ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS DE
LOS TROESMAS DEL GOTAN
"El tango,
hijo tristón de la alegre milonga, ha nacido en los corrales suburbanos
y en los patios de conventillo.
En las dos orillas del Plata, es música de mala fama. La bailan, sobre piso
de tierra, obreros y malevos, hombres de martillo o cuchillo, macho con
macho si la mujer no es capaz de seguir el paso muy entrador y quebrado
o si le resulta cosa de putas el abrazo tan cuerpo a cuerpo: la pareja se
desliza, se hamaca, se despereza y se florea en cortes y filigranas.
El tango viene de las tonadas gauchas de tierra adentro y viene de la mar,
de los cantares marineros. Viene de los esclavos del África y de los gitanos
de Andalucía. De España trajo la guitarra, de Alemania el bandoneón y de
Italia la mandolina. El cochero del tranvía de caballos le dio su corneta
de guampa y el obrero inmigrante su armónica, compañera de soledades. Con
paso demorón , el tango atravesó cuarteles y bodegones, picaderos de circos
ambulantes y patios de prostíbulos de arrabal. Ahora los organitos lo pasean
por las calles de las orillas de Buenos Aires y de Montevideo, rumbo al
centro, y los barcos se lo llevan a loquear a París."
Eduardo Galeano
ENLACE RECOMENDADO
El tango y sus invitados

Astor
Piazzolla
Astor Pantaleón Piazzolla, bandoneonista, pianista, director, compositor
y arreglador [11 de marzo de 1921 – 4 de julio de 1992]. Piazzolla no es
sólo el músico de tango más célebre en el mundo, sino también un compositor
cultivado por notables concertistas internacionales, conjuntos de cámara
y orquestas sinfónicas. Es posible que haya llevado al tango hasta sus límites,
tan lejos -estéticamente hablando- que muchos tanguistas no tuvieron capacidad
de acompañarlo ni de entenderlo. A los que sí lo siguieron, y a los que
vinieron después, les legó el difícil problema de sustraerse, aunque sea
en parte, de su influencia y de encontrar un nuevo rumbo después de su obra.
El "postpiazzollismo" es hasta ahora una colección de intentos, importantes
algunos pero insuficientes.
Su inserción en el medio tanguero de Buenos Aires comenzó en 1938, precisamente
la época en que el tango despertaba aceleradamente de su relativo letargo,
iniciado alrededor de 1930. La relación de Piazzolla con ese medio fue complicada,
mezcla de amor y desprecio, de admiración y resquemor. Pero su lucha, que
era la de un artista tan dotado como innovador, contra la mediocridad y
el conservadurismo, la libró desde el interior del tango, con profundas
raíces en él, tocando con orquestas ajenas o propias en palcos de café o
en oscuros clubes suburbanos. Este barro ya no lo tienen en sus botas los
postpiazzollanos.
A pesar de esta raigambre y de la profunda esencia tanguera de todo lo que
hacía Astor, incluso cuando se trataba de otra música, desde mediados de
los '50 se extendió entre sus detractores una muletilla presuntamente descalificadora:
"Piazzolla no es tango", como expresión absoluta del quietismo y la intolerancia.
No obstante ese antagonismo, varios tangos fueron escritos en su homenaje,
uno de ellos por Julio De Caro, figura capitular del género, testimoniando
la admiración que despertaba ese personaje áspero y combativo, que rompía
todos los moldes.
Astor Pantaleón nació en 1921 en Mar del Plata, cuando este puerto pesquero
del Atlántico, 420 kilómetros al sur de Buenos Aires, era a la vez un balneario
aristocrático, aún no masivo. En 1924 pasó a vivir con sus padres en Nueva
York, donde en 1929 sobrevino su encuentro con el bandeoneón. En 1932 compuso
su primer tango, "La catinga", nunca difundido, e intervino como actor infantil
en "El día que me quieras", film cuya estrella era Carlos Gardel.
Ya de regreso en Mar del Plata, en 1936 comienza a formar parte de conjuntos
locales y a conducir incluso uno que adoptaba el estilo del Sexteto Vardaro,
que a partir de 1933 había intentado una audaz superación estilística, desdeñada
por las grabadoras. Su líder, el violinista Elvino Vardaro, tocaría muchos
años después para Piazzolla.
En 1938 llegó a Buenos Aires, donde, luego de pasar brevemente por varias
orquestas, fue incorporado a la del bandoneonista Aníbal Troilo, que se
había constituido en 1937 y jugó un papel trascendental en el apogeo del
tango en los dos decenios siguientes. Además de bandoneón de fila, Astor
fue allí arreglador y ocasional pianista, en apurado reemplazo de Orlando
Gogni [o Goñi], tan brillante como incumplidor. Troilo prohijó a Piazzolla,
pero también recortó su vuelo para ceñirlo a los límites de su estilo, que
no debía trasponer la capacidad del oído popular.
El ímpetu renovador de Astor comenzó a desplegarse en 1944, cuando abandonó
a Troilo para dirigir la orquesta que debía acompañar al cantor Francisco
Fiorentino. Aquella fue la extraordinaria conjunción de un vocalista enormemente
popular y un músico de talento único. Quedaron de ese binomio 24 temas grabados,
con versiones descollantes [los tangos "Nos encontramos al pasar", "Viejo
ciego" y "Volvió una noche", entre otros]. La serie incluye los dos primeros
instrumentales registrados por Piazzolla: los tangos "La chiflada" y "Color
de rosa".
Tras aquella experiencia inaugural, Astor lanzó su propia orquesta en 1946,
todavía ajustada a los cánones tradicionales del género. Como tal se instaló
desde su inicio entre las agrupaciones más avanzadas, junto a las de Horacio
Salgán, Francini-Pontier, Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi y el propio Troilo.
Entre sus cantores sobresalió Aldo Campoamor. Hasta 1948 grabó un total
de 30 temas, entre ellos versiones antológicas de tangos como "Taconeando",
"Inspiración", "Tierra querida", "La rayuela" o "El recodo". Entre los registros
se destacan cinco obras del propio Piazzolla, que ya anuncian -particularmente
en los casos de "Pigmalión" y "Villeguita"- al genial compositor.
Este surge muy pronto en toda su hondura y originalidad con tangos de inigualada
inspiración: "Para lucirse", "Prepárense", "Contratiempo", "Triunfal", "Contratiempo"
y "Lo que vendrá". Esas piezas son incorporadas al repertorio de importantes
orquestas, como las de Troilo, Francini-Pontier, Osvaldo Fresedo y José
Basso, muchas veces con arreglos escritos por el propio Piazzolla. Mientras
tanto, su orquesta graba entre 1950 y 1951 cuatro obras, dos de ellas en
un memorable disco de 78 revoluciones: los viejos tangos "Triste" y "Chiqué".
En los primeros
años '50 Piazzolla dudó entre el bandoneón y el piano, y pensó volcarse
a la música clásica, en la que ya venía incursionando como compositor. Con
esas ideas se trasladó en 1954 a Francia, becado por el Conservatorio de
París, pero la musicóloga Nadia Boulanger lo persuadió de desarrollar su
arte a partir de lo que le era más propio: el tango y el bandoneón. Allí
graba en 1955, con las cuerdas de la Orquesta de la Opera de París, Martial
Solal al piano y él mismo en bandoneón, 16 temas, todos suyos salvo dos.
Aquello fue un nuevo torrente de asombrosa melopea, con tangos como "Nonino"
[antecedente del célebre "Adiós, Nonino", emocionada despedida a la muerte
de su padre], "Marrón y azul", "Chau, París", "Bandó", "Picasso" y otros.
De regreso en la Argentina, Piazzolla se desplegaría en dos direcciones.
Por un lado, la orquesta de bandoneón y cuerdas, con la que dio a conocer
una nueva generación de tangos suyos, de actitud ya rupturista, como "Tres
minutos con la realidad", "Tango del ángel" y "Melancólico Buenos Aires".
Su repertorio incluía por entonces también tangos tradicionales releídos
y otros más actuales de diferentes músicos, como "Negracha" [Pugliese],
"Del bajo fondo" [José y Osvaldo Tarantino] o "Vanguardista" [José Bragato].
La orquesta contaba con el cantor Jorge Sobral, ya que Astor quería extender
al tango canción su propuesta renovadora.
La otra gran empresa de Piazzolla en esa época fue la creación del Octeto
Buenos Aires, en el que reunió a ejecutantes de gran nivel y con el cual
subvirtió todo lo conocido en tango hasta entonces. Hay quienes juzgan a
ese Octeto como el cénit artístico de toda su carrera. Aquel conjunto, que
grabó sólo dos long-plays medianos, se dedicó sobre todo a reinterpretar
grandes tangos tradicionales, como "El Marne", "Los mareados", "Mi refugio"
o "Arrabal".
En 1958 Piazzolla se estableció en Nueva York, donde vivió circunstancias
muy difíciles. De aquella infeliz etapa quedó su experimento de jazz-tango,
que él mismo juzgó con dureza -excesiva tal vez- por la concesión comercial
que supuso. Pero al retornar a Buenos Aires en 1960 creó otro de los conjuntos
fundamentales de su trayectoria: el Quinteto Nuevo Tango [bandoneón, piano,
violín, guitarra eléctrica y contrabajo], que causó furor en ciertas franjas
de público, entre ellas el universitario.
Esta formación, cuyos integrantes fueron cambiando con el tiempo, frecuentó
un repertorio variado, que incluyó nuevos tangos del director, como "Adiós,
Nonino", "Decarísimo", "Calambre", "Los poseídos", "Introducción al ángel",
"Muerte del ángel", "Revirado", "Buenos Aires Hora 0" y "Fracanapa", entre
otros. Con la voz de Héctor de Rosas realizó notables versiones de "Milonga
triste" y tangos como "Cafetín de Buenos Aires", "Maquillaje", "Nostalgias"
y "Cuesta abajo", entre otros.
En 1963 retornó a un fugaz Nuevo Octeto, que no alcanzó el óptimo nivel
del anterior pero le permitió incorporar nuevos timbres [flauta, percusión,
voz]. Entre las diversas realizaciones de esos años intensos, sobresalen
dos acontecimientos de 1965. Uno es el concierto que con el Quinteto ofrece
en el Philarmonic Hall of New York, dando a conocer la Serie del Diablo
y la completada Serie del Ángel, además de "La mufa". A su vez, graba en
Buenos Aires una serie de excepcionales composiciones suyas sobre poemas
y textos de Jorge Luis Borges [con su mitología de cuchilleros de arrabal],
con el cantor Edmundo Rivero y el actor Luis Medina Castro. Ese mismo año
dio a conocer "Verano porteño", primero de los valiosísimos tangos que conformarán
las Cuatro Estaciones.
Comienza luego su producción con el poeta Horacio Ferrer, con quien creó
la operita María de Buenos Aires [que comprende el admirable "Fuga y misterio"]
y una sucesión de tangos. En 1969 lanzaron "Balada para un loco" y "Chiquilín
de Bachín", que de pronto le proporcionaron a Piazzolla éxitos masivos,
a los que no estaba habituado. Ese año los grabó por partida doble, con
la cantante Amelita Baltar y con el cantor Roberto Goyeneche.
En
1972, en otro gran momento de Piazzolla y tras haber registrado el año anterior
el magnífico LP "Concierto para quinteto", formó Conjunto 9, con el que
grabó "Música contemporánea de la ciudad de Buenos Aires", como trascendiendo
la discusión sobre la tanguidad. Los álbumes que realizó ese noneto incluyen
los sobresalientes "Tristezas de un Doble A", "Vardarito" y "Onda nueve".
Tras abandonar nuevamente la Argentina, Astor inició su fructífera etapa
italiana, donde entre otras obras dio a conocer "Balada para mi muerte",
con la cantante Milva, "Libertango" y la conmovedora "Suite troileana",
que escribió en 1975 bajo el impacto que le causó la noticia de la muerte
de Troilo.
Tres años después compuso y grabó con orquesta una serie de obras dedicadas
al campeonato mundial de football, esa vez disputado en la Argentina, durante
la sangrienta dictadura militar implantada en 1976, que manipuló políticamente
ese torneo. Se trató de un deplorable paso en falso de Piazzolla.
En 1979, de nuevo con su quinteto, presentó "Escualo", entre otros temas.
A lo largo de aquellos años y los siguientes, Astor unió su talento al de
artistas de diversos orígenes, como George Moustaki [para quien compuso
los bellísimos temas "Hacer esta canción" y "La memoria"], Gerry Mulligan
y Gary Burton. Entre otras variadas performances, el disco recogió una apoteótica
actuación del quinteto en 1987 en el Central Park de Nueva York. La última
formación de Piazzolla fue un sexteto, que sumaba un segundo bandoneón al
quinteto y reemplazaba el violín por el violoncello.
Además de obras de concierto y música para cerca de 40 películas, Astor
concibió numerosísimas piezas breves [tangos o no] omitidas en esta apretada
reseña. Entre ellas figuran "Juan Sebastián Arolas", "Contrabajeando" [escrito
con Troilo], "Tanguísimo", "La calle 92", "Oblivion", "Años de soledad",
"Los pájaros perdidos", "Lunfardo", "Bailongo", "Vuelvo al Sur" y la serie
"La camorra". Bucear en la inmensa obra de Piazzolla, encontrar partituras
y arreglos o idear otros nuevos es hoy la fascinante tarea de músicos de
todo el mundo. [Julio Nudler]
Carlos Gardel
Dónde nació Carlos Gardel? ¿En Tacuarembó, como sostienen algunos estudiosos
uruguayos? ¿En Toulose, como aseveran los únicos documentos conocidos al
respecto? ¿En la Argentina, tal como afirman terceros en discordia?
No es grato comprobar cómo la nacionalidad de quien se consideró rioplatense,
más allá de cualquier fatalidad geográfica, es motivo de enconadas confrontaciones
y más ingrato es que, para sostener determinadas teorías, crean algunos
necesario agraviar la figura de doña Berta, su madre. Hasta tanto no se
pruebe documentadamente lo contrario será necesario sostener que nació el
11 de diciembre de 1890 en Toulose, ciudad del sudoeste de Francia levantada
a orillas de Garona.
Su madre [soltera], la joven Berthe Gardes, desembarcó en Buenos Aires con
el niño cuando éste tenía dos años y lo crió lo mejor que pudo, sosteniéndose
principalmente con su trabajo de planchadora. Los talleres de planchado
eran entonces muchos en la ciudad porque una moda de las clases altas y
de las que aspiraban a serlo consistía en usar camisas planchadas al almidòn.
La niñez de Gardel ha sido objeto también de investigaciones, conjeturas
y probanzas nunca del todo satisfactorias. Sin duda su madre lo mandaba
a la escuela y la tradición quiere que haya sido compañero de Ceferino Namuncurá
en el colegio Pío IX, de los sacerdotes que entonces se llamaban salesianos
y ahora, de Don Bosco. Y sin duda también el hijo rabonearía, como cualquier
otro chico de su ambiente, y andaría haciendo gravoche.
Más seguro es recordar que hacia 1910 ya merodeaba por el conocido café
"O Rondeman", emplazado en Agüero y Humahuaca. Lily Franco -fina escritora
de estirpe circense- asegura que el llamado "O Rondeman" era, en realidad,
el restaurante, café y billares "El Progreso", al que le quedó el nombre
de "o Rondeman" porque alguno de sus dueños, para ordenar una vuelta de
bebida, de salame o de lo que fuera profería algo que sonaba como "o rondeman
de ...". Los dueños eran los Traverso -Yiyo, Constancio, Félix y José-.
Por allí solía vagabundear el pibe Carlitos, que ya no era tan pibe, pues
tenía 20 años, y a quien su nacionalidad -¿francesa?, ¿uruguaya?- le había
permitido "salvarse" del servicio militar. Al pibe Carlitos le tiraba el
canto, las canciones melódicas que podían escucharse en los cilindros fonográficos
dende se perpetuaban las voces de Angel G. Villoldo, Arturo Navas, Diego
M. Munilla, Juan A. Sarcioni, José Luis Betinoti. Es posible que lo llamaran
el Morocho o el Francesito y, ¿por qué no el Gordito, ya que lucía morrudo?
Los Traverso le habían cobrado afecto y lo dejaban cantar y pasar el platito.
Su fama se fue extendiendo por el Abasto y alguien pensó en enfretarlo con
el oriental José Razzano, hombre que cultivaba el tradicionalismo o criollismo
en boga, cantaba cosas camperas y malambeaba con destreza. La tradición
quiere que se hayan encontrado en la casa de un pianista llamado Gigena,
situada detrás del Mercado. Allí se alteraron en el canto y no excluyeron
a otro aficionado, Panchito Martino.
Aquella velada debió afianzar la incipiente fama del "tenor", porque en
1912 José Tagini, que grababa bajo licencia de Columbia Gramophone, lo contrató
para quince registros. Inmediatamente después comenzaron sus andanzas canoras,
primero con Panchito Martino; luego con el trío Gardel-Martino-Razzano,
que pronto se hizo cuarteto, al incorporarse Saúl Salinas [quien enseñó
a sus nuevos compañeros a cantar a dos voces y no al unísono, como lo hacían]
y finalmente devino al dúo de Gardel y Razzano. Una circusntancia feliz
los llevó a cantar en el "Armenonville", suntuoso cabaret construido en
1909, el 31 de diciembre de 1913. Escucharlos y contratarlos con un cachet
fabuloso fue todo uno para los concesionarios del lugar, los señores Loureiro
y Lanzavecchia, y allí se quedaron cantando durante tres meses, si bien
muy pronto se les sumó Panchito Martino.
El "Armenonville" fue su plataforma de lanzamiento profesional, porque el
día 12 de enero ya estaban cantando en un fin de fiesta en el teatro "Nacional",
donde continuaron hasta el día 20. De allí en más comienza la rutina de
los triunfadores. En julio de 1915 se embarcan hacia el Brasil con la Compañía
Dramática Rioplatense y en el barco "Infanta Isabel" los oye cantar Enrico
Caruso. Poco después se lucen en la Compañía Tradicionalista Argentina,
que presenta en el teatro "San Martín" algunas piezas criollas. Ese mismo
año, al cumplir sus 25 -es decir, en la noche del 10 de diciembre-, el patotero
Roberto Guevara le incrustó en el pulmón izquierdo una bala que lo acompaño
sin moverse de allí hasta el día de su muerte. El dúo cantó luego para Ortega
Munilla, Ortega y Gasset y Eduardo Marquina.
En 1917 Gardel entona su primer tango, Mi noche triste, en el escenario
del "Empire". El dúo se codea ya en el varieté porteño con las figuras más
rutilantes: Lola Membrives, la Argentinita y hasta Antonia Mercé [la Argentina].
Antes de cantar, en 1924, para el Príncipe de Gales [luego Eduardo VIII],
en la estancia que los Casares tenían en Huetel, el dúo viajó a España,
para hacer los fines de fiesta en las representaciones de la compañía de
Enrique de Rosas y el 7 de enero de 1924 debutó en el "Apolo" de Madrid.
No les fue bien; aprovecharon, entonces, para correrse a Toulouse, donde
estaba de paseo su madre, doña Berta. Luego hicieron la consabida escapada
a París y el 2 de febrero estaban de regreso a Buenos Aires, a bordo del
Giulio Cesare. Los diarios informaban cumplidamente de estas andanzas. Gardel
fue un precursor de las relaciones públicas: antes de partir y al llegar
visitaba a sus amigos periodistas.
GARDEL EN FRANCIA
En 1924 Carlos Gardel se ha convertido ya en un cantor de tangos, si bien
mantiene su gusto por los temas camperos. Ese año graba 54 tangos en un
total de 77 composiciones. El que ha sido el mayor "cantor criollo de escenarios"
demuestra que se ha convertido en el mayor cantor de tangos. Diez años y
será el mayor cantante popular de su tiempo, superior a Maurice Chevallier
y a Bing Crosby, según el criterio del historiador inglés Simon Collier.
En 1928 Carlos Gardel llega a París. El 30 de setiembre de 1925 se ha separado
de José Razzano, cuya garganta, apenas menos joven que la de su compañero-había
nacido en 1887- se ha deteriorado. Luego ha triunfado en España, donde un
criollo andariego y despabilado, Francisco Spaventa, andaba cantando tangos
con el éxito no despreciable. Gardel se embarca en el Conte Verde el 12
de setiembre. Es la cuarta vez que toma un "piróscafo" : antes de morir
cruzará el océano tres veces más. No viaja solo: lo acompañaban sus guitarristas
[José Ricardo, Guillermo Barbieri, José María Aguilar], su manager Luis
Gaspar Pierotti y su chofer Antonio Sumage. El tango, boom europeo hacia
1910, que en 1912 enloquecía a los franceses y a las francesas, había sido
barrido por la primera guerra mundial. Sin embargo, hacia 1920, un bandoneonista
emprendedor, Manuel Pizarro, inició con éxito la reconquista.
En 1928 Pizarro reinaba en la noche parisiense, ya había muerto Arolas en
el hospital Bichet y Canaro había triunfado en el Garrón. Gardel no hablaba
francés, aunque lo entendía con facilidad y se hacía entender. Pizarro le
allana el camino, que no es fácil; se presenta en un festival de beneficio
realizado en el teatro "Femina", el 2 de octubre debuta en el cabaret "Florida",
interviene en otro festival, canta en diversas salas y marcha a Cannes.
En ocasiones se desempeña vestido de esmoquin y en otras, con atuendo gauchesco,
como lo había hecho el gran bailarín Bernabé Simarra en 1912 y como lo hicieron,
en 1925 los músicos de la orquesta de Francisco Canaro. Antes de regresar
a Buenos Aires, va a recoger aplausos y dinero en Barcelona y en Madrid.
Cuando pisa otra vez suelo argentino, el 17 de junio de 1929, se siente
feliz. Trabajador impenitente, Gardel vuelve pronto a su rutina de presentaciones,
de giras, de radio, de grabaciones. Es un perfeccionista que estudia y ensaya
sin descanso. Pudo haber anclado en el canto de tierra adentro, que le rentaba
buen dinero, pero aceptó el desafío del tango. Tal vez en París y en Cannes
haya comenzado a acunar el sueño de convertirse en un cantante internacional.
Por eso, el 6 de diciembre de 1930 se embarca en el Conte Rosso. Llega a
París, canta en el "Empire"; en mayo de 1931 realiza una breve temporada
en el teatro "Palace", como étoile de una compañía de revistas en la que
cantaba Jean Sablon, y parte hacia Niza, contratado por el "Palais de la
Mediterranée". Allí está Charles Chaplin descansando de sus triunfos cinematográficos
y de sus derrotas sentimentales. Sara Baron Wakefield presenta a los dos
Carlos, que entablan una relación afectuosa y duradera. Pero Gardel piensa
en el cine.
GARDEL
EN EL CINE
Por entonces Hollywood dedica una parte de sus estudios al cine hispanohablado,
porque los títulos sobreimpresos ahuyentaban a un gran sector del público
con dificultades de lectura [el doblaje no se había inventado]. En ese cine
descuella José Mojica, el gran tenor mexicano. Es de suponer que Gardel
pensara en emular a Mojica, como cuando se dedicó al canto criollo pensaba
en Arturo Nava [sólo cuando se dedicó al tango no tuvo modelos, porque no
había entonces cantores de tangos, él fue el primero]. Y comienza la etapa
final, los seis años en que culminan su carrera y su vida. En las cercanías
de París filma Luces de Buenos Aires, con actores argentinos y un director
chileno, Adelqui Millar, aunque a éste lo dirige Manuel Romero. Luego, tres
películas más, Espérame, La casa es seria, Melodía de arrabal, con actores
españoles, entre ellos Imperio Argentina, que ya era estrella y ocupaba
el primer lugar del cartel. Los argumentos y las canciones son de Alfredo
Le Pera, un periodista argentino de origen ítalo-brasileño radicado en París.
Produce las películas la empresa norteamericana Paramount y el éxito es
resonante en todo el mercado hispano. En Luces de Buenos Aires canta Tomo
y ombligo y era frecuente que el público reclamara un bies y fuera necesario
rebobinar la película la película para que cesara la batahola. Pero Gardel
mira hacia el norte. Sigue intentando convertirse en un cantante internacional
y, al presentarse en el teatro Broadway, en 1931 ha cantado una canzonetta,
ante la incomprensión de sus amigos. Ha grabado en francés, con la jazz
de Gregor Kalikian. A instancias de Hugo Marinari, un músico ítalo-uruguayo
influyente en la National Broadcasting Company [NBC], va a Nueva York, canta,
desafía victoriosamente el riesgo de hacerlo con una numerosa orquesta a
sus espaldas; y, en tanto, negocia tesoneramente sus nuevas películas, hasta
que consigue que le paguen lo que él sabe que vale. No filma en Hollywood,
sino en estudios arrendados en Long Island, Cuesta abajo [1934], El tango
en Broadway [1934], El día que me quieras [1935], Tango bar [1935]. Dos
estrellas del cine hispano lo acompañan: Mona Maris y Rosita Moreno. Rueda
también un pasaje de The Big Broadcast 1935, pero tampoco lo hace en Hollywood,
sino en Long Island, de modo que no tiene ocasión de conocer a los astros
de ese filme, Bin Crosby, entre ellos. El éxito de sus películas es multitudinario.
EL PRINCIPIO DEL MITO
Mientras prepara nuevos contratos, dudando entre Estados Unidos y Buenos
Aires, desde donde lo tienta Manuel Romero, emprenda la última gira de promoción.
Una multitud lo recibe en San Juan de Puerto Rico; otra, en Caracas. Canta
en Curazao y en Aruba. El 10 de junio llega a Medellín y actúa allí durante
tres noches. El 14 está en Bogotá. Actúa sin interrupción hasta el 23. El
24 parte hacia Cali, la meta postrera de ese itinerario fatal. Hay una escala
técnica en Medellín. A las 14.26 el avión aterriza. A las 14.58 intenta
reanudar el vuelo y cuando apenas se ha elevado unos metros se estrella
contra otra máquina a la que un error humano ha detenido sobre la pista.
Entre los muertos por el accidente están Gardel, Le Pera y los guitarristas
Barbieri y Riverol. La fama de Gardel no se debe a su muerte trágica, que
lo sorprendió en lo mejor de su carrera. Ya era "el Mago" antes de morir.
Siempre fue el primero en lo suyo. El cine dio a su fama dimensión internacional.
Pero su vigencia se debe a que cada día canta mejor, como dijo con felicidad
Julio Jorge Nelson; es decir, a que la tecnología permite descubrir permanentemente
matices de su arte que las viejas reproducciones no captaban. Querido y
admirado, Gardel es el paradigma del porteño, su ídolo y el motivo de un
fervoroso culto que no cesa. Era francés, uruguayo o argentino? Nada de
eso; Gardel es eterno, como el agua y el aire. [Cybertango]
Enrique
Santos Discépolo
"Nací el 27 de marzo de 1901... Como ven, camino por la vida un paso atrás
del siglo. Yo bien quisiera ir un paso adelante, pero le tengo miedo al
papel de precursor". Un ingenio amargo recorre los apuntes autobiográficos
de Enrique Santos Discépolo. Igual que sus piezas editadas como "tango cómico",
escasas en relación con las decididamente trágicas que lo sacralizaron y
lo proyectaron a nuestra época como el poeta de la desesperación. Quién
diría hoy que el desgarrado autor de Uno y Yira, yira, alguna vez, como
monologuista en radio, estuvo auspiciado por sonrisa Kolynos...
Huérfano a los nueve años, creció bajo la influencia decisiva y la autoridad
de su hermano mayor Armando. A los 16 ya era actor —comenzó en El chueco
Pintos, escrita por Armando en colaboración—, y a los 17 autor teatral —la
compañía Vittone-Pomar estrenó en el Nacional El duende, que firmaba Enrique
junto con Mario Folco—. Para elteatro compuso su primer tango, Bizcochito,
que el experimentado músico Salvador Merico procuró mejorar para un debut
por demás intrascendente. Al estreno de su segundo tango, Qué vachaché [1926],
se le debe una anécdota tragicómicamente discepoliana, y decididamente fantasiosa,
transcripta por su historiador Norberto Galasso: "Sale la hermana del apuntador
convertida por azar en cancionista... El pianista, un honrado padre de familia
a quien internaron semanas después en un manicomio... A su lado, el violinista
rascaba el instrumento con un optimismo y una cara de pambazo irritante.
Sonreía a todo. Era feliz. Era feliz porque desafinaba... El flautista era
asmático y la flauta rencorosa. Había no sé qué resentimientos personales
entre ellos...". A este relato le cae bien la sentencia del propio Discépolo
"Nos burlamos a gritos de nuestro fracaso para evitar que se burlen los
demás", porque Qué vachaché fue, efectivamente, un estreno sin suerte. En
cambio el siguiente, Esta noche me emborracho en la voz de Azucena Maizani,
resultó un éxito inmediato que en poco tiempo grabaron solistas como Carlos
Gardel, Ignacio Corsini, la orquesta de Osvaldo Fresedo con el cantor Ernesto
Famá y la Orquesta Típica Víctor en versión instrumental, entre otros. Esta
noche me emborracho redimió a Qué vachaché y generó una expectativa que
el poeta no defraudaría en sus siguientes obras.
Desde esa época acarreó el hiperbólico título de "filósofo del tango". Sergio
Pujol rescata en su biografía Discépolo[1996, Emecé] la nota de Dante A.
Linyera en La Canción Moderna de noviembre del '28: "Esta noche me emborracho
es la tragedia del hombre que siente, Qué vachaché, la del hombre que piensa,
y Chorra la del hombre que cree. El tango tiene ya su salvador y su filósofo.
Welcome".
Escribió poco menos de cuarenta tangos —en algunos casos, en colaboración—
y explicó: "Mis canciones nacen así: voy caminando por Corrientes y se me
aparece un tango en el oído. Primero se me ocurre la letra, es decir, el
asunto. El tema me empieza a dar vueltas en la cabeza durante varios días.
Hasta que de pronto estoy sentado en la mesa de un café, leyendo en mi casa
o caminando por la calle y empieza a zumbarme en el oído la música que corresponde
a ese estado de espíritu, a esa situación de tango. Y aquí se me presenta
la tragedia porque yo no sé música [...] Corro a buscar un amigo que me
lo escriba. Muchas veces, no lo encuentro enseguida. Y aquí empieza la
desesperación para que esas notas, esas notas que de repente se me han presentado
no se me vayan".
Cambalache, escrito en 1934 para la película El alma del bandoneón —donde
lo cantó Ernesto Famá— recuerda a Qué sapa, señor [Discépolo, 1931] y a
Al mundo le falta un tornillo [Enrique Cadícamo, 1932], pero cobró un peso
incomparable. Yira, yira proviene de su anterior En el cepo. El lenguaje
estilizado de Sin palabras [del ''45, el mismo año de Canción desesperada]
es por lo menos compatible con el auge internacional del bolero a través
del cine mexicano, y con la todavía vigente censura radiofónica que había
proscripto el uso del voseo. Si en 1943 la censuraalcanzó a Uno [debía de
objetársele inconveniencia moral], todavía operaba en 1949, cuando Discépolo
y Mores volvieron a colaborar en Cafetín de Buenos Aires y el autor se permitió
comparar el café con la madre, y además llamarla "vieja": "Puedo entender
críticas a mis tangos. Lo que resulta imposible de aceptar es cierto tipo
de protección y consejo, ponga tal palabra en lugar de la que usted ha usado
—respondió en Noticias Gráficas—. Lo que muchos llaman lunfardo es brillo
de la imagen popular, es una nueva forma de metáfora, es el lenguaje propio
de la canción".
Gardel grabó ¿Qué vachaché?, Esta noche me emborracho, Yira, yira, Chorra,
Victoria, Secreto, Confesión, Malevaje [música de Filiberto], Sueño de juventud.
En 1930 debutaron juntos en el incipiente cine sonoro, en la serie de cortos
musicales del cantor, presentando Yira, yira. En el cine, Discépolo seguiría
como actor, autor y director, con una producción desparejamente valorada
por la crítica. Su composición actoral para El hincha [que dirigió Manuel
Romero] y su película Cuatro corazones, entre otras, permanecieron llamativamente
vigentes.
La intérprete por excelencia de sus tangos fue Tania. Anita Luciano Divis
y Enrique fueron presentados por José Razzano en 1928, en el cabaret Follies
Bergeres, donde ella cantaba Esta noche me emborracho. El contraste entre
la diva toledana ["Yo era una engrupida que adoraba las joyas y picaba alto"]
y el poeta tímido, feo e increíblemente delgado ["He llegado a estar tan
flaco que si me tapaba un ojo quedaba disfrazado de aguja"], no podía ser
más rotundo: a las pocas semanas compartían un departamento en el Centro.
Pasaron juntos más de veinte años, con un único paréntesis de seis meses
que el poeta pasó en México, en 1946, junto a Raquel Alicia Díaz, quien
posiblemente haya tenido un hijo suyo. Pero fue mucho más lo que se habló
y especuló acerca de presuntas infidelidades de ella y de la resignación
de él ["Si vos me vieras desnudo, la comprenderías a Tania", se cita en
Pujol].
La pareja hizo viajes y presentaciones en Europa, Chile, México ["Tengo
alma de valija. Donde veo una estampilla me la pego"]. Filmaron y grabaron
discos juntos [él dirigió orquesta]. Si no precipitó su final, como se tiene
por probable, la vinculación con el peronismo signó sus últimos años. Al
frente del Teatro Cervantes —un cargo que acepto ad honorem— se ganó no
pocas antipatías. Pero fue sobre todo su actuación en radio, en el ciclo
propagandístico Pienso y digo lo que pienso, instado por el poderoso funcionario
Raúl Apold, lo que le valió profundas enemistades. El 2 de julio de 1951
comenzó la serie de charlas radiales en apoyo a Perón. Durante muchas noches
se dirigió inflamadamente a Mordisquito, un opositor imaginario: "Vos siempre
viviste sin la angustia del peso que falta y nunca llegaba hasta tu mundo
el rumor doloroso de las muchedumbres explotadas. ¿Entendés, Mordisquito?
¡No! ¡A mí no
me vas a contar que no entendés, que no entendiste ya, hace mucho tiempo!
¡No! ¡A mí no me la vas a contar!".
Si Mordisquito encarnó al opositor, la oposición vio encarnada en Discépolo
la obsecuencia política, y lo castigó. Alguien compró todas las entradas
de una cena en su homenaje, sólo para dejarla desierta. La temporada teatral
de Blum pasó del éxito de taquilla a la declinación. Y hubo antiguos amigos
que lo increparon directamente.
Discépolo acusó los golpes. El 23 de diciembre de ese año, murió en su departamente
de la calle Callao. Como si cumpliera con una última exigencia de su propio
mito, acurrucado en un sillón del living dejó lugar para la sentencia que
no constó en el acta de defunción: "Discepolín se murió de tristeza". [Tangogoods]

