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Augusto
César Sandino
"Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y
si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán."
"En uno de aquellos días manifesté a mis amigos que si en Nicaragua
hubieran cien hombres que la amaran tanto como yo, nuestra nación restauraría
su soberanía absoluta, puesta en peligro por el mismo imperialismo yanqui.
Mis amigos me contestaron que posiblemente habría en Nicaragua ese número
de hombres, o más..."
Augusto César Sandino
Nació en el 18 de mayo de 1895 en Niquinohomo, departamento de Masaya.
Su madre fue una humilde campesina llamada Margarita Calderón, que se
desempeñaba como doméstica y obrera agrícola; su padre fue Gregorio
Sandino, un mediano propietario, productor agrícola.
Su infancia transcurrió al lado de su madre; ahí conoció y sufrió toda
clase de miserias y privaciones. A los once años pasó a vivir a casa
de su padre.
"Mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma
y nervio de la raza."
En plena adolescencia Sandino fue testigo de la primera gran intervención
militar del imperialismo norteamericano en Nicaragua que culminó con
el asesinato del general Benjamín Zeledón.
"Era yo un muchacho de 17 años y presencié el destace de nicaragüenses
en Masaya y otros lugares de la República, por las fuerzas filibusteras
norteamericanas. Personalmente miré el cadáver de Benjamín Zeledón,
quien fue sepultado en Catarina, pueblo vecino al mío. La muerte de
Zeledón me dio la clave de nuestra situación nacional frente al filibusterismo
norteamericano; por esa razón, la guerra en que hemos estado empeñados,
la consideramos una continuación de aquella."
A la edad de 20 años Sandino deja la casa de su padre para buscar la
manera de hacer su vida por sí mismo, y así recorre haciendas y plantaciones
trabajando como ayudante de mecánica, volviendo más tarde a Niquinohomo
para dedicarse al comercio de granos. Posteriormente, Sandino sale hacia
Honduras, empleándose en La Ceiba como guardalmacén del Ingenio Montecristo,
propiedad de la Honduras Sugar and Distilling Company.
En el año 1923 deja Honduras
y llega a Guatemala, donde se coloca en las plantaciones de la United
Fruti Company en Quiriguá; ese mismo año sigue su viaje hacia México,
donde comienza a trabajar en Tampico para la South Pennsylvania Oil
Company. En 1925 pasa al campamento de la Huasteca Petroleum Company,
en Cerro Azul, estado de Veracruz, donde permanece hasta su regreso
a Nicaragua en junio de 1926.

Prontuario ilustrado
de las
agresiones de EE UU contra los pueblos de nuestra América.
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Estando en México, Sandino
se vincula con líderes sindicales, obreros, militantes socialistas,
anarquistas y masones. Es ahí donde conoce las luchas sindicales, la
agresión yanqui contra México por el control de los yacimientos petroleros,
de la propia Revolución Mexicana y, en fin, del progreso de las luchas
de la clase trabajadora.
"...en vista de los abusos
de Norteamérica en Nicaragua, partí de Tampico, México, el 18 de mayo
de 1926 -en donde me encontraba prestando mis servicios materiales a
la compañía yanqui- para ingresar al Ejército Constitucionalista de
Nicaragua, que combatía contra el régimen impuesto por los banqueros
yanquis en nuestra república."
A su regreso a Nicaragua, el país se encontraba sacudido por una guerra
civil, llamada Constitucionalista, resultado de la lucha entre los liberales
y conservadores por el control del poder político. En esta guerra, los
conservadores, una vez más, habían solicitado la intervención yanqui
para mantenerse en el poder.
Dentro de ésta guerra, Sandino aparece como una nueva fuerza que representa
las aspiraciones populares contra la dominación que casi dos décadas
había ejercido el imperialismo norteamericano en Nicaragua.
ACUERDO SOBRE LOS TRAIDORES
DE LA PATRIA
"Son traidores a la Patria: Todo nicaragüense que con miras políticas
trafique con la honra de la nación, solicitando apoyo oficial de los
invasores de la patria, así como el gobierno de la Casa Blanca... El
que prestare ayuda a los invasores y traidores para asesinar a los patriotas
nicaragüenses que están defendiendo la soberanía nacional."
Ya en Nicaragua, se emplea en el mineral de San Albino en donde logra
constituir, con algunos mineros, la primera célula sandinista con la
que daría inicio a su propia batalla dentro de la Guerra Constitucionalista.
El primer combate se da en El Jícaro. La falta de experiencia de la
columna sandinista, la escasez y pésima calidad de las armas harían
que sufrieran una derrota, pero aquella pérdida sólo serviría para reafirmar
su vocación de lucha.
Posteriormente, Sandino
reagrupa a su gente y, después de dejarla bajo seguro en el cerro El
Chipote, se dirige con unos pocos hombres hacia la Costa Atlántica donde
estaba el grueso de las tropas liberales, viajando en pipantes sobre
el Río Coco, en medio de la selva, en una travesía de muchos días y
de muchas penalidades que no podía realizarse sin la ayuda de los indígenas
zambos y misquitos que pueblan la zona. Soldados sandinistas durante
la guerra, esos indígenas formarían una eficiente aunque primitiva marina
de guerra con pipantes, llevando por el río guerrilleros, municiones
y alimentos.
El 14 de mayo de 1927, el
imperialismo norteamericano puso fin a la Guerra Constitucionalista,
haciendo que liberales y conservadores firmaran el pacto de El Espino
Negro, donde se plantea el desarme general, la creación de la Guardia
nacional (GN) y la supervisión de las elecciones por parte de los marines,
terminándose así con las hostilidades.
Sandino es el único de los
generales que rechaza la imposición yanqui y decide continuar la lucha
hasta expulsar a los marines, teniendo que enfrentarse a traidores e
invasores, en una larga lucha de liberación nacional.
"Ya en el teatro de los acontecimientos me encontré con que los dirigentes
políticos, conservadores y liberales son una bola de canallas, cobardes
y traidores, incapaces de poder dirigir a un pueblo patriota y valeroso."
El 1ro. De julio de 1927,
Sandino lanza su primer manifiesto:
"A los nicaragüenses, a los Centroamericanos, a la Raza Indohispana.
...ante la patria y ante la Historia, juro que mi espada defenderá el
decoro nacional y dará la redención a los oprimidos. Acepto el reto
del cobarde coloso invasor y de los traidores a la Patria. Nuestros
pechos serán murallas donde se estrellen sus hordas, pues tengo la firme
convicción de que cuando hallan matado al último de mis soldados, más
de un batallón de los de ellos habrá mordido el polvo de mis agrestes
montañas."
El día 16 de julio de 1927,
Sandino atacó la ciudad de Ocotal, en el departamento de Nueva Segovia,
protegida por una guarnición de marines; con aquella batalla, que duró
desde las horas del amanecer hasta la tarde, el mundo sabía que la guerra
de liberación había comenzado.
"Cuando murió (Coronel Rufo Marín), era jefe de mi Estado Mayor,
pero sin grado oficial, porque apenas estábamos comenzando. Murió en
la primera batalla que tuvimos en el Ocotal, peleando como un león,
al frente de su columna, en el asalto al cuartel de los marinos, el
16 de julio de 1927. Fue mi primer brazo derecho y gran alentador. Lo
sentí inmensa y fraternalmente."
El día 2 de septiembre de 1927, Sandino y sus hombres suscriben el documento
oficial de constitución del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional
de Nicaragua.
El número de efectivos del Ejército Defensor varió, de entre 2000 a
6000 soldados que llegó a tener en la época de expansión más grande
de sus operaciones, en 1930-1932. Sus columnas estaban bajo el mando
cada una de un general, y cada una tenía a su cargo un área territorial
de operaciones militares, organización civil y paramilitar, recolección
de impuestos, lo mismo que para la organización de la producción agrícola.
En esas áreas llegaron a funcionar escuelas de primeras letras para
los soldados y los campesinos. En los cuarteles de la montaña había
también niños huérfanos de guerra, que se les conocía como el "Coro
de Angeles". Asistían a las emboscadas, y su papel consistía en dar
gritos, vivas y hacer toda clase de ruidos, dando unas veces la impresión
de que el número de sandinistas era mayor, y otras, que llegaban refuerzos.
Estos niños, cuando crecían, llegaban a ser soldados regulares y debían
conquistar su propio fusil, como el caso del coronel Santos López.
"Nuestro ejército es el más disciplinado, abnegado y desinteresado
en todo el mundo terrestre, porque tiene conciencia de su alto papel
histórico."
"Nuestro ejército, por la magnitud de su lucha, constituye una autoridad
moral continental."
Combatientes internacionalistas
acudieron al llamado de la lucha antiimperialista de Nicaragua; intelectuales,
estudiantes y obreros llegaban de distintos puntos de América Latina
hasta Las Segovias a prestar servicio militar; los hubo de México, El
Salvador, Guatemala, Costa Rica, Republica Dominicana, Venezuela, Colombia,
Honduras. Algunos como soldados de línea, otros sirvieron en el Estado
Mayor como secretarios de Sandino; varios allí murieron.
"El amor a mi patria lo he puesto sobre todos los amores y tú debes
convencerte que para ser feliz conmigo, es menester que el sol de la
libertad brille en nuestras frentes." Carta de Sandino a Blanca
Aráuz.
"Los actos de heroísmo de las mujeres que colaboraron en el ejército,
no sólo son muchísimos, sino que además las mayoría requieren largas
historias para explicar los sacrificios que sufrieron y los peligros
que enfrentaron por amor a la patria y todas, campesinas, maestras de
escuelas, enfermeras, amas de casa y aún señoritas de sociedad, rindieron
servicios sin los cuales nuestra guerra no habría sido posible."
Para hacer frente a aquellas perspectivas de una guerra larga, Sandino
sabe que necesitará mucho mas recursos de los que tiene, ya que sus
armas son los pocos rifles anticuados de la pasada guerra civil, o los
que se recuperan a los marines en las emboscadas y combates.
Por eso decide, en enero de 1929, escribir al presidente de México,
Emilio Portes Gil, pidiéndole la autorización de viajar hacia allá,
llevando en mente buscar personalmente la ayuda que necesita, ya que
los comités más entusiastas de apoyo a la lucha están en México.
En
mayo de 1929, Sandino sale hacia Honduras en viaje a México, arribando
en 28 de junio al puerto de Veracruz, donde es recibido por una miltitud.
Va acompañado por sus lugartenientes que pertenecen a las brigadas internacionalistas:
Farabundo Martí, Rubén Ardila Gómez, José de Paredes, Gregorio Gilbert.
Allí se les juntaría también su hermano Sócrates, quien llegaba de Estados
Unidos, donde había participado en los mitines sandinistas en Nueva
York.
Sandino definió así el carácter de su lucha:
"Este movimiento es nacional y antimperialista. Mantenemos la bandera
de libertad para Nicaragua y para toda Hispanoamérica. Por lo demás
en el terreno social, este movimiento es popular..."
Durante el período de 1927 a 1932, Sandino y el Ejército Defensor de
la Soberanía Nacional de Nicaragua libraron más de 500 heroicos combates.
"De esta manera sangrienta, han sido una vez más castigados los asesinos
extraños y los patricidas que durante tanto tiempo han humillado la
soberanía de amada Nicaragua."
Después de haber derrotado la intervención militar norteamericana y
dadas las condiciones internas e internacionales que existían, Sandino
decide el 2 de febrero de 1933 firmar un Convenio de Paz con el presidente
Sacasa, sin que esto significara que hubiera abandonado su programa
de lucha.
"La paz se firmó para evitar el regreso de la intervención armada
que apenas estaba detrás de la puerta, esperando regresar antes de un
año... Ese es el secreto por el cual no salgo del Norte, para estar
pendiente de todos los momentos en que se presente la oportunidad de
restaurar también nuestra independencia política-económica."
Después de firmado el convenio, Sandino viaja varias veces a Managua
a entrevistarse con Sacasa para discutir las violaciones que ha dicho
convenio hacía la Guardia Nacional, asesinando y persiguiendo a los
miembros del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.
La noche del 21 de febrero de 1934, cuando Sandino regresaba de la casa
presidencial, después de haber hablado con el presidente Sacasa, es
detenido frente al cuartel del Campo de Marte por una patrulla de la
Guardia Nacional. Don Gregorio Sandino y Sofonías Salvatierra son conducidos
a prisión, mientras que los generales Sandino, Estrada y Umanzor son
llevados al lugar de su ejecución, siendo fríamente asesinados a los
pocos minutos. La orden del imperialismo y del jefe director de la GN,
Anastasio Somoza García, había sido cumplida.
Aquellos que creyeron que con el asesinato de Sandino perecía una línea
política, militar e ideológica, estaban equivocados; el sandinismo se
hallaba arraigado en la conciencia de nuestro pueblo, buscando completar
la obra iniciada por el Padre de la Revolución Popular y Antiimperialista.
Es así como surge el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN,
heredero y continuador del programa popular y antiimperialista del general
Sandino.
Fuente: Congreso Bolivariano de los Pueblos

Conversaciones
con Sandino
Por Ramón de Belausteguigoitia (Febrero de 1933)
El hombre y sus ideas
Durante las dos semanas que aproximadamente estuve en el campamento
del ejército de la Libertad, no dejé de estar a diario en conversación
con el general Sandino, quien me trató desde el primer momento con una
amabilidad enteramente familiar.
Unas veces el caudillo me llamaba y otras iba yo a verle a su casa,
que custodiaba su guardia personal, con ametralladoras en mano. El general
se solía pasear en una habitación obscura contigua a la de la guardia
y entraba sonriente, abrazándome, según su costumbre.
Era una sencilla habitación decorada por algún calendario y un cromo
en el que se veía unos cazadores de focas en un mar proceloso de hielo,
disparando contra estos anfibios que se acercaban alarmantemente a la
embarcación. Había un banco y unas sillas; en el banco se sentaban de
ordinario algunos jefes que asistían silenciosos a la entrevista, o
los soldados de retén. En un rincón se veía un montón de rifles.
El general se sentaba en una sencilla mecedora, que la tenía balanceándose
sin cesar. Resaltan en su cara ovalada, pero angulosa, cierta especie
de asimetría en ambos lados del rostro, que contribuyen, juntamente
con las comisuras de sus labios, a dar unas extrañas variaciones a su
rostro. En sus ojos obscuros brilla con frecuencia una afectuosa simpatía,
pero de ordinario se muestra en ellos una profunda gravedad, una intensa
reflexión. El reposo de sus facciones, la fortaleza de sus mandíbulas,
en ángulo bien abierto, confirman la impresión que da su conversación
de una voluntad serena y afirmativa. Su voz es suave, convincente; no
duda en sus conceptos, y las palabras van precisas, bien guiadas por
un intelecto que ha pensado por cuenta propia en los temas que expresa.
Su gesto habitual es frotarse las manos teniendo en ellas un pañuelo.
Rara vez acciona ni cambia la tonalidad serena de su voz. La impresión
que da el general Sandino, lo mismo en su aspecto que en su conversación,
es de una gran elevación espiritual. Es, sin duda, un cultivador de
la "yoga", un discípulo de Oriente.
Los temas de nuestra conversación fueron varios y de ordinario sin mucho
orden. Yo he procurado recogerlo en distintas materias, pero guardando
desde luego una absoluta realidad en los conceptos y en las frases,
a fin de que el lector pueda penetrar en la psicología de este extraordinario
paladín de la Libertad, que ha sido tenido por muchos como un hombre
vulgar y sin instrucción, quizá también como el Pancho Villa de la rebelión
nicaragüense. Pero esto es absolutamente falso. El general Sandino es
un espíritu delicado y fino, un hombre de acción y un vidente, como
hemos dicho ya, y sin tener sino una instrucción bastante limitada,
es una extraordinaria personalidad, aun aparte de su papel de libertador.
--Ya veo que le han tomado a usted por americano --me dijo, riéndose
alegremente, la primera vez que me vio.
--Sí, general --le dije--; pero ya se convencieron bien pronto, y no
pasó nada. Todo ha sido una broma.
Y luego de habernos sentado, y mientras el general inicia su habitual
balanceo, le digo:
--Me interesa sobre todo en este movimiento su aspecto espiritual más
que el episódico y militar. Yo veo que hay en usted una gran fe, y yo
no sé si un sentido religioso. Entiendo que todos los movimientos que
han dejado huella en la Historia han tenido una gran fe religiosa o
civil. El liberalismo de los pueblos anglosajones, unido a sus principios
religiosos, me parece más profundo y definitivo que el de la Revolución
francesa. ¿Tiene usted alguna religión?
Sandino.--No; las religiones son cosas del pasado. Nosotros nos guiamos
por la razón. Lo que necesitan nuestros indios es instrucción y cultura
para conocerse, respetarse y amarse.
Yo, sin darme por vencido, le insisto:
--¿No cree usted en la supervivencia de la conciencia?
Sandino.--¿De la conciencia?
Yo.--Sí, de la personalidad.
Sandino.--Sí,
del espíritu, claro está; el espíritu supervive, la vida no muere nunca.
Puede suponerse desde el principio la existencia de una gran voluntad.
Yo.--Todo es cuestión de palabras; para mí, eso es la religión, la trascendencia
de la vida.
Sandino.--Como le digo, la gran fuerza primera, esa voluntad, es el
amor. Puede usted llamarle Jehová, Dios, Alá, Creador...
Y después de explicar, según su fe teosófica, el valor de los espíritus
guías de la Humanidad entre los cuales coloca Adán, Moisés, Jesús, Bolívar...,
mientras su palabra expresa una convicción profunda y sus ojos, opacos,
se animan, continúa:
--Sí; cada uno cumple con su destino; yo tengo la convicción de que
mis soldados y yo cumplimos con el que se nos ha señalado. Aquí nos
ha reunido esa voluntad suprema para conseguir la libertad de Nicaragua.
Yo.--¿Cree usted en el destino, en la fatalidad?
Sandino.--¿Pues no he de creer? Cada uno de nosotros realiza lo que
tiene que hacer en este mundo.
Yo.--¿Y cómo entiende usted, general, esa fuerza primera, que mueve
las cosas? ¿Como una fuerza consciente o inconsciente?
Sandino.--Como una fuerza consciente. En un principio era el amor. Ese
amor crea, evoluciona. Pero todo es eterno. Y nosotros tendemos a que
la vida sea no un momento pasajero, sino una eternidad a través de las
múltiples facetas de lo transitorio.
Yo.--Insisto en este punto, porque creo que toda gran obra solo se ha
hecho a base de una gran fe, que yo llamo religiosa y usted la llama
con otras palabras; pero que no es sino el empujón de un mundo espiritual.
He apercibido en su ejército esa compenetración, esa espiritualidad.
Sandino.--Si eso es todo, estamos compenetrados en nuestro papel; todos
somos hermanos.
Yo.--Recuerdo haberle hecho referencia en algún momento al sentido histórico
de Napoleón y Bolívar.
Sandino.--¡Ah, Napoleón! Fue una inmensa fuerza, pero no hubo en él
más que egoísmo. Muchas veces he empezado a leer su vida y he tirado
el libro. En cambio, la vida de Bolívar siempre me ha emocionado y me
ha hecho llorar.
Después, como el general hiciera referencia a las fuerzas espirituales
que obran en la conducta de los hombres, le pregunto:
--¿Cree usted, general, en fuerzas de esa naturaleza que obran en los
hombres sin la acción de la palabra?
Sandino.--Completamente; yo mismo lo he experimentado no una, sino muchas
veces. En varias ocasiones he sentido una especie de trepidación mental,
palpitaciones, algo extraño dentro de mí. Una vez soñaba que se acercaban
las tropas enemigas y que venía con ellos un tal Pompilio, que había
estado antes conmigo. Me levanté inmediatamente y di la voz de alarma,
poniendo a todos en plan de defensa. Dos horas después, todavía sin
amanecer, los americanos estaban allí, iniciando el combate.
--Hay una parte de nuestro organismo donde existe el órgano del presentimiento.
--Yo se lo diré --añade el general, y tomando mi cabeza me señala la
nuca--. ¿No lo cree usted?
Yo.--Yo no niego ninguna clase de posibilidades de esa naturaleza. Y
desde luego creo que usted puede tener un sistema nervioso especial:
una gran potencia espiritual. Lo veo en su ejército.
Y recuerdo haber leído en una carta escrita por su hermano Sócrates
y que me había enseñado don Gregorio, que "Augusto tenía un enorme receptáculo
telepático". Y en otra carta, "que había visto en sueños a su padre
y a su madre y sentía que debían estar muy inquietos".
Y añado yo:
--He visto en los soldados un sentido espiritual admirable. Hablando
con muchos de ellos, les he oído decir que la justicia estaba con ellos
y que por eso vencían siendo tan inferiores. ¿Cómo ha conseguido inculcarles
estos principios?
Sandino.--Hablándoles muchas veces sobre los ideales de la justicia
y sobre nuestro destino, inculcándoles la idea de que todos somos hermanos.
Sobre todo, cuando el cuerpo desfallece es cuando he procurado elevar
su espíritu. A veces, hasta los más valientes decaen. Es necesario conocerlos,
seleccionarlos. Y alejar el temor, haciéndoles ver que la muerte es
un ligero dolor, un tránsito.
Yo.--¿Por compenetración?
Sandino.--Sí; estamos compenetrados de nuestra misión, y, por eso mis
ideas y hasta mi voz puede ir a ellos más directamente. El magnetismo
de un pensamiento se transmite. Las ondas fluyen y son copadas por aquellos
que están dispuestos a entenderlas. En los combates, con el sistema
nervioso en tensión, una voz con sentido magnético tiene una enorme
resonancia... También los espíritus combaten encarnados y sin encarnar.
Yo.--¿Cree usted en la trascendencia de este movimiento?
Seguramente el general no me ha entendido el sentido realista en que
yo le he hecho esta pregunta. En el curso ya de sus impresiones suprasensibles,
por decirlo así, continúa destrenzando su pensamiento en conceptos más
lejanos y más difíciles.
Pero no nos sería posible seguir todo su pensamiento, e indicaremos
únicamente el esqueleto de sus ideas, que versan ya sobre términos irreales:
--Le diré a usted; también los espíritus luchan encarnados y sin encarnar...
Desde el origen del mundo, la tierra viene en evolución continua. Pero
aquí, en Centroamérica, es donde veo yo una formidable transformación...
Yo veo algo que no lo he dicho nunca... No creo que se haya escrito
sobre eso... En toda esta América Central, en la parte inferior, como
si el agua penetrara de un océano en otro... Veo Nicaragua envuelto
en agua. Una inmensa depresión que viene del Pacífico... Los volcanes
arriba únicamente... Es como si un mar se vaciara en otro.
Es una descripción fantástica, que yo no he podido aprisionarla por
completo, pero que se traduce en una especie de visión de una gran catástrofe
marítima en esa zona de la América Central. Y Sandino se lleva las manos
a los ojos, como queriendo arrancar de ellos alguna visión. De nuevo
el tono opaco de su mirada se anima más.
Es Sandino, el héroe y genial Sandino, el visionario.
--La fe --pienso yo-- es
eternamente infantil y creadora; infantil, porque une al mundo real,
al de lo maravilloso, y apartando la duda, que es escepticismo y vejez,
nos lleva al mundo del ensueño de esos primeros años, en los que quizá,
como dice el poeta Wordsworth, los hombres conservan todavía el reflejo
de una inmentalidad o de una encarnación, como dirían los teósofos,
que todavía no se ha borrado de la mente, con los años y la baja realidad
de los sentidos.
Y es creadora, porque el hombre se siente no como un mísero aparcero
de una vida transitoria, que se disipa como el humo, sino el propietario,
mejor dicho, como el actor de un drama eterno y siempre renovado.
Cuando salgo, Sandino habla con un viejo soldado, encargado de llevar
sal a las columnas que se vienen acercando, y mientras aquél parte con
su mula cargada, el general lo despide con un "Que Dios le guarde".
2.- Conversaciones con Sandino.
Temas sociales
Habíamos visto al general Sandino, mientras cabalgaba con algunos oficiales,
haciendo una inspección a sus tropas y me dijo:
-Ya ve usted, nosotros no somos militares. Somos del pueblo, somos ciudadanos
armados.
Recordando estas impresiones sobre el aspecto social del movimiento
sandinista, preguntaba una tarde al general, mientras conversábamos,
y él se balanceaba en su mecedora.
-Se ha dicho en ocasiones que su rebelión tenía un marcado carácter
social. Hasta se les había tildado de comunistas. Entiendo que este
último dictado ha obedecido a una propaganda tendenciosa y de descrédito.
¿Pero no hay programa social?
Sandino.-En distintas ocasiones se ha tratado de torcer este movimiento
de defensa nacional, convirtiéndolo en una lucha de carácter más bien
social. Yo me he opuesto con todas mis fuerzas. Este movimiento es nacional
y antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad para Nicaragua
y para todo Hispanoamérica. Por lo demás, en el terreno social, este
movimiento es popular y preconizamos un sentido de avance en las aspiraciones
sociales. Aquí han tratado de vernos, para influenciarnos, representantes
de la Federación Internacional del Trabajo, de la Liga Antiimperialista,
de los Cuáqueros... Siempre hemos opuesto nuestro criterio decisivo
de que esta era esencialmente una lucha nacional. [Farabundo] Martí,
el propagandista del comunismo, vio que no podía vencer en su programa
y se retiró.
El general calla pensativo.
En algunos países, como
en México, se ha pensado por muchos que el movimiento sandinista era
fundamentalmente agrarista. Yo he tenido ocasión de comprobar, durante
mi estancia en Nicaragua, que la propiedad está muy dividida y que el
país es de pequeña propiedad. Apenas hay latifundios, y estos no son
muy grandes. El agrarismo, pues, no tiene un gran campo de acción. Los
pocos que no tienen tierras no se mueren de hambre, como se me había
dicho. Y, efectivamente, tuve ocasión de comprobar estas impresiones
de tierra de promisión en forma no muy halagadora por cierto. Hay cerca
de Granada un hermoso paseo de mangos que llega hasta el Lago. Mientras
una especie de Cancerbero que tiene la contrata de la fruta los recoge
como puede, dos o tres desarrapados esperan la caída accidental de algún
fruto para hacer su comida diaria. No les tenía cuenta trabajar en los
cafetales porque solo les daban quince centavos, y preferían esta modesta
holganza. El país está destrozado; no hay trabajo por ninguna parte,
según ellos.
Insisto yo todavía sobre la cuestión de las tierras con el general,
y le pregunto si es partidario de completar el sentido de pequeña propiedad
que tiene el país, dando terrenos a quien no les tenga.
Sandino.-Sí, desde luego, y eso es algo que no tiene dificultades entre
nosotros. Tenemos tierras baldías, quizá las mejores del país. Es donde
hemos estado nosotros.
Y el general explica su proyecto de colonizar la zona del río Coco,
que es de una enorme feracidad.
-Nicaragua importa una cantidad de productos que no debe: cereales,
grasas, hasta carne, por la costa del Atlántico. Todo esto se puede
producir allí. Por de pronto haremos navegable el río ; después empezaremos
a abrir terrenos de cultivo. Pero hay una exuberancia vegetal increíble.
Sólo el cacao silvestre les pone por de pronto en condiciones de explotación
económica.
Yo.-¿Cree usted en el desarrollo del capital?
Sandino.-Sin duda que el capital puede hacer su obra y desarrollarse;
pero que el trabajador no sea humillado y explotado.
Yo.-¿Cree usted en la conveniencia de la inmigración?
Sandino.-Hay aquí muchas tierras que repartir. Nos pueden enseñar mucho.
Pero a condición de que respeten nuestros derechos y traten a nuestras
gentes como iguales.
Y el general añade luego, en tono de broma, que si había extranjeros
que fueran allí con otras ideas, llevados de un espíritu de explotación
inaceptable o de dominio político, ellos procurarían irles poniendo
espinas en el camino para que su marcha no fuera tan sencilla. Por lo
demás, todos los extranjeros serían recibidos como hermanos, con los
brazos abiertos.
Hemos recordado en aquel momento el admirable desinterés que ha demostrado
en todo momento el general Sandino, y la especial estipulación del convenio
que se acaba de firmar expresando que los delegados del mismo indican
en su nombre "su absoluto desinterés personal y su irrevocable resolución
de no aceptar nada que pudiera menoscabar los móviles y motivos de su
conducta pública". Entonces le pregunto:
-¿No tiene usted la ambición de poseer algún terreno propio?
Sandino.-¡Ah, creen por ahí que me voy a convertir en un latifundista!
No, nada de eso; yo no tendré nunca propiedades. No tengo nada. Esta
casa donde vivo es de mi mujer. Algunos dicen que eso es ser necio,
pero no tengo por qué hacer otra cosa.
Recordando que el general Sandino está a punto de tener sucesión, le
pregunto:
-¿Y sus hijos, si los tiene?
Sandino.-¡No, eso no es una objeción! Que haya trabajo y actividad para
todos. Yo soy partidario más bien que la tierra sea del Estado. En este
caso particular de nuestra colonización en el Coco, me inclino por un
régimen de cooperativas. Pero eso tendremos que irlo estudiando más
despacio.
A propósito de estas cosas -añade el general, sonriente-: hoy he tenido
un caso de los muchos que vienen a contarme sus cuitas, que pinta el
espíritu ansioso de algunas gentes que manejan dinero. Es un pobre hombre
con mucha familia a quien habían prestado trescientos pesos hace mucho
tiempo. Ahora el que se los prestó le exige, y como no los tiene, quiere
llevarse su casa, el ganado, todo, y hasta sus hijos como esclavos.
Y yo le he dicho al prestador: "¿Usted cree que su dinero vale tanto
como las lágrimas de esta pobre familia?". Después he dicho al otro
que vaya donde uno de esos abogados que hacen justicia y que venga otro
día. Yo espero convencerlos. Ya ve usted -añade el general- lo que pasa
por aquí -mientras su boca se abre en una franca sonrisa que muestra
su excelente humor.
Yo sonrío también ante el recuerdo de esta justicia benévola, que muestra
su espíritu persuasivo y no su espada de guerrillero.
Yo.-General, ¿le gusta a usted mucho la Naturaleza?
Sandino.-Sí.
Yo.--¿Más que la ciudad?
Sandino.-Sí; la Naturaleza inspira y da fuerzas. Todo en ella nos enseña.
La ciudad nos desgasta y nos empequeñece. Pero el campo no para encerrarse
egoístamente en él, sino para marchar a la ciudad y mejorarla.
