NOTAS EN ESTA SECCION
En 1966 la dictadura apaleó a estudiantes y docentes
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La historia oculta de aquella noche | En
vez de votos, botas, M. Rapaport
Mentes cortas, bastones largos
|
Homenaje a Emilio Mignone
| Oscar Varsavsky |
Juan Carlos Onganía
La del 69, una promo olvidada
| Entrevista a Tulio
Halperín Donghi |
Perón y Onganía |
Cerebros en fuga |
¿Cuándo comenzó
el terror?
Rolando García |
Especial Página/12, a 40 años de La Noche de los bastones largos
ENLACE RELACIONADO
La causa penal sobre los bastonazos (2016)
|
"Fue un golpe muy duro para la universidaad"
(2016)
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La Doctrina de la Seguridad Nacional |
Azules y Colorados
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Osvaldo Aguirre - La Noche de los Bastones Largos (Todo es Historia Nº 469)
Oscar Anzorena - 1966: Sociedad golpista o
crisis de la partidocracia liberal |
De aquellos golpes a esta repatriación, Tomás
Eliaschev, 2009
Jorge Giraldez - Ongania casi cayó por minifalda, Punto Final 14, 10/66
| Dossier La noche de los bastones largos,
edición El Arca
Julio Huasi - Ongania entre el Pentagono y el Opus Dei, Punto Final 15, 11/66
| Murió Rolando García, el decano de la época
dorada


En
1966 la dictadura apaleó a estudiantes y docentes
Ilustración: El Tomi.
Bastonazos para Don
Manuel Sadosky, Por L. M. y Federico Kukso (Fragmento de uno de los
últimos reportajes hechos a Don Manuel, para la revista Todo es Historia).
–Usted vivió como protagonista las peripecias de la ciencia argentina del siglo
XX, así que me parece bastante apropiado.
–Sí, bueno, en tantos años...
–Creo que siempre se debe empezar por la "Noche de los bastones largos", el 29
de julio de 1966, cuando la policía de Juan Carlos Onganía irrumpió en la
Facultad de Ciencias Exactas y apaleó brutalmente a estudiantes y docentes,
incluyendo a usted.
–Incluyéndome a mí, que era el vicedecano de la facultad, y a Rolando García,
que era el decano. La Noche de los bastones largos, claro, es una fecha que
queda grabada... Era un momento muy activo de la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales, allí se cultivaban la matemática, la física, la química, la geología,
la meteorología, con un fervor, con una sensación, quizá demasiado exagerada, de
que podíamos cambiar el país.
–Cuénteme algo de aquel día. La historia es conocida, pero algún detalle suyo.
–Bueno, la historia de los palazos
que nos hicieron pasar entre una doble fila de policías ya la conocen todos...
pero es curioso, porque a uno le quedan ciertos detalles sin importancia. Por
ejemplo, recuerdo que yo usaba sombrero y lo tenía puesto, así que cuando
pegaron los palos, el sombrero atenuó los golpes, que no me parecieron gran
cosa, pero después, en la comisaría, pasé frente a un espejo donde ví que tenía
toda la cara ensangrentada y entonces me lavé, porque me daba vergüenza estar en
esa situación. La verdad es que fue verdaderamente notable con tantos palos que
dieron que no hubieran matado gente, porque pegaban bien, pegaban con habilidad.
–Y con ganas.
–Con muchas ganas. Y también recuerdo muy vivamente que yo estaba
problematizado, porque había mujeres y yo quería ir a defenderlas, como
cualquier persona que está viendo que les pegan a las mujeres y bueno, no podía.
Recuerdo mi impotencia, porque uno en la Argentina estaba acostumbrado cuando
había lío, cobraba. Pero lo de las mujeres era nuevo.
Gregorio Klimovsky (Buenos Aires, 18 de noviembre de 1922 - 19 de abril de 2009), fue un matemático y filósofo argentino, considerado uno de los mayores especialistas en epistemología de Sudamérica. En el audio se refiee a La Noche de los bastones largos durante a dictadura militar de Onganía.

Juan Carlos Onganía
(1914-1995), le decían "La Morsa", y como la gran mayoría de militares golpistas
era profundamente conservador, católico fundamentalista y fanático
anticomunista. Apoyado por sectores civiles del nacionalismo católico, la
política económica de su gobierno se ajustó al más puro liberalismo.
|
La
historia oculta de aquella noche de los bastones largos
A 40 años del quiebre de la investigación científica en la Argentina
El 29 de julio de 1966, la policía del dictador Onganía arrasó Ciencias Exactas.
La orden la dio el jefe de la SIDE, general Señorans. Aquí se revela una
historia desconocida de aquella noche trágica.
María Seoane
Se conocen el escenario, el día y
los hechos: el viernes 29 de julio de 1966, a un mes del golpe militar que
derrocó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia e inauguró la
dictadura del general Juan Carlos Onganía, en la Facultad de Ciencias Exactas en
la eterna Manzana de las Luces, la Guardia de Infantería policial que dirigía el
general Mario Fonseca cargó a garrotazos y con gases lacrimógenos contra
estudiantes, docentes y profesores extranjeros invitados y hubo 200 detenidos y
numerosos heridos. Se conocen los antecedentes de esos hechos: entre 1957 y esa
noche, la Universidad de Buenos Aires, la más potente y poblada de las
nacionales, vivía una época de oro inaugurada con el rectorado del filósofo e
intelectual Rizieri Frondizi, hermano del Presidente Arturo. En su gestión, que
luego continuó el ingeniero Hilario Fernández Long, se modernizó la Universidad,
se lanzaron campañas de alfabetización, se fundaron las carreras de Psicología y
Sociología, el Instituto del Cálculo, que estudió la trayectoria del cometa
Halley; se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Conicet), se fundó la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba), que
llegó a editar 11 millones de libros a precios bajos, en fin, se democratizó la
Universidad hasta niveles antes desconocidos en la Argentina. A partir del
avance militar en el gobierno de Illia, los estudiantes encresparon sus
críticas: primero, ante la muerte de un estudiante en las movilizaciones contra
la invasión norteamericana a Santo Domingo, en 1965, que anunciaba el comienzo
de la feroz Doctrina de la Seguridad Nacional en Latinoamérica, y luego, a
partir de la amenaza creciente de reducción del presupuesto educativo, que por
entonces era la increíble cifra del 20% del total del Presupuesto nacional. Pero
el inicio del gobierno golpista, confesional y anticomunista de Onganía atizó la
oposición estudiantil.
Se conocen también los móviles dictatoriales: poner fin a la autonomía
universitaria y la libertad de cátedra; silenciar las criticas; escarmentar la
rebeldía estudiantil y docente de todas las universidades nacionales. Y se
conocen las consecuencias: 1.378 docentes que renuncian o parten al exilio. Unos
301 emigraron: 215 eran científicos y 86 investigadores en distintas áreas. Se
inició el éxodo de científicos que no se detendría a partir de entonces.
Cuarenta años después del asalto violento de la Policía a Ciencias Exactas, que
se denominó La noche de los bastones largos, es posible afirmar que se quebró no
sólo la más formidable acumulación de conocimiento científico que la Argentina
había logrado hasta mediados del siglo XX, sino también se abrió el camino a la
intolerancia y se atrincheró a una generación de argentinos en la idea fatal de
que la violencia política era el recurso para restaurar la libertad.
En nombre del hijo
Se conocen, entonces, los hechos, los protagonistas, los móviles y las
consecuencias de aquella noche trágica. Pero aún permanecen oscuras, en los
pliegues siempre apretados de la historia, muchas preguntas. Esa noche, hubo un
joven estudiante de Física que intentó avisar que la Policía llegaría para
invadir y reprimir en Ciencias Exactas . ¿Quién era ese joven? Eduardo Scolnik
-miembro hoy del Departamento de Programación Informática del INDEC- contó a
Clarín episodios aún desconocidos pero que expresan la complejidad y paradojas
que rodearon no pocas veces la historia argentina.
Eduardito Señorans era único hijo
del general Eduardo Argentino Señorans y Romilda Cerruti Costa. "Estudiante de
Física en la Facultad de Ciencias, Eduardito Señorans había sido un militante
católico, fuerza de choque en las manifestaciones de la 'laica o libre', por el
bando de los que querían la educación privada y religiosa en las escuelas. Pero
hacia 1962 ingresa a la Facultad y, recién producida la revolución cubana, y
seguramente por eso y por la influencia de su tío, el abogado laboralista y
nacionalista católico Luis Benito Cerrutti Costa, Eduardito comenzó a virar a
posiciones de izquierda. Nos conocemos en 1963. Teníamos muchas charlas entre
nosotros. Eduardito decía que la revolución cubana iba en serio, que era una
verdadera revolución porque habían encarado a fondo el tema de la educación de
la gente, a diez o quince años".
En ese período, recordó Scolnik, Eduardito Señorans comienza a enfrentarse
duramente con su padre, para entonces general de brigada. El general Señorans
había sido jefe del Estado Mayor de la llamada "Revolución Libertadora" que
comandada por los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu derrocó a
Juan Perón en setiembre de 1955. Unido por convicción a Lonardi, Señorans fue su
subsecretario de Guerra. Mientras que su cuñado, Luis Benito Cerrutti Costa, fue
nombrado ministro de Trabajo y Previsión. El golpe interno de Aramburu contra
Lonardi lo alejó del Ejército en noviembre de 1955. Fue Onganía quien sacará de
la actividad privada a Señorans para darle el cargo de jefe de la SIDE, cuando,
en junio de 1966 instaure una dictadura integrista con pretenciones
milenaristas. Señorans, entonces, se transformó en una pieza clave de esa
dictadura. Su hijo, en pleno 1966, recuerda Scolnik, "ya revistaba en las filas
de la izquierda universitaria aunque como líbero, es decir, sin partido". Su tío
Cerrutti Costa, que había confluido con Señorans en el antiperonismo en 1955,
había comenzado también a virar hacia posiciones revolucionarias. Será editor de
Operación masacre, de Rodolfo Walsh, y a fines del sesenta y principios del
setenta, se encargará de la defensa de presos políticos, entre ellos varios
guerrilleros peronistas y guevaristas. Fue cofundador de la revista Nuevo Hombre
y editor del diario El Mundo, para entonces todas empresas vinculadas a la
guerrilla guevarista del ERP. Deberá exiliarse en París en 1975 ante las
reiteradas amenazas de la Triple A. Murió en 1977.
Scolnik recuerda que las
contradicciones en esa familia estallaron con virulencia precisamente la noche
del 29 de julio de 1966. "Fuimos amigos estrechos. Nos conocían por 'los
eduarditos'. Los padres me invitaban a su casa en Cardales. Era el amigo
entrañable de un hijo único entrañable. Nuestros padres eran parecidos. Mi padre
era un médico que huyó de Ucrania porque la revolución bolchevique le expropió
todo. Mi padre era profundamente anticomunista. No se podía hablar nada con él
que no coincidiera con su ideología. Lo mismo le pasaba a Eduardito Señorans.
Había un constante enfrentamiento con su padre."
Luego del golpe de Onganía -continúa
Scolnik-, "el régimen consideraba a la Universidad como un 'nido de rebeldes,
comunistas'. Y la verdad, visto a la distancia, nadie hacía nada que pudiera
afectar las bases del sistema, todavía. Y si bien la izquierda estaba
fragmentada, la derecha también. Y el aglutinante de la derecha fue el
anticomunismo. Así que debían construir ese enemigo que los uniera. Recuerdo que
el decano de Exactas, Rolando García, entonces era un gran admirador de las
universidades norteamericanas. Pedía subsidios a la Fundación Ford y estaba muy
lejos de ser un comunista o un revolucionario. Era un científico que pedía
libertad de pensamiento y de investigación".
Al mes del golpe, la agitación
estudiantil crecía en tanto se defendía la autonomía universitaria atacada por
el decreto ley 16.912. "La noche del 29 de julio, entonces, Eduardito estaba en
su casa. Escucha a su padre hablar por teléfono con Fonseca, el jefe de la
Policía Federal. Eduardito me contó luego (ese día yo estaba enfermo y no había
ido a la facultad) que su padre le dijo a Fonseca: 'Andá a la Facultad de
Ciencias Exactas y matalos a palos'".
Entonces, el joven Señorans trató de
avisar lo que ocurriría a sus compañeros en la Facultad. "Llamó por teléfono,
pero el que lo atendió no le creyó lo que le decía, que la Policía cargaría
contra la Facultad. Desesperado, corrió hasta la Facultad -ellos vivían en la
calle Junín y Peña- para avisarle al decano Rolando García lo que se estaba
planeando. Pero cuando llegó, la Facultad ya estaba acordonada y no pudo entrar.
Así que, desconsolado, me llamó y me dijo que igual se metería a defender la
Facultad. Le dije que no lo hiciera, que ya era tarde. A las 22, se desata la
represión. Eduardito siempre se sintió culpable. Yo nunca pude volver a esa
casa. Los dos dejamos la Facultad. Nos fuimos. Eduardito no quería ser asociado
a su padre. Nos dejamos de ver por años. El murió en los años ochenta."
El último servicio público del
general Señorans, antes de morir en 1993, fue defender al dictador Leopoldo
Galtieri en el juicio militar por la Guerra de Malvinas. Señorans pidió su
absolución con el argumento de que las decisiones políticas no podían ser
revisadas ni pasibles de castigo. "Tal vez -reflexiona Scolnik- esa orden de
reprimir inédita en la historia de la Universidad era también el odio que sentía
el general contra quienes, él pensaba, habían cambiado la cabeza a su hijo."
De llegar a tiempo, el gesto del joven Señorans no hubiera cambiado la decisión
dictatorial de cerrar la Universidad. Tal vez se hubiera evitado la violencia
brutal contra esas cabezas. Porque la historia suele tramarse con grandes
madejas y con pequeños hilos, casi invisibles pero igualmente decisivos.
2006

En
vez de votos, botas
Por Mario Rapoport *
El 28 junio de 1966, un golpe militar, con la anuencia de sectores civiles,
políticos y sindicales y una fuerte campaña previa de los medios de información
–como la que soportaron Yrigoyen en 1930 y Perón en 1945 con resultados
distintos–, depuso al presidente radical Arturo Illia. Las Fuerzas Armadas
abandonaban así el rol tutelar que venían ejerciendo desde la caída de Perón, en
1955, sobre gobiernos emergentes de un régimen deslegitimado por la proscripción
del peronismo. Al igual que en golpes anteriores, la desestabilización empezó
mucho antes y los medios de la época tuvieron mucho que ver en ello, en especial
los periodistas Mariano Grondona, Bernardo Neustadt y Mariano Montemayor, como
señala Miguel Angel Taroncher en su libro sobre la caída de Illia. Esos
periodistas contribuyeron “como parte integrante del poder mediático, a la
campaña de prensa sobre la base de coincidentes mensajes críticos contra el
gobierno” radical. A través de ellos jugaban sofisticadas revistas de opinión un
rol que en golpes anteriores habían desempeñado periódicos de lectura masiva.
Las principales instituciones empresarias, por su parte, estaban también
disconformes con lo que consideraban una excesiva intervención del Estado en la
economía. Un documento inédito de la UIA hablaba de “la burocratización total de
la vida económica [...] que conduce gradual pero persistentemente a la absorción
de la empresa privada por el Estado [...]”. La misma “toma varias formas pero,
para las actividades más importantes, casi siempre se resuelve en la obligada
transferencia de la propiedad del empresario privado al Estado”. Estos conceptos
parecían dejar traslucir que el gobierno de Illia era una antesala del de Fidel
Castro. (Ponencia de la UIA para la XXII Asamblea de Aciel a realizarse del 4 al
6 de junio de 1966.)
Mariano Grondona, gestor del golpe en numerosos artículos, señalaba dos días
después de haberse producido, las razones del mismo: “Arturo Illia no [había
comprendido] el hondo fenómeno que acompañaba a su encumbramiento: que las
Fuerzas Armadas, dándole el Gobierno, retenían el poder. El poder seguía allí,
en torno de un hombre solitario y silencioso [el general Onganía]. [...].
Siempre ha ocurrido así: con el poder de Urquiza o de Roca, de Justo o de Perón.
Alguien, por alguna razón que escapa a los observadores, queda a cargo del
destino nacional. Y hasta que el sistema político no se reconcilia con esa
primacía, no encuentra sosiego”. El gobierno había cometido el error de creer
que gobernaba cuando en realidad los votos de la elección de Illia seguían
siendo botas.
|
Pero la incógnita principal fue el
rol que Estados Unidos jugó en el golpe. Dos años antes, en 1964, el gobierno de
Washington había tenido una influencia decisiva en la caída del presidente
brasileño Joao Goulart, a quien consideraban un “extremista”. Existe la
transcripción de un diálogo entre el presidente Johnson y el secretario de
Estado adjunto para Asuntos Interamericanos Thomas Mann, el viernes 3 de abril
de 1964, tres días después de ese golpe. “Mann: Espero que Ud. esté tan feliz
respecto al Brasil como lo estoy yo. LBJ: Lo estoy. Mann: Pienso que es lo más
importante que ocurrió en el hemisferio en tres años” (tapes de la Casa Blanca,
1963-1964). En cambio, no surge de los documentos secretos que el Departamento
de Estado hubiera intervenido directamente en la caída del primer mandatario
argentino –en verdad no lo necesitaba–, pero estaba perfectamente informado de
la existencia de sectores militares y civiles opuestos a los lineamientos
programáticos de Illia y en procura de una oportunidad para provocar una
“intervención” militar desde muy temprano, incluso desde antes de su asunción,
en octubre de 1963. La carrera de Illia hacia los comicios de julio de 1963 se
había desarrollado en un clima político interno signado por la proscripción del
peronismo y de su líder, por lo que la UCR del Pueblo obtuvo la primera minoría
y la nominación de su candidato en el Colegio Electoral con apenas el 25 por
ciento de los votos. Este hecho cuestionaba la legitimidad de la victoria
electoral; una “marca de origen” que constituiría el “caballito de batalla”
permanente de la oposición política y, especialmente, de los sectores internos y
externos que ya desde el inicio de la nueva administración comenzaron a tejer la
trama conspirativa. El nuevo presidente accedería a la Casa Rosada con una
minoría parlamentaria, hostilizado por la sistemática oposición de la dirigencia
sindical y patronal y conviviendo con contradictorias tendencias conservadoras y
populistas dentro del propio radicalismo.
Las políticas desplegadas, sin agitar demasiado las aguas, rescataban
lineamientos básicos heredados de la intransigencia radical y del primer
peronismo, con un trasfondo internacional marcado por propuestas económicas
nacionalistas en boga en muchos países del Tercer Mundo. Esas orientaciones se
manifestaron a través de cierta resistencia a las imposiciones del FMI, la
concepción de un Estado inclinado al control y la planificación de la economía
–como en caso de los productos farmacéuticos–, así como a la atención
prioritaria al mercado interno. Se tomó también la decisión de denunciar y
anular los contratos petroleros firmados por el presidente Frondizi.
Por
supuesto, los servicios de inteligencia norteamericanos estaban bien informados
sobre los planteos golpistas y sus principales protagonistas. Así lo testimonia
un cable de la CIA al presidente norteamericano Lyndon Johnson, que se encuentra
en los archivos de su presidencia, localizados en Austin, Texas. Allí se daba
cuenta de la decisión de los altos mandos militares argentinos de promover el
golpe para el mes de julio, aunque la acción podía adelantarse si la “crisis
económica” se acentuaba. El informe reseñaba la “responsabilidad” y “seriedad”
de los objetivos del futuro gobierno militar y enumeraba entre los involucrados
a los generales Juan Carlos Onganía, Julio Alsogaray, Alejandro Lanusse y Osiris
Villegas (CIA, 2/6/66, Country Files, Argentine Memos, Vol. II, Box 6).
Finalmente, el levantamiento militar tuvo lugar el 28 de junio y el gobierno
surgido de la decisión golpista se autodenominó “Revolución Argentina”. El
“caudillo” soñado por Grondona fue nombrado presidente con el objetivo
primordial de mantenerse mucho tiempo en el poder: “un dictador es un
funcionario para tiempos difíciles”, afirmaba el inefable periodista. El nuevo
régimen pretendía imponer un proyecto de largo alcance, dotando al Estado de una
organización tecno-burocrática, que Guillermo O’Donnell denominó “Estado
Burocrático Autoritario”, capaz de poner fin a las pujas intersectoriales y
políticas locales en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional, que
privilegiaba el accionar en el orden interno por parte de las Fuerzas Armadas
contra los peligros del “extremismo” y la “disociación social”. Pero los tiempos
económicos, sociales y políticos que proponía no pudieron llevarse a cabo. A
través del Cordobazo la sociedad puso fin a esa forma criolla de
“pseudomonarquía”. Grondona debió postergar por un tiempo sus sueños
“caudillescos”, las Fuerzas Armadas se retiraron después de dos intentos
frustrados de continuar en el mando y Perón volvió finalmente a la Argentina. Se
abría una etapa vertiginosa cuyo desenlace dio paso al período más doloroso de
nuestra historia, que comienza en 1976. El golpe militar que lo precedió diez
años antes fue, sin duda, un primer ensayo.
Economista e historiador. Investigador superior del Conicet
Página|12, 28/06/10

Mentes
Cortas, bastones largos
Por Warren Ambrose
Ya han pasado treinta años de la Noche de los Bastones Largos. Ante el
aniversario del triste episodio, desde EXACTAmente intentamos colaborar con la
memoria mediante el particular testimonio de un científico estadounidense que en
ese momento se encontraba trabajando en nuestra Facultad. Warren Ambrose,
profesor de matemática del Massachusets Institute of Technology (MIT), vivió de
cerca la intromisión del gobierno militar de Juan Carlos Onganía en la autonomía
universitaria y, movido por este hecho, envió una carta al New York Times, cuyo
contenido se transcribe a continuación.
Carta de Warren Ambrose
Buenos Aires, Argentina, 30 de julio de 1966
The New York Times
New York, N.Y.
Estimados señores: Quisiera
describirles un brutal incidente ocurrido anoche en la Facultad de Ciencias de
la Universidad de Buenos Aires, y pedir que los lectores interesados envíen
telegramas de protesta al presidente Onganía.
Ayer el gobierno emitió una ley
suprimiendo la autonomía de la Universidad de Buenos Aires y colocándola (por
primera vez) bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación. El gobierno
disolvió los Consejos Superiores y Directivos de las Universidades y decidió que
desde ahora en adelante la Universidad estaría controlada por los decanos y el
rector, que funcionarían a las órdenes del Ministerio de Educación. A los
decanos y al rector se les dieron 48 horas de plazo para aceptar esto. Pero los
decanos y el rector emitieron una declaración en la cual se negaban a aceptar la
supresión de la autonomía universitaria.

