"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos.
Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país
alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza."
Arturo Jauretche
Arturo
Jauretche (1901-1974): A diferencia de Scalabrini,
que es fundamentalmente un intelectual, tiene vocación política. Así es
como encabeza las "300 Boinas Blancas" de F.O.R.J.A. en apoyo al pronunciamiento
del 4 de junio de 1943. Busca acercamiento con los dos oficiales jóvenes
que aparecen como hombres fuertes del G.O.U., logia nacionalista de creciente
influencia a lo largo del crítico año de 1943.
Ellos eran los coroneles Juan D. Perón y Enrique P. González. Jauretche
percibe inmediatamente en Perón al "hombre de la revolución"; establece
contactos con Amadeo Sabattini tratando de acercarlo a Perón, contactos
de los que surge la designación de Santiago del Castillo como interventor
en la Coordinación de Transportes. Del Castillo había sido gobernador de
Córdoba sucediendo a Sabattini, y era hombre de su mayor confianza.
El acercamiento Perón-Sabattini
finalmente no prospera, llevándose a cabo tan sólo una entrevista personal.
Jauretche no cejará en su intención de "radicalizar la revolución y revolucionar
el radicalismo" y presenta a Perón, a mediados de 1944, un plan para designar
un interventor militar de prestigio en la provincia de Buenos Aires, el
cual deberá designar intendentes de origen radical. Es designado el general
Juan Carlos Sanguinetti, con una línea de acción distinta, lo que motiva
un alejamiento temporario entre Jauretche y Perón.
F.O.R.J.A. fue disuelto el 11 de noviembre de 1945. Jauretche fue su último
presidente, y luego la mayoría de sus integrantes se incorporaron activamente
en apoyo de la candidatura de Perón.
Varios prominentes hombres de F.O.R.J.A. pasan a integrar el equipo de colaboradores
del coronel Domingo A. Mercante como gobernador de la provincia de Buenos
Aires. Jauretche se desempeña como presidente del Banco Provincia entre
1946 y 1950.
Con posterioridad no ocupa cargos
públicos, manteniendo una actitud crítica hacia la orientación económica
del gobierno de Perón a partir del alejamiento de Miguel Miranda en 1949.
En 1973 es designado presidente de la editorial universitaria, E.U.D.E.B.A.,
cargo que desempeñó hasta su muerte, el 25 de mayo de 1974. Caído Perón
en 1955, junto con Scalabrini Ortiz son los primeros en rehabilitar la Revolución
Justicialista y denunciar el plan oligárquico de la Revolución Libertadora.
Comienza entonces una muy valiosa
y prolífica tarea de escritor. Mencionemos entre otros ensayos:
El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje (1955), Ejército y Política (1958),
El medio pelo en la sociedad argentina (1966), Los profetas del odio y la
yapa. La colonización pedagógica (1967),
Manual
de zonceras argentinas (1968).
Arturo Martín Jauretche nació en Lincoln, Provincia de Buenos Aires, el
13 de noviembre de 1901 (se ha cumplido recientemente el centésimo aniversario)
y falleció en Buenos Aires, el 25 de mayo (de puro patriota) de l974. Su
vida fue un permanente aprendizaje, una intensa búsqueda de verdades, un
continuo cuestionamiento de las fábulas y prestigios instalados, en la sociedad
argentina, por la clase dominante. Ejercitó, sin vacilar, "las armas de
la crítica", aunque, cuando llegado el caso, también supo empuñar "la crítica
de las armas".En ese periplo de incesante lucha pasó desde una juventud
conservadora en su pueblo natal a una posición revolucionaria antiimperialista
en sus altos años. O como él acostumbraba a señalar: "Al revés de tantos
políticos, yo subí al caballo por la derecha y termino bajándolo por la
izquierda".
Largamente podría hablarse de
esa incesante pelea de Don Arturo para mejorar, como él señalaba, "el destino
de los paisanos". Podría recordarse su militancia irigoyenista participando
en las insurrecciones del treinta contra el gobierno fraudulento de Justo,
la fundación de FORJA en 1935, la década de plena militancia antiimperialista
con la bandera de "Somos una Argentina colonial. Queremos ser una Argentina
libre", hasta la disolución del forjismo en 1945 y otra vez en la pelea,
a partir de 1955, polemizando, refutando, en diaritos clandestinos, siempre
marginado de los medios, pero siempre en franca oposición al sistema semicolonial,
hasta sus últimos días.
Sin embargo, quizás sea preferible reseñar la labor desarrollada por Jauretche
como uno de los principales críticos del pensamiento dominante.
Desde esta óptica, la Historia enseña que los grandes cambios políticos
y sociales son precedidos por una vigorosa crítica ideológica al viejo orden
que sucumbe. No hay Revolución Francesa sin la previa labor de los enciclopedistas,
ni Revolución Rusa sin la destrucción de los mitos del zarismo por el pensamiento
marxista.
En la historia argentina, ese rol no lo jugó la izquierda tradicional- como
podría haberse supuesto- sino unos pocos heroicos francotiradores de la
pequeña burguesía antiimperialista, entre los cuales, precisamente, estuvo
Arturo Jauretche.
En los años treinta, cuando
era preciso desnudar nuestro vasallaje respecto al Imperio Británico, él
fue el gran divulgador- a través de consignas, afiches, "cuadernos" y actos
callejeros- del pensamiento crítico de Raúl Scalabrini Ortiz, a quien juzgó
su maestro porque lo condujo del antiimperialismo abstracto (antiyanqui,
por entonces) al antiimperialismo concreto, al explicar el funcionamiento
de la expoliación británica. Esas nuevas ideas prendieron en los sectores
populares y en un ala del Ejército(el G.O.U. recomendaba leer "Historia
de los ferrocarriles argentinos", de Scalabrini). Y vino el 17 de octubre
de 1945.
Dos décadas después, cuando
el pueblo se agitaba buscando un camino, fue necesario destruir las fábulas
del sistema, realizar la demolición del pensamiento dominante. Jauretche
cumplió, entonces, un papel aún más importante. Por supuesto, no fue solamente
él - cabría recordar, entre otros, a un hombre de la talla intelectual de
Juan José Hernández Arregui- pero fue el más polémico, el más tozudo, el
más combativo de los intelectuales del campo nacional. Los sectores medios
que tendían a confluir en la lucha con los trabajadores-ante la desesperación
de la oligarquía- encontraron en sus libros y artículos, los instrumentos
para su reorientación.
Arturo Jauretche
- Estatuto legal del coloniaje
Con mayor dedicación y mayor
vigor que nunca, embistió, en esa época, contra las ideas consagradas. Su
"Política nacional y revisionismo histórico" golpeó duramente al mitrismo
imperante. Asimismo, desnudó las falsedades de la teoría económica oficial
con "El Plan Prebisch y el retorno al coloniaje" y sus artículos publicados
en 1962 en "Democracia", que luego conformarían su póstumo "Política y Economía".
También se adentró en los campos de la geopolítica en "Ejército y política".
Con la misma enjundia, quebró mitos en el campo de la cultura con sus análisis
sobre Borges, Sarmiento, Martínez Estrada, Beatriz Guido, Victoria Ocampo
y tantos otros . En 1966, con "El medio pelo en la sociedad argentina" ofreció,
además, una "sociología con estaño," más veraz que la aportada por los sociólogos
del sistema. A su vez, con el agregado de "La Yapa"- a la reedición de "Los
Profetas del odio"- avanzó en un implacable análisis del sistema de la enseñanza,
en sus diversos niveles, como así también del mundo de las academias y los
prestigios oficiales.
Estas críticas al pensamiento
de la clase dominante- convertido por la escuela y "los medios" en "el sentido
común" que aquella impone al resto de la sociedad, instalando sus"verdades"-
reaparecen, luego, en sus polémicas y se coronan, sistematizadas, en su
"Manual de Zonceras Argentinas. Esta obra fue uno de los instrumentos principales
de la nacionalización de los sectores medios, fenómeno que jugó un rol importantísimo
en las luchas políticas de fines de los sesenta y principios de los setenta.
Finalmente, quiso relatarnos su propia experiencia que lo llevó de "gil"
consumidor de las mentiras oficiales a "gil avivado" que le revelaba a sus
compatriotas el revés de la trama.
Así, empezó a contar - no "sus
memorias", porque no se consideraba importante para ello- sino "de memoria"
cuáles habían sido sus experiencias en algo más de siete décadas . Pero,
aunque la muerte dejó trunco este último relato, ya había logrado su objetivo:
enseñarnos a pensar, a "pensar en nacional", como él insistía, para contraponerlo
a "pensar en colonial", que era el modo imperante en la semicolonia.
Quizás el lector pretenda unas
pocas líneas que resuman la personalidad de este "argentino entero", como
lo calificó Atahualpa Yupanqui. Podríamos intentarlo pero como ya existe
una semblanza nutrida de verdad y afecto, dejemos que sea Ernesto Sábato
quien , más allá de algunas diferencias, complete este homenaje tan merecido:
"Como aquellos oficiales egipcios que en "César y Cleopatra" se quejaban
de los victoriosos chacareros romanos, el general von Kleist declaró, en
1942, que los rusos no habían sido aniquilados porque esos improvisados
mariscales soviéticos ignoraban el arte militar. Más de una vez he oído
a profesores de sociología, refiriéndose admonitoriamente a Jauretche: "Es
un montonero de las ciencias sociales... lo que explica sus irregularidades,
pero también sus aciertos, su capacidad de improvisación, su salida por
donde menos se espera. El hombre formado en la Academia fija su posición
con brújula y sextante; él, como los baqueanos de otros tiempos, se agacha,
mastica un pastito, observa para dónde sopla el viento, discrimina la huella
de un animal que pasó por allí, una semana atrás.
Hace no sé cuantos años bajó
a la Capital y del fogón pasó a la mesita de mármol en que Homero Manzi
soñaba sus elegías porteñas. Y así como Enrique Santos Discépolo elaboró
en esa misma mesa su existencialismo, Jauretche fue construyendo su filosofía
de la historia entre dichos y sucedidos, conservando la ironía socarrona
del paisano pero ya con el andar medio de costado del compadre porteño (vaya
a saber si con un cuchillito en la cintura) mezclando palabras como establishment
y apero, Marx y Viejo Vizcacha, haciendo la sociología de Juan Moreira y
el Gallego Julio. Si agregamos su coraje a prueba de balas, su desaforado
amor por esta tierra y su pueblo, su poner la dignidad de la patria por
encima de cualquier cosa, ¡qué lindo ejemplar de argentino viejo, este Arturo!
En ocasiones he discrepado con sus ideas. Pero esas pavadas no hicieron
nunca a la amistad y a la común pasión por este rincón del mundo. Y una
de las pocas cosas que me tranquilizan en este tiempo entreverado, es saber
que, palabras, más, palabras menos, él y yo estamos del mismo lado del asunto"
(Crisis, setiembre l972)
Norberto Galasso, noviembre 2001
Entrevista a Arturo Jauretche por Aníbal Ford (1970)
"El plan Prebisch significará
la transferencia de una parte substancial de nuestra riqueza y de nuestra
renta hacia las tierras de ultramar.
Los argentinos reduciremos el consumo, en virtud de la elevación del costo
de vida y del auge de la desocupación. De esta manera, no solamente aumentarán
nuestros saldos exportables, sino que serán más baratos, lo que será aprovechado
por el consumidor inglés que ensanchará su cinturón a medida que nosotros
lo vayamos achicando.
La mayor parte de nuestra industria, que se sustentaba en el fuerte poder
de compra de las masas populares, no tardará en entrar en liquidación. Los
argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días.
Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces
habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento
de la crisis deliberada y conscientemente provocada.
Los productores agrarios, que en un momento verán mejorar su situación,
no tardarán en caer en las ávidas fauces de los intermediarios y de los
consorcios de exportación, que muy pronto absorberán el beneficio de los
nuevos precios oficiales. Para entonces, ya no existirá el I.A.P.I. (Instituto
Argentino de Promoción del Intercambio) ni habrá defensa posible.
Exportaremos más, pero percibiremos
menos por esas exportaciones en razón de la caída de nuestros precios como
efecto directo de la reforma cambiaria.
Luego, a medida que se destruya el sistema de comercio bilateral y entremos
en la zona de la libra esterlina , tendremos que comenzar a ceder a la presión
del "único comprador". Llegado ese momento, no habrá más remedio que aceptar
sus imposiciones porque estará cerrada toda otra posibilidad. Se cumplirá
así una clara sentencia de Prebisch: "las economías débiles no colaboran,
se subordinan fatalmente". ("El patrón oro y la vulnerabilidad económica
de nuestros países"). Mientras tanto nos iremos hipotecando con el fin de
permitir que falsos inversores de capital puedan remitir sus beneficios
al exterior. Y como nuestra balanza de pagos será deficitaria, en razón
de la caída de nuestros precios y de la carga de las remesas al exterior,
no habrá más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente
nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades
mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles,
la flota (mercante) o las usinas.
Norberto
Galasso se refiere a la relación de Arturo Jauretche con Perón
Poco a poco se irá reconstruyendo
el estatuto del coloniaje, reduciendo a nuestro pueblo a la miseria, frustrando
los grandes ideales nacionales y humillándonos en las condiciones de país
satélite.
Esa es la verdad documentada,
que no quiere ser sino un humilde aporte al conocimiento de hechos que interesan
al porvenir de nuestra Patria y de nuestros ciudadanos. Solo aspiro a que
el lector, superando toda bandería y todo sectarismo, se aboque a la verificación
de las cifras y de los hechos consignados. Que no se deje encandilar por
los fuegos artificiales de los hombres "magos", de esas creaciones míticas
con que los imperialismos pretenden explotar la ingenuidad de los pueblos
jóvenes.
Bajo el falso pretexto de una
crisis económica sin precedentes, está por consumarse la gran estafa a los
intereses y a las aspiraciones de la nacionalidad. Ha llegado la hora en
que, por encima de los transitorios rencores internos, cada argentino asuma
la responsabilidad que le compete. La historia es despiadada y no excusa
a los hombres por la buena fe y la ignorancia que les hizo pasibles del
engaño. La historia solo sabe de los que contribuyeron a empequeñecerla,
esclavizarla y expoliarla. No le interesan las intenciones, sino los hechos
positivos.
Quienes en este momento ejercen el poder y tienen fuerza para convertir
en ley sus decisiones, deben asumir la tremenda responsabilidad de la política
económica. Todo lo demás es pura bambolla, hecha de ex profeso para distraer
la atención y disimular la estafa. En la reforma económica está el secreto
de nuestro porvenir libre o esclavo, del bienestar o de las penurias de
los argentinos y del juicio definitivo que la historia formulará sobre los
hombres y las instituciones que asumieron la responsabilidad de mandar en
esta tierra."
Arturo Jauretche. Basta de
zonceras. Vida, pensamiento y vigencia. Parte 1
Arturo Jauretche. Basta de
zonceras. Vida, pensamiento y vigencia. Parte 2
CONFIRMADO me propuso este tema. Pensé entonces que era la oportunidad para
ofrecer una respuesta, entre las muchas que pueden articularse, a un interrogante
que plantea José Luis de Imaz en Los que mandan; "¿Por qué, no obstante
su peso económico, su rol en la modernización, y haber sido innovadores
tecnológicos, los empresarios no pesan en la vida del país?".
O pesan al revés. Este es el
caso de ciertos tipos de grupos económicos capitalistas, adscriptos a la
política de la Sociedad Rural, ya consolidados dentro del viejo sistema
agro-importador, que prefieren un mercado interno pobre en condiciones de
monopolio a un mercado en crecimiento en condiciones de competencia, como
los que apoyaron la política de contención del progreso en las Juntas Reguladoras
de la Década Infame. Sólo que éstos sí saben lo que quieren.
