Gabriel García Márquez entrevista al
subcomandante Marcos
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Gabriel
García Márquez y Roberto Pombo entrevistan al subcomandante Marcos en Ciudad
de México (25 de marzo de 2001)
El subcomandante Marcos llegó
en 1984 a la selva
lacandona de Chiapas, en
el sureste de México, y
allí vivió durante 17 años con las comunidades indígenas tzotziles y tzeltales hasta el 11 de marzo pasado, cuando la marcha que
encabezó y que cruzó medio país remató con una manifestación gigantesca
en la Plaza de la Constitución -mejor conocida como el Zócalo- de Ciudad
de México.
En ese lugar, cargado de un enorme peso histórico, el jefe del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, sin un arma encima, hizo oficial la decisión
de su movimiento de hacer política por las buenas. Desde ese día los mexicanos
tienen el alma en vilo, pues saben que en buena medida el destino del país
depende del éxito o del fracaso de las gestiones de este misterioso hombre
encapuchado y del puñado de comandantes que componen su estado mayor. Su
misión es lograr la aprobación de una ley de derechos para los indígenas
y sentar al Gobierno de Vicente Fox, cara a ca! ra, en una mesa de negociación.
Marcos se instaló con su gente en la Escuela Nacional de Antropología e
Historia (ENAH), al sur de la ciudad, cuyos salones de clase improvisados
como dormitorios y recintos de reuniones se han convertido en el centro
de la atención de la opinión pública mundial, debido a la importancia de
sus inquilinos actuales y a la catarata de noticias de implicaciones definitivas
que se generan allí minuto a minuto.
El subcomandante de los zapatistas no había logrado que el Congreso le permitiera
exponer su criterio sobre la ley de los indígenas ante los diputados en
pleno, pues la división de opiniones en todos los partidos políticos impedía
alcanzar cualquier consenso frente al tema. Al final, el jueves, se abrió
una luz de esperanza cuando el Congreso aprobó, en una votación apretada,
la propuesta de oirlo. Entre tanto, Marcos y el presidente Fox buscaban
sin éxito ponerse de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de dar el primer
paso ! para iniciar en firme el proceso de conversaciones de paz entre la
guerrilla y el Gobierno.
La semana pasada terminó en un suspenso tremendo. Antes de la decisión del
Congreso, los zapatistas habían anunciado su determinación de regresar a
Chiapas por considerar que la clase política se estaba cerrando al diálogo,
y para atajarlos Fox había respondido con la orden de levantar los puestos
de vigilancia militar en la zona del conflicto y con el anuncio de que liberaría
al resto de los guerrilleros que aún están en prisión. El temor que generaba
el ingreso zapatista a Ciudad de México para exigir los derechos de los
indígenas parecía haber sido superado por la inquietud que producía la posibilidad
de que regresaran a su tierra con las manos vacías.
A través de una cadena de mensajes con amigos comunes, el subcomandante
Marcos aceptó hablar con los periodistas de CAMBIO. La cita era a las 9:30
de una noche de la semana pasada. La entrada principal de la Escuela d!
e Antropología está protegida por agentes de la policía, y un grupo de estudiantes,
que hace guardia las 24 horas del día, vigila los salones de clase donde
están los zapatistas. Después de atravesar los dos anillos de seguridad,
llegamos al lugar de la reunión donde no había más que una mesa y tres sillas.
Cinco minutos más tarde llegó Marcos y habló con nosotros.
CAMBIO: Después de siete años de que el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional anunció que un día entrarían triunfantes a Ciudad de México, usted
entra a la capital y encuentra el Zócalo completamente lleno. ¿Qué sintió
al subirse a la tarima y ver ese espectáculo?
Subcomandante Marcos: Siguiendo la tradición zapatista de anticlímax, el
peor lugar para ver una manifestación en el Zócalo es el templete. Había
mucho sol, mucho smog, teníamos dolor de cabeza y estábamos muy preocupados
cont! ando a las personas que se iban desmayando delante de nosotros. Yo
le comentaba a mi compañero, el comandante Tacho, que debíamos apurarnos
porque cuando empezáramos a hablar nosotros no iba a quedar nadie en la
plaza. No alcanzaba a verse toda la extensión. La distancia que teníamos
por seguridad respecto a la gente, era una distancia también emotiva, y
no nos enteramos de lo que pasó en el Zócalo hasta cuando leímos las crónicas
y vimos las fotos al día siguiente. En ese sentido, y ya valorando sobre
lo que otros nos dicen que fue, sí pensamos que fue la culminación de una
etapa, que nuestro discurso, nuestra palabra en ese día era la apropiada
y la más acertada, que desconcertamos a sectores que hubieran esperado que
fuéramos a tomar el Palacio o a llamar a una insurrección generalizada.
