NOTAS EN ESTA SECCION
Autobiografía   |   Entrevista Revista Unidos N° 10, Che Modernidad, junio de 1986

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Entrevista biográfica, 1997  |  Entrevista a Alfredo Moffat, revista El Porteño Nº 1, enero de 1982

Autobiografía

Nací en el Hospital Rivadavia el 12 de enero de l934. Fui criado hasta los cuatro años por mi familia materna alemana. Eran inmigrantes que llegaron a Comodoro Rivadavia a fines de la primera guerra mundial y comenzaron a luchar desde abajo. Por mi madre tengo el mandato de vencer las dificultades, venía de la guerra...mi madre llegó a la Argentina a los doce años.

A los cuatro años cambia mi vida familiar drásticamente porque mi padre se pelea con mi abuela, los dos eran muy autoritarios, y se lleva a mi madre y a mí. Mi madre ya había comenzado a padecer una enfermedad grave, una artritis reumatoide que progresivamente la iba dejando inválida en una silla de ruedas. Los cuatro años siguientes me marcaron para siempre...mi madre se interna en el hospital por el avance de la artritis y mi padre debe irse lejos a trabajar, era maestro mayor de obras en Vialidad Nacional. De modo que comienzo una etapa de exiliado, paria infantil...pues a la familia alemana no podía volver por la pelea con mi padre y la familia inglesa de mi padre no me podía tener. Eran ingleses elegantes y distantes. Después...¿Qué es lo que le pasa a ese nene? Y...ese nene tenía dos caminos psicológicos posibles que deduje después con mis conocimientos posteriores.

Yo era hijo único, venía de ser el rey del hogar en la familia alemana, a ser "el hijo de la señora enferma", estuve viviendo en familias muy distintas...porque de pronto iba a parar a la casa de una tía rica inglesa y en otro momento a la casa de la familia de un peón de la vía, que eran "muy buenos"...

En aquel tiempo se creía que los chicos eran de palo, que estando bien alimentados y bien vestidos, ya todo estaba bien. Pero los chicos desarrollan un nivel de dependencia emotivo muy grande. La historia era que siempre caía en un lugar distinto, en una familia que no conocía, con hermanitos que se entendían entre ellos y yo estaba ahí como un paracaidista. Psicológicamente, decía, esto tiene dos posibilidades: Una es volverse una tortuga, meterse para adentro con un gran caparazón y bueno...aislarse o sea ir para el lado del autismo, lo que se llama autismo infantil...y la otra era transformarme en un antropólogo precoz tratando de detectar cómo eran las reglas vinculares en esa familia, cómo integrarme, cómo agradar, y elegí esta última que es estar atento a la gente, a las señales de afecto y de rechazo, especialmente el armar juegos con los nenes porque así yo me podía integrar si proponía juegos divertidos.

Desde muy chiquito estuve interesado en saber qué pensaban los demás, cómo eran, cuáles eran los deseos y los miedos, para yo poder integrarme y además organizar los juegos para que me acepten. Esto marcó prácticamente toda mi vida ya que siempre he estado organizando juegos, juegos terapéuticos después en hospicios, en comunidades terapéuticas organizando a la gente y especialmente a la gente que está angustiada. Lo que fué también un modo de ser integrado, porque en el fondo, creo que quedó algo de gran soledad.. podría decir que soy, en realidad, una tortuga rehabilitada. Esos cuatro años fueron bastante difíciles para mí, porque de ser el rey de la casa pasé a ser un agregado, a estar sin papá y sin mamá a los cuatro años...eso me marcó como también el estar atento a las angustias porque por una crisis muy intensa que tuve después en mi primera separación de pareja me di cuenta que la separación con mi mamá había sido muy traumática. La separación de mi primera mujer fue una catástrofe psicológica para mí, desproporcionada con el tiempo que habíamos vivido juntos y con el vínculo que en ese momento se producía. Lo que pasó es que ella también se fue...en el término de una semana porque se enamoró de otro muchacho, un compañero de la Facultad de Filosofía y Letras. Yo quedé como un nene abandonado...ahí me di cuenta de lo que me había pasado en la infancia. Creo que la sensibilidad para el sufrimiento mental la tengo de esas experiencias. Y también la capacidad de lucha, de pelear por la vida, para armar proyectos, etc. Creo que es algo heredado de mi familia alemana, colonizadora del Sur, de la Patagonia...y por otro costado, creo que la herencia inglesa tiene que ver con cierta actitud más elegante, flemática, con cierta distancia...voy a los hospicios y todo pero siempre con un rol, no me contamino demasiado...me parece que esas experiencias fueron muy importantes. Este exilio infantil duró cuatro años y pasé, creo, por doce casas, doce lugares distintos... en sólo cuatro años...

Esto me permitió también conocer todas las clases sociales, de pronto estaba en casa de los Frías Sarmiento, con la familia de mi tía Cecilia, habían venido de Europa y luego estaba con María, la esposa de un peón de la vía, una mujer italiana muy buena pero totalmente pobre, de una pobreza absoluta, en su casa no había baño, había que ir al fondo...donde el abuelo cosechaba la papa y el repollo que comíamos. Eso me dio la sensibilidad también para comprender estructuras familiares muy, muy pobres.

Ahora puedo estar cómodo en una villa y en Barrio Norte, en Alto Palermo y en Fuerte Apache. En mi cortísima profesión de arquitecto que duró poco más de un año llegué a estar en lugares muy elegantes, como era de familia inglesa y además profesor de la Universidad de Arquitectura en Historia del Arte, tenía acceso a gente muy sofisticada y también estaba cómodo...puedo estar cómodo en los dos lugares, también en la clase media donde me crié, donde pertenezco.


Entrevista a Alfredo Moffatt. CartagoTV (2014)

El exilio terminó en Pergamino, ahí me volví a reunir con mis padres. Mi madre era muy simbiótica conmigo, muy afectuosa, muy acariciadora...me dio una intimidad con el mundo subjetivo femenino muy importante, fueron años muy felices desde los ocho a los catorce. Ahí tuve la experiencia de organizar una barra, las primeras experiencias comunitarias...en el garage de mi casa hice un club de lectura para los chicos del barrio...ahí estaban apiladitos, el Billiken, los Patoruzú, los Rico Tipo, la revista Caras y Caretas, Mundo Argentino, etc. Incluso recuerdo que había elecciones, por supuesto con lista única, donde yo era presidente...me dí cuenta que con eso me ganaba el derecho a que me integren, me acepten. Siempre estaba con esa falta fundamental de ser el semihuerfáno, el hijo de la señora enferma...no olvido que cuando presentaban a todos los nenes de la casa yo era el último ... "¿Y ese rubiecito pecoso quién es?"... "Es el hijo de la señora enferma"... Desde ahí es que me puedo identificar con los desamparados. Fue una época linda, de mucha actividad social, fundé el Club de Filatelia, toda clase de cosas...y era el organizador de la barrita. Y toda mi vida después fui organizador de barritas, de doscientas, trescientas personas...

De Pergamino volvimos a Capital. A mamá se le estabilizó la artritis y como buena industriosa alemana inventó a partir de unos palos y unas soguitas la posibilidad de seguir atendiendo la casa, hacía la comida aún estando con muy poca movilidad en una silla de ruedas. Me enseñó que todo se puede superar, que hay que pelearle a la adversidad y a no entregarse. La relación hasta que murió mi madre fue muy intensa, muy fuerte. He sido muy querido por ella...y eso me ha permitido tener una mismidad, una seguridad existencial y ontológica que me permitió explorar la locura.

Después viví en Temperley, éramos los "Moffatt de Temperley". Viví un tiempo cerca de mi primo Tommy y después fuimos a Florida con los alemanes. Se reparó la relación con mi abuela, la "Oma". Por supuesto, mi madre era antinazi, no tanto la abuela que era bastante autoritaria y como muchos alemanes decía que Hitler había hecho las autopistas, había dado trabajo...pero claro, después de la guerra que él inició, Alemania quedó totalmente destruida con autopistas y todo.

Me fui haciendo grande...anduve mucho en bicicleta, tenía un perro y andaba mucho por la calle. Después de los 17 arribé a un período de mucha introspección adolescente. Empecé desde los 17 años a leer libros en forma intensiva y no paré nunca. Dostoievsky, Rousseau, André Gide, los rusos, los alemanes y los franceses, todos los artistas románticos y surrealistas hasta Kafka de quien terminé haciéndome amigo íntimo al leer y releer sus escritos e identificándome con sus bichos metamórficos y sus escenas fantasmales. Además la relación con mi papá era similar a la de Kafka con su padre. El mío era autoritario y sometedor, mi carrera de arquitectura no es más que pura obediencia a él. En segundo año quise cambiar a Medicina porque era lo que más me interesaba...pero mi papá era demasiado convincente y terminé recibiéndome de arquitecto por él, que es lo que no pudo hacer (Creo que él creía que yo era él).

En esa época llevaba siempre un bolso lleno de libros, iba con él a todas partes, bolsos como los que sigo usando aunque ahora suelo meterles otras cosas.

En ese tiempo dibujaba y pintaba mucho, creí que iba a ser pintor o escritor, que iba a ser artista. Después me entusiasmé con el estudio de la ciencia y alrededor de los veinte años tuve que ingresar a la Facultad de Arquitectura, me volví más científico y me puse a estudiar Ciencias Exactas y Biológicas, lo hice con mucho entusiasmo...algo captó mi hijo de todo esto porque hoy es biólogo, está casado con una mujer que es física y con mis dos nietas chiquitas están como investigadores en la Universidad de Michigan.

¿Y cómo seguía mi vida allá en mis veinte años?...con mucho mundo subjetivo...largas charlas literarias con mi mamá, ella gracias a su parálisis podía leer mucho, escuchábamos juntos a Tchaikovsky, Beethoven...toda esa música nostálgica y heroica.

Creo que mi madre me fue induciendo un destino para que sea un inventor o algo así, alguien famoso que haga una gran obra para el bien de la Humanidad. Yo me sorprendo tomando como héroe a Albert Schweitzer, el alemán ese que quedó para siempre en el Africa curando a los negros o también a Edison, pero como la bombita ya estaba inventada, yo tuve que inventar la Terapia de Crisis porque me interesaban más los trastornos psicológicos. No estaba tan errado porque en la familia de mi padre emergió la locura, mi primo Tommy a quien siempre protegí, hizo un brote esquizofrénico grave a los veinte años del cual nunca salió. Pobre Tommy...un chico tan suave, tan delicado, tan fino...


Alfredo Mofatt, gestor del programa solidario "Las Oyitas", que funciona en el conurbano bonaerense.

Luego en una fecha muy precisa se me reveló un proyecto que organizó toda mi tarea intelectual hasta ahora... fue el primero de enero de 1960, acampando en la Laguna de Chascomús...cuando empiezo a pensar en un libro filosófico poético gigantesco que es el Tratado del Mundo en el que estoy trabajando actualmente, ya van cuarenta años de juntar imágenes, cada una representa una idea, he llegado a juntar diez mil y además dos millones de palabras, ya metí todo esto en la computadora, tienen que ver con el tema de la locura, la nostalgia, la belleza, el pensamiento deductivo, la vida de Tafoma (que es Moffatt al revés) los viajes a los mundos extraños y la psicoterapia como el arte de curar vidas lastimadas.

Creo que mi madre con la parálisis se sintió muy frustrada y entonces pensó que el hijo tenía que ser una especie de Mesías, alguien que reinvindicara todo lo que ella no pudo hacer. A los veintisiete años me caso y a los cuatro años se produce el episodio traumático que ya relaté, donde comprendí por dentro lo que es una crisis desesperante, de desestructuración del yo que me sirvió mucho después para construir mi Teoría de Crisis.

Ya hablé de la fuerte relación con mi madre, con mi padre fue de otro carácter. Él sólo hablaba como buen inglés controlando el mundo de los objetos, sobre hechos cotidianos, como lustrar los zapatos, con qué pomada y qué cepillo...pero igual me protegió mucho, a cambio del sometimiento, de obedecerle en todo. En política, él me indicaba por quién votar, tenía que vestir como él decía, pensar como él pensaba...pero el viejo lo hacía desde el cariño y yo lo sigo queriendo. Pero el que controla desde afuera no puede controlar adentro, y yo fui siempre muy rebelde en el pensamiento, por ejemplo nunca acepté a Freud, toda su construcción teórica no admite duda, tiene algo de dogma religioso que hay que aceptar por eso inventé algo que se le opone paradigmáticamente.

En psiquiatría siempre he combatido las formas organicistas y represivas que avalan las aberraciones y crueldades manicomiales. Más adelante cuento cómo hice una cruzada contra el maltrato en los hospicios que son destructores de destinos y congeladores de almas.

A los dos años de haberme separado me vuelvo a casar y tengo los dos chicos, hago una vida familiar buena. Vamos con mi esposa Claudia a Estados Unidos porque me habían contratado con un fondo para investigación en el Brooklyn State Hospital. Al terminar el contrato quería quedarme pero mi mujer extrañaba a su familia, son italianos. Esta experiencia fue para mí muy importante, tomo contacto con una ciudad fascinante y muy loca...allí hago un estudio sobre la Sociopatología de Nueva York.

En Estados Unidos me sentí muy cómodo tal vez por el origen anglosajón de mi familia paterna... en el barrio que vivíamos había una calle que se llamaba Moffatt. Aprendí un inglés muy callejero, trabajaba con marginales, me encantaba. Era la época de los hippies aunque estaban ya cerca de la decadencia, corría el año setenta o setenta y uno. Absorbí todo ese mundo.

Por otro lado yo tenía una buena inserción en la cultura gaucha, de chico iba mucho a lo de un tío irlandés que se había acriollado en el campo pampeano. Junté las dos culturas y creo que hice una buena síntesis.

Cuando regreso de Estados Unidos hago la primera experiencia importante en un hospicio que es la Peña Carlos Gardel y adjunto mucho material documental. La Peña dio lugar a muchas otras experiencias comunitarias, dio los grupos de mateadas, dio el Psicodrama en forma de teatro popular, dio cooperativas de trabajo y además el libro Psicoterapia del Oprimido. Muchos desarrollos que hice tienen origen en esa comunidad terapéutica.

Por el lado académico universitario fui profesor adjunto en la Facultad de Arquitectura y Sociología, siempre en relación con ciencias humanas, Historia del Arte y Estética Visual.

Hemos llegado al Proceso Militar donde dejo de trabajar porque lo comunitario era muy cuestionado y visto como algo muy peligroso.

En estos años trabajé mucho en Brasil, escribí Psicoterapia del Oprimido que lleva nueve ediciones y ocho en Argentina.

Cuando finalizó la Dictadura Militar con su secuela de horror, violencia, torturas y desapariciones vuelve a salir el sol de la democracia. Después de esa tormenta negra y angustiante creo el Bancadero, más o menos después de Malvinas. El Bancadero es una mutual de ayuda psicológica alternativa, autogestiva, fue una experiencia muy importante en la que están comprometidos más de 60 Psicólogos Sociales y Psicólogos Clínicos, está por cumplir 20 años y ya se atendieron más de 30.000 pacientes. El Bancadero es una comunidad que fue amasada con mucho amor y responsabilidad científica: las fiestas, los grupos terapéuticos, los talleres de psicodrama, el teatro, el semillero de formación. Esta es una experiencia que fue repetida después y dio elementos para otras en Argentina siempre con el concepto de Primeros Auxilios Psicológicos de contención. Yo formaba a los Psicólogos de Pies Descalzos también llamados Bomberos de la Angustia. Junto con la Peña Carlos Gardel es uno de mis hijos más fecundos.


Alfredo Moffatt y Enrique Pichon Riviere

Enrique Pichon Riviere fue una de las personas que más me impactó científica y filosóficamente, fue un gran maestro.

He trabajado mucho profesionalmente, incluso con pacientes, siempre tuve consultorio.

Fui Director del Asilo de Indigentes de la Ciudad de Buenos Aires, indigentes en la vía pública. Ahí estuve en contacto con unos mil mendigos de la calle, organicé una comunidad terapéutica adentro pero entró en colisión con los reglamentos municipales y me sacaron de mi cargo de director con la excusa de una reorganización administrativa.

En esos tiempos también fui asesor del Ministro de Acción Social de la provincia de Buenos Aires.

En general, cuando estuve en el estado fracasé, mi estilo es alternativo, autogestivo.

Familiarmente los chicos se van haciendo grandes...se crían bien, no van a la droga, no van a cosas raras.

Luciano, el mayor, es el biólogo, tiene treinta años y de él tengo dos nietas, Julieta de seis años y Candela de cinco meses. Malena, la menor, empezó Psicología e hizo la mitad de la carrera, interrumpiéndola ahora porque se ha entusiamado con el arte y el baile español, el flamenco.

Después de la otra parte de la familia...ya dije que no tengo hermanos. Los Moffatt están diezmados...mis tías no pudieron concebir hijos y en lo que respecta a mis tíos me dieron tres primos varones. Tommy terminó en el hospicio, yo también aunque a veces me dejan salir... Georgie murió hace poco y siempre fue empleado de empresas americanas.

Mi padre también fue durante muchos años empleado de ARMCO, una empresa de aceros americana...así que yo estuve siempre muy ligado al ambiente norteamericano.

He vuelto a Estados Unidos otras tres veces, a Nueva York, ciudad con la que sigo fascinado. He viajado mucho y sigo viajando a Brasil, que conozco desde Porto Alegre hasta Manaos, en el Amazonas. Especialmente visité sus manicomios supervisándolos. Hice viajes de investigación antropológica a Perú, al Altiplano. El viaje a Europa me sirvió para completar un video sobre marginalidad en la calle. Tomé registro en Londres, Berlín y París de los drogadictos, los desplazados, los viejos mendigos tradicionales...

En mi vida familiar aparece otra separación, después de 13 años me separo de la madre de mis hijos, Claudia. He quedado en excelentes relaciones con mis ex-parejas. Volví a casarme por tercera vez. Y luego de ocho años se vuelve a repetir la escena de mi primer matrimonio: Dorita se enamora de otro señor y se va. Pero después tres separaciones voy entendiendo...ya no me despersonalizo como en la primera aunque me dolió mucho. Yo tendría que pensar qué hago para que esto suceda...es un problema difícil la pareja. Hubiera preferido un único gran amor pero el destino me dio otra cosa.

Volviendo al tema de mi vida intelectual que es lo más importante en mi existencia, debo decir que en el año 1968 publiqué mi primer libro "Estrategias para Sobrevivir en Buenos Aires" que en su primer mes vende 10.000 ejemplares.

Con Psicoterapia del Oprimido también me va bastante bien y con Terapia de Crisis un desastre. No lo leyó nadie, ni el editor. Esto me inhibió para hacer otro libro por muchos años pero luego de diecisiete años ya me estoy recuperando y preparando el Tratado del Mundo que son ocho libros en uno.

Mi vida intelectual es cada vez más compleja porque actualmente soy un referente en los medios para los problemas en relación a marginalidad y salud mental, violencia, chicos de la calle e innumerables cursos de Primeros Auxilios Psicológicos.

Mi madre desde su condición me inculcó también el preocuparme por los más sufrientes. De chico iba yo a hablar con los linyeras, me fascinaban. Pienso que no lo hacía sólo por bondad, sino que el marginal con esa riqueza existencial que le da su vida dramática me enriquecía también mucho. Aprendí muchas cosas de la vida en el fondo del hospicio.


Descargar Alfredo Moffatt - Desaparecidos sociales

Otro viaje interesante es el que hice a la India, es un país oriental y por lo tanto, vi muchas cosas del mundo occidental a través de lo contrario...un país no violento, donde la gente no roba ni se droga, me encantó. Aprendí algunas técnicas de los Sadhus que son los hombres santos. Curiosamente encontré esto mismo en Bolivia. Volví a encontrar un pueblo trabajador, no violento, sin droga, con una estructura incaica, una cultura ecológica. Son sociedades que no fueron alcanzadas por el deterioro de esta crisis de la sociedad occidental de fin de milenio.

Actualmente tengo la idea de hacer un texto a nivel popular que podría llamarse Manual de Primeros Auxilios Psicológicos. Esto de la emergencia, de la crisis y los primeros auxilios psicológicos siempre me ha interesado más que el tratamiento tradicional del caso crónico, de muchos años...y también me ha interesado mucho la rehabilitación de "las causas perdidas" como los psicóticos, los mendigos...me dan un sentido heroico, un sentido épico de la vida...otra vez Albert Schweitzer...y nuevamente, el mandato de mi madre.

Me conmueve profundamente el arte, mi forma de estar en el mundo es estética. Me sucede una intriga y un goce por el misterio que persigue la ciencia.

Esto creo que es la "wissenshaften", el alemán amor a la ciencia que me inculcó mi madre, ella me dio el permiso a pensar por mí mismo, no estar dependiendo como los argentinos del último libro que viene de Europa y especialmente de Francia, son Lacanianos, Foucaultianos, un pensamiento creado en tierras lejanas.

El permiso para pensar por mí mismo...todo esto combinado con un espíritu darwiniano...de juntar huesos y caparazones para armar su teoría de la evolución, yo junto imágenes para armar la teoría de la vida...y creo que con la misma inglesa paciencia.
Hace casi diez años fundé la Escuela de Psicología Nacional de pensamiento nacional, por nación, como el lugar que uno nació...de pensamiento independiente, de acá...usando modelos europeos también, claro, pero llenándolos de contenido de acá...como hacen los europeos, hay psicología francesa, psicología inglesa. ¿Porqué nosotros no vamos a tener una psicología criolla?