Pero no voy a hablar de economía, sino del tema propuesto; de la forma en
que la tilinguería impone sus pautas, y cómo ellas están perturbando el
desarrollo de la inteligencia nacional y sus impulsos creadores.
Y ésta es cosa de que debe tomar cuenta también el político militante, si
es que no sabe que el comité ha muerto definitivamente. Porque los estados
de opinión, entre los cuales tiene importancia fundamental el slogan que
surge de la cuestión de los status, pesan mucho más que una recluta que
sólo vale para las elecciones internas.
En el Espasa Calpe se lee tilingo: "Argentinismo: Insustancial, ligero,
que habla muchas tonterías". Segovia, en su Diccionario de Argentinismo",
expresa: "Dícese de la persona simple y ligera que suele hablar muchas tonterías".
Los paisanos, de un tipo así, dicen; "Hombre sin fundamento".
Arturo Jauretche
momentos después de batirse a duelo con el general Oscar J.
Colombo, realizado en la quinta La Tacuarita, en San Vicente,
Provincia de Buenos Aires, 1971. Foto Archivo General de la
Nación.
Don Hipólito -desde luego, Yrigoyen
es el Hipólito por antonomasia- decía "palangana". Supongo a esta expresión
tradicional y fundada en la poca cosa y mucho ruido de la enlosada al caer
retumbante.
Usted lo conoce al tilingo. Y si no lo conoce, ahí lo tiene al lado, en
esta mesa de un café céntrico donde se han sentado cuatro o cinco tipos
con portafolios.
Algún día habrá que escribir la historia del hombre del portafolio. Hubo
la etapa de la posguerra con los "ingenieri" italianos recién llegados que
escondían bajo el cuero -con una sugestión de planos y patentes de invención-
el sandwich de milanesa del almuerzo. Ahora es posible que el portafolio
contenga la cuarenta y cinco persuasiva, o la concluyente tartamuda portátil.
Pero esos que están en la mesa de al lado sólo llevan allí sueños, proyectos,
hipotéticas transacciones. Andan a la búsqueda de enganchar algo, intermediar
en alguna operación cualquiera para ganar una comisión, y muchas veces intermediando
entre intermediarios. Generalmente se ayudan con el teléfono de un amigo
que tiene escritorio y al que han pedido permiso para que les "dejen dicho".
Ese teléfono, la mesa del café y el portafolio constituyen su establecimiento
comercial.
Mientras llega "el asunto*', hablan de fútbol, de carreras, de política,
de economía.
Cuando tocan estos dos temas últimos, nunca faltará quien diga: "Lo que
pasa es que los obreros no producen". Ahí está el tilingo.
No se le ha ocurrido averiguar qué es lo que él produce y qué producen todos
ellos, puntas sueltas, mallas erradas en la enorme red de intermediación
que es Buenos Aires.
Que un tipo que no produce diga,
en una reunión de tipos que no producen, que no producen los únicos que
producen algo, es tilinguería. En esto de producir, tenemos muchos productores
rurales por el estilo que creen que la condición de productor la da la propiedad
de una estancia, unos breeches y unas botas de polo, que viven en la ciudad
-"porque mi señora dice que hay que educar a los chicos"- y dan una vuelta
por el campo cada quince días. Productores rurales son los que trabajan
y producen en el campo, que pueden ser patrones o peones, pero no los que
no intervienen en la producción sino como propietarios, y que son rentistas
aunque no arrienden. Estos también son de los que dicen que los "obreros"
no producen. Y ya no desde la posición marginal del tipo del portafolio,
sino empinándose como "fuerza viva" sobre la que descansa la economía del
país.
Inevitablemente, éstos y otros representantes de la tilinguería son los
que, ante la menor dificultad, califican al país: "Este país . de m...",
colocándose fuera del mistao a los efectos de la adjetivación. Y la verdad
es que el país lo único que tiene de eso son ellos: los tilingos.
EL racismo es otra forma frecuente de la tilinguería.
La tilinguería racista no es
de ahora y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre
más conocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en
el pueril dilema de "civilización y barbarie". Todo lo respetable es del
Norte de Europa, y lo intolerable, español o americano, mayormente si mestizo.
De allí la imagen del mundo distribuido por la enseñanza y todos los medios
de formación de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural
del país.
Recuerdo que cuando cayó Frondizi,
uno de esos tilingos racistas me dijo, en medio de su euforia:
-¡Por fin cayó el italiano! Se quedó un poco perplejo cuando yo le contesté:
-¡Sí!, lo volteó Poggi.
Muchos estábamos enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan
con estos otros que al margen de la realidad argentina, tan italiana en
el presidente como en el general que lo volteó, sólo se guiaban por los
esquemas de su tilinguería.
Ernesto Sábato, con buen humor, pero tal vez respirando por la herida, ha
dicho en Sobre héroes y tumbas más o menos lo siguiente: "Más vale descender
de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un profesor de filosofía
napolitano". La cita me chocó en mi trasfondo tilingo (fui a la misma escuela
y leí la misma literatura) porque tengo una abuela bearnesa también Vignau,
tal vez más que por lo de Bayona, por lo de chanchero (vuelvo a recordar
que fui a la misma escuela, etcétera).
Clic para descargar
La verdad que ni el presidente ni el general son italianos. Simplemente
son argentinos de esta Argentina real que los liberales apuraron cortando
las raíces.
Pero la idea liberal o sarmientina no era ésa. Ella tenía, y tiene, una
escala de valores raciales que se identifican por los apellidos cuando son
extranjeros. Arriba están los nórdicos -con escandinavos, anglosajones y
germánicos-; después siguen los franceses; y después los bearneses y los
vascos; más abajo los españoles y los italianos, y al último, muy lejos,
los turcos y los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar a un inglés
-que generalmente era irlandés, pero la diferencia era muy sutil para entonces-
sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El francés, a
veces, ligaba el Don; y en ocasiones, el vasco. Jamás el español, que era
"gallego de...", lo mismo que el italiano "gringo de...". ¡Para qué hablar
del turco y del ruso.'
En La condición del extranjero en América, Sarmiento parece revisar sus
tesis sobre la inmigración. Pero no nos engañemos: se sintió defraudado
por la misma porque vino del Mediodía de Europa. El hubiera querido una
inmigración de arquetipos, y los arquetipos son los que estaban en lo alto
de su escalera antiamericana y antiespañola.
Afortunadamente fracasó, y eso es lo que nos ha salvado como nación. En
algún lugar he recordado las palabras de Hornero Manzi cuando me dijo:
-Lo que nos ha salvado es la actitud del italiano y el turco, que en lugar
de proponerse como arquetipos, propusieron como tal al gaucho; así, en el
ridículo del cocoliche se nacionalizaron en lugar de desnacionalizarnos.
Sólo falta imaginar lo que hubiera ocurrido si las pampas y las aldeas se
hubieran poblado de los ejemplares arquetipos deseados por ese racismo,
con la actitud de obsecuencia de las generaciones liberales para todo lo
foráneo.
Ya se ha dicho que esa tilinguería
racista viene de lejos.
Pero se acentúa cuando se producen
cambios sociales. Entonces, la tilinguería se exacerba en una peyorativa
actitud racista. Pasó con el acceso al poder del radicalismo. Los tilingos
de entonces cargaron el acento sobre los apellidos italianos de la nueva
promoción política suscitada con el ascenso de la clase media: la pequeña
burguesía inmigratoria y los doctores de primera napa nacional.
La oposición conservadora adoptó un aire peyorativo que se tradujo en toda
una literatura política, que fue del periódico -La Mañana y La Fronda, sucesivamente,
fueron sus expresiones más calificadas- hasta el discurso parlamentario.
Se jugaba, por ejemplo, con la equívoca significación de algunos apellidos;
así, la triple fórmula Coulom-Coulin-Culacciatti, que integraba, con la
igual finalidad peyorativa hacia los criollos desconocidos, don Julio del
C. Moreno -un personaje riojano- completaba el ridículo en la imagen anal.
Hasta cuando el apellido era patricio se lo modificaba para ponerlo a tono:
así, padeciendo Yrigoyen de un posible mal de las vías urinarias, el doctor
Meabe, su médico de cabecera, se convertía en el doctor Meabene para adecuarlo
a la cita siguiente que era la de un correligionario de la 3a Don Plácido
Meo.
Entrevista por Aníbal Ford (1970),
Jauretche habla sobre el radicalismo.
En realidad, para los que lo escribían no se trataba de otra cosa que de
un recurso humorístico. Pero para el tilingo de entonces el fundamento más
real, el que más invocaba, el que más jugaba, era ese de los "gringos",
Y lo de "gringos" sólo jugaba para los descendientes de inmigrantes provenientes
del Mediodía de Europa. No para los otros.
Pasó mucha agua bajo los puentes, y vino otro movimiento multitudinario:
el de 1945. Ya los gringos se habían incorporado y su presencia política
no lesionaba a la tilinguería, no sé si es porque de las nuevas promociones
ascendentes habían salido también promociones de tilingos. Sólo así puede
explicarse que un hijo de italianos -Sammartino- haya hablado despectivamente
de los "negros" al referirse al "aluvión zoológico", en una caracterización
evidentemente racial y peyorativa, cuando aún estaba fresca la tinta que
lo había calificado a él también peyorativamente.
Que "el gringuito" de unos pocos años atrás se sienta vieja clase frente
a los descendientes de los conquistadores en la confrontación de sus apellidos
no revela simplemente que "el gringuito" se ha incorporado a la tilinguería.
Lo grave es que se ha frustrado como guarango. Y la guaranguería es la espontaneidad
de las nuevas clases, de las promociones que irrumpen con cada ascenso de
la sociedad, porque los dos grandes movimientos populares del siglo -el
de 1914-16 y el de 1943-45- han sido la expresión de eso: de ascensos masivos.
No corresponde aquí desentrañar las raíces económico-sociales de los dos
hechos históricos; ni siquiera la coincidencia con las dos guerras mundiales
que nos aislaron de los países arquetipos en una neutralidad intolerable
para los tilingos, pero que dio las bases para una consolidación propia.
Usted puede hacer un fácil test. Yo lo he hecho.
Extensa entrevista a Arturo Jauretche
sobre Homero Manzi.
Sé que un fulano se ha gastado
15 millones de pesos en un departamento de la Avenida del Libertador. Nos
encontramos y le adivino la intención de informarme de su compra, como corresponde
al guarango. Pero yo quiero saber si está frustrado como tal y lo madrugo
diciéndole antes de que me dé la noticia:
-Estoy muy afligido por un amigo que se ha gastado más de 10 millones en
un departamento de la Avenida del Libertador...
-¿Y por qué se aflige? -me pregunta inquieto. Le contesto:
-Y... porque la Avenida del Libertador no es "bien"...
-Pero entonces..., ¿qué es "bien"? -pregunta desesperado.
-"Bien" es de la plaza San Martín hasta la Recoleta, de Santa Fe al Bajo.
Y dentro de ese radio. "bien", "muy bien", el codo aristocrático de Arroyo,
como dice Mallea: Juncal, Guido, Parera. . .
Le veo en la cara al hombre que está desesperado. Y entonces, lo remato:
-La Avenida del Libertador es como tener un leopardo de tapicería sobre
el respaldo del asiento trasero del coche.
El leopardo lo tiró a la vuelta. Del departamento no sé.
Pienso que lo hecho es una crueldad, pero la investigación "científica"
es así... cruel como la vivisección.
Yo quería saber si el hombre era un burgués con toda la barba o un tímido
burguesito en camino de terminar en tilingo. El que es verdaderamente burgués
sigue adelante, cumple su gusto, se realiza con la arrogancia del vencedor
y compra en la Avenida del Libertador, precisamente porque es caro, porque
acredita su victoria y la prestigia ante los burgueses. Si quiere barrio,
compra; y si quiere apellido y mujer distinguida, compra también. Podría
citar casos. Pero no se achica, se disminuye; no se acomoda a los esquemas
y limitaciones de los tilingos.
De aquí que mientras en Europa y en Estados Unidos un banquero o un industrial
miran a un ganadero como un "juntabosta", aquí el ganadero lo mira por arriba
del hombro al empresario. Y el empresario, que quiere ser "bien", se ve
obligado a comprar estancia, a tener cabaña -así sea de perros-, porque
sólo por la Rural, y tal vez por el Kennel Club, puede lograr ascenso social
que apetece.
Lógicamente esta burguesía, desde que imita a la vieja clase, se somete
a todas sus normas y, por consecuencia, también en política.
Ese sometimiento y esa adhesión a las viejas clases -incongruente económicamente-
no sólo se ejerce verticalmente. También horizontalmente, cuando contemplamos
la geografía social del país.
Así, los titulares de los intereses
vitivinícolas de Cuyo y los tabacaleros, azucareros y fruticultores del
Norte, que necesitan un mercado interno de alto poder de compra -es decir,
que el Litoral desarrolle una política de alto nivel de vida-, están ligados
políticamente a los conservadores del Litoral, gobernados por cabañeros
e invernadores cuya tendencia es producir a bajo costo en un mercado de
poco poder adquisitivo para cumplir la función asignada en la división internacional
del trabajo como abastecedores ultramarinos de las metrópolis. Esta incongruencia
es difícil de explicar, pero no son ajenos a ella el prestigio social del
Litoral y la incapacidad burguesa de los del interior en los respectivos
grupos patronales. Esta gente de Cuyo y del Norte es muchas veces portadora
de apellidos españoles de abolengo arribeño, de mucho mayor cotización histórica
que los abajeños del puerto. Pero queriendo asimilarse a la alta clase del
puerto se han sometido a las normas políticas e ideológicas de los principales.
De "bien" provincianos, quieren ser "bien" en la Capital. ¿Cómo extrañar
entonces que los guarangos frustrados del Litoral se hagan tilingos, si
la misma tilinguería la padecen muchos aristocráticos descendientes de la
Conquista por el Perú?
La tilinguería cotiza una marca
de vino, un tabaco, un pomelo, o una palta, muy por debajo de un toro lleno
de medallas. Se entra muy bien en la alta sociedad llevando de la rienda
al toro, pero es difícil mostrando una botella de vino por lujosa que sea
la etiqueta, por más sugestiones de chateau que evoque, tanto en la presentación
como en la exquisita calidad del producto.
A un cuarto de siglo de la entrada
del país al capitalismo, debemos recordar que el capitalismo naciente en
la Argentina fue ajeno en sus hombres al hecho histórico que lo provocaba,
produciéndose la paradoja de que le correspondiese a la clase obrera abrir
la etapa del desarrollo económico burgués. Más aún: la nueva burguesía sigue
aún incapacitada para jugar su papel, y es precisamente porque en la medida
que asciende, pierde conciencia de su propia realidad para hacer suya la
imagen de importancia que le presenta el tilingo. Se queda en el "medio
pelo" y, rechazando el triunfo burgués, se adecúa al remedo, a la imitación
de la alta clase con la que cree tomar contacto cuando se acomoda a la imagen
de alta sociedad que le brindan los declasados.
Hubo un tiempo en que los venidos a menos económica y socialmente se jactaban
de ser un pequeño sector domiciliado en el "Palacio de los Patos" de la
calle Ugarteche. Ahora se han multiplicado. desde detrás de la Recoleta
hasta San Fernando, a lo largo de las vías del Central Argentino. (Lo designo
así porque la nueva nominación ferroviaria es completamente tilinga, aunque
la hayan hecho los guarangos, lo que prueba que, en esta materia, todos
tenemos tejado de vidrio.)
