Bernardo Alberte fue edecán de Perón en 1954 y su delegado personal desde
comienzos de 1967 hasta marzo de 1968. Fue editor de Con Todo, órgano del
peronismo revolucionario, y defendió públicamente a los guerrilleros de las
FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) apresados en Taco Ralo en septiembre de ese
mismo año. En las primeras horas del 24 de marzo de 1976, un grupo de militares
y policías uniformados violentó el departamento del teniente coronel Bernardo
Alberte, en el sexto piso del edificio de Avenida del Libertador 1160.
"Alberte, venimos a matarte", gritaron antes de arrojarlo por una ventana
hacia un patio interior. Días antes, el militar había denunciado que la Triple A
había intentado secuestrarlo. El ex delegado de Perón terminaba de escribir una
carta al jefe del Ejército en la que le advertía del error que significaba un
nuevo golpe militar por parte de las Fuerzas Armadas. |
NOTAS EN ESTA SECCION
Alberte, el militar que inauguró la lista de crímenes de la dictadura, Raúl
Arcomano | A 35 años del
asesinato, por Bernardo Alberte (h)
Bernardo Alberte,
peronista y revolucionario, por Emilio Corbière |
Carta del Mayor Alberte al
Gral Peron (1972) |
Alberte por Alberte
Osvaldo Bayer on ice |
Alberte y el Peronismo
Resistente |
Años de violencia
| Biografía de Alberte
|
Alberte, primera víctima del golpe del '76
La carta que le escribió a Videla
| Contestación de
Alberte (hijo) a la esposa de un genocida |
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Dromi | Confesiones de
invierno
Discurso de Alberte, con motivo del golpe en Chile |
Una plaza lleva su nombre
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Revolución Nº 23, abril de 1970)
Correspondencia Perón-Alberte |
Carta de Alberte a Videla |
Cartas sobre el levantamiento del 09/06/56 |
Proyecto ascenso post
mortem
Clarín, 26/03/07 |
Opinión de Alberte sobre las FFAA |
Eduardo
Luis Duhalde - El estado terrorista argentino
 Alberte,
el militar que inauguró la lista de crímenes de la dictadura
Por Raúl Arcomano
Era un histórico militante justicialista que llegó a ser delegado personal de
Perón. Fue asesinado por el Ejército pocos minutos después de consumado el golpe
del 24 de marzo del ’76
Catorce vehículos militares de la Policía Federal y del Ejército llegaron hasta
el edificio de Avenida del Libertador al 1100. Se bajó un grupo numeroso de
soldados con ropa de fajina y FAL en mano. Eran las 2.15 del 24 de marzo de
1976: pocos minutos habían pasado desde que las fuerzas armadas se hicieran
cargo, a sangre y fuego, del control del país. Los uniformados cortaron el
tránsito desde Callao hasta el pasaje Schiaffino. Forzaron la puerta de entrada
al edificio y subieron resueltos los seis pisos por las escaleras. Cuando
llegaron a destino rompieron la puerta de servicio a punta de bayoneta.
–¡Alberte, venimos a matarte!– gritó un milico, sacado.
–¡Por culpa tuya murieron muchos de nuestros compañeros!– guapeó otro.
Bernardo Alberte se sobresaltó. Dormía junto a su mujer. En otra habitación
estaba Lidia, una de sus cuatro hijos. Les dijo a las dos que se escondieran en
una de las habitaciones. Él se calzó un revolver e intentó una defensa. No pudo
hacer mucho. En los forcejeos lo agarraron entre varios y, sin más, lo tiraron
por una ventana del comedor. Cayó al pulmón del edificio y murió en el acto. Lo
mataron por resistirse. Las mujeres fueron tiradas boca abajo a punta de fusil.
Los militares intentaron llevarse a Lidia. Pero el jefe de la patota ordenó que
la dejaran.
Así, la dictadura hacía su aparición en escena. Estrenaba la metodología que
pondría en acción durante los siguientes siete años: el asesinato, la
desaparición, el saqueo. Y lo hizo en primera instancia con un símbolo del
peronismo: Bernardo Alberte, un ex militar y dirigente peronista que “se opuso a
las dictaduras militares, al golpismo y a las conducciones burocráticas del
mismo peronismo”, según lo recuerda hoy su hijo, Bernardo Alberte, ante Miradas
al Sur.
Alberte fue el primer muerto de la dictadura. El primero de los muchos miles que
vendrían después. La familia logró recuperar al día siguiente el cuerpo y
enterrarlo en el cementerio de Avellaneda.
El ex militar estaba en los primeros puestos de las listas negras de la Triple A
para ser ejecutado. Su hijo recuerda: “En la primera reunión de gabinete después
de la muerte de Perón, el 8 de agosto de 1974, López Rega, en presencia de todos
los ministros, mostró fotos de las personas peligrosas para el gobierno y para
la seguridad de la Nación, según dijo. Uno de ellos era mi viejo. Otros: Julio
Troxler, Juan José Hernández Arregui, Silvio Frondizi. También Jorge Taiana
padre, que vino a ver a mi padre y le dijo: ‘Alberte, están locos. Te tenés que
ir’”.
La Triple A actuó unos días antes del golpe, el 20 de marzo. Un grupo armado lo
fue a buscar a su lugar de militancia, la corriente 26 de Julio, donde estaba
con Jorge Di Pascuale y Alicia Eguren. No lo encontraron y se llevaron a dos
hombres de la corriente. Un día antes ya habían secuestrado a otro militante,
Máximo Altieri, un chico de 25 años. “Mi viejo no cuidó para nada su seguridad.
Se puso a buscarlo con el padre del chico. Hasta llegó a escribir una carta
abierta a la Triple A en la que proponía un canje: su vida por la de Altieri. A
Altieri lo encontraron muerto en la morgue del cementerio de Avellaneda.”
 Una
vida al servicio del pueblo17/11/1918: Nace en Avellaneda –
Provincia Bs. As.
15/10/1945: Encarcelado y dado de baja por defender al coronel Perón.
17/10/1945: Recupera su libertad y su grado.
1954-55: EDECÁN DEL PRESIDENTE PERÓN.
16/09/1955: Defiende el orden constitucional.
1955/56: Encarcelado confinado en el Penal de Ushuaia
Junio -1956: Participa en el Movimiento del Gral. Valle.
1956-58: Exilio en Brasil y dado de baja del Ejército.
1958-60: Dirigente de la RESISTENCIA PERONISTA.
1967-68: Delegado personal de PERÓN.
1969-1972: Impulsa la Tendencia Revolucionaria del Peronismo
24/03/1976: ASESINADO POR LA PATOTA MILITAR GOLPISTA.
2006: Coronel post-mortem por Decreto del Presidente Kirchner
|
El crimen de Altieri lo decidió a
escribir una carta a Videla. La terminó la noche del 23, pero le puso de fecha
24, día que sería entregada. Decía que lo habían querido secuestrar y denunciaba
el asesinato del joven militante. Y responsabiliza a Videla, jefe del Ejército,
por la represión ilegal y le advertía del error histórico que iban a cometer las
fuerzas armadas de producirse un nuevo golpe militar.
“Sin duda avanzamos hacia un enfrentamiento hacia el que se nos quiere llevar
gradualmente con falsas opciones y manejando falsos valores, y alarma observar
la ligereza y hasta la irresponsabilidad con que ciertas personas y ciertos
sectores que tienen poder, poder transitorio, alientan el enfrentamiento con
hechos o con palabras”, escribió en una parte. Sabía lo que se avecinaba. El día
del secuestro saquearon todo: cartas de Perón, documentos, fotos, libros. Pero
no vieron la carta. Fue entregada al día siguiente.
Luego de la muerte vendría una larga procesión judicial. Explica Bernardo: “No
encontrábamos abogado. Quién iba a agarrar el caso. Empezó a ayudarme un amigo,
el abogado Jorge Garber. Lo primero que me dijo fue: ‘Bernardito, tenemos que
conseguir unos fierros porque nos van a matar’. La querella la empezamos en
abril del ’76: debe ser una de las primeras de ese tipo. Era contra Videla. El
primer juez le dijo a Garber: ‘No sólo a Alberte había que tirarlo por la
ventana, sino a todos los peronistas’. Otro me dijo: ‘Alberte, déjese de joder
con esto, porque me van a matar a mí y lo van a matar a usted’. La causa pasó
por 14 juzgados en seis años: del ’76 al ’81. Era una papa caliente: todos se
fueron declarando incompetentes. El expediente es una larga lista de excusas”.
Cuando la dictadura se esfumaba, un juez se metió con la causa y logró avanzar
con algunas medidas. Finalmente, en diciembre de 1985, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal resolvió cerrarla. Luego
vinieron las leyes del perdón y el expediente quedó planchado. Hasta 2003,
cuando esas leyes fueron anuladas y la investigación fue reabierta. Hoy el
expediente por el crimen de Alberte forma parte de la megacausa Primer Cuerpo, a
cargo de Daniel Rafecas.
La familia aportó a la Justicia los
nombres de dos militares que ocuparon puestos de relevancia en la División
Inteligencia y Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Bernardo sostiene que
participaron del operativo que terminó con la muerte de su padre. Se trata del
general retirado Oscar Guerrero, que habría sido el jefe de la patota, y el
general retirado Jorge O’ Higgins al que se le encontró parte de la
correspondencia de Perón a Alberte, que había sido robada la noche del crimen.

Entrevista en Cristianismo y
Revolución
Nº 12, 1969
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El libro Un militar entre obreros y
guerrilleros, de Eduardo E. Gurucharri, relata la vida de Alberte. Allí hay una
anécdota contada por su hijo Bernardo, sobre el día que vio por la calle a
Guillermo Suárez Mason, uno de los jerarcas de la dictadura. “Cuando lo
reconocí, lo metí de un pechazo en un garage. Lo agarré del cuello y le dije:
‘Vos, asesino, mataste a mi viejo’. Me respondió: ‘Yo no maté a nadie’. Lo
escupí, lo putié, le rompí la ropa, le pegué con la mano abierta en la cara
gritándole ‘miserable asesino’ y le di una patada en el culo.”
Nada mejor que un compañero. Alberte tenía una larga historia con el peronismo.
“En octubre de 1945 cuando era teniente intentó sublevar la Escuela de
Infantería de Campo de Mayo para ponerla a favor de Perón. No tuvo éxito: tenía
27 años y lo degradaron. Con el triunfo del 17 de octubre recuperó el grado y la
libertad. Ahí se encolumnó con Perón. Aunque a lo largo de su amistad
polemizaron mucho”, cuenta Bernardo.
En 1954, Perón lo nombró su edecán
personal. Ahí creció la relación entre ambos. “En el golpe del ’55 mi viejo fue
la primera defensa en la Casa Rosada –dice orgulloso Bernardo–. Se quedó al lado
de Perón hasta que el general se exilió. A mi padre lo encarcelaron: estuvo en
la penitenciaría de Las Heras, en el penal de Magdalena y luego lo confinaron a
Ushuaia, una cárcel que había sido cerrada por infrahumana. Un año después nos
exiliamos. Nosotros estuvimos un año. Mi padre, hasta que salió la Ley de
Amnistía, en el ’58, después del pacto de Perón con Frondizi.”
Al regreso a la Argentina, Alberte
se encargó de recomponer su economía. “Puso una zapatería de compostura en el
acto. Llegó a tener tres. Luego abrió una tintorería. Fue famosa: se llamaba
Limpiería del Socorro y fue conocida porque funcionó como una Jabonería de
Vieytes. Por allí pasaron los principales referentes de la resistencia
peronista: entre otros, Julio Troxler y Gustavo
Rearte. No sólo reuniones se hicieron allí: también los famosos caños de la
resistencia.” Casi diez años después, en el ’67, Perón recompensó la lealtad de
Alberte: lo nombró delegado personal y secretario del movimiento justicialista.
–¿Por qué lo eligió Perón?
–Porque era un momento en el que a Perón le empezaron a disputar espacios de
poder. El vandorismo impulsaba el “peronismo sin Perón”. Lo puso a mi padre
porque sabía que era un hombre con carácter, leal, y que iba a enfrentar a esos
sectores. Igual el nombramiento generó una gran desconfianza en los jóvenes.
Decían: por qué Perón puso a este milico. Mi padre enfrentó en ese momento a la
dictadura de Onganía y a las cúpulas burocráticas del peronismo y del
sindicalismo.
–¿Hasta cuándo estuvo al frente del movimiento?
–Hasta que se creó la CGT de los Argentinos, en el ’68. Mi padre les dio el
paraguas político. Fue un gran instrumento de lucha. Hay que dejar algo en
claro: Perón se disgustó con el nacimiento de esa central obrera y por eso mi
viejo renunció. Igual siguió haciendo política. Fue un continuador de las ideas
de John William Cooke y uno de los fundadores de la tendencia del peronismo
revolucionario. La relación con Perón nunca volvería a ser la misma.

Bernardo Alberte, detenido por la Policía
Federal. |
Alberte llegó a ser mayor. Lo habían
dado de baja cuando se exilió. En el ’69 Onganía llamó a todos los militares
dados de baja, para que recuperen su cargo. Todos menos Perón. “Mi padre se negó
y redactó un documento que lo dice todo: Participacionismo con uniforme.” La
carta es una crítica feroz a sus compañeros de arma. Escribió Alberte: “Mientras
en 1956 un general se presentaba para hacerse responsable del fracaso y de la
derrota enfrentando el fusilamiento, hoy otro general se presenta a solicitar el
grado y el sueldo. Valle lo ha de contemplar desde la inmortalidad con la misma
serenidad con la que afrontó la muerte. Los sobrevivientes de ayer fueron
fusilados hoy con un decreto de amnistía”.
Alberte recuperó su grado y fue ascendido teniente coronel cuando asumió
Cámpora, en 1973. Y Néstor Kirchner, hace tres años, le rindió homenaje: le
otorgó un ascenso post mortem a coronel. “Recibí yo ese homenaje y pensaba: ‘El
viejo me debe estar puteando’. El había guardado todos sus uniformes en una
caja. Un día me dijo: ‘Quemálos’. Los militares no rompen nunca con la
institución. Mi viejo sí: rompió con el Ejército el día de los bombardeos a la
plaza de Mayo.”
–¿Por qué cree que su padre fue la primera víctima de la dictadura?
–Hay muertes, cuando son las primeras, que son un símbolo. Lo eligieron primero
porque Alberte había salido de las entrañas del Ejército y, encima, era
peronista. Y era el tipo que los señalaba con el dedo y les decía todo lo que
habían hecho mal. No se lo perdonaron.
En la carta Participacionismo con uniforme Alberte advertía: “Nosotros les
prevenimos que algún día vendrá el hombre sencillo de la Patria a interrogar a
sus militares en actividad y en retiro (…). No los interrogarán sobre sus largas
siestas después de lo merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la
nada, ni sobro su ontológica manera de llegar a las monedas, no sobre la
mitología griega ni sobro sus justificaciones absurdas crecidas o la sombra de
la mentira. Un día vendrán los hombres sencillos a preguntar qué hicieron cuando
la Patria se apagaba lentamente (…) Quizás para ese momento, la vergüenza que
provoque el silencio como respuesta, no sean suficiente como castigo”.
Miradas al Sur
 A
35 años del asesinato de Bernardo Alberte por una
patota del ejercito
Por Berrnardo Alberte (h)
La Argentina tiene el triste privilegio de haber introducido la categoría
sociológica y política del desaparecido. La dictadura cívico militar ejecuto un
plan sistemático de exterminio de seres, de los cuales solo debía saberse que
desaparecieron. Ello pertenece a esa necesidad de que el vencido no tenga
memoria, no tenga historia, no haya existido.
La rememorizacion de estos arquetipos no es solamente una vuelta al pasado, sin
memoria, sin rememoración el sujeto no existe. Por eso es tan importante la
memoria, si no se ejercita desaparecemos, es por ello que los vencidos no tienen
historia.
Y es por eso que no nos sentimos derrotados, Bernardo Alberte, mi padre junto a
miles de compañeros no fueron derrotados, fueron asesinados por fuerzas
antinacionales. Alberte murió por ser impulsor y participe activo de una
revolución, lo asesinaron porque comprendió la realidad e intento modificarla.
Hoy estos arquetipos aparecen como símbolos presentes a los que hay que imitar.
Bernardo Alberte, fue un militante revolucionario que supo combinar la teoría
política con la dignidad de una práctica revolucionaria, que no dudo en sostener
con su propia vida a pesar de que tanto la amaba.
Cada vez que se mata a un militante hay un mensaje que se silencia, cuando estos
asesinatos son los primeros de una etapa, cuando las organizaciones criminales
eligen a su primera victima, buscan en ella el sentido simbólico de aquello que
quieren destruir. Por eso no puede sorprender que el entonces Mayor Bernardo
Alberte haya sido la primera victima del proceso militar.
A 35 años de su asesinato, nosotros, militantes del campo popular rendimos
nuestro homenaje, no en un sentido restrictivo, partidista, sino en un sentido
amplio abarcativo. Es decir no se rinde homenaje a Alberte porque fue peronista,
si se rinde homenaje a Alberte porque siendo militar combatió al golpismo y a
las dictaduras militares y se rinde homenaje a Alberte porque siendo peronista
se opuso al participacionismo y se opuso a la domesticación del Peronismo y se
opuso al liberalismo económico en el Peronismo, que ya actuaba en vida de
Alberte, bajo el gobierno de Isabel Martínez y López Rega. Porque siendo
peronista se opuso a la Triple A. Se rinde homenaje a un hombre integro que no
dudo en arriesgar el bien supremo, la vida, sin claudicaciones, siendo coherente
con lo que pensaba, decía y amaba.
Hoy con esperanza vemos que somos una de las pocas sociedades que ha llevado
adelante una política intensa de juzgamientos a los responsables de crímenes de
lesa humanidad, consolidando la idea de que el Estado debe ser el garante de los
derechos fundamentales de sus ciudadanos y no su principal violador.
A partir del 2003 el gobierno ejercido por el compañero Néstor Kirchner, tuvo la
voluntad política de culminar con las leyes y símbolos de la impunidad del
terrorismo de estado, ejemplo de ello fue la derogación de las leyes de
impunidad y del indulto a los genocidas de la dictadura, eso hizo posible el
reinicio de los juicios que se han realizado y se están realizando. Otro acto
que debemos valorar, y a no dudar significo todo un símbolo, es el haber
descolgado los cuadros de los genocidas Videla y Bignone de las galerías del
Colegio Militar, lugar donde estudian los futuros oficiales de las Fuerzas
Armadas, así como el de convertir a la ESMA en un centro de la memoria, hechos
que cristalizan la lucha que emprendieron las Madres, las Abuelas, los Hijos y
todas las demás organizaciones de D.D.H.H., sociales y políticas comprometidas
con la lucha por la verdad y la justicia.
Sin embargo aún nos queda un largo camino por andar.
En el caso particular del asesinato de Bernardo Alberte, a fines del año 2003,
su familia, solicito al Juzgado Federal Nº 3 a cargo del Dr. Daniel Rafecas la
reapertura del juicio iniciado en el mes de Abril de 1976 que investigaba el
homicidio, donde oportunamente se habían dado infinidad de detalles del
operativo militar, como también los nombres de dos generales retirados, que
ocuparon puestos de relevancia en la División Inteligencia y Operaciones del
Estado Mayor del Ejercito, cuando el golpe del 24 de marzo de 1976, y que
participaron en el operativo, uno como jefe de la patota el hoy General ® Oscar
Guerrero y el General ® Jorge O’ Higgins al que se le encontró parte de la
correspondencia de Perón a Alberte que fue robada del domicilio de Alberte por
los efectivos militares que consumaron su asesinato.
Bernardo Alberte (h), marzo 2011
 Bernardo
Alberte (1918-1976), peronista y revolucionario
Por Emilio J. Corbière
Recuerdo a Bernardo Alberte, en las vísperas del golpe militar de 1976. Lo
visité en su departamento de Avenida del Libertador, como redactor de 'La
Opinión'. Alberte condenó a los militares que iban a dar el golpe y reclamaba
que el gobierno detuviera a Jorge Rafael Videla y otros golpistas. Pero no tenía
confianza en el gobierno de María Estela Martínez de Perón, personaje mediocre
que había respaldado al criminal José López Rega y a la Triple A.
Tenía razón Alberte, militar de estirpe sanmartiniana que no deshonró su
investidura como los militares del Proceso.
Lo recuerdo a Alberte en 1968, durante la dictadura del general Juan Carlos
Onganía, en el local de Paseo Colón, de la CGT de los Argentinos. Allí
concurríamos con el dirigente gremial socialista Eduardo Arrausi. Alberte fue un
ejemplo como lo fueron, en el peronismo, John W. Cooke, Andrés Framini, la
querida e inolvidable Alicia Eguren, Gustavo Rearte, Juan José Hernández
Arregui, entre otros, y no los monigotes actuales.
Fue delegado de Juan Perón y secretario general del Movimiento Peronista bajo la
dictadura de Onganía. Era un militante de hierro pero detrás de su adustez había
un varón cordial, un compañero entrañable, que siempre buscó la unidad de los
revolucionarios. Nunca buscó cargos, ni candidaturas, ni prebendas. Fue
solidario con los perseguidos. Por todo eso, los militares criminales lo fueron
a buscar a su domicilio y allí lo asesinaron.
Alberte fue un joven oficial del Ejército que participó como tal los días 16 y
17 de Octubre de 1945 en la movilización popular que dio nacimiento al
justicialismo. Era edecán de Perón cuando se produjo su derrocamiento en 1955.
Había participado de la defensa frente a los bombardeos durante aquel fatídico
año, cuando la marina lanzó sus bombas desde sus aviones en pleno centro
porteño, como los nazis hicieron en Guernica contra los vascos.
Cuando la banda criminal lo sorprendió en su domicilio, estaba escribiendo un
documento donde denunciaba el secuestro y asesinato de Máximo Altieri, un joven
de la Corriente Peronista 26 de Julio. Es justo el homenaje a este militar como
es justo condenar a sus asesinos repulsivos.
 Carta
del Mayor Alberte al General Peron. "No estan dadas las condiciones para su
retorno"

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Buenos Aires, 30 de octubre de 1972
Sr. General Juan D. Perón Madrid
Estimado General: He recibido el
encargo de compañeros de las O.P.R.(Organizaciones Peronistas Revolucionarias)
de hacerle llegar a Ud. el pensamiento de esas organizaciones respecto de la
situación que se plantea actualmente en el país y el Movimiento y lo hago
complacido, por cuanto ello me permite retomar un contacto, por este medio, que
nunca había perdido a través del trabajo que continuamos desarrollando después
de haber dejado de ser conducción del Movimiento.