Actualmente, me dedico fundamentalmente a supervisar. Manteniendo la vieja costumbre de recorrer la realidad. A formar gente, a transmitir experiencias. . . estoy en esta etapa ahora. Y también ir a explorar un poquitito, aprender más. ..pero más que nada estoy en una etapa de formar operadores en salud mental y de sintetizar mi pensamiento. La vejez, lo que produce como aspecto positivo es que te aleja un poco de ciertos problemas que parecían muy importantes. Se simplifica el mundo y va quedando lo que es más sustancial, que es el amor, la muerte, la tristeza, la alegría, la justicia, el dulce de leche, algún whisky, y, básicamente, inventar ideas para curar vidas...,quedan las cosas que son básicas. Es una oportunidad, también para ayudar a otros que están recorriendo su camino, avisarles de algunos peligros y de algunos lugares lindos...

Y lo nuevo que viene a mi vida no te lo puedo relatar porque todavía no me sucedió.

Setiembre de 1998


Entrevista Revista Unidos N° 10, Che Modernidad, junio de 1986

Los linyeras, los lacanianos y las mañas del poder

Discípulo de Enrique Pichón Rivière, Alfredo Moffatt hace más de quince años que produce hechos de vanguardia en el campo de las prácticas psicoterapéuticas en la Argentina. Desde la Peña Carlos Gardel hasta el Bancadero pasando por su "clásico", el libro Psicoterapia del oprimido, Moffatt ha vinculado el buceo en los arquetipos de la cultura popular con una aguda percepción de las simbologías de la vida cotidiana; y un pensamiento que ama las máscaras y dramaturgias de los hombres marginados, con tradiciones psiquiátricas que provienen de las más variadas fuentes. El sincretismo de Moffatt integra y reutiliza vertientes existencialistas, antipsiquiátricas, psicoanalíticas, psicodramáticas, "gestálticas", la psicología social americana, experiencias de asistencialismo de urgencia en tiempos de crisis, etc. Y nos quedamos cortos. En este bien humorado diálogo que sostuvimos con él surgen cruciales consideraciones sobre la relación de la psiquiatría con la cuestión de la democracia, de la autoridad y de la libertad, a propósito de la experiencia que realizó al frente del Lora, el instituto municipal de asistencia a indigentes.

Alfredo Moffatt: –Yo iba a hacer unos afiches cuando entré de director al Lora: "Los pobres de hoy son los hombres del mañana". "Joven mendigo, piense en su futuro, si tiene entre 35 y 60 años haga el curso de... etc., etc." Bueno... ¿empezamos?

Unidos: –Ya empezamos. Todo esto sale, así que cuidate...

–Ah, ustedes son de los que ponen todo...

–Pero con distinto tipo de letra. Las pavadas y lo insensato van en bastardilla. Estabas diciendo algo acerca de los pobres. ¿Qué hace la sociedad con los pobres? ¿Qué hacés vos con los pobres?

–Cuando se habla de mendigos, pordioseros, linyeras, etc., eso incluye a gente que no quería trabajar. La categoría de los que eligieron no trabajar. Pero están los otros, los que fueron elegidos para no trabajar. Los desocupados. Que no eligieron no trabajar sino que el no trabajar los eligió a ellos. Este último cambió el perfil del mendigo tradicional, que ya es una rareza. Son los "locos del bolsillo". El desocupado se "linyeriza" como producto de "un brote de pobreza" que podríamos considerar el pariente social del "brote de locura", que tiene una dimensión individual.

–¿Cuál sería la línea que marca el momento o la situación en que un obrero se convierte en mendigo?

 
Alfredo Moffatt en la India

–Supongamos que el obrero pide para viajar. Ya está pidiendo. Hay un "continuum" entre el obrero y el último mendigo, y ésa es la gran novedad. Antes no. Ahora se ha llenado la "franja negra". Debajo del puente encontrás ahora gente que tiene profesión. Son los que no tienen dónde ir, y cuya aspiración sería transformarse en "villeros", lo cual para ellos seria un progreso.

–Es lógico que quieran salir de la calle.

–Claro, la calle es muy dura para el mendigo, por la policía, que no los deja estar en lugares abrigados en invierno, como las estaciones de ferrocarril, los subterráneos. Afuera, no se puede hacer fuego como en el campo. La configuración del mendigo es muy especial. Se trata de alguien que lo tiene todo afuera y nada adentro. La calle es su hábitat. Cualquier lugar es el dormitorio. Quedó encerrado afuera. Tienen un "living comedor" muy grande. Toda la avenida Rivadavia, por ejemplo.

–En un artículo tuyo, en Clarín, hace más de un año, hablabas del pasaje del obrero al mendigo, a propósito de las transformaciones corporales...

–Sí, los pies, por ejemplo, que son importantísimos, porque el mendigo camina todo el día. Cuando alguien pierde el trabajo y no puede pagar más la pensión, queda en la calle. Hasta allí, aún son un problema que puede atender Ubaldini. Pero si le crece la barba y no tiene dónde afeitarse, si se le arruina la ropa al dormir en el suelo, o entre cartones, y si llueve, con los zapatos mojados, rotos, entonces comienza a hacer edemas de pie. Y allí lo agarró el "brote de pobreza", equivalente social del delirio de un loco. El "Borda" de ellos es el andén 14 de Constitución, por ejemplo, pero cuando se hace un lugar conocido, enseguida los corren.

–Quedan los vagones vacíos...

–A veces. Allí duermen los pibes linyeras, como en bandadas. Porque ésa es la gran mutación. Pibes asociados en banditas, de 6 años, y con suerte, les tocan los vagones de primera abandonados.

–Serían propiamente los coche–dormitorio, como diría un correcto administrador de Ferrocarriles Argentinos.

–Es que el problema es dormir. Comer no es tanto problema. Durante todo el día debe buscar el lugar, y tiene un depredador, que es la policía, que no lo deja dormir. Pero tampoco lo pueden resolver con el "edicto de mendicidad", pues se saturarían todas las comisarías. Simplemente los corren de lugar. Y así se va extendiendo el círculo del "brote de pobreza". Aquí, en vez de "psicóticos", tenemos "socióticos". Nadie les da trabajo porque tienen aspecto de mendigo y tienen aspecto de mendigo porque se les arruinó la ropa y les creció la chiva, porque los echaron o perdieron el trabajo y la vivienda. Es el punto de no retorno, como el de la psicosis, cuando se estructura un delirio y queda "del otro lado", con un lenguaje hermético que precisará incorporar un interlocutor para generar códigos para el diálogo. Pero para el mendigo, el único remedio barato es la botella de tinto, el "diván de los pobres", que soluciona el frío, el hambre y la angustia, pero que te deja pegado al último estrato de la degradación. El mendigo sentado.

–En la época del proceso, eran principalmente a ésos a los que se llevaban.

–En realidad pasaban por el "Lora", y los metían en campos para mendigos, algo así como "chupaderos suaves". Fue para el Mundial. Después los largaban, con amenazas.

–En uno de los últimos cuadros del "Loco Chávez", el protagonista y un amigo invitan a un linyera a comer a Pippo. Esa seria la versión baudeleriana de una situación que se da, como drama diario, en cualquier mesa de bar. Como los mozos, en general, dejan entrar mendigos el "ciudadano" ve amenazados los metros cuadrados en que puede degustar su cafecito y su "especial" de jamón y queso. No hay nadie tan idílico como el "Loco Chávez". Eso se acabó también.

–Bueno, el mozo de Pippo ahí tampoco lo hubiera permitido. Para comer, no. Ahí el mozo hubiera ejercido "el derecho de admisión". Por otro lado un mendigo no aceptaría esa invitación del "Loco Chávez". En todo caso aceptaría el dinero y comería en otro lado. El se percibe "fuera" de la sociedad.

–Tampoco existe ese otro personaje de Clarín, el Linyera con el perrito Diógenes, que es un linyera filosofante.

–En absoluto. El linyera está pensando en la cosa más práctica del mundo todo el tiempo. Siempre está al borde de la sobrevivencia. Está sin dormir, angustiado, probablemente con enfermedades, fácilmente en los pulmones, ulcerado. Sufre, no tiene vínculos.

–O sea que un batallón de locos del Vieytes es culturalmente más rico que un batallón de linyeras en el "Lora".


Con miembros de la Mutual El Bancadero durante un festejo (1997)

–Claro, los mendigos son la gente más aburrida que hay. Mis dos años con los mendigos fueron un esfuerzo muy grande para modificar una patología que es mucho "menos rendidora" que la de los locos. El loco no es un calculador, pero el mendigo, muy fácilmente, se transforma en un manipulador. Habitualmente miente. Es un, cuentero. En el Lora quise hacer una cooperativa de trabajo, y hasta conseguí un local para que comenzaran los trabajos. Pero la Municipalidad, las autoridades del área donde pertenece el Lora, comenzaron a reaccionar. Comenzaron a destruir, sistemáticamente, mis iniciativas. A los psicólogos que iban se les negó la comida y después el reconocimiento del trabajo voluntario. Pero el programa de rehabilitación creando fuentes de trabajo cooperativizadas, es posible. Es la única forma. Desde luego, el problema global se resuelve con la reactivación de la producción nacional. Pero en lo que me incumbía, no sólo me parece posible generar cooperativas, sino atender casos individuales recuperables...

–En un sentido, la cooperativa de indigentes no funcionó por la obstrucción municipal. Pero ahora, por el tono con el que hablás, parecés un poco escéptico respecto al balance de tu trabajo con los propios mendigos.

–Sí, creo que puedo decir que el error mío fue usar un modelo superficialmente democrático, sin contar con presupuestos democráticos efectivos. Los mendigos organizados en cooperativa, en este caso, depredaron a todos los demás con el poder que tenían. La comisión directiva gastó todo el dinero y se quedaron ellos con un enorme local. Se quedaron con el local cinco personas. Por lo tanto, fue una falsa democratización, una amorfa democracia, una democracia sin voluntades democráticas. Sería lo que las viejas llaman "el libertinaje". Mirá vos, yo no sabía que existía. Claro, para las viejas, la más mínima liberalidad era tachada de libertinaje. Uno rechazaba esa idea, la posibilidad de que existiese algo como el "libertinaje". Y bien, a mí me tocó verlo. En este caso, esos mendigos reprodujeron el modelo de depredación del sistema, se convirtieron en patrones recontracagando a los otros cien indigentes que debían participar del proyecto. Si es por el fruto que conseguí con esa experiencia, es como para que me diera un ataque tardío de verticalismo. Pero allí yo era víctima de una democratización, sólo retórica, que por mal incorporada llevaba a una experiencia facciosa, y también del propio verticalismo de la estructura municipal que, al desautorizarme en varias oportunidades, estimulaba a que nadie me diera bola. Yo era el democrático al que unos verticalistas cagaban pero que también, por error, generaba la reproducción de experiencias antidemocráticas...

–Así que no pudiste ser el Pacho O'Donell de los mendigos...

 


Charlas con maestros (2010)

–Bueno, O'Donell está en uno de los vértices de la administración municipal y yo era el equivalente a jefe de departamento. Pero entiendo la ironía. Yo trabajaba con los que habían ya transgredido todas las normas para poder vivir y comer. No tenían reglas, pero esa omisión de reglas acababa en la admisión de una súper–regla implícita, que era la ley de la selva, cagar al de al lado. Si bien yo sabía que no se trataba de fanáticos de Bibi Andersson ni de lectores de Nicanor Parra, yo pensé que hubiera elementos previos que permitiesen construir una comunidad solidaria. No había, porque faltaba la autodisciplina que permitiría omitir reglas. Que era lo que tenían los anarquistas. Si bien que aún existen algunos linyeras anarquistas. Porque la libertad está hecha de auto–disciplina...

–La democracia significa ser esclavo de cualquiera, decía Karl Krause. Pero era un maldito, un vienés amargado que para decir esa frase tenía que dejar en claro que también criticaba a los despotismos de origen aristocrático o pretoriano. No sé si..., este..., disculpá la interrupción.

–No, está bien, es como el caso de los ladrones menores, los chicos de 4 o 5 años que actúan en bandas y roban. ¿Son un problema para Piaget o para el Instituto Agote? Es un problema nuevo, para el que no estamos preparados. Y entonces podés ser esclavo de cualquiera. Una solución simpática, en este caso, sería la creación de un escuadrón de madres, que los pongan en penitencia. Es como el problema del "poxi–rand", que toman los pibes para drogarse. ¿Qué hacés? ¿Pedir que los vendan con boleta triplicada en la ferretería? Es un pegamento convencional, que no se puede prohibir, y que se transforma en cocaína. Es una situación nueva, que no tiene encuadres capaces de resolverla. Porque no podés solucionarlo –ahora les doy un ejemplo antipático– llevando preso al ferretero por traficante de drogas.

–Así que podríamos decir que tus actuales reflexiones están muy lejos de la idea del bandido romántico, que aunque de manera depredadora, puede ser visto como un justiciero de los de abajo.

–Sin auto–disciplina, no hay justicia ni capacidad de representar a nadie. Lo más probable es que se disgreguen todas las formas de lealtad. Para los viejos delincuentes la lealtad era un valor básico. Con mendigos que levanté del suelo para llevar al Lora, vi después todo lo contrario a eso.

–Hay toda una literatura que insiste en buscar los héroes reparadores entre los que la sociedad cagó más...

–En los dos años que estuve en el Lora, no vi que esa literatura haya producido el menor efecto.

–En el 73, cuando discutíamos a quién traer a la Universidad, nos pronunciábamos a favor de los que trabajaban con los marginales, que eran los únicos que parecían poder hacer algo. Ahora, que uno no sabe quién es el que va a poder hacer algo, parece que está cuestionada esa reivindicación de la marginalidad.

–A mí, el portero del Lora, un empleado de muchos años, me la cantó justita. Me dijo: "así no va a andar". Tenía razón. Eso me convirtió en un enamorado de la disciplina productiva, que es la que te lleva a no saltear las etapas del adiestramiento y el aprendizaje en psicoterapia. En el 73, estaba planteado ese salteo. No nos fue bien, ¿no es cierto? La disciplina productiva es la creación del consenso, lo contrario al asambleísmo autoinhibitorio, que nos llevaba a interponer a Mao Tse–Tung cuando teníamos que decidir un plan de modificación del hábitat urbano en Lanús. Mao Tse–Tung le dicen el chino porque es chino de veras, no de Santiago del Estero. Ahora, después de salir de una dictadura, me parece básico la regulación de responsabilidades.

–Entonces, la idea de la década anterior, del oprimido que reconstruía el mundo desde sí, no corre más. Estás pensando sobre la base de un oprimido que es también capaz de generar formas de opresión.

–Eso, antes, yo no lo podía ver en mi propio trabajo, en la Peña Carlos Gardel. Porque allí, aunque la manija la tenía yo, no estaba explicitado. Ahora sé que la autonomía y el respeto al otro es una conquista demorada, un aprendizaje, una explicitación de responsabilidades. Digámoslo así, usando palabras bien resonantes: si el líder debe ser al comienzo verticalista, debe saber que lo es para después dejar de serlo. Sólo así podemos pensar en un mundo distinto. El líder debe luchar contra el mismo sistema que lo alberga. Si eso no se hace, el liderazgo no se transforma en una democracia real, efectiva; no falaciosa. Los liderazgos que no contienen su propia transformación, fácilmente marchan hacia una burocracia de funcionarios.

–Es lo que el antropólogo Clastres llamaba el infortunio del jefe, entre los indígenas paraguayos. Todo jefe era infortunado, porque no mandaba, porque sabía que era "hombre muerto", que le daban la manija para que al final no pudiera influir en nada.

–Yo siento así mi experiencia en El Bancadero, donde me fui retirando...

–Alfredo Moffatt, el jefe infortunado...

–¿Cómo?

–Nada, nada... podés seguir.

–En El Bancadero, decía, me fui retirando. Primero decidía hasta el color para pintar el zócalo. Actualmente funciona solo, por turnos, con comisión directiva, con coordinadores de área, y yo estoy disponible cuando se arma lío entre esas instancias. Aparezco cuando la cosa se traba y ocupo la máxima autoridad sólo para que esté ocupada. Todo lo ocupado, aunque lo esté por un idiota, está ocupado, evitando la lucha por un lugar innecesario.

–Es la idea clásica de soberano, en Hegel. El rey debe ser, en lo posible, un perfecto idiota. Disculpando las citas...


Trailer de Hereje, documental de Jorge Falcone

–Claro, y si se muere tiene un hijo, también bobo... con perdón de mi hijo Luciano. Bueno, retomando: por lo menos en El Bancadero, funciona este símil de "monarquía constitucional no dinástica". O sea, una democracia operativa, consensual, autogestionada y responsable. Hay una supervisión y un sistema de leyes. Una cosa es exterior a la otra. En El Bancadero hay un equipo asesor, que es la gente más reconocida de esa línea ideológica. Ulloa, Pavlovsky, Grimson, etc., una cantidad de gente, que cada tanto supervisa al equipo y a mí. Así, si hay lío entre los coordinadores, actúo yo, y si hay lío entre los coordinadores y yo, actúa ese otro nivel. La máquina no se descompone. Hay reaseguros. Pero ya pasamos por una etapa de "soviet" y de "toma de la Bastilla". Hasta hubo una Asamblea de pacientes que votó la suspensión de toda la Comisión directiva.

–Foucault decía que hay poder en toda forma de disciplinamiento, y era menos digno de estudio el poder del Estado que el poder de las instituciones que se ocupan de las márgenes de la sociedad. Como hijo del 68, vio con simpatía el inicio del khomeinismo en Irán, porque se rebelaban las márgenes del sistema. Parece evidente que la psiquiatría del oprimido hizo también ese trayecto y ahora está reconsiderando la cosa.

–Lo que se reconsidera es el aprendizaje de la organización, o dicho de otro modo: el aprendizaje del funcionamiento de las leyes. Lo marginal siempre es productivo. Eso no hay por qué cambiarlo. Pero hay que generar un saber sobre el propio autodisciplinamiento de lo marginal. Pero no se puede pasar de la marginalidad desagregada a la democracia, como quise hacer en el Lora, porque si no la falta de normas es usada, inmediatamente, para reproducir las reglas del sistema. Cuando entré en el Lora, como parte del momento en que el país salía de la dictadura, elegí un modelo de democracia sin autodisciplinas que, por lo menos allí, llevó a descuidar los intereses del conjunto es decir a no ser, en última instancia, democrático. La democracia, pienso ahora, es un resultado, no un dato. Es algo para construir y no algo que encontrás tirado en la calle. Las disciplinas, los vértices que inician el proceso democrático, deben ser instrumentos para generar lo contrario, es decir, la democracia no verticalista, autogestionada. Pero la democracia debe iniciarse en la capacidad de incorporar su contrario, si no, estás siempre exorcizando al diablo, al mal, como algo exterior. Te convertís en un irreal representante del Bien. En el umbanda, el diablo, exú, siempre está a la entrada del terreiro. Es "o porteiro do terreiro", está adentro, incorporado, y eso te evita ser autoritario, aunque no te evite ser malo.

–Un sistema así precisa ser, extremadamente sutil para saber controlar y superar su propio despotismo, para negarse como autoridad.

–Precisa ser muy plástico, para que se pueda pasar de un personaje a otro. Si uno no incluye un elemento antagónico, acabás dependiendo mucho más de él. La democracia, sin un antagonismo interno, es decir, sin ciertas formas de autoridad, no sólo no puede funcionar sino que lleva a la anti–democracia.

–Realizar con eficacia ese pasaje, de la autoridad a la libertad, que parece ser el secreto de toda acción política, no siempre encuentra ni los líderes ni los personajes adecuados.

–Bueno, véamoslo como algo emparentado con la vieja dialéctica.

–En Psicoterapia del Oprimido, vos hablás con admiración de Lawrence de Arabia. Parece que ahí se realiza la dialéctica del liderazgo democrático. Venir de afuera pero despertar las fuerzas organizativas de la comunidad.

–Lawrence de Arabia siempre me interesó. Primero porque atacaba por el fondo. Cuando toma Accaba, atraviesa el desierto para llegar por atrás, fuera del alcance de los cañones que apuntan al mar. Hice lo mismo en el Borda pero, en este caso, comenzando con un Winco y unos chorizos. Y entré por la parte de atrás. Después porque unía dos mundos, Occidente y Oriente, rompiendo por dentro el modelo de "civilización y barbarie". Y, al final, porque ese pasaje exigía transfiguraciones, disfraces, es decir, vestirse de árabe. La liberación de los oprimidos era estimulada por una inesperada incorporación de elementos de un mundo en el otro.

–Parece que las grandes tradiciones, en materia de liderazgos, son las del "serás lo que debes ser" como en el caso de San Martín, o el "no debiera nacer hombre sin misión", de Perón. Es al revés en el caso de Lawrence, pues se trataba de un despojamiento, no de afirmar nada. Quería despojarse del Yo occidental. Lo más parecido entre nosotros sería el coronel Lucio Mansilla, un dandy que goza estando en los dos extremos de la vida, comiendo un manjar en el club del Progreso, o una tortilla de huevos de avestruz con el cacique Baigorrita en las tolderías ranqueles.