Aníbal
Troilo
Fue uno de esos contados artistas que nos hacen preguntar qué misterio,
qué magia produjo semejante comunión con el público. Como ejecutante del
bandoneón no fue un estilista como Pedro Maffia, ni un virtuoso como Carlos
Marcucci, ni un creador múltiple como Pedro Laurenz, ni un fraseador como
Ciriaco Ortiz. Pero de todos tuvo algo y fue, fundamentalmente, él mismo,
personalidad y sentimiento en la expresión. Como director de orquesta cultivó
un estilo netamente tanguero, equilibrado, sin efectismos y de buen gusto.
Supo rodearse de los mejores ejecutantes de acuerdo a sus ideas musicales;
eligió buenos cantores, que a su lado invariablemente dieron le mejor de
sí, a punto tal que una vez alejados de su orquesta, a lo sumo parcialmente
y por poco tiempo rindieron al mismo nivel. Supo además elegir el repertorio
sin doblegarse ante las imposiciones de las empresas grabadoras. Finalmente,
fue un inspirado compositor, creador de temas que perdurarán, lo mismo que
sus versiones de obras ajenas, transformadas en clásicos a través del tiempo.
Han dicho que tenía algo de Maffia, pero si alguien ha influido más claramente
en su forma de tocar, en la de hacer conversar al bandoneón, en la capacidad
de conmover estirando las notas en sus fraseos, ése ha sido Ciriaco Ortiz.
Tocaba ligeramente inclinado hacia adelante, los ojos cerrados, la papada
colgando. Pasado el tiempo, comentó: "Se dice que yo me emociono demasiado
a menudo y que lloro. Sí, es cierto. Pero nunca lo hago por cosas sin importancia".
El bandoneón lo atrapó cuando lo escuchó sonar en cafés de su barrio. Tenía
10 años cuando convenció a la madre de que le comprara uno. Lo obtuvieron
a 140 pesos de entonces, a pagar en 14 cuotas, pero luego de la cuarta el
comerciante murió y nunca nadie les reclamó el resto. Con ese instrumento
tocó casi toda su vida. Su primer contacto con el público fue a los 11 años,
en un escenario próximo al Abasto, bullicioso mercado frutihortícola convertido
hoy en un shopping center. Luego integró una orquesta de señoritas, y a
los 14 años ya tuvo la ocurrencia de formar un quinteto. En diciembre de
1930 integró el renombrado sexteto conducido por el violinista Elvino Vardaro
y el pianista Osvaldo Pugliese, donde Pichuco tuvo de ladero por primera
vez a Ciriaco Ortiz. El segundo violín del conjunto era Alfredo Gobbi [hijo],
luego célebre director de orquesta. De ese mítico sexteto no quedó ningún
registro discográfico.
En 1931 realizó Troilo una breve incursión en la orquesta de Juan Maglio
"Pacho". Al promediar ese año se reencontró con Ortiz en la orquesta Los
Provincianos, una de las varias creadas por el sello Víctor, fundamentalmente
para grabaciones. Más tarde se integró a una orquesta gigante formada por
el violinista Julio De Caro para presentarse en un concurso en el Luna Park
[estadio cerrado para boxeo y espectáculos diversos]. Pasó luego brevemente
por las orquestas de Juan D'Arienzo, Angel D'Agostino, Luis Petrucelli y
por la Típica Victor, dirigida en ese momento por otro bandoneonista de
nombradía, Federico Scorticatti.
Troilo formó parte del Cuarteto del 900, con el acordeonista Feliciano Brunelli,
Elvino Vardaro y el flautista Enrique Bour. Luego se suma a la orquesta
gigante del pianista Juan Carlos Cobián para los carnavales de 1937, su
última parada antes de lanzarse con su propia orquesta. El hecho ocurrió
el 1º de julio de ese año en la boite Marabú, donde un letrero anunciaba:
"Hoy debut: Aníbal Troilo y su orquesta". Y otro proclamaba: "Todo el mundo
al Marabú / la boite de más alto rango / donde Pichuco y su orquesta / harán
bailar buenos tangos".
Ese mismo año conoce a Ida Calachi, muchacha de origen griego empleada en
un local nocturno. Se casa con ella al año siguiente, cuando también llega
por primera vez al disco. Esto ocurrió en el sello Odeón el 7 de marzo de
1938 con los tangos "Comme il faut", de Eduardo Arolas, y "Tinta verde",
de Agustín Bardi. Sin embargo, por conflictos con la empresa no registró
ninguna otra placa, hasta que en 1941 volvió a grabar para Víctor. Lo hizo
el día 4 de marzo de aquel año con su cantor emblemático, Francisco Fiorentino,
popularmente conocido como Fiore. La orquesta de Troilo grabó hasta el 24
de junio de l971, día en que dejó registrada la última de sus 449 versiones.
A éstas hay que agregar las inolvidables realizaciones plasmadas por Pichuco
junto al guitarrista Roberto Grela, con la colaboración de Edmundo Zaldívar
en guitarrón y Enrique Kicho Díaz en contrabajo. Este admirable cuarteto
grabó doce temas a lo largo del período junio 1955 - septiembre 1956. En
1962 volvieron a reunirse para llevar al disco diez temas más, aunque esa
vez junto a Troilo-Grela estaban Roberto Láinez en guitarra, Ernesto Báez
en guitarrón y Eugenio Pro en contrabajo.
En
1968 formó el Cuarteto Aníbal Troilo para grabar en Victor 11 tangos y una
milonga. Lo acompañaban Ubaldo De Lío [guitarra], Rafael Del Bagno [contrabajo]
y Osvaldo Berlinghieri [piano]. Habría que sumar dos dúos de bandoneón con
Astor Piazzolla en 1970, cuando registraron "El motivo", de Cobián, y "Volver",
de Carlos Gardel. Se arriba así a un total de 485 grabaciones editadas,
aunque se supone que existen varias otras que no llegaron al público.
Cantores de gran relieve en la historia del tango pasaron por su orquesta,
como Fiorentino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Jorge Casal,
Raúl Berón, Roberto Rufino y Roberto Goyeneche. Sus pianistas se convirtieron
sistemáticamente en directores de orquesta: así ocurrió con Orlando Goñi,
José Basso, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, Osvaldo Berlinghieri y José Colángelo.
Como compositor, Troilo creó un extenso número de obras fundamentales. Algunos
de sus títulos más notables son "Toda mi vida", "Barrio de tango", "Pa'
que bailen los muchachos", "Garúa", "María", "Sur", "Romance de barrio",
"Che, bandoneón", "Discepolín", "Responso", "Patio mío", "Una canción",
"La cantina", "Desencuentro" y "La última curda".
Fue un personaje mítico de Buenos Aires, a quien, como describió un poeta,
"un 18 de mayo el bandoneón se le cayó de las manos". [Néstor Pinsón www.todotango.com]

Juan
D'Arienzo
En 1936 irrumpe victorioso Juan D’Arienzo en el disputado territorio de
la popularidad. Acababa de cumplir 35 años, uno menos que Julio De Caro
-estilísticamente ubicado en el otro extremo del espectro musical del tango-
era estrella desde 1924 y D’Arienzo comenzó a serlo cuando Pablo Osvaldo
Valle lo llevó a la flamante radio El Mundo. Lo cual no quiere decir, de
ninguna manera, que D’Arienzo fuera un tanguista tardío. Como casi todos
los musicantes de aquellos tiempos se inició en el tango de chiquilín. Con
Angel D’Agostino al piano, el bandoneonista Ernesto Bianchi -por apodo,
Lechuguita- y Ennio Bolognini -hermano de Remo y de Astor- tocó, de muy
chico, en teatritos de tres al cuatro. Su primera actuación memorable, que
el mismo no memora bien, data de 1919. El 25 de junio de aquel año, la compañía
Arata-Simari-Franco estrenó, en el teatro Nacional, la pieza cómica de Alberto
Novión El cabaret Montmartre. D’Arienzo , en un reportaje del año 1949,
dijo que el tocó en aquel estreno: "Con D’Agostino y yo en el violín tomamos
parte en el estreno del sainete de Alberto Novión El cabaret Montmartre/.../.
En la obra aparecía una pequeña orquesta típica, dirigida por nosotros,
y que acompañaba a Los Undar’s, famosa pareja de baile integrada por la
Portuguesa y El Morocho, dos ases del tango canyengue". El doctor Luis Adolfo
Sierra ha establecido, empero, que en el estreno de aquella pieza tocó la
orquesta de Roberto Firpo. Cuando ésta [Firpo, al piano; Cayetano Puglisi,
al violín; Pedro Maffia y Juan Bautista Deambroggio, a los bandoneones,
y Alejandro Michetti, a la bateria] se alejó el 1º de setiembre de aquel
año, fue reemplazada por la de D’Arienzo-D’Agostino.
De allí en más, D’Arienzo continuó vinculado al teatro. Acompañó, siempre
con D’Agostino al piano, a Evita Franco, que tenía su edad y cantaba bellamente
tangos como Loca, Entra no más o Pobre milonga; tañó su violín en la jazz
de Frederickson y formó luego una orquesta con D’Agostino, en la que este,
naturalmente, tocaba el piano; el otro violín lo hacía Mazzeo; en los bandoneones
estaba n Anselmo Aieta y Ernesto Bianchi, y Juan Puglisi en el contrabajo.
Cuando D’Agostino hizo rancho aparte, lo reemplazó Luis Visca, que por aquellos
años componía Compadrón. Aquel era un sexteto.
Y llegamos a 1935, que es un año clave en la performance de D’Arienzo; que
es el año en que realmente aparece el D’Arienzo que todos recordarnos. Eso
ocurre cuando se incorpora a su orquesta Rodolfo Biaggi, un pianista que
había tocado con Pacho, que había acompañado a Gardel en algunas grabaciones,
que había tocado también con Juan Guido y con Juan Canaro. D’Arienzo actuaba
por entonces en el Chantecler. La incorporación de Biaggi significó el cambio
de compás de la orquesta de D’Arienzo, que pasó del cuatro por ocho al dos
por cuatro; mejor dicho, retornó al dos por cuatro, al compás rápido y juguetón
de los tangos primitivos.
Cuando Biaggi lo abandonó en 1938 para formar su propia orquesta, D’Arienzo
ya se había identificado para siempre con el dos por cuatro. Frente al ritmo
marcial de Canaro, a la trivialidad un tanto murguística de Francisco Lomuto,
a los arrestos sinfonistas de De Caro, D’Arienzo aportaba al tango un aire
fresco, juvenil y vivificador. El tango, que había sido un baile alardoso,
provocativo, casi gimnástico, se vio un día convertido, al decir de Discépolo,
en un pensamiento triste que se puede bailar... Se puede... El baile había
pasado a ser subsidiario hoy; sólo que entonces había sido desplazado por
la letra y por los cantores y ahora lo es por el arreglo. Y bien: D’Arienzo
devolvió el tango a los pies de los bailarines y con ello hizo que el tango
volviera a interesar a los jóvenes. El "rey del compás" se convirtió en
el rey de los bailes, y haciendo bailar a la gente ganó mucho dinero, que
es una linda forma de ganarlo.
Los tangófilos menosprecian a D’Arienzo. Lo consideran una suerte de demagogo
del tango. Pero D’Arienzo -como ha señalado muy bien José Luis Macaggi-
hizo posible ese renacimiento del tango que ha dado en llamarse “la década
del cuarenta” una década que es para el tango algo así, mutatis mutandis,
lo que el siglo de oro para la literatura española.
Es claro que el tango no comienza en 1940. Tampoco los tanguistas de 1940
son más importantes que los de 1910 o 1920 [como Cervantes no fue más importante
que Berceo o que el rey Alfonso]. A veces se niega, con criterio entre esteticista
y estetizante, a Canaro, a Contursi, a Azucena Maizani, a Luis Roldán, a
los pioneros, a los que pusieron, bien o mal, los cimientos sobre los que
se ha edificado el complicado edificio del tango. Piazzolla se ha quejado
alguna vez de que siempre se toca la música de los muertos... ¡Por Dios!
Es como quejarse porque los chicos de las escuelas leen a Miguel Cané y
a José Hernández.
Una vez que tuvo éxito con el nuevo compás, que encandiló a los bailarines
del Chantecler y que la radio El Mundo difundió en todo el país, D’Arienzo
comenzó a teorizar sobre si mismo.
Ignoro si el merito de D’Arienzo consistió inicialmente en sugerir, en proyectar
o meramente en dejar hacer. Tampoco vale la pena demorarse en denigrar las
concesiones lamentables que el maestro hizo a la chabacanería, en composiciones
tan ordinarias como El Tarta o El Hipo. Mejor olvidar todo eso. En todo
caso, esa chabacanería algún paralelismo guardaba con el tono original del
tango, con la impronta plebeya que los compadritos pusieron al tango en
las academias, en los cafés de camareras, en los bailes del Politeama y
del Skating Ring, vale la pena, en cambio, detenerse en las teorizaciones
d’arienzanas.
En 1949 decía D’Arienzo: "A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo,
nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenía
todo eso, y debemos procurar que no lo pierda nunca. Por haberlo olvidado,
el tango argentino entró en crisis hace algunos años. Modestia aparte, yo
hice todo lo posible para hacerlo resurgir. En mi opinión, una buena parte
de culpa de la decadencia del tango correspondió a los cantores. Hubo un
momento en que una orquesta típica no era más que un simple pretexto para
que se luciera un cantor. Los músicos, incluyendo al director, no eran mas
que acompañantes de un divo más o menos popular. Para mi, eso no debe ser.
El tango también es música, como ya se ha dicho. Yo agregaría que es esencialmente
música. En consecuencia, no puede relegarse a la orquesta que lo interpreta
a un lugar secundario para colocar en primer plano al cantor. Al contrario,
es para las orquestas y no para los cantores. La voz humana no es, no debe
ser otra cosa que un instrumento más dentro de la orquesta. Sacrificárselo
todo al cantor, al divo, es un error. Yo reaccioné contra ese error que
generó la crisis del tango y puse a la orquesta en primer plano y al cantor
en su lugar. Además, traté de restituir al tango su acento varonil, que
había ido perdiendo a través de los sucesivos avatares. Le imprimí así en
mis interpretaciones el ritmo, el nervio, la fuerza y el carácter que le
dieron carta de ciudadanía en el mundo musical y que había ido perdiendo
por las razones apuntadas. Por suerte, esa crisis fue transitoria, y hoy
ha resurgido el tango, nuestro tango, con la vitalidad de sus mejores tiempos.
Mi mayor orgullo es haber contribuido a ese renacimiento de nuestra música
popular." Esto es lo que decía D’Arienzo, a través de aquel gran periodista,
de aquel maestro del reportaje que fue Andrés Muñoz. Y bien: el mismo día
que D’Arienzo decía esas cosas, o casi el mismo día, Aníbal Troilo, con
Edmundo Rivero, grababa El último organito. Allí el cantor estaba en primer
plano y, sin embargo, eso era tango puro, y en la más exigente antología
sonora aquella bellísima versión no debería estar ausente.
Por lo demás, también D’Arienzo puso, a veces, al cantor en primer plano,
y aunque lo hizo correr a la velocidad de la orquesta, buscó un éxito adicional
y menospreciable en letras tan penosas como las nombradas o como Chichipia
o El nene del Abasto.
En 1975, un mes antes de su muerte, D’Arienzo volvió a teorizar: "La base
de mi orquesta es el piano. Lo creo irremplazable. Cuando mi pianista, Polito.
se enferma, yo lo suplanto con Jorge Dragone. Si llega a pasarle algo a
éste no tengo solución. Luego el violín de cuarta cuerda aparece como un
elemento vital. Debe sonar a la manera de una viola o de un cello. Yo integro
mi conjunto con el piano, el contrabajo, cinco violines, cinco bandoneones
y tres cantores. Menos elementos, jamás. He llegado a utilizar en algunas
grabaciones hasta diez violines"
Sin duda, los resultados logrados por la orquesta de D'Arienzo no justificaban
tanto derroche instrumental, ni justificaban tener el primer violín a un
artista como Cayetano Puglisi. Con igual numero de instrumentos la orquesta
de Troilo obtuvo, en 1946, ese prodigio de sonoridad que es la versión de
Recuerdos de bohemia. Pero esa es otra cuestión. Lo cierto es que, en 1975,
en plena vanguardia, D’Arienzo seguía sosteniendo que "sí los músicos retornaran
a la pureza del dos por cuatro, otra vez reverdecería el fervor por nuestra
música y, gracias a los modernos medios de difusión, alcanzaríamos prevalencia
mundial"
Volver al dos por cuatro primitivo significa, sin embargo, borrar a Canaro,
borrar a Cobián, borrar a De Caro, borrar a todos los tanguistas del Cuarenta.
¿Vale la pena?
D’Arienzo, al fin de su carrera, cultivó el estilo camp; por supuesto, sin
saberlo y sin proponérselo. La gente lo veía gesticular frente a los músicos
y los cantores; lo veía con simpatía, había algo de nostalgia y algo de
burla. Por supuesto, el compás de la orquesta se llevaba tras de si los
pies de los bailarines. Y los pies de los bailarines siguen yéndose con
el compás cuando suenan los discos de D’Arienzo, y su figura continua suscitando
una gran simpatía. Se la merece por lo que hizo por el tango al promediar
la década de 1930. [José Gobello www.todotango.com]

