
En diciembre de 1975 el Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP) emprendió el mayor combate librado en Argentina
entre la guerrilla y las fuerzas estatales. Por el despliegue de
efectivos y medios, la duración de los enfrentamientos y el
amplio teatro de operaciones que abarcaron, el ataque al
Batallón de Arsenales "Domingo Viejobueno", próximo a la
localidad bonaerense de Monte Chingolo, y las acciones que lo
acompañaron, constituyeron una verdadera batalla. |
NOTAS EN ESTA SECCION
Monte Chingolo |
Gloria a los héroes de Monte Chingolo |
Argentina, diciembre 1975
| Qué pasaba en la
Argentina en 1975 A 30 años
de Monte Chingolo | Monte
Chingolo, por Daniel De Santis |
Nunca Más, el poder real de la guerrilla |
El combate de Monte Chingolo
Presentación de
"Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible" de Néstor Kohan |
Discurso de Daniel de Santis en 2003 en Monte Chingolo
El sonido y la furia, por Susana Viau
| Crónica de una masacre
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Entrevistas a Gustavo Plis-Sterenberg
Las tumbas de Monte Chingolo, reveladas 30 años después |
Homenaje a
los caídos en Monte Chingolo
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Revista El Combatiente |
Documento desclasificado del Dto de Estado USA |
Hechos y noticias de 1975 |
Documentos del PRT
ENLACES
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|
Página
de Santucho (pdf) en La Fogata
LECTURA
RECOMENDADA
Gustavo
Plis-Sterenberg - Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina
| Carlos
Sprei - El Oso Ranier. Ni héroe ni traidor
Una causa judicial investiga los crimenes de Monte Chingolo (08/03/09)
| Daniel De Santis - El
combate de San Lorenzo y Monte Chingolo
Informe del Partido Revolucionario de los Trabajadores (Diciembre 2005)
|
Daniel De Santis - A vencer o morir - documentos del PRT-ERP
María Matilde Ollier - Partidos armados: La lógica oficial y las voces
disidentes (Argentina, 1976-1977) |
Nota de El Periodista Nº
222, 1988 (jpg)
Diccionario de los 70
  Monte
Chingolo
El 23 de diciembre de
1975, el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) intentaba copar el depósito de
arsenales de Monte Chingolo pero la acción ya estaba cantada. Una feroz
represión a los combatientes y a los vecinos de la zona fue el saldo.
Por Luciana Bertoia
La acción que se llevó a cabo el 23 de diciembre
de 1975 en el sur del conurbano había sido planificada para extraer armas
del batallón Domingo Viejobueno de Monte Chingolo, un importante depósito de
arsenales. El armamento guerrillero era escaso en esos tiempos y con una
operación de semejante envergadura se podrían solucionar varios de los
problemas que acarreaba la escasez. Y, según explican los protagonistas, se
podría dar un paso adelante en la lucha revolucionaria. Sin embargo, Monte
Chingolo se convirtió en la derrota más sangrienta de la guerrilla urbana en
la Argentina.
Una gran cantidad de combatientes habían sido
designados para intervenir en la toma del Batallón de Arsenales 601. El
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había dispuesto para esta acción a
su unidad militar más numerosa, el Batallón General San Martín que estaba
integrado por tres compañías. El grupo de asalto guerrillero estaba al mando
del capitán Abigail Attademo. Por su parte, militantes del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) participaban de actividades de
contención, que tenían como objetivo el corte de las vías de acceso desde la
Capital Federal y la zona oeste a la zona sur del Gran Buenos Aires.
Tal como se explicaba en un
boletín interno de la organización dado a conocer a cuatro días del fracaso
del copamiento, el ERP planeaba extraer de Viejobueno alrededor de 20
toneladas de armamentos: 900 FAL con 60.000 tiros, 100 m-15 con 100.000
tiros, seis cañones antiaéreos automáticos de 20 milímetros, quince cañones
sin retroceso, itakas con sus proyectiles y 150 subametralladoras. Sin
embargo, este objetivo no se pudo completar.
El fracaso del operativo que
comenzó antes de las 20 del día anterior a la nochebuena se debió a la
infiltración dentro de la organización revolucionaria de un agente del
Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Así fue como las fuentes
castrenses previeron que el golpe del ERP se realizaría en Monte Chingolo. Y
los esperaron.
Las cifras dejan en evidencia la
magnitud de la masacre. "Más de cuarenta combatientes del ERP, cinco
militares -tres de ellos, conscriptos- y una cantidad nunca determinada de
vecinos murieron en el cuartel y sus inmediaciones, durante y después del
mayor enfrentamiento librado en la Argentina entre una fuerza guerrillera y
efectivos militares", detalla Gustavo Plis-Sterenberg en su libro "Monte
Chingolo".
Años después se supo que efectivamente hubo combatientes
que cayeron prisioneros dentro del predio de Viejobueno y cuyos cuerpos
nunca aparecieron. El diario Página/12 aseguró en 1999 que tuvo acceso a una
información militar en la que se hablaba claramente de sobrevivientes. "A
las 3.30 de la madrugada del 24 de diciembre, siete horas después de
comenzado el ataque al Batallón de Arsenales y cuando el enfrentamiento
había finalizado, el escribiente militar detalla que 'el Capitán Lazzarano
con cinco vehículos marcha a transportar detenidos, custodiados por la
fracción al mando del Teniente Silvani'. Media hora más tarde se detalla que
'regresa la columna con los detenidos'. A partir de este momento, el
registro sólo refleja los preparativos efectuados para recibir la visita del
Comandante de la fuerza, general Jorge Videla", repasa el periodista Eduardo
Tagliaferro.
"Nuestros compañeros no cayeron
combatiendo sino que después de haber sido hecho prisioneros fueron
asesinados por las fuerzas del Ejército. De estos 50 compañeros, yo creo que
más o menos unos 20 deben haber caído en combate y los otros 30 deben haber
sido asesinados", comentó a esta cronista Daniel De Santis, ex dirigente del
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
El Oso
Jesús Ramés Ranier se incorporó
al ERP a fines de 1974. Había militado en las Fuerzas Armadas Peronistas 17
de octubre (FAP-17 de octubre) y tenía buenos amigos en la derecha sindical
peronista. Tal como se explica en el libro "Monte Chingolo", Ranier se
convierte en "filtro" después de caer en manos de la Policía. Tras ser
capturado en una pinza montada por la Bonaerense, el "Oso" se quiebra
rápidamente. Así es como, atemorizado por su vida y la de su familia,
empieza a trabajar para los servicios de Inteligencia.
Los contactos de Ranier serían
con el jefe de la división Situación General del Batallón 601 de
Inteligencia del Ejército, el coronel Carlos Antonio Españadero. Este
militar al que el "Oso" le suministraría información por teléfono era más
conocido por su alias "Peirano".
Aunque la misión de Ranier no se
basaba únicamente en su supervivencia. Se podría decir que su función era
vocacional. El traidor cobraba un sueldo mensual, por lo que su
caracterización como agente es más que acertada. Y recibía grandes premios
por delatar una acción importante o por señalar a un militante notorio de la
organización.
En la revista El Combatiente
del miércoles 21 de enero de 1976 aparece publicada la confesión del "Oso".
Allí, el infiltrado declara que ganaba mensualmente la suma de 1.200.000
pesos y que por entregar la operación de Monte Chingolo recibió 30 millones
de pesos.
Al actuar dentro del ámbito de Logística del ERP, el "Oso"
conocía algunas casas operativas y sabía hacia dónde se trasladaban armas.
Además, como era chofer, podía tener manejo de la mayoría de las municiones
que debía entregar a los militantes.
Al respecto, De Santis recuerda
el encuentro que tuvo con Ranier antes del intento de copamiento de Monte
Chingolo. Daniel iba a participar en una contención en el Puente Ocho. Pero
para hacerlo los ocho integrantes de la escuadra erpiana necesitaban el
armamento y los autos, que debería entregarles justamente el infiltrado. El
compilador de
"A vencer o morir" revive el encuentro en el Parque de Lomas de Zamora:
"Estaba en la cita con un pañuelo (que era la contraseña) y veo aparecer un
Ford Falcon -color crema- con dos personas a bordo. El que manejaba tenía el
aspecto característico de los integrantes de los servicios de inteligencia y
de la policía, sobre todo, de la provincia de Buenos Aires. Dudé un momento
si irme o no. Me quedé porque era la cita. Este auto, que venía a gran
velocidad, cuando me vio, se detuvo y subí."
 |
Pero el indicador más certero de
que se podía tratar de un miembro de los Servicios de Inteligencia apareció
en la conversación: "Antes de entregarme al lugar donde estaban ubicados los
coches con las armas, me preguntaba: 'Adónde vas a ir', 'Adónde te
llevamos'"
Acto seguido, al militante del PRT le explican cómo
hicieron para llegar a la cita desde la zona de Quilmes. La anécdota fue tan
sorprendente que Daniel sólo atinó a pesar que la gente del ERP era muy
intrépida. "Me contaron que la cita se la habían dado en la zona de Quilmes
diez minutos antes y habían tenido que venir a toda velocidad por la avenida
Pasco con las luces prendidas. El 'Oso' había sacado una pistola y se abría
paso
entre los demás vehículos como si fuera un auto de la policía".
Después de lo vivido, De Santis comentó con su
responsable sus sospechas. Pero todo fue peor cuando el 23, ya en el
Puente Ocho, los combatientes abrieron los baúles de los autos y notaron
que faltaba gran parte del armamento. En un primer instante, debieron
recomponerse del golpe anímico que significó la falta de las armas pero
así y todo pudieron cumplir con su función y cortar el acceso.
Aunque había evidencias más elocuentes para suponer que la organización
revolucionaria estaba infiltrada y que la acción había sido entregada,
no hubo marcha atrás. Días antes del intento de toma caían trece
dirigentes del área de Logística y el comandante Pedro Juan Eliseo
Ledesma. A pesar de esto, el Buró Político decidió seguir en pie con la
operación.
El traidor a la causa revolucionaria
Tres días
después del fracaso de la acción, el 26 de diciembre de 1975, los
integrantes del Buró Político se plantearon la posibilidad de que los
estuvieran esperando dentro del Batallón.
Después de hacer una lista de las caídas más importantes
y de las personas que tuvieron alguna relación, se hizo evidente un
dato. El "Oso" aparecía siempre, a pesar de los diferentes descartes. Él
siempre había concurrido a la cita o había trasladado armamento.
Por eso, se empezaron a buscar sus antecedentes, que
eran nulos. La certeza de su delación era casi total pero no se tenían
pruebas definitivas. Así que se decidió detenerlo e interrogarlo.
El 28 de diciembre una escuadra detuvo a Ranier junto a
otro militante leal, "Coco". A éste se le había asignado la misión de
simular la detención. La idea era ejemplificar con "Coco" el posible
maltrato que sufriría el "Oso" si no confesaba. Aunque la tortura física
quedaba desterrada para el ERP, después de que Mario Roberto Santucho
afirmara que la guerrilla no podía emplear los mismos mecanismos que el
enemigo.
El 13 de enero un Tribunal Revolucionario condenó a
Jesús Ramés Ranier por "traición a la revolución y delación al enemigo".
La pena era una sola: la muerte.
A Ranier le fue comunicado su
destino y se le preguntó cómo prefería morir: con la inyección letal o
con un disparo. El "Oso" prefirió la segunda opción. Nunca había sido un
valiente. En su supuesta militancia, había procurado evitar cualquier
enfrentamiento armado.
El 14 de enero de 1976 aparecía un cadáver en Flores. Era el de un
hombre joven -de unos 29 años- y corpulento. Un epitafio lo acompañaba:
"Soy Jesús Ranier, traidor a la revolución y entregador de mis
compañeros".
En su condena pesaban las detenciones, desapariciones y
ejecuciones de muchos militantes, la entrega de talleres de armamentos y
automotores, las cárceles del pueblo de Pilar y Florencio Varela, un
depósito de propaganda y la acción del Batallón 601.
La
sentencia del Tribunal Revolucionario era aleccionadora: "La justicia
popular tarde o temprano descargará su fuerte brazo sobre los criminales
contrarrevolucionarios, sobre todos los que realizan crímenes contra el
pueblo".
Fuente: www.anred.org, diciembre 2006

 Gloria
a los héroes de Monte Chingolo
Por PRT - Argentina (Pedro,
corresponsal de Estrella Roja)
Hace unos días se encontraron la totalidad de los restos de los
compañeros caídos en combate en el copamiento del Batallón de Arsenales
"Domingo Viejobueno" de Monte Chingolo, el 23 de diciembre de 1975.
Algunos de los restos ya habían sido encontrados en ocasiones
anteriores.
Estos son los restos de los compañeros que cayeron dentro del batallón y en
el perímetro inmediato al mismo. Muchos de ellos heridos y luego
fusilados, aplastados por tanques y topadoras, torturados aún en sus
últimos momentos de vida.
Quedan aún las palabras sorprendidas de los
mismos militares asesinos y genocidas que no podían creer la moral de
combate de nuestros compañeros, que en su último aliento cantaban la
marcha del Ejército Revolucionario del Pueblo y gritaban "Vivas" a la
Revolución, a pesar de la inferioridad de fuerzas. El mayor ejemplo de
esta moral se vislumbra en el hecho de que aún cuando los compañeros
habían sido traicionados por un infiltrado (el Oso Ranier,
posteriormente ejecutado por la Justicia Revolucionaria), eran esperados
y contaban con escaso armamento (que en muchos casos estaba saboteado),
nuestro glorioso ERP bajo la Dirección político militar de nuestro
Partido, con menos de 150 compañeros, llegó a tomar casi el 70% del
batallón contra más de 3500 efectivos parapetados con armamento pesado y
apoyo aéreo. 4 regimientos de tierra, 2 de aire, la Policía Provincial y
la Federal fueron necesarios para detener la justa acción revolucionaria
que tenía como objetivo armar al pueblo para enfrentar en mejores
condiciones a la dictadura militar del 76.
Dichos compañeros
fueron parte del batallón "José de San Martín" conformado por las
compañías "Héroes de Trelew", "Juan de Olivera" y "José Luis
Castrogiovanni", pero muy especialmente de la unidad de combate
"Guillermo Rubén Pérez", conformada por integrantes de las compañías
"Castrogiovanni" y la "Compañía de Monte Ramón Rosa Giménez", más un
grupo de las compañías "Decididos de Córdoba" y "Che Guevara". El
Comandante Juan Eliseo Ledesma, el "Comandante Pedro", había caído con
oficiales de nuestro ERP días atrás, y que en esos momentos agonizaba
destripado en las mazmorras de Campo de Mayo, pero aún así sin
traicionar a sus compañeros. Todo lo contrario, mostrando su profunda
moral revolucionaria y con la causa histórica del proletariado,
enfrentado victorioso el combate contra el enemigo.
Estos compañeros, luchadores y guerrilleros, formaron parte de los
alrededor de 5.000 compañeros que cayeron desde la fundación del
Partido, ya sea como integrantes del Partido o el Ejército, familiares
de los mismos o simplemente personas que colaboraron con esta lucha,
como los más de 1000 asesinados y desaparecidos en los alrededores del
monte tucumano por ser sospechosos de ayudar o simplemente simpatizar
con la heroica "Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez".
Muchos de
nuestros compañeros son desconocidos por las necesidades de
tabicamiento, o sólo conocidos por su nombre de guerra. En Monte
Chingolo hubo varios compañeros sin identificar, pero es justo que
recordemos a aquellos que dieron su vida, y que honremos dicha vida como
ejemplo de lucha, de moral revolucionaria, de compromiso con la patria
socialista, DEL CAMINO QUE DEBEMOS CONTINUAR, DEL CAMINO QUE ESTAMOS
CONTINUANDO.

Monte
Chingolo, escena después del ataque |
Sus nombres son:
Daniel Barbate, 21 años Francisco Blanco, 21 años
Hugo Boca, 17 años (JG) Carlos Bonet Aída Bruchstein, 24 años
Alejandro Bulit Roberto Cejas, 22 años Carlos Cingualbe, 28 años
Hugo Colautti, 32 años Jorge Correa, 19 años Carlos Crespo
Francisco Cuello, 31 años Eduardo Delfino Nelly Enatarriaga, 31
años Eduardo Escobar Bustos, 23 años Orlando Fabián, 24 años
Norma Finocchiaro, 25 (embarazada, asesinada a culatazos) Ernesto
García, 20 años Silvia Gatto, 24 años Angel Gonzalez, 25 años
Tristán Guanziroli Ismael Islas Ibarra, 50 años Mónica Lafuente,
21 años Vicente Lasorba, 25 años Ana María Lezcano, 25 años,
embarazada, detenida con vida apareció en el Riachuelo con un compañero
no identificado. Ana María Liendo, 25 años Omar Lorenzo Rodríguez

Revista Estrella
Roja Nº 68, enero 1976, con información del hecho, clic para
descargar |
Carlos Machado, 23 años María Marabotto de Escobar,
16 años (JG)
Alejandro Mastrogiovanni, 24 años Luis Menéndez, 27 años
Rubén Mensi, 21 años Ismael Monzón, 19 (JG)
Víctor Mosqueira, 19 años Carlos Oroño Cristóbal Paredes
Guillermo Ramos Berdaguer, 21 años Nancy Rinaldi, 25 años
Guillermo Salinas, 35 años Humberto Salvador, 22 años Carmen
Sánchez, 20 años Miguel Sánchez, 24 años Guillermo San Martín,
23 Abel Santa Cruz Melgarejo, 21 años Gastón Schottenfeld, 19
años (JG) Rodolfo Siba Luis Sportuno, 20 años Carlos
Stanley, 22 años Roberto Stegmayer, 31 años Enrique Tauil, 26
años Claudio Tisminetzky, 21 años Juan Carlos Valencia, 43
años Víctor Vázquez Valdivia, 30 años Más nueve camaradas sin
identificar.
Hoy el Equipo Argentino de Antroplogía Forense está
trabajando para identificar los restos de nuestros compañeros, cuyos
nombres han vencido a la muerte para convertirse en ejemplo de lo
que un revolucionario debe ser, el compromiso de luchar hasta las
últimas consecuencias A VENCER O MORIR, guerrilleros heroicos que
siguieron el ejemplo del gran comandante Ernesto Che Guevara.
Nuestros héroes, nuestros queridos compañeros, los mejores de la
generación revolucionaria de los 60 y 70 cayeron luchando,
combatiendo, no pidamos que ellos hagan el trabajo que ahora nos
toca a nosotros, los que quedamos y las nuevas generaciones de
revolucionarios. Basta de "memorias" que matan la memoria de lo que
nuestros compañeros fueron: luchadores, clasistas, guerrilleros,
REVOLUCIONARIOS. Este gobierno burgués no podrá apropiarse de estos
caídos, de los héroes, porque ellos no lucharon por este país de
exclusión, de súper explotación, de entrega, de hambre, miseria y
muerte. Ellos lucharon contra lo que este gobierno representa.
No olvidamos los nombres de nuestros compañeros, su pensamiento y
ejemplo. Su accionar vive en la Reconstrucción del PRT, en la
construcción del PRT Santucho, en el camino de la Guerra
Revolucionaria Popular y Prolongada, hasta la Victoria, SIEMPRE.
62 Compañeros Héroes de Monte Chingolo: Presentes!!! 5.000 Héroes de
nuestro PRT-ERP, 30.000 detenidos desaparecidos: ESTAMOS
CUMPLIENDO!!! A VENCER O MORIR POR LA ARGENTINA!!!
Fuente: Indymedia Argentina
 Argentina,
diciembre de 1975
Por Alberto Amato (Clarín, 2000)
[Ver
también:
Hechos y noticias de 1975]
Fue la semana en la que vivimos en peligro. Un anticipo despiadado
de la vida en peligro que nos esperaba de allí en más. Entre el 18 y
el 23 de diciembre de 1975 el país fue sacudido por la violencia: un
intento de golpe de Estado encarado por la Fuerza Aérea intentó
derrocar al gobierno de la entonces presidente María Estela Martínez
de Perón. Cinco días después, el mayor ataque guerrillero contra una
instalación militar, el arsenal Domingo Viejobueno de Monte
Chingolo, terminó en desastre para los irregulares y marcó el final
del accionar armado del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)
diezmado ya en los montes tucumanos.
Tres meses después de estos dos hechos, el 24 de
marzo de 1976, el golpe militar de las fuerzas armadas lideradas por
Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti no sólo derrocaría a
la viuda de Perón: instauraría en el país el terrorismo de Estado,
la práctica de secuestrar, torturar, asesinar y ocultar luego los
cadáveres de miles de opositores a quienes se calificó con el
eufemismo de "desaparecidos". La pesadilla de la más cruel tiranía
padecida por la Argentina terminaría, seis años después, con la
derrota de Malvinas a manos de Gran Bretaña.
Pero todo eso
parecía imposible en diciembre de 1975. Un año y medio antes, junto
con Juan Perón, habían muerto en el país las últimas esperanzas de
un renacer de la democracia y de un sistema civilizado de
convivencia.

Nota en Evita Montonera
Nº 11, enero 1976. Clic en la imagen para agrandar.
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Evita Montonera Nº 11
completa |
Acosada por su incapacidad, por los militares, por
el poder económico que vació las góndolas de los supermercados, por
los gremios que corrían en pos de igualar los salarios a los
caprichos de una inflación desorbitada y con una causa judicial
pendiente por una presunta defraudación, Isabel, la viuda de Perón,
se debatía en vano por continuar al frente de la presidencia y se
negaba a renunciar.
El Congreso, con mayoría peronista, se
negaba a iniciarle un juicio político. Las fuerzas armadas, que ya
tenían planificado el golpe e, incluso, la fecha del alzamiento,
esperaban cruzadas de brazos a que "todo se deteriorara más", como
reveló este diario en 1998 al analizar una serie de documentos de la
época cruzados entre la Embajada de los Estados Unidos y el
Departamento de Estado de ese país.
El 17 de diciembre el gobierno decidió anticipar las
elecciones generales de 1977 para el 17 de octubre de 1976. Fue la
salida ideada por el gabinete de la viuda de Perón como un intento
de aplacar al golpismo en acecho. Era tarde. Y fue inútil. Ese mismo
día, el general Antonio Bussi se hizo cargo de la V Brigada de
Infantería de Tucumán, el general Leopoldo Galtieri asumió como
segundo jefe del Estado Mayor del Ejército y el general Reynaldo
Bignone se hizo cargo del Colegio Militar. Al día siguiente se
sublevó la Fuerza Aérea.
Los golpistas obedecían al brigadier
Jesús Orlando Capellini, un militar nacionalista que detuvo al jefe
de la fuerza, Luis Fautario, en pleno Aeroparque Jorge Newbery. El
gobierno designó a Agosti como jefe de la fuerza mientras los
golpistas dejaban en claro sus pretensiones: "1) Considerar
totalmente agotado el actual proceso político que agobia al país; 2)
Desconocer las autoridades que detenta el gobierno nacional y 3)
Requerir que el comandante del Ejército asuma en nombre de las
FF.AA. la conducción del gobierno nacional."
Los sublevados sobrevolaron la Casa de Gobierno y
arrojaron panfletos mientras el gabinete de Isabel (el actual
senador Antonio Cafiero y el hoy gobernador de Buenos Aires Carlos
Ruckauf eran entonces ministros de Economía y Trabajo) intentaba
superar la crisis. La Armada y el Ejército se mantuvieron al margen.
Todavía no era la hora. Videla instó a "dar un ejemplo de cohesión,
disciplina, desinterés y responsabilidad", cualidades que echaría
por la borda tres meses después.
La sublevación militar
terminó el lunes 22, después de que los amotinados se refugiaran en
la base aérea de Morón, que fue bombardeada. La débil reacción del
entonces poderoso sindicalismo y la indiferencia con la que la
ciudadanía siguió el levantamiento llevaron tranquilidad al
golpismo: el ensayo general del 24 de marzo de 1976 había sido
perfecto.
El martes 23, a menos de veinticuatro horas de
superado el alzamiento aeronáutico, la guerrilla lanzó su golpe más
ambicioso de los tantos que había dado desde finales de los años 60.
Un grupo de cerca de 270 guerrilleros, en su mayoría del ERP (se
dijo en su momento que había también miembros de la guerrilla
peronista Montoneros), intentó copar el Batallón de Arsenales 601,
Domingo Viejobueno.
Los
estaban esperando. Un agente de inteligencia del Ejército, Juan
"Oso" Ranier, infiltrado en el ERP, había anticipado el golpe
guerrillero. La madrugada del miércoles 24 encontró la zona sur del
Gran Buenos Aires en pie de guerra. Tanques, aviones, incluso tropas
de la Armada tomaron parte de una batalla por la recuperación del
cuartel. Las tropas ingresaron luego a una villa miseria cercana
donde, se dijo entonces, se habían refugiado los atacantes. Se cree
que al menos 85 irregulares murieron esa noche, lo mismo que un
número nunca determinado de inocentes alcanzados por los tiroteos
que se extendieron por Lanús, Villa Dominico y Lomas de Zamora.
También murieron un capitán, un teniente primero, un sargento
ayudante, cuatro soldados y dos policías.
La noche del 24 de
diciembre, desde Tucumán, Videla dijo observar "con la sana rabia
del verdadero soldado, las incongruentes dificultades en las que se
debate el país, sin avizorarse la solución"
El país estaba
helado por la sorpresa. Oscilaba entre el desconcierto y el terror.
Intentaba descifrar las andanzas de un dólar financiero especial
($82,45) y otro dólar financiero ($58). Y también intentaba
sobrevivir, claro. La clase media pugnaba por el dos ambientes
($650.000 en Devoto) o por el Citroen 2CV ($85.000 un usado) y hasta
arañaba de vez en cuando un traje de fibra poliester ($3.199).
Tampoco veía soluciones. Y ni siquiera avizoraba lo que Videla y
compañía tenían en mente. También intentaban sonreír.
En el Teatro Astros, dos grandes de la revista, Alfredo Barbieri y Don
Pelele, apostaban a la esperanza. Cada noche salían con sus
disparates a representar: "Entre julepe y julepe llegaremos al 77"
Pero no, no llegamos.
 Qué
pasaba en la Argentina en 1975

El deterioro del gobierno de Isabel Perón aumenta cada día más. Este
año hay 860 muertos por causas políticas y la inflación
alcanza al 330 por ciento.
El país tiene cuatro ministros de
Economía en un año. Uno de ellos, Celestino Rodrigo, vinculado a
López Rega, decreta una brutal devaluación del 150 por ciento y un
aumento de tarifas del 200 por ciento. La nafta aumenta un 172 por
ciento. Es el famoso "Rodrigazo". Los sindicatos se resisten a esta
política, abandonan la Gran Paritaria Nacional, que intentaba
reeditar el pacto social y, en una gran movilización, piden la
expulsión de López Rega. Finalmente, la presidenta debe acceder a
que "El Brujo" renuncie a sus cargos y abandone el país.
Antonio Cafiero asume en el Ministario de Economía.
Pero el alejamiento del siniestro personaje no mejora las cosas.
En Tucumán, cae un avión en el que viajaba el general Enrique
Salgado, que llevaba soldados para enfrentar a la guerrilla rural:
mueren 13 personas.
El 4 de Febrero, las Fuerzas Armadas
reciben la orden de reducir a la guerrilla del E.R.P. en Tucumán,
quienes habían derribado un avión Hércules C-130. Según el Ejército,
se producen 350 bajas.
Posteriormente, Montoneros intenta
atacar un
regimiento de Formosa y no tiene éxito.
Los atacantes huyen en un avión de línea secuestrado pero la Mayoría
es capturada. El 23 de Diciembre, hay un ataque conjunto del E.R.P.
y Montoneros contra el Regimiento 601, ubicado en Monte Chingolo. La
operación también fracasa y hay 100 guerrilleros muertos.
Otros
hechos de violencia ocurridos este año son el asesinato del general
Jorge Cáceres Monié y su esposa, cerca de Paraná; la bomba,
atribuida a la Triple A, que destruye los talleres del diario
cordobés La Voz del Interior; la destrucción por parte de Montoneros
de una fragata que se estaba construyendo en Río Santiago y la
explosión que afecta el Teatro Estrellas, donde se presentaba Nacha
Guevara y que provoca dos muertes.
Después de varios cambios,
la presidenta designa comandante en jefe del Ejército al general
Jorge Rafael Videla. Luego, pide licencia y se establece en Córdoba
para cuidar su salud. Por un momento se cree que la presidenta
renunciará y que será reemplazada por Italo Luder.
