Por la época en que finalizaba la historieta, en el año 1973, Canal 11 de
Buenos Aires comenzaba a emitir una serie de cortos animados,
producidos por Daniel Mallo, donde los personajes de Quino dialogaban. Esto
dio origen, posteriormente, a la película de Mafalda, la cual fue realizada
en el año 1979 y estrenada en Argentina en el año 1981, en Buenos Aires.
El largometraje, producido nuevamente por Daniel Mallo, contó con las animaciones
de Jorge Martín (Catú), música de Riz Ortolani, guión de Alberto Cabado,
y dirección de Carlos Márquez. Como era un montaje de los cortos hechos
para la televisión, en el film no había un nexo entre unas historias y otras,
lo que, de todas formas, no le hacía perder la esencia al personaje. Duraba
75 minutos, y en el año 1982 se estrenó en España con el nombre de “El mundo
de Mafalda”.
En Argentina fue conocida como "Mafalda, la película". Contó con las voces
de Susana Klein (como Mafalda), Cecilia Gispert (Guille y Felipe), Nelly
Hering (la mamá de Mafalda), Oscar Silva (el papá de Mafalda), Paqui Balaguer
(Manolito), Susana Ssto (Susanita), María del Pilar Lebrón, Marta Olivan
y Haydeé Lesker. El coordinador de doblaje era Adolfo Duncan, y los técnicos
de grabación eran Nito Gonzáles y Mario Lavillotti. Esos mismos dibujos
animados, en el año 1985, son doblados al francés, y se pasan por la T.V.
en Francia, Bélgica, Luxemburgo y Canadá.
En el año 1992, con motivo de la exposición denominada "El Mundo de Mafalda",
realizada en Madrid (España), se presenta un corto de animación realizado
por el cubano Juan Padrón, en el que Cristóbal Colón encuentra a Mafalda
cuando llega a América. Gracias al éxito del corto, en 1993 Quino retomó
la idea de llevar las aventuras de su personaje a la pantalla. En 1995 la
T.V.E. (Televisión Española), la T.V. Autónoma de Cataluña, y otras 2 televisoras
españolas, invierten el capital para producir 104 cortos animados de Mafalda
(de menos de 1 minuto de duración cada uno), realizados por Quino, con la
dirección de Juan Padrón (quien anteriormente había realizado los "Quinoscopios").
Los argumentos fueron tomados directamente de las tiras (la selección de
los episodios fue de Quino). Es de hacer notar que en estos cortos no se
le dio voz a los personajes, con lo cual se solucionó el problema de las
voces que cada uno imagina que debe tener cada dibujo. A diferencia de la
versión anterior en la que las tiras se sostenían por los diálogos, en esta
película todos los gags son visuales, y ambientados con música y efectos
de sonido. Estas características les dan un atractivo especial, dado que
muchos de ellos pueden ser seguidos sin dificultad aún por los más pequeños.
Los guiones eran de Quino y Juan Padrón, y la música de José María Vitier.
En el actualmente desaparecido programa literario de la televisión española
"Saló de lectura", de Barcelona TV (BTV), en la temporada 2004-2005, se
emitió un Clip musical para celebrar los 40 años de la primera publicación
de Mafalda. En el mismo se combinaban portadas y viñetas de las tiras cómicas
y fragmentos de los dibujos animados de "El mundo de Mafalda".
Fuente: www.todohistorietas.com.ar
Los
personajes
¿Quién no conoce
a Mafalda? la hija predilecta de Quino, quien la creó el 15 de marzo de
1962, pero su primera aparición pública es el 29 de setiembre de 1964 y
a pesar de pasar ya los 50 años (si se toma la fecha de creación, el 15/03/62)
sigue siendo una niña, y más entendida por adultos que por niños. Su creador
prefiere tomar como "nacimiento" del personaje el día se su aparición pública,
el 29 de septiembre de 1964
Sus primeras apariciones fueron en tiras cómicas publicadas en diarios argentinos
entre los años 1964 y 1973, después en volúmenes recopilatorios de estas
tiras que aparecieron en los diarios, ediciones que han sido traducidas
a más de treinta idiomas.
Mafalda es una
niña de clase media argentina preocupada por lo que acontece en el mundo
y lo que el mundo está haciendo de sí mismo.
Al comenzar la historieta tiene seis años y en marzo siguiente ingresa al
jardín de infantes.