Roberto
Goyeneche
Nació el 29 de Enero de 1926 en el barrio porteño de Saavedra. Su padre
Emilio Goyeneche, tapicero de profesión y pianista de vocación, falleció
en abril de 1931, cuando Roberto tenía sólo cinco años. Por esta razón tuvo
que dividir su tiempo entre la escuela y el trabajo. Ya de adolescente trabajó
de las más diversas formas: conductor de camiones, taxista, colectivero
o lo que fuera necesario con tal de llevar el pan a su casa. En 1944 se
inscribe en un concurso en el "Club Federal Argentino" siendo el primer
premio un contrato como vocalista en la orquesta de Raúl Kaplún; así es
que con sólo 18 años debuta en Radio Belgrano. Realizó algunos discos pero
no fueron puestos a la venta. En el año 1952 es llamado por la orquesta
de Horacio Salgan en donde canta a dúo con Ángel "Paya" Díaz. Entre las
grabaciones que hizo "El Polaco" con Salgan se encontraban "Alma de loca"
y "Un cielo para los dos" [a dúo con Díaz]. Luego del éxito con la orquesta
Salgán, es requerido por Troilo y forma un dúo de voces con Ángel Cárdenas.
Cuenta la historia que en un principio Troilo no estaba demasiado conforme
con la incorporación de Goyeneche a la orquesta porque decía que tenía "pinta
de cowboy", pero más adelante se hicieron amigos inseparables hasta el punto
que Troilo le dijo
cariñosamente: "si no se va, lo echo" alentándolo hacia la carrera como
solista y fue entonces, en 1963, que el Polaco se desvincula de la orquesta
de Troilo. No tardó en ser uno de los cantantes de tango más populares en
ese tiempo. Como solista llegó a grabar con: Francini-Pontier, Baffa-Berlingier-Cabarcos,
Stazo-Cupo-Monteleone, Requena, Grela, Orquesta Típica Porteña y Astor Piazzolla,
entre otros. Desde 1984, el tango a nivel mundial dio un gran salto y eso
lo lleva a realizar películas en base a su enorme popularidad y su condición
de mito viviente; aparece en dos films del famoso director argentino Pino
Solanas: "El exilio de Gardel" y "Sur". Aún hoy la gente coincide en que
escuchar un tango en la voz de Roberto Goyeneche, es vivir la música de
Buenos Aires, es percibir ese fraseo "casi bandoneonístico" como bien dijo
Horacio Ferrer, y esa forma tan particular de cantar "hasta los puntos y
las comas" como destacó Aníbal Troilo de manera tan certera al referirse
a su amigo; porque ahí estaba su esencia: en los tiempos, los espacios y
el sentimiento que sólo puede comprender y sentir el porteño de alma. Lo
que hacia "El Polaco" era darle el significado justo a cada palabra con
toda la pasión, la tristeza, la nostalgia y la melancolía que el tango trasmite,
en fin, según se escuchó una frase : "entablar un pacto de complicidad con
el público"; nada más acertado y representativo. "El Polaco", nos dijo adiós
el 27 de Agosto de 1994, un poco después de las 14:30 de un sábado que no
se olvidará. En la portada de un diario decía: "Se fue el último gran cantor".
Algo de verdad había...
[www.elportaldeltango.com]

Edmundo
Rivero
Lionel Edmundo Rivero [8 de junio de 1911 - 18 de enero de 1986]
Apodo: El Feo. Edmundo Rivero representa un caso singular en la extensa
galería de cantores de tango. El registro de bajo, que contenía su voz,
era una verdadera rareza en el género y, a la vez, algo poco apreciado por
la pléyade tanguera, acostumbrada a los barítonos y tenorinos. Sin embargo,
la afinación y los coloridos matices de su fraseo, sumado todo ello a un
sentimiento y estilo criollo con reminiscencias gardelianas, lo hicieron
un favorito del público y, al mismo tiempo, el primer caso de una voz gruesa
imponiéndose en un momento de extraordinarios vocalistas.
También fue importante su formación y desarrollo musical. No fue un improvisado
y menos un intuitivo, fue un estudioso que se inició con la música clásica,
con el rigor de las academias, la disciplina y el estudio.
Nació en el barrio bonaerense de Valentín Alsina. Sus padres, Aníbal y Anselma,
inculcaron a sus hijos, desde la cuna, el amor por la música. Se crió en
el barrio porteño de Saavedra y pasó su adolescencia en Belgrano.
De muy joven comenzó el estudio de canto en el conservatorio nacional y
más tarde el de guitarra.
La primera presentación la realizó a dúo con su hermana Eva en Radio Cultura.
En esta misma emisora fue contratado para formar parte del conjunto que
acompañaba a las ocasionales figuras que hacían su presentación en ella.
Asimismo, mostró sus dotes de guitarrista tocando en presentaciones teatrales
un repertorio de música clásica española.
Su debut como cantor sucedió en forma imprevista, ya que tuvo que reemplazar
al artista que debía actuar en Radio Splendid y al cual Rivero acompañaba.
La primera orquesta que contrató a "El Feo" fue la de José De Caro, lo cual
le posibilitó acercarse a Julio De Caro, quien le propuso ser su cantor
en los tradicionales carnavales del Teatro Pueyrredon de Flores. Mas tarde
debutó en la orquesta de Emilio Orlando y, a comienzos de los cuarenta,
lo hizo en la de Humberto Canaro.
En esta década ocurrieron, en la vida de nuestro querido artista, dos acontecimientos
fundamentales, con dispares resultados. Hacia 1944 es convocado por el pianista
Horacio Salgán para participar en su orquesta, en la que estuvo hasta 1947.
De este periodo no quedaron registros, ya que los empresarios discográficos
le dieron la espalda tanto a la avanzada concepción del tango de Salgán
como al inusual registro vocal deRivero. Ambos se dieron el gusto de grabar
en las décadas siguientes, ya siendo artistas consagrados.
El segundo acontecimiento es el que lo lanza definitivamente a la fama,
cuando es convocado por Aníbal Troilo para formar parte de su gran orquesta,
en reemplazo de Alberto Marino. En los tres años que participó Rivero en
la orquesta de Pichuco dejó más de una veintena de grabaciones, en algunas
de las cuales canto a dúo con Floreal Ruiz y con Aldo Calderón. En esta
etapa el gran cantor paso a ser sinónimo de tangos como "El último organito",
"La viajera perdida", "Yo te bendigo", pero fundamentalmente del tango de
Homero Manzi y Aníbal Troilo "Sur".
En el año 1950 comienza su etapa como solista, siendo acompañado por un
conjunto de guitarras que estaba integrado por Armando Pagés, Rosendo Pesoa,
Adolfo Carné, Achával y Milton, en otras ocasiones fue acompañado por la
orquesta de Victor Buchino.
En la dilatada carrera artística de Edmundo Rivero no faltó su participación
en varias películas, entre las que se destacan: "El cielo en las manos"
[1949], en la cual interpreta el tango homónimo de Homero Cárpena y Astor
Piazzolla, acompañado por la orquesta de este último. El film "Al compás
de tu mentira" [1951], donde canta "No te engañes corazón" de Rdodolfo Sciamarella,
acompañado por guitarras. Después "La diosa impura", en el que interpreta
"Sin palabras" de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, y participa
en la famosa película "Pelota de cuero", de Armando Bo, entre otras.
Hacia 1965, fue elegido para interpretar las poesías de Jorge Luis Borges,
musicalizadas por Astor Piazzola y llevadas al disco titulado "El tango".
En el mismo participaba el actor Luis Medina Castro recitando obras del
poeta. Este espectáculo fue presentado en teatros de todo el país y del
Uruguay.
A fines de la década del 60, lo acompañó el conjunto de guitarras dirigido
por Roberto Grela y que estaba integrado por Rafael Del Pino, Héctor Davis,
Héctor Barceló, Rubén Morán y Domingo Laine. De esta sociedad quedaron inolvidables
registros discográficos, como por ejemplo "Packard", "Falsía", "Poema número
cero" y "Atenti pebeta", verdaderas joyas del género.

Incursionó en el arte de la escritura por medio de dos libros: "Una luz
de almacén" y "Las voces, Gardel y el tango". Hubo un tercer libro que quedó
trunco por la desaparición física de nuestro artista, el cual presentaba
un profundo estudio sobre el lenguaje y la poesía lunfarda.
Fue compositor y autor de varios temas, y algunos tangos al modo reo y lunfardo.
"No mi amor", "Malón de ausencia", "A Buenos Aires", "Falsía", "Quién sino
tu", "Arigato Japón" y "El jubilado". Compuso también: "Pelota de cuero"
[con Héctor Marcó], "Biaba" [Celedonio Flors], "La señora del chalet", "Poema
número cero" y "Las diez de últimoa [los tres con Luis Alposta], "Calle
Cabildo" [D. De Biase], "Acuérdate" [José María Contursi], "Todavía no"
[Eugenio Majul], "Aguja brava" [Eduardo Giorlandini], "Amablemente" [Iván
Diez], "Coplas del Viejo Almacén" [Horacio Ferrer], "Milonga del consorcio"
[con Arturo de la Torre y Jorge Serrano]y "P'al nene" y "Bronca" [con Mario
Battistella], entre otras.
En el año 1969, se da el gusto de inaugurar su propia casa de tango: "El
Viejo Almacén". Por ella desfilaron innumerables figuras nacionales e internacionales
y ocurrieron interesantes episodios como escuchar a Rivero acompañado por
la orquesta de Osvaldo Pugliese, o una noche cualquiera ver entre los concurrentes
a Joan Manuel Serrat, gran admirador del cantor.
El 18 de enero de 1986, luego de permanecer internado desde diciembre, por
un problema cardíaco fallece en Buenos Aires a los 74 años de edad.
Fue un cantor distinto, genial, adornado por una personalidad afable y señorial
que lo hizo querido por todo el ambiente artístico y, lo que es más importante,
por un público que lo recuerda y lo admira en cada uno de sus registros.
[Fernando Pastor www.todotango.com]

Horacio
Salgán
Horacio Salgán es uno de los tangueros más completos que tuvo este género.
Sus arreglos hechos en 1960 o en 1970 son dignos de ser vanguardistas en
el 2000, o inclusive más adelante. No por nada el mismo Astor Piazzolla,
al escuchar a este músico por primera vez, dijo con el alma que dejaría
el tango porque nunca podría arreglar como Salgán. Por suerte esto sólo
fue un despilfarro momentáneo, pero lo cierto es que Horacio Salgán fue,
es y será siempre un gran ejemplo para todos los músicos que deseen estudiar
el tango a fondo. Su carrera comienza a los 16 años, tocando en un cine
de Villa del Parque, habiendo estudiado piano en una escuelita del barrio
de Caballito. Luego, ha tocado en varias formaciones, hasta que, previo
estar tocando bajo la dirección de Roberto Firpo, en 1944 forma su primera
orquesta, en la cual participa como cantante Edmundo Rivero.
Salgán siempre buscó nuevas posibilidades armónicas en el tango, y por este
motivo no tuvo la confianza de las compañías discográficas a la hora de
entrar en un estudio de grabación. Esto fue lo que provocó la disolución
de su primer orquesta, hasta que en 1950 formó su segunda orquesta, la cual
duró hasta 1957, disolviéndose por motivos similares.
Luego de estos intentos se junta con el guitarrista Ubaldo de Lío, y esto
le hizo tener más éxito, ya que al tener Salgán un sonido bastante influenciado
por las armonías de jazz, con un golpe brillante e inconfundible, la guitarra
eléctrica de De Lío hacía de este dúo uno muy interesante y único.
Ya por 1960 se formó el mítico Quinteto Real, formado por Salgán, Pedro
Laurenz, Enrique Mario Francini y Rafael Ferro. Este quinteto pasó luego
a llamarse "Nuevo Quinteto Real" cuando Leopoldo Federico reemplazó al desaparecido
Pedro Laurenz. También por este quinteto han pasado grandes figuras, como
Antonio Agri y Quicho Díaz, entre otros.
Cabe destacar entre sus composiciones, las de "A Fuego Lento", "La Llamó
Silbando", y "Don Agustín Bardi", entre otras.

Celedonio
Esteban Flores
Nombre completo: Celedonio Esteban Flores [El Negro Cele] Poeta y letrista.
[3 de agosto de 1896 - 28 de julio de 1947] Nació en Buenos Aires, en el
barrio de Villa Crespo, en el que convivían criollos e inmigrantes de diferentes
orígenes. En ese activo foco de cultura popular transcurrió su infancia
y su adolescencia, convirtiéndose en los años '20 en poeta y letrista de
gran popularidad. Sus tangos, muchas veces sentenciosos y moralizantes,
con magistrales descripciones de sus personajes, recurrían abundantemente
al lunfardo, el argot local. Como en el caso de otros célebres letristas,
Flores fue, al mismo tiempo, poeta culto y popular. De hábitos bohemios,
fue también boxeador. Su mejor etapa creativa abarcó hasta los primeros
años '30, pero la vigencia de su obra se mantuvo.
En 1920 envió al diario "Ultima hora", ya desaparecido, un poema denominado
"Por la pinta", por cuya publicación recibió 5 pesos. Pero su retribución
resultó mucho mayor, porque esos versos interesaron a Carlos Gardel y a
su compañero de dúo, José Razzano, que le pusieron música. Nació así "Margot",
un tango que caló hondo en la gente con su amarga crítica a la muchacha
humilde y bonita que se afrancesa y pervierte para escapar a su destino
de pobreza.
Gardel grabó 21 temas de Celedonio, y entre ellos uno de los mayores éxitos
de toda su trayectoria: "Mano a mano", tango en el que un varón salda cuentas
con la mujer que amó y le ofrece su desinteresada ayuda para cuando ella
sea "descolado mueble viejo". Entre los otros tangos que grabó sobresalen
"El bulín de la calle Ayacucho", "Malevito", "Viejo smoking", "Mala entraña",
"Canchero" y "Pan". Este último contiene una descarnada crítica social,
frente a la miseria que siguió a la crisis de 1930. Gardel se abstuvo por
modestia de grabar uno de los mayores sucesos de Flores, "Corrientes y Esmeralda",
referencia a una famosa esquina de Buenos Aires, porque la letra aludía
a mujeres que soñaban con su pinta.
Por razones comerciales, durante varios años Flores escribió exclusivamente
para Rosita Quiroga, una notable cantante de fuerte cuño arrabalero, que
eludía todo refinamiento. Pero con el tiempo los tangos de celedonio pasaron
a ser baluartes en el repertorio de numerosos cantores, desde Ignacio Corsini
y Alberto Gómez, hasta Edmundo Rivero y Julio Sosa.
Otras letras que aunaron valor y éxito fueron las de "Muchacho", "Viejo
coche", "Sentencia" [un tema de protesta], "Atenti, pebeta" [de corte humorístico],
"Pobre gallo bataraz", "Si se salva el pibe" y "Por qué canto así". "La
musa mistonga", registrado por Quiroga el 1 de marzo de 1926, fue la primera
grabación que utilizó el sistema fonoeléctrico en la Argentina.
Cuando murió, llevaba ya cuatro años la imposición de una férrea censura
gubernamental sobre las letras de tango, de las que se suprimía todo término
lunfardo y cualquier referencia social o moral que no condijera con el integrismo
que se buscaba imponer. Este ataque a la expresión popular había comenzado
con el golpe militar filofascista del 4 de junio de 1943. La terrible deformación
de que fueron objeto sus letras amargaron los últimos años de Celedonio.
La censura fue desapareciendo después, pero él no vivió para verlo.
Cuando en un reportaje le preguntaron como creaba sus éxitos, respondió:
"Busco un pedazo de vida, la vivo intensamente en mi interior, la tomo en
serio y despacito, y con cuidado, y voy haciendo el verso.
Como he vivido un poco, como he dado muchas vueltas, como conozco el ambiente
canalla, tengo la pretensión de vivir mil personajes. No soy de los que
creen que el tango cómico sea la expresión de lo que siente el pueblo; sabemos
todos que el tango es triste, como toda la música de nuestra tierra." [Julio
Nudler - www.todotango.com]

Julio
Sosa
Nació el 2 de
Febrero de 1926 en la ciudad de Las Piedras, en Uruguay. Proveniente de
una familia de origen muy humilde tuvo que trabajar para ayudar a su padre,
Luciano Sosa, que era peón de campo y a su madre que era lavandera. Hizo
de todo: fue lustrador de botas, canillita, mandadero, etc. Ya de adolescente
se enroló como marino, pero esa carrera fue muy fugaz ya que no resistía
el estricto régimen militar.
En el año 1949, viaja y toma como residencia Buenos Aires, para probar suerte
como cantor. En Montevideo había participado en algunas agrupaciones y concursos
pero todavía no había desarrollado del todo su voz grave y directa, tal
como lo recordaríamos más adelante. Comienza cantando en el café "Los Andes"
en Chacarita, pasa por la orquesta de Joaquín Do Reyes y luego se agrupa
con Enrique Francini y Armando Pontier, con quienes logra su primera actuación
en el "Picadilly".
En este momento Sosa comienza a adquirir jerarquía y un mejor pasar económico.
En 1953 se incorpora a la orquesta de Francisco Rotundo, y definitivamente
se convierte en el cantante más popular del momento. Además, se gana el
apodo de "El varón del Tango". En 1958 se independiza y forma su orquesta
junto con el bandoneonista Leopoldo Federico. Sus presentaciones eran multitudinarias,
su estilo y masculinidad eran estandarte del tango, despertaba tanta admiración
en los hombres como suspiros en la muchachas.
Su estilo era el de gente de barrio, de alguien familiar, su carisma en
el escenario era comparable sólo con el de Carlos Gardel, algunos se atrevieron
a decir que era el reemplazante de "El zorzal criollo". Sosa supo despertar
el interés de los jóvenes al tango en una época en que había invasión de
música de otros continentes. El hacía que el tango fuera algo exquisito
y moderno, pero sin dejar de lado las raíces porteñas de principio de siglo.
Al igual que Gardel también incursionó en el ambiente del cine en la película
"Buenas Noches, Buenos Aires", en 1964. En otra de sus facetas artísticas
escribió un libro: "Dos horas antes del alba" [1960] y un tango: "Seis años"
[Música: Edelmio D’Amari]. Casi como si hubiese una maldición sobre los
grandes cantores de la historia, Julio Sosa falleció en un trágico accidente
automovilístico el 26 de Noviembre de 1964 en la cima de su popularidad
y con una gran carrera por delante. "El varón del tango" fue velado, al
igual que Gardel, en el Luna Park. Fue llorado por todo un pueblo y es,
hasta el día de hoy, recordado y homenajeado como lo que fue: Un Grande
del Tango. [www.elportaldeltango.com]

Pascual
Contursi
Pascual Contursi nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires en el año
1888. Trabajaba en una tienda de zapatos como vendedor y también manejando
títeres. Comenzó como cantante agregándole letra a temas famosos, como por
ejemplo “El flete” de Vicente Greco, ”El Matasanos” de Francisco Canaro.
Pero recién se dio a conocer cuando le sumó letra al tango de Samuel Castriota,
“Lita”, y le cambió el nombre a “Mi noche triste” que luego cantaría Carlos
Gardel. Se origina el tipo de tango en el que se cuentan historias que narran
sentimientos. Logró que se le de tanta importancia a la letra como a la
música, lo humanizó y sensibilizó, permitiendo que el protagonista de sus
canciones llore por sus pérdidas. Algunas de sus composiciones fueron “De
vuelta al bulín” con un sentido humorístico, “La han visto con otro”, “Flor
de Fango”, “Ventanita de arrabal” y “El motivo” donde describe el abandono
de una mujer. Pascual Contursi falleció en el Hospital de las Mercedes,
enfermo de demencia, el 29 de mayo de 1932. [www.elportaldeltango.com]

Agustín
Bardi
Mascotita para sus amigos Violinista, pianista y compositor.[13 de agosto
de 1884 - 21 de abril de 1941] Se inició con el Tano Genaro en un trío que
integrara con el Tuerto Camarano a la guitarra, él al violín y aquél al
bandoneón. Con este diminuto conjunto animó infinidad de bailes hasta debutar
por casualidad en el café "Royal" en la Boca donde se transformó en pianista.
Este café "Royal" pasó a la historia del tango como el "Café del Griego".
Renombrados directores típicos lo solicitaron y así actuó con Vicente Greco
en "El Estribo" y con Eduardo Arolas en el "T.V.O." Entre varios más integró
una de las grandes orquestas que dirigió Francisco Canaro. Grabó en rollos
"Pampa" y "Olimpo" en solos de piano.
En la composición se reveló como un autor de notables aptitudes, a tal punto
que a muchos años de su muerte se lo señala como uno de los verdaderos grandes
del tango con obras personalísimas que no se olvidan; empezó en 1912 con
"Vicentito" para seguir con tres tangos de éxitos formidables: "Lorenzo",
"Gallo ciego" y "¡Qué Noche!", tres clásicos de nuestro ambiente musical.
En su haber se cuentan "El Baqueano", "El Buey Solo", "Se han sentado las
Carretas", "C.T.V.". "Chuzas". "El Cuatrero", "El Rezagao", "El Pial", "El
Paladín", "Pico Blanco", "Tinta Verde", "Florentino", "La Guiñada", "La
Racha", "Viejo Espejo", "El Abrojo", "Independiente Club", "Adios Pueblo",
"Florcita", "Gente Menuda", "La Orillera", "El Taura", "Barranca Abajo",
"Las Doce menos Cinco", "Acuérdate de Mí", "El Forastero", "La última cita",
"Misterio", "Polvorita", "El Rodeo", "Golondrina", "Tiernamente", "Tiempos
Mozos", "Triste Queja", "Yo también fui Pibe", "Cachada", "Cartas Amarillas",
"Confidencia", "Amén", "A la Sombra", "Sin Hilo en el Carretel", "¡Oiga
Compadre!", "Nunca tuvo Novio", "No me escribas", y, "Tierrita" con letra
de Juan Caruso, "Cabecita Negra" con versos de Atilio Supparo, "Madre hay
una Sola" con la colaboración de José de la Vega, que llevara al disco Carlos
Gardel; los tres últimos citados se entiende.
Entre los nombrados los hay con letras de Enrique Cadícamo, Luis Bates,
Francisco García Jiménez, el citado Caruso y otros poetas de gran resonancia
y grabados por Alberto Vila, Alberto Gómez, Libertad Lamarque, Ignacio Corsini,
etc,. amén de las que grabó Gardel. Sus familiares no recordaban anécdota
alguna que pudo haber vivido con Carlos Gardel, pero sí tenían presente
que estando en casa al oír la infausta nueva con la tragedia de Medellín
y la muerte del cantor con sus compañeros, dijo apesadumbrado: ¡Pobre muchacho,
como vino a morir! ¡Pobre Carlos en lo mejor de tu carrera!". [Orlado Del
Greco www.todotango.com]