–Podemos decirlo de otro modo. Si uno no incluye un elemento del otro, para crear la contradicción dialógica, tiene que depender de él. Antes yo no explicitaba el autoritarismo mío, lo pasaba por alto. Eso era la otra cara de la moneda del "miedo a la libertad". La libertad es muy costosa, genera angustia. Optar es estar solo, y la gente en la puta vida quiere estar sola. Someterse es cómodo porque no crea culpas. Las culpas provienen de la libertad. De allí que sean mucho más apreciadas las terapias de sometimiento. Se protesta contra el psicoanálisis ortodoxo pero, oscuramente, se lo procura porque es lo que no lleva a las personas a la libertad. En última instancia, por eso mismo se lo acepta. Hay una aceptación fundada en que se elimina la singularización, que es la angustia de muerte, la rebeldía. El psicoanálisis ortodoxo lo que hace es proponer un cliché de individuación previamente seriado. De este modo, evita la angustia de la singularización.

–¿Eso sería sólo en el psicoanálisis ortodoxo? ¿Y en Lacan?

–En el lacanismo, también. Pero con mayor sutileza, porque se trabaja con la palabra como un elemento mágico, y se ritualiza el encuadre, se lo hace misterioso. Además existe el latín...

–¿Cómo el latín?



El amor es más fuerte

Tapa del (desaparecido) diario sensacionalista y amarillista "Libre" (editorial Perfil), del ultra opositor Jorge Fontevecchia, del 18 de octubre de 2011.

"Alfredo Moffatt va por su cuarto matrimonio; Daniela Azpiazu fue su alumna; se conocen desde hace tres años. Él tiene 77, ella 23. Moffatt se define como psicólogo social, docente y terapeuta especialista en locos y pobres. Ella, Daniela Azpiazu Bitsikas, es una veinteañera que pasó por sus aulas. "Casarte con una piba más joven no le hace mal a la psiquis. Es muy lindo, creéme", destaca la nota de Libre.

En la ceremonia civil estuvo presente el peronista disidente Felipe Solá, ex Menem, ex Duhalde, ex Kirchner, ex Peronismo Federal, ex cercano al gobernador Scioli y actualmente pegado a Sergio Massa.

–Sí, el analista habla en latín, quiero decir... en otro idioma que precisa luego de traductor. Es un dialecto con varios códigos distintos de decodificación, lo que tampoco favorece la tarea de los traductores.

–Pero da la impresión de que esa "doctrina de los pasajes" de la que estamos hablando, de la autoridad a la libertad, en el lacanismo, o en Lacan, también ocurre. Quizás la palabra como misterio es una cuestión vinculada a la posible disolución de la autoridad que habla. Hay una técnica burlesca en Lacan...

–Sí, pero son las paradojas del maestro Zen. Allí te quedás enteramente agarrado al otro.

–Sos mi discípulo, pero al pedo. Algo así intentaba decir Lacan...

–Bueno, ahí está la cosa, es lo que digo. Si alguien te dice eso, quedás mucho más enganchado. Lo que más engancha, es la situación paradójica. No sabés en qué quedás agarrado. Eso impide crear el espacio de curación, donde la persona construye los elementos desde los que se piensa. El maestro Zen lleva la dependencia al extremo al hacerla motivo de encubrimiento paradójico...

–Sin embargo, las tuyas también parecen técnicas de maestro Zen. Días pasados le decías, humorísticamente, a un loco del Borda, "¿cuánto te pagan por estar aquí?" Parece un humor absurdo con propósitos rehabilitantes, por la vía del grotesco. ¿Si no, dónde encaja ese chiste?

–No, eso apunta a romper roles, como si uno "trabajara" de loco, de nene. La gente se mete en cana para estar más tranquila. El chiste apunta a "desencanar" los roles ritualizados. Hay rito tanto en la identidad impuesta como en la contracara aparentemente liberadora: la libertad absoluta, que en realidad es un equivalente del brote psicótico. En la vorágine de oportunidades, puede desaparecer la persona. Creo que eso ocurría con las tesis de Sartre. Tantas opciones y proyectos hacían desaparecer la noción misma de proyecto y, por lo tanto, de persona. Así, la curación supone sacar a la gente de la cana, pero, también, saber que preciso meterme en cana. La libertad, si es vorágine, se autoelimina, conduce a su contrario inmediatamente. Hay que saber lo costosa que es la libertad y la democracia. Los fascismos son atrayentes, precisamente, por todo lo que cuesta saber el modo en que las libertades se construyen. Si no escuchás al otro es como si no hubieras hablado. Si no sabés cómo se proyectan efectivas libertades, explicitando focos de autoridad, es como si no hubieras pensado en la libertad y en la democracia. Del mismo modo, si en vez de un paciente analizás un texto –o el paciente considerado como texto– se te escapa la realidad, y la palabra se hace misteriosa. Y el misterio, sin sujetos reales, no conduce a la libertad. Yo nunca vi suicidarse a un texto, enfermarse a un "significante". El texto reemplazando al paciente es como un general que no hace guerras o un médico que no sabe qué es operar del apéndice. No hay un otro realmente existente, sino textos y juegos subjetivos. Hay masturbación, que es una cosa muy segura, pues allí la amante nunca falta a la cita.

–Comenzamos hablando de la cuestión de la autoridad–libertad a propósito de tu experiencia en el Lora. Parece que la charla va en la misma dirección, pero ahora considerando el tema del psicoanálisis en la Argentina, o en Buenos Aires, donde hay bares con servilletas que reproducen el rostro de Freud. Vos dirías que el psicoanálisis ortodoxo...

–...ortodoxo, así designado, con terminología eclesiástica, con Biblia, citas versiculares, iconografía sacra, y el retrato de Freud de barbita, un Ceferino Namuncurá viejito y angélico...

–...ese psicoanálisis, como los mendigos del Lora, ¿corre el riesgo de reproducir el daño de la autoridad, con el pretexto de liberar a la gente? Porque parece que tampoco explicita cuáles son los núcleos de autoridad que incorpora en su lenguaje y en su práctica...

–El psicoanálisis le corresponde a Buenos Aires como le corresponde el tango. Donde se inventó el tango tenía que entrar el psicoanálisis. Los dos son duelos inacabados. Pero, en el caso del psicoanálisis, suelen comprarse ya hechas las "máquinas de pensar". Esas máquinas ya construidas y acabadas tienen ahora a su cargo producir los psicólogos. En el caso de la máquina lacaniana, me causa la misma impresión que si, de repente, los cocineros se convirtieran en mecánicos. Entonces, en el taller mecánico, en vez de usar pinzas o tenazas se pone crema chantilly en los motores.

Pero en este caso es como si las escuelas de psicología hubiesen tenido una invasión de escritores, de poetas, de epistemólogos gongoristas... todo un pandemónium que, sin embargo, está bien uniformado, pues poseen las "fábricas de psicólogos", las asociaciones profesionales y, también, los centros asistenciales, el manicomio y los centros de salud. Eso margina a los psicólogos que –como en mi caso– nos consideramos buenos "mecánicos", que comenzamos de abajo, a limpiar las piezas del motor con el pincel embebido en "nasta", en la calle, con lluvia, etc. Son poderes no explicitados, un llamado a la "letra" liberadora, pero que no sabe comunicar, hacer públicos los poderes que encubre.

–Pero, en tu caso, hay algunas semejanzas con ciertos lacanismos, en el contacto con los mitos propiciatorios de la cultura popular.

–No, si yo hasta tengo simpatías jungianas. Pero también creo que hay que juntar todas las palabras posibles de la psiquiatría y comenzar a limpiarlas con agua y jabón. Entonces, creo que hay que descargar de disfraces a las palabras. "Usted enfermo...", "yo terapeuta". Empezar de allí. "Usted pedir curar". "Yo aceptar". "¿Va a pagar?". "El pagar". "Yo cobrar". Volver a traducir al castellano toda la interacción esa, que llega a ser complejísima. Si no, sólo tendremos textos que llevan a otros textos. En cambio, un libro de cocina, debe llevar a la torta, uno de psicoterapia, a la curación. Si un texto lleva apenas a otro texto nunca se podrá incorporar a la realidad –la "enemiga"– y siempre se podrá sospechar que esa incursión por el discurso...

–¡Caíste! Hasta el momento no habías dicho esa palabra.

–Bueno, que esa incursión por las palabras sagradas, siempre será sospechosa de no darnos la libertad, los pacientes, las tortas, los tornos, la nafta, el castellano. Y, principalmente, por no saber incorporar, en sí mismo, la génesis de la autoridad. Si creemos simplemente que ella está "afuera", como enemiga que los ángeles derrotan, siempre seremos dependientes de ella. Seremos exteriores a la autoridad pero ella nos habrá derrotado, mientras que considerando nuestra práctica, como interior a la cuestión de la autoridad, tendremos la oportunidad de producir ese pasaje, desde dentro de la conciencia, hacia la verdadera libertad


Desde la Cooperanza y El Bancadero hasta Las Ollitas y la Escuela de Terapia de crisis

"Si nos esperanzamos todos, a lo mejor cambiamos las cosas"

Aclara que se trata de una esperanza "no negadora". Los chicos en la villa donde trabaja con las Ollitas le dicen "el abuelo cartonero". Estuvo con docentes de Neuquén y Río Negro, donde surgió el tema de la violencia en la escuela. Fue un día antes de que un chico baleara a sus compañeros.

Por Luis Bruschtein

Alfredo Moffatt tiene una larga barba blanca que lleva como una especie de Papá Noel en desgracia. Ha sido discutido por el mundo psi que no concilia con sus irreverencias ante la academia y sin embargo todavía se sigue hablando de experiencias abiertas por él como la Cooperanza en el Borda o el Bancadero. Moffatt se toma el pelo a sí mismo, se acusa de estar "siempre creando escuelas". "Mi opción por los pobres y los locos —explica– es mi opción por mí, porque me aburre la gente normal." Y al mismo tiempo reflexiona que, a los 70 años, lo más importante es "crear vida" y que donde mejor se puede hacer es "entre la gente que está más hecha bolsa".
–De chico quería saber qué había adentro de la cabeza de la gente. Creo que era como un detective, una especie de antropólogo. Cuando era chico, mi mamá se enfermó de artritis, muy grave, y yo quedé solo, de casa en casa. Mi viejo se fue a laburar, era maestro mayor de obras y de los tres a los siete años estuve en lugares absolutamente opuestos. Estuve en la casa de un trabajador que era amigo de mi padre. Estaba unos meses ahí y unos meses con una tía inglesa que había venido de Europa, que era una casa de clase media y también estuve en otras casas.
–De allí podría haber salido hasta un arquitecto de apellido inglés...
–Fueron cuatro años, entre los tres y los siete. Eso me marcó, porque me hizo una especie de antropólogo precoz. Porque ese chico, o se volvía autista, en el sentido de que se cerraba como un caracol, o se identificaba con los otros para que lo quieran. Y salió algo así como Zelig. Cuando voy a la villa, los pibes creen que soy el abuelo cartonero. Y después voy al centro de Arquitectos, estoy en el staff de la revista, y entonces comemos en un lugar así muy fino, se me transforma la voz y me convierto en un profesional fino, un arquitecto de origen inglés...

–¿Pero la arquitectura después quedó en el camino?
–Pero decidí ser adjunto de cátedra con 500 alumnos de Historia del Arte y también de Matemáticas, lo único que no me interesaba era hacer casas. Era mi viejo, que me obligó. Yo había comenzado medicina y tuve que dejar. ¿Qué les debo a esos años? Una capacidad de sentirme cómodo en una villa, en una casa de clase media, sentirme cómodo en una reunión de clase alta, una especie de Zelig. Eso me ha permitido cómo percibir la intimidad de mundos distintos. Después viajé mucho, estuve en Estados Unidos, donde trabajé en el manicomio de Brooklyn.
–¿Y cuándo se produjo su aproximación a la salud mental?
–Siempre estuvo, porque desde adolescente leía a Kafka, era un especialista en Kafka, se me metió de cabeza. Pero bueno, un poco por esa historia familiar quedé un poco encerrado, y para salvarme de esa soledad creo, me hice como especialista en grupos, en vínculos, que creo que es para no quedar solo. Siempre estoy rodeado de gente, y rehabilitando a gente que quedó encerrada. Y con eso salí, salí del problema con eso de entender qué es una persona que está muy introvertida, como diría Jung. Preocupándome por sacar a otros de eso, no quedé solo.
–En los ’70 empezó a trabajar en el Borda...
–Con veinte pacientes psicóticos organicé una empresa constructora, con la cual hice la plaza que hay en el Borda y pequeñas piecitas, en una de las cuales está actualmente La Colifata, soy el abuelo de La Colifata. Fue en el año ’67. En el hospicio entré estéticamente, como una especie de Lautreamont del subdesarrollo. Me interesaba ese mundo fantasmal, de Dostoievski criollo, como es el fondo del Borda. Mi opción por los pobres y los locos es mi opción por mí, porque me aburre la gente normal. Soy un psicólogo social que optó por los pobres y los locos desde hace muchos años y porque me parecen personas mucho más ricas existencialmente. Mi familia es clase media, alemanes e ingleses, así que mi vida era un opio. Son buenos administradores, pero un opio, y busqué una forma, creo, para rajarme de ese mundo.
–La locura provoca reacciones contradictorias en las personas, rechazo y atracción al mismo tiempo...
–En la locura veo como una creatividad dramática, porque el arte y la locura están muy juntos. Entonces me iba al fondo del Borda y hacía como cuentos, imágenes, recogía inscripciones. De la arquitectura me quedó la fotografía, entonces tengo unas fotos fuertes, que Salgado quedaría como un bebé. Hice la peña Carlos Gardel, en la que intervinieron casi 500 pacientes. Habíamos declarado territorio liberado de la acción manicomial, era la época de Cámpora, estábamos dentro del movimiento popular. Los psiquiatras tenían que hacer un rodeo para evitarnos, porque allí había que probar si uno era loco o sano, no valía el uniforme blanco. Teníamos un mástil, subíamos la bandera en ese territorio liberado, qué delirio, pero duró dos años y pico y dio lugar al libro Psicoterapia del oprimido. Ese libro tuvo seis ediciones, la traducción portuguesa tuvo hasta diez ediciones. Es un libro que se estudia en toda Latinoamérica, menos aquí en la Argentina. Como no fue escrito en París...
–¿Por qué se fue del Borda si se sentía tan bien y había puesto en marcha tantas cosas?
–Yo estaba cómodo en el manicomio, porque era una fuente de creatividad estética, digamos, en un estilo del expresionismo alemán. Pero tuve que salir de esa especie de edén escatológico, porque afuera están más locos que adentro. Y tuve que salir porque tuve que darles auxilio psicológico a las maestras. Y después fundé el Bancadero, porque la gente estaba muy hecha mierda por la dictadura militar. La dictadura fue una aventura muy loca, siniestra.
–¿Durante la dictadura estaba en el país o tuvo que salir?
–Yo estaba acá y no hacía absolutamente nada y trabajaba en Brasil. Yo no sé, se llevaban a gente por haber leído Psicoterapia del oprimido, que era una especie de libro montonero. Y yo estaba quietito, descolgado, de chico solo, no estaba en ningún racimo, y así sobreviví.
–¿Sin plata, sin permiso, sin casa, el Bancadero fue magia?
–Fue una cosa loca, porque era una casa en la calle Gascón, destruida, de quince habitaciones, que primero había sido prostíbulo y después depósito de un almacén, estaba totalmente destruida, con los yuyos a la altura de una persona. Entonces lo alquilaban por 40 pesos, para que no lo intrusaran. Entré con gente que había formado en terapia de crisis. Me decían que estaba loco, tenía los 40 pesos para alquilar, pero ni un peso más para arreglar el lugar. Tampoco tenía permiso municipal. Lo que tenía era la necesidad de la gente que estaba hecha mierda, era el año ’82. María Esther Gilio me hizo un reportaje para Clarín y salió un domingo a doble página. El lunes habías unas 80 personas dispuestas a entrar. Mis colaboradores me decían "¿qué hacemos, Alfredo? Están golpeando", "dejalas entrar". Arreglamos una habitación que estaba más o menos bien. Hicimos una reunión: "¿Ustedes quieren tratarse?" "Sí". En el hospicio había trabajado mucho con laborterapia, entonces propuse que cada grupo con su asistente terapéutico arreglara su lugar. La gente se enganchó. La primera etapa eran dos o tres horas que traían cemento, pintura, cables. Cuando terminábamos cada pieza hacíamos una gran fiesta. Los neuróticos, que creen que no pueden mover un ladrillo, cuando lo hacen descubren que pueden: La reparación psicológica fue bárbara y nosotros arreglamos la casa. Cuando la reparación terminó, disminuyó el potencial terapéutico. Quería destruir todo de nuevo.
–¿La figura de Enrique Pichon Rivière fue inspiradora?
–Todo eso era Pichon Rivière detrás. Justo se había muerto, pero había trabajado diez años con él. Me llamaba su hijo putativo. Por el Bancadero han pasado cerca de 35 mil personas, en 20 años. Es un tocazo. Era una clase media en desgracia, gente asustada, que había tenido algún contacto con las represión. Se trabajaba con terapia grupal y mucha técnica de psicodrama. La gente que venía y nos asesoraba eran Fernando Ulloa, Tato Pavlovsky, Bauleo, y muchos más, teníamos la crema. Teníamos entre 250 y 300 personas por semana.
–¿Después les quitaron la casa?
–Sí, y justo en ese momento teníamos también el Bancapibes, toda la guachada de Once, pibes bravos, estaban en el Bancadero, con algunos conflictos, empezaban a putear, en fin, pero sin demasiados problemas. Pero nos sacaron la casa para construir una torre de departamentos. Entonces nos alojó Adolfo Pérez Esquivel en la calle México. Y después compramos un departamentito y ahora estamos frente al Shopping Abasto. Pero aquel Bancadero fue un despelote. Los carnavales que hacíamos eran un psicodrama, con más de 300 personas. Hicimos experiencias interesantes, como la Sudestada, un poco tomando la película Hombre mirando al Sudeste. Eran cien que hacían de locos, cien de psiquiatras y cien de visitantes y todos empezaban a interactuar. El loco tenía que hacer de loco, pero sin hablar, y el otro tenía que contenerlo. Todo al mismo tiempo, cien veces se repetía, con luces de colores y al final se ponía la Novena Sinfonía a todo volumen y todos empezaban a unirse. Era una época especial, con Teatro Abierto, la salida de la dictadura, había mucha efervescencia.
–Del Bancadero pasó a una experiencia más de tipo social, como son las Ollitas...
–Esta experiencia está más lejos del manicomio y más cerca de la pobreza. Las Ollitas son más o menos entre 200 y 300 chiquitos que alimentamos con autogestión de los padres y de las madres en La Matanza, en tres villas. Yo hablo esquizofrenés, que lo usé en Estados Unidos, es un lenguaje de gestos y actitudes del cuerpo. Y hablo el villarés ¿no?, que es el idioma de la villa. Ellos ven que no sos evangelista ni cana ni político y cuando te junan, se entregan, y organizás. Es una organización de mucha solidaridad. Abajo no está podrido. Las madres hacen una organización sin corrupción, fideo que entra a las Ollitas, va a la panza de un pibe, no se pierde nada. Son tres Ollitas y se multiplicaron, ahora en Mar del Plata hay tres más, hay una en La Plata. Se demuestra que es posible, que en el lugar de la muerte se puede generar la vida, con la misma gente. Hace tres años que empezamos. Soy una especie de médico frustrado, tengo la necesidad de ponerme al servicio de lo más necesario, como un médico de emergencia, voy donde hay más dolor. Cuando se arregle un poco la cosa quiero volver al manicomio. Yo soy el abuelo de La Colifata, voy a visitarlos, me saludan, me abrazan...
–¿Quedan todavía pacientes de aquella época?
–Y sí, no sale nadie, es la máquina de picar carne, es terrible. Además, con la desocupación que hay afuera, como para salir. La represión paró bastante en el manicomio, lo que pasa es que la terapia es un poco farmacológica, no hay comunidad terapéutica. Salí primero al Bancadero, y después a las Ollitas, porque los pibes están hechos mierda. Nosotros decimos que si trabajamos con los pibes antes del terremoto hormonal de la pubertad, están plásticos todavía, y les damos elementos de vinculación hacia la vida, vamos a disminuir la cantidad de adolescentes que van a la bala policial o que van a la prostitución. Los dos oficios de la desesperación, que son el afano y la prostitución.
–¿La escuela se llama ahora de terapias de crisis...?
–Es terapia de crisis, no es psicoanalítica, es más una filosofía existencial, donde la conciencia es una historia, no hay un aparato psíquico. Yo les digo a mis alumnos: cada uno de ustedes está en una película de la que no pueden salir, a menos que se peguen un tiro, no se pueden escapar. Y más vale que esa película tenga argumento, si es un bodrio estás jodido, es una película que la tenés que ver, la tenés que actuar y la tenés que dirigir. Trabajamos con la historia de vida, con el sentido de la vida. Nos vamos del Edipo y toda esa concepción que es muy útil en la burguesía, pero para las clases populares, desesperadas en la marginación, el tema es sobrevivir, no es cogerse a la vieja, sino comer y sobrevivir, que es distinto. Trabajamos con una estructura criolla.
–¿Cuántas personas colaboran con usted?
–Qué sé yo, si juntaría de todos los lados, son cientos. Por ejemplo Carlos Cica, que se formó conmigo, organiza Emergencia Psicosocial, y trabajó en la AMIA, en el avión caído de Aeroparque, en Río Tercero, y va como con 40 psicólogos sociales que trabajan en catástrofes a bancar en esos momentos, con abrazos de contención, una técnica que se llama maternaje. Después está la Casa Teresa para chicos de la calle, los más bravos, de la que yo soy el presidente. Después la Cooperanza sigue, y con La Colifata. Después está el Bancadero.
–De todos los trabajos que ha realizado y que todavía están funcionando, ¿cuál le pareció más importante?
–Todos, porque cuando uno llega a los 70 años uno se pregunta qué es lo más importante. Y cuando uno está cerca de la muerte, lo más importante siempre es generar vida. ¿Dónde se genera vida con mayor intensidad? Entre los que están más hechos bolsa. Hay teorías de la marginalidad, teorías evolutivas sobre todo esto. Tengo tres páginas web con estas cosas: www.ollytas.org.ar donde está todo lo que hay que saber para hacer una organización popular autogestiva en lugares de mucha marginación. Y después está otra que la hice porque me dio miedo de que se pierda todo: www.moffatt.com.ar, que tiene mil páginas, donde puse todo, porque quiero que toda esa experiencia sirva. Hay como 300 fotografías que se pueden copiar bien grandes. También tengo un programita en Radio Nacional, me lo dio Mona Moncalvillo. Es todos los martes de 11 a 12 de la noche. Se llama Fogoneando la esperanza y le puse también Universidad Criolla del Aire.
–¿La escuela tiene filiales en el interior del país?
–Hay en Chacabuco, en La Plata, en Neuquén y Río Negro. Allí son 300 alumnos. Dos días antes de que se produjera el episodio en la escuela de Carmen de Patagones estuve en Río Negro y en Neuquén para dar un seminario para ATEN, que es el sindicato de docentes. Había 400 docentes. Trabajamos la problemática de cómo manejarnos con la violencia en primario y secundario. El episodio se produjo al día siguiente y después tuve que trabajar en escuelas.
–¿El problema de la violencia en las escuelas surgió como el más acuciante?
–El tema salió como emergente. Hicimos un taller: la mitad de los 400 hacían de chicos violentos y la otra mitad de docentes. Tenían que expresar la violencia con el cuerpo, a través de tensión muscular. Y después entraban los docentes. Eso servía para que los docentes pudieran involucrar el cuerpo, porque la violencia no tiene significación verbal, la violencia es un hecho físico, de contracción muscular. Después se hacía el cambio de roles. Aparecía el docente que quedaba paralizado, el que devolvía la agresión, el que se descomponía, el que trataba de seducir, de abrazar amorosamente, el que de pronto lo veía como una película y no podía hacer nada. Hubo otros que se ponían a llorar. Acercaba la acción y el símbolo. Que el mundo del símbolo, que de alguna manera es el del docente, entre en el de la acción violenta es casi imposible, porque no tienen conexión. Pero de esa forma podían cruzar esas situaciones. Eso se llama resonancia emocional del docente. Porque el docente ahora es otro grupo de riesgo.
–La falta de trabajo no solamente es un problema económico, una cuestión material para el adolescente...
–En nuestra concepción, pensamos que el adolescente que no entra a trabajar queda fuera del mundo. Cuando deja el juego infantil porque las hormonas lo arrojan a la realidad, a la búsqueda del otro, se le genitaliza la libido, y si del otro lado no hay un trabajo que lo haga salir de la casa, queda en el vacío. Porque a través del trabajo que no consigue, él conseguiría a la pareja. Si no tiene trabajo todo se le complica. El chico queda en un espacio de vacío existencial que es insoportable porque no entra en la realidad. Si les cerramos las puertas porque no les damos trabajo a los adolescentes, ¿qué van a hacer?. Van a romper la pared, tienen mucha necesidad. Y ahí aparecen las cosas, feas, el afano y la prostitución. Hay tantas nenas en la prostitución como chicos en el afano, pero no aparece en los medios porque no pone en peligro a la sociedad.


