
Desaparecidos en las playas
marplatenses
CARLOS A. BOZZI
(Reproducción autorizada por el autor)
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(La Capital, 07/07/11)
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Luna Roja es una investigación
sobre los secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones forzadas en
Mar del Plata durante el Terrorismo de Estado ejercido por la última dictadura
militar. Su autor, Carlos Aurelio Bozzi, es abogado
egresado de la la Universidad
Católica de Mar del Plata, sobreviviente
de la Noche de las corbatas y activo comunicador
social de hondo compromiso con la causa de la Memoria.
Reside en Mar del Plata.
El libro. de
Ediciones Suárez, 509 paginas, fue presentado en la 3º Feria del libro
de Mar del Plata de 2007 y declarado “de interés
para la promoción y defensa de los derechos humanos” por "su aporte
a la memoria y a la necesaria Verdad y Justicia” por la Legistlatura de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en mayo de 2008.
Luna Roja es un balneario situado a pocos
kilómetros al sur de Mar del Plata y la madrugada del viernes 4 de agosto
de 1978 fue el escenario elegido por uno de los escuadrones de la muerte
de la dictadura que gobernaba a sangre y fuego la Argentina para asesinar
con explosivos a cuatro personas. Al día siguiente, basados en información
proporcionada por la Armada, los diarios marplatenses informaron que "cuatro
elementos terroristas, aparentemente tres hombres y una mujer, hallaron
horrible muerte en un local abandonado de la zona balnearia Luna Roja, donde
los terroristas estaban preparando un artefacto explosivo de alto poder
que imprevistamente explotó".
A partir de ese múltiple homicidio, Bozzi realiza en “Luna Roja” una prolija
y pormenorizada investigación sobre la acción del terrorismo de Estado en
Mar del Plata, su ciudad natal. Es así que, a lo largo de casi 500 páginas,
relata cronológicamente las más de 290 desapariciones forzadas en Mar del
Plata entre 1976 y 1978, como también asesinatos cometidos antes del 24
de marzo de 1976 por bandas parapoliciales o paramilitares como la Triple
A.
Cabe acotar que la delegación Mar del Plata de la Comisión Nacional sobre
Desaparición de Personas (CONADEP) constató, en 1984, unas 210 desapariciones
forzadas en esa ciudad.
En "Luna Roja" también se describen casos de marplatenses que fueron víctimas
de la represión ilegal en otras partes del país y las de aquellas personas
de otras regiones llevadas a las cárceles clandestinas de esa zona de la
costa y luego asesinadas simulando enfrentamientos armados.
La investigación de Bozzi se completa con testimonios de familiares de desaparecidos
y de sobrevivientes del terrorismo de Estado recogidos por el autor o bien
vertidos en los Juicios por la Verdad; también con documentos desclasificados
de la policía de la provincia de Buenos Aires y de la Embajada de los Estados
Unidos como de distintos recursos de Habeas Corpus presentados en los tribunales
de Mar del Plata en aquellos años de terror y muerte.
El libro completo en formato pdf está
disponible para descargar con autorización del autor, columnista de este
sitio. Se reproduce online la presentación de César A. Ventimiglia, el prólogo
del autor y las palabras de los editores.
www.elortiba.org
 Presentación
30 años después
Carlos Aurelio Bozzi se reinsertó en la comunidad marplatense después de
muchos años de ausencia forzada. Había sido secuestrado durante la tristemente
recordada “Noche de las corbatas” en el año 1977.
Hoy es un sobreviviente. Compartía el estudio jurídico especializado en
Derecho Laboral con nuestro amigo Tomás Fresneda, también secuestrado junto
a su esposa, María de las Mercedes Argañaraz “Mecha”, embarazada de cuatro
meses y medio. Ambos permanecen desaparecidos y el bebe aún no ha sido recuperado.
Hoy sus hijos Rodrigo y Martín –abogados– honran la memoria de sus padres
con una activa militancia en defensa de los Derechos Humanos.
El autor de este libro es historiador y periodista de vocación. Ya a comienzos
de los ‘70, en la Facultad de Derecho, dirigió la revista “Dimensión Universitaria”,
en la que los estudiantes de abogacía de “La Católica” podíamos expresar
nuestras opiniones. Posteriormente, con la colaboración de Jorge Novelli
y Carlos Blumetti, entre otros, editó el mensuario “Planteo”, una publicación
sobre la actualidad marplatense, cuyas ediciones incluyeron fascículos de
historia marplatense con la autoría del Arquitecto Roberto Cova. Tanto las
revistas como los fascículos son dignos de ser coleccionados.
