NOTAS EN
ESTA SECCION
1965: Contacto en La
Habana |
El amante
de Ava Gardner, Joe Baxter |
El caso Nell, clave para el proceso político argentino
La saga de Baxter |
Operación Rosaura |
A
43 años de la Operación Rosaura |
Joe
Baxter, símbolo de una época, por Esteban Crevari
"El
MNRT es peronista y revolucionario" |
América
Latina en 1969 (Revista Panorama, 1969)
Comentario sobre "Tacuara, la pólvora y la sangre", por Giselle Dexter
|
A 45 años del secuestro de Eichman en Argentina
José Baxter,
vivir por vivir, Roberto Bardini |
Acerca del Movimiento Tacuara, Roberto Bardini
Orígenes de la violencia armada, reportaje a Daniel Gutman |
A 30 años de la muerte de José Baxter, Roberto Bardini |
El antisemitismo
de TacuaraNOTA RELCIONADA
A
52 años del asalto al Policlínico Bancario, el golpe de la Tacuara
peronista, por Sebastián Giménez
LECTURA RECOMENDADA
Gabriel Rot - El mito del policlinico bancario |
Rafael Cullen, por José Luis Nell y
Lucía Cullen |
La resistencia
peronista, Guadalupe Rojo
Roberto Baschetti - Presentación del
libro de Roberto Bardini | Joe
Baxter: De Tacuara a la guerrilla urbana, revista Panorama 06/04/72

1965:
Contacto en La Habana
Joe Baxter fundó el MNR Tacuara,
cuyos miembros derivaron hacia la guerrilla peronista de FAP y Montoneros,
pero él se integró al ERP y luego se escindió con la Fracción Roja. Estuvo
en Cuba, China y Vietnam. Ruth Arrieta era hija de un general boliviano
y fue a Cuba para alfabetizar. Allí se conocieron. Testimonio de una época
de conmociones.
Por Alejandra Dandan
–No sé por dónde podríamos empezar –dice Ruth, mientras intenta saber cómo
será esta charla–. Hoy no estoy muy brillante, hace unos dos días me caí.
Tal vez podrías hacerme unas preguntas.
–Empecemos tal vez por el principio. Quizá sirva saber quién es Ruth Arrieta.
Usted nació en Bolivia, es la hija de Felipe Arrieta, un general importante,
¿cómo era eso?
–Mi papá es ése que está en el cuadro. El del sombrero, ¿lo ve? Está en
la trinchera de la guerra paraguaya. Mi papá, mi abuelo y toda la familia
era de militares, estuvieron en todas las guerras. Con Chile, en Antofagasta,
después en Argentina. Yo era muy chica cuando él se fue a la guerra con
Paraguay y eso me impactó mucho. En ese momento, yo tenía cuatro años y
me acuerdo que me gustaba muchísimo comer conejos, los conejitos eran mis
platos favoritos. Nos gustaban a todos. En mi casa íbamos a preparar uno
para mi papá porque se iba. Yo no tenía la menor dimensión de lo que significaba
la guerra ni lo que significaba que se fuera: total, se iba todos los días.
Pero después, cuando me di cuenta de que iba a pasar mucho rato antes de
que lo viera de nuevo, nunca más volví a comer conejos.
–¿Cuándo pasó eso?
–Cuando recién se iba. Me acuerdo que mi mamá me dijo que era una desconsiderada
porque pensaba solamente en mí. "¡No ves que se está yendo tu papá!", me
decía. El estuvo toda la guerra del Chaco, volvió cuando la guerra se acabó,
como dos años después. Volvió muy cansado, y como ausente, con mi mamá también.
Por un momento pensé que iban a separarse. Era muy buena gente, posiblemente
lo tocó mucho todo eso y le llevó mucho, pero volvió a ser el de siempre.
–De La Paz se fueron, pero volvieron después cuando nombraron prefecto a
su padre. Esa disciplina militar marcó el corazón de la familia, sin embargo
años más tarde usted aparece en Cuba entre los revolucionarios. ¿Eso era
lo que esperaba su padre de usted?
–Normalmente lo que él se imaginaba de nosotros era con quién nos íbamos
a casar. Si me iba a casar con otro militar, no quería ninguna otra cosa,
pero yo tenía ganas de ir a la universidad en Cochabamba. De hecho, hubiese
querido estudiar Medicina, pero no me dejaron entrar.
–¿Qué pasó?
–Mi madre no era de mucho conceder, las cosas tenían que hacerse de una
forma y no de otra. Yo tenía 18 años, estábamos en el año ’47 más o menos,
y eso forma parte de otra parte divertida de mi historia. Mi madre estaba
muy molesta con mi decisión de estudiar Medicina, y no me hacía la vida
fácil, pero yo era muy buena alumna, había ido a un colegio de monjas y
tantas cosas no me podía decir. En la escuela, éramos tres compañeras las
que queríamos ser médicas cuando todavía no era común que las mujeres quisieran
ir a la universidad. De las tres, una sola pudo terminar con la carrera.
Yo me pasé a Derecho porque entre las materias que podía elegir, la única
que mi madre aceptaba era abogada. En tanto, yo no terminaba de entender
por qué los hombres podían estudiar y las mujeres no.
–Usted
llegó a Cuba para los primeros años de la Revolución. Su libro, ese que
todavía no termina y que recomienza cada vez, empieza con los encuentros
en la casa de Hilda Gadea.
–Ella hacía el papel de extranjera con los extranjeros. Porque no era cubana
y al mismo tiempo lo era. Su casa era un lugar para juntar gente, ayudar
a que la gente lo pasara bien. Durante las reuniones también ella iba sacando
sus conclusiones sobre quién era quién, no vamos a ser inocentes. Después,
recibía a Guevara o a alguien mandado por él y les daba el resumen de quién
era tal persona o qué pensaba tal otra. Pero era muy justa. Nos queríamos
mucho, y me decía: ¿Qué te pareció fulana o mengana? Y siempre coincidíamos.
–¿Cómo eran esas reuniones? Cuando habla de esas noches, usted recuerda
con alegría que podían comer caviar, mariscos y hasta tenían jugos de fruta.
–Es que eso era un lujo. Parece mentira, pero en La Habana en ese momento
no había ni siquiera jugo de naranjas porque hasta eso importaban de Estados
Unidos. Ahora ya no, pero en ese principio de la Revolución tener aquellas
cosas era un lujo tremendo: ahí, éramos todos favorecidos. Una vez sucedió
una cosa muy patética, muy triste. Fue cuando llegó un peruano que venía
a refugiarse con un hijito de 4 o 5 años, tal vez tenía más. Cuando el nene
entró y vio toda esa gente reunida se puso lívido: "¡Papá, tenemos que irnos
de acá!", dijo. Todo el mundo se quedó paralizado porque se veía que estaba
acostumbrado a vivir escondido.
–¿Quiénes llegaban hasta ese lugar, qué hacían?
–Eran tertulias con gente de todo el mundo, de unas ocho o diez personas.
Una vez, por ejemplo, estuvo un peruano que se suicidó después, y ahora
no me acuerdo el nombre. Era una persona muy dolida con todo, no sé bien
por qué. Había viajado mucho, tenía una familia y terminó suicidándose.
Fuera de eso, había un grupito que iba todos los viernes a encontrarse para
leer algo; unos tocaban guitarra, otros cantaban, otros contaban cosas,
otros leían. Y se hablaba.
–¿De qué?
–¿De qué se puede hablar? De política, de conspiraciones eternas. Y cada
cual daba una opinión de acuerdo a su país, porque llegaban de todos lados.
Todo lo que pasaba en la casa lo sabían los del G2 porque, es cierto, nadie
sabía muy bien quién podía ser quién en ese lugar.
–Hablemos un poco de eso. ¿Cómo estaba organizada la isla? ¿Qué era el G2?

La muerte de Baxter.
La razón, 13 de julio de 1973. Clic para ampliar.
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–El G2 era parte de la policía
cubana. Se ocupaba de saber quién venía a la isla, qué hacía, de qué vivía.
Estabas totalmente catalogado. Ahí no había vuelta. ¿Cooke es el que murió,
no? Porque él siempre contaba un cuento: una persona que había venido a
La Habana se había muerto prácticamente de hambre, porque los del G-2 se
lo habían olvidado y no podía salir de su casa. Es gracioso, pero la verdad
es que podía suceder perfectamente.
–Usted cuenta que dividían a la gente en "aspirantes a revolucionarios"
o "amigos de la revolución".
–En toda la isla era así. A la casa de Hilda, por ejemplo, no llegaba cualquiera.
El G2 mandaba tal vez a la gente que le era más difícil de valorar, de saber
bien quién era porque podían ser revolucionarios pero también podían ser
alguna otra cosa. Además, muchos venían de Buenos Aires o de otro lugar,
pero supuestamente no tenían que estar ahí: estar ahí era muy delicado,
algunos no volvían en años a sus lugares pero otros sí tenían que volver.
Y por eso tenían que estar muy protegidos.
–¿Lo suicida era que se supiera que trabajaban para la revolución?
–Claro, ¿qué iban a hacer en La Habana? Algo tenían que hacer. Al principio
todo era muy delicado, porque no se sabía qué iba a pasar con la revolución.
–Ese fue el caso de Baxter, que llegó a la isla clandestino. Ustedes se
conocieron en las famosas noches de tertulias de la casa de Gadea, ¿cómo
llegó él? Ese encuentro parece dar cuenta de la relación de Baxter con la
madre del Che. Al parecer, ella lo despidió en Buenos Aires y le dio un
recado para llevar a la isla.
–El recado era para su hijo. Parece que ella se lo dio porque sabía que
él iba a ir a Cuba. Nunca supe qué mandó. Sé que era algo muy especial,
pero no supe qué era porque yo no llegaba hasta ahí. En ese momento todo
era difícil. No era como la idea que una tiene de una revolución: se supone
que una revolución es para ser libre, para hacer lo que se quiere, pero
te encontrabas con que todo era al revés. Sobre todo con los extranjeros,
que nos veían con lupa: y tenían razón.
–¿Sentía contradicciones por
eso?
–Al final me acostumbré. Me fabriqué como un mecanismo de autodefensa, aprendí
a no confiar en cualquiera: vos confiabas en alguien sólo cuando ya lo conocías
mucho y al final te acostumbras a pensar antes de hablar.

Nota en Militancia
Nº 6, 18 de julio de 1973. Clic para ampliar.
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–Volvamos a Baxter. Usted describe
el encuentro muy tiernamente: habla de "El Gordo", de su cuerpo inmenso
y de él apoyado en un sillón muy chiquito.
–Es que siempre, todos los sillones, le quedaban chicos al lado del cuerpo.
Cuando nos fuimos a vivir juntos conseguí un sillón grande después de buscarlo
mucho. Tomándole el pelo a alguien del G2, un cubano muy simpático, que
se llevaba muy bien conmigo, le dije: ‘Necesito conseguir un sillón ancho
porque si no ¡qué hago con Baxter!’. Se la pasaba el día sentado en la puntita
de una silla, y entonces me pusieron una especie de sofá que sacaron de
alguna casa porque las cosas se conseguían así. Eran cosas que había dejado
la gente. En la casa donde estábamos había una ventana inmensa. Uno entraba
derecho, era todo de vidrio y daba afuera, a un patio interno. La gente
que había vivido ahí ya no estaba, pero abajo habían quedado sus viejos
empleados. El vidrio daba a ese patio. Y el sofá todo redondito daba a ese
lugar. El Gordo se la pasaba el día pegado a la ventana porque con su cuerpo
era difícil esconderlo en cualquier lado.
–Usted dice que Baxter la fascinó, pero no tenía idea de quién era él.
–A mí me pareció que tenía ganas de vivir, claro. Era más chico que yo,
pero nadie lo hubiera dicho. De todas maneras, había vivido mucho desde
muy chiquito y eso se notaba. Lo vi, me gustó; era como que necesitaba cariño.
Lo veía muy solo, desamparado. Parece raro, pensé, un tipo tan grande que
transmita esa sensación.
–¿El le dijo algo?
–No, que se sentía muy mal. Decía que no debía haber venido, pero que ahora
ya no se podía ir. En la reunión, no dijo nada pero era muy perspicaz, e
inmediatamente determinaba quién era quién.
–Volvamos al guión, a su historia de ese encuentro.
–Cuando salimos de la casa de Hilda Gadea anduvimos cuatro o cinco cuadras
largas como si nos hubiésemos conocido siempre. Nos encontramos ahí y ya
no nos separamos más. Los dos estábamos contentos. Fuimos a mi casa, y después
él se fue a la suya que quedaba cerca de ahí. Le habían determinado varias
casas para que pudiera estar.
–Usted cuenta algo interesante de ese encuentro. Que cuando se despidieron,
como en un acto de confianza, él le dijo su verdadero nombre: "Yo no soy
Salvador", le dijo con el nombre con el que se presentaba en la isla. "Soy
Joe Baxter."
–Sí,
y a mí podía haberme dicho que era Joe Mongo porque no sabía quién era Joe
Baxter. Después empecé a saber un poco porque en el Granma las noticias
del mundo capitalista no salían. Había que vivir con todo adentro. Y creo
que estuvo bien, por ahí se necesitó mucha fuerza.
–En ese mundo, volvieron a verse después casi de casualidad. Iban a encontrarse
en un hotel, ¿pero usted llegó tarde?
–Una hora más tarde. El estaba enojado. Es que yo no sabía si me iban a
mandar a una escuela, y no tenía cómo avisarle.
–A propósito de esto, por qué no cuenta qué hacía usted en La Habana.
–Trabajaba 8 o 9 horas de maestra porque no habían quedado maestras en la
isla. Por eso fui a parar a Cuba. Tenía una amiga uruguaya, que estaba casada
con un paraguayo, los dos revolucionarios. Muy buena gente. Ella era maestra
y para esa época también vivía en Uruguay. Siempre seguíamos las noticias
de Cuba porque estaban muy relacionadas con todo eso y nos interesaba cada
cosa. Siempre me acuerdo del día de la invasión a Bahía de los Cochinos,
fue uno de los días más importantes para mí. La noticia estaba en todos
los títulos de los diarios y nos pusimos locos: en ese momento entendí que
tenía que ir a Cuba.
–De hecho, como le decía Baxter, usted se fue así: "Sin orga ni partido
político".
–Necesitaban maestros. Casi todos se habían ido. No había médicos, ni maestros.
Yo me dije: ‘Vamos a ver qué puedo hacer’. Mi amiga me alentó, me dijo que
por mi carácter podía hacerlo. Yo había dado algo de clases en la universidad,
pero no sabía qué iba a pasar ahí. Igual, menos mal que lo hice, era un
gran despiole toda la isla porque no había maestros.
–¿Como fue la etapa del Plan de Alfabetización?
–Trabajábamos con unos cuadernitos de un argentino que estaban pensados
como para tres etapas y estaban muy bien. La primera era de alfabetización,
trabajábamos con la gente vieja y que pensaba que nunca iba a poder aprender
a leer porque no era para ella, pero al final yo me sorprendí porque después
de dos años ellos sabían leer. Ese era el trabajo, los del tercer nivel
eran más adolescentes y les resultaba más fácil aprender. Cuando terminaban,
ellos mismos se convertían en alfabetizadores. En ese primer momento, yo
estaba sola con mis dos hijos y con mi hermano Mario; nos habían dado una
casa grande en la bahía de Jibacoa, frente al mar. Los guajiros vivían en
los alrededores de la casa, al borde de la bahía, pero nunca habían entrado
al mar. Nunca, porque no los dejaban.
–¿Cómo lo notó?
–Porque se lo pregunté a uno de ellos. Las casas como la nuestra habían
sido de las familias ricas que se fueron de la isla. La gente venía y se
acercaba de a poco, primero los chicos. Mi hermano incluso les decía: "Vamos
a la playa", y se los llevaba al mar. ¡Nunca habían entrado! ¿Te das cuenta?
"¿Cómo vamos a ir?", nos decían. "Si están ustedes?"
–¿Cómo eran los lugares a los que iban llegando? Al comienzo, usted pasó
un tiempo en el Hotel Habana y luego la mandaron para la bahía.
–Después de un tiempo largo, nos cambiaron de lugar porque la verdad es
que yo estaba molesta. En el Hotel todavía vivían muchas de las familias
antirrevolucionarias, digamos, que no se habían ido de la isla. En ese momento,
me propusieron ir con la familia a pasar un tiempo a un lugar que había
quedado abandonado. El lugar era un paraíso total, una zona de ensueño que
había sido de un grupo de argentinos, que eran dueños y señores de todo.
De pronto, vos venías por una avenida, te encontrabas con una carretera
muy ancha y entrabas ahí adentro y te encontrabas con una escolta de soldados
que cuidaban todo eso. Los soldados quedaron allí luego de la revolución.
Nos quedábamos un montón de tiempo en la playa y nos cansábamos de decir
que no habíamos venido a pasear, que realmente queríamos hacer algo. Algunas
noches, en ese tiempo, todavía desembarcaban los cubanos que se habían ido.

El mito del Policlínico Bancario, por Gabriel Rot, en Revista Lucha Armada Nº 1, clic
para descargar la revista completa.
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–¿Los contrarevolucionarios?
–Eso mismo. Desembarcaban en distintos lugares, pero la zona donde estábamos
nosotros era ideal porque Jibacoa era una sola bahía, con muy poca gente
que estaba justo derecho de una punta de Estados Unidos, tal vez 160 kilómetros
de mar. A la entrada, en el camino de ingreso, siempre estaban esos tres
o cuatro pobres soldados que tenían teléfonos y qué se yo cuántas cosas
más por si pasaba algo, porque siempre llegaban lanchas con hombres armados
o barcos. Una de esas noches, nos avisaron que tuviéramos cuidado. Hacía
días estábamos esperando que pasara algo. Siempre era lo mismo: cuando nos
avisaban una cosa así, teníamos que poner las persianas de madera en la
casa, tener todo cerrado, que pareciera que estaba abandonado, que no había
nadie. Pasamos unos cuantos sustos porque desembarcaban tranquilamente.
Esa noche, nos pidieron apagar todas las luces, todas las ventanas y rezar:
no se podía hacer nada más.
–¿Y llegaron?
–Llegaron. Por lo menos, estaba con mi hermano Mario que era una especie
de gigante de un metro ochenta que de todas maneras en ese momento no hubiera
podido no hacer nada.
–Más tarde se mudó a La Habana, porque en un momento le pidieron que lo
haga. Allí se fue a vivir a la casa del sillón redondeado de Baxter.
–Uh... El lugar era feo.
–¿Por qué?
–Tenía todo lo necesario, pero era feo. No había ni plata ni joyas ni esas
cosas porque se las habían llevado, pero siempre era feo entrar a una de
esas casas.
–¿Y exactamente qué era lo feo? ¿Los fantasmas?
–Por lo menos a mí me parecía todo tan innecesario, porque no era que yo
necesitaba demasiado para vivir. Cuando entramos nos encontramos con zapatos,
ropa, y cartas escritas en hebreo; nos dimos cuenta de que la familia que
estaba no las había podido destruir y de que podían haber sido judíos religiosos
porque en la casa había adornos y una lámpara de cristal de roca muy hermosa
en el living. A la tarde, cuando el sol se ponía, los rayos se empezaban
a poner de colores azules, rojos y amarillos. Los chicos se divertían como
locos con esas luces. Habían dejado muchas cosas en la casa. Impresionaban
porque en las cartas que nunca habían podido mandar avisan que se iban,
diciendo que no podían vivir más en la isla. Esa casa tenía dos bloques.
–Para el final, volvamos a Baxter. ¿Cómo leyó el paso por Tacuara? ¿Cuál
es su lectura, finalmente sobre él?

Joe Baxter: Del Movimiento Tacuara a la
guerrilla urbana. Revista Panorama, 6 de abril de 1972. Clic
para ampliar.
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–Creo que era una persona que
tenía muchas ganas de hacer algo, y en esa época era muy fácil encontrar
ese algo: llámese Tacuara u otra cosa, lo que más se acercaba a lo que él
quería hacer. Supongo que tenía ganas de hacer, tal vez como una revancha
de las cosas malas que le habían pasado.
–A los 15 años murió su padre, el "Inglés", una persona muy rígida pero
que parece haberle marcado la vida. Con esa muerte, perdió al padre, pero
también el haras y una condición social. ¿Cree que eso fue una de sus marcas?
–De todas las pérdidas, creo que la del padre fue la peor. La que le dejó
la impresión de que no le había dado cariño. De que al padre le había quedado
la sensación de que él no lo quería.
¿POR QUE RUTH ARRIETA?
Ella es como una de esas personas sin edad. Hace años ya que no cuenta sus
años. Sabe que nació en el ’29 del siglo pasado, y con eso le basta. A cierta
edad, dice, ya no importa si es uno más o uno menos. Ruth es Ruth Arrieta,
con sus arrugas suaves de abuela de cuentos, y los ojos movedizos de una
niña. Nació en Cochabamba, entre las familias acomodadas de Bolivia. Su
abuelo fue militar, combatió en la Guerra del Pacífico. Su padre, también
militar, peleó en la del Chaco y luego fue intendente de La Paz y opositor
de quienes, como su hija, se enrolaron más tarde en las revueltas del Movimiento
Nacionalista Revolucionario que intentó llevar al gobierno a Víctor Paz
Estenssoro. En esos años, Ruth se casó con un diplomático, hombre clave
del MNR, poeta y secretario del gobierno de Paz Estenssoro años más tarde.
Con él vivió en Buenos Aires y luego de divorciarse en Montevideo subió
al avión del Che Guevara que la dejó en Cuba en 1961. Allí comenzó su segunda
historia, la más intensa. Ella escribe parte de todo desde hace años en
una especie de diario personal donde guarda sus memorias, escenas frescas
de un eterno tiempo presente que no pasa. En Cuba, además de muchas aventuras,
su encantadora imagen enamoró a Joe Baxter, el legendario guerrillero que
pasó de la extrema derecha nacionalista en la Argentina a formar parte de
las primeras organizaciones armadas de la izquierda en distintos lugares
del mundo. Baxter murió a los 33 años, en un accidente aéreo de 1973 en
Orly, Francia; Ruth tuvo una hija con El Gordo, como aún lo llama, y para
el mundo ella empezó a aparecer como su viuda. De esa viuda, mujer política
y amante es de quien habla ella en estas líneas.
Fuente: Página/12, 30/07/07


El
amante de Ava Garner, Joe Baxter
Por Roberto Bardini
Pasaron cuarenta años. José María Guido hacía lo que podía intentando gobernar
el país, bajo la vigencia del tristemente célebre Decreto 4161. En las elecciones
presidenciales de julio de 1963, con el peronismo proscrito, triunfaba Arturo
Illia con el veinticinco por ciento de los votos. El 17 de agosto, Día del
Libertador, un grupo de la Juventud Peronista se apoderaba del sable corvo
del general San Martín.
Poco después, el jueves 29 de agosto de 1963, un comando armado toma por
asalto el Policlínico Bancario, frente a la plaza Irlanda, cerca del centro
geográfico de la Capital Federal. Es el primer caso de una operación de
guerrilla urbana en el país. También la primer expropiación de dinero –o
si se prefiere robo- de un grupo extremista. Pero todo esto tardaría varios
meses en saberse.
Una ambulancia con la sirena encendida llegó a media mañana de ese jueves
al estacionamiento del nosocomio. El conductor y su acompañante vestían
guardapolvos blancos y declararon al guardia de la entrada que traían a
un enfermo. El vigilante observó que en la parte trasera del vehículo un
hombre de rostro pálido yacía dormido en la camilla, cubierto por una sábana,
y les permitió entrar.
Casi inmediatamente arribó al lugar una camioneta IKA de la Dirección de
Servicios Sociales Bancarios con catorce millones de pesos de la época (alrededor
de 100.000 dólares) destinados al pago de los sueldos del personal. A bordo
del vehículo venían dos empleados administrativos custodiados por un sargento
de la Policía Federal. Dentro del sanatorio de la obra social, alrededor
de cien personas -entre médicos, enfermeras y trabajadores- formaban fila
ante la ventanilla de cobranzas. Como de costumbre, dos oficinistas salieron
del edificio y se dirigieron a la camioneta para recibir los paquetes con
el dinero.
-¡Quietos! ¡Esto es un asalto!- se escuchó de pronto.
Las miradas del suboficial y de los cuatro empleados se volvieron hacia
un joven rubio que empuñaba una ametralladora PAM. Sorprendidos, asustados
y momentáneamente paralizados, no alcanzaron a ver a otros dos muchachos
que los apuntaban con pistolas, escondidos entre los coches estacionados.

En 1964, surge entre otras
organizaciones políticas, CONDOR (Centros Organizados Nacionales de
Orientación Revolucionaria) donde
se contaban Ortega Peña, Eduardo Duhalde, Ricardo Carpani y
Hernández Arregui. Se definían como marxistas, pero más
que nada como "un instrumento para una acción peronista
revolucionaria."
Sin embargo, las diferencias entre sus integrantes marcaron el
rápido fin de CONDOR. Entre sus pocos registros, queda un pequeño
documento firmado junto con el Movimiento Nacionalista
Revolucionario Tacuara (MNRT), que fue un desprendimiento por
izquierda y peronista de la agrupación de derecha y antisemita
Tacuara. El contacto entre ambas organizaciones se dio gracias a que
Ortega Peña y Duhalde asumieron la defensa de militantes del MNRT
acusados del asalto al policlínico bancario.
El folleto llamado “El retorno de Perón – Alienación y
contrarrevolución de las izquierdas”, afirmaba entre otras cosas que
“no ser peronista y pretender ser revolucionario, es hoy, como ayer,
un dilema a gusto de la oligarquía, insoluble para la izquierda, e
irracional para un verdadero marxista”. Clic para descargar |
Ante un movimiento en falso del policía, el rubio disparó una ráfaga: dos
ordenanzas murieron en el acto mientras el sargento y los tres oficinistas
rodaban por el suelo, heridos. Las personas que caminaban por el lugar se
arrojaron cuerpo a tierra o corrieron hacia el edificio. Repentinamente,
aparecieron los dos jóvenes que estaban ocultos, tomaron los paquetes con
el dinero y los subieron a la ambulancia que había llegado antes. En pocos
minutos más todos los asaltantes huyeron.
A partir de la alarma, la División Robos y Hurtos de la Policía Federal
citó a un testigo presencial, a dos empleados de la agencia de automotores
donde quince horas antes se había alquilado la ambulancia y al chofer del
vehículo, a quien le habían aplicado dos inyecciones a través del pantalón
para adormecerlo (era el hombre pálido que yacía en la camilla de la parte
posterior).
En la Sección Identificación, un comisario –dibujante y experto en retratos
hablados- logró una descripción detallada de los asaltantes. Los investigadores
les mostraron a los testigos voluminosos álbumes con fotos de delincuentes
con antecedentes. Al anochecer de ese mismo jueves, la certeza era casi
total: el asalto había sido cometido por dos conocidos malhechores con una
extensa trayectoria al margen de la ley, Félix Arcángel Miloro, El pibe
de la ametralladora, ex integrante de la célebre banda de Jorge Villarino,
y Salustiano Franco, alias Salunga, eran los responsables del robo.
La División Robos y Hurtos movilizó a sus 144 agentes tras los rastros de
Miloro y Franco, consultó informantes, policías retirados, ladrones de segunda
categoría y prostitutas, ordenó allanamientos y detenciones, e intensificó
lo que en la jerga del periodismo policial se designa con el cínico eufemismo
de "intensos interrogatorios".
No era para menos: según Clarín, el asalto al Policlínico Bancario, "al
constituirse por su importancia en el número uno de los ocurridos en nuestra
Capital en todos los tiempos, ha calado hondo en el ánimo de magistrados
y funcionarios". Finalmente, un soplón dio la dirección de una vivienda
en la provincia de Córdoba.
El 10 de septiembre, alrededor de cien agentes federales se dirigieron velozmente
al lugar. El aguantadero fue ubicado y rodeado. Adentro estaban Miloro y
otra pareja. Un oficial de policía ordenó a los gritos que se entregaran
y que no intentaran escapar. Los pistoleros no se rindieron ni huyeron:
en realidad, fueron literalmente masacrados; el cuerpo de Félix parecía
un colador.
El expediente del asalto fue
cerrado y archivado.
Seis meses después trascendió que El pibe de la ametralladora había sido
acribillado a balazos por error, y que no había tenido ninguna vinculación
con el asalto al Policlínico.
En verdad, el joven rubio que empuñaba la PAM se llamaba José Luis Nell,
descendía de irlandeses y era estudiante de derecho. Uno de sus mejores
amigos y compañero de facultad era Cacho, un ex-cadete del Liceo Militar
de ascendencia sirio-libanesa llamado Envar El Kadri. Otro de sus amigos,
era José Joe Baxter, de 24 años, también estudiante de abogacía y empleado
de Teléfonos del Estado. Nell y Baxter habían caído presos varias veces
pero no eran delincuentes: eran, junto a otra docena de participantes del
operativo, militantes del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(MNRT).
El botín estaba destinado inicialmente a financiar una invasión por mar
a las Malvinas.
Hasta entonces Tacuara estaba considerado como un activo grupo juvenil con
gran inserción en los colegios secundarios de Buenos Aires, cuyos integrantes
profesaban el revisionismo histórico y un fuerte antisemitismo. La opinión
generalizada era que estaban más ocupados en pintar cruces svásticas en
las paredes, arrojar alquitrán contra alguna sinagoga y enfrentarse a otros
grupos estudiantiles que en asaltar bancos u organizar operaciones comando.
Como máximo, cachiporras, trompadas o pedradas. Lo nuevo, ahora, era el
agregado de Revolucionario a la denominación Movimiento Nacionalista. Lo
cierto es que la investigación policial terminó dando un giro de 180 grados,
y de Robos y Hurtos pasó a la Dirección de Coordinación Federal y a la División
de Orden Político.
Nell, de 22 años de edad, estaba cumpliendo con el servicio militar en una
base de la Fuerza Aérea en Río Gallegos, Santa Cruz. Al principio de su
conscripción era chofer del ministerio de Defensa, pero fue enviado al sur
como castigo al comprobarse que usaba automóviles del Ejército para asuntos
particulares (sus jefes, claro, aún no sabían en qué consistían esos asuntos).
La investigación lo alcanzó. Encapuchado y aún vistiendo el uniforme de
soldado, Nell fue trasladado en avión a Buenos Aires el 26 de marzo del
64. En el aeroparque lo esperaba una custodia integrada por carros de asalto
de la Guardia de Infantería, agentes de civil con armas largas y motociclistas
del Cuerpo de Tránsito, que lo llevó directamente al Departamento Central
de Policía, donde lo interrogaron hasta altas horas de la madrugada.
El 4 de abril la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963
los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado
cuarenta y tres hechos terroristas. Y ya no eran agresiones a la comunidad
judía. Ahora se trataba de ataques a los centinelas de la Escuela Superior
de Guerra, la Dirección General de Remonta y Veterinaria del Ejército, el
Tiro Federal Argentino y el destacamento de guardia del Aeroparque Jorge
Newbery, con el objetivo de apoderarse del armamento. También habían robado
municiones de un camión de la firma Duperial-Orbea y de la fábrica de armas
Halcón.
Los nuevos tacuaras también habían realizado atentados contra la fábrica
Philips, estaciones de servicio ESSO, supermercados Minimax y empresas de
origen británico y norteamericano. Según la policía, se habían descubierto
planes para atacar la guarnición militar de Campo de Mayo y efectuar acciones
de sabotaje contra la usina central de SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran
Buenos Aires), un gasoducto ubicado en La Plata y depósitos de Shell. En
allanamientos a varios domicilios se habían encontrado, además, una imprenta
y volantes de apoyo a la Confederación General del Trabajo y a la Juventud
Peronista.
Con relación a las nuevas pistas del asalto al Policlínico, la Policía Federal
divulgó una extensa lista de dieciocho detenidos y once prófugos. Algunos
de ellos no habían participado del operativo comando del 29 de agosto pero
eran buscados por otros hechos. Casi todos eran estudiantes que trabajaban,
pertenecían en su mayoría a la clase media, se definían como peronistas
y, detalle para ser tomado en cuenta, la edad promedio era de veinte años.
A fines de noviembre de 1955 se había creado el Grupo Tacuara de la Juventud
Nacionalista en el local que la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios
(UNES) poseía en Matheu 185, en el barrio de Once. Más tarde, la Unión Cívica
Nacionalista (UCN) les presta un destartalado local de tres habitaciones
en un viejo edificio de Tucumán 415. En 1958, el nombre de Tacuara quedará
asociado a las enormes manifestaciones con violentos enfrentamientos estudiantiles
entre la laica y la libre, en torno a la discusión sobre la educación religiosa.
El jefe político de Tacuara es Alberto Ezcurra Uriburu, nació en 1937 y
es el séptimo hijo de un modesto profesor de historia. Es un austero, inteligente,
astuto, estudioso y casto joven de 21 años que abandonó sus estudios de
seminarista y se gana la vida como pintor de motos. A los 13 años, había
ingresado a la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES).
Usó toda su vida lentes de gruesos cristales y marco negro bajo unas cejas
espesísimas, poseía una sólida formación histórica y era un orgulloso descendiente
de Juan Manuel de Rosas y del general José Félix Uriburu. Su padre, Alberto
Ezcurra Medrano, nacido en 1909, era conferencista, articulista en una docena
de publicaciones nacionalistas y autor de alrededor de veinte libros.
Se le considera entre los precursores del revisionismo histórico y uno de
sus seguidores lo definió como antiliberal, católico, rosista e hispánico.
Con los años, Alberto Ezcurra hijo terminará finalmente volviendo al seminario,
ordenándose como sacerdote y cumpliendo una larga y brillante carrera al
servicio de la Iglesia.
El subjefe es José Baxter, alias Joe o El Gordo, un ex afiliado a la Unión
Cívica Radical que ingresó a Tacuara en 1957 y que pronto se transformó
en su vocero. Nacido en 1940 e hijo de un capataz de estancia descendiente
de irlandeses, el robusto Baxter estudia derecho y trabaja como telefonista.
La edad de los jefes oscila entre los 21 y los 24 años, y entre ellos se
tratan de usted. Predican un estilo austero. La revista Ofensiva, órgano
de la Secretaría de Formación de Tacuara, lleva en su portada un escudo
con un águila feudal germana. La bandera del Movimiento Nacionalista Tacuara
posee tres franjas horizontales: las dos de los extremos superior e inferior
son de color negro y simbolizan la revolución nacional; la central es roja
y representa la revolución social. Sobre esta franja hay una Cruz de Malta
celeste y blanca. Varios militantes exhiben en sus solapas también una cruz
de Malta celeste y blanca o la estrella federal de ocho puntas, color rojo
punzó, o un crucifijo que cuelga del llavero.
El escritor izquierdista uruguayo Eduardo Galeano comenta: -Vienen en busca
del mito del poder, los atrae la emoción de los campamentos, en los que
las maniobras militares suelen hacerse con verdadera munición de guerra
y con verdaderos heridos, la magia de los juramentos en las galerías subterráneas
del cementerio, el estampido de los primeros balazos, el culto del peligro
elaborado en torno a las fogatas, lejos de la familia y el hogar -y de la
blanda vida burguesa de la que pretenden liberarse- reivindicándolos a sangre
y fuego, como ‘un pelotón de soldados que salva a la civilización’, que
dijera Oswald Spengler.

