Azules y colorados fueron dos facciones
que comenzaron a gestarse en el seno del Ejército luego del
golpe de Estado hacia el gobierno peronista en 1955, los nombres
provienen de la terminología militar. Los azules se definían
realistas y "prefesionalistas" en cuanto al rol de las FFAA,
no desconocían que el peronismo era parte integrante de la realidad
política y que debía ser asimilado democráticamente. Los colorados
identificaban al movimiento peronista como "pro comunista" y abogaban
por erradicarlo por completo de la escena nacional. Ambas facciones
se reconocían, en el marco de la doctrina de la seguridad nacional,
como católicas, nacionalistas y profundamente anticomunistas. |
NOTAS EN ESTA SECCION
El otro 2 de abril,
por Guido Braslavsky |
Azules y Colorados, los tanques en la
calle | El
Comunicado 150 de Mariano Grondona
Los hechos de un juego
de guerra penoso y costoso para el país |
Dos máscaras de un mismo antifaz
La crisis política
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y colorados - recortes de prensa |
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de la desconsoladora verdad, editorial La Prensa, 15/03/63
 El
otro 2 de abril: la batalla en el Ejército entre Azules y Colorados
Feroz enfrentamiento durante el gobierno de Guido
Fue en 1963, duró tres días, y terminó con 24 muertos y 87 heridos. Ganó
el sector azul, "legalista", que tres años más tarde derrocaría al radical
Illia.
Por Guido Braslavsky
La convulsionada y anárquica década del 60 vio nacer dos facciones en las
Fuerzas Armadas. Azules y Colorados se enfrentaron duramente en 1962 y 1963,
llegando al derramamiento de sangre. El último choque, que dejó 24 muertos
y 87 heridos, se inició con un alzamiento del bando Colorado que buscó derrocar
al presidente José María Guido. En tres días los Azules se impusieron, lo
que dio paso a purgas masivas en el Ejército y la Armada.
Es el otro 2 de abril, el de 1963. Ese día amaneció espléndido, propicio
al plan de los conjurados, que pretendían ungir presidente a un conspirador
veterano, el general retirado Benjamín Menéndez, "comandante en jefe de
las fuerzas revolucionarias de Aire, Mar y Tierra". El almirante Rojas estaba
entre los complotados.
La Armada se sumó casi en pleno a la sublevación. En el Ejército, los rebeldes
contrarios a la cúpula azul, encabezados por el general retirado Federico
Toranzo Montero, lograron controlar algunas unidades del interior, mientras
que en la Fuerza Aérea no pudo imponerse el sector minoritario del comodoro
Lentino.
Para comprender esta pelea hay que retroceder a 1955, a la llamada Revolución
Libertadora que derrocó a Perón y proscribió su movimiento. En 1958, Arturo
Frondizi pactó y ganó las elecciones con los votos del líder exiliado. Los
militares no se lo perdonaron, y menos que recibiera en secreto al Che Guevara
en agosto de 1961. Frondizi fue derrocado ocho meses después y en su lugar
asumió el senador Guido, condicionado por el "Partido Militar".
Antiperonista, anticomunista y alentado por un puñado de conspiradores ambiciosos,
"el Partido Militar, en contacto con el oxígeno político se oxidó rápidamente
y como todo partido argentino que respete la tradición, se dividió en dos.
Así nacieron los azules y colorados", escribió un testigo de la época, el
periodista Rogelio García Lupo.
Tenían contrastes: eran "antiperonistas pero en distinta forma", según el
historiador Alain Rouquié. Para los colorados, el peronismo era un movimiento
sectario y violento que daba lugar al comunismo. Para los azules, pese a
su demagogia y sus abusos, el peronismo era una fuerza cristiana y nacional
que había salvado a la clase obrera del comunismo y la subversión.
Los azules ("fuerzas propias" en lenguaje
militar) nacieron como tales en setiembre de 1962 y llamaron "colorados"
(los "enemigos") a sus rivales. Mediante la acción psicológica y el comunicado
150 que redactó Mariano Grondona se vendieron como "legalistas" y, tras
cuatro días de escaramuzas, encumbraron a Juan Carlos Onganía como jefe
del Ejército.
El gobierno de Guido, con apoyo de los militares
azules, avanzaba en su estrategia de integrar al peronismo en la vida política,
pero sin Perón. Los colorados esperaban una oportunidad para tomar el poder.
El día elegido fue ese 2 de abril. El combate más grave involucró al Regimiento
8 de Tanques de Magdalena y a su vecina Base de Aviación Naval de Punta
Indio. El comandante de Punta Indio, capitán de navío Santiago Sabarots,
intimó sin éxito al jefe tanquista, coronel Alcides López Aufranc, a unirse
a la revuelta. Desde una avioneta se arrojaron panfletos dando 20 minutos
de plazo previos al ataque. "El escuadrón era un hormiguero, y la orden
fue evacuar el cuartel. A las 12.30 comenzó a ser atacado por aviones Panther
y Corsario con fuego de metralla, bombas incendiarias y destructivas" ,
recuerda el conscripto clase 42 Hermindo Belastegui. Impactado por años
por esa vivencia, este ex obrero metalúrgico plasmó su recuerdo en El C-8
no se rinde, una edición que logró sacar a la calle hace solo dos meses.
El libro relata cómo fueron atacados todo el día con más de cien bombas,
también de napalm. Hubo 9 soldados muertos y 22 heridos.
Al día siguiente la Fuerza Aérea "leal" contraatacó sobre Punta Indio. Cuando
los blindados del 8 entraron en la base ya no había nada que hacer. En tierra
había destruidos 24 aviones navales; 5 infantes de marina habían muerto
y Sabarots había huido al Uruguay. López Aufranc —apodado "el zorro de Magdalena"
en versión criolla de "el zorro del desierto" Erwin Rommel— quiso tomarse
revancha y arrasar Punta Indio. Fue disuadido por Onganía y el ascendente
coronel Lanusse.
También en el resto del país el alzamiento colorado había fracasado. Los
rebeldes capitularon el 5 ante el Gobierno.
En julio hubo elecciones, y siguió la proscripción. Perón llamó a votar
en blanco: lo hizo el 19,4%. El 12 de octubre asumió el radical Arturo Illia,
con sólo el 25,1% de los votos. Sería derrocado en 1966 por los antiguos
azules "legalistas", que instalaron la dictadura de Onganía.
Fuente: clarin.com (2003)
 Arturo
Illia, el presidente que fijó el reclamo por Malvinas
Foto: Life
El 12 de octubre de 1963 asumía la presidencia de la Argentina, el radical Arturo
Umberto Illia -un médico bonaerense que se radicó en Cruz del Eje, Córdoba-
que se impuso en las elecciones que proscribieron la participación del peronismo,
pero que dejó un legado de honestidad y bonhomía gubernamental y la herramienta
principal de reclamo de soberanía de las Islas Malvinas, que es la Resolución
2065 de las Naciones Unidas (ONU).
Illia-Perette (Carlos) había sido la fórmula de la Unión Cívica Radical del
Pueblo (UCRP) que alcanzó el triunfo con un magro 25,8% de los votos, correspondiente
a 168 electores, cuando se necesitaban 270 para ser consagrado como jefe de
Estado.
La segunda fórmula presidencial fue la de la Unión Cívica Radical Intransigente
(UCRI), encabezada por otro médico, Oscar Alende, y tercero entró el general
y ex presidente de la Revolución Libertadora que derrocó a Juan Perón,
Pedro Eugenio Aramburu.
Después de jurar como Presidente, Illia viajó hasta la Casa Rosada en el Cadillac
oficial descapotable flanqueado por el comandante en jefe del Ejército, general
Juan Carlos Onganía, y el por entonces titular de
la Armada, Eladio Modesto Vázquez. Una metáfora perfecta de cómo había sido
el camino para llegar a las elecciones y de lo que vendría.
Illia sucedía a José María Guido, un senador rionegrino, quien se hizo cargo
de la presidencia de la Nación el 29 de marzo de 1962, tras el golpe de Estado
que derribó a Arturo Frondizi, a raíz de haber convocado comicios en los que
había ganado el peronismo en varias provincias, en especial, la de Buenos Aires
con Andrés Framini a la cabeza.
Los dieciocho meses de gobierno de facto de Guido fueron una sucesión incontable
de presiones e internas militares, con dos grandes crisis castrenses, tropas
y muertos de por medio, que dividieron a los uniformados entre Azules y Colorados,
y cuya discusión principal pasaba por la prohibición y persecución del peronismo
y del comunismo.
Los Azules representaban a grandes rasgos el sector legalista, que empujaba
la vuelta al gobierno constitucional, con elecciones de por medio, y los Colorados,
cuya idea central era mantener fuera del juego a Perón y al peronismo.

La feroz campaña de los
medios: Illia y la tortuga
|
Los Azules ganaron en el terreno militar, pero
los otros impusieron lo ideológico: prohibir el pronunciamiento a favor del
“tirano prófugo”.
Illia había sido candidato triunfante a gobernador
de Córdoba en las elecciones anuladas. El comicio cordobés había ocurrido en
diciembre de 1962. Otras elecciones provinciales se produjeron tres meses más
tarde, el 18 de marzo, resultado que fue objetado por las Fuerzas Armadas que
decidieron sacar a Frondizi 11 días después.
La primera medida adoptada por Guido con acuerdo de las FF.AA. fue anular las
elecciones a gobernador de las provincias y en un acta secreta aprobar la cláusula
que esbozaba la idea de la prohibición del peronismo en futuras elecciones.
Illia triunfó con un programa que contenía cinco ideas fuerza: la planificación
en colaboración con un consejo económico-social, la expansión del mercado interno,
la reducción del gasto militar, el aumento del gasto social y la anulación de
los contratos petroleros.
El gobierno radical cumplió con la anulación de los contratos petroleros que
había aprobado Frondizi, subió el presupuesto destinado a la educación, mejoró
el funcionamiento de la economía, pero no puso suficiente atención al tema militar
como problema político, como hubiera sido aconsejable.
En septiembre de 1964, el general Onganía pronunciaba en la academia militar
de los Estados Unidos, West Point, un discurso que marcaba la línea política
del país. El jefe del Ejército decía allí que las FF.AA. estaban dispuestas
a preservar los valores de la civilización occidental y cristiana. Definía,
allí, al enemigo interno.
Del enfrentamiento entre Azules y Colorados había surgido un líder militar:
Onganía, que así como defendió la salida institucional que benefició a Illia,
sería el jefe mesiánico que se alzaría contra el Presidente cuando desde el
establishment lo cuestionaron y acusaron de “tortuga”, por una supuesta inacción
de gobierno.
Aparte de la honradez, Illia logró que la diplomacia argentina, conducida por
el canciller Miguel Zavala Ortiz, consiguiera el respaldo de la asamblea general
de las Naciones Unidas (ONU) en la que se invitaba “a los gobiernos de la argentina
y del Reino Unido a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por
el comité especial” por la soberanía de las Islas Malvinas”.
Esta resolución es la 2065 de la ONU, aprobada el 16 de diciembre de 1965, recomendación
que aún hoy, a 48 años, sigue siendo la norma esencial de conducta diplomática
de la Argentina en el reclamo por el territorio insular.
Télam
 Azules
y Colorados. Los tanques en la calle
Por J. C. Cernadas Lamadrid - Ricardo Halac
Nervios, confusión, rumores y, finalmente, Campo de Mayo en pie de guerra
El día 18 el clima de ansiedad aumenta y los diarios dejan traslucir con mayor
precisión lo que está aconteciendo.
También "La Razón" habla de "cierto nerviosismo" que se debe al relevo y arresto
del director de la Escuela de Mecánica del Ejército, coronel Roberto Arredondo,
y del subdirector del mismo establecimiento, el teniente coronel Carlos M. Padrón,
y del jefe del Cuerpo de Aspirantes, teniente coronel Ramón E. Molina, por reuniones
ajenas a su labor y en las que se vertieron opiniones "no precisamente de acatamiento
a los mandos neutrales".El otro motivo del "nerviosismo" es que el general Carlos
Aníbal Peralta -ex secretario de Guerra y, hasta hace poco tiempo, director
de la Escuela Superior de Guerra- presentó un memorial al secretario de Guerra
en nombre del sector "legalista".Esa noche se reúne el secretario de Guerra,
general Octavio Cornejo Saravia, con el subsecretario Carlos Caro -que se considera
proclive a los rebeldes- y los hombres cuestionados: el comandante en jefe,
general Lorio, y el jefe del Estado Mayor, Labayrú.
En esa misma crónica se señala que: "Resulta difícil saber entre 'legalistas
y rebeldes' quiénes usan ajustadamente el término".
