HOMBRE FUNESTO PARA
TRES REPUBLICAS
Por HT
NOTAS EN ESTA SECCION
19 de enero de 1906 - Muerte de Bartolomé Mitre
| Falsificación
de la Historia |
Mitre, la corrupción
y el fraude
El desierto inconquistable - Sierra Chica, 31 de mayo de 1855
|
1859 Cepeda II o "La manera más insólita de perder una batalla"
| De Cepeda a Pavón
¡No dispare general que hemos ganado! |
Terrorismo de Estado
| La guerra de policía
|
Expedición pacificadora del ejército de Buenos Aires
"Hombre funesto
para tres Repúblicas" |
La guerra del Paraguay
| Mitre:
La falsificación de la historia
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La guerra del Paraguay
| El misterio de Pavón |
Adolfo Saldías - Historia de la Confederación
Argentina


19
de enero de 1906 - Muerte de Bartolomé Mitre
Si Mitre hubiera muerto
sesenta años antes, nos hubiera ahorrado muchas vidas y sacrificios…
y la historia sería otra.
"Bajo ningún gobierno sudamericano corrió más sangre que bajo el
suyo: de orientales, de paraguayos, de brasileros, de porteños,
de provincianos." (Luis Alberto Herrera, Buenos Aires, Urquiza y
el Uruguay, p.116) [A. G. Mellid, p.340]
"Solo Mitre, no reelecto, y derrotado en sus nuevas tentativas de
rebelión, fue superior a todos los fracasos. Excluído de la política,
politiqueó con la historia, exigiendo un anticipo de gloria para
hacerle coacción a la posteridad. Es el caso más notable que se
conoce de voluntad perseverante para la propia glorificación. Napoleón
falsificando la historia en Santa Elena es un infeliz comparado
con Mitre. Napoleón disponía de una epopeya y de un Memorial. Mitre
se inventó a si mismo. Toda su vida política, militar y literaria
es la sugestión imperiosa de un megalómano". (Carlos Pereira. Francisco
Solano López. nota al pie p.118 / AGM.t.I.p.72)
Mitre era argentino de casualidad. Hijo de una modesta familia uruguaya
nació accidentalmente en Buenos Aires. Como militar se destacó porque
aún contando con fuerzas superiores, nunca ganó una batalla. Como
político, su ascenso fue paralelo con el que hizo en la masonería.
Como historiador contó y ocultó lo que le convino.
A los 14 años Bartolomé comienza a trabajar en una de las estancias
de Rosas, "El rincón de López", regenteada por Gervasio Rosas, hermano
del restaurador. El joven Mitre no logra adaptarse a la férrea disciplina
de la estancia y es devuelto por Rosas a su padre con estas palabras:
"Dígale a Don Ambrosio que aquí le devuelvo a este caballerito,
que no sirve ni servirá para nada, porque cuando encuentra una sombrilla
se baja del caballo y se pone a leer."
Durante la época de
Rosas se dedicó a la literatura periodística defendiendo los argumentos
unitarios, desde Montevideo, sin cruzar el charco. Participó durante
la batalla de Obligado, pero no como soldado sino como observador.
Tampoco lo hizo desde las baterías de Obligado ni de tierra firme,
sino desde los buques ingleses que violaban la soberanía nacional.
("El grumete" lo apoda Carlos Saavedra Lamas)
"Los que cometieron aquel delito de leso americanismo (apoyar la
invasión francesa), los que se echaron en brazos de la Francia para
salvar la civilización europea, sus instituciones, sus hábitos e
ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes, en una palabra,
¡fuimos nosotros! ... Somos traidores a la causa americana, española,
absolutista, bárbara... De eso se trata, de ser o no ser salvajes"
(Sarmiento)
Apareció en Buenos Aires después de Caseros henchido de ideas liberales
y patrioterismo. Su pluma hábil y sus discursos, su pálida figura
flaca y alta, ("El Tísico" lo apoda Urquiza) su traje de gabardina
inglesa, su barba y melena larga le dieron cierto renombre de joven
romántico, una especie de Don Quijote adaptado al Buenos Aires de
la época, que provocó la adhesión y admiración de los jóvenes románticos
que festejaban sus discursos ampulosos y lo acompañaban hasta su
casa vitoreándolo, creyéndolo además un glorioso militar, sin su
debida oportunidad hasta el momento. La búsqueda de gestas heroicas
como pedestal para su política de charlatanes lo llevo buscar glorias
que nunca obtuvo, y a perder a mano de un minúsculo grupo de indios
mal armados, que con la tercera parte de las fuerzas en Sierra Chica
le comieron hasta los caballos.
Coronel artillero y
amante de las culturas foráneas, estudiaba las tácticas y estrategias
de guerra científicas que se aplicaban en Europa, pero no daban
resultados en estas pampas salvajes. Iluso, se veía a si mismo como
una especie de genial estratega al estilo de Napoleón o Carlomagno.
Incapaz en el campo de batalla ("a Mitre no se le ocurre nada en
el campo de batalla" diría D'Amico, oficial porteño.) pero dotado
de un optimismo enfermizo lo hacia avanzar en el campo de batalla
"hacia ningún lado", como cuando las tropas enemigas se le habían
esfumado en Cepeda y su terquedad no le dejaba ver que estaba totalmente
derrotado, casi solo, de noche en le medio del campo y totalmente
rodeado por un enemigo que le daba la oportunidad de escabullirse.
Escarmentado en todas las batallas que participó y más predispuesto
a salvar el pellejo que a arriesgarlo lo llevaba a disparar antes
de tiempo, como en Pavón cuando Urquiza le "regalaba" el campo de
batalla y la victoria. "No dispare general, que ha ganado" diría
el parte que lo alcanzaba en su huida furtiva, para enterarlo de
la realidad.
Incapaz de matar una gallina con un cañón, era capaz de cazar dos
leones con la charla, hacerlos pelear entre si hasta quedar extenuados
y convencer al ganador que se sometiese manso, a sus concejos.
Vencido en los campos de batalla era capaz de transformar las derrotas
en triunfos o en "heroicas retiradas", buscar chivos expiatorios
(Alsina) y volverse sobre el vencedor (Urquiza) y halagarlo hasta
someterlo enredado en su política y su palabrerío (a Urquiza, lo
llamará el "Washington de la América del Sur" para sobrealimentar
su ego).

Falsificación
de la historia
Como historiador engañó a generaciones enteras: Mitre había escrito
la historia de Belgrano (bastante criticada por Vicente Fidel López
en esa época) y Adolfo Saldías (liberal, discípulo y admirador de
Mitre), le propuso a Mitre (y éste lo alentó) continuar con la historia
de la "tiranía" de Rosas y la "liberación" de Mitre. Saldías se
tomó las cosas en serio y revolvió todos los documentos de la época,
y hasta el propio archivo de Rosas en Inglaterra, facilitado por
Manuelita Rosas. Cuando terminó su Historia de Rozas, luego Historia
de la Confederación Argentina, (basada en un estricto estudio de
la documentación), le mandó orgulloso un ejemplar a Mitre para pedirle
opinión sobre su investigación histórica; Mitre le mandó a Saldías
una carta con una serie de gansadas y reprochándole entre otras
cosas que no había mantenido los "nobles odios que todo liberal
debe mantener a toda tiranía"; o sea que para Mitre la historia
no se hace en base a "documentos", sino a "nobles odios". El loco
Sarmiento fue más sincero: "Jovencito, no tome como oro de buena
ley todo lo que hemos escrito contra Rosas. Nosotros éramos sus
enemigos políticos" (JMR tVVII.p.187).
"Los federalistas no
solo quieren que Buenos Aires no sea la capital sino que como perteneciente
a todos los demás pueblos divida con ellos el armamento los derechos
de aduana y demás rentas generales; en un palabra que se establezca
una igualdad física entre Buenos Aires y las demás provincias, corrigiendo
la naturaleza que nos ha dado un puerto, unos campos, un clima y
otras circunstancias que le han hecho físicamente superior a otros
pueblos, y a la que por las leyes inmutables del orden del universo
está afecta cierta importancia moral de un cierto rango" (La Gazeta
de Buenos Aires 15-12-1819) [AGM.p.103]. ¿Cuales eran las leyes
inmutables del universo que condenaban a las provincias a pagar
derechos de aduana para su comercio? ¿Por qué se adjudicaba Buenos
Aires las rentas de un puerto y negaba el comercio a través de cualquier
otro?
"…Siendo Buenos Aires la única base posible de un gobierno general,
el único centro de donde podría partir un impulso vigoroso y una
inmensa masa de recursos puestos al servicio de la comunidad…" (Mitre.
Historia de Belgrano II cap. XXVII, p.364) ¿A que "inmensa masa
de recursos" se refería Mitre? La inmensa masa de recursos de la
oligarquía porteña, eran precisamente los recursos de la aduana
del puerto, cuyo beneficio debería haber pertenecido al interior.
¿Al "servicio de qué comunidad" se referiría Mitre? ¿A "su" comunidad?
¿A la comunidad británica? ¿A la comunidad masónica?
"Aquí en Buenos Aires se juega con los pueblos y se les ata como
mansas bestias al carro de la fortuna de cuatro docenas de hombres…"
(Gorriti, Papeles y Memoria, public. of Jujuy,1936). A estos hombres
Rosas los llamó "los quebrados y agiotistas que forman esa aristocracia
mercantil" (Rosas a Estanislao López, Hacienda de Rodríguez, 12
dic. de 1828) "… Los que han querido mantener en sus manos el monopolio
del comercio exterior y en su cofre el producto de las rentas que
le produce. El puerto único habilitado por las Leyes de Indias para
el comercio exterior ha pugnado por mantener sus caducos privilegios.
Esta es la verdad histórica. Este es el punto de partida de nuestra
revoluciones." (Benigno T. Martínez, Historia de Entre Ríos).
Hay que aclarar sin embargo que nos referimos "cuatro docenas de
hombres" y no al pueblo de Buenos Aires o de la campaña, que tal
vez fue la primer victima de la oligarquía porteña, también explotada
y despreciada por la gente "ilustrada". Vicente Fidel López, historiador
liberal unitario, se refiere en estos términos despectivos hacia
el pueblo: "En la provincia de Buenos Aires, excitada por el partido
de oposición (Federal)… las muchedumbres de la campaña y la hez
de los suburbios, repletos todavía de plebe desmoralizada… se contagiaban
por instantes con el ejemplo de las provincias, y era de temer que
de un momento a otro hiciesen explosión, en el seno profundo y sombrío
de las masas, aquellos instintos vagos y bárbaros que se desatan….cuando
esta clase de perturbaciones aflojan los vínculos de orden social…"
(V.F.López. Hist.de la Rep.Arg, t.X.p.230).
No toda la oligarquía
porteña fue "nativa del puerto". También formó parte de esa oligarquía
gente del interior, como el sanjuanino Sarmiento, los cordobeses
Paz y Vélez Sarsfield, los tucumanos Avellaneda y Roca, los orientales
Paunero y Flores, etc.
Por obra de Buenos Aires no somos los Estados Unidos del Sur, tan
potentes y grandes como los del Norte; a la oligarquía portuaria
y a los ideólogos del unitarismo se lo debemos. (García Mellid,
Procesos a los Falsificadores de la historia del Paraguay-t.I.p.94.100).

Mitre,
la corrupción y el fraude
Después de Caseros, Urquiza se instaló en la casa de Rosas en Palermo.
Como Lavalle, para asegurarse el apoyo político repartió dineros
públicos entre un numeroso grupo de oficiales y allegados. El reparto
fue mayor que en 1829; también lo era el tesoro en 1852. Las órdenes
de pago más modestas eran por veinte mil pesos. Don Vicente López
y Planes cobró 200 mil pesos y aceptó asumir como gobernador de
Buenos Aires.
He aquí una pequeña parte de la lista de los que recibieron los
"incentivos de Urquiza", claro que con dineros públicos: Tte. Cnel.
Hilario Ascasubi, 10 mil / Cnel. Manuel Escalada, 100 mil / Gral.
Gregorio Aráoz de La Madrid, 50 mil / …./Cnel. Bartolomé Mitre,
16 mil. Con el correr del tiempo y el fraude sería gobernador de
Buenos Aires, "Encargado del Ejecutivo Nacional", y más tarde Presidente.
Adolfo Alsina le reprochará luego haber sido "presidente de hecho
con facultades completamente dictatoriales".
"Consta de la administración
del Gral. Mitre que nunca propuso, ni sus partidarios apoyaron,
ningún proyecto de ley que tendiese a evitar, corregir y castigar
los fraudes ni las violencias en las elecciones. Consta igualmente
que durante esta administración fueron destituidos empleados superiores
por no participar de la opinión del gobierno en una elección popular."
(D. F. Sarmiento, "La Tribuna", 9 de octubre de 1874. "Después de
la caída de Rosas, Buenos Aires fue educada en la practicas de la
libertad por demagogos. El fraude, la falsificación de las urnas
electorales vienen de 1852 por los comicios organizados por Mitre.
Después de veinte años de este sistema Mitre se ha quedado solo
en la República con sus paniaguados. En Buenos aires hay tal libertad
de sufragios que ni a palos harán que el pueblo concurra a elecciones".
(Sarmiento, siendo Presidente, año 1872).
"Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror
que, empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado.
Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos
como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración;
algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles
de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en
fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos
y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición." (Sarmiento,
carta a Domingo de Oro, 17 de junio de 1857, en Peña, Milcíades:
"La era de Mitre", Bs. As., Fichas, 1973).
"Como encargado del Ejecutivo Nacional", en 1862 regresa a Buenos
Aires al frente de la guardia nacional, declarando "¡Pueblo de Buenos
Aires! ¡Os devuelvo por segunda vez intactas las legiones que me
confiasteis en el momento de peligro!". (por ser "guardia nacional"
no había participado ni de una refriega), y le escribe a Gelly y
Obes "La guardia nacional ha sido magníficamente recibida. Buenos
Aires no recuerdan triunfo igual (¿?). Menos fastuosos que los de
la antigua República Romana, tal vez".
Como presidente adopta una política liberalista de entrega al capital
inglés. Entrega también los ferrocarriles, incluidos los ya construidos
con capital nacional, como el "Oeste", y al inaugurar la estación
del "Sud" (1862) dirá en su discurso "¿Quien impulsa este progreso?
Señores: es el capital ingles".
"… (Argentina) hace veinticinco años que sigue rodando en la pendiente
y en vez de contenerse, cada día aumenta la rapidez de su caída
(…) Así, cada crisis es dominada aumentando las causas que la produjeron:
el empréstito; la concesión de grandes negocios a capitales extranjeros;
la hipoteca de todas las tierra públicas y de las particulares;
la venta en Europa de las tierras nacionales y el aumento de los
gastos de la Nación". (Carlos D´Damico, ex gobernador de Buenos
Aires, 1890).
Siendo ministro de Avellaneda, hablando de candidaturas, Roca le
escribía a Juárez Célman, en julio de 1978: "Resumiendo: tenemos
a Sarmiento, que no es una solución de paz para la República y que
ya está bastante viejo. A Rocha, Irigoyen y a mí, que no podemos
ser candidatos con probabilidades de triunfo y que seríamos muy
combatidos. Yo también soy del mismo parecer: Mitre sería la ruina
para el país. Su partido es una especie de casta o de secta que
cree tener derechos divinos para gobernar la República. Tejedor,
si no es jefe de partido y tiene el mal sentido de elegir palabras
(...), es hombre recto, honrado, y no tan terco ni indócil como
lo condenan las exterioridades. Sobre todo creo que es la única
carta que podríamos jugar con éxito (...)" Poco tiempo después,
Roca cambia de opinión y en mayo de 1980, le dice a Juárez Célman:
"El Congreso, avasallado como está por las Turbas a sueldo de Tejedor,
no tenemos seguramente mayoría (….) Para vengarme de todo esto,
no se me ocurre otra cosa que Sarmiento; y también, como asegurar
las situaciones y fortunas políticas de nuestros amigos. El Loco
se nos entregará de cuerpo y alma y nos dará todo lo que pidamos,
(...) porque está poseído de la ambición más desenfrenada. Creo
que con él, no evitaremos una guerra civil, pero no la haremos en
mi nombre y así sería más seguro que los elementos militares de
la Nación cayeran en nuestras manos; quitando así la sombra de complicidad
conmigo (...) Aunque lo de Sarmiento no sea una resolución, conviene
ir preparando hábilmente el terreno. Cuando nos veamos arrinconados,
le clavaremos este agudo arpón en el medio del lomo a los señores
mitristas, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio
y con disimulo para pasar el Rubicón en mejor oportunidad" ("Juárez
Célman", Agustín Rivera Astengo) [Extraído de "Los heterodoxos del
80" de J. Sulé]... la verdad que no tiene desperdicio.

El
desierto inconquistable - Sierra Chica, 31 de mayo de 1855
Durante la época de Rosas, prácticamente se habían terminado los
malones, o se reducían a pillajes sin importancia, por los tratos
que Rosas había hecho con los indios en 1833, entregándole mercaderías,
yerba y caballos. Después de Caseros no se mantuvieron los acuerdos,
y los indios reanudaron los malones, amenazando Bahía Blanca, 25
de Mayo, etc. Entre los caciques estaba Catriel y Payné, comandados
por Calfucurá.
"Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios
moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos
como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras
viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila
al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden
atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido
bien..." Discurso del cacique pampa Catriel en Tapalqué, celebrando
la llegada de Rosas al poder en su segundo gobierno. (Extraído del
libro "Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel
de Rosas en 1833, recopilado por Adolfo Garretón, Editorial EUDEBA,
Buenos Aires, 1975).
"Nuestro
hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando
a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como
los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas,
yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General
nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos
por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron,
invadimos todos juntos". (Expresiones del Cacique Catriel, extraídas
del libro "Roca y Tejedor" de Julio A. Costa).
¿Quien mejor que Mitre para darle un escarmiento a esos indios ignorantes
que andaban maloneando en la campaña de Buenos Aires? ¿acaso no
había ido Rosas en 1833 hasta Choele-Choel y Neuquén?
En Buenos Aires la juventud liberal lo despide con un banquete,(como
corresponde), donde Mitre promete "exterminar a los bárbaros". Allá
va entonces Mitre al frente de más de 900 hombres de infantería,
caballería y dos piezas de artillería, pero al llegar a las proximidades
de Sierra Chica, se topa con Catriel y Calfucurá al frente de 500
indios, que le aniquilan la infantería, le toman la artillería y
le desbandan la caballería. El Tisico y el resto de la tropa que
le quedaba apenas pudo salvar el pellejo trepando a la Sierra Chica,
inaccesible para la caballería. Los salvó la policía de Tandil que
los socorrió y les abrió una vía de escape (se volvieron de a pie).
Es curiosa la táctica de Mitre, que sale de Buenos Aires como "caballería"
pero regresa como "infantería".
No obstante esta derrota vergonzosa, Mitre llega a Buenos Aires
donde es agasajado por Sarmiento en un banquete (como corresponde),
donde Mitre dice otra de sus frases célebres (como corresponde)
"El desierto es inconquistable".
Mitre disimuló públicamente esta derrota vergonzosa, aunque en los
partes no pudo disimular (porque siempre hay algunos testigos batilanas)
y el 12 de junio le informa a Obligado: "Para ocultar la vergüenza
de nuestra armas (la vergüenza de Mitre será) he debido decir que
la fuerza de Calfucurá ascendía a 600, aún cuando toda ella no alcanzase
a 500; así como he dicho que la División del Centro no pasaba de
600, aún cuando tuviese más de 900, dos piezas de artillería y 30
infantes el día que tuvo lugar su encuentro en el que Calfucurá
debió quedar destruido… He dicho también que por falta de caballos,
pero debo declarar a usted confidencialmente que ese día los tenia
regulares… Hasta ahora sabíamos que era un buen partido un cristiano
contra dos indios, pero he aquí que ha habido quien haya encontrado
desventajoso entre dos cristianos contra un indio." (Scobie, La
lucha, p.132 / JMR.t.VI.p.151).
Leyendo cuidadosamente las palabras del parte, y tomadas como de
quien vienen, podemos deducir que los indios eran 250, las tropas
1800, la infantería 60 y las piezas de artillería cuatro. Y con
jefes como ese, un buen partido era por lo menos cuatro contra uno.
Respecto a los caballos, efectivamente ese día los tenia regulares…
¡cuando los tenia faltantes fue el día siguiente!

1859
Cepeda II o "La manera más insólita de perder una batalla"
Bartolo Mitre y su ayudante de campo,
José María Gutierrez, después de la batalla de Pavón.
Si no fuera por la sangre derramada por los pobres gauchos que entregaban
su vida tal vez sin saber los motivos, los próximos episodios de
la lucha de federales y porteños, en lugar de capítulos de la historia,
bien podrían formar parte de una especie de miniserie tragicómica,
apta para todo público.
Hacia tiempo que ambos bandos, divididos, se miraban con ganas,
pero ante la falta de apoyo externo, ninguno de los dos se animaban.
Urquiza mientras tanto negociaba con López, de Paraguay, para que
le facilitara algunos vapores que le permitieran cruzar el Paraná,
a cambio de reconocerle la soberanía paraguaya sobre el Chaco, pero
el desconfiado Supremo quería primero "el reconocimiento" y después
"los vapores". Para cuando Urquiza le mandó a Luis José Peña con
autorización para el reconocimiento, los porteños ya lo habían sitiado
a Urquiza en Paraná y López le negó los vapores: "Urquiza está perdido.
Se ha dejado sitiar en su propia capital y es imposible que reaccione.
Todos sus planes han fracasado. Yo no he tratado con semejante gobierno.
Los vapores que había ofrecido son ya inútiles, no los entrego"
le hace saber López a Peña.
Urquiza, enfurecido, quiso tomarse la revancha con López, y de paso
ganarse el apoyo inglés. López descubrió el complot de James Canstatt
(Oriental de origen inglés) para asesinar a López, y lo mandó preso.
El cónsul Henderson de Asunción salió en defensa de "la libertad
del súbdito ingles" pero López, que no era de arriar con el poncho,
le contestó que "el ciudadano oriental Santiago Constatt estaba
sometido como todo habitante, a las leyes del país". Como Henderson
le retrucara "por la injusticia notoria", López le mandó los pasaportes
como para que baje el tonito de voz. Más tarde Thornton se presentaría
ante López para pedir explicaciones pero Don Carlos lo recibe "sentado
y con el sombrero puesto" porque la Reina Victoria había recibido
al representante paraguayo en el trono con la corona puesta, y él
no era menos que la reina ni Inglaterra era más que Paraguay. Urquiza
vio entonces la oportunidad de vengarse de López (su compadre) y
de paso agarrarse de alguna tabla para seguir flotando, y le ofreció
todo el apoyo a los ingleses. "si a consecuencia de la ofensiva
conducta del gobierno del Paraguay, el gobierno inglés cree necesario
enviar una expedición a la capital de esa república (Paraguay),
Su Excelencia (Urquiza) no solo consideraría favorablemente tal
procedimiento, sino que ofrecería todas las facilidades que estuviesen
en su poder, tal como abastecer las fuerzas con carne y provisiones
(¿un negocito?), permitir depósitos de carbón, etc., y hasta proporcionaría
hombres y caballos si fuera necesario", (los ingleses libras esterlinas
y nosotros la sangre de los gauchos) agregando "que haría un gran
servicio a la causa de la civilización obligando al presidente López
a cambiar su política exclusivista por una más liberal (...)" (¡Flor
de compadre tenía López!) Es de hacer notar que Urquiza ofrecía
fácilmente "hombres y caballos", pero nunca un peso de su incalculable
fortuna personal. Como los ingleses "ni le contestaron", Urquiza
se quedó en Paraná, encerrado en su casa, como loco malo, y sin
atender a nadie.
La Confederación estaba construyendo una flotilla en Montevideo,
financiada con fondos del barón de Mauá (el brasilero financista
de Caseros, testaferro de Rothschild y virtual dueño de Uruguay).
Por su parte Buenos Aires., que había artillado Martín García para
cortarles el paso a la Confederación, les mandó dos naves a bloquearles
el puerto de Paraná para que Urquiza no pudiera cruzar el río con
su ejército, acantonado en Paraná. Con los federales encerrados
en Entre Ríos la guerra estaba ganada sin pelear, y bastaba que
Buenos Aires mandara los bomberos a Santa Fe y dejarlo a Urquiza
que se entendiera en su Mesopotamia.
El jefe militar natural de Buenos Aires, bien podría haber sido
el experimentado general Hornos, pero los mitristas preferían darle
a Mitre la oportunidad de una gloria militar (que nunca tuvo) que
le sirviera de pedestal para sus ambiciones políticas. El argumento
era que había que remplazar los militares "intuitivos" por militares
"científicos" , en este caso el coronel artillero Mitre, que se
había leído todos los libros de estrategia francesa. Al conocer
estos argumentos para darle el mando a Mitre, el general Hornos,
al mejor estilo de los geniales monólogos de Tato Bores, comentaría
irónicamente "Si el general en jefe quiere ganarle a Urquiza a la
europea, acabaremos disparando a la criolla", (Cárcano, JMR.t.VI.
p. 267) Los hechos, bien pronto le darían la razón Hornos.
Encerrado entonces Urquiza en Paraná sin medios para cruzar el río,
el ejercito porteño al mando del militar científico Mitre, con la
orden del ministro de guerra (Obligado) avanzó "a la mayor brevedad
posible" hasta San Nicolás, donde estableció su base. Era tal la
euforia y confianza porteña, que Vélez Sársfield le encargó a Mitre
"el caballo en que entre triunfante en Rosario para usarlo yo en
esta primavera y verano" Mitre se demoró inexplicablemente en San
Nicolás, (tal vez armando su escritorio para redactar los partes
de la próxima victoria, o repasando sus tácticas de guerra francesas)
hasta que un hecho inesperado vino a cambiar la situación. En el
vapor Pinto, una de las dos naves que bloqueaban Paraná, se produjo
el levantamiento de un sargento y un cabo que entregó a los federales
la nave con toda la oficialidad. El otro vapor escapó a Buenos Aires
tiroteado desde las batería de Rosario. Urquiza entonces rebautizó
el vapor "9 de julio" y lo incorporó a la flotilla que desde Montevideo
logró forzar a duras penas el paso de Martín García y remontar el
Guazú. Tenía entonces Urquiza los medios para cruzar el río.
En el interín aparecería también como actor de reparto el representante
norteamericano Yancey, que en agradecimiento del la mano que le
dio anteriormente Urquiza en su entredicho con Paraguay, se ofrece
como mediador. Hace varios viajes entre Rosario y Buenos Aires sin
conseguir nada de los porteños que se sentían fuertes con Urquiza
del otro lado del Paraná y un militar "científico" en la orilla
opuesta.
Con la flotilla, Urquiza pasa el río con 10.000 hombres, con el
cintillo punzó de Rosas, aunque levemente cambiado el texto por
"Defendemos la ley federal jurada. Son traidores quienes la combaten"
que sonaba un poco más "civilizada" que aquella de "Viva la Santa
Federación. Mueran los Salvajes Unitarios". Mitre, que buscaba un
escenario digno de sus futuras glorias, se traslada bordeando el
Arroyo del Medio hasta el campo de Cepeda, con un ejercito que,
si bien con menos caballería, doblaba al de Urquiza en infantería,
cañones y armamento (el mayor ejército, descartando el de Caseros).
Se establece entonces en Cepeda, donde Ramírez y López vencieron
a Rondeau en 1820, que le pareció adecuado a su trayectoria histórica
futura "Aquí fue la cuna del caudillaje, aquí será su tumba" diría
Mitre pomposamente.
Mientras repasaba sus lecciones de estrategia francesas, mandó a
la caballería que "vichara" el ejército enemigo, aunque sin dar
batalla. Allá fueron Hornos y Flores con 4.000 jinetes, pero al
encontrarse sorpresivamente con el ejército federal se desbandaron
inmediatamente a los cuatro vientos. La caballería porteña "despareció
como el humo, sin combatir" dirá el parte de batalla en palabras
del propio Mitre. Se cumplía entonces la profecía de Hornos "Si
el general en jefe quiere ganarle a Urquiza a la europea, acabaremos
disparando a la criolla".
Mientras tanto Mitre, que ya se había decidido por la táctica francesa
del "orden oblicuo", formó sus tropas en el campo de Cepeda en esa
formación defensiva: "ya verán esos gauchos ignorantes – habrá pensado
El Tísico– lo que es enfrentarse con una técnica "científica". Atrás
suyo puso la caballería que Hornos había alcanzado a salvar "disparando
a la criolla".
Urquiza,
que había avanzado apresuradamente sin esperar el parque de municiones
atrasado, se encontró de pronto frente al "orden oblicuo" del ejercito
porteño, sin poder atacarlo sin municiones. Se quedaron todo el
día mirándose, desorientado tal vez Urquiza (como había previsto
Mitre) ante la nueva táctica porteña, sin entender porque no aprovechaba
el momento el ejercito porteño. Es que Mitre, no podía atacar sin
romper "el orden oblicuo"… "a Mitre no se le ocurre nada en el campo
de batalla", diría D`Amico, oficial porteño.
Cuando a media tarde llegó el parque federal, Urquiza avanzó su
ejercito, pero en vez de hacerlo de frente, (tal vez en un gesto
de caballerosidad, por no romperle las filas a Mitre) lo hizo por
ambos flancos, rodeando al ejercito porteño. Mitre, que vio el Campo
despejado, desenvainó su espada y al grito de "¡Victoria, Victoria!"
avanzó hacia donde suponía estaba el ejército federal. Pero no tenía
en frente ni el ejército federal y ni siquiera molinos de viento
con quien pelear, de manera que al llegar la noche, decidió acampar.
Estaba completamente rodeado por los federales.
Mitre no tenia idea de lo que había pasado: "recorriendo la línea
la saludé vencedora en el campo de batalla" dirá, y entre vivas
a Buenos Aires cantaron el Himno Nacional. Mientras tanto Urquiza,
instalado en la propia carpa que Mitre dejó en Cepeda, y tal vez
desorientado todavía por el "orden oblicuo", se preguntaba que había
hecho "el farsante general en jefe, cuya impericia se había puesto
de manifiesto desde el primer momento" (Urquiza).
Conesa y Adolfo Alsina, mostrándole al Tísico los fogones federales,
apenas logran convencerlo que estaban vencidos y completamente rodeados
por una fuerza sumamente superior. En consejo de oficiales lograron
convencerlo que al menos dejaran escabullirse en la noche a Conesa
con 2.000 infantes, que recorrieron las 16 leguas que los separaba
de San Nicolás, en solo 15 horas, menos de la mitad de las 36 horas
que empleara Rondeau en su disparada de 1820. Mitre con su verborragia
habitual la llamaría "la heroica retirada". Algo de razón tenía:
recorrer esa distancia a pie, de noche y a campo traviesa, vadeando
arroyos y lodazales, arrastrando 10 cañones, y a un promedio de
5,3 km/h, era una verdadera proeza, digna de laureles en otro tipo
de competencias. Mitre, que todavía no se convencía de la derrota,
o no quería convencerse, pidió la lapicera de escribir partes de
victoria y le comunicó a Obligado, en San Nicolás, que a pesar de
la "cobarde" dispersión de la caballería había "aniquilado al enemigo"
y se retiraba "con la infantería y artillería en completo orden"
(por supuesto no le decía nada de todo lo que había dejado atrás:
todo el parque casi completo en el campo de Cepeda, incluido 5 cañones
al vadear el arroyo del Medio).
El siguiente desorientado fue Obligado, que totalmente confundido
con los victoriosos partes adelantados por Mitre, lo esperaba como
triunfador en San Nicolás con las fanfarrias, pero al ver llegar
las maltratadas tropas y enterarse un poco más, se quedó "como pollo
que lo cambian de patio". Decidieron entonces embarcar las tropas
a Buenos Aires y Mitre, aun no vuelto a la realidad, redactaba otro
parte de batalla. "No había conseguido un triunfo completo" pero
lograba "salvar en el Campo de batalla el honor de nuestras armas
y las legiones que el pueblo me confió en el día del peligro devolviendo
a Buenos Aires todos sus hijos cubiertos de gloria". Nunca se supo
a que honor ni a que gloria se refería. ¡Como para confiarle "los
hijos en los días de peligro!"
Lo que tampoco nunca se supo, es por qué Urquiza no aprovechó la
fácil ocasión de coparle totalmente todo el ejercito, incluido a
Mitre, y lo dejó escapar. Tal vez prefería que sigan los mitristas
en Buenos Aires antes que surja un federal que le hiciera sombra,
o tal vez, prefería dejarlo escapar para vencer fácilmente en la
próxima batalla al "farsante general en jefe" (soldado que huye
sirve para otra batalla).
Los dispersos de la caballería de Cepeda llegaban a Buenos Aires
esa misma noche con la noticia del desastre, y en la confusión hasta
daban por muerto a Mitre, desparecido a Hornos y suicidado a Conesa.
Pero Mitre, acostumbrado a las derrotas militares en el campo de
batalla y a las victorias militares en el campo literario, se encargaría
de levantarle el ánimo a los decaídos porteños. El 25, tras 32 horas
de remo por el Paraná, llega Dardo Rocha a Buenos Aires "fatigado
pero lleno de patriotismo como el guerrero de Maratón" (no faltaban
entre los mitristas las comparaciones heroicas con Carlomagno, Napoleón
o "el guerrero de Maratón"). Como Rocha encontró la casa de gobierno
vacía, se fue hasta el domicilio de Alsina, que estaba con visitas
tratando de tragarse el sapo de la derrota. Como escuchara que traían
un parte del "general en jefe" pidió lámparas para leer el parte,
y levantado el ánimo imprevistamente, dio la noticia de la victoria
a la prensa, y comenzó la euforia de los festejos, equivocados por
cierto. Luego llegaría el segundo parte de Mitre " Si la fortuna
o la composición o número de los elementos puestos bajo mis órdenes
no me han permitido obtener un triunfo completo, tengo la satisfacción
de haberme batido uno contra cuatro, y de haber salvado casi intactas
las legiones que el pueblo me confió en el día del peligro" Lo que
no le había permitido a Mitre "obtener un triunfo completo", no
era por deficiencias en "la composición o número de elementos puestos
bajos sus ordenes", sino más bien otras cosas que siempre le faltaron.
Considerando que el número de hombres en lucha era similar, lo que
nunca se supo es si Mitre dijo "haberme batido uno contra cuatro"
por agrandar una victoria (de la que estaba convencido equivocadamente),
por disimular la completa derrota o porque en el susto de la noche
había visto tres fantasmas que se agregaban al ejercito enemigo.
