Por Guillermo Daniel Ñáñez
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ABRAHAM
GUILLÉN: LOS REMOTOS ORÍGENES DE LA GUERRILLA PERONISTA 1955-1960
La militancia revolucionaria argentina marchó de a poco, a formas de
relatos que les permitieran abordar una política de la memoria vinculada
a la verdad. El mismo Estado Terrorista (1976-1983) dio paso a un Estado
Bidemoníaco (1983-2001) donde todo aquel militante revolucionario era
sospechoso por sobrevivir y responsable equiparándose al desaparecedor.
A partir de hace muy poco, se empiezan a ver algunas piezas editoriales
vinculadas al pasado inmediato. Falta mucho para poder empezar un debate
que nos permita ver el fenómeno de la violencia como elemento de importancia
y sobre todo asumir el cuando pasó de una etapa táctica, a una estratégica.
Como esa herramienta transformó al militante en militar. Abraham Guillén
vuelve desde un pasado poco pensado, su influencia, sus ideas, sus manuales
expresan una voluntad transformadora que lo acompañó hasta su muerte
ABRAHAM
GUILLÉN SANZ
Siempre que se plantea el estudio del peronismo revolucionario se habla
de John William Cooke, Carlos Olmedo o Gustavo
Rearte. Incluso en las acciones de Montoneros (por sólo nombrar al grupo
más hegemónico) se ven las lecturas de Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz
o de Franz Fanon.
Muy pocos saben de la influencia política-ideológica de Abraham Guillén,
quien además de poseer una increíble obra editorial, realizó la acción
concreta que lo transforma en el mentor de la guerra de guerrillas en
América Latina.
En Castilla La Mancha, Guadalajara, existe un pequeño pueblo llamado
Corduente, allí nace Abraham Guillén Sanz un 9 de marzo de 1913, campesino
como su familia, se cría haciendo agricultura y adquirirá el oficio
de resinero.
Cuando comienza la República se traslada a Madrid, logrando ingresar
a la universidad para estudiar economía con una beca que le dio la Municipalidad
de Guadalajara. Se integra a las juventudes Marxistas Unificadas, pero
toma distancia al ver la hegemonía comunista, este hecho determinó su
abrazo al comunismo libertario (anarquismo) y comienza su militancia
en las juventudes Libertarias.
En 1910 se fundaba en Barcelona a partir de grupos organizados en torno
al sindicato Solidaridad Obrera una confederación de sindicatos autónomos
de ideología anarcosindicalista en España. En 1927 y ante el posicionamiento
"moderado" de algunos integrantes de la CNT, se crea en Valencia la
Federación Anarquista Ibérica (FAI), una asociación de grupos de anarquistas,
que desempeñará un papel importante con la intención que el sindicato
no se alejase de los postulados anarquistas. Guillén se integra a la
CNT FAI. Cuando estalla la guerra civil (1936) Abraham Guillén es director
de “Juventud Libre” y luego de “Nosotros” en Valencia, publicaciones
de las juventudes libertarias. Llegando a un puesto de lucha de gran
importancia para cualquier anarquista, como es el ser redactor del diario
CNT.
En 1938 fue comisario político de la 14° División y del Cuarto Cuerpo
del Ejército, mandado por Cipriano Mera1. Estas fuerzas se hicieron
célebres en la batalla de Guadalajara (8/3/1937), así como en las batallas
de Torrejón, Casa del Campo, El Prado, Brunete y Jarama. En 1938 resistieron
la ofensiva de las fuerzas franquistas en el frente de Levante. Terminada
la guerra civil, el 4 de abril de 1939 cayó preso en el puerto de Alicante
junto a cuatro mil combatientes que esperaban en vano los buques del
Comité Internacional de Coordinación2.
![]() ![]() Guillermo Daniel Ñáñez es profesor de Historia en colegios nocturnos y en las cárceles de Florencio Varela. Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Florencio Varela. Durante la dictadura fue militante en el Servicio de Paz y Justicia y fundó la filial Quilmes, Varela y Berazategui. Colabora en el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. |
Fue condenado a la pena de muerte al
ser juzgado por un tribunal de guerra franquista. Luego le fue conmutada
por 20 años de prisión en la cárcel de Añover de Tajo, de donde se fuga
en 1942. A partir de este hecho conforma el Comité Nacional de la CNT
en la clandestinidad, cuando es nuevamente detenido en 1943, evadiéndose
por segunda vez, ahora de la cárcel de Carabanchel en Madrid, de donde
pasa a Francia clandestinamente en 1945, ayudado por una tribu de gitanos
libertarios.
Allí dirigió Solidaridad Obrera, planteándose conflictos en la CNT en
el exilio por su tendencia pro UNE (comunista)3.
EL
GALLEGO: UN ANARCO-PERONISTA
En 1948 emigró a la Argentina. Instalado en Buenos Aires, se desempeñó
como columnista de los diarios peronistas “El Laborista” y “Democracia”
y fue el editor de la revista “Economía y Finanzas” bajo el seudónimo
de Jaime de las Heras. En 1948 comienza su relación con John William
Cooke. En 1952 publicó su primer libro, ‘El destino de Hispanoamérica’,
con el que comenzó a alejarse de la ideas nacionalistas del peronismo
planteando la necesidad de la unidad continental para lograr la liberación
Latinoamericana”4.
John William Cooke fue la primera persona convocada por Perón después
de los bombardeos aéreos del 16 de junio de 1955. Fue nombrado interventor
del Partido Peronista en la Capital Federal. Encontró una estructura
corrupta y burocrática que no podía ser cambiada de un día para otro.
Ante esto, Cooke intentó derrotar el golpe militar en cierne, visitando
los sindicatos y unidades básicas en un intento de insurrección popular
y resistencia armada.
Esta política causó una fuerte oposición entre los militares y la dirigencia
peronista, y hubo pedidos para que se lo arrestase aun antes del golpe
de estado de septiembre de 1955.
Dice Richard Gillespie: “Se ha sugerido, quizás con exageración, que
el plan de acción de Cooke estaba basado en la experiencia de la resistencia
española a Franco y que éste la conoció a través del veterano de la
Guerra Civil Abraham Guillén, amigo y colaborador de De Frente. La idea
básica era organizar una fuerza guerrillera urbana clandestina que pudiera
frustrar un golpe de estado por medio de actividades guerrilleras respaldadas
por el apoyo y la movilización popular. Cooke debía actuar con precaución
dado que el Consejo Superior Peronista había rechazado la idea de crear
milicias populares; ya que sabían que aun los generales "peronistas"
se opondrían a la idea, temerosos de que pudiera surgir una estructura
de mando paralelo. A pesar de la falta de autorización, Cooke y otros
pocos estaban preparados para actuar a espaldas de los líderes y organizar
secretamente los contingentes guerrilleros. Al ocurrir el golpe de septiembre,
poco es lo que se había realizado y que tuviera resultados prácticos,
pero tiempo más tarde sus ideas formarían la base de la primera actividad
de la Resistencia Peronista, en especial cuando Perón, en enero de 1956,
les dió su respaldo táctico”5.
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EL
PLAN GUILLÉN-COOKE
En 1954 comenzó a colaborar en De Frente, la revista que editaba John
William Cooke.. Ante la inminencia del golpe militar, desarrolla junto
a Cooke un plan de resistencia popular armada, conocido como el "Plan
Guillén-Cooke". Abraham Guillén era colaborador de la revista “De Frente”,
luego de los bombardeos del 16 de junio de 1955 en la palza de Mayo
que deja más de 300 muertos a Cooke se le ocurre pedirle a Guillén que
elaborase un plan para la resistencia popular basado en su experiencia
durante la Guerra Civil española, sabiendo que los militares conspirarían
nuevamente para derribar al gobierno de Juan Perón a menos que los trabajadores
se movilizaran para defenderlo. Es así como dieron forma al "Plan Guillén-Cooke",
de 1955.
Gracias a la traducción que realiza en 2005 el
periodista Hernán Reyes6 del libro “A Personal Memoir of Abraham Guillén
(1913-1993)” de Donald Hodges, quien publica el plan en base a los recuerdos
de Guillén en 1973. El Plan llegó al Comando Superior Peronista, pero
al ,plantear una vanguardia armada totalmente independiente del ejército,
los propios militares peronistas vetaron el Plan, no concebían la falta
de control, flotaba en el ambiente la pregunta
¿Cómo le sacamos luego las armas a esta gente?
El plan articulaba a la juventud peronista, la
CGT y la rama femenina de Movimiento, creando secretamente a las milicias
para evitar cualquier intento militar que determinaría un golpe de Estado
o más muertos del espacio peronista. Eran las bases de la resistencia
peronista.
Dice Hernán Reyes que “Sin embargo, para el golpe militar de septiembre
de 1955, estos grupos no estaban aún preparados, por lo que resultaron
ineficaces. No tenían el apoyo político de los mandos peronistas y les
resultaba difícil convertirse en unidades de combate capaces de resistir
el embate de los golpistas. De ahí su debilidad e incapacidad de ponerse
en práctica entre junio y septiembre, cuando miles de militantes se
movilizaban para repudiar el intento de golpe del 16 de junio. Según
Hodges, el plan quedó en papel hasta enero de 1956, cuando Perón dio
la orden de comenzar la resistencia. Por entonces, Cooke había tomado
el control de la estructura partidaria”.
Plan Abraham Guillén-John William Cooke se organizó
en seis puntos básicos
1. Vanguardia popular armada: Debe haber una vanguardia armada, organizada
sobre las bases de los más avanzados cuadros políticos peronistas. Debe
ser rigurosamente clandestinas, y no sólo servir para asustar al enemigo.
Teniendo en cuenta que el ejército profesional está preparado para resistir
exitosamente cualquier tipo de ataque que ponga en peligro su monopolio
del uso de la fuerza, organizar guerrillas para defensa propia y con
el consenso de un gobierno popular es una invitación a un Golpe de Estado.
La única alternativa factible es organizar guerrillas en secreto, clandestinas.
2.
Ejército y guerrillas: Si bien el ejército regular es muy grande y la
guerrilla es en principio muy chica, el balance de las fuerzas sociales
debe inclinar la balanza a favor de las guerrillas. Un gran ejército
represor debe ser derrotado por una resistencia popular con la condición
de que la vanguardia armada ponga en movimiento un movimiento insurreccional
apoyado por el pueblo y operando en grandes ciudades, donde las guerrillas
cuentan con un mayor apoyo de la población.
3. Ejército de superficie versus tácticas de frente y línea: Cuando
un enemigo es más fuerte en número y capacidad de fuego, se puede derrotarlo
únicamente haciendo lo contrario de lo que él hace. Si el ejército regular
concentra su poder y sus fuerzas en un solo lugar, hay que atacarlo
simultáneamente en otros lugares en los que no esté preparado para entrar
en combate. El enemigo debe ser tomado por sorpresa y atacado en los
puntos en los que el número y la capacidad de fuego favorezcan a la
guerrilla, que debe ser más fuerte que el enemigo en una situación dada.
A pesar de que el Ejército represivo es más fuerte en general, siempre
es más débil durante períodos de tiempo y espacio determinados por la
guerrilla. La resistencia debe ser más fuerte que el Ejército Regular,
pero en un punto y en un instante. Poco importa que el ejército sea
más fuerte en otros lugares; siempre habrá un punto en el que las guerrillas
puedan derrotarlo. De este modo, las guerrillas pueden derrotar al ejército
en una operación tras otra hasta que se vuelvan más fuertes y el ejército
se vuelva más débil. Ésta es una regla fundamental de la guerra revolucionaria.
4. Espacio y población: Las guerrillas nunca deben aferrarse o defender
un terreno fijo. Enfrentadas con un ejército contrarrevolucionario,
deben morder y desaparecer. Teniendo en cuenta que el enemigo es superior
en la dimensión espacio, las guerrillas deben ser más fuertes en la
dimensión tiempo. Pueden crecer ganando cada vez más población. Las
fuerzas represivas y contrarrevolucionarias aspiran a dominar no sólo
el espacio, sino también la gente que allí vive. Nada los detendrá en
su camino, ni siquiera las masacres de personas indefensas. Pero este
uso de la fuerza, en violación de principios morales elementales y de
los derechos humanos, es un signo de debilidad. Las guerrillas deben
tomar ventaja de esa debilidad asistiendo a las víctimas de la represión
y alentando la resistencia de las masas a través de la propaganda armada
y política capaces de catalizar un movimiento insurreccional. El secreto
es ceder espacio y durar en el tiempo. En resumen, la estrategia de
la guerrilla debe ser durar hasta que la conciencia y voluntad de la
gente se hayan transformado, hasta que la vanguardia armada se convierta
en popular.
5. Estrategia de la guerrilla: Enfrentada con un golpe militar que haya depuesto un gobierno popular, es suficiente con tener grupos de guerrilla urbana que entren en acción en una o en varias grandes ciudades para que el ejército no pueda establecer su propio orden y leyes. Si las poblaciones tanto urbanas como rurales son arrastradas por la guerrilla hacia una resistencia popular el ejército se verá entonces rodeado y obligado a retroceder. La lucha contra un gobierno de facto es básicamente política. Sumergida en las unidades básicas del peronismo, en los barrios obreros y en los principales lugares de trabajo, las guerrillas urbanas cuentan con una enormidad de recursos para lanzar acciones recurrentes contra las fueras de represión. El rol político de las Guerrillas es servir de locomotora al tren popular. Deben por ende perseverar en sus operaciones y forzar al ejército a retroceder frente a una población hostil.
6. Política, Estrategia y Táctica: Si “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz), entonces un partido popular debe llegar a ella cuando todos los caminos legales están cerrados. Cuando un gobierno popular es amenazado o depuesto por un golpe militar, la única estrategia efectiva es la del 'pueblo en armas'. Cuando la paz de rodillas es peor que el riesgo de muerte a través de la violencia, la población debe tratar de arrojar fuera a sus tiranos. No obstante, la violencia de los oprimidos no triunfará si no tiene una visión clara de sus objetivos políticos, si su estrategia es improvisada y sus tácticas espontáneas. Una escalada militar contra un gobierno popular es una gran ocasión para transformar el golpe militar en una guerra civil. La Guerra Civil Española comenzó de esta manera y ofreció varias posibilidades de victoria para las fuerzas populares. Desde que el Gobierno Peronista estuvo al margen de la legalidad, pudo haber sido posible dividir las fueras armadas y la policía como en España en 1936. Se pudo haber derrotado al enemigo en unos pocos días, antes de que los gobiernos imperialistas hubieran intervenido y apoyado a los golpistas. Una Guerra Civil rápida ofrece la mejor estrategia: impide que el enemigo restablezca la ley y el orden; toma gran ventaja del momento de entusiasmo de las masas para el combate, minimiza el posible daño a las fueras productivas y salva al pueblo de un sufrimiento prolongado. Pero para eso, es necesario el apoyo popular a escala nacional.
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Este Plan Guillén-Cooke, que luego será
ofrecido a Manuel MENA (El uturunco) para realizar la primera experiencia
guerrillera en la argentina, tiene bastante similitud con el primer
“manual guerrillero” que Abraham Guillén inserta en el segundo volumen
de “La agonía del imperialismo” (1956-1957). En dicho manual de prácticas
guerrilleras dentro del capítulo "La lucha armada contra el imperialismo".
El manual llega a la guerrilla cubana y es incorporado a sus tácticas.
En 1965 se publica en Buenos Aires la obra de Guillén "Teoría de la
violencia", y el mismo año aparece en Montevideo la primera edición
de su "Estrategia de la guerrilla urbana"; son obras que sirven de base
estratégica para los Tupamaros en Uruguay y para la guerrilla brasileña
de Marighella y Lamarca, así como para la lucha urbana que ese mismo
año se desarrolla en Santo Domingo (varios exiliados dominicanos son
aleccionados directamente por Abraham Guillen en Buenos Aires). (VER
ANEXO), se percibe un proceso de traducción marxista del Plan Guillén-Cooke,
es despedido y silenciado de todos los medios de prensa donde trabajaba.
