Socialismo apareció en septiembre de 1973,
dirigida por Hernández Arregui. Peronismo y Liberación
salió a la calle en agosto de 1974, luego de la muerte
de Perón, continúa la línea de Peronismo y Socialismo,
solo que cambia de nombre. El discurso de Hernández
Arregui, que se reproduce aquí, y otras notas sobre
Scalabrini Ortiz aparecieron en Peronismo y Liberación
Nº 1. Se accede a los contenidos y descarga de las revistas
en pdf desde el sitio Ruinas Digitales, haciendo clic
sobre cada una de las imágenes.
Raúl Scalabrini Ortiz
estuvo sólo. Sin embargo, un verdadero escritor nacional nunca está
solo. Su obra, inspirada en el pueblo, al pueblo vuelve. Y, tarde
o temprano, la colectividad entera lo convierte en parte dolorosa
y triunfante de la patria. De la patria a construir. Pues no hay
patria sin soberanía nacional. Bajo el dominio extranjero la patria
no es una categoría histórica inmóvil, sino lucha viva, desgarrada,
permanente, por la liberación nacional. Hay dos patrias. La de los
que la gozan, la prostituyen y la explotan. Y la de los que la padecen.
La de Raúl Scalabrini Ortiz fue una patria padecida. Una patria
oprimida. En esa patria negada por una minoría que la inmola a sus
intereses de clase y, en contraposición, afirmada por el pueblo,
Raúl Scalabrini Ortiz fue —lo repetimos— la dignidad de la inteligencia
nacional. Y eso plantea el problema de los intelectuales en los
países coloniales. En general, los intelectuales forman una capa
social admitida y palmoteada mientras cortejen con su palabra o
su silencio a la clase dirigente. En el caso argentino, y en la
época de Scalabrini Ortiz, a la oligarquía terrateniente satélite
de Gran Bretaña. Este es un fenómeno típico de todos los países
dependientes, en los que la subordinación del país crea, a su vez,
intelectuales subordinados a esa oligarquía, y en nuestros días,
a los grupos económicos ligados, en particular en la Argentina,
al imperialismo yanqui. O mejor, anglosajón. En tal orden, la “libertad”
de la inteligencia es una ficción escandalosa, o sea, “libertad”
para consentir en forma abierta o encubierta, la dependencia del
exterior. Y en esto reside la traición de los intelectuales al país
que sufre la opresión extranjera. No pueden hablar de libertad aquellos
que dependen de diarios, revistas, cátedras pagadas directa o indirectamente
por el colonialismo, y por ende, controlados por la censura oficial.
En los países coloniales —y la Argentina lo cual lucha como pueblo
sin pedir un mendrugo de gloria. La mayoría de los intelectuales,
esos que han logrado un nombre, se refugian en la abstención política,
que es una forma del sometimiento. Tales intelectuales son parte
del espectáculo colonial. Dígase cuanto se quiera, la realidad que
circunda al intelectual es política y su silencio es político. El
silencio de los intelectuales se llama traición al país. Para ellos,
ser escritor es conseguir publicidad a costa de cualquier prevaricato.
Por eso, en tanto masajistas del éxito social son no más que fugaces
pasajeros de la fama. Y el pueblo los ignora. Hablan de libertad
pero medran a la sombra del sistema que deroga la libertad del pueblo.
Si los intelectuales se apartan de la política no es por superioridad
sino por cobardía y adhesión tácita o expresa al colonialismo. Por
eso tales intelectuales en los programas de radio o televisión,
se expresan con palabras a medias, triviales, conformistas, alejadas
de los problemas ardientes del país. La dependencia colonial no
sólo es económica, es en su mediatización más innoble, colonización
intelectual. Un intelectual que calla el horror y la vergüenza del
colonialismo, es un mercenario que sirve a las potestades aciagas
que paralizan al país. El intelectual que no usa sus conocimientos
como militancia, de hecho acepta al régimen colonial que exige y
paga la existencia de una inteligencia adicta. El valor de una obra
se mide por su posición crítica frente a la época en que nace, por
la postulación de los problemas que agitan a la comunidad, y esta
misión de los intelectuales sólo es posible cuando se desafían sin
renuncias a los poderes que velan, a través de las desfiguraciones
del imperialismo y sus aliados nativos, los problemas nacionales
irresueltos. En un país colonizado la labor del escritor es militancia
política. De lo contrario es pura miseria de la inteligencia pura.
¿Cuándo la Universidad ha alzado su voz contra el colonialismo?
¿No prueba esto que la Universidad, antes que templo del saber,
es el asilo de la cultura colonial? O sea, de la invasión mental
desfuerzas extrañas a lo propio. ¿Cuándo los escritores argentinos
agremiados en la SADE han denunciado la entrega del país, los fusilamientos
de 1956, las torturas, las proscripciones políticas de millones
de argentinos? ¿Cuándo? Los trabajadores hacen bien en desconfiar
de esa “inteligencia” argentina que no osa decir su nombre mientras
el país se debate en la violencia, en la lucha por la liberación
nacional.
Suplemento de Democracia sobre Scalabrini
Ortiz (12 páginas, 1962), con textos de Manuel Gálvez, Arturo
Jauretche, Juan José Hernández Arregui, José María Rosa, Luis
Alberto Murray y otros (formato imagen)
Mas, junto a estos escritores
hay otros. Una minoría que, en rigor, representa a las mayorías
nacionales sin libros pero con conciencia de la patria avasallada.
Son intelectuales que no se resignan ante el estado de cosas establecido,
y muestran tanto los mecanismos y las lacras pestíferas de la servidumbre
colonial como el papel subalterno del la inteligencia culpable.
De esos intelectuales que mientras el pueblo lucha en las fábricas,
en las calles, aparecen en las pantallas de televisión, y del este
modo, lo sepan o no, son parle de los avisos comerciales, el lado
culto de la servidumbre cultural al imperialismo.
Los escritores auténticos saben soportar el silencio y prefieren
darle formas de ideas a las intuiciones y heroísmos colectivos convirtiéndose
así en testigos y actores de la época que les toca vivir. A esta
raza de escritores nacionales perteneció Raúl Scalabrini Ortiz,
prototipo del intelectual que hizo del pensamiento argentino militancia
política y no de la política algo negable por una inteligencia amordazada.
Así se realizó Raúl Scalabrini Ortiz
El 10 de junio de 1944,
el coronel Perón pronunció en la Universidad de La Plata la conferencia
inaugural en la Cátedra de Defensa Nacional de aquella casa de estudios.
Finalizada la disertación se trasladó al balneario del Jockey Club,
en Punta Lara, donde se le ofrecería un banquete; lo hizo en compañía
del mayor Fernando Estrada (subsecretario de Trabajo y Previsión)
de Raúl Scalabrini Ortiz y de los jóvenes dirigentes de FORJA, doctores
Rene Saúl Orsi y Miguel, López Francés. La presencia de Scalabrini
y demás militantes forjistas se explica, ya que FORJA fue la primera
agrupación política de jerarquía nacional que se solidarizó con
la orientación económico-social impresa por el coronel Perón al
gobierno constituido en junio de 1943.
Durante la reunión —de la cual participaron alrededor de cincuenta
personas, entre ellas, los generales Reynolds y Perlinger, el brigadier
Zuloaga y los doctores Baldrich y Labougle— el coronel Perón habló
extensamente con Orsi y López Francés, exponiendo con la precisión
y brillo conocidos la tesitura de su política. En esas circunstancias,
Scalabrini le hizo llegar por intermedio de Orsi un breve mensaje
escrito en la tarjeta de invitación al banquete. “Coronel: le vamos
a pedir los trencitos”, decía, ratificando así una de las demandas
esenciales del pueblo argentino toda vez que la recuperación de
los medios de comunicación por el estado constituía uno de los principales
objetivos de la lucha por la emancipación nacional
Leyó Perón el mensaje y, en seguida, apartándose del grupo, se acercó
a Scalabrini para manifestarle personalmente que si se superaban
con éxito las dificultades de todo orden que obstruían el desarrollo
del movimiento político-social en gestación, una de las primeras
medidas a adoptarse sería la compra de los ferrocarriles.
Perón cumplió, y el 1º de marzo de 1948 cuando el gobierno justicialista
tomó posesión de todos los ferrocarriles nacionales, Scalabrini
Ortiz fue invitado por el presidente de la república a concurrir
a la ceremonia oficial. Honraba Perón así al hombre que había servido
al país, con su clara inteligencia, al desvirtuar una de las mentiras
más finamente urdidas por la extranjería. como escritor y como hombre,
es decir, como argentino total. No aceptó la neutralidad de la inteligencia.
Luchó sin lamentaciones contra la montaña de falseamientos y cancelaciones
canallas de la antipatria. Y aquí debo tocar, aunque más no sea
de paso, un hecho en la vida de Raúl Scalabrini Ortiz. Como todo
gran patriota fue calumniado y odiado por los personeros de la entrega,
por el liberalismo colonial aliado a Gran Bretaña, y por la izquierda
extranjerizante que lo acusó de “nazi”, justamente a este defensor
de las masas proletarias postergadas y de la soberanía nacional
profanada por la oligarquía y el imperialismo. Pero una infamia
aún más inicua rozó a Raúl Scalabrini Ortiz. Al caer Perón, bajo
la instigación directa de Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi se
intentó apañar con su nombre la entrega del petróleo. No podemos
hacer aquí la historia de esta operación fría, imperdonable y cruel.
Pero ayer, en un diario de esta capital, se insiste en esta infamia.
Sólo diremos en este acto, que por solemne exige la verdad, que
para usufructuar el nombre de Raúl Scalabrini Ortiz, se adulteraron
los contratos con las compañías norteamericanas presentándolos como
favorables al interés nacional. Raúl Scalabrini Ortiz retrocedió
a tiempo y permaneció incorruptible ante su pueblo. Pero la amargura
de esta operación perversa fraguada por quienes se dijeron sus amigos,
lo acompañó hasta la tumba, y quedará como un estigma irredimible
en la conciencia de los culpables. Y finalmente, condenado a vivir
en la sombra, Raúl Scalabrini Ortiz alumbró toda una época.
Raúl Scalabrini Ortiz pronosticó sobre las piltrafas áureas de la
Argentina colonial, el porvenir de la Argentina liberada y su efectuación
histórica en la actividad de las grandes masas nacionales. Eso fue
Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, repetimos, es un símbolo vivo de
la inteligencia nacional.
Hace cincuenta años nos abandonó Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959)
Una vida dedicada a los más puros ideales de arte y patria se extinguió
hace medio siglo con la persona de Raúl Scalabrini Ortiz. Su nombre,
desde ese momento, se integró indeleble a la historia de nuestras
letras y nuestro pensamiento político. Redactor editorialista de
los diarios “La Nación”, “El Mundo” y “Noticias Gráficas”; crítico
teatral de la revista “El Hogar”; fundador del diario “Reconquista”,
editado en los inquietos días del año 1939, autor de “El hombre
que está solo y espera”, la más lograda radiografía del porteño,
“Política británica en el Río de la Plata”, “Historia de los ferrocarriles
argentinos” y “Los ferrocarriles deben ser argentinos”,el ilustre
escritor desaparecido puso en su obra de periodista, escritor económico
y sociólogo, el sello de una vocación sin mácula y la impronta de
un acendrado espíritu patriótico y de artista.
Convivían en Scalabrini Ortiz, en armónica conjunción de pensamiento
y arte, los factores que alguna vez, dijo Keyserling, harían al
escritor de mañana: la tribuna y la profecía, unidos a la expresión
vivaz y depurada. Al igual que casi todos los escritores de nuestro
pasado, ejerció un magisterio tanto artístico como social. La herencia
de Echeverría y Sarmiento, pensadores consumidos por el fuego nativo,
mitad artistas, mitad profetas de ideal y grandeza, se prolongaba
en este obrero de la prosa que asignaba a su pluma una misión de
redención social y engrandecimiento ciudadano. Libros como “Política
británica en el Río de la Plata” e “Historia de los ferrocarriles
argentinos” ilustran ampliamente acerca del objetivo que Scalabrini
quiso y consiguió cumplir entre sus compatriotas. La primera de
estas obras, presentaba una interpretación histórica argentina a
través de la política sudamericana del Foreign Office y del Almirantazgo,
revelando los pasos manifiestos y ocultos de los Lores en cuyas
redes prietas quedaba anudada nuestra diplomacia a través de un
panorama que se extendía desde la Revolución de Mayo hasta la creación
del Banco Central. El segundo libro demolía, a su vez, el mito del
riel “civilizador”, demostrando que, por el contrario dicho “riel”
solo había causado estancamiento económico y atraso social a nuestro
país. La tesis no sólo era seductora sino de demostración efectiva
y convincente. Los ferrocarriles de la Argentina, fundamentos de
nuestra soberanía económica, fueron creados y construidos por argentinos:
el Oste llegaba hasta Chivilcoy y marchaba en procura de la cordillera
cuando fue enajenado al extranjero. ¡Seis mil kilómetros de ferrocarriles
nacionales contaba el país cuando aparecieron las locomotoras y
los “wagons” de Birmigham para “civilizar” nuestro territorio!
Cuando Roca abandonó
su presidencia en 1886, las vías férreas ya contaban la extensión
antedicha, y en ese incremento hay que señalar realizaciones como
la del Ferrocarril Andino. Originalmente se había planeado extender
el ramal Villa María – Río IV a Mendoza y San Juan, con una eventual
prolongación a Chile. El concesionario, Juan Clark, renuncia en
1881, y la construcción del Ferrocarril Andino pasa a ser responsabilidad
del Consejo de Obras Públicas de la Nación. En mayo de 1885 el tren
llega a Mendoza y luego a San Juan, con una baratura de costos y
un rendimiento que asombra “La vía más barata y mejor construida
de la República” dice Roca en uno de sus mensajes. Lo es a tal punto,
que esos 500 kilómetros tendidos en cinco años aportan, en 1885,
un millón de pesos a las Rentas Generales de la Nación. Algo similar
ocurre con el Ferrocarril Central Norte, también propiedad de la
Nación, que a partir de 1882 se transforma en una fuente de ingresos,
autofinanciando dos de sus ramales y prolongándose a Salta.
En
familia. Material inédito de una filmación casera.
Pero esta exitosa política
estatal habría de clausurarse con la gestión presidencial de Juárez
Celman. A los tres meses de asumir el poder se vende el Ferrocarril
Andino… ¡al mismo Clark que había renunciado a construirlo! Además
se le garantizó una ganancia del 5 por ciento sobre los 12 millones
de pesos oro que había pagado para adquirir la línea. En diciembre
de 1887 se enajenan los ramales del Central Norte y luego la red
troncal, que fue comprada por una firma inglesa para transferirla
días después al Córdoba Central Railway; también en este caso la
Nación garantizó una ganancia del 5 por ciento a los adquirientes.
Poco más tarde la provincia de Buenos Aires vende el ejemplar Ferrocarril
del Oeste. “Los ferrocarriles de la provincia se llaman ahora “New
Western Railway of Buenos Aires” ¿No se parece eso a la sombra de
la bandera inglesa flameando sobre otro pedazo de territorio argentino
con más derecho del que tiene para flamear sobre las Islas Malvinas”
clamaba Carlos D´Amico en su libro “Buenos Aires, sus hombres, su
política”, escrito en 1890.
Así, en menos de diez años, aquella política ferroviaria llevada
a cabo por el Estado con sentido nacional se había frustrado. Contrariamente
a la tendencia inicial de la década, en 1890 la mayoría de los 9.500
Km. de líneas férreas pertenecía al capital inglés (los franceses
recién entraron en el negocio ferroviario en 1885). A partir de
1890, los ferrocarriles que en futuro construyera el Estado Nacional
se tenderían en zonas alejadas, escasamente pobladas, como una medida
de fomento; las grandes redes troncales eran inglesas.
Las voces de escándalo y alerta ante el despropósito de Juárez Celman
– uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia, “ilustre”
antecedente de los que harían con los ferrocarriles y el resto del
patrimonio público los traidores a la Patria de la década del 90
del siglo XX – fueron muchas, pero al igual que el período de Menem,
desestimadas. Se vendía, en pleno éxito de explotación, lo que el
país entero había construido con su esfuerzo y su ahorro. Síntesis
de estas opiniones es el comentario de El Nacional del 20 de julio
de 1887:
“¿Qué no se ha dicho
de los ferrocarriles? Todo empréstito era poco para gastarlo en
él. Ahora de la Casa Rosada sale esta prosa: el Gobierno “no” debe
hacer ferrocarriles: se declara arrepentido de haberlos hecho…”
Y sigue diciendo el diario: “El gran secreto financiero consiste,
pues, en este doble procedimiento: defender los ferrocarriles del
Estado para tener empréstitos, y renegar de ellos luego de ser administrados
por el gobierno para vender los ferrocarriles para tener dinero”.
Como en tiempos recientes, acosado por una deuda creciente en oro,
el gobierno de Juárez Celman intentaba hacerse de recursos vendiendo
los ferrocarriles del Estado, con el pretexto de que el Estado era
mal administrador… aunque las líneas enajenadas, tanto de la Nación
como de la Provincia de Buenos Aires, fueran un modelo de buena
gestión comercial. Todo ello acompañado por una intensa campaña
de propaganda que negaba el esfuerzo del pueblo y proclamaba su
infundada incapacidad e indolencia. Quienes tales cosas afirmaban
y siguen afirmando desde los medios, ni siquiera se tomaron el modesto
trabajo de investigar el origen de nuestra fuerza y desarrollo económico.
Es por 1940, que la obra de Scalabrini Ortiz encuentra el cenit
de su desarrollo y también es la fecha clave de la manumisión nacional.
Hoy se reconoce, hasta en el último rincón del país, merced al esfuerzo
denodado del escritor desaparecido, que el imperialismo extranjero
coartó nuestros esfuerzos de emancipación y libertad y que el “riel
civilizador” sólo sirvió para acuñar una locución desprestigiada
e irónica.
Durante casi veinte años correspondió a estos documentos innovadores
y lúcidos, despertar a la parte más calificada de la población al
ejercicio de la verdad. Ninguno de los que gozaron de la “investidura
de la palabra” entre nosotros, pudo ponerla como Scalabrini al servicio
desinteresado del ideal de redención ajeno. He aquí por qué la figura
del escritor se agiganta con perfiles de auténtico prócer nacional.
El magisterio del publicista, ampliado por ejercicio del periodismo,
y, ocasionalmente de la tribuna, actuó siempre al margen de toda
organización o partido político, contrariamente a lo que en la actualidad
algunos afirman. La voz de Scalabrini Ortiz no era un altavoz, sino
una conciencia. El nacionalismo que ella representaba es, en nuestro
país, una mística que no ha podido articularse aún en “plataforma”
partidaria ninguna. El pensamiento nacionalista argentino siempre
fue una mística popular y no partido. Scalabrini vivió su pasión
argentina y la hizo vivir al margen del bando y las urnas, hasta
arder en su mismo fuego múltiple y generoso. Una, dos generaciones
atrás de Scalabrini Ortiz, el ideal nacionalista no existía entre
nosotros, adormecido por los tóxicos de la reacción y el colonialismo.
Hoy, en cambio, representa el fuego en que se consumen los corazones
de la patria comenzando por los proletarios. Dicho fuego representa
la credencial de la subsistencia y salvación nacionales, antesala
de la Argentina eterna que hombres como Scalabrini Ortiz profetizaron,
entrevieron y, finalmente, ayudaron a erigir.
Homenaje
- Osvaldo
Cuesta - Consenso Bicentenario
Inspirador y jefe de
la combativa empresa de “Reconquista”, pulverizador de todos los
mitos y cloroformos de la sumisión oligárquica – Scalabrini demostró
que un obrero argentino, en 1940, se sostenía con el mismo régimen
dietético y el número de calorías de un culí asiático o africano
– bestia negra de la City y los innumerables servicios de inteligencia
británicos, varias veces encarcelado por su pasión nacional emancipadora
– el padre de quien escribe se enorgullecía de haber compartido
con él una celda de la seccional 7º en una noche del lejano 1940
– y una de las figuras más altas de la generación a la que pertenecía,
hoy es objeto de extrañas alquimias semánticas o artilugios ideológicos
para ubicarlo en territorios que nunca recorrió.
La originalidad de Scalabrini Ortiz consistió en abordar la historia
nacional y su realidad política contemporánea sin ningún tipo de
condicionamiento ideológico. No adscribía a teorías políticas nacidas
y desarrolladas en los países centrales pues logró forjar herramientas
de análisis propias. Con él, el patriotismo nostálgico de una sociedad
señorial, estática y autoritaria se transformó en un nacionalismo
vigoroso, popular y revolucionario, que trascendía la añoranza de
nación entendida como estancia propia. Un nacionalismo con olor
a moho y hedores de sepulcro, fosilizado en las formas y el culto
a los símbolos y absolutamente ajeno al análisis de los engranajes
que garantizaban la dependencia; así como también su examen de la
marginación y explotación de vastos sectores sociales trascendió
el recurso de quienes practican un pensamiento de sirga, mediante
la extrapolación de marcos teóricos ajenos, válidos en su contexto
de nacimiento pero impracticables en otras latitudes y en otras
épocas.
Scalabrini Ortiz fue la reencarnación en la Pampa, de las severas
virtudes de un Catón implacable e insobornable. Lejos, muy lejos
de las mezquindades políticas coyunturales. Es por ello que muchos
desearon para él el destino de Narsés, el general de Bizancio, cegado
y obligado a mendigar ante las murallas de Europa.
En los actuales momentos, signados por la confusión y la entropía,
que al decir de Shakespeare parecerían integrar el relato de un
loco, lleno de estruendo y de furia, que no significa nada, el testimonio
vivencial de este luchador incansable se rige en atalaya para vislumbrar
tiempos mejores.
Hasta siempre, tribuno, hoy más que nunca tu testimonio y enseñanzas
siguen vigentes. Nosotros también estamos solos, desoladamente solos,
y todavía seguimos esperando.
[Imagen de la Muestra
Pensamiento y Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires
17 de marzo - 10 de abril 2011]
"El pueblo que ha concurrido a la escuela Argentina ha aprendido
una cantidad respetabilísima de conocimientos de historia, geografía,
gramática y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación
real y actual de pueblo encadenado a una dictadura económica que
lo hunde silenciosa e implacable en la miseria el hambre, la corrupción
y el crimen."
MANUEL ORTIZ PEREYRA
RAÚL SCALABRINI ORTIZ nos ha legado, entre otros descollantes aportes
teóricos, una formulación no tan bien difundida pero que a mi criterio,
adquiere hoy una virtualidad altamente significativa. Me refiero
a aquella que subyace en El Hombre que está solo y espera, pero
que se manifiesta expresamente en una obra publicada en 1946 por
la editorial reconquista, Los ferrocarriles son del Pueblo Argentino,
bajo el subtítulo Principios básicos de un orden revolucionario,
y que reseña su tesis sobre nuestra nacionalidad.
Como todo producto teórico, y debido al proceso de la intertextualidad,
pueden encontrarse en dicha tesis, nítidas huellas de -entre otros-
MANUEL ORTIZ PEREYRA y de JOSÉ VASCONCELOS, sin dejar de mencionar
la notable y evidente influencia que ejerció sobre el "hombrecito
de los ferrocarriles" el periodista y patriota JOSÉ LUIS TORRES.
Con la intención que el eventual lector pueda tomar cabal noción
de los alcances de dicha enunciación, voy a transcribir a continuación,
una serie de párrafos especialmente seleccionados, para posteriormente,
efectuar sobre ellos unas breves consideraciones -no sin señalar
a modo liminar- que dicha tesis fue formulada en el marco de una
convulsionada época, donde debate sobre las nacionalidades se encontraba
dominado por el criterio de homogeneización étnico-racial proveniente
del modelo Alemán.
Enseñaba por entonces
SCALABRINI que "... para no errar en el método y soluciones que
se preconicen para encarar y resolver los urgentes problemas sociales
que atañen a grandes núcleos de la población y los problemas nacionales
que atañen a todos sin distinción, será indispensable tomar constantemente
en consideración los poderosos factores telúricos y étnicos que
obran en el espíritu argentino para entenderlo y en cierta manera,
universalizarlo en su comprensión (...) La inmensa distancia que
nos separa de nuestros orígenes nos acerca en espíritu a las civilizaciones
autóctonas que estuvieron aquí y que fueron aniquiladas por el hombre
blanco, porque el tiempo es equivalente a la distancia en acción
y la distancia no es nada más que el tiempo que está acostado(...)