Era tal el triunfalismo de Mitre que hasta dio a publicidad una
carta a su esposa, donde le decía que a pesar de verse reducido
sus efectivos por la "deserción" de la caballería, le bastaron los
dos tercios restantes para "quedar dueño del campo". No se sabe
quien sería el "dueño del campo" de Cepeda, pero la derrota de Mitre
fue completa, y su desempeño lamentable y ridículo.
Pero la literatura de Mitre en sus "partes de batalla" habían trasformado
para los porteños la derrota en "un triunfo romano" y sin reparar
en el estado de las tropas ni en su reducido número, vivaban al
nuevo héroe y su "gloriosa retirada" y hasta se acuñaron medallas
conmemorativas con la leyenda "Vencedor de Cepeda – 23 de octubre
de 1859". A la hora de diseñar el cuño, seguramente el acuñador
debe haber dudado si poner la figura de Mitre o la de Urquiza.
Sin embargo las noticias traídas por los oficiales de la escuadrilla
no eran tan alentadoras, y hablaban de un completo desastre militar.
Las tropas de Urquiza estaban a las puertas de Buenos Aires y de
un momento a otro vendría Urquiza a clavar el asador frente al fuerte
de Buenos Aires sin ninguna dificultad. Así y todo el optimismo
liberal no disminuía, y "Tribuna" decía que, sin infantería, "el
gaucho entrerriano podría solamente robar vacas, su ocupación favorita".
Mientras tanto en Buenos Aires circulaban los partes de Urquiza,
que modestamente atribuía su triunfo a la "impericia del farsante
general", que le dejan veinte piezas de artillería, dos mil prisioneros,
todo el parque, municiones, bagajes y hasta la propia carpa de Mitre.
Mariano Varela reclamaba "que se termine con la farsa, y se diga
si Urquiza se viene o no se viene".
Pero el reverso de Mitre, (que lo que perdía en la batalla lo ganaba
en la literatura), era Urquiza, que lo ganado en el campo de batalla
lo perdía en los tratados y negociaciones posteriores (que no se
cumplirían), mareado ante los argumentos de los doctores. Así es
que, con indulgencia, dice que "Ofrecí la paz antes de combatir
y de triunfar. Dos mil prisioneros tratados como hermanos, son la
prueba que os ofrezco de la sinceridad de mis buenos sentimientos
y de mis leales promesas" y tal vez tratando de ganarse el agradecimiento
del pueblo porteño (que siempre lo rechazó) agrega que "No vengo
a someteros bajo el dominio arbitrario de un hombre. Vengo a arrebatar
de vuestros mandones el poder con que os conducen por una senda
extraviada. (...) desde el campo de batalla os saludo con el abrazo
de hermano. Integridad nacional, libertad, fusión, son mis propósitos".
De nada le servirían esas palabras grandilocuentes tiradas al vacío,
porque los porteños comenzarían a cavar trincheras, no se sabe si
para defenderse o "desaparecer".
Alsina pretende remplazar
a Mitre por Conesa para la defensa, pero Mitre, a excepción de las
cargas de caballería, resiste cualquier cosa, y la prensa ataca
a Alsina y su "gobierno infatuado y ciego" que no había facilitado
a Mitre una "composición o número de elementos" suficientes para
"completar la victoria".
Apareció entonces el milagro que necesitaba Buenos Aires para que
Urquiza no paseara su caballería hasta el centro de la ciudad: Solano
López, que ofrecía sus oficios de mediador. Los porteños, viendo
de cerca a "la montonera", aceptaron en principio la mediación,
aunque seguía el aire triunfalista en la prensa, que pensaba resistir
con 2000 hombres vapuleados en Cepeda, los 16.000 que Urquiza había
puesto a las puertas de Buenos Aires Alsina pidió a la legislatura
"los medios necesarios para una resistencia heroica", pero la legislatura,
en vez de "los medios necesarios" le mando "una comisión que le
exigía la renuncia", cosa que Alsina presentó en el acto.
La cosa no fue tan fácil en el bando federal, ya que Urquiza, que
en principio aceptaba la mediación, no quería detener su marcha
mientras los porteños cavaban trincheras apresuradamente. La discusión
fue tan agria que Urquiza y López casi se van a las manos. "Se cruzaron
palabras inspiradas en hondo descontento –relata Guido– que hubo
de degenerar en una seria desavenencia. El Doctor Delfín Huergo,
que presenciaba la escena, salió a buscarme y me halló cerca; me
pidió encarecidamente que entrase a cortar, si era posible, el progreso
de aquel disgusto… y tuve la fortuna de que, aclarados los puntos
de disidencia, los ánimos se calmaran." Por fin López convenció
a Urquiza para que dejase a los liberales en Buenos Aires.
López recibió agradecimientos y agasajos por la mediación lograda;
Urquiza le regala la espada de Cepeda y Mitre le hace un álbum en
su honor. Pero no necesitaría López esperar hasta 1865, (con motivo
de la guerra de la Triple Alianza) para comprobar la ingratitud
porteña. Le bastarían unos pocos días, cuando terminada la mediación,
se embarca en el Tacuarí para regresar a Paraguay, y es cañoneado
por un buque inglés en la misma rada del puerto de Buenos Aires,
tomándose la revancha por el asunto de Canstatt. López presentó
un nota de protesta "Hollados lo principios del derecho internacional
y marítimo, pido a V.E. se sirva aclarar si responde de la inviolabilidad
de su rada". Tejedor contestaría despectivamente que "sus gestiones
con la escuadra inglesa no habían tenido resultado" y que el gobierno
"no conocía de las relaciones entre la república del Paraguay y
el reino de Inglaterra". Probablemente en esta respuesta se inspirarán
las generaciones futuras para acuñar la conocida frase popular del
"Yo, argentino". López, después de salvar a los porteños, se volvería
a Paraguay por tierra.
Finalmente se llegaría al pacto del 11 de noviembre de 1859, que
los porteños no cumplirían, fieles a su tradición de que lo prometido
hoy, y firmado mañana, no debía ser necesariamente cumplido pasado.
El pacto de 11 de noviembre, en resumen establece tres cosas principales:
1) La reincorporación de Buenos Aires a la Confederación; 2) cedía
la aduana a Buenos Aires a la Nación; 3) se retiraría de la provincia
de Buenos Aires el ejército de la Confederación; 4) elegiría representantes
para examinar la Constitución. Retirado el ejército de la Confederación,
Buenos Aires no cumpliría con las otras.
En los quince días convenidos Urquiza embarca su ejército para Entre
Ríos con un manifiesto de despedida y disculpa a los federales porteños
que dejaba en la estacada. Hablando de "transacción honorable" y
que deben dejarse de lado "aspiraciones individuales ...) por interés
del país, por los altos principios que han armado la Nación"; "por
la civilización y la humanidad", aclarando que la guerra había sido
"para borrar las calumnias que se han lanzado contra mi nombre",
como si la guerra debiera hacerse para limpiar las calumnias del
nombre de Urquiza. Como veremos, no solo no se limpió ningún nombre,
sino que luego se ensuciaría más, y no solo de calumnias.
Mitre diría entonces al día siguiente que "Los sucesos han hecho
del general Urquiza el hombre más expectable de la República Argentina..."
y más tarde lo llamará "El Washington de Sudamérica" (ya lo empezó
a envolver alimentando su incorregible vanidad). Sin embargo dirá
también que "... nadie puede jactarse de habernos impuesto la ley..."
y algunos porteños inmediatamente disgustados con "quienes transigieron
con el vandalaje" querían seguir la guerra contra el "tirano". No
pararían hasta no salirse con la suya imponiendo al resto del país
"sus hombres y sus leyes."

De
Cepeda a Pavón
Quedaría así formado un triángulo que seria fatal para el país:
Urquiza, que se había tomado en serio lo de Washington sudamericano,
Mitre que intrigaría de cualquier modo para dominar "los trece ranchos"
y el presidente Derqui, haciendo equilibrio entre ambos, no sabría
con quién jugarse, y desatada la lucha terminaría aplastado entre
los dos bandos. En realidad sobre este triangulo hay otro personaje:
el inglés.
Mitre invita a Urquiza y Derqui a Buenos Aires a presenciar el desfile
de las tropas en la ciudad. Urquiza concurre creído de si mismo.
Compra propiedades en Buenos Aires y se dispone a disfrutar del
título de Washington sudamericano. Thornton informa que Urquiza
"desea retirarse de la vida pública y asegurar su posición y sus
bienes contra cualquier contingencia futura".
El 21 de julio la masonería le confiere a Mitre y Sarmiento el grado
33 y en la tenida del 27 el mismo grado a Urquiza y Derqui que abrazándose
(quien lo hubiera creído) juraron "obligación por todos los medios
posibles a la pronta y pacífica constitución de la unidad nacional".
Sin embargo se extrañaría Guido en correspondencia a su esposa "¿Quién
diría que el general Urquiza y el presidente Derqui se sentarían
juntos con el general Mitre y con Sarmiento como íntimos amigos?
¡Mucho he visto y muy raro en cincuenta años de revolución, pero
nada ha sido tan inopinado!"
Poco duraría la efusión de estos abrazos. Los protocolos cedían
a Derqui las mejores ubicaciones en banquetes y recepciones, y "durante
la permanencia en Buenos Aires los celos del general Urquiza con
el presidente Derqui aumentaron considerablemente. Un presentimiento
y una sospecha constante agitaban al general Urquiza: el temor de
que Derqui y Mitre se pusiesen de acuerdo para destruir el prestigio
y su influencia" (Juan Coronado, secretario de Urquiza). "El general
Urquiza que posee el prestigio de una inmensa fortuna y el prestigio
militar y el poder… no se convence que ya no es el presidente de
la Confederación y se necesitará mucho tacto del señor Derqui para
prevenir que no se convierta en una brecha en cuyo caso Urquiza
buscará el apoyo de Buenos Aires" (informe de Thornton a Londres).
Pero la brecha ya se había producido, y tal vez siempre existió.
Alberdi
no acepta el ministerio de hacienda y Derqui le da la cartera a
Norberto de la Riestra (empleado inglés). Los liberales, dueños
de la aduana, quedaban ahora también el frente de las finanzas de
la Confederación.
Urquiza después de Caseros, pese a todo, era el jefe de los federales
apoyado por los gobernadores de "los trece ranchos" sobre todo por
fuertes caudillos como Brizuela, Juan Pablo López y el Chacho Peñaloza.
Pero ahora se sentía por encima de eso, y quería asumir el papel
que creía le habían otorgado, "el Padre de la Patria", "el Washington
de Sudamérica". "He protestado no pertenecer a partido alguno y
quiero mantener mi resolución" (carta a Mitre agosto de 1860); "yo
no pertenezco a partido alguno" (5-1-1861). Creía estar por encima
de todo sin advertir que no descansarían hasta verlo fuera del juego.
Decoró su palacio con frescos de sus batallas donde Carril alimentaba
su vanidad comparando el genio militar de Urquiza con el de Napoleón.
Mitre era una rara mezcla de poeta, periodista, historiador, romántico
y amante de las culturas extranjeras, estudioso de la tácticas militares
europeas pero incapaz de ganar una batalla, y de discursos grandilocuentes,
capaz de trasformar sus derrotas militares en "heroicas retiradas",
se había ganado al admiración de los liberales que lo llevaron a
la gobernación de Buenos Aires (aunque con métodos nada democráticos)
y que lo transformaron en juez y parte de la sorda lucha con Urquiza
y Derqui. Intrigante adulaba al primero para mantenerlo bajo su
influencia y manejaba al segundo, (ex-unitario-liberal) para ponerlo
de su lado.
Urquiza, que había jugado de visitante en Buenos Aires el 9 de julio,
quiso jugar de local, invitando a Mitre y Derqui al Palacio de San
José. Los periódicos hablaban de "La trinidad gubernativa", pero
cada uno llevaba agua para su molino. Mitre le obsequiaba el bastón
de gobernador de Buenos Aires a Urquiza y este lo quería convencer
a Mitre que gobernaran prescindiendo de Derqui. Derqui, haraganeaba
en su cama y recibía a Mitre en reuniones misteriosas. Coronado,
secretario de Urquiza, relata que: "En la mañana del 14 de Noviembre
el General Urquiza entró en la secretaría cuando dormían todos los
huéspedes de San José, y no encontrándolos allí nos mandó a llamar.
El general se encontraba sofocado por la rabia y necesitaba hablar
para desahogarse. Ocurrimos a su llamado. Después de preguntarle
cómo había pasado la noche nos dijo: Mal. No he dormido sino una
hora, o más; tengo la cabeza preocupada con tanta picardía. Esperando
una explicación sobre el sentido de esas palabras, guardamos silencio.
Después de un pequeño intervalo, el general continuó: ¿No se ha
fijado usted en el manejo de estos pícaros? Hace cuatro días que
están en mi casa, y hasta ahora ni uno ni otro me han hablado una
palabra de política, ellos creen que no me fijo, pero se engañan.
Dos veces he entrado en el cuarto del Doctor Derqui y lo he encontrado
hablando con Mitre. Cuando me han visto han cambiado de conversación.
Y he estado tentado de hacerles saber que no soy lo que piensan.
(Coronado, Misterios de San José).
A nada bueno podría llegarse con estos personajes.
"En resumen la conferencia que tanto ha llamado la atención se ha
reducido a comer, pasear y bailar. El presidente dormilón ha dormido
en efecto… el general Mitre ha tomado Campo. Si desaliento había
antes de la conferencia, si todos temían por la situación, esos
temores han aumentado considerablemente" (De la Peña a J. M. Gutierrez).
"La conferencia de San José no nos ha dejado contentos. Parece que
el general ha tenido serias y muy desagradables palabras con el
presidente. No han quedado mejor entendidos que antes, al contrario,
Se ha reconocido por el ámbito Mitre y por el presidente que el
triunvirato con el Capitán General no puede durarles" (Lucero a
Pujol).

"No
dispare general que hemos ganado". Pavón, 17 de Septiembre de 1861
Chocan cerca de la estancia de Palacios, junto al arroyo Pavón en
la provincia de Santa Fe, los ejércitos de Urquiza y Mitre. A Urquiza,
a pesar de Caseros, lo rodea el pueblo entero; Mitre representa
la oligarquía porteña. Aquél es un militar de experiencia, éste
ha sido derrotado hasta por los indios en Sierra Chica. El resultado
no parece dudoso, y todos suponen que pasará como en Cepeda, en
octubre de 1859, cuando el ejército federal derrotó a los libertadores.
Parece que va a ser así. La caballería de Mitre se desbanda. Ceden
su izquierda y su derecha ante las cargas federales. Apenas si el
centro mantiene una débil resistencia que no puede prolongarse,
y Mitre como Aramburu en Curuzú Cuatiá, emprende la fuga. Hasta
qué le llega un parte famoso: "¡No dispare, general, que ha ganado!".
Y Mitre vuelve a recoger los laureles de su primera – y única –
victoria militar.
El genio invisible
¿Que ha pasado? .. Inexplicablemente Urquiza cedió la victoria.
Lentamente, al tranco de sus caballos para que nadie dude que la
retirada es voluntaria, ha hecho retroceder a los invictos jinetes
entrerrianos. Inútilmente los generales Virasoro y López Jordán,
en partes que fechan "en el campo de la victoria" le demuestran
el triunfo obtenido. Creen en una equivocación de Urquiza. ¡si nunca
ha habido triunfo más completo! Pero Urquiza sigue su retirada,
se embarca en Rosario para Diamante, y ya no volverá de Entre Ríos.
¿Qué pasó en Pavón?.. Un misterioso norteamericano de apellido Yateman
fue y vino entre uno y otro campamento la noche anterior a la batalla
concertando un arreglo... Urquiza quedó montado en su caballo, "clavado
como una estaca" en un bajo, hasta que estuvo definida la batalla
a su favor, para tocar luego retirada y volverse al tranco a Entre
Ríos, en una actitud que sus generales no podían entender. Nada
tiene que ver lo que dice Urquiza en el parte de batalla, que abandonó
la lucha "enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate".
El parte de Urquiza no nombra a Yateman y un arreglo previo, pero
sin embargo confiesa: "V. E. puede apreciar en la sinceridad de
esta relación las causas independientes de mi voluntad que han obligado
mi retirada y mi presencia en Entre Ríos, que no será inútil para
asegurar le éxito de la campaña y el afianzamiento de nuestras instituciones."
El misterio de Pavón finalmente quedará develado el 29 de septiembre
de 1868 por boca del propio Mitre, cuando en un banquete de la masonería,
recordando la tenida del 21 de julio de 1860 (anterior a Pavón)
dirá en su discurso "Cuando nos alejamos de las puertas del templo,
nuestras espadas salieron de la vaina para cruzarse en los campos
de batalla, pero aún sobre esa desgracia y esa matanza, el genio
invisible batió de nuevo sus alas…). Fue el mismo "genio invisible"
que dirigió la matanza del gauchaje federal de las provincias y
el mismo "genio invisible" que armó el genocidio del Paraguay.
Cabe recordar que la tenida secreta del Supremo Consejo de Masónica
del 21 de julio de 1860, es la que otorga el Grado 33 a Mitre, Urquiza,
Sarmiento y Juan Gelly y Obes; El Gran Comendador era José Roque
Pérez. Nótese la actuación directa que tuvieron en la guerra del
Paraguay todos ellos, incluido Roque Pérez que representó a Sarmiento
en la ceremonia de instalación del gobierno títere en Asunción,
luego de la guerra. (JMR.Hist.Arg. / A.G.Mellid. Proceso a los falsificadores
de la Historia. t.I.p.335 y A.Lapas. La masonería en la Argentina".)
