ZONA LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“La poesía no va a morir si nosotros no la
matamos”
Entrevista a Graciela Perosio por Rolando Revagliatti.
Graciela Perosio nació el 14 de junio de 1950 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, República Argentina. Egresada en 1972 de la Facultad de Historia y
Letras de la Universidad del Salvador, ejerció la docencia universitaria y
dirigió el Departamento de Extensión Cultural del Instituto de Cultura Religiosa
Superior. En 1995 obtuvo la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de
las Artes, para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Entre 1982
y 2014 ha publicado los poemarios “Del luminoso error”, “Brechas del muro”, “La
varita del mago”, “La vida espera”, “La entrada secreta”, “Regreso a la fuente”,
“Sin andarivel”, “Balandro”. Además de haber sido traducida al italiano y al
portugués, fue incluida en numerosas antologías nacionales y extranjeras, tanto
en soporte papel como electrónico. Participó en la segunda edición de la
Historia de la Literatura Argentina, publicada por el C. E. A. L. (Centro Editor
de América Latina). De sus trabajos de investigación citamos “Olvido y
reminiscencias en ‘Los pasos perdidos’” en “Historia y mito en la obra de Alejo
Carpentier” (1972); “Ricardo Rojas. Primer profesor de literatura argentina” en
“Capítulo. Historia de la literatura argentina” (en colaboración con Nannina
Rivarola, 1980); “La profesionalización de la crítica literaria” (selección,
prólogo y notas, C. E. A. L., 1980); “‘Casa extrema’ La poesía de Carlos
Latorre”, en “Hablar de Poesía” nº 5, Buenos Aires, junio 2001; “Juan Gelman. La
construcción del imposible nido” en http://actaliteraria.blogspot.com/2011/10/juan-gelman.html
en octubre 2011. Permanecen inéditos “Juan Rulfo y la cultura de la pobreza”,
“Los libros finales de Alfonsina Storni. Reformulación del deseo”, “La poesía de
Norah Lange. ‘Un rosario de cuentas blancas’”, etc. Inédito se mantiene el
ensayo “Nudos de una lectura” de Luis Bacigalupo, concebido a partir de sus
primeros cuatro poemarios (solamente leído por su autor en la presentación de
“La vida espera”, en el Museo Libero Badi). Fue en 1994 cuando presentó en la
Fundación Del Viso una muestra de pintura titulada “Causas Desaparecidas”.
Mientras que en 1999, Aroldo Lewy —en el Museo Luis Perlotti—, dedicó una
muestra escultórica a su obra, trabajando en especial el poemario de 1995. Un
año antes, los artistas plásticos Silvana Perl y Enrique Banfi, integraron
poemas de su autoría a la instalación urbana “Fuente de Poesía”, la que ha
quedado como monumento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, frente a la
Biblioteca Nacional. Sobre su “Regreso a la fuente” fueron realizadas dos
muestras performáticas multimediáticas, una en la Sala Solidaridad del Centro
Cultural de la Cooperación y la otra en La Casa de la Lectura. Un poema de “Sin
andarivel” fue seleccionado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Buenos
Aires, para realizar un afiche ilustrado por Alexiev Gandman que se expuso en
las veredas de la ciudad.
1 - En parte porque descubrí
www.familiaperosio.com.ar es que te propongo que nos cuentes sobre ella, la
nuclear, tu niñez, tu educación, tu inserción universitaria, la familia actual…
GP - Hay dos sucesos trágicos que marcaron mi vida: el suicidio de mamá y
el
secuestro, tortura y asesinato de mi hermana Beatriz. Beatriz era tres años
mayor que yo y fue Presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y
de la Federación de Psicólogos de la República Argentina. Un grupo de tareas de
la Dictadura la secuestró el 8 de agosto de 1978 y creemos que fue asesinada no
mucho tiempo después. Cinco años antes, mamá se había suicidado. En la última
charla que mantuve con mi vieja, apenas elegido Héctor Cámpora como Presidente
de la República, me había dicho: “¿Sabés qué va a pasar ahora? Los militantes
van a salir a la superficie y los otros van a anotar en sus libretitas. Y
después los van a matar a todos. Tu hermana de ésta, no pasa…Y vos tenés que
sobrevivir. Porque alguien tiene que contar cómo fueron las cosas. Yo, me hago
cargo de cómo las eduqué, pero no tengo resto para bancar lo que viene. No soy
la Virgen María para quedarme esperando que me entreguen el cuerpo.” Y
efectivamente aún hoy no hemos recuperado los restos de mi hermana, ni siquiera
tenemos certeza del momento y modo de su muerte.
Ahora sí te puedo contar otras cosas… Tanto la familia de mi madre como la
paterna provienen de la Liguria en Italia. Mis dos abuelos se dedicaron a
negocios vinculados a la comida. Mi abuelo paterno junto con papá fueron
propietarios del Restaurante “Perosio” que funcionaba en Suipacha y Diagonal. Un
lugar muy tradicional del centro porteño, frecuentado por personalidades de la
política, la cultura, las artes, el deporte. Bioy Casares lo menciona en su
“Diccionario del argentino exquisito”.
Por parte de mi abuela materna estoy emparentada con Benedetto Croce, cuya
existencia, de chica, consideraba una leyenda, su propio nombre y más aún el de
su hermana —Santa Croce— me hacían pensar en una invención de mi vieja que era
una bromista irredenta. Entonces una tarde, bastante ofendida, me leyó la
biografía de Croce en la Enciclopedia : “Ahora vas a ver si es un invento mío.”