Campo de Mayo se ha sublevado. La noticia corre, pero sin embargo, "La Razón"
se mantiene prudente, dando como versión que "en Campo de Mayo se habría concretado
un estado de desobediencia" y comenta una "reunión realizada la noche anterior
en la casa de Onganía, ex comandante del Cuerpo de Artillería, a la que asistieron,
entre otros: el coronel Alejandro Lanusse, Toscano, Aguirre Arrieta, el ex ministro
de Defensa, Rodolfo Martínez, y los recientemente sancionados Arredondo y Molina".
¿El punto en común? La disidencia con el nombramiento de Labayrú y Lorio.
Por si quedaran dudas respecto al tipo de crítica que hace Campo de Mayo a Lorio
y Labayrú, el diario comenta el contenido de un panfleto, que no sabemos si
existió o no, y que habría sido "volanteado" desde la Secretaría de Guerra,
en el que se explica con lujo de detalles los motivos del descontento. El panfleto
hace referencia a la Ley 14767, según la cual el retiro es definitivo y produce
vacante de grado, por lo cual Lorio y Labayrú no podrían haber sido ascendidos
y pasados a situación de actividad después del mismo. ¿Es ésta la legalidad
que defienden los "azules"? Esta también.
Las tropas en movimiento inician una estrategia de medición de fuerzas

"En el ejército, a pesar de la purga posterior a septiembre entre
los oficiales colorados, el apoyo a la revuelta fue amplio. Esto
quedo evidenciado en el hecho de que 181 oficiales, de los cuales
todos menos 52 estaban en actividad, fueron acusados mas tarde de
participación directa en el levantamiento del 2 de abril. Esto no
incluye a otros, como por ejemplo un grupo de oficiales y la mayoría
de suboficiales de la escuela de suboficiales “Sargento Cabral”
de Campo de Mayo, que se negaron a tomar parte en la represión del
alzamiento. En total, alrededor de 400 oficiales en actividad revelaron
su simpatía por el movimiento. Los oficiales rebeldes del ejercito
pudieron tomar el control de una cantidad de unidades en el interior
del país, incluyendo la escuela de tropas aerotransportadas de Córdoba,
el centro de instrucción de la artillería antiaérea de Mar del Plata,
el grupo 2 de artillería de montaña de Jujuy, el regimiento 24 de
infantería y el batallón 9 de ingeniería motorizada de Río Gallegos,
parte del regimiento 26 de infantería de montaña de Junín de los
Andes y el batallón 6 de ingeniería de montaña de Bariloche. Todas
estas unidades se rindieron a las fuerzas leales en dos días. Mucho
más significativo para el destino de la insurrección, sin embargo,
fue el hecho de que recibió muy poco apoyo activo de las unidades
del ejército con base en la zona de Buenos Aires." (Robert Potash,
El ejército y la política en la Argentina 1962-1973)
|
Recién el 19 estalla en titulares el suceso "Movimiento
de tropas", que anuncia el vespertino, y relata los hechos ocurridos la noche
anterior.
El detonante: el relevo del general Pistarini como comandante del Cuerpo de
Caballería y del general Julio Aisogaray como comandante de la División de Caballería
Blindada Número Uno.
El relato de los hechos, hora por hora, es el siguiente, con nuestras palabras:
18.30: el subsecretario general Carlos Caro se dirige a Campo de Mayo, designado
comandante de la Primera División Blindada de Caballería, con asiento en dicho
lugar, y comandante de la guarnición.
18.40: Algo ha sucedido porque se declara el acuartelamiento de la Policía Federal.
18.45: Se reúnen en el Ministerio de Defensa el señor Lanús, el secretario de
Guerra, Cornejo Saravia, el comandante en jefe Lorio y los titulares de Marina
y Aeronáutica.
19.00: Juan Carlos Onganía, ex jefe de Caballería, se ha constituido en la Escuela
General Lemos, de Campo de Mayo.
20.00: Llega a todos los medios de difusión el pronunciamiento del general Osiris
Villegas, de la División de Caballería, con asiento en Concordia, que, al ser
un radiograma, deja por primera vez sentado el motivo de la rebelión de los
legalistas: "Por compartir criterio sustentado por comandante del Cuerpo de
Caballería y comandante de la Primera División Blindada, desconozco la autoridad
de mando de los generales Lorio y Labayrú, esperando patriótico renunciamiento
de los mismos".
Osiris Villegas anuncia que la Cuarta División
de Caballería, con asiento en Curuzú Cuatiá, también se pliega y reconoce como
comandante en jefe al general Pistarini.
20.15: Se produce el primer informe sobre lo que está sucediendo en Campo de
Mayo cuando el coronel Lanusse, jefe del Centro de Instrucción de Caballería,
con asiento en Campo de Mayo, informa a los periodistas acreditados en Casa
de Gobierno, telefónicamente, sobre los últimos acontecimientos: La llegada
de Caro, que se reúne con Alsogaray, Pistarini, Lanusse y otros, y luego parlamenta
con Onganía a solas, para retirarse con el objeto -supuestamente- de presentar
su renuncia.
Ongania y la utopía de un ejército fuera del Juego político
Lanusse confirma que en Campo de Mayo Onganía ha tomado el mando. Asegura que
esperan la decisión definitiva del presidente de la Nación, proponiendo al Ejército
como una institución castrense y no como una organización dedicada a la materialización
de ambiciones políticas. Presenta sus objetivos, que son: Salvaguardar la Constitución
y el plan político vigentes, que culminará con el "restablecimiento pleno de
la vigencia de la ley".
En tanto, el presidente Guido permanece reunido con los ministros de Relaciones
Exteriores, del Interior y, eventualmente, con Lanús, de Defensa, que está en
contacto permanente con los altos mandos.

"Consiente de que la revuelta había fracasado en otras partes, el
almirante Palma tenía pocos deseos de que el conflicto empeorara
hasta convertirse en guerra civil y estaba preparado a rendirse
con la condición de que las tropas del ejército no ocuparan Puerto
Belgrano, de que la marina no perdiera su presupuesto y de que conservara
sus armas de infantería y aviación. En Buenos Aires, entretanto,
el gobierno de Guido también estaba buscando un modo de evitar hostilidades
adicionales. El ministro de defensa Astigueta, que había pasado
a ser secretario interino de la marina después que el almirante
Garzón y sus subordinados inmediatos presentaron sus renuncias,
pidió a sus colegas del ejército y la fuerza aérea que presentaran
las condiciones de sus fuerzas respectivas para iniciar negociaciones…"
(Robert Potash, El ejército y la política en la Argentina 1962-1973)
|
A las 20.15 se establecen medidas de seguridad
en todo el país.
A las 21 llega Caro, que se suma a la reunión en el Ministerio de Defensa y
no parece renunciar, como había previsto Lanusse.
Toda esa noche, mientras el país duerme apaciblemente, los dos bandos se mantienen
en vela.
A las 23.25 el jefe de la guarnición de Tandil, Olavarría y Santa Rosa, general
Oriondo, informa que "no tiene conocimiento de un comando 'paralelo' encabezado
por Onganía" y las versiones indican que el jefe del Regimiento Primero de Caballería,
coronel Fernando Dubra, estaría arrestado en Tandil.
A las 23.40 se conoce el acuartelamiento de los Granaderos a Caballo y de la
Escuela Superior de Guerra.
A las 0.10 del día 19, efectivos de la Gendarmería y del Ejército se presentan
en la Central de Comunicaciones de Cuyo, para tomar la emisora. Momentos antes,
comandos civiles que apoyan a los "azules" habían hecho lo mismo con Radio Nacional
y Radio Pacheco.
Una hora después llega a Campo de Mayo el helicóptero de Guevara.
En la madrugada los periodistas apostados en Campo de Mayo entregan al general
Onganía un cuestionario basado en los siguientes puntos: Si Onganía se apresta
a defender la posición de Campo de Mayo hasta sus últimas consecuencias; si
hay arrestos militares dentro de la guarnición; ¿qué unidades lo apoyan?; si
se ha solicitado la renuncia de Lorio y Labayrú.
La respuesta llega 35 minutos más tarde: "El comando constituido en Campo de
Mayo ha solicitado que se dejen sin efecto las convocatorias y ascensos del
comandante en jefe (Lorio) y del jefe del Estado Mayor General del Ejército
(Labayrú), por considerar que dichas situaciones están en contra de disposiciones
reglamentarias y que, por lo tanto, son inaceptables. Campo de Mayo sostiene
el compromiso contraído por las Fuerzas Armadas en repetidas oportunidades y
sostiene al actual Poder Ejecutivo en la medida en que sus actos sean conducentes
a la normalización constitucional en cumplimiento estricto de las leyes vigentes.
Los movimientos de Campo de Mayo son los normales en estas situaciones, es decir,
está alistado. La masa del ejército apoya al comando constituido en el lugar.
Fracasan las negociaciones y, pese a los desmentidos, el enfrentamiento es un
hecho
En una reunión realizada entrada la madrugada en la Casa de Gobierno, Cornejo
Saravía confiesa que se han tomado medidas de prevención, pero descarta que
se hayan tomado medidas de represión en el interior del país. Guido se retira
a la residencia presidencial de Olivos y se afirma que el general Caro continúa
en el cargo de subsecretario de Guerra. Luego de una aparente calma hasta la
mañana, dos jefes de Campo de Mayo se entrevistan con Cornejo Saravia. Al mediodía
circula la versión de que los dos jefes en cuestión, Villegas y Oriondo, habían
sido relevados y detenidos.
Comunicado
número ciento cincuenta
El autor del comunicado número ciento
cincuenta, el periodista Mariano Grondona, expresó: El Comunicado
ciento cincuenta fue la única proclama revolucionaria de todos esos
tiempos de inestabilidad que se publicó después de haber triunfado
la revolución y no antes. Gobernaban los colorados. Los colorados
eran fuertemente antiperonistas y querían prolongar el gobierno
provisional del doctor Guido, a los efectos de desperonizar el país.
Los azules tenían una idea como Lonardi, de integración y de retorno
más rápido a la Constitución. Hubo un momento en que los azules
vieron que, a menos que hicieran un pronunciamiento militar, los
colorados se iban a consolidar; y mis amigos en la Escuela Superior
de Guerra, donde yo era profesor y los coroneles azules también,
Julio Aguirre, Lanusse, Levingston, Laprida, Nevares, no quiero
olvidar a nadie, Sánchez de Bustamante, López Aufranc, me pidieron
que hiciera una proclama. Yo escribí la proclama. La proclama convocaba
a las Fuerzas Armadas a regresar a la Constitución y a reintegrar
el no-peronismo y el peronismo armónicamente en el sistema político.
El otro de los principios del movimiento era el regreso de la Constitución
y el volver a vivir dentro de la Constitución. Desgraciadamente,
después del 2 de abril de 1963, cuando hubo otro enfrentamiento
entre Marina y Ejército, nosotros nos fuimos al Ministerio del Interior
y predominó lo que a veces llamamos el espíritu violeta: es decir,
ni azul ni colorado, una especie de transacción. El comunicado doscientos
se escribió entonces, a través del cual, el peronismo volvió a ser
proscripto en cierto modo, en las elecciones de julio de 1963, que
triunfó el doctor Illia.
Comunicado 150
"El gran drama vivido en los últimos días ha sido la culminación
de los esfuerzos y ansiedades de aquellos hombres que creyeron que,
antes que nada, el país debía reencauzarse por el camino de la Constitución.
Nuestro objetivo en lo nacional es mantener el actual Poder Ejecutivo
y asegurarle la suficiente y necesaria libertad de acción, en la
medida que su cometido sea conducente al cumplimiento de los compromisos
contraídos con el pueblo de la Nación, a fin de concretar en el
más breve plazo la vigencia de la Constitución.
En lo militar, se persigue al restablecimiento de la justicia, base
de la disciplina, el respeto a las leyes y reglamentos, sin discriminaciones
en su aplicación.
Creemos antes que nada, que el país debe retornar cuanto antes al
pleno imperio de la Constitución que nos legaron nuestros mayores.
En ella y sólo en ella encontraremos todos los argentinos las bases
de la paz interior, de la unión y la prosperidad nacionales, que
han sido gravemente comprometidos por quienes demostraron no tener
otra razón que la fuerza, ni otro norte que el asalto del poder.
