
"Frente a las enfermedades que genera la
miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los
pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas."
Ramón Carrillo |
NOTAS EN ESTA SECCION
Reportaje a Augusto y
María Salomé Carrillo, por Pedro Pesatti |
Carrillo, un
paradigma para el siglo XX |
El exilio de Carrillo, por Carlos del Frade
Ramón Carrillo, el sanitarista de los argentino, por Osvaldo Vergara Bertiche
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Ramón Carrillo, el gran
sanitarista argentino, por Aldo Barberis Rusca
La salud pública, por Elena Luz
González Bazán |
Prólogo de "Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista"
La personalidad del hombre
y sus ideales |
De la pluma de Ramón Carrillo
|
El célebre óleo del Soldato Pittore Roberto Fantuzzi
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Fragmentos de "Ramón Carrillo. El hombre, el médico...", de A. Carrillo
|
Ramón Carrillo - La guerra
psicológica (1950), clases a personal militar
  Reportaje
a Augusto y María Salomé Carrillo, sobrinos de Ramón Carrillo
El doctor Ramón Carrillo (1906-1956)
Por Pedro Pesatti*, 2006
"Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la
angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de
enfermedad, son unas pobres causas". Así pensaba el padre de la medicina social
de la Argentina, cuyas ideas, cincuenta años después de su paso por la función
pública, provocan la sensación de que el tiempo no pasa.
Los sobrinos del gran sanitarista y primer ministro de Salud Pública que tuvo
este país, refieren en este reportaje la vida de un argentino que fue sometido
al exilio y a la muerte lejos de su patria, como sucedió con tantos otros
grandes hombres de la historia nacional.
Augusto Carrillo es licenciado en Relaciones Públicas y coautor, junto con su
padre Arturo, del libro "Ramón Carrillo. El hombre, el médico, el sanitarista".
Su hermana, María Salomé, es médica psiquiatra. Ambos están empeñados en la
divulgación de la vida del doctor Ramón Carrillo, en la tarea de transmitirle a
las nuevas generaciones el contenido de un nombre que designa hospitales, calles
y agrupaciones políticas.
"Todo el mundo conoce a Carrillo, pero apenas algunas breves referencias sobre
lo que hizo. Lo importante es que podamos conocer a fondo su pensamiento. De
poco sirve recordarlo si no somos capaces de aprovechar lo que él más hubiera
querido: sus ideas, verdaderamente revolucionarias, que marcaron un antes y un
después en las políticas de salud de la Argentina", señalan ambos.
- ¿Cuál fue el motivo por el cual su padre y usted escribieron un libro que,
llamativamente, es el primero que aborda íntegramente la vida de un hombre que
tuvo enorme influencia en las políticas de salud que se aplicaron en la
Argentina durante la etapa del peronismo histórico?
-Augusto Carrillo: Los Carrillo eran once hermanos, siete varones y cuatro
mujeres. El mayor de los varones era Ramón y el más chico Arturo, mi padre. El
sintió que tenía una responsabilidad: garantizar que la obra de su hermano no
quedase en el olvido. Durante años se dedicó a recopilar sus escritos, libros,
documentos, información de la más variada, y cinco años atrás decidimos escribir
un libro, para lo cual convocamos a un grupo importante de colaboradores. Es
cierto que mi tío no era ni es un desconocido, ni hacía falta un libro para que
se lo conociera. Sin embargo, ese conocimiento sobre su vida y su obra es,
paradójicamente, escaso. Normalmente, en tiempo de elecciones, los políticos
suelen invocarlo y también los funcionarios de turno. Hablar de Carrillo queda
bien. Pero lo sustancial, lo que motivó la escritura del libro, suele contar muy
poco. Lo que mi padre quería es que sus ideas sean retomadas, porque tienen una
actualidad asombrosa, y para que no terminen siendo piezas de museo. Por eso lo
acompañé en ese esfuerzo enorme que significó escribir un libro y publicarlo
después.
-¿Quién lo editó?
-AC: Nosotros mismos, y ciertamente a puro pulmón. No encontramos a nadie que
quisiera apoyarnos.
-María Salomé Carrillo: Es verdad. Parece mentira, pero publicar el libro
resultó una odisea. Nosotros jamás nadamos en la abundancia ni gozamos de ningún
beneficio por llevar el apellido que tenemos. Por lo tanto, emprender la
publicación no fue fácil. Mi padre tuvo que romper la alcancía de sus ahorros y
contar hasta su última moneda para poder editarlo. Alcanzó a ver los vegetales
del libro, pero un mes antes de la presentación falleció.
-AC: Creo importante destacar el apoyo que nos dio la Cátedra de Neurocirugía de
la UBA, que nos cedió el Aula Magna para presentar el libro en un evento que
contó con la presencia de grandes médicos, muchos de los cuales fueron
discípulos y colaboradores de mi tío. El, en tal sentido, fue el primer profesor
titular de esa cátedra, cuando tenía treinta y seis años, y también rector de la
UBA, tiempo antes de la llegada del peronismo al poder. Por otra parte, tanto mi
padre como mis tíos Santiago y Marcos siguieron la misma especialidad, como
neurocirujanos. Ramón fue de alguna manera quien los formó en este campo y el
que les exigió que no participaran de la función pública mientras era ministro.
No le gustaba lo que hoy es tan común: designar parientes a diestra y siniestra.
De cualquier manera, cuando triunfó la Libertadora, todos cayeron en la
volteada.
- El doctor Carrillo dejó el
Gobierno de Perón un año antes del derrocamiento. ¿Por qué renunció a su cargo?
MSC: Se dijeron muchas mentiras,
como por ejemplo que mi tío y Perón se habían peleado. No es así. El estaba muy
enfermo y no podía continuar al frente del ministerio. Perón le ofrece otro
cargo pero él decide viajar a los Estados Unidos en virtud del mal que lo
aquejaba. Se va sin un peso y sin trabajo. Su enfermedad no cede, no encuentra
cura, y un colega suyo le ofrece trabajar en Belén, Brasil, y allí se establece
para ejercer su profesión en la tribu de los indios caboclos, que jamás habían
visto un médico. No podía volver al país porque la Libertadora se lo impedía y
poco después muere, en 1956, cuando apenas tenía cincuenta años.
-AC: La dictadura, además, no nos permitía repatriar sus restos. Recién en el
´72 pudimos hacerlo. Cuando Perón asume la tercera presidencia, nos pide
rendirle un homenaje y por fin pudimos velarlo y darle la sepultura que se
merecía.
-¿Cómo nace la vinculación de
Carrillo con Perón?
-MSC: Mi tío era el jefe del
Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar Central y poco antes del 17 de
octubre se conocen en un pasillo. Perón ya tenía referencias sobre él porque sus
trabajos ya eran muy conocidos en el país y en el extranjero.
-AC: Ambos trabaron una gran amistad. Mi tío tenía un trato directo con Perón,
lo que le permitió trabajar con un gran apoyo. Ese día que se conocieron en un
pasillo del Hospital Militar, Perón ya le anticipó su idea de crear un
Ministerio de Salud Pública. No puede ser, le dijo, que en este país tengamos un
ministerio para las vacas y no tengamos uno para atender la salud de la gente.
Cuidamos más a las vacas que a los pobres. Esas palabras, seguramente, deben
haber impactado mucho en mi tío, que tenía preocupaciones sociales desde su
adolescencia.
-MSC: Hay que agregar también que con Evita tenía una relación muy especial, al
punto que ella y Perón son los testigos de su casamiento con mi tía Susana.
Formaban un trío magnífico: Perón ponía su liderazgo y su enorme capacidad de
decisión política, mi tío sus conocimientos y Evita el corazón y el cuerpo. Un
día, por ejemplo, Eva se entera que en el Castex la atención no era buena. Se
presenta disfrazada de "grasita" y la hacen esperar un tiempo interminable.
Cuando ya tenía probado cómo atendían a la gente, se saca el disfraz, llama al
director y al jefe del Servicio Médico y pone el hospital patas para arriba. De
esa manera se complementaba con mi tío.
-¿Cuáles son los aspectos más
relevantes del pensamiento del doctor Carrillo?
María Salomé y Augusto Carrillo, 2006
|
-AC: La salud en la Argentina, creo
que hoy nadie lo discute, se divide en un antes y un después de su paso por el
Ministerio.
- MSC: Específicamente él advierte que lo social es clave y promueve en el campo
de la medicina y de la salud una concepción sobre el hombre en su triple
dimensión bio, psicoespiritual y social. Espiritual no en el sentido de la fe
sino como ese punto donde se asientan los valores del ser humano. Antes del paso
de Carrillo por la función pública sólo se ponía el acento en la enfermedad y
además eran muy pocos los que podían acceder a un tratamiento adecuado. Por eso
se oponía al uso de la palabra sanidad, que consideraba limitante. El decía que
el hombre no sólo se enferma en su bios, se enferma también en su alma y en su
mente. Si una persona no tiene trabajo digno, alimentación adecuada, vivienda,
es muy difícil que ese hombre pueda vivir sano. Por eso, Carrillo inaugura la
medicina social en la Argentina, producto de haber estudiado las experiencias
que ya se registraban en Europa y en los grandes movimientos sociales de su
tiempo. La medicina social trabaja sobre todo en la prevención y esta tarea
involucra, desde luego, a la medicina, pero también otros campos del
conocimiento.
- Usted me decía recién, Augusto,
que su tío desde muy joven revela una preocupación por lo social. Siempre suele
haber como un detonador. ¿En qué momento se manifiesta este compromiso en la
vida de Carrillo?
-AC: Cuando él se va de Santiago del Estero y toma el tren para estudiar
Medicina en Buenos Aires, queda impactado por la pobreza de los niños que ve
pasar por la ventilla de su vagón en cada estación donde el tren se detiene.
Esto lo marca mucho. Pero ya antes, a los dieciséis años, escribe un libro,
"Glosa para los Humildes", en donde hace referencia a la situación de los
empleados públicos que no tenían posibilidad de jubilarse.
-MSC: Cuando vuelve a su provincia, siendo ministro, piensa en un sistema en el
que la gente no tenga que recorrer largos caminos para acceder a la asistencia
médica. En ese momento el sistema estaba fragmentado: había centros para
tuberculosos, para enfermos de chagas, para enfermedades venéreas, etc. Estos
centros estaban repartidos en distintos puntos del país, con lo cual no era
fácil, para un enfermo, acceder a ellos. Frente a este estado de situación, mi
tío genera centros regionales para atender a las personas sanas, para hacer lo
que hoy llamamos la atención primaria y centros especializados para los enfermos
con enfermedades crónicas y complejas a los que eran derivados. Los centros de
salud estaban al lado de la gente y eran el sitio desde donde se constituyó el
sistema de salud.
-¿Encontró resistencias para llevar a la práctica su concepción de medicina
social?
-MSC: Seguramente debió haberlas
tenido, pero hay que tener en cuenta que detrás suyo había un gran presidente
que le dio todas las herramientas para ejecutar su proyecto.
-AC: El primer plan de salud propiamente dicho que tuvo nuestro país, y que
formó parte del Primer Plan Quinquenal, lo produjo en cuatro meses, junto con un
centenar de colaboradores, de distintas especialidades y profesiones, y sin
distinguir si eran peronistas o no. Cuatro mil páginas en tres tomos conformaban
el programa. Allí se planteaba un modelo centralizado en la concepción pero
operativamente desconcentrado en regiones. El Ministerio de Salud existía
realmente. Hoy tenemos una realidad distinta. En aquel momento tenía hospitales,
institutos, equipos de científicos y de investigación. Y era conducido desde un
enorme rigor desde el punto de vista de la planificación. Carrillo era casi un
obsesivo en este punto. No le gustaba que nada quedara librado al azar. Además,
como coinciden todos los que lo conocieron, era un hombre de una capacidad de
ejecución incomparable. Mi padre solía referir un hecho que lo pinta
acabadamente en este plano. Un día llegó a la Argentina un científico
norteamericano con un proyecto para crear un centro especializado para la
atención de quemados. Le pidió a mi padre que le consiguiera una entrevista con
Ramón. Al otro día, a las nueve de la mañana, los recibió en su despacho. El
doctor Kirshbaum comenzó a explicarle su proyecto y, en un momento dado, se dio
cuenta de que Carrillo estaba como pensando en otra cosa. Kirshbaum se lo dice a
mi padre. No te preocupes, le contestó: se pone así cuando está pensando. En un
momento dado se incorpora con su metro ochenta y le dice al especialista: Usted
será el primer director del Instituto del Quemado, cuya creación ya he decidido.
Y discúlpeme si le pareció que no lo estaba escuchando. Inmediatamente llamó a
su secretario y le dio instrucciones para que le facilitaran a Kirshbaum lo que
necesitaba y, a los cuatro meses, el Instituto ya estaba funcionando a pleno.
-MSC: Pero así como era de ejecutivo también era distraído. Un día, cuando va a
visitar a su novia Susana, lo lleva a un primo nuestro, Marcelo, que fue
director del Ramos Mejía y actualmente es concejal de Pilar. Llega a la estación
y su novia, que sabía que vendría a visitarla con su sobrino, le pregunta por
Marcelito y ahí cae en la cuenta que se lo había olvidado en el tren.
-AC: Incluso llegó a lograr lo que parecía imposible: que Perón fuera impuntual.
Es muy conocida la característica que tenía Perón de llegar a tiempo a cualquier
cita y cómo se irritaba cuando alguien llegaba tarde a un encuentro. Pero un día
Ramón lo invitó a visitar una exposición de cuadros en el Borda y la puntualidad
de Perón cayó por el piso. Comenzaron a visitar la muestra y se quedaron varias
horas conversando con los enfermos. Ese día Perón tenía una reunión muy
importante con su Gabinete y la olvidó por completo.
-Carrillo fue además un gran innovador en otros planos que exceden el campo
específico de la medicina.
-AC: Es verdad. Se interesó mucho por el arte de gobernar y eso se comprueba en
su forma de gestionar. Pero también podemos citar el hecho de que fue el primero
que trajo una computadora al país. Alquiló en Inglaterra una enorme máquina, que
ocupaba todo el subsuelo del Ministerio, para hacer la primera estadística de
salud de la Argentina. También desarrolló los principios de la arquitectura
hospitalaria que dieron nacimiento a una cátedra específica en la Facultad de
Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y que fueron adoptados en el
mundo entero. Pero quizás una de las cosas más importantes que produjo fue bajar
al médico del pedestal de un semidios para convertirlo en un trabajador de la
salud. Cambio una filosofía, una cultura y una forma de pensar el ejercicio de
la medicina. Para él, un médico debía tener la capacidad de analizar a su
paciente en esa triple dimensión a la que hizo referencia mi hermana. Lo que
predominaba antes de Carrillo era una mirada escindida del enfermo, tanto de su
realidad social como de su entorno más inmediato. Por eso él articuló la acción
de su Ministerio con casi todas las áreas del Estado. Si había un enfermo que
vivía en una casa imposible de habitar, inmediatamente el Ministerio de Salud
procuraba una vivienda digna para esa persona ante el organismo específico.
¿Quién puede vivir sano en una casa con humedad, sin calefacción, sin pisos, sin
baño interior? De allí esa tarea interrelacionada que él instrumenta.
-¿Cuáles son los logros más importantes que usted incluiría en una breve reseña?
-MSC: Son muchos y resumirlos no es una tarea sencilla. En primer lugar, lo que
hay que destacar es la introducción de lo que llamamos la medicina social en el
campo de la salud. En otros planos es inevitable no mencionar la erradicación
del paludismo, por ejemplo. También la duplicación de camas en los hospitales
públicos en menos de nueve años. El ataque frontal contra las enfermedades
venéreas y la sífilis que prácticamente desaparecen. La disminución de la
mortalidad por tuberculosis, que pasó de 130 a 36 por cada cien mil habitantes.
Erradicó epidemias como el tifus y la brucelosis y redujo la mortalidad infantil
del 90 por mil a 56 por mil. Junto con ello, no se puede dejar de mencionar las
Especialidades Médicas del Estado, un conjunto de algo más de cien monodrogas de
acceso gratuito para las personas que no tenían acceso a los medicamentos. Es
una de las primeras decisiones que toma cuando se hace cargo del Ministerio. Y
la ejecutividad, su principal atributo como funcionario, para hacer en tan pocos
años una revolución que hasta el día de hoy no ha sido superada.
*Periodista, profesor en letras y
legislador de la provincia de Río Negro.
[Imagen de la Muestra Pensamiento y
Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires 17 de marzo - 10 de abril
2011]

El Dr. Ramón Carrillo dirige la desratización del depósito de la calle
Cabrera al 5000 donde se inició el brote de peste bubónica. Diciembre 1946.
Foto Archivo General de la Nación
 Ramón
Carrillo, un paradigma para el siglo XXI
Por Pedro M. Borio*
Ilustración: El Tomi.