La vista de las plantas, de los árboles; los pájaros, con sus costumbres,
su vida... son una continua enseñanza.
La dicción clara y precisa del general, el sentido didáctico que da
a sus explicaciones, hasta el corte de su mano, que se mueve incesantemente
y que muestra unos dedos cortos y firmes, nos muestran en el general,
no el hombre de fantasía, sino de un pensamiento inquieto y profundo
en quien bulle el eterno deseo de saber. Y entonces le pregunto:
--¿Es cierto que desea usted hacer algunos estudios?
Sandino.-Sí; me interesa el estudio de la Naturaleza y de las relaciones
más profundas de las cosas. Por eso me gusta la filosofía. Naturalmente
que no me voy a poner ahora en plan de escolar. Pero saber, aprender,
¡eso siempre!
Pasamos a hablar después del tema militar, del aspecto de exterminio
que tuvo la campaña, y yo le pregunto:
--¿Fueron crueles los americanos?
Sandino.-¡Ah, eso yo no se lo voy a decir! Pregúntelo por ahí fuera
y verá.
Yo.-Se habla, entre los enemigos de usted, general, de muertes innecesarias,
de crímenes que se atribuyen a parte de su tropa.
Sandino.-Pues si se achaca algún mal, cualquiera que sea, yo soy el
único responsable. ¿Se dice que ha habido asesinatos? Pues yo soy el
asesino. ¿Que ha habido injusticias? Pues yo soy el injusto. Ha habido
que castigar no sólo al invasor, sino al que tiene concomitancias con
él.
El general se yergue y habla con energía, y sus ojos brillan con indignación.
Yo.-A mí, cuando me han hablado de estas cosas, he dicho que la libertad
no se conquista con sonrisas a los invasores. Que es el precio de la
libertad. Pero, naturalmente, creo es muy duro para [ser] dicho por
un extraño.
Sandino.-¡Oh, sí; el precio de la libertad!
El general Sandino ha pasado, por asociación de ideas, al rigor mostrado
con sus propias tropas para mantener la disciplina. Como algo se ha
hablado sobre este punto, le pregunto:
--¿Cuántos fusilamientos ha ordenado usted en sus tropas?
Sandino.-Cinco. Dos generales, un capitán, un sargento y un soldado.
Uno de los generales por abusos cometidos. Me denunciaron que había
violado varias mujeres. Comprobé los hechos y lo mandé fusilar. El otro,
por traición.
Y el general cuenta cómo desde que llegó el general Sequeira creyó ver
en él un hombre de lealtad sospechosa. Un día los aviones lo habían
sorprendido y lanzaban un bombardeo furioso. El general Sandino se mantenía
inmóvil en un rincón cuando, en medio del estampido de las bombas, siente
que alguien se acerca sigilosamente. Era Sequeira, con la pistola en
la mano. "¡Quiere matarme!", pensó Sandino; e inmediatamente sacó su
arma y, abalanzándose sobre aquel le obligó a enfundar su automática.
Sequeira quedó sin mando, pero aún participaba en las operaciones. Todavía
el general lo sorprendió en un momento parecido al anterior. Cuando
le iban a capturar se escapó en dirección al campamento americano. Sandino
destacó fuerzas que lo trajeran enseguida, vivo o muerto. Entonces lo
trajeron ya muerto.
Yo.--¿Es cierto que todas las armas suyas, rifles o ametralladoras,
han sido tomadas al enemigo? ¿Qué tanto por ciento calcula usted?
Sandino.-Sí, puede usted decir que todas, fuera de unos pocos fusiles
llegados de Honduras y de los primitivos "Con Con", que ya no sirven.
Los que no tenían fusil aguardaban a que se cogiera al enemigo o entraban
en acción con bombas y pistola, o sencillamente formaban gente de reserva.
Yo.--¿Tuvo usted, general, durante la lucha la intuición de la victoria
moral definitiva?
Sandino.-No; yo creí, al meterme en esta empresa, que no saldría nunca
de ella sino muerto. Consideré que eso era necesario para la libertad
de Nicaragua y para levantar la bandera de la dignidad en nuestros países
indohispano.
Yo recuerdo haber oído expresar sentimientos parecidos entre su tropa,
a quienes había oído decir: "Antes morir que humillarnos" y "No nos
hubiéramos retirado sin que se fueran los 'machos' " .
Yo.--¿Fue su esposa un obstáculo o un estímulo para la lucha?
Sandino.-Fue un estímulo. Al llegar aquí, después de iniciada la lucha
la conocí. Intimé con ella. Sus ideas y las mías eran iguales; estábamos
identificados. Cinco años estuve separado. Luego pudo entrar en la montaña.
Mi esposa nunca ha cejado en su espíritu.
Pero, ¿no la conoce? -añade el general, y llama--: ¡Blanca! ¡Blanca!
Te voy a presentar un señor de un apellido muy largo, que no hay manera
de pronunciarlo al principio.
Aparece la señora del caudillo. Es una señora muy joven, de facciones
correctas, el aire dulce y la tez muy blanca. La saludo, y poco más
tarde se va, después de unas breves palabras.
Sandino.-Mi señora es de aquí, con un noventa y cinco por ciento de
español. Aquí los españoles se mezclaron poco con los indios.
Yo.-Generalmente, el español se ha unido con los indios fuera de los
sitios donde este ha sido muy guerrero. En México, por ejemplo, se ha
mezclado poco en Sonora y en Sinaloa. En el resto casi completamente.
Sandino.-Pues aquí, poco. El indio huyó a la montaña. Pero tiene algo.
Tanto, que hay un refrán que dice: "Dios hablará por el indio de Las
Segovias". ¡Y vaya si ha hablado! Ellos son los que han hecho en gran
parte esto. Es un indio tímido, pero cordial, sentimental, inteligente.
Ya lo verá usted con sus propios ojos.
Entonces el general manda a llamar a un soldado y le invita a que hable
con su jefe, que está sentado en la guardia y que es de la misma raza
de los indios zambos del Atlántico.
Hablan los dos, y se aprecia en el dialecto una mezcolanza de palabras
de varios idiomas, desde el inglés y el francés al español.
--¡Ahora háblele usted en inglés!- me dice a mí.
Le hablo un rato y veo que conversan los dos perfectamente.
--Y ahora, español- añade.
Efectivamente, lo hablan perfectamente.
Sandino.-Pues ya ve usted si son inteligentes. Pero han estado completamente
abandonados. Son unos cien mil sin comunicaciones, sin escuelas, sin
nada del Gobierno. Es donde yo quiero llegar con la colonización para
levantarlos y hacerlos verdaderos hombres.
Yo.--¿Cree usted en la transformación de las sociedades por la presión
del Estado o por la reforma del individuo?
Sandino.-Por la reforma interior. La presión del Estado cambia lo exterior,
lo aparente. Nosotros opinamos que cada uno dé lo que tenga. Que cada
hombre sea hermano y no lobo. Lo demás es una presión mecánica exterior
y superficial. Naturalmente que el Estado tiene que tener su intervención.
Yo.--¿Qué significan los colores de su bandera?
Sandino.-El rojo, libertad; el negro, luto, y la calavera, que no cejaremos
hasta morir.
3.- Conversaciones con Sandino.
Hispanoamérica, Centroamérica y España.

Era la misma tarde lluviosa de costumbre; Sandino se paseaba en la habitación
oscura, junto a la guardia, y al verme exclama:
Sandino.-¡Sí; pase usted, tenemos gran alegría de que haya un español
en el campamento, para que vea lo que somos y lo que hemos sido! Sí;
de España hemos recibido un gran apoyo moral.
Yo.-Hubiera sido preferible ayuda positiva, voluntarios...
Sandino.-No; nos han dado algo superior: las ondas que vienen con el
apoyo moral. Vale más eso que si nos hubieran enviado un cañonero con
soldados y parque.
Y cuenta cómo llegó hace tiempo al campamento un español que era andarín
y recorría el mundo. Estuvo varios días y contó anécdotas interesantes
de su viaje y de España.
Tengo entendido que este andarín murió más tarde aplastado entre las
ruedas de un tren en marcha. Sin duda viajaba económicamente. Y la verdad
es que no recuerdo su nombre, que ya me lo dijeron.
En ese momento le traen una carta, y yo le ruego que la lea, interrumpiendo
la conversación, y el general añade:
--No; a usted lo consideramos como un miembro de nuestra gran familia
indohispana, y no tenemos reserva. Vea usted esta carta: es de un cura
amigo, que estuvo aquí mucho tiempo. Es de ideas libres; tiene su familia,
hijos, hacienda, y es de aquellos que podrían decir: "Obra como yo te
digo; pero no hagas lo que yo hago".
Y Sandino sonríe con su franca sonrisa benévola. Después lee la carta,
en que el cura felicita al general por la paz, que dice que no debe
quedar a medias.
Yo pregunto al general:
--¿Este movimiento puede tener alguna conexión con los ideales de una
Hispanoamérica unida?
Sandino.-Sí; el gran sueño de Bolívar está todavía en perspectiva. Los
grandes ideales, las ideas todas, tienen sus etapas de concepción y
perfeccionamiento hasta su realización.
Yo.--¿Cree usted posible que este sueño pudiera realizarse en una generación?
Aún hay falta de preparación para eso. Comunicaciones, íntima comprensión,
una sensibilidad armonizada para sentir los problemas comunes.
Sandino.-Yo no sé cuándo podrá realizarse esto. Pero nosotros iremos
poniendo las piedras. Tengo la convicción de que este siglo verá cosas
extraordinarias.
Me acuerdo yo entonces de la situación de Centroamérica. Estas pequeñas
Repúblicas, con las que no ya la diplomacia yanqui, si no las Compañías
americanas, sobretodo las fruteras, juegan como muñecos.
Ellos hacen y deshacen elecciones y ponen sin gran esfuerzo, a sus hombres
de confianza. Ahora, en la reciente revolución de Honduras, han dado
pródigamente muchas cosas; naturalmente, para cobrárselas luego en alguna
forma. Mientras a lo mejor estos países ponen restricciones a la inmigración
blanca, están vaciando aquellas Compañías la isla de Jamaica en las
costas del Atlántico, para abaratar la mano de obra y los negros siguen
aumentando enormemente. Así, las pequeñas Repúblicas tienen su soberanía
mediatizada..
Yo.-General, ¿no cree usted necesaria la Unión de Centroamérica?
Sandino.-Sí, absolutamente necesaria.
Yo.--¿Cuándo cree factible el proyecto?
Sandino.-Eso ya vendrá, ya vendrá...
Y el general se pone pensativo; yo, no queriendo ser indiscreto, no
insisto sobre punto tan delicado.
Recuerdo que el Presidente Sacasa me decía que él consideraba necesaria
la Unión; pero con el tiempo, cuando las ideas comunes y las comunicaciones
se hubieran desenvuelto suficientemente y sólo a base de un mutuo acuerdo;
pero pienso que hay cerebros centroamericanos dirigentes que creen que
la separación representa un estado morboso, una debilidad común, alentada
por el imperialismo, y quisieran ir a la Unión por la fuerza. Desde
luego, hay una especie de patriotismo centroamericano muy marcado.
Sandino.-De todas maneras, no profesamos un nacionalismo excesivo. No
queremos encerrarnos aquí solos. ¡Que vengan extranjeros, incluso americanos,
desde luego!
Tampoco pensamos que en nacionalismo político está toda la solución.
Por encima de la nación, la federación; continental, primero; luego
más amplia hasta llegar a la total.
Yo.--¿Qué le parece de España?
Sandino.-Una nación predestinada. España será la encargada de realizar
la comunización universal en el futuro.
Yo.--¿Comunización?
Sandino.-Sí, fraternización. España tiene un pasado glorioso. Allí,
según la leyenda, está enterrada María y Santiago, hermano de Jesús.
Además, está dando al mundo ejemplos admirables. El advenimiento de
la República ha sido algo notable. Lo mismo la actitud del rey que la
del pueblo, y en cuanto a la colonización... ¡Mire usted! Yo veía antes,
hace tiempo, con protesta la obra colonizadora de España; pero hoy la
veo con profunda admiración. No es que esté usted delante. España nos
dio su lengua, su civilización y su sangre. Nosotros, más bien nos consideramos
como españoles indios de América.
Yo.--¿Y cree usted en la influencia moral de España en la futura América?
Sandino.-¡Indudablemente! Su obra no ha terminado. Perdurará.
Como surgiera alguna alusión al problema regionalista de España, indicó
Sandino que le interesaba ese punto de la diversidad temperamental y
exclama:
--Diga usted, ¿qué diferencia hay entre un andaluz y un vasco?
Yo.-Pues yo creo que el andaluz representa un predominio de la imaginación,
fácil comprensión de otras ideas, ingenio, claridad de conceptos, tendencia
a los términos opuestos, optimismo brillante, a veces desaliento, escepticismo
otras. Han pasado muchas razas por ahí. En cambio, el vasco es primitivo,
con ideas simples, un monoideísta; pero estas enraízan en lo más profundo
de su ser, y no se contentan con vivir, sino que tienden a realizarse
a la acción. Hay escondida por allí una gran espiritualidad. Es optimista
por naturaleza.
Sandino.-Me parecen interesantes estas diferencias. ¿Hay algunas otras?
Yo.-Sí; el catalán y el gallego, por ejemplo, represetan también profundas
variedades comarcales y raciales, dentro de la unidad histórica y espiritual.
En cuanto a la común armonía del conjunto, todo depende de los grandes
ideales comunes.
Después, Sandino hace referencia al vascuense.
--Yo he trabajado con vascos -dice--, y los conozco bien. El vascuense
está relacionado con el sánscrito. Hay en el espíritu de los vascos
algo de internacional. Están unidos al mundo. Por eso en todas partes
se encuentra como en su casa.
Luego, entrando en el tema de la política española, pregunta:
--¿Se orientan bien las cosas?
Yo.-Tengo la convicción de que sí. Hay al frente de España un carácter
magnífico: es Azaña. Su obra es afianzar el alma tradicional, el esqueleto
de España, e incrustarlo en la evolución moderna. Es el verdadero líder.
No va detrás de las masas mendigando; las orienta y las guía. Sabe enfrentarse
a una opinión injusta o necia, aunque la tenga la mayoría. Yo espero
que lleve tras de sí, en un partido propio, una buena parte de la mejor
energía española: los intelectuales, los profesionales, los pequeños
propietarios independientes y el capitalismo consciente y evolucionista.
Azaña es un hombre de acción, es un hombre providencial.
Sandino.-¿Y la República?
Yo.-A mi modo de ver, La República tiene que resolver la gran antinomia
de los tiempos modernos, en máximo de estatismo con el máximo de libertad,
los avances del ideal del trabajo con la defensa y el estímulo del bienestar
común. El porvenir es todavía de la clase media. Esta y el capitalismo
consciente pueden enarbolar todavía una gran bandera, no una bandera
vergonzante, sino altiva e independiente. Si el capitalismo debe entregar
algún día su herencia o transformarse definitivamente, debe hacerlo
con dignidad, como quien ha cumplido una misión histórica, no como el
ladrón sorprendido con las manos en la masa. Entretanto, debe orientar,
debe participar en el Gobierno, como toda fuerza vital. Además, hoy
en día la libertad peligra de nuevo, y no me refiero a eclipses parciales,
que pueden ser necesarios. El liberalismo no ha muerto, ni morirá nunca,
mientras haya un hombre de corazón libre. Yo creo que alrededor de todo
esto debe girar el programa de una República española.
Sandino.-¿Usted me ha pedido un autógrafo?
Yo.-Sí, mi general.
Sandino.-Yo se lo daré, haciendo un saludo a España.
AL PUEBLO ESPAÑOL, UN SALUDO POR CONDUCTO DEL XXXX ESCRITOR SEÑOR BELAUSTEGUIGOITIA,
QUIEN HA RECIBIDO LAS IMPRESIONES DE NUESTROS ÚLTIMOS ESFUERZOS LIBERTARIOS.
San Rafael del Norte, Feb. 13-1933.

El
Muchacho de Niquinohomo
Por Sergio Ramírez Mercado
Desde los tiempos de la conquista española el destino de Nicaragua ha
estado marcado por su posición geográfica y por las características
de su territorio; colocada entre los océanos Atlántico y Pacífico, la
comunicación natural entre el río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua
despertó desde el primer momento en los españoles la ambición de lograr
un paso entre los dos mares, llamado en las cartas y relaciones de la
conquista el Estrecho dudoso.
Al producirse en el siglo XIX la expansión del capitalismo mundial,
ya en proceso de franca liquidación el poderío colonial de España en
América, la necesidad de contar con vías marítimas más económicas y
rápidas para el transporte de materias primas, hace que Inglaterra,
como dueña de los mares, fije su mira en la construcción de un canal
interoceánico a través de Nicaragua. El canal se convierte así en el
eje de las pretensiones de Inglaterra sobre el mar Caribe, que es ya
su more nostrum y también en el eje de sus disputas con el naciente
poder imperial de los Estados Unidos.
Así cuando los cinco países que bajo el régimen colonial español formaban
el Reino de Guatemala declaran su independencia en el año de 1821, la
disputa entre Inglaterra y los Estados Unidos comenzará a afectar el
curso de la política interna de estas provincias, que anexadas fugazmente
al imperio de Iturbide en México, se proclaman luego en República Federal
Centroamericana, según el modelo de la constitución política de los
Estados Unidos. Pronto se iniciaría una cruenta sucesión de guerras
civiles, la Iglesia Católica y los viejos terratenientes criollos empeñados
en combatir a los caudillos liberales que son los abanderados del federalismo;
entre la sangre y la anarquía, la República Federal sólo resulta un
experimento efímero, y después del fusilamiento del General Francisco
Morazán, las antiguas provincias se separan y la reacción vuelve a ocupar
el poder en cada una de ellas, pobres, obscuras y aisladas, tiranizadas
por fanáticos religiosos, como sería el caso de Guatemala con el gobierno
de Carrera.
Uno de los países desmembrados de la federación, que más padeció guerra
civiles fue Nicaragua. Los españoles habían fundado en su territorio
dos ciudades. Granada, a orillas del Gran Lago y abierta a la comunicación
del Atlántico a través del río San Juan, la ruta canalera; y León, primeramente
junto al Lago Xolotlán y trasladada en el siglo XVII un poco más hacia
el occidente, por causa de violentos sismos, y cuya salida hacia el
Pacífico era el importante puerto colonial de El Realejo.
Estas dos ciudades, poco comunicadas entre sí, organizaron su vida económica
en forma autónoma, realizando en forma independiente su comercio a través
de sus propios puertos; y ejercían su control político independiente
sobre las regiones rurales de cuya agricultura eran dueñas, creándose
así una división a la vez rural y política: ambas ciudades aparecían
como sustitutos de un Estado nacional inexistente. El resto del país
no era más que una inexplorada e ignota extensión territorial, pues
las únicas tierras cultivadas eran las de la franja del Pacífico, lugar
de los asentamientos coloniales donde también se había congregado la
mayoría de la población mestiza pobre que rendía su mano de obra en
las haciendas de añil y de cacao, productos coloniales que seguían siendo
la base de la economía nicaragüense, junto con la explotación ganadera.
Hacia las selvas del Atlántico, serían por el contrario los ingleses
quienes empezarían a ejercer su dominio sobre las tribus indígenas de
aquella región, la más grande del país.
Los ricos comerciantes de Granada, respaldados por el clero, se habían
opuesto primero a la independencia y luego repudiaron los ensayos liberales
de la facción leonesa, formada por agricultores. Tales inquinas hegemónicas
hacen que al romperse la federación, las dos ciudades reclamen para
sí la capitalidad, como forma de afirmar su dominio político y arrogarse
el Estado nacional. Los finqueros y comerciantes arrastraban a los campesinos
a la vorágine de las guerras civiles, haciéndoles morir inútilmente
bajo sus banderas señoriales. En el año de 1854, el Partido Conservador
de los granadinos llamado el Legitimista, y el Partido Liberal de los
leoneses llamado el Democrático, entraron en un nuevo conflicto cuyas
consecuencias habrían de ser amargas y trágicas como nunca.
Para ese entonces, a pesar de la expansión imperial inglesa, comenzaba
a consolidarse ya el poder de los Estados Unidos, cuya mira inmediata
en el continente americano era el more nostrum inglés, el Caribe: para
proteger este coto de caza, el Presidente James Monroe proclamó en 1823
su doctrina de América for the americans.
Dentro de esta exclusividad
pretendida de dominio, que llevaría más tarde al despojo territorial
de México y luego a la guerra contra España por la posesión de Cuba,
caía necesariamente la construcción y operación, lo mismo que la defensa
militar, de un canal interoceánico cuyas opciones eran Nicaragua y Panamá;
Inglaterra reconoció oficialmente este derecho canalero sobre Nicaragua
a los Estados Unidos, por medio del Tratado Clayton-Bulwer firmado en
el año de 1850, sin que por supuesto el olvidado gobierno de Nicaragua,
o quienes lo pretendían, fueran tomados en cuenta para tales arreglos.
Pero dos años antes de firmarse este tratado, ocurría un acontecimiento
que traería profundas consecuencias con respecto al territorio nicaragüense
comprometido ya internacionalmente en el proyecto del canal: en 1848
se descubre oro en California, región que después de la guerra con México,
los Estados Unidos se habían apropiado por derecho de conquista. Aventureros,
comerciantes, fulleros, inmigrantes, todo el mundo quiere correr desde
la costa este hacia California en busca de fortuna; pero un viaje a
través de los desiertos y praderas del continente es riesgoso porque
el far-west es todavía terra incognita, donde los indios hostiles asaltan
a cada paso las caravanas; por barco, debía viajarse hasta el Estrecho
de Magallanes, en el extremo sur de América, para ganar el Océano Pacífico,
empresa de meses; puede intentarse el cruce del istmo de Panamá, pero
allí están los pantanos, la fiebre, muchos quedan en el camino.
En el año de 1849, el Comodoro Cornelius Vanderbilt, uno de esos personajes
con garra y sin escrúpulos que forman el coro de padres fundadores del
capitalismo moderno, obtiene del gobierno de Nicaragua una concesión
para operar a través de su territorio, por aguas de la disputada ruta
canalera, un servicio de transportes para carga y pasajeros. Funda su
compañía, The Accessory Transit Company, con barcos que desde New York
hacen transbordes en el puerto de San Juan del Norte en la desembocadura
atlántica del río San Juan; desde allí, embarcaciones de poco calado
remontan el río y el Gran Lago, las pocas millas terrestres del istmo
de Rivas, se hacen en diligencias desde el puertecito de La Virgen hasta
San Juan del Sur en el Pacífico; y de allí en buques otra vez hasta
California. Todo muy rápido y más que nada, barato.
En base a su contrato negociado con las autoridades nicaragüenses, el
Comodoro Vanderbilt logra acumular una fortuna de millones al poco tiempo,
pero mientras se encontraba en un crucero de recreo por Europa, para
el cual había mandado construir un buque de lujo llamado White Star
que atracaba en los puertos del Mediterráneo, donde Vanderbilt convidaba
a bordo a la nobleza, sus socios Garrison y Morgan logran tomar el control
de la compañía a través de una maniobra financiera. Empezaría entonces
una guerra sin cuartel entre el Comodoro y sus antiguos socios por el
control de las rutas hacia California, que multiplicaría los fuegos
de la contienda civil nicaragüense iniciada en 1854 por liberales y
conservadores: los liberales de León habían desconocido al gobierno
conservador de don Fruto Chamorro de Granada y abiertas las hostilidades
conciben en su empeño por derribarlo, la idea de contratar una falange
de mercenarios norteamericanos. Un aventurero del sur, Byron Cole (quien
perdería luego la vida mientras huía del campo de batalla, colgado de
un árbol por campesinos nicaragüenses) hace la contrata con los leoneses
y recluta en New Orleans a la falange, que encabeza el sureño William
Walker. Los empresarios navieros Morgan y Garrison financian la compra
de armas, municiones y vituallas, interesados en asegurarse la concesión
de tránsito por Nicaragua".
William Walker, quien había peleado en México tratando de anexar el
territorio de Sonora a los Estados Unidos, era el adalid de una política
expansionista de los Estados esclavistas del sur; en 1855 desembarca
con su falange en Nicaragua y es recibido jubilosamente por el gobierno
liberal establecido en León, se le acuerda grado de General y va inmediatamente
a tomar la plaza de Rivas en manos de los conservadores, pero es rechazado;
logra sin embargo apoderarse poco después de la ciudad de Granada en
una operación sorpresiva; fusila a dirigentes políticos de ambos bandos,
aumenta su número de falangistas y armamento por medio de envíos recibidos
desde Estados Unidos, y ya en julio de 1856 se proclama Presidente de
Nicaragua; decreta que el inglés es la lengua oficial y ordena el restablecimiento
de la esclavitud. Los Estados Unidos reconocen su gobierno y establecen
relaciones diplomáticas con él.
Y como parte medular de su empresa de conquista, declaró nula la concesión
otorgada al Comodoro Vanderbilt, suscribiendo una nueva a favor de Morgan
y Garrison en febrero de 1856. Vanderbilt, por fuerza de sus intereses,
y el gobierno inglés, que no quitaba su ojo puesto desde hacía tanto
tiempo atrás sobre el canal, aportaron por su parte dinero y armas para
equipar a los ejércitos de los restantes países centroamericanos que
se unieron a los nicaragüenses, en una campaña militar de expulsión
del invasor, que pretendía un dominio no sólo sobre Nicaragua, sino
también sobre todo Centroamérica: Five or none se leía en los estandartes
de los batallones de rifleros de la falange filibustera.
Seis meses después de su proclamación como Presidente de Nicaragua,
los ejércitos centroamericanos lograron derrotar a los filibusteros;
después de perder la segunda batalla de Rivas en abril de 1857 termina
toda resistencia del invasor y Walker se embarca bajo protección del
gobierno de los Estados Unidos, con rumbo a su país; cuando llega a
New York, los periódicos lo aclaman como un héroe y estimulado por las
demostraciones de apoyo, intenta varias veces más nuevos desembarcos
en Centroamérica hasta que en 1860 es capturado en Trujillo, Honduras,
y fusilado.
Las facciones en disputa en Nicaragua, firmaron un acuerdo de paz y
se dieron una larga tregua después de concluida esta guerra, dejándose
a las familias conservadoras de Granada gobernar el país por espacio
de casi treinta años que coincidía también con una tregua que los imperios
capitalistas se daban sobre el canal, obligados por la guerra de Secesión
en los Estados Unidos y por las luchas coloniales de Inglaterra en el
África. El proyecto del canal se deja dormir todos estos años en que
si no hay guerras, tampoco hay mucho que cambie en Nicaragua; un gobierno
patriarcal que cuida del país como si se tratara de una hacienda ganadera.
Al ocurrir la derrota de la Comuna de París en 1870, el capitalismo
mundial haría un nuevo empuje que envolvería más que nunca a países
marginales como los centroamericanos, en la producción indefectible
de materias primas para las industrias metropolitanas. En este nuevo
panorama internacional, Centroamérica producirá y explotará primeramente
café y más tarde bananos. En el primer caso, como la caficultura requiere
de un nuevo orden agrario, ya que debe concentrarse la tierra y disponerse
de abundante mano de obra campesina, es la oportunidad de que los grupos
liberales puedan derrocar por medio de revoluciones acaudilladas por
militares, a los gobiernos conservadores, y expropiar las tierras de
la Iglesia Católica.
Se forma así, primero en Guatemala en 1872, un gobierno de terratenientes
cafícultores de credo liberal y aquella ola de cambios, aunque tardaría
en llegar a Nicaragua, produciría en 1893 el derrocamiento de los conservadores
granadinos y el establecimiento de una dictadura militar liberal, que
preside el General José Santos Zelaya.
En el segundo caso, la producción de banano se realiza por medio de
la ocupación de enormes cantidades de tierra por parte de compañías
norteamericanas como la United Fruit Company, que ya a comienzos del
siglo XX cultivan, exportan y comercian el banano. Las plantaciones
bananeras llegarían a ser verdaderos Estados, con sus leyes, ciudades,
fuerzas de policía, tiendas, almacenes, moneda; y los países donde se
establecieron no percibirían más que pálidos beneficios y estarían al
margen de esos imperios.
El General Zelaya gobierna a Nicaragua por 16 años, durante los cuales
logra medidas de progreso y consolidación nacional, como la reincorporación
del territorio inglés; y entre sus planes no deja nunca de estar la
construcción del canal, pues Zelaya participaba ardorosamente de la
ideología de que el progreso sólo podría lograrse por medio del capitalismo
mundial en expansión. Sólo el canal llegaría a ser la fuente de riqueza
y transformación del país.
Es entonces cuando el presupuesto calculado de América for the americans
sufre alteraciones impuestas por la nueva etapa en que entran los Estados
Unidos en su expansión imperial, han librado su guerra contra España
por el dominio de Cuba y Teodoro Roosevelt toma violentamente el territorio
de Panamá, agregándolo de Colombia, para asegurarse la construcción,
al fin, de un canal interoceánico. Y la doctrina Monroe es ahora la
del big stick, bajo la cual se ocupa militarmente Haití, Santo Domingo,
Cuba, Honduras, México, Nicaragua.
Cuando Zelaya advierte que los Estados Unidos no estarán ya más interesados
en un canal por Nicaragua al haberse decidido por Panamá, intenta negociar
una concesión canalera con otras potencias extranjeras y busca contactos
con Alemania y el Japón. Su caída del poder que se produce en el año
1909, y la subsiguiente ocupación de Nicaragua por la Marina de Guerra
yanki, es provocada en parte por semejante intento; y porque su hostilidad
contra Estados Unidos, toma a Zelaya bajo los fuegos de la también recién
inaugurada doctrina de la Dollar diplomacy, que convierte al Departamento
de Estado en agente de los banqueros y financieros, para operaciones
de préstamos e hipotecas que requieren de gobiernos dóciles en el área
del Caribe; y cuando no, los marines pasan a ser la policía de esos
mismos banqueros, y a vigilar también que no se perturbe la paz de los
enclaves bananeros. Para entonces ya los países centroamericanos pertenecen
a la United Fruit Co. y a Boccaro Brothers & Co., que deponen presidentes,
compran diputados y derogan y emiten leyes, encienden guerras. Son las
banana republics.