Pero también a los que pensaban que nuestro discurso se iba a limitar a
la cuestión poética o lírica. Creo que el balance conseguido fue suficiente
y que de una u otra forma el Ezln ! estaba hablando en el Zócalo el 11 de
marzo, pero no del 2001, sino que estaba hablando de algo que estaba todavía
por completarse: ese sentimiento que significa que la derrota definitiva
del racismo se convierta en una política de Estado, en una política educativa,
en un sentimiento de toda la sociedad mexicana. Como que eso ya está resuelto
ahí, pero falta todavía algún trecho. Como decimos los militares, la batalla
estaba ganada, pero todavía había algunos combates que dar. Creo, finalmente,
que el Zócalo del día 11 de marzo nos decía que había sido acertado dejar
las armas a un lado, que no era eso lo que provocaba que tuviéramos interpelación
con la sociedad, que la apuesta a una movilización pacífica era correcta
y que daba resultados. Falta que el Estado mexicano lo entienda, que el
Gobierno en concreto lo entienda.
"El
11 de marzo nos dijo que fue acertado dejar las armas a un lado, que la
apuesta a una mo! vilización pacífica era correcta".
Usted utilizó la expresión "como decimos los militares". Para los colombianos
que hemos oído a nuestra guerrilla, el suyo no suena como un discurso militar.
¿Qué tanto de militares tienen usted y su movimiento, y cómo describe la
guerra en la que ha luchado?
Nosotros nos hicimos dentro de un ejército, el Zapatista de Liberación Nacional.
La estructura es militar. El subcomandante Marcos es el jefe militar de
un ejército. En todo caso nuestro ejército es un ejército muy otro porque
lo que se está proponiendo es dejar de ser ejército. El militar es una persona
absurda que tiene que recurrir a las armas para poder convencer al otro
de que su razón es la razón que debe proceder, y en ese sentido el movimiento
no tiene futuro si su futuro es el militar. Si el Ezln se perpetúa como
una estructura armada militar, va al fracaso. Al fracaso como una opción
de ideas, de posición fr! ente al mundo. Y lo peor que le podría pasar,
aparte de eso, sería que llegara al poder y se instalara como un ejército
revolucionario. Para nosotros sería un fracaso. Lo que sería un éxito para
una organización político-militar de las décadas del 60 y del 70, que surgió
con los movimientos de liberación nacional, para nosotros sería un fracaso.
Nosotros hemos visto que finalmente esas victorias eran fracasos o derrotas
ocultas detrás de su propia máscara. Que lo que estaba pendiente siempre
era el lugar de la gente, de la sociedad civil, del pueblo. Que finalmente
es una disputa entre dos hegemonías. Está un poder opresor que desde arriba
decide por la sociedad, y un grupo de iluminados que decide conducir al
país por el buen rumbo y desplaza a ese otro grupo del poder, toma el poder
y también decide por la sociedad. Para nosotros esa es una lucha de hegemonías,
y siempre hay una buena y una mala: la que va ganando es la buena y la que
va perdiendo es la mala. Pero para el re! sto de la sociedad, las cosas
no están cambiando en lo fundamental. En el Ezln llega un momento en que
se ve rebasado por lo que es el zapatismo. La E de la sigla queda empequeñecida,
con las manos amarradas, de tal forma que para nosotros no sólo no significa
una carga movilizarnos sin armas, sino que en cierto sentido también es
un alivio. De hecho, la fajilla pesa menos que antes y sentimos que pesa
menos la parafernalia militar que necesariamente lleva un grupo armado a
la hora del diálogo con la gente. No se puede reconstruir el mundo, ni la
sociedad, ni reconstruir los estados nacionales ahora destruidos, sobre
una disputa que consiste en quién va a imponer su hegemonía en la sociedad.
El mundo y en concreto la sociedad mexicana, está compuesto por diferentes,
y la relación se tiene que construir entre esos diferentes con base en el
respeto y la tolerancia, cosas que no aparecen en ninguno de los discursos
de las organizaciones político-militares de las décadas del 60 y ! del 70.
