Se conoce como Cordobazo a un movimiento de protesta de ribetes
insurreccionales, ocurrido el 29 de mayo de 1969, en la por entonces
industrializada ciudad de Córdoba, Argentina, capital de la
provincia del mismo nombre. Dicho acontecimiento inició la retirada
de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
Trabajadores metalúrgicos, del transporte y otros gremios declaran paros para
los días 15 y 16 de Mayo, en razón de las quitas zonales y el no reconocimiento
de la antigüedad por transferencias de empresas. Los obreros mecánicos
realizaban una asamblea y son reprimidos, defienden sus derechos en una
verdadera batalla campal en el centro de la ciudad el día 14 de Mayo. Los
atropellos, la opresión, el desconocimiento de un sin números de derechos, la
vergüenza de todos los actos de gobierno, los problemas del estudiantado y los
centros vecinales se suman. Se paraliza totalmente la ciudad el 16 de mayo.
Nadie trabaja. Todos protestan. El gobierno reprime. En Corrientes es
asesinado el estudiante Juan José Cabral. Se dispone el cierre de la
Universidad. Todas las organizaciones estudiantiles protestan. Se preparan
actos y manifestaciones. Se trabaja en común acuerdo con la CGT. El día 18 es
asesinado en Rosario, el estudiante Adolfo Ramón Bello. Se realiza con
estudiantes, obreros y sacerdotes tercermundistas una marcha de silencio en
homenaje a los caídos. El 23 de Mayo es ocupado el Barrio Clínicas por los
estudiantes y son apoyados por el resto del movimiento estudiantil. El 26 de
Mayo el movimiento obrero de Córdoba resuelve un paro general de las actividades
de 37 horas a partir de las 11 horas, para el 29 de Mayo, con abandono de
trabajo y concentraciones públicas de protesta. Los estudiantes adhieren en
todo a las resoluciones de la CGT. Los estudiantes organizan y los obreros
también. Millares y millares de volantes reclamando la vigencia de los derechos
conculcados inundan la ciudad los días previos. El 29 de Mayo amanece tenso.
Los trabajadores de luz y fuerza son atacados con bombas de gases a la altura de
Rioja y Gral. Paz. Una vez más la represión está marcha.
Las columnas de los trabajadores de
las fábricas automotrices llegan a la ciudad y son atacados. El comercio cierra
sus puertas y la gente inunda las calles. Corre la noticia de la muerte de
Máximo Mena, obrero mecánico. Se produce un estallido popular, la rebeldía
contra tanta injusticia, contra los asesinatos, contra los atropellos. La
policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el pueblo. Son las bases
sindicales y estudiantes que luchan enardecidas. El apoyo total de la población.
Es la toma de conciencia contra
tantas prohibiciones. Nada de tutelas ni usurpadores del poder, ni de cómplices
participacionistas. El saldo de la batalla de Córdoba, "El Cordobazo", es
trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de
un pueblo florecen y marcan una página histórica argentina y latinoamericana que
no se borrará jamás. En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el
imperio de la voluntad del pueblo, sepamos unirnos para construir una sociedad
más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su hermano. "Nuestras
clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia,
no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de
nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde,
las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada
cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se
quiebre el círculo..."
* Extraído de “Periódico de la CGT de los Argentinos”. Colección Completa.
Números 1 al 55. Mayo 1968 – Febrero 1970.
www.cgtargentinos.org
El lunes 5 de
octubre Beatriz Sarlo escribió un artículo de opinión en el diario La Nación,
titulado "Piquetes buenos, piquetes malos". Allí la otrora intelectual orgánica
al maoísmo argentino, hoy columnista de las principales empresas mediáticas del
país, realiza una intervención para el asombro. Su intención es ligar el actual
conflicto en Kraft con las luchas desplegadas por el sindicato de los mecánicos
cordobeses a comienzos de los años setenta, para así esbozar dos hipótesis
críticas: por un lado cuestionar el discurso macartista de la dirigencia de la
CGT y por el otro denunciar al setentismo kirchnerista, porque sus invocaciones
al pasado se refieren únicamente a la "gloriosa JP".
Lo llamativo es que
Sarlo reproduce cada una de las operaciones que cuestiona, confirmando así una
manera de referirse a la historia que nos incomoda muchísimo, por cómo mutila y
empobrece procesos que fueron complejos y permanecen abiertos a múltiples
interpretaciones. A este historicismo voraz le interesa hallar apoyaturas
prestigiosas para argumentaciones políticas, que no hacen sino realimentar los
estereotipos más tradicionales. El siguiente relato intenta aportar una versión
apenas más matizada sobre aquellos acontecimientos, pero que tal vez alcance
para desarmar algunas nociones especialmente pueriles.
Por ejemplo, la autora no menciona que entre el clasismo y las expresiones
del peronismo revolucionario hubo mucha más colaboración que desconfianzas. Que
tales organizaciones de base se distinguían menos por la ideología que por su
fuerte contenido democrático, lo que suponía un pluralismo capaz de rechazar
todas las orientaciones lineales, sean del color que fueran. Tampoco da cuenta,
en su afán condenatorio de las organizaciones revolucionarias que eligieron la
vía armada (a las que tilda sin empacho de terroristas), que si algo resulta aún
hoy llamativo en las decisiones políticas de René Salamanca, no fue precisamente
su radicalismo guerrillero sino el tardío apoyo que brindó nada menos que a
Isabel Perón.
Cordobazo, 40 años.
Producción Tramas (Argentina). Fuente: Radioteca.net
Pero ninguna de estas precisiones
tiene sentido, en verdad, si aparecen desligadas de lo que sigue siendo una
pregunta pendiente y muy actual para nosotros: ¿en qué puede consistir una
política obrera que ya no tenga como horizonte (aún si los reconoce entre sus
antecedentes) ni al peronismo ni al socialismo? Claro que para formular este
tipo de interrogantes hay que preocuparse por escuchar lo que las nuevas luchas
tienen para decir y no regodearse tanto en lo que cada quién hizo hace treinta
años, sobre todo cuando esas reminiscencias tienen como objetivo la
autopromoción y el vedettismo.
Los orígenes del clasismo
En los años setenta, René Salamanca condujo los destinos del sindicato más
poderoso de Córdoba y junto a Agustín Tosco y Atilio López conformaron un polo
alternativo al sindicalismo vertical representado por la ortodoxia peronista.
Eran tiempos de gran efervescencia política. Había muchas tendencias, tales como
las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); el Partido Comunista Revolucionario
(PCR); Vanguardia comunista (VC); el Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT) y la izquierda peronista con sus distintas vertientes, cuyas raíces se
remontaban a la Resistencia, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y también
Montoneros.
La clase obrera pasa a ser un territorio de disputa para la
mayoría de las organizaciones que en su horizonte avizoran un proyecto
socialista revolucionario. En este contexto, el PCR, al que luego se afiliaría
Salamanca, en el primer congreso nacional realizado en diciembre de 1969,
caracteriza al Cordobazo como el punto de inflexión de la lucha de clases en la
Argentina. El PCR y otras organizaciones proyectan la creación de células
revolucionarias en las fábricas y la formación de una "corriente sindical
clasista". Para ello destina a militantes que trabajen en las fábricas o bien
para que distribuyan literatura partidaria.
Salamanca fue uno de los fundadores
de la agrupación Felipe Vallese (sic) y en 1970 se presenta como candidato a
delegado, venciendo al representante de Elpidio Torres. Pero su designación no
prosperó por carecer de la antigüedad establecida en los estatutos. Al año
siguiente, insistió como subdelegado. Ganó y su triunfo fue reconocido. Su
figura estaba creciendo dentro del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS) y
en 1972 encabezó la Lista Marrón pluralista.
"En aquél tiempo nos
juntábamos más de 400 delegados. Un hervidero. Era la expresión política que
había en la provincia. Por lo tanto, la asamblea se convertía en un foro
político" afirma un compañero de lucha de Salamanca. Cuenta que una de las
preocupaciones de Salamanca era el pluralismo. "Podríamos haber puesto gente
nuestra solamente y no lo hicimos. Cuando ganamos las elecciones, gobernaba
Lanusse y dominaba la política el tema del regreso de Juan Domingo Perón. Éramos
jóvenes. Yo fui un año delegado y pasé luego a ser secretario adjunto".
Para Agustín Funes, Salamanca tenía una relación de respeto con las bases
peronistas. "La izquierda en general era gorila por un problema ideológico de
formación, experiencia y luchas. René hizo todo lo contrario. Cuando volvió
Perón decía: el 90% de los obreros son peronistas, y convocó a recibirlo a
Ezeiza".
La propuesta de la lista marrón se centraba en los siguientes
puntos: reducción de los cargos sindicales pagos –de 13 a 4– y rotación
obligatoria por los lugares de trabajo; una asamblea podía destituir a un
delegado sin más trámite; todas las resoluciones del sindicato debían ser
aprobadas por asamblea abierta; apoyo firme a la restitución del sábado inglés;
afiliación de los administrativos al SMATA; un único convenio colectivo para
todos los trabajadores y reajustes salariales cuatrimestrales; exigir que la
empresa reconociera el trabajo insalubre; reducción del ritmo de la producción y
participación gremial en la determinación de la marcha del trabajo. Durante la
campaña levantaron las banderas de la honestidad y la democracia sindical.
Democracia sindical y burocracia
Ganadas las elecciones, Salamanca y
los clasistas del SMATA se dedicaron a trabajar por la unidad de los
trabajadores automotores y el cumplimiento de la plataforma que los llevó al
triunfo. Uno de los puntos es el referido al contacto de los dirigentes con las
bases. "La mitad de los directivos iban a trabajar y quedaban los suplentes;
cosa que escucharan lo que pasaba en la planta. Fue un salto cualitativo para la
organización", evalúa Funes.
Sin embargo tuvieron que enfrentarse a duras
embestidas, primero del gobierno militar y después del aparato sindical
peronista. Por caso, la decisión de un juzgado y del Ministerio de Trabajo de
otorgar la jurisdicción de Fiat a la UOM en noviembre de 1972, provocó la
reacción del SMATA quien la rechazó de plano. Plebiscitó la medida en las
puertas de la planta obteniendo una amplia victoria. Ignoró lo decidido por el
Ministerio y en junio realizó una segunda consulta en la que los trabajadores de
Fiat se manifestaron a favor del SMATA por abrumadora mayoría.
Ante la
negativa de la empresa de reconocer los resultados, los obreros de Concord
ocuparon la fábrica y recibieron el apoyo de otras empresas como Perkins.
Gobernaba el peronismo quien medió en la situación y en 90 días la cuestión
debería ser resuelta en el ámbito del Ministerio de Trabajo de la Nación. Sin
embargo, la disputa iba mucho más allá tanto del SMATA como de la UOM que
pugnaban –a nivel nacional– por el control del movimiento obrero; la pelea de
fondo era entre la derecha y la izquierda peronistas. El tema no se resolvió
hasta 1975 y en favor de la UOM.
Combativos y disidentes
En 1973, podían reconocerse cuatro sectores gremiales bien definidos.
El ortodoxo, que se reconocía peronista y verticalista. Entre ellos se
encontraban la UOM, molineros, madereros y taxistas. Respondían a la conducción
de la CGT Nacional y a las 62 Organizaciones.
Los
legalistas, eran peronistas pero más independientes y plurales. Controlaban unos
25 gremios y estaba liderado por Atilio López (UTA), secretario general de la
CGT regional Córdoba.
El sector independiente reivindicaba
un modelo de sindicalismo democrático y antiburocrático. Estaba formado por
siete gremios y el referente principal era Agustín Tosco quien se definía como
marxista y socialista.
Por último, el clasista representado por el SMATA
conducido por René Salamanca. Dicho sector pensaba que la clase trabajadora
debía motorizar un proceso revolucionario. Se descreía de la salida electoral
–propiciaron el voto en blanco– y era crítico de la burocracia sindical
peronista. Contaba en sus filas a trabajadores de los ex sindicatos Sitrac y
Sitram que agrupaban a obreros de Fiat y Materfer.
Pero el PCR siempre
fue crítico de la experiencia de los ex-sindicatos Sitrac y Sitram, porque
consideraba que habían sido "rifados" por posiciones ultraizquierdistas. De
acuerdo a sus tesis insurrecionalistas, el PCR decía que quería preservar el
SMATA hasta el momento de la insurrección y la toma del poder, sin embargo
terminó facilitando la intervención del gremio por parte del gobierno de Isabel
Perón en el orden nacional y del golpista brigadier Lacabanne, en Córdoba, en
agosto de 1974, con una prolongada huelga previa que el PCR justificó diciendo
"un topetazo más y se cae el ruso Gelbard".
Legalistas, independientes y
clasistas, configuran la CGT Córdoba. Los caciques porteños comenzaron a
manifestar su decisión de disciplinar a los cordobeses. Salamanca, por su parte,
había tejido una alianza con el sector de legalistas e independientes de la CGT
combativa. No obstante, las elecciones de 1973 dividieron las aguas. Razones
políticas e ideológicas los separan.
El SMATA criticó duramente la
decisión de Atilio López de aceptar la candidatura a vicegobernador y a Tosco
por apoyar la fórmula. Llamaron a la abstención. Pero los trabajadores votaron
en asamblea el apoyo a la fórmula del Frente Justicialista de Liberación
(FREJULI).
Segundo triunfo de la Marrón
En 1974, pese a una maniobra orquestada por José Rodríguez unificando las
elecciones nacionales con las provinciales, los trabajadores que según James
Brennan –autor de una investigación sobre el movimiento obrero cordobés en los
setenta– eran mayoritariamente peronistas, ratificaron su voto de confianza en
la lista clasista que venció a la de Elpidio Torres y a la del PC. Esta victoria
si bien consolidó la alianza del Movimiento Sindical Combativo que se oponía al
Pacto Social y a las políticas de Perón, no trasladaba directamente un apoyo a
la política del PCR que impulsaba Salamanca. Estaba claro que los obreros
mantenían su lealtad a Perón y no estaban dispuestos a romperla.
El
propio Atilio López, quien había abandonado al MSC presionado por Perón,
participó de una movilización en repudio al fallido atentado contra Salamanca
(11/12/73) y a la muerte del activista Arnaldo Rojas. A partir de estos hechos
se inicia una campaña de terror que cobraría decenas de víctimas en los seis
meses siguientes.
Tal vez una CGT unificada podría haber resistido los
ataques del gobierno y de la burocracia. Pero el movimiento obrero ya estaba
dividido entre peronistas y no-peronistas, y la lucha por recuperar el poder
había sido planteada a todo o nada. Sobrevino el conflicto entre SMATA y la
empresa IKA Renault en demanda de aumentos salariales. El gobierno declaró
ilegal la medida por la vigencia del Pacto Social.
Fragmento
del discurso de Domingo Menna en mayo de 1973 en el masivo acto de
homenaje al Cordobazo. Menna (PRT-ERP) fue uno de los oradores,
junto a Agustín Tosco y Osvaldo Dorticós, presidente de Cuba.
