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Inversiones
extranjeras: ¿dónde y para qué?
Por Arturo H. Trinelli *
Entre varios de los temas que se plantearon en el reciente Coloquio de IDEA,
donde desfilaron políticos de la oposición ante empresarios nostálgicos de los
noventa que incluso eligieron a Menem como el mejor presidente de los últimos
años (Ámbito Financiero, 15 de octubre), se concluyó que una de las grandes
falencias de la política económica actual es la falta de incentivos para atraer
inversiones.
Se trata de un lugar común en el que suelen caer algunos planteos exageradamente
optimistas respecto a las ventajas que tiene para el país la llegada de
capitales extranjeros. En consecuencia, se comete el error de evaluar el éxito
de una política económica exclusivamente por lo eficiente que resulte para el
estímulo a la llegada de esos capitales, y asociado a esto se repite una y otra
vez la necesidad de mostrar a los mercados “seguridad jurídica” para atraerlos,
término convertido en latiguillo opositor para criticar el supuesto “aislamiento
del mundo” del país que, para sus interlocutores, en verdad estaría mostrando un
“peligroso” desinterés por los mercados.
Sin embargo, ese pedido recurrente a fomentar inversiones no siempre va de la
mano de un adecuado análisis sobre dónde invertir y qué tipo de inversiones son
necesarias para el país. Por lo tanto, el mismo énfasis que se sostiene en la
necesidad de atraerlas debería ir acompañado, en primer lugar, de un replanteo
sobre su conveniencia, y en segundo lugar, a qué región del país destinarlas en
el caso que se necesiten.
Según datos base de Anuncios de Inversiones 2009 del Centro de Estudios para la
Producción (CEP) organismo dependiente de la Secretaría de Industria, Comercio y
de la Pequeña y Mediana Empresa, la distribución sectorial de los anuncios de
inversión de capital indica que los mayores montos fueron destinados a obras de
infraestructura y actividades extractivas. Estos anuncios alcanzaron los 6.918
millones de dólares (39%) y 4.983 millones de dólares (28%) respectivamente. Los
anuncios relevados para la industria manufacturera fueron de 3.089 millones de
dólares (18%), mientras que los sectores de comercio y servicios anunciaron
inversiones por 2.480 millones de dólares (14%). Los proyectos destinados a las
actividades primarias y financieras completan la totalidad de los anuncios de
formación de capital con una suma de 115 millones de dólares (1%).
Analizando la desagregación regional de los anuncios de inversión en formación
de capital, se observa que durante el año 2009 la mayor cantidad de proyectos
fue anunciada para la región pampeana, lo cual representó el 42% del total.
Siguieron en importancia los anuncios dirigidos a la región patagónica, con el
21%, mientras que para el resto del territorio los montos anunciados fueron
considerablemente menores.
A nivel provincial, Buenos Aires representó el 57% del total de anuncios en la
región pampeana, es decir, el 23% del total de las inversiones anunciadas a
nivel nacional. En segundo lugar, se encuentra la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, que registró el 20% de los anuncios para la región, seguida por las
provincias de Córdoba y Santa Fe, con el 11% y 10% respectivamente.
Los menores montos anunciados fueron relevados en las provincias del norte. De
las provincias del noroeste, que a nivel nacional obtuvieron poco más del 3%,
los principales destinos de los anuncios fueron Salta y Tucumán, ambas con el
33% regional. Les siguen Jujuy y Santiago del Estero con el 14% y 13%
respectivamente, y con menores participaciones se encuentran La Rioja (6%) y
Catamarca (2%).
El principal inversor extranjero es España, con un total de anuncios de
inversión en formación de capital de 3.477 millones de dólares. Dicho monto se
encuentra mayormente explicado por la fuerte presencia de las empresas españolas
Repsol YPF y Telefónica de Argentina en el mercado local, las cuales anunciaron
2.269 millones de dólares y 551 millones de dólares, respectivamente. En segundo
lugar, se encuentra EE.UU. con 1453 millones de dólares. En tercer y cuarto
lugar, se encuentran Gran Bretaña (1107 millones de dólares) y Brasil (1064
millones de dólares).
Estos datos no solamente desmienten la versión de las pocas inversiones en el
país sino que además nos plantea el interrogante respecto del destino y la
utilidad que se le dan a las mismas. Del informe expuesto se puede advertir que
el mayor volumen de recursos se vuelca a las zonas más ricas (zona
centro-pampeana en su mayor parte) y muy escasas en las provincias del norte. De
esta manera, continúa profundizándose la histórica brecha económica entre las
diferentes regiones de la Argentina, perpetuando la riqueza del centro y sur del
país en desmedro de la pobreza estructural en las provincias del norte.
