Homero
Manzi, del gran poeta tanguero al militante político
Por Eduardo Pérsico
El día en que se apaguen tus tangos quejumbrosos, tendrá crespones de humo la
luz del bodegón... (Viejo ciego, 1926)
Homero Manzi, nacido Homero Nicolás Manzione Prestera (Añatuya, Argentina, 17 de
noviembre de 1907 – Buenos Aires, 3 de mayo de 1951), por siempre un lector de
ilustración infrecuente, fue letrista de tangos, político, director de cine y
autor teatral de repercusión. Y con su alto bagaje creador revitalizó el sesgo
‘del buen decir poético’ en la canción de los argentinos a un elenco de notorios
como Enrique Cadícamo, José María Contursi, Homero Expósito, Cátulo Castillo y
muchos más. Y entre su propia producción perviven en la memoria colectiva
‘Barrio de Tango’ y ‘Malena’, con música de Lucio Demare, ‘Milonga Sentimental’
con Sebastián Piana, y ‘Romance de Barrio’ y ‘Sur’, ambos con Anibal Troilo;
forzando un magro recuento enriquecedor de nuestra cultura popular.
Vecino de Nueva Pompeya, un barrio que le nutriera la temática de sus tangos, en
el terreno político Homero Manzi adhirió muy joven al Radicalismo de la línea
Irigoyenista y sería destacable su entusiasta pertenencia a ‘FORJA, Fuerza
Organizada Radical de las Joven Argentina’, entidad formada por intelectuales
que aportaron su persistente defensa de los valores del campo cultural al
paisaje político de entonces. Una muy recordable intención de obrar en la vida
institucional y democrática de los años cuarenta, precursora de sustanciales
debates de interés nacional y que acaso muy atinadamente, se disolviera como
grupo orgánico al llegar el peronismo en 1945.
Llegado a Buenos Aires Homero Manzi viviría en la calle Juan de Garay al 3500,
estudió en el colegio Abrahman Luppi de la zona y por vecindad barrial fue amigo
de Cátulo Castillo, de su padre el escritor José González Castillo y del
pianista Sebastián Piana. Y además de pergeñar sus inicciales letras tangueras,
también muy joven incursionaría en el teatro y la cinematografía. Su tango
‘Malena’, quizá el tema más difundido, fue cantado por el actor Osvaldo Miranda
en ‘El viejo Hucha’, película con guión suyo y dirigida por Lucas Demare, con
los actores más reconocidos entonces como Enrique Muiño y Franciso Petrone. Su
renombre como letrista comenzó por 1924 cuando el entonces exitoso cantor
Ignacio Corsini le estrenara un olvidado tema, pero su éxito lo instituyó ‘Viejo
Ciego’, escrito por 1926 y él con dieciocho años, lo presentara al concurso de
la revista ‘El alma que canta’. Pronto a eso Manzi sería profesor de literatura
en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento hasta
1930, afiliado a la fuerza Irigoyenista de la Unión Civica Radical y ‘jugado’
activista de la Reforma Universitaria.
Durante el gobierno del autoritario general Uriburu a partir de 1930 en
Argentina, fue preso un breve tiempo y echado de su cátedra de enseñanza, que lo
obligaría a integrar una compañía teatral que actuara dentro del país además de
Perú y Chile. Durante la campaña presidencial de 1946 que ganara Juan Domingo
Perón, Homero Manzi aquí muy contradictorio se mostró con lo más derechoso de la
UCR, el Unionismo, hasta unirse al peronismo definitivamente. Y tanto fue así
que el 16 de diciembre de 1947 dijera desde Radio Belgrano, la emisora de mayor
difusión entonces, ‘Perón ya significa el continuador de la tendencia inconclusa
de Yrigoyen. Y nosotros seremos solidarios con la causa de su revolución que es
nuestra propia causa. Porque no oficialistas ni opositores: somos
revolucionarios’ Esta concepción inmodificable lo haría el Homero Manzi
político, nada convencional pero siempre figura respetada por el peso de su gran
cultura y trayectoria.
En 1948 ya elegido presidente de SADAIC, dirigió la película ‘Pobre mi madre
querida’ sobre su propio guión y en 1950 con igual método filmaría ‘El Ultimo
Payador’. Por entonces aunó a música de Anibal Troilo la letra de su memorable
‘Sur’, y antes de su muerte en 1951 escribiiría dos milongas dedicadas al
peronismo y grabadas por Hugo del Carril. Y para final escribiría la letra de
‘Discepolín’ en homenaje y despedida a Enrique Santos Discépolo, su visceral
amigo ya gravemente enfermo. Aunque por alguna irónica y secreta disposición,
Homero Manzi moriría a inicios de 1951 y Discépolo ocho meses más tarde. Pero
según correspondía, ambos en Buenos Aires. (Oct. 2013)
El poeta que no fue ni oficialista ni opositor, sino un revolucionario
Por Norberto Galasso
El autor de letras de tangos que se convirtieron en verdaderos himnos porteños,
fue también un orador de barricada que se pronunció siempre a favor de los más
humildes. En el arte y en la vida caminó por la vereda de lo popular.
Le tocó vivir un tiempo difícil de vasallaje y miseria popular, de artes
exóticas y gobiernos reaccionarios, de banderas enfangadas y "próceres"
traidores. Pero él supo encontrar las respuestas y erguirse junto a su pueblo
para empujar, "de prepo", a esa historia nuestra, a veces remisa y reculadora.
Vino de su Añatuya callada y desvalida y se metió con su espíritu poblado de
versos en un Boedo mistongo que se derramaba en cafetines, lustrabotas y
mendigos hacia esa Chiclana amenazada siempre por la inundación. Allí caminoteó
atardeceres con Cátulo Castillo,
Julián Centeya y el "loco" Papa y allí resolvió en
largas conversaciones con Jauretche su dilema
shakesperiano trasladado al suburbio: "¿Ser hombre de letras o hacer letras para
los hombres?". Allá estaba la Academia y el galardón literario, el premio
municipal en la solapa y la cátedra momificada. Aquí, la fidelidad al Barrio de
las Ranas, a las pibas de Alsina, a Pompeya con su farol "balanceado en la
barrera" y "el codillo llenando el almacén", al Boedo legendario donde se
mezclaban el caudillo radical Pedro Bidegain y aquel Eufemio Pizarro que "con
vaivén de carro…/ cruzaba los ocasos / del barrio pobretón". Y Homero Nicolás
Mancione desdeñó la fama oligárquica para grabar su perfil como
Homero Manzi optando por el mundo de "las chatas
entrando al corralón", chapaleando barro bajo el cielo de Pompeya herido de
lonjas rojas, con sus gorriones y fabriqueras, con el eco de un bandoneón
–"mariposa de alas negras"- brotando del último organito de una ciudad
entristecida.
En ese camino, sus "versos para los hombres" acunaron a la Negra María,
consolaron a la mulata abandonada, invocaron al Papá Baltasar en nombre de los
chicos pobres, eternizaron al viejo ciego del violín y a aquella Malena "con voz
de sombra", en el paisaje indeleble de un "Sur paredón y después". De este modo,
estampó una radiografía carreguiana de personas y aconteceres de la realidad,
tan humildes y por eso, precisamente, tan importantes.
Felipe Pigna: Homero Manzi. Historias de nuestra Historia
(Radio Nacional).
Asimismo, en el terreno político, Homero también eligió la vereda popular,
despreciando las canonjías que el ofrecía el radicalismo alvearizado, para
lanzarse a la aventura de FORJA, aquel 29 de junio de 1935, porque sabía que
"éramos una Argentina colonial" y ansiaba una "Argentina libre". La soberanía
popular, la nacionalización de las empresas extranjeras y la reivindicación de
los derechos de los trabajadores se hicieron punta, una y otra vez, en su
vozarrón lanzado al viento en la tribuna esquinera –modesta tarima de cajoncitos
de cerveza- donde chisporrotearon luminosas verdades en la sombría noche de la
"Década infame".
Aquel que calificaba a la piel de una muchacha como "magnolia que mojó la luna",
se transmutó entonces en orador de combate: "Nos quieren hacer creer que hay una
cosa intocable en la economía: el gran capital… Nos quieren convencer que el
ferrocarril apenas da ganancias a sus accionistas… Hay que crear mentalidades
opuestas y nacionales que frente a esa lamentación digan sencillamente esto:
¡¡¡QUE SE VAYAN A LA PUTA QUE LOS PARIÓ ESOS ACCIONISTAS!!!".
Así batalla en la catacumba forjista, en esa época en que la tisis roe los
pulmones de las mujeres que pedalean en la "Singer", cuando los rufianes
controlan la calle Corrientes y las adolescentes desaparecen del conventillo
atraídas por "las luces del centro". Y así se consustancia cada vez más con su
pueblo. Por esa razón, en 1947, reencendiendo su vieja fe del auténtico
irigoyenismo, brinda su apoyo a la caravana popular desde su perspectiva de
"revolucionario", amigo del Pueblo, al que expresa en sus versos y a quien
acompaña ahora en su nuevo camino jubiloso: "Quienes nos tildan de opositores se
equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas también. Nos somos oficialistas ni
opositores. Somos revolucionarios… Perón es el reconstructor de la obra
inconclusa de Hipólito Yrigoyen".
Poco después, la muerte le punguea el corazón en el sanatorio Costa Boero y se
despide "lleno de luces y dolores… que integran mi cortejo final de despedida".
Sin embargo, aún hoy, cuando en la radio en un tallercito del suburbio o en la
disquería noctámbula de la calle Corrientes, florecen otra vez sus versos "con
un perfume de yuyos y de alfalfa/ que nos llena de nuevo el corazón", parece
como si el Homero indoblegable se pasease todavía con su cara redonda y sus ojos
limpísimos de niño –esos por donde "su frente triste de pensar la vida, tiraba
madrugadas por los ojos", como diría Cátulo Castillo- para mantener viva la
canción y encendernos, de nuevo, la esperanza.
03/05/13 Tiempo Argentino
Homero Manzi (1907-1951), producción de la Agencia Télam en el aniversario del natalico. 01 de noviembre 2013
Nació el 1° de Noviembre de 1907 en un pueblito de la Provincia de Santiago
del Estero, llamado Añatuya, pueblo característico de nuestro país del
interior, "callado y desvalido, mísero villorrio sin ladrillos, sin
médicos, sin Registro Civil...".
Cuando ya era conocido como Homero Manzi, y recordando su lugar natal
decía que "no era Añatuya"; era para él; lo que implica el cariño por
el terruño; simple y cariñosamente... "Aña... mía".
Fue el sexto de los ocho hijos del matrimonio formado por Luis Manzione
y Ángela Prestera. Madre uruguaya, padre argentino... como el tango
mismo.
Vivió en esa provincia hasta cumplir nueve años y luego fue enviado
a Buenos Aires bajo la tutela de su hermano Luis.
Ahí el descubrimiento de Boedo: "todavía un arrabal de ese Buenos Aires,
donde no faltaban tambos ni baldíos, donde señoreaba algún ombú, y las
mitológicas herrerías ya inmortalizadas en el inconsciente colectivo...
la esquina del herrero / barro y pampa".
"Se metió con su espíritu
poblado de versos en ese barrio mistongo, que se derramaba en cafetines,
lustrabotas y mendigos con calles amenazadas por la inundación".
La influencia que ejerce su hermano Luis, lo llevó a dedicarse a la
literatura. Ya demostraba grandes dotes de escritor. Su acercamiento
con el padre de su amigo Cátulo Castillo (José González Castillo) lo
llevó a comprender los sentimientos del suburbio.
A los catorce años interviene en los teatros del barrio inducido por
la publicación de la revista Billiken; además había escrito los versos
del vals "Por qué no me besas", con música de Francisco Caso.
"Atorranteó atardeceres
con Cátulo Castillo y Julián Centeya, y allí enfrentó el dilema con
que lo desafiaba el país semicolonial: buscar como tantos la gloria
oficial, el buen pasar, la fama que difunden los medios de comunicación
en poder de la clase dominante o jugarse entero por su verdad, a la
intemperie, corriendo el riesgo del silenciamiento, de la discriminación,
en fin, recibir la maldición del sistema", y a los 17 años comienza
a interesarse en la política, abriendo un ateneo de la Unión Cívica
Radical.
A los 19 años ingresa a la Facultad de Derecho. Como docente dicta las
cátedras de Castellano e Historia en los colegios Domingo F. Sarmiento
y Mariano Moreno.
Homero Nicolás Manzione
Prestera no dudó. Se jugó en la resistencia yrigoyenista contra la dictadura
del General Uriburu y contra el gobierno usurpador del General Justo.
"Conspiró, fabricó bombas caseras, conoció el infierno de la cárcel,
soportando la incomunicación total en la Penitenciaría Nacional de la
Avenida Las Heras". Su casa de la calle Garay y Danel se convirtió en
centro clandestino de lucha popular y desde allí con sus amigos desarrolló,
no sólo la pelea contra el conservadorismo vacuno sino también contra
la claudicación de la dirección alvearista del partido Radical.
Junto a Arturo Jauretche,
Raúl Dellepiane, Juan Luis Alvarado, Jorge del Río, Juan Molás Terán,
Gabriel del Mazo y Oscar Correa, acompañados por Raúl Scalabrini Ortíz,
que no era afiliado radical pero que asocia a esta patriada, fundan
F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), el
29 de junio de 1935.
Publicado en la revista Caras y Caretas del 22 de julio 1939
Éste fue un movimiento ideológico surgido, justamente, de la crisis
de la Unión Cívica Radical. Crisis que se acelera a raíz de la muerte
de Hipólito Yrigoyen. Sin dudas, un intento de recuperar el partido
al servicio de las ideas que el Caudillo había puesto en marcha en su
larga carrera política.
La acción de F.O.R.J.A.
se desarrolla hasta la declaración de Octubre de 1945, en la que la
mayoría de sus miembros se incorporan al nuevo movimiento revolucionario
nacional conducido por Juan Domingo Perón.
Juan José Hernández Arregui señala que "los rasgos tipificadores del
movimiento son los siguientes: · * Un retorno a la doctrina nacionalista, aunque vacilante de Yrigoyen,
filiada en el orden de las conexiones históricas, a las antiguas tradiciones
federalistas del país, anteriores a 1852.
* Retoma en su contenido originario, los postulados ideológicos de la
Reforma Universitaria de 1918. · * Su pensamiento no muestra influencias europeas. Es enteramente argentino
por su enraizamiento con el doctrinarismo de Yrigoyen, es hispanoamericano
bajo la influencia de Manuel Ugarte y Raúl Haya de la Torre y el aprismo".
En su posición antiimperialista, F.O.R.J.A. enfrenta tanto a Gran Bretaña
como a Estado Unidos en un doble enfoque nacional y latinoamericano.
La voz de Manzione se levantó en la tribuna esquinera, erguido sobre
cajoncitos de cerveza, apostrofando las entregas y latrocinios de la
Década Infame.
"Nos dicen - sostuvo Manzione - que hay una cosa intocable entre los
distintos eslabones de la economía: el gran capital, especialmente cuando
se trata de accionistas extranjeros, y por eso es necesario crear la
mentalidad opuesta, la mentalidad nacional, que frente a ese argumento
diga sencillamente esto ¡qué se vayan a la puta que los parió esos accionistas!"
Una y otra vez, desde F.O.R.J.A.,
denunció el sometimiento del gobierno al imperialismo británico, la
complicidad de Alvear con los hombres del régimen, la expoliación que
sufría el país, especialmente las provincias como la suya, porque -
decía Homero - "Santiago del Estero no es un provincia pobre, sino una
provincia empobrecida".
Una y otra vez reclamó mejores salarios, respeto a los derechos populares,
en fin, como reclamaba F.O.R.J.A.: "las cuatro P: Patria, Pan y Poder
al Pueblo".
El sistema lo silencia; lo condena como a "Jauretche y Scalabrini Ortíz
al sótano de la calle Lavalle al 1700 donde tenía su sede F.O.R.J.A.".
Expulsado de la Facultad de Derecho, exonerado como Profesor de Literatura,
silenciado como poeta, discriminado en el radicalismo por rebelde y
antiimperialista, Homero Nicolás Manzione Prestera fue convertido en
"maldito", pero el poeta que había dentro de él "le jugó una mala pasada
al sistema".
"Mucho de mi yrigoyenismo se lo debo a Homero Manzi, que tenía 20 años
por esos días. Él me dio una de las explicaciones más orgánicas y tal
vez más poéticas del caudillo y de lo que significó", contaría Jauretche
tiempo después.
Arturo Jauretche habla
sobre Homero Manzi
"Si por sus ideas le cerraban el camino a ser hombre de letras, él se
dedicó a hacer letras para los hombres, y se transformó de Homero Nicolás
Manzione en HOMERO MANZI".
"Homero se nos fue al mundo de la noche" señaló Jauretche, y allí no
pudieron con él.
II) Homero Manzi
Sus versos recrearon los
barrios de tango con "el farol balanceando en la barrera y el codillo
llenando el almacén"; pintaron los arrabales en tiempo de milonga (con
música de Félix Lipesker): "Arrabales porteños / de casitas rosadas
/ donde acuna los sueños / el rasguear de las guitarras. Donde asoma
la higuera / sobre las tapias, / adornando los muros / con sus fantasmas.
Sombra, / telón azul del suburbio / donde se juega el disturbio /cuando
un amor se envenena / y al dolor de la traición, / se hace rencor, /
rencor y pena. Sombra, / donde los labios se juran / mientras la noche
murmura / con su voz de bandoneón. Arrabales porteños, / en tus patios
abiertos / las estrellas se asoman / y te bañan de silencio. Y la luna
amarilla / siembra misterios / caminando en puntillas / sobre tus techos".
Su poesía se nutrió de los compadres de los cafetines, de las muchachas
en las ventanas. Sus versos acunaron a la "negra María", consolaron
a la mulata abandonada, convocaron al "Papá Baltazar" de los chicos
pobres y también a "Malena" con su "voz de sombra" en el paisaje indeleble
de un "Sur, paredón y después", con las "chatas entrando al corralón"
y chapaleando barro bajo "el cielo de Pompeya", con gorriones y fabriqueras,
con el eco de un bandoneón... "mariposa de alas negras", brotando del
último organito de una ciudad entristecida.
Así, el Manzi poeta violó la censura que le impuso la oligarquía pro-británica;
se escabulló por el camino abierto del cancionero popular.
Homero Manzi, poesía militancia en tiempo de tango,
entrevista a Osvaldo Vergara Bertiche (octubre 2017).
El otro, el Homero Nicolás Manzione Prestera, condenado al olvido, al
que no se lo menciona en ninguna historia política "oficial", permaneció
"maldito". Manzione y Manzi, cualquiera de los dos o los dos juntos,
llevaron por siempre en alto la bandera del pensamiento nacional, el
amor al Pueblo, el sueño de la grandeza de la Patria....
Ese Homero Nicolás Manzione Prestera, declaró como Homero Manzi, en
1947: "Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios".
Don Arturo Jauretche, el
que "avivaba zonzos", implacable crítico de la colonización intelectual
decía "Nada grande se puede hacer con la tristeza. El arte de nuestros
enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos
no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada
grande se puede hacer con la tristeza". Y Manzi encarna ese pensamiento.
Porque Manzi encarna, justamente, más que ningún otro, la presencia
de la poesía en la letra del tango. Fue un poeta que no publicó ningún
libro de poesías. El medio de su poética fue siempre la canción, desde
los motivos camperos hasta la música urbana, en la que alcanzó su mayor
realización. De esa manera gozó de inmensa popularidad, sin renunciar
nunca a sus convicciones de poeta. Apeló a la metáfora, incluso surrealista,
pero no avanzó demasiado por ese camino, camino que quizás hubiera dificultado
la comprensión de su mensaje por el hombre común.
Utilizó muy poco el lunfardo para expresarse, pese al compromiso popular
de su obra literaria. A diferencia de otros grandes autores, sus letras
no ofrecen directas crónicas de la realidad social ni imparten consignas
morales contundentes, pero mantienen una coherencia plena de sentimiento
y racionalidad.
El amor profundo por su madre como el rescate permanente del pasado,
que se refleja en su obra, le hacen decir en un vals con música de Antonio
Sureda: "Hoy vuelves del recuerdo, madre mía, / envuelta en la penumbra
del pasado, / trayendo la nostalgia de los días / que en horas de placer
hube olvidado. / Y al ver que fue tu amor, tu amor perdido / el único
cariño sin engaño, / te llora más el corazón vencido / y busca en el
olvido / tu palabra de perdón. / En el silencio triste / de mi fracaso,
/ resuenan tus canciones, / rondan tus pasos. Y siento que retornas
/ pálida y buena, / para borrar las penas / de mi soledad. / Y en el
milagro extraño / de ser tu niño, / revivo la presencia / de tu cariño.