“Treinta años después, se hizo justicia” expresaba el Intendente Daniel
Katz en la Feria del Libro del año 2005, cuando se presentara el libro “Mar
del Plata, ¿Cien años de una ciudad sin futuro?”, trabajo de investigación
que obtuvo el Primer Premio en el Concurso Municipal de Literatura realizado
en el año 1975 con motivo del centenario de la fundación de la ciudad. El
premio consistía en la publicación del trabajo, hecho que se concretó ese
2005, en un tardío pero merecido reconocimiento.
“Luna Roja” es fruto de muchos años de investigación y trata particularmente
sobre las penurias sufridas por residentes de nuestra ciudad, incluido su
autor, en los años previos a la dictadura por la actuación de grupos paramilitares
y parapoliciales y posteriormente, con la instalación de la modalidad de
desaparición de personas, durante la dictadura iniciada en el año 1976.
Sus principales fuentes son los testimonios de la Delegación de la CONADEP
en Mar del Plata –trabajo formidablemente dirigido por el recordado Armando
Fertitta–, declaraciones de víctimas, familiares y amigos obtenidos por
el autor y los testimonios del Juicio por la Verdad que se sustancia ante
el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la ciudad.
Es necesario detallar los antecedentes de este proceso, pues a pesar del
tiempo transcurrido no resultó una tarea fácil iniciarlo en la ciudad de
Mar del Plata. Fue necesario superar enormes obstáculos, en clara demostración
de que muchos que se beneficiaron con el golpe militar, hasta ahora, resultan
indemnes a toda condena jurídica y social. Aunque tardíamente, la Verdad
se conocerá y no podrá soslayar el lugar que cada uno ocupaba cuando el
Estado delinquía en nombre de la Patria.
A fines de la década del 90 comienzan los llamados “Juicios por la Verdad”
en varias ciudades de nuestro país. En ese momento histórico, con las leyes
de impunidad aún vigentes, el objetivo era solicitar a la Justicia que dispusiera
lo necesario para la averiguación de la verdad con relación a la desaparición
forzada de personas y exigir se declarara el derecho de los familiares de
las víctimas y de la sociedad toda, a conocer cuáles fueron las circunstancias
de las desapariciones y en su caso, dónde yacían los restos de los afectados
Es decir, simplemente conocer la Verdad. Además, se especulaba entonces
con la posibilidad de que las pruebas y testimonios acumulados fueran utilizados
por el Juez Baltasar Garzón en los juicios por crímenes de lesa humanidad,
que se estaban llevando a cabo en España.
En Mar del Plata, como consecuencia de una amplia convocatoria, en el año
2000 se conformó una organización destinada a poner en marcha el Juicio
por la Verdad. Las instituciones patrocinantes de la presentación judicial
fueron: -Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Mar del Plata.
-Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Mar del Plata.
-Colegio de Abogados del Departamento Judicial Mar del Plata.
-Consejo Escolar de General Pueyrredon.
-Familiares de Detenidos Desaparecidos, Mar del Plata.
-Universidad Nacional de Mar del Plata.
Adhirieron
además 43 instituciones que se detallan en los Anexos de este libro, las
que por su representatividad ejemplifican el compromiso asumido por la comunidad
marplatense con el Juicio por la Verdad.
Se organizó una mesa institucional presidida por la Sra. Antonia “Negrita”
Segarra (Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Mar del Plata) e integrada
además por Rodolfo Díaz (entonces Presidente del Colegio de Abogados de
Mar del Plata), Gustavo Daleo (entonces Rector de la UNMdP), Luis Cazaux,
Pablo Mancini, Susana Nudelman, Agustina Palacios, Juan Carlos Wlasic, Yamila
Zabala Rodríguez, Natalia Messineo, Guadalupe Godoy y el autor de esta presentación.
Para poner en funcionamiento el Juicio por la Verdad en Mar del Plata, se
necesitó sortear innumerables escollos. Considerando que se trataba de aspectos
de competencia del fuero federal, existían dos opciones para impulsar el
proceso: la Cámara Federal de Apelaciones o el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal. Si la presentación se efectivizaba ante la Cámara Federal, el Fiscal
actuante sería el Dr. Víctor Monti, mencionado como represor en el libro
“Nunca Más” (pág. 196, EUDEBA, junio 1994).
