
Se conoce como
Masacre de Capilla del Rosario
el fusilamiento de 16 combatientes de la Compañía del Monte
"Ramón Rosa Jiménez" del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los
Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo), hecho
ocurrido entre el 10 y el 12 de agosto de 1974, a unos 15
kilómetros de la capital catamarqueña. Los guerrilleros fueron
fusilados después de haberse rendido, al ser sorprendidos
durante el intento de tomar el Regimiento 17 de Infantería
Aerotransportada. |
NOTAS EN ESTA SECCION
"La investigación demostró sin duda que fue una masacre", por Marcos Taire
|
Perpetua para los responsables |
El soldado que vió el fusilamiento
La guerra sucia
comenzó en Salta | El
tupamaro Vicente y su regreso a Salto |
Procesaron a Nakagama |
Símbolos de la impunidad
del genocidio
Fusilamiento de 16 guerrilleros en Catamarca |
La represalia del ERP |
Amenazas a testigo en causa por desaparecidos
A propósito de la
muerte del Capitán Viola |
Tupamaros asesinados en Catamarca en 1974 |
Querella particular de ciudadana uruguaya
Abren una
causa por fusilamientos a miembros del ERP
NOTAS RELACIONADAS
El soldado que vio el
fusilamiento, por Alejandra Dandan, 24/06/13
|
Operativo Independencia
Octubre 2008: Identifican víctima de la masacre de
Capilla del Rosario |
Documentos PRT
LECTURA RECOMENDADA
Editorial Estrella Roja Nº 39, 26/08/74
|
Daniel De Santis - Un
partido para combatir por el socialismo (crónica del PRT)
Inés Izaguirre: Mapa social del
genocidio |
Diccionario de los 70 |
Hugo Cacciavillani, fin de una historia
tupamara, Crítica 22/11/08
Diccionario de los 70 |
Fernanda Volonté (2008). Acciones desarrolladas por el PRT - ERP durante el
periodo 1970 - 1975

 “La
investigación demostró sin dudas que fue una masacre”
Por Marcos Taire. Periodista
sociedad@miradasalsur.com
Justicia. A treinta y nueve años del asesinato de 14 militantes del ERP,
los acusados fueron condenados.
Tres militares fueron condenados a
prisión perpetua –que deberán cumplir en cárcel común– e inhabilitados en
forma absoluta y perpetua por el asesinato de 14 militantes que se habían
entregado y estaban desarmados, en lo que se conoció como Masacre de Capilla
del Rosario. El hecho ocurrió el 12 de agosto de 1974 en las cercanías de la
ciudad de Catamarca, en un paraje denominado “cañadón de los Walter”. La
denuncia que posibilitó el esclarecimiento del episodio fue presentada
recién en 2004 y ahora, tras un juicio que demandó cinco meses y las
declaraciones de medio centenar de testigos, pudo echarse luz sobre lo que
las autoridades de entonces calificaron como “combate” y elogiaron el
accionar de las fuerzas represivas. El juicio probó que las víctimas tenían
disparos en las axilas, manos y brazos, lo que demuestra que intentaron
cubrirse al ver que los militares tiraban contra ellos en el momento de la
rendición. Además, todos presentaban balazos en el cráneo, efectuados para
asegurar su muerte.
Los condenados fueron Carlos Eduardo del Valle
Carrizo Salvadores, Mario Nakagama y Jorge Ezequiel Acosta. En el momento de
los hechos, Carrizo Salvadores era capitán, asistente del coronel Eduardo
Humberto Cubas, jefe del Regimiento 17 de Tropas Aerotransportadas.
Inexplicablemente, en plena democracia (1999-2003) fue jefe de policía de la
provincia de Jujuy. Nakagama y Acosta eran oficiales a cargo de compañías de
dicha unidad militar. Acosta ya había sido condenado anteriormente por su
participación en los crímenes cometidos en el centro clandestino de
detención de La Perla, en Córdoba. Carrizo Salvadores y Nakagama cumplen
la condena en la cárcel catamarqueña de Miraflores y Acosta en la de Bower,
en Córdoba. Los fundamentos de las condenas serán leídos el miércoles 6 de
noviembre a las 12 horas.
Un largo camino. El empleado de un
cementerio fue la clave para que familiares y abogados de organizaciones de
derechos humanos iniciaran la investigación que esta semana culminó con la
condena de los criminales. En 2004 Mirta de Clérici, Ana Radusky y Jorge
Perea, con el patrocinio de los abogados Claudio Oroz, Martín Fresneda y
Guillermo Diaz Martinez efectuaron la denuncia, basados en el dato brindado
por el empleado del cementerio de la capital catamarqueña de que en ese
lugar había cinco cuerpos enterrados como NN que podían ser de víctimas de
la masacre.
Especialistas del Equipo Argentino de Antropología
Forense realizaron las excavaciones y se pudieron identificar tres: Rutilo
Betancour Roth, Hugo Caccivilliani Caligari y Alberto Rosales Sánchez. A
partir de allí se pudo reconstruir los episodios y probar que se habían
cometido crímenes de lesa humanidad, lo que posibilitó el juicio casi cuatro
décadas después.
En las audiencias quedó establecido que Carrizo
Salvadores y Nakagama habían dirigido la represión y Acosta había
participado en la ejecución de los militantes una vez que se entregaron con
las manos en alto y sin armas.
En una síntesis perfecta, Mirta de
Clérici dijo: “Trabajamos con mucha seriedad durante 12 años para esta
causa. Fue un proceso doloroso. Tuvimos que buscar a los testigos en todo el
país. Los sobrevivientes estuvieron 11 años presos y algunos quedaron con
libertad vigilada hasta el 2003”. Y agrega: “Esta condena es muy importante
porque para el pueblo de Catamarca acá nunca pasó nada y la investigación
demostró que fue una masacre contra gente desarmada e indefensa”.
La versión oficial en 1974 dio cuenta de un enfrentamiento y que los
militantes habían muerto en un combate. La entonces presidente de la Nación,
María Isabel Martínez de Perón, y otros funcionarios nacionales y
provinciales felicitaron a las fuerzas intervinientes en la acción. Hoy, el
doctor Bernardo Lobo Bugeau, querellante por la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación, afirma: “Al igual que los fusilamientos de Trelew, la
masacre se debe entender como una acción planificada desde el Estado, a
pesar de que cuando ocurrió faltaban dos años para el inicio de la
dictadura”.
Un testigo importantísimo en el juicio fue un ex
conscripto, José Gambarella, quien se encontraba en 1974 haciendo el
servicio militar en el Regimiento 17 y estuvo presente en el lugar de la
masacre. Afirmó que vio “al grupo de jóvenes con las manos en alto o detrás
de la nuca, en clara señal de rendición, y la respuesta de un nutrido grupo
de soldados que dispararon a quemarropa y sin piedad sobre sus humanidades”.
El ex colimba también precisó que “Carrizo Salvadores dio la orden: hay que
liquidarlos a todos”. En la recorrida realizada en el cañadón de los Walter,
Gambarella señaló sin dudar el lugar donde ocurrieron los hechos y dónde
estaba ubicado cada uno de los jefes militares ahora condenados.

Diario
Noticias 13 agosto 1974. Clic para descargar |
Otro testigo, el periodista Carlos
Humberto Barrionuevo, que cubrió la información para el diario catamarqueño
La Unión, confirmó que Carrizo Salvadores daba las órdenes y tenía el mando
operativo. También vio cómo sacaron del lugar los cuerpos de las víctimas
que después fueron arrojados desde gran altura sobre la ruta lindera. “Nunca
me voy a olvidar –dijo– del ruido que hacían los cuerpos al dar con el suelo
y que fueron tratados con un total desprecio por la condición humana”.
En el transcurso del juicio también quedaron expuestas distintas actitudes
de los funcionarios del gobierno democrático de entonces. El día de los
hechos, ejercía la gobernación el doctor Vicente Saadi, quien reemplazaba a
Hugo Mott, que estaba de viaje. Un testigo reveló que entrevistaron a Saadi
y pretendieron formar una comisión para mediar e impedir una masacre, pero
que éste les dijo que ya nada se podía hacer porque el Ejército había
recibido las órdenes pertinentes. El jefe del Regimiento 17, Humberto Cubas,
era yerno de Saadi.
Un abogado tucumano de larga militancia en el movimiento estudiantil
universitario, Mario Marca, que se encontraba ejerciendo la profesión en
Catamarca, compartía el estudio con el doctor Toro, ministro de Gobierno de
la provincia. Enterado de los sucesos, corrió a ver a Toro y le propuso
interceder ante los guerrilleros para evitar la masacre. La respuesta fue
simple y coloquial: “No te metás, no seas pelotudo”. Marca fue uno de los
abogados que defendieron a los sobrevivientes detenidos y que denunciaron la
masacre. Los otros fueron Ricardo Rípodas, Mario Marcoli, Mardonio Díaz
Martínez, Silvio Frondizi y Alfredo Curuchet. La denuncia fue archivada,
pero sí fueron juzgados y condenados por la Justicia Federal 13 militantes
capturados y acusados de haber participado en el intento de copamiento del
Regimiento 17. Los abogados que los representaban, Marca, Rípodas, Marcoli y
Díaz Martinez, fueron detenidos y pasaron nueve años en las cárceles de la
dictadura. Frondizi y Curuchet fueron asesinados pocos días después por un
grupo que se identificó como perteneciente a la Triple A.
Justicia
incompleta. En el juicio fueron condenados Carrizo Salvadores, Nakagama y
Acosta por los asesinatos de 14 de los 16 muertos en Capilla del Rosario.
Inexplicablemente no fueron comprendidos en este juicio alguien que todavía
continúa como NN y Antonio del Carmen Fernández, no incluido aparentemente
por un error en la instrucción.
Los asesinados en Capilla del Rosario
sobre quienes se hizo justicia condenando a los criminales fueron: Mario
Héctor Lezcano, Juan de Olivera, Rogelio Gutiérrez, José María Molina, Luis
Santiago Billinger, Carlos María Anabia, Raúl Eduardo Sainz, Juan Carlos
Lescano, Luis Roque López, Silverio Pedro Orbano, Roberto Domingo Jerez,
Alberto Rosales, Rutilio Dardo Betancourt Roth y Enrique Caccivillliani
Caligari. Estos dos últimos eran uruguayos del Movimiento Tupamaros.
“Daños colaterales”
El Ejército no sólo mató aquel
mediodía del 12 de agosto de 1974, sino que luego siguió matando a los
colaboradores del PRT-ERP dentro del Regimiento 17. Hemos demostrado hasta
el momento que un cabo, la única víctima aparentemente del Ejército en el
lugar, que según la versión oficial murió por el mal manejo de una granada,
era colaborador del PRT-ERP y fue asesinado por la propia fuerza. Y en abril
de 1975 el Ejército siguió matando: mató a un conscripto que cumplía
servicio en el Regimiento 17”. El testimonio es de Jorge Perea, historiador
y militante de organismos de derechos humanos.
En realidad, durante
el juicio salieron a la luz pública las muertes, en dudosas circunstancias,
de dos conscriptos del Regimiento 17, Jorge Omar Ormachea y otro de apellido
Véliz. El primero era un santiagueño que estudiaba en Tucumán y cuyo cadáver
apareció en el dique Las Pirquitas, amordazado, atado de pies y manos con
una cadena en cuyo extremo tenía un riel de ferrocarril. El Tribunal ordenó
girar las actuaciones a la Justicia Federal para su investigación.
Un
cabo, de apellido Barrionuevo, murió cuando las tropas perseguían a los
guerrilleros en la zona de Capilla del Rosario. La versión oficial fue que
la explosión accidental de una granada mató al suboficial. También era
santiagueño y nunca fue homenajeado por el Ejército, que inventó con fines
propagandísticos una saga de héroes que no lo fueron y que podría haber
usado esa muerte, que ignoró siempre. El represor Hector Pedro Vergés, en un
libro suyo titulado Yo fui Vargas, donde cuenta sus andanzas como agente de
inteligencia, afirma que ese cabo era uno de los entregadores del Regimiento
Aerotransportado.
Son numerosos los hechos ocurridos a partir del
intento de copamiento y la masacre posterior. Los abogados que en su momento
defendieron a los sobrevivientes detenidos –por la policía, no por el
Ejército, que no tomó prisioneros– y que denunciaron que se había tratado de
una masacre de personas indefensas, sufrieron en carne propia la represión.
Cuatro de ellos fueron detenidos y pasaron nueve años en distintas cárceles
del país. Los otros dos fueron asesinados pocos días después de denunciar
los hechos.
Un ex conscripto, militante del PRT-ERP, se presentó ante
la policía de Tucumán, acorralado por la situación de clandestinidad y
seguramente por saber que el Ejército, varios años después de la masacre,
seguía investigando la existencia de probables entregadores del Regimiento
17. En la cárcel y en el centro clandestino de detención La Perla fue
interrogado para conocer quiénes habían sido los organizadores del intento
de copamiento del Regimiento. A raíz de sus declaraciones, los represores
identificaron a Osvaldo Debenedetti, que estaba encarcelado desde fines de
1974, con una acusación por asociación ilícita. Debenedetti fue sacado de la
cárcel de Córdoba y llevado a Tucumán, donde fue asesinado en un fraguado
intento de fuga. Uno de los acusados por su asesinato es el coronel Carlos
Lucena, que reemplazó a Cubas al frente del Regimiento 17 de Tropas
Aerotransportadas y que el 24 de marzo de 1976 detuvo al gobernador Mott y
ejerció unos pocos días la gobernación de Catamarca.
Simón Gómez,
militante del FIP (Frente de Izquierda Popular), realizó gestiones ante las
autoridades para intentar una mediación que frenara la masacre. Al tiempo
fue detenido y torturado y sufrió un atentado terrorista en su casa. Su
mujer fue detenida en Córdoba y sometida a vejaciones que le ocasionaron el
parto prematuro de un bebé que murió un mes después. “Mi hijo –dijo Gómez–
nació y murió en la cárcel.”