A la empresa le venía bien el
conflicto para llevar adelante su política empresarial que también se veía
perjudicada por el Pacto Social. Sobrevinieron las suspensiones y el cierre del
complejo de Santa Isabel. De inmediato, la conducción nacional expulsó a los
miembros del comité ejecutivo. Suspendió a la seccional y nombró una comisión de
Buenos Aires para que asumiera el control. Esto fue duramente resistido por los
trabajadores quienes rechazaron toda interferencia de los porteños.
La
influencia partidaria
Un tema controvertido es la carta que Salamanca
escribe en apoyo al gobierno constitucional en 1975. Agustín Funes interpreta
que "esta decisión es propia de un líder con aspiraciones revolucionarias que
tenía la captura recomendada. El hecho de llegar de este modo, con una carta,
era porque no podía hacerlo con la voz. Desde la clandestinidad advierte que las
más golpeadas iban a ser las masas y la clase obrera. Entonces, las convoca a
generar las condiciones para parar el golpe de Estado. Es una decisión política
de los miembros del partido del cual era miembro". Agrega además que el PCR
venía encabezando la lucha antigolpista desde 1974, a partir de la muerte del
presidente Perón. "Para nosotros, se abre una lucha sin retorno y es el golpe".
Por su parte, Nicolás Hadad puntualiza que una línea del partido define al
enemigo principal y se pronuncia contra el golpe sabiendo lo que vendrá. Sin
embargo, reconoce que no acordaba con esa postura. "Me asustaba el golpe, pero
entendía que el gobierno de Isabel se caía por todos lados. La presión era
grande. Habían matado a Atilio López y a su secretario y estaban provocando el
terror. Pero hoy, mirando desde acá, pienso que esa línea era la correcta.
Lamentablemente, después pasó una topadora".
Para James Brennan los
vínculos del dirigente con las bases se habían debilitado, en cambio, se
estrecharon con el partido. "Su falta de pelos en la lengua y su personalidad de
renegado no sentaban bien a la jerarquía del PCR en Buenos Aires que apenas
había tolerado sus actitudes cuando era secretario general del gremio más
importante del interior del país".
Hacia fines de 1975 se había
convertido en víctima de las contradicciones del partido quienes llegaron a
defender el gobierno de Isabel Perón. Para Brennan, Salamanca en la carta a los
Trabajadores de SMATA, "repite como un loro las obsesiones conspirativas del
PCR, ya fuera porque olvidara la realidad o porque seguía directivas partidarias
para ignorar las verdaderas preocupaciones de los mecánicos. Pero para ese
entonces las suyas eran políticamente palabras huecas, apenas los débiles
estertores de la muerte del clasismo cordobés".
Fuente: "Salamanca, un
dirigente que no traicionó sus convicciones", de Katy García, en Prensa Red
| La Fogata
Los hechos y los protagonistas en
una crónica sobre el 29 de mayo de 1969, las discusiones y los acuerdos en medio
de la histórica protesta. Testimonios de Víctor Grinscpun (matemático, ex
estudiante del IMAF)
En el anochecer del jueves 29 de mayo de 1969, la
ciudad de Córdoba estaba envuelta por un humo de distintos tonos de gris, según
el material que ardía en las hogueras y barricadas. Desde colchones viejos hasta
automóviles fueron a parar a la la furia del fuego antidictatorial, indiscutible
consigna de unidad del Cordobazo a partir de la cual después se discutiría casi
todo acerca de los contenidos del estallido.
A la media tarde de ese día, el
fuego comenzaba a atenuarse cuando la IV Brigada de Infantería, al mando del
general Jorge Raúl Carcagno, avanzaba lentamente por la Avenida Colón para
"recuperar" la ciudad tomada. La tarea no fue fácil porque, en la
periferia de los escenarios principales de la batalla, persistían focos de
resistencia que duraron hasta el día siguiente, cuando en los centros de
poder recién lograban recomponerse para solicitar un escarmiento. Así, la
Bolsa de Comercio de Córdoba hizo sentir su voz indignada reclamando
"severas sanciones para los autores de la depredación y el pillaje". El
gobierno nacional, que encabezaba Juan Carlos Onganía, no varió su tozuda
filosofía represiva y creó, mediante un fulminante decreto, el Consejo
Especial de Guerra que juzgaría sumariamente a quienes "atentaron contra el
orden y la seguridad públicas". Para el comandante del Tercer Cuerpo de
Ejército, Sánchez Lahoz, quien había comandado el operativo de represión
desde su despacho, los sucesos eran causados por "la intervención de células
comunistas, internas e internacionales". Del otro lado de las barricadas,
en la noche del 29 quedaban algunos pocos obreros fabriles, sector que fue
la columna vertebral de la impresionante y arrasadora manifestación de
fuerza del pueblo cordobés. Espontáneo u organizado, oportunista o
revolucionario, el Cordobazo plantó una estaca mortal en el corazón del
régimen y, al tiempo que mostró la fuerza de los trabajadores en pie de
lucha, dejó expuestos sus límites para acceder al poder político. Pero,
en la oscuridad de la noche del 29, comenzaron a brillar las ideas que
presidirían el debate político en la década siguiente.
LAS CARTAS SOBRE LA MESA
La torpe política del gobierno
de Onganía había empujado la unidad en la acción de sectores gremiales que
políticamente, tenían muy poco en común. Por sobre la CGT de los
Argentinos --antecedente decisivo del Cordobazo, aunque en ese momento fuera
más una referencia ideológica que un instrumento concreto de lucha--,
legalistas (vandoristas), ortodoxos (peronistas de derecha) e independientes
(comunistas, radicales e izquierda independiente), coincidieron en lanzar el
paro activo del 29 de mayo.
"De Frente con
las bases peronistas" Nº 5, 30 de mayo de 1974, A cinco años del
cordobazo. Clic para descargar.
El lucifuercista Agustín Tosco y
el mecánico Elpidio Torres fueron las mayores figuras del Cordobazo, pero en
su elaboración y concreción también estuvo el importante gremio de los
choferes (UTA) que encabezaba Atilio López, además de Miguel Angel Correa
(maderero), Héctor Castro (ATE), Jorge Canelles (UOCRA), Carlos Borelli
(petroleros), quienes tuvieron activa participación en las luchas previas
que prepararon el clima de la rebelión. En rigor, puede decirse que la
gestación de este gran movimiento duró casi tres años, ya que comenzó con
las luchas estudiantiles del 66, cuyo resplandor persistió hasta 1969 y que
dejó un movimiento estudiantil activo, fuertemente influido por las
movilizaciones de la CGTA y por sus propias reivindicaciones. La
conciencia antidictatorial del estudiantado universitario no estaba en duda.
Más aún, en su interior fluía un proceso de incesantes rupturas políticas y
reagrupamientos, reflejo de profundas tendencias de cambio que latían en la
sociedad. Los obreros de la industria automotriz, por su parte, en
especial los de la planta de Ika Renault, en Santa Isabel, se habían
templado en la lucha por sus propias reivindicaciones, contra el llamado
sábado inglés y las quitas zonales. Los choferes de la UTA también venían
de duros enfrentamientos con las empresas de transporte urbano de pasajeros,
que recién comenzaban a constituirse tras el desmantelamiento un tanto
desprolijo de la Corporación Argentina del Transporte Automotor (CATA).
Toda la población, en fin, de una Córdoba libertaria, portadora de una
rebeldía legendaria y que ahora atravesaba un momento especial de su
historia, no soportaba el opresivo clima impuesto por la dictadura.
A LAS PIÑAS EN EL CÓRDOBA SPORT
"Ciudad en convulsión: Hoy sin
transporte y mañana paro total", titulaba el vespertino Córdoba su edición
del 15 de mayo de 1969. A 14 días del Cordobazo, no podía pintarse mejor el
clima existente en la ciudad. Detrás de todo, estaban Smata y Uta. El
gremio de los choferes de transporte urbano intensificaba las medidas de
fuerza para reclamar la antigüedad y la estabilidad para los trabajadores de
la anterior empresa, la CATA, que habían pasado a las firmas ganadoras de la
licitación hecha por la Municipalidad. Por ese motivo, la UTA lanzó un
paro para el 5 de mayo que se cumplió en un clima de violencia, con varios
atentados a los ómnibus que circulaban manejados por sus dueños. El 12 de
mayo, el gobierno nacional dio a conocer la ley 18204 que establecía un
régimen de descanso desde el sábado a las 13 hasta el domingo a las 24
(sábado inglés).
La reacción no se hizo esperar: las dos CGT lanzaron
un paro para el viernes 16 de mayo, que se convierte en paro de 48 horas,
esta vez sí masivo y contundente, de los choferes que peleaban por el
reconocimiento de su antigüedad.
El
miércoles 14, el Smata convocó a una asamblea de afiliados en el mítico
Córdoba Sport Club, una suerte de Luna Park cordobés en el que se realizaban
festivales de boxeo y se disputaban los partidos de básquetbol más
importantes (incluso los de las Olimpíadas Universitarias, por lo que era un
lugar familiar para los estudiantes). Pese a la prohibición policial, los
obreros abandonaron sus puestos de trabajo, subieron a sus ómnibus y se
encaminaron hacia el centro, donde arribaron como un aluvión.
A las 15.30 había más de 2.500
en el local de la calle Alvear, cerca de la Avenida Olmos. Afuera, en las
calles adyacentes, se concentraban rápidamente los patrulleros y los carros
de asalto de la infantería policial. Con Elpidio Torres (secretario
general del Smata Córdoba) y Dirk Kloosterman (secretario nacional del
gremio) como oradores, la asamblea aprobó por aclamación el paro de 48
horas, en medio de un tenso clima que se convirtó en silencio absoluto
cuando Torres pidió que se obviara la lectura de los considerandos porque en
cualquier momento entraba la policía. El pedido, formulado por el propio
Torres, de que los asambleístas se retiraran ordenadamente, fue infructuoso.
Los obreros enfrentaron a la policía en Lima y Alvear (esquina opuesta a la
de la avenida Olmos) y la batalla ocupó el centro de la ciudad,
extendiéndose por las calles Catamarca, Maipú, 25 de Mayo y San Martín. El
duelo de piedras y palos contra gases lacrimógenos y balas, que los
estudiantes cordobeses conocían muy bien, repetía las batallas de 1966.
Precisamente, el 19 de mayo el gobierno cerró la Universidad "por el actual
clima de agitación". Los estudiantes, que habían lanzado las "jornadas de
agitación y lucha", intentaron una marcha que fue prohibida por la policía.
En la iglesia del Pilar se realizó una misa para recordar la muerte de
Santiago Pampillón y nuevamente se enfrentaron policías y estudiantes.
Simultáneamente, los alumnos de la Universidad Católica aparecieron en
escena a través de un paro solidario con sus colegas estatales.
LA FÓRMULA DEL PARO ACTIVO DE 36
HORAS
Agustín Tosco, Elpidio Torres y
Atilio López tenían, cada cual, una de las llaves para abrir las puertas del
Cordobazo. Las diferencias políticas, sobre todo entre Tosco y Torres, eran
muchas, pero las bases empujaban mientras el gobierno, con una ceguera
política que pasaría a la historia, le cerraba caminos a Augusto Timoteo
Vandor, quien, por otro lado, apostaba ahora a golpear la dictadura y
negociar en mejor posición.
La interpretación y
perspectivas del Partido Comunista sobre el Cordobazo. Folleto
editado por el PC en 1971. Clic para descargar
El guiño del dirigente
metalúrgico fue suficiente para decidir a Torres; Tosco tragó saliva y el
contacto fue una célebre cena en que se unieron las fuerzas de ambos
gremios. El documento, redactado en el ámbito del sindicato mecánico, fue
llevado por Tosco a la CGT de los Argentinos, que funcionaba en el local
tradicional de la Avenida Vélez Sársfield (hoy es sede de una dependencia
del Banco Social de Córdoba), en tanto que Elpidio lo presentó en la CGT
vandorista, cerca de la Maternidad Provincial.
El paro activo de 36 horas que
se aprobó entonces marcó una nueva modalidad de lucha que se pondría a
prueba en las calles cordobesas. El plan consistió en mantener el
funcionamiento del transporte urbano de pasajeros para llevar a los obreros
a su lugar de trabajo, cumplir normalmente las tareas hasta media mañana,
abandonar laicas a partir de esa hora y encolumnarse para marchar hacia el
centro y, finalmente, realizar un acto de protesta frente al local de la CGT
de los Argentinos. El clima en las fábricas del entorno industrial
cordobés era de una enorme efervescencia. Los obreros, por lo menos quienes
estaban al frente de la movilización, sabían que chocarían con la represión
policial. Pero estaban organizados, los animaba el odio antictatorial y
habían acumulado confianza en su propia fuerza. El 29 de mayo, desde
Materfer, Fiat Concord, Grandes Motores Diesel y Perkins, por la Ruta 9;
desde Perdriel e Ilasa, en las cercanías del aeropuerto de Pajas Blancas;
desde la central de Lima y Maipú de la Empresa Provincial de Electricidad de
Córdoba (EPEC), pero, fundamentalmente, desde Santa Isabel, por el camino a
Alta Gracia, las columnas obreras, sólidas, compactas, cargadas de fuerza y
rebeldía, harían trizas los sucesivos cordones policiales que esperaban
armas en mano. En su avance hacia el centro, la marcha arrastraba a los
trabajadores de centenares de fábricas pequeñas y talleres que encontraba a
su paso. El arquetipo de las batallas que, ese día, se libraron en
distintos sectores, fue la que protagonizaron, cerca del mediodía, 5.000
obreros mecánicos frente al Hogar Pablo Pizzurno, en la Avenida Vélez
Sársfield. Los esperaba alli el primer escollo policial, salvado con cuanto
elemento contundente pudiera ser arrojado. La columna de obreros se partió
en dos: una parte se desplazó hacia el centro por la Ciudad Universitaria,
arrastrando a los estudiantes que en ese momento estaban en el comedor
univeristario, y la otra ingresó a los barrios Güemes y Observatorio, donde
los manifestantes se sorprendieron por la solidaridad de un barrio poblado
por estudiantes y trabajadores que se atrincheraron de inmediato para
resistir. A las 12,30, entretanto, una batalla campal hacía retroceder a
la policia en las inmediaciones de la plaza Vélez Sarsfield y, muy cerca de
allí, en Bulevard San Juan y Arturo M. Bas, caía la primera víctima fatal,
Máximo Mena. La reacción fue inmediata y en cadena. Con furia, los
manifestantes se adueñaron de la ciudad, levantando verdaderos muros de
contención (barricadas) contra la policía, que debió replegarse a sus
cuarteles dejando la ciudad en manos de los trabajadores, quienes recibían
el apoyo de los vecinos. Hitos de esa lucha fueron la toma del Círculo de
Suboficiales del Ejército, en San Luis y La Cañada, los incendios de la
firma estadounidense Xerox y de Citroen, en la avenida Colón, de las
oficinas de la Dirección General de Rentas, en Mariano Moreno y Caseros, de
la Aduana, en Chacabuco al 400. La llegada del Ejército, junto con las
sombras de la noche, el allanamiento a la CGTA, la detención de dirigentes y
su juzgamiento y condena por los Consejos de Guerra (Canelles, 10 años de
cárcel; Tosco, 8 años; Elpidio Torres, 7) fueron la respuesta de una
dictadura que acusaba al comunismo internacional como responsable de
semejante pueblada. "Vengo a cortar la cabeza de la víbora comunista",
dijo el gobernador Uriburu, reemplazante de Caballero. Poco después, una
jornada similar al Cordobazo, que el ingenio popular llamó el Viborazo,
terminaría de convencer a las clases dominantes de que, si querían conservar
el poder sin tamaños sobresaltos, debían buscar un camino distinto al que
habían ensayado con el golpe de 1966.