La Razón,
22/09/62
|
Diez años después del operativo comando en el sanatorio de los bancarios,
el 11 de julio de 1973, un Boeing 707 de la compañía Varig que debía volar
a Bruselas se estrelló en el aeropuerto parisino de Orly a los cinco minutos
de despegar. Murieron 123 de sus 134 pasajeros.
Fue muy difícil para los familiares de uno de ellos retirar el cadáver calcinado,
porque viajaba con un pasaporte falso. Era argentino, tenía 33 años y había
vivido en la cuerda floja durante la última década de su vida. Se trataba
de Joe Baxter y hoy está sepultado en el cementerio británico de Buenos
Aires.
Su historia posterior al asalto al Policlínico terminó por convertirse en
una leyenda fenomenal, paradigmática de una época. Ni siquiera sus viejos
camaradas de distintas organizaciones quieren tocar el tema, como no sea
en muchos casos para tratarlo de chanta. Y es que Baxter fue un controvertido
personaje con una trayectoria política igualmente controvertida y en una
época histórica absolutamente controvertida.
Poco después de la acción que hoy evocamos, Baxter habló en la Facultad
de Filosofía y Letras ante estudiantes de izquierda presentando al Movimiento
Nacionalista Revolucionario Tacuara y tomó distancia del grupo dirigido
por Alberto Ezcurra.
Dijo: -No sólo hay liberalismo cipayo e izquierdismo cipayo; hay también
nacionalismo cipayo. Los nacionalistas cipayos son quienes creen que la
batalla por la soberanía argentina se jugó en la cancillería de Berlín en
1945.
Después del asalto al Policlínico, fugitivo y bajo el nombre de Salvador
Ballesteros, vivió durante casi tres años en el barrio de Pocitos de Montevideo.
Se relacionó con el dirigente agrario Raúl Sendic y participó en la creación
del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros.
También fue oficial del ejército cubano, viajando en incontables oportunidades
a la isla.
Para 1968 residía en París y fue testigo del Mayo francés, un masivo movimiento
universitario que levantaba consignas como La imaginación al poder o Seamos
realistas: pidamos lo imposible. Fue allí donde se vinculó al contador santiagueño
Roberto Mario Santucho. Se integró entonces, con el nombre de Rafael, al
Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del
Pueblo (PRT-ERP).
Después se unió a un desprendimiento trotskista: la Fracción Roja, perteneciente
a la Cuarta Internacional, que entonces dirigía el economista belga Ernst
Mandel (cuando murió en el mencionado accidente aéreo precisamente volaba
para reunirse con él en Bruselas).
También viajó a Madrid, El Cairo y Argel, donde se entrevistó sucesivamente
con el ex presidente Juan Domingo Perón, el mandatario egipcio Gamal Abdel
Nasser y el estadista argelino Ben Bella. En esa oportunidad, en España,
tuvo un amorío pasajero con la actriz Ava Gardner. Después vuelve al Uruguay,
porque debe encontrarse en Punta Carretas con el ex presidente del Brasil,
Joao Goulart, exiliado en Montevideo.
Junto con un grupo de ex-tacuaras de izquierda y militantes de la Juventud
Peronista recibió entrenamiento militar en China. Después pasó a Vietnam
y se unió al Vietcong. Su leyenda personal sostiene que, gracias a su aspecto
físico -alto, corpulento, pelirrojo y con pecas- entró vestido de militar
canadiense al Club de Oficiales del ejército de Estados Unidos en Saigón,
dejando un explosivo. Se dice que también, durante la famosa contraofensiva
del Thet, participó de aquella decisiva operación de guerra. Se dice incluso
que el líder vietnamita Ho Chi Minh lo condecoró por su valor en combate.
Obvio, además estuvo en el Chile de Salvador Allende y el MIR.
Un personaje aventurero y legendario –aunque denostado sin piedad por la
mayoría de los que lo conocieron- que pretendió vivir peligrosamente, un
poco a la manera de un Lawrence de Arabia, de un André Malraux, o de un
Che Guevara.
[De "Tacuara, la pólvora y la
sangre"]

El
caso Nell, clave para el proceso político argentino
Por John William Cooke (1967)
En estos días ha de expedirse la justicia del Uruguay con respecto a la
extradición de José Luis Nell, requerido por las autoridades argentinas
como presunto integrante del comando del Movimiento Nacionalista Revolucionario
Tacuara que asaltó el Policlinico Bancario de Buenos Aires en agosto de
1963. A los efectos de ese pronunciamiento, es irrelevante el que Nell haya
o no cometido los hechos que se le imputan: lo que se discute es si fueron
perpetrados con fines políticos, puesto que las leyes excluyen expresamente
la extradición por delitos políticos o por delitos comunes conexos con lo
político ya sea que formen parte de la ejecución del acto político o ejecutados
en forma aislada pero con objetivos políticos. Es un principio intangible
y universal que tutela los derechos humanos del asilado, y que los despotismos
buscan burlar fraguando procesos comunes a sus enemigos expatriados (caso
reciente de los tiranuelos brasileños, calificando de "delincuente común"
a Lionel Brizola) o negando que los hechos que le incriminan tengan alcances
políticos, que, es la técnica empleada contra Nell.
La requisitoria de la dictadura
argentina es tan cristalinamente improcedente que presupone magistrados
uruguayos carentes del más elemental buen sentido o susceptibles de ser
inducidos a violentar los preceptos legales y la tradición jurídica de su
país.
No pretendo leer en la brumosa
interioridad de las mentes gorilas: cabe también la hipótesis de que esa
demostración de menosprecio no refleje una convicción real sino que sea
una astucia primitiva con la finalidad de prolongar la detención de Nell
y someterlo a los perjuicios de una tramitación semejante. Aparte de que
estamos seguros de que esa tentativa correrá la suerte que se merece, para
nada podemos gravitar en un litigio que se dirime en el ámbito forense.
Pero precisamente porque es un problema político, nos interesa exponer sus
datos esenciales, que contribuirán a la comprensión de la realidad argentina,
velada aún por tenaces equívocos y malentendidos.
¿QUE CLASE DE "TACUARA"?
Así mientras basta la existencia de un móvil político para que la extradición
sea ilegal, independientemente de cual sea la concepción ideológica sustentada
esto es lo más importante para nosotros. La trayectoria de Nell ejemplifica
la de muchos jóvenes que iniciaban su vida política hace más o menos una
década, en medio de las frustraciones de una Argentina manejada por una
minoría rapaz que abdicaba nuestra autodeterminación política y económica,
mientras el pueblo, superexplotado y proscripto, no lograba traducir su
protesta en una lucha efectiva por la toma de poder. Debo omitir referirme
al complejo de circunstancias que llevó a un sector de la juventud a ver
en las organizaciones nacionalistas de extrema derecha el camino para terminar,
por medio de la acción directa, con este estado de cosas. Pero, en la medida
que los impulsaba un auténtico fervor popular y patriótico, fueron percibiendo
la naturaleza de ese nacionalismo violento, reaccionario y folklórico, que
tras el fuego de su retórica no ofrecía un programa revolucionario sino
saldos y retazos ideológicos trasplantados a los fascismos europeos. Sus
núcleos paramilitares, lejos de ser dispositivos de combate revolucionario,
eran engranajes del "Establishment", que fustigaban al imperialismo pero
lo servían con una práctica inspirada en las consignas del "occidentalismo"
y orientada por energúmenos de sacristía, rezagados del milenio corporativo,
nostálgicos medioevales y agentes de los Servicios de Información.
Nell, ligado directamente a la lucha de masa trabajadora y capaz de asimilar
críticamente los datos de la realidad contemporánea, fue uno de los primeros
en tomar conciencia de que, en nuestras naciones dependientes, no hay nacionalismo
de derecha posible, y, que con ese punto de partida, concluir, que a esta
altura ni siquiera es posible un nacionalismo burgués. Esa evolución determinó
que un grupo se separase de Tacuara -que en 1963 era la más poderosa organización
derechista- para formar el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(pronto conocido como "la Tacuara de izquierda") del cual Nell fue figura
destacada y miembro de la delegación que viajó a China y otros países revolucionarios;
rápidamente se completa el tránsito hacia los planteos más radicales: el
carácter global de la lucha liberadora del Tercer Mundo, la Revolución Social
y la liberación nacional como aspectos indisociables de un proceso único,
el papel de la Revolución Cubana, etc.
Teniendo presente esta ubicación ideológica, el "caso Nell" entra en su
verdadera perspectiva, desde la praxis insurreccional hasta el ensañamiento
represivo y este pedido de extradición en base a fundamentos que por el
contrario, demuestran su improcedencia.
LOS BARULLOS DEL SURREALISMO JURÍDICO

Novela biográfica sobre José Luis Nell, de
Sebastián Giménez en pdf y epub (Edit. Margen, 2014)
|
El juez argentino que condenó al grupo del MNRT sostiene que no son delincuentes
políticos sino "seres inadaptados que con el pretexto de móviles sociales
o patrióticos dan rienda suelta a pasiones criminales realizando acciones
que algunos tratan de per-suadirse a sí mismos como de carácter epopéyico
o justiciero...".
Ese buceo en la psiquis de los procesados está reñido con las normas de
imparcial administración de justicia y constituye una fuga hacia la arbitrariedad
de las afirmaciones infundadas. Por lo pronto, son los propios protagonistas
quienes deben estar "persuadidos del carácter epopéyico o justiciero..."
de sus acciones, eso es lo que distingue a los activistas revolucionarios,
y no la prueba de que son personalidades aberrantes. El ideal perseguido
puede parecer horroroso a los que pertenecen al sistema de valores atacado,
pero el rebelde tampoco concibe como "normal" el acondicionamiento espiritual
en el seno de una estructura socio-política injusta y deformante, ni que
esas almas frígidas sean la pauta, para medir los "desajustes". No pretendemos
que nuestros salomones aborígenes compartan ese punto de vista de los marginales,
pero aun dentro de la juridicidad del status quo, el inconformismo integral
no puede reducirse a fenómeno de patología psicológica; y una infracción
a la ley es política o no de acuerdo con criterios elaborados por la ciencia
penal, y no de acuerdo con requisitos que un magistrado fije por su cuenta
para que una concepción merezca la calidad de lo político.
Para sustentar ese frívolo diagnóstico, ¿qué elementos de juicio objetivos
permiten afirmar que los móviles invocados son simples "pretextos", "una
cobertura supuesta-mente ideológica?" Cabría suponer que se apoya en la
constancia de que los MNRT invirtieron el producto del atraco para fines
personales, o en bienes suntuarios, timbas, orgías, perfume francés, mulatas
incandescentes y otras delicias de la opulencia. Pues, no: el mismo juez
se encarga de informarnos, en otro pasaje de su fallo, que "se trata de
una verdadera sociedad criminosa que ora con propósitos de índole insurreccional,
ora con el propósito de allegar fondos, armas, municiones, y otros elementos
para la consecución de objetivos declarados por sus integrantes, proyectó
y llevó a cabo hechos de carácter delictivo...". Como señala el letrado
defensor de Nell, es imposible hacer una descripción más exacta de lo que
la doctrina penal considera delitos políticos conexos. La raíz, de las contradicciones
e incongruencias es política, y está explícita en otro parágrafo del dictamen
judicial. Esta especie de organización delictiva es más peligrosa y amenaza
tomar un incremento mucho mayor por los recursos de que se vale y los medios
que emplea, que las simples bandas criminales que actúan sin esa cobertura
supuestamente ideológica, razón por la cual debe combatírsela más severamente
porque hace peligrar los cimientos de nuestra sociedad".
Primero eran delincuentes comunes; luego resultó que eran comunes pero no
tanto, y hubo que fijarles un limbo clasificatorio que los separaba del
hampa pero sin entreverarlos con los políticos; por fin, estamos en que
son peores que los criminales. Igualmente errátil es la lógica que descalifica
como simulaciones los fines subversivos proclamados; para luego señalar
que su práctica pone en peligro el orden constituido. Lo que equivale a
decir que los MNRT lograban como revolucionarios los fines que simulaban
como pseudo revolucionarios. Bravo. Finalmente, los tribunales argentinos
pueden confinar a quienes atenían contra los cimientos de la sociedad al
octavo círculo del infierno carcelario; lo que no pueden es hacer de eso
una causal de extradición, pues si en algo coinciden los juristas de, todo
el mundo es en que ese tipo de infracciones son políticas por excelencia.
VIOLENCIA SAGRADA Y VIOLENCIA DESFACHATADA
Veamos que régimen inefable de convivencia estuvieron por corroerlas modestas
hazañas de estos reos. Cuando delinquieron, en la Argentina estaban cerradas
las vías legales de expresión popular, y la acción directa era la única
política que quedaba. Fue ese carácter falseado de la representatividad
democrática la que invocaron las Fuerzas Armadas para dar el golpe de junio
de 1966. Al fin y al cabo, lo mismo que se planteaban Nell y los suyos,
con la diferencia de que, no disponiendo del instrumental bélico del estado,
tuvieron que recurrir al asalto para armarse. Pero desde el punto de vista
técnico, eso tampoco rompe la similitud de ambas situaciones jurídicas:
el dinero del Policlínico Bancario pertenecía a los tacuaras tanto como
pertenecen a los militares las armas que paga el pueblo para defender su
soberanía y que ellos utilizan para despojarlo de esa soberanía y hacer
con el país lo que se les da la gana.
Las FF.AA. responsables de la deformación representativa durante once años,
no vacilaron en hacer mérito de esa anomalía para justificar el alzamiento
contra el gobierno civil (elegidos en comicios presididos por los militares
y con proscripción de los candidatos mayoritarios). Lo sorprendente es que
el golpe triunfante, en lugar de redimir esos vicios de la práctica política,
arrasó con todo el dispositivo de participación ciudadana en la elección
de los mandatarios del estado, disolvió los partidos y convirtió en delito
toda actividad política, aún pacífica y tradicional. Como caso de "simulación",
éste alcanza proporciones de maravilla. Detrás de este atropello está la
crisis permanente del sistema capitalista argentino, que ya no permite disimular
la violencia clasista tras la legalidad -siquiera formal- del gobierno democrático
representativo; los órganos encargados de aplicar la coerción resolvieron
asumir el poder, del cual eran sostén exclusivo y visible, liquidar el dispositivo
ya inoperante de la política clásica e integrar directamente a los grupos
económicos predominantes designando para las altas funciones administrativas
del estado a los directivos y apoderados de los grandes consorcios locales
y extranjeros.
La usurpación no es novedad sino lo habitual a través de 80 de los 104 años
de vigencia de nuestra constitución. Pero por primera vez la práctica de
la violencia no se recubre con los siete velos de la legalidad republicana:
la actual dictadura militar no pidió, como las anteriores, reconocimiento
como gobierno "de facto", justificado como necesidad transitoria con el
fin de restablecer el normal funcionamiento de las institucio-nes, sino
que se título emanada de una legalidad propia que cancela la preexistente.
Los comandantes en jefe de las tres armas declararon que asumían el "poder
constituyente" y fijaron los imprecisos objetivos de la "revolución", que
tienen preeminencia por sobre los textos constitucionales; designaron presidente
a Onganía, otorgándole también facultades legislativas y sin término a su
mandato, y reemplazaron a los miembros de la Suprema Corte. Por consiguiente
el gobierno no prestó juramento ante el alto tribunal sino que los integrantes
de éste juraron acatamiento a la nueva juridi-cidad.
Ese gobierno omnímodo, legitimado por su propia fuerza, es el que tramita
la entrega de Nell. A instancias de esa justicia, que también tiene las
espadas como fuente última de su existencia. Los hijos de la prepotencia
claman venganza contra Nell, por el posi-ble crimen de haber participado
en la empresa patética y desesperada de un grupo de rebeldes. La sociedad
burguesa presumía ser fruto del consenso general, pero en ella puede suprimirse
de hecho y de derecho la voluntad colectiva en las determinaciones de las
cosas públicas sin que por eso tiemblen los "cimientos" de la convivencia
organizada. Oficialmente se confirma que la democracia representativa era
una superestruc-tura de la que se prescinde para apuntalar lo que es básico
e intocable: el sistema de relaciones de fuerzas entre clases dominantes
y clases dominadas. He aquí por que nuestros guerreros se coronan de laureles
por estas epopeyas que tal vez la historia ignorará, pero que están registradas
en las estadísticas sobre desempleo, ausentismo escolar, desnutrición, mortalidad
infantil, nivel de vida, mientras los tacuaras de izquierda pasan miseria
en las cárceles o se organizan contra ellos la caza del hombre disfrazada
de tramitación jurídica internacional.
En un país donde los aviones navales han bombardeado a una multitud obrera
indefensa en Plaza de Mayo -y mañana lanzarán rocíos de napalm con idéntico
ánimo alegre-, donde se movilizan los tanques contra la protesta obrera,
donde cada prócer castrense moviliza "su" guarnición o "su" barco en las
confrontaciones internas por el poder, la única violencia que causa escándalo
es la de Nell, mala plusvalía.
Desde la Argentina, una regencia de bayonetas que tutela los privilegios
de dentro y de fuera exige la remisión de un prisionero de guerra que escapó
a sus guardias de hierro. Las saturnales revanchistas son catarsis para
estas ciudadelas del Occidente imperial, acechadas por hordas oscuras cuya
irrupción presagian signos intranquilizadores.
Además, Nell es un militante revolucionario, es decir, un subversivo que
pretende esconder que el poder económico y el poder de fuego son monopolios
sagrados en ese mundo de pequeños déspotas sin cabeza, de arcángeles blindados
que vigilan la insu-misión de las masas hambreadas, de adoradores de fetiches,
de payasos solemnes, de respetuosos de la respetabilidad, de púrpuras y
togas tendidas para que no se vean las verdades peligrosas.
John W. Cooke
Acción Revolucionaria Peronista
[Publicado en "Marcha", 1967]

La
saga de Baxter
[ADELANTO DEL LIBRO "JOE BAXTER, DEL NAZISMO A
LA EXTREMA IZQUIERDA"]
Fue uno de los fundadores de Tacuara, un adolescente gordo que le escribía
poemas a Primo de Rivera. Pero en una trayectoria tal vez posible sólo en
su época, se corrió al peronismo y terminó entrenando en Argelia y China,
y funcionando como una suerte de combatiente internacional entre el ERP,
Tupamaros, MRT y Cuba.
Por Alejandra Dandan y Silvina Heguy
Al Grupo Nacionalista Revolucionario Tacuara la Policía lo tenía fichado
como Grupo Baxter. Con armas guardadas hasta en las bóvedas de los cementerios,
la nueva agrupación se lanzó a buscar financiamiento para sus operaciones.
¿Y dónde estaba el dinero?, le gustaba preguntar a Baxter. En los bancos,
respondían los integrantes de la nueva fracción. Entonces, argumentaban,
ahí había que ir a buscarlo. En los primeros meses de 1963, los tacuaristas
se dedicaron a buscar objetivos para robar o para "apropiarse", como preferían
decir para diferenciarse de los delincuentes comunes. Pero el borde entre
lo delictivo y lo revolucionario era muy difícil de mantener. El dato para
la operación más importante que iban a emprender ese año lo trajo un día
Ricardo Vieira, el estudiante de Medicina que realizaba sus prácticas en
el Hospital Neuropsiquiátrico Borda. En una de sus salas del barrio de Barracas
se planeó la primera operación de guerrilla urbana de la historia argentina.
.....
Perón, como todas las mañanas de invierno, se había levantado a las cinco.
Lo habían despertado los gallos. Después de unos mates amargos dio su habitual
largo paseo por las calles del barrio. De vuelta había tomado varios mates
más. El ritual matinal indicaba que estaba listo para recibir a la larga
lista de invitados diarios. Los esperaba en su escritorio atiborrado de
libros y cartas para responder. Aquel 7 de enero, a Baxter lo acompañó un
empleado hasta la habitación que ocupaba la planta baja.
(....) Villalón abrió la puerta del despacho de Perón y se encargó de hacer
las presentaciones. Perón había pasado los últimos diez años recibiendo
visitas de distintos sectores de la política argentina y, a esa altura,
era un experto anfitrión.
Como parte de su bienvenida, y para hacer sentir bien a su invitado, Perón
le comentó a Baxter que conocía perfectamente la trayectoria del grupo al
que representaba. Incluso recordó que le había enviado una carta con su
fotografía firmada cuando dos de sus miembros habían caído presos. El 17
de octubre de 1962, José Luis Nell y Rubén Rodríguez habían sido detenidos
por el robo de varios autos. Perón se había solidarizado con ellos en su
condición de luchadores contra el régimen militar.
En su monólogo de recibimiento, Perón se explayó sobre los escritos de la
agrupación Tacuara que había leído. Se extendió también en un largo elogio
sobre uno en especial, que alababa al Estado fascista italiano de Benito
Mussolini. Le comentó a Baxter que en la época del Duce había visitado Italia
y que él también había quedado impresionado por la organización del Estado
italiano y por los escritos de Mussolini. Baxter no respondió al comentario
y la conversación se desvió hacia la política argentina. Cuentan que fue
Campos quien, después de la primera visita de Baxter, le dijo a Perón:
Disculpe, General, pero estos muchachos leen más a Mao que al Duce.
Al otro día, Baxter se encontró en el escritorio de Perón algo diferente.
Entre las carpetas y papeles había un nuevo retrato: el del líder chino.
Baxter no dijo nada sobre el retrato de Mao. Pero cuando volvió a Buenos
Aires se cansó de contar la anécdota y casi siempre la terminaba de la misma
manera, con una gran carcajada y repitiendo:
Hay que seguir a este hombre, ¡este hombre sabe! Baxter se despidió de Perón
y su séquito en el jardín de la quinta. Mientras caminaba hacia el portón,
Perón lo miró de lejos y le dijo a Villalón una de esas frases que parecía
decir sólo para que quedaran en la historia: "Un muchacho fantástico. Parece
capaz de hacer él solo la revolución". Baxter tenía 23 años y, si bien no
estaba dispuesto a hacer solo la revolución, sí quería aprender las técnicas
de los movimientos revolucionarios. Al otro día del segundo encuentro, viajó
a la RAU y después a Argelia.
.....
Desde las ventanas del Hotel de las Nacionalidades, los argentinos quedaron
extasiados ante la panorámica de la plaza de Tiananmen. Durante el primer
mes de su estadía en China ése sería su lugar de residencia. La primera
noche eligieron comer en el restaurante oriental y dejaron de lado el que
ofrecía comida occidental. Querían aprender todo del país que había logrado
la revolución tan soñada. Desde la ventana de su habitación Baxter se quedó
en silencio. Había algo que no podía explicar sobre lo lejano, conmovedor
y tétrico del paisaje urbano. Las luces de los autos iban y venían por la
avenida. El silencio que desprendía el país más poblado del mundo era abrumador.
Se lo comentó a Rodríguez y juntos se dieron cuenta de que la falta de carteles
de publicidad era lo que provocaba esa extraña visión. Baxter y sus compañeros
estaban rodeados de millones de personas y no escuchaban nada.
.....
La rutina en la academia era dura. El día comenzaba a las cinco y media
de la mañana. El grupo estaba fuera de forma y en los primeros días les
costaba seguir el entrenamiento. Al principio, el instructor los hacía correr
poco: unos dos kilómetros por día. Pero sobre el final llegaron a trotar
en buen ritmo casi doce kilómetros diarios. En cada salida al exterior quedaban
sorprendidos de la cantidad de pequeñas brigadas extranjeras con las que
se cruzaban.
Una mañana, el instructor les hizo una seña para que se corrieran hacia
la derecha para dejar pasar a una brigada. Los argentinos no podían creer
que quienes les estaban ganando en la carrera eran parte de una compañía
femenina china. Subían una montaña corriendo y cargadas con todo el arsenal
para un ataque: desde armas de guerra hasta mochilas, fusiles y morteros.
Más allá del entrenamiento físico, de aquella experiencia Baxter se llevó
uno de los conceptos claves para su vida política: el de guerra revolucionaria
que, a la manera china, significaba la lucha popular y prolongada contra
el régimen. Después de sus días en China, Baxter se transformó en uno de
los personajes que se dedicaron a expandir esta técnica en América latina.
.....
Los conoció sin verles la cara. Cubierto por una capucha, atravesó el pasillo
y enfiló para el fondo de una casa que les habían prestado en pleno Barrio
Norte. Otros ocho enmascarados esperaban adentro, todos sentados detrás
de un biombo. Entró con Mario Roberto Santucho, aunque nadie lo reconoció
porque también estaba cubierto con un pasamontañas. Del plenario clandestino
participaba un grupo muy reducido de delegados del PRT. Habían llegado de
toda la provincia de Buenos Aires para preparar un documento clave para
el V Congreso del Partido que iba a realizarse veinte días más adelante,
entre el 28 y 30 de julio de 1970.
Baxter no pronunció palabra. Al presentarlo, Santucho lo describió como
un integrante del Comité Central y lo llamó por su nombre de guerra, Rafael
Barletta. ¿Quién era?, se preguntaron en la sala.
Aunque los participantes de la reunión lo consideraron como un gesto exagerado,
Baxter había sugerido el uso de las capuchas como medida de seguridad. Con
el mismo objetivo preparó un sistema para controlar la entrada y salida
de la puerta de calle. Le pidió a Luis Pujals que permaneciese ahí y le
dio una serie de instrucciones. Pujals se quedó parado, de espaldas, a la
espera de los que iban llegando. Cuando entraban les pedía un santo y seña.
Si era correcto, les daba una capucha y sin mirarlos a la cara decía:
Pasillo al fondo, a la derecha.
La reunión se hacía en casa de los Gelter, dos hermanos polacos (desaparecidos
después de 1976). Desde la entrada salía un largo pasillo que desembocaba
en el living donde se llevaba a cabo la reunión. Los que llegaban podían
caminar por el pasillo a cara descubierta, pero antes de entrar a la sala
donde detrás del biombo estaban los encapuchados tenían que cubrirse obligatoriamente.
Cuando la reunión terminó, un delegado de Zárate caminó, completamente intrigado,
hasta donde estaba el encargado de la regional Buenos Aires para preguntarle
quién era ese inmenso sabelotodo que parecía muy seguro de lo que decía.
Acosado por las preguntas, el de Buenos Aires finalmente habló:
–¿Qué quién es? –le dijo–. ¿Te acordás del asalto al Policlínico Bancario?
La fama de Baxter había crecido repleta de fábulas, leyendas pero también
con fragmentos de sus historias verdaderas. En el PRT habían escuchado de
su estadía entre los revolucionarios de Vietnam, de la condecoración de
Ho Chi Ming y de su entrenamiento en China. Santucho lo recibió como un
revolucionario de fuste especialmente porque, como decían entonces, llegaba
con las "chapas de Vietnam". En esas condiciones lo sumó como un cuadro
político mayor, con el grado de comandante revolucionario que había alcanzado
en La Habana. Siempre dijo que los cubanos se lo habían presentado y entregado
para trabajar en el Partido.
.....
El 31, los diarios publicaron la noticia del asesinato de Hermes Quijada.
La policía señaló a Víctor José Fernández Palmeiro como responsable del
asesinato. La televisión trasmitió durante varias horas partes informativos.
Los flashes aparecían a mitad de una novela que contaba cómo una chica de
doble apellido se enamoraba de un taxista llamado Rolando Rivas. Fernández
Palmeiro no había actuado solo, decían los presentadores de noticias. Pero
nadie tenía información del resto. Frente a las cámaras, un militar explicó
luego algunos detalles del operativo. Se supo, y se dijo, que los autores
habían contado con un coche de apoyo, pero que huyeron en motocicletas.
¡Zas!
Dijo Oscar Falchi, el chico de los cines club de la Acción Católica, un
ex militante de Tacuara sentado ante el televisor de su casa, casado y frente
a su mujer.
¡Zas!
Y dudó en seguir hablando. No podía contarle de cuando era chico, ni de
las veces, tantas veces, en las que mirando Lawrence de Arabia u otras películas
de acción con sus amigos habían planeado un asesinato de esa misma forma.
Un atentado igualito. Como nunca antes se había hecho en la Argentina.
¡Zas!
Y mirando a su mujer dijo:
¡Zas! ¡Volvió el Gordo Baxter!