Alfredo
De Angelis
"El colorado" Pianista, director y compositor [2 de noviembre de 1912 –
31 de marzo de 1992] En la segunda mitad de la década del treinta las músicas
internacionales prevalecían sobre el tango, a tal punto, que nuestras orquestas
típicas más tradicionales incluían en su repertorio foxtrots, polcas, corridos,
pasodobles, congas y rumbas.
Desde Canaro, Lomuto y la Típica Víctor, hasta De Caro y Fresedo, mixturaron
los tangos con las músicas más extravagantes.
Pero la irrupción del ritmo audaz y vertiginoso de Juan D'Arienzo, coloca
nuevamente al tango en la preferencia de los jóvenes, que no sólo recuperaron
el gusto por su danza, sino que también se lanzaron a recrearlo.
Aparecieron entonces, cientos de orquestas y vocalistas, produciéndose el
renacimiento del “dos por cuatro” y así, la maravillosa década del cuarenta.
Alfredo De Angelis se inscribe dentro del grupo de orquestas que pusieron
el acento en el baile. Esto sin embargo no significa que carecieran de valor
artístico, por el contrario, eran afiatadas, muy bien orquestadas y contaban
con grandes músicos y vocalistas.
Nuestra elite intelectual siempre peyorizó lo popular, lo que prendía rápidamente
en el gusto de la gente, porque no valorizaba, ni valoriza, el fenómeno
sociocultural que significa la danza.
Siempre escuché decir sobre De Angelis que era una orquesta “calesita”,
que sólo servía en el salón, que le faltaba creatividad. Supongo que el
adjetivo hacía alusión, a la curiosa modalidad de los bailarines de recorrer
el terreno girando ordenadamente alrededor del perímetro de la pista. Desde
otra óptica, la crítica podía apuntar a la música fácil, elemental y rutinaria
de las calesitas [carruseles].
A estas definiciones las encuentro dasafortunadas.
De Angelis tuvo la belleza de un trabajo armonioso y sincronizado, del que
resultaba un tango prolijo y sencillo, logrado con un eficaz manejo del
ritmo y muy respetuoso de la melodía y del lucimiento del cantante.
Se dirá que el estilo era simple y la fórmula poco ambiciosa se repetía,
pero hoy, a la distancia, me deleito escuchando sus grabaciones algunas
de ellas antológicas. Al pie de la Santa Cruz, La brisa, Ya estamos iguales
[con la voz de Carlos Dante], Marioneta [a cargo de Floreal Ruiz], Atenti
pebeta, Un tango y nada más, De igual a igual [con Julio Martel].
Nació en la localidad de Adrogué [sur del gran Buenos Aires] y de muy chico
comenzó a aprender solfeo y armonía. Sus primeras actuaciones fueron acompañando
al cantor Juan Giliberti, que anunciaba sus presentaciones con carteles
que afirmaban que el propio Gardel lo había reconocido como su sucesor.
Al poco tiempo pasa a la orquesta de Anselmo Aieta reemplazando al pianista
Juan Polito. Como dato curioso, en aquella formación participaba como violinista
Juan D'Arienzo.
Conjuntamente con el bandoneonista Ernesto de la Cruz, acompaña al cantor
Félix Gutiérrez, exitoso estribillista de varias orquestas de la época.
Fugazmente, allá por 1934, pasa por la orquesta de Graciano de Leone. Después
arma un binomio con Daniel Alvarez y más tarde, integra la orquesta Los
Mendocinos dirigida por Francisco Lauro.
Es recién a partir de 1940 que forma su propia orquesta, debutando el 20
de marzo de 1941 en el café Marzotto de la calle Corrientes, con los vocalista
Héctor Morea, quien es el único de sus cantores que no llega al disco.
Actúa en radio El Mundo, con las voces del referido Morea y de su nueva
incorporación, Floreal Ruiz. Así llegamos al “Glostora Tango Club”, mítico
programa radial que se emitía diariamente y que estaba un ratito antes del
más popular de los radioteatros: “Los Pérez García”.
Así, De Angelis adquirió fama y popularidad y no resultó extraño que el
sello Odeon lo incorporara en su elenco artístico, donde grabó 486 temas,
desde el 23 de julio de 1943 al 21 de enero de 1977.
De Angelis se caracterizó por haber elegido muy buenos cantores, basten
como ejemplo: Floreal Ruiz, Carlos Dante, Julio Martel, Oscar Larroca, Juan
Carlos Godoy, Roberto Florio, Roberto Mancini, Lalo Martel, entre otros.
El caso de Carlos Dante es muy especial porque ya había sido un consagrado
estribillista y llega a la orquesta en su plenitud, convirtiéndose en su
mejor cantor, su sello distintivo.
Alfredo De Angelis fue en el cuarenta el propulsor de los dúos vocales.
Recorriendo su discografía se destacan en primer lugar el binomio Dante-Martel
con sus “perlas” Pregonera, Remolino y Pastora, entre otros. Luego el dúo
Dante-Larroca, después Juan Carlos Godoy con Lalo Martel y Roberto Mancini.
Es autor de El taladro, en homenaje al club de fútbol Banfield, de Pregonera,
Pastora [ambos con letra de José Rótulo], Qué lento corre el tren [letra
de Carmelo Volpe] y de esa maravilla melódica que es Remolino [también con
Rótulo].
De Angelis no tuvo la impronta de Troilo ni de Pugliese, pero fue un director
honesto que se refugió en un tango tradicional que llegaba fácilmente al
reconocimiento popular. La prueba está en la cantidad de discos que grabó
y que tuvieron un impresionante éxito comercial [Ricardo García Blaya www.todotango.com]

Angel
Villoldo
Nombre completo: Angel Gregorio Villoldo Arroyo
Seudónimos: A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Angel Arroyo y
Mario Reguero.
Músico y poeta.
[16 de febrero de 1861 - 14 de octubre de 1919] Ostenta el título de “Padre
del tango”, un poco exagerado porque fueron muchas las circunstancias que
originaron nuestra música. Pero su gravitación fue tan importante en sus
inicios y desarrollo que lo hizo merecedor del apelativo.
Es el gran transformador de los tanguillos españoles, los cuplés, las habaneras,
convirtiendo esas músicas en un son del Río de la Plata.
Artista natural no esquivó ninguna actividad que le permitiera ganar dinero
para vivir. Se comenta que fue tipógrafo, payaso de circo y cualquier otro
menester que le requirieran.
También fue cuarteador en los barrios alejados del centro de la ciudad.
Personaje de a caballo que esperaba al pie de las barrancas la llegada de
un carro grande o de un tranvía para ayudarlo a subir la cuesta o salir
del barro. Esto significaba enganchar el vehículo con una soga amarrada
a su caballo y colaborar en el esfuerzo.
De pluma fácil escribió versos para comparsas carnavalescas y numerosos
poemas y prosas para famosas revistas de la época: Caras y caretas, Fray
Mocho y P.B.T.
En toda su obra está presente la picardía, y sus diálogos estaban pensados
en boca del hombre común y siempre referidos a situaciones reales del inquilinato,
del barrio y muchas veces a cuestiones amorosas que retrataban la forma
de hablar y comportarse del estrato social bajo de nuestra sociedad.
Su chispa, su fácil verba, le sirvió para entreverarse con payadores y para
brindar actuaciones poco académicas y algunas veces decididamente procaces.
Siempre acompañado de su guitarra, con armónica adosada, supo contar historias
cantando, que enfervorizaban a la concurrencia de los cafetines y tugurios.
Para ganarse la vida hizo grabaciones particulares recitando versos del
peor gusto.
En 1889 publicó una recopilación de cantos criollos, versos que le pertenecían
y que eran para cantar con guitarra.
En 1916 publica otras canciones de hondo contenido patrio titulada “Cantos
populares argentinos” en conmemoración al centenario de la declaración de
la Independencia.
Fue autor de un método moderno para aprender guitarra por cifra, denominado
“Método América” por ser editado por la antigua Casa América en 1917.
Junto con Alfredo Gobbi y su esposa, la chilena Flora Rodríguez –padres
del director y violinista Alfredo Gobbi- marchó a Francia para realizar
registros fonográficos contratados por Gath & Chaves, una de las grandes
tiendas argentinas de la época. Esto provocó un gran impulso a nuestra música
en Europa y muchos de esos discos también se distribuyeron en Buenos Aires.
Pero su sitio de preeminencia lo ocupa como compositor. Sirva como ejemplo
de su obra los tangos El porteñito, El esquinazo, La budinera, Soy tremendo,
Cantar eterno, este último grabado en 1917 por el dúo Gardel-Razzano.
Todos estos temas tuvieron una gran aceptación en las orquestas locales
que los incluyeron en su repertorio.
Pero el más importante fue sin duda El choclo, por su melodía y su cadencia,
que seguramente sería el tango emblemático de no haber existido La cumparsita.
A tal punto que una anécdota lo corrobora con exactitud. Durante la primera
guerra mundial, el periodista argentino Tito Livio Foppa se encontraba en
el frente alemán y en un ágape oficial un músico tocó el piano para agasajarlo
e intentó ejecutar el himno nacional, pero en realidad tocó El choclo que
lo había confundido con nuestra música patria.
Otro tango fundamental es La morocha, de letra sencilla y hecha de apuro
para su compositor Enrique Saborido, que en 1906 tuvo la fortuna de embarcar
sus partituras en la Fragata Sarmiento, buque de instrucción de los cadetes
de la armada, y es considerado el primer tango que se difundió en Europa.
Este singular músico y poeta nos dejó una obra muy extensa entre las cuales
se destacan El Torito, Cuidado con los cincuenta, Una fija, Yunta brava,
El Cachorrito, Pineral, El Pimpollo, Trigo Limpio, La Bicicleta, etc.
Otra de sus obras, la milonga Matufias o el arte de vivir, es un aporte
al conocimiento de nuestra historia a partir de una descripción costumbrista
impecable, que sintetiza el valor artístico de este singular creador. [Néstor
Pinsón www.todotango.com]

Carlos
Di Sarli
El Señor del Tango Pianista, director y compositor [7 de enero de 1903 –
12 de enero de 1960]
Nadie como él supo combinar la cadencia rítmica del tango con una estructura
armónica, en apariencia sencilla, pero llena de matices y sutilezas.
No estuvo enrolado en ninguna de las dos vertientes de su época. No fue
una orquesta tradicional, al estilo Firpo o Canaro. Tampoco un seguidor
de la renovación decareana.
Di Sarli impuso un sello propio, un perfil musical diferente que se mantiene
inalterable en toda su prolongada trayectoria.
En los comienzos, su sexteto nos revela la influencia de Osvaldo Fresedo.
Y es cierto, opino que no hubiera habido un Di Sarli si no hubiese existido
un Fresedo. Pero, sólo como antecedente necesario de un estilo que, con
el tiempo, se convertiría en un modelo puro, de naturaleza propia y diferenciada.
Fue un pianista talentoso, quizás uno de los más importantes, que dirigió
su orquesta desde el instrumento, con el que dominaba la sincronía y la
ejecución del conjunto.
En su esquema orquestal no existían los solos de instrumentos, la fila de
bandoneones cantaba por momentos la melodía, pero tenía un papel esencialmente
rítmico y milonguero. Únicamente el violín se destacaba de un modo extremadamente
delicado, en algún solo breve o en un contracanto.
El piano mandaba de una forma sugerente, con un bordoneo que se hizo marca
registrada del maestro, encadenando los compases de la obra y acentuando
un ritmo delicado y elegante, especial para la danza.
Milonguero viejo, el tango que dedicara a Fresedo, su referente y admirado
amigo, es curiosamente el lapsus paradójico que retrata su propio modelo
musical.
Siendo un niño comenzó a estudiar el piano, orientado a la música clásica.
Pero a la edad de 13 años y, para disgusto de su profesor y su padre, emprendió
una gira con una compañía de zarzuelas que recorrió varias provincias argentinas,
tocando música popular y tangos.
Poco tiempo después debutó como solista en un biógrafo [cine] y en una confitería
de la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, ambos de propiedad de
un amigo de la familia, Mario Manara un italiano como su padre.
En 1919 arma su primer orquesta para tocar en una confitería de su ciudad
natal, Bahía Blanca, principio de su dilatada carrera artística.
En 1923 llega con su hermano Roque a la ciudad de Buenos Aires, allí se
vincula con el músico Alberico Spatola, director de la banda de la policía
de Buenos Aires y pariente de los Di Sarli, quien lo contacta con el bandoneonista
Anselmo Aieta para integrar su conjunto.
Luego pasa a las filas de una formación muy popular que comandaba el violinista
Juan Pedro Castillo, "el rey del pizzicato".
Integró también el trío de Alejandro Scarpino, el consagrado autor del tango
Canaro en París, y acompañó en las grabaciones para el sello Electra a la
actriz y cantante Olinda Bozán, prima hermana de Sofía.
Después debuta con un sexteto en el cabaret "Chantecler", pero duró poco
tiempo a raíz de una pelea con el propietario. Eran épocas duras, había
mucha competencia y era muy difícil conseguir trabajo.
A través del violinista José Pécora se vincula con Osvaldo Fresedo y actúa
en su orquesta inaugurando el teatro Fénix del barrio de Flores.
A
fines de 1927 forma su primer sexteto con José Pécora y David Abramsky,
en los violines; César Ginzo y Tito Landó, en bandoneones y el contrabajo
de Adolfo Kraus. Actuó en diferentes confiterías y al año siguiente firma
su primer contrato con RCA-Victor, donde inicia su labor el 26 de noviembre
de 1928.
En algunas de sus grabaciones contó con las voces de Santiago Devin, Ernesto
Famá y Fernando Díaz, tres excelentes intérpretes a los cuales también acompañó
en sus actuaciones radiales.
En esta etapa Di Sarli registró 48 temas, partiendo con los tangos T.B.C.
[de Edgardo Donato] y La guitarrita [de Eduardo Arolas], para finalizar
el 14 de agosto de 1931 con Una noche de garufa [de Arolas] y Maldita [de
Antonio Rodio y Celedonio Flores] con la voz de Ernesto Famá.
En 1932 se incorpora a la orquesta Antonio Rodríguez Lesende quien fuera
su primer cantor estable.
Pocos años después y por motivos no fehacientemente conocidos, se aleja
de su orquesta y parte rumbo a Rosario, provincia de Santa Fe donde participa
de un pequeño conjunto con el bandoneonista Juan Cambareri. Mientras tanto
el sexteto continuó actuando sin Di Sarli pero manteniendo su nombre. Luego
a raíz de las actuaciones en la confitería "Novelty" pasaría a llamarse
Orquesta Novel. En 1935 es solicitado por sus ex compañeros para integrarse
a esta formación, pero solamente para reemplazar al pianista Ricardo Canataro
que estaba enfermo.
Recién a fines de 1938 comienza a organizar nuevamente su orquesta que debutará
en Radio El Mundo en enero de 1939, conformada de la siguiente manera: piano
y dirección Carlos Di Sarli; los violines de Roberto Guisado, Ángel Goicoechea
y Adolfo Pérez; en bandoneones Roberto Gyanitelli, Domingo Sánchez y Roberto
Mititieri; y Domingo Capurro en el contrabajo; el cantor era Ignacio Murillo,
luego reemplazado por Roberto Rufino.
E1 11 de diciembre de 1939 vuelve a los estudios de grabación en el sello
Victor, con los tangos Corazón [de su autoría, con letra de Héctor Marcó],
cantado por Roberto Rufino y El retirado [de Carlos Posadas].
Es su etapa de gloria, el rubro Di Sarli-Rufino constituye una página de
oro de nuestro tango. Su registro de Tristeza marina [de José Dames y Horacio
Sanguinetti] es formidable. Luego se incorporarán sucesivamente los cantores
Carlos Acuña, por muy breve tiempo, Alberto Podestá, Jorge Durán y Oscar
Serpa.
El éxito de Di Sarli es apoteósico y genera una adhesión popular que no
lo abandonara hasta su muerte. Pese a ser un músico fogueado en la década
anterior, los años cuarenta lo encuentran en la plenitud de su arte como
director y compositor.
A partir de 1949 Di Sarli se retira nuevamente por razones comerciales,
para volver recién en 1951.
Graba para el sello Music Hall desde noviembre de 1951 hasta abril de 1953
dejando registrados 84 temas y contando con las voces de Oscar Serpa y Mario
Pomar.
En junio de 1954 retorna al sello Victor, hasta 1958 siendo sus vocalistas
Mario Pomar, Oscar Serpa, Argentino Ledesma, Rodolfo Galé, Roberto Florio
y el regreso de Jorge Durán.
Sus últimos registros discográficos, 14 en total, fueron para el sello Philips
en el año 1958 y sus cantores fueron Horacio Casares y Jorge Durán.
El primer tango que compuso fue Meditación allá por 1919, pero nunca lo
grabó. Del resto de su obra se destacan sin duda, Milonguero viejo, Bahía
Blanca, Nido gaucho [con letra de Héctor Marcó], Verdemar [con letra de
José María Contursi] y Otra vez carnaval [con letra de Francisco García
Jiménez], verdaderas joyas del género.
El Señor del Tango fue absolutamente respetuoso de la melodía y el espíritu
de los compositores de su repertorio, adornando de matices y sutiles detalles
la instrumentación orquestal, apartándose de la falsa contradicción que
existía entre el tango evocativo tradicional y la corriente vanguardista.
Carlos Di Sarli fue la pieza final del rompecabezas del tango del '40, que
no hizo concesiones a las estridencias, ni a las extravagancias rítmicas
y que, sin embargo representó con extrema delicadeza, el paradigma interpretativo
del tango milonguero. [Ricardo García Blaya www.todotango.com]

Cátulo
Castillo
Ovidio Cátulo González Castillo [6 de agosto de 1906 - 19 de octubre de
1975] Cátulo Castillo recorrió con sus letras los temas que siempre obsesionaron
al tango: la dolorosa nostalgia por lo perdido, los sufrimientos del amor
y la degradación de la vida. No tuvo en cambio espacio para el humor ni
para el trazo despreocupado, y tampoco para el énfasis rítmico de la milonga.
La palabra "último" figura en varios de sus títulos, como dando testimonio
de ese desfile de adioses que atraviesa sus letras, donde hay siempre compasión
por quienes padecen y un frecuente recurso al alcohol como fuga. Cátulo
no se dio, como letrista, un perfil definido, en lo cual se parece más a
Enrique Cadícamo que a Homero Manzi. No alcanza a menudo la calidad poética
de éste ni el lacerante poder de observación de Enrique Santos Discépolo,
pero enalteció al género con una obra vasta e influyente, siendo también
notable su aporte como compositor.
Aunque su obra de músico no sea la que nos ocupa en esta semblanza, es justo
recordar que, en su juventud, Cátulo concibió páginas de gran hermosura,
varias de las cuales llevaron letra de su padre, José González Castillo,
talentoso comediógrafo y dramaturgo de ideas anarquistas, que hasta debió
exiliarse por unos años en Chile, llevando a su pequeño hijo, para escapar
de la represión. Tangos como el imperecedero "Organito de la tarde" [que
concibió cuando contaba 17 años], "El aguacero", "Papel picado", "¡El circo
se va!" y "Silbando" [en colaboración con Sebastián Piana] dan cuenta del
único caso de semejante comunión creadora entre padre e hijo en la historia
del género. También con otros letristas escribió páginas trascendentes,
como "La violeta", con el poeta Nicolás Olivari; "Corazón de papel", con
Alberto José Vicente Franco, o "Viejo ciego", con Manzi [y en colaboración
con Piana], entre otras. Un dato asombroso es que Cátulo haya podido ser,
al mismo tiempo que inspirado músico y poeta, un boxeador de renombre, que
llegó a conquistar el título de campeón argentino de peso pluma.
El compromiso político con los explotados inspiró una de sus obras tempranas,
"Caminito del taller". Ese tango, que Carlos Gardel grabó en 1925, le pertenece
a Cátulo en letra y música. Describe en él, con enorme sensibilidad, el
triste destino de una costurerita enferma, a la que observa pasar rumbo
al trabajo en las mañanas invernales con su fardo de ropas. Así como creó
con ésta una composición clave dentro del tango de protesta social, Cátulo
también aportaría obras emblemáticas para otras tesituras.
Tal el caso de "Tinta roja", de 1941, con música de Piana, donde se funden
en la añoranza el barrio y la propia infancia. "¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se llevó mi niñez?", pregunta su protagonista. De ese mismo año,
y de la misma pareja autoral, es "Caserón de tejas", un hermoso vals que
llora las mismas pérdidas y, dentro del repertorio de compás ternario, es
también una obra sobresaliente.
De otro carácter es "María", con música de Aníbal Troilo, creado en 1945.
Poema intensamente romántico, que evoca un amor encerrado entre dos otoños,
puede ser elegido para representar toda aquella corriente sentimental que
bañó al tango durante la década de los '40, con influencia del bolero y
con el papel protagónico del cantor de orquesta, que seducía al público
femenino con su voz, sus temas y su estampa. Aunque el amor sigue siendo
fuente de penas y sinsabores, ya no hay en estas historias perversidad ni
traiciones. Su lugar suele tomarlo el misterio: "Un otoño te fuiste, tu
nombre era María, y nunca supe nada de tu rumbo infeliz...", versea Cátulo.
Aunque haya sido un letrista decisivo en aquellos años, el liderazgo poético
del género lo alcanzaría recién en la década del '50. Es preciso recordar
que en 1951 murieron Discépolo y Manzi, que Cadícamo había reducido mucho
su producción, como también ocurrió con José María Contursi, y que sólo
Homero Expósito, entre los máximos nombres de las letras tangueras, intentaba
renovarse a sí mismo, aunque su mejor inspiración ya había pasado. Claramente,
fue Castillo quien dominó el panorama y tuvo el mérito de abrir nuevos caminos,
que sin embargo se irían borroneando con la declinación que sufrió el tango
desde finales de aquella década. Por otro lado, los vanguardistas, con la
magna excepción de Astor Piazzolla, concentraban su interés en el tango
instrumental.
Aunque Cátulo siguió escribiendo en la línea evocativa, con tangos como
"Patio mío", "Patio de la morocha" o "El último farol", lo mejor de su nueva
producción no estuvo allí. Cerca ya de sus cincuenta años, sus letras comienzan
a expresar una actitud desesperada ante la vida. Es con esos tangos de la
desesperación, impregnados de sensualidad y de filosofía, que construye
el último apogeo poético del género, irguiéndose por encima de sus contemporáneos.
"La última curda", de 1956, con música de Aníbal Troilo, es probablemente
el tango cantado más trascendente de esa década. Como había hecho Manzi
en 1950 en "Che, bandoneón" y otros letristas en tantas otras piezas anteriores,
Castillo dialoga con ese fuelle de "eco funeral" donde residen los secretos
del tango y de la existencia. Olvido, condena, fracaso, alcohol, aturdimiento
son los elementos de esa conversación sombría, que define a la vida como
"una herida absurda". Las versiones iniciales que grabó el cantor Edmundo
Rivero, en 1956 con Troilo y en 1957 con Horacio Salgán, son de una rara
perfección. Una lectura diferente pero asimismo memorable es la registrada
en 1963 por Roberto Goyeneche, también con Troilo.
Otros tangos fundamentales de aquella etapa fueron "Una canción" [1953],
con música de Troilo; "Anoche" [1954], con Armando Pontier, y "Perdóname"
[1954], con Héctor Stamponi, tres obras mayúsculas que motivaron excelentes
versiones [por voces tan destacadas como las de Alberto Marino, Horacio
Deval, Charlo, Jorge Casal, Pablo Moreno u Oscar Alonso, entre otras]. El
drama de los inmigrantes italianos le inspiró piezas de gran relieve, como
"Domani" [1951], con Carlos Viván, y "La cantina" [1954], con Troilo. Ya
en los años '60 forjó importantes éxitos con el áspero "Desencuentro" [1962],
con Troilo, y el más convencional "El último café", con Stamponi.
Con estas menciones no se agota la extensa obra creativa de Cátulo Castillo.
Para evitar que queden innombrados en esta semblanza, citamos otro número
de excelentes tangos con los que enriqueció los mejores repertorios: "Se
muere de amor" [con Pedro Maffia], "Color de barro" [Anselmo Aieta], "Dinero,
dinero" y "Malva" [Enrique Delfino], "La madrugada" [Angel Maffia], "Te
llama mi violín" [Elvino Vardaro], "Una vez" [Osvaldo Pugliese], "Naná"
[Emilio Barbato], "Para qué te quiero tanto" [Juan Larenza], "Rincones de
París" y "Volvió a llover" [Osmar Maderna], "Burbujas" [Carlos Figari],
"Maleza" [Enrique Munné], "Pobre Fanfán" [Delfino/Barbato], "Ventanal" [Atilio
Stampone], "Tango sin letra" [Venancio Clauso] y "Sin ella" [Charlo]. La
amplia y sobresaliente nómina de compositores con los que colaboró confirma
el compromiso de Cátulo con el mejor tango. [Julio Nudler www.todotango.com]