"Hoy más que nunca se necesita la unidad del
pueblo" - Jorge Canelles es uno de los últimos gremialistas vivos que junto
a Agustín Tosco participaron en la organización del Cordobazo, el 29 de mayo
de 1969, la movilización que marcó el principio del fin de la dictadura de
ese momento. "Si en aquella época fue importante la unidad de acción de los
sectores populares –afirma, hoy es más necesaria que nunca."
"Son
más de 60 años de lucha y nunca pensamos en el beneficio personal, ni
siquiera tengo casa propia, ni la tenía Tosco cuando murió", reflexiona
Jorge Canelles, compañero del legendario gremialista cordobés en las luchas
obreras. Canelles es el último de los dirigentes gremiales que participaron
en el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, que está vivo. Era dirigente de la
construcción y militaba en el Partido Comunista desde 1945. A Tosco lo
conoció en 1955 y estaba junto a él cuando murió en la clandestinidad por
una septicemia que se podría haber curado en condiciones normales. A los 75
años, Canelles es empleado en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y
sus compañeros de ATE acaban de realizarle un homenaje al bautizar con su
nombre el local donde se reúnen. "En el Cordobazo no hubo una sola consigna
partidaria, todo fue un ‘muera la dictadura’", recuerda junto a un retrato
de su compañero de lucha, en el pequeño departamento que alquila.
–¿Qué recuerdo tiene de Agustín Tosco?
–Creo que Tosco fue el dirigente
más importante que ha tenido el movimiento obrero argentino. Por su
honestidad, por su consecuencia en la lucha y por haber sabido dirigir el
levantamiento popular más importante que se ha dado en la Argentina con un
contenido de cambio social político profundo. Nos conocimos en la CGT
luchando contra la intervención a todos los gremios que quería realizar el
golpe de Aramburu-Rojas. Ellos querían intervenir todos los gremios. En esa
lucha nos conocimos y tuvimos no sólo muchas coincidencias sino también una
amistad muy grande. Yo estaba en el PC desde el ‘45 y Tosco era un tipo muy
abierto, había leído mucho sobre cuestiones sociales.
–¿Y los otros
dirigentes que participaron en el Cordobazo, como Elpidio Torres?
Signo de los tiempos: Evite un
secuestro. En septiembre de 1971 el Movimiento Nacional contra
el secuestro y al tortura alertaba a militantes populares, a través
de la revista América Latina, como enfrentar las posibilidades de
ser aprehendido por las fuerzas represivas.- Clic en la imagen para
agrandar.
–En ese momento nosotros no
coincidíamos con la táctica de la CGT de los Argentinos, que estaba muy
enfrentada a la CGT de Azopardo. La realidad de Córdoba era distinta.
Nosotros planteábamos la unidad de todos los sectores populares para
derrotar a la dictadura. Planteábamos la unidad de las dos CGT y eso no le
gustó mucho a Ongaro. Logramos que se unieran las dos CGT en Córdoba para
hacer un paro. Ha muerto hace días Elpidio Torres y tengo que decir que
cumplió lo pactado para el Cordobazo. Después, cuando volvió de la cárcel,
fue a verlo al interventor general de la provincia, se abrazó con él y le
dijo que nunca más iba a hacer paro. Eso es otra cosa. En cuanto a las
acciones del Cordobazo, fue leal. Y el que lo fue a hablar para que se
sumara a la lucha fui yo, porque Tosco no quería saber nada. Pero al final
Tosco aceptó hacer una cena conjunta donde se planteó el plan de acción para
el Cordobazo.
–¿Y qué objetivos se plantearon?
–Además de las reivindicaciones concretas, nosotros queríamos darles
un escarmiento a las fuerzas policiales y represivas porque la represión se
había ensañado con el movimiento obrero. Esta vez, dijimos, vamos a resistir
y vamos a responder. No hubo ninguna cosa mesiánica de toma del poder.
Aunque hubiéramos podido hacerlo a la una de la tarde porque ya no quedaba
un solo cana en la calle, ni guardia en la Casa de Gobierno. La declaración
de Córdoba al país que hicimos al convocar al acto tenía catorce puntos. En
el Cordobazo no hubo un grito partidario, fue todo un "Muera la dictadura",
por la democracia y la vigencia del régimen constitucional.
–¿Y
Atilio López, que después fue tan amigo de Tosco?
–El participó, igual que René Salamanca, como militante, pero
ninguno de los dos estaba como dirigente gremial todavía. A López lo habían
despedido de una empresa de transporte y con la indemnización se había
puesto un negocito. Después, ya en 1971, en el Viborazo, que fue elsegundo
cordobazo, ya estaban como dirigentes. Salamanca no trabajaba en IKA-Renault
cuando fue el Cordobazo.
–¿Después del Cordobazo los
meten presos a usted, a Tosco y a otros dirigentes?
–Sí, nos
metieron presos a mí, a Tosco, Alberti, Di Toffino y otros compañeros.
Después, en el Viborazo a mí no me agarran y Tosco volvió a caer porque fue
a comer al restaurante que en ese entonces tenía el periodista Sergio
Villarruel, en Olmos 50, que era muy amigo mío. Cuando salió de cenar lo
detuvieron a Tosco y estuvo casi dos años preso.
–¿Cuánto tiempo estuvieron
presos después del Cordobazo?
–Estábamos en una especie de cuartel
en Rawson, en un galpón. Los presos del Cordobazo éramos doce, pero había
varios que no tenían militancia. Les habían dado cinco años por tirar una
piedra. A mí me habían dado diez, a Tosco diez y cuatro meses. Salimos a los
seis meses.
–¿Qué diferencias ve entre aquellos años y la situación
actual?
–Es muy distinto. Una diferencia es que hoy no existen los
dirigentes que había en aquella época, no existe un Agustín Tosco, no existe
un activismo sindical como en aquel entonces. Fue diferente al cacerolazo.
En el Cordobazo, quince mil activistas se lanzaron a la calle a las once de
la mañana. Hubo resistencia con la policía, pero a las doce del día se sumó
todo el pueblo y la policía perdió el control. Entonces nosotros avanzamos y
tomamos los lugares fundamentales. No quedó una sola comisaría sin quemar.
Estábamos luchando por un cambio de régimen, contra una dictadura. En cambio
ahora muchos están luchando por la plata que le quedó en el corralito.
Además está todo muy disperso y no hay programa ni conducción clara.
–¿Entonces no ve que haya una perspectiva parecida?
–Sí,
en un sentido. Porque la unidad de acción se tiene que dar. Es la forma de
cambiar la situación y se va a concretar. No sé cuánto tiempo demorará. Si
en aquel tiempo la unidad de todos los sectores populares era importante,
hoy hace falta más que nunca, porque hay un enemigo mucho más poderoso. Si
no hay una confluencia de los sectores populares más esclarecidos, el 80 por
ciento de los sectores populares, digamos, no vamos a poder derrotar a este
enemigo. Tenemos que esforzarnos por unificar a todos los sectores
populares, como lo está haciendo la CTA, para derrotar a los sectores
reaccionarios que han entregado nuestro país.
–Una diferencia muy
grande es que ahora hay mucha desocupación a diferencia de los años ‘70...
–En esa época el poder
adquisitivo del salario era mayor. Usted iba a la casa de un obrero de
IKA-Renault o de IME, de la fábrica de aviones, y no les faltaba nada. Con
el salario de un día del peón de la construcción se podían comprar 21 kilos
de carne. La gente hambrienta no es más luchadora que los que tienen la
conciencia de los cambios necesarios.
–Bueno, antes del Cordobazo y de
la serie de rebeliones provinciales que se produjeron en ese momento daba la
impresión de que en el país no pasaba nada...
–Ahora se puede
contar, pero en febrero, antes del Cordobazo, una vez estábamos tomando un
café con Tosco y él me dijo: "En este país no pasa nada, qué te parece si le
metemos un caño a un banco a ver si se mueve la cosa". Nosotros seguíamos
trabajando para organizar, para movilizar a la gente y, al final, ese
trabajo rindió frutos. No hay que pensar que todo está perdido.
–Cuando se murió Tosco, ¿usted dónde estaba?
–Yo estuve 20 años con Tosco, del ‘55 al ‘75 y me tocó organizar su
traslado de Córdoba para que lo atendieran en Buenos Aires. Con Di Toffino y
Alberti formábamos una especie de comando y organizamos su traslado porque
ya estaba muy enfermo. Todos estábamos clandestinos. Córdoba se había puesto
muy dura después del golpe de Lacabanne contra Obregón Cano en marzo del
‘74. Ya lo habían matado a Atilio López.
–¿Si no hubiera estado
clandestino lo hubieran podido curar?
–Sí. No tuvo la atención suficiente. Pensaban que tenía un tumor
cerebral, pero tenía una septicemia que se podía curar con antibióticos. Lo
llevamos a Buenos Aires porque en Córdoba no se podía hacer centellograma.
Solamente lo hacían en un sanatorio privado y en el Clínicas. En cualquiera
de los dos lo hubieran metido preso. Resolvimos llevarlo a Buenos Aires,
logramos que a los quince días empezara a caminar, pero se demoraron los
análisis y en el medio le falló el corazón.
Se me ha pedido que escriba un
artículo sobre el Cordobazo. Creo que lo que hay que escribir sobre este
hecho de real trascendencia histórica, especialmente para Argentina y
América Latina, es un libro. Porque son muchas, variadas y complejas,
distantes e inmediatas, las causas que produjeron la circunstancia
sociológica - política del Cordobazo.
Durante los meses de prisión en
Rawson llené cinco cuadernos sobre el particular. La transcripción de cuatro
hojas en un reportaje de la revista "Inédito", motivó, según difusión
pública, que la misma fuera clausurada. Aún así, con el tiempo, ese trabajo
ha de aparecer, sin la pretensión de ser una visión totalmente objetiva,
pero si al menos una interpretación personal sobre la base de la militancia
sindical y de las propias posiciones adoptadas por nuestro gremio el
Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, la Regional Córdoba de la CGT , el
conjunto de gremios encabezados por SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines
de la Industria Automotriz) y el permanente contacto con las agrupaciones
estudiantiles, tanto de la Universidad Nacional como de la universidad
Católica. Asimismo con los Sacerdotes del Tercer Mundo y distintas personas
de los grupos profesionales y políticos.
Con esta previa aclaración y
en el entendimiento de contribuir en modesto alcance a la reafirmación de
las reivindicaciones populares, redacto estas líneas ligadas a este
acontecimiento fundamental de las clases populares sucedido el 29 y 30 de
Mayo de 1969.
¿POR QUE SE HA PRODUCIDO EL CORDOBAZO?
Esta es una pregunta que no por repetida, deja de plantearse y de
promover la investigación, la imaginación y particularmente el interés de
todos los argentinos, desde el más humilde trabajador, hasta el sociólogo
desentrañador de los fenómenos sociales, o de los políticos desde
conservadores hasta revolucionarios.
En el penal de Rawson nos
visitaron a los trece condenados que procedíamos de Córdoba, una Comisión de
Solidaridad, compuesta por Compañeros de distintos gremios de esa ciudad, de
Trelew y de otras localidades de la Provincia de Chubut. Nos preguntaron qué
necesitábamos para nuestra salud, desde alimentos hasta indumentaria.
Ante el
fortalecimiento y crecimiento de los grupos armados en la
Argentina a fines de los 60, el ejército argentino elabora unos
manuales y reglamentos internos de operaciones contra las
organizaciones armadas, gran parte de ellos, de carácter
reservado. Uno de estos documentos, fue el RC-8-3,
“Operaciones contra la subversión urbana”, que fue puesto en
vigencia por resolución del Comandante en Jefe del Ejército
Alejandro Agustín Lanusse el 29 de Julio de 1969. En el mismo se
detalla métodos de represión, inteligencia, censura y acciones
psicológicas contra la “subversión urbana”. Entre otras cosas,
el manual establecía que “el activista, el perturbador del
orden, etc. no será considerado prisionero de guerra y, por tal
motivo, no tendrá derecho al tratamiento estipulado en las
convenciones internacionales”. Clic para descargar
Respondimos que necesitábamos
solidaridad militante. Pronunciamientos. Lucha contra la Dictadura. Les
hablamos de nuestros trabajadores, de sus aspiraciones, de sus desvelos, de
sus sacrificios. Les dijimos que las fogatas que alumbraban las calles de
Córdoba surgían desde el centro de la tierra impulsadas y encendidas por
nuestra juventud estudiosa y trabajadora y que jamás se apagarían porque se
nutren de la vida y de los ideales de un pueblo rebelado contra la opresión
que se ejercía sobre él y estaba dispuesto a romperla, pasara el tiempo que
pasara. Dijimos la verdad, la verdad de todo lo que queríamos.
Los trece condenados de
Rawson éramos de extracción, situación y condición heterogénea. Pero todos
coincidíamos. No exagero al manifestar que varios de los miembros de la
Comisión de Solidaridad y ellos están para testimoniarlo, sintieron correr
lágrimas sobre sus mejillas. Al fin y en esta tensa conversación, plantearon
la pregunta: ¿Por qué se ha producido el Cordobazo?
Respondimos, con
lo que creo es la esencia de la respuesta a tanto interrogante y a tantas
elucubraciones que andan dando vuelta como conclusiones: el Cordobazo es la
expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la
toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a
que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede
vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su
postergación y su frustración de todos los días.
¿Y por qué Córdoba
precisamente? Porque Córdoba no fue engañada por la denominada Revolución
Argentina. Córdoba no vivió la "expectativa esperanzada" de otras ciudades.
Córdoba jamás creyó en los planes de modernización y de transformación que
prometió Onganía, Martínez Paz, Salimei y Ferrer Deheza y luego Borda,
Krieger Vasena y Caballero. La toma de conciencia de Córdoba, de carácter
progresivo pero elocuente, es bastante anterior al régimen de Onganía. Pero
se expresa con mayor fuerza a partir de julio de 1966.
La
reivindicación de los derechos humanos, proceda de donde proceda, en
particular de las Encíclicas Papales desde Juan XXIII, encuentran en
nosotros una extraordinaria receptividad y así se divulgan especialmente en
la juventud y en los Sindicatos. Si hay receptividad es que hay comprensión,
y la comprensión deriva en entusiasmo, en fe y en disposición al trabajo, al
esfuerzo e incluso al sacrificio para consumar los ideales que ya tienen
vigencia en el ámbito universal.