13/10/13 Miradas al Sur

 Perpetua
para los responsables de la Masacre de Capilla del
Rosario
El proceso judicial se extendió durante cinco
meses y prestaron declaración más de 50 testigos.
Los represores Carlos Eduardo del Valle Carrizo Salvadores,
Mario Nakagama y Jorge Ezequiel Acosta (foto) fueron condenados por crímenes
de 14 víctimas en la denomida Masacre de Capilla del Rosario, perpetrada en
agosto de 1974 en Catamarca.
Los represores Carlos Eduardo del Valle
Carrizo Salvadores, Mario Nakagama y Jorge Ezequiel Acosta fueron condenados
a prisión perpetua por la denominada Masacre de Capilla del Rosario,
perpetrada el 12 de agosto de 1974 en la provincia de Catamarca, en la que
14 integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fueron
fusilados.
En una sala colmada por integrantes de organizaciones de
Derechos Humanos y familiares de víctimas, concluyó el proceso judicial -el
segundo por crímenes de lesa humanidad en esta provincia-, que se extendió
durante cinco meses y donde prestaron declaración más de 50 testigos.
El Tribunal del Juzgado Oral Federal, integrado por Juan Carlos Reynaga,
Gabriel Eduardo Casas, y Carlos Jiménez Montilla, condenó a Carrizo
Salvadores, Nakagama y Acosta por los delitos de "homicidio calificado,
agravado por alevosía y por el concurso de dos o más personas en 14 hechos".

Clarín, 12/08/74. Clic para agrandar |
La sentencia tuvo la disidencia parcial del juez Casas, quien
votó por la inconstitucionalidad del artículo 80 del Código Penal, por falta
de mínimo penal que no permite mensurar culpabilidad y propone pena de
prisión de 16 años.
En la resolución, se dispuso además la inhabilitación
absoluta y perpetua de los sentenciados.
Asimismo,
se describió que el homicidio doblemente agravado, correspondió a la muerte
de Mario Héctor Lescano, Juan de Olivera (alias) Héctor Moreno, Rogelio
Gutiérrez, José María Molina, Luis Santiago Billinger, Carlos María Anabia,
Raúl Eduardo Sainz, Juan Carlos Lescano, Luis Roque Lopez, Silverio Pedro
Orbano, Roberto Domingo Jerez, Rutilio Dardo Betancour Roth, Alberto Rosalez
y Hugo Enrique Caccivilliani Caligari.
El Tribunal dispuso además que
los condenados Carrizo Salvadores y Nakagama continúen en prisión en el
Servicio Penitenciario de Miralores en la Provincia de Catamarca y que
Acosta cumpla su condena en el Servicio Penitenciario de la localidad de
Bower de la Provincia de Córdoba.
En tanto, se fijó para el miércoles
6 de noviembre a las 12 la audiencia para la lectura de los fundamentos.
La condena del Tribunal Oral Federal coincide con lo que
habían solicitado los representantes de la Secretaría de Derechos Humanos de
la Nación y la Fiscalía de Estado de la Provincia.
Carrizo Salvadores, Nakagama y Acosta fueron condenados por
el hecho ocurrido el 12 de agosto de 1974 en la quebrada de "Los Walther",
en adyacencias a Capilla del Rosario, a unos 20 kilómetros al norte de la
capital.
Allí fueron fusilados 14 miembros del ERP, quienes formaban
parte de un grupo que intentó copar el Regimiento Aerotransportado 17 de
ésta ciudad, pero fueron sorprendidos por la policía.

Clarín, 13/08/74. Clic para agrandar |
Parte de los militantes fueron detenidos, otros se dieron a
la fuga y el grupo que fue cercado en Capilla del Rosario, luego de deponer
sus armas, fue ejecutado por las fuerzas del ejército.
La búsqueda de
justicia por este hecho se inició en 2004, a pedido de organismos de
Derechos Humanos de Catamarca y Córdoba, que reclamaron conocer la identidad
de los NN que habían sido enterrados en el cementerio local.
El juez federal subrogante Pedro Navarro se declaró
competente, y así fue que el Equipo Argentino de Antropología Forense
realizó las exhumaciones e identificó al santiagueño Rozales y a los
uruguayos Betancour Roth y Cacciavillani Caligari.
Con la investigación a cargo del fiscal Santos Reynoso, comenzaron a
declarar militares, policías y soldados y en mayo de 2009, Nakagama se
convirtió en el primer detenido por la masacre.
Con el grado de
capitán, en 1974, Nakagama era jefe de la sección morteros pesados del
Regimiento 17.
Sus pasos fueron seguidos por Carrizo Salvadores, que
entonces era asistente personal del Jefe del Regimiento y que en 2004 llegó
a ser Jefe de Policía de Jujuy.
Finalmente, fue procesado Acosta, que
en 1974 tenía a su cargo una compañía del regimiento y ya fue condenado por
su actuación en La Perla.
En 2010, la Cámara Federal de Tucumán
confirmó los procesamientos y dictaminó que "el fusilamiento era un crimen
de lesa humanidad y por ende imprescriptible".
Este fue el segundo juicio que se realiza en la provincia por crímenes de
lesa humanidad.
08/10/13 Télam
EL
TESTIMONIO DE JOSE GAMBARELLA EN EL JUICIO POR LA MASACRE DE CAPILLA DEL
ROSARIO
El soldado que vio el
fusilamiento
Gambarella estaba cumpliendo el servicio militar en
1974, cuando presenció el asesinato de militantes del ERP en Catamarca. “Vi
caer al primer joven que salió con las manos en alto y a una queriéndose
cubrir la cara, y vi caer a cuatro más”, contó.
Por Alejandra Dandan
En 1974 José Gambarella hacía el servicio militar en Catamarca. Ahora
declaró como testigo en la causa por la masacre de Capilla del Rosario, que
investiga el fusilamiento de un grupo del ERP de agosto de 1974. La querella
comparó su testimonio con el del “fusilado que vive” de José León Suárez
–recogido por Rodolfo Walsh en Operación Masacre–
o los sobrevivientes de la
Masacre de Trelew. “Vi caer al primer joven que
salió con las manos en alto y a una queriéndose cubrir la cara y vi caer a
cuatro más. Ahí –soy sincero–, me hice para atrás, no quise seguir mirando,
me alejé unos metros”, explicó. “Lo que me sorprendió es que yo estaba
prestando servicios, era un soldado, y a nosotros nos enseñaban que ante un
paracaidista había que esperar que llegue a tierra para matarlo en caso de
guerra; si lo mataban en el aire era un fusilamiento. En caso de guerra,
había que tomarlos prisioneros, todo eso me vino a la cabeza, porque si se
rindieron, ¿por qué los matamos?, ¿por qué no los tomamos prisioneros?”
José Gambarella estuvo sentado por un hora en la sala del juicio en
Catamarca. La causa fue compleja durante la instrucción porque los
fusilamientos se produjeron antes del golpe de Estado. Pese a que ya había
pasado Trelew, la lógica judicial pedía que las pruebas demuestren que éste
no era un hecho aislado sino parte del plan de aniquilamiento estatal y, por
lo tanto, un crimen de lesa humanidad, imprescriptible. Esto es otro de los
ejes que intenta probar este juicio: además de los fusilamientos, el
contexto. En ese sentido, el testimonio de Gambarella también fue importante
porque su relato, estremecedor, incluyó el momento en el que él mismo
empieza a ser perseguido por aquel acto de humanidad.
Los fusilados
pertenecían a la Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez, del PRT. El sábado
10 de agosto, un colectivo con unos 47 integrantes que viajaban desde
Tucumán llegaron a Banda de Varela, a unos siete kilómetros de Catamarca.
Estacionaron a unos cien metros de la ruta. Mientras esperaban un vehículo
con armas fueron descubiertos y tiroteados por la policía. El grupo se
desbandó. Una parte se fue a Tucumán y salvó la vida; otro grupo se internó
en medio del monte desprovisto de todo, con hombres heridos.
El lunes
12 de agosto, Gambarella llegó a Banda de Varela con su compañía. “Nos
informaron cuál era el motivo por el que estábamos ahí, que se iba hacer un
rastrillaje interno, casa por casa, en el cual nos tocó avanzar a nosotros.
Tres horas habremos hecho de recorrido hasta que llegamos a Aguas
Coloradas.” Desorientados, preguntaron a un sargento cómo salir a la ruta.
Cuando salieron eran las 12 del mediodía del lunes, estaban a un kilómetro
de Capilla del Rosario y en la ruta estaba la plana mayor del Ejército.
Entre ellos, Carlos Carrizo Salvadores, jefe del Operativo y acusado en este
juicio. Según Gambarella, “parecía que ya tenían información de dónde se
encontraban ocultos estos guerrilleros, porque formaron grupos para ir a
buscarlos. Así, salimos aproximadamente a la 1 de la tarde, habremos
caminando unos 200 metros y nos informan que teníamos que regresar porque el
camino era incómodo para ascender y descender. Se informó que ya llegaban
helicópteros por vía aérea, que iban a tratar de reconocer la zona. A los 20
minutos aparecieron los helicópteros; venían de la parte oeste hacia la
ruta”.
Los helicópteros hicieron el reconocimiento hasta localizar al
grupo de guerrilleros. Volvieron y organizaron la tropa. Había varias
compañías, “estábamos todos entreverados”, dijo Gambarella: “Lo que recuerdo
es que se pedía que sean oficiales o suboficiales del Ejército los del
enfrentamiento”. Avanzaron y subieron unos cien metros de la quebrada. Ahí
vio a “un señor, me acuerdo que tenía parada porteña, con capacidad como
para estos sucesos, como si tuviera el mando”. El grupo “en el que andaba yo
quedó unos treinta metros para abajo. Ahí se escucharon unos disparos y a
los cinco o seis minutos observé que salían unos jóvenes. Tenían la misma
edad nuestra, teníamos 20 años”.
Salieron “con las manos en alto y
ahí se produjeron los disparos. Pude ver a uno de ellos, pero por la forma
en que salía no presté atención de dónde se disparaba, aunque sí observe a
este hombre, que por los movimientos de fusil daba la impresión de que
estaba disparando. Y vi caer primero al joven que salió con la mano en alto.
Vi que se cubrió cuando lo mataron, vi caer a cuatro más y ahí –soy sincero–
me hice para atrás”. Treinta minutos después les pidieron “colaboración”
para levantar los cuerpos que estaban destrozados. “Yo recuerdo que después
llegó el helicóptero; la única forma que había era cargarlos para poder
volver a llevarlos a la ruta. Yo ayudé con este cuerpo nada más, que estaba
entero, pero ensangrentado, con varios balazos. Luego regresamos a la ruta
donde se encontraban algunos otros de los que se trasladaron a la Capital.”
Los cuerpos quedaron tendidos en la ruta, algunos durante horas, otros
hasta el día siguiente. Varios estaban irreconocibles. “Recuerdo que se los
trataba creo que peor que un animal, para sus traslados, para todo lo que
había que hacer con ellos. Como uno era católico, quería tratar de levantar
un cuerpo como se debe levantar a una persona, y parece que todo eso estaba
mal porque la orden que teníamos era de matarlos a todos. Soy consciente de
que, de enfrentarme con ellos, quizá también yo disparaba, porque me tenía
que defender, pero no matarlos a todos de la forma en la que se los mató.”
–¿Tenían armamento los integrantes del ERP? –preguntó una querella.
–El día que los mataron solamente vi dos o tres pistolas calibre 22 o 22
largo, sin municiones.
–¿Los jóvenes dijeron algo?
–Uno de
ellos gritaba que no lo mataran, que se entregaba.
–¿Los traslados se hicieron ese día?
–Creo que esa tarde unos
cuantos, y al otro día a todos, porque iba a quedar un grupo cuidando y me
acuerdo de que nadie se quería quedar.
Los acusados
Gambarella explicó que “el capitán” Salvador Carrizo “dio la orden del
operativo” desde Valle Varela, donde les dijo que los guerrilleros “eran
unos delincuentes que había que matarlos a todos, y si era posible traerlos
en la punta del sable bayoneta y dejarlos ahí”. Carrizo siguió todo el
operativo “siempre en la ruta”. Era la persona “a la que había que darle
toda la información de lo que sucedía, paso a paso, lo que se iba haciendo”.
En la quebrada, situó al “subteniente (Mario) Nakagama”, uno de los hombres
con los que “nos sentíamos seguros porque era un subteniente bien instruido,
sabía bien, conocía la zona, se daba cuenta de todo”. Cree que fue la
persona que encendió el helicóptero para hacer el patrullaje y localizar a
los guerrilleros, “pero todo se lo informaba a Carrizo”. Por último, en el
relato ubicó al “porteño”: Jorge Acosta, uno de los jefes operativos, poco
conocido en Catamarca, pero acusado en este juicio, recordado en La Perla
como torturador, con dos condenas a perpetua en Córdoba, donde es juzgado
nuevamente.