La realidad ha llegado a pasar la cuenta como siempre ocurre, y para los
movimientos armados de liberación nacional el costo de la factura ha sido
muy alto.
"Creer que podemos hablar por otros más allá de nosotros es masturbación
política".
Usted parece tener diferencias con la izquierda tradicional también en cuanto
a los sectores sociales que los grupos representan. ¿Eso es así?
Voy
a señalar a grandes rasgos dos vacíos de la izquierda latinoamericana revolucionaria.
Uno de ellos es el de los pueblos indios, de los que somos partícipes, y
otros son los grupos supuestamente minoritarios. Aunque si todos nos quitáramos
el pasamontañas no serían tan minoritarios, como son los homosexuales, las
lesbianas, los transexuales. Esos sectores n! o sólo son obviados por los
discursos de la izquierda latinoamericana de esas décadas y que todavía
hacen carrera en el presente, sino que también se ha propuesto el marco
teórico de lo que entonces era el marxismo-leninismo: prescindir de ellos
y verlos como parte del proceso que debe ser eliminado. El homosexual, por
ejemplo, es sospechoso de traidor, es un elemento nocivo para el movimiento
y para el Estado socialista. Y el indígena es un elemento de retraso que
impide que las fuerzas productivas... bla, bla, bla. Entonces lo que corresponde
es eliminar esos sectores, para algunos en centros de reclusión o de reeducación,
y para otros su asimilación en el proceso productivo y su transformación
en mano de obra calificada. Proletarios, para ponerlo en esos términos.
Los guerrilleros suelen hablar en nombre de las mayorías. Sorprende que
en su discurso usted habla en nombre de las minorías, cuando podría hablar
del pueblo pobre o explotado. ¿Por qué lo hace?
Toda vanguardia se supone que es representante de la mayoría. En nuestro
caso pensamos que eso no sólo es falso sino que, en el mejor de los casos,
no va más allá de un buen deseo, y en el peor de los casos es un claro ejercicio
de suplantación. A la hora en que se ponen en juego las fuerzas sociales,
se da cuenta de que la vanguardia no es tan vanguardia y de que los representados
no se reconocen en ella. A la hora en que el Ezln está renunciando a ser
vanguardia, está reconociendo su horizonte real. Creer que podemos hacer
esto, que podemos hablar por éstos más allá de nosotros, es masturbación
política. Y en algunos casos ni siquiera es eso porque ni siquiera se siente
el placer del onanismo. Apenas el que se puede obtener en los panfletos
que finalmente uno es el mismo que los consume. Estamos tratando de ser
honestos con nosotros mismos y alguien puede decir que es un asunto de bondad
humana. No. Podemos ser incluso cínicos y decir que ser honestos nos ha
dado resultado! cuando decimos que sólo representamos a las comunidades
indígenas zapatistas de una zona del sureste mexicano. Pero nuestro discurso
ha logrado tocar el oído de mucha gente más. Hasta ahí llegamos. No más.
En todos los discursos que fuimos soltando a lo largo de esta marcha le
estábamos diciendo a la gente y nos estábamos diciendo a nosotros mismos
que no podíamos ni debíamos empezar a encabezar o a abanderar las luchas
que íbamos tocando. Nosotros suponíamos que el México de abajo estaba muy
a flor de piel, que había muchas injusticias, muchos reclamos, muchas heridas...
En nuestras cabezas hacíamos la imagen de que cuando nuestra marcha iniciara
teníamos que llevar un arado para ir levantando la tierra y que esto fuera
surgiendo. Nosotros teníamos que ser honestos y decirle a la gente que no
veníamos a encabezar nada de eso. Veníamos a encabezar esta demanda y con
base en ésta se podían encadenar otras. Pero ésa es otra historia.
"Si el Ezln llegara al poder y se instalara como un ejército revolucionario,
para nosotros sería un fracaso".
¿Los discursos de su marcha se fueron construyendo pueblo por pueblo hasta
llegar al de Ciudad de México, o los diseñó desde el comienzo para ser dichos
de esa forma, y que el último no fuera necesariamente el más fuerte?