Así terminó con mi desconfianza. También Croce sufrió momentos trágicos de
pérdidas familiares. A los 16 años en un viaje a Ischia y a consecuencia de un
terremoto, pierde a su padre, a su madre y a su hermana. Él mismo es rescatado
después de pasar varios días bajo los escombros… En fin, otra historia de
sobrevivencia.
Tanto mi hermana como yo nos educamos en un Colegio de monjas y la familiaridad
con las enseñanzas evangélicas y con la figura de Jesucristo nos iba a marcar
hondo. En mi niñez, ante un mundo que se me antojaba hostil, siempre fui
hipersensible, buscaba refugio en un universo de fantasía: dibujaba, bailaba,
componía canciones que repetía hasta aprenderlas de memoria, porque aún no sabía
escribir. Después, mi hermana me enseñó. Estudié danzas españolas, algo común en
esos años, e integré la Compañía de Marisabel. Bailé en el Teatro “Cómico” de la
calle Corrientes, y en el “Casino”. Las disciplinas corporales —la danza, la
gimnasia artística, el yoga, el tai.chi— me acompañaron y ayudaron a lo largo de
toda mi vida. Para subsistir en Argentina hay que ser realmente acróbata. Tengo
un poema inédito sobre este tema.
Cuando llegó el momento de ir a la Universidad, quise entrar a la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA, pero la Dictadura de Juan Carlos Onganía la
mantuvo cerrada a partir de la acción represiva del 29 de julio de 1966,
conocida como la “Noche de los Bastones Largos”, que significó el alejamiento
para muchos intelectuales, no solo de la cátedra, sino del país. Opté entonces
por asistir a la Universidad del Salvador, con el propósito de cambiarme
después, pero por las diferencias de programas resultó imposible. Me recibí a
los 22 años. Había empezado a enseñar desde el segundo año de mi carrera como
Auxiliar Docente en la Cátedra de Filosofía de Agustín De la Riega. Podrás
imaginarte lo doloroso que resultó, cuando, ya nombrada y rentada en la
Universidad de Buenos Aires, perdí mi puesto por la Intervención de Alberto
Ottalagano, que nos echó a todos. En la UBA, por fin en la universidad pública,
me había integrado a la Cátedra de Literatura Colonial Argentina, cuyo titular
era Ángel Núñez —acaso recordás que nos invitaste a ambos en 1999, a leer poemas
en el Ciclo “Olivari”—. Con su adjunta, Nannina Rivarola, que se convertiría en
amiga entrañable, escribimos después algunos trabajos para la Historia de la
Literatura Argentina que publicara el Centro Editor Latinoamericano. Pero nunca
más volví a retomar la docencia universitaria. Como también te imaginarás,
tampoco volví a bailar en la calle Corrientes. Aunque quién te dice, todavía…
(Risas.)
En la Biblioteca Popular de Martínez, durante 1979, empecé a coordinar los
talleres de escritura que había fundado Nicolás Bratosevich. “Las Voces”, mi
taller de creatividad, había tomado forma a instancias de mi hermana Beatriz y
su primera sede fue el Jardín de Infantes que ella dirigía y que se cerró a
consecuencia de su secuestro. Continué con esta actividad en la Biblioteca y
después pasé a hacerlo en mi casa en la provincia de Buenos Aires, en la
localidad de Florida.
Me había casado a la misma edad que me recibí, y de ese matrimonio que duraría
quince años, nacieron mis dos hijos, Lucas y Milagros. Lucas está casado y es
padre de Laura y Gael. Él eligió la carrera de Historia y se licenció en la UBA.
Milagros pinta y publicó el poemario “(queda entre nosotros)”. (1)
2 – Y vos ¿qué te acordás de tu primer libro? Hablame de tus libros.
GP - En los ochenta ni me imaginaba que la escritura de poesía se convertiría
con el tiempo en mi actividad principal. Pensaba, en cambio, que en algún
momento iba a reanudar la tarea académica, pero sentí que tenía que sacar un
libro como respuesta a la Dictadura, una forma de afirmar que seguía viva.
Entonces, bastante a las apuradas, reuní un grupo de textos escritos sin la
menor idea de ser publicados, escritos muy íntimos ¿entendés? Así nació “Del
luminoso error”, que es del 82. Aún así y con toda su desprolijidad, rescato de
ese conjunto visceral, alguna página como “Lluvia”, en cierto modo un
autorretrato válido.
Siguió “Brechas del muro” de 1986 (mi hijo decía que yo publicaba para los
mundiales de fútbol: este año también coincide), con un poema dedicado a
Beatriz. Mucho tiempo después de la edición tomé conciencia de que lo había
concebido a partir de un encargo que ella me había hecho en vida. Me pidió un
texto que expresara los sentimientos de un preso político, algo para una revista
militante. Y la verdad, no me salía, quedaba panfletario, obvio, no lo pude
resolver en aquel momento. Y después terminó por darse este texto que surge casi
como jugando, alrededor de un verso de Alejandra Pizarnick. Se difundió por
primera vez en “Punto de Vista”, y toda la revista estuvo ilustrada por Luis
Felipe Noé. Yo ya venía trabajando con la obra de Noé, pero allí decidí
conocerlo personalmente. Una figura magistral, de fuerte ascendencia sobre mí y
cuya pintura va a seguir generándome escritos. Mi libro posterior,“La varita del
mago”, es una reflexión sobre el vínculo entre las generaciones del ’60 y del
’70. Algunos poemas nacen de la visión de un cuadro de Noé y los otros parten de
la lectura de un verso de Juan Gelman. La escritura y publicación de ese libro
coincidió además con la disolución de mi matrimonio. Y operó como bisagra para
separarme también de mi pasado, de los amados maestros, del heroísmo como forma
de vida. Lleva una dedicatoria que me trajo más de un problema: “A los hombres
del ’60 por cuyas ideas mi generación puso el cuerpo.” Lo cual no pretendió
decir que la generación del ’60 no puso el cuerpo como se interpretó, sino que
no es lo mismo dar la vida a los 20 años, cuando difícilmente tus ideas se
puedan considerar cabalmente propias.
