Horacio Casco & Batista
Benengeli
Relato de un análisis reo y mataburro de
psicoanálisis
[Reproducción autorizada por los autores]
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INTRODUCCION
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POST-SCRIPTUM |
MATABURRO |
GUIA

INTRODUCCION
Ilustración: Roberto Bobrow
Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis y troesma de troesmas, no hizo capote
facilongo ni cachó la canasta gratarola, de prima la yugó de abajo, reventó la
burra de la pensadora y salió de perdedor porque la embocó bien pulenta: el
psicoanálisis fue un flor de batacazo sin grupo pa’ darle la biaba a los
balurdos del farabute con sabiola en orsái, pa’ escrachar a los cartones que
toman mate nomás que con la vieja y deschavar al grata que talla de machimbre en
la parada, pero dopo juna chomas de ganchete, y solari en el cotorro se prueba
la enagua de la paica, pa’ ver como le queda.
Aparte todo lo que le orejeaba a los neuras que hacía tirar en el diván pa’ que
chamuyen de lo que se les cante y de paso filetearle los berretines inconcientes
el troesma iba y lo ponía en los brolis con parlamento bien debute. Pa’ que
manye hasta el más otario veterano. En cambio los psicoanalistas sin carpeta de
hoy en día farolean con una chamuyeta abacanada, la van de jailaifes y yuyetas y
parlan con labia entreverada, nada más que pa’ mandarse la parte y darse dique
con la gilada.
Pero pa’ que el reaje mistongo no se trague más la milanesa y manye posta-posta
el psicoanálisis sin sanata ni camelo, en este broli que nos hicimos en yunta
con el licenciado Horacio Casco, te tiramos en parla rea de la yeca cómo un púa
rante como yo -pa’ mi bien o pa’ mi mal- tuvo que ir a parar al diván del
psicoanalista. Pero a la final hice bien y eché buena, ya te vas a dar cuenta
vos también cuando manyés el broli.
De yapa va un mataburro que te bate la justa sobre el renombrado Complejo de
Edipo, las pifiadas de los actos fallidos, las vigilanteadas del Superyó y las
maneras jodidas que tiene el turro del inconciente pa’ salirse siempre con la
suya.
Y encima, a los que se rajaron hace mucho del rioba y ya no mancusan la parla
yengue, o a la gilada que nunca salió del centro y no casa una, de puro tauras
que somos les tiramos una soga al final del broli.
Batista Benengeli

Los Refutadores de Leyendas no se
limitan a demostrar que el mundo es razonable y científico, sino que también lo
desean así. (Este es seguramente su peor pecado).
Alejandro Dolina
Es incluso muy ofensivo para alguien tomarlo al pie de la letra, porque
siempre más bien hay que entenderlo más allá de lo que dice, puesto que es
siempre más allá que yace el sentido.
Jacques-Alain Miller
PROLOGO
Viena, 1920: Sigmund Freud publica
"Psicología de las masas y análisis del yo", un profundo estudio sobre las
identificaciones colectivas y las formaciones inconcientes; Buenos Aires, 1920:
Gardel lleva al disco "Milonguita", con letra de Samuel Linnig y música de
Enrique Delfino. Si para Freud la patria de los mitos es el mismo inconciente,
para los argentinos el mito mismo de la patria es Carlos Gardel. Tal vez sean
meros artilugios, forzada coincidencia o rebuscadas sincronías, pero las
enseñanzas freudianas y el historial del tango cada uno a su modo, si se lo
quiere y se lo puede ver, prohíjan en su seno el mito de los orígenes, la
nostalgia de haber sido, el dolor de ya no ser, e indiscutiblemente un infinito
anhelo de algo más. Tal vez la eternidad de unos laureles que no supimos
conseguir. O la fugacidad de un instante que nunca volverá. De Freud aprendimos
que no hay imposibles para la fantasía. Y del tango sabemos que,
definitivamente, no los hay para el deseo.
A riesgo de caer en el estereotipo valuado como ingenioso desde el discurso psi,
se hace inevitable un interrogante de apertura: tango y psicoanálisis, ¿un
encuentro imposible? No sé si a todo el mundo le resultará interesante y
divertido inventar encuentros irreales, pero en mi lejana adolescencia a mí me
apasionaba imaginar hipotéticos y fantásticos diálogos entre Ringo Bonavena y el
Che Guevara, el Hombre de la Barra de Hielo de "Titanes en el ring" y la
escritora Victoria Ocampo, B.B. King y Roberto Grela. Y en tren de pura
diversión a Sigmund Freud y El Morocho intercambiando puntos de vista sobre el
pique de Lunático, las gambas de las neoyorquinas, los yeites de la pebeta Dora
y su berretín con la señora K.
Pero en la vida cotidiana también hay situaciones, menos exóticas claro, que nos
obligan a cuestionar nuestra capacidad de asombro y hasta replantear nuestro
pesado bagaje de prejuicios. Personalmente me pasó algo así hace unos cuantos
años en el antiguo ferrocarril Roca todavía sin electrificar, a partir de una
situación intrascendente y casi banal: escuchando un tango.
Yo era para entonces un joven psicólogo con dos meses de egresado en camino
hacia Plaza Constitución. Media hora antes había tenido una brevísima y
desconcertante entrevista con el director de una institución analítica cercana a
la estación de Gerli. Luego del saludo de rigor, y sin dar lugar a presentación
alguna, el tipo me había largado de sopetón: "¿Vouz parlez français, monsieur?"
A continuación pasó a informarme por suerte en castellano que si yo deseaba ser
partícipe de su importante proyecto no me vendría para nada mal manejar un poco
el francés. Después le pidió a la secretaria que trajera unos cafecitos
desabridos, recordó con entusiasmo la gloriosa gesta fundacional de la
institución cinco meses atrás, miró la hora mascullando "¡Merde!", y me dio sin
ambages olímpicamente el espiante. No sin antes recomendarme encarecidamente que
me contactara con su secretaria, sin falta, apenas pudiera sostener un razonable
diálogo en la lengua de Moliere. Con acento parisino.
Nerviosamente, y sin que él siquiera lo notara, le dejé sobre el escritorio mi
breve curriculum prolijamente adosado a una carpetita bien debute y me las tomé.
Fue en el viaje de regreso cuando escuché aquel tango. Brotaba de una gastada,
chillona e increíble Spika del tipo que viajaba a mi lado. La inconfundible voz
de Alberto Echagüe desgranaba un clásico tango canyengue que yo, seguramente,
había oído muchas veces. Pero esta vez, no sé por qué, presté atención a la
letra:
"...Las va de que es junado, conversa de sotana, su vieja ferramenta la tuvo que
amurar... las va que fue ladero de puntos remanyados... tiene pinta bulinera de
gavión de rango miyio..."[1]
Y entonces, instantáneamente, se me reveló que la mayor parte de mi vida había
escuchado una increíble cantidad de tangos cuyas letras entendía mucho menos que
el francés. Y el dato más inquietante: recién me daba cuenta.
Mientras se me confundía retrospectivamente la vergüenza por mi torpe respuesta
al director: "Y... un poquito", con el estupor por su comentario: "¡Mais c’est
intolérable!", otra parte mía navegaba por un archipiélago argótico que
fragmentariamente se asomaba a mi memoria: chaferolo, goruta, marroco... Nunca
antes me había percatado cómo se me piantaba el significado de estos términos.
Llegado a Constitución metí la mano en el bolsillo y me encontré con la
sofisticada tarjetita de la institución analítica. Leí en dorado sobrerrelieve:
Campo Analítico Pa-Ger (que debía querer decir París-Gerli o algo así, según le
había parecido a la desaprensiva y novata secretaria de los cafecitos
desabridos, la hice un bollito bien chiquito y la emboqué, de puntín y
carambola, en un inmenso tacho de basura que estaba como a cinco metros.
Esa misma semana, y después de olvidarme del director, de la institución y del
francés, me puse a investigar algunas publicaciones populares antiguas y letras
de tangos y milongas de la vieja guardia. También consulté diccionarios del
habla jergal rioplatense, busqué y rebusqué en librerías de viejos y visité
cuatro bibliotecas públicas. Pero no me interesó el asunto para abordarlo desde
lo semiológico-semántico, el análisis morfosintáctico o la erudición
etimológico-lexicográfica, sino a partir de la estructura fonológica en su
articulación fonética real. O sea cuando la gente habla.
Reuní todo el material que pude, resumí, extracté, me compré un grabadorcito de
los que usan los periodistas y, para trabajar en paz e inspirarme, me puse a
buscar un bar con suficiente tranquilidad y cierta atmósfera de antaño.
Empecé a frecuentar después de varios intentos fallidos por prestigiosas
confiterías profusamente recicladas, boliches no antiguos sino sencillamente
decadentes y bares nuevos disfrazados de viejos un Café-Bar-Billares de La Boca,
con auténtico mostrador de estaño, añosas sillas vienesas barnizadas, piso de
baldosas cachadas con dibujos incaicos, ventiladores de techo desprovistos de
relucientes adornos y paredes pobladas de oscurecidos cuadros de ignotos y
olvidados artistas. Una gastada escalera de mármol ascendía a la planta alta,
desde donde brotaban de vez en cuando los secos repiqueteos de las esferas de
marfil. Los escasos y callados parroquianos y una suave música de tango,
emergente de cuidadísimos long play, envolvía todo en un cálido aire de tenue
intimidad.
Después de unos meses de asidua concurrencia, y apenas el mozo me veía llegar,
me acercaba él solo el cortadito con las dos medialunas de grasa y el vaso de
agua fría de costumbre. Una mañana, mientras repasaba las fichas acumuladas y me
deleitaba con una esmerada selección de Osvaldo Berlingieri, se me arrima y me
comenta sobre el hombro y como al paso:
Acá hay otro como usted que también viene, un gordito melenudo.
- ¿Por qué como yo? le contesté girando la cabeza con cierto malestar,
considerando que si bien me afligían unos kilitos de más y no visitaba con
cierta regularidad al peluquero, no creía merecer tan chabacana y ligera
descripción.
- Porque siempre viene solo y se la pasa escribiendo.
- Debe ser un vendedor haciendo cuentas, le respondí de malhumor y sin
convicción.
- No, me dijo con vehemencia, es uno que escribe en un cuaderno y aparte se hace
el porteño cancherito, el otro día le gritó con todo desde la ventana de ahí a
un muchacho que cruzó mal la calle y casi lo agarra el colectivo: "¡Che
pastenaca, por qué no junás cuando cruzás la yeca, a ver si te apiolás y
descubrís que están los semáforos, paparulo!"
Mi interés por el otro fue creciendo a medida que el mozo se iba en
confidencias, ya para entonces con el brazo apoyado en mi mesa y las piernas
desenfadadamente cruzadas: Que viene a eso de la tardecita. Que se sienta en la
otra punta. Que pide ginebra, grapa o caña. Que alguna vez se apareció con una
guitarra. Que usa sombrero. Y que a la plata le dice mosca, biyuya o meneguina.
Y aunque el mozo siguió entusiasmándose en la descripción no hizo falta más: yo
ya había decidido que ése era nuestro hombre en La Boca.
Pero como yo no sabía qué era exactamente "a eso de la tardecita" volví al bar a
las cinco y media de la tarde. A las ocho menos cuarto apareció el sujeto, me di
cuenta porque coincidía casi exactamente con la imagen que el mozo parlanchín y
observador que ahora no estaba había acertado en transmitirme: Petiso,
cincuentón, gordito, melenudo, con sombrero marrón oscuro de ala gacha, ojitos
vivaces y un escarbadientes mocho colgando de los labios. Se sentó lanzando una
espiración entre el suspiro forzado y el eructo contenido, tomó unas cuantas
copas a las apuradas, sacó de un portafolios de cuero marrón gastado un cuaderno
de espiral y tapa dura y escribió con birome azul durante cuarenta minutos.
Después, sin darme tiempo de abordarlo, guardó todo, tiró la mosca sobre la mesa
y se las picó.
Al mejor estilo policial lo seguí a tres cuartos de calle desde la otra cuadra
de la cancha de Boca. Caminó a paso lento y tranquilo, comiendo mandarinas que
iba sacando del portafolios, hasta México y Bolívar, en San Telmo. Subió por una
escalera estrecha y empinada a "El Bancadero", una mutual de asistencia
psicológica como decía el cartel de la cual yo tenía ciertas y buenas
referencias. Pero como se me habían hinchado los pies por la caminata paré un
taxi y me fui a casa, busqué en la guía telefónica el número de la mutual y
pregunté con voz de paciente primerizo si los psicólogos de ahí eran buenos,
cuanto cobraban y lo que a mí realmente me interesaba qué periodicidad tenían
las sesiones. Me dijeron, muy amablemente, que a pesar de todo eran bastante
buenos, que cobraban muy barato y que atendían una vez por semana. A los siete
días me fui de vuelta hasta "El Bancadero" y me planté en la vereda de enfrente.
A la hora señalada salió el tipo; yo tenía que negociar entre la remanida
timidez y mi real interés por el asunto, así que como no me animé a encararlo
pese a que lo había ensayado frente al espejo toda la semana lo seguí de nuevo.
Esta vez caminó a paso lento, tranquilo, y fumando Particulares albañiles, hasta
el barrio de Nueva Pompeya. Entró a "La Blanqueada" y pidió una grapa. Yo me
senté a cinco mesas de distancia, abrí un diario para taparme la cara –como lo
había visto hacer en las películas pedí un agua mineral sin gas, y con mucho
disimulo me saqué los zapatos.
Con cara feliz, y hasta casi descansada, el hombre tomó un traguito, prendió un
cigarrillo y sacó del portafolios el famoso cuaderno y otro pilón de papeles que
desplegó sobre la mesa. A la distancia parecían manuscritos mil veces corregidos
con sobretextos y tachaduras. No me aguanté más: me acerqué y le pedí fuego.
Mientras prendía mi cigarrillo alcancé a leer de reojo, en algo que parecía un
soneto de apretada letra, la palabra "tristesa" (sic) tachada, y en el renglón
de arriba "cervesa" (sic).
- Se ve que el señor es un poeta, le dije solemnemente, devolviéndole el pucho.
- Y de los buenos, me retrucó.
A partir de ese momento se inició una charla que se prolongaría hasta la
medianoche. El personaje se llamaba Carlos Domingo no sé cuánto, pero le decían
el petiso Carloncho. Evidentemente era un hombre de letras, pero últimamente se
ganaba la vida como conserje del turno noche en el albergue transitorio "Nuestro
Refugio" de Valentín Alsina que él insistía en llamar "el amueblado", y aparte
redondeaba unos pesitos como sortijero en una calesita de La Boca. Yo, para
salir del paso, me hice pasar por el director de la colección de poesía de una
mediana editorial haciendo tiempo e interesado en descubrir nuevos valores para
un nuevo proyecto de gran alcance. Le dije que, casualmente, todos los miércoles
a la noche tenía un par de horitas libres y que no sabía qué hacer, así que si a
él no le parecía mal nos podíamos encontrar, leer sus poemas, tomar unas
grapitas y comentar ideas.
Así comenzó mi relación con el petiso Carloncho, y las explicaciones en mi casa
por el tremendo aliento a alcohol de todos los santos jueves a la madrugada. El
petiso me contó que vivía en Mataderos y que se hacía unas changuitas
escribiendo cartas de amor sobre pedido para la gilada que carece de lirismo.
Que hacía terapia de grupo y que le iba muy bien. Que hace poco se le dio por
estudiar canto, y que por menos de setenta cuadras ni loco se sube a un
colectivo. También me hizo leer ochenta y seis originales inéditos de trabajados
alejandrinos (fieles a la sugerencia de Gabriel García Márquez de no calentarse
por la ortografía), un ensayo con ilustraciones a la carbonilla hechas por él
mismo intitulado "Flora y fauna del arrabal en el tango", un extenso y exultante
panegírico futbolístico con el provisorio nombre de "Oda a La Máquina", una
extraña autobiografía con dos finales y una recopilación, ya lista para su
publicación y bastante interesante, de cánticos del tablón titulada "La doce no
puede parar".
Lo que me asombró del poeta e incentivó aún más mi curiosidad más allá del
palpable desparpajo y el desenfado de su cancherismo reo fue la recurrente e
inagotable intención festiva y dicharachera que atravesaba de punta a punta su
discurso.
Pero sostener una doble identidad me estaba costando muchas sesiones de terapia,
frecuentes y terribles dolores de cabeza, bastantes agarradas con mi mujer, y la
impertinente sugerencia de un colega, que detectando con olfato de maestro la
resaca que me acompañaba todos los jueves a la mañana en la consultora donde
cumplíamos funciones, trató de convencerme de que el alcoholismo es una muy fea
y asquerosa enfermedad, y de lo efectivo que son los grupos de Alcohólicos
Anónimos, confesándome luego sin tapujos que gracias a ellos él había cortado de
cuajo con el chupi. Claro que solo por ahora. Por otro lado descubrí la
dificultad de grabar las conversaciones a escondidas: o se me terminaba el
cassette y no lo podía dar vuelta, o no acertaba con el "Play" y el "Record" a
la vez tanteando en el bolsillo canguro de mi campera, sin hacer ruido ni
ponerme nervioso. Así que una noche, antes de que el poeta pidiera la cuarta
vuelta de grapa doble, le sinceré mis verdaderas razones.
Le dije que me disculpara, pero que en realidad yo era un tímido psicólogo que
investigaba por su cuenta el habla popular porteña, y que había sido, hasta que
lo conocí, aburridamente abstemio. Pero que creía que él, con su bagaje de tanta
experiencia de vida y una agudísima e infrecuente percepción de la realidad
(esto para dorarle un poco la píldora) podía darme una manito. Sobre el pucho,
sin mosquearse, haciendo redondeles de humo y satisfecho de sí mismo por haberme
agarrado en falta, el petiso me largó un sermón sobre la lengua orre. "Mire
licenciado, hay una parla de broli pretendidamente rea, pero prolija y de
moñito, que ciertos sabihondos con dique de filólogos gustan de apropiarse y
dictar cátedra, como si fueran de la Real Academia, pero la verdadera parla orre
es la que va orilleando los diccionarios y chapalea en los arrabales de la
gramática, no para meterse sino para rajarse; ahora no me vaya a salir usted
también con la cantinela cagatinta de los que se empolvan a propósito de
nostalgia para parecerse un poco a los yeites inventados sobre el rioba y el
gotán". Luego me largó que me dejara de joder con seguir a la gente, esconder
grabadores y averiguar en los libros las cosas de la vida, y que si de veras
estaba interesado en saber de la gualén posta de la yeca que me arrimara hasta
Mataderos, donde él podía presentarme una persona que casualmente tenía algo que
ver con los psicólogos, pero no se extendió en más detalles. La verdad, en un
momento me sentí desasosegado, y hasta llegué a pensar que el petiso se vengaba
tomándome el pelo, pero igual anoté en un papelito la dirección que me dio y
quedé en ir a verlo a Mataderos en unos días, a eso de las ocho y media de la
noche.
El 97 me dejó a once cuadras. El bar del encuentro quedaba en el corazón de la
niebla de los frigoríficos. Envuelto en un halo de mágico misterio y un áspero
olor a chicharrones estaba el oscuro pero acogedor cafetín "El Trébol". Allí,
efectivamente, me esperaban el petiso y un amigo, un tal Batista Benengeli,
tomando unas cervezas con una picadita completa, que al final tuve que pagar.
Hombre de mirada dura pero amable, Batista vestía saco azul con hombreras,
camisa Ombú celeste y pañuelo de cuello. La piel cetrina y un inmenso bigote
tipo Nietzsche lo ponían a mitad de camino entre el compadrito arrabalero del
imaginario colectivo y el intelectual errante de Kostas Axelos a Foucault, pero
también con cierto aire de viejo militante de la izquierda setentista. Sin
preámbulos me largó una historia tan sentimental y disparatada como curiosa e
hilarante. Y con un lenguaje que yo solo había encontrado en algunos escritos de
Carlos de la Púa, Celedonio Flores o Julio Ravazzano Sanmartino. Pero en un
desconcertante entrevero de referencias temporales más cercano a las gambetas
del inconciente que a la bizarra mística del arrabal. Poco después me daría
cuenta que se parecen bastante.
Mientras el petiso Carloncho pedía otra vuelta –esta vez de ginebra con hielo
para ellos "y una naranjada (sic) para el amigo, acá el licenciado" le pregunté
a Batista Benengeli si no tendría problemas en grabar con tiempo su relato, con
la probabilidad de una publicación. Agarró viaje enseguida.
Durante dieciocho semanas nos encontramos grabador de por medio, pero ahora a la
vista varias veces en "El Trébol", algunas en mi consultorio, otras en la
cervecería "Bremen" de Caballito y una vez en un barcito de parado del Once,
mientras mi relator devoraba un morcipán con bastante chimichurri y una
cervecita, esperando el rápido para Haedo.
Cuando desgrabé y transcribí los diecinueve cassettes de noventa minutos y le
alcancé a Batista el primer borrador se le ocurrió agregar un Mataburro de
Psicoanálisis, que él mismo elaboró casi de inmediato y que aparece a
continuación de la historia. Para Batista es una valiosa guía de orientación
para el lector, para mí una versión sucedánea y rantifusa de los glosarios que
usualmente figuran en los libros de divulgación científica. Ambos coincidimos en
agregar un segundo glosario que facilite al lector la comprensión de algunos
términos que no figuran en los diccionarios oficiales del idioma esos osarios de
palabras, como dijera José Gobello que Batista sugirió titular: "Guía pa’ que
también manyen los que se rajaron del rioba y no se recuerdan de la parla
yengue", y para cuya confección recurrimos a la colaboración de los amigos de
Batista, a quienes él llama "la barra". Por último, el título general "Pa manyar
a Freud" fue sugerido por el petiso Carloncho y unánimemente aceptado.
Desde aquella conversación con el poeta en "La Blanqueada" y mi primer encuentro
con Batista en "El Trébol" ha pasado ya mucho tiempo. Hoy, repasando el texto
completo y a pocos días de su publicación, me cuesta aceptar la existencia y
veracidad de algunos personajes moviéndose en un revoltijo de hechos y tiempos
en los que el narrador despliega su singular testimonio (que de todas maneras,
tanto el editor como yo, decidimos respetar). Del licenciado Cayetano
Bertolotti, por ejemplo, me enteré por boca del mismo Batista que en este
momento está volando de Nueva York a Teherán con escala en Pretoria, para
asistir a un congreso internacional, pero después de tres meses de fatigosa
búsqueda por diversos archivos y redes informáticas no hemos hallado su
inscripción en ninguna asociación o colegio profesional, ni encontrado el
registro de su egreso de ninguna universidad nacional o extranjera, como tampoco
la matrícula habilitante para el ejercicio de la psicoterapia. Otras personas y
situaciones me acarrean aún más dudas. Es más: a veces pienso si la secreta
intención de Batista Benengeli como la confesada por Borges en el epílogo de sus
obras completas no será la trama mitológica de un espacio y un tiempo del Buenos
Aires que nunca existió. O si la barra, la santa, el licenciado Bertolotti, la
Marisel, y hasta quizás el mismísimo cafetín "El Trébol", no serán el beneficio
secundario de un corazón ahogado en un silencioso río de ginebra y de barro.
Allá por los arrabales del sur.
O como una vez me dijo el petiso, en respuesta a mi asombro y azorada mudez,
mientras él trataba de embocar carozos de aceitunas, con bastante precisión por
cierto, en el cenicero de la otra mesa del café: "No se lo tome tan en serio
licenciado, después de todo la cuestión es entretenerse un cacho nomás".
LIC. HORACIO CASCO
Al sur de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad en el Puerto
de Santa María de los Buenos Aires.

RELATO DE UN ANÁLISIS REO
(EL CASO BATISTA CONTADO POR ÉL MISMO)
1. Unicato
EL
MOTIVO
Todo empieza una fría y triste madrugada de garúa, al volver al bulo después de
una noche de garufa por Barracas al sur. La percanta que acamalaba, la que era
mi alegría, esa florcita de fango del Riachuelo, me había amurado en lo mejor de
mi vida. Apenas abrí la puerta y embroqué el pelpa de envolver el fiambre encima
de la banqueta y escrito a las apuradas: "Chau chitrulo", se me piantaron las
ganas de vivir. Pero ahí no terminó todo mi mal, también el salchicha querendón
se tomó el piro a los dos o tres días, harto de cagarse de hambre y de bancarse
mis lamentos. Parece que cuando al fin quedamos solos el rope me chamuyaba con
los ojos tristones: "Embagayá las pilchas y piantate de la pieza, Batista, esto
no se banca". Prefirió los rigores de la yeca a verme tan cacheteao por el
destino y todo el santo día sin consuelo. Y entonces sí: amurado por partida
doble ahí nomás largué el laburo, me tiré al abandono y le empecé a dar al
escabio, campaneando la catrera desolada, las pilchas viejas, las flores secas y
mi alma atormentada colgando de una percha. Todo lo que quedaba desde que la
nami se rajó del bulín pa’ acoplarse a no sé quién. Y volví a la casita de La
Vieja, allá por los Corrales de Mataderos. Al arrabal florido y mistongo que me
vio nacer.
Todo estaba como entonces: la calle, la casa, la panadería y el corralón de al
lado. Llegué vencido con mi atadito al hombro, el Winco, los discos, el cuadrito
de El Zorzal y el póster de la Gloriosa Academia. La Vieja apenas me vio llegar
no me dijo nada. Hacía veinte largos años que me esperaba con la pieza bien
barrida, la catrera recién hecha y el mate calentito. Mi foto de purrete y los
trofeos y copas del finado estaban adornados con geranios. Había olor a
pucherito de gallina y la mesa estaba puesta. Radio El Mundo pasaba "Derecho
viejo" de Arolas, y que venía atrasado el diecisiete[2] . Yo no podía ni tragar
la sopa de dedalitos por el nudo que tenía en el gañote, así que dejé el puchero
pa’ otro día, le di alpiste y le cambié el agua al viejo canario cantor y me fui
a mi zapie a torrar un cacho la siesta. Pero no pude apoliyar. Todo lo que había
ahí me parecía triste y desparejo: el banderín y las fotos de "El Gráfico" del
66, el paraguas colgado de un gancho, el espejo empañado. La Santa sin embargo
parecía como contenta, había estrenado repasador y tenía puesto el delantal
floreado dominguero. De mientras me acomodaba la pilcha en el ropero cantaba
bajito "Yo soy la morocha..."
A la tardecita me fui hasta "El Trébol" lo único en la vida, vea y me encontré
de vuelta con los gomías de la vieja barra: el flaco Sarampión, quemero y
bastante ligador; el petiso Carloncho, gallina y bardo rante; la yunta del
cabezón Moretones y el dientudo Gargajo, bosteros, hábiles pa’l sapo y el
metegol; y el Chueco Repisa, cuervo y calentón, pero gomía del alma. Los
muchachos mataban el tiempo entre monte, pase inglés, dominó y truco y
mancusaban de sultanas guerreras, del 8 a 2 de Independiente contra Lanús y del
baile increíble de los nigerianos. Al enterarse de mi desgracia se rompieron a
la gurda pa’ entusiasmarme en un chinchón por cinco cervecitas, llevarme de
prepo a los bailongos y trifulcas de "La Estrella del Maldonado", el bar
"Bolivia" y el "TakaTaka" adonde tocaba el troesma Firpo y arrastrarme a
cantarles serenatas a las chicas de Flores. Cualquier cosa, vea, con tal de
sacarme del aplaste y el estufo. Pero yo era una sombra del que supe ser. Andaba
con lo que después me buchonearon se llama depresión y de las más fuleras que me
caloteó la risa en plena juventud. Con los gomías yo podía chamuyar la noche
entera, pero en vez de consolarme empezaban a tirar pálidas sobre los bulines
donde las minas meten mano y nada es más como era antes: te empiezan a joder con
eso de "En esta zapie llena de humedad me falta espacio pa’ mis frascos con
moños, todos del mismo color, y que pa’ ponerte las cortinas como vos querés
primero me tenés que pintar la persiana; a la final te la pasás pitando todo el
día y una meta barrer los puchos que dejás tirados por ahí". De mientras yo me
la pasaba meta embrocar el culo del vaso, pa’ no mirarlos de frente, ellos
acordaban que lo más piola es la pareja transitoria y sin compromiso. Y que pa’
picaflores como nosotros, cuanto más transitoria y con menos compromiso mejor.
Como con la barra no me entendía mucho, con el único que sinceraba un poco las
heridas que tenía en el alma y las espinas clavadas en el corazón era con el
peluquero. Primero porque era de Racing como yo, y dopo porque hacía treinta y
cinco pirulos que me cortaba las crenchas. Desde que el finado del viejo me
llevaba de jopende y me sentaban en la sillita alta de caña, mientras él
aprovechaba pa’ relojearse de garrón el informe bursátil y "El Alma que Canta".
Al verme con la zabeca tan gacha que agatas si me podía pasar la navaja por la
papada y aparte acobardado como un pájaro sin luz, don Victorio me chimentó a la
sordina que él se dedicaba nada más que a emprolijar es un decir las piojeras
por afuera, pero que de la parte de adentro, cuando les anda patinando el
embrague, se encargan unos puntos que le baten psicólogos. Y medio secreteando,
mientras sintonizaba "Ronda de Ases" por LR4 Radio Splendid, me confidenció que
un cuñado suyo, choborra y burrero empedernido, una vez que andaba medio
bajoneado, seco y enfermo por los chuchos, fue a ver a uno de esos psicólogos y
ahora anda como nuevo. Aparte hacía poquito había embocado la trifecta en San
Isidro. Y si no que vaya a ver a un cura sanador, muy gomía suyo, pero que no
vaya después de las nueve de la noche, porque a eso de las siete de la tarde,
después que termina el laburo, al hombre se le da por ponerse a escuchar a Angel
Vargas y chuparse unos vinitos. Así que a la nochecita lo agarrás siempre medio
en pedo, y capaz que en vez de hacerte un exorcismo te quiere curar de los
juanetes.
Volver a la casita de La Vieja no me convencía mucho. Pa’ tapar mi pena la barra
no tenía más remedio que la joda y el chupi, y La Vieja el morfi, los rezos, el
mate calentito, las bolas de fraile con dulce de leche y el remanyado "Ya se la
va a pasar m’hijo", así que me encanuté en la zapie por cinco meses y me puse a
pensar lo que me había tirado el peluquero, de mientras tomaba mate con tilo y
me escuchaba de punta a punta "Naftalina" por Radio Municipal. Ni voluntad pa’
un solitario tenía, vea. ¿Qué joraca tenía yo pa’ batirle a un psicólogo más de
lo que me venía batiendo a mí mismo desde que la nami se piantó del bulo?: "A lo
macho te la tenés que aguantar, Batista, namis hay de sobra, pinta no te falta,
labia tenés, ¿qué querés, la chancha y los veinte?" Y después me mandaba cada
suspiro que hasta el pelpa de la zapie se descolgaba de a poco hasta quedar
descolgao. Y cada vez que La Vieja me venía a despertar con el mate mañanero y
las bolas de fraile me empezaba a agarrar una cursiadera chirle y me venía dolor
de bocho. Aparte me había salido un flor de forúnculo ahí adonde te jedi, que se
me hinchaba cada vez que seguía al troesma Sosa musitando con saña: "Este ¡odio!
maldito que llevo en las venas me amarga la vida como una condena..." Mi única
distracción era vichar por horas la colección de trompos que atesoraba de
jopende: cuatro temibles troyeros, siete longilíneos batatas, un hábil corralero
y tres cachados cascarrias.
Pero un día, de mientras el Cuarteto Colángelo se mandaba "El Amanecer", una
matina alegre que se escuchaba cantar a los pajaritos y por la ventana
entreabierta se entreveraba un rayo de sol con el olorcito a tortas negras
calentitas de la panadería y se escuchaba el griterío de los pebetes jugando a
la culadera y a ver quien meaba más largo, me batí firme: "Batista: vos no podés
seguir así". Y llamé urgente a La Vieja.
- Vieja, ¡voy a cambiar! le batí desiderio.
- Menos mal, m'hijito me contestó con la maceta del potus en la mano, ya mismo
se me pega un baño, se me afeita bien afeitado y se me cambia de pilcha.
- ¡No vieja, voy a cambiar la perra davi que vengo llevando desde que volví a
esta casa!
- No se me aflija m'hijo, que yo ya le estoy rezando al Rodrigo, a la beata
Roxana y al Santo Grial, pa’ que ésa pérfida mujer que lo traicionó vuelva a su
lado lo más rápido posible, y me lo haga de nuevo feliz, si eso a usted le
gusta.
- ¡No vieja, antes de calzar cornamenta a sabiendas me mato, me pego un tiro, me
achuro, me amasijo, me tiro abajo del tranvía, o algo todavía peor! salté de lo
más estrilado y revoliando el frasco con las pastillas de Veronal y una bola de
fraile medio mordida por la ventana, que justo le fueron a dar al gorro del
enano de cemento del jardín.
- Entonces vea m’hijo, me retrucó La Santa, de mientras regaba el potus limón
que adoraba le conseguí el teléfono de una parapsicóloga, porque pa’ mí que a
usted le han hecho un daño. Esta mujer es ahijada de la nuera de la comadre
Pamela, la de la galletitería del mercadito, se llama Raquel Millerinsky, dicen
que es de las buenas y aparte cobra barato. Usted tiene que ir a verla pa' que
ella le diga lo que le conviene.
Pero don Victorio me había batido "psicólogo" y esta Raquel era "para". Yo no
entendía mucho la diferencia y me parece que La Santa más o menos así que esa
tarde, pa’ que no se me quemaran los pelpas, me calcé la daga y el chumbo, me
puse el lengue con mis iniciales bordadas, casé el funyi y salí pa’ "El Trébol".
A consultar con el equipo. Pero antes me puse los lentes ahumados, porque hacía
varios meses que no me daba el sol en la jeta.
Pero cuando llego, los yoyegas que mataban el tiempo con una partidita de mus me
avisan que los gomías hacía un ratito se habían rajado con un toco de vales
promocionales que les habían regalado por la yeca pa’ la inauguración del
piringundín top de San Justo "The Naked Phallus Bawdyhouse", adonde iban a
amenizar los pibes de "Subte A". Yo me quise cortar ahí mismo todas las venas
juntas, partirme el marote contra la pared, aplastarme el dedo gordo con un
piano de cola, arrancarme el forúnculo con una tenaza, tirarme de arriba de todo
del monumento al resero y hacer chirriar la tiza en el pizarrón de a propósito.
Pa’ joderme por boludo.
Volví pa’ las casas masticando la hiel de la amargura y ya estaba por mandar a
la mierda a todos los psicólogos y hacerme una escapadita eso sí, temprano a lo
del cura chupitegui. Pero carburé un cacho, y pa’ no contrariar a La Vieja, y
aparte pa' ver lo que era, me llegué al otro día hasta el consultorio de la tal
Raquel, que quedaba por el lado de la recova de la yeca Centroamérica, en la
Plaza Miserere.
Apenas abrieron la tapuer ahí nomás manyé que la cosa no iba a andar ni pa’
atrás ni pa’ adelante: estaba lleno de estatuas de santos adornadas con flores
de plástico y velas prendidas, del techo colgaban ristras de lucecitas de
colores y las paredes estaban repletas de banderines de Anillaco. Tres sofaifas
y un punto esperaban pa’ atenderse. Una paica que la iba de secretaria y que
aparte estaba bastante fuertona me batió que antes de pasar a ver a la señora
Raquel tenía que anotar mis datos en un pelpa y que tenía que gatillar la
consulta por adelantado. De mientras pelaba el cuero y le garpaba, canté nombre,
apellido, alias, profesión, domicilio, estudios cursados, teléfono, signo,
decanato, marcas corporales, correo electrónico y fax, signos estelares de mi
nacimiento, referencias comprobables y pasatiempos preferidos. La nami escribía
de mientras pitaba como escuerzo con la radio clavada en LR4 Radio Splendid,
transmitiendo a Iván Caseros que presentaba a Rivero. Después, de mientras
esperaba pa' que me atiendan, y pa’ matar el tiempo, empecé a relojear de a uno
a los que aguantaban sentaditos y musa como en lo del dentista.
El punto con pinta de cagatinta tenía jeta y facha de boludo, y pa’ mí que era
boludo nomás, porque si andaba fallo de minaje y le faltaba pique lo que tenía
que hacer era cortarse un cacho de la flor de vinagrera que calzaba, dejarse el
tegobi grueso y empilchar a lo varón, sin ese saquito bataraz ni esa gorrita
tilinga haciendo juego. Se ve que aparte de faltarle encanto todo lo había
conseguido garpando como un chabón. Las namis tenían pinta de desengañadas,
estaban todas angustiadas y llorisqueaban cada vez que se acordaban de aquel
desengaño.
La que estaba al lado mío me empezó a fichar con descaro. Era una flor de potra
con pintusa de bacana con un tapado de armiño todo forrao en lamé, llena de
collares y pedrerío de colores. Yo casé una revista como quien no quiere la cosa
y relojié a la paica de ganchete. Ahí le empezaron a rodar los lagrimones, y
casándome de sopetón de la solapa me chantó toda atragantada que se llamaba
Gisela Rubensky, que estaba perdidamente enamorada de un tal Ernst Lehrs, un
dandy peinao a la gomina engrupido, charlatán y piantadino, que con el verso que
no puede decidirse de una vez sale con dos minas a la par: "Conmigo que soy toda
una señora de chalet y con un loro todo desplumado, una percalera sin peleche
que lo tiene dado vuelta, aparte con el yeite de que perdió los lentes culo e’
botella que usa me manguea todos los santos días 3,85 bataraces, que pa mí, qué
quiere que le diga don, son pa’ ir a encurdelarse al cafetín", me batió toda
hecha un mar de lágrimas. "Aparte desde que se hace atender por un psicoanalista
está más pirado que nunca, se le dio por usar calzoncillo de lata porque dice
que como de purrete se hacía tanto la rata en el colegio y ahora tiene mesa
ratona, usa funyi arratonado y se hace los ratones con la Silvia Süller tiene un
cagazo bárbaro de que algún roedor se le emporre de prepo por ahí más abajo de
la espalda, ¿a usted le parece que habiendo tantos taitas malevos y buenos
mozos, como usted por ejemplo, a mi me tenga que tocar un colifato como éste?"
me largó la mina entre pucheros y soplándose los mocos.
Apenas pude retrucarle que no se haga problemas, que ratas, lauchas y ratones
son animalitos bastante asquerosos, pero que yo no sabía si les daba el cuero
pa’ tanto. Por suerte vino la secretaria y le batió que pase.
A mí me tocó después que salieron todas las minas con una vela colorada cada una
y el que te jedi con un paquetón de muñamuña y un frasco de depurativo Pagliano
en el sobaco. La tal Raquel con un vestido de moaré azul eléctrico, las uñas
pintadas de rojo sangre y pinta de ligera pa’ los mandados estaba sentada atrás
de una mesita con un paño verde. Me dijo que me sentara en una sillita
descangayada, y sin tiempo pa’ perder y con fondo musical de Los Guarros,
desparramó un montón de barajas con dibujos rarones y me batió:
- Mire Batista, las cartas dicen que hubo en su pasado una mujer traicionera que
le ha hecho mucho mal, pero también veo que pa’ su suerte y por su bien hay un
hombre que entrará en su vida: simpático, preparado, con un poco de pancita pero
le queda bien; con las chapas un poco voladas pero muy inteligente, una luz,
vea, barba entrecana, lentes bastante gruesos...
Yo ahí me empecé a poner cabrero, me acomodé en la silla, tosí adrede ladiando
un cacho la solapa pa' que la fulana se apercibiera que calzaba el fierro, me
mandé de a propósito una flor de escupida en el sopi bien a lo chancho y mancusé
cualquier cosa con voz de macho pa' que las mina se diera cuenta que yo no era
ningún fifí a lo chiqué ni ningún chuchi ni pichi de andar con chiquitas ni de
modales suaves. La paica lo casó al vuelo y me batió hecha una furia:
- ¡Pero don Batista, no es lo que usted se piensa, este ser maravilloso tiene
que ver con su felicidad, a este hombre se lo manda Dios pa’ sacarlo de la
depresión y ese odio que lo está atormentando!
Yo le retruqué que pa’ mi felicidad no necesitaba ningún hombre. La
parapsicóloga me salió al cruce con cancha, largando que lo que a mí me vendría
muy bien era ir a ver un psicólogo de verdad, un licenciado posta, que era de lo
que me estaba hablando, y que ella me podía recomendar pa’ que él me atienda.
Ahí se me entreveraron más los tantos: ¿Pa’ qué quería yo otro psicólogo más?
Pero la Raquel me confidenció que yo era un caso pa’ la ciencia, que conmigo no
había yuyos, cartas ni consejos de cuarta, como los que ella les tira a la
gilada. Que pa’ qué me iba a seguir engatuzando: "No es lo mismo un psicólogo
que un parapsicólogo, don Batista", me bocinó a la sordina. Como me pareció
posta lo que me tiró casé el papelito con la dirección que me anotó, la saludé y
me las tomé contento. Al salir la secretaria me enchufó de prepo un elefante de
la suerte de yeso pintado. Pero me tuve que poner como si fuera de oro.
Medio como pa’ festejar, y pa’ sacarme la baranda a sahumerio, me fui a bajar
unos vinitos a "El Gran Otro", un rante choboli de chupandines torabas. Ahí me
lo encontré, de puro pedo, al cabezón Moretones, que no conforme con el exceso
de goce alcanzado en el quilombo de San Justo venía del "Café de La Pichona" de
la calle Pavón, y todavía andaba buscando socio pa' seguir la farra. Como no nos
veíamos desde que yo me había encanutado en la zapie, agarramos y nos fuimos a
empinar unas cañas a un café del Paseo Colón bastante viejo pero reciclado por
el arquitecto Livingston y después enfilamos pa’l piringundín alemán del bajo
"Delikatessen~Schoppen & Minnen" donde Marito Cosentino se hacía unas changuitas
tocando la trompeta.
Y ahí pasó de todo: Las mujicas milongueras que había eran dos bagayos
pintarrajeados y un mionca amosférico que se hizo garpar diecisiete
Hesperidinas; unos maringotes pechadores del vapor "Deutsches Kurdargarten", con
jeta de gringos yobacas y flor de merluza encima, nos apuraron pa’ que, ya que
estaba, los invitemos con unas copitas a ellos también. Palabra va, palabra
viene, empezaron las puteadas en bajo alemán, el manoteo y apurado descule de
botellas y la ostentosa exhibición de cachiporras. Los bagayos se nos pusieron
en contra y haciendo alianza con los maringotes nos empezaron a tirar carteras,
collares, hebillas, aritos, colitas pa’l pelo, medibachas descartables, potes de
strudel de manzana, fichas de video juegos y hasta los monederos con las latas.
Marito Cosentino también se calentó y nos revolió el pistón por la zabeca. Menos
mal que nos agachamos a tiempo y se partió en dos contra la pared,
estremeciéndonos en un lamento en sol mayor. De repente uno de los gringos
redomones peló una daga como de medio metro, la revolió por el aire, la siguió
con la vista, la barajó al vuelo y nos tiró: "¡Kompadritten das Pelotten!". Mi
cumpa y yo decidimos jugarnos por el honor nacional y pelamos las facas:
Arbolito versus Solingen. Picardía criolla contra fuerza bruta. Sur contra
Norte. Por suerte las minas, cuando junaron los filos relucientes, se pusieron a
pegar unos gritos tan histéricos que se enteró toda la cuadra y cayó la yuta.
Nosotros nos pudimos rajar por el tapial del fondo disfrazados de Hare Krishnas,
con unos manteles anaranjados como ponchos que manoteamos al vuelo y dos baldes
pa’l hielo que usamos de tambor. Pero en el revoltijo me habían afanado todo lo
que llevaba encima, aparte del funyi y el elefante de yeso. Y encima salimos
llenos de piojos, pulgas, garrapatas, chinches, escarabajos, ornitorrincos y
ladillas.
Cuando volví a las casas y La Vieja me preguntó cómo me había ido con la
parapsicóloga, recién entonces me acordé del papelito y me tantié enseguida les
griyos, pero en el entrevero se ve que me habían currado hasta las pelusitas.
Primero pensé en volver a lo de la Raquel a buscar de nuevo la dirección del
psicólogo, pero después me acordé del elefante de yeso y de lo que me lo habían
cobrado y me batí: "Si esta era la buena suerte cómo será la mala, Batista", así
que le conté a La Santa a las apuradas lo de la parapsicóloga saltiándome rápido
lo del piringundín y me fui a apoliyar. Pero antes me pasé querosén por la
piojera. Y por el otro lado.
Como yo seguía igual los gomías de la barra ya no sabían qué hacer pa’ tirarme
un cable. Un día, entre grapas y moscatos, y de mientras sacudía el cubilete, el
Chueco Repisa me tiró una que podía ser buena: yo me tenía que plantar a la hora
de salida del Hospicio de las Mercedes[3] , y a medida que se rajan los que
laburan ahí pispiarlos uno por uno, y al que me convenciera samparle derecho
viejo: "Doctor, vea, usted tiene cara de bueno y de entenderme, atiéndame
urgente que soy un caso desesperado".
Lo hice. Pero después de una semana de acoso terapéutico los que me cayeron bien
fueron tres enfermeros, dos visitadores médicos y un piantado con permiso de
salida que me dijo: "Ponete esta peluca de alondras y volá".
Hasta que una tardecita como cualquier otra, de mientras chairaba la daga en la
zapie y escuchaba "El pabellón de las rosas" por el Cuarteto Polenta chupando
unos mates con cedrón antes de rajarme pa’l feca, entró La Vieja de lo más
acelerada a darme sacudones y a avisarme que tenía un llamado de un desconocido
en lo de la Berta Pappenheim, la vieja de al lado que nos prestaba el tubo:
- ¿Batista Benengeli?
- Usted dirá, don.
- Sé que anda mal y buscando tratamiento pa’ curarse, Benengeli.
- ¿Y de áhi?
- Bueno, resulta que yo soy terapeuta, psicoanalista de prima y tengo mucha
cancha; mi gracia es Cayetano Bertolotti, pa’ servirlo.
- ¿Y cómo me encontró, don Bertolotti?
Y en vez de contestar a mi pregunta el punto me canturreó con voz melosa y
cadenciosa, a lo Rosita Melo:
- "...Batíiista, si tanto te han heríiido, por quéee te niegas al olvíiido,
víiives inútilmente tríiiste, y séee que nunca merecíiiste, pagar con péeena,
la culpa de ser buéeeno, tan bueno como fuíiiste, por amóoor..."
Yo no pude retrucarle, vea, tenía un nudo en el gañote y me saltaban los
lagrimones como a criatura. El tordo lo agarró en el aire y me tiró sobre el
pucho:
- Batista, qué le parece si nos encontramos en mi consultorio y chamuyamos un
cacho de lo que le anda pasando, vea?
Vea Bertolotti, voy a tener que ir porque esta vuelta tengo una corazonada, y el
de la zurda no es globero le contesté con voz finita y todo baboseado por la
emoción.
- Por las dudas, Batista, anote mi tubo: cuaterno, la media, la caída, huevo,
tricota, diego.
Esa noche en vez de enfilar pa'l feca me fui a patear por la orilla del Cildáñez
a vichar renacuajos y carburar en mis asuntos. Pero volví temprano a las casas
porque me vinieron los retorcijones y como una catarata de angustia y ansiedad
la cursiadera chirle otra vez. La Santa suspendió de apuro el volauven de
champiñones y me preparó enseguida una sopita de arroz. Y de mientras me pelaba
una manzana grandota y bien lustrada me largó:
- Aparte de rezar pa’ usted el rosario todos los días, y por las dudas que
tampoco se entienda con este doctor que lo llamó, m’hijo, le conseguí una
entrevista con la pastora Deborah y un turno con una cieguita salteña, una
milagrera abrecaminos que tiene el don y cobra barato. Aparte también le
conseguí hora con Doña Rosaura, a las diez, pa' que le lea la borra del café.
- Usted no se ha enterado que los rusos mandaron a la perra Laika en un cuete
pa' la estratósfera pa’ que chumbe a su gusto allá arriba, después al Yuri
Gagarín más lejos, y parece que no van a parar hasta llegar a la luna. Hay que
estar con el progreso, vea vieja, las curanderas son cosas del pasado y ya no
corren más, ahora el último grito de la ciencia son los psicoanalistas; aparte
usted sabe muy bien que a mí el café no me gusta y me da acidez le devolví firme
pero esquivándole la vista. Yo me apercibía que La Santa me fichaba muda y con
los ojos como el dos de oro.
No pudimos seguir la conversa porque ahí nomás me vinieron los retorcijones y
tuve que salir cagando pa'l excusado. Nunca mejor dicho. De mientras me bajaba
los lienzos alcancé a escuchar que La Santa me gritaba desde la cocina :
- ¡Aparte acá a la vuelta hay una angelóloga tarotista, y dicen que cobra
barato!
Yo me chamuyé pa’ mis adentros: "La pobre se quedó en el cuarenta y cinco"
(a Enrique Santos Discépolo)