Landrú ha identificado perfectamente los personajes describiendo en el "gordi"
y el "mersa" la oposición tilinguería-guaranguería. El botellero próspero,
con su Valiant resplandeciente, es feliz echándole soda al vino de marca,
ocupando las mesas de los restaurantes caros, hablando fuerte de lo que
dijo-"su señora", mientras "cena". Está en el camino de constituir una burguesía.
Todavía no tiene conciencia de que constituye un sector de la sociedad correspondiente
a una etapa de la economía, y no ha alcanzado a comprender la correspondencia
de sus intereses personales con los intereses de su grupo. Hijo de sus aptitudes
capitalistas -aunque muchas veces también más de la inflación que de su
capacidad, o de equívocas actividades comerciales-, está en el camino de
constituir una burguesía. Pero en el momento de definirse como burgués y
adquirir la psicología correspondiente, nota el contraste de sus gustos
y normas con lo que es "bien". Desde que se ha mudado al barrio Norte, desde
Gerli o Quilmes, y la "señora" ha olvidado la batea deslumbrada por la máquina
de lavar, ha hecho nuevos contactos que le dan la idea de una meta social
que tiene que alcanzar. Comienza él también a añorar la época en que "el
servicio daba gusto" y en que el obrero -el "negro"- se mantenía "donde
debe estar". Olvida de inmediato que es precisamente ese cambio el padre
de su prosperidad y de su posibilidad de acceso a niveles más altos. Más
aún. que el mantenimiento de ese cambio y su profundización es su única
garantía. Quiere dejar de ser "mersa" y sólo logra ser "gordi". E inmediatamente
tiene el complejo político del "gordi", a quien comienza a imitar.
Y comienza a imitar a una imitación, tomando por modelo las malas copias.
Porque la tilinguería constituida por las "gordis" no es ni remotamente
la alta clase a la que cree aproximarse.
Desde la época en que los declasados se refugiaban en la calle Ugarteche,
todo el "Norte" liminar se ha llenado de falsos declasados. Se ha constituido
un sector social entero que vive en la convención de que "todo tiempo pasado
fue mejor" en aquella "Jauja" retrospectiva -"cuando la tía Leonor tenía
Lando"-; de miles de familias que se aterran al recuerdo de un ascendiente
que figuró algo en la segunda y la tercera línea de los amanuenses de la
oligarquía, Descendientes de militares -un oficio generalmente despreciado
por la alta clase-, de secretarios de juzgados, directores de oficinas,
bancarios pueblerinos y hasta de conscriptos de Curu-malal, se han construido
imaginativamente un pasado señoril que tratan de revivir en una vida forzada
que absorbe casi todos sus recursos en gastos de representación.
Arturo Jauretche desde su lugar apasionado de escritor, de ensayista, de
periodista, de historiador, de filósofo, de sociólogo -desde todas esas
ocupaciones, de las cuales carecía de título pero no de conocimiento- fue
básicamente un "pensador social" , como le gustaba definirse. Detestaba
que lo llamasen "intelectual": aclaraba que "todos somos intelectuales,
porque tenemos intelecto". Prefería "pensador social", porque le interesaba
pensar en forma global la sociedad argentina. Hasta en eso -en el lenguaje-
Jauretche era un revisionista.
Revisaba todo concepto o preconcepto que estuviera autorizado, sacralizado,
alabado por el sentido común. Fue, durante toda su vida, un permanente cuestionador
de la clase dominante, de sus hábitos y su política de alianzas con el modelo
económico de
Inglaterra y EEUU. En resumen, fue el hacedor de un pensamiento nacional,
que difundió e hizo trascender en otros.
El escritor tuvo una transformación interesante en su vida, políticamente
hablando. Fue conservador en su juventud, por influencias de su padre; después
fue radical -de Hipólito Yrigoyen-, luego peronista y terminó siendo un
ferviente antiimperialista. Como él acostumbraba a señalar: "Al revés de
tantos políticos, yo subí al caballo por la derecha y termino bajándolo
por la izquierda". Todos estos cambios, aparentemente contradictorios, tenían
en el fondo un hilo conductor muy coherente: la idea de un proyecto nacional,
no nacionalista. Para Jauretche en ese aspecto había que hacer una distinción:
el nacionalismo era algo anquilosado, tradicionalista, vinculado al pasado;
en cambio lo nacional era, para él, un proceso popular a construir, un proyecto
social ligado con lo genuinamente democrático, mucho más allá de los partidismos.
"Lo nacional no es lo xenófobo, lo nacional es lo universal visto por nosotros",
escribió alguna vez.
Estas ideas políticas eran consecuentes
con una lucha personal y colectiva por llegar a cambiar "el destino de mis
paisanos". Jauretche hablaba frecuentemente en esos términos de la vida
rural -"paisanos", decía para referirse a la gente trabajadora-, porque
venía del campo, del pueblo de Lincoln, provincia de Buenos Aires, donde
había nacido el 13 de noviembre de 1901. Conocía bien esa vida y el sufrimiento
de aquellos "paisanos", a menudo bastante olvidados por la sociedad.
En virtud de ese pensamiento de "lo nacional" es que milita fuertemente
en el irigoyenismo, en la década del 20, influenciado por el poeta Homero
Manzi. Lucha después del golpe de 1930 contra la llamada "década infame",
participa de levantamientos callejeros contra la dictadura de Uriburu y
Justo, es apresado, y tiempo después funda la famosa agrupación FORJA, espacio
político y de análisis histórico donde proyecta todas estas ideas de "un
pais libre", muy influenciado por las ideas críticas de Scalabrini Ortiz,
a quien consideraba su maestro.
Desde 1935 en adelante, la importancia de la FORJA, para muchos, fue grande
al iniciar en parte el revisionismo histórico, esa escuela que se opuso
a la visión de "próceres de mármol" construida por la historia mitrista.
Además de la preocupación por la idea de "nación construida hacia adentro",
los muchachos de la FORJA visualizaban los enemigos de afuera, y eso molestaba
a intereses diversos, también puertas adentro.
A la llegada de las masas populares al centro de la vida del país, en 1945,
Arturo Jauretche adhiere fervorosamente al movimiento peronista. Del irigoyenismo
pasa sin escalas al peronismo: Perón venía a encarnar gran parte de los
deseos y enunciados de Jauretche . De todos modos, la aparente contradicción
ideológica no era tal: el general tuvo, durante los primeros tiempos de
su gobierno, el firme proyecto de colocar un gran monumento de Hipólito
Irigoyen en algún lugar importante de la ciudad.
El autor de "Manual de Zonceras Argentinas" fue funcionario durante el primer
mandato peronista: durante cinco años, ejerció la presidencia del Banco
de la Provincia de Buenos Aires. Pero por su ya conocido carácter heterodoxo
y crítico, tuvo sus discusiones también con Perón.
SU EXTENSA OBRA
Arturo Jauretche escribió mucho, muchísimo, durante cuatro décadas -"escribió"
es una forma de decir, ya que no le gustaba escribir sino que delegaba esa
tarea en secretarias y amanuenses, confesando un rechazo desde joven a la
máquina de escribir-; fue autor de innumerables ensayos , artículos periodísticos
y conferencias que encendían pasiones políticas, discusiones, amores y odios.
Eran épocas más pasionales en Argentina.
Sus obras mas importantes: "El
medio pelo en la sociedad argentina", "Los profetas del odio (y la yapa)",
"Política nacional y revisionismo histórico" y "Manual de Zonceras argentinas"
son las mas conocidas y brillantes. Fue uno de los más polémicos, empecinados
y combativos de los pensadores del ámbito nacional. Fue muy leído -y lo
sigue siendo en la actualidad, porque sus palabras cobran cada día mas presencia
en la Argentina de hoy- sobre todo por la clase media más concientizada
por los problemas sociales.
Carta
de Arturo Jauretche a nuestro columnista
Carlos Bozzi,
sobreviviente de La Noche de las corbatas.
A él , muy sensible por esos
problemas sociales, a veces se le daba por escribir además coplas populares:
"Hasta que un dia el paisano acabe con este infierno,
y haciendo suyo el gobierno,
con solo esta ley se rija:
o es pa' todos la cobija,
o es pa' todos el invierno."
Y así como era sensible y solidario
con su gente, era duro con sus enemigos y desmitificaba todo aquello que
estuviera institucionalizado, sacralizado por el "establishment". Golpeaba
y denunciaba todo el tiempo al sistema dominante, en todos sus intersticios:
la economía capitalista y los valores negativos asociados a ella, la educación
académica, los medios de comunicación, los partidos de izquierda, los escritores
conservadores. Jauretche apuntaba sus dardos para todos los costados y no
se salvaba nadie. Se enfrentó fuertemente con Borges, Martinez Estrada,
Victoria Ocampo y otros de su época.
El objetivo de este hombre , a quien Atahualpa Yupanqui resumía como "un
argentino entero", era enseñarnos a pensar "en nacional", en lugar de pensar
"en colonial".
Sus críticas se caracterizaban muchas veces por la ironía, por lo socarrón,
y por el humor crítico e inteligente. Apuntaba sobre los medios de comunicación:
"No existe la libertad de prensa, tan sólo es una máscara de la libertad
de empresa", frase que luego se popularizó y fue robada por infinidad de
escritores y periodistas.
Sobre la izquierda: "Las disputas de la izquierda argentina son como los
perros de los mataderos: se pelean por las achuras, mientras el abastecedor
se lleva la vaca"
Su biógrafo, Norberto Galasso, rescata las palabras que otro admirador,
el escritor Ernesto Sábato, escribió alguna vez hace mucho tiempo en la
vieja revista Crisis:
"Más de una vez he oído a profesores de sociología, refiriéndose admonitoriamente
a Jauretche: "Es un montonero de las ciencias sociales"... lo que explica
sus irregularidades, pero también sus aciertos, su capacidad de improvisación,
su salida por donde menos se espera. Él, como los baqueanos de otros tiempos,
se agacha, mastica un pastito, observa para dónde sopla el viento, discrimina
la huella de un animal que pasó por allí, una semana atrás. Jauretche fue
construyendo su filosofía de la historia entre dichos y sucedidos, conservando
la ironía socarrona del paisano pero ya con el andar medio de costado del
compadre porteño (vaya a saber si con un cuchillito en la cintura) mezclando
palabras como establishment y apero, Marx y Viejo Vizcacha, haciendo la
sociología de Juan Moreira y el Gallego Julio. Si agregamos su coraje a
prueba de balas, su desaforado amor por esta tierra y su pueblo, su poner
la dignidad de la patria por encima de cualquier cosa, ¡qué lindo ejemplar
de argentino viejo, este Arturo!"
Pareció un guiño cómplice de su destino: Arturo Jauretche, que dedicó toda
su vida al gran desafío de construir un destino nacional, murió nada menos
que un 25 de mayo (fecha simbólica por excelencia de lo nacional), para
colmo exactamente un año después (1974) de que el mayor movimiento de masas
de la historia argentina -el peronismo- regresó al poder después de casi
dos décadas de proscripción. Don Arturo no pudo enterarse de lo que vino
después. Menos mal.
Por Arturo Jauretche,
1957 Gusto sentarme, a la caída de la tarde, en el
murallón de la Costanera, en la ciudad vieja de Montevideo. Hay un lugar
que prefiero, a doscientos metros de donde vivo, y es la saliente que hace
el antiguo asiento del Templo Inglés.
Los barcos que van y vienen de ultramar pasan al largo, los que vienen de
Buenos Aires se perfilan al tomar la boya que tengo delante, a menos de
una milla, río adentro.
Pienso entonces que este Montevideo es el puerto natural de la Confederación
del Plata. El puerto natural de Bolivia y Paraguay, de Argentina y Uruguay.
Si las cosas hubieran sido de otro modo y existiese la Confederación, éste
habría sido el puerto de intercambio con ultramar y probablemente Montevideo,
la gran ciudad comercial e industrial del Plata y el territorio Oriental,
su granja abastecedora. Buenos Aires, con un puerto que hemos tenido que
cavar en el barro, y al que debemos defender, día por día del mismo barro,
sería la Capital de la Provincia de Buenos Aires, o tal vez de la Nación,
pero no la única gran ciudad del Plata. Una ciudad importante entre muchas,
en las imaginaciones de ese posibilismo veo este País, con sus maravillosas
playas y su equilibrado paisaje, elaborando gran parte de las materias primas
de la cuenca platense, y al mismo tiempo sitio del ocio y del recreo, sin
competencia posible. Esta gran ciudad del sur, a la que la naturaleza había
fijado un destino de primera, tendida bajo la farola del Cerro.
Don Arturo en un
acto político (a la derecha, con los dedos en V)
Ella es además el contacto marítimo
directo con la Patagonia, con la Antártida, con las Malvinas y con el Estrecho,
que afluyen naturalmente a su seno. Cuando analizo nuestras economías distorsionadas
por una estructura política artificial y los grandes ríos y el mar esterilizados
para su función, me duele nuestro destino marítimo frustrado, cuando el
Plata dejó de ser el río interior de nuestra Confederación. Al perder ese
carácter se cerraron las posibilidades de gran cabotaje, que era su consecuencia
lógica y hubiera sido nuestro medio de transporte establecido por la naturaleza.
Al perder la unidad, perdimos el destino marinero, pues del cabotaje se
pasa directamente a la marina de ultramar, por la que afortunadamente se
hizo mucho en estos últimos años, como parte del proceso liberador, entre
las sonrisas escépticas de la "intelligentzia", que quiso ridiculizar el
esfuerzo, hablando de los "gauchos al timón". Seríamos hoy potencia en materia
de marina mercante, y nuestra marina de guerra, potenciada sobre la misma
base, sería Señora del Atlántico Sud. Señora de alianza buscada en razón
de potencia, y no ofrecida en razón de debilidad.
Pero esto que imagino yo ahora, sobre el antiguo asiento del Templo Inglés,
lo pensó con clara visión Canning, hace un siglo y cuarto, entre las brumas
londinenses. Sus instrucciones a Ponsomby, cumpliendo con la política de
balcanización del Río de la Plata y las finalidades económicas que siguen
rigiendo, y que dieron por resultado la separación de la Banda Oriental
de sus hermanas, atendieron expresamente, como está documentado, a impedir
que el Río de la Plata fuera un río interior. Es inconveniente, decía, que
una sola Nación posea las dos orillas del río, pues tendría gravitación
decisiva en el Atlántico Sud.
Es un poco triste saltar de estas meditaciones a la política del mar que
tenemos por delante y a la concepción de nuestro destino que parece regirla,
es decir, como simple instrumento de intereses remotos. Y es curioso que
quienes más se afanen por servir esos planes sean aquellos a quienes la
política de Canning frustró un destino de grandezas ganado por nuestros
ejércitos en los campos de Ituzaingó.
El posibilismo y la imaginación suelen ser deprimentes cuando se contrasta
el sueño con la realidad. No es así en este caso. Porque nos reconforta
todo lo que se ha podido salvar y todo lo que se ha hecho a pesar de una
"intelligentzia" rectora que trabajó en contra del destino común y que hasta
ha presentado nuestras derrotas como victorias. Pues hubo otra inteligencia,
esa sí argentina, que desmedrada y todo, salvó lo esencial. Fue ese oscuro
instinto de los caudillos federales, la clara visión de un patrón de estancia,
que aplicó al gobierno las normas del sentido común, no dejándose confundir
por las añagazas de la "intelligentzia". El país ha vencido, a pesar de
todo, y lo ha salvado, permanentemente, el sentido realista de nuestros
humildes y sus intérpretes. Pero, lo que fue intención es ahora inteligencia.