"Esta vez también el general Urquiza supo dar la victoria a las
armas de la Confederación, en los campos de Pavón. Pero no obstante
eso, el general victorioso, en magnifico gesto de autosacrificio
y renunciamiento se retiró a Entre Ríos dejando el campo de batalla
a las fuerzas opuestas comandadas por Mitre, convencido que esa
era la única manera de terminar con las disidencias y obtener la
meta ideal de la pacificación definitiva" (A.Lappas. La Masonería
Argentina.p.384) "Magnifico gesto" el de Urquiza para obtener la
"pacificación" con la sangre de los gauchos.

Terrorismo
de Estado
El gobierno centralista de Buenos Aires no se contentó con reemplazar
y aplastar los gobiernos provinciales sino que se dedicó a exterminar
sistemáticamente a opositores políticos, sospechosos y hasta a los
pobres gauchos. Sarmiento fue un terrorista de estado. Y Mitre usó
el odio de Sarmiento. "Hemos jurado con Sarmiento que ni uno solo
ha de quedar vivo" (Mitre en 1852)
En 1856, en los campos de Villamayor, Mitre hará fusilar al ilustre
general del ejército Jerónimo Costa y todo su estado mayor, oficiales
y suboficiales en número de 126, que se habían rendido. Y después
dice representar la "civilización".
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho
nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son
acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho,
el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división
entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se
degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República
el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas".
(En Buenos Aires, 1853; carta a Mitre del 24 de Septiembre 1861).

La
guerra de policía
El interior en general se revela contra el gobierno nacional, y
quieren romper la alianza con Brasil. Se levanta entre otros el
Chacho y Felipe Varela. Solamente Urquiza se mantiene en San José,
haciendo sus "negocios con la guerra". Se reúne el congreso y declara
una "guerra de policía".
"Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte
en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de
Mendoza… y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto
a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular,
fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados
como rebeldes y traidores a la Patria, y sometidos por la fuerza
a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad
de las leyes" (19-01-1867).
Pero Mitre ni siquiera se conforma con esta ley, y lejos de cumplirla,
nombra a Sarmiento director de la guerra y le dice "quiero hacer
una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza
a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haya la policía.
Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos
como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango
de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo". Tal vez para
no comprometerse, no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero
el loco Sarmiento, que además de buen entendedor, resentido y racista
como es siente un odio visceral hacia el gauchaje, no necesita mucho
para embalarse, comienza una masacre salvaje contra el gauchaje
de las provincias.
Siendo Sarmiento director de la guerra y gobernador de San Juan
declara la intervención de las provincias vecinas. Como no tenía
atribuciones para eso, recibe la queja del ministro Rawson y Sarmiento
le contesta a Mitre (presidente): "Todo lo que nos divide es que
yo he sido siempre hombre de gobierno y usted no. Ni quiere, ni
acaso pueda serlo". Sarmiento declara el estado de sitio en las
provincias vecinas y se dedica a confiscar bienes y exterminar opositores
y a los que supone cómplices de los federales. Como Mitre trata
de pararlo Sarmiento dice "Yo mandé a ejecutar a Baouna (estanciero
de tradición federal), el gobernador de Mendoza por mi orden ha
hecho ejecutar la sentencia a un Fonsalida (también estanciero),
Sandes (uruguayo al servicio del ejercito de línea) ejecutó a Minuel
(un paisano) en las Lagunas". Amparado en el estado de sitio manda
a matar por abigeato a un pobre paisano "a la pena ordinaria de
muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de
la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza
y cuartos en los diversos caminos públicos" (J. Victorica) y se
jacta ante Mitre. "Es de admirar la pasión con que la chusma ha
entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros".
Irrazábal (del ejercito de línea) toma a siete paisanos partidarios
del Chacho Peñaloza (retirado de la lucha) "y acto seguido se les
tomó declaración" en el "cepo colombiano", (que consiste en poner
al hombre en cuclillas y con un fusil al hombro atarlo con cuero
mojado hasta que muere descoyuntado). Seis mueren en el tormento
y el séptimo revela el paradero del Chacho, retirado de la lucha
en casa de una familia. La partida de Vera lo sorprende desayunando
con la familia: "¿Quien es el bandido del Chacho?" preguntan. "Yo
soy el general Peñaloza, pero no soy un bandido" y entrega su cuchillo.
(Peñaloza tenía el grado de general otorgado por Urquiza). Sin mediar
palabra Irrazával toma una lanza y la clava en el vientre del Chacho
que se entregaba desarmado, en presencia de la familia y la hijastra
menor. Le saca una oreja y se la manda de regalo a Natal Luna (de
La Rioja) y le corta la cabeza y la pone en una pica en la plaza
de Olta. Sarmiento premia a Irrazával y Vera con un ascenso. Es
tan alevosa la muerte que en Buenos Aires se levanta una protesta
por la forma, pero "el loco" Sarmiento, descontrolado, refiriéndose
a la muerte del Chacho le escribe a Mitre: "he aplaudido la medida
precisamente por su forma" ya que "es legal matar a lanza y cuchillo"
y "sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a
la expectación, no se habrían quietado las chusmas en seis meses"
(Sarmiento, carta a Mitre, 18.11.1862.) Doña Victorica Romero de
Peñaloza es llevada encadenada a San Juan y obligada a barrer la
plaza. Luego serian confiscados todos sus bienes.
"Necesitamos entrar por la fuerza en la Nación, la guerra si es
necesario" (año 1861). "Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales
y soldados, en cualquier número que sean" (año 1868). "Es preciso
emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros
y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben
emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la
época de Robespierre" "A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos
ahorcar y no fusilar o degollar. Este es el medio de imponer en
los ánimos mayor idea de la autoridad" (año 1845).
"Sandes ha marchado a San Luis... Si va, déjelo ir. Si mata gente,
cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición
que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor" (carta de Sarmiento
a Mitre, marzo de 1862).
El prestigioso caudillo sanjuanino Benavidez, fue gobernador de
San Juan. Por ley de 1855 no podía ser reelecto y apoyó la candidatura
de Manuel José Gómez, respetado vecino quedando el con la comandancia
del ejército. Su ministro liberal Saturnino Laspiur, apoyado de
través de Sarmiento por los liberales de Buenos Aires derroca al
gobernador Gómez y encarcela a Benavidez. "La Tribuna" y "El Nacional"
(redactado por Sarmiento) instigan la eliminación del "tirano" y
simulando una fuga es asesinado en la cárcel. La crónica de Victorica
da cuenta que "El general Benavídez medio muerto fue enseguida arrastrado
con sus grillos y casi desnudo precipitado desde los altos del Cabildo
a la balaustrada de la plaza donde algunos oficiales se complacieron
en teñir sus espadas con su sangre atravesando repetidas veces el
cadáver, profanándolo, hasta escupirle y pisotearlo". Sarmiento
dirá "es acción santa sobre un notorio malvado. !Dios sea loado!"
(El Nacional, 23/10/1858).
"Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino" (Carta a
Arredondo, 12/4/1873). "Si el coronel Sandes mata gente (en las
provincias) cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa
condición (esos provincianos que defienden sus autonomías) que no
se que se obtenga nada con tratarlos mejor" (Informe a Mitre, 1863).
El fusilamiento en masa de un batallón correntino: "brillante conducta".
A los sublevados entrerrianos en 1868: "Proceda a diezmarlos, pasando
por las armas a los que le toque en suerte". El degüello de Santa
Coloma: "Acto de que gusté" (año 1852). Asesinato del gobernador
Virasoro que él instigó desde Buenos Aires: "San Juan tenia derecho
a deshacerse de su tirano" (año 1860). Aprobó el asesinato en masa
en Villamayor el 2/2/1856 y como presidente ofreció $100.000 por
la cabeza de López Jordán y entre las cabezas valuadas a 1.000 patacones
estaba la de José Hernández, que acababa de publicar el "Martín
Fierro".
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho
nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son
acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?. El poncho,
el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división
entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se
degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República
el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas".
(En Buenos Aires, 1853; carta a Mitre del 24 de Septiembre 1861;
en EEUU 1865).

Expedición
pacificadora del ejército de Buenos Aires
Mitre y Sarmiento utilizan en la matanza a un grupo de orientales:
Sandes, Arredondo, Paunero, Rivas, Conesa y Venancio Florez, que
ganó el mote de "degollador de Cañada de Gomez" donde hizo pasar
por las armas a cuatrocientos vencidos, entre oficiales, suboficiales
y soldados. Y esta matanza no era el producto del desborde o "excesos"
de horda de delincuentes, sino parte de un plan dirigido a "uniformar
el interior", como lo demuestran los partes de batalla, como el
de Sandes después de Aguaditas (11 de marzo de 1862) donde dice:
"Entre los prisioneros se encuentran el sargento Cicerón Quiroga,
capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas,
tenientes don Ambrosio Medina, don Ignacio Bilbao, don Juan N. Vallejo
y alféreces don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos
ellos han sido pasados por las armas, según orden de V.E."
Tratando de disimular lo evidente, Mitre le dice a Urquiza, "Aunque
yo ni ninguno de los míos haya promovido ni aprobado de antemano
la revolución de San Juan… yo me hago un deber en proclamar justa
y santa esa revolución", pero Sarmiento lo deschaba en el Senado
de la Nación, "En el caso de Virasoro, y debo explicarlo con justicia
a mis compatriotas, estaba mezclado todo el partido liberal" (se
refería al depuesto gobernador de San Juan, asesinado con su hijo
en brazos.) El partido liberal eran los descendientes de Rivadavia,
"el partido de los principios, de las luces, de la gente decente"
A esto llamó Mitre "Expedición pacificadora del ejército de Buenos
Aires", y declarará alborozado en la Legislatura: "La mayoría de
las provincias hermanas han uniformado su política con la de Buenos
Aires".

"Hombre
funesto para tres Repúblicas"
José Hernández en 1874 compartía el editorial de "La Patria" con
Soto desde donde anuncia: "Redacción: La ausencia de nuestro amigo
el Sr. Soto, nos coloca por algunos días al frente de la redacción
de La Patria y los emplearemos en hacer fuego contra la sombría
personalidad de Dn. Bartolomé Mitre, que en el delirio de sus ambiciones
pretende todavía imponerse por medio de la fuerza y encadenar a
su voluntad el porvenir de los pueblos argentinos. J. H." Desde
"La Patria" publica varios artículos referidos a Mitre: "De presidente
a revolucionario, de revolucionario a pirata"; "Males sobre males";
"Los dos fundadores de la nacionalidad argentina"; "La administración
Mitre". En este último describe: "Ahogó en sangre las resistencias
de la Patria, para prepararse el camino de la Alianza, que debía
dar por resultado la devastación del Paraguay. "En esta sección
americana, Mitre ha sido un cometa de sangre, un flagelo devastador,
un elemento de corrupción y de desquicio y dan testimonio de su
existencia los huérfanos, las viudas y los inválidos".

La
guerra del Paraguay
Una guerra injusta. Un genocidio por la libertad y la civilización.
De Caseros a Cerro-Corá
Rosas tuvo una inteligencia superior y un fino, sensible, amplio
y sutil instinto diplomático. Cuando Paraguay declara su independencia
en 1811 lo hace como "provincia", y se siente una "provincia de
la Confederación", el mismo Gaspar Rodríguez de Francia lo toma
y lo dice así, figurando incluso en documentos oficiales y en propuestas
del mismo Francia que habla de una confederación. El pésimo manejo
de Buenos Aires, que para imponer su voluntad a las provincias en
general, y a Paraguay en particular, hace que esta se aísle hasta
quedar totalmente separada.
Rosas consideraba al Paraguay una provincia de la Confederación
pero veía su incorporación como un hecho natural a concretarse con
el tiempo, una vez resuelto los problemas internos entre las demás
provincias. Por tanto tuvo siempre el mayor cuidado en ofender al
pueblo y gobiernos paraguayos, manteniéndose prescíndente de sus
asuntos internos y hasta fronterizos. Incluso después de la batalla
de Vences, derrotado Madariaga, para no ofender al pueblo paraguayo
Rosas le ordena a Urquiza no perseguir al ejercito paraguayo que
había cruzado el Paraná en auxilio a los correntinos.
Su visión inteligente y global de la política internacional, le
hace ver a Rosas claramente su enemigo en el imperio de Brasil y
en una política liberal extranjerizante, representada por los unitarios.
Los López en cambio, héroes en su patria, no tuvieron esta visión
global, y veían en Rosas solo el caudillo terco que no quería "reconocerles
formalmente la independencia", sin ver que cayendo Rosas caía todo
un sistema que resistía el avance mercantilista liberal unitario.
Esto los llevó a dejarse envolver por el imperio, con tratados y
alianzas que terminarían en Caseros, sin sospechar que eran los
vencedores de Caseros los mismos personajes que, terminado Rosas
y el federalismo, terminarían con López y el Paraguay. En Caseros
quedó sellada la suerte de Paraguay.
En 1868 Mitre confiesa cínicamente "Hemos explicado que la política
de la alianza de 1851 es el punto de partida y la base en que reposa
la política liberal del Río de La Plata"… "¿Que nos falta para alcanzar
los propósitos de 1851? Que las Republicas Oriental y del Paraguay
se den gobiernos liberales, regidos por instituciones libres" (La
Nación, 24 de diciembre de 1864). "Viene ahora el turno del Paraguay...
El Paraguay, que es la negación de los propósitos del 51, se encuentra
hoy, precisamente por eso, unido al Uruguay" (La Nación, 23 de diciembre
de 1864).
El camino era Caseros, Paysandú, Cerro Corá. Muy caro le costó al
Paraguay, esta visión corta de los López, que evidentemente no habían
comprendido el pensamiento genial de Rosas.
Breves
antecedentes
"La América no conoce la historia del Paraguay sino contada por
sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado a la calumnia
victoriosa" (Alberdi. "Intereses, peligros y garantías de los Estados
del Pacífico. Paris, septiembre de 1866. El imperio del Brasil,
pag. 83). "El Paraguay conoce lo que puede y vale… Sus hijos aman
su tierra… puede ser destruido por alguna grande potencia, mas no
será esclavizada por ninguna" (López a Rosas. Asunción 28 de julio
de 1844).
"El Dr. Francia pensó en su pueblo como su pueblo quería que se
piense de él. Les dio paz, tierras, trabajo, escuelas, disciplina
y todo lo que sus libertadores le han quitado. Esa es la verdad."
(Carlos Pereyra, Francisco Solano López y la Guerra del Paraguay,
p. 21).
Las causas esenciales de la guerra del Paraguay fueron los intereses
británicos, la ambición brasileña y la ceguera Argentina. En secreto
se hizo la trama, y desde la prensa se fogoneó el incendio. Paraguay
se había mantenido prescindente de las guerras civiles entre provincias,
y el aislamiento le dio impulso propio. Un aislamiento totalmente
justificable si se tiene en cuenta la perversa política liberal
porteña erigida por "derecho universal" en heredera, jefa y dueña
de la nación. Un aislamiento que le dio medio siglo de prosperidad,
y luego su aniquilamiento a manos de traidores y cipayos al servicio
del imperio inglés.
El dictador Francia gobernó con mano dura el Paraguay. Expropió
las propiedades rurales y se la dio a los campesinos, y formó las
"estancias de la Patria" donde los paraguayos trabajaban en comunidad,
obteniendo el beneficio de su propio trabajo. Persiguió y suprimió
todo tipo de comercio especulativo y el gobierno mismo exportaba
o negociaba la producción. No había ricos, especuladores, oligarcas
ni financistas. El robo era castigado con la muerte y según testigos
extranjeros se podía andar de noche por la campaña con dinero, sin
peligro alguno. La riqueza era de los paraguayos. Los productos
del país abarrotaban los depósitos y se exportaba cuero, tabaco,
yerba. etc.
La personalidad de Francia queda estampada en el siguiente episodio:
en 1815 de Director Supremo Alvear manda al comisionista Juan Robertson
con una nota oficial con la siguiente propuesta "Yo ofrezco a V.E.
los fusiles, municiones y cañones que necesite para la defensa de
esa provincia, y en cambio solicito se envíe a este ejército un
número proporcionado de reclutas; todo computado bajo un pié de
reciprocidad que consulte los intereses de ambos pueblos". Según
Robertson la proporción era de 25 fusiles por cada cien reclutas
que entregará Paraguay. El dictador Francia llamo al hermano de
Juan, Guillermo Robertson, y el dijo indignado "Vea lo que su hermano
ha tenido la insolencia y el valor de hacer. ¡ha negociado con el
vil Alvear armas por sangre de paraguayos! ¡Ha ofrecido hombres
por mosquetes! ¡Se ha atrevido a intentar vender mi pueblo!" (AGNA,
Relaciones Exteriores, Paraguay, correspondencia con el gobierno
argentino, Alvear a Francia, 15 de marzo de 1815. / A.G.Mellid.
o.cit.t.I.p.246).
