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Soy
peronista porque soy marxista
A 35 años de la muerte del historiador Juan José
Hernández Arregui.
Por
Norberto Galasso
El 22 de septiembre se cumplen 35 años del fallecimiento de Juan José
Hernández Arregui, pensador y luchador comprometido con su pueblo, de
vastísima cultura, a quien puede considerarse –sin exageración alguna– como
uno de los intelectuales de más alto nivel en la Argentina del siglo XX .
Había nacido en Pergamino, en 1912, de modo que su niñez y adolescencia
recibieron los ecos fragorosos de la Revolución Mejicana y los resplandores
rojos de la Revolución de Octubre, así como las formulaciones audaces del
APRA peruana de aquellos tiempos.
Luego, en la encrucijada de la crisis del ’29, se definió radical de
izquierda en la Villa María cordobesa para alcanzar, a partir de 1938, a
sintetizar el antiimperialismo de los Cuadernos de Forja con las bases del
materialismo histórico que abrevaba en las clases de Rodolfo Mondolfo. En
1940 era ya un hombre de izquierda nacional capaz de reivindicar el libro
Política británica en el Río de la Plata, de Raúl Scalabrini Ortiz, sabiendo
que era de “esos libros que la crítica oficial calla... porque existe un
aparato cultural organizado por la clase dominante para silenciar las
verdades que cuestionan el orden semicolonial”.
Bueno es recordarlo hoy cuando tantos empleados de las corporaciones se
rasgan las vestiduras en nombre de una supuesta libertad de prensa que no es
más que la libertad de empresa que los explota, la misma que convirtió a
Hernández Arregui en un desconocido, “un maldito”, cuando sus libros debían
haber circulado por todos los colegios y universidades del país.
Juan José, en un replanteo semejante al que hacían Rodolfo Puiggrós y
Eduardo Artesano viniendo desde el Partido Comunista, y los muchachos de
Frente Obrero, desde el trotskismo, comprendió que en la Argentina, dada su
condición semicolonial, existía una cuestión nacional a resolver, además de
la cuestión social. Había que bregar, pues, junto a la clase obrera por su
liberación de la explotación capitalista y al mismo tiempo, luchar también
por la liberación nacional respecto de la opresión imperialista, cuestiones
que se entrelazaban explosivamente. Por ello, se alejó del radicalismo y
considerando que la izquierda abstracta no tenía destino y el nacionalismo
sin pueblo era reaccionario, se sumó a la caravana peronista que se puso en
marcha un 17 de octubre. En pocas palabras se definió luego: “Soy peronista,
porque soy marxista”. Así jugó todo su talento y su pasión revolucionaria
–al igual que J. W. Cooke, Amado Olmos y muchos otros– a una izquierda
nacional interna al peronismo.
Quienes nos formamos políticamente leyendo sus libros –junto con los de
Jauretche, Scalabrini, Ramos y Puiggrós–, especialmente Imperialismo y
cultura y Formación de la conciencia nacional, tuvimos la audacia alguna vez
de plantearle que la izquierda nacional debía estar al lado del peronismo
–“golpeando juntos, marchando separados”– y no adentro del movimiento. Él
rechazaba esa táctica sosteniendo que conduciría a hablar de socialismo
lejos de los trabajadores. Nosotros pensábamos que él iba a estar cerca de
los trabajadores pero no hablaría de socialismo sino de peronismo, pero nos
guardábamos respetuosamente el comentario. Todavía hoy ronda por ahí la
misma polémica en tanto el peronismo no pudo ir más allá después de la
muerte de Perón y en tanto la izquierda nacional no logró aún construir
políticamente con la clase obrera.
Lo recuerdo hoy como lo vi la última vez, cuando ya lo rondaban aquellos que
“tienen, por eso no lloran / de plomo las calaveras... y por donde pasan
ordenan / silencios de goma oscura y miedos de fina arena”, como dijera
Federico. Insólitamente, me puso una mano sobre el hombro y caminamos unos
metros por Paseo Colón. Solo dijo quedamente: “Ahora, nosotros, ¿qué podemos
hacer?". Poco tiempo después, el síncope lo tumbaba para siempre, en Mar del
Plata, cuando recién empezaba a nacer la primavera.
Pero ahora estoy seguro de que después de tanta lucha, tanto silenciamiento,
y la bomba aquella que hizo volar su departamento de la calle Guise, tanto
macartismo y críticas que aún persisten de intelectuales que dan clase en
universidades extranjeras y escriben en tapa de La Nación, Juan José estaría
jubiloso con esta América Latina de hoy, que busca su liberación y
unificación y donde se habla de socialismo del siglo XXI.
Miradas al Sur
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