LA
RESISTENCIA
En septiembre de 1955, Perón viajaba rumbo al exilio. En mayo de 1956
el general de división Juan José Valle se encontraba en la calle Castelli
de Avellaneda, seguramente pensando en las directivas que en enero de
aquel año circulaban por la naciente resistencia peronista. Valle sabía
que se jugaba un patriada, pero no estaba solo en esas mismas directivas,
Perón dice que “Cada casa debe ser una unidad básica y cada peronista
un jefe y un vigía de nuestro Movimiento”. Valle fue fusilado el 12
de junio de aquel año en la Penitenciaría de Las Heras. “Entre mi destino
y el suyo, me quedo con el mío” le dejará escrito al presidente fusilador
Aramburu, que será fusilado unos años después por los nacientes Montoneros.
El hecho que no hubiera una organización centralizada permitió al peronismo
sobrevivir. Brotaron formas organizativas que imitaban aquellas montoneras
de Felipe Varela o el Chacho Peñaloza en el siglo XIX. Se atacaba en
un lado y cuando las fuerzas represivas llegaban surgía otro hecho,
en otro lado. Petardos, “caños”, sabotaje, expropiaciones revolucionarias,
transformaron al peronismo en resistente, le dio una nueva identidad.
Esas primeras generaciones no eran los hijos de los gorilas que emergerán
contra sus padres en los ‘70. Eran los jóvenes que en realidad habían
vivido la última etapa del peronismo.
No había grandes debates ideológicos, la emergencia transformaba a esta
primitiva juventud peronista en “hombres de acción”.
Tuli Ferrari fue uno de los fundadores
de la gloriosa Jotapé en 1955. Se fue a afiliar a la Unidad Básica el
21 de septiembre de 1955, el día que derrocaron a Perón. Llegó a la
Unidad Básica cuando estaban quemando los archivos. No pudo afiliarse.
Leían El Líder, un periódico de la CGT que salió hasta la caída de Lonardi,
con los artículos de Jauretche. Cierto día salió un aviso convocando
a la Juventud Peronista a un local de la calle Riobamba. Se encontró
con Tito Bevilacqua y Alberto de Morra, que preparaba un comando vinculado
a la juventud. El local fue allanado y clausurado, conociendo a Rodolfo
Traversi, primer secretario de la Juventud Peronista y al mítico Jorje
Eduardo Rulli7.
El Comando Nacional surgió en un local de la calle Riobamba con Marcos y Lagomarsino, luego se incorporó Cooke, hasta que cayó preso. El objetivo era desplazar a la dirigencia traidora del peronismo.
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La lucha de la Juventud Peronista empezó
en 1957 en la calle Lavalle, cuando el diario Palabra Argentina de Alejandro
Olmos, convocó a una Marcha del Silencio en conmemoración del 9 de junio.
Eran cincuenta o cien muchachos, primero en silencio, pero después,
cuando los comandos civiles (que en realidad eran militares de la Marina)
los cagaban a palos, el grito era ¡Viva Perón! Caían presos. Dice Tuli
Ferrari que: “Para mí fueron muy importantes esos treinta días porque
el submundo de la cárcel era muy raro, las líneas negociadora y dura...
Conocí a todo el jetoneo peronista en Caseros. Todos querían jugar al
ajedrez conmigo para melonearme en la interna carcelaria. Y yo me sentía
Gardel”8.
De la banda de Corrientes y Esmeralda salió el primer grupo de la Juventud
Peronista. Ahí lo conocieron a Pocho Rearte y empezó la vida de agitación
permanente. Eran Envar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli, el gordo Cerdeira,
Spina, y alguno que otro marginal que se prendían en aquella aventura
y a la larga defeccionaron.
Iban todas las noches a joder a Corrientes y Esmeralda. Inventaron “el
cazagorila” que consistía en poner una foto de Perón y cuando pasaba
algún gorila y le hacía algo, cobraba. Otra forma era cuando salía la
gente del cine uno gritaba: "¡Viva la Revolución Libertadora!", y el
otro "¡Viva Perón!". Siempre alguien respondía y vivaba a. la Libertadora,
y lo fajaban. Muchas veces cobraban los muchachos peronistas. Se transformaron
en luchadores callejeros. La resistencia comenzó con militantes que
utilizaban la gran herramienta de esa época como el periódico y el caño.
Periódicos como “Lucha Obrera”, “El Líder”, “El Lidercito”, “El 45”
de Arturo Jauretche y “Palabra Argentina”, de Alejandro Olmos.
Dice Jorge Rulli “Un día me atreví a ir al local de Palabra Argentina,
y lo encontré durmiendo en un rincón al Tuli Ferrari. Tenía varios años
más que yo y era muy ardiente y muy delgado, un hombre de verbo apasionado,
un prototipo al que yo seguí hasta el '60, en que se marchó. Cuando
volvió era otro. También lo conocí a Tito Bevilacqua, uno de nuestros
primeros muertos. Lo mataron en 1960, la misma noche que golpeamos a
la Aeronáutica en Ciudad Evita. A Pepe Pignataro, un héroe de la Resistencia,
uno de los que más caños puso en la historia del peronismo”9.
Y agrega que: “En realidad las Marchas del Silencio nos marcaron a toda
una generación, que repudiaban aquella “Revolución Fusiladora”. Las
Marchas fueron dos, después de los fusilamientos del 9 de junio, y las
organizó Palabra Argentina, que no era un diario peronista, se cuidaba
de no serlo. Era nacionalista popular y daba lugar a aquella JP, porque
cuando terminaba el acto uno podía gritar "¡Viva Perón!" y establecer
contactos en el margen de esa realidad política dictatorial. Era la
denuncia de la persecución y el intento histórico de destrucción del
peronismo que llega hasta nuestros días. En esas marchas se reconstituía
el Peronismo”10.
Cuando salían del trabajo, iban a poner pastillas de cloruro de potasio,
o azufre y azúcar, en los tranvías.
En el 1958 eran la Juventud Peronista, después de la elección de Frondizi.
Acataron la orden de Perón de votarlo, que llevó Susana Valle (la hija
del General Valle) a través del capitán Anzorena. En el patio del Sindicato
de Farmacia que prestaba Jorge Di Pascuale (hoy detenido-desaparecido)
todos los grupos de Juventud se reúnen y forman la Mesa Ejecutiva de
la Juventud Peronista. Fue la primera conducción que todos aceptan.
De la vieja historia había quedado Funes: el resto eran jóvenes formados
en las luchas callejeras, muy agresivos, muy desprovistos de conocimientos:
Tuli Ferrari, Gustavo Rearte, Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Envar El
Kadri, Felipe Vallese (primer desaparecido
peronista) y Jorge Rulli.
Hacia 1959, decenas de grupos peronistas se hallaban empeñados en realizar
pequeñas acciones armadas de resistencia a la "Libertadora", sin que
llegara a consagrar esta práctica como una estrategia de toma de poder.
No obstante, para algunos grupos de la Resistencia Peronista las tácticas
variaron a partir de la finalización de la huelga del frigorífico Lisandro
de la Torre, cuando se plantearon la necesidad de combinar la lucha
política con el desencadenamiento de la guerrilla. No es de extrañar
que estos planteos hayan atraído a Guillén quien veía en esta tentativa
la materialización de su fórmula del "pueblo en armas".
LOS
UTURUNCOS
El puntapié inicial vendría de la mano del Comando "17 de Octubre", ligado a Cooke. La nueva táctica produce fisuras en el "17 de Octubre" que se divide en dos fracciones, una de las cuales decide la creación del comando guerrillero "Uturuncos", cuyo primer grupo subió al monte tucumano en octubre de 1959. Hay quienes sugieren que el mismo Guillén subió al monte, además de cumplir funciones como miembro del Comando Político que operaba en Buenos Aires recaudando apoyo económico entre algunos intelectuales, como José María Rosa y Silvio Frondizi. Tras el fracaso en los primeros intentos del grupo, Guillén fue encarcelado en el marco del Plan Conintes, permaneciendo preso tres meses11.
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En 1958 Abraham Guillén, vinculado a
sectores de la resistencia peronista, comenzó a entrenar y a participar
en las acciones del Movimiento Peronista de Liberación-ELN en Tucumán,
base de lo que sería Uturuncos12. Ya Perón advierte en el terreno en
que se da la lucha: “Pero es necesario que la lucha sea básicamente
de guerrillas13”. Si bien podemos afirmar que Perón en su estrategia
cotejaba la culminación del proceso insurreccional con un hecho militar,
y que éste sería afrontado con un “levantamiento civil y militar”, se
preocupará constantemente por educar al movimiento contra el golpismo
-que sólo sería “salir de las manos de una dictadura para caer en otra,
en pos de acentuar la resistencia civil, único camino para asegurar
que el pueblo y él mismo, lleguen al poder14.
Muchos años después, Guillén recuerda que: “Los Uturuncos" fueron la
primera guerrilla urbana y rural (ambas combinadas) en los finales y
comienzos de los años 1959 y 1960. Al unir el campo y la ciudad en los
guerrilleros "Uturuncos", mi punto de vista estratégico, político, económico
y social, era dar a la guerra revolucionaria, sobre todo, un carácter
estratégico opuesto a la batalla o el combate de línea; es decir, que
una guerra de pueblo en armas, si quiere vencer a un gran ejército represivo,
tiene que ser una guerra en superficie, en todo un territorio nacional,
como si fuera hecha a manera de una piel de leopardo, circulando los
guerrilleros por todos esos intersticios. Como los combatientes "uturuncos"
eran (casi todos) peronistas, yo estimé que ello constituía una limitación
política, pues una guerra revolucionaria debe englobar a todo un pueblo
y no sólo a un partido. Si la concepción política es mala o estrecha,
por más brillante que sea la táctica y la estrategia guerrillera, se
pierde la guerra revolucionaria o no se supera el estado primario de
pequeños grupos de acción que no se convierten en ejército de liberación,
en pueblo en armas, único medio de alcanzar el triunfo”15.
Tras el fracaso del método insurreccional Abraham Guillén propone la
guerrilla desde el monte. Se conforma un estado mayor con Manuel MENA
y Genaro Carabajal. Dice uno de los participantes José Luis Rojas: “Y
ahí el Comando 17 de Octubre se divide en momentos en que Mena se pone
en contacto con el Gallego Guillén, y el Gallego Guillén, que venía
de la revolución española, plantea la lucha en otros términos, no ya
en términos de huelga revolucionaria que ya había mostrado que como
método no servía. Entonces, al no haber una salida electoral, con el
fracaso de los partidos blancos, laboristas y toda esa runfla de partiditos
que se han formada nada más que para beneficio personal, porque levantando
las banderas peronistas iban a elecciones y salían elegidos, pero medraban
en beneficio propio; nunca se planteaban en serio la vuelta de Perón.
Ellos querían explotar el movimiento peronista en beneficio propio.
(...] querían nada más actuar en un terreno legal, digamos. [...] Cuando
el Gallego Guillén dice: ‘No, aquí hay que hacer la guerra’, y para
hacer la guerra hay que hacer una guerra con los medios que el pueblo
tiene, que en forma natural el pueblo va buscando sus cauces con recursos
naturales del propio pueblo, está planteando una guerra revolucionaria,
una guerra moderna basada en los factores que él llamaba generar espacio
y generar tiempo. (...] Ya habían pasado tres años, unos golpeando las
puertas del sindicato y otros golpeando las puertas de los cuarteles,
todo había fracasado, la huelga general revolucionaria no llegaba nunca
porque todos los dirigentes estaban vendidos y los cuarteles, con la
muerte del general Valle, también se terminó, porque fue un movimiento
totalmente entregado que termina con el fusilamiento. Quedaba eso, lo
único que nosotros teníamos, los recursos naturales del pueblo son ésos:
salir a pelear con cualquier elemento que condujera a la vuelta de Perón,
es decir, un movimiento armado que lo traiga a Perón. Eso es la idea...
la idea fundamental era que ya rompíamos con todo el pasado y, haciéndole
caso a Perón, agarrarnos el bastón del mariscal.16”
|
Tras la desarticulación de la experiencia
uturunca en 1960, fue encarcelado durante tres meses en el marco del
llamado Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado. Allí se conoce
con Jorge Eduardo Rulli quien lo describe de la siguiente manera: “Me
crucé con el viejo Guillén en la Cárcel de Las Heras durante el Conintes
en que estuvo detenido un tiempo con nosotros. Año 60. Sus dos tomos
sobe el imperialismo era una de mis lecturas favoritas hasta que me
cansaron. El viejo Guillén que debía ser de la misma edad que yo tengo
ahora, poseía la facultad de transmitir un optimismo incansable por
la causa revolucionaria y por un futuro a la vez determinista y mesiánico,
un porvenir que sabia predicar como un orate iluminado por una fe supuestamente
científica en la determinación de la historia. Y fue lo que hizo con
nosotros, un grupo de jóvenes de la juventud peronista que estábamos
allí y que lo escuchábamos arrobados. Recuerdo cuando volvimos del Consejo
de Guerra que nos había juzgado en el Cuartel de Patricios, con unas
condenas de reclusión de seis años... Cuando uno tiene 19 años seis
de cárcel es para toda la vida... es como la perpetua... estábamos abrumados...
además la operación para rescatarnos de los camiones que organizaba
Gustavo Rearte y José Luis Nell había fracasado... Entonces, el viejo
nos levantaba el ánimo, y nos hablaba desde su propia experiencia como
desde un oráculo... no me lo puedo olvidar... ‘Qué importan las condenas’,
decía...’las rejas son de paja... lo que vale es la organización...
con seis años de condena adonde nos llevarán?... a Rawson, en la Patagonia...
pues mejor... tomamos la guardia y nos alzamos con las armas del penal
y de allí, con los vehículos que requisemos, encolumnados y en marcha
a la montaña... a comenzar la guerra de guerrillas’ . Pero viejo -le
deciímos-, las montañas quedan lejos de la cárcel...’No hay distancia
que no se pueda vencer’ nos replicaba ‘importa la voluntad y la decisión,
las armas las tiene siempre el enemigo, los barrotes son de paja, iniciaremos
la guerra un puñado de decididos y luego seremos miles, hasta que nos
extendamos por todo el Andes...’ Y así continuaba por horas... recuerdo
que remataba siempre con una condición sine qua non para ayudarnos...
una condición que nos terminaba de convencer que el Comandante de milicias,
hablaba en serio... esa condición era que en algún momento del triunfo
revolucionario lo dejáramos partir con parte del ejercito de liberación
para reconquistar y liberar España... Estábamos en esos diálogos una
mañana cualquiera de primavera de ese año ‘60, cuando el guardia voceó
su nombre desde la reja y se fue en libertad. Lo abrazamos pero sentimos
que algo mágico que habíamos construido había estallado como un globo...
A nosotros días después nos trasladaron, primero a la cárcel militar
de Magdalena y luego a la cárcel de Viedma en la Patagonia, nunca pudimos
tomar el penal ni tampoco iniciar la guerra de guerrillas... por lo
menos del modo en que nos lo había enseñado Guillen... al Viejo no lo
ví nunca más... pese a todo, le guardo un gran cariño pero con pena
y con bastante ternura, no tan solo por él, supongo que también por
esa juventud que pasamos entre rejas, rejas que no eran de paja...”17.
Justo cuando
Serravalle y sus Uturuncos
asaltaban la comisaría de Frías, Manuel Mena “El gallego” y Abraham
Guillén “El maestro” habían ido a Buenos Aires a recabar ayuda a Cooke.
Éste delegó en su compañera, Alicia Eguren, la tarea de coordinar la
ayuda hacia la guerrilla. Fue a través de Alicia como los impulsores
de la guerrilla contactaron con los grupos de la Juventud Peronista
bonaerense que habían manifestado su admiración por los uturuncos. Con
estos militantes, Mena constituyó un nuevo grupo guerrillero.
TUPAMAROS
A principios de abril de 1961 viajó a Cuba, donde permaneció un año como entrenador de cuadros guerrilleros y pasó luego a Montevideo, Uruguay, donde colaboró en el periódico Acción bajo el seudónimo de Arapey; publicó diversas obras sobre economía latinoamericana y táctica guerrillera. Dice Guillén: “Con Sendic me vi pocas veces, pues andaba siempre clandestino. Pero había cuatro comandantes que recibieron preparación sobre estrategia de la guerrilla urbana. Estos eran los hombres de acción, mientras que Raúl Sendic era más bien un político, ex-dirigente del Partido Socialista, muy vinculado a los obreros cañeros del Departamento de Artigas. Tanto es así, que la consigna de estos cañeros era la siguente: "Por la tierra y con Sendic". No era ese movimiento guerrillero, sino reformista, pues pedía la reforma agraria en los latifundios de los cultivos de caña de azúcar. Hasta 1965, el grupo de Sendic, muy castrista, estaba limitado a realizar marchas por carretera hasta Montevideo pidiendo tierra para los obreros cañeros. Como Fidel Castro, "Che" Cuevara y Regis Debray, no concebían la guerra revolucionaria fuera de las montañas, y el Uruguay no las tenía, no había posibilidad de crear así un movimiento guerrillero, según la doctrina cubana.