2. Duquesa
MI
PRIMERA ENTREVISTA CON EL PSICOANALISTA
Habíamos quedado con el tordo el martes a la nochecita. Esa tarde me tomé unos
mates con poleo, me remojé las patas en salmuera, me afeité bien afeitado abajo
de la parra, le pasé bastante betún a los tarros y me acomodé bien temprano la
pilcha de salir: el lengue largo, el funyi grone, los socinca de lunares y la
daga; metí un manojito de ruda macho en el griyo, emboqué un moscato con cubitos
y piqué unas aceitunas verdolagas. Ahí me empezaron a agarrar de vuelta los
retorcijones que me venían jodiendo de hace rato, pero que me tenían peor justo
desde la vez que hablé con el psicólogo. Ya se me iba haciendo tardón, así que
me puse bastante Brancato en la piojera, empilché despacio y me fui a saludar a
La Vieja, que fregaba en el piletón:
- Vieja, me voy del analista batí lo más tranqui que me salió.
Y como seguía enjuagando el camisón cuadrillé, como sin darme bola, repetí:
- Vieja, me voy del terapeuta, ¿le pasa algo?
Ahí se dio vuelta. La Santa ya no se aguantaba más, se me tiró al hombro y me
largó entre lagrimones:
- ¡Cuídese m'hijito, y no me vaya a aflojar que ya es un hombre, pero no se me
deje llenar la cabeza con ideas extrañas a nuestra identidá, recuérdese que acá
a la vuelta hay una angelóloga tarotista muy buena, y aparte acá está la madre
que lo tuvo en sus brazos pa' contenerlo, pa’ escuchar sus penas y acompañarlo a
elaborar el duelo!
Yo no sé por qué no se la pude devolver, de golpe me entró una pelusita en el
ojo y justo se me atragantó el gañote, así que pegué la vuelta y me las tomé.
El consultorio del tordo quedaba a unas cuantas cuadras del cafetín "La
Auténtica Puñalada", adonde toca el Fulvio Salamanca y sabe parar la banda del
Orejudo Yónatan: matones, cuchilleros y flor de malandras si los hay, así que yo
iba calzado, por las dudas. En el camino empecé a tener palpitaciones, parecía
que el bobo se me quería saltar del cuero, y me chorreaba la gota gorda. Con
disimulo, por si me pispiaba la gilada, hacía como que me acomodaba el bufoso,
pero me tanteaba una puntada que tenía en el costillar. Pa’ colmo de males se me
había chingado la sobaquera, me venía un tirón desde la verija hasta el cogote y
me volvieron los retorcijones. Pero esta vez apreté las cachas y me la aguanté
bien a lo macho.
La dirección que me había pasado el Bertolotti era una esquina de ochava
cortona. Un saucecito atorrante sopapeado por la Sudestada estiraba una ramita
que venía a pegarle a un cartel de chapa bien pintado y partido al diome por una
raya. De un lado, con letra joya y bien fileteada a lo troesma Arce[4] , decía:
"CAYETANO BERTOLOTTI PSICOANALISTA", y del otro, escrito a las apuradas
como pizarra de verdulero: "JACINTO BERTOLOTTI PICA Y PICA BAJADA DE
CORDÓN". De mientras me leía el cartel toqué el timbre y aguanté. Justo cuando
al tordo se le daba por sacar la tranca y abrir el portoncito yo estaba medio
agachado pa’ vichar el cartel, porque me jodía la ramita del sauce.
El otro que dice ahí es mi hermano que vive al fondo me tiró el punto, usted
debe ser el tal Batista Benengeli, ¿no?
El mismo que viste y calza batí yo muy nervioso, mordiéndome el tegobi y
mancusando con la mirada: "Vos sabés que yo llevo en el alma marcado un dolor".
Por la facha del fulano me di cuenta enseguidita que era el hombre que la
parapsicóloga me había prometido que me iba a mandar Dios.
El portoncito daba a un pasillo cachuzo todo descascarado, adonde unos pibes con
facha de bastante reítos jugaban al rango entre el gran griterío, y de lado a
lado había un alambre con pilchas colgadas. Una bombita roñosa cacheteada por el
ventarrón alumbraba un grafiti que decía: "AGUANTE EL SABALAJE COOL". La tapuer
del consultorio estaba como al medio del pasillo y tenía un flor de sapo de los
de antes. Mientras le emporraba la yúa el tordo me bate por lo bajo:
- Es por los pendejos éstos, si les dejo abierto aprovechan cuando me voy por un
ratito pa’ meterse y hacer quilombo.
Apenas pasé lo primero que viché fueron tres cuadritos: de un lado estaba el
Negro Cele Flores[5] picado de humedad, del otro una foto del Macedonio
Fernández con el vidrio rajado, y en el diome un viejo de barba haciendo facha,
pero de ese yo no tenía el gusto. Después me enteré que era el famoso y
ponderado Sigmund Freud.
En un rincón de la zapie, blanqueada a la cal, con las baldosas todas cachadas y
con bastante grela, había una mesa destartalada que la iba de escritorio, un par
de sillas de fierro pintado y una catrera bastante piola que me dió a pensar que
el tordo apoliyaba ahí, o que el rana se llevaba minas. Pero después me enteré
que era el renombrado diván de los psicoanalistas. Del otro lado de una
ventanucha mifusa que mangueaba una cortina había un Primus con una pava de lata
toda negra y abollada, un tocadiscos de madera que pasaba a la orquesta de Juan
Cambareri, meta y ponga con "El Llorón", y otro cuadro muy conmovedor de un
payaso triste con un lagrimón rodándole por los cachetes. También viché una
repisita con unos brolis cachuzos, una PC con todos los chiches, otro cuadrito
chipé con unos versos que decían: "Atenti con la azotea, / que no te entre a
filtrar / es difícil arreglar / el marote si gotea[6] ". Y un farol a querosén
que ahumaba los tirantes del techo, desde donde nos campaneaban unas arañas
cabezonas, ariscas y patudas, chochas y rechonchas por todo el bicherío que se
juntaba ahí arriba.
El punto me hizo sentar en una de las sillas de fierro, él se puso atrás de la
mesita, casó un pelpa a lo canchero, escabulló, pa’ que no se viera, una
petaquita de ginebra por la mitad en el jonca de la mesa, y me largó de buenas a
primeras:
- Bueno, usted dirá mi amigo, qué me lo trae por acá y qué me le anda pasando.
Yo me quedé musa, me venían de vuelta los tirones y se me cayó el tagarnina
porque me temblequeaban los garfios. El tordo usaba lentes tipo culo de botella,
tenía bastante busarda, barba a lo Karadagián y era medio peladito. Tendría
alrededor de cuarenta abriles, todo posta como me le había cantado la Raquel
Millerinsky. Pero todo eso se lo pispié al refilón, porque el cagazo me hacía
esquivarle la vista. El tordo alzó las patas a lo plasta y las encajó arriba de
la mesa, se echó pa' atrás a lo canchero y me chantó sacándose los lentes:
- Vos tenés un julepe de la gran puta, ¿no Batista?
Ahí casé y me apiolé que el Cayetano era un analista posta, un genio, un fuera
de serie, una lumbrera, en fin, un señor. Se había dado cuenta de todo sin que
yo abriera el buzón. Después, y apenas pude empezar a desembuchar lo que tenía
guardado, de golpe y porrazo la parla me volvió finita. Pero no aflojé y
buchonié todo lo que tenía ensobrado, la visión en carne y hueso de una lenta
soledad, vea: Que desde que la nami se rajó del bulo abandonando el hogar en la
flor de los abriles por sus caprichos infantiles yo andaba con retorcijones y
cursiadera seguida. Que me había pescado la ladilla. Que me costaba apoliyar.
Que se me cruzaban muy fuleros berretines y que me iba por los cafetines a
buscar felicidad. Que me había salido un forúnculo ahí adonde te jedi. Que
soñaba con esos labios rojos susurrándome a la sordina: "Melonazo", "Chitrulo" y
cosas parecidas. Qué vieja y qué cansada imagen me devolvía el espejo. Que oía
el rezongo de mi pasado. Que de cada amor que tuve tenía heridas...
El Cayetano me relojeaba musa y me daba changüí pa’ que yo le siguiera
chamuyando: "Hablame simplemente de aquel amor ausente", parecía batirme el
genio con la mirada. De mientras el tocadiscos pasaba bajito "Oigo tu voz" por
Lucio Demare y su orquesta típica, el de la zurda me buchoneaba que me venía al
pelo hocicar y sincerarme.
Cuando terminé si me hubieran visto los muchachos estaba haciendo miñangues el
lengue con mis iniciales bordadas. Tenía la zabeca gacha y me embrocaba los
tamangos de salir. Justito les iban a parar unos lagrimones que golpiaban la
tapún como goterones. Yo, disimulando que moqueaba, me sobaba una crencha que se
me venía a la frente, pa ´taparme la jeta. Pero enseguidita me batí que eso no
podía seguir así. Me hice fuerte y levanté cabeza. ¡Pa’ qué!: él también tenía
los ojitos colorados, y medio atragantado y golpiándose con los puños cerrados
el chope me tiró a lo macho recio:
- ¡No te me hagás ningún problema Batista, yo te voy a hacer un flor de
tratamiento y de acá te vas a ir pa’ tu casa bien curado y con la frente bien
alta, esas minas no tienen perdón de Dios!
Al final, con la pilcha toda arrugada y las crenchas revueltas nos sentamos más
tranquis y derechitos. Yo estaba grogui y como con flor de marimba encima; el
Cayetano se prendió un Clifton, se calzó los de ver de lejos y me sentenció
seguro:
- Bueno che, ahora tenemos que chamuyar un cacho de la dolorosa.
"Cagamos pensé yo, ahora este coso me revienta". Antes que abriera el buzón pa’
decirme lo que me pensaba cobrar le lloré la carta: que andaba ciego, pato,
forfái, miyio, fallo al gruyo, cero de menega y en la rama. El que te jedi me
apuró con que le batiera sin vueltas con cuánto pensaba ponerme pa’l análisis
que sería la solución de mi vida. "Tanto" salté yo más rápido que ligero. El
punto agarró viaje enseguida y me tiró que estaba bien, que tenía que ir tres
veces por semana y que me iba a atender cincuenta minutos cada vez, y que si yo
le fallaba me jodía, porque igual me tenía que poner con las sesiones que pegaba
el faltazo, y que no las podía recuperar. No te voy a macanear, esto no me cayó
bien, pero me batí: "Macho, acá vas a tener que entrar por el aro".
Yo me moría de ganas de quedarme un cacho más, pero el tordo con mucha clase me
dio el espiante, así que manotié el funyi, le garpé y me rajé pa'l rioba. A
contarle a La Vieja.
Antes de llegar a las casas me dieron retorcijones de vuelta, pero esta vez
campanié unas ligustrinas, me escabullí a un lugar solari y oscurito, y me mandé
tremenda flor de garcada. De ésas que te hacen pensar que la felicidad existe.
Yo me apercibía que empezaba a ser otro Batista.
(a Horacio Ferrer)

3.Tricota
LA
FAMOSA TRANSFERENCIA
Al principio me parecía que mi terapeuta era lo más grande que había después de
La Vieja y el Morocho, claro y que se las sabía todas. Pero al tiempito le
agarré un cacho de bronca, porque se me hacía que el giliberto me gastaba cuando
yo le preguntaba cualquier cosa y él se echaba pa’ atrás, y con sonrisita
sobradora me tiraba "Y a vos macho ¿qué te parece?" Pero después caí en cuenta
que los psicólogos jamás te contestan a lo que vos les preguntás, por más que
porfiés. Y retomó puntos de vuelta.
"¿Qué mierda me sapa con el punto éste?", carburaba yo, de mientras el flaco
Sarampión me zamarreaba pa' que me agarre una porción de pizza que se me
enfriaba o pa’ levantar una escoba bien servida. Otras veces me distraía con el
tano de la carnicería cuando me lo cruzaba sin querer por la yeca: "¡E Batista,
come va!, ¿así que ha ritornato a la casa de la tua mamma, ma per qué?", me
tiraba todo entusiasmado el carnicero buscando conversa. Pero yo musa a lo
boludo meta relojearlo. El tano la seguía: "¿Pero é que le ha morfato la lingua
lo ratone, Batista?". Pero como yo seguía sin abrir el buzón repiqueteando
"Tano, tano, tano" en mi zabeca, y a él le parecía que yo no le pasaba ninguna
pelota, el quía se cansaba y me chantaba fulo: "¡Vafangulo paparulo!". Y se
rajaba a las putedas de lo más cabrero.
La bóveda me andaba a todo trapo así que agarré y llevé a sesión lo que me
andaba pasando. El cráneo de mi terapeuta me batió que yo no me quería levantar
ninguna escoba porque en realidad yo ya estaba jugado en el análisis, y también
me reveló que distraerme por la yeca cuando pasaba el tano era un acostumbrado
yeite de la parla inconciente:
- ¿Cómo me llamo yo, Batista ?
- Cayetano, vea.
- ¿Cómo se dice yeca al vesre?
- Caye.
- ¿Y con quién te entretenés por la yeca?
- Con el tano.
- Ahora agarrá y poné todo junto "Caye" y "Tano".
- Caye... tano... ¡Cayetano Bertolotti! las patas de la silla del tordo me
batieron con su queja de lo ancho que se puso el genio por la flor de
interpretación que se mandó. Justito el macho Rivero cantaba "Cuando me entrés a
fallar".
El Caye poco a poco fue emprolijando el mazacote de mi parla de adentro,
poniendo a cada uno con su cada uno y a cada cual con su cada cual: "El mancusar
en análisis es como mezclar y dar de vuelta, Batista, son iguales los cuarenta
cartones pintados, pero sale pato o gallareta según como barajés, y en este paño
no se te vaya a dar por perrear. La terapia te da el encanto de secarte en una
timba y armarte para volverte a meter." Yo por un decir le guardaba lealtad,
respeto y admiración como debe ser entre hombres y por eso estaba rechiflado
repicando "Cayetano" a cada rato. Pero como me parecía muy de otario me ponía a
carburar en otra cosa. El genio me chimentó que el inconciente se las arregla
pa’ salirse siempre con la suya, y que por más que lo atés y lo encerrés en una
pieza, le pongás la tranca y le metás el sapo, él se las arregla siempre pa’
pirarse. Aparte no anda con agrandes fuleros ni se vá en aprontes de versito, si
te canta "¡Quiero!" es porque tiene buenas.
Un día me casó la javie en la cocina escuchando en el Winco a Jorge Valdés,
morfando un sanguchito de mondiola y dulce de batata con chocolate, chupando
mate con cascarita de limón verde y relojeando una estampa de San Cayetano.
Estaba medio distraído pensando en todos los fatos que empezaba a ver de a poco
en la terapia, en cómo se me había cortado de golpe la cursiadera chirle, la
forma polentería en que me había desaparecido el forúnculo de donde te jedi y
había zafado de la ladilla. De mientras La Santa me daba vuelta el disco y me
preparaba un sánguche de paleta sanguchera con tomate, huevo duro, morrón,
anchoa, pepino, ananá y salsa agridulce pa’ que no coma porquerías me batió:
- No se me aflija m'hijo, que ya le va a salir algún trabajito.
- Cayetano es el santo que más me copa, vieja, le batí no muy convencido.
Otra vez que iba a colgar la ropa en el alambre me agarró con el cortaplumas en
la mano tajeando todo entusiasmado en el paraíso del fondo las letras "B" y "C":
Se ve que ir del analista no le hace tan mal después de todo. ¡Ya se me está
queriendo enamorar de vuelta este pícaro del Batista! Pero dígame m'hijito,
¿cómo se llama la mujer que me va a arrebatar esta joya, Carla, Cristina, Coca,
Carmiña, Celia, Conchita, Celina o Carlota?
No vieja, nada que ver, "B C" quiere decir "Batista Campeón", aparte yo no
saldría con una mina que le baten Conchita le contesté. Pa’ no darle disgustos.
Yo estaba cagado de llegar a irme de boca con La Santa, y se me hacía que en
cualquier momento podía pisar el palito, así que me guardaba de largar la
mascada pa’ que no vaya a agarrar pa’l lado de los tomates. Cuando alguno de los
gomías del la barra se caía por las casas a chupar unos matirolos o mancusar de
bueyes perdidos yo me iba de la vaina por contarles del análisis, pero pa’
evitar conflictos en el vínculo madrehijo chamuyábamos en jeringozo:
- ¿Apasipi quepe tepe gupusta epesapa teperapapiapa Bapatipistapa me preguntaba
como pa’ tirarme de la lengua el dientudo Gargajo.
- ¡Baparbaparopo chepe, epel pupuntopo epes upun flopor depe tipipapazopo! le
contestaba yo de lo más canchero y agrandado.
Pero enseguida la cortamos porque La Santa, disimulando que pasaba por ahí pa’
buscar un repasador que se había olvidado, o que iba a la cocina a ver como
andaba el poulet au curry o a echarle flit a los moscones, estaba con las
antenas paradas y aparte de lo más enculada carburando que le queríamos meter el
rope. A la final terminábamos charlando de boludeces y dejábamos pa’ la hora de
vernos en el feca la conversa sobre la tremenda pegada de mi análisis.
Yo le copiaba todo al Caye, la manera de escupir y de cruzar las gambas, como
apagaba el pucho en el sopi con el taco del botín así y así, pa’ un lado y pa’l
otro, como se rascaba la cucuza y la forma de olfatiarse disimuladamente los
sobacos pa’ ver si andaba con olor a chivo. Hasta empecé a lastrar a lo chancho
pa’ que me saliera una busarda parecida, pero no hubo caso. Y algunas noches,
cuando La Vieja se iba a apoliyar, iba despacito y le afanaba los lentes de la
mesita de luz pa’ mirarme en el espejo y ver cómo me quedaban. Empecé a
despedirme de la barra batiendo: "La dejamos pa’ la próxima" o "Vamos a dejar
acá por hoy", como me largaba el Caye antes de darme el piro. Hasta me conseguí
un cuadrito bien enmarcado de Freud en un negocio de todo por dos sopes y lo
colgué entre El Mudo y la Gloriosa Academia.
Un día le estaba haciendo los mandados a La Vieja, pensando como siempre en mi
terapia, cuando vicho pa’l lado de la ferretería de Larrazábal la inconfundible
chomba colorada con rayitas verdes y blancas del Caye. En un principio me quedé
duro como momia, ¿qué joraca hacía el troesma en mi rioba? Dopo me batí: "¿Qué
hago, lo sigo o no lo sigo?’ A la final ganó "lo sigo", y enfilé escondiéndome
atrás de los árboles pa’ donde se había escabullido. Salió de la ferretería y se
metió en el almacén de doña Aimée, de ahí se fue a la zapatería del rengo, dopo
a la carbonería de la Mafalda y al final terminó en el kiosco del compadre
Nicanor. Todo con tanto apuro que no me daba tiempo de rajar y taparme de base
en base. De última, y pa’ no pasar por otario, lo encaré de atrás de mientras el
punto chamuyaba con el kiosquero. Le puse de atriqui la mano en el hombro y le
batí convencido: "¡Salutria, el rioba le da la bienvenida al más famoso
psicoanalista de la Reina del Plata!". El punto pegó la vuelta... ¡y no era el
Caye! El tipo, haciendo caso omiso de mi alegre chamuyo, me tiró con
desesperación: "Usted don, por un casual, ¿no tendrá monedas de cambio pa’ poder
viajar?" Yo tiré a la mierda la bolsa de los mandados y salí rajando pa’ las
casas. Del lorca que me agarró. La Vieja casi me mata porque en el brodo le
había perdido la bolsa y la plata, y aparte no le había llevado el medio kilo de
milonguitas bien tostaditas, el yogur descremado, las ciboulettes pa’l omelette
aux fines herbes ni los fideos soperos. "¡Te la pasás todo el santo día pensando
en ese análisis y aparte no me ayudás más en los quehaceres domésticos como
antes, Batista, una casa es mucho pa’ una mujer sola, vea m’hijo", me tiró La
Santa de lo más cabrera.
Pero cuando me empecé a dejar la chiva ahí se armó la bronca grosa. La Vieja no
quiso saber nada. Empezó con que la barba junta bichos, que en esta casa somos
limpitos pero pobres y qué van a decir los vecinos. Pero a la final hice mejor
negocio: le cambié volverme a afeitar por hacerme de un diván baratieli que ya
había pispiado en Segundamano. Pa’ ponerlo en la cocina. Venía reposta pa’
torrar la siesta.
Yo me daba cuenta que La Santa se empezaba a poner como celosa del Caye. Dos por
tres me salía que ella me veía un poco mejor porque Doña Rosaura, la angelóloga,
la pastora Deborah y la cieguita abrecaminos habían hecho una cadena de oración
pa’ mí, y que por eso se me había cortado milagrosamente la cursiadera y todo lo
demás. Como descalificando a mi terapeuta. "Aparte la perra Laika a la final
reventó por más alto que le haya toreado a las estrellas, vea", me batía con la
sangre en el ojo, de mientras le sacaba lustre con ceniza y limón a las copas y
trofeos del finado y le prendía otra vela al Rodrigo pa’ que yo no siguiera
desplazando síntomas y encontrara la senda de la pura verdad.
"Las viejas generaciones no comprenden a la juventud de hoy en día", carburaba
yo, de mientras me manyaba el broli: "¿Qué merde (me) pasa en (mi)
psicoanálisis?", de un tal licenciado Santiago Canal, pa’ distraerme un cachito
antes de pirarme pa’ los bailongos de "Sin Rumbo", "La Viruta" y el
"Parakultural". Tirado en un diván que me vendió por chaucha y palito un
psicólogo, que harto de que no le caigan pacientes decidió cambiar de rubro y
dedicarse a la venta de lombrices en la costanera, que según él es mejor
negocio. Y junando por la ventana unas nubecitas coloradas adonde me parecía que
el troesma Pugliese le metía pata con "La Yumba", de mientras un lagrimón que se
veía más grandote por los los vidrios de los lentes le salpicaba en los
gloriosos garfios. "Es por la alegría, Batista", me batía el troesma de
troesmas.
(a Homero Manzi)

4. Cuaterno
LA
RESISTENCIA ES UNA CAGADA
Aunque la barra me apoyó mucho al principio pa’ que me analizara, al ver que yo
me la tomaba tan a pecho me empezaron a gastar y a cagarse de risa. Sobre todo
el flaco Sarampión, hábil pa'l verdugueo y la cachada. Pero cuando se dieron
cuenta que mi yeite no era moco 'e pavo empezaron a correr la bola por todos los
cafetines de los cien riobas porteños. Y se llegaron hasta "El Trébol", pa'
junarme de cerca, de Balvanera y Pompeya, del bajo Flores y San Telmo, del
Barrio de las Latas, Villa Ortúzar y Ensenada, Monte Castro, el Abasto, San
Nicolás, la Tierra ’el Fuego, Puente Alsina, Monserrat, Almagro, Colegiales,
Villa Crespo y Villa Freud.
Vino Nicanor Paredes, el flaco Abel que todavía no se había ido, el Negro
Lavandina, el macho Enrique Symns, el guapo Rivera, Ernesto Ponzio con el gordo
Bazán, el Pardo Rivarola, el apache argentino Humberto J. D’Arcángelo, el
criollo bueno Alberto Arenas de paso pa’ la taquería y con la maleta chorreando
sangre, don Pepe Avellaneda, Ruggerito sin Barceló, el Torito de Mataderos Justo
Suárez, los cafiolos Palangana y el Aguja Brava, el poeta canero Andrés Cepeda,
el Jeringa y el Omar Chabán, y hasta el compadre Tolosas con su ladero el manco
Wenceslao Suárez, de Chivilcoy. No quiero macanear, pero me parece que al
refilón lo viché al troesma Borges, que de seguro andaba olfatiando letra pa'
mandarse otra historia de esas que él escribe; y lo ví clarito al comisario
Meneses empilchado a lo Humprey Bogart. Había también un montón de calaveras de
samica a rayas y moñito diquero azul petróleo con pintitas amarillas; los pungas
de alta escuela del café de Navarrita, de León Suárez y Falcón, especialistas en
sotanas, camisulín, costaleti, yuca de arriba, culata, y chiquitín; los gratas
de la barra de Zequeira y Oliden; mecheras de rompe y raja; tangas y filos
orilleros; los curdelis de Alberdi y Montiel; un pilón de cartones papanatas;
traficantes y fiocas de categoría; los escruchadores de "El Torito"; un par de
burreros capitaneados por el Mingo Torterolo y Don Vicente Cataldi, que
equipados con embrocantes de lujo se la pasaban chamuyando por los celulares:
"En la tercera no fueron de la partida el cuaterno, la escopeta y la leche,
cachó la canasta y ganó por afano total Little Osobuco..." Unas papas
milongueras y las muñecas diqueras de "El Morro", de Murguiondo y Alberdi,
franeleaban con unos capitolios con clase, mientras se escuchaba un coro de
muchachas vestidas de percal. Y apareció también un chiquilín con la ñata toda
deformada, de tanto apoyarse en los vidrios de los cafetines. Lo hicimos pasar
pa’ que no se cagara de frío y lo invitamos con una cañita –eso sí, rebajada con
ginebra. El pibe nos batió apesadumbrado que venía pa’ aprender un cacho de
filosofía, algo de dados y timba, como pa’ empezar, y alguna que otra poesía
cruel. Y, ya que estaba, pa’ ganarse alguna potra bien zafada y calentona,
confesó agrandado el purrete.
Los nuestros que la jugaban de locales y rápidos pa' los mandados aprovechaban
el gentío embelesado con los cortes de Gerardo Portalea y La Rusa pa’ enchufarle
los ganchos de atriqui a los pamelas que jirafeaban en el fondo, mientras
Rodolfo Biaggi los distraía aporreando un piano a martillazos y unos tangas
gomías hacían laburo de ropero.
- Bati, ¿cómo es andar con el Complejo de Edipo, parecido a los sabañones, el
empacho, el mal de ojos o la culebrilla? tiró un choborra de abajo de una mesa,
creo que el Pegador Rosendo Juárez, buscando al tanteo un licor que lo aturdiera
de una buena vez por todas.
- ¿Adónde está la resistencia ésa, che Batista? largó el lungo Juan Muraña de
arriba del estaño, listo pa’l visteo a lo pirata: un cuchillo en cada mano y el
chumbo entre los dientes.
- Si soñás con el finado, el mudo de la vuelta, que aparte de hablar con señas
era de mezquinarte la conversa, ¿a cuál hay que adornar: al 47, el muerto, o al
48, il morto qui parla?, preguntaban los que le dan fiero al escolaso. Un ñato
timbero se me acercó y me secreteó a la oreja que si yo le revelaba la verdadera
interpretación de los sueños podíamos hacer una sociedad mitimiti.
- Yo, pa’ conocer a la gente, soy mejor que todos los psicoanalistas juntos, te
reconozco a cualquiera tan solo por la voz, por más que haya cambiado o se ponga
careta, intervino un viejo criado, pletórico de narcisismo, de mientras
canchereaba sacudiendo el plumero como las bastoneras yanquis. Desentonando,
como siempre, en el ambiente tanguero.
Como no hay que amarrocar lo que uno tiene manyado yo me paraba arriba de un
banquito y les iba poniendo la tapa uno por uno. Aquello día a día se parecía
más a un coloquio rantifuso de psicoanálisis. El cabezón Moretones, que la iba
de coordinador, hacía anotar las preguntas en los pelpas de agarrar las
porciones y me las iba pasando: "¿Podría extenderse en la consideración de la
articulación entre el axioma fantasmático y el rasgo unario implicado en la
fórmula del llamado discurso del amo?", "¿También hay que garpar el IVA si te
analizás?", "Si uno se enamora perdidamente de su psicóloga, que está rebuena,
¿qué pasa?". Pero una intervención me sorprendió y me patió el nido de veras:
"¿Quién fue el chorizo de cuarta que se achacó las últimas páginas sobre Uqbar
de la AngloAmerican Cyclopaedia?".
Los yoyegas del boliche, pa’ homenajear al Torito de Mataderos, ponían a todo lo
que da "Muñeco al suelo" de Lomuto, y se refregaban las manos carburando en
ampliar las instalaciones pa’ mejor surtir al tejenaite. En cuatro o cinco meses
tuvieron que bajar hasta las botellas de Pineral del último estante, esas todas
negras de tierra que quedaban del tiempo en que la rubia Mireya revoliaba las
polleras de arriba de las mesas y la Milonguita hacía sus levantes entre la
gilada en celo. A mí me nombraron parroquiano ilustre, con pergamino y todo, y
escribieron en la vidriera: "EL TREBOL UN ESPASIO PARA EL CHAMUYO EL RELACS Y UN
ENCUENTRO CON EL BATISTA TODOS LOS DIAZ A ESO DE LAS DIES".
Una cheno, dopo que se rajó la gilada y quedó la intimidad de la barra y como
los galaicos haciéndose los sotas empezaban a apilar las sillas patas pa’ arriba
al dientudo se le ocurrió ir a tirar confites al aire al potrero que queda al
lado de la esquina rosada, pa’ seguir festejando la perfomance de mi terapia.
Todos menos el flaco Sarampión, que se abrió al toque pa’ atracarle el carro y
hacerle el verso a un gato oxigenado, a ver si se lo levantaba arrullándolo con
un piropo infalible que le había secreteado el petiso: "Aprovechá la partida que
estoy en liquidación, ¡ganate la lotería que te ofrece este varón!". Y si no
pasaba nada con éste tenía a mano otro alternativo, pero un poco subido de tono:
"¡Nena, abrime la fiambrera pa’ meter el zochori!"
Después de que nos bajamos cinco porrones de ginebra empezaron los cuetazos.
"Este por el Batista"; "Este por el Cayetano"; "Este por Freud"; "Este por el
sujeto del inconciente"; "Por la transferencia"; "Por la contratransferencia";
"Por el Otro no barrado"; "Por los Superyós gambas y benevolentes"; "Por los
aranceles accesibles"; "Por la primera sesión sin cargo." Y de mientras cargaban
de vuelta los chumbos aprovecharon el silencio pa’ garronearme consejos: "¿Cómo
es que hay que hacer pa’ analizarse bien en serio, Batista, hay que ir en
ayunas?"; "¿Conviene tomarse unas grapitas antes de la sesión pa’ darse
coraje?"; "¿Qué pasa si el analista al que le batís tus fatos resulta buchón y
ortiba del taquero?", preguntaban bajito entre el humo de los tiros y las
sombras de la noche. Disimulando que andaban con unas tremendas ganas de echarse
panza arriba del diván y empezar a asociar libremente.
Yo les batí sereno que La Reina del Plata, aparte de ser capital de la cometa y
el gotán, talla fuerte en psicoanálisis, y que los analistas criollos son de lo
mejor. Que cuando salen de gira por el mundo triunfan y hacen capote, se codean
con el príncipe de Gales, la Mistinguett, Cindy Crawford y el maharajá de
Kapurtala, le ponen la alfombra roja en el Waldorf Astoria de Nueva York y se
pueden eligir las mejores minas. También les batí que yo había sido un otario
como ellos, y que antes creía que los que se analizaban eran unos pipistrelos
que no tenían nada mejor que hacer que dejarse currar por los psicólogos.
El Hombre de la Esquina Rosada que se la había pintado toda de vuelta, pero en
un tono más delicado y con una guarda de rositas rococó atraído por los tiros se
acercó a pispiar un cacho, y aprovechó pa’ sacarse una vieja duda: "Si uno se
apoliya abrazado a un osito de peluche divino, color té con leche y todo
peludito, ¿también se lo tiene que sincerar al analista, don Batista?" La barra,
que paraba la oreja, empezó a ficharse de reojo, a junar disimuladamente la
Estrella Polar y la Cruz del Sur, a chiflar "A la gran muñeca", a toser adrede y
hacer como que pisaban hormigas. Pa’ que no se escucharan las risitas.
Pero había algo que todos tenían que manyar, aunque les duela:
Punto uno: los que dicen que el psicoanálisis no sirve pa’ un carajo son unos
resistidores de mierda. Punto dos: a ésa resistencia el analista tiene que darle
fiero con la tartamuda de la interpretación. Punto tres: si ya decidiste
analizarte tenés que asegurarte un buen esparo pa' enchufarle la lanza bien a lo
dedo de oro a los yucas del inconciente y afanarte la casimba de lo reprimido.
Pa’ eso no hay mejor ropaés de academia que un psicoanalista bien debute y
canchero. Pero guarda, araca, dequerusa, no te dejés embalurdar por algunos
troncos que la van de sabelotodos, se engrupen de analistas, tocan de oreja y te
enroscan la víbora con el piripipí, sin el verdadero manyamiento del capo de
todos los capos, el troesma de troesmas Sigmund Freud.
La barra me relojeaba con más respeto que al bronce de La Voz. De mientras la
luna lambeteaba brillitos a los bufosos, más de un prontuariado segurola
carburaba "¿Dónde estará mi arrabal, quién se afanó mi niñez, en qué rincón luna
mía volcás como entonces tu clara alegría?". Y de jonca que se morían por
analizarse ahí nomás. El Hombre de la Esquina Rosada, en cambio, se fue
bordeando el zanjón, morfándose un cacho de quiche Lorraine y murmurando: ¡Dónde
habrá un chongo, viejo Gómez!, y recitando con ademanes:"The sun is going down
and the dogs are starting to how[7] l"
Yo, diplomado en el agrande, echado pa’ atrás con el chefún requintado bajo la
luz de la luna, un pucho retacón que me humeaba en los ojos pero me la aguanté y
las manos en los griyos, bien fachero y como quien no quiere la cosa, largué:
- Muchachos, discúlpenme, pero me tengo que ir a torrar un cacho, porque mañana
voy a terapia con la fresca.
Al envidioso del Chueco se le iba sola la mano al fierro todavía calentito, pero
el inanalizable se controló, no sin dejar de batir con desconsuelo:
- Andá nomás, trastornado.
No le retruqué pa’ no gastar pólvora en chimangos, vea. De lejos me parecía que
De Angelis arremetía con "Pavadita". Yo no era más aquel muchacho oscuro.
(a Carlos de la Púa)