Mientras Moreno consideraba que "se reputará decente toda persona
blanca que se presente vestida de fraque y levita" y Rivadavia negaba
el voto hasta a los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldadas
de línea". José Gaspar Rodríguez de Francia, Dictador Perpetuo de
Paraguay, a quien los liberales porteños no se cansaron de criticar,
había impuesto que los representantes fueran electos "por todo el
pueblo en uso y ejercicio de los derechos naturales y libres inherentes
a todos los Ciudadanos de cualquier Estado, Clase o condición que
sean" y "las cualidades a reunir por los elegidos no penden del
calzado ni de otros adornos externos, porque ellos no tienen la
menor conexión con las circunstancias que constituyen el carácter
de un hombre de bien y de un honrado patriota" (La Junta a los Cabildos,
26 agosto de 1813, ANA vol.4 cit. A.G.Mellid.p.235).
Muerto Francia, lo sucede Carlos Antonio López, un abogado que además
de seguir la política de Francia, se preocupó por modernizar el
Paraguay. No importaba artículos suntuosos, y los que necesitaba
los canjeaba por productos del país, que transportaba en sus propios
barcos. Tenía una flota fluvial y de ultramar de veinte vapores
y cincuenta veleros para llevar a Europa su producción, incluido
el primer vapor fabricado en América. En vez de "importar capitales",
importaba los técnicos que necesitaba el Paraguay, y el estado hizo
ferrocarriles, telégrafos, anales de riego, fundición de hierro,
fabricación de sus armas y hasta de la pólvora que necesitaba. A
la muerte de Carlos Antonio, lo sucede su hijo Francisco Solano
López, educado en Europa donde actuó además en representación de
su patria, siendo luego, durante el gobierno de su padre, general
del ejercito.
Sobre una población de 400.000 habitantes había más de 400 escuelas.
En Paraguay "no hay niño que no sepa leer y escribir..." diría el
estadounidense Hopkins en 1845. En Paraguay no había analfabetos,
y durante la guerra en los frentes de batalla había un carro destinado
a imprenta, donde se imprimían boletines de informes que eran muy
difundidos entre la tropa. Ante las necesidad de la guerra, en el
mismo frente de batalla se fabricaba el papel y la tinta, y se publicaron
varios periódicos de amplia difusión, en castellano y guarani, con
informe de las tropas y hasta humoradas sobre el ejercito aliado.
La ley de patentes de invención elogiada en el mundo (menos por
nuestros genios liberales), nuevos métodos de producción, incentivo
al ingreso de técnicos. El gobierno becaba en Europa y Estados Unidos
sus futuros técnicos e ingenieros.
Paraguay no tenia deuda interna ni externa y en toda su existencia,
incluida la guerra, nunca pidió un empréstito.
Liberación o dependencia
Mientras la prensa liberal levantaba diatribas y mentiras y Mitre
preparaba la ruina del Paraguay, el propio Mitre reconocía a López:
"V.E. se halla en muchos aspectos en condiciones mucho más favorables
que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso
que se va engrandeciendo por la paz y llamando en ese sentido la
atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de
esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los
vecinos que cultivan con el relaciones proficuas de comercio; su
política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil
que la nuestra en estas regiones tempestuosas, y es como lo ha dicho
muy bien un periódico ingles de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo
de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores
enarbolando la bandera pacífica del comercio, y cuya posición será
más alta y respetable, cuanto más se normalice ese modo de ser entre
estos países." (Mitre a López. 2 de enero de 1864. Archivo del Gral.
Mitre. II .p.50, Biblioteca de la Nación) [AGM.I.p.426]. Increíblemente
el que escribía esto estaba preparando la trama que llevaría al
genocidio casi completo del "pueblo tranquilo y laborioso". Pero
este progreso independiente de Paraguay sería a su vez su ruina
porque Inglaterra y su secta de liberales locales no podían permitir
que un mal ejemplo pudiera hacer caer todo un sistema colonial imperante
y establecido en América del Sur. No se trataba simplemente de si
López era tirano o no, si el pueblo lo amaba o no. Esas eran las
eternas excusas del liberalismo.
Mientras López anunciaba la construcción de vías férreas con capitales
y esfuerzos propios, Mitre inauguraba el ferrocarril del Sud: "Démonos
cuenta de este triunfo pacífico, busquemos el nervio motor de estos
progresos y veamos cuales la fuerza inicial que lo pone en movimiento.
¿Cual es la fuerza que impulsa este progreso? ¡Señores, es el capital
ingles!". (Mitre, Arengas, p.192). Ese es el verdadero meollo de
la cuestión. El progreso "independiente" de Paraguay daba por tierra
con las teorías liberales de "libre comercio", "empresa privada"
y "progreso liberal". El mismo Alberdi lo nota y lo dice: "Hoy mismo,
en 1865, ¿por quienes está bloqueado el Paraguay sino por sus eternos
bloqueadores de toda la vida, los intereses monopolistas de los
que tienen las puertas del Plata?" (Alberdi. Los intereses argentinos.
p.18) [AGM.t.I.p.429].
El secretario de la embajada británica en Buenos Aires Mr. G.T.
Gould decía que "… (Paraguay) a pesar de los hábitos industriosos
de sus habitantes, grandes recursos naturales sin desarrollar y
una fertilidad extraordinaria, su comercio extranjero ha sido siempre
muy limitado debido a las dificultades creadas por el gobierno,
los monopolios que conservaba, existiendo restricciones de toda
clase respecto a la navegación del Paraguay" (Benitez, Anales diplomáticos...
Cit.AGM.t.I.p.430). Mr Gould llamaba "monopolio" porque no eran
ingleses, que en ese coso "son mejores".
Estos conceptos de Mr. Gould sobre "monopolios" no pasaron desapercibidos
para Alberdi, que luego de estudiar "los empréstitos" colocados
e Londres en 1871 y 1872 escribió: "Cuando más se estudia y conocen
los empréstitos paraguayos, en cuanto a los orígenes, agentes, motivos
y condiciones, más se descubre que fueron hechos como maniobra de
guerra contra Paraguay; y mejor se comprende entonces por qué han
sido levantados por hombres que eran agentes y cooperadores oficiosos
del poder que ha destruido al Paraguay con la mira de absorberlo
una vez destruido" (Alberdi, De los abusos y víctimas del Crédito
Publico, Montevideo, 1876) Esa era la verdadera lucha: Liberación
o dependencia.
La
trama secreta del genocidio. El centralismo porteño
La planificación del genocidio estuvo lista mucho antes del conflicto,
bajo la batuta inglesa. Los últimos detalles se convienen en Buenos
Aires con la reunión del gabinete en pleno, el representante brasilero
y el propio representante inglés, Eduard Thornton. Preveía la distribución
del botín de guerra y prohibía entablar conversaciones de paz por
separado; es decir, una guerra "de aniquilamiento".
Algunos historiadores pretenden que la entrada de Argentina en la
guerra se debió a que Paraguay, por defender a Uruguay, "violo"
territorio argentino. Esa no es ni siquiera una excusa válida. Las
raíces del conflicto deben buscarse mucho antes, en los acontecimientos
posteriores a 1810, en que la oligarquía porteña quiere imponerse
a las demás provincias, con derechos al control de la entrada al
río y usufructo del puerto. Prefieren la perdida y separación de
aquellos que no se sometan, como el caso de la Banda Oriental, y
así es como rechazan la incorporación de diputados del interior.
La junta de Buenos Aires instruyó a Manuel Belgrano al frente de
un ejército a "liberar" Paraguay. El generoso Belgrano creyó que
el pueblo paraguayo lo recibiría como libertador. Se desengañará
al avanzar en territorio paraguayo y ver el vacío que le hace la
población y la defensa que le opone contra quien consideraban un
invasor. Vencido Belgrano propone un arreglo decoroso; comunica
al vencedor (general Cabañas) que no había venido a pelear "entre
hermanos, parientes y paisanos, no en conquista sino en auxilio",
a "concederles un comercio liberal a sus productos" y que los hijos
de la tierra "recobrasen los derechos que por todos títulos corresponden",
añadiendo que "las Provincias del Río de la Plata están ya unidas
y en obediencia a la Capital" y le sugiere que "elija el diputado
que le corresponda, se una, y guarde el orden de dependencia determinado
por al voluntad soberana". Nótese que los porteños, lo que no ganaron
con las armas querían ganarlo con argucias: después de hablarles
de devolverles los derechos (?) le pretenden imponer obediencia
y dependencia a la Capital, determinado por una voluntad que no
es la soberana del pueblo paraguayo, sino porteño.
El Dr. Francia, que
en principio se sentía "parte de la confederación", debió mantenerse
permanentemente a la defensiva del centralismo porteño, que trato
de doblegarlo por la fuerza de las armas, trabando el comercio y
la navegación de los ríos, y hasta con palabras de amenaza o halagos
que trataban de envolverlo. Buenos Aires no desperdiciaba ocasión
para tratar de "imponer" su voluntad o "razón", (como al resto de
las provincias) en forma insidiosa, engañosa y malintencionada.
Entre tantas, a modo de ejemplo, la comunicación que hiciera el
"iluminado" Rivadavia con su habitual palabrerío: "Los principios
que movieron la revolución de Buenos Aires y que la han constituido
la Capital de la ciudades libres de América y el resorte siempre
activo y nunca deficiente de la libertad de tan vasto y rico continente;
dan a aquellos a quienes ha confiado la dirección de tan grande
obra toda la superioridad que demanda el interés general de los
pueblos". Rivadavia no solamente trata de enredar en palabras al
Dr. Francia, adjudicando a Buenos Aires Capital de América "de facto",
sino que se adjudica a si mismo la superioridad. Paraguay, en boca
de Larios Galván, simplemente le contesta: "Tendrá muy presente
la Junta su mediación al modo de esa Exma. puede hacerlo con la
mía elevada al mismo rango que la de V. M." La verdad que Rivadavia,
(además del resto), un eterno papelonero.
Reportaje
a Ortega Peña y Duhalde
En su edición número 50 del mes de junio de 1971, la
revista Todo es historia, dirigida por Félix Luna, publicó
un dossier sobre la figura histórica de Bartolomé Mitre.
En él, la historiadora María Sáenz Quesada compiló las
opiniones de sus colegas, inscriptos en las diversas
corrientes de interpretación de nuestro pasado.
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo
Luis Duhalde aparecían, por entonces, como una de las
producciones más novedosas de la floreciente historiografía
militante. Producción intelectual que complementaba
una infatigable práctica jurídica común en sindicatos
y organizaciones políticas.
— ¿Cuál es el significado de Mitre en el momento histórico
de su actuación?
DUHALDE: —Bartolomé Mitre es el nombre en el cual se
concentra la política británica en el Río de la Plata
en su mayor intensidad colonial. Su significación es
la de expresar el uso instrumental de Buenos Aires contra
toda la Nación, al servicio de una mentalidad y designios
exclusivamente europeos. Desde un punto de vista nacionalista
popular, la actuación de Mitre para la constitución
de la Argentina como Nación independiente es nefasta.
— ¿Qué aportes de Mitre al país subsisten en la actualidad?
ORTEGA PEÑA: —Si por "aportes" entendemos las contribuciones
a la dependencia del capital extranjero y una obsecuencia
a la cultura europea, es indudable que Mitre todavía
tiene vigencia en pequeños sectores que viven de espaldas
al país. Señalemos que no pretendemos, como algunos
historiadores revisionistas ortodoxos, ridiculizar a
Mitre. Mitre fue algo demasiado serio como para tomarlo
en broma; mandó a la muerte a miles de argentinos y
generó una mentalidad historiográfico-liberal colonial
sumamente potente, en la medida que contaba con todo
el apoyo de la oligarquía local y el Imperio Británico.
— ¿Qué opina de Mitre como historiador?
DUHALDE: —Mitre era un historiador "serio", es decir,
conocía a los historiadores de su época. Pero su "científicidad"
estuvo permanentemente al servicio de una concepción
antinacional. Creó superhéroes, parcializó a argentinos
de temple y obscureció como a salteadores a los caudillos.
Sus "sanmartines y belgranos" son personajes recortados
con las tijeras de (Thomas) Carlyle y litografiados
por (Leopoldo) Torre Nilsson. Pero la deshumanización
que alimenta toda la historiografía mitrista tiene raíces
más profundas que las estéticas; propia de la falta
de contenido popular de toda su weltsanschaung (cosmovisión).
— ¿Tuvo Mitre alguna responsabilidad en los orígenes
de la guerra del Paraguay?
ORTEGA PEÑA: —Por supuesto. El asunto —aunque todavía
existan algunos polemistas tardíos— está prácticamente
agotado desde un punto de vista historiográfico. Mitre
—y no la Argentina— fue un instrumento consciente de
la destrucción del Paraguay. De un Paraguay que era
—gracias a Rosas y su política de amistad— considerado
parte de nuestra propia tierra, como provincia/nación
hermana. La destrucción del Paraguay se resolvió en
el Foreign Office de Londres, y Mitre y el Brasil actuaron
de mandatarios de esa decisión. Era el último golpe
contra el federalismo criollo, y Mitre tenia plena conciencia
de la necesidad de darlo para que su proyecto occidental
y dependiente pudiera seguir adelante.
— ¿Fue positiva o negativa la actuación de Mitre con
relación al interior del país?
DUHALDE: —Quizás hubiera sido importante oír a los propios
interesados en este punto. Preguntarle por ejemplo al
Chacho, a los (Ambrosio) Chumbita, a (Aurelio) Salazar,
a Felipe Várela o a esos miles de campesinos, de condenados
de la tierra del noreste argentino que se levantaron
en armas contra Mitre, en respuesta a la política porteñista
que "el círculo de Mitre" llevaba a cabo contra el interior
provinciano. La liquidación del mercado interno era
una necesidad básica para la política porteño- británica.
Asimismo la consolidación de pequeños grupos que se
van afirmando como oligarquías lugareñas, que serán
las correas de transmisión de la política mitrista en
el interior Jugarán un papel en la represión y dominio
liberal de las provincias. La negatividad del ciclo
mitrista en el interior se siente todavía hoy, a más
de cien años.
— ¿Merece Mitre la jerarquía que tiene en la nómina
de los próceres argentinos?
ORTEGA PEÑA: —Esa jerarquía y esa nómina le ha sido
otorgada por una historiografía y una Academia que han
sido nutridas permanentemente por la concepción anti
nacional del mitrismo. El revisionismo histórico, entendido
como conciencia histórica colectiva de los argentinos
ha ubicado a Mitre en su verdadero lugar. Pero lo que
si es indudable es que los ingleses están en deuda con
Bartolomé Mitre: ellos deberían haberle otorgado el
procerato y jerarquía que los académicos le han brincado
tan apasionadamente.
Fuente: www.contexthistorizar.blogspot.com |
Paraguay hizo su propia
revolucion en mayo de 1811, y por oficio del 25 de septiembre de
1811 del Triunvirato a la Junta Gobernativa del Paraguay anunciaba
que "el gobierno no exige otra cosa de los pueblos que una justa
obediencia a sus determinaciones", como si eso fuera poco. Estas
actitudes prepotentes y hegemónicas porteñas, y la nefasta política
rivadaviana, llevarían al aislamiento del Paraguay, y por lo tanto
a su progreso independiente de las potencias extranjeras (Inglaterra)
y luego a su ruina. Esta se vería incentivada con la política liberal
y entreguista del mitrismo.
¿Que derecho tenia Buenos Aires a exigir obediencia? Lo dice Mitre
y Vicente Fidel López: "A los doce días, una expedición de mi ciento
cincuenta voluntarios… partían de Buenos Aires para llevar los mandatos
de pueblo en la punta de las bayonetas." (Mitre, Historia de Belgrano,
t.I,cap.XI.p.350). "Fuera de Asunción todo era bosques y campos
que si alguna vez se labraron, estaban ahora empobrecidos y poblados
por una raza indígena y servil que su mayor parte, mal mezclada,
y tan miserable que ya por el clima, ya por la insuperable dificultad
de obtener telas para vestirse, vivía completamente desnuda desde
sus primeros años. Si esto era pueblo, y allí entonces, es claro
que era un pueblo de cuya acción no podía contar la Junta Gubernativa
de Buenos Aires para traerlo a obrar en nombre de sus principios"
(López. Historia argentina, t. III, p.342). La deducción es directa:
eliminar a esa raza inferior que decía Sarmiento. Realmente no se
puede creer la mentalidad recalcitrante de nuestros "historiadores"
o "próceres".
El imperio siempre había codiciado Paraguay. La revolución de mayo
de 1811 en Asunción no fue contra España, sino contra la entrega
que pretendía hacerse al Imperio. El bando del 17 de mayo proclamaba
"que confederándose con Buenos Aires no tendría otra mira sino la
de la defensa común, bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad,
cuya base sea la igualdad de los derechos…" ¡Precursora idea de
Confederación en el Río de La Plata¡ ¡Ah, que distinto hubiese sido
el destino de todos si la oligarquía portuaria de Buenos Aires no
se hubiera empañado en frustrar ese destino¡ (A.G.M.o.cit.t.I.p152).
En 1826 el cónsul brasilero informa a su gobierno que "Después de
Brasil, es sin contradicción la primera potencia de la América"
y en 1830 lo califica de "colosso nascente" al que propone acabar
mediante "uma rápida, e bem combinada invasao" (Antonio Manoel Correa
da Cámara al ministerio de Negocios Extranjeros del Imperio, 2 de
abril de 1830, Anais do Itamaraty IV.p.166) [A.G.M.o.cit.p31].
Para Paraguay era vital mantener independiente a Uruguay como garantía
de equilibrio en el plata. Para Inglaterra en cambio, la prioridad
era "terminar" con el mal ejemplo de Paraguay, y utilizaría a Brasil
y Argentina como peones de la partida. Bajo cualquier excusa, estos
últimos ocupan Uruguay, y necesariamente obligan a López a defenderla.