La Razón 31 de julio de 1966,
clic para agrandar
|
Anoche a las 22, el decano de la
Facultad de Ciencias, Dr. Rolando García (un meteorólogo de fama internacional,
que ha sido profesor de la Universidad de California, en Los Angeles), convocó a
una reunión del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias (compuesto por
profesores, graduados y estudiantes, con mayoría de profesores) e invitó a
algunos otros profesores (entre los que me incluyo) a asistir a la misma. El
objetivo de la reunión era informar a los presentes la decisión tomada por el
rector y los decanos y proponer una ratificación a la misma. Dicha ratificación
fue aprobada por 14 votos a favor con una abstención (proveniente de un
representante estudiantil).
Luego de la votación, hubo un rumor
de que la policía se dirigía hacia la Facultad de Ciencias con el propósito de
entrar, que en breve plazo resultó cierto. La policía llegó y, sin ninguna
formalidad, exigió la evacuación total del edificio, anunciando que entraría por
la fuerza al cabo de 20 minutos (las puertas de la Facultad habían sido cerradas
como símbolo de resistencia -aparte de esa medida, no hubo resistencia-). En el
interior del edificio, la gente (entre quienes me encontraba) permaneció
inmóvil, a la expectativa. Había alrededor de 300, de los cuales 20 eran
profesores y el resto estudiantes y docentes auxiliares (es común allí que a esa
hora de la noche haya mucha gente en la Facultad porque hay clases nocturnas,
pero creo que la mayoría se quedó para expresar su solidaridad con la
Universidad).
Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas,
pero lo primero que escuché fueron bombas que resultaron ser gases lacrimógenos.
Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a gritos, pasar a una de las aulas
grandes, donde se nos hizo permanecer de pie, contra la pared, rodeados por
soldados con pistolas, todos gritando brutalmente (evidentemente estimulados por
lo que estaban haciendo -se diría que estaban emocionalmente preparados para
ejercer violencia sobre nosotros-).
Luego, a los alaridos, nos agarraron
a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron
pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de 10 pies
entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles, y que nos pateaban
rudamente, en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron
incluso a suficiente distancia uno del otro de modo que cada soldado pudiera
golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan
duramente como les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la
cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieran alcanzarme. Esta humillación fue
sufrida por todos nosotros -mujeres, profesores distinguidos, el decano y el
vicedecano de la Facultad, auxiliares docentes y estudiantes-. Hoy tengo el
cuerpo dolorido por los golpes recibidos, pero otros, menos afortunados que yo,
han sido seriamente lastimados. El profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo
radio-observatorio de La Plata recibió serias heridas en la cabeza; un
ex-secretario de la Facultad, de 70 años de edad, fue gravemente lastimado, como
así mismo Félix González Bonorino, el geólogo más eminente del país.

Publicidad acto de
recordación, 2006
|
Después de esto fuimos llevados a la
comisaría seccional en camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, después
del cual los profesores fuimos dejados en libertad, sin ninguna explicación.
Según mis conocimientos, los estudiantes siguen presos. A mí me pusieron el
libertad alrededor de las 3 de la mañana, de manera que estuve con la policía
alrededor de 4 horas.
No tengo conocimiento de que se haya
ofrecido ninguna explicación por este comportamiento. Parece simplemente
reflejar el odio del actual gobierno por los universitarios, odio para mí
incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han
estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las
universidades norteamericanas. Esta conducta del gobierno, a mi juicio, va a
retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones, entre las que se
encuentra el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país.
Atentamente.
Warren Ambrose
Profesor de Matemática en el
Massachusets Institute of Technology (MIT) y en la Universidad de Buenos Aires
CRONOLOGIA DE UNA UNA TRISTE HISTORIA
El 28 de junio de 1966 un golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía
derroca al pesidente Arturo Illia. Por la tarde el rector de la UBA, Hilario
Fernández Long, da a conocer una resolución de la Universidad en repudio al
golpe.
Como primera medida, el nuevo gobierno clausura el Congreso Nacional y prohibe
los partidos políticos.
Las universidades se convierten en
el próximo blanco: la intervención se hace inminente.
El viernes 29 de julio se difunde el decreto ley 16.912 que determina la
intervención, prohibe la actividad política en las facultades y anula el
gobierno tripartito (integrado por graduados, docentes y alumnos). Los rectores
deben convertirse en interventores delegados del Ministerio de Educación si
quieren seguir en sus puestos. Tienen 48 horas de plazo para decidir si aceptan
o renuncian.
La sede del Rectorado y las facultades de Arquitectura, Ciencias Exactas,
Filosofía y Letras, Ingeniería y Medicina, son ocupadas por autoridades,
profesores y estudiantes con el objetivo de resistir la violación de la
autonomía.
Ese mismo viernes por la noche, Onganía ordena a la Guardia de Infantería el
desalojo de las sedes tomadas, pese a que las 48 horas de plazo todavía no se
había cumplido. Comienza de esta manera la "Operación Escarmiento".
La represión se lleva a cabo con gases lacrimógenos, culatazos y bastonazos.
Resultado: 400 estudiantes y profesores detenidos; renuncian a sus puestos todos
los decanos de la UBA, y hacen lo mismo 1.400 docentes; trescientos científicos
se
Fuente: Revista EXACTAmente

Un
homenaje a Emilio Fermín Mignone
Intenso y lúcido protagonista
y privilegiado testigo del siglo XX
Por Néstor Fabián Migueliz
"Ha sufrido duramente, con su familia,
los dolores más fuertes
que se puedan haber sufrido en nuestro país.
Su dolor lo convirtió en obligación de lucha.
Lo comprendió así
y nada le impidió continuar su docencia cívica,
con las formas y características
que para él eran las más indicadas
para el bien de la sociedad
de la que es miembro"[1]
Ha transcurrido un poco más de seis años desde que este vecino lujanense nos
abandonara, aunque sólo físicamente, un 21 de diciembre de 1998. Abogado,
especializado en derecho público, ciencia política, política educativa y
científico-tecnológica, historia contemporánea, derechos humanos, y relaciones
entre religión y sociedad, sus 76 años de vida han resultado de un protagonismo
inusual y -al mismo tiempo- intensos como ha ocurrido con pocos hijos de Luján.
Además de las repercusiones periodísticas de su amplia trayectoria y actividad
pública, quedan -de su pluma, tan concisa, aguda y amena- firmes testimonios
documentales como numerosos libros, folletos, artículos, minutas y ensayos,
además de videos y cintas grabados.
1. Derechos humanos e iglesia. Más de una vez he leído y escuchado opiniones y/o
versiones absurdas y disparatadas las que -en una apretada generalización- dan
cuenta algunas acerca de la izquierdista ideología de nuestro evocado; otras
refiriendo que "Mignone fue uno de los que ‘hizo’ la noche de los bastones
largos"; para culminar leyendo a Hebe Pastor de Bonafini (referente de un sector
de "Madres de Plaza de Mayo") sostener que "Emilio Mignone era Estados Unidos,
el Buenos Aires Herald" y vinculándolo con la "banca Rockefeller"[2]
Atípico
comienzo para un recordatorio, que pretende otorgar al lector -especialmente a
quien no conoció a nuestro protagonista- una suerte de espontánea impresión
acerca de la inquieta y rica personalidad de quien fuera Emilio Fermín Mignone,
nacido el 23 de julio de 1922 en Luján, Buenos Aires, en el seno de lo que sería
una muy numerosa y ahora más que centenaria familia.
Testimonio de un católico practicante. En su libro "Iglesia y dictadura. El
papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar"
(Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986) -y en muchísimas otras publicaciones
y reportajes- Mignone dejó riguroso testimonio de las relaciones de la Iglesia
católica con el poder político ejercido entre 1976 y 1983, puntualmente juzgadas
desde la óptica de la debida y pastoral defensa de la vida humana y del respeto
a los demás derechos fundamentales.
No menos importantes resultan sus
análisis y propuestas sobre los vínculos entre la iglesia y el Estado, la
educación confesional, el vicariato castrense, la siempre polémica -y por muchos
desconocida- cuestión del financiamiento y sostén del culto, etc. Todo ello
fundado en sólidos argumentos constitucionales, canónicos e históricos (en
virtud de ello, llega a sugerir, en una eventual reforma constitucional -la
oportunidad fue en 1994- la reconsideración de la interrelación
"iglesia-cultos-estado"). Así, Mignone nos refiere "la prevalencia a lo largo
del tiempo de una actitud de subordinación con respecto al estado por parte del
cuerpo episcopal y en menor medida del clero y las organizaciones católicas. Esa
impronta, pese al proceso de secularización de la sociedad a partir de la década
del sesenta, mantiene su vigencia en el imaginario colectivo, en el seno de la
sociedad y en las posiciones de gobernantes y prelados"[3].
Egresado con el mejor promedio del
colegio de los Hermanos Maristas (Instituto Ntra. Sra. de Luján), en 1940 (como
figura en los boletines del alumnado), los lectores maduros recordarán
seguramente su posterior rol de dirigente del movimiento juvenil católico. Por
entonces, integró grupos de trabajo apostólicos notables, "capaz de llenar
estadios en el Congreso de la Juventud (1946) y prolongar acciones
formativo-educativas en un periodismo juvenil de avanzada, como el de Antorcha,
del que fue su primer director" (Alfredo M. Van Gelderen, 1993). Entre otras
cosas, en nuestra ciudad, fue el primer prosecretario, quien redactó los
estatutos y quien tramitó la personería de la legendaria "Fundación Ateneo de la
Juventud Lujanense", que posee la magnífica sede en 9 de Julio y Las Heras, y en
cuyo seno se promovieran tantas actividades en favor de la juventud)[4].
Herencia institucional para la defensa de los derechos del futuro. A partir de
la dictadura iniciada en 1976, merece destacarse (en conjunto con otros
abogados, como Augusto Conte, Boris Pasik y Alfredo Galetti) la creación (1979)
y -lo más importante- la supervivencia, la proyección y la extensión del campo
de acción del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), cuya presidencia
ejerció hasta su muerte. Sin dudas, Emilio Mignone fue "la figura central del
movimiento por los derechos humanos"[5], y su pionera -y muchas veces
dificultosa y cuando no arriesgada- labor inicial está hoy a la vista y con
creces. La prestigiosa organización no gubernamental cuenta hoy con una
dirección ejecutiva, diversas áreas (desarrollo institucional, litigio y defensa
legal, documentación y archivos, y comunicación), variados programas (memoria y
lucha contra la impunidad del terrorismo de Estado, violencia institucional y
seguridad ciudadana, derechos económicos, sociales y culturales, y justicia
democrática), un equipo de asistencia en salud mental y un proyecto de educación
para la ciudadanía. Integra, además, disímiles organizaciones internacionales de
juristas y tutelares de los derechos humanos, y reconoce el apoyo de diversas
fundaciones, universidades y asociaciones internacionales.
Ello ocurre en nuestro país, donde
-lamentablemente- cierta pretendida dirigencia ha procurado y aún procura -sin
suerte mucha, otra, sin convicción- construir y fundar instituciones políticas,
sociales, vecinales, culturales, etc. Es la que observamos moverse solamente con
afanes de figuración o al ritmo de las urnas, demostrando la incapacidad de
construir ideas-fuerza o instituciones más o menos perdurables, sobreviviendo a
las personas, y con posibilidades de proyección -desindividualizadas- hacia el
futuro.
Mignone avizoró, con la brillantez de un hombre de estado, que el movimiento de
derechos humanos –por intermedio de la acción de organizaciones serias,
pluralistas, democráticas y no fundamentalistas o hiperideologizadas- terminaría
ganando la batalla de "la verdad y la justicia". La realidad le da la razón,
cada día, con el avance de los procesos judiciales procurando evitar la
impunidad. Como bien se ha dicho, Augusto Conte y Mignone (aliados pioneros en
la fundación del CELS) conviertieron la ingenuidad que se reprochaban "en un
programa de acción, con el propósito de que algún día las instituciones
merecieran la confianza que habían depositado en ellas, para cambiarlas y
ponerlas a la altura de sus mentes limpias y sus corazones nobles" (Horacio
Verbitsky, 2004).
2. Educación y política universitaria. Con sólo 27 años, conduce políticamente
la enseñanza oficial bonaerense (1948-1952), con éxitos indiscutibles,
acompañando la eficaz gestión de Domingo A. Mercante-Julio C. Avanza. Promovió
desde dicha función la modernización de la legislación y fijó pautas para la
transfomación. Entre 1962 y 1967 se desempeñó como consultor-experto en
educación en la Organización de Estados Americanos, con residencia en
Washington.
Vuelto al país, entre 1968 y 1971 ejerce la función de subsecretario de
Educación de la Nación -bajo la dictadura de Juan C. Onganía- probando
nuevamente idoneidad y capacidad de gestión en la función pública.
A propósito de lo controvertido del caso, recuerdo un diálogo generado en medio
de un almuerzo televisivo a fines de los ’80 o al principiar la década del ’90.
"Dr. Mignone,... Ud. se arrepiente de haber participado -como funcionario- de un
gobierno de facto?", pregunta la actriz y conductora; a lo que nuestro convecino
contesta: "No me arrepiento,... me hago una autocrítica,... que no es lo mismo".
El hecho me dio la pauta de que Mignone se haría siempre cargo de lo que había
sido y de lo que había hecho...., lo que no es poco, y contrasta con algunas
otras actitudes -por cierto distintas- de otras personas públicas. Conozco otros
ex funcionarios de facto, que desempeñaron luego funciones electivas al llegar
la democracia, pero que han suprimido de su curriculum vitae oscuros períodos
vergonzantes -como una ex subsecretaria del orden nacional y lujanense- aún
cuando en el país algunos recién comenzaban a "descubrir errores" e -incrédulos
los más- "los horrores" de la última dictadura.
En
junio de 1973 fue designado rector-normalizador de la Universidad Nacional de
Luján por el ex presidente de la Nación, Héctor J. Cámpora, donde ejerce dicha
función –no sin dificultades, propias de la época- hasta la interrupción
constitucional de 1976. Cuenta muy bien la historia de Luján y su alta casa de
estudios, en la obra que la misma institución le encarga, recién en 1992, dando
un visionario panorama sobre la problemática universitaria el que se proyecta
adecuadamente hasta avanzada la década del ’90.
Sobre esto último -y revistiendo plena actualidad- escribe Mignone: "Si persiste
la política estatal en virtud de la cual las universidades nacionales recibirán
del estado un subsidio y, en el uso integral de su autonomía, podrán
distribuirlo libremente, hay que utilizar sin titubeos esa facultad para
conseguir los efectos deseados. Y por cierto, procurar formas adicionales de
financiamiento, tanto externas como provenientes de la misma comunidad
universitaria. Para ello hay que eliminar los tabúes que constituyen una
constante perniciosa de la política educativa argentina"[6]. Al respecto,
siempre comentaba que la mayoría de los dirigentes universitarios
(correligionarios míos, los más) -que tanto invocaban e invocan aún, en las
discusiones presupuestarias y/o sobre la autonomía- el "Manifiesto de la reforma
universitaria", de 1918, interpretaban erróneamente dicho texto y procuraban lo
que el documento nunca sostuvo.
Nunca abandonará el ámbito educativo (fue, en varias oportunidades, el candidato
del justicialismo universitario al rectorado de la importante Universidad de
Buenos Aires), dedicándose hacia el final de su vida -casi con exclusividad- a
la cuestión universitaria y a la enseñanza superior. Ejerce distintas funciones
académicas en diversos escenarios, públicos y privados, y de organizaciones
internacionales. Participa en los debates acerca de la legislación federal
educativa y de la educación superior, habiéndose incorporado antes a la Academia
Nacional de Educación (1993), hasta que la muerte lo encuentra en la estratégica
y muy reconocida presidencia de la imprescindible comisión nacional de
evaluación y acreditación universitaria -CONEAU- al final de 1998.
El rol estatal en la evaluación y acreditación universitarias. Refiriéndose al
desafío de la calidad, la pertinencia, la eficiencia y la equidad de la
educación, sostenía nuestro evocado que "uno de los riesgos que corre el país es
el de caer en un sistema educativo dual, particularmente en el nivel superior,
con la existencia de una formación supuestamente de excelencia -y digo
supuestamente porque mientras no exista un mecanismo de evaluación objetivo,
externo y transparente, nadie está en condiciones de garantizar nada- en
establecimientos particulares destinados a los pudientes, donde la calidad se
mediría por el costo de la matrícula; y de otra de segunda, tercera o cuarta
categoría para el resto de la población. Esto conduciría -continúa- al
desarrollo de una sociedad antidemocrática; sería suicida para la Nación por
cuanto la inteligencia no está distribuida solamente entre los ricos; y
contraría nuestra tradición histórica, fundada en la posibilidad de acceso a la
universidad de todas las clases sociales"[7]. Este acertado y lúcido diagnóstico
ratifica el necesario control de la autoridad pública en la materia; eso mismo
que el propio Mignone comenzó a hacer desde la conducción fundante de la CONEAU.
Bajo
su liderazgo (explicaba que procuraba -y lograba casi siempre- el consenso en
las decisiones de importancia), la Comisión "fue ganando el respeto de la
comunidad universitaria gracias a la severidad con que se juzgó a los proyectos
de creación de universidades poniendo freno a una década donde la ausencia de
sólidos controles permitió el aumento de universidades de irregulares
condiciones "[8].
3. La realidad nacional y la política. Harto conocida resulta la filiación
peronista de nuestro convecino, sólo resquebrajada ante el manifiesto y violento
enfrentamiento entre las autoridades públicas y la Iglesia Católica (1953-1955)
y -quizá- ante la normalización institucional de 1983. En dicha oportunidad, el
candidato presidencial del justicialismo (Italo A. Luder) se manifestó a favor
de la denominada ley de autoamnistía -dictada en las postrimerías del régimen
militar- ante el mayoritario rechazo de varios partidos políticos; entre ellos,
la luego triunfante Unión Cívica Radical con Raúl Alfonsín a la cabeza.
Hacia noviembre de 1972, acompañó -como tantos y famosos militantes- el regreso
al país del ex presidente Juan Domingo Perón, luego de su exilio de 17 años,
viajando en el Giuseppe Verdi de Alitalia. "Sin que ellos lo supieran, viajaban
en el charter todos los presidentes peronistas del siglo XX: además de Perón,
Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Isabel Perón y Carlos Menem"[9].
El periodismo de opinión y de tribuna no le fue ajeno: fundó y dirigió en su
ciudad natal La Voz de Luján aunque de corta vida (resulta interesante recorrer
algunas páginas y contenidos que resultan pioneros en materia de derechos
fundamentales y su reconocimiento y protección internacional), en 1956. Luego,
su carácter de colaborador y columnista en distintos medios y revistas, como el
diario Página 12 (en plena ultima dictadura, 1982, aguardaba con ansiedad su
columna en La Voz -que dirigía Vicente L. Saadi, luego titular del Justicialismo
en el orden nacional- para informarme y leer opiniones que desafiaran aquel
monocorde discurso de la información oficial).
Las responsabilidades públicas desempeñadas -prematuras algunas, como hemos
visto-, su protagonismo en muchas decisiones y, especialmente, su calificada
óptica (dada su excelente formación) sobre problemas y soluciones, convirtieron
a Mignone en crítico y agudo observador de la realidad argentina. Como resulta
lógico, con la madurez alcanzada con la edad, las experiencias que dejan los
hechos vividos, los sufrimientos y dolores, su opinión fue creciendo en
quilates. Su palabra, con el tiempo, se jerarquizó y resultó aún más valorada
fuere quien fuere el destinatario.
Michael Shifter escribe que -llegado a la Argentina varias veces, a partir de
1987- optaba por principiar y culminar su labor con entrevista previa y final
con nuestro protagonista:
"En nuestra primera conversación, Emilio no solamente me explicó lo que decían
las leyes (se refiere a las denominadas "de punto final" y de "obediencia
debida"), sino que me las puso en perspectiva y me aclaró su importancia. Lo
hizo juiciosa y brillantemente, sin mostrar ningún atisbo de sus propios
intereses o de rencor. De alguna manera, y aparentemente sin esfuerzo, encontró
el balance adecuado entre los principios morales, de un lado, y las
consideraciones pragmáticas, del otro....
No sólo quería comenzar mi trabajo hablando con quien tenía la más lúcida,
ilustrada y confiable interpretación de lo que ocurría en ese país, sino que
quería, además, tener la oportunidad, antes de irme, de cotejar mis impresiones
de lo que había percibido y de escuchar lo que él pensaba. Hablar con Emilio
-continúa- era mi forma de buscar que mis apreciaciones estén intelectual y
moralmente centradas. Nunca me decepcionó"[10].
Respecto a la actitud de la dirigencia política con relación a las peores
secuelas de la dictadura 1976-1983, el evocado sostenía que "la clase política
se encontró en general alejada del movimiento por los derechos humanos en los
años más álgidos de la represión. Era difícil obtener representantes oficiosos
en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. El único interés de la
mayoría de los dirigentes partidarios se centraba en la posibilidad del llamado
a elecciones y estaban convencidos que esto era sólo posible negociando con los
militares".
A mediados de los ’80, el ahora
senador Rodolfo H. Terragno, escribía: "Emilio Mignone estremece a quien lo oye
narrar ahora el tránsito de la incredulidad al asombro:
‘Hasta hace unos meses, casi todos
mis vecinos pensaban que yo estaba loco, o que era un mentiroso. Desde que me
dejaron aparecer por primera vez en televisión, hay gente que me abraza en la
calle y, con lágrimas en los ojos, me dice: ¡Dios mío! ¡Usted tenía razón!"
(Memorias del Presente. Edit. Legasa, 1987).
Sobre la reforma constitucional de 1994 y el consenso del Pacto de Olivos,
Mignone escribió, a manera de balance:
"Muchas de esas objeciones provienen de una ignorante o interesada idealización
del pasado y una falta de esperanza en el porvenir. Ni los constituyentes de
1853, de 1860, o de 1957 fueron todos eminentes constitucionalistas, como ahora
se pretendía, ni entre los 305 representantes de 1994 faltaban personalidades
cultivadas en esa disciplina. En 1853 el más conspicuo inspirador de su texto,
Juan Bautista Alberdi, estaba en Europa y no integró la convención..... El
tiempo, que permite advertir los resultados de las acciones de los hombres, dirá
si tuvieron o no razón. Y nos enseñará si los protagonistas de este episodio
fueron o no por una motivación patriótica, sin perjuicio de la salvaguardia de
sus intereses políticos concretos, porque ello es un ingrediente inseparable de
la naturaleza humana"[11].
4. Impresiones. Conocí personalmente a Mignone en febrero de 1982, seguramente
mucho más tarde que un buen número de lectores de este recordatorio, y en
especial, de vecinos lujanenses. Fue en ocasión en que cursaba (junto a su
sobrino y querido amigo, Luis Alberto Mignone) el ingreso a derecho en la
Universidad de Buenos Aires. Recuerdo también aspectos y las repercusiones
periodísticas de su arbitraria detención -un año antes- previo allanamiento a la
sede del CELS y a su domicilio (de donde la Policía Federal se llevó
documentación y papeles, folletos y libros), por orden de un juez federal[12].
No eran momentos fáciles; ni para
Mignone -que tenazmente buscaba a su desaparecida hija Mónica, como tantos
familiares de detenidos-desaparecidos- ni para el país, sumergido en una grave
crisis moral, política, social y económica. Lo cierto es que, en pocos días, el
objetivo panorama argentino cambió radicalmente: la ocupación irracional y la
derrota posterior en Malvinas -con sus consecuencias institucionales- que
derivaría luego en la normalización democrática de 1983.
Cuando podíamos, asistíamos al departamento de Avda. Santa Fe al 2900, y no
costaba mucho ver lucir las paredes con las amenazantes leyendas del estilo:
"Mignone.. te va a pasar lo mismo que a tu hija", o de similar contenido. Cuando
no estaba ocupado (muy pocas veces), siempre algún intercambio de palabras, o la
pregunta típica de Emilio: "Y qué opinan de esto,... o aquello -política, casi
siempre- dos jóvenes alfonsinistas como ustedes ?", aludiendo así a nuestra
militancia partidaria juvenil en el centenario partido. Pero lo cierto es que
Mónica no apareció -como tantos miles- y toda la conocida historia hasta esta
parte.
El 5 de septiembre de 1998, Emilio Fermín Mignone ilustró a los lujanenses con
una atípica, rica y curiosa conferencia sobre la historia del lugar (cuyos ejes
fueron las personalidades y las acciones de Ana de Matos, Juan de Lezica y
Torrezuri, el R. P. Jorge M. Salvaire y Enrique Udaondo). Lo invitaron los
amigos del Museo histórico para celebrar -junto a otros disertantes de renombre-
el 75° aniversario del complejo. Poco tiempo después, la desaparición física.
Varios lugares públicos lo recuerdan: en nuestra ciudad, en distintos puntos del
país y del exterior. Un fallo de la Suprema Corte federal (del año 2002)[13]
lleva su nombre (por la modalidad de la carátula judicial, aunque accionara
representando al CELS): se trata de una acción de amparo que procuró y logró
"garantizar el derecho de sufragio (Art. 37 de la C. N.) de las personas
detenidas sin condena en todos los establecimientos penitenciarios de la Nación,
en condiciones de igualdad con el resto de los ciudadanos". Todo un símbolo.
".... Puso el servicio humanitario por encima de pasiones políticas y jamás dejó
de lado sus ideales de justicia y de libertad, que impulsó en la época más
sangrienta de la Argentina.... Por su trayectoria en la lucha por los derechos
humanos bajo regímenes dictatoriales, es un ejemplo para todos aquellos quienes
de alguna manera hemos enfrentado situaciones similares"
Roberto Cuéllar M.
director ejecutivo
Instituto Interamericano de Derechos Humanos
San José, Costa Rica, agosto de 2001
Luján, enero de 2005.-
Notas
y bibliografía.
[1] Alfredo M. van GELDEREN. Presentación y palabras de bienvenida en acto de
incorporación -como miembro académico- a la Academia Nacional de Educación, 4 de
octubre de 1993.
[2] Reportaje en 1988 / Asociación Madres de Plaza de Mayo. Sitio web
www.madres.org.ar.
[3] "Dictadura e iglesia en Quilmes. Contexto para una investigación". Revista
de Ciencias Sociales (Papeles de Investigación. Publicaciones). Universidad
Nacional de Quilmes, 1996, (en sitio web www.argiropolis.com.ar
/documentos/investigacion/publicaciones).
[4] Recuerdo vivamente testimonios relatados, en Luján, por Héctor "Pelito"
Calzetta (presidente, muchos años, de la institución), Andrés J. "Tito" Casset,
Arturo Monteiro y Carlos A. Mignone.
[5] Horacio VERBITSKY. "El legado de Mignone". Diario "Página 12". 9 de
noviembre de 2004. Ver también sitio web del Cels (www.cels.org.ar )
[6] "Universidad Nacional de Luján. Origen y evolución". Secretaría de Bienestar
y Extensión Universitaria / UNLu. Editorial UNLu, 1992.
[7] Academia Nacional de Educación. "Educación en los años ’90: el desafío de la
calidad, la pertinencia, la eficiencia y la equidad", en el tomo "Reflexiones
para la acción educativa". Incorporaciones, presentaciones y patronos,
1993-1994. Buenos Aires,1995.
[8] "Mignone, acompañado por figuras de reconocida trayectoria académica, debió
soportar durante ese tiempo las presiones ejercidas por legisladores de los
partidos mayoritarios en favor de algunas instituciones", en EDUCYT. "Los nuevos
pasos de la Coneau" (en sitio web www.fcen.uba.ar, 1999.
[9] Homenaje a la Militancia Peronista (en sitio web www.causapopular.com.ar),
2004
[10] Organización de Estados Americanos. Discurso homenaje ante su
fallecimiento, Washington, 1999.
[11] "Constitución de la Nación Argentina, 1994. Manual de la reforma".
Editorial Ruy Díaz, 1995
[12] El procedimiento, absurdo, privó de la libertad a los detenidos durante
varios días, se hizo invocando "la Seguridad del Estado" y estudiando "la
vinculación de los procesados con determinados movimientos subversivos de
proyección internacional", hecho que originó reacciones e irónicos comentarios
dada las personalidades de los detenidos.
[13] CSJN. Fallo (3ra. Instancia) en "Mignone, Emilio Fermín s/ promueve acción
de amparo", 9 de abril de 2002; que declaró la inconstitucionalidad del inciso
d) del Art. 3 del Código Nacional Electoral, con fundamento en la Constitución
reformada y en los tratados internacionales de jerarquía constitucional (según
ese mismo texto de 1994).
Fabián MIGUELIZ
nfmigueliz@hotmail.com
www.ilustrados.com