Es probable que la disolución de los paradigmas
ciudadanos, que nuestra sociedad construyó durante un siglo y medio, sea una de
las pérdidas más grandes que hemos sufrido los argentinos en los últimos
cincuenta años.
Nuestros grandes historiadores habían ayudado a construirlos. Toda nuestra
educación de entonces ponía énfasis en difundir esas vidas y conductas,
asumiendo que la exaltación de las mismas y de sus virtudes era formadora de las
nuevas generaciones. Luego, los revisionistas pueriles de la historia se
dedicaron a la destrucción de esos modelos que “la historia oficial”, según su
mirada nihilista, había acuñado a lo largo de las décadas.
Manuel Belgrano sostenía, ya en su
época: “Honrar la virtud cívica es educar a los pueblos”. ¿Qué quería decir con
esto ? Claramente, que era responsabilidad del gobernante exaltar las conductas
paradigmáticas, para establecer los modelos sociales a los que el resto de los
ciudadanos pudiera anhelar parecerse.
Todo un ejemplo paradigmático es, en
el campo de las ciencias médicas, uno de nuestros héroes civiles del siglo XX:
el doctor Ramón Carrillo. Pero el revisionismo de pacotilla pretende, aún en
nuestros días, desmadejar su figura. No es sencillo hacerlo cuando se trata de
un hombre de esa escala, como humanista, científico, funcionario y docente.
¿Cómo evocar hoy la polifacética, riquísima personalidad de Ramón Carrillo?
Santiagueño de alma, fue una inteligencia descollante puesta durante toda su
vida al servicio de sus compatriotas, particularmente los más carenciados, los
más sufrientes. Nacido en 1906 en el seno de una familia afincada en Santiago un
siglo antes, heredó de su madre el fervor por la fe católica y de su padre el
ideario radical. No mucho más tenía para heredar. Con grandes esfuerzos vino a
estudiar a Buenos Aires donde, brillantísimo alumno, recibió su diploma de
médico con honores y medalla de oro. Carrillo fue un maestro de la neurocirugía
argentina, reconocido y valorado en el mundo por su talento y su inagotable
búsqueda científica. Podría haber tenido fama, éxito y dinero en el ejercicio
privado de su profesión, pero eligió otra cosa.
En 1944 dirige el Instituto Nacional de Neurocirugía y crea, organiza y preside
la Escuela de Postgrado de la Facultad de Medicina de la UBA, con orientación a
la medicina social y preventiva. Valorando el aporte de la Historia a todas las
ramas de la ciencia, funda la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina.

Dr. Arturo Carrillo (1921-2005)
|
El flamante gobierno de Perón le
ofreció, en 1946, el ministerio de Educación. Declinó el ofrecimiento, pero
propuso la creación del ministerio de Salud Pública, cuyo único antecedente era,
a la fecha, el Departamento Nacional de Higiene. Allí fue designado, para luego
asumir la secretaría de Salud Pública, el 1° de junio de 1946, al ser creada
ésta sobre la base del antiguo Departamento Nacional. Finalmente, al crearse por
ley el ministerio de Salud Pública de la Nación, en 1949, Carrillo se transforma
en el primer ministro en la historia de esa cartera.
Abrazó la causa de la salud pública
con fervor. Se dieron en ese tiempo transformaciones colosales, que permiten
asegurar que casi toda la infraestructura de salud con la que el país cuenta hoy
se debe a esa gestión, realizada en conjunto con la Fundación Eva Perón: en sólo
ocho años, se construyeron 4229 establecimientos sanitarios en todo el país.
Esto amplió la capacidad hospitalaria en 130.180 camas. Jamás antes ni después
la salud pública argentina recibió un impulso de esta magnitud.
La tasa de mortalidad infantil disminuyó claramente y la esperanza de vida al
nacer aumentó de 61,7 años promedio a 66,5 en menos de una década. En 1947,
inaugura el Instituto de Medicina Preventiva y su gestión edita el Plan
Analítico de Salud Pública de la Nación. En 1949, publica su obra Política
Sanitaria Argentina, considerada –junto con Teoría del Hospital (1953)– un
tratado de consulta, aún hoy, en todo el mundo.
Impulsó y creó la especialización de médicos higienistas, hoy sanitaristas.
Innovador, crea en 1948 los centros de salud, e inaugura los primeros 50. Decía
entonces: “El centro sanitario es un conjunto de consultorios polivalentes, con
servicio social, visitadoras sanitarias y bioestadística, para captación de
enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, en tanto que la
Ciudad Hospitalaria funciona siempre en correlación con uno o más centros
sanitarios”.
Se erradicó por completo el paludismo y enfermedades como sífilis y tuberculosis
disminuyeron a niveles equiparables a países más desarrollados. Los argentinos
debemos saber que el Servicio Nacional de Salud británico, considerado ejemplo
de un sistema universal y público, data de 1949. Ya para entonces el sistema
público de salud argentino superaba al británico, tanto en recursos aplicados
como en resultados obtenidos.
Frente a quienes lo negaban y aún hoy lo niegan, escribió con amargura: “Si yo
desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre el esfuerzo donde dejé mi
vida”. Aspiramos a que, en la necesaria restauración de los paradigmas que tanto
necesita nuestra querida Argentina al comienzo del siglo XXI, los miles de
jóvenes que abrazan cada año la vocación por la medicina quieran seguir su
ejemplo. Carrillo nunca postuló al Premio Nobel de Medicina, pero por su obra
gigantesca y la dimensión de su humanismo ilimitado, está merecidamente en el
nivel de nuestros Nóbeles. El doctor Ramón Carrillo recibe hoy, a cien años de
su nacimiento y cincuenta de su muerte, el reconocimiento emocionado de sus
conciudadanos.
*Docente universitario, comunicador e historiador. Integra la Comisión de
Homenaje al doctor Ramón Carrillo.
 Ramón
Carrillo, el sanitarista de los argentinos
2006 AÑO DE HOMENAJE AL DR. RAMON CARRILLO
Presidencia de la Nación - Decreto 1558/2005
Por Osvaldo Vergara Bertiche*
"Frente a las enfermedades que genera la miseria,
frente a la tristeza, la angustia
y el infortunio social de los pueblos,
los microbios, como causas de enfermedad,
son unas pobres causas".
Ramón Carrillo
Hace 100 años, un 7 de Marzo de 1906, nacía en la Provincia de Santiago del
Estero, Ramón Carrillo, que se convertiría, con el correr de los años y en
función de la coyuntura favorable, en el Gran Sanitarista Argentino.
Su hermano Arturo al evocarlo en su libro "El hombre… el médico… el sanitarista"
dice que Ramón como "Creador del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social
de la Nación, su labor fue de gran trascendencia pues no sólo abarcó el país
sino que se proyectó a toda América Latina y el mundo, de modo tal que sus
principios constituyen una de las bases de la Organización Mundial de la Salud,
en especial cuando declara a la Salud como un derecho inalienable de los pueblos
y obliga al Estado a garantizarlo en forma indelegable".
Su padre, don Ramón Carrillo, fue
profesor (docente egresado de la Escuela Normal de Paraná), periodista y
político (tres veces diputado provincial); su madre fue doña María Salomé Gómez
Carrillo.
"Era el mayor de los once hermanos que componían el resto de la familia".
Bisnieto de don Marcos Carrillo, que había sido un oficial español que cayó
prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta. Posteriormente,
en 1819, fue liberado y se casó con doña Ascensión Taboada.
Ramón Carrillo realiza sus estudios primarios en la Escuela Normal "Manuel
Belgrano", de la Ciudad de Santiago del Estero. Rindió en carácter de libre los
grados quinto y sexto lo que le permite ingresar al Colegio Nacional de su suelo
natal a la edad de doce años.

Dr. Ramón Carrillo - La
guerra psicológica (1950) |
En 1922, a los 16 años, publicó una monografía histórica, "Juan Felipe Ibarra:
su vida y su tiempo", con la que ganó una medalla de oro, premio instituido por
las "Damas Patricias" de su provincia; poco después presentó otro trabajo,
"Glosa de los servidores humildes", en el que deja ya sentado precedentes sobre
la necesidad de protección de la vejez.
En 1923, a los diecisiete años, egresa como Bachiller con medalla de oro.
En 1924, con sólo 17 años, comienza a cursar estudios en la Facultad de Medicina
de Buenos Aires.
En 1927 obtuvo, por concurso de calificaciones, el cargo de Practicante Externo
del Hospital de Clínicas y, casi al mismo tiempo, comenzó sus tareas como
redactor de las Revistas del "Círculo Médico Argentino" y del "Centro de
Estudiantes".
Conoce al Doctor Manuel Balado, importante neurocirujano argentino con formación
en los Estados Unidos, y realizan, conjuntamente, trabajos científicos que
fueron calificados como los primeros publicados en serie y de una alta calidad
en los métodos investigativos.
A los 22 años de edad recibe su título de Médico.
En 1930, en virtud de sus altas calificaciones y por la calidad de sus trabajos,
ganó la "Beca de la Universidad de Buenos Aires", que consistía en tres años de
perfeccionamiento en Europa.
Eligió capacitarse en Holanda,
Francia y Alemania. Europa, que le sirve para aumentar sus conocimientos
médicos, le permite presenciar los profundos cambios políticos que se estaban
produciendo (1930 - 1933).
"En octubre de 1932, Carrillo representó a la Argentina en el Primer Congreso de
Neurología, en Berna, Suiza, siendo el participante más joven y uno de los más
activos".
Regresa al país en 1933 y los
doctores Arce y Balado "le confiaron de inmediato la organización del
Laboratorio de Neuropatología del Instituto de Clínica Quirúrgica, lo que pudo
ejecutar dividiendo su tiempo entre la neurocirugía a la mañana y el laboratorio
a la tarde". Durante ocho años, y sin consultorio privado, se dedicó "tiempo
completo" a esta actividad.
"Es decir que durante todos esos años, posteriores a su graduación, se dedicó
exclusivamente a la investigación y estudio de las materias básicas de su
especialidad y a la elaboración de numerosos trabajos científicos, de la misma
orientación, manteniendo estrecha relación e intercambios de informaciones
profesionales con los investigadores de la Escuela Neurobiológica Argentina en
el Hospital de Alienadas y el Hospicio de las Mercedes, luego Hospitales Moyano
y Borda".
Cuando regresa al país es también el año del pleno apogeo de la Década Infame,
"donde puede vivenciar el sistemático saqueo y destrucción que sufre su patria,
en un período caracterizado por la profunda decadencia moral de la dirigencia,
donde se impone la corrupción, el negociado, la enajenación del patrimonio
nacional y el empobrecimiento de una gran mayoría poblacional".
Adhiere entonces al llamado pensamiento nacional que tiene verdadero auge en
esos tiempos. Su grupo más representativo, F.O.R.J.A. es fundado el 29 de junio
de 1935 en un sótano ubicado en la Avenida Corrientes 1778 de la Capital Federal
y entre los socios fundadores estaban Arturo Jauretche, Juan B. Fleitas, Manuel
Ortiz Pereyra, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Atilio García Mellid, Jorge
del Río, Raúl Scalabrini Ortíz y Homero Manzi, entre otros. Carrillo se vincula,
justamente, con éste último, coterráneo y condiscípulo en la infancia, y así
complementa su educación científica con las ideas políticas y culturales que
éstos propugnaban.
"Vive la bohemia literaria y filosófica de los cafetines de Buenos Aires". Leía
a José Pedroni, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones; se relacionó también con
Armando y Enrique Santos Discépolo; y manifestó una definida inclinación por la
pintura argentina, iniciando la formación de una importante pinacoteca.
Queda claro que abrevó políticamente en el nacionalismo de esa época y advirtió
que éramos "un país cultural, mental y económicamente colonizado", y tomando
conciencia de que se hallaban dispersas las fuerzas capaces de modificar esa
situación.
En 1937 recibe el Premio Nacional de Ciencias. Y en 1939 se hace cargo del
Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central.
Este cargo le permite conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del
país. Al tomar contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio
militar, procedentes de todo el país puede comprobar que prevalecen enfermedades
vinculadas con la pobreza, sobre todo en aquellos de provincias postergadas.
Lleva a cabo estudios estadísticos que dan un resultado casi escalofriante: el
país sólo contaba con el 45% de las camas necesarias y distribuidas de manera
desigual. En algunas regiones las camas por cada mil habitantes eran del cero
por ciento.
"Los hospitales gratuitos del Estado o de las sociedades de beneficencia se
desenvolvían en condiciones precarias, por falta de personal, alimentación,
medicamentos e instrumental. Las zonas rurales estaban totalmente desprotegidas…
Los centros hospitalarios conservaban el espíritu de caridad que las sociedades
de beneficencia le habían impreso desde el siglo anterior, muy alejado, más allá
de sus buenas intenciones, del carácter de servicio público que debían tener".
Ramón Carrillo ha sido premeditadamente olvidado, hasta ahora, de los anales de
la Salud Pública, de la medicina sanitaria, de la lucha contra las enfermedades
endémicas y de una medicina organizada e integrada. De un plan de salud para
todo el país.
Carrillo
accedió en 1941 como Profesor adjunto en la cátedra de Neurocirugía, y en 1942,
al morir el profesor Manuel Balado, Titular de dicha Cátedra, se presenta a
concurso para reemplazarlo, con un bagaje de antecedentes y trabajos que
conformaban una acabada demostración de su talento. Realizó un interinato de
unos meses y luego recibió la confirmación, a los 35 años de edad.
En su conferencia inaugural sostuvo que la formación del neurocirujano debía ser
estricta y muy cuidadosa, puesto que se requería del profesional que abrazara
esa especialidad una extraordinaria capacidad técnica, salud física, gran
entrenamiento intelectual y vastos conocimientos adquiridos metódicamente. Debía
tener además el espíritu abierto a todos los vientos, "amasado el corazón"; no
gritar, como el Mefistófeles de Goethe, "Nada sé decir del sol y de los mundos;
sólo miro cómo sufren los hombres".
"No señores", decía Ramón Carrillo en aquel primer contacto con sus alumnos,
"debemos abrir nuestros brazos al mundo y dirigir los ojos al sol. Debe ser el
neurocirujano un hombre capaz de ocultar su triste destino al que ya no espera
nada, manteniéndole el último destello de una ilusión. Cualquier espíritu noble
estará con Santo Tomás: es preferible un sentimiento que consuela a una verdad
que ilumina".
Y concluye: "Vosotros, desinteresados en las contiendas, limpios de los estigmas
de las ambiciones, caeréis con sorpresa en las encrucijadas; el tiempo os
despeñará del mundo de los sueños a los ásperos caminos de la vida. Entonces los
más nobles sentimientos se pervierten en el vaso impuro del corazón humano si un
ideal altruista y de trabajo no lo embalsama, purificándolo del mal de las
codicias y de la convicción materialista de que la vida es botín legítimo del
más fuerte".
La segunda guerra mundial había dividido al país en "neutralistas" y
"rupturistas".
Carrillo era neutralista coincidiendo con los argumentos de F.O.R.J.A., en el
sentido que la guerra mundial era un problema entre países imperialistas, en el
que Argentina no debía participar. Por esta razón fue tildado de "pro-nazi".
Desde la Universidad, Carrillo venía apoyando al gobierno desde 1944, y por esos
tiempos conoce en el Hospital Militar al Coronel Juan Domingo Perón, con quién
mantiene innumerables conversaciones sobre la problemática nacional y en
particular sobre la carencia de planes y servicios de salud para los más
necesitados.
A principios de 1945 la Escuela de Medicina designa a Carrillo representante
ante el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires.
En dicho cargo y apoyado por nacionalistas y forjistas, resiste presiones, lucha
contra imposiciones arbitrarias, habla incansablemente con profesores y grupos
de estudiantes para esclarecerlos sobre el problema argentino, pero logra
escasos resultados. La inteligentzia no le escucha.
Carrillo se aproxima cada vez más a la línea de F.O.R.J.A.; lee a Scalabrini
Ortíz y siente que el movimiento que se está formando alrededor del Coronel
Perón constituye la base ideológica de una fuerza de características nacionales.
Fue el creador, organizador y primer Presidente de la Escuela de Postgraduados
en la Facultad de Medicina, con orientación hacia la medicina social y
preventiva.
Fue fundador de la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina, publicó 140
monografías sobre temas vinculados a la neurología, psiquiatría, histología y
patología del sistema nervioso, con especial referencia a la neurocirugía y a la
historia de la medicina.
Así mismo intuía que las legiones de "cabecitas negras" que arribaban a Buenos
Aires eran adelantados del tiempo nuevo y que su acción, desde las fábricas,
alcanzaría los objetivos que las armas no consiguieron.
El 17 de Octubre de 1945, Carrillo, que era Jefe del Servicio de Neurocirugía
del Hospital Militar, dispone que se reserve una habitación para Perón, ya que
éste sería trasladado desde la isla Martín García.