5.
Cocinero
LA
TRAICIÓN
Ya iban pa’ los seis meses que estaba yendo del Caye, sin fallarle una sola vez,
llueva, truene, refucile o caiga piedra. Un Sarmiento de la terapia, vea. En el
rioba yo era puntacho manyado cuando pasaba empilchado con saco entallao con
botones de nácar, chaleco de piqué de fantasía, lompas de gabardina a rayas
ribeteado con trencillas al tono, polainas de prima, chalina de vicuña, funyi
debute de Maxera, camisa Arrows con cuello palomita, lengue blanco de satín
bordado, tarros de anca de potro charolados con taco francés y chapitas, guantes
color patito y con un clavel jaspeado en el ojal. Bien faroleando y bien yengue.
El sabalaje canero se chistaba por lo bajo: "Hoy le toca terapia" embrocando con
envidia mi tapín de ganador y mi ganada fama de compadrito y gigoló. "El
jailaife se va pa’l psicoanalista" parece que también carburaban Chiche, Zaino y
Moro, los padrillos cadeneros cinchados a la chata del corralón, unos pingos de
lo más cancheros que cada vez que podían pispiaban con ojos de codicia a la
Sweet Carolina, la yegüita cara blanca del botellero que estaba bastante fuerte,
pa’l gusto equino. Y hasta el ciego dejaba de pitar los Partagás y de tocar la
armónica que le había regalado la Laura Hansen, pa’ tantearme los leones bien
planchados cuando yo pasaba por el umbral adonde él estaba sentado haciendo
tiempo: "¿Sos vos Evaristo?", me batía melancólicamente el inconsolable,
manotiándome las canillas.
El asunto fue que un día llego a mi sesión, y como el portón estaba sin tranca
me mandé por el pasillo sin tocar el timbre. Ahí me lo crucé por primera vez al
Jacinto, el famoso hermano del tordo, que venía encurdelado agarrándose de dos
yirantas. Los jopendes jodones que siempre andaban por ahí le estaban echando
querosén a un gato barcino pa' prenderlo fuego. Yo me llegué hasta la tapuer del
consultorio y pa’ mi sorpresa escucho clarita la voz del tordo. Y la de otro
más, aguardentosa. Me picó la curiosidad, y como había una escalera tirada en el
fondo del pasillo me subí a lo patilana y cogotié por la banderola entreabierta.
Y ahí los descubrí. Fue como si me hubieran encajao un puntazo de atrás, vea: en
el mismo diván en que yo le confidenciaba todas mis intimidades al Cayetano
había otro punto chamuyándole a la sordina. Y el tordo lo junaba y le ponía la
oreja... como me la ponía a mí.
"¡Traición, otra vez la la maldita traición, pero esta vez alguno se va a ir
derechito pa’ la Quinta del Ñato con los chinchulines colgando pa’ afuera como
ristra de ajo!", me batí con odio. Bajé de la escalera a los santos pedos y pelé
la daga en el fierro dormía y acechaba un rencor humano y hacía tiempo que
andaba buscando vaina en un cruel corazón y le largué: "Esta puerta se abrió
para tu paso". Y ahí nomás con toda saña, en un revuelo de venganza y odios
contenidos, y pegando tremendos alaridos, le empecé a pegar tantos patadones al
picaporte hasta que la tapuer se vino abajo: entonces me planté a lo Moreira, en
el medio de la polvareda levantada al desencajarse la tapuer de las bisagras,
bien parado a lo macho, con la daga en la mano palpitando hambre de güesuda, los
ojos colorados y saltones y mostrando todos los dientes que podía.
El farabute del diván tenía tajeada la jeta de lado a lado y tapín de rufián
domiciliado en Devoto, mezcla rara de fayuto con rechifle de botón. Apenas me
junó el ñato se arqueó volando como langosta, se paró en guardia a lo KungFu
arriba del diván y empezó a pegar gritos en coreano. A todo esto el Caye estaba
de bombo en el sopi con los ojos saltones. Al verlo así me recordé del petiso
Carloncho cuando tenía que jugarse a una baraja y largaba, después de pitar bien
fuerte y tirar el humo despacio pa’ arriba haciendo redondeles: "A veces es
preciso ser hombre".
- ¿Y por este merlo jetón, recatango y lancero de cuarta abobinado a reja me
cambiaste, gavión? le tiré salpicándole escupida en la trucha. La daga se lambía
de contenta.
- ¡Pero che, llegaste una hora antes, estoy con otro paciente! me contestó como
pudo, abrazado a la PC, con la voz tembleque y un cagazo de la gran puta.
No sé si por la bronca o la vergüenza me espiracusé corriendo por el pasillo a
lo otario papafrita, y ahí me trompecé con el toga hecho una fogarata con patas
–ahora parecía un siamés acalorado que venía pa’ mi lado como un avión a chorro
y se me enredó en los talones. Igual me alcanzó a encajar al voleo un flor de
tarascón en las canillas. Me lo tuve que sacudir como si hubiera pisado un
tereso antes de seguir corriendo. Mientras saltaba el portoncito que daba a la
yeca el marote me daba más vueltas que una calesita, pero seguí a los santos
dopes como cinco cuadras. Hasta que al final largué los bofes y tuve que
sentarme forfái en un tacho de basura abajo de la quieta luz de un farol del
alumbrado. Estaba todavía con la daga en la mano que parecía decirme sin
consuelo: "Me quedé con unas ganas bárbaras, Bati", aparte se me había volado el
chefún y me estaba chorreando un caldo colorado de la pata por la mordida del
gato. Un vigilante de recorrido, poniendo de a propósito cara de orto, se me
acercó, y de mientras se daba golpecitos en la palma de la mano con el garrote,
me zampó: "A vos no te tengo manyado de por acá". Tuve que llorarle la carta y
jurarle por La Vieja que yo era nada más que un analizado todo confundido, pa’
ablandar al tira y no terminar en cana encima de todo. Por suerte el quía lo
entendió reposta porque él también se analizaba y me dejó ir, recomendándome
mientras sobaba ahora mansamente el garrote, que pa’ las neurosis de
transferencias muy jodidas no hay como unas buenas cataplasmas de ajo macho, un
emplasto de miga de pan con dulce de membrillo y una regia enema de salmuera.
De resultas de este lío el Bertolotti se me vino en picada como escupida de
músico. Yo no podía dejar de darme máquina al pensar que otro a su lado...muy
movilizado, vea. A la hora, y dopo que el cobani me pasó por escrito todas las
recetas que conocía pa’ combatir los influjos transferenciales, me presenté,
ahora sí, puntualmenete a mi sesión. Pero no le mancusé un carajo, lo quería
cagar bien a lo turro a ese terapeuta traicionero. El no sabía qué hacer pa’
explicarme el fato. Que mirá cómo me dejaste al otro punto. Que se me fue todo
angustiado. Que yo nunca te juré que vos eras el único. Que aparte de a mí y al
otro también atiende a un bombero hidrofóbico, a un enano con complejo de
superioridad porque calza el 48, a un arriero apenado y a las treinta histéricas
de siempre. Eso aparte de hacerse unas changuitas en un parque de diversiones
los fines de semana como boletero en el tren fantasma. Y que pa’ analizarse hay
que cinchar bien a lo buey y bancarse el picoteo.
De mientras me hacía la película con el enano trepándose al diván con sus
tremendos camambuses y al arriero estacionando el overo manchado en el
portoncito, lo sobraba con una sonrisita cachadora. Cuando terminó mi hora me
levanté del diván, me peiné lo más tranqui, chiflé un cachito: "...Sé buenita,
no me busques, alejate de mi vida..." y plantado a lo taita y ladiando un cacho
la solapa, pa’ que se viera que andaba calzolari, le chanté:
- Vas a tener que patiar mucho yuyo y adoquín pa’ conseguirte otro paciente como
yo, no servís pa’ acompañarme ni siquiera en la partida, compadrón prontuariado
de vivillo y retazo de bacán[8] . Le revolié los honorarios como se le tira un
caracú a un perro apestado, bien desde lejos, y me fui a la mierda pisando
fuerte. Pero antes me di vuelta le grité con todo: "¡Chau chitrulo!" Los
pendejos del pasillo, cagados en las patas por si me la agarraba con ellos por
lo del gato, recularon dando zancadas.
Pa’ mí el Caye estaba fiambre a partir de ése día. Más que amor era un sufrir,
vea. Si le hubiera hecho caso a La Vieja carburé y en vez de tratarme con este
coso tiburcio más estirao que alambre de fiambrera, gil a la gurda engrupido y
charlatán, y me hubiera ido a ver a la angelóloga por lo menos no me hubiera
morfado ese flor de garrón. ¡Dónde iré con mis pesares, dónde iré con este
amor!, suspiré, y me remonté del consultorio coleando como barrilete, apilado a
mi destino y abrazado a mi rencor. Llegué hasta San Cristóbal boleado y yirando
de la cuarta al pértigo sin ton ni son. Ahí me bajé un troli de clarete en el
cafetín al paso "El Foco de lo Imaginario" escuchando a Alfredo De Angelis en
"Mi Dolor", después me mandé pa’ La Paternal, y en la pizzería berretonga "La
Profunda Herida Narcisística" me embuché una grande mitimiti con una botella de
anís escuchando a Francisco Rotundo en "El vinacho". El vate Sanmartino, que
andaba por ahí secolari vendiendo de mesa en mesa sus brolis, junando mi facha
ruinosa me requechó dos puchos uno pa’ pitar y otro pa’l guardabarro y a cambio
de una grapita, un plato de agnolotis a la bolognesa, un matrimonio bien
caliente al plato y un pingüinito de Chardonnay, me corneteó un consejo de oro
en su rante chamuyo de arrabal:
- Nunca te pongás en curda
para no perder los puntos
vos sabés que en este asunto
siempre falla el de la zurda,
el que toma se embalurda
y está para el chacamento,
pierde la línea, da el vento
y lo curra el más chabón,
el balero siempre fresco
pa’ no pasar por cartón[9]
Y ahí nomás se sentó, se acomodó y empezó a recordar, en su debute chamuyo
canero, del potiem del Cachafaz y el negro Limones, de su época de poronga en la
ranchada de Caseros. Y a pegarle duro a la gallega de 8 Hermanos. Al final me
tuve que poner con media docena de brolis recontramanoseados pa’ sacarme al
ventajero de encima. Y aparte acercarlo hasta el bulín por el pedo que se
agarró.
Dopo que lo dejé largando los chivos mientras recitaba a Roberto Juarroz volví a
la pizzería, me mandé un sanguchito de pebete de jamón y queso con medio tubo de
Mariposa y me contenté con la idea de hacerme un flor de asadito completo el
domingo con chichulines trenzados, zochoris remojados, morcilla vasca, cuatro
tiras anchas, un matambrito de pollo con bastante limón, mollejas, tripa gorda,
unas provoletas pa’ picar, ubre con perejil, brochettes de lomo, riñoncitos y
panceta, un cacho de vacío y una ensaladita mixta con pepinos. Con briquetas y
el diván. Y de mientras me cagaba de risa imaginando cómo iba a rociarlo todo de
querosén y dopo de prender un Fontanares le iba a tirar el fósforo, me refregué
las manos, pelé la daga y le batí: "Tranquila vos, no te hagás la hache y no te
dejés ganar por la frustración, que por lo menos vas a poder ensartar unas
morcillitas, ponele la firma". El malevaje extrañáu me miraba sin comprender.
(a Jorge Montes)

6. La
media
MI
NOCHE TRISTE
Esa noche no volví a mi casa, medio mamerto enfilé derecho pa’ "El Trébol" a
encontrarme con la barra y ver si los gomías se seguían cotizando en las buenas
y en las malas. Estaba el cabezón Moretones con el flaco Sarampión jugando al
siete y medio y mancusando sobre una idea del flaco pa’ hacerse de unos buenos
mangos: encanastar perros finolis pa’ ver después si ofrecen recompensa. El
cabezón le increpó que eso era secuestro encubierto, y el flaco retrucó que no
era más que una audaz adaptación al tiempo de malaria que nos toca vivir.
Mientras tanto el dientudo y el petiso rascaban una milonga en la encordada,
contentos porque le habían acertado tres fragatas al 28 las tetas y se habían
levantado un toco de mangruyos. Yo garpé tres picadas bien completas, le batí al
galaico, que venía de colgar un cuadro de La Pasionaria: "Eche amigo, nomás
échele y llene, hasta el borde la copa de fernet", y al petiso: "Tocala de
vuelta Carloncho", diciéndoles a todos con las vergüenzas en flor, copa a copa,
pena a pena, tango a tango:
- No me reculen muchachos, otra vez necesito contención porque la vida se me ha
vuelto absurda una vez más; la vez que quise ser bueno en la cara se me rieron,
toda carta tiene contra, y toda contra se da...y ahora quiero olvidar su
terrible traición... Y ahí se me cortó la parla y tuve que sonarme los mocos.
Pa’ disimular los lagrimones.
Y la barra fiel y taura no achicó. Empezaron que ellos ya sabían lo que me iba a
pasar, porque siempre, pero siempre, pasa igualito y lo mismo: las mujeres no
tienen perdón de Dios. Que las minas esto, las minas lo otro, y que ellos ya lo
habían dicho: son todas unas reventadas, unos yiros disfrazados, yeguas
insaciables, atorrantas, chusmonas, traidoras y se la pasan todo el santo día
pintándose las uñas, haciéndose los claritos, el batido y el brushing y
sacándole el cuero a los machos en el almacén y en la peluquería. Y que aparte
de la crueldad no hay que olvidarse de la vileza de las pérfidas traiciones de
las que son capaces; a los pobres giles marean sin grupos, pero al llegar al
final de sus carreras sus primaveras verán languidecer. Y que ahora a mí no me
quedaba más remedio que odiarla con toda la fuerza de mi alma.
Yo no sabía qué joraca decir, así que me quedé musa. El dientudo se recordó lo
que le hizo La Polaca: se piró con el padrino pelao la misma noche del
casamiento, en el mismo remise de la ceremonia y alzándose con dos pisos de la
torta, los muñecos de yeso y la olla de clericó, que era de la vieja. El poeta
del off Boedo relató con lagrimones la infamia de La Casilda: con la excusa de
que le enternecía el monito se fue atrás de las ruedas embarradas del último
organito tirado por un yobaca flaco. Y del organillero rengo, que jodía a todo
el mundo a la hora de la siesta preguntando por la casa de la vecina muerta. Al
final se perdieron en la nada, y el alma del suburbio se quedó sin los densos y
melosos gemidos del veterano RinaldiRoncallo. Y sin la aflautada voz de La
Casilda. El cabezón Moretones me batió compungido que la paica que adoraba se le
piantó con su mejor amiga –de él, la María José, y que ahora conviven lo más
panchas en un loft todo pintado de celeste pastel y rosa viejo en la Ciudad
Oculta. La María José ahora se hace llamar José María. El flaco Sarampión
sonriendo a lo canchero y con diamantes en el comedor dijo que no me haga ningún
problema, que la cosecha de unicornios azules nunca se acaba: "Viuditas, casadas
y solteras, pa’ mí son todas peras en el árbol del amor, Batista". El Chueco
Repisa no estaba, pero la barra me confidenció que la nami se agarró una
obsesión fatal con el tragasables de un circo ambulante, y lo siguió nueve
semanas y media hasta Baradero, pero que ahí se despenó desengañada morfándose
ella solita una sandía de diez kilos con media damajuana de vino patero al
enterarse que el punto era marcha atrás y pareja estable del Hombre Bala. Hasta
uno de los yoyegas que estaba orejeando la conversa se deschavó que la Josefa un
día cruzó al kiosquito de enfrente a comprar una caja de espirales y hace
diecisiete pirulos que no aparece.
Salimos de "El Trébol" y nos fuimos a bardear coreando por los arrabales los
cachitos de letra de "Rencor" que nos acordábamos: "Este odio maldito que llevo
en las venas me amarga la vida como una condena... la ¡odian! mis ojos porque la
miraron, la ¡odian! mis labios porque la besaron, la ¡odio! con toda la fuerza
de mi alma, y es tan grande este odio como fue mi amóoor..." Y cada vez que
tocaba conjugar el verbo "odiar" patiábamos con saña un tacho de basura
dejándolo culo pa’ arriba todo desparramado en el medio de la yeca.
Dopo los gomías me llevaron de arrastre hasta el "Armenonville" tocaba la típica
de Canaro y Jazz Gregor, de ahí salimos pa’l "Salón Rodríguez Peña" pasando por
el "Café El Nacional", el "Chantecler", "El Tambo", "El Pabellón de los Lagos",
el Velódromo, "Lo de Jensen", "Sin Rumbo", el "SansSouci", el "Picadilly",
"Pachá", el "Montecarlo", el salón "La Argentina", el "Chantecler", el
"Tabarís", el "Marabú", "Los dos pianitos", "Michelángelo", "El Cielo", el café
"La Terraza", el "Tibidabo", "Blades", el "Viejo Almacén","Trumps", el "Club del
Vino", al bailongo de María La Vasca, "New York City" y el antiguo almacén "A la
ciudad de Génova". Pa’ tirar el espinel, sacarle viruta al piso, chupar como
esponjas y ponerle curitas a los timbres y salir rajando, como era ancestral
costumbre de la barra pa’ apaciguar la angustia y sacar al circunstancial amigo
del bajón y el aplaste.
Al dientudo y al cabezón los dejamos lanzando los chivos en Palermo, cerca del
Tambito. Primero se habían agarrado a las piñas con el inglés Carlos Kern en lo
de La Vasca donde tocaba el pibe Ponzio porque no los quería dejar pasar por el
pedo que traían, dopo habían estado chupando de una sonda enchufada a un barril
de quebracho "René Barbier" en lo de la Laura Monserrat donde se floreaba el
Rosendo Mendizábal permaneciendo en simbiosis con el barril por más de cuatro
horas. Eso sí, turnándose pa’ poder escuchar al pardo que esa noche estrenó "El
Entrerriano". Dopo se bajaron cuatro trolis al hilo de licor de nísperos bueno
pa’ los radiadores y veinticinco Bidú cola con aguardiente y cubitos en el VIP
del bodegón de cuarta "Caix". El flaco Sarampión, que era flor de caburé, casi
se agarró a los mamporros con el chileno Joaquín Carrasco por la gaucha Manuela,
pero al final se levantó otra mosaico tetona y con un mortero de no creer, una
lechuguita de pestañas muy arqueadas en una esquina sin ochava de Monserrat, y
se abrió al toque pa’ una garsonier repiché de tiempo compartido que sabía
frecuentar por Caracas y Jonte, justo enfrente del bar del griego: un cotorro a
la gurda con kitchinette, antesala pa’ la franela, espejos fumés, cortinas de
raso, paredes en tono pastel azulado, colchones de agua, salita pa’l
sadomasoquismo, salón de fiestas, mobiliario Old American Folk patinado, arañas
con pasamanos pa’ colgarse, veintisiete gatos de porcelana y bouquets blancos
bajo pálidas luces de lámparas art decó. Todo climatizado, bien debute y con
alfombras de La Europea, pa’ no hacer ruido.
El petiso se jugó a mi baraja y con la encordada a la rastra nos fuimos pateando
tachos desde los caserones de tejas de Belgrano hasta nuestro atorrante arrabal,
con escala en "Age of Communications". Como a la madrugada vimos a una nami
sola, fané y descangayada saliendo de lo más campante de un cabaret de yomería
donde cantaban la Tania y la Merello y pasaban discos de Armando Pontier y
Osvaldo Fresedo. Se iba pa’ la confitería "El Vesubio" a desayunar chocolate con
churros. El petiso se le acercó y le largó de sopetón: "Pa’ que vos me escuchés
mis parolas se enflaquecen a veces..." La naifa le cortó el verso soplándole el
humo del Vuelta Abajo en plena trucha y le batió con aliento a birra Corona y a
Cubana Sello Verde: "Pa’ vos te lo dejo en cincuenta, corchito e’ sidra". El
Carloncho se puso todo colorado y reculó resoplando: "Nadie más cree en la
poetas hoy en día" y empinó una petaquita de Tres Plumas hasta verle el fondo.
La naifa se fue al mazo y bajó a cuarenta, a treinta, veinte, diez. Y se plantó
en siete y medio. Y como el petiso no quería lola ni le daba bola la faifa paró
un tacho y se rajó haciendo fuck you con el dedito, de mientras le gritaba al
petiso desde la ventanilla: "¡Che vejiga, babieca secolari, te creés que sos un
rana y sos flor de gil!"
Después seguimos pata y pata. Si junábamos un choboli abierto nos metíamos a
chupetear un cacho, yo pa’ ahogar el dolor moral, la tristeza y el síntoma de
inhibición de la angustia que había en mi alma. Y el Carloncho de puro curda
nomás. En una cueva rasposa de empedernidos chupandines, en Rivadavia y Combate
de los Pozos, mientras Ernesto Baffa le daba con pulentosa nostalgia a "Organito
arrabalero", pa’ que bailen El Cívico y La Moreira, el petiso embrocando sereno
el culo rajado de un vaso de ginebra vacío chimentó entre suspiros, hipos y
provechitos: "Batista, ¡qué sería del gotán sin nuestra errante melancolía!" "¡Y
viceversa!", la salió al cruce más rápido que bombero el troesma desde la tarima
que había parado la oreja arrancando furioso con "Pa’l rojo, celeste y blanco" y
murmurando: "Tango, tango, hoy preciso de tu ayuda pa’ calmar urgente mi
dolor..." Y le rodaron un par de lagrimones. Ahí se nos arrimó el troesma
Gobello que había pispiado de sotamanga la conversa y nos chantó a tuti cuanti,
con clase: "Es que el gotán, señores, no se ha hecho pa’ cantar lo que se tiene,
sino pa’ llorar lo que se ha perdido irremediablemente", y se fue rumbeando musa
pa’ dar su clase en la Universidad del Gotán. Pa’ colmo Mariano Grondona, que
venía con una jarra de "Beaujolais Navarro Correas" con cubitos en una mano y un
choripán medio mordido chorreando aceite en la otra, también quiso meter la
cuchara y arrimó una conclusión: "Tango, del latín tactum, tangere, yo siempre
se lo digo a la gilada gringa de Harvard: pa’ entender el tango primero te tenés
que encajetar con una flor de potra del conventillo de Sarandi, pero que su leve
risa sea un cantar, pa’ que endulce sus cuerdas el pájaro cantor, y después la
mina te tiene que clavar bien clavadas las guampas, pa’ que vos sufrás como una
bestia y andés todo el día mamado. ¡Ah, pero si yo me la llego a cruzar de puro
pedo a la turrita esa...!", batió con los ojos colorados y saltones, una baba de
hiel chorreándole por la papada y pasándose el garfio pa’ un lado y el otro por
el gañote. Después refunfuñó: "¡Yo tengo una pena que llevo en el alma por una
perversa que no sé olvidáaaar!", y empinando la jarra se la bajó de un saque,
chorreándose el jetra desde el buzón a las botamangas, tragándose los cubitos,
todo hecho un asco, vea. Rajamos de ahí con el petiso que poetizó: "Fanega que
andás penando sin un motivo mayor, quien te dijo que en la vida todo es
mentira, todo es dolor". En la indiferente y fría soledad de la yeca recién
amanecida podíamos peinar nuestras angustias sin que nos joda nadie.
No sé como vinimos a parar al rioba con un pingüino vacío en cada mano, una cala
en el cabalete y sin un sope. El Carloncho, medio breca porque en el trajín se
le había saltado la bordona mientras le hacía reverencias a la estatua del
resero canturreando: "¡Victoria, araca victoria, estoy en la gloria, se fue mi
mujer!" me largó así nomás y sin vaselina:
- ¿Y cómo se llamaba esa guacha infiel, che Batista?
- No me hagás recordar Carloncho, que no hay que mezquinarle olvido a las
traiciones cuando son tan fuleras batí yo más rápido que bombero, haciéndome el
lonyi, junando las últimas estrellitas y masticando amargamente: "El día que me
quieras no habrá penas ni olvidos". A lo lejos de escuchaba al Cuarteto Cedrón
con la voz del Tata en "Los Mareados".
Lo dejé al Carloncho en la tapuer de su cotorro esquifuso, una leonera que sabía
tener empapelada con poemas de Carlos de la Púa, Homero Manzi y Raúl González
Tuñón, tapas de "Playboy" y "Cerdos & Peces", banderines de River, cuadros de
Pascual Contursi y de la Berta Singerman, una foto de John Pemberton pa’
practicar tiro al blanco con jabalinas y un cartelito pa’ hacer control mental
que decía: "¡Maldito seas Palermo, me tenés seco y enfermo, mal vestido y sin
morfar!" Agarrándose del picaporte me batió entregado: "Puedo escribir los
versos más tristes esta noche, Batista, pero antes tengo que terminar otra obra
de largo aliento: ‘Booz apoliyado’ y mi ‘Oda a la Máquina’, que está por la
mitad". Y empezó, como casi siempre, a cantar loas a la magia de Moreno, las
gambetas de Muñoz, la precisión de Pedernera por el medio, el cañonero Angelito
Labruna de puntero, la versatilidad de Loustau, todo en una sinfonía de pases
geniales y un virtuosismo hay que reconocerlo de la gran puta. Cuando estaba por
entusiasmarse reviviendo con ardor la goleada a los xeneises en el Monumental y
los 292 golazos de Labruna hacha y hacha con el paragua Erico cayó planchado. Lo
tuve que llevar de arrastre pa’ la pulisa. Tercer piso sin ascensor.
La noche se iba a baraja, y el lucero del alba hacía pata ancha solari el cielo
de Mataderos, ese lugar amasado con gotán, bosta, vino y misterio, tajeado entre
el Camino de las tropas, la Avenida del Trabajo, Emilio Castro y Escalada. Más
que un lugar, un destino, vea. Y chiflando bajito "Es tan triste vivir entre
recuerdos, cansa tanto escuchar ese rumor..." enfilé pa’ mi casa. Pero antes de
entrar me saqué los caminantes. Pa’ no despertar a las musas. No sin antes
escabullir los pingüinos atrás del enano de cemento del jardín. Recordando al
viejo Discepolín carburé "El alba no perdona, no tiene corazón".
Había en la casa un hondo y cruel silencio huraño, y apenas cogotié la puerta
embroqué a La Vieja tirada en la hamaca paraguaya con el deshabillé modelo
semáforo de frisa roja, amarilla y verde, las chinelas del pompón y la pava en
el Primus. La radio pasaba bajito "Incurable". Yo me hice el otario preguntando
qué hora era y si le andaba pasando algo. Pero La Santa, de lo más cabrera, me
escrachó al toque:
- ¿Cuándo se me va a dejar de locuras juveniles, m'hijo? Ya me va pa’ los
cuarenta y no me da más que puros disgustos, vea.
Ahí nomás me le puse de rodillas y con remordimientos le sinceré todas mis
penas. Le batí lo que hacía el Bertolotti a mis espaldas: atendía a un montón de
otros pacientes. Una lágrima indiscreta furtivamente cayó. De mientras se cebaba
un mate con cascaritas de naranjas amargas La Vieja me sentenció con clase:
- Vea m'hijito, los hombres, por más psicoanalistas que sean, son todos iguales
y cortados por la misma tijera: borrachos, maulas, taimados, machistas,
fajadores, les tira la calle y le escapan al trabajo. Usté ya debe saber que no
hay como una buena madre pa' entenderse con el hijo de sus entrañas.
Dopo se bajó de la hamaca, me dejó arrodillado y se fue a ponerle un vasito de
agua y prenderle una vela larga y finita a la Difunta Correa y otras dos más
gordas y cortonas al Tibor Gordon y a la Gilda. Pa’ agradecerles el milagro de
haberme rescatado de la peste del psicoanálisis y de las garras del satánico
doctor Cayetano. Y de paso les garroneó a los tres juntos otra gauchadita: que
hagan fuerza pa’ que yo deje de hacerla renegar tanto y vaya de una buena vez a
ver a una vidente ciega, sorda, muda, paralítica y con hemorranas pero con flor
de sifonazo que cura con flores de Bach, esencia de delfín del Pacífico y bagre
de Chascomús, péndulo, aromaterapia, reiki, programación neurolingüística y
terapia de los cantos. Y que también predice el destino por el tamaño, la
estructura y la baranda de los teresos que te hace cagar en una escupidera
dorada con forma de cuerno de la abundancia. Aparte de redículo a mí me pareció
bastante asqueroso ese tratamiento alternativo, y no me cerraba lo de la terapia
de los cantos. Pero me callé la boca pa’ no darle más disgustos a La Vieja esa
noche de excesos. Y me fui a torrar de lo más palmado.
Pero tuve una pesadilla de la gran puta: soñé que volvía del feca como siempre,
pero al llegar a mi casa veo desde lejos todas las luces prendidas y escucho
risas de jarana. Me asomo por la ventana pa’ ver lo que pasa y juno a un punto
de espaldas, sentado a la mesa y terminando de morfarse un lechoncito adobado. Y
a La Vieja, que viene de la cocina con una bandejita, le bate al punto: "Bueno
m’hijito, acá le traigo la cañita de naranja que a usted más le gusta, y pa’
después le tengo preparado unos ricos matecitos". El punto empina la caña y
dopo, siempre de espaldas, prende la radio justito agarra "Noches de tango" por
Radio del Pueblo, le chamuya a La Santa a la oreja, y los dos se cagan de risa y
se ponen a bailar un vals por el "Cuarteto de Punta y Taco". A mi me vinieron al
bocho, como una ironía del cruel destino, los versos aquellos: "Pero iban
blandamente a compás los bailarines, y embriagada la pareja sin notarlo se
besó..." Desesperado pego la vuelta, pa’ espiarlos desde la ventana del fondo, y
juno clarito que el punto tiene...¡la cara del Cayetano!
Me desperté desorientado como curda en la góndola de lácteos. Y más cabrero que
nunca. Fui a la cocina, interrogué a La Vieja sobre cuánto hacía que no se
bailaba un valsecito criollo, cuándo había sido la última vez, dónde, cómo y con
quién. Y sin esperar respuesta, y sin siquiera chupar un mate, agarré el
cortaplumas, me fui derechito hasta el paraíso del fondo pa’ completar las
iniciales "B" y "C". Puse "Bajas Calorías". Dopo agarré el trabuco naranjero, lo
cargué despacito con perdigones como pa’ un chancho jabalí, y me fui a lo del
Cayetano. Pa’ hacerlo boleta.
- ¿Cómo, no era que yo era un chitrulo y vos no venías más? me corrió con la
parada el tordo sobándome el lomo, apenas me abrió la tapuer toda descangayada,
dejate de joder, pasá, tirate en el diván y no me actués más, ¡haceme el favor
che! LR3 Radio Belgrano pasaba bajito "Lo que vos te merecés" por Alberto
Podestá.
Y yo, como un boludo, guardé el fierro y le hice caso.
(a Eduardo Escáriz Méndez

7. La escopeta
SUEÑOS
NADA MÁS
A mí me parecía cargada tener que batirle al analista los sueños, que antes me
habían parecido un engañapichanga lleno de boludeces, y que pa´lo único que
servían era pa’ embocar un número a la zabeca o a los premios.
Pero ahí está la madre del borrego me batía el Cayetano, con el fondo de "El
Marne" en solo de fueye por Leopoldo Federico: de mientras vos me chamuyás de lo
que soñaste te van a ir viniendo solaris otras parolas surtidas a la sabiola, y
ahí me las tenés que largar así como te llegan: los sueños son el eco del eco de
tu voz, Batista. El analista, profe de la yuga, emérito de la bandera, el
monseñor y el angelito; troesma diplomado en la alta escuela del escruche, casa
el corta y la maceta y le entra a dar con tuti a la resistencia por la mucheta
de los sueños, que es joya de rúa pa’ achacate el paco del inconciente. Y en esa
maría hay de todo: un montonazo de gruyos, bobos a patadas, marrocas a la gurda
y una bocha de sarzos, lo mejor de lo mejor pa’ que salgás del pozo de una vez
por todas; así que vos tenés que estarte atenti, dequerusa, campaneando lo que
sapa en la yeca de mientras el analista labura adentro con la viuda. Y ni se te
pase en hacer gansadas y anotarte de ortiba de las resistencias.
Dopo que finiquitó su espiche banderudo me apretó que no me hiciera el chochán
rengo y vaya largando el rollo con mucha efe, sin mezquinarle labia ni recular
cuando se ponga a tiro la asociación libre.
Y ahí de punto pasé a banca, y empecé a lustrar carpeta de ligero. Por ejemplo
un día yo soñé que andaba con mi viejo lo más pichi, meta pata por un lugar todo
redondo adonde al fondo había un ranchito con un globo medio desinflado agarrado
del techo. Mi viejo mira todo eso y me tira: "¿Y ésto, che Batista, pa' qué
mierda sirve?" Y como había un montón de doñajuanas por el sopi, el ciruja
vidalita acostumbrado al mangazo y el garrón empieza a pispiar si alguno está
junando pa’ grafiñarse una. Yo le bato que no tiene más que avisarle al
chaferolo que está en la tapuer pa’ llevarse la que quiera. Dopo nos
escabullimos por una escalera toda forrada de cuero que daba a un pozo, y al
fondo había otra escalerita y otro pozo.
Otro día soñé que iba como siempre a lo del Caye, pero cuando llego está la cana
en el portoncito y uno de los tiras, de mientras se morfaba un postre vigilante,
y con la boca llena, me dice: "Al coso éste lo venimo a engayolá por estafa
reiterada". Yo me agrando y les toreo a los yugas: "¡Si no sueltan a ese hombre
decente y honrado armo un flor de quilombo!" Los ratis, lo más tranquis, me
agarran del fundillo del orto y me encanan a mí también. Pero en la taquería,
dopo que me sacan los laberintos en el concierto de pianola, lo veo al Caye en
el yompa, enfarolado de jetra finoli de chambré, con bobo y marroca de oro, y a
los chaferolos haciendo cola pa’ que los atienda. El del postre vigilante daba
vueltas a lo boludo, pa' ver si podía meterse entre los primeros. Mientras tanto
Luis Cardei y Antonio Pisano entretenían con unos tanguitos sentimentales a los
otros L.C. guardados.
Otro sueño más: voy con la barra de joda al piringundín "El Goce Libidinal II"
de Berazategui, lleno de jardineras calentonas, ligeras, gustosas y cancheras,
adonde canta la Sol Bustelo y el príncipe cubano Angel Sánchez Carreño presenta
al loquerío una por una: Julieta: ¡la princesa del compás!; Yanííína: ¡la de la
auténtica y esmerada escuela francesa!; Rebéééca: ¡la traviesa colegiala pa’
pedir de boca!; Marianéééla: ¡la exorbitante diosa chaqueña que no le envidia
nada a la Coca Sarli ni a la Nélida Roca! y Mamuasel Grisééél: ¡mezcla rara de
Natalia Graciano con la gorda Matosas y máster graduada en besos negros! ¡Sí
señores: las más redeliciosas flores del pecado y criaturas recontraperfumadas
que en vez de decir metejón dicen "amour", en vez de espiantá "sortez", en vez
de catrera "le lit" y en vez de guita "l’argent!" ¡Todas superbebotas
alucinantes y mimosas! ¡También tenemos el anexo "Panconpán," con un par de
fornidos fisicoculturistas bien dotados, pa’ lo que se morfan la cola ‘e laucha;
cuartito especial pa’ la disciplina; la concurrida tortillería "Only for your
eyes", y nuestro autoservicio de consoladores "Pruebe antes de comprar!" Pero al
llegar me tanteo el de la culata y me doy cuenta que me habían refilado el cuero
y toda la teca en el bondi. De mientras los chabones se la pasan posta adentro
yo me quedo aguantiñando en la tapuer, escuchando unas milongas por el Sexteto
Mayor y platicando con un fantasma de lo más divertido, que me batía canyengue
lo peligroso que es tomarse la vida en farra. Y que de tanta joda te podés pegar
la payasa.
A lo último le tiré el sueño donde él se lastra el lechoncito adobado y aparece
bailando un gotán con La Vieja. El Caye casó todos estos sueños, y sin largar el
santo me batió:
- Bueno Batista, acá empieza la joda. A ver: ¿de qué color era mi jetra? A ver:
¿qué clase de novi había en las damajuanas, del bueno o del berreta? A ver: ¿qué
mierda había en fondo del pozo? A ver: ¿me quedaba bien el jetra finoli? A ver:
¿estaban buenas esas papusas del queco? A ver: el lechoncito que yo me estaba
morfando, ¿de cuántos kilitos sería? A ver: ¿así que me quedaba reposta el jetra
y el bobo de oro, no?
Y así, poco a poco y a tranco parejo el Caye me fue buchoneando el secreto de
los sueños. Me dijo que el lugar todo redondo era la de cuero número cinco
cosida con tiento que siempre quise tener y me fue negada de purrete. Que el
globo eran todos los bolazos que yo le había enchufado a La Santa, pero que como
estaba medio desinflado eran mentiras no muy grandes, pero que igual tenía que
ir a pedirle perdón (yo me acordé enseguida de las iniciales "B" y "C" y de la
ladilla que me agarré en el piringundín del Bajo la otra vez). El Caye me batió
también que el viejo era un choborra porque se le iban los ojos por las
doñajuanas (¡la pegó!). Que la escalera quería decir que yo le tenía un cagazo
drepa a los excusados muy oscuros (¡otra vez la repegó!). Que el naca de la
tapuer, pa’ él, era un colega psicoanalista medio estrunzo y bartolero que lo
envidia y que no se lo banca ni pintado. Que lo viera a él todo niquelado
significaba que yo me había apercibido que mi analista era una persona de mucho
rango, renombre, categoría y clase: "Date cuenta che, ¿te fijaste como el
chaferío hacía cola en la taquería pa’ que yo los atienda?" Y que yo le viera
morfándose un lechón en la casa de La Vieja significaba que en esta etapa de mi
análisis se estaba barajando la oralidad, y que yo la estaba proyectando
maliciosamente hacia él como defensa ante mis propias tendencias agresivas.
Todo esto me lo largó de mientras revoliaba a lo canchero el mouse por el cable,
se olfatiaba los sobacos y me cantaba que lo adorne con unos buenos mangos al
sesenta y siete[10] ; el cuarenta y cinco[11] ; el cuarenta y cuatro[12] ; el
setenta y ocho[13] y al noventa y siete[14] . Y la terminó con que el fantasma
de la tapuer del queco, en fin, no tenía lógica y no había que darle ninguna
bola.
Lo que no me quedó claro era por qué joraca me afanaron la mosqueta y no pude
entrar al piringundín. "No importa Batista me batí ya te va a venir otro sueñito
y vas a tener gomanes y minas mejores pa' la revancha y jugarte el berretín".
Pero por más que hice fuerza, minga de soñar con minas: soñé con serpientes. Y
con unas nubes como aguas que bajaban turbias, adonde el troesma Hugo del Carril
ladeaba un cachito el sombrero, estiraba ancha una sonrisa muda, hacía así con
la zabeca como diciendo "¡qué lo parió, las cosas de la vida!" y me batía:
"¡Este es mi muchacho, carajo!"
(a Angel G. Villoldo