El
déficit de la balanza comercial y la salida de capitales acentúan
aún más el nivel de endeudamiento. La estatización de las deudas del
sector privado y los créditos que contrae el Estado desde 1976
disparan el endeudamiento en forma exponencial.
Sobre Isabel pesa una grave acusación por manejos irregulares en la
Cruzada de la Solidaridad, similar a la Fundación Eva Perón. La
acusación es por la firma de un cheque por 3.000 millones de pesos.
Pero después de un mes, Isabel reasume la presidencia y, aún sin la
influencia nefasta de López Rega, se la ve vacilante y errática y
crecen los rumores sobre un golpe militar. Una virtual sublevación
de la Fuerza Aérea, ocurrida hacia fines de año, es como un anticipo
de lo que inevitablemente va a suceder en pocos meses.

Lorenzo Miguel, Isabel Perón, Casildo Herrera (alias "Me
borré") y el ministro Mondelli |
Este año muere Aníbal Troilo, "Pichuco", intérprete
del tango y renovador de su música.
Por otra parte, inicia
sus actividades la Universidad Nacional de Mar del Plata. Pero el
desarrollo cultural es menor al de años anteriores. Leopoldo Torre
Nilsson estrena El pibe cabeza, una de sus películas menos logradas,
y Yo maté a Facundo, de Hugo del Carril, pasa casi inadvertida.
También tiene escasa repercusión el decreto que, el 7 de Octubre,
firma la presidenta y que encarga a las Fuerzas Armadas el cuidado
del orden interno y la lucha contra la subversión. Esta norma será
el amparo que luego reclamarán las Fuerzas Armadas para justificar
su accionar contra las organizaciones guerrilleras. Y aunque convoca
a elecciones para fines de 1976, son pocos los que creen que el
gobierno de Isabel llegará hasta entonces.
La gente está harta de la violencia, de la inseguridad, del problema
económico y descree de la democracia. El reclamo de orden se
extiende a todos los sectores y ya se sabe cuál es la institución
que puede imponerlo, aunque sólo sea mediante el uso de la fuerza.
El grupo Sui Generis se despide con dos recitales en el Luna Park.
El 7 de Septiembre reunen a 30 mil personas.
El 14 de
Agosto, y después de 18 años, el equipo de River Plate gana el
torneo Metropolitano.
Fuente: www.todo-argentina.net
 A
30 años de Monte Chingolo
Por Carlos Torrengo, 24/12/05
La mayor batalla de la guerrilla que marcó también
su final.
Aquel diciembre del ’75 siempre será difícil de
olvidar. Un país ensangrentado por la violencia de índole política
se encerraba en sí mismo y esperaba un golpe militar que se tornaba
inexorable. En ese marco, el ERP atacó en Monte Chingolo, en un
intento desesperado por recuperar poder. No lo logró.
El
recuerdo de tanto horror borra la textura del material que cubría
los cuerpos destrozados. Pero está latente que, fuera lona o
tela, una u otra se habían pegado a las heridas transformadas en
costras. Cuerpos de adolescencia casi sin terminar cuando se
toparon con la muerte. El calor los descomponía aceleradamente. Se
imponía el olor a muerte.

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Arboles desgajados por la furia del combate.
Maceteros descuajeringados. Paredes cribadas por ráfagas. En una de
ellas, una inmensa mancha de sangre con restos humanos pegados.
Muchos años después, el minucioso relato de Gustavo Plis-Sterenberg
develaría la naturaleza de esa casi estampa de cuerpo: un
guerrillero del ERP fue atado a la trompa de un Carrier y estrellado
contra el muro de ese depósito de Batallón de Arsenales "Domingo
Viejobueno", situado en Monte Chingolo, al sur del Gran Buenos
Aires. Quien escribe estas líneas entró en el predio de la unidad
en las primeras horas de la tarde del 25 de diciembre de aquel
terrible 1975. Acompañaba a un oficial de la Armada que, en
situación de retiro, sospechaba que una sobrina suya había caído
como miembro del ERP en lo que la historia recupera como "la última
batalla de la guerrilla en la Argentina". – Mire rápido, señor
–le advirtió al oficial de la Armada un civil de porte militar–. El
periodista entró en condición de "un familiar". El ERP había
perdido más de setenta militantes dentro de la unidad y en zonas
aledañas. El Ejército y la Bonaerense, diez. Pero estaban los otros
muertos, los de la población civil: ocho, según el parte oficial.
Más de cuarenta, según la investigación de Gustavo Plis-Sterenberg.
Una nena de cuatro años degollada por una esquirla. A otra, de once,
una ráfaga le borró el pecho y la vida. El marino y el periodista
se encontraron circunstancialmente en aeroparque. Uno llegaba desde
Jujuy; el otro, desde Bahía Blanca. Los une una sólida amistad
forjada en años, incluso de desacuerdos que aún mantienen. –
Acompañame, vamos a Monte Chingolo... creo que ahí puede estar la
hija de Guillermo, mi cuñado –dijo el marino–. Una hora larga
después, en un marco propio del Saigón de la Ofensiva del Ted,
entraban al batallón de Monte Chingolo. El grueso de los cuerpos
había sido retirado. Posiblemente no habría más de ocho o diez
alineados en un potrero que los años imaginan lindero a una cancha
de fútbol. Lonas o telas crujían al despegarse de la sangre
coagulada. Casi como resistiéndose a revelar la cara del horror.
Semana terrible aquella que precedió la Navidad del 25 de diciembre
de 1975. Un eslabón más en un tiempo en el que desde largo en la
Argentina mandaba la violencia política. Mandato que se prolongaría
por varios años más; aún restaba la noche larga de dictadura. El
régimen de la cupletista Isabel Perón se desvanecía zamarreado por
contradicciones y luchas intestinas y desafiado por la violencia de
la izquierda y la respuesta de la derecha. El poder estaba muy
disperso en el país de aquellos tiempos. Y desde un punto de la
estructura de poder ya se dibujaba cómo cohesionarlo en un único
vértice. Ya en aquel diciembre ese dibujo tenía forma de golpe
militar. Pero no era ese diciembre el momento para que tronara la
lugoniana y fascistoide "Hora de la Espada". Y eso fue lo que no
entendió en aquel diciembre del ’75 el ultramontano brigadier Jesús
Orlando Capellini. El 18 se sublevó en la Zona Militar del
aeroparque Jorge Newbery. Lo hizo bajo invocaciones varias. La
patria. Cristo Rey. Alguna Virgen. Una larga lista de valores
supuestamente ligados a los argentinos. Y, fundamentalmente, la
necesidad de orden. – ¡Qué pelotudo este Capellini! –recupera la
historia que dijo Jorge Rafael Videla desde el exterior–.
Inmediatamente, el Ejército se corre de toda especulación sobre su
rol en ese cuadro. Está con el orden constitucional. La Armada se le
suma. A Capellini –"Capelletti" para "Tato" Bores– se le suma
Base Aérea de Morón. Y aquí, también con atisbos lugonianos, un
joven oficial de la Fuerza Aérea que acompaña la chirinada sentencia
solemnemente por radio: la vida se modela en cuatro verbos de
acción: "armar, combatir, mandar y enseñar". Capellini y Morón se
juramentan: caerán en la cruzada. Pero, a los primeros tiros, se
rinden.
Aunque hay alguien que no repliega planes ni
acciones. Se llama Roberto Santucho. Lidera el ERP, en aquel
diciembre del ’75 acorralado por la represión. En los montes
tucumanos está en vías de ser diezmado. En el teatro urbano, desde
mayo pierde sistemáticamente cuadros y militantes. Es complejo
imaginar que el desánimo ganara al ERP. Se lucha y muere
heroicamente. La entrega es total y exenta de fanatismo. Pero la
poda y los términos en que se lo poda es brutal. Hoy se sabe que en
la intimidad de cada militante y cuadro estaba instalado el
revulsivo generado por aquel todo y nada. La respuesta que
Santucho y el alto mando del ERP dan al cuadro de situación apela a
lo demencial: intensificar la lucha. Nada de repliegue. Más
vanguardismo. Más militarismo. Gustavo Plis-Sterenberg es un
hombre fino, culto. Director de orquesta sinfónica en Europa. Cuando
habla de su estremecedor "Monte Chingolo, la mayor batalla de la
guerrilla argentina", confiesa no querer hablar de dónde estuvo él
en toda esa tragedia. Pero explica: – El ataque al batallón de
Monte Chingolo se explica como un acto de desesperación política.
Santucho quería, mediante una acción militar de envergadura
contundente, revertir el cuadro de situación desfavorable que
sobrellevaba el ERP, plantear un nuevo escenario político... el
mejor momento del ERP fue cuando no se olvidó de la política, cuando
puso la política por delante. O sea, cuando tenía frente sindical,
estudiantil, militar e incluso frente legal. Pero ya para mediados
del ’75 todo eso había dejado de existir o estaba en vías de
hacerlo... entonces la desviación fue el militarismo puro... balazo
por balazo. ¿Línea sin objeciones? Bajo un régimen de represión que
buscaba el exterminio, no se podía mantener una dinámica de debate
democrático ni autocrítico... se cayó en un verticalismo feroz. Y
así se fue a Monte Chingolo. En el atardecer del 23 de diciembre
del ’75, más de cien cuadros y militantes del ERP atacan el batallón
de Monte Chingolo. Están armados precariamente para semejante
operación. Y los están esperando. Porque hace años que, de la
mano del un coronel de Inteligencia de apodo "Españadero", el
Ejército tiene infiltrado al ERP. "Oso" Ranier, ése es el nombre del
infiltrado. En sus memorias, Enrique Gorriarán Merlo (Edt. Planeta)
dice que a lo largo de ese lapso, Ranier entregó operaciones y
centenares de cuadros y militantes. Santucho no ignora que hay un
infiltrado, pero sigue adelante. Hasta la madama de un cabaret
lindero al batallón sabe que el ataque está por suceder. El
ataque termina en una carnicería. Las escenas que adquiere la
represión en las imágenes que se han recuperado dejan sin palabras.
El 24 a la noche, Videla habla desde el monte Tucumano. No hay golpe
sin advertencia. Marzo del ’76 estaba a la vuelta de la esquina.
Sólo era cuestión de tiempo y de más sangre. La sobrina del
marino no estaba en Monte Chingolo.
EL GOLPE
Por Gabriel Rafart, 24/12/05
Diciembre
del ’75. Tiempo acuciante para la clausura trágica del último
capítulo de una democracia que había aceptado vivir la época de la
militarización de la política desde su propio advenimiento, en 1973.
Desde mediados del ’75, después del "Rodrigazo" y de la caída de
López Rega, la situación en todos los frentes del gobierno peronista
era dramática y no había actor que supiera cómo contener la salida
militar que muchos entendían irreversible. La sucesión de ministros
y los intentos fallidos por promover la salida institucional de la
propia Isabel dieron lugar a otros cauces. Los militares empezaron a
manejar el tiempo de la política, mientras se extendía la imagen del
caos y de una situación de ingobernabilidad producto también de ese
peronismo extraviado por arriba y por abajo que era incapaz de
encontrar su equilibrio. En diciembre, los mandos militares
estrecharon aún más sus filas. Aun así, propiciaron el clima de
ingobernabilidad, amplificando a su medida la idea del desborde
social, del caos y de la necesidad de una salida ejemplificadora
para la sociedad. Ese mes fue demasiado urgente, de ingobernabilidad
por la fragilidad de un orden político peronista que muy pocos
creían posible reconstruir. La salida electoral estaba muy lejos del
menú de opciones. Por ello no hubo obstáculo al plan elaborado desde
los comandos militares. Se impondría un proyecto que no conocía
antecedentes en la historia argentina. Para el último mes de
1975 estaban en camino los componentes de un régimen de naturaleza
mesiánica, capaz de disponer de una la voluntad que colocase a la
patria en orden y a la sociedad bajo los dictados de una cultura
"cristiana y occidental" que la Argentina había extraviado por
aceptar el ingreso del germen de la descomposición de la lucha de
clases entre tantos intelectuales, estudiantes y obreros fabriles. Y
para ello había que desatar la furia de su versión extrema de la
militarización para la política, aunque sus acciones ocurrieran
mayormente en la noche, sin uniformes ni insignias a la vista, y
supusieran torturas interminables y desapariciones masivas; en
definitiva, el imperio de la muerte en campos ilegales de detención.
La cuestión pasaba por la construcción de una nueva sociedad
depurando la totalidad del orden vital heredado. La última dictadura
tuvo su fecha el 24 de marzo de 1976, pero su momento de partida se
puede hallar en ese diciembre urgente de 1975.
Fuente: www.rionegro.com.ar
 Monte
Chingolo
Por Daniel De Santis
[Fragmento del documento
Carta abierta a Eleuterio Fernández
Huidobro, por Daniel De Santis)
sobre la supuesta colonización de MLN Tupamaros por el PRT-ERP,
24/02/2005]
"...En este contexto nacional el ERP realizó, el
23 de diciembre de 1975, el asalto al Batallón de Arsenales de Monte
Chingolo, ubicado a menos de 20 km. de la casa de Gobierno. El
objetivo militar que se perseguía era el siguiente: "De acuerdo a lo
se sabía de seguro que había, y a la capacidad instalada de nuestros
depósitos, se pensaba sacar: 900 FAL con 60.000 tiros, 100 M-15 con
100.000 tiros, 6 cañones antiaéreos automáticos de 20 mm. con 2.400
tiros, 15 cañones sin retroceso con 150 tiros, italasas con sus
proyectiles, 150 subametralladoras, etc., totalizando
aproximadamente unas 20 toneladas" y desde el punto de vista
operativo "Se consideraba posible cumplir ese objetivo aislando por
varias horas el Cuartel mediante el corte de los 9 puentes
carreteros del Riachuelo y las dos rutas La Plata-Capital Federal,
únicos accesos para los refuerzos militares enemigos, y
neutralizando las Comisarías principales con ataques de
hostigamiento. Además se estableció un cordón defensivo en las
calles principales de acceso, a una distancia aproximada de 2000
metros del Arsenal"14. En tanto que el principal objetivo
político era dificultar y retrasar los planes golpistas del Partido
militar. Una acción revolucionaria de tamaña envergadura, si
resultaba exitosa, obligaría los militares a una mayor preparación
del golpe y podría alentar la movilización de masas lo que también
dificultaba los planes enemigos. Como es conocido ese día se
produjo el mayor encuentro de armas entre la burguesía y el
proletariado de toda la historia Argentina. De la derrota sufrida
por nuestras fuerzas y de las críticas a nuestros dirigentes se han
escrito páginas que consumieron ríos de tinta y pocos se detuvieron
a analizar en detalle lo ocurrido en la, ahora denominada, Batalla
de Monte Chingolo por Gustavo Plis-Sterenberg en su libro que
precisamente lleva este nombre. Del relato de Gustavo surge un tipo
de militante y un tipo de organización revolucionaria de nuevo tipo
(muy alejada del marxismo-leninismo pensamiento Mao) que sólo se
pudo forjar, como ya le he dicho antes y usted lo sabe por su
experiencia, por una línea política también revolucionaria y de
nuevo tipo. Lo que aquí nos importa decir es si esta acción
estaba justificada políticamente y si se inscribía en la línea del
PRT o se debía a que los dirigentes del PRT "a esta altura estaban
perdiendo totalmente la conciencia, la iniciativa y entraban en la
desesperación"15 como afirma el renunciante en el libro que usted
cita. Respecto a lo primero es necesario considerar todos los
elementos de la realidad y no hacerlo bajo un corte populista de la
misma. Respecto a lo segundo creo que significaba un necesario salto
en el desarrollo de la guerra y de las fuerzas militares
revolucionarias, opiniones que paso a exponer.
La mayoría de los análisis del período critican la
continuidad de la lucha armada bajo un gobierno constitucional pero,
esos análisis, no mencionan un hecho determinante en la situación
política, tan o más importante que la enorme fiesta popular que
significó la asunción del Presidente Cámpora, representante de Perón
y del ala progresista del peronismo, y su punto culminante con la
liberación de los presos políticos el 25 y 26 de mayo. Nos referimos
a la Masacre de Ezeiza el 20 de junio de 1973, a sólo veintiséis
días de asumido el nuevo Gobierno. Ese día, para recibir a Perón que
regresaba del exilio, se realizó la movilización de masas más grande
de toda la historia argentina, alrededor de dos millones de
personas. La derecha peronista, responsable de la organización del
acto, planificó y ejecutó una verdadera emboscada a las enormes
columnas de Montoneros y la Juventud Peronista y en realidad contra
todos los asistentes al acto. Desde el palco y desde distintos
puntos elegidos tácticamente se lanzó una lluvia de disparos, con
armamento de guerra, sobre la masas indefensa. ¡La misma cúpula
peronista masacró a sus propios simpatizante! Perón, jefe del
peronismo, realizó declaraciones esa misma noche avalando
completamente la matanza. Decir esta verdad es muy difícil en la
Argentina ya que se nos responde con una suerte de terrorismo
ideológico. Les respondemos: ¡no nos crean a nosotros, lean a Perón!
Este hecho marcó el inicio de la contraofensiva derechista contra
las fuerzas populares que la habían tomado el 29 de mayo de 1969 con
el Cordobazo. El BP [Buró Político] del Partido, debido a varios
hechos de signo progresista del gobierno, consideró la posibilidad
de suspender la continuidad de las acciones militares, posibilidad
descartada después de Ezeiza. Decisión reforzada luego de consumado
el autogolpe contrarrevolucionario del 13 de julio de 1973, que
derrocó a Cámpora, a sólo cuarenta y nueve días de asumido el nuevo
Gobierno. De todas maneras el ERP no realizó ninguna acción armada
durante el Gobierno de Cámpora, ni luego de derrocado este, hasta el
mes de setiembre, pese a que nuestro compañero Eduardo Giménez,
mientras realizaba una pegatina, fue detenido y asesinado el 29 de
julio. Es necesario remarcar la verdad histórica ya que, muy
superficialmente, casi todos nuestros críticos no se toman el
trabajo de investigar los hechos y nos achacan haber realizado
acciones durante el Gobierno de Cámpora y soslayan a la Masacre de
Ezeiza.
Los análisis que ven en Monte Chingolo las causas de
la derrota, por un lado parten de los mismos supuestos que los que
critican la lucha armada revolucionaria, el más utilizado es que:
las masas no habían madurado lo suficiente, por lo tanto no era el
momento, se debía esperar. Para los críticos nunca llegará el
momento de la lucha con la esperanza infantil de que las masas le
saquen las castañas del fuego. En cambio para la concepción
guevarista hay una relación, si me permite, dialéctica entre lucha
de masas y lucha armada en la que una se alimenta de la otra, y, en
particular nuestros críticos, no tienen en cuenta que se trataba de
una gran acción de cuyo resultado dependía la situación política
posterior. Un éxito hubiese fortalecido política y orgánicamente al
Partido y al ERP, hubiese multiplicado al menos por 10 su poder de
fuego, se podrían haber armado varias compañías en la zona rural
-hombres y mujeres dispuestos había- y completado el armamento de
todas las urbanas. Pero la afirmación que puede resultar más
controvertida, que está en la esencia de la línea del PRT y en la
del guevarismo, es que una acción victoriosa en ese momento hubiese
repercutido favorablemente en el estado de ánimo de las masas,
fortaleciendo políticamente al conjunto del movimiento
revolucionario. Debemos recordar que en la otra región
estratégica, el Monte, habíamos sufrido pocos meses antes, el 28 de
mayo, una derrota en el plano político aunque, paradójicamente, un
triunfo militar. El ERP por intervención de su Compañía de Monte
(reforzada) se dirigía al departamento de Famaillá, en la Provincia
de Tucumán, donde estaba asentado el Comando Táctico de la V Brigada
del ejército enemigo con el objetivo de tomarlo completamente. Para
ello debió salir del Monte o sea operar en terreno desfavorable. En
la marcha de aproximación, en el paraje llamado Manchalá, la cabeza
de la columna fue atacada por fuerzas enemigas. La actuación de los
combatientes y oficiales del ERP fue muy destacada ya que pese a la
sorpresa batieron a las fuerzas enemigas, y se retiraron
ordenadamente. Pero esta suerte de emboscada enemiga abortó los
objetivos de la acción. Este desenlace negativo del proyectado
copamiento del Comando Táctico y una línea táctica errada que había
fijado la guerrilla al terreno, sobre la cual no nos vamos a referir
ahora, llevaron a que el ERP perdiera la iniciativa militar en la
Región y con ella la política.
Por
su parte no había sido completamente exitosa la mayor acción militar
llevada adelante por los Montoneros. El 5 de octubre de 1975 se
ocupó parcialmente y se recuperó importante armamento del
Regimiento de Infantería N° 29
con asiento en la ciudad de Formosa, cercana a la frontera
paraguaya. Anteriormente sólo hemos detallado algunos de los
hechos más importantes, los que dan cuenta de un año de enormes
avances y de un despliegue inusitado de las fuerzas revolucionarias,
políticas y militares, de las masas y de la vanguardia (debemos
agregar que Montoneros y otras fuerzas revolucionarias se mostraban
muy activas en el plano militar y en la acción de masas) pero que no
habían culminado en la unidad de los revolucionarios y del campo
popular sino que este seguía dividido, lo que no permitió explotar
al máximo la situación favorable generada por las masas en las
jornadas de junio y julio. En este contexto político y militar se
inscribe la decisión del PRT, en todo de acuerdo con la tradición
revolucionaria mundial: la aspiración a mantener la ofensiva. Dentro
de esta concepción hay que analizar la decisión de realizar la
ocupación del Comando Táctico de la V Brigada en Tucumán y la toma
del Batallón de Monte Chingolo en el Gran Buenos Aires. Sólo
después de ocurridas las dos derrotas del ERP (y un éxito parcial de
Montoneros en Formosa): una política en el Monte Tucumano, y la
derrota militar y política de Monte Chingolo, a las que debemos
agregar el desbaratamiento a mediados de febrero de 1976 del intento
del ERP de abrir un segundo Frente rural en El Cadillal, al norte de
la ciudad de Tucumán y, de un primer frente, en la misma zona y en
el mismo momento, por parte de Montoneros; digo sólo después de
estos hechos hubiese sido correcto prever que el retroceso en las
movilizaciones de los últimos meses de 1975 se podía convertir en un
reflujo de masas, producto del golpe militar que se esperaba. Se
requería realizar un análisis muy valiente y descarnado de la
situación en aquel momento (ahora es muy fácil), pero a su vez muy
difícil de realizar por verdaderos revolucionarios que habían
logrado, debido a su espíritu de ofensiva, hacer avanzar las luchas
hasta las puertas de un situación revolucionaria. Este hipotético
análisis nos hubiese indicado que el Golpe militar en lugar de
provocar un nuevo auge hubiese producido el efecto contrario. Esta
conclusión hay que sostenerla con firmeza pero con voz muy serena,
con mucho respeto por los compañeros que tuvieron esa
responsabilidad porque ellos, desde hace muchos años, no tienen voz.
En varios documentos del Partido se afirmaba que, en la Argentina,
se vivía un auge ininterrumpido del proceso revolucionario iniciado
en 1969 con el Cordobazo, y que este se sostendría por el desarrollo
de las fuerzas revolucionarias políticas y en particular militares.
Nuestro renunciante, en su libro Hombres y Mujeres del PRT-ERP,
atribuye la visión de un auge ininterrumpido al contenido
positivista (sic.) del pensamiento de Santucho. A nuestro entender
este concepto provenía, más que de un análisis lógico, de una
generalización de las revoluciones China, Cubana y Vietnamita, las
que eran tomadas como ejemplos de revoluciones donde se había
seguido un procesos de guerra popular prolongada, en los que la
lucha de las masas se habían sostenido en las fuerzas militares de
la revolución. Coherente con esta concepción, al producirse el
golpe del 24 de marzo, el Comité Central que se reunió
inmediatamente, llegó a la conclusión de que la ofensiva militar era
un paso más en la espiral represión-resistencia, la que se quebraría
en el momento en que las fuerzas populares y revolucionarias
superaran a las del sistema. En consecuencia se redactó un
llamamiento en el que se instaba a los ¡Argentinos a las Armas!, en
él se analizaban las características de la dictadura y se concluía
que: "No se trata de un régimen provisorio... Es el tipo de gobierno
definitivo que se dan las fuerzas burguesas-imperialistas para
luchar contra las fuerzas revolucionarias argentinas"16. En la misma
proclama Santucho puso especial acento en el elemento principal y
permanente de su concepción revolucionaria: la necesidad de
fortalecer y mantener unido al Partido. Decía al respecto: "Y hoy
más que nunca, la principal de nuestras tareas, la que garantizará
avances consistentes en todos los aspectos de la actividad
revolucionaria, es la construcción del Partido, su consolidación y
desarrollo, su fortalecimiento incesante". Ya ve Eleuterio, no hace
falta demostrar que en el centro de nuestra concepción se encuentra
la idea del partido revolucionario, aquí Santucho lo reafirma, una
vez más, en forma contundente. Pero más interesante resulta leer
el párrafo con que el Robi culmina el llamamiento, con el que
seguramente usted estará de acuerdo y que nuestro renunciante olvidó
dos años después. Cuando muchos años después volví a leer el
párrafo que voy a citar me causó una viva impresión, sentí que
Santucho estaba expresando un mandato, y a la vez una clara visión
del futuro que se avecinaba, ya que era probable que él y otros
dirigente cayeran en la lucha pero que la continuidad estaría dada
por la unidad en torno al CC, y así lo creíamos firmemente.
Leamos con qué convicción lo expresaba: "Estrechamente unidos en
torno al Comité Central, siguiendo el elevado y poderoso ejemplo de
nuestros héroes y mártires, los militantes del PRT cumpliremos
cabalmente y con honor nuestras misiones revolucionarias".
En
los dos meses siguientes al golpe la imposibilidad de aplicar la
línea votada y una serie de caídas de importantes cuadros del
Partido y la pérdida de grandes recursos materiales, hicieron
comprender a Santucho que se había cometido un "error de apreciación
táctica que nos debilitó en lo ideológico y en lo orgánico. En lo
ideológico en cuanto dificultó el enraizamiento de la concepción de
guerra prolongada, y en lo orgánico en cuanto no nos orientamos con
máxima energía a simplificar el aparato y volcar más compañeros a
los frentes de masas"17. El error consistía en no haber previsto el
reflujo del movimiento de masas. Inmediatamente se reunió el CE,
se modificó la línea táctica, la cual consistió en replegar al
Partido y al ERP, una reducción general de los aparatos nacionales,
y de la Compañía de Monte, dirigir el trabajo de esos compañeros
hacia las masas, suspender las grandes unidades militares y por lo
tanto las grandes acciones, pero manteniendo activos los comandos
guerrilleros ya que "el accionar guerrillero mantendrá viva la llama
de la resistencia popular... porque en el presente período la
lucha armada ocupa el centro de la lucha política, es y será el eje
de la política nacional"18. En un intento por fortalecer al
Partido en lo orgánico, entre otras cosas, se resolvió democratizar
su vida interna, para lo cual debían ser elegidos por la base todos
los responsables de las células, elegir en plenarios estatutarios
las direcciones zonales y regionales (los Estatutos contemplaban
estas elecciones pero muchas veces no se cumplían). El CC había
sido elegido en agosto de 1975, por un Comité Central Ampliado,
previo plebiscito en la base del Partido consultada sobre la
suspensión del VI Congreso. Santucho siempre estuvo muy atento a la
democracia interna, esto es de mucha importancia, porque un partido
de combate en el que no hay posibilidad de obtener bienes materiales
y en el que la mayor responsabilidad trae como consecuencia mayores
riesgos y compromisos, no está ajeno al surgimiento de desviaciones
como el burocratismo, el culto a la personalidad y la obsecuencia.
Estas desviaciones, en germen, estuvieron presentes en la aceptación
pasiva del error de Santucho por el Comité Central y luego del
conjunto del Partido de lo resuelto por el CC.