Ahora los argentinos "saben" y tienen conciencia de su destino y cómo realizarlo.
Creo, sin embargo, que no está demás la labor que he intentado: poner al
desnudo las finalidades de la llamada "intelligentzia".
[De "Los profetas del odio y
la yapa", publicado en 1957, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1997]
El 9 de julio de 1942, bajo una atmósfera política dominada por la claudicación
y el escepticismo, Arturo Jauretche recibe una carta de su amigo y compañero
de lucha José Benjamín Avalos. Es un mensaje triste, amargo, de un bravo
luchador que ve apagarse la esperanza. Inmediatamente, le contesta analizando
el agotamiento del radicalismo y la posibilidad de que las masas populares
busquen un nuevo cauce, en la certeza de que éste será hallado y llegarán
días triunfales.
Dado que existen mucha similitudes con la situación actual, la publicamos
íntegra. En algunos párrafos, al lector le bastará reemplazar "radicalismo"
por "peronismo" para que ella adquiera tremendísima vigencia. En otras -referidas
a las Fuerzas Armadas, por ejemplo- la analogía no resulta aplicable. De
cualquier modo, el lector sabrá distinguir aquellas enseñanzas que resultan
de importante aplicación a nuestras luchas actuales:
Buenos Aires, 9 de julio de 1942.
Señor Dr. José Abalos
Rosario.
Distinguido correligionario y amigo:
A mi vuelta de una gira por el Oeste de la Provincia de Buenos Aires me
encuentro con su apreciable carta que me proporciona a la vez que la satisfacción
de un buen recuerdo, el pesar de encontrarlo un poco pesimista y desperanzado.
Comprendo la angustia argentina y radical que atenacea su espíritu. No puedo
menos que comprenderla pues la ha vivido, hasta que este camino de F.O.R.J.A.,
en que estamos, me dio cauce seguro y firme, rumbo cierto y lo que Yrigoyen
llamaba "alegre claridad de todas las certidumbres" .
Yo no puedo creer que su desesperanza dure, pues es Ud. uno de los pocos
políticos argentinos que conserva íntegra la frescura del alma, aquí donde
los políticos envejecen prematuramente como los adolescentes viciosos. Ese
estado de espíritu por el que Ud. pasa, y que se transparenta en su carta
al hablar de que: "jóvenes, maduros y viejos están carcomidos por el mismo
mal de la desesperanza y la incredulidad" puede ser superado, por lo menos
lo hemos superado nosotros, haciendo un planteo actual de lo político. De
eso pienso hablarle en estas líneas.
El
radicalismo ha perdido la bandera de la neutralidad yrigoyeniana, que le
arrebata Castillo, por haber mezclado la defensa de nuestra democracia con
la defensa de otras democracias que son tan enemigas nuestras como los mismos
totalitarios, hasta el punto de que el general Justo, los comunistas, los
socialistas, y los conservadores de Acción Argentina dicen las mismas palabras
que el radicalismo, desde que éste ha perdido su idioma propio. Se ha confundido
la defensa de la soberanía del pueblo con la defensa de las instituciones
en que se ampara el régimen para mantener esta "normalidad institucional"
que ahora llaman democracia.
Yrigoyen planteaba estas cosas claramente. Cuando dijo que "Las autonomías
son para los pueblos y no para los gobiernos", expresó precisamente el concepto
que sostenemos en F.O.R.J.A. Es lo mismo decir que gobierno del pueblo sin
instituciones es mejor que gobierno del instituciones sin el pueblo.
La hostilidad del Régimen, ahora y antes, consistió siempre en crear un
aparato legal para canalizar la protesta del pueblo y después, por su periodismo,
su Universidad y su escuela acostumbrar, al pueblo despojado, a reverenciar
el aparato del despojo. En 1916 el radicalismo cayó en la trampa y en lugar
de voltear la legalidad del Régimen, se metió en ella. Bien decía Yrigoyen
que el no quería llegar así, pues debió llegar para derogarla y crear la
nueva legalidad argentina, la de la causa: una democracia que voltease el
aparato de la finanza, del periodismo, de la Universidad, de todo lo que
obedece a directivas que no son en interés del pueblo y permitiese el surgimiento
de lo propio creador de la libertad.
Mientras no comprendamos
que hay una superestructuras que rodea al Estado y lo somete a sus fines
constituida por la finanza, no comprenderemos nada. El vigilante no está
puesto para cuidar la libertad de los argentinos sino para impedir que la
libertad de los argentinos lastime los intereses de la finanza. Pues bien,
tenemos que crear las instituciones de la Causa en que la función del vigilante
sea meter la finanza en vereda para qué no lastime la libertad del pueblo.
De otra manera, las mejores intenciones se verán quebrantadas, o serán dejados
de lado los bien intencionados.
Hoy no hay, por ejemplo, libertad de prensa, sino libertad de empresa y
no me refiero a las limitaciones del estado de sitio. Cuanto más grande
es un periódico más depende de los grupos financieros, y los mismos partidos
tienen que ir de claudicación en claudicación, pues son los grupos financieros
los que proporcionan recursos que obligan; el que no los acepta se coloca
en inferioridad de condiciones. Aún en el seno mismo de los partidos, depende
del periodismo manejado por la finanza, el prestigio personal; de manera
que el nombre y la personalidad no la hace ni la conducta, ni la capacidad,
sino el elogio de la tal prensa, pues aquél que pretenda tener conducta
propia está condenado al silencio y a la difamación . Además, la rivalidad
interna entre los dirigentes hace que se abulten los cuadros de afiliados
con masas de hombres que no conocen ni la vida interna, ni la calidad personal
de los actuantes, y estas masas de afiliados forman opinión sobre las cosas
internas por medio del periodismo, que siempre será adversario del radicalismo
en la medida en que éste sea radical. ¡Ahí tiene a "Crítica" convertida
en árbitro del valor de los hombres y de las ideas en nuestro partido!.
El error está en creer que el Régimen es el cuerpo de hombres que maneja
los partidos de la Concordancia, cuando éstos son sus meros instrumentos.
Es como creer que en Francia gobernaban los partidos y no las 200 familias.
Pero aquí es peor, porque ni siquiera son familias. Las que gobiernan son
sociedades anónimas , frías creaciones del dinero, sin sangre, sin corazón,
sin ley, sin patria. Y para peor, con un asiento principal fuera del país
y obedientes a directivas políticas que sirven fines imperiales.
Los germanófilos y aliadófilos que tanto se apasionan por los gringos aquellos
se empeñan en no saber que para unos y para otros, nosotros somos "negritos
miserables" destinados a la servidumbre.
Se queja Ud. "de que los brazos armados parecen sensualistas" y de que todos,
jóvenes, maduros y viejos estén desesperanzados y sin fe.
Yo no comparto ninguno de sus puntos de vista al respecto y confío, hoy
más que nunca, después de ser durante siete años parte de una minoría aparentemente
insignificante, en la capacidad del pueblo y del ejército para apasionarse
por una gran bandera.
Fíjese,
Dr. Abalos, que nosotros los hombres de F.O.R.J.A. hemos sido acusados,
cuando nos encerramos en la abstención y nos negamos a seguir tras las mayorías,
de no tener fe en el pueblo y de ser, en cierta medida, dictatoriales cuando
no fascistas. Sin embargo somos nosotros los que hemos tenido fe en el pueblo
cuando nadie nos creía y creemos hoy en el pueblo cuando empiezan a dejar
de creer los que nos criticaban nuestra posición. Lo que pasó es que a la
par que creíamos en el pueblo creíamos en nuestra verdad y que entendemos
la política como arte de dirección y no como simple sometimiento a las mayorías
momentáneas. Demasiado conocemos cómo caen por el dinero y la propaganda
los errores populares; pero sabemos que los pueblos vuelven a encontrar
su verdadero camino. ¿No hemos visto acaso, las vísperas de septiembre y
la posterior reacción popular? ¿Y no vemos ahora mismo cómo la propaganda
belicista -que es enorme- sólo logra crear un superficial estado de espíritu,
que se estrella en el profundo buen sentido del pueblo?.
Muchos creen que lo democrático es seguir a la masa, y que así los partidos
no tienen otra función que rivalizar a quien la adula más.
Nosotros a la inversa, creemos que es la masa la que debe ir hacia los partidos
cuando está de acuerdo con los puntos de vista aunque el pueblo no lo comparta,
hasta que llegue la hora en que su pensamiento sea el de la mayoría.
El más difícil arte del demócrata es saber quedar sólo, cosa en la que fue
maestro Hipólito Yrigoyen. Sólo al pie de la bandera abandonada, en la certidumbre
de que un día, alrededor de ella, se reunirán las multitudes. Porque si
el conductor no sabe estar solo, es que no cree en la bandera; no puede
infundir la fe que le falta.
La experiencia tampoco demuestra que los brazos armados sean más sensuallistas
que los inermes políticos.
Cuando recorro las listas de los que han participado en nuestras actividades
insurgentes hasta el levantamiento de la abstención, compruebo que la proporción
de oficiales y suboficiales que se han arriesgado es muy superior proporcionalmente
a la de los políticos, con la diferencia de que los militares tenían todo
que perder y nada que ganar que no fuera aquello que pudieron conservar
quedándose en su casas, mientras que los políticos lo tenían todo perdido
y no les quedaba otro camino que ese juego. Agregue, Dr. Abalos, lo que
después hemos contemplado sobre la venalidad y el fácil acomodamiento de
muchos dirigentes correligionarios, la mayoría; y Ud. se admirará al comprender
el extraordinario mérito de los que se han jugado, y como muchos no lo habrán
hecho, porque pudieron ver objetivamente, sin la pasión nuestra, cuán falso
era el revolucionarismo de muchos que lo convocaban.
No, Dr. Abalos. Yo no creo que estén agotadas las posibilidades morales
del pueblo y del ejército. La que está agotada es la bandera del radicalismo,
de tanto arrastrarla por el barro, de tanto confundirla con otros banderines.
Un muchacho nuestro suele decir en sus discursos que han convertido la bandera
del regimiento en la banderola de la cantina. Nosotros comparamos este momento
a aquel en que nace el radicalismo. Cuando la Unión Cívica ha perdido su
gran bandera, los puros y los incontaminados necesitan diferenciarse y diferenciarla
y así de la Unión Cívica, el aditamento radical hace nacer a la Unión Cívica
Radical, el radicalismo, cuya filiación histórica en el pasado es la Unión
Cívica, pero que necesita diferenciarse para las cosas del destino. Así
cuando la U.C.R. llega a ser lo que es hoy, un partido más , ajeno al drama
sustancial de la patria, le agregamos el aditamento F.O.R.J.A., para que
el ciudadano forjista esté diferenciado en su radicalismo de la multitud
de grupos que se dicen radicales y sobre los que va cayendo lentamente una
atmósfera que los engloba conjuntamente con todos los políticos del Régimen.
Por otra parte, Dr. Abalos, una bandera política debe parecerse a un río
que es siempre el mismo, pero en el que las aguas van cambiando, pues las
fuerzas políticas actúan en el tiempo y su devenir, de tal manera que contenidas
todas las reclamaciones en la gran demanda inicial, vayan, según las exigencias
de la hora, haciendo su presentación en cada oportunidad. Así vemos que
en 1916 el radicalismo que ha presentado como exigencias inmediatas la reclamación
del sufragio libre y la honestidad administrativa, va gradualmente presentando
sus reclamaciones que lo definen en su totalidad y así en 1917 presenta
su sentido social, y define de inmediato su concepción política internacional
en la neutralidad y la Liga de las Naciones y sucesivamente va cerrando
el cuadro de sus presentaciones hasta la reclamación de la soberanía económica
cuando se lanza a la del petróleo y otras reivindicaciones. Entretanto,
las generaciones argentinas se van renovando y cada una de ellas trae un
tema apasionante que encuentra su eco en el radicalismo de Yrigoyen. Pero
cuando en la reivindicación de la economía, el radicalismo se define ya
como un peligro concreto para la superestructura financista de la Nación,
lo voltean el 6 de septiembre.
Arturo Jauretche, de saco blanco, junto
a Oscar Bidegain (centro, de anteojos) y otras personalidades.
Era ese el momento de precisar
nuestra posición en la materia y así lo hicimos mientras estuvimos en la
abstención; el 6 de septiembre era un golpe hecho contra el país por el
imperialismo y nuestra revancha no era la revancha de un partido político
sino la revancha de la Patria. Poco a poco, esa concepción nacionalista
de la política revolucionaria se iba abriendo camino en el campo adversario
y dividiéndolo y ocurría este fenómeno: que los que más habían participado
en el 6 de septiembre comprendían su error viendo que habían servido intereses
extraños y contrarios al país, mientras que los merodeadores que rodeaban
a Uriburu después de la victoria, ya pensaban en consolidar legalitariamente
el régimen de entrega consagrado el 6 de septiembre.
Para el que vea la historia en perspectiva de tiempo, será fácil comprender
este hecho: muerto Yrigoyen y muerto Uriburu, se trabaja en dos bandos para
pacificar el país en la legítimación del 6 de septiembre y de las entregas
que le suceden.
Concordancia y Radicalismo del Comité Nacional se crean una legalidad en
la que conviven, pero hay dos estados: el pueblo y el ejército.
Preguntó Yo: ¿Cómo unir a los estafados, que forman la Nación contra los
estafadores?.
La sola bandera de la U.C.R. ya desfigurada en tal medida no basta; por
otra parte, no expresa ya un pensamiento simple y claro y por sobre todo,
inficcionada de internacionalismo, ha abandonado la revancha de la Patria.
Hay además un hecho fundamental: los que el 6 de septiembre tenían a seis
años ahora tienen 18; los que tenían 18 tienen 30. Constituyen el grueso
de la población del país y sobre todo la parte dinámica de la sociedad,
la que hace historia. El radicalismo que ellos conocen es el de los concejales
de la CADE, el de Alvear, etc.. Ningun no se orienta ya hacia sus filas
y si va, va friamente sin emoción de combatiente. No sirven para lo que
necesitanos.
Los jóvenes están en una oposición disconformista, se harán fascistas o
comunistas, según las alternativas de la propaganda extranjera; todos ellos
hubieran sido radicales se hubieran llegado a conocer al radicalismo, pero
lo que conocen es un partido que forma parte del Régimen, tiene los mismos
vicios de este y además es zonzo, es decir, ridículo, que el único prestigio
de la picardía es su éxito. Pero el pícaro zonzo es la víctima del cuento
del pillo, del que se ríe el cuentero, la policía, el juez y el lector del
diario.
En 1935, nosotros vimos lo que iba a ocurrir y nos propusimos crear un cauce,
un substitutivo; mejor todavía, la continuidad histórica de radicalismo,
y para eso creamos F.O.R.J.A.
Sabíamos
que íbamos a ser combatidos y difamados y hemos sido acusados alternativamente,
de comunistas o nazis, según los intereses de las finanzas y sus incondicionales
aliados, esos tipos de revolucionarios sociales que pelean en todas las
batallas de las antípodas, pero jamás con el vigilante de la esquina. Como
somos radicales de verdad y además, de buena memoria, que es cosa que suele
andar mal en el radicalismo, no nos hemos olvidado de que a Yrigoyen lo
llamaron fascista o algo por el estilo -ya que el fascismo no existía-,
cuando la semana de enero, anarquista por las huelgas ferroviarias y germanófilo
por la neutralidad. A los radicales que gritaban viva el Dr. Ortiz y que
defienden tanto esa normalidad institucional, hay que recordarles que el
11 de noviembre de 1918 hubo que meterles balas en la Avenida de Mayo a
los que pretendían celebrar el triunfo aliado colgándolo a Yrigoyen y que
el Comité de Ruptura de entonces era la Acción Argentina de ahora.