En 1995 se publica el poemario que ronda la figura materna y reflexiona también
sobre el suicidio: “La vida espera”. Lo materno en sí mismo y la femineidad son
temas que reaparecen de modo más sesgado en el quinto libro: “La entrada
secreta”, un trabajo con mucha intertextualidad. Alude a las leyendas de la
gesta artúrica, al imaginario celta. Aquí importa decir que para los chicos
argentinos nacidos en los ’40 y los ’50 el imaginario celta, el rey Arturo y sus
caballeros, personajes como Ivanhoe o el Príncipe Valiente fueron lecturas
habituales. E integraban la famosa Colección Robin Hood que acompañó nuestra
infancia. Con este libro inicio mi experimentación en las performances: se
presentó en la Sala de Representantes de la Manzana de las Luces y leí el último
poema, “Canto de alabanza”, desde el escenario a oscuras y con un único
reflector sobre el atril donde estaba el libro. Concluida mi lectura, desde el
fondo de la sala empezaron a oírse voces que cantaban los versos y que el
público no podía ver. Un efecto “fantasmal” que resultó interesante. Hoy esta
forma de presentar un poema se ha vuelto habitual pero en aquel momento fue
novedosa y justamente por lo inesperado, causó mayor emoción en el público.
A“Regreso a la fuente”, mi sexto libro, la considero una obra aún irresuelta.
Creo que debiera reescribirla, pero por ahora la voy completando con puestas en
escena. Su escritura me sumergió en una investigación de la mística renacentista
y los escritos de las academias italianas. Me apasionó la lectura de la
“Hypnerotomachia Poliphili” (“Sueño de Políphilo”) atribuida a Francesco Colonna,
aunque me acerco más a la tesis de Kretzulesco-Quaranta de que se trata de un
texto colectivo cuyo compilador fue León Battista Alberti. Un texto en clave
redactado por los humanistas de las academias. De alto contenido ecológico, en
él se advierte el peligro de olvidar que provenimos del agua. Profetiza como
especialmente riesgoso el momento en que nuestra civilización gire alrededor de
las “fuentes negras de la muerte en las tierras donde se inició la humanidad”.
Fijate que leí esto a mediados del 2002, faltaban pocos meses para que Estados
Unidos invadiera Irak. Una coincidencia conmocionante.
Después vino “Sin andarivel”, donde se puede leer entre líneas mi incursión en
la meditación budista. Hace días acaba de salir “Balandro”. Y tengo inédito un
poemario titulado “El privilegio de los años”.
3 – El título del poemario inédito me da en el plexo. Ya lo quiero leer. Tanto
me ronda, cuando no me acecha o acicatea, el asunto de “tener ya mis años”.
Introito éste para solicitarte que nos adelantes algo sobre su estructura. Y, de
paso, también sobre “Balandro”.
GP - El título “El privilegio de los años” lo tomo de la película “El maestro de
música”. La esposa del maestro habla a la alumna joven, deslumbrada por su
profesor, y le dice: “Usted tiene la ventaja de la edad, yo tengo el privilegio
de los años”. Fijate que son expresiones que fuera de contexto pueden parecer
sinónimas pero no lo son.
Por otra parte, para alguien nacido en los’50 y de mis ideas, haber llegado a
los 63 en Argentina es un privilegio. Pero además, una —a fuerza de vivir y
equivocarse— adquiere una mirada privilegiada sobre la vida. Ahora, me han
preguntado si el título tenía que ver con la escritura y hay que decir que este
privilegio no implica una facilidad mayor para escribir, porque a medida que se
aprende el oficio también aumenta la exigencia, el desafío de lo que se
pretende. La distancia entre lo que se quiere lograr al escribir y lo que
realmente se puede, es infinita siempre.
El libro habla de estas cosas, de lo que cambia con los años y de lo que no. El
ansia de amor no cesa, el abismo frente al otro no cesa. Nunca se sabe cómo
cruzar la calle y comprender o hacerse comprender… También llegan las
generaciones nuevas, el ser abuela y ver que en algunas cosas volvés a empezar,
a acompañar el crecimiento de un niño, verlo asomarse al mundo, otro mundo, no
el que sentiste tuyo. Inevitablemente comparás tu infancia con el ser niño de
estos días y hay algunas coincidencias y también abismos de distancia.
En cuanto a “Balandro”, está dividido en dos secciones: “la necesidad de pintar”
y “la necesidad de narrar”. La primera la integran poemas más breves, escenitas,
cuadros. La segunda es una novedad en mi obra: aparece el poema largo narrativo.
Se busca el sentido de ciertos acontecimientos del pasado. Una va tratando de
armar un rompecabezas, descubrir el revés de la trama que se escribió con la
vida. El título nombra la más pequeña de las embarcaciones a vela, un navío que
Fabio Morábito en su contratapa, asocia a los naufragios, al transcurrir de los
sobrevivientes.