Estamos en esta tierra como si estuviéramos en una Isla. Esa insularidad
como la distancia que nos separa del hemisferio boreal, sin que
nosotros lo sepamos influyen en la definición de nuestro temperamento
con un ahínco mucho más tenaz del que podría suponerse (...) Parte
no despreciable de la grandeza británica halló su raíz en el carácter
insular ( ...) El aislamiento isleño tiende a dar a sus habitantes
una homogeneidad difícil de alcanzar en los pueblos continentales
y una solidaridad que se ajusta en la necesidad de resolver sin
ayudas ajenas la eventualidad de los acontecimientos."
1957.
Junto a sus hijos (Foto del álbum familiar, gentileza
de su nieto Martín Scalabrini Ortiz)
Y prosigue, "... la
amalgama de aportes inmigratorios y de elementos primigenios de
la tierra se acelera en esa inusitada unidad en que se funden sin
esfuerzo el residente de larga fecha y el recién venido que asiste
con azoro a la transmutación de sus intimidades más celosas (...)
Para las doctrinas racistas esa heterogeneidad de origen es una
tara inamortizable que se expresa en palabras de resonancias ofensivas:
Pueblos mestizos. Pero en esa pluralidad de origen reside justamente
una de las firmes esperanzas de la grandeza Argentina. El producto
de procreaciones sucesivas de seres idénticos tiende a conformar
seres especializados en que las cualidades no fundamentales se relajan
hasta desaparecer. El MONOGENO es por naturaleza incomprensivo,
intolerante, y por tanto, específicamente negado a la política y
al ingenio que su realización requiere y el ingenio de la política
es la manifestación más alta de la inteligencia humana."
Así, "... el MULTIGENO, el ser de orígenes plurales, tiene brechas
abiertas hacia todos los horizontes de la comprensión tolerante.
En cada dirección de la vida, hay un antecedente que le instruye
en una benigna coparticipación de sentimientos. Nada de lo humano
le es ajeno. Nada humano le sorprende y asiste al espectáculo de
la vida como si todo hubiera sido suyo. El arquetipo del argentino
es el hijo primero de nadie que tiene que prolongarlo todo (...)
Los pueblos que se caracterizaron por su ingenio político fueron
multígenos (...) Los monógenos son técnicos y los técnicos estuvieron
siempre en subordinación de los políticos. La grandeza del hombre
no se mide por su capacidad técnica, se mide por su aptitud para
sentir e interpretar la mayor suma de almas, base de toda acción
política."
Y concluye "Sobre estos cuatro pilares: el aislamiento, la insularidad,
la unidad territorial y la pluralidad de origen se asienta la estabilidad
inconmovible de la grandeza auténtica de esa muchedumbre sudorosa
que el 17 de octubre cubría la plaza de mayo y colmaba sus espacios
con un solo reclamo articulado con la devoción de quien expresa
la raíz suficiente de su propia razón de ser."
Como surge nítidamente de los textos, el autor plantea cuatro ejes
sobre los que a su criterio, debería abordarse la cuestión de la
nacionalidad: La insularidad estructural y el consecuente aislamiento
(hechos que considera positivos a los efectos cohesivos), la unidad
territorial, y por último la pluralidad de origen. Si bien todos
los aspectos tratados por el autor resultan relevantes y deberían
constituirse en objetos centrales de la investigación académica,
voy a concentrarme en este trabajo en el último aspecto, es decir,
en la pluralidad de origen.
SCALABRINI visualizaba en su época la conformación de dos tipos
nacionales de acuerdo a la configuración étnico-racial de sus componentes;
Las MONÓGENAS, es decir aquellas dotadas de una estructura étnico
racial homogénea, y las MULTIGENAS, es decir aquellas conformadas
a partir de la pluralidad de origen. El autor ubicaba Iberoamérica
en general, y a nuestro país en particular, dentro de esta segunda
categoría.
El carácter MULTÍGENO de una nación lo determina el nivel de mixtura
racial y cultural. Dicho fenómeno para SCALABRINI se erige en el
carácter más significativo y relevante de nuestra nacionalidad,
y sobre tal evento, depositó sus mayores expectativas. He aquí una
muestra más de la lucidez de don RAÚL, quien en su tiempo, no sólo
visualizó los desafíos cada vez más complejos a los que deberá enfrentarse
el ser humano, sino además, advirtió sobre las potencialidades que
presupone la existencia en el seno de nuestra comunidad de componentes
plurales, para la comprensión y resolución de dichos desafíos.
Junto
a sus hijos (Foto del álbum familiar, gentileza de su
nieto Martín Scalabrini Ortiz)
Cabe interrogarse cuál fue la razón por la que desde diversos sectores
de la vida argentina esta conformación plural fue y es vista en
la actualidad como signo de debilidad. Para responder a dicha incógnita
debe entenderse que aún hoy, desde ciertos sectores de nuestra intelligentzia,
emerge una postura racista que, aunque no lo suficientemente explícita,
presupone la preeminencia de ciertas razas sobre otras. El modelo
de nación pan-germánica desarrollado durante el siglo pasado por
ejemplo -y aún a pesar de la derrota del eje- sigue siendo puesto
como modelo de nación exitosa. Formulaciones similares se esbozan
sobre Sajones y Nipones. Ambas tienden a identificar la homogeneidad
con la fortaleza y el mestizaje con la debilidad.
La vindicación del componente plural de nuestra raza no resulta
una enunciación original de SCALABRINI. Ya a principios del siglo
pasado, el mexicano VASCONCELOS en su Raza Cósmica definía una tesis
sobre la multigenidad. Pero la importancia del pensamiento SCALABRINIANO
en ese sentido radica en el meduloso análisis de las potencias de
un emergente plural especifico, el nuestro, el argentino.
En esta línea de ideas, debe tenerse en consideración un dato de
la realidad incontrastable: nuestra América es testigo y protagonista
a la vez de la formación de naciones de base plural. Tanto el modelo
sajón como el iberoamericano presuponen la convivencia de particularismos.
Ante tal antecedente, puede uno perfectamente interrogarse sobre
la existencia de diferencias entre un modelo y otro, y de existir
tales diferencias, cuáles son las consecuencias prácticas. Para
responder a tal enigma, hay que forzosamente retrotraerse al período
de la conquista y allí encontraremos las primeras claves para develarlo.
El proceso de conquista en la América del norte por parte de los
sajones no contempló la menor posibilidad de mixtura racial. Los
Cuáqueros poblaron inicialmente el este del continente con familias
provenientes de la Britania, y posteriormente, avanzaron hacia el
oeste eliminando todo vestigio posible de las comunidades originarias.
En todo este proceso existió un verdadero tabú sexual tendiente
a la protección racial, un verdadero mecanismo de preservación étnica
cuyo origen puede encontrarse -entre otras razones- en el nítido
carácter insular de la Gran Bretaña.
Por
el contrario, dentro del sistema diseñado por los íberos a partir
de las capitulaciones y demás normas e instituciones que establecieron
la relación entre la España y La América, la mixtura estaba perfectamente
contemplada. Cabe destacar ya que la mismísima España llega estos
lares luego de amplios períodos de profundo mestizaje, y que los
contingentes iniciales de expedicionarios eran de hombres solos.
La diferencia surge a primera vista. La nación del norte fue erigida
a partir de la preservación absoluta de los componentes étnico-culturales
del mundo sajón, y ulteriormente, ante la necesidad del ampliar
las bases humanas, se diseñó un "sueño americano", es decir un conjunto
de valores abarcativos que permitieran la integración nacional.
En cierto sentido la nacionalidad americana es de base contractual.
Resulta un verdadero contrato de adhesión.
La del sur por su parte surgió a partir de la mixturación. No hubo
tabú sexual. La mezcla inicial entre lo español y lo originario,
determinó no solamente el surgimiento de un producto sociológico
relevante, es decir de una raza nueva, sino también una forma específica
de constitución de la nacionalidad a partir del entrelazamiento.
El modelo de nacionalidad entonces no partió de preeminencia y la
convocatoria de un componente racial determinado, sino muy por el
contrario, emergió y emerge del sustrato, se construye a partir
de relaciones que se producen en el sustrato social. De allí, las
dificultades para establecer un destino y un sentido común, pero
a la vez, su potencialidad extraordinaria.
SCALABRINI comprendió la importancia estratégica de la pluralidad
de origen y nos legó una tesis que bien valdría la pena profundizar.
Aunque desde algún sector pueda tacharse de anacrónico este debate,
recomiendo a los eternos contreras tomarse el trabajo de analizar
las líneas de investigación en el campo de sociología de naciones
tan particulares como los EEUU, Inglaterra o Alemania, y además,
observar sin anteojeras, los eventos políticos que están aconteciendo
en el mundo, los que de por sí, obligan a reactualizar polémica
sobre la constitución de la nacionalidades.
Provincias como Formosa, han empezado a andar el camino a partir
de un concienzudo análisis sobre su propio ser, el ser formoseño,
como parte del ser nacional. Es de esperar que nuestro mundillo
académico contribuya de una vez por todas con éste, nuestro irrenunciable
reto colectivo.
“Todo es allí callado y receloso, el
árbol, el hombre y el plantígrado que acecha. Pero en las márgenes
de lo explorado, en cada lugar en que se reúne una voluntad humana,
en los obrajes, en los aserraderos, en los conciertos de conchavo,
en las estafetas y estaciones, ya sea en el amplio parlotear que
las cañas alimentan o en el resumido musitar de los extenuados por
el trabajo, vibraba, incesante, el mismo par de sílabas que resumía
una esperanza casi tan grande como la selva misma: Perón.
Aquel par de sílabas parecía gozar de virtudes taumatúrgicas. Era
la advocación con que aquellos seres cándidos y sufridos se dirigían
al ser – para ellos incorpóreo, invisible, intangible y sin embargo
constantemente presente – que estaba tutelando sus vidas tan lamentables
que hasta parecían olvidadas por la Divina Providencia… Perón les
había aumentado los salarios y los precios del destajo. Les había
proporcionado descanso retribuido y había corregido las balanzas
de los ingenios que son más poderosos que Dios y más ladrones que
un indio toba matrero. Había sofrenado la codicia inagotable del
obrajero y doblegado hasta el mismo Patrón Costas… Nunca les había
ocurrido eso, desde los tiempos en que Irigoyen los libró del cepo
vigente como pena hasta 1917 y les permitió conocer por primera
vez la iconografía de la libertad estampada en los billetes nacionales.
Por eso la imagen de Perón estaba allí, en un rincón del único cuarto
de todos los ranchos miserables, iluminada con la llama votiva de
una vela de sebo, en una hornacina improvisada por la devoción.
Esa era la realidad del norte argentino… En el intrincado laberinto
de la subconciencia, los pueblos habían comprendido que la revolución
se haría con Perón o no se haría. El era la rebelión contra la doble
opresión interior y exterior, contra la tiranía de las finanzas
y el título de propiedad y del colonialismo primitivista.
La esperanza había comenzado a vibrar en las selvas, en los cañaverales
y en las llanuras argentinas. Y la esperanza de los pueblos lleva
siempre un nombre de varón. Esta esperanza, que el régimen y los
colonizadores extranjeros atacaban desde todos los ángulos y con
todas las armas hasta las más desleales, estaba ya bautizada y tenía
su santo y seña: se llamaba Perón” [Política, 9 de enero de 1946]
“El pueblo escucha, mira, coteja y continúa
en silencio su tráfico habitual. El pueblo tiene esos desplantes
de gran señor, porque la conciencia del pueblo sabe adonde va aunque
lo ignore cada uno de los individuos que lo componen” [Scalabrini
Ortiz en Noticias Gráficas, 24 de junio de 1931]
“En 1930 yo había alcanzado el más alto
título que un escritor puede lograr con su pluma: el de redactor
de “La Nación”, cargó que renuncié para descender voluntariamente
a la plebeya arena en que nos debatimos los defensores de los intereses
generales del pueblo” [Qué, 1957]
“Son las multitudes argentinas las que
deciden en última instancia superando lo individual con una agudeza
e intuición estupenda. Casi siempre han aventajado a sus gobernantes
y quienes no las interroguen a diario, en vano intentarán ganar
ascendiente en ella” [Latitud, 3 de enero de 1950]
“Hay que volver a la realidad y para
ello exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución
inquebrantable de querer saber exactamente como somos” [Tierra sin
nada, tierra de profetas]
“Las verdades individuales no obran
en la dinámica social si no se delimitan y conexionan a sus semejantes,
es decir, si no obedecen a una vibración del espíritu nacional”
[Política Británica en el Río de la Plata]
“Entré al estudio de los constituyentes
económicos de mi país, no porque la economía y su cotización de
materialidades me atrajeran particularmente, sino porque no es posible
la existencia de un espíritu sin cuerpo y la economía es la técnica
de la auscultación de los pueblos enfermos” [Reconquista, 15 de
noviembre de 1939]
“Todo lo que nos rodea es falso e irreal,
falsa la historia que nos enseñaron, falsas las creencias económicas
que nos impusieron, falsas las perspectivas mundiales que nos presentan,
falsas las disyuntivas políticas que nos ofrecen, irreales las libertades
que los textos aseguran” [Política Británica en el Río de la Plata]
“A partir de 1853 la historia argentina
es la historia de la penetración económica inglesa, voluntaria al
principio, forzada al final. En la sombra, fraguaron la esclavitud
de un pueblo mantenido en el engaño” [Política Británica en el Río
de la Plata]
“Ferrocarriles, tranvías y teléfonos
y por lo menos el 50 % del capital de los establecimientos industriales
y comerciantes es propiedad de extranjeros… Todo eso explica por
qué en un pueblo exportador de materias alimenticias puede haber
hambre: ha comenzado a haber hambre.
Es que ya al nacer el trigo y el ternero no son de quién los sembró
o los crió, sino del acreedor hipotecario, del prestamista que adelantó
los fondos, del banquero que dio un empréstito al Estado, del ferrocarril,
del frigorífico, de las empresas navieras… de todos menos de él”
[Política Británica en el Río de la Plata]
“Las tentativas de conquista de 1806
y 1807 fueron errores de algunos marinos y guerreros… para eludir
la responsabilidad de los verdaderos instigadores, la historia argentina
adopta ese aire de ficción en que los protagonistas sin relación
con las duras realidades de esta vida.
Las revoluciones se explican como simple explosiones pasionales
y ocurren sin que nadie provea fondos, vituallas, municiones, armas,
equipajes. El dinero no está presente en ellas, porque rastreando
las huellas del dinero se puede llegar a descubrir los principales
movilizadores revolucionarios” [Política Británica en el Río de
la Plata]
Reseña
literaria de Raúl Osorio en la revista Caras y Caretas
del 28 de noviembre de 1931, ante la primera edición
de "El Hombre que está solo y espera".
“Entre nosotros -y esa es una característica
de los pueblos coloniales- las generaciones nacen y se suceden sin
relación de experiencia con las generaciones que la precedieron,
tal como pollos de incubadora.
La historia que es la gallina madre de los pueblos es, entre nosotros,
un relato casi mitológico en cuyo ámbito de irrealidad luchan los
malos contra los buenos. Generalmente los malos son los que de alguna
manera se connaturalizan con el pueblo. Y los buenos, los que no
entorpecieron con extemporáneos reclamos populares el arrollador
avance del capital extranjero 'indispensable para nuestro progreso'.
Es una historia casi edénica, donde los personajes están delineados
con la perfección del buril, libre de toda debilidad humana. No
tiene jamás una muela picada, ni necesitan dinero para realizar
leva de tropas, publicar diarios, viajar y vivir… Es una historia
tan intelectualmente artificiosa… que no enseña nada, porque la
vida está ausente de ella” [Qué, 18 de septiembre de 1956]
“Actualmente el pueblo argentino va
saliendo de ese marasmo satisfecho en que se lo había hundido… Está
analizando, azorado, su realidad y verifica que sus dirigentes han
colocado, poco a poco, a la república en condición de una factoría.
Pero ante este nuevo estado de espíritu popular, el capital extranjero
no permanece inerme… Se ordena y cohesiona para seguir asegurando
sus privilegios. Para ello es indispensable coartar la voluntad
del pueblo, ahogar la opinión y establecer un gobierno de fuerza
y selección… La selección se efectuará naturalmente entre los allegados
al capital extranjero que son los poseedores del prestigio social
que da el dinero… lo económico tiene hoy primacía sobre todos los
órdenes. Lo extranjero en esta tierra no es el hombre. El extranjero
que aquí vive y se multiplica es hermano e igual al argentino.
Lo extranjero aquí es el capital esclavizador y lo que no vaya contra
él, está a su favor” [Última hora, 18 de diciembre de 1933]
“La riqueza argentina es aparente, pues
el capital extranjero invertido en nuestra tierra constituye una
enorme hipoteca que succiona día a día la sangre de los argentinos”
[Política Británica en el Río de la Plata]
“La riqueza en tanto capacidad de acción,
poder, independencia, voluntad y aún espíritu, no es riqueza de
estas tierras.
Es riqueza particular de los capitalistas extranjeros, así como
el valor económico, político o social de las cosechas son del propietario
y no del peón que las sembró, cuidó y cosechó” [Señales, 8 de mayo
de 1935]
“No es exagerado suponer que hoy pululan
más de tres millones de hombres inactivos que vegetan perseguidos
por la policía, la crítica de los diarios y la más indigna miseria…
dicen que nuestra exportación aumenta. Pero, la materia exportada,
¿constituye un excedente real, un sobrante que resta después de
cubrir las necesidades de nuestro propio pueblo? ¿O son alimentos
hurtados al pueblo, energías escamoteadas?” [Política Británica
en el Río de la Plata]
“Nuestra liberación será obra de nuestra
constancia, de nuestra fe y de nuestro valor. Saber que se está
construyendo una patria es un estímulo bien grande para nuestras
pequeñas vidas. Más no olvidemos que toda obra grande es producto
de la acción, no de la meditación ni de la esperanza. La propiedad
y la libertad se conquistan” [Política Británica en el Río de la
Plata]
“Fuera de una pequeña oligarquía de
abogados e intermediarios, encargados de cuidar el orden legal conveniente
a los intereses extranjeros y de una masa amorfa de profesionales
y empleados, que ignoran el drama del país y con cuyos conocimientos
juega el periodismo, no hay más actividad lícita para los argentinos
que sembrar y cosechar trigo, maíz y lino, criar y engordar vacas
y transportar todo hasta los puertos de exportación” [Qué, 28 de
mayo de 1957]
“Los pueblos deben estar siempre atentos
a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiarse
sino en sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar
en nuestro provecho sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse…”
[Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia nacional,
16 de junio de 1937]
“El destino histórico de los argentinos
ha llegado a un punto crucial… Estamos con un pie en el aire, sobre
el abismo, como un sonámbulo. Despreocupadamente se permitió que
un grupo de venales fuera entregando al extranjero las riendas de
la economía… pero la entrega tiene un límite y ese límite un nombre:
se llama avasallamiento. El avasallamiento abandonado a su propia
inercia tiene un fin ineludible: la esclavitud y la muerte. Ese
es un punto crucial en que los caminos se bifurcan y hay que optar:
no queda más que un remedio: girar sobre sí mismos y retornar a
la reconquista de nuestro propio país” [Conferencia de FORJA, 3
de agosto de 1939]
“Luchar es en cierta manera sinónimo
de vivir. Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo.
Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta
mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la
espada y el fusil. El que no lucha se estanca, como el agua. El
que se estanca, se pudre” [Qué, 1º de octubre de 1957]
“Las revoluciones destinadas a marcar
una huella perdurable en la historia presuponen la existencia de
dos factores: el primero, un pueblo dotado de una elevada tensión
espiritual y de un ímpetu de generosidad colindante con el mesianismo…
Segundo, conductores que estén íntima e inseparablemente imbuidos
de ese espíritu, hasta el punto de ser sus intérpretes como lo fue
Lenin” [Politica, 9 de enero de 1946]
“La voluntad del número que es como
el apellido de la colectividad, debe tener primacía sobre la individual.
Ni la riqueza ni el ingenio ni la sabiduría tienen derecho a acallar
o burlar la grande voz de la necesidad de cada conjunto colectivo,
que es la voz que más se aproxima a la voluntad de destino” [El
capital, el hombre y la propiedad en la vieja y en la nueva Constitución]
“No es difícil que en la subconciencia
del país esté obrando la experiencia histórica de nuestra desastrosa
economía. Fue el progreso futuro el pretexto que sirvió para entregar
en el pasado las riendas de la economía al extranjero… El pretexto
del progreso rápido sirvió para el antiprogresismo permanente” [Carta
a Rogelio Frigerio del 1º de abril de 1958]
“Venían de las Usinas de Puerto Norte,
de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas
de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del
Riachuelo, de las hilanderías de Barrancas.
Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las
Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe,
iban el peón de tambo de Cañuelas y el tornero de precisión, el
fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y
el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento
básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez
original, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción
del terremoto.
Era el substracto de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades
colectivas allí presente en su primordial sin reatos y sin disimulos.
Era el nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de
ganas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento
y el mismo impulso, sostenidos por un misma verdad que una sola
palabra traducía: Perón… Por inusitado ensalmo, junto a mí, yo mismo
dentro, encarnado en una muchedumbre clamorosa de varios cientos
de miles almas conglomeradas en un solo ser unívoco, aislado de
sí mismo, rodeado por la animadversión de los soberbios de la fortuna,
del poder y del saber, enriquecido por las delegaciones impalpables
del trabajo de las selvas, de los cañaverales y de las praderas…,
traduciendo en la firme voz conjunta su voluntad de grandeza, consumiendo
en la misma llama los cansancios y los desalientos personales, el
espíritu de la tierra se erguía vibrando sobre la plaza de nuestros
libertadores, pleno en la confirmación de su existencia… Ahora el
milagro estaba cumplido. La sustancia del pueblo argentino, su quintaescensia
de rudimentarismo, estaba allí presente, afirmando su derecho a
implantar por sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu
desnudo de tradiciones, de orgullos sanguíneos, de vanidades sociales,
familiares o intelectuales. Estaba allí desnudo y solo, como la
chispa de un suspiro.
Aquellas multitudes que salvaron a Perón del cautiverio…, eran las
mismas multitudes que asistieron recogidas por el dolor al entierro
de Hipólito Irigoyen… Son las mismas multitudes argentinas armadas
de un poderoso instinto de orientación político e histórico que
desde 1810 obran inspiradas por los más nobles ideales cuando confían
en el conductor que las guía… Escuche las conversaciones de varios
criollos y las arengas de oradores improvisados. No encontré a nadie
que se acordara de sus problemas personales. Eran hombres sin necesidades:
inmunes al cansancio, al hambre y a la sed… Él [Perón] intérprete
fiel y libre de ataduras y compromisos… Estaban dispuestos a luchar
por él y por los ideales propios que él simbolizaba y resumía… Por
allí, alguien, un sencillo magnífico, gritó con voz estentórea:
-¡Aquí comienza la rebelión de los pueblos oprimidos!
Yo regué con una lágrima viril esas palabras para que no se marchitaran
nunca” [Borradores en poder de su esposa sobre el 17 de octubre
de 1945]
Fuente: Folleto del Centro de Estudios Nacionales Scalabrini Ortiz
censo.rosario@gmail.com | www.elortiba.net
Por Francisco José
Pestanha
[1]
"¡Creer! He allí toda la magia de la vida".
Raúl Scalabrini Ortiz
Debo reconocer que con Raúl Scalabrini Ortiz me ligan dos momentos
históricos significativos. El primero, vinculado a aquellas primeras
lecturas que influyeron marcadamente en la conformación ideológica
de mi juventud, allá por los comienzos de la década de 1980. El
segundo, operado hace unos diez años, oportunidad en que retomé
los estudios relacionados con el pensamiento nacional.
La reaparición de Scalabrini Ortiz en mi itinerario intelectual
estuvo rodeada de un componente intuitivo que me permitió, mientras
los infaustos acontecimientos políticos y sociales de los años 2000
y 2001 obliteraban las esperanzas argentinas, recordar que el autor
de Política británica en el Río de la Plata perteneció a una generación
que pergeñó en nuestro país una profunda revolución estético-cultural,
que precedió y a la vez determinó los aspectos liminares de la tremenda
convulsión política acontecida a partir de octubre de 1945.
Convergiendo con tal reencuentro,
un texto de Juan W. Wally con el que me topé providencialmente en
Internet, Generación de 1940. Grandeza y frustración[2]
-texto que afortunadamente verá la luz en
los próximos meses- confirmó mis sospechas, y me brindó numerosas
claves que demuestran que ese conglomerado de hombres y mujeres
dotados de una profunda sagacidad, de un brillo intelectual y estético
inigualables, no sólo cobrarán inusual protagonismo en las primeras
décadas del siglo pasado en el campo de lo artístico, sino que además
incidirán, a partir de su obra, en los acontecimientos sociales
y políticos de la segunda mitad del siglo pasado. Dos prolíficas
corrientes literarias revolucionarán el ambiente de la época, ciertamente
influenciadas, entre otros, por Leopoldo Lugones y Macedonio Fernández.
Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Roberto
Arlt, Armando Cascella, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque son hombres
que expresan por sí solos toda una epopeya. Pero a la vez poetas
como Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Alfonsina Storni, entre
tantos otros, emergieron como reguero para contar las cosas nuestras
a partir del milenario arte de la rima. Nuevos pintores surgieron
para pintar paisajes y sujetos comunes, y entonces, el estibador
y el gaucho adquirirán definitivamente carácter de sujeto histórico
de la mano de Quinquela Martín y Molina Campos. Comenzará además
la hora de esplendor del tango con Celedonio Flores, Osvaldo Fresedo,
Carlos Di Sarli, Juan D'Arienzo, Alfredo Le Pera, Azucena Maizani,
etc. Además, una revalorización del folclore pondrá a nuestra música
nativa en el centro de la escena, y el teatro costumbrista dará
cuenta de una maravillosa fusión americana a través de las piezas
de Samuel Eichelbaum y Armando Discépolo.
Scalabrini
Ortiz y el 17 de octubre
"Es increíble y hasta admirable el poder de persuaden
y de ejecución de nuestra oligarquía. En el mes de octubre
de 1945, el coronel Perón fue destituido y encarcelado.
El país azorado se enteraba de que el asesor de la formación
del nuevo gabinete era el doctor Federico Pinedo, personaje
a quien no puede calificarse sino con la ignominia de
su propio nombre. El Ministerio de Obras Públicas había
sido ofrecido al ingeniero Atanasio Iturbe, director
de los Ferrocarriles británicos, que optó por esconderse
detrás de un personero. El Ministerio de Hacienda sería
ocupado por el doctor Alberto Hueyo, gestor del Banco
Central y presidente de la Cade, entidad financiera
que tiene una capacidad de corrupción de muchos kilovatios.
"La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los resquicios
de la vida argentina. Los judas disfrazados de caballeros
asomaban sus fisonomías blanduzcas de hongos de antesala
y extendían sus manos pringadas de avaricia y de falsía.
Todo parecía perdido y terminado. Los hombres adictos
al coronel Perón estaban presos o fugitivos. El pueblo
permanecía quieto en una resignación sin brío, muy semejante
a una agonía.
"Con la resonancia de un anatema sacudía mi memoria
el recurso de las frases con que hace muchos años nos
estigmatizó al escritor Kasimir Edschmidt. "Nada es
durable en este continente, había escrito. Cuando tienen
dictaduras, quieren democracias. Cuando tienen democracia,
buscan dictaduras. Los pueblos trabajan para imponerse
un orden, articularse, organizarse y configurarse, pero,
en definitiva, vuelven a combatir. No pueden soportar
a nadie sobre ellos. Si hubieran tenido un Cristo o
un Napoleón, lo hubieran aniquilado".
"Pasaban los días y la inacción aletargada y sin sobresaltos
parecía justificar a los escépticos de siempre. El desaliento
húmedo y rastrero caía sobre nosotros como un ahogo
de pesadilla. Los incrédulos se jactaban de su acierto.
Ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde
estaba destinada al fracaso, porque nuestro pueblo era
de suyo cicatero, desagradecido y rutinario. La inconmovible
confianza en las fuerzas espirituales del pueblo de
mi tierra que me había sostenido en todo el transcurso
de mi vida, se disgregaba ante el rudo empellón de la
realidad.
"Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde
del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando
las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar.
Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente
de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un
poco envarada que los domingos invade los parques de
diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis
ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos,
torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras
escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas
y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en
la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre
más heteróclita que la imaginación puede concebir.
"Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías.
El descendiente de meridionales europeos, iba junto
al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro
en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún.
El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega
su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van
cubriendo los bajidos y cilancos con meandros improvisados
sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula
y desdeñable para el no avezado que ignora que es el
anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre
en hilos de entusiasmos que arribaban por la Avenida
de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.
"Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad.
Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras
las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas
de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa
Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente
López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de
las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos
de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora.
Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el
peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión,
el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y
el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era
el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman
las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del
terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y
de nuestras posibilidades colectivas allí presente en
su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el
de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita
de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo
estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una
misma verdad que una sola palabra traducía: Perón."
[Publicado en En Hechos e Ideas, febrero 1946, reproducido
por la Revista Dinamis, 1972. Fuente: www.magicasruinas.com.ar]
La revolución artístico-cultural que
protagonizó la generación décima [tal como la denomina Wally] entre
las décadas de 1920 y 1940, tendrá un componente hondamente revelador,
ya que si bien algunos de los artífices incorporarán a sus respectivas
obras ciertas herramientas propias del vanguardismo europeo, la
mayoría de los productos estéticos y culturales que emergerán en
esa época apelarán a componentes nítidamente endógenos. Hay en esta
progenie entonces una clara orientación hacia lo identitario local
-y por tanto- un evidente sentido nacional en su obra.
Scalabrini Ortiz es un claro exponente
de esta descendencia que se inició en el campo de la literatura
con un libro de cuentos y diálogos titulado La Manga [1923]. Pero
recién llegará al conocimiento público a través del El hombre que
esta solo y espera -una Biblia porteña- publicado por la editorial
Reconquista en el año 1931. Este texto, enclavado en la corriente
cultural a la que venimos refiriendo, advertirá al lector en el
prólogo que "no catalogue vacío de sentido a lo que en el interior
de este libro llamo espíritu de la tierra", del cual nosotros somos
células "infinitamente pequeñas de su cuerpo, del riñón, del estómago,
del cerebro, todas indispensables. Solamente la muchedumbre innúmera
se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son".
Entre otros factores políticos, sociológicos,
culturales y económicos que incidieron en los caracteres principales
de la producción de esta generación, podemos destacar tres.
En primer lugar, es preciso referirse
al fenómeno inmigratorio. El carácter aluvional de la gran inmigración,
en especial, en la ciudad de Buenos Aires, hará tambalear los principios
liminares sobre los que se asentaban los paradigmas socioculturales
de la época. Es por ello que estos hombres y mujeres buscarán fortalecer
desde un nuevo espíritu la cuestión identitaria, por ejemplo, apelando
provocativamente al martinfierrismo, a fin de rescatar la herencia
facúndica de nuestro país. Algunos de sus mentores, como Scalabrini
Ortiz, complementarán este rescate con una apelación al vigor de
ciertos aportes de los numerosos grupos que llegaban al país para
asentarse definitivamente, y desarrollarán en consecuencia una tesis
multígena para dar cuenta del componente social argentino.
En segundo lugar, los integrantes de
esta descendencia serán testigos de un fenómeno pocas veces analizado
con rigurosidad suficiente: la convergencia de los orilleros. Entre
finales de la década de 1920 y principios de la de 1930 convergerán
en las márgenes de la metrópoli aquellos primeros orilleros desplazados
desde hacía décadas por el impulso del "progreso" de los vencedores
de la batalla de Caseros; nuevas camadas de inmigrantes negados
de tierras y asentados en las orillas de la urbe, y los migrantes
internos, población rural expulsada de las labores agrícolas debido
a la crisis del modelo agro-exportador del año 1930. Este fenómeno
sociológico sería de notable importancia de cara a los procesos
políticos que se avecinaban y daría lugar a nuevas expectativas
que serían retratadas por nuestros artistas.
En tercer lugar, el rescate de la herencia federal del siglo XIX
efectuada por el revisionismo histórico y la formación de las primeras
corrientes nacionalistas provocarán una profunda reacción contra
la anglofilia y la francofilia de las elites culturales de Buenos
Aires, y por tanto, determinarán que un sector importante de esta
generación se oriente hacia la búsqueda de los rasgos principales
de la identidad cultural y política local. Debe tenerse en cuenta
además que tanto Scalabrini, Jauretche como Manzi son hombres nacidos
en las provincias [Scalabrini nace el 14 de abril de 1898 en Corrientes]
que alternan en la gran metrópoli. Esta dimensión provinciana se
manifestará posteriormente en el ideario integrador forjista que
se conocerá luego como nacionalismo popular. Cabe además señalar
que este proceso se verá enriquecido por algunos aportes de las
miradas de orientación socialista muy características en las primeras
décadas del siglo pasado.
Por último, es preciso manifestar que
esta profunda revolución estético-cultural no se circunscribió estrictamente
al ambiente artístico. La reafirmación americana cruzó toda la vida
argentina extendiéndose inclusive al campo de lo científico, a partir
de luminarias como Carlos Astrada, Nimio de Anquín, Carlos Cossio,
Arturo Sampay, Rafael Bielsa, Ernesto Palacio, Saúl Taborda, Tomás
Casares, Leonardo Castellani, Juan Mantovani, Rodolfo Irazusta,
Julio Irazusta y Manuel Savio, entre otras.
Antes de concentrarnos específicamente
en el fenómeno forjista, cabe hacer una breve referencia al itinerario
intelectual de Scalabrini Ortiz, ciertamente compartido por otros
exponentes del nacionalismo argentino. El joven Scalabrini, durante
su paso por la Facultad de Ciencias Físicas y Naturales de la Universidad
de Buenos Aires, participa activamente en una agrupación política
estudiantil denominada Insurrexit de orientación socialista revolucionaria.
Esta transición por la izquierda que deja una profunda "huella en
su espíritu"[3]
era bastante natural en aquellos jóvenes, ya que en la década de
1920, la izquierda y el anarquismo aparecían como el primer elemento
de reacción contra el sistema opresivo. Además, Scalabrini proviene
de una tradición positivista impresa por su padre, Pedro Scalabrini,
un prestigioso naturalista. Nótese en este sentido, que igual itinerario
comparten Ramón Doll, quien tuvo un origen socialista incorporándose
al nacionalismo en 1936, y Ernesto Palacio, quien en su juventud
coqueteó con el anarquismo para luego evolucionar hacia el ideario
nacionalista. Aunque perteneciente a una generación anterior, el
mismísimo Leopoldo Lugones adhirió al socialismo junto a José Ingenieros,
Roberto Payró, Ernesto de la Cárcova, e inclusive llegó a escribir
en el periódico socialista "La Vanguardia".
El derrotero posterior de Scalabrini hacia el ideario nacionalista
y popular probablemente será consecuencia no sólo de sus propias
apreciaciones y descubrimientos respecto a la incidencia de Gran
Bretaña en nuestra vida institucional y económica. Además de Macedonio
Fernández, influirán en su pensamiento autores de la talla de José
Luis Torres, Ernesto Palacio y los hermanos Irazusta, con los cuales
cultivará una intensa amistad. Un primer y decepcionante viaje al
Viejo Continente en 1924, y otro, en 1933, esta vez con motivo de
su exilio, confirmarán definitivamente sus preferencias y su compromiso
con la patria que lo vio nacer.
La aparición en su vida de don Arturo Jauretche en oportunidad de
integrarse este último al periódico Señales[4],
sobre el cual Raúl ejercía una influencia ideológica decisiva, llevará
a Scalabrini a acercarse en el año 1935 a una agrupación denominada
FORJA, Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina, nucleamiento
de clara orientación yrigoyenista. Allí dará su primera conferencia
el 30 de septiembre de 1945.
Scalabrini nunca perteneció a
la Unión Cívica Radical. De la copiosa información que surge del
repositorio documental que perteneciera a Francisco José Capelli
-último secretario general de la agrupación- y que afortunadamente
ha sido rescatado para los investigadores[5],
surge visiblemente que Scalabrini descreía absolutamente de la capacidad
revolucionaria de un radicalismo, ya por entonces, absolutamente
cooptado en su dirección por las huestes alvearistas, y por tanto,
acoplado armónicamente al orden oligárquico impuesto por el justismo.
1938.
Junto al gobernador de Entre Ríos, Héctor Maya y otros
funcionarios (Foto del álbum familiar, gentileza de
su nieto Martín Scalabrini Ortiz)
Scalabrini se integrará formalmente
a FORJA cinco años después de su fundación, cuando reformado el
estatuto, se elimina el requisito de afiliación al radicalismo.
Sin embargo, el compromiso inicial que asumió con la agrupación
le permitirá en poco tiempo ir convirtiéndose, como afirma Norberto
Galasso, en "su principal teórico"[6]
FORJA se estructurará entonces bajo dos pilares.
Mientras Arturo Jauretche se concentrará en importantísimas labores
de construcción y articulación político-institucional, Scalabrini
centralizará su actividad en la producción teórica, y por tanto,
impulsará entre otras acciones la publicación de los legendarios
cuadernos [13 en total]. Resulta notoriamente falsa la afirmación
que circula por ciertos cenáculos respecto de que FORJA era una
agrupación estrictamente radical. Scalabrini, como sostuvimos, se
incorpora a ella desde sus comienzos informalmente pero adquiere,
como ya se ha dicho, una importancia vital para la organización.
Por su parte, la presencia activa de hombres de la talla de Miguel
López Francés, quien luego será el corazón del gobierno de Mercante,
Nicanor García, el jefe de FORJA Mar del Plata, quizás la filial
más importante en el interior del país, y Darío Alessandro, entre
otros, probará que FORJA contuvo en su seno y desde sus inicios
expresiones no vinculadas al partido centenario.
Resulta además inexacto afirmar que FORJA fue
una agrupación esencialmente integrada por intelectuales. Muy por
el contrario, la labor articuladora de Jauretche permitió, en primera
instancia y a través de la figura del legendario Libertario Ferrari,
contribuir con la incipiente nacionalización de las conciencias
de las clases trabajadoras argentinas. Numerosas obras así lo acreditan,
entre las que se destacan las de Hiroshi Matsushita[7]
y Cristián Buchrucker[8].
Libertario Ferrari llega a ser miembro de la conducción de la CGT,
y paulatinamente transmitirá los contenidos forjistas al seno del
movimiento obrero. Entre tantos resultados, los documentos de FORJA
contribuirán a fortalecer la conciencia obrera respecto al imperialismo
real, es decir, el británico, ya que, tal como explican antiguos
militantes del campo sindical, mientras la diatriba de los componentes
de la izquierda tradicional insistía en vincular al imperialismo
yanqui con todos nuestros males, los obreros eran plenamente conscientes
de que las empresas estratégicas de nuestro país estaban bajo dominio
británico. El trabajador, cuya inteligencia intuitiva es vital,
encontrará en el discurso forjista los argumentos para denunciar
lo que ya se sabía que sucedía. Por su parte, la acción forjista
influirá en los cuadros militares de la logia creada por el General
Perón [GOU], en especial, a través de la relación de Jauretche con
el mayor Estrada. De esta forma, cuadros militares jóvenes accederán,
gracias a esta relación, a los trabajos de, entre otros, Scalabrini,
Torres y Del Río.
La labor de Scalabrini en FORJA
proseguirá hasta el 1 de febrero de 1943, fecha en que abandona
la agrupación por ciertas discrepancias con su conducción. Es a
partir de esa fecha que dejarán de producirse los cuadernos y que
la creación teórica de FORJA disminuirá, reduciéndose fundamentalmente
a las labores preparatorias para la convulsión futura. En tal sentido,
FORJA es casi la única agrupación que saldrá a manifestarse a favor
del pronunciamiento del 4 junio de 1943.
Obra
de Raúl Scalabrini Ortiz
1923 "La Manga" (cuentos)
1931 "El hombre que está solo y espera"
1934 "La Gaceta de Buenos Aires" (artículos periodísticos)
1935 "Señales" (artículos periodísticos)
1936 "Política Británica en el Río de la Plata" (Cuaderno
de FORJA)
1937 "Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia
nacional"(folleto)
1938 "El petróleo argentino" (Cuaderno de FORJA)
1938 "Historia del Ferrocarril Central Córdoba" (Cuaderno
de fORJA)
1938 "Historia de los Ferrocarriles" (Revista Servir)
1939 "Historia del Primer Empréstito" (Cuaderno de FORJA)
1939 "Reconquista" (artículos periodísticos)
1940 "Política británica en el Río de la Plata"
1940 "Historia de los Ferrocarriles Argentinos"
1942 "La gota de agua" (folleto)
1946 "Los ferrocarriles deben ser del pueblo argentino"
1946 "Defendamos los ferrocarriles del Estado" (folleto)
1946 "Tierra sin nada, tierra de profetas" (poesías
y ensayos)
1948 "Yrigoyen y Perón, identidad de una línea histórica"(folleto)
1948 "El capital, el hombre y la propiedad en la vieja
y la nueva Constitución Argentina" (folleto)
1950 "Perspectivas para una esperanza argentina" (folleto)
1955/56 "El Líder" y "El Federalista", "De Frente" (artículos
periodísticos)
1957 "Aquí se aprende a defender a la Patria" (folleto)
1957/58 "Qué" (artículos periodísticos)
1960 "Cuatro verdades sobre la crisis" (folleto)
1965 "Bases para la Reconstrucción Nacional" (recopilación
de artículos)
1973 En Punta Alta (Pcia. de Buenos Aires) a cargo del
Centro de Estudios Argentinos "Raúl Scalabrini Ortíz",
se publica la 1ra. Edición un apunte biográfico.
1989 En Neuquén, la ATPUNC publica (en versión corregida)
la 2da. Edición, desde donde tomamos parte de la información
que contiene esta página de "Los Malditos"
[www.discepolo.org]
No obstante su alejamiento, Scalabrini
dejará una impronta imborrable en la organización, no solamente
en lo que respecta a la denuncia de los oscuros lazos que nos unían
a un imperio como el británico, sino a otras cuestiones sumamente
vitales para el futuro de nuestro país que aún hoy no han sido definidas,
y en especial, aquella que refiere a la cuestión de nuestra conformación
nacional.
En un breve ensayo que denomina Principios para un orden revolucionario[9],
texto cuya ubicación se torna bastante dificultosa, ya que no ha
sido reeditado, y que fuera escrito a principios de 1946, Scalabrini
define los caracteres de nuestra nación a la que asigna el carácter
de multígena. El autor observaba en su época una tendencia hacia
la conformación de al menos dos tipologías nacionales: la monógena,
basada en ciertos componentes homogéneos en materia étnico-racial
y cultural, y cuya referencia principal era el modelo alemán, y
la multígena, correspondiente a aquellas comunidades de base diversa
como la nuestra. Rescatando entonces la idea vasconceliana de la
raza cósmica y del encuentro, pero sin desconocer los componentes
altamente traumáticos del proceso de la conquista, Scalabrini, mirando
directamente a la realidad, presta especial atención a los caracteres
diversos que conviven en nuestra nación real y a la dimensión inclusiva
de tal convivencia. Scalabrini encuentra allí una multigeneidad
que ya tiene su idioma, su historia, sus instituciones, sus costumbres,
su cultura, es decir, una integración que se extiende hacia los
primeros habitantes de estas tierras y que resulta sumamente valiosa.
Como hombre proveniente de una tradición paterna naturalista,
Scalabrini sabe que en la naturaleza la homogeneidad es sinónimo
de muerte y la heterogeneidad es sinónimo de vida, y por tanto,
nuestra diversidad constitutiva debe ser apreciada y eficazmente
conducida.
Scalabrini es esencialmente un patriota, ama a su tierra, y se esmera
por desarrollar una teoría de lo nacional sobre la base de la realidad,
de lo que es, en definitiva, el ser. Por eso incorpora al pueblo
concreto en el concepto de nación, distanciándose así de otros nacionalistas
que interpretaban que la nación había sido derogada en la batalla
de Caseros. Esta noción de nación es retomada por Juan Domingo Perón,
un criollo que supo comprender la multigeneidad de nuestros orígenes
y llevarla a la práctica en sus acciones.
Por último, Scalabrini nos deja otra
enseñanza. Mientras luchaba denodadamente por la nacionalización
de las empresas de servicios y la independencia económica, promovía
una verdadera democratización del país a través de la formación
de "nuevos cuadros patrióticos, nuevos diputados patrióticos, nuevos
gerentes patrióticos". Coincide entonces con Arturo Jauretche y
con Ernesto Palacio en que la Argentina necesitaba nuevas elites
con conciencia nacional para llevar a cabo una empresa nacional.
Más de cincuenta años después, similar mensaje nos legó Fermín Chávez,
quien al sostener que "las crisis argentinas son primero ontológicas,
después éticas, políticas, epistemológicas y recién por último económicas",
nos advirtió que sólo una elite dirigente ligada orgánicamente a
su pueblo y dotada de nítido compromiso nacional podrá superar ese
trance ontológico que nos impide conducirnos hacia el destino digno
y autosuficiente que nos merecemos
[1]
Francisco José Pestanha: es docente universitario y ensayista.
Es secretario académico de la Comisión Permanente de
Homenaje a FORJA y Presidente del Instituto de Estudios
Estratégicos Malvinas, Patagonia e Islas del Atlántico Sur.
Es coautor de "FORJA, 70 años de Pensamiento Nacional" en
tres tomos editado por la Corporación Buenos Aires Sur,
y autor entre otras obras de ¿Existe un Pensamiento nacional?
de Editorial FABRO. [2]
Juan W. Wally, "Generación de 1940. Grandeza y frustración",
www.pensamientonacional.com.ar
[3]Norberto Galasso, "Scalabrini Ortiz",
Cuadernos de Crisis, noviembre de 1975. [4]En Señales escribirán también
Manuel Ortiz Pereyra, Amable Gutiérrez Diez, Manuel Ugarte
y Luciano Catalano. [5]El repositorio se encuentra
en el Museo FORJA, patrocinado por la Corporación Buenos
Aires Sur. Para contactarse:
museoforja@argentina.com o telefónicamente al [011]
15 6058 0105. [6]Norberto Galasso, "Scalabrini
Ortiz", Cuadernos de Crisis, noviembre de 1975. [7]
Hiroshi Matsushita, "Movimiento Obrero
Argentino. 1930-1945", Editorial Hyspamerica, 1986. [8]
Cristian Buchrucker, "Nacionalismo
y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial.
1920-1955", Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1987. [9]
Raúl Scalabrini Ortiz, "Yrigoyen y Perón", Editorial
Plus Ultra, 1972.
Por Roberto Bardini "Estos asuntos de economía y finanzas
son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren
saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte
hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de
robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender
la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros".
Raúl Scalabrini Ortiz
Este consejo simple y genial, vigente hasta hoy, puede leerse en
una recopilación de artículos periodísticos titulada Bases para
la Reconstrucción Nacional [Editorial Plus Ultra, 1965]. Su autor
es Raúl Scalabrini Ortiz [1898-1959], un ingeniero nacido en Paraná,
Corrientes, el 14 de febrero de 1898.
Conferencista, autor de cinco libros [entre ellos El Hombre que
está Solo y Espera, 1931], varios folletos y gran cantidad de artículos
periodísticos, durante muchos años Scalabrini Ortiz fue silenciado
por la prensa oficial, combatido por conservadores y liberales,
despreciado por las editoriales 'cultas' e ignorado por la mayoría
de la izquierda. Hoy su obra tiene tanta vigencia como en su época.
El 4 de octubre de 1929 estalla el 'jueves negro' de Wall Street:
la caída de la bolsa en Nueva York desencadena una crisis económica
mundial que se extiende toda la década siguiente. En Argentina caen
los precios de las exportaciones, se devalúa el peso, crece la desocupación.
En 1930, con el primer golpe militar del siglo XX contra un gobierno
democrático, el presidente Hipólito Yrigoyen es derrocado y comienza
la Década Infame.
2009
- Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz
Decreto 2185/2008
Declárase el año 2009 como el “Año de Homenaje a Raúl
Scalabrini Ortiz”.
Bs. As., 22/12/2008 VISTO el Expediente Nº 24.769/08
del Registro de la SECRETARIA GENERAL DE LA PRESIDENCIA
DE LA NACION y, CONSIDERANDO: Que el próximo 30 de mayo
de 2009 se cumplen CINCUENTA [50] años de la desaparición
física del destacado pensador y escritor nacional Raúl
SCALABRINI ORTIZ.
Que el PODER EJECUTIVO NACIONAL considera importante
resaltar y difundir la labor de quien realizara tan
importantes aportes para la defensa del ser nacional.
Que Raúl SCALABRINI ORTIZ perteneció a una generación
que hizo propias las consignas del desarrollo de la
industria nacional y la lucha contra el colonialismo
dilucidando la historia oficial.
Que el pensamiento nacional se vio ampliamente enriquecido
por los aportes de este intelectual, entre cuyas obras,
se inscriben: “El hombre que está solo y espera”; “Los
ferrocarriles deben ser del pueblo argentino”; “Bases
para la reconstrucción nacional”, “Política Británica
en el Río de la Plata”, “Historia de los Ferrocarriles
Argentinos”; entre otras.