A finales de 1909, los conservadores, con la franca ayuda del Departamento
de Estado, se levantan en armas contra Zelaya en la Costa Atlántica
del país, una región selvática y aislada y de enorme extensión, propicia
para revueltas, su ejército insurgente está financiado por The Rosario
and Light Mines Co., empresa minera yanqui de la familia Buchanin establecida
en el país y a la que Zelaya reclamaba impuestos no pagados; dos norteamericanos
enrolados como mercenarios en las filas conservadoras son fusilados
por el gobierno, lo cual sirve de pretexto y ocasión al Secretario de
Estado, Mr. Philander C. Knox -abogado de The Rosario & Light Mines
Co., y consejero legal de la familia Buchanan- para desconocer al régimen
de Zelaya por medio de una nota diolomática que al llegar a manos de
Zelaya el 9 de diciembre de 1909, provocó su renuncia a la Presidencia,
veinticuatro horas después, ya que en el juego de relación de poder
de Estados Unidos en el Caribe, una comunicación semejante equivalía
a una destitución; pasando el cargo a manos del Dr. José Madriz, quien
no puede sostenerse pues los barcos de guerra yanquis patrullan las
costas nicaragüenses, llevan armas a los alzados y detienen el avance
de las fuerzas gubernamentales, declarando "zonas neutrales" los territorios
en poder de éstos, y protegiendo a los rebeldes para que colecten impuestos
de aduana.
Los generales conservadores entran a Managua y forman de acuerdo con
Estados Unidos, un gobierno cuya cabeza sería poco tiempo después el
contador jefe de la Rosario & Light Mines Co., Adolfo Díaz.
Mr. Knox, envía pronto a uno de los abogados de su firma, Mr. Dawson,
a imponer al gobierno conservador una serie de condiciones que se conocen
como "Los Pactos Dawson", contratación de préstamos para "salvar las
finanzas del país", exclusivamente con banqueros norteamericanos; ninguna
clase de concesiones (lo cual incluye claro está los derechos canaleros)
a otras potencias, y los dictados de cómo deberá organizarse el nuevo
régimen. Nicaragua pasa a ser de inmediato, y como se le conocía en
los círculos financieros internacionales, la Brown Brothers Republic,
pues aquella compañía junto con J. & W. Sehgman, U. S. Morgage Trust
Company y otras más, se dividieron como en el Evangelio, las vestiduras
del país: tomaron en prenda sus ferrocarriles, las entradas de aduanas,
se posesionaron de los bancos, de las minas, y en el año de 1912, como
"el contador jefe" iba a ser derrocado por uno de sus antiguos aliados,
presto a su solicitud desembarcó la Marina de Guerra y bombardeó la
ciudad de Masaya; los marines entraron en combato y capturaron al jefe
rebelde, a quien internaron en la Zona del Canal de Panamá como recluso;
surgiría entonces como héroe nacional el General Benjamín Zeledón, "el
indio Zeledón" que no se rindió a los ocupantes; sería perseguido y
asesinado y su cadáver paseado a la vista pública sobre el lomo de un
caballo.
Desde esa fecha, las fuerzas de ocupación norteamericanas permanecerían
en posesión del país, amparando con sus bayonetas a los gobiernos conservadores
que se suceden hasta 1928 entre primos y parientes, y que documento
continúan entregando a la nación a los intereses extranjeros, adquiriendo
deudas usurarias y dando más bienes y recursos en prenda; el punto culminante
fue alcanzado en 1914, cuando el General Emiliano Chamorro, embajador
de Adolfo Díaz en Washington, firma con el Secretario de Estado, Mr.
Jennis Bryan, un tratado que permito al gobierno de los Estados Unidos
la construcción del canal interoceánico, con ejercicio de soberanía
sobre las áreas necesarias de territorio y con facultad de construir
bases navales en el Golfo de Fonseca y en las Islas de Maíz:
"El Gobierno de los Estados Unidos tendrá la opción de renovar por otro
lapso de noventa y nueve años, el arriendo y concesiones referidos,
a la expiración de los respectivos plazos; siendo expresamente convenido
que el territorio que por el presente se arrienda y la base naval que
puede ser establecida en virtud de la concesión ya mencionada, estarán
sujetos exclusivamente a las leyes y soberana autoridad de los Estados
Unidos".
Dice parte del texto de esto contrato de venta de la soberanía de una
nación, por lo cual se pagaron a los gobernantes tres millones de dólares
que de inmediato se entregaron a los mismos banqueros para consolidar
a las viejas deudas, todo en una operación de tan vergonzosa tristeza
que el mismo Senado norteamericano se negó durante varios años a ratificarla.
Por este tratado Estados Unidos no obtenía tanto una concesión para
construir un canal, sino al contrario, para que nadie más lo construyera,
pues teniendo el de Panamá concluido ese mismo año no estaban interesados
en una nueva empresa que demandaba muchos millones de dólares. Allí
estaban Díaz y Chamorro para garantizar esa exclusividad y la Marina
de Guerra, para garantizarlos a ellos.En 1923, uno de los presidentes
de la familia muere repentinamente, y el cargo pasa a don Bartolomé
Martínez, el primero de los presidentes conservadores que no pertenecía
por parentesco a la oligarquía y por tanto, tenía cierta posibilidad
de actuar independientemente, redimió muchas de las deudas con los banqueros
yanquis, rescató las acciones del Banco Nacional que pasó a ser propiedad
del Estado; y buscó una alianza con los liberales para oponerse a la
oligarquía conservadora granadina en las siguientes elecciones que se
celebrarían en 1925, después de las cuales los Estados Unidos habían
anunciado que retirarían del país las fuerzas de ocupación, pues una
vez garantizada la opción del canal a través del Tratado Chamorro-Bryan
su permanencia no se hacía ya tan necesaria.
La coalición dirigida por el Presidente Martínez, sale triunfante de
las elecciones y gana la Presidencia Carlos Solórzano, conservador;
y la Vice-Presidencia el Dr. Juan Bautista Sacasa, de la oligarquía
liberal leonesa. Ha sido derrotado el General Emiliano Chamorro, a quien
los norteamericanos ya habían dado un período presidencial como premio
por la firma del tratado canalero; caudillo de muchas artimañas y de
vivas ambiciones personales. Chamorro no queda conforme con esta derrota
y sobre todo cuando cree disfrutar siempre del favor del Departamento
de Estado. Los Estados Unidos, no obstante, habían aprobado la elección
de Solórzano, un señor sin luces, cuyo terror de gobernar sin la presencia
de los marinos lo llevó a suplicar que no se fueran del país. Pero éstos
se van de todas maneras en agosto de 1925, sólo para regresar pocos
meses después. Chamorro derrocó en octubre de 1925 a Solórzano y en
enero de 1926 se hizo proclamar Presidente de la República por el Congreso
Nacional. Sus cálculos con respecto a la bendición yanqui que debía
de recibir de inmediato para sostenerse en el poder, quedan sin embargo
entrampados a causa de un error técnico; años antes Estados Unidos había
hecho firmar a los países centroamericanos un "Tratado de Paz y Amistad",
que el gobierno yanqui suscribía en una de sus cláusulas más importantes:
no podía reconocerse diplomáticamente entre las partes contratantes,
a gobiernos surgidos de golpes de estado.
Los liberales reclaman que de acuerdo con la Constitución, la Presidencia
corresponde al Vice-Presidente Sacasa y para amparar esta demanda provocan
en la Costa Atlántica un primer levantamiento, rápidamente copado por
barcos de guerra norteamericanos en mayo de 1926. Como resultaba demasiado
evidente para el Departamento de Estado reconocer de inmediato a su
fiel y viejo servidor Chamorro, pasando por encima del "Tratado de Paz
y Amistad", los Estados Unidos llevan hasta aguas del puerto de Corinto
en el Pacífico un barco de guerra, The Denver, y hacen subir a representantes
de los dos partidos para unas pláticas de paz celebradas en octubre
de 1926, que fracasan. Los yanquis, para apaciguar los ánimos, obligan
entonces a Chamorro a dejar la Presidencia y en su lugar imponen a otro
viejo amigo, "el contador-jefe" Adolfo Díaz.
Los liberales habían hecho un nuevo desembarco en el Atlántico en agosto
del mismo año, con ayuda y armamentos proporcionados por el gobierno
de México, en disputa entonces con los Estados Unidos; Sacasa instala
un gobierno liberal en Puerto Cabezas en diciembre, y el Ministro de
Guerra de su Gabinete, el General José María Moncada, inicia las operaciones
de avance del ejército revolucionario hacia el Pacífico, comenzando
así "la guerra constitucionalista".
La ayuda mexicana a los insurgentes, sirve de pretexto al gobierno yanqui
para justificar su apoyo a Adolfo Díaz, y para movilizar de inmediato
numerosos barcos de guerra a Nicaragua y preparar nutridos desembarcos
destinados a obstaculizar la marcha del "ejército constitucionalista"
que comanda Moncada. Para entonces ha culminado ya el proceso de la
revolución mexicana iniciado en 1911; como resultado, se había puesto
en marcha una reforma agraria y los gobiernos posteriores a la revolución
defendían una política nacionalista que incluía el clamor por la nacionalización
de los recursos naturales; el petróleo mexicano de la Costa del Golfo,
en Veracruz y Tamaulipas, estaba en poder de poderosos consorcios yanquis.
(Años después, el General Lázaro Cárdenas recuperaría para México esos
yacimientos). En Washington, el Secretario de Estado Frank B. Kellog,
acusaría a "los bolcheviques mexicanos" de fomentar el desorden y la
intranquilidad, en un país de "gobiernos ejemplares" como Nicaragua.
La situación militar se deteriora rápidamente para el gobierno de Díaz,
y la Marina de Guerra sabe que aquél no puede sostenerse sin su providencial
ayuda, que no tardan en darle otra vez las "victoriosas" columnas de
marines. Desembarcan primero en el Atlántico en diciembre de 1926, donde
rodean y aislan, dentro de sus famosas operaciones de declaración de
"zonas neutrales" a Sacasa y sus ministros, siendo gran parte del armamento
y municiones lanzadas al agua; y en enero de 1927, ocupan la Costa del
Pacífico, posesionándose de los puertos, la vía férrea y las principales
ciudades; el 9 de enero, participan con sus aviones en la batalla de
Chinandega, arrasando en llamas la dudad.
Pero el "Ejército Constitucionalista" marcha ya por las selvas, desde
Laguna de Perlas, por las montañas de Las Segovias y los llanos de Chontales
y Boaco hada el Pacifico y pese a la presencia de los marines, sus avances
lo llevan en el mes de abril de 1927, a estar en posición de atacar
muy pronto la capital.
El Presidente Coolidge, interesado personalmente en evitar la caída
del Contador-Jefe Adolfo Díaz, pide a su amigo personal, el Sr. Henry
Stimson, que viaje a Nicaragua para que allá, con plenos poderes arregle
la situación a cualquier precio. Mr. Stimson llega a Nicaragua a fines
de abril y el 4 de mayo se entrevista con el General Moncada en la Villa
de Tipitapa, a pocos kilómetros de la capital; se ha impuesto una tregua
y las fuerzas liberales ocupan Boaco, que cierra el dominio sobre más
de la mitad del país. En aquella plática, Stimson sólo deja a Moncada
dos alternativas: firmar un armisticio que permitiría a Díaz continuar
en la Presidencia hasta las siguientes elecciones de 1928, elecciones
que se celebrarían con garantía de la vigilancia de los marinos, quienes
por supuesto seguirían en el país; o por el contrario, hacer frente
a las fuerzas de ocupación que de inmediato entrarían en guerra con
los rebeldes para desarmarlos. Moncada, eligió la primera alternativa.
Mr. Stimson refiere en sus memorias sobre esta misión en Nicaragua,
que aquel General insurrecto le pareció un hombre de gran atractivo
y no común talento, lo cual no significaría otra cosa que Moncada era
un hombre viable para ser Presidente. Esas señales no pasarían desapercibidas
para Moncada, quien de regreso en Boaco reunió a su consejo de generales
y les recomendó aceptar la rendición. Mientras tanto, se haría una alegre
repartición de puestos públicos entre los jefes guerreros liberales,
y a cada uno se dejaría en posesión de las mulas y caballos de su columna,
remunerándoles también con diez dólares por cada día peleado. Excepto
para Moncada, el precio de la rendición no era elevado, pero todos aceptaron,
por medio de un telegrama que se transmitió al Comando Militar norteamericano
el 8 de mayo.
Todos, menos uno. Y aquí comienza la historia del General Augusto César
Sandino.
Los caudillos que sólo defienden los intereses de dominio de su clase,
o que disputan en las guerras civiles el disfrute de beneficios personales,
el acceso al poder para hacer negocios, comprar tierras, traficar con
los impuestos; su sumisión incondicional a los dictados de la dominación
extranjera y a la voluntad omnímoda de los consorcios y banqueros; la
simple envoltura retórica de sus demandas patrióticas y reivindicaciones
nacionalistas o constitucionales, que en el fondo no esconden otra cosa
que la ambición, y tras de todo lo cual se compromete la vida de miles
de campesinos que nunca alcanzan a saber por qué pelean o mueren: esas
son las figuras centroamericanas que componen los terribles murales
de lo que por mucho tiempo se llamó las guerras bananeras. Adolfo Díaz,
Emiliano Chamorro, José María Moncada; gracias a ellos, Nicaragua apareció
a los ojos del mundo como un protectorado norteamericano durante un
cuarto de siglo y continuó siendo, aunque sin tropas de ocupación, protectorado
norteamericano después.
Pero sería un muchacho abstemio, tímido y de pequeña estatura, que había
salido de un pueblecito nicaragüense situado en una meseta cubierta
de arbustos de café en las estribaciones de la cordillera andina, en
descenso hacia el Litoral Pacífico; que había andado por plantaciones
de banano e ingenios de azúcar en la costa norte de Honduras y Guatemala,
y por los centros petroleros de México, el que convirtiéndose en caudillo
militar de esa guerra, contradiría
aquellos esquemas entreguistas; trabajando como peón, como tornero mecánico,
como cuadrillero de limpieza urbana, como artesano, como obrero agrícola,
había llegado por fin a México junto con otros muchos jóvenes latinoamericanos
que iban en busca de mejor fortuna, y en el año-1926, precisamente aquel
en que los marines volverían a desembarcar en su país para intervenir
a favor de los conservadores en la guerra civil, estaba sentado en algún
lugar público de la bulliciosa ciudad que era el Tampico del petróleo,
de las doctrinas anarcosindicalistas, del socialismo galopante de la
revolución bolchevique, del agrarismo mexicano de Zapata, conversando
con amigos estibadores y petroleros; y teniendo el periódico del día
sobre la mesa, este muchacho nicaragüense había dicho que la situación
de su país lo estaba haciendo seriamente pensar en regresar para empuñar
las armas en contra de la intervención.
-Qué se va a ir usted mano -le respondió uno de ellos- todos ustedes
los nicaragüenses no son más que unos vendepatrias.
Esas palabras ayudarían en mucho a decidir su destino, porque como él
lo contaría después, lo hicieron cavilar aquella y muchas otras noches,
pensando que efectivamente, si vendepatrias eran los políticos de su
país, los que callaban ante aquella ignominia, también lo eran. Y como
en el curso de sus años de trabajador había ahorrado algún dinero, tomó
parte de esos ahorros y con ellos decidió financiar el inicio de una
resistencia armada contra la ocupación de Nicaragua, a donde llegó de
regreso el 1° de junio de 1926.
Augusto César Sandino había nacido el 18 de mayo de 1895, en ese pequeño
pueblo de Niquinohomo, formado por chozas de paja y lodo, de campesinos
que trabajan como peones agrícolas en las plantaciones de café, región
que es también de maizales, tabacales y platanares, localizada en el
departamento de Masaya, el más densamente poblado de la república. Junto
a la iglesia colonial que se levanta frente a una humilde plaza, hay
unas pocas casas de tejas que pertenecen a los ladinos acomodados, que
poseen tierras de alguna extensión y comercian con cereales que compran
a los pequeños productores antes de la cosecha. (Una ironía del destino
haría que en un pequeño radio territorial que no alcanza diez kilómetros,
nacieran, Sandino en Niquinohomo, y en otros pequeños poblados más hacia
el sur, José María Moncada en Masatepe, y Anastasio Somoza, en San Marcos).
A aquel grupo de ladinos de fortuna de Niquinohomo, pertenecía su padre
don Gregorio Sandino, de cuya relación con una campesina de nombre Margarita
Calderón, que recogía café en su propiedad, resultaría este hijo único
nacido el mismo año en que José Martí caía en Cuba luchando por la independencia
de su patria.
Las angustias, pobrezas y privaciones que forman la infancia de Sandino
serían las mismas que en la sociedad nicaragüense de tintes feudales
y patriarcales, debían sufrir los campesinos, hijos naturales de acomodados,
sobre todo cuando, como en el caso de don Gregorio, el padre se casara
con otra mujer de la misma condición, y los hijos fuera de matrimonio,
al ser recibidos en última instancia en la casa paterna, que también
sería el caso de Sandino, estaban en la obligación de trabajar duro
en distintos menesteres para retribuir su propio sustento; al sentarse
a comer, estos hijos naturales, debían hacerlo en la cocina, segregados
de los hijos legítimos, de quienes debían usar también la ropa vieja.
Del matrimonio de don Gregorio resultaron tres hijos, dos mujeres y
un varón llamado Sócrates, que se incorporaría después al ejército de
liberación de su hermano. De acuerdo con aquel mismo sistema feudal
vigente en Centroamérica a lo largo del siglo XX y como remora de los
anteriores, los campesinos podían obtener de sus empleadores adelantos
por cuenta de su trabajo futuro, y redimir aquella deuda con las horas
de labor que el patrono fijaba; al no poder cumplir, por causa de enfermedad,
por ejemplo, iban a la cárcel. Cuando Sandino tenía nueve años, y antes
de pasar a la casa paterna, su madre fue tomada prisionera por una deuda
de esa naturaleza; y es también costumbre que los niños tengan que ir
con sus padres a la cárcel si no hay quien vea por ellos . Allí en el
calabozo, vería él cómo su madre, embarazada, se desangraba por causa
de un aborto; así, su infancia maduraría entre interrogantes sobre la
verdad de la justicia.
Tendría veinte años cuando dejaría la casa de su padre, para buscar
la manera de hacer su vida por sí mismo y así recorrió haciendas y plantaciones
trabajando como ayudante de mecánica; volvería más tarde a Niquinohomo
para dedicarse al comercio de cereales, y en 1920, estando próximo a
casarse con su prima Mercedes, se ve envuelto en un hecho de sangre
que tendría mucho que ver con su vida futura, pues por asuntos de honor
o de negocios, hirió mal a un hombre llamado Dagoberto Rivas a la hora
de la misa dominical en la iglesia parroquial, y tuvo que salir huyendo
hacia Honduras. Como se vivía allá la fiebre del banano en los reinos
de la Frutera, muchos centroamericanos emigraban hacia esas tierras
calientes de la costa norte, que eran una especie de far west tropical;
las calles de Tela y de La Ceiba hervían de foráneos, se multiplicaban
los garitos y las cantinas, los crímenes, los duelos a balazos.
Sandino se empleó en La Ceiba como guardalmacén del Ingenio Montecristo,
propiedad de la Honduras Sugar & Distilling Co. En el año de 1923 tendría
que dejar Honduras y llegó a Guatemala, donde se colocó como peón bananero
en las plantaciones de la United Fruit Company en Quiriguá; ese mismo
año seguiría viaje hacia México, donde comenzaría a trabajar en Tampico
para la South Pensylvania Oil Co. En 1925 pasó al campamento que la
Huasteca Petroleum Co., tenía en Cerro Azul, Estado de Veracruz y fue
nombrado jefe de un departamento de venta de gasolina al por mayor,
donde, estuvo hasta su viaje de regreso a Nicaragua en junio de 1526.
Ya en el país, se dirigió a la mina de San Albino, también de propiedad
norteamericana, situada en la región norte de Nicaragua, y en las vecindades
de lo que más tarde sería el teatro do la guerra sandinista; allí se
empleó y comenzó a realizar una labor de proselitismo entre los mineros,
a favor de la causa nacionalista. En octubre había formado una pequeña
columna de soldados sacados de entre los trabajadores y con sus ahorros
compró unos pocos viejos rifles a traficantes de armas de la frontera
con Honduras.
El Partido Liberal, en armas contra el gobierno en la Costa Atlántica,
peleaba una guerra que según la mira de Sandino, debía ser también una
guerra contra la intervención extranjera, y por eso buscó dar su propia
batalla dentro de esas filas. Libró con sus hombres el primer combate
el 2 de noviembre de 1926, atacando la población de El Jícaro, en manos
de fuerzas del gobierno. La mala preparación de su columna y la escasez
y pésima calidad de las armas y municiones, harían que sufriera una
derrota, pues no pudo ocupar la plaza. Pero aquella pérdida, sólo serviría
para reafirmar su vocación de lucha; reagrupó a su gente y después de
dejarla bajo seguro en un lugar, que después llegaría a ser un reducto
legendario de la guerrilla sandinista, el cerro de El Chipote, en el.
corazón de las montañas segovianas, se dirigió con unos pocos hombres
hacia la Costa Atlántica, donde estaba el grueso de las tropas liberales,
viajando por pipante a través del río Coco, en medio de la selva, travesía
de muchos días y de muchas penalidades que no podía realizarse sin la
ayuda de los indígenas zambos y mosquitos que pueblan la zona; soldados
sandinistas durante la guerra posterior, esos indígenas formarían una
eficiente aunque primitiva marina de guerra con sus pimpantes, llevando
por el río guerrilleros, municiones y alimentos.
Varías semanas después alcanzó al General Moncada en Río Grande y se
entrevistó con él para solicitarle armas y municiones, para su gente,
que según sus planes formaría una columna segoviana que operaría en
la región norte del país, al iniciarse la marcha del ejército hacia
el Pacífico. Moncada se negó, y Sandino siguió para Puerto Cabezas,
donde estaba Sacasa con su gobierno, llegando allí para la Navidad de
1926, precisamente cuando la Marina de Guerra declaraba la zona neutral
y desarmaba a Sacasa, lanzando el armamento al agua. Por la noche, alumbrándose
con teas de ocote, sus hombres y él, ayudados por las personas del puerto,
recogieron rifles y municiones del estuario hasta el amanecer; con estas
armas, inició su viaje de regreso a donde esperaban sus soldados.
En aquellas guerras civiles los ejércitos eran formados con peones de
las haciendas, y los hacendados, actuaban como generales; el gobierno
reclutaba forzosamente a los campesinos para enviarlos al frente de
batalla, sin ninguna preparación militar previa y armados de viejos
rifles Krag que se habían utilizado en la guerra entre Estados Unidos
y España a finales del siglo anterior, con lo que las mortandades eran
terribles, pues además se peleaba con tácticas cerriles, avances descubiertos
de infantería, encuentros cuerpo a cuerpo, sitio de poblaciones, mientras
los generales permanecían a la retaguardia, siempre convenientemente
lejana. Guerra civil significaba hambre y viudez, los miembros y las
familias quedaban abandonadas y los caminos se llenaban de niños pordioseros
huérfanos.
Además del rifle antiguo, a los soldados se les proveía de un par de
caites de cuero, especie de sandalias descubiertas, de un salbeque con
diez tiros y de un sombrero de palma con una divisa que sería o roja
o verde, según fuera el partido que los reclutara, Liberal o Conservador.
Este servicio militar forzoso era parte del tributo que junto con su
trabajo semigratuito, el campesino nicaragüense debía pagar al dueño
de la tierra, dentro del sistema servil agrícola.
Metido en una guerra civil tradicional, Sandino aparecía como un General
del pueblo que lejos de rehuir la lucha, participaba en ella brazo a
brazo con los soldados de su columna, que multitudinaria pero disciplinadamente
andaban tras él y tras la bandera enarbolada desde entonces en sus filas
de colores rojo y negro, con la inscripción LIBERTAD O MUERTE. Iracundo
por los éxitos militares de aquella columna de campesinos desarrapados,
una columna popular del General abajo, que batía ferozmente al ejército
conservador y salvaba del fracaso a última hora a los improvisados generales
liberales, el jefe del ejército insurgente. Moncada, interrogó acremente
un día de tantos a Sandino, en reclamo: -¿Y a usted, quién lo hizo General?
-Mis hombres, señor - respondería él humilde pero firmemente.
Después de haber batido a las fuerzas del gobierno en San Juan de Segovia
y Yucapuca tras una batalla de 12 horas, la columna segoviana de Sandino
toma en marzo de 1927 la ciudad de Jinotega, marchando en el flanco
derecho de Moncada, y el 2 de mayo, cuando Moncada se prepara a la rendición
frente a Mr. Stimson, ocupa Sandino el Cerro del Común, frente a la
ciudad de Boaco, que constituye ya una posición de avance hacia la capital.
Hasta allí enviaría a buscarlo Moncada, para anunciarle las condiciones
del armisticio, pero cuando Sandino llega al cuartel general ya el desarme
está aceptado en consejo de generales.
Regresa al Cerro del Común y se aparta de sus hombres para que no lo
vean llorar, mientras cavila amargamente sobre el eterno destino de
la nación: la venta, la entrega. Igual que Moncada frente a la demanda
de Mr. Stimson, Sandino examina esa larga noche de meditaciones en el
Cerro del Común, dos alternativas: entregar las armas, licenciar a sus
hombres; o resistir hasta la muerte frente al poderoso ejército de los
Estados unidos, que tiene barcos de guerra, aviones, cañones, infinitos
recursos. Los intereses que tradicionalmente se ponían en juego en las
guerras civiles, indicaban que era una locura resistir; a Sandino se
le estaban ofreciendo mulas, caballos, dinero, un puesto público como
Jefe Político del departamento de Jinotega, prebendas y granjerías.
Y la vergüenza. Pero esa noche recuerda aquella voz burlona del amigo
trabajador en Tampico, que lo llamaba vendepatria. Recuerda que no había
venido de tan lejos para pelear por un partido, sino por un país; que
lo que importaba era no quién sería el candidato a la Presidencia en
unas próximas elecciones que los marines realizarían a su antojo, sino
que los Estados Unidos no tenían derecho a invadir un pequeño país,
imponerle la humillación.
Sandino decidió aquella noche resistir, más con ánimo de sacrificarse
como un ejemplo futuro, que con pretensiones de una victoria militar.
Aquella decisión transformaría una guerra civil de facciones oligárquicas,
en una larga guerra de liberación nacional; transformaría una guerra
de soldados reclutados a la fuerza y de generales oportunistas, en una
guerra en que generales y soldados serían todos pobres e hijos del pueblo,
que andarían en harapos, que se llamarían unos a otros hermanos y cuya
consigna escrita al pie de todos sus documentos oficiales, junto a un
sello que representaba a un campesino decapitando con un machete a un
soldado yanqui, sería la de Patria y Libertad; y aquella guerra convencional
de montoneras, se transformaría en la primera guerra de guerrillas librada
en el continente americano.
-¿Cómo se le ocurre morir por el pueblo -le diría en su última entrevista
Moncada a Sandino-. El pueblo no agradece, lo importante es vivir bien.
Y dejándolo con una sonriente promesa de ser Presidente de un país ocupado
y humillado, que ya tenía en el bolsillo. Sandino se retiró el 12 de
mayo con su ejército a la ciudad de Jinotega, donde por medio de una
circular telegráfica anunció a todas las autoridades de los departamentos
del país, su decisión de no aceptar la capitulación, y resistir hasta
las últimas consecuencias. Allí licenció a todos los que fueran casados,
o tuvieran deberes de familia, para que volvieran a sus hogares. Treinta
hombres permanecieron con él y con ellos se internó en aquellas ya conocidas
soledades de las frías alturas de Yucapuca, tres días después de haberse
casado con Blanca Aráuz, la muchacha telegrafista de San Rafael del
Norte, la que había transmitido durante la recién concluida campaña,
todos sus mensajes en la pequeña oficina de comunicaciones de la población.
La boda se celebró la madrugada del 18 de mayo; recordaría, después
que al entrar a aquella iglesia humilde que era como la de su pueblo,
el olor de los cirios y de las flores silvestres, le traerían a la memoria
su infancia.
El día primero de junio, dio a conocer su primer manifiesto:
"El hombre que de su patria no exige más que un palmo de tierra para
su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído".
En adelante, sus proclamas, sus cartas, hasta sus telegramas, estarían
redactados en aquel lenguaje que nunca sería ni retórico ni gratuito,
cargado de pasión pero también cargado de verdad. Era la voz de un artesano,
de un campesino explicando su guerra en una lengua llana, pero lírica,
el tono sencillo de un maestro rural en que también se dirigiría a sus
generales, que lejos, con sus columnas en las selvas y en las montañas,
recibían aquellas cartas del General en Jefe, que eran como lecciones,
como poemas. Generales analfabetos que aprendieron a leer en el curso
de la lucha y a escribir en las máquinas avanzadas al enemigo, sus propias
cartas. Todo como una gran escuela.
El día 16 de julio de 1927, Sandino atacó la ciudad de Ocotal, en el
departamento de Nueva Segovia, protegida por una guarnición de marines;
con aquella batalla que duró desde las horas del amanecer hasta la tarde,
el mundo sabría que la guerra de liberación había comenzado.
El 2 de septiembre de 1927, Sandino reunió a sus soldados en el cerro
de "El Chipote" y en aquel recóndito e inexpugnable lugar de las montañas,
fue jurado por los campesinos en armas que acudieron de todos los rumbos,
el documento constitutivo del "Ejército Defensor de la Soberanía Nacional
de Nicaragua", al pie del cual quedarían cientos de firmas de los que
podían firmar, y la huella pulgar de los analfabetos.
El ataque a Ocotal de dos meses atrás, había sido aún una batalla convencional,
tratando de poner sitio a la guarnición de marines; los aviones yanquis
acudieron pronto y bombardearon la ciudad, produciendo muchas bajas
entre los sandinistas que peleaban a campo abierto y podían ser reconocidos
fácilmente desde el aire, pero también entre los habitantes del pueblo.
En aquel mismo mes de julio, refuerzos de tropas yanquis llegadas desde
Managua con órdenes estrictas de acabar con "los bandidos" como comenzaría
a llamarse a los rebeldes, habían perseguido incansablemente a los sandinistas
y sostenido con ellos dos combates; uno en la ciudad de San Fernando
el 25 de julio, donde los sorprendieron acampando en el poblado, y otro
en Santa Clara, el 27 del mismo mes, donde también habían llevado la
peor parte. La superioridad numérica, de elementos de guerra y de apoyo
táctico de los marines no habría dado a los sandinistas ninguna posibilidad
de resistir, si después de aquellas derrotas no cambiaban radicalmente
sus tácticas. Se estaba dando paso al nacimiento de la guerra de guerrillas
y Sandino y sus hombres desaparecen en las montañas para reorganizarse;
entonces el servicio de inteligencia norteamericano reporta jubiloso
en el mes de agosto que "los bandidos no están en capacidad de causar
ya más problemas".
