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El
resurgimiento del Pensamiento Nacional y del revisionismo histórico. Rol del
Movimiento obrero
Por Francisco José Pestanha *
Introducción
Dar cuenta en breves líneas de las razones que impulsaron el resurgimiento del
Pensamiento Nacional y del revisionismo histórico en estos últimos tiempos no
resulta labor sencilla. No obstante intentaré, aunque someramente, satisfacer el
desafío planteado por los editores sin dejar de observar que, el renacer de una
epistemología propia y de una mirada particular sobre nuestra historia, no
producen sorpresa en quienes, desde hace bastante tiempo, venimos analizando la
realidad del país desde una perspectiva nativista.
Cabe señalar en primera instancia que, mientras el Pensamiento Nacional al decir
de Fermín Chávez constituye una verdadera epistemología que viene
desarrollándose extra - académicamente en el país hace más de un siglo, el
revisionismo histórico resulta una corriente historiográfica crítica inmersa en
la cultura popular que advierte y denuncia la existencia de un relato histórico
sesgado y disfuncional. El revisionismo es, a nuestro entender, una modalidad de
resistencia cultural que aspira a un relato histórico integral e integrado, y
practicar el revisionismo implica en consecuencia, indagar para comprender y
fundamentalmente para asimilar “todo” nuestro pasado.
El genocidio cultural
La represión ejercida por la tiranía que dio por tierra al tercer gobierno
peronista, no sólo se circunscribió a lo físico imponiendo un verdadero
genocidio, sino que además se extendió al campo de lo simbólico, pudiendo
sostenerse, sin temor a equivoco, que la dictadura cívico militar infligió un
verdadero “genocidio cultural” que fue resistido desde las más diversas
modalidades.
En ese orden de ideas la acción ejercida por una superestructura cultural
alienante cuya matriz proviene de la antigua dicotomía civilización vs.
barbarie, generó como natural reacción un replanteo intelectual que hubo de
sostenerse en dos fructíferas tradiciones: una epistemológica y otra
historiográfica. Ambas cuentan con más de un siglo de existencia en nuestra
geografía.
Entre las acciones impetradas desde el poder por el proceso de reorganización
nacional, puede visualizarse especialmente un conglomerado de estrategias
orientadas hacia el menoscabo y /o la negación de lo propio a través la
exaltación acrítica de lo otro, de lo ajeno. Tales mecanismos de los cuales no
sólo se encuentran nítidas huellas en el aparato propagandístico de la
dictadura, sino que aparecen también en las orientaciones académicas y
curriculares, presentan similares rasgos a aquellos denunciados en su tiempo por
Manuel Ortiz Pereyra, Arturo Jauretche y Saúl Taborda, entre otros.
El carácter “alienante” de dicha superestructura se debe en primera instancia a
su matriz reduccionista, ya que los civilizados nunca son tan civilizados y los
bárbaros, no tan bárbaros. Pero más dañino aún es su carácter perturbador, ya
que tras la identificación de “lo bárbaro” con lo propio, vino a ocultarse, a
negarse y a despreciarse una parte sustancial y constitutiva de nuestro ser
colectivo, hecho que presupone – per se – una modalidad de “desconexión” con la
realidad.
Aunque no practiquemos ciencia alguna ni alcancemos un considerable nivel de
erudición, el simple sentido común nos indica que cuando se reprime o se intenta
reprimir algo, ello ansía emerger. Nos llama desde la historia como enseña
Gustavo Cirigliano: “Toda la historia es nuestra historia. Todo el pasado es
nuestro pasado. Aunque a veces preferimos quedarnos con sólo una parte de ese
pasado, seleccionando ingenua o engañosamente una época, una línea, unos
personajes, y queriendo eludir tiempos, ignorar hechos” y prosigue “…Si nos
quedamos con uno de los dos, siempre llevaremos a cuestas un cabo suelto sin
anudar, siempre cargaremos un asunto inconcluso que no lograremos cerrar,
siempre habrá un pedazo de nosotros que no lograremos integrar. Y todo aquello
que uno no contacta ni incorpora y, por tanto, no cierra, eso no desaparece,
continúa llamando, sigue siendo un mensaje en espera de ser recibido,
reclamando, ser escuchado”.