La Comunidad Popular Peña Carlos Gardel

ALFREDO MOFFATT 1974

Es bastante difícil analizar una experiencia que se está viviendo, es difícil tomar distancia y verla en perspectiva pero, de todos modos, ya después de dos años es posible percibir un cierto proceso, analizar las reacciones de los diversos sub-grupos, las consignas comunitarias que fueron apareciendo, las propuestas de cambio y la nueva filosofía de vida que, poco a poco y entre todos, se fue creando. Tomar todo esto, junto con opciones ideológicas más generales relacionadas con el proceso de liberación y armar un modelo teórico de Psiquiatría Popular es el tema de este capítulo y de las consideraciones finales. Para nosotros, los integrantes de la Peña, hay tantas experiencias emotivas, tantas cosas pasaron: momentos de mucha angustia, momentos de gran alegría. Hay mucho amor puesto en "esa Peña", líos, depresiones, peleas, reconciliaciones, momentos de intensa e íntima participación afectiva, donde sentimos algunas veces un nivel de compromiso humano tan intenso que luego, el "mundo de afuera" nos parecía como constituido por gente solitaria y desconectada (es decir, de pronto podíamos percibir al "manicomio de afuera"). El meterse en los fondos de un hospicio y compartir, aunque sea por un tiempo, las angustias, los delirios y ser solidarios con ese sector de pueblo trabajador más bajo, reventado, igual que afuera pero más degradado, fue para todos nosotros (los "compañeros de afuera") una escuela de vida, una forma de aprender el país de abajo, de combatir la hiperteorización colonizadora y estéril. Nosotros también nos curamos, pero de distinta enfermedad. En la Peña nadie le debe nada a nadie, "no corre" la beneficencia ni el autoritarismo; entre todos construimos una nueva vida comunitaria. El grupo es completamente heterogéneo, pero lo que queremos lograr es siempre compartido por todos: es una posibilidad de vida menos injusta, con más posibilidades para que cada uno realice lo suyo, e incluso, si alguien puede imaginarse mundos distintos al resto, lo aceptamos como se acepta la realidad: como una verdad que no constituye, en sí misma, una amenaza. Para que se tenga una idea concreta de lo que es la experiencia y de los límites que tiene, vamos a introducirnos al tema con una descripción objetiva del desarrollo histórico y del lugar, los sub-grupos, las distintas actividades y también cómo se desarrolla normalmente la reunión comunitaria de los sábados, que es la más importante y ia que reúne una vez por semana a todos los compañeros "de adentro" y "de afuera". Luego pasaremos a "despiezar" la Peña en partes para su análisis y terminaremos con una tentativa de integración que organice, según un modelo comunitario, a todo ese conjunto de he- chos, de sucesos extraídos de una praxis.

COMUNIDAD POPULAR PEÑA CARLOS GARDEL

Introducción:

Esta comunidad Popular funciona en el fondo del Hospital Nacional Borda, hospicio dependiente del Instituto Nacional de Salud Mental. El Hospital Borda, conocido anteriormente como "Hospicio de las Mercedes", luego llamado "Neuropsiquiátrico de Hombres", queda a pocas cuadras de Plaza Constitución (el pueblo siempre lo llamó "el Vieytes"). Es el Hospital Mental de Buenos Aires (con 2.500 camas) y, con el Hospicio de Mujeres, el "Braulio Moyano", son las instituciones que actúan como "depósito psicológico de la locura" para los porteños. Y este es, precisamente, el lugar que elegimos para realizar esta experiencia de replanteo del concepto de locura y combatir desde esa área de demostración toda forma de represión mental, pues consideramos que en los hospicios se lleva a los últimos Iímites el proceso de represión mental (especialmente para las clases populares) que comienza en las escuelas, sigue en las fábricas y luego puede pasar por asilos, reformatorios, cárceles, etc. Con todo, el Hospital Borda no es el peor de los hospicios argentinos. Por el contrario, tal vez sea el que tiene más posibilidades de evolucionar.

La Comunidad empezó a funcionar el 11 de diciembre de 1971. Para su constitución unieron sus esfuerzos dos grupos, uno de adentro (los compañeros del Club "El Fogón", que organizó Osvaldo García) y otro de afuera, que se formó luego de un seminario (con audiovisuales) dado por el autor, sobre "Psiquiatría Social" en la Escuela de Psicología Social de Pichon Riviere. Durante el verano de 1972 se trabajó fuerte y se consiguió "poner en órbita" la comunidad con la ayuda también de familiares. Cuando el hospital se enteró que funcionaba una comunidad en el fondo, era ya un hecho consumado. Hubo posteriormente, y por medio de una carta de Pichon Riviere, dirigida a las autoridades del hospital, un reconocimiento "de facto". Desde entonces y a través de dos años ininterrumpidos, estuvimos "dentro del hospital pero fuera de la institución". La Comunidad se organiza alrededor de un gran árbol y cada sábado debemos entrar, colgar las decoraciones, carteles, etc. y Iuego, al terminar, descolgarlas y sacarlas del hospital, para volver a traer todo el sábado siguiente. La reunión principal se realiza, precisamente, todos los sábados desde aproximadamente las 15 hs. hasta las 20 hs. (cinco horas) y participan alrededor de 100 personas (incluyendo unos 20 compañeros de afuera); aunque se produce una rotación existe un núcleo base de compañeros internados y compañeros de afuera que lleva la continuidad del proceso comunitario. Además se realizan dos reuniones menores durante la semana (martes y jueves), donde funcionan grupos de mateadas, grupos de trabajo (cooperativa) y grupos de aprendizaje (Universidad Obrera). La actividad de la Cooperativa está suspendida actualmente por falta de un lugar con techo. La estructura comunitaria está determinada por una integración de modelos comunitarios populares; es una especie de síntesis de baile campero con guitarra y canto, con asado, con organización de sociedad de fomento (comisión directiva), con simultaneidad de actividades de cafetín porteño y algo de romería con teatro, con fogones de "materos" y costumbres de pulpería (las peleas). Pero fundamentalmente vive por un sentimiento de hermandad y de compromiso afectivo ’a muerte" de cada uno con la comunidad, con la "peña", que ya tiene una existencia mítica independiente de cada uno de nosotros. Entre los compañeros internados (y también entre los de afuera) es un símbolo y una esperanza de que el mundo pueda cambiar y volverse un poco menos injusto, menos individualista y menos "paranoico". Para nosotros la experiencia tiene otro nivel más también, y es que no sólo resolvemos el problema para 300 o 400 compañeros internados, sino que es fundamentalmente, un área de demostración de que es posible el cambio, que un nuevo planteo desde la cultura popular crea una alternatíva nueva respecto a la locura. Desenmascara el sometimiento como falso criterio de salud mental y propone otros criterios de cordura para el pueblo; la cordura de asumir su identidad cultural y personal. También somos concientes de los límites en que nos movemos. Aunque la dirección del camino está trazada hasta lejos, no damos pasos más largos que los que pueden dar nuestras pier-nas. Es decir, todo comienzo de cambio sólo modifica un pequeño sector del sistema, pero lo importante es, sí, señalar el camino. Ese es el sentido de un "área de demostración": sirve para comprobar en la práctica algunas hipótesis de trabajo y luego para formular nuevos pasos que conduzcan a nuevas maneras de ver el problema. Daremos ahora una idea general de nuestro esquema referencial (nuestro esquema conceptual y técnico) para después describir con más detalles las condiciones objetivas de la comunidad (hábitat y proceso de una reunión) y, finalmente, entrar en el corazón de la experiencia, que son las técnicas de terapia comunitaria y grupal montadas sobre el rescate de las formas populares de interacción social y de proyecto de vida. Donde nuestra labor será una sintesis entre las técnicas psicoterapéuticas urbanas y las modalidades con que el pueblo resuelve sus angustias (es un poco lo que llamamos la síntesis "Freud-Pancho Sierra"). La propuesta ideológica puede sintetiazarse en cinco frases que la definen:

– Una movilización (u organización) de bases,
– que a través del rescate de la cultura popular
– intenta una redistribución de la locura.
– operando con un nuevo esquema técnico.
– para luego estructurar un modelo teórico a partir de la práctica concreta.
De las cuales, las tres primeras apuntan a los puntos claves de nuestra propuesta.

• Organización de bases:
La principal característica que debe tener una psicoterapia del oprimido es que la debe hacer el oprimido (por lo menos poner la principal energía para ese cambio). Claro que, por otra parte, sabemos que la iniciación de un proceso de este tipo requiere una energía inicial que provenga de otro sistema social, del de "los sanos". Podríamos reiterar la siguiente figura de comparación: "es imposible, cuando un bote está encajado en la costa, hacerlo andar remando y también es imposible empujarlo desde adentro: se necesita una ayuda inicial de alguien que lo empuje desde afuera hasta que se pueda remar". Ese "empujón desde afuera" es la labor de concientización del internado para que luego se organice asumiendo su identidad cultural como grupo, conquiste un mundo mejor dentro del hospital y luego pueda reintegrarse activamente al "afuera". Por eso este tipo de terapia social (mejor casi diríamos "de reconquista de derechos") es sólo posible de organizar si existe, aunque sea en forma latente, una actitud de cambio, un deseo de progreso, de liberación. El hospicio impone el autoritarismo desde arriba, la Comunidad Terapéutica importada impone la "democracia" también desde arriba. En cambio el planteo de Comunidad Popular exige que lo que sea que se imponga lo sea desde abajo (en general será la conveniencia de la mayoría). Debido a que la población de internados se encuentra muy "alienada" por las manipulaciones del hospicio es necesario, en un principio, un equipo mixto: personas internadas que deseen un cambio y personas no internadas que también lo deseen. Nosotros, en nuestra experiencia, nos llamamos "compañeros de adentro" y "compañeros de afuera" respectivamente. Una vez realizada la ligazón afectiva entre ambos grupos (consideramos que la necesidad de un compromiso afectivo es parte de nuestra ideologia) se comienza el trabajo "hombro a hombro", buscando y experimentando caminos desde una perspectiva que incluye la visión del mundo (los mitos, valores, costumbres, etc.) de la mayoría. Todo esto implica movilizar el sentimiento de reivindicación ancestral de nuestra clase obrera, es utilizar este sentimiento como motor, como energía para el cambio, es reconectar al compañero trabajador internado con todo su pasado histórico, con las luchas de su clase y con el proceso de liberación que ha emprendido nuestro pueblo.

• Rescate de Ia Cultura Negada:
Toda una tarea recién comenzada y asumida por quienes desean nuestra independencia cultural es la que puede denominarse "el rescate de la cultura negada". Como primer paso, enfrentar la dominación y lucha contra alguien (el imperialismo yanki y también el imperialismo porteño) es necesario saber quién es el que lucha: es decir que la primera tarea es reconquistar nuestra identidad cultural negada a través del proceso de colonización. Para esto es necesario todo un trabajo que podemos llamar "de arqueologia cultural", que vaya armando el rompecabezas con las piezas sueltas obtenidas a través de la historia y de la geograf ía de nuestra patria. El esquema "Civilización-Barbarie" es, posiblemente, la estructura cultural y económica más fundamental de nuestro desarrollo histórico. La oposición "Buenos Aires-Interior" comenzó el día de la fundación de la ciudad y luego Buenos Aires siguió dependiendo más de la lejana Europa que del cercano interior, que fue negado y rechazado en nombre de la "civilización" (por turno lo fueron España, luego Inglaterra y Francia y, ahora Estados Unidos). La macrocefalia de la Argentina es una de las patologías de desarrollo más perjudiciales, pues aisla entre sí a Buenos Aires y el interior por la estructura de colonización interna.
Debemos aclarar por qué la identidad cultural de los grupos marginados y oprimidos (una línea que va desde el indio hasta el orillero suburbano pasando por el gaucho) es tan importante en el caso de la salud mental. Un enfermo mental se encuentra, por momentos, alejado de su propia naturaleza tanto como de la cultura en la que le tocó nacer, por eso está enfermo. La restitución de la salud se da cuando se reencuentra con su origen, es decir con su verdadera naturaleza y con su cultura que fue el escenario de sus vínculos. Si no se conoce ni respeta la identidad cultural del grupo marginado, se ayuda a convertir una situación de extrañamiento de sf y de la cultura a nivel personal, en una confirmación externa, social, de que el mundo es amenazante y caótico. Traemos, para ejemplificar esto, el caso de los "progresos" terapéuticos que pueden, paradójicamente, empeorar al paciente (fenómeno conocido en Psicoanálisis como reacción terapéutica negativa) porque llevan consigo a un nuevo problema y es la desarticulación de las formas habituales de regular la comunicación y los sentimientos de seguridad y protección que tiene cada cultura. En general, el grupo oprimido se resiste a utilizar la cultura del opresor, aunque esta revista forma de servicios necesarios, (por ejemplo, salud física y mental) y prefiere sus propios modelos terapéuticos que incluyen la cultura global ancestral nativa. Esto aclara la importancia de las curanderas en las villas miseria, pues al ir al hospital los villeros deben mendigar la atención, y la actitud del médico es degradatoria y descalificatoria (tuteo, largas esperas, manipulación como objeto). Además el médico incluye en la administración de la terapia una transculturación, es decir, le impone sus valores y normas pequeño-burguesas como si fueran universales (para lo cual cuenta con la colaboración de sus auxiliares instrumentales "visitadoras" y "asistentes" sociales). Esto es especialmente grave en el caso de las psicoterapias, pues no pueden evitarse valoraciones de una cultura desde otra, lo cual produce un proceso de desajuste cultural al grupo de pertenencia del paciente, que lo llevan a este a aumentar sus sentimientos de inadecuación y extrañamiento.

• Redistribución de la locura:
Tal como a la pobreza (o a la riqueza) también a la locura es necesario redistribuirla. Los chivos emisarios no necesitarian existir si cada uno de nosotros asumiera su parte de locura, su delirio chico o grande. También se puede ver el problema a la inversa, es decir, lo que perdemos al reprimir todo pensamiento no racional con un pensamiento estereotipado, renunciamos tanto a la locura desintegradora como también a la imaginación creadora.
Defendiendo una redistribución y elaboración de los contenidos irracionales también estamos defendiendo nuestro derecho a la creación, a la imaginación y a conocernos nosotros mismos, hacia adentro, hacia nuestro inconciente.
Además, en el caso de nuestra área de trabajo, este derecho a disentir respecto a la explicación del mundo impuesta, (a la "explicación oficial") es una reivindicación específica. Pues bien sabemos que la calificación de "loco" depende del nivel de tolerancia a lo distinto y, a una mayor intolerancia mayor será la cantidad de gente puesta en la categoría de loco. Tampoco podemos ver este problema como lejano y como perteneciendo a los internados en un manicomio, pues de pronto nos puede "pertenecer" a todos. Las situaciones de perturbación, de contradicciones en el desarrollo vital de una persona, especialmente el continuo proceso de pérdida que contiene el ciclo de la vida (y, especialmente, el enfrentamiento irremediable con la muerte) crea un gran monto de angustia que, reprimida o no, puede conducir a un desbordamiento de las funciones de racionalidad del Yo y de sus mecanismos defensivos. Ahora bien, desde el momento en que todos estamos metidos en el "mismo baile", de pérdidas, miedos y contradicciones, es injusto (además de ineficiente) realizar el depósito de todas estas cosas en determinadas personas y convertirlas, así, en profesionales de la rareza, es decir, locos. Decimos "mecanismos de defensa ineficiente" pues depositándolas y asignándolas a otros no las elaboramos, las dejamos sin resolver. Por eso pensamos que cada cual debe asumir su delirio, ya sea pequeño o grande. Además pensamos que la imaginación requerida para concebir el cambio es facilmente confundida con locura, a veces con buena y a veces con mala fe.

• Nuevo esquema técnico
Aunque todavía estamos en la tarea de ir construyendo, poco a poco, nuestro esquema, ya tenemos ciertas técnicas operativas. Ya hemos hecho referencia en el capítulo anterior a los elemen- tos de nuestra técnica que vamos penosamente y poco a poco extrayendo de ese replanteo total que es esta experiencia, donde casi todo el encuadre terapéutico convencional ha tenido que ser modificado (especialmente en la relación entre "quien cura" y "quien es curado" y también "de qué es curado").
Nosotros consideramos que ambos grupos se curan, aunque en general de distintas enfermedades. Los compañeros de adentro se curan del hospital degradatorio y también de su perturbación psicológica y los compañeros de afuera curan de su colonización ideológica, es decir se hacen más argentinos, más integrados a su país, a su pueblo (y también, en segundo término, de sus perturbaciones psicológicas). El trueque es más o menos; "yo te curo de la degradación manicomial y vos me curás de mi cipayismo ideológico", (salud mental por argentinidad).
Siempre se debe mantener la simetría en el tipo de relación entre los dos grupos (ni autoritarismo, ni beneficencia)."Lo que yo te puedo hacer vos me lo podés hacer a mí". Para ilustrar esto diremos que, en la relación entre una compañera psicóloga que viene a la peña y un compañero internado pueden producirse dos "errores técnicos". La psicóloga puede, mientras baila, hacer sutilmente una interpretación psicoanalítica, pero el compañero de adentro también puede hacer un "error técnico" y que es tocarle sutilmente el culo, (con la posibilidad de lo cual nadie puede degradar al otro unilateralmente).

En la peña, la locura (en compañeros de "adentro" o de "afuera") se enfrenta sin la disociación clásica del psiquiatra (yo sano; vos enfermo), se enfrenta sin guardapolvo (la "sotana blanca"), sin el diagnóstico, sin chalecos, sin enfermeros, sin la intimidación del electro-shok. Usando una imagen de Pichon, él dice que se la debe enfrentar al estilo del torero, sólo con habilidad. Al toro, que es tanto la enfermedad "del otro" como la propia, hay que enfrentarlo con la capa que permite la "verónica" (es decir el esquive) hasta que el toro (la locura) está cansado y se lo pueda matar (operación terapéutica). Esto es lo mismo que decir que se utiliza la contención psicológica, donde el terapeuta se hace cargo de la ansiedad del paciente. Establece una relación humana, de amor, para "sacarlo del pozo" y lo descarga de su peso (de su delirio angustiante). Toda su habilidad está en no volverse loco a su vez (en "esquivar al toro") sino en devolverle al paciente el conflicto elaborado para que él pueda volver a proyectar su destino desde su individualidad.