Allí se produce, entre ambos (Perón y Carrillo), una simbiosis que significaría
el germen de la Revolución Sanitaria más importante que conoció nuestro país.
Después de las elecciones del 24 de Febrero de 1946 el Doctor Carrillo pasó a
ocupar un lugar importantísimo en la estructura del naciente peronismo. El 23 de
mayo de ese mismo año, en acuerdo general de ministros, se crea la Secretaría de
Salud Pública, con rango de Ministerio (pasaría a ser Ministerio con la Reforma
Constitucional de 1949).

El 29 de mayo, mediante un Decreto del Poder Ejecutivo, el Profesor Doctor Ramón
Carrillo fue designado Secretario de Salud Pública, cargo que asumiría el día 4
de junio de 1946 cuando el General Juan D. Perón se hizo cargo de la
presidencia, y que conservaría hasta el 16 de Junio de 1954.
Al iniciar sus funciones, el Doctor Carrillo se encontró con una gran
desorganización, con instalaciones sanitarias inadecuadas, y con falta de camas,
de equipamiento médico, de insumos y de personal capacitado. Esto fue lo que lo
motivó a comenzar a trabajar en una serie de cambios representados en tres
puntos que el mismo Perón enunciaría:
1. Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.
2. No puede haber política sanitaria sin política social.
3. De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al
pueblo por los medios adecuados.
Carrillo marcó un interés especial en áreas que el Estado no había profundizado
hasta entonces: la medicina preventiva, la medicina social y la atención
materno-infantil.
Elaboró un plan de más de cuatro mil páginas, llamado "Plan Analítico de Salud
Pública", en el que quedaba previsto hasta el más mínimo de los detalles. Todos
los puntos del funcionamiento hospitalario estaban contemplados en este plan:
cada empleado debería atender su función específica y todos ellos eran
importantes por igual. El cuerpo médico dependía de que las áreas de
mantenimiento, intendencia, lavandería, ropería, administrativa, contable,
compras y personal cumplieran acabadamente con sus funciones.
También otorgó a la arquitectura hospitalaria una relevancia que no había tenido
hasta entonces y promovió la construcción de centros de salud espaciosos,
luminosos y funcionales. Incluso alentó la creación de una cátedra de
Arquitectura Hospitalaria, así como la organización de cursos de instrumentación
quirúrgica, enfermería, administración hospitalaria, hemoterapia, radiología,
anestesiología, alimentación y muchos otros.
Como parte de su estrategia para mejorar la estructura sanitaria, Carrillo
dividió el país en zonas sanitarias y planificó para cada una de ellas la
atención especifica de sus problemas, procurando lo que denominó "centralización
normativa y descentralización ejecutiva", es decir que todos en la órbita de la
Secretaría de Salud se regirían con las mismas normas y criterios, pero las
decisiones y la atención directa quedaban bajo la responsabilidad de cada uno de
los centros de salud, aun en el caso de los más pequeños.
Como ejemplo del buen funcionamiento de su estrategia puede mencionarse la
llegada de la vacunación antivariólica y antidiftérica hasta los pueblos más
aislados y distantes.
Su estrategia de planificación se vio potenciada por la acción de la "Fundación
Eva Perón".
Sostenía Ramón Carrillo que "Los problemas de la medicina como rama del Estado
no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una
política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una
economía organizada en beneficio de la mayoría".


Imágenes: gentileza Fundación Ramón Carrillo
Prof. Lic. Teresita Carrillo, presidente.
Prof. María Cristina Carrillo, vicepresidente
French 3036, Buenos Aires (1425), República Argentina
Tel.: (54 11) 4826-5715 | Tel./Fax: *(54 11) 4306-7314
fundacion.ramoncarrillo@gmail.com
|
En su mensaje al Congreso Nacional
el 19 de octubre de 1946, el Presidente Perón presentó los lineamientos del Plan
del Poder Ejecutivo sobre Realizaciones e Inversiones para el Quinquenio
1947-1951.
De ahí en más, se le conocería como "Primer Plan Quinquenal".
Dijo su inspirador el General Perón: "Aspiramos a una liberación absoluta de
todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las
finanzas foráneas".
Agregando: "Para aumentar otras conquistas sociales, necesitamos aumentar la
riqueza y aumentar el trabajo. Nuestro plan considera en esta segunda etapa,
multiplicar la riqueza y repartirla convenientemente; y con ello las nuevas
conquistas sociales han de salir fecundamente de nuestro propio trabajo, sin
perjudicar a nadie.
Sin bases económicas no puede haber bienestar social, es necesario crear esas
bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo
económico dentro de la Nación y a eso también tiende nuestro Plan.
Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro, mediante una buena
industrialización, es decir enriqueciendo la producción por la industria;
distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de
nuestras poblaciones hambrientas, que son la mitad del país; cerrar ese ciclo
con una conveniente distribución y comercialización de esa riqueza; y cuando el
ciclo de la producción, industrialización, comer-cialización y consumo se haya
cerrado, no tendremos necesidad de mendigar mercados extranjeros, porque
tendremos el mercado dentro del país y habremos solucionado con ello una de las
cuestiones más importantes: la estabilidad social, porque el hambre es muy mala
consejera de las masas... nosotros queremos dar al país una gran riqueza, pero
consolidada por un perfecto equilibrio social.
Queremos que en la extracción, elaboración y comercialización de esa riqueza, el
capital y trabajo, sean asociados, colaboradores y no fuerzas en pugna, porque
la lucha destruye valores; sólo la colaboración, la buena voluntad y la
cooperación son las fuerzas capaces de construir valores y de aumentar
riquezas".
Y consecuentemente se dispone una inversión en Acción Social del orden del 7,5
por ciento y de un 9,4 en Salud Pública.
La cantidad de nuevas camas proyectadas para esta etapa es de 80 mil, como así
hospitales, salas de primeros auxilios y erradicación de enfermedades endémicas.
Debemos hacer un paréntesis para introducirnos en la evolución de los sistemas
de salud.
En el mundo y durante muchos siglos, el rol de los hospitales no estuvo
asociado, justamente, a la atención de salud.
Antes del siglo XVIII el hospital era esencialmente una institución de
asistencia a los pobres y a la vez, una institución de exclusión; por aquellos
tiempos el hospital y la medicina eran campos independientes.
El carácter asistencialista y de segregación de pobres, dementes, mutilados y
prostitutas procedía de la antigüedad y estaba presente en los templos de
Asklepios de Grecia y en los Valetudinarios del Imperio Romano, (ambos lugares
éstos en donde la tradición atribuyó al médico el rol de sacerdote) y en los
asilos y hospitales a cargo de congregaciones religiosas durante la Edad Media y
el Renacimiento, dando origen así a que se cristalizara el origen divino de la
medicina occidental.
Ya entrado el siglo XVIII, las transformaciones económicas y sociales fueron
modificando las funciones hospitalarias. Al decir de Foucault, la
"medicalización" de los hospitales se fue manifestando en su localización y en
la distribución interna del espacio, en la institucionalización de la presencia
médica y en la organización de registros permanentes.
Así el médico asumió la responsabilidad de la organización hospitalaria, a la
vez que se conformaron colecciones de documentos, pasando a ser un lugar de cura
y de adquisición de conocimientos.
En el siglo XIX, la aparición de hospitales públicos convirtió lo que había sido
un servicio domiciliario en otro en el que primaban nuevas funciones que, al
mismo tiempo, se vieron impulsadas por el progreso de la ciencia médica y por
las nuevas ideas que se difundían tales como la ideología liberal de la
Revolución Francesa, la Social de 1848 y la aparición del Socialismo.
La ampliación de las competencias del Estado democrático moderno y la aparición
de las democracias sociales durante el siglo XX, consolidaron las funciones del
hospital como centro de atención médica cada vez más complejo y al servicio de
capas de población cada vez más extensas.
"Los nuevos roles externos de las instituciones de salud se acompañaron de una
paulatina redefinición interna: el saber médico, potenciado por el auge de las
ciencias biológicas y exactas y por el desarrollo de la tecnología, se afianzó
como eje del modelo de atención considerado como ideal, con un fuerte predominio
de la acción curativa, y con un abandono de los aspectos psicológicos y sociales
del proceso salud-enfermedad".
El modelo de atención se vio incentivado luego de la Segunda Guerra Mundial por
los grandes intereses económicos que se desarrollaron en el sector.
En Argentina, durante la época colonial, los establecimientos públicos mostraban
las clásicas características de albergues para indigentes con escasa o nula
actividad de atención de la salud.
La creación del Protomedicato dispuesta por el Virrey Juan José de Vértiz en
1779, dependiente del de Lima, (se inaugura el 17 de agosto de 1780 en una
audiencia en la cual el primer Protomédico, doctor Miguel Gorman, dio una
alocución en latín) fue la primera acción que, entre otros fines, procuró
regular la actividad de los hospitales e introducir el conocimiento médico en
los mismos.
El Protomedicato era una vieja institución española cuyos orígenes se remontan
al Medioevo.
Varios años después de su creación, el Protomedicato de Buenos Aires incorporó a
sus funciones la tarea de formar médicos y cirujanos. Surgió así en 1799 la
Escuela de Medicina del Tribunal del Protomedicato de Buenos Aires, que inauguró
sus cursos alrededor de 1801.
"Durante los primeros años de la emancipación, los hospitales corrieron una
suerte azarosa, predominando la insuficiencia de recursos y la heterogeneidad de
su dependencia. La situación se mantuvo sin variantes hasta el último cuarto del
siglo XIX, en que dentro del modelo económico y social que se afianzó en el
país, se incrementaron los esfuerzos para convertir a los hospitales en reales
centros de atención médica. Pese a ello, persistió el criterio benéfico en su
funcionamiento".
Luego (puesto en funcionamiento operativo el "gobernar es poblar" de Juan
Bautista Alberdi) de la mano de la inmigración la tasa de población urbana de la
Argentina se elevó notablemente, de un 42,8% en 1895 a un 57,3% en 1914.
En el artículo "Beneficencia y Asistencia Social: la política manicomial en
Buenos Aires. 1880 - 1940" publicado en la "Revista Argentina de Clínica
Neuropsiquiátrica" (Año XI, volumen 9, Número 2, octubre de 2000), Marisa
Requiere señala que: "En el período que va desde 1880 a 1940 se plasmaron en
nuestro país una línea de ideas políticas, económicas y culturales que
modificaron las estrategias médico asistenciales.
El aparato sanitario y de higiene pública secular, fue modelado según los
cánones europeos, que se remontaban al intento de Rivadavia. Con el paso de los
años cambió la fundamentación filosófica asociada con la asistencia de los
carenciados y/o enfermos.
La ecuación beneficencia-caridad-filantropía apareció explícitamente en la obra
político asistencial, encargándose el Estado de marcar las pautas de la
beneficencia pública que deja de lado el marco privado que antes distinguía a la
salud".
Y agrega: "La asistencia pública fue uno de los medios más nítidos a través de
los cuales se podían solucionar los males de la sociedad: enfermedades
pestilentes, como la fiebre amarilla, tuberculosis y por supuesto la locura".
Así también, la Doctora Alicia Moreau de Justo, durante sus prácticas en el
Hospital de Clínicas comprobó que muchas enfermedades "tenían su origen en la
miseria que sufrían los trabajadores condenados por un régimen social injusto",
denunciando la situación de las mujeres destruidas por la prostitución y las
enfermedades. (ver "Cultura y Nación", de Osvaldo Vergara Bertiche, "Alicia
Moreau de Justo - combatiendo el dolor ajeno").
A contrapelo de toda esta situación de injusticia, con la llegada del primer
gobierno justicialista, la gestión del Doctor Ramón Carrillo desde la Secretaría
de Salud Pública constituyó un hito trascendente en el desarrollo de los
servicios públicos de salud.
Pretendía
que los hospitales no fueran casas de enfermedad sino casas de salud de acuerdo
con la nueva orientación de la medicina, la cual tiende a evitar que el sano se
enferme. Es durante su gestión que se desarrollaron las obras sociales.
El pensamiento científico práctico e intelectual de Ramón Carrillo puede
sintetizarse, además, en que "el Hospital debe ser un hogar y no una antesala de
la muerte", y "los servicios médicos constituyen un esencial derecho del hombre"
y por ello "junto a la historia clínica del enfermo se levanta la historia
social del hombre".
Sus intervenciones son precisas y profundas; sus mensajes son aleccionadores,
dice: "La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el
objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo".
"La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir
en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida".
Consecuentemente con este pensamiento, durante la gestión Carrillo, los trabajos
que se llevaron a cabo por intermedio de la Subsecretaría de Construcciones del
Ministerio de Salud, en forma conjunta con el Ministerio de Obras Públicas y por
la "Fundación Eva Perón", darían como resultado la creación de 4.229
establecimientos sanitarios de distinto rango, con 130.180 camas.
El 15 de marzo de 2006, en Sesiones Ordinarias de la Honorable Cámara de
Diputados de la Nación, se rinde homenaje a la memoria del Dr. Ramón Carrillo;
la representante por Santiago del Estero, Señora Marta Sylvia Velarde señala,
entre otras cosas, que: "Carrillo no vaciló, no titubeó y tampoco negoció. Se
dispuso a estructurar un sistema de salud que, si bien era para todos los
argentinos, beneficiaba fundamentalmente a los más necesitados. Existe un antes
y un después de Carrillo en la historia de la salud de la Argentina.
Antes, la salud de las plantas y de los animales era mucho más importante que la
de las personas. De hecho, existía una Dirección Nacional de Sanidad Animal y
Vegetal, dependiente del Ministerio de Agricultura de la Nación, mientras que la
salud de la gente era atendida por un Departamento Nacional de Higiene.
La lucha contra la garrapata era mucho más importante que la lucha contra la
tuberculosis, contra el paludismo y otras enfermedades endémicas del norte
argentino.
Debió llegar Ramón Carrillo en el año 1946 a la Secretaría de Salud de la
Nación, que tenía rango de Ministerio, para que se duplicaran las camas
hospitalarias y para que el sistema de salud comenzara a funcionar de una manera
diferente.
Con él, el presupuesto en salud se incrementó diez veces, y podemos decir que la
mortalidad infantil, que en 1945 era del 90 por mil, descendió a 56 por mil en
1954, mientras que la tuberculosis, que se llevaba 130 de cada mil argentinos en
1945, diez años después se llevaba 36 de cada mil.
Carrillo sabía que para poder perpetuarse, su obra debía quedar plasmada en una
legislación básica, tal como lo hizo. Se ocupó de toda una legislación que
tendía a la socialización de la medicina y a la semisocialización de la
farmacia. En su época apareció un listado de especialidades medicinales que se
vendían a precios populares. Él estaba convencido de que la salud no era el
botín legítimo del más fuerte.
Hay hombres que viven la historia y otros que la hacen. Ramón Carrillo
perteneció a esta última clase de hombres, a aquellos que hacen la historia.
Hizo el bien con fuerza, con obstinación, con voluntad reformadora de una
sociedad que lo necesitaba.
"Vivo en la mayor
pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar"

Así se expresaba Ramón carrillo en la última
carta enviada a su amigo, el periodista Segundo Ponzio Godoy:
“Mi querido Ponzio:
Yo no sé cuánto tiempo más voy a vivir, posiblemente poco, salvo un milagro.
También puedo quedar inutilizado y sólo vivir algo más. Ahora estoy con todas
mis facultades mentales claras y lúcidas y quiero nombrarte el albacea de mi
buen nombre y honor. Quiero que no dudes de mi honradez, pues puedes poner las
manos en el fuego por mí. He vivido galgueando y si examinas mi declaración de
bienes y mi presentación a la Comisión Investigadora, encontrarás la clave de
muchas cosas. Vos mismo intuiste con certeza lo que pasaba en mí y me ofreciste
unos pesos. Por pudor siempre oculté mis angustias económicas, pero nunca
recurrí a ningún procedimiento ilícito, que estaba a mi alcance y no lo hice por
congénita configuración moral y mental. Eran cosas que mi espíritu no podía
superar.
Ahora vivo en la mayor pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar, y
sobrevivo gracias a la caridad de un amigo. Por orgullo no puedo exhibir mi
miseria a nadie, ni a mi familia, pero sí a un hermano como vos, que quizás
(conociéndome) puedas comprenderme.
No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo, pero en todo
caso si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi gigantesco
esfuerzo donde dejé mi vida.
Esta obra debe ser reconocida y yo no puedo pasar a la historia como un
malversador y ladrón de nafta. Mis ex colaboradores conocen la verdad y la
severidad con que manejé las cosas dentro de un tremendo mundo de angustias e
infamias. Ellos pueden ayudarte.
Mi capacidad de trabajo está muy reducida; vivo como médico rural en una aldea.
Ahora de nuevo me quedé sin puesto, pues la Compañía donde actuaba levantó
campamento. A mí, poco a poco, se me han cerrado las puertas y no pasa un día
que no reciba un golpe. Poco a poco mi organismo ha comenzado a desintegrarse
definitivamente. He aceptado todo con la resignación que me es característica.