Para reducir la cuestión a sus
aspectos más cercanos, las grandes luchas previas al Cordobazo amanecen
antes de los dos meses de la usurpación del poder por parte de Onganía. Y
estas, tanto como las que posteriormente se plantearon ya que siguen en
vigencia, bajo distintas características, obedecen a la toma de conciencia
de la necesidad de liberación que es el patrimonio principal de Córdoba
dentro del panorama nacional.
LOS PRINCIPALES E INMEDIATOS
ANTECEDENTES
A mediados del mes de Agosto de 1966 nuestra Organización Sindical
emitió una Declaración en carácter de "Solicitada" cuyo título fue: "Signos
negativos". Fue !a primera posición sindical en Córdoba contra la serie de
medidas de neto corte represivo que implantaba la Dictadura. Esa declaración
tuvo amplia repercusión, no sólo local sino nacional y podríamos decir que
prácticamente inauguró la posición rebelde contra la política de Onganía y
su equipo.
La muerte de Santiago Pampillón a manos del aparato
represivo, puso en evidencia la histórica resistencia estudiantil. Nadie
podrá olvidar las luchas y manifestaciones de protesta de todas las
agrupaciones, las huelgas de hambre y el propio paro de una hora del
movimiento obrero cordobés en solidaridad con los compañeros universitarios.
Tuve el honor de integrar una Delegación Sindical de la CGT de Córdoba que
acudió a Mendoza al sepelio de Santiago Pampillón Allí discutimos los
cordobeses con Gerónimo Izzeta que se encontraba casualmente y le increpamos
la pasividad de la CGT Nacional. Al mismo tiempo que se manifestaba el
ascenso del espíritu de lucha de las bases sindicales y estudiantiles contra
el régimen, los jerarcas del sindicalismo nacional iban justificando -en
actitudes- su posterior proclamación a todos los vientos de la "filosofía
participacionista".
Tanto como la represión crecía también la
resistencia aumentaba. Una manifestación incidental revelaba las distintas
formas del repudio al régimen y a sus cómplices. En Córdoba circuló
profusamente una hoja impresa que reproducía a Francisco Prado, participando
del Festival del Folklore en Cosquin Enero de 1967- mientras era avasallado
el Sindicato de Portuarios, despedazado su convenio colectivo de trabajo y
despedidos sus dirigentes y militantes más esforzados. Prado era Secretario
General de la CGT Nacional. Esas hojas circularon por todo Córdoba y la
gente evidenciaba su condena ante la claudicante actitud.
En
el mismo mes de febrero de 1967 y en función del Paro Nacional resuelto para
el primero de Marzo de dicho año, en esta ciudad se realizaron grandes
manifestaciones obreras.
El diario '"Córdoba" reprodujo varias
fotografías de los actos y una en particular de la represión, donde constó
mi detención junto con varios compañeros de la columna de Luz y Fuerza. Fue
un plan de lucha de alcance nacional, frustrado por el incipiente
participacionismo y dialoguismo que terminó una vez más confiando, según
expresiones del propio Francisco Prado, en el nuevo ministro Krieger Vasena,
porque según él: "Habría cambiado y su gestión podría ser útil a los
trabajadores". Pese a esto, la posición de casi todos los sectores
populares, especialmente de Córdoba, conminaba a continuar la lucha.
Quiero transcribir una frase de un documento sindical del 23 de Febrero de
1967, por su carácter premonitorio del "Cordobazo". Decía así: "La historia
grande está jalonada de hitos como el que ayer fuera protagonizado por el
movimiento obrero de Córdoba, en los talleres y fábricas, en las calles de
nuestra ciudad. Porque fue la de ayer una jornada escrita con rasgos
vigorosos y expresiones estentóreas que desbordaron los lindes habituales y
se prolongaron luego en los grafismos de la prensa y de la televisión, en la
retina y en el ánimo de los millares de protagonistas y espectadores que
vivieron las secuencias del plan de acción desplegado por la CGT y gremios
confederados de Córdoba. Fue una jornada lúcida y comprometida que nos
acerca un poco más a la definición crucial que forzosamente tiene que
producirse por imperio de la situación a que ha sido arrastrado el pueblo
argentino, y sobre la que los trabajadores tenemos adoptada una posición
clara, concreta e irreductible".
La represión que siguió al paro
del primero de marzo de 1967 y la desastrosa conducción de la CGT Nacional
produjo un notorio vacío que estuvo signado fundamentalmente por la
oposición cada vez más abierta entre las bases sindicales y dirigentes
vinculados a ellas y el participacionismo entreguista anidado en la sede de
Azopardo en la Capital Federal.
Las bases demandaban un nuevo Plan de
Acción. En Tucumán el ataque a los derechos de los trabajadores iba en
aumento. En octubre de 1967 la Delegación de Córdoba en el Congreso de la
Federación de Luz y Fuerza reclamaba ese Plan de Acción, inspirada en las
propias demandas vigentes en nuestra ciudad y denunciaba los hechos más
alarmantes que estaban sucediendo.
La preocupación de los dirigentes
nacionales se centraba exclusivamente en normalizar la CGT en ese entonces
en manos de la Comisión Delegada. ¿De qué teníamos los cordobeses clara
conciencia a fines de 1967? ¿Cuál era nuestra denuncia? ¿Cuál era nuestra
posición?
En apretada síntesis
expresábamos: Bajo el lema de modernización y transformación el gobierno
planteó un plan económico, cuya base filosófico-política se asentó
aparentemente en el más ortodoxo y crudo liberalismo, en la resurrección del
"dejar hacer, dejar pasar", en la vigencia de un libre empresismo a
ultranza, que provocaría la estabilidad y la multiplicación de los bienes
económicos del país. Sin embargo esta declamada libertad económica no es
sino un esquema destinado sustancialmente a someter al país integrándolo a
la crisis del sistema capitalista monopolista como elemento compensador del
deterioro cada vez más pronunciado del mismo.
Más
adelante señalábamos: "Ya desde hace tiempo en todas las naciones del mundo
ha concluido la etapa del liberalismo que aquí se pregona. Las potencias
industriales practican un crudo dirigismo económico; en el sistema interno
protegiendo su mercado productor e incluso consumidor por vía de las
barreras aduaneras y otros dispositivos complementarios; en el aspecto
externo creando organismos internacionales supeditados a ellas que imponen
la política de la libre penetración y de la libre explotación de los pueblos
subdesarrollados por los monopolios que actúan desde las grandes metrópolis.
Esta libertad económica impuesta y dirigida desde afuera, especialmente
desde las concentraciones monopolistas norteamericanas a la par de favorecer
desmesuradamente a las mismas y a su país de origen, provocan en Argentina
la agudización de la crisis y la profundización de los efectos recesivos'*.
En los pronunciamientos sobre los aspectos económicos se concluía: "Lo que
se pretende realmente es quebrar a la industria nacional y dejar el mercado
de consumo a merced de los monopolios. Así lo ha expresado genéricamente la
Confederación de la Industria al referirse que esta política de
transferencia formales y reales es en el más benigno de los juicios, un mal
signo. En lo que hace a las empresas del Estado la aprobación de la Ley de
Hidrocarburos y la Ley de Sociedades Anónimas, confirma crudamente la
programática oficial de entrega del patrimonio estatal y de la conducción
básica y fundamental de la economía a los intereses extranjeros. Nadie duda
ya que el plan trazado es contrario a un auténtico desarrollo, atenta contra
el nivel de vida de la población, sirve a los grupos de la reacción y del
privilegio, compromete el porvenir del país y lesiona la soberanía
nacional".
En las cuestiones sociales se
denunciaba "el aumento de todos los precios de los artículos de uso y de
consumo, agotando la capacidad adquisitiva de las remuneraciones. El
incremento de la desocupación. La paralización de la Comisión del Salario
Vital, Mínimo y Móvil. La imposición del arbitraje obligatorio para los
diferendos laborales. La ley de represión de los conflictos sindicales. La
intervención a Sindicatos, el retiro o suspensión de personerías gremiales.
La eliminación o restricción de las representaciones sindicales en la
Empresa del Estado, incluidos los organismos de previsión social. La
violación de los contratos colectivos de trabajo. La ley de congelación de
salarios. La modificación de la ley de indemnizaciones por despido. El
aumento de la edad para acogerse a la jubilación y la eliminación de las
compensaciones por años de servicio".
Como últimos detalles de las
denuncias contra la reaccionaria política que se llevaba adelante se
señalaba: "Simultáneamente el Gobierno pretende tener un consenso tácito de
la opinión pública, pero no abre vías de ninguna naturaleza para probar con
la expresión del pueblo si ello es cierto o no, mientras justifica tamaño
despropósito con la supuestamente perjudicial de enfrentar a un debate
político al país. Con la lógica perseverancia de sus propósitos retrógrados
el Gobierno aprueba la Ley de Defensa Civil que militariza a toda la
población a partir de los 14 años de edad, bajo el pretexto de asegurar el
frente interno, pero con la finalidad de reprimir toda legitima defensa de
los intereses económicos, sociales y políticos de los trabajadores. Más
adelante dicta la denominada ley de represión al comunismo, que engloba a
todas las personas o instituciones que protesten o lleven adelante una
acción para proteger sus derechos. Supera el cuadro represivo macartista
dejando al Servicio de Informaciones del Estado la calificación de toda
persona que tenga "motivaciones ideológicas comunistas", añadiendo un
régimen punitivo que llega hasta los nueve años de prisión. Intervienen las
Universidades Nacionales, anula la participación de la juventud estudiosa
argentina en la vida de las mismas, proyecta una reglamentación
limitacionista y disuelve los Centros de Organización Estudiantiles. Viola
el secreto de la correspondencia cual modernos inquisidores celosos de toda
opinión adversa a la dogmática oficial. En el ámbito internacional propuso,
felizmente rechazada, la institucionalización de la Junta Interamericana de
Defensa, cual moderno gendarme de los Pueblos de América Latina que bregan
por su emancipación integral, a fin de mantenerlos en el subdesarrollo, en
el estancamiento y en la dependencia neocolonial"
Allí se realizaron
denuncias que si bien eran conocidas por todos, no todos la realizaban. Eran
las delegaciones cordobesas por lo general las que sustentaban estos
planteamientos en todos los ámbitos.
En Córdoba se expresó poco
tiempo después una resolución de la CGT local que declaró persona no grata
al Presidente Onganía, y eso trasuntaba el creciente desafío al régimen
autocrático, no cuestionado a nivel masivo con tanto vigor como se daba en
Córdoba.
LA
REBELIÓN DE LAS BASES SINDICALES
La Comisión Delegada de la CGT
Nacional, intentó por todos los medios la construcción de un Congreso adicto
a las teorías del participacionismo. Que era hacerse eco de toda la política
del Gobierno y lograr la participación en el proceso. Una renuncia clara a
las reivindicaciones obreras y populares que merecía una repulsa general.
El "dirigentismo" de los jerarcas de las organizaciones nacionales, luego de
prolijos cortejos de delegados, al estilo de los viejos comités de la
política criolla de la Década Infame, resolvió la convocatoria a un Congreso
Nacional para la normalización de la Confederación General del Trabajo.
Llegó a tanto la podredumbre de los dirigentes participacionistas, que
sostenían que en ese Congreso no podían participar las Organizaciones que
estaban intervenidas, entre ellas la de más caudal de afiliados o sea la
Unión Ferroviaria, además de los trabajadores portuarios, de prensa,
químicos, del azúcar, etc.. Querían hacer un Congreso con los que habían
tolerado la Dictadura y sancionar a su vez con tal exclusión a los que
habían luchado, habían sido intervenidos y eran perseguidos por los
violadores de todos los derechos sindicales.
Todos quienes
continuaban fíeles a los principios sindicales, incluso los sindicatos
intervenidos designaron delegados a tal Congreso, comprometiendo a quienes
estaban con la Dictadura a que en el propio Congreso los inhibieran de
actuar. El 28, 29 y 30 de Marzo comenzó el Congreso. Los dirigentes que
coincidían con Onganía, no tuvieron el valor de acudir a impugnar a
quienes.querían excluir desde la? bambalinas. El Congreso se realizó con
todas las organizaciones combativas, incluidas las intervenidas, y con poco
más de la mitad de los delegados suficientes para el quórum se proclamó la
lucha contra la Dictadura y el desconocimiento a todos lo jerarcas del
participacionismo. De allí nació lo que fue denominada CGT de los
Argentinos, encabezada por Raimundo Ongaro.
Las bases sindicales repudiaban
toda la política de conciliación vergonzosa y una ola de manifestaciones, de
actos, todos organizados por los sindicatos de la CGT de los Argentinos,
cubrió una verdadera celebración del 1° de Mayo de 1968.
En Córdoba más de cinco mil
personas concurrieron al local del Córdoba Sport Club, en el que juntamente
con Ongaro hice uso de la palabra denunciando una vez más, ratificando lo
que veníamos señalando desde 1966, que la Dictadura hundía al país.
El 28 de Junio de ese mismo año la CGT de Córdoba programó un acto frente al
local de la misma, en repudio al Segundo Aniversario de la Dictadura. La
represión, como lo hacia repetidas veces descargó todo su aparato y se
contabilizaron trescientos veintidós presos entre los manifestantes. El
movimiento obrero, el estudiantado, los sectores populares pugnaban por
expresar su protesta en la calle y sucesivamente eran reprimidos. Pero no
descansábamos. Algunos ya sostenían que no era posible programar actos, ya
que la Policía no los permitía y que la gente se cansaba. La mayoría sostuvo
que no. No queríamos dejar de lado nuestro derecho a expresamos, a
protestar, a exigir soluciones. Una y otra vez nos disolvían encarcelando a
trabajadores y estudiantes.
En Septiembre de 1968, la CGT y el Frente
Estudiantil en Lucha programó una semana de Protesta en recordación de los
Mártires Populares, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Santiago
Pampillón.
Ya el Gobernador Caballero, que había suplantado a Ferrer
Deheza, lanzaba la constitución de un Consejo Asesor, como forma
perfeccionada del participacionismo como experiencia piloto para todo el
país.
La Semana de los Mártires Populares fue violentamente
reprimida. Cayó baleado el joven estudiante Aravena, que hoy aún se
encuentra impedido físicamente en forma total, como producto de aquel
alevoso ataque.
Ya es tiempo de
violencia, de Enrique Juarez (1969) 45 minutos Cuando a las 12:50
del jueves 29 de mayo de 1969, cayó en las calles aledañas a la
terminal de ómnibus de la ciudad de Córdoba el obrero mecánico
Máximo Mena, con el corazón perforado de un balazo de pistola 45,
comenzó a generarse el estallido insurreccional de mayor virulencia
y mayor costo social que registra la historia argentina
contemporánea: El Cordobazo. "Ya es tiempo de violencia" formó
parte originalmente de una serie de documentales llamados
"Argentina, Mayo de 1969: los caminos de la liberación", del cual
solo se conservan algunas partes, recién fue exhibida públicamente
en 1995 ya que hasta entonces solo circulaba en forma clandestina.
Gentileza Agoratv.
Los actos fueron disueltos. Se
atacó a una manifestación encabezada por dirigentes sindicales,
estudiantiles y Sacerdotes del Tercer Mundo, que provenían de una Misa por
Santiago Pampillón. Se disolvieron los actos frente a la CGT. Se
encarcelaron a varios militantes y representantes sindicales y estudiantiles
que estuvieron casi un mes en Encausados.