Santucho no
desfallecía ante las crecientes dificultades, miraba con optimismo
el presente y, sin dudas, con mucho realismo percibía la aparente
contradicción entre el reflujo de las masas y la creciente toma de
conciencia de las mismas. A partir de los nuevos análisis proponía,
como corresponde a un revolucionario, nuevas tareas: "En aparente
contradicción con el reflujo, las masas viven una intensa vida
política de características profundas y singulares... las masas
obreras y populares van dejando de ser meras espectadoras del choque
entre la guerrilla y las fuerzas represivas y comienzan a tomar
partido activamente por los revolucionarios. Al mismo tiempo amplias
capas de proletariado y el pueblo acrecientan su interés por el
socialismo, comienzan a considerar seriamente la necesidad y la
posibilidad de un profundo cambio de sistema. Y una nueva vanguardia
obrera y popular, mucho más amplia que la anterior irrumpe en la
política nacional... Educar y formar esa nueva vanguardia, en el
curso de la resistencia a la dictadura de Videla, transmitirle la
rica experiencia acumulada, aprender de ella, renovando con su
fresco y vigoroso impulso las estructuras revolucionarias, es una de
las misiones fundamentales de la reciente ‘promoción’ de templados
cuadros que se forjó en los primeros seis años de guerra
revolucionaria"19.
Pero que Santucho no tenía una visión estrecha de la
política revolucionaria y que no se plantaba ante ella con una
actitud sectaria para nosotros siempre estuvo claro. El ERP desde su
fundación venía levantando una consigna que proponía la unidad de
las organizaciones revolucionarias. Cuando esta unidad estaba a las
puertas de concretarse nos transmitió su enorme entusiasmo, en su
penúltimo escrito que acabamos de citar. Bajo el subtítulo de Un
gran paso unitario y a continuación de la frase antes citada
escribió: "Esta gran tarea se verá considerablemente facilitada por
los recientes avances unitarios en el campo revolucionario que nos
han colocado ante la posibilidad real e inmediata de construir una
organización frentista integrada por el PRT, Montoneros y Poder
Obrero, que unifique la lucha antidictatorial y encauce un
transcendental proceso hacia la completa unidad política y militar
de las organizaciones revolucionarias proletarias y populares (el
partido de la clase obrera, el ejercito popular y el frente de
liberación nacional). Dar este paso significará iniciar un proceso
de convergencia quizás complejo, pero de un positivismo difícil de
exagerar". Luego analizaba el impacto que este hecho tendría en el
ánimo de las masas, la repercusión a nivel internacional y daba una
serie de recomendaciones para que este paso no se frustrara.r> El CE
[Comité Ejecutivo] del Partido había resuelto que Santucho saliera
del país, este solicitó quedarse unos días más para dejar firmado el
acuerdo unitario, él temía que diferencias secundarias pudieran
frustrarlo. Insistía en que si se podía realizar un acuerdo que
condujera a concretar los tres ejes estratégicos antes mencionados
(partido, ejército y frente) era aconsejable, si era necesario,
ceder en los demás puntos. Ponía como ejemplo el hecho de que
Montoneros impulsaba una CGT en la Resistencia y nosotros no
acordábamos con ella. Es así que Santucho además de un héroe y
mártir de la revolución lo fue también de la unidad de los
revolucionarios.
El conjunto de resoluciones que rectificaban
la línea nunca pudo ser aplicado plenamente, porque el enemigo fue
asestando golpe tras golpe. Poco antes del 19 de julio habían caído
el Comandante Juan Manuel Carrizo y Eduardo Castello. La caída de
Santucho originó un estado de sospecha entre los dirigentes que nos
desviaron de la tarea central que era reorganizar al Partido con la
táctica de repliegue. En los meses siguientes cayeron, junto a
muchos compañeros, otros importantes dirigentes: Eduardo Merbilháa,
Carlos Germán, Leandro Fote y Norberto Pujol, lo que nos impidió
reorganizarnos eficazmente. Esto llevó a que un error que se
apreciaba como táctico20 se convirtiera en estratégico. Queremos
insistir sobre esta conclusión: el error que llevó a la
desarticulación del PRT, luego de haber realizado los mayores
esfuerzos en mantener la ofensiva, fue no prever, y sobre todo no
ver, el reflujo de masas en los términos en que lo hemos expuesto.
Incluso en junio/julio de 1976 se estaba a tiempo de rectificar el
rumbo lo que no se pudo concretar por la caída de Santucho y los
demás compañeros. En muchos balances de esta experiencia se pone el
acento en que la equivocación fue haber continuado la lucha armada
durante el gobierno peronista, o, como veremos, que no fuimos
suficientemente marxistas-leninistas. Nosotros ya hemos dado nuestra
opinión. Para ser consecuentes con la teoría del conocimiento del
marxismo debemos decir que lo primero es un hecho objetivo: muertos,
desaparecidos, pérdidas materiales, derrota, exilio, división,
desintegración como fuerza política. Lo segundo es un análisis
político que no tiene en cuenta que aquellos grupos revolucionarios
que apoyaron al gobierno peronista corrieron nuestra misma suerte.
En cambio, el punto en común a todas las organizaciones
revolucionarias fue no ver el reflujo de masas y replegarse a
tiempo. Por su parte la insuficiencia de marxismo-leninismo es una
abstracción que no dice nada.
Desde el 20 de junio de 1973,
con la masacre de Ezeiza, hasta Monte Chingolo la lucha de clases
había tomado contornos muy definidos, de un lado la gran burguesía y
el imperialismo con su Partido militar, el peronismo burgués y
burocrático, la mayoría de la dirigencia radical y las demás
formaciones políticas de la burguesía; del otro la clase obrera
fundamentalmente la industrial de las grande fábricas, el
sindicalismo clasista con sus Coordinadoras de Gremios en Lucha, las
Ligas Agrarias, los curas del tercer mundo, los cristianos por el
socialismo, el peronismo revolucionario, dignas individualidades del
radicalismo y de otros partidos burgueses, la intelectualidad
revolucionaria, gran parte del estudiantado universitario y las
organizaciones revolucionarias que los acaudillaban. Los dos polos
de la lucha de clases se disputaban los sectores intermedios de las
masas, en la resolución de esta lucha jugó un gran papel a favor de
la burguesía el peronismo burgués y burocrático. La fuerzas
revolucionarias pusieron todas sus fuerzas por mantener la ofensiva
iniciada con el Cordobazo y esas fuerzas mantuvieron la disputa
hasta finales de 1975. Valoro como absolutamente correcto haber
aceptado el desafío. Disputa que a nuestro entender comenzó a
definirse en la segunda mitad del año 1975 por los motivos
enunciados. Como acaba de leer Eleuterio, en mi opinión, la
derrota de las fuerzas revolucionarias y de las masas argentinas se
dio en el terreno de la lucha política, no en el ideológico. A
esta altura del análisis es legítimo preguntarse si el agotamiento
de los sectores aliados del proletariado y luego del proletariado
mismo se produjo por la táctica del engaño de la burguesía con el
Gran Acuerdo Nacional, la acción terrorista de los paramilitares, la
cuña metida por Perón y el peronismo burgués y burocrático entre el
grueso de la población y sus sectores sociales de vanguardia, los
fracasos de las últimas y más importantes acciones guerrilleras, o
una combinación de ellos y otro factor de suma importancia que hemos
mencionado, la división en la vanguardia. Pero como nuestra
intensión no es dar una respuesta cerrada, y para que el balance nos
sirva como guía ante posibles futuras situaciones revolucionarias,
le cedemos la palabra a Santucho quien, en su último escrito, nos
dejó como enseñanza cuál debe ser la actitud de un revolucionario
ante las más grandes dificultades: "Pero los profundos cambios que
registra la realidad nacional no provienen de una evolución lineal e
incruenta. Como todo proceso revolucionario se viene desarrollando
en espiral, con avances y retrocesos, en tendencia siempre
ascendente, y a costa de sensibles pérdidas. Como dijo Mao Tsé Tung
‘luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar, volver a
luchar hasta la victoria’ es una ley de lucha revolucionaria. En la
guerra de nuestra primera independencia los ejércitos patrios
intentaron avanzar dos veces por Bolivia hacia Perú, hasta descubrir
el triunfal camino de Chile; Bolívar, a su vez, fue 4 veces vencido
en Venezuela y 4 veces se exilió, hasta encontrar en su quinto
intento el camino de la victoria definitiva. Así ocurre y ocurrirá
en nuestra guerra revolucionaria. Cada paso adelante ha sido
conquistado atravesando pruebas y errores, sufriendo dolorosas
pérdidas... Y en este momento de reflujo de las masas... las fuerzas
revolucionarias podrán analizar serenamente las experiencias, ‘hacer
un alto en el camino’, reagrupar, reorganizar y consolidar el
potencial revolucionario para estar en condiciones de aportar
vigorosa y organizadamente para la máxima extensión y potencia del
próximo auge obrero-popular"21. Una primera respuesta que, creo,
casi nos eximiría de otros comentarios es que usted nos acusa de
haber introducido en el MLN una concepción política que no tiene
absolutamente nada que ver con la nuestra. Muy difícilmente nosotros
hayamos podido introducir en el movimiento tupamaro esa concepción
llamada marxismo-leninismo pensamiento Mao ya que nos era
completamente ajena y hasta antagónica con la nuestra."
NOTAS
[La numeración coresponde al documento original] 14 Ambas citas
son del Boletín Interno del PRT n° 98 del 27 de diciembre de 1975.
15 Luis Mattini, ob. cit. p 435. 16 Argentinos a las Armas.
Editorial de
El Combatiente N° 210. Miércoles 31 de
marzo de 1976. 17 Con Fuerza hacia las Masas. Editorial de El
Combatiente N° 220. Miércoles 9 de junio de 1976. 18 Idem. 17.
19 Boletín Interno nº 121, del 14 de julio de 1976. 20 Los
conceptos táctica y estrategia son relativos. Si tomamos en cuenta
que el PRT denominaba a su estrategia como de una guerra popular
prolongada, el error cometido fue de orden táctico, lo cual no
quiere decir que fuera de menor importancia. 21 Diez años de
luchas y experiencias. Editorial de
El Combatiente N° 225. Miércoles 21 de
julio de 1976.
 El
poder real de la guerrilla
Nunca Más, capítulo XX,
El poder real de la guerrilla - CAMPO SANTO - Parte II (Informe de
situación)
Las permanentes sospechas de corrupción de las que
fue objeto, la ausencia de un plan económico concreto por parte del
Ejecutivo, y la evidente impotencia política que caracterizó el
gobierno de Isabel Martínez -convertida en presidente con la muerte
de Juan Domingo Perón en julio de 1974- formó parte de los
argumentos indiscutibles en los que se apoyó la Junta de Comandantes
para lograr consenso entre la población a la hora de justificar el
golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Sin embargo los
jefes castrenses sólo aprovecharon el oportuno desquicio en el que
se había convertido la gestión de la presidente que gobernaba bajo
el alias de Isabel, para poner en marcha los verdaderos objetivos
que impulsaron la cruenta intervención militar: aniquilar a lo que
denominaron "amenaza subversiva". Anular de raíz todas las
actividades de la militancia revolucionaria que, según las repetidas
advertencias del entonces teniente general Jorge Rafael Videla,
había puesto a la Nación "al borde de su disolución".
Ante
semejante pronóstico, agitado decenas de veces con apenas pequeñas
variantes por la mayoría de los jefes militares, tanto en los meses
previos al golpe de Estado como después, durante la dictadura
militar, resulta necesario analizar la verdadera magnitud de las
fuerzas guerrilleras en ese momento. Determinar si, efectivamente,
las organizaciones revolucionarias habían alcanzado el grado de
desarrollo militar necesario como para apoderarse del control del
país; tal como lo habían advertido las Fuerzas Armadas. Cuál era la
composición de sus filas, el porcentaje de combatientes con los que
contaban y su real poder de fuego.
El engendro del misterio
La investigación dispuesta sobre este tema reveló, en principio, la
ausencia de datos oficiales certeros sobre las dotaciones armadas
con las que contaban las organizaciones guerrilleras. Esto dio lugar
a que fueran muchas y muy diversas las cifras extraoficiales que se
recabaron respecto a la cantidad de combatientes armados con los que
contaban el ERP y los Montoneros, las dos organizaciones
político-guerrilleras de mayor envergadura en la década del 70.
Una de las dificultades para llegar a determinar el número
aproximado de combatientes con los que contaba la guerrilla se debe,
en principio, al carácter clandestino de estas organizaciones, y el
secreto con el que manejaban su estructura interna. De este modo no
resulta sencillo diferenciar cuántos de sus integrantes eran
combatientes sobre el conjunto de sus militantes políticos,
colaboradores y simpatizantes. Ocurre que tanto en el ERP como en
Montoneros existían diversos grados de compromiso con las
organizaciones, que iban desde los simples adherentes hasta
militantes de tiempo completo, pasando por las ramas militares de
las organizaciones.
Por otra parte, según el especialista
español en temas militares, Prudencio García (1), también se debe
distinguir entre "dos cifras muy diferentes: el número total de
hombres y mujeres que llegaron a empuñar las armas en una
organización a lo largo de varios años (en este caso una década
entera: 1970-1980) y el número máximo de tales elementos existentes
en un momento dado, incluso en su momento de máxima potencia, cifra
que incluso puede llegar a ser menos de la mitad que la anterior".
Esta variable está relacionada con los cambios que sufre un
contingente armado a lo largo del tiempo, como consecuencia de su
especial condición. "En efecto -dice Prudencio García-, cierto
número de sus miembros son capturados; otros resultan muertos; otros
son relevados de la lucha armada; otros incluso abandonan la
militancia y desertan. De esta forma, una organización que llegó a
contar en su mejor momento, por ejemplo, con 500 miembros armados, a
través de los años puede ir acumulando mediante sucesivas bajas e
incorporaciones, 600, 700, 800 y, al cabo de una década, tal vez
incluso 1000 o 1200 miembros que, en uno u otro momento llegaron a
empuñar las armas. Y ello sin haber superado nunca esos 500
combatientes como cifra máxima en su momento de mayor capacidad".
Peter Waldmann, en su ensayo "Anomia y violencia" (2), asegura que,
según fuentes militares argentinas, "...en 1975, el ERP contaba con
3000 combatientes armados; los Montoneros, en cambio, sólo contaban
con 1000". Waldmann estimó, en el mismo trabajo, que cada una de las
organizaciones llegó a tener entre 3000 y 4000 integrantes en su
momento de máximo desarrollo. Aunque luego advierte que "la
estimación no es para nada ajustada". En algo tiene razón.
El autor incurrió en un par de errores. Por un lado, no hace falta
acceder a los archivos de los servicios de Inteligencia militares ni
a los documentos secretos de la propia guerrilla para saber que los
Montoneros siempre superaron al ERP en cuanto a cantidad de
integrantes. Es posible que Waldmann se haya manejado con datos
iniciales, de la época en que Montoneros era primordialmente
político, mientras que el ERP siempre fue netamente militar.
Por el otro, Waldmann evita en su trabajo diferenciar claramente qué
porcentaje del número total estimado de militantes formaba parte de
las secciones militares guerrilleras, justo lo que falta revelar. De
todos modos, la mención de este estudio resulta útil -pese a sus
errores- para conocer las estadísticas que manejaban las Fuerzas
Armadas argentinas. Así, según ellos, entre simpatizantes,
colaboradores, militantes y combatientes, la guerrilla sumaba un
total de 7000 u 8000 efectivos.
En otras palabras, la
importancia del dato se debe, en principio, a su ausencia. Los jefes
militares eludieron en todo momento cuantificar las fuerzas del
"enemigo subversivo". No se trataba de una información menor,
incluso su difusión -de ser cierta la magnitud que le asignaban-
hubiera resultado de mucha utilidad en su permanente campaña
dirigida a incrementar el temor en la opinión pública.
Sin
embargo son contadas las declaraciones en ese sentido que se
pudieron encontrar en los archivos periodísticos. La pregunta es: ¿a
qué se debe la ausencia de datos sobre la real envergadura de las
organizaciones guerrilleras? ¿Por qué todas las declaraciones de los
jerarcas militares no superan las repetidas metáforas? Seguramente
no se les escapaba que con sólo mencionar la cantidad de jóvenes
volcados a la guerrilla, si la cifra era acorde a la peligrosidad
que ellos le atribuían, hubiera sido suficiente para ponerle la piel
de gallina a los sectores de la sociedad que buscaban impresionar.
Pero aparentemente la realidad era otra.
Detrás de esta
búsqueda, Daniel Frontalini y María Cristina Caiati (3) llevaron a
cabo una de las más completas y serias investigaciones sobre el
tema. Está basada en una recopilación de material de inteligencia
elaborado por las Fuerzas Armadas, datos procedentes de
organizaciones guerrilleras, y otros documentos incautados a sus
militantes que fueron a parar a manos militares. Este material fue
difundido en 1977 durante una conferencia de prensa convocada por el
entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército, Roberto E. Viola. Entre
los expositores se encontraban los jefes de Inteligencia y de
Operaciones del Estado Mayor, generales de brigada Carlos Martínez y
Luciano Jáuregui. (4)
La investigación también recoge las declaraciones de los generales Juan
Bautista Sassain ("La Opinión" del 10 de septiembre de 1977 y
"Clarín" del 11 de septiembre del mismo año) y de Ramón Camps ("La
Prensa" del 4 de enero de 1981), entre otros datos.
El estudio sitúa la cuantificación de la guerrilla en su momento de
mayor apogeo, y diferencia a los combatientes (rama militar) del
resto de los integrantes de las organizaciones. Así, a partir del
análisis de los documentos, los autores llegaron a la siguiente
conclusión: "En el momento de su mayor apogeo (1975), el total de
militantes que integraban Montoneros y el ERP, no llegó a sumar más
de 2000 personas, de los cuales sólo el 20% (unos 400) estaban
armados".
Sin embargo, para Prudencio García los números son
otros. Según su propia indagación y análisis, llegó a estimar que en
el período de máximo desarrollo de la guerrilla argentina, durante
la primera mitad de 1975, "...el ERP contaba entre 400 y 500 hombres
armados, y entre 600 y 800 los Montoneros, totalizando en su
conjunto una cifra máxima situada entre 1000 y 1300 miembros armados
permanentes."
Si se toma en cuenta esta cifra, se entiende
por qué las Fuerzas Armadas conservaban el secreto. El poder de
fuego de todas las organizaciones guerrilleras sumaba cuanto mucho,
en 1975, 1200 hombres armados en todo el país.
Relación de
fuerzas
Sobre
el ataque al Batallón de Arsenales 601
BALANCE Y CONCLUSIONES DE LA
DIRECCION DEL PRT-ERP SOBRE EL FRACASO DEL ATAQUE AL
BATALLON DE ARSENALES 601 DOMINGO VIEJOBUENO EL 23 DE
DICIEMBRE DE 1975
...En la guerra de nuestra
primera independencia, tres ejércitos patrios fueron
derrotados y casi aniquilados en Paraguay y Bolivia, San
Martín se sobrepuso a la derrota de Cancha Rayada y a
inconvenientes sin fin para ejecutar su plan
estratégico. Bolívar fue cuatro veces derrotado en
Venezuela, aniquiladas sus fuerzas, obligado a irse del
país, y las cuatro veces retornó y reinició la lucha,
hasta imponerse. La revolución cubana sufrió golpes
durísimos; con más de 80 muertes en el Moncada, varios
centenares en la toma del cuartel de la Marina de
Cienfuegos y el aniquilamiento de la casi totalidad de
las fuerzas expedicionarias del Granma. En China
sólo los levantamientos de Cantón y Shangai costaron
decenas de miles de muertos al Partido Comunista, y en
la Larga Marcha perdieron sesenta mil de los noventa mil
que la iniciaron.
Con estos elementos podemos
arribar a un balance objetivo de las acciones del día 23
y señalar:
Que políticamente fueron una nueva y
más relevante demostración nacional e internacional de
que nuestro pueblo se arma y combate valerosamente por
su liberación nacional y social.
Que el ERP se
extiende nacionalmente y aumenta rápidamente sus
posibilidades operativas.
Que los combatientes
del ERP son elevados ejemplos de heroísmo y
determinación revolucionaria.
Que en el terreno
militar fue una sensible derrota, con pérdidas
importantes de compañeros y armamento, pero al mismo
tiempo una gran experiencia que desnudó fallas de base
para acciones y avances fundamentales.
Compañeros: en estos momentos duros, en que sufrimos las
pérdidas de tantos compañeros tan valiosos, somos
también herederos de su ejemplar heroísmo y responsables
ante nuestro pueblo y nuestra patria de la continuidad
del accionar revolucionario ante el criminal enemigo que
asesinó a compañeros prisioneros y heridos, teniendo una
deuda más que saldar. No tienen cabida entre otros ni
la pusilanimidad, ni la vacilación, ni el desaliento, ni
tampoco la ceguera y justificación ante los errores.
Unidos férreamente en nuestro partido y nuestro ejército
guerrillero, con voluntad revolucionaria de acero y el
aporte activo de todos, cubriremos nuestras bajas,
repararemos nuestras pérdidas y demostraremos una vez
más al país que el PRT y el ERP no se amilanan, que
sabemos asumir con honor la responsabilidad
revolucionaria que nos toca y persistir en la lucha
hasta la victoria.
PRT-ERP, enero de 1976 |
La aparición de la
guerrilla rural en el monte tucumano fue motivo de alarma nacional.
En 1974, el propio jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, se ocupó
personalmente de entrenar a quienes luego formarían parte de la
Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", al mando de Hugo Irurzún, un
histórico de la organización.
El grupo inicial estaba
integrado por cuarenta hombres (5) y, según documentos internos de
la organización, el ERP jamás llegó a tener en el monte a más de
noventa efectivos, de los cuales diez eran mujeres.(6)
El 9
de febrero de 1975, el Ejército argentino inició el "Operativo
Independencia", al que se destinaron "...un total aproximado de 5000
hombres, con una fuerza de tareas nucleada en torno a la V Brigada
de Infantería de Monte. Estaba integrada por los regimientos 19 de
Infantería (Tucumán); 28 de Infantería de Monte (Tartagal, Salta);
20 de Infantería de Montaña (Jujuy); el Grupo de Artillería de
Montaña 5; las compañías de Comando de Ingenieros, de
Comunicaciones, de Sanidad, pertenecientes a la V Brigada; tres
escuadrones de Gendarmería; tres compañías de la Policía Federal y
fuerzas militares provinciales" (7). Cinco mil efectivos en total.
El enemigo no llegaba al centenar. Todos los datos coinciden en
señalar que la cifra máxima de guerrilleros concentrados en Tucumán
llegó a sumar 117 combatientes armados. Fue a raiz de dos operativos
de envergadura que se llevaron a cabo en las localidades de Famaillá
y Los Sosa.
Una vez
que los refuerzos regresaron a su destino original, en el monte
tucumano quedó una dotación guerrillera permanente compuesta por
unos 50 efectivos, que recién a fines de 1975 comenzó a reducirse
debido al accionar represivo de las fuerzas militares enviadas a esa
provincia por el gobierno constitucional de la presidente María
Estela Martínez de Perón. Los efectivos legales tardaron un año en
terminar con el foco guerrillero en Tucumán.
Se calcula que los cinco mil efectivos a cargo de eliminar a 100
guerrilleros mataron a unas dos mil personas en esa provincia por
sus supuestos vínculos con los insurgentes.
La caída
En el segundo semestre de 1975, las organizaciones Montoneros y ERP
ya habían sido declaradas ilegales por el gobierno de Isabel
Martínez. Una exultante pasión militarista se había apoderado de los
comandantes guerrilleros que festejaron como un triunfo el pase a la
clandestinidad. Ese año, tan sólo los Montoneros, consumaron más de
quinientas acciones militares en todo el país, algunas de
importancia. Pero también en ese año comenzaría el tiempo de la
derrota.
El 5 de octubre de 1975 Montoneros atacó el
Regimiento de Infantería 29, en la provincia
de Formosa. En la operación participaron más de cincuenta
guerrilleros, en su mayoría vestidos con el uniforme de combate azul
que había diseñado la organización. Para llevar a cabo la ofensiva,
se robaron más de 20 vehículos y secuestraron un Boeing 739 de
Aerolíneas Argentinas en pleno vuelo. Durante el asalto se produjo
un intenso enfrentamiento, con un saldo de 13 muertos y 19 heridos
en las filas del Ejército y un número similar o mayor de bajas,
nunca confirmado, en el grupo guerrillero.
La destrucción del aparato militar del ERP, mientras tanto, se produjo a
raíz del frustrado copamiento del Batallón de Arsenales 601, en la
localidad bonaerense de Monte Chingolo. El operativo ya había sido
advertido por los servicios de Inteligencia, y el Ejército se
preparó para recibir el ataque. El 23 de diciembre de 1975, minutos
antes de las 20, se inició la mayor operación guerrillera urbana
contra un objetivo militar, aunque en realidad se trató de la mayor
operación militar urbana contra las fuerzas insurgentes, que
sufrieron más de 50 bajas en un solo día.
A la deserción de centenares de militantes de base y políticos que
desarrollaban actividades sindicales y que no compartían la
determinación de los comandantes insurgentes de combatir contra las
Fuerzas Armadas "de ejército a ejército", se sumaron las numerosas
detenciones de sus miembros, a las que se sumaban las bajas
producidas en diversos enfrentamientos. A fines de 1975, las
organizaciones guerrilleras ya no eran las mismas que habían
comenzado el año.
Cuando se produjo el golpe de marzo de
1976, tanto el ERP como los Montoneros se habían retirado de los
barrios y fábricas, e interrumpido buena parte de su comunicación
con las bases, lo que les significó perder una vital infraestructura
para llevar adelante su funcionamiento clandestino. Dependían del
aparato propio, y del dinero necesario para financiarlo.
A
esto se sumaron las numerosas bajas entre sus cuadros militares, lo
que redujo notablemente su capacidad ofensiva. La guerra contra las
Fuerzas Armadas que se proponían ganar estaba a punto de culminar
con su derrota aun antes de comenzar.
La conducción de
Montoneros, ante la gravedad de la situación, elaboró un Código
Penal de Justicia Revolucionario que castigaba la deserción de su
filas con la pena de muerte. Un intento desesperado para frenar la
constante fuga de militantes en sus filas. También lanzó lo
denominaron "La Tercera Campaña Militar Nacional Montonera", cuyo
objetivo principal consistía en eliminar físicamente a cualquier
miembro de las fuerzas de seguridad que fuera detectado, donde fuera
detectado. Necesitaban triunfos fáciles, militarizar a todos sus
cuadros mediante el asesinato. Pobre guerra revolucionaria.
En marzo de 1976, el ERP y Montoneros tenían su estructura militar
prácticamente reducida a la mitad de lo que habían logrado
consolidar un año atrás. En otras palabras, en el territorio
argentino no había más de 600 guerrilleros armados; el resto
pertenecía a las ramas política, logística y otras igualmente ajenas
a las operaciones de combate.
Ya en enero de 1976, el propio
general Videla, en ese entonces Comandante en Jefe del Ejército,
elaboró un informe referido a las organizaciones insurgentes en
general, el que se originó tras el frustrado copamiento del Batallón
de Monte Chingolo por parte del ERP. En ese documento, después de
afirmar que las organizaciones guerrilleras se encontraban ante una
"impotencia absoluta" en cuanto a su "presunto poder militar",
señalaba que se había demostrado repetidamente "la incapacidad de
los grupos subversivos para trascender en el plano militar". (8)
Sin embargo, en los últimos meses del gobierno militar, en abril de
1983, bajo la presidencia del general Reynaldo Bignone, la junta de
Comandantes elaboró un "Documento final", con el que pretendía dar
por cerrada toda revisión del pasado y que, entre otras cosas,
afirmaba que los subversivos habían contado con 25.000 militantes,
de los cuales 15.000 habían sido combatientes.
Una exageración absurda que contradecía los datos aportados por los
propios militares, pero políticamente oportuna.
Fuente:
www.nuncamas.org
 El
combate de Monte Chingolo
Informe del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (Diciembre 2005)
Hace 30 años, el 23 de diciembre de 1975, a menos de 20 Km. de
la Casa Rosada -sede del Poder Ejecutivo Nacional- en un barrio del
Sur del Gran Buenos Aires, alrededor de doscientos combatientes del
Batallón Urbano General San Martín del Ejército Revolucionario del
Pueblo se empeñaron no sólo en la mayor batalla de la guerrilla,
sino en la mayor batalla de la lucha de clases en la Argentina.
¿Quiénes se enfrentaron en esta batalla?