Sostenemos que el principio rector de la vida constitucional es
la soberanía del pueblo. Sólo la voluntad popular puede dar autoridad
legítima al gobierno y majestad a la investidura presidencial
Propiciamos, por lo tanto, la realización de elecciones mediante
un régimen proporcional que asegure a todos los sectores la participación
en la vida nacional; que impida que alguno de ellos obtenga por
medio de métodos electorales que no responden a la realidad del
país, el monopolio artificial de la vida política; que exija a todos
los partidos organización y principios democráticos y que asegure
la imposibilidad del retorno a épocas ya superadas; que no pongan
al margen de la solución política a sectores auténticamente argentinos
que, equivocada y tendenciosamente dirigidos en alguna oportunidad,
pueden ser hoy honestamente incorporados a la vida constitucional.
Sobre esta base de concordia se ha de lograr entre todos los argentinos,
que sólo desean trabajar en paz por la grandeza de la Nación y por
su propio bienestar. Creemos que las Fuerzas Armadas no deben gobernar.
Deben, por lo contrario, estar sometidas al poder civil. Ello no
quiere decir que no deben gravitar en la vida institucional. Su
papel es, a la vez, silencioso y fundamental: ellas garantizan el
pacto institucional que nos legaron nuestros antecesores y tienen
el sagrado deber de prevenir y contener cualquier empresa totalitaria
que surja en el país, sea desde el gobierno o de la oposición.
Quiera el pueblo argentino vivir libre y pacíficamente la democracia,
que el Ejército se constituirá, a partir de hoy, en sostén de sus
derechos y en custodio de sus libertades.
Estamos absolutamente convencidos de que no habrá solución económica
ni social de los graves problemas que nos aquejan sin estabilidad
política ni paz interior. Las Fuerzas Armadas deben tomar su parte
de responsabilidad en el caos que vive la República y enderezar
el rumbo de los acontecimientos hacia el inmediato restablecimiento
de estos valores.
Una vez cumplida esta urgente tarea, podrán y deberán retornar a
sus funciones específicas con la certeza de haber cumplido un deber
y de haber pagado una deuda. Confiamos en el poder civil. Creemos
en nuestro pueblo. A sus representantes les dejamos la solución
de los problemas argentinos. Como hombres de armas, cumplimos la
sagrada misión de hacer posible la democracia, mediante la ofrenda
de nuestras vidas. Que el pueblo argentino, sin distinción de clases
ni de partidismos y dueño de las grandes intuiciones, sepa seguirnos
en esta lucha, que es la suya. Levantemos, pues, las banderas que
darán a esta tierra paz, progreso y vocación de grandeza: el imperio
de la Constitución, la efectiva vigencia de la democracia y la definitiva
reconciliación entre argentinos."
|
Se propala como un reguero de pólvora que el
parlamento entre los dos bandos había concluido y que, en cualquier momento,
se podrían desencadenar los acontecimientos.
Como para confirmar esta especie se produce, poco después, el desplazamiento
del Regimiento de Caballería Blindada Cazadores General Necochea, desde Magdalena
hacia La Plata.
Mientras Guido hace su entrada en la Casa Rosada, al mediodía, los jefes de
Campo de Mayo, Aisogaray, Pistarini y Lanusse están reunidos y disponiendo los
aprestos. En la Secretaría de Guerra se afanaban en desmentir los hechos mediante
comunicados: "Ante las informaciones difundidas sobre movimientos de tanques
que, partiendo desde Magdalena se dirigen hacia la ciudad de La Plata, la Secretaría
de Guerra aclara que no ha habido tal movimiento de tanques, habiéndose comprobado
que se trata solamente de vehículos de exploración adelantados, permaneciendo
los efectivos en la unidad de Magdalena".
En la madrugada de ese 19 se produce un acontecimiento alarmante para la población:
se vuelan dos puentes para cortar el avance de esos tanques hacia La Plata.
Los estallidos se producen cerca de la capital bonaerense. La policía de Ensenada
y Berisso, junto con la de La Plata, se moviliza. En la base naval de Río Santiago
se informa que "se desconoce el origen de lo ocurrido". Finalmente, la policía
determina que ha sido volado un puente en la ruta 11, entre las ciudades de
Magdalena y La Plata, en el paraje denominado "El Pescado". La orden de voladura
había sido impartida por la Secretaría de Guerra y cumplida por el coronel Marco
Aurelio Lobo, comandante de la Segunda División del Ejército, con asiento en
La Plata. Se moviliza también en esta ciudad el Batallón Geográfico Militar
y, desde City Bell, el Regimiento VII de Infantería y el Batallón II de Comunicaciones,
para encontrarse en Florencio Varela y oponerse a los tanques de Magdalena que
avanzaban por la ruta 2.
Mientras tanto, en Campo de Mayo el nerviosismo se acrecentaba y las reuniones
se sucedían unas a otras. El capitán de navío Lonkhart, jefe de la Casa Militar
de la Presidencia, va a entrevistarse con Onganía y Pistarino, y en el camino
es interpelado por el coronel Levingston, quien, enérgicamente, le dice: "¡Que
se pruebe quiénes son los criminales que están perturbando la vida del país!
Como puede usted ver, aquí están todas las jerarquías del Ejército. Tiene que
transmitir esta realidad al doctor Guido". Luego, Lonkhart y Onganía se dirigen
a la Capital para entrevistarse con Guido.
En Palermo, los Regimientos I y II de Infantería hacen saber de su acatamiento
a la Secretaría de Guerra y señalan que aún dentro de Campo de Mayo cuentan
con importantes efectivos: La Escuela de Suboficiales Sargento Cabra!, el Batallón
Número I de Zapadores Blindados y la Gendarmería Nacional. Fuera del acantonamiento
cuenta con la D1, la D2, la D3, la D4, la D7 y la D8 en distintos puntos de
Buenos Aires y del interior del país. En la madrugada del 20, estos regimientos
de Infantería de Palermo inician la marcha hacia el sur por la avenida Santa
Fe, con veinte vehículos con tropas armadas.
En esa misma madrugada el general Rattenbach intenta evitar el derramamiento
de sangre que se avecina. Para ello se entrevista con Cornejo Saravia y le propone
el relevo o renunciamiento de Lorio y Labayrú.
Los "azules" se deciden y Campo de Mayo avanza hacia Buenos Aires.
Campo de Mayo considera agotadas las instancias y se ordena a los efectivos
de Magdalena marchar sobre Buenos Aires.
Los "colorados", por su parte, inician su convergencia sobre las posiciones
"azules".
La Federación Universitaria Argentina señala que "repudia una vez más las maniobras
antinacionales de sectores militares que juegan con el destino del país y sumen
a la población en la amenaza y el peligro permanentes".
La Marina comienza a tomar partido en el conflicto y llama a las naves que están
tomando parte en el operativo Unitas Tres, para que se pongan en camino a Buenos
Aires.
A las 11 de la mañana del día 20, emite un comunicado la Secretaría de Guerra:
"1°) El Ejército está recibiendo del Comando en Jefe las órdenes necesarias
para iniciar, desde los dispositivos alcanzados anoche, las operaciones para
reducir al foco rebelde. El Cuerpo de Ejército ha sido reforzado con las siguientes
unidades que ya se encuentran sobre el terreno: Escuela de Artillería Antiaérea
de Mar del Plata, Grupo II de Artillería de Azul, Grupo II de Artillería pesada
y Comando de Artillería DI y D2, Regimiento II de Caballería de Olavarría y
Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba. Desde el litoral marchan el
Regimiento II de Infantería desde Santa Fe y el Grupo III de Artillería Antiaérea
de Guadalupe, que alcanzaron Rosario a media mañana. La Escuela de Suboficiales
se desplaza para reforzar las filas del Ejército Primero.
"El Comando en Jefe del Ejército mantiene con completa firmeza su decisión de
terminar con la acción del sector rebelde, llevando esta resolución hasta las
últimas consecuencias.
"2°) El Comando en Jefe del Ejército hace saber: Primero: que los oficiales
alumnos de la Escuela Superior de Guerra se han presentado en su mayoría en
sus puestos, testimoniando su lealtad a este Comando en Jefe. Segundo: Algunos
oficiales pertenecientes al Centro de Instrucción Logística General Lemos se
han presentado a este Comando, expresando que han adoptado esta actitud en vista
de que en esa unidad se ha deteriorado gravemente la situación interna y la
moral de los cuadros está desmoronada. "
En medio de una gran tensión, que se iba acrecentando a medida que pasaban las
horas, hace su entrada en la quinta de Olivos Onganía, acompañado por Levingston
y, posteriormente, el general Caro y el general Rosas. Onganía y el subsecretario
de Guerra se retiran sin hacer declaraciones.
Las fuerzas coloradas tratan de desmoralizar a sus oponentes y, por medio de
la Secretaría, dan el siguiente comunicado: "Ha comenzado a cundir el desaliento
en las fuerzas rebeldes, las que ven menguado su caudal por deserción continua
de oficiales con su tropa, que se han dado cuenta del error a que fueron inducidos
por los jefes insurgentes".
Ricardo Balbín también eleva una nota a Guido en la que expresa: "Nadie puede
quedarse impasible frente a la inminencia de una lucha fratricida. Reclamamos
un instante de reflexión y sensatez. Se debe evitar el derramamiento de sangre
de nuestros jóvenes soldados, que son entraña de nuestro pueblo. Es menester
retomar con urgencia al imperio de la ley, del orden y de la disciplina, y guardar
las armas para el momento en que esté en juego la defensa de la soberanía de
la República y la integridad del territorio nacional".
Fuente: Yo fui testigo (1986)

"El combate más grave en términos de bajas y
destrucción de propiedades involucró al regimiento 8 de tanques
con base en Magdalena y a la vecina base de aviación naval de Punta
Indio. El comandante de la base aérea, capitán de navío Santiago
Sabarots, incapaz de convencer al comandante de tanques coronel
López Aufranc de unirse a la revuelta, lanzo una serie de golpes
aéreos desde la media tarde del 2 de abril hasta las 3 de la mañana
del día siguiente. Carente de cobertura aérea, el regimiento de
regimiento de tanques sufrió la muerte de nueve hombres, tuvo 22
heridos y recibió un daño considerable en sus cuarteles. Un llamamiento
del ejército a la fuerza aérea resultó en una advertencia de su
comandante en jefe las 6 de la tarde del 2 de abril para que Sabarots
dejara de hostigar a tropas del ejército, pero no fue hasta las
8 de la mañana del día siguiente que los aviones de la fuerza aérea
atacaron la pista aérea de Punta Indio, destruyendo 5 aviones en
tierra. Ya no sometido al hostigamiento aéreo, el regimiento 8 de
tanques en coordinación con fuerzas blindadas que habían bajado
desde Campo de Mayo se movió ahora con rapidez hacía la base de
la aviación naval, entrando en orden de combate, sólo para encontrarla
abandonada por todo su personal naval aéreo salvo un capellán y
un dentista. El capitán Sabarots y sus pilotos colegas habían huido
a Uruguay, dejando 5 marinos muertos y tres heridos." (Robert Potash,
El ejército y la política en la Argentina 1962-1973)
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Los
hechos de un juego de guerra penoso y costoso para el país
El general Caro renuncia a su cargo de subsecretario de Guerra y Cornejo Saravia
designa en su reemplazo al general Juan Carlos Reyes.
Los desplazamientos bélicos continúan. En Florencio Várela los tanques de Magdalena
provocan el repliegue de los efectivos del Centro de Instrucción de Artillería
Antiaérea.
Mientras, en la ciudad de Buenos Aires, se requisan ómnibus frente a la Secretaria
de Guerra para ser utilizados en barricadas.
La Confederación General Económica también hace un llamamiento a la reflexión
y al renunciamiento para evitar un "trágico enfrentamiento".
Al caer la noche, LR3, Radio Belgrano, en poder de los "azules" emite el siguiente
comunicado: "A raíz de un pedido del Excelentísimo Señor Presidente de la Nación,
el Comando de las Fuerzas de Campo de Mayo ordenó a las tropas a su mando detener
sus movimientos entre las 23.05 del día de hoy y la 1.15 de la mañana. Las tropas
continuarán con los desplazamientos previstos. Se comunica que durante ese lapso,
este comando se abstendrá de efectuar comunicados radiales, salvo la repetición
del presente. Firmado: Juan Carlos Onganía, general de Brigada".
Efectivos colorados formaron barricadas en Entre Ríos y Garay; el centro de
la ciudad adquiría la fisonomía de una ciudad en guerra.
Aramburu declara "imprescindible" dar salida por las urnas al problema nacional.
El 21 de setiembre la Marina propone una reunión formal con jefes de las tres
armas a fin de detener el enfrentamiento, con el propósito de: "Evitar el caos
general y entregar el país a cualquier tipo de comunismo y extremismo, a cuya
consecución se llegaría mediante la disociación de las instituciones".
Campo de Mayo da una respuesta negativa a la Marina y no acepta más conferencias
fuera de su comando. Acto seguido, envía a la Compañía X sobre Buenos Aires.