Todos los sectores políticos del país están actualmente conmocionados y
convulsionados por la coyuntura electoral planteada por la dictadura y, ante la
perentoriedad de los plazos impuestos por ella, necesariamente se van poniendo
en evidencia los elementos ocultos que caracterizan la trampa de la camarilla
militar cuyo objetivo fue integrar el Peronismo al sistema con la finalidad de
crear un gobierno favorable al continuismo. El fracaso de la "Operación
Paladino" (engendro del no menos pernicioso Remorino), no ha significado, de
ninguna manera, que la dictadura militar haya perdido la batalla, puesto que
dispone aún de medios y de fuerzas importantes que se fueron consolidando
mientras los sectores burocráticos y burgueses del Movimiento practicaban a
través de aquella conducción táctica traidora, oportunista e incapaz la política
del "coqueteo" con los mandos militares, hecho que siempre denunciaron los
sectores revolucionarios del Peronismo.
La política del diálogo se transformó así en la estrategia de la conciliación y
del acuerdo, dejando de constituirse en una exigencia táctica para convertirse
en toda una filosofía claudicante, basada en una situación nacional ficticia;
inventando, además, un Perón dispuesto a diseminar la semilla del conformismo;
descreyendo de las propias fuerzas del Movimiento Peronista y de la importancia
de la organización revolucionaria; soslayando permanentemente la necesidad de
explicitar un plan operativo revolucionario que planteara correcta y
concretamente toda una estrategia de poder y jugando todo a la buena voluntad de
los factores y de los centros de poder ante quienes hicieron repugnantes
exhibiciones de mansedumbre y de acatamiento a las que siempre respondieron con
agravios o silencios altaneros y despectivos. La índole tramposa de las
elecciones que se prepara está dada en todos los pasos de la dictadura militar.
La Ley Electoral establece una serie de normas con esa clara intención. Por una
parte se crea un sistema de burla a las mayorías: plazo perentorio para
concretar alianzas; segunda ronda, en la que podrán intervenir hasta cuatro
fórmulas (nada menos!) en nuevas composiciones, con lo que se da margen al
gobierno para enhebrar nuevas maniobras, fomentando el espíritu del "arreglo".

A principios de 1969, se edita la revista Con Todo, órgano oficial del Peronismo
Revolucionario, dirigida por el Mayor Bernardo Alberte. La publicación tuvo un
discurso abiertamente combativo en sintonía con los movimientos revolucionarios
peronistas de la época.
En una entrevista en Cristianismo y Revolución Alberte decía al respecto de Con
Todo: “Cada etapa de la guerra tiene su ideología. En esta etapa el Peronismo
Revolucionario tendrá que librar paralelamente a la que lleva el signo violento
del combate otra guerra de desenlace simultáneo, la que se libra en el terreno
de la doctrina y de la política ideológica. Por eso hacen falta los periódicos y
por eso salimos."
El periódico tuvo corta vida. A mediados de 1973, el Peronismo de Base lanza una
revista bajo el mismo nombre.
Tres números de la revista Con Todo
(primera época) pueden descargarse del sitio
Ruinas Digitales
|
Por otra parte se implanta el
sistema de la proporcionalidad (bajo la modalidad D’Hont) para la elección de
diputados, tendiendo al fraccionamiento partidario con el objeto de quebrantar
la voluntad de las mayorías, dificultando su espontánea asociación. Se trata de
crear un gobierno que prosiga la obra del actual y que no se interese demasiado
en verificar cómo se han producido las cosas. Pero aunque no prevaleciera la
maniobra oficial; si pasando por encima de los ardides tramados, la reforma de
la Constitución, las proscripciones indirectas, la Ley Electoral, triunfara un
gobierno no dispuesto a no mantener la línea continuista la trampa lo espera. Se
ha denunciado la existencia de un acta secreta que establece pautas a la que
deberá ajustarse el futuro gobierno, al mismo tiempo que se trata que este sea
lo más débil y condicionado posible y sujeto a todas las alternativas de un
proceso que por su naturaleza ha de ser sumamente difícil y que la actual
camarilla militar pretende manejar a través de sus personeros uniformados que ya
han empezado a ocupar los puestos clave. En estas condiciones el gobierno que
surgirá de semejante parodia no tendría solidez ninguna. Por eso actualmente el
Pueblo comprende que si debe elegir, no solamente debe elegir Presidente, sino
también Comandante en Jefe, no sólo diputados, sino que también se hace
necesario que participe en la elección de los generales del pueblo. Pero estos
ya han sido elegidos de antemano y no son del pueblo, sino que están al servicio
de la oligarquía y del imperialismo. La masacre reciente de Trelew muestra todo
este panorama con gran claridad. El régimen que trata de constituir un gobierno
destinado a consolidar la vieja estructura contra la voluntad nacional y el
interés concreto de los sectores populares, manteniendo la ficción de las formas
democráticas, se ve obligado a mostrar su verdadera máscara.
No hay posibilidad alguna de gobernar determinando el empobrecimiento del Pueblo
y la colonización del país sin ejercer simultáneamente la dictadura. Por eso el
carácter crecientemente dictatorial del régimen y las formas bárbaras que cada
vez asume más la represión. Las denuncias de nuestros prisioneros de guerra, si
no fueran suficientes los fusilamientos, los asesinatos, los secuestros, etc.,
causan escalofríos y el mundo entero observa con preocupación la ferocidad
implantada en la Argentina por las FF.AA. desde el gobierno, contra sus
opositores políticos y especialmente contra los militantes revolucionarios del
Peronismo. Los últimos discursos de Lanusse revelan no sólo que es incapaz de
mantener la calma y la mesura en sus expresiones, por lo que le cabe a él como a
sus antecesores, la pregunta de ¿quién lo metió en este oficio de la política,
tan alejado del arma de caballería?, sino muy especialmente todo un espíritu
gorila que mantuvo lo suficientemente oculto como para engañar a muchos
ingenuos, aun a aquellos que no olvidaron que en 1951, en la revolución del
Gral. Menéndez, a él le correspondía la misión de asesinar a Perón en la Puerta
N° 4 de Campo de Mayo, cuando la traspusiera el 28 de septiembre para acudir a
un acto en esa guarnición militar. Esta es una característica objetiva de la
situación política imperante en la Argentina.
Por ello es increíble observar con
qué superficialidad e irresponsabilidad se está planificando todo un operativo
para trasladar de lugar el Comando Estratégico del Movimiento; concretamente el
operativo "retorno". Cualquiera que medianamente razone puede suponer que los
peronistas estamos todos locos o que somos todos imbéciles. En realidad la
explicación no es tan simple. Si bien es cierto que el trasvasamiento
generacional ha tenido resultados importantes. Que la Coordinadora de Juventud
ha asumido su papel con eficacia dentro de la conducción del Peronismo
influenciando la conducción política que ejerce el compañero Cámpora para el
bien del Movimiento, han aparecido aquí, con motivo del "retorno", expresamente,
todas las limitaciones que caracterizan el carácter burocrático de la conducción
táctica actual y que aparentemente estaban siendo superadas. Basta con leer la
lista del posible pasaje que acompañaría a Perón en su regreso, para darse
cuenta que todo esto no es serio, pero que tampoco es gracioso, en razón de las
trágicas consecuencias que pueden derivarse de un viaje así concebido. Este
pasaje se caracteriza, más que por la heterogeneidad de los personajes, por la
truculenta y tenebrosa carga de intereses, de apetitos y de especulaciones que
se tejen y se entrelazan aprovechando una figura como la del líder de las masas
obreras argentinas al que se le cree "embozalado" en razón de una claudicación
que quieren ver y que les permitirá repartirse el botín cuando desaparezca
voluntaria o forzosamente en la escena.
Si es como para imaginarse el espectáculo del viaje de ida con todos estos
personajes, cuchicheándose al oído sus planes, por parejas, eventualmente por
grupitos, para impedir que la reacción de la ingenuidad de un Bonavena o de un
Pascualito Pérez de un puñetazo los lance por la ventanilla al medio del océano,
al sorprender las intenciones de toda esa delincuencia política, salvo alguna
que otra honrosa excepción. Pero los revolucionarios militantes peronistas y no
peronistas creen en Perón. Perón no puede venir a pactar con el enemigo del
Pueblo y de la clase trabajadora, entregar el Movimiento y retirarse luego del
país, abandonando la lucha en la que estamos empeñados, desertando de esa lucha
para cuya victoria final lo necesitamos, en razón de ser el elemento movilizador
de las masas, característica cualitativa del líder que no puede ser reemplazada
ni superada en esta etapa de la guerra. Por ello nosotros, integrantes de la
tendencia revolucionaria del Peronismo, en nuestra prédica política planteamos
siempre los siguientes interrogantes y respuestas: 1. ¿No fueron suficientes 18
años de persecuciones, de represión feroz, torturas, encarcelamientos,
secuestros, desapariciones, Conintes, fusilamientos, profanaciones y vejámenes a
nuestros líderes y a nuestros símbolos, hambreamiento, desocupación, miseria y
entrega para comprender que no puede creerse para nada en los fusiladores, los
torturadores, los secuestradores, los carceleros, los represores, los
explotadores del Pueblo, los entregadores? 2. ¿O se creyó acaso que en este
momento culminante de la historia y de la lucha por la liberación nacional,
cuando la clase obrera y la juventud toman conciencia de su función social y de
su papel histórico, que la oligarquía y el imperialismo han de resignar por
motivaciones de conciencia las situaciones de privilegio y de poder que
usufructúan? 3. ¿O lo que es peor de todo esto, es que acaso se creyó que Perón
como por arte de magia podía llegar al país, dispuesto a transar con la
dictadura militar para aplacar el rebaño que ya comienza a mostrar los dientes
como consecuencia de la injusticia y de la explotación a que es sometido? Ese
Perón conciliador y entregado no existe y es una posibilidad irreal y
arbitraria, creación de la infamia oligárquica.
Perón no puede venir a pacificar al país sino después de la destrucción del
enemigo; él vendrá para potenciar las luchas de la clase obrera y demás sectores
populares en contra de la oligarquía. En la formación de esa imagen de Perón hay
cómplices dentro del Movimiento: algunos por inmadurez y otros por estar
demasiado maduros de tanto chapotear el barro del sistema. Tampoco podrá volver
Perón por el simple deseo del dirigentismo burocrático y burgués; tampoco como
consecuencia de declaraciones tremendistas de esas que tanto se postulan en los
días de fiesta o en alguna fecha del calendario peronista, ni aun por el simple
deseo de 10 millones de peronistas, de los que cada uno se imagina que el resto
saldrá a la calle para recibir a su líder y como consecuencia de ello sumarse
después a la gran manifestación triunfal. Es muy común comprobar en estos casos,
y sobre todo cuando los tanques están apuntando, que las cifras se inviertan y
que donde debían haber millones hayan unos pocos. El "insurreccionalismo" no
tiene cabida cuando enfrente hay fuerzas represivas dispuestas a matar. Y
podemos asegurar que capitanes Sosa y tenientes Bravo hay por centenares. Sólo
Perón podrá volver como consecuencia del desarrollo cotidiano y en profundidad
de una política revolucionaria que esté caracterizada por una teoría
revolucionaria correcta, por objetivos estratégicos y planes operativos
concretos y por la consolidación de un aparato político-militar que conduzca y
encuadre a las fuerzas con unidad de acción y de concepción . Pero todo esto no
existe. Y cuando hacemos esta crítica no perseguimos la destrucción de hombres o
de dirigentes de una burocracia pactista o acuerdista para reemplazarla por otra
superviolenta o tremendista. Ambas son perniciosas y la última no dice en virtud
de qué proceso y por qué mecanismos la acción de grupos dispersos ha de
transformarse en el triunfo final del movimiento de masas.
Además la crítica a la burocracia de turno suele oscurecer la crítica de la
burocracia como sistema de conducción; lo que hay que cambiar no es el equipo
burocrático de turno sino los métodos. Porque hace años vemos aparecer
dirigentes que luego se esfuman en su propia insignificancia; las que permanecen
in cambiadas son las prácticas, el estilo de conducción, los sistemas internos
de promoción, la visión de la política frente al régimen. En este sentido
debemos recalcar que nosotros consideramos que La Hora del Pueblo, el
FRE.CI.L1.NA, el Documento de los 10 puntos, etc. son respuestas de Perón a las
distintas etapas del engendro lanusiano, el G.A.N. Es decir son respuestas
coyunturales, tácticas, insertas dentro de una estrategia que tiende a dar el
poder al pueblo. Y así, como respuesta táctica, debe considerárselo, lo mismo
que la exhortación pacifista del líder cuando plantea el elemento que crea todas
las contradicciones: su retorno. Y cuando así lo hace no es, como algunos
dirigentes creen, que Perón ha aceptado las reglas del juego de la dictadura. La
falta de vocación revolucionaria de estos dirigentes les hace interpretar que
con su resolución coyuntural, Perón consagra como estrategia del Movimiento sus
entrevistas sigilosas con los espadones de turno o sus coqueteos con los
factores de poder. Para ellos la pacificación deja de ser una exigencia táctica,
una instancia transitoria que como toda contingencia en la guerra, planteada en
forma de tregua tiende a ganar tiempo para permitir agrupar y preparar fuerzas
para la decisión final, para transformarse en toda una filosofía basada en una
situación ficticia creada por una imaginación claudicante que termina siempre en
exhibiciones repugnantes de mansedumbre y acatamiento ante los figurones
castrenses. Es que la estrategia del Peronismo no debe ser otra que la de la
guerra popular prolongada; la que no transa con el régimen y plantea la
destrucción del sistema para imponer la construcción nacional del socialismo; la
que toma como punto de referencia fundamental a las masas y sus reivindicaciones
no sólo inmediatas sino históricas y la que plantea ante la actual coyuntura:
Sin Perón no hay elección.
Sólo el Pueblo en el poder traerá a Perón.
La que considera que la elección es una trampa y que salvar la coyuntura
electoral desde el punto de vista revolucionario no significa utilizar el
recurso de omisión, haciendo mutis o desensillando hasta que aclare y menos
apoyar aunque sea tangencialmente la salida electoral. Para el peronista
revolucionario salvar la coyuntura electoral significa profundizar la tarea (que
de estar más avanzada no tendríamos tantos problemas), esclareciendo el papel de
Perón y su apoyo al movimiento revolucionario del pueblo, a través de la
instrumentación del ejército popular. Por eso consideramos que el único camino
que dará el poder al pueblo y romperá definitivamente la dependencia de la
Nación sólo puede andarse al organizarse las bases en todos los niveles,
entendiendo niveles tanto los sectores y planos de actividad (barrial, fabril,
estudiantil, etc.) como las formas de lucha, porque es evidente que el pueblo
debe organizarse para responder a la violencia reaccionaria con la justa
violencia del pueblo. Ya lo dijo la compañera Evita, tal vez profetizando sobre
la etapa que ahora nos toca vivir: "la violencia en manos del Pueblo deja de ser
violencia para transformarse en justicia". Hemos querido, compañero General
Perón, expresar nosotros también nuestra opinión con este informe debiendo Ud.
aceptar que el mismo está avalado por miles de compañeros que militan en el
Movimiento no "politiqueando" sino enfrentando día a día a una represión que
cada vez es más feroz y que ya nos ha cobrado la vida de muchos valiosos
compañeros. Su mejor homenaje a ellos es atender su voz y considerar su
pensamiento. Ellos le envían junto con el mío su más afectuoso saludo. Hasta la
victoria final. Caiga quien caiga y cueste lo que cueste venceremos.
Bernardo Alberte
Imagen: Alberte en un reportaje en
1967
 Bernardo
Alberte por Bernardo Alberte
Perón, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967 nombra a Alberte –su
antiguo edecán- Delegado y Secretario General del Movimiento Peronista. Alberte
puso fin a la etapa de "desensillar hasta que aclare".
Por Bernardo Alberte (h)
"Nosotros les prevenimos que algún día vendrá el hombre sencillo de la Patria
a interrogar a sus militares en actividad y en retiro. No los interrogaran sobre
sus largas siestas después de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates
con la nada, ni sobre su ontológica manera de llegar a las monedas, no sobre la
mitología griega ni sobre sus justificaciones absurdas crecidas a la sombra de
la mentira.
Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que fueron sus
soldados, a preguntar que hicieron cuando la Patria se apagaba lentamente, que
hicieron cuando los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en
la enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos vinieron a
imponernos esa nueva forma de vida "occidental" que todo lo corrompe y compra el
dinero.
Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta,
no sea suficiente como castigo."
Con palabras como estas, Bernardo Alberte rechazaba en 1969 acogerse a un
decreto del dictador Onganía que permitía la reincorporación de militares
peronistas dados de baja -como él- luego del derrocamiento de Perón. Después de
la victoria popular del 11 de marzo de 1973, y al asumir la Presidencia de la
Republica, el Dr. Héctor J. Cámpora en uno de sus primeros decretos reincorporo
a Bernardo Alberte al ejército con el grado de Teniente Coronel en retiro.
No era la primera vez, ni seria la ultima, que el destino de Alberte se cruzaba
con los triunfos y las derrotas populares.
Nació en Avellaneda, Provincia de
Bs. As., el 17 de noviembre de 1918, se graduó como Subteniente a los 21 años
con las mejores calificaciones de su promoción. Cuando a comienzos de octubre de
1945 el entonces Coronel Perón fue destituido y encarcelado, el joven oficial
salio en su defensa. Arrestado en Campo de Mayo, acusado de promover la
insubordinación de la Escuela de Infantería, fue con el levantamiento popular
del 17 de Octubre que Alberte recupero su libertad y su empleo. Ya con el grado
de Mayor, en 1954, fue designado edecán del Presidente. El 16 de junio de 1955
cuando la aviación naval bombardeo el centro de Buenos Aires y ataco la Casa
Rosada con el propósito de asesinar a Perón, Alberte fue uno de los militares
que encabezo la defensa. En septiembre, al producirse el nuevo y definitivo
levantamiento, entablados los combates entre tropas leales y rebeldes, iba a ser
partidario de resistir hasta las últimas consecuencias. Permaneció junto al
Presidente hasta que Perón decidió renunciar. Entonces los golpistas lo
encarcelan en represalia por haber cumplido con su deber militar y
constitucional.
Compartió en Ushuaia la prisión con otros destacados dirigentes peronistas y fue
liberado a fines de 1956. Citado por el Comando en Jefe del Ejército, no quiso
presentarse ante sus verdugos. Declarado en rebeldía se vio obligado a buscar
refugio en Brasil, donde permanecía exiliado cuando fue dado de baja por los
militares golpista.
En Marzo de 1957, desde Río de Janeiro escribe a Perón, entonces radicado en
Caracas, Venezuela, haciendo un balance de los acontecimientos del 55: "Que los
militares eran los que constituían la masa del ejército que le permaneció leal
hasta el último día de su gobierno, pese a las defecciones y traiciones
conocidas de las que no se escaparon de cometerlas también civiles; que ese
Ejército que le era leal con la cooperación del pueblo, con la que siempre se
sintió estimulado, pudo haber vencido a los rebeldes si se hubiera dispuesto a
enfrentar la guerra civil y sufrir los bombardeos y destrucciones que estaba
dispuesta a realizar la Marina. Guerra civil y destrucciones, o algo similar que
ahora, muy probablemente, tengamos que aceptar como única solución para liberar
a la Patria de los sátrapas que la quieren gobernar".
Tras el pacto con Perón que permitió a Frondizi alcanzar la Presidencia, en 1958
fue sancionada una ley de amnistía que le permitió a Alberte regresar al país.
Como no era hombre de deprimirse- al comienzo de su exilio brasileño supo
ganarse la vida como vendedor ambulante de ropa femenina- ya en Buenos Aires
instaló una tintorería a la que llamó "Limpiería" y que con el tiempo se haría
popular a causa de las actividades de su dueño.
Corría 1965 cuando el dirigente metalúrgico Augusto Vandor comenzó a disputarle
abiertamente a Perón el control de su Movimiento. Desde su exilio en Madrid, el
General envió a su esposa Isabel para contrarrestar el avance vandorista. La
casa particular de Alberte sirvió de refugio a la viajera en determinado momento
de su estadía. En junio de 1966, en vísperas del derrocamiento del presidente
Illia, Isabel volvió a Madrid. Pocos días después Vandor, Alonso y otros
sindicalistas, asistían en la Casa Rosada a la asunción del dictador onganía, a
quien el periodista Mariano Grondona comparaba con el presidente de Francia
general Charles De Gaulle. Y mientras el capitán –ingeniero Alzogaray, designado
embajador en Washington, proponía proclamarlo monarca, Vandor y sus amigos
prefería verlo como un nuevo Perón.
Perón, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967 nombra a Alberte –su
antiguo edecán- Delegado y Secretario General del Movimiento Peronista. Alberte
puso fin a la etapa de "desensillar hasta que aclare", y desafiando las
persecuciones desatadas por la dictadura, en poco más de un año puso en pie a un
Movimiento que estaba postrado y dividido, dando particular intervención a la
juventud.
Debió enfrentar las tendencias conservadoras y burocráticas dentro del
peronismo, tanto en su sector político como gremial. Su gestión política fue
determinante para el surgimiento en marzo de 1968 de la C.G.T. de los
Argentinos, central obrera que creó un nuevo instrumento de lucha sindical, y
donde actuaron entre otros: Raimundo ongaro, Jorge Di Pascuale, Agustín Tosco,
Atilio López, Rodolfo Walsh e Hipólito Solari Irigoyen, es decir, sindicalistas,
peronistas, radicales, izquierdistas, etc.
La política seguida por Alberte fue de lucha frontal contra el régimen de
onganía y de apertura a los sectores sociales y políticos que se le oponían.
Uno de sus resultados fue el acercamiento de la masa estudiantil al movimiento
obrero a través de la C.G.T. de los Argentinos. Así se logró arrinconar al
"participacionismo", abriendo una nueva perspectiva en el panorama político
argentino que desembocaría en el Cordobazo de 1969. Pero para entonces Alberte
ya no ocuparía el cargo de Delegado, al que renunció en marzo de 1968. Perón
designó en su reemplazo a Jorge Daniel Paladino, personaje al que el mismo Perón
acusaría, en 1971, de haberse transformado en un agente del dictador Lanusse.
Bernardo Alberte, en cambio, siguió
en la misma línea, compartiendo posiciones con John William Cooke y Gustavo
Rearte. A pocos meses de su renuncia editó el periódico Con Todo, portavoz del
peronismo revolucionario, y salió públicamente en defensa de los guerrilleros de
las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) arrestados en Taco Ralo, Tucumán, en
septiembre de 1968.