Vale la pena transcribir la declaración de los militantes Roberto Maulin
y Juan Carlos Pratto detenidos en la Comisaría Cuarta de la ciudad de Santa
Fe: “Cuando nos toman las declaraciones indagatorias en la seccional 4ª,
en presencia del Juez Federal Mántaras (Legajo Nº 7.474 y Nº 7.518) y los
Secretarios Monti (Legajo Nº 7.474) y Brusa (Legajo Nº 7.474 y N° 7.519),
nos encontrábamos descalzos, mojados y con signos de haber recibido apremios
de todo tipo y como ignorando nuestro estado nos preguntaban si habíamos
sido objeto de malos tratos y ante nuestra respuesta afirmativa respondieron
que la habíamos sacado liviana”. Es imaginable la conducta que hubiera asumido
el funcionario Monti como Fiscal en el Juicio por la Verdad, aunque lo realmente
grave y preocupante es la demostración de ineficacia del Estado para depurar
sus propias instituciones. Finalmente, con la colaboración de la radio “F.
M. Residencias” se instaló el tema en los medios locales, lográndose entrevistar
a Pratto y Maulin, quienes ratificaron sus dichos. Ante tal presión, el
Dr.
Monti pidió licencia, para posteriormente renunciar y entonces la Cámara
Federal declinó su competencia.
Finalmente la presentación judicial, cuya redacción fue dirigida por César
Sivo, se hizo efectiva en diciembre de 2000 ante el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal, integrado por los Jueces Roberto Atilio Falcone, Néstor
Rubén Parra y Mario Alberto Portela, llevándose a cabo la primera audiencia
con los testigos Alfredo Battaglia y Julio D’Auro el 5 febrero de 2001.
Desde ese momento hasta la fecha han prestado declaración decenas de testigos,
editándose dos números del “Diario del Juicio” que reflejan muchos testimonios.
En la actualidad, a partir de la anulación de las leyes de impunidad y en
el marco de una política de apoyo a los derechos humanos, podemos mantener
viva la esperanza de obtener juicio y castigo a los culpables, los que gozarán
de las garantías del debido proceso que negaron a sus víctimas.
“Luna Roja” es un aporte rigurosamente documentado de la historia de las
víctimas del terrorismo de estado en nuestra ciudad. Es también un homenaje
a todos aquellos que fueron privados de los derechos que no pueden suspenderse
jamás: a la vida, a la integridad personal, al debido proceso, a no sufrir
condiciones infrahumanas de detención, a la identidad.
Los testimonios demuestran –una vez más– la existencia de un plan de exterminio,
elaborado y ejecutado por los militares usurpadores del poder, que no podría
haberse llevado a cabo sin la colaboración de civiles y de las autoridades
de la Iglesia Católica Argentina.
Uno de los datos más relevantes que contiene la investigación realizada
por el autor, evidencia que el número de victimas fallecidas o desaparecidas
en nuestra ciudad, sólo hasta diciembre de 1977 se eleva a más de 290, mientras
que el informe de la CONADEP de 1984, indicaba que dicha cifra era de 221
en todo el período de la dictadura, es decir desde 1976 a 1983. Y existe
la desagradable sospecha de que dicho índice continúe incrementándose. El
período investigado en el libro, abarca hasta el año 77, quedando pendiente
para una futura edición lo ocurrido hasta el final de la dictadura.
Treinta años después, abril de 2007, estamos reclamando la aparición con
vida de la víctima del terrorismo de Estado y testigo Jorge Julio López,
desaparecido en dos oportunidades: durante la dictadura y el día previo
al pronunciamiento de la condena al ex-comisario Etchecolatz. Clara evidencia
de la debilidad de un Estado, que, así como tolera a fiscales represores
en actividad, no pudo o no quiso, desmantelar el aparato de inteligencia
y de represión de la dictadura. Por ello, con la desaparición de López no
hay “Nunca Más”. Además, tenemos que soportar las palabras del militar Bignone
cuando insta a los “jóvenes argentinos” a que “terminen lo que nosotros
no supimos ni pudimos terminar” ¿No será que –haciendo propias las palabras
del genocida– la sociedad y sobre todo las jóvenes generaciones “terminen
lo que nosotros no supimos ni pudimos terminar” con el Juicio a las Juntas?…
Treinta años después.
Queda claro que esta democracia endeble que hemos construido resulta insuficiente
para modificar la relación de fuerzas que instaló la dictadura. De no ser
así, no se entiende como hasta la fecha continúan aún vigentes un cúmulo
de leyes –viciadas de nulidad por su origen y legitimadas por los gobiernos
democráticos– pergeñadas durante la dictadura, como la de “entidades financieras”
que facilitó la extranjerización de la banca o la de “radiodifusión” que
posibilita la concentración de los medios de comunicación en unas pocas
y poderosas manos.