Eduardo
Arolas
Nombre real: Lorenzo Arola Apodo: El Tigre del bandoneón. Bandoneonista,
director y compositor [24 de febrero de 1892 - 29 de septiembre de 1924]
Todos los tangueros tenemos una particular visión respecto de los valores
de los artistas y esto está bien, nuestros gustos y experiencias personales
nos definen en la elección por unos u otros.
Seguramente, cuando hablamos del tango canción, se produce un acuerdo unánime
en la figura incomparable de Carlos Gardel, lo que no ocurre cuando la discusión
se dispara a las orquestas o al resto de los músicos o cantantes.
El caso de Eduardo Arolas, es otra excepción, su extraordinario talento
como compositor, lo colocan un peldaño arriba del resto, lo que constituye
un mérito aún mayor si tomamos en cuenta que en su generación surgieron
los más grandes creadores de tango. Baste recordar a músicos de la talla
de Agustín Bardi, Vicente Greco, Arturo De Bassi, Juan Carlos Cobián, Roberto
Firpo, entre tantos otros.
Así Gardel y Arolas, son a mi juicio, la piedra basal del tango moderno,
el primero francés de nacimiento y porteño de adopción, el segundo argentino,
hijo de padres franceses.
Dueño de una creatividad melódica increíble, irrumpe en la actividad musical
como modesto ejecutante de la guitarra, su primer instrumento, de la mano
de su amigo Ricardo González, “Muchila”.
Pero será el bandoneón el responsable de su consagración y el fiel testigo
de su genio y de su vida atormentada.
Unos pocos años le fueron suficiente para componer más de cien obras de
excelente calidad, en las que hace gala de una estructura moderna y compleja,
llena de posibilidades para los arreglos y las variaciones.
Las melodías no son menos, transmiten melancolía, romanticismo y en algunas,
un dramatismo sobrecogedor, pero todas ellas de una infinita belleza, propia
del espíritu modernista del autor.
Parafraseando al querido investigador Héctor Ernié, estamos en presencia
de “un fenómeno con mayúscula”, que sólo vivió 32 años.
La excelencia tributa en toda su obra, El Marne, La cachila, Comme il faut,
La guitarrita, Lágrimas, Maipo, Retintín, Viborita, Catamarca y Derecho
viejo, este último de un éxito impresionante.
Su
primer tema Una noche de garufa [1909] fue concebida intuitivamente, “de
oreja”, repetida de memoria, ya que no sabía solfeo y menos escribir en
un pentagrama. Fue Francisco Canaro el primero que lo ayudó a perpetuarla,
haciendo la partitura del violín, luego Carlos Hernani Macchi escribió la
parte correspondiente al piano.
En este primer período que culmina en 1912, compuso varios tangos entre
los que se destacan Nariz y El rey de los bordoneos, este último en homenaje
al guitarrista Graciano de Leone.
En 1911 inicia sus estudios musicales en el conservatorio del maestro José
Bombig y en tres años aprende teoría, solfeo y armonía.
Ese mismo año formó su primer conjunto con el guitarrista Leopoldo Thompson
y el violín de Eduardo Ponzio, actuando en diversos cafés de Buenos Aires
y Montevideo.
Al poco tiempo integra un trío con el gran Agustín Bardi al piano, y el
violinista Tito Roccatagliatta y, en 1912, un cuarteto con éste último y
el flautista José Gregorio Astudillo y la guitarra de nueve cuerdas de Emilio
Fernández.
Al año siguiente es requerido por el director Roberto Firpo para tocar en
el cabaret Armenonville del barrio de Palermo y en otros escenarios, para
finalmente formar su propia orquesta.
Entre 1913 y 1916, ya con estudios de solfeo y armonía, aparecen sus temas
Delia, Derecho viejo, La guitarrita y Rawson, entre otros menos conocidos.
También el tango Fuegos artificiales, obra realizada conjuntamente con Roberto
Firpo.
Después sucederían incontables viajes al Uruguay, actuando con gran éxito
en Teatro Casino de Montevideo, ciudad donde se radicaría para intentar
olvidar un drama amoroso que lo marcaría el resto de sus días.
No obstante, volvía frecuentemente a Buenos Aires para cumplir contratos
puntuales y presentaciones, pero su autoexilio se repetía al término de
cada trabajo.
En 1917 participa como bandoneonista estrella en la gran orquesta surgida
de la fusión Canaro-Firpo, formada especialmente para los carnavales rosarinos.
A partir de 1917 y hasta su muerte, escribe sus tangos más famosos, algunos
de ellos obras magistrales del acervo cultural de nuestra música ciudadana,
me estoy refiriendo a La cachila y El Marne.
De esa época son también: Comme il faut, Retintín, Marrón glacé, Rocca,
Taquito, Lágrimas entre muchas otras.
En
1920 se embarca a Francia y al poco tiempo regresa a Buenos Aires que lo
verá por última vez. De vuelta en París, enfermo y alcohólico, muere el
29 de septiembre de 1924, dejando su última obra, la única escrita en Francia:
Place Pigall.
Arolas fue vanguardia en la composición y también en la ejecución del tango.
Su orquesta lucía distinta a las otras, en 1917, comienza a grabar para
el sello Victor, donde se comprueba su sonoridad, su brillo y un ritmo de
una particular vibración.
Ernié nos dice: “Su marcación rítmica en este período es mucho más elástica,
no es tan rígida y denota un mayor vuelo musical, más cantante, mayor caudal
sonoro. Resulta –en comparación a las demás orquestas de la época- la más
avanzada.”
Después menciona la inclusión de instrumentos no contemplados por otros
directores, como el violoncello, el saxofón y el banjo.
El hecho del poco reconocimiento al Arolas interprete se debe, esencialmente,
a la mala calidad de los registros discográficos.
Un párrafo aparte para tres de sus obras que no fueron tan difundidas.
Me refiero en primer lugar a Viborita, de una melodía exquisita que podemos
valorar en toda su medida en el registro de la orquesta del violinista Agesilao
Ferrazzano del año 1927.
Después Lágrimas donde destaco la versión de la orquesta de Alberto Mancione
de 1953, con un arreglo respetuoso y delicado de la obra original.
Y, finalmente, La guitarrita, el ejemplo más acabado de la influencia que
la música criolla ejercía en nuestro bohemio compositor urbano. Son muchas
las versiones que me gustan de este tango, pero propongo dos: la de Francisco
Canaro de 1930 y la de Osvaldo Pugliese de 1954.
En cuanto a sus obras más difundidas e importantes, La cachila tiene tantas
grabaciones que merecería un capítulo aparte, ya que la mayoría de las orquestas
la incorporó a su repertorio. De todas ellas me quedo con la versión del
maestro Carlos Di Sarli, de 1941.
Lo mismo podemos decir sobre El Marne, que además es la cortina musical
de nuestro programa radial “Siempre el tango” –orquesta de Osvaldo Fresedo
de 1980- pero sin duda se destacan la versión de Aníbal Troilo de 1952 y
la de Horacio Salgán registrada al año siguiente.
Arolas fue un genio irrepetible que se renueva permanentemente y que nos
conmueve cada vez que escuchamos la hondura de su bandoneón [Ricardo García
Blaya www.todotango.com]

Francisco
Canaro
Uruguayo nacido en 1888, murió en Buenos Aires en 1964. En 1956 escribió
un libro autobiográfico. Debutó en el Café Royal de la Boca en 1908 y en
ese mismo año compuso su primer tango: La barra fuerte. Su carrera creció
y creció, y en 1925 se presentó con su orquesta por primera vez en el Dancing
Florida, de París. En él, apareció vestido de gaucho y recitando algunas
partes del Martín Fierro. Tuvo tanto éxito que repitió el espectáculo en
Madrid y Nueva York. Luego hizo giras por Brasil y Uruguay.
Se inclinó por un tango acelerado rítmicamente y poco influenciado por las
corrientes armónicas más comunes. El teatro musical también lo atrajo: en
1919 estrenó Nobleza de Arrabal, en el Teatro Variedades; en 1932, La muchachada
del centro, en el Teatro Nacional; en 1934, La Canción de los Barrios, en
el Sarmiento; en 1936, La patria del tango, en el Buenos Aires y; en1958,
junto a
Ivo Pelay, Tangolandia, en el teatro Presidente Alvear. En el año 1963,
se le dio su nombre a una sala teatral. Además de todas estas obras, Francisco
Canaro promovió la formación del trío Irusta-Fugazot-Demare; compuso la
música de muchas películas; y grabó 7.000 discos de tangueros. Entre sus
obras figuran Pinta brava, El opio, El chamuyo, El alacrán, Matasano, Cara
sucia, Por vos yo me rompo todo y Pájaro Azul. [www.gotan.com]

Osvaldo
Pugliese
Pianista, director, compositor. [2 de diciembre de 1905 - 25 de julio de
1995] Su padre, Adolfo, obrero del calzado, intervenía como flautista aficionado
en cuartetos de barrio que cultivaban el tango. Dos hermanos mayores tocaban
violín: Vicente Salvador, "Fito", y Alberto Roque, más consecuente que el
primero y por muchos años ligado a la música. A Osvaldo fue el padre quien
le impartió las primeras lecciones de solfeo, y comenzó a balbucear con
el violín también, pero pronto se inclinó por el piano, aunque don Adolfo
tardó cierto tiempo en comprar el costoso instrumento. Tras formarse en
conservatorios de la vecindad, a la edad de 15 años se inició profesionalmente
en el llamado "Café de La Chancha", así bautizado por los parroquianos en
alusión a la poca higiene del dueño.
Poco después, ya en un conocido café del Centro de Buenos Aires, integró
el conjunto de la primera mujer bandoneonista que tuvo el tango, Francisca
"Paquita" Bernardo. Ascendiendo en su carrera, Osvaldo se incorporó al cuarteto
de Enrique Pollet, luego a la famosa orquesta de Roberto Firpo, y en 1927
ya era pianista de la orquesta del gran bandoneonista Pedro Maffia, de la
que se desvinculó, junto al violinista Elvino Vardaro, para formar un conjunto
a nombre de ambos, que se sabe fue de avanzada, pero del cual no han quedado
grabaciones.
Vardaro-Pugliese debutaron en el café Nacional, para emprender luego una
extensa gira por el interior del país. Los acompañaba como representante–gerente
el poeta Eduardo Moreno, autor de la letra del tango "Recuerdo", el más
célebre de los firmados por Pugliese, y también, propuesta por Moreno, la
cancionista Malena de Toledo. La gira fue un fracaso económico, y Vardaro
debió empeñar su arco "Sartoris" para pagar los pasajes de regreso.
Pugliese se asoció luego con otro violinista, Alfredo Gobbi, formando un
conjunto, uno de cuyos bandeonistas era el jovencísimo Aníbal Troilo. Aquello
duró pocos meses, tras lo cual formó su primer elenco propio al lograr la
oportunidad de actuar en un par de locales. Posteriormente integró dos dúos,
primero con Gobbi y luego con Vardaro, para actuar en emisoras de radio.
En 1934, cuando el bandoneonista Pedro Laurenz -ex De Caro, como Maffia-
formó orquesta, Pugliese ocupó el piano, ocasión en que escribió los primeros
arreglos sobre un par de tangos, entre ellos "La Beba", que le pertenece.
En 1936 integró el conjunto del bandoneonista Miguel Caló, aún enrolado
en la tendencia "decareana", y de esta manera fue encauzando sus ideas estéticas
sobre el tango. Hasta 1938 formó Pugliese nuevas agrupaciones que no se
consolidaron, e intentó sin éxito estructurar una cooperativa de trabajo,
como expresión de sus ideas comunistas.
Su definitiva proyección hacia el tango que pretendía se inició el 11 de
agosto de 1939, al presentarse de nuevo en el café Nacional. Amadeo Mandarino
era el cantor de su debutante orquesta. Luego de un tiempo rearmó el conjunto,
ya con Augusto Gauthier como vocalista. Pugliese era director, pianista
y arreglador de ese conjunto, que, esa vez sí, funcionaba como una cooperativa.
Desde un café del barrio de Villa Crespo saltaron a la radio más importante
del momento, El Mundo, gestándose una importante hinchada que los seguía,
compuesta por fanáticos de su estilo y adeptos al Partido Comunista.
La continuidad en la labor le permitió afianzar su concepción, apoyado en
el aporte de compañeros suyos como el contrabajista Aniceto Rossi, tan importante
para darle el sentido rítmico que necesitaba. Fundamental fue el bandoneón
de Osvaldo Ruggiero, quien permaneció junto a Pugliese hasta 1968, profundamente
consustanciado con el director. Y otro tanto puede decirse del violinista
Enrique Camerano, nacido -dijo alguien- para tocar con Pugliese. Este se
afirmaba como el más fiel exponente del estilo decareano, pero con una rotunda
marcación rítmica, atractiva para el bailarín sin por ello sacrificar calidad.
De suma importancia, para cuando su orquesta llegó al disco en 1943, fue
la aparición de Roberto Chanel, cantor recio, de voz nasal y estilo "compadrito"
que dejó 31 grabaciones. Buscando un vocalista contrastante, Pugliese incorporó
luego a Alberto Morán, dramático y sensual, de rara aptitud para la media
voz y perfecto acople con el acompañamiento orquestal. Su atractivo para
las mujeres no fue igualado por ningún otro cantor. Quedaron de Morán 48
obras grabadas. Apenas 8 registró a su vez, entre 1949 y 1950, Jorge Vidal,
otra de las voces importantes en la historia de esta orquesta. Entre los
cantores posteriores sobresalieron, aunque con repertorios de irregular
calidad, Jorge Maciel y Miguel Montero.
Dentro de la década del '40, Pugliese grabó algunos temas instrumentales
propios con los que se anticipó a la vanguardia. Es el caso de "La yumba"
[convertido en algo así como el himno de su orquesta], "Negracha" y "Malandraca".
Por estos dos últimos se lo considera un precursor en el empleo de la síncopa
y el contrapunto, adelantándose a Horacio Salgán y Astor Piazzolla. Otros
importantes tangos que Pugliese escribió e interpretó son, ante todo, el
mencionado "Recuerdo", y "La Beba", "Adiós Bardi", "Recién", "Barro", "Una
vez" y "El encopao".
Por años, la orquesta de Osvaldo Pugliese estuvo prohibida para la radiodifusión,
como medida de censura política, pero ello no logró mermar su popularidad.
[Néstor Pinsón www.todotango.com]

Enrique
Cadícamo
Difícil se hace encontrar un autor tan prolífico dentro de cualquier cancionero
del mundo; abordó cuanto tema imaginable para ser cantado y en todos los
ritmos.
De su lista de casi 1.300 canciones publicadas es bueno exponer los títulos
de más fama que musicaron los mejores compositores y crearon los grandes
intérpretes en ritmos de tangos, valses y milongas. En primer término aquellas
que le cantó Carlos Gardel, a quien conoció luego que le grabara "Pompas
de Jabón", por mediación de José Razzano. "Pompas de Jabón" y "Yo te Perdono"
[Goyeneche]; "Anclao en París", "El que Atrasó el Reloj", "Cruz de Palo"
y " La Novia Ausente" [Barbieri]; "Compadrón" y "Muñeca Brava" [Visca];
"¡Che Bartolo!", "Vieja Recova" y "Dos en Uno" [Sciammarella]; "La Reina
del Tango" [Iriarte]; "¡Che, Papusa... Oí!" [Mattos Rodríguez]; "Al Mundo
le Falta un Tornillo" [Aguilar]; "Pituca" [Ferreyra]; "De Todo te Olvidas"
[Merico]; "Aquellas Farras" [Firpo]; "Callejera" [Frontera]; "Madame Ivonne"
[Pereyra] y los temas norteamericanos "Ramona" [Wayne]; "La Divina Dama"
[Shilkret] y "Yo Nací Para Ti, Tú Serás Para Mí" [Brown]. No recordó si
Gardel cantó "Cuando Miran tus Ojos" vals que tiene con José M. Aguilar,
como algunos afirman.
Y aquéllas que grabaron Agustín Magaldi, Ignacio Corsini, Rosita Quiroga,
I.ibertad Lamarque, Alberto Gómez, Alberto Vila, Charlo, todos: "Se Fue
la Pobre Viejita" y "Del Pasado" [Magaldi-Noda]; "Gran Señor", "Traje de
Novia"; "Cortando Camino", "Tradición" [Frontera]; "Sin Hilo en el Carretel"
y "Nunca Tuvo Novio" [Bardi]; "Yo Tan Sólo Veinte Años Tenía" y "Luna de
Arrabal" [Sanders]; "Apología Tanguera" [R. Quiroga]; "Picaflor" [Maciel];
"Pa' Mí es Igual" [Demare-Fugazot]; "Tus Manos", "Olvidao" [Barbieri]; "Canta
Milonguita" [Delfino]; "Hambre", "Rubí", "Piropos", "A Pan y Agua", "La
Casita de mis Viejos", "Nostalgias", "Los Dopados", "Susheta", "Nieblas
del Riachuelo" [Cobián]; "El Cantor de Buenos Aires" [Cobián-Ballerini];
"Mi Gitana" [Guichandut]; "Guitarra que Llora" [Alemán]; "Plata y Nada Más"
y "Voy Pa' Viejo" [ Caló ]; "Ensueños" [ Brighenti ]; " ¡Que te Vaya Bien!"
[Pizarro]; "Desvelos" [Bonessi]; "Son Cosas del Bandeoneón", "Tengo Mil
Novias", "En la Buena y en la Mala", "Llorar por una Mujer", "Lagrimitas
de mi Corazón", "Que Tilín, que Tilón", "Jarangón" [ Rodríguez ]; "Tres
Esquinas" y "El Morocho y el Oriental" [Attadía-D'Agostino ]; "Colombina"
[De Caro]; "A Quién le Puede Importar" y "Copas, Amigos y Besos" [Mores];
"Rondando tu Esquina", "Vas Muerto con tu Disfraz", "No hay Tierra como
la Mía", "Ave de Paso", "Y Aquel Cariño se Fue", "La Barranca", "De Cariño
Nadie Sabe Nada" [Charlo]; "Por la Vuelta" [Tinelli]; "Melodía Oriental"
[ Zerrillo-Howard ]; "Trovador Mazorquero" [Howard]; "Pa' que Bailen los
Muchachos" y "Garúa" [Troilo]; "El Vals del Ayer" [Kramer]; "La Romanina"
[Di Lázzaro]; "Rouge" [R. Malerva]; "En un Pueblito de España" [Wayne];
"Berretín" [Laurenz]; "Otro Trago" [Iriarte]; "Cuando Tallan los Recuerdos"
[Rossi]; "Noche de Estrellas" y "Noches de Invierno" [Padula]; "El Llorón"
[Radrizani]; "Sentimiento Malevo" [Buglione]; y también "Milonga, ¿por qué
Llorás?", "Tres Amigos", "El Cuarteador", "Pocas Palabras", "Del Ambiente",
"Boedo y San Juan", "Pasado Florido", "El Trompito", "Sollozos de Bandoneón",
"La Luz de un Fósforo", "Hojarasca", "¡Que Pare el Baile!", "Chanta Cuatro",
"Notas de Bandoneón", "Mientras Gime el Bandoneón", "Orgullo Tanguero",
"Dice un Refrán", "El Campeón", "Se Llamaba Eduardo Arolas", "Palais de
Glace", "Y... ¿Qué Más?", "El Bar de Rosendo", "Mi Vida", "Barajando Recuerdos",
"Chiquita", "La Calle Sin Sueño", "iJa! Ja! iJa!", "Pico de Oro", "Si la
Llegaran a Ver", "La Biaba de un Beso", "El Ultimo Guapo", "Viejas Alegrías",
"Bajo los Puentes de París", "Me la Diste Chanta", "¡Quién te ve!", "Mocito
Rana", "Invierno", "Por un Beso de Amor", "De a Traición", "Melancólico
Gotán", "Naipe".
Realizó viajes al exterior, especialmente a Francia donde encontróse varias
veces con Carlos Gardel. Del primer encuentro con el cantor en París se
refirió así: "¡Cómo no recordarlo! Fue en enero de 1929. La misma noche
que llegué, lo primero que hice fue ir a escucharlo. No sabía donde cantaba,
pero no era difícil averiguarlo. Por aquel entonces "El Garrón" tenía más
de consulado argentino que de cabaret y tomando un taxi allí me fui.
Después de aguantar los abrazos de los argentinos que allí estaban, pregunté
dónde cantaba Carlitos y acompañándome varios fuimos al "Florida".
Fue una emoción grande encontrar así de golpe a Gardel cantando en París.
Escuchándolo le parecía a uno mentira estar tan lejos de Buenos Aires. "
Al gran Carlitos lo conoció por mediación de José Razzano cuando apareció
su primer tango, "Pompas de Jabón", que el cantor dispuso grabarlo y supo
de su muerte estando en Brasil.

Juan Carlos
Cobián
Publicó los libros: "Canciones Tristes" de 1925 y fue el primero; "La Luna
del Bajo Fondo", "Viento que Lleva y Trae", los tres de poesías: "Historia
del Tango en París", "El Otro Juan Carlos Cobián", "Bajo el Signo del Tango".
Al teatro aportó obras como "Así nos Paga la Vida" en colaboración con Wally
Zenner: "La Baba del Diablo" con Pelayo; "Folie" con Sofovich; "El Romance
de Dos Vagos" con Germán Ziclis; "El Cantor de Buenos Aires" con Alberto
Ballerini; "La Epopeya del Tango", y otros más.
Para el cine dirigió y escribió películas que se llamaron "Virgencita de
Pompeya", "Noches Cariocas", "Nace un Campeón", etc.
Viajó mucho por Europa y América, especialmente París, Barcelona, Nueva
York, Río de Janeiro.
Fue un grande sin vuelta de hoja de la canción popular argentina; notable,
soberbio. [Orlado Del Greco www.todotango.com]

El
Cachafaz
La historia de "El Cachafaz" es parte de la mitología tanguera, una leyenda,
hoy quedan pocos que puedan dar testimonio de su vida y de su arte.
Su imagen quedó grabada en el film TANGO, estrenado en 1933, donde se lo
puede ver con su compañera Carmencita Calderón, apenas una chiquilina menor
de 20 años.
Aparece poco elegante de la cintura para abajo, con el torso bien erguido,
pero con demasiado movimiento de pies, posiblemente por orden del director
de la película, para llamar la atención.
Su apodo quedó para nuestra historia cotidiana como nombre y apellido definitivo:
El Cachafaz.
Según el diccionario de lunfardo de Adolfo Enrique Rodríguez, cachafaz,
significa: bribón, descarado, insolente, pícaro, holgazán.
Es posible que lo haya sido y es posible que no, su rostro generaba dudas.
Peinado a la gomina, el pelo tirante hacia atrás, rasgos aindiados y picado
de viruela, siempre posaba con gesto serio en las fotos y en el cine.
Su nombre real era Ovidio José Bianquet, aunque para algunos su nombre era
Benito. Aquí entra a tallar don José Gobello y en un artículo da su opinión:
"Ese fue un apodo que ganó de chico y por una confusión. Vivía en la calle
La Rioja en el barrio de Balvanera sur cuando a la seccional de policía
denunciaron que alguien había roto un vidrio de un negocio de una pedrada.
Lo acusan y se llega hasta su casa, la madre, una cordobesa, no lo puede
creer y ante el policía sólo atina a exclamar: "No puede ser si él es buenito,
es buenito".
La autoridad entendió Benito y así pasó el informe, Benito Bianquet. Ver
nota "Los bailarines famosos...", donde hay otra opinión]
¿Y por qué El Cachafaz? Según Gobello, nuevamente, que de muchacho fue atropellador
con las mujeres y supo propasarse algunas veces. Una de ellas se quejó ante
su padre y dicen que exclamó furioso: ¡Mi hijo es un cachafaz! Los muchachos
del barrio o todos los que fueran hicieron el resto.
Había nacido el 14 de febrero de 1885 en la esquina de Boedo e Independencia,
hoy barrio de Boedo.
En 1911 viajó a los Estados Unidos y de regreso en 1913 instaló una academia
de baile.
Entre 1910 y 1929 tuvo de compañeras, en el amor y en el baile, a Emma Bóveda
y Elsa O'Connor, más tarde destacada actriz dramática del teatro y del cine.
Luego Isabel San Miguel y desde 1933 exclusivamente como compañera de danza
a Carmencita Calderón.
En 1919 anduvo por París, dicen que para actuar en el mítico "Garrón", donde
se hacía conocer el músico argentino Manuel Pizarro junto a sus hermanos,
pero el modo de vida europeo y él no iban de acuerdo y por tal motivo regresó.
Dice Gobello que dio lecciones de baile muy bien pagas a gente de la alta
sociedad y termina con una reflexión acertada: "Haya sido realmente el máximo
bailarín de tangos o no lo haya sido, por tal se lo tendrá siempre".
Falleció al fin de una actuación en la ciudad de Mar del Plata el 7 de febrero
de 1942.
Reportaje de la periodista Irene Amuchástegui a Carmen Calderón al cumplirse
55 años de la muerte de "El Cachafaz". Diario Clarín, Buenos Aires, 7 de
febrero de 1997.
"Tenía un don especial –cuenta Carmencita- elegancia y un compás único.
Fue un gran creador de pasos, pero también tenía muchos "cortes" [figuras]
en común con José Giambuzzi "El Tarila".
Don Benito los hacía impecables, sin encorvarse y con una delicadeza que
le quitaba lo soez al tango, al baile. Porque hay que decir que el tango,
a veces, es un poquitín bastante asqueroso, hay cortes donde la mujer mete
la pierna entre las piernas del hombre.
El lo hacía con prestancia. Era el mejor.
Vestía saco negro y pantalón fantasía [a rayas negras y grises] para el
tango con cortes y para el tango de salón vestía de smocking.
No era buen mozo, era feo como noche oscura y esa cara picada de viruela,
pero su forma de ser era suave y simpática. Ahora, cuando se enojaba temblaban
todos.
Nunca uso revólver, de un cachetazo los dejaba dormidos.
Lo conocí en el club "Sin rumbo" [que aún existe]. Fui con mis hermanas
menores a quienes crié al morir mi madre.
Estaba sentada y alguien me insistió para que bailara con un hombre que
estaba allí. Supe que era "El Tarila", acepté y al terminar la pieza me
dijo: "Usted aceptaría ser mi compañera y la compañera de "El Cachafaz"?"
Cuando escuché ese nombre me prendí como abrojo.
Debuté con don Benito en el cine-teatro San Fernando, tocaba la orquesta
de Pedro Maffia, el mejor bandoneonista. Trabajamos mucho para las compañías
de revistas de Francisco Canaro. También viajamos, pero allí "El Cacha"
la pasaba mal, extrañaba mucho, porque él era de dormir todas las noches
en la casa de la mamá. Además le gustaba llegar todas las tardes a la seis
al café de Corrientes y Talcahuano donde ocupaba siempre la misma mesa y
recibía a sus amigos, entre ellos Gardel.
Bailamos la última noche, fue en un local llamado "El rancho grande", en
Mar del Plata. Terminamos de actuar y me fui a un cuarto con la patrona
para escuchar por radio un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay.
De pronto se asomó y me dijo: "Carmencita, la espero después del partido
para tomar medio whisky." – siempre me trató de usted-. Al ratito entró
una mujer a los gritos para decir que don Benito estaba tirado en el patio.
Cuando lo vi tirado en el suelo pensé que era sólo una caída. Ya pasaron
55 años." [Enrique Pinsón www.todotango.com]