De un lado estaba la
gran burguesía nativa, aliada y socia menor del imperialismo, con
sus instituciones de poder: el sistema parlamentario, los medios de
comunicación de masas, la jerarquía de la iglesia y las fuerzas
armadas y policiales. Del otro, el pueblo argentino: la clase
obrera, el campesinado pobre, los estudiantes e intelectuales
revolucionarios, la clase media urbana y rural, quienes de lo
pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo, de la filosofía a
la acción política, habían ido construyendo, también, sus
organizaciones de poder: las organizaciones políticas
revolucionarias, el sindicalismo clasista, las coordinadoras de
gremios en lucha, las ligas agrarias, el movimiento de sacerdotes
para el tercer mundo, los cristianos por el socialismo, las fuerzas
armadas de la revolución, sus organizaciones guerrilleras y, en
particular, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección
política y militar del Ejército Revolucionarios del Pueblo. ¿Por
qué, en la actualidad, la burguesía y los reformistas tratan de
ocultar al ERP, por qué tratan de que no quede siquiera su recuerdo,
igual que como hicieron con la sublevación de los esclavos en el
imperio Romano en el siglo II antes de Cristo? Los esclavos durante
años mantuvieron la lucha contra los esclavistas y cuando estos
lograron derrotarlos el emperador de Roma ordenó que fueran
destruidas todas las construcciones que habían levantado, que no
quedara de ellas piedra sobre piedra, para que no dejar ningún
rastro de esa ejemplar lucha por la libertad. Pero, aunque no quedó
nada material, no pudieron ocultarla: durante dos mil años el nombre
de Espartaco fue levantado por las clases oprimidas cada vez que la
idea de la libertad se afirmamó en la conciencia de los pueblos. Del
mismo modo las clases dominantes han intentado enterrar la historia
del PRT y del ERP y, en particular, su acción más audaz, más
decidida, más emblemática en la lucha por el poder y por la
construcción del socialismo en la Argentina. Que no se hable de su
grandeza, que no recordemos la pujanza de aquellos combatientes, que
no relatemos el desinterés y el altruismo de aquellos jóvenes
patriotas, que no veneremos a nuestros héroes y mártires. Y si ello
no fuera posible, al menos, que nos avergoncemos ante nuestros hijos
y ante nuestro pueblo de haber luchado, de haber tenido la valentía
de disputarle el poder al amo imperialista. Pero ¿cómo se explica
que los trabajadores y la juventud argentina hayan hecho una gesta
tan gloriosa que para encontrar otras de tamaña magnitud tengamos
que remontarnos a las batallas fundadoras de nuestra nacionalidad en
la guerra por la independencia de Argentina y América Latina? ¿Cómo
se explica que en una misma jornada se dieran cita jóvenes heroicos
como el tambor de Tacuarí y las niñas de Ayohuma, aguerridos
soldados como los infernales gauchos de Güemes y oficiales
revolucionarios como la Capitana Juana Azurduy o el Sargento Cabral?
La situación política
A fines de la década de 1960 la
acumulación de fuerzas y experiencias desde el golpe gorila de 1955
-con el consiguiente debilitamiento de la alternativa parlamentaria
como forma de dominación burguesa- y del triunfo de la Revolución
Cubana en 1959 con sus vientos de renacer revolucionario, comenzaban
a darse los frutos organizativos y a extender la conciencia
socialista en miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. Es así
que el pueblo de Córdoba los días 29 y 30 de mayo de 1969 y el de
Rosario los días 16 y 17 de setiembre del mismo año se levantaron en
contra de la dictadura de Onganía dando inicio a una serie de
puebladas y al nacimiento de poderosas fuerzas revolucionarias en
nuestra patria. El 29 y 30 de julio de 1970 el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, en su V Congreso, fundó al
Ejército Revolucionario del Pueblo cuya línea operativa y su
programa aspiraban ganar el corazón y la mente de las masas. En
un nuevo movimiento semi insurreccional en Córdoba, el 15 de marzo
de 1971, conocido popularmente como el
Viborazo, ya flamearon acompañando las columnas obreras las
banderas del Ejército de los Andes desde cuyo centro alumbraba la
Estrella Roja del socialismo. El Viborazo dio por tierra con el
dictador Levigston, reemplazante de Onganía. Ya derrotada, la
dictadura militar ahora de la mano del nuevo dictador Lanusse,
retrocedió y llamó a elecciones para desviar y contener el torrente
revolucionario. Pero, al mismo tiempo y contradictoriamente,
retrocedía favoreciendo la extensión de la conciencia socialista y
la consolidación de una vanguardia combatiente. El PRT intentó
responder en el terreno de lucha que proponía la burguesía
organizando un partido electoral y un frente político para poder
disputarle, también en él, la conciencia de las masas populares a la
ideología dominante. Pero no logró concretar su participación
electoral por sus propias limitaciones y porque estuvo casi solo en
esta batalla contra la burguesía argentina que se unía ante el
terror a la Revolución Social. En cambio, sí logró responder en el
terreno militar, ocupando el 28 de febrero el Batallón 141 de
Comunicaciones en Córdoba y alzándose con todo su armamento. Pocos
días después, el 11 de marzo de 1973, el peronismo ganaba las
elecciones presidenciales y el Presidente Cámpora pedía una tregua a
la guerrilla. A este pedido el ERP respondió con un comunicado en el
que argumentaba extensamente su negativa. Luego de la enorme
fiesta popular que significó la asunción del Presidente Cámpora,
representante de Perón y apoyado por el ala progresista del
peronismo, con su punto culminante: la multitudinaria y combativa
movilización que consumó la liberación de los presos políticos el 25
y 26 de mayo y debido a varios hechos de signo progresista del
gobierno, la máxima dirección del PRT consideró la posibilidad de
suspender la continuidad de las acciones militares. Esto no llegó a
expresarse públicamente ya que a sólo veintiséis días de asumido el
nuevo Gobierno, el 20 de junio, se produjo la Masacre de Ezeiza. Ese
día, para recibir a Perón que regresaba del exilio, se realizó la
movilización de masas más grande de toda la historia argentina. La
derecha peronista, responsable de la organización del acto,
planificó y ejecutó una verdadera emboscada a las enormes columnas
de Montoneros y la Juventud Peronista y, en realidad, contra todo el
pueblo peronista. Desde el palco y distintos puntos elegidos
tácticamente se lanzó una lluvia de disparos, con armamento de
guerra, sobre la masa indefensa. Este hecho marcó el inicio de la
contraofensiva derechista contra las fuerzas populares que habían
pasado a la ofensiva con el Cordobazo y el Rosariazo. De todas
maneras el ERP, pese a que no había aceptado la tregua pedida por
Cámpora, no realizó ninguna acción armada durante su Gobierno ni
luego de derrocado éste el 13 de julio de 1973, hasta el mes de
setiembre y a pesar de que nuestro compañero Eduardo Giménez,
mientras realizaba una pegatina, fue detenido y asesinado el 29 de
julio. Con la caída de la Dictadura, la ampliación de los marcos
democráticos y la liberación de los presos políticos, el PRT se
fortaleció mucho. En los tres años posteriores, de 450 pasó a contar
con alrededor de 6.000 miembros orgánicos. En los actos de homenaje
a los Héroes de Trelew, la masiva concurrencia a los mismos fue otro
indicador de la influencia y el prestigio alcanzado. A los pocos
días, en las masivas movilizaciones de condena al golpe militar en
Chile, varios miles de manifestantes se encolumnaron tras las
banderas del ERP. Los sucesivos Congresos del Frente
Antiimperialista y por el Socialismo, liderado por el PRT,
convocaban cada vez más compañeros para culminar, a mediados del 74,
con una concurrencia de veinticinco mil militantes que llenaron el
estadio del Club Tiro Federal en la ciudad de Rosario.
El PRT
centró su trabajo organizativo entre los obreros de las grandes
fábricas, en particular en muchas de las doscientas cincuenta con
más de quinientos trabajadores, el estudiantado universitario y
secundario, en las villas y barrios populares, en el campesinado
pobre del noroeste y el noreste. El año 1974 fue de un rápido
crecimiento y de profunda inserción en el movimiento obrero y de
fogueo de los oficiales y combatientes del ERP en cientos de
acciones, incluidas dos tomas de cuarteles, una exitosa y la otra
frustrada. La maduración del PRT como partido de la clase obrera
se reflejó en la reunión de su Comité Central de setiembre, tanto en
sus resoluciones sobre organización, como en el folleto Poder
burgués poder revolucionario escrito por Santucho: "Las tendencias
de la lucha de clases argentinas que se venían marcando cada vez más
nítidamente apuntando hacia el fin del proyecto populista, y el
comienzo de un período de grandes enfrentamientos de clase, han
comenzado a cristalizar a partir del mes de julio de 1974. Perón,
líder de masas, pese a su intransigente defensa de los intereses
capitalistas conservaba aún alguna influencia sobre sectores de
nuestro pueblo. Poseía autoridad, experiencia y habilidad para
mantener a flote el desvencijado barco del sistema capitalista en el
tormentoso mar de la lucha obrera y popular; y había logrado
restablecer trabajosa y precariamente el equilibrio con la maniobra
táctica del 12 de junio. Por eso es que su muerte colocó a la
burguesía ante la necesidad de adoptar de inmediato definiciones
políticas -que explotadores y opresores deseaban postergar aún por
unos meses- con la consiguiente agudización de la crisis
interburguesa". "Este fenómeno, un notable impulso del auge de
las masas, y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas
revolucionarias, políticas y militares, se combinan para configurar
el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la
apertura de una situación revolucionaria en nuestra Patria. En otras
palabras, entramos en un período de grandes luchas a partir del cual
comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo de
la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar
victoriosamente el poder a la burguesía y al imperialismo". "Pero
apertura de una situación revolucionaria... no quiere decir que ello
pueda concretarse de inmediato... Ese período -que debe contarse en
años- será mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza,
espíritu de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y el
pueblo, del grado de resistencia de las fuerzas
contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del temple, la fuerza y
capacidad del Partido proletario dirigente de la lucha
revolucionaria". La primera mitad del año 1.975 fue de grandes
triunfos populares y del PRT y el ERP en particular. A principios de
este año Santucho, en el editorial de El
Combatiente
del 7 de abril titulaba Nítidas luchas político-revolucionarias y
analizaba que: "En cuatro frentes principales se está hoy
combatiendo y en ellos es posible comprobar fácilmente que se trata
de enfrentamientos políticos, de fondo revolucionario. En el Ingenio
Ledesma de Jujuy, en los departamentos de Famaillá, Monteros y
Chicligastas de Tucumán, en la ciudad de Córdoba y en las riberas
del Paraná, la clase obrera y el pueblo se bate vigorosamente con
todos sus recursos y motorizado por las fuerzas revolucionarias...
Para comprender cabalmente el momento político que vive nuestra
Patria es muy importante tener claro que estos cuatro frentes son
las trincheras avanzadas del combate político-revolucionario... son
los primeros choques de una lucha por el poder, de una verdadera
lucha revolucionaria que comienza a tomar fuerza de masas". Seis
días después de publicado este editorial el ERP realizó, en las
cercanías la ciudad de Rosario, la más importante acción militar
exitosa de todo el período revolucionario iniciado con el Cordobazo.
El ERP por intermedio de "la Unidad Combate de San Lorenzo escribió
una vibrante página militar cubriéndose de gloria en el triunfal
ataque al batallón de Arsenales 121 del ejército opresor". Lo que
hizo más resonante el triunfo de las armas del pueblo fue que los
militares lograron montar el sistema de defensa del Cuartel, pese a
lo cual el ERP logró todos sus objetivos derrotando en combate
abierto a las fuerzas enemigas. A los cuatro frentes principales
se le sumarían, en los meses de junio y julio, las luchas del
proletariado de Buenos Aires con toda la significación de su enorme
peso numérico. En estas movilizaciones, conocidas como las jornadas
de junio y julio, que se dieron en todo el país al calor de las
discusiones por los Convenios Colectivos de Trabajo, jugaron un
papel dirigente las Coordinadoras de Gremios en Lucha constituidas
por militantes del sindicalismo clasista y, entre ellos, jugando en
la mayoría de los casos un papel dirigente, los militantes del PRT,
de Montoneros y de la OCPO. Las luchas obreras de este año sumaron
25 millones de jornadas de huelga. En el intento de ampliar las
libertades democráticas sostenidas por las luchas recientes, el PRT
adoptó, aunque tardíamente, la propuesta de convocar a una "Asamblea
Constituyente Libre y Soberana". Mientras tanto, Montoneros
impulsaba la "Renuncia de Isabel Perón y Elecciones Libre en 60
días" y el PC reclamaba por un "Gobierno de Amplia Coalición
Democrática Cívico Militar". Las principales organizaciones del
campo popular tenían distintas propuestas y no llegaron a coordinar
una política para darle una salida política a ese enorme estado de
movilización obrera y popular. Al no lograrse la unidad del campo
popular y decaer momentáneamente el accionar de la guerrilla, al no
lograr "unir la lucha reivindicativa a la lucha democrática y
formular, progresivamente, un único programa democrático y
reivindicativo, que exponga sintéticamente las principales
aspiraciones del pueblo argentino... en la perspectiva de un extenso
Frente Democrático y Patriótico", comenzó un decaimiento en las
movilizaciones.
El
combate
El 23 de diciembre de 1975, en el marco de esta
cruenta lucha por el poder, el PRT como dirección política y militar
del ERP decidió la toma del Batallón de Arsenales 601 de Monte
Chingolo con el objetivo de apropiarse de 20 toneladas de armamento
para dar un vuelco en la relación de fuerzas político militares y,
en lo inmediato, demorar la consumación de un nuevo golpe militar
que ya estaba en preparación. Ese día a las 19:45 hs. se
iniciaban las acciones con el corte de los nueve puentes carreteros
que unen la Capital y el Oeste con el Sur del Gran Buenos Aires; se
hostigaba al Regimiento 7 de La Plata y las brigadas de la policía
provincial de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora; se interrumpía
el tránsito en los dos caminos que unen La Plata con el Sur de Gran
Buenos Aires y se tendían dos anillos de contención alrededor del
cuartel de Monte Chingolo. El combate fue encarnizado en muchos de
esos puntos, algunos con particular éxito como el de la Avenida
Pasco y en el puente La Noria. A esa misma hora, 70 aguerridos
combatientes al mando del Capitán del ERP Abigail Attademo iniciaban
el asalto al cuartel. Ni bien entraron se encontraron, desde
distintos puntos, con nutrido fuego de fusilería y de ametralladoras
pesadas, haciendo evidente la preparación previa y con ella la
pérdida del factor sorpresa. Pese a ello y sostenidos en su alta
moral de combate, los combatientes tomaron parcialmente el cuartel,
la guardia central, varios puestos de la guardia y la compañía
Servicios. Era tal el empuje de los combatientes del pueblo que las
fuerzas del ejército burgués, que los doblaban en número y
multiplicaban varias veces su poder de fuego, sintieron que perdían
el control de la situación y que el Cuartel caería en las manos
insurgentes. Ello no se pudo concretar por la llegada de los
refuerzos del Regimiento 3 de La Tablada y el Regimiento 1 de
Palermo. A las 21:00 hs., pese a la enorme superioridad del ejército
opresor, los combatientes del pueblo se reorganizaron y provocaron
un contraataque para favorecer su propia retirada. Monte Chingolo
se inscribe en el marco de una contienda de clases en que las
fuerzas populares habían pasado a la ofensiva por la revolución y el
socialismo y en el cual las fuerzas contrarrevolucionarias, desde
junio de 1973, intentaban quebrarla por medio del Terrorismo de
Estado. En este contexto político y militar, la decisión del PRT
aspiraba a mantener la ofensiva en todo de acuerdo con la tradición
revolucionaria mundial. ¿Cómo se explica tanto coraje, tanto
heroísmo, tanto despliegue de preparación combativa y combatividad?
¿Cómo explicar que habría que remontarse a las batallas de la guerra
de nuestra primera independencia contra el colonialismo español para
encontrar hechos que se le puedan comparar? La única explicación es
que los combatientes revolucionarios del ERP estaban conscientes de
ser protagonistas de una batalla decisiva por la segunda
independencia nacional, esta vez en contra del imperialismo
norteamericano, principal enemigo de la humanidad y de los pueblos
argentino y de toda América Latina.
¡Gloria eterna a los
héroes de Monte Chingolo! Comisión de Homenaje
Fuente: Documento público del PRT, diciembre 2005
 Presentación
del libro "Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible" de Néstor
Kohan
Biblioteca Popular Julio Huasi, Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo, editoriales "Nuestra América" y "La Rosa
Blindada", 15 de diciembre de 2003.
Intervenciones de los panelistas e invitados: Néstor
Kohan, Daniel De Santis, Agustín Prina, Noel Pérez y Claudia Korol.
Néstor Kohan:
A los compañeros que desgrabaron las
clases, que luego las corregimos varias veces, pero que era un
trabajo muy pesado, y que lo hicieron en forma totalmente gratuita,
con esfuerzo de militante, les queríamos agradecer. A Pablo Kilberg,
que trabajó mucho, nos ayudó bastante en la Cátedra del Che, y a
Delia Matute. Los dos compañeros hicieron ese trabajo a lo largo de
todo el año 2002.
Al compañero Luciano, de Rebelión, que
puso muchas de esas clases y otros materiales de la Cátedra en el
sitio de Rebelión. Esta fue una ayuda muy grande para que estos
debates, estas discusiones, los invitados que venían se conocieran
fuera de este ámbito, que nosotros consideramos muy valioso, pero
restringido a un espacio, a un segmento. Y a través de Rebelión
llegó a mucha otra gente, nos empezamos a conocer con gente de otros
países, a intercambiar. Así que Luciano nos dio también una mano muy
grande en la Cátedra.
Y Pablo Kilberg, que es el compañero
que organizaba el sitio de Madres en Internet, también nos ayudó
mucho a poner muchos materiales nuestros en el sitio.
Con
Claudia (Korol) hicimos la Cátedra. ¿Cómo fue la historia de la
Cátedra? Muy brevemente: en el año ’97 hubo varias Cátedras Che
Guevara en todo el país, porque se cumplían 30 años del asesinato
del Che, y en coordinación con el Centro Che Guevara de La Habana,
donde hay muchos materiales sobre el Che, donde están su hija Aleida
Guevara, María del Carmen Ariet y otros compañeros, nos pusimos de
acuerdo en la idea de la necesidad de difundir ese pensamiento, para
que no quedara únicamente en la militancia de izquierda, sino tratar
de llegar a un espacio más amplio. Y por distintas vías, distintas
experiencias, distintas miradas, comenzaron a nacer Cátedras Che
Guevara en todo el país. Yo trabajaba en el ’97 en la Cátedra Che
Guevara de la UBA (Universidad de Buenos Aires), Claudia trabajaba
en la Cátedra Che Guevara de la ciudad de Rosario, y también había
otras, las de Salta, Mar del Plata, el Chaco, etcétera…
Fue
un movimiento bastante interesante, con muchas discusiones. Yo le
agradezco a todos los compañeros y compañeras que vinieron hoy, en
particular el "Gato" Felicetti, que pasó tantos años preso, tanto
durante la dictadura militar como en la –entre comillas-
"democracia". Y recuerdo uno de los tantos debates que tuvimos en
aquella época, con motivo del segundo juicio a los presos de La
Tablada, hecho que dividió muchas aguas, también entre los
compañeros que hacíamos las diversas Cátedras del Che.
Luego
entramos como en un declive. Pasó el auge de las Cátedras del Che,
pasó la euforia, la moda mercantil. Porque de un lado había una
ofensiva de nuestra parte, pero el mercado también trató de
manipular lo que no podía ocultar, de trivializarlo, de
frivolizarlo, entonces se inundó el mercado con videos, miles de
biografías, etcétera. Y lo siguen haciendo: el diario Clarín acaba
de prometer una nueva biografía del Che, también Pacho O’Donnel
editó una.
Sigue esa disputa, entonces, no solo por un
individuo o una biografía personal, sino por un conjunto de ideas,
por un proyecto político.
Cuando surge la Universidad
Popular Madres de Plaza de Mayo, creímos necesario en este espacio
plantar una continuidad con todo ese trabajo previo realizado en un
ámbito más amplio. Se nos ocurrió entonces, con Claudia Korol,
porque aquí también existía una discusión sobre la necesidad de una
materia de formación política, que este espacio político-cultural no
debía ser sólo para venir a estudiar lo que cada uno deseaba, sin
tener una visión social de la Argentina, de nuestra historia, de la
política. Entonces veníamos reclamando que hubiera una materia
"transversal", que estudies lo que estudies, ya sea teatro, música,
periodismo, derechos humanos, lo que sea; que tenía que ser de
formación política. Elemental, mínima, una información que
compartiéramos a pesar de todas las corrientes que convinimos aquí
adentro, que no son pocas, a pesar de todas las carreras que hay,
algo mínimo, para saber donde estamos parados. Entonces reclamamos
esa materia, y surgió como una Cátedra del Che… como materia de
formación política, y la iniciamos, entonces, en el año 2002.
Este libro, y otras cosas que seguramente saldrán en este año próximo,
son el resultado de este trabajo. Así surgió la Cátedra del Che en
este espacio.
También pensamos que había que dar un debate
hacia afuera, no sólo hacia adentro de la izquierda, con otras
corrientes del movimiento popular, de manera fraternal, tratando de
evitar ese clima tan salvaje con el que a veces nos valemos dentro
de la izquierda, donde el que tiene un matiz distinto al nuestro
pasa a ser "el" enemigo, porque no nos da el cuero para enfrentar a
nuestro enemigo de fondo: el estado burgués, sus instituciones de
represión, sus aparatos de hegemonía. Como no nos da el cuero para
enfrentar a ese enemigo histórico, que sigue siendo el que destruyó
este país, entonces es más fácil pegarle al grupito que tenemos al
lado. Y esa cultura está instalada, aunque algunos lo reconozcan y
otros no.
Y el debate fraternal, con otras corrientes que no
entran en esa salvajada, en ese canibalismo, sigue siendo
complicado. Aún no hemos resuelto el confundir al compañero que
tenemos al lado con el enemigo histórico. En ese espíritu, el libro
intenta dar ciertas polémicas, con las corrientes que hoy están más
"de moda". Como aquella que sugiere que el Che es algo "viejo", como
si se estuviera hablando de un tango de Gardel… que "lo nuevo" es
Deleuze y Spinoza... A mí me asombra realmente cómo penetró ese
discurso en un segmento del movimiento popular. No mayoritario pero
sí significativo.
¡Al Che lo mataron hace 36 años, pero
Spinoza es del 1600! Si eso es lo "nuevo"…
Ese discurso, que
ha penetrado también en muchas Asambleas Populares, a mí
personalmente no me preocupa que en el suplemento cultural del
diario Clarín le den "manija". El periodista que hizo varias notas
en Clarín defendiendo a Toni Negri, un día lo encuentro y le digo
"¿vos leíste Imperio, el libro de Negri?". Y como el tipo sabía que
yo había escrito un librito sobre el tema me dice: "la verdad que
no…" Y le pregunto: "¿cómo, escribiste varias notas defendiendo las
posiciones de Negri y no leíste el libro?". "Y, no – me contesta –
viste como es esto…" Ahora, ¿cuánta gente habrá leído la nota de
Clarín, y salió a repetir que "el marxismo está viejo", que "el Che
es del pasado", que lo nuevo, que viene de la mano de Internet, es
Negri, etcétera, etcétera…
Eso, a mi, personalmente no me
preocupa. Que el suplemento de Clarín sea tan frívolo y superficial,
y el suplemento de Página/12 no es muy distinto, tampoco… Sí es
distinto el de La Nación, que es más coherente, desde la derecha
clásica. Pero La Nación también "levantó" toda esa teoría: le dedicó
tres suplementos a revindicar a Negri, a reivindicar el supuesto
"autonomismo".
Ese espacio no me preocupa tanto, pero sí que un compañero del
movimiento de desocupados "compre" esa teoría, que a mi modo de ver
lleva a más división, más fragmentación. Los compañeros del MTD
Aníbal Verón aquí presentes pueden contar en carne propia a qué
condujo en la práctica ese discurso, aparentemente tan atractivo…
Parte de este libro, entonces, entra en polémica con esas
corrientes. No desde la nostalgia, no para volver a suspirar por los
años ’60 - que personalmente no viví - sino porque creemos que el
pensamiento del Che puede servir para discutir hoy, con los
problemas actuales, con los problemas que se dan en el foro Social
Mundial, con los problemas del movimiento piquetero, las fábricas
recuperadas, el movimiento estudiantil.
Hay también otros
segmentos que seguramente Daniel (De Santis) va a comentar: un
capítulo – que para mí es el más polémico del libro – sobre (Mario
Roberto) Santucho.
Ese es el espíritu con el que hicimos
este libro, y con el que hicimos la Cátedra. Claudia luego dará el
complemento de cómo lo vivió ella.
Le damos entonces la
palabra a Daniel de Santis, pero antes presentamos al resto del
panel.
Empezamos con Noel Pérez, que es un compañero que
integra el Seminario del El Capital y la Cátedra Che Guevara, y
forma parte de la Coordinadora Febrero Boliviano, que jugó aquí un
papel importante en las jornadas de movilización en solidaridad con
Bolivia. Con él hace tiempo que venimos discutiendo sobre qué tiene
que ver el Che con Bolivia. No sólo con la Bolivia del ’67, sino con
la Bolivia de hoy en día.
Claudia Korol, coordinadora de la
carrera de Educación Popular y de la Cátedra del Che, secretaria de
redacción de la revista América Libre.
Marcelo Cafiso,
director de la Editorial Nuestra América, que estaba invitado, no
pudo venir porque operaban a su madre.
El otro editor del libro, José Luis Mangieri, director de la Editorial
La Rosa Blindada. Un histórico nuestro. Un histórico del guevarismo
en la Argentina. Y que no pudo tampoco venir porque presentaba – en
el mismo horario – un libro de poesía suyo en otro centro.
Agustín Prina, un joven de 18 años que nos sorprende a todos, que
comparte con nosotros la Cátedra del Che y el Seminario de El
Capital.
Daniel de Santis, coordinador de la Cátedra del Che
en la ciudad de La Plata, y un militante histórico del PRT (Partido
Revolucionario de los Trabajadores), que ha compilado los dos tomos
de los documentos del PRT. En los comienzos de los años ’90, quienes
no vivimos aquellos años, nos quedábamos con el relato de lo que
habían dicho los diarios o los "quebrados", en el que los que habían
intentado llevar a la práctica en nuestro país el pensamiento del
Che, eran unos "irracionales", "dementes". Estas palabras se repiten
siempre si uno busca en los textos periodísticos. No usaban el
lenguaje de los militares: "la delincuencia terrorista", o "la
subversión". Pero siempre usaban términos como "locura demencial" ,
""irracionalidad", "culto a la violencia", como si hubiera sido lo
mismo todo: la violencia popular del Cordobazo y la violencia de los
campos de concentración. Todo era "los años de plomo". Entonces no
teníamos de dónde leer, los que no vivimos esas décadas. Y empezaron
a aparecer algunos libros, que devorábamos con pasión: el famoso
"Todo o nada", después "Hombres y mujeres del PRT-ERP", "Los últimos
guevaristas". Hubo otros materiales, pequeños, pero a estos le daban
mucha "manija" porque venían con el sello de las grandes
editoriales. Y todavía se siguen vendiendo… Entonces no teníamos de
dónde leer, de dónde saber que había pasado, qué habían pensado
aquellos compañeros. Y Daniel sacó por Editorial Eudeba, dos tomos
que a mí, y a muchos de nuestra generación nos fueron muy útiles,
por los documentos que contienen esos libros. No por hacer el cuento
positivista de "el documento objetivo", no para conocer "lo que
dijeron que dijo", sino qué dijo, y después vemos si nos gusta o no
nos gusta. Esos dos libros de documentos fueron muy importantes. Así
como Baschetti había editado varios tomos sobre la resistencia
peronista, de las otras izquierdas no peronistas no había nada, y
Daniel jugó un papel muy importante. También me ayudó mucho en el
capítulo sobre Santucho. Le damos la palabra…
Daniel De
Santis:
Buenas tardes a todos. Aprovechando que hay dos ausencias en
el panel, voy a hablar un rato, para cubrirlas…
El libro lo
leí ahora casi todo, no sé si me queda algo por leer, pero ya otros
capítulos y trabajos los había leído antes, cuando fueron saliendo.