Por lo anterior, en la Peña surge siempre el relato de quien viene por primera vez y se angustia al no poder distinguir quién es de afuera y quién es de adentro, lo que lo lleva a vivir la visita a la Peña como una "mini-internación", debido a que la remoción y la proyección de sus propios núcleos psicóticos no encuentra la disociación sano-enfermo formalizada por ropas, guardapolvos o actitudes de sometedor-sometido (esta proyección es debida a que la persona siente que penetra en el "depósito-de-la-locura" de la comunidad). Este replanteo de "quién es el loco y quién es el sano" lleva a romper los estereotipos de roles en los grupos familiares. El encuentro internado-familiar en la sala del hospital (el internado acostado y el pariente al lado) reasegura ambos roles: uno de enfermo (de loco) y el otro de visitante (sano). En la Peña ambos roles se deben replantear pues no existe ningún elemento en el contexto f isico o comunicativo que indique quién está internado y quién no. Es un territorio neutral entre el hospital y el hogar y los dos pueden reconectarse con momentos del ayer-sano del grupo familiar (especialmente porque el contexto es el de una fiesta popular).

Resumiendo lo que hemos ya propuesto en el capítulo anterior como esquema referencial (lo que Pichon Riviere denomina "el E.C.R.O.", el Esquema Conceptual Referencial Operativo) diremos que podemos sintetizarlo, presentarlo didácticamente a través de cinco puntos. Esto significa encasillar (y rigidizar algo que es flexible e integrado) en partes separadas, pero para poder trasmitirlo no hay otra solución que la del coleccionista: clavar la mariposa con alfileres. Enumeraremos entonces, sólo los títulos de lo que ya hemos desarrollada en el capítulo anterior.

1 – El análisis del sistema (la institución, la familia, el trabajo, etc.) en todos sus niveles (especialmente para encontrar contradicciones y complementaciones).
2 – Tener caminos para introducirse en el delirio (la capacidad de contención psicológica).
3 – Buscar los caminos de regreso, junto con el otro (el tema de la estrategia paradójica).
4 – Crear las condiciones externas que le devuelven los roles amputados (la atmósfera social terapéutica).
5 – Condicionamiento por el contexto ambiental, codificación del mensaje en términos de acción y de situación, como adecuación a las modalidades de interacción en clase popular,(donde el contexto y la acción son más importantes que la conceptualización verbal).

• De la práctica a la teoria:
Se trata aquí de invertir la dirección normal de la ciencia colonizada. En la colonia nunca se fabrica un instrumento científico, este siempre viene en libros desde Europa o Estados Unidos; se traduce y se usa en una práctica. A lo sumo se puede elegir entre un gran surtido de metodologías, pero nunca se pueden fabricar en el país. Además la hiperinformación teórica es una enfermedad ya crónica en nuestro ambiente intelectual.
Incluso tal vez no sea enfermedad, sino un sintoma, síntoma de que se está evitando la realidad. Esto está ligado a que la tarea, el esfuerzo profesional, debe volcarse básicamente al servicio del sector social opuesto al que en general recibe los "cuidados" del profesional (y del que, naturalmente, recibe buenos honorarios). Es decir, volcar la mayor parte del esfuerzo profesional al proletariado en lugar de la burguesía. Sólo así, a través de esta práctica, se podrá acumular la suficiente cantidad de información para la elaboración de una teoría psico-terapéutica para ese "otro" mundo social.

Este cambio de grupo social al cual servir no es fácil de hacer, pues implica un cambio a nivel económico para el profesional, pues su economia se proletariza junto con su conciencia politica. Para nosotros, este es el salto dificil de dar: las radicalizaciones revolucionarias verbales junto con una labor de consultorio con sólo pacientes de seis u ocho mil pesos la hora-psicoanalitica, es decir "la mente a la izquierda y el bolsillo a la derecha" es una contradicción que debe ser superada si se desea combatir al sistema de psiquiatría tradicional.
En síntesis, esto que queremos decir es que para aceptar como persona coherente a quien diga haber roto ideológicamente con el Sistema, es necesario que haya roto también económicamente con el Sistema (que es lo que más cuesta, pues la radicalización verbal puede llegar también a ser una moda o un artículo más de consumo). Además, sólo desde y a partir de una labor concreta "hombro-a-hombro" con los oprimidos es posible percibir y sentir sus problemas y, más que todo, descubrir su cultura, mucho más coherente, concreta, biológica y ligada a los ciclos naturales, que la de la burguesía urbana abstracta, burocrática y con procesos tecnológicamente divorciados. Pero además sólo desde una síntesis entre los elementos con- ceptuales de una cultura compleja como la urbana y la visión del mundo concreta de los sectores populares se puede lograr la transformación de un mundo injusto, pero muy bien defendido.

LAS PARTES DE LA COMUNIDAD: (Análisis espacio-temporal)

La comunidad es la suma de varias actividades, algunas de ellas son simultáneas y otras constituyen una seriación en el tiempo. Analizaremos primero el nivel del habitat, de la configuración espacial del "territorio" de la Peña. Esto es bastante importante pues recordemos que el área de la Peña es percibido por los compañeros como un "afuera en el adentro" es decir, algo asi como un territorio liberado de descalificación, de humillaciones (y también entre ellos liberado de la desconfianza mutua). De modo que se configura algo así co mo un espacio mitico "un lugar donde se puede salir del hospicio sin atravesar el paredón". Este espacio se desarrolla, como en la mejor tradición campera, alrededor de un gran árbol en el fondo del hospicio (el "árbol de la Peña"), del cual se cuelgan las decoraciones, entre ellas el gran retrato de Carlos Gardel sonriéndonos a todos. EI árbol es llenado de letreros, objetos, que nos hacen acordar lo! ex-votos de los árboles de las fiestas rituales norteñas. Es el altar criollo para realizar todos los sábados el "sacrificio de la unión fraternal" que es la "materia prima" (el "poxipol") de nuestra comunidad. Algo muy importante es la simultaneidad de actividades diversas pero complementarias. En la comunidad se discriminan a Io largo de estos dos años distintas áreas en que se realizan acti vidades. Unos bailan, otros juegan al truco, otros preparan el asado, (en la peña se hicieron en dos años 11.300 sandwiches de chorizos donados tenazmente por Ricardo Neves del frigorífica "La Pompeya"), otros hacen una rueda de mate y conversan er grupo, otros a lo largo de "la parecita" conversan de a dos o tres (en general son grupos familiares). Algunos simplemente mira lo que hacen los demás, y por último, están los que recorren toda el área "peñera" buscando su ubicación, según su estado de ánimo, el tipo de actividad que quieren hacer. Esto de poder elegir entre todo este variado conjunto de tareas, permite, en la comunidad, integrarse de acuerdo al estado de ánimo. En general, lo largo de la tarde cada uno va pasando por todas las actividades. Todos los elementos de la Peña están dentro de la técnica del subdesarrollo, tal como en las áreas rurales pobres; todo está un poco roto, el heroico tocadiscos sigue emitiendo rancheras y cumbias a pesar de que los discos sólo se reconocen debajo de la tierra que los cubre porque todavía son redondos. Un elástico de cama es una gran parrilla y algunos deben sentarse en cajones. Todo se debe hacer con el ingenio del pueblo, sólo "con cuatro palos y dos piolines". Es una comunidad hecha "a ponchazos", pero recordemos que "los ponchos" son muchos (y están con nosotros). En cuanto al análisis en el tiempo describiremos el desarrollo de una reunión de comunidad. Se r ealiza todos los sábados de 15 a 20 hs. (cinco horas). No constituye exactamente una actividad de fin de semana, sino más bien, una concentración de ac- tividades (algunas no son de recreación: mateada, cooperativa y/o universidad obrera). Esto es debido a que la semana, casi podríamos decir que no existe para los compañeros internados, pues no hay nada que hacer y el ocio lleva un tiempo muerto.
En cada sábado podemos distinguir estas etapas:

• La apertura: donde la tarea es lograr "el calentamiento", como en las tareas psicodramáticas.
• El "diagnóstico" de la Peña: discriminar cómo "viene la mano" (hay Peñas depresivas, violentas, alegres, creadoras, desestructuradas, etc.).
• El momento de "integración límite": Llamamos "integración límite" al momento en que debido a la alegría o la violencia todos participan intensamente en ese instante con todos. En general es cuando "la fiesta" llega a un clima de alegría y movimiento donde todos bailan juntos. (Como este momento muchas veces coincide con la tarantela lo llamamos "la escalada a la tarantela"). También la dramatización colectiva puede organizar un pico de participación durante una pelea (es cuando el ambiente "está cargado", es la "hora de los epilépticos"). EI compañero Bariloche (Roberto Alanis) creador de la "Marcha de la Peña", es, en el momento de la integración, una pieza clave. Aprendió a manejar los emergentes grupales y, desde su papel de cantor-animador, coordina los momentos expresivos del grupo para lo cual, a veces, cambia las letras de sus canciones, improvisa y hace aparecer a algún suceso real o inconciente co-mo el verdadero protagonista de la ronda. Su canción: "Carnaval, carnaval, un poco de locura a nadie le hace mal", constituyó el último de esos picos de integración.

• La Asamblea Comunitaria: es el momento de la "ronda", todos en círculo alrededor del gran corazón azul y blanco pintado en el suelo. En esta etapa de la reunión comunitaria se escuchan cantores y recitadores: (es el momento de la Peña Folklórica). Bariloche y también Antonio López son los principales coordinadores de esta actividad, se canta en grupos y algunos días se representa teatro. Luego viene la asamblea donde se tratan los problemas de la comunidad; es también el momento de elaboración de lo que ocurrió durante el día, hablan familiares y se organizan nuevas tareas.

• El cierre: Este es un momento difícil pues es la separación, ellos vuelven al manicomio y nosotros nos vamos. Sólo la continuidad "a muerte" a través de dos años donde no se faltó ni a una sola Peña, permite tener la seguridad de volver a reunirnos, y por lo tanto, de hacer posible el separarnos. Como "ritual de pasaje" (de cierre) se canta entre todos, en círculo, de pie y abrazados, "mi Buenos Aires querido", que lo inicia Carlitos Gardel desde el disco. Es este un momento de emoción tan honda, se produce un sentimiento tan concreto de sentir al otro cerca, que se convierte en un momento casi religioso por la intensidad de la participación. En ése círculo se junta tanta vida, tanta desesperanza, tanta soledad unida a tanto afecto y algo de esperanza que pienso yo que es el momento más terapéutico de la comunidad,. especialmente al final cuando se canta:..."mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más pena ni olvidos"... Luego de salir se realiza la reunión de evaluación que nos permite considerar lo que pasó y organizar la Peña siguiente. A esa reunión pueden ir todos los que estuvieron en la Peña, y participan también muchos compañeros de adentro que forman parte del grupo de organización. Esta reunión dura alrededor de cuatro horas y se maneja con las consignas del grupo operativo de Pichon Riviere, con un promedio 20 a 30 personas. Algunas son personas que vinieron por primera vez (estudiantes, familiares, etc.) que ayudan en la elaboración de todo lo sucedido en el día.


Entrevista a Alfredo Moffat

Por Héctor Carignano

"Hola, estoy terminando de desayunar", dice Alfredo Moffatt a modo de recibimiento mientras unta con mermelada un librito de grasa y luego bebe un sorbo de su mate cocido endulzado con azúcar negra. La mesa, que está llena de libros y biromes, lo delata: las migas de pan están distribuidas en toda su extensión. Sin embargo, Moffatt, que se define como una persona muy prolija y organizada "por herencia de mi padre inglés", antes de dar comienzo a la entrevista, junta todos los utensilios y sobras del desayuno en una canasta de plástico y se dirige por un pasillo largo hacia la cocina. "Ahora podemos empezar", dice con voz firme a su regresos.
- Vos trabajás de psicólogo social. ¿Ese es tu título?
-No. Yo soy arquitecto, pero ese diploma es trucho.
- ¿Lo compraste?
- (Contesta entre risas.) No. Lo que pasa es que aunque esté firmado por el Rector de la facultad, si llego a hacer una casa se cae.
- ¿Por qué?
- Nunca le di bola a la carrera. Es más, nunca me gustó.
- ¿Y por qué la cursaste?
- Para cumplir con el sueño de mi papá. Yo quería seguir psiquiatría o medicina, pero era muy obediente y papá muy decidido en sus opiniones. Especialmente en lo que se refería a mi persona (Ríe fuerte durante algunos segundos).
- ¿Tuviste miedo de contradecirlo?
- Lo que pasaba era que papá, aunque era muy estricto, era muy afectuoso. Una especie de autoritarismo protector. Igual que Fidel (Castro), él protege a los cubanos pero es el único que piensa. Entonces crea gente protegida pero medio oligofrénica.
- ¿Entonces vos sos oligofrénico?
- Yo me salvé por mi mamá. Ella era una persona muy trabajada psicológicamente.

Al tiempo que habla de su madre, señala una fotografía que se encuentra colgada en una pared. Y comenta que ese retrato de una mujer joven y bonita es su mamá y que al lado de su foto, en un cofre de madera, "la tengo en forma real, ahí están sus huesos".

- ¿En serio son los huesos de tu mamá?
- (Ríe muy fuerte.) Sí.
- ¿No te da impresión?
- Para nada. Ella me cuida. Estoy seguro de que si llega a venir un ladrón el cofre se le cae encima. Si ella murió, ¿por qué vamos a separarnos?
- ¿Te gusta tenerla cerca?
- Claro que sí. Aparte mi mamá fue la persona que más me escuchó. El día de su velatorio se me ocurrió hacer algo muy surrealista. Porqué yo pensaba: "Que se vaya todo a los gusanos, pero... ¿por qué no agarro una navajita bien afilada, le corto la oreja, la paso por resina y la cuelgo en la pared?"
- ¿Para que te siga escuchando?
- Sí. Y para tener una parte de ella. Entonces cuando alguien me dijera: "que linda esa oreja"; yo conteste: "¿Viste?. Es la oreja de mi mamá".
Antes de seguir con la entrevista, el sonido de un teléfono retumba en el cuarto que forma parte de la casa de Moffatt. Sin embargo, el aparato no está a la vista. En el tercer `ring', este psicólogo sin título, saca de una media de toalla, que lleva colgada al cuello, un teléfono celular.

De Terapeutas, locuras, esperanzas y otras yerbas

- Con respecto al tema de la locura. ¿Crees que existe la curación absoluta?
- Creo que la palabra "absoluta" puede cambiar mucho a una persona. Y si ésta cambia mucho se cura, pero termina siendo otra persona.
- ¿Cómo definirías a los terapeutas?
- Son vendedores de buzones. Les venden otra vez a los pacientes el buzón de la vida. Son estafadores.
- ¿Por qué?
- Porque venden algo que no existe: la esperanza.
- ¿Pero no es bueno tener esperanza?
- Claro que si. Pero ahí te das cuenta de que la vida es una ilusión.
- ¿Sería como mostrarle una zanahoria a un conejo pero siempre dos metros más adelante para que no la alcance?
- (Asiente con la cabeza.) Sí. Les hacen construir otra zanahoria para que el conejo camine.
- ¿Para vos todas las personas tienen zanahorias dentro suyo?
- Sí, porque hay experiencias placenteras que se transforman en escenas deseadas.
- Para mucha gente esa zanahoria vendría a ser Dios. ¿Qué opinas al respecto?
- Esos son mecanismos protectores. En general no es que a la gente le guste amar a Dios, sino que le teme.
- ¿Cuál es tu zanahoria?
- (Ríe y piensa con detenimiento las palabras que va a usar) Y... mi zanahoria es publicar mi libro (El tratado del mundo). También me gustaría formar una linda pareja, ahora estoy de novio.
- ¿Tenés algún deseo o alguna ambición más?
- Me gustaría ser director del (Hospital Municipal José T.) Borda.
- ¿Hay posibilidades de que lo seas?
- Por ahora no. Pero si hay un cambio y si las cosas se quieren solucionar y alguien dice: "¿Quién sabe de locos?" y empiezan a mirar, obviamente estoy yo, no hay mucha gente que se haya especializado en reparar destinos totalmente destruidos.
- Creaste diferentes espacios, como ser el Bancadero, en los que se acompaña a personas marginadas. Al, finalizar los proyectos que encaras. ¿Seguís trabajando en él lugar o delegas mandos?
- Generalmente paso el mando de abuelo a padre. El abuelo, que vendría a ser yo, sigue cuidando o mejor dicho supervisa. A veces vuelvo. Pero ahora estoy más dedicado a otro nivel de formación.
- ¿En qué consiste el mismo?
- Es trabajar con los que trabajan con gente. Les vas transmitiendo tu experiencia, así multiplicas.
- ¿Siempre proyectas nuevas cosas?
- Sí, soy muy inquieto. Mi mamá siempre me dijo que tenía que ser como Edison (Tomas), entonces cuando vi que la lamparita ya estaba inventada dije: "tendré que inventar otra cosa".
- Bueno, por suerte vos no fuiste el inventor de la locura...
- No, yo inventé máquinas para arreglar la locura y a través de eso me encargo de reparar vidas rotas. Por ejemplo en el hospicio hay muchas vidas rotas que están desarmadas totalmente.
- ¿Cómo haces para ayudar a esas personas?
- Intento reconstruirles la historia para que rescaten un sentimiento de identidad.
- ¿Tuviste buenos resultados?
- Reparando vidas sí, a veces fracaso, a veces no.
- ¿Qué tipo de terapia utilizas para trabajar?
- La que inventé yo.
- ¿En que consiste?
- Tiene que ver reconstruir la historia. La enfermedad es cuando se te pierden pedazos de tu historia y la misma no tiene argumentos. Tenés escenas que no tienen sentido porque no están contextuadas. Entonces cuando logran recuperar la estructuración de la temporalidad sucede el proyecto.
- ¿Qué nombre le pusiste al tipo de terapia que inventaste?
- Terapia en crisis.
- ¿Por qué?
- Porque no está basada en la cronicidad sino en situaciones de "sin sentido". Separa la historia y desaparece, cosa que es muy difícil de hacer porque es algo muy abstracto. Es difícil encontrar los espacios fuera del tiempo. Estudiar el tiempo es algo complicado. Tenés que salirte del tiempo para estudiarlo, entonces hay dos opciones para poder hacerlo: estar loco o estar muerto.
- ¿Qué opinas de las terapias en general?
- Todas las terapias tienen sus riesgos. El psicoanálisis puede decaer en religión. La gestalt en franela, en la representación de..., en la histeria. El conductismo en la represión.
- ¿Y en qué puede derivar la terapia que vos implementaste?
- (Piensa). Y... en una metafísica en donde se mezcla lo real y lo imaginario.


Civilización y Barbarie... ¿Cuál es Cuál?

Por Alfredo Moffat

Universidad de las Madres en Buenos Aires, Argentina, 2001

La Argentina se fundó mal. El Virreinato del Río de la Plata se creó para llevarse el oro de América a España; nuestro primer presidente, Bernardino Rivadavia, siguió con la costumbre creando la primera deuda externa con el empréstito de la Baring Brothers y quedamos pagando deudas externas hasta hoy. Sólo vamos cambiando de dueño, ahora es el Fondo Monetario. Existe una situación fundante equivocada, creemos que somos europeos pero estamos en el continente Latinoamericano. La escena inicial del fuerte Sancti Spiritu, Pedro de Mendoza y la empalizada que lo aislaba del entorno sigue presente y hoy se llama Avenida General Paz. En aquella época, adentro estaban los blancos europeos y afuera los indios "en bolas y a los gritos". Hoy quedan afuera los habitantes pobres del conurbano bonaerense que están vestidos pero juntando bronca, y con ganas de traspasar la empalizada ancestral que divide la Capital del interior (y pienso que van a entrar).

El nefasto, prejuicioso esquema sarmientino de civilización y barbarie supone como civilización la europea y como barbarie la cultura criolla, esto lleva directamente a la dependencia psicológica y cultural de los valores europeos, también prepara el sometimiento económico a los imperialismos de turno (español, inglés y ahora norteamericano). Es increíble que el ideólogo de la educación de nuestra Patria haya dicho: "No ahorren sangre de gaucho que sólo sirve para regar la tierra". Pienso que se lo eligió justamente para que la cultura europea civilice a estos bárbaros o sea a los criollos, que nos hubieran podido dar el núcleo de identidad desde donde resistir la colonización. Históricamente el conquistador español llegó junto con el sacerdote, esto no es casualidad ya que para dominar a un pueblo debe someterse no sólo su cuerpo sino también su mente. Los soldados doblegaban al indio, con la espada su cuerpo, y con la cruz su mente. Los sacerdotes le traían un Cristo crucificado que inducía a la cultura de la culpa y el pecado, en lugar de la cultura indígena con deidades como la Pachamama, de la fecundidad de la tierra. La virgen María es opuesta a la Pachamama. La primera representa la virginidad, el cerrarse sobre sí misma, la no sexualidad. La otra, la fecundidad, la multiplicación de los frutos de la tierra y lo grupal. La cálida Latinoamérica en oposición a la fría Europa induce a la cultura tropical de la vida, en la geografía selvática el erotismo es parte de la Naturaleza, su música y su arte tienen picardía, sensualidad, con ceremonias festivas, con rituales de pasaje para el proceso de la vida. Todas las culturas indígenas son comunitarias, una tribu es una unidad de producción, el kibbutz judío es copiado de los llamados pueblos primitivos. En el Altiplano la población tiene una gran pertenencia a la cultura incaica que les dio esa estructura vincular de ceremonias, de fiestas como los carnavales, la de los compadres, la de la cosecha, etcétera. Las culturas de los Andes tienen fuertes estructuras familiares y comunitarias, más de la mitad de la economía boliviana pasa por la autogestión, por las empresas familiares, nunca puede ser globalizada porque está afuera del sistema de los gobiernos entregadores, es autogestión alternativa, es decir que se paran sobre sus propios pies, no dependen de lejanos imperialismos.