No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno,
buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino.
El tiempo y solo el implacable tiempo, dirá si tuve razón o no al escribirte
esta carta, ya que en el horizonte de mis afectos, no veo a nadie más capaz que
vos de tomar esta tarea cuando llegue el momento, que llegará, cuando las
pasiones encuentren su justo nivel.
Belém do Pará, 6 de septiembre de 1956.
Ramón

Casa histórica en Belém do Pará, Brasil. donde vivió el
último año de su vida y murió Ramón Carrillo.
Gentileza Fundación Ramón Carrillo
|
Abnegación, servicio, eficiencia y
honorabilidad son algunos de los vocablos que califican su obra".
Asimismo el Diputado por Santa Fe, Dr. Hermes Juan Binner manifiesta: "Nuestro
bloque adhiere a este justo homenaje que se está realizando a la figura del
Doctor Carrillo.
La historia de la salud pública cuenta con el Doctor Carrillo como uno de sus
mojones más importantes. Quienes hemos transitado por la salud pública sabemos
del valor del Dr. Ramón Carrillo en la formación y en el concepto integral de la
salud pública.
Vale rescatar su teoría del hospital; su concepción de la integración de lo
americano con lo hispánico; el concepto fundamental del hospital a partir de
módulos de complejidad de 30 camas, y la forma en la que se construían los
hospitales que salían del modelo apabellonado francés.
Era un hito extraordinario no sólo para la Argentina sino para el mundo, que
demostraba que aquí se estaba llevando adelante una política edilicia que servía
precisamente a ese nuevo modelo de salud que se estaba desarrollando.
Por lo tanto, adherimos fervientemente a este homenaje y desearíamos que se
reimpriman las obras completas de Ramón Carrillo que en su momento publicó la
editorial Eudeba. Sería muy importante contar con una nueva versión de estas
obras fundamentales para el entendimiento de la salud pública de nuestro país.
El Doctor Carrillo figura dentro de los grandes de la salud pública que ha
tenido nuestro país, como Juan B. Justo, que introdujo la asepsia; Domingo
Cabred, impulsor de los hospitales de principios del Siglo XX al igual que Ramón
Carrillo y Arturo Oñativia, que tuvo una política de medicamentos destinada
fundamentalmente a creer en el país, en la Nación y en los argentinos y a creer
que realmente es imprescindible formular una propuesta de salud que nos integre
a todos en igualdad de calidad y de condiciones".
Domingo Cabred, Médico Psiquiatra, (1859 - 1929) fue uno de los grandes médicos
alienistas (psiquiatras) que tuvo nuestro país, y el creador de una manera de
tratar a los enfermos mentales radicalmente distinta a las convencionales en su
época.
Juan Bautista Justo, (1865 - 1928) fue un destacado cirujano. Gran investigador
e innovador, introdujo en nuestro país las prácticas antisépticas en las
operaciones quirúrgicas.
"Hubo una época en mi vida, en que pasaba el día en el hospital con los
enfermos, los lisiados, los inválidos, las víctimas variadas de la miseria, de
la explotación. ¿Valía la pena empeñarse tanto en conservar esas vidas,
fatalmente condenadas a un vil sufrimiento? Gradualmente comprendí que había
mucho de estéril e indigno en mi tarea, que aquello tenía algo de fanático y
unilateral. ¿No era más humano ocuparse de evitar en lo posible tanto
sufrimiento y tanta degradación?. Y encontré en el movimiento obrero el ambiente
propicio a mis nuevas y fervientes aspiraciones"; y con este estímulo y sus
convicciones, fundó, junto a un grupo de compañeros de ideas, el periódico
socialista La Vanguardia, y en 1896, también bajo su inspiración, el Partido
Socialista.
Arturo Oñativia (1914 - 1983) era de personalidad multifacética. No sólo se
destacó como médico, docente e investigador, sino también como político. Fue
capaz de generar y gestionar, a través de la función pública, obras
trascendentes de enorme envergadura y beneficio para la sociedad argentina. Fue
un hombre que comprendió que el "bien común" es una causa por la que vale la
pena luchar aunque se corra el riesgo de perderlo todo.
En 1963, durante el gobierno del Doctor Arturo Illia, fue convocado para ejercer
el cargo de Ministro de Salud Pública. Desde ese lugar, Oñativia impulsó toda
una serie de iniciativas fundamentales como la ley de "Reforma del Sistema
Hospitalario Nacional" y de "Hospitales de la Comunidad", amén de la creación
del "Servicio Nacional de Agua Potable", que garantizaba la provisión de la
misma a las comunidades rurales.
Asimismo, fue de importancia estratégica la Ley de Medicamentos, conocida como
Ley Oñativia, que le daba al medicamento un carácter de "Bien Social" al
servicio de la Salud Pública y de la Sociedad. Esta ley, promulgada en 1966,
reglamentaba un estricto control técnico de las drogas sujetas a la
experimentación humana, además del control de precios, según la demanda de las
mismas e inmediatamente derogada por el des-Gobierno usurpador de Onganía en el
mismo año.
Ramón Carrillo, pertenece, sin dudas, a ese conjunto de eméritos hombres de
ciencia comprometidos con lo social y lo político. Erradicó, en sólo dos años,
enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas. Hizo
desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el
índice de mortalidad por tuberculosis y terminó con epidemias como el tifus y la
brucelosis.
La acción de Carrillo es de indudable valor en el proceso de transformación de
la realidad sanitaria de la época, pero también el legado más importante que ha
dejado fueron sus ideas, principios y fundamentos que acompañaron este accionar
Tanto para ayer, pero sirviendo, fundamentalmente, para la actualidad, decía:
"La caridad es una virtud cristiana admirable, pero no puede ser la base de una
doctrina para el gobierno de la salud pública".
Pero también existe en Carrillo un elevado concepto de la lealtad en su práctica
militante.
Señala en "A mediodía anocheció": "Allá en la tierra santiagueña, en el viejo
cementerio entre unas piedras dispersas se encontró hace tiempo una lápida con
esta inscripción: Chaupi Punchaupi Tutayara. Según la leyenda, tales palabras se
grabaron en la tumba de un príncipe hijo del sol, muerto en plena juventud,
mereciendo en grado sumo el cariño de sus súbditos: la inscripción quiere decir
sencillamente: A mediodía anocheció.
Acabo de recordar la frase ahora, el corazón oprimido por la angustia ante el
destino de Eva Perón. Destino misterioso y profundo el de esta mujer que entró
en la inmortalidad como una princesa del sol. El mediodía es la plenitud del
día. Sol alto y esplendoroso derramando su fuerza creadora, haciendo brotar de
las entrañas de la tierra el máximo de las potencias que en ella se encierra.
Así Eva Perón, asciende en breves años hasta el ápice de su mediodía y con
cariño inconmensurable por la humanidad doliente de su patria y más allá de la
patria derrama el conjunto increíble de sus obras y acciones, todas ellas
enderezadas al mismo fin: La felicidad de los más humildes, de los más
olvidados, de los más desgraciados; también a su conjuro, mediante su fuerza sin
límites físicos, aquilatado por un sufrimiento tremendo, Eva Perón transforma al
lado de su Líder y el nuestro, la fisonomía y la esencia del pueblo argentino.
Los niños, los ancianos, las mujeres, los obreros, los enfermos de la carne y el
alma, los rebeldes, los sin paz interior, los escépticos, los desesperanzados,
los señalados por los aciagos signos del infortunio, reciben el amor de Eva
Perón hecho creaciones que perdurarán mientras perdure la vida de los pueblos.
Transcurrirá tal vez mucho tiempo para valorar las gigantescas y universales
dimensiones del espíritu de Eva Perón que ahora la contemplamos sólo como un
hecho nacional e histórico.
Quienes hemos tenido el honor de trabajar cerca de ella sabemos que era
imposible substraerse al influjo inextinguible de Eva Perón, a su singularísima
captación de las necesidades del pueblo, las permanentes y las circunstanciales,
a su magnético dinamismo, a su fortaleza realizadora. Subía su vida, como el sol
a mediodía.
Y ahora también comprendemos por qué para ella no hubo pausa en la lucha, ni
reposo alguno, ni baladí entretenimiento, ni un paso atrás ante los obstáculos
de la incomprensión, de la mala fe, y hasta de la hostilidad que surgían ante
ella, como surgen siempre ante los visionarios porque su personalidad evade el
orden común.
Su fiebre de amor por el pueblo era contagiosa; emanaba de ella y transcurría
por todos los canales de la vida argentina, haciendo surgir de la nada, esas
realidades que se llaman Fundación Eva Perón. Ciudades Infantiles,
Hogares-Escuelas, Ciudades Estudiantiles, Hogares de Tránsito, Hogares de
Ancianos, Policlínicos, Escuela de Enfermeras y también la ayuda oportuna al
sumergido para dignificarlo; la participación femenina en la vida política,
social y gremial de la Nación incluso económica con su plan agrario, todo en
fin, lo que recibe hoy en beneficio el pueblo de la patria; este pueblo que
antes jamás, entregó a nadie su corazón y que ahora lo ha encerrado en un solo
nombre: Evita.
Y al mediodía anocheció. Belleza, juventud, satisfacciones, descanso, todo
ofrendó Eva Perón en aras de su amor por el pueblo, generado en su amor al
Líder, compañero, guía y esposo. Sobre ella anocheció. Pero la hermosura del
destino de Eva Perón, es la hermosura del bien.
Y lo impresionante de esta noche humana que nos atribula a todos los argentinos
como la pérdida de algo propio, se compensa apenas con el convencimiento
absoluto de que, hoy, mañana y siempre, Eva Perón vivirá en el amor de los
humildes que son los elegidos de Dios y por eso Dios la recibirá en su seno
entre el canto de los ángeles".
Esta conducta (Lealtad) la tenía tan arraigada que constituía una norma clave en
su pensamiento y sobre el particular decía:
"La Lealtad es cosa de la que todo el mundo habla y muy pocos la practican, por
la sencilla razón de que no es una posición espiritual al alcance de todo el
mundo, ni todo el mundo está preparado para ser leal.
La Lealtad es virtud en unos e instinto en otros, pero es patrimonio
generalmente de un grupo de hombres que la poseen de nacimiento, congénitamente.
Son leales como son brutos, porque nacieron así.
En todos los demás la Lealtad es una virtud que exige sacrificio, riesgo,
valentía, preocupación y cuesta, además, mucho trabajo. Si existe en un hombre
inteligente es un fenómeno no congénito sino adquirido por una maduración larga
y penosa; por maduración natural de los sentimientos inherentes a una cultura.
Se requiere saber mucho, y conocer muchas cosas para ser leal; dentro del grupo
de hombres inteligentes es donde cuesta más esfuerzo.
La Lealtad se encuentra sólo en dos extremos: entre los muy brutos, pero bien
brutos; y entre los inteligentes, pero muy inteligentes.
La lealtad se consigna como símbolo principal en el escudo de los Carrillo, en
los ex Ruíz Díaz, hermanos gemelos, que lucharon espalda contra espalda
defendiendo a su Dios y a su Rey. De donde tenían el apodo de Carrillos, muy
digno de un restaurante, no obstante lo cual fueron incorporados a los nobles de
España, tal vez porque además de su lealtad eran pantagruélicos comilones, tipo
Edad Media.
La Lealtad está simbolizada por el galgo con una cadena al cuello, atado a una
torre. La torre simboliza al poder del Estado, del Ejército y del Pueblo, con
quienes se comprometió a proteger sus derechos y estar alerta frente a la puerta
del Rey.
La Lealtad es una resultante de las virtudes del hombre, como son:
La Solidaridad: con los humildes y desgraciados; y con todos aquellos a quienes
les brinda su amistad, simpatía o afecto.
La Tolerancia: para saber perdonar al jefe, al amigo o al subordinado sus
pequeños errores y defectos humanos, propios de la imperfección.
La Verdad: o sea la aptitud para sabérsela decir al amigo, al jefe o al
subordinado, y decirle con la prudencia del sabio, la persuasión del maestro, la
energía del hombre; pero decirla, si es que de su conocimiento el amigo puede
escapar de la traición y la felonía.
El Conocimiento: para extraer todo
aquello, que permite saber, porque se es leal a una persona o a un ideal o a su
patria. Con las personas hay que ser sólo consecuentes, pero hay que ser leal a
lo que ellos representan o simbolizan.
La Libertad: porque sólo siendo independientes (y dotados de valor) se puede
afrontar las consecuencias angustiosas que tarde o temprano acarrea la Lealtad.
Sólo en la libertad se es leal sin titubeos, rápido como el galgo, no
reconociendo otra contención que la cadena de la torre famosa de los Carrillo.
El Amor: porque el amor no se conquista, ni se retiene sin lealtad, que a su vez
no es más que una forma superior del amor, lo que no está al alcance de
cualquier desgraciado.
La Fe: la fe implica la confianza, porque sólo se es leal a aquello en que se
confía ciegamente".
Los mentores post-postmodernistas, cuyas apreciaciones y sentencias fueron
aniquiladas por la realidad, que auguraban el fin de la historia, la muerte de
las ideologías y la inutilidad de las utopías, pueden encontrar en Ramón
Carrillo respuestas contundentes; y todos los demás podemos reafirmar
convicciones al leer: "La utopía es pensar y anhelar algo que parece imposible,
algo digno de la condición de los hombres. Ponerse a trabajar, marginalmente en
la utopía, pero tomando las precauciones para que nunca se cumplan del todo.
Esto sería una fuente de estímulos mentales.
Toda utopía si se realizara íntegramente nos haría unos pobres desgraciados. Ser
utopistas pero sin la convicción de que todo se pueda conseguir.
De los utopistas sociales surgió la organización de los hombres y esto que
llamamos civilización; de los viejos utopistas astrólogos nació la astronomía;
de los alquimistas la química moderna, del movimiento continuo la física
moderna; de los espiritistas, la psicología y la metapsíquica; de la cuadratura
del círculo las geometrías no euclidianas; de la numerología y la cábala, las
matemáticas superiores.
Felizmente, ni los astrólogos dieron con la predicción de los acontecimientos,
ni los alquimistas dieron con la piedra filosofal, ni los locos del movimiento
continuo lo pudieron producir, ni los espiritistas se comunicaron con los
muertos, ni se encontró la fórmula de la cuadratura del círculo, ni la cábala
modificó el mundo. Hasta los magos negros y blancos descubrieron la intuición.
En cambio las utopías de Julio Verne se cumplieron y aquí estamos, enfrentando
la guerra con esas cosas que él soñó con fines menos cataclísmicos.
Felizmente, hasta ahora las utopías políticas de organizar al hombre sobre la
base de la razón y la sabiduría han fracasado, desde Platón hasta Thomás Moro.
Moraleja: Tener utopías es una cosa práctica siempre que no se cumplan, porque
si se cumplen o se las toman en serio cometeremos los peores crímenes".
Cuando toda una sociedad clama y reclama honradez y transparencia, Carrillo nos
refresca el concepto, ya que para él es un "Tema del cual hablan todos los
padres a los hijos y todos los gobernantes a sus administrados y
administradores. Pero el hecho es que la honradez se suele mantener inmaculada
según el precio que se ofrezca para comprarla. Los venales son baratos; los
honrados caros, pero para llegar a estos se requieren muchos intermediarios y,
entonces, el pobre honrado al fin de cuentas cobra como venal. No es negocio ser
venal ni honrado vulnerable.
El
verdadero hombre honrado, fuerte y firme, es una bomba atómica que explota en
manos de los forjadores de tentaciones, inspiradas por el Diablo, personaje
olvidado y que ustedes deben recordar que existe para poder amar a Dios y a la
Humanidad con sus miserias y grandezas".
Y agrega: "La honradez no es más que una forma parcial de la Lealtad.
Se es honrado, porque antes se aprendió a ser leal; la lealtad origina la
honradez humanizada e inteligente, y no la honradez estúpida y mojigata de los
libros de moralina.
Hay que ser honrado y comprender que otros no pueden serlo, sin humillarlos y
difamarlos por eso. Enseñarles y evitar que sigan la labor fácil y no crear
condiciones de organización que estimulen la deshonestidad.
Muchos son deshonestos porque la oportunidad y la tentación se les brindan todos
los días. Sólo en último extremo castigar a los deshonestos. Pero entonces, sí:
castigarlos con toda la fuerza y el poder disponible.
Mucha gente roba un pan; esa persona no es deshonesta ni un delincuente... Es un
hombre".
Y en lo específico de su condición de médico-sanitarista-funcionario-político,
manifiesta que:
"Mientras los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como
una unidad biológica, psicológica y social, seremos simples zapateros remendones
de la personalidad humana.
Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia,
un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen,
a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así
humanizaremos la medicina".