Marina también realiza aprestos movilizando al Regimiento I de Infantería y
a la Escuela de Mecánica de la Armada.
En la madrugada, las acciones más importantes se desarrollan en la zona de Florencio
Várela.
3 horas: Un avión sobrevuela las fuerzas coloradas
destacadas en la zona. Se efectúan disparos de batería antiaérea. Estas fuerzas
vuelan dos puentes de la ruta a Brandsen.
4.30: Tanques de Magdalena abren fuego en el cruce de Etcheverry y ruta 2 contra
colorados que intentaban cortar su avance. Estos se repliegan sin bajas para
ambos bandos por la ruta a Brandsen.
10.30: La Segunda División de Infantería de La Plata, que responde al comandante
en jefe del Ejercito, general Lorio, toma LS11, Radio Provincia.
12.00: La columna de tanques de Magdalena continúa avanzando fuera de la ruta
2 a campo traviesa.
Al comenzar el día 22 las acciones se concentran en la capital de la república:
Constitución, Parque Chacabuco, Parque Avellaneda son los epicentros donde se
suceden las escaramuzas. Ante versiones que daban como renunciante a Guido,
la Secretaría de Prensa de la Presidencia afirma: "Ante versiones circulantes,
según las cuales el señor Presidente de la Nación habría declinado su cargo,
se las desautoriza categóricamente".
A las 21.45 del día 22 de setiembre de 1962 finaliza el enfrentamiento entre
azules y colorados con la rendición de éstos últimos. El comunicado 149, propalado
a esa hora, anuncia la designación de Juan Carlos Onganía como comandante en
jefe del Ejército. Al día siguiente a las 12 se difundiría el comunicado 150.
El general Federico Toranzo Montero fue arrestado junto con doce .camaradas,
entre los que se encontraban los generales Lorio, Labayrú, Martijena, Túrolo,
Cornejo Saravia, Bonnecarrere y Elisondo. Ochenta y cinco oficiales superiores
(coroneles o mayores) fueron arrestados en Campo de Mayo y cincuenta y dos en
diferentes guarniciones. Los oficiales subalternos no fueron sancionados.
El triunfo de los azules no sólo aseguraba a Guido en la Presidencia, y de alguna
manera la continuidad institucional, sino que parecía haber terminado con la
injerencia de los sectores militares en la política del país. ¿Sería así?
Fuente: Yo fui testigo (1986)

"Con el colapso del acuerdo de Olivos, se reanudaron
las operaciones militares de ambos bandos. Las Fuerzas Azules, a
las que se unieron ahora los pilotos de la Fuerza Aérea, que hicieron
vuelos intimidatorios sobre las tropas coloradas, fueron mucho más
agresivas que las de sus adversarios. Al sur de la capital del Regimiento
10 de Blindado, después de asegurar los accesos a Avellaneda, se
unió con el Regimiento 8 de Tanques del coronel Alcides López Aufranc,
que se había trasladado desde Magdalena hasta la Fábrica de Alpargatas,
al oeste de La Plata, después de un intercambio de fuego con las
fuerzas de la segunda división, leales al general Lorio. Juntos,
los dos regimientos blindados hicieron una entrada triunfal a la
capital por el Puente Avellaneda en horas tardías del 21, uniéndose
a la fuerza de tropas de la Escuela de Mecánica del coronel Roberto
Arredondo, que había estando ocupando el acceso al puente de La
Boca desde el día anterior. Hacia medianoche detuvieron sus tanques
y carros blindados en el Parque Lezama, casi a la vista de los cuarteles
colorados en el Comando en Jefe del Ejército. Al di siguiente, 22
de Septiembre, con el general Alzogaray ahora al mando directo de
las unidades blindadas, las fuerzas azules llevaron al cabo un serie
de escaramuzas breves pero exitosas en Plaza Constitución, en el
arsenal, en la Escuela de Mecánica del Ejército y por último en
el Parque Chacabuco, donde la última unidad colorada de importancia
aún desplegada en la capital, la de la Escuela de Suboficiales,
bajo el mando del coronel Rómulo Menéndez, se rindió después de
que aviones de la Fuerza Aérea dispararon cohetes de advertencia.
Las fuerzas Azules controlaban ahora por completo la situación."
(Robert Potash, El ejército
y la política en la Argentina 1962-1973)
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Azules y colorados:
dos máscaras de un mismo antifaz
La derrota militar de los colorados en los sucesos de setiembre lejos estaba
de suponer una derrota definitiva. En realidad, lo que hizo fue abrir las compuertas
para que la lucha continuara en otro campo: el político.
Los hechos consumados tuvieron como consecuencia inmediata la reestructuración
del gabinete en donde se reflejaron los cambios en la relación de fuerzas. En
el Ministerio del Interior se nombró nuevamente a Rodolfo Martínez y en Relaciones
Exteriores a Carlos M. Muñiz, de la Unión Cívica Radical Intransigente, al igual
que el Presidente de la República.
Señalamos esta última "coincidencia" porque es curioso cómo, en la mayor parte
de los textos sobre la historia argentina en ese período, pasan por alto la
presencia del presidente Guido, quien se tuvo que adaptar, calladamente, a los
cambios ministeriales que resolvían las Fuerzas Armadas.
Era tal la participación de ellas en el ejercicio real del poder que, meses
más tarde, el general Rauch llegó a proponer que el cargo de ministro del Interior
estuviera ocupado, por norma, por un miembro de estas fuerzas. Pero a eso llegaremos
más adelante.
Por ahora nos detendremos en la lucha política que estalló a partir de que los
"azules" garantizaron la continuación de la "legalidad" y la salida electoral
para el 7 de julio de 1963.
Entre tanta mediocridad, Onganía se perfila con brillo propio
Otra de la consecuencias políticas de los acontecimientos de setiembre fue lo
que señala Félix Luna: "La proyección popular de la imagen de Onganía como un
jefe comprometido con el orden y la legalidad y, además, con espíritu de lucha
y valor personal. La opinión pública se sintió impresionada con este soldado
de espesos bigotes y lacónicas palabras que, sin vacilaciones ni tibiezas, había
terminado, en pocos días, con el 'golpismo' y el 'gorilismo' del Ejército. Desde
1945 un militar no despertaba resonancias semejantes en el corazón del pueblo".
Como ejemplo de esta naciente "popularidad" del jefe de los "azules", el historiador
cita aquel estribillo que se popularizó en la hinchada de Boca Juniors que decía:
"¡Melones! ¡Sandías! ¡A Boca no lo paran ni los tanques de Onganía!"
Una nueva figura entraba a tallar con peso propio desde las filas del Ejército,
pero no era la primera vez que sucedía. En otro color y en otras circunstancias,
Aramburu también había logrado traspasar sus condiciones de líder de las Fuerzas
Armadas al campo político y le toca desempeñar un papel importante en estas
elecciones, en las que logra ubicar a UDELPA (Unión del Pueblo Argentino) en
tercer lugar con 1.326.855 votos.
Fue una opción ante un radicalismo dividido, anémico, y un peronismo proscripto
y perseguido.
Pero a nadie se le ocurría comparar a Aramburu con Perón, su enemigo acérrimo
-al menos hasta ese momento- si no fuera desde una óptica despolitizada que
mide sólo la injerencia de las Fuerzas Armadas en la estructura de poder en
la Argentina (análisis muy rico que desarrolla bien el sociólogo José Luis Imaz).
La "popularidad" de Onganía en un primer momento
se debe a dos razones conexas. La primera es una característica psicosocial:
la necesidad de encontrar líderes que asuman los valores morales y espirituales
de un pueblo.
La destreza, el valor, la fuerza, la capacidad táctica son valores arraigados
en el pueblo, que busca y encuentra sus ídolos fundamentalmente en dos campos:
el deportivo y el militar. En ambos se desencadena una lucha entre dos bandos,
lo que hace fácil tomar la determinación de estar de un lado o del otro, cosa
que no siempre sucede en la realidad, en la que se transita, casi toda la vida,
por los matices.
Además de esta característica común a todos los pueblos -al menos los occidentales
y "cristianos"-, en una sociedad altamente militarizada como la Argentina, que
desde 1943 a 1958 vivió o en una dictadura militar o gobernada por un líder
de ese origen y los otros cuatro años que la separan del momento que estamos
viendo, tuvo un gobierno civil que soportó graves presiones de este sector,
no es raro que parte del pueblo, dirigentes políticos, e inclusive algunos dirigentes
sindicales, pusieran sus ojos en las Fuerzas Armadas como si fueran una especie
de "semillero" donde se podía encontrar con facilidad un "líder".
La experiencia de Perón, que había logrado el apoyo popular, y que de coronel
"influyente" del Ejército pasó, en poco tiempo, a constituirse en el líder indiscutido
del pueblo argentino, marcaba a fuego la conciencia política y funcionaba como
un modelo interno para mirar la realidad.
Onganía, además, tenía algunas características que lo acercaban a esa imagen;
por ejemplo, su proclamado nacionalismo y su posición contra el golpismo "gorila"
(por eso la comparación de Luna no es tan errada).
Todo esto hizo sembrar expectativas alrededor de su persona como candidato de
un nuevo frente político para estas elecciones, conformado por el viejo pacto
Perón-Frondizi, al que se sumarían los conservadores populares y sectores de
las Fuerzas Armadas, además de otras fuerzas.
En busca de objetivos coincidentes nace a la política el Frente Nacional y Popular
Alain Rouquié define este frente como el lugar
donde "los militares azules tenían que ponerse de acuerdo con los peronistas
respetuosos, notables locales o burócratas sindicales, a fin de formar una alianza
de grupos políticos y de clases sociales análoga a la que anhelaban Frigerio
y sus acólitos: una coalición de 'productores' (obreros e industriales) interesados
en modernizar el país con el apoyo de un Ejército resueltamente industrialista",
hasta aquí el texto de Rouquié.
El principal gestor de esta idea, que movió los hilos durante este período desde
el Ministerio del Interior, fue Rodolfo Martínez.
Frondizi y Frigerio vinieron a llamar "productores" a los que Perón, apoyado
por la clase obrera, llamó "una sola clase de hombres: los que trabajan". El
interés era "defenderlos", no "igualarlos" oponiéndolos como unidad frente a
la oligarquía agroexportadora que creía que podía prescindir de los sectores
industriales que tanto conflicto traían al país; una clase ociosa que vive de
rentas y que está aliada al imperialismo por su extrema dependencia del mercado
exterior.
En el Ejército, por un lado crecía el compromiso con la política de defensa
continental delineada desde el Pentágono, por la cual los enemigos estaban,
ahora, de las fronteras para "adentro" y, como lógica contrapartida, los aliados
estaban "afuera", concepción que empezó a delinearse al final de la guerra,
en 1945, como señalamos al inicio de este trabajo.
Pero, por otra parte, los mandos cada vez tomaban más conciencia de las falencias
del material bélico que Estados Unidos les "prestaba" por algunos años, manteniendo,
con la propiedad, el derecho a intervenir en las decisiones para su utilización.
Lo que la potencia del Norte vendía a los ejércitos latinoamericanos era material
de desecho, casi inútil, pagado a altos costos. La falta de modernización hundía
más a las Fuerzas Armadas, convirtiéndolas en meros custodios de los intereses
norteamericanos en la región.
Esta situación, alimentó posiciones industrialistas, sobre todo en el Ejército,
e impulsó planes de desarrollo de industrias de base -en especial las vinculadas
con la producción de guerra-, de modernización del Estado y de actualización
de la infraestructura: todo cuanto a usinas hidroeléctricas, puentes y caminos
se refiere.
Había condiciones para que estos sectores del Ejército se sumaran a un proyecto
"industrialista" digitado por el frigerismo con el apoyo popular del general
Perón.
Civiles y militares se pusieron en marcha con el fin de hacer coincidir, en
la práctica política, un plan que, desde afuera, desde el punto de vista de
un observador ajeno a las particulares características de nuestro país, parecería
totalmente descabellado.
El frente reaviva el sentimiento "gorila" de los sectores militares
Católicos y ateos, frondicistas, desarrollistas, corporativistas y peronistas,
obreros y burgueses, civiles y militares sumaban fuerzas coordinados por tres
figuras ausentes: Perón desde Madrid, a través de su delegado personal y de
una amplia y bien manejada correspondencia, mantenía casi intacto su poder de
convocatoria. Frondizi, desde su confinación en Bariloche y Rogelio Frigerio
-el "Maquiavelo" de la política desarrollista- que actuaba incansablemente desde
su exilio en Montevideo.