El buen argentino no tiene que hacer caso de estas imputaciones y debe seguir
adelante sirviendo a su país, pues la propaganda trata de crear complejos
de inferioridad para que el hombre no exprese lo que siente. Por ejemplo,
¿puede Ud. admitir, Dr. Abalos, que yo, que lo he acompañando a Ud. con
las armas en la mano para defender las libertades públicas sea menos demócrata
que Pastor, Culaciati o el general Justo?. La cosa es sencilla: nos quiere
hacer pasar por democracia el mantenimiento del parlamento, la justicia,
las instituciones, en una palabra, es decir, lo formal que el Régimen maneja.
Para nosotros, la democracia es el gobierno del pueblo con o sin parlamento,
con o sin jueces, y si el pueblo no gobierna, las instituciones no son más
que las alcahuetas de la entrega.
Bueno, Dr. Abalos. Quiero llegar a ésto: hay dos Argentinas, una conservadora,
que no quiere que ocurra nada, y en la cual está incluido el actual radicalismo.
Esa Argentina tiene una apariencia poderosa porque maneja las estructuras
oficiales de los partidos, el periodismo, la radiotelefonía, los gobiernos,
pero esa Argentina no tiene vitalidad ninguna, es un edificio caduco, subsiste
por inercia porque en ella ya no creen ni los que la forman. Y hay una Argentina
subterránea, joven, vigorosa, caótica aún, pero que pronto se va a orientar,
que se está orientando a pesar del desorden que introducen banderías extrañas
en su seno, como el comunismo y el fascismo; la mayoría de los jóvenes que
se creen comunistas o fascistas no son tal cosa; son radicales que no han
encontrado al radicalismo y con ellos trabaja F.O.R.J.A., orientándolos
poco a poco.
Una organización sistemática de silencio y la falta de recursos económicos
ha retardado nuestro avance que tampoco hemos querido precipitar, porque
se debe operar sobre la madurez de la conciencia. El año que viene esa Argentina
joven y vigorosa va a ponerse en marcha, si la bandera que nosotros hemos
levantado cuenta con el apoyo de unos pocos brazos de prestigio ya consolidado.
El Régimen le va a ofrecer al país alternativas repugnantes y el Comité
Nacional no cuenta ya para el pleito presidencial, como no se resigne a
ser furgón de cola.
El ejército no va a apoyar ninguna de esa soluciones, porque el Régimen
ya ha prescindido del ejército desde que el país se pacificó. El ejército
lógicamente no hará nada, pero no será sostén del Régimen si la bandera
existe y reúne las dos condiciones que reúne la bandera de F.O.R.J.A.: nacionalista
por la reivindicación de lo nacional y de conciliación con el pueblo por
la reivindicación de lo popular. Los fascistas pretenden ofrecerle la primera
parte, pero les cierran el camino a la segunda que es una obsesión de la
milicia; el radicalismo a secas podría ofrecerle lo segundo, pero no le
ofrece lo primero, porque se Ha olvidado de su postura inicial. Son tan
torpes los dirigentes que asustados por J.B. Molina y algunos fantasmones
que el mismo Régimen levanta para impedir una formación nacionalista auténtica
que, acaso de Fresco también, se ponen en antimilitaristas y gritan: el
ejercito a los cuarteles, que es lo que precisamente les conviene a los
gobiernos.
Recuerdo que Yrigoyen, a la vuelta de Martín García, me dijo una vez que
para el 4 de febrero el radicalismo era más fuerte en número de hombres
en las filas del ejército que en las del pueblo, agregando que en este sentido
se contó casi exclusivamente con mozos estancieros del Sud de Buenos Aires.
Me parece que el caso F.O.R.J.A. es el mismo, porque nosotros nos hemos
ocupado de radicalizar a los no radicales mientras el Comité Nacional se
dedicaba a desradicalizar a los que ya lo eran, tolerando la infiltración
de ideologías, slogans, etc., extraños al sentido nacionalista del radicalismo.
Es muy fácil a través del nacionalismo hacer comprender a Yrigoyen y comprendido
Yrigoyen, todo nacionalismo deviene radical. Por el proceso inverso, a un
hombre lleno de inquietud social, es fácil ver que el problema previo a
la distribución justa de los bienes es que seamos dueños de ellos, de manera
que la primera pelea no tiene que ser entre nosotros sino con quien los
llevará, así toda demanda de justicia social se identifica con el nacionalismo
y no hay posible concepción nacionalista en un país colonial que no lleve
implícita la demanda de justicia social.
¡Parece mentira, Dr. Abalos!. Esto que decimos en F.O.R.J.A. en 1942 era
lo que se decía en todas las tribunas radicales en 1926 y 1927. Recuerde
Ud. y verá como es grave la crisis del Partido. Y no puedo acusar a los
hombres del antipersonalismo que al fin y al cabo han sido leales a su pensamiento
de fondo. Mosca en 1942 piensa como Mosca en 1927. Son los yrigoyenistas
lo que se han vuelto atrás para poder hablar el mismo lenguaje que Mosca
y los suyos.
Ahora hay radicales que no se atreven a decir que la U.C.R. no es un partido
político sino la unión civil de los argentinos para realizar la Nación por
encima de las facciones del Régimen que son los partidos. Encuentran eso
totalitario olvidando que en todo caso serán los fascistas los que se han
copiado de Yrigoyen. La definición era perfecta y no encuentro que haya
habido nunca una fuerza revolucionaria que no fuese totalitaria, es decir
que negase totalmente a cualquier facción al constituirse ella en la Nación
misma porque, así es totalitaria la Revolución de Mayo, la Francesa y la
Rusa tanto como la Alemana o la Italiana.
Lo que distingue no es el método revolucionario sino el fin y el del radicalismo
y el de F.O.R.J.A. es inverso al totalitarismo europeo; mientras aquéllos
se proponen hacer del hombre un instrumento del Estado, como en Italia,
o de la raza como en Alemania o de una categoría histórica como en Rusia,
nosotros nos proponemos hacer un Estado defensor de la libertad del hombre
para que éste se realice en plenitud, es decir, lo que dije al principio:
dar vuelta al vigilante para que en lugar de cuidar que la libertad del
hombre no lesione a los dueños de lo económico, cuide de que los dueños
de la economía no lesionen la libertad del hombre.
Tanto esperamos en Ud. que ni en esa provincia ni en Córdoba hemos querido
actuar porque allí hay reservas que pueden moverse espontáneamente. Pero
Santa Fe está en situación distinta a Córdoba. Córdoba vuelve a tener la
preminencia respecto del interior, que tuvo cien años atrás y puede ser
el eje de un movimiento paralelo que empalme en la hora histórica con el
movimiento del litoral. En el interior, que Córdoba preside, los movimientos
políticos son más lentos y las bruscas conmociones más difíciles, por lo
que Córdoba debe ser esencialmente fuerza de equilibrio aprovechando que
puede conservar la permanencia de lo radical.
En el Litoral, en cambio, y particularmente en su ciudad, como en la nuestra,
los cambios populares se harán bruscamente y el control de la juventud que
el radicalismo ha perdido puede ser tomado por fuerzas ocasionales ajenas
por completo a nuestro destino. Eso nos hace pensar en la urgencia de una
movilización en ésa. Sin pedirle un compromiso político yo le sugeriría
una experiencia para demostrale que en su ciudad existe ya el nuevo país
de que he hablado. Denos Ud. la oportunidad de una movilización con gente
forjista de aquí en ésa, de sólo quince días, y verá Ud. el viejo fervor
de las multitudes argentinas que cree apagado.
Pidiéndole perdón por la extensión de estas líneas cuya única disculpa es
mi preocupación por supuesto en la gran empresa de la Patria, salúdalo con
la cordialidad de siempre:
Su affmo.
Arturo M. Jauretche
Fuente:
www.discepolo.org.ar
Jauretche
en el programa de TV de Bernardo Neustadt en 1970
[Programa "Contame una historia"
emitido el jueves 13 de noviembre de 2008 por AM 879 Radio Nacional. Contame
una historia se transmite los miércoles de 1.00 a 1.30, lo conduce Miguel
Ángel González]
Un día como hoy pero de 1901 nacía en Lincoln -provincia de Buenos Aires-,
el escritor y pensador argentino Arturo Jauretche.
La obra de Jauretche —y la intelectualidad forjista en general— fue uno
de los ejes claves para la transformación del revisionismo histórico, que
de aliarse con el nacionalismo de cuño aristocrático y criollista en las
décadas precedentes —cuando la identidad nacional se construía en la oposición
simultánea al capital británico y a la inmigración europea, repudiada por
la base liberal de la política que le había abierto las puertas del país—
pasó a repensarse como expresión de lo popular en sentido amplio, integrando
las protestas del movimiento obrero a la tradición montonera.
En el gobierno de Perón consideraciones pragmáticas habían detenido el replanteo,
preconizado por José María Rosa y otros precursores; caído éste, la politización
de la interpretación histórica se haría patente, siguiendo el curso marcado
por la profunda radicalización política y cultural de la época.
En 1959 Jauretche publicó Política Nacional y Revisionismo Histórico, donde
elaboró su propia posición en el seno de una corriente revisionista profundamente
dividida, tanto con respecto a su relación con las bases que lo habían hecho
posible en las décadas precedentes como con respecto a las cuestiones propiamente
históricas. En esa obra hacía una balance relativamente generoso de la figura
de Rosas, a la que consideraba la "síntesis posible" de la situación de
la época, y relativamente crítico de los caudillos federales del interior;
con ello marcaba su diferencia con la postura de Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo
Puiggrós o Rodolfo Ortega Peña, que expresaban a la vez una crítica del
rosismo —entendido como una versión atenuada del centralismo del puerto—
y un fuerte temor a la raigambre atávica del nacionalismo tradicionalista,
en el que veían no pocos rasgos del fascismo.
En la división entre revisionistas y críticos del revisionismo, que en buena
medida fue transversal a la de izquierda y derecha, Jauretche adoptó decididamente
la primera vertiente. Mientras tanto, y abogando por cualquier medio que
permitiera interrumpir la continuidad de la Revolución Libertadora, rompió
una vez más con Perón al abogar por el voto a Arturo Frondizi, mientras
que el peronismo hacía suyo oficialmente el tradicional programa de protesta
de la UCR, la abstención electoral.
Durante la presidencia de Frondizi fue, sin embargo, sumamente crítico con
su programa desarrollista y con su impulso a la inversión extranjera, especialmente
en materia petrolífera.
En 1961 se postuló a senador nacional, en una reñida elección en la que
varios candidatos se dividieron los votos del peronismo, consagrándose finalmente
el socialista Alfredo Palacios.
El agotamiento de sus posibilidades políticas indujo a Jaureteche a retomar
la pluma; en la década del '60 publicaría con frecuencia e intensidad, tanto
en revistas y periódicos como en volúmenes de ensayo que resultarán grandes
éxitos de público.
En 1962 apareció Forja y la Década Infame, dos años más tarde Filo, contrafilo
y punta, y en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, una punzante
interpelación a la clase media que tiene inmediata repercusión.
Su afinidad con la CGT de los Argentinos lo lleva a sumarse a la Comisión
de Afirmación Nacional de la Central. En 1968 publica su Manual de zonceras
argentinas, un interesante listado de ideas negativas sobre su propio país
que generalmente tienen los argentinos. Éstas son introducidas en la conciencia
de todos los ciudadanos desde la educación primaria y sostenidas posteriormente
por medio de la prensa.
Frases como la sarmientina El mal que aqueja a la Argentina es la extensión
(según Jauretche, la madre que las parió a todas las zonceras) y otras similares,
según Jauretche, llevan a la limitación de las posibilidades de la Argentina
de realizarse autonómicamente.
En 1972 publica De memoria. Pantalones cortos. Era el primer tomo de una
trilogía que debía rescatar los recuerdos de su vida y las enseñanzas políticas
y nacionales que ésta la fue dejando. Este primer tomo, que reúne sus recuerdos
de infancia en Lincoln, provincia de Buenos Aires, fue el único que publicó.
La muerte le impidió publicar sus continuaciones. Sobre su capacidad de
crear o adaptar términos para definir actitudes políticas, él mismo escribió
sobre las palabras cipayo, oligarca y vendepatria.
"Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los
días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces
habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento
de la crisis deliberada y conscientemente provocada (...) No habrá entonces
más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro
porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante
la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota
mercante o las usinas".
Las líneas anteriores pertenecen a El Plan Prebisch – Retorno al coloniaje,
libro publicado en 1955, justamente cuando Argentina inició su relación
con el Fondo Monetario Internacional. Esa prosa de trinchera –que parece
redactada ayer nomás- pertenece a un "profeta cascarrabias" llamado Arturo
Jauretche.
Abogado, ensayista y político, Jauretche nació en Lincoln, provincia de
Buenos Aires, en 1901. En su juventud militó en el Partido Conservador pero
después se enroló en las filas del sector radical encabezado por Hipólito
Yrigoyen. En las luchas internas del radicalismo se opuso a la dirección
aristocratizante de Marcelo Torcuato de Alvear.
Don Arturo no era hombre de
academia o recintos universitarios, a pesar de su sorprendente cultura y
su poblada biblioteca. Era un apasionado, un visceral que pasaba de la reflexión
a la acción. En 1930 participó en las escaramuzas callejeras contra los
regímenes conservadores de los generales José Félix Uriburu y Agustín P.
Justo. En diciembre de 1933, empuñó un fusil y se destacó en los levantamientos
armados radicales de San Joaquín y Paso de los Libres (Corrientes), donde
fue capturado y enviado a prisión.
Junto con Raúl Scalabrini Ortiz, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane y otros,
creó en los años 30 la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina
(FORJA), que tenía su cuartel general en un sótano de Lavalle al 1700. Desde
ahí continuó su lucha contra la conducción oficial de la Unión Cívica Radical,
entonces dominada por el "alvearismo".
A partir del 17 de octubre de 1945, Jauretche adhirió a los principios del
naciente movimiento peronista. Algunos burócratas recién llegados al poder,
temerosos de su energía, lo nombraron "funcionario". Nada menos que a él,
que era un político de raza y no soportaba ni escritorios ni oficinas. Así,
desde 1946 hasta 1951 fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos
Aires. Después, optó por automarginarse y se convirtió en un sereno crítico
de la segunda etapa del peronismo.
Sin embargo, luego del golpe militar del 16 septiembre de 1955, Jauretche
volvió a la lucha política "en defensa de los diez años de gobierno popular".
Y durante la siguiente década denunció a casi todos los gobiernos y ministros
de economía que continuaron con la "labor" de Prebisch, empezando por el
insólito capitán-ingeniero Álvaro Alsogaray. Seguramente don Arturo tuvo
fallas pero nunca se equivocó a la hora de señalar quiénes eran los verdugos
internos de los argentinos.
En 1967, invitado a un programa periodístico de Canal 7, uno de esos "funcionarios"
lo hizo enojar. Jauretche, que tenía 66 años de edad, desenfundó su pequeño
facón de comer asados y lo corrió por todo el estudio.
El "viejo del cuchillo" es autor de El paso de los libres (1934), El plan
Prebisch - Retorno al coloniaje (1955), Los profetas del odio (1957), Ejército
y política (1958), Política nacional y revisionismo histórico (1959), Prosa
de hacha y tiza (1960), FORJA y la década infame (1962), Filo, contrafilo
y punta (1964), El medio pelo en la sociedad argentina (1966), Manual de
zonceras argentinas (1968), Mano a mano entre nosotros (1969), De memoria
- Pantalones cortos (1972).