La
Compañía del Monte
Para los investigadores y querellas, estaba claro que
los militantes no podían ofrecer ningún tipo de resistencia y que se
entregaron desarmados. Cuando pararon el colectivo en Banda de Varela, el
sábado a la noche, tenían un punto de encuentro con un Mercedes Benz frutero
con una parte de las armas y esperaban un Chevrolet. Eran alrededor de las
once de la noche, se estaban cambiando y pasan aparentemente dos muchachos
en bicicleta hacia un baile. Ven los colectivos y avisan a la comisaría, que
a su vez avisa a la Jefatura Central. A las doce de la noche, con dos
patrulleros, se produjo un tiroteo. “Una locura, porque los agarran
desprevenidos, en medio de la noche, mientras se están cambiando, y ahí se
produce el desbande”, dice el abogado de la querella, Guillermo Díaz
Martínez. “Una parte se va por atrás del colectivo con algunos heridos y lo
que tienen puesto. Dejan el armamento, estaban sin nada, con dos chasquibum
y una gomera. Un grupo escapó a Tucumán y sobrevivió. El otro grupo se
interna en las lomadas previo al paso por un río, donde se mojan porque no
conocían nada. Empiezan a caminar perdidos, tratando de escapar por la
noche, y los sobrevivientes nos dicen que ni siquiera las linternas
funcionaban, porque las pilas se les habían mojado. Cinco armas les
encontraron en el momento de los fusilamientos. Era agosto, y hace un frío
tremendo en este lugar, el monte con espinas, perdidos, caminando sin rumbo,
no sabían dónde estaban el Norte o el Sur. Hasta que llegan a las 9 de la
mañana a la Capilla del Rosario ya es lunes. Había heridos. El Negrito
Fernández –que no está como víctima en esta causa aunque sabemos que fue
sepultado como NN en Tucumán manda a un grupo al pueblo más cercano a buscar
remedios. Cuando dos van al pueblo, los agarra la policía y los mete presos.
Y el grupo que quedó se mete en el monte, atrás de la Capilla, y ahí se
esconden en el cañadón del que se habla. No hay que olvidar que el
fusilamiento es a las 15 del lunes, que ellos cuando llegan a Catamarca
estaban en ayunas, habían comido sólo naranjas. Sumá todas esas horas, sumá
el lunes sin comer, en la intemperie, ¿cómo llegan? Destruidos moralmente,
más de cuarenta horas así, físicamente destruidos.”
La pistola de los
muertos
Gambarella no tuvo que pensar demasiado que lo estaban
persiguiendo cuando halló en su cofre la pistola que él mismo encontró el
día que fusilaron a los “jóvenes”. Era una pistola 22 corta, con la culata
de plata, de la “que nunca me iba a olvidar”. Para entonces ya estaba
castigado porque había hablado de sus preocupaciones sobre la ética de la
guerra. Lo pusieron en un calabozo “y me di cuenta de que era perseguido por
todos lados”. Un viernes salió de franco y, como solía hacer, ofreció
alojamiento a dos de sus compañeros de conscripción, uno era de Tucumán y el
otro de Santiago del Estero. Más tarde los dos compañeros fueron asesinados,
también eran militantes del PRT, aunque Gambarella no lo sabía. En esa
ocasión uno de ellos le dijo que había escuchado lo que le estaba pasando y
que iba a tener problemas si se juntaba con ellos. Esta es otra parte del
círculo de perseguidos que describen las querellas. Luego, como Gambarella
quería hacer la carrera de gendarme consiguió un traslado a Córdoba, donde
estuvo un año. Antes de que le dieran destino a La Quiaca, le dieron una
semana de franco: cuando volvió, le habían dado la baja. “Estuve un año sin
documento, ahora lo tengo acá y dice por qué me dieron la baja y los
motivos: que me tomaron por subversivo y me hicieron perder toda la carrera,
porque a mí me gustaba el Ejército. Pero por haber defendido los derechos,
ser atento con estos guerrilleros, me llevó a perder todo mi futuro.”
24/06/13 Página|12
  La
guerra sucia de los ’70 comenzó en Catamarca
16 guerrilleros del Ejército
Revolucionario del Pueblo fueron masacrados luego de rendirse
Por
Daniel Benjamín Saseta (El Ancasti)
La llamada “Masacre de la Capilla
del Rosario” fue ordenada por el segundo jefe del Tercer Cuerpo de Ejército,
general Antonio Vaquero. Las autopsias y testimonios acreditan que 16
guerrilleros fueron acorralados y asesinados salvajemente, luego de rendirse
ante la superioridad numérica de su enemigo. La presencia de “tupamaros” en
Catamarca. El líder del fallido intento de copamiento al RI 17,
Hugo
Irurzun, fue quien asesinó a Anastasio “Tachito” Somoza, el dictador
nicaragüense asilado Paraguay. La investigación que hoy sigue y las posibles
imputaciones que pueden surgir de ella.
Esta no es una afirmación
antojadiza. Está respaldada por investigaciones históricas y por testimonios
como el de Enrique Gorriarán Merlo y por Gustavo
Plis Sterenberg, en su libro "Monte Chingolo". La llamada “Masacre de la
Capilla del Rosario” marcó un antes y un después en la guerra subversiva en
el país y abrió un cheque en blanco para el terrorismo de Estado que dejó
entre otras heridas un saldo de 30 mil desparecidos en el país durante la
última dictadura militar.
Pero la masacre ocurrida en el “Cañadón de los Walther”,
como realmente se conoce al lugar ubicado al oeste de la ruta provincial Nº
1 y a unos 15 kilómetros de la capital provincial, se produjo un par de años
antes de la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976, en pleno
gobierno constitucional, que tenía en la provincia a Hugo Mott como
gobernador y en la Nación a Isabel Martínez de Perón como presidenta. Eran
tiempos de la temible “Triple A”, que comandaba “El Brujo” José López Rega,
una sombra temible encaramada en las espaldas de la primera magistratura.
Todo empezó el 9 de agosto 1974, cuando medio centenar de
integrantes del ERP y del Partido Revolucionario de los
Trabajadores iniciaron una temeraria operación armada que consistía en
robar de los cuarteles del Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada de
Catamarca pertrechos de guerra. La operación se llevaría a cabo en forma
simultánea con otra similar en la fábrica de pólvora de Villa María,
Córdoba, que a diferencia de la intentona local tuvo relativo éxito y no
terminó en desastre.
El grupo había partido del campamento base “La
Horqueta”, de la compañía de monte “Ramón Rosa Jiménez”,
en plena selva tucumana. Eran 47 jóvenes que no superaban los 30 años y
estaban bajo el mando del santiagueño Hugo Alfredo Irurzún, cuyo nombre de
guerra era “Capitán Santiago”.
Irurzún sobrevivió a la masacre y se convertiría luego en un
icono de la guerrilla desplegada en América Latina, a tal extremo que
participó activamente del atentado que años más tarde en Paraguay terminó
con la vida del dictador nicaragüense Anastasio
“Tachito” Somoza.
Justicia,
después de 37 años18
de marzo de 2011. La Justicia dictó prisión preventiva para tres
represores
La Justicia Federal de Catamarca dictó la
prisión preventiva para Jorge Acosta, Mario Nakagama y Carlos
Eduardo Carrizo Salvadores acusados por el fusilamiento de 16
integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en el
marco de la causa que los investiga como gestores de la
denominada "Masacre de Capilla del Rosario", ocurrida en agosto
de 1974.
La decisión fue firmada por el juez federal
catamarqueño Ricardo Moreno, luego de que los represores fueran
indagados, acusados del delito de "homicidio doblemente
calificado por alevosía y por ser cometido como integrante de
una fuerza de seguridad".
El fallo señala que Nakagama
"cumplía funciones de grado de subteniente y jefe de la Sección
Morteros Pesados en el Regimiento Aerotransportado 17 de
Catamarca y realizó acciones necesarias a los fines que se
produzca el resultado buscado, que no era otro que el
aniquilamiento de los miembros del ERP".
Además, según el
texto, de acuerdo con el "cuadro probatorio le cabe al imputado
Carrizo Salvadores, responsabilidad penal en las secuencias que
concluyeron con la muerte de los miembros del ERP señalados, que
fueron ultimados cuando ya se encontraban rendidos ante las
fuerzas militares".
"De los testimonios recogidos surge
más que evidente que Nakagama cumplió un rol preponderante dando
la seguridad al Coronel Cubas para que pueda impartir las
órdenes de aniquilamiento", agrega la resolución dada a conocer
por la agencia oficial.
En cuanto a Acosta, que al
momento de los hechos era parte del Regimiento de Infantería 17
y estaba a cargo de parte de la compañía "B" de tiradores,
"habría producido el fusilamiento de los insurgentes". En este
sentido, se determinó que Acosta realizó "acciones necesarias a
los fines de que se produzca el resultado buscado cuando los
miembros del ERP, se encontraban en el monte, fueron rodeados
por las fuerzas de seguridad y pese a rendirse, fueron fusilados
con armas, según pruebas conlcuyentes". |
La misión del llamado “intento de copamiento” consistía en
ingresar sorpresivamente a la base militar que contaba con una dotación de
soldados que superaba el medio millar. El plan iba a contrapelo de lo que
indicaban los reglamentos de la guerrilla que dictaban los movimientos del
ERP, una idea que estaba destinada al fracaso total y absoluto.
La intentona
El grupo llegó a Catamarca a bordo de un ómnibus Mercedes
Benz alquilado y en las proximidades de Banda de Varela el chofer fue
reducido. Allí debía hacer contacto con una camioneta Chevrolet y un camión
frutero en el que viajaba oculto el armamento para llevar a cabo la
operación. Éste incluía fusiles FAL, escopetas Itaca y pistolas
ametralladoras PAM.
En el lugar escogido para hacer base los guerrilleros
comenzaron a cambiar sus ropas y en esos momentos fueron observados por dos
jóvenes que pasaban circunstancialmente en bicicleta. Los saludaron y
siguieron su camino. Y cometieron el primero error: dejaron ir a quienes los
delatarían ante la policía minutos después.
Policías pertenecientes a la Dirección de Investigaciones y
de la comisaría Tercera se trasladaron hasta el lugar a observar qué pasaba
y entonces se produjo el primer enfrentamiento armado, que dejó un saldo de
dos guerrilleros muertos y varios policías heridos.
El plan para
robar las armas había comenzado a desandar el camino del fracaso. El
repliegue fue inmediato y desordenado, en tres grupos que correrían distinta
suerte. Irurzún y varios de guerrilleros emprendieron la huída por la ruta
provincial Nº 1. En el camino despojaron de sus automóviles a una mujer y a
un cura y en ellos llegaron hasta la base “La Horqueta”, en la selva del sur
tucumano.
Otros guerrilleros se dispersaron y trataron de salir de
la provincia por distintos medios. La mayoría, trece en total, fueron
aprehendidos en la Terminal de ómnibus y en otros sectores del Valle
Central. Siete años después serían sometidos a juicio, en un proceso
judicial que como todos los llevados a cabo durante la dictadura militar
vulneró el derecho de defensa en juicio: los condenados ni siquiera vieron
la cara del juez que los condenó ni se les informó de qué estaban acusados.
Sólo se les hizo saber que habían sido condenados.
Muerte en el cañadón
La tercera fracción del grupo que intentó la operación
militar, entre 16 y 18 guerrilleros, quedaron al mando de Antonio del Carmen
“Negrito” Fernández, un integrante del buró político del ERP-PRT cuya
participación en una operación armada sería objeto de una severa autocrítica
en el seno de la agrupación política de izquierda.
El reducido grupo
quedó aislado en las lomadas adyacentes a la Capilla del Rosario. En un acto
de ingenuidad, dos de sus integrantes bajaron hacia San José de Piedra
Blanca a comprar pan y fueron detenidos y obligados mediante torturas a
informar el lugar en el que se encontraban sus compañeros.
Cuando la policía se acercó a las proximidades de la Capilla
del Rosario el oficial de policía Ramón Acevedo, que guiaba a las fuerzas de
seguridad porque conocía la zona, cayó muerto de un balazo disparado por los
miembros del ERP.
 Recordaron
a los mártires
16 de agosto 2009.
Los sobrevivientes contaron parte de su historia personal, que
incluyó torturas y cárcel. Hubo un duro cuestionamiento a
defensores oficiales de la Justicia Federal y se pidió celeridad
en los procesos abiertos por violación a los Derechos Humanos.
Con un acto organizado por entidades defensoras de los Derechos
Humanos a nivel provincial y nacional se recordó ayer a los 16
integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo y del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (ERP-PRT) masacrados el 11 de
agosto de 1974 en las lomadas adyacentes a la Capilla del
Rosario, en el departamento Fray Mamerto Esquiú.
La
ceremonia central, que consistió en el descubrimiento de una
placa en el lugar de los históricos acontecimientos, contó con
la presencia de al menos siete sobrevivientes del fallido
intento de copamiento del Regimiento 17 de Infantería
Aerotransportada, de familiares de la mayoría de los 16
guerrilleros masacrados y de representantes de distintos
organismos vinculados a la defensa de los Derechos Humanos.
Los actos comenzaron con una conferencia de prensa llevada a
cabo en el centro Arte más Arte, en República al 400, donde
Mirta Clérici y el abogado Guillermo Díaz Martínez recordaron
aquel hecho histórico e informaron sobre el estado en el que se
encuentra la causa judicial que actualmente se tramita en el
Juzgado Federal de Catamarca, con dos ex militares imputados por
delitos de lesa humanidad, por lo tanto imprescriptibles para la
ley penal.
El hecho
El momento más emotivo de la ceremonia se produjo con el
reencuentro y presentación de quienes sobrevivieron por
distintas razones a aquella masacre. La mayoría de ellos fueron
compañeros en distintos penales del país durante más de una
década, luego de ser condenados en un proceso judicial plagado
de irregularidades.
La causa por la masacre de la Capilla
del Rosario se inició en 2004, con una denuncia penal efectuada
en el Juzgado Federal de Catamarca. En la causa no sólo se
solicitó la investigación de aquellos hechos, sino también la
identificación de cuatro cadáveres que fueron sepultados como NN
en el cementerio municipal. Gracias a la colaboración del Equipo
de Antropología Forense hasta el momento se identificaron y
entregaron los restos de los guerrilleros Rutilio Betancourt, de
nacionalidad uruguaya, sino también del santiagueño Alberto
Rosales Sánchez.