Cuando leo éste, me surgió una comparación: yo soy profesor de
física en la escuela secundaria, algo bastante aburrido porque cada
vez el nivel es más bajo, y lo único que me conmueve un poco es
cuando explico las leyes de Newton y la diferencia entre velocidad y
aceleración. Y cuando leí este libro me dio esa sensación: esto está
escrito por alguien que lo conoce, que lo ha desmenuzado, que lo ha
trabajado. No es una cosa de apuro, que lo pensó hoy, cómo
desmenuza, y vuelve, y vuelve otra vez, y amplía,,,,
Las
leyes de Newton se pueden explicar, pero son cosas profundas. Este
libro también habla de cosas profundas, pero lo hace de una forma
que puede llegar a un público muy amplio. Tiene una forma de
exposición muy clara, muy amena. Muy desmenuzada, pero manteniendo
una gran profundidad.
Uno que algunas cosas conoce, sigue
aprendiendo cuando lee los libros de Néstor, y en particular éste.
No sólo uno puede hacer de crítico, también aprender con esta
lectura.
Néstor decía recién sobre cómo nos han tratado:
siempre nos han tratado mal, y peor también…
De lo malo a lo
peor, nos han dicho de todo, pero nunca nos han dicho algo bueno.
Cuando uno lee este libro, y el capítulo donde habla del PRT y de
Santucho, nos llama "los guevaristas". No sé como decirles lo que
uno siente, después de 20 años de agresiones e insultos, que se
hable de "los guevaristas", o de "Santucho y sus compañeros"…
Este es un libro que despliega marxismo por todos lados. Y cuando
dice "Santucho y sus compañeros", también lo está haciendo. ¿Por qué
digo esto? Porque de Santucho, ¿qué se decía?: Santucho, el héroe
revolucionario… pero nunca las ideas de Santucho. Siempre el
estandarte, el Che, pero nunca lo que pensaba Santucho.
Y cuando habla de "sus compañeros", también está expresando un profundo
contenido marxista.
Porque Santucho era el máximo dirigente,
el más profundo pensador del PRT, el mejor jefe militar, pero no
estaba solo. Estaba acompañado por una organización, no era una
cuestión individual. No el mito, no la leyenda, sino las ideas,
expresadas en una organización revolucionaria. Todo eso dice la
frase "Santucho y sus compañeros". Esto no lo encontramos en otros
escritos, publicaciones, o referencias.
En este libro,
Néstor desmenuza, explica muy bien, con mucha amplitud, cuestiones
que nosotros, como militantes del PRT, formados con una línea
política de la cual Santucho fue el principal exponente - aprendió
en la práctica, las leyó.
En los años ’60 y ’70, después del
triunfo de la Revolución Cubana, surge una nueva expresión dentro
del marxismo que recupera la visión de ofensiva que éste había
perdido. El marxismo había dejado de expresar ese espíritu de
ofensiva, y se retoma a partir de la Revolución Cubana. Los que
militamos en esa corriente en aquellos años, nos fuimos formando en
eso.
Desde el punto de vista teórico, discutíamos otro tipo
de cosas, por ejemplo la relación entre lo objetivo y lo subjetivo.
Por allí, en aquellos años todavía muy mezclado, muy influenciado
por la expresión dominante dentro del marxismo, proveniente de la
Unión Soviética.
Pero la práctica y la visión de la
necesidad de la revolución nos hacía incorporar otros elementos, por
ejemplo el papel de la subjetividad, el papel del revolucionario. Y
lo veíamos esto, claramente expresado en la posición que tenía
Santucho, que tenía el PRT ante cada uno de los problemas.
Esto, que desarrollamos en la práctica y expresado teóricamente muy
"en borrador", en algunos de los capítulos de este libro aparece
explicado con mucho detalle, muy minuciosamente, bien desarrollado,
como para entender cuál es la esencia del marxismo, ese espíritu de
ofensiva, la lucha revolucionaria, el problema del poder.
En
un documento del PRT, en el IV Congreso, el prólogo comienza
diciendo que el problema fundamental del marxismo es el problema del
poder y la lucha armada, cosa que los marxistas argentinos no han
tenido en cuenta. Así comienza este documento, que es del año 1968.
Y la cuestión del poder en el libro "Otro mundo es posible" aparece
a cada momento, está permanentemente rondando ese problema
fundamental del marxismo, por lo menos en la etapa previa a la toma
del poder. Después de la toma del poder, aparecen otros problemas,
pero que no dejan de lado, no dejan de contener también el problema
de la construcción del socialismo y el tema del poder.
Otro
tema bien desarrollado en el libro es el de la política como
elemento central. Yo lo he explicado de una manera mucho más burda:
cuando le explicaba a los compañeros qué es la ideología, qué es la
filosofía, qué es la economía, sobre todo la diferencia entre la
ideología y la política, la forma de explicarlo es que la ideología
es como un camino ancho del cual uno no se tiene que apartar, y que
te lleva a una meta. Pero la expresión concreta, de todos los días,
es la lucha política. La que nos vincula con la realidad, la que nos
hace partícipes de la lucha de clases, es la política. Este tema –
mucho mejor explicado, mucho más desarrollado – aparece en el libro,
que explica como el Che valoraba ese aspecto en Lenin, y también en
Fidel Castro.
Todos los demás elementos que hacen a una visión del mundo están
influídos, están determinados por el accionar político. Por supuesto
que estamos hablando de la política en un sentido revolucionario,
transformador de la realidad.
Otra cuestión que quería
abordar es la importancia que tiene la teoría en la formación de los
militantes. Hemos visto en estos últimos veinte años que en general
se ha dejado de lado la teoría revolucionaria, pero a un punto
extremo. No sólo se ha dejado de lado la teoría revolucionaria,
también se ha perdido el lenguaje revolucionario. No soy
especialista en ese tema, pero se me ocurre que si no hay palabras,
si desaparecen las palabras para explicar una revolución, el camino
hacia una transformación de la sociedad, muy difícilmente se pueda
hablar de eso, cuando no hay palabras para explicarlo.
Lo
que ha pasado en el mundo, en particular con la desintegración del
campo socialista, es que han desaparecido las palabras. Hace unos
años – no hace mucho – uno decía "imperialismo" y te decían que "te
quedaste en el ’70…" Y no estamos hablando de algo tan difícil de
visualizar como es el imperialismo. "Vanguardia". "Célula", que debe
ser una de las palabras más difíciles de reivindicar. Y si uno se
pone a pensar, célula no es andar escondiéndose detrás de algo, la
palabra célula viene de la biología. Y muchas otras palabras que nos
han robado.
Recuerdo el año ’97, participando en la Cátedra
Che Guevara de la Facultad de Ciencias Sociales, yo fui a "putear",
en realidad. Pero mi puteada ¿cuál fue?. Vanguardia, partido
revolucionario, célula, cuadro político… o sea, todas las palabras
que había refrescado en la preparación del tema que tenía que dar,
sobre el Che, en ese momento aparecían de esa forma. Esa fue mi
puteada en la Cátedra, porque en ese momento algunos pretendían
presentar un Che Guevara no leninista. No hace falta buscar mucho
para darse cuenta que el Che era leninista.
Yo creo que este
libro aporta mucho en el tema de la formación teórica. Cuando venía
hacía aquí pensaba: por lo menos hoy, este año, el año que viene, en
dos o tres años, no sé en cuanto tiempo, pero durante el período que
me animo a preveer, corto, de un par de años, yo recomendaría que al
lado de "El Estado y la Revolución" de Lenin - un libro que divide
aguas, o estás de un lado o estás del otro lado – vamos a tener que
poner "Otro mundo es posible", porque creo que para la formación de
los militantes en esta época, es fundamental. Por lo que dice el
Che, por lo que dice Santucho, por lo que dice Néstor Kohan, y por
cómo lo desarrolla.
Con respecto al capítulo que habla del
PRT, basado en una charla que hubo aquí, en el Auditorio de la
Universidad de las Madres. Claro, uno está acostumbrado a hablar, y
en general se hace una reivindicación de Santucho, pero luego venían
detrás todas las críticas. Ese día el 19 de Julio del año pasado
(2002), Néstor hizo algo que me llamó la atención. Yo no lo conocía
mucho hasta ese momento. Se había informado sobre cuáles eran las
fuentes del pensamiento y la formación de Santucho, de su juventud,
cómo habían ido evolucionando sus ideas, cómo fue incorporando
distintos elementos, desarrollando una visión de Santucho de acuerdo
a la realidad histórica. Este hombre no era un tonto que lo único
con que contaba era voluntad, o no era un hombre que no entendía
nada de política – ni siquiera de política sindical, como dijera
alguna vez un compañero de Santucho – sino que era un compañero
formado en las mejores tradiciones del marxismo revolucionario y del
latinoamericanismo. Cuando termina de hablar Néstor, ese día, le
digo a Claudia Korol: "¿Y ahora qué digo?". Porque hasta ese
momento, yo estaba acostumbrado a ir a discutir, a defender nuestra
historia, y por primera vez me encontré con alguien que se ponía a
estudiar en serio esta historia y estas ideas.
En estos días
– el 23 de diciembre – se cumple un nuevo aniversario del intento de
copamiento del cuartel de Monte Chingolo. Yo no quería dejar pasar
la oportunidad para, por un lado, homenajear a los compañeros caídos
en Monte Chingolo, y también decir algo sobre esa acción, que tiene
sus aspectos necesariamente críticos, pero también es necesario
inscribir a Monte Chingolo – lo mismo que a la Compañía de Monte, en
la provincia de Tucumán – dentro de ese rescate que hubo del
marxismo a partir de la Revolución Cubana, del espíritu de ofensiva,
extraordinariamente positivo, de la Revolución Cubana, del marxismo
revolucionario, y de la experiencia del PRT.
Dentro de ese
espíritu de ofensiva es probable que hayamos cometido errores. Pero
hay que poner cada cosa en su nivel, y en su importancia. No puede
cometer nunca el "error" de Monte Chingolo un reformista. Nunca lo
va a cometer alguien que aún dentro del marxismo, no tiene bien
aferrado ese espíritu de ofensiva, pensando en el poder, en la
revolución, en la transformación de la sociedad.
Y por último. Hace alrededor de un mes, un compañero nos preguntaba
sobre qué hacer en este momento. A mí se me ocurrió algo que me
tiene muy preocupado. Creo que en la izquierda - argentina, sobre
todo, en la cual obviamente me incluyo – no sabemos resolver un
problema que sí han sabido resolver aquellos procesos
revolucionarios que se han desarrollado. No digo triunfado, sino que
se han desarrollado. Uno lo ve en la Revolución Cubana, lo ve en la
Revolución Sandinista, lo ve en El Salvador, lo ve ahora en el MST
de Brasil, y es la resolución entre la construcción ideológica,
estratégica, la formación de cuadros - es decir los cimientos del
movimiento revolucionario – con la necesaria acción política en el
momento "aquí y ahora".
Ese tema no lo hemos podido
resolver. Me parece que en el caso del PRT, en el momento en que
comenzó a desarrollarse, en el que por lógica de su desarrollo tenía
que participar en la realidad política, necesariamente fue
incorporando elementos de análisis político y de participación en la
lucha política. Pero parece que hoy estamos nuevamente muy alejados
de esa combinación.
Otro elemento que planteaba Santucho es el problema de la unidad. A mí
me parece que están combinados. El problema de la unidad está
combinado con lo que decía antes: es muy difícil que avancemos en
unidad si no flexibilizamos nuestra manera de pensar, si no dejamos
de pensar que el que no tiene todos los elementos teóricos definidos
exactamente iguales a los nuestros, con ese compañero no podemos
avanzar.
¿Qué significa este "flexibilizar"? Si nos
compenetramos de la acción política real en cada momento, vamos a
encontrar los elementos de flexibilidad que nos permitan ir
uniéndonos. Y a su vez – como esto es una relación dialéctica – en
la medida que se va ganando fuerzas, tiene más posibilidades de
incidir en la realidad. Y ese "incidir en la realidad" – que es a lo
que yo le llamo "hacer política" - a su vez permite mayor
flexibilidad, mayor política, mayor unidad.
Para terminar,
les recomiendo a todos los que les interese el tema del marxismo
revolucionario, que al lado del "Qué hacer", tengan – para leerlos –
"Otro mundo es posible", el libro de Néstor Kohan.
Nada más.

Documento desclasificado del Dto. de Estado de EE UU
sobre el ataque al cuartel |
Agustín Prina:
En primer lugar,
quisiera subrayar la importancia de este libro, a contracorriente de
numerosos escritos y bibliografías sobre el Che pertenecientes a la
industria cultural, que además de ser poco rigurosos ocultan el
pensamiento, la acción y el proyecto que realmente tenía el Che,
utilizando su imagen para una construcción hegemónica de una cultura
de resignación.
Entonces me parece que hay que situar este
libro en la pelea ideológica y teórica vinculada a los intereses de
la revolución latinoamericana y el socialismo, ya que no es casual
que los ideólogos del poder tiendan a separar al Che de su teoría de
la revolución social, y muestran al triunfo de la Revolución Cubana
como una excepción histórica. Por lo tanto, las ideas del Che
basadas en esa experiencia no tendrían validez para el resto de
América Latina, además de mostrar la muerte del Che como un fracaso.
De ahí la importancia de este libro, que apunta a un Che no lo
suficientemente conocido ni valorado, si bien – en mi opinión – es
el más auténtico. Apunta a la vez al hombre de acción y al teórico,
no al "voluntarista extremo" ni al "aventurero", sino que reivindica
la figura del dirigente revolucionario poseedor de una rica
experiencia, de un pensamiento y un conocimiento de la teoría
profundos, y de una ética que no por utópica deja de ser realizable.
De esta forma se podría decir que se saca al Che del "poster" y se
lo inserta en la Revolución Latinoamericana. No se lo separa de su
proyecto político, sino que se toma partido con y por el Che. Y a
propósito de esto, no es casual que un capítulo entero esté dedicado
a Santucho.
Entonces, de esta manera, se dividen las aguas,
ya que tomar partido por el Che significa hacerse cargo de la
convicción de que el Hombre Nuevo y el Socialismo son realizables, y
que por lo tanto la lucha y el sacrificio valen la pena. Es por esto
que Néstor toma partido por el Che, en estos tiempos de
"socialdemocratización" y posmodernismo, y defiende el proyecto
profundo de liberación humana sostenido por el político
revolucionario.
A partir de todo esto resulta indispensable desentrañar el mito del Che,
si bien hay que reconocer que su vida fue realmente excepcional.
Pero detrás de esta apariencia mítica y novelesca, si se quiere, se
halla oculto lo que es mucho más profundo, y es lo que le da sentido
a sea vida, y que es justamente la coherencia total y rigurosa entre
la teoría y la práctica.
Sólo a través de esta coherencia es que se puede entender la experiencia
boliviana. Por eso la ideología dominante recupera el mito del
"aventurero heroico", pero es intolerable e imposible de digerir el
militante revolucionario consecuente que ha llevado sus ideas a la
práctica. En todo caso el heroísmo del Che no es un heroísmo
abstracto, sino que es un heroísmo al servicio de la revolución
socialista.
Para explicarnos la extrema consecuencia entre
su conducta personal y sus ideas, no alcanza con recordar que su
intransigencia, su austeridad, su entrega total, su heroísmo, su
voluntad, lo hace paradigma de revolucionario, sino que es necesario
también comprender las relaciones entre teoría y práctica al
interior de su posición teórica. Y cómo el Che postula la superación
de la separación y contradicción existentes en el capitalismo entre
la economía, la política, la ideología, la educación, la ética, como
parte de la construcción del socialismo.

Chacarera de los héroes de Monte Chingolo, aparecida en
Estrella Roja Nº 74, abril de 1976. |
Entonces, me parece que este libro muestra el
pensamiento del Che como un conjunto coherente, desarrollando sus
aportes originales a la teoría marxista. Por eso me gustaría señalar
– muy por arriba – algunos puntos fundamentales del pensamiento del
Che.
Porque además de ser un revolucionario, el Che era una
persona muy estudiosa, y que tenía una vocación por la
conceptualización teórica. Es decir que no era un pragmático
desconectado de la teoría social.
En primer lugar, me
gustaría señalar su antidogmatismo. Él comprendió muy bien la
consigna de Mariátegui, cuando reclamaba que "el socialismo en
América Latina debe ser creación heroica", y se va a alejar cada vez
más de las posiciones soviéticas para acercarse a una vía
alternativa al socialismo, que podríamos llamar "más humana".
De allí que su obra está lejos de ser un sistema cerrado, y por el
contrario, es una guía para la acción. Es un desarrollo creador, que
va en contra de las verdades eternas e inmutables. El Che es parte
de una tradición que incorpora el humanismo al marxismo, y esto
Néstor lo desarrolla a fondo en su libro. Él está convencido que el
socialismo no tiene sentido si no representa una ética social.
El humanismo del Che no es un humanismo abstracto, sino que hay que
verlo desde un punto de vista de una perspectiva de clase. De allí
que el Che va a oponer al humanismo proletario revolucionario - que
se expresa en su visión del Hombre Nuevo y de su ética comunista –
al humanismo burgués. Por eso se puede conectar al humanismo del Che
con su filosofía de la praxis, que se puede entender como acción
humana organizada y conciente, como palanca eficaz para transformar
una realidad que podemos llamar conocida, en una realidad creada.
El Che sostiene que lo objetivo puede ser transformado y hasta
superado por el factor subjetivo. Él parte de la lucha de clases, de
la que el hombre es expresión viviente, y de que no se puede
desligar del análisis de las contradicciones económicas, el hecho
histórico de la lucha de clases. De allí hay que situar como punto
de partida su crítica al marxismo soviético, ortodoxo, o al
materialismo histórico, o a lo que Gramsci llamó acertadamente "
materialismo metafísico", ya que va más allá de la historia.
El Che plantea el desarrollo de la conciencia como el único posible que
conduce a la nueva sociedad, que con las armas gastadas del
capitalismo el socialismo no puede formar su hombre, y que el
estímulo material es un mal necesario. De allí su crítica a la
vigencia de la ley del valor en el socialismo y a los criterios
mercantiles mantenidos en las relaciones económicas entre los países
socialistas.
El Che asume una posición filosófica, que
privilegia la acción conciente y organizada como creadora de
realidades sociales. Es una filosofía de la praxis que se opone al
determinismo económico y social que considera que los cambios son
producto de la ruptura de una correspondencia entre fuerzas
productivas y relaciones de producción, correspondencia que fue
extendida a la transición socialista.
Sus conceptos sobre la
transición socialista, más ligados al campo económico, no se pueden
entender sin una concepción moral y ética. Su defensa permanente del
sistema presupuestario, radicalmente opuesto al "socialismo real",
conciben que el socialismo presupone un alto grado de participación
popular y sólo puede ser mantenido mediante un sistema de gestión
que privilegie los estímulos morales, y que tienda a aniquilar las
categorías económicas sobre las que se asienta el sistema
capitalista de producción.
Quisiera concluir retomando el comienzo, ya que me parece central
disputar la herencia del Che, cuestionando sus visiones de héroe
trágico, que ve su muerte como la expresión de una acción
desesperada, entre lo que podríamos llamar una voluntad extrema de
combatir y una impotencia real.
Frente a eso, hay que
reivindicar al revolucionario conciente de las posibilidades y
dificultades de la lucha. Es cierto que el Che cayó en condiciones
muy difíciles y duras, pero su muerte no es el resultado de una
necesidad implacable, ni de una lucha trágica y desesperada. Hay que
verla como una posibilidad con la que él contó en un momento dado.
Hay que tomar su ejemplo que enseña que la historia la hacen los
hombres, y que deben hacer la revolución elevándose de la condición
de enajenación a la de sujeto de la historia.
Quería
finalizar con una tesis de Adolfo Sánchez Vázquez, que sostiene que
el Che es inconcebible sin el socialismo, pero a su vez el
socialismo de Marx y Lenin no se puede entender sin el Che.
Gracias.
Noel Pérez:
Buenas noches. Estaba
pensando, a partir de las intervenciones de los compañeros, cómo
expresar una opinión sobre el texto que se presenta hoy. Y se me
ocurre que una de las maneras es planteando una conceptualización de
Sartre acerca del Che. Él probablemente haya hecho el elogio más
grande realizado a Ernesto Che Guevara, cuando decía que "es el
hombre más completo de nuestra época".
Y me preguntaba si es
cierta esta afirmación hoy en día. Pero no por falta de convicción,
tampoco por una pretenciosa reflexión filosófica sobre la duda
metódica. Nada de eso, lo mío es más sencillo, simplemente tratar de
transmitir a ustedes una opinión personal sobre el libro de Néstor.
Y creo que la respuesta, a lo largo de estas páginas de Néstor es
contundente, no hay duda alguna. Yo comparto esa respuesta en ese
sentido: sin duda, para mí también el Che sigue siendo el hombre más
completo de nuestra época.
Pero, ¿qué significado tiene esto
hoy en día?
Tomando a Sartre, que calificó a Marx y al marxismo como el
horizonte inseparable de nuestro tiempo. Otra vez nuestro tiempo.
Sin duda, el tiempo al que él se está refiriendo no es a una
cronología, sino a un modo de vivir. O dicho de un modo más clásico:
a un modo de producción que se llama capitalismo.
En este horizonte es que las reflexiones de Marx y del Che, como un
hombre completo de nuestra época, es que deben pensarse.
Cuando Sartre se refiere a que el marxismo es el horizonte inseparable
de nuestro tiempo, está haciendo alusión, entre otras muchas cosas,
a la genialidad de Marx.
Marx, como muchos autores
reconocen, es un hombre que ha sido capaz de apropiarse de las
médulas de su época. Una enciclopedia acerca de lo que fue y es aún
la filosofía alemana, todo lo que significó la lucha de clases en
Francia y en todos los países que estaban luchando en ese momento.
Todo esto fue sintetizado por Marx. Obviamente, por supuesto, con un
método.
Esta suerte de fervor por la síntesis es lo que
justamente, como una herencia que recoge de Marx, o más bien Ernesto
Che Guevara. Con la peculiaridad que ésta es una visión
latinoamericana. Analizando esa visión congelada, eurocentrista, a
la que se había condenado al marxismo.
Y para ser breve,
simplemente señalar un ejemplo concreto: ¿Qué sería el hombre nuevo
que nos proponía Ernesto Che Guevara?
Es la síntesis de la época. No del ’60, ahora. Es la propuesta teórica,
pero también práctica, de Ernesto Che Guevara.
Para decirlo
a mi modo, y de una manera simple. El hombre nuevo no es algo que
nos espera al final de un proceso, sino es algo que debemos
construirlo desde ahora, desde el vamos. Y ese hombre nuevo es
multifacético, como nos acaba de expresar Agustín Prina. Tiene
múltiples facetas que van desde lo ético, pasan por lo económico,
pero que en esencia, cuestionan al modo capitalista de producción.
Pero también yo me preguntaba - si bien esto que digo puede reflejar
y responder a la pregunta de si el Che es un hombre de nuestra época
- a qué se refiere esa completud. Creo que esta es la faceta más
desarrollada, pero al mismo tiempo más criticada del Che: su
práctica, desde su compromiso de defender sus ideas con su cuerpo.
Esto también está expresado en un capítulo que Néstor explica muy
bien, sobre el "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la
Tricontinental", que sin duda fue su mensaje póstumo, y su legado
teórico quizás más importante, porque es un llamado a la acción. Y
es bueno que esto lo reflexionemos, también planteándonos la misma
pregunta: este mensaje, este llamado a la acción, ¿es necesario?
Personalmente creo que sí, y hoy más que nunca.
Porque entre
las muchas cosas que plantea ese "Mensaje…" , de un modo profético,
el Che planteó un llamado a crear "uno, dos, varios Vietnam". Y
bueno, ahora estamos viendo en el mundo estos varios Vietnam. Porque
si no, ¿qué es lo que está pasando en Colombia? ¿Qué es lo que está
pasando en Iraq? ¿Qué es lo que está pasando en Afganistán? Son esos
tantos Vietnam que el Che había reclamado en su momento, y que ahora
están presentes.
Por eso se da el debate, para otra vez llamar la atención sobre la
vigencia plena del pensamiento y el ejemplo del Che. Si en su
momento fue el gran debate el tema de la coexistencia pacífica y
todos los temas que tienen que ver con esto, como los debates acerca
de cómo se debe construir el socialismo, etc.
Si ese debate
tenía que ver con el carácter que debe asumir la revolución, este
mismo tema de la coexistencia está hoy instalado en los debates de
la izquierda. Simplemente ha cambiado el nombre. Ese tema tiene
ahora la forma interactiva de la fórmula de Von Clausewitz, que dice
que la guerra es nada más que la continuación de la política por
otros medios. Esa fórmula ha sido invertida, y ahora nos proponen
que la política debe ser la continuación de la guerra. Y esto viene
como anillo al dedo acerca de los acontecimientos que acabamos de
vivir.
Después de que pasó lo del 19 y 20 de diciembre aquí
en Argentina, o lo que ha pasado recientemente en Bolivia, con el
levantamiento de octubre. Después de esas explosiones violentas de
rabia y rebeldía de nuestros pueblos, ¿qué?...
Ésta es una
de las propuestas. Frente a esto, lo que hay que hacer es hacer
política. Es una forma de ver, pero es toda una definición política
de quienes sostienen eso.
Hace poco, a propósito del acto
que tuvimos en Plaza de Mayo, la Marcha de la Resistencia, un
compañero boliviano estuvo presente. Él es un hombre histórico, ha
sido parte de lo que fue la guerrilla del Che en Bolivia.
Actualmente está en el MAS. Es un hombre que en lo personal, merece
todo mi respeto, toda mi consideración, aunque es obvio, nadie está
obligado a compartir todo lo que él piensa. Pero él hacía alusión a
algo que me parecía importante: los problemas que viven Bolivia y
nuestros países son complejos, y no admiten simplificaciones.
Claro, así como sucede con Marx, como sucede con el Che, pese a esa
extraordinaria capacidad de síntesis no es posible sintetizar la
vida. La vida, la realidad, nos exigen desafíos, nos exigen
respuestas creativas. Y creo que más allá de debatir algo que antes
mencionaba sobre esa dificultad que tenemos en la izquierda de
construir a partir de lo heterogéneo, creo que las líneas maestras,
las líneas principales, están expresadas en todo lo que es el
pensamiento teórico. Y a esto, ahora sí refiriéndome al libro, es a
lo que creo que Néstor ha intentado explicar.
Es eso también lo que me ha permitido recoger en las Cátedras del Che,
en las que he tenido la suerte de participar: ese necesario sustento
teórico a nuestras convicciones, que más que nunca ahora
necesitamos.
Y por eso me voy a permitir calificar también a
este libro de algo que suena a insulto, que suena provocador: este
es un libro peligroso. Y es peligroso porque nos invita a
reflexionar, pero nos invita también a la acción.
Por eso me
permitiría recomendar su lectura, pero más que todo a recoger los
desafíos y las aperturas que implícitamente plantea.
Gracias.
Claudia Korol:
Después de lo que dijeron
lo compañeros, ya no me queda mucho por agregar. Por ahí sí decir lo
interesante que se haga la presentación este día, aunque es un poco
de casualidad, porque lo habíamos pensado para un tiempo atrás, pero
viene bien que sea en esta semana. Mañana se cumplen 10 años del
Santiagazo, aquel 16 de diciembre en que ardió la provincia de
Santiago del Estero, cuando parecía que de la nada, un pueblo se
levantaba y ponía en la mira todos los símbolos del poder feudal,
que hasta ahora aún en muchos casos sigue establecido, y contra el
cual se sigue peleando allí.
Dentro de tres días, el 18 de
diciembre, se cumplen dos años de la recuperación por parte de las
trabajadoras y trabajadores de Brukman, donde más allá del hecho
concreto de esa recuperación, también se estaba planteando la
posibilidad de un grupo de obreras y obreros de hacerse cargo de su
destino, y tratar de construir un proyecto propio, y también para
todos los trabajadores. Es parte de una experiencia que se viene
dando en nuestro país, con muchas contradicciones, con muchas
dificultades, pero con una tremenda riqueza, donde se ha demostrado
que sí se puede crear un movimiento de obreros sin patrones, que
abra camino a la creación, al trabajo y a la construcción de los
sueños.