Durante el congreso clandestino celebrado por el peronismo en Córdoba en enero
de 1969, Alberte pronunció un discurso que obtuvo mucha repercusión. "Hay que
dominar la estrategia mejor que los generales que la emplean para oprimir y
sojuzgar y que en nuestras manos debe servir para liberarnos. En esta época de
transición entre el capitalismo y el socialismo, entre el miedo y la libertad,
entre lo que cae y lo que viene, hay que ser un hombre de acción para ser digno
de la conducción de las masas populares".
Al hablar en el cementerio de la Chacarita, el 22 de julio de 1971, después del
secuestro y asesinato de Juan Pablo Maestre y su esposa Mirta Misetich, Alberte
reveló que ambos eran militantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR),
reivindicando como combatientes a quienes hasta entonces sólo aparecían ante la
opinión pública como víctimas de la represión ilegal.
En 1973, las vísperas del retorno del Peronismo al gobierno, Alberte observaba
el futuro con prevención: "A esta altura de la situación ya se ha puesto en
evidencia (...) la trampa de la Junta Militar cuyo objetivo es integrar al
Peronismo al sistema con la finalidad de crear un gobierno favorable al
continuismo. (...) Pero aunque no prevaleciera la maniobra oficial, si pasando
por encima de los ardides tramados (...) triunfara un gobierno no dispuesto a
mantener la línea continuista, la trampa le estará esperando siempre".
Coincidía su visión de los acontecimientos con la de Gustavo Rearte. Y cuando la
"primavera" de Cámpora agonizaba, a comienzos de julio de 1973, tuvo que volver
Alberte a la Chacarita para despedir los restos de uno de los fundadores de la
Juventud Peronista –Gustavo-, derribado prematuramente por el cáncer, como cinco
años antes lo fuera Cooke. Quiso el destino que don Bernardo confortara a los
dos en sus últimos días, como amigo y compañero.

Oscar Guerrero, cuando era jefe de la policía de la provincia de
Bueno Aires y señor de la vida y de la muerte. Ver
Clarín, 26/03/07
|
No ocupó Alberte cargo alguno en los
gobiernos peronistas que se fueron sucediendo. Se mantuvo en un segundo plano
hasta 1975. Entonces se puso a la cabeza de la Corriente Peronista 26 de Julio,
acompañado entre otros por Susana Valle, y salió a denunciar frontalmente al
golpismo que se avecinaba. "Sabemos que desde las estructuras del Movimiento y
del gobierno, hubo y hay quienes desvirtuaron y desvirtúan los contenidos del
Peronismo –cuando no los traicionaron-; los hemos señalado oportunamente –cuando
el silencio gorila callaba las acciones de López Rega- y los seguimos
señalando".
Pocos días antes del golpe, la represión ilegal desembozada irrumpía en las
oficinas céntricas donde funcionaba la Corriente 26 de Julio con el evidente
propósito de secuestrar a Alberte. Pero esta vez los paramilitares fallaron en
su intento.
En la víspera del 24 de marzo dirigió una memorable carta a Videla, poniendo en
evidencia la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la represión ilegal, que
acababa de cobrarse la vida de un joven colaborador suyo, Máximo Altieri.
Horas después, en momentos de producirse el golpe militar, efectivos uniformados
del Ejército y la Policía Federal irrumpieron en el domicilio de Alberte,
derribando la puerta con sus armas y profiriendo insultos y amenazas. Sin poder
ejercer defensa alguna, ante el despliegue desmesurado de efectivos y armas
utilizadas, don Bernardo fue arrojado al vacío desde una de las ventanas de su
departamento. Al caer a un patio de la vivienda del primer piso, su morador, el
Dr. Herrera, ex juez y otros testigos que presenciaron el hecho, fueron
amenazados con armas largas para que silenciaran lo visto. En tanto el cuerpo de
Bernardo Alberte yacía exámine, su casa era violada y saqueada, intimidándose a
sus familiares con armas de fuego.
Sus familiares iniciaron antes la Justicia una querella al responsable del
Ejército, el general Videla, pero se encontraron con jueces que se declaraban
incompetentes pese a tener pruebas suficientes para esclarecer el hecho. Así se
dieron trágicas anécdotas como la del Juez Rafael Sarmiento que, cuando el
abogado patrocinante de la familia le dijo que a Alberte lo habían tirado con
vida por la ventana, contestó "¿Y con eso...? A todos los peronistas habría que
tirarlos por la ventana". O la del Juez Juan Bautista Sejean, que le confesó al
propio hijo de Alberte que tenía miedo de investigar y por eso se declaraba
incompetente.
Don Bernardo era consciente de los riesgos que corría al decidir permanecer en
su hogar la noche del golpe. Complejo sería intentar describir el entrecruce de
razones y sentimientos que pudieron llevarlos a desoír la voz del sentido común
que estaba acostumbrado a desafiar con valentía. Los generales que ordenaron su
asesinato debían de conocerlo bien, sabían que combatiría a la dictadura con
todo el peso de su prestigio y coraje.
 Osvaldo
Bayer on ice
Una nueva patinada del prestigioso historiador
Buenos Aires, sábado 10 de abril de 2004
Señor Director de Página 12
De mi consideración:
Me dirijo a Ud. a para solicitarle la publicación de la nota que sigue abajo. El
motivo es un párrafo de la columna titulada "Con la misma escuela de Camps",
firmada por Osvaldo Bayer y publicada
en la página 8 de la edición de Página12 del sábado 10 de Abril de 2004,
donde se involucra al teniente coronel Alberte como represor y/o mafioso durante
el gobierno peronista 1946-55. Soy autor del libro Un militar entre obreros y
guerrilleros (Ed.Colihue, Buenos Aires, 2001), una biografía de Bernardo
Alberte, militar y político peronista asesinado por un grupo de tareas
policial-militar en la madrugada del 24 de marzo de 1976, a escasas dos horas de
producirse el golpe militar genocida. Alberte tenía el grado de Teniente Coronel
(R.E.) cuando fue asesinado.
Atentamente,
Eduardo E. Gurucharri (DNI 4.444.368; TE 4523-7483)
En defensa de la memoria de Alberte
En su columna -Con la misma escuela de Camps-, publicada en la edición de Página
12 de hoy sábado 10 de abril, Osvaldo Bayer involucra al teniente coronel
Alberte como represor y/o mafioso durante el primer gobierno peronista. Dado que
el único oficial del Ejército con ese apellido fue el entonces mayor Bernardo
Alberte, edecán del presidente Perón al momento de desencadenarse la
autodenominada revolución libertadora en 1955, quien fuera expulsado de la
fuerza por el dictador Aramburu y reincorporado en 1973 por el presidente
Cámpora con el grado de Teniente Coronel retirado, hasta ser asesinado por un
grupo de tareas policial-militar el 24 de marzo de 1976, a escasas dos horas de
producirse el golpe militar genocida, como biógrafo y compañero de militancia de
Alberte me siento en la obligación de defender su memoria.
Alberte nunca fue un represor ni un mafioso. Como militar en actividad, cumplió
con su deber de defender el orden constitucional contra los golpistas y por eso
fue expulsado del Ejército. Como ciudadano siempre se ganó la vida trabajando. Y
como político combatió a las dictaduras militares que sobrevinieron, desde su
cargo de Delegado de Perón en tiempos de Onganía o como vocero del Peronismo
Revolucionario después. Fue uno de los pocos militares que denunció públicamente
la conspiración golpista antes del 24 de marzo y finalmente fue el primer
asesinado por la dictadura genocida.
Tengo el mayor respeto por Osvaldo Bayer, más allá de su posición antiperonista
que obviamente no comparto. La única vez que cambié algunas palabras con él fue
tras las cámaras de un estudio de televisión, en el otoño de 2001. El presentaba
su primera novela y yo mi biografía de Alberte, "Un militar entre obreros y
guerrilleros". Allí recuerdo la injusta detención de Atahualpa Yupanqui que él
menciona en su nota, agrego la de Osvaldo Pugliese e incluso un hecho mucho más
grave producido durante el primer gobierno peronista que Bayer tampoco menciona:
el secuestro y asesinato del médico afiliado al Partido Comunista Juan
Ingalinella, perpetrado por policías rosarinos en 1954. En mi libro también hay
datos sobre los crímenes de la Triple A nunca publicados hasta entonces, por
ejemplo algunos relativos al asesinato de un gran amigo de Alberte,
Julio Troxler, que López Rega anunció durante una reunión de gabinete
presidida por María Estela Martínez, el 8 de agosto de 1974, seis semanas antes
de producirse, asunto por el cual lo mínimo que debería hacer la Justicia es
llamar a declarar a la ex-presidente. Con el mismo énfasis digo que Bayer yerra
por completo respecto a Alberte y francamente debo suponer que le falló la
memoria y se equivocó de apellido. Pero como lo publicado, publicado está, se
impone esta aclaración.
Eduardo E. Gurucharri
Buenos Aires, 12 de abril de 2004
Señor Director de Pagina 12
De nuestra consideración
El motivo de la presente es solicitarles tengan a bien publicar esta nota
aclaratoria sobre la figura de Bernardo Alberte.

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Nos hemos sentido tristemente
sorprendidos por la nota -Con la misma escuela de Camps- que Osvaldo Bayer
escribiera el sábado 10 de abril, en ese matutino donde involucra al Tcnel.
Alberte con una total ligereza y falta de rigor histórico.
Queremos expresar que Bernardo Alberte fue un militar y dirigente peronista que
combatió al golpismo y a las dictaduras militares, que siendo peronista se opuso
al participacionismo y a la domesticación del peronismo, que bajo su gestión al
frente del Movimiento Peronista impulsó la CGT de los Argentinos, central obrera
que crea un nuevo instrumento de lucha sindical, que desembocaría en el
Cordobazo, que se opuso al liberalismo económico en el peronismo que ya actuaba
en vida de Alberte bajo el gobierno de Isabel Martínez, López Rega y Carlos
Ruckauf, que siendo peronista se opuso a la Triple A.
Cuando el ejercito que usurpó el poder el 24 de Marzo de 1976, el mismo que
bombardeó a mansalva la Plaza de Mayo, robó el cadáver de Evita, fusiló y
torturó en la Penitenciaria Nacional, en José León Suárez, fusiló en Trelew, lo
elige esa madrugada como una de sus primeras victimas, asesinándolo, cumple
acabadamente con la lógica castrense, alimentada en las escuelas interamericanas
por los servicios de inteligencia del imperialismo.
La matanza de aquellos años fue sistemática y apunto adelantándose a los
acontecimientos, a eliminar buena parte de la masa critica vinculada con la
lucha liberadora.
Alberte no tenía otro discurso que el compromiso insobornable con la clase
trabajadora y con los sectores revolucionarios en lucha por un cambio de
sistema.
Bernardo Alberte perteneció a ese grupo de personas que como el Gral. Juan J.
Valle, John W. Cooke, Alicia Eguren, Juan García Elorrio, Gustavo Rearte, Jorge
Di Pascuale, Julio Troxler, Rodolfo Ortega Peña, Rodolfo Walsh, y tantos
compañeros y compañeras mas se comprometieron con valentía y honradez por sus
convicciones poniendo en juego su vida que en muchos casos perdieron.
Acompañamos a esta, copia de la carta escrita* por el Tcnel. Bernardo Alberte al
entonces, Tte. Gral. Videla horas antes de ser asesinado por una patrulla
militar en la madrugada del 24 de marzo de 1976.
Marita Foix, Patricia Walsh, Ramon Torre Molinas, Ruben Dri, Eduardo Gurucharri,
Jorge H. Perez, Bernardo Alberte (h).
Con la misma escuela de Camps
La nota de Osvaldo Bayer publicada
en Página 12 el sábado 10 de Abril de 2004 |
Enlace a la nota en Página/12
Por Osvaldo Bayer
Se ha discutido a fondo, pero no quiero quedarme sin expresar mi opinión en esta
repentina expresión popular del operativo Blumberg. Quien me da la oportunidad
es el intelectual Ricardo Talesnik, el conocido dramaturgo, que acaba de
escribir "Nadie es dueño de la historia" en Clarín. Talesnik no hace la historia
de los derechos humanos en la Argentina, que tomando el corto plazo podría
escribirse, digamos, desde el teniente coronel Osinde, o la operación masacre de
Aramburu o mejor, un poco más acá, desde López Rega, pasando por el denominado
"proceso" y llegando ya a la actualidad a las policías de Duhalde, de Ruckauf y
de Solá, para hacer pocos nombres. Pero para ser más justos mencionemos también
a los saltos decanguro de Menem, a De la Rúa, pasando por el purgatorio
alfonsinista del "yo no vi, tú no viste, él no vio" y que dejó intacta la
estructura, ahora más sonriente, de los que hacían parir a las prisioneras
políticas en los patrulleros de Camps y Etchecolatz. No, Talesnik se refiere
sólo a la reciente manifestación Blumberg.
Bastaría preguntarse: ¿dónde están hoy esos oficiales,esos suboficiales, esos
agentes que desaparecían además de los sospechosos, los televisores y las
radios? Fueron los que ayudaron a integrar la estructura "democrática". Pero
también los de las nuevas mamadas con la moralidad del período Menem y el brazo
ejecutor de Ruckauf y Duhalde, cuyo fresco más costumbrista fue aquella fiesta
de fin de año de la escuela de policía donde los flamantes oficiales se robaron
hasta las cucharas y las ollas del banquete. Todo dentro de la misma moralidad.
De la policía de Camps a la Bonaerense de Duhalde.
Con la escuela de Camps, un monstruo con todas lascualidades del asesino nato.
Poder y disciplina: al primer movimiento, el tiro fácil. El secuestro de lujo y
el vamo y vamo.
Con la teoría radical de los dos demonios ya está toda la definición. A olvidar
y a mirar para adelante. Por eso Alfonsín dejó a todos los profesores de las
escuelas de policía y a todos de las escuelas militaresnombrados en general por
la dictadura, con los mismos programas del proceso.Y felices Pascuas. Ahora
tenemos todo esto, de la estructura monstruosa de la dictadura pero también de
antes de los López Rega que ya había roto las coyunturas para proceder. Esa
tradición del peronismo que en su primer gobierno metió preso a Atahualpa
Yupanqui y nos presentó al teniente coronel Alberte y a esas apariciones como el
Juancito, el Turco Antonio, para hablar un poco de la maffia, y a aquellos
hábiles picaneros que terminaron con Stroessner, el protector, los policías
Lombilla y Amoresano, dos sirvientes de la tortura para no olvidar. Y como
decíamos, después lo monstruoso sin medida: Camps, Etchecolatz, Etchecolatz,
Etchecolatz, Suárez Mason, Menéndez. Pero la casa estaba en orden.
Pero bien, me quería referir a Talesnik, el intelectual. Les reprocha a "Hebe de
Bonafini, a las Abuelas, las Madres y a los organismos de derechos humanos" no
haber concurrido a la "manifestación popular excepcional" de Blumberg.
Con toda comprensión por el dolor de Blumberg, no se puede emparejar la historia
argentina yendo todos a pedir al Congreso nacional penas más drásticas para los
ladrones y asesinos. La República padece de males más profundos que la de
sentirnos todos iguales, en nuestros dolores y nuestros ideales, como lo pide
Talesnik.
Fueron Hebe de Bonafini, las Madres, las Abuelas y los organismos de derechos
humanos los que constantemente denunciaron a qué jugaban la Bonaerense, la
Federal, las palmaditas en el hombro de Alfonsín, después las felonías de Alí
Babá y sus cuarenta yabranes, las gansadas del radical de pura cepa Fernando de
la Rúa (repetimos: radical, radical hasta lamédula), y luego Duhalde, el Barceló
de Lomas de Zamora, para no hablar de Ruckauf, que estuvo en todas y tiene las
manos manchadas de sangre desde que era el confesor gratuito de Isabelita y
López Rega. Y fueron esas dignísimas viejas de pañuelo blanco las que salieron a
la calle para terminar con el antro de los desaparecedores. Fueron esas viejas,
Talesnik: nunca el nombre de Blumberg apareció en una solicitada por ellas.
Desde 1976 hasta hace pocas semanas se vendió todo lo argentino. ¿Y por qué, si
los ladrones del poder vendían todo la policía no iba a pasar de la pizza con
doble muzzarella a los miles de dólares con los cobardes secuestros y los robos?
Y de pronto, las víctimas fueron esa clase media alta, porque allí había guita.
Los que saludaron a Videla y sus escuadrones de asesinos de pronto pasaron a ser
las víctimas. Ah, entonces,sí, a la calle. E hicieron bien, porque es en la
conquista de la calle donde se puede conquistar la justicia y la moral, como
hicieron los pueblos en sus épicas marchas de protesta y conquistaron así las
ocho horas y la búsqueda del fin de la explotación del hombre por el hombre.
Así, sí. En la calle. Y claro, entonces sí, ante la masa hasta se movieron los
senadores y diputados.
No, Talesnik, Hebe de Bonafini y las Madres no estuvieron en esa manifestación
custodiada y trasmitida por los canales privados de televisión. Estuvieron desde
1977 en esa Plaza de Mayo, custodiada por la asesina SIDE, las policías, los
militares Astiz y los alcahuetes del poder, que ya habían hecho desaparecer a
Azucena Villaflor y dos Madres más.
Ya es una historia vieja: el aumento de penas no soluciona nada. Lo ha
demostrado la historia. La Iglesia Católica pese a sus hogueras donde se
quemaban vivos a los librepensadores no logró parar a los protestantes. El
fusilamiento, la horca, la guillotina, las inyecciones letales no lograron nunca
disciplinar las sociedades injustas pese a que los que aplicaron esas penas se
llamaran Hitler, Mussolini, Franco o Bush. El jueves lo dijo bien claramente,
con toda valentía, el peronista Miguel Bonasso cuando le preguntaron porqué
habían fracasado todas las políticas bonaerenses de mano dura, y el respondió:
"No dio resultado porque no desmontaron la estructura mafiosa que une a los
punteros del Partido Justicialista de Buenos Aires, intendentes y comisarios.
Una tríada que forma una gran camorra. Y no desmontaron esa hermandad porque
forman parte de ella".
Bien claro de un hombre que conoce a fondo la situación política. ¿Por qué la
Cámara de Diputados no constituye una comisión investigadora a base de esta
denuncia? No, dejan que Carlos Ruckauf y su guardaespaldas Casanovas tomen la
voz cantante en la sesión Blumberg.
¿Cómo fue posible la experiencia Juárez en Santiago del Estero? ¿Cómo es posible
que el Partido Justicialista haya permitido una experiencia absolutamente
decadente e insultante a la condición humana? No,después de la experiencia López
Rega, el Partido Justicialista tendría que haberse limpiado definitivamente y no
volverse a meter en el barro de la inmoralidad y el abuso una y otra vez. Si
seguimos así, nuestro próximo jefe de la Policía Federal va a ser Musa Azar,
votado por los diputados que en la sesión Blumberg cortaron la palabra a los
diputados de la oposición.
El intelectual Ricardo Talesnik termina su crítica a los organismos de derechos
humanos diciendo: "Ninguna minoría, ningún sector político, racial o religioso
tiene derecho a sentirse dueño de la historia, porque la historia la escribimos
todos diariamente, aunque no militemos en política, no seamos famosos ni
tengamos poder. Todos nos jugamos la vida por el simple hecho de estar vivos".
No, Talesnik: ni López Rega, ni Musa Azar, ni los policías secuestradores hacen
la historia, sino que la retroceden. Los que hacen la historia se llaman
Sandino, Emiliano Zapata, Mariano Moreno, Agustín Tosco y José Martí. No
necesitan velas para que los acompañemos en nuestro reconocimiento. Y aquí,
desde 1977, las únicas que hicieron historia, y nada menos que en la Plaza de
Mayo, fueron las Madres. Reconozcámoslo.
Página|12, 10/04/04
 Bernardo
Alberte y el Peronismo Resistente
Por Alberto Lapolla
(Fragmento de Los hechos...y las
razones)
El Cordobazo como bisagra de la
Resistencia Popular
De manera similar, que en los primeros días de Mayo, entre el 25 de mayo, el
derrocamiento de Moreno en diciembre y la derrota de Castelli a partir de junio
de 1811, encierran de alguna manera todas las claves de los hechos que
sucederían a posteriori; incluyendo tendencias, líneas de acción y de defección;
prefigurando al mismo tiempo la gran nación americana que pudimos ser, y la
pequeñez portuaria-británica que derrotó todos los proyectos nacionales; de una
manera similar -decíamos-, el Tercer gobierno Peronista prefigura también, la
tragedia por venir.
El ciclo abierto por la irrupción de la CGT de los Argentinos, que daba
encarnadura real –no ficticia- a los programas obreros de Huerta Grande y La
Falda, a través del programa del 1º de Mayo de la CGTA –redactado por Rodolfo
Walsh- y el accionar concreto de una nueva conducción sindical Peronista
dispuesta ‘a sacar los pies del plato’, marca la aparición de una nueva
conducción sindical peronista dispuesta a voltear a la dictadura de Onganía sin
más vueltas. Llevando a la práctica, una nueva dimensión del Frente Peronista:
la unión de todos los que luchaban por la Liberación Nacional y Social sin
exigencia de ortodoxia, ni disolución de identidad. Todo este proceso se hallaba
lubricado además, con un fuerte componente de autonomía real de los trabajadores
y de su organización. Dicho desarrollo enmarcaba un nuevo Peronismo, resultante
del colosal efecto producido por La Revolución Cubana entre sus filas;
especialmente por la decisión de Fidel y el Che, de liquidar la invasión
norteamericana de Bahía de los Cochinos y por la propia dinámica de
confrontación con el poder oligárquico de la Resistencia Peronista; hechos que
actuaron como una bomba de profundidad sobre el Peronismo ortodoxo y
cuestionaban la decisión de Perón de abandonar el poder sin combatir en 1955.
Ese nuevo Peronismo Resistente, sería el encarnado en las figuras de John
William Cooke, del Mayor Alberte, de Gustavo Rearte, de Raymundo Ongaro, de
Rodolfo Puiggrós, de Alicia Eguren, de Juan José Hernández Arregui, de Raymundo
el Negro Villaflor, de las FAP, las FAR y finalmente los Montoneros. Destacamos
la figura de un Mayor Alberte, que no sólo desobedece a Perón –negándole el
acceso a Vandor a la dirección de la CGT, cuando la muerte de Amado Olmos-, sino
–y ese será su aporte histórico, el que lo ubica en la historia grande de los
argentinos- que se pone a organizar el Peronismo Revolucionario juntando y
uniendo todas las líneas y tendencias que lo componían.