Los distintos testimonios incorporados a
la causa, como así también los protocolos de autopsia que
figuraban en la causa inicial, permitieron acreditar que los 16
guerrilleros que entonces estaban bajo el mando de Antonio del
Carmen Fernández entregaron sus armas ante la superioridad
numérica de las fuerzas del Estado. Sin embargo, por orden
superior, los jóvenes fueron aniquilados.
En el acto de
ayer se leyeron numerosas adhesiones enviadas desde distintos
puntos del país y se contó con la presencia de concejales del
departamento Fray Mamerto Esquiú y de representantes de la
comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de la
Nación.
Documento
En la ceremonia de homenaje a los integrantes del ERP que
fueron masacrados en agosto de 1974 se leyó un documento
confeccionado por organizaciones vinculadas a los Derechos
Humanos del Noroeste argentino.
En uno de los tramos se
cuestionó duramente el curso legal de la causa al sostener que
"el defensor oficial Oscar Del Campo ha garantizada una
emboscada legal para cristalizar la morosidad, al postergar el
juicio a los acusados de haber participado en ese episodio de
represión hace 34 años". La referencia estuvo dirigida a la
situación de los ex militares Carlos Eduardo Carrizo Salvadores
y Carlos Nakagama, los dos únicos imputados que tiene la causa.
Es que Del Campo presentó un recurso de apelación en contra del
procesamiento de los ex militares, en el que cuestionó la
entidad de delitos de "lesa humanidad" que le otorgó la justicia
a los hechos investigados.
Fuente: Diario El Ancasti,
domingo 17 de agosto de 2008. |
La muerte del policía Acevedo se transformó en la excusa
ideal para tomar represalias desmedidas. En Catamarca confluyeron efectivos
del RI 17 y del Tercer Cuerpo de Ejército con sus helicópteros y armamento
sofisticado para la época. También participaron del ataque al grupo
insurgente policías locales y de la Federal.
Los diarios de la época
informaron sobre la refriega armada: 16 guerrilleros habían sido abatidos
por el Ejército y otros tantos se encontraban detenidos. Entonces no se
indagó cómo ocurrieron los hechos. Los vencedores fueron tratados como
héroes de la Nación e incluso recibieron las felicitaciones de la entonces
presidenta Isabelita.
Sin embargo, a partir de ese momento,
sobrevoló el fantasma de la masacre. Las heridas que presentaban los
guerrilleros fallecidos denotaban que habían sido masacrados. En los
protocolos de autopsia confeccionados en aquella época tres médicos forenses
indicaron claramente las lesiones que presentaba cada uno de los cadáveres:
todas eran sugestivamente realizadas con armas de fuego en zonas frontales o
vitales, a corta distancia e incluso varias en los miembros superiores, un
claro indicador de que las víctimas habían intentado cubrirse con sus manos
y brazos, protegerse ya inermes de una ejecución.
Investigación
Pasarían casi treinta años de aquel episodio. Recién
entonces un grupo de miembros de asociaciones ligadas a la defensa de los
Derechos Humanos en Catamarca presentó una denuncia formal en el Juzgado
Federal de Catamarca en la que se solicitó formalmente que se investigue
aquel episodio y, además, que se identifique a cinco cadáveres que habían
sido sepultados como NN en el cementerio municipal.
Ana Radusky,
Guillermo Díaz Martínez, Mirta Clérici y Jorge Alberto Perea, con el
patrocinio de los abogados Martín Fresneda y Claudio Oroz presentaron una
denuncia escrita ante el entonces juez federal interino, Pedro Armando
Navarro, en la que se aseveraba la existencia de una masacre, producida
cuando el grupo guerrillero ya había depuesto sus armas ante la superioridad
numérica de las fuerzas armadas.
Durante los últimos años tanto
Navarro como su sucesor, Ricardo Antonio Moreno, tomaron medio centenar de
testimonios e incorporaron pruebas al expediente, como una colección de
fotografías tomadas entonces. En las gráficas se observa el modo en que eran
llevados los cadáveres y la presencia de helicópteros del Ejército (esto en
algún momento fue negado por la ex autoridades que declararon), como así
también algunas de las personas que participaron del acto represivo.
Asimismo, el Equipo Argentino de Antropología Forense exhumó los cuerpos de
los cinco guerrilleros sepultados sin nombre en el cementerio municipal y
logró identificar a uno de ellos: Dardo Rutilio Betancour Roth, un
“tupamaro” uruguayo que se había sumado a la lucha armada clandestina en el
país. Su cuerpo fue repatriado y ya descansa en tierras orientales.
Aunque todavía no fueron identificados mediante pruebas genéticas, los otros
cuerpos pertenecerían a quienes en vida se llamaron Hugo Cacciavillani
–también “tupamaro” uruguayo-, Alberto Rosales Sánchez o Cresencio Molina
Ibañez y Francisco Scocimarro.
Entre los testimonios recogidos
durante la investigación unos se destacan más que otros. El ex conscripto
Fernando Gambarella claramente expuso que los 16 guerrilleros fueron
acribillados a balazos luego de rendirse, cuando no tenían posibilidad
alguna de defensa.
Mario Marca, un abogado tucumano que ejercía la
profesión particular en Catamarca, en el estudio del entonces ministro de
Gobierno Alberto del Valle Toro, brindó en la causa un testimonio revelador.
Enterado de que un grupo de guerrilleros del ERP había sido acorralado en
las lomadas adyacentes a la Capilla del Rosario intuyó que se iba a producir
una masacre y corrió hasta el despacho del ministro para ofrecerse como
mediador para evitar un seguro baño de sangre.
“Toro me aconseja que
no me meta, que no sea pelotudo –el consejo de siempre-. Entonces yo insisto
en que trate de hacer algo y se pone en contacto con el coronel (Eduardo)
Cubas, jefe del Regimiento 17, y lo pone al tanto de lo que yo pedía.
Entonces Cubas le responde que era imposible cualquier arreglo o mediación,
porque el general (Antonio) Vaquero, segundo jefe del Tercer Cuerpo de
Ejército, ya había dado la orden de “aniquilar”. Y así ocurrió: fueron, los
rodearon y los mataron”, recordaría Marca años después.
Al día
siguiente el abogado fue detenido y pasó los siguientes nueve años en varias
cárceles del país. Nunca se le informó sobre las razones de la detención ni
fue sometido a juicio por delito alguno. Poco antes del advenimiento de la
democracia recuperó su libertad y optó por el exilio voluntario.
Por
estos días la causa transita etapas decisivas. El juez federal Ricardo
Moreno está por fijar fecha para indagar a las dos únicas personas que
todavía viven y a las que podría endilgárseles alguna responsabilidad en la
masacre: los ex militares Mario Nakagama y Eduardo Carrizo Salvadores,
quienes fueron sindicados por varios testigos como las autoridades militares
que impartieron las órdenes directas de disparar sobre los guerrilleros
rendidos, en el mismo teatro de los acontecimientos.
Los delitos que
se investigan son considerados de lesa humanidad y por lo tanto
imprescriptibles para la ley penal. Mucho tiempo pasó desde aquel episodio
trágico. El 12 de agosto pasado se cumplieron 33 años, demasiados quizás,
aunque no tantos si lo que se busca realmente es conocer la verdad de lo
sucedido. Y para castigar a los responsables.
Fuente:
www.catamarcatotal.com | www.elortiba.org
 El
tupamaro Vicente y su regreso a Salto. La libertad de uno de sus
asesinos
El hallazgo de un desaparecido
(22/11/098)
El fin de una historia tupamara que Tabaré no capitalizó
Llegan
hoy a Uruguay los restos de Hugo Cacciavillani, ejecutado por el Ejército en
1974. Estuvo sepultado como NN durante 34 años.
Por Martina Noailles
Un emprendimiento familiar. La reapertura de la causa y la exhumación
del cuerpo fueron posibles gracias a la búsqueda de Eduardo Arzuaga
(centro), primo del militante fusilado.
En aquel invierno de 1974,
Hugo Cacciavillani ya no era Hugo. Desde hacía años había elegido ser
“Vicente” y así había partido desde Uruguay para luchar por una
“Latinoamérica más justa”. El 11 de agosto de 1974, a los 22 años, perdió la
vida fusilado por el Ejército argentino. Ese día, en los montes
catamarqueños, perdió además su identidad. Ya no fue Hugo. Tampoco Vicente.
Su cuerpo acribillado esperó 34 años sepultado como NN en un cementerio
municipal. Hoy, los restos del militante tupamaro fusilado en la “Masacre de
Capilla del Rosario” volverán a Salto, su patria chica. Su tumba recuperará
su nombre y también su historia. Las autoridades nacionales uruguayas
buscaron hacer la presentación, pero no lo habrían logrado.
Alfredo
Alberto Curuchet era abogado laboralista y profesor en la
Escuela de Servicio Social de la Universidad de Córdoba. Como
abogado aportó a la lucha de la clase obrera y demás sectores
populares, junto a un grupo de valiosos e importantes colegas
utilizando herramientas jurídicas para las reivindicaciones
económicas, sociales y políticas a favor de los más
desprotegidos y en contra de los sectores dominantes.
Desenmascaró y denunció los regímenes dictatoriales, los inicios
del terrorismo y la represión estatal. Curutchet fue asesinado
la noche del 10 de septiembre de 1974. El hecho estuvo ligado
directamente a la investigación, denuncia y puesta en
conocimiento público de la masacre de Capilla del Rosario, La
lista de los primeros crímenes de la Triple A (clic para
agrandar) lo ubica en segundo lugar, después de
Rodolfo Ortega Peña.
|
Hugo Enrique Cacciavillani Caligari fue uno de los 16
guerrilleros de la mítica Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez”, asesinados
el 11 de agosto de 1974, a un puñado de kilómetros de distancia de la
capital de Catamarca. El comando, encabezado por el Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP), había planeado ingresar al Regimiento de Tropas
Aerotransportadas número 17 para conseguir armamento. La Unidad Militar
contaba con una dotación de 800 hombres y un poderoso arsenal.
La
acción salió mal.
Los 42 militantes fueron descubiertos mientras cambiaban sus
ropas, subidos a un colectivo escolar. Un hombre alertó a la policía y el
combate se precipitó. Parte del grupo logró escapar hacia el monte. Otra fue
detenida en las inmediaciones de la ciudad. La tercera corrió la peor
suerte. Intentó reorganizarse en el paraje Capilla del Rosario pero fue
rodeado rápidamente por 300 efectivos del Ejército. Los guerrilleros
entregaron sus armas y se rindieron. Sin embargo, horas después fueron
fusilados.
En el grupo había dos jóvenes uruguayos, Cacciavillani y
Rutilio Betancourt Roth. Ambos eran tupamaros, miembros del Movimiento de
Liberación Nacional (MLN) y, en Argentina, integrantes de la Junta
Coordinadora Revolucionaria (JCR), que organizó la acción. “Vicente” había
estado preso en 1970 en la cárcel uruguaya de Punta de Rieles y al salir
viajó a Chile para sumarse al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Luego del golpe de Estado de Augusto Pinochet contra el presidente Salvador
Allende, abandonó el país trasandino y se instaló en Argentina.
“Creemos que antes de ser fusilado estaba viviendo en San
Justo con su mamá. Ella había viajado para estar con su hijo y después de la
masacre fue detenida en esa casa”, reconstruye 34 años después Eduardo
Arzuaga, primo de Hugo Cacciavillani y uno de los familiares que regresó a
Salto sus restos.
Nidia Caligari fue víctima del Plan Cóndor. Pasó
detenida tres años en los penales de Olmos y Villa Devoto, y en 1977 fue
liberada en la ciudad de Colonia del Sacramento (Uruguay) sin documentos.
Allí fue secuestrada, llevada a Montevideo y torturada por los militares de
la dictadura uruguaya. Finalmente, la mamá de Cacciavillani logró obtener el
asilo en Inglaterra, donde vivió hasta 1985.
Eduardo Arzuaga comenzó
la búsqueda de verdad y justicia movilizado por la tristeza de su tía Nidia,
quien murió hace una década preguntándose dónde estaba el cuerpo de su
“negrito”. Un año mayor que su primo, Eduardo había pasado su infancia con
Hugo jugando en la casa de sus abuelos maternos. “Era un chiquilín muy
querido, de sonrisa fácil y muy solidario. Se había educado en un colegio
salesiano y estaba muy vinculado a la idea de la justicia social. Murió en
defensa de sus ideales”, se emociona Eduardo.
Treinta años después de la masacre, familiares y organismos
de derechos humanos lograron reabrir la causa en Catamarca. Además de
investigar sobre los responsables de los fusilamientos de Capilla del
Rosario, la Justicia ordenó la exhumación de cinco cuerpos que estaban
enterrados en el cementerio municipal y que según se presumía correspondían
a los guerrilleros asesinados y luego desaparecidos.
El año pasado,
el Equipo Argentino de Antropología Forense logró identificar a dos de los
cinco cuerpos. Eran el de Betancourt Roth y el del santiagueño Alberto
Rosales Sánchez. En septiembre, los estudios reconocieron a Cacciavillani.
Dos semanas atrás, la familia viajó a Catamarca para recuperarlo y llevarlo
de regreso a Salto.
“Fue tremendamente emocionante. Tomamos contacto
con personas que estuvieron con él, nos contaron que habían entablado una
especial amistad. Ahora es necesario justicia porque los represores están
libres. Es la única manera de cerrar un capítulo histórico”, señala Eduardo,
mientras organiza la ceremonia que hoy por la mañana acompañará el entierro
en el cementerio de Salto, junto a la tumba de su mamá. Su familia y sus
compañeros eligieron para ese instante la letra de una canción, la “Milonga
del Fusilado”: “No me pregunten quién soy, ni si me habían conocido, los
sueños que había querido, crecerán aunque no estoy”. Un expediente, dos
imputados, ningún detenido
El expediente reabierto en diciembre de 2004 sólo tiene dos imputados y
ningún detenido. El juez federal Ricardo Moreno consideró que la Masacre de
Capilla del Rosario es un delito de lesa humanidad –y en consecuencia
imprescriptible–, e imputó como responsables al ex capitán Eduardo Carrizo
Salvadores y al ex subteniente Mario Nakagama. Los militares todavía no
fueron indagados pero todo indica que quedarán detenidos luego de declarar,
ya que según los testimonios de la causa ellos fueron dos de los asesinos.