8. Ochoa
EL
OTRO
Un domingo, a eso de las once, once y media, de mientras preparábamos con La
Vieja un flor de puchero bien completo y chupábamos unos verdes con hojitas de
menta, cae mi hermana melliza, la Tere bautizada María Teresa, en casa le
decíamos Teresita y ella se hace llamar Peggy. Hacía rato que no se aparecía por
el rioba, vivía sola y aparte hacía muchas horas extras en la fábrica de tejidos
"Tarbuch & Loewenthal". La había arrimado un tipo de jetra a rayas, tegobi
finito, botas de cabritilla recontralustradas con taco pera, un sarzo en cada
dedo encima de los guantes y lentes ahumados de carey sintético, que se hacía
llamar "El Hombre de las lobas", en un Kaiser Carabela todo blanco y con una
fogarata pintada en cada guardabarro. Pero el punto no quiso ni estirar las
patas, apenas la Peggy se bajó toda perfumada, con una copa de champán en la
mano y alardeando de su dulce hechizo se rajó a los santos pedos. De mientras el
bote se perdía entre el barrial tocando bocina con los acordes de "El puente
sobre el río Kwai", La Santa me codeó y me secreteó por lo bajo: "Este debe ser
el que le arrastra el ala a la Teresita".
La Tere era bastante pretensiosa pa’ la pilcha, le gustaba darse dique y se veía
que en esa fábrica le garpaban bien, porque siempre andaba forrada. Pero lo que
yo no le bancaba eran las polleras cortonas, la boquilla larga de bacana y que
se ponga tanto colorete y carmín.
En vez de tomar mate la Tere se bajó dos sovas de Legui al hilo, revolió la
cartera como de tres metros y la embocó en el gancho de la pared, prendió un
pucho en el calentador, taconeó de acá pa’ allá por la cocina, abrió la ventana
y se mandó un flor de gargajo que le fue a dar justo a la sabiola del enano de
cemento del jardín, se sentó en la silla chueca y me zampó sin vaselina:
- Che Batista, me ortibaron que vas de un tordo de esos que curan colifatos.
A mí se me hincharon las quijadas, una llamarada me empezó a caminar por el
lomo, se me atragantó el gañote y el mate que tenía en la mano se me fue a la
mierda.
- No Teresita, terció La Santa, el Batista va de un psicólogo, que no es lo
mismo.
- Pa’ mí es lo mismo dijo la Tere, pinchando las papas del puchero, pa’ ver si
estaban, justo cuando pasaban por la Broadcasting "Mentira", por la orquesta de
Pugliese y la Nelly Vázquez.
Yo agarré y me fui pa' mi zapie. Como ya me habían amargado el domingo manotié
el funyi marrón, me calcé la daga, chapé el chumbo, saludé a La Vieja desde el
zaguán y enfilé de lo más fulo pa’ la yeca. Me acordé del petiso: "A veces es
preciso ser hombre".
- ¿Y a mí no me saludás, che froilán? me tiró la Tere, de mientras La Santa se
secaba los lagrimones con el trapo rejilla.
¡De ser macho muy distintas serían las cosas! le chanté ladiando un cacho la
solapa, pa’ que junara que cargaba la morena. Golpié de a propósito la tapuer a
lo bestia y me rajé pisando fuerte, pero la escuché ladrar de lo más histérica:
"Piantá de aquí no vuelvas en tu vida, no puedo oírte decir tanta pavada, no te
das cuenta que sos un engrupido, otario engominao[15] ".
Rumbié pa’l lado de los talleres ferroviarios de Liniers, a ver si se me pasaba
la chiva, y me patié como cuarenta cuadras de un tirón. Cuando me estaba por
picar el bagre me lo crucé de puro pedo al paciente del Caye, el del tajo en la
jeta. Se estaba morfando un sanguchito de salchichón primavera y queso de
máquina, recostado a lo plasta en un poste del cable, de polainas y tarros
brillosos con taquito de pera, saco oscuro de casimir inglés, lonpa angosto
abajo y pinzado arriba, lengue blanco largón, funyi gris clarito y melena de
poeta. El rufián se quedó en el molde, me relojeó de sotamanga y siguió
mascando. Yo lo encaré de frente, y mordiéndome el bigote con mirada
inquisidora le largué:
- Hace rato que te manyo pelandrún abacanado, decime vos, que también te tratás
con el Cayetano, nosotros ¿somo locateli somo?
- Vea dorique, yo a usted no lo juno ni pintado, y aparte no acostumbro a
chamuyar con extraños en la sagrada hora del morfi, así que usted por su camino
y yo por el mío, ¿me entendió, don?
Me relajó bien relajado. Hay que decir la verdad. Y con bastante clase. Pero yo
no me di por vencido y, trascartón y como si no hubiera pasado nada, lo invité a
una picadita en "El Sujeto Techado", ahí a las dos cuadras de Tellier, un
choboli de décima donde cantan la María Graña, la Shakira, el Gustavo Cerati y
el Daniel Melero. Agarró viaje enseguida.
Dopo de embucharse treinta y seis aceitunas negras, un plato de papitas fritas
de copetín, diecinueve rodajas de longaniza picado grueso, cuarenta cuadraditos
de queso reggianto, cinco platitos de lupines, todos los manises, veintisiete
fetas de mondiola, la bandejita de queso de chancho y dos pingüinos de Chateau
Vieux de un saque sin darme tiempo de manotear ni un cacho e’ queso el
angurriento me empezó a batir que era de Independiente y ex de la banda del
Orejudo Yónatan, tején de mala davi que engayolaban fama de mafiosos; que se
llama Serguei Pankeev pero le dicen Jeta Cortada; que ya iba pa’ los tres
pirulos de análisis ininterrumpido, y que ya estaba por atravesar el fantasma en
cualquier momento ahí me agarró la envidia pensando que su terapia debía ser un
festín. Que muchas veces tuvo ganas de aflojar, pero que se aguantó la cinchada
y que ahora los días que más le disgustan son martes y jueves, porque no le toca
sesión.
También me sinceró que había cumplido un estaro en Sierra Chica por el homicidio
circunstancial de un cuñado suyo que la iba de brígido y descalificaba a la
vieja bocinando por toda la cuadra que los ñoquis le salían reduros. Ahí, en la
sórdida gayola, conoció a un renombrado psicoanalista, sopre porque en un acting
total le había abierto el marote de un hachazo al supervisor clínico. Este
impulsivo lo había iniciado en la cosa freudiana, el supremo arte del karate, la
armonía interior, la autorrealización creadora y a pegar cabezazos como los
tucumanos, por las dudas. Pero también lo tajeó en la jeta de lado a lado con
una púa hecha con un fleje del elástico del catre, porque el Sergio le había
sacado un saquito de té usado sin permiso. Dopo mancusó que después de muchos
años una tarde lo largaron, pa’ su bien o pa’ su mal, y que vagó por esas calles
rodando como una bola, y que pa’ morfar un plato e’ sopa muchas veces hizo cola.
Que aparte de ser de fideos caracoles, de los más baratos, no tenía gusto a
nada.
A punto de lagrimear por lo triste de la historia yo me hice el recio, dije que
tenía una basurita en el ojo y lo apuré con qué carburaba él de la infamia que
me había tirado mi hermana. El farabute se echó pa’ atrás, levantó las cejas,
puso trompa de Sarmiento, dijo "ajá, ajá" y se pidió dos sánguches más, de
lomito bien cortado, y se bajó otros dos pingüinos al hilo de blanco frío de la
casa. Mirándome fijo me largó que él se creía que yo sí que estaba medio
locateli el otro día, cuando irrumpí en el consultorio a las patadas y me dirigí
a él como merlo jetón y recatango. El punto supo tocarme el costado culposo, y
aprovechó pa’ pedirse otros dos sánguches: uno de salame de Milán con mostaza y
otro de milanesa bien completo. Dopo me dijo que el Cayetano le había asegurado
que yo me había puesto así de sacado porque pasaba por una encrucijada jodida de
mi análisis.
- Vea Batista, me dijo por lo bajo haciéndome así con la mano pa' que yo le
acercara el guardabarro, pero el punto tenía un fuego en su respiración que
volteaba: lo-que-no-se-habla-se-actúa.
Como si me hubiera pasado la fija del Carlos Pellegrini el Jeta se tiró pa’
atrás y se puso ancho, y de premio por esta confidencia se pidió otro sánguche
esta vez de de matambre ahumado y un fernet Visconti con cubitos, de mientras
Alberto Castillo, con pechera almidinada y corbata plastrón, cantaba como podía
"Buzón". Sobre el pucho me secreteó que a Marín, De la Mata, Erico, Sastre y
Zorrilla no los para nadie, que quienes tenemos la suerte de analizarnos podemos
hablar de nuestros asuntos, y que por más boludeces que digamos ni se comparan
con la de los locos de atar: "No me confunda aserrín con pan rallado, don
Batista" me batió, de mientras se mandaba los cueritos de la longaniza que hacía
un rato había pelado pacientemente. Aparte me enteré que hay tres tipos de
rayetis: el loco depresivo, el loco divertido y el loco de mierda, y que yo no
entraba en ninguna de esas grandes categorías nosológicas. Y no sé cuántas cosas
más pregonó el punto pa’ convencerme que por ir a un psicólogo nosotros no
éramos ningunos pirados, y que no me hiciera ningún problema.
Hay que limpiarse bien la trompa antes de hablar mal del psicoanálisis, Batista,
se lo digo por su bien, y pa´que se entere la gilada –levantó la voz. Y no se me
deje embarullar por parlamentos al paso y orejeros me redondeó, con el fondo de
"Quiero papita" por la "Orquesta de la Guardia Vieja", ya medio en la merluza.
Dopo la conversa se fue pa’l lado de la banda del Orejudo Yónatan. El punto me
confidenció que son una cafaña de escruchantes, griyeros, bagayeros, jiqueros,
yugueros, sabatelis, espiantadores, levantadores, cuenteros, biabistas,
madruguistas, fanas del globito y empedernidos sangradores de fasos.
Es tejenaite de La Quema, habitués de Olmos, Caseros, Devoto y Sierra Chica, don
Batista, se juntan con el Pibe Cabeza, el pardo Santillán, Mate Cosido, el gordo
Valor, el Pibe Villarino, Chicho grande y Chicho chico, el reo Escáriz Mendez,
el Loco Prieto, el Pichón Laginestra, el Tigre Millán y otros malandras de la
pesada, toda mala junta de frula, furca, malvaca y matraca. Van a escuchar a
Fiorentino, a Vargas y a la Fabiana Cantilo, se chupan cientos de botellas de
cerveza mejicana con rodajitas de limón, contándose chismes y anécdotas de
taquería y tribunales en el boliche de Augusto El Romano; un ambiente de lo
peor, vea Batista. Por eso yo me abrí y me hice arrepentido. Pero esa banda de
sanguinarios y facinerosos faloperos, forajidos de la peca y delincuentes por
sentimiento de culpabilidad prefiere llamarme "As de cartón y batidor", y me la
tienen jurada. Pero hacer psicoterapia con el Cayetano me sirve pa’ bajar el
nivel de angustia se conformó el vivanco con aires de burlón y compadrito,
juntando y embuchando las miguitas del último sánguche y el pingüinito de
Riesling bien frío del estribo.
Después se prendió un Saratoga, se mandó un flor de provechito que dejó atónita
a la rante concurrencia y voló varios desprevenidos chambergos, me saludó
discretamente y se tomó el piro. No sin antes mandarse de paso por el mostrador
cinco huevos duros con fondue au fromage y otro cuartito de blanco, pa’
bajarlos. Yo alcancé a parar la oreja cuando le batió a la sordina al de la
caja: "Esto anoteseló al paganini que está allá sentado". Yo le iba a decir
algo, pero me quedé en el molde cuando me acordé del petiso: "Siempre es mejor
la apariencia del boludo discreto, como que no está enterado de que es boludo,
antes de ser un boludazo en serio y aparte hacer bandera de boludazo."
Dopo de garpar como buen boludo todo lo que morfó y chupó el otro, me volví pa’
las casas. Un poco más tranqui pero secolari y con un ragú de la gran puta,
porque el que te jedi no me había dado oportunidad de clavarle el diente ni a un
lupín.
De mientras entraba al rioba alcancé a ver en el cielo una nubecita con forma de
un Doble A sobre el alma del suburbio, adonde el gordo Pichuco y su orquesta le
daban con tuti a "Tinta verde". El gorrión con gomina me hizo así con la zabeca,
como siguiendo el compás, y cabeceó a los muchachos Reynaldo Nichele y José
Stilman en violín, Juan Fassio en contrabajo, Juan Miguel Rodríguez y Roberto
Yanitelli en bandoleón y Orlando Goñi al piano que sonreían sobradores y
cancheros. Como aquella gloriosa noche del 1º de julio de 1935 que debutaron en
el "Marabú".
Cuando llegué ya la Tere se había ido, pero había dejado un collar de cristal de
roca sintético como de siete metros y un sombrero de plumas pa’ La Vieja. Y
muchos saludos pa’ mí. De mientras acariciaba las plumas artificiales símil
faisán que lo que tenían de bueno era que no se ponían mustias por la humedad y
siempre quedaban flou La Santa no se aguantó más y me batió entre grandes
lagrimones:
Cuando la Teresita se fue a vivir sola a ésa pensión pa’ estar más cerca de la
fábrica yo no sabía que le iba a ir tan bien, pero lo que a mí me preocupa,
Batista, es que la pobre esté tan, pero tan solita.
- No se me aflija vieja le devolví, que si alguno se llega a querer propasar con
la Tere se las va a tener que ver conmigo cuando llegue la ocasión. Pero ahora
dígame vieja: ¿no le sobró alguna cosita del puchero?
(a Edmundo Rivero)

9. Novoa
LA
CASTRACIÓN NO ES JODA
Ese día había morfado perdices rellenas de foie gras y castañas con dulce de
membrillo, carbonada a la carmelita, berenjenas en escabeche, locro soufflé,
lechón arrollado, tres platos de ratatouille, un poco de guiso carrero, bastante
pulenta con pajaritos, crêpes suzettes, buseca gratinada con papas noisset y un
sánguche chiquito de pastrón glacé con toast au caviar. Pero pa' mí que me
cayeron mal las almóndigas de fruta abrillantada con azúcar impalpable del
postre. Aparte La Vieja estaba cabrera porque le había puesto las alpargatas
bigotudas embarradas arriba del sillón nuevito de punto capitonado, y no le
había ni probado los timbales de arroz con achicoria. A la nochecita me tocaba
sesión, y aunque tenía revoltijo en la cocina y andaba relapado, ni se me pasaba
por el mate pegar el faltazo.
Me fui como pude y con las galochas, porque a lo lejos se veía que se venía un
tormentón. Los pendejitos jodones del pasillo querían emporrarle un
rompeportones a un sapo, como no podían por el pertuso probaban por el buzón.
Aparte habían escrito en la pared con carbón : "Llame a las cosas por su nombre,
al marroco llámelo pan, al quebracho llámelo tinto y al rengo llámelo cojo".
Jacinto Bertolotti venía a los santos dopes desde fondo con un yiro a caballito
rebenqueándolo con la cartera. Los dos vestidos nomás que con queseras. Y con
una mamúa de no creer.
Ese día yo no estaba muy parleta, pero le chamuyé al Caye del tano de la
carnicería, hombre laburador si los hay, pero según dicen las alegres comadres
del rioba lengüetonas y cizañeras hasta decir basta supo ser carne de reja con
frondoso prontuario, terror de taqueros, oficios, sardos y botones. De verlo
así, escuchando a Raúl Garello entre una lluvia de azotillos, entrañas, bofes y
quijadas en su carnicería "La Ternerita psicosomática", a mí me daba no sé qué
al pensar que se había despachado unos cuantos sin boleto de vuelta. Cuando iba
a hacerle los mandados a La Vieja y el carnicero chairaba la cuchilla filosa pa’
filetear milanesas, o casaba el serrucho güesero, yo por las dudas reculaba un
cacho pa’ la puerta.
La lumbrera del Caye supo encaminarme pa'l lado del finado de mi viejo, Julián
Benengeli, curdela viejo, maula malevo de los de antes, campeón de bochas,
fanático de Luis Miguel, Miguel Montero, los Bulls de Chicago y laburante en el
sector achuras del Lisandro de la Torre por más de cuarenta años, antes de
firmar el pase pa’ la fábrica de bombachitas y corpiños pa’ aspirantes a modelos
"El dulce encanto de la bulimia". Calzaba rabiosa y fariñera de una brazada con
el gavilán en forma de "U" y empuñadura nacarada con incrustaciones de amatista,
topacio y obsidiana.
Mi recule con el tano tenía que ver según el Caye con el cagazo que yo tenía de
pibe a que mi viejo me llegara a cortar con el caronero cuando me hacía tenerle
la sandía arriba del banquito pa’ que él la parta bien al medio. El se ponía
como a tres metros con el facón agarrado con las dos manos apuntando pa’l techo,
y pegando tremendo sapucai, con registro de barítono, se abalanzaba enloquecido
gritando: "¡Sostenémela bien fuerte Batista, que a ésta la hago moco de un solo
tajo!" Vaya uno a sabe lo que sublimaba. Yo me cagaba en las patas, porque
aparte de temblarle los garfios siempre volvía cansado de la fábrica chiflando
"El día más largo del siglo", y con flor de esbornia. Aunque la verdad es que
nunca erró una.
De mientras el Caye paraba la oreja desparramó unos tachos por el sopi, le puso
la funda a la PC y a los periféricos y abrió el paraguas, porque se había
largado a llover de golpe y el consultorio tenía bastantes goteras.
Ibamos en eso cuando escuchamos el bombazo. Por la banderola abierta que daba al
pasillo entró de emboquillada la zabeca del sapo que los jopendes habían hecho
reventar, y que justo vino a dar encima del teclado de la computadora, que al
toque la rebotó justo en la trucha del tordo. Más rápido que bombero, mientras
tanto se limpiaba el enchastre que le había quedado en los mofletes, el Caye
aprovechó la volada pa’ batirme:
- Ahí está Batista, hablando justamente de la castración.
Yo jamás me senté a la retranca en análisis vea, pero al escuchar esa palabra
tiré las manos al bulto y cerré las gambas lo más cerrado y apretado que pude.
Un frío helado como de cien cubitos juntos me empezó a caminar por las paletas;
la carbonada, el locro y la fruta abrillantada me empezaron a jugar al subibaja
del gañote al buyón que la iba de maraca y los goterones me retumbaban como un
concierto de bombos en la sabiola. Me vinieron las arcadas y no pude más: ahí
nomás, al pie del diván, largué los chivos. Menos mal que había una palangana
que el tordo había puesto por las goteras, y la emboqué de pedo. El Cayetano no
tuvo mejor idea que batirme sereno, de mientras le pasaba un trapito al teclado
y tiraba la zabeca del sapo de vuelta por la banderola, puteando a los pendejos:
"Bueno che, la dejamos pa’ la próxima, qué joraca sería de la angustia sin los
psicoanalistas". "Y vicerversa" le retruqué canchero, pero aterrado. Y
apretándome la de mear con todo.
Salí en cuatro patas del consultorio. Los pibes del pasillo que querían repetir
lo del rompeportones con una bataraza ponedora me fichaban gatear abajo de la
lluvia a lo mamerto como diciendo: "En qué cosas andará". Apenas pude levantarme
me fui agarrando con una mano de las paredes, porque con la otra me seguía
apretando el tobul por la impresión. Me parecía al Cachafaz, el Tarila, el
Petróleo y el Virulazo juntos haciendo piques, punteos, raspadas, media lunas,
cortes, ganchitos y acomodos, pero en vez de hacer figuras en la pista yo me iba
agarrando la de mear patinando entre los charcos. Una costurerita percalera, que
ya estaba pensando en dar aquel mal paso cualquier día de esos, me encaró de
pura bronca y ambivalencia y, revoliando el paraguas plegable de Taiwán, me
empezó a gritonear :
¡Váyase de acá, sexópata berreta y degenerado inmundo, que en este barrio somos
todas chicas decentes, por el momento!
Un caferata marcha atrás, que paseaba cantando bajo la lluvia un setter irlandés
color champán con las orejitas teñidas de fucsia y mantita de matelassé al tono,
me batió meloso:
- Macho, si es tan urgente yo te puedo dar una manito, me llaman El Maleno, y
según dicen los muchachos soy de lo mejor pa’ los favores. De mientras el
pichicho no dejaba de torearme enloquecido yo reculé y le largué al pulastrón
que por mí no se molestara.
Otro otario me señaló una vieja pared del arrabal y boqueó a lo pánfilo que ahí
iban a mear todos los choborras de cuarenta cuadras a la redonda, y que no me
hiciera ningún problema.
Pa’ colmo de males sin querer pasé por la esquina de "La Auténtica Puñalada"
desde lejos un olor a espanto me enloqueció y al hacerme a la idea de que en
cualquier momento me podía cruzar con la terrible banda del orejudo Yónatan y
cómo joraca iba a hacer yo pa’ pelear con una sola mano se me pararon los pelos
de tapún y salí rajando a lo canguro de ese rioba de mala onda. Como a las
treinta cuadras, y pa’ no seguir abajo de la lluvia, me metí en un choboli
supermoderno, repleto de computadoras y de nombre rarón: "Cybercafé El Software
Atormentado", y enfilé pa’l fondo. Por suerte estaban pasando al Cacho Castaña
cantando "Garganta con arena" y había bastante minaje. Unos puntos de funyi y
lengue que jugaban en las computadoras y chupaban birra en la mesa de al lado
empezaron a quejarse fuerte, pa’ que se escuche, de que el tango de antes era
alegre y el de ahora medio tristón, que se perdió la serenata, la piba de percal
y el mayoral, la canción de cuna de los arrabales y toda la pulenta de Arolas y
Bazán. Los de la mesa de enfrente, de camperas de cuero de manga corta y
tatuajes que decían "Motherfucker", "Santa Milonguita" y "San Benito de Palermo"
adentro de corazones sangrantes, se sintieron aludidos y les tiraron que pa’
ellos Colángelo y Piazzola eran el alma del Buenos Aires de ahora que quiere
florecer como el pastito que se arregla solari pa’ cogotear la luz entre los
adoquines, y que el gotán, como muchas otras veces, cambió pa' su bien, que ya
los del veinte, del treinta y del cuarenta habían llorado su velorio, pero la
canción porteña sigue viva y coleando. Y si no que se saquen el toscano de la
oreja y escuchen a la Camerata Porteña, pa’ después hablar. Y como uno de los de
antes les hizo una mueca burlona, otro de los de ahora le batió con saña:
- ¡Y si es mucho pa’ lo que te da la baldosa escuchate al Horacio Salgan, al
gordo Fat Fernández en "Naranjo en flor" o a Daniel Baremboim en "Otoño
porteño", gil engominao!
- ¡Y vos, hijo de, escuchate "La Rayuela" por el Sexteto De Caro y bailate, si
sabés, "Felicia" por D’Arienzo, que pa’ lambetear orillas amargas, pero con
estilo, ya lo teníamos al Di Sarli, otario con arito! le retrucó el de
enfrente, parecido al Tito Lusiardo, esquiyado y casando una botella por el
cogote.
Ahí nomás apartaron mesas, sillas, hardware, un pibe que vendía estampitas y
pelaron los cuchillos. Yo, junando los filos brillosos abajo de las luces
dicroicas, estaba cada vez más hecho mierda, y medio que casi me prendo con las
minas que hilando moco empezaron a pegar unos gritos aterradores. Ya se estaba
por armar fulera cuando el rana de la caja puso un disco de El Mudo, con tanto
orto que justo la embocó en el surco de la mágica estrofa que aquieta y embelesa
corazones: "Mi Buenos Aires querido..." Los puntos tiraron los fierros, se
abrazaron como buenos choborras, se batieron que se amaban con la empalagosa
melancolía de Julio Jorge Nelson, y se sentaron más relajados a terminar de
escuchar al Bronce Que Sonríe y seguir chupeteando, concensuando en alternar uno
de la Nelly Omar y otro de la Adriana Varela. Yo me arrinconé en mi lugar y me
apilé en la mesa pa’ que no se me notara el cagazo. Y aparte pa’ que no se viera
que me la estaba agarrando. Parecía que el troesma Manzi me chamuyaba despacito:
"¿No ves que están bailando...? ¿No ves que están de fiesta...? ¡Vamos que todo
duele, Batista!"
Pero cuando me estaba por pedir mi caña y un matrimonio con mucho chimichurri
viene una naifa cyberguía que estaba bastante fuerte y moviendo el regio
panarito como un flan Ravana, me chimentó con el faso colgando del buzón:
- Macho, si se te escapa yo personalmente te la atajo, pero soltala de una vez y
dejá de toquetearte que me espantás a la gilada brígida. Ahora batime: ¿se te
canta o no enchufarte a lo mamerto a la red de redes pa’ chatear y boludear un
cacho?
Yo le batí que no sabía qué joraca era eso, a lo que la nami me retrucó al
toque:
- Si querés estarte afuera de sistema y te rajás de la globalización vas a
quedarte llorando en el barrial como un otario, el mundo entero enfila pa’ la
excelencia de la arroba, macho, los muchachos reos y llorones como vos ya
fueron, ahora lo que corre son los ranas alegres, optimistas y cancheros.
- Vos dejame nomás con mi gotán, mi nostalgia y mi yuyo amargo, que es mi manera
de ser y mi carné, pebeta, si en esta perra davi le baten excelencia a diez
ranas con guita que se ríen a costa de noventa giles laburantes, y eso te hace
cagar de risa, reíte vos sola si te gusta, pero no me pidás que encima me ría yo
también le batí sobre el pucho, y salí picando pa’ cualquier lado de mientras
los discutidores se agarraban de vuelta. Pero esta vez la cosa era entre el
Pedro Laurenz versus Rodolfo Mederos.
Desorientado me refugié de la tormenta en la tapuer de un tugurio de
nostalgiosos, una tangolería under bastante mistonga; cogotié pa’ adentro y juné
a la Beba Bidart cantando con todo lo que le daban los discos: "Yo soy de
Almagro". Ahí me ubiqué donde estaba y enfilé pa’l arrabal.
Llegué a mi querido rioba como pude: blanco como un culo, arqueado, mareado y
refalando en el barro. Por dos días no salí de la zapie, pa’ que no me viera La
Santa con las manos ocupadas. No me la soltaba ni pa' agarrar un mate, vea. Metí
la daga a dormir en el ropero y aparte agarré cuchillas, cuchillos, cuchillitos,
puñales, dagas, tijeritas chinas plegables, facones caroneros, sierritas pa’
calar, serruchos, sevillanas, alicates, hoces, bisturices, cimitarras, yilés,
sacapuntas, abrecartas, espadas, bayonetas, guadañas, sables corvos, arados,
trinchetas, yataganes marroquíes, machetes recurvos, guillotinas y todo lo que
encontré con un poco de filo, lo puse todo en una arpillera y lo enterré en un
pozo como de cinco metros que cavé al lado del paraíso del fondo.
Cuando a la semana La Vieja me preguntó por qué joraca le había tirado la
tijerita plegable china que compró en el 103, le batí que porque a las armas las
carga el diablo.
(a Cátulo Castillo)

10. Diego
LA
MARISEL
Una noche volvía de "El Trébol" de timbear con la barra y me la encontré a La
Vieja media depre echando unos lagrimones. Resulta que había espichado una tía
de la Ñata, la casada con el Beto, el ahijado de la Pocha, la vecina de la otra
cuadra. Y había que llegarse hasta el velorio pa’ no quedar mal.
Yo venía pa' la mierda de la sesión de la tarde, porque estaba laburando el tema
de la castración y aparte en el feca no me había ido bien en el pase inglés.
Pero igual le hice caso a La Vieja, me morfé a las apuradas un cacho de coqauvin
con una sopita velouté, me puse la pilcha oscura y el lengue de las iniciales.
Ya iba a manotiar la daga del fondo del ropero pero todavía no se me iba del
todo la impresión, así que casé la manopla pa' la zurda, la cachiporra pa' la
derecha y me calcé el bufoso en la sobaquera, porque el lugar adonde íbamos
quedaba en el hondo bajo fondo adonde el barro se subleva cada dos por tres,
estaba minado de bouncing betty[16] disimuladas entre los cascotes, era de fula
rantería y curtía larga fama de bravo y camorrero.
Nos fuimos con La Santa esquivando a los saltos la cantidad de sapos, culebras,
caimanes y axolotes albinos que había traído el temporal en un mismo lodo y
todos manoseaos y chamuyando de como la parca está emparvando gente hoy en día.
En el camino nos encontramos con el flaco Sarampión y el cabezón Moretones que
iban pa'l mismo lado escoltando a sus madres. Las tres santas se pusieron a
criticar la brutal carestía de la vida, la falta en plaza de la buena corsetería
fina y a pasarse las recetas de los buñuelos de berro con miel y crema pastelera
y las croquetas de seso de alondra con azúcar negra. Nosotros nos dedicamos a
sacarle un poco el cuero a los del gobierno, a chamuyar de minas, a reflexionar
un cacho sobre la levedad del ser y la brevedad y misterio de la existencia, y a
contarnos cuentos verdolagas. Pero a la sordina, por respeto. Dopo el flaco que
traía una baranda a perro insoportable nos confidenció agrandado que ya disponía
de nueve ovejeros alemanes, quince pequineses enanos, dos siberianos medios
boludos y cuatro cocker pa’ empezar a forrarse.
Loro va, cura viene, llegamos al velorio. Quedaba en una esquina al lado de la
vieja herrería "Le Cheval Baiseur", que había sido alguna vez punzó. En la
vereda había unos alazanes mufados por la cola que tenían que hacer pa’l
recambio de herraduras. Pa’ colmo el herrero le estaba haciendo un servicio de
apuro en el cordón a unos matungos parejeros, que de mientras chamuyaban pestes
del Carablanca, aprovechaban pa’ morfarse con mucho disimulo una corona apoyada
en un ficus, que algún perejil se había olvidado de entrar.
Apenas pudimos entrar a los pechazos limpios las viejas enfilaron pa’l lado del
jonca a llorisquear un cacho, pa’ cumplir. Nosotros casamos al voleo unas
copitas de anís rebajado con agua pa’ que alcance y pa’ que los curdas no
aprovechen y nos sentamos en un banco frailero de una galería perfumada de
glicinas. Al ratito ya nos habíamos terminado de contar todos los cuentos buenos
que sabíamos y ya presentíamos que se venían los malos, así que nos estábamos
por pirar pa’ un almacén rosado como revés de naipe, donde en la trastienda
conversaban un truco, y que un rana funebrero de ahí nos avisó que había a la
vuelta; se llamaba "L'amour est un caillou riant dans le soleil" y se armaban
flor de trifulcas de mientras El Feo que canta lindo le daba con tuti a los
versos reos del Cele Flores, el Yacaré, José Pagano, Carlos de la Púa, Eduardo
Giolardini y Luis Alposta. De repente juné por la ventana de reojo pa’ adentro y
la ví. Resaltando en el medio de una bandada de viejas, cartones y lorenzos
estaba Ella.
A mí se me hizo cuento que eso era un velorio. Entre el oleaje de las calas, los
vientos de los gladiolos, la serenidad de las palmas y la majestuosidad de las
achiras veteadas parecía la reina de las sirenas entre el lujo y los brillos de
un salón bacán de las luces del centro. Sus ojazos eran como dos faroles que
salpicaban de verde el cachuzo y sombrío callejón deshabitado de mi alma. Sus
manos: dos palomas que temblaban de frío; su piel: magnolia que mojó la luna. Yo
sentí que algo adentro mío se me removía fiero. Y se me fue a la mierda la
copita que tenía en la mano. Menos mal que estaba vacía.
- Vayan nomás muchachos les tiré a los gomías, haciendo la seña del ancho de
bastos y del siete bravo, rascándome las hornallas, chiflando "Taquito militar",
haciendo rayitas en el sopi con la tapún del botín y tosiendo adrede, todo
junto. Los púas lo casaron al vuelo y se borraron al pique guiñándome el ojo,
bien a lo canchero. Yo me metí pa’ adentro y empecé a revolotear alrededor de la
naifa como moscón de fiambrera, y en cada vuelta me le arrimaba un cacho más. La
papusa garaba estaba quietita pegada al jonca, tenía un vestido de muselina
rosado, dos trenzas atadas con cintas argentinas y junaba tristona la jeta del
fiambre. Recién me apercibía que la del sobretodo de madera era un vejestorio
como de cien pirulos. La papa tenía una pulserita dorada con el nombre grabado,
así que se la viché bien y me apiolé que tenía que batirle "María Isabel".
Cuando me le puse a tiro le disparé de atriqui con mi labia copada y entradora:
- No somos nada, vea señorita.
La paica ni mú.
- Hoy estamos, mañana no estamos, María Isabel, qué le vamos a hacer, me jugué.
Ahí la nami pegó la vuelta y me cruzó la vista con unos tremendos farolazos.
Olía a "Jour de Glorie". Yo sentí que se me arrugaba el orto, que me latía el
cogote y me temblaba la papada. La mosaico se ve que no se aguantaba más y me
largó entre suspiros y medio llorisqueando:
- Era tan buena la pobre...aparte yo no soy señorita y me dicen Marisel, y pa’
mi desconcierto agarra y se me tira encima pa’ pucherear un poco. Yo por afuera
estaba más duro que una momia, pero por adentro me caminaba una comparsa
batuquera tirando papel picado a la marchanta. La fulana, de mientras se me
colgaba del cogote, se echó pa' atrás y apoyó el pan dulce en el jonca pa'
llorar a gusto. Yo me le arrimé un cacho, como pa’ protegerla, y ahí se armó el
gran quilombo: jonca, fiambre, palmas, crisantemos, velones, unas viejas que
pasaban por ahí con las copitas de anís y la nami prendida como garrapata a mi
cogote fuimos a parar de culo al sopi en un revoltijo funerario.
La muerta apareció como a punto de levantarse de la siesta, con la mortaja
chingada y sacando una gamba del jonca. "¡Milacoro, milacoro!" empezó a bocinar
una tana desorbitada tirándose de las crenchas. De mientras yo me sacaba una
corona que me vino a caer como argolla en el balero, manotié al boleo pa’
sostenerme de algo, y justo voy y en el entrevero enchufo los garfios ahí adonde
no se debe. La catriela se lo bancó a lo duquesa y no dijo ni media palabra,
pero de rabeti najusé que se puso toda colorada. Mi viejo siempre me decía:
"Cualquier hombre, Batista, alguna vez en su vida mete la pata, los Benengeli en
cambio, pa’ hacer cagadas siempre metemos la mano."
Como a las tres de la madrugada terminamos de armar el velorio de vuelta. Quedó
de la banana, pero tuvimos que encolar y encajarle un par de clavos al jonca de
yomería, por las dudas. Repartimos pañuelitos descartables a granel pa’ que la
concurrencia sensibilizada se despachara a gusto y le cosimos un siete a la
mortaja. Después le pedimos disculpas a la finadita y terminamos en la cocina
con la nami chupando mate con estragón hasta el amanecer, aprovechando unos
capelettis caseros recalentados y un panaché de queso a la crema que se había
preparado la vieja dos días antes de entregar el rosquete.
Ahí la mina me chimentó que la había criado la difunta. Que de pebeta quiso ser
bailarina de flamenco. Que estudió con las monjas. Que se casorió toda
ilusionada con un taita que después le resultó chupandín y fajador, y aparte se
le había ido con otra. Pero que de eso prefería no acordarse. También se
deschavó que ahora que podía seguía a la Azucena Maizani, a los Soda Stereo y al
Quinteto Pirincho a todos los recitales, y que estaba terminando un curso de
oratoria y otro de tarjetería española por correspondencia.
En una de esas se recuerda lo del quilombo por el sopi y me bate que se sentía
arrepentida de haberse apoyado de culata en el jonca, pero que no lo había
pensado y que pa’ ella eso había sido una desgracia. Yo, junándola musa y sin
desperdiciar el momento pa’ cancherear prendiendo los fósforos en la suela del
timbo como se lo había visto hacer al Caye, y mandándome la parte de misterioso
le largué:
Eso no fue una desgracia sino un acto fallido, vea Marisel. Como usted quería
tanto a la finada no se bancó que se la tengan que llevar pa' la Quinta del
Ñato, así que su inconciente armó ese quilombo como una piolada, pa’ salirse con
la suya de cualquier manera. Pero no se haga problema que la finada desde el
cielo la va a entender y perdonar. El inconciente es como un pibe encaprichado,
no entiende razones.
Si es así me deja un poco más tranquila, ¿pero cómo sabe usted todas esas cosas,
Batista?
Antes de retrucarle tiré unos redondeles de humo pa'l techo, crucé las gambas
como el Cayetano, me acomodé el lengue pa’ que se vieran mis iniciales, la
semblantié en tren de bien canchero y junándome triunfalista la cutícula de las
uñas le largué así nomás:
- Es una larga historia, vea, yo de esto sé un poco porque me analizo.
- ¡Ah!, dice la naifa, de seguro que va de un analista por asuntos de amores
contrariados.
- No, le chanto yo, pinchando un capeletti bien armadito y acercándoselo a sus
carnosos y humedecidos labios carmesí, voy pa’ conocerme un cacho nomás. De
amores ando pata y sin compromiso.
- Igualito que yo, dice la nami, antes de embuchar y atragantarse con el
capeletti, toda colorada.
Meta chamuyo se nos pasó la noche, y después del entierro en el cementerio de
Flores a eso de las doce, doce y media la acompañé hasta el pueblo de Haedo,
adonde vivía con dos pendejos en una casita blanca rodeada de malvones,
madreselvas, retamas, claveles del aire y naranjos en flor. Los pibes estaban en
la vereda cortando una serpiente de cascabel en rodajas todas iguales. Apenas
vieron a la vieja se le vinieron al humo a colgarse de las polleras.
- Estos son mis dulces querubines, Batista, me tira la paica.
Yo pispié a los jopendes y sobre el pucho les largué que de pibe como ellos en
vez de descuajeringar ofidios me divertía bajando buenas palomas con la honda.
Los críos se entusiasmaron y empezaron a bocinar que ahí a la vuelta había un
montecito de eucaliptus lleno hasta las pelotas de torcazas, pero que ellos no
sabían cómo mierda se armaba una honda, ni sabían tirar. Era lo que yo estaba
esperando.
- Bueno, vea le digo a la nami, me voy pa’ las casas a torrar un cacho, pero el
domingo que viene vengo a enseñarle a estos pipiolos como se hace pa' bajar una
torcacita con la honda, poniéndole bien los puntos. La papusa no se hizo la osa
y me retrucó que me esperaba con la pavita calentita, pa’ unos mates. Le di la
mano, saludé a los pibes y reculé derechito pa’ mi arrabal.
En el camino venía haciendo laburar la pensadora, entre tanto menjunje me había
olvidado La Vieja en el entierro, justo en ese rioba de gerontofóbicos
pendencieros y cuchilleros; aparte cuántas cosas más tenía pa’ contarle a mi
analista. La mano se recordaba del lugar que se había metido. Y me parece que
quería volver por ahí cuanto antes.
De mientras pensaba todo esto alrededor mío volaban en redondo unos pájaros
perdidos, chiflando y dándosela de púas. De mientras yo inflaba los fueyes de
aire fresco el de la zurda pedía urgente rienda y pista pa’ correrse otra
carrera. Lo tuve que sofrenar, a ver si todavía...
(a Julián Centeya)