A fines del mismo 1968, la
CGT organizó otro acto que fue igualmente reprimido. Todos sentíamos una
real indignación y la condena al régimen tomaba ribetes de furia. Nada era
posible hacer. La represión se manifestaba en todo momento. El gobierno
seguía su propaganda para el Consejo Asesor. La Federación de Luz y Fuerza
suspendía a nuestro sindicato por estar adherido a la CGT de los Argentinos.
Los jerarcas sindicales habían realizado su propio Congreso, pero no tenían
ninguna vigencia en las bases. En Córdoba eran abiertamente repudiados por
la Clase Trabajadora.
Mientras en todos los órdenes la política de
Onganía seguía consolidándose en el sentido de la fuerza y la opresión.
Mientras por otra parte, en el Pueblo crecía la rebelión contra tanto estado
de injusticia, de desconocimiento de los Derechos Humanos. A fines de 1968,
se cumplió el 20° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Luz y Fuerza realizó algunas conferencias sobre el particular. Qué
cotejo más dramático se realizaba entre el contenido de esta declaración que
coronó el final de la segunda guerra mundial y el régimen que imperaba en
Argentina. Parecía que tantos sacrificios, tantas vidas, por el respeto a
los derechos del hombre, hubieran sido inútiles.
1969: EL AÑO DEL
CORDOBAZO
Hemos reseñado los males del régimen a escala nacional y
hemos particularizado las posiciones de Córdoba por ser las más relevantes
contra la Dictadura en el orden nacional.
Ya también Hilda Guerrero
de Molina, mártir obrera de Tucumán engrosaba las filas de quienes habían
caído defendiendo sus ideales, enfrentando al régimen de Onganía.
El
régimen comunitario era publicitado desde todos los ángulos del equipo
gobernante. Córdoba se había convertido en la experiencia piloto y el Dr.
Caballero había constituido su Consejo Asesor que sería convalidado con
bombos v platillos en la Reunión de Gobernadores de Alta Gracia. Allí llegó
Onganía en el mismo automóvil y en la misma posición ideológica y con los
mismos propósitos de Caballero.
Antes habíamos redactado un
importante documento. Un documento que se denominaba DECLARACIÓN DE CÓRDOBA
y que se dio a publicidad el 21 de Marzo de 1969. Dos meses y días antes del
Cordobazo. En él reseñábamos lo problemas principales de orden local que
sumados a los de orden nacional y en función a la toma de conciencia del
pueblo de Córdoba sobre la validez de sus derechos, podríamos decir que
encuadraron la heroica reacción popular del Cordobazo.
En la
introducción se decía; "Nuestra Provincia soporta un descalabro gubernativo,
una manifiesta inoperancia en los más altos niveles jerárquicos oficiales,
una ineptitud generalizada en la conducción de la cosa pública.
Paralelamente a esta ineficacia se destaca un oscuro y torpe manejo de los
instrumentos del poder, para favorecer a los círculos del privilegio
económico y financiero, para exaccionar los modestos recursos monetarios de
la población, para burlar la auténtica representatividad popular mediante el
fraude neocorporativista, para manipular desvergonzadamente a algunos
miembros de la justicia,intentando abiertamente ponerlos al servicio de la
tolerancia cómplice hacia el crimen de algún conspicuo allegado al régimen".
"No se recuerda que nuestra provincia haya soportado tamañas iniquidades
públicas. Nunca el pueblo cordobés contempló, un ejercicio sensual del poder
usurpado con la impunidad que se manifiesta, y con el visto bueno de un
Poder Central que en muchos casos lo pone como ejemplo de experiencia a
proyectarse en toda la nación."
"Esta situación insoportable en
todos los órdenes, obliga a la clase trabajadora cordobesa a repudiar
públicamente al gobierno local, a corresponsabilizar a la Dictadura de
Ongania de todos sus actos y a actuar cada vez más unida y enérgicamente
para lograrla instauración del ejercicio pleno de los derechos y garantías
que pertenecen inalienablemente a los trabajadores y ciudadanos, y a la
práctica de la función gubernativa en un plano de dignidad y de real
interpretación de las aspiraciones del Pueblo".
Señalábamos y no lo hacíamos nosotros por una elucubración al margen de
las posiciones populares, sino como una expresión auténtica que palpitaba en
toda la población que: " Durante bastante tiempo el Gobierno de Córdoba
trabajó intensa y solapadamente, para implementar el denominado Consejo
Asesor Económico Social. Sus fundamentos se basaron en el supuesto interés
por consultar sectores representativos de la comunidad y darles
participación en el análisis y programa de los actos gubernativos".
Luego se indicaba: "Asimismo se pretende remedar el engendro del Consejo
Asesor, con los Consejos Económico-Sociales de vigencia positiva en algunos
países del mundo estructurados políticamente sobre la base de la voluntad
soberana del Pueblo".
Y por último, luego de otras consideraciones:
"El Consejo Asesor procura la domesticación de la sociedad,su
estratificación definitiva y si hoy se viste con los ropajes de una aparente
inocencia, con el tiempo todos deberán lamentar su consolidación como
aparato de poder omnipotente, sin apelaciones, en el que se fundamentará y
basará el régimen para implantar un sistema de vida repudiado por la
historia y con el cual se identificó con su saludo romano el otrora joven
camisa negra, hoy Gobernador de Córdoba, Dr. Carlos Caballero."
Sobre
el caso Valinotto, se señalaba, "la opinión pública cordobesa y también la
nacional observan con estupor como un Juez de Córdoba, dispuso la libertad
de un criminal basándose en el testimonio, denominado "de abono" del
Ministro de Gobierno, Dr. Luis E. Martínez Golletti, y del Vocal del
Superior Tribunal de Justicia Dr. Pedro Angel Spina".
Y culminaba el análisis sobre este tema: "El Sr. Gobernador de Córdoba,
Dr. Carlos Caballero, ante la renuncia verbal de su Ministro de Gobierno,
Dr. Martínez Golletti, resolvió, rechazarla ratificándole su confianza".
Sobre los impuestos de orden local recalcábamos: "Los centros vecinales
de Córdoba, integrados en su mayoría por trabajadores, han denunciado el
asalto fiscal de que son objeto, han protestado, han señalado la ilegalidad
de las medidas tributarias, pero el gobierno ha permanecido incólume,
ofreciendo una transitoria y demagógica rebaja que no altera la situación de
fondo y que ha determinado la resistencia al pago, como único camino para
hacerse escuchar, aunque el gobierno sigue y seguirá sordo a los reclamos
del pueblo, embebido en su absolutismo y cegado por su tortuoso designio
político."
Sobre los problemas laborales se daba el caso de las
"quitas zonales" que afectaba fundamentalmente al gremio metalúrgico. La
anulación de la Ley del Sábado Inglés, que había sancionado en el año 1932 y
que rebajaba en un 9,1 °/o los salarios mensuales de los trabajadores. El
Departamento Provincial de Trabajo resultaba totalmente inoperante. Se
distinguía que "Córdoba es, a no dudarlo, el paraíso de los recibos en
blanco, que sirven para robar de los ya magros salarios de los trabajadores,
partes sustanciales y crear la inseguridad en la permanencia de su empleo".
Por otra parte se dispuso el cierre de una serie de escuelas nocturnas de
capacitación a la que concurrían los trabajadores, con el fundamento de que
se habían agotado las instancias para que los mencionados establecimientos
pasaran a formar parte del organigrama secundario provincial."
Las
tropelías de la denominada "Brigada Fantasma", también enardecieron al
pueblo de Córdoba. Decíamos sobre el particular: "Todo el país conoce ya el
increíble episodio de la "Brigada Fantasma", denominada así por sus oscuras
andanzas no en resguardo de la seguridad pública, sino atentando contra la
misma.
Intimidando a gente inocente, persiguiendo a supuestos
delincuentes y extorsionando a los detenidos". Se concluía sobre este punto:
"También el episodio de la "Brigada Fantasma", por más que se haya dispuesto
su disolución y la detención de los "policías" que la integraban, no fue
descubierta por la preocupación o la diligencia de los funcionarios del
gobierno. Se conoció y se investigó por las denuncias periodísticas que
constituye hoy el único medio que tiene el Pueblo para defenderse de alguna
manera de los atropellos a que es sometido por un Gobierno, que
inexorablemente "será juzgado como el más nefasto para los derechos de toda
la población de Córdoba".
Para no extenderse más sobre este extenso
documente señalaré una frase mas: "Una ínfima minoría, los dedos de una mano
sobran para contarlos, de "dirigentes" sindicales, apoya el régimen
cordobés. No es así sin embargo en el orden nacional.
La asistencia
de más de cuarenta jerarcas gremiales a una entrevista con Onganía ha
demostrado que el espíritu de lucha de los trabajadores y del pueblo, tienen
un fuerte contingente de desertores, sumados a la programática del régimen:
política de sometimiento económico, de opresión social, de oscurantismo
cultural y de mordaza cívica, sojuzgando a todos los argentinos que quieren
un país en el cual se operen fundamentales transformaciones que posibiliten
un inmediato porvenir donde impere la justicia social; donde se produzca la
independencia económica, liberando a la patria de la penetración y dominio
monopolice e imperialista; donde se materialice la soberanía política sobre
la base de la libre voluntad popular y donde la democracia integral se
practique sin ningún tipo de proscripciones e inhabilitaciones para todos
los argentinos".
Cubríamos el final exhortando a la unidad, a la
acción común reinvindicativa, de todas las Organizaciones Sindicales para la
prosecución de la lucha en defensa de nuestros derechos.
ESTALLA LA
CALDERA
Los trabajadores metalúrgicos, los trabajadores del
transporte y otros gremios declaran paros para los días 15 y 1° de Mayo, en
razón de las quitas zonales y el no reconocimiento de la antigüedad por
transferencia de empresas, respectivamente. Los obreros mecánicos realizan
una Asamblea y a la salida al ser reprimidos, defienden sus derechos en una
verdadera batalla campal en el centro de la ciudad el día 14 de Mayo. Los
atropellos, la opresión, el desconocimiento de un sin número de derechos, la
vergüenza de todos los actos de gobierno, los problemas del estudiantado y
de los centros vecinales se suman.
Se paraliza totalmente la ciudad
el día 16 de Mayo. Nadie trabaja. Todos protestan. El Gobierno reprime.
En otros lugares del país, estallan conflictos estudiantiles por las
privatizaciones de los comedores universitarios.
En Corrientes es
asesinado el estudiante Juan José Cabral y ese hecho tiene honda repercusión
en toda la población de Córdoba. Se dispone el cierre de la Universidad.
Todas las agrupaciones estudiantiles protestan y preparan actos y
manifestaciones. Se trabaja de común acuerdo con la CGT.
El día 18,
es asesinado en Rosario el estudiante Adolfo Ramón Bello. Realizamos con los
estudiantes y los Sacerdotes del Tercer Mundo una marcha de silencio en
homenaje a los caídos.
El día 20 de Mayo, fui detenido e incomunicado
en el Departamento de Policía "en averiguación de antecedentes". Recupero la
libertad al día siguiente.
El día 21, se concreta un paro general de
estudiantes. Una serie de comunicados del movimiento obrero lo apoyan. En
Rosario cae una víctima más. El estudiante y aprendiz de metalúrgico
Norberto Blanco, es asesinado en Rosario. Se instalan Consejos de Guerra.
El día 22 de Mayo, los estudiantes de la Universidad Católica se declaran en
estado de asamblea y son apoyados por el resto del movimiento estudiantil.
El día 23 de Mayo, es ocupado el Barrio Clínicas por los Estudiantes. Es
gravemente herido el estudiante Héctor Crusta de un balazo por la Policía.
Se producen fogatas y choques. La Policía es contundente, y los choques se
hacen cada vez más graves.
El día 25 de Mayo, hablo en la Universidad
Católica de Córdoba y hago una severa crítica y condena a los sangrientos
atropellos de la Policía y de los arbitrarios procedimientos del Consejo de
Guerra en Rosario.
El día 26 de Mayo, el movimiento obrero de
Córdoba, por medio de los dos plenarios realizados, resuelve un paro general
de actividades de 37 horas a partir de las 11 horas del 29 de Mayo y con
abandono de trabajo y concentraciones públicas de protesta. Los estudiantes
adhieren en todo a las resoluciones de ambas CGT.
Todo se prepara
para el gran paro. La indignación es pública, notoria y elocuente en todos
los estratos de ]a población.
No hay espontaneísmo. Ni improvisación.
Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los Sindicatos organizan y
los estudiantes también. Se fijan los lugares de concentración. Como se
realizaran las marchas. La gran concentración se llevara adelante, frente al
local de la CGT en la calle Vélez Sársfieid 137.
Millares y millares
de volantes reclamando la vigencia de los derechos conculcados inundan la
ciudad en los días previos. Se suceden las Asambleas de los Sindicatos y de
los Estudiantes que apoyan el paro y la protesta.
El día 29 de Mayo
amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes
de las 11 horas. A esa hora el Gobierno dispone que el transporte abandone
el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración
Central, pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y
son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La
represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de
expresión, de protesta.
Mientras tanto, las columnas de los
trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la
ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas.
El comercio
cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia
de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se
produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra
los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla
la situación. Es el Pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que
luchan enardecidas. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da
tanto en el centro como en los barrios.
Es la toma de conciencia de
todos evidenciándose en las calles contra tantas prohibiciones que se
plantearon. Nada de tutelas, ni de los usurpadores del poder, ni de los
cómplices participacionistas. El saldo de la batalla de Córdoba -El
Cordobazo- es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la
dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la
historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás.
En las
fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del
trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese
fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones
populares ya no se apagará jamás.
En medio de esa lucha por la
justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo,
partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre
nuestras espaldas. Anos de prisión que se convierten en poco menos de siete
meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo,
especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur,
para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las
ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas,
sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no
sea lobo del hombre, sino su Compañero y su Hermano.
* Dirigente sindical clasista. Secretario General del Sindicato de Luz y
Fuerza de la provincia de Córdoba al momento de producirse el Cordobazo, fue
uno de sus principales dirigentes. En numerosas oportunidades sufrió cárcel
y torturas por su militancia política y sindical. El presente artículo fue
escrito desde la cárcel de Rawson, en Junio de 1970. Fallecido el 5 de
Noviembre de 1975.
En julio de 1966,
la dictadura del general Juan Carlos Onganía intervino las universidades y
desató una brutal represión que se conoce como "La Noche de los Bastones
Largos". La respuesta fue la renuncia masiva de profesores y el inicio de
una resistencia estudiantil que se extendió por todo el país. La carrera de
Psicología queda prácticamente desmantelada y la Asociación de Psicólogos de
Buenos Aires debió comenzar una lucha contra la Ley 17.132, que prohibía a
los psicólogos realizar psicoterapia.