A Mafalda le gustan los Beatles y el Pájaro Loco. Juega en el parque a los
vaqueros con sus amigos. Su comida preferida son los panqueques y lo que
más odia es la sopa, sin embargo es capaz de tomarla para poder comer de
postre los panqueques.
En los diez años de la historieta aparentemente llega hasta el tercer o
cuarto grado. Los comentarios y ocurrencias de Mafalda son el espejo de
inquietudes sociales y políticas de los años sesenta y principios de los
setenta.
Su primera aparición la hace con su padre el 29/09/1964, un oficinista aficionado
a la jardinería, su nombre es
Angel. La madre aparece una semana
después, el 06/10/1964, su nombre es
Raquel, dejó la universidad
para casarse y vive preocupada por lo que acontece en su hogar.
Quino:
"Nunca pensé que Mafalda estaría vigente después de 50 años"
(19/08/14)
De sus amigos
Felipe es el primero en aparecer el 19/01/1965, está
un año más adelantado en la escuela que Mafalda y sus demás amigos. Vive
agobiado por las tareas escolares y su dificultad para mantener la atención;
es el más fantasioso y fan de El Llanero solitario y Los Beatles, juega
ajedrez y vive enamorado de Muriel, una niña que no le presta atención.
Manolito aparece el 29/03/65, es hijo de un almacenero (pequeño comerciante),
representa a los inmigrantes españoles, es el más "adaptado al sistema",
no tiene fantasías infantiles, a no ser con tener mucho dinero, a diferencia
de sus amigos le gusta la sopa y odia a Los Beatles, sueña con tener una
cadena de supermercados.
Susanita aparece el 06/06/1965, su mayor aspiración es ser una madre
convencional y tener hijos.
Miguelito aparece en el verano de 1966, es el más pequeño de todos,
tiende a hacer comentarios como un pequeño y simpático tirano.
Guille aparece el 02/06/1968, es el hermano menor de Mafalda y el
único que crece en la tira cómica, odia la mortadela, es irreverente con
sus padres y pronuncia mal.
Libertad es la más pequeña, incluso Guille es más alto que ella,
aparece el 15/02/70, tiene ideas aún más progresistas y de izquierda que
Mafalda y aspira que el pueblo se levante y la revolución social cambie
las estructuras de su país.
Ocasionalmente aparecen otros personajes como las madres y padres de los
amigos de Mafalda.
El humorista alcanzó un reconocimiento universal de la mano de
Mafalda, que nació hace 50 años.
La niña que filosofaba nació de la pluma de un ilustrador que pensó en hacer
dibujos mudos. Quino, el viñetista que hoy ha recibido el premio Príncipe de
Asturias de Comunicación y Humanidades, adoraba el arte silente de Buster
Keaton. Por ese sendero siguió hasta que en una redacción de Buenos Aires le
dijeron que el humor necesitaba palabras. Quino aceptó el consejo o la exigencia
y llenó sus viñetas de nubes. A veces con diálogos socráticos, a veces con las
palabras justas, como cuando Mafalda, la niña filósofa con sopofobia que
convirtió a Quino en un dibujante universal, solo acierta a gritar:
-¡Paren el mundo, qué me quiero bajar!
Joaquín Salvador Lavado, hijo de emigrantes andaluces nacido en Mendoza
(Argentina) en 1932, ya no dibuja. En uno de esos golpes nada graciosos de la
vida, su vista se ha ido debilitando. Pero lo que ha dibujado antes es
suficiente para arroparle para siempre. Él, un humilde patológico, es profeta en
su tierra y fuera de ella. El Príncipe de Asturias se suma a una larga de lista
de reconocimientos para el humorista, que coinciden con la celebración de los 50
años del nacimiento de Mafalda. Quino creó su gigante de seis años el 15 de
marzo de 1962 para una campaña publicitaria para una marca de electrodomésticos
que se frustró por el camino, pero el padre de la criatura prefiere fijar como
fecha del natalicio el 29 de septiembre de 1964, cuando se publicó la primera
tira en el semanario Primera Plana, de Buenos Aires.
La niña redicha de seis años apenas vivió una década en el papel impreso. Quino
abandonó el personaje en 1973 sin que el personaje nunca le haya abandonado a
él. A diferencia de otros creadores abrumados por sus creaciones, camina
contento de la mano de Mafalda. Se siente acompañado, aunque hoy habría
retratado una familia reconstituida, como confesaba en una entrevista de 2013.