Una semana después de constituido el Ejército Defensor, presentan su
primer combate dentro de aquel estilo que los marines no podían recordar
después sin terror: el de la emboscada, el ataque sorpresa, la retirada
rápida, una columna enemiga esperándoles en cualquier parte de abras
y senderos desconocidos, en medio de la maleza, disparando desde las
copas de los árboles, aguardándoles para dejarles cruzar un río y cuando
estuvieran dentro del agua, tirarles. La primera batalla guerrillera
fue dada el 9 de septiembre de 1927 en un lugar llamado Las Flores,
cuando una columna de marines en marcha de una guarnición a otra, es
sorprendida y sufre numerosas bajas; y el 19 de septiembre, la guarnición
de Telpaneca, cerca del río Coco, es víctima de un ataque relámpago.
Aquellos llegarían a ser los dos sistemas típicos de la táctica sandinista
de guerrillas: emboscadas a columnas en movimiento a través de la montaña;
y asaltos a guarniciones en pequeños poblados. Los objetivos eran simples
y claros: causar el mayor número de bajas, con la menor cantidad de
municiones; apropiarse de armas, balas y otros elementos de guerra.
No presentar combates prolongados, retirarse en orden por veredas que
sólo ellos conocían, para reunirse más tarde en un lugar ya acordado;
no dejar huellas, y recoger sus bajas. Después de un ataque y cuando
los marines estaban aún esperando que el fuego continuara, ya los sandinistas
iban lejos y sólo podían percibirse los ruidos de la montaña.
Los bien entrenados y elegantemente uniformados soldados yanquis, sólo
encontraron una frase para designar aquella pesadilla: damned country!
Lluvias, mosquitos, suampos, ríos crecidos, fieras, el horror de caer
de pronto en una emboscada, fiebres, nunca un enemigo visible.
Una rama desprendida de un árbol, una piedra colocada en el camino,
el remedo del grito de un animal o del canto de un pájaro, podrían ser
clave del lenguaje sandinista de guerra, para indicar que los yanquis
se acercaban, o para dar una orden de fuego. Todos los ruidos de la
montaña eran enemigos del invasor. Cualquier campesino a cuya casa se
acercaran a pedir agua u orientación, podría ser un sandinista que sembraba
su pequeña parcela de maíz de día y servía como correo por la noche,
o como soldado en días alternos.
El 8 de octubre, el Ejército Defensor cumple por primera vez una de
aquellas hazañas que tanto se repetirían también después con fuego de
metralla, derriban un avión de la marina y sus pilotos son capturados
y ejecutados tras juicio sumario. Una patrulla enviada en rescate de
los tripulantes es sorprendida por los sandinistas en El Zapotillo el
mismo día y la desbandan en derrota. La prensa norteamericana, comenzaría
a pasar a tener en la época de expansión más grande de sus operaciones,
a las primeras páginas aquellas noticias y en la América Latina se comentarían
con júbilo. Una poetisa chilena, Gabriela Mistral -declarada luego Benemérita
del Ejército Defensor, mucho antes de que ganara el Premio Nobel de
Literatura- llamaría a aquellos hombres descalzos y harapientos, "el
pequeño ejército loco".
¿Y dónde estaba aquel General Sandino, dónde los jefes de sus columnas
volantes, dónde aquellos soldados?
Cuando los jefes tácticos de la Marina de Guerra de Estados Unidos comenzaron
a querer localizar un monte llamado "El Chipote" en sus mapas, tal lugar
no aparecía ni bajo ese nombre ni bajo ningún otro. El Chipote, se decían,
no existe. Es un nombre creado por la fantasía de los campesinos, que
interrogados por los marines sobre su ubicación sólo respondían:
-A saber, señor, para allá...
Allá, eran Las Segovias, la región montañosa de Nicaragua que se extiende
desde la frontera con la República de Honduras en el norte y que desciende
por el este hacia las selvas y pantanos del Litoral Atlántico y por
el noreste en suaves ondulaciones hacia las llanuras del Litoral Pacífico.
Sus altos montes cubiertos de espesos pinares, centenarios y altísimos
árboles que forman gigantescas grutas naturales de vegetación, parajes
de roca viva por los que se precipitan los ríos, hondonadas y desfiladeros,
cubren varios departamentos del país: Nueva Segovia, Estelí, Madriz,
Matagalpa, Jinotega; región de ricos cafetales, de explotaciones madereras,
minas, en manos de plantadores europeos o de compañías norteamericanas.
En algún lugar de esa región y cercano a la frontera hondureña, quedaba
aquel lugar mítico. El Chipote, alta prominencia defendida por desfiladeros
y a la que ningún camino conocido llegaba, siempre cubierta de nubes.
En sus cumbres, se habían construido rústicos ranchos de palma, viviendas,
bodegas para almacenar alimentos, corrales para caballos y ganado vacuno,
talleres de refacción de armas, de fabricación de municiones, sastrerías
y zapaterías, todo dentro de la pobreza del ambiente. A través de la
frontera con Honduras, funcionaba eficientemente un correo con la ciudad
de Danlí. Por allí salían hacia el mundo los comunicados y partes de
guerra sandinistas.
El número de efectivos del Ejército Defensor, varió en distintas ocasiones,
de entre 2,000 a 6,000 soldados que llegó a tener en la época de expansión
más grande de sus operaciones, en 1931/1932. Sus ocho columnas, estaban
bajo el mando cada una de un General, y cada columna tenía a su cargo
un área territorial, para operaciones militares, organización civil
y paramilitar, recolección de impuestos, lo mismo que para organización
de producción agrícola que se hacía por medio de cooperativas. En esas
áreas, también llegaron a funcionar escuelas de primeras letras para
soldados y los campesinos.
Los generales sandinistas eran campesinos y artesanos, la mayor parte
de ellos segovianos, pero había también del interior del país, y de
otros lugares de Centroamérica. El General Pedro Altamirano, conocido
como Pedrón, indígena de Jinotega que aprendió a leer y escribir durante
la campaña, era comandante de la columna número uno, que llegó a controlar
los departamentos de Matagalpa y Chontales.
El General Juan J. Colindres, también de Jinotega, comandante de la
columna número siete que operó en Nueva Segovia, Estelí y, cuando la
guerra alcanzó el Pacífico, en León y Chinandega.
El General José León Díaz, era de El Salvador y comandaba la columna
número cinco, en León y Chinandega.
El General Francisco Estrada, artesano de Managua, actuaba como Jefe
del Estado Mayor del Ejército; era un muchacho de extraordinario talento.
El General Pedro Antonio Irías, era comandante de la columna número
tres en los departamentos de Jinotega, Matagalpa y Zelaya, y había nacido
en Jinotega.
El General José María Jirón Ruano, de Guatemala, había estudiado su
carrera militar en Potsdam. Murió fusilado en el curso de la lucha,
después de ser capturado.
El General Miguel Ángel Ortez, que murió peleando en la batalla de Palacagüina
cuando sólo tenía 25 años de edad, había nacido en Ocotal, y era un
táctico militar nato.
El General Abraham Rivera, era de Jinotega y un profundo conocedor de
las regiones del río Coco, de sus pobladores y de las lenguas indígenas;
comandaba la columna número seis en Zelaya y Cabo Gracias a Dios.
El General Carlos Salgado, de Somoto, comandaba la columna número dos
que se movía en distintas direcciones, desde Zelaya en el Atlántico,
hasta León en el Pacífico.
Y el General Pedro Umanzor, comandante de la columna número cuatro,
que cubría Nueva Segovia.
Aquellas columnas volantes contaban además de su número regular de tropa,
con cuadros paramilitares, se trataba de voluntarios civiles que servían
como correos, y en el servicio de espionaje; existía también una red
de agentes urbanos que informaba de los movimientos de salida de tropas
hacia la montaña, o de la llegada de aviones.
Pero había también en los cuarteles de la montaña, muchos niños huérfanos
de guerra, que tenían también su papel en el ejército: se les conocía
como "el coro de los ángeles". Asistían a las emboscadas y asaltos y
su papel consistía en dar gritos, vivas y hacer toda clase de ruidos
-un coro infantil cuyas voces se alzaban ensordecedoramente en el monte-
con latas y triquitraques, dando unas veces la impresión de que el número
de sandinistas era mayor, y otras, que llegaban refuerzos. Estos niños,
cuando crecían, llegaban a ser soldados regulares y debían conquistar
su propio rifle, como el caso del comandante Santos López.
Existió también una brigada internacional, compuesta por intelectuales
y estudiantes principalmente, que llegaban de distintos puntos de América
Latina hasta Las Segovias, a prestar servicio militar; los hubo de México,
Argentina, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana,
Venezuela, Colombia, Honduras. Algunos pelearon como soldados de línea,
otros sirvieron en el Estado Mayor, como secretarios de Sandino; varios,
allí murieron.
A finales del mes de diciembre de 1927, los aviones de reconocimiento
yanquis pudieron al fin descubrir "El Chipote" y comenzó entonces un
intenso bombardeo que duró días de días, como preparación de un asalto
por tierra para el cual concentraron cientos de soldados, la marcha
de los marines hacia "El Chipote", planeada metódicamente por el General
Lejeune, veterano de la Primera Guerra Mundial, comenzó en enero de
1928.
Como una vez descubierta su localización aquel reducto perdía su importancia
y no podía seguir siendo cuartel general, Sandino decide desocuparlo;
manda entonces a fabricar muñecos de zacate que son colocados en las
trincheras y demás puntos de defensa, sobre los árboles, y en el monte,
mientras el Ejército Defensor retira sus columnas ordenadamente por
senderos desconocidos. El día 3 de febrero, mientras Sandino recibe
en San Rafael del Norte al periodista norteamericano de The Nation,
Carleton Beals, a quien concede una importante entrevista, los marines
conquistaron por fin la cumbre de "El Chipote", desierta y abandonada
a no ser por los soldados de zacate que impasibles los miran desde sus
posiciones de fuego.
Poco tiempo después, el 27 de febrero, el más joven de los generales
sandinistas, Miguel Ángel Ortez, quien era casi un adolescente, coge
por sorpresa a una columna yanqui, y causa a los ocupantes una de sus
más tremendas derrotas, en el combate de "El Bramadero".
Es después de entonces que en los documentos oficiales de la Marina
de Guerra puede encontrarse o que ya no se le llama a Sandino "bandido"
sino "guerrillero". Era una promoción conquistada a balazos.
"Lo llamamos "bandido" decía el Secretario de Estado, Cordell Hull,
sólo en un sentido técnico".
En enero de 1928, se celebraría en La Habana la VI Conferencia Panamericana
a la que asiste personalmente el Presidente de Estados Unidos, Calvin
Coolidge; el tema central de los debates en aquella asamblea, sería
el de la intervención armada en Nicaragua. El nombre de Sandino es ya
una bandera en toda América Latina, menos para los representantes del
gobierno conservador de su patria en aquella conferencia, quienes tratan
de justificar por todos los medios la presencia de Estados Unidos, y
restar razón a la resistencia de Sandino. No sería por tanto raro tampoco,
que el Obispo de la ciudad de Granada bendijera en una ceremonia pública
las armas de los marines que salían en febrero hacia Las Segovias. Con
esas actitudes quedaba claro como nunca, que aquella era guerra del
pueblo.
Esa guerra se extendería pronto a las regiones atlánticas bañadas por
el río Coco y los ataques sandinistas tendrían allí un objeto preciso:
arrasar las instalaciones de las compañías norteamericanas mineras.
Sandino mueve su cuartel general de San Rafael del Norte hacia Pis Pis,
en el mes de marzo de 1928 y en abril sus tropas ocupan las minas de
La Luz y Los Angeles que como se recordará eran propiedad de la familia
Buchanan que había contribuido a la derrota del gobierno de Zelaya décadas
atrás. Los aviones yanquis realizan extensos bombardeos en busca de
los sandinistas y arrasan pequeños poblados de campesinos: Murra, Ojoche,
Naranjo, Quiboto; había comenzado el terror aéreo.
Pero las minas son incendiadas por los sandinistas, sus túneles dinamitados,
los artículos de venta en los comisariatos confiscados. Los marines
siguen muriendo en las selvas nicaragüenses, las listas aparecen a diario
en los periódicos norteamericanos y la opinión pública comienza a inquietarse.
Los senadores protagonizan acalorados debates en los que se preguntan,
por qué si los marines quieren dedicarse a combatir "bandidos", no lo
hacen en Chicago, contra Al Capone y sus secuaces. En abril de 1928,
el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara del Senado, ordena la
comparecencia del Secretario de Marina para que explique sobre las operaciones
en Nicaragua y una resolución que adopta ese mismo mes, cuestiona la
autoridad del Presidente de los Estados Unidos para mantener tropas
de ocupación en aquel país. En New York, en Los Angeles, en Chicago,
en Detroit, comienzan a surgir comités de lucha antiimperialista en
favor de la causa de Sandino y se celebran mítines para reunir fondos.
El gobierno persigue bajo acusación de ilegalidad a estos comités, que
por otra parte han aparecido en Venezuela, en México, en Argentina,
en Costa Rica.
Desde Francia, el escritor Henri Barbuse saludaría públicamente a Sandino
como "el General de hombres libres"; el Primer Congreso Antiimperialista
reunido en Frankfurt en 1928, da pleno respaldo a la lucha nicaragüense
en las montañas.
En el combate de La Flor junto al río Cuas, cae el Capitán Hunter, USMC,
y muchos de sus soldados; en el combate de Illiwás del 7 de agosto,
los marines son otra vez derrotados. La resistencia del Ejército Defensor
parece imbatible y frente a la presión interna de los Estados Unidos
y el clamor internacional que sigue creciendo, la Marina de Guerra da
su primer paso atrás: no comprometerá ya a sus hombres en acciones de
guerra directas y sólo los utilizará como "asesores técnicos". En adelante,
el grueso de la responsabilidad de fuego corresponderá a un ejército
local, creado y entrenado por los marines, la Guardia Nacional de Nicaragua,
que se funda en diciembre de 1927 mediante un contrato entre los gobiernos
de Estados Unidos y Nicaragua, y que entraría en operación un año después.
El combate de Cuje del 6 de diciembre de 1928, sería la última "batalla
oficial" de las fuerzas de ocupación en Nicaragua, aunque un número
posterior de muertos que siguen produciéndose en sus filas, probaría
que aquel retiro no sería tan verdadero.
El triunfo electoral que dos años antes Mr. Stimson había dejado entrever
al General Moncada, se produce a .finales de 1928. El Partido Liberal
con Moncada a la cabeza gana las elecciones presidenciales que se realizan
en noviembre. Las mesas electorales son presididas por oficiales yanquis
y están integradas por marines; el General Charles McCoy, nombrado por
el Presidente Coolidge, Director del Consejo de Elecciones de Nicaragua,
es el que cuenta los votos. Moncada toma posesión de aquel cargo largamente
esperado el 1° de enero de 1929, y no busca de ninguna manera el retiro
de los marines del territorio, a pesar de que Sandino seguía proclamando
todos los días, que apenas el último soldado interventor saliera del
país, la guerra quedaría concluida. Más bien. procura conservar la presencia
de aquellas fuerzas y redoblar la lucha contra Sandino, para lo cual
crea una especie de ejército particular al margen de la Guardia Nacional,
al que denomina "fuerza de voluntarios", que bajo el mando de un aventurero
mexicano, Juan Luis Escamilla, comete toda clase de atrocidades en Las
Segovias.
Al entrar el año de 1929 y frente a la decisión de los marines de continuar
en el país, y la de Moneada en mantenerlos, Sandino avizora una lucha
más prolongada; se trata ahora de una guerra nacional de resistencia
de la cual ha desaparecido cualquier vestigio partidista; se enfrenta
por igual a liberales y conservadores, a la oligarquía amparada en la
intervención.
Para hacer frente a aquella perspectiva de una guerra larga, Sandino
sabe que necesitará mucho más recursos de los que tiene, pues hasta
entonces sus armas son los pocos rifles anticuados de la pasada guerra
civil, o los que se arranca a los marines en las emboscadas y combates;
la solidaridad internacional produce muy poco en ayuda efectiva de municiones,
armas, alimentos, medicinas. Por eso decide en enero de 1929, escribir
al Presidente Provisional de México, Emilio Portes Gil, pidiéndole la
autorización de viajar allá, llevando en mente buscar personalmente
la ayuda que necesita; los comités más entusiastas de apoyo a su lucha,
están en México.
Mientras tanto, la represión contra los campesinos que viven en las
áreas donde se desarrolla la guerra, se vuelve cada vez más cruel; se
incendia sus ranchos, se destruyen sus siembras y se les obliga a abandonar
sus hogares, para ser llevados a distantes sitios que sirven como campos
de concentración. A todos se les sospecha ser miembros o colaboradores
del Ejército Defensor. Según un reporte de The Foreign Policy Association,
murieron sólo en el año de 1929 en esos campos de concentración, más
de 200 personas entre mujeres y niños, a causa del hambre y el frío.
Al comenzar a operar meses después la columna del famoso Teniente Lee,
famosa por sus crueldades, torturas y mutilaciones, se redoblaría el
terror. (La fotografía de un soldado norteamericano sosteniendo en su
mano la cabeza de un nicaragüense asesinado, sería publicada en todo
el mundo).
Al sobrevenir ese mismo año de 1929 la crisis económica mundial, la
empobrecida economía nicaragüense que depende de sus exportaciones de
café, sufre junto con la de los otros países centroamericanos, un grave
colapso; sobreviene la total desocupación en el campo, el hambre; se
endurece la represión y cientos de campesinos engrosan las filas sandinistas;
para toda esa nueva gente era necesario conseguir más rifles.
Sandino sale hacia Honduras en viaje a México en mayo de 1929 y a finales
del mes llega secretamente al puerto de La Unión, en El Salvador, de
donde sigue hacia Guatemala; el 28 de junio arriba al puerto de Veracruz,
y es recibido por una gran multitud; va acompañado de lugartenientes
que pertenecen a las brigadas internacionales; Farabundo Martí, líder
comunista salvadoreño, asesinado en 1932 en su país cuando fue reprimida
sangrientamente una rebelión campesina que dejó más de diez mil muertos;
José Pavietich, del Perú; José de Paredes, de México; Gregorio Gilbert,
de la República Dominicana. Allí se les juntaría también su hermano
Sócrates, quien llegaba de los Estados Unidos, donde había participado
en los mítines sandinistas en New York.
En Veracruz, recibe instrucciones del gobierno de dirigirse hacia Mérida,
Yucatán, donde debe aguardar la oportunidad de seguir viaje a la ciudad
de México; allí debe instalarse, pues, y esperar por aquel aviso que
tarda mucho en producirse. Las presiones en la capital para que no sea
recibido, de parte del Embajador de Estados Unidos, son muchas, y las
intenciones del gobierno mexicano de ayudarle efectivamente, comienza
Sandino a darse cuenta da que nunca han sido muy claras.
Desesperado, Sandino escribe al Presidente Portes Gil de nuevo en enero
de 1930 y al fin es autorizado para ir a México, adonde llega el 27
de enero a bordo de un avión que ha sido bautizado con su nombre; en
el aeropuerto, delegaciones sindicales, organizaciones juveniles, periodistas,
los miembros del comité sandinista lo esperan. Se entrevista con Portes
Gil el día 29, pero tras tanto tiempo aguardando, de aquella gestión
no resultaría nada concreto. Regresa a Mérida y allí se embarca secretamente
hacia Nicaragua, adonde penetra de nuevo a través de la frontera con
Honduras y el 16 de mayo de 1930, está ya en sus cuarteles de la montaña.
En su ausencia, había quedado al mando de las fuerzas el General Pedro
Altamirano, y si es cierto que la actividad había decrecido, gran parte
del ejército que permanecía inactivo, estaba en espera del nuevo llamado,
pues aquel tipo de soldados -agricultores- siempre estaban de alta.
Ya Sandino de regreso, la lucha recrudece inmediatamente y se abren
nuevos frentes, llegando las columnas hasta territorios nuevos, cada
vez más cerca de las áreas mayormente pobladas del país en el Pacífico.
Se dan las batallas de El Bálsamo, El Tamarindo y San Juan de Telpaneca
en junio de 1930; Blanca, la esposa de Sandino, es obligada a trasladarse
de San Rafael del Norte a la ciudad de León, donde queda bajo vigilancia
militar.
Las insurrecciones y motines en las guarniciones de la Guardia Nacional,
por parte de soldados nicaragüenses, comenzarían a repetirse; dando
muerte a los comandantes yanquis, estos soldados se pasaban con todo
y sus armas a las filas sandinistas; y se dieron casos también de deserciones
de soldados norteamericanos, que llegaron a los cuarteles de Sandino
a entregar sus armas.
A finales de 1930, el gobierno de Moncada ordena el cierre de todas
las escuelas en el país, por falta de recursos; su gobierno languidece
completamente y cada vez el poder de los interventores se impone con
más crudeza.
La columna temible del General Miguel Ángel Ortez, aquel militar casi
adolescente cuya cabellera rubia desplegaba al viento era como un símbolo
de la resistencia, llega a atacar la ciudad de Telica, en el departamento
de León, ya cerca de la capital, en noviembre de 1930 y en diciembre,
esta misma columna
infringiría a los marines una de las derrotas más decisivas de la guerra:
el 31 de diciembre, una columna formada sólo por norteamericanos, es
sorprendida en el camino de Achuapa, todos resultan muertos, excepto
dos que logran huir.
La noticia causó en Estados Unidos un impacto extraordinario y los debates
se redoblaron en los diarios y en el Senado. En febrero de 1931, el
Secretario de Estado que era ahora el antiguo negociador de la paz en
Nicaragua, Mr. Henry L. Stimson, nombrado por el Presidente Herbert
J. Hoover que había tomado posesión en 1929, se ve obligado a declarar
que las fuerzas de ocupación sólo permanecerían en Nicaragua hasta inmediatamente
después que se celebraran las elecciones presidenciales, en noviembre
de 1932; aquel era otro paso atrás.
En el mes de abril de 1931, el Ejército Defensor lanza una amplia ofensiva
sobre las plantaciones de la United Fruit Company en la región de Puerto
Cabezas en el Atlántico. Recios combates se dan en Logtown y el río
Wawa; el Ejército Defensor, después de arrasar con los campamentos de
la United Fruit, avanza sobre Puerto Cabezas, lo que provoca la apresurada
llegada de barcos de guerra norteamericanos y el desembarco de soldados;
los sandinistas ocupan en cambio Cabo Gracias a Dios, hacia el norte
y cuando ya han salido de allí, los aviones bombardean el pueblo.
Al día siguiente de estos sucesos, Mr. Stimson hace saber públicamente
desde Washington, que el gobierno de los Estados Unidos ya no ofrecerá
ninguna protección, ni a la vida ni a la propiedad de personas norteamericanas
en Nicaragua, la United Fruit, había recurrido al Departamento de Estado
en demanda de aquella protección, pues los ataques sandinistas les habían
dejado millones de dólares en pérdidas. La decisión de Estados Unidos
de sacar su Ejército de Nicaragua, era ya irreversible.
La sombra de gobierno que era el de Moncada, llega a desvanecerse completamente
el 31 de marzo de 1931, un terremoto destruye completamente la dudad
capital de Managua y es el Comandante de la Marina el que se convierte
en el verdadero gobernante del país.
Entre los años de 1931 y 1932, la guerra sandinista alcanzaría las proporciones
de una guerra nacional. Excepto la región del Pacífico más cercana a
la capital, todos los demás lugares- para no hablar de Las Segovias
que es dominio absoluto de Sandino- comenzarán a ser alcanzados por
las incursiones de las columnas rebeldes, que llegan hasta Santo Domingo
de Chontales, región ganadera y también minera en las llanuras orientales
del Gran Lago de Nicaragua, o hasta Ciudad Rama en la confluencia de
los ríos tributarios que forman el caudal del río Escondido, puerto
fluvial del Atlántico en el sudeste;
ocuparán la ciudad de Chichigalpa en la costa occidental y sobre la
vía férrea que lleva a la capital, en el mes de noviembre de 1931, lo
cual según un despacho del Embajador de Estados Unidos en Managua, conmocionó
a la ciudad, y el 2 de octubre de 1932, ocuparían San Francisco del
Carnicero, en la costa norte del Lago de Managua.
Mientras tanto, los asuntos de política criolla tendrían que arreglarse
con el Departamento de Estado apresuradamente: el Partido Liberal nombra
como candidato presidencial a una vieja figura postergada tantas veces,
que al fin recibía su turno: el Dr. Juan Bautista Sacasa, que regresaba
de Washington, ungido debidamente; el Congreso de Estados Unidos, rechazaría
sin embargo una apropiación de fondos para financiar aquellas nuevas
elecciones.
Cuando se acercaban los comicios el Embajador de Estados Unidos impone
a los dos partidos tradicionales un pliego de condiciones, una de las
cuales es que al retirarse en enero del año siguiente las fuerzas de
ocupación, tendrá que designarse de común acuerdo entre todos ellos,
a un Jefe-Director de la Guardia Nacional, que sería por primera vez
un nicaragüense.
Al resultar electo Sacasa en noviembre de 1932, como ya se esperaba,
el candidato del Embajador norteamericano para dirigir la Guardia Nacional,
es escogido; se trata de un sobrino político de Sacasa, Anastasio Somoza
García.
Somoza había estudiado mecanografía y comercio en una escuela de Filadelfia,
y allí había aprendido a hablar inglés con los giros del slang de los
choferes de taxi, cosa que divertía muchísimo al Embajador yanqui, un
anciano llamado Mr. Hanna y había cautivado a su esposa, no tan vieja
como él; Somoza,
que era asiduo de la Embajada, había ganado su generalato nombrándose
él mismo, después de asaltar al comienzo de la pasada guerra constitucionalista
el cuartel de San Marcos, su pueblo natal, y ser rechazado por las fuerzas
conservadoras.
Dentro del mecanismo de poder que los marines heredaban al retirarse,
la Jefatura de la Guardia Nacional era el puesto clave: por primera
vez el país tendría un ejército profesional, que debido a su institucionalidad
y a las condiciones políticas del país, que quedaba desgarrado y confundido
después de más de veinte años de intervención extranjera, tendría que
jugar un papel que como se probaría después, sería aplastantemente decisivo;
era un ejército armado, entrenado e inspirado para actuar como una fuerza
de ocupación en su propio país.
El día primero de enero de 1933, el último contingente de la Marina
de Guerra de los Estados Unidos de América se embarcaba en el puerto
de Corinto y dejaron Nicaragua. Seis largos años de solitario heroísmo
de un puñado de obreros y campesinos, sufriendo privaciones, viviendo
en la inclemencia de la montaña, peleando a brazo partido por su nacionalidad,
habían logrado aquella victoria. Y empeñando la palabra sometida, de
concluir su lucha apenas el último invasor se fuera, Sandino estuvo
de inmediato dispuesto a negociar; su carta anunciando sus puntos de
paz, estuvo en manos de sus agentes desde el mes de diciembre de 1932,
y fue entregada a Sacasa el mismo día que los marines salieron.
El gobierno organizó una misión de paz, que encabezada por el Ministro
del Trabajo, un intelectual y líder sindical, el señor Sofonías Salvatierra,
llegó a Las Segovias y se entrevistó con Sandino; el día 23 de enero,
se declara una tregua de hostilidades y el 2 de febrero de 1933, el
General Sandino llega en avión a Managua, para discutir con el Presidente
Sacasa las condiciones de la paz. La gente lo aclama tumultuosamente
en el aeropuerto y en las calles, todo el mundo quiere conocer a aquel
hombre, tan pequeño de estatura y tan sencillo, que había cumplido una
hazaña tan increíble. Para muchos, ese General de los humildes en cuyo
rostro de muchacho se pintaban las huellas de las durezas de la lucha,
había conquistado un derecho que los políticos entregados a los intereses
de las compañías yanquis nunca habían tenido en cuenta: el de la nacionalidad,
el de poder llamarse nicaragüenses, centroamericanos, latinoamericanos,
el derecho de no ser colonos de un imperio.
A la medianoche del 2 de febrero de 1933, el convenio de paz se firma
en la Casa Presidencial; Sandino es requerido para quedarse en la ciudad
y recibir homenajes, pero a todo se niega. Dice que no es hombre de
agasajos y prefiere regresar a las montañas, donde sus hombres, como
tantas veces, esperan su regreso.
El 22 de febrero de 1933, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional
de Nicaragua es oficialmente desarmado en San Rafael del Norte. De lugares
alejados y recónditos llegarían las columnas de aquellos hombres, muchos
de ellos, ancianos, otros aun niños, cubiertos de lodo, de sudor, de
polvo, sin zapatos, a pie con sus viejos rifles, otros pocos en cabalgaduras,
su bandera roja y negra flameando en un palo cualquiera de la montaña,
entrando a la población por cienes, bajo la más estricta disciplina,
a colocar sus armas en los lugares indicados, para regresar sin ninguna
recompensa, sin haber esperado nunca nada, a sus hogares, a sus pueblos,
a sus familias, miles de hombres que sólo pagaban sus afanes con aquella
victoria.
Sandino seleccionó a un grupo de cien de sus soldados para formar la
guardia personal que se le garantizaba en los convenios de paz; con
ellos se retiraría a las regiones vírgenes de Wiwilí en las márgenes
del río Coco, selva adentro, donde pretendía organizar una cooperativa
agrícola y de explotación minera entre los campesinos.
Quedaba sin embargo, pese a los abrazos de paz y a las celebraciones,
un punto no completamente aclarado para Sandino: el hecho de que la
Guardia Nacional entraba a cumplir un papel de ejército de ocupación,
no le pasaría nunca desapercibido; persistiría la hostilidad de aquel
ejército para con los hombres de Sandino, que tan grandes derrotas le
habían causado. Esta hostilidad, a lo largo del año de 1933, no cesó
de provocar la persecución a los sandinistas en sus poblados y caseríos,
adonde habían vuelto: encarcelamientos, ataques a los sitios donde se
comenzaban a formar las cooperativas, y que en ocasiones degeneraban
en verdaderos combates.