/ Perfume de tu pelo, / luz de tus ojos, / calor de tu consuelo, / rumor
de tu voz. / Vendrás, siempre, vendrás, / a consolar mi mal / cuando
mi cerrazón busque luz, / cuando mi corazón te nombre más. / Y sé que
volverás / la mano en bendición, / trayendo tu perdón / en un beso de
paz".
Otra vertiente particular
en la obra de Manzi fue su mimetización con la fiebre romántica que
contrajo el tango en los años ’40, tendencia a la que legó piezas de
extraordinario valor, como " Torrente", "Después" o "Ninguna".
En "Abandono"; tango con música de Pedro Maffia; el ayer, el recuerdo,
la ausencia, la pena, el remordimiento y el dolor se amalgaman para
"oír que te nombran las voces muertas del ayer feliz".
Aníbal Troilo recuerda
a Homero Manzi en 1971
"Llega el viento del recuerdo
aquel / al rincón de mi abandono y entre el polvo muerto del ayer / también volvió tu querer.
Yo no sé si vivirás feliz / o si el mundo te ha vencido viviendo sin querer vivir / buscás la paz de morir.
Duda de tu ausencia y de mi culpa / pena de tener que recordar sueño del pasado que me acusa / manos que no quieren perdonar,
dolor amigo de estar con tu sombra / remordimiento de saberte buena
dolor lejano de oír que te nombran / las voces muertas que se obstinan en volver.
Ya no sueño que retornarás / al fracaso de mi vida ni tampoco que en tu palpitar / tendré un afán para andar.
Sólo quiero que si estás también / en la cruz del abandono sepas olvidarme en su perdón... / total, mirá lo que soy.
Pena de tu ausencia sin retorno / pena de saber que no vendrás, pena de escuchar en mi abandono / voces que me acusan al llegar.
Dolor amigo de estar con tu sombra / remordimiento de saberte buena
dolor lejano de oír que te nombran / las voces muertas del ayer feliz".
"Sur", su tango, de 1948, con música de Anibal Troilo, probablemente
sea la obra suprema del género de aquella esplendorosa década y resume
el sentido más profundo de su obra.
"Malena", "El pescante", "Milonga triste", "Che bandoneón", "Solamente
ella", "Mañana Zarpa un Barco" y "Tal vez será mi alcohol" (que la censura
obligaría a convertir en "Tal vez será su voz"), entre otros tantos
temas, quedaron como irrefutables testimonios de su alta inspiración.
Todos los investigadores coinciden en que Manzi, renovó la letra del
tango, reemplazando en sus temas los amores tumultuosos y dramáticos
por la cotidianeidad de los barrios: "Si no entendés, / escuchá lo que
te digo, que los barrios son testigos / de que cuento la verdad".
En 1926, Roberto Fugazot
le cantó "Viejo ciego", un bello poema de corte a lo Carriego al que
le pusieron música Cátulo Castillo (en la primera parte) y Sebastián
Piana (la segunda). Desde entonces con este último músico comenzó una
larga y exitosa etapa de colaboración de la que surgieron inicialmente
el tango "El pescante" (1934) y una serie de milongas arrabaleras, candomberas
y federales, además de bellísimos valses como "Esquinas porteñas" y
"Caserón de tejas".
Los músicos más famosos llevaron luego los versos de Manzi al pentagrama:
Aníbal Troilo ("Barrio de tango", "Sur"), Lucio Demare ("Mañana zarpa
un barco", "Malena"), Hugo Gutiérrez ("Después", "Fruta amarga"), José
Dames ("Fuimos"), Charlo ("Oro y plata"), Alfredo Malerba ("Mi taza
de café", "Ropa blanca"), Francisco Pracánico ("Monte criollo"), Mariano
Mores ("Una lágrima tuya"), Raúl Fernández Siro ("Ninguna").
Homero Manzi es homenajeado al
salir del sanatorio luego de una intervención quirúrgica, 1948.
Manzi construye un poema de imágenes enormemente audaces para canciones
populares: "Desazón de llorar lo que fue y mirar lo que llegó sin poderlo comprender", ("Así es el tango", con música de Edgardo Donato),
"Fui como una lluvia de cenizas y fatigas / en las horas resignadas
de tu vida...", de hecho éste último, "Fuimos", cautivó al público y
a los intérpretes, quedando instalado como un paradigma del tango elaborado
y estéticamente ambicioso.
Él mismo declararía sobre su aporte a la música popular por: "haber
renovado la milonga, haber creado una milonga suburbana, de la ciudad,
diferente de la campera".
Dentro de este género musical, la producción de Manzi se resume en los
siguientes títulos: Arrabal, Betinotti, Campo afuera, Carnavalera, Luna,
Mariana, Matungo, Milonga de los fortines, Milonga de Puente Alsina,
Milonga del novecientos, Milonga sentimental, Milonga triste, Negra
María, Oro y plata, Papá Baltasar, Pena mulata, Recordando y Ropa blanca
Cuando junto a Sebastián
Piana dan a luz "Milonga del novecientos"... "Varón, pa’ quererte mucho
/ varón, pa’ desearte el bien / varón, pa’ olvidar agravios / porque
ya te perdoné..." éste, al mismo tiempo, lo convoca para escribir las
canciones de la película "Sombras porteñas" (1936). Manzi comienza,
entonces, a vincularse con la industria cinematográfica argentina, justamente
cuando ésta daba sus primeros pasos.
En ciertos círculos de pretendido refinamiento intelectual hablar de
Homero Manzi no tiene la misma acogida que suele brindarse en aquellos
otros lugares de apasionados por el tango, por el buen tango, y por
la consustanciación con el sentimiento nacional de Nación.
Es que la existencia de Homero Manzi obliga en parte a una identificación
con una personalidad que abarcó desde diversos ángulos un compromiso
con las causas populares, sus emociones y sus luchas
Es posible percibir en los versos de Manzi una nostalgia por lo abandonado,
tal vez provocada por la soledad en la que se caía por lo dejado atrás
o, por lo que frecuentemente sucedía cuando se intentaba salir de la
miseria: los "fracasos de seda" frase utilizada en el tango "Ronda de
ases".
Aníbal Troilo - Palabras a Homero
Manzi
"Percal y horario, ropa
y costura, gorrión cansado, jaula y miseria, pena de agosto, tardes sin sol,
alas que vuelan, carta de adiós, luto de otoño, pan de amargura, luces del centro, trajes de seda,
flores, recuerdos, mármol, dolor. fama y prontuario, plata y amor".
Vemos que en Manzi existe un tácito enfoque sobre los valores inherentes
a los sectores populares.
Es significativo ver como puede reconstruir la vida de éstos sólo a
partir de las palabras. Podríamos decir que en diferentes tangos estos
términos están puestos en reemplazo de cualquier tipo de especificación
acerca de lo que se está hablando: el "destino de percal", frase usada
en el tango "Che, Bandoneón", se puede interpretar como el destino,
justamente, del trabajador humilde, sacrificado, humillado... explotado.
Las condiciones socioeconómicas imponían la miseria a aquel que estaba
atrapado en la explotación, de la que muchos intentarán escapar, siguiendo
caminos que no eran los propios. Así, el trabajo era abandonado para
buscar las grandezas y el placer que el cabaret prometía. Podríamos
pensar que había quienes pretendían asimilar el tipo de vida que llevaban
los sectores hegemónicos.
Si bien como poeta puso su pluma al servicio del tango, que deja cantar
sus textos, Manzi interpreta fundamentalmente a la ciudad a través de
sus barrios y su gente, sufriendo por esta razón, entre tantas otras,
el desprecio de cierta crítica corta de vista.
Su busto, como simbología de agradecimiento, se levanta en la principal
avenida de su Añatuya natal y nomina una calle de Santiago del Estero,
más allá del tango, por ser referente de los valores culturales santiagueños.
Y es evidente que para adentrarse en la vida y obra de Manzi se necesita
de una sintonía espiritual, la compenetración entre este epopéyico personaje
y quienes le admiramos. Existe un verdadero gozo espiritual y plenas
coincidencias ideológicas con Manzi y no nos arrepentimos de ello, más
bien nos sentimos gratificados por encontrar en él, entre su cautivante
prosa y su militancia, un paradigma de claro pensar y proceder.
Manzi fue siempre una constancia temática "engrandeciendo espacios que
eran hasta entonces considerados con desdén por vastos sectores intelectuales
de la Argentina".
Es que había decidido "hacer letras para los hombres" sobreponiéndose
a una poesía descarnada, metafóricamente adornada con polichinelas y
princesas de ajenas latitudes. Sus temas en cambio fueron la permanente
"nostalgia por lo irrecuperable, aunque carente de melancolía: la simple
persecución del recuerdo, una lucha a brazo partido de la memoria contra
las destrucciones del tiempo". Y este cantar, con el latido de su pueblo,
sensible a todas las emociones, sin ser sensiblero ni ramplón, se mantuvo
desde siempre y por siempre.
Desde su aproximación al martinfierrismo y en la colaboración fundacional
con la revista "Criterio", aporta todos sus conocimientos literarios,
su brillante prosa y su magistral poética.
Manzi pudo salvar todos los escollos: "superó a Carriego porque tenía
una sólida formación cultural que le permitió crear imágenes de alta
sustancia y originalidad ciertamente emparentadas con García Lorca o
Guillén; no desvirtuó su autenticidad como Borges y no se adscribió
a las polémicas elitistas porque su yrigoyenismo nacionalizó su intelecto"
quitándole las anteojeras importadas que desviaron la sinceridad poética
de algunos otros de su tiempo, todo ello en su popularizada función
de letrista y en su labor literaria o cinematográfica.
En esa trayectoria nunca estuvo ausente la figura de Jauretche, "pensador
despatarrado, socarrón, antiacadémico, pero capaz de pensar el país
con originalidad", el cual vivió en hermandad con Manzi.
Homero Manzi, luchó siempre con entusiasmo y tozudez por la consolidación
de una cultura nacional de raigambre latinoamericana. Merecen recordarse
en este sentido fragmentos de reflexiones expuestas en dos ocasiones,
la primera hacia 1940, cuando presentó en Buenos Aires, un espectáculo
musical a cargo de Andrés Chazarreta y donde Manzi, santiagueño como
el músico, vibró hondamente reivindicando nuestro arte popular.
"El
folklore argentino - dijo - es un tesoro desparramado por los campos,
despreciado por las clases cultas del litoral, pero acunado con amoroso
acento por las gentes humildes de la campaña. Mientras Buenos Aires,
abriendo cada día más su puerta a la entrada del alma ajena, desoía
las voces de la tierra, mientras la pericia de la ciencia oficial creaba
un gusto extranjero y arbitrario, mientras los puertos recogían las
voces confusas que llegaban de ultramar, pocos eran los espíritus que
en lo musical, pegaban el oído a la tierra con reconcentrada actitud
de rastreadores.
La música de la ciudad estaba trazada sobre el pentagrama oscuro de
las pasiones humanas. En cambio, la música de nuestro campo estaba conformada
sobre la naturaleza. Con excepción de la vidala, canción cuya universalidad
habrá de consumarse un día, todas las expresiones musicales del folklore
norteño trasuntan las formas del paisaje y animan sus movimientos en
la fuerza de la naturaleza. La música del campo es objetiva, la de la
ciudad subjetiva.
En la ciudad, los bandoneones lloran a cuenta de la pena del hombre.
En el campo, las arpas y violines rústicos hablan con la voz del viento,
trinan con los pájaros y mueven sus ritmos con el rudo compás de las
bestias en galope o con la hamacada euritmia de los pastos castigados
en el vaivén de los vientos.
El santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una patria
chica para ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante
el día cuando apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas,
oscuro y profundo en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles
de las estrellas.
Conoce sus ríos madres que traen el pan en las entrañas, conoce sus
montes, intrincados, misteriosos, aguerridos, conoce la tremenda ansiedad
de sus sequías, ejemplo bíblico que le afirma la sobriedad y conoce
el terror de sus tormentas calientes, cuando braman los huracanes del
sur y del norte cargando, sobre los lomos enfurecidos, nubes negras
que desparraman la bendición del agua, por eso la voz del folclore santiagueño
tiene la sinceridad del testimonio cultivado en largo trance de amor.
Buenos Aires vive sorda a la belleza que destila este polo mediterráneo
en la silenciosa colmena de su vida espiritual. La gran ciudad del plata,
enceguecida de orgullo por las caricias de la gloria material, no sabe
que lejos de ella, hay argentinos que aparentan las majadas de la leyenda".
Manzi está convencido del triunfo de la cultura nacional sobre la colonización
cultural, y agrega: "Las canciones de la tierra volverán a nutrirnos
de savia auténtica y en la voz de las vidalas reconoceremos el arrullo
de la urpila, despenadora impenitente de las tardes, cuando se abren
en colores pálidos las flores del cardón y reconoceremos en cada danza,
en cada ritmo, un pedacito del paisaje agreste donde ponen adornos los
algarrobos, donde adelantan cuchillos de espinas los vinales, donde
corren y revientan los ríos para secarse luego, donde cantan las hachas
mordiendo las carnes duras del quebracho, donde pastan las majadas,
donde se clavan las puntas del arado, donde galopan los caballitos criollos,
donde ladran perros inverosímiles, donde se sufre, se trabaja, se ama,
se baila y se canta".
La segunda reflexión, la hace después, el 6 de mayo de 1948, ratificando,
en una hermosa página, esa concepción de la cultura: "lo popular".
Dice Manzi: "Alguna vez, alguien que sea dueño de fuerzas geniales,
tendrá que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino
de nuestra América, para recién entonces poder tener nosotros la noción
admirativa de lo que somos.
Esta pobre América que tenía su cultura y que estaba realizando, tal
vez en dorado fracaso, su propia historia y a la que de pronto iluminados
almirantes, reyes ecuménicos, sabios cardenales, duros guerreros y empecinados
catequistas, ordenaron: ¡Cambia tu piel! ¡Viste esa ropa! ¡Ama a este
Dios! ¡Danza esta música! ¡Vive esta historia!.
Nuestra pobre América que comenzó a correr en una pista desconocida,
detrás de metas ajenas y cargando quince siglos de desventaja, nuestra
pobre América que comenzó a tallar el cuerpo de Cristo cuando ya miles
y miles de manos afiebradas por el arte y por la fe, habían perfeccionado
la tarea en experiencias luminosas, nuestra pobre América que comenzó
a rezar cuando ya eran prehistoria los viejos testamentos, y cuando
los evangelios habían escrito su mensaje, cuando Homero había enhebrado
su largo rosario de versos y cuando el Dante había cumplido su divino
viaje.
Nuestra pobre América que comenzó su nueva industria, cuando los toneles
de Europa estaban traspasados de olorosos y antiguos alcoholes, cuando
los telares estaban consagrados por las tramas sutiles y asombrosas,
cuando la orfebrería podría enorgullecer su pasado con nombres de excepción,
cuando verdaderos magos, seleccionando maderas con cavidades y barnices,
sabían armar instrumentos de maravillosa sonoridad, cuando la historia
estaba llena de guerreros, el alma llena de místicos, el pensamiento
lleno de filósofos, la belleza llena de artistas y la ciencia llena
de sabios.
Nuestra pobre América, a la que parecía no corresponderle otro destino
que el de la imitación. Todo estaba bien hecho, todo estaba insuperablemente
terminado ¿para qué nuestra música? ¿para qué nuestros dioses? ¿para
qué nuestras telas? ¿para qué nuestra ciencia? ¿para qué nuestro vino?.
Todo lo que cruzaba el mar, era mejor, y cuando no teníamos salvación
apareció lo popular para salvarnos, creación de pueblo, tenacidad de
pueblo.
Lo popular no comparó lo malo con lo bueno, hacía lo malo y cuando lo
hacía creaba el gusto necesario para no rechazar su propia factura y
ciegamente, inconscientemente, estoicamente, prestó su aceptación a
lo que surgía de sí mismo y su repudio heroico a lo que venía desde
lejos. Mientras tanto, lo antipopular, es decir, lo oculto, es decir lo perfecto,
rechazando todo lo propio y aceptando todo lo ajeno, trababa esa esperanza
de ser que es el destino triunfador de América.
Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de
América, de ser hombre Argentino, me he impuesto a la tarea de amar
todo lo que nace del pueblo, de amar todo lo que llega al pueblo, de
amar todo lo que escucha el pueblo".
Obrando en consecuencia, Homero Manzi, prologando un libro de Héctor
Gagliardi, se pregunta si es un poeta, un payador o un cantor y termina
confesando "pero se, eso si, que él canta y que su pueblo lo escucha".
También vale la pena recordar este otro escrito de Homero Manzi titulado
"Argentina, Patria del Bandoneón" y que lo redactara en colaboración
con su hijo Acho.
"El Bandoneón llegó a Buenos Aires en el bagayo de un inmigrante alemán,
quién jamás pudo suponer que con él traía el instrumento que andaba
buscando la emoción porteña para poder desparramarse por el mundo.
Y así fue que una noche, allá por el 1900, cuando todavía los muchachos
se recostaban en las paredes de las esquinas para que no se derrumbaran
y se ataban el pescuezo con un pañuelo para que no se les cayera la
cabeza al escupir fuerte por el colmillo, el alemancito se sentó en
el patio de su conventillo, para llorar en manga de camisa, sobre las
notas largas de su Bandoneón, un dramita de inmigración, de ausencia
y de distancia.
Y sin quererlo, las notas litúrgicas de su fueye, desangradas en la
desolación de los patios porteños, repercutieron en el corazón de las
costureritas sentimentales y temblaron en los dedos ligeros de las barras,
como si hubieran nacido para repicar compadronamente sobre el doble
teclado de aquel lindo aparato.
Dicen que un día, Domingo Faustino Sarmiento trajo de Italia una yunta
de pajaritos grises, y al poco tiempo Buenos Aires era una jaula de
gorriones. Así también un día el arrabal se pobló de bandoneones. Buenos
Aires se le entregó, a condición de que primero, se le entregara el
bandoneón.
Y así fue que empezó a rezongar como si llevara adentro el alma atormentada
de un garavito. Y se emocionó en la noche de las cortadas, como si hubiera
nacido a la luz de un farol, y compadreó en el alarde de una serpentina,
como si en él chiflaran los gorjeos de las patotas. Y entonces, ya no
fue más bandoneón. En el registro civil de los almacenes, lo bautizaron
mandoneón, y para ser más chorro y más porteño, le acomodaron un mote
de prontuario; alias... Fueye.
Y en los barrios de Buenos Aires, aparecieron las manos que habrían
de estirarlo como nadie. Vicente Greco, Pacho, el ruso Antonio, Pepín,
Santa Cruz, Chiape y el pibe de oro, ese pibe que a los doce años con
un par de brazos que apenas podían abrazarlo, sacó al fueye sonidos
secretos, dulzuras desconocidas, armonías inéditas: Pedro Maffia. Luego
vendrán otros, y luego también serán superados, para nuestro bien.
El bandoneón es un alma que tomó forma de gusano a fuerza de arrastrarse
detrás de un amor imposible. Cuando estaba por morirse de pena en una
esquina olvidada del mundo, las caricias de las manos criollas, lo ayudaron
a sufrir su congoja. Al hambre de su pena solitaria, el tango le entregó
el pan de una amistad derecha y compañera.
El suburbio lo emborrachó en sus copas para hacerlo olvidar. Los compadritos
lo llevaron a sus fiestas para ahuyentarle los recuerdos malos. Y Juan
de Dios Filiberto, que tiene algo de fueye en su arrugada silueta, le
compuso un himno de homenaje: Quejas de Bandoneón
El bandoneón es un órgano de Iglesia con alma requintada, que siguiendo
la estrella rea de su destino, se escapó de una catedral disfrazado
de fueye, para poder ambular por la noche de la calle Corrientes. Por
eso desde que él se entreveró en el tango, las milongas adquirieron
una solemnidad religiosa, y por eso cuando sus hermanos recogen los
sonidos y talla solo el bandoneón, la canción de los barrios parece
un misal taura. Y por eso también, Pascual Contursi, poeta de suburbios,
le rezó un Padre Nuestro: Bandoneón Arrabalero.
Enrique Santos Discépolo, se ha ganado el título de inspector honorario
de las emociones de Buenos Aires. Envuelto en un mínimum de materia,
recorrió las calles o se sentó a tomar un café, dispuesto a requisar
cuanta emoción circulara sin patente. Nervioso, flaco, afiebrado, pura
nariz y talento, de pronto ha encontrado algo que buscaba; una canción,
un grito, un gesto; se lo pone debajo del brazo y en su casa lo hace
bailar sobre el piano, para inspirar las teclas. Es el drama que un
borracho olvidó sobre una mesa o un lio que descubrió por la rendija
de una persiana. Una noche oscura, al cruzar una calle del suburbio,
Discépolo tropezó con el alma del bandoneón que se había escapado de
la caja; entonces hizo un tango: Alma de Bandoneón.