Operación
Rosaura
El primer ensayo de guerrilla
urbana en la Argentina
Por Juan Gasparini [especial para ARGENPRESS.info,
28/08/06]
Fragmentos de 'Memoria de un desaparecido en la ESMA - El libro de Jorge
Caffatti', de Juan Gasparini. Editorial Norma, 2006
En el primer gran ensayo de guerrilla urbana que conocería la Argentina
el 29 de agosto de 1963, con la sangrienta irrupción en el Policlínico Bancario,
Nell y Caffatti tuvieron papeles preponderantes. Se desempeñaron mancomunados
con otros tacuaras del MNRT, a tono con lo que se registra en la causa a
la que finalmente se abocara el juez federal Jorge Aguirre, con la instrucción
previa de su colega subrogante Horacio Rébori, realizada a través de la
secretaría de Carlos González Gartland. De su investigación se desprende
que se alzaron con los 100 mil dólares que debían sufragar los sueldos de
los trabajadores del nosocomio, dejando dos cadáveres y tres heridos. La
condición de factibilidad para una acción de tal envergadura en aquella
época surgió de un dato de retorcida procedencia. Lo procuró Ricardo Viera,
estudiante avanzado de medicina que practicaba en el Hospital de neuropsiquiatría
de la calle Vieytes, correoso tacuara que adoraba las armas y fantaseaba
con la Legión Extranjera. Lo recibió de un amigo velado en un cierto embrollo.
González Gartland logró reconstruir que esa fuente había sido Gustavo Posse,
quien conociera a Viera compartiendo la plantilla de un tribunal civil y
comercial de Buenos Aires, al que le hiciera un favor: en febrero de 1963
Posse intercedió para que le aliviaran la situación carcelaria a Viera,
preso en el establecimiento de Caseros por tenencia de un arsenal en su
casa de O’Higgins y Mendoza, a raíz de que se le disparó un tiro e hirió
a un militante de Juventud Peronista, Carlos Eduardo Suárez, cuya internación
en una clínica fue denunciada a la policía. Así las cosas, por un 30% del
botín, Posse entregaba lo avistado por desconocidos, en realidad una de
sus dos hermanas, de nombre Beatriz, y una prima de su esposa, Elsa Susana
Echazú, ambas empleadas en el hospital. Estas se habían percatado de que
en el penúltimo día hábil de cada mes, alrededor de las diez de la mañana,
una camioneta traía desde el centro de la ciudad una valija con trece millones
de pesos, algo así como 100 mil dólares, para el pago mensual de los haberes
del personal, con la sola custodia de un policía. Como se imponía interceptarlos
a esa hora precisa, y en Argentina era muy conocida la novela de Marco Denevi,
"Rosaura a las diez", unos dicen que la operación fue motejada "Rosaura",
mientras que otros afirman que el nombre vino porque su realización se programó
para la efeméride de Santa Rosa de Lima, el 29 de agosto.
A las 7 de la mañana del día señalado, atravesando una cortina de lluvia,
dos miembros del MNRT Tacuara, Rubén Rodríguez y Mario Duaihy subieron a
una ambulancia contratada telefónicamente en la víspera a la Cochería García
de Rivadavia 14.290, en Ramos Mejía. La arrendaron con chofer y sin camillero.
Al abordarla le indicaron al conductor, Luis Voda, ir a buscar a un paciente,
persuadiéndolo de que antes levantara a un médico y un auxiliar a veinte
cuadras. Se trataba de Tomislav Ribaric, estudiante de medicina descendiente
de croatas, y Horacio El Viejo Rossi, ex suboficial de la marina que se
incorporó a la resistencia peronista, futuro inductor del secuestro de Revelli-Beaumont
en París. Provisto de un disfraz blanco, Rossi reemplazaría a Luis Voda,
chofer de la ambulancia Rambler, una vez que estuviera reducido y narcotizado
con dos inyecciones preparadas por Viera. El chofer sería extendido sobre
la camilla acondicionada para el enfermo en la parte de atrás del vehículo
y cubierto por una sábana hasta el cuello para disimular que estaba maniatado.
El recorrido hasta el Policlínico, en Gaona 2197, entre Donato Alvarez y
Seguí, no tuvo sobresaltos. El edificio de cuatro pisos, abarca aún hoy
dos manzanas, con jardines y una playa de estacionamiento protegidas de
la mirada externa por un muro circundante. En sus inmediaciones, frente
a la Plaza Irlanda, los recién llegados divisaron un Valiant gris estacionado
en la calle Seguí, robado la noche anterior en un garaje de Zabala 2552
por Luis Alfredo Fredy Zarattini, Jorge Andrés Cataldo y Rubén Rodríguez,
estos dos últimos predestinados a ser cofundadores de las FAP en 1967. En
la esquina de Seguí y Gaona, se apostaban Nell, Arbelos y Caffatti, los
dos primeros vestidos de blanco. Repentinamente descompuesto, Ribaric se
apeó de la Rambler, saliendo a reponerse en el departamento "B" de Talcahuano
1224, un bulín coalquilado por Posse y dos de sus colegas de trabajo, previsto
para que acudiera a recoger su parte cuando los asaltantes se reunieran
a contar lo recaudado. Rodríguez se sentó al volante del Valiant, y Duaihy
se puso a deambular por la acera del Policlínico. El comando tenía ubicados
otros autos en las inmediaciones, con gente armada de "contención", cuyo
objetivo era neutralizar a la policía si los desenmascaraban. Caffatti entraría
a pie al playón del hospital por el portón para autos de Gaona, siguiendo
la ambulancia con sus tres compañeros de blanco; Rossi manejando, Arbelos
en el habitáculo del acompañante y Nell detrás, donde Voda dormía en los
sopores del somnífero, ignorante del desquicio que se incubaba en su derredor.
Cada uno llevaba armas suministradas por los militares peronistas que metieran
baza en las asonadas golpistas de la Aeronáutica, de la Marina y del Ejercito,
entre 1960 a 1963, o sustraídas por ellos mismos a miembros de las fuerzas
de seguridad. Todos portaban pistolas 45, con el suplemento de una ametralladora
en manos de Nell, probablemente uno de los más fogueados por sus probados
antecedentes de jefe de la "milicia" de la primogénita Tacuara, y por estar
cumpliendo el servicio militar en Aeronáutica, afectado al Ministerio de
Defensa.2
Para que hubiera tiempo de posicionarse previamente a que lo hiciera el
transporte de caudales, el ya mencionado Luis Alfredo Fredy Zarattini, a
su turno avisado por Cataldo que viera salir el furgón del Banco Nación
en Plaza de Mayo, se adelantó en un Jaguar rojo que le regalara su padre,
anunciando a sus compañeros de la Rambler que se avecinaba el instante de
actuar. No tuvieron inconvenientes en simular ante el portero, Juan Carlos
Lowry, que traían un doliente. Hacia las 10,30 horas penetraron en la playa
de estacionamiento y se pusieron de espaldas a la muralla que impedía los
vieran desde la calle Luis Viale, paralela a la Avenida Gaona. Se ubicaron
en la vecindad de donde por rutina lo haría la camioneta Ika con el dinero,
chofer, empleada administrativa, un sargento de la Policía Federal, y el
cajero y pagador del Policlínico, Alfredo Silvestre Ricci. Caffatti se colocó
entre los dos cuerpos del edificio y su misión era reducir al suboficial
de la policía. Tras el paso de los rodados, con la faz cubierta por un pañuelo
blanco, Duaihy inmovilizó al portero, para que no transmitiera lo que empezaba
a suceder. La Estanciera Ika era gris. Se detuvo por detrás de las escalinatas
en el lugar de costumbre, descendiendo sus ocupantes, a los que se acercaron
dos ordenanzas para acarrear los 80 kilos que pesaba la valija en la que
traían los sueldos. Nell los sorprendió en los prolegómenos dando una sonora
voz de alto. Empuñando la ametralladora hizo punta flanqueado por Caffatti
y Arbelos desenvainando las pistolas, con Rossi en la platea de una butaca
de ambulancia. Instintivamente el suboficial Abelardo Cecilio Martínez movió
su mano a la cartuchera. Nell lo tumbó de una ráfaga, hiriendo en el antebrazo
a la administrativa, Nelly Culasso de Ordóñez. Con el segundo tableteo abatió
al chofer, Víctor Cogo, y al ordenanza Alejandro Morel, encajándole un tiro
en un hombro al otro, Vicente Bóvolo. Como en una distribución de roles
Caffatti se abocó a quitarle el arma al policía y Arbelos sacó de la camioneta
la valija marrón repleta de billetes y monedas. Entre los dos la arrastraron
a la Rambler, que Rossi aproximó. Detrás de los ventanales, o en el dédalo
de las veredas circundantes, se disimulaban otros MNRT como transeúntes
impávidos en la circulación hospitalaria, tal vez Alfredo Roca, según deja
entrever Caffatti en sus memorias de la ESMA. Nell, imperturbable con un
barbijo blanco que le tapaba de la nariz al mentón, dominaba la escena compuesta
del tendal de muertos y heridos, encapotada por el cielo gris y líquido
de la persistente llovizna. Al verlos retirarse con toques de sirena por
Seguí hacia Juan B. Justo, Rodríguez y Duaihy picaron en el Valiant, pero
se pegó a ellos el auto particular de un policía, casualmente de paso, del
que lograron desembarazarse doblando por una calle a contramano. En Camarones
y Terrero abandonaron la ambulancia, con el chofer siempre durmiendo, el
que, más tarde, al despertar, denunciaría el robo de mil pesos y un paquete
de cigarrillos.3
De los seis tripulantes salidos de los dos vehículos, Rodríguez, Duaihy,
Arbelos y Caffatti se fueron a pie o en colectivo. Rossi y Nell retomaron
el Valiant con la valija llena de dinero, y se orientaron hacia el departamento
facilitado por Gustavo Posse, donde debían darle su porcentaje; pero se
les pinchó un neumático. El coche quedó en la cuneta de la Avenida Warnes
al 300 y sus ocupantes siguieron en taxi. En el bulín de Posse los esperaba
Rivaric, quien se reponía de su descompostura, por la que se había separado
a la vera de la Plaza Irlanda, en los instantes previos al drama. Sumado
Arbelos, reclamaron por teléfono la presencia de Viera a su consultorio
en el hospital Vieytes, quien se presentó con Posse hacia las 13 horas.
Les abrió la puerta Nell, con su pistola ametralladora en una mano. A ninguno
se le debió cruzar por la mente que deberían enfrentar los daños colaterales
de haber cegado por primera vez vidas ajenas, con el consiguiente peligro
que cerniría sobre ellos. Habían descartado eliminar a Posse a pesar de
que menospreciaban su falta de entidad política, y recelaban de alguien
que, además de no ser fuerza propia, conocía el trasfondo y los actores
de "Rosaura", máxime la altísima comisión que les envenenaba el espíritu.
Pero el saldo trágico del hurto no les hizo cambiar de parecer. Lo dejaron
ir con el 30%, mitigando el talante delincuencial y sanguinario con que
algunos menoscaban el comportamiento de los atracadores del Policlínico
Bancario. El resto del dinero lo evacuaron Nell y Viera, con la asistencia
de Cataldo para esconderlo. Abandonaron el departamento de Posse, confundiéndose
en la atónita Buenos Aires, atribulada según los periódicos de esa tarde
por el natalicio de una guerrilla que tardaría siete meses en mostrar su
verdadero rostro.4
De cara a los resultados, el libre arbitrio de Posse fertilizó el error
cuyo resultado fue que los aprehendieran a casi todos, no obstante haber
sabido y tomado recaudos para transformar los billetes fraccionadamente
y poco a poco. La numeración de los billetes era correlativa y había sido
comunicada sin discriminación por el Banco Central, obedeciendo una orden
del secretario judicial González Gartland. De que la represión olfateaba
el dinero dio fe el propio Gustavo Posse, a quien le hicieron firmar un
acta policial en Necochea al pagar un recauchutaje de un neumático con uno
de esos billetes. Persistiendo en el error, Gustavo suscitó la desgracia.
El 20 de noviembre de 1963 se fue de juerga por Europa con su hermano Lorenzo
Andrés, empleado de la compañía de aviación Varig, que lo convidó con uno
de los dos pasajes a Portugal, España, Italia, Francia e Inglaterra que
le regalaba la empresa aérea una vez al año. Aprovechando esta ocasión,
realizaría un cambio de divisas al MNRT de 3 de los 13 millones de pesos
robados. Una vez en Europa, Lorenzo sufragó con 45.000 de esos pesos la
factura de una cena en La Roseraie con Simone Malatesta de Pont, alias Brigitte,
una bailarina de un cabaret del barrio de Montmartre, dando lugar a que
el Banco Jourdan no los tradujera a francos franceses, informando a INTERPOL
de la génesis delictiva de esos billetes. René Lasserre, dueño del restaurante,
efectuó una denuncia en la policía, cuya pesquisa dio con las señas de identidad
de los hermanos Posse, gracias al chivatazo de la bailarina, que localizada
indicó al Hotel Lutetia como sitio de alojamiento de Lorenzo. El expediente
galo fue remitido a la Argentina, dado que los hermanos Posse se habían
entre tanto ido a Buenos Aires. El primer detenido fue Lorenzo, seguido
por su hermana que trabajaba en el Policlínico. La otra hermana, prosecretaria
de la Cámara Civil y Comercial de Buenos Aires, le advirtió a Gustavo que
González Gartland lo buscaba, por lo que se dio a la fuga, y alertó a Viera,
quien, a su vez, hizo cundir la alarma hacia los demás. Pero al quinto día
de estar prófugo Gustavo se rindió. El 20 de marzo de 1964, quebrado en
los interrogatorios judiciales, se desbarrancó en la redada. Una llamada
tentativa por teléfono a su casa del MNRT Jorge Andrés Cataldo confirmó
que la vivienda estaba ocupada por la policía y que los iban cercando. Los
allanamientos se sucedieron en múltiples hogares. Varios de sus compañeros
se salvaron con él; a saber, Arbelos, Rodríguez, Zarattini, Roca y Baxter.
Los demás incriminados, y otros tacuaras imputados por infracciones diferentes
a las perpetradas en el Policlínico al tomar paralelamente cartas en el
asunto el juez federal Jorge Aguirre, fueron forzados a fijar domicilio
en las cárceles porteñas de Villa Devoto y Caseros; 18 en total, entre los
que estaba Jorge Caffatti, mientras 11 quedaron prófugos.5
No es superfluo aclarar que ninguno de ellos era debutante. Previo al bautismo
de muerte con "Rosaura", habían acopiado unas cuarenta acciones directas
en sus alforjas. Al compás del viraje por la senda de la izquierda peronista
en sus debates ideológicos y políticos, influidos por las lecturas de intelectuales
vernáculos citados en el capítulo anterior, venían intensificando una subterránea
labor guerrillera, esponjando libros de Stalin y Mao Tse-tung, amén de cartillas,
reglamentos y manuales bélicos. Para conseguir solventar una fianza que
liberara a Tomislav Rivaric de la cárcel, robaron la caja de la farmacia
Salvatori, de O’Higgins y Juramento, en operativo genioles. Con el fin de
pertrecharse, les quitaron armamento a centinelas de la Escuela Superior
de Guerra, de la Dirección General de Remonta y Veterinaria del Ejército,
de Aeroparque y del Tiro Federal, y vaciaron de treinta y cinco pistolas
y cinco ametralladoras la guardia del Instituto Geográfico Militar. A la
fábrica de ametralladoras Halcón le redujeron el inventario en 134 unidades,
adueñándose de ciento cincuenta mil proyectiles. Los sabotajes se sucedieron
con posterioridad a lo del Policlínico Bancario, atacando estaciones de
servicios y oficinas de las multinacionales Shell, Esso y Phillips, quemando
banderas estadounidenses, incendiando supermercados, y lanzando cócteles
molotov contra empresas, galerías comerciales, hoteles, cabarets, locales
políticos, estaciones de radio, despachos de abogados reaccionarios, cines
y confiterías frecuentadas por quienes estimaban sus enemigos en la "burguesía"
y el "imperialismo angloyanqui". Ponderaban que "las fábricas son de los
trabajadores", panfleteando y rellenando paredes de consignas con tinta
roja, a menudo en fechas conmemorativas para el peronismo como el 17 de
octubre o el 16 de septiembre, clamando "por el retorno incondicional de
nuestro jefe revolucionario general Perón". Las detenciones de marzo del
64 no ahogaron la protesta aguantando el "Plan de Lucha" de la CGT. Tampoco
la repulsa por la claudicación de los dirigentes gremiales que transaron
con el gobierno cesar la movilización, estafando las reivindicaciones y
adormeciendo "la voluntad de lucha de los trabajadores negociando con las
fuerzas oligárquico-burguesas" el sacrificio de los "descamisados". Se esforzaban
en darle vida a "las milicias populares para la toma del poder y transformar
el régimen gubernativo imperante". Se erguían "contra el hambre" y "por
la implantación definitiva del Estado Nacional Comunitario", escarneciendo
a "la burocracia frenadora aliada del capitalismo", firmando "Soberanía
o Muerte", o lo que les era igual: "Perón o Muerte".6
Desde abril de 1963, esa exaltación de la violencia urbana peronista y antiimperialista,
escoltada por un indiciario marxismo como método de análisis y de acción
política y social, dividía en dos la Tacuara rebelde en gestación, que coordinaba
el triunvirato de Ossorio, Caffatti y Baxter. Desde el inicio del año, Ossorio
y sus seguidores se expresaban en Barricada, en tanto que Baxter y Caffatti
lo hacían en Tacuara del Manchón, por la mancha asemejada a una gota de
sangre con que se lacraba la primera letra del vocablo, diferenciándose
del membrete de la Tacuara de Ezcurra, en cuya portada una lanza circular
abrazaba toda la palabra. En septiembre de 1963, Ossorio y los suyos no
se plegaron al anuncio de Baxter, en un encendido acto en la Facultad de
Filosofía y Letras de Buenos Aires, dando a conocer la aparición del Movimiento
Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), omitiendo la autoría de "Rosaura",
que sería desollada por la policía recién en marzo del año siguiente. En
aquel mitín el MNRT exhibió prensa sin alusiones antisemitas y anticomunistas,
figurando condenas al racismo y la discriminación religiosa, pidiendo la
anulación de los contratos petroleros y la nacionalización de la banca y
los frigoríficos. Caffatti, Baxter y Nell dejaban atrás los designios de
fundirse en la estudiantil UNES. Cobraban autonomía involucrándose con la
Juventud Peronista (JP) en la preparación del Movimiento Revolucionario
Peronista (MRP), una estructura concebida por el general Juan Domingo Perón
para acumular fuerzas y retornar al país, según se verá a capítulo seguido.
Zahondaban como adultos en la liberación nacional, apuntalando a los sindicalistas
"combativos" de la CGT y apalancando la conducción del líder justicialista,
persuadidos de que "el proletariado" era "el depositario histórico de la
conciencia nacional". En sus comienzos los reunió la práctica militar en
las "milicias" del tronco de Tacuara, pero desmadraron. Y avanzaron hasta
la configuración de una nueva fuerza de acción política. Desbordaron en
el MNRT, haciendo eje en la práctica de comandos, "cuyo objetivo central
era ser la vanguardia armada de la resistencia peronista", como lo resume
en su volumen sobre los nacionalistas el profesor Luis Fernando Beraza.
"Tacuara Ejército del pueblo", mandaba pintar Caffatti en los muros de Buenos
Aires.
Notas:
1) Libros de Gutman y Bardini antes mencionados. Clarín, Buenos Aires, 28
de marzo de 1964. Informe de la División Delitos Federales de la Policía
Federal, firmado por el Comisario Aldo Palmieri, Buenos Aires, 31 de marzo
de 1964 y dictámenes de prisiones preventivas para los detenidos por el
asalto al Policlínico Bancario, Poder Judicial de la Nación, Buenos Aires,
7 y 29 de abril de 1964. Entrevista con Carlos González Gartland, Buenos
Aires, 31 de agosto de 2005, quien fuera secretario del juzgado 14 de la
justicia ordinaria de Buenos Aires, a cargo del subrogante de Horacio Rébori,
titular de la instrucción de "Rosaura", sumario luego absorbido por el magistrado
federal Jorge Aguirre, dada la connotación política de Tacuara. Carlos González
Gartland, conocido abogado de presos políticos en la dictadura 1966-1973,
es ahora asesor de la Secretaría de Derechos Humanos en el gobierno presidido
por Néstor Kirchner.
2) Dictamen del fiscal federal Silvano Raúl Becerra sobre el caso del Policlínico
Bancario, Poder Judicial de la Nación, 5 de mayo de 1967, y declaración
indagatoria de José Luis Nell en la causa del Policlínico Bancario, 5 de
abril de 1964, fotocopias en el archivo del autor. La Razón, Argentina,
4 de abril de 1964. Karina García, Todo es Historia, número 373, Argentina,
agosto de 1998.
3) Sentencia del juez federal Jorge Alberto Aguirre, Buenos Aires, 7 de
octubre de 1970. La Razón y Todo es Historia antes citados. Entrevista con
González Gartland antes mencionada y con Alfredo Zarattini, Buenos Aires,
29 de agosto de 2005. Sobre este último, en un informe judicial recabado
en los tribunales federales argentinos por la juez María Romilda Servini
de Cubría, en el sumario por el asesinato de general chileno Carlos Prats
y su esposa, cometido el 30 de septiembre de 1974 en Buenos Aires, documento
cuya autoría la magistrada mantuvo en secreto, el argentino Luis Alfredo
Zarattini, alias Fredy, aparece en el centro de una telaraña encordando
los servicios de inteligencia militares y policiales argentinos, la banda
de Aníbal Gordon en la SIDE, los terroristas italianos capitaneados por
Stefano Delle Chiaie y los pinochetistas que operaran en Argentina a partir
de 1974, con Enrique Arancibia Clavel y Michael Townley a la cabeza. Zarattini,
un civil volcado hacia derecha del peronismo tras su ruptura con el MNRT
en 1964, fue dado por partícipe en los grupos de la dictadura militar argentina
enviados a Nicaragua y Guatemala durante los años 70 y 80, afiliándose al
Congreso Mundial Anticomunista con sede en México. En el 2001
Zarattini fue candidato a diputado provincial bonaerense por el "Partido
Popular de la Reconstrucción", creado por el teniente coronel golpista Mohamed
Alí Seineldín, sindicado como enlace entre la Triple A y el Ejército por
el arrepentido Rodolfo Peregrino Fernández. Nacido en 1944, Zarattini ingresó
a Tacuara a los 14 años, continuando hoy su militancia con Seineldín y su
adjunto, Breide Obeid, dedicándose a la actividad agropecuaria en la localidad
de Capilla del Señor, Argentina.
4) Libros de Gutman, Bardini y Beraza ya citados, entrevista con González
Gartland y dictámenes judiciales antes mencionados. La polémica sobre la
calificación de "Rosaura" en el microcosmos guerrillero argentino, fue entablada
en los números 1 y 2 de la revista trimestral Lucha Armada, de diciembre
de 2004 y marzo de 2005, entre uno de sus directores, Gabriel Rot, y Carlos
Flaskamp, autor de Organizaciones político-militares. Testimonio de la lucha
armada en la Argentina (1968-1976), Buenos Aires, Ediciones Nuevos Tiempos,
2002. En otro orden de informaciones, según testimonios concordantes, Rivaric
ha fallecido y Duaihy fue muerto por la policía en 1986, asaltando el casino
de Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero. Viera se hacinaría aún en
prisión por un secuestro extorsivo contra pago de rescate en Córdoba, luego
de haber pasado por el ERP, al que habría partido con Joe Baxter (La Razón,
Buenos Aires, 13 de noviembre de 1985). Menos Caffatti, los demás están
todos vivos.
5) Carlos Arbelos y Alfredo Roca, Los Muchachos Peronistas, Madrid, Emiliano
Escolar editor, 1981. Libros de Gutman y Beraza antes mencionados y entrevista
con González Gartland ya citada.
6) Libros de Gutman y Beraza e informes de la policía y la justicia sobre
el Policlínico antes mencionados, y entrevista con Zarattini aludida precedentemente.
Manifestaciones espontáneas de José Luis Nell en la causa del Policlínico
Bancario, 2 y 3 de abril de 1964, y sentencia del juez federal Jorge Alberto
Aguirre, del 7 de octubre de 1970, copias en el archivo del autor. Panfletos
del MNRT confiscados por la Policía Federal, copias en el archivo del autor.
7) Libros de Beraza y Gutman antes citados y correo electrónico de este
último del 27 de julio de 2005, entrevista con Alfredo Ossorio ya mencionada
y sus e-mails del 1 y 2 de agosto de 2005. Declaración indagatoria de José
Luis Nell del 5 de abril de 1964. En la causa judicial por el robo al Policlínico
Bancario, se fija el mes de abril de 1963 como el de la ruptura en dos grupos
de quienes querían formar el MNRT, entre Ossorio por un lado, y, por otro,
Caffatti, Nell y Baxter.
Fuente: Argenpress.info
A
43 años de la Operación Rosaura
EL EXILIO DE UN MUCHACHO PERONISTA
Por Roberto Bardini
Carlos Arbelos, autor de "Los muchachos peronistas", anuncia la aparición
de un nuevo libro.
El 6 de mayo de 2005, un periódico de Almería (España) publicó una noticia
que comenzaba así: "El prestigioso fotógrafo y crítico de flamenco Carlos
Arbelos presenta en el VI Certamen Internacional de Guitarra Clásica de
Cajamar su exposición ‘Duende y Bordón’, con fotografías de tocaores míticos,
como Paco de Lucía o Tomatito...".
La nota se refería a un argentino del barrio de Belgrano, nacido en 1944,
ex alumno del Colegio Nacional Roca y estudiante de Arquitectura de 1962
a 1964. Se trata de un hombre que vivió 30 años en Argentina y que reside
desde hace 32 en España.
Los datos biográficos de Carlos Arbelos, hoy con domicilio en Granada y
dedicado al arte flamenco desde 1985, registran que ha realizado programas
de radio y televisión, que es colaborador habitual en revistas especializadas
del arte jondo y que ha publicado varios libros: Antonio Mairena: la pequeña
historia (1988), El Flamenco contado con sencillez (2002), Sinmisterios
del flamenco (2003) y Granada Flamenca (2003). También ha sido expositor
en congresos y seminarios, jurado en diversos concursos del arte gitano
y premiado por la "Mejor labor didáctica" en el Festival Internacional de
Cante de las Minas (2003) y por la Cátedra de Flamencología de Jerez de
la Frontera (2005-2006).
Extraños zigzag de la vida: en su adolescencia, el hoy reconocido crítico
y fotógrafo colaboró con la Resistencia Peronista, militó en el Movimiento
Nacionalista Tacuara que dirigía Alberto Ezcurra Uriburu y posteriormente
se integró al Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) encabezado
por Joe Baxter y José Luis Nell.
Arbelos estuvo implicado en el asalto al Policlínico Bancario el 29 de agosto
de 1963, conocido como "Operación Rosaura" y considerado el primer operativo
de guerrilla urbana en Argentina. Pasó un primer destierro en Uruguay y
conoció las celdas de Villa Devoto, Caseros, Rawson y el buque-cárcel Granaderos.
A comienzos de la década del 70, se sumó con otros ex militantes del MNRT
a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y al Peronismo de Base (PB), vivió
la clandestinidad junto con Envar El Kadri y, finalmente, en 1974 tuvo que
exiliarse en España amenazado por la Triple A.
Lo de "finalmente" es un decir, porque en la vida de Carlos Arbelos hubo
más zigzag, gambetas y altibajos. En Madrid administró un restaurant llamado
Cafetín de Buenos Aires, vendió alfombras árabes y tapices persas, redactó
para sobrevivir artículos que firmaban otros y se dio el gusto de atravesar
la frontera con Portugal, a pesar de tener un pedido de captura de Interpol,
para ver la "Revolución de los claveles" impulsada por el Movimiento de
las Fuerzas Armadas que derrocó a una dictadura de 40 años.
En 1977 fue detenido en el aeropuerto de Barajas junto con Alfredo Roca
y Horacio Rossi –viejos camaradas de Tacuara– acusado de participar en París
del secuestro de Luchino Revelli-Beaumont, director-gerente de la Fiat en
Francia, por el que se pagó un rescate de dos millones de dólares. Sin juicio,
estuvo preso en la cárcel de Carabanchel, con pedidos de captura de las
policías de Francia, Italia y Suiza. Después de salir en libertad por falta
de pruebas, en 1978 vivió un nuevo exilio en Costa Rica en compañía de Roca,
con quien más tarde –de regreso en España– publicó cuatro libros: Argentina,
peronismo y democracia (1980), Los muchachos peronistas (1981), Evita: No
me llaméis fascista (1982) y Argentina: Proceso a la violencia (1983).
Ahora, a los 62 años, Arbelos acaba de concluir un texto autobiográfico
que narra todas estas peripecias y que editará en Argentina: El exilio de
un muchacho peronista. La próxima aparición de este libro, los 43 años de
la "Operación Rosaura" que se cumplieron en agosto y el afán de hurgar en
viejas historias con repercusiones en el presente, son los motivos que justifican
esta entrevista.
– Hace 32 años que te fuiste de la Argentina perseguido por la Triple A.
¿Aún te considerás un exilado?
– Sí, y no pienso regresar hasta que en Argentina se haga justicia. Hasta
que todos los militares, policías, políticos, religiosos y colaboradores
paguen por los crímenes que perpetraron impunemente, sobre todo en el período
1974-1983. Mientras haya un torturador suelto y un asesino en libertad –que
hasta en algunos casos cobran jugosos sueldos o jubilaciones– no me propongo
regresar a la Argentina.
Tal vez la historia me gane la partida y no vuelva nunca, pero como en el
final de la película Una vida difícil, protagonizada por Alberto Sordi,
el día que me vaya –si estoy aquí– les haré una grossa pernacchia. De ahí
que el último libro que acabo de escribir reciba el nombre de El exilio
de un muchacho peronista, que comienza cuando me fui de Buenos Aires en
1974 y se cierra en el día de hoy, pero no con un punto final, sino con
un punto y seguido.
– En agosto se cumplieron 43
años del asalto al Policlínico Bancario. ¿Qué se proponía el MNR Tacuara
con esa acción?
– Pensábamos en generar la insurrección armada a partir de una serie de
hechos protagonizados por una vanguardia política, que asumiese la violencia
como respuesta a las violencias que se fueron generando desde la "revolución
fusiladora" de septiembre de 1955. Para lograrlo había que crear una importante
infraestructura y para ello hacía falta dinero. Esa insurrección iba tener
tres ejes: un foco rural en Formosa, la masiva realización de actos de violencia
urbana con formas operativas simples –que fueran calando en la mayoría del
pueblo peronista– y la liberación de las Islas Malvinas del dominio inglés
para que allí se asentara Juan Perón y dirigiera todo el proceso de liberación
nacional.
El grupo que participa en la "Operación Rosaura" no lo hace con una visión
homogénea, aunque finalmente la asumimos todos. Se discutió sobre la conveniencia
o no de firmarlo, se discutió la presencia de los entregadores –que eran
los hermanos Gustavo y Lorenzo Posse, ajenos a nuestra actividad política–
en quienes veíamos el punto más débil de la operación. Esto se confirmó
luego, ya que la investigación policial se inició a partir de la dilapidación
del dinero que obtuvieron por suministrar el dato, y su escasa fortaleza
para resistir el primer embate policial. También analizamos el comportamiento
operativo, sobre todo de José Luis Nell. Lo hablamos con él y aunque hoy
esté muerto, victima de la violencia de la derecha peronista más nefasta,
creo que es bueno para su memoria hablar de ello.
– Nell estaba armado con una pistola ametralladora y disparó contra el sargento
de policía que custodiaba el dinero...
– El sargento, que estaba a punto de jubilarse, intentó desenfundar su arma
y José Luis disparó. La ráfaga hirió al agente y a tres empleados, y mató
a un ordenanza y al chofer de la camioneta que transportaba el dinero. Para
entender la conducta de José Luis en el operativo del Policlínico Bancario,
hay que saber que tenía una profunda formación militar, primero en el Liceo
Militar y luego en el grupo de milicias de Tacuara. Con esa arraigada formación
llega al Policlínico Bancario, y por eso da una voz de alto –fuerte y clara–
desde cinco metros de donde estaban descargando el furgón con el dinero.
Si en vez de ello hubiese dado cinco zancadas y abordado de cerca –como
habría hecho cualquier bandido– no habríamos tenido que lamentar las víctimas,
que no respondieron a la voz militar de "¡alto!".
Él comprendió posteriormente el error, pero ya era tarde para hacer una
autocrítica. El daño estaba hecho y comprometió la limpieza de la recuperación
del dinero. Esto caló profundamente en el MNRT, a tal punto que a partir
de la "Operación Rosaura" no se realizaron más operativos militares, ni
de rescate de armamento, ni de dinero.
– ¿Y cómo ves aquel hecho más de cuatro décadas después?
– Hoy lo considero un lamentable acontecimiento y en aquel momento también,
aunque se lo haya idealizado, fruto del desarrollo de la teoría del "foco"
guerrillero urbano, la mala lectura de la experiencia de la revolución argelina
y del trasplante forzado de la experiencia de los rebeldes cubanos con la
toma del poder en enero de 1959.
– ¿Cómo fue la "peronización" del MNRT? ¿Qué papel desempeñaron personajes
como Joe Baxter, José Luis Nell y Jorge Caffatti, por mencionar tres nombres
representativos de aquellos años?
– Ninguno de los tres tenía una experiencia peronista previa. Desde distintos
ángulos provenían del Movimiento Tacuara, al que asumieron como primera
experiencia política, sobre todo por su carácter nacionalista y revisionista
de la historia y por una sensibilidad social particular que los podía acercar
a las teorías sociales de la Falange Española o al contenido verbal del
socialismo de Benito Mussolini. De los tres, quien más relación había tenido
con los peronistas era José Luis, por una temprana amistad con Envar El
Kadri.
Al final, ninguno de ellos se sentía cómodo dentro de Tacuara por el abuso
de las teorías nazis y fascistas que primaban ideológicamente. El triunfo
peronista del 18 de marzo de 1962 –cuando Andrés Framini, dirigente sindical
de los textiles, gana la elección para gobernador en la provincia de Buenos
Aires– acelera la ruptura de todo un grupo con la Tacuara de Ezcurra Uriburu.
En ese grupo estaban Joe, José Luis y Jorge, además de Alfredo Roca, Tommy
Rivaric, Alfredo Ossorio, Jorge Cataldo, Rubén Rodríguez, Mario Duhay, Amílcar
Fidanza y unos cuantos más. La propuesta era abandonar los rescoldos de
aquella ideología nazi-facho-falangista y asumir al peronismo como vehículo
para la liberación nacional.
Para resumir, podría decirse que Joe Baxter giraba más a la izquierda, José
Luis Nell apostaba más por una vanguardia detonante y Jorge Caffatti lo
hacía hacia aspectos más populares; los tres siempre dentro del marco peronista.
La lectura de teóricos como Juan José Hernández Arregui, John William Cooke
y Jorge Abelardo Ramos nos abre una nueva perspectiva, incluso hacia un
peronismo que podría considerarse "de izquierda", aunque algunos den alaridos
escandalizados. Pero nadie podrá negar que éramos peronistas y que estábamos
dispuestos a la lucha.
– Y en este proceso de cambios, ¿cómo se produce tu integración a las Fuerzas
Armadas Peronistas y al Peronismo de Base?
– Cuando surgen las FAP, yo estoy preso en la cárcel de Villa Devoto. El
conocimiento que tengo es de segunda mano. Claro que es una segunda mano
de lujo, porque quien primero nos habla de ellas es Carlitos Caride, que
también había sido detenido. Para esto ya habían caído Cacho El Kadri y
los compañeros que estaban preparando el foco rural en la localidad tucumana
de Taco Ralo. Más adelante –y siempre en prisión– Cacho corrobora y amplía
todo lo charlado con Carlitos en los largos días de cárcel.
La idea de crear una Fuerza Armada Peronista independiente surge en 1963
en el seno del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), pero tras su desmembramiento
y disolución Cacho El Kadri retoma el plan a finales de 1966 o principios
de 1967, con su estructura nacional del Movimiento de la Juventud Peronista,
algunos compañeros que estaban en libertad del ya desaparecido MNRT y otros
provenientes del grupo de John William Cooke, como Amanda Peralta.
En la prehistoria de las FAP se realizan acciones de expropiaciones de armas
y de dinero con la idea de crear una sólida infraestructura político-militar.
Y antes de hacerse pública su aparición, surgen las primeras contradicciones
con relación a la metodología a emplear. El Kadri impulsa la creación de
un foco guerrillero rural, mientras que Caride y el grupo de ex MNRT aboga
por la guerrilla urbana. La discusión se zanja conciliando ambas formas
de lucha. Las detenciones del grupo de compañeros en Taco Ralo, en 1968,
precipitan las cosas y al poco tiempo de esa caída aparecen públicamente
las FAP en acciones operativas de tipo urbano.
– Hace un momento dijiste que luego de la experiencia del asalto al Policlínico
Bancario MNR Tacuara decidió no realizar más operativos militares para conseguir
armamento o dinero. ¿Cómo se entiende entonces esta nueva opción por la
guerrilla urbana?
– Desde la cárcel y después de mi experiencia en el MNRT, yo veía con reticencias
la aparición de esta nueva vanguardia armada dispuesta a liderar el proceso
de liberación nacional. Esto ya lo habíamos discutido desde la prisión,
a través de cartas, con los ex MNRT que aún quedaban en libertad, tomando
como base Revolución en la revolución, el libro de Regis Debray. Sin embargo,
las charlas con Carlitos Caride y luego con Cacho El Kadri fueron disipando
esas reticencias. Ellos nos hablaban de una estructura nacional creada a
partir del Movimiento de la Juventud Peronista, el acercamiento de antiguos
activistas de la Resistencia Peronista, de la Juventud Revolucionaria Peronista,
de sindicalistas que estaban fuera del vandorismo y de otros grupos provenientes
de la corriente católica de la teología de la liberación, de sectores de
las Cátedras Nacionales e, incluso, del Movimiento de Cine y Liberación.
– ¿Y a partir de entonces cuál era la diferencia en el modo de operar con
el MNRT?
– Esto no era ya la estructura cerrada del viejo MNRT. Se abría hacia un
abanico más amplio de sectores sociales, incluso se sumaban algunos sindicalistas
y antiguos militares peronistas, por supuesto degradados por la "revolución
libertadora". Sin embargo, la estructura se mantenía férreamente militarizada
en compartimentos estancos, lo que no favorecía la ampliación masiva de
una fórmula que estaba creando simpatías en la masa peronista.
Los términos de unidad política por ese entonces son bastante genéricos:
se luchaba por el retorno de Perón y por las tres banderas justicialistas.
Las contradicciones giraban en torno al socialismo y al marxismo que algunos
compañeros impulsaban, mientras que otros eran muy remisos a estas formas
ideológicas. Ante este panorama fue natural que los presos del MNRT nos
identificáramos con las FAP. Luego se crea el Peronismo de Base (PB) para
ampliar el desarrollo en los frentes de lucha de la clase trabajadora peronista
que culmina en la formulación de la "alternativa independiente de la clase
obrera peronista".
– En aquella época, ¿cómo veían las FAP a las otras dos organizaciones armadas
peronistas –los Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)–
y cuáles eran las diferencias con ellas?
Hay dos realidades diferentes con Montoneros y FAR. La que se vivió en la
calle y la que viví yo, junto a otros compañeros de las FAP, en la prisión.
Y también hay períodos diferentes. Cuando las dos organizaciones aparecieron
en el panorama político, la relación fue fraternal y solidaria. Se intercambiaba
información, se facilitaban infraestructuras. Este hermanamiento desembocó
en algunas operaciones politico-militares conjuntas que se hicieron bajo
la denominación de Organizaciones Armadas Peronistas (OAP).
Luego las diferencias políticas separaron a unos y acercaron a otros. Concretamente
alejaron a Montoneros mientras que con las FAR se produjo un mayor acercamiento,
al punto que en algún momento ellos se plantearon integrarse en las FAP.
¿Cuales eran las diferencias? Ellos asumían el peronismo acríticamente y
eso para las FAP era intolerable, porque suponía no respetar ni valorar
todo el proceso político y de resistencia anterior y no cuestionar ninguno
de los ángulos cuestionables de Juan Perón, ni ver las diferencias ideológicas
que había dentro del peronismo. Para verlo más claro: para ellos era lo
mismo un empresario peronista como José Ber Gelbart que un obrero anónimo
que también se reconocía peronista.
A medida que esas organizaciones se fueron desarrollando, comenzaron a aparecer
los matices. Mientras los Montoneros adoptaban una actitud más movimientista
y les daba lo mismo ocho que ochenta, las FAR asumían el peronismo desde
una clara posición de izquierda y a Perón lo miraban de reojo y con desconfianza.
Finalmente las FAR fueron seducidas por la masiva adscripción a Montoneros
de grandes sectores de la juventud de clase media y terminaron fagocitados
por ellos y perdiendo aquella identidad que los hacía diferentes.
En la cárcel conviví con muchos compañeros de ambas organizaciones. Me llevaba
bien con ellos, especialmente con los de las FAR que eran menos rigurosos
en sus planteamientos de convivencia, más flexibles. Y aún me duele la muerte
absurda de muchos de ellos. Me daba bronca que se saltaran los 18 años de
lucha de la clase trabajadora peronista, pero a decir la verdad las FAR
eran más respetuosas con eso que los Montos, para quienes el proceso político
comenzó cuando ellos mataron a Aramburu en junio de 1970. Como decía un
compañero de las FAP, el "Toto" Franco, "para ellos la historia peronista
es como en el cine continuado: la película empezó cuando llegaron".
– ¿Qué balance hacés hoy de la década del 70? ¿Qué considerás entre los
aciertos de las organizaciones armadas y qué entre los errores?
– Acertaron en crear una conciencia política en una generación que hasta
ese entonces parece que en Argentina habían vivido en Babia. Jóvenes que
no sabían quien había sido Juan Manuel de Rosas ni Facundo Quiroga descubrieron
que, además de las figuritas que le habían mostrado en la escuela, había
otros próceres, mucho más enraizados con la Argentina real, y no con la
que nos gestó el imperio colonial. Y la pifiaron en no valorar el carácter
contradictorio de las fuerzas políticas que confluían en el peronismo y
en una soberbia desmedida que los llevó a enfrentarse con Perón.
– ¿Qué representó el exilio? ¿Qué fue lo bueno, lo malo y lo feo?
– El exilio de un muchacho peronista, libro ya terminado pero a la espera
de que una mano profesional corrija y documente con calma, trata largamente
este tema. La opción de vivir fuera de Argentina surge en el año 1974, cuando
crecía la espiral de violencia entre la derecha peronista y los Montoneros
y otras organizaciones de la izquierda armada. El asesinato en 1974 del
periodista Pedro Leopoldo Barraza –un compañero que había señalado a los
responsables del secuestro y muerte de Felipe Vallese en 1962– actuó como
detonante final. Un grupo de compañeros amenazados por la Triple A decidimos
irnos para no comprometernos en un proceso de violencia al que le augurábamos
un mal fin. Fue un presagio que lamentablemente se cumplió.
Cuando uno emprende el camino del exilio, piensa que este trayecto será
corto, que a los pocos meses o tal vez en un año podrá regresar, que las
cosas cambiarán para bien. Y con esa ilusión partí. Pero los acontecimientos
no posibilitaron el retorno. Primero aumentó la espiral de violencia. Luego
llegó la dictadura militar. Después vinieron los gobiernos conciliadores
de Alfonsín y Menem con los asesinos más crueles de nuestra historia. Todo
eso determinó que mi exilio se prolongara, porque decidí que hasta que no
se haga justicia con esa parte de nuestra historia optaré por vivir en España.
Y no me arrepiento de esta decisión, ya que en España conocí –como dicen
los gitanos– el bien más preciado que tiene el hombre que es la libertad,
algo que yo no conocí en Argentina. Haciendo cuentas, pasé más de la mitad
de mi juventud detrás de las rejas.
Cuando era un niño, todos los domingos se celebran asados en la casa de
mi tío Francisco "Paco" Arbelos –que en gloria esté– y esos asados terminaban
siempre cantando, porque no faltaba alguien que aportara una guitarrra.
Y generalmente se cantaba la Marcha Peronista como culminación. A partir
de septiembre de 1955, los asados se siguieron haciendo con menor frecuencia,
pero ya no se cantaba "la marchita". Y si alguien lo intentaba, se lo hacía
callar de inmediato. Ésa era la libertad de "libertadora" que conocí con
apenas 11 años. Después, ya en el conflicto entre enseñanza libre o laica,
en 1958 empecé a correr delante de la policía y creo que no paré hasta 1974.
Siempre la policía por detrás. La libertad para mí en Argentina fue una
entelequia, pero en España tuve el privilegio de ser testigo de todo el
proceso de recuperación de la democracia tras la muerte del dictador Francisco
Franco. Esto es lo bueno de mi exilio.
Lo malo es todo lo que se queda por detrás, las ilusiones, los sueños, los
olores y sabores de la infancia, una idiosincrasia que hay que ir transformando,
treinta años de vida en Argentina y el dolor que muchos amigos y compañeros
ya no están…
Lo feo tiene otros ribetes y está relacionado con los compañeros que no
pudieron soportar el exilio, y se fueron bebiendo un alcohol amargo que
les hizo dejar la vida en estas tierras, como el caso del "Gallego" Salvador
Buzzeta o el "Toto" Franco en Brasil. Y algunos comportamientos nada solidarios
de quienes creías tus compañeros también afean este exilio. Pero frente
a esto está el recuerdo de la entereza y sonrisa de muchos otros y, sobre
todo, la enorme solidaridad el pueblo español que muchas veces al evocarla
en anécdotas me llena los ojos de lágrimas, por la felicidad de haber compartido
tamaña entrega.
– Ya que hablamos del exilio, ¿cómo surge la idea de este libro? ¿Es un
último ajuste de cuentas político o vendrán otros?
– En España, y especialmente en Andalucía donde vivo, nunca se habla del
último o la última. Siempre es la penúltima copa, la penúltima despedida
y así sucesivamente, porque el último es un viaje sin regreso. Por otra
parte, Lo que vendrá es un tango que nos dejó el maestro Astor Piazolla
y la respuesta la dejó en suspenso, tal como yo dejo ésta.
La idea de plasmar en un libro mi experiencia durante estos años surge de
una larga serie de conversaciones con Alfredo Ossorio, paseando por Granada
en 2004. Él me impulsó a hacerlo a cuenta de las cosas que yo le iba contando
sobre este exilio y lo que pensaba sobre la realidad que había vivido. No
es casual que la idea surja de Ossorio: él fue mi primer compañero en 1958
y batallamos juntos hasta que el año de 1974 nos separó en los espacios
geográficos, ya que él decidió exiliarse en Mexico. Uno de los últimos capítulos
de El exilio de un muchacho peronista está dedicado casi por entero a él
y a la relación que sostuvimos a lo largo de los años. Digamos que estuvimos
30 años sin vernos, pero al reencontrarnos fue como si nos hubiéramos dejado
de ver ayer. Nos entendimos como lo hicimos toda la vida, incluso saltándole
por encima a un periodista que quería hacernos una entrevista. Ni siquiera
se habían perdido las viejas complicidades y los guiños. El me convenció
de hacer el libro, porque sostenía que la memoria de estos años no se debía
perder y porque mi memoria individual era una memoria colectiva. Así lo
entendí yo también, pero lo comprometí a que él escribiera el prólogo.
En cuanto al "ajuste de cuentas", yo tengo todas mis cuentas saldadas. Y
si después de leer mi libro algún personaje o personajillo considera que
estoy ajustando cuentas con él, será porque tal vez me deba algo.
Fuente: www.nacionalypopular.com