11. Palito
LA
SOMBRA DEL FINADO
Cuando voy del Caye dopo del velorio me sentí raro, contento y confundido, todo
junto. Jacinto Bertolotti venía rodando por el pasillo abrazado a una doñajuana
y con una careta de Batman. Atrás lo seguían tres loras con el culo al aire y
caretas de Liza Simpson cagándose de la risa. Todos con flor de tranca. Se ve
que alguno había borrado el otro grafiti del pasillo, pero en el mismo lugar los
pibes habían escrito con aerosol: "Seamos realistas, pidamos lo imposible: que
nos dejen practicar voyeurismo en el quilombo"
El tordo me tiró que los velorios son todos iguales, y que no hay como una buena
kermés o los corsos de la Avenida de Mayo pa’ levantarse regias minas; que lo
que yo tenía era un julepe de la gran puta de que me pasara con esta papusa lo
mismo que con la otra. "Igual que si te quemaste con leche, che, cada vez que
ves una vaca te acordás de los cuernos", me sentenció con cierto monto de ira y
de crueldad. Dopo, de mientras se olfatiaba el sobaco y más serio que niño
cantor bocinando el gordo de Navidad me chimentó: "pero vos no te hagás ningún
problema Batista, total la mujer no existe". Pero como no casé muy bien lo que
me quiso decir me aclaró: "¡Cuánta razón tienen "Los Parranderos", Batista,
cuando dicen que la mujer es como el auto y hay que saberla manejar!"
Yo le chamuyé de los chiquilines y que iba a ir a armarles una honda; que me
había olvidado a La Vieja en el entierro; le parlé de la tana y el griterío; del
jonca por el sopi; de la casita blanca. Pero sobre todo de la mina, de sus
trenzas, la pulserita y sus ojazos. Y del hijo de mil putas del ex.
- Date cuenta Batista, a ella la cagaba a palos el dorima, borrachín como tu
viejo, vos te identificás con los pendejos porque proyectaste en esa naifa a tu
propia vieja. Atrás del rencor que le agarraste al ex está la sombra de tu
viejo, el finado Julián me largó todo junto y sin vaselina.
De mientras el tordo me batía todo esto yo me acordaba de las largas ausencias
del Julián las bochas le daban la oportunidad de viajar y conocer otros lugares,
desde Monte Grande hasta las costas de Malabar pasando por Samarkanda,
Carapachay, Karakorum y Berisso, pero cada vez que perdía un campeonato cuando
volvía se la agarraba con la Teresita y conmigo, y compulsivamente nos cagaba a
palos. Y después, con la excusa de que el mate estaba frío, le encajaba una
zalipa a La Santa. Yo entonces me iba a esconder al excusado pa’ no escuchar
llorar a La Vieja, y a veces me dormía acurrucado al lado del pozo. Debe ser por
eso que ahora no me banco el olor a mierda y me gusta usar tiradores.
Recordé la vida de purrete en el conventillo de la calle Olavarría alumbrao a
querosén siempre galgueando, a La Santa doblada en la batea lavando ropa pa’
fuera, de mientras el choborra campeón de bochas con tracción a caña se la
pasaba gastándose la guita, chupeteando entre el concierto de cuchillos del
choboli, jugando a la perinola, al culo sucio, a la casita robada y haciendo
apuestas a ver quién meaba más largo. También seguía todos los partidos de los
Bulls de la NBA porque decía que tenían que ver con nosotros ya que eran de
Chicago y tenían un toro en la camiseta, y acá tenemos a Nueva Chicago y a los
mataderos. Eran tantas las necesidades que nos hacía padecer el Julián que de
recién nacidos con la Tere no teníamos más remedio que compartir el chupete. Así
que mientras uno se la pasaba posta chupando, y a veces se hacía el dormido, el
otro junaba al satisfecho lleno de ansiedad paranoica, voracidad y envidia. Por
suerte La Vieja tomaba el tiempo y no permitía que ninguno se pasara de bovina.
Una vez, me recuerdo, después de haber ganado muchos torneos, campeonatos y
minitorneos con presentaciones y giras por todos los clubes de jubilados y
pensionados del Cono Sur, le ofrecieron la presidencia honoraria del Tribunal de
Faltas del All Stars Boching Club, y ahí el Julián derrapó como piantado. Empezó
a batir que las bochas le chamuyaban y le mandaban unos rayos de energía. De
mientras La Vieja lloraba y rezaba desconsolada en el fondo pa’ que no lo vengan
a buscar del hospicio, él meta darle charla, invitarlo con budín de pan y
cebarle mate al bochín en la cocina. Pero se le pasó el brote cuando la comisión
del club le retiró el ofrecimiento y le bajó puntaje por comportamiento bizarro,
fabulación delirante e interpretación errónea del bochín.
Ese día salí pa’ la mierda de sesión. Los recuerdos se me venían y me entraban
como a caballo en las piezas de un sueño. El tordo me lo batió posta: "La vieja,
Batista, es una cosa que se juna, que se embroca y que se manya, el viejo es un
bolazo que te tragás, pero en algo tenés que creer". Me fui a patear por el
Bajo, enfilé pa' Avellaneda, me chupé unos vinachos con una provoleta en la
pizzería escayiata "Los Tres Registros", tiré pa' Morón, agarré pa' Chacarita,
de ahí me fui derechito pa’l "Café de las Trifulcas" de Olivos y volví, ya de
nochecita, a Mataderos pasando por Quilmes, adonde me morfé unas porciones de
zapi de cancha con pulpo y calamares de dorapa en el "Café~Bar~Minutas The Rape
of the Lock" y me bajé cuatro pingüinos escuchando a la Susy Leiva en "Sombras
nada más" y un poético pero aburridísimo monólogo de Tom Lupo. Dopo patié pa’l
sur que, como todo el mundo debe saberlo, empieza al otro lado de la Avenida
Rivadavia.
La Vieja todavía estaba enculada porque la había abandonado en el velorio: se
tuvo que volver en coche de alquiler a la romana con la Ida Bauer, la vecina que
siempre anda con el catarro. Yo no sabía como joraca hacer pa’ encararla y
batirle que el domingo también la iba a dejar plantada con la raviolada, así que
me encerré en la zapie a chupar unos mates con cebollita de verdeo y a escuchar
a Carlos Molar en "El Porteñito", por Radio Municipal, que estaba pasando al
Sexteto Mayor.
Me puse a pensar en la papusa, golpeada por la vida, cacheteada por la
desgracia, pero entera de carrocería todavía. En los pibes, fruto de una pasión.
O de dos pasiones mejor dicho, y ahí me vinieron unos celos de la gran puta del
ex dorima, ese turro neura, borrachín y machista, golpeador, manijero,
estafador, perversón, obsesivo, pichicatero, malandrín, psicótico, batistela,
forro, psicopatón, y por ahí hasta medio trolebús si me apurás. Aparte me enteré
que se había rajado con una tal Lulú, un yiro del Doque que un viejo verde
estuvo poniendo en pedo con "Cuvée Mumm" extrabrut por más de siete años. Yo me
preguntaba: si la Marisel era tan buena nami, ¿por qué mierda el tipo se piró
con una yiranta? A mí la percanta me gustaba, NoToda, pero me gustaba. El asunto
era que si me engrampaba ¿qué iban a decir La Vieja, el tordo, la barra, los
pebetes, la Peggy y todo el rioba? La Voz del troesma Julio Sosa batía desde la
biofase de mi angustia y mi dolor: "Vos sabés que yo no quiero que mi chamuyo te
ofenda, es que tengo mucho miedo que me falle el corazón". Y me hizo lagrimear.
Pero me hice el recio y me lo aguanté bien a lo macho.
"No Batista me batí buscate otra papa, sacate este beguén, con la tapín que
tenés el hembraje budinero se te viene al pie". Meta dar vuelta en la catrera no
me podía apoliyar. El finado Julián, La Vieja enculada, la nami, los pibes, la
difunta y el hijo de mil putas del ex me daban vuelta como calesita y no me
dejaban pegar un ojo. Me recordaba que el Caye me había batido que el
inconciente tiene forma de chamuyeta y que por más que te emperrés en quedarte
musa siempre algún fato te va a joder en los adentros. Yo tenía, pa’l caso, un
BocaRiver en la baldosa, así que terminé de madrugada chupando mate con hojitas
de albahaca solari en la cocina. Se me hacía que tenía la naifa enfrente que me
decía con su adorable vocecita: "Yo también ando pata en amores, Bati". De
mientras la mano se recordaba otra vez del lugar en que se había metido. Y me
batía que quería volver ¡urgente! pa’ ese güín. Y si le daban paso cuesta abajo
en la rodada por otro lado también.
Como no hay cosa más fulera que andar alzado y sin hembra pa’l desahogo agarré y
me fui a apoliyar. A la tardecita me llegué hasta "El Trébol", pero no había
nadie de la barra. Uno de los yoyegas, de mientras descolgaba furioso un cuadro
medio yiome de La Pasionaria, me tiró indignado: "¿Usted se da cuenta de la
maldad de mi socio, Batista?, todos los días me saca el cuadro del generalísimo
y me pone el de esta vieja", y ahí se ablandó y me empezó a mancusar de su
tierra con lagrimones. Y ya se estaba por enganchar meta y ponga con historias
de la guerra cuando por suerte cayó el dientudo Gargajo arrastrando al viejo
ciego con flor de pedo encima que se lamentaba: "No tengo ni lazarillo pa’
llegar de noche trayendo las quejas de un viejo violín y encima me verduguean
batiéndome fantoche por mi rara silueta de flaco rocín." Yo le batí al Gargajo
que precisaba gamba y que lo hiciera por La Vieja sino lo hacía por mí. Después
pusimos al puntual parroquiano en una mesa con tres tubos de caña, pa’ que
mezclara las penas con un cacho de alcohol, y enfilamos pa’l "Canadian" de
Montiel, a ver una de la Sarli, y sobre el pucho a pegarle al frito, primero a
PlayWoman, en la Recoleta, pero como no lo encontramos al Cacho nos fuimos pa’l
tradicional lupanar de Villa Madero "El Falo Vivaracho", que sabía tener buen
bramaje verdadero, carnudas, sarpadas, querendonas, bañadas, entalcadas, con
CUIT y aprobadas por Bromatología, el Pasteur, Agricultura y Pesca y la
Asociación de Psicólogos de Mataderos como aptas pa'l goce masculino.
Más relajado me volví pa’ las casas de mientras el Gargajo se mandaba la
redoblona. La Vieja ya había empezado a aflojar el encule y me estaba esperando
con unos mates con barba de choclo y bolas de fraile con dulce de leche. Pa' no
dar puntada sin hilo, y de mientras removía la tierra del potus limón y le
encajaba hormonas pa’l crecimiento, me empezó a trabajar la moral con qué bien
que me vendría a mí ir de la vidente ciega. Cuando me acordé del churre y la
escupidera con forma de cuerno de la abundancia el dulce de leche me empezó a
dar asco. Ahí La Santa cambió el paso y le empezó a echar la culpa de todo al
psicoanálisis, de que yo le andaba comiendo poco y que no me acordaba de nada:
"¡De todo te olvidás!, anoche dejaste acá sobre el piano, que ya jamás tocás, un
poco de tu alma...", me musitó La Santa con clase, pa’ echarme metafóricamente
en cara que me la había olvidado en el entierro. Aparte empezó con que el diván
le ocupaba mucho lugar en la cocina y que ella hubiera preferido ver un
almanaque de gomería en mi pieza antes que la foto de un viejo barbudo y
estirao. Ya me iba a salir seguro con la perra Laika, la pastora Deborah y la
angelóloga, así que la dejé pagando con el jarabe de pico y me rajé pa’l feca.
Pa’ evitar otro conflicto vincular. No hice más de dos cuadras cuando me acordé
y me apercibí de los viajes y las largas ausencias del finado. ¿Se rajaba por
hijo de puta o porque no se aguantaba más a La Vieja? "Si todo fuera tan
sencillito, Batista, pa’ qué carajo estaríamos los psicólogos" me decía el tordo
siempre que yo salía con una cosa así. Algo me batía adentro que pa’ contestarme
propiamente yo tenía que tirar primero un montón de preguntas y que, como decía
Cayetano: "No importa si fallás más de un tiro, en este juego no es como en la
kermés que te dan nada más que tres pelotas pa’ voltear los tachos, acá tenés
todas las que querés, y aparte la cuestión no es voltear los tachos sino seguir
tirando, Batista."
Los ñeris, anoticiados de lo del velorio, empezaron a tirarme que las separadas
son flor de vivas pa’ enganchar buenos muchachos como yo. Que los ex siempre
andan pegando la vuelta por ahí arrimando el carro por el asunto de los pibes, y
si pueden las convencen pa’ otra despedida más. Que se confidencian entre ellas
en la peluquería: "Total con el ex una no jode a nadie". Que el mayor sueño de
sus vidas es levantarse a todos los machos juntos del Golden de Esmaralda al
1000. Que me dejara de carburar en esa atorranta separada, vaya uno a saber a
cuántos muchachos de ingenuo y noble corazón como el mío habrá embalurdado pa’
sus pérfidos, malévolos y satánicos fines. Que es preferible conseguirse una
buena piba de delantal almidonado y florecida como glicina en el arrabal, sin
ningún problema y de su casa. Y que si la nami separada me gustaba, y me daba
calce, que la aprovechara pa’ salir del paso, pero que tuviera ojo de no
pescarme la chinche. Y que no sea gil y me dejara engatuzar por un pasajero
juguete de ocasión.
El sábado a la noche todavía seguía pensando el asunto de la Marisel. Me la pasé
tres horas junando la mecánica celeste y la luna menguante desde el fondo y
haciendo laburar la pensadora. ¿Me convenía o no la paica? Conjeturé que sí,
después que no, otra vez que sí y otra vez que no. A la final ¿qué mierda de
compromiso tenía con la mujica ésa de cuarta? Vaya a saber uno por qué no le
duró el dorima. A ver si el de la zurda me hacía trampa y dopo la taba me salía
de culo. "Mañana no vayás un joraca, Batista", me chamuyé pa’ mí. Y me fui a
torrar al diván como a las tres de la mañana.
Pero esa noche tuve un sueño. En colores y de fondo la jaula rezongona del Pedro
Maffia. Yo era un purrete y discutíamos con la barrita en la tapuer del
inquilinato a ver a quién de todos le daba más bola la Dolores Haze de la otra
cuadra, y quién meaba más largo. En eso viene mi viejo de la fábrica, contento
porque le había acertado al 14 a la zabeca y a los premios, y me bate: "¡Che
Batista, preparate pa’l domingo, que te llevo a que conozcás un obelisco que
pusieron en la calle Corrientes, y aparte te voy a comprar pochoclo,
chinchibirria y maní con chocolate, y después te voy a llevar al Italpark y el
Parque Japonés!". Yo, pipiolo que nunca había salido del rioba, no me lo podía
creer y me mandaba la parte con la pendejada rea de brava fulería, sobre todo
con un tal Juanito que le batíamos "Culo e’ fierro", que se daba dique porque la
tenía más grande que cualquiera, pero en contra le tenía un cagazo de la san
puta a los yobacas. "¡Dequerusa la merluza!, ¡Isolina la corvina!, ¡El domingo
me piro pa'l trocén con mi viejo y vos no", le chanté en la jeta pa’ forrearlo y
pa’ que se enchinchara. Y él, sin mosquearse, me tiró que ya conocía de punta a
punta el obelisco: "Es la cosita que tiene la ciudad pa’ hacer pipí". Siempre
salía con esas cosas raras el Juanito. Pero cuando llega el domingo y voy a
preguntarle al jovato a qué hora salimos pa'l trocén, el choborra me saca
carpiendo, ya se había patinado todo el vento escolaseando en el boliche. Yo, de
la bronca y pa’ llamar la atención, agarro una damajuana de kerosén, me la echo
encima y me prendo fuego, voy corriendo pa’ la cocina y le bato: "Padre, ¿no ves
que estoy ardiendo?", y el insensible, que se estaba relamiendo con unos
congrios a las hierbas, aprovecha y se prende un pucho en mi piojera. Me dieron
ganas de achurarlo, vea.
Me desperté al alba con el lucero en alto. Empilché, me di la biaba en el lope
con tragacanto, saqué la daga del ropero y me la calcé, le escribí con tinta
roja en un pelpa a la javie: COMPROMISO IMPONDERABLE IMPIDE MI PRESENCIA FISICA
EN LA RAVIOLADA. Me anoté en otro papelito pa’ acordarme de adornarlo urgente al
setenta y seis[17] . Fui hasta "El Cañón", la mejor del rioba, compré ocho
docenas de facturas surtidas y enfilé derechito pa'l oeste. Pa’ no defraudar a
los pendejos.
(a Juan C. Altavista, "Minguito")

12. Docena
PA’
QUE SEPAN COMO SOY
Con la fresca, sin apuro y a tranco parejo por el camino real, en un cacho
estaba en Haedo. Los jopendes ya hacía rato que me aguantaban sentaditos en la
vereda. Apenas me junaron a lo lejos vinieron a alcanzarme con el grito
acumulado de tanta soledad. Y de mientras me revolotiaban alrededor chamuyando a
los gritos y revoliando el walkman, la Marisel se asomó más linda que un sol a
la tapuer con las trenzas al viento, el mate en la mano y el gato entre las
patas. Y me dio vuelta. El de la zurda me patió a lo redomón arisco. Trascartón
les armé la honda a los pibes con una horqueta de encina bien pareja y la fuimos
a probar al montecito. Voltiamos ventiseis palomas monteras, ochenta y cuatro
torcazas y un pájaro semi campana recién arribado de Villarrica, Paraguay.
Después, en un santiamén, le arreglé la canaleta, ajusté la cerradura, le cambié
el cuerito a la canilla, cementé unas baldosas flojas, bañé al gato persa,
destapé el pozo ciego, limpié bien el gallinero, le configuré la PC, podé los
árboles y corté todo el pasto y la ligustrina.
En un ratito de descanso y mientras tanto chupábamos unos mates con orégano y le
dábamos a las ensaimadas, los sacramentos, las palmeritas, los polvorones y las
bolas de fraile, yo pelé la daga pa' desarmar un despertador de yomería que no
sonaba, y mientras tanto escuchaba en "La Primera Cadena Gigante de Emisoras de
todo el país y de América" a la Ranko Fujisama cantando en japonés "Mama yo
quiero un novio" con Miguel Caló y su típica, le tiré a la grela como quien no
quiere la cosa:
- En esta casa hace falta un hombre, vea.
- ¡Ay, sí Batista!, pero tiene que ser alguien que se dé maña con las manos,
como usted, me retrucó al toque.
A mí se me patinaron los tornillitos por el sopi, se me desenroscó la cuerda y
la tapa de atrás salió volando a los santos pedos por el aire. Los pibes
entraron justo a mostrar un chingolo, todavía pataleando, que habían bajado con
la honda. El gato se le fue al humo. La nami, mientras tanto preparaba el morfi,
me empezó a chamuyar de su pasado, de las horas amargas que tuvo que aguantarle
al hijo de mil putas del ex, de sus sueños partidos por el hachazo de la
desgracia. Yo no daba pie con bola con el relojito de cuarta. Los pibes vinieron
de vuelta haciendo gran quilombo pa’ mostrar una calandria despatarrada. La
paica se enganchó con la historia de la finada abuela. Trajeron una urraca
viuda. Me parló de su vieja. Una gallareta tartamuda. Recordó su primera
comunión. Un carancho rengo. Chamuyó de su viejo. Un lechuzón copetudo. Del
viaje de egresados. Un buitre almizclero. Del profesor de gimnasia de cuarto
grado. Un águila bicéfala.
Yo seguía meta armar y desarmar el despertadorcito de mierda, pero las tripas
empezaron a chillar cabreras, así que nos pusimos a lastrar una boullabaisse a
la provenzal y un guisacho de mostacholes deshuesados. De mientras los jopendes
se atoraban por contar sobre la honda, los pájaros, el montecito, las piedras y
el águila impresionante, todo a la vez, la nami se veía que había puesto el
rollo del profesor de gimnasia y que no iba a parar hasta que termine Yo me puse
a pensar un cacho en La Vieja, lastrando solita los ravioles de jamón y verdura.
Pero enseguida se me pasó y cuando terminamos el postre de vigilante y el aspic
de frutillas me puse con el bobo de vuelta.
Ahí le chamuyé yo. Del Cayetano. De La Vieja. De la barra. De la Tere. De
aquella que me hizo tanto mal. La nami me cebaba mate con perejil y yo dale que
dale con ese tacho de décima. Sin preguntarme nada me dejaba que le chamuye de
lo que me iba saliendo, pero ya iban como pa' seis horas y media que estaba con
el tornillito que se me piantaba y la cuerda que se me salía; se me subió la
mostaza y en un arrebato lo revolié pa' tirarlo al joraca por la ventana, pero
la nami me chapó del brazo y toda colorada me largó:
- Tranquilo Batista y venga a arreglármelo otro día, que todo lleva su tiempo.
Un rayo misterioso había hecho nido en su pelo. Yo sentía pa’ adentro que aparte
de la comparsa batuquera tenía ahora un carnaval carioca desfilándome por el
sambódromo interior, con escolas do samba, mulatas con los limones al aire, una
carroza quemada siempre se les quema una y hasta Pelé y Kanu disfrazados de
Papá Noel.
La embroqué de lleno en los faroles. Parecían más verdolagas que en el velorio,
le agarré la mano blanca, que tenía olorcito a agua florida, y le batí:
- Vengo el domingo que viene.
Armé a las apuradas el reloj pa' no perder las piezas, le di cuerda por si las
moscas y me fui a saludar a los jopendes. Estaban en la zapie desplumando un
cóndor pa’ dárselo al toga ya le habían pelado el cogote, de mientras se cagaban
de risa mirando a Ren & Stimpy en la tele. Ahí aprovecharon pa’ manguearme que
vuelva otra vez a enseñarles las señas del truco, romper nueces con el taco
pera, levantarse minas como July y Mary, ladiar el funyi y explicarles qué
joraca era eso del psicoanálisis. Le di la mano a la naifa y me las tomé.
Como a cuadra y media escucho el griterío de lo pibes desde la vereda:
- ¡Batista, el bobo anda, el bobo anda!
Yo me batí pa' mis adentros: "Bueno Batista, te llegó la hora". La brisa me
traía corazonadas de campo, dulzura de las quintas, memorias de los álamos, y
las Tres Marías titilaban orondas desde el azul del cielo, adonde me parecía que
el troesma Piazzola, de mientras le sacaba chispas al Doble A, me hacía así con
la sabiola, canchereando.
(a Celedonio Flores)

13. La
yeta
MOTIVO
SENTIMENTAL
A partir de ese día yo me iba pata y pata pa' Haedo todos los sábados, domingos,
días de huelga y feriados. Los pendejos hacían estragos en la fauna voladora; la
Marisel, al embrocarme, hacía salir el sol aunque estuviera garuando. Su risa
era un cascabel pa’ mi silencio, y a mí, nada más que adivinar sus moños, sus
trenzas, su boca carmesí, sus mejillas, su ropita interior y su pubis angelical,
se me baboseaba el alma. La Vieja se empezó a poner cada día más cabrera, cada
vez que podía refunfuñaba: "Me engrupiste bien debute con el cuento e’ la
tristeza, decime si yo merezco lo que me pensás hacer..."[18] La barra no me
veía más un pelo me enteré por chusmeríos que campaneaban la silla vacía y se
batían entre el fulero desencanto y el agrio resentimiento: "El amigo que es
amigo siempre y cuando le convenga..."[19] Al Caye tampoco no le gustaba mucho
la cosa. Empezó a tirarme que la mina era buena guiya pa’ mi síntoma y que hasta
capaz que me había engualichado; que los pibes me tenían hecho un paquete y
atado con moñito; que cómo joraca podía hacer una cosa así, sin tener en cuenta
la opinión y sensibilidad de La Santa y de la barra. Y hasta se recordó
vengativamente de aquella vez que le hice un escándalo y le rompí la tapuer del
consultorio. Pero yo, por primera vez en mi runflera vida, tenía dos pibes que
esperaban sentaditos pa’ aprender cosas de mí. Y alguien pa’ regalarle tapados
imitación armiño, frascos de perfume "Rosa de Francia", "Kenzo" y "Placer del
fantasma", perlas negras de Borneo, higos secos de Alejandría, ají picante de
las Molucas, aletas de tiburón capuchino, tapices baratielis del Once y el broli
"Le problème de la perversion chez la femme et les idéaux féminins", de Granoff
y Perrier. Y pa’ quererla de verdad. Aparte como me batió el Caye después que se
resignó, pa’ reparar en los pendejitos todas las garcadas que se había mandado
el finado Julián con el susodicho.
La Marisel y los pendejos dos por tres me tiraban de la gualén pa’ ver si yo les
batía algo de mi análisis: "¿A qué número habrá que jugarle si soñás que corrés
en pelotas por la yeca, jovato?", tiraban los jopendes. "¿De dónde habrá sacado
tantas ideas raras ese Freud?", tiraba la Marisel. "Los psicoanalistas esos, ¿no
serán todos unos depravados y degenerados, Batista?", volvían a joder los
pendejitos. "¿Cómo es estar tirado en un diván como chitrulo sin carpeta
largando una atrás de otras las pavadas que te vienen a la boca, eh?", cizañaba
jodiendo la Marisel. Así que una noche que me agarraron parleta senté a los
pibes y al toga que estaba hecho un verdadero cochinillo en el banquito de la
cocina, agarré una fuente de canapés de langostinos à la parisienne, puse a la
grela a cebar mate con coriandro y les batí:
De mi terapia lo que les puedo contar es cómo es el consultorio, ahora lo que se
parla ahí adentro son cosas entre mi terapeuta y yo, ¿me interpretan? Pero si
quieren saber como fue que el troesma carburó todo esto les voy a contar una
historia:
El sopaina Sigmund Freud nació en el pueblucho rantifuso de Freiberg, en una
familia de moiyes bastante pobretones. Pero el viejo de Freud no era ningún
pelandrún: apenas pudo ató los bagayos, casó la jermu y los críos y se tomó el
piante pa’ la capital de la Austria, que era como decir rajarse pa’ las luces
del trocén. Sigmund era un pendejo de lo más despierto, broli que casaba broli
que se manyaba, ya a los cuatro pirulos y de mientras mojaba la galleta en el
mate cocido le carburaba el bocho y se la pasaba jodiendo con preguntas: "¿Qué
joraca voy a ser yo cuando me venga grande, vieja, tordo, boga, botellero o
cafiyio?". "No lo sé Sigmundito, pero por ahora andá a sonarte los mocos y
lavarte las manos pa’ tomar la leche, que las tenés todas negras," le retrucaba
la vieja desde el piletón.
A la final se le dio por la medicina y dopo que terminó la escuela se puso a
estudiar pa’ ser tordo de los nervios. De entrada nomás y después de recibido,
el rana se puso a laburar con unos tordos reos que les batían Brücke y Maynert,
y poco a poco le fue encontrando el gusto por destripar los bagayos que la
gilada tiene encanutados en la azotea. La fosforera de aquellos tiempos en ese
yeite era un tal Charcot de París, un acreditado hipnotizador y rejunado
especialista en minas histéricas. Freud era pa’ esa época un medicucho de rioba,
pero se quería salvar, así que agarró, mangueó unos morlacos y se mandó a París
a campanear cómo laburaba el franchute, pa’ copiarse y hacer lo mismo. Ahí
pispió y relojeó la cancha del Charcot pa’ hipnotizar a las naifas espamentosas
que le caían de a montones. Algunas, dopo de deschavarse parlando hipnotizadas
de sus berrinches, se curaban. "Acá está la papa" carburó el cráneo, pero fallo
al oro y sin un solo lacroze en el griyo tuvo que recular pa’ su Viena querida.
Embalado de ver tanto minaje con problemas de catrera, con las últimas chirolas
que le quedaban le compró un frasco de agua florida y le propuso casorio a una
piba de su casa que se venía afilando desde hacía cuatro pirulos. Pa’ no seguir
mezquinándole alegrías. A ver si todavía se le volvía histérica también.
El rana carburaba salvarse con las espamentosas, que en Viena también había a
carradas, pero como tenía que parar urgente la olla se iba de noche por las rúas
de Viena con una jirafa larga, el tarro del engrudo y la brocha, meta pegar
carteles que decían: "Afamado profesor Sigmund Freud (recién llegado de París):
Cura Total Garantizada de Todos los Yeites Psíquicos usando el Infalible y
Moderno Método de la Hipnosis También se hacen copias a máquina
Refacciones Destapo Cañerías". Pero el púa no daba pie con bola con el
curro: cuando la caía una histérica la hacía tirar en un diván repiché que le
había mangueado a una tía solterona y le batía agrandado: "Ahora cuando yo le
diga usted agarra y se me apoliya una regia siestita", mientras tanto
canchereaba haciendo unos pases mágicos pa’ mandarse la parte. Pero las sofaifas
lo cachaban: "¡Ay profesor Freud!, no me diga que me hizo venir hasta acá pa’
hacerme tirar en esta catrera y apoliyar nomás. ¡Y yo que estaba tan
ilusionada!" Y se le cagaban de risa. "¿Cómo mierda hace el turro de Charcot?",
renegaba todo el santo día mufado el troesma cada vez que hocicaba.
Igual no achicó y siguió emperrado laburando, pero las cosas no le andaban muy
bien. La jermu, enculadísima y medio celosía dos por tres le tiraba: "Sig, ¿por
qué en vez de hacerte tanta mala sangre con esas maniáticas sexuales descocadas
no te largás a fabricar salchichas, que dice mi viejo que cuando se ponga de
moda el pancho va a ser un negoción?". Ahí se sintió un seis totalmente
incomprendido y se le dio por escabiar. En un copetín rasposo que sabía
frecuentar conoció a otra luminaria de aquel tiempo, un tal Breuer, un día que
se fue al sopi de lo más mamado cantando con desaliento: "Cuando la hipnosis que
es grela, fallando y fallando..." El otro se puso a consolarlo como hacen los
choborras entre ellos y al final se terminaron haciendo gomías como chanchos. El
Breuer, que era más grande, le tiraba buenos consejos: "Usted no sabe chupar,
m’hijo, pisa un corchito y ya se me pone en dope como torpedo, lo que tiene que
hacer es dejarse de joder y ponerse a escribir. Y hablando de eso ¿qué le parece
Sigmund si en vez de venir a mamarnos a este bolichón de cuarta agarramos como
buenos tordos que somos y nos escribimos un broli en yunta pa’ ver si chapamos
un cacho e’ torbelo alguna vez por todas?" Así salió "Estudios sobre la
Histeria", todo un batacazo. Pero después se distanciaron. Parece ser por un
asunto de polleras.
Pero ahí no termina la cosa, el sorru siguió en la suya carburando en los
balurdos de las minas espamentosas. A él le parecía que de entrada tenían que
ver con viejos asuntos de catrera: o el punto no responde y la nami se las
arregla solari a lo muñeca brava, o al vesre. A estos primeros casos el troesma
los escrachó como "Neurosis Actuales", pero hay otras: las "Neurosis
Históricas", que tienen que ver con balurdos arrastrados del potiem en que uno
es un crío y tiene berretines con la vieja y con el viejo. A esto el genio lo
escrachó como el "Complejo de Edipo". Lo mejor de todo fue que el cráneo
descubrió que estos balurdos están en una zapie que se llama "Inconciente" y que
por más que porfiés pa’ abrir la tapuer, minga, el inconciente se emperra y no
te da bola. Ahora cuando no lo jodés, por ejemplo cuando soñás o cuando te
trabucás en el chamuyo que son, dentro de los "Actos fallidos", los "Lapsus", se
va al mazo y te abre mansito la tapuer.
Ahí le empezó a agarrar la mano al yeite de la parte de adentro de la pensadora,
o sea el "Aparato psíquico", pero como seguía coleando como barrilete y
refalando con la hipnosis y no quería perderse la guiya ni hacer chantada el
rana empezó a probar poniendo al neura que venía al pie en la catrera y ahí que
mancuse de lo que venga. A eso Freud lo llamó "Asociación Libre", una forma
pulentería, realmente un yumyum pa’ que la gilada se deschave y pa’ hacer pelota
las resistencias inconcientes al laburo fino del análisis. Freud se dio cuenta
que no hacía ninguna falta la hipnosis a lo Tu Sam ni engatuzar al gilerío, y
que con el chamuyo libre te podés filetear de sotamanga al inconciente. Aparte
porque pa’ esa época había mucho chanterío que curraba con la hipnosis, el
magnetismo, el gorro cónico, la telepatía, la varita de ébano, el azul de
metileno y una sarta de brujerías cameleras, y el troesma no quería que lo
confundan con el montón. Todo esto viene a ser un cacho de lo que empezó a
tallar como "Psicoanálisis". Pero es mucho más lungo...
Como la Marisel se había cebado veinticuatro pavas de verdolagas y los pendejos
ya cabeceaban, suspendí la historia. Aparte de chamuyarles de Freud yo quería
enseñarles un montón de otras cosas, ya que tenía la chaucha la quería repartir
con ellos. Me carburé en un ratito una red de seminarios cuatrimestrales y los
anoté en la pared pa' que ellos elijan y se anoten en los que más les gusten. La
Marisel me tiró:
- ¡Pero Bati!, cómo vamos a elegir si de esto no sabemos nada?
- Hablen del azar si les da la gana, pero esto no es moco e' pavo, que cada uno
haga su propio recorrido, pero eso sí, con menos del 75 % de asistencia no habrá
certificado pa' nadie le chanté.
Dopo que llevamos a apoliyar a los pendejos le tiré a la Marisel que era como
bastante tardón pa’ salir, y que me parecía que llovía a baldazos: "Afuera es
noche y llueve tanto", le mancusé cerquita de la oreja. Y que soplaban la
Sudestada, el Zonda, el Monzón y el Pampero como la gran puta, que caían rayos,
piedras y centellas y que se escuchaba un tifón como a las pocas cuadras. Y qué
le parecía si me quedaba a apoliyar ahí por una noche. Pa’ no mojarme los
tarros, porque andaba sin galochas y era una lástima. Empezó que no, que sí, que
no sé, que quién sabe. Pero enseguida me enfocó de lleno con sus tremendos
farolazos verdolagas y me batió serena:
- Bati, qué van a decir los chicos mañana. ¡Y los vecinos!, sobre todo la Irma,
la que pone inyecciones, la señora K. y la vieja doña Isabel de R., que son
todas unas chusmas con una lengua como de siete cuadras. Aparte yo no soy mujer
pa’ una noche nomás me apuró la mina.
- Escúcheme bien le retruqué sobre el pucho de mientras la agarraba de las
trenzas, me quedo pa’ siempre, trépese a esta ternura de locos que hay en mí,
vea Marisel.
La mina miró pa’l piso, se agarró las manitos por atrás y se puso a raspar las
baldosas con las patas. Y moviendo apenitas la sabiola y toda colorada me dijo
que sí.
Y de mientras yo la abrazaba como pa’ protegerla por la ventana entreabierta
entró un cacho de aire fresco con olor a madreselvas y nomeolvides. Y hasta me
pareció que se escuchaba a los Niños Cantores de Viena entonando el "Ave María"
de Schubert y el "Aleluya" de Händel. Pero como grupo soporte, porque después
vino de fondo la orquesta de D’Arienzo rompiendo todo con "La Catrera", "El
Internado", "El Hipo" y "Bien Pulenta": "Estoy hecho en el ambiente de muchachos
calaveras, entre guapos y malandras me hice taura pa’ tallar..." [20]
(a Pascual Contursi)