¿Y nuestros representantes? Evidentemente, se nos considera ciudadanos en
momentos electorales, pero no alcanza solamente con votar.
Cada día debemos ejercer nuestros derechos, achicando la brecha entre gobernantes
y gobernados, generando mecanismos de participación directa.
De lo contrario, si como comunidad no encontramos mecanismos adecuados de
respuesta, el abuso de poder se instala cómodamente.
Recordemos siempre que las leyes de obediencia debida y de punto final y
sobre todo, el indulto, constituyen flagrantes abusos de poder.
Nunca más apropiados los dichos de Martín Fresneda, cuando expresaba: “Somos
las nuevas generaciones que venimos a hacer el cambio de paradigma. Yo algunas
certezas tengo: la memoria es una certeza, la solidaridad es una certeza,
el lugar donde uno se para, un lugar crítico, es una certeza”.1
César A. Ventimiglia.
Abogado Presidente de Acción Ciudadana (Asociación Civil)
1 Pasaje del libro “Tierramemoria” (Hernán López Echagüe, Editorial Norma,
junio de 2004).
 A
modo de prólogo
El balneario “Luna Roja”, situado a unos pocos kilómetros de la ciudad de
Mar del Plata, en los años ‘70 no era el más concurrido de la zona, pero
sí uno de aquellos lugares imposibles de olvidar por la belleza de su paisaje.
Aún hoy, desde la altura de la ruta, se observa un pequeño curso de agua
bajando zigzagueante hacia la playa, mezclando el verde de la vegetación
con el amarillo de la arena y la espuma blanca depositada por las olas,
a lo largo de la orilla. Cercano al famoso complejo Chapadmalal y a unos
20 minutos del centro de la ciudad, quienes escapaban de la multitud agolpada
en los balnearios de “Punta Mogotes” y el “Alfar”, lo adoptaron como lugar
exótico de la costa.
Dionisio Emilio Ituarte, enfermero del Cuerpo Médico Regional de la Policía
de la Provincia de Buenos, observaba atónito el lento incendio de la antigua
Tienda “Los Gallegos”, un símbolo de aquella Mar del Plata de los años 60.
Acompañado del Dr. Carlos E. Petra, médico legista-policial, escucharon
un impresionante estampido similar, al sonido de un trueno.
Media hora después, son convocados de urgencia a lo que momentos antes había
sido una pequeña vivienda, en la bajada del balneario “Luna Roja”.
Era la madrugada del viernes 4 de agosto de 1978.
Al llegar se encontraron frente a una imagen dantesca. A pesar de la oscuridad
reinante, era posible observar algunos restos humanos diseminados por el
área. Entre el humo y los escombros de la destruida vivienda, un enjambre
de bomberos, policías, personal civil y miembros de las Fuerzas Armadas
en ropas de combate, se movían revolviendo todo cuanto encontraban a su
paso.
La noticia periodística del día siguiente, explicaba: “.. Mar del Plata,
Bs. As. ... El matutino “La Capital” informó en la víspera que cuatro elementos
terroristas, aparentemente tres mujeres y un hombre, hallaron 14 Carlos
A. Bozzi horrible muerte en un local abandonado de la zona balnearia ‘Luna
Roja' donde los terroristas estaban preparando un artefacto explosivo de
alto poder, el que imprevistamente explotó”.
Muchos años después, una sobreviviente de la Escuela Mecánica de la Armada,
recordó que con motivo del hecho, el “Tigre” Acosta leyó esa noticia en
voz alta. Intencionalmente comentó a los gritos: “...qué hijo de puta “Fibra”.
Mirá lo que hizo”, a la vez que reía y explicaba a “sus” prisioneros los
detalles del macabro operativo.
Se refería a un integrante del Servicio de Informaciones Navales, trasladado
por fines del año 1977 a Mar del Plata desde aquél centro clandestino de
reclusión. En ese entonces, revestía el grado de Teniente de Navío y su
nombre real era Francisco Lucio Rioja. Su sola presencia sembraba el terror
entre los prisioneros de la “ESMA” “...Era muy temido, terrible porque en
las sesiones de tortura la descarga eléctrica era tan fuerte que se prendían
y apagaban las luces del lugar…” afirmó Graciela Daleo, recordando el paso
de “Fibra” por ese centro clandestino de reclusión.