Oscar
Varsavsky
En una charla pronunciada en la Universidad Central de Venezuela en Junio de
1968, el Dr. Oscar Varsavsky vuelve sobre sus pasos, retoma viejos conceptos y
propone nuevos desafíos a la luz de la historia. Son palabras que tienen el
valor de haber sido pronunciadas a partir de una historia de vida y de su
posterior análisis, profundamente crítico. Para situarnos ante estos hechos, la
historia nos remite a 1955 cuando se encamina la denominada Renovación de la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Buenos Aires hasta que la policía
entró a repartir palos a estudiantes y profesores en Julio de 1966, inaugurando
lo que se daría en llamar "la noche de los bastones largos".
Las palabras de Varsavsky resumen con crudeza los problemas encarnados en
nuestro sistema de ciencia y tecnología, en nuestras universidades y en sus
propios actores, en tanto profesores o estudiantes, y tienen la extraña virtud
de llegar a nuestros días sin perder vigencia, muy por el contrario, sus
palabras siguen describiendo con total precisión lo que aún vivimos y padecemos.
Finalmente, sólo nos resta advertir
que en este artículo se superponen tres tiempos históricos: la experiencia
desarrollada en la Facultad de Ciencias de la UBA desde el ’55 al ’66; el
análisis crítico a la luz de lo realizado en otro tiempo (1968) y lugar
(Venezuela); y nuestro propio tiempo sobre el cual impactan desafiantes estas
palabras.
Ahora si, por mucho mal que nos pese, sostiene Varsavsky...
Sobre la necesaria renovación
académica
(...) Empeñados en realizar una renovación académica han llegado a la conclusión
que, aun sin discutir a fondo cual es el papel de una Facultad de Ciencias en un
país subdesarrollado, hay una cosa segura: para desempeñar bien su papel debe
formar profesionales y científicos serios, responsables, capaces de utilizar
todos los instrumentos que la ciencia y la técnica ponen a su disposición y de
crear los que necesiten y aún no existan. Rechazar en cambio el concepto de
Facultad que se limita a otorgar títulos académicos como recompensa a los
alumnos que han tenido la habilidad o la paciencia de aprobar sus exámenes
Esto les ha señalado claramente uno
de los enemigos naturales de la renovación: el profesor anticuado, incapaz o
desinteresado, que por desgracia abunda en nuestras universidades, y que no
cumple ni remotamente con su misión formadora, porque no sabe o porque no le
importa.
Sobre fósiles y cientificistas

Sergio Moreno y otros - La noche de
los bastones largos (la calidad gráfica no es buena, pero el documento es
perfectamente legible, pdf 4,4 Mb)
|
En toda acción es muy cómodo
identificar al enemigo: la táctica, las victorias, las derrotas, todo se hace
más claro y fácil. Yo estoy de acuerdo en que esos profesores "fósiles" son un
enemigo que hay que vencer, y ojalá tengan pleno éxito en esa tarea. Pero quiero
hablarles de otro enemigo no tan fácilmente identificable, puesto que en
ocasiones como ésta aparece incluso como un aliado, pero que luego resulta más
peligroso que el otro, más eficiente en la tarea de impedir a la Universidad
realizar su verdadera misión.
(Tomando como referencia a la renovación que se hizo en la Facultad de Ciencias
de Buenos Aires, en el período 1955-1966) Pensando siempre en el primer enemigo,
quisimos pues asegurarnos de que sólo "buenos científicos" iban a ganar los
concursos. Si se tomaba en cuenta como antecedente la antigüedad en la docencia
o los títulos académicos habituales en el país, se nos volvían a meter los
fósiles. El criterio debía ser la actividad científica, pero ¿cómo se mide? La
unidad de medida propuesta fue la de más prestigio en el hemisferio Norte: el
"paper", el artículo publicado en una revista extranjera, porque las nacionales
no daban suficiente garantía de calidad.
Todos aceptamos ese criterio. Poco a poco, sin embargo, algunos empezamos a
darnos cuenta de ciertas tristes realidades de la vida científica. Encontramos
que en algunos campos, como Biología, donde el nivel internacional es muy
desparejo, hay revistas extranjeras dispuestas a publicar prácticamente
cualquier cosa. Una mala descripción de un alga de la Patagonia o cualquier otra
trivialidad podía hacerse publicar en alguna revista internacional, con tal de
tener algún conocido en el cuerpo editor.
En otro tipo de ciencias, como la Física, descubrimos gente que habiendo
aprendido en el exterior una técnica todavía no muy difundida en el mundo, se
hacía comprar el aparato correspondiente al volver al país y se ponía a aplicar
esa técnica a muchas sustancias diferentes. Hay miles de moléculas que se pueden
analizar por resonancia paramagnética, por ejemplo: cada una de ellas puede
producir un paper, cuyo valor puede ir desde infinito a cero, o incluso ser
negativo. La persona que había tenido la habilidad de dedicarse a eso aparecía
entonces con antecedentes mucho mejores que otras de gran capacidad pero que
sólo escribían un paper cuando tenían algo decentemente original que decir.
Lo ridículo del caso es que allá igual que aquí, nosotros conocíamos
perfectamente a todos los que se presentaban a concurso, porque habían sido
colegas, compañeros, o alumnos nuestros, y podíamos decir de antemano sin
equivocarnos cuáles de ellos iban a ser útiles, quiénes iban a formar escuela,
quiénes iban a enseñar con interés, como verdaderos maestros, quiénes se iban a
preocupar por los problemas del país, sin descuidar por ello el rigor
científico. Y sabíamos por otra parte quiénes estaban simplemente haciendo su
carrera profesional en la ciencia y ponían todos sus esfuerzos en cumplir con
ese requisito formal del paper, eludiendo toda otra actividad, incluso la
enseñanza.
Sobre los papers
Hacer un paper no es tan difícil. Yo diría que cualquier graduado de esta
Facultad puede publicar en una revista extranjera sin mucho más esfuerzo
científico que el que hizo para graduarse, siempre que haya conseguido un
"padrino" extranjero que le haya dado un tema que tenga algo que ver con las
corrientes de moda. Eso se consigue yendo becado al exterior, y es muy fácil
equivocarse al asignar becas.
Sobre la "carrera científica"
(...) La ciencia, por su gran prestigio, se ha convertido en una profesión
codiciada y en ella hay que hacer carrera de cierta manera, ya estandarizada por
normas internacionales. El éxito consiste en publicar papers, asistir a
congresos y simposios, recibir visitas de profesores extranjeros, ser invitado a
otras universidades como profesor visitante. Esta carrera requiere una técnica y
un cierto umbral de capacidad y preparación. Pero la inteligencia no es un
elemento decisivo, salvo en el caso de genios, y este caso lo dejamos de lado
porque sobre genios no hay ninguna regla general que valga. Para el investigador
común, el elemento decisivo para adquirir "status" en la carrera científica es
un tipo de habilidad muy similar al "public relations". Tal como en la
competencia comercial, a menos que lo que se venda sea muy, muy malo o muy, muy
bueno, es más importante saber vender que preocuparse por la calidad del
producto. Esto puede parecer exagerado, y cuando yo publiqué mi primer paper,
hace 25 años, me hubiera parecido una herejía, pero la experiencia me ha hecho
cambiar de opinión.
Por
supuesto, no todos los que tienen éxito en esta carrera científica son simples
buscadores de prestigio, si no, la ciencia estaría estancada y no lo está. Pero
tampoco progresa tan maravillosamente como se dice: tengan en cuenta que desde
Aristóteles hasta Einstein hubo menos científicos en total que los que hoy viven
y publican papers, y sin embargo en los últimos cuarenta años ninguna ciencia,
salvo la Biología, produjo ideas, teorías o descubrimientos geniales corno los
que asociamos a los nombres de Darwin, Einstein, Schrodinger, Cantor, Marx,
Weber e incluso Freud. Los grandes adelantos han sido técnicos, inpublicables en
revistas de "ciencia pura": computadores, bomba atómica, satélites, propaganda
comercial.
No está claro que el actual diluvio de papers ayude mucho al progreso de la
ciencia, y por lo tanto no es válido en general el argumento de los que se
niegan a "perder tiempo" enseñando porque dicen que sus investigaciones son más
importantes. Eso puede ser cierto en un caso cada mil, no más.
Sobre el cientificismo
El cientificismo es la actitud del que, por progresar en esta carrera
científica, olvida sus deberes sociales hacía su país y hacia los que saben
menos que él.
Pero este peligro no lo vimos al principio, y seguimos preocupados
exclusivamente con el otro, el de los fósiles, incapaces siquiera de ser
cientificistas. Así, otra medida de seguridad que tomamos fue la de incluir
científicos extranjeros en los jurados. Todavía no me explico cómo pudimos
cometer semejante error.
Los científicos extranjeros son capaces -si están bien elegidos- de juzgar entre
un paper "moderno" y uno anticuado, y siempre votaron en contra de los fósiles.
Pero cuando se trataba de elegir entre dos candidatos científicamente
aceptables, usaban sus propias normas, válidas en sus propios países, y optaban
por el que había publicado un poco más, o se ocupaba de un tema más de moda, sin
tomar en cuenta dos cuestiones esenciales: que en Sudamérica es tanto o más
importante formar las nuevas generaciones de científicos que hacer investigación
ya, y que la investigación que se haga debe servir al país a corto o mediano
plazo. Esos criterios ideológicos, estos juicios de valor, no eran compartidos
por los jurados extranjeros, y muchas veces nos obligaron a nombrar profesor a
un cientificista dejando de lado a jóvenes también capaces de investigar, pero
más conscientes de sus deberes sociales.
El resultado práctico de nuestros esfuerzos fue que "triunfamos", digámoslo
entre comillas (muchas personas siguen creyendo lo mismo; yo no). En la mayoría
de los casos, los fósiles fueron derrotados y en muy poco tiempo la Facultad de
Ciencias de Buenos Aires fue considerada un ejemplo de ciencia moderna en
Sudamérica; se multiplicó el número de papers producidos, nuestros alumnos
hacían siempre un brillante papel en las universidades extranjeras a donde iban
becados y cuando llegaba un profesor visitante siempre nos encontraba al día en
todos los temas de moda.
Lo que conseguimos fue estimular el cientificismo, lanzar a los jóvenes a esa
olimpíada que es la ciencia según los criterios del Hemisferio Norte, donde hay
que estar compitiendo constantemente contra los demás científicos, que más que
colegas son rivales. Y como esa competencia continua no es el estado ideal para
poder pensar con tranquilidad, con profundidad, no es extraño que ninguno de los
muchos papers publicados por nuestros investigadores desde 1955 haya hecho
adelantar notablemente ninguna rama de la ciencia. Si no se hubieran escrito, la
diferencia no se notaría.
A
cambio de ese ínfimo aporte a la ciencia universal, encontramos que estos
cientificistas no atendían a los alumnos, o peor, implantaban un criterio
aristocrático en la Facultad: elegían algunos buenos alumnos porque los
necesitaban como asistentes para su trabajo, y se dedicaban exclusivamente a
ellos. Los demás eran considerados de casta inferior y debían arreglarse como
pudieran.
(...) En realidad, uno de los motivos que hace tan atrayente el cientificismo es
que es muy fácil: no hay que pensar en cuestiones realmente difíciles por sus
muchas implicaciones. A uno lo envían recién graduado a una universidad
extranjera y allí su jefe le dice qué artículos tiene que leer, qué aparatos
tiene que manejar, qué técnicas tiene que usar y qué resultados tiene que tratar
de obtener. Si trabaja con perseverancia, consultando cuando se le presenta
alguna dificultad, se graduará sin duda de "científico", y volverá a su país a
tratar de seguir haciendo lo mismo que aprendió o algo muy relacionado con eso.
Sobre la alienación, el seguidismo y la imitación de nuestros jóvenes
científicos... y de los no tan jóvenes
Poco a poco la Facultad se fue transformando en una sucursal de las
universidades del Hemisferio Norte. En nuestros laboratorios trabajaba gente
joven, muy capaz, becada al Hemisferio Norte apenas graduados, que habían
recibido allí un tema de trabajo, y ahora de regreso en el país seguían con ese
tema porque era lo único que sabían bien y lo único que les permitía seguir
publicando; eran muy jóvenes, no tenían una experiencia amplia y no querían
desperdiciar esa capacidad tan específica que habían adquirido. Se mantenían en
contacto mucho más estrecho con las universidades del exterior que con las
nuestras: todos sus canales de información estaban conectados hacía afuera. Y
desgraciadamente dimos el ejemplo a las demás universidades e institutos
científicos del país y llegamos a extremos escandalosos: una escuela de Física y
un instituto de investigaciones sociológicas ubicados en los Andes patagónicos,
una hermosa zona de turismo aislada del resto del país, pero adonde los
profesores extranjeros iban encantados durante sus vacaciones de verano porque
podían combinar ciencia con esquí.
Lo que obtuvimos, pues, fue una alienación, un extrañamiento de todos esos
jóvenes que habíamos preparado con tanto cuidado, luchando durante años para
conseguirles fondos, para crear el Consejo de Investigaciones Científicas y
Técnicas que dio y da becas, subsidios, complementos de sueldo con un criterio
aún más cientificista que el nuestro. Toda esa gente, aun quedándose en el país,
cortaba sus lazos con él y se vinculaba cada vez más al extranjero. Algunos
terminaban yéndose al Hemisferio Norte definitivamente, pero ese no era el
problema más grave. Más problema eran los que se quedaban pero se ocupaban sólo
de temas que interesaban a los Estados Unidos o a Europa. Cuestiones de ciencia
aplicada que interesaran al país no se investigaban. Problemas de ciencia pura
que pudieran tener alguna ramificación beneficiosa para el país, no se veían.
Que pudieran ser un aporte significativo para la ciencia universal, no
aparecieron.
En cambio teníamos una especie de colonización científica; todos nuestros
criterios, nuestras medidas de prestigio, los valores e ideales de nuestros
muchachos más inteligentes, estaban dados por patrones exteriores, aceptados sin
análisis, por puro seguidismo e imitación.
Sobre inesperados apoyos