Pedro Maffia, inició su vida en el piano. Pero aquel armatoste era demasiado
grande para la honda humildad de su espíritu. Sus dedos ligeritos resbalaban
inútiles sobre la dentadura del teclado. Es que Maffia, necesitaba un
instrumento mas pequeño, para hacerlo llorar de emoción en el temblor
de una caricia. Un instrumento que lo pudiera tener entre los brazos,
para llevarlo más cerca del corazón. Tal vez por ello eligió el bandoneón.
Y por ello también, cuando aún era un pibe, ya sabía pasearlo como nadie
por los carcomidos tinglados de los cafés de Buenos Aires, entre el
humo de la admiración. Ese instrumento se le adentró tanto en su cariño,
que al ejecutarlo era como si estrujara un pedazo de su alma.
Cuando un instrumento se ha moldeado de tal forma al perfil filosófico
de una ciudad, solo cabe hacerlo nuestro definitivamente, para que en
sus días futuros, pase de una mano a otra, como entrando en cada casa
a hacerse amigo y maestro a la vez. Las esperanzas que se derramaron
en él, dieron nacimiento a más hermanos.
Quizás alguien piense que no encaja en el desequilibrio del modernismo,
porque tiene cara de viejo y está vestido de negro, que es su manera
de pasar desapercibido.
Si algún día sus hermanos fueran a dejar de ver nacer nuevos bandoneones
de las manos de sus creadores, un día se terminará de hacer el último
bandoneón. Lo demás va a ser historia, y cada uno de ellos, aferrándose
a las manos de quienes lo acarician, pedirán que ésta patria que los
cobijó, sepa que no puede repartirse en versos si no hay quién aprenda
a darle vida en aires porteños.
Haceme dos cajas con punta
en ochava, que puestas de frente, aferren los pliegues y encierren el aire para mi pulmón.
Que asomen mis teclas con mueca sonriente, y que al apretarlas, un peine de bronce,
libere los flecos de mi propia voz.
Que un muchacho loco me aprenda en sus dedos
y que de sus manos nazca una emoción. Y en mi frente negra, que se frunza el ceño
de la filigrana de un fileteador.
Que mi nacarada suerte peregrina,
sepa que las manos que mi fueye estira, dejan por sentada mi ciudadanía,
en cada latido de mi corazón
¡Si alguien inventó un día esa jaula de pájaros..! ¿Qué otra alma sensible
podrá volver a adivinar sus secretos para envolverla en el fervor de
aquel primer encuentro..?
La historia, que debería ser nuestra historia, esa a la que se ajustan
las descripciones de los vencedores, es la que nació en Alemania y se
escribió en Argentina antes de 1900. Y los argentinos hemos vencido
sobre el destino de un instrumento sentenciado a morirse de sueño. Y
porque ya llegó al tinglado de los más famosos escenarios del mundo
y es escuchado con respeto, se abre ante nosotros el verdadero dilema.
Lo que antes era el tesoro de un país, hoy es la búsqueda desenfrenada
del resto del mundo por conseguir los mejores exponentes de lo que nos
dio ese sabor sentimental.
Y los bandoneones salen gota a gota del país, sin pasaje de regreso.
Cada día son menos los que nos quedan, cada día son menos los mejores
instrumentos, que tendrían que ser nuestro mejor orgullo.
Cada vez que me entero que en el exterior se vende un bandoneón traído
por un tanguero que quiere hacerse de unos pesos, se arruga dentro de
mi pecho este pequeño fueye que nos dejó su apariencia de juguete navideño,
que se resiste a pensar que vamos entregando la ilusión que nos dejó
alguno de esos tres Reyes Magos.
Se van vendiendo uno a uno, y ya quedan los imprescindibles para continuar
la tradición. Que su voz no se pierda en los vientos de otros cielos.
Que la ausencia de su voz no nos resulte un ausente más entre tantas
presencias que damos por perdidas.
A ver, argentinos... no vendamos también el alma... ¡Este es un bien,
no renovable..!"
Intentar una semblanza de Homero Manzi (Homero Nicolás Manzione Prestera)
en un breve trabajo puede ser irreverente y ambicioso. Pero mucho más
difícil es explicar esa fusión por la que transitó: del yrigoyenismo
al peronismo. ¿Y por qué no?. Simplificando todo análisis histórico,
y basándonos en una conjetura meramente emocional ¿no sentimos y vivimos
que el yrigoyenismo, el peronismo, el fútbol y el tango forman parte
de nuestra cultura nacional?.
Manzi perteneció a ese grupo de hombres lúcidos y claros, que reconocieron
el papel protágonico de los movimientos nacionales en los países dependientes
y semicoloniales, al producirse el despertar de la conciencia de los
pueblos oprimidos. Vista desde el mirador de la historia política, el
significado de la acción desarrollada por éste se acrecienta.
Existe diferencia con aquellos luchadores y pensadores de la liberación
nacional de otras partes del mundo, ya que nuestro territorio no estaba
efectivamente dominado por las armas. Éstos, los nuestros, sabían que,
en el caso de la Argentina, como en el de la mayoría de los países latinoamericanos,
el control se ejercía mediante otros medios y así dedicaron toda su
vida y obra a dilucidar los mecanismos de colonización cultural a la
que estábamos sometidos para un mejor dominio.
El crítico palestino Edward W. Said en "Cultura e Imperialismo" lo ha
afirmado de este modo: "Hay algo más en el dominio imperialista que
no tiene que ver con el poder de fuego, sino con ideas y actitudes",
las cuales hacen que algunos dominados acepten, incluso de buen grado,
la situación de subordinación. Otros... NO!
Todo ese grupo, al que pertenecía Manzi, aplicaba una metodología para
el estudio y la comprensión de la realidad nacional, un método inductivo,
casuístico si se quiere, que partía directamente de los hechos y no
de las teorías, fueran éstas las que fuesen.
Le debemos admiración y atención porque no se escapaban de los hechos
concretos "por la tangente del sueño o de la imaginación", como tampoco
se ataban "al hecho concreto que se deja cerrar por el círculo de lo
cotidiano al margen del futuro y del pasado".
Forjar un pensamiento nacional significaba recurrir a la historia como
medio de formular un nuevo proyecto político para el país. A juicio
de éstos, ese pasado estaba, en su última etapa, en Yrigoyen y su época.
Representaba las tradiciones federales y populares, había defendido
el derecho a la autodeterminación de los pueblos y contra las agresiones
externas.
Yrigoyen representaba la posición nacional frente a las "directivas
británicas que ejecutaba la oligarquía argentina" y "la presencia del
pueblo en el Estado como instrumento vivo de la Nación". Perón, años
después, encarnaba, justamente, la continuidad histórica de ese proceso,
profundizándolo por el camino de la revolución y transitando hacia la
comunidad organizada y la integración continental.
Más utópico, además de atrevido, es analizar su poesía. Podemos pensar
que toda poesía fundamental es filosófica; a veces contiene una suerte
de ensayo en cada verso. Podemos garabatear que ella está aun en lo
que no se dice, que es una memoria que vuelve del pasado y va hacia
el futuro.
Sus poemas se sienten hondo, muy hondo. Tal vez enmarcando nuestra propia
historia, todos llevamos en el recuerdo o en una foto color sepia aquella
"melena de novia"; todos fuimos aquel que Manzi descubre "recostado
en la vidriera"... esperando; quién no contempló "las lunas suburbanas";
quién no caminó "sin querellas" tomado de la mano de algún amor.
Homero Manzi era dueño de un gran talento y no lo administró en pequeñas
dosis. Se dio entero.
Le quedó tiempo para ejercer la presidencia de SADAIC, tener un hijo,
volcó "hasta la última arruga del cerebro con la generosidad de quien
sabe que hay mucho más en la moviola". Dejó de yapa poemas inéditos,
proyectó libros para películas que no alcanzó a realizar con temáticas
dispares: Rubén Darío, Jorge Newbery, Antártida.
Sus obra marca guarismos sobresalientes y enciende las luces de la ciudad
donde inmortalizó en una esquina todas las esquinas.
Autor de 52 Tangos: Abandono, Así es el tango, Barrio de tango, Canto
de ausencia, ¡Che bandoneón!, Cornetín, Dale dale, De ayer a hoy, De
barro, Desagravio, Después, Discepolín, Dónde irás ilusión, El pescante,
El último organito, Eufemio Pizarro, Fruta amarga, Fueye, Fuimos, Gato,
Hermana, Horizontes, La mariposa y la flor, Malena, Mañana zarpa un
barco, Manoblanca, Mi taza de café, Monedas de poeta, Monte criollo,
Muchacho de cafetín, Ninguna, No te engañes, Nobleza de arrabal, Noches
provincianas, Pajarito, Pianito de juguete, Por qué, Ramayón, Recién,
Ronda de ases, Sosteniendo recuerdos, Sur, Tal vez será mi alcohol (Tal
vez será su voz), Tango, Tango de antes, Tapera, Te lloran mis ojos,
Torrente, Triste paica, Una lágrima tuya, Veinticuatro de agosto y Viejo
ciego.
De 18 milongas; de 2 candombes: Calún Gangué y Juan Manuel; de 13 valses:
A su memoria, Desde el alma, Esquinas porteñas, Gota de lluvia, Llorarás
llorarás, Lluvia, Más allá, Paisaje, Romance de barrio, Romántica, Serenata
gaucha, Tu pálida voz y Valsecito de antes; de una marcha: Se va la
murga; de un aire de bailecito: De mi casa a tu casa y de 3 canciones:
Duerme, Pampa Luna y Pluma de nido.
Homero Manzi realizó películas, teatro y comedias musicales
Con HUGO MAC DOUGALL
1937: "Nobleza Gaucha". Versión sonora de la película muda del mismo
nombre. Intérpretes: Olinda Bozán, Agustín Irusta, Marcelo Ruggero,
Venturita López Pfriz y otros. Canciones de Sebastián Piana y Homero
Manzi. .
1940: "Huella". Según fragmento de "Facundo" de Domingo F. Sarmiento.
Intérpretes: Enrique Muiño, Fernando Ochoa, Malisa Zini, Daniel Belluscio,
Emilio Gola, Ada Carnaro, José Otal, Orestes Caviglia y otros.
1940: "Confesión". Inspirado en el tango "Confesión" de Discépolo y
Amadori. Intérpretes: Hugo del Carril, Alberto Vila, Alita Román, Miguel
Gómez Bao, Ana María Lynch y otros.
Con ULISES PETIT DE MURAT
1940: "Con el dedo en el gatillo". Intérpretes: Sebastián Chiola, Alita
Román, Pedro Maratea, Nury Montsé, Oscar Valicelli, José Otal, Cayetano
Biondo, Ernesto Villegas y otros.
1941: "Fortín Alto". Intérpretes: Agustín Irusta, Ignacio Corsini, Niní
Gambier, Juan Sarcione, José Otal y José Ruzzo. Con canciones de Homero
Manzi y Sebastián Piana.
1942: "La guerra gaucha". Basada en la novela de Leopoldo Lugones. Intérpretes:
Enrique Muiño, Francisco Petrone, Ángel Magaña, Sebastián Chiola, Amelia
Bence, Ricardo Galache, Dorita Ferreiro, Elvira Quiroga, Juan Pérez
Bilbao y René Mugica.
1942: "El camino de las llamas". Sobre libro homónimo de Hugo Wast.
Intérpretes: Pepita Serrador, Elisa Galvé, Roberto Airaldi, José Olarra,
Froilán Varela, Vicente Padula, Rafael Falcón, Pepito Petray, María
Herrero, Jorge Villoldo y César Blasco. Producción y distribución: Argentina
& Sono Film.
1942: "El viejo Hucha". Según obra de Darthés y Damel. Incluye el estreno
del tango "Malena". Intérpretes: Enrique Muiño, Francisco Petrone, Nury
Montsé, llde Pirovano, Roberto Airaldi, Osvaldo Miranda, Haydeé Larroca,
Roberto Salinas y Gogó Andreu.
1943: "Todo un hombre". Sobre la novela de Miguel de Unamuno "Nada menos
que todo un Hombre". Intérpretes: Francisco Petrone, Amelia Bence, Nicolás
Freoues, Florindo Ferrario, Guillermo Battaglia, Ana Arneodo, Thilda
Thamar y Renée Sutil.
1944: "Su mejor alumno". Sobre "Vida de Dominguito" de Domingo F. Sarmiento.
Intérpretes: Enrique Muiño, Ángel Magaña, Orestes Caviglia, Norma Castillo,
Guillermo Battaglia, María Esther Buschiazzo, Hugo Pimentel, Alberto
de Mendoza y Judith Sulián.
1945: "Pampa bárbara". Intérpretes: Francisco Petrone, Luisa Vehil,
Domingo Sapelli, Froilán Varela, María Esther Gamas, Judith Sulián,
Roberto Fugazot, Margarita Corona, Juan Bono, María Concepción César,
Pablo Cumo, Luis Otero, Jorge Molina Salas y Tito Alonso.
1946: "Rosa de América". Vida de Santa Rosa de Lima. Intérpretes: Delia
Garcés, Orestes Caviglia, Antonia Herrero, Ernesto Vilches, Elsa O’Connor,
Enrique Álvarez Diosdado, Josefina Díaz, Angelina Pagano, Aída Alberti
y Domingo Sapelli.
1946: "Donde mueren las palabras". Intérpretes: Enrique Muiño, Darío
Garzay, Héctor Méndez, Italo Bertini, Aurelia Ferrer, María Ruanova,
René Mujica, Pablo Cumo, Linda Lorena, María Hurtado y "Los Piccoli
de Podrecca", el Ballet del Teatro Colón, con María Ruanova y la dirección
orquestal de Juan José Castro con la Orquesta Sinfónica del Teatro Colón
de Buenos Aires.
1947: "Nunca te diré adiós". Intérpretes: Zully Moreno, Ángel Magaña,
Orestes Caviglia, Malisa Zini, Ricardo Galache, Margarita Corona, José
Ruzzo, Alba Mugica, Pascual Nacaratti, Julia Sandoval, René Mugica,
Ricardo Duegan, y Jeanette Morell.
Con LUIS SASLAVSKY
1942: "Ceniza al viento". Sobre una obra de Alejandro Casona, Homero
Manzi, André Birabeau, Leo Perutz, Hugo Mac Douglat y George Feydeaux.
Intérpretes: Berta Singerman, Pedro López Lagar, María Duval, José Squinquel,
Alita Román, Santiago Arrieta, Luis Arata, Ernesto Vilches, Nicolás
Fregues, Tita Merello, Olinda Bozán, Alberto Terrones, Pedro Maratea,
Malisa Zini, Tilda Thamar, Berta Moss y Percival Murray.
Sin colaborador
1943: "Eclipse de sol". Según obra de Enrique García Velloso. Intérpretes:
Libertad Lamarque, George Rigaud, Angelina Pagano, Pedro Quartucci,
Alita Román, Juana Sujo, Alberto Terrones, Raimundo Pastore y Celia
Geraldy.
1947: "Como tú lo soñaste". Sobre el libro de George Kaiser "Un día
de octubre". Intérpretes: Francisco Petrone, Sebastián Chiola, GuilIermo
Battaglia, Juana Sujo, Federico Mansilla, Enrique Chaico, Teresa Serrador,
Diana Montes y José María Gutiérrez.
1947: "Pobre mi madre querida". Intérpretes: Hugo del Carril, Emma Gramática,
Aída Luz, Graciela Lecube, Horacio Priani, María Esther Buschiazo, Leticia
Scury, Pablo Cumo, José Franco y Julián Bourges.
1949: "De padre desconocido". Intérpretes: Enrique Muiño, Fernando Lamas,
Orestes Caviglia, Delia Garcés, Rosa Rosen, Aurelia Ferrer, Alfonso
Ferrari Amores, Osvaldo María Cabrera y Luis de Lucía.
1950: "El último payador". La vida de José Betinoti. Intérpretes: Hugo
del Carril, Aída Luz, Orquídea Pino, Gregorio Cicarelli, Tomás Simari,
Ricardo Passano, Rosa Catá, José Ruzzo, Lito Bayardo, Marino Seré, Yuki
Nambá, Vera Láinez, Alberto Terrones, Francisco Donadío y Juan Caferatta.
Con CARLOS A. ORLANDO
1950: "Escuela de campeones". Intérpretes: Jorge Ricaud, Silvana Roth,
Pedro Quartucci, Enrique Chaico, Carlos Enríquez, Héctor Coire, Gustavo
Cavero, Pablo Cumo (h), Emilio De Grey, Hugo Mugica y Eduardo Ferraro.
OBRAS de TEATRO
HOMERO MANZI y ULISES PETIT DE MURAT
"La novia de arena". Sobre la vida de Elisa, hija del Almirante Brown.
estrenada el 7 de Marzo de 1945 - Teatro Odeón (Buenos Aires) Intérpretes:
Delia Garcés, Orestes Caviglia, Enrique Diosdado y Milagros de la Vega.
COMEDIA MUSICAL: HOMERO MANZI, PEDRO M. BRUNO y ANTONIO DE BASSI
1948: "Con la música en el alma". Con la orquesta y participación de
Francisco Canaro. Intérpretes: Francisco Canaro, Andrés Poc, Alberto
Arenas y Perla Mux.
COMO DIRECTOR CINEMATOGRÁFICO
En 1947 "Pobre mi madre querida" y en 1950 "El último payador" ambas
con Ralph Papier.
Por su pertenencia al campo de lo nacional y popular, Manzi dejó de
lado ciertos dogmatismos que impide descubrir inspiraciones de esta
naturaleza en algunos personajes de nuestra historia.
En el guión de la película "Su mejor alumno", Manzi nos entregó un prócer
tan apasionado y obstinado como sensible a las necesidades del pueblo
y de la patria. Nos mostró otro Sarmiento.
El historiador investiga aquello que tiene significatividad presente.
¿Significatividad presente para quién?: para un ser individual... el
propio historiador. Y la respuesta es una: no hay juicio de la Historia,
hay juicio de los historiadores.
Esa significatividad no es ni inocente ni aséptica, es el resultado
de las coordenadas de tiempo, espacio y mentalidad desde las que cada
historiador dialoga con el pasado.
El cuestionado Sarmiento puede ser defendido, pero defendido desde Homero
Manzi. Ese Sarmiento, el de Manzi, es el que tuvo tanta trascendencia
en nuestra infancia.
Seguramente se comete una injusticia valorando en menos la participación
de Ulises Petit de Murat en la redacción del guión de "Su Mejor Alumno",
pero es cierto que se desconoce el grado de participación que cada uno
de ellos ha tenido, pero Homero firmó el texto, lo que significa su
acuerdo con el contenido del mismo.
Puede, a partir de allí, formularse un anclaje que interesa: Homero
Manzi es un nombre cuya situación mental puede reconocerse. También
puede reconocérselo en los textos suyos, y por lo tanto se puede coincidir,
tanto en sus ideas como en el universo sentimental que expresan.
El guión de la película no escapa a esta constancia. No debe tomarse,
entonces, esta actitud como una falta de respeto hacia su compañero
de pluma.
En el despacho del ministro Portela y ante la presencia del periodista
Soto, con quien peleará a bastonazos en la calle y mantendrá una disputa
periodística, Sarmiento, con tanta impaciencia como desatino político,
reclama la creación de un departamento gubernamental para atender el
desarrollo de la instrucción pública. El ministro lo manda a la Legislatura,
aduciendo que ya no se gobierna por decreto como en la época de Rosas.
La respuesta es contundente "No debe recibirse como moneda de buena
ley todas las acusaciones que hemos hecho a Rosas en aquellas épocas
de lucha. ¡Al pasado no hay que criticarlo, hay que superarlo!".
El relato se adelanta en el tiempo. Sarmiento ya es Senador por la Provincia
de Buenos Aires. Un debate intenso y los jóvenes, entre los que está
su hijo Dominguito, se expresan con entusiasmo desbordado.
Un Senador acusa a Sarmiento de desconocer la realidad de la campaña;
admite que defienda sus bibliotecas y escuelitas, pero no acepta que
para ello tenga que insultar a los que "nos hemos enriquecido con nuestro
trabajo".
Sarmiento contesta con la excitación a la que ya estamos acostumbrados:
"La riqueza de ustedes no se debe al trabajo sino a la vehemencia de
los toros y a la fecundidad de las vacas...". El Senador se ofende porque
está injuriando a las fuerzas vivas. La respuesta es aleccionadora:
"¿Fuerzas vivas?... ¡Eso no se lo permito yo! ¡La única fuerza viva
es el pueblo!... En usted reconozco solamente la voz de una aristocracia
con olor a bosta!".
Luego vienen chicanas mutuas, pero es el propio Sarmiento el que intenta
reencausar el debate por el camino de la discusión de las ideas: "Esta
tormenta la ha provocado mi afán de educar al pueblo de la campaña...