Mire, está la versión oficial y la versión real. La oficial es que nos dimos
cuenta en ese momento de que los teníamos que hacer, y la versión real es
que el discurso se fue construyendo en estos siete años. Llega un momento
en que el zapatismo del Ezln es rebasado ya por muchas cosas. Estamos respondiendo
no a lo que éramos antes de 1994, tampoco a lo que fuimos en los primeros
días de 1994 cuando estábamos combatiendo, sino que sentimos que hemos ido
adquirien! do una serie de compromisos éticos a lo largo de estos siete
años. Lo que ocurrió es que pretendiendo llevar un arado, que finalmente
no lo conseguimos a la hora de la hora, bastaba el propio batallar de la
planta del pie cuando íbamos caminando para que esto fuera brotando. En
cada plaza les fuimos diciendo a todos: "no venimos a dirigirlos, no venimos
a decirles qué hacer sino que venimos a pedirles ayuda". Aún así, a lo largo
de la marcha recibimos legajos de reclamos que venían desde antes de la
revolución mexicana en espera de que alguien resuelva el problema. Si pudiéramos
resumir el discurso de la marcha zapatista hasta hoy, sería: "Nadie lo va
a hacer por nosotros". Hay que cambiar las formas organizativas, e incluso
rehacer el quehacer político para que esto sea posible. Cuando decimos "no"
a los líderes, en el fondo también estamos diciendo "no" a nosotros.
Usted y los zapatistas están en la cima de su prestigio, acaba de caer el
PRI en México, hay un pro! yecto de ley en el Congreso que crea un estatuto
indígena, y puede empezar la negociación que usted plantea. ¿Cómo ve el
panorama?
Como una lucha y una disputa entre un reloj que chequea el horario de ingreso
de los empleados de una empresa, que es el reloj de Fox, y el nuestro que
es un reloj de arena. La disputa es entre que nosotros nos acomodemos a
ese reloj de chequeo y Fox se acomode al reloj de arena. No va a ser ni
uno ni otro. Tenemos que entender, él y nosotros, que tenemos que construir
otro reloj de común acuerdo, y que ese es el reloj que va a marcar el ritmo
del proceso de diálogo y finalmente el de la paz. Estamos en el terreno
de ellos, el de la sede del poder político, donde la clase política está
en el medio en donde se desarrolla. Estamos con una organización perfectamente
ineficaz a la hora de hacer política, al menos esa política. Somos torpes,
balbuceantes y con buena voluntad. Del otro lado están los que manejan bien
esos códigos. Es, otra vez, u! na disputa entre si el quehacer político
va a ser el que dicte la clase política o el que nosotros traemos. Pienso,
otra vez, que no va a ser ni uno ni otro. Cuando hicimos la guerra tuvimos
que desafiar al Gobierno y ahora para construir la paz tenemos que desafiar
no sólo al Gobierno sino a todo el Estado mexicano. No hay una mesa para
sentarse a dialogar con el Gobierno. La tenemos que construir. El reto es
que tenemos que convencer al Gobierno de que tenemos que hacer esa mesa,
que debe sentarse y que va a ganar. Y que si no lo hace va a perder.
¿Quiénes deben estar en esa mesa?
Por un lado el Gobierno y por el otro nosotros
"Nosotros no tenemos entre nuestros sueños húmedos una foto con Vicente
Fox".
¿Fox
no está aceptando de h! echo esa mesa cuando dice que quiere hablar con
usted, y que lo recibe en Palacio o que hablan en el lugar que usted escoja?
Lo que él está diciendo es que quiere su parte del pastel mediático, porque
no se ha convertido esto en un proceso de diálogo y negociación sino en
una carrera de popularidad. Lo que quiere Fox es conseguir la foto para
garantizar su presencia en los medios de comunicación. El proceso de paz
no se construye con un evento coyuntural sino con un diálogo. Ese proceso
no se construye con fotos, sino dando señales, sentándose y dedicándose
a eso. Nosotros estamos dispuestos a hablar con Fox, si él se va a responsabilizar
del diálogo y la negociación hasta que termine. Pero nosotros le preguntaríamos:
¿entonces, quién va a gobernar al país durante el tiempo en que esté reunido
con nosotros, que será un proceso arduo? Bueno, qué les voy a decir yo a
los colombianos de eso, si saben que los procesos de negociación y diálogo
de un conflicto armado son esc! abrosos y que no es posible que el jefe
del Ejecutivo se dedique de tiempo completo a eso. Que nombre un comisionado
y sobre ese comisionado lo podemos construir. No hay afán. Nosotros no tenemos
entre nuestros sueños húmedos una foto con Vicente Fox.