4 – “Punto de Vista”, “Hablar de Poesía”, importantes —sustanciosas— revistas te
han publicado. (Sé que sucedió también con una que yo apreciaba tanto: “Feminaria”.)
¿Qué te hace sentir que tu quehacer aparezca en ellas?
GP - Una espera el reconocimiento, esa mirada del colega que nos confirma en el
camino, por supuesto, y no siempre se da. Pero aun cuando sí se da, forma parte
del trabajo. En cambio hay otras cosas que te desbordan. Fijate que en un sitio
de la Red, leí de pura casualidad, una anécdota de un preso en la cárcel de Río
Negro que cuenta esto: “Yo me sostenía leyendo el poema ‘Tiempo de familia’ de
Graciela Perosio; pensaba voy a salir de acá y vamos a volver a estar todos
juntos.” Eso es algo más allá de lo esperable. ¿Y sabés cómo le llegó el texto?
Porque lógicamente necesité averiguar: el hijo de una ex alumna del taller, que
es psicólogo, hace un trabajo de lectura en presidios y cuando falleció su mamá,
se había quedado con mi primer libro que es donde está ese poema.
Hay reconocimientos íntimos que para mí valen infinitamente, comentarios de
lectores, de personas que pasaron por mis clases. Me parece que si los repito
violo el encanto del secreto. También fue fuerte ver mi poema en un cartel de la
avenida 9 de Julio. Y tuve la alegría de que a pesar de que en ese momento
fuimos sólo cinco poetas seleccionados por la Secretaría de Cultura de la
Ciudad, uno de ellos había asistido a mi taller, Gustavo Álvarez Núñez. ¡Cartón
lleno!
5 – Que te hayas ocupado de escudriñar la obra de Carlos Latorre, el autor de
“La ley de gravedad”, “La línea de flotación”, “La vida a muerte”, “Cabeza o
triste páramo”, prologado por Juan Antonio Vasco (Ediciones Botella al Mar,
Buenos Aires, 1979), me incita a reclamarte una semblanza de ese admirado poeta.
Y como también has escudriñado a Ricardo Rojas y a Norah Lange, tu visión es
bienvenida.
GP - Latorre era una persona que vivía con el pie en el acelerador, la vida a
pleno costo y la poesía a pleno costo. La palabra “conveniencia” no entraba en
su vocabulario. Pero te tengo que contar mi historia con él. Tendría yo unos
siete u ocho años y encuentro en un Suplemento Literario, probablemente el de
“La Nación”, un largo poema de versos extensos. Y lo copio en un cuadernito. De
allí en más no iba a ningún lado sin ese cuaderno. Mi vieja lo llamaba “el
talismán de Graciela”. Un día, intrigada, me preguntó si lo podía leer, entonces
se lo di lo más contenta y me dijo: “Pero Gracielita, ¿vos entendés esto?”
“Entenderlo no, mami ¡pero cómo suena!” Y allí mi vieja me miró de una manera
como si pensara: no hay nada qué hacerle, está perdida. Ahora, pasaron los años
y en una presentación de libros de Editorial Tsé-Tsé, Reynaldo Jiménez informa
que en el público se encuentra Mariluz Luna, la viuda de Latorre. Me acerco y le
cuento la historia anterior, y ella exclama: “Tuve que compartir a Latorre con
tantas mujeres, ¡pero también con una nena!”. Después Mariluz vino a mi casa
sorpresivamente y me trajo todos los papeles de su marido con la finalidad de
que escribiera sobre él. Terminé presentándome a la Beca del Fondo Nacional de
las Artes, con los auspicios de Enrique Molina y de Juan Gelman, y la gané.
Entre los archivos de Latorre iba a encontrar guiones de radioteatro, escritos
bajo el seudónimo de Osvaldo Prada. ¿Sabés qué eran?: las adaptaciones de films
para la radio que pasaban los sábados por la noche en el radioteatro “Lux” y que
no me los perdía nunca. Me acuerdo que hasta dieron una radionovela ¡basada en
Bergman! Y me pasé la infancia siguiendo ese programa; al final, Latorre había
estado en mi niñez de distintas maneras. Pero, más allá de mis motivos
personales, creo que es imprescindible advertir su importancia a la crítica. La
obra poética de Latorre marca un paso entre el cincuenta y el sesenta, él es un
precursor de hallazgos del coloquialismo, del uso de jergas en el poema, por
ejemplo, expresiones tomadas de la publicidad. Así como Eduardo Romano destaca
el poemario “Sentimientos” de César Fernández Moreno, yo insisto en que en su
poesía, especialmente en los poemas amatorios de Latorre, hay un antecedente de
lo que va a hacer el ’60. Me parece que hay que subrayar que ocupa ese lugar de
puente en la Historia de la Literatura Argentina.
En cuanto a Ricado Rojas, hay mucha gente que lo único que sabe de él es que
escribió “El santo de la espada”, su libro sobre el general José de San Martín,
y la verdad es que me parece lo menos valioso. Rojas nos ofrece un pensamiento
original para comprender la cultura de América Hispana. “Eurindia”, hasta dónde
yo sé, es nuestra primera Estética. Rojas crea la Literatura Argentina como
disciplina. Hace un trabajo extraordinario recopilando su Historia Literaria que
abreva en múltiples fuentes coloniales. Siempre reflexioné sobre los dos textos
pioneros que él señala y el peso que tienen sobre nuestra construcción de
identidad y de imaginario. La “Carta de Doña Isabel de Guevara”, una pensionada
que le reclama al Rey el pago de su pensión, y el poema “La Argentina” de Martín
del Barco Centenera: un poema escrito por un funcionario oscuro de la
Inquisición del que no sabemos con certeza ni los datos de su nacimiento ni de
su muerte en España. Sabemos sí todas las tropelías que hizo en nuestras
tierras. Dejándonos, como dice Rojas, “el nombre inmortal de una obra muerta”.