En su famosa saga han envejecido el contexto social (el papel de la mujer
encarnado por esa contumaz cocinera de sopa que es la madre de Mafalda y Guille)
y el político (la dictadura argentina se desmoronó en 1983 para dar paso a una
democracia) pero sus recetas existenciales siguen vigentes. Como las preguntas
del idealista Felipe (“¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fueran más
importantes que los bancos?”) o las sentencias de la propia Mafalda (“Como
siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión”).
Mafalda cumple 50 años
En su galería
infantil, Quino aprisionó las grandezas y las miserias del mundo. El
materialismo rampante (Manolito: "Todos somos iguales solo que algunos
arriesgamos un capital"), el optimismo ante el mañana (Miguelito: “Yo, lo que
quiero que me salga bien es la vida”) o el descreímiento insolidario (Susanita:
“No es cuestión de herir susceptibilidades, sino de matarlas”). Esta vigencia
pesó en la decisión del jurado del Príncipe de Asturias: "Al cumplirse el 50
aniversario del nacimiento de Mafalda, los lúcidos mensajes de Quino siguen
vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo
con la profundidad de su pensamiento".
Al Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades,dotado con una
escultura de Miró y 50.000 euros, optaban 22 candidaturas procedentes de 14
países. Junto a Quino, el primer dibujante que entra en la galería de estos
galardones, los aspirantes que llegaron hasta la recta final fueron el
periodista mexicano Jacobo Zabludovsky y el filósofo Emilio Lledó. El jurado que
ha decidido el galardón estaba integrado, entre otros, por Inés Alberdi, Víctor
García de la Concha, Adela Cortina y Luis María Anson.
Quino descubrió el
dibujo gracias a su tío. "Yo heredé el nombre y el oficio de mi tío Joaquín. Ver
que de su lápiz salían montañas, árboles, personas… me maravillaba. Todos los
chicos dibujan, pero yo seguí. Estudié un poco en Bellas Artes y dos años
después cometí el error de creer que a los 15 ya lo sabía todo y abandoné. De
eso me arrepiento cada vez que puedo”, contaba en una entrevista con motivo de
la publicación de su último libro, ¿Quién anda ahí? (Lumen), en 2013, casi seis
décadas después de que se publicasen sus primeros dibujos. No volvió a dibujar a
Mafalda salvo en ocasiones excepcionales, a petición de alguna organización
solidaria como Unicef o en 1987, tras un fallido golpe de Estado de 1987 contra
el presidente Raúl Alfonsín.
Fuente:
El País, España
“Todavía
no soy consciente de lo que he hecho”,
aseguró Quino
El humorista gráfico, que acaba de convertirse en el primer dibujante en la
historia en recibir el prestigioso premio Príncipe de Asturias de Comunicación y
Humanidades 2014, dijo muy sorprendido que "reconocimientos como éste a uno le
hace pensar que ha hecho cosas que a la gente le gusta y eso da satisfacción".
"Nunca tomé conciencia de este premio, es un lindo regalito. En la Feria del
Libro me decían `gracias por todo lo que nos has dado` y pensaba `¿qué les he
dado?`. No soy muy conciente de lo que he hecho tampoco", contó con humildad
ante la prensa argentina.
"Y ahora ¿quién dice qué?" soltó Joaquín Salvador Lavado, de 82 años, para
romper el hielo. "Para mí es un honor muy grande", volvió sobre este premio que
se suma a una larga lista de reconocimientos internacionales al cumplir 60 años
de carrera, en sintonía con el 50mo. aniversario de Mafalda, la tira que selló
su genialidad para siempre, que vendió millones ya incalculables de ejemplares y
que se tradujo a 30 idiomas.
Tranquilo, locuaz aunque aclaró "soy de poco hablar", Quino finalmente y con
modestia se autodenominó un "comunicador" pero, agregó: "por todas las cosas que
me dice la gente".
En la última Feria del Libro que inauguró ante miles de personas, "una mujer se
puso a llorar de una manera increíble. Estas cosas que a uno lo sorprenden
tanto, también lo dejan muy despistado. ¿Qué es lo que ha hecho uno tan
importante para la gente?", siguió.
"Uno se siente muy acompañado y estoy muy contento que me lo hayan dado a mí
también", dijo y reconoció a ganadores previos como Vittorio Gassman y a
Riccardo Muti, por ser "gente que hizo cosas con las que uno está de acuerdo".
"No sé qué decir", anticipó, para no caer en el riesgo de "decir lugares comunes
que ya pierden sentido de tan comunes que son". Pero este hombre de poca
vidriera sí supo qué decir. Y durante más de 40 minutos habló de la época en la
que hizo Mafalda, su vigencia, la tecnología y el humor en la actualidad.
