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Tendencias
y desafíos del Mercosur a veinte años de su creación
Por Arturo Trinelli *
El 26 de marzo de 1991 los presidentes de Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil
firmaron en Asunción el Tratado para la constitución de un Mercado Común del
Sur, dando lugar así a un bloque que acaba de cumplir 20 años. Nacido como un
acuerdo de complementación económica en el marco de la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI) bajo la forma de unión aduanera, en toda
su trayectoria el Mercosur no ha estado exento de dificultades. Resulta evidente
que cualquier proceso de integración es complejo y gradual, donde el logro de
consensos habitualmente demanda prolongadas negociaciones para satisfacer
intereses comunes. Por otro lado, el Mercosur es un espacio donde coexisten
economías muy dispares con poblaciones de elevados porcentajes de desigualdad
social, asimetrías que muchas veces han dificultado llegar a acuerdos en materia
económica y comercial.
El Mercosur fue el resultado de un escenario internacional que a fines de los
’80 permitió la convergencia política entre Argentina y Brasil, sus socios más
importantes. El mayor nivel de autonomía de América Latina al término de la
Guerra Fría fue aprovechado por los gobiernos de ambos países para la firma de
una serie de tratados bilaterales que fueron los antecedentes inmediatos a la
firma del Tratado fundacional. Entre ellos, cabe destacar el Programa de
Integración y Cooperación Económica (PICE), que junto con otros protocolos ya
transformaba los territorios de ambas naciones en un espacio económico común al
promediar la década del ‘80.
El Mercosur no solamente consiguió superar el período de mayor estancamiento a
partir de las crisis sufridas por los socios de mayor peso (Brasil en 1998 y
Argentina en el 2001), sino que desde principios del presente siglo consolidó su
crecimiento económico y también pudo avanzar en niveles crecientes de
integración política. Esto constituye un elemento que diferencia al Mercosur de
otros procesos integración a nivel mundial. El NAFTA, por ejemplo, es un tratado
de libre comercio de América del Norte que sólo supone una asociación comercial
entre sus miembros (EE.UU., Canadá y México). No fue concebido a priori como una
instancia de integración política, como sí fue el caso de la Unión Europea,
creada luego de la Segunda Guerra Mundial para restablecer los vínculos
políticos entre los países que habían participado de la guerra, y que luego
efectivamente incorporó mecanismos de cooperación económica y comercial. Así,
cada proceso de integración tiene su propia dinámica y los objetivos que los
promueven responden a un contexto específico en un determinado momento, que
luego pueden ir transformándose conforme los intereses de sus integrantes.
La política subordinando a la economía
Resulta imposible, por lo tanto, desvincular la trayectoria del Mercosur a lo
largo de todos estos años del contexto económico que dominaba a la región en
esos tiempos. Si bien en tanto unión aduanera aún presenta limitaciones por el
hecho de que no todos los bienes extrazona pagan el mismo arancel en todos los
países, lo cierto es que durante el auge del neoliberalismo en la región el
bloque buscó complementariedad e inserción mundial privilegiando la búsqueda de
incentivos económicos y comerciales, donde los éxitos económicos fueron
priorizados por sobre los políticos.
El nuevo paradigma de integración regional impulsado por los gobiernos de Néstor
Kirchner, Lula Da Silva, Tabaré Vázquez y Fernando Lugo, complementados por
otros gobiernos regionales ideológicamente afines, como el de Bolivia, Venezuela
y Ecuador, ha permitido configurar un modo de unión y convergencia diferente al
anterior, donde sin descuidar intereses comerciales se han privilegiado
herramientas políticas que proyecten al bloque con éxito a nivel mundial. Esto
supone subordinar los intereses económicos a la política. El momento fundacional
de este viraje ideológico con respecto a la década del noventa fue, sin dudas,
el rechazo al ALCA en la Cumbre de Mar del Plata del 2005, y la consolidación de
este proceso ha incluido también la mayor institucionalización del bloque a
través de la creación, entre otros organismos, del Parlamento del Mercosur, la
Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, el Fondo para la
Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) y el Observatorio de la Democracia
del Mercosur (ODM) en el 2007.