Periódico CGT de los Argentinos Nº 55, febrero 1970
|
Sin embargo, había algunos
síntomas significativos. Empezamos a obtener apoyos inesperados e indeseados. Al
comienzo, en el año 55, éramos todos considerados comunistas por la embajada
norteamericana, pero esa actitud fue cambiando y nos encontramos recibiendo
apoyo de las fundaciones -Ford, Rockefeller, Carnegie, todas- la National
Academy of Science, el National Institute for Health; hasta recibimos un
subsidio de la Fuerza Aérea norteamericana para hacer un estudio meteorológico.
A algunos de nosotros esto nos obligó a pensar qué era lo que estaba sucediendo,
por qué tanto interés, tanta amistad con nosotros de golpe. Y llegamos a la
conclusión de que estábamos haciendo un buen negocio para ellos: que nuestra
producción científica era tan parecida a la de ellos que les convenía apoyarnos.
Cuando nuestros radioquímicos completaron una serie de tablas con propiedades de
los radioisótopos, no hicieron una obra científica original -no formularon
ninguna idea nueva- pero hicieron un trabajo de rutina delicada, muy útil para
la ciencia del Norte y recibieron por ello muchas palmadas de agradecimiento.
Como ese hay otros muchos ejemplos, pero tal vez el máximo beneficio que el
Hemisferio Norte saca de este apoyo al cientificismo es que nos hace depender
culturalmente de ellos. Si los universitarios, la gente de la cual salen los
cuadros dirigentes del país, se acostumbran a aceptar el liderazgo científico, y
por lo tanto tecnológico del Norte, les será mucho más difícil rebelarse contra
la dependencia económica y política. De ahí el interés de muchas entidades del
Norte en apoyar nuestros esfuerzos en pro de la modernización de la enseñanza, y
en contra de los profesores fósiles y los métodos anticuados.
Sobre la educación y la independencia cultural
(...) Si un país es algo diferente de los demás es porque tiene una cultura
propia, es decir hábitos de vivir, de pensar, de trabajar, tradiciones y valores
propios. Esa cultura se forma en gran parte a través de la educación, y por eso
la educación es lo último que puede entregarse a otro país, cualquiera que sea.
Si en nuestra vida cotidiana, en nuestra ciencia y nuestro arte imitamos a los
EEUU, es inútil que tengamos un ejército propio y elecciones presidenciales:
seremos igual una colonia, y con menos probabilidades de liberarnos que hace 150
años, porque estaremos satisfechos con nuestra manera de vivir. El colonialismo
cultural es como un lavado de cerebro: más limpio y más eficaz que la violencia
física.
Si un país sudamericano quiere ser realmente libre, y no un estado libre
asociado, tiene que tener su propia política educativa, dirigida mal o bien por
sus ciudadanos. Si son inteligentes tendrán grandes éxitos y serán admirados por
el resto del mundo; si no, serán al menos lo que ellos han querido ser.
En resumen, la independencia cultural debe ser nuestro objetivo permanente, en
todos los campos de la cultura, desde las series de TV hasta la ciencia pura.
Independencia cultural significa dos cosas: obligación de crear, y derecho a
elegir. De lo que se hace en el Norte vamos a elegir lo que nos parezca
conveniente; vamos a tomarnos esa gran responsabilidad. Y vamos a tratar de
crear lo que falta.
Sobre la verdad, la universalidad y la importancia en la ciencia
Se nos dice que la ciencia debe interesarnos, porque la ciencia está formada por
verdades, y lo que es verdad en Nueva York también es verdad en Caracas. Esto
hay que aclararlo.
Lo que ocurre es que la verdad no es la única dimensión que cuenta: hay verdades
que son triviales, hay verdades que son tontas, hay verdades que no interesan a
nadie. "Una frase significa algo sí y sólo sí puede ser declarada verdadera o
falsa", afirma una escuela filosófica muy en boga entre los científicos
norteamericanos. Yo no creo eso: hay otra dimensión del significado que no puede
ignorarse la importancia. Es cierto que un teorema demostrado en cualquier parte
del mundo es válido en todas las demás, pero a lo mejor a nadie le importa. Eso
me ha pasado a mí con muchos teoremas que yo he demostrado. Son verdaderos pero
creo que el tiempo que gasté en demostrarlos lo pude haber aprovechado mejor. No
significan nada.
Para
eso hay una respuesta habitual: "no se sabe nunca; tal vez dentro de diez años
ese teorema va a ser la piedra fundamental de una teoría más importante que la
relatividad o la evolución". Bueno, sí, como posibilidad lógica no se puede
descartar, pero ¿cuál es su probabilidad? Porque si es muy cercana a cero no
vale la pena molestarse. Además, seamos realistas: si un teorema que yo descubro
hoy y que nadie lee ni le importa, dentro de diez años resulta importante, es
seguro que el científico que lo necesite para su teoría lo va a redescubrir por
su cuenta, y recién mucho después algún historiador de la ciencia dirá "ya diez
años antes un señor allá en Sudamérica había demostrado ese mismo teorema". No
tiene mucha importancia eso para la ciencia universal. Ese valor potencial que
tiene cualquier descubrimiento científico es el que tendría un ladrillo arrojado
en cualquier lugar del país, si a alguno se le ocurriera construir allí una
casa, por casualidad. Es posible, pero no se puede organizar una sociedad, ni la
ciencia de un país con ese tipo de criterio. Hay que planificar las cosas. No
todas las investigaciones tienen la misma prioridad; ellas no pueden elegirse al
azar ni por criterios ajenos.
Sobre la originalidad en ciencia
Elegir en vez de aceptar no es fácil. Crear, mucho menos. La Ciencia parece a
primera vista un cuerpo tan completo y perfecto que uno se descorazona
fácilmente ante la tarea de innovar. Sin embargo, todos están de acuerdo en que
dentro de un siglo la ciencia habrá descubierto campos, teorías y métodos
totalmente nuevos. Eso significa que la ciencia de hoy no está cubriendo todos
los campos posibles. Hay un horizonte inmenso de nuevas posibilidades.
(...) El deseo de crear, de ser originales, tropieza con dificultades cada vez
mayores a medida que se trata de una ciencia más básica.
Pero la originalidad no puede ser el único criterio. Eso corresponde a la
ideología de que la ciencia es un juego y que el científico puede elegir el tema
que le divierta más, porque su recompensa es el placer que experimenta al
dedicarse a ese juego. Esa ideología se lava las manos de los problemas sociales
y por eso debemos rechazarla.
Intentemos por lo menos una respuesta tentativa a este problema de hacer ciencia
autónoma pero con un contenido social.
Yo creo que lo que tiene que hacer un país subdesarrollado es integrar la
actividad científica alrededor de algunos grandes problemas del país. Y la
Facultad de Ciencias tiene que orientar su enseñanza para que eso sea posible.
Afirmo que con ese método de trabajo se conseguirá que la Universidad contribuya
mejor al desarrollo del país y que no se haga seguidismo científico.
Sobre la "ciencia del Norte"
Les recuerdo además una característica propia de la ciencia del norte, y es que
allí es muy raro el trabajo en equipo, justamente porque la filosofía de la vida
en Estados Unidos requiere una alta competitividad individual. Cada científico
tiene que firmar él su paper, porque si no ha publicado tantos por año pierde su
contrato en la Universidad a favor de otro que publicó más. Hay una resistencia
muy grande a hacer un trabajo en el que haya cierta dosis de, digamos,
generosidad colectiva con respecto a las ideas y a los papers. Es muy difícil
plantear allá un trabajo grande, cuyos resultados pueden tardar 3, 4 ó más años
en aparecer, y cuando aparezcan estarán firmados por muchas personas. Eso no
sirve para hacer carrera científica en Estados Unidos, y no se hace salvo cuando
no hay más remedio: cuando hay guerra, en las industrias de defensa, en la
industria espacial. Allí sí; cuando hay que hacer la bomba atómica se reúnen
todos los cráneos necesarios y se hace. Pero no es lo usual; ellos no están
preparados ideológicamente para trabajar en equipo. Yo no sé si nosotros lo
estamos, pero es un camino promisorio y deberíamos probarlo.
Sobre el tema científico que mayor importancia debiera tener
Es el estudio de la estrategia de desarrollo que más conviene al país. Partiendo
de la situación actual objetiva, y de ciertas metas generales como eliminar la
pobreza, la dependencia económica y cultural, etc., se debe investigar cómo
efectuar ese cambio, pero analizando todos sus aspectos: con qué recursos
naturales y humanos se cuenta, qué fuerzas internas o externas se oponen al
cambio, qué instituciones se necesitan, qué fábricas son indispensables, cómo
pueden continuar funcionando si hay un bloqueo comercial, etc., etc. Este es un
problema que parece pertenecer a las ciencias sociales, pero si se plantea en
todo su real tamaño requiere la colaboración esencial de las ciencias básicas,
desde la discusión de los recursos naturales y los procesos tecnológicos de
producción hasta los métodos matemáticos y estadísticos de analizar la enorme
cantidad de factores que intervienen en el proceso simultáneamente.
E
insisto en que aunque estos grandes proyectos parecen ser ciencia aplicada, en
la realidad darán origen a muchos problemas de ciencia pura, y de manera
funcional: no problemas teóricos cualesquiera, sino sugeridos por la necesidad
de contestar a las preguntas planteadas en el proyecto y que la ciencia actual
no alcanza a responder.
La famosa ciencia universal puede ganar mucho más de unas pocas ideas frescas,
motivadas por problemas reales nuestros, que de nuestra incorporación pasiva a
la gran competencia atlético-científica del Hemisferio Norte.
Nota: DIVULGÓN se ha tomado el atrevimiento de rescatar aquellos conceptos que a
su juicio conforman el pensamiento fundamental de Oscar Varsavsky y los ha
puesto en el formato que considera más accesible para el lector. No obstante,
DIVULGÓN recomienda fervientemente la lectura del texto completo de esta charla.
Si bien las palabras de Varsavsky siguen muy vigentes, no podemos dejar de
reconocer que hoy existen nuevos actores y otros compromisos en nuestro sistema
de Ciencia y Tecnología. Actualmente, desde el sistema de Ciencia y Técnica se
propone una visión "productivista" en donde la ciencia y la tecnología son
tomadas sólo como creadoras de riquezas, como partes fundamentales de los
procesos de producción, respondiendo a un pensamiento un tanto ingenuo y lineal,
y en algún sentido, mágico (ciencia básica ? aplicada ? desarrollo tecnológico ?
producción industrial).
No caben dudas que para lograr una corriente autosostenida de desarrollo
tecnológico es imprescindible una fuerte interacción entre el Estado, el sistema
productivo y el sistema científico-técnico, aunque la realidad es mucho más
compleja que el conocido "triángulo de Sabato" (ver Ciencia y Tecnología en los
países del sur, por Tomás Buch en Divulgón 2). No es raro escuchar en el
discurso actual de científicos y tecnólogos hablar con ligereza de "empresas",
"empresarios" e "impacto social de proyectos". Así vemos como, sin la seriedad
que corresponde, se intentan construir incubadoras de empresas, polos
tecnológicos y agencias de promoción científica.
Estos nuevos horizontes propuestos terminan formando parte del discurso
justificatorio de proyectos de investigación y de pedidos de subsidios, en donde
se retuercen las palabras para que aparezca el impacto social del proyecto, en
una competencia económica o financiera, más que científica, tecnológica, o
académica. Por todo esto, es importante tener en cuenta que en nuestro país
todavía no hubo una reforma estructural del sistema de ciencia y tecnología,
como tampoco existe un genuino corrimiento masivo de posiciones ideológicas de
los investigadores y tecnólogos que lo conforman en pos de construir una mejor
calidad de vida para la sociedad de la cual se nutren. Hoy, más que nunca, se
nota la falta de intelectuales que posibiliten un análisis riguroso de estas
nuevas alianzas, de estos nuevos horizontes, de esta "cosmética" del discurso,
como lo hizo el Dr. Oscar Varsavsky a su tiempo y desde su tiempo.
Para seguir leyendo:
Ciencia, Política y Cientificismo de Oscar Varsavsky, Editorial Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires, 1969.
Oscar Varsavsky se graduó como doctor en Química en la Facultad de Ciencias
Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Dio clases de matemáticas en las
Universidades de Buenos Aires, del Sur, de Cuyo y de Caracas. Desde 1958 fue
miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y en sus
últimos años profundizó en el estudio de la historia y la epistemología. Fue uno
de los primeros y más destacados especialistas mundiales en la elaboración de
modelos matemáticos aplicados a las ciencias sociales. Oscar Varsavsky murió en
1976.
©2003 Divulgón - www.divulgon.com.ar

Juan
Carlos Onganía (1914 - 1996)
Por Felipe Pigna
Juan Carlos Onganía, el dictador que se proponía gobernar la Argentina por
cuarenta años, nació en Marcos Paz, provincia de Buenos Aires el 17 de marzo de
1914. Sus padres se dedicaban a las tareas agrícolas y atendían un pequeño
almacen. Cursó la escuela primaria en colegios parroquiales. A los diecisiete
años ingresó al Colegio Militar y a los veinte se graduó como teniente.
Fue ocupando diversos destinos y ascendiendo en la carrera militar hasta llegar
en 1959, durante el gobierno de Frondizi, al grado de General de Brigada en el
arma de caballería.
Atrajo la atención de los medios y la opinión pública en 1962 cuando encabezó el
bando azul en los enfrentamientos internos que se produjeron durante el breve
gobierno de Guido. La base de la oposición entre
azules y colorados se hallaba en su concepción respecto
del peronismo. Ambos sectores eran antiperonistas pero en distinta forma. Para
los colorados, el peronismo era considerado un movimiento de clase sectario y
violento que podría dar lugar al comunismo. Por el contrario, los azules
consideraban que pesar de sus excesos y de sus abusos el peronismo era una
fuerza nacional y cristiana que permitió a la clase obrera no volcarse hacia el
comunismo.
El triunfo de los azules le valió a Onganía su promoción a Comandante en Jefe
del Ejército. Políticamente se dió una situación paradójica. Debido a las
presiones de los factores de poder, los azules, que acaudillados por Onganía
ejercían de hecho el poder durante el débil gobierno de Guido, terminan
imponiendo el proyecto de los colorados porque finalmente el gobierno de Guido
con su ministro del Interior, el general Villegas - que era un militar azul -
termina proscribiendo el peronismo en una situación que nadie esperaba.
En 1963 triunfó el Doctor Arturo Illia de la Unión Cívica Radical del Pueblo con
el 25% de los votos en unas elecciones en las que el voto en blanco peronista
fue masivo.

Tía
Vicenta censurada
El domingo 17 de julio de 1966 salió el último número de Tía
Vicenta, el 369, correspondiente al año X.
El presidente de facto Juan Carlos Onganía, disgustado por aparecer
caricaturizado en la portada de Tía Vicenta como una morsa con
bigotes, amenazó con clausurar la revista. Ante esta situación, la
dirección de la Editorial Haynes -editora del diario El Mundo y Tía
Vicenta- citó al director de la revista, el humorista y Juan Carlos
Colombres (Landrú) para informarle del grave problema que estaba
sobre la mesa. Onganía tenía intenciones de cerrar la revista y el
ministro del Interior, Martínez Paz, quería tener una reunión previa
con Landrú. Acompañado por los directivos de la Editorial, Landrú
fue a ver al ministro, quien inició la reunión diciendo: "Al
presidente no le gusta Tía Vicenta". "¡Ah! -respondió Landrú-, yo
creía que el problema era más grave. Si al presidente no le gusta,
que no la compre". Días después, Onganía clausuró Tía Vicenta
poniendo fin a la década de oro del humor político argentino. |
El 7 de agosto de 1964, el
General Onganía pronuncia en la Academia Militar de West Point, Estados Unidos,
durante la Quinta Conferencia de Ejércitos Americanos, un discurso que
preanuncia la Doctrina de la seguridad nacional, según la cual, el enemigo
estaba ahora fronteras adentro y se encarnaba a los opositores, al sistema de
vida "occidental y cristiano", a los que se calificaba genéricamente como
comunistas. Dijo en aquella ocasión: "El deber de obediencia al gobierno surgido
de la soberanía popular habrá dejado de tener vigencia absoluta si se produce al
amparo de ideologías exóticas, un desborde de autoridad que signifique la
conculcación de los principios básicos del sistema republicano de gobierno, o un
violento trastocamiento en el equilibrio e independencia de poderes. En
emergencias de esta índole, las instituciones armadas, al servicio de la
Constitución no podrán, ciertamente mantenerse impasibles, so color de una ciega
sumisión al poder establecido, que las convertirían en instrumentos de una
autoridad no legítima".
En Noviembre de 1965 Onganía decidió pasar a un segundo plano, según versiones,
para planificar un futuro golpe de estado, y renuncia a la Comandancia del
ejército y es reemplazado por el General Pistarini
Pese a sus logros, Illia estaba muy condicionado por los factores de poder que
mantenían una rígida postura frente al peronismo y presionaban para que siguiera
proscripto. Veían en la política social del gobierno radical rasgos populistas.
Parte del empresariado entendía que el presidente se apartaba de las prácticas
liberales tradicionales de reducción de la inversión en rubros como salud y
educación y comenzaron a conspirar con los sectores golpistas del ejército a los
que se sumaron sectores gremiales y la mayoría de la prensa.
Los dirigentes sindicales peronistas, encabezados por el metalúrgico Augusto
Timoteo Vandor, acosaron a Illia con paros y planes de lucha.
Los medios de prensa hicieron el resto para crear un clima de inconformidad y
golpismo, insistieron con la supuesta lentitud del presidente y propusieron su
reemplazo por un caudillo militar.
El 29 de mayo de 1966, día del ejército, el Gral Pistarini le puso plazo al
golpe:30 días. El gobierno a pesar de las presiones insistió en legalizar al
peronismo y permitió su participación en elecciones provinciales.
En este contexto fue enviado al Parlamento una novedoso proyecto de Ley de
Medicamentos, que limitaba el accionar de los poderosos laboratorios
multinacionales y les imponía controles sanitarios.
En las primeras horas del 28 de junio de 1966, cumpliendo su amenaza, las
fuerzas armadas ingresan a la Casa Rosada. El General Julio Alsogaray, hermano
del famoso economista, es el encargado de intimar al presidente. En esa
circusntancias se produjo un recordado diálogo: Alsogaray- En representación de
las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que anbandone este despacho.
Illia- Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de
insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como asaltantes nocturnos ,
que, como los bandidos aparecen de madrugada.
Alsogaray: Lo invito a retirarse. No me obligue a usar la violencia.
Illia: ¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes. El
país les recriminará siempre esta usurpación
Finalmente el presidente Illia fue sacado por la fuerza de la casa de gobierno y
los militares se hicieron cargo del poder. El día 30, asumió el nuevo
presidente, Juan Carlos Onganía jurando sobre los Estatutos de la autodenominada
"Revolución Argentina". En la ceremonia están presentes notorios dirigentes
sindicales peronistas como el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor.
Perón desde Madrid declaró: "Los gobernantes surgidos del golpe de Estado del 28
de junio han expresado propósitos acordes con los principios del movimiento
peronista; si ellos cumplen, los peronistas estamos obligados a apoyarlo"
A poco de asumir y en la seguridad de que las universidades eran un reducto
opositor, el gobierno decidió intervenirlas quitándoles la Autonomía y el
Cogobierno, conquistas logradas con la reforma de 1918.
Cuando docentes y alumnos quisieron defender sus conquistas, se produjo uno de
los hechos más lamentables de la Historia Cultural argentina: la Noche de los
Bastones Largos.
Ese 28 de Julio de 1966, la Guardia de Infantería, armada con pistolas
lanzagases y largos bastones, golpeó y detuvo a docentes y estudiantes de varias
facultades de Buenos Aires. La consecuencia fue el despido y la renuncia de más
de 700 docentes que abandonan el país para continuar sus brillantes carreras en
el exterior.
El Ministro de Economía que se desempeñó durante el mayor tiempo de la gestión
de Onganía, Adalbert Krieger Vasena El ministro de economía Adalbert Krieger
Vasena logra controlar la inflación congelando los salarios. Una receta muy
conocida. Tras una devaluación del peso del, 40% el dólar permaneció estable por
casi dos años. El gobierno encaró obras públicas y creció la actividad
industrial cada vez más vinculada a las empresas multinacionales.
Los principales beneficiarios del programa económico fueron los grandes
empresarios y las más importantes empresas industriales, muchas de ellas
multinacionales. El agro pampeano fue perjudicado por la devaluación de la
moneda en un 40% y por el aumento de los porcentajes de retención a las
exportaciones agropecuarias. La supresión de medidas proteccionistas perjudicó a
productores regionales del Chaco, Tucumán y Misiones.
Onganía
implantó una rígida censura que alcanzó a toda la prensa y a todas las
manifestaciones culturales como el cine, el teatro y hasta la lírica, como en el
caso de la ópera "Bomarzo" de Manuel Mujica Lainez y Alberto Ginastera.
El agitado clima gremial de los años anteriores a 1966 llevaron a los
representantes del capital internacional y al mismo gobierno a pensar en medidas
que impusiesen la disciplina sindical y laboral. En 1967 el gobierno emitió un
decreto ley contra el comunismo que en realidad estaba destinado a todo el arco
opositor. El gobierno de Onganía ganó una dura batalla en el campo sindical al
constituirse la Comisión de los Veinticinco, encargada de preparar el proceso
electoral en los sindicatos que llevó a la división del movimiento obrero a
mediados de 1968 en dos centrales sindicales: la CGT de Azopardo, de buen
diálogo con el gobierno; y la CGT de los Argentinos combativa y opositora.
Todo parecía estar bien para Onganía que soñaba con una dictadura al estilo
Franco, sin plazos, convencido de que la gente no tenía por qué preocuparse y
estaba feliz con el gobierno.
Pero la oposición existía y el descontento también. Fundamentalmente en las
fábricas y en las Universidades.
En mayo de 1969 comenzaron a evidenciarse los síntomas de un descontento que
venía creciendo entre distintos sectores de la población debido al cierre de los
canales de participación política, la política educativa, social y económica del
gobierno.
El 15 de mayo la policía reprimió violentamente una manifestación de estudiantes
en Corrientes. Allí murió el estudiante de medicina Juan José Cabral . Dos días
después, en Rosario estudiantes que se movilizaban para repudiar el crimen de
Cabral fueron enfrentados por la policía. Uno de los uniformados, el oficial
Juan Agustín Lezcano extrajo su arma y asesinó al estudiante Adolfo Bello de 22
años. El hecho produjo la indignación de los rosarinos que se manifestaron
masivamente en una "marcha del silencio". El 21 de mayo la policía volvió a
reprimir y a cobrarse una nueva víctima, el aprendiz metalúrgico Luis Norberto
Blanco de 15 años. La situación se agravó y las calles de Rosario fueron
ocupadas por obreros y estudiantes que levantaron barricadas y encendieron
fogatas para contrarrestar los efectos de los gases lacrimógenos alimentadas con
mesas, sillas, cajones, cartones y papeles arrojadas por los vecinos desde sus
balcones para colaborar con los manifestantes. Era el "Rosariazo", el primer
estallido de una larga lista que expresaba el descontento popular con la
dictadura de Onganía quien decretó la ocupación militar de Rosario y varios
puntos de la provincia de Santa Fe.
Estas noticias tuvieron gran repercusión en Córdoba, donde existïa una estrecha
relación entre los estudiantes y los obreros de las grandes fábricas instaladas
en el cordón industrial, ya que muchos trabajadores estudiaban en la Universidad
de Córdoba. Este hecho, sumado a la constitución de un movimiento obrero muy
combativo, surgido con posterioridad al peronismo, al calor de las corrientes de
ideas revolucionarias de los años 60, llevaron a que el proceso de politización
creciera notablemente tanto en las fábricas como en las facultades.
Mientras en Buenos Aires las autoridades celebran el día del ejército, obreros y
estudiantes se apoderan de la Ciudad de Córdoba para hacerse oír.
Es el 29 de mayo de 1969 y el hecho quedará en la memoria como el Cordobazo. La
Policía es desbordada y debe retirarse.
Finalmente el ejército controlará la situación en la ciudad, pero en el país la
cosa parece incontrolable.
Onganía desconcertado declaró pocos días después: "Cuando en paz y en optimismo
la República marchaba hacia sus mejores realizaciones, la subversión, en la
emboscada, preparaba su golpe. Los trágicos hechos de Córdoba responden al
accionar de una fuerza extremista organizada para producir una insurrección
urbana. La consigna era paralizar a un pueblo pujante que busca su destino"
Los hechos de Córdoba abrieron el paso a la violencia como forma de hacer
política. El cierre de los canales tradicionales de participación, como los
partidos políticos y la represión de la actividad gremial en las universidades
llevaron a muchos jóvenes a canalizar su protesta a través de la guerrilla.
Desde los hechos de Córdoba, el ejército a través de su jefe, el General
Alejandro Agustín Lanusse, venía presionando a Onganía para que compartiera las
decisiones políticas con las Fuerzas Armadas y tomara conciencia de la gravedad
de la situación nacional en la que ya no cabía su proyecto de una dictadura
autoritaria y paternalista sin plazos, que tomaba como modelo al régimen
instaurado por Franco en España. El secuestro y asesinato del General Aramburu
llevado a cabo por los Montoneros, y la incapacidad del gobierno para esclarecer
el hecho, fueron el detonante para un nuevo golpe interno. El desprestigio que
involucró al ejército, cuyo líder indiscutido, el General Lanusse, optó por
permanecer en en segundo plano y preservar su figura derrocando a Onganía el 7
de junio de 1970 y designando como presidente a Roberto Marcelo Levingston, un
General que cumplía funciones como agregado militar en Washington.
Tras su derrocamiento y su posterior pase a retiro Juan Carlos Onganía adoptó un
perfil bajo. Se lo vió intermitentemente en los palcos colmados de generales que
acompañaban los actos de la dictadura militar desde marzo de 1976.
En 1995 reaparecio en los medios lanzado su candidatura a presidente. Se lo
escuchó reivindicar su obra de gobierno y denunciar la decadencia moral del
menemismo. Por faltas de apoyos debió retirar la candidatura. Pocos meses
después, a mediados de 1996 moría Juan Carlos Onganía. Habían pasado 40 años de
aquel golpe militar que según su protagonista se prolongaría por ese lapso de
tiempo.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar

La
del '69: la promo olvidada
Por Alicia Muzio
El 17 de diciembre a las 19.30 horas
—ni un minuto antes ni un minuto después— los supérstites de la Promoción ´69
recibiremos nuestros diplomas de bachiller (Sanguinetti dixit).
Y nunca mejor usado el cultismo para llamarnos sobrevivientes, a nosotros que a
punto de entrar en el 2000 unidos o dominados, fuimos testigos, protagonistas,
víctimas y hoy quizá nostalgiosos de La náusea de Sartre, los cuentos de
Cortázar, el Che Guevara, las nuevas carreras de psicología y sociología en la
Universidad de Buenos Aires, la explosión editorial con la aparición de Eudeba,
Jorge Alvarez, De la Flor, la doctrina del compromiso artístico, el
psicoanálisis que invadió los hogares de las capas medias, Mariano Grondona que
ya entonces pontificaba "las fuerzas armadas constituyen una instancia de
reserva de todo sistema", los nuevos semanarios con su ímpetu modernizador al
estilo europeo o norteamericano como Primera Plana de lectura ineludible, Borges
y Marechal, el boom de la literatura latinoamericana con García Márquez, Vargas
Llosa y Alejo Carpentier a la cabeza, el cine Lorraine con sus ciclos de
Bergman, Antonioni o la nouvelle vague, los Beatles, Bobby Solo, Richard
Anthony, la presencia patente de Perón desde el exilio moviendo los piolines, el
estructuralismo, el teatro de Halac, Cossa y Gambaro con su polémica de
realistas versus absurdistas, Santo Domingo, Vietnam, el Instituto Di Tella,
Marta Minujín, el Club del Clan, Racing, Estudiantes y Nicolino Locche campeones
del mundo.
Esa atmósfera cultural que conociera toda la fascinante ambigüedad de las
pasiones ideológicas —conjunción de política y cultura—, fue barrida por el
golpe de estado de 1966 con su exégesis de la "Noche de los bastones largos".
Quedaron huellas, sin embargo, de aquello que pudo haber sido.
Conservamos de aquellas épocas un cúmulo de actitudes muy vinculadas con la
democracia y la tolerancia, con la aspiración de una sociedad digna de ser
vivida , de un mundo más justo y con mayor solidaridad.
Como tantas cosas se hacen en nombre de este fin de milenio, no estaría mal
intentar alguna reflexión después de los treinta años que vivimos sin diplomas.
Hemos tenido muertos y desaparecidos. Sufrimos exilios externos e internos. No
recibimos los diplomas por esos seis años de estudio —que nos marcaron a fuego y
nos impulsaron como hombres y mujeres por los caminos y profesiones más
diversos— y, al momento de hacer pesar nuestros valores, sólo pudimos exhibir
"un certificado analítico", pasaron treinta años y ¿ninguno de nosotros reclamó?
Creo, entonces, que el alerta debe estar puesto en el valor y en el respeto de
nuestras instituciones, incompletas, subdesarrolladas, con aspectos por momentos
grotescos, perfectibles, pero únicas garantes de que no se repitan las
alternativas que —como a muchas otras— le tocaron vivir a esta zarandeada pero
íntegra Promoción 1969.
Para festejar su 30º aniversario y la entrega de papiros, además de decir todo
lo que tiene adentro y de recordar a los ausentes, la Promoción ´69 organizó
para el 17 de diciembre un gran encuentro con discursos, lunch, música y baile
(pero sin "lentos": asignaturas pendientes, abstenerse).
Alicia Muzio (Promoción 1969, por supuesto)
Aclara la Promoción '69
El 4 de noviembre pasado La Nación publicó un extenso artículo titulado
"Recibirán diplomas con 30 años de retraso. Inexplicable olvido en el Colegio
Nacional de Buenos Aires. Como secuela de la Noche de los bastones largos, 268
egresados de 1969 no tuvieron su graduación". El mentor y autor intelectual de
la gacetilla fue nuestro compañero Rubén Furman, que tuvo la idea –y lo logró-
de hacer un poco de ruido y convocar a la Promoción.
Hubo en la nota dos incorrecciones, ambas involuntarias. Al referirse a nuestro
entrañable compañero Marcelo Vázquez —alumno brillante y mejor amigo a quien,
sin duda, le esperaba como físico y como ciudadano un futuro espectacular, pero
que por esas cosas que sólo Dios sabe tomó con su vida una decisión para todos
inexplicable—, se lo mencionó como abanderado. ¡Cómo puede alguien ignorar que
la abanderada de nuestra promoción fue la querida Gloria Tabachnik! Fue Gloria
también quien, entre gallos y medianoche, privada de la presencia de sus
compañeros y en medio de otras promociones —por esas cosas de "la época"—,
recibió numerosos premios por sus "10 absoluto" en varias materias como el
"Rector Uballes", "Juan Sauberan", "A. César Silvetti", "Embajada de Francia".
La otra inexactitud tuvo un final muy feliz . En la nota se citan dos de los
numerosos compañeros desaparecidos: el querido Claudio "turco" Adur y Mario
Zejan. Por un llamado de su hermano, nos enteramos de que Mario está vivo,
reside en Suecia y su madre va a recibir el diploma por él.

Anales
de la Ciencia Argentina
Por Leonardo Moledo
Imagen: El matemático Juan Carlos
Merlos apaleado con saña.
Los Anales de la Ciencia Argentina, todavía no publicados, y ni siquiera
escritos por el aún no nacido Robert Bresson –que no casualmente llevará el
mismo apellido del famoso director francés (Un condenado a muerte se escapa,
Pickpocket o Mouchette)–, contienen observaciones que pueden sonar extrañas (y
hasta irritantes) a los argentinos de principios del siglo XXI, a pesar de lo
cual ha de ser una excelente crónica, y un buen punto de partida para la
reflexión, si es que uno está dispuesto a dejar de lado ciertas exigencias de la
corrección política del momento, siempre tan mudable y efímero.
Así, en la entrada correspondiente a "Sadosky, Manuel", se lee:
"n. 13/abril/1914, f. 18/julio/2005, dist. mat., func. pub., c. c/Cora Ratto,
una hija, C. Sadosky, s. nup. Katun Troise. La crónica que sigue –continúa
Bresson– se construyó a partir de un artículo publicado el día siguiente al de
su muerte –19/6/2005–, por Página/12, periódico de la época, de orientación
intelectual, frecuentado por los sectores progresistas, y de fuentes dispersas y
fragmentarias. Manuel Sadosky falleció en una madrugada desapacible, de diversas
complicaciones derivadas de su edad, 91 años, muy avanzada según los cánones de
la época. La vida de Sadosky reflejó adecuadamente la historia del país en el
que le tocó actuar. A principios del siglo XX, la Argentina recibió un gran
torrente inmigratorio, en el que se enmarcó la llegada de los padres de Sadosky,
judíos rusos que huían del antisemitismo. La Argentina era entonces una tierra
de promisión, propensa al ascenso económico y cultural por vía de la estructura
educativa sarmientina (por Sarmiento, aparentemente un caudillo que alcanzó la
presidencia de la República en el siglo XIX) orientada por la noción y la
ideología del progreso y las concepciones de la Ilustración.
"Manuel Sadosky fue un perfecto exponente de la eficacia educativa de aquel
sistema: su padre era zapatero; su madre era analfabeta, y tanto él como sus
hermanos terminaron los estudios universitarios. En 1940 se doctoró en ciencias
físicas y matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de
Buenos Aires (UBA), junto a Cora Ratto, su primera esposa. Ejerció la docencia y
se perfeccionó en Francia (Instituto Henri Poincaré de París) e Italia
(Instituto del Cálculo, en Roma), donde se orientó hacia la matemática aplicada,
que lo llevaría más tarde a ser un pionero de la informática en la Argentina.
Cuando regresó, fue perseguido por el gobierno peronista (ver ‘primer peronismo,
ciencia del’) y recién a la caída del régimen pudo volver a la facultad en 1956,
de la cual fue vicedecano mientras el meteorólogo Rolando García (ver ‘García,
Rolando’) ejercía el decanato. Desde ese cargo, compró la primera computadora
científica que tuvo la Argentina, a la que se llamó ‘Clementina’ siguiendo la
costumbre de aquellas épocas en que las computadoras eran objetos verdaderamente
raros (ver ‘Clementina’).
"Se
iniciaba entonces un período fructífero que hoy la historia de la ciencia
califica como ‘década de oro’, que fuera elogiada –dice Bre-sson– en el
magnífico libro de Asytuzi (Nota: no hemos podido averiguar nada sobre él,
porque aún no se publicó) y que quedó fijada en el imaginario científico
argentino como un paraíso perdido, mediante el empuje de una generación entera
de científicos como Zadunaisky, Klimovsky, Gutiérrez Burzaco (s/d), Oscar
Varsavsky, Calderón, Giambiaggi, Bollini (s/d), Rebeca Guber, David Jacovkis,
que más tarde sería decano de la facultad (Nota: aquí Bresson comete un error.
Seguramente confunde a David Jacovkis, con su hijo Pablo Miguel, que sí fue
decano).
"Campeaba en aquella década el ‘espíritu jacobino de los enciclopedistas’, con
fuerte influencia francesa, barrido más tarde ya sea por el oscurantismo
facistoide de Onganía (un miserable general de despreciable recuerdo), la
ciencia ‘nack & pop’ (nacional y popular) de la frustrante experiencia de 1973
(no hemos podido averiguar –admite Bresson– en qué consistía tal "ciencia
nacional y popular") inmediatamente seguido por la intervención, esta vez
abiertamente fascista, de un tal Ottalagano (s/d) dispuesta por el gobierno
peronista (1974-76), y el control asesino, ya institucional de la dictadura
(1976-83), que terminó con la espectacular derrota del Ejército Argentino en la
aventura de la invasión a las islas Malvinas (para los ingleses de entonces
Falklands), dirigida por un general del que sólo sabemos hoy que era un
alcohólico consuetudinario y responsable de multitud de asesinatos. Más tarde,
Sadosky fue secretario de Ciencia y Técnica del país, apenas restaurada la
democracia, desde donde creó la Escuela Superior Latinoamericana de Informática
(Eslai) –sobre la cual nada hemos podido averiguar, excepto que se trataba de
una institución de primer nivel–, y que se extinguió bajo la gestión
reaccionaria y oscurantista del sucesor de Sadosky, Raúl Matera, cirujano
neurólogo y uno de los introductores de la lobotomía en la Argentina (ver
‘Matera, Raúl’).
"Sadosky se transformó en un símbolo: tanto sus contemporáneos como las
sucesivas generaciones que lo recordaron y evocaron lo hicieron no como el gran
científico que descubre nuevos resultados para su ciencia, sino como la figura
que permite que muchos científicos lo hagan. Como sostienen Claudio Armenster y
Amadeo Pérez Ranuk (no hemos podido averiguar a quiénes corresponden estos
nombres), encarnó la tradición de la ciencia iluminista, la ciencia como
liberadora de la condición humana, la ciencia como el combate contra el
oscurantismo, la reacción y la barbarie, a través de épocas muy propensas,
precisamente al oscurantismo, y en la que incluso algunas corrientes llegaron a
renegar de la palabra ‘científico’, a la que colgaron el mote de
‘cientificismo’, que se usaba como un insulto."
El artículo de Bresson sigue adelante, señalando la importancia del Instituto de
Altos Estudios Manuel Sadosky, frente al cual se erigió una estatua del
científico, con su clásico sombrero, que lo protegió de los salvajes palazos de
Onganía la Noche de los bastones largos. Es bueno escribir estas notas, y estas
contratapas, sabiendo que alguna vez serán una de las fuentes mediante las
cuales algunos maestros, como lo fue don Manuel, serán recordados.
Fuente: Página/12