Y recordar que fue, precisamente, en la carpa de Brukman, cuando ya
habían sido desalojadas las trabajadoras de la empresa, donde se
inauguró este año la Cátedra del Che. Nos pareció que era el lugar
más adecuado, el lugar en ese momento simbólico y políticamente
importante, para que la Cátedra del Che justamente tuviera un
sentido político concreto, como parte de la lucha de clases que en
la Argentina se sigue desarrollando.
Y lógicamente, esta
semana también nos movilizamos para recordar la presencia del fuego,
de la lucha, de la rebelión del 19 y 20 de diciembre. No en nuestra
memoria solamente, sino en la nueva subjetividad modelada a partir
de esas jornadas de rebelión, en lo que se creó, en la energía que
se sigue desarrollando, que se sigue construyendo, más allá de que
hoy no sea la noticia principal de los diarios, y por el contrario
la noticia principal pase a ser la corrupción y la barbarie que nos
muestran sobre los hechos del senado. Sin embargo, los movimientos
populares siguen construyendo, siguen trabajando sobre la base de
esa energía y de esa rebelión que tuvo un momento de expresión el 19
y 20, y que seguramente encontrará nuevas formas y nuevos momentos
para seguir expresándose.
Entonces, es muy interesante que
el libro se presente justamente en esta semana, y es la manera de
iniciarla, diciendo que también en el terreno del pensamiento
crítico seguimos participando activamente de la rebelión. Y
participamos con nuestras ideas y con nuestros cuerpos, y con
nuestras emociones, y con nuestras esperanzas, y con nuestros
deseos.
Como los compañeros hablaron del Che, y además el
libro habla todo el tiempo del Che, y además la Cátedra habla todo
el tiempo del Che – hace dos años que venimos escuchando a Néstor
hablar todo el tiempo del Che - , no voy a hablar del Che. Pero sí
quería decir algunas cosas sobre Néstor, a quien le molesta mucho
que hablen de él.
También porque este año algunos hablaron
bastante mal, y lo trataron de manera bastante jodida, yo quería
justamente señalar que Néstor, lejos de ser un tipo que escribe
sobre el Che, que investiga sobre el Che – que eso lo hace y bien,
como aquí se dijo -, lejos de ser un espectador de la historia y las
rebeliones, es un tipo comprometido, un tipo que está en la pelea.
Lo recuerdo derribando las vallas de la policía en Brukman, lo
recuerdo el 20 de diciembre en la Plaza de Mayo, lo recuerdo en
muchos momentos de lucha en estos años que nos tocaron vivir; y lo
conozco de todo este tiempo de construcción en la Universidad
Popular Madres de Plaza de Mayo, en una tarea cotidiana, donde
también Néstor se encarga de tirar unas cuantas vallas, de las que
nosotros mismos a veces levantamos en nuestras propias prácticas y
en nuestras actividades.
Hay que decir que Néstor se
compromete absolutamente con cada palabra que escribe, y que es un
militante de la batalla cultural, de la batalla por crear un
pensamiento y una práctica política diferente, alternativa, opuesta
a los valores y las ideas y pensamientos que reproducen la
dominación.
Néstor es polemista. Por eso digo que leyendo
los libros de él estoy viendo con quién se enfrenta en cada párrafo.
No pone un solo párrafo porque sí, o por nostalgia. Lejos de la
nostalgia, en cada uno de sus párrafos está "peleando" con alguien,
y su obsesiva curiosidad se refleja en la búsqueda del detalle, de
la información, del dato. Lo que lo lleva a buscar en donde sea…
Cada uno sabrá del acoso sufrido en sus bibliotecas. Los compañeros
de la Biblioteca de las Madres han sufrido varios por parte de él,
porque el tipo, hasta que no encuentra lo que buscaba, que explique,
que contextualice, que ubique las causas, los por qué, no para… Y se
lanza a buscar, a investigar, a averiguar. Y esto se refleja también
en las entrevistas que están en el libro, donde las cosas que no
pudo resolver trata de preguntar a Aleida, a Borrego, de la misma
manera incisiva y curiosa.
Me parece muy interesante su modelo de investigación, la manera con que
Néstor busca en el Che, no un dogma o un modelo a copiar en este
tiempo, sino pistas para un pensamiento crítico y creativo que nos
permita seguir lo fundamental del Che, de su aporte y de su ejemplo;
que es la rebeldía, la capacidad de combatir las injusticias, el
desafío del poder, la desconfianza ante un sistema que corrompe y
coopta a cada paso.
Hablábamos de las rebeliones que estos
días vamos a salir a recordar en nuestras movilizaciones, y dijimos
muchas veces que no alcanza con la indignación y la rabia, que es
necesaria también la teoría, las interpretaciones del mundo que
permitan también consolidar el ideario y el proyecto, generar
organización y fuerzas que actúen más allá del impulso, afirmando
una alternativa de poder con acciones y con reflexiones sobre las
mismas.
Hace falta desarrollar estas teorías en este tiempo, en diálogo con el
pensamiento revolucionario más fértil, como es el caso del Che, de
Gramsci, de Rosa de Luxemburgo. Y también en diálogo con los
movimientos populares que con sus prácticas de lucha rehacen la
realidad, la inventan nuevamente, creando condiciones para su
transformación.
Néstor en sus trabajos habla y discute con
los actores del pensamiento revolucionario, indaga en las
circunstancias en las que pensaron una u otra idea, y lo hace
también con los actores de estos movimientos populares que hoy están
en la calle. No lo hace como una fría entrevista, lo hace en la
calle, luchando, marchando a su lado.
Creo por eso, que es
uno de los intelectuales de la revolución que reclamaba Gramsci, que
pone pasión en el gesto de descifrar el mundo y aportar a la
creación de un mundo nuevo.
Entiendo por eso que es
necesario el libro, que es importante. Porque necesitamos de estos
aportes, en un tiempo que ya no es de la moda, lo que más vende,
sino que es parte de la idea de todos los días. Y en este tiempo,
planificar el carácter anticapitalista de la lucha, la idea que
repetía una y otra vez el Che, de "revolución socialista o
caricatura de revolución", es una manera también de empezar a
dialogar con el tiempo actual.
No se trata de acomodarnos en las migajas del festín que nos ofrece un
poder que todos los días sigue destapando la podredumbre en que se
cocinaron cada una de sus leyes.
Se trata de crear otro
poder, un poder revolucionario, un poder popular. Y para ello,
agrupar las fuerzas capaces de combinar el fuego, la rabia, el
proyecto. Creo que en esta dirección apunta el libro, que dice que
"otro mundo es posible". A lo que podríamos agregar que otro mundo
es necesario, para terminar con todas estas formas de explotación,
dominación, opresión, humillación, hipocresía, dobleces.
Un
mundo nuevo, hecho de hombres nuevos, de mujeres nuevas, que tenemos
que ir construyendo aquí y desde ahora, en nuestras relaciones, en
las maneras que hacemos andar nuestros proyectos populares y
revolucionarios, en las formas de construir nuestras organizaciones,
en las maneras en que creamos y recreamos también la amistad, el
amor o el compañerismo, como valores que no tienen precio en el
mercado. En la firmeza para defender los sueños, para evitar que los
rematen al mejor postor. En esto también tenemos un ejemplo en el
Che, y creo que otro ejemplo en Néstor.
 Discurso
de Daniel de Santis el 23/12/2003 en Monte Chingolo
"No alcanza con la bronca, es la
hora de organizarnos…"
Hace exactamente 28 años, a esta misma hora, en este mismo
lugar, alrededor de doscientos combatientes del Batallón Urbano
General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo iniciaban,
no sólo la mayor batalla de la guerrilla, sino la mayor batalla en
la lucha de clases en la Argentina.
¿Quiénes se enfrentaron
en esa batalla?
De un lado estaba la gran burguesía nativa, aliada y socia
menor del imperialismo, con sus instituciones de poder: El sistema
parlamentario, los medios de comunicación de masas, la jerarquía de
la iglesia y las fuerzas armadas y policiales.
Del otro el
pueblo argentino, la clase obrera, el campesinado pobre, los
estudiantes e intelectuales revolucionarios, la clase media urbana y
rural, quienes de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo
complejo, de la filosofía a la acción política, habían ido
construyendo, también, sus organizaciones de poder: las
organizaciones políticas revolucionarias, el sindicalismo clasista,
las coordinadoras de gremios en lucha, las ligas agrarias, el
movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, los cristianos por el
socialismo, las fuerzas armadas de la revolución, sus organizaciones
guerrilleras y en particular el Partido Revolucionario de los
Trabajadores, dirección política y militar del Ejército
Revolucionarios del Pueblo.
¿Por qué, en la actualidad, la burguesía y los
reformistas tratan de ocultar al ERP? ¿Por qué tratan de que no
quede siquiera su recuerdo?
Igual que como hicieron con la
sublevación de los esclavos en el imperio Romano, en el siglo II
antes de Cristo, quienes durante años mantuvieron la lucha contra
los esclavistas; y cuando éstos lograron derrotarlos, el emperador
de Roma ordenó que fueran destruidas todas las construcciones que
habían levantado los esclavos, que no quedara de ellas piedra sobre
piedra, para no dejar ningún rastro de esa ejemplar lucha por la
libertad. Pero aunque no quedó nada material no pudieron ocultarla,
durante dos mil años el nombre de Espartaco fue levantado por las
clases oprimidas cada vez que la idea de la libertad se afirmó en la
conciencia de los pueblos.
Del mismo modo las clases
dominantes han intentado enterrar la historia del PRT y del ERP y en
particular de su acción más audaz, más decidida, más emblemática en
la lucha por el poder y por la construcción del socialismo en la
Argentina.
Que no se hable de su grandeza, que no recordemos
la pujanza de aquellos combatientes, que no relatemos el desinterés
y el altruismo de aquellos jóvenes patriotas, que no veneremos a
nuestros héroes y mártires. Y si ello no fuera posible, al menos,
que nos avergoncemos ante nuestros hijos y ante nuestro pueblo de
haber luchado, de haber tenido la valentía de disputarle el poder al
amo imperialista.
Pero ¿cómo se explica que los trabajadores
y la juventud argentina hayan hecho una gesta tan gloriosa, que para
encontrar otras de tamaña magnitud tengamos que remontarnos a las
batallas fundadoras de nuestra nacionalidad en la guerra por la
independencia de Argentina y América Latina?
¿Cómo se
explica que en una misma jornada se dieran cita jóvenes heroicos
como el tambor de Tacuarí y las niñas de Ayohuma, aguerridos
soldados como los infernales gauchos de Güemes, y oficiales
revolucionarios como la Capitana Juana Azurduy o el Sargento Cabral?
A fines de la década de 1960, la acumulación de fuerzas y
experiencias desde el golpe gorila de 1955, con el consiguiente
debilitamiento de la alternativa parlamentaria como forma de
dominación burguesa, y del triunfo de la Revolución Cubana en 1959,
con sus vientos de renacer revolucionario, comenzaban a dar sus
frutos organizativos y a extender la conciencia socialista en miles
de hombres y mujeres de nuestro pueblo.
Es así que el pueblo
de Córdoba a fines de mayo de 1969 y el de Rosario en setiembre del
mismo año, se levantaron en contra de la dictadura de Onganía y
dieron curso al nacimiento de poderosas fuerzas revolucionarias en
nuestra patria.
Derrotada la dictadura militar por el pueblo
movilizado, retrocede y llama a elecciones para desviar y contener
el torrente revolucionario, favoreciendo la extensión en la
conciencia del socialismo y la consolidación de una vanguardia
combatiente. Pero no todas las fuerzas populares tuvieron cabal
comprensión de la situación histórica, y muchas apoyaron la
alternativa burguesa encabezada por Perón. El PRT intentó responder,
también, en el terreno de lucha que proponía la burguesía,
organizando un partido electoral y disputar en ese terreno, también,
la conciencia de las masas populares. No lo logró por sus propias
limitaciones y porque estuvo casi solo en esta batalla contra la
burguesía argentina que se unía ante el terror a la Revolución
Social.
Este momento histórico fue rico en enseñanzas para
los militantes populares. Allí vimos cómo la clase dominante que
hasta poco antes estaba acorralada por las masas, logró rehacerse y
sobretodo cooptar para su política a miles y miles de militantes
populares. Este escenario fue propicio para que la derecha, hasta
ayer acorralada, iniciara su contraofensiva con la masacre de Ezeiza
el 20 de junio de 1973.
Pero la pujanza del movimiento de
masas era tan grande que un puñado de militantes revolucionarios
destacados de su seno, fundamentalmente por la clase obrera
industrial, dieran batalla, encabezaran la mayor y más profunda
contienda de clases en nuestra patria, la que por primera vez en
nuestra historia puso frente a frente a las dos clases extremas: a
la gran burguesía y al proletariado industrial, en disputa por la
conciencia y la voluntad de las demás clases y sectores intermedios.
En el marco de esta cruenta lucha por el poder el PRT, como
dirección política y militar del ERP, decidió intentar la toma del
Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo, con el objeto de
apropiarse de 20 toneladas de armamento para dar un vuelco en la
relación de fuerzas político militares y demorar la consumación de
un nuevo golpe militar que ya estaba en preparación.
Ese día
a las 19:45 hs. se iniciaban las acciones con el corte de los nueve
puentes que unen la Capital y el Oeste con el Sur del Gran Buenos
Aires; se hostigaba al Regimiento 7 de La Plata y las brigadas de la
policía provincial de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora; se
interrumpía el tránsito en los dos caminos que unen La Plata con el
Sur de Gran Buenos y se tendían dos anillos de contención alrededor
del cuartel de Monte Chingolo.
El
combate fue encarnizado en muchos de esos puntos, algunos con
particular éxito como el de la Avenida Pasco y en el Puente de la
Noria. En nuestro caso nos tocó cortar el puente del camino de
Cintura sobre el río Matanza. Allí una escuadra del ERP, mal armada,
cruzó muchos automóviles particulares y un gran camión tanque y
derramó el gasoil que contenía, provocando con él un enorme
incendio. A las 19:15 hs, una columna de camiones y carriers del
Regimiento 3 de La Tablada rompió la contención y se dirigió hacia
Lanús. La enorme diferencia de fuerzas evitó que entráramos en
combate.
Recuerdo que en la contención de la calle Montevideo
estaba un compañero del Secretariado de la Regional Sur al que le
decíamos Juancito. Ese nombre se lo habíamos puesto porque era muy
delgado, blanquito, casi transparente. Alejandro Bulit, que así se
llamaba Juancito, intentó tirar una granada de fabricación casera
-la granada había sido alterada en su funcionamiento correcto por un
agente enemigo infiltrado en nuestras filas-, entonces Alejandro
acciona el encendido de la granada y aparentemente este no funciona.
Alejandro mira el mecanismo y en ese momento explota la granada
destrozándole el rostro y una mano. Debido a una reciente
investigación sabemos que sus compañeros, dándolo por muerto e
inmersos en el combate, lo dejaron allí. Luego el enemigo lo recogió
moribundo y lo tiró al Riachuelo para que se ahogara. Alejandro
reaccionó con el agua y, pese a su estado, comenzó a nadar. Le
tiraron varias ráfagas acribillándolo a balazos. Alejandro Bulit o
Juancito era un muchacho de 25 años que no aparentaba gran fuerza
muscular, parecía debilucho, pero una vez más demostró que su
fortaleza provenía de su mente, de su ideología, de su convicción en
la revolución y del amor a su pueblo.
A esa misma hora 70
aguerridos combatientes al mando del Capitán del ERP Abigail
Attademo iniciaban el asalto al cuartel. Ni bien entraron se
encontraron con nutrido fuego de ametralladoras antiaéreas y
fusilería desde varios puntos, haciendo evidente la preparación
previa y con ella la pérdida del factor sorpresa. De todas maneras
el empuje de los asaltantes era tan grande que tomaron parcialmente
el cuartel, la guardia central, varios puestos de la guardia y la
compañía Servicios. Era tal el empuje de los combatientes del pueblo
que las fuerzas del ejercito burgués, que los doblaban en número y
multiplicaban varias veces su poder de fuego, sintieron que perdían
el control de la situación y que el Cuartel caería en las manos
insurgentes. Ello no se pudo concretar por la llegada de los
refuerzos del Regimiento 3 de La Tablada y el Regimiento de
Infantería 1 de Palermo. Pese a la enorme superioridad del ejercito
opresor los combatientes del pueblo se reorganizaron y provocaron un
contraataque para favorecer su propia retirada.
¿Cómo se
explica tanto coraje, tanto heroísmo, tanto despliegue de
preparación combativa y combatividad?
¿Cómo explicar que
habría que remontarse a las batallas de la guerra de nuestra primera
independencia contra el colonialismo español para encontrar hechos
que se le puedan comparar?
La única explicación es que los
combatientes revolucionarios del ERP estaban conscientes de ser
protagonistas de una batalla decisiva por la segunda independencia
nacional, esta vez en contra del imperialismo norteamericano,
principal enemigo de la humanidad y de los pueblos argentino y de
toda América Latina.
Compañeros:
¿Yo les estoy proponiendo que vayamos a tomar un cuartel? ¿Yo
les estoy proponiendo que es la hora de tomar las armas?
¡No!
Yo les estoy diciendo que es la hora de organizarnos,
de prepararnos para reiniciar la lucha por el poder con la misma
determinación que lo hicieron nuestros hermanos hace 28 años. Pero
para lograr nuestros objetivos tenemos que ser millones, no alcanza
con la bronca de algunos cientos o de varios miles.
Entonces,
a todas las tareas de organización tenemos que agregarle una muy
importante: aprender a disputarle la conciencia de los hombres y
mujeres del pueblo a la burguesía. ¡Esa es la lucha fundamental en
este momento!
Hoy aquí somos trescientos compañeros, cada
uno de nosotros debe acercarse a su vecino, a su compañero de
trabajo o de estudio, a su amigo, y convencerlo de lo que nosotros
ya estamos convencidos.
Y para lograrlo tenemos que partir de
su nivel de conciencia y no de nuestro estado de ánimo. Porque
nosotros ya estamos convencidos, y si vamos con toda la bronca que
tenemos por todas las injusticias, quizás el compañero no nos
comprenda y no nos acompañe.
Entonces tenemos que aprender a
ser maestros de nuestros compañeros, y para eso es bueno no
olvidarse de cómo pensábamos nosotros antes de estar concientizados
de la necesidad de la revolución. Entonces así encontraremos la
paciencia necesaria, las palabras adecuadas, las propuestas justas,
y mañana seremos miles. Y esos miles serán nuevos educadores de su
pueblo para pasar a ser cientos de miles y, luego, millones.
Nuestras propuestas, nuestras ideas deben lograr enderezar la
voluntad del 75 o quizás del 80 % de la población detrás del
objetivo revolucionario.
Nuestra lucha no debe ser sólo por
objetivos aislados: un bolsón de comida, un plan trabajar, un puesto
de trabajo, un salario justo, o una salita y una calle de asfalto, o
agua potable y cloacas para el barrio. Tenemos que pelear por eso y
por mucho más.
Pero además nos tenemos que preparar para ser
poder, para saber y poder gobernar este país. Tenemos que
prepararnos para dirigir la economía, la salud y la educación, para
organizar al pueblo en su participación en una democracia directa.
Tenemos que aprender a defender ese poder conquistado.
En
síntesis, tenemos que prepararnos para sustituir el poder de la
burguesía y el imperialismo por el poder del pueblo revolucionario.
La disputa de la conciencia de las masas es una lucha
ideológica, pero en cierto punto comienza a ser una lucha política,
es parte de la lucha política. Entonces tenemos que aprender a hacer
política, de la buena, la nuestra, una política revolucionaria. En
la izquierda argentina no sabemos hacer política, pasamos de la
lucha reivindicativa a la lucha ideológica y nos salteamos - porque
no sabemos y porque no tenemos fuerza suficiente - la lucha
política.
Y ¿qué es la lucha política?
Es saber
valorar las relaciones de fuerza entre las clases enfrentadas y de
acuerdo a esas relaciones de fuerza dirigir nuestras acciones para
que después de cada una de ellas nuestras fuerzas sean mayores y las
del enemigo de clase menores. Pero para hacer política es necesario
tener fuerza, si no tenemos fuerza lo que hacemos es ideología, que
está bien que la hagamos porque es parte de nuestra lucha, pero no
alcanza. Es por esto que la política es lo que más nos cuesta
aprender a las fuerzas revolucionarias porque para hacerla hay que
tener fuerza, es como el problema del huevo y la gallina y allí
radica, hoy, la sabiduría de los militantes revolucionarios,
resolver ese "misterio": ¿cómo comenzar, con las pocas fuerzas que
contamos, a hacer política revolucionaria?
Nuestros
compañeros, a quiénes hoy estamos recordando, estaban aprendiendo a
hacer política a disputarles espacios de poder a la burguesía. Eso
también hemos perdido en estos años y tenemos que recuperarlo. Y la
política no se hace siempre en el terreno que nosotros elijamos. El
terreno de la lucha política, las más de las veces, lo elige el que
tiene más poder, en este caso la burguesía. Si no aceptamos esta
parte de la verdad no aprenderemos a desarrollar la lucha política
de la clase obrera y del pueblo. A veces podremos, con inteligencia
y audacia, determinar el terreno de esa lucha, pero, repito, las más
de las veces el más fuerte elige el terreno de la lucha, es por ello
que las fuerzas revolucionarias deben desarrollar la astucia.
Nos han arrebatado la idea de que nosotros, el pueblo, los que
trabajamos con nuestras manos, los que hacemos todos los bienes que
se ven sobre la tierra, los que hemos sido empujados a la pobreza, a
todos nosotros nos han arrebatado la idea de que tenemos derecho al
disfrute de los avances de la técnica, a la idea de ser feliz en
nuestra vida cotidiana.
Compañeros:
¡Nosotros también
tenemos derechos, nuestros chicos también tienen derecho a jugar en
libertad, a tener algo más que un plato de comida! ¡Tenemos que
soñar con un mundo en el que el pueblo alcance la felicidad
colectiva y ese mundo hasta ahora se llamó un mundo socialista, un
mundo constituido y construido por hombres y mujeres con una nueva
conciencia solidaria y socialista. Ese mundo es por el que lucharon
y murieron nuestros compañeros.
Desde aquí les decimos una vez más: Gloria eterna para los héroes de
Monte Chingolo!
Fuente: Rebelión
 El
sonido y la furia
Por Susana Viau
El 23 de diciembre de 1975, el Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) intentó copar el Batallón de
Arsenales Domingo Viejobueno, cerca de la localidad bonaerense de
Monte Chingolo. Por el despliegue de medios y hombres, por la
duración del combate, la envergadura del teatro de operaciones y el
número de víctimas que se cobró, el episodio Monte Chingolo pasó a
la historia como el mayor combate librado en el país entre fuerzas
guerrilleras y estatales. Casi 30 años después, Gustavo
Plis-Sterenberg –entonces un simpatizante orgánico del ERP y ahora
un músico de prestigio internacional– exhuma las voces de los
sobrevivientes, reconstruye el enfrentamiento en Monte Chingolo-La
mayor batalla de la guerrilla argentina (Editorial Planeta) y habla
con Radar sobre la relación que mantenía a mediados de los ‘70 con
la organización armada, el trabajo de investigación que el libro le
exigió, la minuciosidad obsesiva con que lo emprendió y también
sobre el extraño derrotero –a la vez fatal y azaroso– que lo llevó
desde la pólvora y la sangre argentinas hasta Rusia, hasta la remota
San Petersburgo, donde actualmente dirige la orquesta del teatro
Mariinsky (ex Kirov).
Gustavo Plis-Sterenberg es graduado en
el Conservatorio Nacional, diplomado en Composición y Dirección
Sinfónica del Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petersburgo,
director asistente de Mstislav Rostropovich y Valery Gergiev, becado
por el Ministerio de Cultura de la ex URSS y por el Mozarteum
Argentino y director permanente de la orquesta del Teatro Mariinsky.
Alto, delgado, afable, parece tener bastantes años menos de los
cincuenta que bordea. Llega con su hijo, León. El chico está
conectado a un walkman que lo aísla de conversaciones escuchadas
decenas de veces, y cuando se aburre se recuesta sobre el escritorio
y dormita. "Leoncito me acompaña a todas partes", advierte
Plis-Sterenberg a modo de presentación. Tres años le llevó la
minuciosa reconstrucción del intento de copamiento del Batallón de
Arsenales Domingo Viejobueno, la historia que bajo el título de
Monte Chingolo-La mayor batalla de la guerrilla argentina acaba de
publicar Planeta. Cualquiera podría preguntarse cuál fue el
cortocircuito que fundió al compositor premiado en el IV Concurso
Internacional de Música de Viena con las ametralladoras y los
helicópteros artillados de aquel atardecer del 23 de diciembre de
1975. Sin embargo, la explicación es sencilla: el muchacho que
Plis-Sterenberg era entonces tenía la categoría de "simpatizante
organizado" del PRT-ERP. "Sentí que estaba haciendo lo que debía",
dice, y agrega que su intención fue mostrar a los protagonistas de
esa jornada tal como eran: seres comunes "a los que les gustaba el
rock". O que tocaban el piano, como el simpatizante organizado que
acabó dirigiendo la orquesta del Kirov. ¿Cómo fue a dar a San
Petersburgo? –Cursando los últimos meses del Conservatorio
Nacional, una comisión de maestros de la URSS pasó por allí. Habían
recorrido varias capitales viendo cómo funcionaban los
conservatorios del exterior. El rector les recomendó conversar
conmigo. Les dijo que había un muchacho que tocaba el piano, que
componía y dirigía. A ellos les interesaron mis trabajos, que eran
más bien experimentos musicales, y se llevaron unas fotocopias. A
los pocos meses me llegó una invitación para ir a estudiar: me
costeaban todo, decían que las obras eran muy interesantes, que
había que desarrollarlo, que durante cinco años me pagaban. Y me
dieron la beca. Era 1986. ¿Desde el ‘76 al ‘86 estuvo en la
Argentina? –Bueno, salvo en dos momentos, siempre estuve aquí.
Estuve en Israel porque había habido un problema de seguridad en la
organización en la que yo estaba, y en el ‘79 estuve en Nicaragua,
en una acción humanitaria durante la Guerra Civil, como socorrista
de la Cruz Roja. ¿Por qué como socorrista? –Había estudiado
medicina y quería participar de la lucha contra la dictadura, porque
sentía que no era sólo luchar contra la dictadura en Nicaragua.
¿Se compatibilizaban la medicina, la música y la militancia?
Titanes
con el ERP
Nosotros teníamos una
serie de contactos en una villa de La Plata que nos
seguía mucho”, afirma J., un ex militante del ERP que
combatió en Monte Chingolo, en el libro de Gustavo
Plis-Sterenberg. “Habíamos hecho mucho accionar
propagandístico ahí, como repartos de leche o cuelgues
de banderas. Ahí hicimos, en el 75, un desfile militar.
Íbamos vestidos con los uniformes, con armamento y con
la bandera del ERP. Fue impresionante. Estuvo muy bien
preparado todo. La gente salía de las casitas para ver.
Muchos de los Titanes en el Ring de la época vivían allá
y eran colaboradores nuestros. Uno de ellos, (mientras)
comíamos con él y otros en su casa, me dijo: "Estamos
con ustedes. Aunque no vamos a salir con las armas, en
todo lo que podamos, vamos a colaborar". (…) Nosotros
tomábamos camiones de Sancor o de los pollos de Gelbard,
que tenía unos frigoríficos grandes, y hacíamos los
repartos. (…) Los "Titanes" organizaban a la gente,
formando una fila para que se fueran llevando los pollos
y la leche. Esto muy poca gente lo sabe, que muchos de
los "Titanes" eran gente nuestra. A lo mejor alguno se
entera de lo que digo y me mata, pero yo sé que fue así.
La gente de la villa nos apoyaba muchísimo. Le digo a
Plis, ahora que ya pasó más tiempo: ¿No tenés
precisiones, cuáles titanes?
Estoy en condiciones de
darles una primicia –me responde–, el responsable máximo
era el Superpibe. Pero también andaban el payaso Pepino
y Ararat. Ellos se arriesgaban porque sabían muy bien a
lo que se sumaban.