A los hijos de los gauchos. Yo... Yo que nunca les hice derramar su
sangre generosa para servir a mis ambiciones; yo que nunca los adulé
para explotar su ignorancia, soy aquí el defensor de su porvenir. Y
los otros, los que se llenan la boca con la palabra gaucho, me apostrofan,
se ríen de mí, me llaman loco y le niegan al gaucho no sólo la educación
sino hasta la tierra y el producto justo de su trabajo".
Cuando el Sarmiento de Manzi relativiza los embates contra Rosas, habla
de una aristocracia con olor a bosta y dice que la educación asegurará
el porvenir de los gauchos y que los que se oponen a su propuesta son
los mismos que dicen defender al hombre de las pampas, ¿quiénes son
los que debaten? ¿Sarmiento y dos senadores que ni siquiera son nombrados?
¿o las ideas nacionales y populares de este joven radical irigoyenista,
que no había tenido tiempo aún de hacerse peronista, y las ideas tradicionalistas
de los nacionalistas de derecha?.
El texto sigue poblado de ideas similares: "...con esos gauchos San
Martín formó un ejército". Y algo mucho más radical: "Cuando se agitan
las pasiones políticas es difícil saber de qué lado está la barbarie.
Casi siempre llamamos barbarie a lo que no nos conviene".
En una escena, Sarmiento está preso por la pelea callejera con Soto.
El comisario lo inquiere con exigencia, Sarmiento responde con altanería.
Le pregunta la edad y la respuesta es "Tengo un año menos que la patria".
Llega Mitre a rescatar a su correligionario, y cuando abandonan la comisaría,
Sarmiento dice al oficial de policía, quien se había puesto adulón con
la presencia del gobernador, "¡Ah!... Para la próxima vez espero que
sepa más historia. ¡La patria nació el 25 de mayo de 1810!"
Homero Manzi, en esta película nos propone un Sarmiento hernandiano,
cargado de amor a la tierra y a los hermanos que la habitan, ofreciendo
los beneficios de la civilización para todos.
Mucha gente, quizás, no indaga en todo esto, porque con seguridad han
perdido el interés que se debería tener para comprender las instancias
precisas de nuestra historia y que es el producto del ejercicio impuesto
de la desmemoria a la que fuimos sometidos.
Homero Manzi vino del interior a darnos la cultura de la poesía, del
tango y de todo lo que significa un sentimiento nacional.
Junto al tango está el sentimiento nacional; junto al tango y a la poesía
está la integración del país y su propia expresión social.
Y Manzi también se refiere a la mujer. A las mujeres que trabajan, a
las que trabajan para sobrevivir, de mujeres que deben dejar el alma
y el cuerpo para poder persistir.
Así surge el tango Malena: "Malena canta el tango como ninguna / y en
cada verso pone su corazón...", como se debe ponerlo en cada obra que
se realiza, en cada expresión y en cada lucha que se libra en todas
y cada una de las batallas que la vida exige.
Continúa el tango: "A yuyo de suburbio su voz perfuma, / Malena tiene
pena de bandoneón..." El bandoneón expresa pena, sentimiento y mensaje,
y esta poesía Manzi la elabora con el corazón. Y sigue: "Tal vez allá
en la infancia su voz de alondra...", la infancia como un recuerdo,
como nostalgia, "... tomó ese tono oscuro de callejón..." Los callejones
son oscuros como la propia vida para muchos seres humanos: sin trabajo
y sin posibilidades. Callejones con sombra y con tinieblas, sin luz
para transitar el futuro.
Sigue: "... o acaso aquel romance que sólo nombra / cuando se pone triste
con el alcohol...", la ebriedad, que para muchos es el alimento para
olvidar penas y sostener esperanzas. "Malena canta el tango con voz
de sombra....", la voz de sombra que no tiene luz ni la vibración del
sentimiento. "Malena tiene pena de bandoneón". En definitiva nos muestra
las llagas vivientes de una vida triste y difícil.
Por todo lo dicho y por mucho más vale hablar de Manzi. Es encender
el espíritu y levantar todas las emociones que tenemos arraigadas. Sin
emociones y sin espíritu, por más materia que tengamos, por más dinero
y elementos que puedan conformar nuestras alforjas, la vida no tiene
valor. La vida tiene valor en la medida en que sepamos sustentar y beber
de esas fuentes espirituales. Ese es el mensaje que nos dejó Homero
Manzi.
Por eso, vale hablar de Manzi, de este hombre del interior que vino
a hacer resplandecer la voz, el sentimiento, la integración, la conciencia
nacional y el destino que debemos transitar todos los argentinos.
Manzi fue un revolucionario y, si bien no alcanzó a combatir en San
Joaquín, en la histórica revolución de Paso de los Libres donde los
irigoyenistas plantearon la defensa del movimiento popular y su reacción
ante lo que era el régimen, pudo con posterioridad plasmar como coautor
en la célebre Marcha de Forja su espíritu revolucionario cuando concretó
en célebres estrofas el espíritu radical de aquella época.
Decía: "Forjista si estás de guardia y te preguntan dirás / dirás que
velas las armas que mañana empuñarás". Era el espíritu revolucionario
que reaccionaba a través de una juventud que, con firmeza, atacaba al
régimen.
Y también en su prosa y en su poesía plasmó fundamentalmente el sentimiento
popular y esa reacción permanente contra el régimen, utilizando el canal
de la música para las épocas en que la persecución obstaculizaba las
posibilidades de las manifestaciones populares.
Así fue que en aquella "Milonga del 900" hizo pública su manifestación
de que era hombre de Leandro Alem, lo que permitió que el pueblo abrazara
como un canal de expresión esas célebres estrofas que se le metieron
inmediatamente en el corazón.
Su faceta más importante fue, sin duda, la poética, pero no muy lejos
estuvo la política, donde su compromiso con el movimiento popular y
nacional; que en aquella época encarnaba el yrigoyenismo; lo convirtió
en un militante.
Posteriormente, cuando las circunstancias políticas generaron el hecho
revolucionario que culminó con la irrupción de Juan Domingo Perón en
el poder y en las instancias de transformaciones que vivió el país,
Homero Manzi acompañó hasta sus últimos días al peronismo.
Este militante, este poeta popular, goza del afecto y de la consideración
de quienes admiramos su presencia como un vehículo de todas las expresiones
del sentimiento concreto del pueblo.
Los que viven con el apuro de dar se van pronto, y nos dejan mucho.
El 3 de Mayo de 1951, con solo 44 años de edad, la muerte "le pungueó
el corazón" y él se despidió "lleno de luces y colores que integran
mi cortejo final de despedida" y Troilo lo llora con "Responso", un
conmovedor tango instrumental.
Ernesto Sábato dijo en su poema "Al Buenos Aires que se fue": "Feliz
de vos, Homero Manzi, que te fuiste a tiempo, / cuando aún era posible
escribir esas canciones de trenzas y almacenes; / cuando todavía los
espíritus no estaban resecados por la ferocidad y la violencia".
Y el Poeta Horacio Ferrer le dice:
"Homero viene allá, de sur vestido, su muerte fue tan solo un mal momento,
ahí va sembrando vidas que no han sido, por un claro de cuna de arrabal.
Tras él vienen sus novias en cortejo, mostrando el corazón de adiós tejido,
cuando él, grave de todos, sangra un río, de glorias y fracasos en orsai.
Homero Manzi, tus valsecitos, la luna triste quiere cantar. Vamos, Homero, salgamos juntos,
que en el misterio, van a cerrar.
Se asoman, por los barrios para verlo,
los tangos y la fe que han muerto poco y Manzi les da un nuevo sueño loco,
al son de su guitarra fraternal.
Le enseña a presagiar a nuestro olvido
y el pájaro total del amor nuestro a su barbeta va, buscando nido, en tanto él fuma y fuma en el umbral.
Homero Manzi, tus valsecitos la luna triste, quiere cantar. Vamos, Homero, salgamos juntos,
que en el misterio, van a cerrar".
Fue un "maldito" que en el contexto histórico que le tocó vivir, lo
hizo a la altura de su pensamiento y de su arte.
Parecería no haber vivencia que no haya quedado plasmada en su obra,
y hoy, cuando en la radio de un tallercito del suburbio o en la disquería
del centro, florecen sus versos "con un perfume de yuyos y de alfalfa
que nos llena de nuevo el corazón" y nos cuenta de "un ladrido de perros
a la luna", del "amor escondido en un portón, y los sapos redoblando
en la laguna" imaginando "a lo lejos la voz del bandoneón" con "un coro
de silbidos... allá en la esquina" parece como si Homero, indoblegable,
rebelde, de sur vestido, se pasease todavía entre nosotros, según Cátulo
Castillo... "con su cara redonda y sus ojos limpísimos de niño, con
su frente triste de pensar la vida y tirando madrugadas".
Es que muriendo como hombre, Manzi renació como mito para mantener viva
la canción y encendernos de nuevo la esperanza.
"entre comillas" citas de Norberto Galasso.
[Conferencia pronunciada
por Osvaldo Vergara Bertiche el 16 de Noviembre de 2004 en el "Centro
Cultural Bernardino Rivadavia" dependiente de la Secretaría de Cultura
y Educación de la Municipalidad de Rosario en el marco de las actividades
programadas con motivo del "III Congreso de la Lengua"]
Nunca imaginé que los argentinos llegaríamos a recordar con esmerado
reconocimiento y respeto a nuestro ilustre comprovinciano en el centenario
de su natalicio y que el Gobierno Nacional declarara al año 2007: “El
año Homero Manzi” destacando su trayectoria y promoviendo el entendimiento
de su obra.
Hace mas de treinta y cinco años publiqué en el desaparecido diario
La Hora de Santiago del Estero, una serie de notas que tenían a la poesía
de Manzi y algunos aspectos de su vida pública, como protagonistas principales.
Por ese entonces, lo poco o mucho que se conocía del celebrado añatuyense
se podían encontrar, como un material disperso entre revistas literarias,
letras de tangos y uno que otro libro contando un anecdotario repetido
del autor de Sur.
Salvo unos pocos que lo conocieron en vida, hicieron mención del lugar
de su nacimiento, describiendo al pueblo de Añatuya su solar natal –que
aun no figura en el diccionario actualizado de la Real Academia Española-
como un mágico sitio de donde abrevara un sinfín de imágenes que sin
duda se encausaron con el tiempo.
“ Y ahí está, todavía indiferenciado en esta natalidad santiagueña,
el futuro Homero Manzi, nacido en Añatuya el 1º de Noviembre de 1907.
Vio la luz en la casa que sirve de casco al campo “La 13” cercana a
las vías férreas… hijo de Santiago del Estero, donde transcurre su primera
infancia al amparo tutelar de los mitos de la selva, entre el bochorno
de las siestas pobladas de duendes y escapadas a un remanso de agua
cercano…” (Luís Alen Lascano, H. Manzi, Poesía y Política. Editorial
Nativa, Pág. 14 enero de 1974)
Sin duda Manzi fue rescatado para la historia como un valor de valía
entre los celebres letristas y compositores que revolucionaron el tango,
en este caso, el que revalorizó el rol de la mujer e introdujo una poesía
fina y armónica dentro de un ámbito sórdido de figuras grotescas y paisajes
grises, tal como se identificaba en la época, esas historias con música
de guitarra y bandoneón.
“Tu que con bronce y viento hiciste sones Para poblar el mundo de canciones”
Homero llegó al tango en el momento justo en que la Argentina dejaba
atrás la belle epoc, para salir en busca de una identidad propia, más
natural, de cara a sus ancestros. Como buen provinciano inclinado a
identificarse con las causas populares y nacionales, pintó la nueva
y floreciente Buenos Aires con las imágenes capturadas en su niñez en
el momento justo en que lo cotidiano no dejó de ser un asombro para
los ojos de quien aprendía a crecer.
“El ha visto desde niño “un farol balanceándose en la barrera” como
una cosa cotidiana de cada uno de sus amaneceres, “el ladrido de los
perros a la luna”, que son los mismo de siempre y tampoco han cambiado
para alegría de los barrios suburbanos que los conservaban aun, como
si se tratase de una continua tradición.
No está ausente la nostalgia evocativa de los “viejos amigos que hoy
ni recuerdo”, ni tampoco las calles lejanas de pura tierra y sin empedrado,
por ellas pregunta “como y dónde estarán”.
Tal vez esa “Juana rubia y amada” (¿?) por la que sufría pensando en
ella y que solo era vista por el recuerdo, haya formado parte del paisaje
lugareño de esas evocaciones tan cargadas de nostalgia y de cariño.
Y los muchachos que todavía se reúnen - no en cualquier esquina- si
no en la más cercana al bar., para hacer escuchar sus silbos melodiosos
a la hora en que todos duermen y que al final terminan con el “codillo
llenando el almacén”.
El paso del tren siempre fue una fiesta en los pueblos santiagueños,
hoy cuando no una anécdota, una curiosidad para los chicos si reseña
a la vecina pálida “que ya nunca salió a mirar el tren” como que tampoco
están “las chatas entrando al corralón” en los contornos de ese pueblo
semi viviente.
Seguramente va a ser difícil aceptar al “Barrio de Tango” como una reminiscencia
del poeta por la tierra que lo vio nacer, con o sin las licencias poéticas
mencionadas y que todo lo hacen posible.
Pero a fuerza de rescate, sólo una acabada prueba de que no es así,
ha de significar un cambio de opinión. ( M. Brevetta Rodríguez. Nostalgias
de las cosas que han pasado. Publicado en el diario El Liberal, 1 de
febrero de 1987.-).
Todas las notas que publiqué en torno a la poesía Manzi, llevan como
subtítulos estrofas de sus versos extraídos de sus poemas y sus composiciones,
como una manera de recrear su presencia dentro del texto. Y creo que
cuando escogí la obra de este autor para resaltar aspectos de su singular
poemática, lo hice en base a una identificación espontánea con su vida
y con su verso, que alcanzó metáforas tan dispares en su contenido,
como en la época en que fueron conocidas.
“Fue lo que empezó una vez Lo que después dejó se ser…”
Después de muerto –hace casi sesenta años- no queda mucho para investigar
que no haya sido comentado, publicado o analizado por quienes fueron
sus biógrafos.
Pero la vida, no deja de sorprendernos ni un instante a lo largo de
nuestra existencia, así, en contadas ocasiones produce sucesos que se
contraponen con lo que son nuestras creencias mientras que en otras
oportunidades llega a conformarnos y a darnos la razón, como una gratificación
no buscada. En este caso a todo aquello que producimos en beneficio
de la cultura. “En casa siempre se hablaba en santiagueño (acentuando
las “s”) A casa (en Buenos Aires) venían siempre nuestros familiares
de Añatuya y de poblaciones del Chaco santiagueño (Charata y General
Pinedo, entre otras)… Siempre se respiró Santiago en mi hogar. Mi padre
era un hombre que nunca olvido sus raíces. En la mesa familiar, en cada
momento de su vida, el y mi madre evocaban a Santiago.” (Homero Luís
“Hacho” Manzi. El Liberal, 14/12/2006).
Esta es otra razón por lo que nunca consideré descabellada mi hipótesis
de que el tema; “Barrio de Tango” (1942) tiene reminiscencias santiagueñas.
La bohemia, se sabe, fue una constante en la corta vida del poeta que
supo vivir con intensidad desmedida cada uno de sus días, como si fuese
el último de su existencia.
Su fama de permanente seductor no fue un invento alucinado de los cronistas
del espectáculo, pues siempre fue ratificada por sus amigos y compañeros
de sus noches suburbanas que sin duda despedían perfume de mujer. Y
si algo faltaba para completar aspectos inéditos de su biografía, no
dejaron de asombrarme las recientes declaraciones de una notable intérprete
del cancionero ciudadano:
“Yo fui el gran amor de Homero. Yo no estaba tan enamorada, pero él
si. Todo lo que hizo Homero lo hizo pensando en mí… Realmente me adoró.
Sé que estaba lastimado, pero… me dijo que se iba a casar conmigo y
me mintió. Dejé a mi primer marido por Homero en el 44” (Nelly Omar,
El Clarín, 10 de mayo de 2005).
"Es la triste ceniza del recuerdo.
Nada más que ceniza. Nada más."
Una mañana de 1995, mientras caminaba por Buenos Aires, ingresé a una
conocida casa de artículos para el hogar. Realizada la compra, aboné
la misma con tarjeta de crédito, cuando el joven vendedor confeccionaba
la factura, me miró a los ojos y me dijo:
- Este nombre me recuerda a Santiago del Estero. Mi abuelo era santiagueño.
- ¿Y cómo se llama tu abuelo? –le pregunté- pues no correspondía otra
respuesta. - Homero Manzi –me dijo- seguro de que me sorprendería.
En ese momento, no pude menos que reconocer la pequeñez del mundo. Conversamos
un buen rato. Lo enteré de mis escritos sobre la obra de su abuelo.
Me contó que Hacho, es su padre, y que éste se encontraba radicado en
Estados Unidos. Y – lo mejor del diálogo- que su abuela aun vivía.
- ¿Le podrías hacer una pregunta, de mi parte a la señora? Quisiera
saber si aquella legendaria “Juana la rubia” del “Barrio de Tango” fue
en verdad uno de los amores de Homero. Sin dudas, que volveré por la
respuesta.
-Le voy a preguntar, me contestó gustoso.
Un tiempo después, volví por la respuesta, trayendo de regalo un cuadro
con la página impresa del diario en donde publique una nota referente
a un aniversario del poeta.
Al tiempo de agradecerme, me expresó sonriente:
- Me dijo mi abuela que el único amor de Homero fue ella. Y que las
otras… son puras fantasías.-
Eran los años difíciles, el arranque de una década llena de sorpresas.
Era el 3 de mayo de 1951, cuando el general Douglas Mac Arthur expresaba
ante los miembros de las Fuerzas Armadas e integrantes del cuerpo de
Relaciones Exteriores del Senado, una suerte de exhortación a los Estados
Unidos para que ataquen a China comunista por aire y mar, acusando al
presidente Truman de malgastar millones de vidas humanas norteamericanas,
de continuar librando una guerra indecisa.
Ese mismo día, desde La Haya, el príncipe consorte de Holanda, Bernardo,
manifestaba en rueda de prensa, que no existe dictadura en la Argentina
y que el Presidente General Juan Perón obtendría el 70% de los votos
en elecciones completamente libres. En nuestra provincia, se fijaba fecha de inauguración de la Casa de
Santiago del Estero en la Capital Federal, en el edificio de Esmeralda
1037, y en la cancha de Mitre, los equipos de Agua y Energía y Comercio
Central Unidos jugarían la semifinal que hacia disputar la Liga Cultural
de Fútbol.
En Buenos Aires, el pueblo todo lloraba acongojado la muerte de un santiagueño
que tuvo la virtud de iniciar una revolución en el campo de la música
ciudadana: Homero Nicolás Manzione, mas conocido como Homero Manzi,
quien ya había concluido sus "definiciones para esperar mi muerte" a
los 44 años: " Puedo cerrar los ojos lejos de las pequeñas sonrisas que conozco,
escuchando estos ruidos recién llegados, viendo estas caras nuevas. Como si de pronto
Los mil lentes de la locura me trasladaran a un planeta ignorado..."
Vivió la realidad de una bohemia sin par, acompañado de los más destacados
intérpretes y creadores del cancionero popular. Conoció en su plenitud
el termino de la amistad, para hacer de ella un rutinario oficio, que
reiteró a todos aquellos con los que practicó una relación cercana:
Scalabrini Ortiz, Arturo Frondizi, Sebastián Piana, Aníbal Troilo, Ramón
Carrillo, Luis Delepiane, Ulises Petit de Murat, Arturo Juaretche, León
Benaros y tantos otros que nunca cesaron de dar testimonios de la gigante
figura de un amigo cabal.
Fue el dueño indiscutido de una lírica sutil y embriagadora que utilizó
para destacar las cosas simples y sencillas, para emprender la retirada,
quizás, de una culturización erudita que se insinuaba por aquel tiempo.
Prefirió que se lo distinguiera por sus características provincianas,
por su canto permanente hacia las cosas comunes, a las que destacó en
el misterio de sus poesías, mezcla de vaticinio y realidad.
" Puede decirse que en 1925 carga los signos de un reinvidicacionismo
"criollista" – cultural y estético- que reniega del color local, de
pintoresquismo y del populismo explotados por toda una línea de poetas
y escritores en beneficio de una criolledá, como diría Borges, mas esencial
y depurada, en cierta forma mas discretamente popular (o menos manifiestamente
chabacana o conventillera) una criolledá "patricia", que abomina de
los " lindos frasquitos" del "amure de la percanta" de la "lámpara del
cuarto" y de la seducción de Milonguita y pone en su lugar la escenografía
y la tipología viril de huecos, borracherias, comités y casas malas
que menta Borges en "Ascendencia del tango" (Revista "Martín Fierro",
20/1/28). BORGES Y MANZI: UN DESENCUENTRO.