Su escritura, mala imitación del chileno Alonso de Ercilla, es farragosa,
ilegible, irresponsable, cuenta las cosas “más o menos”, manda las medidas de la
isla Martín García —para zanjar un problema limítrofe con Portugal— diciendo “a
ojos vista de aquí para allá mide…” Corrupto, “chanta”, plagiario…, así es el
padre que nos nombra. Pero, por otra parte, aún no sé de otro país que tenga
nombre dado por un poeta. Un poeta desastroso pero poeta al fin. Con Elsa
Osorio, narradora de mi misma generación, nos planteamos más de una vez hacer el
guión de una película histórica sobre Centenera. El problema es que sería un
film de muy alto presupuesto. Pero a mí me parece interesante preguntarse si la
“legendaria” riqueza de nuestro país, además de radicar en su ubérrima pampa
húmeda, no está también en su inextinguible capacidad de leyenda…
Respecto a Norah Lange, me llamó la atención la coyuntura histórica que le tocó
como poeta. Algo de esto ya lo había señalado Beatriz Sarlo. Lange quiere
pertenecer a la vanguardia prestigiosa y separarse del aplastante modelo de
Alfonsina Storni, pero por otro lado está la figura gigantesca de Oliverio
Girondo, y creo que no lo puede resolver desde el género poético, no encuentra
espacio para un decir propio y acaba haciendo una excelente obra narrativa. En
sus breves poemarios hay muestras de la gran escritora que será, muestras
sueltas, poemas que vale la pena revisar, no digo todos, ella era muy joven, su
plenitud se dio en la prosa, sin duda.
6 – Dos décadas se cumplen de aquella
muestra tuya de pintura: “Causas desaparecidas”. ¿Qué tipo de pintura era? ¿Fue
gratificante, o no lo fue y por eso no has reincidido? ¿Has seguido pintando?
GP - La especialización en creatividad me llevó a practicar distintas
posibilidades: bailar, cantar, pintar. Pero sólo me considero autorizada a
enseñar escritura y muy relativamente. Guardo esas vertientes creativas como
lugar de juego donde no hay una carrera profesional a la que responder; en esos
sitios no siento la exigencia y los transito por puro placer. Pero en un momento
la pintura creció y necesité detenerla, porque no podía llevar adelante dos
carreras artísticas más la docencia. Los cuadros de esa muestra estaban dentro
del informalismo, pero no todo lo que he pintado es así, creo que cuando tomo
algunos elementos de la figuración mi pintura crece, se complejiza. Esa serie de
la muestra nació en el taller de Eduardo Médici y no estaba en nuestros planes
—ni míos ni de Eduardo— que se hiciera una muestra. Eso fue una casualidad que
me sobrepasó y no sé si considero hoy una buena idea haber permitido que se
muestren esos trabajos aún muy primitivos.
7 y 8 – Se me ocurren dos preguntas. Una acerca del Encuentro Nacional de
Escritoras, realizado en el Centro Cultural General San Martin y del que
participaste en el 2000. ¿En qué consistió?... La otra sobre el escritor y sus
reflexiones sobre la escritura. Como sabemos, Graciela, hay autores más
propensos a hablar de sí mismos, a divulgar en público sus hábitos y sus
vicisitudes a la hora de enfrascarse en el trabajo, a confesar sus encontronazos
con las limitaciones subjetivas y objetivas. Están aquellos que han escrito
ensayos y aun libros íntegramente consagrados a revelar —entre nosotros, uno de
los poetas que me entusiasman: Darío Canton— la intimidad cotidiana. Y están los
que optan por no ofrecer pistas. ¿Qué escritores te enseñaron más, en este
sentido, a través de sus análisis, y de sus declaraciones en reportajes o
conferencias o mesas de debate?
GP - Escritores que me hayan enseñado desde su actitud, seguramente muchos;
ahora, que yo haya aprendido, es otra cosa. Siento que una nunca sabe lo que
tiene que hacer, ¿no? Qué tiene que decir, qué espera el lector, qué puede serle
útil. Esto es un oficio y a la vez no es un oficio, porque no cuenta con ninguna
de las certezas de un oficio. Aquí nada es preciso, taxativo.
Lo que sí quiero comentar es que a lo largo del proceso de esta entrevista me
llama poderosamente la atención todo lo que he olvidado. Me preguntabas por allí
acerca del Congreso de Escritoras en el año 2000, por ejemplo, y me vuelven
fogonazos. Me vuelve y ni siquiera estoy segura de que fuera esa vez que la
escuché, la voz de Graciela Safranchick leyendo un texto que me volvió loca y
nunca tuve oportunidad de decírselo; después busqué obra de ella pero encontré
muy poco. Me acuerdo casi sólo eso… Entonces, una tiene que creer que lo vivido
permanece de alguna manera, que aunque no me acuerde, las personas, los libros
que leí (y hay tantos que no recuerdo en lo más mínimo), los acontecimientos
están constituyéndote y que lo que dejaron es igual de valioso como inhallable,
irrepetible. Una debe hacer profesión de fe y entregar su vida como puede, que
es viviéndola.