Se le ocurrió morirse el 25 de mayo de 1974, a los 73 años. Algunos afirman
que ya estaba viejito. Yo digo que el muy zorro era un visionario y sabía
lo que se le venía encima al país. Y, claro, ya no tenía fuerzas para empuñar
un fusil como en 1933. O un cuchillo, aunque fuera el de cortar una tira
de carne asada. La agencia Noticias Argentinas aseguró: "Con Arturo Jauretche
muere toda una época de la política argentina, casi a caballo entre dos
siglos. Una época de apasionamiento tributaria del debate personal, la quijotada
y el ardoroso libelo".
Cómo no extrañarlo en estos tiempos de infamia, traición y desmemoria.
Treinta años de la muerte de un intelectual apasionado y comprometido. Jauretche
sacrificó varias veces la gloria personal para batirse en todos los terrenos.
"Yo no soy un 'vivo', soy apenas un gil avivado", una muestra del auténtico
Jauretche.
Arturo Jauretche
BUENOS AIRES.- Arturo Jauretche, de cuya muerte se cumplieron ayer treinta
años, desarrolló una vida plena de pasión militante, de compromiso con los
que él llamaba afectuosamente "mis paisanos", y a través de ella sacrificó
varias veces la posible gloria personal para batirse en todos los terrenos:
la polémica en medios gráficos, la discusión de la mesa redonda e incluso,
el cuerpo a cuerpo de la trifulca universitaria o la lucha con las armas
en la mano.
Como Fierro entró en todas las batallas pero no en "las listas de cobranza".
Cuando tuvo posibilidades de ser candidato a diputado provincial por el
conservadorismo, a los 25 años, abandonó ese partido para insertarse en
el mundo del radicalismo irigoyenista. Así también, renunció a la posible
fama del mundo literario que le ofrecía "La Nación" -donde publicó sus primeros
cuentos- para pasar a los versos de combate del "Poema al Paso de los Libres".
Después, fue puente -a través de FORJA- entre los dos grandes movimientos
nacionales: radicalismo y peronismo. De 1946 a 1950, presidió el Banco de
la Provincia de Buenos Aires, al cual renunció por disidencias con los planteos
económicos liberales del ministro Gómez Morales. Sin embargo, apenas derrocado
el peronismo, en 1955, regresó a la lucha desde periódicos de vida efímera
como El líder" o "El 45", en defensa del pueblo proscripto y del patrimonio
nacional en peligro.
Colaboró luego en la campaña electoral a favor de la candidatura de Arturo
Frondizi, pero cuando éste llegó al gobierno y modificó su programa bajo
la presión de los mandos militares y los Estados Unidos, volvió a disentir.
A partir de allí, desde diversos periódicos y revistas, continuó polemizando
sobre los graves problemas de un país dependiente, especialmente desnudando
las falacias de diversos economistas, desde Prebisch, Pinedo y Alsogaray
hasta Krieger Vasena y Alemann.
Más allá de los reveses, como su fracaso cuando se postuló a senador por
la Capital Federal en 1961, Don Arturo mantuvo siempre enhiestas sus banderas,
con esa peculiaridad de sus escritos que él denominaba "el arte de combatir
alegremente".
En sus últimos años, Jauretche sumó, a su larga trayectoria de lucha, una
persistente y rica campaña centrada en el cuestionamiento de las ideas dominantes
o, usando su lenguaje, en contra de la "colonización pedagógica", es decir,
el sometimiento ideológico, especialmente de los sectores medios, a los
intereses del privilegio interno y externo. Habló, entonces, de "zonceras",
es decir, mitos y fábulas difundidos por los tres niveles de la enseñanza
y ratificados por las academias y los "maestros de la juventud", así como
por los diversos medios de comunicación, dirigidos a impedir que el hombre
argentino tome conciencia histórica y política, es decir, para convertirlo
en "zonzo".
Abordaba esta tarea no desde una supuesta sapiencia iluminista sino desde
las tres condiciones que exigía para acercarse a sus compatriotas desorientados:
humildad, humildad y humildad. Por eso decía: yo no soy un "vivo", soy apenas
"un gil avivado", que he descubierto ciertas verdades y las ofrezco a mis
compatriotas.
Este mensaje fue recibido con entusiasmo por aquella sociedad argentina
de fines de los sesenta, signada por la hipocresía política: para asegurar
la democracia, se prohibía concurrir a elecciones al partido mayoritario,
de modo tal que los votos en blanco predominaban en las urnas.
Su libro "El medio pelo en la
sociedad argentina" alcanzó más de diez ediciones en pocos años y lo sacó
a Jauretche del silenciamiento a que había sido sometido hasta entonces.
Sus opiniones, enriquecidas por la ironía ("animémonos... y vayan"), sus
dichos contundentes ("que al salir, salga cortando"), sus conclusiones apelando
a su "sociología con estaño" ("hay que barajar y dar de nuevo") influyeron
notablemente en la "nacionalización" de las clases medias, a partir de 1966.
Por entonces, Jauretche realizó un viaje por provincias del interior y regresó
entusiasmado porque a sus conferencias iban muchachos y muchachas jóvenes,
pero también militantes y cuadros y veteranos. Alguien le opuso: "No se
fíe, don Arturo, de estos últimos: burro viejo no agarra trote...".
La respuesta fue inmediata: "Es cierto, pero hay una excepción: cuando son
las calles las que empiezan a trotar y entonces trotan todos, los burros
jóvenes y los viejos..". Poco después, el "cordobazo" iniciaba un proceso
de alza de masas que conduciría al gran triunfo popular del 11 de marzo
de 1973.
Semanas después -el 25 de mayo-, al asumir Cámpora como presidente, Don
Arturo no estaba en los balcones de la Rosada sino modestamente, en el balcón
de una casa particular, en la esquina de la Diagonal Sur e Hipólito Yrigoyen,
con sus ojos verdosos y su lacito federal, contento del triunfo, sin reparar
en la invitación que no había llegado.
El sabía -y esa convicción había signado su vida- que lo personal resultaba
minúsculo y que lo importante era integrar la inmensa caravana de "sus paisanos",
a cuyo triunfo él había concurrido con su larga y consecuente lucha. (Télam)
Norberto Galasso
(Historiador)
Jauretche hoy
Arturo Jauretche era un peleador, un fligther en términos boxísticos. Por
eso peló el cuchillo en un set de televisión ante alguien que lo había ofendido.
Y como buen peleador, la gente lo quiere o lo odia, olvidando que más allá
de la caída de sus tesis -parte de la caída de otro país-, su lección epistemológica,
que el mismo ubicaba en la orilla de la ciencia o en la pura anécdota del
mirón, deja algo básico y perdido: la "lectura concreta de la realidad concreta",
es decir los cuidados que hay que tener ante las teorías que fueron elaboradas
en otros contextos.
Algo que había aprendido de otro pensador olvidado, Ortiz Pereira, quien
había descubierto la tercera invasión inglesa leyendo a los epistemólogos
franceses.
Pero no todas sus tesis se perdieron: la colonización pedagógica se acentuó
y las zonceras, abundan.
El estilo de Jauretche, ese que caló tanto en la gente, forma parte de un
viejo estilo conversacional criollo que en parte se relaciona con Borges,
su prologuista en "Paso de los Libres". Pero esto proviene de que, en gran
parte, sus libros los dictaba porque en el trato personal, en sus formas
de hablar -yo tuve a Borges de profesor-, eran muy diferentes.
De ese estilo criollo forman parte también su gran capacidad de polemista
y brulotero, esa línea que en la Argentina tiene su máxima expresión en
Ascasubi.
Tal vez también por eso, como por su pasión argentina, Jauretche sea un
grande. Alguien que siempre va necesitar nuevas lecturas. Además un grande,
por cierto, nada políticamente correcto. (Télam).
Aníbal Ford
(Escritor y profesor consultor de la UBA)
"Poco a poco se irá reconstruyendo el estatuto del coloniaje, reduciendo
a nuestro pueblo a la miseria, frustrando los grandes ideales nacionales
y humillándonos en las condiciones de país satélite".
Arturo Jauretche , noviembre de 1955.
La elemental práctica de encender unos minutos cualquier aparato de televisión
o de radio basta para que nuestros sentidos, intermediados naturalmente
por nuestros órganos receptores, alcancen a percibir un sinnúmero de voces
y otras tantas actitudes - que aunque molestas, reiteradas y patéticas -
se han transformado en moneda corriente en el mundo mediático: me refiero
al conjunto de episodios donde emerge ese tan particular y característico
evento que denominamos la " injuria".
Según el diccionario de la Real Academia Española, la injuria es un "agravio
o ultraje de obra o de palabra"; dicho vocablo se vincula a la cuestión
del honor, noción que en su dimensión subjetiva nos refiere a la autovaloración,
esto es, al aprecio de la propia dignidad. Se considera además que forma
parte de dicha noción la valoración que otros hacen de la personalidad ético-social
de cada sujeto.
Desde el junto de vista jurídico el delito de injurias se configura mediante
una acción tendiente a deshonrar o desacreditar a otro. Mientras que la
actitud de deshonrar implica una conducta lesiva tendiente a afectar la
autoestima, la de desacreditar apunta a socavar la estima que los demás
tienen respecto al individuo afectado. Para que este delito se configure
como tal, una doctrina muy aceptada sostiene como requisito indispensable
la existencia del "animus injuriandi", es decir de la conciencia "...que
con el acto se viene a herir la reputación de un ser humano aun cuando no
se proceda con explícita malignidad..." (Carrara ).
Nuestro código penal, sancionado a principios de la década del ´20, ubica
esta figura en el Título II dentro de los denominados "delitos contra el
honor", a continuación del Título I, que enumera los delitos contra la vida.
Sólo basta para ilustrar la importancia de este concepto jurídico, la existencia
en épocas pasadas del duelo como forma de satisfacción individual respecto
de un comportamiento lesivo del honor.
Algunas
frases de Arturo Jauretche
Asesorarse con los técnicos del Fondo Monetario Internacional
es lo mismo que ir al almacén con el manual del comprador, escrito
por el almacenero.
En el territorio
más rico de la tierra vive un Pueblo pobre, mal nutrido y con
salarios de hambre. Hasta que los argentinos no recuperemos
para la Nación y el Pueblo el dominio de nuestras riquezas,
no seremos una Nación soberana ni un Pueblo felíz.
La juventud tiene su lucha, que es derribar a las oligarquías
entregadoras, a los conductores que desorientan y a los intereses
extraños que nos explotan.
No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no
ver el cordón umbilical que aparece a medida que todos los días
nace una nueva Argentina a través de los jóvenes... No se lamenten
los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos
de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos.
Desde el punto psicológico,
el honor subjetivo nos vincula con el fenómeno de autoestima conocido corrientemente
como amor propio. En el proceso de construcción de la subjetividad, la autoestima
se instituye en un componente fundamental para el desarrollo evolutivo del
individuo. En las sociedades modernas, donde rigen altos niveles de competitividad,
ella es una herramienta indispensable para la satisfacción de las expectativas
individuales y un instrumento necesario para evitar o sobrellevar las frustraciones
propias de las contingencias vitales.
Así en las relaciones inter-subjetivas, y especialmente en aquellas donde
se pone en juego el poder, la vulneración de la autoestima resulta un instrumento
predilecto para ejercer el dominio sobre un individuo o grupo de individuos.
La denigración del otro, se constituye de esta manera en una herramienta
eficaz para mellar el aprecio de sí mismo, y la repetición sistemática de
acciones tendientes a potenciar este proceso desencadena la auto–denigración.
Hechas tales afirmaciones, cabe interrogarse, a continuación, respecto de
la presencia, y eventualmente la incidencia de ambos eventos en el ámbito
de lo social.
Con la lucidez que lo caracterizaba, Arturo Jauretche, dió cuenta en su
época de la presencia de ambos acontecimientos en la realidad social. Así
enseñaba que uno de los mecanismos mas eficaces para consolidar el sistema
de coloniaje consistía en introducir en las instancias de instrucción básica
mecanismos permanentes de "denigración de lo propio" y "exaltación de lo
ajeno"; en otras palabras, se potenciaba la minusvalidación de las "cosas
del país" y la sobrevaloración de lo externo, en particular de la "Europa
Ilustrada".
En ese sentido las "zonceras criollas" son premisas transmitidas a cada
uno de nosotros desde la mas "tierna infancia" para que ese proceso se reproduzca,
se profundice y se transforme luego en auto-denigración. Los mecanismos
auto–denigratorios de esta forma encuentran una fase inicial en la denigración.
Así como en el campo subjetivo, la sucesión de eventos denigratorios impulsados
desde el exterior pueden contribuir a la formación en el individuo de un
mecanismo interno que los reproduce y los auto-asume, según las enseñanzas
del viejo maestro, en las sociedades coloniales la situación se revela en
forma similar. Así Jauretche. sostenía que la "... autodenigración se vale
frecuentemente de una tabla comparativa referida al resto del mundo y en
la cual cada cotejo se hace en relación a lo mejor que se ha visto o leído
de otro lado, y descartando lo peor..." y donde además la "... incomprensión
de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo
como hecho anticultural, llevo al inevitable: todo hecho propio, por serlo,
era bárbaro, y todo hecho ajeno importado, por serlo, era civilizado. Civilizar,
pues, consistió en desnacionalizar..."
Hechas las reflexiones precedentes no resulta extraño el pasmoso festival
de términos, frases y actitudes injuriosas que se manifiestan cotidianamente
en los medios masivos de comunicación, y menos aún, la supuesta demanda
de este tipo de espectáculos por parte de la comunidad, ya que al auto-denigración,
se ha extendido a todo el amplio campo de las relaciones intersubjetivas
y sociales. El menosprecio por el otro, por el con-nacional, resulta entonces
consecuencia necesaria de un sujeto local vastamente auto-despreciado, inferior,
e incapaz de construir su propio destino, y la presencia de actitudes como
las precitadas, cabal expresión de décadas de auto - detracción.
Debo reconocer que en toda sociedad se presentan episodios injuriosos, algunos
de los cuales se expresan por los medios de comunicación. Pero la sobreabundancia
de ellos en una sociedad semi – anarquizada como la nuestra dan cuenta de
una actitud social que ya no puede observarse como la simple repetición
de conflictos intersubjetivos aislados, sino como una verdadera práctica
social generalizada.
En esta línea de análisis, vale recordar sostener la diferencia establecida
por Jauretche entre la conducta del tilingo detractor y el guarango sobrador.
La de este último "... es constructiva y no se apoya sobre una derrota previa.
La fanfarronería -más porteña que argentina- es susceptible de corrección.
¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación
mental a base de Zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al
caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable
de su 'civilización' ".
Cabe entonces formular la advertencia a todos aquellos integrantes y participantes
del complejo mediático local, para que reflexionen sobre el verdadero sentido
de su función en nuestra sociedad y de su compromiso con la nación, ya que
la propagación sistemática de actitudes denigratorias sólo contribuye a
la reproducción de los mecanismos coloniales tan sabiamente descriptos por
el polemista bonaerense.
La opción ha sido planteada. Medios nacionales con sentido estratégico y
compromiso nacional, o medios coloniales con sentido mercantil al servicio
de la decadencia, la detracción y la tilinguería.
Extractos de una nota de Arturo Jauretche publicada en Santo y Seña, el
9 de febrero de 1960.
(...) voy a entrar en un tema que es fundamental para la ejecución de una
política nacional: la nacionalización de la banca. Impedirla ha sido uno
de los objetivos fundamentales del acceso al poder de los vendepatrias.