En realidad, debemos aprender más de los bolivianos y de los brasileños, no copiar modelos de los imperialismos que nos someten. Tal vez la explicación de esta adherencia a Europa es porque no tuvimos un basamento etnográfico autóctono porque nuestros indígenas tenían una cultura nómada y no muy compleja ya que la llanura pampeana no exige grandes esfuerzos para la supervivencia. Nos han podido someter debido a que jamás pudimos integrarnos a Latinoamérica, nunca llegamos a ser inmigrantes, nuestros abuelos terminaron como desterrados, exiliados nostálgicos. También debemos aceptar que ellos venían atraídos por la frase de Alberdi: "El país necesita brazos para la tierra", y cuando llegaron las grandes oleadas de inmigrantes encontraron toda la tierra alambrada, ya tenía dueño y terminaron hacinados en los conventillos. Venían a "hacerse la América" y quedaron pegados en la pobreza. Eso explica la naturaleza de nuestra expresión, el tango, el tema de la pérdida y la añoranza. También nuestro folclor terapéutico, el psicoanálisis, logró un gran desarrollo en la Argentina: hay más psicoanalistas en Buenos Aires que en toda Europa. La psicoterapia tiene la característica de alargarse como un duelo interminable. Esto ni el propio Freud lo proponía, el psicoanálisis argentino se contagió del tango. Otra explicación de esta melancolía argentina se debe al aislamiento geográfico, vivimos en uno de los territorios más australes del mundo. La Argentina es lo que se llama en geopolítica una cultura de finis terris, o sea donde termina el mundo. Además estamos encerrados por una cordillera al oeste y por selvas al norte. Sólo Australia está en las mismas condiciones que nosotros. Diría que en realidad somos una isla que se desprendió de Europa, anduvo a la deriva y terminó encallando cerca de la Antártida.

La solución tampoco sería volver a Europa porque allí seríamos discriminados como "sudacas". Por otro lado, tampoco tenemos claras consignas de organización nacional. En la bandera de los brasileños dice: "Ordem e progresso" y en el escudo chileno dice "Por la Razón o por la Fuerza" (una consigna un poco autoritaria para nuestro gusto, parecería de Pinochet...). Los norteamericanos tienen su lema en el dólar: "In God we trust", que quiere decir "en Dios confiamos"; eso está escrito en su billete, en realidad ese es su dios, creen en el sagrado dólar... Que a mí me parece una deidad existencialmente pobrísima. Si viene un extranjero acá cree que la insignia azul y blanca es una bandera de fútbol. En el único momento que se la usa es para alentar al equipo argentino en los campeonatos. Curiosamente no fue utilizada cuando traicionaron y vendieron el país. Los bolivianos tienen normas comunitarias incaicas que respetan, los paraguayos muestran una cultura ancestral de raíces guaraníes. En cambio, la colonización española hizo tabla rasa con las culturas nativas de la llanura pampeana, convirtió al indígena al cristianismo y comenzó a exterminarlo, trabajo que nosotros terminamos con el genocida del general Roca en su Expedición al Desierto (que justamente no estaba tan desierto...). Parecería que todo el país estuviera definido por los porteños (que quiere decir "los del puerto"), si existimos es porque somos un embarcadero para Europa con muchas ramificaciones para tierra adentro. Incluso en las estaciones de ferrocarriles existe todavía un cartel que dice: "Trenes para afuera" que son los que van para el interior, en tanto los que enfilan para Buenos Aires dicen "para adentro". O sea para llevar las riquezas a Londres, después a Estados Unidos, y ahora a España, que ha vuelto a extraer el oro de América... (luego de tantos años volvemos a la misma situación).

Este país es insólito porque ningún otro tiene la tercera parte de la población en una ciudad costera al lado del mar, es como si estuviéramos esperando siempre los barcos. Ortega y Gasset dijo de Buenos Aires: "Es la capital de un imperio que nunca existió". Este mundo globalizado tecnológico de hoy es bárbaro, inhumano, estúpido, aburrido, injusto... ¿cómo lo hemos permitido? ¿Cómo nos hemos dejado engañar? Si no hacemos una autocrítica, si no replanteamos la Argentina desde nuestras raíces criollas no lo vamos a poder arreglar. ¿Cuál es la civilización y cuál la barbarie? La escena fundante está mal, hay que crear otra desde la autonomía y no desde la dependencia, de lo contrario no vamos a saber qué es lo que nos une ni hacia dónde vamos como nación. Podemos decir que abandonamos nuestra cultura criolla generosa, comunitaria y elegimos la del imperialismo que nos explota. Dejamos la cultura de la gauchada y compramos carísima la de la soledad, individualista y competitiva donde se gana pisándole la cabeza al otro. Cuando alguien se impone, queda solo, en cambio, en la comunitaria, cuando se gana, ganan todos y siguen juntos. ("Si vos perdés, yo gano", ésta es la perversidad boluda, en lengua de la calle.) Yo propongo rescatar esa hermosa cultura y enriquecerla con los que nos falta para ser latinoamericanos. Santos Vega, Martín Fierro, Moreira son héroes solitarios, son perdedores. Los brasileños tienen héroes grupales como los "cangaceiros", Lampiao con su mujer María Bonita y el pícaro Macunaíma. De modo que si recobramos la cultura criolla va a ser imprescindible agregarle un poco de erotismo y fantasía tropical. Pobre Fierro... siempre sobreexigido, héroe épico sin debilidades, muy macho pero sin novias... siempre peleando con su cuchillo y atravesando la pampa... (se las tenía que arreglar solito debajo del ombú). Sólo el sargento Cruz lo acompañó, nada de alegría, un plomazo... Me gusta más Macunaíma, el héroe brasileño, jodón, sexuado, transgresor, a veces confundido y desorientado, pero muy humano; este personaje podría ser perfectamente un héroe de los Redondos, la Bersuit o la Cumbia Villera. Deberíamos mezclar a Fierro con Macunaíma. Fierro no tiene debilidades, es un serio, un marginal que da consejos. El libro me parece la base más importante de nuestra literatura, es la epopeya de nuestro gaucho, pero le falta erotismo, locura. Es un héroe muy argentino, sobreexigido pero finalmente tentado por el fracaso.

Es interesante también analizar al gaucho y al cowboy, son opuestos e incluso inversos en sus roles respecto al sistema. Fierro es un gaucho matrero, es el delincuente-héroe. En la cultura imperialista el héroe es el comisario. Los Estados Unidos tiene otra escena fundante que son los disidentes religiosos del barco Myflower. Ellos fueron expulsados de Inglaterra y no podían volver. Tenían una consigna: "la conquista del Oeste", debían llegar hasta el Pacífico. Su héroe nacional es el cowboy sheriff, que representa el poder y persigue a delincuentes latinos y mexicanos. En cambio, nuestro héroe es un bandido, es el gaucho matrero que pierde, perseguido por el traidor sargento Chirino. Absurdamente en lo musical no hay nada más extranjero e ignorado que José Larralde y por otro lado los que se promocionan masivamente son los Backstreet Boys, los Ricky Martin, etc., que aseguran el sistema de globalización. Estando en una escuela rural en Santiago del Estero pude comprobar el sometimiento cultural del sistema educativo de nuestro Ministerio de Educación. Un niño de rasgos indígenas estaba mirando una ilustración en su libro de lectura, era la imagen de un chico rubio jugando con una ardilla... y el changuito tenía de mascota un peludo y vi que él se dio cuenta que no existía... el verdadero alumno era el rubio con la ardillita.

Una buena noticia respecto a nuestra integración latinoamericana es que nuestro héroe máximo, San Martín, parece que era hijo de una india, cuando dijo: "Si no tenemos uniformes para pelear, pelearemos en bolas como nuestros hermanos los indios", lo de hermano lo decía en serio. Por otro lado, la televisión sirve como herramienta de adiestramiento de la cultura globalizada para fabricar pasivos espectadores, así como también para que los chicos crean que la violencia y el consumo es algo natural del ser humano. A la directora de un hogar nuestro para chicos de la calle, le dijo un pibe que recién había ingresado y que estaba en el robo: "Mirá, Teresa, la televisión nos enseña todo, cuando viene la tanda sabemos qué tenemos que tener y cuando viene la serie policial sabemos cómo conseguirlo". No es mi idea proponer una autocrítica masoquista, no decir "el país es una mierda, yo me voy", ya que sería una mirada melancólica y castrada que no nos llevaría a nada. Sugiero decir: "Cortémosla con esto e inventemos el país nuevamente". Concibamos una patria con justicia social, construyamos una síntesis entre la criolla y la europea, retomando nuestra historia, teniendo algo que nos singularice, pienso que éste es el momento, porque una crisis es también la oportunidad del cambio y el rescate de nuestros orígenes puede ser una manera de saber de dónde venimos y por lo tanto elegir adónde vamos.

La ferocidad del Proceso militar eliminó físicamente a quienes podían oponerse a la venta del país. Luego vino un turco pícaro a gobernar, era un jefe beduino salido del cuento Alí Babá y los cuarenta ladrones, aunque no daba más que para ser almacenero en La Rioja y tal vez para robar en la balanza, llegó a presidente. El actual De la Rúa es una persona pasiva, incapaz de una decisión, creo que la aterosclerosis viene a ocultar una naturaleza inhábil desde que era joven. No modificó demasiado su estilo anterior de discursos con frases sensatamente tontas. Tal vez hubiera sido un buen jefe de archivo de una oficina municipal. La pregunta es: ¿qué nos pasa a los argentinos que no podemos conseguir un presidente que defienda al país? En medio de esta tormenta tenemos capitanes que venden toda la carga y otros que dejan hundir el barco porque se duermen. El tema es, ¿quiénes somos realmente? ¿Qué nos pasa? Hay que rescatar a Jauretche, Marechal, a Arlt... a los que hablan de nosotros. Sólo consagramos a un autor de fina cultura europea, nacido en Buenos Aires: Borges, que eligió morir elegantemente en Ginebra...

En la Facultad de Psicología no hay una sola materia que hable de marginalidad, grupos de riesgo, chicos de la calle o sobre las instituciones de la crueldad. Sólo trabajan con la angustia privada desconociendo la pública. En la Universidad del Estado no se generaron teorías o técnicas para resolver los problemas de nuestra realidad, que es muy dolorosa para la inmensa mayoría. Y curiosamente, la Universidad de Buenos Aires es sostenida económicamente por el pueblo que ella ignora. La Iglesia tiene una vieja receta para someter (que evita la violencia física que utiliza la policía). Lo hace ejerciendo el control interno, subjetivo, a través de la culpa y el temor a la muerte. Es un método más sutil y de mayor eficiencia que los golpes policiales. Enseñan que "todos nosotros somos culpables. Jesús nos mira con sus ojos doloridos y reprochantes desde su martirio en la Cruz". Pero en los Evangelios aparece Jesús como el inventor de la ética del amor, no del miedo y de la culpa. El primitivo símbolo de los cristianos en las comunidades fue el pescado que representaba el alimento divino. Cuando Roma hizo suyo el cristianismo, cambió este símbolo por la cruz, utilizada en el Imperio Romano como instrumento de tortura. Con esa ética siempre estamos en falta, en eterna deuda, preparándonos psicológicamente para la eterna deuda externa. Cada movimiento popular terminó con una restauración del poder; es el caso de Urquiza, Uriburu, la Libertadora y los asesinos del Proceso. Hoy adquiere formas más disimuladas, como la globalización de Cavallo, que operó gracias a Menem-títere, creador de las relaciones carnales con el imperialismo, que llegó al poder engañando al pueblo disfrazado de Facundo Quiroga con las patillas del caudillo riojano.

Creo que nosotros tuvimos muchos héroes que murieron en el destierro y muchos traidores nativos que hicieron grandes fortunas, que hoy son terratenientes empresarios. Volviendo al tema de la marginalidad podemos decir que un pueblo desesperado, cuando siente que no hay salida, es muy peligroso para el poder. Si no hay nada que perder, no se lo puede controlar. Cuando hay desocupación y hambre, los excluidos pierden el miedo a morir y les da lo mismo si les apuntan con un arma o no. Cuando cortan una ruta le mandan mil gendarmes, cortan diez rutas y le mandan veinte mil, pero esto no puede continuar ya que no tienen tantos y entonces se puede dar vuelta la tortilla. Como resultado de la desesperación que producen los niveles altos de desocupación, en la escena política actual irrumpió un fenómeno nuevo con técnicas de la Intifada árabe, es algo inesperado: el poder-piquetero que surge de la organización criolla marginal de base. Observamos que el gobierno ya no negocia con la oposición. Hay una escena muy iluminada que es la de los políticos de turno, repleta de flashes y cámaras... pero va quedando vacía de poder porque éste comienza a ocupar la otra escena menos iluminada que es la del pueblo marginado que empieza a impacientarse. En esta escena se va a jugar el futuro del país. Tengamos en cuenta que el joven piquetero, con toda la energía y la bronca de la juventud, es sólo la punta del iceberg. Esos muchachos de Tartagal y Cutral-Có no tenían nada que perder; entonces, justamente por eso se juntaron y lucharon. El pobre sufre hasta que decide no hacerlo más.

En estrategia militar se aconseja que a un ejército que huye jamás se lo debe acorralar contra un río o una montaña, porque la desesperación puede dar vuelta la batalla. En el liderazgo de los cortes de rutas, en algunos casos se reproduce el modelo de las patotas: el jefe es un tipo con todo el poder, es emocional, se juega por los otros y los demás por él. Si de esa violencia se obtiene un para qué, como por ejemplo hacer una tarea comunitaria o luchar para que los viejos y los hermanitos tengan comida, se asiste a la transformación de ese patotero peligroso en el héroe de un barrio. La dictadura militar con el terror de Estado introdujo en la sociedad argentina niveles de violencia y crueldad que impregnaron las fuerzas de seguridad. Las principales víctimas fueron los jóvenes. El abuso de la autoridad generó el deterioro de toda autoridad, completado luego por el indulto que dio la impunidad a todo delito. Un joven ex delincuente me decía en una de nuestras comunidades terapéuticas: "Yo maté a uno solo y los militares mataron a 30.000. Ellos están sueltos, ¿por qué yo voy a ir preso?". Se vive en medio de una crisis en la que no se sabe quién es quién, si se trata de un policía o ladrón, si el político nos ayuda o nos perjudica. Es una crisis confusional. Hay un vivir en el presente, en el que no se sabe qué va a pasar, perdimos nuestra historia y por lo tanto no hay un proyecto de país ni de instituciones, de familia o de personas. Este no saber cómo continúa la película en la que estamos metidos, genera mucha angustia. Si la historia mía no la puedo continuar, no tiene sentido estepresente; si yo no tengo un proyecto de destino, si no sé adónde voy, desde el punto de vista existencial, no sé quién soy. En la Argentina nos manejamos con cadáveres sin asesinos. Tenemos el caso de María Soledad en Catamarca, una chica de pueblo que como no tenía un asesino, derrumbó a los Saadi. También pasó con el soldado Carrasco, cuya muerte golpeó al Ejército y terminó con el servicio militar obligatorio. Y el asesinato de José Luis Cabezas derrumbó a la cúpula de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y a Alfredo Yabrán. A estos cadáveres sin asesino habría que sumarIes los desaparecidos durante el Proceso y esa deuda no está aún saldada. La ley básica para organizar una sociedad dice: "No matarás"; no puede haber 30 mil cadáveres sin asesino. Se sabe quiénes son los culpables... pero están impunes.

Otro tema es que en la Argentina no hay más oprimidos, ahora son "carenciados", que parece que nacieron de un repollo, esto es porque si hay oprimidos hay que aceptar que hay opresores. Hay una perversión semántica que impide señalar la realidad. Ahora los pobres en Acción Social del gobierno se llaman los NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). Ya nuestro pueblo es una sigla... Recuerdo que un economista americano dijo: "Con la globalización, la guerra contra la pobreza ha terminado... la perdieron los pobres". No podemos definir muy bien lo que sucede en este momento porque el código de lectura de una mutación histórica es fabricado después de ocurrido el hecho. Los que tomaron la Bastilla creían que era sólo una rebelión, no sabían que estaban inaugurando la Revolución Francesa. Cuando fueron con los paraguas (que en realidad no existían todavía) frente al Cabildo no sabían que era el nacimiento de la Patria. Perón le manda una carta a Evita el 17 de Octubre y le dice: "Mirá, Negrita, ya no tenemos ningún otro recurso, nos tenemos que ir a la Patagonia, tengo una casita...", y no sabía que eso iniciaba la inclusión de los sectores más marginados en el escena política argentina. Esta crisis actual tiene carácter mutante y los paradigmas de lectura se modificarán. Sólo la historia interpretará este presente. Yo soy un pesimista esperanzado, miro esta realidad y digo: "Yo quiero seguir peleando".

Soy hijo de una madre alemana de Comodoro Rivadavia, venida de la guerra, entonces tengo algo de ese espíritu colonizador de la Patagonia. En la historia cuando las sociedades se enferman, se agravan y luego se sanan. Llegamos al fondo de la pileta, vamos a dar una patada y volveremos a la superficie, pero es difícil saber dónde está el fondo de la pileta porque las aguas están turbias... un poco sucias de corrupción y otras injusticias. Nuestra clase media tiene un modelo social individualista, pero el pueblo sigue siendo solidario porque está en una situación que si no lo hace, no sobrevive. Las madres populares tienen una gran energía... son de la raza de las Madres de Plaza de Mayo, son Pachamamas con una enorme cantidad de hijos, pelean bravamente por la vida de sus hijos y muchas veces sostienen la economía familiar. El equipo de nuestra Escuela de Psicología Social es de clase media; cuando íbamos a trabajar con el pueblo, inicialmente creíamos que éramos gente buena que iba a hacer trabajo de base, ahora nos damos cuenta de que vamos a cargar las pilas y a enriquecernos, porque toda esta gente sufriente aunque no tiene un nivel de información académica muestra una capacidad enorme de comprensión existencial sobre la muerte, la locura y el amor, que son los temas básicos del alma. Aprender de ellos hace que uno aumente su capacidad para enfrentar la incertidumbre y darle sentido a la vida frente a la muerte. En realidad, este mundo marginal y desprolijo, de rostros aindiados, tiene la sabiduría de la tierra y esa alegría fundamental de estar vivos a pesar de todo.

Otra patología de esta nueva sociedad tecnológica globalizada, que se opone a la sociedad tradicional, es la homogeneidad. Se han perdido las actividades barriales; el potrero, la barra, el café, eran instituciones de socialización que se han destruido. Esto lleva a la fragmentación, disociación, entre los distintos componentes de la sociedad. Hay guarderías para niños y asilos para ancianos. Es decir que no se resuelven las dos etapas pasivas de la vida como complementarias en el sentido que los abuelos cuidan a los niños y permiten que los adultos estén en la lucha activa. En nuestro interior, el tata viejo cuida al gurí, se complementan las dos etapas de la vida, no son necesarias las guarderías ni los asilos porque existe la familia. Algo que me produce mucha indignación es que aparezca como preocupación ciudadana sólo la violencia juvenil y no se perciba como problema en los medios la prostitución de niñas, seguidamente porque no constituyen un peligro público, pero sí es un gran riesgo para ellas por el sentimiento de degradación psicológica de su propio cuerpo y también por el sida. No ejercen la violencia, por eso la sociedad no las percibe como problema, pero ellas sí son violentadas. Quiere decir que si se hacen daño a ellas mismas, no importa, basta que no maten a ninguna persona de "bien"... siendo que éstos son muchas veces sus clientes. No hay duda que a los tumbos y desprolijamente, los jóvenes están buscando crear ese nuevo mundo en el que van a vivir en este siglo que empezó. En forma desprolija y transgresora están inventando un mundo mejor, más creativo, más honesto, más justo. Hay expresiones de ellos como "ya fuiste", que indican la intención de un nuevo mundo a crear. Tienen incorporados fuertes valores de "bancaje" entre ellos, de amor, de solidaridad, además dicen: "te canto la justa", "no me vendás verdurita", "es sanata"; salen de la hipocresía, son más sinceros, "te la digo de una", y también más tolerantes: "si te cabe, hacé la tuya...". Seamos honestos aunque nos causen espanto y reprobación algunas de sus conductas, aceptemos que no son más que las que aprendieron de este mundo adulto que termina su ciclo; hagámonos cargo de que lo que les entregamos a los jóvenes contiene bastante estupidez, crueldad, individualismo, corrupción y muy poco amor... Por algo nos llaman "caretas", llevamos máscaras para ocultar nuestros sentimientos, decimos una cosa y sentimos otra, eso se llama hipocresía, trastorno que no sufren ellos.