Que la vigencia de su pensamiento a CINCUENTA [50] años
de su desaparición puede resumirse en las palabras que
Arturo JAURETCHE pronunciara en su homenaje: “...más
allá del estrecho límite de los partidos y de las fracciones,
de los perecederos gobiernos, de la transitoriedad de
los éxitos y las derrotas. Somos vencedores en esta
conciencia definitiva que los argentinos hemos tomado
de lo argentino”.
Que la vida e historia del pensador Raúl SCALABRINI
ORTIZ son un ejemplo a seguir por la ciudadanía argentina.
Que el servicio jurídico pertinente ha tomado la intervención
que le compete.
Que el presente se dicta en uso de las facultades otorgadas
por el artículo 99, inciso 1 de la CONSTITUCION NACIONAL.
Por ello, LA PRESIDENTA DE LA NACION ARGENTINA DECRETA:
Artículo 1º - Declárase el año 2009 como el “Año de
Homenaje a Raúl SCALABRINI ORTIZ”.
Art. 2º - Dispónese que a partir del 1º de enero de
2009, toda la papelería oficial a utilizar en la ADMINISTRACION
PUBLICA NACIONAL, centralizada y descentralizada, así
como en los Entes autárquicos dependientes de ésta,
deberá llevar en el margen superior derecho un sello
con la leyenda “2009 -Año de Homenaje a Raúl SCALABRINI
ORTIZ”.
Art. 3º - En orden a lo establecido en el artículo 1º
del presente, el PODER EJECUTIVO NACIONAL auspiciará
actividades, seminarios, conferencias y programas educativos
que contribuyan a la difusión en el país de la trayectoria
pública de Raúl SCALABRINI ORTIZ, para valorizar a aquellos
hombres excepcionales que contribuyeron con el pensamiento
nacional.
Art. 4º - Comuníquese, publíquese, dése a la Dirección
Nacional del Registro Oficial, y archívese.
- FERNANDEZ DE KIRCHNER. - Sergio T. Massa. - Aníbal
F. Randazzo.
Scalabrini
Ortiz es agrimensor y quiere saber por qué en Argentina, 'el granero
del mundo', hay hambre. Hace un inventario de todos los puertos,
ferrocarriles y frigoríficos e indaga quiénes son los dueños. Descubre
que Inglaterra se lleva todas las ganancias. Inicia entonces la
labor que ocupará el resto de su vida: denunciar el dominio financiero
de Gran Bretaña y señalar a sus cómplices locales.
En 1933, Scalabrini escribe en el diario Noticias Gráficas: '[...]
ya hemos entregado al capital extranjero las vías de comunicación
terrestre y fluviales y el monopolio del comercio de granos y de
la industria de la carne. Todo aquí está bajo el dominio extranjero.
Extranjero es la mayoría del capital bancario, extranjeras las grandes
empresas de recreaciones públicas, extranjera una parte abrumadora
del capital invertido en hipotecas, extranjeros los tranvías y los
medios urbanos de movilidad, extranjeros los poseedores de acciones
de una increíble proporción de sociedades anónimas que embanderan
sus edificios en los días patrios. Extranjeros son también los acreedores
del Estado [...]'.
¿Cómo era aquella época en Argentina? Sir David Kelly, ex embajador
británico en 1919-1920 y 1942-1946, es autor de El Poder detrás
del Trono [editorial Coyoacán, Buenos Aires, 1962], un ilustrativo
librito de 80 páginas, hoy difícil de conseguir. El título hace
referencia al Círculo de Armas, un selecto núcleo reunido a la sombra
del exclusivo Jockey Club. En las paredes del Círculo había fotografías
de políticos, generales y almirantes ingleses de las dos guerras
mundiales -desde lord Horatio Kitchener hasta Bernard Montgomey,
lord de El Alamein- con sus correspondientes dedicatorias.
En el prólogo al libro, Jorge Abelardo Ramos escribe: 'Toda la fuerza
del imperialismo inglés en Argentina habría resultado insuficiente
sin esa anglofilia de que estaban penetrados todos los partidos,
desde el partido conservador hasta el radical alvearista, desde
el socialismo de Juan B. Justo hasta el comunismo de Codovilla,
desde el librecambismo universitario hasta la literatura de Borges,
desde los toros Shorton hasta los caballos pur sang. Mariano de
Vedia y Mitre traducía, en los ratos que le dejaba libre la Intendencia
Municipal durante la Década Infame, a Byron, y Julio Roca, el vicepresidente,
a Shelley. Los laboriosos versos aparecían publicados en La Nación,
mientras el presidente de los ferrocarriles británicos en Argentina,
Guillermo Leguizamón, era llamado por sus íntimos, y trascendía
al lenguaje amable de los diarios, sir William. No escapaban al
admirado modelo insular ni los pinches que escribían a máquina en
la embajada argentina en Londres; un mes después de haber abandonado
Corrientes y Esmeralda estaban en Inglaterra de rodillas se cubrían
el cráneo con una galerita, llevaban sobretodo largo y caminaban
con un paraguas en la mano'.
En 1935, Scalabrini Ortiz es uno de los fundadores de la Fuerza
de Orientación Radical de la Juventud Argentina [FORJA], junto a
Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, Homero Manzi,
Julio Darío Alessandro y otros. FORJA nace como una tendencia interna
de la Unión Cívica Radical, de la que se separará en 1940. El grupo
funciona en un viejo sótano de la avenida Corrientes al 1200 y reúne
a unos 200 jóvenes que, en gran parte, son de clase media. Su ideología
se encuadra dentro del nacionalismo popular y su manifiesto afirma:
'Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre'.
Los forjistas son acusados simultáneamente de 'marxistas', 'nazis'
y 'pro estadounidenses'. Ellos replican: 'Ni conservadores, ni socialistas,
ni radicales, ni comunistas, ni fascistas pueden decir al pueblo
la verdad sobre la tragedia que vive la patria'.
A través de las conferencias
y los Cuadernos de FORJA, Scalabrini se convierte en el gran fiscal
nacional contra la entrega. Apunta y da en el blanco del problema
clave de entonces: la red de ferrocarriles controlados por Inglaterra,
a la que define como 'una inmensa tela de araña metálica donde está
aprisionada la República'.
Los británicos, afirma Scalabrini, aportaron capitales mínimos,
inflaron los beneficios, aumentaron o bajaron las tarifas para boicotear
a las industrias nacionales, recibieron miles de hectáreas de regalo
junto a las vías, no cumplieron ninguna función de fomento en las
provincias pobres. Además, trazaron el tendido de acuerdo a sus
intereses comerciales: los rieles, en lugar de comunicar el país
de norte a sur, confluyen a Buenos Aires, la ciudad-puerto, capital
del país-factoría.
En El poder detrás del Trono, David Kelly escribe: 'La colonia británica
[en Buenos Aires], aunque menos importante que cuando la conocí
en 1919, era todavía la más numerosa y más próspera colonia británica
fuera del Imperio'. El ex embajador afirma que el control de los
ferrocarriles estaba en Londres, 'en mano de una docena o más de
directores ya ancianos, de los cuales la mayoría eran gerentes retirados
sin influencias, y que vivían recordando la Argentina de antes de
1914'. Y agrega que de 'los viejos directores londinenses, dicho
sea de paso, ni uno solo había visitado el país por largos años'.
Scalabrini condena desde el semanario Señales, la entrega del país
a las empresas inglesas. Tenaz, publica varios Cuadernos de FORJA:
Política Británica en el Río de la Plata [1936], Los Ferrocarriles,
Factor Primordial de la Independencia Nacional [folleto, 1937],
El Petróleo Argentino [1938], Historia del Ferrocarril Central Córdoba
[1938], Historia de los Ferrocarriles [Revista Servir, 1938] e Historia
del Primer Empréstito [1939]. En 1940 publica dos libros: Historia
de los Ferrocarriles Argentinos y Política Británica en el Río de
la Plata.
En su prólogo a El Poder detrás del Trono, escrito en 1962, Abelardo
Ramos señala: 'Hace 150 años que los ingleses empezaron a intervenir
decisivamente en nuestra vida, y sin embargo el material de lectura
y estudio que pueden consultar los interesados es insignificante.
No será ocioso añadir que aquellos patriotas que como Scalabrini
Ortiz se atrevieron a desgarrar el velo de silencio sobre la rapiña
británica, fueron borrados de la vida pública y declarados muertos
civiles'.
En 1942, Scalabrini no tenía trabajo. El 13 de enero de ese año
publicó en el diario La Prensa el siguiente aviso:
'Caballero argentino, casado de 44 años, con amplias relaciones,
estudios universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica,
literaria y filosófico, con experiencia general y profunda de nuestro
ambiente económico y político, ex redactor de los principales diarios,
autor de varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría
dirección, administración o consulta de empresa argentina, en planta
o en proyecto, en los órdenes de la industria, comercial o agrario.
Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz, calle Vergara 1355, Vicente López'.
El ingeniero se adelantó en 50 ó 60 años a varios de sus compatriotas
que hoy manejan un taxi o despachan en un kiosko. Murió el 30 de
mayo de 1959, a los 61 años. Había vuelto a trabajar como agrimensor
y vivía modestamente con su esposa y sus cinco hijos.
Imagen: Alberto Breccia: El hombre
que está solo y espera.
1- La política británica. El ferrocarril como factor primordial
del antiprogreso
Si bien la década infame se caracterizó por un alto nivel de corrupción
inescrupulosa, la cada vez mayor dependencia económica de Inglaterra,
su control sobre nuestra economía y a través de ella de nuestra
soberanía, que nos impedía desarrollarnos como nación y forjar nuestro
propio destino, hizo de aquellos años los años infame. Pero para
muchos argentinos nuestro principal mal radicaba en la corrupción
y por lo tanto el problema de los ferrocarriles era su corrupción,
sin ver que era el arma más poderosa de Gran Bretaña para mantenernos
a su merced.
Raúl Scalabrini Ortiz, en cambio, consideraba al ferrocarril como
principal arma de sometimiento y así lo analizaba y denunciaba.
"El instrumento más poderoso de la hegemonía inglesa entre nosotros
es el ferrocarril. El arma del ferrocarril es la tarifa... Con ella
se pueden impedir industrias, crear zonas de privilegio, fomentar
regiones, estimular cultivos especiales y hasta destruir ciudades
florecientes. Es un arma artera, silenciosa y, con frecuencia, indiscernible
hasta para el mismo que es víctima de ella". Y sin quedarse en las
definiciones ideológicas apelaba a los números: "Para impedir la
simple industria de la molienda... una bolsa de harina remitida
a Salta paga $ m/n 2.53 si se envía de Córdoba [862 km.] y solamente
$ m/n 2.06 si se la remite desde Buenos Aires [1600 km.]. Es decir
que la molienda es imposible en Córdoba y el salteño tiene forzosamente
que alimentarse con harina molida en Buenos Aires...Para hacer 100
km. de recorrido, el trigo que va directo a Buenos Aires paga $
m/n 4.97. Con el mismo recorrido, el trigo que va a cualquier otra
estación de la línea paga $ m/n 6.15... La harina que sale de Buenos
Aires para cualquier estación paga con un recorrido de 100 km. $
m/n 5.95. Si sale de una estación del interior, por el mismo recorrido
paga $ m/n 7.36".
Con la tarifa del ferrocarril como arma principal, Inglaterra mantenía
a la Argentina en el primitivismo agrario. Con una trama semejante
a la de la tela de araña, lo ingleses expoliaban al país, lo exprimían
a través del puerto de Buenos Aires y por allí entraban los productos
manufacturados, con los cuales nos pagaban el saqueo a nuestras
materias primas y por ese mismo motivo las tarifas se encargaban
de impedir cualquier emprendimiento industrial, por más sencillo
que fuera, o centralizarlo en Buenos Aires bajo el control de los
comerciantes ingleses asentados en esa ciudad.
Por todo eso, decía Scalabrini Ortiz: "El ferrocarril no es argentino
nada más que para maniatar, para usar, sofocar y explotar los productos
naturales, es decir, que sólo es argentino como factor primordial
del anti-progreso".
En cuanto espacio editorial y tribuna tuviera lugar, Scalabrini
Ortiz se encargaba de alertar sobre el factor de anti-progreso del
ferrocarril inglés y promovía y defendía, por lo tanto, su nacionalización.
2- La revolución peronista. El ferrocarril como factor de desarrollo
nacional
Abren
al público toda la biblioteca personal de Raúl Scalabrini
Ortiz
(21/09/12) vQuedó inaugurada en la sala Néstor Kirchner,
ubicada en el edificio de Administración de Infraestructuras
Ferroviarias Sociedad del Estado (ADIFSE), en el barrio
de Retiro. Se puede visitar de lunes a viernes, de 10
a 18 hs.
La biblioteca Raul Scalabrini Ortiz, que contiene toda
la obra personal que perteneció a este gran pensador,
filósofo y periodista argentino quedó inaugurada en
la sala Néstor Kirchner del edificio de Administración
de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado
(ADIFSE) situada en Avenida Ramos Mejía 1302, Capital
Federal.
La Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles
Argentinos (APDFA), organización gremial que tenía en
su poder el material, a través de un convenio con la
ADIFSE, decidieron ubicarlo en ese edificio para favorecer
un mayor acceso al público. La biblioteca es dependiente
del Museo Ferroviario.
Olga Funes, bibliotecaria, fue quien realizó todos los
trabajos de bibliotecología y demás procesos técnicos
de conservación de este invaluable material. Ella explica
que "el conjunto de la biblioteca que hoy descansa en
este edificio estuvo más de 30 años depositado en la
Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles.
Hablamos con la familia Scalabrini Ortiz, y de común
acuerdo se decidió mudarlo a las instalaciones de ADIFSE,
para una mayor difusión y por una cuestión histórica,
ya que en esta esquina de Retiro se realizó la manifestación
donde se celebró la nacionalización del ferrocarril
en el año 1948. Es el lugar apropiado para que el pensamiento
de Scalibrini Ortiz esté presente para siempre".
El mobiliario de la biblioteca fue íntegramente realizado
en cedro por los carpinteros artesanos del ferrocarril.
Dentro del vasto material, que se halla en un estado
de conservación impecable, se encuentran cartas con
los escritores de la época como Manuel Galvez, están
todos los manuscritos de la organización del diario
Reconquista, y material del exilio de Scalabrini Ortiz
en el año 1934. En este espacio podrán realizar consultas
investigadores, docentes, estudiantes y todo aquel que
quiera sumergirse en su pensamiento y su obra.
"Para todas las entidades gremiales de la familia ferroviaria
este es un paso más para conservar la identidad de los
trabajadores, –explica Daniel Mallo, coordinador de
cultura de la ADIF y de la biblioteca– A Scalabrini
hay que ponerlo dentro de ese marco: no debe haber un
sólo trabajador que no sepa quién fue, y cuánto luchó
por el ferrocarril. Fue él quien hizo un estudio pormenorizado
de lo que era el ferrocarril inglés y cómo atentaba
contra el Estado nacional y contra el proceso de industrialización.
Por la vía del ferrocarril inglés estábamos condenados
a ser apenas un país agrícola-ganadero vinculado a la
metrópoli Gran Bretaña con la sola premisa de abastecerlos
de materia prima, y fue Scalabrini Ortiz quien en sus
investigaciones hizo un detallado estudio sobre cómo
liquidaban la industria, cómo sostenían el atraso, etcétera.
Hubo una época en que los ingresos brutos del ferrocarril
inglés eran mayores a los del Estado, no estaban regulados
y manejaban la tarifa. El año 2009 fue declarado por
la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el año
de Scalabrini Ortiz al cumplirse el 50º aniversario
de su muerte. Entonces se realizó una muestra y se le
dieron gran impulso a las ideas de este gran pensador
argentino".
Luis Rodríguez, director del Museo Ferroviario de ADIF,
explica: "A través del pensamiento de Sacalabrini Ortiz
podemos acercarnos a todo una pléyade de intelectuales
argentinos que se nuclean alrededor de Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina (FORJA). Allí hay dos
vertientes: por un lado la de Jauretche, más ligada
a la política práctica, y la de Scalabrini Ortiz, orientada
más a la investigación política económica. Allí descubre
realmente cuál ha sido el desarrollo político logrado
por Gran Bretaña en el Río de la Plata, no sólo en la
Argentina, sino también en el Uruguay." La biblioteca
puede visitarse de lunes a viernes de 10 a 18 hs. Teléfono
para consultas: 4318-3390.
21/09/12 Tiempo Argentino
Cuando a partir de la
revolución del 4 de junio de 1943 y la llegada al poder del entonces
coronel Perón, comienzan una serie de medidas nacionales [creación
del Banco Industrial --3-04-44--, nacionalización del gas --17-04-44--,
expropiación de la usina eléctrica de Tucumán -25-04-44] que permiten
hablar de la nacionalización de los ferrocarriles, un ejército de
argentinos funcionales a los intereses ingleses [conscientes o no
de ello] comienzan a pregonar que los ferrocarriles son "hierro
viejo" y que no vale la pena comprarlos, y ahí está nuevamente la
voz de Scalabrini Ortiz para decir: "Esos 'hierros viejos' contienen
el comienzo de la independencia argentina. Ningún progreso será
posible mientras ellos permanezcan al extranjero".
Defensor acérrimo de la nacionalización de los ferrocarriles, lo
llevará a interpelar a Perón al respecto en dos ocasiones. La primera
por el año 1944 y ante la solicitud de la nacionalización, el coronel
Perón se compromete a la nacionalización, sin antes "renovar algunos
obstáculos". La segunda: cuando Perón ya era el flamante presidente,
Scalabrini Ortiz se reúne con él y luego de una larga charla le
deja un memorándum donde afirma que es necesario la nacionalización
para poder organizar el sistema fundamental de transporte, la circulación
interna y la diseminación de las industrias; comenzar a tener dominio
real y efectivo sobre nuestro propio suelo; procurar el desenvolvimiento
de regiones sumidas en un verdadero letargo, entre otras cosas.
Luego de esa reunión con Perón, Scalabrini funda "Unión Revolucionaria"
y la "Comisión pro nacionalización de los ferrocarriles", organizaciones
con las que lanzará una campaña por la nacionalización de los ferrocarriles
con el fin de favorecer la conciencia en el pueblo de la necesidad
de la medida y facilitar la tarea del gobierno.
En diversas conferencias, notas, cartas y entrevistas con legisladores
y autoridades del gobierno, Scalabrini luchará contra los intereses
ingleses y sus personeros locales que se opondrán a la compra de
los ferrocarriles utilizando el discurso de "hierro viejo" y, más
adelante, la de la ya conocida Coordinadora de transporte. Scalabrini
dirá entonces: "Quien afirma que los ferrocarriles son hierro viejo,
afirma una verdad clara como la luz del sol. Pero quien de allí
deduce que no deben ser expropiados y nacionalizados incurre en
un error de lógica porque no ha percibido el problema en toda su
dimensión. El material ferroviario está viejo indudablemente...
Pero a pesar de esto, el poder de los ferrocarriles no ceja... Aunque
el material se ponga viejo, el poder político de los ferrocarriles
se muestra lozano y brioso... Por eso el problema ferroviario puede
sintetizarse en la simple fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale
a adquirir soberanía". Y esto es así porque con la nacionalización
se podrá "regular la circulación interna de mercaderías y de pasajeros,
orientar las corrientes de tráfico y de comercio exterior, distribuir
la fabrilidad y las manufacturas, diseminar la actividad y la población,
estimular las iniciativas de las provincias sofocadas por el alejamiento
ferroviario y organizar coordinadamente el transporte del país".
Anticipándose a las políticas antinacionales que vendrán después
del '55 y que buscarán deshacerse de los ferrocarriles porque dan
"pérdidas", Scalabrini Ortiz afirmará: "En busca de la ganancia
el ferrocarril aniquiló a las industrias del interior... Para que
el ferrocarril nacionalizado puede orientarse en el exclusivo servicio
del país, es indispensable liberarlo de la tiranía del interés"
El 13 de febrero de 1947 se firma el contrato de compraventa de
los ferrocarriles británicos por el Estado, los cuales junto al
IAPI, la Junta Nacional de Granos, la Fuerza Mercante, el Banco
Industrial, la nacionalización del gas y usinas eléctricas, el gobierno
peronista se apresta a desarrollar una política industrialista con
justicia social y desarrollo equitativo del conjunto de la nación.
3- El golpe de los infames. En busca de la destrucción de los ferrocarriles
y su reprivatización.
Pero el proceso revolucionario, nacional y popular del peronismo
es congelado en el '55 con el golpe genocida de la Revolución Fusiladora
de septiembre. Entonces se lanzará una campaña de desprestigio hacia
el control del estado sobre los resortes de la economía. Se dirá
del ferrocarril y de toda empresa nacionalizada, que dan déficit
y, por lo tanto, que debemos deshacernos de ellas.
Nuevamente Scalabrini Ortiz saldrá a la defensa de los ferrocarriles
y dirá: "El déficit no es por sí mismo un indicio y menos aún una
prueba de que un ferrocarril esté mal administrado, porque puede
estar al servicio de un propósito distinto al de su propia ganancia".
No se cansará de explicar como el ferrocarril, cuando era administrado
por los ingleses, servía a los intereses ingleses que no era otro
que la expropiación de nuestras materias primas a bajo costo y la
invasión de sus productos manufacturados, para lo cual debía mantener
a la Argentina en el primitivismo agrícola, impidiendo toda industrialización.
"El ferrocarril moldeó a la Argentina de acuerdo a las conveniencias
exclusivas de Gran Bretaña", dirá Scalabrini. Por eso "el ferrocarril
nacionalizado debía ante todo combatir esa conformación que resultaba
monstruosa desde un punto de vista nacional. Pero combatirla equivalía
a luchar contra sus propias conveniencias financieras... La obligación
primordial del ferrocarril nacionalizado no debe ser la de servir
a un capital dado o la de alcanzar con sus ingresos un monto dado
para cubrir sus gastos de operación, sino la de servir, en la forma
más eficaz, la parte de la vida nacional que depende de sus actividades.
La cuantía del déficit no es por lo tanto, signo de mala administración
por sí misma. Puede ser la consecuencia inmediata del esfuerzo que
está haciendo el ferrocarril por reacondicionar la vida nacional".
Pero claro, las fuerzas del anti-progreso y de la dependencia habían
vuelto a gobernar y a recorrer el camino de la desindustrialización
y achicamiento del Estado. Estos sectores de poder, que habiendo
dejado de ser pro-británicos se habían trocado en pro-yanquis, comenzaron
una política de desprestigio con el único fin de entregar las riendas
del país al poder de la plutocracia. A partir del Plan Prebisch
se buscó generar una crisis económica que les permitiera descapitalizar
al país, liquidar las empresas estatales y entregarlas a los intereses
imperialistas. Claro que, el crecimiento del país durante el peronismo
y los intereses industriales creados impiden, a la caída de Perón,
un inmediato retroceso al 3 de junio de 1943 pero ese camino se
seguirá, lenta pero inexorablemente hasta su concreción.
Desde la infame Revolución Libertadora y hasta la segunda década
infame de los noventa se llevan adelanta programas económicos que
generan desocupación, bajo nivel de vida popular con la consiguiente
limitación del consumo interno y la subsiguiente liquidación, al
no contar con mercado interno fuerte, de la industria nacional.
Congelamiento de salarios, créditos a las grandes empresas en detrimento
de las Pymes, entrega de la banca al imperialismo financiero, despojo
de los aranceles aduaneros de su carácter proteccionista, represión
a la lucha popular genocidio mediante, hacen de la argentina el
país dependiente que el peronismo destruyera en diez años de gobierno.
Primero la Revolución Libertadora y la fabricación de la crisis.
Luego el frondicismo y el imperialismo industrializador. Le siguió
el onganiato y la abierta entrega de la economía a la plutocracia.
El genocidio de finales de los setenta y el vaciamiento político
de los ochenta permitieron que el menemato concluyera la obra: achicamiento
del Estado y entrega del patrimonio nacional, total liquidación
de la industria, creciente concentración de la riqueza, vaciamiento
de valores en toda la población en general y en la juventud en particular.
Por supuesto, los ferrocarriles no quedaron exentos y se los liquidó...
4- El desguace ferroviario: en cada ramal cerrado florecerá un shopping
2
de marzo de 1955. Visita a los talleres ferroviarios
Ferrocar (Foto del álbum familiar, gentileza de su nieto
Martín Scalabrini Ortiz)
"Ramal que para, ramal
que cierra", tal el dogma menemista de inspiración inquisitorial.
Durante los noventa se lo ejecutó en sintonía con aquella costumbre
medieval de tirar al río, atados, a los acusados de brujería: si
sobrevivían eran rematados por sus vínculos con el demonio [que
los había ayudado]. Si morían eran inocentes, pero ya estaban muertos.
Así, se sometió a los trabajadores a la indignidad de ver destruir
su universo cotidiano, después de treinta o más años en el ferrocarril.
