1945 - 17 de Octubre - 1993: de dignidades y pobrezas

Por Osvaldo Vergara Bertiche

Quizás el título llame cierta atención. Quizás muchos se pregunten que tienen que ver estos dos años tan distantes entre sí (48) y en idéntico día.

Sin embargo existe una correlación de fechas que nos permite incursionar sin más en el tema de la pobreza.

La Asamblea General de las Naciones Unidas mediante Resolución 47/196 del 31 de Marzo de 1993 determinó el 17 de Octubre de cada año como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza “con el propósito de promover mayor conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y la indigencia en todos los países, en particular en los países en desarrollo”.

Para nuestro país, esta recomendación es válida para 1993 y para el presente, pero tardía con respecto a 1955.

Diez años antes, el 17 de Octubre de 1945, mediante esa explosión popular que irrumpiera decididamente en la historia, y su inmediata consecuencia, el triunfo del entonces Coronel Juan Domingo Perón en1946, la pobreza fue abordada como una Política de Estado, sin planes prebendarios ni regalías de ningún tipo, sino mediante una planificación concreta y contundente destinada a dar trabajo, trabajo bien renumerado y leyes sociales acordes a la dignidad de la persona.

La conciencia colectiva del Pueblo argentino acompañó un Proyecto de Nación que permitió la dignificación del trabajador y el desarrollo sustentable.

Esta situación de buenaventura, de bienestar y de felicidad, fue abrupta y salvajemente quebrantada por la irrupción de la mal intencionada Revolución Libertadora de Lonardi, Aramburu y Rojas, dictadura que llegó para implantar la antesala del Terrorismo de Estado, con el fin de silenciar voces, disolver sindicatos y poner en marcha planes económicos en beneficio de los poderosos y en desmedro del Pueblo.

Su concepción política “restauradora” era la de devolver a la Argentina a la senda anterior a Perón de la que “no debería haber salido”.

Los principales lineamientos de esa política fueron esbozados por el asesor económico y financiero de la Presidencia, Raúl Prebisch, en un documento titulado “Informe preliminar acerca de la situación económica”.

Todo el accionar económico llevó a que los términos de intercambio cayeran notablemente: en 1957 los precios eran un 13% menores que los de 1953, 36% menores que en 1950 y 44% menores que en 1948.

En consecuencia, por la política devaluatoria aplicada, se registraron déficits en el balance de pagos entre 1955 y 1958, las reservas declinaron y se acumularon las deudas comerciales.

“De acuerdo con las recomendaciones de Prebisch, se adoptaron medidas liberalizadoras que apuntaban a reducir el déficit fiscal, limitar los aumentos salariales y restaurar los mecanismos de precios para equilibrar el balance de pagos”.

Las recomendaciones de política diseñadas por Prebisch también comprendieron otras dimensiones de las relaciones económicas externas de la Argentina.

“Se sugería la participación activa en las instituciones internacionales creadas por los acuerdos de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), así como también el envío de una misión financiera a los Estados Unidos con el objeto de discutir nuevamente los acuerdos bilaterales existentes y la gestión de créditos.

A principios de 1956 se iniciaron gestiones para el ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, el cual se concretó en agosto de ese año previo aporte de 150 millones de dólares a cada uno de esas instituciones. Asimismo, en febrero del mismo año se acordó un crédito del Export-Import Bank por 60 millones de dólares a ser destinados a la adquisición de equipos para una planta siderúrgica.

Se alcanzó el Acuerdo Provisional de París con once países europeos a mediados de 1956, por el que se fijaba un sistema multilateral de comercio y pagos con esos países basado en la transferibilidad y arbitraje de las diferentes monedas de los países adherentes. A pesar de esos convenios o por culpa de esos convenios, en 1955 la Argentina tuvo un balance comercial desfavorable con los países del acuerdo y ello trajo aparejado la consolidación de las deudas comerciales derivadas de los convenios en deuda financiera”.

En consecuencia, no sólo aumentó fuertemente el endeudamiento externo del país sino que también fue imposible revertir por este medio el crónico desequilibrio comercial con los Estados Unidos.

En 1956 el desgobierno debió recurrir a préstamos externos. Para ello entró en tratativas con el Club de París, el Exim-Bank de Estados Unidos y diversos bancos privados.

“El objetivo principal de las nuevas autoridades económicas era bajar la inflación”. Se decidió entonces congelar los salarios, lo cual no permitió ni por asomo reducir, y menos aún, contener la suba de precios.

Comenzaba así la puesta en marcha de la máquina de fabricar “pobres en serie”, marginados e indigentes.

Arturo Jauretche no se equivocaba: “Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada (...) No habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota mercante o las usinas”.

Y sucedió lo que sucedió y todos conocemos. “Ni yerba de ayer secándose al sol” con el advenimiento de las políticas que nos insertarían en el primer mundo.

La tan mentada globalización que se diera hacia fines del Siglo pasado y en los primeros años del presente, más allá del avance científico-técnico y de las telecomunicaciones, dio origen a la mayor concentración de poder mediante la universalización de la economía y de las finanzas.

Tras la caída de la Unión Soviética y la disolución del bloque socialista, los Estados Unidos se convirtieron en la única superpotencia mundial, sin que nadie pudiese disputarle su liderazgo. Económicamente, el mundo se organizó alrededor de los grandes centros de¡ capitalismo, que son los Estados Unidos, Japón y Europa Occidental, en los que se toman las decisiones que marcan el rumbo de la economía y las políticas mundiales.