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Justamente en 1965, cuando publiqué "Estrategia
de guerrilla urbana", los "Tupamaros" vieron una luz, pues yo decía
que los "bosques de cemento son más seguros que los bosque de árboles.
Y que las ciudades tienen más recursos logísticos que el campo. Y como
nuestra civilización es capitalista y concentra el capital y las poblaciones
en las ciudades a ritmo acelerado, en países como Uruguay con más del
80 % de población urbana, era absurdo ir a hacer la guerra revolucionaria
en el campo, donde hay más vacas y ovejas que población rural. Por consiguiente,
las teorías fidelistas y maoístas de la guerra revolucionaria no eran
apropiadas para países industrializados o subdesarrollados con más población
urbana que rural […] Está todavía muy próxima su experiencia: creo que
fue muy brillante tácticamente, pobre estratégicamente y débil políticamente,
pues intentaron copiar la revolución cubana. Mi punto de vista es que
no se hacen dos guerras con la misma estrategia ni dos revoluciones
con la misma política. La revolución hay que inventarla y reinventarla,
sin limitarse a desalojar del Poder a una minoría dominante, para establecer
una dictadura de tipo stalinista. Si un pueblo se ve constreñido entre
una dictadura que puede caer y otra que se puede levantar en lugar de
ella, cae así en la indiferencia política, pues el pueblo prefiere el
socialismo y la libertad y no la dictadura de las burocracias o de las
burguesías. Al no descubrir las leyes específicas de la guerra revolucionaria
en el Uruguay y ofrecer un programa de socialismo autogestionario, creo
que los "tupamaros", por ser fieles al modelo castrista, fueron derrotados,
en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista, fueron
derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista
o soviético, no creo que arrastre a las masas hacia una Revolución de
tipo cubano, ni en América Latina ni en ninguna otra parte. Fui el inspirador
táctico y estratégico de los "tupamaros", pero mi origen libertario
me separaba políticamente de ellos, fervientes castristas, aunque alguno
era también libertario. Al no compartir mi propuesta de socialismo autogestionario,
apropiada para un país que le sobra espacio y le falta población, se
fueron alejando políticamente de mí y acercándose a Fidel Castro. Ellos
creyeron que yo era un romántico por no ser partidario del socialismo
estatal, de la democracia directa, de la propiedad social, del federalismo
económico y administrativo. Su castrismo y guevarismo condujo a los
"tupamaros" a un dogmatismo político de tipo marxista-leninista, lo
cual les procuró población estudiantil; pero no población adulta, urbana
y rural, en cantidad y calidad para volcar el país en su favor. Y si
una guerrilla, cualquiera que sea y en cualquier país que actúe, no
gana población con sus acciones, tendrá, en el mejor de los casos, victorias
tácticas, pero finalmente una derrota estratégica y política”18. Estos
conceptos fueron desarrollados en su Teoría de la violencia (1965).
En el Uruguay estuvo vinculado a Raúl Sendic y el grupo fundacional
de Tupamaros, así como a la FAU.
GUILLÉN
Y EL FOCO
En 1969 publica en Montevideo un libro titulado: "Desafío al Pentágono” donde realiza una crítica al foquismo. Allí explica la incongruencia de las tesis de Regis Debray, del libro "Revolución en la Revolución". La tesis del "foquismo" cubano es que todas las guerras revolucionarias hay que hacerlas desde el campo, desde las montañas. Guillén plantea que “La ciudad populosa más apropiada a la guerrilla en la época del capitalismo. Indico que si en la Edad Media, cuando toda la población estaba en el campo, no han triunfado las guerras campesinas, ¿cómo podrían hacerlo ahora en plena civilización urbana? Aclaro que la Revolución cubana no se hizo exclusivamente en Sierra Maestra, sino que hubo más muertos y más combates que en ésta en las ciudades; que se propagó la insurrección en superficie apareciendo en segundo frente de Escambray"; que se luchó por todo Cuba; y que eso hizo que el ejército batistiano, cogido entre dos frentes, tuviera que rendirse, no sólo frente a Sierra Maestra, sino porque está copado por su retaguardia, en las ciudades. Otra consigna simplista es la de que "el poder viene del cañón del fusil". Si fuera esto verdad, los suboficiales y los sargentos darían los "golpes" de Estado; pero son los generales y los coroneles los que los dan; aunque no estén todos los días con los fusiles y los soldados. Y es que sin fin político no hay visión de lo estratégico. Los generales piensan en políticos y por eso dan los "golpes" de Estado; pero los sargentos y los suboficiales no piensan ni en generales, ni en políticos. Así, teniendo más de cerca las armas y los soldados, los suboficiales y los sargentos casi nunca producen un "golpe" de Estado y, cuando lo dan, lo pierden posteriormente porque no saben qué hacer con el Poder”19.
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Se reencontró aquí con
Joe Baxter, a quien había conocido en Cuba.
Tras el golpe militar uruguayo de junio de 1973, Guillén había concluido,
entre otras cosas, que era inconveniente establecer bases urbanas fijas,
así como construir un "microestado"; también descartaba el uso de "cárceles
populares"; pues implicaba un sistema paralelo de represión y, sobre
todo, concluía que había que evitar aislarse de los sentimientos y deseos
populares pues toda "victoria militar resulta inútil si no es políticamente
convincente". Por su excesiva militarización y profesionalización, los
Tupamaros se habrían aislado de las masas urbanas. Retornó entonces
(1973) a Buenos Aires, donde se desempeñó como profesor de Economía
Política en la Facultad de Filosofía y Letras y como director de Investigación
Económica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Entre
1973 y 1974 colaboró en el diario La Opinión.
Guillén fue una de las influencias teóricas de Montoneros, si bien ésta
se vio eclipsada en la práctica por otras, como la de von Clausewitz.
Rulli aclara que: “La influencia de Guillén es de fines de los
cincuenta y principios de los sesenta. Tengo idea que influyó o tuvo
una participación en los Uturuncos pero no lo puedo precisar.
A poco andar se descubría como demasiado panfletario y poco sustancial,
no tuvo la obra de Guillen una prolongada influencia, creo yo. Se lo
conocía en todos los sectores pero en la época de debates internos como
el de los iluminados entiendo que no eran obras tenidas en cuenta […]
En toda esta etapa la obra de Guillen ya no es tenida en cuenta en absoluto,
todo lo contrario, la influencia cubano soviética barre con el gallego
e impone otros paradigmas. Si algunos sectores cristianos lo tuvieron
en cuenta no lo sé. En el Conintes yo era de los pocos sino el único
que lo leía, en general no se lo consideraba serio en los medios militantes”20.
GUILLÉN:
VERDAD Y LIBERTAD
Amenazado por la Triple A, se exilió a fines de 1974 en Lima, Perú, donde colaboró en el diario La Prensa y se desempeñó como especialista de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo. A lo largo de sus 30 años de exilio latinoamericano, apadrinó el desarrollo de las guerrillas latinoamericanas, ante las cuales apareció como un experto en estrategia y táctica militar revolucionaria.
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Concluía en aquel histórico reportaje
de la revista “La bicicleta” diciendo: “En resumen: un revolucionario
para poder asumir la historia en un momento crítico debe conocer las
leyes de la dialéctica y de la economía política; dominar la política
científica; unificar su pensamiento y su acción; saber esperar una ocasión
histórica, que siempre se presenta, para transformar el mundo y resolver
las contradicciones que se opongan al interés general; plantearse a
cada momento sólo lo que se pueda resolver, sin ser centrista ni oportunista;
no destruir sino aquello que se pueda sustituir para no adelantarse
ni atrasarse en los cambios de estructuras socio-económicas, políticas,
culturales y jurídicas. Por encima de todos los dogmas y sectarismos,
un revolucionario debe ser fiel a la verdad y a la libertad; no hablar
ni proceder en infalible, sino aceptar la prueba y el error, la pluralidad
de criterios; rechazar el culto a la personalidad; dejar que la Sociedad
haga cuanto mas mejor, sin la tutela del Estado. Y estar siempre dispuesto
a aprender del error para llegar a la verdad sin olvidar jamás que sólo
se ve lo que se sabe y, por tanto, se ve tanto mejor el futuro, el presente
y el pasado cuanto mejor se los sabe. El pueblo ve poco porque sabe
poco; es necesaria una revolución cultural permanente para que el pueblo
por el saber tenga el autopoder para ser él, únicamente él, el sujeto
activo de la historia, superando as¡ las estructuras políticas de dominación
por la autogestión, sin burguesía. monopolistas no burocracias totalitarias.
La guerrilla peronista de los Uturuncos así como la que lideró Hugo
Blanco en el Perú, pasando por la guerrilla uruguaya de los Tupamaros,
lo reconocieron como un maestro. Tras la muerte del General Francisco
Franco retornó a España, desarrollando en Madrid intensa actividad como
conferencista, autor de nuevos libros y periodista. Sus colaboraciones
en la prensa anarquista internacional y en el periodismo político son
incontables. Fue designado catedrático de la Universidad Autónoma de
Madrid. Publicó alrededor de 50 libros, dejando inéditos, entre muchos
otros, cuatro tomos titulados La guerra. España (1936-1939).
CONCLUSIÓN
La influencia teórica de Abraham Guillén, su impronta está determinada
por su pensamiento y accionar coherente. Su intento de creación de guerra
de guerrillas comienza con los olvidados Uturuncos como antecedente
de fines de 1960 del proceso de radicalización que tiene su apogeo en
la década de 1970. Ahora bien, muchas de estas ideas explican el accionar
político militar con un contenido de “nación en armas” que implica la
descalificación de toda aventura militarista. La ideas de Guillén fueron
abandonadas por la militancia de las clases medias en los ’70 y esto
mismo lo transformó en vanguardias esclarecidas saltando al vacío al
decir de Rodolfo Walsh. Guillén afirma contundentemente que “Un Ejército
Popular de Liberación, que realiza una guerra político-militar, tiene
que desarrollarse en dos direcciones: una política, que tiende a ganar
la simpatía y la ayuda de la población civil, y otra, militar, que permita
reponer y ampliar el material y los hombres perdidos en acciones de
guerra. Claramente las ideas de este teórico de la guerrilla fueron
sepultados por la historia, por la misma violencia que nos sacudió.
Es momento de realizar el debate tantas veces pospuesto. Llegar a la
verdad y a la justicia también implica salir de la trampa siniestra
de un pasado oculto, como bien lo expresa Jorge Rulli: “... Los horrores
causados por la dictadura militar tuvieron entre muchos otros, el efecto
de cancelar toda discusión sobre los años 60 y 70. Fueron tantas y tan
espantosas las violaciones a los derechos humanos que nos vimos obligados
a postergar los debates necesarios para comprender una época clave e
imprescindible que a su vez permitieran llegar a la comprensión del
propio presente en que vivimos, en especial para las jóvenes generaciones
que necesitan retomar la memoria histórica, tender puentes con el pasado,
saber de dónde vienen para luego saber hacia dónde se dirigen. No sólo
se canceló lamentablemente, el debate de aquella época, sino que también
se diluyeron y banalizaron durante el menemismo y por el predominio
de la idea setentista de que la gloria es cosa del pasado, se diluyeron
las diferencias de aquellos años entre los diversos actores y como en
una noche oscura todos los gatos fueron pardos, y los protagonistas
de aquellos años complejos quedamos, al igual que la sociedad, sin poder
hacer el balance de nuestras luchas y sin poder hacer el examen de una
época clave, monopolizada la palabra interpretativa por no más de tres
formadores de opinión pública, por todos conocidos”21.
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ANEXO
Primer Manual
de Guerra de Guerrillas
LA LUCHA ARMADA CONTRA EL IMPERIALISMO
ABRAHAM GUILLÉN (seuds.: Jaime de las Heras, Fernando Molina, Arapey)
(Corcuera, Guadalajara, España, 9/3/1913 - Madrid, 1/8/1993). Combatiente
anarquista, periodista, economista, uno de los precursores de la lucha
armada en la América Latina de los años 1958-1970.
ESQUEMA PARA LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA POLITICO MILITAR DE LOS MOVIMIENTOS
POPULARES DE LIBERACION NACIONAL22
La lucha contra el imperialismo, en las guerras revolucionarias de liberación
nacional requiere, para llegar a la victoria, el conocimiento de las
leyes generales de la guerra, determinadas por el momento histórico
y social en que vivimos, que tiene -como otros momentos históricos va
pasados-, sus propias leyes estratégicas para la conducción acertada
y eficiente de las guerras revolucionarias de nuestro tiempo, que han
de dominar toda la segunda mitad del siglo XX, siglo de las revoluciones
sociales de tipo nacional e internacional.
Las guerras de otras épocas eran libradas entre las naciones y entre
los imperios. En cambio, la guerra revolucionaria es la forma más elevada
y violenta de la lucha de clases. Así, pues, las guerras -que se realicen
en la segunda mitad del siglo XX-, tendrán un marcado carácter político
(entre naciones capitalistas y naciones comunistas y entre explotadores
y explotados en el seno de cada nación capitalista. En este sentido,
lo universal y lo particular de la revolución socialista no serán más
que las partes de un todo que se resolverán en la revolución proletaria
internacional.
Ahora, coma en lo pasado, toda guerra obedece a factores exteriores
e interiores que le son propios: estructura de clases, infraestructura
económica y relaciones con el mundo exterior. Sin conocer, previamente,
estos factores determinantes no es posible iniciar una guerra revolucionaria
y, mucho menos aún, conducirla hasta su final victorioso frente a las
fuerzas internas (burguesía y terratenientes) y ante las fuerzas externas
(capital financiero extranjero). Ambas fuerzas constituirán un solo
frente contra los movimientos de liberación nacional y los de carácter
socialista.
Toda guerra tiene sus propias características que le son inherentes,
y más aún tratándose de una guerra civil y a la vez de tipo antiimperialista.
En consecuencia, la estrategia de la conducción de una guerra revolucionaria
no debe ser nunca calcada sobre los viejos manuales militares de estrategia
y de táctica; puesto que dichos principios tácticos y estratégicos no
corresponden ya a la realidad nacional de los movimientos de liberación
antiimperialista, que implican la práctica de una estrategia político-militar,
basada en el principio del "pueblo en armas".
La Revolución Rusa de 1917 y la Revolución Española 1936-39, tuvieron
una estrategia de frentes continuos -cubiertos, relativamente, en extensión
y en profundidad-, y ambas se inspiraron en los clásicos principios
estratégicos europeos de decidir la suerte de la guerra en grandes batallas.
En Rusia triunfó esa estrategia y esa táctica; en España fracasó, porque
el territorio español se prestaba menos, geográficamente, a la guerra
de maniobra de grandes ofensivas y retiradas, sin que ellas modificaran,
decisivamente, el cuadro general estratégico de las operaciones, ya
que los Soviets contaban con el General Espacio. En Hispanoamérica una
guerra antiimperialista dispone de suficiente espacio como para vencer,
en su terreno, a una gran potencia.
En la Revolución China la estrategia militar de los comunistas se ha
inspirado en una doctrina militar de frentes discontinuos, de campañas
cortas, de retiradas elásticas y de "ofensivas rápidas del tipo avispa",
hasta que la correlación de fuerzas militares en presencia -en un momento
determinado-, permitió al Estado Mayor del Ejército Rojo Chino desencadenar
una ofensiva continuada a base dedecidir la guerra en una sola campaña.
La guerra de China ha sido una guerra antiimperialista y, a la vez,
eminentemente popular,. porque ella ha despertado la guerra social,
que poco a poco, se convirtió en un movimiento político y militar de
tal poderío, que fue capaz (después de muchos años de frente de guerrillas
y de escapar a los cercos del enemigo), de liquidar a las fuerzas reaccionarias
internas y a las fuerzas' económicas y militares externas que respaldaban
a Chiang-Kai-Chek y al Kuomintag.