Agregando, "En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas
por índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en
él a su necesidad, no a su dignidad".
"Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud. De nada sirven
las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los
medios adecuados".
"La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo
principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo. La medicina no
sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y
tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida".
"A los fines de la Salud Pública, es más importante proporcionarle a la madre
los medios para que, una vez que tenga al hijo, pueda defenderse de las
contingencias posibles, o bien otorgar al padre los medios materiales para
atender al nuevo hijo".
El resumen de las obras más importantes entre 1946 y 1954 del Dr. Ramón Carrillo
nos da 141 nuevos hospitales, 60 Institutos de Especialización, 50 Centros
Materno-Infantiles, 16 escuelas técnicas, 23 Laboratorios e instituciones de
diagnóstico, 9 hogares-escuela, Centros Sanitarios y Centros de Salud en todas
las provincias; "campañas integrales" contra las endemias, logrando la
eliminación del paludismo, sífilis, tifus y tuberculosis entre otras.
Otro hombre de ciencia fue el Doctor Salvador Mazza (1886 - 1946), médico
sanitarista, que escribió la página más destacada de la historia de la lucha
contra el mal de Chagas, enfermedad, que actualmente afecta a 24 millones de
personas en Latinoamérica y provoca 45 mil muertes cada año, y que es causada
por un parásito que llega al ser humano a través de la "vinchuca", un insecto
que encuentra especiales condiciones para desarrollarse y multiplicarse en las
deficientes estructuras habitacionales de vastas regiones de América.
Al igual que las endemias combatidas por Carrillo, la enfermedad de Chagas es
una enfermedad producto de la situación socioeconómica vinculada a la pobreza y
al subdesarrollo.
En 1928 el Doctor Carlos Chagas, oriundo de Brasil y descubridor del mal, le
envía una carta al argentino Doctor Salvador Mazza, y en ella le señala: "Si
desea investigar esta enfermedad, tendrá todos los gobiernos en contra. A veces
pienso que más vale ocuparse de crustáceos y batracios que no despiertan la
alarma de nadie".
Mazza al instar a una mejor calidad de vida para el pueblo, chocó contra los
intereses creados: las autoridades provinciales tomaron como una locura el
pedido de agua potable y sanitarios considerándolo un enemigo.
La acción contra este mal, en tiempos de Carrillo, por la acción del gobierno
peronista, que durante el primer plan quinquenal (1946 - 1951) permitió la
construcción de 350 mil viviendas, y en el segundo plan quinquenal, hasta 1955,
de 150 mil más, acompañada de prácticas de asistencia preventiva, bajó
decididamente las cifras de afectados.
Por otra parte, la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos;
y el apoyo a los laboratorios nacionales, por medio de incentivos económicos,
hicieron que los remedios estuviesen disponibles para toda la población sin
tener que depender de la voluntad de los laboratorios extranjeros, que
preferían, hasta entonces, volcar sus productos en los mercados europeos.
También debemos recordar que fue Carrillo quien "a partir del apoyo que recibió
de Eva Perón ideó los Torneos Infantiles Evita, que además de promover el
deporte sirvieron en aquellos años para realizar el chequeo médico completo de
muchos niños y jóvenes".
"Tras la muerte de Evita - quien siempre lo acompañaba en la lucha por los
presupuestos de Salud - y enfrentado con otros miembros del Gabinete, renunció a
su cartera y el Presidente Perón lo envió a Estados Unidos".
El 15 de octubre de 1954 se embarca en la motonave "Evita" rumbo a Nueva York.
Allí da una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, al mismo tiempo
que visita varios laboratorios, pero comienza a enfrentar dificultades
económicas.
Con respecto a su progresiva enfermedad, en el país del norte se somete a un
intenso tratamiento con el cual logra algunas mejorías transitorias.
En ese país, con el derrocamiento de Perón, se convirtió en otro exiliado y
perseguido de la autodenominada Revolución Libertadora y, al no poder volver a
Argentina, fue empleado como médico por una empresa minera de Estados Unidos en
el Amazonas.
Decide enviar un telegrama al General Lonardi poniéndose a disposición del
gobierno de facto para ser investigado.
Carrillo no recibió respuesta, pero al tiempo se enteraría de la interdicción de
sus dos propiedades, el allanamiento de las mismas y el secuestro de cuadros y
libros bajo la acusación de "enriquecimiento sin causa".
En su defensa, la hermana de Carrillo se presenta ante la Junta Nacional de
Recuperación Patrimonial demostrando la legitimidad de los bienes.
Cuando venció su contrato igual permaneció en el nordeste de Brasil, en Belem do
Pará, ejerciendo como médico rural, atendiendo gratis en un hospital, hasta que
sufrió un accidente cerebrovascular que lo llevó a la muerte, el 20 de diciembre
de 1956, sumido en la total pobreza.
En 1972 sus restos fueron repatriados y enterrados en Santiago del Estero, como
él lo había pedido. Los periódicos ignoraron en su casi totalidad la penosa
noticia, o escuetamente publicaron una breve referencia.
Esta demora de 16 años se debió a que la dictadura de Aramburu y Rojas se opuso
a la repatriación de sus restos por "razones políticas".
En el aeroparque de Buenos Aires, entre los presentes para rendirle homenaje se
encontraba Don Arturo Jauretche.
A cien años de su nacimiento y a cincuenta de su muerte, se le rinde el homenaje
que merece.
El matutino porteño Clarín del 6 de marzo de 2006 señala que
"No hay Estado moderno si no responde adecuadamente a los nuevos lineamientos
que se gestan permanentemente desde la sociedad. Por ello rescatamos hoy la
figura de Ramón Carrillo como un apasionado hombre de ciencia al servicio de un
proyecto nacional, un defensor de la planificación intersectorial, un excelente
comunicador.
Un hombre que supo acudir al llamado de la historia para transformar contextos
de incertidumbre en escenarios plenos de realizaciones, mediante el ejercicio de
políticas de Estado".
Y el Presidente de la Nación, Dr. Néstor Carlos Kirchner, expresó:
"La reconstrucción de la tarea de la salud pública es un legado que nos dejó el
Dr. Ramón Carrillo, quien tuvo que morir en el exilio. Son cosas que le han
pasado a los grandes hombres y mujeres de este país habitualmente. Dios quiera
que nunca más se vuelvan a repetir este tipo de cosas, porque los hombres que
trascienden con sus ideas, que trascienden los sectores y que logran sintetizar
a las sociedades con valores que son absolutamente importantes deben tener el
reconocimiento de todos los argentinos".
Cabe, para el Doctor Ramón Carrillo, para su vida y su obra, pues lo retrata de
cuerpo entero, la erudita pluma de Sor Juana Inés de la Cruz, cuando dice:
"En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿en qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades".
Había expresado este lúcido hombre del campo nacional, militante contra las
injusticias, que "… no tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre
por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el
soplo divino".
Una conducta ejemplar, que debemos rescatarla, como símbolo para la
reconstrucción de la Nación y la humanización de la vida.
Su amigo Enrique Santos Discépolo, quizás le escribió a Carrillo, como a otros
tantos "malditos" de la historia argentina, aquello de que "Uno busca lleno de
esperanzas / el camino que los sueños / prometieron a sus ansias./ Sabe que la
lucha es cruel y es mucha, / pero lucha y se desangra / por la fe que lo
empecina".
El empecinamiento, la fe y la esperanza siempre estuvieron presentes en Ramón
Carrillo,y nunca sufrió en vida "la tortura de llorar su propia muerte", sino la
de los demás, a los que les dedicó su sapiencia y su hacer.
Hoy no es necesario preguntarse "¿por quién doblan las campanas?", doblan por
Fermín Chavez, que se nos fue en estos días y es el que nos enseñó esta
historia.
Doblan por Ramón Carrillo que honró la vida.
Reservados todos los derechos
En caso de utilizar todo o parte de la Conferencia se ruega mencionar la fuente.
*Osvaldo Vergara Bertiche. Nacido en
Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina, en 1942. Dirige, junto a
Olga Nora Mansilla, "Análisis Cuadernos de Divulgación" (Declarados de Interés
por la Municipalidad de Rosario - Decreto 11.083 del 30/11/1995), emprendimiento
cultural-educativo, editora de "Cultura y Nación" (colección de breviarios
Declarada de Interés por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de
Santa Fe), "Tangueando" y "Folcloreando", entre otras.
Fue docente del Instituto Politécnico Superior (Universidad Nacional de Rosario)
y de escuelas secundarias provinciales. Se desempeñó como funcionario de carrera
y funcionario político en la administración pública provincial y en el Honorable
Concejo Municipal de Rosario, respectivamente.
Es autor de trabajos literarios referidos a la vida y obra de Enrique Santos
Discépolo, Homero Manzi, Ramón Carrillo, Manuel Ugarte, Tita Merello y Alfredo
Le Pera, entre otras, cerca de 26, personalidades argentinas, y que forman parte
de la Colección "Cultura y Nación" Declarada de Interés por la Honorable Cámara
de Diputados de la provincia de Santa Fe.
Reconocido conferencista aborda temas referidos a "La Nueva Cultura", "Cultura e
Identidad" y "Deuda Externa Argentina". En la Sede de Gobierno de la Universidad
Nacional de Rosario desarrolló el tema "El Proceso de Desideologización y la
Aparición de Falsas Ideologías".
Participó del Congreso sobre "Políticas Culturales" organizado por la Sociedad
Argentina de Escritores (SADE), siendo "Coordinador y Miembro Informante" de la
Comisión "Identidad Cultural en Latinoamérica" (Rosario 2001).
En distintas instituciones ha dictado cursos sobre "Historia y Filosofía del
Tango".
Galardonado con la "Orden de La Chaveta" por la Sociedad Argentina de Artistas
Plásticos de Rosario y con la "Orden del Poeta" por la Peña La Herradura, por su
trayectoria en el campo educativo y cultural. Creador de la "Orden del Yunque" a
los Forjadores de la Identidad Nacional, Declarada de Interés por la
Municipalidad de Rosario.
RAFAEL OSCAR IELPI (Director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia de la
Municipalidad de Rosario) ha dicho: "Habiendo realizado en este Centro Cultural
distintos ciclos vinculados específicamente a la cultura popular por un lado (el
tango, el sainete, el teatro criollo, etcétera) y el análisis de la obra y
vigencia de creadores vinculados a la misma (Discépolo, Manzi, Scalabrini Ortíz,
Jauretche, etcétera) así como a temáticas sociales y políticas (la inmigración,
el grupo FORJA) hago llegar a Usted el aval, en la certeza de la seriedad
investigativa de su tarea y por su trayectoria en el campo cultural en nuestra
ciudad de Rosario".
cuadernosdivulgacion@hotmail.com
[Texto de la conferencia en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia de la
Municipalidad de Rosario el 30 de Agosto de 2006]
 Ramón
Carrillo (1906-1956), el gran sanitarista argentino
Acerca de cómo los tiranos
quieren ser dioses y no lo logran
Por Aldo Barberis Rusca
Cuentan los mitos que el peor castigo que los dioses podían infligir a un
hombre no era la muerte, o el suplicio eterno. El castigo que estaba reservado a
quien cometiera una falta en verdad grave era a no existir y, peor aún, a no
haber existido nunca. De esta forma el condenado era literalmente borrado del
futuro y también del pasado, es decir, la peor condena era el olvido.
La naturaleza misma de la pena hace inútil tratar de averiguar acerca de quienes
padecieron esta pena. Es más, tan solo indagar sobre si alguna vez fue aplicada
aparece como una pretensión estéril. Los dioses antiguos se mostraban
extremadamente responsables en la administración de su justicia.
La "Grecia Clásica" tenía en su justicia un castigo también superior a la
muerte. Si el olvido no era posible para los tribunales humanos, si lo era el
destierro.
En esos tiempos la dignidad de un hombre libre radicaba en su pertenencia a una
ciudad. El hombre es ciudadano. Los que no lo son, los esclavos, no llegan a la
plenitud humana. Aristóteles consideraba que un hombre que vive fuera de la
ciudad o es un animal o es un semidiós.
Como vemos el castigo en la antigüedad consistía en el olvido o en el destierro;
lo cual sin ser lo mismo, era igual. Ambos castigos significaban la perdida de
la condición humana: un hombre vivo habita la ciudad; muerto es recordado.
Desterrado u olvidado no es hombre.
A pesar de haber pasado varios miles de años algunos hombres han sufrido estos
mismos castigos, ambos (destierro y olvido) los han padecido ciertos hombres que
han cometido la más grande ofensa que se puede hacer a los dioses modernos: la
codicia, el egoísmo y la avaricia.
Ramón Carrillo habiendo nacido en el seno de una familia tradicional
santiagueña, había llegado a ser un neurocirujano reconocido en el mundo entero.
Formado en la Universidad de Buenos Aires se perfeccionó en Europa y regresó al
país para aplicar lo aprendido entre sus compatriotas.
Como neurocirujano fue creador de la radiografía contrastada, un método de
diagnóstico utilizado hasta nuestros días, y descubridor de estructuras
cerebrales que llevan su nombre. También llevó su ciencia a los más pobres,
conciente de que la salud es siempre un derecho y nunca un privilegio. Tal vez
esto sea lo que llevó a decir a cierto médico radical que Carrillo no era
neurocirujano sino "negro cirujano".
En la década del 30 participó de una envidiable mesa de café cuyos contertulios
eran Homero Manzi, Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche entre otros. De esta mesa
surgió la mítica agrupación FORJA.
El 17 de Octubre de 1945 lo encuentra como un partícipe fundamental de la
epopeya popular convenciendo a los médicos militares de un supuesto grave estado
de salud del entonces Coronel Perón. Las radiografías mostraban una pronunciada
infección pulmonar y una fecha casi 10 años anterior que supo ocultar.
La reimposición de Perón al frente de las carteras que ocupaba lo llevó a ser el
primer Secretario de Salud Pública con que contó la nación.
La Secretaría de Salud Pública fue una de las exigencias que puso Perón ya que
hasta el momento solo existía un departamento de higiene y los hospitales eran
manejados por la beneficencia o por las distintas colectividades de inmigrantes.
"Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería que
se ocupe de cuidar a las vacas y no haya un organismo de igual jerarquía para
cuidar la salud de la gente" le dijo Perón.
En el año ‘46, cuando se crea el Ministerio de Salud Pública, Carrillo asume
como ministro. Este cargo lo conservará hasta 1954. Es imposible enumerar la
cantidad de hospitales, salas y servicios que durante la administración de Ramón
Carrillo se crearon, fueron cientos y en todo el país (4.229 establecimientos
sanitarios con más de 130 mil camas). Solo cabe decir que Carrillo aparte de ser
una administrador de la política de salud, fue un teórico del hospital. De hecho
su libro "Teoría del Hospital" planta las bases del hospital moderno y es, hasta
hoy, bibliografía de las universidades de medicina del mundo.
Su gran logro sanitario fue la campaña contra el Paludismo, uno de los mayores
emprendimientos sanitarios realizados en el mundo hasta entonces, y el resultado
alcanzado fue espectacular: de 300 mil casos nuevos en 1946 a sólo 137 en 1950.
También redujo drásticamente las afecciones por enfermedades venéreas; el índice
de mortalidad por tuberculosis (de 130 por 100 mil a 36 por 100 mil); la
mortalidad infantil (de 90 por mil a 56 por mil) y terminó con epidemias como el
tifus y la brucelosis.
Otro de sus grandes logros, superando las presiones de las multinacionales, fue
la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos dedicada a
abastecer a todos los establecimientos públicos del país.
Pero Carrillo no hubiera podido hacer nada de lo que hizo de no haber contado
con el aval, la amistad y la colaboración de Evita. Todos los proyectos que
salían del Ministerio eran tomados y llevados a cabo por la Fundación Eva Perón,
juntos poblaron la nación de salud pública, gratuita e indiscriminada.
La muerte de Evita lo puso en manos de los sindicatos, aquellos que quisieron
quedarse, y se quedaron, con el negocio de la salud a través de las obras
sociales. Carrillo no quiso ser cómplice y dejó el gobierno. Tal vez viera en el
futuro lo que es hoy la salud pública en la Argentina.
Perón solo le otorgó al viejo amigo; de quien, junto con Evita, fuera padrino de
boda, un cargo de compromiso en Estados Unidos; lejos de las intrigas, las
envidias y, sobre todo, de los intereses con los que Carrillo no transaría
jamás.
La revolución del 55 lo encuentra trabajando para una empresa minera
norteamericana en Brasil.
Solo, enfermo, abandonado; pero no olvidado, atiende gratis en el destartalado
hospital de "Belén do Para" en un consultorio improvisado debajo de una
escalera, y viaja por río al centro del Matto Grosso para atender al personal de
la mina.
Las autoridades militares no lo olvidan, ni le perdonan haberle dado salud a
millones de descastados. Ensucian su memoria, roban sus bienes y pretenden del
gobierno brasileño una deportación que no logran.