Indudablemente, tanto Jorge Luís Borges como Homero Manzi, se conocieron,
aunque ni fueron amigos, ni compartieron idéntico camino en el ámbito
del espectro cultural. Canessa, empleado de la CIAE, evoca los versos
de Sur, para documentar la valía poética de este autor, de quien Borges
dijo en "Italo" Nº 6, que como Enrique Santos Discépolo, fue un malísimo
poeta.
El juicio de Borges levanto una polvareda de reaccione y no fue Canessa
el único que hizo conocer su desacuerdo. Enrique Celestino, jefe de
la sección "Gestiones del Personal", escribió un pequeño ensayo destinado
a probar que tanto Manzi como "Discépolin" fueron talentosos poetas
porteños, por lo menos quienes les encuentran méritos literarios tienen
algunos antecedentes a su favor: en 1931 Arturo Cambours Ocampo incluyó
al autor de "Sur" en su antología que recogió los versos nostalgiosos
de este poeta nacido en Añatuya, en Santiago del Estero.
Pero esto, al parecer, no conmueve a Borges, porque: "Manzi no sabia
nada de malevos" y para el autor de "El Aleph", el tango no puede ser
otra cosa que "música de malevos" ( "Todo Borges y..." Edición Revista
Gente, pag.135).
Lejos del conocimiento real y la casualidad contemporánea, la poesía
de Borges y la de Manzi hablan distintos lenguajes, como distintas fueron
sus posiciones ante temas de trascendencia y hasta en la misma vida.
Fueron dos visiones distintas del tango, identidades contrapuestas que
escogieron cada uno, para luego marchar por distintos caminos.
En una curiosa aproximación sobre el mismo tema, se advierte la concepción
distinta que inspira a cada uno de estos poetas. Por un lado el Borges
visionario que abarca la universalidad de un conocimiento especial y
profundo de las cosas.
Mostramos aquí una curiosidad literaria que ambos protagonistas asumieron
sobre un tema común - el mazo de naipes -, el que obviamente fue tratado
desde la postura particular de cada uno. Como también resultan distintos,
estilos al margen, los contenidos y las proyecciones que Borges advierte
cuando escribe "Milongas" como la "De los morenos", "Don Nicanor Paredes";
"De Albornoz" o " Milonga para los orientales", (en "Para seis cuerdas",
1965). Otro es el fondo que matiza Manzi cuando escribe "Milonga de
los fortines" "Triste", "Sentimental" o "Puente Alsina".
"Cuarenta naipes han desplazado la vida.
Pintados talismanes de cartón nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña va poblando el tiempo robado con las floridas travesuras
de una mitología casera..."
(Jorge Luís Borges, "el truco" "Fervor de Buenos Aires" 1923)
"Cuarenta cartones pintados con palos de ensueño, de engaño y amor"
La vida es un mazo marcado, baraja los naipes la mano de Dios Perdí los primeros convites
parando en carpetas de suerte y verdad. Hoy juego mi trampa tranquilo
Y entre oros y bastos te habré de olvidar..."
(Homero Manzi, "Monte criollo", con música de Sebastián Piana, 1935,
escrita para la película del mismo nombre)
Sin duda la poesía de Manzi, que prefirió plasmar sus propias vivencias
en cada una de sus composiciones, pertenece a una esencia especial,
toma como base la realidad de las cosas mundanas, para ofrecer su propia
cosmovisión, desprovista de todo impedimento que interfiera entre la
simplicidad y el paisaje.
Puso su marca en cada uno de sus trabajos; como estableciendo diferencias,
entre una época y otra, pareció advertir con mucho tino, que al tango
le estaba haciendo falta un cambio, para que pudiera deslizarse por
otros ambientes.
Rescató la imagen triste que ocupaba la mujer y el amor en las letras
ciudadanas, para reivindicarlas y concederles un sitial conforme con
la representatividad que le es propia. Ese intento le valió el reconocimiento
general de parte de todos los tratadistas de la temática porteña y por
mas que se empecinara en hacerse llamar "letristas de tango" nadie dudo
de que se trataba de un poeta que marco distancia entre sus pares, porque
impuso un estilo distinto en la temática arrabalera; lo había dotado
al tango de una sutileza sin par.
" En general, por ejemplo, las que tienen que ver con la cuestión de
la identidad o la especificación cultural (tal vez deba decirse "nacional")
de lo argentino, tal como aparecen planteados en los manifiestos, presentaciones,
encuestas y artículos de la revista; y subsidiariamente las que sirven
para tomar distancias frente al "plebeyismo", el "sentimentalismo" y
el "populismo" de los hombres de Boedo, sin evocar, por supuesto, a
los escribas embanderados en la industria nacional. Es interesante desde el punto de vista, la distancia personal que tomara
Homero Manzi respecto a este conjunto ("Los martinfierristas y su visión
nostálgica del tango", diario El Clarín, 5/2/87). REALIDAD, POESÍA Y POLÍTICA.
"El imaginario incesante", lo llamo Petit de Murat, y no se equivocó
en el apelativo para definir a un talentoso que también buceaba entre
las imágenes del cine – siempre sobre la temática criolla – otra de
sus grande pasiones. La política no le fue ajena, y lo encontró militante de las grandes
causas nacionales y populares, coherente siempre con su condición de
muchacho sencillo y nostálgico de las cosas de la tierra que lo vio
nacer, y a la que nunca dejó de evocar. "Es una síntesis en la cual cruzan Baudelaire y Carriego, Betinoti y
los simbolistas, Lorca y el folklore, los ultraístas y la literatura
del tango" decía Aníbal Ford en "La historia popular" Nº 27.
Proyecto imágenes extrañas, metáforas que constituyen un hallazgo en
la practicidad de su poesía. Seguramente le era esencial llegar al entendimiento
generalizado, rico en matices distintos y auténticos a la vez, para
la comprensión de todos y el regocijo de algunos que encontraban en
el canto, su propia identidad. "Fuiste por mi culpa golondrina entre la nieve,
rosa marchitada por la nube que llueve. Fuimos la esperanza que no llega,
que no alcanza, que no puede vislumbrar la tarde mansa. Fuimos el viajero que no implora,
que no reza, que no llora, que se hachó a morir..."
El destino lo quiso despierto y en la plenitud de su lucidez, hasta
el momento de su definitiva partida hacia ese SUR, desconocido y triste,
mucho mas lejos y solitario que el paredón de Pompeya. ¿O es que había iniciado su marcha hacia un "barrio de tango", cuando
misteriosamente y a propósito "esa puerta se abrió para su paso", para
no regresar?
"Se recogió en aquella callada, pensativa y acelerada auscultación del
hecho que habría de producirse inexorablemente, cuando la revelada fatalidad
del mal, que estaba desgajándolo, lo venia a "punguear" – lanza en ganchete
– sobre el preciso instante en que estaba cargando "su cuero" de esperanza,
orejeando en la hueca y sin recelos. El barrio no es el mismo, y la
ternura troila de Pichuco, ¿para llorar que cosa?" Expresaba su amigo
y compañero Cátulo Castillo.
Sin duda hasta las palabras se terminan, cuando nos damos cuenta de
que no estamos, aunque nos queda el consuelo de saber que no podemos
morirnos del todo, de una sola vez en especial si alguna vez tuvimos
la oportunidad de cantar a nuestro pueblo:
"Se que hay recuerdos que querrán abandonarme solo cuando mi cuerpo
hinche un hormiguero sobre la tierra. Se que hay lagrimas largamente
preparadas para mi ausencia. Se que mi nombre resonara en oídos queridos
con la perfección de una imagen..."
"Manzi utilizo la nostalgia como el común denominador de una obra, cuyo
resultado final fue evitar que los mitos de la ciudad de su infancia
se esfumaran. En su rescate terminó por construir una mitología del
ambiente suburbano de principios de siglo. Acribillado por las contradicciones
propias de la clase media, mientras por un lado militaba para cambiar
la sociedad, por otro, mantenía una actitud de tono conservador, según
la cual "todo tiempo pasado fue mejor", porque en la época evocada existía
un orden que a la distancia supone ideal. El Manzi militante peleaba
con el poeta elegíaco. Como resultado la poesía llego al tango y se
instaló a sus anchas. Su mérito consiste en haber señalado el camino
mediante obras perdurables que hace tiempo, por horror de puristas,
se codean con los mejores textos de la poesía argentina". (Horacio Salas,
El Tango, pag. 239).
Manzi se embanderó en la corriente modernista que por su tiempo se gestaba,
atenuado los efectos que la poesía dura y descarnada, que hasta el momento
se la conocía dentro del tango. Abandonó la temática tradicional (llamémoslo
mejor "arrabalera") para trabajar sobre las cosas simples, pero con
distintas imágenes quizás por la influencia de Carriego al que tomaron
como modelo indiscutido casi todos los letristas que trabajaron el tango,
hasta casi el final de la década del cuarenta, o bien por tratarse de
un talento particular, que supo ingeniárselas para decir de otra manera
el verso consustanciado con ese particular momento. ENTRE DOS CORRIENTE EN BUSCA DEL "SER"
"De la canción del barrio, a la letra del tango que inaugura Contursi
con "Mi noche triste" hay un paso y el poeta mayor de esta tradición
sentimental, Homero Manzi, comienza su obra con "Viejo ciego" (1926)
y uno de sus últimos tangos, "El ultimo organito". En estas letras retoma
casi intacta, pero con las necesarias adecuaciones estéticas, la atmósfera
carrieguista, sus personajes y su obsesiva nostalgia de una pasado mejor,
previo al abandono. Todos ellos, la vecina enferma, el organito, la
viejo ciego, el cafetín y su mundo, reaparecen poblando la edad de oro
de los sentimientos, como el espejo idealizado de la vida del porteño"
(Osvaldo Pelletieri, diario El Clarín, 18/12/86, Discépolo y la letra
del tango).
Sin duda Manzi vivió la época del transito obligado de los albores de
nuestra conformación de identidad, al hecho definitivo de la caracterización
a la que hoy asumimos como nuestra, que no es otra que el "argentinismo"
que navega por dos corrientes culturales, una que "importamos" desde
Europa y a que todavía adhiere y la otra que peca en lo ancestral, que
muestra un rostro que pertenece al pasado que ya ha sido superado por
la realidad.
Son las dos facetas a las que nos acostumbraron desde nuestra concepción
como Nación y por las que aun transitamos, en busca de ese "ser" argentino
que constituye la síntesis de nuestra propia historia.
Quizá por allí estén las causas de las luchas culturales que muchas
veces nos llevan a cerrar los ojos ante un hecho evidente y a desconocer
los auténticos valores que son las fuentes de nuestro patrimonio intelectual.
La tarea de nuestro autor, pese al juicio mezquino de algunos de nuestros
gloriosos exponentes de la creación literaria, ha cumplido un rol de
preponderancia, por lo que creemos que justifica su inclusión dentro
del acervo del patrimonio vivencial de la cultura. Y compartimos con
los que estudiaron su obra y le encontraron quilates, aunque al margen
de las bondades de lo estrictamente literario, lo rescatamos como a
un entusiasta defensor de las causas nacionales y populares, no solo
por lo que pudo escribir, si no porque vivió inclinado hacia una actitud
de vida que celebramos y nos conforma. "Y también se que a veces dejara de ser un hombre y será solo un par
de palabras sin sentido. Estoy lleno de voces y de colores. Unas veces recogido en el sonambulismo de la marcha. Otras, inventados
tras mi propia soledad. Con ello se integrará un cortejo final de despedida".
Demasiado joven y en la plenitud de su labor artístico y literaria,
no pudo resistir una cruel dolencia que calló su canto de trovador enamorado
de las cosas cotidianas. Tres de sus más preciados amigos lo despidieron en su morada final,
Jorge Farias Gómez, Cátulo Castillo y Francisco García Giménez. El entonces presidente de la Nación General Juan Perón, fue representado
por su adecán. Algunos le atribuyeron esta frase: "Para esto... no hay
reposición".
Por Osvaldo Vergara Bertiche cuadernosdivulgacion@hotmail.com
En el año del Centenario
del Nacimiento de Homero Manzi, las voces se elevan para homenajear
a quien, sin dudas, es un verdadero y auténtico poeta de los argentinos.
Nacido en Añatuya, Provincia de Santiago del Estero, el 1º de Noviembre
de 1907, vive solamente 44 años. Fallece en 1951, más precisamente el
3 de Mayo.
Su verdadero nombre es Homero Nicolás Manzione Prestera.
Como un presagio, que es una señal que indica, previene y anuncia un
suceso, sus padres lo bautizan Homero.
Homero, el griego, fue un poeta y rapsoda (recitador ambulante de versos),
que vivió en la segunda mitad del siglo VIII, alrededor de 725-700 años
antes de Jesús Cristo y su nombre significa en griego moderno: rehén.
Tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales épicas
griegas, La Ilíada y La Odisea, la épica menor cómica Batracomiomaquia
(‘La guerra de las ranas y los ratones’), el corpus de los himnos homéricos,
y varias otras obras perdidas o fragmentarias tales como Margites. Algunos
autores antiguos le atribuían el Ciclo Épico completo, que incluía más
poemas sobre la Guerra de Troya así como poemas tebanos sobre Edipo
y sus hijos.
Se lo considera ciego, y a pesar de dudas históricas, es el pilar sobre
el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.
En la figura de Homero, el griego, confluyen realidad y leyenda.
En nuestro Homero, Homero Manzi, confluyen realidad y recuerdo. La apreciación
de una realidad que quedó en el tiempo; es decir: ¿dónde estará? o ¿dónde
estarán?, ¿qué se habrá hecho) o ¿que se habrán hecho?, ¿por dónde andará?
o ¿por dónde andarán?. Homero Manzi es, entonces, un poeta elegíaco.
La Elegía (diccionario de la Real Academia) es una "Composición poética
del género lírico, en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier
otro caso o acontecimiento digno de ser llorado, y la cual en español
se escribe generalmente en tercetos o en verso libre. Entre los griegos
y latinos, se componía de hexámetros y pentámetros, y admitía también
asuntos placenteros".
Las invocaciones en formas de preguntas retóricas son típicas de la
elegía.
Esta forma poética clásica tuvo gran influencia entre muchos de nuestros
poetas; lo que denota la estatura intelectual de todos ellos.
Así también, Catulo, (sin acento) el latino, tenía una amada a la que
escribía elegías; se llamaba Clodia. Otro poeta muy famoso, griego,
fue Calímaco que escribía exámetros elegíacos a los héroes como Ulises.
Vamos a rescatar dos conceptos. Elegía es evocación, lloro, lamento
de alguien que murió, o de algo que pasó y ya no está. Que puede llegar
a ser placentero en algunos casos. Que tiene algún tópico para identificar
el qué se habrán hecho, el dónde estarán, o el qué fue de aquél, y que
podemos relacionar con palabras como lamento, melancolía, queja, evocación,
tristeza. Es decir, es el llanto o el lamento de lo que ya no está o
no puede volver nunca más.
Es buscar en el recuerdo algo y al mismo tiempo una forma de traerlo
al presente.
Esta evocación a la que llamamos nostálgica no es necesariamente triste;
es el pasado que sólo vuelve a través del recuerdo. Ese recuerdo que
de alguna manera nos hace felices, porque fue digno. Es necesario, casi
condición sine qua non, que todo autor de elegía haya sido protagonista
o testigo de los hechos que memora.
Para ejemplificar la prosapia que tiene esta forma poética, que tomó
Homero Manzi, podemos remitirnos a las Coplas a la muerte del padre,
de Jorge Manrique, que fueron escritas casi 20 años antes del descubrimiento
de América.
Cito solamente dos estrofas como ejemplo de qué es la poesía elegíaca
y cómo Manzi la refleja.
Atienda el alma dormida, / avive el seso y despierte, contemplando,
/ cómo se nos pasa la vida, / cómo se nos viene la muerte, / tan callando
/ cuán presto se va el placer / cómo una vez otorgado da dolor, y cómo
a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Primera cuestión a tener en cuenta: "cualquiera tiempo pasado fue mejor".
Ahí está la evocación. Y la valoración de ese tiempo pasado. En la última
estrofa, son más de 48 octavillas, vemos que no es una elegía triste,
sino que es laudatoria, o sea que contiene alabanzas, el poeta evoca
al padre como un héroe que peleó contra los moros, que fue un hombre
honesto, que fue amigo de los amigos, que fue un creyente, que sirvió
a la corona de su rey verdadero. Y termina diciendo:
Así con tal entender / rodeado de su mujer, / hijos, hermanos y criados,
/ dio la vida a quien se la dio, / la cual halló en el cielo su gloria,
/ y aunque la vida perdió, / dejónos harto consuelo su memoria.
Y esto, que es hermosísimo, es la segunda cuestión a considerar: "dejónos
harto consuelo su memoria". La memoria consuela el pesar de lo que se
ha perdido. El padre murió, pero Manrique dice tengo consuelo en la
memoria, en el ejemplo que él dejó y evocándolo me siento bien.
Un tema de Manzi, ejemplo de elegía total, es Sur, quizás el más conocido
de sus tangos, dice:
San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo, Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo y tu nombre florando en el adiós. La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón, y un perfume de yuyos y de alfalfa que me llena de nuevo el corazón.
Sur, paredón y después... Sur, una luz de almacén...
Ya nunca me verás como me vieras, recostado en la vidriera y esperándote.
Ya nunca alumbraré con las estrellas nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya...
Las calles y las lunas suburbanas, y mi amor y tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé...
San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén, tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió.
Siguiendo con esta alcurnia poética que tiene la elegía, podemos descifrar
cómo Manzi lo lleva al cancionero popular.
Otro antecedente famoso de elegía es un soneto de don Francisco de Quevedo
y Villegas, del siglo XVI, que escribe a su protector. Se llama Memoria
inmortal de don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, muerto en prisión.
A este soneto Borges lo juzgó como uno de los más hermosos de la lengua
castellana.
"Faltar pudo su patria al grande Osuna, / pero no a su defensa sus hazañas;
/ diéronle muerte y cárcel las Españas, / de quien él hizo esclava la
fortuna. / Lloraron sus envidias una a una / con las propias naciones
las extrañas; / su tumba son de Flandes las campañas / y su epitafio
la sangrienta luna. // En sus exequias encendió el Vesubio / Parténope
y Trinacria al Mongibelo; / el llanto militar creció en diluvio; / diole
el mejor lugar Marte en su cielo; / la Mosa, el Rin, el Tajo y el Danubio,
/ murmuran con dolor su desconsuelo."
Esta poesía, también hermosísima que trata de ser triste, "murmuran
con dolor su desconsuelo" en realidad pierde su tristeza y melancolía
al ser tan grandilocuente la evocación del Duque de Osuna al decir "Su
tumba son de Flandes las campañas, y su epitafio la sangrienta luna".
Manzi también murmura con dolor su desconsuelo cuando dice en el vals
A su Memoria:
Hoy vuelves del recuerdo, madre mía, envuelta en la penumbra del pasado,
trayendo la nostalgia de los días que en horas de placer hube olvidado.
Y la evocación:
Vendrás, siempre, vendrás, a consolar mi mal
cuando mi cerrazón busque luz, cuando mi corazón te nombre más.
Estos antecedentes poéticos que se remontan a griegos y latinos, se
encuentra presente, entonces, en nuestro poeta. Quizás cambian los tópicos,
ya no era un héroe. Ahora es el viejo barrio, los amigos, los personajes
urbanos, la mujer amada…
Homero Manzi, el poeta elegíaco por antonomasia, evoca su juventud,
su adolescencia en el colegio Abraham J. Luppi, donde desde su ventana
veía el farol balanceando en la barrera y el terraplén. Todo está narrado
en Barrio De Tango:
Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna. El amor escondido en un portón. Y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Barrio de tango, luna y misterio,
calles lejanas, ¡cómo estarán! Viejos amigos que hoy ni recuerdo, ¡qué se habrán hecho, dónde estarán!
Barrio de tango, qué fue de aquella, Juana, la rubia, que tanto amé. ¡Sabrá que sufro, pensando en ella,
desde la tarde que la dejé! Barrio de tango, luna y misterio, ¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!
Un coro de silbidos allá en la esquina. El codillo llenando el almacén.
Y el dramón de la pálida vecina que ya nunca salió a mirar el tren. Así evoco tus noches, barrio 'e tango,
con las chatas entrando al corralón y la luna chapaleando sobre el fango
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Exalto estas cuestiones, porque este poeta es uno de los pináculos de
nuestra cultura. A diferencia de Quevedo no tuvo protectores, sino por
el contrario, por su clara y pertinaz acción política fue perseguido
y encarcelado, expulsado de la Facultad de Derecho de Buenos Aires,
y cesanteado en sus cargos de docente de Historia y Literatura.
Otros ejemplos de elegía, remarcan aún más la poética de Manzi, al mismo
tiempo que ponen de manifiesto la nobleza de esta forma literaria.