Extranjerización
En paralelo, la llegada irrestricta de inversiones también plantea el dilema de
la extranjerización de la economía, y su orientación a actividades que no
generan gran encadenamiento de valor local. Así lo revelan los últimos datos de
la Encuesta Nacional de Grandes Empresas que elabora el INDEC. En el 2005, de
las 500 empresas radicadas en el país, 337 tenían capital extranjero y apenas
163 eran nacionales. La ganancia fue de $ 37.990 millones para las extranjeras y
de $ 2979 millones para las argentinas. En el 2008, última fecha de la que se
tienen datos, esa tendencia se sostuvo. Como bien sostiene Claudio Scaletta
(Página 12, 10 de octubre) este proceso de extranjerización tuvo dos elementos
clave: las privatizaciones y el endeudamiento público. Y cita la investigación
de los economistas Agustín Crivelli y Andrés Asiain, quienes en su trabajo “El
capital extranjero en la Argentina”, destacan que en el 2008 se pagaron 5603
millones de dólares en concepto de intereses por deudas y se remitieron
aproximadamente 7418 millones de dólares en concepto de utilidades y dividendos.
Más específicamente, como sostienen Daniel Azpiazu y Martín Schorr (Hecho en
Argentina, Siglo XXI, pág. 212) el proceso de extranjerización durante los
noventa estuvo vinculado a una serie de factores domésticos de atracción entre
los que se destacan políticas de tipo horizontal (liberalización financiera y
comercial y desregulación de mercados), la vigencia de ciertos incentivos de
carácter institucional, como el régimen especial de promoción a la industria
automovilística, y la convertibilidad que permitió en algunos sectores la
obtención de una extraordinaria ganancia en dólares.
Esta importante participación de capitales extranjeros en la economía nacional
evidencia una notable diferencia en cuanto al volumen de ganancias: mientras que
la facturación anual de las empresas argentinas es de 83.735 millones de pesos,
la de las extranjeras es de 375.064 millones. Y en cuanto a utilidades enviadas
al exterior, las multinacionales remiten anualmente 8.109 millones de dólares,
lo que representa más del 50 por ciento de las ganancias de las compañías
locales.
El dato es particularmente interesante sobretodo cuando se ponderan ciertas
actividades sobre las cuales se sobreestima la capacidad de generar empleo. En
el caso de la minería, industria compuesta mayoritariamente por capitales
extranjeros, según datos de la Encuesta Nacional Minera 2007 (último año donde
se publican datos) la mano de obra ocupada es de 19.226, un número pequeño en
relación a la cantidad de emprendimientos mineros que hay en todo el país, el
volumen de inversiones destinados al sector y el estímulo a su desarrollo a
partir de algunos beneficios impositivos puntuales, tales como: la baja
proporción de impuestos pagados en relación a los recursos girados al exterior,
el beneficio en cuanto a contar con un régimen de importación sin aranceles,
subsidios a la electricidad y escasas regalías dejadas para las provincias. Y
todo bajo la sospecha de estar produciendo un daño ambiental irreparable con
emprendimientos extractivos en zonas puntuales. En sentido amplio, las empresas
extranjeras multiplican por cuatro la facturación de las argentinas, pero apenas
generan el doble de los puestos de trabajo (La Nación, 30 de mayo).
En consecuencia, el debate no debería circunscribirse únicamente a la necesidad
de atraer inversiones, como si las mismas automáticamente fueran promotoras de
valor agregado y desarrollo asociado a ese valor. Según un informe de la CEPAL
(“Panorama Regional de la Inversión Extranjera Directa”, abril de 2010), por la
crisis financiera internacional Argentina pasó de recibir un volumen menor de
inversiones, estableciendo una diferencia relativa 2008-2009 de -49.6 por
ciento. Así y todo, el país ha conseguido continuar con la senda de crecimiento
sostenido y sus indicadores macroeconómicos le han permitido sobrellevar la
crisis sin mayores sobresaltos, mientras que en la reciente Cumbre Anual del FMI
y el Banco Mundial los países más poderosos del planeta están fomentando una
guerra de divisas para articular políticas monetarias que les permitan salir de
esa crisis, que en Estados Unidos y fundamentalmente en España están dejando un
enorme costo social, con recortes presupuestarios y aumentos progresivos de
desocupación.
Por lo tanto, si lo que se pretende es consolidar un proyecto de
reindustrialización nacional, las sugerencias en el Coloquio de IDEA de librarlo
al mercado parecen ser un intento por volver a etapas de la Argentina donde la
política económica se pensaba para pocos y multiplicaba la pobreza y la
exclusión. Por eso es necesario avanzar en un esquema de alianzas entre actores
consustanciados con dicha reindustrialización y la redistribución del ingreso.
En este contexto, no siempre la llegada de capitales extranjeros resuelve todos
los problemas. Contribuyen al desarrollo en la medida en que estimulen sectores
estratégicos de la economía capaces de incorporar valor agregado a la producción
local, generen fuentes de trabajo y fomenten el progreso de las regiones de la
Argentina más postergadas. Reclamar por inversiones sin estas consideraciones
previas puede provocar restricciones estructurales que condicionen el desarrollo
futuro del país, como ocurrió en otras épocas no muy lejanas.
* Politólogo UBA-CLICeT