Homero
Manzi
Nombre de familia: Homero Nicolás Manzione Apodo: Barbeta Poeta y letrista.
[1 de noviembre de 1907 / 3 de mayo de 1951] Manzi encarna, más que ningún
otro, la presencia d la poesía en la letra del tango. Fue un poeta que no
publicó ningún libro de poesías. El medio de su poética fue siempre la canción,
desde los motivos camperos hasta la música urbana, en la que alcanzó su
mayor realización. De esa manera gozó de inmensa popularidad, sin renunciar
nunca a sus convicciones de poeta. Apeló a la metáfora, incluso surrealista,
pero no avanzó demasiado por ese camino, que quizás hubiera dificultado
la comprensión de su mensaje por el hombre común. No utilizó el lunfardo
[argot de Buenos Aires] para expresarse, pese al compromiso popular de su
obra literaria. A diferencia de otros grandes autores, sus letras no ofrecen
crónicas de la realidad social ni imparten consignas morales. Sus versos
suelen estar llenos de nostalgia, como el tango mismo. A través de ellos,
Manzi arroja una mirada plena de ternura y compasión hacia los seres y las
cosas. El barrio pobre, suburbano, es su gran escenario. Su tango "Sur",
de 1948, con música del bandoneonista Aníbal Troilo, probablemente la obra
suprema del género en aquella esplendorosa década, resume el sentido más
profundo de su obra.
Homero Nicolás Manzione, como verdaderamente se llamaba, nació de madre
uruguaya y padre argentino [se diría que como el propio tango] en Añatuya,
un empalme ferroviario de Santiago del Estero, una casi desértica provincia
del noroeste argentino, el 1º de noviembre de 1907. Allí probaba fortuna
su padre como discreto hacendado rural. Con siete años Homero ya estaba
radicado en Buenos Aires, para comenzar su educación en el colegio Luppi,
del humilde y alejado barrio de Pompeya. Cada elemento de aquel paisaje
-desde el largo paredón que recorría camino de la escuela hasta el terraplén
del ferrocarril, en una mágica reunión de ciudad y pampa- quedará capturado
en algunas de sus letras posteriores, como la de "Barrio de tango" [de 1942]
y la de "Sur".
El vals "¿Por qué no me besas?", de 1921, fue su primer y olvidada pieza,
con música de Fracisco Caso, quien años después vincularía a Manzi con Troilo.
Nacería así uno de los más lúcidos binomios autorales del tango. La prematura
muerte del poeta, abatido por un cáncer el 3 de mayo de 1951, fue llorada
por Troilo con "Responso", un conmovedor tango instrumental. Este mismo
músico genial y un Manzi agonizante habían rendido tributo a otro letrista
fundamental, Enrique Santos Discepolo, con otro tango antológico: "Discepolín".
Este moriría del corazón antes de concluir ese mismo año.
Un aporte decisivo de Manzi a la música rioplatense fue el remozamiento
y la jerarquización de la milonga, género que convive con el tango como
un testimonio de sus orígenes. Junto con el pianista Sebastián Piana escribió
grandes clásicos, como "Milonga sentimental", "Milonga del 900" y "Milonga
triste". Piana y Manzi son autores, además, de tangos tan prominentes como
"El pescante" y "De barro", y de un vals de singular belleza: "Paisaje",
sin olvidar a "Viejo ciego", cuyas notas -posteriores al poema- fueron puestas
por Piana y Cátulo Castillo.
Otra vertiente particular en la obra de Manzi fue su mimetización con la
fiebre romántica que contrajo el tango en los años '40, tendencia a la que
legó piezas de extraordinario valor, como "Fruta amarga", "Torrente", "Después",
"Ninguna" o "Fuimos". En este último, escrito con el inspiradísimo bandoneonista
José Dames, Manzi construye un poema de imágenes enormemente audaces ["Fui
como una lluvia de cenizas y fatigas / en las horas resignadas de tu vida..."]
para una canción popular, y, de hecho, "Fuimos" cautivó al público y a los
intérpretes, quedando instalado como un paradigma del tango elaborado y
estéticamente ambicioso.
De la extensa y rica producción de Manzi deben, como mínimo, destacarse
un puñado de tangos sobresalientes, no en pequeña medida debidos a la calidad
de los músicos que este poeta eligió como compañeros de creación. Ninguna
antología del tango puede olvidar "Monte criollo", con Francisco Pracánico;
"Abandono", con Pedro Maffia; "Malena", "Solamente ella", "Mañana zarpa
un barco" y "Tal vez será mi alcohol" [que la censura obligaría a convertir
en "Tal vez será su voz"], con Lucio Demare; "Recién", con Osvaldo Pugliese;
"En un rincón", con Héctor María Artola; "Fueye", con el cantor Charlo;
"Mano blanca", sobre una antigua página de Antonio De Bassi; los valses
"Romántica", con Félix Lipesker y "Romance de barrio", con Troilo, y sobre
todo dos tangos definitivos: "El último organito", con su hijo Acho, y "Che,
bandoneón", con Troilo.
Los 44 años que vivió Manzi le alcanzaron también para ejercer el periodismo
y la cátedra, para incursionar profusamente en el cine y para una intensa
y azarosa militancia gremial y política, que concluyó con su adhesión al
peronismo. La letra de tango fue, sin embargo, su verdadero elemento, y
es hoy la que lo mantiene vivo. [Julio Nudler www.todotango.com]
Hugo del Carril
Hugo del Carril nació en el porteñísimo barrio de Flores, en la Capital
Federal, y ya muy jovencito comenzó en la radiofonía argentina, como locutor
primero, alternando esta actividad con la de cantor, vocación que traía
ya en el alma y que se nutriría, acrecentaría y afirmaría en la admiración
por Carlos Gardel, y de la que terminó finalmente haciendo profesión.
Escogido el camino de la canción popular, tomó lecciones con la soprano
Elvira Colonese, cantante lírica que encauzó técnica y profesionalmente
sus naturales condiciones, comenzando en 1929 a trabajar en Radio del Pueblo.
Allí fue estribiliista de casi todas las orquestas que desfilaban por la
emisora, presentándose ya con el nombre de Pierrot, Hugo Font o Carlos Cáceres.
Antes había actuado en un cuarteto de voces junto a Emilio Castaing y Mario
y Martín Podestá; luego integró el trío París, y posteriormente formó el
dúo Acuña-Del Carril, ya definitivamente adoptado el seudónimo de Hugo del
Carril; grabó por ese tiempo [mediados de la década del '30] una serie de
composiciones con la orquesta de Edgardo Donato.
Después comenzó su carrera como solista, cuando el director Héctor Quesada
lo llevó a Radio La Nación secundado por guitarristas [posteriormente el
acompañamiento guitarrístico lo confió casi exclusivamente a los hermanos
Puccio].
En 1936 grabó en discos Víctor también como solista, con el marco de la
orquesta de Tito Ribero, músico, arreglador y compositor que a partir de
entonces se convertiría en su director y asesor musical.
A fines de ese mismo año intervino en la película "Los muchachos de antes
no usaban gomina", cantando el tango del director del film [Manuel Romero]
con música de Francisco Canaro titulado Tiempos viejos. Su estampa, su simpatía,
su dicción, su sonrisa y su voz hacen que Manuel Romero lo inicie, a partir
de esa fugaz aparición, en el cine nacional, actividad que le proporcionó
fama y dinero, al mismo tiempo que le dieron a su nombre y a su figura dimensión
de ídolo.
Títulos representativos y recordados del cine y de aquella época gloriosa
de Hugo del Carril pueden ser, tratando de hacer una muy apretada síntesis,
"Madreselva", "Gente bien", "El astro del tango", "Vida de Carlos Gardel",
"La piel del zapa" y, más adelante, "La cabalgata del circo", "La cumparsita",
"El último payador", "El ultimo perro", "El negro que tenía el alma blanca".
Y paralelamente a esta actividad de actor se ha ido agigantando el cantor.
Diversas radios, los más calificados escenarios porteños y las giras por
el interior y América van extendiendo su éxito, su prestigio y su fama dentro
y fuera del país, idolatría a la que ha contribuido enormemente el cine,
tremenda estructura publicitaria que lo hace conocer en todas partes. El
sello Odeón registra en sus placas todo ese bien escogido repertorio que
la pantalla y el escenario difunden, y que afirman un estilo muy personal,
muy gardeliano, de gran calidad y emotividad. Quedan, de esta manera, en
el surco discográfico inmejorables versiones.
De una gruesa lista tomamos algunos títulos como ejemplo: Nostalgias, Nada
más, Betinotti, Como aquella princesa, Percal, Sosiego en la noche, Desaliento,
Igual que ayer, Pobre mi madre querida, Al compás del corazón, Nubes de
humo, Buenos Aires, Tres esquinas.
Sobre 1950 incursionó en el cine como director, otra de sus pasiones, iniciándose
con "Historia del 900"; consiguió más adelante un justificado éxito con
lo que sería su mejor trabajo: "Las aguas bajan turbias" [basada en el libro
El río oscuro, de Alfredo Varela]. En toda esa década dirigió otros filmes:
"La Quintrala", "Mas allá del olvido", "Una cita con la vida", "Las tierras
blancas", "Culpable", "Esta tierra es mía", etc., que no alcanzaron el nivel
y la repercusión de "Las aguas bajan turbias".
Con respecto a esta actividad de Hugo del Carril de director, guionista
o realizador, dice José Agustín Mahieu: "Hugo del Carrii parece, en general,
una víctima del medio que lo ha formado, incapaz de distinguir, por su incompleta
formación cultural, los datos reales, no puede tampoco expresar sus intuiciones,
insuficientemente claras para si mismo. Por eso su intención realista cae
en la deformación melodramática o folletinesca." ["Breve historia del cine
argentino", de José Agustín Mahieu, Eudeba, 1966, pág. 44]. Claro, Mahieu
es un crítico y especialista. Sin embargo debemos aceptar que el gran público
captó su intuición, su sensibilidad y su intención, y aplaudió sin retaceos
su trabajo, como realizador, como director y como actor. Y este perfil de
su multifacética actividad artística deja algo positivo. Al menos los dos
trabajos nombrados primeramente.
Sus convicciones políticas, que lo acercaron decididamente al peronismo,
le provocaron un enfrentamiento con muchos sectores artísticos adversos
a Perón, que por ese motivo le restaron importancia a su obra y lo aislaron
en el afecto y en la amistad, máxime cuando grabó la popular marcha Los
muchachos peronistas, registro que con el tiempo quedaría como símbolo de
ese movimiento político. Después de 1955 vivió un tiempo en México, prácticamente
resistido en su patria y en lo que había sido su mundo del espectáculo.
Siguió cantando y siguió filmando en los años '60, pero los tiempos del
esplendor artístico habían pasado. Se presentó, aunque esporádicamente,
en algunas temporadas teatrales, en alguna película.
Encaró diversos negocios al margen del espectáculo, en los que le fue mal,
resintiéndose su situación económica, al punto de tener que retomar su actividad
de cantante; hizo algún trabajo en televisión, grabó discos, pero sin el
nivel de lo que había logrado en los años '40 y '50, aunque el público le
siguió dispensando su aplauso y su cariño.
Como cuando el jueves 6 de marzo de 1980, al debutar en Caño 14, debió cantar
57 minutos seguidos por imposición de un público enfervorizado.
Y otra inequívoca demostración de esa adhesión y afecto se la reiteró Buenos
Aires unos años después, cuando, invitado por la Secretaría de Cultura de
la Municipalidad de la Ciudad, ofreció un ciclo de recitales de canto en
el Centro Cultural San Martín.
Hugo del Carril fue además un hombre de una corrección ejemplar. Mientras
dispuso de medios acudió en ayuda
de cuanto colega lo necesito. Y su palabra, su amistad y su consejo estuvieron
siempre al lado de los jóvenes, a quienes asistió con su experiencia y su
solidaridad. Siempre puso el gesto amistoso y cordial por sobre las diferencias
que en algún momento lo hirieron.
Esa hidalguía, unida a su simpatía y a su apostura [una especial mezcla
de porteñidad y criollismo], más sus condiciones artísticas, contribuyeron
para ratificar el adjetivo de ídolo popular que hemos elegido para esta
nota como un merecido homenaje a su digna trayectoria. [Gaspar Astarita
www.todotango.com]

Julián
Centeya
Cuando mi amigo García Blaya me sugirió escribir para la página web de Todo
Tango la biografía de Julián Centeya, me invadió una doble sensación: de
angustia y de alegría.
De alegría porque significaba rescatar del injusto olvido a un gran personaje,
a un gran tipo, por quien siento profunda admiración y respeto, y que es,
sin dudas, uno de los responsables de mi vocación y fanatismo tangueros.
De angustia por su envergadura y la escasa información que, lamentablemente,
puede encontrarse del mismo. Y además porque pienso que un relato biográfico
debe ser escrito con rigurosa objetividad y sin pasionismo. Cosa que no
sucede en este caso y desde ya pido disculpas por ello.
En mi opinión Centeya es uno de esos "rara avis" que sólo se dan en lo que
es su "habitat natutral": Buenos Aires. Como Carlos de la Púa, Celedonio
Flores, Aníbal Troilo, Enrique Cadícamo, Homero Manzi y otros pocos sin
olvidar a Discépolo.
En la primera década del siglo XX su padre Don Carlos Vergiati era periodista
del diario "Avanti", que se editaba en Borgataro, provincia de Parma [Italia].
De ideas y actividad anarquistas se vio obligado a huir del regimen fascista
y se trasladó con su familia a Genova. Esa familia la integraban su esposa
Amalia, dos niñas , el pequeño Amleto y un perrito llamado Cri-Cri. Julián
los evoca en sus versos "Mi viejo", un lacerante relato de la desición paterna
de fugarse de Italia, el 14 de Abril de 1912.
"Vino en el Comte Rosso: fue un espiro
tres hijos, la mujer a más un perro
Como un tungo tenaz la fue de tiro
todo se lo agunto: ¡hasta el destierro!"
El pequeño Amleto sólo tenía algo más de un año, pero su recuerdo de ese
"espiro" permaneció siempre vivo. Como viva permaneció la figura paterna
que recala en San Francisco [provincia de Córdoba], donde don Carlos trabaja
como carpintero ya que su desconocimiento del idioma no le permitía ejercer
su profesión de periodista.
En setiembre de 1923 se trasladan a Buenos Aires, deambulan por varios conventillos
hasta asentarse en Parque Patricios. Amleto cursa la escuela primaria en
el Colegio Abraham Luppi, en Caseros y Labarden, pegado a la Iglesia de
San Antonio. Su compañero de banco fue Francisco Rabanal, el mismo que con
el tiempo sería Intendente de la ciudad de Buenos Aires.
En el colegio Nacional Rivadavia [esquina de las calles Chile y Entre Ríos],
intenta proseguir sus estudios secundarios, pero al cursar tercer año es
expulsado por mala conducta. Entonces se enrola en la "escuela de la calle"
y vive un tiempo cerca de Chiclana y Boedo.
Desde ese momento, comienza otra historia; la de su condición de habitante
del barrio de sus amores y sus desencuentros: BOEDO.
Se transforma en parroquiano esencial de aquellas veredas y aquellos adoquines
que ya no están. Como tambien lo eran sus hermanos en el afecto Homero,
Catulo, Cesar Tiempo y otros grandes como el.- Aquel Boedo que para Julian
no nace en Rivadavia como indican los planos municipales ; si no en Independencia,
cruza San Juan y muere en Puente Alsina despues de atravesar Chiclana.-
Esa fue su verdadera " via appia" que modelo finalmente su incipiente condicion
de porteño "pero de Boedo"
Que no haya nacido en Boedo importa poco o nada; Julian vivió [del tiempo
"respiratorio" del verbo vivir] en Boedo y fue suya la aventura de transitar
los paisajes que Homero Manzi devolvió en "Sur". Y así, le verseó a su barrio
querido, aquel del ancho cielo compartido que un día se les haría canción:
"Enumero una ordenación de esquinas contra el cielo,
desando lonjas de calles con memorias,
me instalo en patios familiares, íntimos,
procuro una sucesión de horas,
me detengo en una desangrada tarde,
de antiguas imágenes me renuevo,
reconstruyo albas,
fijo noches habitadas de arboles en silencio,
de retazos de lunas caminadoras,
de almacenes brumosos como puertos
y un viento sin donde me pone entre las manos
la voz gemidora
de una guitarraa goteándome un tiempo
de ochavas y de hembras
Entoces me nace el compadre de adentro
y bato esta sed que me crece de carne
pa'ver si se enteran que yo soy de Boedo."
Después deambuló por mil asentaderos familiares, pero su "cuore" siempre
latió más fuerte en el barrio de sus aventuras y desventuras, de los reñideros
y otras timbas, y el de Celina, la rubia que tanto amó.
Para Amleto, el tanito que en 1912 bajo del Comte Rosso sin llegar a tener
dos años, recalar en Boedo fue equivalente a ver la luz la "prima volta".
Y es en el ámbito de esa ciudad, dentro de la gran ciudad, donde pergenia
su primera milonga y adopta para si el nombre del personaje que lo haría,
para muchos, inmortal: Julián Centeya, con música de José Canet [1938].
"Me llamo Julián Centeya
por más datos soy cantor
nací en la vieja Pompeya
tuve un amor con Mireya
me llamo Julián Centeya
su seguro servidor."
Y allí nace el mito, la adopción de ese contundente apodo es la partida
de defunción del tano Amleto Enrique Vergiati.
El "engrupe de amor que pasa por Corrientes y Esmeralda" [que bien el viento
en la blusa, que bien la boca pintada] lo hizo centrero. Pero sólo fue un
pasajero de las luces malas del centro que no le hicieron meter la pata...
¿o sí...?
Su pertinaz inclinación a la bohemia destruyó su matrimonio con Elena Gorizia
Vattuone, que utilizaba el nombre artístico de Gori Muñoz, hermana de la
cancionista Nelly Omar.
"El recuerdo de la enfermería de Jaime" fue su primer trabajo poemario [1941],
firmado bajo su otro seudónimo: Enrique Alvarado. En este incluye el tema
"Sigo pensando en vos, negro" dedicado a Louis Amstrong, que luego fuera
grabado utilizando como fondo de su voz el sonido de la maravillosa trompeta
del destinatario del poema.
En "La musa mistonga" [1964] incluye unas estrofas que son un vivo retrato
de si mismo:
"Yo canto en lunfa mi tristeza de hombre
ando la vida con mi musa rante
ella es asi de maleva y yo atorrante
camina a mi costado y tiene un nombre
nació conmigo en Boedo y Chiclana
y se hizo mansa a juego de palmera
nunca una bronca, siempre cadenera
vivo con ella muy a lo banana"
Su dominio del lunfardo, tanto escribiendo como hablando, permite la comparación
sin desventaja con Celedonio, Carlos de la Pua, Daniel Giribaldi y otros.
En 1969 se publica su libro "La musa del barro", que incluye sus poemas
de homenaje a Aníbal Troilo a Juan Bertana y a Barquina ese otro fantástico
personaje que con el "viejo" Pepe Razzano nunca faltaba a la cita nocturna
[de "A Homero" de Cátulo Castillo].
Graba para RCA-Victor esos poemas y otros dedicados a Arolas, Celedonio
, Discépolo y otros grandes e incluye "Atorro" donde relata su gris soledad,
su tristeza y su ausencia de si mismo.
En mi opinión esta es su mejor obra. El prólogo del libro, escrito por César
Tiempo, es sin dudas la más elocuente biografía de Julián.
Por su extensión escapa a la intención de este trabajo, pero recomiendo
enfáticamente su lectura. El párrafo final es el siguiente:
"San Julián Centeya, todas las botellas que arrojasrte al mar, todas las
palomas mensajeras que lanzaste a las tinieblas, todas las voces que alzaste
en el desierto, todas las palabras vulgares con que embelleciste las cosas
sagradas, las cosas vulgares, todas, todas, llegaran a destino. ¡Qué Dios
nos oiga! embelleciste las cosas sagradas, con que embelleciste las cosas
vulgares, todas, todas, llegarán a destino ¡Qué Dios nos oiga!
Como no podía ser de otra manera, incursionó, como autor, en la temática
tanguera; sus obra más conocidas son "Claudinette" con Enrique Delfino,
"La vi llegar" y "Lluvia de abril" con Enrique Francini, " Lison" con Ranieri,
"Más alla de mi rencor" con Lucio Demare, "Julián Centeya" con José Canet
y "Felicita" con Hugo del Carril".
En su única novela, "El vaciadero" [1971], mostró la cruda realidad de los
marginados, de los "quemeros", una llaga viva que aun perdura. Es coherente
con su filosofía existencial cuando dice "Para escribir hay que vivirla;
si no nos acunamos en el camelo literario."
Horacio Ferrer, además de los datos biográficos ya expuestos lo ubica "dentro
de la corriente de escritores en el Boedo de 1925, que transmutó el "sermo
afanaris" del lunfardo en literatura con dimensión de escuela y es, junto
a Cátulo Castillo, Juan C. Lamadrid y Juan B. Devoto, la figura más trascendente
dentro de su promoción contemporánea".
Ferrer transcribe párrafos que Centeya incluyó en el prólogo de "La musa
mistonga":
"Lunfardo que me dio la calle, no leído en letras de tango ni memorizado
del sainete, evadido de celdas, bulines y conventillos, en demoras de boliche,
en la racalada amistosa del feca..." y continua afirmando que Julián "más
que conocedor es baqueano, mejor que habitante es materia y espiritu de
Buenos Aires".
Relata también las incursiones radiofónicas por casi todas las emisoras
porteñas, particularmente en Radio Colonia [con su programa: "En una esquina
cualquiera"] y en Radio Argentina ["Desde una esquina sin tiempo"] y también
sus notas para los diarios "Crítica", "Noticias Gráficas" y "El Mundo" y
los semanarios "Sábado" y "Prohibido".
Se nos fue una "cheno" de descuido, aquella del 26 de julio de 1974... con
una sonrisa amarga y dulce a la vez, y para pintarlo entero, nada mejor
que sus palabras al médico que lo asistía en el final, a quien tomando su
mano le dijo: "tordo, a usted que lo aprecio tanto le dejo el triste recuerdo
de ser el íltimo que apretó mi mano, gracias y perdón" y cerró sus ojos
para siempre, pensando, seguramente "si me voy piola / en el finirla está
la salvada / llevo conmigo mi alma cansada / que hace diez siglos / no quiere
lola."
Se nos fue pero... ¿se nos fue? O sólo se fueron sus huesos, sus angustias
y sus arrugas?...[Nicolás Foti www.todotango.com]

Osvaldo
Fresedo
Nació en Buenos Aires, en el seno de una familia de cómoda posición económica,
lo que parece haberlo marcado artísticamente: su orquesta, de estilo refinado
y aristocratizante, fue la preferida de los círculos elegantes. Sin embargo,
pese a que el padre de Osvaldo era un rico comerciante, cuando el niño tenía
diez años la familia se asentó en La Paternal, un barrio algo apartado y
humilde, de casas bajas y ambiente popular, lo que también gravitó en su
destino. Allí se inició en el bandoneón. La suya fue la trayectoria más
extensa que pueda hallarse en el tango: más de 1.250 grabaciones dan testimonio
de ella. Su presencia en el disco cubrió 63 años.
En 1913 comenzó a tocar en público como integrante de un terceto juvenil,
del que también formaba parte su hermano Emilio en violín, y que completaba
una guitarra. Además de animar celebraciones locales, actuaron en el café
"Paulín". Tras presentarse en otros cafés del barrio empezó a ser identificado
como El pibe de La Paternal, distinguiéndoselo así del también bandoneonista
Pedro Maffia, conocido como El pibe de Flores, otro barrio de Buenos Aires,
no muy distante. No obstante, Fresedo nunca pudo rivalizar como ejecutante
con Maffia.
Actuó luego en el cabaret Montmartre, invitado por su amigo Eduardo Arolas,
y después en el Royal Pigall, a instancias de Roberto Firpo. Arolas y Firpo
eran ya, en la segunda década del siglo XX, dos figuras fundamentales del
tango como instrumentistas, directores y compositores. En 1916, Fresedo
conformó un antológico dúo de bandoneones con Vicente Loduca, grabando en
1917 para el sello Víctor. Uno de aquellos registros corresponde al tango
"Amoníaco", temprana obra suya.
Formó posteriormente un trío con el pianista Juan Carlos Cobián y el violinista
Tito Roccatagliata. El encuentro entre Fresedo y Cobián [que cobraría enorme
celebridad como compositor de "Los mareados", "Nostalgias" y otras piezas]
fue decisivo para la evolución orquestal del tango en los años '20. La delicadeza
del gusto, los ligados, los suaves matices y los solos fantaseosos del piano
apuntaban al oído de las clases altas, aunque llevando hasta ellas el mensaje
musical del arrabal profundo, que siempre emergía en el arte fresediano.
También en 1917 había grabado para el sello Telephone como ejecutante en
la orquesta dirigida por Roberto Firpo y Francisco Canaro, que se había
formado para animar bailes de carnaval en Rosario, la segunda ciudad de
la Argentina, sobre el río Paraná. Al año siguiente, Fresedo forma su primer
conjunto, en el que intervienen, entre otros, el pianista José María Rizzuti
[compositor de "Cenizas"] y el violinista Julio De Caro, que seis años después
revolucionaría el género con su sexteto [y que compuso en homenaje a Fresedo
el tango homónimo]. Fresedo actuó con tal éxito en el Casino Pigall que
la suya se convirtió en la orquesta de moda.
En 1921, contratado por la Víctor, viajó a Estados Unidos junto con el pianista
Enrique Delfino [quien sería el artífice del tango romanza] y el violinista
Tito Roccatagliata para integrar, junto a otros músicos, la Orquesta Típica
Select, que grabó medio centenar de temas. A su regreso, Fresedo rearmó
su sexteto, confiando esta vez el piano a Cobián. Nadie como ellos para
instalar el tango en las veladas de los salones aristocráticos de Buenos
Aires.
Entre 1922 y 1925 continuó grabando en Víctor, y luego, al pasar al sello
Odeón, protagoniza un hecho histórico: acompaña a Carlos Gardel en dos registros,
los de los tangos "Perdón, viejita" [del propio Fresedo] y "Fea". El sistema
de grabación es aún el acústico. En 1927 el éxito de Fresedo es tal que
mantiene en actuación cinco orquestas al mismo tiempo, la principal de ellas
en el cabaret Tabarís, sobre la calle Corrientes, la más importante de la
ciudad. Esto lo obliga a rotar permanentemente de un local a otro para asomar
al menos en cada lugar donde toca una orquesta suya. Una de éstas, que acompañaba
los filmes mudos en el cine-teatro Fénix, del barrio de Flores, era dirigida
desde el piano por Carlos Di Sarli, quien se convertiría en un director
por lo menos tan exitoso como Fresedo y claramente influido por éste.
Fresedo tuvo la audacia de introducir en el tango timbres nuevos, como los
del arpa y el vibráfono, y de utilizar discretamente la batería. Eligió
además con gran cuidado a sus cantores, que debían armonizar con la exquisitez
de su estilo orquestal. Sobresalieron en su larga trayectoria los vocalistas
Roberto Ray, Ricardo Ruiz, Oscar Serpa, Osvaldo Cordó, Armando Garrido y
Héctor Pacheco. Se apoyó también en músicos de talento, que como instrumentistas
o arregladores aportaron calidad a la orquesta, como en los casos del pianista
Emilio Barbato y los bandoneonistas Roberto Pérez Prechi y Roberto Pansera.
También el repertorio de Fresedo se enriqueció con las obras escritas por
ellos, rara vez hallables en otros repertorios.
Como compositor, Fresedo fue prolífico y exitoso, pero generalmente superficial.
Su tango más célebre es el melodioso "Vida mía", pero fueron también muy
celebrados "Pimienta", "Arrabalero", "Tango mío", "El once", "El espiante",
los bellísimos "Aromas", "Volverás", "Sollozos" y "Siempre es carnaval",
"Ronda de ases", "De academia", "¿Por qué?" y "Si de mí te has olvidado".
[Julio Nudler www.todotango.com]