La prensa imperial y mitrista venía preparando el ambiente, con
mentiras y diatribas contra "el tirano López", que "ha infringido
todos los usos de las naciones civilizadas" (?) y el periódico Standard
de Buenos Aires anticipaba que Mitre "llevará en su victoriosa carrera,
además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la
opinión pública en una causa justa". No se a que glorias del eterno
perdedor general aludía el Standard ni a que opinión publica, se
refería ya que, salvo la oligarquía porteña, toda le era adversa.
El convenio se mantuvo en secreto para no pasar como "país agresor"
sino como "país agredido", para no cargar con la responsabilidad
histórica de la guerra y para no despertar oposiciones. La infidencia
del representante estadounidense en informe a su gobierno, hace
conocer de antemano el "convenio", lo que provoca una serie de reacciones
en la prensa, y hasta en Hispanoamérica; pero ya estábamos "hasta
las rodillas".
La oposición federal es unánime, y hasta los unitarios se manifiestan
en contra de la política mitrista: José Hernández (El Argentino)
y Evaristo Carriego ( El litoral) apoyan la actitud del Supremo
y se preguntan si no deban ayudarlo los argentinos. Parecido opinan
Francisco Fernández y Olegario Andrade (Concepción del Uruguay),
Navarro Viola y Carlos Guido y Spano (Buenos Aires El americano),
el gobernador liberal de Corrientes, Manuel Lagraña y su correligionario
Patricio Cullen que gobierna Santa Fe. En interpelación a Elizalde,
Adolfo Alsina le dice "con su mediación en las cosas orientales
ha empezado a trenzar la soga con que tal vez nos ahorque" y se
dirá que a Mitre "los brasileros le hacían tragar amargo y escupir
dulce".
Pero La Nación mitrista sigue preparando el ambiente y metiendo
leña al fuego: "… La necesidad de robustecer cada vez más la alianza
entre Río de Janeiro y Buenos Aires, dos gobiernos sinceramente
liberales que no pueden permitir que la tranquilidad del Río de
La Plata dependa de las desconfianzas sombrías de un déspota ni
de las tendencias salvajes de los caudillos" (La Nación 3 de diciembre
de 1864). ¿Río de Janeiro liberal? ¿Un gobierno que sobre una población
de 10 millones mantiene 1,7 millones en la esclavitud? ¿Un gobierno
que lleva a la guerra 45 negros esclavos por cada blanco? ¿Liberal?
Eso es lo que entendía por liberal el genocida de Mitre. "¿Que vamos
buscando en la acción de a Brasil? (…) la terminación de de las
autoridades semi-salvajes que tratan de conflagrar en el Río de
La Plata" (La Nación, 26 de noviembre se 1864). "Paraguay necesita
regenerase, y esa regeneración creemos que no podrá obtenerse de
otro modo que a cañonazos" (El Orden). La mentalidad liberal opinaba
que "insignificante en si mismo, el Paraguay podía impedir el desarrollo
y el progreso de todos sus vecinos. Su existencia era nociva y su
extinción como nacionalidad o la caída de la familia reinante debía
ser provechosa para su propio pueblo como también para todo el mundo"
(Washburn, Historia del Paraguay).
Mientras la prensa liberal y mitrista (La Nacion de Mitre, El Orden
de Domínguez, Tribuna de los Varela, El Nacional de Sarmiento) fogoneaba
con mentiras y llamaba "gobiernos semi-salvajes", los europeos (que
Mitre idolatraba) publicaban conceptos muy distintos sobre Paraguay:
"De todos los países de la América del Sud que desde hace cincuenta
años buscan el verdadero camino que conduce a los pueblos a ser
grandes naciones, el Paraguay es, sin contradicción, el que ha hecho
más esfuerzos para desembarazarse de las ligaduras de la barbarie…"
(Revue des Razes Latines, art. de H. Francignes, Paris, 1861) [A.G.M.
o.cit.t.I.p.362].
Las futuras acciones de guerra dejarán bien en claro quienes fueron
los "salvajes" y genocidas: Mitre, que antes llamó a López "el Leopoldo
de estas regiones" ahora lo llama el "Atila de América", "la ultima
vergüenza del continente" y habla "de los paraguayos libres que
gimen bajo un tirano". Y para eliminar los gemidos, piensa "eliminar
a todos los que gimen."
Los ejércitos del conflicto
Cada hombre de Paraguay era un soldado de su patria, y tenia obligación
de tener sus armas y cuatro caballos a disposición en defensa de
su patria; "los paraguayos aventajan a los de Buenos Aires en sagacidad,
actividad, estatura y proporciones" (Azara, Descripción e historia
del Paraguay, t.I.cap.XIV..p.363). Cada hombre que entraba en el
ejército, fuera quien fuera, empezaba "de abajo". Cada hombre y
mujer de Paraguay defendía "lo suyo".
El ejército de Brasil era una calamidad. Los nobles ocupaban la
oficialidad, y llevaban esclavos o libertos como soldados. Por cada
blanco había 45 negros. ¿Qué espíritu de lucha podía habar en un
ejercito así? ¿Que les importaba a los negros dejar el pellejo en
un país exótico, en una guerra que no era la suya, para defender
precisamente a los que los maltrataban y esclavizaban en su tierra?
En el ejercito Argentino, aunque en menor medida, pasaba algo parecido.
Los paisanos no querían ir a una guerra contra sus hermanos paraguayos
sino contra los porteños y macacos brasileros. Ni el ofrecimiento
de paga varió la negativa a incorporarse, y la incorporación debió
hacerse forzosa, "engrillados" y atados "codo con codo": "doscientos
grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay" y varios
batallones de "enganchados" se sublevaban antes de partir.
La intriga "civilizadora"
Paraguay era un mal ejemplo que Inglaterra no podía permitir, y
arma la intriga del Brasil de Pedro II, la Confederación de Mire,
y el Uruguay de Flores, para acabar con López, y hasta con el pueblo
paraguayo.
A Mitre no le bastó llevar la "Libertad y Civilización" a las provincias
del interior. También la "exportaría" a los países vecinos. Mientras
Entre Ríos estallaba en gritos contra el mitrismo, y la prensa de
Buenos Aires proseguía su violenta campaña contra el mariscal López
y contra la nación paraguaya. Desde el momento en que Paraguay declara
la guerra al Brasil arreciaron los ataques de la prensa mitrista.
Fue una campaña mentira e infamias; "no puede dudarse que esos artículos
fueron la principal causa de la declaración de guerra de la República
Argentina" (Jorge Thompson).
Retirado Urquiza al Palacio de San José después de Pavón, Mitre
se dedica a limpiar el interior de federales. Interviene provincias,
cambia gobiernos no adictos, tolera a otros como los Taboada de
Santiago del Estero, y entra a sangre y fuego en La Rioja, (último
reducto federal con las montoneras del Chacho) usando de punta de
lanza al terrorista Sarmiento. En vano los federales esperan y piden
el pronunciamiento de Urquiza, el apoyo o al menos una señal, pero
Urquiza, en forma incomprensible guarda silencio absoluto en su
Palacio de San José, y deja que se cometa el holocausto de gauchos
federales. Ni siquiera contesta la correspondencia del Chacho y
el pedido de instrucciones de sus subordinados, como López Jordán.
Nada hace Urquiza, sino asegurarle a Mitre que se mantendrá prescindente
de la lucha, porque "no pertenece a ningún partido" y esta por encima
de las luchas internas y asumió el título del "Washington de Sudamérica"
que Mitre le asignó.
En Uruguay gobierna el Partido Blanco (federal) que convoca también
a los colorados al gobierno y al olvido de los enfrentamientos pasados
(incentivados por el Imperio, dicho sea de paso) mediante una amnistía.
Pero esta situación no le convenía a Mitre, que quiere "llevar la
civilización" y terminar con todos los federales. Tampoco al Imperio
que perdería así su viejo sueño de anexar la "Cisplatina", y mucho
menos le conviene a Inglaterra, el verdadero instigador, que ve
amenazado su "libre comercio".
Desconozco si algún pacto secreto (¿de la masonería, de la que ambos
eran miembros?) los mantiene "sin agredirse" a Mitre y Urquiza,
pero lo cierto es que Mitre "le tiene ganas" pero no se anima, y
Urquiza sigue jugando a dos puntas, como siempre lo hizo. Ofrece
amistad y pactos a López, de Paraguay, pero éste desconfía y pide
que Urquiza de "pruebas". Despechado con López ofrece apoyo a Inglaterra
en la agresión a Paraguay y busca el apoyo brasileño. Cuando estos
agreden al Uruguay, no solo se mantiene prescindente, sino que además
deja su propio ejército "de a pie" porque le vende a buen precio
toda la caballada del propio ejército (30.000 caballos).
"Nos toca combatir de nuevo bajo la misma bandera que reunió en
Caseros a todos los argentinos" (Mitre a Urquiza, JMR t.VII, p.122).
Mitre se refería a la bandera imperial, y de este modo le agradecía
a Urquiza que no ayudase a López ni permitiera el paso del ejército
paraguayo en auxilio a Uruguay agredido por Brasil. Urquiza ya había
vendido a buen precio toda la caballada de su ejército a los brasileños.
"Corresponda esta adquisición al desarme del adversario, pues los
entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no formaban sino pobre
infantería. Y de esta manera Urquiza fue anulado como valor combatiente…
No había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no pasaba de
un condotiere… Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba
a todos. Cuidó Brasil tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser
inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado; el general
Osorio le conocía el lado flaco" (J. Pandá Cológeras, "Formaçao
histórica do Brasil") El brasileño general Osorio, que comandó la
caballería brasileña en Caseros en 1851, conocía bien "el lado flaco"
de Urquiza.
Desde Concepción José Hernández declara que "Ya no es hora de la
pluma" tratando de que Urquiza, (supuesto federal) , haga algo,
pero Urquiza "lo mira por televisión". Es que ya había hecho su
negocio de la guerra, y de a pie, hacía la suya.
El Imperio comienza con reclamos por supuestas agresiones de hacendados
brasileños en territorio uruguayo, y hacen proposiciones imposibles
de cumplir, para que no se les diluya "el motivo" para la agresión.
Berro (presidente Uruguayo) pide auxilio a López, a quien el Imperio
codicia, pero a su vez teme si no tiene de aliado a la Confederación
y el visto bueno y ayuda de Inglaterra.
Brasil agrede cañoneando un buque. Uruguay reclama y se lo comunica
a López, pero mientras la correspondencia diplomática va y vuelve
a Asunción, el ministro de relaciones exteriores de Uruguay, Lamas,
"entrega vergonzosamente" a su gobierno ante Mitre, de manera que
cuando llega a Buenos Aires el reclamo paraguayo, Elizalde le contesta
poco menos que "vos no te metas que ya arreglamos todo". El representante
brasileño, que dudaba del apoyo de Buenos Aires y no se animaba
solo contra Paraguay, le pide audiencia a Mitre, y este se la concede
a las 11 de la mañana con todo el gabinete reunido, incluido el
representante ingles, que al perecer también formaba parte del gabinete.
Con el visto bueno de Inglaterra, Brasil se decide a la agresión
abierta, y abastece a la flota en armas y municiones en Buenos Aires
Ante la protesta diplomática uruguaya, Mitre niega lo evidente,
ya que se hacía a plena luz del día en la rada del puerto de Buenos
Aires.
La guerra estaba decidida con anterioridad a 1865. El 21 de octubre
de 1864 Manuel Senén Rodríguez le escribe a Berges, anticipándole
la guerra del Paraguay. Este le contesta: "Ningún esfuerzo me cuesta
creer la noticia que V. se sirve transmitirme de que el Brasil va
a declarar la guerra al Paraguay, pues siempre hemos pensado que
la absorción del Estado Oriental era solo una escala de descanso
para llegar al Paraguay" (M.R.E.P/C.C.C. vol.I.p.307) y ya en 1863
el Padre Domingo Ereño en carta al político oriental Joaquín Requena
García le prevenía: "Buenos Aires ha sido y será siempre el foco
de los enemigos, y cuna de trabajo contra esa república, contra
todas las provincias y hasta contra el Paraguay" (Concepción del
Uruguay, 25 de agoste de 1863, Efraín Cardozo, Vísperas de la guerra,
Buenos Aires 1954, Ateneo, p.163).
Primera acción de guerra. Año nuevo de 1865
La
flota Imperial ataca y bombardea Paysandú durante varios días sin
poder rendirla. Como se queda sin municiones, se reabastece en Buenos
Aires y bombardea por segunda vez Paysandú, que aún resiste con
600 hombres en la defensa, atacado a su vez con 9.000 hombres por
tierra. Desalojado Paysandú de civiles, Paysandú resiste varios
días con la bandera ondeando en la torre de la iglesia, y es totalmente
incendiada a la vista impotente de los argentinos desde la otra
orilla, que nada podían hacer ante la negativa y silencio cómplice
de Urquiza. (Para esto Urquiza, que siempre jugo a dos puntas, ya
había vendido la caballada). Se rinde la plaza y su jefe, general
Leandro Gómez, ya rendido y prisionero, es fusilado sin más trámite.
Como toda la prensa (hasta la unitaria) repudia el hecho, el diario
La Nación Argentina (de Mitre), dice cínicamente: "La gran cuestión
no es saber si Leandro Gómez le tiene miedo a las balas; (la gran
cuestión) es saber qué conviene a la libertad y la civilización".
Como tantas otras veces, se cometían crímenes en nombre de "la libertad
y la civilización".
Mitre, aliado a Brasil y al gobierno impuesto por este, declarara
la Guerra al Paraguay, como de costumbre, con frases célebres: "Tres
días en los cuarteles, tres semanas en campaña, tres meses en Asunción".
La guerra duraría cinco penosos años, y Mitre, como no podía ser
menos, fue general de todos los ejércitos. No gana ni una batalla
y los brasileros lo reemplazan. Una guerra injusta, un genocidio
del pueblo paraguayo que vio reducida su población masculina en
un 99,60 % en varones de más de diez años. Y todo en nombre de la
civilización y la libertad. El 1 de mayo de 1865, Mitre en mensaje
al Congreso dice: "Esta fecha quedará consignada a la altura de
mayo: 1865; iniciación de la política expansionista del pensamiento
argentino (…), la Republica entra en la labor de establecer las
afinidades de la civilización en las regiones bárbaras de Sud América".
Los soldados del interior
El paisanaje de las provincias, que intervino tantas veces voluntariamente
en las luchas ante la sola convocatoria de los caudillos, se negó
a participar en una guerra que no sentía suya. Sintiéndose más cercanos
a la provincia hermana del Paraguay que a los porteños y a los "macacos"
brasileros, se negaban a enrolarse, lo que motivo la deserción y
levantamiento de muchos batallones del interior. Consta en el archivo
histórico, la factura de un herrero de Catamarca "por doscientos
grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay".
"….El reclutamiento de los contingentes no fue fácil (…). Para llenar
las cuotas provinciales se autorizó reclutarlos mediante paga, pero
pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores, mitristas en su totalidad,
y los comandantes de frontera se dedicaron a la caza de "voluntarios".
Emilio Mitre, encargado del contingente cordobés, escribe el 12
de julio que manda los "voluntarios atados codo con codo"; Julio
Campos, porteño impuesto como gobernador de La Rioja, informa el
12 de mayo: "Es muy difícil sacar los hombres de la provincia en
contingentes para el litoral… a la sola noticia que iba a sacarse,
se han ganado la sierra". Los "voluntarios" de Córdoba y Salta se
sublevan en Rosario apenas les quitan las maneas; el gobernador
Maubecin, de Catamarca, encarga 200 pares de grillos para el contingente
de la provincia (revista de la Biblioteca Nacional, XXI, n° 52).
¿Cobardía? Eran criollos que lucharon en Cepeda y Pavón, y bajo
las órdenes del Chacho. No desertaban – como acotan algunos – y
lo demostrarán en 1867 alzándose tras Felipe Varela y Juan Saá.
Simplemente no querían ir "a esa guerra". (J M Rosa, Historia Arg.t.VII.pag
140).
Felipe Varela en un manifiesto proclamado por él mismo el 1º de
enero de 1868, afirmaba lo siguiente: "En efecto, la guerra con
el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por
el general Mitre".
Urquiza también tiene problemas para juntar los contingentes, y
a pesar de decirles que la guerra es "contra los porteños", las
divisiones de Victoria y Gualeguay se niegan a marchar, y López
Jordán le escriba a Urquiza: "Usted nos llama para combatir el Paraguay.
Nunca, general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los
porteños y brasileros; estaremos prontos; ésos son nuestros enemigos.
Oímos todavía los cañones de Paysandú."
Se recurre inclusive al reclutamiento de mercenarios europeos mediante
el engaño y promesa de tierras como campesinos. Según testimonios
de un integrante de un contingente suizo, se los embarca engañados
y se le retiran los documentos. Al llegar a Buenos Aires son llevados
al frente por la fuerza o encarcelados (declaración de un "enganchado
suizo", cit. por Chiavanetto: O genocidio Americano, A guerra de
Paraguai).
La batalla de Pehuajó, ¿Impericia o traición?