Los organismos defensores de derechos humanos lograron averiguar que Carrizo
Salvadores vive en San Salvador de Jujuy y que ejerce como abogado defensor
de represores procesados por crímenes contra la humanidad en esa provincia.
En plena democracia fue nombrado jefe de la policía de Catamarca por el ex
gobernador y actual presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Fellner.
Una feroz represión contra trabajadores desocupados, que causó dos muertos,
lo obligó a renunciar en 2003. De Nakagama sólo se sabe que la dirección
postal registrada en el juzgado –la misma a la que se le envían las
notificaciones judiciales– es Paseo Colón 250, Edificio Libertador, sede del
Ejército.
Fuente: www.colectivoepprosario.blogspot.com
 Procesaron
a Nakagama como partícipe secundario del crimen
El juez Federal Ricardo Moreno le otorgó la libertad al
coronel retirado bajo caución de 100.000 pesos. (07/06/09)
Procesaron a Nakagama como partícipe secundario del crimen
Dado
el rango que revestía en 1974, el juez consideró que no tuvo poder para
decidir la suerte de los guerrilleros. Pero que colaboró en el
aniquilamiento.
Procesado y libre. Mario Nakagama fue el primer procesado por la Masacre
de Capilla de El Rosario.
El coronel retirado Mario Nakagama (57) fue
procesado como partícipe secundario del delito de "homicidio" por su
participación en la conocida "Masacre de Capilla del Rosario" ocurrida en
Fray Mamerto Esquiú el 12 de agosto de 1974 y en la que habrían sido
abatidos 16 guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Así lo resolvió el juez Federal Ricardo Antonio Moreno quien consideró
"improbable" que la suerte de las víctimas haya sido decisión directa del
imputado, aunque sí consideró que jugó un papel de colaboración.En la
resolución emitida días atrás, a la que tuvo acceso EL ANCASTI, se resolvió
dictar el procesamiento sin prisión preventiva, dado que la calificación fue
atenuada y no hay elementos para considerarlo procesalmente peligroso.
En consecuencia, podrá continuar en libertad una vez que
cubra una caución de 100.000 pesos. Nakagama quedó detenido el pasado 14 de
mayo y se convirtió en el primer sospechoso en ser indagado en le marco de
la investigación de la "masacre".
Junto al ex militar Carlos Carrizo
Salvadores -que no se presentó aún- fue señalado por varios testigos como
quienes tuvieron a su cargo las tropas del Ejército que se enfrentaron con
los insurgentes.
Y al ser indagado, se le imputó el delito de "Homicidio
doblemente calificado".Sin embargo, luego de analizar tanto la declaración
del acusado -que negó los cargos- y los testimonios incorporados, el juez
Moreno decidió atenuar la imputación en su contra.
En los
fundamentos, señala que "los que comandaban la operación eran los oficiales
superiores, en tanto que Nakagama era subteniente, es decir un recién
recibido de la Escuela Militar".
En otro tramo señala que el hecho
fue consecuencia de "disposiciones emanadas del Poder Ejecutivo Nacional
relativas a la represión a la subversión (...) además se encontraban en las
inmediaciones autoridades civiles, el Jefe de la Policía Federal de
Catamarca y de la Policía de la provincia. (...) la presencia de todas estas
autoridades llevan a pensar que resulta improbable haya sido el subteniente
Nakagama quien decidiera la suerte de los insurgentes".
Y señala que
en aquel entonces, el imputado revestía el rango más bajo de la carrera
militar con 22 años. No obstante, Moreno consideró que Nakagama fue un
"cooperador" del "accionar de otros que culminaron con la muerte de varios
insurgentes".
Los
fusilados
Rutilio Betancourt Roth Luis Billinger
Hugo Cacciavillani Antonio "Negrito" Fernández Carlos
Gutiérrez Crescencio Ibañes Roberto Jérez Juan Carlos
Lescano Mario Lescano Luis López José María Molina
Héctor Moreno Alberto Rosales Norberto Carlos Rufino
Raúl Sainz Francisco Scocimarro
|
Esta participación, a criterio de Moreno surge de la propia
declaración del imputado, quien indicó que el día de los acontecimientos, él
sobrevoló en helicóptero la zona para ubicar a los guerrilleros ocultos en
el monte.
"Nakagama debió conocer que la orden de los mandos
superiores era la de aniquilar a los insurrectos", afirma Moreno, quien
también indicó que aunque no estuvo en el lugar de los fusilamientos -sino a
varios kilómetros sobre la ruta-, "tenía y tiene cabal conocimiento de las
situaciones resultando a todas luces complaciente con lo que ocurría".
"Nakagama debió conocer que la orden de los mandos superiores era la de
aniquilar a los insurrectos". Juez federal de Catamarca sobre el
procesamiento del militar.
La causa se investiga hace cuatro años y
medio
La causa por la llamada "Masacre de Capilla del Rosario" se
inició por una denuncia penal que realizaron en diciembre de 2004
representantes de organismos defensores de los Derechos Humanos de
Catamarca, en el marco de la reapertura de las investigaciones judiciales
para determinar el destino final de los desaparecidos en el período
comprendido entre 1974 y 1983.
La causa se inició con la ubicación de
los cuerpos de cinco de las víctimas de la masacre ocurrida en 1974 que
estaban enterrados como NN en una fosa común del Cementerio Municipal. De
ellos, tres pudieron ser restituidos a sus familiares. Al margen de la
identificación de los cuerpos, se inició la investigación sobre la posible
comisión de delitos de "lesa humanidad" por parte de las fuerzas militares
en el enfrentamiento armado con los guerrilleros del ERP - MTP que
pretendían robar pertrechos de guerra del R17.
La investigación
determinó la responsabilidad de los militares Nakagama y Carlos Carrizo
Salvadores. El segundo, hasta el momento, ha logrado evadir el llamado para
ser indagado por la masacre.
Fuentes: elancasti | Rec.info.Rdendh |
www.colectivoepprosario.blogspot.com

La Causa
Peronista Nº 7, 20 de agosto de 1975, con información sobre el
suceso. Clic para descargar el ejemplar en pdf |
Símbolos
de la impunidad del genocidio
Siete militares acusados por graves
delitos de lesa humanidad en el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada
de Catamarca, gozan de la impunidad que les depara una Justicia morosa.
(05/07/09)
Por Lucho Soria
Antes y después del 24 de marzo de
1976, Eduardo Carrizo Salvadores, Raúl Gallardo, Mario Nagakama, Eduardo
Lucena, Darío Otero Aran, Enrique Dick y Rodolfo Mujica, entre otros, lucían
sus informes de jóvenes oficiales en el ex Regimiento 17 de Infantería
Aerotransportada de Catamarca. Ellos configuraron la represión ilegal del
terrorismo de Estado en esa provincia. 35 años después están acusados en
causas de crímenes de lesa humanidad, pero ninguna elevadas a juicio oral
pese a las irrefutables pruebas. A más de cinco años de la nulidad de las
leyes de obediencia debida y punto final los jueces federales Pedro Navarro
y ahora Ricardo Moreno han dilatado sus detenciones salvo las de Lucena y
Otero Aran. Los demás, bien gracias… a la Justicia y Roberto Bendini.
Tal vez el título sea motivo de especulaciones o de que se cae en el
tremendismo al realizar esa categórica afirmación. Un par de las causas que
se instruyen en esa provincia lo demuestran fehacientemente. En la Masacre
de Capilla del Rosario donde fusilaron el 11 de agosto de 1974 a 16
combatientes de la Compañía del Monte, el brazo armado del PRT, que se
entregaron con vida tras rendirse y la desaparición de tres militantes de la
Juventud Obrera Católica, los tienen a todos ellos involucrados según las
denuncias de los organismos de derechos humanos y compañeros de militancia
que se reflejaron en los diarios provinciales, nacionales y los medios
alternativos.
En la primera causa, Eduardo del Valle Carrizo Salvadores y
Mario Nagakama, son dos de los varios acusados entre miembros del Ejército
Argentino, Policía Federal y Provincial, que ese día tras el frustrado
intento de copamiento del regimiento por parte de integrantes de la Compañía
del Monte, quienes en la abrupta retirada un grupo de ellos logró regresar a
los cerros tucumanos, una docena fueron detenidos en la Ciudad y en sus
inmediaciones, mientras 16 se entregaron con vida tras rendirse.
En diciembre del 2004 los organismos de derechos humanos de
Catamarca y Córdoba solicitaron la apertura de la causa y en marzo el 2005
el juez Navarro la habilitó y las tareas de investigación quedaron a cargo
del fiscal federal Santos Reynoso, quien tomó todos los recaudos, todos para
dilucidar quienes fueron los asesinos. En ese contexto, convocó como
testigos al personal militar y policial, todavía no como imputados, quienes
dieron en particular estos últimos recitaron la historia oficial tras ver
las fotos en las horas previas y posteriores a la represión: inocentes, nada
que ver…
Pero las pruebas dicen lo contrario. Por ejemplo el entonces
soldado Fernando Gambarella como se puede leer en las actas judiciales y
publicadas por el diario “El Ancasti” del 8 de agosto del 2006 dijo que “…
se rindieron y luego fueron masacrados por efectivos del Ejército y de la
Policía” y en posteriores declaraciones que el capitán Carrizo Salvadores
estaba al frente del operativo represivo y que los cuerpos fueron arrojados
desde un helicóptero al lado de la Capilla del Rosario. Una acción en la que
participó entre otros el teniente Nagakama, los que se jactaban ante los
detenidos mientras los torturaba que “habían matado a sus compañeros”.
No mentía: las certificados médicos que obran en uno de los trece cuerpos
del expediente se puede leer que el examen tomado a las pocas horas en la
morgue judicial, por ejemplo que uno de ellos muestra “cuatro disparos de
armas de fuego, tres en el cráneo con orificios de entrada en la región
parietal posterior izquierdo…” y el cuarto disparo lo recibió en la parte
posterior de la muñeca izquierda... LE DISPARARON DESDE ATRÁS, AL INTENTAR
CUBRIRSE CON SUS MANOS ANTES DE SER EJECUTADO…
Cada uno de los 16
cuerpos tienen estos certificados médicos, pero no para el Defensor Oficial
de Primer Instancia de la Justicia Federal Oscar del Campo que en un escrito
de 36 páginas habla de “hipotéticos episodios” y de paso cuestionar la
política del Gobierno nacional en materia de derechos humanos. Una excusa
que le vino como anillo al dedo a la Justicia para demorar, demorar…
Se sucedieron las excusas y las chicanas de los abogados defensores de
Carrizo Salvadores y Nagakama, quien dicho sea de paso se hacía mandar las
citaciones a Paseo Colón 250, sede del Ejército Argentino. Una vez le
preguntaron por orden de quien. “De arriba, de arriba” le respondió a un
empleado y no era de Dios precisamente sino del entonces jefe del Estado
Mayor General del Ejército teniente general Roberto Bendini, un protagonista
de real incidencia en los cursos de acción de los juicios en esa provincia y
hasta trascendió que avaló para que el actual presidente de la Cámara de
Diputados de la Nación, Eduardo Fellner en su segundo mandato ungiera a
Carrizo Salvadores como jefe de policía de Jujuy, cargo que ostento hasta
que durante una represión en el 2004 a trabajadores desocupados deparó dos
victimas fatales.
Es que la mayoría de estos militares acusados gozan
de la protección de Bendini.
Pruebas al canto: en la otra causa que se investiga la desaparición en
abril de 1976 de Griselda y Francisco Ponce y de su sobrino Julio Genaro
Burgos, quedaron con arresto a partir de febrero del 2007 en sus casas, uno
frente a la mar, es decir Mar del Plata, el coronel Alberto Lucena, jefe del
regimiento y del jefe de inteligencia capitán Darío Otero Oran en Posadas,
Misiones, y no conforme con sus haberes montó una agencia de seguridad
privada en esa ciudad. El supermercado “Libertad”, toda una paradoja o no,
es una de las empresas que cuenta con la protección de Otero Arán.
¿Y
los demás? Carrizo Salvadores ingresó al Juzgado como imputado y salió como
testigo, mientras el teniente Raúl Gallardo es uno de los símbolos de la
impunidad. Nunca jamás piso donde fue uno de los dueños de la muerte gracias
a la Justicia Federal y a su entrañable amigo de armas Bendini, que
intercedió para postergar las citaciones hasta el día de la fecha.
Gallardo ya en su grado de general fue eyectado de la superestructura
militar no por las causas, sino por corrupción, oportunidad en que Horacio
Verbitsky, Nora Veiras y Diego Martínez en Pagina 12, Martina Noailles de
Critica de la Argentina reflejaron al igual que Prensa de Frente, Prensa
Red, HIJOS de Córdoba, Red de Noticias DH entre otros del siniestro andar de
Gallardo, Carrizo Salvadores, Nagakama y demás jóvenes oficiales del ex RI
17.
Una morosidad y una complicidad que tal vez, tal vez este
miércoles 13 comienze la cuenta regresiva. A las 9 de la mañana, Carrizo
Salvadores; y el jueves 14, Nagakama, están citados y de no mediar
injerencia alguna deben prestar testimonio como imputados, entre otros
militares y policías, de los asesinatos de los uruguayos Hugo Cacciavillani
Caligari, Rutilo Bentacourt, Carlos Trinidad Da Silva, y de los argentinos
Crescencio Ibáñez, Francisco Scoccimarro, Mario Lescano, Rodolfo Jerez, Luis
López, Carlos Gutiérrez, José María Molina, Luis Billinguer, Juan Carlos
Lescano, Héctor Moreno, Luis Rosales , Rogelio Gutiérrez y Antonio del
Carmen Fernández el 11 de agosto de 1974, en nombre de la Memoria, Verdad y
Justicia.