Mientras la sociedad empezaba a
sentir los efectos de una política económica que disminuía el nivel de vida,
la clase media se sentía desalojada de un espacio de ascenso social como era
la universidad. La idea "cientificista" –como se la denominaba en esa época–
dejó paso a un cuestionamiento de las teorías hegemónicas como el
funcionalismo sociológico, el conductismo y el psicoanálisis kleiniano. Se
organizaron grupos de estudio que introdujeron los debates planteados por
Althusser, Lévy-Strauss, Lacan, Foucault. También se conocieron las
experiencias de la antipsiquiatría que realizaban Franco Basaglia, Ronald
Laing y David Cooper, así como el pensamiento psiquiátrico sobre comunidades
terapéuticas de Maxwell Jones, E. Goffman y F. Fanon. El libro El miedo a la
libertad, de Erich Fromm fue un best-seller de esos años.
En el "campo de
la Salud Mental", la burocracia sanitarista del Instituto Nacional de Salud
Mental consintió el plan de Mauricio Goldenberg para la Capital Federal, que
proponía la formación de servicios de psicopatología en los hospitales
generales y centros de salud mental. Además, no se impedía la creación de
comunidades terapéuticas en los hospitales psiquiátricos. Obviamente, esta
política se llevaba a cabo mientras se favorecía a las clínicas privadas y
se mantenían los manicomios. Pero esta situación llevó a experiencias de
comunidades terapéuticas y centros comunitarios que fueron más allá de lo
que la dictadura permitía.
Se sucedían permanentes huelgas y
manifestaciones en todo el país, que fueron violentamente reprimidas con
muertos, heridos y centenares de detenidos. El 29 de mayo de 1969, un paro
activo en la ciudad de Córdoba tuvo como consecuencia una rebelión de
obreros y estudiantes con apoyo de los sectores medios; la ciudad quedó bajo
su control hasta el día siguiente, en que intervino el Ejército. El
Cordobazo había sorprendido a todo el mundo. Fue el principio del fin de la
dictadura de Onganía. Inauguró un nuevo período en las luchas sociales y
políticas. Fue un acontecimiento cuya carga simbólica llevó a crear un
imaginario donde era posible la transformación de la sociedad. La idea
dominante pasó a ser que la política es la fuerza que da sentido a cualquier
práctica.
Su repercusión en el campo de la Salud Mental no se hizo
esperar. La Asociación de Psicólogos de Buenos Aires produjo una solicitada
firmada por la Comisión Directiva, presidida por Roberto Harari, que apoyaba
el paro nacional del 1 de julio, planteando "la unificación del movimiento
obrero con otros sectores de la sociedad y repudiando la represión acaecida
en la Facultad de Filosofía y Letras". En ella funcionaba la carrera de
Psicología y, cuando los alumnos debatían en asamblea qué medidas adoptar
ante la situación social y política, entró la policía, detuvo a cientos de
estudiantes y destrozó instalaciones. A partir de ese hecho, no hubo clases
durante tres meses. En la misma solicitada se reivindicó la libre expresión
y se sugirió a los asociados hacer pública la adhesión en sus lugares de
trabajo. En setiembre apareció el primer número de la revista de la APBA,
dirigida por Ricardo Malfé. La misma se constituiría en el principal medio
de debate teórico, clínico e institucional acerca del lugar que el psicólogo
debía ocupar en el campo de la Salud Mental.
Ese año la Federación Argentina de Psiquiatras llamó a elecciones
nacionales: triunfaron listas de unidad con la consigna de defender
"nuestros intereses, que no son otros que los intereses del pueblo". En la
FAP Capital fue elegido Emilio Rodrigué como presidente y se organizaron
movimientos de apoyo a colegas detenidos debido al estado de sitio. Mientras
tanto, en el interior de la institución comenzaba a debatirse cómo enfrentar
la dictadura de Onganía. Diferencias políticas llevaron a la renuncia de
Mauricio Goldenberg como presidente del IV Congreso Argentino de
Psiquiatría. Este se realizó al año siguiente en Rosario, donde se eligió a
Gervasio Paz como presidente y José Bleger como secretario científico. Esa
elección fue producto de una alianza entre los psiquiatras progresistas del
interior y algunos psicoanalistas de Buenos Aires en contra de la lista de
los psiquiatras manicomiales. La FAP apoyó los paros médicos resueltos por
la Confederación Médica Argentina en oposición a la Ley 17.102, que fue el
primer intento de privatizar los hospitales públicos.
La Asociación
Psicoanalítica Argentina no podía quedar al margen del clima imperante y
produjo un hecho sin precedentes en la institución: publica su primera
solicitada en oposición a la represión desatada por la dictadura y adhirió a
la huelga general, promoviendo que sus miembros realizaran un paro en sus
propios consultorios. Se publicó el 28 de mayo con la firma de su
presidente, Jorge Mom: "Frente a los hechos que enlutan al país, la
Asociación Psicoanalítica Argentina, institución científica cuya tarea
fundamental es el esclarecimiento de las motivaciones de la conducta humana,
asume la responsabilidad de alertar a los poderes públicos ante el gravísimo
peligro que entraña la incomprensión de la situación actual. Es preciso
comprender que los movimientos juveniles siempre expresan necesidades y
anhelos que importa atender y respetar. La juventud que es nuestra
prolongación y trascendencia requiere, para su desarrollo individual y
colectivo, las condiciones óptimas de libertad y dignidad humana. La
represión violenta e indiscriminada, que ya ha costado vidas, tiende a crear
condiciones irreversibles de desorganización y caos que pueden servir de
pretexto para mayores excesos de poder. En estas condiciones la fuerza anula
las potencialidades del país y se torna autodestructiva".
El paro consistió en que el
analista esperaba a sus pacientes en su consultorio y les explicaba las
causas por las que no atendía. No todos realizaron la huelga ya que, explica
hoy un analista, "la huelga la hacía según el didacta que cada uno tenía.
Era una medida medio loca pero si tu analista y tu supervisor adherían
tenías que hacerla". Comenta otro analista: "Muchos de los que no hicimos la
huelga nos apañábamos en no perturbar el encuadre analítico. Pero en
realidad creo que era por el temor que teníamos de mostrar una ideología a
los pacientes, como si esto pudiera evitarse. En ese momento éramos muy
sometidos a nuestros propios analistas didácticos". La inédita medida fue
producto de un debate interno en el que un grupo de analistas sostuvo la
implicación del psicoanálisis en la problemática social y política.
En
julio se realizó en Roma el Congreso Internacional de la IPA, donde Armando
Bauleo y Hernán Kesselman fueron miembros fundadores de "Plataforma
Internacional". Cuando regresaron, con otros analistas, constituyeron el
grupo Plataforma dentro de la APA. Años después Marie Langer escribió: "El
Congreso estaba cargado con todo el clima del ‘68; para nosotros, los
argentinos, no sólo estaba lo que sabíamos del ‘68 en el mundo: llevábamos
con nosotros el Cordobazo junto con la perplejidad frente al asesinato de
Vandor, líder sindical dispuesto a pactar con los militares, ocurrido apenas
un mes antes, en desafío abierto al gobierno militar".
Las diferentes formas de la violencia política aparecieron en los
consultorios cuestionando el concepto de "neutralidad". Tratar de entender
sus consecuencias en la práctica analítica y en la sociedad llevó a realizar
la Jornada sobre Violencia y Agresión, preparatoria del 8 Congreso
Latinoamericano que se iba a realizar en Porto Alegre. Este tenía el mismo
tema pero, para no molestar a la dictadura instalada en Brasil desde 1964,
se cambió por "Corrientes actuales en el pensamiento psicoanalítico". La APA
se opuso a esta decisión y concurrió con un relato oficial que fundamentó la
direccionalidad de la práctica social del psicoanálisis. Un grupo de
analistas didácticos hizo pública su decisión de no participar en el
Congreso. Fue el inicio de la división. Todavía faltaba un tiempo para que
los grupos Plataforma y Documento realizaran la primera ruptura en la APA.
Estos grupos, junto con la FAP y las asociaciones de Psicólogos, de
Psicopedagogos y de Asistentes Sociales, crearon la Coordinadora de
Trabajadores de la Salud Mental y el Centro de Docencia e Investigación. Los
profesionales de la Salud Mental se identificaron como trabajadores. Se
iniciaba otro momento histórico donde la política sería protagonista casi
excluyente.
* Psicoanalista. Director de la revista Topía. Ex
director del equipo de crisis del Plan Piloto en Salud Mental de la
Boca-Barracas. ** Psicoanalista. Coordinador de la revista Topía. Ex jefe
de residentes del Hospital Borda.
El Cordobazo marcó un hito en la historia de la clase obrera. La
valoración y las conclusiones sobre este acontecimiento tienen una enorme
importancia para la caracterización global de la misma, su desarrollo, su
conciencia y su potencial revolucionario.
A partir de 1969 se abrió
una nueva etapa en las luchas de los trabajadores. Esos años estuvieron
signados por el recurso a la violencia por parte de las masas. También,
fueron marcados por el planteo del socialismo como una alternativa viable de
poder popular. Por primera vez en la historia argentina, la clase obrera se
postuló como clase dirigente de otros sectores sociales en el proceso
histórico nacional, en un claro desafío a la burguesía; en consecuencia, los
trabajadores experimentaron un salto en su conciencia. Esto se expresó en
sus formas de organización, en el surgimiento de una nueva camada de
dirigentes políticos obreros caracterizados como "clasistas", que
constituyeron un quiebre con las tradiciones políticas del peronismo, y en
un crecimiento en aquellas organizaciones políticas que representaban los
intereses históricos de la clase. Debería quedar claro que el desarrollo de
la conciencia de clase es planteado aquí de la manera más alejada posible de
las formas positivistas (o sea, no es un camino ascendente hacia el
socialismo) sino que se trata de un proceso dinámico y heterogéneo, con
marchas y contramarchas y con contradicciones.
De ser correcto lo
anterior, se debería replantear algunas de las afirmaciones más comunes de
la historiografía y la política actual. Por un lado, el avance sintetizado
por el Cordobazo implicó que el peronismo, como alternativa política de la
clase obrera, quedó a la derecha y por detrás del progreso histórico de la
clase. No sólo significó un freno a la profundización de las luchas y a la
conciencia obrera, sino que su evolución hacia opciones revolucionarias
apareció como una imposibilidad histórica.
El planteo de Evita por el cual "el peronismo será revolucionario o no
será nada", se había resuelto claramente porque no sería nada. Así, las
organizaciones que conformaron la Tendencia Revolucionaria del peronismo, a
pesar de sus sacrificios y heroísmo, bregaron por una alternativa que no era
la que ellos pensaban. En este proceso contribuyeron a sembrar confusión
entre los trabajadores y, más de una vez, a dar aire a un Estado capitalista
acosado por las luchas populares. Sin embargo, los peronistas
"revolucionarios" (aun sin serlo objetivamente) no fueron los únicos que
tuvieron estos problemas. Distintos sectores de la izquierda reformista
también aceptaron la idea de "Perón como camino a la revolución". El
resultado fue que las filas de la izquierda se dividieron, profundizaron el
sectarismo, y pusieron un límite concreto al desarrollo de las luchas
populares a través de la fragmentación y el espontaneísmo.
En el
Cordobazo pudo observarse la superación de las direcciones políticas,
sindicales y estudiantiles. La clase obrera y el pueblo, enfrentando a la
policía primero y luego directamente a las Fuerzas Armadas, otorgaron a
estos hechos el carácter de un hito histórico. De este modo, es importante
observar el papel desempeñado por los vecinos de los barrios que, en el
repliegue ante la entrada del ejército, apoyaron y cuidaron de los
manifestantes callejeros. Si el Cordobazo fue, por un lado, expresión de una
exacerbación de las contradicciones sociales después de 1955, en sus
consecuencias resultó una verdadera inflexión, un cambio cualitativo en las
luchas obreras y populares. Sus consecuencias fueron múltiples.
En lo
inmediato, se mostraron los límites de la implementación de una política
económica que sólo satisfacía los intereses de la burguesía monopólica. En
cuanto a los trabajadores se observaron varios fenómenos y procesos; en los
hechos, señaló el inicio de un auge de masas que se reflejó en la oleada de
insurrecciones y puebladas que se sucedieron entre 1969 y 1972.
Entre
otras cuestiones, la clase obrera cuestionó e impugnó las variantes
"combativas" de la dirigencia sindical como antes había ocurrido con la
burocracia tradicional. Era evidente que se había producido un profundo
corte horizontal con las conducciones gremiales en el ámbito de las
organizaciones. Sin embargo, esta ruptura no alcanzó al poder de algunas
seccionales que, por el contrario, lograron mantenerse a la cabeza de estos
acontecimientos, como Luz y Fuerza de Córdoba. Esto implicó la conformación
de un nuevo grupo de dirigentes sindicales, independientes de la burocracia,
que condujo las movilizaciones de los gremios: en la práctica estaba
renaciendo el clasismo. Además, de esta pérdida de control sobre los
trabajadores, y con la agudización de las luchas intrasindicales, surgió por
primera vez la violencia contra la burocracia, incluyendo la muerte de
dirigentes a manos de sus contrarios peronistas. En el seno de las
organizaciones de izquierda, la ejecución de burócratas generó una intensa
discusión que fue saldada con la decisión casi uniforme en contra de este
tipo de accionar.
El criterio era que la burocracia sindical debía
ser desplazada por la lucha de las masas y no por el accionar armado. Esto
se sustentaba en una visión ideológica por la que no había que sustituir por
las armas a las masas. Por último, corresponde indicar que una buena parte
de la izquierda se potenció por los acontecimientos de mayo de 1969. El
levantamiento popular puso a la orden del día numerosas polémicas teóricas,
confirmando algunos análisis y desechando otros. Esto no significó que se
había agotado la discusión; por el contrario, ésta se desarrolló con una
riqueza inusual. Lo que significó fue que los debates se basaron, desde
entonces, en una práctica militante cada vez más acelerada y en una
movilización popular que nadie podía ignorar. En todos los casos, la
izquierda se volcó —como lo demostraron los siguientes años—hacia la clase
obrera con una renovada fuerza.
A los compañeros que
participaron de estos hechos a 36 años del Cordobazo.
El represor, desencajado, grita, gesticula y no entiende. -¡¿Cómo que
no está?!
¡¿Cómo que no lo escuchan?! ¡Peinen Córdoba! ¡Rastrillen,
rastrillen!- Ya lo hicimos Comisario, no hay rastros. -¿Sólo la
ciudad?
¡No, carajo!
La provincia, todo el territorio. Yo sé que está
aquí, lo siento, lo huelo...
-Rastrillamos desde Ojo de Agua,
Tulumba, Deán Funes, Quilino, la zona de Ascochinga, las sierras y tras las
sierras, al sur, por sus pagos: Coronel Moldes y pueblos vecinos, los
barrios y nada, ni rastros.
-Continúen, ¡todos a buscarlos, todos! -
-grita el Comisario. -Están todos, hasta los que tenían parte de enfermo,
todos salieron a buscarlo. Sólo encuentran silencio. -¡Pero, carajo!
¿Y sus compañeros, qué dicen, qué comentan?,
¡Qué me vienen con el silencio, alguien, alguno debe decir algo!
