Acerca de la decadencia de la democracia formal y la necesidad imperiosa de una democracia directa

2001, Odisea de un nuevo espacio

Por Jorge Falcone

El poder mundial condecora a nuestros verdugos

El lapso que media entre la asunción del nuevo habitante de la Casa Blanca y los días que corren, a lo largo del cual hemos sido testigos del incremento de tropas en Afganistán, de la prórroga del bloqueo a Cuba, y de la instalación de bases militares sobre suelo colombiano (casualmente en la frontera con Venezuela), ha sido tiempo suficiente para interpretar al Premio Nobel de la Paz otorgado a dicho mandatario como una medida alineada con un “nuevo” orden internacional descarnadamente falaz y funcional al objetivo de insuflar oxígeno a un capitalismo en crisis, para que siga ostentando patente de corso al efecto de saquear los máximos reservorios de recursos naturales del planeta, la mayoría de los cuales se concentran hoy en el mundo periférico.

Como si eso fuera poco, en la región que nos toca estamos a punto de asistir al espectáculo inédito de que un gobierno de facto como el de Honduras celebre elecciones condicionadas ante la mirada impotente de los organismos internacionales, inaugurando la modalidad del Golpe de Mano seudodemocrático, como el que a estas horas se gesta en el Paraguay gobernado por el ex obispo Lugo, a poco de que este impulsara una limpieza de jerarcas militares embarcados en dicha conspiración oligárquica.

Como vienen por los recursos elementales para la supervivencia de un ser vivo, no existe poder formal que pueda detenerlos… Sólo el de un poderoso movimiento social en lucha coordinada entre todos los pueblos de la región.

Conflictividad social y nueva dirigencia gremial

Lo mismo ocurre en nuestra Patria. A partir de la recuperación del orden constitucional hemos asistido a numerosas parodias de renovación y cambio de la política, desde ese alfonsinismo que intenta descaradamente reciclarse integrando a sus filas a un vicepresidente que es lisa y llanamente el Judas de la Nación, hasta este ensayo seudoprogresista surgido de las secuelas de un movimiento de masas que ya dio lo mejor de sí, y que se sostiene arrancando decretos efectistas, sobre las espaldas de la más irrepresentativa burocracia sindical de la historia, oxigenada con el pulmotor de las obras sociales que administra a discreción, en impensable alianza con organizaciones de base sobornadas con bochornoso asistencialismo, pero mantenidas bien lejos de la mesa chica en que se toman las decisiones de fondo. Aún tratándose de la experiencia retóricamente más próxima a los ideales setentistas, ha demostrado con creces que no se puede imponer gravámenes a la renta de los poderosos sin llenar las plazas del país con los descamisados de Evita convencidos de que habrán de heredar los beneficios, así como que no se debe juzgar con cuentagotas a los genocidas ni concentrarlos en un penal-aguantadero… sin riesgo de que se traguen en represalia a uno de esos cabecitas, ni más ni menos al que puso sus más de setenta abriles para escracharlos, sin que a tres años de esfumarse sepamos ni cómo ni adónde se lo llevaron.

En los últimos días, distintos partidos de izquierda ganaron las calles y la primera plana de los diarios merced a diferentes conflictos sindicales que volvieron a tenerlos como protagonistas. La disputa gremial en Kraft, y ahora la lucha intersindical en el subte, donde estos sectores habitualmente reacios a las alianzas tuvieron una representación política crucial, hicieron converger sus intereses y podrían generar un hecho inédito en los seis años de era K: el MST y el PO, entre otras fuerzas de dicho arco, impulsan una marcha callejera para repudiar y protestar contra la alianza entre el Gobierno y la CGT, según confirmaron sus dirigentes más importantes.

Justamente son esos nuevos conflictos sindicales, y muchos otros que empiezan a surgir en el interior del país, los que alimentan el reciente empuje político de dichas agrupaciones. El PO, por ejemplo, realizará hoy, en la Facultad de Ciencias Sociales de Ramos Mejía, un encuentro de más de 950 dirigentes sindicales y delegados de base de unos 80 gremios alternativos (a la CGT y también la CTA). El MTS también convocó a sus delegados de base a un encuentro este sábado, en el club Racing de Villa del Parque. Allí resaltará, entre muchos otros, Néstor Segovia, el líder mediático de la huelga del subte.

Gracias a su alianza con la CGT, y su proyecto de reforma política que podría eliminar a los partidos sin peso electoral, los Kirchner tal vez logren lo impensado: la unión, aunque coyuntural, de una izquierda proverbialmente dispersa.

Pero, en la era del paradigma informático y a distancia del metal-mecánico, cuando el panorama industrial se muestra en plena transformación y la des-sindicalización masiva es ya moneda corriente en el mundo global, tiene sentido seguir esperando que el gran sujeto de la transformación social siga siendo el hoy raquítico “movimiento obrero organizado”?

En Nuestra América, de un tiempo a esta parte - y particularmente desde la crisis del 2001 -, el máximo protagonismo de masas lo vienen teniendo actores ligados mayoritariamente al espacio territorial, agrupados en movimientos campesinos, comunidades originarias, y asambleas ambientales, desde un Nuevo Movimiento Social capaz de crear sus propias redes autónomas de intercomunicación, y embanderado con la necesidad imperiosa de conquistar democracias directas.
La asignatura pendiente de refundar una opción nacionalista revolucionaria de masas

La ausencia de una política de poder mayoritaria surgida desde las bases ha venido cediendo terreno a la noción falaz de que hoy Argentina dirime su destino entre la Patria Sojera apoyada en el pool mediático y un oficialismo “alineado junto a los trabajadores y atento a la demanda de los más débiles”. Dicha mora ha fomentado también un estado de realineamiento constante entre las organizaciones de base, que no han podido garantizar en los últimos años la lealtad de su activismo tradicional, a menudo seducido por las prebendas que ofrece un gobierno capaz de medrar con la desesperación de millones de compatriotas. Pero es en ese escenario adverso donde debemos procurar la confluencia de los que luchan, en la fábrica o el barro.

Nuestra composición económico, social y cultural está lejos de encolumnarse tras una utópica vanguardia de izquierda dogmática. Pero constituye un hecho auspicioso que al interior de gremios históricamente sojuzgados por burocracias venales y rentistas esté forjándose una nueva dirigencia combativa de base capaz de remozar la visión de sus propios nucleamientos de pertenencia.

En tanto, ese nacionalismo revolucionario (que hoy apenas aparece en boca de algún oportunista caudillo K) forjado al calor de experiencias indelebles de nuestro pueblo, como La Falda, Huerta Grande, CGT de los Argentinos, Cordobazo y Argentinazo, aún aparece como un gigante tumbado de Ushuaia a La Quiaca, sin que corriente patriótica ni constituyente social alguna atinen a lograr que se incorpore y marche resuelto hacia el destino que le corresponde y merece: Encabezar la lucha por una reforma constitucional que devuelva voz y voto a ese pobrerío que los partidos políticos no hacen más que expulsar. Nos sobra experiencia para hacerlo. Grandeza… está por verse.

Jortge Falcone
falconej@speedy.com.ar

 

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