La poesía de Miguel Hernández dedicada a su amigo Ramón Sijé, a la que
le pusiera música Joan Manuel Serrat, dice: "(En Orihuela su pueblo y el mío, se me ha / muerto como del rayo mi
amigo Ramón Sijé, a quien / tanto quería.) / Yo quiero ser llorando
el hortelano, / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del
alma, tan temprano. // Alimentando lluvias y caracoles, / y órganos
mi dolor sin instrumento, / a las desalentadas amapolas / daré tu corazón
por alimento. / Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler
me duele hasta el aliento."
Es una elegía triste, desgarradora, emocionante, dolorosa.
Manzi en Discepolin le dice a su viejo y entrañable amigo, de la misma
manera:
Sobre el mármol helado, migas de medialuna y una mujer absurda que come en un rincón ...
Tu musa está sangrando y ella se desayuna ... el alba no perdona ni tiene corazón.
Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca y del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca, antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!...
Otras elegías, como la de Jorge Luis Borges, son evocativas y no hacen
más que llenar de dignidad a quien la evoca. En El Tango, dice:
"¿Dónde estarán?, pregunta la elegía / de quienes ya no son, como si
hubiera / una región en que el Ayer pudiera / ser el Hoy, el Aún y el
Todavía. // ¿Dónde estará (repito) el malevaje, / que fundó en polvorientos
callejones / de tierra o en perdidas poblaciones, / la secta del cuchillo
y del coraje? // ¿Dónde estarán aquellos que pasaron / dejando a la
epopeya un episodio, / una fábula al tiempo y que sin odio, / lucro
o pasión de amor se acuchillaron."
Borges explica de modo sencillo todo lo que cualquiera de nosotros no
explicaría en 50 minutos de charla.
Borges plantea que la elegía es esa región donde el ayer se puede transformar
en el hoy, el aún y el todavía.
Borges, que es un creador de regiones, él crea los orilleros, postula
a poetas como Evaristo Carriego, inventa toda una poética y una región,
no sólo geográfica, sino histórica, elige la región del ayer, que es
un ayer feliz, el de los cuchilleros, valientes, dice que esto pervive
en "esa ráfaga, el tango, esa diablura, / los atareados años desafía;
/ hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / menos que la liviana melodía,
/ que sólo es tiempo."
Borges salva esta cuestión de la evocación; al pasado ineluctable que
no vuelve, lo salva con la poesía y dice que también lo salva el tango,
que dura más que el hombre, esa "liviana melodía".
Esta evocación nos hace regresar a un pasado que fue feliz. Una evocación
que nos hace felices. Esa es la clave que Manzi nos entrega en toda
su obra..
En el tango El Último Organito, Homero no evoca a una amada, a la barra,
o al amigo, sino a un objeto: "el organito, un simple objeto que cumple
el papel de conjuro, una especie de sortilegio donde al mencionarlo
se convocan antiguos recuerdos, vecinos, a la que abría las persianas
y se cansó de amar, el caballo blanco, el rengo y el monito, el alma
del suburbio".
Es un tango claramente elegíaco, es una poesía evocativa, nostálgica
pero también algo triste. Sin embargo uno se solaza en esa tristeza
por la altura de su decir.
Las ruedas embarradas del último organito vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco y un rengo y un monito y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos apagados elegirá la esquina donde se mezclan luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina la pálida marquesa y el pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar; y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego, que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
Tendrá una caja blanca el último organito y el asma del otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos y el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las novias encerradas abriendo las persianas detrás de su canción,
y el último organito se perderá en la nada y el alma del suburbio se quedará sin voz.
Arturo Jauretche en su libro Los Profetas del Odio señala que Manzi
un día dijo: "Tengo por delante dos caminos: o hacerme hombre de letras
o hacer letras para los hombres".
Instalado desde los nueve años en el suburbio de Buenos Aires, el entorno
le permitió adentrarse hondamente en lo popular, observar en sus interminables
caminatas, "atorranteando atardeceres", a los habitantes de los barrios.
Barrios que había descubierto, antes, Evaristo Carriego.
Cumplió lo prometido y escribió letras para los hombres, lo que significa
letras entendibles, pero que también convierten a los hombres, expresión
por seres humanos, en personajes centrales de cada historia.
Sus poesías pueden considerarse como discursos literarios, ya que tienen
los elementos propios de páginas de la literatura: el escritor, el lector
y el mensaje, en una época y en un medio determinado, y con todos los
recursos del lenguaje: los temas, las relaciones intertextuales, los
géneros y las figuras. Debido a ello no faltó algún distraído o malintencionado
que le reprochara el propósito de "intelectualizar el tango".
Borges, en cierta oportunidad afirmó que con las letras de los tangos,
bien podía crearse otra "comedia humana" al estilo de Honorato de Balsac.
Manzi lo logró.
Es que en los tangos, milongas, valses, candombes y canciones de Manzi,
aparecen numerosos ambientes, el arrabal, el barrio, los tipos humanos,
la evocación del pasado, los sentimientos, el amor y hasta la política.
Dicho de otra manera: temas orilleros, urbanos, sentimentales, filosóficos...
El suburbio, el arrabal, era transitado por pintorescos personajes;
fueron desapareciendo poco a poco, avasallados por eso que llamamos
progreso, y que marcó la decadencia de esa zona periférica ante el crecimiento
de la gran ciudad.
Manzi lo expresa en Mano blanca ....Dónde vas carrerito porteño
con tu chata flamante y coqueta, con los ojos cerrados de sueño y un gajo de rueda detrás de la oreja
...................... carrerito del barrio del Once que vuelves trotando para el corralón.
Los sentimientos, como el amor en: Una lágrima tuya
Una lágrima tuya
Me moja el alma, Mientras gimen las cuerdas De mi guitarra Ya no cantan mis labios
Junto a tu pelo Diciéndote Diciéndote Lo que te quiero ..........................
puedas saber que de tu llanto no me olvidé no me olvidé.
El amor, un "amor como desgarradura, como pérdida". En Fuimos:
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas En las horas resignadas de tu vida...
Gota de vinagre derramada, Fatalmente derramada sobre todas tus heridas
Fuiste por mi culpa golondrina entre la nieve Rosa marchitada por la nube que no llueve.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza, Que no puede vislumbrar la tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir
Es tan triste vivir entre recuerdos... Cansa tanto escuchar ese rumor
De la lluvia sutil que llora el tiempo Sobre aquello que quiso el corazón.
En Ninguna
Esta puerta se abrió para tu paso. Este piano tembló con tu canción.
Esta mesa, este espejo y estos cuadros guardan ecos del eco de tu voz.
Es tan triste vivir entre recuerdos... Cansa tanto escuchar ese rumor
de la lluvia sutil que llora el tiempo sobre aquello que quiso el corazón.
No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu voz.
Tu piel, magnolia que mojó la luna. Tu voz, murmullo que entibió el amor.
No habrá ninguna igual, todas murieron en el momento que dijiste adiós.
Cuando quiero alejarme del pasado, es inútil... me dice el corazón.
Ese piano, esa mesa y esos cuadros guardan ecos del eco de tu voz. En un álbum azul están los versos
que tu ausencia cubrió de soledad. Es la triste ceniza del recuerdo nada más que ceniza, nada más...
Los tipos humanos podemos apreciarlo en Eufemio Pizarro
Morocho como el barro era Pizarro,
Señor del arrabal; Entraba en los disturbios del suburbio con su frío puñal.
Su brazo era ligero al entrevero Y oscura era su voz. Derecho como amigo o enemigo
No supo de traición. Cargado de romances y de lances La gente lo admiró.
.....Con un vaivén de carro iba Pizarro, perfil de corralón, cruzando con su paso los ocasos
del barrio pobretón. La muerte entró derecho por su pecho, buscando el corazón.Pensó que era más
Fuerte que la muerte Y entonces se perdió.
Eufemio Pizarro, fue un famoso y típico compadre, anarquista, que conociera
Manzi, cuando, indultado por Yrigoyen, regresó del penal de Usuahia
donde estuviera confinado.
En Milonga del 900, Manzi habla del orillero, no como lo hiciera Evaristo
Carriego, para quien el guapo era "un cultor del coraje" por su valentía.
Para Manzi, era "un producto de la miseria circundante, de una sociedad
que no brindaba alternativas".
Me gusta lo desparejo y no voy por la "vedera".
Uso funghi a lo "Massera", calzo bota militar. La quise porque la quise
y por eso ando penando, se me fue ya ni sé cuándo, ni se cuándo volverá.
Me la nombran las guitarras cuando dicen su canción. Las callecitas del barrio
y el filo de mi facón. Me la nombran las estrellas y el viento del arrabal.
No sé pa' qué me la nombran si no la puedo olvidar. Soy desconfiao en amores,
y soy confiao en el juego. Donde me invitan me quedo y donde sobro también.
Soy del partido de todos y con todos me la entiendo, pero váyanlo sabiendo
¡soy hombre de Leandro Alem!
No me gusta el empedrao ni me doy con lo moderno.
Descanso cuando ando enfermo y después que me he sanao. La quiero porque la quiero
y por eso la perdono. No hay nada peor que un encono para vivir amargao.
Aquí introduce un tema político, una declaración terminante "soy hombre
de Leandro Alem"
El tango y la milonga en muchos casos expresaron hechos y protagonistas
de la historia política argentina; sin embargo, con la desaparición
de gobiernos y de ciertos políticos actuantes de ese entonces, las composiciones
perdieron vigencia.
No así en Manzi, que siempre dio su testimonio, pero que sus letras
políticas perduran por expresar lo inminentemente popular, lo profundamente
arraigado en las masas, y que lo manifiesta en esa síntesis del proceso
del campo nacional: en el tránsito del yrigoyenismo al peronismo. Escribió
también dos milongas, una dedicada a Eva Perón y otra para Juan Domingo
Perón.
La evocación del pasado en El Pescante
¡Vamos!... cargao con sombra y recuerdo
¡Vamos!... atravesando el pasado...... ¡Vamos!... al son de tu tranco lerdo
¡Vamos!... camino al tiempo olvidado.
Los métodos de análisis del discurso, hacen referencia al carácter no
unitario del mismo y a sus interferencias léxicas. El texto es considerado
como el producto de un trabajo sobre textos anteriores o contemporáneos.
Las relaciones intertextuales son variadas: parodia, polémica, comentario,
imitación.
El tango, es también un discurso y por lo tanto aparecen las relaciones
intertextuales, elementos tomados de otros textos, que cuando proceden
de autores famosos, pueden individualizarse sin ninguna dificultad.
Así Evaristo Carriego, en Has vuelto dice:
Has vuelto organillo........
El ciego te espera Las más de las noches sentado a la puerta ............................
pianito que cruza la calle cansado moliendo el eterno familiar motivo
................
Manzi en Viejo Ciego:
Con un lazarillo llegás por las noches
Trayendo las quejas del viejo violín. y en medio del humo parece un fantoche
tu rara silueta de flaco rocín.. .................
Parecés un verso
del loco Carriego parecés el alma del viejo violín. .............
a ver, viejo ciego, tocá un tango lento muy lento y muy triste que quiero llorar.
Es que tanto el verso de Evaristo Carriego como el de Manzi recuerda
esa figura del viejo ciego violinista, la de un ciego musicante.
Es aquí que debemos señalar que la poética de Homero Manzi se inserta
como un todo continuo con aquella primigenia de Rubén Darío, luego la
de Leopoldo Lugones, a renglón seguido la de Evaristo Carriego para
culminar, justamente en Homero Manzi.
Horacio Salas en su libro "Tango" afirma al referirse a Manzi, que tuvo
un "un lenguaje depurado, literario, pero al mismo tiempo popular. Con
innegable influencia lorquiana".
No cabe duda, en algunas de sus canciones se nota una relación intertextual
con Federico García Lorca. Las canciones de Manzi tienen características
propias de las mejores páginas antológicas, lo que le da una verdadera
calidad literaria.
Dice Federico García Lorca en Alba
Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva Semilleros de nostalgias Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma. La gran tumba de la noche Su negro velo levanta
Para ocultar con el día La inmensa cumbre estrellada.
Manzi en De mi casa a tu casa, un aire de bailecito
La carta que me has devuelto "mis dedos" no la escribió,
se la dicté al escribano contándoles "mis dolor".
Me has privao de "tus ternura"
me has privao de "tus querer". Al final me resultaste como todas "las mujer".
Dicen que es necesario cantar de noche para olvidar. Dicen, pero no es cierto
porque los cantos recuerdan más. …………………………. Desde mi casa a tu casa
una huella dibujé los pastos la van borrando desde que no me querés.
Pa' curarme de tus males consulté con "los doctor" ellos dicen que no tienen
remedio pa' "mis dolor".
El cubano Nicolás Guillén en CANTO NEGRO
¡Yambambó, yambambé! Repica el congo solongo, repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo baila yambó sobre un pie.
Mamatomba, serembe cuserembá.
El negro canta y se ajuma, el negro se ajuma y canta, el negro canta y se va.
Acuememe serembó, aé yambó, aé.
Tamba, tamba, tamba, tamba, tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba, caramba, que el negro tumba: ¡yamba, yambó, yambambé!
Y Manzi en Calún Gangué
Calún Gangué Yeye yumbá yeye yumba
Calún gangué yeye yumbá yumba Calún gangué-é-é Yeye yumbá calún, calún gangué.
El amor para que dure tiene que ser como el locro un poquitito de trigo
un poquitito de todo.
Del otro lado del río los unitarios están pero
no les tengo miedo ni un poquitito de miedo porque el río es federal.
Yeye yumbá calún calún gangué-é yeye yumbá calún calún gangué yeye yumbá calún calún gangué.
La piel de color moreno el pelo color carbón... ¡Y en lo oscurito del pecho
donde duermen los recuerdos colorado el corazón!...
Calún Gangué
yeye yumbá yeye yumba, Calún gangué yeye yumbá yumbá Calún gangué-é-é
Yeye yumba yumba calún guangué-é-é Yeye yumbá calún calún gangué.
Guillén y Manzi, intertextualmente realizan a través de sus poemas una
reivindicación del negro, del mulato, ya que sin duda es el sector sufriente,
maltratado, explotado, junto a los primigenios dueños de la tierra,
por los detentores de la civilización, entre comillas.
El lenguaje y sus recursos
Sabemos que el uso adecuado del lenguaje es importantísimo en la coherencia
global del texto, en su macroestructura para dar así una significación
exacta a las secuencias de las oraciones.
El cómo se dice permite conocer los recursos que utiliza el escritor
en sus obras.
En los tangos, Manzi en algunos casos, desde la realidad circundante,
en otros, a partir de sus propias emociones utiliza palabras cargadas
de doble significación. Es decir, denotación y connotación.
La realidad, el mundo circundante que narra, está estructurado entre
otros elementos por los acontecimientos, el tiempo, los personajes y
el medio. En otras palabras: descripción, narración, diálogos y retratos.
La narración es una sucesión de hechos que transcurren en un tiempo
y en Mañana Zarpa un Barco, la deja expresada de manera contundente:
Riberas que no cambian tocamos al anclar. Cien puertos nos regalan la música del mar
Muchachas de ojos tristes nos vienen a esperar y el gusto de las copas parece siempre igual.
Tan sólo aquí en tu puerto se alegra el corazón. Riachuelo donde sangra la voz del corazón.
Bailemos hasta el eco del último compás, Mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más.
La descripción es la presentación de rasgos distintivos de un objeto,
de un lugar, de una escena observada o de una persona. La descripción
identificada en la nostalgia de los afectos perdidos aparece en las
letras que evocan el barrio, una ciudad, una calle, o simplemente algún
rincón.
Justamente, en el tango Un Rincón dice:
Allí, tal vez, tal vez,
tu ayer encontraré. Tu ayer cargado de silencio volviendo por las calles del recuerdo.
La vida que se ha muerto y no se ha muerto. Sombras, sueños. Quemar, quemar el corazón
y luego recordar en un rincón.
En un rincón vivió el amor la luz feliz, la luna llena.
Tus ojos grandes, tus manos buenas y al fin la soledad del corazón. En un rincón murió tu voz,
la luz más gris, más gris de amor.
Jorge Luis Borges hace una descripción literaria en La fundación mítica
de Buenos Aires
La manzana pareja que persiste en mi Barrio Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe Brilló en la trastienda y conversaron un truco
El almacén rosado floreció en un compadre....
Y Manzi en el tango Buenos Aires colina chata, hace exactamente lo mismo:
Sobre una colina chata Garay trazó cuatro vientos; por un costado La Pampa,
al otro lado un Riachuelo y el río contra la espalda y contra el pecho el desierto
con su horizonte de paja y su techumbre de cielo. Garay trazó diez manzanas
sobre un cuadrado perfecto y el sitio de las campanas y el lugar de su gobierno
y las casas capitanas y los tejados modestos y el ámbito de la plaza
para los grandes recuerdos. Garay trazó con su espada la forma de un pueblo nuevo.
¿Cómo era la pampa aquella sin gauchos y sin cencerros, sin chinas, ranchos, ni güeyas,
sin boliches ni puesteros? ¿Cómo era entonces La Pampa sin estancias ni potreros,
sin una sola guitarra, sin el ladrido de un perro?... ¿Sin un mazo de baraja,
sin el grito de un resero, sin un fogón y una casa, sin un mate y sin un cuento?...
Sólo era una pampa pampa, con un desierto desierto y su horizonte de paja
y su techumbre de cielo. Qué raro que se quedaran los españoles aquellos,
atados a las distancias clavados a los silencios. Tal vez porque ya eran otros
distintos de los primeros. Tal vez porque ya eran criollos a fuerza de sufrimientos.
Porque llegaron del norte inaugurando senderos madurados por los soles
y las lluvias de febrero.
Tanto uno de los principales escritores de la literatura argentina,
como es Jorge Luis Borges y Homero Manzi han hecho verdaderas descripciones
literarias.
En la poesía las funciones del lenguaje son informativas, por las descripciones,
pero expresivas al manifestar sentimientos.
En el tango de Manzi, se manifiestan los elementos propios de una obra
literaria.
Es que la lírica expresa en su contenido el mundo interior del autor.
Suele traducir estados de ánimo, emociones, pasiones, modos de valorizar.
En muchos temas, Manzi hace predominar lo subjetivo, como en Ay de mí,
un triste campestre:
Sombra de pluma, niebla flotando en el río. ¡Corazón ay de mí, ay de mí corazón!
Cerrazón del olvido. Luz en mi noche, poncho de amor en el frío. ¡Corazón ay de mí, ay de mí corazón!
¿Dónde está su camino? Rueda entre nubes la luna, adentro de la laguna.
También está presente el drama, que es una composición literaria dialogada
en que se representa una acción por los personajes elegidos por el poeta,
en un escenario determinado.
En el tango Hermana, Manzi uiliza la primera persona singular, y se
introduce en la obra como un personaje, le habla a su hermana, es una
suerte de diálogo, y la respuesta está implícita.
Te estaba zumbando un canto
adentro del corazón, nunca debiste escucharlo, que no era un canto de amor.
Siempre junto a la ventana, siempre sobre el bastidor, hermana de risa clara
distante como un adiós.
Te estaba llamando un canto y ese canto te llevó.
Hermana, tu tristeza está en la mesa familiar, mesa que ha enlutado tu destino,
y tu sonrisa de muchacha sin camino en el hielo sin consuelo del hogar.
Hermana, por ausente, por perdida, por lejana, eres más presente, más querida, más hermana...
Eres mucho, mucho más.
Tal vez te quisimos poco. Tal vez te tratamos mal.
Nunca nos dijiste nada, jamás te vimos llorar.
No abriremos tu ventana,
dormirá tu bastidor. Jamás diremos tu nombre, tu nombre también murió.
Te estaba llamando un canto y ese canto te llevó.
En cuanto al lenguaje, Manzi usa casi en forma casi exclusiva expresiones
de nivel culto, coloquial y familiar y utiliza muy poco el lunfardo
o palabras consideradas vulgares.
Ciertos recursos poéticos sugieren el modo de sentir, de valorar, de
imaginar del autor, y se traduce en la emoción, la fantasía y los deseos
que trasuntan sus versos.
Así surgen imágenes, comparaciones, metáforas, apóstrofes, personificaciones,
es decir, recursos semánticos que se relacionan con la significación
o sea la connotación.
El mejor ejemplo es el tango Malena.
Malena tiene un lenguaje lleno de comparaciones, personificaciones y
metáforas funcionales o sea expresar una idea con el signo de otra con
la cual tiene cierta analogía.
Malena canta el tango como ninguna (comparación o símil que es la relación
de semejanza entre dos objetos) En cada verso pone su corazón (metáfora) ...........................