Pero como toda la política menemista se realizó con un sentido antinacional
pero "populista", los pueblos que sobrevivieron recibieron en donación
las instalaciones ferroviarias. Basta viajar por Córdoba y Santa
Fe para ver las "casas de la cultura" que cada ciudad o comuna ha
montado como pudo en los galpones ferroviarios, en la estación,
en los talleres.
Rosario, con un poco más de un millón de habitantes y un importante
desarrollo ferroviario ligado al puerto y al transporte de pasajeros,
cuenta con vastísimos espacios e instalaciones que de a poco han
sido transferidos y "recuperados". El menemismo sazonó el festín
sangriento de la muerte del ferrocarril con la expulsión de los
trabajadores en simultáneo con la elevación de la edad jubilatoria.
Muchos, que habían dado los años más productivos de su vida a los
ferrocarriles estatales, fueron mal indemnizados y debieron esperar
cinco años -a veces por una diferencia de seis meses- para poder
ser jubilados argentinos.
En Rosario, la crónica del desguace es terrorífica:
En 1987 el F.C.G. Belgrano clausuró las instalaciones de carga del
la antigua terminal del ex F.C. Santa Fe: la Municipalidad levantó
las vías y destinó el predio al Centro de Convenciones "Patio de
la Madera", un espacio de ferias y eventos, con un área verde que
cada tanto ocupan los circos, un Mc Donald's, una escultura de Pérez
Celis y una estatua de Gardel.
En 1987/88 se levantaron las vías del acceso al puerto del F.C.C.
Argentino, a un costado de la estación Rosario Central, en el túnel,
se construyó un tramo de la futura "Avenida Ribereña Central".
Durante 1993, y continuando con la construcción de la Avenida Ribereña
Central, la Municipalidad destruyó las instalaciones ferroviarias
ubicada en Av. Wheelwright entre Italia y Balcarce, que databan
de 1868/70 y había sido los primitivos depósitos de locomotoras
y talleres del F.C.C. Argentino.
En 1997 se avanzó en la obra, levantando las vías hacía el este,
que conectaban con la estación Rosario central, y abortando cualquier
posibilidad futura de reactivar la misma. El edifico de la Estación
Antártida Argentina, situado en el antiguo barrio ferroviario Fisherton,
en el oeste de la ciudad, fue transferido por el ENABieF a la Municipalidad
de Rosario, que pretendiendo restaurarlo terminó modificándolo para
que se utilice como salón de exposiciones.
Del libro La Manga, Raúl Scalabrini Ortiz [Publicado
en 1923 y reeditado por Librería Histórica, Buenos Aires
2003]
Asomado a mi ventana, veo cotidianamente el desfile
monótono de una muchedumbre que va por la mañana y vuelve
por la tarde.
Cuando el viento viene del Sur y el claro cielo destaca
su azul sobre los grandes cúmulos blancos, el humo de
la chimenea próxima se alza glorioso hacia el zenit
y corre hacia el norte. La muchedumbre, displicente,
va por la mañana y vuelve por la tarde.
Si el viento llega del Norte, la atmósfera, pesada y
turbia, ensucia el horizonte y la columna de humo huye
al Sur, penosamente, sobre los tejados. La muchedumbre
va por la mañana y vuelve por la tarde.
En el invierno las lluvias arrecian, las ventanas se
cierran, las flores desaparecen de los balcones y los
árboles deshojados jalonan tristemente las calles. Bajo
la inclemencia del tiempo, tiritando, la muchedumbre
va por la mañana y vuelve por la tarde.
El sol vuelca en el verano su cálido aliento y llena
de reverberaciones las calles. Las sombras violentas
de los edificios varían las perspectivas. Sudorosa,
la muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde.
Cuando era niño y lo contemplaba todo con mis grandes
ojos indiferentes, no prestaba atención a la muchedumbre
que iba por la mañana y volvía por la tarde.
Al presente, pienso a menudo en esa muchedumbre triste,
resignada, siempre variable y aparentemente la misma,
que va por la mañana y vuelve por la tarde.
Pasarán los años. Mi recuerdo se borrará, porque hasta
los pocos que pudieran conservarlo, pasarán también.
Y la muchedumbre irá por la mañana y volverá por la
tarde.
Fuente: Contratiempo
También en 1997 el Ente
Nacional Administrador de Bienes Ferroviarios [ENABieF] llamó a
a licitación para la venta de los terrenos de los Talleres Rosario
del F.C.C Mitre, dejando para el concecionario NCA [Nuevo Central
Argentino] un pequeño sector con frente a la Avenida Alberdi. En
1998 se adjudicó a un consorcio internacional que construirá, por
supuesto un shopping, oficinas, viviendas, supuestamente presenrvando
alguna construcción original. En junio de 1999 se dio inicio a los
trabajos de demolición y limpieza
En 1999 se continuó la avenida hacia el oeste, levantando la vía
de trocha ancha, en terrenos de la estación "Embarcaderos" del F.C.C.
Belgrano, para trazar la "Avenida de las Tres Vías" [donde no hay
vías y los carriles son dos].
También en 1999, la estación Rosario Norte fue destinada a la Secretaría
Municipal de Cultura y Educación -una hermana mayor de las "casas
de cultura" pueblerinas- , aunque compartiendo el edificio con Tu.Fe.S.A.
que mantiene dos servicios semanales entre Retiro y Tucumán y el
concesionario de cargas Buenos Aires al Pacífico [BAP].
En octubre de 1999 el
ENABieF transfirió a ala Municipalidad de Rosario la estación Rosario
central, donde se instaló el Museo de Ciencias, e tanto que las
oficinas ferroviarias aledañas, ubicadas sobre Avenida Wheelwright
y donde se destaca el histórico reloj, serán destinadas a futuro
al Distrito Centro de la administración municipal.
5- Raúl Scalabrini Ortiz, objeto de burla de los "progresistas de
izquierda"
Pero la política antinacional y antipopular que supone desguazar
el ferrocarril y privar al conjunto del pueblo de un medio de transporte
económico, eficaz y limpio, tiene un costado cercano al sadismo.
Durante 1998, la Municipalidad de Rosario obtuvo el dominio de un
terreno perteneciente al ex depósito de locomotoras Diesel Eléctricas
Rosario del F.C.G. Mitre, lo demolió para dar lugar al "Parque Scalabrini
Ortiz".
El 4 de agosto de 2004 se inauguró en los ex galpones Peñaflor [donde
se antiguamente se almacenaba cereal] el Complejo Puerto España,
un espacio de 20 mil metros cuadrados con restaurante para 240 personas
y estacionamiento, luego se agregarán un gimnasio, un bar vidriado
sobre pilotes al borde de la barranca. La concesión es por 15 años
con opción a cinco más, la inversión de sólo 700 mil pesos.
La "primera etapa" del complejo Scalabrini Ortiz se habilitará en
marzo de 2005: un megacomplejo comercial de 150 locales [Alto Rosario,
de IRSA, propietaria también de Patio Bullrich, Alto Palermo, Abasto
Buenos Aires, Alto Avellaneda, Alto NOA, entre otros], un supermercado
Coto,14 salas de cine, museos y oficinas. La inversión, anunciada
como si fuera extraordinaria, será de 60 millones de pesos: baste
decir para dimensionarla que en una obra importante pero menor,
el gobierno nacional destinó 85 millones para reparar la circunvalación
rosarina y todas las rutas de acceso a la ciudad, incluyendo un
mantenimiento por tres años.
Para la segunda etapa, una cuña de cien hectáreas de las mejores
tierras de Rosario, sobre el río Paraná, la Municipalidad llamó
a un concurso de ideas para luego llamar a una licitación internacional.
Se supone que es posible construir hoteles, oficinas y viviendas
frente al río y abrir vías rápida con una inversión que entienden
"millonaria".
La lógica perversa del neoliberalismo, sostenida en Rosario por
un gobierno "socialista", dice que todas las instalaciones eran
nidos de ratas y basura, ahora serán shoppings y darán trabajo,
como si abrir espacios de servicio donde nada se fabrica ni se cultiva
generara poder adquisitivo y compradores. O como suponer que la
lluvia genera las ranas que cantan en el charco. La famosa generación
espontánea.
Abriendo cien centros comerciales: ¿los rosarinos tendrán más dinero
para indumentaria, alimentos o artículos del hogar? Lo que ocurrirá
es que se repartirán los clientes con otras grandes áreas [Carrefour,
Makro, Libertad o la firma local La Gallega]
Suplemento
Literario de la agencia Télam, 02/02712. Clic para descargar
Pero además, es falso
de toda falsedad que las grandes áreas generen puestos de trabajo:
es más posible que los destruyan. El indec ha señalado que comparando
junio de 2003 y junio de 2004, las grandes áreas aumentaron un 10,5
por ciento sus ventas, un 8,4 por ciento su facturación -por la
baja de precios- y expulsaron a 3421 trabajadores a la calle. Venden
más, ganan más, destruyen a los pequeños comercios y expulsan trabajadores.
Sin hablar de las condiciones laborales de los que quedan adentro,
sometidos a trabajo domingos, feriados, navidades o fechas patrias.
La perla de la burla a un patriota como Raúl Scalabrini Ortiz será
la ejecución del plan circunvalar: una red ferroviaria alrededor
de la ciudad para que las multinacionales cerealeras aumenten aún
más sus ganancias. Porque pareciera no bastarles con el valor de
cambio del dólar, la evasión impositiva, la exención de impuestos
provinciales en Santa Fe o la baja de impuestos municipales que
promovió y concretó el anterior gobierno socialista de Rosario.
Ponerle Scalabrini Ortiz a un emprendimiento privado y muchas veces
multinacional montado sobre un ferrocarril desguazado, es como ponerle
Ghandi a una cámara de gas, Ernesto Guevara al palacio de Buckingam
o Peronismo al gobierno de Menem.
Como Scalabrini, "queremos los trencitos". Europa y Estados Unidos
los tienen y los sostienen. Mueven su economía con apoyo del ferrocarril.
Sus alcahuetes políticos y mediáticos dicen que acá son inviables.
Decían lo mismo del correo estatal, que hoy da ganancias y está
conducido por los trabajadores.
Nos oponemos a la desaparición del ferrocarril nacional para la
instalación de los shoppings multinacionales.
Nos oponemos a la entrega barata del patrimonio estatal, acumulado
con el esfuerzo de nuestros abuelos y padres.
Nos oponemos a la proliferación de los espacios posmodernos, a los
"no lugares" con que se identifica el mediopelo argentino.
Nos oponemos a la pérdida de la memoria, a la cultura de la banalidad,
a las grandes áreas de productos importados que destruyen la producción
nacional, a que los gobernantes y algunos profesionales liberales
-en todo el sentido del término- nos quieran hacer creer que se
trata de progreso, que los que nos oponemos somos retrógrados.
Aunque es posible que seamos retrógrados, como decían don Leopoldo
Marechal. Porque atrás podemos reconocer un país con justicia, con
trabajo, con ferrocarriles, con empresas estratégicas, con dignidad,
con sano orgullo, con sentido de patria y de pueblo, con las esperanzas
intactas.
Sí, somos retrógrados.
Somos retrógrados pero no oscurantistas. Retrógrados porque queremos
ir de la oscuridad actual, con veinte millones de compatriotas sumidos
en la pobreza y en la deseperación, hacia la luz de un país con
paz, pan y trabajo, hacia la luz de la justicia que la Argentina
consiguió hace cincuenta años y que fue destruida por la fuerza
del imperialismo a través de los golpes cívico-militares y gobiernos
títeres en períodos democráticos.
Queremos ferrocarriles, no shoppings. Es nuestra obligación honrar
las luchas históricas de nuestro pueblo.
La economía es un método de auscultación de los pueblos. Ella nos
da palabras específicas, experiencias anteriores resumidas, normas
de orientación y procedimientos para palpar los órganos de esa entidad
viva que se llama sociedad humana. En puridad, la economía se refiere
exclusivamente a las cosas materiales de la vida: pesa y mide la
producción de alimentos de materia prima, tasa las posibilidades
adquisitivas, coteja los niveles de vida y capacidad productiva,
enumera y determina los cauces de los intercambios y, en momentos
de fatuidad, pretende pronosticar las alternativas futuras de la
actividad humana. Pero la economía bien entendida es algo más. En
sus síntesis numéricas laten, perfectamente presentes, las influencias
más sutiles: las confluentes étnicas, las configuraciones geográficas,
las variaciones climatéricas, las características psicológicas y
hasta esa casi inasible pulsación que los pueblos tienen en su esperanza
cuando menos.
El alma de los pueblos brota de entre sus materialidades, así como
el espíritu del hombre se enciende entre las inmundicias de sus
vísceras. No hay posibilidad de un espíritu humano incorpóreo. Tampoco
hay posibilidad de un espíritu nacional en una colectividad de hombres
cuyos lazos económicos no están trenzados en u destino común. Todo
hombre humano es el punto final de un fragmento de historia que
termina en él, pero es al mismo tiempo una molécula inseparable
del organismo económico de que forma parte. Y así enfocada, la economía
se confunde con la realidad misma.
Temas para extraviar son todos los de la realidad americana. Esa
realidad nos contiene, su calidad condiciona la nuestra. Somos un
instante de su tiempo, un segmento de su espacio histórico. Ella
delimita constantemente la posibilidad del esfuerzo individual.
No podemos ser más inteligentes que nuestro medio sin ser perjudiciales
a los que quisiéramos servir y a nosotros mismos. Valemos cuanto
vale la realidad que nos circunda.
La realidad se anecdotiza
incesantemente en nuestros actos y en nuestros pensamientos sin
que la inteligencia americana se preocupe de consignarlos. Solemos
referirnos a los pasados de América que se anotaron con trascendencia
histórica, solemos hilvanar imaginerías sobre su porvenir, pero
el instante vivo en que la historia se confecciona, sólo ha merecido
desdén de la inteligencia americana que podía haberlos descrito.
Y ésa es una de las grandes traiciones que la inteligencia americana
cometió con América.
Cuatro siglos hacen ya que la sangre europea fue injertada en tierra
americana. Tres siglos, por lo menos, que hay inteligencias americanas
nacidas en América y alimentadas con sentimientos americanos, pero
los documentos que narran la intimidad de la vida que esos hombres
convivieron no se encontrarán, sino ocasionalmente, por ninguna
parte.
Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se poblaron. Las
selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron criminalmente
para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego o en
lentas tropas de carretas cantoras. El aborígen fue sustituído por
inmigrantes. ëstos eran hechos enormes, objetivos, claros. La inteligencia
americana nada vió, nada oyó, nada supo. Los americanos con facultades
escribían tragedias al modo griego op disputaban sobre los exactos
términos de las últimas doctrinas europeas. El hecho americano pasaba
ignorado para todos. No tenía relatores, menos aún podía te´er intérpretes
y todavía menos conductores instruídos en los problemas que debían
encarar.
Mayo
de 1933. Cena de homenaje en celebración de la quinta
edición de El hombre que está solo y espera. Están presentes,
entre otros, Macedonio Fernández (conversando con Arturo
Capdevila) y Alfonsina Storni (a su izquierda). Foto
del álbum familiar, gentileza de su nieto Martín Scalabrini
Ortiz.
Sin un contenido vital,
las palabras que en Europa determinan una realidad, en América fueron
una entelequia, cuando no una traición. El conocimiento preciso
de la realidad fue suplantado por cuerpos de doctrina, parcialmente
sabidos, que no habían nacidop en nuestro suelo y dentro e los cuales
nuestro medio no calzaba, ni por aptitudes, ni por posibilidades,
ni por voluntad. La deliberación de las conveniencias prácticas
fue reemplazada por antagonismos tan sin sentido que más parían
antagonismos religiosos que políticos o intelectuales. En esas luchas
personales o absurdamente doctrinarias se disipó la energía más
viva y pura que hubiera podido animar a estasnacientes sociedades.
Los revolucionarios de 1810, por ejemplo, con exclusión de Mariano
Moreno, adoptaron sin análisis las doctrinas corrientes en Europa
y se adscribieron a un libre cambio suicida. No percibieron siquiera,
esta idea tan simple: si España, que era una nación poderosa, recurrió
a medidas restrictivas para mantener el dominio comercial del continente
¿cómo se defenderían de los riesgos de la excesiva libretad comercial
estas inermes y balbuceantes repúblicas sudamericanas? Pero el manchesterismo
estaba en auge y a su adopción ciega se le sacrificó todas las industrias
locales.
América no estaba aislada. Fuerzas terriblemente pujantes, astutas
y codiciosas nos rodeaban. Ellas sabían amenazar y tentar, intimidar
y sobornar, simultáneamente. El imperialismo económico encontró
aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo
que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es
falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas
con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos
presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales
las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que
un ejemplo de alguna de esas falsías.
Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es
preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución
inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo espejismos
tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos,
se oculta la penosa realidad americana. Ella es a veces dolorosa,
pero es el único cimiento incorruptible en que pueden fundarse pensamientos
sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones.
Desgraciadamente, es difícil aprehender con seguridad a nuestro
país. Hay que darlo por presente en las meras palabras que lo denominan
o en los símbolos que lo alegorizan. O ser extremadamente sutil
para asir entre lo ajeno y lo corrompido esa materia finísima, impalpable
casi e incorruptible que es nuestro espíritu, el espíritu de la
muchedumbre argentina: venero único de nuestra probabilidad.
Todo lo material, todo lo venal, transmisible o reproductivo es
extranjero o está sometido a la hegemonía financiera extranjera.
Extranjeros son los medios de transportes y de movilidad. Extranjeras
las organizaciones de comercialización y de industrialización de
los productos del país. Extranjeros los productores de energía,
las usinas de luz y gas. Bajo el dominio extranjero están los medios
internos de cambio, la distribución del crédito, el régimen bancario.
Extranjero es una gran parte del capital hipotecario y extranjeros
son en increíble proporción los accionistas de las sociedades anónimas.
Hay quienes dicen que es patriótico disimular esa lacra fundamental
de la patria, que denunciar esa conformidad monstruosa es difundir
el desaliento y corroer la ligazón espiritual de los argentinos,
que para subsistir requiere el sostén del optimismo.
Rechazamos ese optimismo como una complicidad más, tramada en contra
del país. El disimulo de los males que nos asuelan es una puerta
de escape que se abre a una vía que termina en la prevariación,
porque ese optimismo falaz oculta un descreimiento que es criminal
en los hombres dirigentes: el descreimiento en las reservas intelectuales,
morales y espirituales del pueblo argentino.
No es un impulso moral el que anima estas palabras. Es un impulso
político. Cuando los estados Unidos de Norte América se erigieron
en nación independiente, Inglaterra, vencida, parecía hundirse en
la categoría oscura de una nación de segundo orden, y fue la energía
ejemplar de William Pitt la salvadora de su prestigio y de su temple.
Decía Pitt: "Examinemos lo que aún nos queda con un coraje viril
y resoluto. Los quebrantos de los individuos y de los reinos quedan
reparados en más de la mitad cuando se los enfrenta abiertamnete
y se los estudia con decidida verdad". Ésa es la norma de este libro.
Por Laureano Ralón
Licenciado y Magister en Comunicación Social
Simon Fraser University, Canadá
Imagen: Alberto Breccia: El hombre
que está solo y espera.
2003
"On the whole, important as the movement in western Canada must
become for the future development of the country, the dominance
of eastern Canada over western Canada seems likely to persist. Western
Canada has paid for the development of Canadian nationality, and
it would appear that it must continue to pay. The acquisitiveness
of eastern Canada shows little sign of abatement." – Harold Innis
"El librecambio fue fatal para el interior, no preparado con anterioridad
para la lucha de competencia. No se le ofreció siquiera una ocasión,
un plazo. Se las sacrificó repentinamente llevando a la desocupación
y hasta el hambre a grandes zonas del país." – Scalabrini Ortiz
Este corto ensayo busca demostrar que existen importantes puntos
de contacto entre Raúl Scalabrini Ortiz y el economista canadiense
Adam Harold Innis, colega y principal influencia de Marshall McLuhan.
Como en el caso Jauretche-McLuhan [ya analizado en un ensayo precedente
intitulado "Trazando un Paralelismo entre Detribalización y Barbarie"],
las similitudes entre Innis y Scalabrini llaman poderosamente la
atención – quizás tanto como la inexistencia de un estudio comparativo
que las refleje. Incidentalmente, se puede decir que el trabajo
de estos cuatro autores está íntimamente relacionado. Una vez más,
es necesario aclarar desde el comienzo que, como una comparación
semejante puede resultar paradojal y hasta contraria a la propuesta
de "pensar en nacional," no intentaré en lo sucesivo adoptar modelos
que procedan de otras realidades (el de Harold Innis, en este caso)
e implantarlos sin tratamiento alguno a nuestra realidad; de lo
que se trata es de asimilarlo a través de una cuidadosa imbricación,
al pensamiento de Scalabrini.
Resulta un hecho curioso
que, sin haberse conocido, ni siquiera leído, Harold Innis y Raúl
Scalabrini Ortiz hayan tenido influencias, estilos de vida, e ideas
tan parecidas. En el plano profesional, ambos se abocaron al estudio
de la economía política , abordando sus respectivos análisis a partir
de la realidad concreta de sus respectivos países: ambos productores
– y dependientes – de sus materias primas; ambos destinados a ser
"la granja del taller inglés"; ambos semi-colonias con una soberanía
nominal pero no política, mucho menos económica; ambos condenados
a la "periferia ideológica" [porque como lo demostró hace muchos
años Jauretche, queda claro el centro del mundo es una construcción
ideológica, y el verse abajo o arriba a la izquierda, un estado
mental].
Ambos autores fueron patriotas y creyeron fervientemente en la necesidad
de "pensar en nacional." Por un lado, Scalabrini fue uno de los
fundadores del pensamiento nacional-popular argentino, y sus ideas
influyeron en escritores, políticos y activistas. Fue además, allá
por 1951, uno de los ideólogos del peronismo de izquierda. Al respecto,
Norberto Galasso recuerda que
"por entonces, precisamente, Scalabrini transcurre varios meses
estudiando la posibilidad de construir un partido revolucionario,
nacional, de izquierda y así se lo comenta a Juan José Hernández
Arregui: ‘¿Usted no cree, Arregui, que ha llegado el momento de
formar un partido comunista nacional? ¿No cree que dado el evance
que hemos logrado últimamente es necesario un partido de izquierda
que incida sobre el peronismo, una izquierda distinta, ajena a los
viejos partidos cipayos, arraigada en lo nuestro, nacional?’" [1]
"Caballero argentino, casado, de 44 años..."
Aviso publicado por Scalabrini Ortiz en el diario
La Prensa solicitando empleo, el 13 de enero de
1942.
Por su lado, Innis fue el inventor de un nuevo e innovador discurso
sobre la comunicación [“staples theory”], elaborado desde una perspectiva
exclusivamente canadiense. Staples theory explica como Canadá, al
apoyarse en la producción de materias primas sin valor agregado
como el cuero, la minería, la agricultura y la pesca ["commodities"
que según Innis pueden ser estudiados como medios de comunicación
en un sentido amplio], fue reducida a una relación de dependencia
y vulnerabilidad vis-à-vis otras naciones industrializadas, como
Inglaterra y Estados Unidos. Lo valioso de esta teoría es que puede
ser utilizada para interpretar la problemática de otras naciones
que también han sido tradicionalmente dependientes, como la Argentina.
Hay un número de experiencias análogas entre Innis y Scalabrini
que probablemente contribuyeron a que ambos hayan tenido perspicacias
comparables. Como se ha dicho, ambos fueron patriotas que pensaron
en nacional. El patriotismo de Scalabrini se pone de manifesto al
incorporarse al grupo radical FORJA y a la resistencia yrigoyenista
de los años 30, mientras que Innis participó de la primera guerra
mundial. De hecho, la primera guerra mundial marcó la vida de ambos
autores, despertando en ellos fuertes sentimientos neutralistas
ante el pedido de las potencias de usar soldados argentinos y canadienses
como carne de cañón. Sin embargo, la primera guerra mundial marcó
más a Canadá que a la Argentina en lo militar: de hecho, Scalabrini
empieza a pensar como Innis – es decir, en términos de metrópolis
y periferia – recién a partir del golpe de 1930. Puede argumentarse
que este retraso en el pensamiento de Scalabrini en relación al
de Innis se debe a que los abusos cometidos por los ingleses se
sintieron más en el dominio canadiense que en la Argentina neutralista
de Hipólito Yrigoyen. Pero a mediados de 1930, con la restauración
oligárquica en la Argentina, ambos autores se encuentran en la misma
sintonía.