Julio
De Caro
Tras iniciarse, en la segunda década del siglo XX, junto a los grandes creadores
de la época -Eduardo Arolas, Roberto Firpo y otros-, que habían transformado
el tango primitivo, y recibir la influencia de los primeros grandes melodistas
del género -como Juan Carlos Cobián y Enrique Delfino-, el violinista Julio
De Caro fundó con su sexteto, a partir de 1924, un nuevo y trascendental
estilo. Este gravitaría como ningún otro en la historia posterior del tango,
ensanchando su horizonte espiritual. Tanto que la escuela decareana en el
plano instrumental y la escuela gardeliana [por Carlos Gardel] en el vocal,
sentadas como modelos de interpretación del tango para la misma época pero
separadamente, constituyeron desde entonces la suprema guía en sus respectivos
ámbitos.
De Caro conservó la esencia del tango arrabalero, bravío y lúdico de los
iniciadores, pero fundiéndolo con una expresividad sentimental y melancólica
desconocida hasta entonces, reconciliando así la raíz criollista con la
influencia europeizante. Su mayor formación académica le permitió envolver
su mensaje en un lenguaje musical depurado, de inefable seducción. Las versiones
de su sexteto, a veces remolonas, a veces vívidas, suenan como acuarelas
de un Buenos Aires de casas bajas, fachadas grises, calles arboladas, jardines
floridos, adoquines y antiguos tranvías. O, más aún, de un orden político
y social armonioso pese a los agudos contrastes, de libertad y de pujanza
económica, todo lo cual concluiría brutalmente en 1930, cuando, parida por
la crisis mundial, se inicia la era de los golpes de Estado en la Argentina.
Fueron cruciales para que se entendiera la idea decareana los tangos que
De Caro mismo compuso e interpretó, como "Boedo", "Tierra querida" y muchos
otros. También esencial fue el aporte de su hermano Francisco, pianista
del sexteto y, como compositor, artífice de algunos de los tangos de línea
romántica y ensoñadora más admirados de todos los tiempos, como "Flores
negras" o "Loca bohemia". El conjunto iba y venía así de la desfallecida
pasión de los tangos de Francisco a las pinturas de paisajes y personajes
urbanos de los de Julio, con una ductilidad nunca vista antes.
Fundamentales, asimismo, fueron las obras de Pedro Laurenz, bandoneonista
del sexteto, que aportó piezas inmortales, como "Risa loca" o "Mal de amores".
Pero en su inmenso repertorio, De Caro no olvidó nunca a los grandes compositores
ajenos a su grupo, cuyos tangos reinterpretó bajo los nuevos códigos, preparándolos
así para que fueran recogidos en las décadas posteriores por centenares
de orquestas, decareanas o no. Julio nació en Buenos Aires, en una casona
de la calle Piedad, en el barrio de Balvanera, como segundo de doce hermanos,
en el seno de una familia de origen italiano. Su padre, José De Caro De
Sica [emparentado con los ancestros del cineasta Vittorio De Sica], deseaba
para sus hijos una carrera universitaria y una formación musical académica.
Antiguo director del conservatorio del Teatro della'Scala de Milán, don
Giuseppe decidió que Julio estudiara piano y su hermano Francisco violín.
Pero los niños trocaron los instrumentos y, mayor desafío aún a la temida
autoridad paterna, se consagraron al tango, provocando una ruptura familiar
jamás restañada.
Arolas, El Tigre del Bandoneón, alojó a Julio, lo apadrinó artísticamente
y lo incorporó a su orquesta. En los años que siguieron se desempeñó con
el bandoneonista Ricardo Luis Brignolo [compositor de "Chiqué"], el pianista
José María Rizzuti ["Cenizas"], el bandoneonista Osvaldo Fresedo ["Aromas"],
el pianista Enrique Delfino ["Recuerdos de bohemia"] y el bandoneonista
uruguayo Minotto Di Cicco, alias Mano brava, hasta incorporarse en 1923
al sexteto del pianista Juan Carlos Cobián ["Nostalgias"]. Cuando éste,
a fines de aquel año, viajó a Estados Unidos, De Caro constituyó su primer
sexteto en base al abandonado por Cobián, que incluía al bandoneonista Pedro
Maffia, otra figura fundamental. En ese momento comenzaba, por obra de un
violinista que sobresalió siempre más por su concepto que por su técnica,
una nueva era para el tango.
En 1924 grabó sus primeros discos para el sello Víctor, registrando dos
tangos suyos: "Todo corazón" y "Pobre Margot". A lo largo de 30 años grabó
420 obras, aunque algunos coleccionistas consignan haber hallado dos decenas
más. El grueso de su discografía se concentra en el período 1924-1932, que
se subdivide en dos grandes series: la del sello Víctor, hasta 1928, y la
de Brunswick, desde 1929.
En 1933, De Caro ingresó en una etapa de experimentación con masas orquestales
ampliadas y nuevos timbres [vientos, percusión], que a la postre desdibujaron
su mensaje [él mismo se había valido en los años '20 de un curioso violín-corneta].
Luego, afortunadamente, regresó a sus propias fuentes, aunque pagando el
precio de caer en cierto anacronismo. Guardián hasta su retiro de las más
nobles esencias, quedó un tanto marginado de la evolución del tango, tanto
por su estricto apego al decarismo histórico en lo instrumental como por
su dificultosa asimilación del papel central del cantor en las orquestas
desde 1940.
Es sintomático que en esa década de enorme auge del tango, De Caro estuviese
cinco años sin grabar.
Entre 1949 y 1953 llevó al disco 38 temas para el sello Odeón. Esa serie
constituye un valiosísimo testamento sonoro, en el que vuelve sobre grandes
obras que ya había grabado con medios técnicos más precarios, e incluye
algunas novedades. Notablemente, "Aníbal Troilo", conmovedor homenaje en
tango al gran bandoneonista, director y compositor. Hay que decir que también
escribió el tango "Osvaldo Pugliese", para quien fue su máximo epígono,
pero no existen registros de él, como tampoco los hay de "Piazzolla", el
otro gran revolucionario del tango, a quien un visionario De Caro rindió
tributo [que Piazzolla retribuyó con su "Decarísimo"].
De su extensísima obra de compositor pueden destacarse varios tangos fundamentales.
Además de los mencionados "Boedo" y "Tierra querida", sobresalen "Colombina"
[con Francisco De Caro], "Copacabana", "Chiclana", "El arranque", "El bajel"
[con Francisco], "El monito", "Guardia vieja", "La rayuela", "Loca ilusión",
"Mala junta" [con Laurenz], "Mala pinta" y "Mi queja" [ambos con Francisco],
"Moulin rouge", "Orgullo criollo" [con Laurenz], "Tierra querida", "Tiny"
[con Maffia] y "Todo corazón".
El 11 de diciembre fue declarado Día del Tango porque en esa fecha, aunque
de diferentes años, nacieron Carlos Gardel y Julio De Caro. [Julio Nudler
www.todotango.com]

Eladia
Blázquez
Nadie logró, como Eladia Blázquez, crear tangos con letra de tanto éxito
-y en algunos casos aislados de tanta calidad- desde fines de la década
del 1960, cuando la popularidad del género había caído en la Argentina a
sus mínimos históricos. Sólo pueden comparársele algunos títulos del binomio
Astor Piazzolla-Horacio Ferrer. Ella creó un tango canción verdaderamente
nuevo, aunque sobre moldes no vanguardistas, con su rara habilidad para
combinar notas y palabras. Con una temática nueva y un lenguaje actualizado
impactó en un público amplio, no necesariamente tanguero. Los tradicionalistas
la recibieron fríamente, aunque sin la agresividad que reservaron para otras
propuestas más heterodoxas.
Era frecuente que se la apodara "la Discepolo con faldas", pero esa comparación
con Enrique Santos Discepolo [el autor de "Yira yira" y "Cambalache"] es
realmente excesiva. Aunque Blázquez suela ser crítica, incisiva y escéptica,
sus versos no tienen -salvo en algunos destellos- la profundidad, la riqueza
de imágenes ni la poesía de los del autor de "Canción desesperada". Dentro
de la irregular calidad de sus piezas, ella cae por momentos en una exaltación
desmedida y retórica de Buenos Aires, que soslaya la deteriorada calidad
de vida en esa gran urbe de crecimiento desordenado, poluída y en algunos
sectores caótica.
Otro rasgo desdeñable de su creación es el nacionalismo hueco que por momentos
profesa. Un ejemplo de ello puede hallarse en el tango Convencernos, que
escribió junto a Chico Novarro, lanzado en 1976, cuando la Argentina comenzaba
a sufrir la dictadura militar más sangrienta de su historia. La letra propone
"Y ser al menos una vez nosotros,
sin ese tinte de un color de otros,
recuperar la identidad,
plantarnos en los pies,
crecer hasta lograr la madurez,
y ser al menos una vez nosotros,
bien nosotros, tan nosotros
¡como debe ser!"
Quizá sin proponérselo, Eladia nos ofrece con esta composición, vista a
la distancia, una buena muestra de la desfiguración de las ideas imperantes
por entonces.
Blázquez fue recorriendo a través de su vida de artista diversos caminos,
según fueran las circunstancias, buscando un lugar para su empuje creador.
De muy niña triunfó cantando el repertorio popular español, determinada
por el origen de sus padres. Los inmigrantes españoles formaban un público
enorme, y Buenos Aires pasaba a ser la mayor ciudad gallega del mundo, con
más habitantes nacidos en Galicia que La Coruña, capital de esa región hispana.
El folklore argentino, luego el bolero, más tarde el tango y por fin la
balada fueron sucediéndose en su labor.
De 1970 es su primer disco LP dedicado al tango, donde canta sus propias
obras. En los dos años previos había perdido sucesivamente a su madre y
a su padre. En esa placa histórica incluye el excelente "Sueño de barrilete"
[así se llama en la Argentina a la cometa], que en realidad había compuesto
en 1959 y dado a conocer recién en 1968. Con un magistral engarce entre
la melodía y los versos, presenta a un personaje frustrado, que no alcanzó
la altura de su ideal. En ese mismo álbum figuran otros de los mejores tangos
que jamás compondría Eladia, como "Contáme una historia" y "Sin piel", además
de "Mi ciudad y mi gente", que ganó el Festival de la Canción de Buenos
Aires de 1970.
Después de "El precio de vencer", uno de sus temas más cuestionadores, que
grabó en 1973, año en que en la Argentina predominaban las ideas políticas
radicalizadas, sobresale nítidamente como su tango más popular "El corazón
al sur", que registró en 1976. Blázquez había nacido en Avellaneda, ciudad
lindante con Buenos Aires por el sur de ésta. Ese punto cardinal equivale
para los porteños a pobre y popular. De hecho, el éxito le permitió a esta
artista habitar en el Barrio Norte, en uno de los sitios más caros de Buenos
Aires, pero con ese tango vino a decir que su corazón había permanecido
del otro lado. [Julio Nudler www.todotango.com]

Horacio
Ferrer
Llegó al tango con sus letras locas cuando éste ya no podía darle la fama
y la devoción popular que había derramado sobre otros creadores, que para
entonces estaban muertos o se resignaban al ocaso. Pero se abrió paso de
todas formas, y hasta logró ser el letrista adoptado por Astor Piazzolla,
único vanguardista que no desdeñó el tango canción. Por momentos consiguió
conectar con esas grandes masas ya alejadas del género, y le regaló a Piazzolla
la multitudinaria repercusión popular que le había faltado. De todas formas,
nunca incurrió en una lírica directa y plana, empecinamiento por el que
todo artista paga un precio. Creador de una obra incesante, aplaudida o
rechazada, ha sido y es el letrista más resuelto a escribir versos nuevos
cuando ya todos los versos del tango parecían haber sido escritos.
Horacio Ferrer vio la luz en un hogar montevideano impregnado de arte. De
muy niño escribía ya versos, obras para títeres y, algo después, milongas
que cantaba, acompañándose en guitarra, para sus amigos del barrio en el
sótano de un almacén. Quien le enseñó a sacar tangos de oído en la guitarra
fue un tío materno que vivía en Buenos Aires, en la margen occidental del
Río de la Plata, adonde viajaba con sus padres frecuentemente. Fue ese mismo
tío quien le haría conocer la noche porteña, con toda su galería de personajes
bohemios.
Sus primeros tangos surgieron a comienzos de los '50, apareciendo en ellos
la temática y el estilo por momentos surreal de sus obras posteriores. Con
amigos de la carrera de arquitectura y el coleccionista Víctor Nario inició
en Uruguay un programa radial semanal: "Selección de Tangos", desde el cual
se propuso defender a las resistidas tendencias vanguardistas. De esa audición
insurgente nacerá en 1954 "El Club de la Guardia Nueva", que organizaba
conciertos con Aníbal Troilo, Horacio Salgán y el revolucionario Octeto
Buenos Aires de Astor Piazzolla. A éste lo conoció en 1955, al regresar
Astor de Francia. Ese encuentro alcanzaría gran trascendencia.
Ferrer redacta, ilustra y dirige durante siete años la revista "Tangueando",
mientras sus versos y sus tangos permanecen inéditos. En esa misma época,
entre 1956 y 1959, estudia bandoneón y comparte una pequeña orquesta. Durante
este último año publica su primer libro, El Tango. Su historia y evolución,
editado por la casa Peña Lillo. Por las dos ondas del Sodre, la radio oficial
uruguaya, pone en el aire hasta 1967 ciclos orgánicos sobre la evolución
del tango. En lo sucesivo conduciría numerosos programas radiales y televisivos
en las dos orillas del Plata.
Tras abandonar sus estudios de arquitectura ingresó como redactor a los
suplementos del matutino montevideano "El Día", y por pedido de Troilo escribió
La última grela, tango con el que iniciara su trayectoria de letrista consagrado.
Los años que siguieron abundaron en hechos significativos, y entre éstos
la celebración del Primer Festival Universitario de Tango, con la participación
de Piazzolla, Julio De Caro, César Zagnoli, Prudencio Aragón y otros.
En 1967 graba los poemas de su "Romancero canyengue" para el sello argentino
independiente Trova, acompañado por la guitarra de Agustín Carlevaro. El
disco provoca que Piazzolla lo invite a escribir juntos, lo que harán intensamente
hasta 1973. Así surge, como primer gran fruto, la operita "María de Buenos
Aires", que en 1968 estrenan, en la sala Planeta, de Buenos Aires, Piazzolla
con su orquesta de diez músicos, las voces de Héctor de Rosas y Amelita
Baltar, y el propio Ferrer como recitante en el papel de El Duende. Trova
la edita en dos LP, mientras van surgiendo los primeros tangos del binomio,
como el ya clásico Chiquilín de Bachín y Juanito Laguna ayuda a su madre,
mostrando un claro compromiso social.
A lo largo de 1969 surge la serie de tangos llamados baladas, de los cuales
Balada para un loco constituirá un éxito resonante, el primero auténticamente
masivo que disfrutará Piazzolla. Entre varias obras en que Ferrer despliega
su peculiar imaginario, con un lenguaje que lo distingue absolutamente de
cualquier otro letrista [Canción de las Venusinas y La bicicleta blanca
son ejemplos de ello], sobresale Fábula para Gardel, una emocionada introducción
al arte del genial cantor, con la poética excusa de un padre que le habla
de él a su pequeño. En su estreno, el poema fue recitado insuperablemente
por el propio Ferrer en el Luna Park de Buenos Aires, acompañado por ocho
bandoneones y una gran orquesta bajo la batuta de Piazzolla, en una noche
apoteótica. Aquellas producciones quedaron plasmadas en el disco "Astor
Piazzolla y Horacio Ferrer en Persona".
Entre un extenso número de obras, presentaciones y premios en varios países,
Ferrer colaboró con importantes artistas del género, como Roberto Grela,
Leopoldo Federico, Raúl Garello y Horacio Salgán, con quien en 1975 compuso
el Oratorio Carlos Gardel. Al año siguiente escribió con figuras ya míticas
del tango, como Julio De Caro [Loquita mía], Pedro Laurenz [poniendo versos
a Esquinero], Armando Pontier [El hombre que fue ciudad], Osvaldo Pugliese
[Yo payador me confieso] y Aníbal Troilo [Tu penúltimo tango].
Además de prolífico letrista [Balada para mi muerte, El Gordo triste y El
hombrecito blanco son ejemplos de su poder creador], Ferrer es autor, entre
otras obras, de "El Libro del Tango, Arte Popular de Buenos Aires", cuya
primera edición data de 1970. Sobre todo en su edición de 1980 en tres tomos
[Antonio Tersol Editor], con más de dos mil páginas, es la referencia obligada
de cualquier estudioso. [Julio Nudler www.todotango.com]

Mariano
Mores
Es sin duda un artista exitoso, y esto nunca estuvo en discusión. Su arte
transitó cómodamente por todos los medios de difusión existentes: discos,
radio, teatro, televisión y hasta el séptimo arte, el cine.
Su popularidad se extendió por todo el país y en el exterior, tuvo siempre
su público. Un público que buscaba un espectáculo con características de
"music-hall". Una orquesta numerosa y estridente, con cantores que se brindaban
a todo pulmón, bailarines, juegos de luces, algún coro y su director, hiperquinético,
ora con sus dos manos sobre el teclado, ora con una sola y dirigiendo con
la otra, ora alejándose del instrumento y utilizando ambas manos para conducir
la orquesta. Todo al servicio del espectáculo.
Pero paradójiacmente, esta receta popular y exitosa de Mariano Mores, utilizada
a lo largo de su extensa trayectoria, fue ,al mismo tiempo, el motivo por
el cual muchos gustadores del tango no lo aceptaran y lo criticaran por
su estilo y "vedetismo".
En efecto, el tanguero admirador de Troilo, Pugliese, Fresedo o del mismo
D'Arienzo, nunca aceptó ese estilo, ni siquiera se prestó a su discusión.
Era otra cosa. A Mores no se lo puede escuchar con unción, con Mores no
se puede bailar, poco importaba quienes eran los cantores, era, en realidad,
una orquesta para el teatro y para la televisión. Una orquesta para el espectáculo.
Lo que nadie puede negar de este músico es su talento como compositor. Como
alguien dijo: "Lleva la melodía en la cabeza".
Tuvo inspiración y también inteligencia para musicalizar letras de los más
grandes e indiscutibles poetas que dio el tango.
Aunque poco reconocido, es un gran pianista, pero nuevamente su estilo lo
traiciona y perjudica, sus poses y sus muecas al ejecutar el instrumento,
le quitan seriedad.
No obstante, hace gala de un molde artístico donde se conjugan en exhuberantes
dosis, el desenfado, la simpatía, la viveza comercial y el talento, con
que el destino favorece a unos pocos. Hoy se lo reconoce como un ídolo popular
que representa una parte esencial de la historia del tango.
"Era el año 1936, yo tenía catorce años, y un día viajaba en tranvía por
la calle Corrientes. Frente al café "Germinal" estaba el bar "Vicente",
en cuya puerta había un cartel solicitando un pianista que tocara música
internacional, leyera a primera vista y también transportara. Fui, me tomaron
una prueba y quedé, a tres pesos con cincuenta por día. En seguida entré
a estudiar en la academía que dirigía Luis Rubistein y nos hicimos amigos.
Allí iban a vocalizar las principales figuras de la canción y muchos otros
recién iniciados. Conocí a Rodolfo Sciammarella, que me pidió que le pasara
al pentagrama las notas que se le ocurrían. Tenía buen oído, era un buen
letrista, pero no sabía escribir música. De esta relación nació "Salud,
dinero y amor", que originalmente era una zamba y yo la convertí en vals.
Fue un gran éxito."
Nos sigue comentando Mores que le pidió una letra a Luis Rubistein, para
ponerle música: "...así nació "Gitana", una canción de corte español, que
yo nunca toqué, pero que cantó Tito Schipa y en nuestro medio, el dúo Gómez-Vila".
"Estaba de moda la música paraguaya, a partir de "India", una guarania que
había introducido Samuel Aguayo, y por eso escribí "Flor de hastío", canción
que le perdí el rastro y que, años después, estando en Asunción [capital
del Paraguay], supe que fue un éxito, pero la consideraban de autor anónimo."
Al poco tiempo, el director de la academia lo nombra profesor y en ese estado
conoce a Margot y Mirna Moragues, de quien se enamoró. Entonces el novel
profesor se integra al dúo que ellas formaban, "Las Hermanas Mores", transformándolo
en el "Trío Mores". Actuaron en radio y diferentes escenarios, hasta que
el pianista se integra a la orquesta del gran Francisco Canaro.
De esta época nos dice: "Poco antes, había hecho unos arreglos musicales
para unos japoneses, música popular de ellos en tiempo de tango. Me pagaron
cinco mil dólares, una fortuna. Me compré siete trajes de los mejores, siete
camisas y siete de todo. Así, hecho un "dandy", bajaba del tranvía en Callo
y Corrientes y por esta, iba caminando hasta Florida, por la vereda de los
números impares y volvía por la de los pares, haciendo pinta. La gente empezaba
a preguntarse: "¿quién es ese cajetilla?". Un día me vio Ivo Pelay y me
dijo: "Vos sí que sos un buen vendedor de imagen. No cambies nunca."
Canaro fue un padre para él, a quien llegó de la mano de Rodolfo Sciammarella,
que lo presentó a Ivo Pelay, socio del director. En su formación debutó
en el año 1939 en el Teatro Nacional de la calle Corrientes y se desvincula
en el año 1948.
Con Luis Rubistein hizo, en 1938, el tango "No quiero" y al año siguiente
su primer gran éxito: "Cuartito azul", y al respecto nos dice: "... en realidad
era un arreglo para "La cumparsita", una introducción, pero cuando la escuchó
Mario Battistela me dijo que allí había un tango. Le puso ese título por
una piecita que alquilaba en la calle Serrano 2410 [barrio de Palermo],
para vivir cerca de mi novia. Un día se me ocurrió pintarlo disolviendo
pastillas de un blanqueador para ropa que venía en cubitos de color azul.
La letra fue escrita por Battistela sobre la música. Casi siempre compuse
así. Primero la música, aunque hubo excepciones."
La primera colaboración para el cine fue hacer la música de "Senderos de
fe", con Amanda Ledesma, Juan Carlos Thorry y Pedro Maratea. Se estrenó
el 26 de octubre de 1938, "... no resultó, y los temas compuestos los pasé
al olvido".
Actuó como galán y fue autor de la música del film "Corrientes calle de
ensueño", en el año 1939. También en "La doctora quiere tangos", con la
actriz Mirta Legrand, en el mismo año. Y finalmente en "La voz de mi ciudad",
con Diana Maggi, en 1953.
"Mi tango más popular es "Adiós Pampa mía", un homenaje al folklore de la
llanura, un tango con ritmo de pericón y estilo. Mi mayor desilusión fue
"Por qué la quise tanto", quise que la estrenara Hugo del Carril y no pudo
ser. Después fue éxito con Miguel Montero."
Es, a nuestro entender, lo mejor de su música los tangos que compuso con
Enrique Santos Discépolo: "Cafetín de Buenos Aires" y "Uno". "Cuando Enrique
me conoció me dijo: "Pibe, no escribo más música, para eso estas vos".
"Para entregarme la letra de "Uno", estuvo tres años, yo ya me había olvidado
del tema."
"Manzi fue un gran poeta, era muy amigo de Troilo y trabaja con él. Ya enfermo
lo fui a visitar un día y estaba en la cama. Me dijo: "¡Qué poco hice con
vos! Me voy a morir y me voy a quedar con las ganas. No tengo consuelo".
Entonces le empecé a tararear una música que tenía, una especie de tango-malambo,
y de inmediato empezó a decir: "La voz... triste y sentida, de tu canción...
una lágrima tuya...", así nació un nuevo éxito "Una lágrima tuya".
Mariano Mores nació en el barrio de San Telmo el 18 de febrero de 1922,
tiene más de 300 grabaciones. Su primer cantor fue su hermano Enrique, con
el seudónimo de Lucero, y por su orquesta desfilaron muchos vocalistas:
el uruguayo Mario Ponce de León, Aldo Campoamor, Carlos Acuña, Miguel Montero,
Hugo Marcel y su hijo Nito Mores, que falleciera en 1984.
Mariano Mores es un inspirado compositor de verdaderos clásicos del tango,
tanto por la calidad como por el éxito comercial de sus obras. A los ya
nombrados "Cuartito azul", "Uno", "Por qué la quise tango", "Una lágrima
tuya", "Cafetín de Buenos Aires" y "Adiós Pampa mía" hay que agregar "Taquito
militar", "A quién le puede importar", "Sin palabras", "El firulete", "Cada
vez que me recuerdes", "Cristal", "Tu piel de jazmín", "Gricel", "En esta
tarde gris" y tantos otros más [Néstor Pinsón y Ricardo García Blaya www.todotango]