Sacasa era un hombre débil, indeciso, que no tenía ningún control sobre
el Ejército. Sandino hace varios viajes a Managua, para discutir con
Sacasa aquellas dificultades y cada vez declara a los periódicos que
consideraba a la Guardia Nacional como un ejército creado al margen
de la constitución política del país y de las leyes, como resultado
de un acto ilegal del poder interventor. El último de aquellos viajes,
tendría lugar en febrero de 1934.
La noche del 21 de febrero de 1934, cuando Sandino bajaba de la Casa
Presidencial después de haber asistido a una comida con el Presidente
Sacasa, el automóvil en que viajaba junto con su padre, con el Ministro
Salvatierra, y con los generales Estrada y Umanzor, es detenido frente
al Cuartel del Campo de Marte por una patrulla de soldados de la Guardia
Nacional, que los conminan a bajarse. Salvatierra y el padre de Sandino,
son llevados prisioneros por aparte y los tres generales, conducidos
por rumbo diferente.
El día anterior por la tarde, Sacasa había firmado un decreto nombrando
a un General sandinista, Horacio Portocarrero, delegado militar presidencial,
con jurisdicción en los departamentos segovianos del norte; con esto,
Sacasa se decidía a buscar un equilibrio de su autoridad minada por
Somoza como Jefe de la Guardia y a la vez aseguraba a Sandino tranquilidad
en sus cooperativas.
Pero Somoza, que veía en aquella medida un golpe mortal para su ambiciones
de poder, reunió la tarde del 21 de febrero apresuradamente a los oficiales
de su confianza y les expuso la necesidad de liquidar a Sandino de inmediato,
para lo cual contaba con la venia del Embajador de los Estados Unidos
en Nicaragua, Arthur Bliss Lane. Aquella voz del procónsul yanqui transmitida
por Somoza a los oficiales significaba una sentencia de muerte y todos
se dieron prisa en aprobarla.
Cuando desde su celda don Gregorio, el padre de Sandino, oyó en el silencio
de aquella cálida noche de Managua disparos en la distancia, dijo a
Salvatierra: "Ya los están matando; el que se mete a redentor muere
crucificado".
Pero aquellos balazos escuchados eran más bien los del asalto de la
Guardia Nacional a la casa de Savatierra, donde se alojaba Sandino con
su gente; allí se trabó un breve combate en el que resultó muerto Sócrates,
el hermano menor de Sandino. El General Santos López, logró huir herido.
Mientras tanto, Sandino y sus dos generales lugartenientes habían sido
conducidos al lugar de su ejecución, unos terrenos baldíos en las afueras
de la ciudad, cercanos al campo de aviación.
Fueron colocados frente a una zanja excavada con anterioridad y allí,
a la luz de los focos de un camión, asesinados con fuego de metralla
y de fusiles; sus cuerpos, una vez despojados de sus ropas y objetos
personales que se vendieron al día siguiente en Managua (relojes, anillos)
fueron lanzados a la zanja. El lugar de aquella tumba sería guardado
en adelante en Nicaragua, y hasta hoy, como secreto de Estado. Al día
siguiente, patrullas de la Guardia Nacional cayeron sorpresivamente
sobre los campamentos de las cooperativas agrícolas del río Coco y más
de trescientos campesinos fueron masacrados. La última resistencia en
ser vencida fue la del General Pedro Altamirano, muerto a traición un
año después y decapitado, siendo llevada a Managua su cabeza.
Somoza, que apenas dos meses después del asesinato admitía en un discurso
pronunciado en la ciudad de Granada, haberlo cometido "por el bien de
Nicaragua", con el respaldo del Embajador norteamericano; al poco tiempo
y con el apoyo de Estados Unidos también, derrocó en 1936 a su tío político,
el Presidente Sacasa y se hizo elegir después, con mejor suerte que
la de su par el General Chamorro, pues siguió reeligiéndose sucesivamente
por espacio de veinte años, amasando a la par una incalculable fortuna
hasta que en septiembre de 1956 un joven poeta, artesano de la ciudad
de León llamado Rigoberto López Pérez, lo abatió a tiros en el curso
de una fiesta con la que se celebraba su proclamación para nuevo período
presidencial; heredó a su familia el poder que la intervención extranjera
le había deparado y el nombre de Sandino estuvo prohibido por medio
siglo en Nicaragua, hasta el triunfo de la revolución sandinista el
19 de julio de 1979.
La lucha de seis años del General Sandino en las montañas nicaragüenses
a la cabeza de un puñado de campesinos y obreros, debe verse como resultado
histórico de siglos de dominación extranjera en su patria y de la constante
entrega de los grupos dominantes a esos mismos poderes externos. Aquellos
hombres peleando a brazo partido con sus machetes de trabajo y sus viejos
rifles, fabricando bombas en latas vacías de conservas y rellenándolas
de piedra y fragmentos de hierro, derribando aviones enemigos y casi
a pedradas, manteniendo siempre una alta moral de lucha frente a un
ejército cien veces más poderoso, probaron algo que hasta antes de la
aparición de ese ejército del pueblo, habían quedado escondidos en los
vericuetos de la historia latinoamericana; la hermosa posibilidad de
que unos campesinos, con sus líderes propios, con sus tácticas forjadas
al golpe de la marcha, con su doctrina surgida del proceso mismo de
la lucha, organizaran una resistencia exitosa por la autonomía nacional.
El pensamiento político de Sandino expresado en sus cartas y demás documentos
no es el resultado de una preparación intelectual, porque un artesano
que dejó sus herramientas para pasar directamente al combate, difícilmente
pudo tener una formación semejante; pero precisamente, porque lo que
piensa no es más que el resultado de su experiencia cotidiana como jefe
de esa guerra de resistencia y porque las circunstancias de la lucha
son las que van modelando ese pensamiento, es que todo lo que dice y
proclama, tiene la carga de la verdad.
Despojado de la vieja retórica latinoamericana de los políticos decimonónicos
que aún reinan en pleno siglo XX, el pensamiento de Sandino pasa a convertirse
en algo que posee relieves reales, producto de la praxis. Sus palabras
se cargan de profundo sentido político, en tanto que son expresión de
una verdad que no admite recovecos, tanteos, engaños, disfraces o retrocesos;
expresa, simplemente, una lucha sin cuartel contra el imperialismo.
El último soldado de aquel ejército, el más pequeño niño del "coro de
los ángeles", sabía y sentía que todos los sacrificios no tenían más
meta que la expulsión del invasor y que el invasor representaba la causa
de la opresión en Nicaragua. Repetidas veces el antiimperialismo de
Sandino toca fondo en el clamor de justicia largamente soterrado en
el corazón del hombre latinoamericano, secularmente oprimido, sencillamente
porque esa opresión no es sino resultado del dominio extranjero. No
en balde quienes estaban en armas contra la poderosa Marina de Guerra
¿e los Estados Unidos eran campesinos sin tierra, siervos de la United
Fruit y de los terratenientes criollos, jornaleros, aparceros, braceros,
desde los tiempos coloniales.
Durante los años de la lucha Sandino estuvo internacionalmente solo,
aturdido por un coro de alabanzas y exaltaciones líricas, de apoyos
retóricos, con lo cual no bastaba para comprar un solo cartucho; en
el extranjero lo acosaban los oportunistas, los sectarios; muchos de
los que desde el frente civil lo apoyaron en Nicaragua, eran viejos
políticos, algunos bien intencionados pero cortados según las medidas
liberales del siglo XIX latinoamericano. Y había que ver cómo florecían
entre ellos los candidatos a la Presidencia de la República.
Y a la hora de cesar la lucha y entregar sus armas, aun sabiendo que
se encaminaría incluso al sacrificio de su vida, Sandino ejecuta su
inmolación sin más alternativas. Los norteamericanos salían de Nicaragua
y terminaba la era de su presencia física en el territorio nacional;
entraba Estados Unidos en una nueva época de sus relaciones con América
Latina y el big stick del primer Roosevelt, se cambiaba en "'el buen
vecino" del segundo Roosevelt. Y en el contexto de la política mundial,
las luchas democráticas comenzaban a enderezarse contra el fascismo
en Italia, el nazismo en Alemania, el militarismo en Japón. Pronto sobrevendría
la guerra civil española. Por eso, preguntarse por qué Sandino no prosiguió
su lucha hasta la conquista del poder, no es más que una proposición
romántica; cumplió con su tarea, fue incluso al sacrificio para que
su vida y sus acciones, las de sus hombres, pudieran ser recordadas
como ejemplo en el futuro latinoamericano.

Sandino:
Relato de su lucha
Por Iván Ballesteros Armenteros
1. Biografía
Nace en Niquinohomo el 18 de Mayo de 1895. Hijo ilegitimo de un terrateniente
Gregorio Sandino y de una campesina mestiza Margarita Calderón. Con
estudios primarios y desde muy joven trabajando como comerciante o mecánico.
Por una disputa debe irse de Nicaragua. Trabajará en Guatemala para
la United Fruit Company y en Tampico (México), para la Huasteca petroleum.
Las tensiones entre el gobierno mexicano y el de Estados Unidos sobre
el control de los recursos petrolíferos por un lado, la situación del
todavía México revolucionario le hace tomar conciencia a Sandino, de
la situación similar en la que se encuentra su país.
De vuelta a Nicaragua ve la precaria situación de los obreros y campesinos,
sobre todo de aquellos que trabajan para compañías norteamericanas,
que al igual que en el XIX, reciben como pago una serie de cupones que
apenas tienen valor adquisitivo.
Llego a un país donde se estaba gestando un pequeños movimiento nacionalista,
y sobre todo anti-estadounidense. Se unirá a las filas liberales, en
octubre de 1926, del General Moncada. Aportará a la lucha unas armas
que él compra por valor de 300 $. Sandino participa de las tradicionales
disputas entre liberales y conservadores por el poder. Detrás de la
lucha entre ambas facciones estaban los intereses de Estados Unidos,
que atendiendo a sus intereses apoyaba a uno u otro de los partidos.
Pese a unirse a la facción liberal, esta le repudia por que su movimiento
ocupa un espectro muy amplio de la sociedad indígena y obrera nicaragüense
muy distanciado de la oligarquía liberal. Las armas de su grupo armada
eran demasiado antiguas para luchar contra las tropas conservadoras
de Adolfo Díaz, y cuando pedía armas a los liberales de Moncada estas
le eran negadas. Es en este contexto de conflicto latente; (el 6 de
Enero de 1927) es cuando 16 Barcos de guerra de los Estados Unidos,
al mando del Almirante Latimer, desembarcan en Nicaragua, con el objetivo
de sostener a Adolfo Díaz. Él en un discurso lamenta su anterior retirada
de suelo nicaragüense (1925):
“(...) les doy la bienvenida a su regreso en ayuda de nuestra nación,
en tanto yo sea presidente y en los gobiernos que me sigan, los marinos
de la Unión deben permanecer en mi país”.[1]
Estas palabras muestran la realidad de Nicaragua en aquellos momentos,
una realidad a la que se opondrá en todo momento Augusto Cesar Sandino.
En mayo de 1927, los liberales guiados por José María Moncada, entregan
las armas al representante de los marines en Nicaragua (Henry L. Stimpson).
Un acuerdo que suponía el definitivo espaldarazo presidencial por parte
de Estados Unidos a ejecutivo conservador. Y el reparto de poderes entre
conservadores y liberales. Sandino ve como una vez más los liberales,
se mueven más por intereses de una pequeña oligarquía abandonando de
nuevo al pueblo nicaragüense. Sandino no se vende, si en México le llamaban
vendepatrias, por la tradicional actitud inoperante de los nicaragüenses
ante la continua intromisión de los Estados Unidos. Ese mismo mayo de
1927 Sandino marcha con unos pocos fieles a Jinotega, para proseguir
la lucha. Allí escribe el famoso manifiesto de El Mineral suscrito desde
San Albino, estableciendo los puntos de su lucha: contra los oligarcas
criollos, los invasores yanquis y en defensa de los oprimidos. La guerrilla
Sandinista había comenzado.
2. La Guerrilla de Sandino.
Los comienzos del General Sandino no son nada fáciles. Pocos son los
hombres que tiene a sus ordenes. La mayoría mal equipados y poco preparados
para la guerra. Opta por crear el cuartel General en Las Segovias, en
uno de los lugares más inaccesibles, en Cerro Chipote o Chipotón. La
situación no se le presentaba nada fácil, pues pocos hombres debían
enfrentarse al mejor ejército moderno del momento. Un ejército que había
tenido una mayor preparación bélica, que el de Sandino. Esta preparación
fue la guerra europea.
Desde Las Segovias, Sandino emprenderá una labor informativa de lo qué
es y consiste su obra, mediante la elaboración de toda una serie de
manifiestos. En todos ellos justificará su lucha contra el opresor yanqui,
pedirá la unión del mundo latinoamericano para hacer un frente común
contra Estados Unidos. A parte de criticar a los representantes gubernamentales
de Managua por aceptar y favorecer la existencia de marines estadounidenses
en suelo nicaragüense. La presencia de una guerrilla, provoca el temor
de la burguesía pactista, la cual no dudará en ofrecer cargos al General
de Hombres libres para que abandone su lucha. Incorruptible, él no se
vende.
El malestar impulsa a Moncada (Mayo 1927) a enviar tropas a Jinotega,
en la expedición también irán tropas estadounidenses. Ocupan parte del
territorio, motivando la salida de Sandino a las montañas de aquella
zona. Durante los meses siguientes, es cuando tiene lugar más intensamente
la labor preparatoria de sus fuerzas, y la realización de manifiestos.
2.2 Críticas estadounidenses contra la invasión nicaragüense.
En julio de 1927, tiene lugar el primer enfrentamiento entre la Guerrilla
de Sandino y los invasores estadounidenses, en lo que se conocerá como
Batalla de Ocotal. La bárbara actuación de los marines, al ametrallar
a la población. Esto provocó las primeras divisiones en Congreso y Senado
estadounidenses criticando la acción exterior de los Estados Unidos
en América Latina:
“Hemos impuesto nuestra fuerza a los países débiles, indefensos y sin
poder alguno asesinando a millares de sus súbditos, y los hemos atacado
cuando esperaban que los defendiéramos. Hemos usado de la doctrina Monroe
para impedir que las naciones europeas que simpatizan con esas repúblicas
americanas acudieran en su exilio(...)”[2] Discurso de H.H: Knowles,
ex ministros en Nicaragua y en la República Dominicana.
No sólo fueron criticas las voces en los medios políticos, también en
los públicos, sobre todos en diarios estadounidenses de tendencia liberal.
Destacando muchos de ellos, que si la intervención estadounidense era
para salvaguardar los intereses de un canal que todavía no había sido
construido.
2.3 Hacia la configuración de la Guerrilla.
Las tropas de Sandino, no paraban de sufrir derrota tras derrota sobre
todo por que los marines eran tropas de elite. Además estas tropas se
dedicaron por practicar una guerra de castigo, atacando cualquier emplazamiento
campesino ante el temor a que estos fueran guerrilleros de Sandino.
A la larga esa persecución se convertirá en el mejor aliado de la causa
sandinista.
Era clara, la difusión internacional del movimiento en el que estaba
sumido Nicaragua, sobre todo en un periodo como el de entreguerras en
el que las sociedades se estaban polarizando cada vez más. Los ejemplos
los encontramos, en actos como los de Gabriela Mistral o cuando los
ejércitos de Chiang Kaishek entraban victoriosos en Pekín, el retrato
de Sandino figuraba como estandarte en varios cuerpos del ejército revolucionario
chino. Un visitante famoso a las filas sandinistas será el caudillo
salvadoreño Agustín Farabuno Martí, hubo alejamiento entre ellos motivado
por cuestiones ideológicas
Siempre han generado las simpatías de la opinión pública, aquellos que
luchaban contra el grande. Sandino en ningún momento tratará de vencer
a los Estados Unidos, tan sólo garantizar la marcha de estos fuera de
su país.
Las continuas derrotas hicieron aprehender al General Sandino de cual
sería la táctica de lucha. Había que evitar que los invasores contaran
con armamento superior, eligieran el terreno y el modo de los combates,
pues eran profesionales y era lo que venían haciendo hasta el momento.
La adopción de la táctica de guerrilla, suponía jugar a favor del factor
sorpresa, entendiendo por tal, el empleo de la emboscada y la retirada
inmediata. Esta técnica fue empleada por primera vez en septiembre de
ese año, en la ciudad de Telpaneca, con éxito. El conflicto entre ambos
ejércitos, era muy violento.
La situación de la Nicaragua en tiempos de la Guerrilla era la siguiente,
si Sandino controlaba valles, montañas y ríos. En este campo sus fuerzas
eran imbatibles. Los marines controlaban las ciudades. El mundo urbano
guardaba una neutralidad benévola con fuerzas de ocupación y guerrilla
sandista, les interesaba salvaguardar lo que tenían.
Los efectivos en ambos bandos eran de unos 3000 los hombres de Sandino,
y 12000 en los marines. La composición de su ejercito no sólo era de
nicaragüenses sino también de latinoamericanos, europeos y algunos asiáticos.
Las ideologías entre estos soldados eran variadas, pero a todos les
unía un sentimiento común, echar a los yanquis. El mismo Sandino dirá
de los objetivos de su lucha.
“La verdadera independencia de Nicaragua Derivará de su integración
espiritual, económica y política en el seno de una confederación de
pueblos centroamericanos, para la búsqueda común de una solución socialista
de sus problemas como pueblos.”
El armamento de la guerrilla era bastante vetusto, empleándose en algunos
casos, fusiles de la guerra de Cuba. Se empleaban también armas hechas
a mano, como las famosas bombas de Sandino. Pero el arma más eficaz
era el servicio de información y espionaje. Llegándose a crear en la
selva nicaragüense un argot particular y un sistema de signos para la
comunicación entre elementos sandinistas.
No podemos pensar que la guerrilla sandinista era un cuerpo de milicias
corrientes, era un cuerpo disciplinado. Donde cualquier tropelía de
los mandos de Sandino se veía castigada con la muerte.
Por el bando contrario, un elemento clave para la lucha contra Sandino
será la aviación. Pidiendo cada vez más la marina de Estados Unidos,
más aviones. Se ametrallaba a toda persona que iba por la selva, no
importaba en ese momento si estaba con Sandino o no. Los marines no
asimilaran bien la idea de perder en tierra casi continuamente. Podemos
establecer aquí un símil histórico con la futura Guerra del Vietnam,
pues era común el bombardeo por parte estadounidense de la frontera
hondureña, alegando que era zona de aprovisionamiento ocasionando la
matanza de civiles.
2.4 Elecciones en Nicaragua.
En octubre de 1927, llegaban a Washington los Generales Emiliano Chamorro
(Conservador) y José María Moncada (Liberal), para ver legitimadas las
candidaturas de ambos a la presidencia. Participando estos, en diversos
actos, con los grupos financieros inversores en Nicaragua. El objetivo,
conseguir el patronato del dólar. Dado que la Constitución nicaragüense
no permitía a ninguno de ellos ocupar el cargo.
Mientras los generales se dedicaban a la “campaña” en Estados Unidos.
Sandino prosiguió con la lucha armada, tomando posiciones estratégicas
sus hombres, en varios puntos de Nicaragua. La mayor parte de la documentación
la encontraremos de los mismos escritos de Sandino. Llama la atención
la utilización muchas veces de maniquís para engañar a los marines,
los cuales se proponían mediante emboscadas cazar a Sandino. Siendo
en la mayoría de los casos el cazador cazado. Un haciéndose Sandino
muchas veces el muerto, para provocar el nerviosismo de las tropas yanquis.
Aquel conflicto tan violento deparará en una guerra de medios, donde
la prensa de izquierdas estará a favor de Sandino, destacando las atrocidades
de los marines. Los periódicos conservadores dirán lo contrario. Deducimos
de todo esto que el movimiento sandinista fue relativamente conocido
a escala mundial, estableciendo grupos de opinión a favor de uno u otro
bando.
2.5 Las Conferencias Panamericanas.
La Sexta Conferencia Panamericana comenzó el 16 de enero de 1928, y
resultó un fracasó dado que la tensión nicaragüense estuvo presente
durante todas las reuniones. Existía un sentimiento común para todos
los países de América Latina, de que el Tío Sam, estaba demasiado presente
en la vida política de estos países.
Fue una reunión bastante turbada desde el principio, pues la llegada
de la delegación de Moncada, no levantó muchos el animo a los asistentes.
En esta Conferencia que tuvo lugar en La Habana, se oyeron cosas como
la del Presidente de Estados Unidos:
“El gobierno de Estados Unidos no tiene, propósitos imperialistas y
tampoco los tendrá en el futuro”
Una paradoja bastante seria. En aquellos momentos tenían problemas con
Estados Unidos, casi la totalidad de los Estados Americanos. Motivado
sin lugar a duda, por la aplicación de la doctrina política del “Big
Stick”, de Theodore Rooselvelt. No será hasta que otro Rooselvelt llegue
a la presidencia, cuando la tensión entre Estados Unidos y las demás
potencias latinoamericanas se dirima. Esta cambio en la actitud de los
Estados Unidos, se derivaría de la Política de buena vecindad practicada
por su presidente.
El ejemplo lo encontraremos en la Séptima Conferencia Iberoamericana,
celebrada en 1933 en Montevideo. Donde se daban muestras por parte de
Franklin Delano Rooselvelt y de su Secretario de Estado Cordell Hull
a favor de un principio general de no intervención en los demás asuntos
americanos.
3. Los largos años de la lucha.
Mientras
los asuntos de Nicaragua se discutían a kilómetros del país, la lucha
del ejército de Sandino continuó. El 27 de febrero obtenía una victoria
importante en El Bramadero. Destacaré de esta “Batalla”, la crudeza
con la que se luchó, y como era normal después de estas escaramuzas,
los desvalijamientos. Los saqueos era comunes en ambos bandos. Destacaban
sin duda los de la guerrilla de Sandino, de ahí el apelativo de los
periódicos oficiales a los tropas de Sandino con el trato de bandoleros
También los marines hacían los mismo, sobre todo con las reliquias eclesiásticas.
Esto no evitó que las condenas eclesiásticas fueran siempre contra Augusto
Cesar Sandino (A.C.S):
“Las iglesias se hacían eco de la maledicencia, y cultivaban su apoyo
a la intervención con una crítica despiadada a la resistencia, a la
que atribuían desde todos los púlpitos características bolcheviques
y ateas”[3]
Las actuaciones algunas veces de la guerrilla tenían un cierto carácter
místico, dado el componente indígena de las filas sandinistas. Sabemos
de algunas impresiones de Sandino, mandando trasladar sus tropas a unas
zonas, pues había soñado que desde allí iban a lanzar un ataque los
yanquis. Siempre se cumplían estas previsiones.
3.2 La batalla mediática.
Los conflictos no tenían sólo lugar en la Selva. También en los medios.
La Guerrilla, solía tener a algunos periodistas a favor que relataban
las luchas entre Sandino y los marines. Destaca uno de estos periodistas
Froylán Turcios, director de la revista Ariel. Se convirtió en elemento
de enlace entre él y los que deseaban enviar armas y hombres a Las Segovias,
por Honduras. Por intercesión de los Estados Unidos se le ofreció un
cargo a este hombre, con lo cual Sandino dejaba de tener uno de sus
mejores propagandistas. La defección de Turcios le había privado de
todo contacto con el exterior. Aprovechado por los diarios reaccionarios
a proclamar la muerte de Sandino. Esto motiva la decisión de buscar
la ayuda de otros países latinoamericanos. De ahí el futuro viaje de
Sandino a México.
Eran normales las cartas entre personalidades de la izquierda europea
y Sandino. Destacaremos a la del socialista Luis de Araquistain, quien
en 1928 recibe un carta de Sandino a favor de la lucha republicana que
por aquella época se estaba fraguando en España.
Cuando la guerra era mediática, sobre todo cuando se citaban las atrocidades
de un bando y otro. Sandino empezó por tener prisioneros, pero al ver
que el invasor aplicaba la ley de fugas a los soldados sandinistas,
dejo de interesarle la propaganda, pagando con la misma moneda a los
invasores, como él mismo les llamaba. Los marines, que no soportaron
estar a merced de los sandinistas, optaran por echar a la población
civil contra Sandino, cometiendo toda una serie de tropelías contra
la población de Las Segovias. Llegando a una situación en la zona de
tensión continua, pues o se coopera o se lucha contra él. Era común
que hubiera gentes que se enrolaran en las filas del General de Hombres
libres y quisieran asesinarle (José Santos Sequeira.)
Sandino continuamente desde sus manifiestos, procuraba que estos se
convirtieran en proclamas a favor de la unidad de los pueblos de América
frente al imperialismo de Estados Unidos. Del que sólo pedía un trato
de Estado a Estado, y no a lo que parecía más de metrópoli a colonia.
Critica continuamente la inoperancia de muchos estados ante el trato
abusivo de EE.UU.
También tratará de establecer un plan de paz para Nicaragua, pidiendo
para esto el apoyo de uno de los países punteros del cono sur americano,
la Argentina de Hipólito Irigoyen. El plan de paz, no quiso ser conocido
por el presidente Argentino, si bien la prensa rioplatense publica la
carta de Sandino a su presidente. No cabe duda de que mantener buenos
tratos con Estados Unidos valían más que la paz para Nicaragua.
3.4 el viaje a México
Iba para poco tiempo, con el objetivo de la obtención de armas y apoyo
a su causa. Pero paso allí más de un año. Cruzo la mayor parte de Centroamérica
hasta México pasando inadvertido, también por que así lo quisieron los
países por aquellos que pasaba. En Julio de 1929, ya se encontraba en
Veracruz, sino fue a la capital, es por que se lo impidieron.
La actividad guerrillera, no sufrió un paron sino que aumentó. Pues
no sólo en Las Segovias se fraguaba la lucha contra los EE.UU. surgiendo
grupos armados en toda Nicaragua. Uno de los motivos podrían ser las
arengas desde México que mandaba Sandino.
Pese a estar allí más de un año obtuvo muy poco para la causa Sandinista,
apenas dos ametralladoras de mano. Fracasó también en su intento de
unificar todos los movimientos revolucionarios de Iberoamérica. Se entrevistó
con el presidente mexicano Portes Gil, si bien no obtuvo de él, más
que promesas.
Mientras en su país, el número de efectivos norteamericanos se reducía
en el combate contra las tropas de Sandino. El motivo la Constabularia
Nacional se había transformado en Guardia Nacional. Los soldados sandinistas
ahora se enfrentaban a sus hermanos, y la Guardia Nacional empleaba
sus mismas tácticas de combate:
“Los nuevos combatientes se tiraban al suelo. Avanzaban entre la selva
en lugar de utilizar los caminos, evitaban los pueblos, dispuestos para
el espionaje y se servían de los mismos métodos de guerrillas impuestos
por Sandino.” [4]
Estados Unidos se veía cada vez más cansado e impotente, al ver que
los resultados no llegaban, a la par que la situación se estaba viendo
como ajena, aquella no era la lucha de los intereses de Estados Unidos.
Era la lucha de los intereses de unos pocos de Estados Unidos. Cada
vez era mayor la crítica de los diarios liberales, hacia ese conflicto,
al que al parecer no se le podía poner fin. Paulatinamente dejará su
presencia al mínimo, tan sólo a los agregados militares. Puede que este
abandono progresivo de los marines se deba a la “política de vecindad.”
Este giro en la política estadounidense, dio sus primeros pasos en 1930.
Un día después de que Moncada accediera al cargo, tras las elecciones.
El nuevo presidente de los EE.UU. Edgar Hoover, proclamará que no iba
a quedar ningún oficial extranjero en Nicaragua. Era un intento de hacer
disminuir la tensión entre los Estados Unidos y los demás países americanos.
Pues sabemos que durante el recorrido de Hoover por algunos países americanos,
pudo sentirse molesto ante las manifestaciones antinorteamericanas de
las que era testigo.
La existencia de tropas estadounidenses, no será nada gratuita. Pues
el ya maltrecho erario nicaragüense, se verá cada vez más vacío, y la
hacienda endeudada. Los gastos militares impedirán su utilización en
otros campos, como la inversión pública. Pon tato la situación de guerra
motivaba, por un lado el mayor endeudamiento del país con Estados Unidos,
y por el otro la progresiva pauperización del país, poniendo fin al
desarrollo.
Estos hombres de la Guardia Nacional, se educaban la mayoría de manos
de oficiales del ejército yanqui, en la Academia Militar. Enseñanza
demasiado liviana, pues formaba oficiales en apenas 6 meses. Diremos
de todo esto que le mayor legado que dejó EE.UU. en Nicaragua fue una
casta militar.
3.5 La lucha continua.
En Junio de 1930, regresa a Nicaragua con las manos vacías. Pese a contar
con victoria de su ejército, y a contar con apoyo de la prensa mundial
de izquierdas, incluida la estadounidense. Estaba sólo en la lucha contra
Estados Unidos, ningún país latinoamericano se sumaba a la rebelión.
Es un sus continuos manifiestos, proclamaba que la independencia de
Nicaragua sólo se conseguía con cooperación de los pueblos de América
latina.
El motivo principal por el que Sandino vuelve a tierras nicaragüenses
es por el intento del gobierno de llevar a los campesinos a campos de
concentración. Se utilizará una nueva forma de mantenimiento de la guerrilla.
El control de ciertas industrias, en especiales madereras, obligara
a los propietarios a pagar un “impuesto revolucionario.” Son años de
reactivación de la lucha en la selva, con combates en los márgenes de
río Coco.
En ese contexto de la lucha tiene lugar el llamamiento a las elecciones.
Donde se abrirá una brecha entre liberales (Moncada) y una facción de
su partido que le rechazaba. Estos a su vez se enfrentaban a los conservadores
de Chamorro y Díaz. La Guardia Nacional tomará parte a favor de Moncada.
Este intentará reformar la Constitución, para poder ser reelegido. En
su anterior visita a Estados Unidos lo único que conseguirá será la
negativa oficial de EE.UU. Sandino y su ejército optarán por llamar
a la abstención, para él y su ejército esas elecciones no era sino una
farsa. Ante las elecciones que se avecinan, Sandino y su ejército amenazaran
con una serie de incursiones, que tendrían lugar en las principales
ciudades de Nicaragua. Ya que su ejército se distribuye por todo el
suelo nicaragüense.
El año 1932 comienza con las mismas batallas de siempre, es decir un
tira y afloja entre sandinistas y los marines la Guardia Nacional, un
conflicto que parecer ser que tiene un fin cada vez más cercano. Estados
Unidos estaba cumpliendo su promesa de ir retirando sus tropas. Pero
existía incertidumbre pues el conflicto en Nicaragua aún no había finalizado.