Después
de dicha guerra, Innis obtiene su doctorado en la Universidad de
Chicago; su tesis, que más tarde se transformaría en un clásico,
consistía en un minucioso estudio sobre el impacto de los ferrocarriles
en el oeste canadiense. En A History of the Canadian Pacific Railway,
Innis expresa:
"[The] spread of civilization was dependent on the geographic characteristics
of the area and on the character and institutions of the people
involved. The rapidity and direction of the growth of civilization
were largely dominated by the physical characterisitcs, the geological
formations, the climate, the topographical features, and the consequent
flora and fauna which these conditions produced. . . . Early civilization
was confined by these limits to three distinct areas. The Canadian
Pacific Railroad was tangible evidence of the growth of civilization
beyond these boundaries. The history of the Canadian Pacific Railroad
is primarily the history of the spread of western civilization over
the northern half of the North American continent." [2]
Y Agrega:
Tercer
Premio Nacional de Letras 1931 por "El Hombre que está
solo y espera". Revista Caras y Caretas Nº 1937
"On the whole, important as the movement in western Canada must
become for the future development of the country, the dominance
of eastern Canada over western Canada seems likely to persist. Western
Canada has paid for the development of Canadian nationality, and
it would appear that it must continue to pay. The acquisitiveness
of eastern Canada shows little sign of abatement." [3]
En total concordancia con Innis, Scalabrini opina lo siguiente en
cuanto al estrangulamiento económico del interior ‘por la vía’ los
ferrocarriles:
"El librecambio fue fatal para el interior, no preparado con anterioridad
para la lucha de competencia. No se le ofreció siquiera una ocasión,
un plazo. Se las sacrificó repentinamente llevando a la desocupación
y hasta el hambre a grandes zonas del país...Inglaterra posee el
arma sutil, el arma incisiva y mortal como un estilete, de las tarifas
ferroviarias... Las tarifas juegan un papel preponderante y hasta
casi definitivo en la vida económica de un pueblo. Con ellas se
pueden impedir industrias, crear zonas de privilegio, fomentar regiones,
estimular cultivos especiales y hasta destruir florecientes ciudades.
La tarifa ferroviaria es un arma artera, silenciosa." [4]
A raíz de la sorprendente semejanza de estas declaraciones, un fuerte
paralelismo entre Innis y Scalabrini puede trazarse a través de
los ferrocarriles, ya que tanto el oeste canadiense como el interior
argentino han sido las partes más perjudicadas de los respectivos
proyectos de "civilización" liberal.
Desde sus orígenes, las políticas ferroviarias canadiense y argentina
tuvieron sus rutas predeterminadas por las necesidades del capitalismo
europeo – necesidades que eran directamente antagónicas con sus
propios desarrollos capitalistas [5]. En la Argentina, lejos de
facilitar la salida de los productos industriales procedentes del
interior – estimulando así el mercado interno – el ferrocarril le
abrió las puertas a las mercaderías europeas a través de un injusto
sistema de rentas diferenciales que asfixió la industria nativa
[6]. En Canadá, el ferrocarril desempeño una función similar, estrangulando
al oeste a expensas del este. Esta coincidencia no es sorprendente,
ya que "en realidad, la construcción de ferrocarriles en los países
coloniales y subordinados es una muestra de imperialismo cuya esencia
es su función antiprogresista" [7]. Como dice Abelardo Ramos, el
ferrocarril "fue el marco de hierro de nuestra colonización nacional"
[8].
Mientras sus contemporáneos se preocupaban por describir el "contenido"
de la ciencia, la filosofía, las librerías, los imperios y las religiones,
Innis nos invitó a explorar los poderes formales de estas estructuras,
el trasfondo de inteligibilidad asociado con las mismas, y el mundo
circundante que de ellas depende. Lo sorprendente es que, sin conocer
este principio, a Innis o el “stapes theory,” Scalabrini tuvo intuiciones
muy similares a las de su homólogo canadiense. Como las siguientes
declaraciones lo indican, Scalabrini alcanzó a comprender los poderes
formales de los ferrocarriles:
• "Aún cuando las empresas inglesas no hubiesen cometido tropelías,
ni sobornado presidentes, ni burlado la ley, su función nociva hubiera
existido igualmente porque el mal fundamental deriva de la función
imperialista del ferrocarril como instrumento de dominación semicolonial"
[9].
• "El radio de influencia de los ferrocarriles ingleses desborda
de la órbita industrial y extiende su contaminación nefasta a todas
las actividades del país...se dice que los ferrocarriles tienen
poder suficiente para hacer y deshacer gobiernos" [10].
1952.
En su casa de Vicente López (Foto del álbum familiar,
gentileza de su nieto Martín Scalabrini Ortiz)
• "A nadie se le dice
en el país que la red ferroviaria es el arma de dominación y subjugamiento
más insidiosa y letal porque atenaza y paraliza los núcleos vitales
de una nación. Si se mira el mapa de la República, la vasta extensión,
aparece como parcelada bajo una intrincada red de líneas férreas
que forman una malla muy semejante a una tela de araña. Esa impresión
visual es una representación muy exacta de la verdad. La República
Argentina es una inmensa mosca que está atrapada e inmovilizada
en las redes de la dominación ferroviaria inglesa...El ferrocarril
podrá esquilmarnos con altas tarifas. Pero eso no es lo importante.
Lo importante es el propósito directo de dominación política que
persigue Inglaterra..." [11]
En estos párrafos, Scalabrini parece entender que el "El Medio es
el Mensaje"; que más allá de lo que en los ferrocarriles se transporte
o del importe tarifario que se cobre – es decir, de su "contenido"
– lo que realmente importa es el trazado, el entorno, el "medio"
circundante [12]. Sin embargo, por momentos falla su intuición:
como cuando expresa que "...el problema ferroviario puede sintetizarse
en la siguiente fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale a adquirir
soberanía" [13] Metafóricamente hablando, es plausible que el medio,
contenido o mensaje [14] de los ferrocarriles sea nuestra soberanía,
pero comete aquí Scalabrini el error de pensar que es como se usa
un ferrocarril lo que determina su carácter como medio.
Por su parte, el pensamiento de McLuhan confirma que el factor determinante
es el trazado [sus características formales y su capacidad de crear
entornos materiales y simbólicos], y no como se lo utiliza [tarifas]
o a quién pertenece [peronistas, oligarcas o ingleses]. McLuhan
también opina que confusiones de este tipo eran bastante recurrentes
en los tiempos de Scalabrini:
That is the voice of the current somnambulism. Suppose we were to
say, ‘Apple pie is in itself neither good nor bad; it is the way
it is used that determines its value.’ Or, ‘The smallpox virus is
in itself neither good nor bad; it is the way it is used that determines
its value.’ That is, if the slugs reach the right people firearms
are good. It the TV tube fires the right ammunition at the right
people it is good….There is simply nothing in the Sarnoff statement
that will bear scrutiny, for it ignores the nature of the medium,
of any and all media… [15]
En definitiva, una vez hecho el trazado, el ferrocarril es un ente
autónomo. A quién pertenece o como se lo utiliza importa poco y
nada: el verdadero impacto está en el trazado – en el ser-una-red-ferroviaria-en-un-país-colonial,
que es en sí mismo sinónimo de anti-progreso. Como se puede apreciar,
Scalabrini tuvo grandes aciertos y demuestra importantes coincidencias
con su par canadiense.
Otro ‘commodity’ cuya influencia en la organización canadiense capturó
la atención de Innis fue al cuero. En su libro The Fur Trade in
Canada: An Introduction to Canadian Economic History [1930], Innis
expresa:
Canada remained British in spite of free trade and chiefly because
she continued as an exporter of staples to a progressively industrialized
mother country. The northern half of North America remained British
because of the importance of fur as a staple product. . . Canada
emerged as a political entity with boundaries largely determined
by the fur trade. [16]
De más está decir que en la Argentina algo similar ocurrió con productos
agrícolo-ganaderos, los cuales moldearon nuestra sociedad en forma
particular. Como en alguna oportunidad lo reconoció el ex presidente
Eduardo Duhalde, "el campo es el verdadero motor de la economía";
lo que ocurre es que en la Argentina el motor muchas veces retrocede.
Según el pensamiento nacional y popular, la sociedad pastoril no
sólo nos ha acostumbrado al trabajo fácil; a la cultura del empleo
y de la renta, oponiéndose a todo intento de industrialización que
pueda resultar nocivo para el status quo semi-colonial.
Diez años más tarde, en su libro The Cod Fisheries: The History
of an International Economy, Innis hace un planteo que al buen conocedor
de la historia argentina del siglo XIX tal vez le resultará familiar:
The transition from dependence on a maritime economy to dependence
on a continental economy has been slow, painful, and disastrous.
. . . The effects of the tragedy of the replacement of commercialism
by capitalism call for a long period of expensive readjustment and
restoration. [17]
Nuevamente, la aplicación del pensamiento de Innis al panorama argentino
se materializa a través de una fusión con Scalabrini. Aunque en
sentidos opuestos, el drama civilizador parece haber sido en primera
instancia igualmente traumático para Canadá que para la Argentina.
Pero a pesar de las declaraciones de Innis, el cambio de modelo
económico en Canadá no ha sido tan desastroso como en la Argentina;
después de todo, la transición de una economía marítima a una economía
continental implica una política descentralizadora que en Argentina
nunca existió. De hecho, el desarrollo capitalista en Canadá contribuyó
a desarrollar importantes centros industriales en el interior del
país – algo que tampoco ocurrió a gran escala en la República Argentina,
la cual mantuvo un alto nivel de centralización en torno a Buenos
Aires a expensas de la trágica debacle interior. Al respecto, dice
Scalabrini:
El librecambio fue fatal para el interior, no preparado con anterioridad
para la lucha de competencia. No se le ofreció siquiera una ocasión,
un plazo. Se las sacrificó repentinamente llevando a la desocupación
y hasta el hambre a grandes zonas del país... [18]
¿Cómo explicar la falta de un estudio comparativo que refleje, y
en la medida de lo posible, fusione, el pensamiento de ambos autores?
Dos hipótesis proporcionan una explicaciones plausibles. Por un
lado, la magnitud y el alcance de la obra de Scalabrini Ortiz –
este "maldito condenado al silencio y al olvido por la superestructura
cultural manejada por la clase dominante para impedir que con sus
ideas una cultura nacional cuestionadora de la cultura oficial"
[19] – no ha sido comprendida en todo su esplendor; y es en su condición
de "Maldito" que se halla, en gran parte, la clave de dicha incomprensión.
La "sociedad pastoril", a través de su Aparato Ideológico [Neo]liberal
de Colonización Pedagógica, en manos de la "intelligentzia", se
aseguró que los "Malditos" – aquellos pensadores cuyo pensamiendo
impulsa, o deriva de, movimientos populares – fuesen neutralizados.
La neutralización es la estrategia, pero las tácticas para llevarla
a cabo son tan variadas: desde la represión directa por parte del
Aparato Represivo del Estado, o el silenciamiento a través de su
par Ideológico mediante la omisión o la censura. A Raúl Scalabrini
Ortiz se le descargó todo el arsenal represivo. No fue así en el
caso de Harold Innis, pero su trabajo tampoco ha sido del todo comprendido.
Marshall McLuhan fue uno de los pocos que se dedicó a aplicar y
a desarrollar su trabajo, siempre dentro del contexto canadiense.
El estilo literario de Innis tampoco ayudó; sus últimos trabajos,
en particular, son casi ininteligibles. Como Scalabrini, Innis muere
víctima de un cáncer que no le permite redondear su obra.
Algunas similitudes entre Scalabrini y Innis han sido reveladas
a lo largo de este ensayo. Dada la sintonía entre ambos autores,
la interrelación de sus ideas puede enriquecer substancialmente
sus obras y extender su influencia. Queda pendiente, entonces, un
estudio comparativo más robusto que analice a fondo los puntos en
común entre ambos autores, y que a su vez explote más a fondo sus
coincidencias, utilizándolas para entender mejor la historia y comprender
mejor el presente.
REFERENCIAS:
[1]Galasso, Norberto. [1985]. Raúl Scalabrini Ortiz y la Lucha contra
la Dominación Inglesa. Ediciones del Pensamiento Nacional, p. 91
[2] Innis, Harold A. A History of the Canadian Pacific Railway.
Toronto: McClelland & Stewart, 1923. Reprint, Toronto: University
of Toronto Press, 1971.
[3] Ibidem
[4] Galasso, Norberto. [1985], p. 39
[5] El trazado de los ferrocarriles ingleses quiebra las rutas históricas
del comerio interlatinoamricano, arroja numerosos pueblos a la decadencia
y la despoblación, invierte en movimiento económico hacia el Litoral
y desvincula antre sí las relaciones comerciales interprovinciales.
[6] En su Revolución y Contrarrevolución en la República Argentina:
Volumen I, dice Abelardo Ramos: "Mitre abrió de par en par las puertas
del interior y comenzó la ruina de nuestra economía artesanal. Todo
este viejo sistema que daba de vivir a centenares d emiles de argentinos
se derrumbó. Por obra del ferrocarril, desaparecieron los millares
de carretas con que los troperos, arrieros y boyeros criollos mantenían
las comunicaciones comerciales del interior. Con la importanción
en masa de productos elaborados en Europa, dejaron de existir el
telar, los artesanos, las pequeñas fábricas, los talleres manufactureros,
p.152
[7] En su Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Scalabrini Ortiz
cita a un autor británico, Allen Hutt, quien explica el propósito
que guiaba a los ferrocarriles ingleses en los países coloniales
y semicoloniales, p. 265.
[8] Ibidem
[9] Galasso, Norberto. [1985], p. 37
[10] Galasso, Norberto. [1985], p. 28
[11] Galasso, Norberto. [1985], p. 50
[12] Trás la muerte de Innis, McLuhan continúa su obra, que puede
sintetizarse con el famoso aforismo.
[13] Galasso, Norberto. [1985], p. 87
[14] El Medio es el Mensaje significa que el contenido o mensajo
de un medio es siempre otro medio.
[15] McLuhan, Marshall. [1964]. Understanding Media: The Extensions
of Man. Cambridge: The MIT Press, p. 11
[16] Innis, Harold. The Fur Trade in Canada: An Introduction to
Canadian Economic History. New Haven: Yale University Press, 1930.
Rev. Ed., Toronto: University of Toronto Press, 1956.
[17] Innis, Harold A. The Cod Fisheries: The History of an International
Economy. New Haven: Yale University Press, 1940. Rev. Ed., Toronto:
University of Toronto Press, 1954.
[18] Galasso, Norberto. [1985], p. 39
El ferrocarril como factor primordial del antiprogreso
La década infame se caracterizó por un alto nivel de corrupción,
la creciente dependencia económica de Inglaterra, que nos impedía
desarrollarnos como nación soberana y forjar un destino propio.
Pero para muchos argentinos nuestro principal mal radicaba en la
corrupción y por lo tanto éste era el principal problema de los
ferrocarriles: no lograban ver que eran el arma más poderosa de
Gran Bretaña para mantenernos a su merced.
Raúl Scalabrini Ortiz, en cambio, consideraba al ferrocarril como
principal arma de sometimiento y así lo analizaba y denunciaba.
"El instrumento más poderoso de la hegemonía inglesa entre nosotros
es el ferrocarril. El arma del ferrocarril es la tarifa… Con ella
se pueden impedir industrias, crear zonas de privilegio, fomentar
regiones, estimular cultivos especiales y hasta destruir ciudades
florecientes. Es un arma artera, silenciosa y, con frecuencia, indiscernible
hasta para el mismo que es víctima de ella". Y sin quedarse en las
definiciones ideológicas apelaba a los números: "Para impedir la
simple industria de la molienda… una bolsa de harina remitida a
Salta paga $m/n 2.53 si se envía de Córdoba [862 km.] y solamente
$ m/n 2.06 si se la remite desde Buenos Aires [1600 km.]. Es decir
que la molienda es imposible en Córdoba y el salteño tiene forzosamente
que alimentarse con harina molida en Buenos Aires… Para hacer 100
km. de recorrido, el trigo que va directo a Buenos Aires paga $
m/n 4.97. Con el mismo recorrido, el trigo que va a cualquier otra
estación de la línea paga $ m/n 6.15… La harina que sale de Buenos
Aires para cualquier estación paga con un recorrido de 100 km. $
m/n 5.95. Si sale de una estación del interior, por el mismo recorrido
paga $ m/n 7.36"
Con la tarifa del ferrocarril
como arma principal, Inglaterra mantenía a la Argentina en el primitivismo
agrario. Con una trama semejante a la de la tela de araña, los ingleses
expoliaban al país, lo exprimían a través del puerto de Buenos Aires
y por allí entraban los productos manufacturados, con los cuales
nos pagaban el saqueo a nuestras materias primas y por ese mismo
motivo las tarifas se encargaban de impedir cualquier emprendimiento
industrial, por más sencillo que fuera, o centralizarlo en Buenos
Aires bajo el control de los comerciantes ingleses asentados en
la ciudad.
2- La revolución peronista. El ferrocarril como factor de desarrollo
nacional
Con la revolución del 4 de junio de 1943 y la llegada al poder del
entonces coronel Perón, comenzaron a tomarse medidas nacionales
[creación del Banco Industrial -3-04-44-, nacionalización del gas
-17-04-44-, expropiación de la usina eléctrica de Tucumán -25-04-44-]
que permitieron hablar de la nacionalización de los ferrocarriles.
Un ejército de argentinos funcionales a los intereses ingleses [conscientes
o no de ello] comenzaron a pregonar que los ferrocarriles eran "hierro
viejo" y que no valía la pena comprarlos, y ahí estuvo nuevamente
la voz de Scalabrini Ortiz para decir: "Esos ‘hierros viejos’ contienen
el comienzo de la independencia argentina. Ningún progreso será
posible mientras ellos pertenezcan al extranjero".
Defensor acérrimo de la nacionalización de los ferrocarriles, interpelará
a Perón en dos ocasiones. La primera en 1944 y ante la solicitud
de la nacionalización, el coronel Perón se comprometió a la nacionalización,
no sin antes "remover algunos obstáculos". La segunda, cuando Perón
ya era el flamante presidente, Scalabrini Ortiz se reunió con él
y luego de una larga charla le dejó un memorándum donde afirmó la
necesidad de la nacionalización para poder organizar el sistema
fundamental de transporte, la circulación interna y la diseminación
de las industrias; comenzar a tener un dominio real y efectivo sobre
nuestro propio suelo y procurar el desenvolvimiento de regiones
sumidas en un verdadero letargo, entre otras cosas.
Luego de esa reunión con perón, Scalabrini fundó "Unión Revolucionaria"
y la "Comisión pro nacionalización de los ferrocarriles", organizaciones
con las que lanzará una campaña por la nacionalización de los ferrocarriles
con el fin de favorecer la conciencia en el pueblo de la necesidad
de la medida y facilitar la tarea del gobierno.
En diversas conferencias, notas, cartas y entrevistas con legisladores
y autoridades del gobierno, Scalabrini luchará contra los intereses
ingleses y sus personeros locales que se opondrán a la compra de
los ferrocarriles utilizando el discurso de "hierro viejo" y, más
adelante, la de la ya conocida Coordinadora de Transporte. Scalabrini
dirá entonces: "Quien afirma que los ferrocarriles son hierro viejo,
afirma una verdad clara como la luz del sol. Pero quien de allí
deduce que no deben ser expropiados y nacionalizados incurre en
un error de lógica porque no ha percibido el problema en toda su
dimensión. El material ferroviario está viejo indudablemente… Pero
a pesar de esto, el poder de los ferrocarriles no ceja… Aunque el
material es viejo, el poder político de los ferrocarriles se muestra
lozano y brioso… Por eso el problema ferroviario puede sintetizarse
en la simple fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale a adquirir
soberanía". Y esto es así porque con la nacionalización se podrá
"regular la circulación interna de mercaderías y de pasajeros, orientar
las corrientes de tráfico y de comercio exterior, distribuir la
fabrilidad y las manufacturas, diseminar la actividad y la población,
estimular las iniciativas de las provincias sofocadas por el alejamiento
ferroviario y organizar coordinadamente el transporte del país".
Anticipándose a las políticas antinacionales que vendrán después
del ’55 y que buscarán deshacerse de los ferrocarriles porque dan
"pérdidas", Scalabrini Ortiz afirmará: "En busca de la ganancia
el ferrocarril aniquiló a las industrias del interior…
Para que el ferrocarril nacionalizado pueda orientarse en el exclusivo
servicio del país, es indispensable liberarlo de la tiranía del
interés".
El 13 de febrero de 1947 se firma el contrato de compraventa de
los ferrocarriles británicos por el Estado, los cuales junto al
IAPI, la Junta Nacional de Granos, la Flota Mercante, el Banco Industrial,
la nacionalización del gas y usinas eléctricas, el gobierno peronista
se apresta a desarrollar una política industrialista con justicia
social y desarrollo equitativo del conjunto de la nación.
3- El golpe de los infames. En busca de la destrucción de los ferrocarriles
y su reprivatización.
Pero el proceso revolucionario, nacional y popular del peronismo
es congelado en el ’55 con el golpe genocida de la Revolución Industrial
de septiembre. Entonces se lanzará una campaña de desprestigio hacia
el control del Estado sobre los resortes de la economía. Se dirá
del ferrocarril y de toda empresa nacionalizada, que dan déficit
y, por lo tanto, que debemos deshacernos de ellas.
Nuevamente Scalabrini Ortiz saldrá a la defensa de los ferrocarriles
y dirá:
"El déficit no es por sí mismo un indicio y menos aún una prueba
de que un ferrocarril esté mal administrado, porque puede estar
al servicio de un propósito distinto al de su propia ganancia".
No se cansará de explicar como el ferrocarril, cuando era administrado
por los ingleses, servía a los intereses ingleses que no eran otros
que la expropiación de nuestras materias primas a bajo costo y la
invasión de sus productos manufacturados, para lo cual debía mantener
a la Argentina en el primitivismo agrícola, impidiendo toda industrialización.
"El ferrocarril moldeó a la Argentina de acuerdo a las conveniencias
exclusivas de Gran Bretaña", dirá Scalabrini. Por eso "el ferrocarril
nacionalizado debía ante todo combatir esa conformación que resultaba
monstruosa desde un punto de vista nacional. Pero combatirla equivalía
a luchar contra sus propias conveniencias financieras… La obligación
primordial del ferrocarril nacionalizado no debe ser la de servir
a un capital dado o la de alcanzar con sus ingresos un monto dado
para cubrir sus gastos de operación, sino la de servir, en la forma
más eficaz, la parte de la vida nacional que depende de sus actividades.
La cuantía del déficit no es por lo tanto, signo de mala administración
por sí misma. Puede ser la consecuencia inmediata del esfuerzo que
está haciendo el ferrocarril por reacondicionar la vida nacional".
Pero claro, las fuerzas del anti-progreso y de la dependencia habían
vuelto a gobernar y a recorrer el camino de la desindustrialización
y achicamiento del Estado. Estos sectores de poder, que habiendo
dejado de ser pro-británicos se habían trocado en pro-yanquis, comenzaron
una política de desprestigio con el único fin de entregar las riendas
del país al poder de la plutocracia. A partir del Plan Prebisch
se buscó generar una crisis económica que les permitiera descapitalizar
al país, liquidar las empresas estatales y entregarlas a los intereses
imperialistas. Claro que el crecimiento del país durante el peronismo
y los intereses industriales creados impiden, a la caída de Perón,
un inmediato retroceso al 3 de junio de 1943. Pero ese objetivo
se perseguirá, lenta aunque inexorablemente hasta lograr su concreción.
Desde la infame Revolución Libertadora y hasta la segunda década
infame de los noventa se llevarán adelante programas económicos
que generarán desocupación, bajo nivel de vida popular con la consiguiente
limitación del consumo interno y la subsiguiente liquidación –al
no contar con mercado interno fuerte- de la industria nacional.
Congelamiento de salarios, créditos a las grandes empresas en detrimento
de las Pymes, entrega de la banca al imperialismo financiero, despojo
de los aranceles aduaneros de su carácter proteccionista, represión
a la lucha popular genocidio mediante, hacen de la Argentina el
país dependiente que el peronismo revirtiera en diez años de gobierno.
Primero la Revolución Libertadora y la fabricación de la crisis.
Luego el frondicismo y el desarrollismo dependiente. Le siguió el
onganiato y la abierta entrega de la economía a la plutocracia,
con Alvaro Alsogaray en el Ministerio de Economía. El genocidio
de finales de los sesenta y el vaciamiento político de los ochenta
permitieron que el menemismo concluyera la obra: achicamiento del
Estado y entrega del patrimonio nacional, total liquidación de la
industria, creciente concentración de la riqueza, vaciamiento de
valores en toda la población en general y en la juventud en particular.