En ese proceso tan largo, ¿va a seguir así, vestido de guerrillero en un
recinto universitario? ¿Cómo es un día suyo?
Me levanto, doy entrevistas y llega la hora de volver a dormir (risas).
Hacemos interlocución con varios de estos grupos que le he mencionado. Un
montón de mundos o submundos -depende de cómo estén perseguidos y marginados-
que el discurso zapatista ha tocado. Lo que estamos haciendo es tener dos
mesas y una de esas sillas giratorias y de rueditas que había cuando yo
era joven. Estamos en este momento en una mesa con el Congreso de la Unión
y en otra mesa con las comunidades de la Ciudad de México. Pero nos preocupa
que el Congreso nos está dando el tratamiento que le da a cualquiera que
pide s! er atendido y le dicen que espere porque están atendiendo otros
asuntos. Si esto es así, son muchas cosas las que se lastiman porque no
sólo está en juego el reconocimiento de los derechos indígenas. Sería una
carambola mala porque los golpeados serían muchos. La gente no va aceptar
que la volteen a mirar sólo en la fecha electoral. Además sería una señal
para los otros grupos político-militares más radicales, que han crecido
con la bandera de que la negociación política es una claudicación.
Entre paréntesis, dice usted que había sillas giratorias cuando era joven.
¿Cuántos años tiene?
Yo tengo 518 años...(risas).
¿El diálogo que ustedes proponen busca la creación de nuevos mecanismos
de participación popular para la toma de decisiones o están detrás de decisiones
de Gobierno que consideran necesarias para el país?
El diálogo significa simplemente acordar las reglas para que la disputa
que se da entre ellos y nosotros sea en otro terreno! . Lo que está en la
mesa del diálogo no es el modelo económico. Lo que está en juego es cómo
nos vamos a disputar eso. Es algo que Vicente Fox tiene que entender. Nosotros
no nos vamos a hacer foxistas en la mesa. Lo que la mesa tiene que construir
es que este pasamontañas salga con dignidad y que ni yo ni nadie tenga que
regresar a llenar esto de parafernalia militar. El reto es que no sólo tenemos
que construir la mesa, sino que tenemos que construir al interlocutor. Tenemos
que construirlo como un hombre de Estado y no como producto de la mercadotecnia
o del diseño de los especialistas de imagen. No es fácil. Era más fácil
la guerra. Pero con la guerra lo que es irremediable es mucho mayor. En
la política siempre se puede remediar.
"El proceso no se construye con fotos, sino dando señales, sentándose y
dedicándose a eso".
Su indumentaria es extraña: un pañuelo raído amarrado al cuello y una gorra
deshecha. Pero a la vez lleva una linterna que aquí no necesita, un aparato
de comunicaciones que se ve muy sofisticado y tiene un reloj en cada muñeca.
¿Son símbolos? ¿Qué significa todo eso?
La linterna es porque nos tienen metidos en un hueco donde no hay luz y
el radio es para que mis asesores de imagen me dicten las respuestas a las
preguntas de los periodistas. No. En serio. Este es un walkie talkie comunicado
con seguridad y con nuestra gente en la selva para que nos comuniquen si
hay algún problema. Hemos recibido varias amenazas de muerte. El paliacate
(pañuelo) era rojo y nuevo cuando tomamos San Cristóbal de las Casas hace
siete años. Y la gorra es con la que llegué a la selva lacandona hace 18
años. Con un reloj llegué a esa selva y el otro es de cuando empezó el alto
el fuego. Cuando las dos horas coincidan! significa que se acabó el zapatismo
como ejército y que siguen otra etapa, otro reloj y otro tiempo.
¿Cómo
ve a la guerrilla colombiana y en general el conflicto armado de nuestro
país?
Desde acá veo muy poco. Lo que dejan filtrar los medios de comunicación:
el proceso de diálogo y negociación que tienen ahora, las dificultades que
surgen en ese proceso. Por lo que alcanzo a ver es un proceso de diálogo
muy tradicional, no es novedoso. Están sentados los dos a la mesa y los
dos están poniendo al mismo tiempo en juego sus fuerzas militares para construir
posiciones ventajosas en la mesa. O al revés, porque no sabemos qué tiene
cada quien en la cabeza. A lo mejor la mesa está produciendo situaciones
ventajosas para los enfrentamientos militares. No hacemos mucho caso sobre
las acusaciones de ligas con el narcotráfico porque no sería la primera
vez que se le acusa a alguien de esas cosas y luego resulta que no es cierto.