Entrevista:
Tulio Halperín Donghi
La serena lucidez que devuelve la distancia
Considerado el más importante historiador argentino, autor de una obra compleja
e insoslayable para todo el que quiera conocer el pasado, Tulio Halperin Donghi
se ha vuelto con los años —acaso por la distancia crítica asumida— un agudo
analista de la política y la cultura argentinas. Reflexiona aquí sobre los
avances en historiografía, el setentismo de Kirchner, las contradicciones de la
universidad y el neorrevisionismo, que revela —dice Halperin— una "demolición
universal de la historia argentina".
MARIANA CANAVESE E IVANA COSTA
Es uno de los más grandes historiadores argentinos pero, emigrado tras la Noche
de los Bastones Largos, en 1966, escribió buena parte de su obra en el exterior.
Cuenta que cada intento por volver confirmaba que ésa no era una solución: "En
el 73 —dice— pedí mi reincorporación a la universidad. Caritativamente nunca me
contestaron. En el fondo, me evitaron el problema de tener que empezar pidiendo
licencia". De paso por Buenos Aires, cuando están a punto de reeditarse sus
libros Guerra y finanzas en los orígenes del estado argentino y Una nación para
el desierto argentino (Prometeo Libros), Tulio Halperin Donghi —profesor en
Berkeley, California— no ha perdido el entusiasmo por gravitar en las batallas
políticas y culturales que aquí se libran. En esta charla, desmenuza con lucidez
los dilemas de la sociedad y la universidad (también la polémica que el año
pasado dividió aguas en la UBA, tras la creación de una cátedra paralela a la de
Historia Social General que encabeza Luis Alberto Romero). Y recuerda sus
comienzos en la carrera de historia, que siguió a una trunca incursión en la
química: "Cuando estudiaba química buscaba la utilidad social de lo que hacía,
pero no la descubría; en el fondo pensaba en eso porque no tenía ningún interés
personal. En cambio, algún interés en la historia debo tener, porque nunca me
pregunté por su utilidad social".
-En el libro - Pensar la Argentina- contaba que, de estudiante, no podía esperar
nada de la universidad ¿Todavía lo ve así?
-Yo creo que "nada" es una exageración. Allí hablé de lo que recuerdo haber
extraído de la universidad, que es algo más que "nada", pero no mucho.
-¿Había otros espacios que completaban su formación?
-Había en casa una buena biblioteca; y estaba también José Luis Romero, que era
amigo de la casa, y que fue desde el comienzo casi mi único referente, aunque no
influyó todo lo que habría podido en mi orientación. El desaprobaba que yo
quisiera dedicarme a la historia argentina. Su relación con la historia
argentina era un poco como la que tienen con la pintura esos "pintores del
domingo" que dedican el resto de la semana a una tarea profesional seria: en su
caso, la historia medieval. Una vez me dijo que querer hacer historia argentina
era tener una ambición intelectual muy modesta, y creo que en cierto sentido
tenía razón.
-¿Por qué tendría razón?
-Porque si compara a José Ingenieros con Santo Tomás de Aquino descubre que
tiene un lugar menos importante en la historia del pensamiento universal. Pero
hay otros modos de mirar la historia que hacen que esa diferencia parezca menos
importante.
-¿Qué lecturas influyeron sobre su manera de hacer historia?
-En
cuanto a historia argentina, mi primer maestro es uno considerado muy malo:
Vicente Fidel López, cuya historia leí, como si fuera una novela, en las
vacaciones antes de entrar en el colegio secundario. Como en este momento estoy
traduciendo al castellano la sección dedicada a la década de 1820 de una
historia argentina que escribí en un inglés detestable, se me ocurrió releer los
dos tomos que López dedicó al Congreso de 1824. Encontré allí mucho más que un
texto divertido. López nos ofrece la memoria interna de la que llamó la
burguesía liberal porteña. Leyéndolo entendemos mejor las razones del todo
comprensibles que tuvo su padre —no sólo él— para derivar hacia el rosismo.
Releyéndolo, descubro que de él aprendí más de lo que creía.
-¿Cuándo comenzó a escribir su historia argentina?
-Hace más de diez años, de modo bastante intermitente, mientras hacía otras
cosas. Es una empresa problemática; como ocurre con toda historia nacional, hay
etapas que interesan menos que otras, y existe el temor de que uno se ocupe de
ellas sólo porque no puede saltearlas, pero me molesta más cuando descubro que
algunas me interesan demasiado para un proyecto como éste, y quedo con la
sensación de que, aunque trato de encararlas lo mejor posible, no hago todo lo
necesario. Hay otro problema: desde que comencé a escribirla, se ha trabajado
mucho en historia en la Argentina; hay cada vez más períodos que se conocen
mucho mejor, y están también los más recientes, que sólo ahora se están
incorporando al territorio del historiador. Mantenerse al día requiere un
esfuerzo constante.
-¿Qué período abarca?
-Desde los primitivos habitantes, hasta la caída de De la Rúa.
-¿Existe una mayor producción historiográfica en la Argentina?
-Desde luego. Hay una profesionalización del trabajo histórico que es una de las
cosas más impresionantes que ocurrieron desde que, como se dice, volvió la
democracia. Las estructuras que albergaron ese cambio habían sido construidas en
parte en dictaduras, aunque entonces habían albergado todavía bastante poco,
como suele ocurrir con los inmensos aparatos que a las dictaduras les gusta
erigir.
-¿Podría explicarlo mejor?
-Podría dar un ejemplo: los congresos que en aquellos tiempos organizaba la
Academia Nacional de la Historia, donde las contribuciones eran de niveles muy
variables, a menudo excesivamente elemental. Después fueron las escuelas y los
departamentos de historia de las unversidades los que tomaron esa tarea, con un
espíritu muy distinto.
-¿Cómo prepara la universidad argentina al futuro historiador?
-No creo que haya una manera única de llegar a historiador, pero si ha de hacer
su aprendizaje en una carrera, el marco no puede ser sino la universidad. En la
Argentina pasaron dos cosas importantes en los últimos veinte años. Por una
parte, la creación de una muy sólida escuela de historia en la UBA, gracias a
unas pocas figuras, y el surgimiento de centros en las universidades del
Interior donde se encara la tarea histórica con una solvencia que faltaba en el
pasado. Antes, muchas veces lo que se producía era crónica local. Hoy hay un
esfuerzo por imponer cierto control de calidad, tanto más admirable porque
afronta resistencias que no afloran en polémicas, sino que usan tácticas
insidiosas que las hacen aún más temibles.
Perón
y Onganía
PERÓN: TRES HORAS CON PRIMERA PLANA
En la noche del domingo 26 de junio de 1966, Perón recibió en la Puerta de
Hierro un cable que decía textualmente: "Llegaré a Madrid entre el veintiocho y
el veintinueve, pero probablemente anticiparé viaje veinticuatro horas". Era la
comunicación oficial de que el alzamiento contra Illia iba a estallar.
Al anochecer del martes 28, asediado por la prensa española, a la que finalmente
no recibió, Perón se encerró tres horas con el enviado especial de Primera
Plana, Tomás Eloy Martínez. Parecía animoso, fumando un cigarrillo detrás de
otro, bebiendo té y jugo de naranjas, con un pantalón blanco, cuya pulcritud
cuidaba al sentarse, y una camisa de mangas cortas.
Antes de la conversación, Jorge Antonio le informó que Onganía asumiría el poder
a las 22, hora española. Al terminar, su secretario Giménez le anunció la
suspensión de las relaciones de Estados Unidos con la Argentina: "Es la gran
ocasión que tienen estos muchachos para ganarse ahora el afecto popular. ¿Sabe
qué haría yo en estos momentos? —le dijo al cronista—. Lanzaría un llamamiento
nacional explicando al país que Estados Unidos nos aisló y que somos lo bastante
fuertes como para salir adelante solos. Ya vería usted cómo inmediatamente el
pueblo no vacila en engrosar las filas detrás de Onganía". El entusiasmo de
Perón por la revolución lo había hecho levantar la voz, guiñar picarescamente el
ojo izquierdo, encenderse y abrir los brazos con vehemencia, como en los buenos
tiempos.
"Para mí, éste es un movimiento simpático —dijo— porque se acortó una situación
que ya no podía continuar. Cada argentino sentía eso. Onganía puso término a una
etapa de verdadera corrupción. Illia había detenido el país queriendo imponerle
estructuras del año mil ochocientos, cuando nace el demoliberalismo burgués,
atomizando a los partidos políticos. Si el nuevo gobierno procede bien,
triunfará. Es la última oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra
civil se transforme en la única salida."
"Cuando los jefes militares me visitaron por interpósita persona, descubrimos
algunas coincidencias. Pero hace poco escribí con seudónimo (firmo Descartes
porque el filósofo francés usaba el seudónimo Astrónomo Perón, y yo le devuelvo
así la gentileza) que el peronismo no pacta con nadie. Si el nuevo Gobierno
apoya los intereses populares, nosotros apoyaremos al Gobierno. La proscripción
del peronismo no nos interesa porque es imposible proscribirnos por decreto. No
nos interesa nuestra existencia legal, sino nuestra existencia real. Tampoco nos
interesa el acceso al poder porque no luchamos por nosotros sino por el país.
Hemos aprendido a tener paciencia; será dentro de un año, dentro de diez.
Creemos, como Confucio, que una hormiga no puede matar a un elefante, pero que
puede comérselo. Tenemos buenos nervios."
Perón habló largamente sobre el arte de la conducción y juzgó a Onganía en ese
sentido. Especificó: "Un conductor político es una cosa y un conductor militar,
otra. Este manda, vale decir, obliga. El conductor político persuade. Para
mandar se necesita voluntad y carácter; para gobernar, sensibilidad e
imaginación. Si el general Onganía tiene sensibilidad e imaginación, entonces el
país saldrá adelante. No conozco suficientemente a Onganía. Es un hombre que
habla poco y, por lo tanto, difícil de definir. Tengo la impresión de que es un
buen soldado; sé que es un hombre patriota, bienintencionado y honesto, y ésas
son condiciones esenciales para un hombre político. Reconozco calidad a Onganía
como hombre de mando en el Ejército. Si Onganía se comportase en el terreno
político como en el terreno militar, el país podrá andar bien".
"Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una
situación catastrófica. Como argentino hubiera apoyado a todo hombre que pusiera
fin a la corrupción del Gobierno Illia. La corrupción como el pescado, empezó
por la cabeza. Illia usó fraude, trampas, proscripciones; interpretó que la
política era juego con ventaja; y en política, como en la vida, todo jugador
fullero va a parar a Villa Devoto. El hombre que acabó con eso, por supuesto,
tiene que serme simpático, pero no sé si también lo será en el futuro. El
defecto del actual Gobierno es no saber exactamente lo que quiere, pero la cosa
va a ser cuando desate el paquete, porque ellos tampoco saben lo que hay allí."
"Argentina —prosiguió—, cuando trabaja, equilibra en seis meses lo estructural y
en dos años resuelve todos los problemas económicos. En economía no hay
milagros. En economía, la misión fundamental del Gobierno es dar posibilidad a
la gente para que se realice. El Gobierno anterior fracasó porque intentó
gobernar sin concurso popular. Pero para eso hace falta grandeza, olvido de las
pasiones. Yo ya estoy más allá del Bien y del Mal. Fui todo lo que se puede ser
en mi país, por eso puedo hablar descarnadamente. No tengo interés en volver a
la Argentina para ocupar cargos públicos. Quiero, claro, volver a la patria,
pero sin violencias."
"Llegó el momento en que los argentinos deben ponerse de acuerdo. Si no, habrá
llegado el momento de tomar las armas y pelear. El camino de la unidad es cada
vez más difícil; el camino de las armas, cada vez más fácil. Los argentinos
debemos ponernos de acuerdo, porque la disyuntiva es la guerra civil. Si
permanecí impasible durante diez años ante el retroceso nacional, es porque no
creo en la violencia ni en la destrucción de las obras realizadas, porque lo que
ya está hecho puede prosperar. Tuve importantísimos ofrecimientos de armas ; y
tropas, pero me negué por no entregar el alma al diablo ni provocar
derramamientos de sangre. El nuevo Gobierno tiene una buena intención. El
problema político sólo se soluciona haciendo los padrones de nuevo (han borrado
de los padrones a nuestra gente). Deben, también, organizarse fuerzas políticas.
Es tarea para un año y medio o dos. Hay que romper con los estatutos de la
trampa y convocar luego a elecciones con la Ley Sáenz Peña o cualquier otra Ley
justa. Y quien sea que gane, nos comprometemos a ponerle el hombro todos".
"Si Onganía, luego de las elecciones, entrega el Gobierno al ganador legítimo,
pasará como prócer a la historia; si se quiere perpetuar, fracasará
irremisiblemente. Pero el que haga bien al país contará con nuestro apoyo. El
movimiento peronista no podrá ser destruido con proscripciones ni decretos. Los
gorilas intentaron la destrucción por la violencia, Frondizi por la integración,
Illia por la disociación; los tres fracasaron. La organización del peronismo
tiene como base de adoctrinamiento la búsqueda del bienestar nacional".
Luego, Perón adelantó el mensaje enviado a través del periódico Retorno, que se
publicará la semana próxima. Allí recuerda: "Uno de los hombres más sagaces de
la historia política argentina, el general Roca, decía que para que los
radicales se hundieran bastaba con dejarlos gobernar".
Alzándose de la pequeña silla. Perón apagó el cigarrillo y vaticinó: "Esta es
nuestra última oportunidad, y por eso necesitamos que el nuevo Gobierno tenga
grandeza. En caso contrario, podemos desembocar en la guerra civil y en esa
guerra tendremos que entrar todos. Dios quiera iluminar a Onganía y sus
muchachos, y que estos muchachos acierten a tomar la mano que la fortuna les
está tendiendo". Afuera, la noche de pesado calor había caído robre Madrid, y
Perón, acompañado por Jorge Antonio, hizo atisbar la entrada de la casa del
Paseo de la Castellana, y sorteando la vigilancia del periodista se escabulló en
un automóvil verde.
A pocos metros, en la Embajada Argentina, Gauna acababa de anunciar que si el
Gobierno Illia había cesado en su misión, la del representante argentino también
llegaba a su fin.
Revista Primera Plana, 30 de junio de 1966
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-¿Cuál es esa resistencia?
-Es la que puede esperarse en un momento de transición, cuando quienes saben que
no satisfacen ese criterio de calidad conservan parte de su poder e influencia.
-¿Se refiere a la polémica por la cátedra paralela de Historia Social General,
en la UBA?
-Ese episodio refleja distintos problemas que afectan a la UBA. Habría que
comenzar con los dieciséis largos años del rectorado de Oscar Shuberoff. Allí se
erigió un sistema clientelar apoyado en Franja Morada, que no encontró difícil
prosperar durante la etapa en que Menem reorganizó la política argentina,
incluso con criterios análogos; por eso mismo no pudo sobrevivir al derrumbe del
modelo menemista. Ahora, con un clima político mucho más convulso, los distintos
movimientos que se disputan el favor de los estudiantes proclamando una vocación
revolucionaria más intransigente que la de Franja —sin dejar de acudir a sus
mismos métodos de proselitismo y a un estado de subversión retórica que no
subvierte nada— han hecho de la descalificación ideológica y política el
instrumento al cual recurrir en todos los conflictos. Eso, que pasa en todas
partes, tuvo consecuencias más intensas en la carrera de Historia de la UBA, en
particular en la cátedra de Historia Social General, por circunstancias
específicas, como la creación a pulmón, en una universidad masificada y en
crisis, de una escuela de historia de primer orden. Esta empresa sólo puede
atraer a una minoría de los centenares y luego millares de estudiantes que
ingresan. La materia Historia Social General cumple una función esencial:
despliega una visión compleja y estructurada del proceso histórico desde la Edad
Media y exige del estudiante esfuerzos que no todos ven justificados. Eso se
refleja en el éxito obtenido por los reclutadores para la cátedra paralela: uno
de los argumentos en su favor era que iba a ser menos exigente.
-¿A qué atribuye este conflicto?
-Las motivaciones me parecen menos importantes que las razones que les
permitieron hacerlo con éxito: el intento de llevar adelante un proyecto que sus
enemigos denuncian como elitista, y no podría no serlo, en una universidad como
la UBA. Desde que la universidad pública se organizó según los principios del
reformismo, su gran problema es cómo funcionar a la vez con una lógica
democrática y una meritocrática. Y hay que confesar que sólo lo consiguió en
períodos breves. ltimamente parece preocuparse cada vez menos por responder a
las exigencias de la segunda de estas lógicas. A la vez, ese conflicto alejó la
posibilidad de que aflorara otro que me parece irresoluble: la multiplicación de
profesionales que genera una buena universidad y su imposibilidad de
"emplearlos". Beatriz Sarlo recordaba que Ricardo Rojas enseñaba en escuelas
secundarias, y en tiempos apenas más recientes yo tuve como profesores en el
secundario a Diego Luis Molinari y Carlos Astrada. Hoy, por la degradación de la
enseñanza media, los historiadores formados en la universidad, para quienes
enseñar en el secundario es casi un destino peor que la muerte, consideran que
al formarlos ésta ha asumido el compromiso implícito de encontrarles lugar en
sus propias estructuras, lo que es cada vez menos fácil. Eso crea tensiones
entre los que lo consiguen y los que no. Y la rígida organización jerárquica de
cátedras crea tensiones entre titulares y quienes, siendo sólo algo más jóvenes
y contando con curricula muy respetables, ven bloqueada su carrera.
-¿En Berkeley ocurre algo así?
-El género humano es igual en todas partes. Creo que hay una degradación
creciente de la profesión del docente universitario. -Hablemos de su escritura,
de cómo escapa a las convenciones académicas: casi sin notas al pie, sin la
permanente referencia a otros trabajos académicos.
-Para mí las notas tienen una función precisa: ofrecer al lector medios para
controlar la versión que el autor propone. En cuanto a las referencias a otros
trabajos, es cierto que tiendo a no poner muchas; porque cuando empecé a
trabajar había muchos menos que citar y porque sé que tengo una cierta vena
polémica que al menos cuando escribo trato de mantener a rienda corta.
-Usted sentó las bases de muchas hipótesis de la historiografía actual y a la
vez rompe con algunos mandatos académicos. ¿Cuán necesarias son las reglas de
ultra-especialización?
-Bueno, creo que en esto fui un privilegiado porque entré en un campo en que aun
lo básico estaba a medio hacer, y eso imponía exceder el marco de la
ultra-especialización, que en efecto me atrae poco. Si se permite la
comparación, a mí me tocó participar en la primera etapa de construcción de una
casa, luego siguen otras, hasta que se llega a la redecoración de las
habitaciones.
-Habría que pensar qué es saludable en la profesionalización.
-En la Argentina la profesionalización coincidió con un cambio en la coyuntura
mundial que hace muy difícil entender qué está ocurriendo y adónde vamos. La
primera consecuencia es que las autodefiniciones desde fuera de la disciplina
histórica, que hasta hace muy poco fueron muy fuertes aun para muchos
historiadores totalmente profesionalizados, pesan ya mucho menos. Pero creo que
eso comienza a cambiar y aparecen alternativas nuevas.
-¿Quiere decir que podrían aparecer identificaciones por fuera del campo
profesional?
-Bueno, sí, pero no creo que en la Argentina esos lineamientos recuerden los del
pasado. Antes, la desvalorización que promovió el revisionismo de las figuras
canonizadas por la llamada historia oficial estaba destinada a reemplazar esas
figuras por otras. Por lo que veo, ahora la desvalorización es universal.
-¿Se refiere a los bestsellers de historia, como los de O'Donnell, Pigna y
Lanata?
-Sí, es como un alerta. Se está dispuesto a desenmascarar a cualquiera, a tomar
de una manera totalmente acrítica toda clase de causas. ¿Y qué muestra todo
esto? Que hay una demolición universal de la historia argentina. Desde esa
perspectiva, toda la historia argentina es un conjunto de imposturas.
-¿Cómo analiza el éxito de estos libros?
-Ese neorrevisionismo ha captado muy bien el estado de ánimo de una sociedad que
ha perdido todas las ilusiones y se guía por la máxima piensa mal y acertarás.
-La historia como una crónica que enhebra lugares comunes.
-Pero son lugares comunes que quizás sean un progreso; por lo menos son muy
distintos de los que se cultivaban durante la guerra de Malvinas.
-Pero aquellos lugares comunes venían impuestos.
-Mire, es otra cara de lo mismo. La sociedad argentina es escéptica en todo,
salvo sobre ella misma: es siempre la víctima inocente de calamidades en las que
nunca tuvo nada que ver. Y quien se atreve a dudar de ese dogma es siempre mal
recibido.
-¿Mal recibido por quién?
-Por la opinión. Así le ocurrió en 1852 a Vicente Fidel López, cuando trató de
defender los acuerdos de San Nicolás en la legislatura porteña, con media ciudad
en la calle que lo insultaba. Se le ocurrió gritarles que eran los mismos que
habían salido a despedir al ejército rosista cuando fue a combatir a Caseros, y
precisamente porque no decía sino la verdad nunca se lo perdonaron.
-¿Cómo influye esta tendencia al best seller histórico en la formación de
profesionales?
-Bueno, es un poco el problema de la cultura de masas. Quienes ahora leen estos
libros no leían otra cosa; antes no leían nada. Recibían la papilla que uno
recibía en la escuela y poco más que eso. En cambio ahora existe esto, que creo
que es inevitable y que en cierto modo va a ocurrir con toda la cultura
académica. El que trate de ser maestro de escuela de ese público no es
bienvenido. No hay nada que hacer.
-El revisionismo tuvo una función política importante, ¿Puede tenerla el
neorrevisionismo?
-Sólo en un sentido negativo, y sólo podría alcanzar eficacia política si
terminara despejando el terreno para alguna ideología contestataria capaz de
ofrecer con éxito una alternativa a todo lo que el neorrevisionismo denuncia
indiscriminadamente, cosa que no parece estar ocurriendo.
El laberinto argentino
-¿Kirchner es una alternativa política?
-Creo que le habría gustado y le gustaría ser una alternativa. Pero lo perjudica
que la recuperación haya terminado, bastante exitosamente pero que haya
terminado. Es una impresión, pero ayer me encontré en medio de una muchedumbre
hirviente de indignación por el paro del subte D. Quizás lo que explica esa
reacción es que a ese público se le pasó el miedo a perder el empleo y está
redescubriendo todos los motivos de descontento que tenía antes del derrumbe.
Era, con todo, un buen signo para Kirchner que en sus maldiciones nadie se
acordara de él y todos de Ibarra. Pero creo que a esta altura todo el mundo
(quizás Kirchner mismo) está convencido de que el único papel al que puede
aspirar es al de nuevo jefe nacional del movimiento peronista.
-El universo simbólico al que apela constantemente es el peronismo de los
setenta.
-Cuando
se recuerda que las muchas decenas de miles de chicos que la Tendencia pudo
poner en la calle en 1973 están por entrar o han entrado en la cincuentena, ese
retorno al pasado parece menos sorprendente. Para algunos que pasamos ya hace
rato la cincuentena y conservamos de esos tiempos una imagen algo más matizada
que la de quienes, como los Kirchner, la vivieron a los veinte. La manera que
ellos han elegido para dar ese ejemplo puede tener —y tiene— algo de irritante,
pero en ese tema, como en otros, los rescatan sus enemigos; en este caso, los
que defienden al indefendible Proceso.
-¿Cómo ve hoy la intervención pública de los historiadores?
-Como la de cualquier otro hijo de vecino, pero en este caso existe el peligro
de que se atribuyan una lucidez especial, por su conocimiento histórico, lo que
le daría una seguridad ilusoria. Esto me trae el recuerdo de Miliukov, gran
historiador de Rusia y diputado Cadete en la última Duma zarista, que había
creído que en Rusia el futuro pertenecía al liberalismo, hasta que Trostsky
respondió a sus protestas ante la disolución de la Constituyente por los
bolcheviques haciéndole saber que acababa de caer irrevocablemente en el canasto
de los papeles de la historia. Es cierto que el análisis marxista no le resultó
más útil a Trotsky, incapaz de adivinar que diez años después iba a caer él
mismo en ese canasto, o (lo que quizá le habría dolido más) que al terminar el
siglo Rusia tenía de nuevo una Duma.
-Su - Historia contemporánea de América Latina- tiene dos prólogos: a la primera
edición del 67 y a la segunda, del 88. El primero es optimista y casi combativo.
El segundo es la negación del primero desde una postura pesimista, aun podría
decirse que conservadora. ¿Cuál sería la mirada del prólogo actual?
-Ya no escribiría un prólogo. En el primer prólogo, y todavía residualmente en
el segundo, estaba presenta la idea de que la historia se mueve en una cierta
dirección y tiene una meta. Hoy me parece que la historia va a los tumbos por
donde puede. Lo más sabio es no hacer pronósticos.
-¿Pero ve una América latina más integrada o no?
-No me parece que por el momento esté más integrada: hay varios proyectos de
integraciones parciales en marcha, cada uno con sus problemas; después vendría
el problema de cómo compaginarlos. No creo tampoco que esté más dominada. Lo que
acaba de pasar en la OEA —Fidel Castro apenas exageraba cuando, hace cuarenta
años, la llamaba el ministerio de colonias de los Estados Unidos— aunque no es
muy importante, es sintomático. Cuando se hizo evidente que la candidatura para
presidirla del centroamericano patrocinado por los Estados Unidos había nacido
muerta, Washington pasó a apoyar la del canciller de México, hasta que después
de varias votaciones en que su candidato no logró quebrar el empate con su
colega chileno, terminó apoyando a éste, pese a que todas sus maniobras
anteriores habían tratado de evitar su elección. Ese cambio se debe menos a un
aumento de vigor latinoamericano que al hecho de que al fin de la bipolaridad de
la guerra fría no ha seguido la consolidación de un orden unipolar más dominado
que antes de 1991 por EE.UU., sino un sistema mundial mucho más complicado y en
continuo flujo, sobre todo desde que los coletazos de la guerra de Irak
revelaron los límites del poderío norteamericano aun en su aspecto militar.
-En algún momento dijo que hacer historia argentina era dar cuenta de un
fracaso. ¿Sigue pensando lo mismo?
-Sí, pero creo que si fue un fracaso tan categórico se debió en parte a que no
supimos admitir a tiempo que a partir de la gran crisis de 1929, la etapa en que
la Argentina había podido crecer a un ritmo excepcionalmente acelerado —porque
lo que tenía que ofrecer al mundo era exactamente lo que el mundo esperaba de
ella— se había cerrado irrevocablemente, y que cuando buscaba salidas
alternativas no podía esperar volver a obtener los mismos éxitos que le había
sido fácil conquistar. Eso nunca se aceptó; todos los planes económicos que
conocimos se basaron en la noción de que sólo necesitaban alcanzar un éxito
inicial, porque éste suscitaría la aparición de mecanismos automáticos que
cumplirían la misma función de los que en el pasado habían asegurado un
crecimiento sostenido.
Fuente: Clarin.com

Cerebros
en fuga
Siete mil científicos formados en la Argentina trabajan en el extranjero. Apenas
200 son los que volvieron.
En nuestra castigada Argentina, plagada de curiosidades, la actividad
científico-técnica nos enfrenta a otra de ellas. De universidades ferozmente
criticadas –sobre todo las públicas– egresan, sin embargo, camadas de
profesionales que se dedican a la investigación y a la docencia con verdadero
éxito. Pero, para ahondar la paradoja, esos egresados a poco de haber realizado
alguna experiencia, obtenido un doctorado o directamente a la salida de los
claustros, son tentados por instituciones extranjeras y se van, en busca de un
mejor futuro. Y así construyen sus vidas y se establecen en un suelo lejano,
donde desarrollan y multiplican el saber obtenido aquí.
Un hito casi fundacional de esta fuga de cerebros fue "la noche de los bastones
largos". En 1966, el presidente de facto Juan Carlos Onganía decretó la
intervención de las universidades nacionales, que fueron desocupadas
violentamente, con graves incidentes. Dicha intervención dio lugar a uno de los
primeros éxodos masivos de profesores e investigadores.
Desde entonces, si bien no se repitieron tan duras experiencias, las malas o
inexistentes políticas y la incertidumbre general hicieron el resto.
Pero, ¿qué envergadura tiene este fenómeno? Un informe de la Cepal indica que la
Argentina fue el país de América latina que más científicos y técnicos exportó
durante la década del 90 a los Estados Unidos; el organismo estimó que de cada
1.000 argentinos que emigraron al exterior, 191 era personal especializado.
Actualmente, se calcula que unos 7.000 científicos formados en nuestras aulas
trabajan en el extranjero.
Según una nota periodística reciente, en los últimos tres años retornaron más de
200 científicos al país, a partir de distintas iniciativas oficiales.
Una ingeniera "repatriada"
Tras egresar como ingeniera química de la Universidad del Centro, Gabriela
Tonetto, oriunda de Olavarría, emigró a Canadá para realizar un post doctorado a
principios de 2002. Allí permaneció por dos años, trabajando para la Universidad
de Western Ontario en su área de especialización, la catálisis aplicada a los
reactores.
El año pasado, Tonetto regresó al país con una beca del Conicet y trabaja en la
Planta Piloto de Ingeniería Química (Plapiqui) del Centro Regional de
Investigaciones Básicas y Aplicadas de Bahía Blanca.
"Allá no hay problemas con los insumos, trabajaba más rápido y no renegaba. Pero
en lo que respecta a la gente, no me sorprendió, estamos muy bien acá, quizás
nos cuesta conseguir los datos, pero lo suplantamos con una discusión mayor",
señaló.
Para ella, los científicos argentinos son bien considerados en el exterior.
"Cuando estaba afuera, yo le propuse a mi jefe trabajar con gente de mi
laboratorio en la Argentina y estuvo de acuerdo, se pudieron hacer tareas en
conjunto, eso es porque valen", dijo.
Otra diferencia importante para sus pares extranjeros es la certeza de poder
crecer también en el campo privado. "En Canadá es muy fácil para un profesional
que termina su doctorado irse a trabajar a la industria, casi todos hacen eso;
acá en la Argentina es una posibilidad que casi no se considera", dijo con
resignación.
Planteó, además, Tonetto otra cuestión que excede lo económico, el status del
docente en una sociedad desarrollada. "Más allá del aspecto económico, ser un
profesor en Canadá da un prestigio social que acá no existe. Cuando yo digo que
trabajo en la Universidad, me dicen ‘¡uy!, pobrecita, ¿no conseguiste un trabajo
en la industria?’ En cambio afuera se considera distinto."
Perspectiva de crecimiento
Los hombres y mujeres de ciencia radicados en el extranjero, en un número de
7.000, son una proporción realmente elevada respecto de la comunidad científica
nacional, cuyos miembros se estiman en unos 15.000. Esto significa que casi una
tercera parte del total trabaja fuera de nuestras fronteras.
"Hoy estamos en una perspectiva de crecimiento del sistema científico
tecnológico y de la incorporación de recursos humanos", señaló Mario Lattuada,
vicepresidente de Asuntos Tecnológicos del Conicet, consultado por la revista de
ADEPA.
Pero sucede que cada vez se doctoran menos profesionales y la relación con los
países vecinos da la pauta de esta merma: mientras en Brasil acceden a ese nivel
7.000 personas al año, en nuestro país llegan sólo 400. "Cuando el sistema
empieza a crecer y a demandar nuevos investigadores, nos damos cuenta de que
tenemos un serio problema, carecemos de gente con formación adecuada para
ingresar a la investigación", aseguró.
Ante este panorama, la posibilidad de repatriar al personal calificado que está
en los Estados Unidos o en Europa cobra todavía una importancia mayor. Para este
fin se crearon las becas de reinserción del Conicet, especialmente destinadas a
quienes quieren volver al país. Se trata de un programa que brinda un ingreso
por 24 meses.
Reconoció Lattuada una deficiencia, ya que estas becas están lejos de equiparar
la escala de ingresos del primer mundo. "En un cargo de investigador puede haber
una diferencia de 5 o 6 veces menos de lo que se paga en el exterior", indicó.
El piso de estas becas es de 1.400 pesos y llegan a 1.800 para quienes se
radican en lugares alejados.
A la hora de pronosticar qué sucederá en el futuro, Lattuada es cauto pero
optimista. "Es auspicioso que hayan regresado 200 científicos. La expectativa es
que esto siga como una tendencia, pero no creo que sea una cuestión masiva",
sostuvo. Según el directivo del Conicet, para lograrlo hay que asegurar algunas
condiciones mínimas, como un sueldo digno, los elementos para trabajar y el
reconocimiento social. "Con estos elementos, que son los pocos que tenemos para
defender que la gente se quede en su lugar, quizás no retengamos a todos, pero
es un buen inicio", dijo.
Otros caminos
De todos modos, estos planes no constituyen una solución definitiva. Las fuentes
consultadas coincidieron en que es necesario encontrar nuevos carriles para
revalorizar y fortalecer la actividad científica nacional, en particular
integrando al sector privado.
Comentó Lattuada que el Conicet ha emprendido varias iniciativas para enderezar
esta cuestión. En los últimos tres años se triplicaron las becas para acceder a
los doctorados (de 500 a 1.500 en ese lapso) y se ampliaron los ingresos a la
carrera de investigador (de 150 a 500).
"Además, estamos estimulando que los investigadores se inserten también en el
sector productivo, en las empresas. Tenemos dos sistemas, para becarios y para
investigadores, cofinanciados con empresas", explicó.
En el caso de un becario, el Conicet paga la mitad del estipendio de beca y la
empresa cubre el resto para que haga un doctorado y desarrolle una línea de
investigación que sea de interés para el sector empresario. En el caso de un
investigador en una empresa de base tecnológica, el Conicet le permite trabajar
allí durante cuatro años y el privado le abona un plus sobre su sueldo.
"Esto está pensado para agrandar el sistema, porque antes se pensaba que el
investigador sólo podía trabajar en la esfera pública. Esta es una forma de que
haya una mayor demanda de gente de alta capacidad que, en vez de irse al
exterior después de haber sido formada y financiada por el Estado nacional y
terminar produciendo para una empresa extranjera, termine haciéndolo en una
empresa radicada en el país."
Drenaje enorme
Sobre esta temática, la perspectiva de un educador es relevante. "No obstante la
permanentemente denunciada crisis que vive el sistema educativo argentino en
todos sus niveles, la producción sobre todo en el estamento superior, es
positiva y calificada. Esto se verifica por la cantidad y calidad de
profesionales que ejercen en el país", afirmó Antonio Salonia, ex ministro de
Educación.
"Pero muchos de ellos, en particular quienes tienen vocación por la
investigación científica, cuando no encuentran aquí un ámbito para el desarrollo
de sus aptitudes, buscan otros rumbos. En consecuencia, el drenaje de talento
que produce la Argentina es enorme y es seguramente uno de los datos más graves
de su crisis global", enfatizó.
Consideró Salonia, ex ministro de Educación, que el problema excede a los
gobiernos de turno. "Pero el fenómeno no se ha atenuado y las condiciones no
permitirán, al menos en el corto plazo, que se aminore", advirtió.
Entre las verdades que no se pueden ocultar, y que merecen la atención de todos,
está el hecho de que en nuestro medio las posibilidades de inserción de teóricos
e investigadores en el ámbito privado son muy acotadas.
"Desafortunadamente, no existe una relación frecuente y orgánica entre la
actividad universitaria y de centros de investigación oficiales con las
empresas, que deberían tener interés en fomentar y apoyar la capacitación de los
investigadores", sostuvo Salonia. "En consecuencia, más allá de lo que realiza
el Estado, es relativo lo que puede hacerse desde el campo privado. Es una
materia pendiente que requiere que se estimulen mecanismos de relación entre el
esfuerzo educativo y los actores sociales y económicos."
"No deben caminar la Universidad y la investigación científica por vías
paralelas respecto de lo que se desarrolla en lo económico y social, donde tiene
protagonismo la actividad privada. Debe haber una política globalizadora, que
incluya a todos, para preservar el talento de los argentinos."
Fuente: www.adepa.org.ar