Carrillo muere de un ataque de presión en su humilde casa del nordeste brasileño
y, entonces si, al destierro se le suma el olvido, para cerrar el lazo de la
peor ignominia que a un hombre se le puede hacer.
Afortunadamente los criminales no son nunca gobernantes legítimos ni, por más
que lo pretendan, no llegan a ser dioses. Nunca logran que sus deseos se cumplan
totalmente.
A pesar del olvido, del plan de "desperonización" y de las calumnias, los
grandes hombres viven en sus obras y guardados en algún remoto cajón de la
memoria del pueblo al que pertenecen.
Ramón Carrillo hoy se sienta a la mesa de un café con sus viejos compañeros y
los nuevos: Manuel Ugarte, el Cura Mujica y sus compañeros del Tercer Mundo,
Castelli y los jacobinos de 1810, John William Cooke y todos los que hicieron de
la militancia política un compromiso intelectual.
Los dioses y los gobernantes de los tiempos clásicos sabían que no se debe
aplicar un castigo que no se pueda hacer cumplir. Los tiranos no conocen ciertas
sutilezas.
aldobr@elbarriopueyrredon.com.ar
Fuente:
http://www.elbarriopueyrredon.com.ar
 La
salud pública
Por Elena Luz González Bazán
Directora de Villa Crespo
Digital
Desde 1946 a 1954 fue ministro de Salud Pública de la Nación, este ministerio
fue creado en el gobierno de Juan Domingo Perón. Estando al frente de Salud
Pública se crearon una infinidad de hospitales, salas de primeros auxilios y en
el Primer Plan Quinquenal se duplicaron las camas, se erradicó el paludismo y
otras enfermedades endémicas. Esta es su historia…
Indudablemente hablar de Ramón Carrillo, para más de uno resulta un nombre
sonoro, pero para muchos significa un nombre no conocido. Es que este
prestigioso médico neurocirujano y sanitarista de nuestro país fue en 1946 el
primer Ministro de Salud Pública, ministerio creado durante el primer gobierno
de Juan Domingo Perón.
Este santiagueño, que seguramente, hoy sentiría un gran dolor por la situación
social que pasa su provincia y gran parte de todo nuestro norte argentino, se
preguntaría donde quedaron aquellas grandes campañas contra el paludismo, contra
enfermedades endémicas que se terminaron en estos gobiernos y que fueron obra de
una labor mancomunada entre miles de trabajadores de la salud, una política del
Estado Nacional, el nuevo contenido que tenían los planes quinquenales sobre la
salud, la prevención, el ataque de las epidemias, la erradicación de las
viviendas insalubres y mejoramiento de los canales acuíferos, la provisión de
agua potable, el tendido de cloacas, obras de infraestructura en las zonas más
alejadas y con graves problemas epidémicos.
El
andar majestuoso del Tren Sanitario, inaugurado por Evita, y que tuvo un
antecedente anterior, el recorrer de otro tren sanitario y que utilizó ese otro
gran médico que fue Salvador Mazza, que pasó parte de su vida luchando contra la
vinchuca, ellos fueron parte fundamental para liquidar las enfermedades.
Ramón Carrillo nació, en la provincia de Santiago del Estero, el 7 de marzo de
1906, realiza sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires, y es becado para realizar estudios superiores en
países europeos, su paso se conoce en Francia, Alemania y Holanda entre 1930 y
1932. Entre el golpe de estado al Peludo don Hipólito Yrigoyen y el regreso de
los conservadores.
Cuando retorna al país ya es un facultativo renombrado, un médico con gran
experiencia en el área de neurocirugía, pero Ramón Carrillo no se quedará con la
medicina como ciencia cerrada, la abre y la expande hacia la sociedad, que le
sirve para auscultar sus padecimientos. Por eso toma la historia que le servirá
para entender esa situación, los responsables y la forma de modificarla. Por
otro lado fue un hombre que entendió al Estado como espacio esencial en el
camino de revertir las situaciones deficitarias de la salud de la población.
En boca de su amigo Floreal Ferrara que contará como Carrillo daba fundamental
trascendencia a, por un lado, el contenido integral que tenía de la medicina, lo
importante que debía desarrollar y atender el Hospital Público. La cirugía como
cuestión principal y aspectos como la maternidad, por ejemplo, debían quedar en
lo que llaman la periferia de la atención. Esto era saber utilizar los recursos
humanos y económicos.
El 21 de octubre de 1947 Perón presenta ante el Congreso de la Nación el Primer
Plan Quinquenal, 1947-1952 donde se proyectan la construcción de 80.000 camas.
Pero volviendo a la historia de Carrillo, cuando regresa al país, en 1937, funda
y organiza el Laboratorio de Neuropatología y el Instituto de Clínica Quirúrgica
y el Servicio de Neurología, todo esto en el Hospital Militar Central.
El ejercicio de la docencia lo hace, en el área médica en la universidad de
Buenos Aires, Facultad de Medicina, la cátedra, de la cual es su titular,
Neurología, y la docencia en historia en distintas escuelas secundarias, su
acercamiento a los jóvenes es a través de la enseñanza de la historia y de
encontrar las formas de arrimar la educación, la medicina y un planteo integral
de la salud, es decir, tener un concepto territorial e histórico de las
enfermedades, enfermedades endémicas y plagas que aquejaban a la población. Y no
como algo abstracto o donde se recetan medicinas, sino donde el paciente es un
ser humano que merece atención, sobre todo porque nuestro país tenía, en el
ascenso del peronismo, más del 20 por ciento de analfabetismo y serios problemas
sanitarios.
A Carrillo se le debe que haya terminado, en este primer mandato peronista, con
el paludismo en las provincias de nuestro norte.
En 1937 recibe el Premio Nacional de Ciencias, por su obra Yodoventriculografía,
además es autor de varios trabajos sobre medicina, muchos de ellos orientados
hacia su especialización y, en anatomía patológica, anatomía comparada y clínica
neurológica.
Enfrentar las enfermedades epidémicas fue una responsabilidad que lo destacó,
mientras siguió trabajando en su crecimiento como médico cirujano, el aspecto
sanitario de la medicina lo tuvo como pionero. Seguramente su obra más
importante fue publicada en 1949, ¨Política Sanitaria Argentina¨, antes de morir
se publica en 1953, Teoría del Hospital, sus trabajos fueron divulgados en
revistas especializadas, en la
Prensa médica y otras revistas.
La creatividad, dedicación y honestidad de Carrillo lo hizo tener que sufrir y
padecer el exilio, luego del golpe contra Perón, se va a Brasil, deja sus
cátedras y la gestión pública y
Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la
angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios como causa de
enfermedades son unas pobres causas. Ramón Carrillo (1906-1956)
en Belem do Pará ejerce como médico rural hasta su muerte, el 20 de diciembre de
1956, sumido en la total pobreza.
La cantidad de hospitales, policlínicos, puestos sanitarios de frontera se
construyeron bajo su mirada y trabajo militante, entre ellos se cuentan los
Policlínicos de Lanús y Avellaneda, el Instituto del Quemado; la utilización en
función del hombre que hizo de los censos sobre analfabetismo, los campeonatos
Evita que fueron el primer censo poblacional y de salud de los niños y
adolescentes. Desterrar a partir de planes de vivienda, aquellos rancheríos
llenos de vinchuca, plagas enquistadas en nuestro campo, además de un programa
de salud social.
Por eso Carrillo planteaba que no podía haber una política Sanitaria sino había
una enunciación de la política Social.
Entonces se pueden hablar de estas situaciones fundamentales tomando en cuenta
los siguientes ítems o aspectos de la política de salud:
- La Política Sanitaria en si misma.
- La Política Social.
- La idea de necesidad.
- Las instituciones de salud.
- Las prácticas profesionales en este campo.
- La noción de salud.
Ramón Carrillo, nuevamente en la voz de Floreal Ferrara, era un hombre,
esencialmente de Estado, y cuenta que le comentaba sobre sus diferencias con
Evita: ¨Nosotros decimos que el hospital es del Estado y Evita dice que son del
pueblo¨.
Independientemente de las diferencias, la caída del peronismo nos dejó con la
salud en manos de la oligarquía, y el Estado fue degradando la salud y el pueblo
fue perdiendo su base esencial de salud para todos.
Ramón Carrillo ha sido, premeditadamente, olvidado de los anales de la Salud
Pública, de la medicina sanitaria, de la lucha contra las enfermedades endémicas
y de una medicina organizada e integrada. De un plan de salud para todo el país.
Sin embargo a pesar de esos olvidos planeados, Don Ramón Carrillo, está en el
cariño, recuerdo y enseñanzas de aquellos que a lo largo y ancho del país,
reivindican su trayectoria y se pronuncian como hombres y mujeres influenciados
por Ramón Carrillo. Vaya un homenaje sentido al médico argentino, de Santiago
del Estero.
Porque como decía Carrillo, frente a la miseria, los microbios son pobres
causas…
 Prologo
del libro Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista, de Arturo
Carrillo
Por Armando Basso
"Algunos dicen que es el corazón el
órgano con el cual pensamos y el que siente dolores y ansiedades. Pero no es
así... Los hombres deben saber que es desde el cerebro y sólo desde el cerebro
desde donde surgen el placer, la alegría, la risa y las bromas, así como también
nuestras penas, dolores, tristezas y lágrimas. A través de el pensamos, vemos,
oímos y distinguimos lo feo de lo hermoso, lo malo de lo bueno, lo placentero de
lo aburrido..." Y concluía, "El cerebro es el mensajero de la conciencia".
(Hipócrates)
En este libro excepcional escrito con una objetividad sorprendente por Arturo
Carrillo y colaboradores se rescata para las nuevas generaciones una figura
trascendente de la historia contemporánea argentina. En efecto sus paginas son
un viaje en la vida y el pensamiento de Ramón Carrillo, un hombre fuera de lo
común en el que la providencia reunió el humanismo y la ciencia, la capacidad de
trabajo, la honestidad y la ética para dar como resultado una obra trascendente
en el campo de las neurociencias, la salud publica, la filosofía y la política.
 Ramón
Carrillo. El Hombre... El Médico... El Sanitarista...
Por Augusto Carrillo
Este año estuvimos presentes en la
Trigésima Quinta Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en el Pabellón
Azul; desde el 20 de abril al 11 de mayo, con gran repercusión, ya que todas las
provincias participaron junto a nosotros. Todos estos actos nos llenan de
orgullo, porque en silencio el Mundo va recordando a nuestro querido Ramón.
El libro: Ramón Carrillo. El Hombre... El Médico... El Sanitarista...
recientemente publicado, del creador del Ministerio de Salud Pública y
Asistencia Social de La Nación; Prof. Dr. Ramón Carrillo. Escrito por el Dr.
Arturo Carrillo; ha sido declarado por La Legislatura de La Ciudad de Buenos
Aires de “Interés Cultural” declaración 64/2005.
Vale recordar, que mediante un decreto presidencial Nº1558/2005, el 2006 fue el
"Año de Homenaje al Dr. Ramón Carrillo", al tiempo que el libro también fue
adquirido por la Misión Argentina en Ginebra, Suiza, para ser entregado a través
su embajador; el representante permanente Alberto Dumont, a la Organización
Mundial de la Salud
El precio es de 60 pesos más gastos de envío (30 pesos). Cuenta con 328 paginas,
pegado y cosido. Una forma práctica es adquirir el libro por correo argentino
(contra reembolso). Enviar un e-mail con los siguientes datos:
Nombre y apellido, Dirección, Código Postal, Teléfono, Provincia, Ciudad.
Lic. Augusto Carrillo
TEL 011 4792 5701
Cel 155 939 3992
E-Mail:
augustocarrillo@hotmail.com
|
En un país como el nuestro en el
cual los antagonismos políticos nos han separado en los últimos cincuenta años,
es Carrillo prácticamente la única figura rescatable de esa lamentable división
ya que su obra monumental como sanitarista no ha sido criticada aun por sus más
enconados detractores políticos.
Pero como heredero científico de la obra de Carrillo, el Neurocirujano, no puedo
resistirme a la tentación de señalar algunos aspectos de su trayectoria en ese
campo.
José Arce en 1930 crea la Sala XII del viejo Hospital de Clínicas que permitió a
Manuel Balado y a su joven ayudante Ramón Carrillo dedicarse plenamente el
ejercicio de la Cirugía Neurológica dando de esta manera un gran impulso al
desarrollo de una actividad científica excepcional con una producción hasta
entonces inigualada de trabajos de investigación básica y clínica.
El 21 de mayo de 1943 el Prof. José Arce pone en posesión de la Cátedra a su
segundo Profesor Titular, el Dr. Ramón Carrillo. Al referirse al nuevo Titular
dijo Arce "Carrillo ha sido siempre un trabajador infatigable. Tres años
permaneció en el Instituto y mientras proseguía sus estudios neurológicos con
Balado, Argarañaz y con Segura, se adiestraba conmigo en la Clínica y en la
Técnica. Alumno siempre sobresaliente, una vez graduado en vez de volver sus
ojos al terruño de donde saliera bachiller, dirigió su vista a los Centros
científicos de Europa. En Ámsterdam, bajo la dirección de Brouwer, el primer
neurólogo de Europa; de Oljenick, discípulo de Cushing y de Ariens Kappers,
trabajo tres años. He dicho trabajo y no estudio porque la permanencia del joven
Carrillo en Ámsterdam le permitió avanzar en el conocimiento y al mismo tiempo
enriquecerlo con trabajos originales" y seguía diciendo Arce "De vuelta al país
continuo en 1934, trabajando en el Instituto a mi cargo durante seis años con
singular eficiencia. Prosiguió estudios ya iniciados en el Laboratorio de Ariens
Kappers sobre anatomía comparada del Sistema Nervioso. Sistematizo la
Yodoventriculografía y dedujo del estudio de las imágenes obtenidas originales
puntos de vista para el diagnostico, algunos de los cuales figuran en
publicaciones y tratados extranjeros de patología nerviosa con el nombre de
nuestro joven compatriota. A nadie extraño por eso que su hermoso
libro"Yodoventriculografía de la fosa Posterior", síntesis de sus trabajos sobre
el tema fuera recibido con el mayor elogio por Neurólogos y Neurocirujanos hasta
el punto que se había iniciado su traducción al alemán por Springer, el gran
Editor de Leipzig, cuando estallo la guerra. Tuvo tiempo para más: Inicio la
tomorradiografia del encéfalo, continuo sus estudios de anatomía patológica;
revoluciono los conceptos fundamentales de las secuelas alejadas de los
traumatismos craneanos; estudio con ahínco la semiologia de la aracnoiditis e
insistió sobre el tema llamando la atención acerca de los brillantes éxitos
terapéuticos que se obtienen en muchos casos de estas afecciones con el
tratamiento quirúrgico y dedico algunas monografías al estudio de las hernias
cisternales". Carrillo en ese momento tenía 36 años de edad.
Seria muy poco lo que yo podría agregar a lo dicho entonces por el Maestro Arce,
sin embargo algunos años después Dickmann en su Clase Inaugural en 1960
refiriéndose a Carrillo decía " A su visión, inteligencia y capacidad de
organización se debe la creación en 1943 del Instituto de Neurocirugía de la
Facultad de Ciencias Medicas en el Pabellón Costa Buero".
Hoy habiendo tomado distancia y siendo nosotros ajenos a los antagonismos
políticos de aquel momento podemos decir sin temor a equivocarnos que la figura
de Carrillo trascendió los limites de la Universidad para entrar de lleno con
una visión humanística y una inteligencia superior en los acuciantes problemas
de la Salud Publica. Utilizo la política, es cierto, pero a través de ella
organizo sistemas de salud y sembró de hospitales la geografía nacional con
eficiencia y honestidad. Carrillo murió pobre en el exilio, ejerciendo como
medico general en una pequeña ciudad del norte de Brasil y paso sus últimos días
dependiendo de la ayuda de generosos colegas brasileños que lo admiraban y
respetaban.
Este libro autentico e imparcial nos muestra a Carrillo en todas sus facetas.
Como organizador de la Salud Publica en Argentina podemos decir que hay un antes
y un después de Carrillo y lo recuperamos en este libro a través de su
pensamiento plasmado en sus propias palabras que a lo largo de sus paginas se
mezclan con las del autor en una simbiosis interesante y fructífera que lo
transforman en un verdadero tratado para la organización de un Sistema de Salud
que se ocupa como el mismo lo dice de lo individual, lo social y lo político.
Dice Carrillo con toda razón "No hay enfermos sino enfermedades" porque el
concepto del hombre, su circunstancia, su entorno social y económico,
condicionan sin lugar a dudas su patología.
Todos los capítulos exigen una profunda concentración en su lectura plagada de
información absolutamente actualizada, el pensamiento de Carrillo como el de
todo genio se adelanto en décadas a su tiempo.
Por fin el capitulo dedicado a su exilio y muerte nos emociona en cada una de
sus frases.