Las sociedades son como organismos vivos que cuando se enferman reorganizan sus defensas y se adaptan a las nuevas condiciones. La historia es pendular, toda crisis es oportunidad de crecimiento. Los adultos debemos aceptar que los jóvenes van a ser siempre los dueños de inventar la casa del futuro en la que vivirán, simplemente por la sustitución generacional, nosotros nos vamos a morir y de ellos es el mundo del mañana. Un grupo de adolescentes de un instituto carcelario me decían: "Acá hay que dejarse de joder con el Ministerio de Economía, hay que batir la justa y crear el Ministerio de la Pobreza y la Secretaría de la Angustia y la Desesperación". (Me ofrezco con mi equipo para ocupar ese cargo.) Los jóvenes están inventando una nueva cultura de la rebeldía, la denuncia y la redefinición de las emociones, que empieza a ser expresada en las letras de sus canciones. Grupos como la Bersuit, los Redondos o la Cumbia Villera son la muestra de ello. Eso nos tiene que dar esperanzas, porque hay denuncias muy claras, los chicos no comen vidrio y van a dar pelea. Las bandas tienen más convocatoria que cualquier político. ¿Quién llena la cancha de River como sus conjuntos favoritos? Están inventando como lucha política el corte de rutas de los piqueteros, el escrache de los H.I.J.O.S. Aparecen las denuncias y la protesta en las letras del rock marginal cada vez más combativas. Después están los "Hijos del Culo" de la Bersuit donde en forma brutal y muy explícita se habla de la corrupción, el manejo de la droga, la venta del país, etcétera. Después de todo este diagnóstico de la paciente imaginaria República Argentina, que me la imagino con el manto roto, magullada, sin el gorro frigio, pienso que esta verdadera y pobre Patria nuestra va a resurgir como una fiera Pachamama defendiendo a sus hijos de este genocidio económico.

No lo olvidemos, más de cincuenta chicos mueren diariamente por desnutrición... Este es un sistema para la muerte, para enfrentarlo propongo apostar a un proyecto para la vida. Ya podemos ver una cantidad de islotes solidarios que van reconstruyendo la trama vincular de nuestro pueblo, que tienen como característica la autogestión y lo alternativo. Son organizaciones de base que no dependen de un sistema estatal. Históricamente, la pueblada del 25 de Mayo de 1810, también el 17 de Octubre de 1945 y el Cordobazo que tumbó a Onganía fueron movimientos espontáneos, autogestivos. Todas las revoluciones que modificaron la historia fueron explosiones populares, como la Revolución Francesa y la Rusa, la primera fue la toma de la cárcel de la Bastilla, la segunda del Palacio de Invierno (¿Nosotros qué tomaremos?...). Hasta el cristianismo primitivo fue autogestivo y la mita indígena fue también una forma de trabajo comunitario. Lo alternativo es muy importante porque permite el trabajo fuera del sistema, busca una solución nueva, insólita o inesperada que aparece después de replantear todo el problema y tiene la utilización de estrategias marginales de cambio. Las técnicas tendrán que ser necesariamente alternativas porque los medios convencionales los tiene el poder; son modos de resolver un problema cuando el sistema formalizado no lo hace. Un ejemplo de esto son el Club del Trueque, las ollas populares, los piqueteros, los numerosos comedores barriales donde las madres se juntan.

Nosotros hemos creado instituciones de Salud Mental como El Bancadero que se hizo sin dinero y sin pedirle permiso al sistema; ya atendió solidariamente a 30 mil pacientes. La radio La Colifata es otro ejemplo, coordinada por Alfredo Olivera y organizada por los internos del Hospital Borda, que rompió las paredes del manicomio. Seguir creyendo en la revolución, en un cambio del sistema de producción, es necesario; inclusive más que antes. Esa revolución sería lograr una mayor justicia social con creatividad, depende de la enfermedad social que es la injusticia. Mientras haya injusticia va a haber jóvenes que van a inventar de nuevo la revolución, con nuevos caminos que imaginarán. De todas maneras la solución de fondo, como siempre pasó en la historia, depende de un movimiento de masas inesperado e imparable que rescate un proyecto de país, de Patria. Esta búsqueda de una identidad argentina no es fácil porque implica un cambio de paradigmas. A pesar de la tormenta y los negros nubarrones, va a salir el sol otra vez, como siempre ha ocurrido en la historia. Las sociedades hacen crisis cada tanto, otras terminan su ciclo y creo que a esta sociedad capitalista, de rapiña y tan empobrecida humanamente, se le está terminando su hora. Los argentinos estamos fragmentados, separados, nos peleamos entre hermanos. Inventemos una Patria desde nuestras raíces, que nos una... o esta crisis nos destroza.


La muerte y los duelos

Por Alfredo Moffatt

Este tema es muy delicado, porque en nuestra cultura occidental es temido y negado. La muerte es considerada sólo un accidente inesperado que es necesario ocultar. Pero sin embargo es la que condiciona toda la vida, la creatividad, el arte, todo lo que hace soportable la circunstancia ineludible de la finitud.
Otro tema ligado a la muerte es el duelo quien se queda, porque cuando alguien muere estamos obligados a elaborarlo. Recordar todas las circunstancias vividas con aquel que ya no está y reconstruir la historia del ausente. En adelante, a esa persona la guardaremos en nuestra mente y a ésto se llama introyectar al muerto.
El pasado y el futuro son los dos espacios de lo imaginario. El pasado siempre es añoranza porque se nos va lo que conocemos, como por ejemplo, nuestro cuerpo chiquito de la infancia o nuestros padres. Siempre estamos perdiendo algo y tenemos que acostumbrarnos a ello y a despedirnos, o sea, a elaborar duelos. No sólo de las personas, sino de las cosas: el trabajo de duelo es una función básica. Un depresivo se puede definir como la persona que no aprendió a despedirse, a decir “Chau, mi cuerpo infantil” o “Chau, mamá” También hay despedidas extremadamente dolorosas, como ese chau que viene a contramano: “Chau, hijo mío”.
Tenemos que aprender esta ceremonia de la despedida, que es el duelo. He viajado mucho y a lugares extraños, he estado con indios en el Amazonas, en Estados Unidos, en lugares muy marginales como el Bronx y más tarde en la India. En estos lugares percibí las distintas formas de resolver los duelos.
El duelo principal es el de un vínculo y tal vez, el más doloroso, sea el de la pareja, que es muy difícil porque quedamos reducidos a la mitad, ya que nosotros existimos dentro del vínculo como una mitad. El vínculo es lo que da sentido a las cosas, por ejemplo, la casa donde vivíamos con la otra persona, el barrio, la confitería donde íbamos, todo pierde sentido sin esa persona. En los primeros momentos, el duelo se convierte en motivo de consulta al pedir ayuda psicológica, la muerte también es un momento agudo para el que queda vivo.
Conceptualmente, hay dos tipos de muerte: la inesperada y la anunciada. La muerte anunciada como es el caso de una enfermedad terminal, ayuda a la elaboración del duelo, la muerte inesperada, como un ataque cardíaco, por ejemplo, deja pendientes muchos diálogos y explicaciones que no se pudieron resolver y cuantos más sean éstos, más difícil será el duelo. En este caso, una forma de ayudar en terapia, al que hace el duelo, es evocar imaginariamente a la otra persona, generar las condiciones para que pueda dialogar con ese otro que tiene adentro, el que está introyectado en él. Así, podemos hablar con un padre muerto, un esposo o una esposa, porque los llevamos adentro.
Hay instrumentos para ayudar a hacer eso, como el “ensueño dirigido”, donde el paciente está relajado, con los ojos cerrados, en un lugar muy silencioso y se le induce a que aparezca la imagen del ser querido desaparecido, entonces comienza un diálogo, a veces, con voz entrecortada, mientras el terapeuta acompaña, ayudando en ese difícil encuentro con el que ya no está, esto existe en todas las culturas, en todas hay rituales para hablar con los muertos, de una manera u otra.
Insisto: la elaboración de un duelo es la elaboración de una despedida, ya que siempre tenemos pendientes cuentas, reproches o perdones que no nos dijimos. Y si eso no se resuelve, el que murió queda vivo, como “fantasma”, porque “está y no está”.
Entonces, lo que hace el duelo es enterrarlo, ya que los muertos se entierran con palabras en el corazón, sólo el cuerpo se deja en la tierra. Simbólicamente, la losa del sepulcro tiene un significado antropológico, es algo pesado que impide que el muerto vuelva, porque en lo interno, el muerto vuelve si uno no lo elabora. Los cementerios sirven para que vayamos a visitar a nuestros muertos, si no, los muertos nos vendrían a visitar a nosotros.
Después de la muerte, el que queda pasa por varias etapas. Primero viene la sorpresa o el desconcierto y luego la negación. Y esa negación termina recién cuando uno, dentro de sí, hace el trabajo de duelo, se despide y construye imaginariamente a esa persona interna.
Por eso, todas las culturas tienen una ceremonia que es el funeral, en especial las culturas primitivas, más sabias y ecológicas, que tienen una buena relación con la muerte, mientras que las tecnológicas, como la nuestra, tienen ceremonias muy pobres, muy breves, como para terminar pronto y olvidarse. Antes, el velatorio se hacía en la misma casa donde había vivido el muerto, eso era importante, porque era en esa casa donde no iba a estar más, esa escenografía permitía que la despedida fuera honda, permitía el llanto y que cada uno contara algo del “finadito”, es decir, que se hiciera un constructo imaginario de esa persona.
Pichón daba mucha importancia a este tema de la muerte, era un “enamorado de la muerte”, un melancólico grave, pero murió en paz, porque tenía muy buena relación con la muerte, cosa que tengo yo también, gracias a él (espero seguir teniéndola cuando ella esté más cerca…).
Actualmente, la familia va a una funeraria, y les dan, por ejemplo, el “3º B”, un departamento anónimo (casi como un albergue transitorio para muertos). Los deudos no hacen nada, no participan como los de antes, que cavaban, construían el cajón, o tenían alguna tarea en la preparación del cadáver, como vestirlo o amortajarlo.
Aquí y ahora, todo lo hacen empleados que ni conocieron al muerto, luego los deudos están diez minutos, toman un cafecito y se van.
A causa de haber querido “hacerse el vivo” con la muerte, el que queda no la elabora, y pasa años en el diván de un psicoanalista trabajando el tema en larguísimas cuotas.
En cambio, los llamados salvajes del Amazonas, cuando muere alguien, hacen unas ceremonias hermosas llenas de sentimiento y respeto. Hacen un lío bárbaro, se pintan con cenizas, se tiran al suelo, lloran días enteros, algo muy profundo. Antes de la semana, levantan al muerto, lo ponen en una canoa y lo empujan por el río, con comida y cubiertos, para que vaya a la ciudad de los muertos y al finalizar la semana terminan, se bañan y quedan en paz porque pagaron al contado.
Esa es una cultura que elabora correctamente el tema de la muerte, mientras que la nuestra no lo hace bien. En realidad, los salvajes somos nosotros.
En la India, donde la vida y la muerte están muy mezcladas, he visto una elaboración muy importante. Dicen ellos que cuando uno muere en realidad empieza a vivir de otra manera. Un hindú me dijo (en un inglés hinduizado):”Ustedes los occidentales son ricos y nosotros somos pobres, pero ustedes tienen una vida, mientras nosotros tenemos muchas.” (Y yo, como occidental, me sentí pobrísimo). Y es cierto, porque nosotros, con toda nuestra riqueza no elaboramos el tema más importante, ya que si uno mantiene los brazos abrazando a ese muerto-fantasma, que está y no está, no puede abrazar al vínculo que viene después. Y esto vale aunque no haya muerte, porque si la niña que se hace grande no puede despedirse de papá, no puede recibir al marido, que será su nuevo vínculo profundo. Por eso, en algún momento, tiene que poder decir:”Chau, papá… hola, marido…”.
Como se ve, los duelos están continuamente presentes en nuestra vida y si aprendemos a perder, aprendemos a adquirir. Este es un país que no aprendió eso, lo cual se ve claramente en nuestro tango, que es un duelo eterno, un duelo patológico con música. La mina se fue y el tipo está con la guitarra: “Percanta que me amuraste...” sin poder ver todas las percantas nuevas que lo rodean en el conventillo, porque tiene los ojos ocupados con la que lo dejó, de la que él todavía no aprendió a despedirse. El duelo normal, en algún momento se elabora, se deja de llorar, se retoma la vida y se supera la tristeza.
Pichón fue médico personal de Discépolo, que le contaba los secretos de cada tango que había compuesto, y con Pichón habían llegado a darse cuenta que el duelo de los tangos no es con “la mina que se piantó”, sino con la madre que no tuvo en su infancia. En aquella época, en los conventillos, donde vivía la gente muy pobre, había mucha tuberculosis, desnutrición y muchos elementos que contribuían a dejar a los niños solos, es decir, era muy común el traumatismo infantil por abandono prematuro, que es muy difícil de elaborar, porque cuando se produce la pérdida muy temprana de una madre, ese duelo deja una experiencia de tristeza que no se termina de elaborar nunca.
En una institución psiquiátrica donde trabajé conocí a un paciente cuya madre se había muerto cuando él tenía cuatro años, su padre se había deprimido y él había quedado en un duelo congelado, lo cual le había acarreado trastornos de miedo patológico a la muerte, porque el padre no había podido ayudarlo a llorar. Uno de los instrumentos valiosos que la naturaleza nos dio es el llanto, que al ser convulsivo, relaja la musculatura, porque la muerte produce miedo-contracción, y como el llanto afloja, lo que hay que hacer es llorar plenamente para aflojar la contracción muscular y disminuir la angustia.
Si no se elabora el duelo, es probable que se produzca una somatización, lo colocamos en un órgano del cuerpo, o sea que lo depositamos psicológicamente. Por ejemplo, alguien que tiene una madre agresiva, cuando ella muere, puede comenzar a sufrir de úlcera, porque puso a la madre en el estómago (madre-alimento), es decir que la introyecta sin elaboración dialógica. En este caso la terapia es ayudarlo a ir hacia atrás, al momento de la separación, para poder resolver las situaciones conflictivas con esa madre, y lo curioso es que esto se puede hacer aún después de mucho tiempo, con instrumentos que nosotros llamamos “máquinas del tiempo”, que son el psicodrama y el ensueño dirigido, que permiten revivenciar con toda la conmoción emotiva, aquel traumatismo de desencuentro, de preguntas, de reproches y poder “pagar” aquella cuenta de dolor que teníamos pendiente.
Cuando yo era chico, la ceremonia que rodeaba a la muerte era imponente, siniestra, como siniestra es la muerte: se realizaba en la casa, inundada de coronas que daban ese inconfundible olor a velorio, se usaban carrozas enormes con caballos negros y participaba todo el barrio. “¡Se murió doña Pepa…!” y todos iban y los deudos lloraban abiertamente con los demás en una ceremonia de llanto y abrazos compartidos. Luego se llevaban el muerto, se hacía el entierro, se limpiaba la casa y con esta ceremonia grupal se había exorcizado a la muerte.
En cambio, nosotros, ya lo dije, en las grandes ciudades, vamos a esas casas velatorias asépticas y burocráticas y en un ratito liquidamos todo, y volvemos a nuestro departamento donde el muerto va a estar presente en cada rincón que compartimos con él, porque no hubo una ceremonia que permitiera la despedida en el escenario de la vida cotidiana. Engañar a la muerte sale caro.
Otra situación siniestra que solía darse antiguamente: moría un niño y el médico recomendaba a la madre que tuviera otro hijo y a éste, muchas veces, le ponían el mismo nombre, con lo cual el niño debía cargar con el fantasma del hermanito muerto.
Trabajando en EE.UU. con mi profesor, el doctor Angel Fiasché, me contó el caso de un niño que decía que, de noche, veía un esqueleto que se le acercaba, con lo cuál se pensaba en un proceso esquizofrénico. Investigando a la familia, había descubierto que era el caso que mencioné antes, y que la familia había querido sustituir al muerto con ese niño, creyendo así, engañar a la muerte. Entonces, Fiasché les dijo a los padres que tenían dos caminos: o elaboraban el duelo de ellos con aquel nene muerto, sin hacer la trampa de usar al niño vivo como sustituto, como un clon, o tendrían un hijo esquizofrénico. Y lo que el niño decía con esa alucinación del esqueleto que veía a la noche era “Ese cadáver no soy yo”, o sea que, con la alucinación, se sacaba el esqueleto de encima. En última instancia, el niño “deschavaba” la trampa de los padres.
Un pueblo que resuelve bien el tema de los duelos es un pueblo más sano, pero para eso tienen que estar todos juntos. En Bolivia, las ceremonias son fuertes, con esa concepción indígena que es mucho más sabia que esta cultura nuestra tan injusta, tan enferma y que produce tanta soledad. En ciudades como Buenos Aires, hay millones de personas solas en la selva de cemento, encerradas en sus departamentos, absorbiendo la papilla virtual de la televisión.
Tenemos que recobrar la cultura criolla que es más sabia. En el campo, cuando alguien muere, de entrada, le dicen cariñosamente “el finadito” y hablan durante un tiempo de que el finadito hizo esto, hizo lo otro. En los velorios, siempre el finadito era bueno, porque el duelo consiste en introyectar al muerto, es decir comérselo según Freud, nadie quiere comerse un finado malo que luego “le retuerza las tripas”. Esto es exactamente lo que pasa cuando los conflictos pendientes, no elaborados con el muerto (culpas, reproches, rencores, etc.) producen somatizaciones gástricas (úlceras), genitales (impotencia), respiratorias (asma), etc.
Hay un tema que nos defiende de la muerte, y es el amor, es lo único que puede enfrentar a la muerte. La muerte y el amor son antagónicos, lo cual tiene que ver con que yo existo porque otro me mira, y si ya no me mira yo no existo más. Además, yo no muero del todo, si alguien me recuerda. En Madrid leí el lema de un escudo que decía: “Vivir se debe de tal suerte, que vivo se permanezca en la muerte.”
Recuerdo que, una vez, unos alumnos me trajeron a la madre recientemente viuda, era una señora muy razonable, pero que en ese momento, se había obstinado en que no quería enterrar a su marido fallecido repentinamente (de un ataque cardíaco en la calle). Quería conservarlo con el cajón sobre su cama haciéndole una ventanita en la tapa para poder verlo. Charlé con ella, muy calmadamente, y le dije:” ¿Para qué querés tenerlo en el cajón? No te va a servir para nada, porque enseguida se va a empañar el vidrio por dentro y ni siquiera vas a poder verle la cara. Además, va a ser todo un engorro administrativo”. La clave de esta necesidad extraña, se develó:”Durante treinta años, nosotros hablábamos largamente antes de dormir. Y ahora, ¿cómo hago?” pregunté: “¿Tenés un buen retrato de él? Bueno, hacele un lindo portarretrato y ponelo sobre la mesita de luz, y todas las noches podés hablar con él. Al cabo de un tiempo, ni vas a necesitar el retrato, porque lo vas a tener adentro de tu corazón”. Es decir, que lo iba a introyectar (Parece que la terapia fue demasiado exitosa, porque al cabo de un año, se volvió a casar…).
Algunos dicen que al producirse un vacío, sobre todo en una separación no deseada, como la muerte, es necesario tapar de algún modo ese agujero. Yo pienso que sí, pero primero resolver el duelo, despedirse del que se fue y estar preparado para recibir al que viene.
Es muy peligroso sustituir, porque se le va a pedir al nuevo que sea el otro, y como no es el otro, esto va a llevar a la frustración del “no sos el que yo pensaba…”. Esto pasa muchas veces en las sucesivas parejas.
En la infancia, los duelos son muy difíciles para los niños pequeños. Cuando a los cuatro o cinco años, queda sin padre o sin madre, si el que quedó le permite hacer el duelo, abrazándolo, haciéndolo llorar, no es tan patológico. Pero sí lo es, cuando el que quedó no puede contenerlo, el niño no puede llorar solo, necesita la contención de un adulto para apoyarse, para no desarmarse en el desconcierto.
Hay que llorar con otro, el duelo es un fenómeno grupal. En Estados Unidos la muerte está muy negada, y así les va, pobre… La despedida es mínima: van, espían de lejos y se van. Está mal vista cualquier expresión corporal y el llanto. Por eso las series norteamericanas están llenas de muerte, pero eso no sirve para elaborarla, porque en las películas siempre se mata al otro, nunca muere el protagonista, lo cual sí sería una elaboración, porque el espectador se identifica con el protagonista y con eso se conectaría con su propia muerte. Pero, en nuestra cultura occidental, negadora de la finitud, el tema de la muerte no vende.
Recuerdo que en una profunda crisis mía, en la que me sentía solo y viejísimo, de pronto me di cuenta que la muerte, en realidad, es una despedida de uno mismo. Es “Chau, Alfredito…, tantos años acá adentro, hablando entre los dos… nos vamos a separar para siempre”. Morirse es separarse de sí mismo.
Pero la vida es tan insolente, tan potente, que vuelve otra vez, porque el psiquismo tiene recursos de la cultura para asegurar le sobrevivencia del yo. La vida y la muerte deben coexistir, porque si no pensamos en la muerte no sabemos que estamos vivos y nadie está más contento y más vivo que el que alguna vez, casi se murió.
Pichón Rivière cada tanto se moría, tenía un ataque y después resucitaba. Una vez me contó que los alumnos de su escuela le reprochaban el hecho de que no se muriera, que parecía que se moría y no se moría, y después volvía a la escuela y no les dejaba hacer el duelo. En uno de esos ataques en el que yo lo acompañé, estaba todo entubado, en el Hospital de Clínicas y le dije, repitiendo una broma frecuente entre nosotros: “Dale, Enrique, decí tus últimas palabras”. El se corrió los tubos de la boca y dijo: “La vida… vale la pena vivirla”. Ese día, que era de sol, yo salí a la calle y sentí que si él, que estaba allí, en ese estado, decía eso, yo debía agradecer el estar vivo.
Otra frase fundamental de Pichón era: “La muerte está tan lejos como grande sea mi proyecto”. O sea, si yo no tengo una esperanza, un proyecto de vida, estoy muerto. Trabajo mucho con pibes muy pesados, pibes chorros, quienes dicen: “Yo sigo hasta que me bajen, porque estoy jugado”. Es decir, yo ya morí, no tengo posibilidades de laburo, no tengo nada, estoy destrozado, la cana me busca, no me importa morir porque no tengo un por qué vivir. Y Pichón murió a los setenta años, joven como un muchacho, claro que a él la vida le había dado oportunidades y a estos pibes no.
En el fondo del manicomio habíamos hecho una comunidad con los compañeros internados, fue una experiencia muy combativa, en el tiempo de Cámpora y una vez, casi tomamos el hospicio. Era la República de los Locos, donde había dignidad para ellos. Al empezar la reunión izábamos la bandera, cantábamos el himno, éramos ciudadanos y había que redefinir quién estaba loco y quién no, porque ya el guardapolvo blanco (el que usaba el psiquiatra) no servía para distinguir loco-sano. Por ello, los psiquiatras nunca llegaban al fondo, porque era territorio liberado. Y los locos, que antes parecían zombies, allí estaban vivos, habían revivido porque habían comenzado a dialogar y tenían un proyecto, que era construir el pueblito de la República de los Locos. Fue una experiencia hermosa, pero cuando vino la dictadura militar inmediatamente nos disolvimos, éramos considerados subversivos psiquiátricos. Cuando terminaba el proceso volvimos con la Cooperanza.
Después hicimos el Bancapibes, con pibes de la calle, que llegaban con el alma congelada, y al construir entre todos una comunidad de tareas y afectos comenzaron a descongelarse, a querer la vida y ya no esperaban la bala policial como algo inevitable.
Haciendo el análisis del tango “Malevaje”, vemos que habla del guapo que no tiene miedo de morir, que se juega todo. Pero que cuando conoció a una mina que “pasaba con un compás tan hondo y sensual…” el tipo se enamoró. Y luego se queja porque después de eso, había cambiado tanto que un día en que lo habían desafiado a pelear, había huido, no había querido arriesgarse a caer preso o morir, ya que eso le hubiera impedido vivir su amor. O sea, el amor nos hace querer la vida porque nos erotiza el futuro.
Víctor Frankl, un psicólogo que estuvo en campos de concentración, creador de la Logoterapia, una terapia de enfoque existencial, lo primero que les preguntaba a los pacientes que iban a su consulta era: “Usted, ¿por qué no se mataría…?” Y con eso lo obligaba a reflexionar y a enfrentarse con lo que le impedía querer morir, o sea con lo que lo ataba a la vida. Es decir, al paciente le hacía oponer la vida a la muerte.
Allá en la India creí adivinar que la muerte está incluida en la vida, tal como aquí, en el campo porque tienen una concepción circular de la existencia, mientras que nosotros tenemos un concepto lineal que niega el final, y por lo tanto nos aparece, a veces, la profunda inquietud frente a ese final ineludible.
Con el amor y el trabajo enfrentamos la muerte. Una vez le preguntaron a Freud qué era la salud y respondió:”Amar y trabajar”. Con esas dos piernas, yo puedo recorrer ese camino tan extraño que es el existir. Pero si me quitan el trabajo, como sucede con la desocupación actual, yo quedo rengo, y si con eso pierdo la familia, quedo tirado, entro en depresión y no quiero vivir.
Cuando hago un grupo con desocupados y me dicen “¿Qué hacemos, Alfredo?”, yo digo: “Vayan a pelear, a protestar, a quemar… ¡Armen lío, muchachos!” Y eso les sirve porque les da un proyecto, aunque sea desde la bronca, porque si se quedan quietos se deprimen.
En el tiempo en que los jubilados iban a protestar al Congreso, yo estaba en relación con PAMI, y veíamos que los viejitos que se quedaban en casa tenían más problemas psicológicos que los que iban a pelear al Congreso, porque la pelea es vida, y la pelea puede ser de amor o de odio, que es amor podrido. Mi hijo, que es biólogo, dice que en biología hay una ley fundamental: “todo organismo que no está en conflicto con su medio, está muerto”. O sea que la vida es conflicto, si peleo estoy vivo.
No se puede hablar de la muerte sin hablar de lo contrario. Sabemos que el día es el día porque existe la noche, y sabemos que la vida es lo contrario de la muerte, a tal punto que podríamos decir que la muerte no existe, que es sólo la ausencia de vida. Si no fabrico la vida, sucede lo que hay detrás, la muerte. La vida es figura, la muerte es fondo. En termodinámica, tampoco existe el frío sino sólo la falta de calor. A veces, desgraciadamente, cuando el vínculo no es amoroso, la gente se une a través de la pelea. Si no nos amamos, nos odiamos porque lo que más tememos es quedar solos.
Las drogas y el alcohol son formas tecnológicas de tapar la muerte artificialmente. Yo he hecho la experiencia de consumir una droga psicoactiva que se llama “wachuma”, en Perú, que los indios toman juntos y hacen un viaje hasta el principio de la vida, y también a los extremos de la muerte, allí me di cuenta de que estaba en el medio de algo, del existir.
En cambio, la droga que se está dando a los jóvenes es terrible. La cocaína es muerte, ya que induce sólo a la acción pero no abre la cabeza. Para los muy pobres, el Poxi-Ran o ahora el paco que les quema las neuronas y los mata en seis meses. Una vez le pregunté a uno de los chicos por qué se drogaban y me dijo:” ¿Qué querés, que me vuelva loco?... yo duermo donde vos caminás”. Era casi como decirme: “dame una casa y yo dejo el Poxi.”.
Fui Director del Asilo de Mendigos de la Municipalidad de Buenos Aires. Claro, la única vez que acepte un cargo público fue en el lugar más marginal, como corresponde, ya que la marginalidad me atrae. Hay mucha vida dentro de esa muerte, hay mucha riqueza existencial. Un croto viejo me dijo: “Señor Director, usted habla de la psicología, pero, ¿usted sabe cuál es el diván de los pobres?: el cartón de vino, porque nos quita el hambre, el frío y la tristeza”. Entonces, yo, ¿cómo puedo decirle a uno que está tirado bajo el puente “No tomés”, si no le estoy dando comida, calor y contención? Y los pibes ¿por qué se drogan? Porque no tienen destino. Estamos haciendo un genocidio a futuro, porque los pibes son el futuro.
En la Argentina actual, estamos rodeados de muerte. El hambre y la miseria no se pueden aguantar, no se puede llevar la desesperación de un pueblo hasta tal punto sin que suceda una explosión social, que termine con la injusticia. En los sectores pobres, donde el hambre hace estragos, sin embargo, hay solidaridad.
Estamos rodeados de muerte, sí, y por eso yo imagino que si la situación llega a ser totalmente inaguantable, esta etapa histórica tan dolorosa, de nuestra Argentina, puede terminar para dar lugar a un nacimiento. Pero el parto siempre tiene algo de sangre, que ojalá sea poca. Entonces, algo tiene que pasar, porque el hambre lleva a extremar los mecanismos de sobrevivencia y por eso no hay nada más peligroso, para un sistema corrupto, que un pueblo desesperado. Los pobres no van a aceptar su destino de marginalidad extrema, sino que van a dar batalla como históricamente lo hicieron pueblos como el de Francia, en la Revolución Francesa, que produjo tres hermosas palabras: libertad, igualdad y fraternidad, con las que se quiso fundar nuestro país.
Volviendo al tema de la muerte, cuando se muere un abuelo “tano”, con toda la familia alrededor, es un mentiroso si dice que está angustiado, porque está rodeado de todos sus seres queridos, acompañado con abrazos y llantos. En cambio, en Estados Unidos, la muerte es espantosa, en terapia intensiva, solo, en medio de toda esa tecnología deshumanizada.
Quiero terminar con algunas recomendaciones para operar frente a una propuesta suicida.
Recuerdo un suicida, en una institución donde yo trabajaba, que quería tirarse desde el décimo piso y yo no sabía cómo hacer para que tomara conciencia de lo que se proponía. Entonces le dije “Mirá, si vos te tirás desde el décimo ¿qué pasa si en el quinto te arrepentís?” y allí vaciló porque se enfrentó a una duda, tomó conciencia de lo irreversible de lo que quería hacer y al dudar, me dio tiempo para engancharlo y tironearlo nuevamente hacia la vida.
Siempre que una persona, especialmente un adolescente, dice”Me quiero matar” hay que escuchar otra cosa: “Ayúdenme a vivir, que solo no puedo”. No es que quiere irse de la vida, lo que no puede es quedarse.
Cuando alguien se quiere suicidar le dicen “No te matés”, y lo que hay que hacer es preguntarle por qué, porque así se le da la oportunidad de contar lo que le pasa, y al contarlo se vincula, y al vincularse se engancha en la vida otra vez. Decirle “No te matés” es una orden negativa, de rechazo, pero en cambio, preguntarle “¿Por qué te querés matar?” es una propuesta positiva, que lleva al diálogo, al encuentro.
El tema es qué hacemos con lo que perdemos y no podemos recuperar, pero que queda como fantasma. ¿Qué hacer con los fantasmas? Cada uno tiene sus fantasmas. Las ceremonias del adiós, son las que permiten transformar el conjunto de experiencias vitales que tuvo con otra persona en su historia. Esa historia compartida, es lo que hay que incorporar. Cuando uno pierde a alguien, lo que queda es el conjunto de recuerdos que tiene con esa persona, se va el cuerpo pero la historia queda.
Quedan los recuerdos y también los conflictos de los recuerdos. En las muertes que dan tiempo para que, por ejemplo, el padre enfermo y el hijo dialoguen, en el marco de una terapia, en la que se puedan resolver las culpas y los reproches, se evitará que posteriormente los conflictos no resueltos produzcan patologías en el hijo. Es un trabajo conjunto de “ajuste de cuentas”, pues todo vínculo es conflictivo. Esos diálogos de puestas al día de las cuentas, el pasado de facturas mutuas, son muy convenientes para que el moribundo haga el tránsito hacia su muerte con cierta paz, y la persona que queda viva lo recuerde mejor. Es el gran tema de las terapias terminales que ayudan a elaborar ese pasaje tan difícil que es despedirse de uno mismo, que en los últimos tramos es de mucha soledad, porque se muere como se nace: absolutamente solo.
Lo que sucede comúnmente es que la persona muere sola en terapia intensiva rodeada de aparatos. Muere solo, sin una mano, una mirada que humanice ese espanto. Es de una crueldad increíble que a una persona se le postergue artificialmente la muerte, muchas veces sólo por rédito económico.
Si alguien tiene un accidente, es correcto que se lo ponga en terapia intensiva. Pero a veces a algunos ancianos los ponen ahí y mueren solos, no en su casa rodeada de su familia, como es el planteo de la filosofía de cuidados paliativos, que es acompañar y humanizar la muerte.