La acción militar había sido una represalia al asesinato de la hija del
Almirante Armando Lambruschini, ocurrido unos días antes, cuando un comando
de la organización “Montoneros” colocó un artefacto explosivo en el domicilio
del marino, provocando además grandes daños materiales.
Ciertas o no las expresiones atribuidas al famoso “Tigre” Acosta, el hecho
es una muestra de los especiales rasgos de crueldad que caracterizó a la
represión en Mar del Plata, sin piedad, con total impunidad y utilizando
todo tipo de métodos para eliminar lisa y llanamente a las personas secuestradas.
Este trabajo de investigación, ordena fecha por fecha las más de 290 desapariciones
de personas que tuvieron a Mar del Plata como lugar del hecho, las que afectaron
a jóvenes de esta ciudad perseguidos y hallados en otras partes del territorio
nacional y los asesinatos de diversas personas traídas a Mar del Plata para
su ejecución, simulando falsos “enfrentamientos armados”, durante el periodo
de los años 1976 a 1977.
Los casos tratados han sido extraídos de diversas base de datos, elaboradas
desde tiempo atrás por las distintas organizaciones de Derechos Humanos
o los proporcionados por los sobrevivientes de los centros de reclusión
diseminados por todo el país y los incorporados en la reciente actualización
efectuada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Se incluyeron
también casos ocurridos en ciudades cercanas a Mar del Plata, como Necochea
y Miramar.
Pero fundamentalmente, la investigación está basada en las denuncias que
en el año 1984 efectuaron familiares directos de personas desaparecidas
ante la Delegación local de la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas,
la que realizó una trabajosa y encomiable labor. Es de observar que en aquella
oportunidad fueron recibidas cerca de 270 denuncias por el período de los
años 1976 a 1983, de las cuales 221 se referían a desapariciones de personas,
por lo que en esta investigación se amplían considerablemente los casos.
También se han extraído testimonios vertidos en los Juicios por la Verdad,
que llevan adelante distintos tribunales judiciales del país, especialmente
el Tribunal Oral Federal en lo Penal de Mar del Plata, los que en muchos
casos brindan innumerables detalles sobre la ruta seguida por las personas
desaparecidas. Asimismo se ha incorporado el relato de quienes, secuestrados
y posteriormente liberados en el periodo tratado, han identificado a aquellos
que afectaron su persona y su libertad.
El listado de personas desaparecidas agregado en un anexo final es bastante
completo y si bien es posible la existencia de omisiones, ellas se deben
a la gran dispersión de los datos existentes, lo cual configura un aliciente
para incorporar nuevas historias al período tratado, enriqueciendo de esta
manera toda futura investigación.
En otro anexo se incorpora una lista -indicativa-de los recursos de Habeas
Corpus presentados tanto ante los Tribunales del Fuero Ordinario de la Ciudad
de Mar del Plata, como así también ante los Tribunales Federales locales
y de otras jurisdicciones del país, señalándose en cada caso, la resolución
final del proceso, detallando si se han impuestos costas pecuniarias a quien
se presentó solicitando informes sobre el paradero de un ser querido. Este
listado, no obsta a la existencia de otros recursos judiciales existentes
en distintos juzgados de la ciudad o de la provincia.
Intencionadamente se evita el relato truculento y los detalles de los innumerables
y horribles tormentos sufridos por sobrevivientes o por personas desaparecidas,
tratando de describir el periplo de cada uno de los afectados de privación
ilegítima de la libertad y sus consecuencias, sin más agregados.
Es de notar que esta investigación tiene la amplia posibilidad de extenderse
con más casos y mayores datos brindados por personas que han sido afectadas
por el terrorismo de Estado y aún se encuentran a pesar del tiempo transcurrido,
bajo el impacto emocional que les ha causado tan traumática experiencia,
impidiéndoles testimoniar sus padecimientos.
Es posible adelantar al lector, que la mayoría de los datos volcados aquí
son de antigua data, hecho indicativo que desde el comienzo mismo del Proceso
de Terrorismo de Estado, la mayoría de los afectados brindaron a la justicia
pruebas suficientes sobre la suerte corrida por sus familiares. Sin embargo,
en su momento, nada de ello fue tenido en cuenta por aquella, que obvió
investigar todo delito e ilícitos que aún, en su gran mayoría, se encuentran
impunes. En el fondo, no se dice nada que no se sepa, pues como se verá
todo fue escrito y denunciado anteriormente.
La lucha de los organismos de derechos humanos ha sido inclaudicable desde
el mismo momento en que las Fuerzas Armadas tomaron el control del país.