Ello incluía, desde nacionalistas provenientes de la derecha, nacionalistas de
izquierda o castristas; marxistas leninistas, estalinistas,
trotzquistras-insurreccionales, insurreccionales-guevaristas, guevaristas de
todo pelaje, Peronistas Revolucionarios de todo matiz; cristianos de base o
simplemente pastorales, seglares, partidarios de las nuevas ideas de Juan XXIII
–en contra de las propias posiciones de Perón que las cuestionaba-, militares
nacionalistas de todo calibre, militantes sindicales antiburocráticos, clasistas
o socialistas, peronistas evitistas, intelectuales revolucionarios, jóvenes de
todas las líneas revolucionarias e insurrecciónales existentes, y así de
seguido. Alberte –junto a Rearte, Puiggróss y Cooke (a través de Alicia Eguren
luego de su muerte)- daban así origen a uno de los procesos más ricos y valiosos
de la historia argentina, al dar vida a la Tendencia Revolucionaria Peronista.
Valiosa por su diversidad, combatividad y tolerancia de matices, hasta la
llegada de la hegemonización montonera. Esta irrupción, marcará un antes y un
después en los hechos de la década, y dará por resultado la gran bisagra del
período 1955-1973: el Cordobazo.
Del Cordobazo al Gran Acuerdo Nacional
No cabe duda, que la frase pronunciada por el general Pedro E. Aramburu, cuando
la sublevación obrera y popular de Córdoba: ‘hay que pactar con Perón antes que
esto salte por los aires,’(Jun-1969) sellaba el fin de la Libertadora, como
proceso de capitalismo posible para la Argentina. No se podía gobernar sin el
Peronismo, a menos que se quisiera que la Argentina marchara a una Revolución al
estilo cubano. Los pasos de Perón, producido el Cordobazo, van en el mismo
sentido: ordena desarmar la CGT de los Argentinos ‘que es un tablao’(Jun-1969) y
no ‘sacar los pies del plato’(Jun-1969). La inmediata muerte de Vandor, un mes
después del Cordobazo –y luego de entrevistarse con Perón en Irún-, parecería
señalar el costo que alguien cobró, por permitir que su gente –Elpidio Torres-
estuviera a la cabeza de la rebelión cordobesa. El resultado de esta
convergencia estructural, respecto de la marcha del capitalismo, sería el Gran
Acuerdo Nacional –previo asesinato de Aramburu, luego de una posible entrevista
secreta con Perón en Francia- y el retorno de Juan Perón al gobierno.
El Cordobazo había dejado claro que, la convergencia combativa, orgánica y
estructural del Peronismo Combativo -encarnado en la CGTA de Raymundo Ongaro- y
el sindicalismo de izquierda representado en la figura del Gringo Agustín Tosco,
era mortal para el esquema de capitalismo asociado a las multinacionales
pergeñado por el Desarrollismo, para preservar ‘las chimeneas’ que el almirante
Rojas quería erradicar. También era mortal para la estructura sindical
burocrática asociada a la patronal, como esencia del gremialismo ortodoxo
Peronista.
Casualmente, ésa sería a nuestro entender, la lucha central del período que se
cerrará con la irrupción de la dictadura genocida: la posibilidad, o no, de
generar una nueva conducción sindical combativa, autónoma y revolucionaria de
los trabajadores. Línea que se expresaría en las corrientes combativas y
antiburocráticas de la Resistencia ejemplificadas en los programas de Huerta
Grande y la Falda, en la CGTA luego, en el Clasismo más tarde, en Tosco en todo
el ciclo hasta su muerte, en los movimientos como el SMATA cordobés, la UOM de
Villa Constitución, la lista Marrón de FOETRA, en los trabajadores del Chocón,
en las luchas de la FOTIA, en la CGT de Salta con Armando Jaime, en las luchas
de Astilleros, en fin, en un reguero múltiple de luchas obreras que plantearon
como reivindicación central el cambio de conducción sindical, hasta su máxima
expresión: las luchas de junio y julio de1975, que liquidaron a López Rega y que
convencieron al mando burgués de la necesidad del golpe genocida ya no sólo
contra el movimiento obrero, sino contra la clase obrera misma.
El primer ‘plan de ajuste’ neoliberal, hecho dentro de un gobierno Peronista (el
Rodrigazo de junio 1975), fue aplastado por gigantescas movilizaciones
estructurales, de la clase trabajadora encabezadas por las Coordinadoras
Sindicales de Base, última emergencia del poderoso movimiento obrero argentino.
Ése, que desde el 17 de octubre de 1945, había logrado inclinar la balanza de la
historia para su lado. Sería, no casualmente, a partir de las luchas obreras de
junio de 1975 –conocidas como el Rodrigazo- que una infame frase comenzaría a
salir de los labios de políticos, militares y empresarios, tan diferentes como
Ricardo Balbín, Mariano Grondona, Jorge R. Videla, Rogelio Frigerio, Emilio
Massera o Juan Alemann: ‘hay que acabar con la guerrilla fabril’, dirían,
legitimando la matanza por producirse. De tal forma, entre el 55 y el 58% de los
desaparecidos serían dirigentes sindicales de base. Al final del proceso la
clase obrera industrial –o quasi-industrial- se reduciría de seis millones de
trabajadores en 1976, a menos de un millón en diciembre de 2001
La responsabilidad del General
El Tercer gobierno del General Perón, es uno de los tabúes sobre los que la
política argentina actual –el Peronismo es gobierno desde 1989 casi sin
interrupción, hasta hoy, a excepción de los dos años de De La Rúa- prefiere
mirar para otro lado. Es soslayado en sus errores, pero también en sus aciertos.
Como que se oculta, que aplicó la última política económica de Liberación
Nacional que conocemos los argentinos. Claro, hablar de la política económica
aplicada entre 1973-1974, por la dupla Perón-Gelbard llevaría a la inevitable
pregunta, de, ¿por qué dicha política no puede ser aplicada en la actualidad? La
respuesta no está al alcance de los políticos que gobiernan la Argentina post
dictadura. Hemos analizado en detalle el gobierno Peronista en nuestro trabajo
‘La Esperanza Rota’(De la Campana, 2005), al cual remitimos al lector, pero
creemos necesario precisar algunas cuestiones para comprender el marco de acceso
de la sociedad argentina a la dictadura genocida, y al final de nuestro estadio
de nación independiente, justa, libre y soberana.
Perón a nuestro entender, cometió en su Tercer gobierno una serie de errores, o
de defecciones, que resultaron nefastos para el futuro de la nación y de su
propio Movimiento. Destrozó innecesariamente al Presidente Cámpora, para ocupar
su lugar, a sabiendas que poseía ya 79 años (todo indica que habría nacido en
1894, en Roque Pérez), y que la duración de su vida, según le habían anticipado
sus médicos, no soportaría el ajetreo del gobierno. No sólo eliminó a Cámpora, y
cualquier atisbo de la Juventud Peronista de su Tercer gobierno, incluyendo
cuadros esenciales de ese momento como Juan Manuel Abal Medina, Esteban Righi,
Jorge Vázquez y Julio Troxler, entre muchos otros. También volteó uno a uno, a
los gobernadores vinculados a la Tendencia Revolucionaria Peronista. Algunos
como el de Córdoba, representativos de todo el movimiento popular provincial en
la lucha contra la dictadura. Otros como Bidegain, cuadros históricos de la
Resistencia y de sólida formación política e intelectual.
El derrocamiento de Obregón Cano y Atilio López –de la manera más infame-, puede
ser interpretado casi como un castigo a la rebelde Córdoba y al inicio de la
insurrección que lo había devuelto al poder. Dejó sin lugar alguno en el
Movimiento o en el gobierno, a cuadros centrales de la Resistencia como Andrés
Framini, Sebastián Borro, Avelino Fernández, el Viejo Ireneo Chávez, Gustavo
Rearte, Arturo Jauretche y al propio Mayor Alberte. Quebró así, la continuidad
de la lucha de la Resistencia con el nuevo gobierno Peronista. Ubicó de
vicepresidenta a su mujer Isabel Martínez, de quien muchas veces había señalado
a sus colaboradores -en los primeros años de su exilio-, que dudaba de que fuera
‘de los servicios’. A su muerte, la presidencia de Isabel Perón sería una de las
mayores tragedias de la historia nacional. El General, conocía perfectamente las
ambiciones desmedidas –unido a la aguda inteligencia preverbal- de su esposa,
así como la estrecha relación de dominio que sobre ella ejecutaba su mucamo,
José López Rega.
Conocía también de sobra la pertenencia de su mucamo a la logia fascista P2, con
la cual él mismo, había establecido espúreas relaciones, en la parte más oscura
de su gobierno. La condecoración a Licio Gelli -incluyendo el beso aplicado de
rodillas sobre su anillo-, en agradecimiento ante el Burattinaio; así como su
entrevista con Pinochet en el Aeropuerto de Morón, deben ser de los peores
momentos en su larga trayectoria política. Esa actitud de favoritismo hacia su
esposa y su mucamo, sería tan condenable, que Don Arturo Jauretche, peleado con
Perón desde 1948 y que moriría pocos días antes del General, el 25 de mayo de
1974, lo haría maldiciendo a su antiguo amigo: ‘que se puede esperar de quien
pone de ministro a su lacayo’, expresó indignado, luego de los hechos del 1º de
Mayo de 1974.
Peor aun, en el que consistió, tal vez, su mayor error estratégico, Perón
destruyó la corriente nacionalista y democrática del Ejército argentino,
encabezada por el general Carcagno y los coroneles Cesio, Perlingher y
Ballester, destruyendo así la única corriente aliada que era fiel al proyecto
Peronista. Descabezada esta línea, en el ejército sólo restarían los fascistas
llamados nacionalistas, y los fascistas llamados liberales. Los dos grupos
ferozmente antipopulares, anticomunistas, antiperonistas, y aliados hasta los
tuétanos de los Estados Unidos en la ‘tercera guerra mundial contra el
comunismo’. El Perón que había vuelto en 1972 había percibido un país sublevado
y fuertemente radicalizado. Ese país, no coincidía en absoluto con su concepción
política compendiada en su libro ‘La Comunidad Organizada’. De tal forma, es
probable que el General haya obrado en consecuencia. Su ex ministro, médico y
amigo, el Doctor Jorge Taiana, relató, que luego de su primer retorno en
noviembre de 1972, el General, estaba casi alucinado, con lo que consideraba un
‘avance descomunal del comunismo en la Argentina’.
Está claro que en dicho ‘comunismo’ el General no incluía al lánguido y
reformista PC, sino a toda la Nueva Izquierda surgida entre los sesenta y los
setenta. Tampoco se refería claro está, sólo al PRT-ERP, al PCR, a VC o al
Clasismo; sino especialmente a ‘sus muchachos’ de las FAR, las FAP, el PB, los
Montoneros, la CGTA, los Sindicalistas Combativos y al enorme crecimiento de la
figura de Agustín Tosco, como referente de los trabajadores. No trepidó en
llamar al Gringo, ‘el dirigente de la triste figura’, cuando éste apenas había
salido de su larga prisión, durante la dictadura. De allí que su accionar
aparezca por momentos, esencialmente contradictorio entre su línea económica e
internacional, y su política interna de castigó sin piedad a ‘sus muchachos.’
En esta línea, su decisión de eliminar a Carcagno y Cesio, resultó tal vez, su
jugada, más suicida, a sabiendas que el Ejército gorila había sido su principal
enemigo por dieciocho años. Él, había prometido a los coroneles Peronistas el
mando de las fuerzas armadas durante su exilio. Luego al volver al poder les
expresó: ‘prefiero un Ejército de generales derrotados y no uno de coroneles
victoriosos’, mostrando una vez más las terribles limitaciones de su
‘maquiavelismo sin destino’, como alguna vez calificara el Padre Hernán Benítez,
a su accionar. Sin embargo, nos parece que la peor de sus acciones, fue su
guerra a muerte contra la Juventud Peronista, el Movimiento Montonero y la
Izquierda Revolucionaria Peronista en su conjunto, más allá de los graves
errores y provocaciones de los ‘muchachos’. Ése era el Peronismo que había
crecido y madurado en dieciocho años de Resistencia. Era -junto a la Izquierda
Revolucionaria- la mayor creación del pueblo argentino en su lucha contra la
oligarquía. Sin ellos Perón no se habría movido de Madrid, aun contando con la
ayuda de Licio Gelli. Jamás el vandorismo, ni el sindicalismo ortodoxo habrían
logrado que Perón volviera al país. Si él había vuelto, lo era debido al
accionar de una, o dos generaciones, de trabajadores, militantes y jóvenes
heroicos, que decididos a luchar por la dignidad, la libertad, la justicia y la
soberanía popular, enarbolaron su nombre como bandera de lucha saliendo a tomar
el cielo por asalto.
El pago de Perón a sus jóvenes revolucionarios, a los que debía su presencia en
la nación, fue repugnante, y, es tal vez el elemento más deleznable de su larga
y fundamental carrera política. El Tercer Perón no estuvo a la altura de lo que
el pueblo había hecho por traerlo de vuelta. Por ora parte, su guerra al
marxismo y al pensamiento revolucionario dentro del movimiento –que llevó a la
renuncia inmediata de Rodolfo Puiggróss a la jefatura de la UBA al conocerse el
comunicado del Concejo Superior en ese sentido, hecho también ocultado cuando se
habla de Puiggróss- fue nefasto para el devenir del Peronismo.
La castración teórica, que aun hoy, exhibe ese inmenso ‘gigante invertebrado’
que parece poder ir en cualquier dirección, parece tener su explicación en la
guerra a muerte que Perón librara contra la izquierda de su movimiento entre
1973 y 1974, cercenando al Peronismo de todo pensamiento revolucionario. Meter
al gigantesco movimiento revolucionario popular que se produjo en la Argentina
entre 1968 a 1973, en los restringidos, apáticos y limitados márgenes del Pacto
Social y la Paz Social, sólo podía terminar en el increíble gobierno peronista
de 1989 a 1999, con Cavallo continuando la obra iniciada por Celestino Rodrigo y
Ricardo Zinn, anticipando el plan de Martínez de Hoz. Sólo así, se puede
entender que el Peronismo en su conjunto –después de haber nacido un 17 de
octubre y haber producido un Movimiento de la magnitud de la Resistencia y del
Peronismo Revolucionario- haya sido cómplice de la más infame traición a la
Patria cometida por el menemismo. Sólo el brutal vaciamiento de contenido,
mediante la prohibición del pensamiento que exigió Perón en su Tercer gobierno,
puede explicar el Peronismo posterior a la dictadura. Sin la guerra al
pensamiento revolucionario que propugnara Perón, no se puede explicar la
complicidad descarda, como veremos en estas páginas, de muchos sobrevivientes
del genocidio con la entrega de la nación. Pero su más lamentable culpa, carga
con el hecho de haber exigido ‘el escarmiento’ sobre la Juventud Maravillosa,
entregando a la muerte más atroz a los mejores hijos de la Patria. A la gente
que expresaba la maduración de un pensamiento revolucionario que nos hubiera
dado otro país.
Esa generación, entregada al suplicio mas atroz por la oligarquía, educada en el
terror inquisitorial español y en el disciplinamiento ‘progresista’ británico;
ambos reciclados en la Doctrina de la Seguridad Nacional yanqui. Abandonada y
entregada por una conducción infiltrada hasta los tuétanos por los servicios de
inteligencia del enemigo, fue también llevada al holocausto por el propio Perón,
que volvió al país con una idea de juventud a corregir, tal cual expresara el
propio 21 de junio de 1973, luego de Ezeiza: ‘Tenemos una juventud que está mal
encaminada...’ O como diría sin ambages, en la reunión con el gabinete del 21 de
junio de 1973 en Gaspar Campos, según recordara el ex ministro Jorge Taiana:
‘para salvar a la Nación hay que estar dispuesto a sacrificar y quemar a sus
propios hijos’(248)(pag103) (Taiana J.op.cit.2000). Palabras del General, que
hasta donde sabemos no poseía hijos.
La responsabilidad guerrillera
Iniciamos este balance por el accionar de Perón, pues pese a que ya nos hemos
referido a la irresponsable visita que Quieto y Firmenich realizaran a Madrid
antes del segundo regreso de Perón (La Esperanza Rota, De la Campana,2005), no
hemos contabilizado accionar grave alguno de ninguno de los grupos guerrilleros
entre el 25 de mayo de 1973 y los hechos de Ezeiza, más allá de algunos
secuestros y el Devotazo. Hecho éste último que de ninguna manera puede
interpretarse –pese a lo que aun hoy señala la derecha peronista- como ‘accionar
subversivo’ y sí, como justicia del pueblo por liberar a sus presos. De
cualquier manera, estos hechos no pueden justificar Ezeiza.
En la obra antedicha, hemos desarrollado en extenso nuestra tesis –que no es
sólo nuestra- que carga en Perón la responsabilidad clara por los hechos del 20
de junio de 1973. Si bien no creemos que dichos hechos, justifiquen las
terribles provocaciones que la izquierda armada –peronista y perretista-
realizaría luego de los mismos; corresponde cronológicamente ubicar que el
primero que pegó fue el anciano General. A sabiendas seguramente, de que ‘sus
muchachos’ caerían en la trampa como lo hicieron, y podría liquidarlos –y junto
con ellos a Cámpora y su gobierno- de un solo golpe. Perón sabía además, que
Cámpora no haría nada para evitar su accionar, aun en conocimiento de que Perón
se moriría en poco tiempo. El Tío jamás enfrentaría al General. De la misma
manera cabe preguntarse ¿qué habría ocurrido, si cómo proponían algunos sectores
de la Tendencia, no se debía concurrir a Ezeiza, o al menos no disputar en
absoluto ningún lugar en la marcha, dejando que el golpe de la derecha peronista
cayera en el vacío? Sin embargo –y Perón lo sabía-, estaba en la dinámica de los
hechos que ello no ocurriera.
De cualquier manera, hubo quienes –Envar El Kadri, Gustavo Rearte, Bernardo
Alberte, Juan Manuel Abal Medina, Agustín Tosco, el general Carcagno y muchos
más- aún descontentos con la forma en que Perón se hacía del gobierno, entendían
que no había que enfrentarlo y que por el contrario había que buscar la forma de
transformar en organización, el enorme poder del campo popular, que debía
prepararse para enfrentar el inmenso agujero negro que se produciría -a no
dudarlo- a la muerte del Viejo. Sin embargo la irracionalidad –y el accionar
hábil de la inteligencia militar, manejada por la CIA y el MI5- llevó a las dos
organizaciones político-militares a atacar con acciones armadas descabelladas e
injustificadas, al gobierno Peronista, elegido dos veces en seis meses, con el
mayor consenso obtenido por partido alguno desde 1955.
Perón fue elegido Presidente en elecciones libres, limpias y puras con el 62% de
los votos en primera vuelta, cifra no alcanzada aun por ningún dirigente
político argentino. Si bien sus métodos, y el cambio en 180 grados de su
discurso del 21 de junio de 1973, no eran gustosos ni agradables, su política
económica, su ubicación internacional y estratégica, no dejaban dudas que su
gobierno era un golpe de timón a las políticas de la dependencia y del control
oligárquico, llevadas adelante desde 1955. Hoy resulta claro que conducciones
más maduras –y más enraizadas en el pueblo- habrían comprendido la necesidad de
buscar una tregua y un acuerdo con el anciano General, que seguramente, éste
gustoso habría acordado, pues era el papel que deseaba en su último tramo de
vida. Sin embargo, ni Santucho –ni el resto de sus compañeros de la conducción
restringida del PRT-ERP- ni Quieto ni Firmenich –ni otros en la conducción
Montonera- pudieron o quisieron pensarlo así. De tal forma, el último intento de
gobierno de Liberación Nacional, del siglo XX y lo que va del XXI, se
desarrollaría no en los marcos de un Frente de Liberación nacional ampliado como
proponía –no con los mejores modales, es cierto- Perón, sino en los marcos
fraticidas de una guerra civil entre sectores populares que debían estar unidos
frente a un enemigo poderoso, agresivo y acorralado en el resto del mundo.
Como gran mérito del General debe ubicarse, que a diferencia de su Primer
gobierno, esta vez Perón pasó por arriba de la ahistórica conducción del PCA, y
buscó el acuerdo con los soviéticos directamente con ellos –a través de Gelbard-
para completar la industrialización y la infraestructura estratégica y
energética de la nación. No de otra cosa se trataba el plan Perón-Gelbard,
llamado Plan Trienal, y que nos hubiera puesto a la cabeza del desarrollo
industrial independiente de América Latina; con el campo Socialista europeo –en
1973, dieciséis años antes de su colapso-, como compradores privilegiados de
nuestra industria liviana a cambio de alta tecnología, industria pesada,
infraestructura y desarrollo energético para completar nuestro desarrollo, por
lo que restaba del siglo XX. Así, la Argentina ocuparía hoy con creces, el lugar
de Brasil. Nuestra población sería de no menos de 45 a 50 millones de
habitantes, y seguramente tendríamos un pueblo próspero, alimentado, saludable,
educado feliz. Cuando Leonid Brezhnev expresó en Moscú a Gelbard, en 1974: ‘allí
donde vaya la Argentina irá América Latina’, sabía de que hablaba.
También lo sabían los Estados Unidos, que al mismo tiempo, apoyaba
incondicionalmente a la dictadura brasileña, pactando con sus ‘gorilas’
militares y empresarios el desarrollo de un Brasil industrial, bajo control de
las multinacionales, y, sin poder sindical, ni beneficios sindicales ni sociales
por un largo tiempo. Un Brasil de las multinacionales que contrapesara la
Argentina Estatal Peronista. Kissinger respondió a Brezhnev, casi en los mismos
días: ‘allí donde vaya Brasil, irá América latina.’ Esta vez para desgracia
nuestra y de muchos pueblos, Kissinger ganó la pulseada, no sin una clara
intromisión imperialista en nuestro suelo, tal cual lo preanunciara el académico
británico-canadiense H. Ferns, con cuya expresión terrible comenzamos este libro
y con una matanza de varios cientos de miles de latinoamericanos.
El tiempo de los Setenta terminó. Se llevó a Perón, a la generación
revolucionaria y produjo la mayor derrota del pueblo argentino después de Pavón,
devolviéndonos al estado colonial. La inmolación de la juventud revolucionaria,
a través de su autodestrucción y del accionar genocida y terrorista de unas
fuerzas armadas -que también decidieron autodestruirse, asumiendo su parte del
deseo de Ferns, transformándose abiertamente en fuerzas de ocupación de su
Patria, con su pueblo como enemigo-, nos han retrotraído a situaciones que
habían sido superadas durante el período 1945-1975. En el exterminio de la
generación revolucionaria, en la destrucción del movimiento obrero como corazón
y médula de la organización del pueblo argentino, se puede entender que la nueva
rebelión del pueblo argentino, que pusiera fin a esta etapa de derrota, la de
diciembre de 2001, no encontrara un sostén político en que apoyarse y finalmente
fuera heredada por una nueva reformulación liberal-keynessiana del Peronismo.