¿Vos sabés que desde hace dos años me reúno con poetas en encuentros mensuales
que llamamos Casa Abierta? Bueno, en uno de los últimos, gracias a un texto que
leyó Alejandro Archain, un poema suyo muy bueno que habla de huellas en el pasto
que le sirven al otro para caminar; gracias a eso, me acordé de una cita de Luis
Felipe Noé, creo que de la “Antiestética”, que dice más o menos así: para el
artista lo importante es el camino, ese camino se hace con obras. Las obras,
dice Yuyo Noé, son en realidad las huellas del andar y resultan importantes para
los otros, mucho más que para el artista mismo. ¿Se entiende a dónde voy? Yo te
puedo contar más o menos lo que me acuerdo, lo que registré y siempre es mínimo;
pero el sentido de lo que te cuento está en mañana, en lo que vamos a hacer, en
seguir andando. ¿Estas huellas que voy dejando lo quiera o no, alguien las va a
seguir? ¿Señalarán algún destino? ¿Aliviarán una búsqueda? No sé. Sólo mañana
sabremos si tuvo sentido hacer esta entrevista.
Y me preguntabas por entrevistadores que recuerde...; y, la uruguaya María
Esther Gilio, esos reportajes publicados en la revista “Crisis” eran deliciosos;
y otro material excelente: los tomos de “Confesiones de escritores”, editados
por El Ateneo, recopilaciones de artículos de “Paris Review”.
9 – “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración” para escribir
(las Musas, “el espíritu”); y “en este otro rincón” Edgar Allan Poe, Plinio,
Camilo José Cela, Uslar Pietri, o William Faulkner y su “He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” Los púgiles, cada uno en su rincón: los hemos
presentado. ¿Por cuál te inclinás? O, ¿con quién más te identificás? ¿Adscribís
a…?
GP - Vos estás hablando de distintos personajes internos que intervienen en el
acto creativo (y aquí sigo a Martínez Bouquet con su esquema de los seis
personajes de la creatividad). Todos esos personajes son necesarios. Hay uno que
es el que escribe, que a veces se conecta con el personaje del deseante y cuando
ocurre eso, la persona no puede dejar de escribir, no le importa no ser Borges,
ni Cervantes. Escribe, escribe, se devora el papel. Pero en el mejor de los
casos esa fiebre pasa, si no las obras no tendrían límites (y cuando sucede es
una “patología” grave). Cuando pasa, una examina el resultado sobre el papel y
descarta, a veces todo, a veces salva un verso o un poco más y comienza el
trabajo del personaje enemigo que se conecta con el amigo y entre ambos
trabajan, corrigen, reflexionan. Hay otros modos de escritura, por ejemplo, vos
estás leyendo y se te ocurre que ahí hay algo que te interesa, algo desde el
pensamiento, una ocurrencia teórica, tomás notas, investigás. Puede pasar que en
el proceso se desate el deseante y arranquemos de nuevo, pero también puede que
no suceda y sea sólo un proyecto inteligente pero sin fuerza. ¿Por qué no tiene
fuerza? Porque nació de un modo exclusivamente teórico, programático, racional.
Y esto es así: cuando empezás con el deseo (la inspiración) después podés podar,
pero cuando empezás desde lo programático y sin entraña es muy difícil insuflar
en segunda instancia ese desborde del impulso. Este es el problema más común que
se me presentaba en el taller con las personas que venían de la Carrera de
Letras. El crítico era tan fuerte que siempre le ganaba al deseo…, y cuando la
crítica ya interviene limitando la gestación, la escritura no resulta vigorosa,
generalmente se observa eso. Es como intentar educar un feto dándole palmadas,
lo más probable será que abortes o que nazca deformado. Primero la criatura
tiene que nacer. Cuando se inicia con un excesivo nivel de crítica, de
inseguridad, de dudas, el camino es riesgoso. Al comenzar es bueno un poco de
descontrol, hay que sentirse potente, entusiasmada, infinita y acto seguido
decaer y ver la realidad de lo que quedó. En el medio, un sinfín de variantes,
de consultas, de búsquedas, pero el sueño inicial ayuda y desespera porque una
sabe que se acaba y hay que releer y enfrentarse a la verdad.
10 - El argentino Rafael Freda, para la
edición de su poemario “Mundo tenaz” (sonetos) (Alicia Gallegos Editora, Buenos
Aires, 1993), concibió un Estudio Preliminar de 24 páginas, interesantísimo
(como el propio poemario lo es). Entresaco lo siguiente: “Adoptar un lenguaje
poético es lo tradicional; probar a ver qué pasa es experimentar. Tomar lo
aceptado e introducirle elementos inesperados es innovar”; “Me gusta imitar.
Reconozco mis fuentes. Prefiero el verso medido al verso libre, el verso rimado
al verso libre, el verso suelto al verso libre”; “No rechazo la irracionalidad;
pero quiero que mi poesía tenga porqués, para compensar las sinrazones de las
que se nutre”; “El estudio preliminar lo escribí para que este libro imitara a
los libros de texto”; “La poesía agoniza sin lectores, y cada vez hay menos
lectores de poesía”. ¿Añadirías, refutarías, comentarías (a sabiendas de que al
entresacar, retiré los contextos o escenografía)?
GP - La poesía no agoniza nada. En todo caso, lo que agoniza en nuestro país es
la política cultural. No hay gestores culturales o hay muy pocos, hablo
especialmente a nivel institucional, y sobre todo escasean gestores que se
ocupen del género poético.