Así, en septiembre del año 1977, “Familiares de Desaparecidos y Detenidos
por Razones Políticas” acercó a la Embajada de Estados Unidos un extenso
informe titulado “Situación Represiva en la Argentina”, que en su parte
inicial decía: “La dictadura ha sancionado un cúmulo de “leyes” en virtud
de las cuales crea Tribunales Militares, puede aplicar la pena de muerte,
etc. Por ley 21.460 la sustanciación de los sumarios –es decir la instrucción–
queda en manos de las Fuerzas Armadas y policiales, aún en los supuestos
que actuara la justicia civil. Pero la dictadura actúa ilegalmente aún en
relación a su propia legalidad; la mayoría de los detenidos son literalmente
tragados por la tierra, son negados y se convierten en verdaderos rehenes;
muchos son sometidos a “procedimientos por izquierda” es decir matados,
según la jerga militar; los pedidos de prisioneros se concretan diciendo:
“envíen tantos bultos” –tantos es el número y bultos los prisioneros a matar–.
Así han desaparecido miles, decenas de miles, por lo tanto resulta imposible
que la dictadura de a conocer la lista de detenidos y explica que el Ministro
Harguindeguy haya expresado: es política oficial no dar nombres de los detenidos..”.
Para esa fecha, el informe ya estimaba en 20.000 las personas desaparecidas,
dato este corroborado en fuentes militares que al año siguiente elevaban
la cifra en 2.000 personas más, según las listas que las Fuerzas Armadas
habían elaborado en el Batallón 601 de Inteligencia Militar.2 Es posible
encontrar alguna que otra contradicción en las declaraciones de los familiares
al denunciar los secuestros de sus seres queridos, especialmente referidas
a horarios, algunas veces hasta en días y otras veces sobre detalles de
personas o acompañantes. Pretender uniformidad y coherencia ante semejantes
situaciones, puede arrastrar al investigador a la tentación de la búsqueda
de coincidencias, que la mayoría de las veces no son históricamente exactas,
desvirtuando el objetivo final de la tarea.
Las consecuencias de la represión, como producto de una operación prolijamente
preparada, con el ocultamiento de los muertos, pruebas deformadas y datos
suprimidos, aún abraza con sus tentáculos a las historias pendientes. Pese
a toda dificultad, el trabajo tendiente a enlazar con coherencia todas estas
historias, se presenta como una tarea imprescindible y en última instancia
a eso apunta “Luna Roja”.
Si no se entiende que la “desaparición forzada de personas” fue una acción
cuidadosamente estructurada por el Estado Argentino, destinando ingentes
recursos y personal a participar de la misma, es casi imposible poder reconstruir
paso a paso el destino final de cada uno de los afectados.
Y cuando se habla de “agentes del Estado” la referencia necesaria apunta
a la palabra “burocracia”, es decir al conjunto de empleados estatales a
los cuales se los destinó el tratar a cada persona como un simple expediente,
más allá de toda razonabilidad y sentimiento. Quizás, porque no, en el estudio
de la mecánica de esa burocracia, esté uno de los grandes secretos que puede
develar el destino final de cada uno de los seres desaparecidos.
Mariano Francisco Chaparro fue secuestrado el 20 de agosto del año 1976
en la ciudad de La Plata. Lo golpearon mucho cuando lo detuvieron, hasta
que: “bueno negro, perdoná ¡metimos la pata con vos…” Quedó solo, a un costado,
paralizado, sin saber que hacer... “¡Chaparro!
¡Chaparro! Yo tenía tanto miedo, que me costaba contestar, hasta que uno
me dijo: ¡Che estúpido, sos vos! Me agarró de los pelos, me sacó afuera,
me puso en el pasillo y dijo: quedate acá tranquilo, que ya vamos a ver
que hacemos con vos…”. Después lo liberaron.
Daniel Shulz, estudiante de Biología de la Universidad Nacional de Buenos
Aires, secuestrado en noviembre de 1976, cree haber estado en el sótano
de algún edificio céntrico de la Policía Federal. Maltratado y golpeado,
fue ubicado cerca de una puerta de donde no se atrevió a moverse durante
horas.
Finalmente, un guardia le dijo: “¿Que haces acá?
Ya tendrías que estar afuera...”.