Al ser exterminadas las dos principales expresiones construidas por el pueblo en
el largo ciclo 1955-1975; es decir, el Peronismo Revolucionario y la Izquierda
Revolucionaria, lo único que estaba en condiciones de salir al encuentro de ese
potente y magnífico –como lo han sido siempre las rebeliones de nuestro pueblo,
desde 1780 a la fecha- movimiento popular expresado en ‘piquetes y cacerolas’,
era la vieja izquierda sobreviviente de la derrota de los Setenta. La vieja
izquierda en sus distintas vertientes –comunistas, estalinistas, trotsquistas,
maoístas y todas las combinaciones posibles- ya estaba incapacitada de generar
nada nuevo, en 1973. Por eso fue superada por la llamada Nueva Izquierda que
originara las dos formas revolucionarias a que hacíamos referencia. Producido el
estallido, ni el PC, ni el PO, ni el MST, ni el PTS, ni el PCR, ni las miles de
siglas más que podemos seguir invocando, estaban en condiciones de entender de
qué se trataba. No se trataba de discutir como pasar de ‘1905 a 1917’, o de
‘Febrero a Octubre’ en Rusia, como proponían exaltados jóvenes militantes del
PO, del MST, del PTS, del MAS ante multitudes de vecinos, que los contemplaban
azorados, sin saber a qué se referían.
Vecinos que se retiraban de las Asambleas Populares espantados por las
discusiones sobre Trotzky, Lenin o Lunacharsky. Asambleas populares y piquetes,
que habían logrado juntar más de cuatro millones de personas en las calles de
Buenos Aires y el conurbano, espantando a Donald Rumsfeld -por entonces ministro
de defensa de George W. Bush- quien proclamaba horrorizado: ‘El problema de la
Argentina, no es la crisis financiera. El problema de la Argentina es toda esa
gente en la calle’. No se trataba de Lenin o Trotzky, sino sólo de pensar en
Castelli, en Artigas, en Moreno, en Yrigoyen , en Alem, en Perón, en Evita, en
Ongaro, en Tosco, que habían ocupado esas mismas plazas en otros momentos de
lucha del pueblo, en reclamo de su libertad. Se trataba de recordar aquello que
había expresado alguna vez, Antonio Gramsci: ‘los pueblos marchan con toda su
historia encima y suelen retomarla allí donde la dejaron...’ Ello era tan
evidente en las marchas y barricadas porteñas del 19 y 20 de diciembre, que las
mismas se realizaban en los mismos sitios que en 1945 o en 1970, que casi causa
vergüenza recordarlo. Se trataba simplemente de eso pero... como expresara
Rodolfo Walsh, en un documento citado al final de estas páginas, la izquierda
argentina, en todas sus variantes, no podía siquiera pensarlo...
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 Años
de violencia, con hombres de poder absoluto
Apenas habían sonado las dos de la
madrugada del 24 de marzo de 1976 cuando fuerzas policiales y del Ejército
rompieron la puerta e irrumpieron en el departamento del sexto piso de un
edificio de Avenida del Libertador al 1100. Sin más, en medio de insultos y
gritos, el dueño de casa fue arrojado al vacío delante de su esposa: se trataba
del mayor retirado Bernardo Alberte, ex delegado personal de Perón en la
Argentina durante una etapa del exilio del líder.
La acción fue un símbolo de la Argentina que se iniciaba, de la Argentina en la
que el en ese momento general Carlos Guillermo Suárez Mason se convertía en uno
de los hombres de mayor poder.
Muchos años más tarde, Bernardo Alberte hijo tendría ocasión de encontrar,
arrinconar, insultar y patear a un Suárez Mason ya sin sus atributos.
Pero durante casi toda la dictadura, como comandante del 1ø Cuerpo de Ejército y
de la Zona 1, fue protagonista no sólo de la implementación de los métodos del
terrorismo de Estado del régimen militar en la Capital y la provincia de Buenos
Aires. También de buena parte de las decisiones políticas y económicas que
empezaron a cambiar para siempre a la Argentina según un diseño de país que
actuó como razón principal del golpe militar de aquel día.
Pozo de Banfield, la Cacha, Automotores Orletti, El Vesubio, Olimpo, fueron
algunos de los centros clandestinos de detención y desaparición de personas
"inaugurados" ya desde los primeros días de la dictadura en jurisdicción de la
Zona 1, por los que —junto a la ESMA— pasaron la mayor parte de los 30 mil
desaparecidos del régimen.
Esos métodos de represión fueron el correlato, la condición de sustento de la
política económica de Alfredo Martínez de Hoz. Fue en esa etapa —salvo el fugaz
antecedente impulsado por Celestino Rodrigo en 1975, durante el gobierno de
Isabel Martínez— cuando se pusieron en marcha las recetas neoliberales.
En lo institucional, la cara pública de la represión ilegal, la dictadura cerró
el Congreso, ilegalizó a los partidos políticos, intervino los sindicatos,
suspendió la vigencia de las leyes laborales y regimentó, cuando no se hizo
cargo directo, del manejo de los medios de comunicación públicos y privados.
En setiembre de 1977, durante una gira por Estados Unidos, el entonces
presidente, Jorge Rafael Videla, reconoció la existencia de desaparecidos en la
Argentina.
El 7 de abril de 1978, el gobierno de la dictadura hacía público un informe
según el cual los detenidos políticos y sociales legales, es decir reconocidos,
llegaban a la cifra de 3.312. Se trataba, en rigor, de los privilegiados de la
política del terrorismo de Estado de la Argentina de esos días.
Clarín, 22/06/05
 Biografía
de Bernardo Alberte
"Nosotros les prevenimos que algún día vendrá el hombre sencillo de la Patria a
interrogar a sus militares en actividad y en retiro. No los interrogaran sobre
sus largas siestas después de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates
con la nada, ni sobre su ontológica manera de llegar a las monedas, no sobre la
mitología griega ni sobre sus justificaciones absurdas crecidas a la sombra de
la mentira.
Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que fueron sus
soldados, a preguntar que hicieron cuando la Patria se apagaba lentamente, que
hicieron cuando los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en
la enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos vinieron a
imponernos esa nueva forma de vida "occidental" que todo lo corrompe y compra el
dinero.
Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta,
no sea suficiente como castigo."
Con palabras como estas, Bernardo Alberte rechazaba en 1969 acogerse a un
decreto del dictador Onganía que permitía la reincorporación de militares
peronistas dados de baja -como él- luego del derrocamiento de Perón. Después de
la victoria popular del 11 de marzo de 1973, y al asumir la Presidencia de la
Republica, el Dr. Héctor J. Cámpora en uno de sus primeros decretos reincorporo
a Bernardo Alberte al ejército con el grado de Teniente Coronel en retiro.
No era la primera vez, ni seria la ultima, que el destino de Alberte se cruzaba
con los triunfos y las derrotas populares.
Nacido en 1918, se graduó como Subteniente a los 21 años con las mejores
calificaciones de su promoción. Cuando a comienzos de octubre de 1945 el
entonces Coronel Perón fue destituido y encarcelado, el joven oficial salio en
su defensa. Arrestado en Campo de Mayo, acusado de promover la insubordinación
de la Escuela de Infantería, fue con el levantamiento popular del 17 de Octubre
que Alberte recupero su libertad y su empleo. Ya con el grado de Mayor, en 1954,
fue designado edecán del Presidente. El 16 de junio de 1955 cuando la aviación
naval bombardeo el centro de Buenos Aires y ataco la Casa Rosada con el
propósito de asesinar a Perón, Alberte fue uno de los militares que encabezo la
defensa. En septiembre, al producirse el nuevo y definitivo levantamiento,
entablados los combates entre tropas leales y rebeldes, iba a ser partidario de
resistir hasta las últimas consecuencias. Permaneció junto al Presidente hasta
que Perón decidió renunciar. Entonces los golpistas lo encarcelan en represalia
por haber cumplido con su deber militar y constitucional.
Compartió en Ushuaia la prisión con otros destacados dirigentes peronistas y fue
liberado a fines de 1956. Citado por el Comando en Jefe del Ejército, no quiso
presentarse ante sus verdugos. Declarado en rebeldía se vio obligado a buscar
refugio en Brasil, donde permanecía exiliado cuando fue dado de baja por los
militares golpista.
En Marzo de 1957, desde Río de Janeiro escribe a Perón, entonces radicado en
Caracas, Venezuela, haciendo un balance de los acontecimientos del 55: "Que los
militares eran los que constituían la masa del ejército que le permaneció leal
hasta el último día de su gobierno, pese a las defecciones y traiciones
conocidas de las que no se escaparon de cometerlas también civiles; que ese
Ejército que le era leal con la cooperación del pueblo, con la que siempre se
sintió estimulado, pudo haber vencido a los rebeldes si se hubiera dispuesto a
enfrentar la guerra civil y sufrir los bombardeos y destrucciones que estaba
dispuesta a realizar la Marina. Guerra civil y destrucciones, o algo similar que
ahora, muy probablemente, tengamos que aceptar como única solución para liberar
a la Patria de los sátrapas que la quieren gobernar".
Tras el pacto con Perón que permitió a Frondizi alcanzar la Presidencia, en 1958
fue sancionada una ley de amnistía que le permitió a Alberte regresar al país.
Como no era hombre de deprimirse- al comienzo de su exilio brasileño supo
ganarse la vida como vendedor ambulante de ropa femenina- ya en Buenos Aires
instaló una tintorería a la que llamó "Limpiería" y que con el tiempo se haría
popular a causa de las actividades de su dueño.
Corría 1965 cuando el dirigente metalúrgico Augusto Vandor comenzó a disputarle
abiertamente a Perón el control de su Movimiento. Desde su exilio en Madrid, el
General envió a su esposa Isabel para contrarrestar el avance vandorista. La
casa particular de Alberte sirvió de refugio a la viajera en determinado momento
de su estadía. En junio de 1966, en vísperas del derrocamiento del presidente
Illia, Isabel volvió a Madrid. Pocos días después Vandor, Alonso y otros
sindicalistas, asistían en la Casa Rosada a la asunción del dictador Onganía, a
quien el periodista Mariano Grondona comparaba con el presidente de Francia
general Charles De Gaulle. Y mientras el capitán –ingeniero Alzogaray, designado
embajador en Washington, proponía proclamarlo monarca, Vandor y sus amigos
prefería verlo como un nuevo Perón.
Perón, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967 nombra a Alberte –su
antiguo edecán- Delegado y Secretario General del Movimiento Peronista. Alberte
puso fin a la etapa de "desensillar hasta que aclare", y desafiando las
persecuciones desatadas por la dictadura, en poco más de un año puso en pie a un
Movimiento que estaba postrado y dividido, dando particular intervención a la
juventud.
Debió enfrentar las tendencias conservadoras y burocráticas dentro del
peronismo, tanto en su sector político como gremial. Su gestión política fue
determinante para el surgimiento en marzo de 1968 de la C.G.T. de los
Argentinos, central obrera que creó un nuevo instrumento de lucha sindical, y
donde actuaron entre otros: Raimundo Ongaro, Jorge Di Pascuale, Agustín Tosco,
Atilio López, Rodolfo Walsh e Hipólito Solari Irigoyen, es decir, sindicalistas,
peronistas, radicales, izquierdistas, etc.
La política seguida por Alberte fue de lucha frontal contra el régimen de
Onganía y de apertura a los sectores sociales y políticos que se le oponían. Uno
de sus resultados fue el acercamiento de la masa estudiantil al movimiento
obrero a través de la C.G.T. de los Argentinos. Así se logró arrinconar al
"participacionismo", abriendo una nueva perspectiva en el panorama político
argentino que desembocaría en el Cordobazo de 1969. Pero para entonces Alberte
ya no ocuparía el cargo de Delegado, al que renunció en marzo de 1968. Perón
designó en su reemplazo a Jorge Daniel Paladino, personaje al que el mismo Perón
acusaría, en 1971, de haberse transformado en un agente del dictador Lanusse.
Bernardo Alberte, en cambio, siguió en la misma línea, compartiendo posiciones
con John William Cooke y Gustavo Rearte. A pocos meses de su renuncia editó el
periódico Con Todo, portavoz del peronismo revolucionario, y salió públicamente
en defensa de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP)
arrestados en Taco Ralo, Tucumán, en septiembre de 1968.
Durante el congreso clandestino celebrado por el peronismo en Córdoba en enero
de 1969, Alberte pronunció un discurso que obtuvo mucha repercusión. "Hay que
dominar la estrategia mejor que los generales que la emplean para oprimir y
sojuzgar y que en nuestras manos debe servir para liberarnos. En esta época de
transición entre el capitalismo y el socialismo, entre el miedo y la libertad,
entre lo que cae y lo que viene, hay que ser un hombre de acción para ser digno
de la conducción de las masas populares".
Al hablar en el cementerio de la Chacarita, el 22 de julio de 1971, después del
secuestro y asesinato de Juan Pablo Maestre y su esposa Mirta Misetich, Alberte
reveló que ambos eran militantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR),
reivindicando como combatientes a quienes hasta entonces sólo aparecían ante la
opinión pública como víctimas de la represión ilegal.
En 1973, las vísperas del retorno del Peronismo al gobierno, Alberte observaba
el futuro con prevención: "A esta altura de la situación ya se ha puesto en
evidencia (...) la trampa de la Junta Militar cuyo objetivo es integrar al
Peronismo al sistema con la finalidad de crear un gobierno favorable al
continuismo. (...) Pero aunque no prevaleciera la maniobra oficial, si pasando
por encima de los ardides tramados (...) triunfara un gobierno no dispuesto a
mantener la línea continuista, la trampa le estará esperando siempre".
Coincidía su visión de los acontecimientos con la de Gustavo Rearte. Y cuando la
"primavera" de Cámpora agonizaba, a comienzos de julio de 1973, tuvo que volver
Alberte a la Chacarita para despedir los restos de uno de los fundadores de la
Juventud Peronista –Gustavo-, derribado prematuramente por el cáncer, como cinco
años antes lo fuera Cooke. Quiso el destino que don Bernardo confortara a los
dos en sus últimos días, como amigo y compañero.
No ocupó Alberte cargo alguno en los gobiernos peronistas que se fueron
sucediendo. Se mantuvo en un segundo plano hasta 1975. Entonces se puso a la
cabeza de la Corriente Peronista 26 de Julio, acompañado entre otros por Susana
Valle, y salió a denunciar frontalmente al golpismo que se avecinaba. "Sabemos
que desde las estructuras del Movimiento y del gobierno, hubo y hay quienes
desvirtuaron y desvirtúan los contenidos del Peronismo –cuando no los
traicionaron-; los hemos señalado oportunamente –cuando el silencio gorila
callaba las acciones de López Rega- y los seguimos señalando".
Pocos días antes del golpe, la represión ilegal desembozada irrumpía en las
oficinas céntricas donde funcionaba la Corriente 26 de Julio con el evidente
propósito de secuestrar a Alberte. Pero esta vez los paramilitares fallaron en
su intento.
En la víspera del 24 de marzo dirigió una memorable carta a Videla, poniendo en
evidencia la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la represión ilegal, que
acababa de cobrarse la vida de un joven colaborador suyo, Máximo Altieri.
Horas después, en momentos de producirse el golpe militar, efectivos uniformados
del Ejército y la Policía Federal irrumpieron en el domicilio de Alberte,
derribando la puerta con sus armas y profiriendo insultos y amenazas. Sin poder
ejercer defensa alguna, ante el despliegue desmesurado de efectivos y armas
utilizadas, don Bernardo fue arrojado al vacío desde una de las ventanas de su
departamento. Al caer a un patio de la vivienda del primer piso, su morador, el
Dr. Herrera, ex juez y otros testigos que presenciaron el hecho, fueron
amenazados con armas largas para que silenciaran lo visto. En tanto el cuerpo de
Bernardo Alberte yacía exámine, su casa era violada y saqueada, intimidándose a
sus familiares con armas de fuego.
Sus familiares iniciaron antes la Justicia una querella al responsable del
Ejército, el general Videla, pero se encontraron con jueces que se declaraban
incompetentes pese a tener pruebas suficientes para esclarecer el hecho. Así se
dieron trágicas anécdotas como la del Juez Rafael Sarmiento que, cuando el
abogado patrocinante de la familia le dijo que a Alberte lo habían tirado con
vida por la ventana, contestó "¿Y con eso...? A todos los peronistas habría que
tirarlos por la ventana". O la del Juez Juan Bautista Sejean, que le confesó al
propio hijo de Alberte que tenía miedo de investigar y por eso se declaraba
incompetente.
Don Bernardo era consciente de los riesgos que corría al decidir permanecer en
su hogar la noche del golpe. Complejo sería intentar describir el entrecruce de
razones y sentimientos que pudieron llevarlos a desoír la voz del sentido común
que estaba acostumbrado a desafiar con valentía. Los generales que ordenaron su
asesinato debían de conocerlo bien, sabían que combatiría a la dictadura con
todo el peso de su prestigio y coraje.
Fuente: El Descamisado
 Bernardo
Alberte, primera víctima del golpe del '76
"Lo tiraron desde el sexto piso"
El mayor Alberte terminaba de escribir una carta al jefe del Ejército, Jorge
Videla, cuando fue tirado por la ventana por un grupo de tareas, que inauguraba
la sangrienta represión de la última dictadura militar.
Alberte fue delegado personal del ex presidente Perón y secretario general del
Movimiento Peronista.
Por Miguel Bonasso
"¡Alberte, te venimos a matar!", gritaron los hombres del Ejército que vestían
uniforme de combate. Y el teniente coronel retirado Bernardo Alberte supo que
hablaban en serio. Intentó alcanzar su pistola, pero no le dieron tiempo. Lo
agarraron entre varios y lo arrojaron al vacío. Su cuerpo destrozado fue llevado
al Hospital Militar y a la comisaría 31 de la Policía Federal, pero el crimen
quedó impune. Durante años su hijo Bernardo y sus hermanas recorrieron los
estrados judiciales, donde sólo encontraron odio, indiferencia y cobardía. La
causa quedó cubierta por el polvo y el olvido. Como el nombre mismo de Bernardo
Alberte, ex delegado de Juan Perón y ex secretario general del Movimiento
Peronista en los duros años del onganiato. Un rato antes de que llegaran los
visitantes de la noche, el Yorma, el Tintorero, como lo conocían amigos y
enemigos, había tecleado una carta al comandante en jefe del Ejército Jorge
Rafael Videla, denunciando el secuestro y asesinato de Máximo Altieri, un joven
militante de su agrupación (la Corriente Peronista "26 de Julio"), y los
intentos de bandas armadas, integradas inequívocamente "por elementos de
seguridad", que habían pretendido secuestrarlo a él mismo. Allí Alberte, sin
esperanzas, advertía al futuro dictador sobre los alcances de la enorme ordalía
de sangre que las fuerzas a su mando estaban por desatar contra el pueblo
argentino. Terminó de escribirla a la una de la madrugada de un día muy
especial: el 24 de marzo de 1976. Una hora después los asesinos irrumpían en su
departamento de avenida Libertador al 1100, perpetrando el primer asesinato de
una serie que sumaría más de treinta mil. Por una extraña paradoja de la
historia, la primera víctima del golpe militar resultaba ser un militar. Claro
que un militar muy especial, que reverenciaba al Che Guevara, odiaba a "la
oligarquía y el imperialismo" y se había tomado en serio la consigna de Eva
Perón: "El peronismo será revolucionario o no será nada". A veintitrés años del
crimen impune, Página/12 entrevistó a Bernardo Alberte hijo, que no ha cesado un
solo día de bregar por la memoria de su padre. Este es el diálogo y la historia
trágica de un peronista tercamente ético que fustigó sin piedad "a los
dirigentes del movimiento que se pasaron al enemigo" y a sus antiguos camaradas
de armas, convertidos en "una banda de asesinos y torturadores".
–Bernardo: ¿su padre ha sido olvidado o silenciado?
–Ha sido silenciado por este peronismo traidor y socio de los genocidas que está
en el Gobierno.
–Cuéntenos, entonces, quién fue Bernardo Alberte.
–Fue el hijo de un inmigrante español que puso una vinería. Papi era un hombre
del pueblo que, por alguna razón que desconozco, se hizo militar.
–¿Y eso le dejó huellas? ¿Era "milico" en la vida personal?
–Y bueno, en algunos aspectos formales, sí. Era severo, introvertido.
Madrugador. Se levantaba a las seis de la mañana. Pero, a diferencia de varios
de sus colegas, siempre fue un formidable laburante. Un tipo exitoso en el
comercio, que nunca le hacía ascos al laburo. Y que a mí y a mis hermanas nos
tenía al trote para que estudiáramos y trabajáramos.
–¿Cuándo nació?
–El 17 de noviembre de 1918. Tendría ahora 80 años. Tenía 56, casi 57 cuando fue
asesinado. Ahora bien, lo más importante de Bernardo Alberte fueron los grandes
cambios que sufrió a lo largo de su vida. Como fue cambiando su conciencia de la
realidad argentina, desde que se graduó como subteniente con las mejores
calificaciones de su promoción.
–¿Cuándo se hizo peronista?
–Fue peronista desde los orígenes mismos del movimiento. Y tal vez por eso mismo
nunca fue un obsecuente. Cuando se las tenía que cantar al propio Perón, se las
cantaba. (De ahí que Perón lo llamara "el gallego cabezadura"). Así lo hizo en
su primera carta de 1957 y así lo hizo en la última, escrita en octubre de 1972,
en vísperas del famoso retorno.
–¿Qué le "cantaba" a Perón en esas cartas?
–En la de 1957 (que le mandó al exilio de Caracas) le decía que entendía por qué
no se había puesto al frente del Ejército leal y del pueblo, para enfrentar a
los gorilas. Aquello de evitar el derramamiento de sangre. Pero al mismo tiempo
se preguntaba y le preguntaba cuánta sangre haría falta para desalojar del poder
a sátrapas como Aramburu y Rojas. En la de 1972 lo prevenía contra aquello otro
de volver al país "como prenda de paz" y no como líder de una verdadera
revolución peronista.
–¿Cómo empezó la militancia del joven Alberte?
–En octubre de 1945, cuando el entonces coronel Perón fue destituido y enviado
preso a la isla Martín García, papá, que era teniente, intentó levantar a la
Escuela de Infantería. Falló en su intento y fue degradado y encarcelado.
Después del levantamiento popular del 17 de octubre, recuperó la libertad y el
grado. En 1954, cuando era mayor, lo designaron edecán del presidente y en esa
función estuvo al lado del general Perón hasta que éste decidió renunciar y
salir del país. En junio de 1955, cuando la aviación naval bombardeó la Casa
Rosada, Alberte fue uno de los militares que encabezó la defensa del orden
constitucional. Y en setiembre, al producirse el nuevo levantamiento, fue
partidario de resistir hasta las últimas consecuencias. Los golpistas lo
encarcelaron en represalia por haber cumplido con su deber militar y
constitucional y lo confinaron en las cárceles flotantes, en la Penitenciaría,
en el Penal de Magdalena y finalmente en la cárcel de Ushuaia. Recuperó su
libertad recién a fines de 1956.