14. El borracho
ADIÓS
MUCHACHOS
Dos meses después un día volví porque algún día tenía que volver a buscar las
pilchas, y me la encuentro a La Vieja en la cocina cebándole mate a la Tere, que
estaba echa una piltrafa, sin pintar, pitando como loca y con un flor de bombo.
Apenas cogotié por la tapuer y me vio, saltó de la silla, se tanteó la zapán y
echando lagrimones me tiró con un alarido de mezzosoprano con angina:
Hermanito, ¡mirá lo que me hicieron!
Ahí nomás manotié pa’l lao de los riñones y saqué la daga con vaina y todo. La
pelé y le tantié el filo. Sobé despacito la empuñadura con dibujitos de rosas
entreveradas y tachas de bronce. La hoja era acanalada y de acero toledano (lo
sé porque decía "Acero Toledano".) Y en un silencio como colgado de un hilo de
coser, y como si fuera la primera vez, la metí de vuelta lo más despacito que
pude en la vaina empavonada con filetes dorados. Se escuchaba el roce helado del
fierro contra fierro. Lo claro, lo oscuro. La hoja encajaba en la vaina como un
crío muerto en su cunita negra. Ahí nomás asocié que nunca había asociado en mi
terapia que las armas blancas tienen mucho que ver con lo que se hace con la
nami en la catrera. Después me fui hasta la heladera, me serví un vasito de
Rheinhessen Liebfraumilch, corté unas rodajitas finitas de chorizo colorado, me
senté en la mesa, relojié sin bronca a mi hermanita y le largué:
- Vos que estás de vuelta de todo decime: si vas a buscar una peineta a la
tienda, te gusta una, te la probás y te queda bien, pero no tenés un mango y te
la querés llevar igual, ¿pensás que te la van a regalar? Todo tiene su precio en
esta davi, Peggy, y como se dice lo baratieli sale careti.
- Mirá mamá las cosas redículas que me dice este salame me retrucó con el copete
en alto y de lo más histérica.
Me extraña Batista, mirala a la Teresita, tenés que hacer algo terció La Santa,
de mientras lustraba con un trapito con leche las hojas del potus limón.
- Sí, le bato yo, mientras cortaba más chorizo y un cacho de queso de chancho:
salirle de padrino al crío. Y que se quede a parir acá, porque así como está no
va a poder seguir laburando de lo que laburaba. Y que vaya pensando en cambiar
de mena y filo miyio y largar la yeca, que en esta casa somos decentes pero
pobres. ¡Y dejá de chupar y fumar como un escuerzo que vas a ser madre, Teresa!
Las dejé a las minas meta llorisquear y armar la rosca entre ellas, y dopo de
abrirle la tapuer de la jaula y soltar al viejo canario cantor me rajé a la
zapie pa' embagayar mis pilchas, los cuadritos de Carlitos y de Freud, el Winco,
los discos de Max Glücksmann y el poster de la Gloriosa Academia. Cuando crucé
la tapuer de la yeca con los bagayos al hombro tantié que en el mono que se me
había entreverado el broli del Santiago Canal, pero como ya lo tenía relojeado
agarré y lo revolié al jardín, pa’ que no me haga bulto, y justo voy y se lo
encajo de sombrero al enano de cemento del jardín, que todavía tenía pegada la
bola de fraile con dulce de leche y los pingüinos escondidos de la otra vez. De
ahí me piré pa’ "El Trébol", a verme con los gomías. Pero antes pasé por lo de
la angelóloga de la vuelta. Pa’ ver si manyaba por qué carajo La Santa me había
inflado tanto los quinotos.
Era un chalé todo pituco con un cartel fosforescente que decía: "DESTRABES
UNIONES IMPOSIBLES BARATIJAS MILAGROSAS PRIMERA SESIÓN SIN CARGO" y
había una cola como de una cuadra entre agarofóbicos epileptoides, jorobados
voyeuristas, maniqueos hipoabúlicos, hegelianos de centro, cornudos concientes,
eternos masturbadores compulsivos, presocráticos sexoadictos, hiperbóreos
coprofílicos, exhibicionistas mandapartes, el infaltable asténico de digestión
lenta y dieciséis chantunes que laburaban de grupí. Un vendedor ambulante
aprovechaba el gentío y remataba cuernitos colorados contra la envidia, el
reajuste y la globalización, estampitas del Dragón con san jorge, objetos a,
medallitas milagrosas pa’ los que andan carburando en baja, fetiches de
mostacillas y macramé, botellas de Klein, objetos b, campanas de Gauss, el broli
"Sepa la verdad: Moisés no era egipcio: ¡era chileno!", discos y cassettes con
mensajes de difuntos charlatanes grabados en vivo y una variedad de tótems y
tabúes en oferta. Yo le compré garrapiñada calentita pa’ los pibes, una bufanda
con los colores del pabellón nacional y seguí viaje. A verme con la barra.
Esta vez estaba de vuelta el cuadro de La Pasionaria y los muchachos
escolaseaban como podían, porque se habían afanado el ancho de espadas. Faltaba
el flaco Sarampión, que estaba haciendo unos trámites en Devoto por aquello de
los perros pero tenía un boga de prima, y nos pusimos de acuerdo pa’ decir que
estaba haciendo refacciones en el bulín de la calle Balbastro, pa’ no hacerlo
quedar mal. De sota hicimos una vaquita y lo mandamos al Dientudo, en calidad de
delegado, pa’ que le acerque un bagayito con bastante pasto, brillo, un cartón
de Camel, frazadas, una lata de paté de ganso y otra de los palmitos finlandeses
que le gustaban con locura. Dejé mi atadito en el sopi y como el buyón estaba
cabrero pedí una grande de fugaza, otra picante de chacán con jenjibre, seis
porciones de fainá, una Canada Dry con cubitos y puse a los gomías al tanto del
camote y que me había abotonado con la Marisel. Pa’ siempre.
El petiso me tiró ahí nomás que me cuidara de los organilleros, que son rápidos
pa’ engatusar minas de su casa; el dientudo con fervor de Buenos Aires me batió
que no hay como el aire de Mataderos; el Chueco Repisa que ni se me pase por la
bóveda llevarla nunca a ver un circo. De repente se hizo un silencio en la
noche, y el cabezón Moretones que había estado musa me salió al cruce:
- A ver si engulás de vuelta la banquina, che Batista, y te vas a la mierda.
Era lo que yo esperaba pa’ largar mi espiche:
- ¿Y qué? Si yo nunca me levanté una mina pa’ quererla de verdad; si yo nunca me
jugué el de la zurda de veras por otra jermu que no fuera La Vieja, ¿qué gamba
voy a meter? Si he rodáu como bolita de purrete arrabalero y mi davi fue una
milanesa; si nunca se me dio una; si en la mentira de salvarme siempre jugué
todo y nunca tuve nada. Si nos camelearon con la guiye de que hacés lo que podés
y no lo que querés. Nos filetearon los griyos y nos chorearon la verdad. Lo que
hacés no tiene nada que ver con lo que podés, y lo que querés no siempre tiene
que ver con lo que podés de verdad. A mí me cameleó el viejo, el campeón de
bochas me emporró el globo que le vendieron a él, pero entre tanta bocha pifiada
y tanto bochín chingado ya ni se acordaba pa’ qué joraca servía ese globo, pero
igual me lo pasó a mí. Me milanesió La Vieja, sin saber la pobre que me
enchufaba una milanesa que ella ya se había morfado y no le había gustado. La
Peggy, cameleada por todos, no conoció otra cosa que el camelo y no tuvo más
remedio que bancarse el malanfio y dar dique de camelo ella también. Primero fue
la amiguita de un vejete boticario y el hijo de un comisario todo el vento le
sacó[21] , después entró en decadencia y tuvo que empeñar hasta el perfume del
alma. Pero la verdad es que el choborra del viejo y La Santa jugaron las barajas
que tuvieron, y por lo menos no se fueron al mazo. Pero si nos orejearon pa’
ellos y ellos nos enseñaron a jugar, ¿qué partida íbamos a jugar nosotros? La
partida del camelo. Lo único que podían la Peggy y el Batista eran ser los hijos
de La Santa y el campeón de bochas, compartir un pasado ilusorio, jugar pa’
otros carburando que jugábamos pa’ nosotros. Todo un camelo. El domún es un
camelo dando vueltas. Y hasta ustedes muchachos, y me importa un joraca que lo
entiendan o no, hasta ustedes la trabajan de camelo. El rope de la tapuer no te
camelea porque no le da el cuero, no porque le falten ganas. Y el canario se
camelea que está bien adonde está porque si se sienta a carburarlo un cacho
tendría que animarse y rajarse a compadrear con los gorriones. O destriparte el
dengue cuando le das de morfar. Pero como no se anima, o no sabe como hacerlo,
lo único que le queda es dársela de gran cantor. ¿Saben una cosa? Yo me
embalurdé cuarenta y dos pirulos con parada de mascarita creyendo que me ganaba
minas. Y como carburaba que me las ganaba con una fulera y roñosa gloria, ¡gamín
de sacarme el antifaz! Por el cagazo a pifiar el metejón y perder rango. Pero
nadie está pa’l escolaso. Y si todos nos sacamos el antifaz de una vez, ¿qué hay
pa’ perder? Nada más que deschavarse que abajo se nota que tirás pa’ otario y no
te gusta. Pero igual no te hagás ilusiones: en el corso de la vida siempre andás
con alguna careta que a la final te queda bien y aparte te acostumbrás tanto que
ya ni te acordás de la trucha que tenés. Hasta el taranta de la zurda se patina
y caretea. Pero si querés alzarte con el toco no hay más remedio que seguir
peinando y palpitar la racha: jugarte entero aunque planchés después. Qué
quieren que les diga, pa’ mí vale la pena el repechaje y si te quedan ganas
nunca es tarde pa’ un desquite. Pero si se te da la suerte no te agrandés ni
hagás alarde aunque tengás treinta y tres. Pa’ mí la flor que se me dio se llama
Marisel, mina de un paño, derechita y sin revés, y la verdad son esos pendejos
que me aguantiñan sentaditos pa’ aprender de mí. Y yo ya no me banco más ser el
hijo de La Santa y del campeón de bochas, con lo triste de mi noche hice una
hermosa mañana y ahora, casi en la media raya, quiero ser Batista pa' mí mismo,
el Bati pa’ mi hembra seguidora, y el jovato, pa' esos pibes con tanta miyiadura
de viejo. Yo era un grito de rencor en el trágico final de mi desesperación, y
ella fue la milagrosa muñequita de cristal que me enseño a reír y a perdonar. Y
a ustedes muchachos, les dejo el bufoso, nunca me sirvió pa’ otra cosa que pa’
hacer tapín; les dejo mi darique daga, me sirvió bastante pa’ trinchar zochoris.
Nada cambió: les dejo como siempre el de la zurda abierto de par en par pa’ los
gomías. Y me voy temprano porque mañana empiezo a laburar.
Cuando terminé había aparecido la carta robada. Los muchachos guardaron como
reliquia el fierro y el filo, me despidieron con respeto como sacándose todos a
la vez una pelusita que se les había entrado en el ojo. Con un nudo borromeo en
el gañote y ya casi medio entre pucheros. Yo, pa’ no hacerlos quedar mal, tuve
que disimular que ellos disimulaban, y con mucho disimulo casé mis cosas y me
tomé el raje, pa’ no irme de boca. Justo la Eladia Blásquez desgranaba, como pa’
nosotros nomás, "Honrar la vida".
Agarré y enfilé pa’ Haedo, pero antes, de a propósito, pasé por lo de la
angelóloga de vuelta. A la más de cuadra y media que se había juntado se le
agregaban unos cuantos gratas maníacodepresivos, un par de monjas de clausura
que querían tirar la chancleta lo más rápido posible, cuatro nominalistas de
Ciudadela con jeta de estrunzos, dos macrós reconvertidos en sauneros, cinco
mormones fetichistas, una pareja de swingers buscando levante y siete
epistemólogos chantas que pedían descuento por grupo.
Yo me paré arriba de un jonca de manzanas que le manguié al de la verdulería, y
con el cuadrito de Freud bien en lo alto a rompe y raja exhorté a las masas a
rebelarse contra el oscurantismo, las fuerzas del mal, la pura chantada y la
inapelable dictadura del horóscopo chino. Pero me empezaron a chiflar, a tirar
huevos podridos, monedas de la época de Onganía, cenizas de saumerios,
escapularios apócrifos, semillas de sésamo y brotes de soja un poco pasados. El
vendedor ambulante me encajó en medio de la trucha un novedoso crucifijo con
alarma detectora de demonios incorporada, y de mientras lo zamarreaba como loco
empezaron a prenderse unas lucecitas coloradas y a escucharse un "¡bip, bip!"
intermitente; entonces me chantó a los gritos un breve exorcismo en latín
clásico con leve tonada salteña. "Es la consabida resistencia al psicoanálisis
me batí pa' que te vas a hacer problema Batista, es de balde". Y me piré de esa
horda primitivísima.
Cuando crucé el zanjón de Ramos Mejía me puse en bolas atrás de unas totoras y
me pegué un flor de chapuzón pa’ sacarme la roña y la baranda a soja podrida de
encima. Ahí cerquita había unos crotos preparando la ranchada, que al escucharme
empezaron a armar gran batifondo agarrándose la zabeca y gritoneando: "¡Por qué
mierda esta Humanidad desquiciada contaminará las claras aguas del único y
frágil planeta que poseemos!" Pero después me invitaron a morfar unos zochoris
empalados porque no tenían ni una miserable parrillita con una soupe à l’oignon
gratinée y coquilles à la parisienne preparados en una chata cachada que se
habían currado del hospital. De postre tenían gâteau flambée servido a punto en
latas de dulce de membrillo, de las chicas. Todo regado con abundante pernod y
borgoña en unos papagallos achacados del mismo nosocomio. Pero sin un cachito de
corroma porque los linyeras según batieron de sotamanga se estaban cuidando.
Al final nos hicimos gomías, y dopo que me sirvieron un té de jazmín sin brillo
en una lata de tomates y se armaron unos cigarros con yuyo picado y chala nos
pusimos a chamuyar sobre el posmodernismo de las periferias, el brutal impacto
de la World Wide Web, los viejos payadores Gabino Ezeiza, Betinotti, el oriental
Pablo Vázquez y Nemesio Trejo, los audaces estilos de Osmar Maderna, Domingo
Moles y Osvaldo Requena y el post piazzolanismo de vanguardia de Mosalini.
También me confesaron que pa’ disimular la carencia de cubiertos dos por tres se
preparaban un arrocito a la coreana, pa’ poder morfarlo con palitos, que son más
baratos que los tenedores. Y solo de vez en cuando alguna que otra pechuguita de
faisán con salsa suave al champán. Y que siempre tomaban borgoña que se sirve
natural "Porque pa’l blanco no tenemos heladera, Batista", pontificaron. Y todos
compungidos los bichicomas me recitaron a coro, en canon y con ademanes: "Estoy
ciego, mishio, forfait, águila, pato, / sin un duro, viviendo del pechazo, /
estufao, fulería y rechivato, / mal empilchao, sin fasos, pobre gato, / la morfo
precediendo del pechazo"[22] . Y pa’ testimoniar que estaban en el riel trajeron
latitas vacías de paté, en lugar de ceniceros. Y de papel higiénico, después que
la leían de tapún a tapún y la comentaban en grupo, batieron pudorosamente que
recurrían a las páginas de la revista "Caras".
Entre ellos había un vejarano profesor italiano de Filosofía del Derecho, que
incapaz de asimilar las guampas que le metió la jermu con el ascensorista de la
torre de Pisa se largó a ciruja con un bagayito por toda fortuna, y se vino a
pata, ya gagá y bichoco, pa' estas benditas tierras de abundancia. Charla va,
charla viene le cambié mi vieja y amada cachiporra, la eficaz manopla maturranga
y la bufanda de Racing por "La cuádruple raíz del principio de razón suficiente"
de Schopenhauer segunda edición en alemán encuadernada en cuero, un disco del
joven Horacio Molina cuando no cantaba tan bien y un pecho de los buenos de la
Melanie Klein, hecho con crealina y a tamaño natural. Pa’ usarlo como
pisapapeles.
Cuando llegué a mi nueva casa la Marisel estaba haciendo tarjetas españolas de
mientras relojeaba de ganchete "Introduction a l’etude de l’hystérie" de
Rosalato, que se había comprado en el Parque Rivadavia, y me alcanzó un matirolo
desde la ventana. La chusma de la señora K. estaba barriendo la vereda con un
batón de franela pied de poule y me saludó con una sonrisita compradora; tenía
facha de haber tallado de ligerona en su juventud, allá en su tierra, y debía
haber sido la más papa milonguera y la reina del festín, pero hoy manyaba con
sentimiento que así de vieja y sin vento mas naides la iba a querer. No se había
guardado ni un cachito de amor y juventud y pa’ colmo la Dorita ya no le
escribía más.
Yo hacía rato que no tomaba un mate de veras, sin nada de porquerías adentro.
Los pendejos se peleaban por la garrapiñada y ya empezaban a manguearme cinco
guitas pa’ papel de barrilete y que aparte les dictara el seminario 57 el
jorobado del circuito M: "Problemas jodidos de las encrucijadas muy bravas". Yo
colgué los cuadritos de El Cantor y de Freud al lado de Ringo Bonavena y el
Cuarteto Pirincho, pero con el poster de la Gloriosa Academia hubo problemas
porque la Marisel era bostera de alma, así que lo encanuté en el ropero. Pa' no
darle disgustos.
Esa noche morfamos un regio guiso de mondongo al cognac receta del Gato Dumas de
mientras Radio Porteña pasaba el "Adiós muchachos" por Leopoldo Federico. A mí
la verdad se me piantó un lagrimón. Pero después que los pendejos se rajaron a
la zapie pa’ ver un cachito de Beavis & Butthead por la tele antes que arrancara
el seminario, la Marisel aprovechó la volada y me arrinconó en la cocina, me
agarró del cogote y la invitó a mi mano a que se metiera nomás por ahí adonde a
ella le gustaba meterse: abajo del saquito de cashmilón celeste cielo, abajo de
la solera clara de voile con voladitos, y abajo todavía de la infartante seda
negra natural con puntilla holandesa. "Pequeña, te llamo pequeña, mi mano te
sueña...", le chamuyé en la oreja a lo Néstor Fabián. Justo la Tita Merello, con
Francisco Canaro y su orquesta, arrancaba con "El Choclo".
Después vinieron unos tangazos pa’ bailar. Nos campaniamos con brasitas en los
ojos, y al ritmo de Fresedo las gambas si nos fueron solas. Siempre que puede el
gotán aprovecha pa’ prender en la pista la fogarata de un sentimiento que
viborea en cada rincón de la pareja: esos dos tigres escabullidos que carburan
con saña y picardía mientras relojean el morfi que anda desprevenido por ahí.
Listos pa’l amasijo. Las gambas entreveradas se ponen de acuerdo pa’ hacer de la
baldosa la catrera de un alma empomada en otra alma. Y pa’ tener tirante el
alambre de escurrir las penas y bajar por el tobogán de media luna y lucha en la
trabada, pasión en la corrida, ternura en el arrastre y guadaña en la quebrada.
Yo entraba y salía de mi arqueado biscuit con el zaguán abierto de par en par y
mi muñequita a fuego lento subía y bajaba a su gusto entre mis gambas cambiando
figuritas, cuatros y sentadas. Un voleo, un corte, un pique, un giro pa’ la
izquierda, un gancho, un ida y vuelta, una raspada, un infierno prendido a todo
lo que da, jamón, ronco, encordada y dientudo, un cielo fresquito de agua fresca
y otro de agua blanda. No hay labia que alcance pa’ explicar que un tango me
hace perder la calma, y pa’ batir suavecito: "Me muero por vos, mi baronesa de
Wakefield", encandilado por el resplandor de sus faroles. Y encontraba su almita
vibrando y tanteando a lo largo y a lo ancho del cuero de un bandoleón
descangayado que inventa pa’ nosotros la mágica ilusión del nunca más adiós.
Juntando todos los adioses que nos regalaron Santa Cruz, el Pacho Greco,
Bernstein, Arolas, Maffia, Pichuco y tantos otros que le enseñaron a la jaula a
traducir la pena que nos une y el amor que nos desune. La Marisel, hecha un
lapicito querendón, me hacía sentir troesma del pastel y del pincel, pa’ dar el
toque genial en el cuadro del suelo donde talla el querer. Y a la final el
berretín del beso encantado, pa’ espantar tanta puta y fiera soledad de mierda.
Y aunque los pibes y el gato patalearon bastante, suspendí de apuro el seminario
y nos mandamos con la fulana urgente pa’ la pulisa. Porque al otro día me tenía
que levantar temprano, pa’ empezar a laburar.
Como al año la Marisel me dio la sorpresa con un antojo de helado de kiwi con
curcuma no muy picante y tejiendo escarpines escondida en el ropero, porque le
daba vergüenza andar con el globo inflado. El Petiso Carloncho, al enterarse, le
regaló un babero de plush con ositos cabezones envuelto en una poesía dedicada
que nos hizo lagrimear a todos, y que empezaba diciendo: "Percanta: en un
silencio que no me sabrá a tongo durante nueve meses crecerá tu bombo..." Que
también se la había dedicado a la Peggy que había tenido siameses agarrados por
el pirulín, que por el momento el único problema que tenían era ponerse de
acuerdo pa’ hacer pis, y también le regaló dos baberos. Pero de pañolenci y con
pollitos bataraces en fila india.
Con el Caye seguí mi terapia un tiempo más. Ahí casé lo que el tordo me había
batido en un principio: "Pa’ analizarse hay que laburar noche y día como un buey
laburador, porque ojo que hay algunos bueyes que se tiran a chantas, Batista".
Al final, de taquito, a mí se me dio por el estudio. Terminé salita celeste,
jardín, preescolar, primaria y todo el secundario en un nuevo programa especial
acelerado de seis meses pa’ autodidactas en proceso de análisis como yo. Y dopo
me anoté pa’ estudiar de acompañante terapéutico.
Yo extrañaba el análisis y no estaba de acuerdo con el alta, pero fue el Caye el
que tiró la toalla. El último día puso en el tocadiscos "Nieblas del Riachuelo"
por el Polaco, acomodó el florero con conejitos artificiales y la carpetita
tejida al crochet arriba de la PC de paso se olfatió el sobaco de sotana y me
largó de sopetón:
- Bueno che, con el andar del carro se van acomodando los zapallos, así que como
hombre derecho y responsable de la dirección y balanceo de la cura te voy a dar
el alta antes que te me pirés solito. Aparte dentro de poco me tengo que rajar a
Punta del Este pa’ participar en un workshop y trascartón me las pico pa’ la
Polinesia, a hacer un curso de perfeccionamiento. Andá nomás Batista, con la
frente bien alta.
Y de mientras redondeaba el chamuyo yo me daba cuenta que disimulaba un flor de
lagrimón que le iba rodando por el cachete, se le escabullía por la chiva y
seguía de largo por el cogote, arrimando el bochín justo al centro de ese yengue
y debute corazón. Mirando al sur.
Ese día no salí con cursiadera ni rajé pa’ las casas a contarle a La Vieja. Me
fui pateando despacito y derecho pa’ "La Auténtica Puñalada". Me senté y pedí un
tostado de jamón y queso con una Mariposa doble. Había un viejito barbudo de
chambergo, lengue blanco y pilcha toda negra recostado en el mostrador, con un
toscano echando humo entre los garfios y con pinta de rocho jovie, que se
lastraba un choripán con mucho chimichurri embrocando un vasito de Hesperidina
casi sin tocar. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una
piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia. La banda del orejudo
Yónatan estaba escolaseando y jaraneando en otra mesa, y apenas me vicharon me
empezaron a mirar torcido. Como justo estaban pasando a Julio Sosa aprovecharon
la letra haciendo coro, pa’ agredirme gratuitamente: "...Me revienta tu
presencia, pagaría por no verte..." Y dopo le pidieron al camarero que pusiera
un disco de La Voz y canturrearon haciendo palmas: "Tan grande y tan sonso,
haceme el favor, qué jeta de otario pa’ pasar calor, tan grande y tan sonso, no
te puedo ver, en vez de muchacho parecés mujer..." Sobre el pucho una miguita me
pegó en el hombro. Me hice el giliberto. Otra tapita de Cindor rebotó en el
vaso. Chiflé bajito. Un vaso me pegó en las paletas. Miré pa’ afuera. Ahí vino
el camarero y me batió: "No le haga caso señor Benengeli, son buenos muchachos
pero están un poco en copas" yo no sabía que el camarero me tenía manyado. En
eso un cenicero triángulo lleno de puchos me cae en la sabiola. Yo agarré y me
les fui al humo pa’ exigir explicaciones. El orejudo, con un pedo de no creer,
se paró, me semblantió, peló una daga puntuda y señaló pa’l fondo. Yo hacía
tiempo que andaba sin chumbo, sin daga, sin manopla ni cachiporra encima. El
camarero se puso histérico y les empezó a gritar: "¿Cómo se atreven a desafiar a
un hombre desarmado, manga de psicopatones engominaos y charlatanes de cuarta?"
De repente se escuchó el ruido de algo que venía rodando por las baldosas y que
me golpea en los timbos. Era un cuchillito medio mocho y oxidado con el mango de
baquelita todo cachado que el viejo del mostrador había tirado al voleo. La
patota me miraba, y yo levanté el fierro, a sabiendas que agarraba viaje en el
convite. La verdad tenía un cagazo de la san puta, pero ya era muy tarde pa’
recular y no es de hombre el aflojar. Seguí al choborra carburado: "Alguien
chaira en los rincones el rigor de la guadaña". El Yónatan enfiló pa’l fondo
adelante mío como pisando huevos, pero apenas dio dos pasos cayó redondo de la
tranca que cargaba, y le fue a dar justo con la trucha de lleno en una
escupidera repleta de gargajos. De mientras la banda se rajaba espantada
haciendo abandono del jefe caído el Yónatan se revolcaba por el sopi lanzando
los chivos y medio llorisqueando. Yo mancusé pa’ mis adentros: "¡Y a este turro
chupandín redículo le tenías tanto miedo, Batista!". El viejito se acomodó el
chambergo, me esquivó la mirada, pegó la vuelta y siguió morfando el sánguche
recostado en el estaño. Y yo recién ahí me apercibí: la barba toda blanca, los
anteojos redonditos, la frente ancha, el toscano, las iniciales "S. F." en el
lengue. Entre el griterío de la patota, el ruido de los ciclomotores y las
patinetas en la vereda rjando a todo trapo, apenas alcancé a escuchar al
troesma de troesmas que después de embucharse la Hesperidina, ladear el
chambergo y golpear el culo del vaso con todo en el mostrador, se chamuyó como
pa’ él mismo con una sonrisita picarona: "¡Wo Es war soll Ich werden[23] ,
carajo!"
(a Jorge L. Borges[24])

15.
La niña bonita
ANALISIS
TERMINABLE E INTERMINABLE
Como a los siete meses de haber terminado mi análisis, la Marisel andaba otra
vez con la cocina llena de humo ya iban dos machitos y una chancleta y exportaba
tarjetas españolas a toda Asia y Africa, Europa y Oceanía, América y Antártida.
Los pendejos habían sido declarados personas no gratas en todo el territorio
provincial por atentar contra el equilibrio ornitológico, y al gato tuvimos que
hacerle un tratamiento pa’ achicarle un poco la zapán, porque no podía ni
caminar. A la casita toda blanca le agregamos un par de zapies revocadas, dos
biorcis, balcón terraza, cuarto de estudio y biblioteca, vestidor, quincho,
pileta de natación con trampolín olímpico, salita pa’ la timba, sauna,
hidromasaje, galpón pa’ las herramientas y un sistema electrónico
antichacamento, pa’ protegernos del choreo.
La vida me reía y me cantaba, vea. Pero un día leo en la parte de sociales de
"La Voz del Barrio" de Mataderos, un pasquín de cuarta que me llegaba por
suscripción y donde laburaban Last Reason, Roberto Arlt, el Yacaré, el Manucho
Mugica Lainez y Bioy Casares:
~LA VOZ DEL BARRIO~
NOTAS SOCIALES : SUPERFABULOSO VIAJE DE MUY DISTINGUIDO VECINO: El Licdo. SR.
Excmo. Prof. Dr. BERTTOLOTTI, Cayetano, nuestro más preclaro y más distinguido
vecino, que es, a parte, un gran SPICOANALISTA de grán fama, prestigio y
conocido renombre en toda la Capital (CAP. FED.) y SIN UNA SOLA (ni siquiera
UNA) entrada en la 42ª, se está por irse en un (1) VIAJE DE ENSUEÑO para la ISLA
ASOMBROSA DE THAITHI. Ningun otro conocido antes que el DTr. a hido realmente
tán lejos de acá el barrio. Así nos a informado a este, nuestro periódico
"Diario La Voz del Barrio" su apresiado Hno. Sr. Dn. Aftmente. Jacinto, (de idem
apellido que su hno.) cuando llegó a esta redacción para encargarnos que: LE
PONGAMOS 1 (un) RECLAME aprovechando la FABULOSA PROMOCIÓN del diario periódico
"LA VOZ DEL BARRIO" ///Prueben una (1) sola vez verán UDS. que el periódico "La
Voz del Barriodiario" es efectiva///, que aunque sea que el que se ponga sea de
los más CHIQUITOS, ¡ALGO es ALGO! como dijo EL acreditado POETA para esta
abnegada y lírica profesion ¡SAGRADA! de hacer el periodismo. El aviso del SR.
Berttoloti, Jacinto, aparecerá en la proxima edisión, y es del honrado trabajo
que hace él, y este REDACTOR del gran DIARIO: "PERIODICO LA VOZ DEL BARRIO" se
los recomienda a todos Uds. y: Si Hay que Ponerlas, Pone: ¡LAS MANOS EN EL
FUEGO! por lo bueno y excelente que es el Sr.Bertolloti, Jacinto, haciendo Todo
lo que el realiza. Volviendo al licenciado Sr. Calletano Berttollotti: hermano
del sr. Jacinto (hasta ahora Dn. Cayetano ¡NO A PUESTO AVISOS DE PROPAGANDA!),
no el Sr. Jacinto Bertolloti, sino el elocuente Dtr. BERTOLLOTTI, Cayetano. Sí
(en cambio) ha puesto su hermano Sr. Jacinto. Ha puesto 1 (un) reclame, pero no
el Lcdo. Cayetano ¡con TANTOS CLIENTES que tiene!, El Sr. JACINTO BERTTOLOTI no
es ni Drt.. ni Ldo. (como nos ha informado él mismo) sinó que es ¡UN TRABAJADOR
ARGENTINO! Pero cuando el Licdo. CAYETANO retorne de su Super
extraordinaria gran gira, el dR. Cayetano Berttoloti Sí que seguro pone Un (1)
inmenso reclame profesional. El DR. Berttolloti, que se va para la isla
increíble de TAHITÍ: Esta susodicha Isla De Fantasía de Tahithy queda bastante
lejos, más que la inmaculada ISLA MACIEL, más lejos que la isla impertérrita
Martín Garsía, y más todavía que las añosas ¡ISLAS MALVINAS!, que fueron, són y
serán SIEMPRE ¡ARGENTINAS! y ¡SIEMPRE SERAN reiteradamente NUESTRAS!, aunque no
las tengamos nosotros, ni las podamos usar; sí, en cambio, las tienen ¡ELLOS!,
los terribles piratas de la malvada ALVION. Pero que no se crean que son de
ellos, ¡Son De Nosotros! La isla de Tahyhty (en cambio) NO ES ARGENTINA, es
Extranjera. ALLI parece que siempre hace mucho calor, en TAITI, (no en Las
Malvinas Argentinas que siempre cae la helada y hay escarcha en las sanjas). Hay
otras islas más, como la oval isla de PASCUA, la tétrica isla de CEILAN, las
estéticas islas Salomón, la exquisita isla FLOTANTE, etc. En THAYTHI decíamos,
¡SIEMPRE hacen muchos y Grandes Calores, así que las acaloradas DAMAS de TAIHTI
andan (tanto en invierno, que hace calor) (no como acá que hase frío) como
asimismo para el verano que hace más calor todabía) Andan, las damas, decíamos,
muy aireadas y con los... ¡SENOS AL AIRE! Son Costumbres DE PUEBLOS MUY
EXÓTICOS. Aca (en cambio) no tenemos esos Usos y Costumbres, no somos tán
descaradamente exotéricos, somos bastante NORMALES (aunque un poco de
exoterismo de vez en cuando no nos vendría del todo mal). El tal evento (la
partida del DtR.) ocurrirá, en la parte superior (obviamente) del longilíneo
paquebote de bandera boliviana "SA GERBE N'ÉTAIT PAS AVARE NI HAINEUSE"[25], más
conocido por el apodo de "Conte Rosso II", y que es Todo Un Logro del Progreso
Moderno más Actualizado. Dicen que hasta TIENEN DUCHA, CALEFON Y BAÑADERA arriba
de la navemanción de superlujo, vida regalada y contfor a lo Payá Asiático, de
la Hacia Mayor y de la Hacia Menor (porque son dos (2) las Hacias). El rutilante
trasatlántico, supermoderno y con todas las comodidades= ventilador, heladera,
cocina, (estufa no porque en los trópicos hace calor y no la precisan), es un
arrebolado barco muy velóz y INIMAGINABLE de lo rápido que es, no como el
denominado VAPOR DE LA CARRERA, que es muy lento (a pesar de llamarse "De La
Carrera", así habrá sido, pero ANTES, no AHORA : rápido= antes (parecía) ahora=
LENTO) El Drt. Cayetano se irá este miércoles que viene, en el siclópeo
bergantín (no ayer sino el que viene, el de la otra semana=El miercoles de la
Semana Próxcima) La sarpada del gigantesco crucero por su gran periplo será a
eso de la nochecita, desde el dique 4 del Puerto de BS. AS. y Ustedes (UDS.)
pueden llegarse hasta ahí para saludar DESDE ABAJO de la nave inmaculada, sin
lamentablemente poder subirse arriba. Así lo a informado a este
"DIARIOPERIODICO LA VOZ DEL BARRIO" el Sr. Bertolloti, Jacinto, a éste diario
que, ya les hemos explicado A TODOS UDS (y muchas redundantesmente veces), que
los denominados ligeramente "diarios" son los que se venden ¡TODOS LOS DIAS!,
como ser: el "CLARIN" y la ponderada "CRONICA", etc., y que los periódicos
salen períodicamente (cuándo se puede, no como ellos que pueden todos los dias),
o sea que "periodico" no es iguál a "diário", pero es bastante parecído. Por
ello LAS FUERSAS DE LA COSTUMBRE hacen que UDS. nos reconozcan (uds) como un
(1) diario, muy semejante (o similar) (o parecido) al "CLARIN" y la "CRONICA",
etc. etc. "LA RAZON" etc. GRAN PROMOSION DE AVISOS: PASAR POR LA REDACCION .Nave
boliviana: Les recomienda éste (el periodíco) Diario "LA VOZ DEL BARRIO" a todos
UDS. para que estean lo más temprano que les sea posible a LOS FINES de hallar
un buen sitio para poder observar la sarpada de la faraónica nave.
Fdo: Sr. Alcides Durañona, Periodista, redactor EN JEFE de: Sociales,
Gastronómicas y Metereolójicas. Aparte: Corrector, Publicista, Promotor,
Impresor, Armador, Repartidor y Cobrador del Períodico "La Voz del Barrio"
(Diario) de Mataderos.
Dopo de leerme todo agarré y escabullí el periódico en el gallinero pa’ que no
lo vichara la Marisel, y más que nada pa’ que no cayera en manos de los
pendejos, por el tenor de la nota. Hasta pensé en suspender la suscripción por
la crudeza pornográfica del artículo.
Pero lo que más me interesaba era el viaje del Cayetano. Yo quería sorprenderlo
con una despedida posta pa’ expresarle mis gracias por todo lo que había hecho
él por mí, así que empecé a conjeturar como iba a hacer pa’ organizarme. Empecé
por caerme más seguido por el rioba a medida que se acercaba el día señalado.
El miércoles del evento me fui pa’ Mataderos y junté en "El Trébol" ahora con el
cuadro de Franco a todos los gomías de la barra, menos el flaco Sarampión que
seguía encanastado; el Chueco me batió a la sordina: "El sabe que tiene pa’ un
largo rato, la sentencia en fija lo va a hacer sonar, así entre cabrero, sumiso
y amargo la luz de la aurora lo va a saludar". También junté a la Marisel con la
cría, La Vieja y la Peggy con los siameses. Garpé una vuelta de ginebra, pedí
chocolatada pa’ mis pibes y mis sobrinitos, y de arriba del estaño les batí que
era un día muy especial pa’ mí, y que me gustaría que me acompañaran hasta el
puerto a despedir a un tipazo macanudo que había cambiado el norte, el sur, el
este y el oeste de mi vida. La tején me junaba sin decirme nada, pero todo el
mundo se apioló que me estaba refiriendo al terapeuta que me había dado el alta.
El petiso rompió el silencio recitando: "Yo quiero hacer un verso que deschave
bien debute mi modo de mamar...", y cayó redondo de la tranca que llevaba
encima. De mientras La Santa lo abanicaba con el potus limón que traía en la
cartera, el chueco Repisa se subió a una silla y pregonó a la concurrencia que
ése mismo día había tenido la primer entrevista con el psicólogo, un ñato que
tallaba por Villa Freud, psicoanalista de lo mejor, y aparte cuervo fanático
como él. Todos lo aplaudimos, lo felicitamos y le deseamos suerte; el cabezón y
el dientudo, pa’ no ser menos, se mandaron que estaban buscando dequerusa
analizarse ellos también, y que ya habían pedido presupuesto. También los
aplaudimos. La Tere, de mientras les daba un choripán con dos zochoris a los
siameses, quiso reflexionar machacando sobre el triste destino de esas pobres
criaturas amuchadas por el pito: "¡Cómo joraca van a hacer pa' ponerse de
acuerdo cuando empiecen a levantarse minas, Batista!". Un yoyega de "El Trébol"
la consoló batiendo que podía ser lunes, miércoles y viernes pa’ uno, y martes,
jueves y sábado pa’ que elija el otro. Y que el domingo tiren la monedita. La
Vieja, cansada de abanicarlo de balde al Carloncho, guardó el potus limón y
pidió la palabra pa’ preguntar a qué hora había que estar en el puerto y
proponer que también vayan la angelóloga tarotista, Doña Pamela, la pastora
Deborah, la Ida Bauer, la Berta Pappenheim, las madres de todos los presentes,
de toda la cuadra, del todo el florido y lírico arrabal y de todos los hombres
del globo terráqueo de buena voluntad. "Ya que no hay como las madres pa' las
buenas despedidas, vea", batió La Santa con clase. El petiso se despabiló
justito pa’ largar entre lagrimones: "¡Pobre mi madre querida, cuántos disgustos
me daba!", y siguió torrando la mona. Pero su gesto nos hizo reflexionar a todos
los que eramos hijos, a los que lo son, a los que lo fueron antes, y a los que
siempre tienen de hijos pa' toda la vida el corazón.
EL VIAJE
El Gargajo se fue de una corrida hasta lo del turco de la reventa, que tenía un
Bedford todo destartalado y atado con alambre, pa’ ver si nos hacía la gauchada
de arrimarnos hasta el puerto. Al ratito se vinieron con el mionca, que tenía
escrito en el paragolpes de atrás "No tengo apuro" y "Santa y Mártir Milonguita"
en el de adelante. Los de la barra, apenas se acomodaron, pelaron cueros y
repollos y se pusieron a escolasear pa’ amasijar el potiem. Trascartón se nos
agregaron el tano de la carnicería y don Victorio, que a toda costa querían
probar de separar a los siameses, o bien con la navaja de afeitar o bien con la
cuchilla de cortar milanesas, sorteando quién se quedaba con el pito. "Sono de
queste paese e creoyo hasta lo caracuse, e má porteño que tuti lo buzone junto,
vamo a afilare bene la ferramenta speciale e a cortare per lo sano nel pirulino
pa’ finiquitare questa complicazione", batía el tano chairando tranquilamente la
filosa, de mientras don Victorio, que también estaba en la pomada, hacía alardes
del filo de la navaja picando un ladrillo sapo como pa’ hacer un pesto. Pero la
Peggy se opuso rotundamente a los intentos. De prepo se colaron los galaicos,
que por primera vez en cuarenta y dos pirulos se pusieron de acuerdo pa’ cerrar
"El Trébol" a las seis y media de la tarde. No sin antes cargar cuarenta y tres
damajuanas de borgoña franchute, cuarenta y tres de rosé portugués, quince
barriles de birra bien frescolari, cinco cajones de ginebra bien frapé y no sé
cuántas botellas de caña Ombú y Grappa Chissotti, aparte licor de quinotos al
huevo, chinchibirria y naranjada pa' las namis y la pendejada, cuatro barras de
hielo y una picadita de mortadela y queso quartirolo en una taper.
Apenas arrancamos y pasamos por el mercadito se colgaron Doña Rosaura y la Nacha
Regules pa’ que las alcancemos al trocén, adonde se consiguen retazos de pana y
cortes de morley a buen precio, queso Camembert y buena lingerie, aparte todo
más barato. Sin que nos diéramos cuenta se nos trepó de un salto el Hombre de la
Esquina Rosada, sorprendiendo a todos con su nuevo look de gay asumido: piojera
brusheada, enterito de jean con apliques de sarga cuadrillé y ribetes colorados
con un bordado de letras góticas adonde te jedi que decía "Stop Making Sense",
borcegos charolados con taco pera, aros debute, pulsera de mostacillas y el
manoseado osito de peluche color té con leche apretado en el sobaco. Ni lerdo ni
perezozo se le arrimó al chueco que justo había perdido cinco lucardas jugando
al bacará y revoliando las pestañas postizas recién estrenadas le zampó: "¡Isa,
malheureux au jeu, heureux en amour![26] " Y como ya estábamos muy apretados el
ciego del zaguán se subió al techo de la cabina y el Jeta Cortada a caballito
del guardabarro, de lo más canchero y morfándose un sanguchito de tortilla con
anchoas.
Pasamos por el bajo Flores a los santos pedos entonando las alegres melodías:
"Tómese otra copa, otra copa de vino..." y "...Bien plantados sobre las patas un
miércoles a lo varón nos acostamos con las ratas..."[27] Unos ranas gorutas de
ése rioba de buscas, gancheros y yuyetas acaudillados por tres inescrupulosos
que llamaban El Chino, el Pampa Arnedo y Pipo Cipolatti, se prendieron del
paragolpes pa’ ver si ligaban algo, y a la final se vinieron de colados. El
Hombre de la Esquina Rosada apenas los olfatió se les fue encima como abeja a la
miel. Aparte, en el colmo del desparpajo y al compás de "Only you" que tocaba el
ciego, se sacó el enterito y lo revolió pa’ la yeca. Pero abajo no estaba en
bolas, tenía una calza rosa superajustada y una remerita al estilo Samantha, con
el ombliguito al aire. El Gargajo lo tuvo que frenar advirtiéndole que si seguía
provocando así lo iba a bajar de un tortazo. El valerio, ya francamente del otro
lado y de lo más zarpado, lo enfrentó y tiró la mano a la cintura como pa’ sacar
un filo, y el Gargajo, al toque, peló su tremenda daga violinera, pa’
acanalarlo. Todos reculamos por las dudas. Pero en vez de cuchillo el trapo sacó
de debajo de la calza bien de abajo una de esas cosas modernas que llaman de
consuelo. Y mientras se la refregaba al Gargajo por la trucha le batió cagándose
de risa: "¡Araca, hagamos el amor y no la guerra, compadre!" Las minas gritaban
y les tapaban los ojos a los pendejos, el Gargajo ya estaba por surtirlo de un
mamporro y el petiso pataleaba porque en el revuelo habían tirado una damajuana,
y casi se rompe. A la final haciendo fuerza entre todos, y por más que no quería
largar prenda, le pudimos encajar una caramayola en la trompa pa’ que se calle,
le sacamos esa cosa espantosa y la revoliamos pa’ afuera. Justo le fue a dar de
punta en el marote a una tarasca veterana una vieja engrupida de pebeta con
pollera bien cortona que la levantó, la pispió de arriba y de abajo, junó pa’
todos lados, se la escabulló disimuladamente en la cartera y salió rajando con
una sonrisa de oreja a oreja, mientras unos jeropas desconsolados se nos
colgaban del paragolpe pa’ pispiar al de la esquina rosada que se paseba de
vuelta entre la gilada con pasitos de pasarela. Ajeno al mundanal ruido el ciego
desde el techo tocaba melancólicamente el "Danubio azul", el "Vals del
emperador" y "El futuro nos pertenece".
En Puán y Directorio se nos cruzó una marcha de estudiantes de Filosofía y
Letras que demandaban a gritos, con bombos, platillos y pancartas: "¡Fotocopias
sí, libros no!" Unas promotoras bastantes fuertonas nos pegaron en el parabrisas
unas obleas que decían: "LOS DORADOS SETENTA ¡la increíble Librería &
Drugstore de los más progres!". Dos de barbita y carterita al hombro, después de
batir embelesados "Ah! comme c’est beau!, c’est la revolution!", se nos colgaron
del mionca a lo mono, con los ojos desorbitados y boqueando como colifatos que
querían ser actores partícipes y no meros observadores pasivos de la urgencia
social que nosotros encarnábamos como agentes revolucionarios, y que por nada
del mundo se pensaban quedar afuera de la patriada nacional y popular de ese día
de gloria y loor, y honra sin par, en que íbamos a escribir una página debute de
la historia. Aunque después llegaran un poco más tarde a la asamblea del centro
de estudiantes de la facu. Pa’ no darles disgustos los hicimos subir y los
invitamos con un vinito fresco.
En el semáforo de Acoyte y Rivadavia se nos arrimaron dos gestores a ofrecernos
sus servicios pa’ engancharnos en una moratoria trucha. Como nadie entendía ni
mú los boleteros de prendieron con la picadita y la ginebra frapé, y al final se
acomodaron en un rinconcito.
Cerca de Plaza de Miserere un vendedor ambulante le pidió permiso al turco, que
la iba de chauffeur reglamentario, pa’ subir a vender equipos pa’ practicar
esquí acuático tres por un sope y de regalo un peine sacapiojo imprescindible en
el bolsillo del caballero, la cartera de la dama o la mochila del pibe. No pudo
vender nada, pero se entusiasmó escuchando al ciego, que afinaba con "Luz de mi
vida", y se quedó.
Por Congreso nos agarró la marcha de los jubilados con la Norma Plá a la zabeca,
que empezó a exhortarnos a grito pelado que largáramos las doñajuanas que ella
sabía muy bien adonde las teníamos escabullidas. Y que si no las largábamos por
las buenas nos iban a hacer llorar como a Cavallo. Al final los viejos nos
achacaron de prepo casi todo el novi, lo que dejaron los gestores de la picadita
y toda la ginebra frapé. Menos mal que respetaron el licor de quinotos al huevo,
porque el médico se lo tenía terminantemente prohibido, por la presión.
Al pasar por Plaza de Mayo había un vagón de otarios cagatintas de la City
tirándole miguitas a las palomas. Como los del bajo Flores tenían un ragú de la
san puta paramos pa’ ver si podían ligar algo, y de paso pa’ refrescarnos las
patas en la histórica fuente. Los cagatintas miyés empezaron a gritarnos con los
maletines y los celulares en alto: "¡Fauna social, sureños amancebados, turba
vocinglera, forajidos, guarangos, subversivos, desaliñados, muchachones de
barrio, fait maudit, vagos y mal entretenidos, mala junta, libertinos!", y por
fin el remanido, consabido, remanyado y esperadísimo "¡Negros de mierda!" Los de
barbita de la facultad saltaron como leche hervida retrucando de lo más
exaltados: "¡Serán una turbamulta de mersas incultos y roñosos y estar al lado
de ellos será un quemo total, pero en cambio son puros y honrados y tienen un
corazón de oro!", de mientras los del bajo Flores les enchufaban con clase la
tijera de atriqui, pero en vez de mosqueta sacaron machetes pa’ los parciales,
entradas pa' un recital de "Actitud María Marta" y unas chirolas pa’l bondi. Les
metieron todo de vuelta y no los afanaron de pura lástima.
Cuando llegamos al puerto y empezamos a bajar el cabezón Moretones contó
cincuenta y seis cabezas, descontando la gilada del paragolpes, los que iban de
dorapa a los costados y los del techo. Nos pusimos a buscar el vapor "Conte
Rosso II" y lo encontramos estacionado como a las dos cuadras, entre el
portaaviones "USS Coral Sea" y el transatlántico "Ciudad de Chivilcoy". Medía
como ochocientos metros y era más alto que el obelisco, cargaba la crema de
todos los canbas y un toco de cartones, todo era lujo y figuración, y por la
sirena que se escuchaba se veía que se estaba por rajar de un momento a otro.
Desde debajo de junaba una bacanal completa donde corrían ríos torrentosos de
serpentinas, sonaban pitos, matracas, cornetas y maracas a granel; una garúa de
papel picado enchastraba a estribor una pista de roble de Eslavonia, paredes de
brocato, vidrios viselados y azulejos ingleses, y en la proa había una fuente de
mármol Fiore di Pesca repleta de barras de hielo adonde los canbusas estaban
poniendo a refrescar la sidra, el champán Pommery, la Pomona y los barriles del
clericó. Juan Carlos Copes y la María Nieves, Los Dinzel, Benito Bianquet el
Cacha y la Carmencita Calderón, Carlos y la Maricarmen Rivarola y un montón de
bailarines de primera, con las gambas de fiesta, viruteaban debute y sacaban
chispas de lo lindo en un enchastre de lágrimas y rosas frente al mar. Los del
"Nuevo Quinteto Real" volanteaban en el muelle pa’ un recital a beneficio de
unos reos injustamente encanados, y aparte repartían globos promocionales con la
trucha de los troesmas Salgán, Marconi, Agri, De Lío y Giunta dibujados por el
troesma Sabat. La pendejada saltaba de contenta, en tanto la Filiberto le daba
que era un gusto a los gloriosos acordes de "9 de julio".
Yo me entré a desesperar porque no lo veía por ningún lado al Cayetano. La
Santa, la angelóloga, la Berta, la Ida Bauer y Nacha Regules se concentraron pa’
recitar un mantra a ver si aparecía el tordo. Los del bajo Flores se prendieron
a las damajuanas que les dejaron de lástima los jubilados y el Pampa Arnedo le
quería limpiar la chimenea, a toda costa, a la Berta, susurrándole todo baboso:
"Ana, ¡Oh!", de mientras la naifa le contestaba: "¡Parecés un pichicho asqueroso
tomando agua de un vaso, qué asqueroso!" El ciego, de puro sadismo y pa’
divertirse, le arrimaba de cambulina el habano prendido a los globos de la
pendejada, y cuando escuchaba el reventón se disculpaba con fingido pesar:
"Perdón pequeño, pero es que estoy tan viejo y tan ciego, tan lleno de pena, tan
lleno de esplín, y no sé ya si sabés que los ciegos no vemos un carajo y aparte
la sociedad nos discrimina a lo loco". El carnicero y don Victorio seguían
discutiendo qué tenía más filo, si la navaja de afeitar o la cuchilla de cortar
milanesas. Con el cogote inflado y sumamente estrilado el tano le gritó fulo al
peluquero: "¡Voglio dire: vafangulo con la tua navaca, se me ne frega,
pelandrune!", sobre el pucho don Victorio le retrucó con un corte de manga:
"¡Minga, piojo e’ peluca, cocoliche e’ morondanga!". De mientras los separamos
pa’ que la sangre no llegue al río nunca mejor dicho uno de los yoyegas, en la
suya y con un brote de nostalgia porque había visto un carguero de bandera
española, se puso a cantar: "¡Cara al sol con la camisa nueba..!"
LA MUERTE DEL ANGEL
De repente, casi sin darme cuenta, viché pa’l lado de popa y lo embroqué
justito. Apoyado en una baranda llena de banderines de todos los clubes del
mundo, con pantalones cortitos de algodón estampado, una samica de linón
floreado desabotonada que le dejaba la buseca al aire, zapatillas Le Coq, panamá
y lentes espejados panorámicos, el Cayetano chupaba con una pajita de un coco
que tenía en una mano, mientras con la otra le sobaba el pan dulce a una chirusa
de vestido largo de strapless en crêpe gris ceniciento sin breteles y con
detalle de plumas, un aderezo de brillantes Harry Winston en la piojera, muchos
accesorios y fina bijouterie, una copa de MoëtChandon en la mano y un par de
buenos balancines, que jugueteaba haciéndole rulitos en la chiva al tordo y se
reía con una risa loca. Atrás una banda de bronces y percusión ejecutaba el
chácháchá "Rico Vacilón" y un montón de paicas, papusas y paquetones reventados,
liderados por un tal Alfredo Casero, hacían el trencito y relinchaban de placer
al grito de "¡El que no salta es un depresivo y un chabón, no es un bon vivant,
carece de charme ni tiene, menos que menos, savoir faire!". Con tantos saltos de
pirado que el vapor se bamboleaba como una barca ebria.
En una de ésas el Caye junó pa’l muelle porque se le había piantado la pajita y
me reconoció. Justito cuando al ciego se le dio por interpretar "Desde el alma".
Yo, que estaba como a cincuenta metros abajo, me saqué el lengue de las
iniciales, lo revolié pa’ saludarlo nomás, y justo me lo lleva el záfiro. No sé
si de puro pedo, pero fue derechito pa’ lo del Caye, que largando de apuro el
panaro lo chapó al vuelo. La dona del pan dulce, medio con bronca, junó pa’
abajo, y de refilón nomás me apercibí que era la parapsicóloga Raquel
Millerinsky. También me di cuenta que al Cayetano no me lo había mandado ningún
Dios, y que yo había sido secreta y alevosamente derivado por la Raquel aquella
vez en el Once. O sea que entre ellos había una matufia societaria y la mina era
guiya cantada del tordo. ¡Minga de viaje de estudios, se estaban rajando de joda
pa' los países bacanes y coperos de las islas del Sur!
De mientras el capitán ordenaba en dulce aymará levar anclas y soltar amarras,
la sinfónica de Mariano Mores tocaba "Adiós pampa mía"; los muchachos lloraban a
moco tendido, los pendejos de la Tere, los de la Marisel y mis críos pataleaban
por los globos que les había reventado el ciego, mangueando chupetines bolita
con gusto a torrontés; los de barbita totalmente desestructurados y envueltos en
una bandera de Gimnasia y Esgrima gritaban a los cuatro vientos: "Somo tripero,
tripero del Mondongo, y si nos garcan vamo a hacé flor de quilombo!"; los del
bajo Flores se apilaban a la Ida Bauer alguno la llegó a manosear y a la nami le
agarró un acceso de tos de los más bravos; el Jeta lambeteaba la taper vacía de
la picadita; el galaico nostalgioso no se aguantó más y se escabulló de polizón
en el carguero español que estaba bajando 30.000 toneladas de latitas de azafrán
trucho pa’ volverse a su tierra querida, en tanto que el que se quedaba bocinó:
"Menos mal, ¡hace cuarenta años que me lo venía aguantando a este fascista de
pacotilla!" y el trolo de la esquina rosada se les fue al humo a unos
changarines grandotes y sudados chiflando "God Must Be Boggie Man"[28] ,
compitiendo con un par de travas. El Cayetano apartó un cacho a la Raquel, que
no se le quería despegar ni cortar la jauja ni a palos, se secó unos lagrimones
con el lengue de mis iniciales, se olió disimuladamente los sobacos y me tiró de
recuerdo el coco, que era de plático, olía a ginebra y tenía escrito "Made in
Hong Kong" en la parte de abajo. Sacó pecho, metiendo de paso el mondongo un
poco pa’ adentro, y esquivando la mirada fusiladora que le mandé se puso a
vichar filsóficamente pa’l lado de las Azores. Sin pasarme ninguna bola. Yo
tiré el coco a la mierda.
Al son de remotos acordeones que hacían rezongar joya los troesmas Mederos,
Mosalini, Walter Ríos y Daniel Binelli, y engayolando todos los adioses, el
vapor se fue pirando pa’ su soleado destino tropical, entre los "¡Merde!" de los
maringotes medterráneos, los "¡Isa!" de los nenes de la popular, y los
"¡Hurra!" de la tilinguería nuevaolera. Unos ranas jodones le gritaban desde el
muelle a los jailaifes del vapor, que se entretenían tirando margarina que es
más barata al techo: "¡Apenas lleguen manden por encomienda una mulata con flor
de limones como las que se pintó el taita Gauguin!" El tordo Bertolotti se fue
haciendo cada vez más chiquito, arrastrando en la rodada la vergüenza de haber
sido y el dolor de ya no ser. Ya muerto, ya de pié, ya inmortal, ya fantasma. La
malanfia que pululaba alrededor mío seguía gritando en un desconche total,
revoliando botellas, porrones, petacas, las damajuanas vacías que quedaban, los
siameses todos enchastrados, la taper, el potus limón y el osito, y entonando a
coro pa’ espirajusear la mufa: "¡Pero no ves gilito embanderado que la razón la
tiene el de más guita, que no hay ninguna verdad que se resista frente a dos
mangos, moneda nacional!"[29]
Yo me abracé a la Marisel, mina fiel de gran coazón; besé a los purretes
arrabaleros, que aprovecharon pa’ presionar grupalmente demandando figuritas,
copos de nieve, bombones de licor, globos sin la jeta de Salgán, helados de
sambayón y chocolate con almendras, discos de la Rosana Falasca, trompos
aerodinámicos, baleros y yoyoes, sánguches de mortadela y atún, entradas pa’
"Los Ramones", bolitas lecheras, cinco centavos pa’ echar por la ranura y ver la
vida color de rosa, timbos Bubblegumers, una parrillada completa en "El
Triangulito" y el broli "Mis Memorias" de Enrique Cadícamo. Aparte echándome en
cara que por acompañarme se estaban perdiendo de ver "Aeon Flux" por la tele y
que extrañaban mucho al Ladrillo. Abracé con todo a La Santa y a la Peggy,
convertida en madre de siameses por obra de un funesto destino; me besé uno por
uno a la barra darique; le di un apretón al ciego, que aprovechó pa’ manguearme
la firma necesitaban juntar dos millones pa’ que los de la Playboy sacaran por
fin la anhelada versión Braile; saludé a todos los colados, y hasta al marinero
del "Nordsjärnan" que le hizo aquel favor a la Emma Zunz[30] y que ahora,
dedicado a full al puro cafiolaje, venía a buscarla pa’ llevársela a patear las
calles de Malmö. Les batí a todos que hacía rato se habían terminado pa' mí
todas las farras, pero que igual quería festejar mi pase a la Primera. Y que la
mejor manera era rajarme con la grela y la cría pa’ mi Haedo querido, a seguir
laburando y haciendo críos pa’ que el barro se ennoblezca. Y djar pa’ cualquier
otro momento la última curda y el último café.
Dopo me agaché pa’ saludar a los siameses que se disputaban un superpancho con
mayonesa, mostaza, ketchup y aceite verde en una mugre total y embroqué justito
a un pichicho todo roñoso, medio sarnoso y lleno de pulgas y garrapatas hasta
las pelotas, que campaneando un cacho e’ sol en la vedera gimoteaba tratando de
generar lástima. El pasado me volvía con todos sus desamores y rencores y con
los acordes de "La Cumparsita". Se me crisparon los garfios y aprovechando el
careo involuntario lo refundí con la mirada y le batí a la sordina, pa’ no
hacerlo pasar calor: "¡Nunca pensé que te vería en un Requiescat In Pace tan
cruel como el de hoy!" Pero el salchicha abandónico se ajustó a su rol de
víctima. Pa’ mí que me actuaba los lagrimones que le chorreaban hasta hacer un
charquito en el sopi, y que carburaba "Y vos estoy seguro que habrás echado
buena, ya no le andarás cuerpando al hambre y a la pena, ¡tu vida noche y día
será un solo festín!". Una voz furiosa de adentro me batió con saña: "¡Compañero
las pelotas, Batista, surtilo con alma y vida, patialo de puntín, revolialo pa’
las grúas, reventalo contra el paredón, tiralo al río, vengate, dale pa’ que
tenga!" Pero otra, más moderada y conciliadora, me ablandó: "Aprendé a perdonar,
Batista, el soncito estaba confundido y no sabía lo que hacía cuando te largó en
banda después que aquella ingrata después de todo pa’ tu bien se te piró
alevosamente del bulo". No pude con mi flanco mesiánico, lo agarré de las
orejas, le susurré "Si tu vieja, la finada Pepona Wilson, levantara la cabeza
desde el fondo del jonca...no te acordás que he estudiado pa’ que no te falte el
Dogui, no te acordás que conmigo te pusiste un collar pulenta que a otro rope le
amuré, y una correa papusa que era de seda crepé...", lo agarré y lo puse
adentro de una "Cajita Feliz" toda grasienta que encontré por ahí y se lo di a
los pibes pa’ que lo llevan a casa, lo rebauticen "Las Vueltas de la Davi", le
den de morfar como corresponde, lo desparasiten, lo bañen, lo vacunen y lo
pongan en una cucha digna en el fondo de casa. Con un cartel bien grandote que
diga: "Soy como el viajero que huyó, tarde o temprano tuvo de detener su andar".
De escarmiento y pa’ que aprenda.
En eso vimos desembarcar a unos balseros de lo más desorientados, hechos una
piltrafa y apenas vestidos con unas bermudas ranfañosas, que le preguntaron
ingenuos y felices al Chueco: "¿Dónde carajo hemos llegamos papacito, hace seis
meses que navagamos a la bartola y morfamos nada más que albaricoques, aguacates
y melocotones, en qué chévere íspa hemos caído, pues?", y al enterarse que los
vientos del destino los habían traído a esta bendita tierra de promisión y
esperanza se les pararon los pelos de punta, como quien ve al diablo, y
recularon enloquecidos a los santos pedos pa’ la balsa. "¡Aunque sea volvamos
pa’ la isla, chico!" se gritaban desesperados de mientras remaban que daba
calambre pa’ alejarse cuanto antes de la orilla. Los de barbita de la facultad,
apenas junaron y escucharon "isla" se enloquecieron y se tiraron de zabeca al
agua, se agarraron del borde de la balsa y no hubo forma de convencerlos que no
entraba ni un escarbadientes de dorapa. "¡Aunque sea arrimanos hasta Jamaica,
macho, que de ahí nos tomamos cualquier cosa!", le imploraban entre lagrimones
al pachanguero desertor que la iba de puntero y taita del Caribe. A la final se
los llevaron de pura lástima a cambio de una tira de asado ancha y seis metros y
medio de chinchulines trenzados que les revoliamos desde el muelle.
Yo dopo calé por largo rato el coco de plástico, borrándose despacito por el río
marrón pa’l lado de la Banda Oriental. Una barcaza carbonera, atada al muelle
como una perra, pispiaba de reojo al vapor boliviano ya un puntito chiquitito
buscando desesperadamente las esquinas del mundo. De sus negros y tristones ojos
de buey le chorreaban unos tremendos lagrimones cargados de envidia y rencor.
Sabía que ella nunca se iba a poder pirar pa’ ninguna tierra lejana.
Y busqué entre el gentío los faroles verdecitos de mi Marisel. Lo único sereno y
tranquilo entre tanto chamuyo barullero y tanta mascarada. La embroqué como pa’
una catarsis, vea, le saqué la vinchita argentina, le desaté las trenzas en el
pelo tenía olor a jazmines de barrio y ella solita apoyó mansamente la zabeca en
mi pecho. Y de mientras la gilada coreaba desaforada "¡Al Colón, al Colón!" le
batí con todo el sentimiento:
- "No me importa tu pasado ni soy quien para juzgarte, porque anduve a los
sopapos con la vida yo también. Además hay un motivo para quererte y cuidarte:
se adivina con mirarte que no te han querido bien" [31]
Sobre la grisada bóveda del Río de la Plata una fría y tristona garúa empezó a
descolgarse de la tardecita, de mientras un cachito del penúltimo sol
compadreaba tirando a las apuradas un puñado de rayitos de luz pa’ adornar el
paso del "Conte Rosso II" con un flor de arco iris. O pa’ joder nomás. De
repente me pareció ebrocar el inolvidable y lustroso Graham Paige[32] rajando
cuesta arriba por la banquina del arco iris, como una cañita voladora y
levantando a su paso una nube de polvo plateado por la luna. Al volante iba
Antonio Sumage, que sonreía de ganchete pa’ la última foto. Y atrás iba El, con
su eterna pinta de bacán y de reo, levantando y haciendo flamear un panamá de
jipijapa, de donde brotaban chispitas de añil entreveradas con burbujas de
champán. Y entonces me regaló su remanyada y perfecta sonrisa peregrina y cantó,
mejor que nunca y como pa’ mí nomás, un cacho a capella de "Volver", de mientras
el bote despampanante llegaba arriba de todo del arco iris y en vez de bajar
siguió de largo apuntando al horizonte de sucesos de un montón de estrellas
celosas que desde hacía mucho lo esperaban en el profundo azul del arrabal del
cielo con la llamarada de un millón de fuegos artificiales que al caer se hacían
pelusitas de garúa. Y se deshacían en sueños que todos soñaremos algún día. Como
una porfiada manada de quimeras.
(A Enrique Cadícamo)