El peronismo había encontrado la fórmula para participar de las elecciones a
través de un pequeño partido, la Unión Popular, fundado en 1955 por el ex ministro
de Perón, Bramuglia, y liderado por Rodolfo Tecera del Franco, que formaba parte
del Consejo Coordinador del Justicialismo.
El
Frente Nacional y Popular estaba integrado, por lo tanto, por la UCRI, la Unión
Popular, el Partido Conservador Popular, el Movimiento del Frente Nacional,
el Movimiento por un solo Radicalismo, el Partido Federal y la Unión Federal.
El problema era encontrar candidato..., pero
ésa es otra historia. Antes de que se empezaron a barajar los nombres, la Marina
reaccionó enérgicamente, en febrero, para que se aplicara a la Unión Popular
el decreto nº 7165/62 por el que se reprimía al peronismo y a toda fuerza o
persona que pretendiera su presentación política.
El gobierno, presionado, emite un comunicado en el que decía: "Las agrupaciones
o sus posibles candidatos o dirigentes que admitiesen nexos de dependencia o
injerencia política del responsable máximo de aquel régimen (se refiere al peronismo),
estarán moralmente inhabilitados y judicialmente excluidos".
Como esto no fue suficiente, la Marina pidió oficialmente, el 18 de marzo, la
prohibición del partido Unidad Popular.
Los azules consideraban que esa era una medida extrema. Esperaban que los acontecimientos
definieran mejor los contenidos de la Unión Popular y veían con agrado la posibilidad
de que el peronismo se integrara a un frente, con lo cual se captaban los votos
"fantasmas", al mismo tiempo que creaban un "colchón" para que el general exiliado
se viera condicionado. Estaban tratando de "domesticarlo", pero la carta final
de Onganía era eliminar al líder quitándole las bases sociales y políticas que
lo sustentaban aquí.
Los otros partidos, la UCR y los conservadores, vieron en esta actitud de la
Marina una excelente arma para librarse de un competidor que llevaría, con seguridad,
la mayoría de los votos.
Entre los obstáculos con que tropezó el frente, ese no era el más importante.
Dentro mismo de sus huestes había serios inconvenientes. El sindicalismo argentino,
desde la ausencia de Perón, había aprendido a caminar solo -aunque siguiera
fiel al peronismo-. Por una parte, crecía el "peronismo sin Perón", cuyo mejor
exponente sería Augusto Timoteo Vandor, dispuesto a negociar con el poder, aunque
éste sea militar y antipopular; el peronismo burócrata, el que tomó de Perón
las banderas de conciliación de clases, que se vendía -y se vende- al mejor
postor como "freno al comunismo".
Por otra parte, el sindicalismo combativo que rescataba del peronismo las reivindicaciones
sociales, la lucha de los trabajadores, la solidaridad obrera, etcétera, aprendió
a foguearse en la oposición y sintió en la marginación del peronismo de la vida
política del país la marginación de la clase obrera de los beneficios del sistema
de producción. Este último sector se expresó en contra de la política frentista
repudiando el comunicado N° 150 y la "política entreguista" de Frondizi, es
decir, repudiando a los aliados de Perón.
La Marina intenta lo suyo con un nuevo golpe militar

"El diario La Razón (22/09/62) con letras tamaño catástrofe, anunciaba
“INTENSA ALARMA PUBLICA” y acotaba “El mensaje presidencial de anoche
agravó la crisis. La Marina responsabilizo al presidente y renunció
el secretario del arma, a quien acompañan en su actitud los ministros
de defensa, interior y relaciones exteriores. La Marina convocó
a una reunión del más alto nivel para encarar la situación, pero
Campo de Mayo no concurrió. El presidente convocó para mañana a
las 9, a una magna reunión de generales. Entre tanto fuerzas azules
(Campo de Mayo) llegaron con sus efectivos a la Capital Federal
y las enfrentaron las coloradas que responden al general Lorio en
Plaza Constitución y los Parques Lezama, Chacabuco y Avellaneda.
Las fuerzas de ambos bandos están listas para entrar en acción,
registrándose algunos tiroteos sin trascendencia bélica. Jefes de
la Aeronáutica declararon que están dispuestos a entrar en combate
a favor de Campo de Mayo, mientras los almirantes se reúnen en la
secretaría de Marina para adoptar una decisión. Son intensas las
gestiones para evitar derramamientos de sangre” (Robert Potash,
El ejército y la política en la Argentina 1962-1973)
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En el frente surge la idea de calmar los ánimos,
al menos con los que podían cortarle el camino a la Presidencia -la Marina y
los sectores gorilas de adentro y de afuera de las Fuerzas Armadas-. Para esto
no se les ocurre mejor idea que ofrecerle la candidatura de vicepresidente a
un conocido y acreditado "gorila": Miguel Ángel Zabala Ortiz. La tarea estuvo
a cargo del ministro Martínez, quien no contó con la astucia de este dirigente
que, no sólo no aceptó lo que a todas luces era una trampa para desarmar a sus
correligionarios, sino que, ofrecimiento en mano, lo denunció a viva voz.
Zabala Ortiz, en una carta abierta, denuncia, además del ofrecimiento, el apoyo
que tenía el frente por parte de las Fuerzas Armadas, como forma de integrar
al peronismo en "pequeñas dosis".
Fue la chispa que hizo estallar la bomba. Peronistas y antiperonistas se alzaron
en una protesta generalizada. El 27 de marzo renuncia Rodolfo Martínez. Onganía
desmiente su vinculación con el frente y su posible candidatura.
El clima estaba creado.
El desconcierto y el escándalo es aprovechado por la Marina que, el 2 de abril
-¿fecha especialmente grata a esta arma?- se subleva transmitiendo por dos radios
ocupadas una virulenta proclama firmada por el general retirado Benjamín Menéndez.
El ex vicepresidente Isaac Rojas y los almirantes Sánchez Sañudo y Rial fueron
los mentores ideológicos del levantamiento y lo apoyaron grupos civiles de distinta
extracción política.
Tanto Benjamín Menéndez como otro de los almirantes implicados, Jorge Palma,
tenían como "honroso" antecedente, como título certificado de conspicuo "gorilismo"
el haber intentado, muchos años atrás, derrocar a Perón.
Ha estallado la segunda parte de "azules y colorados".
El conflicto se inicia a las 7 de la mañana en la base naval Punta Indio, desde
donde salen tropas de Infantería de Marina hacia la ciudad de La Plata, y aviones
navales atacan repetidas veces, durante toda la mañana, el VIII Regimiento de
Caballería Blindada de Magdalena, destrozando las instalaciones.
Era la revancha a aquellas exitosas maniobras dirigidas por López Aufranc, durante
los sucesos del año anterior.
Ocupan también el V Regimiento de Infantería de Bahía Blanca. Los infantes de
Marina se sublevan en Mar del Plata y un pequeño foco en Buenos Aires. Por primera
vez el ataque es violento y con derramamiento de sangre; se suceden los primeros
atentados a altos mandos "azules", ejecutados por comandos civiles -no siempre
"tan civiles"-. En total se calcula que hubo, durante los episodios que duraron
tres días, 15 muertos y casi cincuenta heridos.
Los tanques de Magdalena y Campo de Mayo salieron a la calle y los efectivos
del Ejército de Palermo y Campo de Mayo limpiaron la Capital Federal. Los "azules"
volvían a triunfar.
El Ejército, al tiempo de encarar las acciones represoras, dio a conocer un
comunicado que llevó el número 151, por el que reafirmaba la continuación del
proyecto instaurado el 23 de setiembre. Llevaba la firma del comandante en jefe
del arma, Juan Carlos Onganía, y anunciaba la represión violenta e inmediata
"de los totalitarios que creen en la dictadura militar como solución nacional
e intentan nuevamente negar al pueblo el derecho a construir su propio futuro".
La Aeronáutica será la que terminará de definir el conflicto con el apoyo del
secretario del arma, brigadier MacLaughin. Sectores internos, como el liderado
por el comandante Lentino, no logran tener peso suficiente.

"Las condiciones finales para la rendición de las fuerzas rebeldes
de la marina fueron detalladas en un acuerdo firmado el 5 de abril
por el doctor Astigueta, el general Rattenbach, el brigadier McLoughlin
y el almirante Vázquez. En dos aspectos los términos finales demostraron
ser más duros que los que Rattenbach había delineado antes, porque
el general Onganía y su estado mayor se opusieron a un simple regreso
al statu quo anterior. El cambio más significativo fue la insistencia
en que la marina licenciara a todos sus infantes, salvo 2.500 hombres
que se distribuirían en las distintas bases navales. La otra diferencia
fue la retención por el ejército de la base naval de Punta Indio
con el propósito de albergar al regimiento 8 de tanques hasta que
sus cuarteles, dañados por aviones navales, pudieran ser reconstruidos.
Por otra parte, todas las instalaciones navales que habían sido
ocupadas por fuerzas del ejército durante las operaciones debían
ser devueltas y no se impondrían restricciones a la flota de mar
o al brazo aéreo naval. El acuerdo del 5 de abril, sin embargo,
exigía que los oficiales de alto rango de Puerto Belgrano, así como
también todos los demás oficiales rebeldes que se habían reunido
allí, se rindieran al comandante del V cuerpo de ejercito, y que
cada oficial, activo o retirado, que hubiese participado en la revuelta
fuera sometido a un proceso militar. El fracasado levantamiento
del 2 de abril costó las vidas en ambos bandos de 19 soldados y
5 infantes marinos, y dejó a otros 87 hombres heridos." (Robert
Potash, El ejército y la política en la Argentina 1962-1973)
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Con la capitulación de Puerto Belgrano termina
la sublevación. El secretario de Marina, Derozi, renuncia, y se encarcela a
los principales cabecillas, incluido el ex vicepresidente partidario de la "dictadura
de la democracia", almirante Isaac Rojas.
Vuelve el tiempo político. Un nuevo ministro ocupa la cartera del Interior.
Es el general Rauch, de conocida actuación durante el primer enfrentamiento
entre "azules" y "colorados".
La Unión Popular podrá seguir siendo una opción, pero, ahora, les toca a los
políticos tratar de destruirla por todos los medios.
La vieja consigna ahora se renueva contra el frente, para acabar con el peronismo
Rojas, Sánchez Sañudo y otros "colorados" apoyan a la Unión Cívica Radical del
Pueblo, que había canalizado, como señalamos en otra parte, los votos antiperonistas
de los sectores medios.
Pero, más que "derrotados", los "colorados" habían sido "absorbidos" por los
"azules".
Como si los hubieran despertado de un largo letargo o se sintieran necesitados
de lavar alguna culpa, los "azules" dan el comunicado nº 200, con el que se
cierra el episodio, que tiene un marcado tono antíperonista.
Por decreto del 10 de abril se extiende la proscripción a todos los que elogien
al "tirano prófugo" y a los que mantengan algún tipo de contacto con él distribuyendo
información, visitándolo o comunicándose de alguna otra forma, directa o indirecta,
los que serán plausibles de prisión o de suspensión de sus derechos cívicos.
La acción de Rauch en el Ministerio del Interior es congruente con este decreto:
encarcela a la más variada muestra de pensadores y políticos que están relacionados
de alguna forma con el peronismo, el frondizismo o el comunismo. Caen así, por
"antidemocráticos", Ernesto Sabato y Ricardo Rojas, en la misma bolsa y por.
la misma sinrazón.
La UCRI apoya a Rauch, pero éste se extralimita en su afán "anti-frondicista"
y cuestiona a los ministros de esta tendencia que, como dijimos, es la misma
que la del Presidente.
Su "coloradismo interior" le hace proponer, como anunciamos antes, que el ministro
del Interior sea, para siempre, nombrado por las Fuerzas Armadas entre sus miembros,
con lo cual está "legalizando" una forma de poder dictatorial.
El secretario de Guerra, también "azul", el general Rattembach, presiona para
acallar a este hombre y lo logra, aunque le cuesta el puesto a él y a todo el
gabinete. Al parecer, Onganía no estaba del todo en desacuerdo con Rauch. Este
es suplantado por el general Osiris Villegas que mantuvo, sin embargo, la misma
postura antifrentista de su antecesor.
Entretanto, el frente busca su candidato. Intenta primero con un magnate petrolero,
Carlos Pérez Companc, pero, ante la aireada protesta de las bases obreras, se
descalifica la fórmula desde Madrid (uno de los que se opuso fue el entonces
"fiel" peronista Augusto Vandor, que viajó de inmediato a ver al general).
Finalmente, el líder exiliado elige su candidato: un hombre de trayectoria política
coherente, aunque silenciosa, que fue leal aliado de Peron: Vicente Solano Lima.
El vicepresidente de la fórmula será Carlos Sylvestre Begnys.