Joe
Baxter, símbolo de una época
Por Esteban Crevari, 2003
Los episodios vinculados al fenómeno de la insurrección armada protagonizados
por las organizaciones guerrilleras argentinas cuentan -al menos desde el
retorno de la democracia- con abundante información literaria y documental.
Aquellos -como yo- que cuentan con un particular interés sobre esta compleja
e intrincada etapa de la historia argentina, pueden llegar a coincidir en
una cuestión singular: toda vez que se procede a releer a las diferentes
y profusas publicaciones, siempre ofrecen algún nuevo detalle desde donde
resulta posible repensar a uno de los ciclos de mayor movilización social
y de mayor virulencia que registramos como país.
Las primeras impresiones que se establecen al adentrarse en dicha temática;
coadyuvadas por los estigmas y la cristalización de la historia convencional,
tienden a reafirmar los esquemas políticos y doctrinarios de las diferentes
organizaciones juveniles (juntamente a los modos de operar en materia de
acción directa), como a los perfiles de los máximos protagonistas y responsables
políticos en un parcializado contexto político de época. Desde dicho encuadre
metodológico uno tras otro van acumulándose diferentes trabajos que tanto
desde el rechazo visceral, como del rescate y la reivindicación, tienden
a engrosar posiciones polares desde las cuales -más allá de ciertos intentos-
no se advierten posibilidades de arribar a una síntesis pretendidamente
de función cauterizadora.
Es que probablemente lo más atinado se vincule con empezar a pensar la historia
desde lo que fue: una verdadera tragedia.
Como bien se desprende de los diversos trabajos publicados por el Doctor
Arnoldo Siperman; fundamentalmente aquel en donde analiza el pensamiento
trágico desde la óptica de Isaiah Berlin, la tragedia griega fue un recurso
desde el cual se canalizaban representaciones concretas de determinados
conflictos a los que la política como actividad esencial de la vida pública
no alcanzaba a dar cuenta. La vida y la muerte; la vejez y la juventud;
el complejo de Edipo; constituyen algunos ejemplos en los que la dramatización
griega daba cuenta de ciertas díadas propias de la condición humana.
Los sucesos comprendidos en el período que transcurre entre 1955 y 1983
merecen ser vistos de acuerdo a dicha óptica. Así como la tragedia del fenómeno
insurreccional se inscribe fundamentalmente en términos ambientales, la
violencia constituye el fluido que se deriva directamente de un contexto
en el que la convulsión fue la regla más que la excepción, junto a un colectivo
desdén por toda forma asimilable a la democracia como forma de vida.
Es lógico suponer que en aquel medio turbulento surgieran individuos motivados
existencialmente por una pulsión primordial: el protagonismo como derivado
de la acción directa; o como se solía afirmar: la primacía de la praxis.
Lo que probablemente hoy pueda ser incluido dentro de los cánones de un
comportamiento eminentemente errático, al menos a la luz de cierto eclecticismo
ideológico, resultó en aquellos tiempos un fenómeno muy usual. Es el caso
que se desprende de un singular personaje como Joe Baxter.
Sus primeros pasos de actividad política fueron en la organización Tacuara,
de neto corte nacionalista, católica anticomunista, antidemocrática y antisemita
del que surgirían años después destacados cuadros de Montoneros; fundamentalmente
en la agrupación Tacuara del Colegio Nacional de Buenos Aires.
En 1962 y desde dicha organización, Joe Baxter -también conocido con el
nombre de guerra Rafael- cobraría cierta notoriedad a partir del millonario
atraco perpetrado al Policlínico Bancario. Aunque nunca del todo aclarado,
lo extraído habría sido destinado a acrecentar los fondos de la causa nacionalista.
Con idéntico compromiso, Baxter posteriormente asumiría posiciones opuestas
-aunque similarmente radicalizadas- que lo llevarían a revistar cerca del
Movimiento Tupamaros del Uruguay, fundamentalmente como consecuencia de
un obligado exilio en Montevideo mientras huía de la justicia argentina.
Sin embargo el verdadero desenfreno recién comenzaba. Uruguay sólo sería
un punto de permanencia transitoria mientras se volcaba a viajar por el
mundo con pasaporte falso a fin de preservar eficazmente su identidad. Desde
esa vida extremadamente vertiginosa, donde la ideología sólo representaba
un transporte hacia la acción, Baxter llevaría a cabo un periplo increíble
entrevistándose con Perón en Madrid, con Nasser en El Cairo y con Ben Bella
en Argelia. En su paso por España tendría un romance circunstancial con
la actriz Ava Gardner, y nuevamente en Uruguay (en la localidad de Punta
Carretas) procedería a reunirse con el ex presidente brasileño Joao Goulart
quien en ese momento también se encontraba en Montevideo en calidad de exiliado.
Su peregrinar no terminaría allí. Viajaría a China para recibir entrenamiento
militar y posteriormente se haría presente en Vietnam donde disfrazado de
militar, ingresaría al club de oficiales del ejército norteamericano acantonado
en Saigón. Por tal suceso Ho Chi Minh lo condecoraría con una medalla al
valor. En 1968 viajaría a Cuba con su compañera boliviana Ruth, y allí nacería
su hija Mariana.
En junio de 1970 Joe Baxter llevaría a cabo un nuevo giro. A partir de la
amistad con Mario Roberto Santucho viajaría a las islas Lechiguanas en el
extremo norte del Delta del Paraná para formar parte de la fundación del
Ejército Revolucionario del Pueblo durante el desarrollo del V Congreso
del Partido Revolucionario del Pueblo. Su participación no estaría limitada
a una mera presencia física: junto a Santucho modificarían sustancialmente
el documento original que previamente había redactado Urteaga para la consideración
del plenario de delegados.
En septiembre de 1970, se daría lugar al "bautismo de fuego" de la nueva
organización portadora de una estrella roja de cinco puntas como estandarte.
El blanco elegido sería la Comisaría 24 de Rosario, y en dicho acto morirían
dos agentes policiales. Dicho episodio dio lugar a la primer crisis interna
de la organización, donde Baxter criticaría ácidamente al proceder por las
bajas ocasionadas. Dicha crítica no quedaría inadvertida ya que la animosidad
hacia Rafael se incrementaría. Al desdén del que resultaba objeto por su
eventual inconsecuencia y charlatanería, se agregaría ahora el calificativo
de "morenista" (propio de quienes expresaban una "línea blanda" semejante
a la que desde Palabra Obrera esgrimiese Nahuel Moreno en tiempos de organización
del PRT).
Aunque permanecería un tiempo más como responsable de ciertos operativos
delegados por la conducción central del ERP, con destinos internos y en
el exterior (Chile), poco a poco Baxter sería marginado de los ámbitos de
decisión. En 1971 sería separado del Comité Ejecutivo acusado de ineficiencia.
La crisis se incrementaría aún más como consecuencia de las críticas propinadas
a los fugados del penal de Rawson, a los que responsabilizaba de haber abandonado
a sus pares posteriormente asesinados.
Víctima del descrédito y probablemente también preso de una singular ansiedad
Baxter abandonaría el ERP luego de una escisión interna de la que surgiría
la fracción ERP-22 de Agosto (que cobraría celebridad a partir del asesinato
del almirante Hermes Quijada en 1973) y PRT Fracción Roja a la que el incansable
personaje en cuestión se sumaría por poco tiempo más.
Joe Baxter fue sorprendido por la muerte de una manera que probablemente
pueda ser absolutamente homologable al desenfreno de su vida. El 11 de julio
de 1973 el avión que lo conducía a Francia se estrellaría en el aeropuerto
de Orly.
Paradójicamente, y como se afirmara en un principio, a pesar de la múltiple
y dinámica participación de Rafael en numerosos episodios trascendentes
la historia le reservó tan sólo un lugar marginal, probablemente como consecuencia
de un simétrico odio o desprecio del que resultó objeto por izquierda o
por derecha.
Probablemente la vida de este personaje sea objeto de algún trabajo cinematográfico.
Pero aunque la intensidad de sus años vividos amerita sobradamente un proyecto
de esta naturaleza, por ahora este tipo de testimonios permanecen en un
estado de virtual negación o indiferencia.
Es desde dicha omisión donde es posible afirmar que lo que aún no se ha
indagado con el rigor necesario y que la historia convencional precisamente
ha condenado a circunstanciales espacios de pie de página, merece una nueva
vuelta de tuerca en términos de investigación.
Es necesario analizar este proceso histórico a la luz de la efervescencia
social de la época y la tremenda inducción que precipitó a una infinidad
de jóvenes a sumarse -muchas veces hasta como "moda"- a una pléyade de proyectos
cuyo común denominador fue el pretender cambiar diametralmente al mundo
como actores involuntarios de una tragedia en la que se entrecruzan compromiso,
valor, voluntarismo, soberbia, hermetismo, candor, romance, violencia, amor,
muerte y desolación... El gordo Joe Baxter es el producto de una época.
Fuente: PaisGlobal