POST
SCRIPTUM
BATISTA BENENGELI: Tiene cinco hijos con la Marisel. Completó un curso de
acompañamiento terapéutico y está pensando en seguir la carrera de psicología.
CAYETANO BERTOLOTTI: Actualmente está en Kermanshah (Irán), presentando el
informe "Fonction de la parole rante et du langage orre en psychanalyse" en el
IV Congreso Internacional de Lengua y Psicoanálisis, trabajo que será publicado
en el próximo número de la prestigiosa revista "¡Fornicar!"
LA SANTA : Coordina el grupo de autoayuda y reflexión "Madres sobreprotectoras
de tauras, malevos y afines" del programa de salud mental barrial de un conocido
nosocomio.
PEGGY: Tiene una superpañalera y es colaboradora voluntaria de un hogar para
madres solteras. Se trata con un psicodramatista de línea psicoanalítica
bastante piola de Monte Chingolo.
EL PETISO CARLONCHO: Ha publicado sus poemas, canta en un coro y hace terapia
grupal. Sigue de concerje y sortijero.
EL CHUECO REPISA: Está en análisis con un lacaniano de Villa Freud fanático de
San Lorenzo.
EL DIENTUDO GARGAJO: Hace psicoterapia con una sistémica encantadora de Aries.
EL CABEZÒN MORETONES: Se analiza con un lacañoso paraguayo simpatizante de Cerro
porteño.
EL FLACO SARAMPIÓN: Vive aún en el pabellón VIP de Bermúdez y Nogoyá. Cambió de
abogado y se trata con un terapeuta cognitivo posrracionalista, también privado
de su libertad.
DON VICTORIO: La tradicional peluquería "El Triunfo" fue reciclada y
transformada en la "Bellecería Víctor Coiffeur Unisex". Se analiza con un
lacaniano inseguro de González Catán.
EL TANO DE LA CARNICERIA: Cambió de rubro y atiende la librería especializada en
psicología y psicoanálisis "La Estrellita del Sur". Se trata con un
transaccionalista de Huracán.
RAQUEL MILLERINSKY: Tiene una consultoría parapsicológica, un programa de cable
y atiende personalmente varios ministerios. Es experta en predicciones
electorales. Se está por largar para diputada provincial.
EL HOMBRE DE LA ESQUINA ROSADA: Se radicó en El Impenetrable, Chaco, donde abrió
el instituto de jazzdance, yoga y biodanza "El Oso Mimoso". Para desestresar a
los hacheros. Hace análisis bioenergético con un terapeuta uruguayo fana de
Peñarol.
JACINTO BERTOLOTTI: Regentea un sauna de Congreso, un local de decoración de
interiores en un shopping de Palermo y una vinería en Villa Insuperable. Se
analiza con un freudiano ortodoxoortodoxo de Villa Albertina.
JETA CORTADA: Es asesor AdHonorem de la Comisión Bicameral de Lucha contra el
Crimen Organizado, el lanceo y el mangazo de fasos. Continúa su análisis con un
lacanudo insoportable, fana de Defensores de Cambaceres.
EL CIEGO: Es propietario del videoclub y pornoshop muy bien surtido del
microcentro "La cara de la luna". Se trata con el maestro parapsicólogo Monje
Gaspar.
LA BANDA DEL OREJUDO YÓNATAN: Como andaban un poco desestructurados demandaron
análisis institucional. Están en eso.
EL TRÉBOL: Acepta todas las tarjetas.

MATABURRO
DE PSICOANALISIS
Por Batista Benengeli
APARATO PSIQUICO: Cafetín de la sabiola adonde paran el compadre del Superyó, el
sarpado del Ello y el careta del Yo. Se la pasan escabiando, escolaseando y
junando a una potra que pasa taconeando y que le baten Pulsión. El yoyega que
atiende es el Instinto.
BISEXUALIDAD: Atenti la barra, no chumben pero es como acá les bato: hay un
cacho de uno que tira pa’ ir a adornar con moños los frascos de la cocina, tejer
mañanitas y pasarle a tu gomía, el reo Saravia, la receta de los alfajorcitos de
dulce de leche, que te salen reposta. Y un cacho de las naifas les tira ir a
compadrear al feca, rajarse pa’ la cancha, jugar al billar, fumar, darle al
escolaso y agarrarse flor de mamúas. Pero no chillés ni te hagás mala sangre,
que la mina que adorás no se te va a pirar con tu mejor amiga, ni vos tampoco te
vas a volver morfeta así porque sí.
CENSURA: Tranca que le ponés a la tapuer pa’ que las visitas no junen el flor de
quilombo que tenés en la pieza del fondo. Cuando soñás la tranca se levanta
solari.
COMPLEJO: Tenerlo chicuelo y conformarte pensando que el grandor es lo de menos.
Tenerlo grande y que no te sirva pa’ gran cosa.
COMPLEJO DE CASTRACION: El fato es así: cuando uno es un crío no le entra en la
sabiola que a las minas les falte el zopeda entre las gambas. Uno, chichipío, se
hace el bocho pensando que todavía no les salió, o lo que es todavía más fulero:
¡que se lo cortaron! Como a la guacha de la hermana, que como nunca quiere ir a
buscar los sifones seguro que un día el viejo, medio en pedo, agarra la faca y
se lo corta de un tajo. La chabona, en cambio, piensa que es una grandísima
cagada no sacudir la matraca después de mear ni poder jugar de dorapa con el
chorrito, y termina agarrándole una bronca bárbara a la vieja, porque no le
quiso poner un pirulín como el que tiene el boludo del hermano.
COMPLEJO DE EDIPO: El pendejito, de tres, cuatro o cinco pirulos, tiene un loco
berretín con la vieja, aunque sea un bacalao y lo cague a palos todos los santos
días. La pendejita en cambio se metejonea con el viejo, aunque cada vez que le
da un beso se pinche con la barba. Pero la cosa es también un cacho al vesre: el
chabón se desvive por lustrarle los vidriosos al drepa pa’ quedar bien, y la
chabona por barrerle bien barrida la cocina a la vieja pa’ dejarla contenta. Hay
que entrar por el aro: la pendejada tiene que rajarse de este balurdo sin
cuiquis ni agrandes y haciendo lo que le más le conviene. Si te quedás pegado o
en orsái perdiste como en la guerra. La vieja tiene que respetar al viejo y
recitarle el verso de Carlos de la Púa: "¡Ese es mi hombre, canallesco, inmundo,
/ es mi vida, mi morfi, mi pasión, / no lo cambio por todo lo del mundo, / sus
biabas me las pide el corazón." Entonces el pendejito, después de rodar como
bolita y ponerse fulero y cachuzo, va a poder apilarse a una nami, calzar fierro
y hacer facha en la parada. Con la minita es al vesre: si manya que viejo mira
con ganas a la vieja y le bate a la sordina: "¡Decí por Dios que me has dao que
estoy tan cambiao, no sé más quien soy!" la papusita va a salir derecha, buena
nami y milonguera. Pero va a a tener que aguantar hasta que le salgan los
limones pa’ tener amigos que le hagan gustos, darse dique en el cabaré y que los
machos lleguen hasta la traición por su hermosura.
COMPULSION A LA REPETICION: Matufia rara que hace que el gilerío siempre se
deschave por el mismo güín. Comerse siempre el mismo garrón. Sentarse siempre en
la silla desfondada.
CONTENIDO LATENTE: Menjunje fané de fatos entreverados en el cacúmen que podés
ir manyando de a poco en análisis. Si soñate que te caíste de ojete cuando le
llevabas a la vieja la ropa hasta el alambre, lo latente es adornarlo con un
cocinero al 56. Si llega a salir y no lo jugaste sos un ganso manifiesto.
CONTRATRANSFERENCIA: Lo que les pasa a los analistas con uno. Si te empieza a
sobar el lomo y a batirte que sos el mejor paciente que tiene y que los timbos
nuevos te quedan reposta, guarda: capaz que ya te echó el ojo con eso de la
contratransferencia.
CUMPLIMIENTO DE DESEO: Que la papusa milonguera que te querés trincar desde hace
rato te diga que sí. Que la vieja te prepare las milanesas con dos vueltas de
pan rallado. Que si te entra a escasear el vento acertés la redoblona y te
forrés de bataraces. ¡Que Racing salga de vuelta campeón!
DESPLAZAMIENTO: Es cuando soñás que te volteás a tu hermana. No te cabriés pero
lo que vos querés en el fondo es trincarte a tu cuñado. Con esto del
desplazamiento uno nunca sabe.
ELECCION OBJETAL NARCISISTA: Es cuando antes de rajarte pa'l bailongo te la
pasás tres horas junándote al espejo, meta y ponga Glostora en el tegobi y
maquinando las papusas garabas que te vas levantar con la labia, el jetra
entallao, los guantes patito y la cancha que tenés. De mientras te recortás los
pelitos de las hornallas y trascartón te entalcás los quinotos.
ELLO: Cusifái de adentro, si le das bola no te cargosea, pero si le das el olivo
te esgunfia a más no poder y te deja mormoso. Pero no lo amurés que el colibriyo
al final es un gomía.
ENVIDIA DEL PENE: Las minas en general, menos La Vieja, nos envidean el bulto.
Pero vos no te agrandés que si hace un ofri de cagarse no tenés nada pa’
envidiarte.
EROTISMO URETRAL: Es cuando me vengo aguantando desde el Corrientes y Callao
hasta Morón pa’ echar un meo. Cuando al final agarro un ñoba lo hago de goma, y
al final salgo feliz y de lo más campante chiflando "¡Soy una fiera!"
EXPERIENCIA DE SATISFACCION: Cuando al crío le dan la teta se hace a la idea que
está en una flor de festichola con canilla libre. El vagoneta se prende como
garrapata y no la larga ni pa’l provechito. Al final queda bizcocho y más dado
vuelta que con pedo de anís.
FALO: Atenti: no es la guasca, la tripa, la bombilla, el zochori, la manguera,
el nabo, la lapicera, el boncha, el nene, la poronga, el choclo, la gallina, el
guanaco, el mástil, el pendorcho, mister X, el rofie, el ñoqui, el pirulo, la
matraca, el chupetín, la chaucha pelada, el pepino, el muñeco maldito, el
japonés tuerto, el aparato, el sable, la pinchila, el enano, el látigo, el
bulón, el mimoso, el cazo, el sonámbulo, la zanahoria, el fideo, la pistola, la
flauta, al caño, la morcilla, el mango, la llave, el gorro frigio, la berenjena,
la pija, la piola, el pingo, el machete, el pirulín, el palo, la batata, el
pedazo, la verga, el chupete, la tercera gamba, la longaniza, la de un solo ojo,
el choto o la de mear. Tampoco son las bolas, las pelotas, los huevos, los
quinotos, los textiles, los compañeros, las peladillas, los jardines colgantes,
los cocos, los redondos, los gobelinos ni los siameses. Agarrás todo esto, le
agregás un par de limones, gomas, balancines o globos, un cachito de pan dulce,
medio nidito de amor, pavita o parpaiola, lo revolvés bien, lo pasás por la
zaranda del inconciente y te queda un falo bien debute y pulenta, pa’ cancherear
por ahí.
FANTASIA: Es lo que yo me hago con la papusa de la esquina, cuando pasa
taconeando y moviendo el panaro con mucha clase. Si es de día y el pan dulce me
parece un sueño se llama sueño diurno.
FASE DEL ESPEJO: El pipiolo de seis a dieciocho meses anda escorchando en la
pieza todo el santo día y revolviendo el traperío del ropero. De repente se juna
por primera vez en el espejo, se campanea de arriba abajo y al final el caferate
se agranda: "¡A la gran puta, qué flor de percha, mama mía, y ese varonazo de
ahí soy yo, tiemblen las minas, carajo!"
FASE FALICA: Sigue a la oral y a la anal, pero acá el rana empieza a pispiarse
el pirulo y a toquetearse las peladillas. El boncha se agranda carburando en las
papitas que se va a poder trinquetear con ese ñoqui. Pero va a tener que
aguantar hasta que esté mejor armado y que le salgan tegobis pa´que le den bola.
FASE ORAL: Es la de los críos que agarran y chupetean todo lo que encuentran por
el sopi. Es un mundo bostero: todo pasa y termina en La Boca. Guarda que capaz
que se atragantan con un alfiler.
FETICHE: Puede ser un tapado de armiño, las medibachas color cremita o el
pañuelito blanco que se dejó la última mina en tu bulín. Pero ojo, no se te dé
por encapricharte con las tumbadoras de la estudiante de musicoterapia de la
otra vez, el teodolito de la agrimensora o los dientes postizos de la jovata,
porque no queda bien.
FRUSTRACION: Que te toque el culo sucio. Garufa que se te corta. Que te den el
dulce y apenas le tirás el tarascón te dejen paganini. Que se te acaben los
fasos a las cuatro de la matina y como está todo cerrado tengás que ir hasta la
avenida. Calentarte con una flor de potra por la yeca y después de seguirla
veinte cuadras y encararla apiolarte de que es una traviesa que te bate: "Con
globito te lo dejo a diez mangos, sin globito te lo hago por quince, por ser vos
y pierdo plata, macho."
IDEALIZACION: Es cuando campaneo una leona que está recontrabuena, y daría lo
que no tengo pa’ poder volteármela, pero como el maquinón me pasa cero bola,
cada vez que la relojeo con ganas y me baboseo todo, se me hace que la mina está
cada vez más fuerte. O sea la idealizo. ¡Si soy así, que voy a hacer, pa’ mi la
vida tiene forma de mujer!
IDENTIFICACION: Empilchar, recortarte el tegobi, voltear el capelún y hacerte un
batido como el Pardo Virulana que para en "El Querandí", por las namis que se
levanta. Pero lo que corre entre la tején de la peca es que el ñato anda medio
fallo al basto últimamente. Te lo digo pa’ que sepás y no te identifiqués al
reverendo pedo.
INTELECTUALIZACION: Es cuando me mando una garcada, y como no sé como arreglarla
empiezo a guitarrear a lo marmota.
LIBIDO: Especie de corriente que te camina por adentro y que te sirve pa’ que te
entren bien los cambios en la catrera. Si andás flojo de aros no hay nada que
hacerle: ¡te quedaste sin libido, macho!
NARCISISMO: Metejón con uno mismo y aguantadero del yo, que se sube al tren de
creerse más de lo que es. No soportar que nadie te fiche en la kermés ni
bancarse que la gilada no se dé cuenta que estás echando fama de compadrito y
gigoló.
NECESIDAD DE CASTIGO: Es lo que les pasa a los otarios que cualquier piojo
resucitado engatuza facilongo. Pisan el palito y terminan en cana. ¡Parece que
lo hacen adrede!
NEUROSIS OBSESIVA: Tener el bulo todo limpio y ordenadito, retar a la tarasca
porque apreta el dentífrico por el medio. Comprarte un funyi Maxera financiado
en lo del turco y quedarle debiendo la última cuota.
NOVELA FAMILIAR: Algunos berretines que tiene el purrete a la edad del pavo,
cuando anda enculado con los viejos. Pa’ darle el espiante a la yeta se engrupe
y se da máquina de que es un guacho abandonado de un orfanatorio ranfañoso por
unos copetudos bienudos, sus viejos de posta, y dopo levantado por estos
poligriyos, cabreros y amarretes.
OBJETO TRANSICIONAL: Boludeces que casan los pipiolos pa’ torrar tranquilos. Vos
por ejemplo si no te daban el porroncito de ginebra no dejabas apoliyar a las
diez cuadras a la redonda. Preguntale a La Vieja que se acuerda.
PERVERSION: Degeneramiento que se da en algunos bulines fifí entre copas de
champán, serpentinas, chizitos, maracas y cocó. Unos la empiezan mirando con
ganas y al final se morfan la cola ‘e laucha, a otros les tira la carne de
chancho, y algunos son vuelta y vuelta como el bife. Vos seguí mi consejo:
abrite a tiempo, no le des más disgustos a La Vieja.
PRINCIPIO DE PLACER: Fiesta loca. Tirar la chancleta. Lo que te gusta hacer sin
joder a nadie. Vidurria de garsonier. Total mañana es domingo y podés apoliyar a
gusto.
PRINCIPIO DE REALIDAD: El lunes.
PROYECCION: Chiva espontánea que le agarraste al pastenaca chupitegui que afila
con tu hermana. La Vieja te lo dijo: "No le agarrés idea ni le hagás la cruz al
Rulo, que es un buen muchacho de su trabajo"."¡Qué va ser ese pollerudo
arrastrado!"
PSICOANALISIS: Asunto que con el troesma Freud, que se las sabía todas, pasó al
frente y se salvó pa’ toda la cosecha. Son tres cosas a la vez:
Primo: Una manera de estudiar el bocho a fondo por la parte de adentro.
Duquesa: Una forma de curar deschavetados con pastiche fulería y malanfio en la
croqueta. Con el yeite del chamuyo libre te solfean a lo dedo de oro lo que
tenés emporrado y te revientan las resistencias con el cortafierro de la
interpretación.
Tricota: Un vagón de ideas sobre como funca la pensadora bien por adentro, o sea
el inconciente.
REGLA FUNDAMENTAL: Se agarra a un fesa del tomate y con los cables pelados, o a
un otario que anda penando sin motivo ni razón, se lo tira a una pulisa petitera
llamada diván y ahí que le empiece a dar sin asco a la sin hueso, sin afanarse
nada. El analista lo relojea de costelete y anota todo en un pelpa, más ligero
que Lapicito, el quinelero. ¡Y te hace saltar pa’ arriba cuando le entrás a
fallar!
RESISTENCIA: Es no querer saber nada con lo que vas junando en tu terapia y no
querés ir más porque decís que no es cosa de machos analizarse. No te mandés la
parte, que de guapo todavía no saliste de la gatera. ¿A quién le ganaste,
resistidor?
RESTOS DIURNOS: Si te sobró asado del mediodía a la noche te podés hacer una
regia picadita.
SEXUALIDAD: Nada que ver con la piculina, la mineta, el sesenta y nueve y todo
lo que dice "Memorias de una princesa rusa", que te leías con una sola mano. Es
todo lo que vos hacés: lastrar, pitar un pucho, darle al escolaso, florearte en
la kermés, chairar la daga, escabiar el domingo, jugar al monte y hacer patitos
en el lago de Palermo, a lo pancracio.
SUPERYO: Yuta de adentro. Las va de estrecho y cajetilla. Se pone fulo cuando
metés la gamba, te relojea y mandonea a lo tirante. Si te agarra de punto,
cagaste.
TRANSFERENCIA: Te lo bato sencillo y reo: El barba de tu analista con manito de
morfeta se va pareciendo de a poco a la santa de La Vieja. Pero guarda, no vayás
a mear fuera del tarro y le pidás que te lave la pilcha o te barra la pieza.
TRAUMA: Aquella vez que llegaste temprano al bulo y te encontraste a la tarasca
que adorabas fratachando con el choripanero de la plaza. Después de amasijarlos
y poner en la maleta las trenzas de la mina y el corazón de él le agarraste una
bronca bárbara al choripán.
YO: Las va de ñorse parlatuti y del que se las sabe todas, pone la caripela pero
es cartón junao, lengua larga y chantapufi puesto. Entre el botón del Superyó,
el piantado del Ello y la jodida de la Realidad lo tienen de hijo y lo toman
pa'l churrete acá al amigo. Rejunte de camelos que te hacés pa’ conformarte con
lo que sos: un lonyi pelandrún. ¡Qué le vasé!