-Nada. Silencio. Nadie pronuncia su nombre, como si lo hubieran olvidado,
guardado. Sólo se miran entre sí, eso, sólo eso, se miran, y nada más...
-¿Olvidado, guardado...? ¡Por favor! ¿Entonces, qué dicen las miradas? -
-reclama el Comisario fuera de sí.-No sabemos, señor, no entendemos esa
manera de mirar, no es fácil; miran de costado, de soslayo y así, nunca
derecho. -¡Síganlas carajo! -bramaba lleno de babas el Comisario-
Es una orden, persigan las miradas, espíen su rumbo, espíen...
-Señor, perdón, pero cómo lo hacemos. Además, miran a plena luz y no se
puede distinguir si doblan o siguen rectas, si son cortas o largas, ¿cómo
leer el significado que usted pide? Se espejan con la luz y como si se
disolvieran, no se ven..., se hacen resolana. -Persigan las miradas, es
una orden. Esas miradas tienen huellas, recorrido, ¡aprendan carajo!
¡Tienen olor, olor! -¿...?- Y en el taller, donde trabajaba,
¿qué dicen, qué comentan? ¿No hay conversaciones, comentarios,
chismes, ah... ?-Nada, señor comisario, nada, todo es simulación, nadie
dice nada... -¿Cómo que nada, que disimulo? ¿Y en los baños, qué?
¿Acaso no hablan? ¿Quién lo reemplaza, qué dice? -Es un obrero
común, sin antecedentes, ya lo investigamos. -¿También está callado?
-Sí señor Comisario, está callado, es puro silencio. Sólo que al final de la
jornada, limpia, ordena y guarda las herramientas que eran del otro.
-¿Cómo? ¿Y eso no les dice nada? ¡Ustedes no ven! ¿No se dan
cuenta que si limpia, ordena y guarda las herramientas es que lo esperan?
¿Que está dentro del territorio y que es mentira lo de su enfermedad?
¿No se dan cuenta de que no es esperanza sino certeza de que Tosco
regresará? Sí, certeza es lo que tienen, certeza de que regresará. ¡Lo
esperan! -Señor, el que limpia, ordena y guarda las herramientas, según
nuestros informantes, dice que hace eso porque aún las herramientas no son
suyas, sino del Gringo, y que además, que las cuida porque él le enseñó el
oficio, y eso nunca dejará de agradecerlo. Es muy fuerte, dice este
operario, porque nunca se olvida al que te enseñó el oficio. Así nos dicen
otros y otros obreros..., que es muy fuerte eso de la enseñanza. -¡Son
macanas!
¡Búsquenlo! No jodan con más boludeces-
brama el Comisario
García Rey, hombre de confianza del brigadier
Raúl Lacabanne y de
López Rega.
En septiembre del l974 la Triple
A asesina al abogado Alfredo Curuchet ,defensor de presos políticos, y al
negro Atilio López, ex secretario general de UTA y ex vicegobernador de
Córdoba. En octubre es allanado el Sindicato de Luz y Fuerza y el juez
ordena la captura del Gringo y otros activistas. Tosco pasa a la
clandestinidad. Desde entonces, un silencio recorre la ciudad, las sierras,
el norte hosco y el sur, tras las sierras y así todo el territorio. Es la
presa más buscada por las babas represivas. No hay pausas, a todo tiempo, en
cualquier lugar, requisas, allanamientos, se sigue a la gente, los amigos,
la familia, si compra de más o de menos en el almacén, vigilado el barrio,
el sindicato, los centros vecinales, toda la jauría suelta, babeante.
El Gringo continúa comunicándose con sus compañeros, visitándolos, a veces,
en sus lugares de trabajo y otras, dando conferencias de prensa. Aparece y,
de repente, luz. Su salud es delicada, pero debe viajar a Buenos Aires.
Partidos y organizaciones políticas -en especial el PRT, en nombre de otras
agrupaciones guerrilleras ofrecen una tregua, le solicitan que sea prenda de
unidad entre todos los que oponen al golpe de estado en gestación. El es el
único escuchado y respetado por todos, ferviente defensor de la unidad.
Decide viajar. No hay consejo que lo detenga, ni la sola insinuación de su
estado de salud: cuando se lo mencionan se cabrea de lo lindo.
Raúl
Lacabanne, el interventor de Córdoba, impuesto por el gobierno central,
presiona en forma permanente a la policía reclamando su captura. El gobierno
sabe que la salud del Gringo es delicada, aunque no grave. Como medida
precautoria, vigilan farmacias, laboratorios, requisan ambulancias, el
control no decae.
-El Gringo tiene que viajar, hay que sacarlo de
Córdoba - -repiten una y otra vez los compañeros que están con él en todo
momento. -¿Cómo?
-es la respuesta afligida. Córdoba está cerrada en todas sus salidas,
carreteras, aeropuertos, ómnibus, las estaciones del ferrocarril. Pensemos,
pensemos... Son muy pocos, en un principio, los que piensan. Conspiran
con cuidado cada paso a dar, pero falta algo. Siguen pensando y se acuerdan
de los otros, sus iguales, los ferroviarios. Les cuentan la aflicción,
piensan entre todos y resuelven conspirar juntos. Es una conspiración
obrera, de iguales. Y la imaginación aparece y se asocia a ellos, esta vez
en forma colectiva. La imaginación conspira con los conspirados.
-¡Novedades!
-requiere García Rey. -Ninguna, señor Comisario -es la repuesta
unánime. -¡¿Cómo que ninguna?! -Dicen nuestros informantes que por los
barrios, por las usinas, en el taller del Villa Revol, en todos lados, Tosco
se volvió invisible, es el comentario más fuerte que se escucha, así dicen
señor Comisario.Un tipo, ante la pregunta de uno cualquiera '¿dónde
estará el gringo Tosco?', contesta: 'Invisible, ¿dónde va a estar?'. Sí, es
así no más la cosa, dicen: 'porque si el pueblo quiere, te hace invisible'.
Desde entonces, se ve a la gente más tranquila, están alegres, ven pasar una
hebra seca de amor seco montada en una brisa y joden con que ahí va el
Gringo, la soplan y soplan para que remonte y se eleve más alto, se matan de
risa entre resoplido y resoplido.
-¡Cómo mierda se va a volver invisible! ¡Lo único que falta, que
entremos en brujerías y en creencias del campo, boludeces! -Lo hicieron
invisible, señor, y eso que dijo este tipo rueda por todos lados.
-¡Atrápenlo! ¡Atrápenlo! -grita el Comisario corriendo a todos de su
despacho.
El Rayo de Sol está en el andén. La formación del tren ha
entrado reculando, furgones postales y de encomienda, coches de clase única,
de primera, coche comedor, pullman y los dormitorios al final. Estos
enfrentan la entrada principal de la Estación del Ferrocarril Mitre. Un
gentío compuesto por pasajeros, mozos de cordel, parientes o amigos
estacionados frente a alguna ventanilla gesticula recomendaciones.
Canillitas, un carro con golosinas ofreciendo los famosos alfajores
cordobeses, personal ferroviario, de azul, vestidos de guarda y camareros,
canas de uniforme y de los otros. Todo es movimiento, voces en todos los
tonos. El Rayo de Sol partirá a las 22 horas.
Es el día elegido por
los conspirados, la imaginación colectiva en acción. Todo se ha gestado en
silencio. Es un silencio con sonido propio, acorazado, lleno de luz y
aromas, fuerza y riel. Tosco está ya en la ciudad, concreto e inmaterial a
la vez. El reloj marca las 21,50. En eso, todo se oscurece. Un apagón
imprevisto, ¡qué contrariedad! Los gritos, las exclamaciones, el quejido por
el miedo a las tinieblas, y la inmovilidad que genera. La estación de tren,
la terminal de ómnibus, las calles, los semáforos, todo es cerrazón. Todo
está quieto. Sólo dos pequeñas linternas alumbran los escalones de entrada a
la estación, como dos diminutas luciérnagas iluminan los pasos del Gringo
Tosco. Dos compañeros van a su lado, como vaqueanos y custodia. El se deja
orientar, son de su absoluta confianza. Entran al andén. Dos compañeros se
arriman y señalan el coche dormitorio correspondiente. En las escalerillas
el camarero se hace cargo y los conduce hasta el camarote designado, quedan
dos junto al Gringo, se cierra la puerta. Bajan, esconden las linternas,
vuelve la luz y la exclamación de la gente y los pestañeos de
acostumbramiento.El auxiliar de la Estación del Ferrocarril Mitre hace sonar
las primeras campanadas, las de las 2l,55. Las que anuncian que dentro de
cinco minutos el tren parte. Todo es ajetreo, cinco minutos de apagón
retrasaron los quehaceres.
El reloj marca las 22 horas. Algunas miradas controlan especialmente la
rotación de las manecillas. Fueron los cinco minutos más largos de todos los
tiempos. Las últimas campanadas anuncian la partida. El guardatren da salida
al Rayo de Sol: pito y bandera verde. Comienza a estirarse la formación de
coches, se mueve y se va lentamente, llena de rechinamientos y chirridos de
ruedas y riel, y la exhalación de aire excedente de los frenos, todo se
mezcla entre las voces y los gritos. Unos agitan saludos, otros agitan
silencios, el pecho que revienta, el aire que no alcanza, el convoy se va,
se empequeñece pesadamente guardando un secreto, el farol rojo titilante del
último coche señala la lejanía. Los conspirados del andén se disuelven entre
la gente. Uno de ellos sube a los altos de la estación, a la oficina de
Control Trenes, empuña el manipulador y transmite en morse y en clave que el
tren de la conspiración ya partió con esa carga tan preciada.
Estación Ferreyra, la locomotora acelera y el traqueteo de los rieles se
hace música en los oídos de los pasajeros conspirados. Villa María, se
detiene el tren, es parada por diagrama. No hay requisa. Se van apagando las
luces de los coches, la formación se hace borrosa, y un misterio particular
la envuelve.El Gringo reposa, dormita, a veces sueña y recuerda lentamente
los rostros de los compañeros, las asambleas al aire libre, las discusiones
con los estudiantes, las agarradas con Alberti, las opiniones del Flaco
Canelles, las conversaciones con Solari Irigoyen, la solidaridad del doctor
Illia, la polémica franca con Santucho, la ternura hacía Atilio López; la
familia, ¡ah!, la familia: los hijos, las cartas escritas desde la cárcel a
Malvina y al Agustín, cuánto amor le ponía a cada palabra; los vecinos,
tanto tiempo sin verlos; Trelew, Villa Devoto, la escuela de Artes y
Oficios, las herramientas y el trabajo, piensa cómo le gustaría sentir la
sensación de la lima y también enseñar... Se duerme y despierta al rato
sobresaltado..., piensa en los riesgos que corren los compañeros que lo
acompañan... Siempre pensando en los otros con ternura, y la ternura que no
cesa, así lo agoten los primeros dolores. -Está todo bien, Gringo,
descansá, todo va a salir bien.
Pero él sigue pensando en la nueva
tarea, no deja de pensar.Todos dormitando. Ha pasado un tiempo prolongado.
El Gringo entra en un largo sueño, y se aquieta. Se escucha el entrecruces
de vías, el tren aminora la marcha, más entrecruces de vías y el tren que se
detiene. Dos golpes de contraseña. El camarero les anuncia:-Rosario. Uno de
ustedes tiene que bajar conmigo.
Recién ahí, en ese momento, se dan cuenta de que están fuera del
territorio cordobés, que las babas del represor no los salpicará. El aire
húmedo que viene del río les refresca el alma, un mareo emocional los
desequilibra un instante.Comienzan las maniobras del cambio de locomotora y
el relevo del personal de conducción. Son otros conspirados que deben
resolver algo con el camarero y con los que viajan con el Gringo, en la
punta del andén, fuera del alcance de las luces y de las miradas. -Nos
detendremos pasando la estación León Suárez
-dicen los compañeros fraternales. Estén preparados, es una estación
urbana no autorizada. Ahí habrá otra posta de compañeros que recibirá al
Gringo. Ustedes se quedaran en el andén. Tomaran el tren local, otros
compañeros los guiarán. Otra vez el ruido de los entrecruces. De Rosario a
Retiro sin paradas, piensan los compañeros emocionados, casi sollozando,
mientras auscultan la frente al Gringo.
La pareja de maquinistas que
tomaron las posta en Rosario nunca condujeron un tren tan silenciosos:
emoción del último tramo, responsabilidad de transportar una carga tan
preciada. Qué honor. Temprano, dos golpes convenidos anuncian al camarero
que les alcanza agua caliente, para el mate o té, bizcochos. Va clareando
despacio, Tosco ha dormido sobresaltado, pero no bien despierta, pregunta:
-¿Dónde estamos? -Estamos cruzando Campana, provincia de Buenos Aires,
todavía se ven las luces de las refinerías. -Entonces, ¡los cagamos!
-Así es, falta poco, todo va bien, tal cual lo pensamos.
Pequeño diálogo, luego un silencio emocionado los penetra. Los ojos de
Tosco toman otro brillo. Sonríe, mirándose el empilche ideado para
despistar.
Otra vez dos golpes a la puerta. -Estamos pasando la
estación de León Suárez, el tren está mermando la marcha, suavemente. Dos
estaciones más y se detiene apenas, estén atentos. Frena suave el tren, la
delegación desciende despacio, los que esperan en la plataforma de la
estación suburbana se hacen cargo, los otros, se quedan en el andén. El
camarero da salida al tren flameando el banderín rojo, que no es lo
reglamentario, pero sí lo acordado. Arranca despacio, se va deslizando y la
mirada de los conspirados que quedan en el andén, se posan sobre sus formas
como si fuera una caricia de agradecimiento que recorre hasta el último
coche, que aún porta el encendido farol rojo titilante, como si fuera un
guiño cómplice, el de la conspiración de los iguales.
II
Como
a los tres meses el Gringo regresa a Córdoba. Habla y habla hasta el
agotamiento con todos, todos dicen que sí, pero nadie concreta la unidad. El
golpe militar viene marchando, afinando los aprontes; se suman a ello, el
hastío de la gente por Lastiri, López Rega y la Isabelita.
La salud de Tosco se deteriora en forma acelerada. De nuevo los
conspirados, pero esta vez sólo los compañeros de Luz y Fuerza, y otro cumpa
de confianza.
De nuevo:-Hay que sacar al Gringo de Córdoba.Tosco quiere que lo siga
atendiendo su médico de cabecera, así tengan que trasladarlo. Aparecen
ofrecimientos de partidos políticos, organizaciones guerrilleras,
personalidades independientes ofertando todo para cuidarlo.
De nuevo
rumbo a Buenos Aires, se busca otra vía: una ambulancia. El Gringo se ha
dejado crecer la barba, su delgadez, y otros arreglos cambiaron su
fisonomía, es otro. Parten al fin, junto a su médico y otro compañero que
han estado siempre junto a él. Dos requisas en la ruta. Las dos se fijan en
el enfermo sin prestarle mucha atención. Otra vez se les escapa el Gringo a
los represores del interventor Lacabanne. La ira lo penetra hasta los
tuétanos, y García Rey que comienza a pensar en eso de la invisibilidad
consulta al Pai López Rega. Una risa en falsete es la respuesta.