"El
M.N.R.T. es peronista y revolucionario"
[Comunicado de Tacuara, 1º de mayo de 1964]
A un mes de la detención de numerosos camaradas, acusados de haber asaltado
el Policlínico Bancario, un mes que la prensa y los servicios de acción
sicológica del régimen aprovecharon para difamarlos y sembrar confusión
en el pueblo argentino, el Movimiento Nacionalista Revolucionario TACUARA
refirma nuevamente con claridad su total identificación con el Movimiento
Peronista y su jefe indiscutido, el General PERÓN.
No vamos a contestar ni uno solo de los agravios inferidos por la pasquimería
liberal, ni siquiera al diario "El Mundo" y su director Marcos Berodsnik
que indudablemente llevó la delantera, junto con el Partido Comunista, en
el desenfreno por hacer del M.N.R.T. "una banda de asesinos de ideología
extremista", como le califican. No nos llegan los ataques personales, cuando
lo que está en peligro es la organización misma de la Patria, como consecuencia
de la acción desintegradora del imperialismo y la oligarquía local, que
han subvertido todos los valores, espirituales, religiosos, económicos y
políticos, al cabo de ocho años de planificación devastadora.
Pero vamos a precisar, sí, las causas que condujeron a la Argentina a la
situación de caos y miseria en que se halla postrada, y los ideales que
motivan el accionar de TACUARA, junto a los cuadros revolucionarios del
Movimiento Peronista.
Primero: En 1955 un golpe de estado termina con diez años de legalidad popular.
El gobierno peronista, expresión democrática de las masas argentinas, es
vencido por medio de la violencia y la represión; el revanchismo más crudo
es ejercitado por el gobierno de facto contra el pueblo, al tiempo que se
desentierran viejos personeros de la década infame, para la ejecución de
planes económicos dictados por la extranjería. Desde entonces, la fuerza,
la VIOLENCIA, reemplaza al derecho porque es éste el único método con que
la oligarquía puede conservar sus privilegios y tratar de doblegar la voluntad
de un pueblo que, durante una década de gobierno peronista, se acostumbró
a participar del poder y gozar del derecho a la vida, que antes era privilegio
de unos pocos a costa de la bárbara explotación de los más.
Segundo: La traición del frondizismo y toda la burguesía, que capituló ante
la oligarquía y el imperialismo y cuyo broche final fue la anulación de
los históricos comicios del 18 de marzo, señala que la experiencia liberal
está definitivamente agotada en el país, y que nuevos métodos se imponen
para esta nueva realidad. El fraude vergonzoso del 7 de julio confirma que
las masas peronistas jamás tendrán acceso al poder por vías pacíficas, porque
los sectores del privilegio no son suicidas y tienen perfectamente claro
que el Movimiento Peronista en el poder significa la REVOLUCIÓN NACIONAL
que terminará con ellos.
Tercero: Por todo lo antedicho, el General Perón, conductor de la Patria
y del movimiento de masas, viene ratificando desde hace tiempo la necesidad
de organizarse para la lucha. NO HABRÁ SALIDA PACIFICA DENTRO DEL SISTEMA.
"Contra la fuerza bruta -dice Perón- sólo puede ser eficaz la fuerza inteligentemente
manejada". "La guerra civil se gana no sólo en una gran batalla de conjunto,
si no y preferentemente en miles de pequeños combates que se libran en todas
partes y en todo momento".
El M.N.R.T. tiene orgullo en decir que es una de las organizaciones peronistas
que viene cumpliendo con mayor disciplina las instrucciones tácticas y estratégicas
del jefe del movimiento y por eso hoy es atacada de "nazi" o de "izquierdista",
según convenga a la prensa del régimen para desorientar a la opinión pública
y sembrar el confusionismo en las filas del pueblo, que tanto rechaza, las
copias simiescas de nuestros "nacionalistas" a la violeta paradójicamente
europeizantes, como la declamatoria liberal e hipócrita de la izquierda,
que siempre ha servido a los intereses de la oligarquía y del imperialismo.
El M.N.R.T. TACUARA no es, por lo tanto, ni de "derecha" ni de "izquierda",
porque tanto unas como otras son, conciente o inconcientemente -que para
el caso es lo mismo- sostenedoras del régimen de explotación. El M.N.R.T.
es PERONISTA y REVOLUCIONARIO, y seguirá luchando junto al pueblo como una
de las tantas organizaciones del Movimiento Nacional que librarán la batalla
definitiva por la liberación de la Patria.
Por ello, y ante la crisis total del sistema liberal-capitalista, el M.N.R.T.,
reunido su Comando Nacional en sesión extraordinaria, ha resuelto:
- Disponer el estado de movilización general de todos sus cuadros, para
reorganizarse y continuar la lucha de acuerdo a las directivas emanadas
del Estado Mayor de las Fuerzas del Pueblo, cuya jefatura ejerce el General
Perón.
- Imponer el PROGRAMA DE HUERTA GRANDE, olvidado por la dirección claudicante,
a través de la movilización popular y la lucha armada.
- Rescatar a los prisioneros de guerra que el Ejército de Ocupación secuestró:
Cafatti, Nell, Duhay, Rivaric, Rossi, y demás combatientes.
LA PATRIA SERA LIBRE O LA BANDERA FLAMEARA SOBRE SUS RUINAS, ¡PERÓN O MUERTE!
Buenos Aires, 1° de Mayo de 1964.
Fuente: CEDEMA

Siete
generales para medio continente
[Qué pasaba en América Latina en 1969 - Revista Panorama, enero 1969]
Cuando el mariscal Arthur da Costa e Silva clausuró el Congreso brasileño,
el último 13 de diciembre, el semanario norteamericano "Time" se apresuró
a anotar: tres de cada cuatro sudamericanos viven bajo regímenes militares.
El cálculo, proyectado al ámbito latinoamericano (230 millones de habitantes),
sigue siendo impactante: el 57 por ciento de la población está gobernada
por generales-presidentes.
América Latina aparece como el área más militarizada del mundo. Los observadores
extranjeros suelen explicar este fenómeno de manera sumaria. Una oleada
militar barre con las instituciones democráticas sin otro propósito (o ideología)
que la toma del poder lisa y llana. Se realizaría así un ideal hedónico:
ministerios, embajadas, reparticiones caen en manos de una casta armada,
su parentela y sus amistades. Como cualquier otra generalización, tal hipótesis
se corresponde con la realidad sólo en parte. Son muchos los casos en que
los militares reaccionan frente a estos síntomas que les parecen disgregantes:
• Inoperancia de los gobiernos civiles;
• Excesiva fragmentación en partidos políticos irreconciliables;
• Carencia de un ideal nacional aglutinante que permita llevar a cabo proyectos
de desarrollo económico y social.
• El fantasma del comunismo que aparece detrás de cada intento "hacia el
cambio".
El esquema militar ofrece, en cambio, estas ventajas:
• Verticalidad de los mandos.
• Ideas claras acerca de las reformas necesarias. Voluntarismo para aplicarlas.
• Invulnerabilidad ideológica (por ejemplo: pueden comerciar con el bloque
comunista sin riesgos de contaminación).
• Cierto grado de expectativa inicial que permite superar enfrentamientos
internos y se confunde fácilmente con el consenso popular o la unión nacional,
A partir de este "plafond" hacen su experiencia los militares en función
de gobierno. Es decir: comienzan a toparse con la realidad; las viejas estructuras
paralizadoras, los grupos de presión externos e internos, la propia ineficacia
o inexperiencia, la complejidad de una situación global que no se concilia
con los esquemas simplificadores.
En todo caso, un enfoque fotográfico de la realidad militar de Latinoamérica
permite distinguir corrientes castrenses parecidas en las formas, pero divergentes
en los contenidos. O sea, "modelos".
Espectro
Aunque en todos los ejércitos coexisten tendencias contradictorias, verdaderos
"partidos castrenses", allí donde una corriente ideológica recibe apoyo
mayoritario de la oficialidad y se encaraman (o no) al aparato del Estado,
se da un modelo representativo de su propia tendencia:
• El general-presidente Juan Velasco Alvarado, en Perú, es tal vez quien
mejor ilustra el "militarismo nacionalista", capaz -en principio- de afrontar
tensiones internacionales para realizar su propio esquema interno.
• La administración del marisca! Arthur da Costa e Silva, en Brasil, ilustra
el "liberalismo compulsivo". En este caso el ejercicio del poder es autoritario,
pero sus actos refuerzan el viejo sistema de origen liberal. Estos gobiernos
nacen cuando las instituciones democráticas por medio del voto, levantan
estadistas que amenazan intereses y estructura tradicionales (vulgo oligarquía).
Los "Iiberales compulsivos" son una versión blindada del Gattopardo ("cambiar
algo para que nada cambie").
• Finalmente están los cuerpos armados que se recluyen en su misión específica
y abandonan la política a los políticos. Chile y Uruguay, países que no
conocieron gobiernos militares en períodos recientes, exhiben el tercer
modelo de ejércitos. Los que, por su naturaleza, no podrían tener sitio
en un análisis del golpismo.
Nacionalistas
"Es inútil esperar que el cuerpo militar pueda, por sí mismo, trasformarse
(en sentido nacional). Es necesario que el Estado lo obligue, en virtud
de una idea general de los intereses nacionales". La frase pertenece al
general Charles de Gaulle, pináculo occidental de militar nacionalista.
En América latina no hay oficial de esa tendencia que no admire al presidente
de Francia ni lo tome como ejemplo a seguir. La toma del poder, en tal lógica,
aparece como el paso primero hacia la revolución nacional.
En Perú, en el CAEM -Centro de Altos Estudios Militares- muchos oficiales
analizan temas de reivindicación nacional. Se asoman también a los (correlativos)
problemas sociales. Ambas preocupaciones, evidentes ya a comienzos de la
década del 60, les valió el mote de "nasseristas". Pero estos uniformados
no aceptan el calificativo de reminiscencia musulmana; recuerdan sus simpatías
-de católicos- por la iglesia progresista. Exaltan a De Gaulle y dicen inspirarse
en la más pura tradición occidental: "Ya que la injusticia armada es la
más peligrosa" -según Aristóteles-, estos uniformados se prometen implantar
la justicia armada cuando el sistema democrático -con gobierno conservador
y amigo de intereses extranjeros- amenaza el patrimonio nacional y paraliza
el desarrollo económico-social.
Llegaron a conclusiones golpistas por obra de las circunstancias, casi a
regañadientes. Si los gobiernos civiles hubieran ejecutado algunas consignas
nacionalistas habrían permanecido en los cuarteles. Así parece demostrarlo
el caso peruano.
En febrero de 1960, bajo la presidencia -civil- de Manuel Prado, las Fuerzas
Armadas elevaron al mandatario un memorándum, secreto, que pedía la nacionalización
de los yacimientos petrolíferos de La Brea y Fariñas, otorgados en concesión
a una subsidiaria de la Standard Oil de Nueva Jersey. En aquel momento el
Parlamento debatía la situación petrolera, que reconoce este antecedente:
la compañía adeudaba cuantiosos impuestos al fisco y, por añadidura, pretendía
recibir nuevas concesiones.
El conservador Prado no accedió a nacionalizar, tampoco se atrevió a favorecer
a la Standard. Hubo, en cambio, maniobras que desplazaron a los nacionalistas
de la cúspide castrense. A mediados de 1962 los militares derrocaron a Prado
y asumieron el poder. La Junta castrense permaneció un año en el Palacio
de Pizarro, para entregar el mando a un presidente (constitucional) que
contaba con su simpatía. En junio de 1963, el general Nicolás Lindiey -presidente
provisional- toma el juramento a su sucesor, Fernando Belaúnde, electo por
el partido Acción Popular. Y Belaúnde promete resolver la cuestión de La
Brea y Fariñas en 90 días.
Pasaron cinco años. Los militares comenzaron a pensar que la promesa presidencial
se demoraba. Recién el 13 de agosto, de 1968 el cauteloso Belaúnde (que
colocaba por encima de todo sus planes de obras públicas e infraestructura
y quizá temía cegar las fuentes de financiación externa con un ataque frontal
a la compañía petrolera) proclamó la nacionalización y dio a conocer sus
términos. Que resultaron sólo formalmente nacionalizadores y en realidad
favorecían a la compañía extranjera. Con rápida consecuencia: el 3 de octubre
el jefe del Estado Mayor conjunto, general Juan Velasco Alvarado, destituye
-y reemplaza- a Belaúnde. Una semana después, manu mílitari, Velasco hace
ocupar yacimientos e instalaciones, que pasan al patrimonio nacional.
Desde ese instante, el gobierno militar recibe amplio respaldo popular.
Al mismo tiempo, entra en dificultades con Washington. Pero Velasco insiste
y concreta otro proyecto demorado: la nacionalización de un fértil latifundio
de 230.000 hectáreas, propiedad de otra compañía norteamericana, la Cerro
de Pasco Co. En esas tierras se hará reforma agraria.
Velasco -y su partido "militar"- intuye que sin compensatorio apoyo popular
no podrá soportar de pie las presiones que le dedican, en el plano interno,
la derecha económica y, desde afuera, los intereses extranjeros afectados.
Por eso suma nacionalismo económico más reforma agraria más programas sociales
más medidas de aliento a la clase media. Naturalmente, en una sociedad piramidal
como la peruana, la fuerza de la base, marginada desde siempre de la vida
nacional, ofrece un débil contrapeso. Es incierto, por lo tanto, el resultado
del forcejeo que experimenta el gobierno; acaso no llegue a "trasformar
el cuerpo militar" como pide el general De Gaulle.
Dificultad adicional: Velasco llegó al poder en brazos de una minoría militar
que suplió con audacia su exigüidad numérica. Importantes sectores de Ejército,
la mayoría naval, amplios grupos aeronáuticos fueron sorprendidos por este
golpe que no desearon. Si toleraron al nuevo gobierno es en virtud de la
cohesión castrense que contribuían a crear estas dos circunstancias: 1)
Víctor Raúl Haya de la Torre, Jefe del resistido partido APRA, tenía chance
de alcanzar en 1964 la presidencia, repitiendo el cuadro que en 1964 sacó
a los militares de sus cuarteles. 2) El gobierno de los Estados Unidos había
interrumpido su ayuda militar al Perú como sanción por la compra de aviones
Mirage a Francia, conceptuados necesarios para la lucha convencional por
todos los estrategas peruanos, sin distinción de ideologías.
El modelo del Perú aparece ahora contenido hasta tanto se solucione el pleito
provocado por la expropiación de La Brea y Pariñas. La aceptación por la
opinión pública internacional de que, en este caso, el gobierno revolucionario
actuó motivado por estrictas razones de justicia, que hacen a la soberanía,
aparece como previa para una eventual profundización del programa nacional-desarrollista.
Liberales violentos
Los militares-presidentes reclutados por el "liberalismo compulsivo" se
distinguen, entre otras características, por lo escuálido de su popularidad.
No convencen a la base, no introducen cambios sustanciales de estructura,
no agitan banderas nacionales. A veces ascendieron entre incertidumbres
y temores; casi siempre los acompañó -al comienzo- la esperanza popular.
De inmediato, se dedicaron a implantar "el orden". Este -severo- fue, sin
embargo, el único cambio, divorciado de la expectativa del país. Así el
inmovilismo y el ordenamiento del envejecido sistema económico-social erosionaron
la confianza y les quitaron consenso a medida que ejercían el poder. Esto
no les interesa demasiado: opinan que el calor popular es sofocante. El
sociólogo Kalman Silvert (liberal, norteamericano) los calificó, quizá con
deliberada ironía, "liberales compulsivos".
El caso típico de esta corriente se ubica en el Brasil. El 31 de marzo de
1964 un golpe militar derribó al presidente (constitucional) Joao Goulart,
quien .había practicado un populismo desordenado, pero al que resultaba
aventurado adjudicarle un comunismo ajeno a su militancia. Esa fue la acusación
que le propinaron los militares brasileños, ratificada -como un eco, a nivel
de declaraciones presidenciales- por Washington. Lo concreto es que Goulart
intentaba poner en marcha un programa económico nacionalista; amenazaba
refinerías petroleras norteamericanas, y proyectaba limitar los envíos de
ganancias por parte de compañías extranjeras con casas matrices en el exterior.
Golpe a la democracia
El golpe liquidó las instituciones democráticas, a través de las cuales
nunca, en ningún país del mundo, el comunismo llegó al poder. El mariscal
Humberto Castelo Branco fue el primero en digitar -y ejercer- el Ejecutivo.
Luego le tocó el turno a Arthur da Costa e Silva, otro mariscal, quien ocupa
todavía el Palacio de Planalto.
En el Brasil se avanza con el buen ritmo tradicional en algunos rubros de
la economía (acero, hidroelectricidad); en contraste, este periodo -aunque
marcial- se conoce como el de mayor grado de penetración foránea en el país.
Lo que caracteriza a esta injerencia no es la introducción de nuevas industrias,
con efecto multiplicador sobre la economía, sino la trasferencia de empresas
y bancos brasileños a capital foráneo. Casi siempre, a precios irrisorios.
Correlativamente, se demora toda justicia distributiva, se archivan los
proyectos de reforma agraria y se mantiene férrea censura sobre la actividad
política y la prensa.
Este proceso se desenvuelve sin reacciones de la mayoría militar. Salvo
casos aislados: El general Peri Bevilacqua - soldado prestigioso e influyente,
pero retirado- propone unir fuerzas contra "la entrega". Incluso en el seno
del gobierno. el general Afonso de Albuquerque Lima, ministro del Interior,
apostrofa lo que en Brasil se conoce como "la invasión de Amazonia", inmensa,
rica y abandonada región. Allí se asentaron hombres de negocios extranjeros,
adquirieron extensos latifundios con minerales estratégicos y se consagraron
a limpiar el territorio de indios brasileños. Corren denuncias de exportación
ilegal de esos minerales -que interesan a la defensa nacional- y no faltan
oficiales que, periódicamente, documentan excesos en la zona.
Para subsistir, el gobierno Costa e Silva se apoya en una dualidad en cierto
modo ficticia, en cierto modo real: "blandos" y "duros", los dos grandes
sectores militares. Ya Castelo Branco había hecho de arbitro entre ambas
corrientes. No cedió totalmente a los "duros", defensores de la dictadura
completa. Admitió un remedo de oposición parlamentaria que satisfizo a los
"blandos". Pero Castelo gobernó condicionado por su ministro de Guerra,
Costa e Silva, entonces jefe de los "duros" y tan influyente que terminó
por capitalizar la sucesión.
Ya en Brasilia, Costa e Silva probó que es un hombre rico en matices. Repitió
la maniobra de Castelo, medió entre "blandos" y "duros". Hasta que, a mediados
de diciembre último, los "duros" presionaron en favor de medidas drásticas.
Costa impuso vacaciones forzosas al Parlamento, extendió la represión.
Tras este acrecentamiento del poder militar se habla nuevamente de "reconquistar
la Amazonia". Según los observadores, dicha insistencia -que podría deteriorar
las relaciones entre los Estados Unidos y el Brasil- difícilmente se llevará
a cabo. Prueba, sin embargo, que los "liberales compulsivos" también conocen
contradicciones. En el balance queda clara la orientación: inmovilizan las
estructuras heredadas del pasado, abren paso a la penetración extranjera,
rechazan la participación popular.
Mapa militar
La relación de fuerzas -a escala latinoamericana- muestra a los liberales
compulsivos como clara mayoría. Miembros de esa corriente integran casi
todos los gobiernos castrenses del área:
• Argentina. En el gobierno Onganía se reflejan las dos tendencias básicas
del Ejército argentino: liberales y nacionalistas. Los observadores puntualizan:
a) el equipo político registra antecedentes nacionalistas (en la linea conservadora);
b) la conducción económica responde ideológicamente a la concepción liberal;
c) el gobierno ha puesto vallas a la penetración extranjera sólo en casos
circunscriptos (acero, usina nuclear), .pero sin poner decididamente en
marcha un plan de crecimiento económico; d) en términos generales, el antiguo
nacionalismo conservador tiende a coexistir con el liberalismo económico.
• Bolivia. Mediante elecciones digitadas gobierna, desde 1965, el general
del aire Rene Barrientos. En el país altiplánico la injerencia extranjera
es importante tanto en el campo económico como en el político. Pese a que
Bolivia tuvo dos generaciones recientes de oficiales nacionalistas que subieron
a Palacio Quemado (Germán Busch -se quitó la vida-, Gualberto Villarroel
-fue asesinado), sus cuadros actuales regresan aceleradamente al liberalismo
compulsivo.
• Paraguay. El general Alfredo Stroessner, presidente desde 1954, es e!
decano de los gobernantes castrenses. Por sus tendencias conservadoras entra
en la categoría de liberal compulsivo. Pero es también exponente de una
generación que tiende a desaparecer, la de caudillos militares paternalistas
al estilo Batista (Cuba), Pérez Jiménez (Venezuela). Trujillo (Dominicana).
• Panamá. En octubre pasado, la Guardia Nacional derribó al recién ungido
presidente (constitucional) Arnulfo Arias, Los coroneles Pinilla y Urrutia
accedieron al poder en calidad de copresidentes. Aparentemente, se proponen
zanjar con Estados Unidos el nuevo acuerdo para la explotación del Canal
de Panamá y dejar entonces el Palacio de las Garzas. Desde luego, después
de orquestar una combinación interpartidaria que los satisfaga.
• El Salvador. A partir de 1962, en que se hizo presidente el coronel Julio
Rivera, los militaras procuran legalizarse por medio de un partido ad hoc.
Así logran sucederse a si mismos. El régimen - presidido hoy por e! coronel
Fidel Sánchez Hernández- tolera .una oposición moderada, con representación
parlamentaria.
• Honduras. Variante del anterior, a partir de 1965 en que el coronel Oswaldo
López Arellano derribó el gobierno constitucional.
De este cuadro se desprende que sólo el gobierno de! Perú entrarla nítidamente
en el grupo nacionalista. Esa corriente representa, entonces, nada más que
al 10 por ciento de las poblaciones gobernadas por generales. El 90 por
ciento restante está en manos de liberales compulsivos o reconoce una fuerte
influencia de esa corriente.
En cuanto a los gobiernos civiles de América latina (43 por ciento de la
población total), sólo excepcionalmente exhiben democracias de funcionamiento
abierto. Hay dictaduras civiles mucho más férreas que los gobiernos militares
(Haití). Y en el segundo país en población del área -México- se erige un
sistema que monopoliza la suma del poder desde hace medio siglo.
La división política del continente, por lo tanto, no se agota en el esquema
"democracia o gobierno militar". En la medida en que la democracia formal
se muestra incapaz de superar el sistema tradicional y marchar hacia una
política coherente de cambio tiende a ser sustituida por generales de tres
o cuatro estrellas. Los cuales trasladan a las Fuerzas Armadas el dilema
de proteger las viejas estructuras o renovarlas. Es decir, que eligen entre
ser "liberales compulsivos" o "nacionales". También aceptan "la prueba de
la eficacia". Lo que todavía no se sabe, en esta etapa del proceso latinoamericano,
es lo que vendrá después, si los gobiernos castrenses no convalidan sus
manifiestos iniciales.
Fuente: www.magicasruinas.com.ar

Comentario
sobre "Tacuara, la pólvora y la sangre", de Roberto Bardini
Por Giselle Dexter (*)
San Diego, California, 2003.
"Tacuara, la pólvora y la sangre", un nuevo libro del periodista e historiador
Roberto Bardini, ya está en las librerías de Buenos Aires, después de algunas
peripecias que demoraron su publicación durante un año.
Los originales fueron entregados a la editorial Océano, de México, en octubre
del 2001 y salió de imprenta en enero del año siguiente. Pero no alcanzó
a distribuirse, porque entre una cosa y otra, se desencadenó en Argentina
la crisis del "corralito" y la reacción del "cacerolazo". Estas circunstancias
provocaron que el libro no se enviara al país y que terminara apilado en
una bodega del Distrito Federal hasta ahora.
Soy la autora -sin firma- del texto que figura en la contratapa de "Tacuara,
la pólvora y la sangre", que transcribo a continuación:
"Todavía hoy cuando se menciona al movimiento juvenil que conmovió a Argentina
en la década de los 60, periodistas e intelectuales caen en el lugar común
y la frase hecha: "grupo nazi" o "banda fascista". Roberto Bardini (Buenos
Aires, 1948), en cambio, no escribe sólo sobre lo que leyó en recortes de
diario o escuchó de tercera mano: fue simpatizante de Tacuara desde los
14 hasta los 18 años. Después, como muchos de sus ex compañeros, tomó otro
rumbo. Tres décadas más tarde, se sumergió en archivos de la época, entrevistó
a jefes y militantes de esa organización maldita y confrontó versiones.
El resultado es un libro esclarecedor que divulga detalles inéditos, destruye
mitos y ofrece una visión diametralmente opuesta a la que se maneja hasta
la actualidad".
Entre las personas entrevistadas por Bardini se cuentan figuras históricas
del peronismo, como Juan Manuel Abal Medina, Jorge Rulli, Héctor Spina y
Américo Rial. También se encuentran jefes y militantes que llegaron a ser
casi legendarios, como el sociólogo Alfredo Ossorio y el médico Tomislav
Rivaric, un apacible homeópata que en su juventud participó en el espectacular
asalto al Policlínico Bancario. Este suceso, que sacudió al país en 1963,
se considera "la primera acción guerrillera urbana" de Argentina. Otro de
los entrevistados es Andrés Castillo, uno de los fundadores de la Juventud
Trabajadora Peronista (JTP), dirigente gremial bancario y sobreviviente
de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
A lo largo de sus 254 páginas desfilan los nombres de otras figuras controvertidas:
Alberto Ezcurra Uriburu, José Luis Nell, Joe Baxter, Dardo Cabo, Alejandro
Giovenco, el sacerdote jesuita Julio Meinvielle y el sociólogo, antropólogo
y arqueólogo francés Jaime María de Mahieu.
De todas las variantes y fraccionamientos del grupo juvenil "maldito", el
autor se centra en el Movimiento Nacionalista Revolucionario, la variante
más peronista, cuyos integrantes -en su mayoría- se unieron a las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP).
Como los anteriores libros de Bardini, residente en México desde hace 26
años, éste es un relato histórico-periodístico, un reportaje de investigación
redactado en un estilo "tenso, seco y descarnado", como recomendaba Ernest
Hemingway. El periodista se acerca por momentos a Rodolfo Walsh, el creador
de todo un género.
Bardini reconstruye historias de vida, describe hechos desconocidos o poco
conocidos, narra anécdotas, enumera trayectorias, aventuras y epílogos trágicos
de dirigentes juveniles "unidos por el mito y la furia" -como escribió el
uruguayo Eduardo Galeano- en una especie de "pelotón de soldados dispuestos
a salvar a la civilización", en palabras de Oswald Spengler.
En su parte final, incluye un testimonio de Envar el Kadri, uno de los fundadores
de la primera Juventud Peronista, y una cronología que va de 1955 (caída
del peronismo) a 1965, cuando Tacuara fue declarada "fuera de la ley" por
el gobierno radical de Arturo Illia.
Me consta que, curiosamente, el autor no espera una buena acogida de la
crítica. Cuando me pidió por e-mail que le redactara el texto de la contraportada,
él mismo me advirtió con las mismas palabras con las que concluye el libro:
"En un país semidesmemoriado o de memoria selectiva, la pertenencia a Tacuara
continúa siendo un estigma. Y en una era en que los pobres se llaman "carenciados",
el capitalismo se denomina "economía de mercado" y el vocablo imperialismo
ha sido alegremente sustituido por "globalización", intentar explicar el
fenómeno nacionalista revolucionario equivale a efectuar una autopsia. O
a exhumar un cadáver mal enterrado".
Los que conocemos a Roberto Bardini sabemos que es "políticamente incorrecto",
a mucha honra. Y de todos modos, quienes tienen la última palabra son los
lectores y no los críticos.
A continuación publicamos como adelanto el primer capítulo del libro.
1963: El asalto al policlínico bancario
Poco antes de las 11 de la mañana del jueves 29 de agosto de 1963, una ambulancia
con la sirena encendida llegó al estacionamiento del Policlínico Bancario,
ubicado en el barrio de Flores, frente a la plaza Irlanda. El conductor
y su acompañante vestían guardapolvos blancos y declararon al guardia de
la entrada que traían a un enfermo. El custodio observó que en la parte
trasera del vehículo un hombre de rostro pálido yacía dormido en la camilla,
cubierto por una sábana, y les permitió entrar.
Casi inmediatamente arribó al lugar una camioneta IKA de la Dirección de
Servicios Sociales Bancarios con 14 millones de pesos de la época (alrededor
de 100,000 dólares) destinados al pago de los sueldos del personal. A bordo
del vehículo venían dos empleados administrativos custodiados por un sargento
de la Policía Federal.
Dentro del policlínico, alrededor de cien personas -entre médicos, enfermeras
y trabajadores- formaban fila ante la ventanilla de cobranzas. Como de costumbre,
dos oficinistas salieron del edificio y se dirigieron a la camioneta para
recibir los paquetes con el dinero.
-¡Quietos! ¡Esto es un asalto! -se escuchó de pronto.
Las miradas del suboficial y de los cuatro empleados se volvieron hacia
un joven rubio que empuñaba una ametralladora PAM. Paralizados momentáneamente
no alcanzaron a ver a otros dos muchachos que los apuntaban con pistolas,
escondidos entre los coches estacionados.
Ante un movimiento del policía, el rubio disparó una ráfaga: dos ordenanzas
murieron en el acto mientras el sargento y los tres oficinistas rodaban
por el suelo, heridos. Las personas que caminaban por el lugar se arrojaron
cuerpo a tierra o corrieron hacia el edificio.
Repentinamente, aparecieron los dos jóvenes que estaban ocultos, tomaron
los paquetes con el dinero y los subieron a la ambulancia que había llegado
antes. En pocos minutos más todos los asaltantes huyeron.
A partir de la alarma, la División Robos y Hurtos de la Policía Federal
citó a un testigo presencial, a dos empleados de la agencia de automotores
donde quince horas antes se había alquilado la ambulancia y al chofer del
vehículo, a quien le habían aplicado dos inyecciones a través del pantalón
para adormecerlo (era el hombre pálido que yacía en la camilla de la parte
posterior).
En la Sección Identificación, un comisario -dibujante y experto en "retratos
hablados"- logró una descripción detallada de los asaltantes. Los investigadores
les mostraron a los testigos voluminosos álbumes con fotos de delincuentes
con antecedentes. Al anochecer de ese mismo jueves 29 de agosto, la certeza
era casi total: el asalto había sido cometido por dos conocidos malhechores
con una extensa trayectoria al margen de la ley.
El "pibe de la ametralladora"
Al día siguiente, la Policía Federal hizo el anuncio: Félix Arcángel Miloro
y Salustiano Franco eran los responsables del robo.
Miloro, alias "El pibe de la ametralladora", tenía 27 años, medía un metro
ochenta y cinco, y había sido integrante de la célebre banda de Jorge Villarino,
hasta formar su propio grupo. El diario Clarín lo describió así: "Bien parecido,
alto, siempre sonriendo y vestido a la moda, su exterior recuerda antes
al twist que a la pistola 45".
Franco, alias "Salunga", tenía 33 años y todos sus hermanos eran delincuentes.
Dos de ellos habían sido apresados en 1960, luego de un asalto en Barracas
y un tiroteo con policías que se prolongó hasta Constitución.
La Policía Federal informó que muchos de los billetes de $5,000 eran de
la serie "A" y su numeración iba desde el 04.578.001 hasta el 04.583.000.
La División Robos y Hurtos movilizó a sus 144 agentes tras los rastros de
Miloro y Franco, consultó informantes, policías retirados, ladrones de segunda
categoría y prostitutas, ordenó allanamientos y detenciones, e intensificó
lo que en la jerga del periodismo policial se designa eufemísticamente como
"intensos interrogatorios".
No era para menos: según "Clarín", el asalto al Policlínico Bancario "al
constituirse por su importancia en el número uno de los ocurridos en nuestra
capital en todos los tiempos, ha calado hondo en el ánimo de magistrados
y funcionarios".
Finalmente, un soplón dio la dirección de una vivienda en la provincia de
Córdoba. El 10 de septiembre de 1963, alrededor de cien agentes federales
se dirigieron velozmente al lugar. El aguantadero fue ubicado y rodeado.
Adentro estaban Miloro y otro delincuente conocido como "El gaitero" Zarantonello;
los acompañaba Ana Carbó, amiga de ambos.
Un oficial de policía ordenó a los gritos que se entregaran y que no intentaran
escapar. Los pistoleros no se rindieron ni huyeron. Versiones posteriores
indicaron que resistieron con coraje; un rumor aseguró que fueron literalmente
masacrados.
Lo cierto es que el tiroteo duró media hora y cuando todo concluyó los cuerpos
de "El pibe de la ametralladora" y "El gaitero" parecían coladores. En comparación,
Ana Carbó fue casi afortunada: una ráfaga le arrancó la pierna izquierda.
El expediente del asalto fue cerrado y archivado.
La tacuara revolucionaria
Seis meses después trascendió que Félix Arcángel Miloro había sido acribillado
a balazos por error. "El pibe de la ametralladora" no había tenido ninguna
vinculación con el asalto al Policlínico.
El joven rubio que empuñaba la PAM en la mañana del 29 de agosto se llamaba
José Luis Nell Tacci, descendía de irlandeses y era estudiante de Ciencias
Jurídicas y Sociales. Sus compañeros lo apodaban "Pepelu", vivía en el barrio
de Flores y uno de sus mejores amigos era un estudiante de Derecho y ex
cadete del Liceo Militar General San Martín, llamado Envar El Kadri.
Otro de sus amigos, era José "Joe" Baxter, de 24 años, también estudiante
de abogacía y empleado de Teléfonos del Estado. Nell y Baxter habían caído
presos varias veces pero no eran delincuentes: eran militantes del Movimiento
Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT).
Hasta entonces Tacuara estaba considerado como un activo grupo juvenil con
gran inserción en los colegios secundarios de Buenos Aires, cuyos integrantes
profesaban el revisionismo histórico y un fuerte antisemitismo. La opinión
generalizada era que estaban más ocupados en pintar cruces svásticas en
las paredes, arrojar alquitrán contra algunas sinagogas y enfrentarse a
estudiantes judíos que en asaltar bancos.
Lo nuevo, ahora, era el agregado de "Revolucionario" a la denominación "Movimiento
Nacionalista". El asunto dio un giro de 180 grados, y de Robos y Hurtos
pasó a la Dirección de Coordinación Federal y a la División de Orden Político.
Nell, de 22 años de edad, estaba cumpliendo con el servicio militar en una
base de la Fuerza Aérea en Río Gallegos (Santa Cruz). Al principio de su
conscripción era chofer del ministerio de Defensa, pero fue enviado al sur
como castigo al comprobarse que usaba automóviles del Ejército para "asuntos
particulares" (sus jefes, claro, aún no sabían en qué consistían esos "asuntos").
Encapuchado y aún vistiendo el uniforme de soldado, Nell fue trasladado
en avión a Buenos Aires el 26 de marzo. En el aeroparque lo esperaba una
custodia integrada por carros de asalto de la Guardia de Infantería, agentes
de civil con armas largas y motociclistas del Cuerpo de Tránsito, que lo
llevó directamente al Departamento Central de Policía, donde lo interrogaron
hasta altas horas de la madrugada.
El 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre
de 1963 los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
habían protagonizado "cuarenta y tres hechos terroristas". Y ya no eran
agresiones a la comunidad judía argentina. Ahora se trataba de ataques a
los centinelas de la Escuela Superior de Guerra, la Dirección General de
Remonta y Veterinaria del Ejército, el Tiro Federal Argentino y el destacamento
de guardia del Aeroparque "Jorge Newberry", con el objetivo de apoderarse
del armamento. También habían robado municiones de un camión de la firma
Duperial-Orbea y de la fábrica de armas Halcón.
Los nuevos tacuaras también habían realizado atentados contra la fábrica
Philips, estaciones de servicio ESSO, supermercados Minimax y empresas de
origen británico y norteamericano. Según la policía, se habían descubierto
planes para atacar la guarnición militar de Campo de Mayo y efectuar acciones
de sabotaje contra la usina central de SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran
Buenos Aires), un gasoducto ubicado en La Plata y depósitos de Shell. En
allanamientos a varios domicilios se habían encontrado, además, una imprenta
y volantes de apoyo a la Confederación General del Trabajo y a la Juventud
Peronista.
Con relación a las nuevas pistas del asalto al Policlínico, la Policía Federal
divulgó una extensa lista de dieciocho detenidos y once prófugos.
La lista de detenidos, publicada en el vespertino "La Razón", era la siguiente:
Jorge Caffatti, Lorenzo Posse, Gustavo Posse, Tomislav Rivaric, Horacio
Rossi, Mario Duaihy, Alfredo Ossorio, Osvaldo Vanzini, Dámaso Fernández,
Luis Arean, Nelson Latorre, Adolfo Infante, Alberto Pascual Fürpass, Horacio
Bonfanti, José Luis Nell, Luis Barbieri, Carlos Fuentes y Eduardo Álvarez.
Los prófugos eran Federico Russo, Amílcar Fidanza, Horacio Iglesias, Alfredo
Roca, Ricardo Viera, Rubén Rodríguez, Luis Alfredo Zarattini, Jorge Cataldo,
Carlos Arbelos, José Baxter y Juan Carlos Brid. Algunos de los detenidos
y prófugos no habían participado del asalto pero eran buscados por otros
hechos.
Casi todos eran estudiantes que trabajaban, pertenecían en su mayoría a
la clase media, se definían como peronistas y, detalle para ser tomado en
cuenta, la edad promedio era de veinte años.
Réplica y comentarios a la autora: giselle_dexter@latinmail.com
(*) Giselle Dexter (Montevideo, 1958) estudió Historia en la Universidad
de La Plata, en Argentina. En la actualidad es profesora-investigadora en
el área de Historia Latinoamericana Contemporánea de la San Diego State
University (SDSU), en California. También es editora del boletín electrónico
del Movimiento (virtual) Bambú.
Copyright © 2003 Roberto Bardini