Guía
pa’ que también manyen los que se rajaron del rioba y no se recuerdan de la
parla yengue
ABOBINADO A REJA : Avivado (avispado) en la cárcel.
ABOTONARSE : Casarse, juntarse, convivir.
ABRIRSE : Hacerse a un lado, desistir de una empresa ("abrite de la barra")
ACADEMIA (DE) : Excelencia, maestría, gran conocimiento.
ACAMALAR : Proteger, mantener, guardar, cuidar ("que el bacán que te acamala
tenga pesos duraderos...")
ACANALAR : Hendir, clavar, tajear, apuñalar.
ACHACAR : Quitar, hurtar, robar.
AFILAR : Cortejar, galantear, noviar.
AGACHADA : Acción ruin, claudicación, cobardía.
AGUA FLORIDA : Agua de Colonia, perfume.
AGUANTADERO : Refugio de delincuentes buscados por la ley, en donde esperan o
"aguantan" hasta un mejor momento.
AGUANTAR : Esperar.
AGUANTIÑAR: Aguantar, esperar.
AGUILA : Sin dinero, seco / Merecedor de respeto.
AL BARDO : Sin objetivo ni propósito.
ALTILLO : Cráneo, cabeza.
ALZADO : Sexualmente excitado.
AMOSFÉRICO : Vieja prostituta en decadencia (de "camión atmosférico")
AMURAR : Abandonar, dejar ("percanta que me amuraste...")
ANGELITO : Instrumento del escruchador / Persona ingenua.
ANGURRIA : Codicia.
APAÑAR : Encubrir, tapar, esconder, justificar.
APERCIBIR : percibir, darse cuenta.
APILADO: Encaramado, subido.
APILAR : Flirtear, acosar.
APLASTE : Abandono, aburrimiento, tristeza.
APRONTES : Preparativo, ensayo (de la jerga turfística).
¡ARACA! : Voz de alarma, equivalente a ¡atención!
ARCADAS : Náusea, vómito.
ARRUGAR : Recular, cobardía.
ATORRANTE : Vago, haragán / Canyengue, reo. Atorrante fue uno de los primeros
términos lunfardos en emigrar hacia el diccionario académico, como derivado de
torrar: dormir.
BABIECA : Tonto, ingenuo, bobo.
BACAN : persona adinerada, elegante, de buena pasar / Quien mantiene a una
querida.
BACANAL : Gran fiesta.
BAGAYO : Mujer (en sentido despectivo) / Paquete, atado, bulto.
BALANCINES : Tetas.
BALDOSA : Cabeza.
BALURDO : Lío, embrollo.
BANANA : Hábil, pícaro / Cosa u objeto bien hecho.
BANCAR : Tiene múltiples acepciones : pagar, asistir, dar, ayudar, soportar.
BANDERA (s y v): Instrumento del escruchador / (HACER): Llamar la atención.
BANDOLEÓN : Bandoneón.
BARANDA : Olor.
BARDO : Poeta
BASUREAR : Humillar, descalificar, despreciar.
BATACAZO : Golpe de suerte o éxito.
BATARACES : Dinero, billetes.
BATATA : Trompo, también llamado pepino.
BATIR (v) : Decir, contar, hablar / Delatar, alcahuetear / Declarar.
BATISTELA / BATIDOR / BATISTÍN / BATILANA / BATITÚ / BATILIO (s) : Quien revela
secretos, delator, soplón, alcahuete.
BATUQUERO : Llamativo, aspaventoso.
BEGUÉN : Capricho, metedura, enamoramiento ("llegando las noches recién te
levantas y sales ufano a buscar un beguén...")
BERRETÍN : Capricho, antojo, ilusión ("vení, volá, sentí, el loco berretín que
tengo para vos...")
BERRETINERO: Quien hace el cuento del tío ofreciendo objetos berretas con la
excusa de que son de calidad.
BESO NEGRO: Succionar el orificio anal del partenaire sexual.
BIABISTA: Ladrón que golpea a la víctima con fines de asalto.
BIANDAZO / BIANDÚN: Golpe que el biabista aplica a la víctima que va a robar /
Golpe en general.
BICHICOMA : Linyera, croto, ciruja.
BICHOCO : Achacoso, viejo, estropeado / Caballo que ha perdido la destreza para
correr.
BIORCI : Letrina, retrete, excusado, baño.
BIRRA: Cerveza.
BIYUYA : Dinero.
BIZCOCHO : Bizco.
BOBINA : Vivo, astuto, hábil.
BOBO (s) : Corazón, en el sentido de órgano / Reloj.
BOCHA (UNA) : Un montón, gran cantidad.
BODRIO : Lío, desarreglo, situación desfavorable o inentendible.
BOLA (DAR) : Antiguamente, en los cafés con billares, dar las bolas (de billar)
significaba que quien las recibía merecía confianza en su capacidad de pago. No
dar bolas, por el contrario, significaba no permitirle jugar. No dar bola a algo
o alguien equivale a ignorarlo. El término bola se traladó a pelota, pero el
significado es el mismo.
BOLA DE FRAILE : Factura de panadería (berlinesa), simpáticamente también
desplazada en "suspiro de monja"
BOLAZO : Mentira o engaño demasiado evidente.
BOLUDEAR : Perder el tiempo, hacer tonterías.
BOLUDO / BOLÚ / BOLUDAZO: Tonto o ingenuo, pero sin malas intenciones.
BOMBO (s y adj) : Culo / (ESTAR CON EL): Embarazo; (HACER): Promocionarse a sí
mismo.
BONDI : Colectivo, ómnibus, transporte público de pasajeros.
BOSTERO : Simpatizante (hincha) de Boca Juniors.
BOTE : Automóvil llamativo, de grandes dimensiones.
BOTÓN / BOTONAZO : Agente de policía / Alcahuete, soplón.
BÓVEDA : Cabeza, mente.
BRAMAJE (s) : Mujeres, mujererío.
BRAME (s) : Mujer (en sentido despectivo).
BRANCATO : Marca de fijador para el cabello.
BRECA : Enojado, irascible.
BRÍGIDO (s y adj) : Intolerante / Afectado, presumido, pisaverde.
BRILLO O BRIYO (s) : Azúcar (lenguaje carcelario) / Anillo, joya, brillante
("¿dónde están aquellos briyos y de vento aquel pacoy...?")
BRODO : Lío / Fraude.
BUCHÓN (s): Alcahuete, soplón, batidor, ortiba, delator, botón.
BUDÍN : Mujer joven y bien proporcionada.
BUFARRÓN / BUFARRETA : Homosexual.
BUFOSO : Arma de fuego, revólver.
BULÍN : Vivienda, pieza, habitación, departamento de soltero.
BULO : Bulín.
BURACO : Agujero.
BURRA : Caja de seguridad.
BURRERO : Aficionado a las carreras de caballos.
BUSARDA : Panza, abdomen.
BUSECA : Busarda, panza / Comida de fonda.
BUYÓN : Comida, sopa / Estómago.
BUZÓN : Boca.
CABALETE : Yuca de arriba (bolsillo externo de la parte superior izquierda del
saco masculino).
CABRERO (adj) : Enojado.
CABURÉ : Don Juan.
CACHADO : Golpeado, descascarado, saltado, que le faltan cachos.
CACHAR (v) : Tomar el pelo / Robar, sacar, tomar.
CACHAR LA CANASTA : En las carreras de caballos tomar la delantera.
CACHAS : Nalgas.
CACHI : Cachiporra.
CACHUZO (adj) : Roto (que le faltan cachos), arruinado, deteriorado,
CACÚMEN : Sesos, cerebro.
CAFAÑA : Sujeto de baja ralea.
CAFERATA : Parroquiano.
CAFERATE : Cafiolo.
CAFIOLO : Quien explota sexualmente a una mujer, proxeneta / Hombre
esmeradamente elegante.
CAFIYIO (O CAFISHIO) : Rufián, proxeneta, cafiolo.
CAFÚA : Cárcel.
CAGATINTA : Empleado de oficina, escribiente (en sentido despectivo).
CAGAZO : Susto.
CAGUETA : Persona cobarde.
CAJETILLA : Persona "fina", atildada, presumido.
CALAR : Mirar, observar, entender, conocer.
CALAVERA : Que vive la noche, mujeriego, jugador ("¡cómo se pianta la vida del
muchacho calavera!")
CALDO : Sangre / Lío.
CALOTEAR : Robar.
CALZADO : Armado / Que porta pene grande.
CALZOLARI : Calzado, armado.
CAMAMBUSES : Zapatos grandes.
CAMBIAR EL PASO : Enojarse, alterarse.
CAMBULINA (DE) (adj) : Con disimulo.
CAMBUSA : Bacán, persona importante, adinerada
CAMINANTES : Calzado en general, zapatos.
CAMISULÍN : Chaleco / Bolsillo del chaleco.
CAMOTE : Metejón, enamoramiento.
CAMPANEAR : Mirar, observar, atender / Hacer guardia mientra otro roba.
CANARIO : Antiguo billete de cien pesos, dinero.
CANASTA : Cárcel.
CANBA : Vesre de bacán.
CANCHA : Experiencia, habilidad, manejo.
CANERO : Con experiencia carcelaria (de "cana").
CANFINFLE / CANFINFLERO: Cafiolo.
CANTOS : Glúteos.
CANYENGUE : Arrabalero, acompasado, reo.
CAPELÚN : Sombrero.
CAPITOLIO : Capitalista de juego.
CARALISA : Cafiyio, proxeneta.
CARAMAYOLA (s) : Mordaza hecha con un pañuelo o trapo que se coloca en la boca
de la víctima para evitar que grite.
CARBURAR : Pensar, reflexionar.
CARBURAR EN BAJA : Falta de erección, impotencia.
CARIMA : Vesre de marica.
CARNE DE CHANCHO (GUSTAR DE LA) : Alude al acto de penetrar analmente a otro
varón.
CARONERO : Arma blanca, facón.
CARPETA : Cancha, viveza, maña.
CARPETEAR : Cancherear / Mirar, observar.
CARTA (LLORAR LA) : Apelar a la compasión ajena para conseguir beneficios.
CARTON : Baraja / Figurón / Persona inepta.
CASAR : Tomar, agarrar / Comprender, entender.
CASCARRIA : Trompo viejo y cachuzo.
CASIMBA : Billetera.
CATRERA : Cama ("es mi único deseo pasarla en la catrera...")
CATRIELA : Mujer joven.
CATURAR : Capturar, agarrar, tomar
CLASE : Categoría y calidad no referida al status social, tener o carecer de
clase indica capacidad de juicio, madurez, temple y pertinencia.
CLIFTON : Marca de cigarrillos.
COBANI : Policía.
COCINA : Estómago.
COCINERO : Cinco / Billete de cinco.
COCÓ : Cocaína ("no se conocía cocó ni morfina, los muchachos de antes no usaban
gomina...)
COGOTEAR : Estirar el cuello para mirar.
COLA DE LAUCHA (GUSTAR O COMERSE LA) : Alude al acto de ser penetrado analmente
por otro varón.
COLIFATO : Vesre de loco (colo) que por paragoge termina en colifato y
colibriyo.
COMEDOR : Dentadura, boca.
CONFITE : Bala, tiro, disparo de arma de fuego.
CONSOLADOR : Adminículo con forma de pene
CONVOY : Conventillo ("que diqueabas, poligriyo, con las minas del convoy...")
CORA : Prostituta.
CORNETA : Quien divulga secretos, batidor.
CORRALERO : Trompo que gira en un lugar cercado o corral.
CORROMA : Anagrama de marroco: pan.
CORTA : Cortafierro, cortahierro, cortafrío.
CORTARSE : Alejarse, apartarse, irse ("los muchachos se cortaron al verme tan
afligido...")
CORVINA : Borrachera, curda.
COSTALETI : Yuca (bolsillo).
COSTELETE : De costado.
COTORRO : Refugio para citas amorosas, garsonier, leonera, bulín ("campaneá como
el cotorro va quedando despoblado...")
CUCUZA : Cabeza, nuca.
CUERO : Billetera.
CUERVO : Simpatizante (hincha) de San Lorenzo
CUETAZO : Tiro de arma de fuego.
CUIQUI : Temor, miedo.
CULADERA : Rango, juego infantil.
CULATA : Bolsillo posterior del pantalón.
CURSIADERA : Diarrea.
CURTIR : Estar, pertenecer, participar en algo.
CHACAMENTO : Robo.
CHAFE / CHAFEROLO : Policía.
CHAIRAR : afilar un cuchillo con un instrumento llamado "chaira" y que
generalmenete utilizan los carniceros.
CHAMUYAR (v) : hablar, decir, contar / Persuadir, convencer.
CHAMUYETA (v) : Chamuyo chanta.
CHANTA / CHANTAPUFI : El vocablo admite múltiples significados: Persona pícara
que elude o esquiva sus obligaciones ("se tira a chanta") / Mentiroso o
malintencionado / Que presume de una condición que no posee / Irse, tomárselas.
CHAPAR : Manotear, agarrar.
CHEFÚN : Funyi.
CHINCHE (s) : Sífilis.
CHINCHIBIRRIA : Antigua bebida sin alcohol.
CHIPÉ : Bueno, excelente.
CHIQUÉ : Amanerado, afectado / Falsa apariencia ("¡si todo en la vida es puro
chiqué...quemá esas cartas..!")
CHIRUSA : Mujer joven en sentido despectivo ("te aconseja la chirusa que tenés
en el bulín...").
CHOCOLATA : Sangre.
CHONGO: Homosexual.
CHORIZO : Chorro, ladrón.
CHUCHI : Muchacha hermosa / Sujeto amanerado.
CHUCHOS : Caballos de carrera.
CHUMBO : Arma de fuego, revólver.
CHUPITEGUI : Borracho.
CHURRASCA : Mujer de buena figura.
CHURRE : Mierda.
DAGA : Cuchillo.
DAR VUELTA : Gustar, entusiasmar, alterar, excitar.
DARIQUE : Vesre de querida.
DE SOTANA : De sota, disimuladamente, por izquierda.
DE CULATA : De atrás.
DE LA BANANA : Optimo, excelente.
DEBUTE ( O DE BUTE) (adj) : Excelente, óptimo, de lo mejor, al perecer deriva
del sustantivo "debut" o estreno de una obra, momento en que se expone la mayor
gala, voluntad y energía.
DENGUE : Dedo.
DEPRE : Depresión. / Depresivo.
DEQUERUSA : Voz de alarma, con cuidado, ojo.
DESCHAVAR : Poner al descubierto, descubrir, desbaratar las intenciones.
DESCUAJERINGADO : Desarreglado, roto, deshecho.
DESIDERIO : Decidido
DIAMANTES (s) : Brillo en la dentadura, asociado a un estado general de
bienestar, satisfacción o éxito.
DIENTUDO : Piano.
DIQUE : Ostentación, mandarse la parte, simular importancia.
DISCIPLINA : Ejercicio sexual de índole sadomasoquista.
DISCOS : Pulmones.
DOCE (LA) : Hinchada de fútbol, barrabrava.
DOLOROSA (s) : Factura, adición, cuenta.
DONA : Mujer (en sentido despectivo)
DOÑAJUANA : Damajuana.
DOPO : Después.
DOQUE : Dock Sud.
DORIQUE : Vesre de querido.
EFE : Vesre de fe. ("mucha efe me tengo pa’ tallador...")
EL DE LA ZURDA : Corazón, en el sentido de sede de las emociones.
EMBAGAYAR : Guardar, atar, hacer paquetes.
EMBROCANTES (s) : Binoculares, largavistas.
EMBROCAR (v) : Mirar fijamente, observar.
EMPOMAR : Meter, introducir.
EMPORRAR : Meter, introducir.
ENCANASTADO : En la cárcel.
ENCARAJINAR : Complicar una situación.
ENFAROLADO : Engalanado, bien vestido, elegante.
ENGAÑAPICHANGA : Engaño.
ENGULAR : Morder / Tragar.
ENSOBRAR : Guardar, esconder.
ENTREGAR EL ROSQUETE : Morir.
ESBORNIA : Borrachera.
ESCABIAR : Tomar, beber, emborracharse.
ESCARAPELA : Instrumento del punga.
ESCAYIATO O SCASHIATO: Roto, en mal estado.
ESCOLASEAR : Jugar, apostar.
ESCORCHAR : Molestar.
ESCRACHAR (v) : Pegar, romper / Conocer (de la jerga policial: fotografiar)
ESCRACHO : Feo, ruín.
ESCRUCHE : Hurto en una casa.
ESGUNFIADO : Fastidiado, hastiado.
ESPAMENTO : Deformación de aspaviento, alharaca.
ESPARO : Ayudante del punguista.
ESPIANTADOR : Ladrón arrebatador.
ESPIANTAR : Despedir, sacar.
ESPICHAR : Morir.
ESPICHE (s) : Argumento, discurso, parla.
ESPICHE : Discurso, guión, (de "speach")
ESPINEL (TIRAR EL) : Salir en búsqueda de probables amores (levantes) o
negocios.
ESPIRACUSAR : Huir, escapar.
ESPIRAJUSAR : Espiracusar.
ESPIRAR : Morir.
ESQUIFUSO : Cachuzo, miserable, asqueroso.
ESQUIYO : Enojo, bronca, exaltación.
ESTARO : Período de reclusión en la cárcel.
ESTILO : Asociado al concepto "clase", estilo designa una forma de conducta
apropiada y consecuente.
ESTRILADO : Enojado, rabioso.
ESTRUNSO : Bobo, tonto.
ESTUFO : Aburrimiento, cansancio.
EXCUSADO (s) : Letrina, retrete.
FAIFA : Aféresis de sofaifa, mujer.
FALLO AL BASTO (adj) : Impotente.
FALLO AL ORO (adj) : Sin dinero, seco.
FALTAR PIQUE (v) : Carecer de atractivo.
FANA : Fanático.
FANÉ : En la ruina, en estado lamentable ("sola, fané, descangayada...")
FANEGA : Otario, tonto.
FANGOTE (s y adj) : Paquete, bulto / Precio alto.
FARABUTE : Fanfarrón, mandaparte / Pícaro, caradura.
FARDO : Paquete, bagayo, balurdo.
FARIÑERA : Cuchillo de grandes dimensiones.
FAROLEAR : Alardear de la presencia.
FASO : Cigarrillo.
FERRAMENTA : Armas de fuego, armas en general.
FESA : Tonto, ingenuo, bobo.
FIAMBRE : Muerto.
FIAMBRERA (s) : Recipiente rural para guardar o secar fiambres al aire libre /
Morgue.
FIERRITO : Manía / Capricho.
FIERRO : Arma de fuego / Pene.
FIFÍ : Pituco, afectado, atildado, afeminado.
FILETEAR : Pungar.
FILO (s) : Arma blanca / Ayudante que retiene lo que sustrae el lanza.
FILO MIYIO : Engaño de poca monta.
FIOCA : Cafiolo.
FIOLO : Cafiolo.
FLOR (FLOR DE...) : Estado de excelencia o insuperabilidad ("flor de mina",
"flor de curda", "flor de otario").
FONTANARES: Marca de cigarrillos.
FORRADO : Con dinero.
FOSFORERA : Cabeza, inteligencia.
FRAGATA : Antiguo billete de mil pesos, por el grabado de una de sus caras, que
reproducía la fragata Sarmiento.
FRANCESA (HACER LA, O A LA): Sexo oral practicado por la mujer, utilizado
generalmente cuando lo realiza una prostituta.
FROILÄN : Tonto.
FRULA : Droga, cocaína.
FUEYES : Bandoneón / Pulmones.
FULERÍA : Traición.
FULERO : Malo, miserable, traicionero ("y una noche de invierno fulera hasta el
cielo de un vuelo se fue...")
FULO : Malhumorado, rabioso.
FUNCAR : Funcionar.
FUNYI : Sombrero.
FURCAR : Asaltar tomando a la víctima del cuello por atrás.
GAGÁ : Reblandecido.
GALLEGA : Botella de anís de forma cuadrada.
GALLINA (s y adj) : Simpatizante (hincha) de River Plate / Cobarde, miedoso.
GALOCHAS : Antigua funda de goma para proteger el calzado del agua.
GAMBA (HACER) : Acompañar, estar incondicionalmente.
GANCHETE (DE): De reojo.
GANCHOS : Dedos.
GARABA : Muchacha hermosa ("cuanta papusa garaba en tus solapas lloró...")
GARCA (s) : Sujeto traicionero, estafador.
GARCADA : Equivocación, error / Deposición.
GARCAR (v) : Vesre de cagar: engañar, corromper, estafar
GARFIOS : Dedos.
GARGAJO : Esputo.
GARRÓN : Consecuencia funesta.
GARRONEAR : Pedir, demandar.
GARRONERO : Pedigüeño.
GARSONIER : Cotorro.
GARUFA : Salida, jarana, parranda, joda.
GATO : Prostituta "fina".
GAVIÓN : Don Juan, galán, amante.
GAY : Homosexual.
GAYOLA : Cárcel, calabozo.
GIGOLÓ : Amante que es mantenido por la mujer ("solapas que con su brillo parece
que encandilaban y que donde iban sentaban mi fama de gigoló...")
GIL : Ingenuo, tonto, bobo ("¡y además corrés el riesgo de que te bauticen
gil!")
GILASTRO : Gil
GILASTRÚN : Gil.
GILIBERTO : Gil.
GLOBITO (O GLOBO) : Club Huracán, por el logotipo / Preservativo, forro.
GOMANES : Mangos, dinero.
GORUTA : Vesre de tarugo: ignorante, bruto, torpe.
GRAFIÑAR : Rapiñar, robar.
GRATA : Delincuente, chorro.
GRATAROLA : Gratis.
GRELA : Mujer agraciada / Mujer en general / Mugre, suciedad ("cuando la suerte
que es grela...")
GRINGO : Italiano, y en general todo extranjero.
GRISETA : Muchacha desaliñada o de baja condición (despectivo) ("han caído tus
acciones en la rueda de grisetas...")
GRIYERO : Punguista.
GRIYO (O GRILO) : Bolsillo.
GRUPí: Ayudante del estafador principal en cualquier rubro, cuyo papel es "hacer
número" e instigar o entusiasmar a otros (por ejemplo, en las subastas, hacer
ofertas para subir los precios).
GRUPO (DE): mentira, engaño, falsedad.
GRUYO : Apócope de mangruyo: dinero.
GUARDABARROS : Orejas.
GUARDADO : Encarcelado, encerrado.
GÜESUDA (LA) : La muerte.
GUIYA : Ocasión ventajosa. / Disfrute sexual gratuito.
GUIYE : Amante que se disfuta gratuitamente / Ventaja conseguida en el amor o
los negocios.
GURDA ( A LA) : Optimo, grande, súper, excelente ("hace rato que te juno que sos
un gil a la gurda...")
HACHE : En código médico hospitalario, generalmente en la guardia, se señalaba
"H" como diagnóstico presuntivo, a fin de evitar la crudeza del término
"histeria", por si éste era percibido por la paciente o sus acompañantes /
Hipódromo ("porque el vento los domingos me patino con los pingos en el Hache
Nacional...")
HEMORRANAS : Hemorroides.
HIJO DE : Descalificativo (de la jerga turfística).
HOCICAR : Reconocer un fracaso, ser vencido.
HORNALLAS : Fosas nasales.
INFARTANTE : Deslumbrante, formidable, extraordinario.
IMPARCIALES : Marca de cigarrillos.
IR DE (O IRLAS DE) : Asumir una función o condición que no es propia.
ISA : ¡Cuidado!
ISOLINA : Isa.
JAILAIFE O JAILEFE : Dandy, bacán / Pisaverde, presumido (de "high life")
JARDINERA : Prostituta "fina".
JAULA : Bandoneón.
JERINGOZO : Deformacón de jerigonza, lengua infantil.
JEROPA : Pajero (paja: masturbación)
JETÓN : De cara y/o boca grande o carente de atractivos.
JETRA : Vesre de traje.
JIQUERO : Ladrón que hurta a la distancia con una caña de pescar o similar.
JIRAFA (s) : Linterna / Sujeto alto.
JIRAFEAR (adj) : Mirar por detrás estirando el cuello.
JODA (s) : Broma, jolgorio, diversión
JODER (v) : Molestar, importunar / Divertirse.
JONCA (DE) : Evidente, palmario.
JOPENDE : Vesre de pendejo: chico, niño
JUGADO (ESTAR) : Estar comprometido, identificado, se ha hecho una elección sin
vueltas.
JUNAR : Mirar, observar, reconocer.
JUSTA (LA) : La verdad, precisión, sinceridad, justeza.
L.C. : Ladrón Conocido (en jerga policial)
LABERINTOS (s) : Impresión de las huellas digitales en la "pianola" policial.
LABIA : Discurso, facilidad de palabra ("vos que tenés labia contame una
historia")
LABURANTE : Obrero, trabajador
LACROZE : Antiguo billete de diez pesos.
LADERO : Acompañante, secuaz, compinche, cómplice.
LAMBER : Lamer / Adular servilmente (lambeculos)
LAMBETEAR : Lamber, lamer.
LANCEAR : Punguear, robar.
LANCERO : Punguista, ladrón. / Quien intenta lances amorosos.
LANZA : Instrumento (pinza de depilar o similar) o directamente los dedos en V
para punguear.
LANZAR LOS CHIVOS (v): Vomitar.
LATA : Ficha con la que se canjeaban los servicios de las prostitutas en el
prostíbulo.
LEIBA : Baile.
LENGUE : Pañuelo de cuello.
LEONA : Mujer portentosa.
LEONERA : Cotorro, bulín, cuarto de soltero / Prisión, cárcel.
LEONES : Pantalones.
LEVANTADOR : Ladrón de automóviles.
LEVANTE (s y adj) : Mujer desconocida a quien se seduce, conquista amorosa
LIENZOS : Calzoncillos.
LIGADOR : Quien genera cierta atracción por parte del sexo femenino / Obtener
beneficios (por ejemplo en juegos de azar).
LIGAR : Obtener un beneficio, determinado o inesperado.
LONYI :Vesre y aumentativo de gil.
LORA : Prostituta (despectivo).
LORO / LORENZO : Mujer sin atractivos o fea.
LUCA / LUCARDA : Antigua billete de mil pesos. Unidad monetaria de mil (una
"luca verde": mil dólares)
MACANA : Posee múltiples sentidos: mentira, equivocación, engaño, despropósito,
mala suerte, etc.
MACETA : Maza, martillo.
MACHACAR : Insistir.
MACHIMBRE : Macho.
MACRÓ : Cafiyio.
MADRUGUISTA: Ladrón especializado en hurtos nocturnos.
MALANFIA : Malevaje.
MALANFIO : Problema.
MALARIA : Miseria, necesidad, carencia.
MALVACA : Arma de fuego, pistola.
MAMPORRO : Golpe de puño.
MANCAR (v): Apresar, agarrar / Fallar / Entender.
MANCUSAR : Hablar / Entender.
MANGRUYO : Dinero.
MANYAMIENTO : Acción de manyar: conocer plenamente / Observar, mirar.
MANYAR : Conocer a fondo, comprender profundamente. Según algunos estudiosos el
habla popular ha puesto especial énfasis y atención en discriminar y clasificar
detalladamente la acción del conocimiento mediante la observación, sea este de
un hecho, una persona o una circunstancia determinada. "Pispiar", por ejemplo,
significa solamente mirar de un modo superficial, para ver de qué se trata;
"junar" equivale a una observación algo más minuciosa; "embrocar" es el hecho de
observar con fijeza y "campanear" mantener la atención flotante; en cambio
"relojear" es alcanzar una comprensión más acabada. Finalmente "manyar" designa
la comprensión intelectual total y absoluta. En segundo lugar manyar también
significa comer.
MARÍA : Caja de caudales, caja fuerte.
MARIMBA : Golpiza, paliza.
MARINGOTE : Marinero (en sentido despectivo).
MARIPOSA : Caña (tradicional marca comercial).
MARROCA : Cadena, pulsera.
MARROCO : Pan (lenguaje carcelario).
MASOCA : Apócope de masoquista.
MATABURRO : Diccionario.
MATE (s) : Cabeza.
MATIROLO (s) : Mate (infusión).
MATRACA : Pene / Arma de fuego.
MATRIMONIO : Chorizo y morcilla al plato.
MAULA : Malvado, malo ("y diga a esos maulas, sotretas sin nombre...")
MAXERA : Antigua y famosa marca de sombreros presente en las letras y poesía del
tango, deformada y simplificada como "MASERA", ya que la letra equis es extraña
y desentona en el habla popular del Río de la Plata.
MAYORAL : Antuguo conductor de los tranvía a caballos.
MAYORENGO : Jefe de policía / Líder, autoridad en general.
MAZO (IRSE AL, O IRSE A BARAJAS) : Retroceder, abandonar, renunciar, recular.
MECHERA (s) : Ladrona que hurta objetos disimulándolos entre su vestimenta
(mechar).
MEDIA RAYA (LA) : Los cincuenta años de edad.
MENA : Marca, clase, tipo.
MENEGA / MENEGUINA : Dinero.
MERLO : Tonto.
MERLUZA : Embriaguez, tranca. borrachera.
METEJON : Capricho, enamoramiento ("berretines que tengo con los pingos,
metejones de todos los domingos...")
MIFUSO : Pobre, miserable.
MILANESA : Mentira, engaño, cuento del tío.
MILANESEAR : Mentir, angañar.
MIÑANGUES : Trizas, pedazos, fragmentos.
MINETA : Sexo oral practicado por el hombre.
MISTONGO : Reo, burdo, pobre ("en mi bulín mistongo no hay cintas ni
moñitos...")
MISTONGUELAJE : Grupo de personas mistongas.
MIYÉ, MICHË O MISHÉ : Quien obtiene los favores de una mujer pagando por ello
("¿no manyás que vos has sido un mishé de lo mejor?")
MIYIADURA (O MISHIADURA) : Pobreza, indigencia.
MOCO (HACER) : Destruír, romper, destrozar.
MONO : Atado, paquete, bulto (en sentido despectivo).
MONSEÑOR : Instrumento del escruchador (cortahierro).
MORENA : Arma de fuego, pistola.
MORFETA : Homosexual pasivo.
MORLACOS : Billetes, dinero.
MORMOSO : Confundido, mareado, adormecido.
MORTERO : Posadero, culo.
MOSAICO : Jovencita, chica.
MOSCA / MOSQUETA : Dinero.
MOSQUETERO: Quien con mucha rapidez y utilizando tres vasos u otros objetos
huecos engaña a otros invitándolo al juego de adivinar dónde se esconde una
pieza determinada (modeda, botón, etc.). Generalmente trabaja en sociedad con
otros que apuestan de grupo (grupí).
MUCHETA : Dintel.
MUFA : Enojo / Mala suerte.
MUJICA : Mujer ( en sentido despectivo).
MUSA (QUEDARSE) : Quedarse callado.
NAESQUI : Vesre de esquina.
NAIFA : Mujer en general.
NAJUSAR (v) : Junar / Ver / Reconocer.
NIQUELADO (adj) : Engalanado, emperifollado.
ÑATO : Sujeto, individuo.
¡ÑÁCATE! O ZÁCATE: ¡Ahí está!, tomá!, ¡listo!
ÑERI : Compañero.
ÑORSE : Vesre de señor.
OFICIO : Oficial de policía.
OJETE : Posadero, culo.
OREJEAR (v) : Mirar las esquinas de los naipes / Observar.
ORRE : Vesre de reo ("Palermo, cuna del orre, por tu culpa ando sin un
cobre...")
ORSÁI : Fuera de lugar (del lenguaje futbolístico: off side).
ORTIBA / ORTIBAJE (s) : Vesre deformado de batidor: soplón, alcahuete, botón,
buchón.
ORTIBAR (v) : Delatar, alcahuetear.
PACHÄ : Persona de gran vivir ("te das una vida mejor que un pachá...)
PACO : Paquete, fajo de dinero, toco.
PACOY : Paco.
PAGANINI : Persona ingenua que paga (o le hacen pagar) las cuentas ajenas
PAICA : Muchacha, mujer joven ("por tu milagro de notas agoreras nacieron sin
pensarlo las paicas y las grelas")
PALETAS : Omóplatos.
PÁLIDA : Pesimismo, negativismo.
PAN DULCE : Culo bien proporcionado de mujer.
PANARO : Culo de mujer en general.
PANCRACIO : Tonto, bobo.
PANTALLAS : Orejas.
PAPA / PAPITA : Mujer joven y hermosa / Optimo, bueno.
PAPAFRITA : Tonto, estúpido.
PAPIRUSA : Papa, mujer joven.
PAPUSA : Papa, mujer joven ("che, papusa, oí...")
PAQUETE : Elegante / Inepto.
PAQUETÓN : Inepto, inhábil, torpe.
PARLA : Lenguaje, habla, discurso.
PARLAMENTO : Parla, discurso, lenguaje, habla.
PARLATUTI : Charlatán, palabrero.
PARPAIOLA : Genital femenino, vagina.
PARTICULARES : Marca de cigarrillos, se conocen como "albañiles" los de etiqueta
roja.
PASTENACA : Tonto, ingenuo, bobo.
PASTO : Yerba mate (lenguaje carcelario)
PATEAR EL NIDO : Desbaratar las intenciones, dejar perplejo.
PATILANA : Sigiloso (pata de lana), aplicado generalmente a quien consigue
favores de una mujer casada. Rol opuesto al cornudo.
PAVITA : Monte de Venus, genital femenino.
PAYASA : Sífilis.
PEBETA : Jovencita, chica ("te acordás Milonguita vos eras la pebeta más linda
e’ Chiclana...")
PECA : Trampa o engaño en los juegos de azar.
PECHADOR : Pedigüeño, manguero.
PEGARLE AL FRITO : Tener relaciones sexuales.
PELAR : Desenvainar, desenfundar, mostrar.
PELECHE : Categoría, distinción ("quien te viera tan escasa de vergüenza y de
peleche...")
PERCAL : Tela de baja calidad ("y hoy darías toda tu alma por vestirte de
percal...")
PERCANTA : Mujer joven agraciada.
PERCHA : Presencia, buen aspecto, elegancia,
PERDER RANGO : Caer en la escala económicosocial.
PERRERA : Calabozo / Grada del hipódromo ("me arrastra más la perrera, más me
tira una carrera que una hermosa mujer")
PERTUSO : Ano.
PIANOLA : Ficha policial para la impresión de las huellas digitales.
PIANTADO / PIANTAO : Demente, loco ("ya sé que estoy piantao, piantao,
piantao...")
PIANTARSE : Irse, salir, rajarse / Enloquecer ("¡cómo se pianta la vida, cómo
rezongan los años!")
PIBA : Chica (en sentido respetuoso y afectivo).
PICAFLOR : Don Juan, mujeriego.
PICULINA : Relación sexual anal.
PICHICATA / PICHICATERO: Droga endovenosa. / Adicto a las drogas endovenosas.
PIÑA : Trompada, puñetazo.
PIOJERA : Cabellera, cabeza.
PIPIOLO : Chico, bebé / Ingenuo, inocente.
PIPIRIPÍ : Dispositivo que usan algunos taxistas para aumentar fraudulentamente
el costo del viaje / Engaño, fraude.
PIRADO : Demente, loco.
PIRINGUNDÍN : Prostíbulo.
PISTÓN : Trompeta.
PLASTA : Aburrido, abandonado.
POGO : Amontonamiento o revoltijo de jovenes que gritan, se golpean y pisan por
puro afán de diversión. Se practica en ambientes under y recitales de rock
pesado.
POLENTA / POLENTERIA / PULENTA : Optimo, excelente, formidable.
PORONGA : Líder grupal (lenguaje carcelario).
POSTA : Optimo, bueno, verídico.
PREPO (DE) : Apócope de prepotencia.
PRIMO: Primero, en primer lugar.
PRIMUS : Antigua y famosa marca de calentadores a querosén ("y en el Primus no
bulle la pava...")
PÚA : Vivo, hábil, competente, astuto.
PULISA : Catre, cama.
PUNGAR : Hurtar de los bolsillos ajenos, robar.
PUNTACHO : Punto (en sentido despectivo).
PUNTO : Sujeto identificado / Persona "marcada" para el lanceo.
PURRETE : Chico, pibe.
QUECO : Prostíbulo.
QUEMARSE LOS PAPELES : Sorprenderse, quedarse sin argumentos.
QUEMERO : Simpatizante (hincha) del club Huracán.
QUEMO : Desprestigio, ruina.
QUESERAS : Medias, zoquetes (de queso: pié)
QUÍA : Sujeto, persona determinada.
QUILOMBO (s y adj): Prostíbulo / Alboroto, escándalo, batifondo.
QUINELA : Síncopa de quiniela.
QUINOTOS : Testículos.
QUINTA DEL ÑATO : Cementerio.
RABETI (DE): De reojo.
RABIOSA : Arma de fuego, pistola.
RADIADORES : Bronquios.
RAFAÑOSO O RANFAÑOSO : Miserable, despreciable.
RAGÚ : Hambre.
RANA : Sagaz, astuto, vivo ("berretines locos de muchacho rana...")
RANCHADA : Comunidad de presos o cirujas compartiendo el espacio y los
alimentos.
RANGO : Categoría, escalafón, clase.
RANTE : Aféresis de atorrante ("por eso me la pasaba fulero, rante y
tristón...").
RANTIFUSO : Despreciable.
RATI : Personal policial, agente de policía.
REAJE : Gente rea.
RECATANGO : Torpe, tardo.
REDOMÓN : Caballo recién domado y aún chúcaro, salvaje.
REFILAR (v) : Sustraer, robar / Dar, entregar.
REFUCILO (s) : Relámpago.
RELAJAR : Descalificar, humillar.
RELAPADO : Agotado, reventado.
RELOJEAR : Observar, mirar con esmero (de la jerga turfística).
REMANYAR : Superlativo de manyar: conocer a fondo y en detalle.
REMANYE : Reciprocidad entre dos sujetos que "manyan" quien es el otro ("Se dió
el juego de remanye...")
REO : Término con múltiples significados: atorrante, inculto, perteneciente al
arrabal, canyengue, etc.
REPICHÉ : Aumentativo de chipé: excelente.
REPOLLO : Antiguo billete de diez pesos, dinero.
REQUECHAR : Manguear, pedir.
RETACÓN : Corto, pequeño, petiso.
RETORCIJONES : Dolores de vientre.
REVIRADO : Demente.
ROCHO : Vesre de chorro.
ROFIE : Vesre de fierro: arma de fuego / Pene.
RONCO : Contrabajo.
RONGA : Vesre de garrón.
ROPAÉS : Ayudante del punguista (vesre de esparo).
ROPERO (HACER DE) : Ayudante que con un saco o sobretodo en la mano molesta y
entretiene al "punto" en el colectivo lleno para que éste pierda la atención del
punguista, que mientras tanto labura de atriqui enchufándole la tijera. Ropero y
punga trabajan en yunta.
RÚA : Calle.
RUNFLA : Cáfila, gentuza.
SABALAJE : Grupo de individuos de baja condición.
SABATELI : Delincuente menor.
SACADO : Fuera de sí, desorbitado.
SALUTRIA : ¡Salud!
SAMICA : Camisa.
SANATA : Mentira, engaño, rebusque oratorio confuso.
SANGRADOR : Pedigüeño, manguero.
SANTO : Cortahierro.
SAPO : Candado.
SARATOGA : Marca de cigarrillos.
SARDINA : Navaja de afeitar.
SARDO : Sargento de policía.
SARZO : Anillo.
SECOLARI : Seco, sin dinero.
SEIS : Tonto.
SESENTA Y NUEVE : Sexo oral recíproco y al unísono entre el hombre y la mujer.
SIN HUESO (LA): Lengua (órgano).
SOBAQUERA : Cartuchera para arma de fuego sostenida bajo la axila.
SOBRETODO DE MADERA : Ataúd.
SOCINCA : Calzoncillos.
SOFAIFA : Mujer.
SOGA : Ayuda / Discurso chanta.
SOLARI : Solo.
SOLFEAR : Hurtar sustraer.
SOPAINA : Paisano, judío.
SORDINA (A LA) : En voz baja.
SORRU : Vesre de ruso, por judío.
SOTA : Sotamanga, con disimulo.
SOTANA : Bolsillo interior del saco / Con disimulo (DE SOTANA).
SUECO : Instrumento para cortar y robar cajas de seguridad.
SULTANA : Mujer hermosa y llamativa.
SURTIR : Agredir con los puños / Suministrar.
SWINGERS : Pareja que presencia, comparte o intercambia sexo con otra pareja o
persona.
TACHO : Taxi / Reloj de baja calidad / Recipiente.
TACO PERA : Taco alto, en forma de pera invertida, terminado en punta. Lo usaban
jailaifes y compadritos.
TAGARNINA : Cigarro o cigarrillo de baja calidad.
TAITA : Prepotente, mandón / Persona valiente ("¡cuántos taitas envidiaron mi
fama de gigoló!")
TALLAR : Imponerse, sobresalir, liderar.
TAMANGOS : Zapatos de grandes proporciones / zapatos en general.
TANGA : Punga que actúa haciendo número / Componenda / Prenda famenina.
TAQUERÍA : Comisaría.
TAQUERO : Comisario. Según cuenta la historia hubo un comisario que serruchaba
los tacos de los compadritos detenidos, porque usarlos no era bien bien visto,
como en otro tiempo tampoco lo fue el pelo largo en los muchachos o la minifalda
en las chicas.
TARANTA : Tonto, loco.
TARASCA : Mujer desgarbada (en sentido despectivo).
TARRO : Zapato / Culo.
TARTA : Apócope de tartamudo.
TARTAMUDA : Arma de fuego, ametralladora
TAURA : Persona pródiga / Valentón ("al taura siempre premia la suerte, que es
mujer...")
TECA : Dinero.
TEJÉN : Vesre de gente.
TEJENAITE : Grupo, gente (en sentido despectivo).
TERESO : Vesre de sorete (heces).
TERRÁN : Vesre de rante, atorrante.
TIBURCIO : Tonto.
TIJERA : Dedos índice y pulgar (o índice y medio) en V, para pungar.
TIMBA : Juegos de azar, y por extensión toda situación azarosa o especulativa
("en la timba de la vida me planté con siete y medio..." / "...el bulín que la
barra buscaba pa’ caer por las noches a timbear...")
TIMBOS : Zapatos.
TIRA : Policía vestido de civil / Policía en general
TIRADO O TIRAO (ESTAR) : Estar en la ruina y sin ningún recurso.
TOCO : Fajo de dinero / Atado, paquete.
TOCO MOCHO : Paquete o atado trucho.
TORABA : Vesre de barato.
TORBELO : Dinero
TORDO : Doctor.
TORNILLO : Frío.
TORPEDO : Otario, tonto, bobo.
TORRAR : Dormir, holgazanear.
TOYUFA : Vesre de fayuto.
TRABA : Travesti o travestido.
TRABUCARSE : Equivocarse o actuar con torpeza.
TRANCA : Borrachera.
TRANQUI : Tranquilo.
TRAPO : Homosexual (lenguaje carcelario).
TRAVIESA : Travesti o travestido.
TRIFULCA : Lío, embrollo, pelea.
TROLO / TROLEBÚS: Homosexual.
TROMPO BATATA : Trompo alargado.
TRONCO : Inepto, torpe, inhábil (del lenguaje futbolístico).
TROYERO : Trompo de combate, se lo arroja contra otros trompos para romperlos.
TUMBA : Comida carcelaria, carne guisada de baja calidad.
TUMBERO : Relativo a la cárcel.
TURRO : Malévolo, malintencionado.
UNDER : Dícese de lo alternativo, transgresor o marginal.
UPITE : Trasero, culo, ano.
VAGONETA : Vago, ocioso (aplicado a los niños significa simpático, despierto)
VAINA (CORRER CON LA) : Amenazar con la apariencia, amedrentar; sinónimo de
"correr con la parada."
VALERIO : Homosexual.
VASELINA (SIN) : Sin precaución, sin cuidado, hacer o decir algo sin tener en
cuenta al otro.
VEJARANO : Anciano, viejo (en sentido despectivo).
VEJIGA : Petiso, enano.
VENTO : Dinero ("no me arrepiento del vento ni los años que he tirado...")
VICHAR : Mirar, observar.
VICHENSO : Tonto (en sentido despectivo).
VIDALITA : Sin dinero, seco.
VIDRIOSOS : Zapatos negros, brillantes o de charol.
VIDURRIA : Deformación de la castiza vidorria: vida fácil y regalada.
VIGILANTEADA : Acusación, traición.
VINAGRERA : Nariz, generalmente se refiere a la desproporcionada o grande.
VIOLINERA (DAGA): Cuchillo de grandes dimensiones con la cual, en tiempos
rosistas de la mazorca, se degollaba a los unitarios. El movimiento de la hoja
sobre el cuello de la víctima se asociaba con el del arco del violín sobre el
instrumento.
VIP : Sigla que, en inglés, significa "persona muy importante". Espacio
reservado en ciertos lugares.
VISTEO : Duelo criollo con armas blancas.
VIUDA : Instrumento del escruchador, también llamado "angelito" o "bombilla",
utilizado para violar cerraduras con la llave puesta del otro lado.
VIVANCO : Astuto, sagaz.
VOGLIO DIRE : Te lo voy a decir.
VUELTA ABAJO : Antigua marca de cigarrillos.
YAPA : Obsequio que el vendedor al menudeo ofrece al comprador como extra por su
compra
YEITE : Asunto, cuestión, recurso favorable ("vos no hagás correr el yeite,
atenete a mis informes...")
YENGUE : Aféresis de canyengue.
YIOME (O SHIOME): Berreta, ordinario, pobre.
YIORNO : Día.
YIRANTA / YIRO : Prostituta callejera.
YIRAR : "Patear" la calle, por parte de las prostitutas, buscando clientes ("y a
su madre mira, yira que te yira...")
YOBACA : Vesre de caballo.
YOME / YOMERIA (O SHOMERÍA) : De baja calidad, berreta.
YOMPA : Pabellón de penal.
YÚA (O SHÚA) : Ganzúa, llave.
YUCA : Bolsillo exterior lateral del saco.
YUCA DE ARRIBA : Bolsillo exterior del pecho del saco.
YUGA : Llave, yúa.
YUGAR : Trabajar, esforzarse.
YUGO : Actividad, trabajo en general.
YUGUERO: ladrón especializado en violar cerraduras (de "yúa")
YUMYUM : Instrumento del escruchante para violar cajas de seguridad.
YUTA (LA) : Institución policial.
YUYETA (O SHUSHETA) : Presumido, atildado, cajetilla.
ZÁFIRO : Viento.
ZALÁN : Vesre de lanza, instrumento para punguear.
ZARPADO : Excedido, desmedido.

NOTAS
[1] "Cartón junao" Juan D’Arienzo / Héctor Varela / Carlos Wais,
intérpretes: Los Solistas.
[2] La desgracia.
[3] Antigua denominación del Hospital Neuropsiquiátrico "José T. Borda".
[4] Martiniano Arce, artista plástico y fileteador de San Telmo.
[5] Celedonio Esteban Flores
[6] Alcides Gandolfi Herrero: "Nocáu lírico",edit. Americana, Bs. As., 1970
[7] "Coming down, coming down, coming..." David Byrne & Talking Heads
[8] "Pan comido" "Compadrón"
[9] Julio Ravazzano Sanmartino: "Academia lunfarda", s.e., Bs.As., 1987
[10] El pozo
[11] El vino
[12] La cárcel
[13] Las putas
[14] El morfi
[15] "Quevachaché" : Enrique Santos Discépolo.
[16] Minas cazabobos utilizadas en la guerra de Vietnam.
[17] El fuego
[18] "Lloró como una mujer"
[19] "Las cuarenta": Francisco Froilán Gorrindo / Roberto Grela.
[20] "Bien Pulenta": Carlos Wais / Juan D'ArienzoHéctor Varela.
[21] "Flor de fango": Pascual Contursi.
[22] "Himno al pato", Felipe H. Fernández (Yacaré) de "Versos Rantifusos",
Buenos Aires, 1916.
[23] "Allí donde Ello era debe advenir el Yo", Sigmund Freud.
[24] La última parte del capítulo reproduce parcialmente la línea argumental del
cuento "El Sur"', incluído en 'Artificios' (1944), Obras Completas, editorial
Emecé, Bs. As., 1974, como rantifuso pero respetuosísimo homenaje a quien no
simpatizaba mucho con el psicoanálisis ni con la parla rea, pero en cambio
poseía un agudo sentido del humor, lo que nos permite tomarnos el atrevimiento
de incluir innumerables líneas, citas literales y extensas referencias a la obra
del maestro.
[25] "Su gavilla no era avara ni tenía odio", Víctor Hugo.
[26] "Desafortunado en el juego, afortunado en el amor"
[27] Juan Gelman.
[28] "Mingus", Joni Mitchell / Jaco Pastorius.
[29] "¿Qué vachaché?": Enrique Santos Discépolo.
[30] Personajes del cuento "Emma Zunz" de Jorge Luis Borges, de 'El Aleph'
(1949), Obras Completas, edit. Emecé, Bs. As., 1974.
[31] "La última": Julio Camilloni / Antonio Blanco
[32] Automóvil de Carlos Gardel, cuyo chofer era Antonio Sumage, a quien
apodaban "el aviador".