Pero antes, repitió otra genialidad que ya había contado frente al público
francés en el Salón de París "Yo quería ser Picasso para empezar, pero me di
cuenta que no me daba".
"Hice
Mafalda hace tantos años, se sigue reimprimiendo y la gente sigue comprando. Lo
que tenía que decir ya lo dije" y ante la insistente pregunta de qué diría la
pequeña niña hoy, Quino subrayó: "Lo mismo que en su su momento ante
acontecimientos similares".
Quino cuenta
cómo nació Mafalda
Y
sobre esos años, cuando creó Mafalda contó: "esa época estuvo llena de
acontecimientos que parecía que el mundo iba a cambiar para mejor, estaba el
Mayo del 68, la buena guerrilla en América Latina -también había de la mala-,
Juan XXIII, había esperanzas de que el mundo iba a cambiar, y cambió para seguir
como siempre".
Unos
días después de que Quino y su familia se exiliaran en 1976, mataron a unos
curas palotinos, recordó. "Ellos tenían en su pieza el póster con el dibujo de
Mafalda diciendo ante un vigilante `este es el palito de abollar ideología` y
los asesinos arrancaron el póster y lo tiraron sobre los cadáveres. Me sentí tan
mal".
"Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy", parafraseó el maestro
del humor gráfico a María Elena Walsh como una forma de revelar esa relación con
la Argentina. "¿qué tenemos? es esa pregunta que nos hacemos muchos", dijo.
Quino es el primer dibujante en obtener este premio que se entrega en Oviedo
desde 1981 y sobre eso expresó: "Umberto Eco nos empezó a calificar con más
respeto, esto fue progresando, la historieta puede ser un arte menor, pero como
medio de comunicación es apropiado para difundir masivamente el humor y las
ideas". Y contó "Todavía hay gente que pregunta ¿en qué trabaja? No se toma como
un trabajo".
Una de las sorpresas del mundo actual es, para él, la noticia de que "los chicos
están hablando en neutro en sus casas. Eso me despista mucho, las series
dobladas me caen mal. A los chicos jóvenes por la calle tampoco les entiendo.
Entre eso y la cibernética me encuentro en un mundo con el que tengo poco que
ver en muchos aspectos", se sinceró.
Pero, por otra parte, tranquilizó: "está la contradicción de que lo he dibujado
hace 40 años está de moda, porque el mundo está cambiando mucho, pero pareciera
que no ha cambiado porque siguen siendo temas vigentes. Entonces no entiendo
nada".
Finalmente sobre el humor gráfico actual, el multipremiado autor opinó que "ha
cambiado mucho con respecto a páginas mías, de Caloi o Fontanarrosa. El humor
que se hace hoy está basado en algo que no tiene que ver con la realidad, por lo
menos con la Argentina actual. Hacen cosas poéticas, sesudas, quizás la tira
`Bife Angosto` de Gustavo Sala se acerca".
Menos amable fue con el humor en televisión: "no me convence, la televisión está
muy desaprovechada. Me da pena que el humor, que uno quiere tanto como medio de
expresión, se utilice chabacanamente".
El no llegó a ser Picasso, es simplemente Quino, flamante ganador del Premio
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014, primer dibujante en la
historia que lo gana. Y merecedor de una larga lista de reconocimientos
cosechados en medio mundo.
21/05/14
Télam
Mafalda,
o la clase media como quisiéramos que fuera
Por Daniel Sazbón
Figura central de la cultura argentina, hoy se cumplen 50 años desde que, por
primera vez, la genial invención de Quino vio la luz, en septiembre de un ya
lejanísimo 1964, cuando gobernaba Illia, el peronismo estaba proscripto y De
Gaulle llegaba al país.
Mafalda, homenaje a la invención de una mirada aguda sobre el mundo, el país y
la benemérita clase media argentina.
Hace hoy 50 años en los kioskos porteños se ponía en venta el número 99 del
semanario político Primera Plana; su tapa estaba ocupada íntegramente por el
rostro del presidente francés De Gaulle, que llegaría al país días después,
saludado por la proscrita oposición peronista al grito de “¡Perón, De Gaulle, un
solo corazón!”. En su interior, la revista informaba a los lectores que a partir
de esta edición publicaría “una historieta casi de la vida real, por la que
desfilan una intelectualizada niña, Mafalda, y su peculiar mundo de familiares y
de amigos”. Así veía la luz la criatura de Quino, quizás la figura más
importante de la riquísima historia de nuestro humor gráfico.