–Tal vez, paradójicamente, de esa manera salvó su vida, porque si hubiera estado
en libertad, se hubiera enganchado en el levantamiento de junio de 1956 y
hubiera sido fusilado como el general Juan José Valle.
–Sin duda. Por algo la viuda del general Valle le entregaría después, en el
sesenta, las charreteras de general que le arrancaron a su esposo antes de
fusilarlo en la Penitenciaría. Custodia que mi padre le agradeció en una carta,
como el "más grande honor de su vida". Y es tan cierto que salió de la cárcel y
anduvo perseguido hasta que se asiló en la embajada de Brasil y luego tuvo que
salir al exilio en ese país. Entonces el Ejército lo dio de baja. El exilio fue
una experiencia que le dejó huellas todavía más dolorosas que la prisión.
–¿Cuáles son sus recuerdos personales de aquellos momentos?
–Yo nací en 1948, así que cuando papá fue preso por primera vez yo tenía siete
años. Y me recuerdo, claro que me recuerdo. Me recuerdo de las cartitas que le
mandaba al barco diciéndole: "¿Papi, cuándo nos vas a invitar a dar una vuelta
en el río?". Porque él, evidentemente, no quería dramatizar la situación y uno
se figuraba, casi, como que estaba de paseo.
–¿Y en el exilio?
–A Brasil, en los primeros tiempos, fue solo. Después fuimos nosotros. Al
principio fue vendedor ambulante. Vendía ropa interior. Después consiguió un
trabajo de escribiente en una oficina. Cuando volvió del exilio, después de la
amnistía de Frondizi en 1958, tuvo que disminuir bastante su actividad política
para recomponer la situación económica. Porque nunca olvidó que tenía mujer y
cuatro hijos. Primero puso un negocio de compostura de calzado en el acto. Y le
fue bien. Después la tintorería de la calle Juncal, que él llamó La Limpiería. Y
conservó hasta el final. La Limpiería que yo sigo atendiendo hasta el día de
hoy. Como le dije: era muy laburador. El siempre les decía a los muchachos: para
militar hay que robarle horas al sueño, porque si no se deteriora la parte
económica y sufre la familia. Pero, a comienzos de los sesenta, ya estaba de
nuevo militando a full.
En el ‘65, cuando Isabel Perón vino a la Argentina enviada por el General para
frenar el alzamiento neoperonista de (Augusto) Vandor, se alojó primero en el
hotel Alvear y luego en el hotel del Sindicato de Luz y Fuerza, adonde iban
todos los días los gorilas para armarle quilombo. Era una situación peligrosa y
complicada. Un día vino (Jorge Daniel) Paladino por casa (nosotros vivíamos
entonces en la calle Yerbal) y le dijo al viejo que no sabían dónde meterla.
Entonces papi les dijo: "Bueno, tráiganla a casa". Y la trajeron nomás. Estuvo
como quince días allí en la calle Yerbal, con algunos hombres de custodia.
–¿Y López Rega? Porque se dice que fue su papá el que le presentó al Brujo.
–Bueno, ya va a ver. Los custodios de Isabel en aquel momento eran dos muchachos
que terminaron en trincheras diferentes: Alberto Brito Lima y Dardo Cabo. Brito
Lima terminó con la gente de (Jorge) Osinde y (José) López Rega que hicieron la
masacre de Ezeiza y Dardo, en cambio, fue asesinado por los militares en la
cárcel. En aquellos días dormían en mi pieza y le aseguro que era una ferretería
la casa. Había unos matracones que Dios nos libre. Un día llamaron por teléfono
los "comandos civiles" o algo así, diciendo que iban a tomar la casa y había que
sacar a Isabelita de cualquier forma. Papi les propuso que se descolgaran con
una soga por la pared trasera (que tenía unos doce metros de altura) y se
escaparan por las vías del ferrocarril. Isabel lo miraba como diciendo "éste
está loco". Y se cambió el plan de fuga. A Isabel la sacaron con una jugada de
novela: mi hermana se puso una peluca rubia y salió por la puerta con toda la
custodia. Y todos los policías y los periodistas se fueron detrás, permitiendo
que al rato Isabel se esfumara sin llamar la atención. Y fue en esos días,
efectivamente, cuando apareció el Brujo López Rega por casa. El tenía entonces
una imprenta, Suministros Gráficos, y hacía trabajos para el movimiento.
–Se dice que su papá y él pertenecían a la logia Anael.
–Yo siempre lo negué, porque papi –que era muy reservado– no me lo dijo nunca.
Pero parece que es cierto. La logia había sido creada por el ex juez Julio César
Urien y, en realidad, era una agrupación antiimperialista, tercermundista, que
luego López Rega (que debía ser de la CIA nomás) cargó de contenidos fascistas.
La cosa es que yo un día llegué del colegio y me encontré sentado en la sala a
un tipo bastante estrafalario, que me hizo preguntas raras, de trastornado. Y
era, claro, López Rega. Que conoció a Isabel en mi casa y a partir de ese
momento se le pegó para siempre con las consecuencias que todos conocemos.
–Llegamos, entonces, a su etapa como delegado.
–Perón designó a papi como delegado personal y secretario general del movimiento
en 1967. Cuando se acabó la política del "desensillar hasta que aclare", que él
mismo había propiciado al comienzo de la dictadura de (Juan Carlos) Onganía,
había que volver a reorganizar las fuerzas para pegar duro. El enfrentó al líder
de la UOM, (Augusto) Vandor y al jefe de los que entonces se llamaban
"participacionistas", el dirigente de la Uocra, Rogelio Coria. Y los echó del
movimiento. Que empezó a reorganizar poniendo el eje en la nueva militancia, en
la juventud. Fue entonces cuando se llevó a cabo el Congreso de la Juventud.
También apoyó decididamente al gran enemigo de Vandor, Raimundo Ongaro, y a la
CGT de los Argentinos que éste conducía en contra de las direcciones sindicales
vendidas a las patronales y los milicos. El siempre denunció todas las trampas
del régimen para captar al peronismo y neutralizarlo. Por eso, cuando el general
Onganía quiso devolverle el grado, junto con otros militares peronistas, se negó
diciendo que no lo aceptaría hasta que le devolvieran el grado y el uniforme a
Juan Perón. Lo que hizo que muchos de sus antiguos camaradas, dispuestos a
aceptar la canonjía del dictador, lo putearan. En marzo de 1968, cuando se
produjo el congreso normalizador de la CGTA, renunció a sus cargos.
–En rigor, Perón lo reemplazó por el conservador Jerónimo Remorino.
–Sí. Y por (Jorge Daniel) Paladino.
–¿Nunca más lo volvió a ver a Perón? ¿Ni siquiera cuando regresó?
–Nunca. Sólo fue a despedirlo cuando murió, el primero de julio de 1974. Allí
estuvo en la fila, bajo la lluvia, como un peronista más. No quiso usar sus
privilegios como ex delegado, como tampoco quiso arrimarse al último Perón para
tener un cargo en el gobierno. En algún momento le ofrecieron ser nombrado
presidente de YPF, pero cuando él presentó su plan para levantar la petrolera
estatal, obviamente no lo llamaron.
–¿Fue amenazado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina)?
–Fue amenazado, pero siguió haciendo su vida normalmente.
–Es increíble que no lo hayan asesinado. ¿Pudo ser un inesperado escrúpulo del
Brujo?
–No creo. Pienso más bien que lo pudo haber salvado alguno de sus antiguos
camaradas que se sumaron a la Triple A. Alguien que vio una lista y dijo, por
ejemplo: "¿Alberte marxista, no me jodan?".
–Pero él se había radicalizado mucho. Simpatizaba con la revolución Cubana, con
las organizaciones armadas. ¿No?
–Sí. Centralmente con el grupo de Gustavo Rearte y con el Peronismo de Base y
las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).
–Pero en 1976 los militares cumplieron la sentencia de la Triple A. ¿Cómo fue el
asesinato?
–El 20 de marzo lo fueron a buscar a las oficinas de la Corriente 26 de Julio,
en la calle Rivadavia. Y no lo encontraron. En aquellos días él salía de casa
con el impermeable enrollado en el brazo para tapar el revólver que llevaba
apuntando. Pese a ser militar no era un hombre adicto a las armas. Pero tampoco
quería que lo mataran "sin llevarse a uno del otro lado". Entonces secuestraron
a este compañero, Máximo Altieri, un militante de la corriente. El episodio lo
conmocionó tanto que hasta escribió una carta a las Tres A diciendo que él se
canjeaba por el muchacho. La carta, que conserva mi hermana, no llegó a hacerse
pública porque el viejo, enloquecido, salió a buscarlo y no paró hasta
encontrarlo. Tarde, desgraciadamente. Encontró su cadáver destrozado en la
morgue del cementerio de Avellaneda. En la noche del 23. El último día de su
vida. Esa mañana yo le había dicho que se rajara, que lo iban a matar, pero él
se encogió de hombros y me miró como diciendo: "Yo no me voy más". Entonces
llegó a casa y se puso a escribir la carta a Videla, denunciando el asesinato de
Altieri. La terminó a la una de la madrugada. A las dos llegaron los carros del
Ejército y cortaron la cuadra de Libertador que va de Ayacucho a Schiaffino,
frente a donde estaba el Italpark. Rompen la puerta de entrada. Van directamente
al departamento del encargado y lo llevan para que los guíe hasta la casa de
Alberte. Suben los seis pisos por la escalera. Rompen la puerta de servicio a
culatazos y entran gritando: "¡Alberte, te vamos a matar! ¡Por tu culpa murieron
muchos camaradas!". Papi intenta alcanzar su pistola, pero lo arrojan desde el
sexto piso. Cae muerto en el patio del primer piso, donde vivía un juez de
apellido Herrera, que sale despavorido a ver lo que estaba pasando. Un tipo del
Ejército lo encañona y le dice que, si se atreve a denunciar el hecho, él
también va a morir. Mami y mi hermana Lidia estaban tiradas en el piso,
apuntadas por los fusiles. A mi hermana se la quieren llevar, pero por milagro
se salva. Buscan papeles. Armas que no hay. Y se salva también milagrosamente la
correspondencia Perón-Alberte, que papi ha tenido la prudencia de entregarle,
días antes, a un compañero de fierro (Tomás Saraví) que se la lleva a su exilio
de Costa Rica y la preserva. Durante años la daremos por desaparecida, hasta que
hace poco, otro querido amigo y compañero, Goyo Levenson, me dice que la busque
en Costa Rica. Y ahora que la recuperamos la vamos a publicar con Eduardo
Gurrucharri. Milicos y policías saquean la casa. No dejan nada. Concluido el
operativo, el responsable del asesinato, identificándose con nombre y rango
llama al Hospital Militar Central, para pedir una ambulancia. Que llega, a cargo
de un doctor Pisione y del teniente Federico Guañabens (cédula de identidad Nº
7.016.526). En la guardia del Hospital Militar el cadáver de mi padre es
recibido por el teniente primero Figueroa, jefe de servicio de la guardia del
hospital. Pero, ante lo comprometedor del caso, deciden derivar el cuerpo a la
comisaría 31 y arrancar la página del día del libro de entradas para no dejar
huellas.
–¿Qué hicieron ustedes?
–Todo lo que pudimos. Algunos nos preguntaban si no teníamos miedo. ¿Pero cómo
va uno a sentir miedo con tanto dolor? Si nos hubiesen matado como a él, nos
habrían hecho un favor. Entonces conocimos los mayores extremos de grandeza y
miseria de la condición humana. Dos jueces se declararon incompetentes: Juan
Bautista Segean y Rafael Sarmiento. Segean me dijo directamente: "Si investigo,
me matan a mí también". Sarmiento fue más lejos y le dijo a nuestro abogado: "No
sólo a Alberte había que tirarlo por la ventana, sino a todos los peronistas".
Nuestro patrocinante, en cambio, era un tipo maravilloso. Quiero rendir homenaje
a Jorge Garber, abogado de discapacitados, que iba él mismo en silla de ruedas a
Tribunales, empujado por su formidable coraje. Después la causa se radicó en el
propio Comando en Jefe del Ejército, en el Consejo de Guerra Especial Estable de
la Capital Federal. Con los resultados que usted se podrá imaginar. En junio del
‘76 nos volvió a golpear la tragedia, cuando secuestraron a mi cuñado Alberto
Bello, esposo de mi hermana Silvia, que fue asesinado en Córdoba. En 1979,
cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hicimos la larga
cola de familiares para denunciar los dos crímenes y allí vimos a esas Madres de
Plaza de Mayo, a las que les decían locas porque habían sabido ver antes que
nadie la dimensión real del infierno. En el largo via crucis hubo un juez,
Olivieri, que al menos llamó a declarar a los vecinos como testigos. Pero ni con
eso logramos que se hiciera justicia. Otro juez, Eduardo Marquardt, ordenó
"archivar las actuaciones". En ese largo peregrinar pedimos, junto con mi
hermana Silvia, el apoyo de abogados peronistas. Hubo borradas históricas. Italo
Luder, que en ese momento estaba en campaña electoral, se negó en redondo a
firmar el escrito, aduciendo que "el tema Alberte era un caso muy espinoso".
Igual hizo Angel Federico Robledo. En cambio el futuro embajador en Estados
Unidos, Diego Guelar, que reconoció a mi hermana Silvia porque había militado
con su esposo Alberto, aceptó firmar. Otros firmaron y luego se arrepintieron
como el doctor Gerardo Conte Grand. Entre los firmantes estaban Carlos Corach,
César Arias, Alberto Iribarne y el mismísimo Carlos Saúl Menem, que nos impactó
al decir: "Si es por don Bernardo, primero firmo y después leo". Claro que el
impacto solidario se nos borró cuando firmó el indulto de los asesinos de mi
padre y esos otros letrados justicialistas que cité lo avalaron. O cuando
concurrió al velorio de su amigo el fusilador Isaac Rojas, junto con Massera y
Astiz.
–¿Qué hubiera hecho Bernardo Alberte frente al peronismo de hoy en día?
–Hubiera hecho lo mismo que hizo frente a los traidores como Vandor y Coria.
Atacarlos y denunciarlos. Creo que se hubiera muerto de nuevo. Creo que de algún
modo más sutil ellos también lo habrían matado.
¿POR QUE BERNARDO ALBERTE?
En nombre del padre
Miguel Bonasso
Bernardo Alberte (50) es hijo del otrora legendario delegado de Juan Perón, el
"Yorma" Bernardo Alberte. Y junto con sus hermanas ha dedicado gran parte de su
vida a tratar de que el asesinato de su padre no quedara impune y su memoria no
fuera borrada por los que usufructúan los símbolos históricos del peronismo. En
su casa hay una vitrina con mudos testimonios de una historia malversada: las
charreteras que los "libertadores" le arrancaron al general Juan José Valle
antes de fusilarlo. La gorra verde oliva de su padre. Es un personaje bueno,
tierno, que sigue llamando "papi" al hombre duro y ético que le arrebató la
patota militar. Bernardo hijo aún atiende el negocio heredado de Bernardo padre:
La Limpiería de la calle Juncal, que alguna vez fue la jabonería de Vieytes de
un peronismo romántico y peleador, confinado por el cinismo modernizante a las
nieblas de la leyenda y la historia. Como tantas miles de víctimas, sigue
esperando "ese oscuro día de justicia", que el año pasado pareció acercarse un
poquito a la realidad con las suaves detenciones de Videla, Massera, Bignone,
Nicolaides, Acosta y el muy augusto hijo de su madre, Pinochet. Pero ese hombre
bueno, como suele suceder, se transfigura cuando se topa en la calle con los
malos. Como ocurrió con el ex general Carlos Guillermo Suárez Mason, a quien un
buen día agarró de la campera, hasta romperle la manga, metió en un garaje y le
dijo de buenas a primeras: "Vos mataste a mi padre". El anciano fofo que se
deshacía entre sus manos le contestó "yo no maté a nadie" y, por unos instantes,
lo dejó descolocado. "Pero vos sos Suárez Mason", dijo Bernardo Alberte flotando
entre la pregunta y la afirmación. Y como la respuesta fue afirmativa, comenzó a
cachetearlo y escupirlo, hasta que el asco lo hizo detenerse. Circunstancia que
aprovechó el general para intentar una retirada que nunca hubiera podido ser
digna, pero que se convirtió en grotesca por la certera patada que recibió en
las nalgas. Otro buen día, Alberte se encontró con el juez que había celebrado
el salto al vacío de su padre y esta vez se limitó a putearlo. Rafael Sarmiento
ensayó una disculpa y Bernardo le respondió que llegaba con veinte años de
retraso. Durante los años más negros de la dictadura militar, Bernardo Alberte
(hijo) bregó para que se esclareciera el asesinato de su padre. Ahora libra otra
clase de lucha para salvarlo de esa segunda muerte que es el olvido de la
democracia amnésica.
Fuente: Página/12, 22/03/99
 La
carta de Alberte a Videla
Entre los miles de hombres y mujeres
que sufrieron y resistieron los bombardeos de Plaza de Mayo, hubo un militar que
luego sería edecán de Juan Domingo Perón y que el 16 de junio de 1955 participó
de la defensa de la democracia. Se trata del Mayor Bernardo Alberte, quien en
palabras del recordado y entrañable periodista Emilio Corbière, "fue un ejemplo
como lo fueron, en el peronismo, John W. Cooke, Andrés Framini, la querida e
inolvidable Alicia Eguren, Gustavo Rearte, Juan José Hernández Arregui, entre
otros, y no los monigotes actuales. Fue delegado de Juan Perón y secretario
general del Movimiento Peronista bajo la dictadura de Onganía. Era un militante
de hierro pero detrás de su adustez había un varón cordial, un compañero
entrañable, que siempre buscó la unidad de los revolucionarios. Nunca buscó
cargos, ni candidaturas, ni prebendas. Fue solidario con los perseguidos. Por
todo eso, los militares criminales lo fueron a buscar a su domicilio y allí lo
asesinaron" el 24 de marzo de 1976.
A continuación, la carta que escribió Alberte a Jorge Rafael Videla pocas horas
antes de ser secuestrado por miembros del Ejército Argentino.
Un documento que en medio de los aniversarios por los bombardeos sobre Plaza de
Mayo en 1955 y los fusilamientos de junio de 1956, echa luz para entender por
qué el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional es una punta del ovillo
que iniciaron las bombas arrojadas sobre la población civil el 16 de junio de
1955 para derrocar al gobierno constitucional del General Juan Domingo Perón
Buenos Aires, 24 de marzo de 1976
Al Sr. Teniente General
D. Jorge Rafael Videla
Comandante General del Ejército
S/D
Me dirijo a Ud. a los efectos de informar lo siguiente:
1.- El día 20-III-76, a las 20 horas, un grupo armado intento secuestrarme, en
mis oficinas de la calle Rivadavia 764, 1º, con el aparente propósito de
asesinarme. Acababa de retirarme del lugar elegido por esa banda armada unos
minutos antes, lo que me permitió observar el operativo desde la calle, así como
el gran despliegue de elementos materiales y humanos utilizados.-
2.- La observación personal de los hechos me permite asegurar a Ud. que se
trataban de efectivos de seguridad, que luego de detener a tres personas que se
encontraban en las citadas oficinas, esposarlas, vendarle los ojos y cargarlas
en los vehículos, se desplazaron velozmente por la calle Rivadavia hacia el
oeste, sin poder seguirlos, por no poder disponer de vehículo propio en ese
momento. El desplazamiento se produjo con los acostumbrados toques de sirena de
los vehículos policiales.-
3.- El día anterior en un operativo vinculado con el ya descrito fue secuestrado
y luego asesinado el joven peronista Máximo Augusto Altieri.-
4.- En las citadas oficinas desarrollo actividades políticas vinculadas al
Movimiento Peronista, formando parte de la Corriente Peronista '26 de Julio'
cuyo ideario surge de la documentación que adjunto.-
5.- La presente denuncia formal y escrita la presento en esta oportunidad luego
de haber agotado todos los medios para averiguar el paradero del joven Altieri,
vivo, lo que conseguí, pero muerto el día sábado 20, después de gestiones
infructuosas realizadas en ese Comando General; en el Ministerio del Interior y
a través de vinculaciones personales con camaradas relacionados con los
Servicios de Informaciones.-
6.- La búsqueda personal realizada junto a su padre, fue facilitada por
compañeros peronistas de la Municipalidad de Avellaneda y por personal policial
de la Comisaría 1ª. de esa ciudad, lo que me permitió hallarlo acribillado a
balazos en la morgue del cementerio de Avellaneda, sin identificar, en avanzado
estado de descomposición, con el vientre abierto y con las vísceras al aire. El
cadáver era un simple N.N., a los cuatro días de haber sido encontrado por la
policía de Tristán Suárez, en su jurisdicción, habiendo fallado en él el método
eficaz y habitual de identificación sin causa justificada.
7.- Es muy probable que si no hubiera mediado la decisión de encontrarlo y la
colaboración del personal descrito hubiera desaparecido toda posibilidad de que
sus familiares ejercieran el derecho de darle sepultura cristiana.-
Estos son los hechos que informo al Sr. Comandante General, pero que como
información sintética y descripción objetiva, no tiene mucha importancia dentro
de todo el contexto de violencia que caracteriza la situación política
argentina, si no va acompañada de una apreciación que me siento con el derecho
de hacer y con la obligación de señalar, por mi condición de Jefe retirado de
las FFAA, cuya trayectoria dentro de la Institución el Sr. Comandante General
conoce bien; por mi actuación política dentro del Movimiento Peronista, donde
ocupe la mas alta jerarquía dentro del país durante parte del exilio del General
Perón y por la militancia política que continuo realizando dentro del movimiento
mayoritario, lo que me confiere, por lo menos, la experiencia que muchos
necesitan para acceder a una realidad que se les escapa y que los supera, lo que
es grave cuando ello le ocurre a quienes tienen la responsabilidad de asumirla,
comprenderla y conducirla con acierto.-
En mis apreciaciones el Sr. Comandante encontraría excesos si no aclarara que me
siento en condiciones de dirigirme a Ud., no con mis simples atributos de
oficial retirado de las FFAA, que me subordinarían y me limitarían, y por
consiguiente, harían de mis consideraciones una formal, simple e insuficiente
apreciación que carecería de valor.-
Sin dejar de expresarle a Ud. el respeto que me merecen ciertas jerarquías,
puedo asegurarle que la vida me ha enseñado a superarlas a todas, cuando de la
necesidad de expresar el pensamiento se refiere. Esa fue mi norma, aun desde
joven oficial; frente a Generales de la envergadura inigualada del General Juan
D. Perón; frente a políticos y militantes; frente a los hechos simples y los más
graves.-
Esto me lo enseño la vida que transite como joven y como viejo como pobre y como
rico; como obrero y como patrón; como militar y como civil; como jefe y como
subordinado; como subversivo y como político; como libre y como preso; como
perseguido, como prófugo, como exiliado, como peronista.-
Sin duda avanzamos hacia un enfrentamiento hacia el que se nos quiere llevar
gradualmente con falsas opciones y manejando falsos valores y alarma observar la
ligereza y hasta la irresponsabilidad con que ciertas personas y ciertos
sectores que tienen poder, poder transitorio, alientan el enfrentamiento con
hechos o con palabras.-
Y apuntando con este concepto a nuestros camaradas de las FFAA inquieta
escucharlos en sus discursos fúnebres, por ejemplo, cuando ante sus muertos
pareciera que quieren superar con palabras posturas que deben asumir con hechos
silenciosos y positivos. Yo también tengo esa experiencia de discursos fúnebres.