Así, no sólo se dio la circulación de mercaderías, sino también de capitales, seguros, licencias, patentes, productos y servicios bancarios.

Las empresas multinacionales ubicaron sus fábricas en cualquier lugar, teniendo siempre como único objetivo la obtención de la mayor cantidad posible de ganancias.

El accionar de las mismas va más allá de cualquier localismo, pues al crearse nuevos lazos o relaciones comerciales basadas en movimientos de dinero, de tecnología o de personas, es muy difícil establecer con precisión de que nacionalidad son las empresas y los productos que éstas fabrican.

La interdependencia comercial, no significó de ninguna manera que todos los pueblos del planeta estén en una situación de igualdad, sino todo por el contrario. Los países centrales ejercen un dominio económico, financiero, científico y cultural sobre los demás. Se constituyeron, así, zonas centrales de gran desarrollo industrial y condiciones de vida contrapuestas a las de las regiones periféricas o subdesarrolladas, con un gran atraso económico y socio-cultural.

El llamado Tercer Mundo (países de Asia, África y América Latina en general subdesarrollados) en los que vive el 75% de la población mundial, son económicamente dependientes (una suerte de neocolonialismo) de los grandes centros capitalistas mundiales; coexisten un sector industrial dinámico, generalmente controlado por capitales extranjeros, junto con sectores artesanales y agrícolas y por tanto una desigual distribución de la renta.

De esta manera, la mayoría de la población vive en la pobreza, mientras que un pequeño grupo privilegiado vive en la excesiva riqueza. Las necesidades alimentarías no están satisfechas, como tampoco está garantizado el acceso a la salud, a una vivienda digna, a la educación, al trabajo y a la participación política; y los Estado-Nación fueron perdiendo poder.

Según estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) “Uno de los casos más significativos en cuanto al drástico aumento de la pobreza es el de Argentina donde, y debido a la crisis económica que afectó al país, el número de personas pobres prácticamente se duplicó desde el año 2000 hasta el año 2003, a la vez que los niveles de indigencia (o pobreza extrema) se multiplicaron por cuatro”.

Por su parte el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala que el 44 por ciento de la población de América Latina es pobre y el 40 por ciento de esos son indigentes que viven con menos de un dólar diario.

En cada rincón de América Latina la pobreza avanza, y por más que haya planes para disminuirla, las desigualdades económicas y sociales que existen en la región son cada vez más pronunciadas y notorias. CEPAL indica que Latinoamérica es la región más desigual del mundo.

En nuestro caso, el de Argentina, la “gran revancha” antipopular vino de la mano del Proceso de “Destrucción” Nacional de Videla, Massera y Agosti con la nefasta presencia de Martínez de Hoz, que sumadas al despropósito neoliberal de los años 90, dejaron secuelas que hasta el día de hoy cuestan erradicarlas.

Definir el 17 de Octubre como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, es en el fondo, y aunque no se haya pensado así, un Homenaje a nuestra Fecha Patria Popular y Nacional.

Aquella gesta histórica cambió pobreza por dignidad; desigualdad por igualdad de oportunidades; “famélicos y decepcionados” (al decir de Discépolo) por “honorables y placenteros”.

Hoy, cuando algunas voces se levantan clamando al Cielo y otras en nombre del Cielo por los males de la pobreza, no se las escucha con el mismo ímpetu condenar al “infierno” los espíritus rastreros (personas mezquinas y ruines que se valen de cualquier medio para conseguir lo que quieren) que nos llevaron a esta situación.

Por suerte, si bien falta mucho por hacerse, las políticas oficiales aplicadas desde hace unos años, nos han permitido ir saliendo de esta situación de angustia e injusticia e ir reduciendo el nivel de pobreza, marginamiento e indigencia.

La similitud con aquellas jornadas del ’45 es que el Pueblo ha ido ganando la calle y con su presencia y su voz ha acompañado proyectos y logrado resultados.

Las últimas alternativas vividas con la Ley de Medios son un ejemplo claro y preciso de que la discusión colectiva, la participación de las “organizaciones libres del Pueblo” y la presencia en las calles, son la única garantía que tienen las masas populares para resolver en su beneficio lo que el “poder concentrado” impide.
“Meter las Patas en la Fuente” no es una foto de un viejo acontecer. Está, justamente, en el “imaginario colectivo” como aquello que no ha surgido de la nada, sino que se trató de una construcción social con la intervención de diferentes grupos, especialmente la de los sectores mas humildes y de los trabajadores que concurrieron a parir una gesta sin precedentes y bajo la conducción de un Líder que garantizaba, sine qua non, las profundas transformaciones que se reclamaban.
Como lo expresara Enrique Santos Discépolo en sus audiciones radiales “a Perón y a Eva Perón los trajo, en su defensa, un Pueblo a quién habían enterrado en un largo camino de miseria”.

De la dignidad a la pobreza. La ecuación debemos revertirla mediante la reconstrucción de un Movimiento Nacional que levante las tres eternas banderas de Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social.

Así y sólo así el 17 de Octubre no será un día para tomar “conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y la indigencia” en nuestro país, sino un día de júbilo ya que el Pueblo habrá logrado su bienestar y la Patria su grandeza.

Osvaldo Vergara Bertiche

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