Si era cierto que las tropas norteamericanas iban saliendo del país,
pero la presencia de yanquis, en puestos de importancia como la Guardia
Nacional (oficialía) y en cargos económicos, como la dirección de Aduanas,
no daban muestra de ello.
A finales de 1932, la actividad guerrillera y política de Sandino se
centra en exclusividad en lograr la mayor abstención ante las próximas
elecciones. La cosa no estaba nada clara y más ante el enunciado por
parte de las tropas estadounidenses de su marcha a principios de 1933.
ordenará a sus Generales (Umanzor), la toma de posiciones estratégicas.
El día 14 de octubre, el partido de los trabajadores de Nicaragua declara
la huelga General electoral. Pese al boicot las elecciones se celebran
llegando a la presidencia el Liberal Sacasa. Sandino y su ejército no
reconocerán al nuevo presidente y si lo harán con H. Portocarrero, propuesto
por Sandino a la presidencia.
Octubre de 1932, comienza con el acuerdo de liberales y conservadores
de alcanzar la paz con Sandino. Una junta de notabilidades locales,
formada por liberales y conservadores formarán el “Grupo Patriótico”,
convinieron en gestionar una amnistía total, y una promesa entre liberales
y conservadores de respetar el resultado electoral de las elecciones
de noviembre de 1932. Moncada fue el único que se resistió a la firma
del documento, todavía presidente. Un intento a la desesperada de mantenerse
en el poder, quizás con la ayuda militar que le proporcionaba la Guardia
Nacional.
4. Paz y Muerte.
Para Sandino era un mal menor la victoria liberal, y se está pensando
seriamente en dialogar con el presidente electo. Sandino un poco contrariado
todavía por el resultado de las elecciones, y su campaña por la abstención,
pues sólo lo había hecho 1/3 de los electores. Decide crear el Estado
Libre de las Segovias, pidiendo al incipiente Gobierno Revolucionario
del Salvador que no reconocieran al Liberal Sacasa. A su vez comienza
una serie de incursiones del ejército sandinista, a las ciudades del
país. Se inicia una auténtica guerra Civil, pues ya los yanquis habían
salido del país, y el conflicto era entre sandinistas y la Guardia Nacional.
Nos encontramos por tanto en 1933.
Comienza el año 1933, sin los marines en Nicaragua, y con los Liberales
de Sacasa en el gobierno. Uno de los puntos de Sandino se había cumplido,
pero la presencia de estadounidenses en diversos puestos del país, todavía
entorpecía la paz. Continua una actividad guerrillera cada vez más fuerte.
Sabemos de casos en los cuales la Guardia Nacional se pasa al bando
de Sandino. Hay una actividad arrolladora de las filas de Sandino, en
todos los frentes del país, saldándose la mayoría con victorias.
Sacasa ordenaría a Sofonías Salvatierra encargarse de entablar relaciones
con Sandino. Le dan un documento para que se entregue a Sandino proponiéndole,
una reforma constitucional que vendría a servir para lograra una mayor
representación de las minorías (uno de sus objetivos). Llegaba el momento
de llevar a cabo el plan del Acuerdo Patriótico. El gobierno de Sacasa,
no sentara muy bien desde el principio a la Guardia Nacional, que a
los 15 días de Gobierno ya se desbarajusta una intentona golpista.
4.1 Los acuerdos de paz.
Los primeros contactos habían tenido lugar a finales del año anterior.
Entre las condiciones de Sandino para la paz está:
“El gobierno de Sacasa debe ser libre y no traer compromisos públicos
ni privados con los Estados Unidos del Norte América”.
Salvatierra contestará por carta que respecto a las relaciones con EE.UU.
no existían acuerdos públicos o privados, y que desde primeros de enero,
no había ni un solo soldado de la intervención. El 12 de enero Salvatierra
marchará hacia Las Segovias a entrevistarse con A.C.S. Volverá a finales
de enero con una propuesta conocida como el Protocolo de Paz:
1. “... Convencerse de que prescindirá de la intromisión extraña en
las finanzas de Nicaragua y la determinación que tenga respecto a la
llamada Guardia Nacional; saber si el doctor Sacasa tiene pactos con
interventores norteamericanos.
2. Por Iniciativa del Ejecutivo, el Congreso Nacional de Nicaragua decrete
la creación de un nuevo departamento (sito en el Cuartel General de
Sandino, con el objetivo de declararlo zona neutral, o a modo de tierra
de nadie)
3. Las autoridades civiles y militares del departamento sean nombradas
dentro de los miembros que han integrado nuestro ejército. Las armas
deberán formar parte del nuevo ejército como defensa de la República.
4. Extraer de los archivos nacionales e incendiar todos los documentos
en que se califique de bandolerismo la actitud que asumió el suscrito
y su ejército el 4 de Mayo de 1927, cuando el Gobierno de los estados
unidos de Norteamérica, amenazó a los ejércitos nicaragüenses desarmarlos
si no se sometían a su despótico capricho.
5. Revisión de los tratados Bryan-Chamorro, sobre la construcción del
canal y la base marítima de Fonseca, la cual debe ser declarada una
base naval de nacionalidad indohispana...”
Se concertó una tregua a partir del 23 de Enero, con una duración de
15 días, durante el cual se entablarían conversaciones para un armisticio
final. La Guardia Nacional violará la tregua varias veces, demostrando
la falta de acatamiento al Presidente; no eran los únicos, una parte
del Congreso, las clases pudientes cultivaban el odio contra Sandino.
Se trató muchas veces por parte de estos aquellos de romper el tratado
de paz. Continuaran las incursiones de la Guardia Nacional, sobre la
futura zona neutral. Los combates entre la Guardia Nacional y los generales
de Sandino eran todavía la nota predominante. Se demostraba de esta
forma, que las riendas de Nicaragua las llevará más la Guardia Nacional
de Anastasio Somoza, que el Presidente. Eran continuos los llamamientos
de Sacasa a la paz, sobre todo a la Guardia Nacional. Los militares
contestaran al Jefe de Gobierno que eran los sandinistas los que la
rompían.
Existía un principio para la paz, que fue aceptado por Sacasa. Tras
encuentros, idas y venidas de Salvatierra a Las Segovias, para dialogar
con Sandino. Augusto Cesar decidirá dialogar con Sacasa en Managua.
El 2 de febrero dialoga por primera vez con el Presidente. Esa misma
noche se firmará un convenio para la paz.
Este convenio vendría a ratificar el Protocolo de Paz. Se proclamará
una amnistía a los hombres de Sandino, se creará un nuevo departamento
territorial en el antiguo Cuartel General de Sandino, resguardado por
su guerrilla, con el fin de garantizar la seguridad de estos, y a modo
de zona neutral, para que paulatinamente entreguen las armas. Salida
de los marines, apoyo a la reunión en Buenos Aires con idéntico temario,
y que el gobierno admitiera su derrocamiento por el pueblo si éste consideraba
negativa su gestión
El ejecutivo estará a favor de la paz desde el primer momento, y dará
muestras de su fe, aprobando un crédito, para gastos de pacificación
y obras públicas. A pesar de todo la Guardia Nacional continuará con
la actividad hostil. Muchos soldados desarmados del ejército sandinista,
resultaran heridos por las persecuciones de la Guardia Nacional. Esta
situación provoca el temor del ejecutivo ante el torpedeamiento del
proceso de paz. Sacasa obligará a Somoza a que controlé mejor a sus
hombres. El 22 de febrero Sandino procede a la entrega de armas estipulada.
Ante los cumplimientos de los acuerdos por parte de ambos. Sandino viajará
a Managua por segunda vez, para recabar de Sacasa el cumplimiento del
pacto contraído y garantías para sus hombres desarmados, hace circular
el rumor de que va a solicitar dinero. El error fue no hacer constar
en el pacto de paz las condiciones que habían sido estipuladas en el
Protocolo inicial, le presentaban como renunciando a sus aspiraciones
a favor de una Nicaragua libre del pacto Chamorro-Bryan. Por ello recibió
la critica de algunos de sus Generales como Gustavo Alemán Bolaños.
La Guardia Nacional continuará con sus tropelías, pues todavía seguía
aplicando la Ley de Fugas. Decir que si bien es cierto que los estadounidenses
se habían marchado, la Guardia Nacional representaba la pervivencia
de los intereses de EE.UU.
4.2 La muerte de Sandino.
Preocupaba al presidente Nicaragüense la rivalidad existente entre Somoza
y Sandino, lo cual amenazaba la estabilidad de los tratados de paz.
Conseguirá una reunión entre ambos en febrero de 1934. Sandino desde
las Segovias comenzaba a llamar la atención ante las continuas tropelías
de las tropas de Somoza a sus hombres. Aquello no era una paz muy justa.
Este temor obligó a Sandino a no entregar la totalidad de las armas,
con el fin de defenderse como pudieran y que si su presencia era lo
que motivaba la tirantez existente, estaba dispuesto a abandonar el
país. Su deseo de conseguir una paz duradera y una Nicaragua independiente
le llevará a aceptar la entrevista entre Somoza y él. Con lo cual inicia
su tercer y último viaje a Managua.
Sandino había llegado a la capital para dar por finalizadas sus gestiones
en pro de la paz. "Yo no dispararé un tiro más. Haremos la paz aunque
se oponga el mismo señor presidente. Mi resolución es irrevocable, por
ese ideal he venido, desafiando los riesgos y haciendo cara a los rencores
y odios de la Guardia Nacional", le había manifestado, al escritor Salvador
Calderón Ramírez, el general Sandino. La entrevista prosiguió y Sandino
agregó: "Para mí quiero no absolutamente nada, solamente pido garantías
para mi gente. Mis hombres, después de la agitación de la guerra, necesitan
templar sus músculos en el trabajo. Así como los llevé al matadero para
repeler a los invasores, anhelo, hoy día, hacerlos entrar en el deber
y enseñarles que si el AYER era de pólvora, destrozo y aniquilamiento,
el HOY y también el MAÑANA deberán ser de actividad constructiva y de
fecunda reparación".
Según relato del entonces ministro Sofonías Salvatierra en los "Últimos
días de Sandino" en el auto cuando salieron de la Casa Presidencial,
Sandino, don Gregorio Sandino y él viajaban en los asientos de atrás
y los generales Estrada y Umanzor en los de adelante. Cuando venían
por la avenida del Campo de Marte al pasar por el Hormiguero un destacamento
de guardias nacionales les detuvo y el que hacía de jefe les gritó una
orden: "!El que levante la mano será matado¡". Cuenta que las ventanillas
del vehículo aparecieron erizadas de ametralladoras; Sandino y sus compañeros
fueron despojados de sus armas y se les ordenó descender. Al jefe del
pelotón él le dijo "!Oiga, soy ministro y venimos de Casa Presidencial",
¿qué ocurre?" y el militar respondió "Obedezco órdenes superiores" y
sin agregar más hizo que todos entraran al patio del cuartel.
Sandino, exclamó: “¿Por qué semejante atropello?. Hecha la paz todos
somos hermanos. Hace pocas noches el general Somoza me ha dado un abrazo
en señal de concordia y hemos intercambiado retratos con dedicatorias
en prueba de armonía.” se expresó Sandino ante los militares.
Y mientras Sandino hablaba alguien en el interior del cuartel se comunicaba
por teléfono con el exterior. Luego el teniente López nos dijo: "Usted
y don Gregorio Sandino permanecerán aquí hasta nueva orden, los demás
habrán de seguirme". Rodeados por los guardias, Sandino, Estrada y Umanzor
se perdieron en las sombras. Momentos después se escucharon disparos
de fusilería y de ametralladoras, en tanto don Gregorio destacándose
en la claridad de la mañana, dijo: "Ya están matando a Sócrates y sus
compañeros". El ministro Salvatierra no pudo contestarle pero admiró
la estoica serenidad y entereza del anciano. Pasados unos instantes
se escucharon de nuevo el trueno de las ametralladoras:
"Están matando a Augusto" exclamó don Gregorio agotado totalmente por
la emoción. Era la mañana del 21 de febrero de 1934.
El general Augusto César Sandino fue asesinado por órdenes expresas
de Tacho Somoza. A los pocos meses en una cena reconocería la autoría
del hecho.
"Hablad en las plazas, en las
universidades, en todas partes,
de ese general de América,
que se llamó Augusto César Sandino"
"Usadlo contra el panamericanismo
del silencio y que resuenen nuevas voces
de juventudes alertas en las atalayas,
pues la lucha de Sandino continúa".
Miguel Ángel Asturias

Boda
en tiempos de guerra
Por Mario Goloboff *
Cuentan que, enviudado y con una niñita de pecho a su cargo, César Augusto
Sandino fue a buscar a La Pancha, quien amamantaba a Adalina, su propia niña de
un mes, y que cuando él le demandó ayuda ella aceptó, pero pidió una yegua
parida, porque, a su entender, la leche de ésta se asemeja a la de la mujer, y
con ella alimentaría a Adalina mientras la de sus pechos sería para la hija del
General. Entonces, él compró una yegua con su potrillito, les dio los animales y
dinero a La Pancha y a su esposo Ramón, y tranquilo se fue a la montaña, pues
aunque expulsados por un tiempo los gringos, para mantener la unidad, buscaba
afanosamente a sus hombres en esos días de tratados, de pactos y de escaramuzas,
y por eso andaba de un lugar para el otro. Al poco tiempo, La Pancha adujo que
no le podía quitar la leche a su niña, pero no soltó la yegua, el potrillo ni el
dinero, y de nuevo la bebé se quedó sin nodriza. “Tenía un mes, pero estaba sólo
en el pellejito, en los huesitos, la pobrecita, no comía los atolitos que le
preparaban y vomitaba la leche de vaca”, agregaban añosas campesinas del lugar.
Cuando tenía 32 años y era ya el jefe de “El pequeño ejército loco” (así lo
llamó nuestro Gregorio Selser), Sandino y su plana mayor se habían hospedado en
la casa de los padres de Blanca Stella Aráuz, una familia de San Rafael del
Norte. La casa era a su vez la oficina de correos y telégrafos de la pequeña
ciudad, y quien se encontraba trabajando como telegrafista era Blanca, de 18
años, a la que conoció y frecuentó mientras él mismo pasaba las horas del día y
de la noche ordenando la comunicación con sus tropas en los diferentes frentes
de batalla abiertos contra el invasor. El hombre, de estatura pequeña, figura
esmirriada, “casi pura piel y huesos”, tez tirando a oscura y aindiada, mirada
febril y un estribillo que repetía obsesivamente (“Los yanquis deben irse de
Nicaragua. Yo quiero patria libre o morir”) se enamoró, claro está, de la bella
muchacha, y el día 27 de mayo de 1927 contrajeron matrimonio en el templo de San
Rafael del Norte.
Fue una fiesta singular: hacia las dos de la madrugada, se inició el desfile.
Presidían el cortejo seis jóvenes soldados, trajeados con uniformes de montar.
Detrás venía, en dos prolongadas filas, la innumerable concurrencia, y en un
corredor creado en medio de la masa compacta, encaminaba sus pasos a la iglesia
parroquial César Augusto Sandino, con sus armas al cinto, uniforme de gabardina
color café y botas altas, oscuras, brillantes, pañuelo de seda rojo y negro
anudado al cuello y un ancho sombrero Stetson, al estilo de Texas, inclinado
sobre su frente. Todos sus acompañantes portaban sendos fusiles y pistolas. En
el centro, la novia; la elegante muchacha llevaba entre sus manos una Virgen de
los Desamparados, obra de fina porcelana y, a sus costados, las amigas, un
Cristo. El hermano mayor, Miguel Angel Aráuz Pineda, de rigurosa vestimenta
negra, llevaba del brazo a Blanca Stella; pura, colmada de azahares, ésta
caminaba despacio, velado el rostro por un tul de seda, con un ramo de flores en
la mano, sintiendo las miradas inquietas de acompañantes y curiosos. Parecía,
ya, un personaje femenino de los versos de Martí.
Encontraron la iglesia ampliamente iluminada, adornada con blancas gasas,
mantelerías ricamente bordadas, muchas palmas verdes y flores. Se respiraba el
olor del incienso y de los cirios que ardían. El aroma y los perfumes diferentes
que llenaban el aire le trajeron acaso al General recuerdos de las callejuelas
de infancia en su natal Niquinohomo, allí en Masaya. Los invitaron a la
confesión, y así lo hicieron. Los padrinos y los novios se postraron de rodillas
ante el altar. Un Te Deum de sobrias notas se escuchaba abajo y, casi en
éxtasis, se oyó la clara música de la Orquesta del Pueblo, compuesta por
hermanos, primos y tíos de la familia. Los nuevos esposos salieron radiantes
después de jurarse amor eterno. Fuera de la parroquia había diez caballos
ensillados. Eran del jefe de día y de sus ayudantes del Ejército Defensor. En
una esquina, agrupados, los muchachos los felicitaron a su paso. Llegaron a la
casa de los suegros: lágrimas de regocijo y felicidad brotaron de los ojos de la
madre, doña Esther Pineda Rivera, y de los de sus hermanas, Lucila, Isolina y
Esther Aráuz. Cuando entraron, se oían en todo el pueblo disparos de fusilería.
Por las calles, entusiastas vivas, y desde ese momento les llegaron muchas
felicitaciones de los rincones del pueblo y de todos los frentes de guerra del
país. A las tres de la tarde de ese mismo día fue la ceremonia civil. El salón
principal estaba pleno de gente. La luz radiante parecía rivalizar con el brillo
de tantos y tan bellos ojos de las muchachas sanrafaelinas; la elegancia del
porte, la cordialidad y la alegría eran infalibles, constantes. El programa
musical fue casi doblado por las repeticiones y ejecutado con el gusto y la
maestría que sólo poseían los integrantes de la Orquesta del Pueblo. La fiesta
terminó hacia el amanecer, pero la concurrencia no estaba satisfecha, menos
cansada, y vino luego la musicalidad de la palabra del poeta de la familia,
Octavio Aráuz Pineda, para coronarlo todo.
Dos días después, el General tuvo que abandonar a su esposa y se internó en las
selvas de Las Segovias, desde donde permaneció defendiendo el honor de la
patria: la verdadera guerra de guerrillas comenzaba. El matrimonio duró seis
años de penurias y dolores. Según fotos y cartas recopiladas por la familia de
Walter Castillo Sandino, difusor de la mayor parte de la documentación en que me
baso, la pareja recorrió el país en tiempos de guerra, y ella por seis años
acompañó a Sandino sufriendo las calamidades del monte en todos los campamentos
guerrilleros: La Calma, Luz y Sombra, La Chispa, y el muy mentado El Chipote,
perdiendo incluso a sus dos primeros hijos, uno de tres meses y otro de seis, y
fue cuando soplaban ya aires de paz que ella falleció, durante el parto de la
niña Blanca Segovia, el 2 de junio de 1933, en horas de la mañana. En una carta
que Sandino mandó el 10 de junio de 1933 a María Cristina Zapata, presidenta del
Comité Interamericano de Mujeres, le contaba del dolor de haber perdido a su
esposa por complicaciones de ese parto que trajo al mundo a Blanca. “Con respeto
y cariño he recibido sus enérgicas frases de condolencia por la desaparición de
mi inolvidable esposa. No obstante el dolor que me embarga en estos momentos,
reconozco en sus frases vibraciones de libertad. Me permito exhortar a usted a
ser siempre la abanderada de los derechos emancipadores de la mujer
nicaragüense. /.../ Mi esposa pereció en el parto a consecuencia de golpes
recibidos al caer de una mula cuando nuestro Cuartel General se conducía a esta
población (San Rafael del Norte, que se transformaría en inexpugnable) trayendo
mis instrucciones de conservar la paz que culminó el corriente año (1933).” Ocho
meses después, el 21 de febrero de 1934, en horas de la noche, el general
Sandino murió fusilado por miembros de la Guardia Nacional, dirigida por
Anastasio Somoza García, precursor de la dinastía de 43 años que dominó
Nicaragua a sangre y fuego.
* Escritor, docente universitario.
19/11/13 Página|12

Sandino,
héroe político y militar
Por Emmanuel Carballo
Periódico "El Día", México,
23 de febrero de 1975, suplemento dominical "El Gallo Ilustrado"
Hace cuarenta y un años, el 21 de febrero de 1934, Augusto César Sandino
fue asesinado por mayordomos y peones nicaragüenses al servicio de los
intereses imperiales de los Estados Unidos.
Sandino es uno de los héroes más limpios con que cuenta la historia
de la lucha antiimperialista en la América Latina: es, y seguirá siendo,
un ejemplo para los patriotas del continente que luchan por la verdadera
y efectiva independencia de sus pueblos.
Sandino fue en la segunda década de nuestro siglo uno de los precursores
de la guerra de guerrillas (de la guerra revolucionaria y de la guerra
librada con éxito contra el invasor imperialista). En otras palabras,
y en cierto sentido, se adelanta a los barbudos de la Sierra Maestra,
a los esforzados guerrilleros de América Central y América del Sur y
al heroico pueblo vietnamita.
En seguida, y en torno a esta faceta, ofrezco un colagge que lo muestra
como un hábil estratega de este tipo de guerra en el continente americano.
En unas cuantas líneas, William Krehm traza una imagen correcta sobre
la táctica de lucha y el sentido del movimiento sandinista:
"Durante casi siete años, prácticamente sin ayuda, luchando con rifles
capturados al enemigo y granadas de mano hechas con latas de sardinas
llenas de piedras, resistió a la aviación y al equipo moderno de la
marina norteamericana y de la Guardia Nacional de Nicaragua. Sus enemigos
más encarnizados han rendido tributo a su bien organizado espionaje,
segura señal de que gozaba de las simpatías de la población.
A través de toda Latinoamérica Sandino se convirtió en un David legendario
que aunque no tenía la menor esperanza de decapitar al grande y rubio
Goliath, sí le suministró un buen tirón de orejas".
Gregorio Selser resume en unos cuantos párrafos de su Sandino, general
de hombres libres los métodos de combate de que se sirve el nicaragüense
para hostigar, debilitar y exasperar a los marines norteamericanos y
a sus cómplices nativos:
"En un principio todas fueron derrotas. A la de San Fernando siguió
el desastre de Las Flores, donde perdió sesenta hombres y un armamente
vital. Poco podían hacer sus tropas frente a las tácticas de un ejército
regular que contaba con la dirección de veteranos de la Primera Guerra
Mundial. Como Sandino operaba según el sistema de trincheras, poco costaba
a los invasores flanquearlo y, con ayuda de la aviación, desalojarlo.
La lección, a poco de reiterada, fue plenamente comprendida. Percibió
que en tanto los invasores contaran con armamento superior, eligieran
el terreno y el momento de los combates y se valieran de sus conocimientos
militares académicos, poco podría hacer él si les correspondía con el
mismo juego. A partir de ese momento decidió Sandino adoptar las tácticas
de las guerrillas, aprovechando sus conocimientos del terreno donde
operaba, para tratar de obtener el máximo rendimiento de los escasos
hombres y armamento de que disponía. Decidió que el factor sorpresa
era elemento primordial de ventaja en las luchas del tipo de la suya,
que exigían el empleo de la emboscada y la retirada inmediata una vez
logrados los objetivos propuestos.
El primer ensayo fue puesto en práctica diez días después del desastre
de Las Flores, cuando Sandino, en tanto los invasores se internaban
en Las Segovias en dirección al cerro del Chipote, se colocó a su retaguardia
y atacó, el 19 de septiembre de 1927, la ciudad de Telnapeca. Por la
noche la ciudad estaba en sus manos, con excepción del sistema defensivo
de trincheras "con alambres de púas y la extensa red de zanjas comunicadas
entre sí, como copiando el sistema de atrincheramiento usado durante
la guerra europea..."
Para comprender este cambio en las concepciones militares de Sandino,
casi todas instintivas, debe tenerse en cuenta que los cuatro departamentos
segovianos forman una superficie de treinta mil kilómetros cuadrados,
extendida desde el centro de Nicaragua, en dirección norte, hasta la
frontera con Honduras, cuyos límites cubre completamente. Al oeste,
desde el Pacífico, el terreno se eleva gradualmente desde los llanos
de León y Chinandega hasta las alturas de Nueva Segovia, donde alcanzan
su mayor desarrollo inmensos bosques inexplorados.Al este, la región
del Atlántico, aunque baja, es igualmente boscosa, terminando en los
inhabitables suampos o pantanos. El río Coco, que baja de las alturas
de Nueva Segovia hasta el mar, recorre cientos de kilómetros irregularmente
aptos para la navegación de poco calado, atravesando toda la zona departamental
en lucha.
Los pueblos, naturalmente, estuvieron desde un principio en poder de
los invasores. Sus bocacalles y su perímetro exterior estaban constantemente
vigilados por puestos de ametralladoras.
Pero Sandino es el dueño de la selva, de la montaña y del río. Conoce
cada palmo de terreno segoviano. Y quienes le acompañan no son menos
duchos. Cada árbol, cada matorral, cada roca, es un virtual escondite
de un tirador o de un espía patriota. Los invasores lo saben y sólo
se atreven a internarse por caminos conocidos con el rifle o el revólver
dispuestos a disparar en cualquier momento. Y aún así les domina la
inquietud. Porque en cualquier instante, sin que nada previo lo haga
anunciar, se escucha el seco estampido que da por tierra con un invasor,
al que de inmediato sigue una furiosa descarga desde distintos puntos.
Los tiradores han tenido tiempo y puntería suficientes como para caer
en un inútil desperdicio de munición: cuando los norteamericanos reaccionan,
dispuestos al contraataque, sólo encuentran la huella reciente de pisadas
que se pierden en la espesura, donde es más peligrosa la acechanza de
los sandinistas. Estos, una vez descargadas sus armas y cumplida la
faena de diezmar a los "gringos", se retiran en orden tan silenciosamente
como han llegado.
Claro está que no siempre se es tan afortunado. "Vencimos y nos vencieron
-recordaría Sandino-, pero al enemigo le hacía falta conocer nuestra
táctica. Además, nuestro espionaje siempre fue y sigue siendo superior
al de los mercenarios. Así fuimos adquiriendo armas y parque norteamericanos,
porque les capturábamos gente y botín. ¡Lástima que sean de tan grande
estatura los piratas, porque sus uniformes no les sirven a nuestra gente!".
El temible ejército fantasma de Sandino es así imbatible. No precisa
de grandes efectivos, que, por el contrario, entorpecerían sus acciones.
Ni siquiera de costosos preparativos o concentraciones de armamentos
y tropas. La pequeña partida es escurridiza, de difícil localización
y se disgrega hacia distintos puntos preestablecidos, de difícil acceso.
Páginas adelante, el propio Selser enumera algunas de las estratagemas
de que se valió Sandino para frenar la invasión de los marines y conseguir,
a largo plazo, que las tropas invasoras abandonaran Nicaragüa:
"Los hombres son pocos y las armas son menos todavía. El ingenio debe
reemplazar a la técnica, la táctica primitiva a la estrategia militar.
La honda puede no matar, pero si vaciar un ojo, y una rama flexible
es una honda gigante, capaz de causar estragos, perturbar la marcha
de soldados o sembrar la necesaria confusión a cuyo amparo los ocultos
tiradores puedan apuntar cuidadosamente. Un colchón de hojas puede perfectamente
ocultar un pozo, de la misma manera en que mediante diques de troncos
y rocas se pueden modificar los cursos de agua señalados en los mapas
de la región y desviar a los soldados enemigos hacia donde las guerrillas
esperan a su presa."
Las líneas que acabo de transcribir no sólo revelan los recursos empleados
por Sandino sino que, asimismo, prefiguran los ardides de que se valdrían
los vietnamitas para derrotar, primero, a los franceses y, después,
a los norteamericanos.
Al Sandino guerrillero se le puede aplicar la anécdota que entre nosotros
se atribuye a Pancho Villa, el combatiente ubicuo por excelencia:
Cuéntase que un día -escribe Nellie Campobello- un jefe que persigue
a las tropas de Villa recibe de Venustriano Carranza un telegrama urgente
redactado en estos términos: "Precise usted dónde se hallan Francisco
Villa y los pocos hombres que lo acompañan".
La respuesta del jefe fue esta:
"Tengo el honor de informarle que según todos los datos que he recabado
y creo verdaderos, Villa se encuentra en todas partes y en ninguna".
Aquí quiero intercalar una pequeña disgresión. Es probable que uno de
los maestros de Sandino en el arte de la guerra de guerrillas haya sido
Villa, con cuyas hazañas debió familiarizarse no sólo por la prensa
sino a través del contacto personal, aquí en México, con personas y
libros que debieron informarle cómo se movilizaba y actuaba el sorprendente
guerrillero quien, como él, supo detener y derrotar a las tropas norteamericanas.
Poco se ha dicho acerca de las semejanzas que se observan entre la acción
militar de Sandino (y sus puntos de vista teóricos diseminados en cartas,
entrevistas y documentos) y la teoría y la praxis guerrillera de Mao
Tse-Tung, el mayor teórico con que cuenta en nuestros días este tipo
de guerra.
Entresaco de los escritos militares de Mao (influídos por los de Sun
Tzu, estratega chino que vivió en el siglo VI antes de nuestra era)
algunas muestras que considero significativas:
1.- Aunque la guerra móvil de la insurrección se asemeja a la de las
fuerzas tradicionales, se apoya en la estrategia de la guerrilla y opera
persiguiendo objetivos algo diferentes. Los insurgentes van desde las
zonas rurales hacia los pueblos y ciudades. Ocupan las colinas y los
bosques antes de tomar los caminos. En esto se conducen de manera diametralmente
opuesta a los dictados de la estrategia militar occidental, en la cual
los puntos fuertes -centros industriales, de comunicaciones, de población-
se golpean primero y se dejan para lo último los empenachados montes
de las zonas rurales. Lo que cuenta para que el enemigo no pueda defender
sin verse envuelto en una contradicción, la de extender sus líneas y
debilitar la efectividad de su poder destructor. En consecuencia, primero
están las zonas rurales y después las ciudades.
2.- Esparcir nuestras fuerzas para despertar a las masas; concentrarlas
para contener con el enemigo.
3.- Avanza el enemigo, nos retiramos; acampa el enemigo, lo hostigamos;
se fatiga el enemigo, lo atacamos; se retira, lo perseguimos.
4.- Para ampliar zonas estables, emplear la táctica de avanzar en olas;
cuando se es perseguido por un enemigo poderoso, emplear la táctica
de girar y escabullirnos a su alrededor.