Evolución comercial
Las pruebas de que por priorizar la política no se descuidó lo económico surgen
a partir de las estadísticas que proporciona el Centro de Economía Internacional
de la Cancillería (CEI), cuyos datos no dejan dudas respecto de la evolución
comercial del bloque. Así, puede verse que desde 1992 hasta el 2008 el nivel
total de exportaciones del Mercosur aumentó un 471%, pasando de u$s 50241
millones a u$s 278374 millones, sin considerar el 2009 cuando la crisis
internacional impactó con mayor fuerza en la región. De esta manera, su saldo
comercial con el resto del mundo se incrementó en un 274%, aunque la secuencia
de crecimiento no siempre fue lineal. Es interesante observar que durante el
período 1995-2000, los años coincidentes con la mayor extensión de políticas
neoliberales en los países miembros, este saldo fue deficitario como
consecuencia de la apertura irrestricta de mercados, que si bien tuvieron
diferentes alcances en cada caso, en todos los países generó fuerte
endeudamiento, concentración del aparato industrial y desindustrialización. De
igual modo, el intercambio comercial intra Mercosur aumentó un 564% entre los
años 1992 y 2008, pero el período 1997-2002 muestra también una restricción
general en el nivel de exportaciones al interior del bloque.
Además de los indicadores del comercio general del Mercosur, otros datos
permiten ilustrar el peso relativo que el mismo tiene en la balanza comercial de
cada uno de sus integrantes.
Para la Argentina, el Mercosur constituye el principal destino de sus ventas
siendo al mismo tiempo su principal proveedor. Según los últimos datos del Indec,
el flujo comercial con el bloque arrojó en enero un superávit de u$s 210
millones. Un 30% de las exportaciones argentinas fueron intrabloque. De las
importaciones totales del país, las provenientes del Mercosur representaron un
29%, la mayoría de Brasil, con quien la Argentina tuvo en el 2010 un déficit de
u$s 4.097 millones, un 6% menos que el del 2008.
Al comparar los montos por exportaciones durante el 2008 en cada caso, surge que
Argentina exportó al Mercosur por u$s 16123 millones de sus u$s 70020 millones,
lo que representa un 23% del total. Uruguay hizo lo propio por u$s 1601
millones, un 26% de sus ventas totales. Paraguay exportó al Mercosur por un
monto de u$s 2104 millones, aproximadamente el equivalente al 47% de todas sus
exportaciones. Brasil, en cambio, vendió al Mercosur apenas casi un 11% de su
volumen total de exportaciones en ese año (u$s 21737 millones). Lo mismo ocurre
con las importaciones, donde Brasil es el único país que compra más en otros
destinos que en el Mercosur. Por lo tanto, una conclusión en materia comercial
es que la dependencia del comercio exterior de Paraguay, Uruguay y Argentina con
el bloque es considerablemente mayor que en el caso de Brasil, cuya capacidad de
producción no solamente supera a la de sus socios en términos cuantitativos,
sino que además la diversificación de su estructura productiva y los mayores
niveles de industrialización de su economía le permite en la actualidad acceder
a otros mercados que demandas sus productos agropecuarios pero también sus
manufacturas.