LAS
GUERRAS DE LIBERACIÓN NACIONAL
Los ejércitos de liberación nacional -al iniciar la lucha contra el
imperialismo, el capitalismo y el feudalismo indígena que le sirven
deben inspirar su doctrina militar en una táctica maniobrera, en función
siempre de una estrategia inspirada en la guerra revolucionaria, que
tiene como condición esencial la "política del pueblo en armas", pues
sólo la estrategia del "pueblo en armas" hace que todo sea frente y
nada retaguardia y que el invasor y las, fuerzas reaccionarias internas
se encuentren siempre en tierra enemiga. Por eso, las guerras de liberación
nacional son difíciles de ganar por los generales del imperialismo.
Al iniciar una campaña de liberación, como es lógico, el Ejército de
Liberación Nacional se encuentra en estado de inferioridad aplastante
frente a las fuerzas imperialistas y a los ejércitos nacionales que
las respaldan. Sin embargo, una estrategia correcta hará, que la correlación
de fuerzas militares propias y enemigas se equilibren y hasta procure
la superioridad de fuego y de fuerzas al bando más débil en determinado
momento, circunstancias, punto de ataque y terreno apropiado para librar
una batalla de aniquilamiento fulminante, en un sector del frente enemigo,
que presente fisuras visibles, moral y materialmente.
Y es que contra la presencia de tropas imperialistas y de los ejércitos
indígenas, vendidos al imperialismo, la estrategia de los movimientos
de liberación nacional debe partir, en principio, de la guerra de movimiento
y de frentes discontinuos para lograr el cansancio del enemigo y luego
su fraccionamiento. Hay que hacer una guerra de frecuentes emboscadas
realizadas con ventajas topográficas, asegurándose la sorpresa y la
potencia de fuego. Esta -estrategia y esta táctica se basa, hasta que
las circunstancias lo aconsejen, en la práctica de una guerra de campañas
cortas, rehuyendo sistemáticamente comprometer el ejército en una campaña
larga de aniquilamiento, que pueda conducir a una política militar catastrófica
de perder o ganar la guerra en una sola batalla. Un general estratego
nunca debe jugarse a cara o cruz sus fuerzas, porque ello evidenciaría
su desconocimiento cíe las leyes que rigen la guerra.
Las guerras de liberación nacional sólo pueden llegar a feliz término
practicando, indistintamente, la ofensiva relámpago y la defensiva elástica;
una, para crear pequeñas bolsas de aniquilamiento de grupos del enemigo;
y otra, para retirarse a tiempo, antes de que la potencia de fuego y
de fuerzas del enemigo comience a ser aplastante en la zona de las "ofensivas
relámpago" desencadenadas por las fuerzas propias.
Los frentes de liberación deben ser extremadamente móviles, poco rígidos
y rápidos en sus movimientos; sólo así se podrá atacar y escapar a tiempo
a un enemigo poderoso en fuego y en fuerzas, que se empeña, a toda costa,
por ganar la guerra en una sola gran batalla de aniquilamiento.
El EPL debe tener, como doctrina esencial, al iniciar su campaña, la
práctica de una guerra de movimiento guerrillero; una guerra de los
campesinos y de los obreros, de la clase media progresiva y de los sectores
nacionales antiimperialistas. He ahí el plan estratégico de las guerras
de liberación: el pueblo en armas. Tal es la característica dominante
de la guerra político-militar y de la estrategia político-militar a
emplear contra el imperialismo y sus secuaces vernáculos, a fin de merecer
la victoria, mediante una ágil aplicación de la dialéctica de la guerra
que resuelva las contradicciones político-militares propias y acentúe
al par las del enemigo.
Cuando las guerras de liberación van avanzando en poderío económico
y militar se acercan entonces los momentos en que la guerra guerrillera
debe transformarse en una guerra de campañas ofensivas sobre frentes
continuos, donde grandes unidades y regimientos adversarios habrán de
ser aniquilados para decidir así la guerra por las armas. Esta etapa
de la guerra de liberación debe coincidir con el abatimiento moral del
enemigo, con el debilitamiento económico y político de su retaguardia
y con un estado psicológico, antibelicista en las metrópolis imperialistas
que financian y sostengan las "guerras coreizadas" que se produzcan
en lo futuro.
En consecuencia, la estrategia de nuestro tiempo es eminentemente político-militar.
Así, pues, tiene que tener, en todo momento, una visión global y dialéctica
de los problemas de la guerra y de los principios estratégicos, políticos
y militares que rigen las guerras modernas, principios que difieren
esencialmente de los aplicados a la conducción de la guerra entre potencias
imperialistas.
En las guerras politizadas de nuestro mundo, el enemigo siempre es vulnerable,
cuando opera en territorio enemigo, ya que los generales adversarios
quieren seguir sometiendo a la población obrera y campesina y a las
clases liberales a la explotación feudal y capitalista interna y a la
dominación externa del capital financiero. Por eso, los ejércitos imperialistás
-en tierra enemiga- tienen que combatir sin reservas, sin retaguardia,
sin moral y sin apoyo popular. En cambio, si la política del EPL es
justa, éste no puede ser nunca cercado ni aniquilado, porque toda su
retaguardia es frente; porque su frente está dentro de la retaguardia
del enemigo; así el EPL -si es aniquilado parcialmente-, puede siempre
resurgir como una Hidra de Lerna y resistir, ante una mala perspectiva
internacional revolucionaria, practicando la defensiva estratégica23.
La intervención extranjera rebaja la moral de los ejércitos nacionales
enemigos y agudiza las contradicciones entre las tropas expedicionarias
y las tropas nacionales enemigas, cuyos jefes, bien trabajados, pueden
ser espías y auxiliares del EPL. En consecuencia, como se ha demostrado
en la guerra de Corea y de Indochina, la empresa dólar no gana la guerra,
ni con sus armamentos ni con sus montañas de dinero.
El EPL si sigue desde que nace una línea política acertada, va creciendo
paulatinamente, porque sus nuevas divisiones y cuerpos de ejército surgen
del territorio enemigo, del paro obrero, de la miseria y de la explotación
de los campesinos, de la liquidación económica de clase media con las
políticas inflacionistas, de la injusticia social, de la ruina financiera
nacional y de la venza de las vidas y de las haciendas nacionales al
imperialismo, por parte de los gobiernos satélites de Wall Street.
El pillaje, el aumento permanente de los impuestos, la falta de viviendas,
la inflación, la corrupción de los funcionarios, la baja sistemática
del poder adquisitivo de los salarios, el sacrificio de los granjeros
y pequeños campesinos en aras de los intereses de la burguesía industrial
y la política pro-imperialista de la burguesía (ligada al capital imperialista
y al entreguismo de los feudales), crean las condiciones óptimas para
desencadenar, en momento oportuno, una guerra social de liberación nacional
contra la aristocracia de la tierra, de la banca y de la industria y
contra el imperialismo que estas castas representan traidoramente, en
suelo nacional. En saber aislar y desprestigiar a los enemigos de dentro
y en atraerse a los amigos y neutrales reside el secreto de la victoria
en una guerra revolucionaria de liberación nacional.
En buena estrategia político-militar, el trabajo político y el trabajo
militar han de ser sincronizados en las regiones donde actúe más activamente
el EPL. En esa zona, todos los éxitos militares dependerán de los triunfos
políticos previos, tendientes a crear un amplio movimiento político
de liberación nacional: un Frente Nacional que agrupe a los campesinos,
los obreros, los estudiantes, la clase media progresiva, la juventud
antiimperialista y revolucionaria, los intelectuales, los artistas,
los profesores, los periodistas, los industriales (ligados al mercado
nacional y, por ello, antiimperialistas), los oficiales y los jefes
progresivos del Ejército, y, en fin, el Frente Nacional debe movilizar
todas las buenas voluntades en pro del resurgimiento nacional ante la
reacción de dentro y la explotación financiera que viene de afuera,
ambas causantes, en macabro maridaje,- de la decadencia y la ruina de
los países semicoloniales.
En la lucha contra el imperialismo deben ser movilizados hasta los grupos
religiosos que luchen por su propia convicción frente a otras concepciones
religiosas que vengan de fuera (conflicto entre los protestantes y los
católicos) ello particularmente en Iberoamérica, donde la expansión
del Norte es un peligro para la Iglesia Católica.
La lucha revolucionaria contra el imperialismo, para triunfar plenamente,
tiene que revestir un carácter profundamente popular, genuinamente nacional
y, por ello, debe exaltar todos los motivos patrióticos, las pasiones
nacionales y las tradiciones patrióticas heredadas de otras guerras
de liberación, que tuvieron lugar en el curso de la historia de una
nación, o de un grupo de naciones hermanas, como las naciones de Hispanoamérica,
que no son más que provincias decadentes de una que debiera ser ya gran
nación y potencia: la Unión de Repúblicas Iberoamericanas, único frente
capaz de resistir, con eficacia, a la penetración imperialista de los
yanquis hacia Centro y Sudamérica.
EL
ARTE DE HACER LA GUERRA
Sólo cuando el Estado nacional está en plena decadencia; cuando las
clases explotadoras están llenas de lacras morales, de vicios y de ambiciones
manifiestas; cuando los funcionarios, de toda índole, se corrompen;
cuando el descontento popular se hace evidente; y cuando seguir con
el "estado de cosas imperantes se hace ya para el pueblo insoportable",
es cuando la guerra de liberación nacional comienza a madurar, psicológica
y políticamente, porque sus condiciones objetivas y subjetivas, es decir,
dialécticas, están dadas en el espíritu popular y en las contradicciones
jurídicas, sociales y económicas de una sociedad decadente y corrompida.
Ahora bien, al comenzar, una guerra revolucionaria el ejercito popular
tiene pocas dimensiones militares, le falta agilidad, potencia de fuego,
capacidad de maniobra; y quizá lo único con que cuente, en principio,
es con entusiasmo .y mucha moral en los cuadros de mando y en los soldados
que suplen la falta de material bélico para aguantar con la defensiva
elástica los primeros choques frente a un ejército mejor armado. Cuando
el adversario es más fuerte que el Ejército Popular de Liberación, la
estrategia de éste ha de basarse en la movilidad, la utilización del
terreno y en las maniobras rápidas para escapar así a los cercos repetidos
que tiende el enemigo para destruir al EPL en una sola batalla. La estrategia
del período crítico estriba en escapar a los cercos del enemigo; tal
es el secreto del triunfo en las primeras batallas, y en la última que
forma una continuidad concatenada con las primeras, como las partes
que interdependen de un todo; así, pues, en el principio de una campaña
está ya el fin y viceversa.
En la primera fase del EPL pudiera ocurrir que no se enfrenten ni siquiera
un ejército contra otro, sino un puñado de guerrilleros contra un ejército;
y un grupo de dirigentes políticos contra un Estado organizado. Ahora
bien, el día en que el EPL defienda una región comenzará la lucha entre
dos ejércitos y entre dos Estados; pero esta etapa no debe ser acelerada
ni retardada. El éxito de la constitución de un Ejército y de un Estado
revolucionarios depende de la cantidad de fuerzas, de la importancia
industrial y agrícola de la región ocupada, de su contorno geográfico,
que deberá ser muy montañoso y falto de comunicaciones (en China: la
región del Yunan); en Hispanoamérica: (Bolivia, Ecuador, Colombia y
otros "glacis", donde no pueden llegar las escuadras y los ejércitos
imperialistas). Hablamos, pues, de una guerra en campo abierto y no
de un golpe de Estado audaz ejecutado por sorpresa en una gran ciudad,
lo cual supone una estrategia completamente diferente.
La segunda fase de la guerra comienza con la constitución de un ejército
regular (seguido de la existencia de un movimiento guerrillero en territorio
enemigo) y de la organización de un Estado. Durante esta fase, la ofensiva
rápida y la defensiva elástica deben ser combinadas indistintamente,
a fin de llevar al enemigo a un terreno y a unas campañas que él no
elija ni determine.
La fase superior de la guerra alcanza su punto culminante, cuando el
movimiento guerrillero se ha integrado en el ejército de grandes unidades
para librar batallas de aniquilamiento del enemigo. Cuando empiezan
las grandes batallas -y en ellas pierde el enemigo lo mejor de sus unidades
y grandes cantidades de material y enormes extensiones de terreno-,
debe practicarse una guerra a base de lograr la superioridad en hombres
y en material; puesto que, en cada derrota del enemigo, el EPL, se habrá
abastecido con el botín capturado de armas de todas clases. Durante
la campaña final de la guerra, las batallas de aniquilamiento constituirán
la mejor intendencia para el ejército propio por la cantidad de botín
que ellas proporcionarán al Ejército Popular de Liberación.
En la primera fase de las guerras de liberación -durante algún tiempo-
"la intendencia la tiene el enemigo"; y por tanto hay que saber atacarlo
para abastecerse a costa de sacrificar pocos hombres. En esta fase y
en la segunda, el Ejército Popular de Liberación no debe dejarse llevar
del aventurerismo de los jefes revolucionarios que pecan de extremismo
infantil o de derechismo anacrónico. Los ataques por sorpresa (así como
su duración) deben ser precalculados racionalmente a fin de retirarse
a su debido tiempo; pues de lo contrario una magnífica victoria podría
convertirse en una gran derrota o a lo sumo en una victoria pírrica.
En consecuencia, la dirección de la guerra global debe estar en manos
de un Partido de la Liberación y de militares leales e identificados
con los objetivos políticos de ese partido, tanto en el aspecto social
como en el económico y en el militar. Por tanto, la guerra global debe
ser dirigida por un E. M. político-militar (estrategia); en cambio la
guerra local (táctica) tiene que ser planificada por el E. M.; aunque
dejando un amplio margen de autonomía a los jefes militares de, pequeñas
y grandes unidades para que éstos, en todo momento, se adapten a su
situación táctica, sobre todo, en la primera fase de la guerra de liberación:
guerra guerrillera y de frentes discontinuos.
LA
DIALÉCTICA DÉ LA GUERRA
Un ejército está compuesto de partes que integran un todo; algunas de
estas partes pueden ser destruidas en el curso de algunas campañas;
pero si se sabe hacer la guerra estratégicamente, el ejército nunca
será aislado para ser aniquilado. Por tanto, la filosofía de la guerra
aconseja no entrar nunca en una batalla problemática; hay que entrar
en una batalla decisiva o en una operación cuando se está seguro del
triunfo, mediante el conocimiento de la dialéctica de la guerra. Del
mismo modo, no debe desencadenarse una insurrección armada contra el
Estado burgués o semi-feudal si no están dadas las condiciones revolucionarias
objetivas y subjetivas, es decir, si no opera todavía a favor del movimiento
revolucionario la contradicción principal y la mayor parte de las secundarias
en presencia.
Mientras un ejército revolucionario no es poderoso, por su cantidad
de tropas y su material de guerra, su estrategia primordial estriba
en realizar operaciones ofensivas y defensivas que proporcionen, diariamente,
pequeñas victorias a las fuerzas propias y pequeñas derrotas al enemigo.
Ésta estrategia debe practicarse, rigurosamente, hasta que la correlación
de las fuerzas en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación.
Durante la primera fase de la guerra antiimperialista hay que evitar
ser blanco de las armas pesadas enemigas y, para ello, no hay que quedarse
de objetivo militar pegándose al terreno. Contra la táctica del enemigo,
que quiere aniquilar al EPL en una sola batalla, hay que recurrir a
la estrategia de obligarlo a combatir en muchas y pequeñas batallas
que debe perder hasta cansarse y desmoralizarse.
Debe evitarse, por todos los medios, lograr éxitos tácticos que constituyan,
a la larga, derrotas estratégicas. Por ejemplo, la operación de los
aliados en Narvik contra el ejercito alemán significó, en principio,
un excelente éxito táctico; pero,- estratégicamente, implicó una derrota,
pues los aliados no pudieron consolidar sus posiciones ni organizar
ni conservar el terreno frente a las divisiones alemanas. En, consecuencia,
la operación Narvik fue una derrota.
La operación Teruel -desencadenada por los republicanos contra los franquistas-
fue, inicialmente, un triunfo táctico; pero, posteriormente, se convirtió
en una derrota estratégica de gran significación, ya que los franquistas,
en su contraofensiva, cortaron el territorio republicano en dos frentes:
el del Centro-Sur y el de Cataluña Aragón. Y es que en una guerra política
no todo se decide por las armas, precipitadamente, al modo de las ofensivas
sistemáticas de los países imperialistas.