Al poco carisma de los candidatos se sumó la deserción de Oscar Alende, que
se presentaba con fórmula propia.
Así las cosas, se acercan las elecciones. Pocos días antes, los "azules", en
plena ruptura con el frente, establecen la legalidad de los decretos que reprimen
al peronismo y, para sorpresa de todos, el día antes Perón y Frondizi dan la
orden de votar en blanco.

"Con la caída de Punta Indio y el colapso inminente de los focos
rebeldes en las provincias, la atención principal se dirigió hacia
Puerto Belgrano, la base más poderosa de la marina. Para muchos
argentinos, Puerto Belgrano era el símbolo de la revolución libertadora
de 1955; era desde allí que los transmisores de radio habían mantenido
vivo el espíritu de aquella revuelta durante los días iniciales
de incertidumbre, y era desde allí que la marina había despachado
hacía Buenos Aires la flota que en última instancia obligó a Perón
a dejar el poder. Es muy posible que los que planificaron la revuelta
de abril de 1963esperasen seguir la misma estrategia contra el gobierno
de Guido. Sin embargo, la historia no se repitió. Aunque el comandante
de la base de Puerto Belgrano, almirante Jorge Palma, había tomado
la ofensiva el 2 de abril y, al emplear fuerzas marinas numéricamente
superiores y amenazar con ataques aéreos, había obligado al regimiento
5 de infantería del ejército de Bahía Blanca a rendirse, advertía
la dificultad de tratar de defender la base contra las fuerzas superiores
que podían movilizarse contra ella. En realidad el alto mando del
ejército, en lo que fue un ejemplo impresionante de planificación
y ejecución militar, trasladó con rapidez la sexta división de infantería
de montaña en camiones prestados de Neuquén a Río Colorado y movilizó
otras unidades desde el litoral y las provincias de La Pampa y Buenos
Aires, para formar columnas concéntricas de hombres y material avanzando
sobre la base naval." (Robert Potash, El ejército y la política
en la Argentina 1962-1973)
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¿Qué había sucedido? ¿Onganía había descubierto
en este frente una maniobra de Perón para forzar a las Fuerzas Armadas a aceptar
su retomo a la presidencia? Lo cierto es que los "azules" empiezan a volverse
"colorados". El defensor de la "legalidad" empieza a pensar en el golpe. Los
que combatieron "la dictadura de la democracia" abrieron el camino democrático
para llegar a la dictadura.
Los "azules" no pueden renegar de su pasado y cambian de color
Como señalamos antes, el proyecto político de Onganía para las elecciones de
1963 había fracasado. Su opositor, Illia, asumía el gobierno con el beneplácito
de los "colorados" ya que, aunque en su discurso, y luego en su accionar, tuviera
un toque "antiimperialista" que podía molestar a los amigos norteamericanos,
tenía todas las garantías de antiperonismo que podían solicitarse a un candidato
y, al mismo tiempo, su imagen era potable para las masas populares. Es probable
que en ese momento haya surgido en el comandante en jefe del Ejército la idea
de asumir el poder en forma dictatorial: exactamente lo contrario de lo que
había pregonado y por lo cual había expuesto su honor y su persona... y la de
sus subordinados.
La elaboración que va a tener el Estatuto de la Revolución Argentina y las alianzas
políticas que anticipan su acceso a la primera magistratura, hacen pensar que
así fue. No es un acto improvisado. Más bien da la impresión de que la única
función de Illia fue la de dar tiempo a los mandos militares a elaborar un plan
de acción para derrocarlo. Su suerte estaba echada desde el primer día y la
frialdad que reinó durante todo el período entre ambos no fue más que un augurio.
La debilidad del gobierno democrático fue sólo
una excusa. Aunque, en efecto, Illia asume con sólo el 25 % de los votos y los
opositores erradicados del panorama político -Perón exiliado y Frondizi preso-,
no son razones suficientes para justificar el golpe. Aunque, ¿hay alguna razón
"suficiente"? ¿Hay alguna razón para "justificar" la proscripción y el encarcelamiento
de enemigos políticos?
La campaña de descrédito del Presidente se desata sobre la perspectiva de este
golpe anunciado que se parece al libro de García Márquez "Crónica de una muerte
anunciada": todos sabían qué iba a suceder y nadie pudo evitarlo.
Entre las principales usinas "golpistas" se encuentra la revista "Primera Plana",
desde cuyas editoriales el joven abogado que redactó el famoso comunicado Nº
150, Mariano Grondona, habla de la "tierra prometida" y del "mesías", y pide
a gritos la intervención de las FF.AA.:
"El Ejército tiene que tomar partido en lo que ocurre en el país porque siempre
lo ha hecho".
El sindicalismo moderado, dispuesto al pacto del cual hablamos antes, encabezado
por el dirigente metalúrgico Augusto T. Vandor, ve la oportunidad de separarse
del paternalista líder exiliado. Intenta su primera prueba en las elecciones
de Mendoza, en 1965, donde fracasa. Pero tiende sus redes hacia todos los costados,
inclusive hacia los cuarteles. Esta no es la única experiencia en el movimiento
obrero. El plan de lucha que lanza la CGT será un factor determinante en la
conciencia de las propias fuerzas que adquiere la clase obrera.
Se acerca la definición. La intervención de Estados Unidos en Santo Domingo
pone al Presidente en un serio aprieto: por una parte, como jefe de Estado de
un gobierno democrático, debe defender la no intervención de las fuerzas norteamericanas
en un país soberano; por otro lado, el Ejército clama por la participación activa
en el conflicto.
Se pone a prueba en los hechos la doctrina expresada por Onganía en agosto de
1964, durante la celebración de la V Reunión de Comandantes de Ejércitos Americanos
en West Point.
La doctrina de West Point abre las compuertas que nos llevarán al genocidio
El discurso que Onganía pronuncia en esta oportunidad es de tal organicidad
que quedó para la historia como la doctrina de West Point o la doctrina de Onganía,
y se considera el primer antecedente de la llamada "Doctrina de la Seguridad
Nacional", en nombre de la cual se produjo, en Argentina, el peor genocidio
de su historia, a partir de 1976.

"Durante la hora y media siguiente, los cuatro militares analizaron
la situación critica que enfrentaban y por último llegaron a un
acuerdo sobre los pasos que podían resolver el conflicto militar.
Pidieron al doctor Guido y a los miembros civiles del gabinete interno
que esperaban en otro cuarto que se unieran a ellos. El Secretario
de Guerra Cornejo Saravia, hablando en nombre de todos los oficiales
presentes, explicó la solución que habían acordado y pidió al Presidente
que retirara su renuncia. El doctor Guido, después de pedir y obtener
el respaldo de Onganía a la solución descripta por el Secretario
de Guerra, retiró su renuncia.
"¿Pero cuál era la solución? Por desdicha no existe ningún registro
escrito, ningún acta, para establecer la naturaleza exacta del acuerdo;
y dado que quedó deshecho en cuestión de horas, todo el episodio
ha estado envuelto en la polémica. El comunicado oficial, que fue
redactado, al parecer, por el doctor Guido y el Ministro de Economía
Alsogaray después que los otros ministros partieron, manifestaba
que Cornejo Saravia había presentado su renuncia como secretario
de guerra y que los generales Lorio y Labayrú iban a dejar de estar
en actividad por pedido propio; no se hacían menciones, sin embargo,
sobre reemplazos o retiros en el bando Azul. El texto de este comunicado,
que fue emitido a las 4:50 del 21 de Septiembre, daba la impresión
de una victoria completa de los objetivos Azules; pero es difícil
creer que el secretario de guerra no haya insistido en el retiro
del General Onganía, como lo había mencionado antes de ese día,
y posiblemente en el retiro de otros líderes Azules para compensar
el sacrificio de su propio cargo y el de dos generales colorados.
"Una versión probablemente
más precisa de lo que ocurrió en la reunión de Olivos fue publicada
unas semanas después por el propio Cornejo Saravia. En una carta
abierta a la prensa describió el acuerdo logrado con el General
Onganía como sigue: que por parte de los Colorados, él renunciaría
a la Secretaría de Guerra, los Generales Lorio y Labayrú quedaría
fuera de actividad y se tomarían medidas apropiadas contra otros
oficiales superiores; que por parte del bando Azul, los oficiales
superiores responsables de la rebelión, empezando por el general
Onganía, serían relevados del cargo y retirados. En su carta abierta,
Cornejo Saravia se quejaba de que el comunicado oficial había omitido
esta parte del acuerdo. Por otra parte, sostenía, él y el general
Onganía habían acordado también ordenar a sus fuerzas respectivas
que no abrieran fuego, que no llevaran a cabo operaciones y que
permanecieran en el sitio donde se encontraban durante la noche
previa a su regreso a los cuarteles, el día siguiente. Pero, se
quejaba, sólo sus tropas obedecieron, mientras que las del otro
bando emplearon el tiempo para mejorar sus posiciones.
"Fuera cual fuese el propósito que esperaba lograr el presidente
mediante la difusión de una versión truncada del acuerdo de la noche
anterior, el resultado concreto fue abortar su puesta en práctica.
Los generales Lorio y Labayrú se negaron a aceptar su retiro y siguieron
dirigiendo la operación de las fuerzas coloradas. Pero sin duda
lo que contribuyó a su decisión fue el movimiento continuado de
tropas azules durante las primeras horas de la mañana del 21 de
Septiembre. No fue el general Onganía quien ordenó estos movimientos,
sino más bien comandantes de tropas que actuaron por decisión propia.
Más específicamente, fue el coronel Tomás Sánchez de Bustamante,
comandante del Regimiento 10 de Caballería Blindada, quien condujo
a su unidad, que fue reforzada por un batallón de ingeniería blindada,
desde Campo de Mayo a la zona de Avellaneda. Conciente de que el
General Onganía estaba en Olivos discutiendo un acuerdo posible,
Sánchez de Bustamante estaba decidido a emplear sus tanques par
crear una situación militar que permitiera a los Azules lograr una
victoria clara sobre sus adversarios en vez de aceptar otro empate.
Recordaba demasiado bien cómo en los enfrentamientos militares anteriores
las decisiones políticas habían inmovilizado a las unidades de tanques
antes de que pudieran desafiar a sus rivales. En consecuencia, se
movió por una ruta distinta a la planeada originalmente en Campo
de Mayo y rechazó órdenes de detenerse hasta que logró sus objetivos
iniciales de unirse con el regimiento de granaderos que operaba
en el sudoeste de la Capital y tomar el control de los puentes de
Avellaneda que llevaban él." (Robert Potash, El ejército y la política
en la Argentina 1962-1973)
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Miguel Ángel Scenna la resume así: "Acatamiento
de la Constitución, apoliticismo, defensa de la soberanía... Todos estos eran
objetivos del Ejército, pero también el arma debía cooperar con el poder civil
en el desarrollo de la Nación como un ente activo y dinámico al que no se podía
radiar o pasar por alto. Y tras reclamar esa participación (Onganía) puso un
límite a la obediencia que el Ejército debe al poder civil: si éste es desbordado
por extremismos foráneos, si su falta de autoridad abre paso a la violencia
o si atentara contra la libertad o los derechos de los ciudadanos. En esos casos,
el Ejército debía intervenir". Y agrega más adelante:
"De las tres posibilidades en que el Ejército se reservaba el derecho de intervenir,
dos estaban claramente dirigidas al gobierno radical: la de ser sobrepasado
por hechos que no pudiera dominar, sea por infiltración marxista o por desarrollo
de la violencia a través de la subversión. El tercer caso -atentado a las libertades
y derechos- estaba reservado indudablemente al peronismo", y a toda fuerza política
que pudiera salirse de los marcos de la democracia liberal burguesa, así como
se la definió en nuestro país a principios de siglo.
Al mismo tiempo que elabora esta teoría que justifica su ascenso al poder, los
cursillistas católicos elaboran un proyecto de "nación", en el que el nacionalismo
se toma del brazo del catolicismo y la sociedad aparece como una interrelación
de sectores o grupos de poder que pueden coexistir pacíficamente dentro de un
esquema integrador que no permita que ninguno de ellos se extralimite abusando
de los derechos de los demás, es decir, el liberalismo político aplicado a las
clases sociales en una teoría que tiene nombre concreto: corporativismo.
Así, cuando en junio de 1966 Onganía asume en nombre de la autodenominada -no
sin pretensiones- "Revolución Argentina", hay un proyecto sólido que hace suponer,
aunque no se hable de fechas, que va a sobrevivir durante un largo plazo.
Como pasó con Uriburu primero y con Lonardi después, ese proyecto cristiano
corporativista, tan caro a los militares, no hace más que dejar paso al liberalismo
económico más descamado.