Revista Topía, agosto 2007


El tiempo

Por Alfredo Moffatt - Publicado en Marzo 2009

Las puertas del tiempo

El pasado es un adentro, algo conocido, y el futuro es un afuera, algo que no está en mi memoria, que es mi "adentro". El presente es una puerta (que, a veces, puede estar cerrada) a través de la cual, pasamos del pasado al futuro. O sea que nosotros vamos desde adentro, mi ayer, hacia afuera y mañana: vamos de adeyer a afuñana.

Pero desde otra perspectiva, puedo pensar que el presente es donde yo transformo el futuro en pasado. Podemos decir también, que vivir es fabricar pasado, fabricar memoria, y poner todo eso adentro.

También vivir es salir hacia afuera, empujados hacia el futuro, y sorprendernos. De todas maneras, para poder aliviarnos de ese sentimiento de continua zozobra y estar arrojados a un futuro desconocido, y perdiendo el pasado conocido, es que la cultura inventa las ceremonias, los ciclos y las repeticiones, que nos crean la fantasía de que el tiempo es reversible.
Así que no sabemos si lo único que existe es el tiempo, y nosotros quedamos afuera de esos presentes "reales" que se evanescen, o si lo único que existe es el presente, y lo demás es una ilusión.

La reversibilidad del espacio permite la fantasía de volver al pasado, lo cual aparece como una forma de reversibilidad del tiempo. Supongamos un mundo extraño donde no se pueda regresar a los espacios que uno ocupa. Por ejemplo, uno entra a otra habitación y, después de un tiempo, no puede regresar a la que estaba antes, de modo que no sólo cambia en forma irreversible el tiempo, sino también el espacio. Sería, entonces, casi imposible, conservar la identidad, es decir, reencontrarse con uno mismo.

Para los indios quechuas, que viven en el Altiplano, el tiempo eterno es aquel gran tiempo en que todo el pasado no está detrás sino alrededor, y el futuro también. Y el tiempo infinito está en ese espacio infinito que son las enormes llanuras que dan lugar a estas cosmogonías.

También hay otras puertas para el gran tiempo: el enamoramiento (especialmente en el orgasmo), un triunfo largamente esperado, la vivencia provocada en un laboratorio psicodramático o por la ingesta de drogas psicoactivas... Todas ellas pueden llevar a un sentimiento del instante total, donde un segundo es el infinito.

El tiempo es como un territorio laberíntico, azaroso, y que no tiene retorno. El marco de realidad da mapas y brújulas para que el yo lo atraviese, y, además, construye representaciones reales de retornos (en los cortes o presentes). Son los ciclos que permiten falsificar la reversión. (Este 1° de enero, ya lo viví varias veces).

El tiempo, en realidad, es la memoria del espacio, porque lo único que existe es el espacio. Decir recuerdo, decir memoria, es evocar un espacio sucedido.

La secuencia de espacios sucedidos es el tiempo, pero sólo debido a que el espacio se mueve, es decir, cambia, y, por lo tanto, crea el tiempo. Pero, como el devenir es un proceso continuo, es necesario crear el presente como una convención que dice: Hacemos de cuenta que existe un estado del campo que no se está transformando, y a esa tajada, percibida como detenida, la llamamos presente. De la otra manera, el continuo fluir de la transformación haría imposible percibir etapas distintas.

La inmovilidad del espacio permite la ilusión de la reversibilidad del tiempo. Lo que sólo podemos hacer es entrar a la misma escenografía, al mismo espacio y hacer la misma ceremonia, el mismo ritual que se hizo antes, pero en realidad, no con eso se entra al mismo tiempo, sino que es otro tiempo (pero puede ser tan parecido todo que "volví a lo mismo"). La repetición de la escenografía del espacio me permite soportar la transformación irreversible del tiempo. Volver al mismo espacio nos ilusiona con volver al mismo tiempo.

Hay cuatro escalas del tiempo: la primera es la percepción, el ahora, los segundos, el espacio, el instante. El segundo nivel es el hábito, la tarea, la trama cotidiana, los días, y su espacio es la casa. El tercero es el tema del destino, el proyecto de vida; la edad es la de la infancia, la adolescencia, la adultez, etc., y el espacio que le corresponde es la ciudad. El cuarto es el tema de la trascendencia, es la gran historia, y se mide en siglos; es el infinito, las épocas de la humanidad, y el espacio es el mundo, o el Universo.

También podemos decir que el primer nivel es acrónico, es la acción en el momento, es una acción sin historia. El problema ahí es la orientación del campo perceptual; el segundo nivel está armado desde los hábitos cotidianos, la familia y el trabajo semanal; el tercero es la historia de vida, el destino de cada uno. El último y cuarto contiene la angustia de muerte, el sentido final de la existencia, es el nivel metafísico. El primero es el cenestésico, el segundo la vida cotidiana, el tercero es el sentido de mi vida y el cuarto es el sinsentido de mi vida, porque es la muerte.

No creo que el tiempo sea tan inasible como decía San Agustín. El decía que si le preguntaban qué era el tiempo, no sabía contestar, pero si no se lo preguntaban, sí sabía lo que era. El hablaba como si el tiempo humano no fuera un mecanismo simbólico inventado por la mente de la gente. Lo que existe objetivamente son los estados discontinuos, y el ligarlos de acuerdo a un argumento, armar una historia de causas y efectos es una invención humana que tiene sus reglas determinadas. La principal es el lenguaje con los tiempos de verbos y sucesión de palabras; otra es el campo espacio-temporal con recorridos y horarios; otra son las normas con ceremonias sociales y hábitos. Todo esto construye el tiempo social que da después la estructura para el tiempo subjetivo. El otro tiempo, el "natural", está compuesto sólo por estados inconexos del universo físico, lo cual todavía no es la "realidad humana". La "realidad" sólo "existe” cuando el hombre, con sus símbolos, la construye.

La conciencia está en tránsito, está en el pasaje, y, por lo tanto, no esta en ningún lugar, en ningún espacio. Es decir, el movimiento sólo existe en la conciencia (porque ésta tiene la condición de recordar). Esto casi equivale a decir que el espacio, como lo concebimos (cada cuerpo debe ocupar un lugar en el espacio) no existe.

El espacio es una sola cosa con el tiempo; no hay espacio sin tiempo porque nosotros (los humanos) no podemos ver el espacio sino desde el tiempo (del cual no podemos salir) porque toda percepción es figura cronal (de chronos: tiempo). Esta figura se percibe sólo en la sucesión temporal; es un invento de la conciencia, porque ésta puede unir el recuerdo con la expectativa. Es decir, ver en el devenir, en el movimiento.

El infinito está adentro, en nuestra subjetividad; es el tiempo en crudo, que, en realidad, todavía no es realmente tiempo. Afuera está el grupo, y el grupo construye la realidad, el tiempo organizado. Luego este territorio de racionalidad construida afuera se introyecta y se transforma en una isla yoica interior de racionalidad, que es algo así como la incorporación de la cultura externa. Por supuesto, todo esto lo hace la palabra, que estabiliza lo caótico interno, porque permite la categorización en la cultura de eso que, adentro, no tenía palabra.

La tarea terapéutica sucede en el espacio real, pero es una tarea muy curiosa porque es arreglar el tiempo que está en lo imaginado. Desde el espacio, arreglamos el tiempo.

También podemos decir que la terapia es el resolver el cruce, el entretejido, entre el diálogo en el espacio con el otro, y el diálogo en el tiempo conmigo mismo. Tengo que hacerme amigo de vos y también del que está adentro de mí.

Pasado Presente Futuro

El presente real es como un espacio encerrado, definido por otras dos dimensiones imaginarias, inaccesibles, que son el pasado y el futuro. Podemos decir que vivimos fuera de nuestra historicidad; hacemos la vida, pero para depositarla en los espacios imaginarios. En cada presente no existimos porque estamos ocupados en la percepción del campo en ese instante. Existimos cuando memoramos o esperanzamos. En el presente concreto, el de la acción y de la sensación, volvemos a ser animales, somos todo cuerpo.

También podemos considerar que el presente es la última parte del pasado o la primera parte del futuro. De modo que el presente, en última instancia, sería un corte entre lo que sucedió y lo que va a suceder. En realidad, no existiría el presente porque es sólo el pasaje o la transformación de futuro en pasado. Y también podemos decir lo contrario, que lo único que existe es el presente, pues cuando recordamos o futuramos, lo hacemos desde el presente

El humano fáctico, el hombre o la mujer que sólo hacen, están insertos en una trama cotidiana con una seriación de tareas y están fuera de la temporalidad, pues el yo está llevado por la serie de tareas que actúa como una cinta continua de presentes fácticos instrumentales, con lo cual tiene la corriente de conciencia conectada a la rutina de tareas. Sólo cuando, por algo, se detiene la cinta, por la separación de vínculos simbióticos o la brusca desocupación, se corta la cinta que sostenía la conciencia en forma externa y aparece la angustia y la neurosis. El hombre fáctico no tiene problemas mentales, no recuerda ni imagina dramáticamente, siempre que no se detenga la burocracia cotidiana con la que construye su pobre temporalidad, porque ahí sí entra en crisis y se enferma porque no es sostenido por su memoria y sus esperanzas. Es la personalidad existencialmente vacía.

El protagonista de las series norteamericanas corre todo el tiempo para que "el tiempo" (el pasado) no lo alcance. No hace duelos (como buen psicópata) y por eso no tiene recuerdos (historia) y queda condenado a correr para mantenerse siempre dentro del entorno del presente.

La sobrevivencia física de varios objetos que aparecen en las historias permite unir distintos espacios del tiempo. Este es el valor de los objetos que testimonian aquella escena que quedó pegada al objeto: testimonian que fue verdad y podemos recordarla, como "ese autito rojo que me regaló mi papá cuando...”. O también los edificios y los rincones de la ciudad tienen esta capacidad de evocación y dan realidad a ese recuerdo tan evanescente.

El triunfo, la venganza, o, incluso, un objeto, cualquier cosa largamente deseada, cuando es lograda, da sensación de realización, pues simplemente es un momento de integración histórica entre mi yo de ayer que lo tenía como vacío a ese objeto, y el yo de hoy que lo posee como lleno, no como ausencia sino como presencia. Vacío de ayer, lleno de hoy...

Alfredo Moffatt
Psicólogo Social y Arquitecto
Director de la Escuela de Psicología Social
alfredomoffatt@gmail.com

Revista Topía, marzo 2009

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