La resistencia
Tal como aconteció después de la batalla de Caseros en febrero de 1852, como con
posterioridad de la caída de Yrigoyen, como luego del derrocamiento de Perón, y
con ulterioridad al golpe de marzo de 1976, un sustrato importante de la
argentina - el que se vio oprimido física y culturalmente – comenzó a resistir
de todas las formas y modalidades culturales y comunicacionales posibles,
pudiéndose caracterizar a esa reacción, en cierto sentido, como particularmente
nativista, es decir, como vindicadora de ciertos componentes de lo identitario
negados o sustraídos, como resistente a la a aculturación.
El fenómeno de la represión - aculturación no sólo aconteció durante el tiempo
en que la dictadura se mantuvo en el poder. Se extendió durante las primeras
décadas de nuestra incipiente democracia. Los mecanismos, modalidades y
caracteres negadores se prolongaron, ya que la recuperación de las instituciones
democráticas no estuvo acompañada con el re - florecer de la conciencia
nacional.
Si bien la resistencia cultural comenzó a partir de la instauración de la
tiranía, los signos de recuperación de dicha conciencia coinciden con las
postrimerías de la década de 1990, y se manifiestan a partir de interesantes
expresiones de índole cultural de las que por razones de espacio es imposible
dar cuenta aquí.
El resurgir
La relación existente entre la represión – aculturación, la resistencia cultural
a ambos procesos, el resurgimiento de formulaciones conceptuales y el
surgimiento de la militancia juvenil, constituye un fenómeno al que hay que
prestarle especial atención.
Si por ejemplo nos inmiscuimos en el estudio profundo de los albores del
Yrigoyenismo y del Peronismo, podrá observarse que ambos movimientos encuentran
origen, y tal vez razón, en sendas convulsiones culturales de caracteres
nativistas emergidas como resistencia a dos regímenes antipopulares y negadores
de “lo popular”. En forma paralela a tales convulsiones se observa el
surgimiento de formulaciones nacionales con contenido nacional y popular y una
posterior emergencia de la militancia política juvenil con vocación
transformadora y revolucionaria.
La convulsión cultural acontecida a fines de la década del noventa y la
emergencia en aquellos tiempos de nuevos estudios sobre el Pensamiento Nacional
y de modalidades de revisión de la historia, bien podrían hacer prever este
resurgimiento, ya que en forma paralela a la resistencia cultural - enseña
nuestro pasado - suele acontecer un proceso de interpretación política de los
contenidos de esa resistencia.
El movimiento obrero
Un hecho al que hay que prestar especial atención es aquel que nos vincula a los
ámbitos donde se han desarrollado con mayor fortaleza los estudios revisionistas
y las formulaciones en el Pensamiento Nacional. Aquí no puede soslayarse el rol
que ha jugado el movimiento obrero, ya que con excepciones, toda esta labor de
resistencia se ha encontrado con una activa participación organizada de dicho
movimiento.
Quienes nos dedicamos a abordar desde una perspectiva nacional los fenómenos que
acontecen en nuestra argentina, no dudamos en sostener que es gracias a la
contribución de algunas organizaciones gremiales que este resurgir del
Pensamiento Nacional y del revisionismo cobró mayor empuje, y que tal renacer,
se fue gestando en forma paralela con el fortalecimiento de tales
organizaciones.
El movimiento obrero argentino ha aprendido que toda acometida orientada hacia
el mejoramiento de las condiciones integrales del trabajo debe estar acompañada
por una batalla cultural, y en tal sentido, recibimos con beneplácito el
surgimiento de una nueva conciencia sobre el rol central que le cabe a los
trabajadores en dicha batalla.
Publicado en la Revista Escenarios de la Unión Para el personal Civil de la
Nacion (UPCN)
* Francisco Pestanha es escritor y ensayista