Por supuesto, los ferrocarriles no quedaron exentos y se los liquidó…
4- El desguace ferroviario: en cada ramal cerrado florecerá un shopping
"Ramal que para, ramal que cierra", tal el dogma menemista de inspiración
inquisitorial. Durante los noventa se lo ejecutó en sintonía con
aquella costumbre medieval de tirar al río, atados, a los acusados
de brujería: si sobrevivían eran rematados por sus vínculos con
el demonio [que los había ayudado]. Si morían eran inocentes, pero
ya estaban muertos. Así, se sometió a los trabajadores a la indignidad
de la destrucción de su universo cotidiano, después de treinta o
más años en el ferrocarril.
Como toda la política menemista se realizó con un sentido antinacional
pero "populista", los pueblos que sobrevivieron recibieron en donación
las instalaciones ferroviarias. Basta viajar por Córdoba y Santa
Fe para ver las "casas de la cultura" que cada ciudad o comuna ha
montado como pudo en los galpones ferroviarios, en la estación,
en los talleres.
Rosario, con un poco más de un millón de habitantes y un importante
desarrollo ferroviario ligado al puerto y al transporte de pasajeros,
cuenta con vastísimos espacios e instalaciones que de a poco han
sido transferidos y "recuperados". El menemismo sazonó el festín
sangriento de la muerte del ferrocarril con la expulsión de los
trabajadores, en simultáneo con la elevación de la edad jubilatoria.
Muchos, que habían dado los años más productivos de su vida a los
ferrocarriles estatales, fueron mal indemnizados y debieron esperar
cinco años –a veces por una diferencia de seis meses- para poder
ser jubilados argentinos.
En Rosario, la crónica del desguace es terrorífica:
En 1987 el F.C.G Belgrano clausuró las instalaciones de carga de
la antigua Terminal del ex F.C. Santa Fe: la Municipalidad levantó
las vías y destinó el predio al Centro de Convenciones "Patio de
la Madera", un espacio de ferias y eventos, con un área verde que
cada tanto ocupan los circos, un Mc Donald’s, una escultura de Pérez
Celis y una estatua de Gardel.
En 1987/88 se levantaron las vías del acceso al puerto del F.C.C.
Argentino, a un costado de la estación Rosario Central, en el túnel,
se construyó un tramo de la futura "Avenida Ribereña Central".
Durante 1993, y continuando con la construcción de la Avenida Ribereña
Central, la Municipalidad destruyó las instalaciones ferroviarias
ubicadas en Av. Wheelwright entre Italia y Balcarce, que databan
de 1868/70 y habían sido los primitivos depósitos de locomotoras
y talleres del F.C.C. Argentino.
En 1997 se avanzó la obra, levantando las vías hacia el este, que
conectaban con la estación Rosario Central, y abortando cualquier
posibilidad futura de reactivar la misma. El edificio de la Estación
Antártida Argentina, situado en el antiguo barrio ferroviario Fisherton,
en el oeste de la ciudad, fue transferido por el ENABieF a la Municipalidad
de Rosario, que pretendiendo restaurarlo terminó modificándolo para
que se utilice como salón de exposiciones.
También en 1997 el Ente Nacional Administrador de Bienes Ferroviarios
[ENABieF] llamó a licitación para la venta de los terrenos de los
Talleres Rosario del F.C.C Mitre, dejando para el concesionario
NCA [Nuevo Central Argentino] un pequeño sector con frente a la
Avenida Alberdi. En 1998 se adjudicó a un consorcio internacional
que construirá por supuesto un shopping, oficinas, viviendas, supuestamente
preservando alguna construcción original. En junio de 1999 se dio
inicio a los trabajos de demolición y limpieza.
En 1999 se continuó la avenida hacia el oeste, levantando la vía
de trocha ancha, en terrenos de la estación "Embarcaderos" del F.C.G
Belgrano, para trazar la "Avenida de las Tres Vías" [donde no hay
vías y las manos son dos].
También en 1999, la estación Rosario Norte fue destinada a la Secretaría
Municipal de Cultura y Educación –una hermana mayor de las "casas
de cultura" pueblerinas- , aunque compartiendo el edificio Tu.Fe.S.A
que mantiene dos servicios semanales entre Retiro y Tucumán y el
concesionario de cargas Buenos Aires al Pacífico [BAP].
En octubre de 1999 el ENABieF transfirió a la Municipalidad de Rosario
la estación Rosario Central, donde se instaló el Museo de Ciencias,
en tanto que las oficinas ferroviarias aledañas, ubicadas sobre
Avenida Wheelwright y donde se destaca el histórico reloj, serán
destinadas a futuro al Distrito Centro de la administración municipal.
5- Raúl Scalabrini Ortiz, objeto de burla de los "progresistas de
izquierda"
Pero la política antinacional y antipopular que supone desguazar
el ferrocarril y privar al conjunto del pueblo de un medio de transporte
económico, eficaz y limpio, tiene un costado cercano al sadismo.
Durante 1998, la Municipalidad de Rosario obtuvo el dominio de un
terreno perteneciente al ex depósito de locomotoras Diesel Eléctricas
Rosario del F.C.G Mitre, lo demolió para dar lugar al "Parque Scalabrini
Ortiz".
El 4 de agosto de 2004 se inauguró en los ex galpones Peñaflor [donde
antiguamente se almacenaba cereal] el Complejo Puerto España, un
espacio de 20 mil metros cuadrados con restaurante para 240 personas
y estacionamiento, luego se agregarán un gimnasio, un bar vidriado
sobre pilotes al borde de la barranca. La concesión es por 15 años
con opción a cinco más, la inversión fue de sólo 700 mil pesos.
La "primera etapa" del complejo Scalabrini Ortiz se habilitará en
marzo de 2005: un megacomplejo comercial de 150 [Alto Rosario, de
IRSA, propietaria también de Patio Bullrich, Alto Palermo, Abasto
Buenos Aires, Alto Avellaneda, Alto NOA, entre otros], un supermercado
Coto, 14 salas de cine, museos y oficinas. La inversión, anunciada
como si fuera extraordinaria, será de 60 millones de pesos: baste
decir para dimensionarla que en una obra importante pero menor,
el gobierno nacional destinó 85 millones para reparar la circunvalación
rosarina y todas las rutas de acceso a la ciudad, incluyendo el
mantenimiento por tres años.
Para la segunda etapa, una cuña de cien hectáreas de las mejores
tierras de Rosario, sobre el río Paraná, la Municipalidad llamó
a un concurso de ideas para luego llamar a una licitación internacional.
Se pretende construir hoteles, oficinas y viviendas frente al río
y abrir vías rápidas con una inversión que aseguran "millonaria".
La lógica perversa de neoliberalismo, sostenida en Rosario por un
gobierno "socialista", dice que todas las instalaciones eran nidos
de ratas y basura, ahora serán shoppings y darán trabajo, como si
abrir espacios de servicio donde nada se fabrica ni se cultiva generara
poder adquisitivo y compradores. O como suponer que la lluvia genera
las ranas que cantan en el charco. La famosa generación espontánea.
Abriendo cien centros comerciales: ¿los rosarinos tendrán más dinero
para indumentaria, alimentos o artículos para el hogar? Lo que ocurrirá
es que se repartirán los clientes con otras grandes áreas [Carrefour,
Makro, Libertad o la firma local La Gallega], que ante la baja en
las ventas despedirán personal.
Pero además, es falso de toda falsedad que las grandes áreas generen
puestos de trabajo: es más posible que los destruyan. El INDEC ha
señalado que comparando junio de 2003 y junio de 2004, las grandes
áreas aumentaron un 10, 5 por ciento sus ventas, 8, 4 por ciento
su facturación –por la baja de precios- y expulsaron a 3421 trabajadores
a la calle. Venden más, ganan más, destruyen a los pequeños comercios
y expulsan trabajadores. Sin hablar de las condiciones laborales
de los que quedan adentro, sometidos a externas jornadas domingos,
feriados, navidades y fechas patrias.
El colmo de la burla a un patriota como Raúl Scalabrini Ortiz será
la ejecución del Plan Circunvalar: una red ferroviaria alrededor
de la ciudad para que las multinacionales cerealeras aumenten aún
más sus ganancias. Porque pareciera no bastarles con el valor de
cambio del dólar, la evasión impositiva, la exención de impuestos
provinciales en Santa Fe o la baja de impuestos municipales que
promovió y concretó el anterior gobierno socialista de Rosario.
Ponerle Scalabrini Ortiz a un emprendimiento privado y muchas veces
multinacional montado sobre un ferrocarril desguazado, es como ponerle
Ghandi a una cámara de gas, Ernesto Guevara al palacio de Buckingham,
o Peronismo al gobierno de Menem.
Como Scalabrini, "queremos los trencitos". Europa y Estados Unidos
los tienen y los sostienen. Mueven su economía con apoyo del ferroviario.
Sus alcahuetes políticos y mediáticos dicen que acá son inviables.
Decían lo mismo del correo estatal, que hoy da ganancias y está
conducido por los trabajadores.
Nos oponemos a la desaparición del ferrocarril nacional para la
instalación de los shoppings multinacionales.
Nos oponemos a la entrega barata del patrimonio estatal, acumulado
con el esfuerzo de nuestros abuelos y padres.
Nos oponemos a la proliferación de los espacios posmodernos, a los
"no lugares" con que se identifica el mediopelo argentino, prohibido
para carecientes y "cabecitas negras".
Nos oponemos a la pérdida de la memoria, a la cultura de la banalidad,
a las grandes áreas de productos importados que destruyen la producción
nacional, a que los gobernantes y algunos profesionales liberales
–en todo el sentido del término- nos quieran hacer creer que se
trata de progreso, que los que nos oponemos somos retrógrados.
Aunque es posible que seamos retrógrados, como decía don Leopoldo
Marechal. Porque atrás podemos reconocer un país con justicia, con
trabajo, con ferrocarriles, con empresas estratégicas, con dignidad,
con sano orgullo, con sentido de patria y pueblo, con las esperanzas
intactas.
Sí, somos retrógrados.
Somos retrógrados pero no oscurantistas. Retrógrados porque queremos
ir de la oscuridad actual, con veinte millones de compatriotas sumidos
en la pobreza y en la desesperación, hacia la luz de un país con
paz, pan y trabajo, hacia la luz de la justicia que la Argentina
consiguió hace cincuenta años y que fue destruida por la fuerza
del imperialismo a través de los golpes cívico-militares y gobiernos
títeres en períodos democráticos.
Queremos ferrocarriles, no shoppings. Porque esos "hierros viejos"
contienen el comienzo de la independencia argentina. Tener ferrocarriles
es tener soberanía. Y es nuestra obligación honrar las luchas históricas
de nuestro pueblo.
TRABAJO SELECCIONADO EN EL SEGUNDO CERTAMEN DEL MOVIMIENTO DE DOCUMENTALISTAS
DE ARGENTINA- RODOLFO WALSH-2004/05
En mayo de 1959, pocos días antes de morir, Raúl Scalabrini Ortiz
le comenta al ingeniero Juan Sábato: "Usted ve un animal grande,
de cuatro patas, generalmente marrón, que tiene ubres de las que
extraen leche los tamberos, cuyo excremento es de color verde y
que hace muuu. Usted dice, obviamente, que es una vaca. Pues bien,
Arturo Frondizi le demostrará que no, que es una locomotora Diesel".
La anécdota figura en Argentina a precio de costo, de Gregorio Selser
[ediciones Iguazú, Buenos Aires, 1965] y retrata de cuerpo entero
a Scalabrini Ortiz, un ingeniero nacido en Paraná, el 14 de febrero
de 1898. Agrimensor, conferencista, autor de cinco libros, varios
folletos y gran cantidad de artículos periodísticos, durante muchos
años fue silenciado por la prensa oficial, despreciado por las editoriales
"cultas" que traducían a economistas ingleses, filósofos alemanes
y novelistas franceses, combatido por conservadores y liberales
e ignorado por la mayoría de la izquierda. Hoy su obra tiene tanta
vigencia como en su época.
Los primeros pasos
Cuando Scalabrini Ortiz llega a Buenos Aires se acerca al abogado,
poeta, novelista y filósofo Macedonio Fernández, uno de los personajes
más interesantes de aquellos años, que le proyecta su fascinante
influencia humanista. El ingeniero trabaja como agrimensor pero
tiene vocación literaria. Frecuenta a escritores como Jorge Luis
Borges y Leopoldo Marechal. En 1923 publica La Manga, un libro de
cuentos.
Al año siguiente se vincula a la revista Martín Fierro, creada por
un grupo de jóvenes de entre 24 y 25 años de edad, que pretenden
romper con "la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático".
El director es Evar Méndez, un poeta ya maduro; el subdirector,
Oliverio Girondo. La publicación, que sólo tiene cuatro páginas
y en sus tres años de vida [1924-1927] edita 45 números, se caracteriza
por artículos polémicos y un humor ingenioso. En ella escriben Macedonio
Fernández, Conrado Nalé Roxlo, Raúl y Enrique González Tuñón, Luis
Cané, Ricardo Güiraldes, Jorge Luis Borges, Xul Solar, Norah Lange,
Leopoldo Marechal, Jacobo Fijman, González Tuñón, Ulises Petit de
Murat y el propio Scalabrini Ortiz.
El jueves 4 de octubre de 1929 se derrumba la bolsa en Wall Street
y desencadena una crisis económica mundial que se extiende durante
los siguientes diez años. En Argentina caen los precios de las exportaciones,
se devalúa el peso, crece la desocupación. En 1930, un golpe militar
derroca al presidente Hipólito Yrigoyen. Se inicia una etapa a la
que el periodista nacionalista José Luis Torres bautiza como la
Década Infame.
Bajo la influencia de Macedonio Fernández, Scalabrini Ortiz escribe
El hombre que está solo y espera, con el que gana el Segundo Premio
Municipal en 1931. Pero pronto abandona las indagaciones metafísicas.
Quiere saber por qué en Argentina -país de vacas y cereales, de
grandes extensiones y regiones fértiles- hay hambre.
El agrimensor hace un inventario de todos los puertos, ferrocarriles
y frigoríficos e indaga quiénes son los dueños. Descubre que Inglaterra
se lleva todas las ganancias. Quizá le hubiera bastado con descifrar
un poema publicado en la revista Martín Fierro, que en uno de sus
versos decía de Argentina: Mientras tu existas Inglaterra será dichosa
/ Y no temerá la disolución vaticinada del Imperio. El autor es
el británico Rudyard Kipling, nacido en Bombay y considerado el
"poeta del colonialismo.
Rebelión, exilio y regreso
En diciembre de 1933, tres años después del derrocamiento de Yrigoyen,
Scalabrini Ortiz forma parte del último acto patriótico y popular
de la Unión Cívica Radical. Bajo el régimen del general Agustín
P. Justo, estalla simultáneamente en distintas partes del país una
rebelión yrigoyenista, pero es rápidamente aplastada. La localidad
de Paso de los Libres, en Corrientes, se convierte en el último
reducto de la resistencia popular. Scalabrini Ortiz, Luis Dellepiane
y Arturo Jauretche se cuentan entre los radicales civiles que participan
del levantamiento. Sin embargo, los rebeldes son derrotados. Veinte
yrigoyenistas son degollados. En los días siguientes, oficiales
del ejército exhiben orejas de los muertos.
Como consecuencia de su participación en la rebelión de Paso de
los Libres, Scalabrini se destierra en Europa. En 1934, desde Alemania,
escribe sus primeros artículos sobre la cuestión nacional.
En 1935, de regreso del exilio, es uno de los fundadores de la Fuerza
de Orientación Radical de la Juventud Argentina [FORJA], junto a
Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, Homero Manzi,
Julio Darío Alessandro y otros. FORJA nace como una tendencia interna
de la Unión Cívica Radical, de la que se separará en 1940. El grupo
funciona en un viejo sótano de la avenida Corrientes al 1200 y reúne
a unos 200 jóvenes que, en gran parte, son de clase media. Su ideología
se encuadra dentro del nacionalismo popular y su manifiesto afirma:
"Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre".
Los forjistas son acusados simultáneamente de "marxistas", "nazis"
y "pro estadounidenses". Ellos replican: "Ni conservadores, ni socialistas,
ni radicales, ni comunistas, ni fascistas pueden decir al pueblo
la verdad sobre la tragedia que vive la patria".
A través de las conferencias y los Cuadernos de FORJA, Scalabrini
realiza una labor constante que revela quiénes, cómo y dónde se
manejan los hilos ocultos del poder económico en Argentina. Exhibe
pruebas, presenta documentos, menciona nombres de empresas, desenmascara
complicidades. Se convierte en el gran fiscal nacional contra la
entrega. Apunta y da en el blanco de la cuestión clave de entonces:
la red de ferrocarriles controlados por Inglaterra, a la que define
como "una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada
la República".
Los británicos, afirma Scalabrini, aportaron capitales mínimos,
inflaron los beneficios, aumentaron o bajaron las tarifas para boicotear
a las industrias nacionales, recibieron miles de hectáreas de regalo
junto a las vías y no cumplieron ninguna función de fomento en las
provincias pobres. Además, trazaron el tendido de acuerdo a sus
intereses comerciales: los rieles, en lugar de comunicar el país
de norte a sur, confluyen a Buenos Aires, la ciudad-puerto, capital
del país-factoría.
Tenaz, publica varios Cuadernos de FORJA: Política británica en
el Río de la Plata [1936], Los ferrocarriles, factor primordial
de la independencia nacional [folleto, 1937], El petróleo argentino
[1938], Historia del Ferrocarril Central Córdoba [1938], Historia
de los ferrocarriles [Revista Servir, 1938] e Historia del primer
empréstito [1939].
Una ráfaga de aire incontaminado
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y Gran
Bretaña presionan los aliados para que Argentina participe en el
conflicto. Scalabrini Ortiz dirige el diario Reconquista, donde
defiende la neutralidad y lanza la consigna: "No os dejéis arrastrar
a la catástrofe. Si os empujan, subleváos. Muramos por la libertad
de la Patria y no al servicio de los patrones extranjeros". El periódico
no recibe publicidad y sólo vive 41 días. Scalabrini rechaza una
oferta de la embajada alemana de financiar su continuidad y el 25
de diciembre de 1939 escribe en el último número:
"Hemos pasado como una ráfaga de aire incontaminado en el irrespirable
ámbito de intereses creados de nuestro periodismo [...]. Dijimos
en el primer número que Reconquista cumpliría con su deber o moriría.
Hacemos honor a nuestra promesa [...]. El viento viene de lejos.
Se deforma un poco al superar los obstáculos y sigue siendo viento".
Scalabrini continúa su campaña por nacionalización de los ferrocarriles.
En 1940 publica dos libros: Historia de los ferrocarriles argentinos
y Política británica en el Río de la Plata. Mientras tanto, hace
grandes esfuerzos por subsistir con su esposa y sus cinco hijos.
El 13 de enero 1942 publica en el diario La Prensa el siguiente
aviso:
"Caballero argentino, casado de 44 años, con amplias relaciones,
estudios universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica,
literaria y filosófico, con experiencia general y profunda de nuestro
ambiente económico y político, ex redactor de los principales diarios,
autor de varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría
dirección, administración o consulta de empresa argentina, en planta
o en proyecto, en los órdenes de la industria, comercial o agrario.
Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz, calle Vergara 1355, Vicente López".
La política de "la chinche flaca"
En 1944, sir Montague Eddy, representante británico, le propone
al escritor ayuda económica a cambio de que cese su cruzada nacionalista.
Scalabrini le responde que eso es imposible porque él sigue la "política
de la chinche flaca". Norberto Galasso relata la anécdota en Vida
de Scalabrini Ortiz [Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970]:
"Ante el estupor del flemático inglés que no comprendía su respuesta.
Scalabrini le explicó cuál era esa política que seguía en su vida.
"Usted debe haber dormido en esas pocilgas que se llamaban hoteles.
Habrá luchado alguna noche contra los fastidiosos insectos y observado
que difícil que es matar a una chinche que todavía no ha chupado
sangre, usted la aprieta entre los dedos, la refriega y la chinche
continúa como si le hubieran hecho una caricia. En cambio, si la
chinche ha comido y tiene su panza hinchada, basta una pequeña presión
para exterminarla. Bueno, yo sigo la política de la chinche flaca
y por eso que usted nada puede contra mí ni nada puede hacer a mi
favor".
Y luego agrega: "Es indispensable estar limpios de ambiciones y
de codicias. Por eso quienes abrirán la senda de los hechos nuevos
serán los humildes, los desmunidos, los trabajadores. [...] los
que no somos naturalmente ni humildes ni trabajadores sólo tenemos
una norma posible: la política de la chinche flaca"".
Raúl Scalabrini Ortiz muere de cáncer el 30 de mayo de 1959, a los
61 años. Hasta poco antes se ganaba la vida como agrimensor
Los medios de comunicación nos traen a diario declaraciones de políticos
y economistas que nos hablan de la crisis: corralito y blindaje,
stand by y default, encaje y déficit cero, riesgo país y dolarización.
Aparecen pocas ideas, en su mayoría marginales, acerca del origen
de los problemas por los que atraviesa el país.
Las entrevistas se suceden a un staff de diez economistas, pero
como los pueblos de Laponia, que tienen más de treinta vocablos
diferentes para definir los distintos matices del "blanco", estos
diez indiecitos [lease vasallos de Anoop Singh] nos pretenden decir
que sus versiones de la economía son todas diferentes, cuando en
realidad son todas "blancas". ¿No hay otros? ¿No interesa en los
medios que los haya?
Hoy, cuando resulta imperioso buscar el origen de los problemas
por los que atraviesa la economía argentina, recordar y releer a
Raúl Scalabrini Ortiz [1898-1959] constituye un buen ejercicio para
tal fin.
"Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están
al alcance de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar.
Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda.
Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted
entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden
inmaterial de los conceptos económicos y financieros".[1]
El silencio que pesa sobre la obra de Scalabrini Ortíz no es nuevo.
En su tiempo tuvo que buscar canales alternativos para difundirla,
a pesar de ser uno de los más brillantes periodistas de la época.
Es que su análisis profundo de los problemas argentinos y de cómo
el imperialismo se apoderó de los recursos del país lo constituyeron
en uno de los peores enemigos de los traidores, ya que no se limitaba
a denunciarlos puntualmente, sino que dejaba al descubierto toda
la trama de la entrega.
Discípulo de Macedonio Fernández, Scalabrini Ortiz ya había mostrado
en "El hombre que esta sólo y espera" [1931] tanto una prosa clara
y brillante como una profundidad en el estudio para hacer una radiografía
del porteño que aún tiene vigencia como una precisa descripción
de nuestra sociedad. Los tiempos han cambiado. El alma del porteño
no.
"El hombre porteño no es egoísta, pero no admite más alicientes
que los exclusivamente humanos. No quiere atestarse con frases,
ni ser omitido en ellas. Palabras de premio son asiduas en su plática:
"gaucho", "macanudo", derecho". Tipo gaucho es el hombre servicial.
Macanudo, en cierta acepción, es el generoso de expansión, el conversador,
el dicharachero, el hombre vivo y dado. Derecho es el hombre sin
doblez, cuya ayuda puede descontarse como indudable. Todas estas
palabras propinan méritos a los desprendimientos que van de hombre
a hombre".[2]
Hay luego un Scalabrini Ortiz militante, que desde FORJA pone su
pluma al servicio de la causa nacional. Una causa que no abandonará
hasta su muerte.[3] La historia de los ferrocarriles, y del manejo
de la moneda y del crédito por parte de la banca extranjera para
frenar todo intento de industrializar el país, es el estudio mas
profundo que se ha hecho sobre las causas de la falta de desarrollo
de la Nación.
Nos interesa remarcar por último su lucha contra esos economistas
que "están siempre" y cuyo paradigma es Raul Prebisch. Miembro de
la funesta misión Roca en 1932 y hacedor del Plan de la Revolución
Libertadora en 1955, Prebisch siguió apareciendo periódicamente
en la historia argentina dictando dogmas, hasta brindar sus "últimos
servicios a la Patria" en el gobierno de Raúl Alfonsín.
Reproducimos al píe la primera parte de "La República de Otaria",
satírico ensayo de Scalabrini sobre la situación planteada con la
llamada Revolución Libertadora que derrocara a Juan Domingo Perón
en 1955.
Sus artículos desde la revista "Qué"[4] fueron el último llamado
de atención antes de su desaparición el 30 de marzo de 1959. Tres
meses antes, el Presidente Frondizi había anunciado la adhesión
de la Argentina al Fondo Monetario Internacional y se abrazaba con
los banqueros de Wall Street.
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[1] Raúl Scalabrini Ortiz, "Bases para la Reconstrucción Nacional",
Tomo I, Ed. Plus Ultra, 3° Ed.,pag. 23.
[2] Raúl Scalabrini Ortiz, "El hombre que está solo y espera", Ed.