Las tropas y el material gastados por los republicanos españoles en
las ofensivas de Teruel y en la batalla de Ebro, los dejaron agotados
y, por tanto, a merced del enemigo que pudo, así, ganar la última batalla
por extenuación del adversario. El error estratégico de estas dos operaciones
estriba en que los republicanos no debían acelerar la terminación de
la guerra decidiéndola precipitadamente por las armas; pues lo que importaba,
estratégicamente, era ganar tiempo hasta que Europa tuviera que entrar
en la guerra general, a fin de que los republicanos contaran a su favor
con la contradicción democracias-países totalitarios.
Para ganar tiempo, la estrategia imponía la doctrina de la economía
de fuerzas, incluso recurriendo, si preciso hubiera sido, a la creación
de un frente discontinuo de grandes y pequeñas unidades guerrilleras.
En este sentido, la guerra no puede ganarse hasta que no maduran las
condiciones internas y externas que le son inherentes: aspectos económico,
diplomático, social y político que sean contrarios al triunfo del adversario
y favorables a la causa propia.
La ofensiva cerrada y brutal de von Manstein para conquistar Stalingrado,
a pesar de su potencia de fuego y de fuerzas, le llevó a colocarse como
objetivo militar de la artillería del mariscal soviético Voronov que
aniquiló los blindados alemanes, colocando 4.000 cañones en 3.500 metros
de frente. Los grupos artilleros del mariscal Voronov superaron "la
táctica de Guderian"; los alemanes no sólo fueron frenados, sino aniquilados
en el corredor Volga-Don. En Stalingrado, los alemanes perdieron más
de 2000 blindados y cerca de 500.000 hombres. El mariscal Malinovsky
-gracias al ejercito .artillero de Voronov-, pudo vencer a von Paulus
y a von Manstein-, que fue el mejor de los generales alemanes. Luego
-en la batalla de Kursk-Bielgorod- el mariscal Koniev, contando con
los grupos artilleros de Stalingrado-, aniquiló más 1.000 blindados
germanos- y otro medio millón de soldados alemanes. La precipitación
del Führer, por querer ganar la guerra, le propinó sus grandes derrotas
en los frentes del Este y del Oeste; pues ni la economía ni' las madres
alemanas podían reponer, de la noche a la mañana, ni la sangre ni el
material consumidos en Stalingrado y en Kursk-Bielgorod. Así, pues,
los rusos ganaron la guerra: primero cediendo terreno (táctica del mariscal
Sokolovsky) y luego recuperándolo (táctica de Koniev y Zhukov).
Entre naciones de gran poderío industrial cabe la estrategia de la ofensiva
sostenida o de la "guerra relámpago" a base de librar grandes batallas;
pero, entre una nación subdesarrollada y una nación industrializada,
la guerra tiene que tener una estrategia diferente que entre los países
imperialistas.
Un país débil, que lucha contra uno fuerte, tiene que hacer una guerra
maniobrera basada, en principio, en armas ligeras de gran capacidad
de fuego y movilidad. Las ofensivas del EPL han de hacerse después de
que el servicio de información, en campo enemigo, indique, con precisión
rigurosa, las zonas más vulnerables, aisladas, dispersas y confiadas
del enemigo. Hay que operar, en principio, contra tropas provistas de
artillería anticarro para apoderarse de esas armas y emplearlas luego,
con ventaja, contra el enemigo; pites contando con "bazookas", con minas
plásticas anticarro y con artillería ligera antitanque, se pueden obtener
grandes éxitos militares sobre un ejército mecanizado como el ejército
norteamericano. La guerra de Corea es una buena prueba de esta táctica
que permite batirse ventajosamente, frente a un enemigo más poderoso
que el ejército propio en material de guerra, pero que su propia pesadez
le impide moverse ágilmente sobre el terreno.
Para maniobrar sobre el terreno, las tropas propias deben aprovisionarse
con una impedimenta ligera, mientras que el enemigo (como en el caso
de los yanquis), está paralizado por sus irresolubles y engorrosos problemas
de logística. Cuando se opera contra un ejército como el yanqui, el
logro de una sola victoria resuelve, por algún tiempo, los abastecimientos
de alimentos, armas, municiones y otros problemas de intendencia militar
y civil. En este sentido, la industria de guerra y la intendencia del
EPL la tiene, en principio, el enemigo. Esta verdad condiciona los éxitos
de las primeras operaciones del EPL; olvidarla es crearse con tradiciones
económicas y estratégicas irresolubles en campo propio.
En la guerra, en buena estrategia, hay que resolver todos los aspectos
particulares de los distintos frentes, teniendo siempre en cuenta una
visión de conjunto de las operaciones; pero, sobre todo, como preparación
moral, el EPL, ha de comer poco y marchar mucho; ahorrar municiones
y comida; hay que dominar el hambre como la mejor arma secreta a esgrimir
contra un enemigo rico y poderoso.
La resolución de los problemas estratégicos y tácticos -que se presentan
en una campaña de guerra de liberación antiimperialista-, requiere,
en síntesis, tener en cuenta estos principios estratégicos:
* Oponerse a todo espíritu de aventura tendiente a realizar operaciones
ofensivas impremeditadas, o a la estatización y la pasividad en toda
la línea de los frentes, porque ello conduce a la derrota.
* Despechar la estrategia de decisión rápida de la guerra, oponiéndose
a las campañas largas, y recomendar al E.M. la práctica de una guerra
larga, en cuyo desarrollo debe haber muchas campañas cortas de decisión
rápida.
* Practicar una guerra de frentes móviles, y nunca de posición en frentes
estables y continuos, y particularmente, durante la primera y la segunda
fase de las guerras de liberación.
* Poner siempre en fuga al enemigo, sin empeñarse ciegamente, en su
total aniquilamiento; pues la guerra no se gana en una batalla, sino
en varias que van rompiendo la moral del adversario, y afirmando al
par la de las tropas propias.
* No enfrascarse en una estrategia dual que persiga ataques en dos direcciones,
sino una acción única y en tina dirección única; pues "el que corre
dos liebres a la vez no suele cazar ninguna". La doble ofensiva germana
contra Moscú y la Ucrania fue quizá el mayor factor de derrota que pesó
en la campaña alemana de Rusia.
* En la época de los ejércitos guerrilleros de liberación y en la fase
de liberación de ciertas regiones de un país, las retaguardias deben
ser muy ligeras; pues ello facilita la ofensiva y la defensiva indistintamente.
* Centralizar en el E. M. la decisión estratégica; pero dejando a los
mandos, de pequeñas y grandes unidades, una gran autonomía para que
se adapten, en todo momento, a su situación táctica más conveniente
para la economía de sus fuerzas y para logro de sus objetivos inmediatos
y posmediatos.
* El Ejercito Popular de Liberación debe constituir un permanente medio
de propaganda y de organización política, en las regiones donde resida
o por donde pase. Para ello debe ayudar a los campesinos, a los obreros
y a todos los patriota amados a castigar, implacablemente, las, manifestaciones
(el militarismo despótico en sus propias filas y a exterminar todo brote
militar que tome la forma de bandas errantes del EPL).
* El EPL ha de castigar implacablemente el bandidismo propio y el ajeno,
y practicar una estricta y necesaria disciplina militar, sin que ella
de lugar a erigir mandos que se conviertan en señores de la guerra,
en caudillos y en caciques, tanto en el EPL romo en la política.
* El EPL debe ser, eminentemente democrático, y ha de predicar con el
ejemplo para ir ampliando sus filas: repartiendo la justicia, acabando
con los señores feudales y con las burguesías vendidas al imperialismo
y liberando a los obreros, a los campesinos y al pueblo progresivo.
* Los cuadros del EPL tienen que ser flexibles, muy preparados políticamente,
poco sectarios y sagaces dialécticos en la política y en la guerra.
* El Partido que dirija un movimiento de liberación nacional ha de procurarse
aliados en todas partes: en las clases sociales progresivas; pues el
uso y el abuso del terror pueden conducir a una psicología de abatimiento
en la retaguardia y en los cuadros del movimiento de Liberación.
* El EPL ha de .progresar, día a día aumentando siempre sus efectivos,
corregir sus errores y cosechar siempre nuevas enseñanzas. Los cuadros
militares han de esforzarse por salir de su nivel primitivo pasando,
continuamente, a un nivel, táctico y estratégico superiores para llegar
así a una compresión racional de la política de guerra y de la dialéctica
de la guerra que dejen poco al azar en la preparación de las operaciones
militares.
En la guerra, hay que tener siempre en cuenta la interacción entre las
fuerzas propias y las enemigas, entre las operaciones y las campañas
y entre el reposo y el ataque (concentración, dispersión, ataque y defensa,
avance y retirada, ataque principal y ataque de dispersión, etc.). Hay
que hacer la guerra coordinando las operaciones que lo cubren todo (ejército
regular) y las operaciones descentralizadas (ejército guerrillero operando
en zona enemiga) ; hay que sincronizar la guerra de posición y la de
movimiento; la de decisión rápida y la de entretenimiento; hay que armonizar
la acción entre las grandes unidades y las pequeñas, entre los cuadros
de mando y las tropas, entre los veteranos y los soldados bisoños, entre
las regiones propias y las enemigas, entre las zonas que fueron propias
y ya no lo son y entre las regiones fronterizas y marítimas con el interior;
hay que utilizar militarmente -a su debido tiempo- las regiones frías
y las calurosas en la lucha contra el enemigo; hay que planificar el
trabajo militar y el trabajo político, puesto que, en una guerra político-militar,
ello es fundamental para el logro de la victoria, y en fin, hay que
esquematizar ordenadamente, las tareas ya cumplidas y las que falten
por cumplir que deben ser previstas, dialécticamente, para no adelantarse
ni retrasarse en la consecución de los objetivos principales y los secundarios.
LA
POLÍTICA Y LA ECONOMÍA DE GUERRA
Al iniciar una insurrección, que luego ha de transformarse en guerra,
hay que tener, previamente, muy en cuenta la consecución de los primeros
objetivos militares, políticos y económicos que facilitarán, .posteriormente.
la victoria, ahorrando vidas con el mínimo esfuerzo militar.
Todas las revoluciones triunfantes surgieron de la creación de una psicología
de protesta y de rebeldía general dirigida contra los gobiernos y las
clases dominantes de cada época.
La victoria -los primeros triunfos-, nunca se consiguen yendo a la consecución
de los objetivos más difíciles de alcanzar en vez de ir a los más importantes
y fáciles de lograr para inclinar así la balanza de la victoria de parte
del pueblo. Así, por ejemplo, mientras el pueblo parisién atacó el Palacio
de las Tullerías sufrió descalabros sangrientos, ya que se lanzaba inerme
contra las puertas blindadas del Palacio Real guardadas por los soldados
suizos. Luego cuando el pueblo tomó la fortaleza de La Bastilla, es
porque antes había asaltado el Cuartel de los Inválidos que era el mayor
parque de artillería y de fusilería de París. Con esas armas, el pueblo
venció en la Bastilla y luego en el Palais Royal. En consecuencia, es
equivocada toda acción insurreccional de masas, que va al asalto de
las Casas de Gobierno, cuando los verdaderos objetivos revolucionarios
son, previamente, los Parques de Artillería (armas) y las Radios (propaganda
política de la Revolución). Sólo cuando un pueblo arma sus ideas es
invencible. Por eso, la técnica del golpe de Estado no comienza por
los ministerios, sino por la conquista de las armas para el pueblo,
en los arsenales y en los cuarteles24.
Antes de desencadenar una insurrección hay que utilizar todos los medios
posibles para armarse (contrabando de fronteras, compras de armas ligeras
en el mercado nacional y trabajo político intensivo entre los mineros
que trabajan con la dinamita), a fin de disponer de los primeros elementos
de asalto al poder. Por ejemplo, vistiendo a civiles con uniformes militares,
ello facilita la entrada en cuarteles y parques de artillería. De otra
parte, la juventud revolucionaria debe ser trabajada en los años previos
a su entrada en el Ejército, a fin de ser coordinada luego en los cuarteles
por los comités provinciales y nacionales de defensa. No debemos olvidar
que el, poder de la reacción es un poder de organización. Sólo superándolo
y desintegrando el edificio que lo sustenta éste se vendrá abajo, con
el mínimo esfuerzo. Todo es cuestión de trabajar bien políticamente.
La acción será acertada, si el pensamiento que la precede es dialécticamente
justo.
Así, por ejemplo, el triunfo del pueblo español el 18 de julio de 1936
se debió a que, éste, previamente, asaltó los cuarteles para armarse;
sus primeras victorias fueron fulminantes, aplastantes; pero como el
pueblo carecía de dirigentes, que tuvieran una visión dialéctica de
la revolución, perdió luego la guerra, porque a ningún partido se le
ocurrió organizar racionalmente la economía, la política y, sobre todo,
explotar, inicialmente, los primeros éxitos militares, para no dejar
así organizarse al enemigo que estaba, prácticamente, vencido. Los obreros
de Madrid y de Barcelona y en general los campesinos carecían de experiencia
militar; se dedicaron a hacer la guerra esporádicamente; ello los condujo
a cosechar las primeras derrotas y a un estado psicológico de pérdida
progresiva de la moral del Ejército Popular que vio levantarse delante
de él un ejército profesional, más ducho y disciplinado que éste, al
par que mejor armado y más ágil en la aplicación de los principios tácticos
y estratégicos.
Por tanto, para ganar una guerra hace falta cosechar menos derrotas
que el enemigo y más victorias; hay que tener una clara noción de la
estrategia; pues la táctica viene sola en el curso de las campañas.
Por eso, es disculpable equivocarse tácticamente, pero hay que evitar
errores estratégicos en la conducción de una guerra pues, desde que
se inicia, sus primeras operaciones deben estar concatenadas con las
últimas. La guerra, con sus enseñanzas duras y sangrientas, es la mejor
escuela de Estado Mayor en materia de estrategia y de táctica. Así,
pues, no debemos dejar "a posteriori" lo que ha de ser previsto estratégicamente
en el curso de las primeras operaciones, que ya implican en sí parte
de las últimas, en buena dialéctica de la guerra.
Durante la primera fase de la guerra, los jefes políticos y militares
deben tomar las disposiciones necesarias para que sean utilizadas todas
las posibilidades militares y económicas, tendientes a crear una economía
bélica y una psicología de guerra inspirada en una moral combativa inquebrantable.
A tal efecto, entre otras, deben tomarse las siguientes previsiones
tácticas y estratégicas:
* Requisar las necesarias herramientas de trabajo que puedan aportar
medios para la formación de un cuerpo de fortificaciones y de rudimentaria
ingeniería militar.
* Utilizar las comunicaciones para formar un cuerpo civil y militar
de transmisiones.
* Requisar los medios de transporte necesarios para organizar la intendencia
del ejército, el municionamiento y el transporte de tropas (Cuerpo de
Tren).
* Hacer de los conductores de tractores los futuros tanquistas. -Planificar
los recursos económicos, a fin de que sea establecido el racionamiento
y se asegure así la creación de un cuerpo de Intendencia Militar y un
Comisariado Civil de Abastecimientos. -Utilizar todos los talleres y
fábricas, dedicados a la metalurgia y a la química industrial, para
procurarse medios de combate propios (municiones, armas, etc.).
* Hasta las fraguas de las haciendas y las de los pueblos pueden ser
utilizadas como industria de guerra de emergencia. -Movilizar a los
médicos, practicantes y enfermeras para contar con un servicio de sanidad
militar, en la retaguardia y en el frente.
* Hacer de los estudiantes de ciencias y de ingeniería, los oficiales
de artillería y de servicios especiales de E.M. así como los del cuerpo
de cartografía militar y de otros cuerpos técnicos del Ejército Popular
de Liberación.
En suma, todas las posibilidades de una región tienen que ser planificadas,
racionalmente, para crear una economía bélica y un espíritu de guerra,
a fin de aguantar, con seguridad y fe en el triunfo, los primeros choques
con el enemigo, choques éstos que son los más difíciles de soportar
y de superar.