La hora de la desilusión y un modelo nuevo de dictadura
Los sindicalistas neoperonistas, los políticos y nacionalistas que tuvieron
alguna expectativa se desilusionan cuando, el 1 de enero de 1967, asume el Ministerio
de Economía un conocido liberal monetarista, Adalberto Krieger Vasena, y en
el Ministerio del Interior lo acompaña en el proyecto el conocido antíperonista
Borda. Alsogaray abre las puertas a la penetración de capitales extranjeros
y promueve el endeudamiento desde su puesto de embajador en Washington. El plan
estaba trazado.
Las dos piernas en las que, de aquí en más, se apoyarán todas las dictaduras
antipopulares y proimperialistas estaban firmes en sus puestos: la política
económica liberal -que tan bien retomara Martínez de Hoz años después- y la
represión popular de la que sobran ejemplos.
Cuanto más se consolida y endurece el plan imperialista,
más fuerte será la reacción popular que llevará, como señalamos, a la creación
de la CGT de los Argentinos, el surgimiento de importantes dirigentes de izquierda,
la radicalización del estudiantado, la violencia popular generalizada en la
calle (como el "Cordobazo" y el "Viborazo", etc.) y la formación de las organizaciones
armadas guerrilleras.
En 1967 moría el Che Guevara en Bolivia, los
ejércitos latinoamericanos se reunían en la capital de este país hermano para
elaborar una estrategia antisubversiva, pero la rebelión estaba en la calle
y estallaría no sólo en Argentina, sino en casi toda América latina.
Algo había cambiado a nivel internacional desde Frondizi a Onganía. Cuando el
primero abrió las puertas para el ingreso de capitales extranjeros, éstos estaban
dispuestos a hacer inversiones; en cambio, cuando Onganía hizo lo mismo, se
encontró con que los capitales ya no invertían: o compraban industrias que estuvieran
produciendo con buenas y comprobadas ganancias o prestaban el dinero con un
interés suficiente como para obtener un buen rédito sin riesgos. Ya nadie quería
arriesgar y menos en países de inestabilidad política. Una nueva forma de dominación
surgía en el mundo a través del fácil endeudamiento.
Con las bases que señalamos antes: la represión
que se demostró en la noche de los bastones largos -que acabó con la autonomía
universitaria-, la intervención de los sindicatos y la persecución ideológica
a través de un instrumento legal: la ley de acción contra el comunismo, por
un lado, y la política económica liberal y monetarista por otro, la Argentina
entraba de lleno en el circuito de la dependencia.
Algo más aún que nos ayudará a entender a Onganía como antecesor preclaro del
proceso y el genocidio: la utilización de esos créditos externos fue, en parte,
la construcción de una infraestructura que necesitaba el Ejército como base
propia de autonomía: redes viales, represas hidroeléctricas, desarrollo de energía
nuclear, etcétera, que también eran requisitos que exigían, ahora, los capitales
para instalarse en el país. Pero, por otra parte, estos créditos también serán
para la compra de armas con el "Plan Europa". Las Fuerzas Armadas, como dijimos,
sabían que estaban cumpliendo bien su nueva misión -fronteras adentro- como
para soportar la ofensa de que Estados Unidos les venda armas de mala calidad
o se reserve el derecho a la propiedad de las mismas. Ahora -y después- en el
poder salen a comprarlas en los mercados libres internacionales. Su propia contradicción
con el imperialismo -que estallaría en Malvinas, en 1982-, se empieza a plantear.
Una reflexión final para asumir la esperanza
Por último, a modo de reflexión, cabe señalar que en América latina parece cumplirse
una vieja teoría llamada "de los espejos". Esta dice que en el nuevo continente
se dan todos los procesos que suceden en el mundo desarrollado, pero a la inversa:
como en un espejo.
El liberalismo, que en Europa rompió con el feudalismo es, en la América latina,
la fuerza retardataria que nos vincula con el poder imperial.
El nacionalismo, ligado al corporativismo que en Europa fue represivo y provocó
uno de los genocidos más grandes de la historia, aquí representa, encamado en
los líderes antiimperialistas y populares, una propuesta progresista y de avanzada.
La masacre que allí fue del brazo de los líderes nacionalistas aquí vino de
la mano de los más acérrimos liberales. Así es la historia. Al menos la nuestra.
¿Qué es lo que importa?: asumirla con sus características propias, sin fantasmas
ni modelos extranjeros que no nos sirven.
Fuente: Yo fui testigo (1986)
 La
crisis política del Ejercito Argentino
Fuente: Comando Tecnológico Peronista (C.T.P) en Primera Plana N° 485, 16 de
mayo de 1972.
“Pienso que, así como no nace el hombre que escapa a su destino, no debiera
nacer quien no tenga una causa noble por la cual luchar, para justificar su
paso por la vida. Muchos grandes hombres pasan inadvertidamente por su existencia
porque han carecido de esa causa y muchos hombres comunes llegan a sobresalir
como verdaderos héroes porque la tuvieron. San Martín fue grande porque fue
el hombre de una causa: la independencia de su Patria, y Napoleón, si no hubiera
sido por la Revolución Francesa y su empeño en servirla, hubiera muerto como
capitán de Artillería retirado.” (General Perón – Carta a un oficial, del 5
de noviembre de 1970)
A – Antecedentes históricos
1.- Desde el momento en que la guerra es la continuación de la política por
medios militares, toda concepción general de un Estado determina una concepción
particular del Ejército correspondiente.
2.- Ese origen político del Ejército no sólo lo enmarca en un contexto socioeconómico,
sino también lo caracteriza específicamente, señalándole aliados, enemigos,
hipótesis de conflictos, organización, despliegue territorial, doctrina de guerra
y mentalidad.
3.- Nuestro país, en su desarrollo institucional, ha pasado por diversas etapas
jurídicas del Estado y del Ejército, y así tuvimos diferentes tipos de Ejército
y dentro de cada uno de ellos, distintas líneas con referencia a la cuestión
nacional.
1. El Ejército Libertador (1810 a 1830). Es el Ejército con que San Martín culminará
en Guayaquil la gesta de nuestra primera independencia. Pero también es el que
con Lavalle –después de la guerra contra el imperio del Brasil- desatará el
período de la primera anarquía.
2. El Ejército Federal (1830 a 1860). Es el Ejército con que Rosas y los heroicos
caudillos del interior harán la guerra de resistencia contra la penetración
imperialista de Francia e Inglaterra. Pero es también el que con Urquiza servirá
finalmente a la política de las metrópolis de ultramar.
3. El Ejército Central (1860 a 1900). Es el Ejército con que Mitre y Roca unificarán
al país, venciendo las últimas reservas provinciales, para ponerlo así en bloque
al servicio de intereses británicos. Pero es también el que con Riccheri y al
entrar en contradicción con las fuerzas sociales representadas por el radicalismo,
echará las bases para la organización del Ejército actual.
4. El Ejército Profesional (desde 1900). Es el Ejército que posibilita la asunción
de Yrigoyen y del que surge Perón. Pero es también el de Justo y Aramburu; el
que hoy institucionaliza con violencia un segundo período de anarquía, cambiando
a discreción los Gobiernos con el trasfondo de una lucha palaciega y facciosa.
4.- Por todo ello, la transformación estructural del Ejército Argentino no se
plantea hoy –en que todo un sistema agoniza-, ni por primera vez, ni como algo
desconectado de una realidad histórica.
5.- Una revolución nacional y social es un hecho total y colectivo. Nada ni
nadie le asumirá sin hacer su propia revolución interna y mucho menos el Ejército,
que –según se sabe- es el instrumento final con que se ejecuta toda una práctica
política.
B
– Una sociedad en crisis es una sociedad militarizada
6.- Una sociedad en crisis se militariza. El deterioro de las estructuras políticas,
económicas, sociales y culturales que la vertebran revierte el proceso de institucionalización
que ayer fue construido desde la fuerza hasta el derecho. Hoy el derecho cede
paso a la fuerza ya que, obviamente, un país en crisis es siempre un país en
guerra.
7.- Más allá de la anécdota, éste es el sentido objetivo de la instauración
del golpe militar como hecho político y de la concentración de los poderes constituyente,
electoral, ejecutivo y legislativo en manos del Ejército.
8.- Porque una sociedad en crisis es también una sociedad unitaria, donde nada
debe escapar al control central, ya que no quedan márgenes de maniobra para
simulaciones “democráticas”.
9.- Así se incluye en la cúspide hasta el poder judicial (para los casos de
“emergencia”) y se ejerce hasta el poder de conciencia (que se suma a las facultades
extraordinarias de los servicios de “inteligencia”).
C – Significado histórico-político del golpe militar
10.- Las Fuerzas Armadas han influido siempre el proceso político del país,
cuanto menos en forma potencial o sea como factor básico de poder y especialmente
dentro de la concepción liberal, donde, por su especial conformación, el Ejército
constituye de hecho un Estado dentro del Estado.
11.- Por consiguiente el golpe ha sido una metodología constante a partir del
25 de Mayo de 1810, fecha en que se pronuncia políticamente y en forma “salvadora”,
el Ejército nacido militarmente al calor de la lucha popular contra las Invasiones
Inglesas.
12.- Es por ello que una conclusión sobre el significado histórico-político
del golpe militar en la Argentina se debe realizar en dos partes principales,
a saber:
1. Un análisis cuantitativo, a los efectos de determinar la frecuencia de la
crisis político-militar y la secuela de reformas introducidas en la estructura
del poder.
2. Un análisis cualitativo, a fin de prever la transformación estructural del
Ejército, o sea su nueva concepción política.
D – Frecuencia del golpe militar
13.- Una cosa que llama la atención hasta del observador más indiferente es
el notable aumento de la frecuencia con que se han dado los actos de fuerza
que quebraron la normalidad jurídico-institucional del Estado, aun cuando ésta
no fuese –en muchos casos- nada más que formal.
14.- En efecto, si vemos los hechos que implicaron concretamente el relevo del
titular del Poder Ejecutivo Nacional (con exclusión de experiencias fugaces)
y a partir de 1916 (año en que al asumir el primer Presidente elegido sin fraude,
se daba por inaugurada una nueva República), tales períodos se han reducido
progresivamente según la siguiente escala:
1.
Hasta 1930 (caída de Yrigoyen): 14 años.
2. Hasta 1943 (caída de Castillo): 13 años.
3. Hasta 1955 (caída de Perón): 12 años.
4. Hasta 1962 (caída de Frondizi): 7 años.
5. Hasta 1966 (caída de Illia): 4 años.
6. Hasta 1970 (caída de Onganía): 4 años.
7. Hasta 1971 (caída de Levingston): menos de un año.
15.- En principio, es sumamente sugerente la tendencia a la aceleración de la
crisis, especialmente a partir del derrocamiento de Perón –último mandatario
de sufragio libre-, ya que ocho jefes de Estado (Lonardi, Aramburu, Frondizi,
Guido, Illia, Onganía, Levingston, Lanusse) apenas alcanzan el promedio de dos
años cada uno.
16.- Y no hay que soslayar esta conclusión, numérica, máxime cuando es sabido
que un gran aumento cuantitativo es siempre preanuncio de un salto de calidad
en el desarrollo del proceso histórico.
E – Clave de las reformas en la estructura del poder
17.- Un Estado Militar político-policial usado en reemplazo de un Estado partidocrático
demoliberal, cuesta mucho. En él se gasta hasta la propia fuerza militar –última
razón y última fuerza-, que, empeñada, sin intermediarios, en la acción política,
termina por alojar inexorablemente la conmoción social en su propio seno, cada
vez más rápido y con mayor virulencia.
18.- Es esta cotidianeidad de la crisis lo que explica las últimas reformas
orgánicas, que se han introducido en el esquema del poder político militar y
que pasaron desapercibidas para muchos observadores, en medio de una gran concentración
de poder político en manos de la dictadura militar.
19.- La primera reforma fue la supresión total del cargo de secretario de Guerra.
Efectivamente, a partir de la asunción de Onganía se anuló este puesto, cuya
función tradicional era obrar de puente entre el poder militar (del Comando
en Jefe) y el poder civil (del presidente de la Nación). La gran cantidad de
planteos a que dio origen –recuérdese como ejemplo los años de Frondizi- hizo
necesaria esta modificación.
20.-
La última es la supresión de hecho del cargo de presidente de la Nación. A partir
de la asunción de Lanusse –quien lo hace como presidente de la Junta de Comandantes-
se eliminó prácticamente el escalón presidencial, que en su última versión (Levingston)
era la mediación colocada por las FF.AA. ante el país, o sea entre ellas y los
problemas públicos.