A
45 años del secuestro de Eichmann en Argentina
Tacuara salió a la calle
Por Sergio Kiernan
Este miércoles se cumplieron 45 años desde que un comando israelí capturó
al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann en un suburbio de Buenos Aires.
El aniversario no sólo marca casi medio siglo de un proceso legal que permitió
realmente entender y difundir cómo fue la destrucción de los judíos de Europa,
sino también el arranque de una campaña de violencia antisemita en Argentina
como no se había visto en el país y como no se volvió a ver desde entonces.
Protagonizada por Tacuara, la campaña de ataques duró casi cuatro años y
fue la última vez que el nacionalismo de ultraderecha pudo montar algo desde
el llano: su violencia se encarnaría a partir de entonces en el Estado.
Este ensayo general de la manera entrópica de hacer política que se tragaría
al país también marcó la primera vez en que los argentinos judíos se defendieron,
cambió el mismo concepto de organización institucional de la comunidad y
disparó la emigración a Israel, hasta entonces mínima.
A fines de los cincuenta, los israelíes recibieron información precisa del
paradero de Eichmann en Argentina. El calvo y miope ex oficial de la SS
ya era, junto al sádico sociópata de Josef Mengele, uno de los símbolos
de lo que empezaba a llamarse Holocausto. Como resumiría Hannah Arendt en
su cobertura del juicio de Jerusalén, Eichmann fue el burócrata "banal"
que hizo que los trenes llegaran a tiempo a los campos, organizó censos,
asignó las tropas y hasta pagó los viáticos para que judíos, gitanos y otros
indeseables fueran tragados por la máquina de destrucción de su führer.
Una discreta misión de inteligencia confirmó los datos recibidos y ubicó
una dirección, después célebre, en la calle Garibaldi. A principios de 1960,
el premier David Ben Gurión organizó la misión de secuestro con la conciencia
tranquila respecto de que Argentina de ninguna manera arrestaría y deportaría
al nazi. Alemania acababa de pedir a Mengele, que fue defendido por el gobierno
y que se esfumó para morir muchos años después en la tranquila playa brasileña
de Bertioga. Los países que fueron ocupados ya habían pedido a varios de
sus verdugos, sin suerte.
Ben Gurión organizó la misión asegurando la mayor "negabilidad" posible:
los enviados eran "voluntarios"; su tarea no existía formalmente y si algo
salía mal serían ignorados por el gobierno. El premier ni siquiera les informó
del tema a su presidente o al gabinete, y les explicó a los veinte agentes
–del entonces flamante e ignoto Mossad y de otros entes de seguridad– que
de ninguna manera debían matar a Eichmann porque lo que se buscaba era que
Israel hiciera por primera vez justicia con un nazi. Los agentes llegaron
a Buenos Aires, hicieron contacto con un reducido grupo de argentinos que
apoyaron la misión, alquilaron una casa y se llevaron a Eichmann de la esquina
de la calle Garibaldi el 11 de mayo a la noche. Para sacarlo del país esperaron
que llegara la delegación israelí que visitó el país para festejar los 150
años de la Revolución de Mayo y aterrizó el 19 de mayo. Era el primer avión
de El Al que tocaba Sudamérica y el 20 despegó rumbo a Tel Aviv llevando
un tripulante de uniforme que se caía de borracho: era Eichmann, drogado
hasta las cejas. El 22 a la mañana el avión aterrizó en el aeropuerto de
Lod y el alemán fue arrestado formalmente. Al día siguiente, un radiante
Ben Gurión informaba al Parlamento que tenía a Eichmann en prisión y que
lo juzgaría por la Ley de justicia contra los nazis y sus colaboracionistas
sancionada por esa misma Knesset en 1950. El ministro se cuidó de no aclarar
de dónde había sacado al nazi, pero la deducción era tan obvia que la Cancillería
israelí amagó "filtrar" que venía de un país árabe. Nadie se lo creyó.
En esos tiempos previos al fax y el correo electrónico, la noticia tardó
un par de días en llegar a Buenos Aires, pero fue una bomba de formidable
potencia. El presidente Arturo Frondizi se enteró literalmente por los diarios
–La Razón y el olvidado Correo de la Tarde– que tenía otra crisis entre
manos, justamente una que era kerosén para las llamas del nacionalismo civil
y militar que lo acosaba. Las urgentes reuniones con el embajador y la delegación
israelí que todavía estaba en Buenos Aires dejaron en claro que en Jerusalén
nadie había pensado en este aspecto de la operación: el manejo político
de una situación en un país con un presidente amigo, un Estado calado de
filonazis y 300.000 judíos.
Lo que siguió fue una serie de improvisaciones que solucionaron el tema
sólo por la voluntad política de los protagonistas. Israel emitió un comunicado
inverosímil en el que afirmaba que Eichmann había sido traído por "un grupo
de voluntarios judíos, entre ellos algunos israelíes" y que el gobierno
se enteró sólo cuando los "voluntarios" entregaron al nazi a la policía.
Para mejor, la versión indicaba que Eichmann había aceptado ir a Jerusalén
para ser juzgado. La nota fue rechazada por la Cancillería argentina, completamente
dominada por nacionalistas, y la crisis comenzó a escalar. Mientras Ben
Gurión y Frondizi dialogaban por intermediarios para salir del pantano,
el tema se trasladaba a la ONU, entraba en la agenda norteamericana y amenazaba
con crear toda clase de problemas para ambos países, pero más para el nuestro.
Finalmente, en agosto, se arregló que Argentina expulsaría de mal modo al
embajador israelí, que Jerusalén se disculparía por "los actos de algunos
de sus ciudadanos", que a los sesenta días nombraría un nuevo representante
y que todos amigos. Esto explica lo pintoresco de que este año Israel admitiera
oficialmente que los "voluntarios" eran agentes estatales: todo el mundo
se había olvidado de la demencial nota de 1960.
Fachos en la calle:
Lo que no arregló la diplomacia fue el notable pico de violencia antisemita
protagonizado por Tacuara con la alevosa complicidad de la Policía Federal,
el apoyo abierto de los militares y el más discreto de la oposición. Frondizi,
que había llegado al gobierno con un poder limitado y cuestionado, con un
peronismo que soñaba con un alzamiento y una oposición radical que lo veía
prácticamente como un traidor por haber dividido el partido, tenía poco
espacio de maniobra ante los militares que lo derrocarían en 1963 y una
derecha que empezaba a armarse, aprendiendo eso de hacer política tirando
cadáveres sobre la mesa.
El historiador israelí especializado en Argentina Raanan Rein cuenta en
su libro Argentina, Israel y los judíos –editado por Lumière– que los primeros
años sesenta fueron el peor momento de esa comunidad desde el pogrom de
la Semana Trágica de 1919. Sobre 21 millones de argentinos, 300.000 eran
judíos, el 80 por ciento de ellos en Buenos Aires y el GBA. En esos momentos,
la comunidad vivía un momento de cambios profundos. Comenzaba a sentirse
la realidad del Estado de Israel, nuevo de 12 años, salido de su segunda
guerra regional y ofreciendo un drástico cambio de roles a los judíos del
mundo que culminaría en la Guerra de los Seis Días, en 1967. En diálogo
con Página/12, Jacobo Kovadloff –en esos años vicepresidente de Hebraica
y hoy asesor del American Jewish Committee– recordó que también fue la época
en que comenzó a escribirse la historia del Holocausto y se conoció la historia
de la resistencia del ghetto de Varsovia. "En esa época se debatía mucho
por qué los judíos se dejaron matar por los nazis", explicó Kovadloff, "y
la historia de Varsovia nos demostró que no todos fueron así, que hubo judíos
que resistieron con las armas en la mano".
Esa comunidad convivía con personajes como el cardenal primado Antonio Caggiano,
que peroraba sobre el "deber como cristianos" de perdonar a Eichmann, "un
inmigrante que llegó a nuestro país buscando el perdón y el olvido". También
con Jordán Bruno Genta, siniestro fascista y profesor en la Fuerza Aérea
de temas como Masonería y Judaísmo. Y con la abierta costumbre de los comisarios
de declararse nacionalistas, igualito que el canciller y el embajador argentino
ante la ONU. En la calle, esa Argentina hoy inimaginable tenía una expresión
militante, Tacuara.
El Movimiento Nacionalista Tacuara, nacido en el desorden posterior a la
caída de Perón, tuvo su bautismo de combate en 1957. Era un grupo muy juvenil,
con bastante de clase alta, exclusivamente masculino y con dos banderas
principales: la restauración de la enseñanza religiosa en las escuelas,
abolida por Perón a fines de gobierno, y el combate a judíos e izquierdistas,
que veían como una misma cosa. Dirigida por Alberto Ezcurra Medrano y con
letra del prolífico padre Julio Meinvielle –un antisemita tan violento que
el mismo Vaticano acabó ordenándole que bajara el tono–, Tacuara hacía una
crítica drástica de la democracia y proponía un país "libre de políticos,
libre de demagogos y libre de judíos".
Tacuara compartía con la izquierda, sin embargo, la tendencia a atomizarse
por cuestiones doctrinarias. Entre 1960 y 1963, mientras cometía todo tipo
de tropelías en las calles, el grupo tuvo tiempo de dividirse en tres. Primero
se fueron los "patricios", que formaron la Guardia Restauradora Nacionalista
con una "cláusula de limpieza de sangre": tener cinco o más generaciones
en el país. Luego se abrió el Movimiento Nueva Argentina, madre de casi
todos los grupos católicos nacionalistas de hoy, y finalmente el más notorio,
el que encabezaba Joe Baxter, que renunció al antisemitismo y comenzó un
giro hacia la izquierda que lo llevaría a la Fracción Roja del ERP, nada
menos.
Pero en 1960 los tacuaras actuaban coordinadamente y con amigos como Hussein
Triki, representante de la Liga Arabe en Buenos Aires, puente entre los
nazis locales y los neonazis extranjeros, e introductor de la idea de que
la "lucha" de estos argentinos era la de los árabes. También batía el parche
la prensa nacionalista encabezada por El Pampero –fundado en 1940 con fondos
de la embajada alemana–, el todavía existente Cabildo, creado en 1942 con
dineros del gobernador bonaerense Manuel Fresco, y Azul y Blanco, fundado
en 1956 por el notorio Marcelo Sánchez Sorondo. Uno de los primeros frutos
de la campaña fue la batalla entre nacionalistas y "liberales" en la puerta
de la Facultad de Medicina, en julio de 1960, con el entredicho diplomático
todavía sin arreglar. Los tacuaras hicieron pintadas, gritaron consignas
como "Queremos a Eichmann de vuelta" y se trenzaron con los estudiantes.
Hubo seis heridos de gravedad, entre ellos dos nacionalistas.
En agosto, las piñas abundaron en los secundarios, en buena medida en el
conflicto entre laica y libre que enfrentaba a los que querían una educación
católica obligatoria y los que no. El pico fue el 17 de agosto, cuando tacuaras
del Colegio Nacional Sarmiento atacaron a sus compañeros judíos e hirieron
de un tiro a Edgardo Trilnik, de 15 años, durante el acto de homenaje a
San Martín. Le siguieron interminables meses de bombas –de las explosivas
y las de alquitrán– contra sinagogas y colegios judíos, cientos de pintadas,
volanteadas y amenazas. El nivel de producción de las acciones de Tacuara
se ve, por ejemplo, en el ataque comando en un campo de Mercedes donde se
realizaba un cursillo agropecuario para futuros emigrantes a Israel, que
se preparaban para trabajar en un kibbutz. Un grupo de tacuaras atacó el
lugar de noche, les dio una grave paliza a los chicos y arrasó con las simples
instalaciones del campito.
Tanta violencia generó crecientes repudios dentro y fuera del país, con
el antisemitismo argentino instalándose definitivamente en la agenda internacional.
Ante cada reclamo –de la comunidad judía, de los padres de alumnos del Sarmiento,
de instituciones no judías–, el gobierno juraba escarmientos diversos y
medidas rápidas, pero nada ocurría. La administración Frondizi era simplemente
demasiado débil como para quebrar la intimidad policial con los nacionalistas
o controlar a sus tantos funcionarios pronazis. Policías como el comisario
Green confesaban abiertamente su nacionalismo y el discurso hasta de sectores
moderados no dejaba de destacar la presencia "de comunistas" en las manifestaciones
de repudio a la violencia.
Cuando el peronismo ganó varias gobernaciones en las elecciones de marzo
de 1962, Frondizi no pudo resistir las presiones cruzadas y acabó derrocado
por los militares, que nombraron a José María Guido, presidente del Senado,
como presidente provisional con el mandato de llamar a elecciones. El gobierno
de Guido, de nula base social o política, presidió una época de crisis económica
y desorden que los nazis criollos leyeron como una oportunidad. La ejecución
de Eichmann, el 31 de mayo de 1962, les sirvió de disparador para una serie
de treinta ataques antisemitas. El más grave fue el secuestro de Graciela
Sirota, el 21 de junio. La chica de 19 años fue golpeada, subida a un auto
cuando esperaba el colectivo para ir a la facultad y torturada groseramente
con quemaduras de cigarrillos por todo el cuerpo. Para terminar, le grabaron
con una navaja una esvástica en el pecho.
El grotesco ataque resultó también un disparador para la comunidad judía,
que llevaba dos años abroquelándose y aprendiendo a defenderse ante una
situación en que cada día del año había por lo menos una acción antisemita.
Los nacionalistas ya percibían que no era gratis ir a buscar pelea: estaban
conociendo la autodefensa de la comunidad, que incluía clases de judo cada
vez más masivas, turnos de guardia de voluntarios en las instituciones,
universitarios judíos que iban a clase armados y hasta una galería de tiro
instalada en la cancha de paleta de Hebraica, en la calle Sarmiento. Un
incidente que rescata Rein terminó con un grupo de voluntarios judíos tiroteándose
con sospechosos que rondaban una institución en un auto: resultaron ser
policías de civil.
Cuando se produjo el caso Sirota, la comunidad judía llamó a una huelga
de comerciantes para el 28 de junio. El debate interno mostró una mayoría
a favor de defender a los judíos atacados más allá de su identidad política
–Sirota era simpatizante de izquierda– que para el golpe de 1976 se había
perdido. La huelga resultó una sorpresa porque trascendió por mucho a esa
comunidad y se complementó con secundarios enteros vaciados de sus alumnos
e infinitas expresiones de apoyo de sectores políticos, gremiales e intelectuales.
El pico de violencia antisemita, que comenzó a abatir bajo el gobierno de
Arturo Illia, dejó otro cambio en la comunidad judía. La emigración a Israel,
prácticamente marginal entre los argentinos, pegó un salto. Entre 1950 y
1960, apenas 400 judíos por año solían dejar el país. En 1962 fueron 693
y en 1963 la cifra fue record, 4255. Al año siguiente los números se estabilizan
en un nuevo piso, que pasaba los mil por año.
[Imágen: Acto de grupo nacionalista hacia fines de los '50]
Fuente: Página/12, 14/05/05

José
Baxter: vivir por vivir
Por Roberto Bardini
El 11 de julio de 1973, un Boeing
707 de la compañía Varig que debía volar a Bruselas se estrelló en el aeropuerto
francés de Orly a los cinco minutos de despegar. Murieron 123 de sus 134
pasajeros. Fue muy difícil para los familiares de uno de ellos retirar el
cadáver calcinado, porque viajaba con un pasaporte falso. Era argentino,
tenía 33 años y había vivido en la cuerda floja durante la última década
de su vida. Se llamaba José Baxter y hoy está sepultado en el cementerio
británico de Buenos Aires.
Aunque Baxter era, junto con
Alberto Ezcurra Uriburu, uno de los rostros visibles del Movimiento Nacionalista
Tacuara, adquirió una espectacular notoriedad después del asalto al Policínico
Bancario, el 29 de agosto de 1963. Ese hecho, que representó un botín de
100 mil dólares de la época -destinados inicialmente a financiar una invasión
por mar a las Islas Malvinas- se considera la primera acción guerrillera
urbana en la historia argentina.
Hoy a nadie le interesa conmemorar
la fecha o reivindicar públicamente su figura. Ni siquiera sus viejos camaradas
de distintas organizaciones quieren tocar el tema. Y es que Baxter fue un
controvertido personaje con una trayectoria política igualmente controvertida.
Ex afiliado juvenil de la Unión
Cívica Radical, dio sus primeros pasos como dirigente a fines de los años
50 en un nacionalismo católico con rasgos antisemitas. A comienzos de los
60 se pasó con armas y seguidores al peronismo revolucionario. En 1968,
residía en París y fue testigo del Mayo francés, un masivo movimiento universitario
que levantaba dos consignas: 'La imaginación al poder' y 'Seamos realistas:
pidamos lo imposible'.
Fue allí donde se vinculó al
contador santiagueño Roberto Mario Santucho. A partir de ahí se integró,
con el nombre de 'Rafael', al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército
Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Y finalmente se unió a un desprendimiento
trotkista: la Fracción Roja, perteneciente a la Cuarta Internacional, entonces
dirigida por el economista belga Ernst Mandel.
Descendiente de irlandeses,
estudiante de abogacía y empleado de Teléfonos del Estado, tenía 24 años
de edad cuando su nombre saltó a las primeras planas de los periódicos.
A mediados de septiembre de
1963, Baxter habló en la Facultad de Filosofía y Letras ante estudiantes
de izquierda, presentó al Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
y tomó distancia del grupo dirigido por Ezcurra Uriburu. Dijo: 'No sólo
hay liberalismo cipayo e izquierdismo cipayo; hay también nacionalismo cipayo.
Los nacionalistas cipayos son quienes creen que la batalla por la soberanía
argentina se jugó en la cancillería de Berlín en 1945'.
Unos días antes, Baxter le había
confiado a un periodista judío: 'Nos sacamos de encima toda la Segunda Guerra
Mundial... Hacer antisemitismo ahora es crear un problema artificial de
tipo diversionista. Divide inútilmente y fabrica confusión en torno al verdadero
enemigo'.
Fugitivo en Uruguay con el nombre
de 'Salvador Ballesteros', vivió durante casi tres años en la casa de la
familia Pérez Iriarte, en la esquina de las calles 26 de Marzo y Buxareo,
en el barrio de Pocitos. En Montevideo se relacionó con el dirigente agrario
Raúl Sendic y participó en la creación del Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros.
Desde allí viajó a Madrid, El
Cairo y Argel donde se entrevistó sucesivamente con el exiliado ex presidente
Juan Domingo Perón, el mandatario egipcio Gamal Abdel Nasser y el estadista
argelino Ben Bella.
Junto con un grupo de tacuaras
de izquierda y militantes de la Juventud Peronista recibió entrenamiento
militar en China. Después pasó a Vietnam y se unió al Vietcong.
Su leyenda personal sostiene
que, gracias a su aspecto físico -alto, corpulento, pelirrojo y con pecas-
entró vestido de militar canadiente al Club de Oficiales del ejército de
Estados Unidos en Saigón. Se dice que poco después, durante la ofensiva
del Thet, participó del ataque de ese lugar y que el líder vietnamita Ho
Chi Minh lo condecoró por su valor en combate.
Uno de sus ex camaradas, el
sociólogo Alfredo Ossorio, describe a Baxter como 'ocurrente e histriónico'
y dice que su personalidad le recuerda una frase de José Ortega y Gasset:
'En épocas de crisis hay hombres que se hacen matar por una ficción'. Algunos
ex tupamaros aseguran que era 'un aventurero'. Ex integrantes del PRT-ERP
lo definen como 'un chanta con mucho bla bla'. Y hay quienes tienen la duda,
sin poseer datos concretos, de que fue 'agente de algún servicio de inteligencia'.
Alberto Pérez Iriarte, uruguayo
de 55 años nacionalizado suizo, ex militante del Movimiento Revolucionario
Oriental (MRO) y actual vicepresidente del Partido Socialista de Ginebra,
tiene una visión diametralmente opuesta. Él tenía 14 años cuando Baxter
se alojó en su casa del barrio de Pocitos y compartió su habitación. Después
se siguieron viendo en Cuba, en el Chile de Salvador Allende y en Europa.
Lo recuerda como 'un joven de conversación rápida, graciosa, con ironías
porteñas, amable y respetuoso'.
Pérez Iriarte afirma: 'Contra
lo que opinan muchos, para mí el gordo Joe sigue siendo un personaje legendario,
casi como Lawrence de Arabia o André Malraux'.
A 30 años de su muerte, José
'Joe' Baxter, alias 'El gordo', 'Salvador' y 'Rafael', continúa representando
el mismo enigma que lo caracterizó en vida.
Un hombre del cual lo único
seguro que se puede decir es que encarnó con sus acciones la consigna 'vivere
pericolosamente'.