Fuente: www.prensared.com.ar | www.elortiba.org
  "Yo
no estaba"
Declaró el ex gobernador Mott (27/02/08)
"Yo no estaba", repitió el ex gobernador. Hugo Mott dijo que
el Ejército se hizo cargo de la operación armada. "Durante mi gobierno jamás
hubiese permitido que se cometan delitos de lesa humanidad", dijo. Pero poco
después afirmó que el ejército pudo haber cometido una masacre con los
guerrilleros... Aún cuando oportunamente asegurase que se había tratado de
"un enfrentamiento".
@DIN, 27 de febrero de 2008 - El ex gobernador Hugo Alberto Mott
admitió que no puede afirmar con certeza que el Ejército no haya masacrado a
los 16 guerrilleros fallecidos en las serranías adyacentes a la Capilla del
Rosario. Así lo informa en su edición de hoy el diario El Ancasti, de
Catamarca (República Argentina). El ex mandatario declaró ayer por espacio
de dos horas y media ante el juez federal Ricardo Antonio Moreno en relación
con la causa iniciada para determinar si en aquel hecho, ocurrido el 12 de
agosto de 1974, se cometieron o no delitos de lesa humanidad.
Mott concurrió antes de las 9 y en su declaración comentó lo
que es público: cuando se produjo la masacre él y otros colaboradores se
estaban en Buenos Aires. En tal sentido, explicó que toda la información que
recibió sobre el tema se la brindó el entonces ministro de Gobierno, Alberto
del Valle Toro, y el ministro del Interior de la Nación, Benito Llambi.
Sobre la información recibida, sostuvo que en todo momento se le informó que
lo que existió fue un enfrentamiento armado producido luego de que medio
centenar de integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
"intentara infructuosamente copar las instalaciones del Regimiento 17 de
Infantería Aerotransportada".
Mott dijo que la operación fue
abortada y que el grupo insurgente se "desbandó", por lo que una fracción
quedó acorralada en el "Cañadón de los Walther", donde se ejecutó la orden
"de reprimir".
Pero ante preguntas de la querella particular, Mott
admitió que no podía afirmar con seguridad que no haya existido una
ejecución de los guerrilleros inermes, tal como surge de otros elementos
incorporados a la causa.
Mott se encargó de aclarar en todo momento
que cuando ocurrió aquel acontecimiento histórico no estaba a cargo de la
primera magistratura y comentó que tras arribar a la provincia visitó a los
heridos en el hospital de urgencias y a los detenidos en el Instituto de
Rehabilitación "Julio Herrera".
En un tramo de su declaración, Mott aseguró que no hubiera permitido
jamás que durante su gobierno se cometan delitos de lesa humanidad, aunque a
renglón seguido admitió que no podía aseverar que los guerrilleros no hayan
sido masacrados. En declaraciones públicas realizadas tiempo atrás a
otro medio, el ex mandatario había afirmado que los 16 guerrilleros habían
fallecido en el marco de un enfrentamiento armado, pero ayer no pudo
sostener tal aseveración.
Fuente: @DIN Agencia Digital Independiente de Noticias
  Fusilamiento
de 16 guerrilleros en Catamarca
Final para 32 años de impunidad (25/09/2006)
(Prensa De Frente, Boletín quincenal N° 49, Lucho Soria) En el mismo
lugar donde los cerros se cubrieron de ayes de dolor por las balas asesinas
del Terrorismo de Estado el 12 de agosto de 1974, en el mismo lugar donde
días después los uniformados, rodeados por miembros de la Corte Suprema de
Justicia y representantes de la Iglesia, celebraron los fusilamientos,
ahora, 32 años después, se cubrieron con la consigna "Hasta la Victoria
Siempre" y con las bellas palabras del poema "Por estos muertos, nuestros
muertos, pido castigo".
Las voces que la pronunciaron en Capilla del Rosario, Catamarca,
eran las de los familiares y los militantes de derechos humanos, tras la
entrega del cuerpo del revolucionario internacionalista uruguayo Rutilo
Betancour Roth, quien permaneció 32 años como NN tras ser fusilado por
miembros del ejército argentino y de las policías provincial y Federal.
Rutilo, más 15 combatientes de la Compañía del Monte "Ramón
Rosa Jiménez" del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Ejército
Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), fueron abatidos después de haberse
rendido al ser descubiertos antes de copar el Regimiento 17 de Infantería
Aerotransportada, mientras otros integrantes en lugares cercanos eran
detenidos y otros regresaban a los montes tucumanos donde tenían sus bases
operativas.
La presencia de Rutilo se daba en el contexto de las
acciones de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), conformada por el
Movimiento de Liberación Nacional (MLN) "Tupamaros", de Uruguay; el Ejército
de Liberación Nacional (ELN), de Bolivia; el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), de Chile, y el PRT-ERP.
Dirigieron la represión
el jefe de la policía catamarqueña, teniente coronel (re) Rolando Anello; el
de la Federal, comisario Alberto Villar; el comandante del III Cuerpo de
Ejército, general de brigada Ernesto Federico Della Croce, y el jefe del
Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada, coronel Eduardo Humberto Cubas
(yerno del caudillo neoperonista Vicente Leonides Saadi).
Cubas y Anello se dirigieron a Capilla del Rosario junto con
el comandante de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada, general
José Vaquero. Según los testimonios, marcharon con más de 300 efectivos, los
que tenían la orden de actuar según la consigna "el ejército no toma
prisioneros". La orden fue cumplida al pie de la letra.
Los efectivos
estaban armados con armas FAL, ametralladoras y morteros y se trasladaron a
la zona en camiones Unimos, un diseño especial que tiene suspensión
independiente en las cuatro ruedas, lo que les permite andar en las montañas
casi con las mismas facilidades que una mula.
La impunidad en marcha
En rigor, lo de los fusilamientos y las torturas a los
detenidos forma parte de una denuncia presentada a la Justicia Federal en
agosto de 1974 por los familiares y los abogados Mario Marca, Ricardo
Rípodas, Mario Marcolli, Mardonio Díaz Martínez, Silvio Frondizi y Alfredo
Curuchet.
Fueron
identificados los restos de Hugo Cacciavillani Caligari
(07/10/08) Fueron identificados los restos de Hugo Cacciavillani
Caligari, más conocido como "el tupa" o "Vicente", tras haber sido
exhumado su cuerpo enterrado como NN en el cementerio municipal,
según lo confirmó el juez federal de Catamarca, Ricardo Moreno.
Hugo Cacciavillani Caligari, nació en la ciudad de Salto, Uruguay,
pertenecía a la agrupación "Tupamaros", tenía 23 años cuando fue
abatido en los montes de Capilla del Rosario por fuerzas militares.
El abogado querellante particular de la causa "Masacre Capilla del
Rosario", Guillermo Díaz Martínez, dijo que se notificó la
identificación del cadáver a sus familiares y anticipó que ya se
iniciaron los trámites ante la Cancillería Argentina para restituir
los restos del guerrillero a sus familiares. La ceremonia se
llevaría cabo a fines de octubre próximo en el Juzgado Federal de
Catamarca.
En la causa por la Mascare de Capilla del Rosario
ya fueron identificados los cuerpos del guerrillero uruguayo Rutilio
Betancourt y del santiagueño Alberto Rosales Sánchez, quienes ya
fueron restituidos a sus familiares. En este sentido, el abogado
Díaz Martínez también anticipó que se trabaja en la identificación
de otras dos personas, cuya posible identidad se mantendría en
reserva, aunque hay pistas firmes de sus identidades y se iniciaron
contactos con presuntos familiares para realizar estudios de
compatibilidad genética. |
Marca, Rípodas, Marcolli y Díaz Martínez, posteriormente
detenidos, permanecieron en prisión hasta 1984. Frondizi y Curuchet fueron
asesinados por la banda paramilitar conocida como Las Tres A, creada por
José López Rega.
La denuncia fue archivada en el contexto de la represión en
el inicio del terrorismo de Estado, pero sí fueron juzgados y condenados por
el fuero federal trece guerrilleros capturados en las inmediaciones de
Capilla del Rosario.
Recién en diciembre de 2004, con la denuncia de Mirta de
Clérici, Ana Radusky y Jorge Alberto Perea en representación de los
organismos de derechos humanos de Catamarca y Córdoba, con el patrocinio de
los abogados Claudio Orosz y Martín Fresneda (militantes de HIJOS) y
Guillermo Díaz Martínez (a cargo de la Comisión de Derechos Humanos del
Colegio de Abogados catamarqueño e hijo de Mardonio), comenzó a instruirse
en el Juzgado Federal de Catamarca la causa para determinar las
circunstancias y autores de la llamada "Masacre de Capilla del Rosario" y
para identificar los cuerpos que fueron sepultados en 1974 como NN en el
cementerio municipal.
La reactivación de la causa no hizo más que
corroborar las denuncias. Prensa De Frente tuvo acceso al expediente en el
que se pueden leer, por ejemplo, las pericias médicas. La que corresponde a
Norberto Carlos Rufino indica que presentaba "cuatro disparos de arma de
fuego, tres en el cráneo con orificio de entrada en región parietal
posterior izquierda, occipital y temporo-occipital izquierda, con salida en
región frontal, cavidad orbitaria y región auricular derecha
respectivamente". El cuarto disparo lo recibió en la parte posterior de la
muñeca izquierda. Le dispararon desde atrás, al intentar cubrirse con sus
manos antes de ser ejecutado.
En esa misma línea se inscribe la
testimonial del entonces conscripto Fernando Gambarella. "Depusieron sus
armas al verse en inferioridad numérica, pero igual fueron masacrados por
efectivos del Ejército y de la Policía", dijo en su declaración.
Dos
didácticas pruebas del fusilamiento de 16 guerrilleros, lo que fue negado
por los genocidas, por el gobernador peronista Hugo Mott y por su vice,
Antonio Saadi. Ellos dos, más el general Della Crocce y el coronel Eduardo
Humberto Cubas y con la lógica presencia de monseñor Pedro Torres Farías,
entre otros, celebraron en un acto público la represión. El diario "La
Unión" de Catamarca, en su edición del 10 de septiembre de 1974, resume en
su título que se exaltó "la acción del regimiento y de la policía
provincial".

Noticias Nº
256, 14/08/74.
La colección del
diario Noticias puede descargarse de
Ruinas Digitales |
Con relación a Cubas cabe agregar que murió hace un par
de años en un geriátrico porteño, abandonado por los suyos.
La lucha continúa
No hicieron lo mismo los familiares
de las víctimas del terror de Estado y los militantes de los derechos
humanos, quienes no padecen de amnesia y desarrollan una lucha de firmeza
inclaudicable por la verdad y la justicia.
Con particular alegría protagonizaron el gesto de ir a
Capilla del Rosario y, después de que las hermanas de Rutilo Betancour Roth
recibieran un cuadro de la pintora Gabriela Vargas, la voz de Ana musitó el
poema de Pablo Neruda:
Por estos muertos, nuestros muertos
Pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la Patria Pido
castigo. Para el verdugo que mandó esta muerte Pido castigo. Para
el traidor que ascendió sobre el crimen Pido castigo.
No quiero que me den la mano Empapada con nuestra sangre. Pido
castigo.
No los quiero de embajadores, Tampoco en su casa tranquilos, Los
quiero ver juzgados, En esta Plaza, en este sitio. Pido castigo.
Fuente: www.prensadefrente.org, 25/09/06
www.elortiba.org
  La
represalia del ERP
Por Vera Carnovale
[De: En la mira perretista: las
ejecuciones del “largo brazo de la justicia popular",
descargar documento completo en pdf]
El ERP había intentado asaltar el Regimiento 17 de
Infantería Aerotransportada de Catamarca. El asalto no llegó a concretarse
puesto que los guerrilleros fueron denunciados precipitándose entonces
varios enfrentamientos con la policía provincial y el Ejército. Un grupo de
guerrilleros logró huir; otro, integrado por 14 combatientes, se rindió. Sin
embargo, nunca aparecieron con vida.
Días después, en una
conferencia de prensa, el PRT-ERP anunció que habían sido fusilados y que
“esa acción fue deliberada e inspirada en el salvaje principio de que “el
ejército no toma guerrilleros prisioneros” [...]. El Comité Central
[...] tomó una grave determinación. Ante el asesinato indiscriminado de
nuestros compañeros, nuestra organización ha decidido emplear la represalia.
Mientras el ejército opresor no tome guerrilleros prisioneros, el ERP no
tomará oficiales prisioneros, y a cada asesinato responderá con una
ejecución de oficiales indiscriminada. Es la única forma de obligar a
una oficialidad cebada en el asesinato y la tortura, a respetar las leyes de
la guerra” (53).
Entre la publicación de esta “grave determinación” y
los tres meses siguientes el PRT-ERP ejecutó, como respuesta a los
fusilamientos de sus combatientes en Catamarca, a nueve oficiales del
Ejército; éstos fueron:
-Coronel Jorge Oscar Gras, ejecutado 25 de septiembre de
1974 en Córdoba;
-Teniente 1º Luis Roberto Brzic, ejecutado el 25 de septiembre de 1974
en Rosario; -Capitán Miguel Ángel Paiva, ejecutado el 2 de octubre de
1974 en Buenos Aires;
-Mayor bioquímico Jaime Gimeno, ejecutado el 7 de octubre de 1974 en
Banfield;
-Tte. I Juan Carlos Gambande, ejecutado el 10 de octubre de 1974 en
Santa Fe;
-Teniente Coronel médico José Francisco Gardón, ejecutado el 23 de
octubre de 1974 en el hospital Municipal de San Miguel; -Mayor Néstor
Horacio López, ejecutado el 7 de noviembre de 1974 en Santa Fe;
-Teniente 1º Roberto Eduardo Carbajo, ejecutado el 12 de noviembre de
1974 en San Nicolás; -Capitán Humberto Viola, ejecutado el 4 de
diciembre de 1974 en San Miguel de Tucumán.