En países, como los hispanoamericanos, una guerra global de liberación
antiimperialista plantea operaciones sobre un espacio, que habla el
mismo idioma y tiene un desarrollo desigual, de región a región y de
nación a nación, ello tanto en el aspecto cultural como en el industrial
y en la red de vías de comunicación. En algunas de estas regiones se
podrá combatir, con ventaja, como tropas guerrilleras, mientras que
en otras se requerirán tropas compactas y regulares, sobre todo, en
operaciones de llanura donde el terreno no se presta a la guerrilla
como la montaña.
En la mayor parte de los países hispanoamericanos coexisten, de un lado,
una economía capitalista, tradicionalmente frágil y rudimentaria y,
del otro, un régimen predominantemente feudal o semifeudal, en el campo.
Muchas naciones hispanoamericanas tienen aún forma o apariencia de Estados
y feudales. En muchos países centro y sudamericanos la composición de
la población trabajadora está integrada por más campesinos que obreros.
Así, pues, en ciertas regiones, la revolución deberá adquirir un marcado
carácter de revolución agraria, mientras que en otras tendrá que revestir
un carácter más proletario, más socialista, menos rural, ya que la contradicción
social predominante existirá entre la burguesía declinante y un movimiento
proletario ascendente.
En las regiones semifeudales, el gobierno central es débil y fácil de
abatir; pero, en el campo, los señores, aunque son minoría, son fuertes
apoyados en los gobernadores, en esta especie de condes medievales que
imperan en las provincias hispanoamericanas. Para liquidar a los señores
de la tierra como clase, hay que entregársela a los campesinos. Sin
embargo, para ello, habrá previamente, que liquidar el poder de los
gobernadores o de las fuerzas locales represivas; luego todo lo demás
será fácil. También deberá intentarse ganar adeptos en las fuerzas de
represión como política de división de las fuerzas armadas contrarrevolucionarias.
En una guerra por la liberación antiimperialista de Hispanoamérica,
la lucha debe adquirir contornos similares a los de la guerra de liberación
de China: primero liberar una región; luego paulatinamente las otras,
a medida que el imperialismo, el feudalismo y capitalismo vernáculo
se vayan debilitando. En principio, la región de donde parta la reconquista
debe ser montañosa, carente de comunicaciones y no desprovista de recursos
económicos. De esa región partirá el movimiento de liberación, cuando
el imperialismo tenga las manos atadas en otros frentes internacionales;
entretanto la zona de montaña impedirá operaciones enemigas de grandes
unidades provistas de material pesado; puesto que es más inmune que
la llanura a los grandes bombardeos aéreos.
En suma, la guerra en escala continental, por ejemplo, en Hispanoamérica
debe ajustarse al desigual desenvolvimiento político y económico existente
de país a país, no olvidando por consiguiente que, en principio, el
imperialismo controla las comunicaciones, las posiciones económicas
claves y la industria de América del Centro y de América del Sur, medios
que habrá que arrebatarle en el curso de varias campañas consecutivas:
unas después de otras y no todas a la vez.
LA
ORGANIZACIÓN DE LAS CAMPAÑAS
Cuando un Ejército Revolucionario comienza a organizarse, su debilidad
de fuerzas, de fuego y de preparación teórica y práctica le obligan,
necesariamente, a realizar, sistemáticamente, operaciones defensivas
combinadas, a menudo, con "acciones ofensivas de tipo avispa": 10 contra
1, cuando el enemigo posee estratégicamente 10 divisiones contra 1 propia.
Mientras el enemigo sea más fuerte tácticamente, el Ejército Revolucionario
debe procurar, por todos los medios, ser superior estratégicamente,
a fin de que la correlación de fuerzas en presencia pueda ser modificada
favorablemente recurriendo a "la táctica de atacar 10 contra 1".
Sólo así la batalla será ganada en virtud de una dialéctica de la guerra
que no deja al azar como lo hacían los viejos generales-, los problemas
claves de la guerra, que deben ser conocidos, racionalmente, y no dejarlos
a merced de improvisaciones de los tácticos y los estrategos empíricos
que no saben utilizar el material humano, el terreno y el material de
guerra.
Sólo un Ejército Revolucionario puede emplear alternativamente la táctica
de "ataques de avispa", seguidos de retiradas fulminantes, antes de
que el grueso de las tropas enemigas venga a restablecer el equilibrio
de fuerzas y de fuego roto por las operaciones guerrilleras basadas,
principalmente, en el factor sorpresa y en la superioridad de material
humano sobre un solo sector y no en todo el frente.
Al constituirse un EPL, los jefes políticos y militares que lo manden,
han de tener presente, para su doctrina militar, los siguientes preceptos
tácticos y estratégicos:
1. Hay que estar siempre preparado, a fin de que el enemigo no consiga
realizar nunca operaciones de cerco, que copen el grueso de las fuerzas
propias, pues si ello ocurriese, el EPL puede ser aniquilado o reducido,
durante mucho tiempo, a la pasividad que es la antesala de la derrota,
o que aleja las perspectivas de la victoria.
2. Debe tenerse un especial tacto y oportunidad para detener una ofensiva
enemiga, habiendo estudiado para ello, previamente, todos los elementos
tácticos, estratégicos y logísticos que plantee una contra-ofensiva.
3. En las retiradas hay que predeterminar, minuciosamente, la línea
más favorable de repliegue y preparar, a tiempo, la movilización política
de las zonas de retirada, a fin de que cuenten los soldados propios
con la asistencia de la población civil en lo económico, lo militar
y lo político. A tal propósito, hay que dejar numerosos guerrilleros,
camuflados como campesinos en la retaguardia enemiga, para hostigar
al adversario, lograr información y levantar la moral revolucionaria
en territorio enemigo.
4. Debe evitarse que el enemigo desencadene su ofensiva, cuando se inicia
la propia. Por tanto, el día (D) y la hora (H) de una operación constituyen
uno de los problemas claves a resolver para la mejor consecución del
triunfo.
5. El Servicio de Información en Campo Enemigo tiene que hacer detallados
informes de la situación del adversario: (estado de opinión política,
situación financiera, situación militar, etc.). No deben exagerarse
los defectos del enemigo ni sus debilidades, limitándose a destacar
las contradicciones en el seno de los cuadros de mando y entre las clases
opuestas en la retaguardia. Tampoco han de hiperbolizarse las derrotas
del adversario, pues ello hace cosechar falsas ilusiones y darse una
moral alegre y confiada que puede ser funesta.
6. Al atacar, es preciso hacerlo más bien pronto que tarde; pues hay
más probabilidades de triunfo en el primer caso que en el segundo, porque
así se asegura el factor sorpresa que tiene suma importancia en la psicología
de la guerra.
7. Las operaciones ofensivas del EPL nunca deben desplazarse hacia zonas
políticas y económicas no favorables a los ideales del movimiento de
liberación antiimperialista, antifeudal y anticapitalista.
8. En toda operación, ofensiva o defensiva, hay que tener previamente
resuelto los problemas de abastecimiento y los de carácter financiero
y la política de policía sobre los elementos sospechosos del campo propio
que pudieran, no vigilados a detenidos, convertirse en una "quinta columna"
peligrosísima.
9. Una de las condiciones primordiales de la victoria reside esencialmente
en poder siempre escoger el terreno conveniente para dar la batalla,
terreno que ha de prestarse al autoabastecimiento y al entrenamiento
de las tropas, a fin de entrar en batalla en buenas condiciones morales
y materiales.
10. Para evitar una campaña de cerco es necesario. movilizar políticamente
a la población civil de las zonas donde opere - el EPL; pues así se
logra estar bien informado sobre los puntos más débiles del cerco, que
podrá ser roto por su eslabón más flojo. Se debe preparar a la población
políticamente para que coopere en la lucha armada por la defensa de
sus conquistas sociales y económicas y de su territorio- Para ello,
la población civil ha de estar bien informada sobre la gravedad de la
situación, salvo en lo que respecte a secretos de alto valor militar.
Esta tarea se realiza fácilmente, cuando se ganan, diariamente, nuevos
cuadros de adeptos a la causa de la Liberación.
11. Un Ejército Popular de Liberación -que realiza una guerra político-militar-,
tiene que desarrollarse en dos direcciones: una política, que tiende
a ganar la simpatía y la ayuda de la población civil, y otra, militar,
que permita reponer y ampliar el material y los hombres perdidos en
acciones de guerra. A este respecto, las cuestiones financieras y la
economía de guerra son tan decisivas en la balanza de- la, victoria,
como la estrategia y la táctica de un competente Estada Mayor (E. M.).
12. En la política de guerra la propaganda no debe ocultar la verdad,
siempre que ello no produzca el pánico; hay que hacer una política de
guerra que despierte el entusiasmo; porque el entusiasmo, en política,
es la mayor fuerza para alcanzar el triunfo, hay, pues, que crear un
sano y firme entusiasmo, sin que éste tome contornos de falsas ilusiones
sobre los triunfos y las victorias del EPL.
13. En cuanto a los sectores de la población civil neutra, sospechosa
o peligrosa, hay que proceder por gradación: inmovilizando a las personas
peligrosas y vigilando de cerca a los sospechosos y neutros. Esta tarea
debe ser encomendada al pueblo y no al ejército; pues el pueblo conoce
a sus enemigos y se engaña menos que los policías.
La doctrina de la guerra revolucionaria tiene que inspirarse en una
filosofía política que deseche la táctica y la estrategia vulgares,
que exageran los triunfos propios y las derrotas del enemigo. Hay .que
practicar una política que no se deje nunca seducir por los triunfos
fáciles y por informaciones del enemigo poco seguras o fidedignas. Todo
jefe militar tiene que reflexionar, concienzudamente sobre su propia
situación y la del enemigo; pues de esa interacción dependerá su éxito
o su fracaso en una operación ofensiva o defensiva, en el curso de una
campaña.
Un E. M. avezado en los problemas de la estrategia y de la política
global de guerra, no debe realizar planes que se contradigan con la
realidad militar. Por tanto, éstos han de ser cambiados, radicalmente,
en cuanto ellos comiencen a ser contradictorios. En la resolución de
las contradicciones militares reside el secreto de la dialéctica de
la guerra. Tal es la esencia de la estrategia; tal es la base del conocimiento
de las leyes que gobiernan la guerra y que constituyen los principios
de la estrategia moderna para la conducción de las guerras de emancipación
nacional y social.
Un jefe militar y su E. M. tienen que conocer todos los detalles que
puedan influir en el éxito de una operación: (conocimiento de las tropas
propias y de las del enemigo, clase y cantidad de armamento en presencia,
reservas de municiones y de abastecimiento civil y militar, características
topográficas del terreno, clima, relieve y táctica habitual de los jefes
enemigos que están, inmediatamente enfrente, en la línea de fuego.
En una guerra popular, hay que interesar al pueblo en ella; puesto que
esa guerra acabará con el imperialismo, con los grandes terratenientes
y los grupos capitalistas reaccionarios que impiden el desarrollo nacional
y la industrialización acelerada de un país semi, colonial o colonial.
Para hacer la guerra del pueblo, los cuadros políticos tienen que trabajar
intensamente en la retaguardia, que es la base económica de los éxitos
de vanguardia. Hay, por tanto, que presentar el EPL, como un dechado
de heroísmo, como el arma de la justicia, como un ejército de liberación
que acabará con los traidores de dentro y con el imperialismo apoyado
interiormente en el capitalismo reaccionario y en los grandes señores
que poseen la tierra en forma de feudos. Hay que decir al pueblo que
el gran enemigo de la guerra de liberación, no es sólo el imperialismo,
sino más aún la gran burguesía y los grandes terratenientes que se vinculan
al capitalismo foráneo a través de un comercio ruinoso para la economía
nacional, comercio que sólo enriquece al capitalismo de los "trusts"
internacionales y a sus servidores en el seno de las burguesías y de
las aristocracias indígenas vendidas al imperialismo.
La "estrategia del pueblo en armas" implica una política revolucionaria
en el campo (revolución agraria) y en la ciudad (revolución industrial),
lo que supone expropiar a los terratenientes en el campo y a los tiburones
de la industria y de las finanzas en las ciudades al grito de: "las
fábricas para los obreros y las tierras para los campesinos". La estrategia
del pueblo en armas es invencible frente a los ejércitos reaccionarios
que apoyan al imperialismo yante las fuerzas militares del propio imperialismo
en tierra propia_
Bajo la protección del pueblo en armas, el EPL puede aguantar una época
contrarrevolucionaria -replegado transitoriamente en determinadas regiones-,
con la firme esperanza de alcanzar la victoria para mejor época. Así,
China pudo replegarse sobre el Yunan, cuando el Japón, Alemania e Italia
habían creado una época internacional contrarrevolucionaria a través
de la política del Eje Berlín-Roma-Tokio. Cuando éste se quebró, los
chinos volvieron al ataque, y de un ejército diminuto hicieron el Ejército
Rojo de la? Revolución que venció a Chiang-Kai-Chek, a pesar de las
armas y de la ayuda económica que le prodigaba el Pentágono. Cuando
un pueblo se coloca, sinceramente detrás de su gobierno y de su Ejército,
puede resistir los embates del imperialismo. En este sentido, la diminuta
Corea es un ejemplo de heroísmo y de excelente política antiimperialista
frente al poderío financiero y militar de Wall Street y del Pentágono.
Un ejército, que tenga una buena política de revolución agraria, nutre
sus filas de soldados campesinos que son los más resistentes y de mayor
rendimiento moral y físico en la guerra de guerrillas; soldados éstos
que deben tener la firme convicción de que se están batiendo por sus
intereses: (el derecho a la tierra que no quiere conceder el enemigo).
Hay que crear una base de Alianza Obrera y Campesina permanente contra
el Feudalismo, el Capitalismo y el Imperialismo, haciendo así que las
contradicciones sociales actúen contra estos grupos; y que desaparezcan,
en la lucha, las contradicciones existentes entre los obreros, los campesinos,
los intelectuales y la clase media.
En principio, el EPL no tiene poderío mientras que el enemigo lo es
todo; el ejército propio está constituído al formarse por un puñado
de hombres, por unos destacamentos que no tienen ni uniforme de soldados
ni armas tan poderosas como el enemigo; pero ese ejército -que es inicialmente
unas pocas unidades-, crecerá, luego numéricamente, si es justa su política
con los campesinos, los obreros y las clases medias; si su política
plantea, acertadamente, la revolución nacional de tipo democrático,
en la etapa de lucha contra el imperialismo y la aristocracia de la
tierra, o la revolución socialista en los países industrializados.
Cuando surge el ejército revolucionario, hay que economizar, usurariamente,
las tropas; hay que conservar intactas las fuerzas propias para utilizarlas
con ventaja, a fin de conseguir armas y abastecimientos de los que se
carece y que los tiene el enemigo; pero que perderá parte de ellas en
operaciones propias de ventaja. La estrategia estriba, entonces, en
conservar la moral y evitar los errores. Al principio, hay que emplear
la ofensiva estratégica (superioridad táctica) y la defensiva-activa
(que es otra forma de la ofensiva), a fin de desgastar moral y materialmente
al enemigo, al par que las tropas propias se amplían así con el botín
conquistado al enemigo: (armas pesadas y ligeras y abastecimientos para-militares)
.
Un ejército revolucionario no debe temer el resultado psicológico de
operaciones basadas en planes de estrategia elástica. Las grandes potencias
imperialistas son siempre partidarias de la ofensiva continuada, porque,
cuando experimentan un gran revés, el pueblo, que no está políticamente
con sus gobiernos, se subleva en las derrotas: (1905 en Rusia). En cambio,
el ejército revolucionario puede operar, defensivamente, sin que su
moral y sus adeptos disminuyan al ceder una cantidad de terreno al enemigo
que obligue a éste a cansarse y entrar en tierra hostil.
Por tanto, durante la etapa de la guerra guerrillera, el EPL ha de tener
presente, en su doctrina militar, estos preceptos:
1. No transformar la guerra guerrillera en guerra nacional de frentes
continuos hasta que el enemigo no esté debilitado.
2. Para pasar a las grandes batallas, primero hay que superar la etapa
de las contra-campañas (le cerco enemigo. En esta etapa todo cerco roto
es una victoria táctica y estratégica que pesará, en lo futuro, en la
última batalla que ya comienza a ser ganada en las primeras.
3. No deben los jefes militares ni el pueblo, hablar de victorias mientras
np se rompan los cercos enemigos tendidos a los ejércitos guerrilleros
descentralizados. La victoria estratégica no se logra, si un cerco es
estrechado hasta el aniquilamiento de las tropas propias.