Dejamos el beneficio de la duda. No lo! calificamos como bueno o malo, pero
sí tomamos distancia como lo hacemos con otros grupos armados en México
en cuanto que consideramos que no es ético que todo se valga por el objetivo
del triunfo de la revolución. Todo, incluyendo llevarse entre las patas
a civiles, por ejemplo. No es ético que la toma del poder cubra de bondad
las acciones de cualquier organización revolucionaria. No creemos eso de
que el fin justifica los medios. Finalmente nosotros pensamos que el medio
es el fin. Construimos nuestro objetivo a la hora en que vamos construyendo
los medios por los que vamos luchando. En ese sentido, el valor que le damos
a la palabra, a la honestidad y a la sinceridad es grande, aunque a veces
pequemos de ingenuos. Por ejemplo, el 1° de enero de 1994, antes de atacar
al Ejército, nosotros le dijimos que lo íbamos a atacar. No nos creyó. A
veces nos da resultado y a veces no. Pero a nosotros nos satisface que,
como organización, nos vayamos construyendo una identidad.
¿Usted cree posible negociar la paz en medio de la guerra como sucede en
Colombia?
Es muy cómodo y muy irresponsable opinar desde acá sobre lo de allá. Un
proceso de diálogo y negociación no tiene éxito si las partes no renuncian
a vencer. Si una de las partes utiliza el proceso de diálogo como un tour
de force para ver quién derrota al contrario, el proceso de diálogo va a
fracasar tarde o temprano. En ese caso, el terreno de la confrontación militar
se está trasladando a la mesa. Para que el diálogo y la negociación tengan
éxito necesitan partir los dos del precedente de que no pueden vencer al
contrario. Hay que construir una salida que signifique la victoria para
los dos, y en el peor de los casos que signifique una derrota para los dos.
Pero que no siga la confrontación como está. Claro que es difícil, sobre
todo en movimientos que tienen muchos años como es el caso de la guerrilla
colombiana. Hay mucho ya lastimado de uno y otro lado y muchas deuda! s
pendientes, pero creo que nunca es tarde para intentarlo.
"Para que la negociación tenga éxito las partes necesitan partir del precedente
de que no pueden vencer al contrario".
¿Todavía, en medio de todos esos rollos, tiene tiempo para leer?
Sí porque si no... ¿qué hacemos? En los ejércitos de antes, el militar aprovechaba
el tiempo para limpiar su arma y rehacerse de parque. En este caso, como
nuestras armas son las palabras, tenemos que estar pendientes de nuestro
arsenal a cada momento.
"Lo más que llegaron a decirme fue que era un rabanito: rojo por fuera y
blanco por dentro".
Todo lo que dice, la forma en que lo dice y el contenido, demuestran una
formación literaria muy seria y muy antigua. ¿Cómo se hizo y de ! dónde
salió?
Tiene que ver con lo que fue nuestra niñez. En nuestra familia la palabra
tenía un valor muy especial. La forma de asomarse al mundo era a través
del lenguaje. No aprendimos a leer en la escuela sino leyendo los periódicos.
Mi padre y mi madre nos metían rápidamente a leer libros que te permitían
asomarte a otras cosas. De una u otra forma adquirimos la conciencia del
lenguaje como una forma no de comunicarnos sino de construir algo. Como
si fuera un placer más que un deber. Cuando viene la etapa de las catacumbas,
frente a los intelectuales burgueses, la palabra no es lo más valorado.
Queda relegado a un segundo plano. Es cuando llegamos a las comunidades
indígenas, cuando el lenguaje llega como una catapulta. Te das cuenta de
que te faltan palabras para expresar muchas cosas y eso obliga a un trabajo
sobre el lenguaje. Volver una y otra vez sobre las palabras para armarlas
y desarmarlas.
¿No
será al contrario? ¿No será que ese manejo de la pa! labra es lo que permite
esa nueva etapa?
Pasa como en una licuadora. No sabes qué fue lo que le aventaste primero,
y lo que se tiene es el coctel.
"No es ético que todo se valga por el objetivo del triunfo de la revolución,
incluyendo llevarse entre las patas a civiles".
¿Podemos hablar de esa familia?
Era una familia de clase media. El padre, el jefe de familia, era maestro
de escuela rural en la época del cardenismo cuando, como decía él, a los
maestros les cortaban las orejas por comunistas. Mi madre, también maestra
rural, finalmente cambia de lugar y se hace a una familia de clase media.