Hable en homenajes ante nuestros obreros y militantes muertos y también ante
camaradas fusilados por otros camaradas, y comprendo ahora que no alcanzan las
palabras, ni los discursos, ni las oraciones fúnebres ni las homilías de
nuestros santos pastores de la Iglesia, para ocultar las causas que generan la
violencia que esta entre nosotros desde hace mucho tiempo.-
Reconozco que el que utiliza un muerto, su muerto, para desahogar su 'bronca'
por la injusticia de esa muerte, tiene derecho a hacerlo. Pero si siguiéramos en
esa puja de exaltar a nuestros muertos,
¿Quién tiene más derecho?
- ¿Aquel que tuvo la oportunidad de asistirlo y por lo menos, tocarlo aun
caliente y desangrándose, o verlo recién 'acicalado' por la funeraria, preparado
para el homenaje y para transitar 'limpio' hacia la gloria?
- ¿O aquel que tiene que recogerlo sucio de un zanjón o de un pastizal,
acribillado salvajemente; indefenso y maniatado, torturado y vendado sus ojos,
en alto grado de descomposición, como dicen las autopsias, o como decimos
nosotros, podrido y en condiciones de ser ya comida de gusanos?
Este es el destino de muchos de nuestros militantes y de nuestros obreros.
¿Puede algún Coronel o algún General, asumir alguna vez, con su discurso, una
tragedia como esta?. Le ahorro la respuesta: no lo haga. Yo ya no lo hago más.
No bastan ni sirven las palabras para evitarla.-
¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Cuando aceptamos clasificar a los muertos en
'deseables' o ' indeseables'; cuando nos acostumbramos y hasta toleramos y
propiciamos los excesos del poder, cuando renunciamos al debate y aceptamos que
los detentadores de ese poder puedan considerar que en todo caso sus excesos
puedan encuadrarse jurídicamente en figuras como 'excesos de defensa' u otros
inventos; cuando negamos por boca de Generales de la Nación la democracia, con
el argumento de que se podría propiciar un 'gobierno ateo, materialista y
totalitario'?
Con estos conceptos no pretendemos enjuiciar a las FFAA, porque no somos jueces
y si lo fuéramos no tendríamos el poder para hacer cumplir la justicia.
Solamente, hacer reflexiones que permitan comprender la necesidad de la
autocrítica, que no se observa en la severidad de los pronunciamientos militares
que ya es costumbre repetida escuchar.-
Nosotros no consideramos a las FFAA como una institución poseedora de valores
inmutables, sino como una institución humana que actúa para bien o para mal, de
acuerdo a los hombres que circunstancialmente las dirigen. No son mejores ni
peores que los hombres que la componen, y por consiguiente, no existe la
continuidad histórica que iguala a todos los militares a través del tiempo con
un mismo sello de excelencia, desinterés o patriotismo; tampoco el merito de una
época alcanza a los protagonistas de otra, salvo que la revaliden con su propia
conducta. Y lo mismo en lo que atañe a conductas infamantes. Los meritos de San
Martín no apañan a Quaranta, ni Fernández Suárez infama a Belgrano, a Dorrego o
a Güemes. Podemos admirar al Alte. Browm y negar al mismo tiempo a Rojas y a
Benigno Varela. Podemos sentirnos deudores y herederos de tantos milicos que
regaron con su sangre el suelo de América y de la Patria y no por ello atenuar
nuestro juicio sobre los oficiales cómplices, ejecutores y consentidores de
vejámenes y torturas.-
Sin duda este es un criterio antagónico con el que sustentan muchos militares
que tienen un extraño concepto de su parentesco con la historia y con la gloria.
Pero es claro, y si se lo recalca así tan crudamente, es para evitar que se
sigan cultivando prejuicios indiscriminados de un patriotismo que luego la
historia nos revela como falso.
Es que los argentinos tenemos una ingrata experiencia acumulada en este siglo.
Cuando con el argumento siempre esgrimido y ahora repetido, de la necesidad de
defender 'un estilo de vida', nuestro estilo de vida, el Ejercito protagonizo
como represor la historia de la 'Patagonia trágica' y los obreros lo hicieron
como mártires; cuando desde aviones navales con tripulación también de políticos
se bombardeo al Pueblo en la Plaza de Mayo; cuando se fusilo en la Penitenciaria
Nacional; en José León Suárez y en Campo de Mayo; cuando se fusilo en Trelew;
cuando militares intervinieron en la profanación del cadáver de Evita, cuando el
Ejercito en un gran operativo pretendió impedir el reencuentro del Pueblo con su
líder; cuando representantes de las tres armas concurren a convocatorias de lo
mas representativo de las empresas 'lideres' y lo mas rancio de los
terratenientes y ganaderos, para considerar la situación económica nacional y
formular criticas al gobierno, sin asumir las propias, etc., la preocupación se
apodera de los sectores populares, especialmente cuando se anuncia que el
Ejercito intervendrá en la 'subversión en las fabricas', lugar de trabajo de
nuestros obreros y nada se dice de hacerlo en las empresas, lugar de expoliación
del país y del patrimonio nacional.-
La situación es seria y también dramática, no solo para los trabajadores, sino
también para las propias FFAA, impulsadas a avanzar en un terreno, donde por
plano inclinado serán llevadas a sustituir a las policías de los ambientes
fabriles, hasta ahora privadas, y a ser custodios de los intereses de una de las
partes, precisamente la menos indicada para representar el interés general.-
A todas estas reflexiones dan lugar los 7 puntos primeros de esta nota, que
describen una situación concreta.-
Si a ello agregamos que bandas armadas se desplazan por la Capital de la
Republica y por los centros poblados, sin respuesta alguna de las fuerzas
encargadas del orden y sin que las autoridades responsables (en este caso el
Jefe de la Policía Federal) tomen conocimiento, el problema es mas grave, no
porque supongamos que el General jefe de esa policía no quisiera impedirlo, sino
porque no puede : los hechos y las cosas lo superan.-
Si además, en las averiguaciones del paradero del joven Altieri y en otras
realizadas, comprobamos que su caso no es el único, que las morgues renuevan
diariamente sus depósitos de cadáveres acribillados y que los órganos de
seguridad no se asombran, de ningún modo, sino que lo aceptan como común y
normal, comprendemos que el pesimismo sobre la verdadera y grave responsabilidad
y misión de las fuerzas del orden se ha apoderado de ellas, en el mejor de los
casos, pues hay otros en que se las puede suponer cómplices de esas matanzas.-
Si escuchamos decir a funcionarios policiales que el joven Altieri ha sido
'ajusticiado', comprobamos a que nivel llego el respeto por el concepto de la
justicia, a cuyo servicios ellos deber estar.-
Todos estos hechos se han producido en el ámbito con el que ese Comando en Jefe
esta relacionado, por la función que ha asumido y es por ello que lo pongo en su
conocimiento.-
Solamente y como corolario de todo esto corresponde hacer una ultima reflexión.
Frente al concepto ya asentado de la inhabilidad de las FFAA para el ejercicio
del poder político, experimentado en tres desgraciadas oportunidades en lo que
va de este siglo, comienza ya a extenderse en la opinión publica el mismo
concepto, pero en funciones que parecieran mas especificas de esas fuerzas: la
del mantenimiento del orden y de la seguridad de las personas, a cuyo servicio
han puesto ya oficiales en actividad.-
Por ultimo hago saber al Sr. Comandante General que denuncias similares sobre el
hecho a que da lugar esta, han sido formuladas ante instituciones políticas, de
la Iglesia, empresarias, obreras y profesionales, donde a cada una se le hace
conocer nuestro pensamiento sobre las responsabilidades de cada una.-
Saludo al Sr. Comandante General
Bernardo Alberte
Tte. Cnl. (RE)
 Contestación
de Bernardo Alberte (hijo) a la carta de la esposa de un genocida: Sra.
Liliana Edith Isidori de Amelong
Buenos Aires, 25 de julio de 2005
Sra. Liliana Edith Isidori de Amelong:
Ha llegado a mis manos una carta donde usted se hace un sinnúmero de preguntas
de cómo explicar a su hijo de seis años lo inexplicable. Me permito distraerla
por unos instantes en esta "misión imposible" que usted se ha impuesto. Juan
Daniel Amelong, su esposo o sea el padre de su hijo al que usted quiere
explicarle lo inexplicable es un genocida. El juez federal Omar Digeronimo
ordeno su detención por ser uno de los responsables de los centros clandestinos
de detención "Quinta de Funes", y la ex fabrica militar de armas "Domingo
Matheu". El magistrado le imputo 12 homicidios y lo responsabilizo por
reiterados episodios de privación ilegitima de la libertad agravada en concurso
real con aplicación de torturas. Para ser mas preciso es responsable de la
detención-desaparición de Raquel Negro (embarazada) y de su hijo, asi como del
secuestro y torturas a Adriana Arce. Jefe de Operaciones (secuestros) y
torturador del destacamento de Inteligencia 121 (Rosario).
En otra parte de su carta, usted, quejandose, alude a que "La Constitución nos
dice que todos somos iguales ante la ley....". Me permito recordarle que su
esposo a tenido todas las garantías de un debido proceso, por otra parte le
recuerdo que usted y su pequeño hijo pueden visitarlo en su lugar de detención,
y el día de mañana tendrán la oportunidad de colocarle una flor en el lugar
donde inexorablemente descansara, esta regla básica de la condición humana, su
esposo como integrante de un ejercito de ocupación no las tuvieron en cuenta,
sus victimas fueron confinadas en terroríficas mazmorras, asesinadas y
desparecidas, sin oportunidad a defensa alguna e impidiendo a sus familiares
darle una cristiana sepultura por desconocer el paradero.
Al final de su misiva usted hace alusión "a la unión de los argentinos, para la
pacificación nacional", "a cerrar una etapa triste de nuestra historia" y
"avanzar hacia un futuro promisorio como Nación". Quiero expresarle que si bien
con personajes como su esposo yo personalmente no me reconcilio, es
imprescindible lograr la verdad y la justicia y el castigo a los culpables, para
tratar de cerrar tan hondas heridas.
Lo lamento por su hijo, su padre a deshonrado al Ejercito de San Martín, la
historia me atrevo a predecirlo condenara severamente esta negra y vergonzosa
etapa, donde Juan Daniel Amelong a sido sin lugar a dudas uno de sus siniestros
protagonistas.
Por ultimo estas palabras que son de un Patriota Argentino, oficial del Ejercito
Sanmartiniano, asesinado por las F.F.A.A. el 24 de marzo de 1976, la he
encontrado adecuadas para que las lea o se las transmita a su esposo:
"Nosotros les prevenimos que algún día vendrá el hombre sencillo de la Patria a
interrogar a sus militares en actividad y en retiro. No los interrogaran sobre
sus largas siestas despues de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates
con la nada, ni sobre su antológica manera de llegar a las monedas, no sobre la
mitología griega ni sobre sus justificaciones absurdas crecidas a la sombra de
la mentira.
Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que fueron sus
soldados, a preguntar que hicieron cuando la Patria se apagaba lentamente, que
hicieron cuando los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en
la enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos vinieron a
imponernos esa nueva forma de vida "occidental" que todo lo corrompe y compra el
dinero.
Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta,
no sea suficiente como castigo."
Saludo a usted
Bernardo Alberte (hijo)
Fuente: www.causapopular.com.ar
 Incidente
con la custodia de Dromi
Como en los viejos tiempos
El hijo del asesinado mayor Alberte increpó duramente a Dromi, al cruzárselo por
la calle. Minutos después, un auto con la chapa tapada lo cruzó y un grupo lo
"detuvo", le sacó los documentos y lo interrogó con dureza. Lo salvaron los
vecinos, que llamaron a la policía. No se sabe quiénes son los custodios.
Por Miguel Bonasso
El hombre cerró la puerta de la tintorería y se alejó caminando por Juncal al
800. Eran las siete y media de la tarde del 28 de enero pasado y estaba lejos de
imaginar la pesadilla que le esperaba a pocos metros de distancia.
Estaba cansado, hacía calor, la ciudad vibraba con gritos y cacerolazos que
parecían no tener fin. Caminó hacia la Nueve de Julio. Treinta, cuarenta años
atrás, esa tintorería familiar que había dejado a sus espaldas también vibraba,
pero en sordina, con las eternas conspiraciones de su padre, "el Yorma", "el
Tintorero", como le decían tanto los compañeros como la propia policía al mayor
de Ejército retirado Bernardo Alberte. Que había sido delegado personal de Juan
Perón y una de las figuras más honestas e intransigentes de la izquierda
peronista. También la primera víctima de la dictadura de Videla, cuando en la
madrugada del 24 de marzo de 1976 sus antiguos camaradas de arma irrumpieron en
su departamento de Libertador al 1100 y lo arrojaron al vacío desde un cuarto
piso; un crimen que sigue impune.
Bernardo Alberte hijo, que ha heredado la voz, los principios y la famosa
tintorería del padre, que ha hecho un culto de su memoria y odia al menemismo
como "suprema traición al peronismo histórico", ignoraba ese anochecer que
estaba por toparse, frente a frente, con uno de sus epítomes.
Caminaba por Carlos Pellegrini y lo vio por casualidad bajando de un auto: allí
estaba frente a él Roberto Dromi, el ex ministro de Obras y Servicios Públicos
de Carlos Menem, el privatizador, "el entregador de Aerolíneas Argentinas", que
se aprestaba a entrar al edificio de Carlos Pellegrini que lleva el número 1325.
Sin pensarlo dos veces comenzó a increparlo:
–¿Qué hace tan tranquilo por acá, Dromi? Usted debería estar preso porque es uno
de los principales responsables de la entrega del patrimonio nacional. ¡Un
vendepatria!
Dromi observó atemorizado al desconocido que lo increpaba y se metió
presurosamente en el edificio. Alberte, enfurecido, siguió recordando a los
gritos la performance privatizadora del ex ministro, hasta que empezó a
"arremolinarse la gente". Entonces el privatizador de Aerolíneas Argentinas se
asomó a la puerta de Carlos Pellegrini 1325, acompañado por un custodio de
civil. Pero la jugada le salió mal, porque los curiosos que habían comenzado a
juntarse, convocados por la furia de Alberte hijo, al verlo en la vereda
comenzaron a gritar, rítmicamente: "¡Hi-jo-de puta!, hi-jo-de puta!". Logrando
que Dromi y su custodio volvieran a meterse en el edificio, con evidente
premura.
El episodio parecía haber concluido y Bernardo Alberte retomó el camino hacia su
casa. Sin embargo, al llegar al segundo boulevard de la 9 de Julio observó cómo
un Volkswagen Passat color celeste se detenía abruptamente a su lado y
descendían primero dos sujetos mal encarados y finalmente un tercero, que iba al
volante. Vertiginosamente, como en un close up cinematográfico, observó que el
Passat tenía la chapa patente cubierta con un trapo. No tuvo tiempo de pensarlo
mucho, pero lo asaltaron de un golpe los peores recuerdos de su infancia y
juventud, cuando "la tintorería" y "el tintorero Alberte" eran el blanco
favorito de Coordinación Federal por sus frecuentes denuncias contra las
policías dictatoriales.
Los tres tipos se le tiraron encima; uno de ellos le metió la mano en el saco y
le arrebató el documento de identidad. Otro le preguntaba:
–¿Por qué lo puteó a Dromi?
Alberte logró desasirse con un tironeo y un grito firme: "¡Suéltenme, carajo!".
Los tipos, que se identificaron como policías y custodios del exministro, lo
soltaron, pero le retuvieron el documento y lo rodearon para cortarle la salida.
El que interrogaba quiso saber ahora si había participado en un "escrache
anterior" contra el ex ministro de Menem. "No –contestó Alberte– porque no me
enteré. Sino hubiera participado".
La gente volvió a juntarse ante el nuevo escándalo, exigiendo que los custodios
de Dromi dejaran ir al desconocido que estaban reteniendo. Alguien protestó:
"¡Esto es privación ilegítima de la libertad!" Un patrullero de la comisaría 15
se acercó a ver que ocurría y uno de sus ocupantes llamó a la seccional. De
inmediato se presentó en el lugar el subcomisario Claudio Abbondanza, ante quien
Alberte denunció que lo estaban deteniendo ilegalmente. También le mostró el
trapo cubriendo la patente del auto. El subcomisario llevó a los custodios
aparte y, por sus gestos, Alberte dedujo que "los estaba retando. Quería
diferenciarse claramente de los tipos, para que nadie pensara que les había
asegurado una zona liberada para operar".
Después de sermonear a sus colegas, el subcomisario Abbondanza regresó hasta
donde esperaba el agredido, le devolvió el documento y le dijo que podía "irse a
su casa". Otro hubiera aceptado, dando por finalizado un mal rato que se había
prolongado durante una hora, pero Alberte se negó enérgicamente: "No,
subcomisario, esto no puede quedar así, yo voy con usted a la comisaría para
hacer la denuncia correspondiente por privación ilegítima de la libertad". El
policía accedió y lo llevaron a la seccional, donde Alberte formalizó la
denuncia para que fuera elevada a la justicia correccional. "El subcomisario
Abbondanza y el personal de la 15 que intervino tuvieron una conducta muy
correcta", le diría después a Página/12.
Al día siguiente Alberte inició algunas averiguaciones y se enteró que Roberto
Dromi había concurrido a la seccional para presentar a su vez una denuncia.
También supo que uno de los custodios que lo habían retenido ilegalmente contra
su voluntad era el suboficial auxiliar retirado de la Policía Federal Miguel
Angel Manetti. No pudo establecer en cambio si ese suboficial y los otros
custodios (también presuntamente retirados de la Federal) formaban parte de una
vigilancia oficial otorgada por las actuales autoridades al ministro que diseñó
las privatizaciones o eran integrantes de alguna agencia privada de seguridad.
Aunque el ataque se redujo a forcejeos y tironeos y no le provocó ninguna lesión
física, Bernardo no dejó de preguntarse qué podía haberle ocurrido si el
episodio, en vez de producirse en pleno centro y a la vista de decenas de
testigos, hubiera ocurrido en una calle desierta. Viejos y nuevos fantasmas lo
habitaron. Como esa pesadilla circular que regresa todas las noches: los hombres
de verde irrumpiendo en el departamento de su padre al grito de "¡Alberte,
venimos a matarte!"
Fuente: Página 12, 03/02/02
 Confesiones
de invierno
[De la película "Confesiones de invierno" de Fernando
Rubio, 2006]
Testimonio de Carlos Aznares
El 24 de marzo del ’76 estaba en un departamento de Posadas y Montevideo, una
casa operativa que teníamos en la organización Montoneros, donde vivíamos y
operábamos. Habíamos llegado a las 8 de la noche con otro compañero. Estábamos
en plena ofensiva militar. Eran días muy calientes y teníamos la idea clarísima
de que se venía el golpe, aunque pensábamos que iba a dilatarse un poco más.
Entonces nos pusimos a limpiar algunos fierros que teníamos... A la medianoche
escuchamos la famosa marchita militar a la que ya nos tenían acostumbrados de
golpe en golpe. Nos asomamos a la calle por una ventanita; era un departamento
interno, pero se veía un poco la calle. A las dos horas ya había un movimiento
impresionante de coches policiales, camionetas de la Marina, órdenes,
contraórdenes, los Ford Falcon. No dormimos: teníamos la radio puesta y los
fierros en la mano. Teníamos la sensación de que se venía un momento difícil, un
panorama incierto que en ese momento veíamos como "entusiasmante" porque
teníamos la mala concepción de que ahora el enfrentamiento iba a ser con los
protagonistas reales, no con los payasos.
El barrio era un nido de personajes del gobierno, del Ejército, vivía todo tipo
de personas "secuestrables", como decíamos en aquel momento. Después nos
enteramos de que esa noche, en la otra cuadra, habían buscado al mayor Bernardo
Alberte, ex delegado de Perón de gran relación con las organizaciones armadas
peronistas, y lo habían tirado desde un 8º piso por el hueco de luz, y que lo
habían matado.
Cuando bajamos, a la mañana, la zona estaba copada por la Marina. Nosotros nos
encontramos con el portero y disimulamos. Le habíamos dicho que éramos gente del
campo, con algún dinero, algunas tierras, los clásicos que se dan la buena vida
y viven de las rentas del campo de papá. El nos dijo que esa casa estaba
maldita, que justo aquí hace años había un grupo de guerrilleros. (...) Seguimos
funcionando ahí hasta 3 meses después, cuando tuvimos que levantar todo porque
la casa había sido "cantada" y nos tuvimos que ir con lo puesto.
 Discurso
de Bernardo Alberte, con motivo del golpe militar en Chile, durante un acto
organizado por miembros del Partido Justicialista
Buenos Aires, setiembre de 1973.
Quiero rendir hoy un homenaje a un revolucionario, a un valiente, a un digno
representante de un pueblo oprimido y explotado permanente y sistemáticamente
durante más de un siglo, a un latinoamericano amigo y compañero que un glorioso
5 de septiembre de 1970 se dirigiera a su Pueblo con estas palabras:
“Dijo el Pueblo: venceremos y vencimos. Aquí estamos hoy compañeros para
conmemorar el comienzo de nuestro triunfo. Pero alguien más vence hoy con
nosotros. Aquí están Lautaro y Caupolicán, hermanos en la distancia de
Cuauhtémoc y de Tupac Amaru.”
“Hoy aquí con nosotros vence O’Higgins, que nos dio la independencia política
celebrando el paso hacia la independencia económica.” “Hoy aquí vence con
nosotros Manuel Rodríguez, víctima de los que oponen sus egoísmos de clase al
progreso de la comunidad.” “Hoy aquí vence con nosotros Balmaceda, combatiente
en la tarea patriótica de recuperar nuestras riquezas al capital extranjero.”