4. En las campañas de aniquilamiento, el enemigo se empeña en brutales
ofensivas que deben ser contestadas con retiradas elásticas que en cierto
momento y en terreno apropiado se transformen en ofensivas, cuando el
adversario esté extenuado. Así, pues, cuando el enemigo ataque, uno
debe defenderse y cuando él se defienda hay que atacarlo. Tal es el
eterno proceso de la guerra como resultado de la interacción de dos
fuerzas contrarias que se penetran e interdependen dialécticamente y
que, finalmente, una de las dos se transforma en su contraria por la
victoria.
5. Dialécticamente, el cerco y la contracampaña que le debe seguir,
constituyen las formas contradictorias de un todo, en que una de las
partes se desarrolla a expensas de la otra.
6. Para un buen estratego toda batalla difiere de otra, porque la guerra
es un proceso cuantitativo que, en cierto momento, se transforma cualitativamente,
cuando uno de los dos adversarios ha perdido cuantitativamente la partida.
Vigilar ese proceso cuantitativo y cualitativo de la guerra constituye
la esencia de la estrategia, de la filosofía y de la dialéctica de la
guerra.
7. Debe evitarse que un enemigo poderoso pueda enfrentar a las tropas
propias en una sola batalla; pues el triunfo del más débil, en principio,
reside en que su aniquilamiento sea imposible por un enemigo, inicialmente
más fuerte.
8. No hay que darle importancia al terreno: se puede avanzar y retroceder,
pues para ganar hay primero que dar. Retirarse o avanzar, sólo tiene
significación en el conjunto de los objetivos esenciales de guerra y
de las operaciones. Así puede transformarse indistintamente la ofensiva
en defensiva y la defensiva en ofensiva. Tal es la nueva estrategia
de las guerras revolucionarias.
9. La retirada es siempre necesaria cuando un enemigo fuerte impone
sus decisiones. La gran marcha es conveniente entonces hacia posiciones
más seguras; particularmente cuando se opera en zonas no ganadas aun
políticamente, o cuando el imperialismo y sus secuaces poseen la fuerza
militar más poderosa.
10. Ante una política militar de cercos repetidos no cabe la defensiva
sistemática,. sino alternada con "ofensivas avispa" en los puntos más
vulnerables del enemigo que deben ser sometidos a frecuentes "operaciones
golondrina".
11. El Ejército Revolucionario parte de la nada para convertirse en
la fuerza militar más potente. Cuando acabe la etapa guerrillera vendrán
los uniformes, habrá un Estado, una economía segura, una industria y
un poderío demográfico cada vez mayores. Por eso, toda revolución tiene
sus períodos de defensa y de ataque; la victoria exige que éstos no
sean confundidos. Así, pues, en principio, se retrocede para avanzar
después, se defiende el ejército para atacar, se va en zigzag para seguir
la línea recta; se abarca poco para apretar luego mucho, se va despacio
para llegar más pronto.
Sin embargo, la retirada elástica nunca debe hacerse por temores infundados
sobre el poderío del enemigo. Del mismo modo, no hay que tomar en consideración
la política de los jefes militares, que envanecidos por una pequeña
o gran victoria, ya quisieran seguir una ofensiva sistemática que podría
consumir las fuerzas propias antes de tiempo, antes de la hora H en
que la ofensiva será continuada, como consecuencia de que la correlación
de fuerzas en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación.
En suma, para un Ejercito Revolucionario el terreno no es un fin sino
un medio para realizar una guerra maniobrera inspirada en una estrategia
que el enemigo sea incapaz de practicar, porque la guerra de movimiento,
de salto, de avance y de retirada rápida, sólo es posible cuando no
se es un general burgués que necesita un C. G., jefes de servicios de
E. M., teléfonos, muchas tropas, material pesado, infinidad de medios
de transporte, a fin de no moverse del Puesto de Mando, y contar con
perfumería, peluquería y concubinas y otras comodidades poco castrenses.
LA
RETIRADA ESTRATÉGICA
En el curso de una guerra revolucionaria, hay que emplear una estrategia
que prepare, paulatinamente, el cansancio progresivo y la fatiga estenuante
del enemigo, a fin de atacarlo, cuando su moral este quebrantada a causa
del hambre, de las marchas, del sufrimiento, de sucesivas y pequeñas
derrotas y de la aversión que sientan los soldados enemigos por sus
jefes políticos y militares.
Napoleón fue vencido en Rusia, porque su ejército se estrelló contra
el vacío (retirada elástica) hasta agotar la mayor parte de sus fuerzas
morales y materiales. Luego fue atacado por los rusos en su retirada
desordenada; y así estos consiguieron éxitos militares decisivos que
prepararon la derrota de Leipzig. Las guerrillas españolas fueron aniquiladoras
para el ejército de Napoleón que operaba en el Oeste. Ambos frentes
-el ruso y el español- prepararon las batallas de Leipzig y de Waterloo.
La ofensiva sistemática -como guerra relámpago-, en cuanto la guerra
se alarga demasiado conduce a la derrota. Los alemanes en 1914-18 y
en 1939-45 cometieron el error de realizar una campaña ofensiva desesperada;
en la primera guerra, tuvieron su Marne y su Verdún y en la segunda
guerra su Stalingrado y Kúrsk-Bielgorod.
En cambio, la retirada francesa hacia París, en 1914, modificó favorablemente
la correlación de fuerzas en presencia a favor de los franceses, aunque
eran militarmente más poderosos los alemanes. La estrategia defensiva
gala permitió aniquilar el ala derecha del ejercito alemán, en el Marne
y en Verdún, y frenar así a todo el ejercito germano en el Frente Occidental.
La estrategia de "ofensiva avispa" permitió al general Hindenburg _aplastar
a los rusos en Tannenberg, cayendo sobre un ala del frente de éstos
con superioridad de fuego y de fuerzas, lo cual obligó al E. M. ruso
a frenar su ofensiva y a hundir todo su frente, en extensión y en profundidad.
Los éxitos del mariscal Zhukov en la batalla de Moscú se basaron en
lograr la superioridad de fuego y de fuerzas sobre el enemigo en un
punto del frente. Así, pues, cuando los alemanes fueron superiores tácticamente
los soviéticos lo fueron estratégicamente y viceversa.
Por lo tanto, mientras un ejército revolucionario no cuente con fuerzas
y potencia de fuego igual a su enemigo, tiene que imponerse, rigurosamente,
la práctica de las normas que regulan la retirada estratégica:
* Hay que incitar al enemigo a que penetre en campo propio para aniquilarlo
en terreno abonado políticamente y propicio geográficamente. Esta estrategia
requiere un pleno dominio político de la región donde se realicen las
operaciones. Los jefes militares del EPL deben tener absoluta confianza
en su E. M. y en el Movimiento de Liberación; pues, de lo contrario,
podrían considerarse la retirada estratégica como sinónimo de traición.
Tal vez el factor esencial de la retirada estratégica no resida en la
pericia del mando para ordenar escalonadamente el repliegue, seno en
convencer políticamente a los militares leales en que "sólo retrocediendo
se conseguirá luego avanzar, dando un paso atrás para dar luego dos
adelante".
* La retirada centrípeta debe converger sobre un ;punto determinado
del territorio propio. El Servicio de Información, continuamente, debe
comunicar, desde campo enemigo, los datos logísticos, morales, psicológicos
y la dirección de las columnas y, sobre todo, localizar las que presenten
puntos débiles y cuenten con mucho material, abundantes depósitos de
intendencia y gran cantidad de armamento ligero.
* Hay que evitar -a la defensiva- los fuertes golpes del enemigo y castigarlo
-a la ofensiva- cuando se retire.
* Hay que descubrir, en el E. M. enemigo, los errores tácticos y estratégicos
que este ha empleado sistemáticamente, a fin de estimularlo en sus operaciones
desastrosas.
* Al efectuar maniobras de dispersión, cuando el ataque principal vaya
dirigido hacia el Este se debe comenzar por operaciones menores en el
Oeste, a fin de desconcertar al enemigo.
* Presionado por el enemigo, el ejercito propio debe batirse en retirada
hasta que aparezca una brecha del adversario, que siempre se produce
y hay que saber aprovecharla y esperarla.
* El E, M. político-militar, en cuanto a estrategia debe tener un especial
tacto para fijar, geográfica y cronológicamente, la línea de retirada
del EPL. A este respecto, hay que efectuar previa_ mente, un intenso
trabajo de fortificaciones paga :utilizar el terreno defensivamente.
Ahora bien, si la ofensiva enemiga es violentísima y no resisten las
fortificaciones -o ello obligase a trabarse en una batalla final de
aniquilamiento- antes que comprometerse en ella, la retirada deberá
continuar para modificar así la situación favorablemente. Luego se obligará
al enemigo a entrar en combates aislados, donde comenzará a perder pequeñas
batallas. No olvidemos que para avanzar hay, a menudo, que retroceder.
Aferrarse a la tierra -cuando no se es tan fuerte como el enemimigo-
conduce a jugarse estúpidamente el ejército en una sola batalla; y esta
estrategia de desesperados es propia de gentes que no conocen la dialéctica
de la guerra.
* —Para merecer la victoria es necesario prever oportunamente, el momento
de la retirada y del avance; una ofensiva precipitada sacrifica vidas
inútilmente y una retirada retardada produce, siempre, muchas bajas
e irreparables pérdidas. Por tanto, la ofensiva y la defensiva se emplean
indistintamente, según las informaciones que se tengan del enemigo y
según la situación propia.
* -Uno de los factores fundamentales para lograr la victoria -en la
guerra defensiva- estriba en preparar políticamente a la población civil,
a fin de que ésta tenga la convicción de que el enemigo va a entrar
para salir después quebrantado y desmoralizado. Así -durante la penetración
enemiga-, la población civil adepta se convierte en ejército guerrillero
y en espía del Servicio de Información en Campo Enemigo del EPL. Ahora
bien, para que el pueblo sienta la guerra de liberación, su guerra,
la guerra del pueblo, hay que liberar a éste de los señores de la tierra;
y a los obreros de los capitalistas que dominan la industria y el comercio
en sociedad comanditaria con el capital financiero foráneo.
Sin política popular no hay Ejército de Liberación, ni posibilidades
de derrotar al enemigo. No olvidemos, a este respecto, que "la guerra
es la continuación de la política por otros medios" y que, para interesar
en una guerra revolucionaria al pueblo, hay que redimirlo del feudalismo,
del gran capitalismo y del imperialismo.
Cuando el pueblo da su sangre, en una guerra de liberación y rivaliza
en heroísmo, la victoria es segura. No importa que, en principio, las
fuerzas propias retrocedan. Lo que cuenta es que éstas se conserven
para emplearlas en mejor oportunidad, a fin de recuperar luego el espacio
perdido. Cuando los soviéticos fueron sorprendidos por los alemanes,
el 22 de junio de 1940, sólo les que daba un recurso frente a la Wehrmacht:
ceder terreno y cansarlos hasta esperar un momento favorable de contraofensiva.
He aquí lo que dijo -a este respecto- el mariscal soviético Sokolovsky
-ante un grupo de jefes del E. M. durante el desarrollo de la "batalla
de las fronteras"-: "Los soviéticos somos todavía mucho más débiles
que los alemanes. Nuestros efectivos son numéricamente inferiores, nuestro
material es cualitativamente inferior al material alemán... Por tanto,
un factor nos es favorable: el espacio. Hace falta utilizar este factor
para castigar, fatigar y desgastar al enemigo, haciéndole sufrir pérdidas
de hombres y de material, para paralizarlo y disminuir así su potencial
y su dinamismo".
A propósito de la "defensiva elástica" el mariscal Rokossovsky -considerado
el Massena o el Clausewitz de los mariscales soviéticos- dijo, comentando
la batalla de Stalingrado ante el E. M. soviético: "Las fuerzas acorazadas
de von Manstein, denominadas "motpulk" (puño de acero), fueron aniquiladas
por la artillería del mariscal Voronov, colocada en la ribera opuesta
del Volga, fuera del alcance de los "motpulk". Mientras la artillería
de Voronov cumplía su cometido se imponía una estrategia defensiva,
a fin de no prestarse a una batalla de aniquilamiento. Hacía falta ceder
espacio para ganar tiempo, y para no comprometer rápidamente las reservas
en formación. Es la estrategia defensiva, inicialmente, la que nos salvó
en Stalingrado. Y es que ante la superioridad táctica de los alemanes
nosotros debíamos buscar soluciones exclusivamente estratégicas". Luego
irónicamente, el mariscal Rokossovsky terminaba así su disertación:
"Cuando Júpiter quiere perder a cualquiera comienza por privarle de
la razón".
Si en las guerras, entre grandes potencias industriales, da resultado
la estrategia defensiva, es indudable que ella será aun más eficiente
para comenzar la lucha armada por el triunfo de los movimientos (le
liberación nacional de carácter antiimperialista: (Indochina, Indonesia,
Filipinas, China, Corea, Malasia, etc.).
Las guerras, que se van a producir en la segunda mitad del siglo XX
serán, predominantemente, de carácter antiimperialista o guerras civiles
que plantearán la revolución socialista, 'en los países avanzados, y
la revolución popular en los países subdesarrollados.
LAS
GUERRAS FUTURAS
Todas las guerras que se produzcan, en lo futuro, serán eminentemente
políticas. Por consiguiente, los Estados Mayores (E. M.) deberán ser
político-militares. A este respecto, dice el mariscal soviético Vassilevsky:
"Las masas proletarias deben sincronizar sus manifestaciones de clase
con las operaciones puramente militares,en las cuales participa el Ejército
Rojo. Así el E. M. de este ejército debe ser compuesto de militares
calificados y de miembros del Partido que ocupen los puestos más elevados.
Y es en las manos de éstos, y no en las de los militares, donde deben
estar las palancas de mando".
El mariscal Bulganin, en su tesis: "Los problemas de la guerra y de
la paz en la época del ultra-imperialismo" -planteando la guerra político-militar-
dice: "Estando dados los enormes espacios sobre los cuales se desenvuelven
las operaciones, es muy difícil encontrar una solución a la guerra por
medios puramente militares. Los medios políticos -la propaganda-, se
convierten, por tanto, en un arma tan eficaz como los cañones, los aviones
y los carros.
"Estos medios políticos provocan la parálisis del ejército enemigo,
disolviendo el valor combativo de sus soldados y aniquilando la autoridad
de sus E. M., mediante el quebrantamiento de la disciplina y de la jerarquía".
"Es, pues, evidente que la preparación de la guerra debe comprender
-al lado de las medidas estrictamente militares, concernientes a la
movilización de los efectivos, su transporte, su abastecimiento en municiones,
su equipo moderno de aviones, carros, cañones autotransportados y carburante
necesario-, la organización de un sistema de propaganda política, cuya
finalidad estriba en cimentar firmemente la unidad y la moral de los
combatientes y de Insuflarles la voluntad de batirse hasta la muerte".
"Otro fin "constructivo" de la propaganda debe estribar, sobre todo,
en un fin "destructivo", en lo que concierne a los ejércitos enemigos:
actuar sobre su moral por todos los medios, para descomponer su unidad
interior y, sobre todo, destruir, en caso de coalición, la unidad de
acción de los Estados Mayores". La política soviética contra la C.D.E.
está destinada así a explotar las rivalidades y la desconfianza existente
ya entre los aliados occidentales y, sobre todo, entre Alemania y Francia;
luego será entre España y Francia, a propósito de Marruecos, y después
entre unos países capitalistas occidentales contra los otros.
El mariscal Bulganin -concretando su tesis sobre la guerra político-militar-,
añade: "Los ejércitos que pierden su unidad interior y su solidaridad
de acción son ejércitos anulados , bien que desde el punto de vista
militar (armamentos y efectivos), ellos representen todavía un cierto
potencial". A este respecto, el ejército francés de 1940 y el ejército
italiano de 1943 revelaron una incapacidad manifiesta para defenderse
y atacar, porque ambos estaban desarmados moralmente. Los soldados no
creían en la guerra entre capitalistas, porque, en ella, siempre paga
el pueblo el capital y los intereses que cuesta. Perfilando los contornos
de la guerra futura, el mariscal Bulganin, expresa: En una nueva guerra...