El abogado platense José Miguel Barthé se encontraba en casa de un matrimonio
amigo, cuando allí irrumpe un numeroso grupo de hombres armados que reducen
y maniatan a los presentes. Mientras se llevaba a cabo el operativo, la
esposa de su amigo protestó por el maltrato: “Usted se queja señora… –respondió
uno de los asaltantes–... ¿Qué tendríamos que decir nosotros que hace tres
días seguidos que estamos trabajando sin dormir…?” El mismo Chaparro en
otra parte de su relato dice: “¿Por qué me largaron? Porque la verdad que
no estaba metido absolutamente en nada, porque ya le digo: nunca estuve
metido en el extremismo. Era peronista, pero hay muchos comentarios...sobre
¿cómo le puedo decir...? Ehhh, yo me acuerdo bien que cuando nos trajeron
de vuelta a casa, el tipo que manejaba nos explicaba: “Estos chicos son
una picardía, son unos perejiles y los mandan a pintar para que den la cara,
sabemos que no tienen nada que ver, pero no se puede tener sueltos a estos
tipos porque son un peligro”.
Rubén Gustavo Jaquenod cuenta: “El que me estaba interrogando me dijo: Te
voy a levantar la capucha, cerrá los ojos bien cerrados porque en eso te
va la vida… Yo creo que, ni con Loctite tenía los ojos tan cerrados. Me
levantó la capucha y en ese momento el jefe,...me vio la cara, y esa es
una gran duda que creo que me voy a llevar a la tumba. Fue inmediato. Mal
y con fastidio le dijo al otro: ¿Pero quién trajo acá a éste hombre…? O
sea, yo infiero que es alguien a quien conocía, no se cómo, ni quién, ni
dónde, ni cuándo... Porque, evidentemente... Bueno, es una duda que tengo
y supongo que va a quedar como duda toda la vida,... me aflojé, yo me acuerdo
que me volvió a poner la capucha y se me caían las lágrimas debajo de la
capucha… Siguieron cuchicheando… Cuando se fue el otro, el jefe digamos,
me hizo unas pocas preguntas más y bueno cuando terminó me dijo: Bueno,
ya está... Y bueno, pero entonces ¿está todo claro, me van a dejar? Y me
dice: No, no –dice– no te entusiasmes que vamos a comprobar si todo lo que
nos dijiste es verdad".3 Este modus operandi del ejecutor directo de la
orden estaba y estuvo, si se quiere, un escalón debajo de la ideología de
quien planificó todo el aparato represivo en Mar del Plata. En el escenario
local, la reacción militar fue especialmente cruenta, debido a la particular
extracción del personal burocrático destinado a los grupos de tareas, cuadros
militares que en los primeros años de la represión resultaran fuertemente
influidos por estamentos civiles sumamente conservadores, que le brindaron
total apoyo y colaboración.
El período que va de 1970 a 1975 la ciudad de Mar del Plata se vio sumergida
en una sangrienta lucha política, especialmente entre la derecha y la izquierda
del peronismo, cuyos detalles reflejados en las noticias de los diarios
de la época, no hacen otra cosa que predecir un anunciado final de violencia
y muerte.
La primera, representada por sectores afines a la CGT tradicional, contaba
con el beneplácito de las autoridades centrales del Movimiento Nacional
Justicialista, de la propia conducción del Partido Peronista y el apoyo
logístico de grupos como el “Comando de Organización”, la “Juventud Sindical
Peronista” o la “Concentración Nacional Universitaria”.
Estas agrupaciones, abandonando todo intento de participación política,
prontamente se convirtieron en sectores de choque, con destacadas acciones
de violencia en distintos ámbitos de la ciudad. Enfrente estaba la izquierda
peronista, mayoritariamente representada por la “Tendencia Revolucionaria
del Peronismo” y varias agrupaciones de la izquierda socialista, objetivos
a eliminar de la escena política por aquellas primeras fuerzas, bajo el
pretexto de un accionar disolvente y pernicioso para el conjunto de la sociedad.
A todo esto, debe agregarse un panorama ciudadano compuesto por un empresariado
temeroso de aperturas a variantes de diálogo comunitarios, una conformación
social y política de ciudad que nunca alcanzó a tener identidad propia,
sintiéndose siempre avasallada por extraños ajenos a sus intereses, un silencio
total de las entidades intermedias que no atinaron a buscar su espacio de
expresión y la exasperante prudencia de un Obispado Católico, que después
de la actuación de Monseñor Eduardo Francisco Pironio y la desaparición
de la Licenciada María del Carmen Maggi, mantuvo una posición prescindente.
Como broche final, la cuestionable actitud de la Justicia, que al igual
que en otros lugares del país, distraídamente miró hacia otro lado.