A yuyo del suburbio su voz perfuma (sinestesia o cruce de sensaciones)
............................. Malena tiene pena de bandoneón (metáfora funcional)
.................................... Tu canción tiene el frío del último encuentro (vivificación o atribuir
cualidades propias de los seres animados) ........................... Tu canción se hace amarga (vivificación) en la sal del recuerdo (metáfora)
............................ al rumor de tus tangos, Malena (imagen auditiva o recuerdo de una sensación)
.............................. Tus ojos son oscuros (imagen visual o recuerdo de una sensación) como
el olvido (símil) ............................ tus manos, dos palomas (elipsis) que sienten frío (sinestesia)
tus venas tienen sangre de bandoneón (metáfora funcional Tus tangos son criaturas abandonadas (personificación o dar características
propias de las personas) ................................ cuando todas las puertas están cerradas (imagen visual)
y ladran los fantasmas de la canción (sinestesia) Malena canta el tango (imagen auditiva) como ninguna (comparación)
Malena tiene pena de bandoneón (epifonema o la reflexión final).
El apóstrofe es una figura que consiste en cortar el discurso para,
con vehemencia, dirigirse en segunda persona a seres abstractos o cosas
o a sí mismo.
En el poema Tango aparece además, de esta figura, la enumeración, elemento
común en las canciones de Manzi, que consiste en una serie de ideas
referidas a un mismo asunto o enunciado de las partes de un todo.
¡Tango! Piel oscura, voz de sangre ¡Tango!.. yuyo amargo de arrabal
¡Tango!... chata, pingo, luna grande ....................... guapo
recostado en el buzón... Trampa Luz de aceite en el garito... ¡Todo!
Todo vive en tu emoción.
Y también aparece la enumeración:
Percal y horario, ropa y costura
Pena de Agosto, tardes sin sol. Luto de otoño, pan de amargura, Flores, recuerdos, mármol, dolor.
Gorrión cansado, jaula y miseria Alas que vuelan, carta de adiós. Luces del centro, trajes de seda,
Fama y prontuario, plata y amor.
En esta última estrofa, en forma enumerativa, sin utilizar verbos, "con
una sintaxis nominal, describe el destino de la piba de arrabal, la
que cansada de la miseria, de su agobiante trabajo, de su soledad, ante
una muerte cercana, deja atrás a la virtud, simbolizada en los tangos
por el percal, se aleja de su medio, para transformarse en una milonguera
o milonguita,atraída por las luces del centro, por la vida fácil del
cabaret..."
Los temas de Manzi, 103 en total, como toda obra literaria, tienen todos
los distintos niveles de lengua.: expresión, información y apelación.
La fama, el reconocimiento de Homero Manzi fue más allá de las fronteras
del país, fue un hacedor de la cultura popular, fue un militante social
y político y poeta verdadero impulsor de una estética para el cancionero,
que trajo como resultado su instalación definitiva. Inspirado en formas poéticas muy nobles, de alta prosapia y antiguas,
como es el caso de la elegía, han servido para desarrollar mejores sentimientos
en los seres humanos.
Poeta popular, que comprendió cabalmente el espíritu del Pueblo al que
pertenecía.
Manzi entendió que para acercarse poéticamente al pueblo no hacía falta
hacerlo con chabacanería como escuchamos asiduamente. Y si no de muestra
basta un botón: "Marta, sos la número uno, cuando pueda te vacuno" reza
la letra de una cumbia villera muy difundida, entre tantas otras procacidades.
Si se compara complacientes y comercializados temas, con esta otra realizada
por artistas, nos damos cuenta de la decadencia cultural a la que fuimos
condenados por culpa de la colonización pedagógica.
Pero Manzi y tantos otros músicos y poetas respetables y de tanta prosapia
necesitan, hoy más que nunca, de un auditorio que los reivindique y
los aclame.
Y no sólo efímeramente, sino que los siga eternizando. Persisten con
su son por generaciones y quedan en la memoria.
Y no hay contradicción. Existe un pasado que merece ser evocado y un
futuro que tiene que ser construido para no volver a caer.
Quizás algunos nos señalen como elegíacos; pero lo elegíaco tiene que
ver con las derrotas. Muchas veces fuimos derrotados. Pero mientras
llevemos adelante el sueño de la utopía la elegía nos sirve para evocar
lo bueno que pudo haber habido en el pasado y servir de apoyatura para
comprender el presente y construir un mundo mejor.
Para terminar, quiero compartir con ustedes las palabras de Horacio
Salas refiriéndose a Homero Manzi: "Su mérito consiste en haber señalado
el camino, mediante obras perdurables que hace tiempo, para horror de
puristas, se codean con los mejores textos de la poesía argentina".
Manzi sigue manteniendo viva la canción. Manzi desde el pasado nos convida
a repensar el futuro.
Osvaldo Vergara Bertiche
Texto de la Conferencia desarrollada en la Asociación de Jubilados y
Pensionados de la Caja de Seguridad Social para Profesionales del Arte
de Curar de la Provincia de santa Fe, Zona Sur, el Viernes 15 de Junio
de 2007.
Ese gran poeta que nunca publicó un libro de poesías. Nacido el 1º de
noviembre de 1907 en el poco tanguero pueblo de Añatuya –un empalme
ferroviario con algunas casas, en Santiago del Estero–, Homero Nicolás
Manzione fue no sólo un pilar esencial del tango, sino también un hombre
de radio y de cine, además de periodista y militante político.
"Manzi encarna, más que ningún otro, la presencia de la poesía en la
letra del tango" (Julio Nudler).
Por Karina Micheletto
Hay tangos que son emblemas del género, a tal punto que sus nombres
se han vuelto metonimias. Decir "Malena" es decir tango, decir "Sur"
es decir tango, y el sentido se fija en la Argentina y en el mundo.
Las letras de estos tangos son muy populares, se tararean de memoria,
y sin embargo no son nada fáciles en el sentido jinglero al que nos
acostumbró la industria de la música: expresan una hondura poética sin
atajos. Homero Manzi fue el hombre que las escribió, en tiempos de esplendor
del género, y en compañía de otros creadores irrepetibles como Aníbal
Troilo. Hoy este hombre cumpliría cien años y, más allá de los intentos
oficiales por encontrar alguna forma de homenaje, una cosa es segura:
su obra seguirá viva, hablando en tiempo presente, aunque pasen los
años y los centenarios.
Homero Nicolás Manzione nació el 1º de noviembre de 1907 en el poco
tanguero pueblo de Añatuya –por entonces, apenas un empalme ferroviario
con algunas casas y estancias– en Santiago del Estero. Llegó a Buenos
Aires a los siete años, junto a sus siete hermanos y su madre, que buscaba
una mejor educación para sus hijos. El lugar que lo recibió fue aquel
que más tarde transformaría en tango: Pompeya, un barrio humilde y alejado
del centro urbano de la época, con una fuerte impronta todavía ligada
a la escena rural.
Con los años, Manzi vería transformarse aceleradamente –urbanizarse–
aquel escenario que pronto se fijó como añoranza en su poesía. En tangos
como "Sur" o "Barrio de tango", el poeta captura aquel paisaje de la
niñez, que sabe irreversiblemente perdido, y por el que ya comienza
a sentir nostalgia. Como reseña Acho Manzi, el hijo del poeta: "San
Juan y Boedo, Pompeya, y todo lo que se veía desde el dormitorio del
Colegio Luppi (adonde Manzi estuvo pupilo al llegar a Buenos Aires):
‘el paredón’, ‘la esquina del herrero’, ‘Centenera y Tabaré’, el ‘Almacén
de la Laguna’ en Corrales, junto al ‘farol balanceando en la barrera’,
y desde allí, ‘recostado en la vidriera’, ‘Juana la rubia’, ‘el alfalfar’
contiguo, la curva de la vía donde los maquinistas ensayaban sin querer
el ‘silbido del adiós que siembra el tren’, todo, todo, todo su Sur,
en el barrio de tango que tanto amó".
Y así como hoy los vecinos sensibles de Villa Crespo ven avanzar Palermo
Queens en sus veredas y suspiran la certeza de que no habrá vuelta atrás
–si se permite la comparación, inexacta en sus enormes diferencias contextuales–
Manzi y sus contemporáneos vieron avanzar la modernidad de la época
sobre barrios como Pompeya o Boedo, vivieron sus mutaciones. Y luego
Manzi hizo poesía –tango– de su nostalgia de los barrios que han cambiado,
y también de lo inexorable de la vida, y en general de las cuestiones
importantes de la vida, que son aquellas con las que hoy se siguen identificando
todos los que escuchan sus tangos.
El poeta del tango
Hay en la poesía de Manzi un elemento profundamente musical, que funciona
como un encastre perfecto, indivisible. Como señaló el periodista Julio
Nudler en un artículo publicado en el portal Todotango: "Manzi encarna,
más que ningún otro, la presencia de la poesía en la letra del tango.
Fue un poeta que no publicó ningún libro de poesías". Su dupla con Troilo
significó uno de los hitos del tango. Es uno de los binomios históricos
del género, de esos que se citan rapidito al estilo Troilo-y-Grela,
Gardel-y-Le Pera, y sin embargo no colaboraron juntos en más de seis
ocasiones. Cuando Manzi murió de cáncer, a los 43 años, Troilo le dedicó
su tango instrumental "Responso".
En su brillante análisis, Nudler destaca dos características centrales
de la obra de Manzi: el primero, el aporte que hizo a la modernización
y la jerarquización de la milonga. Para llevar a cabo esta reinvención
de la milonga tuvo un compañero fundamental, el pianista Sebastián Piana,
con quien escribió grandes clásicos como "Milonga sentimental", "Milonga
del 900" y "Milonga triste". Salas recuerda en su biografía que el mismo
Piana declaró que su mayor aporte a la música argentina fue "haber renovado
la milonga, haber creado una milonga suburbana, de la ciudad, diferente
a la campera". A partir del éxito de sus colaboraciones con Piana (entre
las que también figuran tangos como "El pescante", valses como "Paisaje"
o "Esquinas porteñas") Manzi se convirtió en un autor reconocido.
El otro aspecto de la obra de Manzi analizado por Nudler es "su mimetización
con la fiebre romántica que contrajo el tango en los años ’40". Aquí
aparecen tangos imperecederos como "Fruta amarga", "Torrente", "Después",
"Ninguna" o "Fuimos", esos que Nelly Omar (ver aparte) asegura que fueron
escritos para ella. Y si hubo desencuentros en aquel gran amor prohibido,
que perduró hasta la prematura muerte del poeta, a los 43 años, basta
revisar los versos de "Fuimos", escrito con el bandoneonista José Dames
("Fui como una lluvia de cenizas y fatiga / en las horas resignadas
de tu vida...") para acercarse al desgarramiento de aquella relación.
El hombre de los mil oficios
Manzi no sólo fue un poeta del tango, fue un apasionado militante gremial,
dirigió Sadaic, ejerció también el periodismo, dictó clases como docente
de Castellano e Historia, estudió Derecho, escribió una cantidad de
guiones para la radio y el cine, y hasta codirigió un par de películas.
Todas estas actividades no parecieron interferir su intensa producción
como poeta, más bien la complementaban. Al igual que otra gran pasión,
por si faltaran aficiones: el hipódromo de Palermo.
En el cine, su obra más importante es sin dudas La guerra gaucha, escrita
en colaboración con su amigo Ulises Petit de Murat, pero también fue
el responsable de títulos como El último payador, con Hugo del Carril,
Su mejor alumno, de Lucas Demare, Escuela de campeones, Pobre mi madre
querida, Pampa bárbara, Huella, Malambo, Confesión, Con el dedo en el
gatillo, entre muchas otras. No sólo eso: en 1942 fundó Artistas Argentinos
Asociados (AAA) con Enrique Muiño, Elías Alippi, Lucas Demare, Francisco
Petrone, Angel Magaña y otros hombres de cine. Al morir tenía escritos
varios proyectos de nuevos guiones, como demuestran las recopilaciones
a cargo de su hijo Acho.
Como periodista trabajó en revistas como Micrófono y Radiolandia, que
también dirigió; colaboró en los diarios Crítica, El Sol y El Combate,
y en las revistas Línea y Ahora. Desde las páginas de la revista Antena
se dio el gusto de criticar al mismísimo Gardel: "Gardel es un gran
artista sin ningún control de sus condiciones ni de su destino. Vive
y triunfa con la complicidad de Dios, porque él ha hecho todo lo posible
para dificultarse el éxito. Su primera película, Luces de Buenos Aires,
es una cosa absurda". Más allá del escaso pronóstico en relación con
los éxitos o fracasos artísticos, lo que realmente le molestaba a Manzi
de Gardel (un admirado suyo, por supuesto) era su interés por la industria
extranjera del cine.
Militante político por vocación, el golpe de Estado del 6 de septiembre
de 1930 le trajo como consecuencia la destitución de sus cargos como
profesor y la expulsión de la Facultad de Derecho. Es que, con 23 años,
había liderado a punta de pistola la ocupación de esta facultad en repudio
al golpe militar que el 6 de septiembre derrocó a Hipólito Yrigoyen.
Más tarde, junto a jóvenes como Arturo Jauretche fundó la Fuerza de
Orientación Radical de la Joven Argentina (Forja), que diez años después
se disolvió para apoyar al naciente peronismo.
Hubo una última pasión en su vida, asumida por pertenencia geográfica:
Huracán. "La historia de los barrios porteños está escrita, sin duda
alguna, en los libros de actas de los clubes de barrio –escribió–. Huracán
es casi la historia misma del Parque de los Patricios. Alrededor de
su nombre pampero giran los recuerdos del barrio sur. Al globo rojo
sobre campo blanco –heráldica suburbana– están adheridas las cosas del
barrio, y los cafetines del barrio, y los baldíos del barrio, con melancólicas
suturas." Así escribía su evocación del club de sus amores, impregnada,
también, por la nostalgia que marca su obra.
El poeta en los libros
Entre la profusa biografía
tanguera que se detiene en el autor de "Sur", la más completa y documentada
sin dudas es la biografía que escribió Horacio Salas, Homero Manzi y
su tiempo, recientemente reeditada por Vergara. Salas no sólo recorre
la actividad musical, literaria, periodística, en cine y radio, o la
militancia política de Manzi, sino que describe el contexto histórico
indispensable para entender el rumbo que tomó la vida de este creador,
por fuera del anecdotario. Acho Manzi, hijo de Homero, se ha dedicado
a recopilar y estudiar la profusa obra de su padre. Entre sus publicaciones
se destacan dos de Corregidor: Sur, barrio de tango, donde además de
recopilar cronológicamente la obra de Manzi y ofrecer datos sobre los
guiones radiofónicos y de películas, agrega valiosas anotaciones contextuales
sobre el sentido de algunas referencias de las letras, o entrevistas
a amigos y compañeros de creación del poeta. En Homero Manzi. Poemas,
prosas y cuentos cortos, del que se acaba de publicar una segunda edición
corregida y aumentada, se incluyen textos inéditos como "El baile del
internado", una síntesis de un libro cinematográfico que iba a protagonizar
Hugo del Carril y que Manzi no llegó a concretar, ya enfermo de cáncer.
Los textos, divididos según su temática (los hay dedicados a su Añatuya
natal, a Buenos Aires, semblanzas de otros creadores como Carlos Gardel,
Alfonsina Storni o Andrés Chazarreta) también se acompañan de notas
del compilador que contextualizan la obra y brindan más datos sobre
Manzi.
¿ERA NELLY OMAR LA PROTAGONISTA DEL TANGO?
El famoso misterio de Malena
Los tangueros, se sabe, son entusiastas cultores del anecdotario, del
dato puntual muchas veces difícil de chequear, contradictorio o imposible
a la luz del cotejo histórico. Alrededor de la protagonista de "Malena",
una de las obras más célebres de Manzi, con música de Lucio Demare,
se tejieron mil y una historias, como corresponde a la tradición del
género. Que fue Azucena Maizani (la primera en grabar el tango), que
fue Mercedes Simone, que fue alguna corista del Maipo, que fue una cancionista
a la que Manzi escuchó en algún cabaret de México, o quizá Brasil...
Sin embargo, la versión que parece más fuerte apunta a Nelly Omar, con
quien Manzi mantuvo durante años una relación amorosa oculta. La misma
Nelly Omar comenzó a admitir hace poco lo que durante años fue un secreto
compartido por amigos: "Yo soy Malena". Según reconstruye Horacio Salas
en su biografía sobre Manzi, en realidad el poeta habría escuchado a
una cancionista llamada Malena, en un lugar geográfico que no queda
claro del todo, que le habría hecho acordar a Nelly Omar.
En su libro, Salas incluye una valiosa entrevista a la cantante, del
año 2000: "Conocí a Homero en el año 1938 –cuenta Nelly Omar–. Yo cantaba
en Radio Splendid y él escribía el libreto del programa y leía unas
glosas. La verdad es que me festejó desde el primer día. Yo era muy
tímida y ni me le acercaba, pero él continuó llamándome y buscándome
a lo largo de cinco años. Yo estaba casada con el doctor Antonio Molina,
pero nuestro matrimonio había sido un fracaso y nos llevábamos muy mal.
Finalmente, en 1943 decidí separarme. Mi hermana Gori durante mucho
tiempo me decía: ‘¿Por qué no te divorciás, si Homero es una buena persona
y se nota que te quiere en serio? Escuchalo’. Estuvimos juntos desde
entonces hasta su muerte, pero nunca convivimos, por más que planeamos
varias veces casarnos por México o por Montevideo (...) Ya habíamos
decidido comenzar nuestra vida en común, a pesar de que Homero sufría
por miedo a hacerle mal a su hijo, al que quería muchísimo, cuando después
de un viaje a la ciudad de Lincoln, donde permaneció algún tiempo, comenzó
a sentir las primeras molestias. Era el día de Navidad de 1946 cuando,
después de visitar al médico vino a casa, a las once de la noche, y
me dijo que tenía cáncer, pero que lo iba a pelear hasta último momento,
como en realidad lo hizo. Con la enfermedad ya no hubo tiempo de pensar
en nosotros, lo único importante para mí era que él mejorara".
"En los años que estuvimos juntos, debido a nuestra situación, tuvimos
muchos desencuentros, no voy a negarlo, y cada vez que estábamos separados
él me escribía tangos, que era su manera de comunicarse, de decirme
que me extrañaba. Me escribió muchos: ‘Fuimos’, ‘Solamente ella’, ‘Después’,
‘Torrente’, y otros que ahora no recuerdo. Pero todos sus amigos sabían
que era la destinataria de sus versos. Y tarde o temprano volvíamos
a reunirnos..."
Rosedal, paisaje de peluquería cursi como una pérgola o como un paquete de masas con cinta azul y blanca. Tal vez por eso mi aventura infantil te despreció inclemente. Y con malandrines prefería las arcadas del puente donde pernoctan vagos filosóficamente. ...........................................
Yo, cabalgando en un Ford modelo antiguo hacía ruborizar a tus rosedales, pero tus mujeres te vengaban por encima del hombro.
Rosedal, con tus banquitos eunucos pintados de merengue, donde posan seguras las nalgas tres vírgenes largas porque siempre son tres las flacas incontaminadas. Yo de puro atorrante te pondría faroles y casitas de lata y zaguanes oscuros con humedad de besos y perfumes de albahaca. Y en tus paredes planchadas al rodillo pondría un organito, un rengo, una esquina, un boliche y una muchacha. Rosedal, Parnaso decadente donde duermen las musas cien veces benditas de los Intendentes.
Cada vez que contemplo tu lago sarcófago de fetos y de un descuartizado siento unas ganas locas de adornarlo con tachos latones botas viejas con una cama jaula con una escupidera igual que en los fanales de Pompeya.
42 versos a la Facultad de Derecho
La Facultad de Derecho es una casa vieja. La trajeron —pretendo— de Lovaina o de Lieja en una tarde fría y otoñal, y en la ciudad ruidosa fue un asombro ojival. En su torre, doliente como un sueño inconcluso, dialogaron sus noches porteñas y los vientos con silbidos de jarcias y con lamentos de gatos lunáticos y confusos. Una luna porteña, que remontó en la esquina, barrilete nocturno de arrabal, caloteó dos palomas en Puente Alsina y las tiró por su ventanal. Palomas proletarias que hicieron nido con sus ladrillos, igual que en los tejados de las aldeas, igual que en la techumbre del conventillo. Y la extranjera consistorial ensayó un paso en la cuerda floja de la emoción, cuando la plateada galleta marinera con corazón de pan le tiró las monedas de su amor, y en la resurrección sensiblera le brotó un corazón que en sístoles de huelgas y en diástoles de gritas efectúa la cardíaca revolución. Corazón que practica la leyenda hipocrática de dormir a la izquierda, hecho con las estrías de cien muchachos locos que sueñan con la paz y que hacen la simbiosis —pampeanamente rara— de Yrigoyen y Marx. ...........................................
Pero está cerca el día de los tejados muertos, el día de la buena ración, cuando se vuelen las palomas y se detenga el corazón. Entonces esa luna de arrabal se quedará en el cielo del almacén, y la extranjera consistorial volverá a ser un asombro municipal. Que así no sea. Amén.