"la derrota significaría • la desaparición física del gobierno del país
vencido y la instauración de otro régimen político, que representará
a las capas sociales favorables a los intereses del vencedor".
..."las grandes guerras precedentes han demostrado la existencia de
una ley histórica: la de que el que tiene la superioridad en el mar
gana la guerra. Actualmente, esta ley se ha hecho caduca. La posición
de "dueño de los océanos" fue favorecida por la existencia sobre el
continente europeo de dos potencias continentales, que se neutralizaban
recíprocamente: Rusia y Alemania.
"Una guerra futura vería al continente europeo unido en torno a la URSS.
El dueño del mar, por tanto, perdería su situación privilegiada; de
hecho, ya la ha perdido.
Otro factor antiimperialista -según Bulganin- lo constituye "la participación
inminente de ciertos países semi-coloniales en la guerra, participación
provocada por el deseo de acelerar su emancipación económica y de ocupar
un lugar independiente, o autónomo en la economía mundial".
"No hace falta creer -prosigue- que todos estos países estarán con nosotros.
La guerra será político-militar. Los países coloniales o semi-coloniales
-cuyos intereses son semejantes a los de nuestros enemigos eventuales
se colocarán, evidentemente, al lado de ellos".
En fin -según Bulganin- "la noción de neutralidad no será ya lo que
fue. La neutralidad militar será posible a ciertos países alejados (Hispanoamérica?)
; pero la neutralidad económica será imposible de mantener. Los países
"neutrales" serán incluidos automáticamente cuando terminen las hostilidades,
en la armazón económica y en el régimen social del vencedor, exactamente
como los países vencidos. (De ahí la universalidad de un triunfo socialista
en escala universal). En consecuencia, del eventual choque entre el
mundo capitalista y del mundo comunista puede surgir, dentro de poco
tiempo, un nuevo mundo que hay que esperar se oriente hacia el socialismo.
Los días del capitalismo imperialista están contados en los años que
quedan del siglo XX. Ahora corresponde a los revolucionarios asimilar
la dialéctica de desintegración del imperialismo -en sus contradicciones
económicas, sociales y jurídicas sin olvidar el conocimiento de la dialéctica
de la guerra-, a fin de escoger oportunamente el momento histórico-político
de eclosión de los movimientos de liberación nacional; y luego saber
conducir las guerras de emancipación antiimperialista que de ellos se
deriven. Creemos haber logrado ese objetivo en este libro, que no dice
ya solamente que "el imperialismo es la última etapa del capitalismo",
sino que añade y señala que ya estamos en "esa última etapa" de desintegración
del imperialismo. En este sentido, creemos haber aportado una obra revolucionaria
que hacía falta en la literatura marxista. Y si no nos engañamos en
nuestras apreciaciones, "El imperialismo del Dólar", será el mejor antídoto
contra la expansión del "macCarthismo", el "burnhamismo" y contra la
"diplomacia de la estrangulación" y la política subterránea internacional
de los trusts de Wall Street que -hacia adentro- llevan su contrario:
el socialismo y hacia afuera: el imperialismo. Por eso, en buena dialéctica,
todas las posiciones que pierda el capitalismo yanqui, hacia afuera,
le producirán una revolución social hacia adentro. De ahí que luchar
contra el imperialismo y vencerlo constituya el camino más corto y seguro
de la humanidad hacia el socialismo.
CONCLUSIÓN
La guerra -como dijo Clausewitz- procede siempre de una situación política
y tiene como fin un objetivo político. Es, pues, en esencia un acto
político; es la continuación de la política.
En síntesis, las leyes de la guerra son siempre las mismas, en el espacio
y en el tiempo, aunque su aplicación varía, en, las distintas etapas
de la civilización. De ahí que la estrategia de ayer no sea válida mañana,
cuando las circunstancias, las relaciones de clases y el progreso técnico
modifican el arte militar.
La filosofía de la guerra se basa, esencialmente, en lograr la superioridad
moral, numérica y material de un ejército contra otro; en sorprender
al contrario; en el secreto y en la rapidez de las operaciones; en la
necesidad de reunir las fuerzas en tiempo y espacio; en ser fuerte estratégicamente,
cuando el enemigo lo es tácticamente y viceversa; en ser más fuerte
que el enemigo en un punto decisivo; en la estrategia defensiva, cuando
el adversario presiona ofensivamente, con superioridad de fuerzas y
de fuego, hasta que llegue el momento del trastocamiento de la correlación
de fuerzas en presencia; en contrarrestar los ataques a medida que éstos
descubren sus puntos débiles o vulnerables y, en fin, en una dialéctica
que permita ser fuerte en un punto del frente, cuando se es débil en
la totalidad de éste.
No debemos olvidar --como decía Engels- que “el armamento, el reclutamiento,
la organización, la táctica y la estrategia dependen, ante lodo, de
la forma de producción y del estado de las comunicaciones en un momento
dado".
La creación de las armas de fuego -si bien tuvo la virtud de modificar
el arte de la guerra medieval- tuvo, además, el gran mérito de liquidar
el poder- de los -señores feudales escudado tras de sus pesadas armaduras
y de sus castillos-fortalezas.
"Las armas de fuego -expresa Engels- fueron, desde el prin-cipio, las
armas de la ciudad y de la monarquía, que se desarrollaba y apoyaba
en las ciudades contra la nobleza feudal. Las murallas de piedra de
los castillos hasta entonces inabordables, caían al empuje de los cañones
de los burgueses, al par que las balas de los arcabuces perforaban las
corazas de los caballeros".
La guerra moderna, por su amplitud de medios económicos movilizados,
es ya insoportable para las economías nacionales. En este sentido, el
militarismo, a medida que se expande por la enormidad de su costo financiero,
echa las bases de su propia destrucción, pues la sociedad entera no
puede soportar la orgía que supone la militarización de las economías
nacionales.
Por tanto, toda guerra moderna lleva, en su vientre, la revolución proletaria.
Y es que la guerra proviene de que las formas productivas, engendradas
por la sociedad capitalista, han entrado en contradicción con las relaciones
sociales existentes, por lo cual la revolución socialista es ya una
necesidad, a fin de trastocar de raíz el aparato de producción y de
distribución de la riqueza, constreñida por los intereses privados de
las oligarquías dominantes.
La guerra moderna es un "affaire" entre los grupos nacionales de la
burguesía imperialista y tiene por objeto -hoy como ayer- realizar una
redistribución de las riquezas mundiales en beneficio de las grandes
potencias y en perjuicio de las naciones débiles.
En consecuencia, luchar contra la guerra es luchar francamente contra
ese nacionalismo estúpido que sacrifica las vidas de los obreros y de
los campesinos en holocausto de las burguesías nacionales. Así, pues,
para desterrar la guerra sobre el globo terráqueo, hay que arrebatarle
el Poder a la clase que dirige la guerra o que vive de ella, en su exclusivo
beneficio.
Como señaló, justamente, Lenin: "si la guerra es una guerra imperialista
reaccionaria, es decir, una guerra entre dos grupos mundiales de la
burguesía reaccionaria imperialista, expoliadora, bandolera, toda burguesía
- (incluso de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y yo,
representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar
la revolución proletaria mundial cómo única salvación de los horrores
de la guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi"
país (porque esto es la manera de razonar de un filisteo nacionalista,
desgraciado cretino) que no comprende que es un juguete en manos de
la burguesía imperialista, sino desde el punto de vista de mi participación
en la preparación, en la propaganda y en la aceleración de la revolución
proletaria universal".
En consecuencia, para acabar con la guerra imperialista, el proletariado
tiene que hacer su propia guerra revolucionaria, suprimiendo, en cada
país, a la burguesía como clase dominante. Esta guerra revolucionaria
será la última de las guerras que, con su victoria, inaugurará, en el
mundo, el reinado de la paz perpetua con la constitución de una sociedad
sin clases antagónicas que supere al nacionalismo burgués.
Ahora bien -para que la victoria del proletariado sobre la burguesía
sea efectiva y no en el papel-, éste tiene que organizar su propio ejército,
su propio Poder de clase, pues, sin "desorganización" del ejército capitalista
no puede producirse ninguna clase de revolución. Como -dijo Lenin- "el
ejército es el instrumento más consistente en que se apoya el viejo
régimen, el escudo más sólido de la disciplina burguesa, para apoyar
la dominación del capital, para mantener y formar la mansedumbre servil
y la sumisión de los trabajadores ante esa dominación. En este sentido,
la contrarrevolución nunca pudo tolerar que al lado del ejército existieran
obreros armados",
El desarme de las guerrillas europeas (FFI) en Francia y en otros países
es prueba evidente de que la burguesía recupera su Poder a medida que
les quita las armas de las manos a los trabajadores.
Por eso, el primer mandamiento de toda revolución triunfante -según
Marx y Engels- estriba en deshacer el vieja ejército, disolviéndolo
y reemplazándolo por uno nuevo. Una nueva clase no consolida su Poder,
sino a condición de romper la vieja máquina del Estado que lo precedió.
La revolución tiene que serlo de instituciones para evitar así las contrarrevoluciones
y el retorno para siempre al antiguo régimen.
Bibliografía
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ENGELS, Federico: El Anti-Dühring. Cps. I,; II, III de la Segunda parte.
El autor expone, histórico-dialécticamente, la estrategia y la táctica
como reflejos del poderlo económico de las naciones. Demuestra que la
evolución económica y el progreso técnico trastocan históricamente la
composición correlativa de las fuerzas de clase, (Obr. Cit) .
GUILLEN, A.: El Destino de Hispanoámerica. Pgs. 99, 114-22, 269, 386,
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El autor presenta un visión completa, luminosa y sintética de la guerra
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WALTER, Gérard: La Guerre de Vandée. Plon Editeur. París, 1953. El autor
expone la tesis de que cuando las condiciones revolucionarias están
dadas, la contrarrevolución no puede nada contra la evolución natural
de las cosas.
BRION, Marcel: La Révolte de Spartacus. Dumont Editeur. París, 1952.
El autor presenta un héroe, un general; pero falto de talento político
para movilizar las masas de esclavos y de siervos romanos. Esa inercia
de las masas por su rebelión lo condujo al desastre por carecer de una
política de guerra social.
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1953. WILMONT, Chester: La Lutte pour l'Europe. Fayard Ed. París, 1953.
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ROKOSSOVKY, Maristal: Tesis ante la Academia de E. M. sobre el tema:
«¿Si Hitler hubiera tenido éxito en coaligar a toda Europa occidental
contra la URSS, ésta hubiera sido vencida por esta nueva Santa Alianza"?
ZHUKOV, Mariscal: Tesis sobre la campaña de invierno de 1941-42 en lo
concerniente a la Batalla de Moscú. Exposición ante la Academia de E.
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VASSILIESKY, Mariscal: La Nueva Doctrina de la Guerra. Tesis presentada
ante la Academia de Estado Mayor. Moscú.
LENIN: "La Revolución proletaria y el renegado Kaustky".
NOTAS
1 IÑIGUEZ, Manuel, Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo
español. Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid, 2001.
2 TARCUS, Horacio, Diccionario biográfico de la izquierda argentina:
De los anarquistas a la nueva izquierda (1870-1976), Buenos Aires. Emecé
Editores, 2007, pp. 209-301
3 THOMAS, Hugh, Historia de la Guerra Civil Española. Círculo de Lectores,
Barcelona, 1976.
4 REYES Hernán, "Abraham Guillén: teórico de la lucha armada", en Lucha
Armada N° 4, septiembre-noviembre 2005: 56-67.
5 GILLESPIE, Richard, J. W. Cooke: El peronismo alternativo, Buenos
Aires, Cántaro editores, 1989 p. 24
6 REYES Hernán, "Abraham Guillén: teórico de la lucha armada", en Lucha
Armada N° 4, septiembre-noviembre 2005: 56-67.
7 CICHERO, Marta, Cartas peligrosas: La apasionada discusión entre Juan
Domingo Perón y el padre Hernán Benítez sobre la violencia política,
Buenos, Aires, Editorial Planeta, 1992, p. 236
8 CICHERO, Marta, Cartas peligrosas: La apasionada discusión entre Juan
Domingo Perón y el padre Hernán Benítez sobre la violencia política,
Buenos, Aires, Editorial Planeta, 1992, p. 237
9 RULLI, Jorge, Entrevista realizada por Guillermo Daniel Ñáñez el 11
de agosto de 2007
10 RULLI, Jorge, Entrevista realizada por Guillermo Daniel Ñáñez el
11 de agosto de 2007
11 SALAS, Ernesto, Uturuncos: El origen de la guerrilla peronista, Buenos
Aires, Editorial Biblos, 2006
12 UTURUNCOS: La primera tentativa de guerrilla rural data de diciembre
de 1959. Es la que llevan adelante los Uturuncos, "hombres tigres" en
idioma quechua. Hombres transformados en tigres que inmunes ya a las
armas salen a defender sus derechos y a pelear por sus hermanos, al
decir de la leyenda. Son de origen peronista y con la conducción ideológica
de John William Cooke, se instalan al norte de la provincia de Tucumán,
en el cerro de Cochuna a 80 kilómetros de la capital provincial. Revolucionarios
como el republicano español Abraham Guillén aportaron su experiencia
militar al proyecto. Los aproximadamente veinte guerrilleros usan brazaletes
con las siglas MPL (Movimiento Peronista de Liberación) y son liderados
por el "Comandante Uturunco", un flaco alto de unos treinta y cinco
años, que no es otro que "El Gallego" Enrique Manuel Mena, porteño de
nacimiento -barrio de San Telmo-, pero en la provincia tucumana desde
los 17 años, donde trabaja en la zafra, y que luego de un paso rápido
por el comunismo, abraza las ideas peronistas en el 45. Producen varias
acciones armadas, aunque una sola trasciende para el público en general.
Incendian una gomería de una firma extranjera en Concepción, tirotean
el cuartel policial de bomberos, queman un depósito de granos y asaltan
el destacamento policial instalado en el Ferrocarril Mitre y también
la comisaría de Alto Verde. La decisión más importante, la que los lleva
a trascender el ámbito provincial y repercute en Buenos Aires, es la
toma de la comisaría de Frías -en Santiago del Estero- en la Nochebuena
del 59, con la conducción del "Comandante Puma", Félix Serravalle. El
copamiento es un éxito, pero la persecución será implacable. Optan por
disolverse, ante la oposición que su accionar produce en el seno del
partido Justicialista y la incomprensión y desconfianza de los demás
sectores de la izquierda. Mena es detenido y condenado por los tribunales
del CONINTES (Conmoción Interna del Estado) a siete años de prisión,
pero antes de cumplir tres en esas condiciones, escapa del hospital
penitenciario del Chaco en donde se trataba de una hernia inguinal.
Viaja en secreto a La Habana y se entrevista con el "Che" entre febrero
y abril de 1963, pero no hay acuerdo en como seguir la lucha en nuestra
tierra. Un cáncer galopante de pulmón se lo lleva el 14 de junio de
1970.
13 PERÓN-COOKE, Correspondencia, Tomo I, Buenos Aires, Granica editor,
1973, p.14
14 RAIMUNDO, Marcelo, La política armada del peronismo: 1955-1966, en
Historiapolítica.com, S/f
15 GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias,
Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España
16 SALAS, Ernesto, Uturuncos: El origen de la guerrilla peronista, Buenos
Aires, Editorial Biblos, 2006, p. 53
17 RULLI, Jorge, correo electrónico del 30 de enero de 2008 a las 11:28
a.m.
18 GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias,
Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España
19 GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias,
Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España
20 RULLI, Jorge, correo electrónico del 14 de marzo de 2008 a las 9:31
a.m.
21 RULLI, Jorge Eduardo, El libro de los editoriales: Globalización
y resistencia. Buenos Aires, Corregidor, 2007, p. 25
22 GUILLÉN, Abraham, capítulo XXVIII del Tomo II del libro “La agonía
del imperialismo”, Buenos Aires, Sophos, 1957
23 Ejemplo: El Ejército Chino resistió el periodo contrarrevolucionario
de 1933-39. cuando el Eje Roma-Berlín-Tokio determinaba la política
internacional
24 Las secciones de defensa (S.D.) deben clasificar a sus miembros por
las armas en que hayan servido en el Ejército. Así el material de guerra
dispondrá siempre de su correspondiente personal técnico al llegar la
Revolución.