Para contestarte necesito considerar algunas características de este momento
histórico. Creo que el neoliberalismo se ha introducido con fuerza en los
comportamientos sociales y el mundo de la poesía no es ajeno al fenómeno.
Algunas características neoliberales son el no respeto por el trabajo, la
incentivación de la competencia, el individualismo a ultranza. Entonces respecto
de la valoración del trabajo poético, a mí me puede gustar esta propuesta y no
aquélla, eso es válido y siempre ha sido así, pero cuando una persona sostiene
una vocación durante años con un trabajo entusiasta, con obra, con estudio, con
lecturas, ese trabajo debe ser respetado.
La poesía no va a morir si nosotros no la matamos. Pero, ¿le damos vida
suficiente? La vida surge y se promueve en la reunión de lo diverso. Una gran
riqueza literaria no puede provenir de un grupito de personas y de una o dos
poéticas nada más, de actitudes sectarias en extremo. Mucho menos en un país
como el nuestro con complejidad de regiones muy diferentes entre sí.
Por otra parte, la política cultural no debe estar limitada por las miserias de
la política partidaria. Hay que diseñarla como política de estado y sostenerla
en el tiempo. Y es muy poco lo que hay: pocos concursos, pocos subsidios, poca
difusión. También ante la escasez, la competencia se vuelve feroz. Y la
competencia entre nosotros no va a mejorar las condiciones de la producción
cultural, ni la va a incrementar ni a difundir. Cada esfuerzo serio que se
pierde nos debilita a todos.
Es justo destacar el esfuerzo de los blogs de poesía. Ya hace una década o un
poco más, algunos escritores, entonces muy jóvenes, empezaron a difundir mucha
producción y a conectar a los poetas entre sí a través de la red, esta tarea
continúa hoy (nombro a Alejandro Méndez, Selva Dipasquale, Valeria Cervero ,
Franco Castignani, María Belén Aguirre, de Tucumán, y son muchos más, más de los
que yo alcanzo a leer seriamente y con asiduidad). En la actualidad hay poetas
de muy distintas generaciones trabajando en blogs para difundir nuestra poesía y
la extranjera, a veces con traducciones propias. Como es el caso de Jorge
Aulicino, que siempre propone versiones nuevas de poemas clásicos y
contemporáneos, o los sitios de poetas como María del Carmen Colombo, Irene
Gruss, Marcelo Leites, Gustavo Tisocco, Catalina Boccardo; son incontables.
Esperemos que este empeño no se debilite a futuro. Porque eso es lo que se ve,
que muchas veces el entusiasmo decae porque al ser escaso el apoyo desde lugares
institucionales, entonces los proyectos dispersos por todo el país, de blogs, de
ciclos, de festivales, no encuentran algo que los aglutine, que los
interconecte, que los ayude a sedimentar y perfeccionarse con el paso de los
años. Es una pena que no haya prosperado el proyecto de Casa de la Poesía, como
la Casa de Poesía Silva, de Colombia. Nosotros tuvimos distintos intentos pero
lo cierto es que la Biblioteca, la única especializada en poesía, que tuviera
como sede la Casa de Evaristo Carriego en la calle Honduras, hoy
desafortunadamente está cerrada, y no contamos con una Casa de Poesía ni en el
Gobierno de la Ciudad ni en el Nacional. Tampoco sé en qué quedó el esfuerzo de
montar un Museo de la Poesía en la casa de Lafinur en la provincia de San Luis.
El Museo se hizo, pero ignoro qué trascendencia ha conseguido. En general, creo
que ni siquiera se sabe que el Museo existe.
De repente aparecen algunas excepciones como la creación del Premio Rosa de
Cobre a la Trayectoria Poética, una iniciativa reciente de la Biblioteca
Nacional, que esperemos continúe. Pero la riqueza de nuestro movimiento poético
actual, que es enorme, merece mucha más atención y cuidado de los existentes.
(1) Milagros King, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2006.
*
Graciela Perosio selecciona poemas de su autoría para esta entrevista:
LLUVIA
Estoy oyendo llover. Y me desintegro, pierdo las formas que me limitan para
diluirme en el agua. Estoy lloviendo y choco estrepitosamente contra el alero
del quincho y me resbalo por las canaletas, me filtro en el jardín, arrastro la
tierra de las barranquitas, me encharco en los desagües. Asumo tantos ruidos
diferentes, colores, transparencias. Chorreo, goteo. Golpeteo contra las
aplanadas hojas del filodendro y salpico los vidrios. Me enfurezco en los techos
buscando sus fallas, sus grietas escondidas.
Yo no puedo dejar de llover. La sensatez indica el intento de cimentarse en una
casa. Una casa acogedora, de grandes ventanales con prudentes y castas
persianas, con avizores cerrojos nocturnos. Pero no puedo abandonar la
intemperie, no ser lluvia. Lluvia. Desordenada lluvia que no admite forma
global, que está y no está en la gota, en el canto, en la nube, que forma napas
y alimenta ríos pero no está ni en lo uno ni en lo otro.
Soy la que se derrama, se regala, penetra, fertiliza, moja, empapa, limpia o
ensucia, según.
Sólo sé caer, desparramarme, deslizarme y permanezco únicamente en el oído de
los hombres como una música de orígenes que los empuja hacia dentro de su
corazón en busca de un techo no existe para mí, que soy la lluvia, la que está
fuera. Deshilvanada, deshilachada, descabellada, desnuda. La que está fuera
llorando su exilio.