Quiero decir que era una familia sin ninguna dificultad. Todo esto en provincia,
donde el horizonte cultural es la página de sociales de un periódico. El
mundo de afuera o el gran mundo era la Ciudad de México y sus librerías,
porque eso era el gr! an atractivo de llegar acá. Eventualmente había ferias
del libro en provincia, y ahí era donde podíamos conseguir algo. García
Márquez, Fuentes, Monsiváis, Vargas Llosa (independientemente de cómo piense)
para mencionar algunos a grandes rasgos, entran a través de mis padres.
Nos ponen a leerlos. Cien años de soledad era para explicar lo que era la
provincia en ese entonces. La muerte de Artemio Cruz, lo que había pasado
con la revolución. Días de guardar, lo que estaba pasando en la clase media.
De alguna forma era nuestro retrato pero desnudo, La ciudad y los perros.
Todas esas cosas estaban ahí. Estábamos saliendo al mundo de la misma forma
en que estábamos saliendo a la literatura. Yo creo que eso nos marcó. No
nos asomábamos al mundo a través de un cable noticioso sino a través de
una novela, un ensayo o un poema. Eso nos hizo muy otros. Ese fue el cristal
que mis padres pusieron, como otro puede poner el cristal de los medios
de comunicación, ! o un cristal negro para que no se vea qué está pasando.
¿En dónde está El Quijote en medio de todas esas lecturas?
Me regalaron un libro cuando cumplí 12 años, hermoso, de pasta dura. Era
Don Quijote de la Mancha. Yo lo había leído pero en esas ediciones juveniles.
Era un libro caro, un regalo muy especial que por ahí debe estar esperando.
Shakespeare es el que llega después. Pero si pudiera dar el orden, diría
que en literatura entra primero lo que se llamó como el boom latinoamericano,
luego Cervantes, luego García Lorca , y ahí viene una etapa de poesía. De
manera que usted (señala a García Márquez) es corresponsable de todo esto.
¿Los existencialistas y Sartre pasaron por ahí?
No. Llegamos tarde a todo eso. Propiamente a la literatura existencial y
antes de ella a la literatura revolucionaria, llegamos ya muy maleados,
como dirían los ortodoxos. De modo que a Marx y a Engels les entramos muy
viciados por la literatura, ! su sarcasmo y su humor.
¿No había lecturas de teoría política?
En
la primera etapa, no. Del A, B, C, D pasamos a la literatura y de ahí a
los textos teóricos y políticos hasta que va entrando uno a la preparatoria.
¿Creían sus compañeros que era o podía ser comunista?
No, creo que no. Tal vez lo más que llegaron a decirme fue que era un rabanito:
rojo por fuera y blanco por dentro.
"No hay mejor forma para entender el sistema político mexicano en su parte
trágica y en su parte cómica que Hamlet, Macbeth y El Quijote".
¿Qué está leyendo ahora?
El Quijote es el que está de cabecera y por lo regular cargo el Romancero
Gitano de García Lorca. El Quijote es el mejor libro de teoría política,
seguido de Hamlet y Macbeth. No hay mejor forma para entender el sistema
político mexicano ! en su parte trágica y en su parte cómica: Hamlet, Macbeth
y El Quijote. Mejor que cualquier columna de análisis político.
¿Usted escribe a mano o en computadora?
En computadora. Sólo en esta marcha tuve que escribir mucho a mano porque
no había tiempo de trabajar. Hago un borrador, después otro y otro y otro.
Parece broma, pero es por ahí del séptimo cuando sale.
¿Qué libro está escribiendo?
Estaba intentando escribir un despropósito, que es tratar de explicarnos
a nosotros mismos desde nosotros mismos, que es casi imposible. Lo que nosotros
tenemos que contar es la paradoja que somos. Por qué un ejército revolucionario
no se plantea la toma del poder, por qué un ejército no combate si ese es
su trabajo.
Todas las paradojas que hemos enfrentado: que hayamos crecido y nos hayamos
hecho fuertes en un sector que está completamente alejado de los canales
culturales.
Si todo el mundo sabe quién es usted, ¿para qué el pasamontañas?
Un dejo de coquetería. No saben quién soy, pero además no les importa. Lo
que se está jugando aquí es lo que es y no lo que fue el subcomandante Marcos.