Al mismo tiempo, aspirar a un futuro económico para el Mercosur igual o mejor
que el alcanzado en los últimos años requiere inevitablemente de un crecimiento
de cada uno de sus integrantes que lo asegure y ponga a resguardo de la
coyuntura internacional, de manera de no disminuir su desarrollo ante
restricciones de otros mercados. Argentina y Brasil son los motores de ese
crecimiento y de la evolución de sus economías depende en gran parte la
expansión económica del bloque. Pero en general los principales indicadores de
cada país han reportado significativas mejoras a comparación de otros años, lo
cual también explica que la recuperación económica desde comienzos del nuevo
siglo y el mencionado auge de intercambio comercial se fundamentan en una
estrategia común que complementa la integración regional y las potencialidades
propias. El último informe sobre Indicadores Macroeconómicos del Mercosur
elaborado por su Grupo de Monitoreo Macroeconómico (GMM) puede servir de base
para repasar estos datos, analizando los indicadores aportados por cada uno de
los países miembros. En todos los casos, a excepción del 2009, desde hace tiempo
los integrantes del bloque vienen evidenciado mejoras en sus índices de
industrialización, crecimiento del PBI, desendeudamiento, acumulación de
reservas y reducción en las tasas de desempleo, lo cual demuestra el intento por
generar un crecimiento sobre la base de capacidades propias sin
condicionamientos externos.
Desafíos
Retomando lo señalado al comienzo, no se pueden desconocer las dificultades que
ha presentado el proceso de integración del Mercosur a lo largo del tiempo, y
las mismas deberían servir para corregir y consolidar este proceso a futuro.
Dificultades no solamente derivadas de lo comercial, como la aplicación en el
2009 de Licencias No Automáticas (LNA) por parte del gobierno argentino a
ciertos productos brasileños, lo que motivó una queja formal del país vecino, o
las disputas recientes entre Paraguay y Brasil por la regulación de la represa
Itaipú y, más prolongada y grave aún, las controversias suscitadas entre
Argentina y Uruguay por la instalación de las pasteras a la vera del Río
Uruguay.
En lo estrictamente económico, los desafíos que asoman para el Mercosur tienen
que ver con la definitiva creación de una Unión Aduanera que verdaderamente
disponga de un arancel común, una política comercial común y un mecanismo de
distribución de la renta aduanera consecuente con el tamaño de las economías de
cada país. En la actualidad, parte del comercio intrabloque no está regulado, y
todavía ámbitos económicos como el sector servicios y compras gubernamentales no
han sido abordados. Al mismo tiempo, la creación de un Banco del Mercosur es
fundamental como herramienta financiera que otorgue previsibilidad y autonomía
al bloque.
En materia política, si bien se ha avanzado de manera notable en dotar a las
estructuras del Mercosur de mayores niveles de institucionalidad, los desafíos
son igual importantes. En primer lugar, terminar de debatir la incorporación de
Venezuela, analizando pros y contras para promover como socio pleno del bloque a
un país con reservas de petróleo pero con vocación de liderazgo político en la
región. Por otro lado, estimular una cohesión del bloque que impida la partida
de los socios menores, cuya evolución comercial a lo largo de los años como
integrantes del Mercosur no ha sido tan significativa como las de Argentina y
Brasil. Se impone, por tanto, una activa participación del FOCEM para que sea
una herramienta genuina a favor de las economías más pequeñas que aseguren su
permanencia y evite la tentación de suscribir acuerdos de libre comercio con
otros países por fuera del bloque, como ocurrió en el 2006 cuando el uruguayo
Tabaré Vázquez inició conversaciones con Estados Unidos para tal fin.
Con todo, en el balance entre los objetivos logrados y los desafíos por cumplir,
se juega el concepto mismo de integración, su naturaleza y consolidación. Queda
claro que la apuesta por un vínculo basado exclusivamente en lo comercial sin
complemento político, tal como ocurrió en el pasado, corre el riesgo de ser
endeble, circunstancial y extremadamente dependiente de la coyuntura económica
internacional. La experiencia histórica y el futuro inmediato del bloque indican
que la política debe continuar marcando un camino común donde converjan los
acuerdos de los países miembros en defensa de la democracia y los intereses
regionales, con el objetivo irrenunciable de mejorar la calidad de vida de cada
una de sus poblaciones.
* Politólogo UBA-CLICeT