Tosco es internado, lo someten a todo tipo de tratamientos y consultas. Se
recupera despacio. Delgado y débil, Agustín comienza a ensayar algunas
caminatas en la misma pieza y a mantener conversaciones con los médicos. Al
tiempo vuelve a agravarse, cayó nuevamente en un sopor y el cuadro se
transformó en irreversible. Muere el 5 de noviembre de l975. Después es
trasladado a Córdoba, vía Rosario. La perrada de nuevo no lo puede ni
olfatear. Los compañeros y el pueblo lo siguen manteniendo invisible.
Lo velan en el Club Redes Cordobesas, en el barrio General Paz. Mucha gente
muestra allí su desconsuelo. No lo pueden creer. El, que ha sido invisible
al represor, no ha podido con la muerte, ella lo ha materializado. Una
lluvia torrencial y granizo cae sobre la ciudad, es la tarde del 7 de
noviembre. Cuando la lluvia cesa, parte el cortejo fúnebre rumbo al
cementerio San Jerónimo. Una multitud nunca vista se desplaza rodeada de un
fuerte control policial. Temen que el Gringo se les escape y que sólo estén
portando el féretro vacío. El cementerio del barrio de Alto Alberdi es de
calles irregulares, con bajadas y subidas, al entrar a los límites del campo
santo la plaza forma una cuenca llena de puestos de flores, árboles y una
explanada para los coches. Todo ese espacio va colmándose de gente que
llega, como afluentes tributarios. Algunos cantando consignas, otros
callados llenos de tristeza. Los conspirados, sus amigos más cercanos, el
que limpiaba, ordenaba y guardaba las herramientas y los obreros del taller
de Villa Revol llevan a pulso el cuerpo inerme del Gringo. Callan las
florista ese cantar permanente de la oferta. Se arriman y lo van cubriendo
de flores. Cuánta gente, cuánta gente del pueblo, trabajadores de otros
gremios se aparean junto a los de Luz y Fuerza; el Gringo los vuelve a
convocar, los une. La unidad ha sido su enamoramiento permanente, condición
imprescindible para cualquier emprendimiento que tenga que ver con la
liberación nacional, solía repetir y repetir.
El represor no puede
permitir este nuevo hecho generado por Tosco. Ordena la represión no bien el
Gringo llega con el pueblo a la plaza. Miles de balas y gases se dispararon.
Corridas, gritos, gente rodando, niños aterrorizados, zapatos y paraguas sin
dueños, el espanto. Las babas del represor desataron la furia. Tosco, un
verdadero hijo del pueblo, es llevado con suavidad por las férreas manos de
sus hermanos de clase. No permiten que ni una sola bala lo roce, lo ensucie,
lo contamine. Al Gringo nunca lo va a encontrar el represor. Lo burló
siempre. Todos soliviantan el cajón, todos lo cubren, están llenos de
levedad; al fin trasponen las puertas del cementerio, se escabullen en su
interior, fuerzan las puertas de un panteón y lo depositan allí. Otra vez el
Agustín se vuelve invisible a los ojos del represor. Otra vez la mágica
voluntad de los hijos del pueblo.
Se fue el Gringo, el respetado por
todos. Nos quedaron sus enseñanzas a través de su lucha y la práctica
concreta de su militancia. Otros rasgos además lo distinguían: la
intransigencia en la defensa de sus principios, su tremenda fuerza moral y
ética, su amor a la libertad; fue un rebelde obrero, duro, pero esa
severidad nunca le hizo perder la ternura que le profesaba a todos los
compañeros. Desde entonces, la figura del gringo Tosco se recorta lenta y
obstinadamente, venciendo al silencio y al olvido, ensanchando día a día el
campo de la memoria. Como si él condujera un tren memorioso, cargado con
voces y palabras de hombres valerosos y dignos, y que en su último vagón
portara aún el encendido farol rojo de los conspirados, que sigue titilando
tercamente como un guiño cómplice, esta vez del Gringo Tosco.
Frente a un
gremialismo colaboracionista con la dictadura, los métodos y los nuevos
planteos que dieron luz al Cordobazo ahora daban un nuevo liderazgo social
al movimiento obrero. Al calor de los conflictos en el mundo entero, América
Latina era el escenario de nuevas tendencias que marcarían a fuego los años
siguientes. La nota en revista incluye el testimonio de Gladys Vera, ex
delegada de ILASA y el relato sobre la toma de Fiat, extractado del libro
Sitrac-Sitram, del Cordobazo al Clasismo, de Gregorio Flores.
El
Cordobazo fue una revelación ideológica y política para el movimiento
obrero, que a partir de entonces cobró conciencia de su fuerza y capacidad
de liderazgo social, se reencontró con las formas directas de organización y
lucha y aprendió a reflexionar sin prejuicios. Nuevos líderes y nuevos mitos
se erigían bajo el signo común de la consecuencia y la transparencia. Y bajo
ese cobijo, se desarrollaban las tendencias políticas de izquierda --ya sea
que adhirieran al marxismo, al peronismo o al cristianismo-- caracterizando
la nueva coyuntura.
A fines de 1969 estalló el conflicto en la obra
Chocón-Cerros Colorados, encabezado por algunos de estos nuevos dirigentes:
Antonio Alac, Armando Olivares y Edgardo Torres. También tuvo un papel
activo en esa lucha el cura obrero Raúl Rodríguez.
Fue un conflicto
paradigmático: con un fuerte carácter antiburocrático que impactó de lleno
en el gremialismo integrado al proceso dictatorial (la UOCRA de Rogelio
Coria); por primera vez aparecieron públicamente dirigentes sindicales al
lado de la policía y de la patronal intimando a los obreros a rendirse;
también tuvo un alto contenido de violencia, con piquetes de huelga,
barricadas y amenazas de uso de explosivos.
La lucha del Chocón, que
despertó la solidaridad de la disidencia social y política que a esa altura
se multiplicaba, se constituirá en la línea de desarrollo de los conflictos
obreros. Poco después en Córdoba, cuando el ciclo fabril se recuperaba a
pleno con el regreso de las vacaciones, estalló el conflicto de la fábrica
de matrices de Perdriel, con similares características al del Chocón. La
comisión interna dirigió la toma al margen de la conducción general del
gremio, con la misma carga de violencia.
Los efectivos al mando del coronel Héctor Romanutti, jefe de Policía,
rodearon la planta intentando de que el juez interviniente no se
interpusiera ni lo condicionara. Frente a la firme decisión de los obreros,
previa consulta con el gobernador Huerta, decidió negociar.
La toma
se levantó y el cuerpo de delegados de Perdriel emergió fortalecido dentro
del Smata. La agrupación gremial que encolumnaba a sus principales
activistas fue la Primero de Mayo. De ahí saldrá la propuesta y el plan de
lucha que determinó, en junio del mismo año, la ocupación revolucionaria de
todo el complejo industrial del Smata de Córdoba.
EL SOCIALISMO
En 1970 se insinuaban ya las tendencias que caracterizarán el período.
El socialismo, como definición general y aún imprecisa, comenzó a ser
incorporado por los sectores mas dinámicos de la sociedad. El espacio que ya
tenía en la Universidad se extendía hacia el movimiento obrero y adquiría un
lugar en las iglesias, mientras la figura del Che se incorporaba a la
cultura popular.
Las facultades y muchos sindicatos eran centros de
reunión y debate no sólo sobre la acción y la organización de la lucha sino
alrededor de las estrategias que se concebían como revolucionarias. El lema
del Che, "No hay más reformas que hacer, o revolución socialista o
caricatura de revolución" se ligaba con aquella afirmación de Evita: "El
peronismo será revolucionario o no será nada". Estas máximas eran punto de
partida de una discusión que se extendía al carácter particular que en el
proceso debía tener el movimiento obrero, sus alianzas, el carácter de las
transformaciones y las formas y métodos que debía tener la violencia popular
en el marco de una estrategia revolucionaria.
En ese marco, el
antiimperialismo era recuperado ahora desde una posición anticapitalista.
Las "Siete tesis equivocadas sobre América Latina", de Ricardo Stavenhagen,
André Gunder Franck y Theotonio Dos Santos, con su Teoría de la Dependencia,
también eran puntos de partida para una revalorización de la formación
social de América Latina, sin olvidar cuestiones teóricas que gravitaron en
el debate de entonces como la teoría del Intercambio Desigual y la cuestión
de los estímulos morales en un proceso revolucionario de planificación
social.
VIOLENCIA
Con el onganiato, el pueblo había aprendido
que la oposición al orden social y político impuesto por la dictadura, aún
en el plano de las reivindicaciones más inmediatas, debía enfrentar una
represión violenta. Esta respuesta tuvo la resistencia a la intervención a
las Universidades, en 1966, y al cierre de los ingenios tucumanos, cuando la
violencia del sistema cobró las vidas de Santiago Pampillón, Adolfo Bello,
Juan José Cabral e Hilda Gerrero de Molina.
Con el Cordobazo el
movimiento obrero incorporó estas experiencias, las tradujo en organización
y triunfo.
La cruenta represión de las dictaduras militares de
América latina, fuertemente apuntaladas por los Estados Unidos a través de
intervenciones directas, como en Santo Domingo, o por medio de asesorías
militares como en Argentina, Brasil, Bolivia y Uruguay, planteaba
abiertamente la necesidad de organizar la violencia popular, mientras en
Medellín la Iglesia legitimaba institucionalmente la violencia popular en la
lucha por la liberación.
En la militancia y en las tendencias
políticas que se iban conformando, aparecía el debate sobre las líneas de
construcción de una violencia organizada que condujera a un proceso de
liberación Nacional, como la concebían algunos, o a la construcción del
socialismo, según la lectura de otros. La figura del Che, con su inmenso
prestigio moral, alentaba la guerrilla rural. Vietnam, la "larga marcha" de
Mao Tse-tung en China , la batalla de Argelia, la insurrección de Octubre en
Rusia, eran todas experiencias que impregnaban la polémica sobre las
estrategias de guerra revolucionaria y definían los nuevos agrupamientos
políticos con tanta fuerza como el carácter del peronismo. Al otro lado del
río, en Uruguay, los Tupamaros desarrollaban una experiencia de guerrilla
urbana que dejaba en ridículo al aparato represivo y desnudaba la corrupción
y la complicidad de los grupos oligárquico uruguayos con la dictadura de ese
país.
EL CARACTER JUVENIL DEL MOVIMIENTO
Los nuevos
agrupamientos tenían una característica fuertemente distintiva: la juventud,
tanto por su pensamiento e ideas como por la edad de sus protagonistas. En
ese sentido no había experiencias históricas que sustentaran el camino que
se estaba recorriendo. La experiencia del Cordobazo, con el protagonismo de
un obrero industrial típicamente fordista y un movimiento estudiantil
deslumbrado por el Che Guevara, Ho Chi Min, Cohn Bendit, Helder Cámara y
Camilo Torres, guardaba mucha distancia con el 17 de octubre o la Semana
Trágica, aunque esas raíces se recuperaban para proyectarse, transformadas,
en las nuevas condiciones.
La izquierda preexistente no despertaba
atractivo en la nueva militancia, lo que volvía muy compleja y difícil la
tarea de fundamentar las propuestas que la situación planteaba. No existía
una tradición política orgánica en donde abrevar y los problemas eran
abordados rastreando en las experiencias históricas generales del movimiento
popular de todo el mundo.
Esta ausencia de tradición conspiró para
que el movimiento avanzara con mayor audacia y formulara propuestas
políticas y organizativas creativas, capaces de dar cuenta de los
componentes propios del movimiento social que arrancaba en los 60 y se
desplegaba en los 70. Por el contrario, el movimiento quedó atrapado en las
propuestas tradicionales, donde la estrategia obrero-campesina, formulada
por Lenin y aplicada en la Revolución Rusa y en Vietnam, impregnaba las
vertientes trotskistas, maoístas y neostalinistas.
Por otra parte, la
superación de este corset ideológico no se había expresado concientemente en
ninguna de las experiencias mundiales de los 70, pese a que latía en la
espontaneidad de las insurrecciones urbanas que recorrieron Europa, EE.UU y
algunos de los países socialistas.
LA CUESTION DEMOCRATICA
La relación entre democracia formal y las nuevas formas de
representación directa que iba plasmando el movimiento popular fue sin duda
el problema que puso sobre el tapete la falta de un acervo teórico y una
tradición política.
Son varios los factores que concurrieron para
dificultar la resolución, teórica y práctica, de la cuestión democrática. La
juventud que predominaba en el movimiento había vivido un breve período de
democracia electoral que terminó en el desprestigio.
Juan Carlos
Onganía no había necesitado movilizar tropas para sacar a Arturo Illía del
Gobierno. La interrupción del proceso democrático, no por anunciada despertó
protestas. Illía había alcanzado el gobierno con el 23% de los votos y con
peronismo el proscripto.
Vale recordar la carta de Ernesto Sabato a
su amigo el canciller Nicanor Costa Méndez, donde hacía explícitas sus
expectativas en el proceso militar a la par que caracteriza duramente el
proceso parlamentario que quedaba atrás. Sábato no hacía otra cosa que
reflejar el pensamiento de la ancha e inmensa clase media argentina de
entonces. Recién con la intervención a las universidades y el cierre de los
ingenios tucumanos la dictadura encontrará resistencia.
Por otro
lado, el peronismo, que había gobernado la Argentina entre 1945 y 1955 no
era una fuerza apegada a la democracia formal por más que Juan Domingo Perón
había sido sobradamente legitimado por el voto ciudadano. Pero, al mismo
tiempo, tanto propios como extraños han reconocido la influencia del
fascismo en la afirmación nacionalista de Perón. A su vez, radicales y
frondicistas que se sucedieron en el gobierno a partir del derrocamiento de
Perón, lo habían hecho gracias a la proscripción del movimiento peronista,
que seguía siendo ampliamente mayoritario. Y cuando Arturo Frondizzi se
atrevió en 1962 a convocar elecciones para gobernadores sin proscripciones,
ante el triunfo peronista intervino las provincias.
Este es el clima
que vivía Córdoba al comienzo de la década. Era el eje indiscutido de la
resistencia antidictatorial, el lugar donde los nuevos vientos se
arremolinaban.
La cuestión de la hegemonía del movimiento obrero en
el proceso revolucionario, la capacidad del movimiento obrero industrial
para modificar situaciones generales, su relación con los otros sectores y
clases sociales, ern temas de debate en un marco concreto de confrontación.
La agitación obrera y estudiantil, incesante, se extendía y crecía con el
debate cotidiano. El vínculo entre obreros y estudiantes era más estrecho y
confiado. En las capillas, salitas barriales de primeros auxilios y escuelas
se agrupaban estudiantes, obreros, vecinos, curas y médicos para discutir
sobre los problemas inmediatos y la situación general que vive el país.
El socialismo y la experiencia cubana se incorporaban en los temas
concretos.
Cuando promediaba el año 1970 el negro techo de la dictadura de Onganía
se caía a pedazos, y obreros y estudiantes vivían ese convencimiento.