5.- Despertar el mayo número de personas en el tiempo más breve posible
con los mejores métodos.
6.- Estas prácticas se asemejan en todo a la forma en que se maneja
una red; debemos estar listos para lanzarla o recogerla. La tiramos
abierta para ganar a las masas y la recogemos para luchar contra el
enemigo.
La guerrilla -afirma Robert Taber- hace la guerra de la pulga. La pulga
pica, brinca, y pica otra vez, esquiva rápidamente la fuerza que puede
aplastarla. No trata de matar a su enemigo de un golpe, sino de extraerle
sangre y alimentarse con ella, atormentándole y enloqueciéndolo; lo
conserva para actuar en él y destruir sus nervios y su moral.Todo esto
toma tiempo. Más tiempo se necesita todavía para que las pulgas se multipliquen.
Lo que comenzó siendo una infección local llegará a ser una epidemia,
a medida que se unan las zonas de ressitencia, del mismo modo como se
extiende una mancha de tinta en un secante.
Paso, ahora, de China a Vietnam, país en el que la guerra anticolonial
y, luego, la guerra contra el imperialismo yanqui guarda ciertas similitudes
con la guerra de Sandino.
La definición de la guerra de guerrillas que da el general Vo Ngu-yen
Giap, el triunfador de Dien Bien Fu, coincide con la de Mao. El estilo,
incluso, es parecido:
"La guerra de guerrillas es la forma en que pelean las masas de un país
débil y mal equipado contra un ejército agresor con equipo y técnica
mejores. Así es como se pelea en una revolución. Las guerrillas confían
en su espíritu heroico para triunfar sobre las armas modernas, esquivando
al enemigo cuando es más fuerte y atacándolo cuando es más débil. Dispersándose
unas veces, reagrupándose otras, desgastando al enemigo en ocasiones,
exterminándolo en otras, estando dispuestas a pelear dondequiera, para
que en cualquier parte a donde vaya el enemigo se encuentre sumergido
en un mar de gente armada que golpea sus espaldas, intranquilizando
su espíritu y agotando sus fuerzas."
En otro momento de Guerra del pueblo, ejército del pueblo, el general
Giap afirma:
"Además de dispersarse para desgastar al enemigo, es necesario reagrupar
una gran fuerza armada en una situación favorable, para adquirir supremacía
en el ataque en un punto y tiempo dados para aniquilar al enemigo. Los
triunfos sumados de muchas batallas pequeñas desgastan progresivamente
los efectivos humanos del enemigo al tiempo que incrementamos poco a
poco nuestras fuerzas. El fin principal de la batalla debe ser la destrucción
de los efectivos humanos del adversario. Nuestros propios efectivos
no deben agotarse tratando de conservar u ocupar territorio.
En Argelia, a lo largo de los intensos siete años de lucha contra el
poder colonial francés, los patriotas aplicaron en el campo, adaptándolas
a sus propias condiciones objetivas, las mismas tácticas empleadas por
Mao y por Giap.
En la Sierra Maestra, los revolucionarios de Fidel Castro, con enorme
poder creador, pusieron en práctica, en líneas generales, un parecido
cuerpo de ideas. Casi al azar tomo dos fragmentos del Che Guevara que
se localizan en La guerra de guerrillas:
"1.- 'Muerde y huye' le llaman algunos despectivamente, y es exacto.
Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir, y así sucesivamente,
sin dar descanso al enemigo. Hay en todo esto, al parecer, una actitud
negativa, esa actitud de retirada, de no dar combates frontales, sin
embargo, es consecuente con la estrategia general de la guerra de guerrillas,
que es igual en su fin último a la de una guerra cualquiera: lograr
el triunfo, aniquilar al enemigo.
2.- Hay tres condiciones de supervivencia de una guerrilla que comience
su desarrollo; movilidad constante, vigilancia constante, desconfianza
constante. Sin el uso adecuado de estos tres elementos de la táctica
militar, la guerrilla dificilmente sobrevivirá."
Tras de asomarse a sus tácticas de lucha y repasar, por encima, las
ideas de buena parte de los grandes teóricos de la guerra irregular,
puedo decir que Sandino no es sólo un héroe político sino también un
excelente militar cuyos puntos de vista acerca del arte de la guerra
siguen teniendo cierta vigencia.
En 1975, cuarenta y un años después de su asesinato, Sandino está más
vivo que los herederos de Anastasio Somoza. En tanto que Sandino al
entender el presente ayudaba a sentar las bases de la Nicaragua del
porvenir, los hijos de Somoza y sus cómplices al no poder comprender
la Nicaragua de 1975, e incluso la Nicaragua de su padre, la que comienza
en 1937, no están capacitados para diseñar el modelo político, económico
y social que permita a este país, el más extenso y desgraciado de la
América Central, asumir una vida en la cual ya no haya explotadores
y explotados y en la que todos los nicaragüenses puedan emplear, al
dirigirse unos a otros, la palabra que usaban en el campamento sandinista,
un soldado cuando se dirigía a un compañero: hermano.
Somoza y sus herederos han creado un país en que la mitad de las tierras
explotables no se cultivan, y de las que sí se trabajan el 30 por ciento
pertenece a las finanzas de los Somoza; un país de seres mal alimentados
cuya dieta cotidiana está compuesta de arroz, frijol y maíz; un país
cuya balanza de pagos es deficitaria; un país incorrectamente poblado
y diezmado, de la infancia a la senectud, por incontables enfermedades
endémicas; un país con el 60 por ciento de analfabetos y una educación,
en sus tres estadios, francamente ridícula; un país, en fin, endeudado
con los Estados Unidos y propiedad privada de una familia y de sus empleados
de confianza.
El porvenir de Nicaragua está en la lucha cotidiana, inteligente y valerosa
del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Augusto
Sandino - Cronología
Augusto Nicolás Calderón Sandino nace el 18 de mayo de 1895 en Niquinohomo,
departamento de Masaya. De niño, trabaja con su madre recolectando café
en las plantaciones del Pacífico nicaragüense.
En octubre de 1909 una insurrección apoyada por Estados Unidos provoca
la renuncia del presidente José Santos Zelaya. Asume el cargo José Madriz,
pero en febrero de 1910 tropas norteamericanas desembarcan en Corinto
y provocan también su renuncia. Luego de múltiples maniobras toma el
poder Adolfo Díaz, tenedor de libros de una empresa minera norteamericana
y aliado incondicional de Washington. Estados Unidos otorga un par de
empréstitos a Nicaragua y toma, en garantía, el control de las aduanas,
el Ferrocarril Nacional, los vapores del Gran Lago y fondos no utilizados
de otro préstamo.
En julio de 1912 estalla una sublevación en contra del títere Díaz.
Tropas norteamericanas desembarcan en Corinto. Benjamín Zeledón enfrenta
a los invasores y muere en combate el 4 de octubre . A sus 17 años Sandino
queda muy impresionado con la imagen del patriota.
En 1916 trabaja como ayudante de mecánica cerca de la frontera con Costa
Rica. Viaja a Honduras en 1920 y a Guatemala en 1923, donde trabaja
en las plantaciones de la United Fruit. Marcha a México y trabaja para
empresas petroleras en Tampico y Cerro Azul.
En agosto de 1925, Estados Unidos retira sus tropas de Nicaragua; la
ocupación ha durado 13 años. Permanecen, sin embargo, los instructores
de la Constabulary , antecesora de la Guardia Nacional. Golpe militar
del general Emiliano Chamorro en octubre. Washington se niega a reconocerlo.
En mayo de 1926 ocurre un alzamiento liberal en contra de Chamorro.
Tropas norteamericanas desembarcan en Bluefields. Al enterarse del inicio
de la Guerra Constitucionalista, Sandino parte rumbo a Nicaragua a donde
llega el 1 de junio.
El 26 de octubre de 1926 se alza en armas con algunos trabajadores del
mineral de San Albino y se incorpora a la causa constitucionalista.
El 2 de noviembre, en su primer enfrentamiento contra las tropas conservadoras
en El Jícaro, sufre su primera derrota.
El 24 de diciembre, tropas norteamericanas desembarcan en Puerto Cabezas.
Al día siguiente , Sandino consigue armas y municiones con ayuda de
prostitutas del puerto. El general José María Moncada le ordena regresarlas
en una entrevista que sostienen en Prinzapolka; logra conservar las
armas e inicia el retorno a Las Segovias.
En enero de 1927, tropas norteamericanas desembarcan en Corinto. En
febrero, Sandino se instala en El Yucapuca e inicia en San Juan de Segovia
una campaña militar victoriosa; participa en un gran número de combates.
Las tropas conservadoras son totalmente derrotadas y Moncada trata de
deshacerse de él enviándolo a Boaco.
A principios de mayo de 1927 mantiene un intercambio epistolar con Moncada
sobre los términos del armisticio que éste ha logrado con Henry Stimson,
delegado del presidente Calvin Coolidge en Nicaragua. El 12 demayo de
1927 en una circular dirigida a las autoridades locales de todos los
departamentos anuncia su determinación de continuar la lucha hasta el
retiro de las tropas norteamericanas de ocupación. El 18 de mayo se
casa con Blanca Aráuz.
El 1 de julio de 1927 emite su primer Manifiesto Político dirigido al
pueblo de Nicaragua desde su campamento en Mineral de San Albino. El
14 de julio responde a la propuesta de rendición que le hiciera Gilbert
Hatfield, capitán de los marines . El 16 de julio, después de una batalla
de 15 horas, toma por unas horas El Ocotal. La aviación norteamericana
bombardea y ametralla el poblado causando 300 muertos entre la población
civil.
Combate en varias ciudades y se retira hacia su campamento de El Chipote;
inicia la guerra de guerrillas. El 2 de septiembre de 1927 se constituye
el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua. El 14 de
noviembre suscribe el Acuerdo sobre los traidores a la Patria .
En diciembre, los gobiernos de Coolidge y Díaz acuerdan la transformación
de la Constabulary en Guardia Nacional.
Después de varios días de «combate», el 26 de enero de 1928 los marines
alcanzan finalmente la cumbre de El Chipote y encuentran sólo muñecos
de zacate.
El 22 de junio de 1928 el dirigente comunista salvadoreño Farabundo
Martí se incorpora a las filas del sandinismo.
El 6 de noviembre de 1928 , en elecciones organizadas y supervisadas
por los marines , es electo presidente el traidor Moncada.
El 23 de mayo de 1929 sale de Nicaragua con rumbo a México buscando,
infructuosamente, el apoyo del presidente mexicano Emilio Portes Gil.
Sus generales prosiguen la lucha. Regresa a Nicaragua el 16 de mayo
de 1930.
El 31 de diciembre de 1930 las tropas de Miguel Ángel Ortez emboscan
una patrulla de marines en Achuapa.
El 15 de febrero de 1931 suscribe su manifiesto Luz y Verdad .
En noviembre de 1932, Juan Bautista Sacasa es electo presidente. Poco
antes había solicitado la permanencia de los marines , sin embargo,
en esta ocasión Washington se niega.
El 1 de enero de 1933 triunfa la causa sandinista al retirarse los invasores
norteamericanos de territorio nicaragüense. Sacasa asume la presidencia
y el «general» Anastacio Somoza García la jefatura de la Guardia Nacional.
Sandino viaja a Managua en febrero y firma un tratado de paz.
El 20 de mayo viaja nuevamente a Managua para quejarse con Sacasa por
los constantes ataques de la Guardia Nacional en contra de su gente.
Regresa el 30 de noviembre por la misma razón sin obtener resultados.
El 21 de febrero de 1934 al bajar la loma de Tiscapa, después de una
cena con Sacasa, es capturado y posteriormente asesinado con los generales
Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor por orden de Somoza García. Poco
antes, su hermano Sócrates había corrido la misma suerte. El coronel
Santos López, quién participará posteriormente en la fundación del Frente
Sandinista de Liberación Nacional, logra escapar.
El 23 de agosto de 1934 , el Congreso decreta una amnistía para todos
los crímenes cometidos por la Guardia Nacional.
Fuente: Congreso Bolivariano
de los Pueblos

Crónica
Secreta: Augusto César Sandino ante sus verdugos
Periódico "El Día", México, Viernes
28 de Febrero de 1975. Suplemento: Testimonios y Documentos
Por Carlos Foseca Camador
I. Héroe guerrillero, héroe de la paz con honor
Lindante con la inmolación
Una de las páginas más anubladas por la ausencia de un análisis exhaustivo
de esta experiencia, es la que se refiere a las discusiones de paz que
tienen lugar durante algunos meses entre Sandino y el gobierno de Sacasa-Somoza,
y que culminan con el genocidio cuya primera víctima es el inmortal
patriota. Los comentarios, más que análisis propiamente, en uno u otro
lugar, en una u otra fecha, más adivinando que fundándose en documentos
específicos, insisten en señalar "exceso de confianza", "ingenuidad",
etcétera, departe del héroe, en la fase de las discusiones. Pareciera
que a los autores de esos comentarios les bastara con estar persuadidos
del gran mérito de Sandino como jefe guerrillero, y que consideran sobrante
buscarle a héroe tan glorioso competencia política. De la observación
atenta de documentos esenciales, resuta la conclusión inequívoca de
que Sandino no confió para nada en la contraparte, con la que le correspondió
discutir, en los meses inmediatos siguientes a la expulsión de los ocupantes
armados norteamericanos. Es necesario grabarse bien las distintas expresiones
de Sandino, respecto a los peligros que sabe perfectamente que corre,
al discutir con elementos que en el pasado han sido cómplices de la
intervención armada de los Estados Unidos. En el curso de los meses
de las discusiones, en los que se ve obligado a viajar a Managua, Sandino
declara una y otra vez: "Estoy conciente de los peligros que me rodearán
(...) "Haremos la paz (...) Por ese ideal he venido, desafiando los
riesgos y haciendo cara a los rencores y odios de la guardia." (2) "Temo
un atentado de ella (3) contra nosotros". De estas expresiones da fe
Salvador Calderón R. En cierta carta, Sandino expresa: "no desconozco
los peligros que mi vida puede correr en mi travesía por el interior
de la República".(4) En la propia correspondencia del siniestro embajador
norteamericano en Managua, Arthur Bliss Lane, se da el dato de que se
sabe que Sandino expresó con anticipación lo 'innecesario' de realizar
el viaje que concluye con su muerte." (5)
Una vez demostrado que lo de "confianza" e "ingenuidad" de Sandino es
sólo producto de improvisados comentarios, y que, por el contrario,
él sabía a plenitud los peligros que corría al bajar de la montaña,
cabe preguntarse ¿por qué razón baja Sandino a Managua cuando sabe que
este lugar está tan preñado de peligros? El paso de Sandino es imposible
justificarlo si no se tiene en cuenta eso que llaman condiciones objetivas
y subjetivas, tanto nacionales como internacionales en el propio tiempo
de las discusiones . A lo menos debe quedar claro que en el país, si
bien las masas poseen en ese momento una viva tradición antiyanqui,
todavía no ha sido extirpada la influencia de las facciones liberal
y conservadora, controladas sus dirigencias por elementos reaccionarios.
En ese marco, la reacción antipopular propala, principalmente a través
de la prensa, una ola de calumnias y murmuraciones en el sentido de
que Sandino nunca ha sido patriota, que la intervención qrmada norteamericana
fue solo pretexto para que él cometiera todo tipo de delitos, y que
no es más que un partidario de la guerra por la guerra misma. (6) Incluso
en todo el curso de las discuciones, los elementos más reaccionarios
se oponen a su realización, pretendiendo no restringir para nada la
persecución antisandinista. De modo que, hasta cierto punto, las discusiones
fueron una conquista del reclamo popular. Al viajar Sandino a Managua,
apelaba a un recurso peligrosísimo, pero esa era la única manera de
desenmascarar los infundios que pretendían dibujar un grotesco fantasma
belicista, sordo a los sufrimientos ocasionados por la secular violencia
local, acentuados con la recrudecida intervención imperialista. Anónimo
(7) escuchó decir a Sandino: "Yo de un momento a otro muero. No cumplieron
los compromisos del arreglo de paz. Nos están asesinando a nuestros
hermanos en todas partes. Voy para Managua: o arreglo esta situación,
o muero; pero esto no es de quedarse con los brazos cruzados". Tanto
Salvatierra como Calderón R. cuentan que el jefe patriótico rechazó
enérgicamente sus propuestas para abandonar el país. (8) Está visto,
pues, que cuando Sandino fue a Managua, adoptó una actitud lindante
con la inmolación, dura exigencia del momento preciso (1933-34) a la
que no dio la espalda, fiel a su costumbre de cumplir con el deber.
El gesto del héroe nicaragüense no se comprende si además no se precisa
la situación en el exterior. Insistimos en especificar 1933-34. En proceso
de recuperación de las consecuencias de la crisis capitalista de 1929,
la potencia norteamericana -que durante varios lustros ha enfrentado
la insurgencia de los pueblos del Caribe, con Nicaragua a la vanguardia-
pasa a retocar su rostro ante la América Latina con un colorete que
denomina Política del Buen Vecino. El retoque tiene su culminación en
la reunión panamericana de Montevideo en diciembre de 1933.
Lo que importa recalcar es que la política exterior norteamericana que
estrena la administración Franklin D. Roosevelt, coloca a los Estados
Unidos como un peligro secundario, mientras en la realidad se acentúa
aceleradamente la conversión de la Alemania nazi y el Japón militarista
en los centros mayores de la reacción mundial. Este cuadro no facilita
en modo alguno que la atención de las fuerzas populares del exterior
ponga sus ojos en la remota Nicaragua, ya desocupada militarmente por
interventores. Antes hemos aludido a las dudas expresadas por Lombardo
Toledano (9) y precisamente ello tiene lugar en el curso del año 1933.
Que lo que decimos nada tiene de conjetura lo confirma precisamente
la reacción instantánea en el exterior al conocerse el asesinato de
Sandino. La imaginación lleva después, hoy, a pensar que al momento
todo fue en la América Latina condena del crimen. Es cierto que no faltan
actitudes de protesta, según reza algún cintillo de prensa de la época.
"Enérgico telegrama envían los estudiantes mexicanos a Sacasa". Al mismo
tiempo, no son excepción posiciones como la de alguna "liga antiimperialista",
mera caricatura ultrasecreta, que ante el asesinato de Sandino se le
ocurre condenarlo por supuesta "traición de 1930". (10)
¿Cómo no descubrir en la línea que prevalece en la América Latina ante
la resistencia de Sandino en su última fase un antecedente de ese engendro
conciliador del vocero de la aristocracia obrera norteamericana llamado
Earl Browder? (11) Derrotada la reacción fascista en la Segunda Guerra
Mundial, ello impulsará a un nuevo auge en la lucha antiimperialista
y pasará la potencia yanqui a ser justamente blanco de la lucha popular
por los cuatro puntos cardinales del globo. Y el Sandino que, ya asesinado,
se mantuvo por un periodo en el recuerdo de los dignos campesinos nicaragüenses
que lo acompañaron de victoria en victoria, pasa a convertirse en símbolo
del secular combate latinoamericano antiyanqui.
Paz con honor
Ante la inminente retirada de la marinería norteamericana, el líder
guerrillero no está dispuesto a esperar los acontecimientos durmiendo
sobre los laureles. Ya quedó apuntado lo imposible que se volvió establecer
en el territorio liberado por los patriotas un gobierno provisional.
Sandino adopta una actitud realista, y recoge el clamor popular que
exige paz y negociaciones con el ejército guerrillero. Como ha quedado
explicado, los altibajos de las relaciones con las fuerzas populares
del exterior de Nicaragua nunca mermaron el espíritu internacionalista
del invicto nicaragüense. Habiendo llegado incluso a cesar toda comunicación
con elementos de otros países, a la hora de entablar discusiones no
estará absorbido por un incoloro localismo. Y entre las primeras condiciones
que formula está la de que el gobierno del país adhiere a una política
de "no intervención en los negocios internos de ninguna de las repúblicas
indohispánicas" (12). La lucha nacional de toda latitud fue motivo de
su atención y puede darse el ejemplo de su respeto por el combate del
pueblo de Polonia; precisamente, el crimen del 21 de febrero de 1934
impidió la celebración de una entrevista amistosa pendiente entre Sandino
y un representante de Polonia a solicitud de éste último. (13)
Jamás concibe que la sola desocupación militar por los Estados Unidos
garantice la plena independencia, e invariablemente, desde el primero
hasta el último día de las discusiones, se propone completar la vistoria
militar, procediendo a "restaurar también nuestra independencia política
y económica". El propósito es alcanzar una paz con honor: "las bases
de paz propuestas (...) compatibles con nuestro Honor Nacional"; una
paz con dignidad: "la paz que dignifica y no la del esclavo" (14). El
factor local que más evidencia la negativa de los elementos dominantes
en el gobierno a fortalecer la independencia del país, se remite a la
conservación de la estructura que la intervención norteamericana ha
impuesto al ejército gubernamental Guardia Nacional. Así lo denuncia
Sandino. Por ello fue que hasta el último instante se negó a acceder
a desarmarse total de las filas guerrilleras que exigían los elementos
más reaccionarios.
Mientras pululan en Nicaragua, en las facciones conservadoras y liberal,
los caciques políticos que cargan con la mancha de haberse sumado a
la intervención, Augusto César Sandino, fraternizando con las masas
populares al viajar a Managua, y permaneciendo fiel a sus principios
de siempre, contrarresta el cúmulo de calumnias que le lanzan, hasta
que se convierte prácticamente en el centro de atención de la abrumadora
mayoría de la nación (15). Pero la dialéctica histórica había resuelto
que su misión fuera demostrar la capacidad de lucha de cada porción
de la América Latina, y para ejemplo el diminuto paraje nicaragüense.
Vencer en la guerra y por primera vez, más allá de la guerra: en la
conquista y defensa del poder popular, en la construcción de una nueva
sociedad, será posible después de una vuelta histórica en Cuba, una
isla cercana a Nicaragua.
La embajada norteamericana y el 21 de Febrero
Al tramar el asesinato de Sandino, la embajada norteamericana, con Mathew
B. Hanna primero, y Arthur Bliss Lanne después, se propuso cometer un
crimen perfecto, y evitar dejar la marca de toda huella. Ahora estamos
en tiempos de la Política del Buen Vecino, y hace falta no repetir lo
de Lane con Madero y Pino Suárez, o lo de Wise con Charlemgane Peralte
(16), en el pasado tiempo del big stick. Sin embargo, sabido es que
no hay crimen perfecto: allí están indelebles las huellas de mano yanqui.
Antes de emprender el retorno ignominioso, la embajada impone la estructura
que le dicta su capricho colonizador al ejército que los intervencionistas
han creado: la Guardia Nacional. De ante mano saben ellos hacia dónde
será empujada una fuerza armada en la que, si bien son muchos los que
esperan la primera oportunidad para pasarse a la trinchera patriótica,
quienes predominan en su dirección son elementos depravados que tienen
su paradigma en Anastasio Somoza García, devenido jefe director de dicho
ejército por el beneplácito de Mr. y Mrs. Hanna.
Los obvios cálculos de la embajada resultan fundados; los peores elementos
de la Guardia Nacional en el curso de las discusiones violan el armisticio,
lo mismo que los compromisos contraídos por el gobierno, cometiendo
distintos atropellos (17) que, gradualmente, convertirán a la fuerza
armada oficial, y más concretamente a su jefe director, en la dueña
del poder, encima del veleidoso Juan B. Sacasa, jefe nominal del gobierno.
Cada embajador mantendrá un vínculo estrecho con Somoza García, lo que
no significa otra cosa que el visto bueno a las fechorías que comete.
Al observarse la correspondencia del embajador, se ve el trazo de mensajes
secretos con Washington en los días inmediatos anteriores al 21 de febrero
de 1934; 16 de enero, 5 y 16 de febrero, son días en los que explícitamente
se admite en la recopilación: "no impreso", es decir, que Arthur Bliss
Lane se comunicó secretamente con su Departamento de Estado. Por lo
que se refiere al propio 21 de febrero, incluyendo el comienzo de la
noche, el norteamericano se mantendrá en contacto directo con Somoza
García. En la taimada corespondencia diplomática de Bliss Lane, éste
confiesa que en algún momento le expresó a Somoza que en cuanto a Sandino
"no se precipitase" (18), lo que es una confesión paladina de la orden
del crimen transmitida a Somoza, al que, además, se le exige, según
el tono de las palabras citadas, ser oportuno.
La gratitud yanqui ante el sicario, por supuesto, no se hace esperar,
y después del 21 de febrero la embajada renuncia a todo disimulo, para
irse del lado de Somoza con motivo de la acentuación de las rivalidades
entre el último y el tornadizo jefe nominal de gobierno, Juan B. Sacasa
(19). Hechos como la "gratitud" que el real almirante George J. Meyers,
comandante del Escuadrón de Servicio Español, expresa a Somoza García
en agosto de 1936, se convertirán en una rutina en las relaciones entre
el Imperio y el lacayo, incluso hasta que Rigoberto López Pérez, un
"sandinista" (esto último según la expresión del vástago A. Somoza Debayle),
ajusticia al sicario. En efecto, a raíz de la acción de López Pérez
el 21 de septiembre de 1956, Dwight Eisenhower expresa: "La nación y
yo personalmente lamentamos la muerte del presidente Somoza, ocurrida
como resultado del cobarde ataque de un asesino"; por su lado, John
Foster Dulles, como secretario de Estado norteamericano, agrega: "su
amistad (la de Somoza) constantemente demostrada para los Estados Unidos,
nunca será olvidada" (20)
Herederos los vástagos de la purulencia del progenitor, serán, por consiguiente,
legatarios del favor norteamericano, y en 1972, en Filadelfia, le dirán
en inglés a Anastasio Somoza Debayle: "soldado de honor, un diplomático
de renombre universal, un estadista sin paralelo, un campeón de la superación
humana" (21)
Crimen en la mesa de discusiones
En la extendida versión del crimen, aparece a menudo la frase, "engaño
a Sandino". Viéndolo bien, tal enfoque, aunque sea involuntariamente,
sólo contribuye a disminuir - no nos cansamos de repetirlo- la infamia
del crimen; vileza inconmensurablemente mayor que el "engaño" fue la
que se cometió contra Sandino: los devotos del dio dollar siempre se
propusieron en el curso de las discusiones, la bárbara traición, aunque
Sandino lúcidamente nunca se ilusionó en un desenlace distinto, según
lo hemos dejado demostrado.
Véanse algunas de las muestras que dan idea de los especímenes que incubó
la colonización yanqui en Nicaragua, especímenes que por cierto ya traían
la pasta del coloniaje europeo desaparecido en el siglo XIX.
La traición del antisandinismo, sobra reiterarlo, contrasta con el cumplimiento
de la palabra empeñada, y hay que decirlo así de Sandino y de los guerrilleros
sandinistas. En la primera fase de las discusiones, los delegados del
gobierno, previas garantías otorgadas por Sandino, arriban a la montaña
siendo escrupulosamente respetados.
De la recta conducta de los guerrilleros en los meses de las discusiones
deja nota el veraz Calderón Ramírez. Resulta, pues, que en este capítulo
la auténtica civilización relumbró en la selva, mientras la más abyecta
barbarie oscureció el 21 de febrero la ciudad de Managua. Hablando diáfanamente:
el 21 de febrero se traduce en crimen en la mesa de discusiones.
Apuntemos dispersos momentos de A. Somoza G. en el curso de las discusiones.
El 31 de marzo de 1933 finge interés por la paz ante Sofonías Salvatierra,
y por la paz incluso brinda. Otra vez posa ante las cámaras abrazando
a Sandino. En vísperas de la Guardia Nacional, dirigida por Somoza G.,
publica un texto en que habla de "protección segura" a Sandino, agregando:
"Nuestro honor de militares lo garantiza". (22) Cuando está por realizarse
el viaje, se sabe que Somoza G. se ha ofrecido ir "con gusto" a Jinotega,
y desde ahi, "hacerle compañía a Sandino, y ahcer patente las garantías
en el arribo a Managua. ¿Harán falta comentarios? (23)
Todavía se precisa distinguir la índole definitivamente clasista del
crimen de Managua. Por lo general sólo se ve el asesinato del patriota
que es el guerrillero Sandino, pero no se ve el asesinato del representante
de los explotados y humillados que es también el obrero Sandino.
El nicaragüense que alguna vez ha visto de cerca, en función, la fatua
arrogancia del oligarca leonés-granadino (24), debe imaginarse la rabia
que embargaría a los dueños de Tiscapa por obra y gracia de Washington,
trajeados de etiqueta, teniendo que vérselas en las discusiones con
el mestizo Sandino vistiendo su indumentaria de guerrillero rural y
convertido en el símbolo viviente de la dignidad nacional. (25).
Merece transcribirse cierta imagen que da idea fija de una y otra clase
social contendiente en las aludidas discusiones. Por un lado, al saberse
la aproximación de los delegados del gobierno al campamento patriótico
en la montaña, los espera de pie, en la misma puerta, con sencillez,
el digno Augusto César Sandino, jefe supremo del Ejército Defensor de
la Soberanía Nacional de Nicaragua. Por su parte, al viajar el patriota
a Managua, al llegar a la Casa Presidencial, Juan B. Sacasa, presidente
por su connivencia con los Estados Unidos, se hace esperar, petulante,
por diez minutos, para recibir al guerrillero. (26) El plebeyo y el
oligarca dan, el cada caso, su medida.
De los últimos instantes de Sandino, se dispone de fuentes harto limitadas.
Las personas vinculadas al guerrillero dan cuenta sólo hasta el momento
de producirse el asalto en que Sandino y los suyos son capturados. Aunque
no haría falta, Salvatierra y Calderón dan prueba de la dignidad del
héroe en ese instante: "¿por qué semejante atropello? Hecha la paz,
todos somos hermanos, mi único afán propende al resurgimiento de Nicaragua
por medio del trabajo , y en los años pasados he luchado por la libertad
de nuestra patria". (27)
Entre el asalto y la consumación final del crimen transcurre aproximadamente
una hora, lapso del que únicamente han dejado relatos incompletísimos
individuos que por orden de Somoza G. estuvieron vinculados al crimen.
Poco conocido es el que hizo en los días del crimen Camilo González,
sempiterno asociado a Somoza G. y que expresa "Sandino se portó como
todo un hombre en el momento de la prueba". (28) Más conocido es el
relato de Abelardo Cuadra, primero miembro de la Guardia Nacional, y
después rebelado contra Somoza G. . Un punto que debe destacarse es
la participación de sólo dieciséis miembros de la Guardia Nacional en
la reunión que precedió al crimen, y que fue convocada por Somoza; Cuadra,
uno de los participantes, confirma por sí mismo que no todos los dieciséis
convocados respaldaban la infame traición. Esto refleja que tan grave
responsabilidad histórica pesa esencialmente sobre una perversa moriría.