Acerca
del Movimiento Tacuara, dos formas de ver la historia
Roberto Bardini
El domingo 16 de noviembre, el diario La Nación, de Buenos Aires, publicó
un comentario de Luis Alberto Romero sobre dos libros más o menos recientes
que tratan el mismo tema. El artículo de Romero se titula "Años de plomo"
y se refiere a Tacuara, historia de la primera guerrilla urbana argentina,
de Daniel Gutman (editorial Vergara-Grupo Zeta, 333 páginas) y Tacuara:
la pólvora y la sangre, de mi autoría (editorial Océano, 254 páginas). Desde
ya pido disculpas por dedicar este espacio a un tema que me toca de cerca.
La Nación es un diario de tendencia liberal conservadora. Desde hace más
de un siglo representa a los sectores agrícola-ganaderos, es portavoz de
la llamada "alta sociedad" –si por eso se entiende a la Sociedad Rural y
al Jockey Club, entidades de los terratenientes locales– y vocero de la
Unión Industrial Argentina. Periódico antiperonista y, en general, antipopular,
se alineó con la última dictadura militar (1976-1983), aplaudió el desguace
neoliberal encabezado por el incalificable Carlos Menem y hoy coloca bajo
el microscopio al presidente Néstor Kirchner, a quien considera casi un
rojo.
Tacuara es un fenómeno que, a 37 años de su extinción, permanece en una
especie de "noche y niebla" para las nuevas –y no tan nuevas– generaciones.
Todavía hoy cuando se menciona al movimiento juvenil que conmovió la década
de los 60 en Argentina, periodistas e intelectuales caen el lugar común
y la frase hecha: "grupo nazi" o "banda fascista". En cambio, en un artículo
titulado "Los jóvenes fascistas descubren su país", publicado en el semanario
uruguayo Marcha en 1967, Eduardo Galeano observó prematura y lúcidamente,:
Del mismo tronco original provienen los tacuaras que terminaron en el peronismo
de izquierda y los que se sumaron al peronismo de derecha, los que abrazaron
el marxismo-leninismo y los que ofician de guardaespaldas de ciertos burócratas
sindicales; los que pintan, todavía, en los muros, cruces svásticas y consejos:
"Degüelle un comunista por día". De la misma fuente salieron las viudas
de Hitler y los devotos de Perón, Mao y Fidel. (...) Definiéndose por lo
que rechazaba, pero sin una idea clara de lo que buscaba, de ideología prestada,
imprecisa y contradictoria, Tacuara continuó desprendiendo, hasta el fin,
subgrupos que se fueron separando como consecuencia de la lucha interna
de tendencias (...). Casi todos los grupos terroristas de derecha que han
sobrevivido, provienen de aquella matriz, y dentro del peronismo hay núcleos
de todos los matices, desde los marxistas hasta los rosistas, que salieron
de Tacuara: todas las posiciones y todas las actitudes reflejan hoy, desde
la desintegración, lo que fue aquella heterogénea congregación de jóvenes
furiosos unidos por sus mitos y su estilo.
Al final de mi libro (y pido otra disculpa por autocitarme) menciono el
caso de muchos ex tacuaras que se desgajaron del tronco original y en los
años 70 continuaron militando en otras organizaciones políticas, armadas
o no:
Hoy, a la distancia, son mirados con rencor por los nacionalistas a secas,
con desconfianza por los sectores "liberales" o "democráticos" y con desdén
por los izquierdistas "científicos". El imaginario colectivo argentino,
estimulado por formadores de opinión –locales y foráneos– "tramposos", tiende
a mezclar en el mismo lodo a los nacionalistas ultramontanos que colaboraron
con la dictadura militar y a los nacionalistas revolucionarios masacrados
por esa misma dictadura.
El norteamericano David Rock, por ejemplo, llega al colmo de la simplificación.
Según él, "los nacionalistas mantuvieron vivas arcaicas ideas clericales
y escolásticas (...). Sus consignas se convirtieron en un medio para lanzar
a las masas a la calle. Indujeron, a su vez, a los militares a verse a sí
mismos como "la última aristocracia" y como los guardianes de "un territorio
sagrado y del estilo de vida Occidental y Cristiano", que sólo debían responder
ante Dios y la Historia".
Hubo, sin embargo, nacionalistas que se diferenciaron notoriamente de estos
esquemas y esa diferenciación los llevó al "encierro, el destierro o el
entierro" como a miles de otros militantes populares. Entonces Rock los
denomina "ultraizquierdistas".
Luis Alberto Romero es hijo del historiador José Luis Romero (1909-1977),
considerado un " humanista". Es profesor en Historia (Universidad Nacional
de Buenos Aires), profesor de Historia General en la Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA y docente de las maestrías en Ciencias Sociales de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y de la Universidad
Nacional de Tucumán. Ha publicado Sectores populares, cultura y política:
Buenos Aires en la entreguerra (con Leandro Gutiérrez, 1995), Volver a la
historia (1997), Grandes discursos de la historia argentina (con Sylvia
Saítta, 1998) y Argentina. Crónica social del siglo XX. Ha sido director
académico de la colección "Historia visual argentina", publicada por el
diario Clarín, y de la colección "Los nombres del poder", del Fondo de Cultura
Económica.
Mi amigo Néstor Gorojovsky, del Partido de la Izquierda Nacional, escribió
acerca de él en un mensaje divulgado el 12 de noviembre de 2002 por internet:
"El historiador Luis Alberto Romero es uno de los figurones indiscutibles
del mortecino Olimpo gorila. Heredero y albacea intelectual del reaccionario
medievalista y "socialista" ilustrado José Luis, quien fuera el hombre de
la Revolución Libertadora en la Universidad de Buenos Aires, Luis Alberto
no ha llegado a los kilates académicos de su progenitor. Pero sí mantuvo
intacto el gorilismo y el odio a la causa nacional democrática. Es así que,
cuando en 1983 el Proceso Militar transmutó en Proceso Constitucional, Luis
Alberto Romero se convirtió en uno de los principales referentes universitarios
del alfonsinato. En ese carácter, y mientras sus conmilitones sufrían el
permanente acoso de la clase trabajadora liderada por Saúl Ubaldini, Romero
buscaba refugio en los tiempos pre-peronistas, indagando la construcción
de un sujeto histórico obrero pacífico e integrado".
Luego de leer el comentario de Romero en La Nación, me llegó un mensaje
de Rolando Mermet (rmermet@yahoo.com.ar), del Centro de Estudios Nacionales
Arturo Jauretche, donde a fines de marzo de 2003 presenté Tacuara: la pólvora
y la sangre. En ese mensaje, Mermet incluye el texto que leyó Roberto Baschetti,
uno de los presentadores del libro. Y aclara que ese escrito –al que, con
atrevimiento, titulé "Anatemas y estigmas al por mayor"– permaneció inédito
desde aquel día. Gracias a Rolando, RODELU ofrece una novedad a sus lectores.
Baschetti es técnico en Publicidad y sociólogo. Primer Director del Centro
de Investigaciones de la Biblioteca Nacional (CIBINA), de Buenos Aires,
publicó más de diez obras de historia política argentina, entre las que
se destacan Documentos de la Resistencia Peronista 1973-1976, Rodolfo Walsh,
vivo, Documentos 1970-1973: de la guerrilla peronista al gobierno popular
y Eva Perón - Bibliografía 1936-2002. También ha escrito colaboraciones
para libros que analizan la influencia del Che Guevara y John William Cooke
en el proceso revolucionario argentino. Actualmente trabaja en un libro
sobre la vida y la militancia del poeta montonero Francisco "Paco" Urondo.
Así es que hoy decidí ceder mi espacio en rodelu a los comentarios de Romero
y Baschetti, convencido de que uno y otro encarnan dos formas distintas
de ver la historia. Seguramente hay otras perspectivas para analizar el
pasado reciente, pero ofrezco las que ahora tengo a mano. Los lectores de
esta publicación electrónica no mastican vidrio y podrán sacar su propias
conclusiones.
Años de plomo
Luis Alberto Romero
La coincidente aparición de dos libros periodísticos referidos a Tacuara
nos permite conocer en detalle una organización política poco estudiada,
importante por sus acciones espectaculares en la década posterior a la caída
de Perón, y sobre todo, por haber sido la escuela de varios militantes de
notoria actividad luego de 1966.
En sus años de esplendor, a principios de los años sesenta, el Movimiento
Nacionalista Tacuara tenía una organización extendida y laxa, que acogía
militantes con experiencias y expectativas variadas. Antes que una agrupación
orgánica, fue un plexo de movimientos y corrientes. Recogió en primer lugar
la militancia católica nacionalista, fuerte en los años anteriores a 1946
y revitalizada en 1955. Eran viejos cuadros, formados junto al padre [Julio]
Meinvielle o a algunos intelectuales europeos nostálgicos del III Reich,
que habían recalado en nuestro país. A ellos se sumaron muchos jóvenes con
escasa formación política, quizá proveniente de las lecciones de algún profesor
enrolado en el revisionismo histórico.
Para muchos, fue la primera experiencia política, estimulada por la reacción
contra el gobierno militar de la Revolución Libertadora, al que se acusaba
de liberal, antinacional y antipopular. La creciente atracción del peronismo
proscrito y los aires revolucionarios de la Revolución Cubana alentaron
la incorporación de nuevos contingentes e hicieron crecer la agrupación.
En un momento, las nuevas opciones políticas --como la Revolución Cubana--
pusieron de manifiesto diferencias de ideas y objetivos. Comenzó entonces
el proceso de división y finalmente cada uno de los militantes buscó un
rumbo distinto.
Por entonces, Tacuara apareció asociada con algunos hechos espectaculares
y reveladores: el asalto al Policlínico Bancario en 1963, el asesinato de
Raúl Alterman en 1964, quizá por ser judío, quizá por ser comunista, el
"Operativo Cóndor" (un aterrizaje en las Islas Malvinas en 1966). Ya los
grupos estaban diferenciados y los destinos fueron notablemente diversos.
Algunos de quienes pasaron por Tacuara llegaron a los partidos armados;
otros, al peronismo duro o al matonismo sindical. Muchos rodearon al general
[Juan Carlos] Onganía y algunos aparecieron entre las bandas parapoliciales
o las fuerzas del terrorismo estatal. El subjefe de Tacuara, Joe Baxter,
terminó militando en el ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo] mientras
que el jefe, Alberto Ezcurra Uriburu, tomó los hábitos y junto al Vicario
Castrense hizo en 1976 la apología del terrorismo de Estado. Otro dato significativo:
el 20 de junio de 1973, en Ezeiza había ex militantes de Tacuara a la cabeza
de uno y otro bando.
Tamaña dispersión, largamente testimoniada en estos dos volúmenes, tiene
que ver con lo que aparece como el rasgo más característico de Tacuara.
No los unía una ideología, en el sentido más clásico del término, sino una
actitud, un sentimiento y una forma de entender la acción política, en términos
de "tono sostenido", camorra, agresión, violencia física y finalmente terrorismo.
Un arco que sus militantes recorrieron quizás un poco antes que otros, pero
que en definitiva fue similar al de una buena parte de la sociedad argentina
en la década del setenta.
Los dos libros aquí comentados son diferentes y en cierto modo complementarios.
Bardini militó en Tacuara cuando era un adolescente de catorce años. Su
testimonio, a la distancia, combina los recuerdos –corroborados por una
buena investigación periodística– con sus experiencias posteriores, que
lo llevan a resignificar algunas de sus vivencias juveniles. Su trabajo
muestra la riqueza, pero a la vez los límites y los riesgos que tiene el
uso de la memoria de los protagonistas para los investigadores. Gutman es
un joven periodista, que enfoca la cuestión de manera distanciada. Su libro,
ampliamente apoyado en la prensa y en entrevistas, carece de la pasión y
las vivencias del de Bardini, pero la exposición es ordenada, clara y metódica.
Ambos libros se encuadran en el género periodístico. Una investigación histórica
requiere además una crítica más exhaustiva de las fuentes y testimonios,
y sobre todo, una contextualización más amplia del problema: los procesos
sociales y culturales que se cruzan en la experiencia de Tacuara son complejos
y diversos. Las obras de Gutman y de Bardini contribuyen con una primera
versión, un borrador, de este fragmento del pasado reciente. Hay en ellos
una invitación al trabajo de los historiadores profesionales, que están
comenzando a incursionar sistemáticamente en esta etapa de nuestro pasado
reciente
Anatemas y estigmas al por mayor
Roberto Baschetti
Tacuara: "Variedad de caña maciza, de hasta 10 metros de alto y de follaje
muy denso, con la corteza lisa y sin espinas, con abundantes ramificaciones
en sus nudos". Ésa es la definición que puede encontrarse en el Diccionario
del español de Argentina, editado por Gredos.
Repasemos parte de la definición: "Caña maciza, corteza lisa y sin espinas,
con abundantes ramificaciones en sus nudos", una excelente aproximación
por la metáfora a esa otra tacuara, mezclada con pólvora y con sangre, que
da el título a este magnifico libro de Roberto "Tito" Bardini.
Porque lamentablemente, pólvora y sangre fueron elementos que en abundancia
y con generosidad se desparramaron por todo el contorno de nuestra argentina
a partir de 1955, cuando un golpe de estado oligárquico, dio por tierra
con el segundo gobierno constitucional de Juan domingo Perón e inauguro
una serie de dictaduras militares y/o gobiernos civiles debilitados y digitados
desde los Estados Unidos.
El sistema, hábil para detectar a los revolucionarios y aislarlos del conjunto,
hizo caer sobre los muchachos de tacuara anatemas, estigmas y excomuniones
al por mayor. "Bandidos, delincuentes, terroristas, fascistas, nazis, desequilibrados
mentales" fueron solo algunos de los adjetivos calificativos que les regaló
la prensa del establihsment para denigrarlos. Veremos que no todos sus componentes
eran iguales y pensaban del mismo modo.
Los acusadores, parecían olvidarse que en Argentina la violencia política
no nació con los tacuaras, sino como dije antes, con la interrupción del
orden constitucional. Veamos la cantidad de hechos de violencia que se sucedieron
con anterioridad al 29 de agosto de 1963, fecha del asalto al Policlínico
Bancario por el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT):
1. Bombardeos a Plaza de Mayo en junio de 1955. Único caso en la historia,
en que las fuerzas armadas de un país (en este caso aeronáutica y marina)
bombardean a connacionales a cielo abierto.
2. Golpe militar del 16 de septiembre de 1955 (Revolución Libertadora) que
derroca a un presidente constitucional elegido democrática y libremente
por el 62.49% de los votos.
3. Intervención y conculcación de derechos a la Confederación General del
Trabajo, que por entonces nuclea a casi 6 millones de trabajadores
4. Instauración del decreto ley 4161 que prohíbe al peronismo.
5. Robo del cadáver de Eva Perón por fuerzas armadas que se decían "occidentales
y cristianas".
6. Adhesión al Fondo Monetario Internacional, con lo que comienza nuestra
larga marcha hacia la degradación económica.
7. Fusilamiento de soldados y civiles peronistas en junio de 1956, sin juicio
previo.
8. En 1958, [Arturo] Frondizi sube con los votos peronistas y traiciona
el mandato popular y el pacto establecido con Perón
9. En consonancia con los dictados del FMI, Álvaro Alsogaray lanza un plan
económico de austeridad (que será de austeridad para los trabajadores solamente
y de acumulación de riquezas para la oligarquía terrateniente y las empresas
extranjeras).
10. En enero de 1959, es ferozmente reprimida la toma y posterior huelga
del frigorífico Lisandro de la Torre defendido por los trabajadores para
evitar su desnacionalización.
11. Frondizi apela a leyes represivas e implanta el Plan Conintes (Conmoción
Interna del Estado).
12. El 18 de marzo de 1962 gana la elección a gobernador en la provincia
de Buenos Aires, la fórmula peronista Framini-Anglada. Frondizi anula las
elecciones.
13. El gobierno de [José María] Guido (1962-1963) tiene el triste privilegio
de provocar el primer secuestrado-desaparecido de la argentina: Felipe Vallese,
militante de Juventud Peronista y delegado gremial metalúrgico.
Como bien dice en el prólogo del libro José Steinsleger: "¿Cómo éramos?
Éramos violentos. Violentados más que violentos. antes de cumplir los 10
o 15 años asistimos al inicio sangriento de la desintegración nacional que
hoy sigue legal y pacíficamente por lo social".
Los jóvenes de Tacuara, como tantos otros jóvenes, pelean por cambiar el
mundo de acuerdo a su ideología y a la visión que tiene del mismo. Desconfían
y aborrecen a esa democracia liberal que solamente ha logrado hundir aun
más al país. Y están convencidos (los de Tacuara y muchos otros jóvenes
más que luego vendrán) que solamente la muerte puede apartarlos de su cometido:
"Patria o muerte", dicen los seguidores de Fidel y el Che; "Perón o muerte,
viva la patria", dirán los muchachos de la JP setentista; "A vencer o morir
por la Argentina", exclamarán los jóvenes del PRT-ERP para ese mismo tiempo;
"Volveremos vencedores o muertos", afirman ahora, estos pibes de la cruz
de Malta.
Al respecto resulta muy útil exhumar un artículo de John William Cooke,
aparecido en Marcha, con motivo de que la justicia de Uruguay debía pronunciarse
sobre la extradición de José Luis Nell, requerido por la justicia argentina
como presunto integrante del comando del mnrt que asaltó el Policlínico
Bancario de Buenos Aires. Allí dice Cooke: "La trayectoria de Nell ejemplifica
la de muchos jóvenes que iniciaban su vida política hace mas o menos una
década en medio de las frustraciones de una argentina manejada por una minoría
rapaz que abdicaba de nuestra autodeterminación política y económica, mientras
el pueblo, súper explotado y proscrito, no lograba traducir su protesta
en una lucha efectiva por la toma del poder. debo omitir referirme al complejo
de circunstancias que llevó a un sector de la juventud a ver en las organizaciones
nacionalistas de extrema derecha el camino para terminar, por medio de la
acción directa, con este estado de cosas. Pero, en la medida que los impulsaba
un auténtico fervor popular y patriótico, fueron percibiendo la naturaleza
de ese nacionalismo violento, reaccionario y folklórico, que tras el fuego
de su retórica no ofrecía un programa revolucionario sino saldos y retazos
ideológicos trasplantados a los fascismos europeos. Sus núcleos paramilitares,
lejos de ser dispositivos de combate revolucionario, eran engranajes del
establishment…"
Pibes que, como bien explica Bardini, "tienen entre 14 y 16 años, la mayoría
pertenece a la clase media y son considerados chicos bien. Muchos son alumnos
de colegios religiosos que antes estaban reservados a la oligarquía terrateniente
o a la alta burguesía provincial". Pero concluido el conflicto entre enseñanza
laica o libre "un nuevo aluvión juvenil –cito nuevamente a Bardini- llega
de los barrios periféricos y desborda la capacidad de absorción de tacuara.
Lo nuevo ahora, son los apellidos tanos, gallegos y sirio-libaneses, las
solicitudes de afiliación que llegan de Flores, Lanús, Quilmes, Avellaneda:
es el medio pelo"
Andrés Castillo aclara sobre su incorporación a esa organización que "casi
todos los chicos del barrio entran a Tacuara, pero nosotros –ahí adentro-
seguíamos manteniendo nuestra identidad peronista. Nos integramos por el
tema del nacionalismo, de la violencia, de la verdad de los puños y las
pistolas, por encima de lo racional…".
A partir del fenómeno peronista, entonces, también en Tacuara tal como sucede
en sus antípodas políticas (en el Partido Socialista y en el Partido Comunista,
por ejemplo), comienzan a dividirse las aguas.
Roberto Bardini con paciencia de artesano va desgranando, en este libro
que hoy presentamos, cada una de las diferentes alternativas que ofrecía
aquella Tacuara original: la ruptura hacia la derecha de la Guardia Restauradora
Nacionalista, el nacimiento del Movimiento Nueva Argentina funcional al
peronismo, el surgimiento del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(MNRT), desde donde muchos de sus militantes se integrarán al peronismo
revolucionario, es decir, a la tendencia revolucionaria del peronismo.
A posteriori, Bardini se preocupa en Tacuara, la pólvora y la sangre por
recuperar las biografías de aquellos militantes más paradigmáticos que comenzaron
su militancia política en dicha organización. Queridos compañeros como Alfredo
Ossorio, Jorge Caffatti, Tomislav Rivaric, Carlos Dasso, Edgardo Salcedo,
Joe Baxter y José Luis Nell, entre tantos otros.
Un Joe Baxter lúcido e implacable en sus definiciones, que supo apuntar
al enemigo agazapado, cuando en un acto realizado en Filosofía y Letras
afirma: "No solo hay liberalismo cipayo e izquierdismo cipayo: hay también
nacionalismo cipayo", que son aquellos que "creen que la batalla por la
soberanía argentina se jugó en la Cancillería de Berlín en 1945". Para luego
afirmar: "Hay una tradición nacionalista equivocada que hace que muchos
militantes nacionalistas terminen siendo delatores policiales o fuerzas
de choque de la oligarquía". Concluirá su alegato advirtiendo: "Hacer antisemitismo
ahora es crear un problema artificial de tipo divisionista. El problema
no se da entre blancos y negros, católicos y judíos, sino entre explotadores
y explotados".
Un Tomislav Rivaric que, apresado por su participación en el asalto al Policlinico
Bancario (29 de agosto de 1963), tuvo la valentía de no deslindar responsabilidades,
pese a los graves cargos que afrontaba.
El juez que entendía en la causa lo interrogó de la siguiente manera:
- Dígame, Rivaric, ¿usted se bajó antes del vehículo porque se arrepintió
y no quiso participar de la segunda parte del delito?
Posiblemente, Tomi, como cariñosamente lo apodaban sus compañeros, hubiese
podido ocultar la verdad para lograr más rápidamente su libertad o reducir
sustancialmente la pena, si respondía afirmativamente a la pregunta del
juez. Sin embargo, su respuesta fue un ejemplo de compromiso con su causa:
- No, señor juez, yo me bajé del vehículo porque ya había cumplido mi parte
y porque así lo había dispuesto la organización.
La importancia fundamental del libro que hoy presentamos radica en que aniquila,
destruye, pulveriza a todos esos formadores "tramposos" de opinión –de aquí
y del exterior– que se empeñan, se afanan y tergiversan para poder mezclar
en el mismo lodo, por meter en la misma bolsa, a los nazionalistas ultramontanos
que colaboraron con la última dictadura militar, por ejemplo, con los nacionalistas
populares y revolucionarios, secuestrados, torturados y desaparecidos por
esa misma dictadura. Los primeros –nazis y fascistas– defendían la perpetuidad
de un orden injusto y desigual, arcaico y ultramontano por donde se lo mire.
Los segundos peleaban por una patria justa, libre y soberana, con salud,
trabajo y educación para todos, "combatiendo al capital" como dice la olvidada
estrofa de la Marcha Peronista y también luchando y presentando batalla
contra el imperialismo donde quiera que el mismo se encuentre.
Roberto Bardini, dando a conocer el libro de su autoría, Tacuara, la pólvora
y la sangre, que hoy nos reúne y nos convoca, sigue asumiendo el compromiso
de decir la verdad, de ponerse del lado del pueblo y de enfrentar a los
poderosos, aunque le cueste, como alguna vez, amenazas contra su vida, la
persecución despiadada y el exilio obligado.
20 de Noviembre de 2003
Fuente: Rebelión

Orígenes
de la violencia armada en Argentina
Reportaje a Daniel Gutman, por Mora Cordeu
La historia del Movimiento Tacuara es revisada en una investigación que
repasa las luchas políticas de los años 60 y 70
Una investigación sobre el Movimiento Nacional Tacuara, abordada por el
periodista Daniel Gutman, indaga en el accionar de este grupo configurado
a finales de la década del 50 que va generando en su interior fuerzas contrapuestas
-desde la derecha a la izquierda- "en un proceso anticipatorio en diez años
de la violencia armada que se iba a vivir en la Argentina".
El autor de "Tacuara" reconstruye la historia del grupo a partir de entrevistas
a personajes que tuvieron un rol protagónico en ese entonces, a datos obtenidos
en expedientes judiciales que se derivan del asalto al Policlínico Bancario
-la primera acción armada encaminada a recaudar fondos para la lucha armada-
y el registro de colecciones de diarios y revistas de la época.
-¿Cómo te vinculaste con el tema?
-Me atrajo básicamente haber leído, como una cosa apenas mencionada, que
Tacuara era el lugar donde habían militado desde gente muy importante de
los grupos guerrilleros, de Montoneros, el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) hasta sectores de la derecha
peronista e incluso agentes de inteligencia del Batallón 601.
-¿Cómo era Tacuara en sus comienzos?
-A finales de los 50 se forma una organización muy homogénea, sobre todo
integrada por hijos de familias muy tradicionales de la Argentina, que vienen
de la línea del nacionalismo de la época de (José Felix) Uriburu. Pero con
la incorporación de cientos de miles de jóvenes, ya no de familias patricias,
Tacuara se convierte en una expresión de rebeldía contra el sistema. El
grupo deja de ser lo que era, se atomiza y se transforma.
-¿Cuáles son los motivos que explican este pasaje?
-Una de las cosas es que lo que vivió la Argentina desde 1955 hasta bien
entrados los años 70: el intento de construir una democracia sin el peronismo,
lo que degeneró y envenenó toda la política y empujó a la radicalización
a millones de personas.
Era algo que se tomaba como normal en aquel momento pero era una locura
total construir una democracia sin las mayorías. Así se deslegitimó la democracia.
El que más hablaba de democracia era (Pedro Eugenio) Aramburu, cuando nadie
lo había elegido y estaba marginado el movimiento más popular. Así nos fue.
Eso costó muchos años y muchas vidas.
También tuvo que ver lo que en ese entonces pasaba en el mundo: la revolución
cubana, Argelia, la locura de la guerra fría, donde los militares y los
conservadores en la Argentina veían comunistas en todos lados. Su obsesión
era frenar el peronismo y frenar la transición al marxismo de muchos peronistas.
-¿Cuándo se percibe la división adentro de Tacuara?
-Con la proscripción del peronismo, un proceso liderado por John William
Cooke y al cual se sumaron muchos integrantes de Tacuara, de los que participaron
en el asalto del Policlínico Bancario (el 29 de agosto de 1963). Un tiempo
en que aparecen figuras como Gustavo Rearte, Andrés Framini, la gente que
se nuclea alrededor de la revista Compañero.
Al producirse la división, ese grupo decide seguir llamándose Tacuara aunque
agrega el adjetivo revolucionario. Ahora, un tema que todavía queda abierto
y la investigación no lo cierra es saber cómo en el primer grupo guerrillero
urbano argentino, un grupo cuyos principios básicos fueron el antisemitismo,
surge la admiración a la Falange española.
-Sobre este tema, vos hacés hincapié en las declaraciones de José Luis Nell,
lo que figura en los expedientes judiciales.
-Cuando declara en la causa del Policlínico Bancario, Nell habla sobre la
historia de Tacuara. Le preguntan que fue lo que pasó para pasar del fascismo
a esa cosa revolucionaria marxista. Pero él hace hincapié en las diferencias
de métodos. Había un grupo que creía que había que tomar las armas ya, influido
por la teoría maoísta de que la chispa puede incendiar la pradera. Nell
dice que se separan porque quieren tomar las armas y no porque crean que
hay un problema ideológico. Siguen reivindicando un montón de valores de
Tacuara: el nacionalismo, el rosismo, una actitud que tiene que ver con
lo que representaba la izquierda... Para muchos jóvenes era una opción más
válida Tacuara que el socialismo o el comunismo.
-¿Qué otra figura te parece importante en la historia de Tacuara?
-Joe Baxter me parece un personaje central, que simboliza todo ese proceso.
De adolescente fue un admirador de los nazis y en el libro yo incluyo un
poema donde reivindica los colaboracionistas nazis de todas las partes del
mundo. Algo bastante grotesco. Y con esta cosa muy fuerte del antisistema.
La negación de la democracia creo que tenía que ver con esto del lugar que
se le asignaba en aquella época, completamente distinto al que se le da
hoy. Y un poco esa cosa de rebeldía, de luchar contra ese orden del mundo
impuesto en la Segunda Guerra Mundial, eso era lo que originaba su dirección
hacia los nazis.
Después Baxter va evolucionando y se convierte en uno de los fundadores
del ERP, un fanático del marxismo leninismo que acusa a (Mario) Santucho
de burócrata, de derechista, que pasó por China, por Vietnam, que vivió
en el Chile de (Salvador) Allende. Creía que la vía del socialismo por los
votos y por la democracia no era válida, que lo único legítimo era la revolución.
Me parece un personaje que sintetiza las ideas de esa época.
-Vos afirmás que el proceso seguido por Tacuara anticipa en diez años la
violencia que se iba a vivir en la Argentina.
-De un lado tenemos un grupo que hace el asalto al Policlínico Bancario,
que es una operación que si la viéramos en los años 70 sería de lo más común
para recaudar dinero y financiar una guerrilla. Por otro lado tenemos el
grupo que afirma su identidad anticomunista, elige a un joven de 32 años,
judío y comunista (Raúl Alterman), y lo mata en la puerta de su casa. Eso
en los años 70 también sería común de parte de los grupos de ultraderecha
como la Triple A, pero cuando lo hace Tacuara resulta novedoso.
Muchos de los que se enfrentaron en los años 70 estuvieron juntos en los
60, en un proceso de radicalización que parte de una Argentina y un mundo
muy distinto al de hoy.