Durante el desarrollo del operativo de este último
“ajusticiamiento” la hija menor del capitán Viola, María Cristina, de tres
años de edad, resultó muerta y su hermana, María Fernanda, de cinco años,
gravemente herida. Aunque no se hayan encontrado declaraciones partidarias
públicas al respecto (54), la memoria militante afirma que a raíz del
trágico saldo inesperado el PRT-ERP puso fin a esta represalia
indiscriminada (y, en efecto, no se registraron en los meses siguientes
ejecuciones de integrantes de las fuerzas represivas).

Estrella Roja
Nº 38, 9 de agosto 1974, parte de guerra del "Combate de
Catamarca", clic para descargar. |
Sin embargo, en agosto de 1975 y a pocos días de haber
propuesto un armisticio el PRT-ERP declaró una segunda represalia de este
tipo. La misma fue anunciada el 12 de agosto en una conferencia de prensa y
publicada en Estrella Roja hacia finales de mes. Sin mayores balances
siquiera políticos de la represalia del año anterior y como si ésta hubiera
sido en algo efectiva al menos en su propósito normativizador (“obligar a
respetar las leyes de la guerra”), esta nueva determinación volvía a
encontrar su fundamento en la intensificación del accionar represivo ilegal
y el agravante de la incipiente generalización de un fenómeno que en lo
sucesivo no haría más que incrementarse, el de la desaparición de
militantes.
Esta vez, se advertía, la justicia perretista recaería sobre
el amplio conjunto de fuerzas involucradas en la represión: “Considerando:
que la oficialidad del Ejército contrarrevolucionario, los cuerpos
represores de la Policía Federal y los demás cuerpos represivos especiales,
se ensañan asesinando, o haciendo desaparecer a cuanto activista popular,
militante revolucionario o persona del pueblo apresan, no respetando ninguna
ley sobre el trato a los prisioneros y siendo ya incontables los ejemplos y
casos de éstos, el COMITÉ CENTRAL “VIETNAM LIBERADO” RESUELVE: 1) iniciar
acciones de ejecución indiscriminadas contra la oficialidad del Ejército
contrarrevolucionario, los cuerpos represivos de la Policía Federal, los
cuerpos especiales de represión y demás fuerzas represivas implicadas en
asesinatos contra el campo del pueblo....”55
Es muy probable que
esta última represalia no se haya llevado a cabo. Ya sea por el alto índice
de muertos, prisioneros y desaparecidos que a esas alturas registraban las
filas perretistas, ya sea porque sus últimos esfuerzos militares se
concentraran en el envío de nuevos combatientes al monte tucumano o en los
preparativos del asalto al cuartel Viejo Bueno de Monte
Chingolo (que tendría lugar en diciembre de ese año) lo cierto es, en
todo caso, que parece registrarse una sola ejecución tras el anuncio de esta
segunda represalia (56).
NOTAS (53) “Declaración” en Estrella Roja Nº 40, 23 de
septiembre de 1974, en De Santis, op. cit, tomo II, pp. 326-326. También en:
Colección Documento Histórico Nº 19 de Infobae. Por su parte Gorriarán Merlo
afirma en sus Memorias “atentaríamos indiscriminadamente sobre oficiales del
Ejército hasta igualar en número a los compañeros asesinados en Catamarca”
(54)
La única fuente partidaria que se encontró de este episodio es “Ejecución de
oficialidad enemiga. Unidad Compañía de Monte RRJ. Fecha: 1-12-74”. La misma
es un relato pormenorizado del desarrollo de la acción en que fuera
“ajusticiado” el capitán Viola. Allí se lee: “El automóvil operativo se
aproxima hasta la misma altura que el objetivo [...]. Situación
extraordinaria. Siempre en los chequeos el sujeto descendía, en esta
oportunidad la que descendió fue la esposa, esperando él al volante a la
espera para guardar el auto en el garage. Al frenar el automóvil operativo
disparan el primer escopetazo que da en el parante delantero izquierdo del
parabrisas, el sujeto se agacha en ese momento y los balines dan de rebote a
la pibita de 3 años que estaba atrás...” Y, más adelante: “El compañero
ametralladorista remata con un tiro a la cabeza, retoma el auto;
inmediatamente el compañero de la escopeta le dispara a quemarropa un
escopetazo y otro tiro de gracia con un revólver cal. 38. El compañero que
maneja el auto de apoyo observa en ese momento que la hija de 5 años corre
hacia delante a la altura del automóvil. Observaciones: las heridas de la
hija de 5 años no hallan explicación, salió de rebote en los disparos de
gracia. Las de la menor son las del primer escopetazo que se disparó,
desviado al atravesar la chapa. Luego de la ejecución la retirada se
cumple correctamente...” (en Poder Ejecutivo Nacional, op.cit, pp.205-206)
Por su parte Mattini afirma que el PRT hizo una declaración pública en aquel
momento y calificando el hecho de “un exceso injustificable” y anunciando su
resolución de dar por cumplida la campaña de represalia “en homenaje a la
sangre inocente de esas criaturas” (55) “Resolución sobre represalias” en
Estrella Roja Nº 59, 27 de agosto de 1975, Colección Documento Histórico Nº
7 de Infobae. A su vez, Mattini afirma que en el plenario partidario que
tomó esta resolución un asistente, Luis Segovia, “lanzó la expresión ojo por
ojo, diente por diente” y que “no hubo oposición por parte de los titulares
a esta propuesta...”. Cfr. con Mattini, Luis, op. cit. pág. 422 56 La misma
fue la del Comisario Alfonso Vergel, el 3 de septiembre de 1975 en La Plata.
No se han encontrado declaraciones relacionadas. Según consta en In Memoriam
“sería el ERP quien se adjudicaría el atentado, mediante el llamado
realizado por una mujer a los medios de prensa y policiales” (In Memoriam,
op. cit. tomo II, pág. 495.) (56) La misma fue la del Comisario Alfonso
Vergel, el 3 de septiembre de 1975 en La Plata. No se han encontrado
declaraciones relacionadas. Según consta en In Memoriam “sería el ERP quien
se adjudicaría el atentado, mediante el llamado realizado por una mujer a
los medios de prensa y policiales” (In Memoriam, op. cit. tomo II, pág.
495.)
  Amenazas
a testigo en causa por desaparecidos
(18/10/2006) Uno de los testigos
de la causa demominada 'Masacre de Capilla del Rosario', ocurrida durante la
dictadura militar, fue amenazado de muerte telefónicamente, en tanto que
familiares se manifestaron preocupados por las 'maniobras tendientes a
reinstalar el miedo de la década negra'.
Mirta Clérici, integrante
de la Asociación de Familiares de Desaparecidos por Razones Políticas, quien
es denunciante en la causa, confirmó que se denunció ante la Justicia y
Policía Federal las 'amenazas y maniobras intimidatorias a un testigo' de la
causa que investiga el juez federal de Catamarca, Ricardo Moreno.
'Estas situaciones nos
preocupan, pero otros que están más preocupados que nosotros porque saben
que la impunidad está llegando a su fin con la imprescriptibilidad y la
reapertura de causas por los delitos de lesa humanidad', manifestó la mujer
al confirmar las amenazas.
La desaparición de Julio Jorge López, las
amenazas a jueces, fiscales y testigos 'son claras señales de quienes
pertenecen a la impunidad, pero no vamos a bajar los brazos ante quienes
quieren reinstalar viejas prácticas', añadió Clerici.
La mujer detalló que el testigo amenazado ya venía advirtiendo
'seguimientos y otras situaciones extrañas', cuyos detalles están en manos
de la Justicia, agregó.
La identidad del testigo se mantiene en
reserva, ya que se trata de un ex conscripto que habría aportado datos
importantes datos sobre el hecho ocurrido en agosto de 1974, cuando 16
guerrilleros murieron en un enfrentamiento con militares en momentos que se
aprestaban a copar la base del regimiento capitalino.
La denominada
'Masacre de Capilla del Rosario' ocurrió entre el 10 y 12 de agosto de 1974,
a unos 15 kilómetros de la capital catamarqueña y, según la denuncia de
familiares y organizaciones de Derechos Humanos, los guerrilleros fueron
masacrados cuando ya habían depuesto las armas.
Esta causa fue
abierta hace dos años y en agosto de este año comenzaron a declarar los
testigos que, de aproximadamente 60 convocados, hasta el momento solo 10
aportaron sus testimonios.
 A
propósito de la muerte del capitán Viola y otras muertes ocurridas en
Tucumán. Homenajes y olvidos, a 30 años del comienzo del genocidio
Por Marcos Taire
(02/12/04) El 1º de diciembre de 1974 un comando de la organización
guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo mató al capitán del Ejército
Humberto Viola. En la acción también murió una pequeña hija del militar,
María Cristina, de 3 años y resultaron heridas su esposa y otra niña de
corta edad. El hecho ocurrió un día domingo, al mediodía, al llegar Viola y
su familia a visitar a sus padres, domiciliados en pleno centro de San
Miguel de Tucumán.
La acción guerrillera formaba parte de una
política de represalia decidida por el ERP después de la masacre de
Catamarca, ocurrida a comienzos de agosto. En esa oportunidad, una veintena
de guerrilleros que habían fracasado en su intento de copar el Regimiento 17
de Infantería Aerotransportada, fueron fusilados después de entregarse a las
fuerzas policiales y militares.
El ERP mató a Viola porque tenía información de
que era uno de los jefes del primer grupo de tareas que desde hacía varios
meses venía sembrando el terror en el campo y las ciudades de la provincia
de Tucumán. Exactamente un mes antes, el 1 de noviembre, esa patota militar
creada a instancias del entonces comandante de la Quinta Brigada de
Infantería, general Luciano Benjamín Menéndez, había asesinado de un bombazo
en su domicilio al secretario general de los trabajadores municipales de la
ciudad de Famaillá, Juan de la Cruz Olmos. Además, durante casi todo el año
que terminaba, había colocado artefactos explosivos en las casas de decenas
de dirigentes, militantes y abogados a quienes acusaba de formar parte de la
'subversión'. También en sindicatos, locales partidarios, instituciones
educativas, etc. El capitán
Viola era un oficial de Inteligencia integrante del Batallón 142 de esa
especialidad. Sus integrantes crearon el clima de zozobra que sirvió para
fundamentar la intervención militar en la provincia, decidida inmediatamente
después de la muerte de Viola. La presencia de un reducido grupo guerrillero
en las lejanas montañas del suroeste tucumano fue el pretexto para, un mes
después, dar comienzo al Operativo Independencia.
Al día
siguiente de la muerte de Viola, la patota militar secuestró y asesinó a
Berta Molina, esposa de Oscar Montenegro, un dirigente gremial de los
vitivinícolas tucumanos que estaba enrolado en el Partido Revolucionario de
los Trabajadores y había sido el máximo dirigente del Frente
Antiimperialista por el Socialismo, FAS. Berta 'Cuca' Molina de Montenegro
había sido una de las más importantes dirigentes de la primera organización
de familiares de presos políticos en los años de la dictadura de Onganía ,
Levington y Lanusse. Los militares que la secuestraron en represalia por la
muerte del capitán Viola la llevaron hasta el Parque 9 de Julio de la
capital Tucumana y allí, contra las alambradas del autódromo, la mataron a
golpes.
Un par de días después del crimen de Berta Molina, su hijo
Luis Montenegro, de 18 años y sin militancia política alguna, fue
secuestrado en las inmediaciones de una de las esquinas más populosas de San
Miguel de Tucumán, Avenida Mate de Luna y Avenida Alem. Salvajemente
torturado, fue asesinado a balazos y su cadáver arrojado a un costado de la
Avenida Solano Vera, en las afueras de la capital tucumana.
Una
semana después, el ERP suspendió su campaña de represalia contra la
oficialidad del Ejército, a raíz de la muerte de la hijita del capitán
Viola.
Exactamente un año después de la muerte del capitán Viola, el
1 de diciembre de 1975, en pleno Operativo Independencia, los militares lo
recordaron haciendo volar por los aires un automóvil con 7 personas, que
estaban secuestradas, justo frente a la casa de los padres del militar.
Ayer hubo dos homenajes al capitán Viola: uno en el Círculo Militar,
ofrecido por sus camaradas; el otro en la Cámara de Diputados de la Nación,
rendido por un legislador del partido de Domingo Cavallo. Unos días antes,
el comando general del Ejército, al recordar el día de la Inteligencia
Militar, también homenajeó al capitán Viola. Algunos diarios y revistas,
sitios on line, etc, también recordaron al capitán Viola. Una carta al
director en Clarín habla de la necesidad de no ver la historia con un solo
ojo. En ninguno de los recordatorios se menciona a Berta Molina y a su hijo
Luis Montenegro.
Fuente: www.argenpress.info |
www.elortiba.org
  Cuando
asomaba la coordinadición represiva. Tupamaros asesinados en Catamarca en
1974[Ver
relacionado
Hugo Cacciavillani, fin de una
historia tupamara, Crítica 22/11/08]
Las exhumaciones de cinco
cuerpos NN en el cementerio de Catamarca, en Argentina, vuelve a poner sobre
el tapete la colaboración represiva entre países del Cono Sur. En esa
búsqueda de verdad también los archivos reconstruidos con paciencia arrojan
luz sobre los servicios de inteligencia y los medios de prensa.