Mitre había quedado distanciado y resentido con Conesa, después
de Caseros. El 30 de enero de (1866) ocurre un curioso combate en
el paraje Corrales o Pehuajó. Una fuerza de 450 paraguayos había
desembarcado, y Mitre mandó desalojarla a la división Buenos Aires
de guardias nacionales de infantería, mandada por Conesa. La división
Buenos Aires tenía 1.700 plazas, pero su armamento era deficiente
y sus integrantes gauchos recogidos en la campaña "que hubieran
sido excelentes soldados de caballería pero que costaba mucho hacerlos
infantes" (Carlos D´Amico. Buenos Aires, sus hombres su naturaleza,
sus costumbres. México 1890) [JM Rosa t.VII.p.152]. Conesa por orden
de Mitre ataca de frente a los paraguayos escondidos en un monte.
Aquello fue una carnicería de gauchos, sin que Mitre –acampado a
escasa distancia– se le ocurriese reforzar a Conesa, de quien estaba
distanciado desde Cepeda. "¡Como sería el lance de desigual –comenta
D'Amico, uno de los participantes– cuando la división tuvo fuera
de combate el 75 %, cuando con las armas que se usaban la regla
era el 8 ó 10 % en los hechos de armas más sangrientos, ¡como sería
que tuvieron que hacer de oficiales los sargentos, porque la mayor
parte de aquellos estaban fuera de combate!"
"Pehuajo fue un crimen", comenta D'Amico. "Pocos quisieron creer
la impericia de Mitre al dar la orden de ataque contra una posición
fortificada, sin reforzar los atacantes; muchos creyeron en el propósito
deliberado de aniquilar a los gauchos de la División y al coronel
Conesa, su enemigo desde que salvó el ejercito porteño en Cepeda
cuando el no quiso hacerlo"... "La prensa de Buenos Aires dijo entonces
–sigue D'Amico– que Mitre había querido deshacerse de numerosos
e influyentes enemigos políticos mandando esa división a tan peligrosa
acción de guerra en vez de una división de línea, y permaneciendo
en inexplicable inacción todo el día, a pesar del fuego alarmante
que se oía en el campamento"(Carlos D'Amico, Buenos Aires, sus hombres
su naturaleza, sus costumbres, México, 1890) [JMR.t.VII.p.152]
Los prisioneros. "Civilización y barbarie"
Los aliados incorporaban a los prisioneros a sus propias filas,
obligándolos a luchar contra su patria y sus hermanos, y si escapaban
eran fusilados como desertores. Palleja cuenta de estos fusilamientos
constantes. J. Garmentdia en sus "Recuerdos de la campaña del Paraguay"
dice "Hay algo de bárbaro y deprimente en este acto inaudito de
castigar a un a que haga fuego contra su bandera" y Carlos María
Ramírez, en Montevideo, dirá "Los prisioneros de guerra han sido
repartidos en los cuerpos de línea, bajo la bandera y con el uniforme
de los aliados compelidos a volver sus armas contra los defensores
de su patria ¡Jamás el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor
al derecho de gentes, a la humanidad, a la civilización!" (JMR,
tVII.p149).
"Durante la rendición de Humaitá aconteció algo notable: uno de
los que se rendían, abandonó de inmediato a sus compañeros, se precipitó,
como loco, sobre uno de los nuestros y lo abrazó y no quiso desprenderse
de él; era un sargento de artillería de la fortaleza. Aconteció
que este sargento era una sargenta en uniforme de artillero y que
había participado del sitio de la fortaleza de Humaitá. Nuestro
compañero, un paraguayo, su marido, que luchaba como prisionero..."
(Lopracher. cit.en "Genocidio Americano, A guerra do Paraguai",
p.150, Julio José Chiavenatto, Sao Paulo).
También fue generalizado el robo de prisioneros por los aliados
para ser vendidos y utilizados como esclavos, y no hubo oficial
que no se llevara varios "paraguayitos" como botín. En carta que
escribe Mitre a Marcos Paz le dice "Nuestro lote de prisioneros
en Uruguayana fue de poco más de 1.400. Extrañará a usted el número,
que debiera ser más; pero por parte de la caballería brasileña hubo
tal robo de prisioneros que por lo menos arrebataron 800 o 1.000
de ellos; los robaron para esclavos, hasta hoy andan robando y comprando
prisioneros. El comandante Guimaraes, jefe de una brigada brasileña,
me decía el otro día que en las calles de Uruguayana tenía que andar
diciendo que no era paraguayo para que no lo robaran" (carta de
Mitre a Marcos Paz).
En carta fechada en Humaitá el 20 de noviembre, López le protesta
a Mitre por el trato dado por los aliados a los prisioneros paraguayos.
Entre otros conceptos le dice que "Es de uso general y práctica
entre naciones civilizadas atenuar los males de la guerra por leyes
propias, despojándola de los actos de crueldad barbarie, que deshonrando
a la humanidad, estigmatizan con una mancha indeleble a los jefes
que los ordenan, protegen o toleran, y yo lo había esperado de V.E.
y sus aliados...
Y continúa la carta de López: "La estricta disciplina de los ejércitos
paraguayos en territorio argentino y en la poblaciones brasileras
así lo comprueban... y mientras tanto V.E., iniciaba la guerra con
excesos y atrocidades... La bárbara crueldad con que han sido pasados
a cuchillo los heridos del combate de Yatay… y acciones todavía
más ilegales y atroces que se cometen con los paraguayos que mantenido
la fatal suerte de caer prisioneros del ejercito aliado en Yatay
y Uruguayana, V.E. los ha obligado a empuñar las armas contra la
patria (…) haciéndolos traidores, y aquellos que han querido resistir
a destruir su Patria con sus brazos han sido inmediata y cruelmente
inmolados. Los que han participado en tan inicua suerte, han servido
para fines no menos inhumanos y repugnantes, pues que en su mayor
parte han sido llevados y reducidos a la esclavitud en Brasil, y
los que se prestaban menos por el color blanco de su cutis para
ser vendidos, han sido enviados de regalo, como entes curiosos sujetos
a la servidumbre. Este desprecio, no ya de las leyes de la guerra
sino de la humanidad, esta coacción bárbara como infame que coloca
a los prisioneros de guerra entre la muerte y la traición, o entre
la muerte y la esclavitud, es el primer ejemplo que conozco en la
historia de las guerras, y es a V.E.,al emperador del Brasil y al
actual mandatario de la República Oriental a quienes cabe el baldón
de producir y ejecutar tanto horror".
¿Quien sino Mitre era el verdadero representante de la barbarie?
Mitre le contesta con su acostumbrado cinismo, negando en público
lo que reconocía en sus cartas privadas: "Lejos de obligar a los
prisioneros a ingresar voluntariamente a las filas del ejército
aliado o de tratárselos con rigor; han sido tratados todos ellos
no solamente con humanidad, sino con benevolencia, habiendo sido
muchos de ellos puestos en completa libertad". Las mentiras y el
cinismo de Mitre no tienen parangón en nuestra historia.
Entrevista de Yatayty-Corá
López, tal vez desde su óptica de patriota, pensó que podría convencer
a Mitre de terminar la guerra y hace la paz sobre los millares de
cadáveres, y lo invita a una entrevista en Yatayty-Corá.
Por el secretario de Mitre (José María Lafuente), se sabe que López
trató de convencer a Mitre, y le hablo de la política expansionista
de Brasil, y que los términos de la alianza lo obligaban a los paraguayos
a luchar hasta el aniquilamiento (que ese era el verdadero fin de
la alianza). Polidoro (el brasilero) dice que "Las instrucciones
de Su Majestad me ordenan librar batalla con "ese hombre"; no tengo
instrucciones para tratar con el, ni entablar relaciones sociales".
Mitre en cambio, según el acta, "se limitó a oír, contestando que
se remitiría a su gobierno y a la decisión de los aliados con arreglo
a sus compromisos".
A los dos días Mitre le escribe a López que ha hablado con Polidoro
(el brasilero) y "Hemos convenido….referirlo todo a la decisión
de los respectivos gobiernos sin hacer modificación alguna a la
situación de los beligerantes" (cit.JMR.tVII.p.164). Esto no solamente
muestra claramente que Mitre no las tenía bien puestas como para
tomar una decisión por su cuenta y sin echarle la culpa a otros,
sino que resulta evidente que respondía a otros amos, y seguía siendo
la marioneta de siempre al servicio de los brasileros, y en última
instancia de los ingleses, los verdaderos ideólogos del genocidio
del paraguayo.
Curupayty.
La "estrategia" de la masacre
Mitre demostraría una vez más su impericia militar. La acción de
Curupayty sería digna de una obra tragicómica, si no fuera que ocurrió
realmente y en una guerra cruenta que costó miles de vidas.
Mitre, necesitado de un triunfo para levantar su alicaído prestigio
militar (prestigio imaginativo y literario, en realidad) decidió
tomar Curupayty, una fortificación de troncos defendida solamente
por siete regimientos de infantería con 49 cañoncitos y dos escuadrones
de caballería. Mitre en cambio, con 17.000 hombres, "literalmente"
arrasaría a los paraguayos, y se haría de la victoria que necesitaba.
Estudioso de las "estrategias europeas", Mitre decidió entonces
una estrategia inobjetable (según su punto de vista): un ataque
frontal a bayoneta con los 17.000 hombres, luego simular una retirada
para que el enemigo salga en persecución, y más tarde dar media
vuelta y batirlos fuera de la fortaleza. Lo que no tuvo en cuenta
Mitre, era, en primer lugar, el terreno fangoso tras tres días de
lluvia que separaba su posición del enemigo, y en segundo lugar,
que los paraguayos se manejaban por instinto (o talvez hayan leído
los mismos libros de estrategia), porque en vez de salir a perseguir
a los atacantes, se quedaron mirando como estos desandaban el pantano
con gran esfuerzo. El ejército de Mitre tuvo que recorrer por tercera
vez el pantano lleno de cadáveres de su propio ejercito, para desalojar
la "fortificación", lo que terminó en una tragedia. Murieron 10.000
argentinos y brasileros y 92 paraguayos.
"…..Los infantes volvieron a la carga en el campo fangoso obstruido
de cadáveres, agotados por el peso de sus armas. Protegidos en sus
trincheras, los paraguayos hacían estragos que los aliados no contestaban
porque no veían al enemigo." Mitre embriagado de la embriaguez heroica
de Cepeda, ordenaba avanzar, avanzar y avanzar siempre. La hecatombe
hubiera seguido por la noche si Porto Alegre, respetuosa pero firmemente,
no se impusiera y ordenase la retirada." (JMR, Hist. arg, t.VII,
p.166).
Murieron 10.000 argentinos y 92 paraguayos. En Buenos Aires, Martín
Piñeiro informa a Sarmiento: "Solo Mitre ha podido hacer perecer
a tanto argentino…no se pregunta quien murió sino quien vive...
causa lastima salir a la calle". En Curupayty muere Dominguito,
el hijo de Sarmiento, a quien le escribe Piñero "el desastre brutal
que reveló la incapacidad del general en jefe (Mitre) que solo por
su parte oficial hubiera sido fusilado por un consejo de guerra."(Revista
del Museo Histórico Sarmiento II-III).
La segunda Tuyuty. ¡Ni para cuidar el pañol!
Ante las seguidillas de derrotas y desastres militares provocadas
por la congénita impericia del "farsante general", los brasileros
piden su reemplazo por Caxias. Se llegó a un acuerdo: la escuadre
brasilera se manejaría por su cuenta, Caxias tendría a cargo la
ofensiva, y Mitre estaría a cargo de la reserva y los depósitos
de Tuyuty.
Mitre queda entonces en Tuyuty custodiando el parque y los cañones.
El 3 de noviembre de 1870 otra vez se destaca "el farsante general":
"A las 4.30 de la mañana se escucharon los primeros tiros. La batalla
fue tremenda – comenta Blanco Fombona – aunque los paraguayos eran
menos de la sexta parte del enemigo, Mitre quedó en derrota. El
campamento fue incendiado: artillería, municiones de guerra y boca,
mulas, tiendas, carros, todo cayó en poder de los paraguayos. Mitre
perdió hasta su correspondencia". (C. Pereyra, Francisco Solano
López y la guerra del Paraguay, JMR- T.VII.p196).
El grumete se refugia en Tuyu-Cué, donde estaba Caixas con el grueso
del ejercito. Los paraguayos se retiran con todo el parque tomado,
entonces Mitre, como en otras ocasiones, pretende transformar las
derrotas en victorias, se atribuyo la victoria. Pero ya era demasiado;
Blanco Bombona dice "aquella derrota y aquella carrera son indefendibles,
pues de su inmenso ejército, atacado solo por una legión de héroes,
había tenido Mitre dos mil bajas… ya le fue imposible a Mitre de
todo punto de vista imposible, seguir al frente del ejército. Nada
podía sostener su autoridad" (cit.por JMR t.VII.p.198).
Lomas Valentinas
En Asunción la población moría por la calles. El 21 de diciembre
al mando de López resiste el embate de los aliados, muy superiores
en número. El general y ministro de Estados Unidos presencia la
batalla desde su campamento: "Seis mil heridos, hombres y chiquillos,
llegaron a ese campo de batalla el 21 de diciembre y lucharon como
ningún otro pueblo ha luchado jamás por preservar a su país de la
invasión y la conquista… otros han fugado (hacia su ejercito) de
las pocilgas que utilizaban los invasores como prisión… el cuartel
(paraguayo) comenzó a llenarse de heridos incapacitados para seguir
la lucha. Niños de tiernos años arrastrándose, las piernas desechas
a pedazos con horribles heridas de balas. No lloraban ni gemían,
ni imploraban auxilios médicos. Cuando sentían el contacto de la
mano misericordiosa de la muerte se echaban a suelo para morir en
silencio"
Hubo prodigios de coraje: Felipe Toledo, de ochenta años, carga
diez veces al frente de la escolta presidencial para caer en al
décima; Valois Rivarola, con una herida recibida en Avay, abandona
el hospital y toma el primer caballo que encuentra. Una bala le
rompe el cráneo: sujetando la masa encefálica, que se le escurría,
con los dedos de una mano, con la otra disparaba su carabina. (JMR.t.VII.p.204).
López ya "no tenía soldados, no tenía proyectiles, no tenía qué
comer. Solo noventa fantasmas le rodeaban en la cumbre de la trágica
colina, aguardando sus palabra para correr a la muerte" se retira
con los restos y para el 27 logra reunir "dos mil combatientes de
inválidos y niños a quienes hubo que poner barbas postizas para
quitarles su aspecto infantil, y detuvieron durante ocho horas el
ataque de 28.000 alados. La batalla terminó cuando terminó nuestro
ejército." (O'Leary. Cit.JMR, tVII, p.205).
La masacre de Acosta-Ñu
En la batallas de Acosta-Ñu, (16 de agosto de 1869) 3.500 niños
paraguayos enfrentan a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que
se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida,
se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay. "Los niños
de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se
agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando para
que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en
al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha.
No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños
en la resistencia. Finalmente, después de un día de lucha, los paraguayos
fueron derrotados."
"El Conde D'Eu, un sádico en el comando de la guerra.... después
de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al
caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva
para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes,
el conde D'Eu mandó incendiar la maleza, matando quemadas las los
niños y sus madres."
"Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su
interior los enfermos –en su mayoría jóvenes y niños– y lo incendió.
El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasilera que,
cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de
bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban
salir del la fogata. No se conoce en la historia de América del
Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese"
(de la misma fuente, Chiavenatto).
Genocidas y traidores
Las
cifras del genocidio
Pergeñado por el imperio inglés para terminar con la
progresista Paraguay y todo su pueblo, y llevado a cabo
por sus cipayos del Brasil de Pedro II, la Argentina
de Mitre y el Uruguay de Venancio Flores, las cifras
del genocidio son difíciles de digerir:
Población de Paraguay al comenzar la guerra: 800.000
- 100,00 %
Población muerta durante la guerra: 606.000 - 75.75
%
Población del Paraguay después de la guerra: 194.000
- 24.25 %
Hombres Sobrevivientes: 14.000 - 1,75 %
Mujeres sobrevivientes: 180.000 - 22.50 %
Hombres sobrevivientes menores de 10 años: 9.800 - 1,22
%
Hombres sobrevivientes hasta 20 años: 2.100 - 0,26 %
Hombres sobrevivientes mayores de 20 años: 2.100 - 0,26
%
[Fuente: Genocidio Americano, A guerra do Paraguai,
p. 150, Julio José Chiavenatto, Sao Paulo]
Exterminaron al 99 % de la población masculina mayores
de 10 años.
"Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos
elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra.
Para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya,
para matar hasta el feto en el vientre de la madre"
(Caxias en informe a Pedro II)
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¿Fueron Sarmiento y
Mitre ajenos a este genocidio? El primero fogoneaba desde la prensa,
y Mitre fue partícipe y cómplice. Cuando lo echaron los brasileros
por inútil, (no ganó ni una batalla pese a la superioridad numérica)
lo reemplazó del Duque de Caxias, quien nombra a Mitre en un Informe
al emperador: "El General Mitre está resignado plenamente y sin
reservas a mis órdenes: él hace cuanto yo le indico, como está de
acuerdo conmigo, en todo, incluso en que los cadáveres coléricos
se tiren al Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú para llevar
el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes,
Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas (...). El general Mitre
también está convencido que deben exterminarse los restos de las
fuerzas argentinas que aún le quedan, pues de ellas solo ve peligro
para su persona."
"Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas
guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta
de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial...
Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz
borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen
y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir
a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda
esa excrescencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse".