Cómplices
Si conocida es la culpa de Somoza, totalmente oculta ha permanecido
la buena dosis que les corresponde a elementos relevantes de las facciones
liberal y conservadora. No se trata aquí solamente de cómo se mantuvieron
en el bando antisandinista, sino, además, de cómo primero acomodaron
la situación que facilitó perpetrar el crimen y permitió después el
encubrimiento, con amnistía y todo, del verdugo y su gavilla, a partir
de lo cual Somoza asalta el poder y se perpetúa en éste. El liberal
Juan B. Sacasa le tolera a Somoza, formalmente subalterno, altanerías
que tienen que desembocar en la noche de febrero (29). Lo que pasa esa
noche, según se ve, no cuenta con la intervención directa de J. B. Sacasa,
pero ocurridos los hechos, éste mantiene a Somoza en el Ejército, y
adopta con él, durante más de dos años, medidas que moverían a hilaridad,
si no siguiera a ello una catástrofe que ya acumula cuarenta años. Con
anticipación al 21, a su vez, el conservador Emiliano Chamorro quedará
convertido en íntimo de Somoza G. , siendo los votos de su facción decisivos
para la sacrosanta amnistía que deja en la impunidad a los verdugos;
a escasos treinta días de la matanza, todavía goteando sangre de Sandino,
las manos de Arthur Bills Lane son estrechadas por Emiliano Chamorro.
Crisanto Sacasa, como delegado de la facción liberal, se había comprometido,
con su firma ante Sandino, a velar por la independencia de Nicaragua;
próximo el golpe de junio de 1936, con el que desaparecerá del gobierno
todo rival de Somoza, Crisanto Sacasa abandona a Juan B. Sacasa, con
quien estuvo vinculado primero, para apoyar al jefe director, y para
mucho tiempo. (30)
II.- Del 21 de febrero a la reanudación de la resistencia organizada.
Imposición y prolongación de la tiranía
Reflexiónese y se entenderá lo infantil de la extendida divagación sobre
medidas que debió tomar Sandino para sobrevivir a las patrañas del gobierno
Sacasa-Somoza. La reflexión llevará a comprender que el jefe guerrillero,
como ser humano, estaba expuesto a pasar por esa ley que impone la naturaleza:
la muerte. Es evidente que también pudo haber muerto en otras circunstancias.
Reducida así a su lógica posibilidad la desaparición de Sandino, legando
una prestigiosa causa, se llega a problema pertinente: ¿por qué resulta
aniquilada en la fase que sigue al 21 de febrero la fuerza armada popular
organizada?, ¿saldrían a flote condiciones generales, cualitativamente
distintas en la etapa precedente, que al mismo Sandino, en caso de haber
sobrevivido, le hubieren hecho muy difícil o imposible emprender de
inmediato una lucha ascendente? No hay que pasar por alto que en esta
dificilísima fase surte efecto negativo la dirección unipersonal que,
pese a sus inclinaciones naturales, debió asumir el jefe guerrillero,
dado el predominio de la actividad de contenido bélico; de modo que
no pudo progresar el esfuerzo de constituir en el curso de la contienda
un organismo colectivo de dirección que llegó a denominar Junta Suprema.
(31)
Es fundamental señalar la desventaja que ofrecía la atrasadísima economía
del país, apoyada principalmente en una tradicional ganadería extensiva
y un cultivo paralizante como el café, independientemente de las circunstancias
vinculadas a este grano que desempeñaron en cierta fase el papel que
ya dejamos señalado; los rublos mencionados ofrecían una desventaja
clave a un fatigado movimiento que había pasado por siete años consecutivos
de ardua guerra: no ofrecían voluminosas concentraciones de asalariados
permanentes e incluso de asalariados temporales. Pasemos a lo que se
refiere a la concentración de los trabajadores mineros y agrícolas en
las explotaciones norteamericanas de la selva atlántica. La lucha que
debía continuarse, con el precedente bélico conocido, indiscutiblemente
requería, para su desarrollo, de la utilización de formas políticas
y reivindicativas, implicando ello la disposición de militantes, que
el proceso específico no estuvo en condiciones de formar. Ese tipo de
militante, en lo que se refiere al litoral del Pacífico y algunos puntos
del centro del país, después del 21 de febrero, apenas se formó en una
cantidad de ínfima significación, teniendo consecuencia la extrema incipiencia
del proletariado en esta región. De modo que la mínima difusión de las
ideas revolucionarias en algún núcleo popular del Pacífico, en el que
el analfabetismo no es total, no condujo tampoco, en su caso, a preparar
el militante y activista necesario a la masa del Atlántico, con la característica
social ya apuntada, pero sumida en un espeso analfabetismo. En conclusión,
se operó un retroceso en la integración nacional de la lucha popular.
El balance hostil de las condiciones a la vida, después del 21 de febrero,
se ve agravado con el bestial terror desatado en el país, y particularmente
en la zona norte y atlántica de Nicaragua. Acto seguido a la matanza
de Managua, se perpetró un verdadero genocidio, con el agregado de que
por largos años permanecería el total misterio; será más de diez años
después que aparecerá en el conocido libro del ex redactor de la revista
Time, William Krem, que después de la noche del 21, sólo en la localidad
de Güigüilí, se asesinaron trescientos "hombres, mujeres y niños". Anónimo
añade: "Despedazados por la metralla de los traidores, y comidos de
zopilotes y perros".En un escrito testimonial, un veterano militante
nicaragüense se refiere a matanzas hechas por las fuerzas represivas
en Matagalpa, uno solo de los dieciséis departamente del país, y señala
treintanueve hechos, varios de ellos represiones colectivas. (32)
Aunque la resistencia nicaragüense jamás cesó, y año tras año, sin excepción,
a lo largo de la prolongada tiranía, se suceden valerosas acciones,
en la fase inmediata al 21 de febrero no se logra restablecer, ni de
lejos, el nivel organizativo de los años de la última rebelión antiimperialista.
Tal balance eleva todavía más el mérito de quienes prologan su reto
en la montaña. Pasan varios años después de la noche del 21, y en "el
terrible desamparo de las bananas" (33) se enfrentan y caen bajo fuego
enemigo destacados veteranos del ejército guerrillero. Durante una prolongada
fase, no se recupera la fuerza popular organizada, sí, pero Augusto
César Sandino permanece como héroe nacional clandestino, no por más
secreto menos hondo en el corazón del nicaragüense oprimido.
Hacia el restablecimiento del destacamente popular organizado
Como se deduce de lo dicho, durante una larga etapa (1934-56) las acciones
de la resistencia carecen de cohesión y de carácter organizado, después
(1956-74) las acciones vienen a intensificarse, con vistas a restablecer
el destacamento orgánico capaz de darle su lugar a cada oprimido, a
cada explotado, a cada patriota, en el combate liberador.
El auge inmediato que origina en la lucha del mundo oprimido la derrota
del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, no logra, en la América Latina,
sacudir el dominio imperialista, aunque en Centro América se dio la
mayor esperanza, que resultó efímera al ser aplastada la Guatemala de
1954, que levantó la mano contra la United Fruit Company. Los monopolios
logran multiplicar sus inversiones en la América Latina, y prolongar
el saqueo de nuestros pueblos. Nicaragua no podía escapar a ese fenómeno,
convirtiéndose, en un grado mayor que antes, en proveedor de productos
agropecuarios: café, algodón, carne, banano, azúcar, tabaco, sin que
cese la extracción de minerales. Aparece una industria que no tiene
en su control ni la apariencia mixta que muestra en otras regiones,
sino que se da una virtual exclusividad en su explotación por el capital
norteamericano. Aumenta la depauperización en Nicaragua, acarreada por
el reforzamiento del control de la producción por el gran capital, lo
que implica la multiplicación de la masa de trabajadores asalariados
que crecientemente desempeñarán el ya sabido papel histórico de sepultureros
del régimen de explotación.
Fuera de la América Latina en la década que sigue al final de la guerra
mundial, el imperialismo sufre golpes contundentes en la Europa Oriental,
en Asia , en Africa. Pasada esa primera década, en la América Latina
tiene su gestación el nuevo combate por la libertad que logrará desenmascarar
la demagogia, seudodemocrática. Se generan los nuevos destacamentos
que deciden su primera victoria definitiva: Cuba. La América Latina
entra a formar parte activa del movimiento mundial antiimperialista,
en el que poco antes han descollado Argelia y Vietnam. El ejemplo de
las luchas lejanas se vuelve inocultable, y no es una casualidad que
Rigoberto López, el héroe nicaragüense de 1956, dedicara versos fraternos
al Chipre rebelde contra el colonialismo.
Nicaragua se cuenta entre los primeros lugares que, en la nueva batalla,
oponen el arma popular al régimen reaccionario. El heroísmo de abril
de 1954, expresado en los ejemplos señeros de Optaciano Morazán, Luis
Morales Palacios, Adolfo Báez Bone y Luis Gabuardi, entre otros, todavía
no intenta romper la hegemonía política de las facciones reaccionarias
tradicionales; pero en 1956, con Rigoberto López, se reanuda el camino
hacia el restablecimiento de un genuino destacamente popular. Desde
entonces, como ya se indicó, no habrá año en que cese de emerger el
arma nicaragüense resuelta a conquistar la libertad. La victoria final
no se produce de inmediato; el enemigo no es la camarilla reaccionaria
local, la que pudo ser derrotada mil veces con las sucesivas acciones
emprendidas. Se trata de enfrentar al enemigo de más de un siglo: el
imperio del dólar. En noviembre de 1960, desde Mayport, puerto norteamericano
de Florida, es movilizado el portaviones Shangri-la que conduce setenta
aviones y cinco cazas submarinos contra Nicaragua (34). En diciembre
de 1972, a raíz del terremoto de Managua y con el pretexto de socorro,
desembarcan contingentes de marines que determinan la continuación de
la camarilla reaccionaria en el poder. En 1973, la prensa de Nicaragua
publica como información rutinaria los escándalos callejeros provocados
por marines norteamericanos (35). Ya se ha dado cuenta de las intrigas
yanquis contra otros pueblos ejercidas desde Nicaragua. Un hecho es
ostensible: al pueblo nicaragüense le corresponde luchar contra un régimen
colonial especial, cuyo origen se encuentra en cada una de las intervenciones
perpetradas durante más de ciento cincuenta años, desde la promulgación
misma de la llamada Doctrina Monroe. El régimen colonial que pesa sobre
Nicaragua es más siniestro todavía que el definido por leyes internacionales,
porque se trata de una situación colonial de facto, aunque hay algún
acuerdo con la parte norteamericana cuya vigencia se prolonga hasta
hoy (36). Este régimen colonial especial no le concede menos atribuciones
al imperio de las que disfruta, por ejemplo, en la zona del Canal de
Panamá o en Puerto Rico.
Silenciosamente, modestamente, los revolucionarios nicaragüenses, las
nuevas generaciones sandinistas, vienen corriendo, de año en año el
camino insurreccional. Los revolucionarios, en muchos casos cayendo
en combate en la ciudad o la montaña, no se interesaron en dejar el
recuerdo de una fotografía portando el arma guerrillera, pero dejaron
em más auténtico testimonio: el ejemplo de su cesión.
A lo largo del Continente se extiende el combate y, sin excepción, en
cada país ha rescatado el arma popular. La victoria definitiva no es
fácil, y como ayer Augusto César Sandino, caen hoy el Che, Camilo Torres,
Allende, Turcios Lima, Caamaño; en esa ruta cae una pléyade de guerrilleros
nicaragüenses, desde Rigoberto López hasta Ricardo Morales y Oscar Turcios.
La tarea es factible, pero dura: forjar los nuevos combatientes, fortalecer
las filas, acumular experiencias, enfrentar las aviesas maniobras enemigas;
labor colosal por la que es preciso ofrendar un alto precio.
En Nicaragua llega la hora en que se multiplica la acción de los obreros,
los campesinos, los pobre todos. Los nicaragüenses, honestos, sin faltar
sacerdotes, intelectuales y de otras procedencias, integran las filas
resueltas a colocar a Nicaragua al lado de los pueblos que han conquistado
la libertad, resueltos, como lo expresan las nuevas generaciones nicaragüenses,
a llevar a culminación la revolución popular sandinista.
Aunque es poco lo que queda por hacerse, se siente como nunca en la
historia el crujir de los cimientos del dominio imperialista en América
Latina, en Africa, en el mundo entero. Es la "explosión proletaria"
con que soñó Augusto César Sandino.
Mientras Cuba, con su clase obrera en la vanguardia, aparece como el
bastión inexpugnable, en otros puntos del Continente surgen experiencias
que se enmarcan en el camino hacia la extirpación de toda forma de explotación,
hacia un mundo en que "cada hombre sea hermano y no lobo" (37).
Notas:
1) Fragmento de un trabajo inédito acerca de la resistencia patriótica
nicaragüense que encabezó Augusto César Sandino.
2) Salvador Calderón R.: Ultimos días de Sandino, México, D.F. Ediciones
Botas, 1934, p.52-7.
3) Se refiere a la Guardia Nacional.
4) Anastasio Somoza G.: El verdadero Sandino o el calvario de las Segovias.
Managua. Editorial Robelo, 1936, p. 536.
5) Inquietud politica en Nicaragua. Traducción de documentos del Departamento
de Estado de Washington. León, Nicaragua, Editorial El Centroamericano.
(817 00/7934, telegrama de A. Bliss L. al secretario de Estado, 9 de
febrero de 1934, p.2).
6) La Prensa, Managua, n. 2180, 18 de febrero de 1944.
7) Anónimo es la designación para evitar represalias, de un verdadero
sandinista sobreviviente.
8) S. Calderón R.: ob.cit.; Sofonías Salvatierra: Sandino o la tragedia
de un pueblo. Madrid, 1934, p. 231.
9) En carta de 3 de junio de 1933, Escolástico Lara le informa a Sandino
que Vicente Lombardo Toledano le había expresado días atrás: "que el
general Sandino DEFINA MEJOR SU ACTITUD DESPUES DE LA PAZ, porque en
el mundo americano se duda, y esto no conviene a los intereses generales
ni a Sandino en particular. La prensa propala tres cargos que en síntesis
son:
1) Que el general Sandino ESTA INTIMAMENTE IDENTIFICADO CON EL DOCTOR
SACASA, y que no hará lo que disponga. 2) Que los norteamericanos lo
han mantenido y siguen sosteniéndolo. 3) Que los conservadores son aliados
de él. 4) Que su papel está terminado, no teniendo ninguna fuerza".
J. A. Somoza G.: ob. cit. p. 502.
10) Xavier Campos Ponde. Los yanquis y Sandino, México D.f. Ediciones
XCP, 1962, p. 125-6.
11) Dirigente del PC de los Estados Unidos, expulsado en 1964 por su
posición seudo-marxista.
12) A. Somoza G.: ob. cit., p. 421.
13) S. Calderón R.: ob. cit. p. 135-6
14) S. Salvatierra: ob. cit., p. 125.
15) Idem, p. 297.
16) Jefe insurreccional antiyanqui de Haití asesinado por los intervencionistas
yanquis; Juan Bosch: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. Madrid, Alfaguara,
1970, p. 663.
17) Sofonías Salvatierra: ob. cit. p. 225.
18) Inquietud política en Nicaragua. 817 00/7946; telegrama del ministro
en Nicaragua (Lane) al secretario de Estado. Managua, febrero 23. 1934,
medianoche (recibido febrero 24-4:40 .M.) p. 16-7
19) Idem, p.23-4 y 33.
20) Cable de Associated Press procedente de Washington, del 29 de septiembre
de 1956.
21) Novedades, Managua, 16 de junio de 1972.
22) A. Somoza G.: ob. cit. p. 549-50
23) S. Salvatierra: ob. cit. p. 233.
24) Anastasio Somoza García proviene de la localidad de San Marcos,
en épocas pasadas dentro de la jurisdicción de Granada; en los años
escolares, se matricula en centros de enseñanza de la propia ciudad
de Granada. De sus vínculos con el elemento conservador oligarquico
habla el apoyo que da en su momento a la candidatura de Emiliano Chamorro,
según lo afirma Ramón Romero (R. Romero: Somoza asesino de Sandino.
México. Ediciones Patria y Libertad -1959). El padre de Somoza García,
Anastasio, figuró en la facción conservadora, siendo miembro de la representación
de ésta que apoyó la promulgación del tratado Chamorro-Bryan. Somoza
proviene de familia propietaria de cultivos de café. Su matrimonio con
Salvadora Debayle Sacasa, procedente de la oligarquía de León, viene
a representar la fusión de la atrofiada burguesía nicaragüense con la
oligarquía tradicional. Somoza G. , evita corres riesgos en la guerra
1926-27está entre los primeros, por su inglés de gánster italo-norteamericano
(según la observación de W. Krem) en aproximarse a los ocupantes norteamericanos,
no descartándose que hiciera labor de informante secreto de éstos. Con
menos prestigio que cualquiera de las figuras de la facción liberal,
los norteamericanos ven en él al individuo apropiado para asegurarse
el control del país, y lo imponen como jefe director de la Guardia Nacional.
25) S. Salvatierra: ob. cit. p. 267.
26) A. Somoza G.: ob. cit. p. 448
27) S. Calderón R.: ob. cit. p. 153.
28) X. Campos P.: ob. cit. p. 213.
29) A. Somoza G.: ob. cit. p. 563.
30) Alejandro Cole Chamorro: Desde Sandino hasta Somoza: Nicaragua,
1971, p. 196.
31) Gregorio Selser: Sandino general de hombres libres. La Habana, Imprenta
Nacional de Cuba, 1960, tomo I, p. 276.
32) Antonio Rodríguez: Represión en Matagalpa. Manuscrito.
33) Nicolás Guillén: Obra poética (1920-1958). La Habana, Instituto
Cubano del Libro. t. II, P. 347.
34) Hoy. La Habana, 18 de noviembre de 1960.
35) La Prensa. Managua, 19 de noviembre de 1973.
36) El ejército gubernamental conserva en 1974 la estructura que se
deriva del convenio impuesto por el embajador Mathew B. Hanna el 5 de
noviembre de 1932, y que fue denunciado como antipatriótico por Sandino.
Tomado de Casa de las Américas, Nro. 87, La Habana, 1974
Fuente: www.elbauldelasnoticias.com.ar

Manifiesto
político
Por Augusto Sandino
El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura,
merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense
y me siento orgulloso de que en mis venas circule, mas que cualquiera,
la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser
patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da derecho a
sumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua
y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra
habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título
que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy trabajador de la ciudad,
artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio
horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir
justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario
derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas
o sean las ocas del cenagal. No importa: mi mayor honra es surgir del
seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que
hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que
ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de
Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían
encarnizadamente como si no fuéramos hijos de una misma nación.
Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser
nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad,
pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los
nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud
e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para
libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que
se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo Marte
de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles
y enemistad de nuestra raza.
¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz
y Chamorro y sus secuaces que aún quieren tener derecho a gobernar esta
desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del
invasor. ¡No! ¡Mil veces no! La revolución liberal está en pie. Hay
quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus
rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más
que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor
y abnegación.
Moncada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de
patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un
emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo emplazo
ante los contemporáneos y ante la historia de ese Moncada desertor que
se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera. ¡Crimen imperdonable
que reclama vindicta!
Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida;
pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón
de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada
defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos.
Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del
invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito
de combate y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se
lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir
el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua,
pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán
mordido el polvo de mis agrestes montañas.
No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos,
que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho
en la tierra a ser semidiós. Quiero convencer a los nicaragüenses fríos,
a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en
una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que
sabrán luchar y morir como hombres.
Venid, gleba de morfinómanos;
venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie
firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número
de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción
de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo
con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White
House, antro donde maquináis vuestros crímenes.
Yo quiero justificar a los gobiernos de Centro América, mayormente al
de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque
tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud
bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que
no permite un ultraje a nuestra soberanía.
Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas
envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que
ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados
hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper
la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.
Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente n
su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra
divisa «Rojo y Negro» y no la violada por aventureros morfinómanos yankees
traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.
El mundo sería un desequilibrio permitiendo que sólo los Estados Unidos
de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como
quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte -de quién tendría
que ser tributario- los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer
como dueños sin que justifiquen tal pretensión.
La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se
haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América,
pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser
con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países
del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados
Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les
dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi
Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden,
con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles
todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente
de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren
con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.
Pueblo hermano: al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa
de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político,
siempre que vuestros componentes vengan bien intencionados, pues tened
presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo
no se puede engañar a todos.
Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, 1 de julio de 1927
Patria y Libertad
A. C. SANDINO

Acuerdo
sobre los traidores a la Patria
Por Augusto Sandino
Cuartel General de los Defensores del Derecho Nacional de Nicaragua.
Augusto C. Sandino, General en Jefe del Ejército Defensor de la Soberanía
de Nicaragua, en uso de las facultades concedidas por el mismo Ejército
y en apoyo de la Constitución Política de su Patria, hace saber a todo
el pueblo nicaragüense lo siguiente:
ACUERDO
Son traidores a la Patria
Todo nicaragüense que con miras políticas traficare con la honra de
la nación, solicitando apoyo oficial de los conquistadores de Nicaragua,
así como del gobierno de la Casa Blanca y el que saliere del país como
representante del gobierno espurio del traidor Adolfo Díaz.
El que haya celebrado pactos secretos con el enemigo, ya sea como jefe
militar o como jefe civil.
El que prestare ayuda a los invasores y traidores para asesinar a los
patriotas nicaragüenses que están defendiendo la Soberanía Nacional.
El que suministrare informes, verbalmente o por escrito, declarando
contra sus conciudadanos.
El que solicitare protección de los invasores con el pretexto de defender
sus intereses, ya sea nacional o extranjero.
A tales delincuentes les será aplicada la misma pena que la Constitución
Política señala para los traidores a la Patria.
Al mismo tiempo hago saber a la sociedad nicaragüense, al pueblo con
quien me unen los más estrechos vínculos que me obligan a defender sus
derechos, y a los extranjeros radicados en el país: Que siendo el Ejército
Defensor de la Soberanía de Nicaragua una institución perfectamente
organizada y disciplinada, dará toda clase de garantías efectivas a
nacionales y extranjeros siempre que guarden estricta neutralidad.
Dado en El Chipote, a los catorce días del mes de noviembre de 1927.
Patria y Libertad. - A. C. Sandino

Luz
y Verdad
Por Augusto Sandino
Manifiesto a los miembros de nuestro Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional de Nicaragua
Impulsión divina es la que anima y protege a nuestro Ejército, desde
su principio y así lo será hasta su fin.
Ese mismo impulso pide en Justicia de que todos nuestros hermanos miembros
de este Ejército principien a conocer en su propia Luz y Verdad, de
las leyes que rigen el Universo.
Pues bien hermanos:
Todos vosotros presentís una fuerza superior a si mismos y a todas las
otras fuerzas del Universo. Esa fuerza invisible tiene muchos nombres,
pero nosotros lo hemos conocido con el nombre de Dios.
Seguramente de que entre vosotros hay muchos quienes han querido encontrar
la oportunidad de quien les explique esas cosas tan hermosas.
Pues bien hermanos:
Lo que existió en el Universo, antes de las cosas que se pueden ver
o tocar, fue el éter como sustancia única y primera de la Naturaleza
(materia). Pero antes del éter, que todo lo que llena en el Universo,
existió una gran voluntad; es decir, un gran deseo de Ser lo que no
era, y que nosotros lo hemos conocido con el nombre de Amor.
Por lo explicado se deja ver que el principio de todas las cosas es
el Amor: o sea Dios. También se le puede llamar Padre Creador del Universo.
La única hija del Amor, es la Justicia Divina.
La injusticia no tiene ninguna razón de existir en el Universo, y su
nacimiento fue de la envidia y antagonismo de los hombres, antes de
haber comprendido su espíritu.
Pero la incomprensión de los hombres solamente es un tránsito de la
vida universal: y cuando la mayoría de la humanidad conozcan de que
viven por el Espíritu, se acabara para siempre la injusticia y solamente
podrá reinar la Justicia Divina: única hija del Amor.
Pues bien hermanos:
Muchas veces habréis oído hablar de un Juicio Final del mundo.
Por Juicio Final del mundo se debe comprender la destrucción de la injusticia
sobre la tierra y reinar el Espíritu de Luz y Verdad, o sea el Amor.
También habréis oído decir de que en este siglo veinte, o sea en el
Siglo de las Luces, es la época de que estaba profetizado el Juicio
Final del Mundo.
Pues bien hermanos:
El siglo en cuestión se compone de cien años y ya vamos corriendo sobre
los primeros treinta y uno; lo que quiere decir de que esa hecatombe
anunciada deberá de quedar definida en estos últimos 69 años que faltan.
No es cierto que San Vicente tenga que venir a tocar trompeta, ni es
cierto de que la tierra vaya a estallar y que después se hundiría; No.
Lo que ocurrirá es lo siguiente:
Que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con
que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra.
Las trompetas que se oirán van a ser los clarines de guerra, entonando
los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos contra la injusticia
de los opresores.
La única que quedara hundida para siempre es la injusticia; y quedara
el reino de la Perfección, el Amor; con su hija predilecta la Justicia
Divina.
Cábenos la honra hermanos: de que hemos sido en Nicaragua los escogidos
por la Justicia Divina, a principiar el juicio de la injusticia sobre
la tierra. No temáis mis queridos hermanos; y estad seguros, muy seguros
y bien seguros de que muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo
en Nicaragua, con lo que quedara prendida la mecha de la "Explosión
Proletaria" contra los imperialistas de la tierra. Sinceramente vuestro
hermano.
Cuartel General del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.
El Chipotón, Las Segovias, Nic. C. A.
Febrero de 1931, 15 Feb.
Patria y Libertad
A. C. SANDINO

Circular
a las autoridades locales de todos los departamentos
Por Augusto Sandino
(Yalí, 12 de mayo de 1927)
Autoridades locales de todos
los departamentos. Muy señores míos: Tengo el gusto y la satisfacción
de saludarlos afectuosamente después de haber llevado a cabo una afortunada
cruzada frente a las columnas enemigas, de la que daré a Uds. un detalle
a grandes rasgos, para que no ignoren la actual situación del movimiento
político militar que atraviesa nuestro país.
El 11 de marzo salí con mi Ejército rumbo al campamento del general
Moncada: la suerte estaba de parte mía y en el lugar llamado "El Bejuco"
logró mi Ejército romper las cadenas que ahogaban la revolución. La
sorpresa de ellos fue grande al ver flamear la bandera de la libertad
en el corazón de sus campamentos; desde ese momento las fuerzas constitucionalistas
se llenaron de entusiasmo, y cada día se celebraba un combate a favor
nuestro. El momento decisivo estaba próximo; la última campanada había
llegado para el conservadorismo, puesto que el ejército liberal contaba
con 7,000 hombres bien equipados y rebosando de entusiasmo, mientras
ellos sólo contaban con mil y tantos hombres propensos más que a luchar,
a la deserción, de modo que el triunfo era nuestro en toda la línea.
Habíamos vencido, pero he aquí que cuando nos disponíamos a hacer el
último empuje y entrar triunfantes al Capitolio de Managua, el Coloso
Bárbaro del Norte, o sea los norteamericanos; viendo que las fuerzas
del gobierno perdían sus posiciones y teniendo ellos compromisos con
Adolfo Díaz, propusieron al general Moncada un armisticio de 48 horas,
para tratar de la paz de Nicaragua. Esto se prorrogó por 48 horas más.
Como resultado de esas conferencias se han sentado las bases siguientes:
Primero. Desarmar al ejército conservador, dejándonos a nosotros ocho
días para efectuar el desarme de la revolución mediante estas bases:
el gobierno daría al liberalismo seis departamentos: Jinotega, Matagalpa,
Estelí, Ocotal y León y la Costa Atlántica; además, dos ministerios,
el de Gobernación y el de Guerra, este último ofrecido al general Moncada,
el cual no aceptó quedando siempre Díaz en la presidencia.
Como comprenderán, la aceptación de tales proposiciones necesitaba la
aprobación de todos los jefes de la revolución. Para esto se llevaron
a cabo en Boaco unas conferencias, para tratar de la aceptación o no
de las bases. Y como mi campamento estaba un poco retirado de Boaco,
no concurrí a las conferencias, pero me encontré con la resolución de
la mayoría de los jefes que es ésta: no aceptar a Díaz como presidente
de Nicaragua. La resolución del coronel Stimson, enviado especial del
gobierno norteamericano, reconoce perfectamente nuestro triunfo, pero
habiendo el Departamento de Estado reconocido al gobierno de Díaz, está
en el imprescindible deber de sostenerlo en la presidencia por la moralidad
de sus compañeros; pero prometen el gobierno de los departamentos referidos;
además, la libertad absoluta de imprenta y controlar las futuras elecciones;
que de seguro el triunfo en esa lucha cívica será nuestro porque contamos
con la mayoría.
El A.B.C. de la América del Sur, o sean las repúblicas de Argentina,
Brasil y Chile, han gestionado ante el Departamento de Estado Norteamericano
para actuar como jueces en los asuntos de Nicaragua, lo que fue aceptado
por ellos. Estos prescindirían de Sacasa y Díaz y propondrán sí, un
gobierno liberal. Mi resolución es ésta: Yo no estoy dispuesto a entregar
mis armas en caso de que todos lo hagan. Yo me haré morir con los pocos
que me acompañan porque es preferible hacernos morir como rebeldes y
no vivir como esclavos. Mientras tanto, permaneceré aquí esperando la
determinación del general Stimson, respecto a nuestro asunto.
Affmo. compañero y amigo, (f.) A. C. Sandino

Nota
al Capitan Hatfield
12 de Julio de 1927
Campamento de El Chipote, Via San Fernando.
Al Capitan G. D. Hatfield
El Ocotal
Recibi su comunicacion ayer y estoy entendido de ella. No me rendire
y aqui los espero. Yo quiero patria libre o morir. No les tengo miedo;
cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan.
Patria y Libertad
A. C. Sandino
[La imágen muestra a un
marine norteamericano con la cabeza de un campesino nicaragüense, sospechado
de colaborar con Sandino]
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