No sólo se han derogado las disposiciones que tendían a hacerla efectiva,
sino que se siguen creando las condiciones destructivas.
Y uno de los medios más eficaces es desprestigiar los instrumentos bancarios
del Estado. Estamos ahora en una campaña de desprestigio de los mismos,
igual a la que se hizo enseguida de 1955. Es que el que maneja el crédito
y lo orienta, maneja a la economía del país con mucha más eficacia que el
gobierno, con todos sus instrumentos (...).
El que maneja el crédito maneja más la moneda que el que la emite.
El que maneja el crédito maneja más el comercio de exportación e importación
que el que compra y el que vende. El que maneja el crédito estimula determinadas
formas de producción y debilita otras; el que maneja el crédito establece
qué es lo que se ha de producir y qué es lo que no; determina lo que puede
y lo que no puede llegar al mercado con facilidades de venta y maneja por
consecuencia el consumo.
El que maneja el crédito crea moneda de pago y poder adquisitivo.
El que maneja el crédito decide qué se produce en el país y qué no se produce,
quién lo produce, cómo lo produce, cómo lo vende y cómo lo acapara; adónde
lo exporta y en qué condiciones: determina las condiciones de la plaza,
incide en la bolsa, todo, en una palabra.
El secreto de la prosperidad o la decadencia, del desarrollo o del atraso,
está en gran manera en los bancos. Las disposiciones jurídicas, las leyes
de promoción, la organización de los negocios, no son más que la anatomía
de la sociedad económica (...). Pero el dinero es la fisiología de una sociedad
comercialista. Es la sangre que circula dentro de ella, y el precio del
dinero, su abundancia o escasez, está determinado por el sistema bancario.
LOS BANCOS DAN DINERO
El dinero de los Bancos no es de los Bancos. Es de la sociedad toda que
allí lo deposita, y de allí sale multiplicado en forma de préstamos. Los
Bancos crean dinero a través del crédito, porque los depósitos convertidos
en crédito se multiplican varias veces; así la abundancia o escasez de dinero
contante y sonante en circulación, por su imagen repetida varias veces en
el múltiple espejo del crédito bancario. Así, crear moneda es una función
del Estado, que éste debe vigilar cuidadosamente para adecuarlo a las necesidades
del mercado, sin que falte porque entonces caemos en la tiranía del dinero,
y sin que sobre que es lo que llaman inflación.
LOS CIPAYOS Y LA BANCA PRIVADA
Destruir la nacionalización de la banca fue y es un objeto fundamental de
los cipayos: retornar al sistema anterior a la misma. Los Bancos al margen
del Estado.
Pero los propietarios de los bancos privados no son los depositantes, sino
un grupo de financieros que controla su capital accionario, recoge los ahorros
de los depositantes y los dirige hacia fines que interesen a ese grupo financiero;
así cuando ese grupo financiero está ligado con determinadas industrias,
al desarrollo de esas industrias dirige la banca, teniendo en cuenta, no
el tipo de desarrollo industrial que interesa al país, sino el que le interesa
a su grupo.
Cuando el banco es extranjero o está ligado a los intereses de la exportación
o de la importación, dirigirá su política a beneficiar a exportadores e
importadores, en una economía que ya ha sido puesta a disposición del interés
comprador y vendedor extranjero.
Esto es elemental, pero se objeta que el banco privado está mejor manejado
y hace mejores inversiones. Lo de mejores inversiones es un concepto también
relativo, porque un negocio puede ser muy bueno para el negociante e inconveniente
para la colectividad.
También se dice que los fondos son mejor manejados. Pero en la corta experiencia
que llevamos desde 1955, varios bancos provados han puesto en evidencia
que su ética está muy por debajo que la de los bancos oficiales que se intenta
desacreditar. También se dice que en el caso hipotético, si los bancos son
oficiales, el que paga las consecuencias es el país, pero en lo que va del
siglo el país sólo ha pagado las consecuencias de los malos negocios de
la banca privada, como en el caso del Instituto Movilizador de la Década
Infame, en que los pasivos incobrables de la banca privada fueron transferidos
a la colectividad, que se hizo cargo de s! us malos negocios y se sus entronques
con la oligarquía y los intereses financieros.
Además, una banca nacionalizada está en condiciones de controlar una crisis,
graduando sus reclamos, administrando sus recursos, según las condiciones
de solvencia de una plaza y nunca provocará deliberadamente un "crack";
con una dirección única concentrará todos sus esfuerzos en evitarla.
Una banca privada puede provocar una crisis deliberadamente, con que varios
de los bancos se pongan de acuerdo, o puede hacerlo dejándose arrastrar
por el pánico y por el sálvese quien pueda (...).
Letra de Benjamín Tagle Lara, musica de Benjamín
Tagle Lara, compuesto en 1926
José Gobello: Conversando tangos. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 1976.
Los tangueros Tagle Lara fueron dos hermanos: Benjamín, el mayor, y Alfonso,
el menor. Benjamín (1) es el autor de Zaraza, de Una tarde, de Trapo Viejo
y de Puente Alsina. Este bellísimo tango, Puente Alsina, fue estrenado y
grabado por Rosita Quiroga en el año 1927. Como lo que grababa Rosita no
podía grabarlo Gardel, y viceversa, nos hemos perdido lo que podemos presumir
que habría sido una interpretación para la historia. Pero no se puede tener
todo y teniendo la de Rosita ya se tiene bastante.
Cuando estrenó Puente Alsina, Rosita Quiroga no había estado nunca en Puente
Alsina. Tagle Lara, aunque era de San Telmo, conocía, en cambio, aquella
barriada. Pero, ¿qué puente había cruzado don Benjamín? Porque hubo varios.
Homero Manzi también canto al viejo puente, precisamente en la Milonga de
Puente Alsina, que lleva música de Sebastián Piana y cuya letra firmó el
autor de Sur en colaboración con un tal Julián Barrientos. Ese tal Barrientos
era Arturo Jauretche. El belicoso Jauretche había publicado, en 1933, su
poema El Paso de los Libres, con prólogo de Jorge Luis Borges. El poema
simulaba un relato en verso hecho por el paisano Julián Barrientos (2).
Y ese Julián Barrientos, o Arturo Jauretche, que los dos eran uno —no como
los Tagle Lara, que eran realmente dos— fue el que ayudó a Manzi a escribir
aquello de
Puente Alsina, puente viejo, Viendo qu’estás liquidado Quiero atar a mi
encordado Tu pasado y mi cantar.
Esa milonga es de 1935, y el nuevo puente, el actual, que se llama "José
Félix Uriburu", fue inaugurado en 1938. Y bien: el puente de 1935 era el
mismo de 1927, cantado por Tagle Lara. El primero de todos lo había construido
la iniciativa privada personificada por el comerciante español Enrique Ochoa,
exportador de tasajo a Cuba y al Brasil. Ochoa propuso al gobernador Valentín
Alsina (3) construir un puente en el Paso de Burgos, y el gobernador aceptó.
Eso ocurrió en 1857, pero ese mismo año una creciente se llevó la construcción.
Otro tanto ocurrió más tarde con el nuevo puente que el mismo Ochoa hizo
construir, sobre planos de Carlos E. Pellegrini (4). El tercero, de madera,
fue levantado en 1859. Ese es el que evoca la milonga de Manzi, Jauretche
y Piana:
Se va el barrio que ha crecido Junto a tus viejos horcones Con la fe de
los varones Que labró tu tradición.
Duró hasta 1910 y ese año fue reemplazado por otro, de hierro, que persistió,
a su vez, hasta 1938, como
la marca que en la frente Al progreso lo ha dejado El suburbio rebelado
Que a su paso sucumbió.
Este tango fabuloso de Benjamín Tagle Lara es una elegía doliente al barrio
que se va. Pienso en Rodrigo Caro:
Solo quedan memorias funerales Dónde erraron ya sombras de alto ejemplo;
Este llano fue plaza, allí fue templo: De todo apenas quedan las señales.
Pero no es el tiempo cruel con su buril que carcome y hay que morir, como
diría Ivo Pelay, el que ha hecho el estrago. Lo ha hecho el progreso, con
su famosa piqueta y también, es claro, con los impuestos municipales, siempre
un poco más altos:
Borró el asfaltado, de una manotada La vieja barriada que me vio nacer.
Los poetas, y más si son suburbanos, se quejan siempre del progreso, aunque,
si echan buena y hacen dinero, no desperdician ninguno de sus beneficios.
A esos beneficios del progreso hay que agregar, sin duda, la inspiración
de tangos como Puente Alsina.
1. Benjamín Tagle Lara nació el 22 de junio de 1892 y murió el 9 de noviembre
de 1933.
2. Arturo M. Jauretche. El Paso de los Libres. Relato gaucho de la última
revolución radical (Diciembre de 1933) dicho en verso por el paisano JULIAN
BARRIENTOS, que anduvo en ella. Buenos Aires, Editorial "La Boina Blanca",
s .f. En el prólogo —fechado en Salto Oriental, el 22 de noviembre de 1934—
de este libro, decía Borges: "La tradición, que para muchos es una traba,
ha sido un instrumento venturoso para Jauretche. Le ha permitido realizar
obra viva, obra que el tiempo cuidará de no preterir, obra que merecerá
—yo lo creo— la amistad de las guitarras y de los hombres".
3. Valentín Alsina, padre de Adolfo Alsina, gobernó la provincia de Buenos
Aires entre 1857 y 1859.
4. El ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, padre de Carlos Pellegrini, que
fue presidente de la Nación.
Esta conmovedora elegia fue grabada por Rosita Quiroga al morir el año 1926.
Lamentablemente, no pertenecio al repertorio de Carlos Gardel.
El tango Puente Alsina
Fue grabado por Rosita Quiroga, cantante que también lo estrenó, con acompañamiento
de guitarras, en el sello Odeón (12/26); mucho más tarde, lo registró Domingo
Federico con la voz de Mario Bustos, en Víctor (11/49), y Pedro Láurenz
con Alfredo del Río, en sello Pampa (6/53), entre otros.
Poco después de que fuera asfaltada la avenida Sáenz, el gobierno revolucionario
de 1930 inició la construcción de un puente moderno sobre el Riachuelo para
unir Nueva Pompeya con Valentín Alsina y que lleva actualmente el nombre,
por eso mismo, del ex presidente provisional José F. Uriburu, aunque se
lo conozca vulgarmente como Puente Alsina, denominación anterior de toda
esa popular barriada.
¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
¿Dónde la guarida, refugio de ayer?
Borró el asfaltado, de una manotada,
la vieja barriada que me vio nacer...
En la sospechosa quietud del suburbio,
la noche de un triste drama pasional;
y huérfano entonces yo, el hijo de todos,
rodé por los lodos de aquel arrabal.
Puente Alsina, que ayer fuera mi regazo,
de un zarpazo la avenida te alcanzó.
Viejo puente, solitario y confidente,
sos la marca que, en la frente,
al progreso le ha dejado
el suburbio rebelado
que a su paso sucumbió.
Yo no he conocido caricias de madre.
Tuve un solo padre que fuera el rigor,
y llevo en mis venas, de sangre matrera,
gritando una gleba su crudo rencor.
Porque me lo llevan, mi barrio, mi todo,
yo, el hijo del lodo, lo vengo a llorar...
Mi barrio es mi madre que ya no responde...
¡Que digan adónde lo han ido a enterrar!
"A Gardel y Razzano los conocí
en mi pueblo, Lincoln, cuando cantaban en el bar San Martín. Pasaban el
sombrero y juntaban moneditas" —recordó Arturo Jauretche, autor del exitoso
"Medio pelo"—. "Razzano mismo me contó que corrían la gran liebre. Gardel,
aflojó. Yo no salgo más a cantar, Oriental. Un día, cuando Razzano volvía
de pescar en el recién construido balneario, sintió que lo llamaban desde
un bar de Perú y Avenida. Orientalito, vení... Cántate algo. Era el magnate
Taurell, un poderoso estanciero. Razzano volvió con la guitarra y Gardel.
Fueron a comer a una pensión de francesas, en Tucumán y Esmeralda. De allí,
Taurell se los llevó al Armenonville, donde los niños bien consagraron al
dúo. Les ofrecieron 200 pesos. Gardel, cansado de correr la liebre, preguntó
si les pagaban la comida. Razzano le aclaró: Hermano, los 200 son por noche,
no por mes."
Jauretche prosigue: "Ahora a Gardel en vez de escucharlo, lo analizan. Es
un disparate pedirle conciencia de clase, como es un disparate pedirle conciencia
de clase a Cassius Clay o a Bonavena. El es un mito. Como Rockefeller, con
la diferencia que éste no fue un cantor de éxito, que empezó de abajo, prosperó
y se adaptó a su público. A un hombre que canta bien no se le pregunta si
traiciona o no a su clase".
Sagaz como muy pocos, con un sentido natural para reconocer cual era el
lugar a ocupar en el espectro político y social argentino, existen pocas
personalidades que hayan guardado mayor coherencia ética e ideológica que
Arturo Martín Jauretche (Lincoln, provincia de Buenos Aires, 13 de noviembre
de 1901-Buenos Aires, 25 de mayo de 1974).
Su larga vida como intelectual y militante aún no ha sido profundamente
analizada, pero si algo se puede aseverar, es que se trata del prototipo
de hombre que absolutamente siempre ha estado a la altura de los tiempos
que le ha tocado vivir.
Como intelectual de acción Jauretche jamás se retiró a estudiar los fenómenos,
sino por el contrario, los penetró con profundidad para estudiarlos desde
adentro, para vivirlos involucrándose sin temor a los errores.
El compromiso militante por la causa nacional, alentado por el poeta Homero
Manzi, lo hizo enrolarse con el Yrigoyenismo.
Tras el golpe de 1930, Jauretche no iba a dudar y buscó como derrotar el
viejo régimen que había vuelto, para ello no solo utilizó las ideas, sino
que en 1933 participo en Corrientes del alzamiento de los coroneles Roberto
Bosch y Gregorio Pomar, que no habían participado del golpe del 6 de septiembre
de 1930.
Tras la derrota del alzamiento, fue encarcelado; y utilizaría el tiempo
de prisión para escribir su versión de los episodios en forma de poema gauchesco,
al que tituló El Paso de los Libres.
Publicó la obra en 1934 con prólogo de Jorge Luis Borges, de quien terminaría
distanciado por cuestiones ideológicas.
La traición a los principio Yrigoyenistas del personalismo de Alvear lo
hizo renunciar al radicalismo.
El conflicto de Jauretche con la línea dirigente del radicalismo, encabezada
por Alvear, se profundizó en 1934.
Junto a importantes intelectuales como Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel
del Mazo, Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Ortiz Pereyra fundará FORJA (Fuerza
de Orientación Radical de la Joven Argentina), el ámbito en que Jauretche
terminaría de conformar su ideario que puede conjugarse en dos términos
Nacionalismo Democrático, diferenciándose del nacionalismo conservador que
con el pacto Roca-Runciman, construirían el plan de entrega de los recursos
nacionales.
Su visión política le hizo advertir que el Banco Central había sido fundado
para que Inglaterra controlase la economía nacional al igual que el dominio
de los ferrocarriles sin competencia. Jauretche advertía también que sería
clave mantener el comercio con la Unión Soviética, quien podría convertirse
en un consumidor de productos argentinos.
Si bien ya se conocían con el General Perón desde su paso por la Secretaria
de Trabajo y Previsión, adhirió al peronismo maravillado por el 17 de octubre
de 1945.