21.- Eliminados estos fusibles con la finalidad de superar una situación de
cortocircuito permanente, en realidad, lo que se ha hecho –dialécticamente-
es poner en trance de quemar ahora a toda la instalación en su conjunto y con
ella hasta los enseres más valiosos.
22.- Consecuentemente, toda crisis se hará sentir hoy –que no hay presidente
ni ministro- a nivel de los comandos subordinados, lo cual significará quebrar
profundamente la tan mentada “verticalidad de los mandos”, principio que en
parte se habría salvado en los tres últimos relevos presidenciales, hechos –increíblemente-
sin disparar un solo tiro. Ni siquiera del regimiento escolta presidencial.
F – El punto de referencia de la situación actual
23.- 1955 sigue siendo el punto de referencia para entender la situación actual
del Ejército, pues en ese año se pasaron a retiro una gran cantidad de oficiales
peronistas, purga complementada en 1956, con motivo del pronunciamiento encabezado
por el general Valle.
24.- Debido a ello la casi totalidad de los oficiales recibidos con anterioridad
a esa fecha y que forman hoy los cuadros activos en las jerarquías de mayor
a general, se consideran a sí mismos protagonistas y coautores de la situación
política actual.
25.-
En sentido inverso, los oficiales que se recibieron después de 1955 no se sienten
–al menos en su fuero íntimo- como responsables del estado lamentable en que
se encuentra el país.
26.- Actualmente esas promociones, que van desde el grado de subteniente hasta
el de capitán (sin pecar de esquematismo), unen al factor juventud, siempre
más sensible a las conmociones económico-sociales, la circunstancia político-militar
que representa el no haber participado personalmente de la contrarrevolución
oligárquico-liberal.
G – Los últimos episodios internos
27.- En 1963, luego de los enfrentamientos entre azules y colorados, Onganía
produjo una importante purga en las filas del Ejército, hecho que le permitió
llegar con una fuerza militar “cohesionada” hasta 1969.
28.- A partir de ese año, que junto con la existencia de una gran crisis general
económica y social marca la aparición casi simultánea de las grandes rebeliones
populares, como las de Córdoba y Rosario, y de las primeras formas de la guerrilla
urbana, las fisuras internas en el Ejército recrudecieron con extrema violencia,
siendo suficiente recordar para confirmar esta circunstancia los siguientes
hechos:
1. Los dos intentos golpistas del general Labanca.
2. El caso de los tenientes del Colegio Militar.
3. Los incidentes producidos por un grupo de oficiales “nacionalistas” en el
Regimiento de Infantería de La Plata.
4. El relevo de los siete coroneles “desarrollistas”.
5. Los arrestos de los generales Cándido López y Guglialmelli.
6. Finalmente, el golpe del 8 de octubre en Azul y Olavarría, que al menos tuvo
el “mérito” de haber sacado las tropas a la calle.
29.- Aunque ideológicamente, estos intentos expresan distintas concepciones,
políticamente señalan un mismo hecho: la crisis del Ejército liberal y profesionalista,
crisis que, aun con sus propias características –un tanto disimuladas- y aun
con su propio ritmo –un tanto retrasado-, seguirá el mismo desarrollo que los
otros campos de la sociedad argentina.
30.- El ciclo es irreversible. Después de 1955
se quebraron las bases económicas de nuestra sociedad por el regreso a la dependencia
neocolonial. Se quebraron, en consecuencia, los compartimentos sociales, cuyo
ejemplo más notorio lo constituye la nacionalización y peronización progresiva
de la clase media y de los sectores intelectuales y profesionales que hasta
entonces habían servido a la oligarquía. Ahora, en la culminación del proceso,
le toca el turno definitivo al Ejército.
31.- En ese sentido puede afirmarse sin temor a error que el frustrado golpe
del 8 de octubre ha sido engañosamente calificado de “fascista”, tanto por el
gobierno como por la partidocracia y la izquierda liberal.
32.- Este rápido etiquetamiento sobre modelos extraños a nuestra realidad impide
reconocer las verdaderas contradicciones que operan en el seno del Ejército
y muy especialmente la existencia de una tendencia embrionariamente revolucionaria,
que se da entre los oficiales subalternos.
H – Los golpes posibles
33.- La aceleración de la crisis del poder político y la identificación total
de éste con el poder militar, ya sin simulaciones ni intermediarios, otorga
fundamento objetivo al cúmulo de versiones que dan como inminente un nuevo golpe
militar. Aunque el tiempo transcurre más lentamente para la historia, tal inminencia
es siempre posible.
34.- Efectivamente, la acumulación de errores de arrastre dejan chicas a todas
las reformas parciales realizadas para subsistir y marcan la necesidad de un
cambio profundo, hecho temido por la superioridad, pues puede implicar literalmente
la “devaluación” política del grado de general.
35.- Dicho de otro modo, el Ejército, última reserva del sistema, al ser utilizado
como partido político armado, está siendo desgastado por la crisis general política,
económica y social, lo que agudiza las diferencias entre las líneas interiores
que evidentemente se verifican en su seno.
36.- La agudización de la actual situación lo podría arrastrar a cualquiera
de estos nuevos y posibles golpes:
Variantes
continuistas
· Con Lanusse (Proscripción de Perón).
· Sin Lanusse (Golpe ultraliberal).
Sin embargo, la situación mundial del imperialismo, la situación continental
y la crisis argentina, así como el estado de conciencia del pueblo (especialmente
del MNJ) hacen incierta, si no la posibilidad de una variante continuista, al
menos su consolidación.
Variantes “Populista” o “Nacionalista”
· Con promesa de Elecciones (en 1972)
· Sin promesa de Elecciones (“Revolución Nacional”).
En tanto esta variante intenta, fundamentalmente, “salvar el honor del Ejército”
deteriorado por el incumplimiento de los objetivos revolucionarios (“REVOLUCIÓN
ARGENTINA”) o los objetivos de institucionalización sin proscripción señalados
por el liberalismo (GAN), el golpe se plantea centrado en la situación política
del Ejército y no en la situación política del país. De allí que los componentes
de esta posibilidad sean políticamente heterogéneos y sólo unificados por bases
mínimas de nacionalismo y apertura popular, que sirven de excusa para enfrentar
al enemigo interno (sector liberal) y no para conseguir un consenso verdaderamente
nacional y popular. (Perón y el Peronismo.)
Asimismo, es correcto señalar que esta variante implicaría la lucha directa
entre dos fracciones del Ejército –al modo de azules y colorados- y es fácil
predecir que tal lucha podría alcanzar un contenido inédito al darse en un contexto
popular que, por su mayor grado de organización y movilización, es distinto
al de los años 1962/3.
I – El antigolpe
37.- Entre la posiciones liberal o “nacionalista”, que con sus respectivos matices
metodológicos explicitarían las ideologías dominantes a nivel de oficiales superiores,
se debe reconocer una “tercera posición”, representada por la proclividad en
el seno de la oficialidad joven para entender y comprender el proceso profundamente
nacional y liberador de la Revolución Justicialista.
38.-
Precisamente, del desarrollo cualitativo y cuantitativo de este sector de oficiales,
ubicados de hecho en la retaguardia del poder militar y en la línea álgida de
su reserva generacional, dependerá que se produzcan meros golpes, o que, por
el contrario, se cuente con una fuerza objetivamente aliada para un proceso
revolucionario de restitución de la soberanía popular por cualquier vía (cruenta
o incruenta).
39.- Por supuesto que tal favorable posibilidad depende del desarrollo de la
conciencia política de dichos oficiales que deben repudiar el paternalismo y
el elitismo militar, lo que implica –en lo táctico- el dejar expresar libremente
al pueblo en las urnas o en las calles y –en lo estratégico- transformar revolucionariamente
al Ejército para que acompañe ese proceso histórico nacional y social.
40.- Dicho de otro modo: la Argentina actual, por el desarrollo de sus factores
geopolíticos y el nivel de la conciencia revolucionaria de su movimiento de
masas, no es campo para el foquismo militar del Ejército profesional.
41.- Por lo demás, el pueblo sabe demasiado bien, y por experiencia sufrida
en carne propia, que todo golpe es por construcción una tentativa elitista que
tarde o temprano gira invariablemente hacia la oligarquía y los monopolios.
J – Hipótesis para el futuro
42.- La situación política actual en la Argentina se caracteriza por una profunda
y acelerada crisis general y por la mayor y progresiva concentración de poder
político en las manos del general Perón.
43.- Ante tal circunstancia no es descartable una mayor audacia en los planteos
negociadores de Lanusse y recíprocamente, el intento de desconocer el contenido
de esa negociación por una parte del Ejército, en la medida que la misma se
salga del libreto impuesto por “el poder detrás del trono”.
44.- En ese sentido, podría concretarse desde ya la intención de retrotraer
la situación al “modelo tipo Onganía”, volviendo a diferenciar la presidencia
de la Nación de la comandancia en jefe del Ejército con el remanido slogan de
“las FF.AA. no gobiernan ni cogobiernan”.
45.- De producirse tal reversión en el proceso, debe ser considerada como un
paso preparatorio para el golpe liberal que trataría de interrumpir, postergar
o distorsionar el proceso de institucionalización del país.
46.- Finalmente, cabe destacar que tal pérfido y brutal arriamiento de las banderas
del GAN, al agotar las instancias incruentas de la lucha política nos llevaría
a la continuación militar de esa misma lucha en el marco de una guerra civil.
K
– La guerra posible
47.- La guerra tiene la virtud de polarizar a todas las fuerzas intervinientes
en dos bloques. Las conflagraciones mundiales son un ejemplo de cómo se dejan
de lado muchas diferencias en el trance de enfrentar a un enemigo poderoso.
48.- Aquí también, en la hipótesis de una guerra civil –no por indeseada menos
probable- se van a formar dos frentes: el frente del pueblo y el del antipueblo.
Nadie podrá permanecer al margen: estará en la trinchera del peronismo o en
la del antiperonismo.
49.- Ése es el sentido estratégico de la última iniciativa política del general
Perón: enfrentar al “Partido Militar de la Dependencia Colonial” con el “Frente
Cívico de Liberación Nacional”, a fin de dar una batalla frontal y decisiva
contra la oligarquía y el imperialismo.
50.- Y éste será el momento de la muerte misma de la compartimentación, el elitismo
o la indiferencia militar profesionalista y la quiebra definitiva de un Ejército
concebido al modo liberal.
51.- Ante esa disyuntiva, es predecible que sectores de oficiales cada vez más
importantes, al comprobar el fracaso total que a lo largo de 16 años han tenido
los intentos de integrar al sistema un peronismo ideológicamente castrado y
políticamente descabezado, se sumen sinceramente a la causa popular.
52.- Por otro lado, el movimiento nacional de masas, que tiene hoy una clara
exigencia: el regreso a la Patria de su creador y único líder, el general Perón,
está dispuesto a recorrer –si fuera necesario- el camino obligado de una guerra
revolucionaria.
53.- La enseñanza está a la vista: 600.000 norteamericanos en Vietnam y 800.000
franceses en Argelia peleando en países de campesinos contra una población equivalente
a la mitad de la nuestra, nada pudieron contra una guerra popular revolucionaria.
54.- Para reproducir aquí aquellas proporciones de fuerzas, habría que sobrepasar
el millón de soldados extranjeros a cambio de los 80.000 conscriptos argentinos
que, en última instancia, son de extracción estudiantil y obrera. La diferencia
es demasiado elocuente.
L – Conclusión
55.- Cuando un Ejército en funciones políticas de fuerza de ocupación tiene
la “mala suerte” de ser nativo participa de las contradicciones de la sociedad
a la cual reprime.
56.- Por eso se dice que ningún Ejército es más fuerte que la base social que
lo compone, ni sirve indefinidamente como fuerza de ocupación de su propio país.
57.- Es precisamente esta enseñanza política y militar la que debería inducir
hoy al Ejército Argentino a convocar a elecciones generales, directas y libres,
sin proscripciones ni condicionamientos de ninguna especie y entregar el poder
a quien fuere elegido en el término del presente año 1972.
58.- En caso contrario, cargará con la grave responsabilidad de precipitar al
país en la guerra civil y demostrará –siempre a la luz de la misma experiencia
histórica- que no sólo no sirve como partido político, sino tampoco como Ejército.
59.- Por lo demás, no hay ejemplo en la historia del mundo de que el Ejército
nativo de una colonia no haya participado, al menos en parte, en la sagrada
lucha por la liberación.
60.- Este es el sentido unívoco de la cita del general Perón con que iniciamos
el presente informe. El hombre de armas para alcanzar un justificativo histórico
debe consubstanciarse profundamente con un ideal noblemente político, patriótico
y popular.
Comando Tecnológico Peronista (C.T.P)
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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