Una
rosa roja en un casquillo de obús chino disparado en Vietnam
A 30 años de la muerte de Joe
Baxter
Roberto Bardini
"Fue en 1964. Yo era un gurí
de 14 años cuando unos muchachos argentinos se alojaron en la casa de mi
mamá, en Montevideo. Después me enteré que andaban prófugos de la policía.
Eran militantes del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara y habían
asaltado un banco en Buenos Aires. Entre ellos se encontraba Joe Baxter,
a quien traté casi hasta el último día de su vida".
Quien así habla se llama Alberto Pérez Iriarte y es un uruguayo de 55 años
naturalizado suizo. Desde 1978 vive en Ginebra, donde es vicepresidente
del Partido Socialista local y edil (consejero municipal) por la comuna
de Lancy, en el cantón de Ginebra.
El 11 de julio de 2003 se cumplieron tres décadas de la muerte de José Baxter
en un accidente aéreo en el aeropuerto francés de Orly. Los recuerdos de
adolescencia y juventud de Pérez Iriarte trazan un retrato de ese argentino
polémico con un itinerario político también polémico: se inició en el nacionalismo
católico, se convirtió al peronismo combativo, pasó al Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP) y terminó en la Fracción Roja, perteneciente a la Cuarta
Internacional (trotskista).
Entre su fuga de Argentina luego del atraco al Policlínico Bancario en agosto
de 1963 –la primera acción de guerrilla urbana en Argentina– y sus últimos
días, José Baxter se entrevistó en España con el ex presidente Juan Domingo
Perón, en Egipto con el mandatario Gamal Abdel Nasser y en Argelia con el
estadista Ben Bella. En Madrid tuvo un breve amorío con la actriz norteamericana
Ava Gardner. También se entrenó militarmente en Cuba y en China, participó
de un combate en Vietnam –donde fue condecorado por Ho Chi Minh– y vivió
exiliado en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular encabezada por
Salvador Allende. En esos diez años de vivir en la cuerda floja, usó tres
o cuatro identidades diferentes.
Para muchos, Baxter fue un "aventurero" o –para expresarlo de modo rioplatense–
un "chanta". Algunos dicen, sin aportar pruebas, que era "agente de algún
servicio de inteligencia". Pérez Iriarte, en cambio, tiene otra imagen de
este hombre que pareció encarnar la consigna "vivere pericolosamente", expresada
por Nietzche y retomada por Benito Mussolini: "Contra lo que opinan muchos,
para mí el gordo sigue siendo un personaje legendario, casi como Lawrence
de Arabia o André Malraux".
Pérez Iriarte usa lentes de aro redondo, exhibe bigotes "a la francesa"
con las puntas hacia arriba, tiene aspecto bonachón y parece un próspero
petit burgueois parisino del siglo XIX. Pero las apariencias, como se verá
más adelante, engañan. En su juventud, recibió entrenamiento guerrillero
para unirse a las fuerzas del "Che" Guevara. El representante socialdemócrata
utiliza bastón, a causa de una leve renguera: en 1969, cuando tenía 21 años,
la policía uruguaya le pegó un balazo en una pierna. Y en los años siguientes
logró esquivar muchos tiros más.
A continuación, el testimonio de Pérez Iriarte (se eliminaron las preguntas
para dar continuidad al relato):
Dos balazos en la puerta de calle
"Mi madre, que era viuda con dos hijos, tenía una gran amiga argentina,
Elvira Campos, la esposa de Alberto Campos, el representante de Perón en
Uruguay. Campos viajaba casi todos los meses a ver a Perón en Madrid, donde
estaba exiliado, y a Ginebra, porque allí estaban las fuentes financieras
de la Resistencia Peronista. En aquella época residían en Montevideo muchos
perseguidos peronistas, políticos y sindicalistas.
"Mamá alquilaba una o dos habitaciones de nuestra casa, a veces por solidaridad
y otras directamente por complicidad. Es decir, sin declarar que tenía "huéspedes".
La policía llevaba un control diario, llamado "Formulario de población flotante",
para los archivos del servicio de migraciones. Los hoteles y casas de pensión
debían llenar ese formulario una vez registrados los turistas.
"Mi abuela materna, que era italiana, tenía una casa grande y también rentaba
habitaciones. La mayoría de los cuartos se alquilaba a los peronistas asilados.
Esa casa, en la calle Río Branco 1394, había sido de Baltasar Brum en su
época de presidente del Uruguay. Cuando Gabriel Terra dio el golpe de Estado
de 1933, fue ahí a pedir la rendición de Brum, con la casa rodeada desde
la Avenida 18 de Julio hasta la calle Colonia por policías, bomberos y periodistas.
Brum, que era un gran demócrata, colorado y francmasón, salió con dos pistolas
y se suicidó en la puerta de calle delante de todo el mundo.
"Nosotros vivimos en la Rambla República del Perú, a 50 metros del Rambla
Hotel. Luego nos mudamos a la otra punta de Pocitos, a 26 de Marzo y Buxareo.
Y fue entonces cuando empezaron a llegar "los porteños". Venían Héctor "Pajarito"
Villalón; Fernando Torres, el abogado de la CGT; el salteño "Chango" Mena,
un guerrillero "uturunco"; el sindicalista textil Andrés Framini, todos
amigos de Alberto Campos. Unos paraban en la casa de mi abuela y otros en
la de mamá.
"Hasta que un día, Campos y el "Chango" Mena, tuvieron una conversación
con mi madre. Esa noche, ella nos habló a mi hermana y a mí, y nos dijo
que iban a venir unos argentinos, pero que no debíamos hacerles preguntas.
El asunto nos intrigó mucho, pero entendimos. Ya estábamos con mi hermana
empezando a militar en la Asociación de Estudiantes del Liceo Joaquín Suárez,
de Pocitos. Y yo había ocupado el Liceo en la primera lucha por el boleto
estudiantil en los transportes.
En esa época fui cofundador de la Federación de Estudiantes de Secundaria
de Montevideo, que luego se convirtió en la CESU (Confederación de Estudiantes
de Secundaria del Uruguay).
Los muchachos peronistas
"Los primeros muchachos argentinos que llegaron a casa fueron cuatro. Recién
muchos años después supe sus verdaderos nombres. Pero hoy que ya es de conocimiento
público y varios libros los han citado, puedo decirlo: se trataba de Carlos
Arbelos, Jorge Cataldo, Alfredo Roca y Rubén Rodríguez. Nos ayudaban a preparar
los exámenes para el liceo y salían a caminar de noche conmigo y mis amigos
por la Rambla de Pocitos. Pero no hablábamos de política.
"En aquellos días de 1964, mi madre y Elvira Campos tenían conversaciones
con otras mujeres amigas. Así fue que, de confidencia en confidencia, llegó
a mis oídos que los muchachos que estaban en casa semi "enterrados" eran
"revolucionarios". ¡Habían asaltado un banco para juntar dinero! También
supe que había algunos "peronistas de izquierda" en lo de mi abuela. A veces
los veía en algún café de Pocitos conversando con otros que yo no conocía.
"Después llegó Joe Baxter y más tarde José Luis Nell. Y comenzó a haber
un cierto movimiento de los muchachos entre la casa de mi abuela y la mía.
"También había otros peronistas exiliados que vivían en apartamentos de
la calle Chucarro y la calle Charrúa. Se reunían en un lugar llamado el
Boliche del Cahamadoira, donde almorzaban a mediodía. Luego Alberto Campos
pasaba a fin de mes y pagaba la comida de todos. También había una parrillada
argentina detrás del Parque Rodó, donde se hacían asados y se cantaba la
Marcha Peronista. Nos invitaban a esas reuniones y a veces la homenajeaban
o le agradecían a mi vieja al final de la cena. La querían mucho a doña
Gladys, que en aquella época tenía 40 años.
"Pero estos argentinos no eran como los que estaban escondidos en casa.
La de 26 de Marzo y Buxareo era una casa "de confianza", a la que venían
los ilegales, los clandestinos, los que tenían documentos "yutos". Los muchachos
que estaban en casa eran "diferentes". Eran del Movimiento Nacionalista
Revolucionario Tacuara. La imagen de Tacuara en Uruguay era la de la primera
Tacuara, un grupo nacionalista católico con algunos rasgos antisemitas.
"En Uruguay, como en Argentina, el nombre de Tacuara está asociado hasta
hoy erróneamente al conservadurismo católico más que a la de izquierda revolucionaria.
En Montevideo no se sabia que había distintas tendencias. El sector de Alfredo
Ossorio era el ala más próxima a la tendencia impulsada por Joe Baxter,
pero la que entró en la historia política fue la Tacuara "nacionalista de
izquierda" fundada por Joe Baxter, José Luis Nell, Jorge Caffatti, Carlos
Arbelos y otros. Cuando el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(MNRT) se desarticuló, sus militantes fueron cofundadores de la gran mayoría
de las nuevas organizaciones revolucionarias de Argentina y de Uruguay.
Un "hermano mayor"
"Joe Baxter llega a mi casa el Primero de Mayo de 1964, día de paro general
festivo y día en que se comen tortelines en casa. Lo recuerdo como si fuera
hoy. Los muchachos nos presentan a "Salvador Ballesteros". Pero el ambiente
está muy tenso. Yo intuyo que se trata del jefe del grupo. Tiempo más tarde
supe que había estado escondido en las islas del Paraná o del Río Uruguay.
"Es un tipo grande, con un gran bigote, pecoso. Tiene una conversación rápida,
graciosa, con ironías porteñas. Es amable y muy respetuoso. Nada se escapa
a su mirada. Yo quedo muy impresionado con ese personaje que tiene bajo
el brazo "Times" y "Le Monde Diplomatique". Al otro día se va para la casa
de mi abuela. Luego lo veo allí. Después comienza a venir seguido a la casa
de Pocitos. Me pide que vaya hasta el semanario "Marcha" y retire un ejemplar
que está a nombre de "Ballesteros". Yo voy, y ese gesto se convierte en
un rito que repetiré durante meses. Me envía al diario "Época", llevo sobres
y paquetes, traigo periódicos y libros. Una tarde me invita a tomar un café
en el bar Bahía, en la rambla de Pocitos. Hablamos de mi situación estudiantil
y familiar.
"Un día, los muchachos de Tacuara se van de casa y Joe viene a instalarse.
Como mi madre había alquilado una habitación a otro argentino, comparto
con Joe mi habitación. Charlamos mucho y jugamos al ajedrez. Un día le cuento
que tengo una presentación sobre Grecia en mi curso de historia. Me dice:
"Yo te ayudo". Le cuento que el profe es reaccionario, hijo o nieto de Zorrilla
de San Martín. Joe me dice: "OK, Atenas contra Esparta". Y me ayuda a armar
una exposición oral genial sobre Esparta y sobre los esclavos en la "democracia"
ateniense.
"Otro día me dice quién es, me habla de su juventud y su familia, de la
lucha continental. Yo siento que he ganado un hermano mayor. Más tarde,
su familia y la mía se hacen amigas. Mi madre ayuda a su madre a venir a
Montevideo. Mary, su hermana es mi amiga y un poco, también, como una hermana
más. "Ñata", su mamá, me adora. Yo viajo a Buenos Aires, me hospedo en su
casa y duermo en la habitación de Joe. Y leo los artículos de los diarios,
guardados por la familia Baxter, sobre el gordo. Veo las fotos en las revistas,
leo sus discursos y declaraciones a la prensa.
"Traigo cosas de Argentina para Joe. Luego él viaja a Europa y lo acompaño
al aeropuerto de Carrasco. Me deja varios encargos, paquetes para entregar
en Montevideo. Y dos transmisores de radio. También debo esconder en casa
un sobre con documentos. Abro uno, que dice: "Comando estratégico de Fronteras
- Movimiento Revolucionario Peronista".
"Joe regresa de su viaje y me cuenta: fue a ver a Perón a Madrid, Nasser
lo invitó a El Cairo, estuvo en Argelia con Ben Bella. En España, tuvo un
amorío pasajero con la actriz Ava Gardner. Ahora debe reunirse en Punta
Carretas con el ex presidente del Brasil, Joao Goulart, exiliado, en Montevideo.
Yo voy con Joe, para dar cobertura en ese encuentro. Son la ocho de la mañana
de un día frío y ventoso. Un VW escarabajo, blanco, está estacionado en
el extremo de Punta Carretas. Baja un tipo, cebando mate con un termo bajo
el brazo. Joe me presenta y le habla de mí con elogios. Luego me voy, con
la consigna de recorrer el perímetro y advertir si hay gente con aspecto
de "tiras".
"Luego Joe y los muchachos se van de Uruguay. Tiempo después supe estuvieron
recibiendo entrenamiento militar en China. Unos meses después, regresan
y vuelven a irse, menos Joe y Rubén. Pero Joe viaja mucho y nunca me dice
a dónde. Un día, me trae un regalo: es la cápsula vacía de un proyectil
de mortero chino disparado en Vietnam. Años más tarde, en Cuba, me enteraré
que estuvo en Vietnam, que entró disfrazado de militar al Club de Oficiales
del ejército norteamericano en Saigón, que participó del copamiento de ese
lugar durante la ofensiva del Thet y que Ho Chi Minh le entregó una medalla
por su valor.
"En esa época, también vienen a casa muchos uruguayos, que –luego supe–
fueron fundadores de Tupamaros. Y también vienen de la Federación Anarquista
Uruguaya, del Partido Socialista y del Movimiento Revolucionario Oriental.
Bautismo de fuego
"En septiembre de 1964 participé en la gran manifestación contra la decisión
del gobierno uruguayo de romper relaciones con Cuba. Fue una tremenda refriega
con la policía, desde el Palacio Estévez hasta la Universidad. Yo ya había
participado en enfrentamientos con la policía, cuando las protestas contra
el golpe de estado de ese año en Brasil, pero esta vez fue muy dura. Ocupamos
la Universidad y durante tres días quedamos "sitiados" y fuimos violentamente
reprimidos por los coraceros y los granaderos.
"Ese fue mi "bautismo de fuego". Desde la Universidad llamo por teléfono
a Joe. Me pide que le describa la situación adentro y le cuento la dificultad
que teníamos para aguantar el control de la puerta principal, donde los
compañeros "anarcos" de Bellas Artes peleaban duramente. Entonces Joe me
empieza a dar una serie de consejos, que van a cambiar el cauce de la refriega
por el control de la entrada y por alejar a los milicos del cerco. Me dice
que utilicemos el plomo de los cables de teléfonos como perdigones para
las ondas de horqueta y los tubos de luz fría como proyectiles desde las
azoteas, para que el vidrio lastime a los coraceros. También me indica que
busque en el depósito de limpieza productos químicos para fabricar una receta
sustitutiva a la del cóctel Molotov.
"Comunico todo esto a Marcelino Guerra y Jorge Errandonea, de Bellas Artes.
Y montamos nuevos grupos en los techos y en la puerta principal. "El Cabeza"
Ramírez dirige a nuestros arqueros de hondas, con munición de plomo en lugar
de piedras y logran desalojar a los coraceros de la entrada. A la segunda
noche, los menores de edad –que éramos siete– somos evacuados y fichados
por la policía, acompañados por nuestras madres. Al tercer día, luego de
una negociación entre la Federación de Estudiantes Universitarios y el ministro
Tejera, se levanta el cerco y 300 estudiantes pueden abandonar la Universidad
sin ser identificados.
"Así era la amistad con Joe. Muchas veces fui el hermano menor, que lo escuchaba.
Luego vinieron otras grandes manifestaciones, con choques con la policía,
como las protestas estudiantiles de 1965 contra la intervención norteamericana
en Santo Domingo y las de solidaridad con Vietnam. Joe me aconsejaba como
moverme adentro de las manifestaciones: ir bien vestido y con otro saco
o impermeable en el brazo, para cambiar de aspecto una vez terminada la
bronca.
"A ese señor no lo conozco"
"También íbamos mucho al cine. Recuerdo que vimos juntos "Lawrence de Arabia",
"El Cid" y "Doctor Zhivago". Éramos muy compinches.
"La ultima vez que estuve con Joe en Uruguay, fue en mi casa el 23 de diciembre
de 1966, al otro día de la muerte de Carlos Flores en un tiroteo con la
policía. Fue el primer tupamaro muerto en combate. Joe cambió en nuestra
última conversación en Montevideo. De manera solemne, pensando que ya no
nos volveríamos a ver más, me anunció que los tiempos habían cambiado y
que empezaba la lucha frontal con el imperialismo. Y se fue. Ninguno de
los dos lo sabía, pero volveríamos a reencontrarnos en Cuba, en 1968, y
en Chile, de 1972 al 73.
"Al día siguiente, 24 de diciembre, fuimos presos mamá, mi hermana y yo.
El diariero de la esquina nos denunció a la policía porque había reconocido
las fotos de Joe y los muchachos de Tacuara, además de Raúl Sendic, Jorge
Manera Lluveras y otros.
"La casa de mi abuela, en la calle Río Branco, también fue visitada muchas
veces por los servicios de inteligencia cuando en 1966 la policía buscaba
a Joe. Una vez los policías de civil vinieron con una fotografía del gordo
y la vieja, una napolitana pícara, les dijo que no podía reconocer la cara
porque era una foto muy chica y ella no veía bien. Dos horas después volvieron
con una foto enorme de Joe y ella la observó largo rato y les dijo que no
conocía a "ese señor". Ella, que los domingos le cocinaba ravioles.
Tras los pasos del "Che"
"A principios de 1967, me integro al Movimiento Revolucionario Oriental
(MRO), que era una organización de origen blanco, nacionalista, de la izquierda
revolucionaria. A fines de ese año sube al gobierno la ultraderecha en la
figura de Pacheco Areco e ilegalizan los partidos de izquierda y clausuran
sus medios de prensa en diciembre de 1967. En enero me detienen durante
una pintada callejera cerca de la Facultad de Medicina. A pesar de ser menor
de edad, me meten preso durante 20 días en el Cuartel de Piedras Blancas.
"Al salir, yo tenia 18 años de edad. Con otros 10 ó 15 militantes de la
juventud del MRO, fundamos el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER).
El 90 por ciento éramos de Pocitos y la mitad habíamos ido al liceo Joaquín
Suárez Nº 7 de ese barrio.
"A finales del 1967, yo ya era un "guevarista" convencido, seguidor de la
Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Fue entonces cuando
me invitaron a participar con los que se prepararían para apoyar al "Che"
en cualquier lugar del mundo. Y luego de algunas peripecias por Europa,
que no vienen al caso, partí hacia Cuba, vía París, para integrarme a la
vanguardia latinoamericana que crearía el "segundo Vietnam" en América Latina.
"Yo tenía 20 años. La mayoría de edad en Uruguay se otorgaba a los 21. Cuando
fui a sacar el pasaporte, necesité la autorización de mi madre para viajar
al exterior. Es decir, necesité el permiso de mi mamá para integrarme a
la revolución continental. Y fue así que el 2 de enero de 1968 me encuentro
en la Plaza de la Revolución de La Habana junto con un grupo selecto de
compañeros uruguayos, brasileros, paraguayos y argentinos. Sólo nombraré
a una compañera, que ya no está: Soledad Barret.
"Años mas tarde, Daniel Viglietti, le dedicó una canción. La vida de Soledad
fue trágica. Secuestrada por un grupo de extrema derecha uruguaya, en 1962
o 1963 le dibujaron esvásticas en cada muslo. Vivió clandestina y a los
saltos en varios países. Se entrenó con nosotros, con la fortaleza del mejor
hombre del grupo. Y terminó asesinada en Río de Janeiro, en un allanamiento.
La ametrallaron durante cinco minutos. Estaba embarazada: esperaba su primer
hijo.
"En la cafetería del Hotel Habana Libre me encuentro por casualidad con
compañeros de John William Cooke, que habían estado en mi casa de 26 de
Marzo y Buxareo. También veo a una pareja de argentinos, García Elorrio
y su compañera Casiana Ahumada, que eran de la revista
"Cristianismo y revolución".
"Ellos me contactaron con Joe, que estaba instalado con Ruth, su compañera
boliviana, en una casa de Miramar. Ruth había escrito un libro para Casa
de las Américas sobre la Republica Dominicana. Y allí retomamos nuestra
amistad como si nos hubiéramos separado ayer. En Cuba fui testigo del nacimiento
de Mariana, la hija de ambos. La casa de ellos siempre estaba llena de gente.
El gordo andaba vestido con el uniforme verdeolivo de oficial cubano y una
pistola 45 en la cintura. Por las tardes, íbamos a la cinemateca del ICAIC
y luego nos separábamos, cada uno a sus obligaciones.
"En 1969 regreso a Montevideo. El 17 de octubre, a los 21 años, caigo herido
de bala. Voy preso en medio del estado de sitio, con una parálisis total
de mi pie derecho. Me salvaron la femoral pero no el nervio ciático.
"Entre 1970 y 1972 siguen pasando por Montevideo argentinos de diferentes
organizaciones políticas. Ya no venían a casa, pero llamaban por teléfono
y les encontrábamos alojamiento. En particular, recuerdo a Gustavo Rearte,
con quien conversamos mucho acerca del gordo Baxter.
Reencuentro en Chile
"En 1972, la policía allana mi casa y la de mi familia. Huyo a Buenos Aires
con mi madre. Los ex tacuaras nos ayudan y consiguen casas para alojarnos.
Poco a poco nos vamos para Santiago de Chile, donde nos reciben con cariño.
En aquella época, entrar a Chile por Mendoza era emocionante.
"La Unidad Popular nos da casas y nos ayuda a encontrar trabajo. Y allí
vuelvo a reencontrar a Joe. Me cuenta que ha roto con el PRT-ERP y me habla
de la Cuarta internacional. Veo que nuevamente su cabeza funciona a cien
kilómetros por hora. Voy a su oficina en Santiago y conozco sus nuevos compañeros.
Viene el "tancazo" de junio del 73 contra Salvador Allende. Salimos todos
a la calle. Yo iba arriba de un tractor y saludo a Joe, que camina rápido
por la Alameda. Todo se acelera de nuevo. El gordo me dice: "Nos la van
a dar con todo". Seguimos viéndonos y me cuenta que ha decidido irse de
Chile. Cuando llega el día, como tantas veces en Uruguay, lo llevo al aeropuerto.
Nos despedimos con un abrazo de hermanos el 10 de julio de 1973.
"Al día siguiente, el avión en que Joe viajaría de París a Bruselas para
ver a Ernst Mandel se estrelló en el aeropuerto de Orly.
Protagonismo, ética y acción
"Joe viajaba con pasaportes falsos desde hacia 10 años. Tenía un récord
de supervivencia en la clandestinidad. Vivió la historia latinoamericana
de aquella época en carne propia, en cuerpo y alma a la vez, como un "sufista".
Es decir, lo que existía era lo aparente y lo aparente era lo que no existía.
La ideología era para él como una nave para viajar a la acción. El protagonismo,
al estilo de Malraux o Lawrence de Arabia, era su arma de combate. Para
muchos, su evolución ideológica fue muy heteróclita. Hoy lo critican algunos
"puristas" que han olvidado sus propios orígenes y no se avergüenzan de
sus actuales posturas.
"El gordo tenía una ética revolucionaria propia. La acciones deben ser "limpias",
decía. "No deben morir ni soldados, ni policías, ni compañeros". En aquella
época, sólo los tupamaros y el MIR de Chile lograron respetar esa moralidad
en el combate, y únicamente al principio, en los primeros años de los operativos
iniciales, al estilo Robin Hood. Hoy el subcomandante Marcos, en México,
hace de ese principio su doctrina.
"Así, a los 25 años de edad perdí a mi hermano mayor, de 33. Joe nunca supo
que dos meses después Salvador Allende moría un 11 de septiembre, casi como
murió Baltasar Brum en la calle Río Branco, enfrentando a los golpistas
con honor. Brum y Allende fueron masones. Cuando en 1963 Joe vivió en casa
de mi abuela, dormía en la habitación que había sido el despacho de Brum
en 1933. Son 40 años de una habitación que unió sin querer a dos hombres
tan diferentes.
"Hoy, Joe descansa por fin en el cementerio británico de Buenos Aires. Quizás
alguien depositó una flor el 11 de julio.
"Mi madre, que siempre recibió el reconocimiento de los muchachos de Tacuara,
cumplió 80 años en abril. En la cómoda de su dormitorio está la cápsula
del proyectil de mortero que Joe nos trajo de Vietnam. Yo sé que dentro
de ese casquillo –que vino de tan lejos traído por un argentino- el 11 de
julio ella colocó una rosa roja".
Fuente: Rebelión

El
antisemitismo en la Tacuara
(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es
Lucha armada y terrorismo en Iberoamérica (VII) 1.2.3. El antisemitismo
en la Tacuara
Se ha discutido sobre el origen del antisemitismo de la Tacuara. Algunos
lo han atribuido a la influencia del Padre Meinvielle y otros a la de los
exiliados alemanes hitlerianos que llegaron a Argentina después de la II
Guerra Mundial. Lo sorprendente es que ambas influencias eran excluyentes
y que Meinvielle acusaba a los nazis de naturalismo y paganismo... pero,
sea como fuere, el antisemitismo es, prácticamente hasta el final de la
Tacuara, una de las características más sorprendentes de esta formación
política.
1.2.3. El antisemitismo en la Tacuara
A principios de 1959 se produjeron las profanaciones de tumbas judías en
el cementerio de la Tablada, apareciendo svásticas en algunas lápidas. Los
tacuaras jamás reconocieron esta acción como propia y acusaron a los medios
judíos de haber realizado la provocación. A partir de 1960, cuando se produjo
el secuestro en Argentina de Adolf Eichmann, los Tacuara sostuvieron que
era intolerable que agentes clandestinos judíos operasen en el país, con
la complicidad de medios izquierdistas, así mismo judíos. Sea por este prurito
nacionalista o acaso por que los exiliados fascistas y hitlerianos en el
país se habían fijado en Tacuara, el caso es que, a partir de ese momento,
el movimiento multiplica sus acciones antisemitas. El 17 de agosto de 1960,
al producirse el acto de homenaje a San Martín, el grupo de militantes de
la Tacuara del Colegio Nacional Sarmiento se enfrentaron con los judíos
del mismo centro, produciéndose un enfrentamiento a tiros que causó la muerte
de Edgardo Trilnik, de apenas 15 años. A este episodios seguirán varios
meses de atentados contra sinagogas, centros judíos, colegios judíos, miles
de pintadas y decenas de miles de panfletos aireando consignas antisemitas.
La Guardia Restauradora Nacional que, desde 1960 e había escindido de la
Tacuara, siguió por esos mismos pasos, compitiendo con ella en antisemitismo.
En Argentina existía una antigua y arraigada tradición antisemita que se
reforzó en los años 30 con la irrupción del nacional-socialismo en Alemania.
Leopoldo Lugones o el prolífico novelista Hugo Wast (director de la Biblioteca
Nacional desde 1931 a 1955) hasta Enrique Larreta, José María Rosa, Carlos
Ibarguren, Jordán Bruno Genta, habían sido exponentes, junto a Julio Meinvielle,
del antisemitismo argentino que, se expresaba a través de los periódicos
"Bandera argentina", "Nuevo Orden" y "Pampero".
La comunidad judía respondió constituyendo la Delegación de Asociaciones
Israelitas de la Argentina. La DAIA, fundada el 5 de octubre de 1935 por
28 organizaciones judías de centro y derecha pertenecientes a todos los
gruos étnicos y tendencias de la sinagoga; por su parte, los judíos vinculados
a la izquierda se agruparon en el Comité Popular contra el Antisemitismo.
En 1937, la DAIA constituyó el Comité contra el Racismo y el Antisemitismo
integrado entre otros por Arturo Illia y Arturo Frondizi... que luego gobernarían
la Argentina post-peronista.
Durante la II Guerra Mundial, la DAIA se preocupó particularmente de ayudar
a los judíos que huían de Europa, pero tras la guerra, con la llegada de
Perón al poder, las organizaciones de defensa de la comunidad judía retrocedieron.
Como se sabe, Perón favoreció la llegada de ingentes grupos de antiguos
fascistas y nacional-socialistas a Argentina que fueron, en buena medida,
incorporados como cuadros del nuevo régimen. Con la caída de Perón pareció
que todo este entramado perdía fuerza y así fue, efectivamente, pero entonces
la comunidad judía debió de afrontar un antisemitismo popular protagonizado
por la Tacuara e inspirado en los escritos del padre Julio Meinvielle.
Una década después cuando se produjo el golpe militar del General Videla
ese antisemitismo recrudeció. En la obra "La dimensión judía de la represión
durante el gobierno militar (1976-1983)," (Informe Co.So.Fam, Barcelona,
marzo de 1999) se rememora el aprecio que tuvo la Junta Militar por las
obras de Meinvielle: "En febrero de 1979 el Ministerio de Educación y Cultura
[de Argentina] instrumenta un decreto por el cual se establece la obligación
de estudios confesionales católicos en la asignatura de Instrucción Moral
y Cívica que afectó la libertad de cultos y el laicismo en la enseñanza.
En la bibliografía recomendada se encontraban autores notoriamente antisemitas
como el Rvdo. Julio Meinvielle y el profesor Bruno Genta".
Meinvielle, en su obra "El Judío plantea": "Ser grande en la grandeza carnal
de Babilonia podrán serlo, si, pero como sirvientes del Judaísmo. Porque
los judíos dominan en lo carnal....[de ahí] que la grandeza del capitalismo
inglés y americano no es mas que una creación judaica...". En esta frase
pueden apreciarse los lugares comunes de todo antisemitismo. En síntesis,
la idea del Padre Meinvielle era que los judíos controlaban la economía
argentina y, a través de sus peones políticos y culturales alentaban la
disolución de la sociedad argentina, atentando contra los tres elementos
sobre los que Meinvielle consideraba que constituían su pilar: la Patria,
la Religión y la Familia (o, como solía decir, el "Hogar"). No duda en que
la única posibilidad de afrontar estos riesgos es mediante una limitación
de las libertades civiles y la aplicación de una política de "mano dura".
Su modelo de baluarte y defensa contra estos riesgos era la Inquisición
Española. La primera institución a defender, por encima de cualquier otra,
era la Iglesia, pues de ella dependía la salud espiritual de la Nación.
Había escrito: "Sinagoga y masonería son los agentes, encarnaciones del
diablo, que movilizan el combate de la Contra-Iglesia a base de mentira
y crimen...".
Pero las tareas represivas o de contención no serán nunca eficaces del todo,
si no se apoyan sobre un renacimiento cultural de los valores que hasta
ese momento han sido específicamente argentinos. Meinvielle está en contacto
con el clero tradicionalista español de los años 50 y 60. En aquel momento,
ese clero goza en España de todas las facilidades que le da el hacer causa
común con el franquismo. Lo que propone Meinvielle es un "renacimiento cultural
Hispanoamericano" (no latinoamericano, el matiz es importante por que Meinvielle
se identifica con la forma "hispana" de catolicismo, más rigorista, combativo,
"íntegro" sino integrista, y misional que el Italiano o cualquier otro).
La idea "Hispanoamericana" sería la única con energía y vigor suficiente
para enfrentarse al "panamericanismo" de los EEUU (también es significativo
que Meinvielle jamás aluda el "imperialismo" norteamericano, sin duda, por
identificar este concepto con la izquierda.
El antisemitismo de Meinvielle es completamente diferente al nacional-socialista.
Si en este el antisemitismo arraigaba en las diferencias raciales, en Meinvielle
la raza apenas tiene sino un papel secundario. El padre Meinvielle ancla
su antisemitismo en el hecho bíblico (los judíos, a la postre, crucifican
a Cristo y, por tanto, Israel es culpable); había escrito: "¿Quiénes son
los agentes que el diablo utiliza para la realización de sus maquinaciones?
En la providencia actual, el cristianismo tiene un enemigo primero y natural
que es el judío. No en vano el Señor los acusa de "hijos del diablo" (Jn
8,44). En segundo lugar los paganos. En la crucifixión los judíos actúan
como verdaderos instigadores y responsables, mientras que los gentiles se
desempeñan como ejecutores. De aquí que los enemigos del cristianismo sean
los judíos, masones y comunistas". Es evidente que la matriz del antisemitismo
hitleriano es completamente diferente. De hecho, el Padre Meinvielle hacia
1937 tiene palabras muy duras hacia el régimen hitleriano, en el que ve
una forma de paganismo naturalista. Percibía, además, que, a diferencia
de otros regímenes fascistas europeos (Franco, Pavelic, Tiso, Salazar, Mussolini
o Dulfuss), el nacional-socialismo no había concedido privilegios a la Iglesia
Católica.
Además, tampoco se sentía –a diferencia de Perón- identificado con la forma
política de esos regímenes. Si bien era partidario de un "gobierno fuerte",
más o menos similar a una dictadura, no era eso lo que sostenía Meinvielle,
sino más bien un gobierno teocrático de estilo medieval. Años después, el
Centro de Estudios Evolianos de Buenos Aires, definió a esta corriente como
"guelfismo", y, seguramente es el apelativo que mejor le cuadra. Meinvielle
sostenía la necesidad de que el poder político estuviera bajo la férula
del poder religioso. Así se evitarían abusos: lo que en la concepción democrática
supone el equilibrio de poderes, en la guelfa es sustituida por la subordinación
del poder político al religioso considerado como emanación de la divinidad.
Dios nunca haría nada injusto contra su grey. Eso facilitaría el advenimiento
de la "Ciudad de Dios", concepto tomista que tuvo su momento álgido en el
siglo XIII, con Hildebrando elevado al papado con el nombre de Inocencio
III. Por lo demás, el Padre Meinvielle tenía en alta estima al pensamiento
nacionalista francés de Charles Maurras, hasta el punto que el secretario
de éste, luego catedrático en la Sorbona consideraba al Padre Meinvielle
como una "inteligencia francesa".
El Padre Meinvielle no fue una excepción en su generación. En aquellos años
apareció toda una cohorte de intelectuales nacionalistas –algunos como sus
discípulos y otros como sus compañeros de generación- de envergadura, los
curas Castellani, Octavio Derisi, Sánchez Abelenda, Juan Sepich y los laicos
Sacheri (asesinado por el ERP 22 de Agosto), Tomas Casares, Cesar Pico,
Nimio de Anquin y Jordán Bruno Genta (asesinado por el ERP 22 de Agosto). Aún hoy
el legado de Meinvielle y de toda esta generación de intelectuales nacionalistas
católicos, sigue presente en la sociedad argentina a través de la veterana
revista "Cabildo", dirigida por Antonio Caponetto y que mantiene un sitio
en Internet donde puede percibirse lo esencial de su doctrina, incluido
el antisemitismo.
Fuente: www.infokrisis.blogia.com/
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