Buenos Aires colina chata
Sobre una colina chata Garay trazó cuatro vientos. Por un costado la pampa, al otro lado el riachuelo y el río contra la espalda y contra el pecho el desierto con su horizonte de paja y su techumbre de cielo. Garay trazó diez manzanas sobre un cuadrado perfecto, y el sitio de las campanas y el lugar de su gobierno y las casas capitanas y los tejados modestos y el ámbito de la plaza para los grandes recuerdos. Garay trazó con su espada la forma de un pueblo nuevo. ¿Cómo era la pampa aquella sin gauchos y sin cencerros, sin chinas, ranchos ni huellas, sin boliches ni puesteros...? ¿Sin un mazo de baraja, sin el grito de un resero, sin un fogón y una casa, sin un mate y sin un cuento...? ¡Sólo era una pampa, pampa con un desierto desierto, con su horizonte de paja y su techumbre de cielo...! Qué raro que se quedaran los españoles aquellos, atados a las distancias clavados a los silencios. Tal vez porque ya eran otros, distintos a los primeros. Tal vez porque ya eran criollos a fuerza de sufrimientos. Porque llegaron del norte inaugurando senderos, madurados por los soles y las lluvias de febrero.
Hombre
¿Eres cientos de vidas, o una vida? ¿Una sola infinita y dolorida? ¿Eres dueño del mundo en que transitas o el mundo es una gruta donde habitas? ¿Andas entre flores y el paisaje sin poner el perfume y el celaje? ¿Creaste una deidad omnipotente para que manejara tu presente y tu pasado y lo que nunca ha sido, lo muerto, lo vital, lo presentido? Cruzas frente al espejo de tu espejo y no eres el reflejo de un reflejo. Manejas tardes y también mañanas y ríos y amapolas y ventanas y lágrimas y sombras y canciones y juncos y fatigas y emociones y guerra y paz y prados y ciudades y juventud y ancianidad y edades y libros y banderas y armonías y das luna a la noche y sol al día. Mides los mundos que tú hiciste mundos con teoremas exactos y profundos. Trabajando en tu nada y en tu todo pintas blanca la nieve y negro el lodo. Prescribes lo moral y abres caminos y ponderas valores y destinos. Juzgas para esta vida y otra vida. Ésta fugaz y la de allá dormida, sobre un tiempo sin tiempo —fuego o nube— y dices que el mal rueda y el bien sube. Corres como un gigante desolado con fuerzas que tú mismo has convocado y de pronto, cortando tu carrera, te blasfemas, te lloras, te veneras, te conviertes en cientos de millones que maldicen o rezan oraciones y te cambias el rostro en cada suerte y vuelves a la vida y a la muerte con una vanidad empecinada hecha de polvo, de ceniza y nada y aguardas rosa de la mano amiga y de la mano sin amor ortiga. Pero sabes que todo está en tu sueño: ortiga y rosa, soledad y leño. Eres trágico así y eres culpable. Si eterno, te defines deleznable. Si santo, buscas torpes tentaciones. Si valiente, te ensucias con pasiones.
Eres trágico así y eres absurdo cuando te vistes con el gesto burdo y abismas en fracaso abominable el bien, de cuya norma eres culpable y cuando hieres con tus propias manos tu propio corazón en tus hermanos y descargas la furia de tus brazos sobre el propio dolor de tus pedazos y destruyes los sueños de ti mismo, lanzando lo que es tuyo hacia el abismo. ¿Cómo puedes herir a la criatura que es una imitación de tu figura? ¿Cómo puedes gozar del cataclismo si está hecho todo en carne de ti mismo? ¿Si el cielo, la perdiz y la cabaña salieron desde el fondo de tu entraña? ¿Si la bestia que pace y los pastores tienen tu amor y tienen tus dolores? Hombre que todo lo soñaste un día, no puedes solazarte en la agonía. Y no puedes mentir que son mil vidas ajenas a tus manos atrevidas. Eres uno, el primero, el que hizo todo. Blanca la nieve blanca y negro el lodo. El que duerme en las hondas sepulturas y despierta después en las criaturas. El creador de sí mismo, el propio dueño. El responsable de su enorme sueño. Deja tu vanidad empecinada hecha de polvo, de ceniza y nada, y vuelve a ser el ángel legendario que hizo la cruz y que labró el rosario. No puedes ver morir con sorda calma las cosas que pariste con el alma. Nada menos que tú, que eres poeta y fuiste tu factor y tu profeta. Nada menos que tú, que de tan noble trajiste hasta tu casa el pez y el roble. Y que hiciste infinita la medida para encoger tu imagen y tu vida. Y que al solo fervor de tu mirada dibujaste los cosmos en la nada. Y que al solo temor de hacerte malo nombraste un juez y le entregaste el palo. ¡Cómo puedes fraguar maldad y muerte si hiciste a Dios para no ser tan fuerte...!
Jardín zoológico
Si yo tuviera un sánguche de queso, un jarrito de lata, un guardapolvo blanco, treinta condiscípulos y un chocolatín, en un coche expreso del Anglo, haría una excursión al Jardín.
Mi maestra de humildad enlutada, (así la recuerda el corazón) acentuaría el impulso cotidiano del neurasténico coscorrón.
Maestrita malhumorada por culpa de la soltería, pero sin embargo humana como una hermanita.
Queremos ir contigo y no con la directora, que casi siempre es una señora mayestática e incomprensiva.
Tú irías con los zapatos gastados, yo con los trompudos de charol y el flaquito del banco de al lado con los pantalones remendados en forma de desilusión.
Yo quisiera que vayan todos, todos los que fueron ayer, con los mismos trajecitos, con el mismo orgullo y con la misma sencillez.
Pero pido tan sólo una cosa, una cosa que está en la garganta. Permiso para ir con el flaquito y cederle la ventana.
Para no reírme de sus pantalones y para esconderle el brillo de mi botín y para darle medio sánguche de queso, igual que Carlitos Chaplín.
Si yo tuviera treinta condiscípulos y una maestra y un chocolatín, iría de nuevo al Jardín. Entonces el purrete que llevo en mi hombría, mataría a aquel hombre que hubo en mi niñez.
María
Heroína de tango, te llamabas María. Tenías ojos negros y ganas de soñar. Me contabas historias que entonces te creía, y hasta me hacían llorar.
Para mi adolescencia eras la Magdalena del pecado inconsciente y del padre borracho. Por eso tu palabra me llenaba de pena. ¡Es que era un buen muchacho...!
Te besaba en las manos, te recitaba versos y te leía cuentos de Gogol. Y cuando abandonábamos aquel antro perverso íbamos a los parques a ver nacer el sol.
Una vez me pintaste la miseria de tu hogar. Y al verme entristecido, en un golpe de histeria te pusiste a llorar.
Te consolé juntando las palabras más buenas y te ofrecí la salvación y te hablé de una vida serena donde se unían tu nombre y mi ilusión.
No volví a verte más desde aquel día. Te perdiste en la sombra y vanamente te busqué. Pensé en tu desamor, en tu falsía, te maldije y lloré.
Heroína de tango, la vida dura, me fue quitando aquella ingenuidad. Pero he vuelto a creer que eras pura y a saber que tuviste piedad.
Douglas Fairbanks
Era un galán jocundo que se casó una tarde con la novia del mundo. Había nacido en Denver City, capital de un estado que el Arkansas alegra, corriendo entre cañones trazados en la piedra. Fue jugador de bolsa, estudiante de minas e intérprete de Shakespeare. De su ciudad natal que humedece el South Fork pasó de un salto al cielo de New York. Y trajo de su Denver, tierra de la ilusión donde van los enfermos que sufren del pulmón, la limpieza del aire y hasta la pretensión de haber vivido en Araphoe donde el pecho descansa y la poesía roe el corazón.
Tenía “sex appeal” español. Es decir brillante la mirada, el caminar magnífico y una flor en la risa. Una flor decorada con pétalos de dientes y nácar de dentífrico. Se enamoró tres veces y se casó otras tantas. Una vez con la madre del muchacho que prolongó su estampa. Otra vez con la novia de todos. Mary Pickford, la dulce, y la quiso a su modo. Un modo de magnate con castillo de piedra escondido en la tarde entre muros de hiedra.
Trabajó en cien películas vestido de corsario escalando ventanas con músculo ligero y gastando el florete en los pechos falsarios y sacando el sombrero y haciendo el saltarín. Porque en su estilo, era un poco mosquetero y un poco bailarín. Nuestra infancia lo evoca con las manos en guantes, que parecían charol, marcando con “zetas” de su seña infamante la frente del traidor. Pero eso era en la pantalla donde el amor se cumple y la amistad estalla. En la vida privada era exuberante que amaba el esplendor de las cosas brillantes. A su casa llegaban y eran agasajados, príncipes sin destino y reyes destronados y condesas y aristócratas de las tierras demócratas —hubo algún argentino— que ilustra su moderno blasón. Y también se asomaba desparramando “splín”, la sonrisa cansada de Carlitos Chaplín. Chaplín, que no gustaba de ejercer ese boato, y que no era corsario y no era bailarín, con un chiste muy fino lo dejó turulato y le mostró de golpe su sueño de aserrín. Douglas tenía el eterno deseo de viajar y juntando canciones dentro de la victrola y una corte de amigos, se lanzaba a la mar donde lo hacían soñar los vientos y las olas.
Para ser como Drake le faltaba fierez si le sobraba empaque. Lo traicionaban la sonrisa y el afán de la luz. Y, tal vez, el dinero y la mala cabeza. Porque se hastiaba mucho y porque estaba viejo y porque con crueldad, la verdad del espejo le presentaba arrugas profundas en la piel, con actitud histérica cometió el disparate de romper el consorcio con “la novia de América”. ¡Y pedir el divorcio...! ¡Y casarse otra vez...!
Su gesto fue el contraste de lo que no se espera. Y entonces se hizo al mar buscando aturdimiento y desde la distancia le mandaba a su nuera —Joan Crawford— cien consejos de sano entendimiento. ¡Douglas dando un consejo...! ¡Pobre...! ¡Ya estaba triste...! ¡Pobre...! ¡Ya estaba viejo...! Para ser fiel en todo y epilogar en fuerte brincó un salto mortal y cayó con postura final ante el umbral de la muerte.
Denver City, donde canta el South Fork, lo espera con su tierra para brindarle osario. Porque no es en Los Ángeles y tampoco en New York donde debe dormir con gesto de corsario. Es en la capital del Colorado donde van los enfermos que sufren del pulmón. Entre cuencas hulleras, bosques, rocas y nieves.
En el Condado de Araphoe donde están los lectores que lloran por Poe. Y donde, a veces, llueve. Donde reina un silencio de alfombra de aserrín. Donde una tarde de éstas, revoleando el bastón, llegará la tristeza de Carlitos Chaplín a despedirlo en nombre de la generación de niños que lo vimos alegre y saltarín escalando balcones para marcar con “zetas” rojas a la traición.
La muerte de Quiroga
La gente le previene y él no les hace caso y piensa mientras muerde su labio sin bigote, —¡No han nacido los machos que me salgan al paso, ni se templó la daga que me corte el cogote...!—
“Pucha con este Ibarra siempre tan desconfiado y con esa manía de endilgarme un consejo, nada menos que a mí que empecé de soldado y llegué a general regalando pellejo”.
Le asustan a la gente que lleva en el cortejo, con cuentos de camino y crímenes villanos, como ser, las memorias de aquel sangriento viejo que galopó dos leguas, las tripas en las manos.
—¡Déjense de pavadas y enganchen la galera...! por cuenteros y maulas les metería una soba. ¿Qué quieren, que a mis años pida la escupidera y me quede en Santiago masticando algarroba...?—
La mañanita brilla con un sol de verano. A la vieja del mate le tiembla hasta la espuma. Ella tuvo un valiente que partió con Belgrano hasta que lo tripearon los cuervos de Ayohuma.
“Siempre los cordobeses metiéndose en la fiesta. No se les puede dar ni un chiquito de lazo. Si son como esas moscas que zumban en la siesta y escapan en cuantito lo ven mover un brazo”.
Los algarrobos gozan en el viento temprano. El carruaje está listo y listo el contingente. Quiroga revolea su vicuña riojano y vivando su apodo lo despide la gente.
Hay un poco de pena en el coro apagado. No es un grito violento sacudiendo el estío. Es un viva de muerte, con un eco enlutado que se pierde sin alma en la arena del río.
Un arreador trenzado de afinada puntera refusila chasquidos sobre el aire del anca y las yuntas sacuden la lujosa galera y se escucha el quejido de la rueda que arranca.
“¡VIVA EL TIGRE...!” le gritan Ibarra y sus mesnadas. Ya Quiroga está sordo a ese viva ladino y mira sin mirar dos nubes coloradas que ensangrientan el fondo de su cielo argentino.
El coche cruza el campo repechando albordones, después de hacer un bado cejeador en el río y costea las chacras de dorados melones, que maduran al fuego de los hornos de estío.
Una paisana asoma con su alforjón peruano tranqueando al contrarumbo de la ilustre galera y al ver de qué se trata saluda con la mano y haciéndose a un costado, bajo un mistol espera.
Entra un polvo de arena que los párpados cierra. A Facundo, entre sueños, le trabaja una idea. “¡Para qué tanto miedo si no estamos en guerra...! ¡Si aura es hombre de paz y no busca pelea...!”
“¿Acaso no está allá comandando las cosas Juan Manuel, su compadre, su aparcero, su hermano...? ¿Acaso no comprenden que si él le pide a Rosas el favor de un castigo, le va a dar una mano...?”
De pronto le pregunta con burla y de sorpresa al Coronel Ortiz que le tiembla el camino. —¿Moriremos los dos en tierra cordobesa o seguiremos viaje como cualquier vecino...?
El coronel contesta de manera evasiva él ha oído decir que en Córdoba es la cosa. Por algo en Buenos Aires en forma persuasiva les quiso dar escolta don Juan Manuel de Rosas.
—No se escribe la historia con sangre de gallina... ¿no entiende, coronel, que le estoy dando soga...? No ha de haber en la patria una mano argentina capaz de asesinar a Facundo Quiroga.
Se apacigua su orgullo en ese enorme alarde. Contento de sí mismo reclina la cabeza y se tira a la sombra propicia de la tarde con un aire de tigre que regusta la presa.
Baraja los recuerdos el Tigre de los Llanos. Desfilan los lanceros tras la bandera negra y le brindan aplauso los pueblos soberanos que buscan el perdón de su tropa altanera.
Y vuelve a hacer arreos en estancias salvajes y se llena de fuego su cuatrera demencia, mientras sus milicianos van pechando el vacaje, que se clava en las patas y se afirma en querencia.
Él es un general de machete y espuela, con nalgas para el trote y sangre de pelea; no como el manco Paz, contador sin abuela, que le ganó dos manos peleando a la europea.
Y evoca aquel instante cuando en un largo pliego, don Juan Manuel de Rosas le anotició en detalle, de la trágica muerte del Coronel Dorrego y el motín decembrino del faccioso Lavalle...
Poema
Soy un obrero de tristeza. La esconderé detrás de todas las carcajadas y cuando nadie me vea seré con ella.
Un muchacho se tiró desde una esperanza. Nadie quiso reírse de su cadáver. Tan sólo un poeta no le tuvo lástima.
El hombre estando solo es estoico. Si no, se moriría de pena.
La soledad es la altura de uno mismo y la desilusión es un vértigo.
Hay un mejor equilibrio: la muerte. Y hay una mejor dulzura: el reposo.
Hay cosas que recordamos no haber dicho nunca y palabras cada vez más nuevas.
Con eso se puede hacer tristeza sobre la dulzura agonizante de un amor o sobre el amor en equilibrio mudo.
Pero algún día por París o por Pekín o por Leningrado, lamiendo la pared con la sombra, no me acordaré de tu nombre.
Tan sólo un sonido, o una copa, o una palabra, o cualquier ruido vacío, puede resucitarte en amor.
Entonces serás amarga.
Si una vez
Si una vez, pensaras en la sinrazón de los resortes que mueven esos gestos donde se afirma tu importancia.
Si una vez, te miraras en el espejo desnudo de la naturaleza y pudieras salir de las formas que te envuelven para medir las líneas de tu caricatura elegante.
Si una vez, pudieras hacer el balance de tus ideas para comparar su saldo con la sabiduría de las estrellas, de los pájaros, de las hierbas.
Si una vez, el monstruo estúpido de tu razón pudiera asomarse al misterio de la eternidad.
Si una vez, pudieras ver la suciedad insaciable de tus manos y fueras capaz de sentir náuseas ante el espejismo del oro.
Si una vez, solamente, compararas la tormenta artificial de tu carne con la limpia fecundidad de las bestias.
Si una vez, te pudieras transformar en el juez y en el verdugo de tus
culpas.
Si una vez, las lágrimas de tus ojos te alcanzaran para llorar tus errores y tus palabras fueran suficientes para pedir perdón.
Si una vez, en la soledad de tu propia conciencia pudieras sentirte el más humilde y el más malo y el más incapaz y el más inútil.
Si una vez, sintieras la sed de todo lo que te falta y la repugnancia de todo lo que te sobra.
Si una vez, frente al misterio de Dios, pudieras descifrar su mensaje.
Si una vez, pudieras cerrar los ojos, sin encender en el alma la envidia, el deseo, la ambición, el egoísmo.
Si una vez, te dijeran que no supiste querer a tu madre, a tu padre, a tu hijo, a tu hermano, a tu amigo.
Si una vez, fueras capaz de dar la razón a los que llamas tus enemigos.
Si una vez, pudieras entrar en la luz de la santidad sin una palabra
en los labios.
Si una vez, tus ojos creyeran sin ver y tus oídos tuvieran fineza para escuchar la voz del corazón desnudo.
Si una vez, no sintieras horror ante la muerte por amor al placer de
la vida; o si sintieras amor a la vida sin necesidad del horror a la muerte.
Si una vez, te pudieras olvidar de tus triunfos, y de tus derrotas... habrías justificado tu existencia.
Monedas de poeta
Quise ahorcarme en la trenza de tu cigarro rubio cuando desde tus labios cargados de secretos recordé la cortada por donde iba mi infancia destrozando la suela de mis zapatos nuevos.
Yo no soy el ideal de tu sabiduría, mitad galán de cine y mitad pugilista. Soy un poeta moderno que ambula por las calles evocando mis sueños, que son disconformistas.
Sin embargo te quiero porque sé que en tu vida hace falta un muchacho que te cante pavadas y que ponga perfume de poeta en la nafta de tu coche lujoso, de tu coche sin alma.
Un muchacho humilde, sentimental y bueno, que justifique el brillo vano de tus monedas, comprándote con ellas montones de paisajes montones de paisajes y un anillo de piedra.
Que te lleve por todas las calles apartadas, que te cante tragedias de novios y de celos y que al pasar contigo debajo de los árboles aproveche la sombra para robarte un beso.
Un muchacho que un día, de tonto o de loco, cuando menos lo pienses, vuele de tu existencia, dejándote en un sobre, encima de la mesa, unas cuantas mentiras... monedas de poeta.
Reminiscencia
Alrededor del alma gira y gira la historia de un inútil recuerdo. (Inútil y querido). Se fue por los caminos de la mala memoria y retorna a mis versos como un niño perdido.
Era (la reconstruye vaga reminiscencia), una dulce muchacha (prefiero dulce y triste). Tenía, lo supongo, el temblor de la ausencia. (Tengo que suponerlo, puesto que ya no existe).
Era (y hablo en pasado perfecto e imperfecto), el vuelo fatigado que se posó en mi nido. El tener pocos años fue mi enorme defecto y mi culpa, la culpa de amontonar olvido.
Tal vez fue la más triste o fue la más sincera. Tal vez la que me hubiera colmado de alegría. Tal vez la que en el manso suceder de la espera destejía en la noche los telares del día.
El mínimo rumor de su paso sin ruido la trajo blandamente hasta un rincón cercano. Con presencia de arena yo sé que la he tenido y sé, también, que luego, se me fue de la mano.
Después busqué su vida en sórdidos intentos, repitiendo su nombre, recordando sus ojos y cavando en la tierra de mis remordimientos con la mala esperanza de encontrar sus despojos.
Pero no es ni la luz que de pronto se apaga y titila en el fondo de la noche perdida. Es una estrella muerta, una estrella que vaga más allá de ese cielo, más allá de esta vida.
Andará sobre el polvo que transitó mi paso. (Caminos extraviados. Calles de pueblos viejos). Y habrán de acompañarla en la hora del ocaso las heladas imágenes que dejó en los espejos.
Estará acurrucada al lado de los días que, sin duda, he vivido pero que no memoro, junto con las palabras que una vez fueron mías y los paisajes muertos por los que a veces, lloro.
Fuente: Homero Manzi y su tiempo de Horacio Salas/Eurindia.galeon.com