(De “ Del luminoso error” (1982))
Principio del formulario
*
Final del formulario
Brechas del Muro
para Beatriz, con el amor viejo
“es mero muro es mudo mira muere”
Alejandra Pizarnick
es muro un mero muro un muro para morir un muro
mudo es miedo mudo de la muerte
muerdo el muro el muro miente MIERDA el muro
muro de muerte
siento el musgo del muro el mero musgo muelo mi mente
contra el muro el muro es un muelle que se hunde en
oscuros mares mero musgo mero musgo del muro para mi
muerte Mierda
es muro es mero muro es mudo mira muere
la vida por los amigos di la vida di mi muerte
mi mera muerte mi mera vida contra el muro contra el
muro siempre
mira es mero muro mira el muro muere
(De “Brechas del muro” (1986))
*
sol edad es el tiempo que nos queda
soles que viajan solos rigiendo
en tristes centros sistemas planetarios
llamaradas de vos destruyen las voces
estallan la palabra y el encuentro
mientras la vida va y va y va.
(De “La varita del mago” (1990))
*
IV
noche
quedóse exhausto el mar que tanto bufó el viento.
una desmesurada noche disemina ecos de fukuyama.
y tu voz, un susurro en la espuma del mar,
batiendo , sin embargo, duramente.
el único problema ideológico,
verdaderamente serio
que nos queda por debatir,
es la muerte.
pensar, legislar, engendrar
desde su perfil estricto.
pero ¿qué si desvanecemos el luto?
¿qué si disfrazamos la obra
del dibujante eximio en nuestro rostro?
¿qué podrá saber quien no empuñe
-como triunfante bandera por la vida-
la epifanía del ritmo de la disolución?
tu sabia disolución te hará invencible.
honra, pacientemente,
la sacralidad del instante
y el milagro austero de la precariedad,
ardua llave del arte,
que siempre, aunque te abrume,
es la orfebrería de lo mínimo.
contracara del poder.
en fin, hija
esa hendidura leve
del escueto diálogo
con la más fiel de las amantes.
(De “La vida espera” (1995) )
*
Caudaloso río iluminado por enervante sol del desierto se revuelca y me revuelca
de olas de juncos de algas de arco iris de barro y remolino burbujas caracoles
movimiento la forma de las formas se perfila crece crecen plateados peces
translúcidos almibarados crustáceos del inicio quelonios pétreos escondidos
vamos hacia la orilla desbordada vamos venimos nos golpeamos recalamos y
nuevamente una potencia nos arranca nos lleva nos deshace nos hace nos renueva
nos forma y nos deforma vamos a un tobogán túnel de limo subimos rodamos más
allá no se detiene marcha al galope el río desbocado marcha en torrentes corre y
se abre se abre y abraza al mar al mar al que se vierte hacia él nos vence nos
envía burbujas remolinos olas que se van aquietando se deslizan por la arena de
plata de diamante de bronce de corales madreperla infinita la playa disemina y
en ella la silueta apenas pura luz que descarta con suaves movimientos de medusa
con espasmódicos ritmos de delfines la bella hija de Urano la Dorada está
naciendo ved del proceloso océano el espejismo de horizonte invulnerable y trae
el regalo el don que ha de otorgarnos el erótico sexo que define al ser que
llegará y habrá de amarla
victoriosa por siempre la divina Afrodita
(De “Regreso a la fuente” (2005))
*
Para disfrutar enero en Buenos Aires,
a pesar del calor subtropical,
conviene que aguces el oído.
Hay mucho menos tránsito,
menos ruido.
Y eso permite leer
en los balcones con la fresca.
Pasear por el parque de Palermo
sintiendo que es un parque.
Si prestas atención,
en algún momento cierto,
descubrirás un par de cardenales,
buscándose comida
a los saltitos por el pasto.
Puede que la suerte te sonría
y veas también algún pichón,
generalmente el penacho aún no es rojo rubí
sino sepia o ladrillo,
después pareciera que el color
virara hacia la sangre.
Te recomiendo, además,
que entres al Rosedal y hacia la isla:
hay pocas garzas blancas,
sólo algunas volando cielo arriba,
muy lejos de la fronda,
pero, en compensación,
en enero, sólo entonces,
puede que descubras una sabacú
o tal vez una real, o una mora,
tienen alas gris verdoso
y sólo blanco el pecho,
pero una línea de tiza vibrante
les cruza la cabeza negra,
mira con cuidado entre las ramas
porque estando quietas
se funden con el árbol.
También hay un arbusto
de hojas ovales y brillantes
de un verde muy oscuro,
almenado de flores blancas por decenas,
parecen gardenias con pocos pétalos,
y completamente abiertos
como margaritas,
eso sí, sin aroma.
Búscalo con el busto de Darío,
en el jardín de los poetas,
no podés confundirte,
la planta lo rodea en homenaje.
La última recomendación es culinaria:
a mediados del mes
aparecen las ciruelas Santa Rosa
en sazón y son una delicia,
aprovéchalas,
suelen durar una o dos semanas
y desaparecen hasta el año próximo.
No sé si las exportan o qué
sucede pero presta atención,
no hay postre que se iguale.
Y sobre todo recuerda:
apunta con tus ojos hacia el cielo,
la luz es una gloria a cualquier hora.
Con tiempo despejado o entre nubes
y aún por las noches
el aire flota tan dulce…
que casi las ciruelas se imaginan.
(De “Balandro” (2014)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: En la ciudad de Buenos
Aires, Graciela Perosio y Rolando Revagliatti.
*
www.about.me/rrevagliatti
http://www.revagliatti.com.ar/030623.html
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