La cronología de los acontecimientos que lo condujeron a un final prematuro e
injusto, sus cartas a familiares y amigos nos muestra en fin a este hombre
superior, espíritu preclaro, sacerdote laico, que sin duda excede el campo de la
ciencia para adentrarse en la profundidad del hombre, en su espíritu y en la
razón de su existencia.
Prof. Dr.Armando Basso
Profesor Emerito, Universidad de Buenos Aires
Director del Instituto de Neurociencias Aplicadas UBA
Presidente Honorario de la Federación Mundial de Sociedades de Neurocirugía
Ex Director Normalizador del Departamento de Salud Pública UBA
 La
personalidad del hombre y sus ideales
Por Arturo Carrillo [De Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El
sanitarista]
El hombre
Nuestra intención es destacar la
natural forma de ser y pensar de Ramón, así como su inteligencia y creatividad.
Tenía muy claro que sus conocimientos debían estar al servicio de la gente y en
primer lugar de los más necesitados: por ello se imponía exagerada actividad
intelectual, para plasmar en el papel y luego en los hechos sus ideas creativas.
Este comportamiento, muchas veces obsesivo, lo volcó por ejemplo a la
organización de la Cátedra de Neurocirugía así como el Instituto para la
formación de neurocirujanos. Esta conquista gratificó su vocación docente.
Miraba a sus semejantes por el lado bueno y era fácil ser su amigo. Nunca se
enojaba con nadie, salvo con él mismo.
Sensato y sensible, en todo lo que realizaba intentaba ayudar humanitariamente,
utilizando a la vez sus profundos conocimientos científicos. Un ejemplo de
sensibilidad emocional y honesta conducta se trasunta en su última carta,
escrita a su amigo Ponzio unos días antes de padecer el infarto cerebral que lo
llevó a la muerte.
La febril actividad que desplegó fue
una lucha contra el tiempo; tenemos la seguridad que presentía que su vida sería
corta ...
La infancia provinciana
Nació el 7 de marzo de 1906 en la ciudad de Santiago del Estero, en la casa
familiar ubicada en la calle Córdoba número 49, a dos cuadras de la Plaza
Libertad.
Era hijo de don Ramón Carrillo, profesor (docente egresado de la Escuela Normal
de Paraná), periodista y político (tres veces diputado provincial) y de doña
María Salomé Gómez Carrillo.
Era el mayor de los once hermanos que componían el resto de la familia. Su
bisabuelo, don Marcos Carrillo, había sido un oficial español que cayó
prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta. Posteriormente,
en 1819, fue liberado y se casó con doña Ascensión Taboada, para radicarse
finalmente en la ciudad mediterránea. Así comenzó la estirpe Carrillo de la que
nacería Ramón.
Realizó sus estudios primarios en la Escuela Normal "Manuel Belgrano", de la
precitada ciudad. Fue un alumno corriente hasta que rindió en carácter de libre
los grados quinto y sexto; ello le permitió adelantarse e ingresar al Colegio
Nacional de Santiago del Estero a la edad de doce años. Durante esta etapa
publicó una monografía histórica, "Juan Felipe Ibarra: su vida y su tiempo", con
la que ganó una medalla de oro, premio instituido por las "Damas Patricias" de
su provincia (1922); contaba dieciséis años de edad. Poco después presentó otro
trabajo, "Glosa de los servidores humildes", en el cual se vislumbra su idea de
la necesidad de protección de la vejez. En 1923, a los diecisiete años, egresó
como Bachiller con medalla de oro.
Fue desde siempre lector tenaz y persona estudiosa, pero eso no le impedía ser
comunicativo y sociable: disfrutaba de los ocios correspondientes a su edad,
junto con sus amigos. En lo que respecta a su familia, compartía junto a sus
padres la responsabilidad de educar a sus hermanos.
Su formación médica y científica
En 1924 se dirigió a Buenos Aires, impulsado por su vocación por la medicina;
ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires a la edad de dieciocho
años. En 1927 obtuvo por concurso el cargo de practicante en el Hospital
Nacional de Clínicas, situación que duraría hasta 1929. Durante esos años tuvo
de compañeros a estudiantes que posteriormente sobresalieron en el mundo de las
ciencias médicas. Entre otros, cabe mencionar a los doctores Dickmann, Solanet,
Piñero, Rezzano, Marottoli, Rothman y Jeanmaire.
A los veintitrés años de edad, en 1929, se recibió de médico, con medalla de oro
por sus notas: diecinueve sobresalientes y ocho distinguidos. Por Tesis de
Doctorado le fue entregado el "Premio Facultad".
El Profesor Dr. Jose Arce ofició de "Maestro" y amigo en el Instituto de Clínica
Quirúrgica. En dicho lugar también se relacionó con el Dr. Manuel Balado y tomó
contacto con la neurocirugía, especialidad a la que se dedicó de lleno,
convirtiéndose primero en uno de los discípulos del Dr. Balado y luego en su
colaborador más allegado. Durante este período inició sus primeros trabajos
basados en la técnica ideada por el Dr. Balado (yodoventriculografía) y publicó
sus dos primeros trabajos profesionales, iniciando una serie de publicaciones
sobre este original procedimiento que luego culminaría en su obra de doctorado.
Como ya se se recordó antes, esta obtuvo el premio "Facultad", por concurso:
mereció mención especial en el premio de "Ciencias" del año 1928. Completó su
formación en la especialidad con el Profesor Argañaraz, estudiando
neurooftalmología, y con el Profesor Elíseo Segura para clínica otoneurológica,
ambas vinculadas a la cirugía neurológica.
En 1930, sobre la base de sus antecedentes, obtuvo la beca universitaria
reglamentada por la "Ordenanza Butti" para realizar estudios de postgrado, los
que eligió llevar a cabo en Amsterdam con Ariens Kappers y Brouwer; en París,
con Guillain; y en Berlín con Carl Vogt, especializándose en neuropatología.
Fueron tres años intensos de investigación sobre esclerosis cerebral,
polineuritis experimental, mecanismo de las impregnaciones, técnicas de
coloración del tejido cerebral y estudios sobre anatomía comparada. En octubre
de 1932, pese a sus escasos veinticuatro años, Ramón participó muy activamente
en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza. Mientras tanto observaba
atentamente la escena sociopolítica europea. En 1933, 1934, 1935 y 1936
prosiguió sus investigaciones sobre histología del sistema nervioso, con Ramón y
Cajal y Pío del Río Hortega.
A su regreso de Europa, a fines de 1933, los doctores Arce y Balado le confiaron
de inmediato la organización del Laboratorio de Neuropatología del Instituto de
Clínica Quirúrgica, lo que pudo ejecutar dividiendo su tiempo entre la
neurocirugía a la mañana y el laboratorio a la tarde. Durante ocho años trabajó
"full-time" en estas actividades, pues no tenía consultorio privado. Es decir
que durante todos esos años posteriores a su graduación se dedicó exclusivamente
a la investigación y estudio de las materias básicas de su especialidad y a la
elaboración de numerosos trabajos científicos, de la misma orientación,
manteniendo estrecha relación e intercambios de informaciones profesionales con
los investigadores de la escuela neurobiológica argentina en el Hospital de
Alienadas y el Hospicio de la Mercedes, luego hospitales Moyano y Borda. Nunca,
ni siendo ministro, dejó de visitarlos e interesarse por sus investigaciones, y
hasta con aumentada vigilancia cuando quien escribe este libro fue segundo jefe
del Laboratorio del Hospicio, dirigido entonces por el Dr. Braulio Moyano.
Alternaba por esos años su formación científica con una sólida actividad
humanista, cultural y política. Sin descuidar sus estudios, "vive la bohemia
literaria y filosófica de los cafetines de Buenos Aires". Leía a Enrique Banchs,
Jose Pedroni, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones; se relacionó con Armando y
Enrique Santos Discépolo; entabló entrañable amistad con Homero Manzi,
condiscípulo de infancia; y manifestó una definida inclinación por la pintura
argentina, iniciando la formación de una importante pinacoteca. Políticamente
abrevaba en el nacionalismo de la década del 30: advirtió que somos un país
cultural, mental y económicamente colonizado, tomando conciencia de que se
hallan dispersas las fuerzas capaces de esclarecer y modificar esa situación.
Homero
Nicolás Manzione (Homero Manzi) también santiagueño – de Añatuya, localidad a la
que él llamaba Aña-mía – fue en 1935 uno de los fundadores de FORJA, agrupación
que bajo el lema "Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina
libre" denunció el sometimiento del gobierno. "Santiago del Estero no es una
provincia pobre, sino una provincia empobrecida", decía reclamando las cuatro P
(Patria, Pan y Poder al Pueblo). Fue expulsado de la Facultad de Derecho,
exonerado como Profesor de Literatura y silenciado como poeta. Pero "si por sus
ideas le cerraban el camino a ser hombre de letras, él se dedicó a hacer letras
para los hombres" y se transformó en Homero Manzi. "Mientras Buenos Aires,
abriendo cada día más su puerta a la entrada del alma ajena, desoía las voces de
la tierra … [e]l santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una
patria chica para ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante
el día cuando apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas,
oscuro y profundo en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles de
las estrellas. … Buenos Aires vive sorda a la belleza que destila este polo
mediterráneo en la silenciosa colmena de su vida espiritual. La gran ciudad del
Plata, enceguecida de orgullo por las caricias de la gloria material, no sabe
que lejos de ella hay argentinos que aparentan las majadas de la leyenda". Pese
a ello Manzi captó y plasmó no pocos arquetipos del tango porteño. Manzi estaba
convencido del triunfo de la cultura nacional sobre la colonización cultural:
"Todo lo que cruzaba el mar, era mejor; y cuando no teníamos salvación apareció
lo popular para salvarnos, creación de pueblo, tenacidad de pueblo. … Por eso
yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser
hombre argentino, me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo,
de amar todo lo que llega al pueblo, de amar todo lo que escucha el pueblo."
Declaró en 1947: "Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen.
Mientras siga siendo así, nosotros continuaremos creyéndole, seremos solidarios
con la causa de su revolución que es esencialmente nuestra propia causa.
Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios".
Enrique Santos Discépolo "era el perno del humorismo porteño, engrasado por la
angustia" (N. Olivari). De angustia se dejó morir al reducir muchísimo su
alimentación por varios meses, muerte discepoliana si las hay. Falleció la
víspera de Navidad de 1951, con apenas cincuenta años de edad, mes y medio
después que el presidente Perón atribuyera su reelección del once de noviembre
al voto femenino y a la difusión radial hecha por Discépolo (primera foto). El
peronismo le había devuelto las ilusiones, ya que Discépolo lo concebía como
pura y exigible solidaridad. Su amistad con Evita y con Carrillo fue el elemento
esencial para ratificar esta concepción. Así, una de las causas de la depresión
del popularísimo poeta, escritor, actor y músico (centro) fueron los ataques
recibidos por esa adhesión al peronismo. Dijo de él Manzi "Te duele como propia
la cicatriz ajena" – y por eso se murió de espanto ante un siglo veinte que se
le patentizaba absurdamente insolidario, febril, obstinado en destruirse, sin
rumbo y sin moral. Su esposa Tania evocaba así el final: "Se fue muriendo de
ganas, de amargura, renunció a la redada tanguera de la madrugada, a la que me
acostumbró toda la vida. Dejó de comer... llegó a pesar treinta y siete kilos y
a revivir en aisladas ironías: "Pronto las inyecciones me las van a poner en el
sobretodo", fue una de las más risueñamente patéticas". Fila inferior, derecha:
su última foto, quince días antes de morir (cortesía de Tania a Alicia Ávila).
Su hermano Armando, creador del género teatral conocido como "grotesco criollo",
le sobrevivió veinte años.
Cuando en 1937 falleció nuestro padre, Ramón tomó a cuatro hermanos menores a su
cargo: los trajo a Buenos Aires para que iniciasen sus estudios universitarios,
todos a Medicina. Éramos Santiago, Alfredo, Marco Aurelio y yo. Alfredo no pudo
continuar, porque una enfermedad que tuvo no le permitía trabajar con pacientes.
A
partir de 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del
Hospital Militar Central. Su trabajo le permitió tomar contacto con la
documentación clínica de miles de jóvenes de veinte años, aspirantes al servicio
militar procedentes de todo el país. Comprobó allí los altos porcentajes de
ineptitud física que se originaban principalmente en las provincias pobres y
postergadas. Estos datos ratificaron su antigua sospecha acerca del
desmoronamiento del interior criollo.
El problema le preocupó y en consecuencia promovió ante todo un estudio
estadístico, para determinar la cantidad de camas disponibles por cada mil
habitantes en todo el territorio nacional. Los resultados de la encuesta,
realizada por intermedio del Instituto Geográfico Militar dependiente del
Ministerio de Guerra, evidenciaron grandes desniveles entre las diferentes
provincias y territorios: desde 9,61 camas por mil habitantes en la Capital
Federal, 4,66 por mil en la provincia de Buenos Aires, 0,88 por mil en el
territorio nacional de Misiones y 0,00 por mil en la Gobernación de los Andes.
En general, la existencia de establecimientos con servicios de internación era
privilegio de las grandes ciudades. Aun así, los hospitales gratuitos del Estado
o las sociedades de beneficencia se desenvolvían en condiciones precarias, por
falta de personal, alimentación, medicamentos e instrumental. Las zonas rurales
estaban totalmente desprotegidas de asistencia hospitalaria y el país, en su
conjunto, contaba sólo con el 45 por ciento de las camas necesarias. Los centros
hospitalarios conservaban el espíritu de caridad que las sociedades de
beneficencia le habían impreso desde el siglo anterior: muy alejado, más allá de
sus buenas intenciones, del carácter de servicio público que debían tener.
Al crearse la Cátedra de Neurocirugía en 1937 con la titularidad del profesor
Balado, Carrillo accedió en 1941 como Profesor adjunto. En 1942, al morir el
profesor Manuel Balado, se presentó al concurso para optar a la Cátedra de
Profesor Titular de Neurocirugía que hasta entonces aquel ejerciera, con un
folleto de antecedentes y trabajos que conformaban una acabada demostración de
su talento. Realizó un interinato de unos meses y luego recibió la confirmación,
a los 35 años.
En su conferencia inaugural sostuvo que la formación del neurocirujano debía ser
estricta y muy cuidadosa, puesto que se requería del profesional que abrazara
esa especialidad una extraordinaria capacidad técnica, salud física, gran
entrenamiento intelectual y vastos conocimientos adquiridos metódicamente. Debía
tener además el espíritu abierto a todos los vientos, "amasado el corazón"; no
gritar, como el Mefistófeles de Goethe, "Nada sé decir del sol y de los mundos;
sólo miro cómo sufren los hombres".
"No señores", decía Ramón en aquel primer contacto con sus alumnos, "debemos
abrir nuestros brazos al mundo y dirigir los ojos al sol. Debe ser el
neurocirujano un hombre capaz de ocultar su triste destino al que ya no espera
nada, manteniéndole el último destello de una ilusión. Cualquier espíritu noble
estará con Santo Tomás: es preferible un sentimiento que consuela a una verdad
que ilumina".
Terminó su alocución con estas palabras: "Vosotros, desinteresados en las
contiendas, limpios de los estigmas de las ambiciones, caeréis con sorpresa en
las encrucijadas; el tiempo os despeñará del mundo de los sueños a los ásperos
caminos de la vida. Entonces los más nobles sentimientos se pervierten en el
vaso impuro del corazón humano si un ideal altruista y de trabajo no lo
embalsama, purificándolo del mal de las codicias y de la convicción materialista
de que la vida es botín legitimo del más fuerte".
La neurocirugía y especialmente la técnica neuroquirúrgica experimentó
considerable evolución a partir de 1944 y las operaciones de técnicas avanzadas
se empezaron a realizar sin inconvenientes. Por su extraordinaria dimensión, es
imposible sintetizar aquí la labor desarrollada en diez años en el Instituto de
Neurocirugía. La antigua revista "Archivos de Neurocirugía", que se publicó bajo
la diligente atención del maestro Balado hasta su desaparición, volvió a salir
rejuvenecida, siendo por aquella época la única publicación en Latinoamérica de
este tipo.
El Costa Buero
Una vez que se hizo cargo de la Cátedra de Neurocirugía que funcionaba en el
Pabellón Costa Buero y sabiendo que en tan pequeño espacio su cátedra no podría
funcionar, consiguió que la familia Costa Buero le donara el edificio, logrando
así plasmar este proyecto.
Fundó y a partir de 1944 dirigió el Instituto Nacional de Neurocirugía. Fue
elegido Consejero de la Facultad de Medicina en 1944 y luego Decano Interino en
1945. Fue el creador, organizador y primer Presidente de la Escuela de
Postgraduados en la Facultad de Medicina, con orientación hacia la medicina
social y preventiva. Fue fundador de la Sociedad Argentina de Historia de la
Medicina, publicó 140 monografías sobre temás vinculados a la neurología,
psiquiatría, histología y patología del sistema nervioso, con especial
referencia a la neurocirugía y a la historia de la medicina.