¿Cuándo
comenzó el terror del 24 de marzo de 1976?
Por Adolfo Pérez Esquivel
Toda sociedad está sujeta a cambios debido a la dinámica que vive , tanto a
nivel mundial como en los acontecimientos locales. Han transcurrido 28 años
desde el golpe militar instaurado en la Argentina; una de las dictaduras más
sangrientas de toda su historia.
Debemos hacer memoria, que no es pasado, sino presente, que tiene una fuerte
carga emotiva, social, política y sobre todo ética, que busca la Verdad y la
Justicia, la reparación que la sociedad debe a miles de víctimas del terrorismo
de Estado. ¿Cuándo comenzó el 24 de marzo de 1976?-¿ Cuáles fueron las
motivaciones para el golpe de Estado y quienes fueron los cómplices abiertos y
encubiertos para provocar el baño de sangre y terror que vivió el país?
Nunca las fuerzas armadas pueden dar un golpe de Estado solos, necesitaron del
apoyo y la complicidad de sectores civiles, de empresarios, de sectores de la
iglesia, de su silencio también cómplice y del apoyo exterior.
No podemos olvidar quemás de 80 mil militares de toda América Latina, fueron
formados en la Escuela de las Américas en Panamá y en las Academias Militares de
EE.UU. fueron quienes aplicaronla Doctrina de la Seguridad Nacional,y
elOperativoCóndor, esa internacional del terror que extendió sus tentáculos
hacia Europa y EE.UU. para cobrar sus víctimas.
Recién después de 28 años,se puede vislumbrar una esperanza que permita ir
cicatrizando las heridasde la sociedad. El actual gobierno que preside el
presidente Kirchner estádando pasos significativos en la política de derechos
humanos, en restablecerla justicia, superando la impunidad jurídicaque
gobiernosque le precedieron trataron de ocultar detrás de leyes injustas e
inmorales, como también beneficiando con los indultos a los responsables de
graves violaciones de los derechos humanos.
Uno de los hechos más elocuentes y significativosa la memoria del pueblo, es la
expropiación de la ESMA, Escuela de Mecánica de la Armada, que durante la
dictadura militar,fue uncentro de torturas y campo de concentración, donde
pasaron cerca de cinco mil prisioneros, en el que se apropiaron de niños y se
aplicó la siniestra metodología del secuestro y desaparición de personas.
Laescuela del terror serátransformada en el Museo de la Memoria para las
generaciones presentes y futuras y para que Nunca Más vuelva a suceder a nuestro
país, como a ningún pueblo del mundo.
Las fuerzas armadas cargan con la responsabilidad de ser los brazos ejecutores
de la barbarie desatada contra el pueblo. Los cerebros del plan siniestro
aplicado en Argentina y toda América Latina,las transformaron en tropas de
ocupación del propio pueblo y alteraron su verdadera función: la de estar al
servicio del pueblo y ser defensores de la soberanía y la libertad.Apuntaron a
imponer un modelo político, económico, cultural basado en la Doctrina de la
Seguridad Nacional, impuesta desde Washington con alto costo en vidas y la
destrucción de la capacidad productiva del país, beneficiandoa grandes empresas
que se enriquecieron, varias de ellas transnacionales, como Ford y Mercedes
Benz, responsables de entregar a sus trabajadores en manos de los represores y
mantener en sus plantas fabriles destacamentos militares.
Está la empresa Ledesma, en Jujuy, de los Blaquier,que en la "Noche de los
Apagones" utilizó los camiones de la empresa para secuestrar y hacer desaparecer
a personas que consideraban contrarias a sus intereses. Es el caso del secuestro
y desaparición deldoctor Aredez, un médico dedicado a la atención de los
sectores sociales más desprotegidos. Hasta el día de hoy es depredadora y daña
la vida de la población, sin ningún tipo de control sobre el bagazo de la caña
de azúcarque, al aire libre, contamina el medio ambiente y provoca cáncer a las
personas. Esta empresa continúagozando de la más absoluta impunidad.
Muchas otras empresas fueron beneficiadas por la dictadura militar. Una larga
lista de empresas logran pasar sus deudas privadas como deudas del Estado. Hoy,
el pueblo debe pagar aquello que nunca les llegó, y así crecióla perversa "Deuda
Externa", a la que denomino la "Deuda Eterna": impagable inmoral, injusta. Entre
las empresas beneficiadas por la dictadura militar figuran ( los montos que se
señalan corresponden a millones de dólares): City Bank -213; Cogasco S.A. -1348;
Banco de Londres -135; Sevel -124; IBM- 109;FORD - 80; Loma Negra -62; Chase
Manhattan Bank - 61; Bank of América - 59; ESSO- 55; FIAT - 51; Mercedes Benz -
92; Banco Ganadero -157; Deutsche Bank - 90; Industrias Metalúrgicas Pescarmona
– 89.
¿Cómo y por qué, se benefició a estas y muchas otras empresas a espaldas del
pueblo?.
El Juez Ballestero señala que: "...el Poder Judicial de la Nación, en
cumplimiento de sus facultades constitucionales, ha establecido en la causa
"Olmos Alejandro s/denuncia" la completa ilegitimidad de los beneficios
económicos que recibieron las empresas mencionadas a expensas del Pueblo
Argentino, por medio de una serie de maniobras planificadasy ejecutadas por
quienes usurparon los poderes del Estado(o el gobierno de la Nación) el 24 de
marzo de 1976.
Vuelvo a insistir, los militares no estaban solos, recibieron el apoyode
sectores políticos que fueron a conspirar en los cuarteles para que los
militares salgan a reprimir al pueblo. Las oligarquías nacionales buscaron sus
propios beneficios, sin interesarles la vida del pueblo. Aquellos que buscaron
justificar la política de los "dos demonios" y que "aquí hubo una guerra". Los
de afuera, los que mandan, que buscaron y buscan imponer sus políticas de
dominación e intereses políticos y económicos y para quienes el pueblos les
resulta un estorbo. Aquellos que sin medir las consecuencias buscaronapropiarse
de los recursos del país, del patrimonio del pueblo, generando más hambre y
exclusión social, mediante las privatizaciones.
En 1969,durante la dictadura del general Onganía, comenzó ladestrucción delos
centros de investigación científica de la Universidad Nacional de Buenos Aires y
la persecusión a los científicos, en "La Noche de los Bastones largos". Las
guerrillas de distintos signos ideológicos que creyeron ser liberadores del
pueblo, sin el pueblo, generando más destrucción y violencia, y que la dictadura
con sectores políticos fomentaron para su propio provecho, generando la llamada
" guerra entre los dos demonios".
Aquí no hubo una guerra, se atacó a todo el cuerpo social, a aquellos que nada
tenían que ver con las guerrillas y que trabajaban por una sociedad más justa y
humana.
A 28 años debemos hacer memoria. Hoy, Estados Unidos, responsables ideológicos y
de la formación de las fuerzas armadas, que provocaron las grandes masacres en
toda América Latina, presionan al gobierno y al parlamento para el ingreso de
sus tropas con inmunidad. Parece que los diputados y senadores, no quieren tener
memoria. LaCámara de Diputados ya dio media sanción para el ingreso de las
tropas norteamericanas y hoy el gobierno de los EE.UU. presiona al Senado para
lograr su aprobación. A 28 años del genocidio de un pueblo, ¿es posible que no
hayan aprendido nada?- ¿O tal vez continúan con las mismas ‘mañas’ que tanto
dolor costó a nuestro pueblo?
El 24 de marzo de 1976, tiene aún a quienes quieren continuar ese camino. Y a
otros que luchan por encontrar nuevos caminos y esperanzas en que la memoria y
la resistencia del pueblo estén firmes y dispuestas a que Nunca Más vuelva a
suceder otro 24 de marzo.La lucha, las esperanzas y la resistencia no
terminaron. Estamos en camino junto a un pueblo que reclama sus derechos a vivir
en Paz y Libertad.
Buenos Aires, 23 de marzo de 2004
Fuente: www.serpajamericalatina.org

Rolando
García
Discurso en ocasión del
homenaje que le hiciera la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
Universidad de Buenos Aires.
1999
No estoy muy seguro si el estado emocional me ha de
permitir articular estas palabras con cierta coherencia, porque este acto toca
sentimientos muy profundos y agolpa en mi mente situaciones personales de un
período de mi vida, no muy extenso, pero que fue profundamente vivido. Sin
embargo, lo que viene a mi mente en este momento no son hechos y personas
particulares, lo que viene a mi mente quizás lo podría describir como un
escenario donde actuaron esas personas, donde transcurrieron los hechos; un
escenario que dio contexto y significado a lo que se hizo. En ese escenario
predominaban las figuras jóvenes, un movimiento estudiantil como no he conocido
en otra parte del mundo, graduados jóvenes –algunos de ellos que se fueron a
estudiar afuera y volvieron, a pesar de que se hubieran podido quedar en el
exterior– y algunos profesores, maduros, de los que voy a citar a uno solo, como
puede ser Rodolfo Bush, que fue uno de entre muchos de los que armaron el
escenario.
Sin ese escenario, nada se podría haber hecho, o muy poco, porque fue un
esfuerzo colectivo, una atmósfera, un lugar de discusión, fue un foro de
comprensión, de análisis, eso es lo que dio sentido a esa realidad.
Mucho que hacer y poco tiempo que perder
Lo que nos impulsaba era simplemente el afán de avanzar: teníamos mucho que
hacer y poco tiempo que perder. Pero además de ese afán de avanzar, hubo otra
cosa a la que le dedicamos mucho, que fue la direccionalidad de ese proceso. La
idea era crear esa Facultad de Ciencias de primer nivel internacional que
pudiera contribuir a la Nación. Ese afán de darle una direccionalidad fue lo que
nos trajo los mayores sinsabores. En aquella época era natural dividir las
fuerzas en "derecha" e "izquierda", hoy no sé qué quiere decir eso pero entonces
sí tenía sentido.
Una gran parte de la Facultad apoyó nuestra dirección pero tuvimos grandes
críticas de un sector del espectro de la derecha y de otro sector del espectro
de la izquierda; los dos nos hicieron bastante la guerra. Me voy a referir al
conflicto con el segundo, que fue el que más me dolió... aunque después me dolió
más el primero (risas).
Nos pusieron el apodo de "cientificistas", cosa que consideré siempre como una
gran injusticia: éramos "cientificistas" porque queríamos empujar la Facultad a
un alto nivel científico y hacia ese alto nivel enfocábamos el esfuerzo. En
relación con esto, quiero contarles un recuerdo personal, aunque no soy propenso
a contar anécdotas sobre mí mismo.
La conexión china
En aquella época hubo un congreso del Consejo Internacional de Uniones
Científicas en Bombay y en esa ocasión se renovaba la mesa directiva. Fue
entonces que me eligieron como vicepresidente. Imagínense: Vicepresidente del
Consejo Internacional de Uniones Científicas... era uno de esos títulos
rimbombantes, que no quieren decir nada, pero que son muy impresionantes. Y
bien, con ese título bajo el brazo fui con mi esposa a Nueva Delhi y pedí una
audiencia al embajador chino; le dije que pensaba volver a mí país pasando por
Hong Kong y le pregunté si podría tomar contacto con mis colegas chinos, sobre
todo porque allí tenía dos colegas muy queridos. La respuesta no fue inmediata
pero fue positiva y me dijeron que sería invitado de la Asociación de
Trabajadores Científicos de China. No se alarmen, no voy a contar el viaje ni
voy a pasar diapositivas (risas).
Y bien, cuando fui a la Universidad de Pekín conocí al vicerrector, que en ese
momento estaba a cargo de la universidad. Su nombre me sonaba conocido y le
pregunté si era el autor de un trabajo muy bueno sobre turbulencia que había
leído en una revista inglesa. Se asombró un poco de que pudiera comentar su
trabajo y eso abrió la relación bastante.
El libro rojo de Mao
Lo que encontré allí es que el tipo de esfuerzos que realizábamos aquí para
alcanzar el nivel científico era muy similar a lo que hacían ellos, naturalmente
que en la dimensión china, una cosa completamente distinta; pero íbamos por la
misma ruta, y en un comentario acerca de la prioridad que le daban al nivel
científico me mostraron una cita de un famoso librito, que era el Libro Rojo de
Mao y que, cuando lo vi, con ese poco de megalomanía que tenemos todos, dije:
"Mao me ha plagiado y ni siquiera me cita".
Mao dice allí que "todo lo que el enemigo sabe, nosotros lo tenemos que saber, y
todo lo que el enemigo no sabe nosotros lo tenemos que saber". Si trasladamos el
"nosotros" de Mao al "nosotros" de ese aquí y ahora, y no hablamos de "enemigo"
sino de "los otros", lo que podíamos pensar era que nuestra tarea era mucho más
dura de lo que pensábamos: teníamos que saber todas esas cosas, pero para
cambiarlas teníamos que pensar, analizar e imaginar mucho más. Todo esto me dejó
tranquilo y el apodo de "cientificista" me hirió mucho menos.
La derecha, más grave
Lo otro, más grave, fue la derecha. Voy a decir con toda franqueza que la imagen
que se da de La noche de los bastones largos es un poco deformada. Hay que tener
en cuenta que al lado de lo que se llamó proceso fue un episodio policial. Claro
que nos rompieron cabezas y costillas, pero el objetivo no era romper cabezas.
Los que instigaron eso eran civiles y universitarios porque lo que estaba en
juego era un programa ideológico: lo que querían romper no era cabezas, era el
escenario que describí al principio, porque sabían que ese escenario conducía a
un tipo de país totalmente distinto. La lucha fue dura y la perdimos,
naturalmente.
Fin de siglo complicado
Al rememorar lo que pasó entonces es absolutamente inevitable compararlo con el
ahora, que es sumamente doloroso. Estamos en un período muy complicado,
oscilamos permanentemente en este final de siglo entre la admiración y el
horror, el deslumbramiento y la náusea. El deslumbramiento por los
extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología, el horror y la náusea por
los 2000 millones de desnutridos que hay en el mundo –cifras de las Naciones
Unidas–. El horror y la náusea porque un puñado de personas –llamémosle
personas– han amasado capitales superiores a decenas de países de esos que
nosotros llamamos del Tercer Mundo y que después se llamaron, casi
sarcásticamente, en vías de desarrollo. Hay un puñado de países que se han
arrogado el derecho de castigar, bombardear, matar en cualquier parte del mundo
por encima de todos los organismos internacionales. Desgraciadamente –no voy a
seguir dando datos– un mundo de frustraciones. Son tiempos para aquellos que no
pensamos la sociedad en términos de variables económicas sino en términos de
personas.
Tiempo de reflexión
Pero no es un tiempo de bajar los brazos y de abandonar. Siempre ha habido de
estos tiempos en la historia y hay que tomarlos como tiempos de reflexión.
Tenemos que repensar nuestra discusión, y en lo que respecta a nosotros tenemos
que repensar la educación y la universidad. Hoy la educación básica significa
aprender a leer. No El Quijote sino leer los manuales de los aparatos para poder
apretar el botón que corresponde: ésa es la educación básica del Banco Mundial.
Y en materia de educación superior se trata de poner la universidad al servicio
del sistema productivo y del mercado. A nosotros nos corresponde pensar en ese
mundo la universidad.
Heredamos de la Edad Media dos instituciones: la Iglesia y la universidad. La
Iglesia ha avanzado bastante, se ha transformado mucho, incluso muchísimo
teniendo en cuenta la revolución teológica actual que nos confunde un poco
porque ya no podemos mandar al infierno a nadie porque nos dicen que no tiene
domicilio.
Ellos han repensado mucho, nosotros seguimos con las tradiciones. La universidad
está como está quizás por la tradición que tiene, y a una facultad como ésta –la
Facultad de Ciencias Exactas– le corresponde, y en buena medida, repensarla. Lo
que hay que modificar, aunque se hable del fin de la historia y de las
ideologías, es el aparato conceptual con el que se analiza la sociedad.
En la Noche de los Bastones Largos (29 de Julio de 1966), la policía cercó la
zona de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, donde entró a bastonazo
limpio. Rolando García era decano de la Facultad, en ese entonces.
Nuevas utopías
Creo que tenemos una responsabilidad muy grande y hoy me preguntaba si no será
que habrá que rehacer ese escenario, la universidad foro de discusiones, lo que
en aquella época nos atrevimos a llamar "la conciencia crítica y política de la
sociedad"; no de partido político: la política es lo que tiene que volver a la
universidad, esa universidad con conciencia social que haga punta en la
transformación.
Creo que he hablado demasiado. Tengo que agradecerle al señor decano y a sus
colaboradores por esta invitación y a todos ustedes por permitirme hablar sin
interrupciones y pensar en voz alta, y permitirme recordar, como incentivo y
motor para forjar nuevas utopías.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/1999/suple/futuro/99-08-21/nota_a.htm