(carta de Mitre, 1872, artículo de "El Nacional", 12.12.1877.) ¡Y
pensar que el cobarde se fue a morir al Paraguay, y se hizo envolver
con la bandera paraguaya, chilena y argentina!
Mitre: farsante, trencero, mentiroso, falsificador histórico, genocida
y traidor; Nunca un argentino recibió tantas alabanzas por tantas
"felonías", como Mitre.
"…algún día tendremos que hacer acto de constricción ante el mausoleo
en que reposan los héroes paraguayos, por una traición que no cometimos
pero que mancha el honor de todos los argentinos" (Atilio García
Mellid, Proceso al liberalismo argentino).
Vencedores y vencidos
La afiebrada mentalidad enferma de Mitre lo llevaría a declarar
"Ni vencedores ni vencidos", siendo claro que hubo vencidos y vencedores:
los vencidos fueron Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, y los
vencedores: los ingleses.
Paraguay salvó su honor y su gloria, pero sufrió el genocidio de
50% de la población total, y la muerte del 99,4 % de su población
masculina mayores de 10 años. También perdió gran parte de territorio
a manos de los aliados, y el resto fue entregado a propietarios
extranjeros.
Brasil, Argentina y Uruguay, además de una importante pérdida de
vidas, perdieron hasta la vergüenza, quedando además endeudados
y sometidos al capital ingles hasta nuestros días. El 29 de septiembre
de 1868, en un banquete que la masonería le ofrece a Sarmiento y
Mitre, éste, agitando un instrumento masónico "¿Qué es Sarmiento?
un pobre hombre como yo, un instrumento como este…" (Mitre, Discurso
masónico, Arengas selectas, p.83). "¿Que somos ahora? No somos sino
agentes serviles y pagados a módico precio de las plazas extranjeras"
(Vicente F. López en la cámara de diputados, Diario de sesiones,
1873, p.261).
Los ingleses, sin perder un solo hombre y sin ningún sacrificio,
"mataron un mal ejemplo" (Paraguay) e hicieron un gran negocio.
"Los Aliados fueron a liberar a los guaraníes de su tirano, y a
abrir de par en par las puertas de la civilización moderna, en forma
de concesiones, financiación, inversiones extranjeras, y otras emanaciones
de las bolsas de Berlín, Londres, Nueva York y Buenos Aires. Las
bendiciones del laissez faire reemplazaron a los males del paternalismo,
y, como de costumbre, el campesino se convirtió en peón explotado
y sin tierra." (Pelham Horton Box. Los orígenes de la Guerra de
la Triple Alianza, traducido por Pablo Ynsfrán, Edic. Nizza, Buenos
Aires, 1958).
Por su parte Avellaneda dirá que "La guerra más expectable que ha
presentado la América del Sur después de las de su independencia,
tendrá en breve su último episodio (….) para ofrecerse al comercio,
a la habitación y a la industria de todos los hombres" (Avellaneda,
Mensaje en el Congreso Nacional, 1876). ¿Con que derecho ofrece
Avellaneda el patrimonio Paraguayo a "todos los hombres"? "Cuando
nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña… podrá
el comercio ver inscritas en sus banderas los grandes principios
que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor gloria
y felicidad de los hombres" (Mitre, 1869, Arengas I). Evidentemente
los guerreros son nuestros, pero el comercio, los apóstoles y los
hombres felices, son de Gran Bretaña.
Notas y Bibliografía
(JMR) José Maria Rosa: Historia Argentina.
(AGM) Atilio García Mellid: Proceso a los falsificadores de la historia
del Paraguay. Teoría.
(AGNA) Archivo general de la Nacion Argentina.
(M.R.E.P.) Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay.
(ANA) Anchivo Nacional de Asunción.
Julio José Chiavenatto: "Genocidio Americano, A guerra do Paraguai,
Sao Paulo.
Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina.
Carlos D'Amico: Buenos Aires, sus hombres su naturaleza, sus costumbres,
México 1890.
Norberto Galasso: De la Banca Baring al FMI.
J. Sulé: Los heterodoxos del 80.
Alcibíades Lappas: La masonería Argentina a través de sus hombres,
Buenos Aires, 1966
Otras fuentes
Revista del Museo Histórico Sarmiento.
Revista de la Biblioteca Nacional.
D.F. Sarmiento, "La Tribuna", El Nacional"
Peña, Milcíades, La era de Mitre
J. Pandá Cológeras, Formaçao histórica do Brasil
Agustín Rivera Astengo, Juarez Celman.
Coronado, Misterios de San José.
Carlos Pereira, Francisco Solano López, y la guerra del Paraguay.
Los apodos de Mitre
"Don Bartolo": "Militar, escritor, gobernante/ larga serie de triunfos
evoca/ y por si esto no fuera bastante/ nos tradujo el poema de
Dante/ y se puso de acuerdo con Roca". (Caras y Cretas, 1900).
"Don Basilio": farsa satírica "peregrinación de la Luz del Día"
(de Juan Bautista Alberdi). "Don Basilio es poeta, historiador,
y traduce libros italianos. Se ocupa de todas las libertades de
este mundo, menos de las libertades del suyo. Es también un mazzinista,
un garibaldino acérrimo, pero vive de negrero al servicio de los
dos únicos países que mantienen la esclavitud en su territorio.
Don Basilio se sirve del odio, de la mentira, del asesinato, del
robo para hacer el bien y la felicidad de los demás; y en su boca
la calumnia es calumnia de civilización y progreso" (Alberdi 1878).
"Don Buenaventura" (En la novela "La Gran Aldea", de Lucio V. Mansilla)
"Pocos hombres tienen más libros más que él, los versos no son su
fuerte, pero sí los discursos, las proclamas; aquel discurso contra
los ministros de Urquiza cuando les ofrecía echar las fuerzas de
los ministerios a cañonazos" "Después de dos revoluciones chingadas,
Don Buenaventura pontifica de lejos en el diario más grande de América"
"Grumete" (Carlos Saavedra Lamas)
"Hombre funesto para tres Repúblicas" Asi lo nombra José Hernández
a Mitre cuando se dirige a Martínez Fontes. Curuzú Cuatiá, 1868,
El Diario de Paraná, 10 de noviembre de 1934. (AGM.t.I.p.371)
"Zonzo" Dalmacio Vélez Sársfield, al comentar la "Historia de Belgrano"
como la Historia de un zonzo contada por otro zonzo.
"El farsante general". Urquiza. "el farsante general en jefe, cuya
impericia se había puesto de manifiesto desde el primer momento"
(comentando la batalla de Cepeda).
"Tísico" Urquiza, refiriéndose a Mitre "Al Tísico le ha salido el
tiro por la culata, y después del Pocito hasta lástima daba verlo
tan pobre cosa" (Misterios de San José, Juan Coronado).
"Divus Bartolus". Así aludido por el Ministro de Instrucción Pública
de Roca, Osvaldo Magnasco, al cumplirse el "jubileo" de ochenta
años: "Después de la ceremonia de su deificación tendremos que llamarlo
como a los emperadores romanos "Divus Bartolus". La humorada fue
considerada una blasfemia por los mistristas y le costaría el puesto
al ministro. (Osvaldo Magnasco al celebrar los 80 años de Mitre)

Mitre:
La falsificación de la historia
Las causas de la Guerra
del Paraguay, o de “la Triple Alianza”, estaban en la necesidad
y conveniencia de Inglaterra de tomar las tierras algodoneras y
destruir a Paraguay como país industrial, independiente y proteccionista,
que ya para esa época contaba con fabrica de armas, flota mercante,
vapores, ferrocarril y telégrafo y nunca pidió un empréstito.
También es comprobado y documentado que Inglaterra participó en
la confección del tratado secreto de la “Triple Alianza” mucho tiempo
antes de las acciones de guerra. La finalidad del tratado en sí
era la “destrucción” del Paraguay, que incluso figuraba en cláusulas
reservadas del tratado. El tratado mismo se mantuvo en secreto para
evitar un escándalo americano, y la propia Inglaterra lo dio a conocer
a propósito para forzar a Brasil a iniciar acciones, ya ésta que
no se decidía.
Mitre fingió permanentemente ser “neutral” a pesar de todas las
pruebas, tratados, agresión a Uruguay con el apoyo Venancio Flores
(el degollador da Cañada de Gómez), intrigas, aportes de material
de guerra desde la rada de Buenos Aires para el asalto a Paysandú
y hasta permitió el acopio de carbón en corrientes para la flota
brasilera, aún antes de que hubiera ninguna acción de guerra ni
estuviera declarada.
Aún fingiendo “neutralidad” permitió a la flota usar las aguas neutrales
argentinas para la flota brasilera y hasta el territorio para tránsito
de tropas brasileras, cosa que le negó a Paraguay a pesar del formal
pedido. Ya antes Argentina había facilitado el tránsito por sus
aguas cuando la agresión brasilera anterior a Paraguay, y también
lo había hecho con Norteamérica, pero se lo negaba a Solano López
para su defensa ante la agresión Brasilera.
También negó estar enterado de la declaración de guerra, cuando
todo el mundo lo sabía: el representante ingles, Elizalde y hasta
la prensa de Bs.As. y Montevideo, y la documentación posterior lo
probó fehacientemente.
Durante bastante tiempo antes de la guerra, la prensa mitrista,
incluido Sarmiento, empezó a fogonear contra “El dictador Solano
López” mientras el sátrapa de Mitre se hacía el “neutral”. El mismo
Urquiza fingió ser aliado de Solano, para luego darse vuelta y pasar
por el banco de Londres a cobrar por mantenerse neutral, como un
vulgar chantajista.
Como Paraguay no tomaba ninguna acción de guerra, la prensa mitrista
empezó a provocarlo para que lo hiciera y aparecer como país agresor,
y cuando Paraguay declara la guerra, Mitre se hace el estúpido que
no sabe nada, hasta que Paraguay toma corrientes y los acopios de
carbón para la flota brasilera, entonces el cipayo y tragicómico
Mitre, ofendido, pone “el grito en el cielo” invocando un sentimiento
nacional y patriótico que nunca tuvo.
Si Elizalde no procedió con mayor desenfado y rapidez, no fue por
falta de voluntad, sino porque lo paralizaba un tanto el temor de
un levantamiento interno de los federales.
En carta particular a Sarmiento, se lo decía: “Hicimos cuanto pudimos
para evitar la guerra con el Paraguay, pues creíamos que el partido
enemigo interno volvería a levantarse y unirse al Paraguay” (1).
No era la cautela un método de política nacional, sino táctica del
miedo.
La conjuración de la que Mitre y Elizalde eran las cabezas directoras,
estaba perfectamente urdida y se le venía desplegando desde muchos
meses atrás. La prensa liberal, y muy especialmente La Nación Argentina,
nos ofrecen un impresionante itinerario. Por ejemplo, cuando se
produjo la invasión brasileña del territorio oriental, los elencos
liberales porteños esperaban ansiosamente la noticia de que el Paraguay,
cumpliendo su promesa, se lanzaba a la guerra contra el Imperio.
La información demoraba y el mitrismo empezó a dar señales de impaciencia.
Se sentía defraudado. Atisbaba, comentaba e incitaba: “El Brasil
ha pasado sus fuerzas al Estado Oriental –escribía el vocero de
Mitre–… El Paraguay tiene su amenaza pendiente ante el Brasil y
la espada sacada a medias de la vaina… El Brasil ha pisado el territorio
Oriental y el campeón del equilibrio americano no resuelve aún restablecerlo
acabando de desenfundar su espada y arrojándola a unos de los platillos
de la balanza”(2).
El plan de los complotados contra el Paraguay quedaría frustrado
si no se lograra la apariencia de que el gobierno paraguayo era
el agresor. Por eso se le menospreciaba e insultaba, llegándose
a la mofa de reconocer que el ridículo en que quedaba era un medida
de cordura, que el mitrismo comprendía y aplaudía. En la edición
del 27 de octubre, dijo el mencionado órgano de intriga: “Después
de la amenaza del Paraguay, no decir éste nada ni tomar medida alguna,
es prueba evidente de que retrocede, de que se queda en su casa
y no desenvaina la tizona para atajar el paso al Brasil. El gobierno
paraguayo se deja por lo visto de equilibrios y, aunque queda suficientemente
en ridículo, obra a nuestro modo de ver con cordura”(3).
Todo esto se observaba y valorizaba en el Paraguay. Pero la mesura
del órgano oficial del Gobierno, contrastaba con la bajeza de la
prensa porteña. Una vez más los “bárbaros” daban lecciones a la
“civilización”. El Semanario comentaba “Se medita, con los insultos
diarios al Paraguay y su Gobierno, irritados a tal extremo que comentan
actos capaces de trabar un pronto y serio conflicto con la Confederación
misma, no se diga con el Brasil. A eso se dirige la tarea de esa
prensa descarriada de Buenos Aires: quiere que cuanto antes estalle
la guerra, hasta con la República Argentina”(4).
Esta mesura del periódico oficial paraguayo, no enmendaba la plana
de los campeones del belicismo porteño. El vocero mitrista, por
el contrario, intensificaba su repertorio de calumnias e imposturas.
Agotaba los calificativos más soeces para referirse a la persona
de un gobernante a quien la Confederación Argentina le debía haberse
zafado de los males de la guerra civil, y haber echado las bases
de su unidad nacional. Bajo del título de El Atila americano publicaba
un suelto en el que decía: “El gran peligro para la República Argentina
está en la preponderancia militar del dictador paraguayo, que aspira
a ser el Atila de Sud América… Hoy inclinarse al Paraguay no es
sólo defeccionar la causa de la civilización y del derecho de los
pueblos oprimidos: es traicionar a la República Argentina… Los gobiernos
regulares y civilizados tienen que ponerse de acuerdo para contrarrestar
al nuevo Atila que amenaza con la irrupción de la barbarie a los
pueblos del Río de la Plata”(5). No puede imaginarse un empecinamiento
más feroz; ni mayor subversión del concepto, al punto de presentar
como traición a la Argentina aquello que era, justamente, la defensa
del interés nacional y de una honrosa tradición histórica, por estos
adalides de la causa brasileña traicionada.
Estas son las realidades y no la falsa literatura que levantó una
montaña de improperios y calumnias para ocultar la responsabilidad
directa, persistente y criminal del mitrismo en la guerra de exterminio
desatada contra el Paraguay. Las pruebas son abrumadoras y ya hoy
día resulta deshonesto, cuando no ridículo, repetir las malvadas
adulteraciones con que los responsables trataron de encubrir su
estulticia y ruindad. La guerra contra el Paraguay –esa guerra fríamente
concebida y brutalmente desarrollada– fue la inspiración, estructuración
y ejecución del genio de Mitre, en virtud de los compromisos secretos
y sectarios que a ello lo obligaban. Algunos autores, como el uruguayo
Alberto Palomeque, que ofician en su altar y reverencian su figura,
no han podido menos que rendirse a una evidencia que es el juicio
ya ilevantable de la historia. Refiriéndose a la negativa porteña
de autorizar el paso de tropas paraguayas por territorio argentino,
escribe: “Si el general Mitre no le concedía el derecho de pasar
con fuerzas por el territorio argentino para luchar con el Brasil,
no era virtud de lo que el derecho internacional ni la dignidad
del país, aconsejarán, sino porque así lo imponían las conveniencias
políticas y los sucesos, por más que el gobernante argentino haya
dicho lo contrario en sus elucubraciones políticas. Concederlo,
habría sido atacar a su aliado de hecho y ponerse del lado del Paraguay
en contra del Brasil. A concederlo, el ataque a la dignidad argentina
no habría existido. Más aún: el pueblo argentino habría contemplado
con placer a los soldados paraguayos atravesando el territorio argentino
para ir a combatir contra el Imperio, y una inmensa mayoría de ciudadanos
se les habría unido a realizar la jornada. Este peligro lo vería
evidente el general Mitre, comprometiéndose su política, y quizá
hasta produciendo acontecimientos populares que dieran un resultado
contraproducente al que él perseguía en esos momentos, como estadista.
No eran pues, el derecho internacional ni el derecho de soberanía
territorial los que se oponían, sino el interés político, las vinculaciones
estrechas con el Brasil. Si así no hubiera sido, la República Argentina
habría permitido ese pasaje(6).
Ese interés político (que era de Mitre, si acaso de su partido,
pero no de la República) desató la guerra más horrorosa de que se
tenga memoria en América. Y si en un momento consiguió amortiguar
el impacto de sus responsabilidades mediante una meticulosa adulteración
de los documentos, las investigaciones posteriores han puesto en
relieve lo que entonces no se quiso disimular u ocultar. La desnuda
verdad de los hechos hoy en día resplandece y se impone.
(Bibliografía: Atilio García Mellid. “Proceso a los falsificadores
de la historia del Paraguay”. Tomo II pag. 91 y sig.)
CITAS:
(1) Elizalde al coronel Domingo Faustino Sarmiento, ministro argentino
en los Estados Unidos. Buenos Aires, 11 de octubre de 1865. Cfr.
Rebaudi, op. Cit., pág 231(374)
(2) La Nación Argentina; 6 de octubre de 1864
(3) La Nación Argentina; 27 de octubre de 1864
(4) El Semanario; 15 de noviembre de 1864
(5) La Nación Argentina; 8 de diciembre de 1864
(6) Palomeque, Conferencias históricas, pág 114 (331)
Mitre fue un héroe de papel, un político canalla, un genocida, un
militar fracasado y un falsificador histórico. Por suerte sus mentiras
tenían la cola larga y las patas cortas, y la verdad se van conociendo
y divulgando.
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