[Entrevista a Gustavo
Plis-Steremberg, El Ciudadano, mayo 2008] |
–Con
dificultad, pero la presión de mi mamá fue muy importante:
siempre me apoyó y estimuló mi vocación por la música. ¿Es
porteño? –Sí, pero mi papá era de una ciudad relativamente
importante de Ucrania, parte del imperio ruso. Mis abuelos
paternos tuvieron que irse en el año 21 para evitar que
fusilaran a mi abuelo, que estaba en un partido socialista
moderado que se oponía a los bolcheviques. Sería un poco
menchevique su abuelo... –No, no era menchevique; era del
Bund. Era un cuadro importante, y durante el régimen zarista
había estado deportado en Siberia. Él me contó cosas acerca de
la dureza de la deportación. Mi madre nació en Buenos Aires,
pero sus padres eran de la ciudad de Boff, que antes era Polonia
y actualmente es Ucrania occidental. Todo apuntaba para allá.
–Todo. Usted habló de un problema de seguridad en la
organización en la que estaba. Me imagino cuál era. –No, te
imaginás mal, porque yo fui simpatizante organizado del PRT y me
separé por diferencias, por posiciones que no compartía, errores
que yo consideraba políticos. Por ejemplo, el PRT siempre dijo
que la política presidía la acción. Tenía varios frentes: el
estudiantil, donde yo estaba, el frente sindical, el frente
militar, que era la parte del ERP. Yo me acerqué en la época del
congreso del FAS de Rosario. Bueno: el PRT siempre privilegió la
política, y sin embargo en Monte Chingolo se intentó generar un
cambio político a través de un operativo militar. Había un gran
repliegue de las movilizaciones de masas, producto de la
represión y otros factores. Y el PRT, en vez de acompañar ese
retroceso, siguió a la ofensiva. Ahí fue cuando se incorporó
a otra organización.
–Me incorporé con muchas diferencias, y ésa ya no era una
organización armada. Lo que más hice allá durante la dictadura
fue activar en derechos humanos, en las comisiones de
familiares, organizando pequeñas movilizaciones, campañas
financieras. ¿Allá dónde, perdón? –¿Allá?... Acá. Estoy
pensando que estoy en Rusia. Incluso me tuve que ir de mi casa:
nadie sabía dónde vivía por razones de seguridad. En el ‘75
habían matado a los primeros militantes de la fábrica Miluz. El
ERP, como acción de represalia, ajustició al gerente de la
empresa. En ese momento, la represión, la Triple A, todo era un
descontrol. ¿Qué pasó para que después de tantos años y tan
lejos apareciera la idea de trabajar este tema? –Yo volví a
la Argentina con ciertas dudas. Había leído algo sobre los años
‘70, y me llamó la atención que en esos libros era como si toda
la resistencia hubiera sido peronista y montonera, como si el
PRT prácticamente no hubiera existido. Y si aparecía en algo era
en el arrepentimiento. Así que traté de ubicar al que había sido
mi responsable, Cacho. No lo pude localizar, pero encontré a una
Madre de Plaza de Mayo a cuyo hijo, que era de Medicina, también
le decían Cacho. A raíz de eso hubo contactos y reuniones con ex
compañeros. Se pusieron a hablar. Escuchándolos me di cuenta de
que era una pena que toda esa historia se perdiera. Corrí a casa
y busqué un grabador y empecé a grabar sin saber bien para qué:
creía que podía servir para un archivo o algo así. Fueron los
primeros tres casetes. Después comprendí que ese material me
servía para explicar un poco la militancia. Explicar por qué
jóvenes comunes, de clase media o proletarios, gente que vivía
en la Capital o en barrios humildes o en villas, a los que les
gustaban el rock y los cantantes melódicos, tomaban las armas y
se iban a asaltar un cuartel. El tema de Monte Chingolo daba la
oportunidad de explicar cómo había sido la gente del PRT-ERP. A
mí el episodio me había impresionado mucho, me había dado una
pena muy grande. Yo ya no estaba en el partido, pero sentí que
con eso empezaba el fin del sueño revolucionario. Ese es el
inicio del libro... –Así empecé a buscar testimonios,
personas, documentos, archivos. Fueron tres años de trabajo muy
fuerte, en los que traté de tomar distancia para, después de 28
años de ocurrido el combate, encontrar una explicación que no
fuera sólo política. También quería darles a los oponentes la
oportunidad de exponer su punto de vista. Entre ellos me he
encontrado con gente que no quiere hablar, que hizo como un voto
de silencio porque no tiene motivos para enorgullecerse. Y hay
otros que pensaban que estaban combatiendo a la subversión y
creían que lo hacían con honestidad; por ejemplo, el soldado
Nessi, que resultó herido en el combate, o un oficial que me
llegó a decir: "Yo los respeto porque combatieron por un ideal,
sabiendo que tenían un armamento muy inferior al nuestro. Para
mí calificaron con un puntaje muy alto". Pero, claro: ese
oficial no hizo carrera dentro de las Fuerzas Armadas. Tuve que
andar mucho para lograr los testimonios: busqué en España, en
México, en Finlandia, en Argentina, en Buenos Aires, en las
villas. A muchos de esos lugares me acompañó Leoncito.
¿Leoncito por Trotski? –No, por mi abuelo. Fue una búsqueda
muy difícil: había quedado muy poca gente viva, y cuando
encontraba a alguien lo exprimía como a una naranja. Después
tuve que cruzar los testimonios, porque el tiempo
–involuntariamente– afecta la exactitud y cuando los cotejaba me
encontraba con contradicciones. Pero poco a poco todo fue
tomando forma. Otra gran ayuda fueron los informes de los
propios militares, que con una minuciosidad muy particular
describen detalles que se me hizo necesario interpretar.
Detallan, por ejemplo, el aniquilamiento de un grupo de
militantes, pero sin precisar el momento en el que ocurre. Si se
lee con ingenuidad el informe, parece que todo hubiera sucedido
durante el combate, y sin embargo fue muy posterior; no fue un
enfrentamiento: fue un asesinato de prisioneros. Para
reconstruir el combate de Villa Domínico tuve que leer los
informes de 36 agentes de la Policía Federal. Cruzándolos
reconstruí su visión de la batalla. ¿Cómo obtuvo los
documentos militares? –Bueno, yo estuve en todas las
instituciones militares. Me costó mucho, y no conseguí todo lo
que pretendía. Hay materiales que están escondidos. Lo creo
porque me lo dijeron personas que me entregaron otros informes.
Por supuesto que hubo quien se negó a dar datos. A través de
Internet conseguí el teléfono del jefe de la Jefatura II de
Inteligencia de Ejército. Pero el interrogado terminé siendo yo,
porque este oficial me preguntó dónde había encontrado su
número, cuál era mi nombre, mi teléfono, mi dirección, mi
ocupación y mi número de documento. Dijo que después me
facilitaría la información. Le contesté lo que me pedía, pero le
aclaré que el historiador era yo. Cuando lo fui a buscar al
comando no lo encontré. Nunca lo pude ver. Fracasos de esos hubo
varios, aunque también tuve pequeños éxitos. Había todo un mito
de que en Monte Chingolo una guerrillera escondida logró
esconderse y vio todo. La llamaban "La Petisa". Todos sostenían
que esa historia no era cierta, que esa mujer no existía. Y yo
busqué y busqué hasta que apareció. Otro: todos los informes
militares decían que el PRT no había entrado por los fondos del
cuartel, no había cruzado la línea de ingreso. Yo, en cambio,
tenía el testimonio de un militante que había leído un papelito
escrito por un guerrillero y el papelito decía que había llegado
hasta el depósito y cortado los alambres. Supe que esa persona
estaba viva y la busqué por Europa. Viajé varias veces a España
hasta que la encontré, y logré que me diera un testimonio
invalorable de lo que pasó aquel 23 de diciembre del ‘75.
Debe haber sido muy complicado ordenar el caos que fue la batalla de Monte
Chingolo. Establecer secuencias, ubicaciones, roles. –Mi casa
en Rusia estaba llena de papelitos. Yo anotaba en hojas que
después recortaba y ordenaba en pilitas. Llegué a tener más de
cien pilitas: esto pertenece a este lugar, esto a este otro... Y
después a entrecruzar, como un rompecabezas. Para reconstruir lo
de Villa Domínico tuve que recortar los testimonios de los
policías, porque cada uno pertenecía a un móvil distinto y
describía a quien tenía delante en función de su ubicación. Uno,
por ejemplo, decía: "Yo vi a una mujer vestida así y así"; otro
relataba lo mismo y yo, entonces, los ponía juntos. La gente de
la villa recuerda mucho de esa noche. Hay un muchacho que se
llama Cristian Vitale que publicó en La Maga un trabajo muy
bueno sobre la actitud de la gente de la villa, y algunos de sus
comentarios yo los reflejo en el libro. Los combatientes decían
"Soy del ERP" y la gente los ayudaba, les daba ropa para
cambiarse. Conozco una sola excepción: un vecino de cerca del
Puente de la Noria que denunció a un combatiente que estaba
herido. Cuando los compañeros fueron a rescatarlo no lo
encontraron: la policía ya se lo había llevado. Pero incluso a
ese militante delatado, la gente de la villa lo había protegido
a lo largo de toda la noche anterior. De todos los
personajes que surgieron en su investigación, de todo ese
universo que participó en la batalla de Monte Chingolo, ¿cuál
fue el que más le impresionó? –Silvia Gatto, la teniente
Inés: por su integridad como ser humano. Era madre de dos chicos
y acompañaba a su marido en todo. Cuando a él lo detuvieron ella
siguió adelante y se destacó en tareas de mucho riesgo. Al mismo
tiempo mantuvo una actitud amorosa con sus dos criaturas; nunca
perdió la sensibilidad que la había llevado a integrar una
organización que trataba de cambiar una realidad injusta.
¿Qué sensación tuvo al terminar ese libro?
–No tengo una respuesta impactante. Lo sentí como un deber
cumplido; sentí que había hecho lo que tenía que hacer. Conté,
mal o bien, la verdad de un suceso que estuvo oculto. Muchos
pretenden que la discusión sobre el tema está cerrada. A mí me
parece que todavía estamos muy lejos de eso. ¿Hay algún punto
en el que hoy se encuentren la música y aquella etapa de su
vida? –Son etapas muy diferentes, pero tienen puntos en
común. En Nicaragua venían guerrilleros a la base de la Cruz
Roja porque había una huelga de hambre de los trabajadores de la
salud. Hacían discusiones políticas y todo terminaba siempre
cantando. Un día pusieron el grabador y un campesino, un
guerrillero de la GPP sandinista –un indio con unos dedos
gordos–, empezó a tocar la guitarra y a cantar una canción que
hablaba de los pajaritos y las avecitas. El campesino las
imitaba. Me regalaron el casete y lo guardé. Más de una vez,
allá, en Rusia, hice obras para música de cámara basándome en
los temas que había recopilado con el grabador. ¿Lo defraudó
el reencuentro con quienes fueron sus compañeros? –No, de
ningún modo. Fue una alegría comprobar la integridad moral de
esa gente. Me enorgulleció haber compartido con ellos un
pedacito de esa historia. ¿Y ellos? ¿Los sorprende el
personaje que usted es? –No sé. Una vez se presentó un libro
de Daniel De Santis en Córdoba, en Luz y Fuerza, y fui para
contactarme con una persona importante que me iba a dar su
testimonio. Esa noche yo dirigía el Cascanueces en el Teatro
Libertador. Como me quedaban justo cuarenta minutos antes de que
empezara la función de ballet, me había ido con el frac. Con la
manía de la izquierda de citar a las siete y empezar a cualquier
hora, lo perdí. Pero él sí reparó en mí, por la ropa. Después,
cuando le explicaron, dijo: "¡Ah! ¿Así que era el pianista?"
Fuente: Pagina/12, 12/01/04
 Crónica
de una masacre anunciada
Comentario sobre
el libro "Monte Chingolo" "La mayor batalla de la guerrilla
argentina", de Gustavo
Plis-Sterenberg
El 23 de
diciembre de 1975, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)
emprendió la acción guerrillera de mayor envergadura de la
historia latinoamericana: el intento de copamiento del Batallón
de Arsenales 601 "Domingo Viejobueno", ubicado en la localidad
de Monte Chingolo, en el sur del gran Buenos Aires. El ERP tenía
un doble objetivo para llevar a cabo semejante operación, uno
político y el otro militar. El primero era retrasar el inminente
golpe de estado, mediante una acción que mostrara la debilidad
del Ejército ante la opinión pública. El segundo era apoderarse
de toneladas de armamento que en teoría se encontraban en los
arsenales del batallón. Sin embargo, un infiltrado del ejército
lo puso sobre aviso y los combatientes del ERP corrieron hacia
una trampa mortal. La masacre fue el puntapié inicial para el
derrumbe definitivo del ERP, que fue diezmado por el ejército en
los meses siguientes. Bien, si creen que les conté el argumento
del libro... es cierto. Sin embargo, no les cuento nada que no
se sepa ni tampoco afecto ni un ápice el interés del potencial
lector. ¿Por qué? Porque el autor hace aquí lo mismo que Gabriel
García Márquez con "Crónica de una muerte anunciada": arranca
por el final y entonces nos lleva, junto a los militantes del
ERP hacia ese final que nosotros conocemos, pero ellos no.
Confieso que hacía mucho que un libro no me llenaba tanto de
angustia como este. Su lectura me llenó los ojos de lágrimas por
momentos, me hizo dormir muy mal en otros, me desbordó de
desesperación y rabia en otros tantos. Y, por sobre todas las
cosas, me hizo preguntarme repetidas veces "por qué". Por qué el
ser humano puede llegar con tanta facilidad a tantos extremos.
Por qué puede ser tan altruista y por qué puede ser tan sádico.
Por qué puede ser tan inocente y por qué puede ser tan hijo de
puta. Por qué puede ser tan solidario y por qué puede estar tan
cargado de odio. Claro, todas esas preguntas quedan sin
respuesta. Aunque hay algo que queda sellado en mi cerebro:
nunca, jamás, una idea puede valer más que una vida humana.
¿Qué tiene este libro que lo hace indispensable por encima de
otros textos que tratan el tema? La respuesta es sencilla: la
manera en que está escrito. El autor reconstruye minuciosamente
la previa al ataque, el ataque en sí y sus consecuencias, pero
todo ese enorme trabajo no sería más que un encomiable esfuerzo
de investigación destinado a un manual sino fuera por lo otro,
por las voces. Porque el libro esta contado, casi en su
totalidad por los protagonistas de los hechos. Donde no son
ellos quienes los cuentan (no olvidemos que buena parte de ellos
están muertos o desaparecidos en el caso del ERP, o son reacios
-como mínimo- a hablar del tema, en el caso de los militares,
excepción hecha de los colimbas), Plis Sterenberg reconstruye
diálogos y situaciones a partir de innumerables testimonios
recogidos con paciencia china. Eso es lo que permite sentir
prácticamente que se está allí, que se conoce a esa gente. Uno
puede compartir sus temores, sus dudas y también su entusiasmo.
Y uno asiste, impotente y horrorizado, a su espantoso final. Y
también se llena de bronca, porque ya sabe que la cosa va a
terminar así.
El libro también dispara en el lector -más allá de que no hay dudas de
la simpatía del autor por el PRT/ERP- un durísimo
cuestionamiento hacia los líderes de ese movimiento. Porque
muchos de los miembros de Inteligencia ya sabían que había un
infiltrado, que ese infiltrado había entregado a tres de los
principales jefes guerrilleros, quienes conocían en detalle el
operativo, y que eran altísimas las posibilidades que el
Ejército supiera del ataque y que los estuviera esperando.
Cualquier tipo de lógica indicaba que había que suspender el
ataque, porque estaba destinado al fracaso. Y ese fracaso,
además, implicaba la muerte de decenas y decenas de compañeros.
Pero los mandos del ERP llevaron a cabo la operación de todas
maneras. ¿Por qué? A mi juicio, el ERP hizo gala una vez más de
aquello que lo marcó en todo momento: una sobreestimación de sus
fuerzas, errores estratégicos y una lectura equivocada de la
realidad. El PRT/ERP quiso trasladar a la Argentina la
Revolución Cubana con la pequeña diferencia de que Argentina no
es Cuba. Y eso se aplica a varios aspectos, entre los que se
cuentan las dimensiones del país (con lo que eso implica en
cuanto a logística, movilidad, etc. para desarrollar una guerra
de guerrillas), su composición social (el PRT/ERP insistió
siempre en la ignorancia del peronismo como fenómeno de masas
exclusivo -y excluyente-de nuestro país, un error que le costó
demasiado caro) y que el ejército argentino definitivamente no
era la banda de rejuntados que era el ejército de Batista. Es
decir, y hablando "en porteño", me parece perfecto si querés
hacer la Revolución, de hecho -a pesar de no compartir la
violencia política como método- las circunstancias
político-sociales que vivía el país desde el '66 en adelante
invitaban a soñar con una Revolución que cambiara todo y le
diera un poquito, aunque sea, de justicia e igualdad a la gente.
Pero si vas a hacer la Revolución, hacela bien. Y eso es lo que
nunca entendieron los capos del ERP (más allá que el grado de
pelotas que tenían Santucho, Ledesma, Menna y tantos otros está
fuera de discusión y era admitido hasta por sus enemigos),
quienes no quisieron ver que el pueblo no se iba a levantar en
armas jamás. Esto llevó a que se cometieran demasiadas errores,
siendo el más grosero de ellos el de Monte Chingolo.
Claro, esos errores, además costaron vidas. Y una porción
demasiado grande de esas vidas perdidas hacen todavía más
criticable la irresponsabilidad de los líderes del ERP. Porque
me podrán decir lo que quieran decir, pero un pibe de 18 años es
energía pura, está cargado de ideales, pero no sabe nada de la
vida, del valor de su propia vida, como para mandarlo a morir
por un compilado de ideas. Y porque no hay excusa, ni causa
válida para que minas embarazadas, o madres de chiquitos de dos
meses de vida, conviertan en huérfanos a sus hijos. ¿Querés
hacer la Revolución? Reclutá tipos de 25 años para arriba,
entrenalos, equipalos (otro error del ERP, nunca quiso comprarle
armas a los soviéticos y por eso muchos de sus combatientes
estaban armados con poco más que matagatos) y que vayan a
combatir. Pero no pendejos, no madres. Algunos testimonios del
libro, en ese sentido, me revolvieron las tripas y me hicieron
pensar de aquel que testimoniaba: "Todo bien, chabón. Pero sos
un pelotudo. Estás enfermo de fanatismo". El marido de Silvia
Gatto, madre de dos hijos que terminó literalmente desmembrada
por una bomba de mortero la recuerda como "un cuadro político
muy entusiasta (...), ella era un ejemplo de las virtudes del
PRT (...)". Lees eso y decís: "¿Me estás jodiendo chabón? ¿Un
cuadro político? ¿Ese es tu recuerdo de la madre de tus hijos?
¿Tamaña pelotudez les vas a contar cuando te preguten por
ella?". O, más adelante, cuando otro combatiente recuerda que en
su grupo había varios adolescentes, y lo entusiasmados que
estaban antes de ir a combatir, y lo lindo que era verles las
caritas mientras cantaban la marcha del ERP. Y tambien ahí, es
imposible no pensar que el que está hablando es un enfermo...
Pero, por otra parte, es imposible no admirar el valor y la
convicción de los combatientes del ERP. O acompañarlos,
comprenderlos, empatizar con ellos cuando se reproducen sus
charlas, esas charlas exentas de la verborragia partidaria y
llenas de pasión por sus ideales, de solidaridad con aquellos
que la necesitaban. Y es imposible también no llenarse de
náuseas ante la cobardía, la hideputez y el sadismo del
ejército, de ese ejército que "no era el de San Martín" como
dijo uno de los padres de los caídos. Cobardía porque -como
hicieron en Malvinas- los que fueron al matadero fueron los
colimbas (de las cuatro bajas del ejército, tres fueron colimbas
y uno fue un sargento), pibitos que -como los del ERP- casi no
entendían ni lo que estaban haciendo, y que -a diferencia de los
del ERP- ni siquiera querían estar allí. Hideputez porque
ejecutaron a los heridos y a los que se rendían, y porque
salieron a masacrar sin ton ni son a la gente de la villa
lindante por el hecho de estar ahí al lado y de haber
"colaborado con los extremistas". Sadismo porque, a diferencia
de lo que el ERP hacía con sus prisioneros, los milicos los
torturaron de las maneras más atroces, los mataron de las
maneras más espantosas y, no contentos con eso, asesinaron a los
familiares. Un compilado de cobardes hijos de puta que
probablemente solo conseguían tener una erección matando a
culatazos a una mina embarazada o aplastando heridos con una
tanqueta. Todo justificado por un compilado de ideas y el odio
que ellas generan...
Este libro no es un libro más, es de esos que te dejan hecho un moño, en
carne viva. Pero es necesario, es indispensable para entender
qué caminos hay que evitar recorrer, siempre. Es crucial para
desmitificar la épica de la violencia y para comprender que ésta
no puede ser solución nunca, porque solo genera muertes sin
sentido. Y que, como dije antes, una idea -cualquiera sea su
signo- nunca puede valer más que la vida de un ser humano.
Nunca.
Fuente: http://ar.livra.com |
Puede adquirir
el libro en
Librería Santa Fe

Entrevistas
a Gustavo Plis-Sterenberg
"Monte
Chingolo sólo se explica desde la desesperación política"
Por Carlos
Torrengo
Gustavo Plis-Sterenberg es pianista y diplomado en
Composición y Dirección Sinfónica y de Opera en el Conservatorio
Rimsky-Korsackov de San Petersburgo, Rusia, país donde reside
desde hace años. Y en Argentina acaba de publicar "Monte
Chingolo, la mayor batalla de la guerrilla argentina", libro
excepcional.
"Bajo la presión de una política de exterminio, el PRT-ERP se olvidó de
la política y del debate crítico"
Dónde estuvo usted,
desde dónde vio lo hecho y sucedido con el ERP? - Disculpe,
de eso no voy hablar. Es un tema muy íntimo.
-Esta bien,
lo imagino. Pero tengo la impresión de que el libro se explica
vía una catarsis muy bloqueada de cuestiones que usted sabrá,
una cosa así como sacarse de encima algo de una vez y por
todas... - Sí, me saqué de encima un peso. Fue muy difícil
escribirlo, fue duro traer aquellos hechos al papel. Pero me
alentaba una necesidad: explicar el por qué de la militancia, de
tanta entrega, tan total. Era necesario contar por qué tanta
gente joven y no tanto, de extracciones sociales, culturales,
etc., tan distintas, habían tomado las armas. Algo complejo de
comprender hoy, ante la frivolidad, la ligereza, la
superficialidad conque se vive. Además me alentó el silencio que
hay sobre el PRT-ERP, un intento de toma del poder desde lo
político-militar muy significativo, una fuerza que tuvo 100 mil
ejemplares diarios con "El Mundo", tirada semanal de 25 mil con
"Estrella Roja" , "El Combatiente"
con 20 mil.
- ¿Qué lecturas hace usted de esas tiradas?
- Inserción en la distintas franjas de los
argentinos. De todo esto nace mi libro. Además, tenía
necesidad de explicar cómo había sido Monte Chingolo. La
historia de esa batalla se reduce a una palabra: Terrorismo.
¿Pero cómo se explica que ante toda la maquinaria militar,
un pequeño grupo guerrillero tuvo el respaldo de la gente
humilde que vivía cerca del cuartel? Gente que pagó con
sangre y persecución ese respaldo...

Monte Chingolo, el día después
Los prisioneros del ataque a Monte
Chingolo
A 24 AÑOS DEL INTENTO DE
COPAMIENTO DEL ERP SE REVELA QUE HUBO
SOBREVIVIENTES
Oficialmente, no hubo
prisioneros ni heridos en el combate de esa
Navidad de 1975, que dejó la redonda cifra
de 100 muertos. Pero un parte militar revela
que el Ejército “tomó y transportó
detenidos”, que luego desaparecieron.
Por Eduardo Tagliaferro
El 23 de
diciembre de 1975, el Ejército
Revolucionario del Pueblo fracasaba en el
intento de copamiento del Batallón de
Arsenales 601 Domingo Viejobueno. La acción
arrojó el mayor número de bajas en la
historia de la guerrilla argentina. Tras la
acción, el Ejército no informó de
detenciones dentro de la unidad militar.
Veinticuatro años después del hecho, el 6 de
marzo de 1999, el general Ernesto Bossi,
retirado hace pocas semanas de la secretaría
general de fuerza, respondió a una solicitud
de la Subsecretaría de Derechos Humanos
asegurando que no quedaban constancias del
hecho en los archivos de la institución. El
propio jefe del Ejército, general Martín
Balza, sostuvo en su despedida que quedaba
aún pendiente la deuda contraída con la
sociedad acerca del esclarecimiento de lo
sucedido en la lucha contra la guerrilla.
Una deuda imposible de saldar –dijo– a causa
de la orden de destrucción de pruebas
impartida por Cristino Nicolaides, último
jefe del Ejército durante la dictadura. Sin
embargo, Página/12 tuvo acceso exclusivo al
expediente 23.849 que contiene los partes
elaborados la noche del copamiento por el
personal afectado a la represión. Dichos
partes fueron elevados al juez militar que
intervino en la instrucción. En ellos se da
cuenta de la captura y traslado de
guerrilleros apresados con vida. El sumario
militar iniciado por el ataque a Monte
Chingolo forma parte de un expediente que se
sustancia en la Subsecretaría de Derechos
Humanos, y fue presentado junto a un escrito
por Federico Bledel, hijo de Mónica Silvia
Lafuente, identificada como una de las
personas muertas en el intento de copamiento
a la unidad militar. En su escrito, además
de acompañar documentación, Bledel requiere
de la entonces subsecretaria, Inés Pérez
Suárez, que libre un oficio al Consejo
Supremo de las Fuerzas Armadas o al Consejo
de Guerra Estable para que envíe copia
certificada del legajo militar. Fuentes
cercanas a la investigación señalaron a
Página/12 que la identificación de estas dos
reparticiones militares no fue una
casualidad, sino la presunción de que el
original del legajo que el Ejército dice no
tener y que este diario transcribe en la
edición de hoy podría encontrarse
precisamente en esos despachos. El
expediente militar contiene un anexo
titulado “Actividades y Acontecimientos”; en
él las fuerzas represivas realizan un relato
minucioso del combate. A las 3.30 de la
madrugada del 24 de diciembre, siete horas
después de comenzado el ataque al Batallón
de Arsenales y cuando el enfrentamiento
había finalizado, el escribiente militar
detalla que “el Capitán Lazzarano con cinco
vehículos marcha a transportar detenidos,
custodiados por la fracción al mando del
Teniente Silvani”. Media hora más tarde se
detalla que “regresa la columna con los
detenidos”. A partir de este momento, el
registro sólo refleja los preparativos
efectuados para recibir la visita del
Comandante de la fuerza, general Jorge
Videla. Las horas más dramáticas habían
quedado atrás: a las 21 del 23 de diciembre
se había puntualizado que “...es herido el
soldado conscripto Bustos por un extremista
herido que es eliminado”.“Parecía Vietnam”
El copamiento del Batallón de Arsenales 601,
ubicado en Monte Chingolo, frente a una
abigarrada villa de emergencia, había sido
pensado por el ERP como una de las más
ambiciosas operaciones militares realizadas
por la insurgencia en América latina. La
mayor en territorio urbano. El operativo
guerrillero se puso en marcha sobre las
19.40 del 23 de diciembre y movilizó a 300
militantes. El grueso, destacado en los
puentes que rodeaban la zona con el objetivo
de cortar las comunicaciones y evitar la
llegada de tropas de refuerzo. Ese era, para
los guerrilleros, el primer gran cerco. “El
ERP tenía información de que en ese Batallón
se almacenaba una cantidad significativa de
pertrechos bélicos. Por otra parte, no había
en la unidad militar tropas de combate
importantes”, relató a este diario Luis
Mattini, en ese entonces miembro del Buró
Político del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (que controlaba políticamente
al ERP) y secretario general del mismo tras
la muerte del fundador y comandante del
PRT-ERP Mario Roberto Santucho. “El objetivo
–continúa Mattini– era recuperar una
cantidad importante de armamentos para
fortalecer la guerrilla instalada en Tucumán
y, a la vez, producir un golpe de efecto que
disuadiera o postergara la inminente
intervención militar. Eran toneladas de
armas y se habían dispuesto seis camiones
para trasladarlas.” La acción había
comenzado a planificarse en agosto del ’75
con la idea de llevarlo a cabo cerca de las
fiestas de fin de año, apostando a la lógica
relajación de la disciplina militar. Un mes
antes, el cordobés Juan Ledesma, “Pedro”, el
más hábil de los estrategas militares y uno
de los cuadros de mayor jerarquía del ERP,
había caído y con él todo el equipo de
Logística. “Pedro –recuerda Mattini– reunía
dos condiciones: era valiente y tenía
talento.” Pedro había sido designado para
comandar el ataque al Batallón de Arsenales
y su captura y posterior desaparición
hicieron pensar en suspender los planes.