La suma de todos estos factores facilitaron, consciente o inconscientemente,
que Mar del Plata, en relación a su población, ocupe el tercer lugar entre
las ciudades del país con mayor cantidad de personas desaparecidas.
Por eso, “Luna Roja” es un intento de rastrear estos caminos a partir de
pequeños datos, extraídos de grandes historias que el lector tendrá la libertad
de unir, desentrañando de esa manera, el camino que acerque a la verdad
completa de cada uno de los casos expuestos.
Para un segundo tomo se ha previsto analizar los hechos ocurridos en el
período 1978 a 1982, como así también las desapariciones de aquellos que
–bajo bandera– fueron secuestrados de los mismos cuarteles militares, agregando
otra mancha más a la historia de los crímenes en Mar del Plata.
“Luna Roja” es la imagen de muchas voces cuyo eco aún resuena en las calles
de la ciudad, es la historia final de personas que crecieron disfrutando
sus playas, sus escuelas, sus barrios y sus fábricas, es la presencia de
una generación con un promedio de edad no superior a los 25 años, con una
visión crítica de la realidad de aquel entonces, sin que ello les haya impedido
vivir plenamente sus años de juventud.
Literalmente borrados de la faz de la tierra, difícil es plasmar un canto
a la vida tras experiencias con tanto dolor. Sin embargo las huellas de
su paso por esta tierra han quedado visibles. Sus vidas no han sido en vano
y seguramente entre una o muchas estrellas que tapizan ese cielo marino,
el rostro de cada uno de los que ya no están, se encuentre siempre presente.
“Luna Roja” es el fenómeno que muestra el atardecer, cuando se alejan las
luces del día y las aguas del mar tornan a un color rojizo, imagen típica
de las costas acantiladas. En una síntesis entre la belleza del paisaje
y el horror de la muerte de esos años, el satélite de la tierra, testigo
solitario de aquellos crímenes, no por casualidad adquiere los colores de
la sangre, dándole así el nombre al lejano balneario marplatense.
Carlos A. Bozzi Abril de 2007
2 Fuente: El Historiador y Diario “La Nación”.
3 Rubén Gustavo Jaquenod, fue secuestrado en la ciudad de La Plata, el 28
de junio de 1977. Declaró ante la Cámara Federal de esa ciudad el 23 de
febrero del año 2000.
 Palabras
de los editores
Este es un libro que hubiéramos querido no editar nunca, su contenido es
tan doloroso, tan dolorosas las historias, tan terrible esa época oscura
denominada Proceso de Reorganización Nacional.
Si no fuera un truculento engaño, quisiéramos que esos hechos fueran cuantitativa
y cualitativamente menos, y que esta obra contuviera muchísimas menos páginas
de las que contiene. Pero no, la realidad de la represión de esos años es
de una magnitud trágica y es lo que se refleja en estas páginas, fruto de
la perseverante investigación del autor.
Quienes recorran estas hojas probablemente se encuentren con el relato de
las vicisitudes de un hijo, un hermano, un amigo, un compañero –del barrio,
del trabajo, del secundario o de la universidad–, un conocido, un vecino...
secuestrado, torturado, ejecutado... desaparecido.
No es posible comprender tanta violencia, tanta inhumanidad, diríamos irracionalidad.
¡No se malentienda esa palabra! Quienes la llevaron a cabo no eran unos
individuos locos.
La maquinaria de la represión fue utilizada de forma precisa y de calculada
“racionalidad”.
Confirma lo antedicho la trascripción –por el autor– de una (de tantas)
frases pronunciadas por los genocidas, en este caso de Masera: “Este método,
nos garantiza que por cuatro generaciones, no habrá más militantes políticos”.
Huelgan los comentarios...
Comenzar a dar claridad de la verdad de lo ocurrido con los secuestrados
y desaparecidos (marplatenses en los años 1976 y 1977) es la meta del autor,
creemos que lo ha conseguido.
En el devenir de los años se han recuperado numerosos cadáveres de las víctimas,
empero muchas siguen desaparecidas, sea este un pequeño aporte que, sumado
al de muchos, puedan esclarecer totalmente el horror de lo sucedido con
verdad y justicia.
Quisiéramos terminar estas palabras con una frase atribuida al pensamiento
de Karl C. F. Krause –que nos parece de una gran belleza ética– y grandilocuente
pretensión final de esta editorial: El hombre es sagrado para el hombre...
Que así sea
Por Ediciones Suárez
Humberto P. Simonetti
Pedro F. Suárez
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