Al ocupar la Cátedra de Neurocirugía continuaron acompañándolo figuras de
estimable valor dentro de la especialidad y materias afines, como las de los
Drs. Esteban Adrogué, Manuel Oribe, Ramón Pardal, Tomás Insausti, Julio Ghersi y
Fermín Barcala. A estos se agregaron los doctores Juan C. Christensen, Raúl
Matera, Raúl Carrea, J. Day, Roberto Chescota, Ángel Cammarotta, H. Villar,
Horacio Caste, Julián Prado y Magín Diez. Posteriormente se sumó una generación
de médicos jóvenes, entre los que se destacan Francisco Rubén Perino, Lorenzo
Amezúa, Diego Luis Outes, Aldo Martino, Julio César Ortíz de Zárate, Eduardo
Mendizábal, Rogelio Driollet Laspiur, Miguel Ragone, sus hermanos Arturo y
Santiago Carrillo y otros. A su solicitud, concurrió a organizar la Sección
Neuroradiología el Dr. Manuel Zamboni, prestigiado radiólogo del Hospital de
Clínicas.

Con tal núcleo de profesionales, en
su mayoría jóvenes, a los 36 años comenzó el Dr. Ramón Carrillo su labor
docente, asistencial y de investigación en la Cátedra. Fue un maestro en el más
alto sentido de la palabra; no sólo enseñaba, formaba. De ello dan fe sus muchos
discípulos y colegas que posteriormente pasaron por el Instituto. Por su acción,
la neurocirugía argentina honra a la Patria y trascendió sus fronteras.
En 1945, por su iniciativa y la de los doctores Alejandro Schroeder del Uruguay,
Elíseo Paglioli del Brasil y Alfonso Asenjo de Chile, se proyectaron los
congresos Latinoamericanos de Neurocirugía, que a partir de entonces cada dos
años se desarrollan con todo éxito.
Pensamiento y personalidad (apostillas)
La impuesta postergación y la pobreza de Santiago del Estero le hacían decir con
ironía que sólo los santiagueños habían aprendido a amar desinteresadamente.
Era tan fácil relacionarse con él como difícil sustraerse al brillo de su
inteligencia. Su sonrisa era una mano tendida hacia el semejante. Tenía la
enorme virtud de ser serio sin seriedades. Sensible, abierto a todos los rumbos
de la inquietud intelectual, demostraba una curiosidad insaciable para aquello
que se evidenciara como conquista del genio de la especie.
Optimista impenitente, creía en el Creador – y en el hombre hecho a su imagen y
semejanza. Nunca se le escuchó una queja sobre lo que le habían hecho ni sobre
las desilusiones padecidas, y ¡vaya si debió soportar ataques, vilipendios y
odios!
Todos sus escritos y obras, estaban impregnadas de un extraordinario sentido
humanista y cristiano. Su primera publicación "El Elogio de los Humildes", la
encabezó con una frase de Heráclito: "Todo fluye y todo corre, nadie ha
atravesado dos veces el mismo río". Su formación filosófica la había sedimentado
al lado de su padre, completándola con la lectura de libros clásicos de los que
son típicos la "Filosofía Positiva", "La Divina Comedia", el Fausto, "El Paraíso
Perdido" de Milton, "Don Quijote de la Mancha" y la Biblia.
Quería un país de los argentinos para todos los argentinos. No aceptaba, por
ejemplo, la primogenitura de Buenos Aires y el melancólico ritmo de avance del
Interior. No era empero antiporteño, aunque no ignoraba que Buenos Aires impone
los intereses del puerto y de sus beneficiarios nacionales y extranjeros sobre y
contra el país en su conjunto. Intuía que las legiones de "cabecitas negras" que
arribaban a Buenos Aires eran adelantados del tiempo nuevo y que su acción,
desde las fábricas, alcanzaría los objetivos que las armas no consiguieron.
Pensaba en eso y alguna vez supo decimos que Buenos Aires no era sólo un puerto
para que ingresaran mercadería y capitales extranjeros, sino la gran base
técnico-industrial para autoabastecernos y asegurar, junto al resto del país,
nuestra libre determinación.
Es difícil sintetizar brevemente su polifacética actividad como ser humano,
médico distinguido y original creador de técnicas y concepciones científicas,
así como organizador sanitario y revolucionario creador de una sanidad argentina
con características propias. Pero no destacar su personalidad dejaría una
injusta y fría recopilación cronológica de su actividad. Es por eso que
comenzaremos por relatar su vida como la historia de un soñador, de un hombre de
ciencia argentino, con fuerte vocación de servir al pueblo de su Patria, que
tuvo la suerte y la oportunidad de materializar en gran parte ese sueño. Esta
tarea la realizó durante los últimos ocho años de su vida con el entusiasmo, el
vigor y la entrega total de su genio creador.
¿Cómo era Carrillo, físicamente?
"Ramón era negro; justamente el 'Negro' Carrillo – recuerda Jorge Farías Gómez –
"y puede decirse que era feo y hasta muy feo, lo cual de primera intención no se
concilia con la idea de que era atractivo para las mujeres. Pero Ramón sabía
interesar a las mujeres con su talento, inteligencia, comprensión y su variado
repertorio de conocimientos".
Se casó con Susana Pomar cuando ya era ministro, apadrinado por Perón y por su
esposa Eva Duarte. Corría el año 1946. Tenía cuarenta años y Susana, a quien
había conocido como alumna en un colegio donde dictaba clases, veintiuno. Juntos
habitaron la casa de French 3036.
A él le perdonaban todos los errores. Frecuentemente parecía que no atendía y
que se dispersaba. "No lo molesten" decían sus amigos, "está pensando".
Efectivamente era así y fue así el resto de su vida. Estas "distracciones" no
deben considerarse defectos, sino como un comportamiento errático de la
atención, sobre todo si son breves; son frecuentes en personas muy inteligentes.
Tal es así que una vez que se disponía a visitar a su novia Susana Pomar,
residente en Castelar, se le ocurrió llevar a su sobrino Marcelito de 5 años,
para que lo conociesen. Tomaron el tren en la estación de Once y Ramón bajó en
Castelar, pues la casa de Susana se ubicaba frente a la estación; pero en un
pequeño descuido … sí, "se olvidó el chico en el tren". Tuvo que salir corriendo
en un taxi desesperadamente, hasta que lo pudo rescatar en la estación
siguiente... Olvidarse el lugar donde estacionaba el auto y darlo por perdido
era hecho frecuente. Pero nunca perdió uno, pues siempre alguien se lo
localizaba...
La febril actividad – en la que vivió, dada su extraordinaria capacidad de
trabajo – lo mantuvo, generalmente, al margen de pequeñeces y de miserias
humanas. Por muchos años el laboratorio y el microscopio fueron sus compañeros
inseparables; jamás tuvo envidia de nada ni de nadie. Por el contrario, vivió
deslumbrado por la belleza y la grandiosidad del mundo.
Poseía memoria extraordinaria, casi fotográfica y su "gran pasión" fueron los
libros, a los que consideraba como su mejor venero de trabajo. Pero sí bien
formó una biblioteca especializada en medicina, historia, filosofía y filosofía
de las ciencias, también había allí todo tipo de libros: hasta novelas
policiales, que siempre fueron uno de sus pasatiempos.
Tenía una gran responsabilidad en el cumplimiento de su trabajo. Las tareas
hospitalarias eran sus preferidas. No generaba problemas y mantenía una gran
armonía con el personal. Con los grandes maestros de la medicina de su época,
existía una fluida y cordial amistad. Muchos de ellos llegaron a ser valiosos
consejeros en su actividad, tales como Braulio Moyano, Roque Orlando, German H.
Dickman, Ramón Melgar y otros notables. Con los amigos no médicos, los de la
bohemia, se distendía y disfrutaba: muchos eran periodistas, escritores,
pintores, poetas y músicos; alguno, médico y famoso cantor.
Generalmente se reunían en un salón que les facilitaba don Natalio Botana, una
parte de las oficinas del diario "Crítica". Pero no era su costumbre trasnochar;
madrugaba por sus tares hospitalarias y el ejercicio de su profesión.
Ramón, Alfredo, Marco Aurelio, Santiago y yo vivíamos en Arroyo 1073 hasta que
nos emplazaron a dejar el lugar, debido a que la casa estaba en el trayecto del
trazado de la futura Av. 9 de Julio; nos mudamos a French 3036. Constituimos una
sociedad fraternal unida, con funciones específicas en el manejo de la vivienda.
Era una casa de hombres, más los amigos y compañeros de estudio, un verdadero
"club de caballeros". Nunca hubo problemas ni conflictos. No obstante, ante
semejante hogar, mi madre resolvió trasladarse de Santiago del Estero junto a
dos hijas solteras, Marta Elena y Carmen (La Chata), ambas dedicadas al
magisterio. La Mamita por su edad y educación no concebía que en un hogar
faltaran las mujeres. Así fue que se reconstituyó el núcleo familiar, tal como
se lo concebía en tiempos de antaño.
 De
la pluma de Ramón Carrillo
[De Ramón Carrillo. El hombre... El médico... El
sanitarista]
" … No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado
bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino."
"Si yo desaparezco queda mi obra y queda la verdad sobre el esfuerzo donde dejé
mi vida": el resumen de las obras más importantes entre 1946 y 1954 enumera 141
hospitales, 60 Institutos de Especialización, 50 Centros Materno-Infantiles, 16
escuelas técnicas, 23 Laboratorios e instituciones de diagnóstico, 9
hogares-escuela, Centros Sanitarios y Centros de Salud en todas las provincias;
duplicación del número de camas hospitalarias en el país; "campañas integrales"
para eliminar endemias, logrando la elimnación del paludismo; formación y
organización de recursos humanos; reducción de la mortalidad infantil a la mitad
y nacionalización de la industria farmacéutica.
"Mientras los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como
una unidad biológica, psicológica y social, seremos simples zapateros remendones
de la personalidad humana."
"Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia,
un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen,
a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así
humanizaremos la medicina."
"En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por
índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a
su necesidad, no a su dignidad."
"Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud."
"No puede haber política sanitaria sin política social."
"De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al
pueblo por los medios adecuados."
"Frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el
infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son
unas pobres causas."
NOTA: La edición del libro "Ramón
Carrillo. El hombre... El médico... El sanitarista" fue privada. Para adquirirlo
es posible tomar contacto directamente con el coautor, Lic. Augusto Raúl
Carrillo
correo electrónico:
acarrillo@fibertel.com.ar
Tel.: 54 (11) 4792-5701
Calle San Lorenzo 2871, Martínez, CP (1640) Buenos Aires, Argentina
 El
célebre óleo del "Soldato Pittore" Roberto Fantuzzi
El célebre óleo del Soldato Pittore
Roberto Fantuzzi, el maestro pintor que sirviendo como soldado en la segunda
guerra mundial halló la fama por sus pinturas de los combatientes, fue rescatado
a último momento por Santiago Carrillo del incendio del mobiliario del Instituto
de Neurocirugía en el golpe militar de 1955. Luego debió permanecer largamente
oculto. La jungiana estructura del cuadro representa la labor de la Cátedra e
instituto universitario de Neurocirugía por medio de una tetrasomía. Centrada en
el sufrimiento del paciente y el esfuerzo humano por remediarlo, la estructura
pictórica revela así una cruz cuyo brazo horizontal marcan el cabo de la Sala de
Operaciones Jesús Rodríguez y la instrumentadora Eva Iglesias, en los planos
extremos del cuadro. El brazo vertical apiña, de izquierda a derecha, al
neurocirujano Aldo Francisco Martino (elevado), algo más bajo el oftalmólogo
Magin Diez, y aun más bajo el trío formado por el neurocirujano Ortiz de Zárate,
el neurooftalmólogo Esteban Adrogué y el anátomopatólogo Manuel Prado. Algo más
elevado que este se halla el neurocirujano Ramón Pardal (padre) y delante del
mismo el neurocirujano Raúl Matera. Poco más arriba se ven, siempre de izquierda
a derecha, el neurorradiólogo Manuel Zamboni y el neurocirujano Arturo Carrillo,
este ubicado a la izquierda del paciente. Siguen, a la derecha del paciente cuyo
sufrimiento ("cruz") y remedio relata pictóricamente el maestro Fantuzzi, el
neurólogo Horacio G. Casté, Ramón Carrillo y, tras el ya mencionado Jesús
Rodríguez en un plano posterior, el neurólogo Tomás Insausti, la secretaria de
la Cátedra Sofía González, el neurocirujano Lorenzo Amezúa y quien ordenó y
rescató la pintura, el neurocirujano Santiago Carrillo. Último en el fuste de la
cruz es
Miguel Ragone, décadas después gobernador de la
provincia de Salta secuestrado y muerto por motivos políticos. Completóse el
cuadro a comienzos de 1948, retocándolo su autor en 1949 para cambiar al
neurocirujano emplazado a la izquierda del paciente, que originariamente era
Manuel de Oribe. El maestro Fantuzzi asimismo produjo a instancias del Dr.
Braulio Moyano la conocida obra sobre el tío de éste, “Anestesia raquídea. –
Lección del Dr. José Arce".
Fuente:
www.electroneubio.secyt.gov.ar
 El
exilio de Carrillo
Por Carlos del Frade
El primer Ministro de Salud Pública de la Nación, el santiagueño Ramón Carrillo,
nació el 7 de marzo de 1906 y era hijo de un militante radical.
Se recibió como médico en 1929 con medalla de oro por ser el mejor alumno de su
promoción. Perfeccionó sus estudios en Europa y a su regreso, en plena década
infame luego del primer golpe de estado en la Argentina que terminó con la
segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, empezó a compartir inquietudes
políticas con otro santiagueño de fina sensibilidad y alto compromiso político,
Homero Nicolás Manzione, menos desconocido por Homero Manzi. Que no era
solamente un poeta exquisito sino un notable político e integrante de FORJA,
Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, verdadero puente entre el
yrigoyenismo y “el subsuelo de la patria sublevado”, como le llamaría Raúl
Scalabrini Ortiz al movimiento surgido el 17 de octubre de 1945.
En 1946, Perón le ofreció el ministerio de Educación, el que rechazó. Pero
cuando Carrillo propuso la creación del Ministerio de Salud Pública fue el
encargado de conducirlo a partir de 1949. El único antecedente hasta entonces
había sido el llamado Departamento Nacional de Higiene.
“…En sólo ocho años, se construyeron 4229 establecimientos sanitarios en todo el
país. Esto amplió la capacidad hospitalaria en 130.180 camas. Jamás antes ni
después la salud pública argentina recibió un impulso de esta magnitud. La tasa
de mortalidad infantil disminuyó claramente y la esperanza de vida al nacer
aumentó de 61,7 años promedio a 66,5 en menos de una década. En 1947, inaugura
el Instituto de Medicina Preventiva y su gestión edita el Plan Analítico de
Salud Pública de la Nación. En 1949, publica su obra Política Sanitaria
Argentina, considerada -junto con Teoría del Hospital (1953)- un tratado de
consulta, aún hoy, en todo el mundo. Impulsó y creó la especialización de
médicos higienistas, hoy sanitaristas. Innovador, crea en 1948 los centros de
salud, e inaugura los primeros 50. Se erradicó por completo el paludismo y
enfermedades como sífilis y tuberculosis disminuyeron a niveles equiparables a
países más desarrollados. Los argentinos debemos saber que el Servicio Nacional
de Salud británico, considerado ejemplo de un sistema universal y público, data
de 1949. Ya para entonces el sistema público de salud argentino superaba al
británico, tanto en recursos aplicados como en resultados obtenidos”, narra el
historiador Pedro Borio. “Los problemas de la Medicina como rama del Estado, no
pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política
social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía
organizada en beneficio de la mayoría”, sostenía Carrillo. También creía que
“solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles
al pueblo.”
Murió el 20 de diciembre de 1956 en Belem do Pará, en el triste exilio al que lo
condenó la dictadura que produjo el golpe de estado del 16 de setiembre de 1955.
“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la
angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de
enfermedad, son unas pobres causas”, repitió hasta el cansancio.
En 2010, Carrillo parece ser una sombra lejana.
Según el CICOP, el gremio de los médicos de la provincia de Buenos Aires, en el
primer estado de la Argentina hay “cuatro camas cada mil habitantes”; una
“proporción preocupante, ya que apenas llega a la mitad de lo que recomienda la
Organización Mundial de la Salud”; y sostienen que “teniendo en cuenta el
crecimiento poblacional, el presupuesto es menor al de hace diez años”, apuntan
los trabajadores que no se resignan a olvidar a aquel fenomenal sanitarista
santiagueño.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo, septiembre 2010
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MEMORIA

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