Guardado siempre su independencia como pensador, Jauretche adhirió al peronismo,
y acompañó a Domingo Mercante, gobernador de la provincia de Buenos Aires,
como presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires desde 1946 hasta
1951.
En ese cargo, desarrolló una política crediticia generosa con los proyectos
de industrialización.
Con la renuncia de Mercante, Jauretche abandonó el cargo, para seguir acompañado
el proyecto nacional, siempre desde su independencia intelectual.
A partir del derrocamiento de Perón, y a pesar que los golpistas no lo habían
molestado, Jauretche vuelve a la actividad política lo que le costaría persecuciones
y el exilio en Montevideo, siempre éticamente indemne.
Su obra indaga, como pocos lo han conseguido hacer, el alma nacional como
un verdadero baqueano que se ha metido en la geografía del argentino y ha
sabido descubrir sus grandezas y sus miserias, sin hipocresías, para darles
a ellas el lugar correspondiente, construyendo un verdadero mapa de nuestro
ser nacional.
(*) Escritor, periodista. Centro Cultural de La Cooperación Floreal Gorini
La Ley 25.844 del año 2003 instituye el 13 de noviembre “Día del Pensamiento
Nacional” en homenaje al nacimiento de Arturo Jauretche en 1901 en Lincoln,
Buenos Aires, uno de los intelectuales más lúcidos, mordaces y críticos
de la sociedad y la política argentina.
Publicó dieciséis libros, subproductos de su insobornable militancia con
compilaciones de artículos y discusiones orales, de los cuales pueden contarse
unos veinte.
Hábil polemista, gran maestro del panfleto, enseñó a “pensar en nacional”,
dado que “lo nacional es lo universal visto por nosotros”, decía.
Aunque también se ganó el ostracismo a través de agudos ataques, a veces
un poco exagerados contra la mitad más uno del Parnaso.
Su obra tuvo gran influencia en la nacionalización de los sectores medios,
principalmente estudiantiles, en los `60 y `70, sobre todo con "Los profetas
del odio", "El medio pelo en la sociedad argentina" y el "Manual de zonceras
argentinas".
Dueño de un sentido común infalible, de un coraje a prueba de balas y de
un desaforado amor a la tierra, fue conservador a los dieciséis años, pero
lo subsanó enseguida revistando en el yrigoyenismo.
Hundido en el arroyo San Joaquín, cerca de Paso de los Libres en la provincia
de Corrientes, con el máuser en alto y el agua al cuello, observó cómo las
tropas de Justo cortaban las orejas de los caídos para ensartarlas en un
aro.
Fue en 1933, durante el levantamiento radical que condujeron los coroneles
Bosch y Pomar, cuando integraba una columna de civiles que intentó una delirante
invasión desde Uruguayana.
En los meses de cárcel que siguieron a aquella derrota escribió "El paso
de los libres", poema épico gauchesco inicial que Borges le pidió a Homero
Manzi para prologarlo (“obra que merecerá -creo yo- la amistad de las guitarras
y los hombres” escribió Borges allí).
Jauretche fundó en 1935 FORJA (Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina)
junto a Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Gabriel del Mazo y Luis Dellepiane,
y terminó adhiriendo al peronismo desde su nacimiento en 1945.
Presidió durante el primer gobierno de Perón el Banco de la Provincia de
Buenos Aires y en el 73 fue co-director de Eudeba.
Desde el exilio escribió en el “Epílogo montevideano” de la edición de 1957
de Los profetas del odio y la yapa: “El posibilismo y la imaginación suelen
ser deprimentes cuando se contrasta el sueño con la realidad”
No es así en este caso. Porque nos reconforta todo lo que se ha podido salvar
y todo lo que se ha hecho a pesar de una `intelligentzia` rectora que trabajó
en contra del destino común y que hasta ha presentado nuestras derrotas
como victorias.
Pues hubo otra inteligencia, esa sí argentina, que despreciada y todo, salvó
lo esencial. Fue ese oscuro instinto de los caudillos federales, la clara
visión de un patrón de estancia, que aplicó al gobierno las normas del sentido
común, no dejándose confundir por las amenazas de la `intelligentzia`.
El país ha vencido, a pesar de todo, y lo ha salvado, permanentemente, el
sentido realista de nuestros humildes y sus intérpretes.
Pero, lo que fue intención es ahora inteligencia. Ahora los argentinos “saben”
y tienen conciencia de su destino y cómo realizarlo. “Creo, sin embargo,
que no está demás la labor que he intentado: poner al desnudo las finalidades
de la llamada `intelligentzia`”.
Corresponde entonces evocarlo a Jauretche en este día del pensamiento nacional,
del que fuera su más elocuente paradigma. Por eso, cantemos con la banda
de Los Piojos: “Yo le pido a San Jauretche que venga la buena leche”.
Cuando hay una demora inconsulta o se cancela algún vuelo en Ezeiza; cuando
los cacos atracan un shopping, un banco o un barrio privado; cuando algún
funcionario entra en tratos non sanctos con el Dios Mercurio, oímos a nuestros
conciudadanos de clase media sentenciar: “este país…”, “¿qué querés con
este país…?” Demás está decir que la conclusión de la frase tiene siempre,
explícita o tácitamente, un marcado tono escatológico.
Entonces, por fuerza, uno se pregunta: ¿por qué “este país de mierda”? ¿Por
qué las iras ciudadanas, en lugar de dirigirse a la aerolínea respectiva,
a los amigos de lo ajeno o al corrupto funcionario que hace del soborno
su modo de mejor vivir, se arrojan sobre el país, es decir sobre nosotros,
sus habitantes y compatriotas del que suelta la frase y parece no pensar
que en el fondo se está calificando, o descalificando, también a sí mismo?
La respuesta es sencilla: porque la colonización pedagógica - hija de la
dependencia económica y el consecuente apocamiento nacional- nos ha forjado
de esa manera.
Porque hemos sido educados durante años, y no sólo durante el ciclo escolar,
en el obsecuente catecismo de que todo lo importado, sólo por el hecho de
serlo, es superior a lo nuestro.
Y no se diga que eso es consecuencia del alto grado de ascendencia inmigratoria
-más supuesta que real- que nos convierte en tan acerbos execradores de
lo propio.
¿No fue acaso Sarmiento, criollo hasta la médula, el que dijo que “argentino
era anagrama de ignorante”? ¿No está en Las Bases del tucumanísimo Alberdi
aquello de que el más instruido de nuestros hombres resulta “inculto y selvático”,
“al lado de un obrero inglés o francés que muchas veces no conoce la o”?
No, ni es cierto que todos los argentinos provienen de los barcos ni mucho
menos que el presunto origen inmigratorio de muchos de nosotros nos hace
infalibles execradores de lo propio.
No tenemos “mejores ojos para ver a la Patria”, como pedía Lugones, porque
nos han educado para la autodenigración y no alcanzamos a comprender que
cuanto más imprequemos contra el país -cuya personificación humana es el
pueblo, según enseñaba Jauretche- más estaremos a merced de los funcionarios
corruptos, de los chorros de guante blanco u oscuro y, lo que es peor, de
la expoliación nacional.
Esa que no se ve pero se siente, a manos de los pulpos internacionales y
propios que hemos sabido conseguir durante décadas y décadas de colonización
mental y de la otra.
Los muchachos de FORJA - Jauretche, Scalabrini, Manzi, maestros en el arte
de mirar (y pensar) sin anteojeras- lo percibían con total claridad: “Hay
un sólo problema: el coloniaje. Hay una sola solución: la emancipación nacional”.
En ese camino estamos. Por ese camino, sin duda, seguiremos, junto a los
demás pueblos de Latinoamérica, nuestra patria común.
Mucho se habla de Arturo Jauretche, pero poco se lo ha leído en profundidad.
Celebrar el día del pensamiento nacional en la fecha de su nacimiento es
un justo homenaje para uno de los grandes pensadores que tuvo el país.
Si bien no fue el único, Jauretche en sus escritos fue sintetizando los
ejes de lo que terminó constituyéndose en una corriente de pensamiento.
Pensar lo nacional implica el abandono de la lógica eurocéntrica que nos
invadió desde la constitución del país y en muchos espacios sigue rigiendo
con supremacía.
Revalorizar lo propio, no necesariamente es ir en desmedro de lo ajeno.
Valorizarnos es una acción a la que los argentinos no estamos habituados
pero siempre estamos a tiempo de comenzar con una nueva práctica.
La lógica de ver afuera la excelencia e intentar ser el reflejo de ella
no fue aplicada por autores como Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, Rodolfo
Puigross, Arturo Sampay y Norberto Galasso, entre otros, autores que también
integran la nómina de pensadores de “lo propio” como positivo.
El pensamiento nacional, como bien lo entendía Jauretche, es mirar lo universal
pero con los ojos propios. Pero las resistencias siempre dicen presente,
y son muchos los pensadores nacionales que reivindican y difunden las ideas
y reflexiones de aquellos autores que formularon un procedimiento inverso
al que se terminó imponiendo desde los países centrales.
Luchar contra el dominio absoluto de los sectores que históricamente produjeron
el conocimiento académico fue su objetivo, partiendo del presupuesto de
que también existe otro saber, y que ese otro saber es primordial y se encuentra
dentro, en lo propio. La mirada parte desde el centro y el centro es lo
propio, lo nacional.
El cambio en la lógica de análisis basado en el eurocentrismo, la revalorización
de lo que nos pertenece por sobre lo que nos llega del exterior, por momentos
pareció ser un anhelo cargado de utopías.
Tanto en las actividades de intercambio cotidiano de la vida social, como
en los programas de educación formal nos fueron inculcando la supremacía
de lo ajeno, externo y lejano, marcando nuestras falencias o diferencias
como vergonzantes. El saber externo por sobre el interno, fue lo aprendido.
Pero las resistencias siempre dicen presente y son muchos los pensadores
nacionales que reivindican y difunden las ideas y reflexiones de aquellos
autores que formularon un procedimiento inverso al que obedecen los países
centrales.
Luchar contra el dominio absoluto de los sectores que históricamente produjeron
el conocimiento académico partiendo del presupuesto de que también existe
otro saber y que ese otro saber es primordial y se encuentra en dentro,
en lo propio.
Lo que se ha naturalizado a lo largo de la historia es analizar todo con
una producción teórica proveniente de las naciones dominantes que se ubican,
lógicamente, en el centro para desde allí analizar “el afuera”.
Ese afuera somos nosotros, nos miramos con ojos de extraños, intentamos
(a la fuerza) responder a parámetros que no se condicen con nuestra realidad
socio-cultural.
En esta fecha, en la cual se conmemora el día del pensamiento nacional,
estamos obligados a reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y
sobre todo a dónde vamos. La elección de la fecha del día en que nació Arturo
Jauretche claramente fue un justo homenaje a todo el conocimiento que nos
brindó.
¿Por qué razón a poco de llegado al gobierno Néstor Kirchner promovió un
proyecto que el Parlamento transformó en ley -la 25.844- instituyendo el
13 de noviembre como Día del Pensamiento Nacional, en homenaje al nacimiento
del escritor y pensador Arturo Martín Jauretche?
Quizás la respuesta más simple sea: por la necesidad de cambiar una mentalidad
encandilada por lo externo en desmedro de lo propio.
Una tarea orientada a recuperar la autoestima de un pueblo perdida a lo
largo de distintos capítulos de nuestro pasado, cuando con el golpe de Estado
de 1930 el país retrocedió casi cien años porque la espada al servicio del
coloniaje apagó el destello de una reciente democracia.
Un golpe que consagró el retorno a un modelo agroexportador a favor de Europa,
impuesto por los vencedores de Caseros en 1852.
Un golpe que en lo institucional prostituyó con el fraude electoral el voto
universal, secreto y obligatorio de la Ley Sáenz Peña.
Un golpe que terminaría transformando a los años treinta en la “Década Infame”,
así definida por el periodista tucumano nunca bien recordado José Luis Torres.
Ante un contubernio que procuró dar sostén al régimen y que incluyó la participación
del alvearismo, un grupo de jóvenes militantes de la Unión Cívica Radical
conformó FORJA, una agrupación política que trasegó el espíritu y nervio
yrigoyenista al movimiento político y social que nacería con la revolución
de 1943 y que tomaría el nombre de peronismo.
Entre sus integrantes, se destacó Jauretche, quien junto a Raúl Scalabrini
Ortiz, supo definir la orientación de esa flamante herramienta de combate.
Arturo Martín Jauretche, nacido en el partido Lincoln, provincia de Buenos
Aires, el 13 de noviembre de 1901, supo de pequeño de las rebeliones radicales
contra las minorías que usurpaban el poder y que, ya adolescente, pudo ver
la coronación de esa lucha cuando en 1916 Hipólito Yrigoyen asumió por primera
vez la presidencia de la Nación por voluntad mayoritaria de las urnas.
Por eso en 1930 no dudó en encabezar la oposición al alvearismo - importante
sector dentro del partido de Leandro N. Alem-, oponiéndose al gobierno fraudulento
de la Concordancia que impulsó José Félix Uriburu y continuó Agustín P.
Justo.
En esas luchas estuvo la simiente de la causa peronista de la década siguiente,
a la cual Jauretche adhirió con una fuerte convicción y que al tiempo lo
llevaría a ocupar la presidencia del Banco de la Provincia, único cargo
público que tuvo.
Para Jauretche, el voto era algo más que un derecho cívico en una República
democrática: era el primer y fundamental paso para conformar una nación
moderna, pujante y sostenida por la identidad de un pensamiento propio,
imprescindible para liberarse de todo coloniaje.
Junto a pensadores como Ernesto Palacio y Arturo Sampay, además de Scalabrini
Ortiz y el propio José Luis Torres, entre otros, Jauretche conformó una
línea de obstinada defensa del concepto de ser nacional y, por ende, de
resistencia a todo intento de sometimiento ideológico y cultural provenientes
de las potencias extranjeras, que a esa altura, además de Gran Bretaña,
comenzaba a incluir a los Estados Unidos.
La corriente del Pensamiento Nacional demanda conocer primero más y mejor
lo propio antes que priorizar lo ajeno.
Desde 1930 hasta su muerte el 25 de mayo de 1974, Jauretche sintió que la
tarea intelectual también era un deber moral para evitar que la vulnerabilidad
ideológica lastimara a un pueblo con el descrédito de las instituciones
y la invasión cultural
extranjera.
Con mayor precisión lo explicó uno de sus discípulos, el recientemente fallecido
Ernesto Goldar, en el taller “Fermín Chávez 2011 sobre Pensamiento Nacional”.
Dijo que Jauretche sostenía que las grandes empresas “deben ser del Estado
ya que son las únicas que tienen interés en el país; la otras sólo buscaran
el desarrollo de ellas mismas”.
Sus obras cumbres, “Los profetas del odio”, “El medio pelo en la sociedad
argentina” y el “Manual de zonceras argentinas” resumen ese sentimiento.
Aparte de la crisis económica, hace diez años la Argentina padeció una crisis
de identidad, motivo por el que, en el 2003, un gobierno surgido de la crisis
misma comenzó a reivindicar la historia como constructora del futuro, razón
de la consagración del 13 de noviembre como Día del Pensamiento Nacional.
Desde entonces se realizan miles de conferencias, encuentros, seminarios,
talleres, documentales y muestras en torno de la importancia de saber cuál
es el camino.
“Pensar desde sí, para ser uno mismo, es liberarse. Despojarse de lo ajeno,
deseducarse. Hay que pensar lo nuestro desde nosotros mismos”, afirma el
filósofo Gustavo Cirigiliano, mentor del Proyecto Umbral.
Conocer para querer. Saber para valorar. Pensar como Nación. Ese es el legado
de Arturo Jauretche.