Especial
de Página/12, 40 años de La Noche de los bastones largos
Fecha publicación: 28 de julio de 2006
La caída. A 40 años de La
Noche de los Bastones Largos
"Pegaban bien, pegaban con ganas"
Por Javier Lorca
"Sáquenlos a tiros, si es necesario. ¡Hay que limpiar esta cueva de marxistas!"
La orden la pronunció hace cuatro décadas el jefe de la Policía Federal, Mario
Fonseca, obedeciendo con rigor vertical el mandato del general Juan Carlos
Onganía, apoyado por una extendida aquiescencia social, incluidos vastos
sectores universitarios. El objetivo de la "Operación Escarmiento",
minuciosamente cumplido el viernes 29 de julio de 1966, era desalojar las cinco
facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que estudiantes y profesores
mantenían ocupadas en rechazo a la intervención recién decretada por la
dictadura militar. El método aplicado fue la irrupción de la Infantería, con
especial saña en Ciencias Exactas y en Filosofía y Letras –las facultades más
renovadoras–, primero lanzando gases lacrimógenos y luego descargando bastonazos
sin discriminar hombres de mujeres, ni alumnos de docentes, graduados o decanos.
En la perspectiva de las posteriores tragedias nacionales, la Noche de los
Bastones Largos resultaría un simbólico y sombrío preludio. Para la UBA,
marcaría el final de sus años dorados y encarnaría la escena primordial de un
mito tan riesgoso como fundado en la realidad, al que Christian Ferrer ha
llamado "el relato de un martirologio": la universidad pública como víctima,
lacerada y flagelada por golpes y exilios forzados, por crímenes, persecuciones
y desapariciones, por ajustes y privatizaciones.
Un mes después de derrocar al presidente Arturo Illia, Onganía decretaba el cese
de la autonomía en las universidades, sedes dilectas del enemigo interno para la
Doctrina de la Seguridad Nacional. Había anunciado un plazo de 48 horas para que
las autoridades académicas decidieran si se cuadraban o renunciaban, pero no
esperó. En la noche del mismo viernes 29 envió a la policía a las facultades de
Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Arquitectura, Medicina e Ingeniería,
pacíficamente tomadas, al igual que el rectorado de la UBA, donde el rector
Hilario Fernández Long se había recluido para manifestar su rechazo.
Cerca de las 22 la Infantería ya rodeaba la Manzana de las Luces, sobre Perú al
200, donde funcionaban Exactas y Arquitectura. Adentro había cientos de
personas: alumnos cursando y otros, junto con docentes y autoridades, intentando
resistir la intervención militar durante el fin de semana. Habían cerrado
puertas y ventanas, habían montado barricadas usando bancos y pupitres. Con los
cascos puestos y los bastones preparados, los policías esperaban la orden de
actuar. Cuando los vio, el vicedecano de Arquitectura, Carlos Méndez Mosquera,
se acercó a uno de los oficiales y le preguntó qué pasaba. "¡Ataquen!", fue la
respuesta, un alarido, prólogo de los gritos y estallidos que seguirían.
A pocos metros de allí, en Exactas, los hechos se replicaban. "¿Cómo se atreve a
cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios", increpó
Rolando García al uniformado que encabezaba el operativo. Un corpulento
subalterno rompió filas e intentó romperle la cabeza con su bastón. Con sangre
sobre la cara, el decano se levantó y repitió sus palabras. También se repitió
el bastonazo. "Pegaban bien, pegaban con habilidad, pegaban con ganas",
resumiría luego Manuel Sadosky, entonces vicedecano de Exactas.
Sobre la Avenida Independencia al 3000, en la Facultad de Filosofía y Letras,
policías armados habían superado el hall e ingresaban al patio y las aulas.
Estudiantes y docentes corrían, tratando de esquivar insultos y culatazos.
Algunos lograron escapar por las ventanas, muchos más fueron golpeados y
detenidos. También era desocupada la Facultad de Ingeniería. Sólo en Medicina no
se registraban incidentes.
Disipados los gases lacrimógenos, la Infantería comenzó a arrear a la gente y
organizar el desalojo de Exactas. Primero todos contra la pared de un aula,
brazos arriba y piernas separadas: "¡Al que apoye las manos en la pared, le
reviento los dedos!". Los lamentos y las súplicas dejaron oíruna falsa orden:
"Preparen, apunten...", simulacro de un fusilamiento que no fue. Después, como
es fama, los universitarios fueron ordenados en fila y, camino a los camiones
celulares, debieron pasar de a uno por entre dos formaciones de policías, una a
tres metros de la otra, mientras sus cuerpos eran sucesivamente molidos a
patadas y bastonazos. Por milagro o porque sabían calculadamente lo que hacían,
no hubo muertos. Sí muchos heridos y, se estima, más de 500 detenidos. Los
profesores, en su mayoría, fueron liberados a la madrugada. "No se nos tomó
declaración, no se nos procesó por nada –relató tiempo después Rodolfo Busch,
profesor de Exactas–, nunca estuvimos presos, nunca hemos sido apaleados."
Al otro día, Onganía clausuró todas las universidades por tres semanas. Para el
22 de agosto la intervención había sido instrumentada. Ese día asumía Luis Botet
como rector interventor de la UBA. Su proclama: "La autoridad está por encima de
la ciencia". Desde aquel momento, la UBA pasó a ser una institución vigilada,
con policías de civil transitando sus pasillos y espiando lo que ocurría en las
aulas a través de pequeñas ventanas en las puertas. Con todo, el resultado sería
el inverso al deseado por la dictadura militar: la actividad política no haría
más que crecer en las facultades.
La renuncia y el exilio de cientos de profesores e investigadores desmantelaron
el proyecto de universidad científica que, a contrapelo del modelo
profesionalista, había comenzado a gestarse en la UBA desde 1957, tras la
recuperación de la autonomía. Un proyecto que había multiplicado el número de
profesores con dedicación exclusiva (eran 9 en 1958 y 700 en 1966), había
modernizado las estructuras curriculares, renovado el plantel de profesores y
abierto nuevas carreras (Sociología, Psicología, Educación, Economía), había
creado los departamentos de Extensión y de Orientación Vocacional... Manuel
Sadosky había fundado el Instituto del Cálculo, donde puso en funciones la
primera computadora del país, en 1961. El sabotaje y posterior destrucción de la
célebre y enorme Clementina, ocurrido durante la intervención militar, suele ser
recordado como símbolo del saqueo sufrido por la universidad pública. Pero,
aunque llevó décadas, hoy existe Clementina II. Otras pérdidas institucionales
continúan sin reemplazo, como tantas capacidades potenciales amputadas que nunca
pudieron realizarse. Creada en 1958, Eudeba –la editorial de la UBA que gerenció
Boris Spivacow– llegó a publicar y distribuir más de 10 millones de libros a
precios populares, con enorme éxito comercial y cultural. Hasta julio de 1966.
Esa
torpeza troglodita
El dictador Juan Carlos Onganía el día que juró como Presidente de la Nación.
Por Luis Bruschtein
Desde hacía un mes se esperaba que los militares entraran a la Universidad y el
camión de la Guardia de Infantería había estado todo ese tiempo estacionado en
la rotonda de Diagonal Sur. En algún momento planeó la ilusión de que dejarían a
la universidad tranquila pero el 29 el clima estaba muy enrarecido.
Cuando llegué ese día a la vieja sede de Exactas, en la esquina de Perú y
Diagonal, había revuelo adentro y varios camiones de la policía estacionados
frente el monumento a Roca. Eran las seis o siete de la tarde y se había
convocado a una asamblea general en el aula magna. La mayoría de los oradores
propusieron hacer una toma pacífica de la facultad, incluso con los profesores.
Como yo cursaba el ingreso, no tenía libreta universitaria y se planteó que no
podíamos quedarnos para que no se dijera que éramos activistas profesionales.
Con otros compañeros fuimos a tomar un café al bar El Cabildo, que está en
Hipólito Irigoyen y Perú. En otra mesa había un grupo de estudiantes de una
agrupación de derecha que festejaba a voz en cuello porque iban a echar a los
comunistas. Cuando intenté volver, la policía ya había acordonado la rotonda de
Roca y no permitía llegar a la facultad.
Bueno, lo que siguió ya es historia. Durante muchos años se habló de la doble
fila que iba desde el patio central hasta la puerta. Estudiantes y profesores
eran brutalmente aporreados a medida que recorrían esos poco menos de cien
metros obligatorios. Cuando entraron los infantes, disparando gases, hubo
estudiantes que se refugiaron en las aulas del segundo piso y algunos que
trataron de escapar por los techos que daban al Nacional Buenos Aires. Las
persecuciones, gritos y estampidas se sucedieron en un despliegue de violencia
inusitado para esa época.
En la puerta, estudiantes y profesores iban saliendo con las manos en la nuca,
muchos de ellos sangrando, y los subían a los celulares en que los llevaban
detenidos. No había gritos en la calle y tampoco entre los prisioneros. Todos
actuaban con una expectativa enmudecedora ante el nuevo escenario que se abría.
La incertidumbre y la sorpresa todavía le ganaban a la indignación en esos
momentos.
El folklore sobre la torpeza de los militares ya era un tema recurrente. Pero
aun así sus actos excedían los estereotipos. Como el comisario Margaride
persiguiendo hombres y mujeres infieles en los hoteles alojamiento, o cuando
llevaron a un cura al aula magna de Exactas para exorcizar a los demonios del
comunismo y Onganía irrumpiendo en la Rural con la carroza de la reina Victoria
tirada por seis caballos blancos.
La facultad estuvo cerrada bastante tiempo porque coincidía con el fin del
cuatrimestre. Cuando reabrió, la mayoría de los profesores había renunciado y en
los pasillos había nuevos celadores con funciones policiales. Algunas cátedras
desaparecieron y otras debieron unificarse. El clima de libertad que había
distinguido a la Universidad había mutado a claustro medieval, vigilancia y
persecución. Esa torpeza troglodita y la ignorancia habían pasado a decidir
sobre nuestras vidas.
La
noche eterna
El 29 de julio de 1966 la dictadura de Juan Carlos Onganía dictó un decreto que
ponía fin a la autonomía universitaria y se proponía "eliminar las causas de
acción subversiva" en los claustros. En algunas facultades se realizaron
asambleas como manifestaciones de oposición. Profesores y estudiantes fueron
forzados a abandonar los edificios a golpes. Muchos fueron detenidos.
Por Diego Hurtado de Mendoza
A comienzos de los sesenta la proscripción del peronismo y las presiones
castrenses –crónicas y siempre perentorias– dominaron la escena política. Las
universidades no fueron ajenas a este juego de la prepotencia. Después de todo,
la autonomía universitaria había sido puesta en vigencia por la dictadura que
llegó al poder en septiembre de 1955. Este tortuoso panorama no impidió que
algunos sectores de las universidades públicas construyeran una identidad que se
pensó a sí misma como solidaria de las mayorías. Cierto vigor y una incipiente
excelencia académica se combinaron con un compromiso político entendido como
concreción de la "función social" de la universidad y oposición a intereses
hegemónicos externos.
Desde las ciencias naturales, "desarrollo" –uno de los conceptos claves de
entonces– fue sinónimo de política industrialista e independencia científica y
tecnológica. Desde las ciencias sociales, la producción de conocimiento fue
pensada como actividad de diagnóstico y transformación de la realidad de país
periférico. Ambos tópicos se cruzaban en un escenario atravesado por aluviones
ideológicos y programáticos. Humanistas y reformistas, católicos y marxistas,
nacionalistas y desarrollistas coincidieron en asignar un papel trascendente a
la universidad.
Si bien la clausura final de estos ideales se concretó el 24 de marzo de 1976,
la carrera hacia el abismo se inició con el golpe que expulsó a Arturo Illia de
la presidencia el 28 de junio de 1966. El gobierno militar de facto hablaba de
negligencia administrativa, de fragmentación de la vida nacional y de inhibición
del proceso de modernización del país. Los primeros actos reflejos de la
dictadura fueron el cierre del Congreso y la Corte Suprema, el control de la
prensa y la disolución de los partidos políticos. El golpe de Estado fue
recibido con indiferencia por la sociedad. Las universidades fueron el único
sector que manifestó públicamente su oposición.
El 29 de julio el gobierno de facto sancionó el decreto ley 16.912, que ponía
fin a la autonomía universitaria y obligaba a los rectores y decanos de las ocho
universidades nacionales a asumir como interventores dependientes del Ministerio
del Interior. El nuevo decreto se había propuesto "eliminar las causas de acción
subversiva" en la universidad. Los rectores de las universidades de Buenos
Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán y Litoral decidieron renunciar. Los rectores
de las universidades del Sur, del Noreste y de Cuyo aceptaron asumir como
interventores.
En la UBA, además del rector Hilario Fernández Long, nueve decanos anunciaron
sus renuncias. En algunas facultades se realizaron asambleas como
manifestaciones de oposición. Como represalia, la misma noche del 29 de julio,
policías armados, conducidos por el jefe de la Policía Federal, general Mario
Fonseca, irrumpieron en algunas facultades de la UBA –los incidentes más graves
se registraron en Filosofía y Letras, Arquitectura y Ciencias Exactas y
Naturales (FCEyN)– disparando gases y gritando consignas antisemitas y
anticomunistas. Profesores y estudiantes fueron forzados a abandonar los
edificios a golpes y la gran mayoría fueron detenidos en diversas comisarías.
En la FCEyN, su decano, el meteorólogo Rolando García, había convocado a una
reunión del Consejo Directivo, que había votado a favor de dar a conocer una
declaración de protesta. En esta facultad se encontraba como profesor visitante
el matemático Warren Ambrose, del Massachusetts Institute of Technology. El
relato indignado de Ambrose fue publicado por la revista Science y el New York
Times.
El periódico norteamericano también reprodujo declaraciones del rector y de
algunos decanos de la UBA. Horacio Pando, decano de Arquitectura, sostenía:
"Cerca de las 22 horas del viernes, la policía interrumpió en las clases
nocturnas en nuestra facultad, gritando obscenidades, ygolpearon a profesores y
estudiantes, hombres y mujeres, muchos de los cuales no conocían el decreto".
El gobierno de facto decidió suspender las clases en las universidades
nacionales hasta el 16 de agosto, con excepción de las tres que habían acatado
el nuevo decreto, y designar a Carlos María Gelly y Obes como nuevo ministro de
Educación. También propuso cubrir los cargos de docentes renunciantes en las
universidades nacionales con profesores de las universidades católicas no
afectadas por la intervención. Esta iniciativa fue interferida por el manifiesto
firmado por 65 profesores de la Universidad Católica de Buenos Aires, donde se
afirmaba: "El país necesita científicos y técnicos y éstos pueden producirse
sólo si las universidades son eficientes y capaces de conseguir sus objetivos
(...) Esto puede ser logrado sólo si se mantienen principios tales como el
derecho a la libertad de pensamiento y opinión dentro de la institución (...) El
principio de autonomía universitaria es el factor más importante para alcanzar
los más altos niveles académicos".
El New York Times comentaba por esos días que "la mayoría de los 75.000
estudiantes sin clases deambulan en las cercanías de los edificios", en aparente
respuesta a un llamamiento de "líderes izquierdistas" de la "poderosa Federación
Universitaria Argentina", que reclamaba la reapertura de las universidades,
buscaba el apoyo en líderes obreros de la CGT y llamaba a "expulsar a la
dictadura educativa".
La ambigüedad en sus manifestaciones públicas fue una de las mejores cartas de
la política exterior de los Estados Unidos durante los años sesenta. Mientras
que el gobierno norteamericano notificó a Onganía su "consternación y
preocupación" sobre lo ocurrido en las universidades y protestó por la golpiza
padecida por Warren Ambrose, a comienzos de agosto Lincoln Gordon, subsecretario
de Estado para Asuntos Interamericanos, que como embajador en Brasil había dado
su fervoroso apoyo al golpe de Estado de 1964, sostuvo ante la prensa que el
ataque a la universidad había sido justificado, porque allí se encubrían
agitadores profesionales. Gordon declaró que la reacción de su gobierno por los
actos del gobierno militar argentino no pasaban de "una expresión de
preocupación" y que no había habido protesta formal y categórica.
El 5 de agosto, Gordon tuvo que aclarar sus dichos. Las páginas de New York
Times y de Washington Post reprodujeron sus argumentos: si bien algunas
universidades latinoamericanas se habían convertido en "asilos de gángsters", de
"estudiantes crónicos" o de "agitadores profesionales", los abusos de la
libertad académica debían ser corregidos "a través de formas civilizadas y
legales" y "no con violentas redadas policiales".
Las aclaraciones de Gordon, apoyadas públicamente por el secretario de Estado
Dean Rusk, provocaron a su vez la reacción del gobierno de facto argentino. El
titular de la Cancillería, Nicanor Costa Méndez, presentó a Leonard J. Saccio,
encargado de los asuntos norteamericanos en Buenos Aires, sus objeciones a las
declaraciones de los funcionarios norteamericanos respecto de las acciones del
gobierno de facto sobre las universidades. La nota de protesta incluía un pedido
de informe detallado de las mencionadas declaraciones de Gordon y Rusk a fin de
analizar si no significaban una interferencia de los Estados Unidos en los
asuntos internos de la Argentina. Sin embargo, la tensión era aparente. El New
York Times indicó que la protesta no implicaba una "denuncia formal" del
gobierno argentino y el Washington Post citó declaraciones de Marshal Wright,
funcionario de prensa del Departamento de Estado, quien agregaba que la protesta
argentina "no parece requerir una respuesta".
Finalmente, en el New York Times del 12 de agosto Marshal Wright afirmaba que el
profesor Warren Ambrose no había sido seriamente dañado. Por otra parte, Wrigth
mencionaba que el gobierno argentino había presentado un extenso mensaje que
desautorizaba la acción policial llevada a cabo la noche del 29 de julio y
aclaraba que los efectivos habían sido instruidospreviamente para no usar la
violencia. De esta forma, el Departamento de Estado norteamericano daba por
cerrados los entredichos.
Al día siguiente del ataque a las universidades ya había comenzado a hablarse
del peligro de un éxodo masivo de investigadores. El 25 de agosto de 1966, un
artículo del New York Times, que llevaba como copete "Reclutadores
universitarios listos para ubicar profesores", anunciaba que algunas de las
universidades más importantes de los Estados Unidos, "incluido el Massachusetts
Institute of Technology y Harvard, así como sociedades científicas y académicas,
han establecido contacto con profesores argentinos en las últimas dos semanas
para colaborar con su plan de partida". Investigaciones posteriores sostienen
que como consecuencia de los episodios del 29 de julio renunciaron en la UBA
alrededor de 1380 docentes e investigadores. Del total de renunciantes,
aproximadamente el 70 por ciento pertenecían a la FCEyN. Más de 300 emigraron
hacia otros países.
La universidad que comenzó a demolerse en julio de 1966 persistió en la forma de
materia prima tenaz para futuras mitologías académicas. Y los mitos iluminan el
pasado selectivamente y lo reinventan en función de los sentidos del presente.
La década 1956-1966 fue así interpretada en varias claves, desde momento de
audaces idealismos —la universidad era capaz de forjar modelos de país— hasta
idílica "edad de oro" del desarrollo científico y tecnológico.
El retorno de la democracia en diciembre de 1983 mostró que en el imaginario de
muchos profesores e investigadores persistía como grado cero de toda política
universitaria la recuperación de la universidad de los sesenta. Los debates
sobre ciencia básica versus ciencia planificada fueron retomados. Como si
Martínez de Hoz y la patria contratista nunca hubieran existido. El anacronismo
resultó evidente a comienzos de los noventa, cuando la "revolución cultural"
neoconservadora comenzó a promover los diagnósticos de organismos financieros
internacionales sobre la educación superior en América latina. Algunos
especialistas latinoamericanos se encargaron de traducir los valores del mercado
a un lenguaje progresista.
La universidad de los sesenta es una historia sin final, una potencialidad que
nunca será acto. Entre otras cosas, eso es el subdesarrollo: historias
inconclusas, sentidos inciertos. En todo caso, la universidad de los sesenta
aporta indicios reveladores para la autoestima de una tradición científica y
académica que todavía busca la clave de su destino, que todavía se pregunta cómo
hacer para que el conocimiento producido en las universidades redunde en capital
social y cultural y en producción de riqueza.
La
realidad externa era fascista
Por José Pablo Feinmann
Recuerdo que era de noche, pero no si hacía frío. Por la fecha del año, calculo,
raro que hiciera calor. El calor estaba en nosotros, en nuestras discusiones.
Discutíamos si existía o no la realidad externa. Eramos alumnos de Historia de
la Filosofía Moderna y estábamos, creo, preparando el final. Debía ser algo así;
si no, no se explica que estudiáramos tanto y discutiéramos un punto tan,
digamos, puntual. El punto era Descartes y su Discurso del método. Hay cierto
momento en que Descartes se pregunta si las cosas que él ve ahí afuera son
verdaderas o algún genio maligno lo está engañando. Entonces dice que son
verdaderas porque él las ve, y si las viera y no fueran verdaderas Dios lo
estaría engañando. Y Dios es bueno y no puede engañarlo. Se trata de su
recurrencia a la veracidad divina. Pero hay un problema: para demostrar que hay
cosas fuera del ego cogito porque Dios es bueno y no puede engañarme, tengo que
demostrar que Dios existe. Y esto es fácil para Descartes. Porque dice: tengo en
mí la idea de la perfección. Yo, que soy imperfecto, no pude haberla puesto ahí,
donde está: en la conciencia. La tiene uqe haber puesto un ser perfecto. El
único ser perfecto es Dios. Dios existe.
Durante esos días, una revista marxista –enemiga de las filosofías idealistas
que deducen todo de la subjetividad– había publicado un chiste memorable. En el
primer cuadrito un tipo con barbita y pipa decía: "Es muy fácil. Ese florero
existe...". Y en el cuadrito estaban el tipo y un florero. Segundo cuadrito: el
tipo dice "porque yo lo pienso". Siempre el tipo y el florero en el cuadrito.
Tercer cuadrito: el tipo dice "si yo no lo pensara...". Siempre el tipo y el
florero. Cuarto cuadrito: el tipo dice "el florero dejaría de existir". En el
cuadrito, ahora, sólo está el florero. Esas eran nuestras bromas y esos eran
nuestros temas de estudio y discusión. ¿Existe la realidad externa? ¿Sobre qué
intenciona la conciencia fenomenológica? ¿Sobre la realidad externa? ¿La
conciencia determina la vida o la vida a la conciencia? Pero, la realidad
externa, ¿existe?
Salimos de la facultad. Bué, nos hicieron salir. Bajamos porque estalló el
infierno. Había entrado la cana. Filo estaba en Independencia. Los canas habían
hecho una doble hilera y por ahí, por el medio, teníamos que salir. Nos gritaban
comunistas de mierda, zurdos podridos y judíos de mierda, esto, judíos de
mierda, mucho y hasta más que mucho porque, según nos enteramos después, el
golpe venía muy católico, muy Santo Tomás, muy filosofía medieval y nosotros ya
estábamos en moderna. De pronto un cana le encajó un bastonazo a uno. Y a otro.
Y a otro más. Nada demasiado grave. En otras universidades fue peor. Pero cuando
salimos a la calle,cuando corrimos hacia la esquina, cuando nos subimos al bondi
y pudimos respirar tranquilos y hablar de nuevo, ya teníamos algo resuelto para
siempre: la realidad externa existía. Y no sólo existía: te puteaba, te cagaba a
palos y era fascista.
TESTIMONIO
1
Por Horacio González *
"Aquella noche estaba en la ocupación de la Facultad de Filosofía y Letras. Hubo
una irrupción de la infantería que, en mi caso, resultó en un golpe en la cabeza
que me dejó desmayado en el patio: yo recibí efectivamente la visita de un
bastón largo. Y esos minutos de desmayo significaron un cambio muy importante en
mi reflexión sobre la universidad y el país... Hacía cuatro años que había
entrado en la universidad y vivía de algún modo el encantamiento de la autonomía
universitaria. De modo que el chichón en mi cabeza fue un alerta sobre lo que
iba a pasar en el país. Una cicatriz que a la luz de lo que fue la siguiente
dictadura generaría una suerte de melancolía por los golpes pasados... En aquel
momento tomé con un sentimiento de pena muy profundo la renuncia de muchos de
nuestros profesores. La irrupción de las armas del Estado en los patios y las
aulas de la universidad dio paso también a las medidas de vigilancia: mi
fotografía estaría desde entonces en manos del personal de vigilancia y era
considerado persona no grata. Lo que tengo dificultad para decir es que aquella
irrupción policial me llevó a sumarme a los que creían en la necesidad de
construir una realidad que superara a la universidad aislada... En la punta de
aquellos bastones había diversas hipótesis de construcción del conocimiento. El
palazo hizo vibrar mi cabeza y me llevó a rechazar tanto a aquella irrupción
policial como a quienes habían sostenido una universidad cientificista pero
idílica. A tientas, fui de los que intentaron construir un realismo nacional y
popular, de forma balbuceante intentamos seguir la lucha política en la
universidad, ocupando cátedras... Aquel golpe despertó un realismo social
militante, una veta política que empezó a llamarse tendencia nacional y popular
y que pronto vería con entusiasmo la lucha con las armas, un período que hoy
amerita una profunda reflexión... Fue muy importante para mí aquel bastonazo. El
desmayo duró muy pocos minutos, pero significó uno de esos hechos que se
recuerdan como un quiebre en la vida propia."
* Estudiante de Sociología en 1966, hoy director de la Biblioteca Nacional.
TESTIMONIO
2
Por Eugenia Sacerdote de Lustig *
"Yo era profesora de biología celular en la vieja Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales de la Universidad de Buenos Aires, que estaba en la calle Perú.
Todavía no existía Ciudad Universitaria. Me acuerdo que esa noche el doctor
Rolando García nos dijo: "Que nadie se vaya a casa porque se va a hacer una
reunión de los profesores. Parece que se viene una revolución". Como era de
noche, dije: "Voy a llamar a mi casa a mi marido y mis hijos para avisar que
llego más tarde". Por suerte, los teléfonos de la facultad no andaban. Y me fui
a hablar desde los teléfonos de una confitería. Cuando volví, vi que había una
doble fila de policías y que los estaban sacando. Había un celular y estaban
empujando a los doctores Manuel Sadosky y García adentro. Y los escuché gritar:
"¡Hay más profesores, vayan adentro a buscarlos!". Entre los profesores, estaba
yo, pero no me encontraron. Me salvé por milagro. Me salvé por el teléfono que
no funcionaba. Me tomé un colectivo enseguida para mi casa. Llegué con un susto
terrible y miré si estaba toda la familia. Perdí el cargo de profesora y todo
cambió. Yo había sido nombrada por el doctor García después que cayó el
peronismo y vino Risieri Frondizi, que me reconoció el título italiano. Yo era
de Turín y vine a la Argentina cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, en 1939.
Pero después de esa noche, no volví más a la Facultad de Ciencias Exactas.
* Bióloga celular, investigadora emérita del Conicet, 95 años.
TESTIMONIO
3
Por Félix Schuster *
Esa noche estaba en la Facultad de Filosofía y Letras y la noticia no nos
sorprendió. Esperábamos con expectativa la intervención y hasta nos parecía raro
que, a un mes de asumir, Onganía todavía no hubiese tocado la universidad.
Teníamos conciencia de lo que se venía, por entonces yo militaba activamente en
el Frente de Izquierda Popular. Trabajaba como jefe de trabajos prácticos de
Filosofía de las Ciencias y, al igual que todos mis compañeros, tuve que
renunciar, aunque no estaba de acuerdo con esa decisión. Para mí había que
quedarse a defender la facultad.
A medida que pasaban las horas, iba llegando gente de Exactas que nos contaba lo
que estaba pasando. Era terrible. Hacían formar fila a los profesores, los
hacían salir y los golpeaban uno tras otro. Se notaba que no había una
planificación por parte de los militares, no eran demasiado hábiles y tampoco
tenían mucha información de lo que pasaba en las facultades. Iban al bulto, sin
tener un conocimiento puntual de lo que querían combatir. Se hicieron
preconceptos y actuaban en función de éstos. Pero sin duda, la noche de los
bastones largos fue un anticipo de lo que pasaría en el ‘76. Para mí fue un
golpe terrible, desde esa noche casi no pise la facultad hasta el ‘84. Estuve 18
años sin participar de la actividad docente en Argentina.
* Ex decano de la Facultad de Filosofía y Letras.
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