Albatros, 8°Ed., pag. 106.
[3] Para el lector interesado en Scalabrini Ortíz, recomendamos
consultar la biografía y listado de sus obras en www.discepolo.org.ar/scalabri.htm
[4] Recopilados en "Bases para la Reconstrucción Nacional"
... Supongamos que en la vasta extensión del Océano Atlántico, entre
Sud Africa y el Río de la Plata, existe una comarca aún desconocida.
Es un país fértil cuyas tierras arables suman casi treinta millones
de hectáreas. Tiene una población de 20 millones de habitantes.
Se denomina en el planisferio del imaginario Mercator, República
de Otaria. Sus habitantes responden, pues, a la designación genérica
de otarios, lo cual resulta simbólico, porque si bien la palabra
otario no figura en el diccionario de la Real Academia, en el lenguaje
vernáculo tiene una acepción precisa: otario es el que cambia una
cosa real y cotizable por algo sin valor: una palabra, un concepto,
una ilusión, un halago interesado; el que cambia, por ejemplo, un
jugoso bife por un elogio a su generosidad y a su espíritu democrático.
El cuervo era un otario. El zorro, un vivo.
Otaria produce más de lo que necesita para vivir. Cada otario consume
anualmente 100 kilos de carne, 200 kilos de trigo, 100 litros de
leche y 100 kilos de maíz que en parte se transforma en huevos y
en carne de ave. El exceso de producción lo trueca por combustible.
No nos ocuparemos de este comercio y daremos por sentado que sus
valores se equivalen. Los otarios necesitan emprender algunas obras
públicas para abrir horizontes a la vida larval en que viven. Sus
economistas los han convencido de que deben recurrir al capital
extranjero, porque Otaria está huérfana de ellos. Nosotros nos disponemos
a cumplir esa misión civilizadora. Para ello es indispensable que
efectuemos una pequeña revolución y asumamos el poder. Nunca faltarán
otros otarios dispuestos a servir a altos ideales que simbolizamos
nosotros y las grandes empresas que nos aprontamos a ejecutar.
La unidad monetaria de aquel simpático país es el otarino. Tiene
el mismo valor legal de un peso argentino y se cotiza a la par.
Los alimentos y la materia prima de Otaria valen exactamente lo
mismo que sus similares argentinos. Para simplificación del ejemplo
y de la interpretación usaremos cifras globales. La técnica no se
altera por centavo de más o de menos. Quizás nos convenga abrir
una institución de crédito en Otaria. Quizás no la necesitemos.
Los instrumentos del crédito internacional pueden suplir perfectamente
la ausencia de un banco local. Si queremos abrir un banco, nos munimos
de una carta de crédito en que el Banco Central de la República
Argentina afirme que tiene depositada a nuestra disposición una
suma dada, cien millones, por ejemplo, en oro o moneda convertible,
o que se responsabiliza de ellos. Eso basta. La carta de crédito
del Banco Central de la República Argentina es palabra sagrada en
la República de Otaria. Por otra parte, una carta de crédito – digamos
una carta de presentación – fue todo el capital inicial que invirtieron
en este país los más poderosos bancos extranjeros: el Banco de Londres
y América del Sud, el ex Banco Anglo Sudamericano, El First National
Bank of Boston y el National City Bank of New York. Nos preocuparemos,
eso si, de que la memoria del Banco Central de Otaria diga algo
semejante a lo que el Banco Central de la Argentina afirmó en su
memoria de 1938, la conveniencia de "transformar las divisas en
oro y dejar ese oro depositado en custodia en los grandes centros
del exterior ... no sólo por la economía que significa no mover
físicamente el metal, sino principalmente por facilitarse de este
modo su pronta y libre disposición con el mínimo de repercusiones
sicológicas". Este argumento, que fue convincente para nosotros,
puede ser aceptado por los otarios, a quienes nos complacemos en
imaginar tan confiados, liberales y democráticos ciudadanos como
nosotros. En los Estados Unidos la operación no hubiera podido efectuarse,
porque aquellos cow boys son tan desconfiados que hasta 1914 no
permitieron el establecimiento de ningún banco extramjero, y, para
impedir filtraciones subrepticias, ni siquiera permitían que sus
propios bancos tuvieran agencias en el exterior. Con posterioridad,
accedieron al establecimiento de sucursales de bancos extranjeros,
los que no podían prestar nada más que un dólar más que el capital
que genuinamente habían importado desde el exterior. Pero en Otaria
son tan liberales como nosotros.
Ya estamos instalados en Otaria y disponemos de un capital virtual
– como son todos los capitales – de cien millones de pesos argentinos
que respaldan nuestra responsabilidad sin necesidad de salir de
esta república. En Otaria vive habitualmente un técnico de gran
reputación, el doctor Postbisch, cuyos servicios profesionales nos
hemos asegurado con la debida anticipación y cuya consecuencia y
lealtad hacia nosotros se acrecienta en la medida en que nos sirve.
El doctor Postbisch, tras un breve estudio de una semana, descubre
que los otarios estaban viviendo sobre un volcán. Sin darse cuenta
atravesaban "la crisis más aguda de su historia". Los otarios no
se habían percatado de ello, primero, porque los otarios estaban
muy ocupados en crearse una industria que abriera los cerrados horizontes
de la monocultura; segundo, porque habían pagado sus deudas y no
debían nada a nadie, con excepción de algunos pequeños saldos comerciales;
tercero, porque vivían aceptablemente bien, y cuarto, porque en
realidad se trataba de "una crisis oculta" que necesitaba la pericia
clínica de Postbisch para ser diagnosticada. Para equilibrar el
presupuesto nacional – que se desequilibrará más que nunca, para
nivelar la balanza de pagos con el exterior, que daba superávit
y dará déficit en adelante – el doctor Postbisch, dotado de poderes
ejecutivos tan extraordinarios que envidiaría el mismo Superhombre
de las historietas infantiles, decide desvalorizar la moneda de
Otaria a la tercera parte de su valor. El otarino, que valía un
peso moneda nacional, desciende hasta no valer nada más que treinta
y tres centavos de los nuestros. El doctor Postbisch designa a esa
operación "corrimiento de los tipos de cambio". Nuestro capital
de cien millones, que permanecía en expectativa en su moneda originaria,
se triplica si se lo calcula en otarinos. Los productos de Otaria
siguen, como es lógico, cotizándose en otarinos y el alza que el
doctor Postbisch les acuerda es tan pequeña que desdeñaremos considerarla,
porque de todas formas no varía los resultados en su conjunto. Postbisch,
cuya facundia es asombrosa, ha convencido a los otarios de que tanto
la desvalorización de su moneda como la estabilización de los precios
son indispensables para escapar del vórtice de la espiral inflacionista
y que esas medidas deben ser complementadas con la inmovilización
de los salarios y de los sueldos. En Otaria, pues, todo queda como
antes de la desvalorización, Pero el genio creador de Postbisch
se revelará en todo su poder en la multiplicación de nuestro capital.
Jesucristo multiplicó los panes. Postbisch multiplicó el dinero
extranjero con que se adquieren los panes. Vamos a usar la nueva
capacidad adquisitiva de nuestros capitales. Utilizaremos un solo
peso, por si acaso nos equivocamos. Ni siquiera en los ejemplos
deben arriesgarse los capitales que se confían a nuestra custodia.
En Otaria con un peso argentino se compraba un kilo de carne, que
en el mercado interno de Otaria valía un otarino. La desvalorización
de la moneda de Otaria, por recomendación de Postbisch, no ha alterado
los precios internos. Con un peso argentino virtual se adquieren
tres kilos de carne. Si exporto a la República Argentina un kilo
de carne, como allí sigue valiendo un peso moneda nacional, con
ese kilo de carne saldo la deuda que había contraído en mi país
con la apertura del crédito. Me quedan dos kilos de carne que vendo
en la misma República de Otaria a un otarino cada uno. Y de esta
manera, el capital virtual que había movilizado en el pael se transforma
en un fondo real de doscientos millones de otarinos, con el que
podemos iniciar la ejecución de grandes obras que son indispensables
para la vida de esa república, pero que los otarios no hubieran
podido emprender nunca por falta de capitales. La ración diaria
de los otarios habrá descendido en un tercio.
[de Bases para la Reconstrucción Nacional, Tomo 2, Editorial Plus
Ultra]
Eriberto De Pablo, un amigo jauretcheano hasta los tuétanos, me
acaba de reenviar un texto que circula por Internet, publicado por
Jorge Scalabrini Comaleras, hijo de Raúl Scalabrini Ortiz y Mercedes
Comaleras, que le ha sido enviado por una escritora que no conozco,
cuyo nombre o seudónimo es Bibiana Apolonia del Bruto. Este correo
titulado “El hijo de Scalabrini refuta a Galasso” viene por vía
de Bambú Press boletinbambu en yahoo.com, ha sido publicado en el
diario “El liberal” y resultaría, según De Pablo, “un cartón lleno”
si se hubiera publicado en “La Nación”. Allí, Jorge vuelve sobre
una vieja disidencia que él manifestó en 1970: según él, yo habría
sostenido que su padre era marxista. Más tarde, la viuda, Mercedes
Comaleras (No Coraleras, como se afirma en el texto, lo que hace
suponer que no lo escribió su hijo) publicó la misma crítica en
“Mayoría”, el 5 de diciembre de 1975, en un momento poco oportuno
para debatir sobre marxismo, cuando las TRES A desarrollaban plenamente
su siniestra tarea.
Ahora bien, como Del Bruto parece no saberlo y el amigo De Pablo
quizás lo haya olvidado, me veo obligado a aclarar algunos puntos,
aunque desde ya agradezco la aclaración suficiente que hizo circular
Néstor Gorojosky poniendo los puntos sobre las íes en pocas palabras,
sobre este asunto.
En primer término, debo recordar que lanzado el libro en 1970, -
con la garantía de que fue presentado por Arturo Jauretche-, Pedro
Scalabrini -hijo mayor de Scalabrini Ortiz– me invitó a cenar para
manifestarme su total coincidencia con la biografía y agradecerme
haber sacado al padre del olvido (Scalabrini había muerto en 1959
y sólo se habían publicado dos pequeños esbozos biográficos, uno,
en 1942, por el gran argentino que fue don Vicente Trípoli y otro,
en 1961, firmado por un tal Enrique Barés, de quien nunca supe si
era su nombre o un seudónimo, en ambos casos trabajos breves y debo
recordar que Trípoli, con grandeza y generosidad, me pidió que lo
acompañara en todos los homenajes a Scalabrini por considerar que
mis 580 páginas ampliaban el homenaje y reconocimiento al gran patriota).
En esa reunión, Pedro me dijo que gracias a mí había conocido en
plenitud la lucha de su padre. Últimamente, un nieto de Scalabrini
-Martín- al promover una reedición de Historia de los Ferrocarriles
argentinos, me pidió que lo prologara como un reconocimiento a mi
trabajo biográfico. Como en toda familia, hay concordancias y disidencias
al respecto.
Lo cierto es que a través de los años nunca dejé de reivindicarlo
a Scalabrini Ortiz, tanto en artículos como en conferencias y mesas
redondas. Asimismo, en 1973 a través de un folleto editado por ese
militante infatigable que se llama Antonio Ángel Coria, cuando fundamos
en Punta Alta el “Centro Scalabrini Ortiz”; luego, en 1975, en un
folleto editado por la revista “Crisis”; más tarde, en 1982, en
una biografía reducida publicada por “Ediciones del Pensamiento
Nacional”; después, en 1984 con Raúl Scalabrini Ortiz y la penetración
inglesa, publicado en Centro Editor de América Latina por sugerencia
de otro gran amigo: Oscar Troncoso: luego, en 2006, con Scalabrini
contra el Imperio,publicado por el Ateneo Scalabrini Ortiz dirigido
por Fabián Metler y últimamente, apareció la segunda edición de
aquel libro del ´70, ahora por Colihue. Cuánta agua ha pasado bajo
los puentes en estos cuarenta años y nadie, ningún forjista, ni
ningún nacionalista, ningún viejo amigo de Raúl, ha salido a impugnar
el libro, pero a Jorge no le gusta y su mamá, hace más de tres décadas
se manifestaba bastante coincidente con él, seguramente influida
por sus argumentos. Con ella tuve siempre una excelente relación,
salvo que le molestó que yo dijera en el libro que habían pasado
urgencias económicas (la señora era de una familia provinciana de
cierto abolengo local) así como que sostuviera que en un momento
de aislamiento y angustia, Scalabrini se tomó un vaso de whisky
en una medianoche, considerado por ella como una presunción de alcoholismo,
que no era tal. Pero, como se comprenderá, la verdad sobre un personaje
que ya es historia en la Argentina, no resulta de cuantos familiares
votan a favor ni cuantos en contra.
Desde aquel año 1970, Jorge embistió contra el libro y parece ser
muy consecuente en sus planteos porque todavía, cuatro décadas después,
lo sigue haciendo. Hubiera sido más efectivo quizás que escribiera
una vida de su padre eliminando todo aquello que le disgusta o algunas
conclusiones que todo biógrafo se ve obligado a realizar para explicar
la vida del biografiado. No lo ha hecho, sin embargo, sino que se
ha pasado 40 años fiscalizando mis ediciones para denigrarlas. Ahora
se le agrega Del Bruto quien cree ver en la biografía una forma
de apoyar “a la pareja presidencial” y sus sostenedores de “Carta
Abierta”, es decir justamente a quienes rinden homenaje a Scalabrini,
(decreto 2185, del 2008) y lo hace con entusiasmo: “Se trata del
hijo”, exclama apasionadamente y lo califica de “ingenio en petróleo”
(supongo que habrá querido escribir ingeniero) y de costado manifiesta
su molestia por mi nota donde critico la política de Proyecto Sur,
en Página/12, del 2 de febrero del presente año.
De cualquier modo, Del Bruto queda muy lejos del ánimo descalificador
que exalta a Jorge.
El ha manifestado militantemente su desagrado y a tal punto que
–caso único en el mundo- mandó varios chicos a volantear contra
el libro en su acto de presentación en 1982, a quienes un insobornable
forjista como Darío Alessandro, amigo de Raúl, que presentaba el
libro, los sacó a cajas destempladas. Luego, Jorge publicó una extensa
nota, el 26 de agosto de 1982, también dirigida a denigrar al libro.
Últimamente, también protestó cuando el nieto -Martín- publicó Historia
de los ferrocarriles argentinos y yo redacté el prólogo. Y ahora
vuelve sobre el tema.
Pero, en fin, ¿qué dice Jorge?: que en mi biografía yo afirmo que
el padre era marxista, actuando así al nivel de los yanquis que
veían marxistas en todos lados y se horrorizaban, como lo sufrió
Charles Chaplin e incluso nuestro Jorge L. Borges, por haber escrito
“Los Salmos rojos”, en su juventud.
Así sostiene Jorge:
l) que en el prólogo a la primera edición, Jorge A. Ramos “desmintiendo
las afirmaciones de Galasso”, sostiene que Raúl no era marxista.
Por lo que parece, no me reconoce demasiada inteligencia ni picardía
como “tergiversador” pues si hubiera publicado un libro falseando
que Raúl era marxista, no habría recurrido a un prologuista para
que me desmintiese.
2) Reproduce la carta de “Mecha”, ya una señora anciana donde, en
1975, la hacen decir que “doy a entender que Sacalabrini se nutrió
ideológicamente con las ideas de Lenin, Marx y Trotsky”. La imputación
es falsa. Lo que yo digo es que Raúl integró el grupo Insurrexit
en 1919, citando palabras de Scalabrini: “Contribuí a fundar el
grupo Insurrexit... Esos dogmas dejaron luego de desvelarme, aunque
la práctica del comunismo dejó en mí una huella tan honda que mi
espíritu parece un par de brazos fraternales” (R. S. O., en Cuentsitas
Argentinos de hoy, autorreportaje, Ediciones claridad, Bs. As.,
1929)
3) Agrega Jorge que en p. 439 de mi libro, hago referencia a un
comentario de Scalabrini sobre la conveniencia de formar un partido
de izquierda nacional o comunista nacional. El texto dice: “Raúl
viaja a La Plata y se encuentra en el tren con Juan José Hernández
Arregui y en la conversación le dice: -¿Usted no cree, Arregui que
ha llegado el momento de formar un partido comunista nacional? ¿No
cree que dado el avance que hemos logrado últimamente es necesario
un partido de izquierda que incida sobre el peronismo, una izquierda
nacional?”. Este testimonio proviene de Hernández Arregui, y el
libro se publicó en vida de este extraordinario intelectual del
campo nacional, por lo cual yo no podía inventarlo, y en el caso
supuesto que así fuera -que no va con mi rigurosidad histórica-
Arregui lo habría desmentido.
4) También mi libro reproduce un texto del folleto “El capital,
el hombre y la propiedad en la vieja y en la nueva constitución”,
p.21, donde Raúl comenta la frase de Perón “humanizar al capital”
y señala “El capital no fenece y por eso fundamentalmente es inhumano.
Humanizar el capital significa entonces -a mi entender- emplazarlo,
transformarlo en mortal y perecedero como las cosas a las cuales
está aplicado. La frase del general Perón entreabre un nuevo mundo
de posibilidades técnicas y matemáticas en que aparece factible
una nueva relación entre los seres humanos”. Claro, comprendo, hay
gente que esto no le gusta, pero no lo digo yo, lo dice Scalabrini.
5) Después, Jorge hace referencia al hermoso artículo de Scalabrini
sobre el 17 de octubre y señala que las masas “no vivaban a Marx,
a Lenin, ni a Trotsky. No fue una gesta marxista. Lo vivaban a Perón”.
Por supuesto, a nadie se le ocurre suponer otra cosa. Y yo lo transcribo
tal cual es, pero ocurre que como soy un historiador riguroso, trascribo
también lo que dice Scalabrini, pocas semanas después, el 9 de enero
de 1946, en el semanario “Política”, y esta trascripción parece
que irrita a alguna gente: “Dentro de pocos días se cumplirá un
nuevo aniversario de un acontecimiento que en mi juventud me conmovió
profundamente, tanto como en el correr de los años debía de conmover
al mundo: la rebelión del pueblo ruso, bajo la dirección de un genio
político trascendental Nicolás Lenin. Las revoluciones destinadas
a marcar una huella perdurable en la historia presuponen la existencia
de dos factores: primero, un pueblo dotado de una elevada tensión
espiritual y de un ímpetu de generosidad colindante con el mesianismo,
como era el pueblo ruso, de acuerdo a sus intérpretes más fehacientes
y como yo creía que era la facción más genuinamente diáfana del
pueblo argentino. Segundo, conductores que estén íntima e inseparablemente
imbuidos de ese espíritu, hasta el punto de ser sus intérpretes
como lo fue Lenin. Lenin era un doctrinario dogmático, pero un ruso
‘profundamente nacional’ según el testimonio textual de Trotsky
quien agrega: Para dirigir una revolución en la historia de los
pueblos es preciso que existan entre el jefe y las fuerzas profundas
de la vida popular un lazo indisoluble y orgánico que alcance a
sus raíces esenciales” (pág. 303 de la primera edición de mi libro).
Esto lo reproduzco yo, pero lo escribió Scalabrini, aunque a Jorge
no le guste.
6) Curiosamente, en su crítica de estos días, Jorge transcribe una
frase de un artículo de la revista “Qué” del 18/9/56 donde Raúl
se refiere a que “los ferrocarriles se hicieron con el trabajo de
los argentinos” –sobre lo cual estamos de acuerdo-, pero omite señalar,
que en el mismo artículo, pocos párrafos después, su padre señala
que “la construcción de los ferrocarriles en las colonias y países
poco desarrollados no persigue el mismo fin que en Inglaterra. Es
decir, no son parte esencial de un proceso general de industrialización.
Esos ferrocarriles se emprenden simplemente para abrir esas regiones
como fuentes de productos alimenticios y materias primas tanto vegetales
como animales, no para apresurar el desarrollo social por un estímulo
a las industrias locales. En realidad, la construcción de ferrocarriles
coloniales y en país subordinado, como el nuestro, es una muestra
de imperialismo, en su función antiprogresista que es su esencia”.
¡Magnífico!, ¿no es cierto? Es el eje de la posición scalabriniana.
Sólo que Jorge, leyó hasta la página 93. Si hubiera seguido hasta
la 95 se hubiera encontrado con esta notable definición de imperialismo,
pero seguramente le hubiera disgustado que su padre sostenga que
estas palabras entrecomilladas no son de él, sino que pertenecen
a Allan Hutt, en su libro This final crisis, y Hutt -¡horror!- era
una marxista inglés.
7) Con respecto a Perón, parece que yo también lo tergiverso, según
mi crítico. Eso les pasa a algunos peronistas o nacionalistas por
no leer a Perón. Vean el libro Esta es la hora de los pueblos, donde
el General sostiene: “Frente a la caducidad insoslayable del capitalismo
demoliberal, se puede predecir que el mundo será en el futuro socialista”.
Líneas antes, Perón ha dicho: “Algunos creen que la solución puede
ser el socialismo internacional dogmático, otros creen que la solución
depende de un socialismo nacional” (La hora de los pueblos, 1968,
p. 187). Lo dice Perón, aunque yo modestamente estoy de acuerdo.
Esto es todo. Raúl no era marxista (nunca lo afirmé), pero había
leído a Marx, a Lenin, a Trotstky, como había leído a Anatole France,
a Poe y tantos otros, especialmente al marxista Hutt que le sirvió
para entender el trazado colonial de los ferrocarriles en la Argentina.
Esto lo afirmo, en base a documentos, esto es lo que destaco. También
destaco, y eso le gusta más a alguna gente que Scalabrini estuvo
muy cerca de Gregorio de Laferrere, y de los Irazusta, en las tertulias
del café Richmond , en la época del golpe contra Yrigoyen y que
en principio, fue favorable al golpe. Si a alguien le gusta ese
Scalabrini y prefiere quedarse con él, yo no le rendiría homenaje
por maurrausiano y fascista. En ese caso, yo no tendría tampoco
la culpa, pero sería una visión parcial de quien estaba en una búsqueda
y en esa búsqueda angustiosa, aislado, con todos los medios en contra,
también publicó en un diario alemán sus primeros escritos sobre
el imperialismo inglés, el Franfurter Zeitung. Relatar ese hecho
no es convertirlo en nazi. Como relatar que estuvo en Insurrexit
o que citó a Trotsky no es hacerlo trotskista Era un patriota y
en su búsqueda para develar la tragedia argentina hurgaba en todos
lados, pero cuando los nacionalistas de derecha de “Nuevo Orden”,
en 1940, le pidieron un artículo -que sería como escribir en “Cabildo”
o “El Caudillo”- les contestó: “Hay algunos amigos que cayeron seducidos
por las sirenas de la propaganda alemana y hoy quieren hacernos
creer que el triunfo germánico abrirá para nosotros perspectivas
más holgadas. Nosotros estimamos que esa suposición es una ingenuidad
que puede acarrearnos graves males. Con ‘viejo orden’ o con ‘nuevo
orden’, del extranjero no podemos esperar nada más que humillación.
Nosotros sabemos que la libertad, la riqueza y la dignidad se conquistan.
La obra de FORJA es la preparación de esa conquista que algún día
hemos de emprender los argentinos”. Clarito, ¿no es cierto? No era
nazi, como les gustaría a algunos. No era marxista. Era un antiimperialista
consecuente, al cual algunas lecturas marxistas le sirvieron para
descubrir los mecanismos de opresión imperialista, de esos que hablaba
un tal Lenín en El imperialismo, etapa superior del capitalismo.
Aquí termina -o empieza la cuestión- porque ya en anterior ocasión,
hace una “temeridad de años”, como acostumbraba a decir Atahualpa
Yupanqui, le propuse a Jorge Scalabrini que buscáramos un coordinador
serio y un lugar neutral para discutir estas cosas, suponiendo desde
ya que su intención es sana en tanto resguardar las ideas del padre,
pero que seguramente su padre no coincidiría con la perspectiva
desde donde analiza este asunto. Yo lo hago desde la izquierda nacional.
Estoy cansado de decirlo aunque tal ha sido mi defensa de los nacionalistas
revolucionarios y del peronismo que hay gente que se disgusta, en
vez de agradecerlo, y entonces descalifican mi obra creando oblicuamente
la sospecha de que no soy riguroso, ni científico. Hay algunos de
esos y ya son bastantes, que atacan desde el campo proimperialista.
Seguramente su padre se enojaría mucho si lo viera coincidiendo
con ellos, preocupado angustiosamente, durante 40 años, por denigrar
a quien, precisamente, desde el campo nacional, ha redoblado esfuerzos
para rendirle homenaje a él y reivindicar su lucha antiimperialista
a través de una vida y una obra incuestionables.