Fabián Kovacic. Desde Buenos Aires (29/07/05)
El 11 de agosto de 1974, un Comando del Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP) planeó ingresar al Regimiento de Tropas Aerotransportadas
número 17, en la provincia de Catamarca a unos 12 kilómetros de la capital
provincial, para hacerse de armamentos. La Unidad Militar contaba con una
dotación de casi 800 hombres, un poderoso arsenal, y constituiría un golpe
esencial para la guerrilla, teniendo en cuenta que era asiento de un Comando
especialmente entrenado en lucha antiguerrillera.
Eran 42
guerrilleros que en el interior de un ómnibus escolar, similar a los
transportes colectivos que recorren la ciudad de Buenos Aires, cambiaban sus
ropas por uniformes de fajina militar a la hora de la siesta. Se trataba de
la mítica Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, ese día al mando de Hugo
Irurzun ("Capitán Santiago"), el mismo que en 1979 hizo volar por los aires
al ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza en las calles de Asunción del
Paraguay. Atareados en los cambios de vestimenta, nadie se percató de que al
costado de la ruta provincial 62 dos ciclistas pasaban junto a ellos
sorprendidos de lo que veían y de inmediato dieron aviso a la policía del
siguiente poblado rural sobre movimientos sospechosos, probablemente de
guerrilleros.

Volante de una ignota
organización referido a la masacre. Por el lenguaje utilizado
recuerda al bizarro El Caudillo, financiado por el gobierno
nacional a través del Ministerio de Bienestar Social. |
Una hora más tarde llegó la policía y comenzó un combate
donde cayeron policías y tres militantes del ERP, entre ellos
presumiblemente el tupamaro Hugo Cacciavillani, alias "Vicente". En medio de
la confusión, los guerrilleros decidieron dispersarse en dos grupos. El
primero, al mando de Irurzun, logró huir con armamentos y patrulleros tras
vencer la resistencia policial. El segundo grupo, al mando de Antonio
"Negro" Fernández, intentó reorganizarse al día siguiente en el paraje
Capilla del Rosario, hasta donde llegó el Ejército con 300 efectivos
rastrillando la zona. Casi dos horas de combate dejaron a los irregulares
sin municiones, y decidieron rendirse. Sin embargo, los 16 guerrilleros
fueron fusilados simulando un enfrentamiento, pero sólo 11 cuerpos fueron
entregados a los familiares que los reclamaron.
Los otros cinco fueron sepultados en una tumba NN en el
cementerio de la capital provincial. Entre ellos estaría el segundo
uruguayo, Rutilio Betancourt, alias el "Tupa".
TREINTA AÑOS DESPUÉS.
Todo consta ahora en la causa que lleva adelante el Juez Federal de
Catamarca Pedro Navarro desde diciembre último, cuando familiares y Abogados
de organismos de Derechos Humanos de las provincias de Córdoba y Catamarca
se presentaron solicitando una investigación sobre lo que ya se conoce como
la Masacre de Capilla del Rosario.
"No sabemos de quiénes se trata y
no podemos afirmar nada concretamente. Recién estamos por plantear al Juez
que se designe médico para hacer la identificación por ADN óseo de los cinco
cuerpos encontrados; ni siquiera podemos afirmar que se trate de fusilados",
admitió a BRECHA el Abogado Martín Fresneda, representante de Elda Ida Roth
y Elsa Betancourt Roth, madre y hermana, respectivamente, de Rutilio
Betancourt. "Lo que hicimos hasta ahora es reconstruir la historia con
documentos y testimonios de familiares. Sospechamos que cuando se entabla el
primer combate con la Policía, caen tres militantes del ERP dentro del
ómnibus y entre ellos estaría Cacciavillani. Esos mismos testimonios indican
que el ERP cuando caía uno de sus militantes se comunicaba con los
familiares para avisarles y evitar que el cuerpo desapareciera a manos de
las fuerzas represivas. De ahí concluimos que entre los integrantes de la
Compañía de Monte en esa operación estaba Rutilio Betancourt. Pero las
exhumaciones de la semana pasada no implican identificar aún a ningún
cuerpo", aclaró Fresneda. Diversas fuentes ligadas al ERP y algunos
sobrevivientes de la fallida operación guerrillera confirmaron la presencia
de los dos uruguayos. Betancourt y Cacciavillani eran militantes tupamaros
que formaron parte de la Compañía de Monte aquel 11 de agosto.
PERÓN
Y EL CÓNDOR. Las investigaciones de los Abogados, organismos de Derechos
Humanos y familiares cuentan con el apoyo del Archivo Nacional de la Memoria
y acaban de arrimar nuevas pruebas sobre la existencia del operativo Cóndor,
aun antes de noviembre de 1975 cuando en Santiago de Chile se reunieron
delegaciones militares de los países sudamericanos para dar forma a la
coordinación represiva. Para analizar el caso del frustrado copamiento en
Catamarca hay que tener en cuenta que en agosto de 1974 Argentina era el
único país del Cono Sur que aún mantenía un gobierno constitucional,
encabezado por Isabel Perón.
El
diario provincial La Unión, de Catamarca, en su edición del 30 de agosto de
1974 recoge información publicada en Uruguay "por el matutino oficialista El
País". Bajo el título "La muerte de un militante uruguayo en Catamarca es
motivo de análisis", el matutino provincial informa que "los organismos de
seguridad uruguayos denunciaron reiteradamente la permanente
interdependencia existente entre las organizaciones extremistas que operan
en el Cono Sur", y reproduce a continuación información del diario
montevideano denunciando la cooperación entre los grupos argentinos ERP, fap
y Montoneros, el eln boliviano, los tupamaros uruguayos y el MIR chileno,
para constituirse en la Junta Coordinadora Revolucionaria.
"El
pasado 30 de abril, las Fuerzas Conjuntas uruguayas – una vez más –
exhibieron diversos materiales, armamentos, documentación, etcétera,
incautados en procedimientos cumplidos en esos días en Montevideo", sigue La
Unión. "Extraoficialmente pudo saberse, además, que más de un millar de
ciudadanos uruguayos –requeridos (en Montevideo) por sus presuntas
actividades subversivas – se encontrarían en territorio argentino desde que
en 1972 el MLN sufrió una aplastante derrota a manos del Ejército oriental.
La mayoría de ellos llegaron a Argentina procedentes de Chile, tras el golpe
de Estado que depuso al régimen socialista de Salvador Allende. Antes,
muchos de esos militantes revolucionarios habían tomado parte en
expropiaciones, ocupaciones de fundos, atentados y otras acciones
subversivas en territorio chileno con activistas del MIR. Derrocado Allende,
los tupamaros huyeron preferentemente hacia la Argentina. Algunos lo
hicieron como asilados, otros entraron ilegalmente. La mayoría, se asegura,
continuaron su infatigable militancia integrándose a los cuadros de la
organización declarada ilegal en la Argentina (léase ERP) y otras
organizaciones de la extrema izquierda."
Es decir que la
identificación de Cacciavillani o Betancourt entre los militantes muertos
del ERP certificó para la inteligencia uruguaya que iba por el buen camino
intercambiando información con la dictadura de Pinochet y los servicios del
aún constitucional gobierno peronista argentino. No hay que olvidar que Juan
Perón había muerto apenas un mes y medio antes de la Masacre de Capilla del
Rosario, el 1 de julio, y que el 1 de mayo anterior había echado de la Plaza
de Mayo a las formaciones especiales juveniles, es decir, los Montoneros, a
quienes llamó "imberbes".
Fuente: Ministerio de Defensa Nacional -
OFICINA DE RELACIONES PÚBLICAS - República Oriental del Uruguay -Resumen del
prensa, 29 de julio de 2005
  Querella
particular de ciudadana uruguaya
(2005) La causa se inició porque
se cree que 14 guerrilleros fueron fusilados. Una mujer uruguaya cree que
uno de los cinco NN sepultados en el cementerio es su hijo, desaparecido
desde entonces.
La madre de un guerrillero uruguayo supuestamente
masacrado en el enfrentamiento de la Capilla del Rosario el 12 de agosto de
1974 se constituyó en querellante particular en la causa iniciada en el
Juzgado Federal de Catamarca. Lo hizo con el patrocinio letrado de abogados
representantes de asociaciones defensoras de Derechos Humanos de esta
provincia y de Córdoba, y en la presentación se solicita al juez Pedro
Armando Navarro una serie de medidas, especialmente la preservación del
lugar donde están sepultados los cinco cadáveres pertenecientes a los
guerrilleros no identificados.
Elda Ida Roth, de 91 años, es la madre
de un joven uruguayo que actualmente figura como desaparecido durante la
última dictadura militar en la Argentina. Ella cree que su hijo estuvo en
Catamarca y que murió durante el intento de copamiento al Regimiento 17 de
Infantería Aerotransportada, un episodio ocurrido el 12 de agosto de 1974.
El escrito judicial fue presentado por Claudio Orosz, integrante de la
Comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Córdoba; Martín
Fresneda, de la
Agrupación "Hijos" filial Córdoba; y
los letrados catamarqueños Guillermo Díaz Martínez y Pablo Gallardo, de la
comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Catamarca. Junto a
ellos estuvo Elsa Betancourt Roth, hermana del joven desaparecido, quien
viajó desde Uruguay para acompañar a los abogados.
Entre otras medidas, se solicitó al juez Navarro que se preserve el
lugar donde están sepultados los cinco cuerpos que en agosto de 1974 no
fueron reclamados ni identificados, el cuadro Nº 24 del cementerio
municipal. Según la denuncia que dio origen a la causa, las tumbas en las
que están los NN son las número 23, 24, 26, 27 y 28 de la mencionada
parcela.
También se solicitó la mayor celeridad posible para convocar
al Equipo Forense Argentino, para que a más tardar en junio próximo se
realicen las exhumaciones y las pruebas de ADN, a fin de determinar
fehacientemente la identidad de los cuerpos sin identificar. Ahora el juez
Navarro debe resolver si acepta la constitución de querellante particular de
los familiares del joven supuestamente fusilado tras el enfrentamiento.
Según explicó Betancourt Roth, su hermano fue integrante del grupo "Tupac
Amaru" de Uruguay y viajó hacia Argentina para realizar intercambio de
experiencias con otros grupos de izquierda durante la década del '70.
Explicó que cuando se produjo el fallido copamiento del RI 17 le llegaron a
Uruguay recortes periodísticos de Argentina y que desde entonces está
convencida de que su hermano cayó en ese enfrentamiento.
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  Abren
una causa por fusilamientos a miembros del ERP
Por Camilo Ratti
(10/05/05) A raíz de una denuncia presentada por abogados y
organizaciones de derechos humanos de Córdoba y Catamarca, el juez federal
Pedro Armando Navarro hizo lugar al pedido del fiscal para promover acción
penal contra integrantes del Ejército, sospechados de fusilar a 16
militantes del ERP en agosto de 1974 cuando ya se habían rendido y se
encontraban desarmados. Entre los combatientes abatidos hay dos ciudadanos
uruguayos, posiblemente pertenecientes al movimiento Tupamaro. Como cinco de
los fusilados fueron enterrados en calidad de NN en el cementerio de la
capital catamarqueña, la Justicia aceptó la intervención del Equipo
Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que realice las tareas de
excavación y de identificación de estos cadáveres. La denuncia
presentada en diciembre pasado por abogados de derechos humanos de Córdoba y
Catamarca, tuvo eco en el juez federal Navarro, quien hizo lugar al pedido
del fiscal Santos Reynoso de promover acción penal contra miembros del
Ejército argentino y la policía catamarqueña, sospechados de haber fusilado
a 16 integrantes del ERP cuando éstos se habían rendido, luego de un
enfrentamiento entre esta organización y las fuerzas de seguridad en un
paraje conocido como Capilla del Rosario, a veinte kilómetros de la capital
catamarqueña, hecho sucedido entre el 11 y el 12 de agosto de 1974.
"Entre los combatientes fusilados se encontraban dos ciudadanos uruguayos,
identificados como Hugo Cacciavillani, alias ‘Vicente’ y Rutilio Betancour,
alias ‘Tupa’, que habrían pertenecido al movimiento guerrillero Tupamaro",
contó a Página/12 Martín Fresneda, quien junto a Claudio Orozs, Guillermo
Díaz Martínez, el Colegio de Abogados de Catamarca, la Liga Argentina por
los Derechos Humanos y el Archivo Nacional de la Memoria, representan en
esta causa a las familias del país vecino. "Nos hemos puesto en contacto
con el gobierno uruguayo por este tema, y ellos están muy interesados en
conocer qué paso. Hasta se comprometieron a pagar los costos de traslado de
los cuerpos y otros gastos que pudiéramos necesitar", agregó Fresneda.
Aunque la acción penal se promueve contra autores desconocidos, tanto el
juez como el fiscal ya tendrían identificados a los responsables de la
masacre. "A pedido de la policía, toman intervención el entonces
comandante general del Ejército, general Leandro Enrique Anaya; el
comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, general Ernesto Federico
Dellacroce; y el comisario de la Policía Federal, Alberto Villar. Pero la
persona que dio la orden de ejecución, cuando los guerrilleros ya se habían
rendido y entregado las armas, fue Juan José Vaquero", apunta Fresneda.
Para los querellantes queda claro que se trata de delitos de lesa humanidad,
en los cuales se viola la Convención de Ginebra sobre el trato de
prisioneros. "Estaban desarmados y no tuvieron un juicio justo como se
merecían, si es que se comprobaba que habían atentado contra el Estado",
remarcó el abogado que impulsa la investigación judicial. Como de los 16
cadáveres sólo once fueron entregados a sus familiares y cinco permanecen
enterrados en calidad de NN en el cementerio de la capital de Catamarca, los
querellantes pidieron a la Justicia la intervención del EAAF para realizar
las tareas de excavación e identificación, petición que fue aceptada por
Navarro. Dichas tareas de exhumación comenzarían a realizarse a principios
del mes que viene.
Página 12, 10/05/05 |
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