Virulazo
Reportaje del periodista Guillermo Alfieri
Nombre verdadero: Jorge Martín Orcaizaguirre [10 de octubre de 1926 – 2
de agosto de 1990]
Estaba en pleno éxito el show "Tango Argentino" en Nueva York. Habitaba
un lujoso hotel en la Quinta avenida, y una mañana su vozarrón resonó en
los pasillos, estaba enojado: "¡Diganlé a ese viejo maniático que si quiere
tango a las diez de la mañana que lo baile él!... ¡Ah! si me quiere ver
a mi que venga al teatro..."
Aquel viejo, que había asistido al estreno, removió cielo y tierra para
que le organizaran una función especial para la mañana siguiente, y la bronca
surgió cuando a Virulazo le dijeron que por razones de protocolo, la función
especial debía ser ad-honorem. Y agregó a los gritos siempre: "¡Y diganlé
que gratis no bailo para nadie!" Y así fue, aquel viejo era Henry Kissinger.
Por aquel entonces el bailarín tenía 61 años, 5 hijos y seis nietos.
El apodo VIRULAZO apareció cuando tenía 18 años y jugaba a las bochas por
dinero en el fondo de los almacenes de su ciudad, San Justo [ciudad del
suburbio de Buenos Aires].
Un viejito italiano lo alentaba permanentemente: "Mandale el virulazo, mandale
el virulazo", que había adoptado como sinónimo de "bochazo"".
Su nombre de nacimiento Jorge Orcaizaguirre, de ascendencia vasca e italiana
por parte de madre. Fue criado por sus abuelos porque sus padres se separaron
muy pronto.
"A mi abuelo le debo todo, él me dio el título más grande que tengo en la
vida, el de hombre. Yo lo adoraba".
"Los pocos pesos que ganaba mi abuelo en el ferrocarril no alcanzaban, lo
ayudé haciendo de todo menos tres cosas: ser alcahuete, rastrero y trepador,
los peores defectos que puede tener un hombre. Vendí de todo en la calle,
lustré zapatos en las puertas de los quilombos [casas de tolerancia], vendí
sandwiches de chorizo, compré pelo en Entre Ríos para traerlo a Buenos Aires
y venderlo en las fábricas de pelucas. Después empecé de peón de matadero
y terminé como capataz y comprador de hacienda.
"El tango me gustaba bailarlo desde los 13 años en los clubes de la zona
o del barrio de Mataderos. Una ves me vieron bailarlo el "Negro" Celedonio
Flores y el cantor Carlos Acuña y me dijeron: "Pibe, vos no podés seguir
bailando gratis". Al día siguiente debutaba en el café "La Armonía" de la
avenida Corrientes, luego vinieron los cabarets "Chantecler", "Tabarís"
y todos los lugares de categoría.
"En el año 1952 la empresa de chocolates Aguila organizó un gran concurso
nacional de bailarines de tango, participaron 157 parejas y las finales
fueron en el auditorio de radio Splendid. Lo gané. Gracias a eso comenzaron
las giras por todo el país hasta llegar la época dura de los años 60 cuando
los programas de rock en televisión nos hicieron pasar un hambre terrible,
bailábamos por unas menedas. Aguantamos sólo Juan Carlos Copes y yo. La
bohemia es linda pero te cagás de hambre.
"En los 70 empezamos a salir otra vez, la primera fue una gira acompañando
a Hugo Del Carril. A comienzo de los '80 decido abandonar el baile, pero
al tiempo me trajeron la idea de "Tango Argentino" y me entusiasmé.
"Yo soy profesional solamente porque me pagan. En el fondo sigo siendo amateur,
no me ajusto a una coreografía, eso lo hacen los bailarines y yo soy milonguero,
uno de los pocos que bailan tango-tango, por eso me llaman de todas partes.
"Con lo que gané en las últimas giras me compré tres casas, un camión y
dos autos, para mis hijos, ahora salgo algunas veces más, junto unos dólares
y ¡chau!, me retiro. Cada gira son cinco o seis meses y para es un sufrimiento,
es como estar "encanutado" en Alcatraz. Sufro lo peor que le puede pasar
a un hombre, estar solo en la muchedumbre. En Japón me paraba en una esquina
y me rodeaban doscientos millones de "ponjas", y no entendía un carajo lo
que decían. Entraba en un restaurante, pedía un chorizo y me lo traían con
miel, ¡una cosa de locos! Se morfan el pescado crudo como los indios ¡Dejame
de joder! Nunca comí tanto pollo y tallarines como en Japón. Hay gente a
la que le llamara la atención, pero a mi no. A mi me atrae un buen vino,
un asado con los amigos, los jilgueritos que tengo en el fondo de mi casa.
"En las giras, cuando no actúo, apolillo, no le doy bola a nadie, me llevo
un pilón de libritos policiales y de cowboys y así estoy bien. Me jodían
con Venecia ¿Pero qué es Venecia? El cementerio de la Chacarita inundado,
y que me perdone la Chacarita. A mi me rompen los que por una cuestión de
status o snobismo empiezan a los gritos ¡Ay, que bella es Venecia! Bella
es la pampa donde podes ver los árboles, los animales, los colores del pasto
en la inmensidad, y no una ciudad que se está hundiendo y que cada vez que
pasa una góndola con un tano arriba deja una "baranda" que el Riachuelo,
al lado de eso es lavanda Atkinson.
"Estoy pesando 128 kilos, pero no me hacen nada; con traje negro, el moño
a lo Gardel y una buena pilcha es como que me sacaran ese exceso.
"En Broadway durante una actuación, escuchaba una voz que me gritaba: ¡Bien
gomina, bien gomina! Resultó ser Nureyev. Se hicieron amigos míos Anthony
Quinn y Robert Duvall. Este último, cada vez que viene a la Argentina, se
viene aquí a mi casa a comerse un asadito.
"A mi esposa Elvira la quiero, la idolatro, si me faltara..., no se, me
tiro bajo el tren.
"Yo soy un sentimental, no sirvo para estar solo y menos sin una compañera
como ella. Son 28 años de acostarse y levantarse juntos. Pero es más, porque
somos amantes desde hace 44 años. Elvira fue mi primera novia, y por esa
cosas de la vida no nos casamos. Cada uno hizo su vida y en 1959 yo ya estaba
separado de mi primera mujer. Un día yo andaba arriba de un caballo allá
por La Tablada y en eso veo pasar un colectivo con Elvira adentro, le hice
señas para que bajara, pero nada, entonces fui galopando detrás del colectivo
y al final se bajó porque si no la seguía hasta su casa. Conversamos y aquí
estamos."
FRASES SUELTAS DE VIRULAZO
"Rodolfo Valentino fue un caradura, no sabía bailar."
"Tito Lusiardo un buen comediante, pero como bailarín, un adefesio. Pero
bueno, estuvo con Gardel, ¿quien lo iba a discutir?"
"Travolta. Un mariconazo. Lo mismo ese Michel Jackson. Son cosas que no
pasan a la historia. Eso no es baile, baile es Fred Astaire y Gene Kelly."
"¿Un bailarin de tangos? Petróleo. Lo conocemos algunos, solo los que vamos
a las milongas."
"El tango que más me gusta es "Berretín", de Pedro Laurenz. Y en cuanto
a letras "El motivo" de Pascual Contursi."
"Música nueva argentina no escucho ni loco. Son pibes que están vacíos.
En el tango uno siempre va a encontrar algo que refleje su vida. ¿Pero alguna
vez a alguno se le cayó la novia en un pozo ciego? Eso dicen en una letra
esos pibes. Será que ninguno tendrá historias para contar. La gente que
se levanta a las seis de la mañana para laburar todo el día, no se la empaqueta.
A ese gente hay que darles arte como les daba Gardel. A esa gente no pueden
conmoverla cuatro guachos que no laburan y fuman marihuana".
"En política nunca me metí, pero siempre voto por la democracia. En este
país los militares y los curas son un cáncer... Ah, tengo una fantasía,
que cuando me muera sea bailando un tango."
[Fuente: Página/12]
11/07/99 - MURIO LA BAILARINA ELVIRA
Cuando llora la milonga
Fue la mujer y compañera de baile de Virulazo. Como tal, figura clave de
Tango Argentino. Su estilo marcó a las nuevas generaciones de milongueras.
Por IRENE AMUCHASTEGUI
Elvira Santamaría murió el jueves a los 70 años, después de soportar con
entereza durante largo tiempo una enfermedad renal. La suya fue una singular
historia, trazada entre el desolado paisaje de una plantación de cebollas
en San Justo y la cartelera teatral de Broadway.A los nueve años, trabajaba
en las quintas. Cincuentona y sin haberlo soñado, se vio convertida en uno
de los emblemas de la fiebre del tango que el musical Tango Argentino desató
en el mundo. Y a pesar de que nunca imaginó un mejor destino que el de ser
para siempre, exclusivamente, la compañera de baile de Virulazo -su carrera
como bailarina comenzó y se extinguió con él, en 1990- su propia excelencia
artística será difícil de olvidar.Tenía quince años cuando en la puerta
de un boliche de bochas de La Tablada conoció al joven Jorge Orcaizaguirre,
trabajador de los Mataderos de Liniers, bailarín aficionado y habilidoso
jugador de bochas apodado Virulazo. Tuvieron un noviazgo trunco. El se casó
con otra mujer. Se reencontraron quince años más tarde, se casaron e instalaron
una próspera carnicería en San Justo. Tuvieron dos hijos.Hasta los años
80 cambiaron varias veces de rumbo. Elvira resumía esta etapa con toda naturalidad:
Resulta que Virula se tiroteó con un tano por un viejo lío de polleras,
que no eran las mías, y a raíz de eso tuvimos que irnos a vivir a Rosario.
Allá comenzamos a bailar profesionalmente en cabarets. En el 70 y pico estábamos
de vuelta en Buenos Aires, bailando en cuatro o cinco boliches por noche.
Al final nos cansamos y nos dedicamos a levantar quiniela. Llegamos a tener
una muy linda clientela.Claudio Segovia y Héctor Orezzoli los detectaron
en el 83 y decidieron invitarlos a participar en su revista musical Tango
Argentino, que en diciembre de ese año se estrenaría en París.Desde entonces,
cambiaron las cosas para Virulazo y Elvira. Como estrellas de Tango Argentino
recorrieron el mundo, contestaron entrevistas para el Times y fueron aclamados
por celebridades de la danza de la dimensión de Martha Graham y Mikhail
Baryshnikov. Ayer por la tarde, después de despedirla, Segovia aseguraba
que esa diagonal que Elvira trazaba con Virulazo sobre el escenario, la
ferocidad con la que se entregaba, la unión de belleza y fuerza que se producía
en esa pareja, quedó en la mente de todos los que los hayan visto. Por cierto,
la descomunal contextura de Virulazo y la longilínea silueta de ella, que
a su lado lucía delgada como un alambre, constituían una revolución en la
historia de la danza teatral con su sola irrupción en escena.Aunque perteneció
a una generación en la que las parejas de tango eran concebidas como una
entidad indisoluble, en la que además la mujer estaba de algún modo subordinada
al hombre, su personalidad individual dejó huellas de estilo propias.Se
le adjudica la creación de ciertas figuras que se transformaron en clásicos
del género. Casi justificándose, ella solía explicar: Son pasos que inventé
por error. Me equivocaba en algo, hacía lo que se me ocurría para zafar,
y después por ahí nos gustaba, lo ensayábamos y de ahí salía un paso. Es
el origen, por ejemplo, de la secuencia en la que la mujer se desliza hasta
quedar en cuclilla, con una pierna totalmente extendida entre las piernas
del hombre, un recurso espectacular empleado hasta lo infinito por las siguientes
generaciones.Un solo dato puede dar cuenta de su peso en el mundo del tango,
cuyas fronteras virtuales unen Japón y Finlandia: Si usted está en el exterior
y quiere comprar zapatos de tango -ese clásico modelo de taco súper fino,
con tiras cruzadas sobre el empeine- búsquelos en los locales de artículos
para danza. Diríjase al vendedor y pida un par de elviras. Es así como se
los conoce.
Fuente: Clarin, 11/07/1999

Nelly
Omar
El 10 de septiembre
de 1911 nació en la ciudad de Guaminí, al oeste de la provincia de Buenos
Aires, zona agrícola y ganadera de grandes estancias, Nilda Elvira Vattuone.
Justamente, en la estancia "La atrevida" trabajaba su padre como capataz,
don Marcos Vattuone. Ella heredó el oficio de cantante de su propio padre,
que era guitarrero. Tuvo muchos hermanos, pero solo dos mujeres siguieron
sus pasos: Elena, llamada Gory, que con el tiempo fue la mujer del poeta
Julián Centeya y Nilda, que cambió su nombre por Nelly. Su dicción, su fraseo,
su perfección técnica, su buen gusto, en resumen, su calidad interpretativa,
hacen de Nelly Omar una cancionista ejemplar y paradigmática, que hoy con
sus casi cien años, nos sigue deleitando con su voz aún fresca.
La propia Nelly me contó que su padre era conocido de Carlos Gardel y que
en varias oportunidades, cuando visitaba la ciudad de Buenos Aires, fueron
juntos al hipódromo.
"Cuando en 1918 Gardel se apareció por el pueblo, junto a José Razzano,
mi padre y otros vecinos se pusieron a vender entradas y organizaron la
presentación del dúo. El teatro se llenó. Luego pasaron por mi casa. Con
mis hermanos observábamos todo a través de una ventana. Mi padre, como buen
italiano de entonces, no nos dejaba mezclarnos con los mayores. Me quedó
grabada su imagen. Gardel gordo y peinado con raya al medio".
El año 1924 encuentra a Nelly en Buenos Aires. Se presenta a realizar una
prueba para completar elenco, ante el conjunto nativista "Cenizas del fogón",
y es aceptada de inmediato. El conjunto actúa en Radio Rivadavia, y además
de cantar, nuestra muchacha tiene breves participaciones como actriz.
En los años 1932 y 1933, en la misma emisora y en otras radios que ocupaban
el mismo edificio [Radio Mayo y Splendid], se presenta junto a su hermana
Nélida para cantar a dúo. "Hacíamos temas camperos, ritmos de la provincia
de Buenos Aires: milongas, estilos, canciones. Los tangos los hacía yo sola".
Como hecho curioso podemos destacar que las muchachas cambiaron sus nombres,
nuestra Nilda pasó a ser Nélida, más precisamente Nelly y Nélida, tomó el
Nilda de su hermana.
Poco tiempo después se integró a otro conjunto de parecidas características:
"Cuadros argentinos". Un radioteatro de Radio Stentor que, luego de finalizado,
se presentaba en diversos escenarios de barrios y ciudades del interior.
"Este grupo tenía la dirección de los hermanos Julio y Alfredo Navarrine,
y también de Antonio Molina, con quien me casé en 1935, y fue una desgracia.
Estuve casada ocho años y debí separarme a los dos meses, pero el cariño
por mi suegra, una segunda madre para mi, me lo impidió".
El entonces famoso actor teatral Enrique De Rosas opinó: "Es la voz diferente".
Sus actuaciones prosiguen y su popularidad se refleja en 1937, cuando un
gran plebiscito radiotelefónico de la Revista Caras y Caretas la reconoce
como la primera entre las cancionistas.
En 1938, con motivo de presentarse en un cine de la localidad de Valentín
Alsina, el locutor tiene el pésimo gusto de apodarla "La Gardel con polleras",
y a través del tiempo y hasta el presente, la falta de imaginación y la
tilinguería de los presentadores, sigue repitiendo este poco feliz mote.
Es el momento de esplendor de nuestra artista, que se presenta en las principales
radios, acompañada por las figuras del momento. Tales los casos de Libertad
Lamarque y Agustín Magaldi, entre otros. Las ideas y los libretos de sus
programas son hechos por Enrique Cadícamo y Homero Manzi, con quien inicia
una relación amorosa que se mantiene por varios años.
Se dice que el tango "Ninguna" tiene su letra inspirada en ella; posiblemente
Manzi le haya dedicado algún otro pero de ninguna manera "Malena", que lo
escribió inspirado en Malena de Toledo, una cantante argentina que conoció
en San Pablo, Brasil, cuando regresaba a Buenos Aires de un viaje a México.
No llegó a grabar en la medida de su éxito y de su calidad, algo habitual
para las voces femeninas, no atractivas para las compañías grabadoras.
Llega al disco, en el sello Odeón, por mediación de Francisco Canaro en
el año 1946. Deja registrados diez temas: el 28 de enero, "Adiós pampa mía"
y "Canción desesperada"; el 8 de octubre: "El Morocho y el Oriental” [por
Gardel-Razzano] y "Rosas de otoño"; el 26 de marzo del año siguiente: "Sentimiento
gaucho" y "Sus ojos se cerraron"; el 28 de mayo: "Déjame, no quiero verte
nunca más" y "La canción de Buenos Aires"; y finalmente, el 22 de octubre
sus dos éxitos espectaculares: "Desde el alma" y "Nobleza de arrabal", este
último con letra de Homero Manzi.
En el cine actuó en dos películas de segundo orden, la primera de 1940 "Canto
de amor", dirigida por Julio Irigoyen, donde también actúa el cantor Carlos
Viván. La otra película es "Melodías de América", estrenada en enero de
1942 y dirigida por Eduardo Morera, el responsable de los cortos de Gardel;
allí canta "El aguacero" de Cátulo Castillo y José González Castillo.
En ese mismo año, la Sociedad de Autores y Compositores le rinde un homenaje
en el local nocturno "Novelty", le entregan una medalla y la rebautizan
"La voz dramática del tango".
Hablando de su carrera, Nelly nos confiesa que no le gusta pedir, "andar
golpeando puertas. Me sentiría muy mal si supiera que estoy cantando de
favor. Una sola vez en mi vida alguien intercedió para que se me permitiera
actuar en Radio Splendid. Fue Evita, y no porque yo se lo pidiera. Ella
no entendía como no me concedían un espacio. Le gustaba como cantaba y mucho
más que cantara las cosas nuestras. Retribuí ese gesto grabando la milonga
"La descamisada" y la marcha "Es el pueblo".
Durante el tiempo restante del gobierno peronista, Nelly Omar actuó en las
grandes fiestas populares que organizaba el gobierno. "Yo nunca fui política,
participaba porque era peronista, de Perón y Evita".
Cuando llegó el golpe de Estado denominado "Revolución Libertadora" que
derrocó al General Perón en 1955, todos los artistas que apoyaron al gobierno
destituido vieron anuladas sus posibilidades de trabajo, entre ellas Nelly
Omar, quien estuvo silenciada casi hasta nuestros días.
En esos difíciles tiempos rumbea hacia el Uruguay y luego para Venezuela.
En 1966 se presenta fugazmente en televisión y recién a fines de los años
'70 y principios de los '80 graba con los guitarristas Roberto Grela, José
Canet y luego con la orquesta de Alberto Di Paulo.
En diciembre de 1997, con 86 años de edad y con una voz diáfana e increíblemente
joven, con la dignidad de los grandes, graba un compacto incluyendo algunos
estrenos donde se destacan "Comme il faut" de Arolas, con letra de Gabriel
Clausi y otros dos, con letras de quien fuera su último compañero en la
vida, Héctor Oviedo: "La piel de vivir" y "Por la luz que me alumbra"; la
acompañan las guitarras de Bartolomé Palermo y Paco Peñalba.
La descamisada [milonga], letra de H. Helu, música de E. Maroni
Cantada por Nelly Omar. Fue creada a principios de 1945 para apoyar la candidatura
de Juan Domingo Perón a la presidencia de la República Argentina: es un
ejemplo de la música popular transformado en documento histórico.
Soy la mujer argentina, la que nunca se doblega,
y la que siempre se juega por Evita y por Perón.
Yo soy la descamisada,
a la que al fin se le escucha,
la que trabaja y que lucha
para el bien de la Nación.
La que mañana en las urnas
hará valer sus ideales,
para que sigan triunfales
las obras del General.
Yo soy la descamisada
surgida del peronismo,
que ostenta el Justicialismo
como emblema nacional.
Soy la mujer argentina,
que el 17 de octubre
la que de orgullo se cubre,
porque es grande mi Nación.
Yo soy la descamisada,
que si es necesario un día,
hasta la vida daría
por Evita y por Perón
[Néstor Pinsón, www.todotango.com.ar]

Leopoldo
Federico
Por Luis Tarantino
Los caminos de Leopoldo Federico - maestro del badoneon
La maestria de Leopoldo Federico es única dentro de los bandoneonistas vivos
de la historia del tango.
Federico sintetiza en su trayectoria artística casi todas la corrientes
tradicionales y evolucionistas del tango. Su fraseo, su manera de interpretar,
conmueven mas allá de su consagrado virtuosismo con el instrumento. El Maestro
ha alcanzado cumbres interpretativas como pocos.
Respecto a su extensa y rica trayectoria cabe mencionar que comenzó entre
niño y adolescente a estudiar el bandoneón, aprendió armonía con el profesor
Felix Lipesker y el enorme bandoneonista Carlos Marcucci y llego a grabar
algunos tangos con la orquesta del pianista y compositor Juan Carlos Cobián.
Pasó también muy joven a integrar las orquestas del violinista Alfredo Gobbi,
Victor D’Amario y, ya como primer bandoneon, la orquesta del genial pianista
Osmar Maderna. Tambien integra después las orquestas de Mariano Mores, Hector
Stamponi, Carlos Di Sarli, Lucio Demare y Horacio Salgan. Poco tiempo después
formaría su primera orquesta codirigida por el pianista Atilio Stampone.
Federico afrontaría, con menos de treinta años, nuevos desafíos. En 1955
es convocado por Astor Piazzolla para reemplazar a Roberto Pansera en uno
de los conjuntos mas revolucionarios de la historia del tango: el Octeto
Buenos Aires con el que deja versiones antológicas junto al creador de Adiós
Nonino.
Hacia fines de los 50 comienza a grabar con su propia orquesta pero otra
vez su destino grandioso lo vincula con el cantor que seria el mas grande
éxito de la historia del tango reciente: Julio Sosa, a quien acompaña con
su orquesta hasta la trágica muerte de Sosa en un accidente automovilístico
en 1964.
Tiempo después forma con el gran guitarrista Roberto Grela un cuarteto con
el que graba memorables versiones de tangos como Amurado, El Pollo Ricardo,
A San Telmo (del propio Grela), Danzarín y A la Guardia Nueva , entre otros.
Hace cuarenta y cinco años que lleva adelante su propia orquesta con instrumentistas
calificados y con su propia y arrolladora personalidad. Tambien formo parte
de uno de los supergrupos del tango junto al pianista Osvaldo Berlingieri
y al contrabajista Fernando Cabarcos: el Trio Federico-Berlingieri-Cabarcos.
Respecto a su magnifica obra como autor se pueden destacar Cabulero (recientemente
grabado por la orquesta El Arranque), Sentimental y Canyengue, Retrato de
Julio Ahumada y Preludio Nochero (junto a Osvaldo Requena), Diagonal Gris,
Siempre Buenos Aires y Cautivante, entre otros.
Leopoldo Federico ha hecho infinidad de giras con su orquesta y participo
de una de las formaciones del mitico Quinteto Real con Horacio Salgan. Es
además presidente de la Asociación Argentina de Intérpretes y contiúa hasta
el presente con su orquesta en la que participan grandes y jóvenes solistas
como el pianista Nicolás Ledesma y el violinista Damián Bolotin.
Federico es sinónimo del mejor y mas evolucionado tango que nunca olvida
las raíces, como interprete puede ser considerado por estos dias uno de
los grandes maestros de la historia del tango.
Charla con Leopoldo Federico
Luis Tarantino: Como esta Maestro? Como andan los dedos?
Leopoldo Federico: Espero que bien. Hace tiempo que con la orquesta trabajamos
salteado pero tenemos la alegría siempre de volver a tocar.
LT: Después de 45 años y trabajar salteado como Usted dice, como se hace
para mantener una orquesta de tango?
LF: Para que eso suceda hace falta tener al lado de uno amigos como son
los muchachos de la orquesta que están siempre dispuestos a ensayar y trabajar
combinando los horarios con otros trabajos. Ellos siempre están conmigo
cuando subimos a tocar con los ensayos suficientes. Es una alegría compartir
con ellos hacer música.
LT: Usted sabe que cada vez que tenemos el placer de escucharlo siempre
sucede que Usted avisa que no sabe como va a salir porque esta fuera de
practica y cuando toca vuelve a sorprendernos y conmovernos como el primer
dia. Como lo hace?
LF: No es lo mismo estar activo que hacerlo esporádicamente. Tampoco estudio
todos los días y eso se nota pero cuando me subo la cosa cambia y mis compañeros
me dan seguridad. Si hay algo que me funciona aun es mi cabeza y soy autocrítico
conmigo por lo tanto cuando no lo pueda hacer mas me retirare. Creo que
me siento bien para hacerlo. Hay temas que los he tocado toda la vida y
los conozco muy bien. Lo que ocurre es que a veces las dificultades técnicas
se van agrandando con los años.
De todas maneras cuando empiezo a tocar se van calentando los dedos y la
cosa fluye.
LT: Seria bueno que la orquesta vuelva a grabar…
LF: Seria bueno porque allí se pueden hacer las cosas con mas control artístico.
LT: Que le diría a su publico y al publico joven que lo va a escuchar respecto
del futuro del tango? Hay esperanza?
LF: La esperanza la deben tener los mas jóvenes. Los artistas nuevos que
están haciendo musica muy buena. Siempre hay esperanza. Lo que le digo a
la gente es que vaya a escuchar tango, que ame el tango de verdad. Cuando
ese publico fiel viene me siento muy bien porque su aplauso es verdadero
y sentido.
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