Luego de unos meses en Primera Plana, Mafalda saltaría en 1965 al periódico El
Mundo (pasando de dos tiras semanales a una diaria, lo que motivó la ampliación
de los personajes, de la familia original a la presencia de Felipe, Susanita y
Manolito) y luego, en 1968, a Siete Días (completando la serie con Guille y
Libertad), donde permanecería hasta su despedida final, cinco años después. Ya
por entonces había comenzado a circular en los libritos editados por De la Flor,
formato con el que la mayoría de nosotros la conocimos y la seguimos leyendo.
Quino se inspiró en escenarios reales
del barrio de San Telmo, donde vivió. En este caso se trata del
"Almacén Don Manolo".
Convertida en fenómeno editorial, su autor decidió retirarla en 1973, tan
agotado por el esfuerzo como temeroso de que su criatura terminara en la
repetición adocenada que afectó a tantos personajes del comic. Tal cosa nunca
ocurrió; como sus amados Beatles, Mafalda supo mantener la frescura en cada uno
de sus menos de diez años de duración. Medio siglo después, seguimos encontrando
granos de verdad en sus agudas observaciones, o utilizando alguna de sus viñetas
para ilustrar algún argumento.
Y sin embargo, Mafalda fue una criatura ejemplar de su tiempo, con todas sus
contradicciones: producto ella misma de la industria publicitaria (fruto de un
encargo para la fallida campaña de productos “Mansfield” en 1963), expresión de
modernización cultural y técnica ya desde los soportes gráficos en los que
apareció, sus personajes están cruzados tanto por preocupaciones de ascenso
social en una sociedad de consumo (la televisión, el auto propio, las
vacaciones, la inflación) como por el ideario de sus sectores más politizados:
el feminismo, los militares, el hambre en el mundo, el comunismo, China, Vietnam
o U Thant. El globo terráqueo es por momentos un personaje más de la tira, en
diálogo mudo con su protagonista: en una Argentina signada por la Guerra Fría y
la Doctrina de la Seguridad Nacional, la politización del lector de Mafalda no
podía separar el plano local del internacional.
Sin embargo, en contraste con una época tan marcada por la radicalización de las
posiciones ideológicas, la política en Mafalda es más reflexiva e introspectiva
que contestataria o militante (salvo quizás en el personaje de Libertad), y sus
inquietudes tienden a un moralismo que roza el desencanto, frente a un presente
que provoca tanto malestar como ilusiones. Este contradictorio pesimismo
esperanzado vuelve significativo que dejara de publicarse en 1973 (cinco días
después de la masacre de Ezeiza), cuando el estrecho espacio entre inquietudes
políticas y distancia frente a las opciones partidarias, ya se había angostado
en demasía. El sueño final con el que se despedirá Mafalda (un planeta plagado
de manifestaciones y banderas) suena tanto a apuesta al futuro como a escape del
presente.
Personaje universal, editado en varios países e idiomas, Mafalda nunca dejó de
ser profundamente local: la Buenos Aires de sus cuadritos conforma una geografía
reconocible y añorada, de chicos sentados en la puerta de sus edificios y
jugando en las calles y plazas porteñas, de almacenes de barrio y escuelas
públicas con alumnos en guardapolvo y maestras cariñosamente despóticas. Quizás
a esto deba en gran parte su vigencia, a esa capacidad de graficar un paisaje,
una sensibilidad, unas preocupaciones, que para muchos se identifican todavía
con el universo de una clase media mítica, al que como todo mito se lo sigue
evocando, sobre todo cuando la comparamos con sus manifestaciones más actuales.
Si esa clase media que se podía espejar en Mafalda pudo vincularse de algún modo
con los movimientos transformadores que marcaron nuestros años más turbulentos y
creativos, pareciera que su impulso parece haber agotado en las décadas
siguientes, política y artísticamente. Quino ha especulado con que su
protagonista seguramente habría terminado desaparecida por el Proceso. Sin
embargo, otros han sugerido mordazmente que podría haber tenido un desenlace
bien distinto. ¿Es Carrió la desembocadura patética de la clase media de los
’60, y Gaturro su expresión gráfica más adecuada? De ser así, seguir leyendo a
Mafalda nos obliga a recordar que ese mismo sector eligió en algún momento de su
historia otra forma de representarse, una que bien podría volver a habitarla en
el futuro.