“Hoy aquí con nosotros vence también Recabarren con los trabajadores organizados
tras años de lucha.”
“Hoy aquí con nosotros vencen, por fin, las víctimas de las poblaciones de José
María Caro, aquí con nosotros vencen los muertos de El Salvador y Puerto Montt,
cuya tragedia atestigua por qué y para qué hemos llegado al poder.”
“De los trabajadores es la victoria. Del pueblo sufrido que soportó por siglo y
medio, bajo el nombre de la Independencia , la explotación de una clase
dominante, incapaz de asegurar el progreso, y de hecho, desvinculada de él.”
“La verdad la sabemos todos, es que el atraso, la ignorancia, el hambre de
nuestro pueblo y de todos los pueblos del Tercer Mundo, existen y persisten
porque resultan lucrativos para unos pocos privilegiados.” “Pero ha llegado, por
fin el día de decir basta.”
“iBasta a la explotación económica!”
“iBasta a la desigualdad social!”
“iBasta a la opresión política!”
“Hoy con la inspiración de los héroes de nuestra Patria, nos reunimos aquí para
conmemorar nuestra victoria, la victoria de Chile; y también para señalar el
comienzo de la liberación. El Pueblo, al fin, hecho gobierno, asume la dirección
de los destinos nacionales” (...)
Rindo mi homenaje y el de todos los argentinos peronistas y revolucionarios al
compañero Presidente Salvador Allende de quien recibimos su último mensaje y lo
asumimos en toda su dimensión. Pues no hay ninguna duda que él quiso enviárnoslo
y lanzarlo ante el mundo y ante los pueblos oprimidos, cuando decidió escribir
personalmente con su sangre una página más de la trágica historia de los pueblos
latinoamericanos.
Mensaje de sacrificio y mensaje de valor. De La Moneda , sólo me sacarán muerto,
solía decir. Y cumplió y dio el ejemplo personal a todo el país y a todos los
pueblos, haciendo suya la célebre frase de aquel guardia del Palacio: la guardia
no se rinde, muere, mierda. No debemos dejar de recordar aquellas palabras
pronunciadas en ese mismo mensaje, para agregar esta trágica enseñanza a todas
las que en carne propia hemos recogido en nuestra propia lucha por la liberación
nacional y social: “Si nos detenemos a meditar y miramos hacia atrás a nuestra
historia, los chilenos estamos orgullosos de haber logrado imponernos por la vía
política, triunfando por sobre la violencia. Esta es una noble tradición. Es una
conquista imperecedera. En efecto, a lo largo de la larga lucha por la
liberación, de la lenta y dura lucha por la igualdad y por la justicia, hemos
preferido resolver los conflictos sociales con los recursos de la persuasión,
con la acción política.”
“Rechazamos nosotros los chilenos, en lo más profundo de nuestras conciencias
las luchas fraticidas. Pero sin renunciar jamás a reivindicar los derechos del
Pueblo. Nuestro escudo dice: ‘Por razón o por la fuerza’. Pero primero por la
razón.”
Pero la realidad ha sido otra. Las nobles palabras se contradicen con los
hechos. A la noble tradición de todo un pueblo se le opone un siglo y medio de
explotación y de miseria. Vano orgullo de chilenos triunfando por sobre la
violencia, como si no fueran chilenos también los Comandantes en Jefe que lo
asesinaron e él, a sus leales compañeros y a combatientes populares que están
siendo masacrados por millares. Todos chilenos como él, aunque algunos sólo por
accidente, y por vocación, cipayos. Tan cipayos como muchos de nuestros
nacionales que de argentinos sólo tienen los papeles.
Esta es una experiencia que los argentinos y los peronistas no debemos
desaprovechar. La sufrimos en carne propia el 16-VI y el 16-IX-55 y hoy se
repite en la carne y con la sangre de nuestros hermanos chilenos y de su
valiente líder.
Si no supimos sacar enseñanza de la sangre derramada por nuestro Pueblo, del
sacrificio de nuestros mártires, de Vallese, de Mussi, de Retamar, de Hilda
Guerrero de Molina, de Valle, de Cogorno, de Ibazeta, de Irigoyen, de Cano, de
Caro, de Navarro, de Bruno Cambareri, de Abal Medina, de Ramus, de Maza, de
Maestre, de Mirtha, de Fernández Palmeiro, de Baldú, de Bianchini, de Mariano
Pujadas y de sus compañeros caídos en la masacre de Trelew, de Lisazo y de los
masacrados en José León Suárez. Si la historia no nos ha enseñado del sacrificio
del Chacho, de Facundo, de Sandino, del Che Guevara. Si el sacrificio del
compañero Allende y del pueblo chileno no nos sirve de enseñanza, no tengo duda
que ni tiempo nos quedará pronto a ninguno de nosotros para seguir lamentando
estas desgracias, una de las cuales, quizás no la peor, sea el segundo
derrocamiento del gobierno peronista y de nuestro futuro Presidente el General
Perón.
No hay ejemplo en la historia de la humanidad que nos muestre a los
contrarrevolucionarios y a los reaccionarios utilizando métodos pacíficos para
detener el avance de los pueblos. La metralla para apoderarse de los gobiernos
es el primer paso de toda una cadena de violencias, de injusticias, de
opresiones y de persecuciones, de represión feroz y despiadada, llevando tanta
violencia a límites que la imaginación más frondosa no alcanza ni siquiera a
concebir. No deben interpretarse erróneamente mis palabras y mi pensamiento. Los
peronistas no somos partidarios de la violencia. Queremos que nos dejen trabajar
en paz y vivir en paz. Pero hemos aprendido por experiencia propia, que nos ha
costado muy cara, por no saber aprovechar la ajena, que si queremos vivir en
paz, debemos estar preparados para la guerra.
Hemos desarrollado y organizado una fuerza que nos ha servido para derrotar a
las dos dictaduras militares: la de Aramburu-Rojas y la de Onganía-Lanusse. Y
esas fuerzas están intactas, pero deben estar alistadas para defender el
gobierno popular que asumirá el 12- X y al Gral. Perón. No para presionar o
imponer una política o una estrategia cuya responsabilidad corresponde al
conductor, a nuestro conductor, el Gral. Perón, sino para respaldarla y
asegurarla.
Por ello el grado de organización alcanzado no es suficiente. La etapa impone
agotar todos los medios para lograr la fusión de todas las fuerzas combatientes
y revolucionarias, y a través de ellas de todo el Peronismo y del Pueblo.
Se ha lanzado la consigna de la organización del Movimiento y de la afiliación
masiva. Procedimiento correcto, como primer paso para la convocatoria y
posteriores movilizaciones posibles y necesarias. Pero es sólo un primer paso.
(...)
Por eso la tarea es de lo más compleja y variada. Es permanente y continua. La
Unidad Básica debe dejar de ser el modelo del comité tradicional, donde sólo
funcionan las “roscas” para enfrentamientos internos o para conseguir
influencias en los escalones oficiales de gobierno con vistas a obtener puestos
o recomendaciones. Deben ser fortines que dedicarán su gestión a organizar el
barrio, para movilizarlo en apoyo de la gestión popular, que se dará a través de
la lucha por las reivindicaciones más simples de los sectores obreros, de los
comunales, de los zonales, etc. Para exigir a los funcionarios o delegados
oficiales el cumplimiento del mandato del pueblo. Para controlar su gestión,
colaborando así en las escalas más alejadas del control del conductor con la
política que él imponga e impulse.
La organización en los lugares de trabajo. Los comités de fábrica para disputar
a las conducciones entreguistas y burocratizadas la conducción de los
trabajadores, es tarea prioritaria.
Todo esto sin impaciencias superizquierdistas. Debemos recordar la frase de
Perón: Ganar lo que se puede ganar; neutralizar lo que no se puede ganar, pero
siempre dejar al enemigo en inferioridad de condiciones. Bernardo Alberte,
militar y dirigente peronista que se opuso a las dictaduras militares. Fue
asesinado el 24 de marzo de 1976 por una patota del ejército.
 Mediante
un acto organizado por la Legislatura porteña, se impuso el nombre de Mayor
Bernardo Alberte a una plaza de Villa Soldati, en avenida Roca y Lafuente
Al acto realizado el martes 12 de diciembre por la mañana asistieron centenares
de personas, entre ellas el secretario de Derechos Humanos de la Nación, doctor
Eduardo Luis Duhalde y el comandante del Estado Mayor del Ejército, general
Roberto Bendini.
Adhirieron, entre otros, la ministro de Defensa, doctora Nilda Garré, Raimundo
Ongaro, ex-secretario general de la CGT de los Argentinos, el doctor Ricardo
Obregón Cano, ex -gobernador de Córdoba y entidades como el Centro de Estudios
Legales y Sociales, la Federación Gráfica Bonaerense, la Asociación de Empleados
de Farmacia, el CEMIDA, el Centro Enrique Santos Discépolo y el Ateneo John
William Cooke.
Hablaron el general Juan Cesio, el coronel Horacio Ballester, Eduardo
Gurucharri, el sindicalista del peronismo de base Eladio Tate Martínez, el
vicepresidente 2° de la Legislatura, diputado Miguel Talento y Bernardo Alberte
(h), quien entregó al general Bendini la carta abierta que su padre dirigiera a
Jorge Rafael Videla, horas antes de ser asesinado por un grupo de tareas del
“proceso”, en la madrugada del 24 de marzo de 1976.
Palabras de Eduardo Gurucharri
“El único militar con valor civil del Movimiento”, lo llamó Perón. No fue, en
verdad, el único, pero resalto la frase porque acierta en definir a Alberte en
su doble condición de militar y político.
Y si cito al fundador del Peronismo no es porque piense que estos merecidos
reconocimientos a Bernardo Alberte -su nombre en esta plaza, la placa también de
la Legislatura frente al edificio de la avenida del Libertador, donde fuera
asesinado, su ascenso post-mortem a Coronel, propuesto días pasados por el Poder
Ejecutivo al Senado -deban revestirse de un carácter partidista, explícito o
implícito.
Muy por el contrario, su recuerdo y el de todos los caídos por elgenocidio, y
digo caídos y no meras víctimas, porque reivindico su causa. Y digo, con Miguel
Hernández: No han muerto, han caído, luchando por sus convicciones.
Su recuerdo, la reinvidicación de su memoria, tiene que ser una causa nacional,
tiene que ser una causa que involucre a todo nuestro pueblo, como ya lo es el
reconocimiento a las Madres de Plaza de Mayo. Un nuevo piso civilizatorio, una
prenda de unidad, que se sitúe por encima de las lógicas diferencias de partidos
y de ideas en la búsqueda de la reconstrucción de nuestra patria, en la búsqueda
de liberarla de las ataduras que todavía la sujetan a intereses ajenos a la
suerte de nuestro pueblo.
Una prenda de unidad como hoy ya lo es, en la búsqueda de la unidad
latinoamericana, en los pasos hacia la construcción de la Patria Grande, como
hoy ya lo es junto a los próceres de las guerras de la independencia y junto a
otros patriotas americanos del siglo XX, el comandante Che Guevara.
Pero sigue existiendo un sector opuesto a estas ideas, un sector de mentalidad e
intereses por completo ajenos a la suerte de nuestros pueblos, defensor de un
capitalismo de saqueo, agente del neocolonialismo imperialista. Este sector
existe en todos los países de América Latina. Aquí, hemos pagado un precio muy
alto por el predominio de esos intereses y de sus ejecutores, venales unos,
siniestros otros.
En los últimos años, en nuestro país hemos dado pasos de indiscutible
importancia para terminar con la impunidad de los genocidas. Y si bien esos
pasos constituyen mérito colectivo y en definitiva son fruto de tres décadas de
lucha popular, corresponde reconocer el empeño del gobierno y en especial del
Presidente Kirchner, quien a diferencia de otros gobernantes constitucionales,
ha tenido la valentía de asumirlos como propios.
Lógicamente estos avances han despertado reacciones.
No se puede hacer tortilla sin romper huevos. Pero tengo la impresión que el
secuestro y desaparición del compañero Julio López nos ha tomado con la guardia
un poco baja y creo que al gobierno también. Yo no sé si los conspiradores son
muchos o son pocos, pero opino con toda sinceridad que el gobierno está errando
el camino para encontrarlos. Creo que se impone una actitud política más
enérgica y medidas prácticas coherentes con ella.
No creo que cavando zanjas y ofreciendo recompensas se encuentre a los
criminales y se desbaraten sus propósitos. Esta gente busca producir en forma
lenta un efecto similar al de la Semana Santa de 1987 -la boca se me haga a un
lado si lo consiguen. Y hay que estar atentos porque personas con poder -no
hablo solo de militares procesistas, hablo de civiles -de la boca para afuera
dicen una cosa pero en realidad están interesados en que prevalezca la
impunidad.
También hemos asistido a dos actos en una misma plaza, a dos actos
reivindicatorios del horror. Frente a esos actos, frente a esas plazas del
horror, decimos que este acto y esta plaza de Villa Soldati es una plaza del
honor, del honor militar y civil que Alberte reunió en su persona.
Por supuesto que el ejemplo que nos legara a los argentinos el Libertador nada
tiene que ver con la reivindicación del horror. Recuerdo que 1992, un 23 o 24 de
marzo al mediodía organizamos un acto en la Plaza San Martín. Ya Menem había
indultado a los genocidas. Al acto lo improvisamos en tres o cuatro días, con
Bernardo, el mendocino Ramón Torres y Envar El Kadri. La idea de elegir ese
lugar fue de Cacho.
Llevamos una corona dedicada al Libertador y leímos, una de las primeras veces
que se leyó en público, la memorable carta de Alberte a Videla.
Y la leímos señalando al vecino edificio del Círculo Militar, señalando a los
defensores del original destinatario de la carta. Ese Círculo Militar convertido
en el reducto de una facción ominosa, del cual Alberte fuera expulsado en 1956
por los fusiladores del general Valle y de tantos argentinos, esos valientes que
habían intentado una revolución constitucionalista.
Alberte recogió el legado histórico de Valle. Y fue, no lo dudo, el militar que
mejor lo interpretó y lo desarrolló. Alberte terminó siendo, de hecho, el
heredero político del general Valle.
Por eso, tantos años después, estamos aquí con satisfacción. Es un servicio al
futuro de nuestra patria, es un servicio al futuro de nuestro pueblo, es una
contribución a lo que yo entiendo como un piso civilizatorio entre los
argentinos de buena voluntad, que militares con honor y civiles que combatimos a
las dictaduras de militares sin honor estemos hoy juntos para recordar a un
hombre que nunca conspiró contra un gobierno constitucional y que siempre
defendió la soberanía popular.
Quiero recordar una escena, un episodio que varios de los presentes tendrán
grabado en su memoria. Alberte pronunciando aquel sonado discurso en el sepelio
del secuestrado y luego asesinado Juan Pablo Maestre, en el Cementerio de la
Chacarita, ante mucha gente, el 23 de julio de 1971. Aquel día, el mayor
arremetió contra la dictadura de Lanusse, denunciando los lazos entre la
represión legal y la ilegal, que se había cobrado la vida de Maestre y
desaparecido a varias personas, entre ellas a su esposa Mirta Misetich. En
determinado momento, Alberte se tomó un resuello, sacó un papel del bolsillo,
dijo que era un comunicado que había recibido esa mañana de manos anónimas y
comenzó a leer: Juan Pablo Maestre, hijo de Buenaventura Luna y militante de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias... y ante la sorprendida concurrencia siguió
leyendo el comunicado de las FAR, hasta terminar Libres o muertos, jamás
esclavos. El mayor, conciente del riesgo que corría, había revelado aquello que
la entonces conmovida opinión pública ignoraba, la militancia de Maestre, la
causa de su asesinato. Y era un oficial de las Fuerzas Armadas, en aquel momento
dado de baja, sí, pero militar al fin, el que desafiaba a sus pares de la
dictadura reivindicando a un guerrillero.
Como años antes, bajo Onganía, siendo delegado de Perón, desafió al
colaboracionismo sindical y político que hacía estragos en el Peronismo,
promoviendo contra viento y marea la constitución de la CGT de los Argentinos.
Él sabía que esa y otras actitudes consecuentes terminarían por costarle su
cargo de delegado, pero siguió el imperativo de su conciencia.
Alberte nunca antepuso un cargo o una posición a sus convicciones.
La fría y soleada tarde del sepelio de Maestre, Alberte comenzó su discurso con
palabras a la altura del drama que ya había comenzado a vivirse. Resultaron
desgraciadamente premonitorias: Tengo que desahogarme. Ofrendo mi cuerpo, que es
lo único que tengo. #
[Eduardo Gurucharri fue dirigente del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre y
es autor de “Un militar entre obreros y guerrilleros”, biografía de Bernardo
Alberte que incluye una compilación de la correspondencia Perón-Alberte]
Palabras de Bernardo Alberte (hijo)
Bernardo Alberte perteneció a ese grupo de personas que se comprometió con
valentía y honradez por sus convicciones hasta perder la vida. La matanza de
aquellos años fue sistemática y apunto adelantándose a los acontecimientos, a
eliminar buena parte de la masa critica vinculada con la lucha liberadora.
Cuando ese ejercito que usurpo el poder en 1976, el mismo que bombardeo a
mansalva la Plaza de Mayo, robo el cadáver de Evita, fusilo y torturo, esa
madrugada lo elige como su primera victima, cumple acabadamente con la lógica
castrense, alimentada en las escuelas interamericanas por los servicios de
inteligencia del imperialismo.
Alberte no fue derrotado fue asesinado por fuerzas antinacionales, murió por ser
impulsor y activo participante de una revolución, su muerte va a tener sentido
cuando esa revolución la revolución del pueblo triunfe.
Alberte fue insobornable e incorruptible castigaba duramente a los que se
colocaban en la repugnante situación de los obsecuentes que acostumbran a
glorificar a las fuerzas armadas, y entre sus innumerables filipicas basta
recordar sus palabras cuando rechazaba la devolución de su grado y estado
militar al dictador Ongania en 1969, decía “Nosotros les prevenimos que algún
día vendrá el hombre sencillo de la Patria a interrogar a sus militares en
actividad y en retiro. No los interrogaran sobre sus largas siestas despues de
la merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la nada, ni sobre su
antológica manera de llegar a las monedas, no sobre la mitología griega, ni
sobre sus justificaciones absurdas crecidas a la sombra de la mentiras.
Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que fueron sus
soldados, a preguntar que hicieron cuando la Patria se apagaba lentamente, que
hicieron cuando los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en
la enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos vinieron a
imponernos esa nueva forma de vida “occidental” que todo lo corrompe y compra el
dinero.
Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta,
no sea suficiente como castigo”.
También podemos recordar cuando en plena dictadura expresaba: “Si un dirigente
popular de nuestro tiempo no sabe nada de estrategia, si no sabe responder a la
violencia pretoriana con la violencia organizada de las masas populares, no
merece ser político, ni dirigente de masas.
Hay que dominar la estrategia mejor que los generales que la emplean para
oprimir y sojuzgar y que en nuestras manos debe servir para liberarnos”.
Sin dejar de reconocer la importancia que tienen estos homenajes, estos deben
servir para alimentar la memoria histórica e imitarlos, por eso consideramos y
lo interpretamos como un homenaje del pueblo de la Ciudad de Bs. As., siendo
consecuentes con las ideas por la que Alberte dio su vida, no en un sentido
restrictivo partidista, sino en un sentido amplio, abarcativo. Es decir, no se
rinde homenaje a Alberte porque fue peronista, si se rinde homenaje a Alberte
porque siendo militar combatió al golpismo y a las dictaduras militares y se
rinde homenaje a Alberte porque siendo peronista se opuso al participacionismo y
se opuso a la domesticación del Peronismo y se opuso al liberalismo económico en
el Peronismo que ya actuaba en vida de Alberte bajo el gobierno de Isabel
Martínez y López Rega. Porque siendo peronista se opuso a la Triple A. Se rinde
homenaje a un hombre integro que que no dudo en arriesgar el bien supremo, la
vida, sin claudicaciones, siendo coherente con lo que pensaba, decía y amaba.
Alberte no tenía otro discurso que el compromiso insobornable con la clase
trabajadora y con los sectores revolucionarios en lucha, por un cambio de
sistema. Este convencimiento-la mayor utopía que un ser humano puede tener-fue
la causa de su asesinato aquel negro 24 de marzo de 1976.
He tratado que sea mi padre el que hoy nos hable, por medio de sus documentos,
este es un párrafo de la carta que le terminara de escribir a Videla horas antes
de ser asesinado en la madrugada del 24 de marzo de 1976. “Nosotros no
consideramos a las F.F.A.A., como una institución poseedora de valores
inmutables, sino como una institución humana que actúa para bien o para mal, de
acuerdo a los hombres que circunstancialmente las dirigen. No son mejores ni
peores que los hombres que la componen, y por consiguiente, no existe la
continuidad histórica que iguala a todos los militares a través del tiempo con
un mismo sello de excelencia, desinterés o patriotismo; tampoco el merito de una
época alcanza a los protagonistas de otra, salvo que la revaliden con su propia
conducta. Y lo mismo en lo que atañe a conductas infamantes. Los meritos de San
Martín no apañan a Quaranta, ni Fernández Suárez infama a Belgrano, a Dorrego o
a Güemes. Podemos admirar al Almte. Brown y negar al mismo tiempo a Rojas y a
Benigno Varela. Podemos sentirnos deudores y herederos de tantos milicos que
regaron con su sangre el suelo de América y de la Patria y no por ello atenuar
nuestro juicio sobre los oficiales cómplices, ejecutores y consentidores de
vejámenes y torturas. Sin duda este es un criterio antagónico con el que
sustentan muchos militares que tienen un extraño concepto de su parentesco con
la historia y con la gloria. Pero es claro, y si se lo recalca asi tan
crudamente, es para evitar que se sigan cultivando prejuicios indiscriminados de
un falso patriotismo que luego la historia nos revela como falso” “La situación
es seria y también dramática, no solo para los trabajadores, sino también para
las propias F.F.A.A., impulsadas a avanzar en un terreno, donde por plano
inclinado serán llevadas a sustituir a las policías de los ambientes fabriles,
hasta ahora privadas, y a ser custodios de los intereses de una de las partes,
precisamente la menos indicada para representar el interés general”.
Hoy en este acto quiero entregarle formalmente al Teniente General Roberto
Fernando Bendini, actual Jefe del Estado Mayor General del Ejercito, la carta
que mi padre le terminara de escribir a Videla, Comandante General del Ejercito
que se aprestaba a realizar un nuevo golpe militar, que daría comienzo a uno de
los mas grandes genocidios de nuestra historia y que mi padre tuvo el triste
privilegio de inaugurarlo.
Fuente: MEDIOS Director Gabriel Fernandez
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