El país de los CEOS

Por Santiago Varela*

En el país de los CEOS, éstos se hacen cargo del estado y pasan a gerenciarlo con los criterios con que antes manejaban las empresas privadas en que trabajaban… o aún trabajan.

El leitmotiv es, supuestamente, algo que llaman “eficiencia”

La eficiencia que se mide de acuerdo a cuánto reciben los accionistas, estén en el país o no.

Cuantos más beneficios obtengan, más eficiente es la gestión del CEO.

Así de simple.

Y para que esto ocurra no existen límites a lo que se debe hacer.

Se debe hacer lo necesario para que se cumpla el objetivo.

Punto.

Esto es así, no tiene sentido discutirlo.

Generar riqueza para la empresa es lo importante.

Tan importante como generar beneficios para sí mismos.

Los CEOS lo saben porque lo llevan en el ADN.

No importa si los ponen a manejar no-empresas, como lo es un Ministerio o una Secretaría de Estado.

Ahora vayamos a otra parte del análisis.

A las empresas privadas les molesta mucho que alguien les ponga límites a sus emprendimientos.

Que les impongan normas, conductas, regulaciones y pautas en general.

No les gusta nada.

Por eso invierten millones tratando de evitarlas, eludirlas, violarlas o simplemente desconocerlas.

Ante esta situación, los estados han creado Entes Reguladores para que las empresas no se excedan en sus afanes expansionistas.

Los CEOS dicen que un Estado así, interfiere.

El Estado dice que así se controlan y se defiende los intereses de los ciudadanos.

A los ciudadanos, los CEOS, suelen llamarlos clientes, consumidores, usuarios, etc.

Ahora bien, si los CEOS toman el estado, también deben hacerse cargo de los organismos de control.

Por lo tanto los Entes Reguladores ahora están manejados por un CEO, tan CEO como el CEO de la compañía que el Ente debe controlar.

Ambos son iguales. Pueden ser amigos, familiares, socios. Incluso pueden ser, desde lo filosófico, un mismo y único ser. (Cfr. La Sagrada Trinidad)

Esto puede generar contradicciones que hay que resolver.

Luego del reciente triunfo de la mitad más uno, se decide que las Empresas deben crecer y los Entes Reguladores deben achicarse, tendiendo a desaparecer.

Esto traería algunas consecuencias no del todo deseables, como que no se sepa qué contiene un medicamento, o que se vierta cianuro en los ríos, o que el agua potable no lo sea, o que crezca la mano de obra esclava, o cosas parecidas.

Son efectos colaterales, menores.

Además, de última, si pasara algo, la gente no tiene por qué enterarse.

Esto es fundamental.

Lo que no se sabe, no ocurre. ¡Jamás!

Insistimos, estamos en el país de los CEOS y todos sabemos que es imposible que un CEO controle a otro CEO.

No nacieron para eso.

Santiago Varela / 2015

* Santiago Varela, Buenos Aires, 1940. Escritor, guionista, documentalista, autor teatral, conductor de radio argentino y, muy especialmente, autor de textos de un humor "absurdo, porteño y reo", según sus propias palabras. Desde 1980 fue colaborador de las revistas Humor, Sexhumor, Feriado Nacional, Página/30, Vivir, La Maga y Tres Puntos, y columnista en Clarín, Perfil y Página/12. Fue autor de los monólogos de Tato Bores y publicó los libros Sexo salvaje, Good show, El debut y otros cuentos y El gran monólogo nacional, entre otros.

 


Todos los libros están en Librería Santa Fe