Domingo Mena sustentó sin mucho ahínco esa
opinión, que fue apoyada por Mattini y
rebatida por el resto del Buró. Quedaba así
por decidir quién reemplazaba a Pedro en el
mando. Desde hacía tiempo se había resuelto
que Santucho –el otro hombre de gran
experiencia militar– no participara de
manera directa en las operaciones. Enrique
Gorriarán Merlo se encontraba sancionado. La
designación recayó en Benito Urteaga, alias
“Mariano”, uno de los cinco miembros de la
dirección. Según Mattini, el comando táctico
liderado por Benito Urteaga se encontraba en
una casa cercana al arsenal y cada quince
minutos informaba telefónicamente a sus
compañeros del Buro Político que se
encontraban en la localidad bonaerense de
San Martín. “A la una de la mañana del 24 de
diciembre, Urteaga pierde el contacto con la
mayor parte de las unidades que estaban
combatiendo dentro del Batallón de
Arsenales”, sostiene. De los setenta
combatientes que participaban de manera
directa en la toma del cuartel, treinta y
cinco formaron la avanzada encargada de
violentar el portón de entrada embistiéndolo
con un pesado camión azul. No lograron
derribarlo, pero ingresaron por la hendija
que había producido el choque del camión y
también por diversos puntos de la unidad
militar. Los recibió el fuego de la
ametralladora pesada que estaba, como
esperándolos, en el puesto de guardia con el
ametralladorista y, cosa extraña para un día
cualquiera, con el servidor de la
ametralladora. Allí se produjeron las
primeras bajas del ERP en la fallida
operación militar. Una segunda oleada de
ataque permitió a los guerrilleros ingresar
al interior de la guarnición. La dirección
del ERP ignoraba todavía que Jesús “El Oso”
Ranier, un confidente del SIE (Servicio de
Inteligencia del Ejército) que se había
hecho pasar por militante del peronismo
había informado de los preparativos de la
acción. Los militares estaban alertados y
habían montado un contracerco, un anillo
alrededor del cuartel que convertía en
inútiles a los grupos de contención
emplazados por la guerrilla en los puentes.
Es más, el Ejército había logrado engañar a
sus atacantes con falsas señales de
debilitamiento de sus controles. El factor
sorpresa, decisivo para el éxito de la
operación, había cambiado de mano. El
batallón y la villa se transformaron en un
infierno de tiros, explosiones y luces.
Helicópteros artillados iluminaban el área
con reflectores. “Parecía Vietnam”, dijo un
cronista que cubrió los sucesos. Los
habitantes de la villa aún recuerdan la
noche de lo que se iba a dar en llamar “el
copamiento de Monte Chingolo”. La historia
oficial Al día siguiente los diarios
consignaron 50 muertos en la operación. Dos
días más tarde, hablaban de 100. El Ejército
batió la villa buscando prófugos. Las
teorías tradicionales todavía calculaban
cuatro heridos por cada muerto, una regla de
tres simple que suele reflejarse en todos
los partes de batalla. Sin embargo, la
versión oficial no reconoció ni heridos ni
detenidos, como en cambio sí lo indica el
sumario militar al que Página/12 tuvo
acceso. El propio general Oscar Gallino,
comandante de la represión en el Batallón
601, había reconocido en febrero de 1991 a
la revista Todo es Historia que hubo
detenidos dentro del regimiento. –¿Usted
estuvo en contacto con detenidos?
–se le preguntó. – No, no tuve oportunidad de hablar porque las unidades
de Inteligencia del Ejército, o del primer
cuerpo que actuaba en esa ocasión, hicieron
su trabajo –respondió Gallino. –¿De
modo que quedaron a disposición de ellos?
–Los detenidos, sí –concluyó el general.
A los pocos días los familiares de los
guerrilleros muertos recibieron sólo una
parte de los cuerpos: las manos. Algunos de
ellos suponen que sus cadáveres están en las
fosas comunes encontradas en el Cementerio
de Avellaneda. (Página/12, 1999) |
- Pero quien lee con reflexión su libro percibe si no
desprecio, al menos cierto acritud para con Montoneros, casi
como diciendo "el PRT-ERP también cuenta". - Es correcto.
Salí al cruce de una idea muy pregonada cuando se recuerda y
hace la historia de aquellos días: que Montoneros eran los
únicos que habían desafiado al sistema y resistido al poder
militar.
- De lo publicado hasta hoy, de la tradición
oral sobre todo aquel tiempo, se puede llegar a concluir que
el PRT-ERP era, desde lo ideológico, el enemigo más duro del
sistema. ¿Es así? - Por algo el ejército, la mayor fuerza
armada del país, se dedicó al PRT-ERP y lo exterminó. Muy
poca gente de esas estructuras logró sobrevivir. Cosa que no
hizo la Armada, que se dedicó a Montoneros y que negoció con
centenares de militantes y jefes de esa organización.
Massera se reunió con Firmenich en Europa y muchos
montoneros se sumaron a los proyectos políticos de Massera.
Esa relación era impensable entre Videla y Roberto Santucho.
Campo de Mayo fue el lugar donde se exterminó al PRT-ERP,
los que sobrevivieron eran porque habían sido detenidos por
equivocación. Es más, la única militante del PRT que salió
con vida de ese lugar fue la hija de un pastor
norteamericano, que zafó gracias a la intervención del
entonces presidente Gerald Ford.
- ¿Se puede inferir
que hubo distinta fiereza en la aplicación de la tortura
según si era PRT-ERP o Montoneros? - La tortura se aplicó
con distintos grados de ferocidad sin mayor elección, algo
que tenía que ver incluso con el capricho de los
torturadores.
- "Y más duele recordarla", dice un
personaje de Malraux. - Sí, sí... por eso a quien ha sido
torturado generalmente no se le pregunta sobre el tema si es
que el tema no lo instala él... Pero en cuanto a la
pregunta, lo concreto es que para el PRT-ERP, la tortura
siempre, inexorablemente siempre, fue un paso previo, ya
decidido por la represión: el asesinato. Obtención de
información, seguir torturando por venganza o lo que fuere y
luego la muerte. En relación con Montoneros, esto no fue tan
así... Por algo sobrevivieron tantos militantes y
colaboradores de la organización. Es una realidad. Y mucha
de la infiltración que hicieron los servicios de
inteligencia sobre el PRT-ERP, se logró mediante gente de
Montoneros y otras organizaciones armadas peronistas.
- Santucho llega muerto a Campo de Mayo y hay injurias a su
cuerpo ya muerto, algo muy ancestral en la historia del
continente. A Tupac Amaru y toda su familia los descuartizan
y tiran sus restos en distintos puntos del imperio. En El
Salvador, el mayor D’Abuisson coleccionaba, en tarros,
testículos de guerrilleros... década del ’80. A Eden
Spadafora lo asesinan, le cortan la cabeza y se la envían de
regalo a Noriega en una bandeja. Y aunque usted dice lo
contrario en su libro, la historia oficial dice que el ERP
estrangula, mientras está preso, al teniente coronel
Ibarzabal. - Eso dice la dictadura, pero no fue así.
Muere el 20 de noviembre en la intersección de San Martín y
Donato Alvarez, San Francisco Solano, mientras el ERP lo
trasladaba y la policía intercepta la columna y ametralla la
camioneta en la que iba Ibarazábal. El ERP mató, sí, pero
jamás torturó.
- Pero ejerció presión psicológica .
El caso del "Oso" Ranier infiltrado del ejército en el ERP
lo demuestra. - Es cierto y en el libro está bien
explícito. Era un infiltrado que durante varios años entregó
información que llevó a la muerte a más de 120 miembros del
PRT-ERP. Además, vendió operativos, Monte Chingolo por caso.
El ERP lo juzgó y ejecutó con una inyección. Pero volvamos a
la pregunta sobre el por qué de injurias a un cadáver. Creo
que con eso se expresa odio, tanto como para agraviar más
allá de la muerte, excluir más allá de lo que ya está
excluido en un primer acto de violencia que conduce a la
muerte.
- ¿Una cuestión pulsional? - Sí, pero que
se funda en odios de clase, raciales, dictados de venganza,
etc. Lo sucedido con el cadáver de Santucho define
claramente ese tipo de conductas. Lo expusieron en el campo
de concentración de Campo de Mayo y lo orinaron... Miembros
del ejército desfilaban delante del cuerpo y lo orinaban. Es
más, convocaron a agregados militares de distintas
potencias, entre ellos el de EE.UU., para mostrarlo. Luego
lo desaparecieron.
- ¿Qué era Santucho en el ’75?
¿Por qué insiste en atacar Monte Chingolo cuando sabe que la
operación está filtrada? ¿Por qué no escucha las dudas que
sobre la operación le manifiestan horas antes del ataque los
que van a ir al frente? En el libro usted dice que hasta la
"madame" de un prostíbulo cercano al regimiento sabía del
ataque. María Seoane señala en "Todo o nada" que en
diciembre del ’75, Santucho le confiesa a uno de sus
hermanos que la guerrilla está liquidada. En Italia, hace
muchos años, ese mismo hermano me dijo a mí que el
desmoronamiento se denunciaba día a día en cada jornada del
segundo semestre del ’75. Sin embargo, Santucho se larga
sobre Monte Chingolo. - ¡Ah, tamaña pregunta! Yo le doy
mi interpretación. Después de las grandes movilizaciones de
junio /julio del ’75 que provocó el Rodrigazo, se agudiza en
el gobierno de Isabel su debacle. Se va López Rega, cuestión
pedida también desde adentro y fuera del bloque en el poder.
Todo ese período esta marcado por un alza muy significativo
de auge de masas y de inserción del PRT-ERP en ese proceso,
que como contrapartida tiene un endurecimiento brutal de la
represión. En esos meses el PRT-ERP pierde muchos cuadros
experimentados, con formación de años, muy valiosos y se los
remplazaba con jóvenes con toda la formación por delante.
- ¿Son los días en que cae Ledesma? - Sí, sí, el segundo
del ERP, y cae con el grueso del aparato logístico de Buenos
Aires, una pérdida que caló muy hondo y así el PRT-ERP queda
incrustado en una situación signada por el alza del auge de
masas, represión y disminución del auge de masas. Inversión
del fenómeno. Entonces, el PRT-ERP se fue descolgando de la
realidad.
- ¿Se cae en el vanguardismo? -
Vanguardia, aislamiento de todo aquello que los nutría de
sentido, en el libro yo hablo de reflujo de la clase obrera
en la cual el PRT-ERP tenía muy buena instalación. Y así se
marcha rumbo a la "fuga hacia adelante"
- ¿Un acto de
desesperación política? - Terrible, pero sí. Un tema muy
crudo, mucha sangre.
- Se cae en el militarismo. - Sucede que los éxitos
militares de Villa María y San Lorenzo alentaron en los
hechos el accionar militar del ERP. Se fue independizando de
las necesidades políticas de la organización, formas que
hacían a cómo enmarcar la lucha en el campo político. Se
quedó sin política y todo devino en una guerra de aparatos.
Se quedó "por delante", en un cuadro de situación que no se
interpreta correctamente .
- ¿Y en ese marco nace ir
sobre Monte Chingolo? Es increíble. - Pero es la
realidad. En su desesperación política, Santucho quería
mediante una acción militar de envergadura, contundente,
revertir el cuadro de situación, plantear un nuevo escenario
político, pero se fue donde se fue...
- ¿Cómo era
Santucho personalmente? - Un ser cálido, hablaba suave,
le gustaba cocinar. En las reuniones del buró del PRT
siempre cocinaba recetas que decía haber aprendido en el
monte tucumano. De pibe le dolía la injusticia, la pobreza.
- ¿Cuál fue el mejor momento político del PRT? - Cuando
no se olvidó de la política, cuando la política iba por
delante. O sea cuando tenía frente sindical, estudiantil,
militar, que era el ERP e incluso tenía frente legal. Y
todos esos frentes actuaban en base a las normativas
políticas que elaboraba la dirección del PRT.
-
¿Nadie ya, desde adentro o afuera de la estructura, les
advirtió de la desviación hacia la que se deslizaban? -
Sí, pero bajo una represión que buscaba el exterminio, no se
podía mantener una dinámica de debate democrático ni
autocrítico. El PRT cayó en un verticalismo feroz.
-
¿Puede afirmarse que al hacer usted en su libro de la
militancia un objeto de larga reflexión, desde esta
perspectiva se sintetiza lo que usted busca en ese tramo de
"Reportaje al pie del patíbulo", donde Fucik escribe la
noche antes que lo maten los nazis:"He vivido por la
alegría, por la alegría fui al combate y por la alegría
muero", reflexión que rescata Silvia Gattó en carta a su
compañero. Luego muere en Monte Chingolo... - Sí, es
así... Silvia Gattó era "Ines" y la carta me la mostró su
compañero, hace pocos años. También la carta que les esribió
a sus hijos, muy chiquitos.
- Impresiona la dulzura
que expresa la cara de Inés que usted publica... - Sí,
doloroso.
- Fue doloroso escribir el libro. - No
alcanzan las palabras para definirlo.
www.rionegro.com.ar, febrero 2005
Del ERP a la filarmónica de San
Petersburgo, una vida de novela
Autor de una
minuciosa investigación sobre la guerrilla, vive en Rusia
desde los 80. Fue becado por los soviéticos y colaboró con
el maestro Rostropovich.
Por Daniel Gutman
Alguien se imagina al célebre chelista y director de
orquesta ruso Mstislav Rostropovich interesado en un libro
sobre el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
al Batallón de Monte Chingolo de la Navidad de 1975? Créase
o no, Rostropovich ya le pidió especialmente un ejemplar
autografiado al autor de ese libro, que acaba de publicarse
en la Argentina.
El misterio de la anécdota se
esconde justamente detrás del autor de Monte Chingolo. La
mayor batalla de la guerrilla argentina, una investigación
de más de 400 páginas que recoge entrevistas en la Argentina
y varios países de Europa. Ex miembro del frente estudiantil
del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que
tenía en el ERP a su brazo armado, Gustavo Plis-Sterenberg
es director de orquesta y ha desarrollado una exitosa
carrera en Rusia, donde vive desde los 80. Allí ha sido
asistente de Rostropovich y hoy es uno de los seis
directores permanentes del prestigioso teatro Mariinsky (ex
Kirov), de San Petersburgo.
Plis, que está de visita
en Buenos Aires y el domingo 14 dirigirá a la Orquesta
Sinfónica de Bahía Blanca, cuenta que se crió en Caballito
en una familia de clase media. A los 8 años empezó a
estudiar piano y en 1974, a los 18, ingresó a la Facultad de
Medicina y se unió al PRT. Allí, dice, sus actividades no
pasaban de repartir las publicaciones de la organización o
de participar en campañas financieras.
"En esa época
practicaba karate y después de los entrenamientos les pasaba
a mis compañeros las revistas Estrella Roja y
El Combatiente", recuerda. Y de Monte Chingolo se enteró
por los diarios. "Yo era un perejil".
En 1979, como
estudiante avanzado de medicina, Plis fue socorrista de la
Cruz Roja en Nicaragua, durante la guerra civil contra el
dictador Anastasio Somoza. Con inocultables simpatías por la
guerrilla de izquierda, a pesar de su supuesto rol neutral,
Plis dice que estuvo a punto de ser fusilado por el
somocismo —cuando escondió en su ambulancia a dos
sandinistas— y debió huir antes del triunfo de la
revolución.
De regreso en la Argentina, dejó la
carrera de medicina cuando le faltaba un año para recibirse
y colaboró con organismos de derechos humanos en tiempos de
represión y clandestinidad. En 1983, con la vuelta de la
democracia, cuenta que sintió que había cumplido una etapa y
abandonó la política para dedicarse definitivamente a la
música.
Fue en 1986, mientras estudiaba en el conservatorio nacional y vivía de
dar clases de piano, cuando ocurrió el hecho que le cambió
la vida: una comisión de maestros rusos enviada a pescar
talentos lo detectó y la Unión Soviética le ofreció becarlo
por 5 años para estudiar composición y dirección sinfónica.
En San Petersburgo (que entonces era Leningrado) vivió la
dramática caída del comunismo: "Tengo de recuerdo los
talones que daba el gobierno para comprar mensualmente un
jabón, un kilo de harina y un kilo de arroz. Pero en los
negocios no había casi nada. Con 30 grados bajo cero, yo
hacía cola desde las 4 de la mañana para buscar comida. La
mitad de los becarios extranjeros se fueron, pero yo me
quedé".
Tanto se quedó Plis que hoy sigue viviendo en
San Petersburgo, la antigua capital de la Rusia zarista, con
su segunda esposa y su hijo de un año. A falta de otra
referencia de la lejana Argentina, muchos en la ciudad lo
llaman Maradona.
"Los rusos parecen muy hostiles.
Pero cuando uno supera la barrera idiomática, como hice yo,
se da cuenta de que son cálidos. Yo ya tengo mi vida allá e
imagino que ya no voy a volver", explica Plis, que tiene en
Buenos Aires a su hijo mayor.
"En la Argentina
—enfatiza— no hubiera podido desarrollarme de la misma
manera. No sólo porque la formación que tuve en Rusia fue
muy superior, sino porque aquí hay un grupo que se adueñó de
los puestos y no deja que crezcan los jóvenes. En el Colón,
por ejemplo, no quieren nuevos directores".
¿Qué
motivó al exitoso director, después de haber actuado en el
Bolshoi de Moscú y en el Covent Garden de Londres, a
escribir sobre el ERP? "En uno de mis viajes a la Argentina
—cuenta— busqué a quien era mi responsable en el PRT y me
contacté con ex compañeros. Un día, escuchándolos, pensé que
esos testimonios no debían perderse y empecé a grabarlos,
sin saber bien para qué. Quería escribir sobre las
motivaciones de tantos jóvenes que en aquella época tomaron
las armas. Ninguno de nosotros teníamos experiencia política
porque habíamos crecido bajo una dictadura que generó las
condiciones para la lucha armada. La democracia sólo volvió
en el 73, con Cámpora, y entonces el ERP cometió el grave
error de no guardar las armas".
Finalmente, el
director decidió centrarse en Monte Chingolo: "A fines de
1975 el golpe militar ya tenía amplio consenso entre los
políticos y el ataque del ERP al batallón fue, mal o bien,
el último intento de frenarlo"
Fuente: Clarin,
06/12/03 | Puede adquirir el libro
en
Librería Santa Fe

Las
tumbas de Monte Chingolo, reveladas treinta años después
Por primera vez, se conocieron las actas donde figuran 49
personas sepultadas. Es en una fosa común, en Avellaneda.
Hasta ahora se creía que había unas 20.
Por Enrique
Arrosagaray
Treinta años y un mes después del combate de
Monte Chingolo aparecieron planos y certificados que arrojan
luz sobre ese episodio sangriento: cómo fueron enterrados en
una fosa común del cementerio de Avellaneda 49 cuerpos de
guerrilleros guevaristas del Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP), según documentos inéditos a los que accedió
Clarín.
En la tarde del 23 de Diciembre de 1975, un
comando del ERP intentó copar el Depósito de Arsenales
"Domingo Viejobueno", en Monte Chingolo. La operación había
sido delatada por un espía del ejército infiltrado en el
ERP, llamado Jesús Ranier. Algunos sectores especularon que
a los militares que ya estaban preparando el golpe contra
Isabel Perón no les convenía abortar ese ataque para
propiciar un clima de caos que justificara el golpe y
también para asestar un golpe mortal a la guerrilla
guevarista.
Lo
que ocurrió dentro del cuartel, ubicado en un borde del
municipio de Lanús que linda a modo de "tres fronteras" con
Quilmes y Avellaneda, fue contado por varios testigos además
de existir una causa judicial —la 820.902/75— sobre los
hechos. Oficialmente hubo seis militares muertos. En cuanto
a los muertos civiles, se estimó cerca de un centenar. Poco
se supo del destino de los guerrilleros desaparecidos dentro
del cuartel. En una placa colocada en la fosa común del
cementerio de Avellaneda, figuran algo menos de 20 nombres.
Los memoriosos recuerdan que los cuerpos de los guerrilleros
fueron puestos en hilera sobre el asfalto de una calle
interna del cementerio, que ya no existe, pero que
desembocaba en la Morgue. Antiguos obreros del cementerio,
recuerdan los cadáveres, todos desnudos, con un número
pintado sobre la piel del pecho y algunos con las manos
cortadas. Más allá de los recuerdos, los documentos más
interesantes los han dejado un oficial de policía y algunos
médicos. El Oficial Inspector Jorge Arnaldo Lino firmó un
plano confeccionado en ese momento, que indica quiénes,
dónde y cómo fueron enterrados 49 civiles del ERP.
El
lugar —dentro del Cementerio de Avellaneda— Lino lo informa
a partir de dejar escrito "paredón trasero del cementerio"
en un borde del plano. Luego coloca un número de orden de
sepultura, del 1 al 49. Luego, en pequeños rectángulos, un
número que tiene que ser el pintado en cada pecho y la
definición del sexo, y finalmente, por fuera del rectángulo,
la mayoría de los apellidos. Quedan así dos hileras o
"tablones", la más larga junto al paredón, con 30 cuerpos, y
una segunda hilera, delante de la primera, con 19 cuerpos.
La fosa común que contiene esos cuerpos, hoy delimitada con
un muro bajo de adoquines, mantiene esa curva que indica dos
"tablones".
En estos archivos, también se pudieron
ubicar algunas "licencias de inhumación" extendidas por la
segunda jefa de la Delegación Quilmes Oeste Seccional 4ø del
Registro de las Personas bonaerense, Francisca de Satti. En
estas licencias hay varios asuntos interesantes. Por un
lado, fueron extendidas casi un mes después de los hechos
—entre el 21 y el 23 de enero de 1975— y "al solo efecto de
dar sepultura" a esos restos humanos. Esto explica algún
recuerdo aislado que dice que los cuerpos estaban en
avanzado estado de descomposición.
Además, aparecen
los nombres de médicos que extendieron los certificados de
fallecimiento: Orestes Marchione, Jorge Pedemonte, Roberto
Pasquale y José Albisu, quien se desempeñó como jefe del
Departamento de Sanidad de la Policía. Pasquale habría sido
revisor de cuentas de la Sociedad de Cancerología de La
Plata. Al parecer, estos profesionales se cuidaron de no
asentar que las causas de las muertes fueron por
acribillamiento. Sólo dejaron asentado que las muertes
fueron a causa de "hemorragia interna aguda" o "hemorragia
cerebral" o "fractura de base de cráneo".
Lo cierto
es que la represión posterior fue tan feroz que no quedaron
heridos ni detenidos. Acercarse a estos papeles hace que
cobre sentido el testimonio que hiciera un soldado
conscripto, asistente de un alto oficial, que participó de
aquellos hechos. Contó que en la noche siguiente al ataque
"llevaron a un galpón a varios detenidos, los pusieron en
hilera y los fusilaron. Yo vomité hasta lo que no había
comido".
Los nombres, tablón por tablón (ver
imagen)
Los apellidos que aparecen en el gráfico
de esta página son los siguientes:
En el primer
tablón, Islas, Tauil, Liendo, Spoturno, De la Fuché,
Rinaldi, San Martín, Correa.
En el segundo tablón
aparecen los apellidos Lorenzo, Mastrogionnardi, Vázquez,
Tisminnetk, Valencia, Rivas, Stegmayer, Schottenfeld,
Barbato, Sánchez, Salvador, Belduz, Enatarriaga, Finochiaro,
Menéndez, Mosquera, Melgarejo, Escobar, Machado, Lasorba,
Blanco, Boca, Orlando B. Fabián, Monzón, Stanley, González,
Mensi y García.
En este listado no aparece, por
ejemplo, el nombre de una mujer, Aída Bruschtein, aunque se
sabe que está allí; además se sabe que hay algunos apellidos
mal escritos, como el de Belluz.
Víctimas militares
y conscriptos
Durante el ataque que efectuaron
miembros del ERP al Batallón de Arsenales 601, "Domingo
Viejobueno", en Monte Chingolo, murieron además tres
militares y tres conscriptos: el Capitán Luis María
Tetruzzi; el teniente primero José Luis Espinassi; el
sargento ayudante Roque Cisterna; y los soldados Roberto
Caballero, Benito Ruffolo, y Raúl Sessa.
Fuente:
Clarín 2005
24
de diciembre de 2006
Homenaje
a los caídos en la acción de Monte Chingolo
A 31 años del
fallido intento de copamiento del batallón de Monte
Chingolo, diferentes agrupaciones recordaron a los
combatientes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
que murieron en esa acción.
La cita era a las 15.30
en el frente de lo que había sido el Depósito de Arsenales
domingo Viejobueno en Monte Chingolo. Poco a poco, el frente
de lo que hoy es el Parque Industrial Tecnológico de Quilmes
se fue poblando de banderas.
Así fueron llegando las
distintas agrupaciones que adherían a la convocatoria del
Partido Revolucionario de los Trabajares (PRT) Santucho.
Entre las organizaciones que se hicieron presentes en la
conmemoración estuvieron el FTC M-29, Quebracho, el
Movimiento de los Trabajadores Santucho, las Organizaciones
Libres del Pueblo (OLP), el Movimiento Independiente de
Desocupados organizados (MIDO), la agrupación Martín Fierro
y la CTD Aníbal Verón.
Las personas que llegaron
hasta la intersección de Camino General Belgrano y Los Andes
tuvieron como objetivo recordar a los militantes del ERP que
cayeron hace 31 años en aquel lugar cuando intentaron
asaltar el batallón para extraer armamentos, con los que
podrían llevar a cabo diferentes acciones guerrilleras. Con
ese aprovisionamiento, se pretendía armar a las compañías y
conformar un batallón de monte en Tucumán. "Esto habría
significado multiplicar por quince el poder de fuego de las
fuerzas revolucionarias", aseguró Daniel De Santis.
De
Santis, quien era militante del PRT y participó en una de
las contenciones realizadas ese 23 de diciembre, sostuvo que
con las críticas que se le efectúan al intento de asalto del
Depósito de Arsenales 601 se entierra la "acción más
heroica, más audaz, más decidida y más importante que
llevaron adelante las fuerzas revolucionarias en los años
70".
"Por primera vez se planteaba en nuestra patria
la posibilidad de una revolución hecha por los trabajadores
y para los trabajadores", explicó De Santis el contexto en
que se dio el intento de toma. "De haber resultado exitoso
el copamiento de Monte Chingolo, eso habría repercutido
directamente en el fortalecimiento de la conciencia del
pueblo y reforzado la decisión de lucha que venía
demostrando durante los años anteriores", afirmó. "Nosotros
intentamos con el copamiento del cuartel - prosiguió- para
retrasar la realización del golpe que finalmente se produjo
el 24 de marzo de 1976".
Durante el acto no faltaron
elogios para el heroísmo y la entrega de los hombres y
mujeres que entraron al cuartel y que participaron en los
operativos periféricos: "Doscientos hombres mal armados sólo
pudieron ser vencidos por más de cuatro mil efectivos del
ejército y de la policía muchas veces superior".
De
Santis no dudó: "Solamente se puede entablar un combate de
esta dimensión con la moral y el objetivo que se planteaba
el Ejército Revolucionario del Pueblo: Transformar este país
dominado por el capitalismo, por el imperialismo, en un país
donde gobiernen los trabajadores, en una Argentina con una
revolución socialista. Por eso lucharon los héroes y los
mártires de Monte Chingolo".
En el discurso no faltó
la referencia a la situación política actual: "Los
trabajadores no podemos diluir nuestras fuerzas políticas en
ningún movimiento o frente con tinte progresista. Los
revolucionarios, los trabajadores, los socialistas debemos
mantener a toda costa la independencia política y la
independencia de clase. Ese será el mejor legado que les
hacemos los combatientes de aquel momento a nuestros
compañeros que cayeron en Monte Chingolo y es el mejor
presente que le hacemos a la clase trabajadora que lucha hoy
nuevamente por la liberación nacional y el socialismo"
Fuente: www.anred.org
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